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2 LA POLICIA DE LAS FAMILIAS EP{LOGO DE GILLES DELEUZE JACQUES DONZELOT PRE-TEXTOS LONAZNOG sANODv{—_ SWIMINVA SV1 9d VIDIIOd V1 8 Ise ssannnnnnnreccecceccececescceeery Tyee © parcial de este libro, no autorizada por los editors vola >. Cualquier utilzacién debe ser previamente solicitads Titulo de a edicidm origina: La police des famles © Les Eetions de Minuit, 1977 Jost Vazquer y Umbelina Larraceleta © de la presente edicién Lis Santinge. 10 Disefo cubierta: Manuel Ramirez "SBN? 84-85081-25-0, DEROSTIO LEGAL: ¥. 649 1990 AnTCS Gnavicas SoLEk, S. A, - La OLivintTa, 28 - 46018 VALENCIA - 1990) A Alice mam mmm enn mmm meee eemeenanneenesnnnees “TH, ROUSSEL: Rapport sur application de la loi de 1874, 1882. Resolucién de la Academia de Ciencias Morales y Polticas publicada en Jos Annales de a charité, tomo Ih. 1847 % Sobre la Sociedad de la caridad maternal, véase F. GILLE: La Société de charité maternetle de Paris, 1887 " R.GOSSIN: La Société de Saint-Francoir-Régis, 1844; véase también del misino ayior el Manuel de la Société de Saint Francois Régis, 1851 “JULES SIMON: L'owriére, 1861, pig. 285. \ GOSSIN: op. cit % J. DAUBIE: op. eft Véase MOUNIER: De organisation due travail manuel des jeunes files, 1869, y P. GEMAHLING: Travailiewrs au rabais, 1910. Le travail des femmes aw XIX* siéele. 187°. 2 TIXERANT: Le feminisme 4 Tépoque de 1948, 1908. % CH, PILLAT y GOSSELET: Catechisme d'hygidne d usage des enfants Lille, 1850, © A TAILLEFER: Des cités oweriéres et de leur nécessité comme hygine et tranguillité publique, 1850. 3 Blangui, encargado por la Academia de Ciencias Morales y Politicas de realizar un informe sobre L'Etat des classes owrriéres aprés le formidable mowwement révolutionnaire de 1848, refiere que es en las regiones ent las que 1a industrializacion es menos avanzada, alli donde el taller ain no ha sido susti tide por la manufactura, donde la insalubridad y la indisciplina son mayores: 1 -pauperisme y las utopias se entienden muy bien» y los niles vagabundos se ‘convierten en victimas de Tos agitadores HAROU-ROMAIN: -Prosecto de asociacion financiera para Ia mejora de las viviendas de los obreros de Bruselass, Annales de charté, 1847 y_ 1848, MP AIVAREZ. De linfluence de la politique, de Teconomie et du social sur la famille. 1899. 50 3. gobernar a través de la familia INTRODUCCION Bajo el Antiguo Régimen, la familia era a la vez sujeto y objeio de gobierno. Sujeto, por la distribucién interna de sus poderes: la mujer, los nifios y las personas asociadas (parientes, domésticos, aprendices) estin sometidos al jefe de familia Objeto, en el sentido de que el jefe de familia se sitia tambien enrrelaciones de dependencia. A través de él la familia se inscribe en grupos de pertenencia que pueden ser redes de solidaridad como las corporaciones y las comunidades aldeanas 0 blogues de dependencia de tipo feudal o religioso, y a menudo en los dos a la vez. La familia constituia, pues, un plexo de relaciones de dependencia indisociablemente privadas y piblicas, una red de hilos sociales que organizan a los individuos en torno a la eonservacion de una condicién (a la ver oficio, privilegio y estatuto) otorgada y reconocida por grupos sociales més a plios. Es, pues, la minima organizacion politica posible, Inter- calada directamente entre las relaciones sociales de dependes- ja, estaba globalmente afectada por los sistemas de obliga: ciones, de honores, de favores y disfavores que agitan las relaciones sociales. Parte implicada, es también parte directa mente implicante en ese juego mévil de lazos, bienes y acciones debido a las estrategias de alianzas matrimoniales y de obe~ diencias clientelistas que manticnen a la sociedad en una especie de guerra civil permanente de la que es testimonio la fantastica importancia del recusso a lo judicial. Esta inseripeién directa de la familia del Antiguo Régimen st - eee 4 Fo tt n el campo politico tiene dos consecuencias en lo que se refiere al ejercicio del poder social. Con relacién a los aparatos centrales, el jefe de familia responde de sus miembros. A cambio de la proteccién y del reconocimiento de su condicién debe garantizar la fidelidad al orden piblico de los suyos; debe también aportar una renta en forma de impuesto de trabajo corveas) y de hombres (milicia). Debido a esto, la no perte- nencia a una familia, la ausencia de responsable socio-politico, plantea un problema de orden piiblico. Es el registro de las gentes sin opinién, sin hogar ni lugar, mendigos y vagabundos que, no estando fijados al aparato social por ningin lado, cumplen el papel de perturbadores en ese sistema de protec- ciones y de obligaciones. Nadie puede cubrir sus necesidades, pero tampoco nadie puede retenerlos en los limites del orden. Dependen de la caridad, de la limosna, ese donativo que honra al que lo practica porque no espera réconocimiento, pero que no integra al que se beneficia de él, manteniendo, pues, flotante a esa poblacién. O bien dependen de la administracion publica, que los retiene en los hospitales generales 0 en los asilos sin otro objetivo que ponerlos socialmente fuer de juego, que poner fin al escandalo que constituye el especticulo y el comportamiento de estos elementos incontrolados. Como con- trapartida de esta responsabilidad ante las instancias que le obligan, el jefe de familia tenia sobre los que le rodeaban un poder casi discrecional. Podia utilizarlos para todas Tas opera: Giones destinadas a mejorar la importancia de su condicién, decidir sobre el futuro de sus hijos, el empleo de su parentela, la contraceién de alianzas. También podia castigarlos si falta- ban a sus obligaciones para con la familia, y para ello apoyarse en Ia avtoridad péblica que le debia ayuda y proteccién en su empresa. Las famosas lettres de cachet (*) de familia adquieren su sentido dentro de este intercambio réglamentado de obliga ciones y protecciones entre Jas instancias pablicas y la instancia familiar, utilizando, por un lado, la amenaza que constituye () Cartas con el sello del rey, que contenfan una orden de encarcela- rmiento © de exilio sin juicio(N. del T) 82 para el orden piiblico un individuo al margen de la religion y de las buenas costumbres y, por otro, la que hacen pesar sobre el interés familiar las desobediencias de tal o tal de sus miembros. Las peticiones que reclaman la reclusién de las muchachas