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birectora de ta cotecclon: Silvia Geller Comité editorial Secretaria: Marina Recalde integrantes: Angélica Marchesini Raquel Vargas Director del Instituto ico de Buenos Aires: Leonardo Gorostiza Director responsable de la publicacién: Oscar Sawicke EL Instituto Clinico de Buenos Aires es miembro de la Red Internacional del Instituto del Campo Freudiano, y tiene su sede en la Escuela de la Orientacién Lacaniana, La psicosis ordinaria La convencién de Antibes Jacques-Alain Miller y otros ui ‘90025515N 43.03.02 M648P itier. Jacques Alain sis ordinaria Lapsicosis o Instituto Clinieo de Buenos Aires / Paidés Enganches, desenganches, reenganches Secci6n Clinica de Aix-Marseille y Antena Clinica de Niza* |. Intropucci6n La comunidad analitica es convocada hoy a un aggiornamento de su elaboracidn tedrica de la clinica. Jacques-Alain Miller' emprendis esta tarea en varias oportunidades dando especialmente lugar en el estudio de la psicosis a los elementos que Lacan forjé después de El seminaria 3, y que deben servirnos de apoyo en ese registro de nuestra préctica, La participacién que puede tener en este aggiornamento el e cuentro de las secciones elfnicas se basa en la dialéctica entre la ex- periencia clinica y los marcos conceptuales. En cuanto a nosotros, con el término «neodesencadenamien- to» nos propusimos estudiar la necesaria actualizacién del concep~ to de desencadenamiento, tal como esti enunciado en su forma canénica por Lacan en «De una cuesti6n preliminar...» Esta actualizacién se apoya en la experiencia analitica acumu- Jada desde entonces, tal como la esclarecié la ensefianza de Lacan. Esa experiencia nos lleva a incorporar a nuestras herramientas conceptuales los desarrollos ulteriores de Lacan referidos a la ps ccosis, que consisten esencialmente en considerar la «polaridad»? entre «sujeto del goce» y «sujeto del significant». Asi se vio de- “Expositores: Hervé Castanet y Philippe De Georges 1. JA. Miller, «Suplemento topol6gico a “De una euestién preliminar. en Matemas I, Buenos Aires, Manantal, 1987, pp. 135-154 2. J. Lacan, «Presentacién de la traduccin francesa de las Memorias del Presi- dente Schreber», en Intervncionesy texts 2, Buenos Aires, Manantil, 1988, p. 30. 7 Lapsicoss oro finida la orientacién creciente de la clinica pot la cuestidn de Jo realy el aparejamiento del goce. Lacan insstié particularmente 6m tse cambio de enfoque en su «Discurso de clausura de las jorna- das sobre psicosis infantil»? “Esta vis da paso a la clinica borromea, contemporsnea de los seminarios «RSP> y «Le sinthome>, més allé de la clinica estruc> tural, que distingue neurosis y psicosis en funciOn de la presencia sc anencia de ese operador que es el Nombre del Padre. ‘Nos parece més ficil, gracias a estas herramientas, dar cuenta dle numerosos casos clinicos, y de sus posibilidades de ratamien= tos pregunténdonos qué mantene juntos los tres registros By Sel aereetructura, o qué podria mantenerlos juntos, que orientin- donos solamente por la forclusién. ‘De un modo empirico, lo que orienta la cen localizar eso que en determinado momento para un sujet s° SHesengancha> en relaci6n con ef OF. Esta localizaciOn aclaray tetroactivamente, el elemento que hacia de “wenganche> para ese sujeto, y permite dirigir Ta cura en el sentido de un eventual “areenganche>. Esta nocién estrictamente empirica puede enton- ces revelarse operativa para la direcci6n de la cura. a ciniea a fa que nos referimos da un lugar a casos que pode- mos calificar ~con el modelo de la nosologia médica— de «formas clinicas», en el sentido de variantes, incluso a veces de modos ati- pcos, en relacién con la «forma tipo» del desencadenamiento que Pecan determiné en «De una cuestién preliminar...». Noramos que desde esa época Lacan hacia de su forma paradigmatica un ai elo susceptible de ser declinado segtin diversas variables. La literatura abunda en entidades como «mania», «melancolia», reermanfan,eautismo infantil, etc, en las que, por ejemplo, la Jementales no sigue el encuentro de vidre w obedece a una temporalidad diferente. Los nuevos Shnxemas, la evolueién de la patologia a merced de los cambios del Otro, son otras tantas oporcunidades para observar formas clinicas més o menos inéditas. nica puede consistir 4, Cf. «Diseutso de lausura dels jomnadas sobre pscoss infant, en Pier~ sis infantil, Buenos Aires, Nueva Visi6n, 1980. 8 Creemos que entre estas «formas elinicas eran formas clfnicas» se puede proponer a clasificacién. segin las variaciones respecto del paradigma Sonera) la temporalidad (diacronfa) o a la estructura del de- sencadenamiento mismo, su «coyuntura>, como dé can (s sence yi mo decia Lacan (sin- A. Formas clinicas segtin la diacronfa En Arcachon, Erie Laurent recordaba una f6rmula de Frangois Le~ guil que hacia del desencadenamiento un «momento de con- cluir». Aun cuando el desencadenamiento no sea més que el tiem- po cero de un proceso evolutivo en el transcurso del cual se plan- tea la cuestidn ~crucial para nosotros de los acomodamientos y suplencias posibles (el tiempo de la certeza furura), es efectivamen- te el término en el que concluye una historia que no siempre pue- de describirse como «in cielo sereno» donde irrumpirfa el rayo. A posteriori, después de revelada la psicosis, es posible localizar en un buen ntimero de casos premisas, signos precursares y trastornos de evolucién progresiva, tanto continua como diseontinus. Ente es tos tiltimos Lacan habia descripto los «fenémenos de franja> y los estados que no dudaba en calificar de «prepsicéticos». Algunos de nuestros colegas (Pauline Bernard,5 por ejemplo) describieron recientemente la aparicién o la revelacién de fené- menos elementales y de psicosis probadas en personas que habfan sido privadas por, tratamiento de sustitucién después de afios 0 de- cenios de préctica toxicémana. Estos sujetos testimoniaron enton- ces que esta préctica encubrfa dificultades pertenecientes al cam- po de la psicosis, sin desencadenamiento tipico. En términos de sintomatologfa, estos sujetos habfan permanecido «asintométi cos» tod el perfodo de su toxicomanta, Ademés de los efectos an- siltens y neurolépticos dela sustanci, ya es lisico describir el tapén que puede coloca la droga en la dvisién subjeiva,y la so- fuciSn identificatoria que autoriza con la imposicién del signifi 4.8 Legal, Le décenchement dune prychose» en Orman? Nl, Pa Navarin, verano de 1987. ee alee 5. P. Bernard, Coloquio de la ACF Estérel-Costa Azul, abril de 1998 9 ‘ante «toxicémano» en el campo social. Acto seguido, confronta- dos nuevamente con sus interrogaciones y su divisién subjetiva, testos sujetos pueden, por ejemplo, valerse de trastornos alucinato~ rios