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IDEAS Y RECUERDOS

lgor Federovich Stravinsky nació en Oranien­


baurn, cerca de San Petersburgo, en 1882
y murió en Los Angeles en 1971. Su padre,
cantante de Ja Opera imperial, pertenecía a
una familia polaca llegada a Rusia en tiem­
pos de Catalina 1 l. En su adolescencia co­
noció a Chaikovski, y más tarde a Rimski­
Korsakov, del cual recibió las primeras
leccion€s de composición. En sus intentos
iniciales. oscila entre la influencia de los
maestros rusos y la de la escuela francesa.
Su encuentro con los "Ballets Rusos" y
con su empresario Diaghilev había de ser
decisivo para la carrera de nuestro músico.
A partir de El pájaro de fuego (1910) y La
consagración de la primavera (1913), inicia
el proceso que le conduciría a una renova­
ción revolucionaria de la tradición musical.
Hacia 1938 se reafirma el fondo religioso de
su mundo interior. Reside en París y en
Ginebra y se nacionaliza francés; en1939
se traslada a los Estados Unidos, y poco
después obtiene la ciudadanía norteameri­
cana. En su obra de los años 50 adopta
pasajeramente la estructura dodecafónica,
creada por Schoenberg, con quien Stra­
vinsky se había disputado, durante varios
decenios, el cetro del mundo musical.
En este libro aparece la rica y vigorosa
personalidad existencial y artística de un
hombre que, como Picasso, ha sido uno
de los grandes artífices de la sensibilidad
moderna, y cuya obra. vasta y varia, carac­
terizada por la originalidad y el rigor téc­
nico. se sitúa en el centro del interés mu­
sical de nuestro siglo.

Robert Craft, que ha recogido y comen­


tado las «ideas y recuerdos" de lgor Stra­
vinsky que forman el presente libro, nació
en Kingston (Nueva York), en 1923. Emi­
nente director de orquesta, ha convivido
durante veinte años con Stravinsky, sobre
el cual ha escrito. además de esta obra,
cinco interesantes monografías: Conversa­
tions with Stravinsky (1959), Memories
and commentaries (1960), Expositions and
developments (1962), Dialogues and diary
( 1963) y Themes and episodes (1966) .
,
IDEAS Y RECUERDOS

lgor Stravinsky y Robert Craft

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1 AYMA SOCIEDAD ANÓNIMA EDITORA


Titulo original:
RETROSPECTIVES ANO CONCLUSIONS

A Christopher Isherwood
Traducción de:
Juan Godo

Primera edición:
Octubre 1971

Prlnted In Spaln
Gráficas Socltra - Salvadors, 22 - Barcelona

Núm. de registro: 7.071 - 71

Depósito Legal : B. 40255 - 71

Copyright © 1970 by Robert Craft


T odos los derechos en lengua espaftola
© 1970 by AYMA, S. A. EDITORA - Tuset, 3 - Barce lona
Introducción
UN MAESTRO EN SU TRABAJO

¡ Otra vez Stravinsky ! ( ¿ Todavía ? ) Sí, Stravinsky, que cumplió ochenta


y cuatro años la semana pasada, sigue aún componiendo, sigue creando,
sigue aún pletórico de vitalidad. Es precisamente esa actualidad lo que
caracteriza el festival de su música que va a celebrarse en la Filarmónica
el mes que viene. Un homenaje de tanta envergadura raramente se le con­
cede a un contemporáneo activo, debido a que la mayoría de los artistas,
en aquella época de su vida propia para ser homenajeados, se encuentran
aún anclados en el período de su florecimiento primero, y por ello han
dejado ya de ser contemporáneos . Además, pocos son los artistas contem­
poráneos de cualquier época que hayan producido una variedad de obras
lo suficientemente abundante como para mantener una exhibición activa
de este tipo que se distinga de lo que pudiera constituir una evocación
propia de museo. Pero Stravinsky posee calidad siempre actual ; es uno
de los portavoces representativos de 1966, tal como lo fue de 1906, 1916,
1926, etc. Y para los organizadores de programas con mentalidad práctica,
Stravinsky ofrece asimismo una rica gama de valores por otros motivos.
Nadie ha iluminado como él mayor cantidad de áreas del pasado, o del
presente en el pasado, y dej ado al propio tiempo tan profunda huella en
un número tan grande de sucesores, apostólicos y de otro linaje. Como
punto de intersección, Stravinsky constituye el tema del festival en tan
alto grado como pueda constituirlo la música de Stravinsky.
Es bien sabido que la parte más permanente de su actividad tiene lugar
en Hollywood, ya que el estudio que tiene allá ha sido televisado, foto­
grafiado, descrito en múltiples ocasiones. Pero nadie ha hablado de los
cambios operados en años recientes . La habitación cuenta ahora con aire
acondicionado, y a menudo se ve sometida a lo que semeja una cruda tem­
peratura invernal, lo cual no deja de sorprender a los amigos que recuerdan
los anteriores achaques del maestro y sus aprensiones ante la más leve
corriente de aire o el menor hálito frío . Tal transformación parece tener

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su causa en una enfermedad sanguínea que le acarrea calores excesivos. lugar por la mañana, y con mayor intensid ad hacia el mediodía, mientras
Otra diferencia estriba en el gran número de honores que se le han con­ que la composición se realiza en gran parte durante las horas de la tarde.
cedido : el shofar de Israel ; la bendición papal enmarcada en plata; la En la actualidad, Stravinsky abandona su estudio antes del almuerzo sólo
Gran Cruz de Santiago que le concedió Portugal ; las finas porcebnas del para dar un paseo, ejercicio rigurosamente solitario, más adecuado para la
burgomaestre de Berlín, y la edición príncipe de Lessing, regalo del burgo­ mente que para simplemente estirar las piernas, que es lo que en realidad
maestre de Hamburgo; las « llaves» de ciudades norteamericanas v cana­ le recomiendan los médicos. La labor de instrumentación no tiene horas
dienses, y las placas, rollos y medallas de ciudades extranjeras . Trofeos fijas. Tan pronto como el autor ha terminado una unidad musical sustancial
como éstos no existían hace unos cuantos años , y no se habrían expuesto, en el bosquejo de partitura, trabaj ará horas extra para dar cima a la par­
caso de haber existido. Pero aún hay otro cambio, y probablemente el que titura instrumentada. Esto lo hace a gran velocidad, o tan rápidamente
mayor impresión causará en el ánimo del visitante. Es !a presencia de como se puede escribir sobre transparencias; no emplea ninguna copiadora
tantos objetos que constituyen una premonición de la muerte : los r'=tratos Xerox ni máquina de escribir música. La hija del compositor se encarga
del compositor realizados por el malogrado Giacometti, las fotografías del (otra de sus funciones es la de cortarle el pelo a su progenitor) de la repro­
Papa Juan, del presidente Kennedy, de T. Eliot, Jean Cocteau, Aldous ducción de estas partituras, enviarlas por correo al editor, a veces práctica­
Huxley, Evelyn Waugh, y de « Celeste», el gato tan querido de Stravinsky. mente página por página, ya que Stravinsky nunca mira hacia atrás, temien­
Ocho de las piezas más recientes del maestro ostentan el subtítulo de In do tal vez que su Eurídice pudiera desaparecer. Su hija tiene a su cargo
Memoriam. la custodia de toda la labor de su padre, cuando éste permanece ausente.
Stravinsky aún sigue componiendo al piano, pero no exclusivamente , al El trabajo de Stravinsky no se limita exclusivamente a componer, cosa
menos en las fases preliminares de su labor. En todos sus viaies. tiene bien sabida de los que asisten a conciertos, compran discos, leen libros y
siempre a mano papel pautado, o bolígrafos y papel sin rayar, y, al parecer, revistas .Y ven la televisión. Dado que nunca le han faltado abogados entre
cuando viaja en avión, recibe una gran cantidad de lo que puede o no los realizadores, y que contaba más de cuarenta años cuando comenzó a
puede ser inspiración ; quizá las condiciones más perfectas para componer dirigir él mismo una orquesta, el motivo financiero que él alega para jus­
serían para él las que pudiera encontrar en un vuelo interplanetario. Cual­ tificar esa carrera puede aceptarse, al menos en parte. Al no poder vivir
quier trozo de p apel, un sobre de carta, el dorso de un menú o de un de sus composiciones, convirtióse en compositor de verano ( entonces la
P rograma, una servilleta, el margen arrancado de un periódico, todo le vida de concierto durante el verano era menos activa que hoy en esa esta­
.
suve para sus anotaciones, y por ello las páginas de las agendas a las que ción del año), y en director de orquesta invitado y concertista en invierno.
tiene pegados tales bosquejos presentan el aspecto de collages. Stravinsky En estos últimos años, los conciertos han sido menos frecuentes, pero, con
pon; la fecha a cada uno de estos esbozos y hace uso de lápices de colores, todo, aún continúa ofreciendo algunos, por la misma razón financiera, según
debido a que, según dice, si no se hace así resulta muy difícil comprobar él, aunque, en realidad, lo que ocurre es que Stravinsky es incapaz de re­
los errores, aunque, evidentemente, en el fondo hay algo más que esto, nunciar a su amor por la viva y personal ejecución de la música. Cierta­
siendo en realidad la manifestación de una poderosa compulsión psicológica mente, ese hábito, contraído hace cuarenta años, es imposible de extirpar
que le obliga a ser ordenado. del todo, y el estímuo y el placer que a él (por lo menos) le produce
Los procedimientos que sigue Stravinsky al componer no parecen haber dirigir una orquesta parecen sostener su avanzada edad de una manera
cambiado en los últimos años . Casi siempre parte de una idea melódica, visible.
.
que en el pnmer Para echar una ojeada a la vida de Stravinsky cuando se encuentra de
escrito puede aparecer expresada únicamente por medio
de sus valores rítmicos. A menudo, esta línea única se extiende, aislada­ viaje, intentaré fotografiarle en su habitación del hotel Lotti, en París,
mente, según parece, hasta un punto en que a él se le hacen evidFntes donde está descansando antes de iniciar una serie de conciertos; o, más
ciertas configuraciones más amplias. Durante esa fase de creación de la bien, puesto que le disgusta que le retraten, trataré de tomar una instan­
melodía no recurre al piano, sino solamente cuando comienzan a hacer su tánea de la habitación misma, que también nos dirá algo acerca del hombre.
aparición las relaciones armónicas y contrapuntísticas ; entonces es cuando Al cabo de media hora de haberse aposentado allí, su humor ha experimen­
Stravinsky dirá que ha inventado (o sea, descubierto) algo que ahora intenta tado una transformación radical. Las medicinas, potingues e {mágenes
componer (es decir, desarrollar). Esta actividad de invención suele tener sacras, colocado todo ello en buen orden sobre la mesita 9Y noche; las

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ropas, pulcramente plegadas o colgadas en las perchas de los armarios; cina, le habían mostrado aquellos monstruos tan apetitosos, todavía con
el perfecto orden del material de escritorio, papeles de negocios , archivos vida, él cree ahora que está sufriendo el castigo por haberlos traicionado,
de cartas, diccionarios y otros libros, lo cual constituye un claro ejemplo y por el pecado de «comerse uno una criatura con la que ya se había
del amor que por el orden siente Stravinsky. El sello de la individualidad reunido uno socialmente». Sin embargo, la verdad es que Stravinsky, a los
del compositor se reflej a también en el hecho de sustituir por ilustra­ ochenta y cuatro años, aún tiene el apetito de un Pantagruel.
ciones sacadas de revistas los «U trillo» y «Van Gogh» que decoran la . Volvamos a la escena de aquella labor más asidua realizada aún prin­
pared ; y también en el montón de cojines extra que hay encima de su cipalmente en California. Cuando tiene un buen día, Stravinsky se las
cama; y en la boina verde puesta sobre los cojines, y que utiliza para arregla para dedicar cuatro o cinco horas a la composición, y algo más en
dormir como si fuese un gorro dieciochesco. los fines de semana, cuando los teléfonos interrumpen menos, ya que nor­
Los ficheros son tan extensos y ocupan tanto espacio como los libros, malmente los pensamientos y los sentimientos del autor se ven interrum­
que llenan un pequeño estante. En las cuentas que lleva rl.iariamente se pidos unas treinta veces al día por llamadas telefónicas. Y aún hay otros
incluyen inversiones tan minuciosas como la adquisición de un sello de inconveniente s : un vecino que practica el piano y pone especial interés
Correos, y la contabilidad médica es todavía más completa. Lleva un regis­ en los ejercicios a base de escalas; otro vecino, que toca la trompeta· unos
tro de sus análisis semanales de sangre, junto con una lista de Sintrom y pájaros que no paran de piar ni siquiera de noche ; las estridentes ;irenas
otros anticoagulantes, que constituye la línea vital del compositor en el que avisan cuando hay smog (¿o no serán acaso señales de alarma del Viet
sentido más literal. Su copiosa correspondencia no queda tampoco inaten­ Cong ? ) ; y helicópteros, para los que la residencia de Stravinsky parecen
dida durante las giras de concierto, y aun cuando puede sospecharse razo­ constituir un importante punto de paso. Dado que nadie podría ser más
nablemente que sus corresponsales se sienten impulsados por motivos de sensible que el compositor a todas estas torturas auditivas (reacciona ante
coleccionismo al escribirle, raramente es él el último en contestar. También cualquier ruido con rapidez mayor que cualquier otra persona), es una
se ocupa él mismo, cuando va de viaje, de su propio servicio de recorte : maravilla que pueda seguir trabajando.
él mismo recorta y clasifica artículos sobre ciencia, arte, arqueología y lite­ Los pasatiempos del compositor no tienen nada de extraordinario. La
ratura, a menudo encabezados con un breve comentario. Pero resulta lectura es el más importante de ellos ; lee tanto como un revisor de libros,
conturbador descubrir esquelas y artículos necrológicos en la agenda de su desde los clásicos hasta las ediciones de correo aéreo de varios semanarios
labor actual ( la semana pasada ingresaron en ella fotografías de Scherchen extranjeros. Raras veces va ya al cine, y en cuanto a la televisión, es tan
v de Jean Arp), conturbador el ver que la muerte se encuentra no sólo en
rápido en conectar el receptor como en apagarlo. Encuentra una gran
los pensamientos diarios del compositor, sino también muy próxima a los distracción en sus j ardines , llenos de flores y árboles frutales, y se siente
de su actividad creadora . Hace unos días , presentóse a la hora del desayuno muy orgulloso de sus limones, naranjas y aguacates, que pretende preferir
diciendo : «He soñado que de nuevo podía volver a caminar normalmente a los de fuera de casa. También le gustan los animales, incluso los lagartos
y me veía a mí mismo en medio de la gente, codeándome con toda clase que, en tiempo de calor, se deslizan por entre sus conservas de fruta ;
de personas . Ha sido cruel el despertar». podríamos añadir a esto que el «canto» de aquella especie musical de
Stravinsky gourmet se siente siempre feliz en París, aunque en sus saurios que en las Filipinas frecuentaban la pared del dormitorio, a él le
restaurantes favoritos, « Ami Louis» ( la capital del mundo en cuanto a faie encantaba, durante la visita a esas islas, en tanto que a mí me horrorizaba.
gras), el «Boule d'Or», el « Grand Véfour», los placeres de la mesa resultan También disfruta viajando de aquí para allá en uno de sus dos Continen­
peligrosamente tentadores. Mientras yo escribo esto, el hígado del compo­ tales, especialmente cuando va al volante la señora Stravinsky, porque
sitor le está dando bastantes molestias. Y no tiene nada de extraño. Des­ entonces él puede acomodarse a sus anchas en uno de los asientos poste­
pués de deshacer las maletas, corrió al segundo de estos restaurantes, con riores.
la intención de visitar un viejo barrio parisiense, pero pronto se encontró Si se me preguntase qué personas tienen ahora acceso relativamente
sentado y consumiendo cangrejos de río (plato irresistible, al parecer, al fácil a Stravinsky, diría que los más favorecidos resultan los visitantes que
paladar de los rusos) en cantidad alarmante . Sin embargo, él no atribuye hablan ruso, y que se hallará tiempo para un Hurok, un Magalov, un Joel
su indisposición a la gran cantidad de cangrejos engullida, sino que basa su Spiegelman, un Ussachevsky, un Isaac Stern, un Babin y un Vronskv, en
diagnóstico en un punto más fino y elegante. Como quiera que1 en la co- tanto que le será negado a otros; constituye una relajación para Stravinsky

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el simple hecho de conversar en su lengua materna. También ha comenzado
a abrir sus puertas a los historiadores, cuando las preguntas de éstos ten­
dían a concentrarse en las personas relacionadas con él y sólo se referían
a él mismo de una manera indirecta. Prometió, no hace mucho, aportar
su contribución a un documental de la televisión de la BBC sobre Di aghi­
lev, y recientemente ha puesto en manos de Francis Steegmuller, al que
admira por sus biografías de Flaubert y de Maupassant, el material que él
posee referente a Cocteau. Pero del viejo círculo de amigos realmente
íntimos de California, solamente sobrevive Christopher Isherwood.
¿ Han cambiado el humor del hombre y su música en años recientes;>
PARTE I
El equilibrio químico es diferente, claro está, pero es difícil afirmar algo
más que esto. Stravinsky fue y sigue siendo un espíritu esencialmente feliz.
En tanto que la mayoría de sus composiciones podrían calificarse de diver­
timenti, sólo puede considerarse trágica la emoción de un pequeño número MISCELÁNEA
de ellas. Sus sentimientos más profundos (que no es lo mismo que su
música más profunda) se encuentran generalmente en sus obras religiosas ,
y es ahí también donde el cambio químico parece más notorio : Stravinsky
parece ahora un compositor más exclusivamente religioso que antes. Al
propio tiempo, los sentimientos de toda su música, la bárbara exuberan­
cia, la gracia y buen humor ( hay un grueso Rossini aprisionado en el cuerpo
flaco de este hombre), la exaltación, la cólera, la serenidad ( Apollo) y l a
ternura (el arrullo e n Perséphone), todo ello traspasa los límites y s e
descubre en todas las formas del autor. Constituyen expresiones d e una
humanidad que ha informado no sólo la sensibilidad de nuestra época, sino
también la mente y el corazón de la misma.

(R. C., junio de 1 966.)


Entrevistas
STRAVINSKY SOBRE LA ESCENA MUSICAL
Y OTRAS CUESTIONES

¿ Dónde se encuentra en notas como ésas el tono


y la música medida ?
ELIZABETH BARRETT BROWNING.

NEw YORK REVIEW OF BooKs : ¿ Hizo usted el viaje en avión desde


California, señor Stravinsky ? ¿ Qué le ha parecido ?
l. S.: Mal, si se refiere usted a Los Ángeles, ciudad lóbrega y sin sol.
Si se refiere al vuelo, bien ; por lo menos, el Muzak ya no es obligatorio,
hablando como alguien que prefiere el vacío. Pero no voy a quejarme de
los aviones. Soy incapaz de dar la vuelta a la manzana, caminando, y, sin
embargo, volando puedo dar la vuelta al mundo. Hubo alguna «turbulen­
cia» en la computadora y el piloto hizo una declaración que desde entonces
no he conseguido sacarme de la cabeza. Dijo que el plan de vuelo de la
IBM había escogido 10.000 metros como la altura más favorable, pero
que, en su opinión, debíamos volar más alto. Esta desusada crítica de la
autoridad de una computadora me dejó perplejo, lo confieso, y espero sin­
ceramente que las relaciones entre los hombres y la cibernética (y vicever­
sa, la cibernética de los hombres y sus relaciones ) lleguen a ser más dignas
de confianza. Es posible que una parte de mi perplejidad procediese del
contraste entre el vuelo computadorizado mismo y mis recuerdos de la
época heroica de Saint-Exupéry y sus contemporáneos, que a veces se
guiaban casi exclusivamente por sus propias aprensiones. Pero la parte
principal se debía a la circunstancia de que en mi propio trabajo confío
más en mis sentimientos que en mis cálculos .
N. Y. R . : ¿ Querría explicar usted e s a diferencia, señor Stravinsky?
l. S . : Probablemente se trata de una distinción vana, como las distin­
ciones entre verdades analíticas y empíricas , y comportamiento aprendido
e innato, que no admite una línea muy clara de separación. Es evidente
que nuestros cálculos y nuestros sentimientos se superponen parcialmente,

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algunos de los mejores instrumentistas del mundo, aunque las razones
o son congruentes. Insistiré, sin embargo, y diré que confío más en mis de ello son misteriosas, ya que los músicos de orquesta están, en general,
o-lándulas musicales que en la comprobación del resultado de mis mapas tan mal pagados como los poetas o los maestros de escuela. Este conoci­
de vuelo musicales, aunque los mapas de vuelo están formados en parte miento no me tenía preparado, que digamos, para la abundancia de talento
por las mismas glándulas, y añadiré que prefiero �jercitar la «libre» opción de alta calidad en la ej ecución que posteriormente descubrí al visitar cole­
de mi oído más que someterme a un plan de tarjetas perforadas . No obs­ gios y escuelas de música tales como Oberlin, Eastman, la Universidad de
tante si yo hubiera de afirmar que la suprema autoridad de las matemáticas Texas . Dicho esto, debo añadir que encontré no solamente talento, sino
en la� artes actualmente es el resultado de una superstición moderna hon­ también una nueva sensible generación de seres humanos. La primavera
damente arraigada, sería un modo de hablar basado me�amente en u � ip�e pasada asistí a la ejecución de mi Oedipus Rex en un colegio agrícola de
dixit: no sería más que decir algo que se refiere exclusivamente a mi mis­ Indiana por unos estudiantes que dedicaban el resto del tiempo, que yo
mo. Pero ahora, a mi edad, es la clase de charla que prefiero. No tc:ngo sepa, a conferencias sobre fertilizantes. Y, hace tan sólo unas semanas
por qué e mplear tantas palabras evasivas, para una cosa u otra; el sujeto, oí a la orquesta de la Eastman School tocar a la perfección, con un mínim�
o sea, yo mismo, es lo que mejor conozco. de ensayo, algunas de mis piezas más difíciles de estos últimos tiempos,
N. Y. R.: Señor Stravinsky, en el pasado criticó usted los argumentos incluidas algunas partes de The Flood, para realizar lo cual una mquesta
de opción del momento. ¿Está abriendo de nuevo las puertas? profesional de fama mundial necesitaría una semana de ensayos y una
I. S.: Los critiqué, no en la composición, sino en la ejecución, aunque docena de ejecuciones. La flexibilidad de los jóvenes frente a la rigidez de
la escuela del «happening» no quiera admitir tal distinción, y más que los veteranos es una viej a historia, naturalmente, pero apenas puede usted
rectificar mis puntos de vista sobre la ejecución, má�, bien me �e. ratificado imaginar el placer que me deparó esa orquesta integrada por estudiantes.
en ellos. No obstante, los «happenings» son tambien composiciones, por En cuanto a la cantidad, calidad, efectos de la competición, sugiero
lo menos retrospectivamente . Pronto descubrirá alguien qu: pu:�en ser que las clásicas críticas de Veblen sobre estos conceptos capitalistas pueden
más interesantes siendo composiciones antes y durante su e1ecucion, con aplicarse también a la música. Las cuestiones primordiales son las mismas.
lo cual el ciclo podrá volver a empezar de nuevo con Bach o con Tubalcaín. Competición, ¿para qué? ¿Con qué normas, y de qué modo pueden mejo ­
Las orquestas alemanas ya se están negando a participar en «happenings» rarse? Me he enterado de que un director ha mejorado una obra mía con
o a eje cutar música no e scrita o escrita s ?lo. en par.te, ª1:1nque yo esto no tratamientos de cosmética, embadurnando la música con lápiz para labios
lo considero como un augurio del paso siguiente, smo simplemente como y suavizándola con polvos faciales. Tales cosas son a la vez una forma y
la reacción de unos buenos soldados que tienen necesidad de órdenes explí­ un resultado de la competencia, pero de la competencia de los directores
citas . ¿Qué quiere, entonces, decir «siguiente»? . Incluso mientras �stoy acerca de la dirección, o llamémosle ejecución de la ejecución: en modo
hablando, el « siguiente» se convertirá en «anterior>�, y el confor�ismo alguno se trata de una cuestión musical. En años recientes, la ejecución o
está pisando de tal suerte los talones de las vanguardias de produccio� de exhibición de ejecución se ha desarrollado hasta tal punto que está desa­
masas, que las «entradas» y las «salidas» cambian de lu�a� con la r�p�dez fiando a la música misma, e incluso amenaza con relegarla a un puesto
de un Mach III. Lejos están los días en que los mov imientos artlsttcos secundario. He visto ejecuciones (de ejecución) tan elaboradas como una
coexistían con los movimientos políticos (y caían juntamente con ��os, sonata, tan minuciosamente trabajadas como una fuga. El nuevo director
como, por ejemplo, la serialización total des�pa��ció con la desestalm1:2,ª­ X, por ejemplo, controla cada fase de la operación de un modo tan completo
ción, y la musique concréte con la de�pers?nahzacion de Krusc�e.v). � 9men como un plan de prosperidad social, de la cuna a la sepultura, desde los
puede ya decir, en un momento preciso, si es Nono el que esta impidiendo sudores de la primera entrada, con gran alarde de mística artística, hasta
el hundimiento de Venecia, o al revés? las docenas finales de inclinaciones hechas con un cuerpo exhausto. No
N. Y. R.: ¿Qué opina usted del estado actual de la ej�cución tradicio­ intentaré describir la forma en que X ejecuta la música; sólo diré que sus
nal, y en qué forma cree uste_d que el aument � en la cantidad de nuestra
rasgos más destacados son una crucifixión, los brazos extendidos, inmóviles,
las manos fláccidas, en helada pasión; un movimiento de pelvis, empleado
música y la mayor competencia afectan a la calidad?
en los momentos culminantes y coordinado con un echar la cabeza hacia
I. S.: Permítame que haga un comentario referente a mi i:ropia expe­ atnís; y una gran cantidad de trabajo de perfil, no precisamente hacia los
riencia. Todos sabemos, o deberíamos saber, que Norteamérica produce
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primeros violines, sino más allá de éstos y hacia �l �uditorio. La m�yor y raramente es de i ropia elecci¿
n. Recientemente me salieron al paso
parte del resto del repertorio se compone de « 1:11ovimientos de expre�ion» . 1? celes
Couleurs de la cite

te. Pare cia una obra inspirada
( términos que utiliza Lorenz refiriéndose a lo mismo en el comportamient ? (
H.ank, y su orce de tr ppe es tan ande
� w
por J. Arthur
, que me pregunto cómo es posible
de los gansos ) , pero se ha prometido otra innovación a �tes de �u� la exhi­ que l� s marimba s, xtlofonos ,
bición llegue a Broadway, y, según ciertos ru �or� s, se mtroducira durante ''.� fatiga produce en los metaplati llos y gong s no sufrieron el colap so
l�s. Por el mismo tiempo oí La Rou
que
el contrapunto invertido. Sin embargo, lo prmcipal no es nada de todo _
Lf/arvatte del mism o c mpo sltor sserolle
:_ _ � , que propone hacer para el Gorjead
esto, sino la ejecución de la postejecución. Se inicia co :i i:n cuadro mode­ d� los Cana verales (vemt1cuatro horas de la vida or
hizo para Bloom. (Bueno, oí algo de ello. ) de) algo de lo que Joyce
lado sobre el Descendimiento de la Cruz. Los brazos estan mertes, dobladas
las rodillas la cabeza ( el cabello artificiosamente desordenado) baja, y el Tambié � .a sistí a n p o ama de mús
cadáver p o'r entero bañado en sudor (al �uien sospecha 9ue se trata de
, � : w ica electrónic a, pero solamente
una comp os1cion parecia existir en y a caus a del med io,
todo_ lo dem ás, de lo cual lo mejor que siendo traducciones
agua caliente lanzada por ocultos pulverizadores ) . El primer paso dado puedo decir es que en sus lenguas
para baj ar del podio resulta vacilante, pero, .ª pesar de ello, el t �;imaturgo n at1vas probabl men e habría sonado
se las arregla para reaparecer cuarenta y seis veces . � sto tamb �en es una _ , del pape � � aún peor . La idea misma de la fun­
c10n l imph�ado �n la fabricación de estos
porque, aun cuando simp atizo con un ruidos me deprime,
ejecución, que sólo podría ser superada, . �orno anunc10 comer�i �l, por la Van Eyck esforzándose durante me­
escritura en el cielo realizada por un av10n . Solamente un musico no se �es, con la ay da de una lente , en pi tar
� un escarabajo (y mi simpatía no
es por la razon de
dejaría arrastrar por ello. _ _ i:i
q 1:1e. po hlC � ese simplemente una mancha), no pued
co11;1prender la comp osic1on musical que o
N. Y. R. : ¿ Qué nueva música ha oído usted recientemente, señor se
Me¡o�� de vez en cuando, una de esas exhi efectúa al margen de la músi ca.
tambien ?e de¡ad
Stravinsky ? _ o de estar biciones de Antimúsi ca, aunque
I. S . : Nueva para mí fue la Fanciulla del West, ópera televisi �a de en contacto con los desarrollos de ese
m�nt �, si es que los hay; los únicos s nido depa rta­
mis 01� os s ?n los que con sus exclamaci
caballos notablemente moderna, con un Marshall Dillon y unos md10s _ � s ( por lo menos) que llegan a
profesionales como los del Fonda Hotel de Sa �ta Fe. Estos i �d!gena � están tas antimusico , ones producen los prop ios claquis­
s.
, � ecientemente me he visto expuesto a una gran cantidad de nueva
caracterizados, por decirlo así, por algunas meficaces remmi �cencias de
Debussy, pero en general recuerdan el país de Butterfly: I� opera es en musica �e escap arate omp uest a por auto
� res pola cos, y puedo decir que
�us cuali dade s supe rficia
realidad un Eastern Western, una obra del Oeste, pero oriental. Aparte
. les son a men udo atrac tivas , por ejem
la geografía, la música en sí ( arias que s � parodian a sí mismas, una ober­ nada pr?v ?cativa (en el senti do del títul plo, en la
tura de Roxy Theater) es mala, sencillam ente mala, �ero no mtere­ . o) Erotica, de Tadeusz Baird; aquí
los . sentimien tos parecen haber entrado
santemente mala. ¿ Por qué ? ¿ Por la ausencia de yer �ona¡ �s con l� s que
_ en el terreno de los cálculos. Más
reci.ente mente he oído algunas parti turas
l(Osit ores �rance ses: Architectures colorées, de Gué zec; Équivalen
.
pudiera identificarse el autor ( seguro que no podrian id �nuficarse ) _. e.Por sorprendentes, de nuevos com­
la falta de relación que existe entre el tema y aquel gemo de senti �enta­ � loy; Antzphonzes, . para dobl
e orquesta, de Gilbert Amy. Hay una Escu
ces, de
lismo que en La Boheme encaj a tan perf�ctamente con la sustancia dra­ han cesa, una buena escuela, a juzgar por ela
mática y se despliega en forma tan soberbia que yo mismo, _ cuan?o ab �n­ es su figur a prog enito
sus niveles de habilidad . Boulez
ra, naturalmente, aunque se ha ido apar
vez más de la cuest ión
dono el teatro, si he podido conseguir una entrada, voy llorando 1:11i perdida tando cada
inocencia ? Sin embargo, el único éxito conspicuo �e la �anczulla es el
de Dada .
Una de mis dos r ciente experiencias
intento de hacerla norteamericana, o sea, de mentalidad simple. � s.to se Ladder) que mas , � � musi cales (la otra fue Jacob's
consigue haciendo cantar a los . busca �ores de oro al un� sono y repi :iendo
me impres10naron es la que me produjo
�oah C?reenberg con las cintas magnetofónicas de canto el maloarad "' o
hasta el punto de incandescencia un ritmo de trote del Upo de Grofe. d grabo en unos pueb los de montaña polifónico que
cerca de Tifli s. El descubrimiento
Sin duda se refiere usted a una música más moderna que ésa, pero, hecho por Greenberg de una activa tradi
a ? a:ca desde «�onductus» y «organum»
_ ción de ejecución de música que
como estoy tan desentrenado, apenas puedo distinguir eni:e un m obzle
del siglo x hasta el Alto Rena­
musical y un stabile musical, y nada diga r:ios de los pequenos grupos en rnme �t �, cons tituye un impo rtant e halla
zgo, siendo las contribuciones al
que se subdividen. Además, yo solamente oigo lo que me sale al encuentro, cono c1m1ento de la ejecución algo inclu
so más valioso que las adquisicio-
18
19
Ahora el señor Bus h nos suminist
nes de mayor cantidad de música, y esta vez sí �ue puede trazar �e la ra un nuevo eslabón de la cade na
<"xplicando que el descubrimien
ltad�
_
línea. El modo de cantar tirolés, llamado krzmanchulz en len ��ª ge� rgia� a, to del seño r Gre enbe rg fue el resu
, mies e1ecuc10- •le su en �u ntro con el propio
en la ejecución de hockets del trecento, es una de las mas � seño r Bus h y con el seño r John Gardn
".
nes vocales que j amás había oído. Ese tesoro ex?u t?ado, siendo a la vez
'los «cur10sid ades muc ho men er,
os inte resantes » (es fras e del seño
<111c la mús ica misma. Los r Bus h)
extranjero y religioso por su origen (y, por cons1�m �nte, molesto . para el seño res Bus h y Gar dner habían invi
plemente al seño r Greenberg a char tado sim­
historicismo progresivo ) y polifónico ( y, por cons1gmente, s ub ".ers1vo), no lar un rato y oír mús ica con ello s.
_ . p11cdo imaginar por qué el seño No
ha sido bien acogido en la Unión Soviética, y, m que decu tiene, no es señores Bus h y Gar dner , pero
r Greenberg no me hizo men ción
de los
, . , evidentemen te, no se trata de
probable que llegue a conservarse. Sin duda, creeran que es i:ieior volv :r • lcsa tenc ión hac ninguna
a enterrarlo y sustituirlo por cantos de propaganda del Partido made zn ia ello s.
Con todo , las supo siciones del seño
Moscow. La decadencia de la cultura, en términos musicales ( y le r,;i�go nlistáculo que se opone a ello es r Bush no aclaran las cosa s. Un
. que no son exha ustiv ame nte lógic as.
me excuse mi propio historicismo simplista) es la vuelta de lo pohfomco q11c Greenberg «no puede haber Afirma
a lo monofónico. desc ubie rto y tran smit ido a Stravins
11a<la que los tres no hubi ésem ky
os ya oído ; porque las observacione
Stravinsky cons tituyen una desc ripci s de
ón exac ta de la mús ica que se habí
liccho sona r en la cinta y ejecu a
Hollywood, California, tar para noso tros aquella mañ ana .. .
lonces , ¿ qué hay de la mús ica » En-
1 de abril de 1969. que yo no describo ? ·

Tam poco entiendo por qué el seño


Al editor de r Bush es tan escrupulo same nte
preciso en unos asun tos de los que
«The Composer>>. no está segu ro, dicie ndo que la pre­
rcnsión del «des cubrimie nto» no
fue «necesari amen te formulada por
propio Greenberg» ( ¿ por quié n, el
Señor : ento nces ? ), pero tan poco exacto en
que se refie re a la New York lo
Acabo de leer la <<nota al pie de página» d e1 senor G eo ffrey B us h a
-
Pro Mus ica Anti qua : la declaración de
«Greenberg llevaba con él un grup que
mi obra Dialogues and A Diary, 1 en el núme �o d � otono _ de «The Com­
1rnís bien una referencia al tocayo
o de cant ores e instrumentist as » parece
poser>>. Dice el señor Bush que hay en ello «Implicado un punto de con­ duque de Man tua.
del seño r Greenberg en el séqu ito del
siderable interés músico-etnológico » y se ofrece a �<aclarar las cosas». Si mal no recue rdo; lo que dijo el seño
En realidad, las elaboraciones del señor Bush tienen poc � que v� r �on . utad r Greenberg fue que la música
1·¡cc a por su grupo de Nueva York, y las
seme janza s que se adve rtían
rnn la música de la
la músico-etnología. Lo que a él le concierne es que yo hub1 es e atnbmdo
al difunto Noah Greenberg un «descubrimiento » cerca de T,1fhs, de «�na
_ . tradición local habí a desp ertad o el inter
músi cos geor gian os . Ento nces , así lo és de unos
activa tradición de ejecución de música que abarca desde conductus Y entendí yo, desp ués de sus concier­
ros, el seño r Greenberg y dos o
" organum " del siglo x hasta el Alto Renacimiento » . Que la �alabra por tres miembros de su conju nto fueron
llevado s a unas aldea s cerca nas a
mí empleada era equívoca lo demuestran las f�lsas consecuencias que de Tiflis, en las cuale s hicieron música para
los aldea nos, y los aldea nos para ellos
ella sacó el señor Bush. Pero seguramente el senor Bush se muestra volun­ .
Pero tengo muy mala mem oria, y han
tariamente ingenuo al suponer que yo quise deci : que �e tr� taba de algo trans currido varios años desd e
. que el seño r Gree nber g hicie ra sona r su
universalmente desconocido y creer que yo babia p odido 1magmar que magn etófono para mí. En reali­
dad, me inclinaría a creer en las duda
un Intourist podía estar en condiciones de descubrir algo de naturaleza s del señor Bush y consideraría toda
tan poco secreta que no fuese ya conocido por lo ;nenos en la 1:J · R � S. ( En
esa histo ria como un sueñ o, salvo por
una circunstan cia : estoy segu ro de
realidad, yo ya había oído hablar de esa tra�ici�m durante mi visita a la
: que m i muje r y el seño r Gree nber g estuv
ieron comparando unas nota s
_ relativas a dos aldea s próximas a Tifli s
U.R . S . S . en 1 962 . ) Evidentemente, el descubn�i �nto del se �or Greenberg en las que ella había vivido y que
con toda seguridad había visit ado el seño
lo fue meramente para él y para los otros musicos con qmenes lo com­ r Gree nber g.
El seño r Bush sutili za con las «conclusio
partió a su regreso a Nueva York. nes antisoviéticas que Stra­
vinsky saca de ese episo dio » ( también las
saqué de much os otros episodios,
por supu esto) , aunq ue encu entra que ello
1 Edición Faber, 1968 . es natural tratándos e de un

20 21
gran part� es el del �ompositor i:�ra guiar las mezclas efectuadas por otra
comunismo sovi�tico»,
«ruso blanco» con un «arraigado prejuicio contra el 111:1110. Alh donde la �nstrumentacion fue realmente completada por Schoen­
prejui cios acerca del comunismo soviético,
como si fuese posible no tener l icrg, como en la última parte de la música de «Üne Dying», la diferencia
cación explic ase mi emigr ación, por razones a:tísticas,
y como si tal clasifi <"S e?orme. La c�nsecuencia de ello es, entonces, que cuando son escasas
. «Com o sabe cualquiera que . .
mucho antes de que hubiese una Rusia Blanca Lis mdicac10n�s mstrumentales del autor, como ocurre en la música de
úa, «es una política del
'�One �restlmg», l� realizaciór; e� lamentablemente convencional y la
esté en todo familiarizado con la U.R.S .S.», contin
tar ... las manif estaci ones de cultur a local.» Me atrevo a
Partido el fomen ! ,1 opo��10n de cambio en combmaciones orquestales es demasiado lenta.
.S. , per?, aparte d�
·decir que estoy familiarizado «en todo» con la U.R.S ambien �ay algunas interpretaciones evidentemente erróneas, como en
no result a en modo alguno evidente en si 1
.
esto el tema del señor Bush
0� the Called»; aq�í la �irección de la voz in?ica que no era posible que
en gen�r�l el acompanamiento de la palabra Rhythmus al final de la música de «Üne
mis�o, según parece que él mismo cree; en realid
ad, cr� o que
la U.R.S .S. ha sido la de suprzmzr
sería más fácil admitir que la política de io, en el s� pensas� en el mismo timbre, tanto para la lmea superior en el comienzo
sa (recie nteme nte, como es notor
manifestaciones de cultura religio del compas como para la tercera línea al final del mismo. Con todo' a pesar
, el señor G�?r�e
caso de los judíos). 'le la orquestación y de lo incompleto de la obra, el fragmento que tenemos
Sucedió que, poco antes de que oyese las grab�ciones . .
rnnstituye una cumbre de nuestra música.
su herma no, el comp ositor georg iano, en 1fhs,

Balanchine había visitado a Balanch�ne


expres�
Las múltiples �rquestas y coros parlantes son responsables en gran
y sin duda los puntos de vista que a su regreso
el seño .r P·•. � te de la tend:ncia a ha��ar acerca de la naturaleza profética de la parti-
georg iano nativo , el senor
influyeron en mis propias observaciones. Como o como el se­
.
1111 ª: pero la remcorporacion de la tonalidad, que el propio Schoenberg
s tanto s preju icios como yo,
Balanchine tiene por lo meno por mí. acerca liab1a excomulgado ocho años antes, es más notable. La asociación de la
fue reflej ado .
ñor Bush. Por ello el informe que él dio, y que a una política lonahdad con las palabras de «The lndifferent» y «The Resigned» es
georg ianos profe san
de la profunda aversión que muchos :1centuada, naturalmente, pero la tonalidad se halla también integrada en
como una . política de. r�pre­
del Partido que muchos de ellos describieron '1t:os lugares, y a lo largo de toda la partitura, mientras que los dobla­
tener validez las opmiones
sión cultural, es tan válido (en tanto puedan
tiene acerca del benéfico
�n 1entos �� octava ocurren regularmente y en forma paralela, como en la
Bush .
de esta clase) como la impresión que el señor 111troduccion del discurso de Gabriel «This Either or this Or». Tanto si
fomento de la cultura por parte de los sovié ticos.
g 11arda o no relación con estas ligerezas, la armonía es extraordinariamente
falleciese, el s�ñ?r Green­
Permítaseme añadir que, poco antes de que a ente
_
r'.ca. Die glü�kliche !fand, junto con las Four Orchestral Sonf!.S, propor­
berg me dio algunas cintas adicionales de la músi �a, y que ulum t? ciona un rudimentano contexto para la obertura, pero Schoenberg no se
en la época en que hice con ellas la prime ra .
disfruté tanto oyéndolas como t'ntretle?e en punto� de conexión pasados, y la música va desplegándose
experiencia. ,
en contmua progresion ascendente, hasta que, en el umbral de un nuevo
Atentamente, mundo d�l sonido, el manuscrito toca a su fin. (En aquella ocasión, Fran­
c1 sco Jose acababa de ganar un recluta. )

* * *

N. Y. R.: Usted dijo que era más fácil hablar sobre usted mismo ' señor
Si ravinsky. ¿Puedo preguntarle a qué se parece el tener ochenta y cuatro
:1ños?
!GoR STRAvrNsKY. .1. �.: No �onstituye ningún triunfo, créame, y apenas hace reír. Soy
olvidadizo, repito las cosas, y soy ligeramente sordo razones por las cuales
be como un «esbozo» y dedico más tiempo a leer que a hablar, y, cuando h �blo, prefiero conversar
Jacob's Leader (La Escala de Jacob) se descri 1·11 lengua rusa. Por lo tanto, cuando hablo, hablo demasiado va lo ve
pero pueden inducir a
como un «torso» y ambas palabras son correctas, usted, lo cual es una ironía, porque no creo tanto en las pal ;bras como
error. Las notas �on de Schoenberg, pero no el color,
aunque, también, en
23
22
en la mus1ca, y, si estuviese en mi mano, borraría todas las mías . Un cios �mente el lugar que les corresponde en medio de otras anteriores que
inconveniente aún mayor es la disminución de mi j ornada de trabajo . Mi se e¡ecutan regularmente; pero no considero esto como una victoria. Y cuan­
rapidez en el trabajo no ha disminuido, creo , pero el tiempo que a él dedico do hablaba de aislamiento, me refería al nivel profesional. No lamento el
se evapora más velozmente, debido a las demandas cada vez mayores que no pertenecer a un movimiento, y todavía menos el que la música que
de él me hacen los abogados, los comerciantes y los médicos. Padezco de ahora compongo no responda a ninguna demanda comercial. Pero me gus­
policitemia, y me veo obligado a someterme a un análisis de sangre cada taría cambiar con mis colegas algo más que unas cuantas miradas fugaces,
y, tal como ahora están las cosas, no me veo cara a cara con ninguno
. ocho días, así como a que me hagan sangrías ( reminiscencias de las bar­
de ellos.
berías del siglo XVIII) cada dos meses . En mi caso, ya no es segmo que
pueda frenarse la dolencia mediante fósforo radiactivo , pero solía tragar N. Y. R. : Seguramente eso no es sino el resultado de la altura a la que
cápsulas de esa alarmante sustancia en una copa de champaña que recibía usted ha llegado, señor Stravinsky.
de unos calibradores con punta de plomo manejados por un técnico pro­ l. S . : ¡ Al diablo con la altura ! Apenas puedo cruzar la calle sin un
visto de un traje de asbesto y con una máscara que le daba el aspecto de cortejo, y dondequiera que vaya me mira la gente como a un miembro
un colmenero . El ciclo de mayor y menor densidad de mi sangre ha im­ idiota de una familia real, o como a un animal de un parque zoolóaico ·
puesto un ritmo a mi temperamento y a toda mi vida creativa. dicho sea de paso, consta que los animales de los parques zoológicos pu� de�
También padezco, como jamás había padecido, y nunca hubiera imagi­ llegar a morirse a causa de las miradas fij as de la gente . «Probablemente
nado que pudiera ocurrirme, de aislamiento musical, al verme ahora obli­ sea ésta la última vez que le vemos», parecen decir los ojos de todos, aun­
gado a vivir en un nivel de intercambio separado y estrictamen te mental que me atrevo a creer que es posible que algunos de esos mirones se me
con gente más j oven que profesan sistemas de creencia completamente adelante un poco en el camino. Un limbo de incertidumbre rodea cualouier
diferentes. Al mismo tiempo, y por primera vez en mi vida, me molesta nombre que, como el mío, ha estado circulando tanto tiempo, y s i las
una sensación de soledad con respecto a mi propia generación . Todos mis personas de mediana edad no están seguras, al oírlo, de si pertenece a al­
contemporáneos han muerto . Sin embargo, lo que echo de menos no es guien que ya se fue de este mundo, los jóvenes han de suponer automática­
ciertamente a tantos viejos amigos o conocidos, ni la mentalidad de mi mente que un hombre con mis conexiones fin de siecle debería natural­
generación, sino el fondo en su conjunto, y las costumbres del hogar, e mente estar muerto.
incluso las relaciones sociales. Esta nostalgia, debo añadir, es muy reciente ; N. Y. R . : ¿ Qué quería usted decir, hace un momento, cuando dijo que
hasta hace una década, no quería siquiera oír mencionar a Rusia y eludía no creía en las palabras ? ¿ Es algo relativo a la exactitud y precisión de
cualquier vestigio de mi pasado. ellas ?
N. Y. R. : ¿A qué se refiere usted, señor Stravinsky, al hablar de su l . S. : Más bien se trata de su cualidad metafórica. No constituyen
aislamiento musical ? En la historia de la música, ningún otro compositor tanto otra forma de notación como una forma impertinente y desedificante .
ejerció, en vida, mayor influencia que usted, fue más universalmente reco­ A veces me siento como aquellos ancianos con quienes se encuentra Gulli­
nocido, ni sus obras fueron interpretadas tantas veces. ¿No ve usted un ver en el Viaje a Laput, los cuales habían renunciado al lenguaje e inten­
triunfo en todo ello ? ¿Y no ha experimentado usted nunca la sensación , taban conversar por medio de objetos. (Véase la obra de Ruesch y Kees,
no de aislamiento, sino de todo lo contrario, concretamente, la sensación Non-Verbal Communication. ) Un compositor se encuentra siempre en esa
de que usted, más que nadie en el mundo, estaba en amplia comunicación situación, careciendo de control verbal sobre su música . Trata de hablar
con los seres humanos ? sobre ello mediante gráficos, cifrados simbólicos y otras invenciones, que
I. S . : Gracias por el cumplido, pero me cuesta mucho trabajo verme a pueden resultar más eficaces ( ciertamente, son más vigorosas) que sus de­
mí mismo en esa forma, bajo esa luz. Y mi catálogo de obras pasadas no claraciones con la sintaxis verbal corriente, pero que no por ello le acercan
me interesa tanto como mi trabajo actual, que dicho catálogo tiende a más a la música. El único comentario verdadero sobre una pieza de música
e s otra pieza de música.
oscurecer, y para el que, en cualquier caso, j amás me ha granj eado cartas
de crédito. Ciertamente, resulta reconfortante ver como algunas partituras N. Y. R. : ¿ Nos permite que le preguntemos en qué está trabajando
nuevas, como Agon y los Movements, tan criticadas, van ocupando silen- ahora, señor Stravinsky ?

24 25
I . S . : No puedo darle más que una etiqueta; como ya le he explicado, resamos en ellas cuando, de pronto, nos damos cuenta de que ha caído
la mú sica dice lo que ella es, y yo no puedo entrar en mi obra con pala­ una nueva zona. Lo mismo sucedió con la autamación. He leído algo so­
bras . En realidad, acabo de terminar el Rex Tremendae de mi Réquiem bre ello, si bien he prestado poca atención al asunto, durante estos últi­
de bolsillo . Lo llamo así porque empleo sólo fragmentos del texto y los mos años; luego, hará cosa de un mes , cierta experiencia de primera mano
estoy mechando con música instrumental ( aunque se trata de una manteca me atenazó como una llave de judo. Esto sucedió, sorprendentemente, en
realmente preciosa), y porque la mayor parte de él fue compuesta en u n pequeño hotel del Medio Oeste. Llamé para encargar mi pétit dé}euner
agendas que llevo en los bolsillos . Pero soy supersticioso, y no me gusta :intes de irme a la cama, y me respondió una voz de Madre superiora
hablar de la obra que estoy realizando, y mucho menos de un monumento, grabada en cinta magnetofónica : «Éste es el robot de su desayuno . Cuando
ordenado, como el de Mozart, por un « misterioso extraño». Me sentiré h aya oído usted la señal, haga el favor de decir su nombre, número de
muy aliviado cuando lo haya concluido y pueda pasar a otra cosa. h abitación, lo que desea desayunar, la hora en que quiere que se le sirva . . .
A veces, mientras es toy componiendo, me infunde alientos el saber que hiiip » . Siguió un silencio, lo suficientemente largo ( sellado por un «biiip»
mi bisabuelo vivió hasta la edad de 1 1 1 años. Y me he preguntado qué final ) como para abarcar una recitación, estadísticamente calculada en su
aspecto tendría a los 84. No componía música, ya lo sé, pero estaba haciendo promedio, de los hechos que se esperaba declarase un cliente bien organi­
algo parecido ;' según afirma la tradición de la familia, estaba haciendo �l zado . Pero yo no pude recordar el orden de las preguntas, ignoraba el
amor. En realidad, el anciano señor, alabadas sean sus hormonas, falleció número de mi habitación , me olvidé de decir cómo quería los huevos , dejé
como consecuencia de una caída que sufrió al tratar de escalar la valla ele especificar la hora del servicio. Además, aquel «biiip» final me crispó
de un jardín cuando se dirigía a una cita. ¡ Qué camino ! , como dicen los t :rnto los nervios que, cuando estuve « organizado», grabé en seguida un
norteamericanos . Mejor aún : ¡ qué época de la vida para recorrer ese camino ! encargo de doscientas tostadas quemadas para el piso trescientos a las
r. s. cuatro de la mañana, lo cual constituye un « feedback» con venganza,
Marzo, 1966. C . : Pero, ¿ no cree usted que unas técnicas de automación perfeccio­
nadas, dirigidas por instrumentos de análisis estadístico aún más refin ados,
pueden efectuar una canalización más eficiente de los recursos ?
I. S . : Puedo decir que recientes errores en las cuentas de mi banco
LA MÚSICA Y LA ÉPOCA DE LAS ESTADíSTICAS han sido causa de que no tuviera confianza alguna en por lo menos este
n i vel individual. Deberíamos esperar, naturalmente , una distribución más
equitativa de ciertos tipos de riqueza en la civilización totalmente sintética
COMENTARIO : ¿ Cómo ve usted, en general, la vida de las estadísticas , del futuro totalmente automatizado ; y una consiguiente elevación de las
señor Stravinsky ? condiciones de vida de los llamados pueblos subdesarrollados ; y mejoras
l ' ll los hábitos de vida animal de cada uno, según promete la nueva ciencia
I . S . : Con recelo. Pero no he llegado a algo tan sólido como un punto
< l e la ergonómica (véase el informe que acaba de publicarse en Cornell
de vista, siendo consciente , a lo sumo, y no por ello estoy exento de pre­
sobre la mala adaptación mutua que existe entre la anatomía humana v· la
juicios, de ciertos efectos de las cuantificac iones de la sociedad que ya se
han producido . La cuantificac ión de todo el mundo mental que se está m ayoría de los objetos utilizados en un cuarto de baño); y las nuevas téc-
1 1 icas de conservación (no simplemente bancos de sangre por doquier, sino
efectuando y que supone un nuevo tipo de mente, o de modo de pensar,
es un proceso que yo soy incapaz de imaginar. No obstante , el que no 1 : 1 mbién bancos de esperma superior congelada, aunque a mí esto me
pueda imaginarlo no ha impedido que la cuestión invadiese mi mente mu­ c�msa una sensación tan deprimente como la industria ballenera, a pesar
chas veces últimament e. < le la diversión unilateral que tal proceso bancario pueda deparar a los
p roveedores eugenésicamente seleccionados). Tampoco es difícil imaginar
C. : ¿ Por qué «últimamente» ?
:1 lgunos de los nuevos géneros de eficiencia mentalizadora, ya que las ten­
I . S . : Resulta difícil d e decir. Continuamente s e producen nuevas inva­ d e ncias de la literatura de nuestro propio tiempo son suficientemente elo-
siones del pensamiento estadístic o, pero sólo las advertimo s, sólo nos inte·
27
26
cuentes en «bestsellers» corrientes tales como La cibernética de las posicio­ estructura de esa nueva mente. Pero estoy mirando la bola de cristal otra
nes sexuales en relación con el estado socio-económico. vez, y no consigo ver nada. A diferencia de aquellas sombras del Canto X
Pero me estoy preguntando qué será esa nueva mentalidad. ¿Se con­ que ven el pasado y el futuro, p ero no el p_resente, yo única�ente veo el
formará, a su vez, a sus propios hallazgos estadísticos ? Después de todo, presente . Además, lo que yo deseíl� a sugenr era que una muada retros­
mayor número de personas que Francesca y Paolo han sido seducidas por pectiva podría resultar más instructiva . Al parecer, la filosofía estadística
los libros. Sabemos también de demostraciones de ámbito nacional que en la música fue descubierta hará uoos sesenta años por Ives.
tienden a que los análisis de las distribuciones de listas de votos en los C. : ¿Ha oído también la Cuarta Sinfonía de Ives, señor Stravinsky ?
Estados del Este puedan influir en los votantes de las zonas horarias I . S . : Sí, con interés considerílble, aunque desigual. Ives n o era un
del Oeste. Incluso partiendo de este ejemplo, apoyado, como en mi caso, autor de sinfonías; lo s Tres l u gares de N u � va In �laterra tiene,? _ más enti­
por un gran escepticismo de la mayoría de los juicios individuales y, por dad que cualquiera de las sinfonías , y, ad�mas, c?ntienen una musica mucho
consiguiente, una fe ilimitada en los poderes de la persuasión estadística, mejor que la Tercera, y una mú sica mas consistentemente buena que la
de la sugestibilidad de lo que uno imagina y desea, de la atracción de las Cuarta. Pero el segundo movimi eo to de la Cuarta constituye un logro
masas, es posible considerar el futuro . En realidad, uno puede prever cómo asombroso. El abarcamiento que se encuentr� en la raíz del genio ::le I ves

p
la filosofía estadística se irá tornando cada vez más circular, puliendo y (« todas las cosas en su varieda d» como decta Emerson ) alcanza el punto
redondeando las cifras, y empujando las tendencias hacia sus conclu siones, de saturación en estas páginas al íl recer l ibres para todos; digo «al pare­
habiendo sido «el hacer recto lo torcido» una de las proposiciones más cer», porque en tanto que tal 0 coal ton? hace d� pronto explosión sin
despiadadamente compulsivas de la historia de nuestras geometrías éticas. ninguna otra razón aparente que la de la ¡oze _ de zvre, no_ puede de
, v_ � enre­
Así, cuando los estadísticos informen a la gente de que podrían estar desa­ darse de la madej a de la composi cíOn. Pero _no q mero decir nad� mas. Es
rrollando un cáncer a determinada edad (a menos que ya se hayan muerto demasiado poco lo que sé de est e compositor, que estaba hactendo sus
como consecuencia de los efectos del estroncio 90 a una edad más tem­ exploraciones durante la década de :1 9 6 1 - 7 0 , durante el apogeo de Debussy .
prana), ¿no hará la pobrecita gente todo lo posible para hacer quedar bien Politonalidad ; atonalidad ; conglo111 era� os de _ toi:os; hileras de tonos ; o i;­
a sus estadísticos? questas múltiples; efectos de perspe cti�a; mic:01�tervalos; azar; composi­
Uno se pregunta también qué será de la facultad de observación cuando .
ción estadística; permutación; div;tensiones ritmicas _que ma?�ienen un
la predicción exacta sea una norma de vida. ¿No ocuparán los mecanismos puesto avanzado en la vanguardi a mcluso en la actuahd �d; . adictones, hu­
de observación un lugar cada vez más reducido en esa nueva mente, a mor y música de improvisación: é s tos fueron los descubnm1entos de Ives,
base de la analogía suministrada por la física, según la cual la predicción patentados por el silencio del mundo musical de hace medio siglo; en rea­
por medio de la teoría matemática puede preceder a la observación, como lidad, él se puso tranquilamente a de�orar el pastel contempor_áneo antes
en el descubrimiento efectuado por Yukawa de una de las partículas del de que nadie hubiera tenido siqui er.ª tiemp_o de s �ntarse a la �isma mes � .
tipo de los mesones? (Claro que esto, por mi parte, sólo es hablar por Pero para mí, personalmente esa s innovaciones tienen menos importancia
hablar, porque no sé nada de tales materias, y en realidad estoy pensando que el descubrimiento que y� he he cho en él de una nueva conciencia de
secuencialmente, que es como los secuaces de McLuhan describen ciertas América .
operaciones mentales que hasta hace poco eran respetables. ) C. : ¿ Cuál fue ese descubrimien to, señor S travinsky ? Y puesto que ha
C. : ¿Cuáles serán los efectos de l a cuantificación en la música, señor vivido usted casi tanto tiempo a qtlÍ ,como . en Rusia, y más tiempo aqi: í
Stravinsky ? que en la Europa Occident al, ¿ quern a decirnos algo acerca de sus senti­
l. S . : Ocurrirá lo mismo : por un lado, mayor eficiencia en esfuerzos mientos hacia nosotros ? ¿ Posee us t ed algún sentidº . de identi?cación con
,
útiles, pero periféricos, tales como el cálculo de todos los elementos del América ? ¿ Qué es lo qu e más l e agrada de America, y que es lo que
sonido, el descubrimiento de una notación precisa y económica, la formu­ más le disgusta ?
lación de una teoría musical estadística provista de una terminología tan­ I. S . : Identificación , sí, pero oo estoy seg'.17º ei: _ dónde y có � o se
gible; y, por otro lado, el control de lo principal del asunto por medio de efectúa . No me siento identifica do con la version militar del Man ifiesto
un conformismo estadístico, cuyas mediciones quedarán marcadas en la Destino, y, por consiguiente, no abrigo l a menor simp atía hacia la:; v ícti-

28 29
mas de los ahuyentadores de la paz (es decir, los inversores del mercado fecha posterior a la de mi propio nacimiento , me afecta como una ofensa
de acciones), pero como no deseo provocar una visita de la CIA, tendré personal No es que abrigase una gran simpatía por ese teatro; pero, ahora
; ,
en cuenta el consejo del Diablo de mi ópera cuando dice : «No hablemos que esta vacto, me parece como si hubiese muerto una parte de Nueva
de eso» . Tampoco me identifico con la música norteamericana, aunque me York misma, y que hubiese desaparecido un colega más joven.
he sentido muy cerca de algunos compositores americanos individuales, y, C. : Y para el nuevo Metropolita n, ¿ qué es lo que prevé usted señor
'
en un tiempo, de la vida musical en América. La música norteamericana Stravinsky ?
que me atrae es aquella que no pone demasiado empeño en promocionarse I. S . : Dificultades . Ha perdido la mayor parte de su aura, gran parte
a sí misma como un producto de fabricación nacional. Sin embargo , Ives de su coartada, y, prácticamen te, toda su identidad. Pero, ¿ qué razones
fue desechado como norteamericano precisamente por los coloniales del hay para centralizar las facilidades artísticas de una ciudad, convirtiénd olas
«neoclasicismo » y del «sistema de 12 tonos », y parece que ha sobrevivido en un centro comercial, en una palabra, para crear un supermerca do de
únicamente por haber penetrado arrastrándose sobre aquel interesante ma­ las artes ? ¿ Nadie teme que, al ser amontonad os todos juntos, los carac­
deramen de Nueva Inglaterra. teres de las instituciones individuales tenderán a confundirse en una mis­
Pero me encuentro en un aprieto al tener que describir aquel descu­ ma cosa ? ¿Y desde cuándo la diversidad de ambiente ha sido una idea
brimiento personal, y sólo puede apuntar en una dirección vaga. Una parte desacreditada?
de la música de I ves me ha dicho más acerca de lo que yo pienso que es
un sentimiento de aislamiento claramente norteamericano que lo que C . : ¿ Le produce a usted la misma impresión el Kennedy Arts Center ?
hayan podido decirme Whitman o Walden, Miss Dickinson o Tuckerman I . S . : No me produce impresión alguna, pero preveo enormes edificios
(que sentía «la oscura tensión del viento»), o los novelistas de fuera, que (cuanto más marginal sea el contenido del arte, más grandes y estólidos
yo solía leer en Francia. Las cualidades de ello, como las cualidades domi­ serán los continentes ), amontonados unos encima de otros como los bloques
nantes de Ives, me son ajenas, pero, con todo, constituyen un eslabón de en las pruebas psicológicas de Stanford-Bin et. Los dos más grandes deberán
identificación, según lo he comprobado en Europa, donde las diferencias ser, inevitablemente, el «Laboratorio de Investigaciones para el Reaju ste
de cultura hacen que se pongan de manifiesto unos sentimientos d e los de la Acústica en las Nuevas Salas de Concierto» y el «Salón de la Fama
que uno antes no había sido consciente. En Europa, hoy en día suelo tener para Héroes de Relaciones Públicas », empresarios, protectoras, directores
la impresión de que pertenezco a América, e incluso admito que allá me de orquesta y otros maitres d' hótel de las artes que se han ganado o com­
vea acometido por breves ataques de nostalgia topográfica, aunque más ptado un puesto momentáneo en los anales de la publicidad y que se les
por el reflejo de las nubes en los altos edificios de cristal de la Park Avenue paga con monumentos en la adecuada «escultura blanda» ( condenada a
que por aquellas ciudades del paralelogramo del Midwest, hechas para pasar disolverse si llegase a fallar el acondicionamiento de aire) . En suma, los
directamente a través de ellas . Pero, volviendo a I ves, creo que ha llegado centros de arte hacen resaltar la ejecución y la exhibición a expensas de
el momento de dej arse de críticas y continuar más bien haciendo tesaltar la c� mposición y la creación. Y ésta es la última nota agria que tengo la in­
su aislamiento, considerando la participación que ha tenido en las ideas tención de dar ( aunque no puedo garantizar que no haya de reincidir) . Para
del siglo. un grupo minoritario de uno solo, soy demasiado vocal.
En cuanto a la compilación de mis gustos y disgustos, constituiría mera­ C. : Volviendo a la cuestión de los nuevos medios, señor Stravinsky,
mente un conjunto de prejuicios descarnados . Podría decir, por ejemplo, ¿ no ofrecerán también nuevos recursos ?
que un saludo que recibí el año pasado del Mayor de Muncie ( Indiana )
I . S . : E s lo que uno debía esperar. Pero no estoy convencido d e que sean
me conmovió más que el de un eminente ministro europeo de Cultura , recursos mayores lo que hace falta. Me parece que las posibilidades son ya
porque, siendo en ambos igual el grado de inocencia musical, parecía más suficientemen te abundantes, o demasiado abundantes . Un buen artista no
disculpable en el primero . Luego, para rematar el argumento de otro modo, se verá impedido por falta de recursos, que, en cualquier caso, están en el
podría protestar de la manía norteamericana de demolición, de esa necesi dad hombre mismo, y que el tiempo hace nuevos cada día. La llamada crisis
neurótica, ahora en su fase culminante ( así lo espero ), de repu d i ar el de medios es interior.
pasado . Algunas de esas destrucciones, incluida la inminente desapari ción
del Metropolitan Opera House, cuya primera piedra fue colocada en C. : Lévi-Strauss observó repetidamente que «si los músicos electróni-

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cos tratasen de entender lo que es la música en lugar de intentar produ­ porque soy incap � z de comprender qué resultaría de ello. Es evidente que
.
cirla, haríamos un enorme progreso en el camino de resolver el problema el mundo feno 1!1emco �uede �efractarse en la música o representarse en
ella . Lo que quiero decu es, simplemente, que no entiendo de esa q uímica
reflei ante, transf.ormante � Lévy-Strauss ) . También debe resultar evidente
que la música plantea a la ciencia del hombre». .
!· S . : Los músicos electrónicos, al menos los que yo conozco, no dejan que los �ompositores estan form,a�os, en parte, por acciones recíprocas
de interesarse por la naturaleza de la música, pero no es probable que .
de e_leccion con el mundo fenomemco, y no menos evidente que la ente­
pensasen en volverse hacia la filosofía y la ciencia de aquello que están lequia de estas :lecciones individuales ha hecho de ellos compositores dife­
h.aciendo, en lugar precisamente de hacer lo que hacen, porque las defini­ rentes . ? ero la idea c¡.ue yo me hago del mundo fenoménico, como ciuda­
ctones del arte no sólo no son de ninguna utilidad para los artistas, sino dano, si no como artista, probab!em�nte no difi�r� mucho de la que pue­
que más bien les sirven, posiblemente, de estorbo . En mi propio caso, creo .
dan foriarse otros analfabetos cientlficos ; o quiza debería decir que, en
que una vez que la computadora hubiese cuantificado mis características . .
mus�cales, yo intentaría evitarlas, y aunque pienso que puedo sobrevivir
ta;i to que las diferencias son grandes, las semej anzas se engloban en un
numero _ de hechos , palpables suficiente para permitir el establecimiento de
al nesgo, no me hace mucha gracia. Las investigaciones de Lévy-Strauss una soctedad estad1stica, lo cual nos conduce de nuevo al punto de partida.
tendrían que apoyarse plenamente. Él es el primero de los filósofos impor­
C. : ¿ Cuál ha sido, señor Stravinsky, su experiencia del foso que separa
tantes que ha comprendido que la verdadera posición de la música se halla
las generaciones entre sí ?
en el centro de la cultura humana.1
l. S . : Los efebos de larga.s melenas me atraen, pero soy demasiado
C. : ¿ Está usted de acuerdo con la opinión de Messiaen, de que la ,
s �nsato para creer que yo tambien pueda figurar entre sus elegidos. ¿Y qué
tlen� de nuevo la G:uerra de las Edades ? ¿Acaso en todos los períodos no
Naturaleza ( él lo escribe con mayúscula ), sus sonidos, colores, formas, rit­
ha s1?0 una tendencia de l c:i s viejos el mira� todas las cosas desde un punto
mos, constituye el recurso supremo del compositor ?
l . S. : Solamente si usted permite a la palabra el fin perseguido con de vista absoluto y excesivamente moralista, y no han querido adaptar
la n minúscula : la mayúscula significa un mero paisaje, personal, quizá, estre�hame�te los resultad? s d � sus observaciones a su propia cortedad
pero no nuevo en su género. En realidad, los o isea u x exotiques de Mes­ de vista? c No se han sentido siempre (nos hemos sentido ) intrigados por
siaen se diferencian solamente en cuanto al género, no en cuanto a la el entusias 1!1o ?e los jóvenes por cosas que ya nosotros hemos superado, y
intención musical, del familiar cuclillo de Beethoven . Esto no es necrar
la legitimidad de las imitaciones de Messiaen, o la fertilidad, para él, de los
no menos mt�igad? s por su falta de interés hacia cosas por las que conti­
nuamos entusiasmandonos, pero que ya la época se ha encargado de supe­
recursos « naturales». Lo que yo afirmo es que, no importa cuán fieles rar ? Me pregunto s_i alguna y:rsona de edad ha pregonado con mayor
puedan ser esas imitaciones, se expresan necesariamente (y no pueden ho�r adez que Tols;o1 los sentimientos de los ancianos. He aquí una obser­
dej ar de estar contenidas en ello), en la armonía, en el ritmo, en el color , hec�a P r el y q e cita Anatol Koni en sus memorias (V ospomina­
v �c1on
instrumental y en el volumen (lo cual hago resaltar especialmente en el ? �
nzya O P_zs atzlzakh, _Lemngrado, 1 965), y que viene a darme la razón :
caso de Messiaen ) del lenguaje musical contemporáneo . .
«A los v1e1os les dis �usta el hecho d � que los jóvenes hablen tanto y
C . : ¿ Piensa usted en el arte y en la naturaleza como en dos realidades parezcan saber tanto sm tener la experiencia de ellos».
distintas ? ¿ Cree usted en las transmutaciones de la una en la otra ? C . : En _g�r;ieral, y también e? el propio caso de usted, señor Stravinsky,
l. S . : Hay cierto número de realidades, dualismos, pluralismos ; los . , ,
e e � mas dificil componer mus1ca ahora que en cualquier otra época an­
conceptos de esta índole pueden establecerse simplemente instalando la terior ?
palabra-mueble convincente en el piso-idea vacío disponible. Para mí,
l . S . :, Ciertamente, es más difícil ahora, y siempre lo ha sido. Por lo
la música es realidad, como ya he dicho anteriormente, y al igual que
qu: .ª m1 resl? ecta, puedo decir que las ideas fluyen en mí con la misma
f �c�hd � d d : , siempre, e in�lus ? �ue m � nueva obra promete ser lo de más
Baudelaire, pero a diferencia de Messiaen, «J' aime miex une bozte a mu­
sique qu'un rossign ol». En cuanto a la transmutación, no admito h idea,
facil d1gest10n de toda m1 mus1ca reciente; pero no ha sido más t\cil de
rnmpon � r, y, en realidad, las dificultades de manej ar dos series resultaron
1 Encontré por vez primera a Lévi-Strauss durante la guerra, dicho sea de paso, en ocasiones sumamente inconvenientes. Al propio tiempo, dado que la
cuando él era conseiller cultural en Nueva York, agregado a la Embajada francesa .