sobre las que hay razones para temer que sus picardias puedan ocasionar desérdenes piiblicos y consecuencias infamantes para sus lamilias, obedecen a la misma logica que las que solicitan el internamiento de tal muchacho que se ha fugado con una joven de rango inferior al suyo. Los desérdenes de una amenaza a la familia por el descrédito que arrojarian sobre ella, puesta que eso significaria que no puede contener a sus miembros en los limites que le son impuestos y asi, pues, indicaria la poca fi vilidad de la familia en el cumplimiento de sus obligaciones. La escapada del otro dafiaria de igual forma a la familia al arruinar sus cAlculos matrimoniales. Siempre se trata del mismo mecanismo: para asegurar el orden ptiblico el Estado se apoya directamente sobre la familia, utilizando indisociablemente su temor al descrédito publico y sus ambi- ciones privadas. Todo sucede segin un esquema de colabo: Tacién muy simple. El Estado dice a las familias: mantened a los vu ros en las reglas de obediencia a nuestras exigencias, mediante eso podréis utilizarlos a vuestro antojo y, si contra vienen vuestras érdenes, nosotros os daremos el apoyo necesario para obligarlos a entrar en el orden. Este mecanismo que a primera vista no tiene fallos va a hacerse, sin embargo, progresivamente inadecuado a lo largo del siglo XVII, haciendo aparecer en el centro de esta colaboracién entre 1a administracién y las familias los gérmenes de un doble contencioso. Por un lado, la familia ya no es capaz de contener a sus miembros mediante la responsabilidad de su mantenimiento. Las barreras que comprimian a los individuos en conjuntos orgénicos saltan lentamente. La separacion entre los pobres «vergonzantes» (los que se abstenian de pedir ayudas piiblicamente por temor al deshonor) y los mendigos imploran-~. tes que exhiben sus miserias y sus Magas sin verguenza tiende a desaparecer y el final del siglo XVII conoce un aumento considerable del mimero de pobres que piden ayuda. Ademés, 53 eee ee a los. mendigos implorantes se transforman poco a poco en vagabundos peligrosos que deambulan por el campo y obtienen, fmitad por piedad, mitad por chantaje violento (amenaza de incendio, etc.), un impuesto competitive con el del Estado. Organizados en bandas, practican el pillaje y siembran el desorden. Por otro lado, la autoridad familiar y el uso de lettres de cachet son vigorosamente contestadas por sus victi- mas. Las denuncias contra ellas aumentan hasta 1789 y la historia de los tribunales civiles bajo la Revolucién revela, al lado de las pricticas de reconocimiento de la paternidad, un considerable mimero de peticiones de indemnizacién a causa del internamiento arbitrario.' La misma administracién se refuerza con relacién a estas peticiones, comprometiéndose a verificar sistematicamente su fundamento. La construccién de Jos hospitales generales respondia, entre otras razones, al deseo explicito de proporcionar a las familias pobres un medio de coercién contra sus miembros indiseiplinados. Muy pronto los administradores sospechan que las familias utilizan estos recin- tos mucho mis para desembarazarse de sus bocas inttiles, de sus lisiados, que para dar una leccién saludable y momenténea a los ind6mitos al orden social. Estas dos lineas de destruccién del antiguo gobierno de las familias confluyen en la toma de la Bastilla. Dirigida por el populacho y los indigentes de Paris, dicho de otro modo, por aquéllos que ios aparatos socio-familiares ya no pueden conte- ner, ni logran alimentar ni mantener, es el resultado de una sorda interpelacién que obliga al Estado a responsabilizarse de sus ciudadanos, a convertirse en la instancia responsable de la satisfaccion de sus necesidades. Al mismo tiempo constituye la destruccién simbélica por excelencia de la arbitrariedad fami- liar en su complicidad con la soberanfa real, puesto que era alli particularmente donde se encerraba a los individuos detenidos por el procedimiento de las lettres de cachet. Sobre esta doble abolicién se han levantado muchas quimeras que ¢laboraban, a partir de esta tabla rasa de la antigua interrelacion de los poderes estatales y familiares, el proyecto de un Estado organizador de la felicidad de los ciudadanos, que proporcio- 54 naria asistencia, trabajo, educacién y salud para todos, inde- pendientemente de las pertenencias familiares abocadas @ la desaparicién. Pero también ha engendrado su contrapartida: la pesadilla de un Estado totalitario, que quizds asegure la satisfaccién de las necesidades de todos, pero al precio de una nivelacion de las fortunas y de un control autoritario de la sociedad. La familia se encuentra, pues, inmersa en el centro del debate politico fundamental, puesto que se trataba de la definicién del Estado. Por un lado, estan los socialistas, los estatales», que niegan la familia y a los que se acusa de totalitarismo. Por otro, los partidarios de una definicién liberal del Estado que permitiria a la sociedad organizarse en tormo a la propiedad privada y a la familia, y que son acusados de conservadurismo. En todo caso, asf es como se plantea clisicamente el problema de la familia, en términos de un maniqueismo tranquilizador que opone los partidarios del orden establecido y de la familia a los revolucionarios colectivistas. Ahora bien, lo menos que puede decirse es que este esquema no sirve para comprender ni el aspecto actual de la familia ni la naturaleza del apego que los individuos de las sociedades liberales le tienen, No explica por qué la idea de familia va asociada a la de libertad, porque la defensa de la familia puede hacerse eficazmente bajo el pretexto de salvaguardar la esfera de autonomia de las personas. Si la familia actual fuera un simple agente de reproduccién del poder burgués, asi pues, estuviera enteramente bajo el control del Estado «burgués», ,por qué los individuos, y sobre todo los miembros de las clases no diri- gentes, se proyectan tanto en la vida familiar? Afirmar que es Daio el efecto de una impregnacién ideol6gica, significa decir piidicamente que son imbéciles y disimular mas 0 menos habilmente una falta de interpretacién. Y tampoco explica por qué la familia moderna organiza sus lazos de una manera tan flexible, tan opuesta a la antigua rigidez juridica. Si la familia fuera exclusivamente para la burguesia un medio de aferrarse « la defensa del orden establecido, zpor qué iba a dejar relajarse hhasta tal punto los marcos juridicos que sancionan su poder? 