que se remontan a la infancia, con wna vivencia de desperso- nalizacién y descorporizacién, experimentada en momentos de desamparo y de gran soledad. Los fenémenos que marcaron 2 es tos sujetos por su intensidad emocional, la pérdida de referencias corporales ¢ identificatorias, su extraiieza y la imposibilidad tanto de participérselo a alguien como de desprender de ellos una signi- ficacidn, son muchas veces reinterpretados a posteriori en térmi- nos de experiencia parapsicologica, — del que se observa en la histeria, donde la identificacién con el ob- jeto esté atenuada porque el sujeto dispone, como forma de me- diacién, de lo que él ama una arelacién de objeto», es decir, de una posibilidad de aparejamiento fantasmético. ‘ Si nos-remitimos a «De una cuestién preliminar...» yal esque~ ma I de Lacan, &p resulta evidente en estos casos. Toda significa ci6n filica parece abolida. Pero no parece legftimo suponer Po, fun- damentalmente en la ausencia de encuentro con Unepadre y de ‘tlangulacién de la situacién, y sf, en cambio, en presencia de una aparente eficiencia, por otra parte, de la figura paterna. A lo sumo podria deducirse Po a partir de la suposicidn teérica, que es la con- dicién logica y necesaria de la ausencia de significaci6n filica. Grivois’ describia la psicosis como articulada en torno a un -«punto central» que consiste en una «experiencia vivida por el su- jeto fuera de toda posibilidad de comunicarla». Los casos de los que hablamos aqui, donde no predominan los trastornos de la re- lacién con lo simbélico, se centran, pues, én una experiencia que debe entenderse como confrontacién con un goce del Otro que el sujeto considera totalmente enigmatico, que solo le asigna el lugar de objeto y lo pone en extremo peligro. De manera retroactiva, el sujeto podra decir que, mis que la vida propiamente dicha, lo que se vefa amenazada era su vida psfquica, su «propia existencia» -co- mo dice uno de nuestros analizantes. En ese punto nuestros suje- tos son bastante «schreberianos», Conocemos por lo menos tres casos en los que el neodesenca- denamiento consiste en la vivencia apocaliprica de una joven en una primera relacién sexual en un contexto a priori no traumitico. El trauma solo se constituye en estos casos si damos un sentido am- plio al término; a saber, el encuentro de un real sin acomodamien- 6.J. Lacan, «De una cuestion prel cod preliminar a todo tratamiento posible dela psi cossn en Exris 2, Buenos Aire Siglo XXL, 1987, 9.333. . 7.JaC. Maleval, Légica de! deliro, Barcelona, Del Serbal, 1998. a \dicron tener un aspecto melan- to simbélico posible. Los efectos p célico, incluso cataténico. Enseguida aparece la insuficiencia del lazo del sujeto con su ser vivo. La imposibilidad de producir una significacién félica para dar cuenta dela situaci6n vivida confronta al sujeto con un desamparo; ya no puede hacer nada con ningtin te- ma, como dice Lacan de los aullidos de Schreber. Pg es aquf una simple hipétesis que solo se basa en la sensacién de ausencia de to- do fundamento de su ser con la que el sujeto se enfrenta, y de au- sencia de cualquier Ilave que permita una simbolizacién y un ape- rejamiento de este goce enigmitico y sin limite. ‘Nuestra hipétesis es que este desencadenamiento puede leerse cen una clinica borromea como un desanudamiento de la estructu- +a ocasionado por la insuficiencia de la relaci6n imaginaria con el cuerpo, que desnuda la imposibilidad de limitar el goce y también su carécter totalmente xenopitico. I. VIRETAS CLINICAS ‘A. Desenganches sucesivos: dos ejemplos 1. Primer caso La perspectiva de tener que interrumpir el curso de su andi indujo a este hombre a consultar con otro analista para evaluar lo bien fandado de su inteneién. Sin embargo, le resultaba muy di cil enunciar los motivos de su desconfianza respecto del analista. Crefa haber percibido en él gestos de hostilidad que explicarfan desencadenamientos de angustias catastréficas inmediatamente después de algunos levantamientos de sesiones. No obstante, lo detenia en su cometido la experiencia de haber interrumpido otras curas, o tentativas, de un modo similar. Por eso, a pesar de no po- subjetivar la'repeticién, no deseaba que se reprodujera. Soar tuna clinica en cuya mira est el «desenganche» del Otro en diversos puntos de la estructura permite entender la po- sicién de este sujeto que, cuando se acerca a una ruptura reiterada del lazo con el analista, intenta reengancharlo por un rodeo que mantiene el significante del andlisis. En suma, con un mismo mo- vimiento de denuncia y de identificaci6n intenta dar un nombre a las innombrables irrupciones de goce. 22 Podrfamos decir que este sujeto obtuvo algiin saber en sus di- versas empresas analiticas, pero ese saber nunca le permitié situar el goce devastador con el que tiene que vérselas de manera perié- dica. La solucién cada vez mas presente en sus invasiones catastré ficas consiste en producir en la realidad conductas que dejan pla- near la inminencia de un acto de cardcter médico-legal que harfa irreversible el rechazo de su posici6n en el lazo social. En su anilisis él daba crédito a las construcciones que articula~ ban los puntos importantes de su infancia, particularmente los que sefialaban el carécter «sin recurso» del surgimiento de lo real partir de ciertos acontecimientos. Sin llegar al reconocimiento, puede decirse que validaba, que adoptaba la idea de una problems- tica organizada en tres tiempos: el duelo imposible de su madre respecto de su exilio de una tierra marcada por la soledad de los, marinos, la inexistencia en toda ocasién de la palabra del padre, y Jos intentos precoces de encontrar una soluci6n sexual a la perple~ jidad provocada por los malentendidos. Recuerda incansablemen- te tres anécdotas como las marcas de su destino: en su infancia, la negativa absoluta de su madre a dejarlo solo para hacer sus nece- sidades, ligada a la magnitud de goce de su mirada cuando estas se efectuaban; en su adolescencia, la extrafia petrificaci6n del padre mn homose- xual; y para terminar, en el momento de convertirse él mismo en padre, la irrupcién mortificante de una compulsién pedofilica Estos rasgps clinicos, distintos en el tiempo, sugieren un de~ senganche escalonado en la historia del sujeto y estén referidos a situaciones diferentes. El intento de resistir a la captaci6n de la mirada materna cedié ulteriormente ante el desmoronamiento de la llamada al padre. cuando lo llamé para que lo protegiera de una seduce! 2. Estudio del caso de una joven anoréxica Més que relatar en detalle el caso de esta joven de veinticinco afios, vamos a aislar algunos momentos de su cura y a analizarlos. 