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forma es la de un retablo de pequeños paneles, más bien que un fresco I. S . : N o es por enfermedad, gracias, aunque, actualmente, si estor­
de grandes dimensiones, no he tenido que andar por ahí llevando conmigo nudo, pueden contar ustedes con que los periódicos informarán sobre ello.
un voluminoso proyecto, sino que pude trabajar a pequeñas dosis y abrir En realidad, acabo de regresar de una gira de conciertos, de otra via dolo­
la espita de mi «inspiración» (la cual es portátil, sea lo que fuere) sola­ rosa oscurecida por algunos atisbos de la Explosión Cultural ( las artes
mente cuando el recipiente parecía lleno. Puedo justipreciar la música, violentas ), hasta el punto de que puede decirse que ese fenómeno ha
mientras la compongo, sólo a un nivel técnico, pero no estoy en condiciones llegado a Miami, Beverly Hills, Seattle y Honolulú.
de evaluar mi propia mente cuando se encuentra funcionando. N. Y. R . : ¿ A qué se parecían las detonaciones locales ?
C. : ¿ Han escrito otros compositores música que valga la pena, a la I . S . : Pfft. Miami, al menos, cabía esperar que tuviese una orquesta
edad que usted tiene, señor Stravinsky ? de primera categoría. Pero nada en la ciudad parece propicio a las artes,
I . S . : Schütz era más viejo que yo, supongo, cuando escribió el Ré­ aparte del hotel en que me alojé, que poseía una Venus de Milo con los
quiem, y Richard Strauss era un año mayor cuando compuso las últimas brazos restaurados. Ciertamente está contra el arte la vida de adoración
canciones . Pero lo que acaba usted de decir implica que mi nueva música solar ( toda la población parece como si la estuvieran friendo en mante­
vale la pena, y le agradezco la confianza, aunque no me es posible formular quilla), y así, también parecen estar en contra del arte los mismos músicos,
ningún juicio acerca de ella ( lo que no quiere decir que esté dispuesto a nombre que, en algunos casos, parecía designar a un individuo que sólo
confiar tales juicios a un profesor Auld Lang Syne ) . Usted sabe que los sabe que un violín se sostiene más o menos por debajo de la barbilla.
hombres de mi edad son susceptibles y se envanecen de su tesoro de años, Tampoco las muestras que ofrecía Beverly Hills en cuanto a las condi­
y probablemente tienen más sed de elogios de lo que ellos mismos se atre­ ciones culturales obligaban a la imaginación a volar hasta Florencia o
ven a confesar. También gustan de verse a sí mismos como el fin de la Atenas en busca de comparaciones adecuadas, aunque me hicieron cambiar
cultura, y se las dan dramáticamente de últimos defensores del arte, en un una de mis tonadas . Hasta aquí he estado propugnando la política de cons­
tono, además, s_ue sugiere la idea de que cuando se hayan ido de este mundo truir más y mayores salas para ejecuciones malas y peores. Ahora digo, por
va a comenzar un invierno de duración pleistocénica. Tal vez yo mismo lo menos, salas. La sala de baile rosada de Beverly Hilton era un ambiente
haya alimentado semejante concepción teatral, desempeñando una especie absurdo para The Rite of Spring, y el apagar las luces mientras yo dirigía
de papel de rey Lear, como «el último compositor que lo hace todo él ( ello no impidió que la música que tocábamos durante el apagón fuese los
solo, sin orquestador, incluso sin una computadora» . Pero deben recapa­ Fireworks) hizo incluso menos posible una ejecución concentrada. La
citar bien todos aquellos que me vean de esa manera. Es posible que aún gerencia debió de pensar que al fin había comenzado el largo tiempo retra­
haya una o dos canciones antes de aquella que llamarán mi «canto del sado ataque aéreo.
cisne» . En Seattle, mi Histoire du soldat fue embellecida con decorados de
I. s. Saul Steinberg, pero resultaban indescifrables sin telescopios más allá de
Junio, 1 966. la primera fila. Incluso en el escenario, yo tenía que bizquear para poder
distinguir la primera escena semejante a una pagoda ( ¿ Vietnam? ), mientras
que el Soldado ( que debía de tener flaca la vista, porque se veía que era sor­
prendentemente propenso al lagrimeo, pese a que cabía esperar de su pro­
STRAVINSKY A LOS OCHENTA Y CINCO AÑOS
fesión cierto grado de fortaleza ) parecía contrariado por el «Palacio Real»
a una distancia de sólo unos pies. { ¿ Un cobertizo ? , ¿un cohete espacial ? )
Hice pasar de los sonidos a las cosas el arte
armonioso . . . N . Y . R. : ¿ Y Honolulú ?
Ensayo sobre el hambre. I. S . : Disfruté más que en el último viaje que hice allí, en 1 959, poco
antes de que las islas se convirtiesen en un Estado. Hubo entonc<!s mo­
NEw YORK REVIEW OF BooKs : Hemos leído que ha cancelado usted lestas formalidades en el aeropuerto, incluida una inspección sanitaria
su gira por Europa, señor Stranvinsky. Esperamos que no sea por causa de para la cual yo procuré aparecer muy tieso y evitando sonarme la nariz,
enfermedad. pero las normas debían de ser sumamente suaves, ya que el inspector pasó

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tan rápidamente por delante de los pasajeros que era imposible que se la ópera. La motivación para el casamiento del Libertino con este « aborto
diese cuenta de nada aun cuando alguno hubiera estado realmente muerto de la n a tu raleza » , a saber, la liberta d de los « dos tiranos gemelos que son
o poco menos. Es más fácil entrar en el nuevo Estado, a pesar de las ame­ el ape tito y la conciencia», podrá parecer un tanto provisional, y pued e
nazas de estrangulación y asfixia por parte de los leis de los comités que que resulte algo inverosímil la ausencia en este punto d e cualqu ier pen­
dan la bienvenida. Y, cuando uno ha entrado, los únicos p elig ro s de que samiento relativo a su media naranj a . « ¿ La deseas [ a Baba] ? », pregunta
yo por lo menos fui consciente, eran los de la profundidad. Estuve con­ Shadow. « Como a la e pilep s ia » , resp onde el Libertino. « Entonces, cásate
templando como un pescador «nativo » arrastraba una red de crustáceos con ella» , a ñad e Shadow , cuy a s palabra s provocaron un grito de una mujer
en el mismo sitio en que yo había mojado los dedos de m i s pies una hora durante una de las audiciones, efecto que p o drí a ser i ncluido en la parti­
antes, pero en el Honolulú de Hilton, incluso los cangrejos podían estar tura. Después de haber sido vendida como un ob jeto en una subasta, Baba
preparados; además, la escena era sumamente pintoresca, y es probable que reapareció, como una dea ex machina, en TV de circuito cerrado. Su reve­
la captura fuese sólo fingida. lación en el Acto II fu e escenificada, adem ás , en medio de la lluvia , lo
También existe el problema de las piñas. Es prácticamente imposible cual j ustifica la brevedad de l a escena y permite la exhibición de alguno s
obtener cualquier forma de alimento que no esté mezclado con ananás ( el l indos paragua s .
francés suena como un pecado bíblico ) . Transcurrieron nueve días antes
N. Y. R. : Su basso profundo, seño r Stravinsky, ha estado más bien
de que yo encontrase un camarero poco patriótico que me permitiera
arriesgarme a decirle : «Tome usted estos diez dólares y haga el favor de ausente de la sección ani m adora d el auge cul tural .
procurar, esta vez, pasarme de contrabando los " spaghetti " sin piña». I . S . : Ello se debe a que la prosperidad cultural, al igual que la pros­
Dicho sea de paso, el día en que visité Pearl Harbor, los turistas eran peridad económica, me parece que ha entrado en una fase de infl a cioni s­
en su mayoría j aponeses, lo cual hizo que yo m e preguntase cuáles serán mo, ingenuamente cuantitativa , mal dirigida en la excesiva impor tancia
los monumentos que nuestros descendientes visitarán en Hanoi dentro de qu e se le atribu ye . La ilustración ineludible es la re apertur a , en barrios
otros veinticinco años. « Ah, sí, Perarber, Perarbcr», andaban diciendo, más dinámicos, del viejísimo M e tropolitan . Aquí, cabría supone r , había
pensativos, según me pareció, aunque dudo de que po da mos esperar ver aún o t ra oportunid a d de superar el de s arrollo de l as artes en América . En
una p elícula que lleve por título Pearl Harbar, Mon Amour. esta ocasión, también , podría d e dic a r s e mayor atención a un artista real,
vivo , local , en vez de entonar los cantos de alabanza usuales a los patronos
N. Y. R. : ¿ Qué opina u st ed de la ejecución de Rake's Progress, en
de la deducción de impuestos y a las ci fr a s del presupuesto para la p ro ­
Boston, en el mes pasado ?
ducción naci onal global. Al señor Barber se le confió la partitura bautis­
l . S. : No lo vi ; pero supongo que la ópera pudo sostener el aparato m al, después de todo, y fue él quien creó la comunidad musical, que in­
«mod», y he oído, incluso, decir que la escenificación y la música procu­ cluye l a comun idad operística , no importa cuán bajas sean las normas
raron dedicarse cumplidos recíprocos. También advertí un camb io en la actuales de la ópera . Lo que el s eñ or Bing y las voces �nónimas de la opi ­
Prensa : ya no apoyaban el estúpido prejuicio de que lo convencional tiene nión media sabían, y no decían, era que el se ñ or Barber h abía sido escogido
que ser lo carente de sentimiento, y lo exp eri m e nt al lo expresivo . Es evi­ para un papel s acri f ci al por el mismo pueblo (o sea, por ellos mismos )
i

dente, por supuesto, que las chaquetas de cuero y las motocicletas, las luces que le había mimado y r egala do en los días en que su marca de mu s1ca
psicodélicas, las camisas Stravinsky y el baile de discoteca, fotos de Allen aún no se había co nv ertid o en mala noticia. Por andar la Gran Sociedad
Ginsberg y Tim Leary en lo del Libertino no guarda n i nguna relación escasa de grandes compositores, él solo s atis facía las necesidades indispen­
con la ópera, aunque la mutabilidad es uno de sus temas. Pero yo habría sables de ser al mismo tiempo de la casa, bien conocido, eficiente y d ign o
tenido que objetar a todo ello sólo en el caso de que hubiera destruido la de confianza, y a l a v ez i n s i gn ificante en la tendencia mu s ical ; en suma .
intimidad de la mús ic a. ( Supon go que, para ellos, el argumento era el de po día contarse con que él no ale j arí a la pub lici d a d de la casa, del personal
que, ya que se permitían parodias musicales y sa� tos en el tiempo, ¿por qu� y del ac ont eci mie nt o social, o de otro modo no habría oportunidad para
n o p e r mi t irs e t al es i m agin acio ne s en lo accesorio ? ) Decíase que la escem­ ello .
ficación ofrecía una nueva solución al problema de Baba la Turca, y por Lo que me resulta m:is difícil de ex plicar es el hecho de que se haya
ello lamento no haberlo visto : Baba abre el mayor foso de credibilidad de con vertido al señor Bing en un héroe de la cu ltu ra, no el modo como tal

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ocurrió una vez con el «Music Hall » y el «Rockettes». Por lo menos a mí
me pareció que de las 2 .000 personas que asistieron al concierto de �úsica
he�ho se haya producido, naturalmente, porque no tiene prácticamente
q� ien le haga la compe te?cia, sino . el porqué de ello . ¿ Por qué hacer un
. , de cámara del Festival, no más de un diez por ciento podían haber ido con
mito d e �n director ar tlstico que mega la posibilidad de una nueva ópera,
. . un conocimiento previo del asunto expresamente para oír lo que oyeron.
como mdican sus gestiones para el nuevo local ; que mantiene el sistt>ma
de estrellas, ahora en general desacreditado y que en realidad contradice
�sto se echó ?e ver desde que comenzaron las risitas en la mayoría cau­
tiva, la cual, sm embargo, cuando la cosa se hizo algo más movida, procuró
la idea, que al fin va abriéndose paso por doquier, de que la ópera es
contenerse y portarse bien ; jamás había visto tantos párpados a media
drama; y que mantiene el más pequeño repertorio de óperas de cuafouier
asta. En cuanto al programa, fue un error el relegar la composición elec­
compañía de su clase en el mundo ? El señor Bing, poco inteligentt>m ente
trónica de Milton Babbitt al pasillo durante el descanso. En unos tiempos
justifica su repertorio calificándolo de taquillero, aunque sabe perfecta:
en que la contaminación del silencio está llegando a su punto de saturación
unos tiempos en que triunfan los transistores de bolsillo, los clásico �
mente que el gusto del público debe crearse, y que, de cualquier forma, un
buen vendedor ha de ser capaz de vender tanto la buena mercancía como
manipulados y la música a todas horas según los diversos estados de ánimo
la mala. Al manifestarse un nuevo interés por Wagner, ¿ no habría sido
(música para las comidas, música para la meditación, música para todo,
más adecuado un nuevo Tristán para las celebraciones en el nuevo local
que el resuc_i tar una �omedia apolillacla como La Gioconda ? ¿O una nove­
excepto para escucharla incondicionalmente), es muy alta la resistencia a
los subconciertos dados en los descansos, al menos así lo indica mi propia
dad progresiva, por e¡emplo, un doble programa a base de Curlew River y
curva de indiferencia.
Suor Angelica ? Pero , a pesar de Gioconda, y Cleo tJatra, y Adriana Lecou­
vreur, y de Cav y Pa�, el señor Bing es uno de los principales swin aers N. Y. R. : Y de los programas, ¿ qué opina usted, señor Stravinsky?
(en el sentido anticuado e inocente) de Nueva York. No cabe duda de que I . S . : Algunos bien, otros no tanto, pero mis labios están seJlados.
b
lo será en un sentido musical, lo cual constituye cierto género de lo�ro Además, yo no soy juez de programas ; yo voy a los conciertos sólo a oír
cultural. una �bra. Mi �úsica primera fue bien acogida, pero no El pájaro de fuego.
.
N. Y. R . : Usted mismo, señor Stravinsky, también fue agasaiado, no Y mi neoclasicismo estuvo bien representado. Apollo estuvo ausente del
hace mucho, por el Establecimiento Musical. ¿ Podemos pregu ntarle cuáles programa, pero Oedipus y Perséphone estuvieron allí, así como Pulr:inella,
fueron, a posteriori, sus relaciones con el New York Philharmonic Stravins­ una de mis primeras incursiones al pasado. En cuanto a mi música poste­
ky Festival ? rior, que también es neoclásica, el único ejemplo digno de mención fue
The Flo od (La inundación) . Las molestias que dio a la orquesta, en parte
I. S . : Nada del otro mundo . Tampoco me sentí perjudicado, aunque lo .
explica la razón de ello. El episodio del título mismo les resultó tan intem­
pareciese. Tal vez no lo fui, debido a que todos los conciertos menos el
mío, fuer? n exhibiciones de grupo . No faltaron, naturalment � , asesinos
pestivo ( ¿ qué esperaban que fuese ? , ¿ canciones de marineros ? }, que estuve
ten � ado de interrumpir la interpretación a los pocos compases , una inun­
en potencia, pero todos ellos, salvo el que fue enviado por aquella socie­
dación relámpago, en realidad . Los sociólogos de la música deberían obser­
dad de periódicos fracasados, la «Trib Sun Telegram Post New Mirror» ,
var que, por las razones de horas de ensayo y de moral que fuese, era la
pareció que habían perdido arrestos; y a aquél l e salió e l tiro por la culata ; orquesta, y no el público, la que requería dietas más prolongadas de música
ahora se está haciendo una colecta para erigir en su memoria un pequeño
familiar.
lavabo público en algún barrio pobre de su ciudad n atal .
N. Y. R . : ¿Y las otras representaciones ?
N. Y. R . : ¿ Cree usted que a las audiciones acudió la gente atraída más
I. S . : Bien ; la afectación es, al parecer, de rigueur para los directores
por lo que se ejecutaba que por quien lo ejecutaba?
de la Filarmónica. Lo mismo hay que decir de Kondrashin. ( ¿ En qué lugar
I . S.: Por quien lo ejecutaba, pero los especialistas en estas cuestiones
de la U.R.S.S. lo aprendió ? ¿Es que, allá, los directores de orquesta estu­
podrán darle a usted las respuestas adecuadas a este hecho . y también a la dian cine, como los agentes secretos ? ) Pero el señor Bernstein es insupera­
cuestión de las medidas del gusto (según la idea de Bentham}. Lgs audi­ ble en eso, y un intérprete tan brillante 1 que podía sacar del Himno
ciones en el Lincoln Center son, probablemente, excepcionales por el hecho
1
de que cierto porcentaje del público es posible que acu diese, tanto Resultó mucho menos efectivo en la TV, hace unos días, al dar su respaldo al
para mirar el edificio como para contemplar al señor Bernstein, como «rock " n " roll» ( de lo que no parecía tener la más remota necesidad), y al expresar

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Nacional una docena de llamadas a saludar al público . (No lo pudo obte­ preocupándose de los premios de Fundación, dis tinciones académicas, pre­
ner, sin embargo, de mi versión, que requería una ejecución más ajustada . ) sidencias de colegios, becas al extranjero; no asistiendo a congresos de
E l carácter articulado que presenta m i música engañó a l a mayoría cultura; no concediendo entrevistas; no charlando en la radio acerca de la
de los directores, incluso en un punto tan simple como el de que las l íneas apreciación de la música ; no revisando nuevas partituras ( salvo las suyas,
métricas son un elemento constituyente del ritmo, no mudos y grises mar­ con pseudónimo ) ; y no empuj ando, promoviendo, maniobrando, anuncian­
cadores que el director se ve invitado a ignorar a causa de algo que él du, gesticulando .
llama «la frase » . Pero las normas de ejecución, a la vez malas ( Oedípus N. Y . R . : Algunos compositores toman de las ciencias sus modelos
Rex) y buenas (Histoire du soldat) , el punto culminante de las jaranas estructurales ; Xenakis, por ejemplo, emplea el Teorema de los Límites
de verano, gracias al Diablo de ópera bufa de John Cage, estuvieron deter­ de Bernouilli, y su Metástasis se derivaba del mismo proyecto que la arqui­
minadas por cabriolas extramusicales . En cuanto a las normas de la música tectura para el Pabellón Philips de la Exposición de Bruselas .
misma, julio era demasiado caluroso incluso para una mirada fría. Obser­ I . S . : Admiro la economía. Y estoy aguardando el día en que los suce­
vé, no obstante, que, en tanto que el «Tiempo sincopado» de la Histoire sores del señor Xenakis escriban una música que al propio tiempo sea
se halla tan fácilmente integrado como un minueto de Mozart, el de once capaz de calcular impuestos y regular el tráfico urbano. Entre tanto, con­
instrumentos resultaba muy descompasado. fieso que me daría miedo penetrar en algunas de las composiciones que
La consagración de la primavera, obra con la que se inició el con­ he oído últimamente, si se tratase realmente de edificios .
cierto, fue un elegante gesto de homenaje a la juventud del señor Berns­ N. Y. R. : Ahora que l a programación d e computadoras constituye nues­
tein . Incluso las peculiaridades de tempi y rubati en La consagración tra profesión de más rápido desarrollo, ¿ prevé usted un papel más amplio
derivaban, según me dijeron, de ejecuciones de Stokowski por los años para las computadoras al servicio de las artes creativas ?
treinta. De las otras piezas, la Dance Symphony, de Copland, obra muy
I . S . : Cuando la computadora se haya convertido en la destilería de
precoz para un compositor de veintitrés años, habría sido igualmente
saber universal de la cultura electrónica, la creación artística, si es que la
idónea para un festival de Ravel, mientras que la Sensemaya, de Re­
hay, es evidente que habrá sido superada técnicamente, teóricamente y teleo­
vuelta, ofrece varios compositores por el precio de uno solo , y haría
lógicamente. Pero yo mismo estoy sufriendo una reacción luddítica , v es
buen papel como pieza importante en cualquiera de esta clase de las ex­
muy poco lo que preveo. Como cualquier quisque, yo celebro los beneficios
hibiciones. de, digámoslo así, la computadorización de la información médica ( que
N. Y. R . : Pero, ¿ cree usted que Revuelta se habría desenvuelto si, ningún médico sería capaz de realizar por sí mismo) , pero, a diferencia
como usted, hubiera podido disponer de otros treinta y cinco años de vida de la mayoría de las otras personas, me aterra la perspectiva de, por ejem­
activa ? plo, el proyecto de IBM para la conversión directa de información en len­
I. S . : No puedo opinar sobre ello . Sólo puedo responderle en la direc­ gu aje ; la sola idea de millones de voces electrónicas que no pudieran
ción opuesta, hablándole de personas que habría sido mejor que hubieran distinguirse de las voces vivas ( «Hasta que voces humanas nos despierten
desaparecido treinta y cinco años antes. y nos ahoguemos »), casi me saca de quicio .
N. Y. R.: ¿ Tiene usted alguna receta de última hora para un rompo­ N. Y. R . : Hoy en día, señor Stravinsky, ¿ cómo puede saber un ciuda­
sitor joven, señor Stravinsky ? dano medio superior (entre mediano y elevado) « lo que es arte » ? Quiero
I. S . : Si pudiera conseguir honradamente un millón al margen de la decir cuando se trata de una escultura a base de un automóvil aplastado, o
música, le aconsej aría que considerase en serio la posibilidad de dejar a un de « cantinelas sin notas » , o de cosas por el estilo .
lado su talento por algún tiempo, y que obtuviera el millón. De lo con­ I . S . : Todavía se considera como arte si se exhibe en una galería, y
trario, sin dejarse tentar por todas las sumas de menor cuantía, haría mejor como música si se ejecuta en edificios tradicionalmente asociados con con­
apartándose de todo y dedicándose exclusivamente a componer: o sea, no ciertos. Otro modo de saberlo es por medio de los traficantes que se ven
obligados a mantener el funcionamiento del negocio. Su fórmula es, y
la sofisticada sorpresa del músico ante tales prodigios de invención como el uso por parece que está dando muy buenos resultados, « Compra ahora con la pro­
los Beatles de un compás de tres tiempos en una canción de cuatro tiempos . babilidad de que más tarde pueda resultar que es Arte». De mí sé decirle

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que no fui capaz de empezar a distinguir entre lo que es música y lo que hacen;os conscientes de nuestras operaciones amplificadas de respirar y
no lo es en algunas de las actividades de salas de concierto que he obser­ engul lir (esto como las Cataratas del Niágara) y del crujido de un solo
vado últimamente. Tampoco confiaría en absoluto en mi capacidad de cabello.
reconocer un nuevo genio musical. Si se me pidiese hoy que representase N. Y. R. : Esos cambios de vocabulario y esas nuevas infusiones de
el papel de Schumann, en realidad, y saludase a un nuevo Chopin, proba­ emoción, ¿ son procesos musicales estrictamente interiores ' o hay una rela-
blemente tendría que modificar su frase y decir : «No se descubran, caba­ ción de índole metafórica con el mundo real ?
lleros; por lo que sé, es posible que se trate de un charlatán» . I . S . : Por lo que he podido ver, las alineaciones metafóricas , sinbo­
N. Y. R . : Dado que e l término «vanguardia» implica dirección, ¿ en lismos, pensamientos y sentimientos reflejados son puramente los del oyen·
qué dirección opina usted que está yendo la vanguardia actual ? te, sin ninguna base « real » en la música ; o, dicho de otro modo ' el investir
el obj eto musical con las respuestas subjetivas del oyente no es en realidad
I . S . : Ignorando qué clase d e música parece llevar la delantera, o incluso más que una forma de falacia patética. Además , dudo de que las regiones
lo que significa eso de la delantera , no tengo idea. Si, por ejemplo, las subjetivas de la mayoría de los oyentes de inclinaciones metafóricas sean
Variaciones de Diabelli parecen predecir tanto, es una profecía retrospec­ tan ricas y variadas como ellos suponen, siendo en realidad la mayor parte
tiva la que nos permite afirmar tal cosa. En comparación con la ciencia, de la asociación « libre» una asociación de hábitos relativamente estrecha
muchas de cuyas conquistas futuras constituyen metas conocidas, incluso y estereotipada. Pero esto pide nuevas preguntas que conducirían eventual­
las áreas en las que cabría esperar que se efectuasen desarrollos musica­ mente de nuevo al postulado ( aparece en Contribución a la crítica de !a
les, no son en general predecibles. Y en tanto que el progreso en la ciencia economía política, de Marx, me parece, pero yo no soy ningún servicio
es conmensurable, e incluso absoluto, raramente existe acuerdo acerca de de respuestas ) de que la realidad no viene determinada por nuestra cons
lo que representa el progreso en la música. Los lenguajes musicales parecen ciencia, sino al revés .
desarrollarse por medio de nuevas infusiones de emoción, o de nuevos
º
N. Y. R. : ¿ Es verdad que las piezas de música pueden tener sionifica-
énfasis y combinaciones de emoción, en correspondencia con desplazamien­
dos válidos más allá de ellas mismas ?
tos y cambios ( tanto pérdidas como adiciones ) en el vocabulario. Pero un
nuevo modo lingüístico puede ser también más tosco que aquel al cual se I . S . : Ciertamente que sí: los de usted mismo. Y usted puede darles el
superpone. significado que quiera : comentarios sobre el tiempo, por ejemplo, encarra­
En cuanto a la vanguardia actual, he tenido poco contacto con ella du­ dos en características formales, sustantivas y estructurales (el método de
rante las últimas temporadas, y éste es un campo en el que seis .semanas la industria de la « interpretación contextual » ) ; o ejercicios de analogía ; vo
pueden equivaler a una era, y la propiedad de una idea, en la actual pro­ podría tomar un diálogo de Platón y basarme en la proposición de que la
porción de « envejecimiento dinámico », dura unos seis minutos. Sin em­ buena música expresa las verdades elevadas, y la mala música las vulgari­
bargo, parece que aún se mantiene la tendencia a la combinación de medios, dades y las mentiras. Todo tiende a lo mismo, puesto que también empie?a
expresión conjunta, el apremiante Gesamt!eunstwerk, y, por consiguiente, y acaba en usted.
lejos de la música por y en sí misma ; y esto también es comprensible, N. Y. R. : Pero, ¿y en su propia mente, señor Stravinsky ?
aunque no fuese más que por aquello de que Vita brevis, ars longa. A mi I . S . : Mi « mente» no cuenta. No me dejo fascinar por mis fu nciones
modo de ver, también hay una tendencia a apartarse de la composición, mentales . Mi interés pasa íntegramente al objeto, a la cosa hecha; ocurre
porque los efectos acumulados desordenadamente son muy diferentes de que estoy más in �e7esado en la cosa concreta que en la otra, ante la que,
los que se producen dentro de un orden que va desarrollándose sucesiva­ como ve usted, facdmente me encuentro perplejo . Y, en primer lugar, vo
mente. Lo que encontré de cierto interés, aunque n o inagotable, ni mucho no considero la composición más como una función mental que co'!no {m
menos, en la vanguardia de hace unos años fue la exploración de detalles placer sensual. «Lascivo placer» es una famosa descripción de la eiecución
de sensibilidad en un hombre solo e inmóvil. Esto no era enteramente de una canción (que a nosotros nos parecería muy casta) con ac� mpaña­
nuevo (piénsese en Gulliver y una «Fourmillante cité »), pero no se con­
. . .
miento de laúd, y las ejecuciones no son sino recuerdos vagos de actm
virtió en un movimiento del todo exteriorizado hasta, me parece, Beckett. creativos. En la música, como en el amor, el placer es un producto de
El paralelismo que esto tiene en la música se lo debemos al señor Cage, al desecho de la creación.

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N. Y. R. : ¿ Querría usted comentar la afirmación de Leopardi de que idea de que mientras hay muerte hay esperanza. Pero ahora sé que mientras
la vejez nos priva de todo placer, dejándonos todos los apetitos, y, sin hay muerte hay sucesión.
embargo, los hombres temen morir y desean llegar a viejos ? Al igual que la niñez (la mía) , la vejez está llena de humillaciones . Para
mí, lo más desagradable es que no puedo trabaj ar mucho rato seguido a
I. S . : Prefieren, no desean, y la simetría lógica tampoco es cierta : h ay
una alta presión sostenida y sin que me falle la concentración. Pero hay
todavía placeres, y en paridad con los apetitos. Pero si la edad provecta
otras cosas. Mis lapsus al escribir son ahora frecuentes, y mis manuscritos
es apenas más atractiva hoy de lo que era en tiempos de Leopardi, el cual
tienen que revisarse. Eso es « comprensible en un hombre de su edad»,
murió demasiado joven para saber nada de ello, ahora la tratamos cosm.�­
dice la gente, pero tanto si es comprensible como si no, me molesta . Tam­
ticamente, y puede al menos ofrecer un mejor aspecto. Bajo el eslogan de
bién hay que tener en cuenta las malas pasadas que me juega la memoria,
ciudadanía veterana, en todo caso, se vende como una vocación, y sus ven­
ahora con mayor frecuencia que antes . He orquestado dos veces una misma
dedores comparan la senilidad con una fase lunar tardía y más refulgente y
página, he saludado en ruso a personas verdaderamente extrañas para mí,
pretenden que nuestra pérdida de vigor, cuando es demasi ado evidente
y he realizado otros actos igualmente absurdos. Coué diría que la Natura­
para que pueda negarse, es el precio de una mayor sabiduría que viene a
leza me está protegiendo al reducir mi capacidad de retener futilidades.
compensarla. Incluso nos encuentran asuntos amorosos sustitutivos para
Pero yo preferiría no tener necesidad de tal protección.
nuestros achaques, cuyos procesos nos enseñan a seguir como si apenas
Una noche de la pasada semana soñé un nuevo episodio de la obra que
nos afectasen en realidad.
estoy ahora realizando, pero me di cuenta, al despertar, que no podía
Pero la realidad es otra, y podría ser como una congelación profunda caminar hasta mi mesa-escritorio para poner tal episodio por escrito, y que
mental. Recientemente, un doctor me recetó un nuevo tranquilizante di­ por la mañana ya se habría ido de mi mente ; en aquel instante me pre­
ciéndome que había obrado milagros en su abuela, con lo que quería decir gunté por primera vez cuánto tiempo tendría que transcurrir antes de qv.e
que probablemente la había mantenido en estado de semicoma y como deba yo renunciar por completo a la composición.
ausente de este mundo . ¿ Pero esa venerable señora escribía también mú"i­
ca? Al preguntárselo, me respondió sorprendido que, si es que lo hacía N. Y. R. : ¿ Esos ochenta y cinco años han reforzado su creencia en la
yo, debía dej ar de hacerlo inmediatamente, a causa de mi propia tranqui­ continuidad de la vida y del arte, señor Stravinsky ?
lidad, la cual, ahora ya lo sé, ha dej ado de ser un lugar en el que caben I . S. : Me parece, por el contrario, que la discontinuidad no puede an­
las emociones y se ha convertido en un estado próximo al de los vegetales . dar muy lejos. Ciertamente, dentro de otras cuatro veintenas más cinco , los
« clones » criados por ingenieros genéticos para las especificaciones de las
N. Y. R . : ¿ Podemos preguntarle qué opina acerca de la edad, s,eñor Oficinas de Usos Humanos diferirán de mí mucho más de lo que me dife­
S travinsky ? rencio yo, por ejemplo, de los astrónomos de Fowlis Wester y de Stone­
I. S . : Si se refiere a la idea de que dentro de media década a lo sumo , henge ( quienes, según parece, ya conocían un movimiento lunar que poste­
pero probablemente antes , estaré muerto, eso es algo que me afecta poco : riormente fue « descubierto » por Tycho Brahe ) . No tengo confianza en las
la posibilidad de la muerte la tengo siempre presente ; está siempre en las utopías genéticas y de otras clases, como puede us ted ver, y estoy cansado
cartas, después de todo, y es únicamente la probabi lidad lo que ha aumen­ de analogías basadas en demostraciones que han tenido éxito . . . realizadas
tado . Si, por otro lado, está usted preguntando por cambios en la mente con las ranas . Pero, desde luego, el presente ya ha comenzado a hacerme
y en el carácter , entonces tendré que admitir que tengo conciencia de al»u­ sentir vértigo. Por ejemplo, tenemos aquel descubrimiento de Cambridge,
nos de ellos sólo por lo que la gente me dice acerca de los mismos Me que revela que, en ciertos insectos, el sentido del tiempo está codificado en
lo dicen cuando soy demasiado suspicaz o reacio, por ejemplo, pero segura­ dos o tres células. ( ¿De modo que el tiempo sería ontológico ? ) Pero no
mente esta clase de faltas , siendo la vida lo que es, son independientes de vaya usted a interpretar mal mis palabras. Aun cuando rehusaría cu alquier
las cuestiones de edad . Un cambio que me resulta evidente sin que nadie ganga como la del doctor Fausto, disto mucho de estar satisfecho de mí
me ayude a ello es la tendencia a exagerar mis menores molestias . No hay mismo. Simplemente quiero continuar tratando de hacer mejor aquello que
duda de que existe una simple explicación bioquímica, pero no puedo he hecho siempre, y esto a pesar de que las estadísticas me digan que debo
controlar la bilis. En el pasado me esforzaba en luchar contra los juicios ir cada vez peor. Y quiero hacerlo en este mismo Identikit, tan ajetreado,
desfavorables con caridad ejemplar ( «Tienen oídos pero no oyen » ) y la pero que ha alcanzado tan larga vida . «Tengo que rehacerme a mí mismo »,
dice el poema de Yeats . Y esto es lo que hemos de hacer todos .
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venían con mi nombre escrito en ellas, y es posible que la factura haya
tenido que ser pagada por un baile de caridad.
EFECTOS LATERALES I Pero, hablando en serio, las órdenes penitenciales ( Padres del Desierto
y otros) que tratasen de poner al día sus mortificaciones, apenas podrían
encontrar ejemplares más ingeniosos que los de un hospital moderno . Mi
.1 jornada comenzaba aproximadamente a las cinco de la mañana con una
Para vengar las injusticias de nuestro ti.or11 necesidad, al parecer urgente e inaplazable, de fregar la celda, y una vez
po . . . las heridas de lgor.
incluso comenzó más temprano, cuando la televisión se puso a funcionar
(Del Canto de la campaña de lgor. ) espontáneamente. Desde entonces, hasta que había que apagar las luces,
cuando regularmente me despertaban y me decían que había llegado la hora
HARPER's : Sus apariciones en Nueva York han ido haciéndose cada vez de dormir, yo permanecía constante y ulcerantemente vigilando, para im­
más raras, señor Stravinsky. La cancelación de los recientes conciertos del pedir que me inyectasen las medicinas de otro, cosa que casi fatalmente me
Carnegie Hall fue una gran contrariedad para nosotros. había sucedido durante la estancia en otro hospital, unos años antes. Al
parecer, no han sido muchos los faquires que se han visto tan a menudo
I . S . : La ciudad misma me va a resultar ahora peligrosa. Durante mi pinchados, perforados, taladrados, y considerando que en primer lugar era
última visita, en el mes de mayo, salí una tarde a dar un paseo, pero sopla­ la pérdida de sangre la razón por la cual me encarcelaban allí, las otras
ba un viento tan recio, que tenía que apoyarme en las paredes y agarrarme «retiradas» parecían notablemente copiosas y frecuentes . También tragué,
a los postes de «No Parking». Pronto una chica comenzó a mirarme con me bombearon, respiré, absorbí por los poros una variedad y volumen
ojos escrutadores, pensando probablemente que estaba borracho. Entonces impresionantes de medicamentos ; y en los intervalos me torniqueteaban
se me acercó un joven, no para prestarme ayuda, sino para pedirme un para la presión sanguínea, me sensibilizaban radiológicamente, laxitizaban,
autógrafo. Para complacerle, comencé a salir penosamente, como un alpi­ apretuj aban, aporreaban y sometían a toda suerte de « imposición de
nista, de aquel túnel de viento que era la Calle 6 1 , y volví al hotel, y manos » .
allí, en el pasillo, pude estampar debidamente mi firma en el papel . Pero E l hospital era e n parte audiotáctil ; e l paciente dirige sus peticiones
a unos tubos que hay en la pared, terminados en una rej illa como las
la ausencia de un sentido del absurdo que advertí en aquel coleccioni sta, o
traficante camuflado, me descorazonó tanto, que ya no intenté de nuevo que hay en los confesonarios ; luego espera a que la respuesta le llegue
mi intempestivo paseo. desde el techo, como los anuncios de vuelo en los aeropuertos. Debo
HARPER's : Los periódicos, al dar cuenta de la cancelación, dijeron qve añadir que aquella voz venida del techo y que recordaba que tenía que
había estado usted en el hospital. tomarme la leche, constituía un suplicio peor que la leche misma ; mi
I . S . : Es verdad. Estuve en él durante dos semanas, debido a una úlcera lengua, como podía ocurrir con uno de aquellos perros de Pavlov, se cubría
de estómago, «benigna», en lenguaje de los médicos, pero si no es <<be­ de una capa de armiño al primer chasquido del sistema sonoro. Además,
nigna» es que uno está ya como muerto. Los doctores atribuyeron la lesión algunos de los humanos estaban más automatizados que los autómatas . Uno
a una excesiva vasodilatación de origen alcohólico, pero, naturalmente, su de ellos traía Jello tres veces al día, y otro traía yogur, pero, por lo que
informe mencionó tan sólo el papel desempeñado por el alcohol y pas:S pude descubrir, ni el uno ni el otro hacían nada más que eso. Al principio
por alto las intenciones virtuosas. Al principio yo no estaba preocupado, creí que esto constituía un plan ideado para salvaguardar unos cerebros
y mis presentimientos de que los verdaderos apuros pudiera pasarlos un que con facilidad quedaban sobrecargados, pero ahora sospecho que no
poco más allá de la corriente, y que debía estar preparado para los tápi­ había cerebros y que todas las zonas cerebrales, menos las que controlaban
dos, me los suscitó la actitud de conmiseración que de pronto adoptaron las entregas de Jello y de yogur, habían sido extirpadas quirúrgicamente.
algunos críticos musicales. Pero se trataba «Únicamente» de una úlcera . Ahora, dado que tales autómatas habían sido programados para retirar los
Y me repuse más de prisa de ella que del hospital para dolientes filántropos platos vacíos, pero no los que no habían sido consumidos, me pregunto
al que había sido enviado . Allí los contadores comenzaron a marcar cuando cuánto tiempo debieron de tardar en descubrir la cuarentena, aproxim ada­
« rompí» el rayo eléctrico al entrar por la puerta principal, las píldorns mente, de tarros de Jello sin consumir que dejé en mi habitación.

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Mis propias enfermeras no estaban aúi; automati� adas, y en realida �
una de ellas estaba tan anticuada que corna una cortma alrededor de m 1
cama antes de propinarme disparos de B12 ¡ e n e l brazo! Su sen �ido d e l a 2
delicadeza era menos agudo cuando se trataba d e mantenerme �nformado
acerca de las nuevas dolencias ocasionadas por los nuevos medicamentos, Del Paraíso propiamente no puedo hablar,
pero me enseñó una nueva fórmula eficaz para pode � d?rmir : globulina porque no estuve allí.
gamma, hemoglobina, el umbral del dolor, la puerta pnncipal del dolor, el SIR ]OHN MANDEVILLF. .
dolor mismo . . . zzzzzz. . . . . durante meses enteros, se forman unas nie­
Dicho sea de paso, se ha consolidado mi afición a los analgésicos, y s t
blas vastas, húmedas, melancólicas, que llegrm a
hubiera sido un paciente « terminal», me habría opuesto a los que clam ari
la costa procedentes del océano . . . es siempre
contra las drogas y pretenden estar autorizados para acabar con ellas. Tan
algo muy triste.
sólo tres dosis de morfina fueron suficientes para «pescarme», y para elevar
R. L. STEVENSON, sobre California, 1 880.
mi ración de Demerol que comencé a pedir a los médicos. He sido � apaz
de dar un puntapié al hábito de la colquici.na ( administra?a po � me.dio de HARPER's : ¿ Por qué vive usted en Los Angeles, señor Stravinsky ?
obleas, dicho sea de paso) solamente debido a que tema la mqmetante l. S . : Fui allá, al principio, o, dicho de otro modo, por la misma raz6n
noción de que escinde los cromosomas en células vegetales ; pero Dary on por la que ahora me aconsej an que me vaya, por los efectos de la mezcla
aún se receta, y, por consiguiente, al menos temporalmente, soy un adicto del humo y la niebla, y la flema que tengo en esta entrevista es uno de tales
legal de esa droga.
Todavía me siento como Amfortas, y todavia siento vert1go, como si
, . , . . efectos, calculándose corrientemente como un daño equivalente al que
producen dos paquetes de cigarrillos diarios ; el « ¿ Temor a la muerte ? ,
acabase de salir de una rueda de Ferris . También me he. conv�rtido e?- un
dipsómano de la leche, y la farmacología sigue siendo ?1 i «estil� ? e ".'i�a».
¿ sentir l a niebla en l a garganta . . . ? » del poeta tiene u n sentido literal en
Los Angeles. Yo había estado considerando la posibilidad de ir a La Paz,
L o peor de todo fue que se retiró la úlcera y me quedo u n a artritis digital. no porque tuviese algún mensaje para Guevara o para cualquier otro, sino
Los dolores son a la vez erráticos y pedantescos, y por esto me resulta porque allá son casi desconocidas las úlceras gástricas, debido a lo que se
difícil acostumbrarme a ellos. A veces son tan fuertes ( no creo lo que cree que es la influencia «benigna» de la altitud sobre las enzimas dd
r
dice Aubrey sobre Milton, de que cantaba durante sus « ataques de got.a » : estómago.
l o más probable es que aullase), que ya n o estoy seguro de ser « u n aru a
HARPER's : Pero, ¿ es la ciudad de Los Angeles realmente tan diferente,
hasta las puntas de los dedos». Por el momento, como ve usted, resu_ta
casi imposible hacer nueva m� sica, e imposible del t � do hacerla ante el
o se trata simplemente de que ciertas formas de comportamiento social
llevan en su desarrollo unos pasos de ventaja con respecto al resto '.!el
piano, ya que la gota me ha privado de la soltura de mis dedos.
mundo ?
HARPER's : ¿ Tan sólo «casi», señor Stravinsky ?
l . S . : Eso último, a menos que por ventaja quiera usted indicar el sen­
l . S . : Estoy componiendo una serie de piezas que provisionalmente in­ tido real, o sea, de que se está retrocediendo más de prisa. Los Angeles v a
titulo Etudes, inventions and a sonata. Sólo tengo completadas dos seJ ec­ delante ( o sea, detrás) en, por ejemplo, algunos desarrollos relativamente
ciones, ambas anteúlcera . Me parece que no se trata de un plural excesiva­ menores, tales como la cinematización de la política, y en cosas como el
mente optimista . tatuaje y el rejuvenecimiento silícico (con lo que, para seguir a Eliot, la
mayoría de las caras de más de cuarenta años que usted encuentra han sido
preparadas ) . Pero es innegable que la ciudad lleva también ventaja en de
sarrollos bastante importantes, tales como los cambios radicales ( de hom­
bres en mujeres y de mujeres en hombres) y en la eliminación de la muerte.
El morir en Los Angeles sólo remotamente guarda relación con la
muerte. Según anuncios de gangas funerarias que circulan por toda fo ciu-

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4
dad, la cuestión se reduce a poner en orden unos cuantos problemas (con­ Sea cual fuere la decisión final de todo ello, la civilización sexual del
cretamente, el de los restos mortales de usted) que, gracias a ciertos nego­ resto del país anda muy rezagada con respecto a Los Angeles en cuanto
cios altruistas, pueden solventarse mediante una llamada telefónica y luego a la libre exposición de las fij aciones mamarias del antiguo macho am�ri­
no hace falta preocuparse más de ello. Antes, esos anuncios se me antoj a­ cano. Y no me refiero solamente al restaurante de «bustos desnudos », smo
ban simplemente impúdicos, salvo en la página central de los folletos de también al establecimiento de helados, porque, a la hora del día en que
propaganda de la Filarmónica, donde generalmente eran muy apropiados , y el galo está tomando su marc o su Pernod, el macho adulto « a�geleno»,
en los bancos de las paradas de autobús, donde, sirviendo los autobuses padre, quizá, de unas hij as que se están bronceando al sol o practicando el
para el transporte de personas pobres y de edad, son crueles . Pero actual­ sur/ en UCLA, se halla él mismo metido en una lechería tomándose un
mente los veo como el fin lógico de la filosofía local de la vida (o sea, la helado. ( Permítame recordarle que mis actuales incontinencias en el asunto
muerte). Eliminado lo fúnebre de los funerales, y con ello el absurdo de de la leche no proceden de la misma causa, que es la de no haber sido
la idea del arrebatamiento, así como el sentido de una « suprema iror.fa �> suficientemente « alimentado» en la infancia. ) Pero, ¿ qué hay del futuro
y de todas las supersticiones acerca de la «victoria sobre la tumba »; sustl·
mamalógico ? Después de unos cuantos siglos de selección natural, ¿ �uál
tuyendo por el estilo cinematográfico la barroca celebración con trompetas, será el aspecto de la Superhembra del año 2500, tomando como medidas
elegías y tumbas de mármol; en suma, relacionando tal transacción con externas de progreso a las Evas de un Cranach, o de un Clouet, o del
las cosas negociables y reduciéndola a un servicio de supe�mercado, la muer­ « Play boy » ?
te misma se ha hecho en cierto grado menos misteriosa. Esta, me parece, es ( ¿ Es beneficioso para l a digestión e l servicio del restaurante a u naturel,
la razón por la cual el moribundo se toma un interés tan vivo en asegurarse o acaso la simultánea implicación emocional tiene un efecto perturbador
de las ventaj as relativas de la cremación frente a la conservación faraónkll en los jugos gástricos ? ¿ Se da el caso de que alg�ien, distraídamente, P�? a
( la de «guardar las apariencias » ) y asegurarse las condiciones más favora­ un tomate o una hoj a de higuera ? Al parecer, digamos de paso, tamb1en
bles de instalación ( «pague ahora, después váyase» ) . la música ha entrado en la era del desnudismo, como en la película Night
Una maloorada amiga mía, poco antes de s u colapso final, me dijo que
un vendedor del « estudio» funerario al que ella visitó primeramente, había
Games, con el empleo de superficies anatómicas para notaciones musicales. )
tratado de convencerla de que el raso era el tejido más apropiado para
forrar el ataúd de ella. Esto molestó tanto a mi amiga, que se vio obligada 3
a recordarle al vendedor quién era el que se estaba muriendo, y que se
trataba del funeral de ella, y no de él. Dijo también que, entre los recursos . . . unos cuantos están cabalgando, pero el res­
musicales de aquel estudio, figuraba, además del surtido habitual de cana­ to han sido atropellados.
rios electrónicos j aponeses, una selección de «cremation blues», uno de los THOREAU.
cuales le puso realmente la carne de gallina. No hay duda de que los ar:un· Un Dios personal . . . que nos ama entrañable­
cios del año que viene ofrecerán presentar nu� stros cadáveres no sólo en su mente con algunas excepciones por motivos que
.
atuendo diario ( las gafas Polaroid son de rzgueur en Los Angeles ), smo desconocemos.
también en « color no completamente vivo» . BECKETT, Esperando a Godot.
L a tendencia transexual, o d e intercambiar los papeles sexuales, e s cJsi
tan interesante, pero más difícil de seguir, debido a que también está ¿Es posible que a Shakespeare se le oblizase
cambiando el punto de vista sociológico. Al principio, la Nac.k tkultur fue a confesarse ignorante de la doctrina ? ¿Es po �i­
clasificada por intereses «investidos», como simplemente la última mani­ ble que a Stravinsky se le arrastrase por las ca­
festación de la revolución tactovisual. Pero ahora, bajo la presión de la lles, con un cubo de basura sobre sus blanco r
Industria del Vestido, los mismos expertos tienden a considerarla como cabellos?
un fenómeno de reacción. La camarera desnuda, según los nuevos argu­ VozNESENSKY, marzo, 1 9 6 7 .
mentos, es una sufragista sexual, una valiente manifestante en la causa de HARPER's : ¿Es usted consciente del «abismo» que se abre entre usted
la idea binaria de viejo estilo de los sexos. y los j óvenes, señor Stravinsky ?