55 Decir que es una contradiccién entre Is ideologia liberal y los intereses de la burgues(a significa suponer que una reforma sélo puede ser uns mentira o una aprobacién, pero nunca una solucidn positiva de un problema. Dicho de otro modo, la cuestién no esté tanto en saber para qué sirve la familia en una economia liberal basada en la propiedad privada como en comprender por qué funciona, cémo ha podido constituir una forma de conjura eficaz de los peligros que se cernian sobre una definicién liberal del Estado con la revuelts de los pobres que exigian hacer de él el principio reorganizador de la sociedad, pero también con la insurrecein de los individues contra la arbitrariedad del poder familiar que amenazaban con climinar esa frégil y decisiva muralla dirigida contra una gestién estatal y colectiva de los ciudadanos. El problema es, pues, el de su transformacién mas que el de su conservacién. Si s6lo se hubiere tratado de preservarla contra viento y marea del asalto de los hambrientos y de la revuelia de los oprimidos, su historia serfa la de la deiensa pura y simple de los privilegios que sanciona, y su aspecto, el de la dominacién sin disimulo de una clase sobre otra. Que los discrusos que denunciaban los pr y las dominaciones de clase tuvieran progresivamente que desolidarizarse de la critica de la familia; que progresivamente las reivindicaciones se hayan visto obligadas a apoyarse sobre la defensa y mejora de las condiciones de vida familiar de los «menos favorecidos»; que de esta forma la familia haya llegado a ser, a la vez, el punto en el que se detienen las criticas al orden establecido y el punto de apoyo de las reivindicaciones para una mayor igualdad social: todo esto constituye una invi- tacién suficiente para considerar la familia y sus transforma- ciones como una forma positiva de solucion a los problemas planteados por une definicién liberal del Estado més que como elemento negativo de resistencia al cambio social. Ahora bien, gqué podia, en los albores del siglo XIX, ame- nazar una definicién liberal del Estado? Dos cosas. Por un lado, el problema del pauperismo, el aumento brusco de esas oleadas de indigentes que, reclamando del 56 Estado mayores subsidios, le habian apremiado, durante el apogeo del periodo revolucionario, a convertirse en la instancia teorganizadora del cuerpo social partir del derecho de los pobres a la asistencia, al trabajo y a la educacion. Por otro, la aparicién en el interior del cuerpo social de diferencias tan\profundas en las condiciones de vida y en las costimbres que podian provocar conflictos cataclismicos que pusieran en tela de juicio los mismos principios de la sociedad liberal. El cara a cara de una minoria burguesa civilizada y de un pueblo barbaro, que mas que habitar la ciudad la fre- cuenta, hacia cernirse sobre ella la amenaza de su destruccion. Entre las cuestiones sacadas a concurso por las Academias a Jo largo de la primera mitad del siglo XIX, es decir, en una época en la que las Academias y Sociedades eruditas tenian un Papel més importante en 1a vida intelectual que las univer- sidades, conexiones més extrechas con la vida politica, un papel de consejero y de inspirador declarado del gobierno en las investigaciones sobre la clase obrera que a menudo estén dirigidas por estas mismas academias, siempre aparecen dos interrogaciones que vuelven como leivmotiv: 1, ;c6mo puede resolverse la cuestién del pauperismo y de la indigencia conjurando el peligro que representan los discursos que hacen del aumento de las prerrogativas del Estado el nico medio de lograrlo, es decir, a expensas del libre juego econdémico (Malthus, Gérando, Villermé)?; 2, gc6mo reorganizar discipli- nariamente las clases trabajadoras a las que los antiguos 1azos de comensslia y de vasallaje ya no atan al orden social, subsistiendo en algunos sitios bajo formas que sirven mas que nada de puntos de resistencia al nuevo orden (las corporacio- nes, los tejedores de las fabricas de seda lyonesas, etc.), des- apareciendo en otros en provecho de una irresponsabilidad total de la poblacién que se vuelve fragile incontrolable debido a la morbidez reinante y al nacimiento de las ciudades industriales (De la Farelle, Frégier, Cherbulliez)? El problema es tanto mas delicado cuanto que no puede ser resuelto, como bajo el Antiguo Régimen, con la pura y simple represién, ya que la economia liberal necesita instaurar practicas de conservacién y 37 bbe oll de formacién de la poblacién. En el siglo XVIII, la promocién de estos necesarios servicios colectivos iba a la par, en el discurso de las Luces, en el discurso pre-revolucionario, con ¢_uuna critica del orden politico. Una vez abolido el antiguo poder de soberania se produce la ruptura de la alianza entre las clases populares y las clases burguesas, puesto que el interés politico de las primeras era mantener una conjuncién entre 1a reorganizacién del Estado y el desarrollo de servicios colectivos, entre la felicidad y la revolucién, mientras que el interés de las segundas era, evidentemente, su disociacién, nico medio de conservar las posiciones adquiridas y el margen de juego necesario para la economia liberal. Aunque las dos cuestiones mayores de las que se hablaba pueden resumirse en una sol zeémo asegurar el desarrollo de las pricticas de conservacion y de formacién de la poblacién desligandolas de cualquier asignacién directamente politica, pero lastréndolas, sin em- bargo, con una mision de dominacién, de pacificacion y de integracién ‘cial? Respuesta: Por la filantropia. La filantropia que no hay que entender como una férmula ingenuamente apolitica de inter~ vencién privada en la esfera de los problemas llamados sociales, sino que hay que considerar como una estrategia deliberada- mente despolitizante cara al establecimiento de los servicios colectivos, puesto que ocupa una posicién neurilgica equidis- tante de ia iniciativa privada y del Estado. Si consideramos los niicleos en torno a los cuales va a organizarse la actividad filantropica en el siglo XIX, constatamos que todos se caracte- rizan por la busqueda de una distancia calculada entre las funciones del Estado liberal y Ta difusion de las téenicas de Bienestar y de gestion de la poblacién. Primero hay un polo Gsistencial que se apoya sobre esa definicién liberal del Estado para enviar hacia la esfera privada las