4) Las desenganches sucesivas El término «neodesencadenamiento» no designa solamente el desencadenamiento psicdtico, nos permite ademés interrogar cé- mo el sujeto se desengancha del lazo social, Se desengancha del la- 23 zo social si nos ubicamos en posicién de otro, de lter ego, para tengancharse, podriamos decir extremando esta metifora de en- ganche-desenganche, con su goce. Este es un ejemplo paradigmstico. Enfrentado con su anorexia, este sujeto desarrolla un sintoma de cleptomania que interroga en Ja cura, Lo presenta en sus distintas vertientes: = Se trata de robar ya sea cosas que no sirven para nada, ya «Sus titutos de comida» a fin de armar reservas. Estas reservas no de- ben disminuir, «por miedo a que falte». En la vertiente signifi- cante, asistimos a ese deslizamiento entre comer nada y robar sustitutos de comida. “EI acto se declina en términos de «provocacién». «A veces, cuando robo y paso por la caja con una cartera tin poco transpa- rente, las personas, atrés, pueden ver algo. Si me denunciaran, tso no me impediria empezar de nuevo. Es un desafio: me aga- frarén una vez, pero no todas.» Es una manera de provocar al Otro y de interrogar la ley. En la vertiente pulsional, lo que empuja al acto no solo se sos- tiene en la afirmaci6n «es mas fuerte que yo>, sino también en tun es una bulimia-cleptomania», un «nunca es suficiente. Cuando vuelvo a mi casa, me doy cuenta: jgrobé solo esto?!»; mientras que en el proceso anoréxico lo que esti cuidadosamen te pesado y vuelw a pesar, como previsién de eomida, es siem- pre reducido y considerado como demasiado. Uno de mas que marca la falta de la simbolizacién. Con respec toa la oralidad, a la pulsién oral, la demanda al Otro no esté sim- bolizada. Algo se desenganch6, si se lleva esta secuencia a la es- isma. tructura . voltereta» : aé ocurre cuando esto responde en el Otro del lado de Ia ley _ «Por mis que mis padres digan que si me agarran perderé mi l bertad, hoy no la tengo» La men y corridos no logra apaciguar «la deriva». «En la carcel estaré me- jor que en un hospital psiquistrico, donde me obligarfan a pres- indir de mis sintomas. Mientras que en la cércel no podrian obligarme a comet» 24 —En una primera llamada de atencién, en la que el personal de vi- gilancia amenaza: «La proxima vez mandaremos los perros)», la paciente responde lo que se le pasa por la cabeza: «Solo tendran tun hueso para roer>. ~ Finalmente, en una segunda oportunidad, cuando es llevada a la comisaria e interrogada, ella diré: que enuncia de este modo: «jMe fascina la violencial». Se trata de una fascinacién por la violencia que se dirige a inocentes, victimas, al azar. Fsas victimas que estén allf le recuerdan, a la vez, su propia posicién de vietima cuando se hace detener en el momento de sus pasajes al acto cleptomaniacos. ‘Mirar escenas de violencia le sirve para «exorcizar (su) propia vio~ lencia»: «Mee fascinan los dramas en directo por televisi6n; me hu- biera gustado ver el derrumbe del estadio de Heizel, o incluso los terremotos, donde se muestran cantidades de imagenes de muertos y de heridos. Me parece que nunca hay suficientes muertos». ‘Da testimonio de aquello que la carcome interiormente: la pul- sién de muerte. La invade ese «nunca suficiente» de la pulsién de muerte, lo cual da Ia medida de lo que es para ella esta anorexia. Asistimos a un desenganche del lazo social y a un enganche en la pulsién. 25, ‘Asi como en Ia cura del neurético sintoma y fantasma mantie- nen una relacién de proximidad ~el sintoma solo cobra sentido si ¢s referido a la clinica del fantasma-, en la psicosis existe una re- lacién entre s{ntoma y delirio. Y, precisamente, el goce constituye la articulacién entre estos términos diferentes. B. Formas atipicas de la coyuntura de desencadenamiento Cuatro casos elinicos nos permitirin interrogar la existencia de desencadenamientos cuyo momento fecundo no parece depender del encuentro con Un-padre. 1. Una enfermedad de la mentalidad Los meandros de la queja de un sujeto, las dificultades encon- tradas en la localizacién estructural, la conduccién de la cura y el manejo de la transferencia, hacen que su analista lo recuerde en términos de «enfermedad de la mentalidad» —Jacques-Alain Mi- ller menciona esta expresién de Lacan en sus reflexiones sobre la presentaci6n clinica. Esta joven habia Ilegado al andlisis después de diecisiete aiios de cuidados psiquidtricos que ponfan en juego todo el arsenal an- tidepresivo, diecisiete afios escandidos por largas internaciones. Cada una de ellas correspondia a un paroxismo de lo que marca- ba la tonalidad general de su existencia: la sensacién de estar au- sente de ella misma, de «deshabitar su vida». Trataba valiente- mente de representar los papeles «normales», de responder a lo ‘que se esperaba de ella, de hacer lo conveniente, pero fracasaba cada vez que legaba a la conclusién dle que esos papeles eran per- fectas imitaciones, que solo vestfa como atuendos ajenos, puros semblantes. La ideptificacién comiin la abandonaba entonces por agi: 0 lo que llama una «femineidad transfigurada». Esos libretos solo se sostienen a costa del borramiento efectivo de todo partenaire, de todo hombre, salvo solapado a titulo de espera. Se trata de inten tos de restaurar la imagen del cuerpo propio, de erigir una figura narcisizada envuelta por un aura filica de recuerdos donde se ve de nifia, radiante en la luz del desierto. Para eso juega con los sem- blantes de la mascarada y de la «naturaleza» 7 Se describe asi: «fuera de la civilizacién, donde se borran las marcas de lo masculino y lo femenino, pero donde repentinamen- te puede manifestarse ia verdadera femineidad: seria mujer, sin ‘maquillaje, sin zapatos, sin hombre, lejana, sola, nica en mi espe- Cie, feliz de serlo, mujer de cuerpo con cuerpo de mujer, sin nece- sitar “ms” para expresarlo». A pesar de la contundencia de los episodios melancoliformes, su compromiso en el anélisis me llevé a pensar en una neurosis, grave, Su discurso a lo largo de las sesiones reviste todas las apa- riencias del discurso de un sujeto histérico capturado por el enig- ‘ma de lo que es una mujer para un hombre. Dice con mucho hu- mor: «jLos hombres son hermosos como amos! No son realmen- te amos, jpero es tan lindo verlos creérselo!