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l . S . : Evidentemente, me siento muy cerca de él, pero él es probable­
l. S . : A juzgar por un programa de noticias que casualmente vi p01 mente el primer músico de quien podemos sentirnos muy cerca. El objetivo
unos momentos anoche un cañón como el de Atizona me separa práctica­ de su música, a la vez como emoción y como arquitectura ( aspectos de una
mente de todo el mund�. El teleprograma comenzó con un anuncio relativo
a la superpoblación, que incluía estadísticas tales como « 7 ,2 p ers �na� » ; a!
misma cosa), es una nueva dimensión, comparada con la cual, las más
grandes concepciones de sus predecesores, así como sus ardores y dolores
finalizar el siglo, la expresión « fue a reunirse con la ma�orta» significa; a más poéticos, no pasan de ser insignificancias . El hombre mismo, tal como
más bien nacer que morir. Luego, en aquel tono, ora seno, ora humons­ surge de la descripción que hace Goretti de sus hábitos de componer y
tico de hombre a hombre y de hombre a mujer (y de dar dentera), el que
dab � las noticias leyó el último peaj e de bombas « antipersonales». Est a
conversar mientras residía en Parma, y tal como aparece en sus propias
. cartas, con su ansiedad por la brevedad del tiempo y con sus quej as acerca
cuenta incluía a algunos no comunistas que habían sido muertos por equt­ de las jaquecas, no sólo resulta sorprendentemente contemporáneo para
vocación, aunque, felizmente, �n su caso, y a sus familias habí � que pagar­ mí, sino que, por decirlo así, encuentro que se me parece.
.
les, prometía el locutor, a razon del precio cornente de 34 dolares «por» Para mí, el sentido progresista al etiquetar las Prácticas Primera y
cadáver no comunista. Y para que no quedase el menor rastro de duda Segunda del gran compositor, se ha invertido, tal como lo han hecho a
subyacente a aquel especioso recital, la fijación de los precios sobre las veces el mirar hacia adelante y el mirar retrospectivo. Quiero decir con
vidas y el pago por ellas tal como se les pagan a los cazadores las pieles .
que han conseguido, sonaba com� si s � tratase de la cosa más n �t;iral Y
esto que el estilo polifónico más antiguo, con sus exploraciones del ritmo
. y tensiones contrapuntísticas (los segundos de suspenso en el Gloria del
amistosa del mundo. Al llegar aqm cerre el televisor por mor de mi ulcera, Magnifica! a 7), suena incluso más nuevo ahora que las novedades armó­
aunque, a decir verdad, tampoco me tentaba la pro;nesa de un final � b �� e nicas del estilo declamatorio. No obstante, el efecto más moderno de todos
de sucesos culturales, que quería decir una pehcula y una pred1ccion se encontraba, indudablemente, en la Práctica Segunda. Una de las car tas
relativa a la mezcla de humo y niebla que habría el día siguiente. del compositor, publicada recientemente ( 1 966), indica que debía de tener
El abismo entre yo mismo y la juventud protestataria, para volver a en la mente algo muy parecido a la Sprechstimme para una escena de una
la pregunta que usted me hizo, es solamente tan profundo como las arrugas obra dramática que se ha perdido. Por lo menos, así es como yo interpreto
de mi cara, comparado con el que me separa de las personas que no mere­ su frase de «a parlar nel modo como se l' avesse a cantare» .
cen el nombre de tales . En realidad, como que el Sunset Stnp,. ese Ganges
Si ante todo admiro las invenciones rítmicas d e Monteverdi, e s debido,
seco para santones «hippies» ( no estando en su línea las i i;mersion:s en en parte, a que yo mismo he trabajado toda mi vida en algunas de b�
.
agua) sólo dista de mi casa unos pasos, probablemente tendre que solicitar
la ad�isión en la sociedad de esos jóvenes hindúes. En cuanto a sus mayo­
mismas direcciones {por lo menos ), y porque ellas forman parte de m1
psicometría como compositor. No conozco música anterior y posterior a la
res, parece que ni siquiera vale la pena pregunta �les si saben lo que se ha de la Sonata sopra Sancta Maria que explote de un modo tan bien logrado
hecho de la humanidad. (P. S. : Voznesensky debia estar pensando en Sto­ la variación y la irregularidad acentual y métrica, y no conozco ningún
kowsky, porque yo soy calvo. ) género de construcción rítmica más sutil que la que se pone en movimiento
al comienzo del Laudate Pueri, si la música se canta con arreglo a los
acentos verbales en vez del tactus y las líneas añadidas por el editor Por
4 otro lado, los oyentes , complacidos primordialmente por las ricas armo­
Claudia Monteverdi, al mover los afectos . . ,
nías encuentran naturalmente monótono el interés casi exclusivamente
rít�ico del Dixit Dominus. A mí me gusta esa monotonía canónica, y, para
se convierte en el m ás grato tira no de las mentes mí' la caída hacia el Sol menor en el « Gloria Patri», después del largo
humanas. La menor, es tan poderosa como las tres bajadas no moduladas en tonalidad
AQUILINO COPPINI ( 1 608).
del primer tema de la Heroica.
Uno de los más grandes honores de mi vida fue la invitación de que
HARPER's : Señor Stravinsky, entre las fotografías de su cuarto de tra­
fui objeto para presentar dos de mis obras en aposentos que habían sido
bajo destaca un retrato de Monteverdi. ¿ Qué significa para usted en este santificados por su asociación con Monteverdi : el Can tic u m Sacrum, en 1a
su cuarto centenario ?
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Basílica de San Marcos, y los Threni en la Scuola di San Rocco. ( El «New y nuestros millonarios de carreras de caballos incluyen a tantos millonarios
York Times» designó como opus la obra I Threni, confundiéndola quizá de impresionismo francés y a tan pocos millonarios musicales : es que les
con Pacific 23 1 . ) En Mantua, sin embargo, lo que más me impresionó artefactos musicales que puedan volver a ser vendidos son relativamente
fue el estudio de Isabella d'Este, aquel monumento a la elevada condición i nsignificantes .
de la música, en la corte de los Gonzaga. Pero, luego, ninguna asociaci0n Tampoco son más instructivas las economías culturales d e otras socie­
musical de aquel palacio, el más romántico de todos los del mundo, resulta dades, salvo para hacer comparaciones aún más odiosas. Podemos aprender
tan fascinante como la de los Gonzaga mismos, por lo menos según apa­ de ellas que los músicos no siempre han sido unos muertos de hambre
recen en los frescos de Mantegna, en los que Ludovico parece hallarse en o que tuviesen tan escasa demanda como ahora. En la Grecia de Sófocles,
«viaje» psicodélico provocado por una mandrágora, e incapaz, por efecto por ejemplo, los salarios de los músicos eran fijados por una ley ( c.f. Studics
de la somnolencia causada por la droga, de levantar más que a medias los in th e History of Hellenistic Drama, de Sifakis). Y, en Grecia, lo mismo
párpados. que en Mantua, que en Esterhazy y que en Monticello (Virginia), t alec;
salarios parecen haber sido regulados por el mérito. Volviendo a la cues­
tión del juicio bien formado, si Haydn fue alquilado para que prestase s u
ayuda, por lo menos sus patronos le concedieron el honor de conocer al�o
'
de su obra. Digamos de paso que Jefferson estaba cultivado musicalmen te,
v que, aunque probablemente constituía una difícil fuente de ingresos para
2 .0 Mús. : Digo «sonido argentin o » . porque
los músicos de su orquesta, al pedirles que, además, fuesen jardineros, etc . ,
para ganar plata tocan los músicos.
Romeo y Julieta. destinó a la música una porción d e s u dinero muy superior a los « once
centavos de cada cien dólares de la renta disponible» ( según la encuesta
El tercero, sin duda un criado , del Twentieth Century Fund ) que sus compatriotas están derrochan.:lo
Lleva un instrumento de música. ahora en las « artes de ejecución musical y representación teatral>} .
Lapis Lazuli. HARPER's : ¿ A qué se refiere usted, a l decir artefactos musicales ?
l. S . : A los artículos comerciables. L a publicidad e s el mayor, tiero el
HARPER's : ¿ Qué es lo que podemos imitar, señor S travinsky, de fos comercio de manuscritos es importante, y están comenzando a serlo tam­
sistemas de mecenazgo de otras épocas ? bién las cartas y aquellos «objetos asociativos» tales como el i abón de fos
l . S . : Poca cosa, salvo tratar de mejorar el gusto individual, por ejem­ hoteles en los que ha estado el artista. Esta transferenci a del precio desde
plo, enseñando algo acerca de los tonos a los que pagan al gaitero . l os el talento en función hacia los recuerdos de su actividad materi al d<:' escri­
sistemas de patronazgo no pueden abstraerse de los sistemas sociales como bir ( mis prooios manuscritos se han cotizado siemore más que lo que v o
conjuntos, naturalmente, y es inútil comparar la cultura de la clase gober­ había cobrado por escribir música en ello s ) , desde el verdadero delei c<"'
nante de, pongamos por caso, la época de Monteverdi y la nuestra propia. de una pieza de música hacia una asociación mental de un coleccionista
Sin embargo, el arte era importante ; en realidad, se hallaba próximo al con su autor a través de un álbum de autógrafos, explica una gran par�e
centro de la vida, para los jefes de la Iglesia y del Estado que fueron loe; del comercio de arte. Y a los compositores se les valora ahora menos por su
protectores de Monteverdi, y que ( aunque esto es una diferenciación secun­ actual función de componer que como miembros de un comité, asi stentes
daria) podían, como clase, ejercer un bien formado juicio sobre las cuali­ a reuniones, y como profesores. En realidad, la mayoría de ellos, incluido
dades de los arquitectos, escultores, pintores, poetas , compositore�. Ahora, uno muy grande, han sido, y son aún, demasiado pobres para permitits<"
ciertamente, nadie se atrevería a « acusar» a ningún alto burócrata de ni el lujo de dedicar a la composición el tiempo que tienen que consagrar a la
siquiera el más pequeño interés por el arte, al menos, sin incurrir por ello enseñanza. El grande al que me refería ilustra la primera parte de mi
en el riesgo de que, a su vez, se le acusase a él de difamación . El arte, argumento con el hecho de que, recientemente, una universidad ha eri gido -
para los políticos millonarios de la clase media, es algo para coleccionar y un museo para exhibir su cortaplumas, ropa interior y la ceniza d � s n
dotar. Y esto es parte de la razón por la cual nuestros millonarios de yate último cigarro, y no hay duda de que se pagó por la menor de estas reli-

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quías más dinero del que el compositor cobró en su vida por toda su dose. En suma, los artistas y los «intelectuales » pueden ser tan tontos y
música. Cuando usted considera lo que ahora no podrán comprar mil dóla­ peligrosos como los políticos profesionales, y lejos de ser moralmente su­
res, piense en lo que tiene que trabaj ar un buen compositor durante uno periores a las otras personas, son a menudo algo peores, debido a su excep­
o dos años para conseguir esa cantidad. cional vanidad y egotismo.
En cuanto a mis propios « objetos asociativos», no hace mucho que
intenté regalar un abrigo de piel que había llevado durante algunos años,
pero que aún estaba en buen uso. Sin embargo, no pude encontrar a nadie
que pasase suficiente frío, e incluso lo rehusó el Ejército de Salvación . En­ 6
tonces, un «explorador» de una Fundación oyó hablar de mi prenda de
abrigo que no poseía ningún valor útil, con el resultado de que mi vieja Ocupar el sentido del oído . . . con muchos
shuba está ahora expuesta en una vitrina del Conservatorio de París (y, sin ruidos.
duda, su traslado allá debió de ocasionar varias entradas considerables en Las imperfecciones de la música moderna
cierto número de listas de gastos ) . Y con mi música ocurre lo mismo que con ( 1 600).
mi gabán. Mi próxima composición servirá al . comercio musical menos por
su verdadero valor de contenido musical que por su valor de consumo HARPER's : ¿ Hay escasez de talentos, señor Stravinsky ?
como publicidad, representando un estreno su utilización. En realidad, para
I. S . : No de talento pequeño, si el mero volumen quiere decir algo.
el nuevo artista, la publicidad se ha convertido en casi el único valor ;
Pero comprendo que debería frenar mi lengua. Yo mismo es como si hu­
antes que ninguna otra cosa, tiene que ser publicista él mismo.
biera desaparecido, no siendo ya capaz de asistir a las j iras campestres d�
HARPER's : Y del patrocinio de las Fundaciones, ¿ qué nos dice , señor esos pequeños grupos , incultos y no muy bucólicos , de música nueva, por
Stravinsky ? cuyos esfuerzos, sin embargo, si hubiese algún talento, del calibre qne
I . S . : Las Fundaciones son sistemas de escape de impuestos cuyo dinero fuese, es muy probable que llegara a aparecer. Mis opiniones se forjan
le ha sido escamoteado a la sociedad en su conjunto ; tiene que haber a base de las cintas magnetofónicas y de las partituras que recibo por
necesidades sociales más apremiantes que ciertas actividades artísticas patro­ correo . (Las partituras, dicho sea de paso, son, en su mayor parte, des­
cinadas por las Fundaciones . Con todo. no parece razonable quejarse de cripciones verbales y diagramas, algunos de los cuales sospecho que son
ello , si tenemos en cuenta otros despilfarros, comparados con los cuales planos de investigación sobre el mercado de la moda, tanto en sentido
resulta trivial todo cuanto pueda gastarse en cosas de arte. Y, despué.; literal como en el figurado. ) En medio de todo ello no había nada reciente
de todo , el dinero no es el único ingrediente ; no habría hecho en absoluto que resultase tentador, aunque he oído hablar de ciertas operaciones de
ningún bien el subvencionar a Bach, o «fulbrightear» a Beethoven. El di­ azar, concretamente, que no se trata tanto de que ello no sea diferente,
nero puede encender, pero no puede, por sí mismo, y durante mucho sino de que, no siendo diferente todavía, suene de un modo muy parecido.
tiempo, arder. ( Aunque el dinero con que se compran conciencias puede Dicho de otro modo, la gama infinita de posibilidades entre cataratas a la
arder algún rato bajo el rescoldo . ) m ode de ruido que ni el hombre ni los animales podrían producir (no digo
HARPER's : ¿ Cree usted que l a sociedad valora insuficientemente a los nada acerca de las máquinas), y aquellos silencios igualmente a la modP,
artistas ? hay, en la práctica, un área pequeña y patentada de clisé. Y digo esto sin
I. S . : Por lo que respecta a su arte, sí. De otro modo, ocurre lo con­ olvidar que también es aleatoria la cosecha de mi buzón . Pero, ¿ oigo yo
trario, y, por eso, sus opiniones acerca de asuntos que no son de su com­ de esta manera simplemente porque todavía necesito música, y no precisa­
petencia, se publican (verbigracia, esta entrevista). Como a veces se supone, mente sonidos, y porque el arte « abierto y terminado» no me dice nada , o
la inteligencia y la virtud no se encuentran unidas de un modo natural al el arte «mínimo» ( que ya se confunde casi con el arte «nulo»), o aquel
talento artístico, ni tampoco puede un buen artista tener tiempo para sab�r fulgor de publicidad y alto comercio que se llama a sí mismo « Sub­
mucho acerca de todo, excepto de su arte ; sin embargo, la sabiduría polí­ terráneo » ?
tica de pintores, actores, violoncelistas , compositores, continúa divulgán- ¿ Qué s e h a hecho, podría y o preguntar, d e l a idea d e universalidad, de

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un carácter de expres1on no necesariamente popular, pero que impulsaba tanto tiempo como cualquier mus1ca de la época . Pero todavía sigo sin
a las más altas imaginaciones de una década aproximadamente a rebasar poder « tragar» su Turanga!Ua.
las fronteras de su propia época, y cuál es el artista, nacido en cualquier En tanto que las críticas son meras simpatías y aversiones , definen más
medio social durante los últimos cincuenta años, que haya ni remotamente bien al crítico que a su objeto. Incluso la definición antinómica que vo
vislumbrado tal idea? i ntenté trazar entre mí mismo y Messiaen, dijo más acerca de mi sello
HARPER's : Pero, ¿ no encuentra usted en el arte joven nada que me­ personal, de mi manera de presentar el espejo a la naturaleza, que acerca
rezca ser aplaudido, señor Stravinsky ? de la suya. (A diferencia de él, por ejemplo, yo aceptaría el shang en la
escala pentatónica como un símbolo del otoño, pero no la descripción de
I. S . : Aparte de algunas lentas palmaditas para lo aleatorio, celebro la nota misma como otoñal . ) Pero mi principal reserva se fundaba en una
la nueva escultura invisible ( el Radar de Takis, por ejemplo, que se supone incapacidad personal , quizás incluso neurológica . Nuestro Ambiente, cada
que el «espectador energetiza» en un « ambiente»), y todas las formas de vez más Energetizado por el Ruido, lo cual incluye el ruido inaudible,
arte expulsivo y explosivo me revientan. altamente peligroso, me ha puesto cada vez más nervioso. últimamente lie
HARPER's : ¿ Podemos preguntarle, señor Stravinsky, por qué tiende tenido pesadillas de nuevas Jericós, y he estado soñando que había sido
usted a desacreditar las «posibilidades en expansión» (cuartos tonos, sis­ atrapado con un aparato auditivo que me era imposible cerrar. La energía
temas de sonido múltiple, etc. ) del arsenal del nuevo compositor ? acústica de cierta intensidad puede resultar mortal.
I. S . : No es que las desacredite, lo único que hago es discutir su em­
HARPER's : En relación con la observación hecha por usted referente a
pleo, porque a menudo parece incluso que matan la posibilidad del arte : la universalidad, señor Stravinsky, ¿ cree usted que todas las grandes emo­
parvo in multum, invirtiendo el eslogan. El empleo de la nueva ferretería
ciones han aparecido ya en la música?
le parece, naturalmente, al nuevo músico como un «imperativo histórico » ·
pero l a música está hecha d e imperativos musicales , y l a conciencia d e los I . S . : Hasta que aparezcan otras nuevas para demostrar lo contrario.
procesos históricos probablemente sería mejor dejarla para una clase fu tura
y diferente de asalariados . Al propio tiempo, es evidente que las máquinas
matemáticas pronto estarán haciendo algo que recibirá el nombre de arte.
( ¿ De qué modo se definirá el arte , después de todo ? ,.: Qué era le bonheur,
en el Traité mathématique sur le bonheur, de Holbach ? ) De cualquier
forma, no puede tenerse en cuenta lo que yo piense acerca de la nueva
ferretería del compositor, que le lleva a un callejón sin salida , ya que n o Todo tiene que aprenderse, desde el hablar
estoy autorizado para emitir una opinión, e incluso la naturaleza precisa del hasta el morir.
FLAUBERT.
problema me resulta tan remota como el debate Gluck-Piccini . La única
ferretería musical que últimamente he examinado era una máquina musical
de escribir que encontré que se ajustaba maravillosamente a las necesida­ HARPER's : Aparte de su nueva compos1c1on, ¿ qué es lo que más ha
des de . . . Bach. ocupado recientemente su pensamiento, señor Stravinsky ?
HARPER's : Usted ha mencionado a Messiaen como una influencia d0- I. S . : La definitiva force majeure, por supuesto ; porque, a pesar de
minante de la década, y al propio tiempo criticó elementos importantes todas esas capsulitas «para levantar el ánimo», o para alejar la verdad, un
de su música. ¿ Cómo valora usted en general su música? lecho de hospital suministra abundancia de tiempo y también de «motiva­
I . S.: Le atribuyo un gran valor. En realidad, uno de aquellos grandes ción>>. Desde entonces, los pen samientos más sombríos han 0ido alejados .
y me siento como si hubiera sido aliviado de mis dolores desde, pongamos
himnos suyos podría constituir la elección más sabia de toda nuestra mú­
sica para el concierto de la banda a bordo del Titanic de nuestra civiliz<i­ por caso, las doce menos un minuto hasta las once y treinta ( espero que
ción que se va a pique ; entre otras ventajas, las naves ( otros planetas) dt no sea más tarde que esto ) . Pero parezco y me siento como el Hombre de
rescate tendrían una buena oportunidad para escucharlo . También me la Séptima Edad. Envarado , chirriador, lento ; a veces casi no estoy seguro
permito predecir, sin precipitarme, que sus obras más recientes durar.fo de hallarme «en posesión de todas mis facultades».

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El principal problema mental de tener ochenta y cinco años, aunque
las personas inteligentes pueden verse ya afectadas por él a los veinticinco,
es el darse uno cuenta de que puede llegar a ser impotente para modificar
la calidad de la obra de uno. La cantidad puede incrementarse, incluso a los EFECTOS LATERALES JI
ochenta y cinco años, pero ¿ puede uno cambiar el todo ? Yo, por lo me­
nos, estoy absolutamente seguro de que mis Variaciones y mis Cánticos de 1
réquiem han alterado la fisonomía de toda mi obra, y ahora estoy buscando
la fuerza necesaria para modificar una vez más esa completa fisonomía . Una de las dificultades para comprobar la ha­
Por una infausta circunstancia, volví a leer The Death of !van Ilytch, bilidad de los que actualmente practican la medi­
hará cosa de unos meses, y, como debe ocurrirle a cualquier lector de ese cina es la ausencia casi completa de registros de
relato, desde entonces me he estado viendo a mí mismo retratado allí. (Por los pacientes que acudieron a ellos para some­
razones análogas, cualquier persona excesivamente autosugestionable debe­ terse a tratamiento.
ría evitar la lectura de Das Buch vom Es de Groddeck. ) Sin embargo,
, De la revista « Medicine in Medieval En­
identificándome con lvan Ilytch, yo admiraba la habilidad con que Tolstoi gland», T. L. S., 1 1 -1- 68.
proyecta la conciencia que su héroe tiene de aislamiento cada vez mayor y
de la escasa influencia que él mismo y su condición tiene en la vida de las NEW YoRK REVIEW OF BooKs : Nos enteramos, y lo sentimos mucho,
personas más jóvenes que él . En cuanto a la conciencia que 1van Ilytch de que tuvo usted que ir de nuevo al hospital, señor Stravinsky.
posee de la transparencia del profesionalismo de los médicos, de la diplo­ l. S . : Le agradezco su interés. Y lo necesito, además. últimamente me
mática falta de honradez de su familia y de sutilezas tales como la sensa­ pareció que cuanto mayores son los adelantos de la medicina, menores so !"l
ción de que un beso de buenas noches debe subexpresarse para evitar un las probabilidades del paciente de sobrevivir a los doctores y a los hospi­
choque de pensamientos no formulados con palabras, de estas cosas me tales. Hasta esa última aventura, yo no me daba cuenta de la medida _ en
ha provisto mi reciente experiencia hasta el punto de hacer de mí un que los médicos, al igual que los generales y los políticos, dis �rutan del
crítico literario ideal. No menos brillante, según me ha enseñado también derecho de estar equivocados ; y no era consciente de la brecha abierta entre
la experiencia, es la forma en que Tolstoi describe la conciencia de las la ciencia médica por su propia causa desinteresada ( «la operación, un
fases de transición; la alternancia de lucha y aceptación ; la necesidad de éxito; el paciente, muerto» ) . � la práctica médica por caus? de pe� sonas
simpatía y la negación de la misma ; las acometidas de los recuerdos de l a interesadas . Parte de la publicidad referente al nuevo corazon del difunto
infancia; los ataques d e la filosofía e n diálogos interiores incesantes acerca señor Washkansky contribuyó a hacer evidente esa distinción, al mostrar
del significado de la vida ; y, por encima de todo, el agudo sentido del de forma tan clara que la vida del hombre era menos importante que el
hombre enfermo acerca de la naturaleza de su destino, y, asimismo, del as­ experimento simbiótico para el cual dio oportunidad. Yo, que hacía poco
pecto terriblemente accidental de la vida (y cuán gran parte de ella es había tenido mi propia experiencia, no sólo me sentía preocupado por el
accidente, si, como pretende Rank, la historia de nuestro nacimiento cons­ señor Washkansky, sino también por los otros pacientes compañeros suyos,
tituye su más importante acontecimiento). los cuales, empero, no eran noticia. Mientras las enfermeras estaban po­
Pero, gracias a Dios, es de lvan Ilytch de quien estoy hablando, y no sando para «Life» y los doctores charlando con el equipo de periodistas
de mí. Por lo que a mí respecta, permítame decir: «Continuará, así lo de «Time», ¿ quién estaba distribuyendo el digital ?
espero». Mi segundo confinamiento fue doblemente largo que el primero, y a
pesar de los cuidados que decían propios de un maharajá, cien veces más
I. S. molesto. Estaba demasiado drogado, afortunadamente, para poder ser cons­
Octubre, 1 9 6 7 . ciente de la mayor parte de ello, pero con la lucidez suficiente para darme
cuenta de que muchas cosas iban mal, prescindiendo por completo de lo
que iba mal en mí mismo. También había comenzado a vacilar mi confianza
en los doctores, aunque la preocupación por alcanzar una alta categoría en

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su_ profesión (la AMA debe de dar cobij o a más de un « Médecin malgré al personal por una inyección equivocada «para matar el dolor» y que
l u z » ) Y� me babia , es t�d contrariando, incluso más que la 5ch adenfreude, me habría hecho ganar el primer premio en saltos horizontales, si el hos­

mahgmdad, de los ciruJ anos, y su indiferencia ( ecuanim idad, si usted pital hubiera sido un estadio en vez de ser un Circo Máximo. Digamos
prefiere, pero mi propia experiencia hace que me sienta escarmentado). de paso que la técnica psicológica del personal que trata en dolores con­
Tai:ipoco era gr� nde la confianza que sentía respecto a las funciones de siste en intentar apaciguar a la víctima clasificando sus intensidades, confor­
rutina del hospital. Er_i una ocasión me sometieron equivocadamente a me a una escala de eufemismos que va desde el «muy ligero» hasta el «un
rayos X, y en otra casi me empaparon en :fluido intraveno s o que no era poco fuerte». No hace falta decir que, en mi caso, no hubo progreso alguno
�l apropiado; ade fi'.ás, cuando fue encontrado mi frasco ( a p unto de s erle con este llamamiento martirizador. No soy susceptible a las seducciones
.
myect � do a un visitante) y finalmente ya lo tenía conecta do a mi bra zo , masoquistas, y hace tiempo que reconocí que las :flechas de aquellos Sebas­
la aguJa resbaló y se salió, haciendo que se me hinchase la piel como un tianes de ojos vueltos hacia Dios son en realidad fleches d'amour de Cupido.
globo. Yo comencé a « echar pestes », como solía decir un a de las enfer­ ( « Con las amorosas saetas de Febo », que dice Cleopatra. ) Para mí, cual­
meras con menos motivo, pero esta pro testa no fue aún lo suficientemente quier dolor es extremo, y la cuestión no es de si es mucho, sino de si va


fuerte, porque el tapón de espita del si ouiente frasco est aba demasiado a durar mucho.
:flojo Y pronto me vi yo tan superirriga do que empecé a preguntarme qué Tampoco podía evitarse que mi dosis de fósforo radiactivo hubiera de
p_art ; .del «yo» borrado era el «yo» del principio, y qué p arte era el «yo» ser consignada por la Comisión de Energía Atómica y transportada, como
smtetico. si fuese dinero, en una especie de furgoneta blindada de Brink. Pero los
Lo� problemas de identidad de este tipo serán cada vez m á s comunes sentimientos de culpabilidad al pensar en que estaba sobrecargando el es­
a medida que vayan siendo más numer osos los cerebros ! a viados , y ( sup e­ fuerzo bélico resultaba menos enervante que las precauciones del técnico­
r �ndo co�plica�iones de histología y de apartheid) a medid a que vayan administrador, que parecía mirarme como a un lugar de pruebas de un
sie!1�º �as e�C1�ntes los bancos de piezas de recambio y l :as fundiciones solo hombre, o como un atolón atómico humano. Quizá pueda encontrar
qmrurgica_s ( :<mJe7 to : » y « trasplantes », en la terminología horticulturali­ consuelo en la idea de que soy magnético para las luciérnagas y los cocuyos,
.
zada, antivivisecciomsta). Otra eventu alidad que puede preverse es la si no para los detectores de minas, pero esto último aún no ha ocurrido.
t� �nsferencia accidental del alma y el id. Esto podría llevar a una resunec­ Sin embargo, lo peor del hospital fue la frustración musical. Mi luz­
cion de los argumentos eleáticos de divisibilidad-indivisibilidad ( el Uno y piloto quizás ya no se parece mucho a una gema, o quizá no sea muy
los Muchos ) ; a los embrollos teológicos referentes a la graci i:t prevenie nte ; intensa, pero todavía brilla incluso cuando no se haga uso de la estufa.
Y a ª!gumentos médicos forenses sobre los trajes d e propieda d personal ( de Nacían en mí ideas musicales, pero sólo podía componerlas mentalmente,
propiedad muy personal) en cuanto al contenido exacto de vn « yo» o de siendo incapaz de escribirlas entonces y de recordarlas ahora. Y la mente
un « tÚ», para establecer lo cual seguramente habría que sep arar con guión necesita su trabajo diario en tales momentos, no la contemplación de su
los nombres de los donantes de los nombres de los receptores . Después de temporalidad. Verse privado del arte y abandonado a solas con la filoso fía
todo, desde que unos biólogos moleculares activaron el DNA.. fabricado en es estar muy cerca del infierno.
el laboratorio, han quedado arrumbadas las antiguas definicioo es de la mis­ N. Y. R. : ¿ Y su convalecencia, señor Stravinsky ?
ma «vida». Pero me estoy apartando del tema. I . S . : Mis enfermeras y «fisiatras» están la mar de florecientes, se !o
N. Y. R . : Estaba usted hablando de las molestias del hospital . aseguro, y si mi rehabilitación continúa durante mucho tiempo a la tarifa
I. S . : La mayor parte de los otros incidentes eran excusables. De tod as actual, pronto me veré obligado a pedir un préstamo a los Rolling Stoncs
formas, resultaría difícil determinar responsabilidades por l � inv a si ó n de o a Von Mehta. Pero yo no estoy nada floreciente. Y, a pesar de la s pro­
mi habitación por un huido de la sección neuropática, 0 por haber sustituido testas de los mogoles de la medicina, que dicen que me he recuperado
una noche la persiana rota de mi ventan a por una pantalla negra, de s uerte ( ¿ qué otra cosa podrían decir, con los precios que cobran ? ), me siento
que a � a mañana siguiente no estaba yo seguro de si me habfa despertado como un centenario; estoy flaco como el Artista Hambriento de Kafka, y
o de si ya me había ido de este mundo. ( Los lechos de h ospital tienen pálido ( a pesar de que me tenían en el j ardín, seguramente para la foto­
una forma que recuerda algo la de un ataú d. ) Tampoco es razonable criticar síntesis ) como la luna vespertina.

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Pero me quejo demasiado, y demasiado atrabiliariamente (lo cual es maestría instrumental se adquiere a fuerza de tiempo y de trabajo,
razonable, ya que se ha descubierto que también en el departamento de la mientras que la formación musical de los directores ( que antes que nada
bilis hay algún trastorno) ; si mi caducidad fuese tan grave como supongo, tienen que ser expertos en pasajes de avión de reacción, en leyes de
ya algún Colegio de Bellas Artes se habría precipitado sobre mí con un impuestos internacionales , inglés , peinado -habiendo alcanzado la expre­
doctorado de última hora, de último minuto. Además, en mi encefalograma sión « el Karaj an de plateados cabellos » una categoría mítica comparable a
han encontrado una causa positiva de júbilo, lo cual ahora parece más «la aurora de rosados dedos» que encontramos en Homero-) es más breve
importante que nunca, debido a que no se me permite sentarme mucho a medida que en cada temporada es más rápido el giro en el mercado del
rato al piano y debo componer, la mayor parte de lo que puedo componer, stupor mundi.
en mi cabeza. Esto es molesto porque el instrumento contribuye a colocar Pero ya «he hecho mis representaciones » contra las normas visuales de
la imaginación en la posición debida; y es irónico porque estoy escribiendo una actividad que es afín a la música sin formar siempre parte de ella.
mi primera pieza para solo-piano desde 1 925. Ayer estuve trabajando al Quizás haya, incluso, llegado el momento de modificar ligeramente la crí­
piano por primera vez d espué s de cinco meses (la sensación del p olvo en tica, señalando que, así como el « amateurismo» es deplorable, también lo
las teclas resultaba desagradable ), comenzando con un trino de do a si es el exceso de profesionalismo. En el sentido de la técnica , el director
bemol, muy lento, como el vibrato de una «prima donna» en una despe­ más admirado del país ( también por mí, aunque a menudo desearía que
dida. El impulso d el trino me vino, creo yo, por influencia de un canario, sus « tempi » fueran un poquito más lentos ) es el de la New York Philar­
regalo de Navidad ( alguien había sobreestimado mi aprecio hacia Los pinos monic. Pero, ¿ qué decir de aquella meta hacia la cual el dirigir una orquesta
de Roma ) cuyas más bellas «fioriture» parecen ser las respuestas adecua­ apenas es algo más que un mal necesario ? ¿No sería posibfo que un jefe
das a nuestro exprimidor eléctrico de zumos. con menos facultades técnicas, pero con un objetivo más amplio y más
profundo hiciese mejor música ? Un músico como Von Mehta, por ejem­
plo, que puede realizar ejecuciones húmedas e intensamente padecidas de
las sinfonías de Dvorák, y sinceramente sentidas, y, a veces, incluso,
abrasadas de rapsodias rumanas, húngaras y de otras clases, incluidas algu­
2 nas a las que sus compositores les pusieron títulos diferentes y que en
realidad no tuvieron la intención de que fuesen tal suerte de cosa.
«Neue Kraft fühlend» Parte de lo que yo llamo objetivo es simplemente una mayor extensión
de simpatías. Pero, en primer lugar, no puedo comprender cómo un músico
N. Y. R. : ¿Ha advertido usted nuevos desarrollos en el mundo musical, basado casi exclusivamente en un repertorio del siglo pasado puede manej ar
señor Stravinsky ? los asuntos del repertorio actual, cuyos progresos son tan rápidos . Imagine,
l. S . : La ola ivesiana de «playas simultáneas», el equivalen te musical por consiguiente, el placer que tuve al descubrir que por lo menos esta
de las películas de proyección múltiple, se encuentra en pleamar. Así clase de limitación ya no impide el progreso en la Ciudad de los Cuáqueros ,
ocurre con el «pop », hasta el extremo de que las compañías de discos habiendo proclamado allá e l director e l nuevo estado d e ilustración (véanse
gastan la m ayor parte de sus recursos, al igual que los antiguos buscadores mis bastardillas más abajo) mientras levantaba el velo de secreto largamente
de oro, en los «pop hits » . Ciertamen te no ha habido ningún camino expe­ acariciado de su amistad con Alban Berg. «En aquel entonces yo no estaba
dito en el establecimiento clásico. Los directores siguen siendo los perros tan bien versado, como lo estoy ahora, en la escuela dodecatónica de mú­
falderos de l a vida musical, y los regazos que aún los acogen no se parecen sica» , dice, y procede a elogiar a Berg por haber dado a sus preguntas
mucho a «los dioses ». En comparación con ello, apenas cuenta el v ir tu o­ unas respuestas « lógicas, inteligentes y comprensibles » . Me gusta este
sismo instrumental más deslumbrante. Puede que sea cierto que un niño «comprensibles » . En cuanto a la Filarmónica, me parece que estaría mejor
pro digio interpretando Turangalila en un a rreglo para la mano izquierda en las Páginas Amarillas.
podría llegar a producir algún bruit d'estime, pero es que la gama histrió­
N. Y. R. : Señor Stravinsky, ¿ le han llamado la atención algunas nuevas
nica de un niño prodigio tocando instrumentos musicales es, naturalmente,
tendencias en el frente de la crítica ?
más atrayente que la de hombres adultos haciendo lo mismo. Además, la
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I . S . : Estoy algo atrasado, pero la novedad parece ser el hecho de recordadas y renovadas. Ciertas canciones y piezas para piano de Schumann,
considerar al crítico como un héroe. Un reciente anuncio en el «Times» por ejemplo, me han impresionado grandemente. Schumann es el compo­
de una nueva obra teatral de Broadway llevaba una fotografía no del autor. sitor de la infancia ( de la primera infancia ; no voy a decir quién pienso
o del director, o del conjunto, o de la primera dama, o del primer animal, que es el compositor de la segunda infancia), tanto porque creó un mundo
sino del reportero del «Times» que había despotricado contra ella. Esto imaginativo de los niños, como porque los niños aprenden algo de su
debía ser para darle mayor importancia. primera música en los maravillosos álbumes de piano de este compositor.
Sin embargo, generalmente, la crítica es aquella cosa totalmente vieja, En realidad, acabo de descubrir que la razón por la cual no me gusta el
que trata todavía la música, la danza, el drama primordialmente como un Carnaval no es, como yo antes suponía, porque mi personalidad musical
medio de aliviar el desempleo de los periodistas para todo, más bien qtie carezca de identidades correspondientes a los arquetipos de Florestán y
como tarea algo especializada. Yo solía censurar a la «comunidad inteiec­ Eusebis de toda la música schumanniana, sino simplemente porque, cuando
tual » el que no exigiese mayor calidad, y, en realidad, no me he dado cuenta era niño, se me dijo que tenía que gustarme ; y la fuerza de estos atavismos
hasta hace poco de que no existe semej ante comunidad. Una apelación �JOr de la infancia es tal, que incluso ahora no soy lo suficientemente viejo para
cuenta de un J ean Genet norteamericano ( inconcebible por lo que puedan que mi antipatía pueda desligarse de semejantes motivaciones.
ser los equivalentes, no sólo para Genet, sino para los apelantes Gide, Yo debía mostrarme insoportablemente exclusivista cuando Debussy
Claudel y Sartre) no sería reconocida, y mucho menos se convertiría en emitió tal juicio acerca de mí. También se refirió a mí, me parece que en
acción efectiva. Y lo más probable es que la Prensa ridiculizase a los soli­ la misma carta, como a compositor «primitivo» e «instintiva>> más que
citantes, como ridiculizó el «Times» al señor Lowell por haber rehusado « académico» . Y tenía razón. Al igual que Ramanuj an, que hizo sus mate­
cierta invitación a cenar. Pero si la «comunidad intelectual» carece de máticas sin ninguna educación matemática formal, yo habría tenido que
representación en los asuntos públicos , no puede pretender mucho más confiar en la intuición « natural» y en el instinto para toda la cultura que
en las artes públicas. Uno se pregunta si algún estudiante, o artista, o habría adquirido si me hubiese doctorado en composición, salvo que habría
escritor se ha aventurado j amás a adentrarse en las filas de banqueros , fallado en los exámenes y j amás lo habría conseguido.
corredores d e bolsa y presidentes d e junta que integran el «público» del N. Y. R. : ¿ Qué perspectivas existen en estos momentos para el compo­
«ghetto » neoyorquino de las artes de la representación teatral y de la sitor doctorado, señor Stravinsky ?
ejecución musical, concediendo, naturalmente, que Martha y Hansel son I . S . : No lo sé. Solía pedir lealtad a una de las dos banderas totali­
elementos disuasorios tan formidables como los precios de las localidades. tarias, la una, prociencia, la otra, anticiencia, hasta el punto de que su
En cuanto a mi propio PR, no he visto ninguna señal de suspensión objetivo principal era la devoción científica de la sociedad de computado­
de la tosquedad normal por causa de tradiciones periclitadas acerca de la ras. Pero ahora las líneas de estas afiliaciones se han cruzado, la pugPa
cortesía debida a los ancianos. Pero yo tampoco tengo la intención de pedir ha cesado, y las facciones más encarnizadas se han unido, tal ve'Z bajo la
una moratoria, o de atenerme a unas reglas de juego que yo no hice ni me influencia del Maharishi, porque la única cosa que todo el mundo quiere
avine a utilizar. comprar procede de la Real Academia Liverpudliana de Música. Bueno, no
N. Y. R . : Debussy predijo que usted, señor Stravinsky, no « toleraría todo el mundo . Por lo menos unos cuantos científicos de dura cerviz han
ninguna clase de música cuando fuese viejo». resistido la corriente general hacia los simples pasatiempos , según me he
I . S.: Pero yo amo la música más que antes . Si parece que me limito enterado por sus anuncios de nuevas reducciones en la codificación del
indebidamente a los poemas musicales de Smetana, a los oratorios de Men­ tiempo, y en el desarrollo de nuevos sistemas susceptibles a la vez de
delssohn y al tipo de concierto que se emplea en los Juegos Olímpiccs admitir el input digital y el analógico. En suma, la meta final, las facili­
de pianistas, la razón es simplemente para tener más tiempo para los dades de computadora para todos, está cada vez más cerca.
Cuartetos de Beethoven. últimamente he revistado una gran cantidad de Pero yo ya estoy perdiendo la paciencia con una música que no canta
música, alguna de ella después de intervalos de sesenta y de setenta año � , ni baila ( el tiempo de eso ya está muy lej ano ) , y que no hace otro ademán
y, por consiguiente, me he visto gravemente afectado por pasadas impli­ que yo pueda entender, excepto el de reflejar procesos mecánicos en los
caciones y descubrimientos de diferencias radicales entre experiencias que rápidamente me pierdo. Tampoco estoy satisfecho con la promesa de

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«consecuencialidad» de estos procesos ; sólo estoy interesado en ellos ; a mi nes sólo conducen a más historicidad, e n tanto que aquello e n l o que yo
edad, lo único que puedo permitirme es estar interesado en algo. Otro creo es la impredecibilidad ( por encima de períodos , estilos, escuelas, �on­
inconveniente personal es que yo tengo más de artesano que de computador textos, circunstancias históricas ) de Beethoven.
o de ingeniero, y no encuentro ningún campo común de artesanía en la
N. Y. R. : Una cualidad esencial de la propia obra de usted es el equi­
mayoría de los productos de arte hechos a máquina ; que es probablemente
l ibrio que ella manifiesta entre el pasado y el presente, y el continuo
parecido a lo que un pintor artista de mi época debe de experimentar ante descubrimiento del uno en el otro.
las más recientes creaciones en vidrio fibroso líquido.
También confieso que tengo necesidad de ir desde un comienzo hasta I. S. : Gracias. Pero es precisamente ese debate del ayer y del hoy lo
un fin, pasando por partes relacionadas unas con otras. Quizá por sim!Jatía que ahora me está relegando a mí al pasado, a un anexo del siglo XIX, como
con la movilidad disminuida de mi cuerpo, mi mente ya no perece querer se me ha dicho, entre otras cosas menos lisonjeras . «Nada ocurrió antes
de nosotros », proclama el compositor postcontemporáneo, y tiene toda la
o poder saltar de unos momentos «presentes» aislados a otros momentos
razón. La no existencia del pasado es una hipótesis necesaria para cualqui era
«presentes » aislados. Esta semana he estado oyendo la grabación de la
que se proponga comenzar desde la nada, y la protección contra compara­
música de piano de un compositor que hoy goza de mucho aprecio por su
ciones aniquiladoras no es menos necesaria para un modus vivendi ; lo�
habilidad en adelantarse a su época una hora o cosa así; pero yo encuentro
entretenimientos que se disipan junto con las risitas que provocan no
insoportablemente monótona la alternancia de conglomerados de notas y
de pausas de que tal música se compone, y estoy anhelando el ritmo y la tendrían que sufrir el ser expuestos al lado de la música que se conserva
sin una arruga desde hace siglo y medio.
regularidad de Beethoven, para no hablar de la armonía y otros elementos .
Los compositores postcontemporáneos son modestos o herméticos en
L a materia d e l a música es asimismo t a n limitada, en efecto, y tan solem­
lo que se refiere a sus materiales y orígenes . Es muy poco lo que yo he
ne, que sólo me daba fuerzas la esperanza, durante una pausa algo prolon­
podido descubrir de ambas cosas, aparte del « contenido nulo», un límite
gada, de que al fin el pianista se hubiera cansado de todo ello y se hubiera
retrospectivo de tres años y una explicación de que todas las tradiciones
disparado un tiro.
académicas se han extinguido, aunque ha transcurrido algún tiempo desde
N. Y. R . : ¿ Querría usted ampliar su observación acerca de los «proce­ que hubo alguna escuela digna de mofa. Pero la propia plat�form a de los
sos consecuenciales » ? .
jóvenes , la « celebración del " ahora " » parece tener poca consistencia ; antes
I . S . : E s l a jerga progresivista. Naturalmente, suena mejor e l ser con­ de que sea demasiado tarde tendrían que pedir a la ciencia músicos que les
secuencial que el no serlo, implicando superioridad la promesa de un más instruyesen en la teoría de la improbabilidad . Los próximos tres años y
elevado desarrollo en etapas sucesivas . Pero el verdadero propósito del los tres que vengan después de ellos pronto habrán pasado ; en suma, el
historicismo lineal es simplemente abrir para los candidatos al doctorado «ningún pasado » formará pronto parte del « no pasado » , salvo que, para
más territorios medioccidentales de la mente. empezar, el pasado es difícil de negar, ya que la tabula, por mucho que se
El más consecuencial es a menudo simplemente el mejor situado , el la mire, dista mucho de ser rasa. En realidad, tengo la creciente sospecha
más fácil de ver y de oír, y el inconsecuencia! (en sentido histórico ) es sim­ de que el pot ( la olla) que se encuentra en el extremo de este particular
plemente el menos accesible, a menudo debido a innovaciones internas y arco iris no contiene más que pot (grifa).
externas de pensamiento y comunicación. Las obras del más alto valor, los N. Y. R.: ¿ Ha probado usted alguna vez las drogas , señor Stravinsky ,
Cuartetos de Beethoven, por ej emplo, son naturalmente inconsecuenciales, tal vez en la época en que estuvo asociado con Cocteau ?
aunque, de cualquier forma, incalculables en estos términos , debido a que I . S . : Yo uso una droga muy corriente, que me procuro principalmente
una historia de los valores se desarrollaría cíclicamente unas veces, y de ele Escocia y de Francia en las formas que yo les pido. La manera en que
un modo totalmente fuera de la cronología en otras ocasiones , saltando Cocteau tomaba opio, al menos cuando yo le conocí, era parecida a la
por encima de las generaciones, e incluso de los siglos , en ambas direccio­ forma de jugar al fútbol el señor Plimpton ; dicho en otras palabras, era
nes . Uno podría llegar a la conclusión de que la moda desempeña el papel una manera de hacer libros.
más importante, aparte de la ley biológica de que los comienzos son na �u­ El malogrado Max Reinkel de MIT estaba dirigiendo sus experimentos
ralmente consecuenciales, y los finales lo contrario. Pero tales especulac10- precursores con el LSD cuando yo fui su paciente en 1 95 3 , y fui por
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entonces consciente de aque�a droga. Poco después, mis amigos Aldons razón de que yo no creo en el asesinato judicial. (0 de cualquier otra
H1:1xley, Geral � Heard y Christopher Isherwood, que figuraban entre sus clase ; debo añadir que no soy un escrutador, y que tiendo a eludir mi
primeros usuarios de cuello blanco, me invitaron a probarlo , ·oara ver lm deber social de estar de acuerdo en una sola cosa con personas respecto
ef�ctos que producía e:i mi experienci � musical . Pero eso no es para a las cuales me encuentro en desacuerdo permanente en prácticamente todo
.
mi . El aumento de I� m � ensidad sensorial, la dislocación del tiempo, la lo demás . )
a} tera.cton de la consciencia : he aquí las últimas sensaciones que vo esta­
., El señor Yun fue indultado, pero no tengo idea de s i lo fue debido
ria dispuesto a buscar. Jamás he tenido un «bennie » nada di!Y ¿mos de a, o a pesar de, nuestra protesta. El único reconocimiento que he visto de

haber fumado t;1 n «joint» , y el único paraíso artificial po� el que �e preocu­ la existencia de tal protesta es una nota de la Academia Norteamericana
po es la ataraxia ( ¿ o no será, quizás, acedía ? ) producida por los consumos de Artes y Letras, a la cual fueron dirigidos equivocadamente los cabl�­
de� tro de la ! ey a que me he referido. Sin embargo, siendo lo que eo la gramas. Decía la nota que la política de la Academia le impedía intervenir
sociedad, y siendo cosa segura que va a aumentar la dependencia con en tales recomendaciones ; espero que una «política» de esa clase sea un
respecto a la droga, el co:i�rol legalizado de ésta es de urgente necesidad, y pretexto para evitarse molestias, más que un intento de mantener la « neu­
me he formado esta opu� ion , tras haber visto una perturbadora película tralidad» de las artes y de las letras.
de a dolescentes en el cammo de la degeneración al volver de uno de esos N. Y. R. : ¿ Y la idea que usted tiene de la comunidad? ¿ Está usted
_ _
«via¡es» estupefacientes . de acuerdo con Durkheim cuando dice que la sociedad, como cuerpo so­
cial, debería ser «cualitativamente distinta» de los cuerpos individu ales
que la integran?
3
l . S . : En cualquier caso, actualmente no se está haciendo conspicua
N. Y. R. : ¿ Permite usted que volvamos a la cuestión de la comunidad ninguna sociedad semejante, ni tampoco la perfectibilidad de la minimen­
. talidad colectiva está manifestando signos de éxito mayores que los que
intelectual ineficaz o inexistente ? ¿ Cuál es la idea que usted tiene de «in­
telectual», en primer lugar? manifiesta la mentalidad individual. Yo mismo me contentaría con ideales
menores, quizá con un sistema menos «humano » y más mecánico, pero que
l . S . : En mi anterior observación yo no me refería a los literatos fil:í­
s ?fos Y arti �tas, sino más bien a una persona como la que describe G�ams­
fuese capaz de lograr un equilibrio entre la seguridad en números y el
ci : «Cu ��qmera que, al r:i argen de su propio trabajo usual, comparte una
peligro en números.
concepcion del mu ?do, sigue una línea consciente de conducta moral, y de Sea cual fuere la relación entre la moralidad colectiva y los nuevos
esta manera contribuye a mantener o a modificar dicha concepción del instrumentos de comunicación, la doble norma es ahora la única, por lo
mu ?do y a �0 1?.entar ni: evos modos de pensar» . ( En otro lugar, Gramsci menos en la vida pública. Ninguna declaración hecha por alguna personali­
olvida este idilio marxista, observando que «los intelectuales han sido dad pública que no lo haya sido bajo los efectos del pentotal de sodio o de
. la hipnosis, puede tomarse como completamente cándida, en tanto que la
producidos en un número superior al que está justificado por la neccsidnd
social » . ) Los poemas del Manyo s� u fueron escritos por «Cualquiera», o por
. referida personalidad haya sido ensalzada por encuestas de popularidad.
. Además, como quiera que ya nos encontramos en la segunda generación
lo m :nos por una representacion del pueblo que se extendía desde los
. del « servicio de labios», las personalidades públicas del próximo futuro
mendigos hasta la propia emperatriz.
Mi obs :rvación fue provocada por el rapto, en Alemania Occidental , pronto serán incapaces de indicar la diferencia, ni siquiera bajo los efectos
del compositor coreano I Sang Yun, que fue devuelto a su país v conde­ de los sueros de la verdad, entre sus propias opiniones verdaderas y sus
n ?d ? e? Seul co�o espía comu � ista. Yo no era � onsciente de la prueba, y investiduras políticas, y mucho menos de comprender el destino de Ana­
m siquiera del senor Yun, que bien pudo haber sido el compositor fantasma
nías o la idea de que el silencio puede constituir una mentira. El súbito
de Amamos al presidente Mao, por todo lo que he podido saber (los dos cambio de ocupación del señor McNamara, por ejemplo, hizo que yo m e
_
primeros nombres del señor Yun, « l Sang», «yo canté», en inglés, son preguntase si no podía salvarse de la derrota cierta medida de victoria
buenos .p ��a un músico, pero menos para un espía). Sin embargo, yo firmé personal, debido a que si es imposible a la vez decir lo que uno cree
una petmon para que se suspendiese la sentencia del señor Yun, por la que es la verdad y el sobrevivir políticamente, entonces uno debería pro-

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ceder al suicidio político. Para conceder al señor McNamara el beneficie pone exactamente la pieza que uno se había propuesto componer, de la
de la duda, pareció simplemente como si se hubiese quedado sin habla, misma manera que ahora no estoy diciendo exactamente lo que tenía pen ·
pero también habría sido muy interesante saber en qué consiste realmente sado decir, sino lo que se me ocurre a medida que hablo. Pero la amenaza
una «ofensiva de paz», y ¿ quién pudo haber estado en mejores condicio­ de la posteridad es también peor ahora que antes por otras razones . Por
nes para decírnoslo ? ejemplo, he modificado mi punto de vista acerca de las ventaj as qu e impli­
¿ Y quién nos recordará ahora que nuestro juicio contra los criminales ca el embalsamar una ejecución en una cinta magnetofónica. Las desventa­
de guerra nazis, un juicio independiente de las diferencias existentes entre jas, que son las de que una ejecución representa solamente un conj u n to
Nuremberg y el presente, fue el de que incluso los soldados, al cumplir de circunstancias, y que los errores y los equívocos se consolidan en las
órdenes, son responsables de « crímenes contra la humanidad » ? Esto es. tradiciones de una manera tan rápida y canónica como las verdades , me
después de todo, lo que el Dr. Spock, el capitán Levy y otros han ten ido parecen ahora que son un precio mayor que hay que pagar. El Angel Gra­
el valor de decir. Y alguien situado más arriba y con mayor seguridad, bador al que me refiero , en todo caso no es CBS, sino el del Gran Libro .
también habría podido decirlo. En vista de las ansias de venganza que N. Y. R. : ¿ Y su propio futuro , señor Stravinsky ?
despierta el señor LeRoi Jones, parece ser que vamos a tener algunos Da­
nieles y Sinyavskis propios. l . S . : Tendré que permanecer más cerca de mi casa, y mi mundo obie­
Digamo s de paso que el mismo portavoz podría repetir la pregunta no tivo será más limitado . Pero he estado pensando cómo Vermeer pu do re­
. flejar un mundo y vivir una vida de perfecto quehacer en su propio estu­
menos pertinente del Maquiavelo de Marlowe : « ¿ Qué derecho tenía César
al imperio ? » ¿ Era tal vez, me pregunto yo, el derecho a defenderse a sí dio ; y cómo pudo Chardin desplegar en su cocina una más rica represen­
mismo ? tación de la vida que otros pintores que tuvieron todo Versalles a su dis­
posición. Por lo tanto, deberé intentar, en mi forma más modesta, mirar
más de cerca lo que me rodea de cerca, e infundir más vida a m i propia
vida sosegada. Una dificultad es la de que se me considera ahora mi smo
4 como un objeto, como una inestimable pieza de porcelana, por así decirfo ,
y esta porcelana constituye mi mayor enemigo . Espero que no me ocurra
Debido a que cada nuevo caso nos priva de nada malo, pero si algo me ocurre que sea «durante las horas de oficina».
la experiencia adquirida y de la práctica ante­ En cuanto al «contenido » , el talento no se nos concede en propiedad , y
rior, no sabemos qué hacer. tenemos que restituirlo . Sé, no obstante, que tengo más música dentro de
AMIEL. mí. Y tengo que darla ; no puedo vivir recibiendo vida solamente.
De los dos mayores problemas de la vejez, el primero es simplemen te
Y la vejez, y entonces el único fin de !1 la falta de preparación, la falta de una provisión natural o adquirida ele
vejez. experiencia. A lo largo de nuestra vida observamos a otras persoMs en tal
PHILIP LAR!<IN. estado , pero no aprendemos biológicamente de lo que vemos, e inclu so no
creemos que la misma cosa pueda y vaya a ocurrirnos a nosotros. Cuando
N. Y. R. : ¿ Piensa usted alguna vez en el futuro de sus obrns, señor ello ha ocurrido, lo inesperado es como la consciencia que tuvo Levin.. en
Stravinsky? la aldea, de que el cielo había cambiado, y que este cambio, como la trans­
l . S . : No . Y a he visto algo de su «posteridad» ( tan pronto como u n a formación que se había operado en él mismo, era imperceptible en cuanto
obra es ejecutada, es en eso en lo que se convierte, después de todo ) , y proceso.
cuanto más veo de ella, menos me preocupo. Por supuesto que resulta El problema más arduo es el de lo inevitable . Viene expresado muy
satisfactorio ver desestablecidas ciertas valoraciones establecidas . así como bellamente por San Agustín en su último sermón, y preferiría que lo dijese
el hecho de que sean levantadas las prohibiciones que pesaban sobre ohra s él por mí, tal como el señor Peter Brown describe la escena en su Augus­
de épocas carentes de elegancia. Pero me preocupan menos mis obras que tine of Hippo. Después de nombrar al sacerdote Heraclio como sucesor
la actividad de la composición. Esto se debe en parte a que uno jamás com- suyo , Agustín recuerda esto a la congregación :

72 73
« Cuando somos niños, podemos esperar convertirnos en jóvenes ; cuan­ trofes, reales e inminentes, nadie se decidió a indicar al Estado un área de
do jóvenes, en desarrollarnos y llegar a adultos, y cuando somos adultos desastre hasta que llegaron los monzones del solsticio de invierno.
miramos hacia la vejez. Si esto llegará, no es seguro ; pero siempre hay Aun así, el riesgo más inmediato lo ofrecía el estado de la sociedad.
algo hacia lo cual mirar. Pero un anciano ya no tiene ninguna etapa delan!e Jóvenes con peinados astronáuticos tenían ocupada mi calle en tal medida ,
de sí. Ahora, yo ya he envejecido. » que las ambulancias ( que pasaban, tocando la sirena, normalmente cada
Pero e l final d e l a historia m e recuerda algo, y e s que h e estado ha­ cuatro o cinco minutos, con las cortinillas levantadas, probablemente pata
blando demasiado : que el paciente de emergencia pudiera echar un último vistazo ) tenían que
Heraclio se adelantó para predicar, mientras el anciano Agustín estaba buscar otra ruta. Ésta, por lo favorable que resultara en cuanto a la dis­
sentado detrás de él : «El grillo chirría», dijo Heraclio, « el cisne está c::i.­ minución del ruido, atraía aún más a hombres armados y uniformados, los
llado » . cuales eran ya tan visibles que el vecindario se sentía como un territorio
l. s . ocupado militarmente. O peor que esto. Los reflectores de luz de xenón
Hollywood, febrero 1968. que buscan a través de las estigias tinieblas de la contaminada parte supe­
rior del cielo ( «la niebla, mezclada con el humo, se está levantando », Fin­
negans Wake, 593 ) , dan realmente la impresión de que uno se encuentra
¿D Ó NDE ESTA T U AGUIJÓN? en las proximidades, o en el interior, de un campo de concentración .
En cualquier caso, existen altas barreras, y no sólo en sentido figurado,
1 ya que la valla que rodea una propiedad privada, por lo menos en aquellos
alrededores, parece calcada del famoso muro de Berlín. Además, por allí
CRITÓN : El sirviente que va a darte la cicuta
fermenta una guerra social, que fácilmente podría convertirse en una de
quiere que yo te diga que no hables demasiado . . .
tiros, y ya estalló, en realidad, poco antes de que yo me fuese, cuando la
el hablar podría obstaculizar la acción del venen 'J
policía disparó sobre un individuo apenas a trescientos metros de mi casa .
FEDÓN, 63. Por entonces, también, la Legión americana inició su campaña contra mi
vecino de San Diego, el profesor Marcuse, acto que yo interpreté como una
NEW YoRK RE.vrnw O F BooKs : Cuando usted fue a Europa reciente· advertencia para que yo tomase mis precauciones y evitase el riesgo de
mente, señor Stravinsky, hemos oído decir que lo hizo con la intención de ser tratado al estilo de Chicago .
mejorar de ambiente y situación. No obstante, la decisión final de marcharme de allí me vino de u n a
l. S. : Así fue, en efecto. Cuando abandoné Los Á ngeles, ya parecía consideración muy diferente. Se trataba, simplemente, de que yo había co­
demasiado tarde para una retirada bien organizada . La mezcla de humo y menzado a temer que algún funcionario municipal o estatal descubriese
niebla era muy densa, pero, entonces, el aire, aparte de los radioisótopos, que vivía allí. Esto conduciría, casi con toda seguridad, a la concesión de
debe ser ahora mejor en cualquier otro lugar, incluso en una mina de un premio como los que he estado recibiendo durante los pasados sesenta
carbón. También se predecía un gran terremoto, pero no lo predecían sim­ y cinco años de otras ciudades , Estados, países, «kibbutzim » y tribus ; y
plemente los sismólogos, sino las organizaciones de protección religiosa, que acarrearía una ceremonia, con un discurso de presentación a cargo de Miss
se estaban trasladando al este para predicar el milenio y aguardar allá la se­ Long Beach, tal vez, o uno de los moradores de Beverly Hills . Yo tendría
gunda opción de quiliasmo ; autocentrado, por decirlo así, en vista de las que dar algo a cambio, evidentemente, y sería a mí mismo . Tomé el camino
probables devastaciones de origen atómico y bacteriológico, yo caería ahora menos frecuentado hacia Nueva York, y luego hacia Zurich.
como Humpty Dumpty, y siendo incapaz de efectuar un « aterrizaje suave», N. Y. R . : ¿ Qué hacía usted en Suiza, señor Stravinsky ?
me rompería irremediablemente la crisma. También se esperaba un remoie, I . S . : Ver amigos. Venían no sólo para verme, sino para tocarme , como
y, dado que unos cuantos chubascos pueden convertir en zonas panta�osns si yo fuese una reliquia con virtudes de talismán ; y recordando que el
una gran parte de la ciudad, que requieren ser evacuadas por medio de Gran Salto Adelante había querido demostrar la tangibilidad del presidente
helicópteros, una inundación de considerable importancia lo barrería todo Mao obligándole a nadar, yo no me quej aba. Sin embargo, en la Zu tich
y se lo llevaría hacia el mar. Sin embargo, a pesar de estas y otras catás- legal, ordenada y tranquila, y con el encanto que presta a las cosas la leja-

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ní � , comencé a ech � r de menos, no sólo el aspecto de «los pocos últimos tercer grado, d e que « aun cuando e l estado d e salud del general Eisenhower
ha mejorado, siguen adelante los proyectos para su funeral» .
n; mutc;i s del Impeno romano » que ofrecía Hollywood, sino también el La televisión vende más que l o que d e u n modo tan desastroso se cla­
dmamismo ( « Venga a América, donde se encuentra la acción» ) , la « inquie­
sifica a continuación de la santidad, a buen seguro ( en realidad está ven­
diendo existei:cias vicarias), pero los anuncios predominantes parecen ser
tud » .de los «campus» universitarios ( es decir, tanques, bombas. guerra de
guernllas ) y todo eso . En realidad, el estampido de los rifles de unos ca­ .
zadores en los bosques cercanos al hotel me hicieron una tarde sentir tant� aquello� qi: e imphc an que un � sociedad sin suciedad, sin olores y sin in­
. .
nostal?ia de Sun;; et Bouleva :d, en las noches de los sábados, que si hubie­ c? nvemenci � s constituye el ob¡ etivo último de la civilización. Estas aspira­
se temdo una mascara de oxigeno y suficiente protección contra las balas . . .
c10ne � algo madecuadas deben de encontrarse ya cerca de su cumplimiento ,
ademas, por lo menos en el seno del hogar, gracias a los detergentes social­
N. Y. R. : ¿ Adónde habría ido usted, señor Stravinsky ?
I . �.: A París, a v � r a más amigos. También iba a pasear con murha
mente puestos al día ( «DRIVE elimina las manchas de sangre » ) reforzados
por «burbuj as ultrasónicas activadas » . La « tecnología de las falsas necesi­
regulandad, en la medida en qu� mis fuerzas me permiten andar. por los
, da �es» � e ha vuelto hacia la misma Naturaleza, en cualquier caso, y ya la
senderos de Le Notre, en Chantilly, y, aunque con ello no hacía un «de­ esta rociando con desfoliantes, desnudantes, desecantes ' desodorantes . her­
porte » tan sano, en lo � pasillos del Trianon Palace Hotel, donde algunos bicidas, germicidas, pesticidas, pioj icidas. Una obra de teatro sobre Adán
,
de lo � huesped�s podnan haber servido para tomar parte en algunas de en contemporáneo desvestimiento, vendría obligada, incluso ahora, a repre­
las pnmeras pehculas de Chaplin : un caballero de guantes blancos que fu­ sentar el Jardín del Edén sin una hoj a, y, por supuesto, sin una manzana.
maba puros; otro que paseaba un pequeño perro, pero, en compensaci ón, Ahora, también, las necesidades punitivas y expiatorias de la insania de la
de muy malas pulgas ; una anciana que solía hablar con los gatos y a la que aplicación práctica puritana de la ciencia de la santidad están suscitando
el alcohol confena , un color sonrosado . Yo no asistía a conciertos pero
escuchaba algo de música nueva en cinta magnetofónica, incluida un � pieza
esperanzas de retribución cósmica en la contaminación de otros planetas
con microorganismos terrestres, y del nuestro con esporas lunares.
muy bella ( actualmente se está escribiendo mucha música ligera y agrada­ Esto me recuerda lo q':� vi en el color-video a mi regreso, en aquel pro­
ble ) compuesta por Gérard Masson, con quien también trabé amistad. .
grama espacial que reconcilia la tecnología de los proyectiles dirigidos con
Y ª � imismo, ¿ cómo no ? , escuché La consagración de la primavera Esta el Génesis . E;i realidad, la cápsula espacial misma convirtióse en un argu­
,
musica alegre y retozona fue interpretada en la Ópera, pero donde corres­ .
mento teleolog1co cuando los astrobardos de los Tres Hombres Sabios
pondía era en el Folies-Bergere. guiados por el resplandor de la Tierra, leían poesía bíblica a terrícolas sa'.
Es �uve en París durante la crisis monetaria, dicho sea de paso , y me bat �stas . Gott m_it uns ( ¡ Dios con nosotros ! ), nos aseguraba el Programa Es­
. ,
11;npres10no mucho ver el contraste entre el éxito de los banquero::; interna­
c10nales y el � racaso de los negociadores internacionales de la paz Lo cual
paCial, pero tema que haberle preocupado el hecho de que una órbita más
prestigiosamente remota había sido destinada como púlpito para lecturas
es realmente importante para el «comité de naciones», o por lo menos para de Das Kapital en el cumpleaños de Marx.
las personas que realmente rigen el mundo y pueden obtener, y la obtie­
nen, una acción inmediata. N. Y. R . : ¿ Qué piensan de nuestras elecciones sus amigos europeos ?
N . Y. R. : Hemos sabido que usted habló con unos funcionarios de la l . S . : Eran incapaces de imaginarse el rostro del nuevo Presidente en
Televisión francesa, pero, ¿ vio usted televisión allá ? Mount Rushmore, decían, y no sólo a causa de los obstáculos escultóricos .
Y algunos d e ellos dudaban d e que fuese necesario que volvieran a efec­
I . S . : No, y por ello quizá tengo que sufrir sus demoledores efectos
tuarse las actuales votaciones, debido a que las encuestas de la opinión
más que antes cuando estoy de regreso aquí. Pero también he observado
pública realizadas por computadoras son ahora bastante dignas de confian­
que se han producido cambios en las «costumbres » televisivas . Una de
za, y, en efecto, ya han realizado la tarea. Uno de mis amigos, que proba­
ellas es la de presentar en primer plano a los muertos y moribundos víc­
blemente pensaba en mi propio bien, sugirió que el ahorro de tiempo, di­
timas de accidentes y de asesinatos ( localmente, y también de Biafra 'v de
nero y de abono fresco, adecuamente transformado y aplicado, podría utili­
Vietnam ), como si fuese lo más natural del mundo . Otra de esas m Óeurs
no la puedo describir, pero viene tipificada en el anuncio de ayer, hecho zarse para hacer inhabitable la ciudad de Los Ángeles . Ciertamente, una
.
elección por medio de una encuesta no destruiría la ilusión de que, dej ando
por un comentarista de color-video, en parte verde, en parte bronceado en
77
76
caer un voto en el interior de una urna y proclamando que el ganador Jo será útil para desterrar a Monostatos y a l Moro d e Petrushka '· se trata de
ha sido por sufragio popular ( aunque sólo podría serlo mediante un enca­ tipos maniqueos, por supuesto, pero su falta de lógica, aparte de su músi­
denamiento de elecciones desplazadas varios millones de eslabones ) , la po­ ca, �ólo pued� hacer observaciones sobre la cultura blanca, ya que hay pe­
lítica de corporación está ejerciendo su libertad y sus derechos democráti­ quenas mentiras blancas, pero no sobre la cultura negra. (Digamos de
cos . Después de todo, no podría minar tal fantasía ni siquiera una opera­ paso que la « motivación» racial del relato que hace Monostatos sobre su
ción tan claramente falsa como la convención democrática. intento de violación se parece al que hace sobre lo mismo el señor Cleaver
Los legisladores preocupados por el bienestar de sus súbditos puede que en Soul On Ice. )
sean una viej a historia, pero algunos de los territorios que ahora se ven Dado que no puedo estar seguro de que ello tuviese importancia, no
obligados a administrar ( la organización del futuro científico, para un dis­ soy menos retórico que el señor Bond al mencionar el hecho de que el
trito bastante estimable) son alarmantemente nuevos . Consideremos el homb�e sobre el c:i al dispararon cerca de mi casa era negro . Sin embargo,
campo de la genética, con su poder ilimitado y su breve horario de desas­ los ongenes del crimen del hombre negro estaban en cierto grado enraiza­
tres . Supongamos también que los comités de los «nuevos mandarine� » dos en las desigualdades que aquella circunstancia supone. La cuestión re­
mejoradores de la raza son « humanos», «bienintencionados», « responsa­ sulta irrelevante a los ojos miopes y compartimentados de la ley, que no
bles », y que se les puede confiar la misión de eliminar a los diabéticos, a admite ninguna relación entre lo particular y lo general, y que sólo está
los individuos de paladar hendido, a los tartamudos, a los daltonianos y a empezando a aceptar la idea, tan antigua como los Enciclopedistas, de la
los sordos. Pero, ¿ qué diremos de los deficientes mentales, y especialmente responsabilidad disminuida. Pero la ley, después de todo, es un 0oran �le-
de los casos extremos ? mento integrante del dilema moral.
Nos produce cierto consuelo pensar que la administración de la cien­ Los disparos fueron consecuencia de un hurto insignificante. Pero, ¿ era
cia por los científicos aún sería peor. Cuando, en el reciente Congreso de necesario matar ? ¿No pueden hacer algo mejor los tiradores adiestrados ?
Genética de Tokio se abrió un debate acerca de si la ciencia podía permi­ ¿ O es que la Policía de Los Angeles ( como a veces podría parecerles a las
tirse el dej arse atar por la ética, un delegado defensor de la ética expuso gentes incompletamente manumitidas de Watts ) es deliberadamente torpe
su argumento con la revelación de que «Aun cuando el hombre está hecho en su puntería, en algunos casos, debido en parte a la super-especialización
de moléculas, él no es una molécula» ; y un colega de mentalidad parecida en el mantenimiento de un sistema no exento de prejuicios ? El sistema a
añadió que «La evolución de cada especie viene ciertamente modificada en que me refiero es el de la no distribución de la riqueza, gracias a las pro­
gran medida por la presencia del hombre». Eso, por lo menos, merece un tecciones contra los impuestos, y otros privilegios gracias a los cuales el
premio de lógica. rico puede pagar menos impuestos que su propio chófer, y por esto la pro­
Pero esto e� alta ciencia, todavía, por el momento, no aplicada. Entre­ piedad debería verse gravada con impuestos más bien que los ingresos , y por
tanto, ¿ qué ocurre con aquellas ciencias aplicadas, tales como, por ejemplo, esto necesitamos un impuesto como el de Onassis, e impuestos como los de
las de injertar, trasplantar, implantar aquellas treinta y cinco piezas de re­ Rockefellow y Rothschildren, y un impuesto sobre los ex patriotas de los
cambio del cuerpo humano ? ( ¡ Qué alivío me produce pensar que uno es impuestos, y no un impuesto que no sea susceptible de pasar por el ojo
demasiado viejo para tal clase de jardinería ! ) Esas facilidades para prolon­ de una aguj a.
gar la vida, ¿ podrán ser utilizadas tanto por los ricos como por los pobres, * * *

por los que hagan cola como por los que están bien enchufados? ¿ Y de
qué forma van a encontrarse los donantes ? ¿ Eutanasia? ¿ Contrabando de La solución al racismo es de índole genética, pero ya no puedo recordar
miembros de repuesto ? ¿ Robo de cuerpos ( de personas todavía vivas ) ? lo que he leído de Mendel, y si la fusión puede conseguirse rápidamente
y sólo después de un prolongado interregno de ruleta sexual. También me
N . Y . R. : ¿ Qué opinaban los amigos de usted acerca de nuestros sepa­
pregunto si el racismo, una vez que ha existido, desaparecerá, o si entonce�
ratistas negros ?
será cuestión de
l . S . : Todavía no me he forj ado yo mismo mi propia opinión. «Ahora
sólo hay los negros y aquellos que los ven con malos ojos », dice el señor . . . Afirmo que la Belleza misma es negra,
Bond. Pero eso no es cierto, y, además, no tiene utilidad alguna . Tampoco y son feos todos los que no tienen tu color de piel.