demandas que le son formuladas en términos de derecho al trabajo y a la asistencia. ‘Asi pues, un polo que utiliza el Estado como medio formal para introducir un cierto ntimero de consejos y de preceptos de comportamiento, para convertir una cuestion de derecho poli- tico en una cuestion de moralidad econémica: puesto que en 58 derecho no hay jerarquia social, puesto que el Estado ya no es la cima de una pirdmide de opresiones feudales, y que en relacién a él todos somos formalmente iguales, no tenéis derecho a reclamar que el Estado se haga cargo de vosotros, pero tampoco tenéis motivos para rechazar nuestros consejos, puesto que ya no son érdenes. Mas que el derecho a una asistencia del Estado, cuyo papel as{ acrecentado vendria a perturbar el juego de esta sociedad liberada de las trabas de las que él era la pieza clave, nosotros os daremos los medios de ser auténomos, ensefiindoos Ias virtudes del ahorro, y el minimo derecho que pedimos es poder sancionar con una tutela altiva las demandas de ayuda que a pesar de todo pudierais formular puesto que constituirian el indicio flagrante de una falta de moralidad. En segundo lugar hay un polo médico-higienista que no trata de contener la demanda inflacionista del papel del Estado, sino, al contrario, de utilizarla como instrumento directo, como medio material para conjurar el peligro de la destruccién de la sociedad por el debilitamiento fisico y moral de Ia poblacién, por la aparicién de luchas, de conflictos que Hevarian, en el libre funcionamiento de las relaciones sociales, Ja marca de una violencia politica que amenazaria aniquilar aquéllo que el Estado tiene la misién de garantizar. «La ten dencia_médica es la consecuencia necesaria de la tencdencia industrial, ya que la influencia que esta tltima ha ejercido Sobre Ia salubridad est4 fuera de toda duda, en el sentido de que ha multiplicado el numero de peligros a los que las poblaciones manufactureras estan, por lo general, mucho més expuestas que las poblaciones agricolas. No obstante, si bien es cierto que las causas de insalubridad se han multiplicado con Ja extension de las artes de la industria, hay que convenir que €l gstudio perfeccionade por las ciencias del origen de esas causas ofrece, para prevenirlas y combatirlas, medios qui fantao se ignoraban: es la lanza de Aquiles que cura las heridas que hace.»? Este texto programatico del movimiento ¢ los filéntropos higienistas explicita perfectamente el sentido cn el que entienden su accién, El de una funcién de inspirador de 59 Wd | eee. {as intervenciones estatales alli y solamente alli donde la libera- fizacién de la sociedad econémica corre el riesgo de convertirse en su contrario. El conjunto de medidas relativas a la higiene piiblice y privada, a la educacién y a la proteccién de los individuos, tendran efecto, en principio, a nivel de los pro- blemas que puede plantear a la economia la gestién amplia de ia poblacién que ocupa —problemas de conservacién, pero también de integracién—, y, a partir de ahi, irradiaran haciendo de la esfera industrial el punto de aplicacion y de soporte de una civilizacién de las costumbres, de una inte- gracién de los ciudadanos. Con ese espiritu de preservacion de la sociedad liberal por la adaptacién positiva de los individuos a su régimen, y solamente a ese titulo, los higienistas incitaran al Estado a intervenir a través de la norma en la esfera del derecho privado. Se ha encontrado, pues, el tema a través del cual se puede introducir el necesario aumento de servicios colectivos sin que ataquen la definicién liberal del Estado. Resta saber por qué funciona. ;Como consecuencia de una imposicién brutal? Por supuesto que no. Podemos ya sefialar que esos dos ejes de la estrategia filantrépica sustituyen, con formas de poder positivo, las antiguas formas de poder de soberania: el consejo_ eficaz antes que Ia caridad humillante, la norma preservativa antes que la represién destructora. Pero hay mas, puesto que si nd son administrados arbitrariamente por un poder caprichoso que maneje alternativamente 1a limosna y el latigo es porque Jos nuevos dispositivos contienen una moneda de cambio, porque constituyen el final de una alternativa cotidiana a otra situacién peor. Si el discurso sobre la moralidad del ahorro ha podido funcionar, no se debe, fundamentalmente (incluso si ese ha sido el caso en ciertas empresas paternalistas), a que se ha obligado a los obreros a depositar una parte de sus escasos recursos en las cajas de ahorros, sino que a través de este ahorro podian obtener una mayor autonomia de la familia con Tespecto a los bloques de dependencia o a las redes de solidaridad, que a pesar de todo subsistian, Si las normas higienistas relativas a la crianza, al trabajo y a la educacién de 60 Para los pobres vergoniantes, Las tre los_hijos han dado resultado es porque ofrecian a éstos, y correlativamente @ las mujeres, la posibilidad de una mayor autonomia dentro de la familia con respecto a la autoridad patriarcal._' ~Dicho de otra forma, la fuerza de esta estrategia filantré- pica radica en que devuelve a Ta familia las dos Vineas de descomposicién que emanaban de ella para acoplarlas en una nueva sintesis adecuada para resolver los problemas de orden ico. En un sentido, la familia se convierte, gracias al sro, en un punto de apoyo para hacer refluir hacia ella aquellos individuos que por su desapego legaban a interpelar al Estado como instancia responsable politicamente de su sub- sistencia y de su bienestar. En otro, se convierte en objetivo por la consideracién de las denuncias procedentes de los individuos contra la autoridad familiar, consideracién que permite hacer de ellos los agentes reconductores de las normas estatales en la esfera privada. De forma que habré que tratar de comprender la liberalizacién y la valorizacién de la familia que van a desarrollarse a finales del siglo XIX, no como un triunfo de la modernidad, la mutacién profunda de las sensibilidades, sino como el resultado estratégico de la union de estas dos tacticas filantrépicas. A) LA MORALIZACION Bajo el Antiguo Régimen existian tres formas de asistencia a los_pobres: los hospitales generates y los asilos para los vagabundos, la limosna individual para los mendigos y lay compafiias de caridad organizadas en torn a las parroquias s son consideradas inefica- incluso hacer protiferar la ces, mas adecuadas para mantener e Pobreza