>; o también: «jDe to dos modos, no me voy a acostar con an tipo que no me calientel», Las circunstancias de la descompensaci6n inicial, clésicas in- cluso en la clinica psiquistrica, no hacen aparecer un desencad. namiento tpico, en el sentido del encuentro con Un-padre. $i embargo, la «coyuntura dramética» la muestra de repente ajena a su vida, desubjetivada. El momento de oscilacién ocurre en su pri- ‘mera relacin sexual, con un muchacho del que crefa estar enamo- rada, puesto que era lo que los otros le mostraban. Légicamente habfa que pasar por eso, con ese partenaire ideal, verdadero doble de su propio hermano. El momento de la penetracién se corres- ponde con un balanceo en la nada, En varias oportunidades reto- m6 el anélisis de ese momento erucial y de sus repeticiones. Adop- ta un estilo clinico, ya horrorizado, ya irénico, para describir co- mo observadora las maniobras que hacen los hombres con su cuerpo, su relacién tan extrafiamente interesada por los pedazos de su anatomifa, que parecen separados unos de otros. Siente a la vez una desfalicizacién radical y un rebajamiento insostenible. De repeage.csti fuera de'un cuerpo al que se le levanta una estatua. Lo pei od dade eee eee ca ay docs tenamais su cargcter de cataclismo inicial que produce una regresién espe- calar masiva, ‘Una formula aparecida en una sesién de control determina fi- nalmente bastante bien la figura paterna: «El padre es insignifican- te», Esta in-significancia seria la forma minima que asume aqui Po, si quisiéramos aplicar a toda costa la légica del esquema I, Pp, que 28 solo podria deducirse como lo que esti al principio de lo que se d javer. Lo que se ve es la elisi6n del falo, la ausencia de significacién filica, tal como se revela stibitamente en cada penetracién. Esta eli- sién es, segdin Lacan, la responsable de la regresién «a la hiancia mortifera del estadio del espejo». Puede verse aqui en la petrifica- ibn de Marie-Pierre un puro efecto de ®p.” Ella misma subraya tanto el «como una piedra» [comme une pierre] que anuncia su nom- bre, como también las identificaciones con la Virgen santa y ma- dre, que la sustentaba hasta el desgraciado encuentro con el Orga no masculino. Lo que otorga a este trabajo analitico una tonalidad de peligro incesante es que ella avanza en su «gqué soy ahi?» (pregunta que, segiin Lacan, el sujeto se formula en relacidn con «su sexo'y su con- tingencia en el ser»), siempre al borde del abismo, sin que sus di- cchos se fien nunca en un referente fuera del significante, un obje- to que le haga de lastre, Habla dle su «ser desertado», de su «pura ausencia> y termina por definirse asf: «soy una media dada vuelta. En este sentido, nos recuerda ese caso de la presentacién clini- ca por el que Lacan hablaba de «la excelencia de la enfermedad mental, Se trataba de una persona que se deefa «interina de si misma» y afirmaba que le gustaria «wivir como un vestido». Lacan sefial6 entonces: «No hay nadie para habitar el vestido»; y Jac- ‘ques-Alain Miller subray6 ese «ser puro semblante>, sin «signifi- cante amo y, a la vez, nada que venga a darle el lastre de ninguna sustancia».!? Lo poco de esta identificacién -una media dada vuelta—ilustra 4 consrarin que el falo constituye el término «en que el sujeto se identifica con su ser vivo». La enfermedad de la mentalidad, si re- tenemos aqui la indicaci6n, y Ia elision del falo hacen de la enfer- medad de Marie-Pierre un atentado a «la juntara mas intima del sentimiento de la vida en el sujeto».!3 9. Ob. city n. 6p. 552. 10... Lysy-Stevens, «Articulations ciniques de by», Feiler: dx Cours N" 1989. 11. Ob. city m. 6 p. 531 12. Ob. city n. 8 p. 165. 13. Ob. cit, m6, p. $40, 29 2. Encuentro con un goce enigmético Esta joven fue vista hace varios afios durante una internacién causada por un acceso delirante. Como el control se interrumpi6 prematuramente, este caso no podré ser objeto de una elaboracién detallada. Sin embargo, nos interesa por las circunstancias parti- culares del desencadenamiento psicético. No existfan anteceden- tes psiquitricos. Durante las entrevistas de la internacién y las inmediatamente posteriores no habfa sido posible determinar las circunstancias exactas de Ia apariciGn del delirio. Se trataba de un delirio de in- fluencia: ella se decia fisicamente manipulada por sus vecinos de la ciudad universitaria, El episodio psicético se inicia a continuacién de una primera re- lacién sexual, que ella describe como Ia invasién de una sensacién extrafia en su cuerpo. Asi descripto, el orgasmo no es reconocido como tal, Parece que ese modo de desencadenamiento no responde a la configuracién clisica del encuentro con Un-padre, tal como es referida en «De una cuesti6n preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis». Mis bien parece tratarse de! encuentro con un goce enigmético por falta de significacién filica; es decir que aqut se tra- ta ms del encuentro con g que con Po. Ciertamente, es posible refetir 9 a Po; sin duda la forclusién del Nombre del Padre es la condicién de la ausencia de significacién filica. Sin embargo, el en- ceuentro del goce es aqui el modo de desencadenamiento. La pregunta que plantea este caso es cémo responde el sujeto a este encuentro. En efecto, podriamos evocar el Otro goce tal como lo encon- trarfa una mujer sin poder decir nada al respecto. Aqui se trata mas bien de la experiencia de un real que deja al sujeto desprovisto en cuanto a sus posibilidades de respuesta simbélica. El desencadena- igre esarareferido es una hips a ete encuentro que d cara los efectos de la forclusién del Nombre del Padre, © sea, la ausencia de significacién félica. El sujeto produce como respuesta una nueva realidad delirante: una manipulacién corpo- ral persecutoria. ‘La modalidad de desencadenamiento no es nueva en el sentido de la clinica psiquidtrica, que ya se valfa de este modo de desenca- denamiento del .delirio, lo nuevo es su lectura que acentia el en- 30 ‘euentro con un goce. Este acercamiento tiene Ia ventaja de acen- tuar el modo generalizado del tratamiento del goce por el bablan- teser. El modo de responder da cuenta aqui de la estructura: el su- jeto dispone o no del Nombre del Padre como significante para articular su respuesta. 3. El siguiente caso también es discutible Se trata de una mujer joven enviada por un psiquiatra, que habia tenido un episodio delirante que se volvié quiescente después de la administracién de neurolépticos. Esta joven demandaba poder atra- vesar la barrera de una inhibicién en las relaciones sociales que rea pareci6 debido al episodio delirante. Debe sefialarse que esta cura estar marcada desde el principio por la extremada defenss de la pa~ ciente, quien manifestaba poca curiosidad por las producciones de Ja cura. No se encontraba en relaci6n con un sujeto supuesto saber. Su certeza tenfa como corolario una gran indiferencia a las produc ciones de la cura, Planteaba, de entrada, que no queria recordar las ideas ridiculas que la habjan asaltado durante el episodio delirante, considerado como un paréntesis en su vida. Durante el afio y medio de seguimiento, se hablar poco de un primer desencadenamiento que presenta, sin embargo, caracteristi cas interesantes. Se enamoré de un joven con quien se habfan