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órdenes d e valor, como ídem d e los Burton con s u nuevo yate . Tampoco
aport �rá mucho consuelo a los activistas, para quienes el « arte » es una pa­
labra mcomprensible, y los «ejemplos estéticos» un mero giro del lenguaje .
2 ( Según los chakras hindúes, el centro que hay en el cuerpo, tanto para los
sentimientos estéticos como para los sentimientos de afluencia material es
¿ lo sabía Freud ? , el ano, lo cual quizá tenga algo que ver con la fre '.
N. Y. R . : ¿ Cómo podría un músico contemporáneo parafrasear lo que cuencia con que cierta condición se presenta en los estetas y en los colec­
dij o Mendelssohn de que « aquello que una pieza de música expresa no es cionistas . )
un pensamiento demasiado vago para ser puesto en palabras , sino dema­
Sin embargo, e n los Cuartetos s e halla incorporado un alto concepto
siado preciso » ? .
de la libertad, rebasando, y al propio tiempo incluyendo, lo que quería
I . S . : Tal vez diría que l a música e s u n sistema n o análogo , o varios expresar Beethoven mismo cuando escribió ( al príncipe Galitzin ) que su
sistemas no análogos : tiene más de Babel que de lenguaje universal . Y si música podía «aliviar a la humanidad doliente» . Son una medida del hom­
hubiese dicho esto, podría añadir que la base de la inteligibilidad ( va que bre ( estoy pensando en las «personas» extrahumanas del profesor Puc­
no es ninguna otra cosa codificada) es presupuesta, autocontenida, innata . cetti ), y parte de la descripción de la cualidad del hombre y de su existen­
El problema epistemológico sería el mismo que en el caso del lenguaje cia es una garantía.
verbal. El modo de conocimiento es intransferible, pero no privado : depen­ N. Y. R. : ¿ Por qué La flauta mágica, aun suponiendo que usted quie­
de de otros usuarios . Lo cual es el argumento ( sobreseído) de « otras men­ ra limitar eso a la música ?
tes » : « . . . qu'ils usent comme moy de la Parole . . . qu'ils le sont comme
moy » .
I . S . : ¿ Puede, en realidad, limitarse a la música ? Yo mismo creo en la
Pero, ¿ habría dicho esto « él», adscrito a l nominalismo, en primer :L1- entidad. Ciertamente, lo mágico se limita a la música, mientras que el
gar ? Una sociología de la música, la correlación entre la música y el con­ significado moral ( la entidad en la que yo creo ) apenas valdría la pena
junto de la vida, todavía no existe ; pero ciertos estudios en áreas especia­ de que se la expresase, si pudiera expresarse, aparte de ella . Además , la
lizadas, en psiquiatría, por ejemplo, donde los pacientes que no quieren música no es «independiente », y tampoco es «pura ». En realidad, me pa­
responder a ninguna aproximación verbal ( ¿ es que no confían en ningu­ rece que el significado intencional de la ópera, el triunfo de la Vida sobre
na clase de aproximación verbal ? ) responden, y también toman parte en la la Muerte, a veces se invierte en las profundidades de la música ; en la pe­
música, lo cual demuestra que ésta es comprendida en términos correla­ queña parada de la Música a través de las puertas de la Muerte, por ejem­
tivos. plo, la flauta encanta al guardián en una pausa de la ej ecución, pero, no
¿Existe, entonces, el mundo de los Cuartetos de Beethoven fuera de obstante, la pieza es una marcha fúnebre. La muerte se encuentra también
la música, y es posible descubrir un sistema reflexivo entre la estructura a flor de piel en gran parte del resto de la obra, especialmente en la de
del lenguaj e de la música y la estructura del mundo de los fenómenos ? No, Pamina ; y en el gran coral fugato en Do menor, que en cierto modo logra
a lo primero ; pero a lo segundo, bien, sí, quizás, eventualmente . Sea lo hacer sonar la nota de la Heroica de Beethoven sin el derroche de superior
que fuere, la música de los Cuartetos , y de La flauta mágica, alcanza una voluntad de Beethoven, las alas del terrible ángel están más cerca de lo
extraordinaria importancia en la consciencia humana más allá del principio que jamás habían estado en la música .
del placer, o principio del divertimiento, del que, no obstante, continúa El país de la alegoría masónica de Mozart es un país más atractivo que
dependiendo. los del « Establishment » dieciochesco de sus otras óperas, al menos para mí.
Mi nueva creencia personal es que Cuartetos son una Carta de dere­ y no sólo musicalmente. Es moralmente más generoso, por una parte , y,
chos humanos , una carta perpetuamente sediciosa en el sentido platónico por otra, el terreno dramático es más extenso, en cierto modo debido a
de la subversividad del arte. Es evidente que la Carta no es ningún disol­ las nuevas y diversas elevaciones de lo religioso, de lo místico y de lo so­
vente para la humanidad descartada de las Ciudades de Resurrección , para brenatural. En realidad, el logro más importante de esa ópera es precisa­
las que, por el contrario, la accesibilidad de tales tesoros a otras personas mente la entidad, la unidad de sentimiento que impregna toda la música ,
debe parecer tan injusta, y el uso de ellas tan falto de tacto, en diferentes desde los coros sagrados y mágicos conjuros hasta el dúo proto-broadwa-

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6
entonces podía proseguir interminablemente» ) por su Stimmung, una cuer
yesco (salvo en la calidad musical) referente a las futuras propagaciones de
da de setenta minutos ( la escala del tiempo de Stockhausen es la de Die
Papageno y Papagena.
�otterdammerung), lo cual me indica la necesidad de un equivalente mu­
A diferencia de Don Giovanni, la ópera no contiene ninguna escena
sical al contador de aparcamiento; esa idea, podría yo añadir, es tan vieja
extensa, pero tampoco le « falta» ninguna. ( Tampoco contiene o se echa
de menos, a ningún pelmazo comparable a Masetto. ) Por otro l �do, Mozart
como la Fantasía sobre una sola nota, de Purcell. Las líneas principales c!e
se muestra más económico y con rápido movimiento que en otras ocasiones n:m chas otras novedades de Stockhausen están trazadas en sus propios «con­
preparando la escena final, por ejemplo, con una sola frase . Los medios má �
ctertos». Una de ellas consiste en tornar borrosos los términos a qua y
ad quem, o llamémoslo la fusión de la empresa estética con «el mundo » .
simples son más eficaces, también, como en la idea de la « falsa» relación
que se da en toda su música, aunque aquí (lo más vertio-inosamente es e �
Otra consiste e n improvisar acompañamientos electrónicos a las subidas de
globos, que se parece un poco a hacer burbuj as, hablando pictóricamente.
el «Mir klingt der Mutternahme süsse » ) como si fuese0 por vez primera.
Sin embargo, el índice más manej able de comparación desde el comien­
Las anticipa�iones más evidentes son de Weber, Wagner, el Mendels­
zo hasta el fin de la década no está en la obra de ningún compositor, sino
sohn de El sueno de una noche de verano. (La omisión más evidente es
en la categoría de la música electrónica. En ese tiempo ha pasado, de un
Schubert, que ya había sido barrido en «L'ho perduta», de Fígaro ) Wag­
rincón de experimentación al centro del escenario; de conciertos para cole­
ner está en todas partes, y en todo el camino que va de Tannhéiuser ( la
gas a películas como Candy. Y ha entrado en una academia y la ha con­
figuración del violín de la nota decimosexta en el andante final ) hasta
quistado. El joven músico se gradúa ahora en tecnología de los computado­
Tristán ( « Wann also wird die Decke schwinden » y «jeden Tone meinen
res, y se coloca ante su Moog o su minisintetizador con la misma rutina
Dank zu schildern» ). La escena de Pamino-Sarastro es, asimismo wagneria­
na ( aunque la propia música de Sarastro se parece de un mod� más sor­
con que en mis días habría echado mano del contrapunto y de la armonía
( véase el diccionario ) y se habría puesto a trabajar al piano.
prendente a la música de Jesús en las Pasiones, de Bach), salvo que Mozart
se para en el punto en que Wagner, ya con fuerte aliento, habría comenza­ En cuanto a la nueva música viva de la década, la lucha principal fue
la sostenida entre las escuelas de la predestinación y del azar, aun cuando,
do a soplar.
por lo que se refiere al oyente ordinario, se llegase a un empate, ya que,
La anticipación, en cualquier caso y desde que yo he progresado algo
por muy polarizadas que estuviesen las diferencias, sólo podían percibirlas
� � te pesado _ tema, es más notoria en el Terzett (n.º 1 6 ) y en el acompa­
n e
unos cuantos iniciados . En la práctica, el tiempo ad lib, las notas carentes
nam1ento al ana final de Papageno, que plagia y mejora La bella durmien­
de extensión fij a, los mecanismos de selección no se reconocían como los
te ; en las partes corales y en la línea de bajo instrumental de Bald, B ald
gestos de libertad que querían representar, sino como efectos que podrfan
Jüngling, que se ha sacado de Rigoletto ; y en la introducción a Drei Knéih�
haber sido « escritos» despóticamente como cualesquiera otros.
chen, jung, schon, que podría haber sido tomada de una pieza de Ravel de,
El progreso, o al menos la invención, podría haber sido detectado por
ambiente de día lluvioso.
los no iniciados en las nuevas técnicas para el movimiento del sonido en
* * * el espacio. Pero algunos de los otros «precursoramientos » de la época de­
bieron de parecerle como un ir recortando y mondando cada vez más hacia
N. Y. R. : ¿ Cuáles son las tendencias que sobresalen en la música de la na � a : los coros en variedades de retozos, sin hacer uso alguno de la voz,
hoy, distintas de las de hace una década, cuando usted dijo que Boulez v- por ei emplo, y las ejecuciones sobre la madera del piano ( después de haber
Stockhausen las representaban ? sido expuestos los atractivos de los pianos « sin nada arriba»), y la explo­
l . S . : Bueno ; esos dos nombres ocupan aún un puesto inconmovible, y tación de un principio de forma basado enteramente en la atención en sus­
Stockhausen se halla todavía en la cresta de la Nouvelle Vague. En reali­ penso para adivinar cuán cerca estaba realmente del verdadero cut del oac
dad, la mayoría de las principales violencias del momento fueron engendra­ el promulgador. Pero el no iniciado podía estar equivocado, y, realmente,
das por él, o puestas rápidamente bajo su ala. Una de ellas , la del reempleo podían habérsele ofrecido
de los clásicos ( una idea tan viej a como la miscelánea), fue popularizada por
sus Hymnen, y la de los sonidos sostenidos (« . . . siendo todo en un solo . . . imperecederas presencias, serenas,
tono», dice Hawthorne, «yo no tenía que hacer sino tomar mi tono, y Colosales, sin forma, ni sentido, ni sonido.

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El progreso fue también medido, incidentalmente, o no tan incidental­ No soy capaz de valorar este proceso, pero retiro mis anteriores opi i: iones
mente, cuando al fin se pretendió la efimeridad como un objetivo_ Esto i 1 -relevantes de que, si algo marcha, entonces no marcha nada, y s1 algo
pudo haber parecido simplemente hacer de la necesidad una virtud, pero puede suceder, no puede importar mucho lo que suceda.
.
aumentó la producción hasta el punto de que el fabricante podía retirar El status de la nueva música como categoría es otra de las cosas in­
cada nuevo modelo del conjunto de coches usados incluso antes de que comparables . En mis primeros años no lo tenía en absoluto, sien ? ? en
hubiera dado la vuelta a la manzana. realidad categóricamente rechazada, y a menudo con verdadera hosti lidad.
N. Y. R . : ¿ Ha leído usted, por casualidad, la disputa Boulez-Lieber­ Pero la falta de éxito de los compositores de mi generación les impedía
mann sobre el estado actual de la ópera , o la carta que Ezra Laderman es­ por lo menos que comerciasen con él éxito, y nuestra falta de éxito pudo
cribió al «Times » sobre el olvido de los esfuerzos norteamericanos en este h aber sido menos insidiosa que los superlativos automáticos que actual­
sentido ? m ente matan a la música nueva, sofocándola. (Asimismo, naturalmente,
los mej ores trabajos de hacha se efectúan con alabanza pernicios � )
El mayor incomparable se encuentra en el factor de la perm1s1v1 � ad .
I . S . : Boulez persiguió con tanta convicción sus objetivos, que yo la­ .
mento aún más el que se mostrase reacio a aportar su propio ej emplo de
1 lace veinte años cuando Mitropoulos presentó en Nueva York las Cinco
piezas, entonces �ún algo vaporosas, de Schoenberg, un socio de la Filar­
la nueva ópera que se requería. Pero, así como él rechaza todas las óperas
contemporáneas menos las de Berg, Laderman ni siquiera suscita la cuestión
mónica murióse literalmente de la impresión . Seguramente que aquella
relativa a su valor. Las óperas norteamericanas deberían ejecutarse porque
forma tan sensitiva de reaccionar ya no es posible en nuestros días.
se están escribiendo y porque son norteamericanas . Y en tanto que los com­
positores de ópera requieren más ayuda que otras clases de compositores,
y los norteamericanos más que los europeos, ¿ quién habría de discrepar ?
Si no es ésta la cuestión, ¿ cuál es ? 3
En 1 9 3 7 , el Metropolitan pudo haber hecho Wozzeck. Lo que en rea­
lidad hizo fue The Man Without a Country, de Damrosch, la ópera indí­ N. Y. R. : ¿ Qué comparación cabe, señor Stranvinsky, entre los ochen-
gena en un estilo aceptablemente dulce de un compositor con las sufici en­ 1a superiores con los ochenta inferiores ?
tes relaciones para lograr que le fuese representada . Yo no estuve, pero, I . S . : Muy desfavorable. Probablemente parezco un «chiquillo » a un
hallándome en Nueva York para mi Jeu de cartes en el momento de los struldbruggiano como Bertrand Russell , y, en realidad, al lado de. ese f_or­
ensayos, llegaron a mis oídos ciertos rumores sobre ello . ( Decíase que ha­ m idable sabio, yo no parezco muy ártico . Sin embargo, ochenta y siete .anos
bía una desdichada fermata en la primera sílaba de la última palabra del pueden hacerle sentir a uno como si constituy esen una enf� rmedad incu­
aria que ha dado el título a la obra : « The Man Without A Count . . . rv» . ) rable, y así es, realidad . En esa época de la vida, la corpor �1dad .de uno y
A juzgar por los indicios, la represen tación hizo poco por el Metropoli Í: an, aquello que llaman curiosam ente la salud de uno son demasiad o importan ­
el compositor o el futuro de la ópera, que, en realidad, cada vez más p a re­ tes. Uno tiene que administr ar bien las propias fuerzas , y el cerebro s�
ce pertenecer al pasado . ve obligado a programa r unos hábitos que antes se realizaban
mecamca­
N. Y. R . : ¿ En qué forma pueden compararse las audiciones de la mente ; hay veces en que, incluso los movimient os más simples de alguna
nueva música de hoy con las de los primeros años de usted ? extremida d tienen que hacerse pasar a través de la mente . A esto se debe,
e n parte, el que ya no seamos capaces de andar pindongu �
an.d? por la calle,
I . S . : La pregunta es incuantificable, y, de cualquier modo, siendo yo
prácticamente el oyente más viejo de los que aún viven, apenas me siento sino que sólo podamos hacer pinitos, al final como al princip10, y esto fue
capaz de hablar para los oyentes j óvenes . lo que se me ocurrió mientras estaba posando, no hace mucho , para los
fotóarafos , con mi bisnietecit a de dos años. Y ésta es la única « sabiduría
Je I� edad » que con toda seguridad puedo impartir. .
N. Y. R. : Entonces, ¿ cuáles son los incomparables ?
Mi perímetro de placeres, aunque era peque�o e 1: los � c�enta i_n�enor � s ,
.
I . S. : En mi j uventud, la nueva música s e desarrollaba más allá de b s
tradiciones o como reacción a ellas, mientras que hoy parece evolucionar a s e h a reducido aún más ahora, y así como
,
mi umco habito epicureo in­
partir de las necesidades sociales y de las necesidades artísticas internas. tacto, un hábito líquido, ha quedado casi por completo estancado , se ha

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hecho todo lo posible por reavivar su antiguo compañero, el hábito de los * * *

alimentos sólidos. «Busque otras satisfacciones», me dicen, y la que he


estado buscando muy en serio últimamente ha sido la satisfacción de sobre­ Es posible volver a capturar el pasado, en súbitas regurg�taciones de la
vivir a los remedios que ellos me recetaban. Ya sé que esto es brutal, pero memoria con llamada eidética, provocadas en personas ancianas por mo­
crecí, y envejecí, en los días de los médicos de cabecera que no esperaban mentos de suspensión y confusión cronológicas . Una tarde del otoño pasa­
una paga y una recompensa humanitaria por cada visita domiciliaria, o pe­ do, en Lucerna, me parece que yo mismo entré en uno de tales estados de
dían al enfermo que diagnosticase sus propias dolencias. No hay duda de atontamiento, porque me parecía como si hubiese vuelto a entrar en una
que incluso ahora existe el tratamiento competente, especialmente para en­ zona de tiempo más antigua. Debo mencionar el hecho de que poseo fuer­
fermedades que no hayan sido complicadas por la necesidad de considerar tes asociaciones de mi infancia con esa ciudad, y que incluso hoy sus cam­
a seres humanos completos. Pero he aquí que diagnostiqué mal una de mis bios topográficos son relativamente escasos. Ha? desaparecido, claro 7s; á,
propias enfermedades no hace mucho tiempo, y los doctores, que tampoco los caballos y aquellos vehículos llamados char-a-banc, y ahora los pohcias
lograron clasificarla, continuaron su búsqueda como si realmente quisieran de tráfico son mujeres jóvenes, ex Heidis de chaquetas blancas de goma,
determinar si yo resultaba tan difícil de matar como Rasputín. aparentemente sin armas, pero que seguramente las poseen secretas, como
Los dolores más agudos son los morales, esa «melancolía» (o sea , el karate . Pero continúan completamente igual que antes los antepechos de
«spleen») que Alberto Durero padecía, y que nos muestra en el dibujo que, las ventanas con geranios, los cisnes anadeando por la orilla (no al estilo
evidentemente, hizo para su propio médico. Pero el dolor, en cualquier caso, de la Pavlova, ni mucho menos, en seco), los tejados de empinadas ver-
y sea cual fuere su origen, rápidamente se convierte casi por completo en tientes, las pilas de troncos, y muchas otras cosas.
aquello que nosotros creemos que es. Uno de los dolores que con mayor re­ . . .
El tiempo hizo una de sus travesuras durante una vlSlta que hice a la
gularidad me aquejan proviene de comparar mi exigua producción actual con quinta de Wagner en Triebschen. Las habitaciones mismas, la pechka de
la de mis años sesenta y cuatro o sesenta y cinco. También me siento ator­ porcelana y las peculiaridades de las ventanas me recordaron las casas
mentado por las súbitas ausencias de memoria ; es como cuando uno se de campo rusas que yo había vist� en mi juventud . Mirand_o d<;sde ell�s
despierta en un hotel extranjero y no sabe dónde se encuentra. Y la me­ . . .
hacia el lago (por encima de las fabncas y falanstenos), y sm �u mn�n
moria me juega malas pasadas, en tanto que soy incapaz de encontrar en sonido más que el rumor del viento (ninguna lancha de tunst� s,_ mn­
ella el dato preciso de un hecho que sucedió hace un mes, y en tanto q ue gún grito modulado tirolés) , me sentí transporta�o a una ta�de similar Y
el día de ayer aparece vago y puede que la semana pasada se haya evapora­ más naturalmente prístina de mis primeras vacac10nes en Smza de c� atro
do, parece como si tuviese en la punta de la lengua muchas cosas que se quintos de siglo atrás . Yo acababa de volver de dar un paseo con m1 pa­
grabaron en mi mente hace tres cuartos de siglo. Estos fallos de memoria .
dre aquel día, y al entrar en el vestíbulo d� nuestro �otel, el Schweizerhof,
son más molestos que la reducción de la energía motriz, ya que un coche ,
me dijo que mirase hacia una hermosa senora que el :ifirmo era la empe­
puede andar con un solo cilindro, después de todo, y con un poco de oc­ ratriz Isabel de Austria . Y añadió, creo que a causa de que hada muy po-:o
tano bajo ( insuficiente para inundar el motor), con tal de que sigan fun­ que había sucedido lo de Mayerling, que ella _era neschastna ( ?es�� aciada) .
cionando el mecanismo de transmisión y el chasis . En todo caso el cuadro de la emperatriz y mi padre y la habitac1on resul­
Por lo menos, no vivo en el futuro. {A diferencia de Próspero: «Cad:i taba tan dar� y tan real como el cuadro de la quinta de Wagner en que
tercer pensamiento será mi tumba». ) En realidad, las «trayectorias del mo­ realmente me encontraba en aquellos momentos.
rir», en el libro de Glaser y Strauss, no me molestaron más que lo que ¿ He recordado esto en realidad de� ido a la pal�br� que � ronunci6 _ mi
pudo haberme molestado la declaración anual de las ganancias de una padre y que yo tomé para aplicarla a mis propias _ m1senas? Mi «desgracia»,
_ _
compañía de seguros, ni siquiera aquel descenso vertical al final de cada seoún he solido pensar siempre, fue el resultado de la actitud distante de
parábola hacia abajo que marca el punto en que la persona representada mf padre y de la falta de cariño por parte de mi madre. Cua ? o mi h rmano
� �
por el gráfico había cesado de chirriar y, como con tan poca delicadeza mayor falleció repentinamente y mi madre no m � transfino a mi, n�� gun o
dicen los gerontófobos de mi barrio, de graznar . de los sentimientos que abrigaba para con el,, y mi padre no se volvio mas ,
accesible, resolví (esa resolución que por una u otra razón toman alguna

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vez todos los niños) que algún día les demostraría lo que valía. Pero aquel
día lle�ó y se fue, y ya no me queda nadie para quien pueda significar alp;o
cualqmer cosa que yo demostrase, siendo yo mismo mi último testigo .
* * *

Devuelto al presente ( y al arrepentimiento, si mi mente « normal »


puede describirse ya de esta manera), me trasladé de Triebschen al Prefacios
« Schwann Hotel » a tomar el té. (En 1 890, me parece que el té y la ratafía
1
se encontraban en el Englische viertel. ) Sentado allí ( donde Wagner, aún no PERSPECTIVAS DE UN CONTEMPORÁNEO
amnist� ado, seguía reloj en mano la primera representación de Lohengrin
en We1mar ), parecía imposible que mi propia niñez pudiera estar tan lejos, No puedo ofrecer ninguna visión sinóptica de la música de nuestro si­
e imposible que aquel mundo de sentimientos se hubiera extinguido para glo, al menos ninguna que yo deseara impartir o exponer. Ademá s , la con ­
todo el mundo, menos para mí. Y, con todo, no estaba lejos, sino muy figuración que yo daría al período se parecería forzosamente demasiado al
cerca y muy real ; y pronto, en respuesta a tal pregunta, como Lohengrin, mío propio, lo cual quiere decir que, entre otras limitaciones, aparecerían
yo mismo he de desaparecer. inevitablemente mis fallos , tales como que no sé nada de música electróni­
ca, y que de la música popular solamente sé que es muy estridente . Fin al­
I. S. mente, descalificándome a mí mi smo, más allá de toda rehabili tación, como
Hollywood, 27 d e marzo d e 1 969. historiador, confieso que mis recuerdos de algunas de las numerosas fases
diferentes del desarrollo musical desde 1 90 0 , se han desvanecido . no sólo
en general, sino incluso dentro de mi propia carrera . Por con sigu iente, li­
mitaré mis observaciones a aquello que yo veo como los principales con­
trastes entre el comienzo y el fin ( divisiones arbitrarias, pero que definen
convenientemente mi propia vida musical ) de las siete décadas m u sica l e s .
* *

El primero y más importante es la desaparición de la principal corriente


musical . ( Si realmente ha desaparecido , es un punto que requiere un estu­
dio analítico que yo aquí no puedo efectuar, pero he prometido tan sólo
una opinión personal. ) El problema planteado por esta ausencia es igual
que el problema del hombre sin Dios : irresponsabilidad . En el dominio del
arte , esto se transfiere a la más inasequible de las metas, la libertad total .
como si la inutilidad de las antiguas leyes y principios , de las técnicas y
sistemas que informaban el arte del pasado invalidasen la necesidad de
buscar otros nuevos . «Ahora surgirán nuevas reglas por medio de la revo­
lución » , canta el coro en un estásimo de las Euménides. (El subrayado es
mío, por supuesto . )

1 Prefacio a la Storia della Musica, Vol. IX: La musica contemporanea ( Milán,


Fratelli Fabbri Editori, 1 967 ) .

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* * * * * *

Sin embargo, los compositores continúan siendo engendrados en y por Es a esta naturaleza trascendente ( o abstracta, o autocontenida ) de la
las tradiciones, por muy divididos , fragmentarios y autofabricados que música a lo que se opone el nuevo denominado concretismo ( Pop Art, pe­
sean ( por la libre adopción de antepasados y la selección y combinación de lículas de tajadas de realidad de dieciocho horas de duración, musique
una gran variedad de retazos del pasado) . Todas las obras de arte, y de concrete) . Pero, en vez de acercar más el arte y la realidad entre sí. el
antiarte, deben tener antecedentes, aunque éstos quizá no sean evidentes, nuevo movimiento se limita a afinar la distinción, al menos a mi modo
y aun cuando la conexión pueda crearse y descubrirse sólo al cabo de largos de ver. Pero entonces yo considero como irremediable la pugna entre el
períodos de tiempo. El episodio beklemmt en la «cavatina» del Opus U O , lenguaje y la realidad. A mi juicio, el arte más concreto es, simplemente, el
por ejemplo, adquirió una nueva dimensión todo u n siglo más tarde . debido que está realizado de un modo más perfecto.
a los redescubrimientos en el ritmo efectuados por Webern y otros Y esto
debería servirme de advertencia. Sin duda, el futuro se encargará de su­ * * *

ministrar los eslabones que unirán lo que, para mí, está muy desunido en
la música actual. Despojada de su tradición histórica, ¿ tocará a su fin la música occiden­
tal ? Sea cual fuere el nombre que se le dé, la música del futuro probable­
* * *
mente no sonará ciertamente de un modo más agradable. Pero , tanto si el
argumento marxista de la utilidad ha quedado demostrado por la muerte
Una causa de la evaporación, o fibrilación, de la principal corriente mu­ de la tradición creativa de la música occidental, como si no, la Sociedad
sical es la dislocación de la música occidental con respecto al Oeste. Los ciertamente parece preferir sus nuevos medios de ejecución, tales como la
límites musicales de Europa han estado cambiando continuamente, y cada televisión, que indiscutiblemente es más interesante en sí misma que e n
vez más de prisa, a lo largo de todo un período de setenta años. hasta el cualquiera de los usos creativos que de ella puedan hacerse. Los mstru­
presente, en que puede predecirse con seguridad que la prometida simbio­ mentos cada vez más perfeccionados de reproducción en esta época de la
sis de los nuevos músicos y de los nuevos medios en el Futuro Estado de molécula que se está replegando sobre sí misma, y el aumento exponencial
Prosperidad Social es tan probable que se produzca ( si llega a producirse) en el arte reproductivo,2 también permite predecir que los homínidos de
en Oriente como en Alemania o en Italia. Pero la dispersión del legado mañana rebasarán la necesidad del arte creativo . A mí, por lo menos, me
musical europeo debe también atribuirse, en parte, a la mayor consciencia parece que la venta de la música de todas las épocas y culturas en forma
y creciente fusión del Este y el Oeste. Iniciada en Europa y p atrocinada envasada ( en latas cada vez más lindas, naturalmente, «los anuncios ;;on
por Debussy ( entre otros protectores más superficiales ) , esta fusión aparece más verídicos») no es fácil que fomente la creatividad .
actualmente ejemplificada en Messiaen, quien ha ejercido una influenci a
dominante en la última década de nuestra época. ( En Oriente, el princi­ * * *
pal resultado parece consistir en la aparición de un Bartok j aponés, pero
esa región se encuentra fuera de mi competencia. ) La música de los años 60 de este siglo ( lo que yo conozco de ella) se
Al propio tiempo, el nacionalismo en la música ha sido tan exuberante ha caracterizado por una diversidad muchísimo mayor que la música de la
como siempre, a pesar de que se considera que la música, por su naturale­
za, trasciende su imaginería nacional, y aunque muc� as . de las nuevas téc­
primera década de este mismo siglo ; por un mayor grado de experimenta­
ción ; y por la falta de personalidad de sus compositores. También se carac­
nicas y de los nuevos medios son, por su naturaleza, etmcamente neutrales . .
teriza por nuevas mediciones, incluida una diferente especifidad del tiempo
E n realidad, los nuevos medios d e comunicación n o han logrado nada e n ( y, por consiguiente, del ritmo de las ideas ), y la reflexión de muchas ideas
cuanto a superar el nacionalismo, salvo e l sustituir una cultura de estar por
2
casa por una cultura de aeropuerto y de motel. Véase The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction, de Walter
Benjamin.

90 91
del Zeitgeist, tales como el intento de incorporar elementos de azar ( que
yo mismo no entiendo en absoluto , debido a que el azar, siendo subjetivo ,
es no comunicativo al nivel de causación, que es donde comienza mi im­ GESUALDO DE VENOSA: NUEVAS PERSPECTIVAS 1

plicación ) .
Pero estas impresiones se formaron bajo e l signo d e perspectivas pasa­ Es posible que los músicos salven aún a Gesualdo de las manos de los
das . Dentro de otros setenta años, es posible que otro observador caracteri­ musicólogos, pero ciertamente, estos últimos han llevado hasta ahora la
ce a la misma época como una época de síntesis , de atenuación compara­ mejor parte . Incluso ahora es irrespetable académicamente, sigue �iendo el
tiva de lo experimental, y de la aparición de personalidades bien definidas . chiflado del cromatismo, en raras ocasiones se cantan sus composiciones.
Incluso ahora, mis colegas más jóvenes ( y esto es como medir las dimen­ Dos nuevas publicaciones, la monografía del profesor Watkins y la gra­
siones de un golfo ) son capaces de oír la necesidad allí donde yo solamente bación de CBS del sexto libro de madrigales deberían contribuir a fru strar
oigo el azar y el capricho, y de percibir un hilo de Ariadna ( tal como dicen los prejuicios de los eruditos . El profesor Watkins suministra al composi­
que los moluscos perciben los colores más allá de la gama de percepci:Sn tor un escenario circundante que antes no era visible, y en el cual el autor
humana ) donde yo sólo puedo encontrar trozos de cuerda . no queda desdibujado, sino que resalta más vívidamente, y en diferentes

colores, que anteriormente. Por otro lado, la grabación corrige la visión de


*
la música como una caj a de muestras , dotándola simplemente de su propio
contexto ; el interés en gran parte tendencioso de Gesualdo le había privado
¿ Es verdad que estos setenta años constituyen un período de un alto incluso de su propia «normalidad» . Las dos publicaciones juntas llenan l a
logro musical ? Yo creo que sí, y compararía los más altos vuelos de Ja laguna hasta e l punto d e que, aparte d e l a continua búsqueda del libro
época con los mayores logros del pasado . Es cierto que ningún río impor­ perdido de madrigales a seis voces, los obje tivos principales quedan redu­
tante de música que pueda compararse con los ríos de Bach, Mozart, Bee­ cidos a dos : recobrar el estilo de ejecución ( requisito en modo alguno i m­
thoven ha fluido en ningún compositor original de la época ( privando posible ) y grabar la música completa.
del adj etivo « original » a los numerosos y prolíficos reproductores de las Buscando los orígenes de Gesualdo en la escuela napolitana, el profe­
tradiciones sintéticas ), pero entonces ni la época ni hi naturaleza de la sor Watkins presenta a Pomponio Nenna en el papel del modelo principal.
nueva música puede conducir a la abundancia . Por lo menos seis de los textos de Gesualdo, incluidos Ancide sol la m a r­
te, Merce grido, Tu segui, y Deh, coprite, fueron establecidos primeramente
* ;':
por Nenna. Aparte de esta coincidencia, si es que fue una coincidencia,
Gesualdo parece haberse servido de elementos del estilo cromático Je
A pesar de mi título, y de lo poco delicado que es hablar de mí mismo, Nenna, y haberse tragado progresiones armónicas al pie de la letra . En
debo explicar, como conclusión, que j amás he pensado en térmi nos de realidad, las imitaciones de Gesualdo están hechas tan a conciencia en al­
perspectiva con relación a mi propia participación en la mú sica de este gunos casos que se nos antojan copias descaradas. Tal vez era esto mismo
siglo . Mi actividad ( reactividad, dirían mis adversarios ) estuvo condicio­ lo que en aquella época se pensaba, pero no es probable que se pusieran
nada no por conceptos de historia, sino por la música misma . He sido for­ por escrito las opiniones de unos músicos no tan colegas de un prínci pe
mado en parte, en mayor o menor grado, por toda aquella música que yo poderoso. Y, de cualquier forma, aparte de la ausencia de una línea de
he conocido y amado, y compuse porque había sido formado para com- prestigio en la historia, no se ha cometido ninguna injusticia monstruosa .
poner . Jamás recibió Nenna el contacto del soplo de Céfiro . Está desprovisto de
l. S. interés musical, comparado con Gesualdo, tal como Holinshed lo está de
Hollywood , 5 d e agosto d e 1 96 7 . interés poético al lado de Shakespeare, que se basó en él .
Consta, por lo menos desde 1 9 3 4 ( Pannain : Istituzione e Monum2n-
1 Prefacio a Don Cario Gesualdo: The Man and His Music, de Gleen E. Watkins
( Chapel Hill : University of North Carolina Press, 1970).

92 93
ti), que la música sacra de Gesualdo ( lo que entonces se conocía de ella)
* * *
participaba de un estilo formado por Nenna, Macque, Trabad y otros.
Pero «antes de» W atkins no se sabía casi nada de las influencias napolita­
nas sobre la música secular. Su radical tendencia cromática se hallaba Como hemos dicho, las perspectivas más nuevas que se extienden a
vinculada a Wert, Rore, Luzzaschi y otros madrigalistas de la corte de partir de la grabación de CBS del Libro VI son del compositor mismo.
Ferrara, aunque, juzgando por lo poco que conozco de estos compositores, Antes de la aparición de este bien pertrechado competidor ( «Estoy arma­
Luzzaschi sólo se acerca lo suficiente como para haber sido propuesto ga­ do », dice Felipe el Bastardo, �n Shakespeare) , nuestras abejas musicales
rantizadamente como estriberón. Ahora, con el descubrimiento realizado habían estado extrayendo el polen armónico del compositor como si éste
por el profesor Watkins de los ejemplos de Nenna ( como con el descubri­ hubiese cultivado una sola clase de flor. Pero el libro completo revela que
miento del cráneo fósil de Oldowan, el desciframiento de la escritura li­ fue un compositor de música <<normal», siempre fuertemente caracterizada
neal B y otros descubrimientos que engloban eventuales sistemas de cla­ y realizado con gran maestría, cuya inventiva especial reside en otras áreas
sificación), es preciso revisar o borrar toda la historia sobre este asunto. tales como el ritmo y la intensificación de color vocal por medio de com
Asimismo, dado que un descubrimiento conduce a otro, el del profesor binaciones insólitas en extremos de gama. ( Me pregunto si algunas de
Watkins debería provocar exploraciones a través de toda la música napo­ estas piezas «normales» no son más agradables de cantar que los éxtasis
litana del siglo xvr. Para empezar, a uno le agradaría saber más acerca cromáticos de Moro lasso, en los que las demandas del conjunto no apagan,
de algunas de las oscuras figuras del propio círculo de Gesualdo : Luigi Tan­ ni mucho menos, la individualidad del intérprete. ) Finalmente, el Libro VI,
sillo de Venosa, por ejemplo, y Giovanni Leonardo Primavera, cuyo sép­ que reflej a el apogeo del cromatismo radical de la época, revela también
timo libro está dedicado al príncipe. ¿Y qué diremos del estilo madrigal del al compositor como de mentalidad anormalmente conservadora, por lo
infelice Troiano, que era algo más que oscuro, siendo el primero de los menos, a la luz de aquellos estetas y précieux contemporáneos para quienes
compositores-asesinos que habían de animar la escena musical peninsular la monodia se estaba imponiendo, y la armonía de voces en contrapunto
hasta y a través de Alessandro Stradella, y cuya fraternidad había de in­ del estilo de Gesualdo estaba desapareciendo de la circulación.
cluir pronto al propio Gesualdo ? ¿ Guarda relación con él alguna de las Es difícil decir si el Libro VI constituía la elección más adecuada con
veces que Gesualdo escribe la palabra uccide ? que inaugurar una nueva serie de Gesualdo , pero quizás influyeron en la
Por lo demás, el profesor Watkins examina todas las formas, sacras y decisión los requisitos físicos mayores de la otra música : los Libros III
seculares, tal como el compositor las heredó y, a su vez, las legó. También y IV incluyen madrigales a seis voces ; el Libro V varía más extensamente
anatomiza hábilmente toda la música, y no sólo la música, sino asimismo en la tesitura : la música sacra utiliza coros de cinco, seis y siete partes. En
los textos, porque la gesticulación músico-dramática de las piezas secula­ cualquier caso, las estrecheces de la forma de los madrigales de Gesualdo,
res depende de dispositivos de «oxymora», simbolismos sexuales («Yo ex­ no importa en qué volumen, son capaces de asustar al oyente más valeroso.
piro», «Yo muero» ) 2 y de otras insulseces convencionales . Además, y por Se requieren extraordinarias facultades de asimilación para digerir una se­
último, el profesor Watkins recientemente sitúa al compositor en las rie de veintitrés declaraciones completas, muy compactas todas ellas , por­
cimas del manierismo, y concluye este primer sensible estudio de él con que, si Gesualdo no extiende, tampoco dilata, y si su forma es pequeña,
una bien documentada historia de lo mal que se había comprendido su nunca es al mismo tiempo elíptica. Otro obstáculo para los oyentes moder­
música hasta aproximadamente el año 1 97 0 . nos, si se trata simplemente de un obstáculo implícito, reside en las po­
sibilidades limitadas de extensión armónica a través de relaciones clave.
En cierto modo, esto viene compensado por novedades de secuencia y
yuxtaposición, pero, con todo, la música parecerá inexplicablemente está­
tica a algunos, y tan poco satisfactoria como para los aficionados a los
pudines el que se les ofrezca una cena a base de veintitrés canapés de
2 «Ahogarse» viene a ser como un velo del mismo género e n e l madrig al elisa­
betiano, y quizá también tenemos un ej emplo de ello en estos versos de Bennet : caviar.
O when, O when begin you Asimismo, los medios más patentes que tiene Gesualdo de mantener a
To swell so high that Y may drown me in you? raya la consciencia de las limitaciones formales, tampoco son invariable-

94 95
mente los de más éxito. En realidad, los m adrig ales más satisfactorios tien­ con la palabra «tormenti» en Candido e verde fiori son igualmente revo­
den a evitar el contraste sin má s ( Pope : « La s l u c es y las sombras , cuya lucionarias.
armonizada pugna . . . » ) , y, o bien s e limitan a un solo modo , o siguen el
* * *
libre curso del deseo de la muerte del compositor, en lo cual ciertamente
sabía cómo arreglárselas, musicalmente hablando. De cualquier forma, la
monotonía amenaza solamente cuando , pretendiendo que las cosas van El principal obstáculo que se opone a la recuperación del estilo de Lt
bien, pone demasiado empeño en lograr un final feliz . Por último , hay q u e ejecución es de índole pecuniaria. En unas pocas horas de no tener que
decir que , como el modo de expresión de Gesualdo es dramático, m u y í n ­ sujetarse a la rutina diaria de grabar anuncios comerciales de televisión
timo, y sumamente serio, pone una pesada carga sob r e el m a d ri g al tradi­ y de disponer oratorios de temporada, ni siquiera los cantantes más exce­
cional de sentimientos y conceptos equilibrados , de delicadezas e indeli ca­ lentes pueden lograr los matices, la precisión en la entonación, la dicción
dezas amorosas . Pero esto es una crítica en teoría. En la práctica, o �ea , y la articulación que los cantores del Príncipe tendrían que dominar por
mientras se está escuchando, no queda ninguna facultad desocupada con edicto y como resultado de vivir con la música durante todo el año. (Y pro­
la cual poner en duda los equilibrios y proporciones de « form a » y « con­ bablemente, también, bajo amenaza de flagelación, aunque el compositor,
tenido » . adicto al vice anglais, parece que prefería eso al revés : Marsyas azotando a
L a extraordinaria unidad d e carácter y estilo del Libro VI ( sería im­ Apolo, por así decirlo. ) En suma, el mundo tiene necesidad de compañías
posible cambiar un solo madrigal por otro de los libros anteriore s ) suscita madrigalescas permanentes, y de Concesiones Martha Baird Rockefellcr
la sospecha de que el compositor mismo pudiera haber sido el responsable Grants para sostenerlas . Solamente así pueden entonces renacer los esti­
de la selección y ordenación de las pieza s . Así, la forma ingeni osa con los, no sólo del Príncipe de Venosa, sino también de Marenzio y Monte­
que están agrupados en varios géneros de pares parecería haber sido dis­ verdi, Wilbye y Weelkes. 4
puesta por una mano « interior » . Por ej emplo , los dos primeros, y el pri­ En el caso del estilo de la Musica Riservata abundan las descripciones
mero y el último , los números cuatro y cinco, once y doce , trece y catorce , efectuadas por testigos auriculares. Así, dice Cerone que «El madrigalista
dieciocho y diecinueve , están emparentados con « clave » . El emparej amien to no canta con plena voz, sino artísticamente, en una voz de falsete o sotto
viene asimismo determinado por el r it m o y el modo ; por la incidencia de voce» ; a lo cual yo añadiría que la claridad en el tono en las coagulaciones
metros de balto ( núms . 2 2 y 2 3 ) y modos pastorales ( Al mio gioir y Tu armónicas más densas no puede obtenerse de otra manera, y, ciertamente,
segui ) ; y por similitudes en los comienzos canónicos ( Ardo per te v Ardita no con afelpados vibrati. Zar lino (cuyos escritos teóricos i n fluyeron en
Zanzaretta ) , cadencias finales ( núms . 1 1 y 1 2 ) , « instrumentación» ( los Ni co l a s Poussin)5 afirma que « el cantor de madrigales debe ejecutar su
madrigales de dos voces de tenor, núms . 18 y 1 9 ) . Los cambios de ritmo parte tal como la escribió el compositor», es decir, sin embellecimientos, y
se procuran doblando o dividiendo por la mitad la unidad de golpe ( prác­ a cappella; el madrigal concertato introducido en el Libro V de Monte­
tica de la ópera ) , pero la irregularidad rítmica se introduce en aproximad a ­ verdi no tuvo sucesión en Gesualdo. El Padre Martini nos informa , !:!de­
mente l a mitad d e los madrigales utilizando metros d e longitud desigual. más, de que «los madrigales han de cantarse suavemente», y que «las
Se encuentra u n ejemplo en la primera página , en Se la mia m arte hrami, en audaces disonancias se permitieron en los madrigales debido a que la ento­
parte de sei s , en parte de cuatro , donde el efecto es sorprendentemente nación perfecta era más fácil de lograr por unos pocos cantores que por
parecido al efecto de la a mp li ació n que hace Wilbye del metro para m a n ­ el gran número de ellos en la música de la iglesia » . Finalmente, la refe­
tener el paso musical en las palabras « whereon man acts his weary Pil­ rencia que hace Mazzochi de Gesualdo podría emplearse para inferir que
grimmage » .3 Las investigaciones rítmicas a través del Libro VI ha ce n j uego nuestro compositor utilizó crescendo (y la regraduación) , así como otras
con las invenciones armónicas, en realidad, y en ej emplos tales como el degradaciones dinámicas ( sfumato) . Los motivos para esta ilación son,
comi en zo prácticamente sin metro d e Quel « n o » , y las bruscas sincopaci ones
4 Cf. el Belta poi de Gesualdo y el Cease Socorrows Now, de Weelkes, en las pa­
labras « I 'll sing my faint farewell» .
3 Digamos de paso que el «Ay me» en el Weep, W eep, Mine Eyes, de Wilbye, 5 En el siglo XVIII, el arquitecto Vittone ilustró su exposición del ideal de
es tan parecido al «oimh de Gesualdo , que sugiere una conexión directa. porporción del Renacimiento con analogías derivadas de la teoría de la música.

96 97
7
simplemente, que Mazzochi había inventado un sist�ma de notación �i­
amueblado a base del equivalente apenino de Woolworth's, pero, como
. había gran necesidad de una dispersión de aerosol, yo no vi gran parte
námica, y que lo que alaba en Gesualdo es su exactitud en la n�tac1 on. del mismo. En suma, era difícil imaginar el elevado estado de cultura mu­
Pero la cuestión da pábulo a una tesis, y es aquí donde me veo obligado a
sical que en otro tiempo floreció en aquella perdida colina los cantores los
abandonarla. instrumentistas, los coros religiosos, y también el gran, a� nque emoci�nal­
mente desequilibrado, compositor cuyos últimos libros de madrigales se
* * * imprimieron allí por vez primera.
El retrato del compositor, en la iglesia de los Capuchinos, estaba en­
tonces sucio, pero no deteriorado, mientras que, en mi segunda visita, tres
Mis propias atenciones para con Gesualdo, hace unos diez o doce años, años más tarde, el cuadro había sido limpiado, pero, en cambio, estaba
dieron pie a cierto número de viajes, musicales y de otro tipo. En dos desgarrado el ángulo superior izquierdo, justamente encima de la cabeza
ocasiones visité el solar del apellido del compositor, una ciudad muy poco del compositor. (No es posible tenerlo todo . ) Allí nos encontramos con un
pintoresca, menos que Acerra y que otras aldeas, arquitectónicamente tal Padre Cipriano, que dijo que estaba recopilando material para una bio­
atractivas de la Campania. En la primera ocasión, un día cualquiera del grafía del compositor, y que los documentos más importantes que hasta
mes de j � lio de 1 956, yo había llegado a Nápoles en barco, la última, entonces había descubierto eran algunos versos compuestos por la desdi­
para mí, de tales expediciones, según decidí, ya que la sola torturadora c!rn da esposa de Gesualdo. Yo no puse en duda esta opinión; en realidad,
prueba del desembarque llevó más tiempo que u ? v� elo transatlánt �co, y si los versos de la dama describían con algún detalle sus experiencias

nada digamos ( si se me puede perdonar la apofasis ) de los conciertos amorosas, el libro del Padre Cipriano, si llegó a escribirlo, pudo convertirse
maratónicos simultáneos de bandas de música rivales, la continua lluvia en el primer tomo de musicología para ser editado por la Grave Press . El
de serpentinas y las orgías de llanto de los napolitanos en su recibimiento Padre nos sirvió un vasito del licor local, pero mientras estábamos tra­
y en su despedida. Recuerdo que en el camino hacia Gesualdo visitamos gando aquella especie de barniz para muebles, él no hacía sino quejarse de
el Conservatorio de San Pietro a Maiella, y el mercado de pescado cerca la ocupación norteamericana de la ciudad en 1 944. Su historia ha sido
de la Porta Capuana ; y en Montevirgine presenciamos la procesión de un repetida infinidad de veces desde entonces y por todo el mundo, natu­
culto partenogenético, un desfile de automóviles adornados con guir.n� ldas ralmente, pero en el caso del saco de Gesualdo, mis simpatías estaban
de flores precedidos por unos muchachos que portaban banderas rehg10sas enteramente de parte de los G. I .
y corrían como portadores de antorchas. Después de esto ".isi � é otros lu�ares asociados con el compositor, pero
. . . no expresamente, no sigmendo su pista. Estuve varias veces en la Biblioteca
El castillo de Gesualdo era entonces la residencia de algunas gallinas,
una vaquilla y una cabra, así como de una población humana en la que de Este, en Módena y en Ferrara, pero a causa de los frescos de Schifanoia
había, en aquella década todavía si?- píldora Y, anti� altusiana, muchísi n;.os y del Museo Etrusco, y de paso para beber vino de Lambrusco. E incluso
bambini. Ninguno de aquellos habitantes habian oido hablar del Prmcipe , fui una vez a Mesola, en una excursión a la Abadía de Pomposa y a Comac­
de Venosa y de sus hechos, naturalmente, y para explicar nuestro deseo de chio, este último lugar resonando entonces a causa de los zuecos de 5 U S
curiosear por aquellos sitios, fue preciso contarles, por lo menos a algunos moradores, pero lleno ahora del limo del delta recientemente desaguado ·
de los inquilinos, algo de la fantástica �istoria. Un.o de los r.esultados de hay que advertir a otros visitantes que Mesola, la Xanadu de la casa d ;
mi intento fue que pronto me convertl en el objeto de miradas llenas Este, cantada por Tasso y Wert en un madrigal, es ahora un sitio muv
de alarma, porque los oyentes confundieron a los protagonistas del re� ato :1 ? urrido. En cuanto a Venosa, la horaciana Venusiae, la ciudad del pri n­
. , . . . lo más cerca que he estado de ella ha sido Brindi si '
, .
, ci pado del compositor,
(por culpa de mi mal italiano ) y creyeron que yo era el que habia asesina­
do a mi primera esposa. qu1za m siquiera tan cerca, tecmcamente, ya que no abandoné el barco
El castillo presenta un aspecto sórdido. Aparte del león rampante del griego ( tan superpoblado, que en su cubierta principal había tiendas de
blasón del sottoportico y de las conocidas inscripciones del muro del campaña) que había atracado en su puerto y en el que yo me dirigía a
patio, había escasas muestras de que aquel lugar hubiese � sta �o ocupac1 o Venecia.
en otro tiempo por un príncipe portador de armas. El mtenor pareCJa , El objeto de mi viaje siguiente a Nápoles, en octubre de 1 9 59, era

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dirigir un programa de mi música en el Teatro San Car�o.� .Ni G� sualdo,
ción. S i usted cree que merece l a pena imprimir las observaciones adjun­
t a s , con mucho gusto se las envío, pero le aseguro que no me molestará
lugar ; si Gesualdo, músico, tenían parte alguna en mi ltmerario. ( � as e n absoluto el que usted decida no incluirlas .
visitas deliberadas estaban limitadas a Sperlonga, un estanque estremecido Todavía recuerdo la emoción y el placer que tuve al oír los Meister­
de anguilas en un grotto que emergía como una concha marina. ) Pero fui singer por primera vez. Esa representación, a la que asistí con Rimsky­
de nuevo, finalmente, a Gesualdo, y, de regreso a Nápoles, busqué la tumba Korsakov, para el cual yo iba volviendo las páginas de la partitura, fue
del compositor. Yace en el pavimento del Gesu Nuovo ( cuya fachada de realizada en el Maryinsky Theater por una compañía alemana, y recuerdo
diamanti es la más adecuada percha para las palomas, una para cada q u e la exactitud de la ejecución musical, que sobrepasaba con mucho
faceta sea cual fuere el orden impuesto a picotazos), en las proximidades
de al�unos mausoleos muy importantes. «Carolus Gesua}dus>� , empie� a el
n uestras normas de San Petersburgo, me sorprendió y deleitó.
Debido a que estaba siguiendo la partitura, el recuerdo de mis im­
epitafio, pero está enteramente dedicado a la genealogia, sm menci�nar
ninguna contribución a la música, y ni siquiera que el all� enterrado �mbiera
presiones de la escena es menos intenso que el del efecto que me produjo
la música. Yo ya conocía la obra desde mi infancia, pero, en la reducción
sido un músico. Pero, después de todo, durante cuatro siglos se habia pres­ al piano, y el sonido real constituía una revelación cuya fuerza. estando
tado muy escasa atención a la música. Y se me ocurrió. i: ensar qu � �quella entonces «viva» toda la experiencia musical, es imposible que pueda
lápida funeraria se encuentra aún en excelentes condlClones . Quiza, des­ apreciarla hoy en día un joven compositor. Yo también era compositor,
pués de todo, « Los dorados monumentos de los príncipes sobrevivirán . . . 1> después de todo (y no un simple oyente), y cada oportunidad de comparar
a sus magníficos madrigales. la idea que yo tenía de una partitura de orquesta con su realización en la
I. s. ejecución tenía que utilizarse como una lección y como una ocasión para
Hollywood, 7 de marzo de 1968. adquirir yo mismo algo de destreza. Y destreza es, en gran parte, lo que
hay en los Meistersinger.
Ha transcurrido tanto tiempo desde la última vez que oí los Meister­
singer, que no puedo decir qué significarían ahora para mí. Pero creo que
todavía escucharía la obra del modo como un compositor activo escucha
DIE MEISTERSINGER una composición activa, porque, a su edad de cien años, los Meistersinger
constituyen un monumento lleno de vida.
1 1 de abril de 1968. lGoR STRAvINSKY.

Sr. Wolfgang Wagner.


Festivales de Bayreuth.
8580 Bayreuth, Alemania.
SVADEBKA (LAS BODAS) : INSTRUMENTACI Ó N
Apreciado señor Wagner :
Al escuchar recientemente por primera vez dos de mis versiones pre­
Lamento haber tardado tanto en acusar recibo de su carta, pero cuando
liminares y discontinuadas de Svadebka (Las bodas), me acordé de una
ésta llegó yo me encontraba en Arizona, y a mi regreso he estado su rr:a­
experiencia única, pero hacía mucho tiempo olvidada, de hacer música
mente ocupado. También lamento, y estoy avergonzado, de no tener m ?­
hace cincuenta años. Yo no estoy seguro de cuántas versiones pueda haber
guna idea con la cual contribuir al �exto del programa p ara .el cente� ario
comenzado, o cuán extenso pueda haber sido cada fragmento ; última­
de los Meistersinger ; hace mucho tiempo que no he 01do nmguna e¡ecu-
mente descubrí una partitura completa para cuatro pianos , sin partes voca­
6 Del nombre del tío materno del compositor. El tío paterno del compositor era les ni de percusión, de la cual no guardaba el menor recuerdo, y es posible
cardenal de Santa Cecilia, en Roma, y fue testigo de la famosa prueba del .poder del que todavía se «excaven» otras partituras y esbozos de entre los manus­
Príncipe de Mantua, popularmente conocida como el Congreso de Venecia. Vease ,
The Prince's Person, de Roger Peyrefitte.
critos que entregué a algunas personas a cambio de ayuda financiera durante

101
100
la guerra. Tampoco estoy seguro de la cronología, excepto que los conjun­ ahora inobservada, al menos por mí. La música, desde la primera entrada
tos fueron recortados a lo largo de los años, desde una orquesta super-sacra del tenor, por ejemplo, parece provenir de la ópera, no sólo en el ritmo
( todavía poseo esbozos para esto) hasta una para dos címbalos, armonio, y en la armonía ( donde las cuerdas paralelas hacen resaltar las quintas),
pianola y percusión, que, en conjunto, sólo requiere cinco ejecutantes . sino también en el estilo vocal; y los trinos de la parte de la pianola durante
Esta última versión, compuesta en Morges en el invierno de 1 9 1 8- 1 9 , el lamento de la novia se revelan inesperadamente como herencia de los
e s l a más extensa d e las abandonadas, y l a más auténtica ; más, en cierto adornos ornitológicos de la ópera. Ambas obras utilizan asimismo orienta­
modo, que la partitura final, que, aunque rectilínea, más fuerte en su lismos, en Svadebka de un modo más conspicuo durante el mismo lamen­
volumen, e instrumentalmente más homogénea, tiene asimismo, en parte to, donde los platillos podrían ser instrumentos j aponeses de percusión
debido a las mismas razones, algo de simplificación. {También por otras para acompañar una escena de una obra de teatro kabuki.
razones, siendo una de ellas la de que la figuración en la versión incompleta La parte de la pianola no era para manos humanas, sino para ser tra­
es generalmente más elaborada, y otra la de que revela una tendencia ducida directamente al lenguaje de tarjeta perforada del duendecillo golpea­
contrapuntística, a saber, el tratamiento canónico de la línea principal dor automatizado. Explota la velocidad sobrehumana (y multidigital) del
en [ 54 J ; esto parece erróneo estilísticamente a la luz de la partitura final, instrumento mecánicamente programado hasta el extremo de que se requie­
pero podría haber parecido de otra manera si la más antigua hubiera sido ren tres pianistas para abarcar todas las notas, si es que pueden tocarse
continuada. ) El manuscrito está completo en detalle hasta el final del se­ todas, al ritmo adecuado. (Digamos de paso que mi Estudio para pianola
gundo cuadro, excepto que los pasajes repetidos no están escritos allí requeriría el mismo número de músicos, si se leyese en la partitura original
donde la instrumentación no ha experimentado variación alguna . En este de seis pentagramas . ) Quisiera añadir que no escogí la pianola primordial­
punto fui interrumpido por el precipitado encargo de Pulcine!la, pero mente por economía, sino porque el sonido como de hoj alata y níquel de
seguramente que también había comenzado a darme cuenta de que los pro­ aquella jukebox primigenia se ajustaba a mi esquema de sonoridades ; puede
blemas de sincronización con la pianola y la casi imposibilidad de encontrar compararse con el « tono » brillante y emulsionado de un piano Steinway
cimbalistas competentes, habrían hecho impracticable mi instrumentación. de un concertista de Chopin, algo así como un Ford Modelo T puede com­
Sin embargo, en sentido técnico, es la más práctica de cuantas parti­ pararse con un Cadillac de seis puertas . Lo que me fastidiaba, como dije,
turas haya escrito j amás, cada una de cuyas notas fue comprobada minu­ era el problema de sincronización, tanto en el tono como en el ritmo, por­
ciosamente en mis propios campos de pruebas . Llevé todos los instrumentos que el instrumento podía ponerle a uno la carne de gallina, en parte debido
a mi pequeña despensa musical y aprendí a tocar yo mismo cada uno de a la fantasmagórica ausencia del ejecutante, pero principalmente debido a
ellos, pasando tanto tiempo en practicarlos, en realidad, y manipulando con que estaba grosera, irremediable e intolerablemente desafinado.
los platillos y afinándolos, como en componer. Pero lo que escribía prc'­ La parte del armonio era la más difícil de escribir. Yo no confiaba en el
venía directamente de los instrumentos, mientras el sonido estaba aún instrumento acústicamente, y en realidad compuse versiones alternas para
caliente. No soy un místico ; necesito palpar la música tanto como pensarla, muchos pasajes, esperando que de este modo me ajustaría a los recursos
y por esto he vivido siempre junto a un piano, y ésta es la razón por la variantes de los diversos tipos de instrumentos. Los armonios eran po­
cual en este caso tuve necesidad de manej ar los palillos, familiarizarme pulares en aquella época de afición a los himnos, pero ahora están prác­
con los registros del armonio (instrumento doblemente manual : todavía ticamente extinguidos, sustituidos por el órgano eléctrico, que yo admito
guardo el recibo de un año de alquiler), probar el tambor con tirantes de de mala gana como sustitutivo de mi propio conjunto.
cuerda, e incluso sacudir el pandero ( «levanteeeeeeeen la voz»). A pesar Ningún sustitutivo, ningún piano más o menos aporreado es admisible
de lo poco segura que es mi memoria en cuestión de fechas y lugares, estoy para los platillos, cuya escasez constituye el principal obstáculo para l a
seguro en cuanto a la posición que en mi cuarto ocupaba cada uno de los ejecución. Para empezar, es u n animal raro, y u n animal incluso más rara­
instrumentos de esa pequeña orquesta, lo cual debe atribuirse al hecho mente domesticado, tocado por personas que leen música; y las oportuni­
de que mi realidad acústica (bilateral, en mi caso, no circular , de lo cual dades de capturar dos ejemplares de la especie, y luego acorralar a un par
soy consciente cuando me da en el cogote la « música espacial» ) forma parte de competentes ejecutantes, son tan astronómicamente escasas , que en rea­
de mi realidad biológica. lidad pueden compararse con las probabilidades que tienen los zoólogos
La instrumentación presenta líneas de descenso desde El ruiseñor, hasta de tropezarse con «chi-chis» y « an-ans ». Pero su sonido es tan cautivad0t,

1 02 103
que habría que persuadir a una sociedad destinada a la conservación de la no le aceptó como discípulo, y esto me dio mi primera mejor opinión sobre
fauna salvaje musical para que dotase una de las escuelas con tal instni­ mí mismo, porque al final a mí me aceptó.
mento y también con becas para su estudio . Resplandeciendo delicadamente Ni sé si Mitusov oyó alguna vez Svadebka, y ni siquiera si la música
los brincos musicales cuando están articulados con palillos de fieltro y fue repatriada en vida de él ( ¿ lo ha sido ahora ? ) . Y el mundo es ahora
resultando más protrusivos y tan compactos como las bolas de billar con tan diferente, que el nombre Korsakov es menos probable que me recuerde
los de madera, que yo generalmente prefiero. Ambos timbres resultan a mi viejo maestro que al tan temido síndrome de la deficiente memoria

eficaces antídotos contra la presencia musicalmente lóbrega del armonio, cronológica. «Los viejos olvidan», desde luego, pero olvidan o recuerdan
y ambos se combinan idealmente con el piano alámbrico sin pianista ( que de un modo selectivo, como todo el mundo . Estos recuerdos constituyen,
es como debería llamarse ). pues, una selección, pero son los únicos que están dispuestos a acudir
El papel desempeñado por la batería constituía otra novedad, al menos cuando se los evoca hoy, con referencia a un largo episodio, hace tiempo
en 1 9 1 8 . Las secciones de percusión habían servido a la orquesta como desvanecido, de cuando compuse mi Svadebka.
arsenales y departamentos sostenedores del sonido, y le suministraban
colores extra, articulación, peso. Pero antes de la Histoire du solda! y de I. s.
esta versión de Svadebka, en la que la percusión es un elemento continuo Zurich, 22 de octubre de 1 9 6 8 .
e internamente coherente, los « tambores » aún no habían recibido realmente
sus « cabezas» . Además, el carácter de la música misma es percusivo, y ese
carácter forma parte de mí mismo, es otro de mis hechos biológicos. Hacer
sonar el gong, unos platillos, siempre me ha producido la mayor satisfac­
ción, la cual depende de las cualidades resultantes del sonido, y, en reali­
dad, cuando estoy a la mesa, siento la tentación de dar golpecitos en las
copas y en los vasos con el cuchillo. Pero seguramente esto es natural e-n
un músico, o por lo menos forma parte de una tradición muy antigua. Des·
pués de todo, el primer músico de la Biblia fue uno que hacía sonar el
martillo y el yunque ( a pesar de la fachada de Orvieto, que le representa
dándole a unas campanas que penden de un bastidor), y la música de los
mismos instrumentos se supone que inspiró el descubrimiento de las rela­
ciones entre los diversos intervalos, descubrimiento realizado por Pitágoras,
otro percusor de vasos llenos de agua a diferentes niveles .