que para erradicarla, {Por qué? Porque todas contribuyen a falsear su percepcidn. @) bos asilos y los hospitales generales no hacen més que ocul, 61 8 tar a la vista del piiblico los vagabundos y los indigentes validos, ofreiéndoles un techo que, o bien recompensa la pereza, o bien los ahuyenta y refuerza la mendicidad. Encerrar a los indigentes es una falsa solucién al problema de la pobreza, porque al organizar espacios en los que el trabajo y la comida estén asegurados se corre el riesgo de hacerlos atrac- tivos, de que afluyan hacia ellos todos aquéllos que tienen alguna dificultad para satisfacer sus necesidades, asi pues, de relai** un poco mas los principales vinculos de contencién. Pero, si estos espacios cerrados se convierten cn lugares de rechazo por su cardcter represivo, resulta imposible atraer hacia ellos aquellos elementos que habria que controlar, que errarén en bisqueda de cualquier otra solucién, haciéndose asi_mas peligrosos. En los dos casos, la intervencién falsea el problema, aumenta artificialmente el mimero de pobres a socorrer, © reduce enojosamente su campo de accién. La limosna individual cae en las mismas trampas, También puede contribuir a multiplicar tos indigentes, fundamental mente haciendo el juego a los falsos indigentes. Para benel ciarse de las limosnas privadas los mendigos despliegan todo un espectacular artificio de pobreza: deformaciones falsas, discur- sos mentirosos. Testimonio de esta practica en el siglo XVII son los nifios sabiamente deformados y mutilados por los mendigos que los compraban més 0 menos directamente en los lugares de acogida que han precedido la accién de San Vicente de Paul, 0 bien a esa asociacion de vagabundos especializados en la cirugia teratolégica que eran los comprachicos (*). La caridad despertada con tales recursos podia Hegar a propor- Gionar a Ja persone socorrida una situacién mucho mejor que la del trabajador independiente, y asi incitar a éste a convertirse a su vez en mendigo, a disfrazar su condicién con Ia esperanza Ge transformar su situacién. Entre los verdaderos indigentes, los que no disimulan ni sus miserias ni sus recursos, la caridad podia tener también efectos nocivos, ya que alentaba la impre- vision, esa eseguridad funestas, que resultaba de la certidumbre (En castellano en el texto, 62 de ser asistido en caso de necesidad cuando se disponia de un protector. E, inversamente, esta inseripcién de la limosna en el registro de la solicitacién desanimaba a aquéllos que quizd hubieran tenido mayor necesidad de ella, por la amplitud, la sutilidad, el servilismo y la astucia que estos tramites imp! caban, Todo contribuia a que aquél que se resignaba a la mendicidad hiciera de ella un oficio: la necesidad de complacer a los ricos adulando la importancia de su donativo con la humildad ritual necesaria, pero también el donativo mismo que ., podia resultar mas provechoso que muchas profesiones. La asistencia a los pobres vergonzantes suponia, a la inversa, proteccién para los que tenian una condicién, un empleo shonesto», y cuyo problema era ocultar su miseria para no perder su reputacién, «Se considerardn pobres. vergonzantes todos aquéllos que tengan cargos y empleos honestos y que hubieran tenido o tuvieran actualmente una tienda en calidad de comerciantes © de artesanos de cualquier tipo de oficio, y aquéllos que puedan razonablemente sentir vergtienza de pedir piblicamente a causa de su profesién 0 de su cuna.»’ Los miembros de estas compaiiias de caridad son los burgueses, los comerciantes, los patronos que, en el marco delimitado de la parroquia, ayudan a aquéllos que estan ligados a ese territorio por su condicion y asi, pues, con vinculos de obligacién Quedan excluides de hecho todos aquélios que no frecuentan los oficios, las parejas que viven amancebadas, los elementos demasiado méviles (habia que estar domiciliado al menos seis meses en un mismo sitio para obtener la ayuda de la compa- fia); también los obreros que trabajan en los vestuarios de los teatros, 0 las personas que tienen fama de una moralidad dudosa, Instrumento de preservacién corporativista y territorial, la compatia de caridad cumple también la funci6n de policia moral dela parroquia. Por eso toda demanda de asistencia debia ir acompafiada de un certificado de confesién firmado por el cura. El informe efectuado por la compaiia consistia en inte- rrogar a los padres sobre cuestiones de religion, verificar si frecuentaban los oficios, si enviaban a sus hijos a las escuelas de caridad y al catecismo, comprobar su deyocién y sus cos- 63 Fo tumbres hablando con sus veeinos. En resumen, un examen de foe signos externos de moralidad y honorabilidad que no tiene fen cuenta las necesidades reales, una asistencia que se limita a los bloques de dependencia y a las redes de solidaridad, y que no puede contener lo que por principio se le escapa. El desarrollo de los problemas de asistencia debido a esta falsa percepcién de la pobreza que la obliga a exhibirse o la ayuda a enmascararse, que la fomenta con ayudas publieas 0 la lanza hacia la caridad privada mediante la represion de sus manifestaciones publeias, significa para los gobiernos 1a obli- gacién de tener que elegir a corto plazo entre una institucio- nalizacién de la caridad que consagre la ayuda como un derecho, 0 bien una violenta represi6n de los pobres cuando su miseria los arrastre a la insurreccién. «Han pasado los tiempos en los que hasta cierto punto se podia no tener en cuenta lo que ocurria en las clases inferiores y tranquilizarse pensando en ‘que siempre se podia recurrir a eliminarlas en caso de que se movieran; ahora, esas clases piensan, razonan, hablan y actéan. Es, pues, indiscutiblemente mucho mas sabio y pru- Gente intentar tomar medidas legislativas, protectoras unas de fas costumbres y preventivas de un nuevo incremento de los abandonos, tendentes otras a hacer realmente itiles todos esos seres abandonados y capacitarlos para desempefar un papel activo.»