esta blecido relaciones banales y, al mismo tiempo, pasionales. La pasién en este caso esti definida por ella de la siguiente manera, Esta mu- jer proviene de’un medio modesto pero muy conformista; ella no habfa cuestionado hasta ese momento, ni tampoco después, los va~ lores familiares. Habfa tenido anteriormente dos relaciones oficia- les, que terminaron de manera anodina, y por las que no habfa sido marcada, Esta tercera relacién presentaba, segsin sus palabras, un caricter extrafio, que residia, a su entender, en que ese muchacho no le correspondia, Era un marginal que habia conocido una noche, y al que designaba asf: «No era un muchacho como es debido» La paciente no produce nada en cuanto a las razones del lazo que la unia a este hombre a quien creyé un dealer: Lo cierto es que la relacin transcurre en la clandestinidad, y con un malestar que ird en aumento para la paciente. Al mismo tiempo, se desarrolla un sentimiento de recelo hacia él. Ella no sabe qué quiere este hom- bre para ella, La respuesta -elaborada de un modo delirante- al - 31 Enigma de su deseo es que él esté metido en la mafia y que no le desea el bien. No dice nada preciso sobre este punto. Nada en sus actos podia testimoniar ninguna hostilidad. Muy por el contrario, su insistencia en continuar la relacién ¢ intentar verla a la salida de su trabajo, después que ella decidiera una ruptura, le habia agudi- zado la idea de un complot en su contra. Percibfa el caréeter deli- rante de esta construccién que calificaba de ridfcula, y por la que tenfa una profunda vergiienza. Nada podia librarla del carécter de evidencia que adquirfa para ella, En el mismo periodo aparecen alucinaciones verbales en las que oye comentarios de una voz fe- menina que la condena a un destino funesto. La elaboracién deli- rante da lugar aqui a una figura femenina ~que es la reina de un mundo paralelo al nuestro~ y la condena al dominio de ese hom- bre convertido en el instrumento de una persecucién organizada. Las dos claboraciones delirantes contradictorias, la mafia y la reina del mundo paralelo, coexisten. Por eso, aunque este hombre desaparezca completamente de su vista, queda la inquietud inconfe~ sable de que resurja de ese pasado que ella se propone borrar tanto como se pueda. El delirio est marcado aqui por el mismo sello que el fantasma del neurético. Lejos de querer desarrollar esta construc- ci6n, no sin dificultad aceptaré revelar, Ilegado el caso, los pocos elementos delirantes precedentes. Incluso hubo que insistir discre- tamente. La cura se converting entonces en el lugar de restauracién que ella esperaba (una posibilidad de relaci6n social), ya que era el elemento pacificador de una relacién delirante con el mundo. Después de algunos meses en que habia podido retomar el tra~ bajo, se produciré un nuevo desencadenamiento. Esta vez tendré Tugar durante la cura y estaré ligado a una observaci6n fortuita. A la salida del trabajo, en un autobuis que la leva a su casa, se en~ cuentra con una ex compajiera que le pregunta por sus cosas. Y : aalervede mostfarse satisfecha por el restablecimiento esperado; 0 oo anda bien: dejé la casa familiar para vivir en un departamen- tito-que arregl6 a su gusto, y su trabajo marcha bien, hasta tal pun to que acaba de obtener un reconocimiento profesional y un au- mento de salario, Lo que no funciona es la cuestién que vuelve a presentarse ahora, por esta amiga demasiado amable: «¥ bien, gcudndo vas a enamorarte?». La pregunta plantea un problema. Puede contestar que el establecimiento de una pareja es la etapa 32 normativa esperada de su recuperaci6n. Sin embargo, esta frase se presenta de entrada como heterogénea al propésito apaciguador mantenido hasta ese momento. Algo no anda bien ‘Aparece un segundo episodio delirante, con un tono persecu- torio, en los lugares de trabajo donde, esta vez, es la inspectora de su departamento quien se muestra, en su opinién, malintenciona- da, La queja no presenta ninguna modalidad francamente deliran- te, pero esa relacién hasta el momento Hlevadera se vuelve intole- rable. También se torna desafiante la relacién con el analista, en la que si bien tampoco hay ninguin discurso delirante, se observa una hostilidad muy evidente. La cura se interrumpe brutalmente. Rei- vindica una libertad para conducir su vida que permite percibir to- do el contexto de sugestién potencial que encubre la situacién analitica. La certeza, presente a lo largo de todo este trabajo, se manifiesta nuevamente en esta decisién terminante. En este caso, el enigma del deseo del Otro parece confrontar al sujeto con una dimensién a la que no puede responder. En un pri- mer momento, el enigma del deseo de un hombre suscita el deli- rio de una malevolencia organizada desde el mundo-Otro, donde reina una figura femenina todopoderosa. En el segundo tiempo de la repetici6n delirante, la pregunta de la amiga despierta el tema aplazado, despierta sobre el carécter real, por imposible de decir, del deseo del Otro. En ambos casos, el encuentro con un real es el modo de desencadenamiento de una respuesta psicstica. 4, «Ante todo que nada cambie» Esto es lo que surgié en el transcurso de una cura que parecia empezar sin sorpresas y en la que répidamente se planteé la pre- gunta sobre la cuesti6n de la estructura. No presentaba problemas lo dicho, sino lo que no se deca, y la manera en que se desarrolla- ba la cura. La historia de la sefiora P. puede resumirse en un momento de sesién en que cuenta el primer encuentro con un terapeuta: «Fue cuando vi la pelicula Les mots pour le dire (Las palabras para decir- lo}; me reconoct y eso desencadené todo». Puede puntualizarse alli una primera identificacién, que seri el modelo sobre el cual construird todo su trabajo ulterior. Inicia entonces con un(a) psi: quiatra entrevistas que seguirin durante varios afios. Después ella 33 pens6 que ya habia aleanzado los limites de lo que podfa avanzar con esta terapeuta y pidié ir un poco més lejos con otra mujer. Su terapeuta la deriva para un anilisis. En ese momento no se plan- tea la cuestidn de la estructura, es enviada como una histérica y el analista se introduce de entrada en lo anunciado. Desde hace cuatro afios concurre regularmente a sus sesiones, que se desarrollan siempre de la misma manera. Empieza con: «Todo bien» o «No ando nada bien», a lo que sigue una explica- cidn de ese estado en funci6n de los acontecimientos de los dias transcurridos desde la tiltima sesi6n, y luego un largo silencio que solo cede con tna intervencién; vuelta al silencio; sonido; inte- rrupcién, ete. La variabilidad de su estado siempre responde a sus dificultades con los otros, en primer lugar, con su madre. «Hace de todo para alienarme, yo no puedo