* * *

Los recuerdos que guardo de la pieza misma Svadebka son recuerdo�


felices, pero los que lleva asociados son dolorosos : todos mis amigos de
esa época están ya muertos, y yo soy el único y solitario superviviente. El
primero que acude a mi mente es Stepan Mitusov ; fue el mejor amigo qve
tuve en aquel entonces, y entre otras deudas de gratitud que tengo con­
traídas con él figura la de que él fue quien me animó para que siguiera
adelante con mi idea de Svadebka. El pensar en Mitusov me hace recordar
también a Rimsky-Korsakov. Hubo un tiempo en que casi todos los días
nos reuníamos en casa de Rimsky; éste le apreciaba tanto como yo, aunque

1 04
primo y tempo secando, fermata del primer com­ el ritmo del piu mosso
si la hay, me resulta im­ pás es demasiado larga. es bueno, y el trino de
perceptible. El tresillo, El diminuendo a [ 8 ] violines antes de [ 7 ] , el
cinco a n t e s [ 13 ] , es está hecho con pericia, tresillo de clarinete an­
demasiado 1 e n t o . En pero el óboe debería ha­ tes de [ 1 3 ] y la articu­
conjunto, la ejecución cer staccato en [ 9 ] , y la lación de óboe en [ 9 ]
es demasiado s u a v e , trompeta ídem delante son mejores que en las
de [ 1 1 ] . El ritmo en la
Revisiones
bien combinada, soste­ otras ejecuciones . L o s
nida: las frases se sn· vuelta del solo de bajón equilibrios orquestales
perponen parcialmente es demasiado rápido, ig­ en este concierto graba­
donde deberían con­ norando el tempo primo do no tienen parangón
TRES TIPOS DE FIEBRE DE PRIMAVERA trastar. escrito. con las otras dos ejecu­
ciones, realizadas en es­
( Stravinsky revisa «El Rito» ) tudio y, evidentemente,
muy elaboradas, pero las
COMPARACIÓN D E TRES GRABACIONES DE desventajas vienen en
La consagración de la primavera 1 parte compensadas por
la sensación de que se
trata de un concierto :
al empezar, después de
FILARMÓNICA DE BERLÍN ORQUESTA NACIONAL DE ÜRQUESTA SINFÓNICA aplausos muy débiles , se
LA R. T. F. EsTATAL DE Moscú oye un coro ensordece­
dor de limpieza de nari­
Director: Director: Director : ces y gargantas.
H. von Karanjan P . Boulez P. Kpaot

Internationale Guilde Amalgamated Unions II. Los augures de la primavera


Deutsche Grammophon
Gesellschaft du Disque Gramophone Studio
La figura de óboe en Esto es demasiado rá- Éste es el mejor tiem-
[ 2 6 ] d e b e ejecutarse pido y zarrapastroso, es- po de las tres ejecucio­
I. Introducción staccato . La sección de pecialmente en [ 1 5 ] , en nes, y el más constante
[ 2 8 ] a [ 3 0 ] es dema- dos delante de [ 20 ] , y de [ 3 1 ] a [ 3 7 ] . La oc­
Se ha sustituido el La ejecución del b1- El comienzo es defi- siado uniforme en esta donde, de nuevo, 1 a s tava en las tubas delante
accelerando por un ritar- jón carece de esfueuo, ciente; el tempo primo ejecución. En [ 3 1 ] , la cuerdas son dudosas en de [22 ] está más afina­
dando en los compases pero recuerda demasía- es letárgico y las entra- trompa y el contrabajo cuanto a los acentos. El da que en las otras gra­
son débiles, y sus notas tono de la tuba es confu- baciones, también y el
solo de trompa ed [ 2 5 ]
5-6 . Después del 3, la do al vibratófono y al das del clarinete son in­
diferenciación de temp1) saxofón, y la segunda constantes. No obstante, sincopadas ( como todas so delante de [ 22 ] , y de
las notas sincopadas) re- [ 2 3 ] a [ 28 ] . E l crescen- s e destaca con más clari­
1 Escrita en octubre de 1964 para la revista «Hi Fi-Stereo», en parte debido a quieren acentos. La arti- do de las trompetas antes dad. Quisiera notar el
las molestias causadas por las generalidades inútiles de la canción, de las reseñas disco­
gráficos. El texto completo se publicó por primera vez en la Süddeutsche Zeitung,
culación aliviaría el trá- de [ 2 9 ] es innecesario y modo de tocar los ins­
Munich, septiembre de 1965. fago en [ 3 4 ] . no hace resaltar nada . Es trumen tos de c u e r d a

106 107
de desear más acentua- en [ 3 1 ] diferentemente
ción y presencia acústica hoy, pero no estoy segu­ V. Ritual de las tribus rivales
de la trompa y el con- ro de cómo hacerlo.
trabajo en [ 3 1 ] , y se re-
quiere un ritmo contro- El ritmo vacila en el Los acordes del metal La primera tuba se
lado en [ 3 3 ] . primer compás, pero una en los compases de 3/2 arrastra en [ 57 ] , y en
falta más grave es la son demasiado breves y dos antes de [59 ] la di­
ausencia de articulación el conjunto es zarrapas- námica es insegura. La
III. Ritual del rapto de staccato. Los obelis- troso en [ 6 1 ] . En [ 6 5 ] sección de [ 6 1 ] a [ 62 ]
cos encima de las notas y passim, las trompas e s extrañamente, inade­
tres antes de [ 6 1 ] re- son débiles, el bombo y cuadamente lírica en esta
El ritmo rápido es Éste es más lento que Esta grabación es, en quieren una agudeza exa- y las tubas demasiado ejecución, pero los tri-
bueno, excepto cuando el de Karajan, y aún es general, más clara que gerada y rigen para toda fuertes. nos de trombón antes de
suena precipitado ; sos- más lento antes de [ 44 ] . las otras, pero la trom­ la sección. Las corcheas [ 64 ] son satisfactorios
pecho que esto fue faci- El compás de 2/ 4 nueve pa [ 44] suena demasia­ que siguen están admi- ( los rusos utilizaban ins-
litado por las rayas, pero antes de [ 4 8 ] es dema- do remota y cavernosa. rablemente ejecutadas . trumentos valvados), �
no importa. Una falta siado largo, y !as negras En [ 6 6 ] y passim, las ídem la rusticidad de las
importante es la iguala- en todos los compases trompas presentan un tubas en [ 66 ] . Por des-
ción de los compases de de 2/ 4, ídem . desequilibrio. gracia, el ritmo es pe­
2/ 4 y de 6/8 hacia el sado.
final. Las corcheas, no
las medidas, tienen el
mismo valor. VI . Procesión de los sabios

IV. Danzas de la Primavera L a s trompetas en Los óboes están de­ La polifonía en [ 7 0 ]


[ 7 0 ] - [ 7 1 ] están un de­ masiado cerca del micró­ e s suficienteme:-ite clara,
cibel o cosa así au-des­ fono en [ 68 ] , por ello pero los equilibrios son
Los clarinetes bajos y Los ritardandos de- Aquí el error es con- sus de la mélée ( que es el centro de la escena es mucho mejores que en
sus dobles de pizzicato lante de [ 4 9 ] y [ 57 ] trario al de Boulez : hay lo que yo quería). ocupado por un detalle. la grabación de Boulez.
son demasiado débiles son feos solecismos. Pre- demasiada separación en­ La polifonía rítmica y
al principio. Seis compa- fiero más separación en- tre las negras ; tienen la los equilibrios orquesta­
ses antes de [ 54 ] , las tre las negras de las vio- longitud adecuada en les en [ 7 0 ] - [ 7 1 ] son
trompetas rompen bru- las tres después de [ 50 ] , [ 53 ] . maravillosamente claros .
talmente el equilibrio de y el sostenuto de [ 53 ]
l a orquesta. En el mis- está definitivamente mal.
mo [ 54 ] , el 1 60 del El golpe bajo en [55] VII. Los sabios
metrónomo es más lento es apestoso.
que el 132 metronómico
del «Ritual del rapto» . El acorde de cuerda Esto es dos veces de- El ritmo es correcto,
no está equilibrado, ha- masiado rápido : si se pero el acorde de cuerda
llándose demasiado cerca tratase de unos Juegos no guarda equilibrio.

108 1 09
el piano de las trompas
del micrófono los instru­ Olímpicos para direc- Ahora lo escribiría con es un forte comparado
mentos superiores. ción de orquesta . . . No; un sforzando. con el piano de las trom­
cuando se escribió este petas en [ 86 ] . Los cam­
pasaje, yo no había oído bios de ritmo en [ 89 ] ,
la música degolladora de [ 90 ] . . .
Salomé.

X. Los círculos místicos de las jóvenes


VIII. Danza de la Tierra
. . . y [ 9 1 ] son leves La adición de un ri- El ritmo es demasia-
en esta ejecución, si es tardando antes de [ 9 7 ] do precipitado en [ 97 ] .
El gratuito acceleran­ El clarinete está de- De las tres grabacio- que los hay. El equili- destruye l a silenciosa La salida prematura del
do debilita la estructura masiado cerca del micró- nes, es éste el ritmo me­ brío en [ 9 9 ] y [ 1 0 0 ] pulsación con que co- primer violoncelo en
en la música, y el acorde fono en [ 75 ] , y en [ 7 8 ] jor y más emocionante, y es perfecto, pero el nivel mienza la sección [ 97 ] . [ 1 00 ] revela cuán poco
final es una degollina. los bajones y las tubas la Hauptstimme en [ 7 5 ] es demasiado alto ; pro- El equilibrio de 1 a s se conoce aún esta mú­
están demasiado lejos. está, como debe estar, bablemente el director trompas en [ 9 9 ] es po- sica en la Unión Sovié­
Puede resultar peligroso en las violas. Gracias a es víctima del ingeniero bre, y la fermata antes tica; en realidad, esta
decirlo, pero un ritmo la articulación, las cuer­ de la grabación, el cual, de [ 1 0 1 ] no está bien grabación conserva la
más rápido que el me- das son más claras que idealmente, tendría que medida, pero una falta segunda ejecución por la
tronómico 168 no esta- en las otras dos ejecu­ ser su alter ego. El rit- más importante es la de orquesta moscovita en
ría mal; es una danza dones. mo es irregular al prin- que el accelerando en cincuenta años. El acce­
prestissimo, después de cipio del segundo com- [ 1 02 ] debería conducir !erando en [ 1 02 ] está
todo, no un allegro. El pás de [ 1 03 ] . hasta el segundo com- bien, y lo mismo la he-
ritmo de Bernstein para pás de [ 1 03 ] , en vez de, morragia orquestal en
este movimiento es co- como aquí, saltarlo de [ 1 O3 ] .
rrecto. prisa, y luego tener que
avanzar a ritmo m á s
lento.
IX. Introducción

XI . Glorificación de la elegida
Al principio, me pa- Demasiado rápido, y Éste es el mejor equi-
rece oír un grillo ; ¿para la segunda trompeta, librio de cuerda para la El ritmo es bueno, La ejecución de Kara- El tiempo es giusto.
aumentar el ambiente de después de [ 84 ] , es de- sección que empieza en pero las notas deberían jan es más segura, y el
naturaleza ? ¿ Son res- masiado discreta. El so- [ 84 ] , y el mejor equili­ ser agudas como agujas. ritmo es desviado aquí
ponsables del ritmo so- lista de violoncelo se brío de las dos trompe­ El molto allargando an- en un compás antes de
ñoliento las ideas del precipita antes de [ 9 1 ] , tas, pero las incorrectas tes de [ 1 1 7 ] es eje- [ 1 1 8 ] , donde se produ-
verano que se acerca? como si simpatizase con entradas del viol�ncelo cutado incorrectamente ce un sollozo.
Los bajones son más dé- Saint-Saens . estropean el pasa¡e en como cinco g o 1 p e s
biles que las otras cuer- [ 85 ] . iguales.
das en [ 84 ] , y en [ 8 5 ]
111
1 10
es mala. El rubato tres miento, dicho sea de
XII . Evocación de los antepasado r c o m p a s e s antes de paso ; el resto de ella,
[ 14 2 ] es innecesario y desde que se ha conver­
Demasiado lento. La El tiempo es perfec­ Siendo indistinto el debilitador. tido en modelo de músi­
pulsación debería ser to, y lo mismo la arti­ Mi en los bajones, y no ca de safari para pelícu­
como en la parte ante­ culación . . . sólo aquí, sino en gene­ las, ya no queda tan
rior, en que las viejas ral, yo corregí la parti­ bien en la partitura. Se­
corcheas igualan a las tura para esta ejecución, ría un consuelo pensar
negras nuevas como en haciendo un tresillo del que su defecto consiste
un engranaje de ruedas. Fa sostenido ( arco arri­ en su fácil imitabilidad.
ba), Mi ( arco abajo), Re
sostenido. En el futuro,
haría que los tímpanos XIV. Danza del sacrificio
tocasen sólo la primera
nota en cada grupo. Pero El movimiento es rá- El tímpano se equivo-
El mov1m1ento lento
el resultado de estos da el coup de gráce a pido, p e r o bueno al ca en la cuenta en algún
cambios en esta ejecu­ cualquier tensión que principio . L u e g o , en punto cerca de [ 1 48 ] y
ción es una irremediable haya sobrevivido hasta [ 157 ] y [ 1 59 ] , parece completa esta sección
y lamentable pérdida de
este punto . En [ 1 89 ] , inadecuadamente rápido, independientemente de
velocidad. el equilibrio se pierde, y la tensión viene disi- la orquesta, tipo de error
siendo la primera trom- pada por él y por el que de nuevo revela
XIII. Acto ritual de los antepasados peta, entre otros ofenso- m o v i m i e n t o lento que los músicos soviéti­
res, demasiado fuerte de Karaj an. Digamos, a cos no están familiariza­
para la trompeta en Re. propósito de esto, que dos con la partitura. El
Tanto si es correcto . . . . pe:o . esto es dema- En [ 1 3 1 ] oigo «hap-
nin?una de las dos eje- movimiento es bueno, y,
como si no, metronómi� siado rap1do, y los gol- penings » de percusión
cuc10nes presta la menor a pesar de la suciedad,
camente, este tempo dz pes del ostinato son peculiares ; ¿ es que al­
atención al ictus accent. la excitación adrenal es
hootchy-kootchy es de- demasiado fuertes, espe- guíen deja caer algo ?
mucho mayor que en las
J § :¡ F-
masiado lento, y, en cialmente en la primera La articulación de las
,- ,- ¡ � otras grabaciones. E l se-
[ 1 3 8 ] , la música es más trompa y primeros vio- trompetas es aceptable
gundo compás de [ 1 97 ] ,
pesada que los dinosau- lines. Las trompetas co- en [ 1 3 2 ] ' p e r o en
eje para la última sec-
ríos moribundos de Dis- � ien�an de un modo tan [ 1 3 4 ] las trompetas y El accelerando empie- ción y el cambio en la
ney. En [ 1 3 6 ] , segundo mdec1so en [ 1 3 2 ] , y son trombones son demasia­
za demasiado pronto en consonancia, parece el
co�pás, las notas del tan lentas en inspirar do fuertes para las trom­
[ 1 65 ] , el movimiento punto crucial de esta
tres1llo deben separarse, confianza, q u e parece pas. El equilibrio entre
se arrastra en tres antes ejecución.
no pegarse unas con como si no estuviesen el bajo y la flauta en Sol
de [ 1 90 ] , y la orquesta
otras . En [ 1 3 9 ] el. bajo en el lugar adecuado. Di- es bueno; este pequeño
. , no siempre guarda cohe-
es dem � siado debil, . la gam? s, de paso, que este diálogo, junto con los
sión, como, por ejemplo,
trompa inglesa demasia- pasa¡e no me gusta lega- «melismata» de clarine­
en dos antes de [ 154 ] .
do fuer�� · En [ 1 4 � ] la to aunque esté escrito te que siguen, es la mú­

entonac1on del clarinete asi. sica mejor del movi-

1 12 1 13
8
RESUMEN : La graba- RESUMEN : Primero, la RESUMEN : Dado que " Sacre " » (No hay calle- chapucerías ( sorprenden­
non es generalmente grabación. La amplia esto es la simple cinta jón con menos salida tes, pero sin importan­
buena, la ejecución ge- gama dinámica de La de un concierto, ni eje­ que La consagración ). cia), hay algunos tempi
consagración queda cas­
neralmente extr,ivagante, cución ni ingeniería pue­ Pero dudo que La cansa- muy malos. La articula­
aunque pulida a su ma- tracia hasta convertirse den competir con las gración pueda ejecutarse ción es generalmente ex­
nera, en realidad, dema-en un mezzoforte de gra­ dos grabaciones edita­ satisfactoriamente con- celente, y un buen antí­
siado pulida, dando la bación normalizada que, das. Pero así como la forme a las tradiciones doto contra la ejecución.
sensación de un salvaje además de envolver cada música suena francesa del señor Von Karajan.
domesticado, más que sonido en una franela de en la grabación francesa, No quiero decir con esto
de un salvaje real. El cámara de resonancia, es y alemana en la alema­ que él esté fuera de sus
estilo sostenuto es un una de las más irritantes na, los rusos la hacen profundidades ; sin em-
malas representaciones
defecto capital ; las Ion- sonar rusa, y eso está bargo, sino, más bien,
gitudes de n o t a s sonde la industria de la gra­ bien. ( No dispongo de que está dentro de mis
virtualmente las mismas bación. El ruido mismo espacio p a r a explicar superficialidades, o sim-
es «discurso fático », y el
aquí que si se tratase de qué entiendo por estas ples concreciones y ma-
Wagner o de Brahms, lo volumen es un elemen­ nacionalizaciones en tér­ terializaciones . Simple-
cual amortigua la ener- to, y en tanto que la minos musicales. ) Ade­ mente, que en La consa-
gía de la música y deja medianización de los ni­ más, si La consagración gración de la primavera
muy trabajada la enun- veles de sonido sólo es nueva para la orques­ no hay zonas para la
ciación rítmica que hay ocasiona un daño escaso ta rusa, al auditorio so­ búsqueda psicoanalítica.
en ella. Pero quizás yo a cierta clase de música, cialista conservador de­
tenía que haber empeza- a La consagración la des­ bió de sonarle como el Ninguna de las tres ejecuciones es lo suficientemente buena para que
do por decir que esta posee de una de sus di­ grito de combate de los merezca conservarse.
música es ajena a sus mensiones ; y esto expli­ sans-culottes. Esto, por l. s.
ejecutantes . Schoenbergca en parte el que una lo menos, ayuda a recar­
dijo que era un asalto ejecución viva consti­ gar la atmósfera, más
contra la tradición de la
tuya una sorpresa, inclu­ aún, tal vez, que las
Europa central, y que leso ahora, p a r a todo atmósferas cargadas de
hacía pensar en « esos aquel que conoce la obra humo y niebla de nues­ UN REINO DE LA VERDAD 1

potentados salvajes de a base de grabaciones . tras propias grandes ciu­


raza negra que sólo lle-Segundo, la ejecución. dades, donde La consa­ El señor Kerman es un guía de mentalidad elevada. Se lo recomiendo
van una corbata y un Es menos buena de lo gración se ha convertido a lectores de mentalidad elevada, y también a estudiantes de mentalidad
sombrero de c o p a ». que yo habría esperado, en pieza de lucimiento confiada que tengan necesidad de ayuda y protección, si es que aún los hay
( Cuando le dijeron, en dadas las altas normas del director, y donde, si en estos días de «poder estudiantil» . También insisto para que los músicos
1 925, que yo había di- de Maitre Boulez. Uno hay suerte, obtiene un examinen el libro, especialmente aquellos que desprecian las ancillas y
cho que su « sistema de supondría también que ensayo. tienden a eludir el álgebra armónica y las otras relaciones que el señor
doce tonos» era un ca- la música es su entrée, Kerman especifica. Pero también tendrían que probarlo los lectores en ge-
llej ón sin salida (Sack-
siendo aquí una ventaja
gasse) , respondió con el
natural su carencia de
1 The Beethoven Quartets, de Joseph Kerrnan (Nueva York : Alfred A . Knopf,
retruécano : «Es gibt la Kultur de Herr von 1 967 ). Reseña publicada en «The New York Review of Books», 16 de septiembre
keine sackere Gasse als Karajan. Aparte de las de 1968.

1 14 1 15
neral. Se quejarán de la utilización de un lenguaje en clave y de la topo­ La restricción a los últimos Cuartetos (y, dentro de ellos, a algunos
grafía armónica. Sin embargo, el señor Kerman jamás pierde de vista el puntos en los que yo mismo me encuentro distanciado del consenso gene­
sublime diseño de cada Cuarteto, y se le puede seguir hasta tales alturas ral) es injusta con las tres piezas maestras compuestas para el embajador
eludiendo las espesuras de la exposición técnica. En cualquier caso, el tema ruso en Viena, conde Razumovsky. {También es injusta con La Malinconia,
del libro es la música, no las ilustraciones de Beethoven a los principios crí­ ese globo sonda, no sólo para el Beethoven posterior, sino también para el
ticos del autor, y tampoco el análisis funcional, o cosas parecidas, que en \'o/agner del primer acto de Die Walküre; sin embargo, los Cuartetos pro­
la actualidad andan rondando como soluciones en busca de problemas. visionales, a mi modo de ver, no están sostenidos de manera uniforme. ) Si
La discusión de los últimos Cuartetos , a los que debo restringir mis pro­ los «Razumovsky» hubiesen estado al final de la línea, los exhibiríamos
pios comentarios, aparece desmenuzada bajo los epígrafes «Voz», «Contras­ como el non plus ultra de la literatura, y, sin duda, daríamos una interpre­
te», «Fuga», «Disociación e Integración» . La diversidad de posiciones es tación futurística a pasajes tales como el comienzo del Cuarteto en Do
útil al tratar de la propia multiplicidad de Beethoven, pero de nada les mayor, descubriendo en su movimiento armónico j adeante la fiebre misma
sirve a aquellos que preferirían tener todo el «dossier» sobre cada Cuar­ del futuro.
teto en un solo lugar, y que imaginan que les interesan menos las caracte­ En realidad, los «Razumovsky» se mantienen firmes, en parte (sólo en
rísticas de grupo que las características individuantes. Sin embargo, el li­ parte) debido a que no compiten con la última hornada ; son en realidad
bro es rico en intuiciones, prescindiendo de la forma en que éstas se utili­ tan diferentes como para ofrecer pocas comparaciones. Ninguna música
cen. El señor Kerman posee una aguda visión del instrumento de tonalidad abunda más en animación ( el final operístico del mismo Cuarteto ) y ele­
de Beethoven ; de, por ejemplo, el medio focal con que él crea a la vez la gancia (la tonada con la rápida apoyatura del andante). Pero apenas son
anticipación ( haciendo relucir destinaciones distantes ) y la sorpresa. No es éstas las primeras cualidades que acuden a la mente en relación con los
menos perspicaz el estudio que el señor Kerman realiza de los otros as­ últimos Cuartetos ; más bien, conforme a las normas de los «Razumovsky»,
pectos de los Cuartetos y de Beethoven en general. Casi en todas las pági­ las anomalías e irregularidades recuerdan inevitablemente al oyente los
nas se encuentran valiosas observaciones sobre temas tales como las propie­ anteriores procesos en profundidad y en intensidad de conversión de la
dades de los géneros y la rareza de relaciones basadas en el aumento de forma en nuevos finales expresivos, en refinamientos estilísticos. Pero las
la triada. comparaciones son odiosas . No podemos hacerle el amor al futuro o escu­
Trata de la crítica anterior, pero, al parecer, sólo una pequeña parte de char los adagios de «Razumovsky » con la idea fij a de que los Cuartetos
ella ha sido lo suficientemente inteligente como para causar un daño irre­ posteriores contienen música aún «mejor».
parable. (Y o mismo habría sido aún más radical, y no veo por qué Daniel El propio Razumovsky merece un breve comentario . (Más que eso, en
Gregory Mason habría de tener tanta, o alguna, importancia. ) Yo admiro esta época de elecciones : un saludo de veintiún cañonazos, por ejemplo, y,
la . . . , digamos, valentía del señor Kerman, ya que, en realidad, me sor­ preferiblemente, a tiempo para contrarrestar cualquier otra reverberación
prendió su demostración de cómo el «prolijo» primer tema del final del de vulgaridades paralizantes de aquellos inefables· individuos cuyos «hoo­
Cuarteto en Mi bemol podía haber sido cercenado. También admiro su pla» en Miami incluían una « rendition» de la sonata Claro de luna en
modo de escribir, aunque no locuciones tales como «contrasty» y «doublet» bidones de aceite de cincuenta galones . ) Sus funciones de representación del
( mi mente insiste en ir primero hacia el «ropaje»). Los resbalones son tan Imperio ruso ante el Imperio austríaco en aquel año de Austerlitz de­
raros que, cuando llega a caerse ( «Uno casi piensa del Heiliger Dan.kge­ bieron de ser tan importantes como las de los camaradas Gromyko, Do­
sang» que uno casi no puede pensar en ello ), la razón sólo puede ser la de brynin y otros que representaban al imperialismo soviético ante el imperia­
que él es tan extraordinariamente pulcro. Sus argumentos son cruciales, lismo norteamericano. Sin embargo, el conde Razumovsky no sólo encargó
y están expuestos en forma clara y convincente. Después de todo, se trata esos Cuartetos, sino que, incluso, adquirió y conservó la destreza de
de argumentos relativos a los más altos valores del arte. dedos y de mente para poder interpretar la parte de uno de los violines .
Me pregunto si habría muchos embaj adores, políticos, portavoces de los
* * *
Ministerios de la Verdad, u otros altos funcionarios de las actuales Gran­
des Potencias, que fueran capaces siquiera de reconocerlos.

1 16 117
después de él, no le continuará, sino que tendrá que empezar de nuevo, ya
* * *
que el que le precedió solamente cesó allí donde el arte cesa. » Así reza la
oración de Grillparzer para el funeral de Beethoven, y si el poeta parece
haber escrito esto pensando en Wagner, lo mismo hace el propio Beethoven
En todas partes piden Cuartetos; parece real­ en la variación del adagio molto espressivo en este Cuarteto en Mi bemol.
mente que nuestra época está dando un paso ade­ Es evidente que el mensaje que esta música contiene para Wagner era, por
lante. lo menos, de « Bo nj ou r " Tristán " » .
,

BEETHOVEN, abril de 1826. L a figura d e pizzicato e n e l comienzo del movimiento d e scherzando de­
riva del movimiento precedente (en el c. 1 2 0 , y con articulación de arco,
El Cuarteto de cuerda fue el más brillante vehículo de ideas musicales en el c. 95 ) ; lo cual puede que no sea exactamente una gran noticia, pero,
jamás creado, y el más canoro (es decir, humano ) de los medios instrumen­ sin embargo, constituye una conexión interesante, porque es de todo punto
t �les ; o, mejor dicho, si no lo era originaria y necesariamente, Beethoven evidente incluso con el intervalo invertido. Un eslabón similar, no menos
hizo que lo fuese. En cuanto a las facultades innatas, podía registrar una claro para el oído, es la reaparición de aquel rasgo del scherzando, el se­
proporción � ás rápida de cambio armónico que la orquesta, aún no del gundo golpe acentuado ( y silenciosos los golpes primero y tercero ) :"n los
todo cromática, de la época de Beethoven, que, además, se veía obstaculiza­ últimos compases del final. Digamos también que yo prefiero este final a
da por problemas de peso y problemas de equilibrio. Asimismo es un me­ cualquier otro final de los Cuartetos, tanto el segundo tema, ampuloso,
dio más íntimo, en parte por las mismas razones ; y, por otra, r'n ás agrada­ orquestal, no menos que la coda, con su milagroso cambio de estarlo de
ble, ?e largo plazo, como el color: para mí, al menos, y en mi caso, debido, ánimo y de metro . Pero luego me inclino a ofrecer resistencia a los finales
en cierto modo, a que yo soy muy poco consciente del elemento cromático gitanos y húngaros, aunque sean de Beethoven, y el final del Cuarteto en
que contiene. Sus facultades de sostén son mayores que las de los con;un­ Do sostenido menor es una sublevación magiar.
tos de instrumentos de viento, y más amplias sus gamas de velocidad� s y
de grados de volúmenes suaves . Comparado con el piano, tiene vent a j a s en
la delineación polifónica y en la mayor variedad de articulación dinámica La menor
y de matiz.
Beethoven se describe a sí mismo en el epígrafe al tercer mov1m1ento
como alguien que se ha « restablecido » (eines Genesenen ), pero el trauma
continuado de la enfermedad es más evidente en la música. El adjetivo
Mi bemol mayor
«histérico » con que el señor Kerman califica la explosión de violín con que
se inicia el allegro, me parece que puede aplicarse también a las oscila­
No oía nada . . ., pero sus ojos seguían lor ar­
ciones de estado de ánimo a lo largo de todo el Cuarteto.
cos, y a base de ello era capaz de juzgar súbre
En tanto que el primer movimiento es lento en el comienzo y fragmen­
las más pequeñas fluctuaciones en el tiempo y
tario y espasmódico en gran parte, el segundo no cesa en el moment0 opor­
y en el ritmo.
tuno ; o así lo parece, probablemente debido a que el tema no es muy
interesante, en primer lugar, y en un momento determinado (compases 63-
J. B6HM, marzo de 1 825.
6 8 ) es realmente insípido . Pero la serenidad del trío presagia el movimien­
El Cuarteto en Mi bemol mayor, y el en Do sostenido menor, más to por el cual (o por parte del cual : el himno en contrapunto de tecla blan­
amplio e innovador, son los más unificados, coherentes, satisfactorios , de ca, o, acaso, las mezclas de minuete ) 2 es recordado el Cuarteto . Dos re-
.
los últimos Cuartetos. Pero, aparte del éxito, los paralelismos (principal­ 2 Ya que se e jecuta el 3/8 en mi grabación, ejecución por otro lado notable
por una gran cantidad de lapsus parecidos a los Xenakis, seguramente bajo los efec­
mente las similitudes «morfológicas » y « arquitectónicas » en los movimien­
tos de la emoción, una incapacidad para contar con seguridad de uno a dos, y pro­
tos de variación) me parecen artificiales. Lo que los dos Cuartetos compar­ ducir dos notas afinadas seguidas. El dicho de Schnabel de que «la gran música es
ten, indiscutiblemente, es una influencia sobre Wagner. «El que venga mejor de lo que pueda ejecutarse» ha sido tomado demasiado al pie de la letra.

1 18 119
banadas de minuete y tres de himno a modo de «sandwich» Dagwood la cantidad de esfuerzo y el valor del resultado, y por lo cual el esfuerzo
de cinco capas, salvo que las capas de himno y las de minuete no se in­ es estrictamente asunto del artista. El genio, en cualquier caso, incluso en
tegran, e incluso reaccionan unas contra otras . Como consecuencia de lo el de Beethoven, hace su aparición en donde quiere.
cual, el oyente olvida el minuete, y, por lo tanto, que Beethoven haya A mi modo de ver, el genio no apareció muy profundamente en la
experimentado un « nuevo vigor» . cavatina, aparte del episodio beklemmt. (Lo cual no quiere decir que no
El último movimiento es muy raro : una marcha que podría haber sido tenga razón y el señor Kerman esté equivocado. Pero, tanto si « reacciono»
compuesta treinta años antes y guardada en un estante; un recitativo am­ o no contra el señor Kerman, nadie puede impedirme que, como compo­
puloso que incorpora una versión del paroxismo del violín desde el primer sitor, lo haga contra Beethoven. ) No encuentro especialmente distinguida
movimiento; una danza cuyas frenéticas aventuras posteriores no pueden su sustancia melódico-armónica, y el tratamiento la atenúa. Sin embargo,
preverse en su comienzo como Valse noble et sentimentale. la pieza tiene el inconveniente, en primer lugar, de constituir un contraste
demasiado violento con respecto al andante precedente. Si la cavatina
es el movimiento más atormentado de los últimos Cuartetos, entonces el
Si bemol mayor andante tiene que ser uno de los más despreocupados ( al modo del
allegretto de la Octava sinfonía, tal como observa el señor Kerman al
Éste es el más radical de los Cuartetos ; también el más moderno, en final, y yo diría lo mismo de los compases 1 8 - 1 9 ) . Pero en tanto que el
sentido local : el «glissando » de violín en el presto, por ejemplo, podría andante parece deslizarse por encima de la superficie de las «emociones
pasar como una contribución de Beethoven en un collage de los estrenos personales » del compositor con la misma ligereza que un hidroavión ( com­
de la semana pasada. Pero casi todo lo que se refiere al Cuarteto es sus­ parado con la zambullida en profundidad de la cavatina), su emoción mu­
ceptible de convertirse en tema de discusión, según he podido descubrir, sical, prescindiendo de lo que le hubiera costado y de lo que posteriormente
incluida mi suposición de que el vasto surtido de los fragmentos indica un sintiera al pensar en ella, es el menos superficial de los dos movimientos .
deseo de ampliar la forma y enriquecer la variedad del fondo : lo cual parece
evidente, si no por otra razón, por la de que en el Cuarteto siguiente se
persigue de nuevo una forma ampliada, pero realizada mediante la conti­ La Gran Fuga
nuidad, más que por medio de la variedad.
La sustancia del primer movimiento es rica, pero la exposición vacila . ¿ Y por qué no pidieron que se repitiese la
En algunos momentos, tales como la vacilación entre los compases 1 92 y Fuga? ¡Era lo único que debía haberse repetido!
1 9 7 , y el retorno prematuro del episodio en Do bemol en la recapitula­ ¡Bueyes! ¡Burros!
ción ( yo, por lo menos, no estoy dispuesto a volver a recibirlo), carece de
coherencia. Pero, en cierto modo, la extensión abierta del allegro en el co­ BEETHOVEN, marzo de 1 826.
mienzo de la sección del desarrollo salva el movimiento. Un desastre mi­
tigado, pues. La Gran Fuga aumenta el significado de Beethoven más que cualquier
Al pasar revista a la cavatina, el señor Kerman echa mano oportuna­ otra obra ( lo cual no quiere decir que yo la considere como una pieza se­
mente de una nota de antología ( que yo esperaba que hubiera sido olvida­ parada más bien que como un movimiento de Cuarteto) . También rompe
da) de mis propias declaraciones ex cathedra. Pero yo no creo (es parte de todas nuestras medidas, tanto humanas como musicales, especialmente la
su argumento ) que el amor y la solicitud que Beethoven puso en la pieza energía súbita, sostenida, apenas creíble. Podemos conocer los otros Cuar­
( jamás pudo pensar en ella más adelante sin que se le humedecieran los tetos, incluso criticarlos, deseando que lo que amamos sea lo que quisié­
ojos) y la evidencia en ella de una gran emoción justifiquen ninguna indul­ ramos que fuese . Pero la Fuga no es susceptible de conocerse de la misma
gencia para el resultado final. En otro lugar, el señor Kerman admite la im­ manera. Hay que vencer los prejuicios relativos a las dimensiones y a los
posibilidad de montar análisis técnicos para resultados estéticos, y al final elementos . Cuando hayan sido vencidos, si llegan a serlo, descubriremos que
de su estudio pone elocuentemente en duda la eficacia de lo que él tan en nosotros no se ha formado ninguna cadena de esperanzas, y que la
excelentemente ha realizado. Pero tampoco hay proporción alguna entre música desafía a la familiaridad, siendo nueva y siempre diferente.

120 121
El problema de si las dificultades sustantivas son atribuibles más al d e l a forma. Cada verston temática está dotada d e atributos secundario s
aislamiento ( la Fuga carece tanto de antepasados como de herederos), o, al distintivos ( contando como primarios el tono y el ritmo ) : un trino y apo­
revés, constituye un imponderable ; lo mismo cabe decir de la cuestión de yatura, por ejemplo, en la versión destinada al tratamient o más complejo,
si la posibilidad de la pieza maestra es una consecuencia de intersecciones y un tiempo lento y dinámica suave en la versión que predice un episodio
históricas, o si las intersecciones han sido producidas retroactivamente por en la misma velocidad y volumen. Estas cacarteríst icas secundaria s consti­
el hecho de la pieza maestra. Por lo que se refiere a los « ambientes estilís­ tuyen un grupo auxiliar de referencias con las cuales identificar el ma terial
ticos», en cualquier caso, y a las obras de arte como «personificación de temático en transformaciones remotas, así como construir visiones alternas :
su época», algunas partes de la Fuga pudieron haberse incubado en un sa­ siluetas, por ejemplo, sobre la analogía de que la cara entera se revela tan
télite espacial . En cuanto a la ausencia de una influencia propia, esto pue­ sólo en los tonos; y refracciones contrapunt ísticas fragmentarias, como en
de ser simplemente un caso de que nadie puede « alcanzarla», no digamos el doble espejo, rítmicamente hablando, con que comienza la fuga en La
« superarla». Pero si la música hubiese penetrado en la conciencia de su bemol.
tiempo, la música moderna habría perdido algo de su aguijón m1;1cho tiem­ El aspecto rítmico de la Fuga es el más radical, pero el menos aisl able :
po antes, y ¿ dónde estaríamos ahora ? ( ¿ dónde estamos, en realidad? ) . las unidades y modelos rítmicos están tan coherentemente identificados con
La Fuga tiene aún mala Prensa; todavía se la considera abstrusa, intra­ las versiones temáticas, en realidad, que el composito r meramente «nume­
table, disonante, estridente ; lo cual demuestra cuán poco se la conoce. Ta �­ rado » ( no sabía multiplicar ) pudo haber estado utilizando lo que ahora
poco la crítica, al carecer de comparaciones, que son su instrumento prin­ llaman ( los composito res matemáticos que no son capaces de escribir Gran­
cipal, además del bisturí, le ha granjeado nuevo amor ; tampoco, al desme­ des Fugas ) un parámetro de entidades rítmicas . El vocabular io mismo es
nuzarla, supo ver la anexión de territorio reservado para Debussy. (desde el nuevo, formado, en parte, por un uso de sincopació n sin precedente s, por
compás 58 1 ), por ejemplo, y el alegre retardando de la cadencia al fi i;al un nuevo grado de subdivisión 1 y por duraciones irregulares. Pero aquí. so­
de la sección en Sol bemol.3 Pero el crítico tiene que sentir la ineluctab1li­ bre todo en la Fuga en La bemol, que es el punto culminante de esta crea­
dad de las nuevas mediciones, y lo mejor que puede hacer es conjeturar ción gigantesca , Beethoven está explorand o una región más allá de los otros
algo de lo que el artista sabe. Cuartetos posteriores . ¿ Quién, si fuese transporta do hoy allá, puede imagi­
La overtura, dice el señor Kerman, «lanza todas las versiones temáticas nar que reaccionaría menos estúpidamente, en 1 826, que los «bueyes» y
a la cabeza del oyente como si fuese un puñado de piedras». Sin embargo, los «burros » ?
esta imagen davídica parece revelar sentimientos de persecución acerca de
la música tanto más cuanto que las versiones que llevan la marca de piano
y pianissi'm o no tienen nada de líticas . ( Los símiles de Hawkish me parece D o sostenido Menor
que son más apropiados para el tema de la primera fu � a; en realidad, yo
estuve a punto de compararla con un ICBM, como eiemplo de .escal� da Gracias a Dios, hay menos falta de fantasía
musical a partir del « Cohete Mannheim» de la Sonata, Opus 2 . ) S1 es este que antes.
realmente el caso, entonces resulta más curioso el modo en que el �eñor BEETHOVEN, verano de 1 326.
Kerman lo entiende, y también como entiende el resultado final, que es el
cambio de enfoque desde los artificios contrapuntísticos hacia la transfor- Todo en esta pieza maestra es perfecto, inevitable, inalterable. Tam­
mación temática. bién queda más allá de la impudencia de la alabanza ( en parte debido a
La importancia del diseño en esta nueva perspectiva resulta evi<lente las dificultades que en tal sentido se encuentran en el vocabulario) . por no
en la overtura, debido a que un índice temático identifica las diferentes decir más allá de la crítica, que sólo puede ser exagerada y está destinada
versiones del asunto, pronosticando y preparando los componentes mayores a desaparecer en el contexto. Así, también, las variaciones del alle.g retto
3 En cuanto a las octavas inmediatamente precedentes, me pregunto si en una 4 La anotación de corcheas por negras ligadas «comporta la vehemente urgencia
época anterior no estuvo alojado en la imaginaci ón de Beethoven el efecto estratégico del tema», dice el señor Kerman, y así es, por lo menos, para los que leen la parti­
de la misma ingeniosa idea de la Fuga en Mz. Menor a dos voces, de Bach ( que
-
tura, pero antes de ello comporta la inminencia de la subdivisión rítmica. También
Stravinsky orquestó el 3 de abril de 1969 . R . C.). puede indicar un cambio de inclinación, pero con escasa o ninguna separación.

122 123
final que adecuadamente siguen a una música del sentimiento más exaltado ahora resulta . �xcesivamente tintineante, en la última página, ha quedado
y de inefable esplendor, casi podrían resultar triviales « en sí mismas » . El algo desprestigiado por el abuso que de él ha hecho Chaikovski .
presto recuerda la Sinfonía «pastoral» en el carácter del segundo tema y �.eethoven describió el movimiento lento en una fase preliminar como
su acompañamiento, el limitado plan armónico, los gritos repetidos como un susser Rubeges�ng oder Freiedensgesang ; pero, para mí, es Trauermusik,
por el eco, los silencios como las pausas que preceden a la tormenta en la aun qu� no necesaname� te una contradicción. En cualquier caso, la segunda
_ , es un canto funebre, y la presciencia de la muerte en la variación
vanac10n
sinfonía.
Decir que cada Cuarteto se distingue por una calidad sonora, pro- cuarta, elegíaca, es inconfundible.
bablemente equivale a no decir nada, sino que los Cuartetos mismos
* * *
son diferentes ; con todo, el brillo de los instrumentos en estas varia­
ciones es único. { «Abañiles que cantan, mientras construyen tej ados de
oro», dice el arzobispo en Enrique V. ) El « alma» de uno parece migrar Estos Cuartetos constituyen ?1 is más altos artículos de fe musical ( que
.
mientras se escucha esta música, en realidad, con no pequeña sorpresa, ya es una palabra sublime para designar el amor, sea el que fuere) tan indis­
que los primeros movimientos formaron e implantaron esta mal definida � ensabl: s para las maneras y significados del arte, según un mÓsico de mi
zona por medio del hurto. Tampoco queda destruida la eterealidad por los epoca piensa acerca del arte y ha intentado aprenderlo , como indispensable
pizzicati de la variación 6/8, aun cuando este efecto ha sido asociado aho­ es la ten:peratu ra para la vida. También constituyen un triunfo sobre la
.
ra con hipopótamos que efectúan piruetas, o con otras improbables acro­ temporalid ad, posiblemente un triunfo de una duración mayor, según están
bacias realizadas por otros individuos del zoo animado de Disney. amenazando con demostrarlo los acontecimie ntos, que la de otros triunfos
Para mí, la música más conmovedora es el comienzo de la variación del en otras artes, porque por lo menos no pueden ser bombardeados, fundidos,
andante moderato. El estado de ánimo es incomparable (un comentarista lo e�cavados p � r el progreso. Esta «inmortalid ad» de la música parece haber
_
sido reconocida incluso por algunos contemporá neos de Beethoven. « Vivi­
llamó «impasible», pero quería decir « impenetrable» ) , y la intensidad , si
hubiera de soportarse un compás más, sería intolerable. rá hasta el fin del tiempo», dijo Grillparzer, y estas palabras fueron leídas
en voz alta en el cementerio de Friedhof cuando los restos mortales fueron
inhumados, llevándose consigo la mayor participación que j amás tuvo nadie
en el poder de la creación �u� ical. El poeta rogó entonces a los que habían
Fa May or formado en la fun , ebre
. comitiva y se estaban despidiendo, que recordasen
aquella « hora en tiempo � venidero , cuando ustedes experimenten el poder

Será lo último, y me ha originado un grave abrumador de sus creac10nes, al igual que una tormenta que sobreviene
·

trastorno . . . arrolladora ».
BEETHOVEN, octubre de 1 826 .

Las debilidades son evidentes : la cortedad de aliento, la incapacidad


para llevar adelante el argumento, el traqueteo estilístico del movimiento
final y su tonada de caj a de rapé musical ; pero los momentos vigorosos
superan estas debilidades . Dicen que este Cuarteto tiene pocas inno,rncio­
nes, pero la repetida figura del vivace constituye la idea más nueva y
asomborsa que j amás tuvo Beethoven. Las modulaciones de los movimientos
finales son asimismo nuevas y frescas, pero también abruptas, algunas de
ellas, como si la inquietud del compositor se hubiese transferido a un es­
tado de ánimo de disgusto por tener que limitarse durante demasiado tiem­
po a una tonalidad determinada. Además , en defensa de las cajitas musica­
les de rapé, cabe argüir, por lo menos, que el efecto de los pizzicati, que

124
PARTE II

DE LOS DIARIOS DE ROBERT CRAFT

1948-1968
1 948

3 1 de marzo

Washington, D. C. Al llegar al Raleigh Hotel para mi cita con Stra­


vinsky esta mañana, encuentro a Auden caminando por el pasillo. «El tren
de la noche procedente de Pittsburgh llegó tarde», dice, «y los Stravinsky
aún no reciben. » Entonces le pregunté si quería tomar un segundo desa­
yuno, pero rehusó. «No hay panecillos duros en América. » Está muy in­
quieto, fumando un cigarrillo tras otro, y se pone a analizar al «viejo mu­
chacho, en cuyo caso, evidentemente, tiene por padre al dinero». De pron­
to, recordando The Rake's Progress, empieza a hurgar en una maleta y
saca un escrito mecanografiado envuelto en «The New York Times» . Con­
tando tal vez con sólo una breve espera, abre el libreto hacia la escena
final y me lo entrega, diciendo: «Esto quizá le interese» . Luego, mientras
yo estoy leyendo, él busca en el «Times» la página de las defunciones . con
un gesto de contrariedad, y después busca la página bibliográfica, emitie-ndo
un gruñido. A continuación me dirige una mirada de soslayo. Le digo que
me parece que la escena de Bedlam contiene los versos más hermosos que
j amás se hayan escrito para una ópera, y él reacciona concediéndome otros
diez minutos para el resto del libro, o aproximadamente el tiempo que él
mismo tardaría en leerlo. En realidad, apenas ha terminado de leer la es­
cena número uno, cuando exclama : « Seguramente que el viejo muchacho
estará ahora dispuesto a recibirnos», y rápidamente pulsa el timbre del
apartamento .
« Suite de Lily Pons», reza la placa metálica que hay en la puerta,
pero sale a abrirnos la alta, hermosa y majestuosa señora Stravinsky. con
turbante azul y bata blanca de piqué. El señor Stravinsky, con una robe de
boudoir, aguarda detrás de ella, y continúa escondiéndose y dependiendo
de su mujer durante toda la entrevista, como un ratoncito mimado detrás
de un gato grande y amigable . A mí me saludan calurosamente, y a Auden,
a quien no han visto desde el pasado noviembre, en Hollywood, le ahogan
con besos al estilo ruso. Pero Auden, por muy amable, e incluso besable,
que pueda ser, es un inglés de public school, a quien sencillamente horro-

129
9
rrizan tales francas demostraciones de afecto. Da un respingo y comienza cabello d e color d e arena ( negro en las fotografías ), cuello rojo y liso, y
rápidamente, para salir del paso, a preguntar por la salud de los señores alta la línea del cabello . En realidad, resulta tan absorbente el mirarle,
Stravinsky, a interesarse por la casa, los periquitos, los loros, los gatos . que se requiere un esfuerzo para concentrarse en lo que está diciendo.
Entonces nos damos cuenta, ¡ Dios mío ! , de que nos estábamos olvidando Y cuando hemos superado este apuro, se nos presenta otro mayor, cual es
de la ópera. Y el manuscrito es sacado de nuevo de la cartera, y esta vez el de saber qué hemos de responderle. Muchas de sus observaciones son tan
entregado en la forma en que un estudiante entrega una hoj a de examen. abarcadoras, absolutas, exclusivas, así como exageradas y de parti-pris, que
El señor Stravinsky lo recibe solemnemente, incluso supersticiosan;i ente, uno se queda a veces perplejo y desconcertado. Añádase a esto la dificultad
pidiendo a la señora Stravinsky ( « Verusha» esta vez ; en otras ocasiones, que supone el que, evidentemente, se espera estar de acuerdo con arreglo a
« Vierochka» ) que traiga whisky, que no es la bebida de . Au�en, per.o éste cualquier cosa que diga, y que el compositor en persona a menudo parece
lo toma. Rápidamente apuramos dos vasos, como los de limpiar los dientes, estar diciendo lo contrario de lo que dice el compositor en su autobiogra­
brindando por la ópera, y después de esto yo me siento menos nerv�oso, fía, por lo menos en lo que concierne a algunos de sus colegas. La men­
aunque también, quizás, un poco excesivamente animado. Pero, en pnmer ción de las Sinfonías para instrumentos de viento ( hoy estamos tratando
lugar, ¿por qué no he estado más nervioso ? ¿Es debido a 9ue el señor de mi próxima ejecución de esta obra en Nueva York) provoca una anda­
Stravinsky, tanto por su música como por los ensayos y conciertos . en los nada contra Ansermet y su reciente emisión radiofónica de ella con la NBC
que le he visto actuar, a veces teniendo que ir, para hacerlo, a Washing.ton, Symphony.
a Filadelfia y a Boston, es ya para mí como una persona muy conocida � Y, con todo, forzosamente tiene uno que responder. Lo hago fácilmente
El señor Stranvisky habla de su nuevo concierto para cuerda, el Bast­ a un chiste sobre los « compositores de Hollywood, que cultivan, ;;orno si
liensis, y de su ejecución en Ciudad de México hace algunas semanas. En fuese un campo, sus orquestaciones, y en cuyas partituras habría que poner


tanto que cada vez que se dirige a la señora Stravinsky, lo hace en ruso la observación de " colorante añadido " , como en las etiquetas de las latas de
( habla lar amente con ella, y me parece que están tratando de decidir acer­ conservas». Pero no tengo idea de cómo reaccionar a una ocurrencia sobre
ca de mí, con respecto a la asignación de las sillas durante el alm�erzo ), el Concierto para violín de Beethoven : «Ese Re sostenido del primer mo­
el lenguaje de su narrativa es un surtido de frases :i suales en frances, . ale­ vimiento es una nota muy fea»; o a un argumento de Nietzsche negando la
mán e inglés ; pero su obsesión por buscar la exactltu� verbal, .Y las inte­ germanicidad de la música germánica. «Porque, ¿ sabe usted ? , Bach era
rrupciones que se hace a sí mismo para pedir los equivalentes ingleses de
otras expresiones extranjeras pueden llegar a resultar exaspera� tes . f:n
sajón, Beethoven era flamenco, Haydn era croata, Mozart era austriaco,
Mendelssohn era judío. » Yo no discuto estas atribuciones demográficas, ni
determinado momento trata de que se le ilustre en cuanto a la diferencia propongo otros candidatos, pero es que entonces tampoco lo hace Auden,
que hay entre un cad y un bounder, .palabr ? s que ha. encontrado en una a pesar de que le habrán parecido tan absurdas y descabelladas como a mí.
novela policíaca, pero aparte de la diferencia que existe en�re es �os . dos Nos apareamos un instante, el señor Stravinsky y Auden, para mirar
términos aplicados a personas groseras, de que el uno se aplica princip al­
mente al comportamiento moral, y el otro principalmente a� co:11portamien­
el libreto, la señora Stravinsky y yo para hablar de libros. Su inglés es tan
encantador como todo lo referente a ella. «Aunque lo intenté, no pude
to social, no puedo captar la respuesta, que puede haber sid? inmortal, de leer The Nak'd and Dead, dice ( en tanto que, a la mesa, más tarde, afirma
Auden, porque en ese mismo instante estoy ocupado en abru la puerta al que «ba-ked potatoes are good in America » ) . Dice «here it's» (el inverso
camarero. lógico de «it's here» ), y fas-ten en lugar de /asten. Su acento, no obstante,
Conforme a los conceptos populares de la forma física humana, que va es más. francés que ruso . «Dígame, por favor, ¿ qué significa doctrine ? »,
evolucionando el señor Stravinsky es un tanto extraño. En todo caso , es pregunta, pero la palabra suena tan francesa ( «doctriiim> ), que no puedo
tan extraordin� rio, físicamente, que nada podría reflej ar su carác�er singular por menos de contestarle que significa «doctora». Sus largas pestañas se mue­
a menos que se tratase de una estatua de tamaño natural ( no simplemente ven lenta, seductoramente, alrededor de sus oj azos azules, al preguntarme si
una cabeza o un busto) o un dibujo de cuerpo entero (el retrato sedente estoy de acuerdo con ella sobre el hecho de que «las mujeres tienen un
pintado por Picas so es desorientad?r) : la estatura de pigmeo, pierr;. as cor­ mayor sentido de las flores que los hombres, y que los hombres intelectua­
tas, carnosidad, hombros de futbolista, grandes manos con los nudillos. de les apenas se fijan en las flores, y raramente son capaces de identificarlas,
los dedos muy desarrollado s, cabeza dimituta y hueso frontal recesivo, a menos que se trate de claveles y de rosas. Wystan no sólo no olió nues-

130 131
tros ramos, sino que, en realidad, dejó su chaqueta encima de uno de gar­
denias que estaba aún en la caja. A " Eager " le gustan las flores », prosi­
gue diciendo, sin darme tiempo para considerar la relación que pueda
haber entre la indiferencia floral y el intelecto masculino, «y siempre ti�ne
flores en su cuarto mientras está trabajando. También las corta y riega él
mismo, y, si tiene tiempo, trabaja en el j ardín todos los días . » Pero la
afición de «Eager» por las flores resulta menos evidente que su compulsivo 1 949
plegar y guardar el papel de envolver y las cintas.
El almuerzo llega más oportunamente por el alivio que supone del to­
nelaje de atención que requiere un diálogo con el señor Stravinsky que 4 de febrero
desde el punto de vista gastronómico. Pero estamos abrumados . A la terce­
ra botella de burdeos, comienza a darme vueltas la cabeza, y Auden em­
pieza a hablar de la ciencia lingüística como de la clave de la estructura Ni:-eva York. Cena con los Evelyn Waugh, que llegan en traje de noche
del pensamiento, y sobre la «cabra británica como de la verdadera fuente (par� 1r luego a una fiesta de los Astor, explican), cuya deslumbrante per­
de toda la filosofía de las Islas Empíricas». Luego devalúa la filosoHa di­ , parece exagerar las arrugas de nuestros sobados trajes de a diario.
fecc10n
ciendo que «no puede ser más que un juego, por la razón que aduce san La señora Waugh es rubia y hermosa; el señor Waugh es un hombre re­
Pablo, de que " Somos parte de aquello que conocemos " » . Fuera de esto, gordete, coloradote, barbilampiño. Emite un comentario favorable sobre la
solamente recuerdo la preocupación del señor Stravinsky porque la mesa �;mperatura de las habitaciones de nuestro hotel ( el «Ambassador» ), que-
se bamboleaba, su enojo a causa de un camarero que llevaba los dedos 1 andose de que en el suyo (el «Plaza» ) se ve obligado a tener abiertas las
sucios de mantequilla, su obsesión por recoger migas de la mesa, y su frotar, ventan as de sus ha ?itaci??es, o a ahogarse, confesión que quizá contribuya
.
pidiendo excusas, dos manchas que había en el mantel ( ¿ de qué se está dis­ a explicar su extenor gehdo y su calor interno. I. S. responde en francés
culpando ? ) . También hace un maravilloso comentario sobre el aserto de tratando de disculpar el cambio de lengua con un cumplido sobre el diá�
que « la música es el mejor medio que tenemos para digerir el tiempo ». logo francés que se encuentra en Scott-King's Modern Europe; pero el se­
Y habla largo rato acerca de palabras, lo cual implica una gran cantidad de ñor Waugh le ataja, diciendo que no domina bien ese idioma para conver­
traducción lenta, como si pescásemos las palabras, una a una, y de lo que, sar con él, y, al contradecirle la señora Waugh ( « Pero eso es una tontería,
probablemente a causa de su falta de lógica, sólo recuerdo la información querido, tu francés es muy bueno»), recibe ésta una buena reprimenda en
de que la expresión rusa para designar al insecto que en inglés se llama tono injurioso.
ladybug ( « dama-chinche», cochinillo de San Antón, mariquita ) es «vaquita Mencionamos la conferencia del señor Waugh titulada «El corazón de la
de Dios ». Después de varias medias copas de espresso, el señor Stravinsky materia», dada en Town Hall, la semana pasada, como la más fresca de esta
se retira a echar una siestecita, según dice, aunque la señora Stravinsky pro­ clase a la que jamás antes había asistido, por mucho que él trate de desa­
nostica que va a durar hasta la hora de la cena. creditarla. Sin estar supeditado a un texto o a unas notas, el novelista
pudo estudiar al auditorio ( dice él ), e incluso volcar las mesas sobre él
(digo yo), a juzgar por los detalles observados implacablemente en sus
descripciones de tres personas que salieron de la sala. Pero el señor Wauoh
prefiere hablar de la Industria Funeraria y de la prohibición que ha ¡;.
puesto de enterrarle, en el caso de que él, como debe de esperar ferviente­
mente esa Industria, falleciese en los Estados Unidos. También está muy
interesado en nuestros propios proyectos fúnebres, y está ansioso por saber
si nosotros (es decir, nuestros beaux restes) estamos destinados para pan­
teones de familia. Pero este lúgubre coloquio pone de muy mal humor
a Stravinsky.