* La posibilidad y la oportunidad de una represion de los pobres como solucién a los problemas que plantean dismi- nuyen, pues, con su entrada en la escena politica. Pero la otra cara de la antigua actitud hacia la pobreza, la caridad privada y publica, se vuelve més delicada. Si ya no hay que reprimir la pobreza tan sisteméticamente, jquiere eso decir que hay que Feconocerle al pobre, al indigente, el derecho legitimo a ser socorrido por las instancias piblicas? Pasar asi de la caridad facultativa a la «caridad legal», segin la expresion de Malthus, jno seria incluir toda la pobreza dentro del pauperismo, “ciendo la pobreza ese estado cn el cual un individuo es ineapaz de procurarse por si mismo la subsistencia de su familia, y el pauperismo el estado en el cual un individuo tiene la facultad de satistacer sus necesidades con un fondo piiblico 64 legalmente asignado para este fin-?' Practica religiosa, puesto que haria del Estado el responsable de la satisfaccién de las necesidades de los ciudadanos, el representante de los pobres ante los ricos, el agente de una nivelacién de las fortunas, el destructor de ese margen de liberalismo que su liberacién de las antiguas funciones arbitrarias tenia, por el contrario, la misién de garantizar. Todos los discrusos de los economistas y de los filéntropos se distribuyen en torno a la cuestién de una asistencia planteada en estos términos. Por un lado estén los socialists, con Godwin en Inglaterra, y los utépicos en Francia, que proponen la abolicién de la propiedad y de la familia en provecho de una gestion estatal de las necesidades. Por otro, la economia politica cristiana que reagrupa, en la Sociedad de establecimientos caritativos, fundada en 1828, a hombres como Bigot de Morogues, Huerne de Ommeuse, el vizconde de Ville- neuve-Bargemont, partidarios todos de una continuacién reno- vada de la antigua caridad, de una restauracién de los lazos de obediencia que antiguamente unian a pobres y ricos. Partiendo de que el desarrollo de la economia, lejos de suprimir la miseria, la hace mAs patente en muchos lugares, ven en esta situacién una nueva oportunidad para los antiguos remedios. «La caridad establece relaciones y lazos de afecto entre las clases, instaura una jerarquia saludable y grata. No procede de esas reglas generales necesarias para la caridad publica, pero que rechazan o hieren tantas miserias. Nosotros no atacaremos a la sociedad en sus principios, a las condiciones imprescindi- bles de su existencia, no nos dirigiremos al trabajo y a la indigencia con vanas y peligrosas palabras, no los consolaremos con quiméricas ilusiones; no queremos reclutar a los pobres y a los desgraciados para servir a pasiones politicas, ni explotar sus miserias para hacer revoluciones. Hacer severos reproches y lanzar solemhes amenazas a los ricos sélo incumbe a la religin, que ensefia al mismo tiempo a los pobres 1a dulzura/y Ja resignacion.»* Por iltimo, tercer grupo, la economia social, ‘con Droz, de Sismondi, el barén de Gérando, Michel Cheva- lier, Dunoyer, De la Farelle, el duque de la Rochefoucould- 65, nA PETIA TTIASeReaee OOOO See aRTeaane Liancourt, Guizot, Villermé, Dupin, ete. Se organiza en socie- dades que prolongan, bajo denominaciones protectoras, tenien- do en cuenta el clima de la Restauracién, el antiguo espiritu filantrépico del siglo XVIII: Sociedad para la moral cristiana, Sociedad para la instruccién elemental, etc. Para todos ellos, el discurso de referencia, incluso si tratan de diferenciarse un poco de él, es el de Malthus.” Malthus, que es también el Primero en replicar a los socinlistas, puesto que dirige su obra mis famosa contra la de Godwin (De fa justice politique),* sin Por eso entonar el viejo canto a la caridad, sin recurrir a la nostalgia de las antiguas dependencias. Es este Gltimo grupo el que logrard imponer sus proposi- ciones en la cuestin de la asistencia y progresivamente en la mayoria de las pricticas de transformacién del cuerpo social En primer lugar, por la fuerza de su argumentacién. Frente a los economistas cristianos, que privilegian abusivamente la relacién entre pobres y ricos, nosotros oponemos, explica De la Farelle, la toma en consideracién del mayor niimero posible de jadanos. Porque, gqué son las fracciones mas pobre y mis rica de la sociedad sino dos minorias? {Es posible reflexionar sobre los fundamentos de nuestra sociedad nicamente a partir de estas dos categorias? Eso supondria dejar de lado a los Pequeflos propietarios rurales, a los pequeflos artesanos y comereiantes, con mucho los mAs numerosos y los més inteve- santes por los esfuerzos que hacen para producir y asegurar su independiencia. Frente a los socialistas, antade De 1a Farelle, nosotros oponemos la familia, esa instancia que ellos desean, conscientemente © no, destruir con Ia devolucién de sus poderes al Estado, cuando en realidad es el mejor punto de apoyo para mantener a los individuos en la prictica del esfuerzo y en la voluntad de independencia." Y a todos los. filintropos. les reprochamos el que dejen entender que es precisamente el antiguo sistema de obediencias clientelistas y caritativas el que hace la cama al socialism. {No es ese habito de coniar con un protector para ‘esolver los problemas el que engendra la indolencia culpable de la poblacién pobre? Y, ;cuando esta proteccién falta, no deja subsistir en su espiritu el sentimiento 66 de que se le debe algo? ;No convierten ese donativo arbitrario y generoso en un derecho que reclaman imperiosamente, derecho al trabajo, derecho a la asistencia? Defender lo con: trario del razonamiento earitativo es el tinico medio de conjurar Ia aparicién de una caridad de Estado expoliadora de fortunas, el mejor medio, pues, de defender el orden social. Esta argumentacin convencerd a las clases poseedor: medida en que se apoye sobre la promocién de una nueva técnica politica que haga funcionar la necesidad como medio de integracién social y no como principio de insurreccién. Qué es lo que no funcionaba en la antigua prdctica asistencial? Todo: la naturaleza de lo que se daba a los pobres (donativo material), los criterios de oportunidad (que falseaban la percep cidn de la pobreza), las formas de atribucién (que conducian @ Ja alternativa: represin o caridad legal). Los. filantroposse proponen cambiar todo esto haciendo del estimulo al ahorro ta pieza clave del nuevo dispositivo asistencial, reforzando asi la familia contra las tentaciones socialistas y estatales, apoyindose n ella para luchar contra las antiguas formas de solidaridad y de dependencia, utilizando contra ellas Ta familia como post iad de autonomia, Para que las ayudas sean titiles a aquétlos que tienen nece: sidad y exclusivamente a ellos, los filintropos intentan, en primer ugar, cambiar su naturaleza. Lo que hay que dar, por principio, som consejos antes que