controlarlo y exploto» Su vida est mar- cada por enojos o peleas con su madre 0 con su entorno: «Estoy imal porque me encuentro en un parengjo con mi madre -el proble- ma es la pospelea. Repito lo mismo con todo el mundo, Los tomo, los dejo, los tomo, los dejo». Su posicién en el trabajo esté caleada de este modelo; se siente a la vez manipulada y manipuladora res- pecto de sus jefes y sus colegas. Plantea de este modo lo referente a su entoro: sus vecinos hacen ruido. ¢Es por ella, 0 es ella que no soporta? La pregunta esté planteada, Termina mudandose, aban- donando el lugar donde vive, porque alli no se es «anénimo». Ve- remos més adelante lo que representa este término para ella. ‘Va a vivir a un departamento, pero al poco tiempo la vecina reemplaza a sus anteriores vecinos. Es ruidosa. «No soporto el ruido. ¢Lo hace a propésito? No entiendo por qué oigo todo; es- toy muy alerta, al acecho.» Al escuchar esta frase, uno podria in- terrogarse sobre lo que hay 0 lo que no hay para oir, y, efectiva- te, encontramos en su historia un acontecimiento traumstico fe podria relacionarse con eso. Es una nifia no deseada; antes nacié un hijo y ella llega quince afios después. Su madre le dird sobre su venida al mundo: «Tienes suerte, pudiste elegir» ~en una oportunidad en que la paciente se provoca un aborto. Sus padres tenfan un bar almacén en un pue~ blo, Cuando ella tenia quince afios (su hermano ya se habfa ido de la casa y ella,yivia sola con sus padres), una noche oyeron ruidos 34 abajo, en el negocio, su padre bajé, y de lo que ocurrié después conserva el recuerdo de un gran grito. Su padre acababa de ser asesinado por el hombre al que habia descubierto robando. Este periodo permanece un poco confuso para ella, y también tendré dificultades para situarlo en el tiempo; lo hace variar en unos ‘cuantos afios segtin los relatos, y solo atando cabos podré ubicar~ se alrededor de los quince aftos. Ante esta confusidn y esta dificultad para ubicar este aconteci~ miento en el tiempo, podrfa pensarse en los olvidos de la histéri- cca. Pero no es un trauma que ulteriormente prepararfa el lecho a Ja neurosis lo que nos detiene, ya que la forma en que avanzars ha- ce pensar en la psicosis. ¢Se trata de un neodesencadenamiento, es decir, una forma particular de entrada en la psicosis? En efecto, nada se desencadena, nada cambia; al contrario, todo se congela, de modo que a partir de allf sigue construyendo su vida de una manera muy normativa, La relacién con su madre se vuelve insoportable. Su madre la re- chaza y al mismo tiempo le pide ayuda. Termina el bachillerato, y la tinica solucién que encuentra es irse lo més répido posible. Rin- de un examen administrativo y se va a Paris. Los siente aliviados ~a su madre y a su hermano- por su partida. A partir de ese dia, vive de su oficio, Todo marcha bien, encuentra un compafiero con el que todavia vive y tiene un hijo. No emerge nada en su ser, ningiin deseo, solo angustia. «Qué hizo que en determinado momento mi cabeza saliera disparando... Pfiit'+... Sin embargo, tengo posibili- dades, pero no las manejo... Me falta ese coso para manejarlas.» Siempre se encuentra en su posicién respecto del Otro una identificacién-alienacién situada completamente en lo imaginario; el otro le permite vivir: su madre, la primera terapeuta, el analis- ta. En varias oportunidades quiere disminuir el ntimero de sesio- nes y venir solo una vez por semana, pero casi inmediatamente cae en una angustia indescriptible. Si entonces hay una negativa a recibirla de nuevo més seguido, se rebela y se vuelve sumamente agresiva, cuando, en realidad, 14, Neologismo que retine el término fie (buida) y Ia ini de escape. [N. de la T] del sonido 35 j siempre se presenta muy sonriente, con una sonrisa muy congela~ da, Esta actitud tan extrema sorprende, y entonces ella daa enten- der que no debié cambiarse nada en el ritual de sesiones, que él analista no tenia mucha importancia. Dice claramente que si no ‘vuelve todo a ser como antes, se veré obligada a buscar a otro, que acepte reconstruir ese marco lo més répidamente posible. “Volvamos a lo que significa ser annima: «Para poder vivir ten- dria que ser anénima, Quizé la solucién sea vivir en la casa de mi ‘marido. Desde hace varios afios vive con su compafiero, pero con eso estaria indicando desaparecer detrés de este hombre cuyo ape- Ilido no lleva y de quien el tinico elemento que conoce es que € ceurasistico. Nunca refiere Ia sexualidad como un problema; de vez fen cuando desea tener relaciones sexuales con algin colega, sin ningin estado de énimo, Nuevamente se subraya su posicién en relacién con las palabras (las palabras para decirlo), porque recien~ temente fue a ver una pelicula que, segiin dice, la tent6. Se trata de Mejor imposible con Jack Nicholson. «Es un escritor, y ¢50 me da vueltas en la cabeza, me dio énimo, un soplo de vida; con mi historia harfa una novela, me encantan las palabras, me alivian, me gustan mucho. Las palabras me calman.> . ?Pero esas palabras no permiten la metaforizacién, operan de manera metonimica, brotande sin parar, sin pausa posible. No Ila~ ma a una respuesta del lado del Otro, a un saber supuesto que le permitirfa trabajar del lado del significance. No hay exclusiGn de la genitalidad, sino forchusién de la significaci6n filica, Qué actitud puede tener el analista frente a este discurso? Pa- rece ~y por eso «ante todo que nada cambie>— que ser el receptd- culo complaciente de sus males y palabras, de sus quejas, ¢s 1a ti ca actitud que,acepta por el momento del analista, sin dejar de abgpoces soltiones que le permiten mantenrse al dia. C. El caso particular de la clinica del autismo 1, El pequeo No#l El nfo al que Ilamaremos Noél fue un bebé normal hasta los seis meses, cuando aparecieron algunas sflabas que se repetian, en- tre ellas un «mama». Luego, el silencio; el lenguaje, que se estaba poniendo eri marcha, se detuvo, y la mirada se perdi6, Parece no 36 notar la presencia de su madre, pero, paradéjicamente, lanza alari- dos durante sus ausencias. Hay desencadenamiento de una psicosis, cuya expresién sintomética serg autista. Este momento se localiza clisicamente en la clinica infantil entre los seis y los dieciocho me- ses. Se sittia cuando la madre hubiera podido articular sus respues- tas con el primer «ma-ma», cuando tendrfa que haberse constitui- do la experiencia en el espejo, después de los primeros intercambios de miradas, cuando el deseo hubiera debido orientarse. El rechazo_ de la voz-y la mirada puede recordafnos un desenganche del Otro del significante y del Otro del cuerpo y de la imagen. Los primeros signos patoldgicos de Noél -que ignora la presencia, pero lanza ala~ ridos en la ausencia~ nos sugieren que