133
Se produce una crisis al rehusar los Waugh el whisky y el caviat de ñor Waugh, acerca d e s u arte, y una comparación entre s u Decline and Fall
los Stravinsky, no simplemente por rehusarlo, sino debido a que los Stra­ y la Justine de Sade. Cuando, al fin, el señorWaugh se da cuenta de que los
vinsky, sin darse cuenta, cambian entre sí unas palabras en ruso, recurso Stravinsky han leído todo lo que él ha escrito, un cambio de humor se
disculpable en ellos en muchos casos, pero no ahora . Los Waugh no se opera en él, mostrándose tan magnánimo y divertido como antes había sido
dejan convencer por la excusa de Vera, de que estaba buscando los cigarri­ inflexible y meticulosamente preciso. Si bien no aguanta la charla litera­
llos en su bolso, y ellos, natural y correctamente, deducen que el tema de ria de tipos literarios, ciertamente parece que le gusta que lo hagan unos
la breve conversación en ruso eran ellos mismos . Finalmente, Stravinsky profanos como los Stravinsky, e incluso los seminiciados como yo, porque
propone que vayamos a cenar, poniendo así término a aquella media hora yo también admiro las ficciones del señor Waugh, y ya no pongo la obje­
abstemia y poco agradable. ción, como la puse una vez, de que ellas ocupan un lugar demasiado im­
Los ánimos del señor Waugh se levantan durante el paseo refrescante, portante el azar y la arbitrariedad.
y, en su caso, sin chaqueta, de una manzana y media de distancia, ha5ta Intentamos inducirle a hablar de otros escritores, pero se limita a pre­
que llegamos a «Maria's» ; y la vista de las Pompas Fúnebres en la esquina miarnos con una sola referencia, acidulada, a algunos compatriotas colegas
de Lexington Avenue y de la Calle 52 le devuelve su joie de vivre hasta el suyos en la actividad de andar por ahí dando conferencias, y la recomen­
punto de que, por un instante, llegamos a temer que realmente se despida dación, en la que subraya algo malignamente los dos primeros adjetivos,
de nosotros para ir a explorar la Entrada de Servicio. «Maria's», local pe­ de Christopher Isherwood, como «un buen joven novelista norteameri­
queño, oscuro, abarrotado de gente, no es el restaurante más idóneo : los cano » .
Waugh se encuentran en él demasiado elegantes. Pero el envaramiento y la Una vez terminado e l ágape, e l señor Waugh pide permiso para fumar
lucha defensiva verbal, que los Stravinsky creen que es el método inglés un cigarro puro. Escoge uno de una caja que guardaba en el bolsillo de la
normal de hacer amistades, se desvanece con el Valpolicella, vino que el chaqueta, lo sostiene un instante bajo la nariz ( lo cual le da el aspecto de
señor Waugh, tan sensible a la temperatura, prefiere tomar caliente. Tam­ un granadero de grandes mostachos), circuncida con un cortaplumas el ex­
bién me parece que el eminente autor está sucumbiendo a los encantos de tremo que ha de llevarse a la boca, pasa la llama de una cerilla por debajo
Vera; ha comenzado, por lo menos, a comportarse galantemente con ella, del otro extremo como si estuviera encendiendo un vaso de precioso coñac,
e incluso ha disminuido algo del recelo que había en las encendidas miradas lo atiza ávidamente y fuma. ¡ Humo sagrado !
que a intervalos dirigía a Stravinsky.
Con la fettucine ( sin una relación evidente), la conversación pasa a gi­
rar en torno a la Iglesia. Aquí, Stravinsky resplandece, manifestándose por 1 0 de agosto
lo menos tan ultramontano como el señor Waugh, tan versado en Chesterton
y Péguy, y tan propenso a creer en la milagrosa licuación de la sangre de Hollywood. Almuerzo en Farmer's Market con Christopher Isherwood
san Jenaro. De los comentarios del novelista, yo dedudiciría que él supone y los Huxley, estos últimos acaramelados como recién casados o como
que el compositor es uno de los judíos conversos de Maritain, lo cual cons­ casados de antiguo que hacen las paces después de una riña. Debido a su
tituye una suposición común y, en lo que se refiere a la influencia de Ma­ extensa variedad de ensaladas, semillas (Aldous come cantidades de semi­
ritain, en parte acertada. llas de girasol, para la vista), frutos secos, alimentos de régimen, frutas
Se produce otra crisis cuando Vera hace mención del próximo estreno exóticas ( Milton : «La sabrosa pulpa que mastican, y en la corteza» ) , el
en Nueva York de la Misa de su marido, e invita a los Waugh para que restaurante es un local huxleyano. Las otras mesas están ocupadas en su
asistan al mismo . La señora Waugh quiere salir del paso diciendo que; por mayor parte por vaqueros de drugstore, estrellas del celuloide, refugiados
desgracia, ya «han sacado los pasajes para regresar a su casa», pero, por centroeuropeos y ( a juzgar por las miradas temerosas que lanzan hacia
temor a que la conversación continúe en tan peligrosa dirección, su marido nosotros ), discípulos de Aldine y de Igor. Todos son vegetarianos, por
añade, con una rudeza que parece indicar que la amenaza del arte cacofó­ esta vez, y todos mordisquean su verdura como vacas paciendo en la
nico de Stravinky le hubiera estado atormentado toda la noche : « Toda clase dehesa.
de música me resulta positivamente dolorosa » . Esta declaración sólo puede La comparación que hizo Virginia Woolf de Isherwood con un jockey
ser ignorada, y es lo que hace Vera, soberbiamente, con un cumplido al se- es perfecta. No por la ropa, naturalmente, aunque es menos apropiada para

134 1 35
Hollywood que la que llevan Aldous o lgor Stravinsky ( llevan unas cami­ maravillosas, horribles y apenas creíbles que surgen en l a conversación del
sas en exceso llamativas ), sino por la estatura, el escaso peso, unas piernas anciano ? ¿ No sigue considerándole como un poco desequilibrado por el
algo demasiado cortas y unos brazos desproporcionadamente largos, inclu­ exceso de erudición ? ¿No realmente perturbado, como Don Quijote, natu­
so simiescos, comparación suscitada forzosamente a causa de su frecuente ralmente, pero sí un poco « ausente» ?
empleo para fines métricos. Pero a uno le resulta fácil ver a Isherwood, o ¿ Y me equivocaré al descubrir u n levísimo matiz de duda por parte de
lo ve como lo vio la señora Woolf, como un ornato de hipódromo. Huxley en cuanto al ciento por ciento de impregnabilidad de la dedicación
Tiene pinta de despistado. A uno le resulta difícil imaginárselo en un espiritual de su colega, más joven, y de su definitivo alejamiento del Mundo,
arrebato de cólera, o conduciéndose precipitadamente, o bajo los efectos y la sombra de una sospecha de que entre los cañaverales puede hall arse
de una gran emoción. Hay momentos en que parece como si estuviera todavía escondida una última nave que no fue quemada ? Suponemos , en
pensando en cosas lej anas y la conversación le obligase bruscamente a vol­ todo caso ( los Stravinsky también tienen esta impresión), que el más joven
ver a pisar la tierra. Pero es un hombre que escucha y observa ( tiene el viene obligado a aplicarse a esos ejercicios espirituales que el hombre de
hábito de los observadores, de mirar de hito en hito ), más bien que explica más edad domina con sólo dirigir su mente hacia ellos. Pero en tanto que
y relata, y sus ojos como en trance mediúmnico verán más profuntamente el universo huxleyano es el mayor de los dos, su autor no está sentado
y registrarán datos relativos a asuntos esenciales en una medida mayor de en el centro del mismo de un modo más conspicuo que el autor de los li­
la que mi verbosidad lo está haciendo con respecto a él. Al propio tiem­ bros de Isherwood se halla acomodado en el centro del universo isher­
po, su sentido del humor es muy agudo . Mantiene una sonrisa crónica o woodiano. En parte por esta razón, es más que un encuentro el encon­
semipermanente (una red de pequeñas arrugas alrededor de la boca), com­ trarse con lsherwood que el encontrarse con Aldous, aunque otra razón
plementada con risitas y alguna que otra carcaj ada ( cuando ríe así saca la es, simplemente, la de que la mayoría de nosotros somos poco más que
lengua ). Pero, a pesar de sus chistes, no está tranquilo. Por debajo (ya encantados oyentes de Aldous, no porque él lo quiera así, sino porque no
que tiene muchas capas, como un mille feuille, que, en realidad, en la prác­ nos queda otra alternativa. Finalmente, sea cual fuere la verdad, si es que
tica sólo tiene de ocho a diez) están los temores, y de éstos, los superio­ la hay, de estas especulaciones, ¡ qué equipo tan improbable constituyen
res, podrían muy bien tener que ver con una conversación sobre música esos dos para representar el Vedanta en medio del Bravo Oeste !
o una conversación altamente general sobre Las Artes. Pero yo distaba Stravinsky, lo sé porque le conozco, se encuentra aún menos cómodo que
mucho de pensar tal cosa. Quizá, simplemente, esté padeciendo a causa de Isherwood. Le fastidia verse eclipsado por ingleses hablando inglés, y esos
la regla prohibitiva de Farmer's Market, y en este caso el contenido de ingleses determinados probablemente se le antojan a él demasiado ricos
los termos de Stravinsky pueden constituir una agradable sorpresa. en palabras, demasiado facundos ; en el libro de Stravinsky jamás deben. i a­
Isherwood trae para Aldous recuerdos de parte de un Swami hindú . más pueden decirse las cosas importantes . Pero Stravinsky presenta tam­
La voz, tanto por el tono como por el volumen, es un poco demasiado fuer­ bién, en otros aspectos, un contraste casi exagerado : por ejemplo, en su
te, y las palabras son intencionadas. Aldous, al responder, hace una digresión profundo diapasón ( versus el dúo de ellos de voces aflautadas ) ; en su
para intercalar un chiste obsceno, que Isherwood escucha con el entusiasmo amor hacia lo concreto (la forma en que los ingleses hablan de religión le
de un muchacho, profiriendo exclamaciones y frotándose las rodillas . parece abstracta, pero 'e s que él cree en la existencia física del Diablo,
¿ Cómo se miran uno a otro esos dos hombres, aparte de su evidentí­ como en otros tiempos la gente creía en los centauros y en las sirenas ) ;
simo afecto mutuo ? Isherwood no puede competir con el modo que tiene y e n la autocracia y absolutismo d e sus puntos d e vista, aunque éstos pue­
Huxley de relatar sus historias, ni con el acervo intelectual de este escritor den parecer más extremados de lo que son en realidad debido a su imper­
( aquí un abrumador aparte acerca de la producción literaria de «los poe­ fecto dominio de los adornos sintácticos del lenguaje que emplean los
tas místicos persas más recientes », una cita adecuada del Biathanatos y al�o otros dos .
de información sobre los aminoácidos y la diferenciación celular), pero he Yo daría algo, pero menos de la mitad, de mi reino, por husmear un
aquí que el más joven de los dos hombres se ha labrado su nombre, en poco en el cuadro que esos dos observadores están trazando de Stravinsky.
parte debido a su cautela en el hablar cuando se encuentra en las sublimes ¿ Descubrirán que la barricada de juegos de palabras, paradojas, bon mots,
alturas intelectuales. ¿Está «cebando » suavemente al sabio, quizá, con su no oculta nada en absoluto en la línea de ellos, la línea del «intelecto» ?
manera fingidamente crédula de hacer nuevas preguntas acerca de las cosas ¿ O llegarán a l a conclusión d e que los tesoros los está guardando en las

136 137
profundidades de la reticencia, para sacarlos de nuevo a la superficie en veces quiere también decir Grado B ) . Ciertamente, estos hombres, y los
días más favorables ? Sea cual fuere la respuesta, y ambas conclusiones otros pocos que conocieron íntimamente a S travinsky, debieron de darse
podrían ser erróneas, el lado cortés de Stravinsky, esa armadura de volun­ cuenta de que, por muy certera que sea su inteligencia artística, y precisa
tad de Bellona en el hombre, y de estilo en el músico ( «la Música puede y variada la paleta de sus percepciones sensoriales, su gama crítica al mar­
simbolizar, acaso, pero es incapaz de expresar»), es el único lado que gen de la música es peculiarmente limitada. Lo que él ofrece son juicios sin
nadie ve, con excepción de su mujer. pruebas en una tierra de nadie de preferencias y aversiones, y el gusto, a
¿ Por qué tantas personas han tomado equivocadamente a Str �vinsky medida que vamos haciéndonos viejos, puede fácilmente convertirse en una
por un «intelectual» ? En primer lugar, me parece, porque tal era la imagen tiranía.
predilecta de él mismo . Se vanagloria de su «saber fáctico», y le gustaría Me hubiera gustado hacer muchas preguntas a estos ilustres predeceso­
que le considerasen como una summa de e :udición, señor de todo,s l� d �­ res, naturalmente, pero antes debo hacerme algunas a mí mismo. ¿ Qué hay,
minios del saber humano. Tampoco tolerara que se le apliquen _ a el termi­ por ejemplo, de la advertencia de Chamfort, de que « Un filósofo que fi.csura
nos tales como « instinto » y «genio », pretendiendo, en vez de ello, que en el séquito de un alto personaje descubre que es necesario disimular
el «cerebro » y la técnica, queriendo decir el dominio de los medios y la sus verdaderos sentimientos » ?
perfección del oído, constituyen el equipo cabal del composito� . Las «en: o­
ciones», casi no haría falta que añadiese esto, apenas las admite como m­
grediente. Además, parece ser que él consider � J as funciones ��ectivas coro?
.
pertenecientes a la fisiología, como la separac10n de la emocion y la mteh-
gencia en el tableau cérébral de Comte. . .
Aunque ello no importe mucho, el mundo mtelectual de Stravmsky,
aparte de la música, ha sido formado en ii:t sólita m �dida p �r sus amigos
íntimos. En efecto es radicalmente susceptible a la mfluencia personal, y
digo esto porque p �1edo comprobar efectos re � c � ivos q"? e yo mis �o he ejer­
cido sobre él. ( Vera ha dicho que yo soy el umco amigo en la vida adulta
de su marido que ha mostrado con franqueza disconformidad con él y ha
sobrevivido lo cual es una dudosa distinción, tanto respecto a la conducta
como con r � lación a las consecuencias . ) Por mi parte, y aun cuando casi no
haría falta decirlo, yo sustento muy pocos ( si sustento alguno) puntos de
vista fijos, capaces de resistir a una «rigurosa investigación intel�ctual» (yo
también soy más bien un «intuitivo » que un «pensador» ) , _Y' ciertamente,
no quiero tener la responsabilidad de ninguno de ellos, musicales o de otra
clase acerca de tal hombre. Pero de lo que se trata es de la susceptibilidad
de S �ravinsky, y no de los puntos de vista de alguien.
Los que más influyeron en él fueron Diaghilev (Vera cita ciertas actitu­
des estéticas como prácticamente copiad �s de él, e ins �ste en �ue <�ante<: ��
que los años y América cambiasen el caracter de Stravmsky, .este solo abrio
su corazón a Diaghilev, y las críticas de Diaghilev eran las úmcas que alguna
vez tuvo en cuenta » ) ; Arthur Lourié { que hacía proselitismo en favor de
Maritain) ; Suvchinsky ( una filosofía compilada a base de Herzen, Rozanov.
Shestov, Berdiaev) ; C. F. Ramuz y C. A. Cingria (una filosofía de hamo
faber y el ideal de las virtudes aldeanas, significando la superioridad �oral
de las cosas sencillas : les vins honnétes, por ejemplo, que, por desgraCla, a

138
j amín Franklin. Stravinsky m e confiesa que está impaciente por volver a
casa y terminar su Rake . 1

20 de agosto

Nápoles . El barco que va a Ischia, un vapor de bolsillo con absurda


segregación de clases, está atestado de pasajeros y huele horriblemente; me
veo obligado a permanecer de pie durante la travesía hasta Casamicciola,
donde, por fin, encuentro un asiento al lado de un hombre que está leyendo
a Goldoni y que, al parecer, está tratando de aprenderse de memoria un
1 95 1 pasaje que encuentra sumamente divertido. En Forio hago transbordo a un
barco pesquero a la rastra, y soy llevado hasta la costa a fuerza de remos .
Wystan ha venido a esperarme al muelle, descalzo y remangado el
2 8 de febrero pantalón, y me lleva la bolsa de viaje ( el servicio de mozo de cuerda más
intelectual del mundo) a través de las calles de la ciudad, que parece de
juguete, hasta que llegamos a su casa, en la Vía Santa Lucía. Esta casa, al
De Miami a La Habana, en un avión cubano. Desde el aire, Florida nivel de la calle es un establo vacío y un garaje, pero las habitaciones de
aparece como un brocado de islas pantanosas, brillantes lagunas y una ce­ arriba son espaciosas, claras e inmaculadas, salvo por las ofrendas quema­
nefa de mar de color añil. Los colores del Caribe refulgen cual la seda das en ceniceros sin vaciar, que podrían representar muy bien una protesta
tornasolada y los bancos de arena y de coral que se extienden en declive contra la esterilidad de la limpieza norteamericana. En todo caso, los nor­
desde los C ayos parecen apenas una fina capa de vidrio de color verdoso, teamericanos no son los responsables de ello, sino un hermoso Ganímedes
vistos desde el mundo del aire. Los Cayos próximos a Cayo Hueso, que napolitano, con unas maneras adecuadas a su nombre, apenas creíble, de
semeja una fortaleza en un viejo mapa, presentan la configuración del es­ Giocondo. Mientras Giocondo prepara el almuerzo, pasamos a un patio,
queleto de la cola de un mamut de la época glacia� . En el aeroRuerto de que es el dominio de un gato y de un perro llamado «Moisés», al que
.
La Habana, nuestra azafata, una joven de nanz respmgona, anuncia : «Esto Wystan tira una pelota, que éste se afana en ir a recoger y devolvérsela
es Cuba». Stravinsky me dice : «Vamos a ver». . a su amo, repitiendo varias veces la misma operación, hasta que una vez l�
Los oficiales de la Aduana nos traen daiquiris helados, un rasgo deli­ propina un manotazo al pobre perro, para que ladre, lo cual altera la cali­
cado si no fuera porque entretanto pierden nuestro equipaje. La Habana dad del ruido y lo convierte en algo que se parece al grito de una lechuza.
es u �a ciudad de olores, sobre todo de aceite en el momento de freír, y de Giocondo parece entender poco del italiano que habla Wystan ; ello
café este último lo suficientemente denso, al parecer, como para ser ex­ debe de representar un alivio para él, y, ciertamente, también para mí, cuan­
traído del aire. Vamos directamente a una conferencia de Prensa en el bar do el poeta habla con el lenguaje de su musa. « ¿ Qué hay», pregunta, « de la
del Hotel Nacional donde nos obsequian con más daiquiris y nos hacen
objeto de grandes �uestras de entusiasmo. A continuación, almue�z? en
visita que Stravinsky prometió hacer a Ischia ? » Yo le digo que sólo podrá
tener efecto cuando los doctores den su consentimiento, y cuando Stravinsky
La Zaraaozana ' en ambiente de humo de puros habanos ; y una visita a
Wifredo 0 Lam, que nos ofrece una exposición privada �e sus pi� turas, sa­
esté preparado para hacer frente al bloque de periodistas que ahora están
, montando la guardia en el vestíbulo del hotel. « ¡ Oh ! », dice Wystan, «en Ita­
zonada con abundante charla acerca de sus idolos : Stravmsky y Picasso . lia, la manera de zafarse uno de los periodistas consiste en fingir que cree
La hacienda de Fifí Tarafa adonde vamos a cenar ( esta vez, una bote­
lla de daiquiris), contiene foto�rafías y m� chos. � iscos de � u ídolo, Toscani­
uno en la Iglesia. Te mirarán, y luego huirán de ti como si trajeses noticias
ni. Es posible que, en parte, por esta razon eligiese Strav�nsky sentarse en 1 El Epílogo fue terminado el 7 de abril. Una nota de mi Diario me recuerda
el patio, pavimentado con botellas de cerveza! de barro cocido (con el fondo que aquella noche lo tocarnos juntos, a cuatro manos. El Preludio se compuso tres
, días después.
hacia arriba) del siglo XVIII, y que da a un 1ardm con una estatua de Ben-
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de la peste.» En este instante llega un correo con otra clase de noticia, en tesis v�lnerable en determinadas circunstancias . Su mente maniquea se ocu­
una carta que Wystan me entrega, rogándome que le haga un resumen, p � casi constantemente en polarizar distinciones morales, pero realiza esta
después de haberla mirado él por encima. Es una invitación del Intendente crib � del Bien y del Mal como si fuese un juego de azar, .sin asumir ninguna
de La Scala, para asistir a la representación del Rake, en Venecia, a expen­ rectitud por su parte. El lenguaje que emplea es extrañamente diocesano
sas de La Scala, y Wystan no puede disimular su alegría. y de escuela dominical, cuando, por ejemplo, con vigorosos movimientos
Habiendo recaído automáticamente la conversación sobre el Rake, Wys­ rotatorios de su mano diestra, y echando más aún su cabeza hacia atrás de
tan repite su historia acerca de Benj amín Britten, a quien le gusta muchísi­ lo que tiene por costumbre, ya que siempre la lleva algo levantada, declara
mo la ópera. «Toda ella, menos la música» ( historia que a Stravinsky no le que siente «mucha antipatía por Stalin», porque «ese monstruo era malo» .
hace ni pizca de gracia). Pero Wys tan está preocupado por la partitura. me ( En Forio, l o s iconos d e Stalin florecen e n l a s paredes a l lado de l o s d e
parece, a causa de algunas notorias semej anzas, como, por ejemplo, entre 1
l a Virgen Madonna. )
la primer aria de Bedlam y un aria en Semele ; entre el fandango de la A la hora de la passeggiata, vamos a un café de la piazza. Allí, los libre­
escena del cementerio y, bueno, un fandango; entre «Love that too quickly tistas levantan repetidamente sus vasos -Prosit!- por el estreno del Rake,
betrays», «Dear Father Truelove», y el coro de rameras, y tres piezas de de Wystan, cuya lengua natural extranjera es la alemana, incluso en Ischia.
Cosz : «Un aura amorosa», «Vorrei dir», y «Di scrivermi ogni giorno » . En Pero la música que el gran hombre canta al regresar a la Vía Santa Lucía
suma, ¿ qué pasará si la Gran Alca ( que tenía manchas blancas alrededor de es del :filibustero de Fricka, de Die Walküre. Y suena algo más que simple­
los ojos y era llamada pengwyn por los indios de Terranova) resulta ser mente extraño en este escenario de Mascagni desierto (a las diez, todos los
un dido en el sentido familiar ? habitantes de la ciudad se han ido a la cama).
Por la tarde vamos andando a una playa, Wystan con gran rapidez y
ligereza ( ahora calza Plimsolls ), a pesar del calor, y a pesar, exceptuando
a él, de la general indolencia; pero el agua está caliente como la de una 2 1 de agosto
bañera, y solamente « Moisés », todavía dispuesto a correr cada vez que su
amo finge tirar una piedra, parece inclinado a entrar en el agua. De regre­ A las seis de la mañana, Wystan, descalzo a pesar de los fríos guij a­
so a Forio, encontramos a Chester Kallman, que, a su vez, volvía de hacer rros que cubren el suelo, me escolta hasta un autobús que sale al encuentro
una visita a otra parte de la isla. Wystan es siempre más feliz cuando se del barco de Nápoles, en Laccoameno ; y sólo le sale al encuentro, porque
encuentra formando « tándem» con Chester, y su alegría sube de punto. En a cada recodo nos paramos para recoger a más pasajeros y atar en la parte
realidad ama con exceso a ese poeta, más jóven que él. Escucha con admi­ superior del vehículo mayor número de paquetes y maletas de cartón. De­
rable atención cada vez que él habla, e incluso nos hace reparar en algunas bido a que el barco también está abarrotado de gente, me bajo en Pozzuoli
joyas especiales que salpican sus frases, o suministra valiosas interpretacio­ Y. regreso a Nápoles en taxi. El conductor es un tipo muy quisquilloso, muy
nes de gemas menos perfectamente talladas, aunque, por lo general, si liberal en cuanto a palabrotas . Sus favoritas son, a alta velocidad, « Cre ti­
Chester se va a la cocina un momento, Wystan dice de él que «Es un poeta no!» y, a velocidad baj a, «Mezzo-culiliello! ». Esta última la dirige, por lo
muy bueno, y una persona mucho más inteligente que yo» . Sea cual fuere general, a los peatones y animales distraídos. Una vez, por poco chocamos
la verdad de tales aseveraciones, Chester es con toda seguridad muy buen con un carro de hortalizas tirado por un pobre y viejo rocín.
cocinero. Sin embargo, por algún descuido, las espinacas de esta noche no Cuando llego al hotel, Dottore Musella está efectuando sus visitas, y
habían sido lavadas, y después de morder algo duro y desagradable, Wys­ acaba de declarar a Stravinsky curado de su pulmonía, pero confinándole
tan declara haber descubierto una considerable presencia de arena; mas, en la cama para el resto de la semana y prohibiéndole el viaje a Ischia.
luego, temiendo que pensemos que es excesivamente exigente y delicado, ( Stravinsky, muy flaco y aquilino, con las rodillas dobladas hasta la bar­
añade que no le importa en absoluto, e incluso se las arregla para sugerir billa, y con unas compresas calientes sobre la cabeza, presenta curiosamente
que ha llegado a encontrarle gusto. el aspecto de un águila. ) El Dottore Musella, como muchos de los médicos
Por otra parte, su conversación discurre con generalizaciones, no todas que asisten a Stravinsky en todo el mundo, se pirra por charlar de arte
ellas con un ciento por ciento de evidencia en el primer instante. «Los con su paciente, pero al sacar a colación el nombre de Eleonora Dusc,
judíos son más complicados que los gentiles», dice, lo cual parece una Vera interviene describiendo una representación de Casa de muñecas que

1 42 143
ella vio cuando era pequeña en Moscú y en la que la Duse desempeñaba
el papel de Nora en italiano « sostenida por>> otros artistas que hablaban
ruso.
Cuando el Dottore se marcha, Vera intenta disuadir a Stravinsky de
que dirij a The Rake, aun cuando se encuentre totalmente restablecido, ntri­ 1 952
buyendo ante todo a vanidad principalmente su deseo de dirigir esa obra .
En un acceso de amor propio, Stravinsky le responde que él es un intér­
prete, y, por lo tanto, un actor vanidoso. «El actuar», continúa diciendo, «es
10 d e mayo
un importante elemento de mi personalidad. Mi padre tenía fama por su
talento dramático más que por su voz», dice, «y además, a mí me gusta
representar. »
París . Las personas con las cuales comemos a mediodía dedican la ma­
Después d e esta explosión d e terquedad, yo acompaño a Vera a la
yor parte de su conversación a murmurar de las personas con quienes
farmacia a buscar las medicinas para Stravinsky. Nos unimos a una cola de
comem � s por la . noche, y viceversa ; lo cual resulta desagradable, porque,
turistas norteamericanos que hay allí, todos ellos comprando calmantes y
como dice Stravmsky, «La gente que habla así a ti, hablará de la misma
todos ellos mirando con profundo desagrado a Vera, cuando ésta, a su vez,
manera de ti " El juicio de Paris " . i:o es un cuadro bonito, pero puedes
pide «leche» de magnesia. : .
aprender de el que el od10 y la codICia hacen girar el mundo».
Por la noche va!11os a Deux Magots con Balthus, que es esbelto,
, .
palido, hermoso, agndulce, petimetre y femeninamente consciente de la
5 de septiembre
ropa que viste, destinada, al parecer, a identificarle como a un hacendado
de las Hébridas, o, por lo menos, a disimular que pudiera haber tenido
Venecia. Wystan, al descubrir que su habitación, con cargo a La Scala,
algo que ver c?n la pintura . ,N? quiere decir nada sobre arte, salvo algunas
burl � s 9ue emite sobre los ;i�timos mamarrachos de Chagall, mientras que
en el «Bauer», carece de baño y de vistas, corre a la Royal Suite, tapizada
y lujosamente incómoda, de Stravinsky y rompe a llorar. Entonces , Vera ,
es dificil apartarle de la musica, sobre todo de Schubert. La conversación
llama a la Direzione, explicando que el maestro Auden no sólo es coautor
se centra en el reverendo James McLane, pionero de los coleccionistas de
Balthus y amigo, en Los �ngeles, de Stravinsky; en realidad, Stravinsky
de la Carriere della Libertina, sino <mna especie de Guglielmo Shakespeare
que ha sido recibido por el rey en el Palacio de Buckingham». Rápidamen­
no ta :da en estar desempenando el papel de misionero y embajador para
te se encuentra una habitación mejor, naturalmente, pero las lágrimas <le
el artista y � ara el comprador. El pintor siente tanta curiosidad por su ad­
Wystan, que revelan mucha frustración y orgullo herido, nos han moj ado .
mirador clencal como éste por él; pero sin duda la primera pregunta que
a todos un poco, no debido a que él ya no tiene edad para llorar, sino a
nace en la mente del uno y del otro se refiere a su sensibilidad erótica, y
causa de su inteligencia inmensamente superior.
esa preg�nt� la formula Balthus de un modo muy poco indirecto.
¿ Que diremos del retrato de Eros, pintado por Balthus ? Y sus mucha­
chas adolesce ?- tes, re.flejadas en. un espejo y abiertas de piernas, ¿ represen­
tan la alegre mocencia, como piensan Camus y Artaud, o acaso, como pien­
so yo, son exp onente de un apetito lesbiano ? Porque me parece que
.
esas chicas suenan claramente con que las toque una mujer de mayor edad
( lo que realmente sucede en La lección de guitarra), y todas ellas, o están
arreboladas por el deseo, o pálidas a causa de la satisfacción del deseo ( ,; 0
por .2'entura, al revés ? ) . Decididamente, no se trata de niñas para agra d a ;
.
a mnos, en todo caso, o a niños grandes : esos senos poco desarrofl ados .
esos cuerpos de niña con cabeza acromegálica de muchacho, esas piern as :

145
10
esos tobillos y esos pies están muy lejos de la idea que tengo yo de lo cieron, ¿ q�é .suponían q.ue eran ? , Y ª .que, por ejemplo, Jenófanes propuso
voluptuoso. , cichca de la historia
s � _teoria
,
_ geologica basándose en las marcas de peces
Pero no puedo descubrir ninguna idea del hombre referente a las otras fosiles halladas en las canteras de mármol de Siracusa.
cosas raras de su concepción artística. ¿ Por qué, por ejemplo, siendo un El panorama que se divisa desde la cumbre merece los esfuerzos realiza­
maestro indiscutible de su técnica, a veces parece saber apenas dibuj ar ? dos para llegar hasta ella, a pesar de los vendedores de recuerdos . Regre­
¿Y por qué, si prescindimos de los supuestos delincuentes juv� niles, su samos al p u�blo de R ? camadour por una carretera que conduce hacia la
obra no guarda relación alguna con lo contemporáneo ? En realidad, una puerta principal, del siglo XII. Ahora ya está muy avanzada la tarde · las
lista de las influencias ejercidas en su estilo parecería un catálogo de prés­ s ? mbras cubren el acantilado, y las chimeneas de las viviendas de pi �dta,
tamos del Louvre : Piero, Carpaccio, Caravaggio, Velázquez ( los enanos, las sin ventanas y que parecen tumbas, han comenzado a expeler humo efecto
dueñas, los espejos, los gatos, las peceras con peces de colores ), el siglo �VII macabro, a falta de otras señales de vida. La afirmación de la Guide Blett de
francés, y Courbet, Corot, David, Ingres, Seurat, Cézanne . Cuales qu � era que estos edificios jamás han sido restaurados resulta cierta de toda evi­
que fueren las respuestas, Balthus no tiene rival entre los retratistas vivien­ dencia ; más difícil resulta creer que aún haya quien habite en ello s .
tes ( su « Miró» y su «Derain» ), y lo mismo podría decirse, en su género , Nuestro hotel, e l «Notre D �me d e Rocamadour», n o s e h a visto pertur­
de sus paisajes, especialmente aquellos en que hay árboles, � la 1!1,anera bado por los progresos posmedievales de la fontanería, pero el restaurante
primitiva de Mondrian. También se encuentra solo en otra d1mens10n : la es de fecha razonablemente reciente, y es altamente recomendado por sus
de la representación del Mal. Estoy pensando en La Chambre, en la que trufas. Cenamos en la terraza, no queriendo contrariar al camarero, que ha
seguramente no es posible pasar por alto la satánica b � uj a enana, sexualm�? ­ puesto en nuestra mesa unas linternas chinas . Desde allí observamos como
te ambivalente, cuadro que dice más, y en esto estaria de acuerdo tamb1en las mujeres del pueblo extienden la ropa en las cercanas riberas del Alzou ·

Stravinsky, que la arquitectura espacial y el chiaroscuro. e� chasquido �e la ropa mojada sobre la piedra resuena por el valle much�
tiempo despues ? e haber oscurecido . La cena consiste en un pát é maison,
que ya de por si es un plato, una tortilla, ternera asada, todo ello truff é .
1 9 de mayo

A media tarde llegamos al agreste y sagrado Rocamadour, e inmediata­ 20 de mayo


mente se inicia la ascensión del gran risco, primeramente vía ciento cua­
renta y tres escalones de piedra, gastados y ex.cavados por las rodillas de u � De vez en cuando, durante el viaje de unos setenta y cinco kilómetros
milenio de expiadores, incluidas las del asesi,n? de Tho n: a � _Becket, Enri­ hasta Lascaux, divisamos las bocas de las cavernas, algunas de ellas parcial
que II. Una capilla se aferra como una clematide al precip1C10. Dentr.o de ? t? talmente tapadas, y muchos de los nombres que aparecen en la señales
ella se conservan los huesos de san Amadour, y el altar de una Virgen indicadoras de la carr � tera ( Les Eyzies , y Les Combarelles , y Font-de-Gau­
Negra, muñeca carcomida, con una corona y vaporoso tul, pero también me famosas p or su � pinturas de mastodontes) son muy conocidos en arqueo­
hipnotizante totem, con unos ojos que se apartan del m� ndo . Y clavan l� � _
logia. ( Podna anadir . 9ue la carretera misma compite con estas principales
mirada en un punto del más allá, y con una sonrisa . que irradia una sabi­ _
atracci? n es de la � egion, haciendo que nuestro Studebaker 1 9 3 2 , el mejor
.
duría superior, gnóstica. La atribución de podere � milagrosos a l � talla en automovil de alqmler en Souillac, se hunda en los baches hasta los guarda­
madera no habría sido sorprendente hace unos siglos , y en reahd� d tam­ barros . ) � ero el nombre de Lascaux no aparece hasta que nos encontramos
poco sorprende mucho ahora, según atestigua un grupo d : peregrinos, :Ü· en Montign ac-sur-Vézere, la ciudad más próxima a la más famosa de l as
.
gunos postrados, otros rezando piadosamente con sus rosarios. . cuevas de pinturas del período magdaleniense . Unos kilómetros más allá de
El acantilado se escala también por otra ruta, la de las Estaciones de Montignac, y subiendo una colina, llegamos a un claro desde el cual un
la Cruz, y por ella, al salir de la capilla , continua!11 os subiendo. En la p �­
rada de cada Estación hay un antiguo banco de piedra en el. que desci:\m ­
sendero conduc � , a través de unos pinares, hasta la boca de la cueva. Allí,
�la"'. ado en un �rbol, hay un letrero , como el que ponen en los hospitales,
mos huellas de ondulados trilobites, y nos preguntamos si los albamles indicando los dias y horas de visita. Dado que tales días y horas son muy
medievales escogieron las piedras debido a los dibujos fósiles, y si lo hi- raros, nos quedamos preguntándonos por qué tan ruinosa información no po-

146 1 47
día habérsenos suministrado en París, y celebrando la suerte que hemos quemáticamente, como un hombre estilizado. La cabeza es como la de un
tenido de coincidir con uno de estos raros momentos de admisión. ave, y el rasgo más conspicuo de la figura es un pene medio erecto. Sea lo
El guía es uno de los descubridores de la cueva, un antiguo miembro que fuere lo que la figura representa, chamán, cazador, dios, el contraste
del grupo de escolares que tropezaron con ella hace dos años, buscand<? una entre las representaciones pictóricas, naturalísticamente perfectas, de llni­
pelota que había desaparecido por un aguj ero del tamaño de los del Juego males, y la rudeza de esta pictografía implica una compleja relación entre
do golf; después de probar con bastones , y luego ensanchando �l agu¡ero _
el ser humano y el animal, que engloba un sistema de dioses de la Natura­
para penetrar a través de él, aquellos muchachos fueron los pn '.11 eros en leza y atributos divinos ( zoomorfismo) ; y de magia ritual y simpática , por­
ver la gran Capilla Sixtina enterrada del arte de la Edad de la Piedra. En que Junto al hombre-pájaro aparece dibuj ada una varita mágica con cab�za
realidad la verdadera entrada jamás se ha descubierto, habiéndose cerrado de ave, y también un garrote y una flecha . En suma, que nos encontrarnos
probabl�mente como resultado de una falla volcánica, y la que utilizamos , fre nte a símbolos y a una capacidad para formar símbolos, y, por consi­
con dobles juegos d e puertas de hierro, fue instalada recientemente. _
gmente, con pruebas evidentes de la existencia de un sistema dualístico de
La humedad que rezuman las rocas desde arriba ha inundado el suelo creencias hace unos doscientos o trescientos siglos.
más allá de la primera puerta y también antes de ll� gar a ella, pero, ¡¡m estos Sin embargo, este descubrimiento de un hombre de las cavernas meta­
a elegir, yo prefiero la viscosidad y otras molestias que ello ocasiona, a físico no es más impresionante que el descubrimiento del refinamiento de
los accesos de claustrofobia que experimento tan pronto como hemos cru­ su técnica artística y de la delicadeza de sus sentimientos artísticos. Después
zado el vestíbulo y llegamos a la cueva propiamente dicha. Sin embargo, de todo, a pesar de que debió de haber vivido de un modo muy parecido
estas sensaciones se desvanecen, o se olvidan, cuando nuestros ojos se J: an a como vivían los animales que cazaba, sin embargo, incluso conforme a
acomodado al débil resplandor de una docena de luces a ras del suelo ( 11?-­ �os c_ánones académicos , su arte es de lo menos primitivo que podamos
presionantes, porque sugieren las lámparas, hechas con grasa, de Jos artis­
�e
, _ imagmar. La p ureza de la emoción de los artistas, que es causa, en parte,
tas trogloditas ), y cuando, con el suplemento de la la�para electnca de que los ammales aparezcan tan reales como fueron en su día y como si
nuestro guía, comenzamos a distinguir unas manchas de mtenso color ro¡o respirasen, verdaderamente, va acompañada de un dominio de la proporción,
y amarillo y unas relucientes líneas negras en las paredes y en el techo, de una fu erza en el trazo, de una inteligencia para la abreviación, todo ello
delante de nosotros y por encima de nuestras cabezas . con la misma_ destreza, creo yo, con que fueron realizadas las creaciones
Cuando mis ojos agrupan un sistema de estas líneas y colores y forman pictóricas de cualquier otro período histórico posterior.
un toro, empiezo a sospechar que se trata de una ilusión óp � ica. L�ego , la
belleza y fuerza del animal, y su ritmo en l� to sca super�CI� , c <? mienz � a
Con objeto de familiarizarnos, al comienzo de la visita con la asombro­
, sa profusión de las pinturas , el guía pasea panorámicam �nte la luz de su
ejercer un hechizo, y siento un temor co:n o 1 amas m� habia mspirado mn­ lámpara eléctrica por todas las superficies decoradas de la sala principal.. de
,
gún templo de la tierra, mas mtenso, sm duda, debido ª. que el homb i;e
_
, siempre me babia forma � val . La su� erposición de un animal sobre otro, probablemente por
de la Edad de la Piedra si alguna vez había pensado en el, _ .
provocado una vaga repugnancia. Pero cr� o que ningún espectador podría
generaciones sucesivas de artistas, desconcierta un poco al principio ; sin
_ embargo, se destaca claramente la forma de cualquier contorno individual
dej ar de sentirse humillado ante el esp � ctaculo de una vida tan e � plendoro­ que el ojo trate de seguir. Pienso ( como si pudiese «pensar» algo acerca
_ . . _
sa después de un instante de mcreduhdad atnbmble al abismo mconmen- del estado de consciencia de una mente prelógica de hace treinta milenios )
surable de tantos miles de años. q:ii;: esto es d �bido � que cada artista debió de haber formado su propia
,
La caverna tiene el aspecto de un diente, no sólo porque las dos cama- vlSlo, ? de un area pmtada y compuesto su propio cuadro conforme a su
ras principales salen de la rotonda principal a modo de raí� es dentales , propia escala de valores, nueva y diferente. En todo caso, los contornos y
sino también porque l a raíz d e la derecha contie _ e u n a cavidad que e­ _
i:i p los accidentes de la superficie de las paredes de calcita parecen haber sido
netra en las encías de la tierra hasta una profundidad de unos ocho pies. factores determinantes en la composición. Así, la línea de una columna ver­
La única representación de un ser humano que tiene l � cueva s e encuentra
en esta cavidad, y nuestra visita a ella es :1 pun� o crucial de� y iaJe,
_ _ tebral se superpondrá o coincidirá con una grieta de la roca, y una cuenca
J? Orque de un ojo resultará ser un agujero natural a partir del cual se ha trazado el
nuestra experiencia antes de verla es pnmordialmente estetl� a, mientras dibujo de todo el animal. Ninguno de éstos ha sido situado en un cam­
que después nos interesa el significado. La figura humana esta trazada es- po rectangular, y ninguno parece haber sido compuesto con relación a nin-

148 1 49
guna línea visual u Ojo del Observador que no sea el del artista, lo cual vamos a parar a u n campo d e azulejos y amapolas . Pero l a caverna continúa
nos obliga a tener presente que, a pesar de todos los cuadros con marco obsesionándonos, y en cierto modo continuará obsesionándome durante
cuadrado en habitaciones cuadradas existentes en el mundo entero, ni la toda mi vida.
Naturaleza ni el oj o humano tienen forma de caja.
Así, ni las fotografías ni los dibujos constituyen una adecuada prepa­ 26 de diciembre
ración para los efectos tridimensionales de las convexidades y concavidades
de las superficies, y todas las fotografías nos han desorientado verdadera­ Nueva York. Cena de Navidad en casa de Auden . Nos besa en el mo­
mente en cuestiones de color y escala, siendo tan varios los tamaños de mento en que entramos, siendo concedido este privilegio por una ramita
los animales, y tan brillantes los colores ( uno esperaría encontrar líneas �e mu �, rdago que pende encima de la barricada de canastos repletos de
débiles y desdibujadas, apenas visibles en la oscuridad, y unas formas por libros ¡unto a la puerta ( que no cierra del todo, y expone a la residencia
lo menos tan vagas como en los frescos del Noé de Uccello ). En realidad a las malas i? te� ciones de los atracadores). Calzados sus pies con unas pan­
los rojos, los amarillos y los negros relucen como si acabaran de ser barni­ tuflas, nos distribuye un montón de regalos navideños muy bien envueltos
zados y aún no hubieran tenido tiempo de secarse; la última cena se en­ y atados con cintas : para mí, un ejemplar de su ensayo sobre Sydney Smith '
cuentra en un estado de conservación mucho peor. Esta viveza y este ex­ Por trait of a Whig, y su nuevo poema, The Woods.
traordinario estado de conservación, que en parte fue la razón de aquel ?l apartamento está decorado con gran imaginación para la pascua de
nuestro momento inicial de incredulidad, se nos explica simplemente como Navidad con botellas vacías, vasos de martini usados libros ' papeles discos
un caso de buena suerte geológica. Al parecer, la cueva estuvo sellada como de gramófono, todo ello realísticamente esparcido pa;a crear una mar�villosa
una vasij a durante la mayor parte de los veinte a treinta mil años que se impresión de auténtica despreocupación. Y los decoradores han añadido
calcula que fue decorada. otros sutiles detalles de pintoresquismo, como el de llenar el piso, en vez
La pared derecha de la raíz derecha presenta grabados desde la �ala de lo s vahos del ii:icienso, con un aire viciado y enrarecido. Nos disputamos
. , recientemente ocupadas, y, por lo tanto, más cubiertas de
principal hasta la cripta en la que se encuentra el hombre de cabeza de las sillas mas
.
ave. Más allá, la superficie convexa y cóncava (y sorprendentemente para ceniza ( los muebles parece como si hubieran sido comprados con Cupones
nosotros, j amás alisada o aplanada artificialmente) aparece cubierta de ca­ "!erdes ) ; después e � cogemos bebidas, quitando colillas y cenizas, restos de
ballos y bóvidos, tras lo cual la cámara penetra como un ombligo en la lic?�es y otros detritus de los vasos que con toda probabilidad ya han sido
tierra. Y la raíz izquierda en forma de embudo, de una manera aún más utilizados. Pero, poco antes de la cena, la fina línea divisoria entre decora­
repentina y profunda, y que aparece más abundantemente decorada . Aquí, c�ó ? y realidad deja por un instante perplej a a la señora Stravinsky. Al
además, encontramos pintadas un número mayor de flechas que en cualquier visitar el retrete y encontrar en la taza utensilios de afeitar y otras
otro lugar de la caverna, tanto en los ungulados que sirven de blanco de cosas, un vaso con unas castañuelas (dentadura postiza), Un espejo en el
tiro como en el suelo ; si es que es el suelo, ya que el perspectivismo del qu� habría sido imposible reconocerse uno mismo, una toalla que habría
observador le impone límites . obligado a empezar de nuevo al que la utilizase, y un recipiente con un
Nuestra inspección toca a s u fi n e n e l momento e n que e l guía nos líquido sucio depositado en el suelo, va y, sin pensarlo, vacía el recipiente
recuerda que, debido a la pequeña ración de aire disponible, las visitas y lo llena de agua limpia. Hasta que llegó el momento de los postres no
están limitadas a una hora. Un plazo más largo estropearía las pinturas, pero descubrimos, con emociones diversas, que lo que había tirado era el pudín
también provocaría una indigestión visual, al menos en mí, porque, una de chocolate que había preparado Chester.
vez que volvemos a encontrarnos fuera, yo atribuyo mi propia sofocación e Durante la cena, Wystan nos distrae hablándonos de un ratón que com­
intoxicación menos al raquítico aire de la caverna que a la prolífica vida parte con él el piso ( nacido y criado allí, sin duda), y del que pretende
de su interior. Además, el silencio de la caverna continúa reverberando , y haberse hecho muy amigo . « Generalmente hay por ahí suficiente cantidad
me parece que estoy sufriendo una especie de embolismo, porque necesito de desperdicios para que el pobrecito pueda alimentarse », dice, invitando
un descompresor de tiempo, o una máquina del tiempo como la de Wells con ello a la especulación acerca de los otros bichos que quizás estén alo­
para que me arroje de nuevo en el presente, j ados allí a pensión completa. Además, los platos y la cubertería de plata es­
Subimos la colina por encima de la caverna, y, saliendo de los bosques, tán grasientos, y -tal es la miopía del lavaplatos- no enteramente exentos

150 151
di! residuos endurecidos de comidas precedentes . La cena, consistente en al­ nado. Sin embargo, los ojos constituyen el rasgo más notable de sus fac­
mej as ahumadas, carne asada, patatas, es excelente, y Wystan se sirve un ciones . Sus ojos aparecen intensamente sombreados con un azul que parece
buen plato, como pudiera haber hecho Oliver Twist, lo cual contribuye el glasto de un guerrero britano, y mira como si lo hiciera a través de las
a explicar la aparición de una barriga que recuerda la de los marsupiales ; ranuras de un yelmo.
no pasa mucho rato antes de que su plato parezca haber sido atacado por La doctora Edith entra en la habitación quitándose delicadamente unos
langostas . También se vacían cinco botellas de Pommard, de una caj a depo­ largos guantes negros, y comentando que, una vez, en el Circo Ringling,
sitada en el suelo, al extremo de la mesa, pero así como yo me noto en Sarasota, un gorila la miraba mientras ella estaba haciendo esto ; luego
después con un gran peso en los párpados, Wystan está chispeante de inge­ trató de hacer él lo mismo con sus propias manos, y, al no conseguirlo, besó
nio, disparando continuamente las flechas de su humor. En realidad, sólo las de ella, homenaje que, según parece, no la sorprendió ni la asustó, en
viene a aguar la fiesta navideña una llamada telefónica de una admiradora tanto que, refiere ella misma, el que amaestraba al animal tuvo que ser
( la misma que le siguió a Venecia cuando lo de la Rake, y de la cual, como llevado al hospital, donde aún se encuentra recuperándose de la fuerte
Casanova, pero por motivos opuestos, estaba huyendo siempre, saltando impresión recibida. ¿Y quién, después de conocer a esta mujer, ante la
a las góndolas que pasaban, y una vez estuvo a punto de ir a parar a las cual se siente uno intimidado, pretendería poner en duda esa anécdota ?
aguas del canal) . Hablando de Hollywood, la doctora Edith pregunta a Stravinsky qué
Después d e cenar pone discos de fragmentos d e Dido, Nabucco y de opina acerca de la «medida en que Aldous cree realmente en Tantra». Pero,
Die Walküre. Stravinsky sabe que con ello se le está cortejando para que sea cual fuere el aprecio que Stravinsky pueda sentir por las creencias
toque algo, pero no está de un humor muy complaciente, y, después de de Aldous ( que indudablemente considera como asunto estrictamente exclu­
unos veinte minutos de escaramuzas, sale del paso con algunas «improvisa­ sivo de Aldous), su pensamiento gira como una aguja imantada haci a el
ciones », lo cual dej a visiblemente contrariado a Wystan, centro de las suyas propias : «El sacrificio es la base de la religión, y el
dormir sobre lechos de clavos y el vivir en régimen de hierbas no son sacri­
ficios, sino experimentos». Sin embargo, posteriormente, aquella misma
27 de diciembre noche, decide estudiar los Upanishada.
Poco después de haberse marchado la poetisa, la señora George Orwell,
Una visita de Wystan, con Edith y Osbert Sitwell. «Tened presente», nuestra vecina del piso de arriba, en el Gladstone, nos dice que había
dice Wystan de antemano, «que Edith bebe como un pez . » Ante esta reco­ estado dando una fiesta en sus habitaciones al mismo tiempo que nosotros,
mendación, Vera hace un pedido continuo de dobles martinis y dobles pero que el servicio de bar era muy lento. «Al quejarme de ello al camarero,
whiskies para que los traigan a intervalos regulares . Pero la poetisa se me aconsej ó : " Señora, haga usted como esos rusos del séptimo, pida usted
limita a tomar pequeños sorbos de su mezcla, y las manos de su hermano dobles '' . »
tiemblan en forma tan incontrolable, que serían incapaces de sostener nada;
en realidad, está sentado encima de ellas durante la mayor parte de la
reunión. Las libaciones corren enteramente a careo de Stravinsky y del
propio Wystan, que entre los dos consumen el contenido de toda una
bandeja.
Los atavíos de la doctora Edith incluyen un abrigo de cordero persa,
gruesos brazaletes tubulares de oro, un bastón de palisandro, una fuerte
dosis de perfume no identificado . Pero, después de una primera mirada,
nuestra atención ya no se aparta de su cabeza . Está envuelta en seda negra
( lo cual impide comprobar la afirmación de Wystan, de que es completa­
mente calva), y ello, junto con su dignísima nariz, evoca, de pe :fil, la id�a
de un pájaro carpintero. Aquella cara espectral, de Blanc de Chme , podria
haber salido de un tapiz o de la complicada inicial de un manuscrito ilumi-

1 52 ' '
vinsky dice que é l n o había pensado e n e l Lyke-Wake Dirge como escocés,
pero a mí me parece que el acompañamiento tiene un deje escocés.
Después de cenar, vamos a «Pal Joey», pero Wystan detesta ese lugar
y le repele la obscenidad. En uno de los números , las coristas vuelven sus
desnudos traseros hacia el público, mostrando unos ramilletes de violetas
fijados entre las nalgas cual si fuesen plumas caudales, y, al ver esto, r.ale
corriendo del teatro y ya no volvemos a verle.

1 953

21 de enero

Cenando en el «Maria's» con Auden. Está muy cariacontecido , muy


trastornado por sus más recientes lances con su admiradora, que finalmente
ha tenido que ser internada. «Estaba llamando por teléfono cada cinco
minutos, martilleando la puerta a altas horas de la noche, incluso sobor­
nando al gerente del edificio para que se le permitiese entrar en mi apar­
tamento, aunque, una vez dentro de él, no hizo otra cosa más que tomar
medidas de mi viejo traje para comprarme uno nuevo. Finalmente comenzó
a gritar en público que habíamos tenido relaciones íntimas, aunque bien
sabe Dios, y ella misma in petto, que solamente estuve con ella una vez, y
a petición de su psiquiatra. Sin embargo, es desagradable que tengan que
encerrar a alguien : todo eso de la ambulancia, los hombres vestidos de
blanco, la camisa de fuerza . . . »
Habla de la serie de Poetas Juveniles de Yale, y de su tarea de pre­
sentar un ramillete de poesías escritas por el candidato que ha quedado
en la criba final. « Todo el mundo está escribiendo fragmentos ahora, pero
yo sigo buscando buenos versos enteros, y la " originalidad " y las " imáge­
nes de impacto " son los últimos ingredientes por los que podría preocu­
parme. » A continuación discursea acerca de las culturas del whisky v e rsus
las culturas del vino, dividiendo a toda Europa según este módulo, tal
como Feuerbach la dividió en culturas comedoras de habas y culturas come­
doras de patatas. Finalmente se explaya sobre los textos de la Cantata de
Stravinsky, explicando que «el Whinny-Muir es el pantano en el que crecen
punzantes aulagas y en donde son atormentadas sin cesar las almas, paisaje
familiar de la época» , y que « el Brig o'dred es el angosto puente que lleva
al Purgatorio y desde el cual los malos son arroj ados al Infierno ». Stra-

154
la griega. Añádase a esto la confusión que supone un formulario de decla­
raciones que exige que los artículos más dispares se cuenten bajo un .;olo
epígrafe. De esta manera, un turista con una cámara un reloj ' un abri"O º
de piel y cien cigarrillos declararía un total de 1 0 3 . '
. Viene a salvarnos de este pandemónium la polvorienta llegada de un
taxi, que en la gorra de su conductor anuncia nuestro hotel, el «Cecil » . Su
forma autoritaria de tratar con los funcionarios, y de pagar a uno o dos
1 956 �fel r�gimiento súbitamente formado de mozos de cuerda, podría haberle
identificado como un sátrapa de la provincia, o por lo menos como el
alcalde o el jefe de policía. Que esa persona oportuna y briosa es realmente
10 de julio algo n;i ás de lo que parece, lo descubrimos al llegar al « Cecil». Allí, después
de qmtarse la gorra y de cambiar su traje de paisano por un uniforme con
herretes, se convierte, en rápida sucesión, en el recepcionista, en camarero
A bordo del «Vulcania», en algún punto del Adrático meridional. Des­ en el único suministrador del servicio de habitaciones, en el único operado�
pert � d� por el periódico gemido de las señales de niebla del barco, voy de un ascensor que sube y baja como de mala gana y temblando de con­
a m1 OJO de buey, pero el mar mismo es invisible, y el pulso de nuestros tinuo. En realidad, él solo constituye todo el personal de la casa ' según
motores es tan débil, que es posible que apenas nos movamos. Más tarde nos enteramos más adelante.
aún por la mañana, se aclara un poco la atmósfera y nos permite ver u � _
Patrás es una �iudad mísera, una amena� a para nuestras ideas precon­
muro de montañas azuladas ; luego aparecen Cefalonia y Zante, pero toda­ cebidas que no viene compensada por vanas rondas de «mastikas » . Al
vía en medio de densos vapores, como frágiles objetos envueltos para ser atardecer, vamos a un restaurante de la costa del Golfo, en una carretera
embarcados. cuyo único tráfico consiste en autobuses generalmente abarrotados, mujeres
En Patrás aguardamos a varias millas de la costa por si venía a nuestro con bultos encima de la cabeza y clérigos barbados y con sombreros en
e ?cuentro una comisión ª darnos la bienvenida, pero, cuando al fin llega, forma de tubo de estufa, algunos de los cuales montan diestramente en
sm duda tras haber tenido .
que superar muchas dificultades antes de ser bicicleta a pesar de sus faldas . Nos sentamos en la orilla, frente a las mon­
convocada, la hospitalidad resulta ser un artículo de su negocio menos tañas de Etolia, con el Calidón detrás de nosotros y el Missolonghi al oeste.
importante que la propaganda. A Stravinsky le piden que haga una decla­ Pero la vista es mejor que la alimentación, exceptuando las aceitunas v ' un
ración protestando de las atrocidades británicas en Chipre, pero él responde vino aqueo, espeso como malvasía ; al menos para mí, pero la sola idea
condenando todas las atrocidades de cualquier lugar y de cualquier época. de los calamares, así como de las asaduras, es suficiente para mantenerme
Finalmente, con los papeles en regla para desembarcar, pasamos a un en ayunas, al menos yo, mientras que Stravinsky come un número tan
pequeño compartimiento lateral del barco, y de allí a una pinaza cuyo grande de ellos, que más tarde se quej a de haber « tragado demasiadas
curtido viejo Caronte de pies descalzos manej a el timón y saluda a sus arañas » .
pasajeros con varias expectoraciones despectivas en dirección a ellos ( a A l caer l a noche comienzan a centellear e n l a orilla opuesta unas luces
nosotros ) . que parecen luciérnagas, y que señalan, suponemos, la presencia de una
Las paredes d e la aduana exhiben muchas fotografías d e las atrocidades ciudad invisible hasta entonces , hasta que nos aproximamos al Golfo y
de Chipre, pero el sentido de las que muestran a soldados persiguiendo a vemos que se trata de barcas de pesca. En realidad, el deslumbrar, como
clérigos resulta equívoco, ya que el transvestismo clerical sugiere que la si fuesen mariposas, a los peces (y el golpearlos , una vez deslumbrados , con
piedras ) es un método de pesca que describen algunos autores anticruos ( -.:< la
piedra productora de fuego de los remeros nocturnos» es, en realkl ad, �na
verdadera querella podría consistir en el asalto indecente. Los hijos pródigos
que vuelven a casa procedentes del Bronx o de Chicago es evidente que
no gozan de confianza en el Servicio de Aduana, siempre altamente corrup­ forma algo perifrástica que utiliza Sátiro para definir el pedernal ), con la
tible ; de ahí que ninguno de los oficiales que nos abruman a preguntas, diferencia de que las antorchas han sido sustituidas por linternas eléctricas
documentos, inspecciones, hable ni una palabra de una lengua que no sea y de keroseno . El placer que encontrábamos en este espectáculo pronto

157
156
es interrumpido por un paquete de turistas descargado de un autobús gitanos para eliminar las verrugas. Una vez, e n l a « rue» Passy, una gitana
junto a una mesa cercana a la nuestra para un banquete al fresco. Nos llamó a Vera en ruso ( ! ), diciéndole : «Ven, que voy a decirte cosas in te­
retiramos a un café de Patrás, y allí nos embalsamamos con más «masti­ resantes acerca de tu futuro» . Y Vera consulta regularmente en Los Ángeles
kas », aunque una sola de ellas puede hacer que resulte difícil decir si el a una gitana que lee las rayas de la mano y es clarividente, la cual fue
estrellado firmamento está dentro o fuera . descubierta y patrocinada por los Huxley; Stravinsky también se ha dejado
influir por las profecías de esa tal Azucena, a pesar de sus protestas de
que cualquier conocimiento sobre el futuro haría insoportable el presente.
1 1 de ¡ulio Lepanto, la primera ciudad de nuestra ruta, ha sido objeto de escasa
o nula reconstrucción desde la batalla de su nombre, que tuvo lugar al sur
Desde mi ventana, lo que a las seis de la mañana se divisa es una de Oxia, cincuenta millas al este. Es un montón de fortificaciones que
plaza desierta y una estación de ferrocarril asimismo vacía, con un gran están desmoronándose, y en ellas se incluyen los muros del puerto, en forma
reloj nuevo encima de la entrada, que divide el vacío en horas y en frac­ de langosta, y la puerta. Después de Lepanto, la carretera sube por una
ciones de horas. Directamente debajo de mí, hay unos hombres tomando empinada cuesta, y luego sigue subiendo y baj ando en forma abrupta todo
café en mesas instaladas en la acera, leyendo periódicos, extendiendo sus el camino hasta Delfos. Es angosta y está llena de baches, sin asfaltar, por
pies hacia los limpiabotas. Más allá de la estación, unos pescadores amarran lo que una densa nube de polvo se levanta y extiende en pos del coche. Dos
sus embarcaciones en el muelle, y el mar Jónico se arrebola ya baj o el en­ trechos de la misma han sido pavimentados con rocalla, pero éstos son los
cendido fulgor del sol matutino. más peligrosos de todos; en uno de ellos resbalamos y nos quedamos
Una vez pagada la cuenta, subimos a un sedán. Lo conduce el señor atascados, y nos vemos obligados a desafiar a un perro guardián de unas
Spyrakis, chófer experto, cicerone bien informado ( al igual que el señor ovej as y a recabar la ayuda de un pastor. A lo largo de todo el viaje de
Eugénides, habla francés demótico ) y hábil recaudador. En realidad, el siete horas no vemos ningún otro automóvil, o, en realidad, ningún otro
único defecto evidente del señor Spyrakis, defecto nacional, es el empleo vehículo aparte de las mulas y de las ancianas que evidentemente se encar­
demasiado frecuente del claxon en exceso potente de su automóvil. Nos gan de todo el transporte por carretera.
lleva a Patrás a tomar el «ferry», y ésta es la razón de que nos hayamos El terreno es en su mayor parte yermo, a pesar de la formación de
levantado tan temprano : las travesías no son frecuentes, y después de la bancales en cualquier pendiente cultivable, y de la acumulación de piedras
primera, las otras no tienen hora fij a. La embarcación, un LST super­ formando cercas. Vemos tan sólo un vestigio de una civilización más
viviente de la guerra, no inspira confianza, pero embarcamos junto con antigua, un elegante puente bizantino de arcos que se extiende de uno a
algunos carros de asnos, una tribu de cabras y los pedestres polloi, entre otro lado de un barranco. Cerca de allí, un grupo de mujeres están convir­
los cuales un muchacho harapiento trata de vender unos cuantos pastelillos tiendo las piedras en grava ; llevan el rostro cubierto en parte, no para
de aspecto rancio. El «ferry » surca las aguas por entre los castillos de protegerlo, sino siguiendo el uso oriental, quedándole aún los ojos expues­
Morea y Rumelia, dos fortalezas gemelas venecianas situadas en los pro­ tos a los trocitos de piedra que puedan saltar durante el trabajo que reali­
montorios de las orillas opuestas . zan. A unas tres horas de distancia de Lepanto, en una aldea de montaña,
La carretera de la costa norte está obstruida, cerca de su comienzo, por llena aún de los escombros de la guerra, nos detenemos en una locanda y
una caravana de gitanos que se disponen a abandonar un escuálido campa­ nos tomamos unos ouzos con agua fresca y comemos rahat loukoum. En
mento establecido a uno de sus lados. Los hombres están recogiendo asnos, otra mesa hay tres hombres tocados con los gorros de borla propios de los
perros, cabras y gallinas, mientras que las mujeres, envueltas en mantas habitantes de alta montaña, y usan además faldellines, babuchas y exhiben
y con un tocado que recuerda el de las campesinas de Les tres riches enormes mostachos. Parecen ex bandoleros, a pesar del atavío, y si yo
heures du Duc de Berry, aguardan junto a los carros, bajo un sol de plomo . viese aparecer sus caras para fisgonear a través de la ventana de mi casa,
Los Stravinsky se sienten muy impresionados por este encuentro, pero yo, llamaría a la policía, o me tomaría un tranquilizante, o rezaría una oración , o
que en otro tiempo fui adicto de George Borrow, me siento muy contraria­ me haría abstemio totalmente de bebidas alcohólicas . Pero apenas hacen
do. Ellos todavía creen en que los gitanos raptan personas, practican la caso de nosotros, ya que su interés va enteramente dirigido hacia el 5edán
hechicería, y en otras supersticiones, como la del poder que tienen los del señor Spyrakis.

158 1 59
\

Luego, la carretera vuelve a trepar hasta un punto desde el cual el Golfo de la ladera de la colina, encima de donde nosotros nos encontramos
aparece casi tan lejano como Patrás. De aquí a Amfissa, el paisaje es hac�én.donos seña_: para que . nos p aremos (ya h.ace rato que lo hicimos ) ;
menos desolado, y los eternos olivos aparecen acompañados del eucalipto, adv1rt1endo al senor Spyrakis ( as1 es como yo mterpreto sus gestos, seña­
del pimentero, de la adelfa y el cardo, ahora en flor. Los habitantes son lando hacia el abismo ) que podíamos habernos matado. ¿Y qué habría
menos salvaj emente altivos, y todos ellos, desde los rapazuelos hasta las sucedido si aquella mañana nuestra partida hubiera sido un poquito más
viej as desdentadas, nos piden cigarrillos . puntual ?
E l hotel d e Delfos n o está terminado, y aún l e falta l a barandilla a La carretera que va a Hosios Loukas es todavía más accidentada. y las
nuestro balcón, que da al valle del río Pleistos. Dado que el sol es dema­ ciudades aún más míseras de cuantas hemos encontrado anteriormente. Con
siado fuerte para ir a trepar por las ruinas, sólo nos aventuramos a salir excepción de algunas ancianas que están cavando en los campos , la
a las seis, pero aun entonces el calor es bastante intenso, y sólo las Fedría­ región está casi desierta, circunstancia que el señor Spyrakis nos dice se
das se encuentran en la sombra. Las ruinas (columnas rotas, muros des­ debe a que, durante la guerra, fue asesinada toda la población masculina
moronados, templos y tesoros en mal estado) nos decepcionan, y tampoco como represalia por la muerte a tiros del Gauleiter alemán. En Hosios
me inspira respeto alguno la religión supersticiosa, oportunista y cruel de Loukas paramos junto a un restaurante al aire libre, pero el pensamiento
la cual son monumento. El oráculo adulaba a los favoritos de la fortuna, de los aldeanos asesinados nos ha quitado el apetito. En cuanto a las
decía a los poderosos aquello que éstos deseaban que se les dijera y ven­ iglesias de San Lucas Estiriota, los muros y los techos están cuarteados y
dían a los grandes inversores el aquivalente de la información confidencial rotos, mientras que los frescos de la cúpula son perturbadoramente nuevos,
en el mercado de la bolsa. 1 estropeados por la excesiva restauración. Los edificios del monasterio �on
sintéticos, compuestos de porciones de paredes romanas y bizantinas y de
ladrillos y cemento modernos, y su rasgo más atractivo, el tej ado cubierto
1 2 de julio con ripias de piedra y con una chimenea redonda y blanqueada, se encuen­
tra prácticamente en todos los edificios, sacros y profanos, de la región.
Hacia Atenas, vía Hosios Loukas, Levadia, Tebas . Stravinsky, de muy . La carretera de Atenas desciende en espiral, pero en tanto que el pai­
saje prospera a cada vuelta que damos al bajar, también prospera el calor.
mal humor a causa del calor excesivo, desdeña el contenido del museo de
En Levadia, sede del Oráculo de Trifonio, moj amos nuestros brazos en
Delfos, calificándolo de «estropicios». Al descender a valles aún más ca­
las heladas aguas de un manantial, y las atravesamos caminando hasta
lientes, trata de protegerse la cabeza haciendo un nudo en las cuatro
ponernos amoratados, lo cual hace que, sin embargo, sintamos luego aún
puntas de un pañuelo y llevándolo puesto como un gorro de criada inglesa.
más el calor; apenas podemos volver la cabeza en dirección a las Termó­
Una hora aproximadamente más allá del Parnaso, cuando a las chozas de
pilas, Tebas y Maratón. Pero este último lugar cumple por lo menos la
piedra de los pastores han sucedido las techumbres de paj a y los bosques,
promesa de una brisa: « La montaña mira hacia Maratón y Maratón mira
divisamos, desde una gran altura, Triodos, la intersección de las carreteras
hacia el man>, y, comparada con las ciudades de las montañas, Tebas, cuyos
de Delfos-Tebas y Daulis-Ambrysus . Stravinsky niega que él hubiese retra­
antiguos restos podrían ser llevados de allí en unos cuantos camiones, pre­
tado este paisaje escénicamente cuando compuso su música del « trivium»,
senta un aspecto casi esperanzador. Finalmente, refrescados por los pinares
pero dice que había supuesto que el área era muy pequeña, en tanto que
de Atica y por el aire que viene del mar, en Eleusis, entramos en Atenas
en estas laderas anchas, y ahora sin bosques, difícilmente Layo y su hijo
por la parte de arriba. Primero divisamos el monte Licabeto, luego el
se hubieran dado cuenta de sus respectivas presencias, y mucho menos se
Partenón, y, abajo, la ciudad, que se desparrama en medio del polvo y
habrían disputado el paso el uno al otro. De pronto, una explosión llena
la blancura. Nuestro hotel, que antes se llamaba « Grande Bretagne», ahora
la carretera, unos cincuenta metros delante de nosotros, con un surtidor de
es simplemente «Grande », y la estatua de Byron, al otro lado de la calle,
piedras y tierra, y por poco nos despeña. Cuando los escombros de la explo­
ostenta el siguiente letrero : « ¿ No te sientes avergonzado de ser inglés ? »
sión han quedado depositados, un trabaj ador salta fuera de una excavaci·.Sn

1 Véase H. W. Parke, Greek Oracles (Hutchinson University Library, 1968),


para una respuesta a esta desvergüenza ( R . C.).