bienes, sestablecer entre esas clases comiinmente Mamadas inferiores y las clases superiores relaciones que no sean las de dar, comprar y dirigir. por un lado, recibir, vender, obedecer, por otro (...). Nada ma excepeional que ejercer sobre los pobres una influencia que no sea el resultado de un temor o de una esperanza, y, sin embargo, es absolutamente necesario, Se trata, pues, de con vencerlos de que son enteramente duefos de rechazar Io que se les pide. Lo que no resulta ffeil. El hombre del pueblo, poco ilustrado, tomaré la peticién por una orden y obedecera. Si es independiente, le molestaré que se metan en s ereerd ver una pretension aristocratica en les consejos qu dan, El consejo es el acto que mejor indica Ia igualdad, puesto Ss asuntes y se le i que resulta a la vez del deseo de influir del que lo da y de la perfecta libertad del que lo recibe. No es facil hacer compren- der a un hombre pobre que las ventajas del hombre rico le dan no un poder material, sino una influencia moral legitima, y esto en todos los sitios donde no ejercen los derechos poli- ticoss.'© El peligro radica, pues, en la antigua relacién de dependencia pobres-ricos, esa espera de un donativo y de una orden, esa alternativa entre caridad y represi6n; la manera de evitarlo es la atribucién de los derechos politicos, condicién necesaria para que las relaciones entre las clases sociales puedan pasar de la dependencia a la -legitima influencias. {Por qué consejos? En principio, porque a unos no les cuesta nada, y a los otros les evita contraer malos habitos. Las sociedades filantrépicas proporcionan, sin duda, ayudas mate- riales, pero siempre para servirse de ellas como vector de su sinfluencia moral legitimas. La Sociedad filantrépica de Paris ofrece su patrocinio a las sociedades de ayudas mutuas que descen beneficiarse de su apoyo financiero, mediante el cump! miento de un cierto niimero de reglas decretadas por ella y relacionadas con la disciplina de esas sociedades. Una de sus preocupaciones es la de luchar contra la costumbre que tienen los contribuyentes de consumir en forma de fiesta colectiva lo que sobra anualmente de las cotizaciones. Mientras que aho- rréndolo podrian prescindir progresivamente del aporte de la beneficencia privada. La légica del ahorro siempre es la misma: reducir las formas orginicas, festivas, transfamiliares de solida- ridad para evitar el peligro de dependencia y el, paralelo, de insurreccién Con el mismo espiritu, en funcién de esa preocupacién por reforzar la autonomia familiar, hay que cambiar los criterios de atribucién de ayudas, el orden de prioridades. Antes al nifo que al anciano, porque «después de la infancia ain queda toda la virilidad, mientras que la mayor parte de los ancianos indigentes han vivido durante ella como hombres indignos de ser ayudados mas tarder."' Antes a la mujer que al hombre, ya que, a través de ella, se ayuda también al nifio. A mediados del siglo XVIII se habia creado una asociacion caritativa para 68 ayudar a Jos padres encarcelados, porque no podian sufragar os gastos de alimentacién de sus hijos. La asociacién lograba liberarlos pagando los atrasos, pero después todo recomenzaba. En 1787 se funda la Sociedad de caridad materna que se propone como objetivo ayudar a las madres pobres a condicion de que se comprometan a amamantar ellas mismas a sus hijos, fo hacerlos criar cerca de ellas cuando eso no sea posible En lineas generales, la filantropia se distingue de la caridad por el pragmatismo que preside la eleccién de sus objetivos. El ‘consejo antes que el donativo, porque no cuesta nada. La asistencia a los nifios anies que a los ancianos, a las mujeres antes que a los hombres, porque a la larga esto puede, sino producir, al menos evitar un futuro gasto. La caridad nada tiene que ver con este planteamiento, ella, que no puede inflamarse mas que con el cuadro de una extrema miseria, que a la vista de un sufrimiento espectacular, para recibir por el consuelo inmediato que aporta el sentimiento de glorificacién del donante. La ejemplaridad del donativo se opone a la gratuidad del consejo, en el sentido de que es un intercambio que supone dos polos simbélicamente opuestos y no abstracta- mente igualados. Para |. de Guizart, la caridad simplica, sin duda, un mayor sacrificio, porque siempre se presenta al espiritu bajo rasgos vives y personificados, en tanto que la filantropia, que considera desde un punto de vista més amplio Jos males que combate o el bienestar que procura, esté menos asistida por los sentimientos de simpatia y de piedad Un sacerdote desciende a las celdas y prodiga consuelos. El filantropo, cuando se ocupa de las carceles es para estudiarlas, para determinar su finalidad y aportar todos los medios que las ciencias y las artes ofrecen para lograrlo; y las mejoras, su obra, lejos de cesar con él, se transforman tarde 0 temprano en instituciones»."” Entre la caridad_y la filantropia se establece durante todo el siglo XIX una competencia de la que sale beneficiada la segunda. En 1899, los Annales de charité son rebautizados Revue philanthropique. Final de un proceso de descalifieacién de ta relacién entre pobres y ricos en los viejos términos de un intercambio simbélico: yo te doy mi miseria 69 | PADHAHHNHOHHHONHNANAANMRAARHRAHHOHECCHAEEE Para que ti puedas darme tu bondad, yo te doy mi naturaleza mi fuerza fisica para que tt puedas exhibir y hacer uso de tu cultura, ete. Sin duda, no es un azar que las tltimas manifestaciones del sentimiento caritativo yayan a localizarse, a finales del siglo XIX, en los incurables, residuo en piel de zapa del antiguo dominio de la miseria, del sufrimiento y del horror. Testimonio ilustrative de este repliegue es La Obra del Calvario, premiada en la Exposicin Universal de 1900. En ella slo son admitidas las mujeres cancerosas jévenes, pobres, pre- ferentemente extranjeras, con un diagnéstico de incurabilidad garantizado y que tengan Iagas vivas que necesiten curas. Las slibre-curanderas», como se llaman a si mismas las damas del Calvario, deben ser obligatoriamente viudas que leven impor. tantes apellidos de la politica, el ejército y las letras; y que compran con un donativo el derecho a cuidar a sus enfermas, en esta iiltima «reservar caritativa: «Nuestras incurables son felices y lo dicen.» Puesto que se trata de dar consejos, de no dar ayudas mas que cuando permitan la penetracién de éstos, lo