se trata de lo concerniente al primer intervalo simbélico de la presencia y de la ausencia de la ma- dre, La psicosis se inicia con una falta radical de todo «proceso pri- mario» de simbolizaci6n. La falla de la Bejakung primordial podria corresponder al desencadenamiento. EI nifio ve por primera vez a un analista a los seis afios: no mi- ra, de vez en cuando emite graznidos a media voz, padece alucina~ ciones, pero dibuja planos. Dos secuencias localizadas en la trans ferencia le permitieron salir de su repliegue autista. En el trans- curso de una de las numerosas sesiones vacias, sin atencién de su parte, el analista salié de la habitacién para buscar en un cuarto ve- ino la lapicera que le faltaba. Al finalizar In sesién, Nos! q precipitarse en este con gran jubilo. En el siguiente encuentro, la sesién no puede realizarse por un retraso. El analista recibe a Noél para decirselo. Cierta preocupacién lo lleva a mirar por la venta- na ala calle para verlo irse con su madre, La sorpresa del analista es grande cuando ve que Noél lo mira por primera vez. En ade- Jante, la mirada es de vez en cuando intencional y el nifio observa su imagen en el vidrio en la sesién de la noche. El graznido da pa- so aun lenguaje esquizofrénico, y la lapicera le sirve para dedicar- se aun trabajo de escritura y de delimitacién de tipo geografi traza incansablemente un contorno qué es, se supone, ya el del li- toral de la regi6n, ya el de partes de su cuerpo. Se puede plantear la hipstesis de que esas sesiones confrontan al nifio con cierta transferencia, con una falta que percibe en el analista y que refiere a un objeto: la lapicera, que entonces inves- tird, Esta se convierte en la herramienta de un trabajo de logifica- 3” LUpaicass ororen cin de su psicosis. Presencia y ausencia parecen ast no ser mas ex- perimentadas como puro real insubjetivable. 2. Mickael Fl neodesencadenamiento abordado a partir del desenganche nos conduce a una clinica del funciomamiento. Ya el caso Joey, de Bertelheim, nos invitaba a considerar en ese sentido el acerca iento a le psicosis. Lo interesante del empleo del término «de- Senganche> es que en un primer tiempo nos permite reunir casos clinicos que sostienen esta orientacién, sin tropezar de inmediato Son las dificultades inherentes al embrollo de las modalidades de anudamiento de la clinica borromea, Sin embargo, nos vemos conducidos a preguntarnos si ese desenganche no debe abordarse dle dos maneras; una que consiste en localizar el desenganche partir del reenganche que se opera o se oper6 retroactivament®, y bira que reuniria estados de desenganches sin que se haya realiza~ do tollavia un desenganche. Un caso de autismo ~clésico, por otra parte, en esta clinica— jlustraré este segundo punto ‘Mickael tiene ocho afios, no habla, y presenta algunos rasgos clésicos del autismo. Puede acercarse a los ojos como para quedar pezado,taparse los ofdos, y agitarse mientras se desplaza del espe- joa la ventana, antes de quedar postrado en un rincén de la habi- vecién. Su historia implica una fecha que constituye un antes y un después, luego, un acto. Segin sus padres, tuvo una evolucién poral, empe26 a decir algunas palabras, pero toda su evolucién ye detuvo alrededor de los dos afios y medio, desde el dia en que gu madre Jo dejé por primera vez en el jardin de infantes. Llor6 toda la maftana, durante cuatro horas, tanto que las maestras, sor~ prendidas, no lograron consolarlo, Al llegar su madre a mediodta ‘ara buscarlo; manifesté su célera hacia ella, y desde ese momen- eG vo habl6 mis, Todas las tentativas de localizar otras coordena- Vias en esta historia conducen siempre a este relato minimalista ex- tepto por un dealle. Efectivamente, su madre diré un dia, después dde este relato tantas veces repetido, que era la primera vez que lo dlejaba por tanto tiempo. Sefial6 que antes nunca lo habfa dejado por més de cinco minutos de tiempo real. Entonces, ante esta ex- periencia desproporcionada de abandono se operd en este ser una insondable decision. Su desenganche debe atribuirse a una elec- 38 cidn de la psicosis en polo extremo, el autismo. No hay mutis- mo en este caso. El mutism consstra en tna palabra reservada, Aqu{ hay una detencién en el funcionamiento de la palabra expre- sada en una lengua. El desenganche se refiere precisamente al uso de la lengua, y de la palabra que se le une para establecer Iazo social. Estos casos frecuentes de autismo pueden muy bien subrayar la observacién de Jacques-Alain Miller que indicaba que la psicosis nos permite designar el verdadero nudo traumético en la relacién con la len- gua. No scio Joyce puede mostrérnoslo, sino también los casos «que rechazan el nudo traumético de la lengua en la medida en que por su rechazo, intentan desengancharse de las consecuencias que produce en ellos el funcionamiento de la lengua En este caso podria formularse asi: si hablar la lengua materna conduce necsariamente air ala escuela y sila escuela me separa tanto tiempo de mi madre para engancharme con desconocidas, prefierodesen- ‘gancharme de la lengua materna para evitar las consecuencias. La ma- dre indica, ademés, que incluso mucho tiempo después seguir rmanifestando signos de agitacién cada ver que pase delante del edifico de la escuela. Si bien no estéen la lengua, est en el len- sguaje, como lo indica el hecho de taparse los ofdos. Por otra par~ te, muestra algunos efetos del lenguaje en su cuerpo, como su terés por los agujeros de la mariz, que tapa con un movimiento complicado de los dedos. El problema para este sujeto es saber c6- mo podria operatse una tentativa de enganche, sabiendo que, de todas maneras, este tratamiento consistirfa en introducirlo en el nnudo del traumatismo del que quiso liberarse. D. La melancolia No toda psicosis implica un desencadenamiento irreversible como en el caso del presidente Schreber. Para la melancolfa, anti- ciparemos el término «suplencia intereritica». La cuestin es s3- ber qué tratamientos del nombre en la estructura psiedtias pre- vendrén el desencadenamiento ¢ inscriben la posicién del sujeto. ‘No hay una respuesta untvoca, y, sin duda, cada caso debe ser considerado en su singularidad. Sin embargo, en sujetos con ten- dencia a la melancolf, no se trataria de transformar la earencia 39 t | jmbiélica con respecto al nombre en triunfo de la fancién del sna on sap ns ep ore nombre en Jo simbélico. La sobreidentificacién ee los papeles sociales ~ampliamente demostrada por Tel len a con la descripcién de los rasgos del expr melancholia’ y soo" da.en los trabajos de Alfred Kraus! traduce, por el conerario tuna voluntad de borramiento, de relleno del agujero de Is forela- sin que presentifica el nombre propio no metaforizado por ot Jo simbélico, «Ser nadie» o ser un ‘, distinto de lo que seria ls jdentificacién en el registro simbélico, podria coneebirse ast: ‘SonREIDENTIFICACION % FUNCION ‘CON EL PAPEL SOCIAL SUPERCARS Nowmer rronid —DESUPLENC Cémo escribir en la estructura esta estabilizacién intereritica reversible? Proponemos la siguiente escritura:!? imaginario logra- doy eficaz de significante desencadenado, Es deci, le inseripe¥ ddzecta, la captura en lo imaginario de una serie de rasgos (S', 8”, $”._., coleccién de sentencias superyoicas) que dan una cohesién 1K: HL "Tepach Meo vinnie del ple, Madi, Morac m : «E] delirio melan- ses, ety ond pcos of he marie Se net et ota wove dela sdenadad, Teri dea en Sia we ra spars ade res ne es rm e pie er del ea indo de Co Go sbelcn, 98, cya primers ion eee alo manele 1S.8.845%) Fs aqui una seataplasms>,expresn que tomo de Jacques-Alain Miller (ents- vista privada). 