1 60
11
consuelo, y el anfiteatro es de proporciones agradablemente humanas, a
pesar de todas las fotos que tratan de presentarlo como una especie de
1 3 de julio �ollywood , Bowl. Cuando llegamos a Nauplia, las montañas están encen­
didas de purpura y la bahía se está llenando de embarcaciones . Subimos
En un restaurante de la costa, a varias millas de distancia de las casas a la roca Palomedes, pero los Leones de San Marcos que hay en los muros
de campo, de aspecto sucio, al sur de Atenas, elegimos nuestro pescado de parecen un emblema copiado de la gran puerta de los leones de Micenas.
entre las piezas exhibidas, como en un depósito de cadáveres, sobre unas Cuand? ha oscu!ecido, el muelle se convierte en un paseo para toda la
, .
losas de piedra, en la cocina con cortina de cuentas, como si sus atractivos p �blac1on, m �lu1dos nosotros, hasta que unos chiquillos nos descubren
estéticos fuesen la pista que hubiera de conducirnos hasta los atractivos cu­ gritando : «Stzck-em-up!» y «Bang-bang!», seguido de torrentes de griego
linarios. Además de peces propiamente dichos, hay, en varios recipientes, que no conocen los vaqueros que salen en nuestras películas .
pulpos, sepias y calamares . William James : «Una intensidad de vida tan
flexible, en una forma tan inaccesible a nuestra simpatía» .
De vuelta e n Atenas, ascendemos dificultosamente los empinados sen­
1 7 de julio
deros, subimos los altos peldaños que conducen a la Acrópolis, donde unos
teutones tostados por el sol y sudorosos están fotografiándose unos a otros
y leyendo en voz alta, los unos a los otros, textos del Badeker. El interior Por la mañana, las montañas vuelven a aparecer pardas y yermas
del Partenón es más blanco, menos de color trigueño de lo que yo espe­ cuando nos dirigimos a Nemea en automóvil. Verde y ceñida de montañas
raba, ya que cuando era niño me dijeron que es de color beige. con su templo de Zeus en ruinas en un profundo campo y su cueva d�
« Hércules y el león» ( una cueva para Zoroastro, o Jerónimo, en otras mito­
logías ) , Nemea será para mí en lo sucesivo mi visión del Valle de la
1 6 de julio Bienaventuranza.

Micenas . Las excavaciones progresan fuera de las murallas, pero noso­


tros estamos solos en la ciudadela, salvo para los fantasmas : «Esta casa, si 18 de julio
tuviera una voz . . . ». La ascensión es difícil, y el sendero es una verdadera
caldera, con excepción de la cumbre, bajo la montaña del Profeta Elías, Sunion. Aquí, en el ventoso cabo donde Dédalo engendró a fcaro
refrescada por vientos procedentes de Argos, y que mira hacia Tirinto y está la Grecia de mis prejuicios y, lo que viene a ser lo mismo de mÍ
Arcadia por encima de laderas cubiertas de olivos y cipreses. La Tumba imaginación semejante al libro ilustrado de los niños. El templo d� Posei­
de Agamenón, al pie de la ciudadela, tiene forma de colmena, pero la dón es indiscutiblemente blanco, relativamente intacto ( aunque en las
obra de piedra, invisible bajo una capa de bronce, oro y piedras preciosas superficies aparecen profundamente incisos nombres y fechas de visitantes
en la época de su dueño, es ahora lisa como una pared de los incas. La incluidos los de muchos bostonianos antiguos ) y desde él se domina e Í
tumba propiamente dicha estaba en un segundo aposento unido al primero mar azul .
como si fuesen hermanos siameses, pero sin entrada directa desde el exte­
rior, y, por consiguiente, completamente oscura. El señor Spyrakis prende
fuego a un periódico y lo mete por la rendij a, no para que nosotros poda­ 4 de noviembre
mos ver, dice, sino para poner al descubierto los posibles reptiles allí
alojados, y nos explica que, hace tan sólo unos días, una mujer fue mordida París . Un domingo gris. Es día de intercambio y compra de sellos, y
allí mismo por una serpiente. Por muy adecuada que sea para castigar a un desde mi habitación del « Rond Point» veo la acera de enfrente llena de
expoliador de la tumba de Agamenón, esta historia pone rápidamente tér­ una legión de filatélicos. También llegan hasta mí habitación los aplausos,
mino a mis propias exploraciones del lugar. exclamaciones, gritos de « Üoui! » y «Non!» de unos niños que están con­
Los colmenares y los pinares de Epidauro constituyen un verdadero templando guignol en el parque.

1 62 1 63
Al mediodía viene Boulez, con su grabación de Marteau, y comemos tado por Klee, la salamandre, el piano vertical, en el que improvisa un
fuera, en el «Berkeley» . No recuerdo haberle visto nunca tan calvo, tan divertido acompañamiento brahmsiano para el comienzo del segundo movi­
bajito y rechoncho, tan sólido en cuanto a su plexo solar, pero es ágil y miento del Concierto para violín de Schoenberg. Sus propios manuscritos
flexible como un púgil. Rápido, preciso, muy seguro de sí ( como si llevase están enrollados como diplomas y apilados en el suelo como si fuesen leños.
en el bolsillo planes infalibles de conquista, dicen los parisienses), se me
antoja una criatura mental primordialmente, en contraste con Stravinsky,
que es, antes que nada, criatura física, un raro fugado de « aquella violenta 7 de noviembre
separación del pasado animal del hombre» que tanto preocupaba a Nietz­
sche; en Stravinsky, los apetitos físicos y los movimientos del cuerpo se Cena con Boulez y Suvchinsky en un restaurante a dos paradas del
hacen evidentes mucho antes de que se manifieste la mente, y ello constituye, Metro antes del Pont de Neuilly : rodaballo y Sancerre ; gigot y Richebourg ;
en parte, la razón de que en su música sean tan inmediatas la autoidentifica­ pastel Saint-Honoré y licor de frambuesa. Suvchinsky tiene el pelo cano, su
ción y la personalidad de los ademanes físicos. O bien, para decirlo de otra apretón de manos, en el que no intervienen los dos últimos dedos, es
manera, el pensamiento abstracto de Stravinsky, para el que posee una flojo, y su tez casi albina está salpicada de manchas de color de mazapán
alta capacidad, por muy desdeñosamente que él lo considere, j amás queda y de rosa, como si padeciese alguna dolencia tropical. Pero estos aspectos
disociado del instinto físico, mientras que los instintos físicos de Boulez inducen a engaño, porque también es huesudo y robuste (palabra favorita,
son a la vez más sutiles y más neutros. Boulez es simpático, equilibrado, en realidad, casi al principio de la lista, después de los adjetivos con y
risueño, sencillo, nada neurótico ( a pesar de un rápido pestañeo nervioso), salaud), tiene el apetito de un ogro y habla con una voz recia (la de un
envidiablemente inteligente. Se me ocurre la idea, quizá porque está ha­ Boanerges ), aunque también musical ( de viola pomposa). Como si quisiera
blando de Un coup de dés ( « los escritores están en peores condiciones que compensarme por el apretón de manos poco cordial, me ahoga con abrazos
los compositores, habiéndolo ya hecho todo Mallarmé y Joyce» ), de que y besos de doble mejilla al estilo ruso.
con una visera parecería un «croupier» . A pesar de sus cuarenta años en París y de los hábitos parisienses de
Hablamos e n nuestros propios idiomas, constituyendo para m í u n obs­ crítica formados incluso antes de esto (es un estudioso de la moderna
táculo insuperable la asignación arbitraria de género a cada nombre sus­ semiología, así como del análisis lingüístico al estilo de Roman Jakobson),
tantivo en la lengua de él, y nada digamos de problemas de pronunciación Suvchinsky es de mentalidad más rusa que francesa. En realidad, en muchos
tales como la adecuada palatalización de algunos sonidos. Los dos parece­ aspectos me recuerda a Stravinsky, se parece a Stravinsky más que ninguna
mos igualmente capaces de seguir el uno al otro, salvo que los vinos, que otra de las personas que he conocido. Esa « rusicidad» ( según he llegado a
a él no le hacen nada, a mí me excitan y se me suben en seguida a la concebirla, porque, naturalmente, las cualidades que tengo presentes son,
cabeza. en primer lugar, personales e individuales, y, en segundo lugar, si es que
Hablamos de mi ejecución de Polyphonie X en Los Angeles, hace cua­ las tengo presentes de algún modo, son rusas en general) se caracteriza por
tro años; y asimismo de su trasfondo . Pretende ser inmune al sentimiento una apertura y una volubilidad, así como por un calor y una generosidad
religioso, diciendo que la Iglesia nunca significó na�a para él ni siqui�ra que antes se hallaban combinados en la sugerente palabra «aristocrático » .
en los primeros años de su infancia, y añade que siempre se ha senudo Suvchinsky es famoso por su talento en descubrir talentos y por sus
más interesado por las culturas orientales que por las de origen latino, y desinteresados esfuerzos en buscar apoyo para tales talentos, entrañando
esto hasta el grado de sentir aversión hacia todo lo que sea italiano, excepto tales esfuerzos dificultades especiales en su caso, porque él mismo perso­
la comida. nalmente es pobre y orgulloso. Ha sido amigo, defensor y crítico impar­
Después de comer, vamos a una calle próxima a la Plaza �e l a B � stilla, cial, tanto de Stravinsky como de Boulez. Su charla de esta noche está
_ .,
y, en un edificio de apartamentos ¡unto a la casa en que viv10 Cezanne enteramente centrada en Stravinsky, y el hecho de que hubiera estado
cuando era joven, subimos cuatro tramos de escalera �e piedra y dos d�
.
. confinado en el Rote Kreuz Krankenhaus de Munich ni suaviza ninguna
madera hasta llegar a la buhardilla de Boulez. Cada ob¡ eto de aquel dimi­ de las asperezas de Suvchinsky, ni impide ninguna de sus pullas críticas.
nuto cubil se adapta al tamaño de su detallismo literario y musical : la cama Stravinsky y Suvchinsky, íntimos entre las dos guerras mundiales, no se
pequeña, la mesa-escritorio, la reproducción del retrato de Stravinsky pin- habían vuelto a encontrar desde 1 9 3 9 , debido a la pretendida derogación

1 64 1 65
( correcta?1.ente, seg�r;i demuestr� la conversaci�n) por Suvchinsky de la lla­ como Stravinsky, y n o debería tratar de echarla toda sobre las espaldas
mada mus1ca neoclas1ca del penodo norteamencano de Stravinsky . Cuando del pobre anciano. Y añado que, puesto que ahora Poulenc intenta des­
yo me encontré por primera vez con Suvchinsky, en una ejecución de prestigiar a Stravinsky como si fuese demasiado viejo para lucir los som­
Erwartung, en París, en 1 952, Stravinsky recibió en silencio el informe breros nuevos que él se está probando en el Canticum sacrum, al compositor
que yo le di de dicho encuentro. francés no debería importarle que se le dijese que esos nuevos sombreros
Suvc�insky inicia l � conversación con preguntas referentes a los hijos forman parte de la razón por la cual Stravinsky es Stravinsky y Poulenc
?e Stravmsky. Los qmere mucho, evidentemente, y siente un profundo sólo es Poulenc. Sin embargo, mi interrupción no consigue eludir la denun­
cia ; y el análisis, cada vez más profundo, de Suvchinsky, prosigue con la
1i:iterés por los proble� as que entraña el vivir con un padre que es un
tirano de talento. Sostiene que « el hecho de que Théodore y Milene sean acusación de que «Stravinsky es incapaz de sostener un argumento razonado
ambidextros constituye una manifestación invertida, o exactamente opuesta, y desarrollado, no pasando j amás de un esteticismo doctrinario, le goút,
de las dotes de su padre ; las zonas cerebrales mismas pueden haber sido plaisanteries y paradojas. ¡ Cuánto le agradan las paradojas intelectuales ! »
tr� spuestas ; después de todo, el control del lenguaje en las personas que Esto me tienta a decir que yo había creído que Las bodas constituían un
utilizan la mano derecha está localizado en el hemisferio cerebral izquierdo, argumento altamente razonado y desarrollado, pero Suvchinsky no estaría
y la zurdería se relaciona con el lenguaj e, como podrá decirle a usted cual­ conforme con ello, porque a lo que él se refiere es a ciertos hábitos de
quier� que h �ya observado la confusión en el lenguaje y el pensamiento de discurso verbal más cultivados entre profesores que entre artistas creativos.
. Entonces él dice que «Arthur Lourié, el amante de Olga Sudeikine, es­
los hii os ambidextros. Ahora que, hablando imparcialmente, el simple hecho
de saber que uno tiene esos genes, ya es una carga» . taba más cerca de Stravinsky en los años veinte y treinta que ninguna otra
L�ego declara l a teoría d e que, e n e l caso d e Stravinsky, e l dinero persona. En realidad, el ascendiente ejercido por Lourié entre los años
constituye la raíz de todo compromiso. «El dinero siempre fue demasiado 1 920 y 1 926 fue casi completo y casi desastroso. Pero Lourié debería pu­
importante para él. La fascinación del dinero hizo que abandonase la com­ blicar sus memorias . Era una especie de valet de chambre para Stravinsky,
posición para dedicarse a la dirección de orquesta, y el tener que despren­ después de todo, y nadie sabe más acerca de un hombre que su ayuda de
derse de él, aunque no fuese más que para pagar una insignificante factura , cámara », aunque, naturalmente, la clase de persona que pudiera ser un
le causaba un dolor indescriptible. » camarlengo, o, incluso, un factótum musical, para Stravinsky, no es proba­
« Pero, ¿ sabr� a usted decirme qué le ocurrió a Stravinsky después de ble que supiese gran cosa acerca de él. «Descubriendo que Stravinsky era
Las bo4as, de ba1 ar a M� vra, de los rif acimenti de Pergolesi, de la antología un salvaje genial ( " eine wilde Musik ", fue la definición que dio Berg de
, _
de Cha1kovsk1,_ de los mimeticos ecos de compositores de operetas en Jeu de Petrushka), Lourié procedió a domesticarlo, presentándolo a la Filosofía
Cartes y después de las otras gaietés parisiennes ? ¿ Hay alguna explicación en la persona de Maritain, y a la Literatura en otras augustas personas ; re­
más profunda que la del dinero detrás de tan " bizarre metamorphose " ? cuerdo haber visto Ulysses en el estudio de Stravinsky en 1 926, llevado
¿ No estaría l a causa verdadera de todo en el hecho de que no entendió las allá, naturalmente, por Lourie. » ( No necesariamente, Stravinsky y Joyce
ideas generales ( en el sentido de Taine) de su época ? Las ideas generales tenían muchas amistades comunes de París ; George Antheil podía haber sido
eran las ideas de Schoenberg, y fue Stravinsky, diga él lo que quiera ahora, muy bien quien le hubiera regalado el libro, o Henrietta Hirschmann, ami­
el que volvió a la generación más joven en contra de Schoenberg. El otro ga de Stravinsky durante cuarenta años e hija de Paul Léon, secretario de
día mismo, Poulenc, hablándome de hasta qué punto él y su grupo estu­ Joyce. ) «Era el viejo cuento del hombre que sólo es capaz de hablar y
vieron dominados por Stravinsky, me contó que la mera sugerencia hecha quiere corregir al hombre que actúa. En este ejemplo, afortunadamente, el
por alguno de ellos de que quizá valiese la pena estudiar a Schoenberg o a genio no fue suprimido de la existencia junto con el salvaje, sino que hubo
Berg, les habría convertido automáticamente en traidores a los ojos de portentos, tales como Mavra. Lo que no comprendo es cómo pudo Lourié
Stravinsky. " En esa época, Stravinsky rechazaba W ozzeck, que no había haber gozado de la estima musical de Stravinsky. Pero, efectivamente, así
oído, diciendo que era une musique boche, y a Mahler, de quien no sabía era. En realidad, era la primera persona a la que se le mostraba cada nueva
nada, llamándole Malheur " . » obra, hasta la época de Perséphone. No obstante, el escaso progreso que
E n esto y o echo m i cuarto a espadas y protesto diciendo que, s i e s se realizó en la école de Lourié es otro asunto, casi ignorado, y constituye
cierta l a versión d e Poulenc, entonces é l tuvo por l o menos tanta cu1pa una de las profundas ironías de la música contemporánea el que el salvaje

166 167
genial, el hombre que era todo ti instinto creador " y ti talento natural " lle­ sólo, ya puede usted ver que Stravinsky no era un animal político. En rea­
gase a 5er considerado como un mero árbitro del gusto, pontificando acerca lidad, no tenía ni la más remota idea de los hechos políticos, ni el menor
de las excelencias de Gounod. » vestigio de un concepto social. Lo que explica, en parte, el que haya vuel­
Fue Arthur Lourié, podía haber añadido Suvchinsky, el que intrigó con­ to al dogma, aunque tampoco de eso sabía gran cosa. "Y o no tengo ningu­
tra Vera hasta poco antes de que ésta se casara con Stravinsky, y es por na explicación propia ", solía decir : ti En cuestiones de esta índole es la
esto por lo que su nombre j amás se menciona en la familia de Stravinsky, y Iglesia quien tiene que decidir " , y solía citar la frase de Bossuet " El hereje
es por esto por lo que yo tampoco puedo aportar ninguna información. es aquel que tiene una opinión ¿ Y qué fue lo que decidió la Iglesia que
11 •

« Si Stravinsky no se hubiera marchado a América en 1 93 9 » , prosigue se hiciese con respecto a Hitler ? Guardar silencio mientras éste estaba ase­
Suvchinsky, «posiblemente se habría comprometido políticamente. Después sinando a comunistas y a judíos . »
de todo, durante las guerras de Etiopía y de España, fue un asiduo y bien H e ahí u n recital apasionado, s i no e s que e l apasionamiento h a sido
recibido visitante de la Italia de las camisas negras, dirigiendo una orques­ previamente ensayado, pues, que yo sepa, no había por ahí ninguna ninfa
ta en el Maggio Fiorentino ya en 1 93 9 , en la cual fecha ese festival habíase que pudiera motivarlo. Por lo visto, la gente cree que yo soy un «plenipo­
convertido en una ruidosa celebración en pro del Eje. Incluso firmó para tenciario » ( más bien que un fámulo, que con mayor frecuencia es lo que
Mussolini un ejemplar de sus Croniques de ma vie. ¿ Procedía esto de ver­ soy, o un satélite, o un bufón ), así como una eminencia gris que «hace
daderos sentimientos favorables al fascismo, o simplemente porque los tre­ funcionar» a Stravinsky y es responsable de embarcarle a pesar suyo en el
nes de Mussolini circulaban con puntualidad ? No es posible lo primero, « sistema de 1 2 tonos» ( como si alguien pudiera siquiera conducir a ese ca­
porque temía muchísimo al fascismo, aunque más el de la clase alemana ballo al abrevadero, contra su voluntad, y mucho menos obligarle a beber) .
que el de la clase italiana. Sin embargo, estos temores no le impidieron Asimismo, l a fraseología redunda e n beneficio mío, aunque ello apenas me
grabar Jeu de cartes con la orquesta de Furtwangler en Berlín en 1 9 3 8 , sorprende, porque cualquiera que haya pasado dos, minutos en la misma
época e n la que la orquesta había sido depurada d e sus judíos y también de habitación con Stravinsky tiene una teoría sobre él, y una historia que po­
toda la música contemporánea buena, incluida la mayor parte de la del pro­ ner a disposición de un biógrafo en potencia. Pero incluso a base de mi
pio Stravinsky ; asimismo, en esa época, todos aquellos de sus colegas que traducción objetiva y compendiosa, más bien que completa, debe de resultar
conservaban un poco de sentido político, si no moral (y entre ellos el mis­ evidente que el « recital » de Suvchinsky es el resultado de fuertes presiones.
mo Stravinsky) estaban protestando contra el nazismo . La amistad de Stravinsky constituyó el suceso principal de su vida. Privado
»Aparte de la excusa inmediata del dinero, la explicación se encuentra de ella, se inclinó naturalmente hacia un punto de vista crítico en la direc­
en su temor , aún más profundo, hacia Stalin, y es la conferencia sobre la ción contraria, la dirección que resultó ser la de Boulez, el enfant terrible
música en la U.R.S . S . de la Poetique musicale lo que me convence de que de finales de los años cuarenta.
el miedo al comunismo le habría hecho arrojarse, llegado el caso, en brazos ¿ Qué decir del contenido ? La mayor parte de los dardos son de caucho,
de los Ocupantes. Era un ruso blanco, después de todo, y entre sus amigos me parece, aunque yo no puedo comentar la versión de Suvchinsky sobre la

franceses, lo mismo que entre los amigos franceses de T. S. Eliot, figuraban influencia ejercida por Lourié, sino tan sólo continuar sospechando a base
Maurras y otros antiguos escritores de Action franfaise, así como Drieu la de mis observaciones sobre Lourié en Tanglewood hace una década, y, a
Rochelle y Luden Daudet» . (En realidad, Stravinsky y Daudet fueron 9mi­ juzgar por lo que sé de su música y de sus escritos, que la evaluación es
gos solamente en la época de Petrushka ; fue Daudet quien llevó al compo- exagerada. En cuanto a la pretendida caída vertical de la música de Stra­
5itor a visitar a la ex emperatriz Eugenia en la quinta que ésta poseía en vinsky después del período ruso, esto es el punto de vista oficial francés de
la Riviera . ) «Digamos de paso que la tendencia política de estas asociacio­ después de la guerra ; y Oedipus Rex y los Salmos serán sacados de la cua­
nes queda anotada en el Diario de Klaus Mann ; y el buen amigo de Mann, rentena francesa sólo cuando algún anticuario sumamente audaz de los años
Gide, era asimismo consciente de ello. La verdad es que la fricción entre setenta descubra que nada importa el que estas piezas maestras sean o no
los autores de Perséphone fue más política que artística . A los ojos de neoclásicas .
Stravinsky, Gide era un COMUNISTA ( era la época del primer enamoramiento La cuestión del dinero no está tan bien planteada. Es verdad que Stra­
apasionado de Gide por la U.R.S.S . ) , por consiguiente, ni plus ni moins, vinsky puede ser extrañamente, aberrantemente tacaño, y sin duda los co­
no sólo despreciable, sino incluso peligroso . Ahora bien, a base de esto merciantes han tenido que sudar lo suyo para obligarle a pagar. Pero tam-

1 68 169
bién sabe ser tan derrochador como un gran duque, y es tan poco previsor
( lo cual e s a l a vez causa y efecto d e dicho aislamiento ), s u falta d e comu­
como para encontrarse muchas veces sin fondos en el banco. ( Su afán de po­ nicación con otros compositores. Pero el equipo mismo estaba y está por
sesión es todopoderoso, ciertamente, como lo muestra cualquier fotografía
encima de cualquier actividad de comprensión, siendo la mente de La con­
de su cuarto de trabajo, pero las posesiones que más ansía se refieren a
sagración y de los Salmos demasiado sutil para tales mediciones. Tampoco
personas, y raramente ha tenido éxito con sus amistad� s , al exigir un � a­
estoy de acuerdo con que cierta tendencia a la paradoj a constituya una limi­
crificio demasiado grande o una lealtad en exceso estricta . ) Vera explica
tación intelectual en el caso de Stravinsky; en realidad, apenas se trata de
que el instinto crematístico es un eco del trauma de la guerra, cuando las
algo más que de un amaneramiento, de un dispositivo de comportamiento,
arcas estaban realmente vacías v él se veía realmente obligado a rebuscar
más bien social que mental . Pero lo que Suvchinsky entiende por mente,
en derredor, pero seguramente ;e trata de algo más antiguo y anal que eso.
_ en este caso, es una disciplina retórica, y lo que entiendo yo es algo simi­
Sea cual fuere la explicación ( en la actualidad, los «actos de candad » se
lar a la definición que hace Eliot de la mente de Henry James, como algo
clasifican bajo el instinto de posesión ), Stravinsky ha mantenido todo un
tan bello que ninguna idea sería capaz de violar.
departamento de beneficencia de parientes durante la mayor parte de la
Con todo, éste es el testimonio de un hombre que en otro tiempo fue
vida de éstos y ayudado a varios amigos emigrados con dinero durante
tan íntimo de Stravinsky como yo lo soy ahora. Por extensión, yo estoy en
por lo menos todo el tiempo que le conozco. . . condiciones de reconocer todo y confirmar gran parte de lo que hay en el
Los sentimientos políticos de derechas que se le imputan constituyen
cuadro de Suvchinsky. Pero es otro Stravinsky. Así, también, el Stravinsky
una cuestión más difícil de resolver que lo que permite la explicación de
que yo conozco le parecería muy transformado a Suvchinsky, quien asimis­
Suvchinsky, a causa de previas cuestiones religiosas que requieren un de­
mo vería, mirando hacia adelante, como yo puedo ver si miro hacia atrás ,
sarrollo y una diferenciación de un género que, con lo poco que comprendo
la «continuidad de la personalidad» . Pero las diferencias me inducen a pre­
yo mismo ese aspecto de Stravinsky, me siento i�capaz de empre�der. Tal
, _ guntarme si alguien ha conocido alguna vez más que uno u otro de los
vez estoy de acuerdo en que él no entiende de ideas pohticas m de am­
aspectos de Stravinsky. Incluso Vera, que puede abarcar el conjunto de
biente político, y que sus facultades socio-políticas no se desarrollaron de
estos puntos de vista, es mantenida apartada de los sentimientos más profun­
un modo proporcionado a sus partes de genio ; pero, lue �o, me pa�ece que
dos de su esposo por, al menos, la longitud de cada una de las nuevas
el molde autoritario de su mente sólo de un modo espurio se relaciona con
composiciones .
la política. Lo que sí puede afirmarse es que se relaciona con la Igl� sü1, y
todo cuanto yo puedo decir positivamente ace rca de.' inclus ? , . � se . ún�co � s­
pecto de su religiosidad mucho mayor es que el asocia la re�ig10n instltuc10-
,
_
nal con el recuerdo de su primera esposa y con sus sentimientos de culpa­
bilidad relativos a ella, y que la influencia de la Iglesia parece haber sid?
equilibrada por la influencia « liberal» y �<democrát �ca» ampliamente culti­
.
vada por la mujer en torno a la cual ha girado su vida desde 1 92 1 , po �que
Stravinsky se deja influir por las personas a las cuales ama, y su capacidad
de cambio y desarrollo es una de sus característi�as i:i ás sorp re�dent � s,
_
junto con, a pesar de lo que diga Suvchinsky, una insaciable curiosidad in­
telectual.
Por último, el diagnóstico de «carencia de mente» , el gravamen del ar­
gumento referente a la supuesta incapacidad de Stra':' ins�y p ara co�p :en­
. .
der la «ideas generales » de Schoenberg, no es, en mi opinion, m siqmera
un factor ; tampoco, en ese asunto, es completamente verda?era la antino �ia
schoenbergiana, por más que, naturalmente, no puede decirse que Stravins­
ky figurase entre los primeros comandos dodecatónicos . Las verdaderas razo­
_
nes eran las razones circunstanciales : el aislamiento musical de Stravmsky

170
cesto. A Greene � e habían dicho que Stravinsky estuvo entre el auditorio
de una �e las pru ?eras representaciones de The Potting Shed en Nueva
York, e intercambian entre sí frases de pesar por no haberse encontrado
allí. Pero re � ulta difícil continuar la conversación, y son frecuentes los mo­
.
mentos de sdenc10. L a cha�la de Greene está llena de lugares comunes, lo
. .
cual no dej a de ser intenc10nado, pero los Stravinsky nunca habían oído
ha?lar del debate Wolfenden, referente al cual sugiere Greene que T. S .
Ehot Y Johi: Hayward deberían ser persuadidos para que enviasen una car­
1 958
ta a «The !i �es» sobre la respetabilidad de dos hombres que viven juntos.
Res:ilta mas interesante al hablar de las dificultades para desbloquear los ro­
22 de mayo yalt1es en los p aíses de la cortina de bambú, donde T he Quiet American es
i�mensame:i te popular : «Me parece que tendré que pasar el resto de mis
dias en �hina». Pero es capaz de intimidar a los Stravinsky. Han leído to­
d.os S_t:S libros, c;>I? enz �ndo por The Power and the Glory, debido a la fas­
Hollywood. Ernst Krenek cena con nosotros, más bronceado que nunca;
cinac10n que Mexico ejerce sobre ellos, y se sienten atraídos de antemano
no sé si es muy buen católico, pero ciertamente practica la heliolatría . Nos
por el autor si no por sus obsesiones respecto a la piedad, el temor, la
bebemos dos botellas de Aigle-les-Murailles, después de lo cual comienza a ?,
autodestrucc10n, el fracaso, la necesidad de huir, la vacuidad del amor físico,
evocar en forma amena recuerdos de Webern, Berg, Karl Kraus, y especial­
q
el problema de los argumentos de la moral pelagiana. Sin embargo no sa­
mente de Busoni. Al describir las soirées de Busoni en su residencia de Ber­
ben cómo decirle B � njour.' en una forma que le haga hablar, y, aun ue por
lín, poco después de la guerra de 1 9 1 4- 1 8 , Krenek dice que el compositor .
lo general no son tlmidos, no logran tender un puente que una la timidez
se halla sentado entre un místico decidor de la buenaventura y, por
del otro con la de ellos mismos. Y Greene sí que es tímido : si supiese
suerte, como el príncipe de Mantua, de Verdi, un jorobado, y que esta
hasta qué �unto los Stravinsky admiraban su obra, se quedaría pasmado.
extraña trinidad estaba separada de los invitados por una fila de sillas va­
Co!11o sea, el no presta su apoyo a los momentos poco frecuentes de, en cual-
cías . «Busoni hablaba mucho, y siempre resultaba brillante; poseía una
9mer c � so, aumentar la diversión general, ni tampoco revela el modo como
gran imaginación y grandes facultades de visionario, mucho mayores que
el considera nuestra propia participación en tales momentos . En vez de
las que poseía para la música. Regularmente se servía café, pero una vez
ello, permanece cejijunto, con la barbilla hundida en el pecho, y su rostro
ya de sí taciturno, lo parece aún más . Asimismo, cuando sus implacables ojo �
nos dieron champaña que aún no había sido pagado, y, cuando lo estába­ .
mos bebiendo, el comerciante llamó a la puerta reclamando su dinero . »
azules 3e posan en alguno de nosotros, resulta evidente que están viendo
El propio Krenek es un hombre de grandes cualidades intelectuales,
alguna c<? sa. Es una cara triste, sabia, fanática, la máscara de un hombre
algunas de las cuales las emplea esta noche al explicarle a Stravinsky la
que ha visto mucho y sabe lo peor.
forma en que obtuvo los controles de tiempo y densidad de su Sestina de
la estructura original de doce notas multiplicando y dividendo los números
de los semitonos de los intervalos. Realmente no importa que ello se haya 8 de diciembre
elaborado al margen de la música.
Cena con los Eliot en su apartamento de planta baja de Kensington
Ga :dens. El nombre no apa�ece en el registro de inquilinos, pero ellos nos
7 de diciembre
estan aguardando en el vesttbulo cuando llegamos, y nos tienden la mano.
En sus par � de� no tienen más que estanterías con libros, y éstas se en­
Londres . Cenando en « Stephen Spender's» con Graham Greene, que cuentran principalmente en el comedor, « que es donde se suscitan los ar­
es mucho más alto que Stravinsky, hasta el punto de que el observador que
�umentos », dice Eliot, «y ahí es donde deben tenerse los diccionarios v los
no se hubiese dado cuenta aún de la pequeña estatura del uno, podría creer, libros de consulta». Como para ilustrar este punto de vista, y en resp{iesta
desde cierta distancia, que el otro era un ex centro de un equipo de balon-
1 7 .3
1 72
a algunas especulaciones de Stravinsky acerca de la palabra «paráclito», tes, e invita a Stravinsky a componer algo para él, diciendo que é l mismo
coge un Liddell and Scott, muy usado, de detrás de su silla, pero él mi.:: mo escribe allí algo todas las noches.
ofrece la información idéntica antes de abrirlo. También suministra traduc­
ciones adecuadas y exactas de las expresiones extranjeras que surgen con Un tiempo para el atardecer bajo la luz de la lámpara
frecuencia en la conversación de Stravinsky, diciendo que, sin embargo , no (El atardecer con el álbúm de fotografías. )
es ningún lingüista : «Tan sólo pretendí llegar a serlo, para poder obtener
un empleo en un Banco » . Pero es un hombre tranquilo, lento en formar Durante la mayor parte de la velada, Stravinsky procura no hablar de
sus puntos de vista, que luego va emitiendo in diminuendo ; la vida que dolencias y medicinas, pero una vez menciona el hecho de que su sangre
.
hay en él no está en su voz, sino en sus ojos, claros, penetrantemente mte­ es demasiado espesa, y esto hace recordar a Eliot que, en 1 9 1 1 , un médico
ligentes, grises . Respira pesadamente y carraspea : «Jem», «Jemm», le dijo en Munich que la suya lo era demasiado poco.
«Jemmm», ahondando el significado, por lo visto, a cada nueva m aña­ Stravinsky, en el coche, de regreso al « Claridge » : «No es el hombre más
dida. Sus largos e inquietos dedos se mueven sin cesar, y esto hace que me exuberante que he conocido, pero me parece que he estado en compañía de
dé cuenta de pronto de que las manos de Stravinsky, notables, por otra una persona muy pura ».
parte, por la gran separación que hay entre los nudillos, son las menos ner­
viosas que jamás he visto.
La conversación a la mesa versa sobre los impuestos ( Stravinsky dice que
se siente muy culpable al enterarse de que la cena de esta noche no es de­
ductible) y sobre los escritores. « Cocteau era muy brillante cuando le vi la
última vez -comenta Eliot-, pero tuve la la impresión de que estaba
ensayando para una ocasión más importante », a lo cual añade Stravinskv que
Cocteau fue «un mentiroso sincero » . Las anécdotas de Eliot, por otro lado,
son todas ellas autodestructivas . Hay una que se refiere a una joven que,
« durante la parada en Gander, en mi último vuelo desde Nueva York, re­
voloteaba cada vez más cerca de mí, hasta que al fin la invité a tomar un
café ; entonces, ella, con la calma implacable de los autores de tesis, me
pidió que le contase mis recuerdos de Virgina Woolf» . Según otra anécdota,
Eliot se encontraba un día en el interior de un taxi de Nueva York en com­
pañía de Djuna Barnes, cuando «observe? que el conductor est �ba . escuchan­
do con mucho interés nuestra conversac10n. , Una vez que la senonta Barnes
se hubo apeado, el taxista me preguntó si aquella mujer era una escritora» .
Eliot dice que l e interesaban los comentarios que hace Stravinsky, e n uno
de nuestros libros sobre Dylan Thomas , añadiendo que «Thomas poseía
el mayor tesoro d � humor de todos los poetas conte�p � ráneo� . �odría ha­
ber escrito una gran comedia, aunque no puedo decir s1 habna sido capaz
de confeccionar un libreto » . Eliot confiesa entonces que él no puede re­
cordar su propia obra poética, «porque la he vuelto a escribir tantas ".eces,
que he olvidado cuál era la versión final». Antes de cenar tomamos Jerez,
clarete durante la cena y whisky después de ella . Eliot trincha él mismo
y sirve la carne, y anda alrededor de la mesa como un escanciador para
llenar nuestros vasos.
Después de cenar trae un abultado álbum lleno de fotografías y recor-

174
una deliberación y u n momento final d e indecisión, n o escoge ninguno. Nos
mira a cada uno de nosotros por turno, irradiando siempre afecto para su
esposa. Sale a colación el apellido Huxley, y él dice que «Y o no leo a
Aldous; le quiero demasiado para eso. Estaba muy pesimista cuando le vi
por última vez. Y a hay en el mundo demasiada gente, y aún habrá más.
Ciertamente, hay mucha» ; y debido a que uno está acostumbrado a buscar
1 959 especiales juegos de palabras e ironías en todo lo que él dice, esas últimas
palabras parece que han de tener un significado extra. A juzgar por sus co­
mentarios iniciales sobre el tiempo ( « ¿No es insólito ? ¿ Por qué el año
pasado por este tiempo . . . ? » ), creo que le habría gustado hablar sobre este
6 de septiembre
asunto. Al hablar de sus proyectos para visitar el lugar de su nacimiento,
cerca de San Luis, dice que la casa ya no existe. « Si alguna vez se coloca
Londres . Cena con los Eliot en «Claridge». T. S . E. parece más joven una lápida, tendrá que ser colocada en una de las casas vecinas . »
y lleno de vida que el año pasado, pero da la impresión de que está pen­
sando en sí mismo como un anciano al que le quedase poco tiempo de
vida. Las obligaciones sociales, dice, son lo que arruina su existencia. «No
puedo aceptar conferencias, porque las personas que las pagan esperan que
yo asista a fiestas cocteleras en las que inevitablemente me veo atrapado
entre uno que me pregunta qué opino del existencialismo y otro que quiere
saber qué era lo que yo quería decir realmente con tal o cual verso. » Se
hace mención de un crítico prominente, y Eliot lo describe como un caza­
dor de cerebros . « Lo sé, porque intentó emborracharme y robarme el mío.
Está locamente celoso de todos los autores creadores, y su único verso bue­
no o se le ocurrió a él o se lo dictó alguien. Se encuentra en una de sus
novelas, cuando un hombre, que estaba acariciando la espalda de una mu­
j er, se admira con una exclamación de la suavidad de su piel, y entonces
ella le replica con un : " ¿ Qué demonios esperabas encontrar, escamas ? " . »
En los nuevos Cantos de Pound, Eliot observa que « Hay mayor canti­
dad de caracteres chinos que nunca. Ezra se nos está convirtiendo en el
mejor poeta chino en lengua inglesa». Al referir Stravinsky sus impresiones
sobre el teatro j aponés, Eliot dice que una vez vio a un bailarín de No en
una obra de Yeats, y la representación le impresionó grandemente : «Uno
podía llegar a creer realmente que el bailarín se había convertido en un
pájaro». Le pregunta a Stravinsky acerca de las preferencias de los japone­
ses por el teatro occidental : « Supongo que Ionesco, y Tennessee Williams,
¿no ? » . En cuanto a Büchner y Berg, observa que « Wozzeck es demasiado
simple para una comedia, pero lo suficientemente simple para una ópera» .
Antes d e l a cena toma ginebra y agua tónica, clarete durante l a misma,
y whisky después de ella, la cual, en su caso, se limita a una perdiz, ya que,
en tanto que disfruta olisqueando la fuente de los quesos, en realidad, tras

176
12
está al borde d e l a embriaguez; no bebe más, y así está e n condiciones de
conducir de nuevo a su atontada gente de regreso al hotel. ( Palpándome
yo una pierna, luego la otra, me asalta el pensamiento de que pudiera con­
vertirme en piedra, sobre la analogía de que ciertos elementos químicos se
convierten uno en otro hasta alcanzar la estabilidad, punto en que se con­
vierten en plomo. ) Sin embargo, son ya las cuatro cuando llegamos, y lle­
vamos a Stravinsky a la cama, en la cual, después de responder a la pre­
1 960 gunta de Vera « ¿ Estás borracho ? » ( Stravinsky : « ¡ Y de qué manera ! » ) , se
apaga como una luz. ( «También vi estrellas », recuerda más tarde, «y tuve
un sueño de televisión en color» . ) Tratando de serenarme para la entrevis­
1 de diciembre ta, Suvchinsky y Vera me llevan a otra cama y me manipulan como si fue­
se un boxeador noqueado. Suvchinsky me pone compresas de hielo en
la frente, a pesar de mis protestas y de mi insistencia en que la verdade­
París. Almuerzo en la «Boule d'Or» con Suvchinsky y Fran�ois-Michel, ra causa del malestar reside en la medulla oblongata.
brillante escritor que en un tiempo fue compañero de Boulez en el piano
a cuatro manos y que habla el latín con la misma soltura que el francés. « They played him a sonata - let me see!
En otras mesas : norteamericanos de cara de bebé, sudamericanos de cara " Medulla oblongata " - key of G. »
aceitunada, galos de cara de flor de cerveza ( telangiectásicos ) . Fran�ois-�­
chel me deja muchas millas atrás, tanto porque el ritmo ?e su c'?nve!sac10n ( Le tocaron una sonata - ¡ déjame ver !
.,
es demasiado rápido, como porque, con excepcion de mis contribuci�mes a «Medulla oblongata » - clave de Sol . )
su Encyclopédie, yo sé poco acerca de lo que él está hablando (mesqumerzes .
literarias locales, distinción que hace Saussure entre langue y parole, � Clau­ Son más d e las cinco cuando, hallándose Stravinsky más allá d e toda
del a quien Stravinsky define como un «cochon incontestable» ) . Sm em­
ba ;go, su charla de hombre de buen paladar, que yo procuro digerir, contie­
comunicación, me aventuro a salir solo con Vera. Pero, aun cuando llego
hasta el apartamento de Nicolás Nabokov, que es donde ha de tener lugar
ne un conocimiento útil referente a tales asuntos como embaste de p e r­ la entrevista, me siento demasiado mareado para entrar, y lo único que
dreaux, la sabiduría de pedir la patte de poulet izquierda menos ejercitada,
y de escoger el Gruyere cercano a la croute, evitan?o cualquier queso, natu­
puedo hacer es regresar ignominiosamente al hotel . Una hora más tarde, con
. la vuelta de Vera, nos enteramos de que Rolf Liebermann, que había vola­
ralmente, al más ligero indicio de amoníaco. Se c¡.ue¡ a de 9ue nuestra P!imera do desde Hamburgo para la entrevista, tomó la historia como una gran
botella de vino en cuna de mimbres no ha sido suficientemente aireada, broma, «cosa que siempre le agradeceré», dice Vera, y añade con intención
aunque las copas son como peceras, y esto provoca una discusión sobre los felina que « Chagall no pudo haberse portado mejor. Y su mujer me miraba
claretes de antes de la filoxera, después de lo cual cada uno de nosotros como si yo fuese una depravada o volviese de una orgía romana». « ¿ Acaso
comienza a oler, degustar, discutir sobre los méritos de cuerpo y aroma, y su marido no se ha emborrachado nunca ? », quería preguntarle yo, « ¿ Qué
referir el efecto en el paladar, como si después de una botella de vodka, � se me dice de todos aquellos gallos patas arriba ? »
órgano del cual se ha abusado, pudi7r � disting_uir 7ntre Lafite Rothschdd
y tintorro. Pero, después de todo, qmza Fran�ois-Michel pueda hacerlo.
En total, nos tomamos dos botellas de vodka, tres de clarete, dos de
Dom Perignon, y varias copas de Calvados, y, como resul.tado de ello, que­
damos como atontados. Lo peor de esto es que a las cmco tenemos una
cita con Chagall, que ha venido expresamente para ello des �e �uán. Por
suerte, Vera se da cuenta oportunamente, al encontrarse a si m1s 1?� con­
versando con los sudamericanos de la mesa de al lado, de que tamb1en ella

178
t o por ello . » Los dos hombres son adictos a Simenon, admitiendo Stravins­
ky haber leído por lo menos sesenta de sus libros, y confesando Eliot que
«Puedo leer algo acerca de Maigret cuando no puedo leer nada más » . Otro
sabueso que ambos admiran es Perry Mason. « Gardner conoce la lev de
California», d ice el autor de Prufrock, «pero Chandler escribía mejor» : Re­
.
ferente al reciente debate en TLS sobre las malas traducciones en la New
English Bible, Eliot reconoce que disfruta con estas cosas ' «sabiendo ' como
1961 se, ah�ra, que tei:i�o en la mano el extremo correcto del bastón». De pronto
es tra1do a colac10� el nombre de Pound, y Eliot afirma que « Ezra siempre
.
ha sido muy mal ¡ uez de las personas, y ciertamente de la mayor parte de
1 6 de octubre las cosas, excepto la poesía. Él creía realmente que sus ideas monetarias
c �mbiarían el mundo, y ¿ no éramos todos un poco los mismos perros con
dist�ntos collares ? Pero él tenía grandes dotes, y yo le debo a él más que a
Londres . Cena con los Eliot en el « Savoy» . El poeta anda aún más en­ nadie. Esto me recuerda que también le debo una carta; jm, jm, es difícil
corvado que hace dos años, inclinándose hacia delante cuando está de pie. saber lo que he de decirle».
Asimismo, las rayas de su cara están más acentuadas, y nos hacen pensar
Eliot tiene la costumbre de exclamar « ¿ Sí ? » en cada pausa de la con­
en uno de aquellos páj aros hititas de cerámica de la exposición de Zurich versación, p�ro una vez, después de que Vera acaba de contar alguna de
de la semana pasada, y sus labios y grandes orejas son de color de cimela nuestras recientes aventuras en Yugoslavia, y al propio tiempo que emite
damascena. algunas críticas � obre S1:'iza, él intercala toda una frase entera: « Sí, ya veo
Se queja de la molestí.i de tener que rehusar reiteradas invitaciones al lo que usted qmere decir, pero me gusta ese país porque ' más que ninoún
Centenario Tagore. « Cogí un volumen de Tagore de la biblioteca, sólo para b
otro, se parece a 1o que so1,1a ser».
cerciorarme de que no me había equivocado, pero no pude sacar nada en
claro. Sin embargo, resultaba difícil decirles a los indios, o, ciertamente, ad­
mitir que uno no coloca a su hombre al lado de Dante y Shakespeare.
Recuerdo que Bill Yeats pretendía parecerse a Tagore, pero es que en aquel
entonces él estab a enamorado de Oriente . . . Yo recibo, dicho sea de paso,
cargamentos regulares de las obras de los nuevos poetas indios, junto con
cartas en las que se me invita a hacer los correspondientes comentarios.
Una vez respondí haciendo trizas una carta, y más tarde me encontré con
que una parte de esa mi carta, en modo alguno encomiástica, apareció como
prefacio a los poemas publicados. En pago de estas críticas, recibí un chal
de Cachemira, que devolví, sólo para recibir otro chal mucho mejor, con
una nota en la que se reconocía que el primero no había sido digno de mí. »
La cena d e esta noche ha sido organizada para discutir una propuesta
de que Stravinsky pusiera música a « dos estrofas líricas », como las llama
Eliot, de Little Gidding, aunque el propio Eliot duda de que ello sea posi­
ble. Sin embargo, no se habla de nada de eso, y, en cambio, el poeta y el
músico no hacen más que hablar de sus romans policiers favoritos, y de
obras de teatro de Voltaire que ninguno de los dos han leído. «La primera
vez que vine a Inglaterra adquirí en una subasta un Voltaire completo » , con­
fiesa Eliot, «pero no he llegado a leerlo. Desde entonces siento remordimien-

180
muy escasa que sea, queda contradicha por una dura superficie musical que
prohíbe cualquier sinuosidad psicológica. La gratuita dimensión psicológica
no hace más que diluir la severidad de la emoción musical, que, al final, por
lo menos, constituye emoción trágica de un género rarificado. Por contraste,
el sentimiento de la escenificación de esta noche se encuentra al nivel de una
obra musical exótica. Las bodas es ritual mecanizado musicalmente. Al no
poder atender a las necesidades de la partitura en tal sentido, lo mejor que
1 965 se le ocurre al coreógrafo es presentar luego la pieza directamente como un
álbum de escenas nupciales de aldea.
La consecuencia de esto es que los pensamientos, sentimientos, visio­
5 de iunio nes de personas que, en primer lugar, no son individuos, sino tipos, aún
interesan menos. Además, las visiones resultan perturbadoras ópticamente,
ya que los ojos prefieren naturalmente viaj ar con los Doppelgangers desnu­
París . Vamos al SPECTACLE IGoR STRAVINSKY en la Ópera, que consis­ dos que seguir al original excesivamente vestido. Finalmente, los pensa­
te en La consagración de la primavera, Las bodas y Renard, las tres obras mientos desnudos molestan demasiado, interfiriendo con los pensadores, y
escenificadas por Béjart y dirigidas por Boulez. Los músicos de Las bodas luego apartándose de ellos por completo.
están en la platea, el coro en el centro, vistiendo túnicas pardas con capu­ A juzgar por los vestidos, la geografía del tercer cuadro es aún más
cha . El telón de fondo, medio bajado, que parece representar una ciudad inadecuada. Los sombreros como gáteaux a la creme pudieron haber sido
de las Noches árabes (y, por lo tanto, resulta excesivamente oriental ), tiene elaborados por un repostero camboyano, y los visones de la madre de la
que agradecer mucho al telón de Goncharova para la reposición de El pá­ novia por un peletero parisiense interesado en los créditos del programa.
jaro de fuego en 1 929. No menos remotas resultan las bodas rurales del Pero la gran escena de las dos madres llorando queda estropeada menos
título, así como todo el carácter de la obra; en realidad, las damas de honor por el vestuario que por el movimiento excesivamente lento, cuando en
de la novia, con sus vestidos de tafetán y sus manguitos de armiño, podrían realidad no hay nada en absoluto que justifique el cambio.
tomarse por azafatas de una zarina. Vera, que tenía que haber desempeñado iLa escena final es la peor. El telón de fondo está cubierto de iconos
el papel de la novia en la representación original y que ensayó su parte en para representar una iglesia del tipo de la Hagia Sophia; la novia lleva
Mónaco, dice que ocupaba el centro del escenario durante la escena del velo como una musulmana, y el novio se toca con un sombrero como un
peinado y trenzado de su cabellera, que tenía varias yardas de longitud. yak tibetano, quizá para no desentonar de cinco rústicos no menos peregri­
La escena segunda no está más cerca de su meta geográfica. Los trajes namente vestidos. Pero la vulgaridad suprema estaba reservada para el
de los «notables » constituyen un cruce entre gauchos y cosacos de Music final. Tal como lo había concebido Stravinsky, los recién casados entran en
Hall, y su danza es medio «ballet» popular siberiano, medio «ballet» po­ la alcoba nupcial mientras los parientes y los invitados van a sentarse en
pular argentino. Desde el comienzo de esta escena hasta el final de la pieza, un banco adosado a la pared exterior . Es una creación de inmovilidad única
la atención del espectador queda dividida por un dispositivo geográfico. El en el teatro, inmovilidad en la música, inmovilidad en el escenario, y que
novio y la novia, nacidos como en los cuentos de hadas, están escindidos parece una eternidad en su minuto y medio de duración. Pero en vez de
en dos, o, mejor dicho, están duplicados, como el Aprendiz de Brujo , salvo esta realización de una de las páginas más simples y más bellas de la música
que los dobles van desnudos, seguramente para representar las visiones ma­ moderna, las visiones vuelven a hacer su aparición en el escenario para co­
terializadas de la pareja nupcial ( ¿ pensamientos obscenos ? ; en realidad , el pular sincrónicamente con las cuerdas del piano. Comentando esto más tar­
texto está en clave, como «blues », con significados sexuales ) . Pero, en tanto de, Stravinsky observa que «los compromisarios del arte son los genios de
que esto podría resultar divertido, por ejemplo, en una sátira sobre el modo segunda clase : directores de escena, directores de cine, directores de tele­
de vestir de la época victoriana, queda por completo fuera de lugar tratán­ visión, directores de orquesta».
dose de Las bodas. Danzando como sombras al lado de los superarropados La escenificación de Renard resulta menos ofensiva porque el objetivo
personajes que las producen, las visiones implican una profundidad que, por para perjudicar es mucho más reducido, y también porque en este caso

182 183
cierto grado de experimentación está justificado. El telón de fondo, baj ado
a medias, presenta un « collage» de fotografías ; entre las q.ue destaca?
más figuran las de Diaghilev, Astruc, Groucho Marx, el S travm� ky de Pi­
casso. La orquesta y los cantantes están encaramados sobre una pila de neu­
máticos de automóvil al fondo del escenario. ( Los chilladores cantantes son
prodigiosamente malos, dicho sea de paso; la voz de1 tenor . que grita la par­
. ,
te correspondiente al gallo lo hace peor que el amm �I mismo d� spu es de
haber sido maltratado por el zorro, aunque hace tan solo unos minutos pa­ 1 966
recía imposible encontrar un cuarteto vocal peor que el de L_as bodas. ) En
esta versión, los espectadores son dramatis personae de S travu� s ky , Y se les
dan lugares ventajosos en la parte trasera y lateral del escenario, formando 12 de mayo
un círculo. El argumento, un enigma completo para mí, es desarrollado por
los representantes humanos de animales ( ¿ aún más visione.s ? ) en a tuen.do
.
de baño. Esta troupe acuática es traída a escena por un taxi Hispano-Smza De Nueva York a París . Las conversaciones en el avión entre extraños
durante la marcha de introducción y llevada por él durante la marcha final. parecen seguir un modelo. La pri m era fase comienza generalmente con una
Siendo lo que es el mundo del «ballet», el malvado Renard, de extraordina­ bús q ueda desesp erada de amistades comunes, opiniones compartidas, impre­
ria astucia, es una mujer. siones de diversos lugares experimentadas en común. Incluso el conocimien­
Después del « Spectacle », B oulez, que ha dirigido el programa sin sudo­ to común de un restaurante o de un hotel contribuye a que la gent e se
res visibles, nos dice que una parte de su fórmula del éxito es : « Ser un sienta unida, demostrándoles que «el mundo es un pa ñuelo» cuando, en
,

Robespierre en los ensayos, pero un Dantón en los conciertos». Pero él es realidad, demuestra tan sólo que la gente de ingresos más o menos igu ales
napoleónico. tienden a encontrarse en los mismos lugares, y, por consiguiente, en las
misma vías de comunicación que a tales lugares conducen. La fase número
dos, que se distingue de la nú me ro uno por invitarse mutuamente a tomar
un cóctel, procede al intercambio de retazos de confidencias personales Y a
veces algo más que retazos. Mi vecino, notable por su locuacidad un tipo
,

del Hombre Nuevo, Representante de Fudación, me parece o economista


político, o matemático de Rand, la clase de persona que le hablaría a uno
acerca de la teoría de los conjuntos de Quine o sobre el principio de com­
plementaridad de Bohr, si uno supiese algo de eso, se las arregla para en­
dilgarme una buena dosis de autobiografía, entre una veintena de idas al
lavabo. (Cuando resulta que emprende tal viaje para asistir mañ ana a un
importante almuerzo en el Congo, confieso que también yo he tenido �Jgún
« contacto» con el Congo, pero me guardo el que éste estuviese limitad o a
correr al lavabo cuando volábamos sobre dicho país, con rumbo a Rho ­

desia. )
La fase dos dep ende de la cantidad y de la efectividad de las libaciones
hechas . Debido a las tensiones del vuelo y a la psicología de limbo que
abroga no sólo las responsabilidades, sino incluso el sentido del tiempo,
el Narcótico Establishment constituye una droga de confesión especialmen­
te poderosa en los aviones ( nada digamos de sus efectos bioquímicos , sobre
el azúcar de la sangre, por ej emplo, y el contenido de sal en el hipotálamo).

185
El alcohol de la gran altitud parece empuj ar hacia adelante las relaciones S travinsky pone peros al tono de voz de la azafata, a su sonrisa ince­
recordadas repentinamente, historias, comentarios, todo ello, durante un sante, a s us dotes de vendedor («La línea aérea personal de usted », dice
. _
momento, de importancia suprema, y todo ello insistiendo para que lo vo­ ella, repitiend ? la leyenda de esta línea aérea gigantesca, totalmente imper­
ceemos, pero que se alej ará rápidamente como un gato, y después se resis­ so� al) Y sus mt �nmnables traducciones : «Captain Smith hopes you have
tirá a ser evocado. Si de ordinario tenemos un control tan flojo de nuestros en¡?yed your flzght. " Bye now " » . (El capitán Smith espera que hayan
pensamientos, ¿ qué ocurrirá cuando nos encontramos bajo los efectos del ten�do � st �des un excelente vue!o . » «Le c�pitaine Smit . . . ». A mí me agra­
alcohol y a más de once mil metros de altura? da �:ª anadir que las f�ecuentes idas y ventdas de la azafata a la cocina del
La fase número tres, el flirteo, depende de los individuos, pero en los avion portando bande1as con vodka, vino, coñac, champaña, y hasta per­
aviones abunda mucho. Las razones de ella vuelven a abarcar las de las nod, ?º han hecho que aumentase mucho mi confianza en el Hauptmann
fases número uno y número dos, con el factor adicional de que el hecho Schm1dt .
mismo de volar es estimulante sexualmente, tanto mental ( todos los sueños Stravinsky, que h a estado apagando la sed con varias clases d e anticon­
de volar son sexuales ) como físicamente, si no por las sensaciones excitantes gelante, no está, n! mucho menos ebrio, y me habla de Chejov, al que vuel­
. ,
producidas por las ruedas en contacto con el sueño o por la presión del ve a leer sistematicamente, y con el cual se identifica hasta el extremo de
frenar, sí, por lo menos, en el deseo de volver a abrazar la vida, siendo un defender a Ivanov contra el reparto de anoche en Broadway : la esposa que
parto cada aterrizaje. No obstante, el ingrediente sexual central en los via­ p arecía leer su papel a distancia; el tío, quien, a juzgar por el modo �orno
jes aéreos no es nada de todo esto, sino la azafata, hacia la cual el pasajero iba dando uno tras otro sus decrépitos pasos, podía haber estado en una
masculino abriga, y a veces intenta incluso satisfacer, los más ardientes carrera de obstáculos; y el propio Ivanov ( Gielgud), cuyo método preferen­
deseos. te par � expresar la amargura y el sufrimiento consistía en levantar un poco
La azafata no es simplemente una nueva amalgama de recepcionista, an­ su � ab10 ª �ornado con un mostacho, lo cual, sin embargo, se limitaba a dar
. _
fitriona, geisha, camarera, madre, amante, niñera (que nos trae servilletas la impres10n de que algmen cerca de él hubiera emitido algún olor desa­
cada cinco o diez minutos, como si simbólicamente nos cambiase los paña­ gradable . «Los r � sos pro �inciano � que quieren ir a Moscú, ya no son muy
les ), sino que constituye un nuevo aspecto, o un aspecto hasta ahora inex­ encanta ?ores», dice Stravmsky, sm que sus palabras provoquen en mí dis­
plorado de la Mujer. De la misma manera que la pintura de paisajes no crepancia al �una. « Sin embargo, Chejov se las arregla para que nos preocu­
existía antes de Giotto, aunque evidentemente existían los paisajes, y tam­ pemos de s1 van o no, y lo hace como todo lo que él hace, con el mayor
poco existió el culto de las lágrimas literarias antes de Manan Lescaut, aun­ tacto» .
que las lágrimas reales y verdaderas debían correr a raudales con regular Además d e Chejov, l a lectura d e vuelo d e Stravinsky s e limita a la
frecuencia, así la combinación comercialmente inestimable de belleza y va­ monografía escrita por � chel PhilliJ:> ot sobre él mismo , y en cada página
lentía era desconocida antes de la edad de los viajes aéreos. Una hermosa de la obra hace correcciones, anotac10nes y vuelve a escribir trozos ente­
muchacha, que siempre ha sido el compañero de viaj e más deseable, es aho­ ros, t � cha palabras y pone en su lugar otras que él considera mejores,
ra también el más ejemplar, ya que su valor, o su indiferencia, hace que el P ?lem1zando con el autor y con la posteridad . Ni siquiera las glosas mar­
pasajero se sienta avergonzado y le ayuda a vencer su cobardía. gmales de Beethoven ( « ¡ Oh burro, más que burro ! » ) eran más vehementes
La conferencia que nos da nuestra azafata sobre los asientos de flotación que estos requiebros sin destinatario de Stravinsky.
y sobre el modo de hinchar una balsa, ajustarse los chalecos salvavidas Al aproximarnos a París, bajamos desde un sol fotofóbico a través de
y manipular los acolladores, suena como una alegre y divertida conferencia la iridiscencia de una calma subsiguiente a una tormenta, ha�ia un banco
sobre la moda . Pero su perpetua jovialidad cede por un momento, al acer­ d � . nubes en el que se proyecta la sombra del avión como si fuese la de un
carnos a la costa francesa, cuando el avión comienza a hacer guiñadas y dar )JaJ aro con rue ? as . Luego, a una capa atmosférica más baja, y atravesamos
sacudidas . Realmente, la gravedad de sus instrucciones relativas a la forma l � torment � misma, que es como si viajásemos en sentido inverso por el
en que debemos ajustarnos los cinturones del asiento y apagar los cigarrillos tunel . del tiempo . El elemento que nos envuelve crea una impresión de la
contrasta de tal forma con su manera habitual, que de pronto de doy cuenta velocidad del aparato y restablece su relatividad lo cual tien� un efecto
de la presencia de la Sagrada Biblia en el avión, junto a las revistas «Play­ desembriagador, no sólo en el sentido específico' de la disoersión de los
boy » y «Time». vapores alcohólicos. Como consecuencia de ello, las caras y; enfurruñadas

1 86 1 87
rinas . <�Ne quittez pas, monsieur. » Esta horrenda utopía se encuentra al
de �os pasajeros parecen enfurruñarse todavía más al pensar en las preocu­ lado mismo de la aldea de juguete de María Antonieta.
paciones con que van a tener que enfrentarse de nuevo.
En Orly observo a una anciana que se queda como hipnotizada por las
puertas vidrieras accionadas por un sistema electrónico, pero veo que la 24 de mayo
mayoría de las personas de edad, o sea, las que poseen una confianza más
bien adquirida que innata en la mecánica, extienden las manos ante sí como Atenas . Aln:uerzo en el comedor mal ventilado del hotel, donde nues­
para protegerse, al aproximarse al milagro. tras dos pequenas chuletas nos son servidas en una bandej a de plata de
París tiene el color de la piel blanca de la que acabara de quitarse una forma �>Val Y con �uedas, del tamaño de un pulmón de acero. Durante
pintura negra y grasienta. l� comida, una mu1er entrada en años se aproxima a nuestra mesa exhi­
biendo u na fotografía de ella misma con el hermano de Stravinsky, Gury,
, .
Y recordandole a Stravmsky que se conocieron en San Petersburgo en 1 900.