esencial del desplazamiento de 1a antigua caridad hacia la beneficien filantrépica va, pues, a consistir en poner a punto nuevas modalidades de atribucién de ayudas, en la bisqueda de una prictica que permita a la vez distinguir 1a «indigencia fieticia» de la «verdadera pobreza» e introdueit en la asistencia la exigencia de su supresién a corto plazo. La invencién de esta técnica corresponde al barén de Gérando en su Manuel du visiteur du pauvre, concebido en 1820 como respuesta a una cuestin de la Academia de Lyon: dndicar la manera de reconocer la verdadera indigencia y de hacer Ia limosna util tanto para los que la dan como para los que la reciben.» «Si el consejo de visitar a los pobres antes de socorrerlos y al socorrerlos no es nada nuevo, 1 manera de hacerlo no ha sido ain, al menos que yo sepa, bien trazada y definida. Creo y sé que numerosos ejemplos nos lo mueStran en accién cada dia. Y es precisamente esa feliz experiencia Ia que he querido recoger. resumir, poner en evidencia, hacer fructificar.»"* El objetivo de este examen, la novedad de su cardcter, seré condicionar la 70 atribucién de las ayudas a una minuciosa investigacién de las necesidades por la penetracién en el interior de la vida del pobre. Inspeccién necesaria para desenmascarar los artificios de la pobreza: esa madre rodeada de nifios de corta edad que suplica vuestra ayuda, pero, le pertenecen, no los ha pedido prestados para esa circunstancia a la verdadera madre? Ese lisiado os suplica, pero, ges real su mal? Para distinguir la verdadera pobreza de la indigencia ficticia mas que enterne- cerse a la vista de los harapos y ante el especticulo de las lagas es preferible penetrar en el interior de la vida del pobre. Asi veréis, por ejemplo, cémo el precio de un remedio puede transformarse en una buena comida, Inspeccién también nece- para evaluar la oportunidad de las ayudas: un anciano os Mama, os habla de su soledad, pero, gy su familia?, zno puede alimentarle?, ;no especula con el envilecimiento al que lo condena? {No sois cémplices de esa conspiracion que rompe los lazos de la naturaleza? Socorrer a aquéllos cuya pobreza no encubre ninguna astucia no lo es todo. Aun es necesario que esas ayudas sirvan para algo, que provoquen un enderezamiento de la familia. Por eso en toda peticion de ayuda hay que vigilar y sacar a la luz la falta moral que més o menos ditectamente la determina: esa parte de negligencia, de pereza, de relajacién que hay en toda seria. Conexién sistemédtica de la moral con lo econdmico, que implicaré una vigilancia continua dé ta familia, una penetracién integral en el més minimo detalle de su vida. Gérando fabriea un modelo de cartilla en la que estardr consignados, por un lado, los recursos de la familia y, por otro, el empleo que hace de ellos segiin su moralidad; cartilla de la que puede decirse que corresponde mas 0 menos a los informes actuales de las asistentes sociales. Con relacién a la antigua caridad la transformacién es considerable. La caridad, 0 bien consagraba la pérdida de autonomia de un individuo o bien lo muantenia al borde de la mendicidad en funcién de criterios que eran las manifestaciones externas de la pertenencia y de la honorabilidad de la familia, incluida la practica religiosa. La nueva beneficencia introduce una divisién en el interior de la a | vida familiar, distinguiendo, a partir de criterios internos a su funcionamiento, entre la posibilidad de autonomia por el ahorro y la de una asistencia asociada a una severa tutela, La autonomizacién de la familia con relacién a los antiguos jura- mentos de fidelidad y a las redes de solidaridad se acompaia de un desplazamiento de la moralidad del nivel de las relaciones piiblicas hacia la relacién privada en lo econémico. O sea, el establecimiento de una tecnologia de la necesidad que hace de la familia la piedra angular de la autonomia a partir de la siguiente alternativa: controlar sus necesidades 0 ser controlado por ellas. B) LA NORMALIZACION En 1848 la Academia de Ciencias Morales y Potiticas le encarga a Adolfo Blanqui que recorra las principales regiones manufactureras de Francia, constate 1a situacién exacta de las clases obreras y coopere asi en favor del «restablecimiento del orden moral profundamente perturbado como consecuencia del movimiento revolucionario que se habla producido @ principios de afior. Al término de su informe, Blanqui afirma «que existe una verdadera ley de progreso moral de la poblaciéns, «Y entre las principales causas que contribuyen a favorecer este progreso hay que sefialar la justa proporcién entre el nimero de habitantes y las riquezas destinadas a alimentarlos, la certi- dumbre de encontrar trabajo, la estabilidad del salario, la mayor importancia concedida a la educacin de los hijos, los habitos de templanza, de orden y de ahorro.» Por el contrario, alli donde la aglomeracién de la poblacin es extrema, las viviendas insalubres y la promiscuidad favorece el contagio del ejemplo, alli donde el trabajo es incierio y los nifios son abandonados a si mismos, florecen «cl pauperismo y las uto: piass. «Seducidos casi siempre por 1a clevacién temporal de los salarios, los obreros del campo se han precipitado hacia las 2 ciudades> y en ellas proliferan y engendran sin medida hasta el dia en que una crisis, haciendo disminuir los salarios, acorrala a toda esa gente y Ia pone en el camino de la revuelta. En las ciudades del Midi, en las que los obreros habitan en viviendas sanas, no se ha producido ninguna revuelta y jamas se encuen tran «esos nifios escrufulosos, desmirriados, raquiticos, vagando ‘en tropel como en ciertas ciudades del Norte». «En las malas viviendas comienza Ia disolucién de la familia y todas sus miserias.» Ahora bien, es en ciudades como Lyon y Saint- Etienne donde han arraigado los verdaderos nuicleos de doctri- nas antisociales que han desnaturalizado el sentido moral de las clases obreras. En esas ciudades los obreros trabajan en talleres pertenecientes a contramaestres sedentarios que subcontratan para los fabricantes y emplean mano de obra némada al dia 0 ala semana. Trabajando a destajo el obrero Iyonés no disfruta de un salario regular, pero si de una gran independencia moral. . sociales apuntan hai la infancia bajo su do’ no se ha beneficiado de todos los cuidados de crianza y de educacién deseables, y la in la de la detin-

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