40. imaginaria al sujeto premelancélico, La captura de estos rasgos en lo imaginario -y es un hecho clinico comprobado~ es capaz de en- cauzar el desborde de goce inherente a la no falizacién del nom- bre, Si bien pertenece al lenguaje en el sentido de una escritura, esta inscripcién no es sin embargo simbolica, dado que no esti sostenida por la funci6n del ideal del yo, I (A), a diferencia de lo que elabora -simbélicamente~ el neurético. En un sentido, esta formula de suplencia traduce que «la sombra del objeto cayé so- bre el yoo. 8 1. Sobreidentificacién e ideal del yo Lo que diferencia esta ,!? y que hace a este, segin él, inanalizable. Estos rasgos son més bien normativos. No tienen el carécter de excepcidn del ideal del yo, Jo que explica la ausencia de orgullo en el sujeto premelancdli- co, al revés de lo que puede constatarse en el paranoico. Una contradicciGn entre dos de estos rasgos ¢s a menudo una causa de desencadenamiento del acceso. Por otra parte, su cardcter no dialéctico: estos rasgos son para el sujeto no relativizables en la elaboracién simbélica; de allf la inclinacién por lo serio y Ia relativa incapacidad para el humor del sujeto premelancélico. Este humor implicarfa la posibili- dad de una mediaci6n, un distanciamiento con respecto a esos valores preotorgados. Se trata de rasgos impregnados del rigor psicético, Es una identificacién con el ser literal del rasgo-sig- nificante y no con su funcién de representacién. Digamos que 18, §, Freud, «Duelo y melancolia», en Obras completas, Buenos Aires, Amo- rrortu, 1993, t. XIV, p. 246 19.J. Lacan, «Lituraterre>, en Ornicer? N° 41, Paris, Navarin, 1987. 20. A. ‘Tatostian, Phénoménologi des prychoses (informe del Congreso de Neu- rologia y Psiquiatria de Lengua Francesa), Paris, Masson, 1979. cy el sujeto premelancélico debe ejercer sus identificaciones «al pie de la letra». Notemos, por otra parte, que esos rasgos son tomados del Otro; traducen la copia de una suerte de ideal, no del yo, sino de tuna norma social. Es concebible entonces que las personalidades premelancélicas sean mas facilmente tipificadas y reconocibles en Jas culturas donde las normas sociales estan més claramente defi- nidas, incluso impuestas, como en el caso del Japén y Alemania. 2. El desencadenamiento del acceso Basta que uno solo de estos rasgos deje de ser efectuado imagi- nariamente por el sujeto para que nos encontremos en una coyun- tura de desencadenamiento del acceso de melancolfa (psicético). Hablaremos aqui de efectuacién imaginaria para decir que no es en absoluto en el discurso, en tanto elaboracién simbélica, donde cl sujeto debe responder por esos rasgos, sino en sus actos en la vi- da comiin, en la realidad. No es una articulaci6n identificatoria diferencial, en el sentido de la identificacién simbélica que implica el valor diferencial del significante. Es una realizacién de identidad, donde el sujeto es ‘equivalente a cada uno de estos rasgos, compatibles con el regis- tro imaginario, en que es posible la correspondencia biunivoca del sujeto y su imagen. Esa es la condici6n del typus, donde la condi- cidn de suplencia no es simbélica, pero se sittia en la juntura de lo imaginario, y lo real. Por eso, su posibilidad de montaje, desmon- taje y la relativa inestabilidad de esta forma de suplencia; por eso, también, el desencadenamiento del acceso 2 posteriori de causas que pueden parecer estrictamente menores o ser llamadas, con ra- z6n, «insignificantes>, en el sentido de los life-event de los anglo- mes. Por eso, igualmente, la posibilidad de desencadenamiento por razones que se encuentran en lo imaginario y no en lo simbélico. Un perjuicio en el campo imaginario puede descompensar la es- tructura y dejar que «se exprese» en lo real esta coleccién super- yoica antes bien encapsulada, lo que explicaria que no necesaria- mente se encuentre la coyuntura de desencadenamiento de las psi- cosis que describe Lacan en «De una cuestién preliminar...». Una oe 42 simple gripe os a veces el origen de un nuevo acceso, La pérdida de la cobertura imaginaria vuelve a desencadenar el proceso sim- bolico, siempre latente. ‘La curacién del acceso no es un asunto de proceso simbélica “cuyo carcter grave se conoce en el acceso y cuyo carécter laten- te, por fuera de él-, sino més bien de restauracién de esa cataplas- rma imaginaria, Se tratari de dejar que el sujeto reconstruya iden- tificaciones de objeto capaces de enmascarar suficientemente la abyeccién de su nombre propio sin desbordarlo, IIL. ConcLusion, Podemos proponer ahora una definicién de lo que nos vemos llevados a calificar de «neodesencadenamiento»: conviene reagru- par bajo ese titulo las formas clinicas variadas que se distinguen de la forma tipica de desencadenamiento, cuyo paradigma es, en la psicosis schreberiana, el encuentro con Un-Padre, Estos «neode- sencadenamientos» corresponden al desprendimiento del bro- che,2! sea cual fuere, a la desaparicién de lo que antes constituia un punto de basta para un sujeto. Mas ali incluso de Ja pluraliza~ cion del Nombre del Padre, esté en juego aqui, con el nombre de roche, lo que Lacan califica de sintoma, en el sentido en que el Nombre del Padre se considera una forma tradicional y heredada, sin duda particularmente adecuada a la neurosis. En los casos que nos conciernen, una clinica de los nudos rodea la imposibilidad de decidir entre Po 0 @p. Esta invita a privilegiar sin ninguna duda la localizacién clinica de la relacién con lo real y con el goce. Pero abordar la estructura joyceana, que le permite a Lacan esta clinica de los nudos, invita también a estudiar sin jerarquizacién la fan- ci6n para el sujeto de cada uno de los tres registros (R, S, ¢ I) y la parte que corresponde a cada uno en el anudamiento sintomético. 21.JeA. Miller,

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