22 de mayo Po� muy grande que fuese su curiosidad, si es que sentía alguna, Stravin sky
esta hoy de un humor de perros y no �e siente de ninguna manera dispuesto
?
a conversar con recordadores imprevistos de los más tiernos años de su
Stravinsky se está quej ando hoy de una crise de foie, que es lo que pasado. Reprende a la mujer por haber venido a molestarle, y la manda
cabía esperar, después de tantas comidas regadas copiosamen te, aunque no a p aseo. El res ultado de ello es que Vera, que no siente ningún interés
de agua, y no quiere que nadie permanezc a en la ignorancia con respecto .
por el relato, siente �ena por la pobre mujer y la sigue al vestíbulo para
a sus temores fecales ; su conversació n del almuerzo incluye una disqui si­ escucharla hasta el a � ndulce final. El comportamiento de Stravinsky en tales
ción escatológica absorbente, con digresiones hacia los purgantes y las .
� as ? s parece arbitrario y es en realidad imprevisible. Mañana tal vez habría
almorranas . Pero en París se siente mucho más en casa que en Los Ánge­ mvitado a un banquete a aquella intrusa.
les . Por un lado, prefiere el lenguaj e obsceno, y por otro, en tanto que se Por la tarde vamos en coche a Corinto, cinco horas de traqueteo por
burla de la sociedad francesa, se siente también atraído por ella, especial­ u� a no-carretera en 1 9 5 6 , y ahora un recorrido vertiginoso de noventa
mente por aquel clima de intriga, comparado con el cual parece puro y n;imutos por una superautopista dividida en carriles. Los automóviles son
limpio el aire oscurecido y contaminado por el humo y la niebla de Los cien veces más n� merosos que hace una década, y los carros tirados por
Ángeles . En París, sobre todo, la conversación no ha sido aún reemplazada asn�s de aquella ep�Ka remota son más raros en la misma proporción . En
por la televisión , aunque la restricción de toda aquella líbido oral, la satis­ realidad, toda Grecia está tan tran � formada, tur�sticamente hablando, que
facción nacional de la boca, es en cualquier caso imposible de imaginar. Al a m�nuc;Io se habla ahora de la vista que se divisa del Hilton desde la
propio tiempo, yo me pregunto si la rusticidad de Stravinsky no es, al Acropohs, en vez de hablar del aspecto que ofrece la Acrópolis contem­
menos, tan evidente aquí como su europeici dad en Norteamérica, siendo plada desde dicho hotel.
las estructur as sociales francesas mucho más cerradas que las norteameri- Sin embargo, las capillas se suceden a lo largo de la carretera y cerca
canas. de Atenas, unas cuantas iglesias conmovedoramente feas con ce�e � terios
Por la tarde vamos a Chartres en coche, pero todos los accesos a la a los que. dan sombra los cipreses ; todos los demás edificios están cubiertos
catedral están bloquead os por los tenderete s de una feria agrícola . Al re­ de an1:1ncios en las paredes que dan a la carretera. Solamente las laderas de
gresar por Mainteno n, comemos bocadillos de Camemb ert Chez Loulou ; la colma parecen ser l � s mismas de hace diez años, o sea, pedregosas y
luego continua mos hacia París II, que es la idea francesa del luxe intégrate despobladas de vegetac10n. , En Megara, el olor de los pinos anticipado
norteamericano : arquitect ura de termiter o, piscinas, géants comerciales y po� los recuerdos que guardábamos de 1 9 5 6 , se ha mezclad� , si es que
otras prendas de le bonheur, como algo distintivo de la culture, que los e�iste, con los malos olores del petróleo al ser refinado, y luego se con­
norteamericanos no pueden esperar llegar a compren der, naturalmente,
y
vierte en nubes de : spuma lanzada sobre islotes que semejan migaj as caídas
mucho menos poseer. En París II, a diferenc ia de París ( tout simple ) , los
del pastel del contmente.
no
bidés no sobrepa san en número a los cuartos de baño , los ascensor es En el canal de Nerón, los turistas se inclinan sobre los costados del
renquea n y los auricula res de los teléfono s no resuenan como conchas ma-
189
188
también contra Milhaud. Pero a Suvchinsky le interesan menos las vicisi­
puente como los pasajeros mareados de un barco sobre la borda, y la pro­ tudes de las maniobras de la carrera ( como él dice ) que el repudio de que
porción de turistas con respecto a los nativos en Corinto debe de ser apro­ es objeto la propia música de Boulez por parte de la generación más joven.
ximadamente la misma que la de los persas con relación a los griegos en «" Bien décoratif", es lo que ellos dicen, y comparan el final de Pli selon pli
las Termópilas. Allí donde hace una década yo posé, apoyado en una colum­ con Ravel y con las Improvisations de Reynaldo Hahn . »
na de las entonces desiertas ruinas, para un quisquilloso fotógrafo de blusa Sin embargo, esto dice más acerca d e una historia d e éxito contem­
de artista, corbata de Lavalliere y bigotes de Taras Bulba, que escondía poránea, un Julián Sorel puesto al día, que acerca de Boulez, que, natural­
bajo una tienda negra su cabeza para hacer el retrato, los turistas están mente, atrae los abrojos que antes estaban reservados para S . , Q y M.
posando y disparando instantáneas unos a otros a centenares . Al regresar Hacia el final de la cena, y sin duda sintiendo remordimientos, según es
a Atenas, nos vemos detenidos en un cruce de ferrocarril por el Expreso ( ? ) clásico en este tipo de charla, Suvchinsky recuerda de pronto lo mucho
de Esparta, pequeño como un juguete, pero ruidoso y fuliginoso. que todos nosotros queremos a Boulez, y habla de cuando fue a recoger
en un coche a Stravinsky a la estación de Lyon, durante la huelga de taxis
de noviembre de 1 956, y la vez ( agosto de 1 957) en que tocó para
26 de mayo Stravinsky la fascicular pieza para piano de Stockhausen en el pequeño
estudio de la « rue» de Beautreillis.
Nuestro concierto, en el Anfiteatro de Herodes Atico, va como una
seda, bendecido por una noche ambrosíaca y por la circunstancia de que
yo, a diferencia de otras veces, no me distraigo por la consciencia de mí 11 de junio
mismo, como desde otro plano o cuerpo, o desde el helicóptero de mi super­
ego, cosa que en algunas ocasiones produce un « ruido» ensordecedor. Por Paseando por la «rue» St.-Honoré esta mañana, me he visto atraído por
desgracia, la equivocación de un cantante pone a Stravinsky fuera de sí, y las grabaciones de Schoenberg que se exhibían en un escaparate. Luego,
agita su bastón en respuesta a las llamadas que le hace el director para en el instante siguiente, las reconozco como mis grabaciones, e inmedi ata­
que se deje ver y efectúe adicionales inclinaciones ordeñadoras de aplau­ mente después de eso me siento mal. ¿ Por qué la vista de mi nombre en
sos. Después del concierto, me voy al Pireo a escuchar música de «bou­ letras de molde, o la de una fotografía mía, o cualquier tipo de publicidad
zouki» referente a mí, o incluso el sonido de mi voz en magnetófono, o en una
cámara de resonancia durante una llamada telefónica a gran distancia , es
2 de junio capaz de trastornarme tanto ? Le formulé esta pregunta más tarde a Stra­
vinsky, pero en vez de darme la explicación de esta neurosis, contribuve a
De Lisboa a París. Suvchinsky viene a esperarnos a Orly, y nos trasla­ aumentarla, diciendo que me olvidé de firmar la primera carta que re¡ibió
damos en coche directamente a la « Boule d'Or». La conversación de Suv­ de mí, y por ello tuvo que llegar a descubrir mi identidad por medio de
chinsky gira rápidamente en torno a Boulez. « En la actualidad no hace Nicolás Nabokov .
más que hablar de les problemes de la direction», dice Suvchinsky, «y Voy con Stravinsky, Xenakis y Béj art a la proyección del documental
aunque indiscutiblemente ha conseguido superar muchos de ellos, ¿ cómo sobre Stravinsky de la CBS para los críticos franceses, los cuales condenan
puede pretender ser director de orquesta un hombre como él, que posee a unánimemente la película como un folletín de estilo norteamericano con
la vez cerebro y talento creativo ? » Boulez se halla en las angustias de una interpolación de concesiones a grupos minoritarios, con excepción de los
« crise de colere, o crise de César-Napoleón», según Suvchinsky, el cual críticos musicales . Al parecer, no les han gustado los accesorios populari­
atribuye a esta causa la herpes zoster que ahora aflige a Boulez. 1 Suvchinsky zadores, sobre todo : la recepción por los vaqueros tejanos, el desfile de
ha estado llamando a Boulez en su bastión de Baden-Baden, tratando de cabriolés en Central Park, el «ballet» de niñas, al que, no obstante, las
impedir que enviase una carta abierta echando pestes contra Malraux, y palabras iniciales de Stravinsky « Creced bien, pequeñas demoiselles »,
confieren uno de los momentos más entrañables del film. Tampoco aprue­
1 Se trata, en realidad, de una enfermedad causada por un virus, según nos en­ ban lo implacablemente hiperbólico del relato, con el excesivo encumbra-
teramos en diciembre de 1968, cuando Stravinsky la contrajo.
191
190
¡ ,

miento del señor Balanchine, y del grande, grandísimo señor Benny Good­ tradiciones evidentes ; la idea de Stravinsky como compositor para quien
man, y ahora, ¡ mira quién está ahí ! , nada �enos que el P �P� mismo. las reglas preceden a las emociones y los marcos vienen antes que los
,
También había de verse muy satisfecho Su Santidad en la TelevlSlon norte­ cuadros, se halla aún vigente en París, pero es, o fue, también un punto de
americana, aunque el concierto vaticano honró no sólo a Stravinsky, sino vista promovido por él mismo, y un verdadero parapeto contra los senti­
_ _
también a Malipiero y Milhaud, ambos apartados sm . ceremo�ia. a una fila mientos desenfrenados.
posterior por el amable Departamento Papal de Relaciones Publicas a peti­ _
No obstante, la película no se desvía en ninguna observación fuera del
ción de los operadores de la CBS. Sin embargo, lo que lo � críticos fr.anceses contexto o excesivamente local, sino en las implicaciones del episodio
consideran como lo más americano de todo es el mensa¡ e mcluharuano de vaticano y en la inferencia de que Polonia fue importante en la vida de
la pantalla misma de la televisión, en el cual se dice, en efecto, que a los Stravinsky y que su regreso a ese país tuvo algo de peregrinación. El Trono
artistas se les recompensa con riquezas, con la compañía de los famosos, de San Pedro, en un súbito y mal aconsej ado gesto de reconocimiento de
con biografías en la TV. las artes, decidió honrar a tres compositores de tres fes distintas, escogiendo
. . .
Los críticos reservan su alabanza enteramente para el episodio de Gia­ a Milhaud para representar a la fe hebrea, a Stravinsky para la Iglesia
cometti, pero sospecho que la razón de ello es la de que está dirigido en Ortodoxa y a Malipiero para la Romana. Pero Stravinsky no ha sido prati­
el propio idioma de ellos, y también por el alivio que sup �ne del �ono de quant de ninguna religión durante más de doce años, y si las afiliaciones
exagerado anuncio comercial televisivo que lo rodea. Giacomettl habla religiosas pudieran clasificarse por los sentimientos más que por las decla­
solamente de su fracaso nunca advierte la presencia de la cámara, nunca
sale del trabajo que acap ara toda su atención. Pero ninguno de los perio­
raciones y actos de culto, podría considerársele como un j ansenista apóstata;
en realidad, sus creencias son secretas y se resisten a ser catalogadas, pero
distas actuales se da cuenta de que en el dibujo de Stravinsky hecho por ahora, sin embargo, es más romano que griego.
Giacometti los ojos del artista están cerrados, como si fuese un muerto, Hay un encuadre de la secuencia vaticana del film que merece ser tenido
cosa que, en realidad, fue el presentimiento que tuvo S �r �vinsky en aquel
en cuenta. Después de la ej ecución de la Sinfonía de los Salmos, Stravinsky
día de mayo de 1965, seis meses antes de que le sobreviniera el acceso de se arrodilla para besar el Anillo del Pescador, pero resbala y, por un
melancolía.
« ¿Es esta película un verdadero r� trato de S �ravinsky � » , me pregunto
, momento, pierde el equilibrio. Al verle vacilar, un anciano caballero con
gafas se adelanta para ayudarle, bloqueando un momento la actuación de
luego uno de aquellos críticos contrariados , queriendo decir, su�ongo, que la cámara sobre el obj etivo central. Es Giovacchino Forzano, libretista de
mientras Stravinsky ha dicho y hecho todo lo que vemos que dice y hace,
Gianni Schicchi.
¿ no es posible que la edición, corte, transposición de � ontextos haya defor­
Considerando el gasto de tanta cinta en otras partes, es una lástima que
mado indebidamente el cuadro resultante ? Yo le replico que los contextos no se filmase la cena postconcierto ofrecida en el Hilton por el sobrino de
del fustigamiento crítico son inmateriales, y que el correr unas cue?tas Puccini, Giulio Razzi. Stravinsky, flanqueado por un par de damas que
más en la dirección de Richard Strauss ( « Strauss era un excelente direc­ hablaban efusiva y exclusivamente italiano, ambas completamente descono­
tor>> ) no requiere ninguna preparación contextual. Al preguntar un estu­ cidas para él, pronto estuvo borracho perdido, y como que el tiempo iba
diante a Stravinsky acerca de « lo que específicamente » no le agradaba de
la música de Sstrauss, respondió : «No me agradan las obras mayores, Y
transcurriendo, quedóse con la cabeza sobre el brazo y el brazo sobre la
mesa. Al advertir Vera este panorama, se acercó a él por detrás y le susurró
I,
no me agradan las obras menores», añadiendo, extracámara : « Me desagra-
1i
al oído que era absolutamente preciso que correspondiese a las felicitaciones
dan las confecciones superhomogenizadas de Strauss » .
La película inevitablemente ofrece muchas refl��10nes valiosas de � a
. . del anfitrión. Este mensaj e tardó algún tiempo en producir su efecto, pero
cuando lo hubo producido, Stravinsky levantó valientemente la cabeza, len­ 1
mente de Stravinsky. Una de ellas es una declarac10n acerca de preferir 1
ta pero claramente formó las sílabas : « Gra-zi-e! », y volvió a hincar el pico.
« el peor comunismo » a la anarquía. Otr � es �u cita errón� a de la frase de 1
Tertuliano : «Credo quia absurdum » . (Diio asi : «Voy a darselo a uste � en
.
el original latino ( ! ) de San Pablo : " Credo in absurdum " » . ) Esto último
puede leerse como un indicio de sus tendencias dogmáticas y de su supuesto
30 de junio
Nueva York. El vapor que sube de las abiertas bocas y rejas de unas
1
respeto hacia las fórmulas estereotipadas, ideas consagradas por el tiempo,
catacumbas es como el Inferno de Doré, y los silbidos de los porteros al
1 92
193
13
�am�r a los taxis, semejantes ª gritos de Belcebú, dan al cuadro una apa­
. . embargo, al contrario de la Florencia y la
palabra. S u método consiste e n conservar las palabras que riman donde­
nencia de vida ultraterrena. Sm quiera que ello sea posible, y cambiar los cuerpos de los versos, lo que
Rávena de Dante, que por largo tiempo presentaron el mismo aspec­ equivale a bouts-rimés ; sólo cuando falla este sistema, cambia el orden de
to, Nueva York es una ciudad que jamás está completa. « ¿ Cómo será las rimas mismas . En estas trasposiciones no se tienen en consideración las
dentro de cinco años ? » Esto pienso en voz alta para mi conductor, mien­ cantidades, y se suprimen sin contemplaciones todos los adornos puramente
tras nos encontramos aguardando en un embotellamiento. Su respuesta es : musicales. Aspira a eliminar la ambigüedad y la oscuridad, y, al conseguir­
« Caballero, lo que yo me pregunto es cómo será dentro de cinco minutos». lo, es posible que hayan sido tiradas por la borda las cues tiones estilísticas,
Paso la tarde con Marianne Moore en un intento mancomunado de y se consentirán uno o dos anacronismos. En suma, sus reglas son reglas
eliminar arcaísmos en el papel de Narrador de The Flood. La poetisa es de pulgar y oído : el pulgar y el oído de ella.
delgada como un fideo y anda encorvada como una mujer llevando una «Yo no puedo emplear una palabra que yo desprecio », afirma, cam­
carga a la espalda en uno de los grabados de Hiroshige, pero va de un biando «Hares hopping gaily can go» ( Las liebres saltando alegremente
lado para otro en su apartamento con gran rapidez y trabaja con gran ener­ pueden ir) por «And hopping briskly hares can go » (Y saltando vivamen­
gía y concentración. Las paredes, con muchos estantes con libros, están ador­ te las liebres pueden ir), y explicando que « " briskly " tiene más dignidad» .
nadas con cuadros de pájaros y animales, y hay algunas fotografías, una Corrige «Here cats can make it full carouse» (Aquí los gatos pueden hacer
de ellas de un T. S. Eliot joven, insólitamente corpulento y sonriendo . mucho ruido) por «Here cats make full carouse» ( Aquí los gatos hacen mu­
La señorita Moore ha señalado escansiones y ha encerrado en un círculo cho ruido ), y remienda lo de
palabras que, como ella afuma, «pueden leerse, pero no deberían narrarse».
Su propia narración no es fácil de entender; no consigue pronunciar las And here ar� bears, wolves set
alveolares, el volumen es escaso y la elocución carece de inflexión, aunque Apes, owls, marmoset
es agradablemente no enfática. Deja de tachar oralmente sus « tes» («cree­
a- [ t ] -ure» ), de suerte que las vocales desenfocadas que surgen alrededor (Y aquí hay osos, lobos,
de las consonantes no pronunciadas son tan anchas o indefinidas como el monos, lechuzas, un tití . )
río ( en primavera) cuyo nombre clasifica el acento de ella.
Sin embargo, lo confuso de la enunciación contrasta vivamente con el de esta manera :
asunto enunciado, porque el pensamiento de esta mujer es maravillosamente
claro, y su clarividencia intelectual es extraordinaria. Del libreto en general, And here are bears, wolves, leveret,
recomienda la idea de asignar a un narrador los versos de la Biblia, y a Ape, owl, and marmoset
actores los versos del resto de la obra, diciendo que « La fusión estilística
del Génesis, Anónimo, y del Paraíso perdido, resulta natural» . También (Y aquí hay osos, lobos, un lebrato,
es ella el primer crítico de la obra que ha captado la conexión con Timon un mono, una lechuza y un tití . )
en la «inundación salada», y en ver el mar mismo como el símbolo del caos .
En cuanto a la sustitución de palabras que ella rechaza como demasiado l o cual puede suscitar l a cuestión d e si e l singular pudo haber sido dema­
oscuras para un auditorio que no tiene el texto delante de sí, contribuyo siado sofisticado para las obras de teatro gremiales del siglo xv, siendo el
en cada caso, aunque no sea más que como muestra de gratitud por el apareamiento la raison d'étre del Arca. También cambia «Here are lions,
placer y el privilegio que experimento al observar su labor. leopards in» (Aquí hay leones, leopardos ) por « Here come lions . . . » ( Aquí
Coge varios diccionarios (uno solo cada vez, y yo respiro aliviado al vienen leones . . . ), y, finalmente, altera así la estrofa del «briskly» versus
observar sus delgadísimos brazos y piernas ), incluido el alemán, porque «gaily » :
ella ha revisado asimismo trozos de la versión alemana. Pero solamente
uno de estos tomos aparece muy gastado, un diccionario, marchito y ama­ Both cats and dogs also ( ) ,
. . .

rillento, de la rima, que ella consulta sistemáticamente, con un largo dedo And, hopping briskly, bares can go.
índice apoyado como señal, cuando discutimos la candidatura de cada

194 1 95
tos de hombros y meneos de cabeza por la mía, siendo tales mis aptitu des
(Tanto gatos, como perros [ . . . ] , mecánicas que apenas conozco la diferencia que hay entre un carburador
y , saltando ágilmente, las liebres pueden ir. ) inundado y un neumático pinchado.
Atontado por el ruido, comienzo a volar hacia atrás en el tiempo ( como
Las revisiones más drásticas quedan reservadas para el último discurso un positrón, que es un electrón que viaj a cronológicamente hacia atrás),
de Noé, donde ella cambia «And multiply your seed shall ye» {Y multipli­ hasta que, transportado a una hora vespertina similar, en la que, de pie
caréis vuestra especie) por «And so shall your lives be saved» ( Y así salva­ en un campo lleno del ruido producido por los insectos ortópteros, y cogien­
réis la vida) -donde hay una sílaba de menos para la música- y « Sons, do fuertemente la mano de mi padre, observo por primera vez en mi vida
with your wives shall ye be stead» (Hijos, con vuestras esposas viviréis ) por el despegue de un aeroplano El aviado r hace girar él mismo la hélice de
.

« Sons, with your wives gain new estate » (Hijos, con vuestras esposas ganad dos aspas , y se aleja corriendo de ella varias veces antes de que el motor,
nueva heredad) . Poniendo reparos a «bairns» (niños, niñas ), que el poeta temblando y con explosiones como de dinamita, comience finalmente a
Basil Bunting está intentando mantener en circulación, ella cambió « Your girar. También me veo a mí mismo, poco tiempo después, muy trastornado
bairns shall then each other wed» ( Vuestros hijos se casarán entonces entre por el relato de un audaz aviador y paracaidista al que el paracaídas no se
sí) por «The youth and maids shall then be wed» ( Los mozos y las mozas le abrió y que « voló » a su tumba en el Kingston Airport, a un centenar
entonces se casarán). Finalmente cambia « And worship God in good de yardas de distancia de una horrorizada muchedumbre ; la imagen de
degree» (Y adoraréis a Dios de buen grado) por «And thus your God be este hombre cayendo como una plomada, junto con sueños de diri fribles
served» ( Y así vuestro Dios será servido ). incendiados ha permanecido en mis ojos hasta ahora . Aquel mismo año, y
Acompañándome a la calle, la señorita Moore procura un raro espec­ a pesar de � se incidente, yo volé con mi padre en un trimotor Ford (mi
táculo a los vecinos, me imagino, al menos a los devotos de su extraordi­ madre se desmayó al enterarse luego de nuestra hazaña), elevándonos por
naria sombrerería. La dame au tricorne va sin sombrero. encima de la ciudad a mayor altura , me parece, de la que he volado desde
entonces, aunque podía ver e Ashokan Reservoir y nuestra casa, que pare­
cía de juguete . Recuerdo que no podíamos hablar a cau sa del ruido _ en sor­
2 1 de ¡ulio decedor de los motores, y que el ruido me molestaba más que las sacudidas
o que las bolsas de papel en las que se leía « Contra el mareo » ; que solía es­
Santa Fe. Salgo de aquí para trasladarme a El Paso en avión « Cessna» conderme en la bodega o en el ático del Cuatro de Julio , y en el circo , aguar­
a las siete de la tarde, y de El Paso, a medianoche, para Nueva York, y dando a que el hombre fuese catapultado desde el cañón a una red, pade­
luego tomar un avión de las American Airlines procedente de Mexico City. cía indecibles angustias, a causa de la explosión , lamento tener que deci rlo ,
Lo peor del « Cessna» es el ruido, una algarabía de sonidos estridentes más que a causa de la seguridad de aquel hombre. Y, treinta y cinco años
y de balbuceos cuando rodamos por la pista de hormigón y alquitrán y nos después, me veo, aquí y ahora, nuevamente sacudido, atribuyendo la apa­
elevamos despacio, y luego se produce un ruido ensordecedor. La escas � rición de estos recuerdos en mi mente a las semej anzas de sensación entre
consistencia del aparato ( el piloto ha tirado mil bolsas a bordo como s1
cargase lastre en un globo) y su exiguo aislamiento re sultan más ev�dentes
los dos aeroplanos y pensando que la diferencia más evidente es que pro­
bablemente ahora tengo mucho más miedo que antes.
a medida que va aumentando la altura. Siento angustias de acrofobia que,
.
Como un conductor de un autocar de turistas , el piloto ( que agarra su
sin embargo, se desvanecen, disolviéndose en una extraña sensación todavía volante con menos fuerza que yo el mío, según observo ahora), me señala
peor, en el momento en que el aparato es pre sa de te �blores llevados al el lugar de la primera explosión atómica, y va enumerando los nombres de
.
paroxismo . « ¿ Qué significan esas gotas de aceite que tiemblan en la ven­ montañas, ríos, ciudades, gritándome a veces anécdotas relacionadas con
tana ? », pregunto, señalando hacia ellas, pero el piloto me asegura que
. ellos , y que por lo general no �ogro captar . �uevamente, como hace treinta
«Hace tres días que sucedió lo mismo » . ( ¿ Fiebres tercianas, pues ? ) Me .
y cinco años, volamos lo suficientemente ba10 como para poder segrn r un
facilita esta información a gritos, en medio del ruido atronador de los
mapa de carreteras y reconstruir detalles del paisaje tan pequeños como un
motores; de otro modo, la comunicación se efectúa por medio de señas, en
las que se incluye una gran cantidad de ade� anes hacia e_l cuadro d� � an­
almiar y una vaca. Grandes extensiones de agua refulgen en el desierto
c omo si fuesen reflectores metálicos . Constituyen pruebas de tormentas re-
dos, por su parte, y una correspondiente cantidad de ambiguos encogimien-
197
196
cientes, tal como las nubes que se deslizan velozmente y los relámpagos que bre s i s e preocupa por si s u música s e ejecuta o no, la respuesta es : «Natu­
semej an el fulgor de bombardeos aéreos son promesas de próximas tormen­ ralmente que me interesa oír si tenía razón o no » . Pero las dos observacio­
tas. De pronto, el piloto comienza a hacer girar las esferas y a golpear el nes más valiosas de la película aparecen ( traspuestas) al final. «Yo siempre
panel de los instrumentos con los puños. Quitándose y sacudiendo los au­ me siento feliz cuando me despierto -dice-, y lo mismo me sucede cuando
riculares, me dice que el receptor de radio está muerto, y que sin él no estoy componiendo. » Finalmente, el compositor de ochenta y cuatro años de
podemos pensar en aterrizar en el aeropuerto de El Paso. Por consiguiente , edad dice : « Por la mañana pensamos de modo diferente a como lo hacemos
emprendemos un pequeño viaje a lo largo del río, al oeste de la ciudad, por la tarde. Cuando tropiezo con una dificultad, espero al día siguiente.
allí donde, « si el tiempo está despej ado, deberíamos poder aterrizar sin Soy capaz de esperar lo mismo que es capaz de esperar un insecto » .
dificultad» . Está despejado : por lo menos, más despej ado . A un lado del
avión se ven aún los últimos reflejos del sol poniente, mientras que en el
otro comienzan a brillar redes de encendidas estrellas, y abajo, las luces 1 4 de noviembre
de las autopi stas.
El río Grande penetra como un cuña, con sus oscuras aguas , por entre Honolulú. Stravinsky describe el procedimiento de afinar los instru­
bs ciudades norteamericanas eléctricamente brillantes y las ciudades meji­ mentos antes de que la orquesta comience su ejecución como «el gran ritual
canas eléctricamente poco llamativas . Llegamos, balanceándonos, a un::i al­ del " La " , que, tan pronto como ha sido observado, permite luego a cada
tura poco más que por encima de los tejados de las casas, y luego vamos cuerda estar desafinada». Pero, en el ensayo de hoy, la forma de tocar de
a dar, rebotando, contra una estrecha y vieja franja de hormigón. « ¿ Puedo Itzhak Perlman en el Concierto para violín de Stravinsky, le agrada al
ayudar en algo ? » , pregunta un hombre pecoso, y que con paso tardo se compositor tanto como cualquier ejecución de su música que se haya rea­
acerca a mí en el momento en que trabajosamente bajo del aparato . Entre­ lizado durante mucho tiempo . Habiendo mencionado Perlman a Isaac Stern
go doscientos veinte dólares al piloto y tomo un taxi que me lleva al en relación con su estudio del Concierto, Stravinsky me dice más tarde que
aeropuerto principal. él piensa que Stern, físicamente, se encuentra « todavía en una fase embrio­
naria, una especie de Beethoven nonato».
Una carta de L. expone a grandes rasgos lo que sé desde hace al­
1 5 de septiembre gún tiempo, pero que por vanidad no había querido admitir, y me preocu­
pa especialmente, y no menos vanamente, porque otras personas lo habían
Louisville. La película de Leacock-Liebermann sobre Stravinsky, proyec­ visto con claridad meridiana. En realidad, todo el episodio se refería al com­
tada esta noche después de nuestro ensayo, constituye la visión más natural portamiento del galán.
que probablemente pueda ofreserse de él, sobre todo de su lado genial,
pero , al igual que todos los documentales dedicados a una sola persona, es When amorists gro w h ald the amours shrink
esencialmente una necrología . De los retratos filmados de Stravinskv, es Into the compass and currículum
también el menos preparado y el menos manipulado por técnicos, publicis­ Of introspective ex il es lecturing.
,

tas, etc. ; en realidad , el único inconveniente grave es que la secuencia ori­


ginaria del tiempo no se ha conservado. Podrían hacerse cinco observacio­ ( Cuando los galanes se vuelven calvos,
nes . La primera es la explicación taj ante de Stravinsky, en respuesta a una los amoríos quedan reducidos al círculo
pregunta acerca de su antiwagnerianismo, al decir que «Todo aquel que es de los exilios introspectivos . )
creativo, ocasiona algún perjuicio ». La segunda viene suscitada por una
pregunta que surgió durante una reunión con Christopher Isherwood y Estos versos d e Stevens acuden a m i mente, mientras, nadando e n el
Gerald Heard acerca del proceso creativo. «Para mí no hay ningún proceso agua tibia y a través de los arrecifes, más tibios aún, hacia el rompiente (la
creativo ; únicamente hay placer», dice, y recuerdo que añadió : «Los pro­ soledad del nadador de largas distancias), me doy cuenta de que soy el
cesos imaginativos tienen sus leyes, pero si yo fuese capaz de formularlas, único que pasa de los veinte, por no decir nada de los que pasan de los
entonces dej arían de serme útiles». Luego, en respuesta a una pregunta so- treinta y de los cuarenta, en un grupo de muchachos nadadores que pronto

198 199
estarán calvos . Esto me hace comprender de pronto que las diferencias de queremos referirnos a una extensión más allá del tiempo, sino a una expe­
la edad han sido suprimidas, y que ahora ha desaparecido la máscara de la riencia infinitamente en él, y, por lo tanto, por encima de todo, ahora. ( Evi­
edad que yo hasta ahora tuve que llevar en contra de mí mismo . Pero dente . )
tengo que alejar de mi mente este pensamiento . 9 . Después de l a primera caída, l a experiencia e n el amor n o cuenta
¿ Servirá de algo el escribir sobre ello ? Después de todo, una de las for­ en el sentido de que ya no aprendemos más de él. De otro modo, ¿ cómo
mas de cirugía más antiguas es la Anatomía del Amor, y una operación ex­ explicar la insistencia de Lothario, y la «largura del catálogo de la simiente»
ploratoria puede por lo menos descubrir si el «ego» está demasiado hincha­ de Leporello ? ¿ Y cómo explicar la experiencia de tropezarse con un ex
do. Así: amante de ésos de « hasta que la muerte nos separe », un frío intervalo des­
l. Todo amor es amor propio ; todo cuanto se diga acerca de sacrificio pués, y preguntarse uno a sí mismo « ¿ cómo pudimos sentir aquello ? » ( Esto
h�cia la otra persona no es sino retórica . ( Sí, es verdad que se habla de ya es mejor. )
ello, pero la formulación es del siglo xvm, y los motivos en que podrían 1 0. En tanto que nuestras facultades « racionales » son plenamente cons­
basn rse tales observaciones han sido superados por la psicología . ) cientes de la circunstancialidad de la vida, nuestras partes «irracionales»,
2. El amor s e parece al talento en que aquel que lo conoce fielmente , mucho más poderosas, prefieren aferrarse a falsos absolutos, incluyendo la
es decir, que no ha equivocado su esencia o no lo ha usado como una for­ idea de un amor absoluto . ( Observación parroquial. )
ma de conquista, j amás puede perderlo enteramente. ( Insustancial, y el 1 1 . La memoria n o e s menos circunstancial, y en las circunstancias ra­
área de confusión es demasiado grande. ) dicalmente diferentes de Hawaii, es ya oscura y menos intensa ; incluso
3 . Somos más simpáticos cuando estamos enamorados que e n perío­ aquel último momento encapsulado de estar juntos, nuestro último inter­
dos en que estamos menos sujetos al apasionamiento , en parte porque lo cambio de amor, está comenzando a disolverse, como suelen hacer las cáp­
mejor de la realidad se nos aparece intensificado, y queda oculto lo peor sulas ; y las proclividades involuntarias, puramente glandulares, el recono­
de ella. ( Todavía dieciochesco, y sin valor alguno, carente de estadísticas . ) cimiento de lo cual me impulsó a sentirme desleal hace solamente una se­
4 . L o opuesto al amor e s e l temor d e poseer, o e l temor d e ser po­ mana ( el reconocimiento activo de la existencia de alguien más que repre­
seído, lo cual viene a ser lo mismo . ( I mposible de desarrollar en estos tér­ senta un apartarse de A. y que confirma la posibilidad de un mundo
minos . ) post-A. que en mi «corazón » yo no quería) se hallan ahora revestidas de
5 . El amor no tiene caridad: n o podemos mendigarlo . ( Clisé . ) un elemento decididamente voluntario, si no aún un pleno retorno a la
6 . L a paradoja del amor consiste e n que somos más conscientes de erotomanía normal. ( Personal . )
sus limitaciones mientras dura que en cualquier otro período . (Es toda una 1 2 . Hablamos de tragarnos nuestra vanidad y nuestro orgullo , pero el
novela de Stendhal. ) amor es lo más amargo y lo menos digerible ( con mayor regularidad y más
7 . L a infidelidad e s natural en todos los «verdaderos» amantes , porque convincentemente se le define como enfermedad más que como salud) de
el « verdadero» amor es algo dependiente, y la privación del otro es « inso­ estos manj ares metafóricos, en todo caso muy poco nutritivos. ( Literario . )
portable», de ahí el recurrir a sustitutos, como aparece ejemolarizado en la 1 3 . L a amante que n o responde puede resultar u n tema más fecundo
supuesta incidencia de la infidelidad póstuma, y la necesidad que tienen para la poesía ( Campion, Donne) que la amante que coopera plenamente,
todas las esposas o maridos a punto de ser infieles de asegurar a sí mismos y que anima e incita agresivamente ( en la línea de To his Coy Mistress , de
y a sus adúlteros que realmente aman a las esposas y a los maridos a los Marvell ) . ( ídem, y queda por ver . )
que están a punto de traicionar ; estas protestas de cariño son , por supuesto , 1 4 . Todos los amantes son ridículos . (Véase del 1 a l 1 3 , arriba. )
completamente « sinceras» . (Demasiadas suposiciones tácitas . ) Estoy haciendo en la playa la bolsa de perogrulladas de hoy ( el cerebro
8 . Incluso u n a sola experiencia d e l a s profundidades d e los trabajos circunstancial) , para escapar no sólo a la palpitante música hawaiiana del
de amor perdidos debería habernos enseñado que nuestros sentimientos cam­ bar, sino también de la gente, porque si el aire es «como seda», como dice
bian y cambiarán. Sin embargo, continuamos pretendiendo que está en todo el mundo, y el mar «como raso », el tejido de los turistas es como
nuestras manos el hipotecar nuestros sentimientos futuros, como si pudié­ saco . Con este pequeño ejercicio de pluma, ¿ puedo esperar que al fin podré
ramos prometer un « amor más fuerte que la muerte» o pretender un a mor trabaj ar? «El lacrimoso Eros es el constructor de ciudades », dice Auden .
«para siempre», en lo cual, incluso en la exageración propia del amor, no

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tos como si estuviese en unos encantes, y admirando las pinturas, especial­
mente una realizada por Vera, y que en seguida le regalan . Esto se llama
1 3 de diciembre hospitalidad rusa. Hacia el final de la visita, sufre una ligera contrariedad,
al hablar repentinamente de música y manifestarle Stravinsky sin rodeos su
Hollywood. Una visita de Yevgeny Yevtushenko, que es causa de eran antipatía hacia Shostakovich. Pero se recobra a tiempo para mencionar va­
alegría para los Stranvisky, sorprendiéndome nuevamente el afecto de fa­ rias de las composiciones favoritas del propio Stravinsky.
milia que los rusos son capaces de manifestar en el primer encuentro, in­ ¿ Por qué he de dejar constancia de este encuentro de escasa trascenden­
cluso los rusos que sustentan puntos de vista tan diversos como los cia ? En todo caso, yo no tenía intención de hacerlo , ni estuvo muy atento
Stravinsky y Yevgeny Alexandrovich (la conversación se sostiene en durante la visita, hasta que vi lo mucho que se animaban los Stravinsky al
seguida a base de los primeros nombres). Éste llega con traductor y equipo hablar en su lingua materna no, para variar, con otros émigrés, sino con un
de publicidad, pero tan pronto como ha sido fotografiado, quitándose la cha­ representante del Estado ruso. Me parece que estuvieron más naturales con
queta bajo el resplandor tropical de las lámparas de sus fotógrafos, el sé­ Yevgeny Alexandrovich que cuando hablan con sus amigos norteamerica­
quito se retira a otro aposento . Vera habla con él acerca de Gorodetisky, nos más íntimos .
Kuzmin, Vladimir Nabokov,1 y de otros escritores que ella había conocido
en Crimea durante la Revolución y a los cuales, según dice más tarde Yev.
Alexandrovich le recuerda. Él escucha con atención la descripción que ella
le hace de Osip Mandelstam, en Crimea, en 1 9 1 8 . « Mandelstam fue siempre
un hombre apasionado y siempre famélico, pero como todo el mundo pa­
saba hambre en aquel entonces, yo tenía que haber dicho que él era aún
más famélico que las otras personas . Debido a que tenía mu y poca ropa,
guardaba como un tesoro las prendas más presentables, entre las cuales fi­
guraba una camisa, que él llamaba de emergencia, y un par de zapatos con
las suelas casi enteras . Una vez vino a vernos, vistiendo un impermeable y
nada más ; comenzó a pasear de un lado para otro junto a nuestro aparador,
como un filósofo peripatético, no para mantenerse en calor, sino para ave­
riguar (husmeando como un filósofo platónico) si en la despens a había algo
que comer. También recuerdo un viaje en tren que hicimos con él a Simfe­
ropol. Los vagones estaban tan llenos de soldados y refugiados, que a los
bebés, que dormían en el suelo, les cubrían la cabeza con cubos para evitar
que los aplastase accidentalmente la gente que pugnaba por abrirse paso.
Yo estaba sentada entre Mandelstam y Sudeikine, que me vistió como
si fuese una mujer musulmana, a causa de los soldados . » Y evtushenko co­
rona este cuento con una descripción de la muerte de Mandelstam, « ahoga­
do por el pan, ya que el pan se le atragantó y le ahogó literalmente ; sus
últimas palabras fueron para pedir pan ruso » . (Las palabras son de Y. Y . ,
el subrayado es mío . )
De todos los embajadores culturales d e l a U.R.S.S. que visitaron a los
Stravinsky, Yevtushenko es el primero que ha advertido lo que la ca sa
contiene. En realidad, todo lo mira, levantando e inspeccionando los obje-

t Su profesor de inglés en París fue el hermano del novelista, Serge Nabokov.

202
la Tate Gallery y preguntó a un conservador de dicha galería, el cual se
quedó perplejo, qué era uno de los objetos que allí se exponían, ya que,
al parecer, Su Majestad no se había dado cuenta de que era un objeto itifá­
lico . Pero este chiste es seguido inmediatamente de la observación de que
«Una libertad de la que todos estamos muy necesitados actualmente es la
libertad de los chistes malos » .
Practicando una chimenea a través d e un cigarro puro, después d e co­
mer, con un gran punzón para romper el hielo, manej a con tanta destreza
1967 el improvisado instrumento, que nos le quedamos mirando como si estuvie­
ra esculpiendo una nueva anti-obra maestra, que es él, pero, de la misma
manera que una vez destruyó a la Mona Lisa con un bigote, el cigarro des­
9 d e enero truye ahora el perfil de Pisanello .

Nueva York . Noche de niebla. Cena con Marce! Duchamp, individuo 3 de abril
de apretados labios y sec, pero sólo en el aspecto. ¡ Y qué aspecto ! El perfil
podría haber sido utilizado para una pieza numismática o un medallón del Me dirijo en mi coche desde Boston a Kingston, y desde aquí a la casa
Renacimiento, y la postura, la inclinación hacia atrás de la cabeza, es ca­ de mi hermana, en New Paltz. « Samantha ya está bien», dice ella, sorpren­
racterística de los héroes ecuestres tales como Leonello de Este, de Pisanello, dida ella misma de alegrarse de la noticia. « Samantha» es una rata blanca
y esta comparación tan traída por los pelos la atribuyo en parte a algo que rescatada de un laboratorio de Cornell por mi sobrina, y que desde enton­
de equino posee el propio Duchamp ; en parte, a que, a la mesa, está ha­ ces vivió enjaulada, aunque no todo el tiempo, en New Paltz. Hacía tres
blando acerca del arma de los escorpiones. Su presencia es pulcra, va bien días que el roedor había sido descubierto patas arriba, respirando con difi­
afeitado y lleva un traje de buen corte. Luce una vistosa camisa rosada y cultad, con las extremidades estiradas y con la rigidez de la muerte. Hasta
también una corbata azul, aunque, al hacerle un cumplido sobre tan linda entonces , «Samantha» sólo había logrado inspirar repulsión en mi hermana,
combinación, lo rechaza alegando que se trata de un obsequio navideño. Una pero al ver ésta el lamentable estado en que se encontraba aquella pobre
alternativa en la conversación la suministra una mención de Giacometti, criatura, sintióse con fuerzas para sacarla de la jaula, envolver a la inv�lida
pero al advertir alguien que este amigo comúnmente lamentado debió de en una manta y llevarla corriendo al veterinario, a pesar de que por el ca­
haber sido «una triste persona», Duchamp replica : «No triste, atormenta­ mino sentía la aprensión de que pudiera ser portadora de la peste bubónica.
da». Ciertamente, ni una ni otra definición pudo haberse aplicado jamás El resultado del diagnóstico fue un empacho agudo, cuyo tratamiento con­
a la inteligencia rapaz del propio Duchamp. sistió en una inyección de antibióticos y una cucharada de jugo de ciruela,
Pero, ¿ qué diremos de los sentimientos de un hombre que, cuando la tras lo cual, la paciente, apretadamente envuelta en una manta, fue llevada
conversación 0oira en torno a los accidentes de aviación (mañana tengo que otra vez a casa . Esta mañana, las patas han recobrado la flexibilidad, y esta
volar), aporta el pensamiento de que «la Muerte en el aire es un bi: en me­ noche ya vuelve « Samantha» a ser la ratita de siempre, jugando en la sala
dio de viajar, porque uno explota» ? ( ¿ acaso es lo opuesto a monr en la de estar con el gato y el perro, sus mejores amigos, salvo cuando recibe ma­
cama a consecuencia de un ataque cardíaco, porque entonces uno «implo­ yor ración de atención que la que le corresponde, lo cual tiende a confirmar
ta» ? ) No se trata de sentimientos morbosos, ciertamente, ya que para él es la teoría de Lonrenz, de que la verdadera agresión sólo tiene lugar dentro
ése un pensamiento puramente lógico, sin ningún matiz emocional mayor de las especies . Mi hermana cree que, no habiendo visto a ninguna otra
del que pueda tener una de sus jugadas de ajedrez . Lo que no pare� e . v_ero­ rata desde hace dos años, es posible que «Samantha» se imagine que es
símil en un intelecto cristalizante como el suyo es la gran suscept1b1lidad como uno de nosotros, pero, por lo que a mí respecta, espero que me tome
para las diversiones externas. Refiere una anécdota sobre la reina de Ingla­ por un barco a punto de hundirse.
terra, según la cual, la soberana visitó una exposición de las obras de él en

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c!nco m �ses. Peo! todayía : segú-?- ella puede comprobar, la orquesta no l e
1 7 de mayo sigue a :1 en realidad, sm? que sigue los movimientos de mi ejecución inin­
terru�pida de toda l� pieza esta mañana. Al comienzo de la tarantella
Toronto. Un concierto de la CBC en Massey Hall, dirigiendo Stravins­ aproximadamente la ;1Ilitad de los músicos interpretan su primer gesto com�
ky la « suite» de Pulcinella, después de lo cual yo dirijo el Oedipus Rex. un golpe de uno, mie? tras que la otra mitad cree que es un golpe doble.
Al salir del hotel, Stravinsky acierta a pasar por delante de una multitud Ello resulta , en aproximadal? ente diez compases de un aumento insopor­
que allí se ha congregado para ver a la princesa Alexandra. Lo que cons­ table, despues de lo cual la ejecución va debilitándose hasta casi el punto de
tituye la ironía de esto es que nadie de los que están allí se da cuenta de que cesar por completo.
el desfile imprevisto del viejecito representa una visión más rara que la Terminada la representación, Stravinsky se encamina hacia una silla en
que ellos están esperando, ya que los genios artísticos son más difíciles de la parte anterior del escenario, aparta la vista de la triple exposición de las
encontrar que simples princesas. cáma �as de !V, escucha las palabras qu� le dirigen en francés y en inglés
En el «hall», uno de los cantantes le pregunta a Stravinsky acerca de su dos dignatarios, y es condecorado. Es evidente que esta ceremonia le afecta
concepto escénico del Edipo, pero Stravinsky niega que sea tan diferente �e un modo co�o no I:_ habría afectado hace un año; en realidad, entonces
de sus anteriores obras teatrales con empleo de voces. « Los cantantes tam­ mcluso la �abria desden �do. No se trata simplemente de la ceremonia, sin
bién están en la platea, y los bailarines en el escenario, en Renard, Les Na­ embargo, smo del esp �cial calor puesto por el auditorio, cuyos aplausos y
ces, Pulcinella, y el papel que corresponde al título en The Nightingale �us. pocos deseos de dejarle marchar han dicho bien a las claras : «Esta es la
(El ruiseñor) tendría que desempeñarse de la misma manera. La música es ultim� vez q�e vemos a Igor Stravinsky». Yo, que le conozco, sé que nadie
más importante que la acción, de la mima manera que las palabras son es mas consciente de ello que el propio Stravinsky.
más importantes que la acción en Shakespeare. » Para la representación del Durante el intervalo, l� dice a uno de los condecoradores que ha tenido
.
Oedipus de esta noche, nos pide que repitamos el «Gloria» delante del Lo­ una «oclusi?n» hace aprox �r;i adamente dos meses, y añade que su sangre es
cutor, como en la partitura original, y quiere que la primera nota de « lnvidia «como pu �e». La observac10n nos sobresalta, porque hasta este instante no
fortunam odit» de Edipo empiece con la última nota de Tiresias, aunque la había manifestado el menor indicio de sospecha de que pudo haber tenido
partitura original no garantiza en absoluto ninguna superposición. La repre­ un ataque fulminante.
sentación de esta noche me persuade de que la repetición del aria de Yo­ Después del concierto no puedo dormir, como si viera en un lado de
casta y la repetición del dúo con Edipo, añadidas ambas en 1949, constitu­ una pantalla de. cine ?ivid.i? a, al St! avinsky de otros ti �mpos cruzando
yen sendos cálculos erróneos. Pero, ¿por qué en la partitura original había r�udo el escenario en di �ecc10n al podmm, con movimientos doblemente rá­
muchas instrucciones útiles que no se conservaron en la edición de 1 949 ? pidos que los de cualquier otra persona, dejando en esto, como en todo lo
Por ejemplo, la indicación de marcar 2/2 en el episodio de 4/ 4 en el mis­ que hacía, la huella de su energía, física y menta l , y muy atrás a todos los
mo dúo, y de dirigir el compás de 2 de Edipo frente al de 6 de la orquesta que l,e rodeaban; y en otro lado, e� ? t.ravinsky de esta noche, viejo, débil,
( 1 antes de [ 58 ] ) en 6, ya que es lento o sin ritmo en 3 o en 2. Desde el apoy.andose, y, mucho me temo, dmgiendo en público por última vez en
punto de vista vocal, la ejecución de esta noche es la más satisfactoria que su v1 1a. Lo que hace que su caso resulte aún más triste es lo terriblemente
he oído, desde el coro hasta el Edipo de Ernst Haefliger, langsam y sehr consciente que es de su situación. Constituiría para él una gran crueldad
ausdrucksvoll, el Locutor de Jean-Louis Barrault, y la Yocasta de Marily? un prolongado declive y un irse agotando lentamente.
Home, que no sólo es rica de tono, sino que está sostenida en su movi­
miento majestuosamente metronómico.
Por primera vez en su vida, Stravinsky dirige sentado, pero esto pro­ 24 de mayo
bablemente le ocasiona mayor trastorno que el que trata de evitar no diri­
Nueva York. Los resultados de un electro-encefalograma y de otros exá­
giendo de pie. Sin embargo, se sostiene de pie con mucha dificultad, y, a
men�s efectuados en Stravinsky en el día de ayer son asombrosos dice su
pesar de la silla, durante gran parte de la representación agarra la barandilla
del podium con la mano izquierda. Vera se muestra muy alarmada obser­
mé�ic�>, el doctor Lewithin. No hay ningún indicio de senilidad, d�I reblan­
decimiento cerebral normal en un hombre de su edad, ni de esclerosis cere-
vándole, recordando la energía con que él dirigió en Chicago hace tan sólo
207
206
Al Metropolitan, por la noche, sintiéndome ligeramente radiactivo, a
bral. Pero, después de todo, Stravinsky vive enteramente en su cerebro.
Las pruebas de receptividad han most �ado e_? realida � que sus resprn� stas
ver el Romeo and ]uliet del Royal Ballet. Pero el propio «Met » constituye
el espectáculo más fascinante. Todo el conjunto (la arquitectura al peor
son rápidas como en un hombre de tremta anos . Stravmsk.Y esta, muy 1 � te­ postor, la plaza esculpida, el « foyer» chagallizado, los candelabros retrácti­
,
resado en el encefalograma, que él compara con <mna partitura electr�mca, les ) podría haber sido pensado para una República Popular de la Europa
con estrofas de seis versos y una ilegible notación vanguardista», añadiendo Oriental, y luego vendido a los capitalistas por algún avispado apparatchik
que los dieciocho electrodos con�ctados a su cabeza le daban el aspecto de del Ministerio de Cultura que vio que había salido mal . De la Europa orien­
«una mujer calva que trata de simular una melena». tal es de donde proceden, por supuesto, los dos principales ingredientes del
. ,
Al propio tiempo, según dice el doctor, el cuerpo del co:iipositor esta «ballet», que son la música de Prokofiev y el encanto eslavo de Nureyev.
hecho una ruina. Para la semana están programadas dos sangnas y tres tra­ En realidad, la cara ancha eslava de Nureyev ofrece un violento contraste
tamientos con rayos X, lo cual es asunto de vida o muerte, y esto la con las fisonomías anglosajonas alargadas de sus co-danzantes, de la misma
sabe Stravinsky el cual, en realidad, está ya procesando y superando este manera que la exhibición de sus otros principales atractivos ( Chacun a son
conocimiento e d su formidable maquinaria psicológica. Así, armado con una
comprensión de los hechos bioquímicos aprehensibles, comen� ar � a «pen­
goút), el trasero musculoso y sus muslos de acero, contrastan con las faldas
hasta el suelo que ocultan los encantos de Julieta y los de sus compañeras.
sar positivamente», adaptando su poderosa «voluntad esemplastlca» a to­ El primer acto ofrece dos oportunidades para profundidad musical : el
dos los factores favorables y haciendo caso omiso de los des favorables. Pero retorno de Julieta al desierto salón de baile y la escena del balcón. Pero
.
el enemigo más difícil de sojuzgar e� � tra parte de la misma mente, esa Prokofiev no aprovecha ninguna de las dos, sustituyendo el sentimiento
poderosa inteligencia que �o ha enve¡ec1do co� el cuerpo y que permanece por la intensidad sonora, como si «pasión» y « toda orquesta» fueran tér­
tan despiadadamente consciente de lo que en el sucede. minos sinónimos. Además, la música que acompaña a Romeo al balcón es
tan excesivamente agitada que por un momento hace creer que el héroe es
el villano. Asimismo, incapaz de ser elocuente, Prokofiev suministra tan
25 de mayo sólo nuevas repeticiones, en cuyas vacías larguras pronto han de verse per­
didos incluso los balletómanos . Pero tendría que haber advertido en pri­
Para atender un problema médico mío, esta mañana voy a que me exa­ mer lugar que la obra dramática es material pobre de «ballet», de la mis­
minen los riñones con rayos X. La primera fase consist� en esperar dos ma manera que la pantomima es una pobre variante de la poesía. El coreó­
. grafo parece estar de acuerdo, al menos en aquellos ejemplos en los que
horas en una sala llena de gente. Finalmente, servido semidesnudo en un �
bandej a congeladora al ojo. fotografiado� , se me interroga acerca de mi los bailarines andan por ahí haciendo gestos como cantantes cuyos sistemas
susceptibilidad a las inyecoones de sodio ; y ahora que ya es demas.ado 1 de sonido se hubiesen averiado.
tarde para retirarme, me informan de que «algunas per� �nas se l? onen muy
malas » . Puede ocurrir que la inyección, en la vena cefahc� media v �ya se­
guida de calambres, tumescencia, calor intenso, ar� or ves,i cul� r y nauseas . 18 de junio
(Los psicólogos me clasificarían como un « aumentaaor» mas bien que como
un « reductor», pero no veo en qué pueda �yudarme esto . ) �n este punto, Hotel del Coronado, Coronado Beach. « ¿ Es usted el señor Stokowski,
el radiólogo «me» advierte ( en realidad, advierte al c� erp o nume � o tal) que el director de orquesta ? », inquiere el recepcionista, y contesta Stravinsky
. moviendo afirmativamente la cabeza. Ya le divierte menos, más tarde, el
el más ligero movimiento por mi parte durante los sigmentes t� emta mmu­
tos destruirá la prueba y me obligará a "'. olver a empezar otro dia, con otras ver su propio nombre en una carta de Relaciones Públicas en la que pre­
tres onzas de aceite de castor. Yo « resisto », por supuesto, pero una hora guntan si le importaría que se le hiciesen algunas fotos.
. El hotel es viejo, pero no tanto como quiere dar a entender la venera­
más tarde me entero de que tengo cálculos prostáticos y debo segun un
régime a base de Eau de Vittel. ción local, que parece atribuirle una antigüedad como la del faraón Kheops,
y en realidad es exactamente diez años más joven que Stravinsky. Tambi én
* * * podría proceder de otro país, pero le habría resultado difícil establecerse.

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208
14
Comienza siendo tropical y supera esta característica; y oriental colonial, c�mara por encima �e ellas com? un contador Geiger. Vivos, demasiado
aunque, sabiendo anticipadamente que la mano de obra originaria estuvo vivos todos ellos, estan los cangreJos de playa, del tamaño de un escarabajo,
integrada en gran parte por coolíes chinos, quizás estoy exagerando su as­ que los p e� cadores j aponeses recogen como cebo, dejando entretanto sus
pecto oriental. Los montantes, los ventiladores de las ventanas, las veran­ largas pert1gas de pescar y sus cubos llenos de percas dando las últimas
das, los balcones, los muebles de mimbre, los paneles de encaje y las yes­ boqueadas, �n J?edio de las duna � . Recuerdo que Auden se comparó
queras, todo ello nos recuerda el Repulse Bay Hotel, de Hong Kong, en una vez a s1 �msm� co� el cangreJo de playa ( Talitrus), diciendo que,
.
todo caso, y sólo faltan los abanicos del techo, a modo de hélices de avión. lo mismo que el, sabia cuando era la hora de comer, no por el hambre, sino
Por otro lado, la torre se parece a una iglesia de madera en su aspecto ge­ al conocer la hora del día.
neral y en sus ripias de color rojo oscuro, pero a una iglesia rusa por su 'Por la tarde hacen su aparición docenas de velas semejantes a tiendas
cúpula. Sin embargo, la religión impuesta a la congregación en el interior de campaña, inclinándose y dando a la banda. También un avión comienza
procede de Utah, habiendo en cada habitación un ejemplar del Libro de a escribir en e! cielo; pero el viento arrecia, la tiza aérea se difumina y los
Mormón . trozos de escritura llegan pronto a no poder distinguirse de las nubes na­
Alguna congregación: «Ex pasajeros del " Queen Mary " », dice Stravins­ turales.
ky, y que el Coronado es un lugar propio para solteronas, puritano, tan La fiesta de cumpleaños de Stravinsky se inicia con tragos de vodka
muerto como Lugano, y tan triste como todos los sitios pasados de moda. Stolychnaya, acompañados de un pastel hecho por Milene y que ha sido
Seguimos un corredor lleno de grietas, de oscuro roble y caoba, hacia un as­ llevado a la habitación por ella, seguida de Vera, la cual porta una bandeja
censor, luego hacia una especie de comedor de Palacio de Cristal, en el que con o.chenta y cinco velas encendidas. Cantamos «Happy Birthday», y dice
aproximadamente una docena de mesas ocupadas están agrupadas en un Stravmsky que ello lo convierte en « Son et lumiere» . Pero dice poco más
extremo frente a la lobreguez en que se hallan sumidas unas doscientas que esto, y es difícil conocer cuáles son sus sentimientos.
mesas no ocupadas. Unos enormes candelabros penden del alto techo en­ Un� vez que Stravinsky ha cortado el pastel, abrimos algunos de los
tretejido de mimbres, pero sólo proyectan una luz muy escasa. Debidn al cuatrocientos cables y telegramas que durante toda la semana han ido acu­
inhibidor vacío del comedor y a la molesta sobriedad de los otros comen­ mulá�dose, procedentes de todas las partes del mundo. Pero, en tanto que,
sales, nosotros bebemos en exceso y luego nos volvemos demasiado efer­ p �r eJemp�o, el presidente de Alemania ha enviado un homenaje de dos
.
vescentes. pagmas, mnguna palabra llega de ningún funcionario público de América,
En abril de 1 905, Henry James escribía acerca del Coronado diciendo d?nd_; «La p �bre procesión va sin músi�a». Tampoco, por supuesto, llega
.
que le había mantenido despierto el «lánguido rumor del Pacífico ». Pero, nmgun mensaJe de aquel despoJo del desierto en el que Stravinsky ha vivi­
en realidad, se trata de un fuerte ruido, especialmente al romper las olas do durante veintisiete años. En realidad, el único reconocimiento del ani­
contra las rocas que hay frente a mi ventana. La playa es ancha como la versario en su propia comunidad fue un concierto ejecutado por la «Be­
de Copacabana, y la arena es fina, suave y aparentemente blanca, aunque verly Hills Symphony» , dirigida por él mismo hace cuatro meses a un
las huellas dejadas por los pies se tornan oscuras después de haber dado precio muy reducido que aún no ha cobrado. Por eso dejamos constancia
algunos pasos. Durante la bajamar, la playa es un montón de residuos pro­ del hecho. En tanto que el ochenta y cinco aniversario del más grande
cedentes «del limo y del fondo del mar » : montones de algas marinas ; una de los compositores que aún viven está siendo celebrado en el mundo en­
planta procedente de algún fantástico j ardín subacuático, con una larga tero por medio de festivales completos y por un sinfín de conciertos y eje­
trompa como la de un mosquito o el pico de una alcuza. cuciones aislados, a ninguna organización del valle de lágrimas causadas
Las medusas se estremecen sobre la arena, algunas de ellas parecidas por el humo y la niebla, que él ha honrado durante tanto tiempo con su
a la glicerina y de purpúreas venas, otras en forma de páncreas humano, residencia, se le ha ocurrido siquiera la idea de dedicar un programa a
otras como téte de veau ; los tentáculos amputados de medusa p arecen ca­ tal acontecimiento. No la Filarmónica local ( sumamente local), ni que decir
rámbanos blandos, y abundan mucho por allí. Descubrimos una gaviota tiene, sino tampoco los Festivales Ojai, que tuvieron la satisfacción de
muerta, con las garras hacia arriba, como para alejar a un enemigo, y un contar con él por un tercio de su tarifa normal en una época en que ellos
mújol muerto, con sus cuneiformes alet�� en parte ente�radas en la arena; pudieron hacer uso de su nombre, pero que este año se han visto seducidos
. por el fulgor de atracciones momentáneamente más caras, aunque a la
Vera, cual si tuviera miedo de los espmtus de esas criaturas, sostiene la

211
210
larga han de resultar mucho más baratas. En realidad, el crítico de arte del del tipo del periodista exhibicionista y fachendoso, y , en realidad, raramen­
«Los Angeles Times» fue el único que reconoció la necesidad, para Los te he visto a nadie que se porte de una manera más amable y gentil con
Angeles, de un concierto, pero cuando se buscó el permiso para que los Stravinsky, a quien dice, al llegar : «Es éste un honor muy grande para mí;
músicos prestasen su cooperación, el Sindicato de Músicos se negó, alegan­ espero que no le estaré haciendo perder su precioso tiempo» .
do que ello « sentaría un precedente » . ¿ Un precedente para quién ? ¿ Acaso Habla d e l a reposición d e Las bodas realizada por Bronislava Nijinska,
es inminente un diluvio de Stravinskys ? ¿ En Los Angeles ? y dice que ha constituido una gran lección para él mismo. Los Stravinsky
Vera desenvuelve algunos de los regalos que han venido acumulándose hablan entonces de la recepción que se les hizo a ellos en la U.R . S . S . , y
durante las pasadas semanas, identificando para Stravinsky cada uno de esto le pone a él un poco nervioso. Al citar Vera a Nancy Mitford sobre
los remitentes . ¡ Cuán terriblemente perdido se encontraría sin esta mujer ! la « evidente impresión de que en la Unión Soviética el dinero no tiene nin­
Ella le traduce porciones de conversación que a él le han pasado por alto, guna importancia», él no puede por menos de interrumpirla. « Claro que
y le suministra sinopsis, que suenan de un modo divertido, en ruso, de no tiene importancia. ¡ Como que no hay nada que comprar ! Ni automóvi­
chistes americanos . Para estar con ella unos minutos, él suele emprender el les, ni casas, ni siquiera comida. » Pero habla con gratitud de la señora Furt­
largo camino que conduce a su estudio, e incluso desafiar los humos tere­ seva, la ministro de Cultura, la cual le descubrió durante la temporada del
bintáceos que hay allí dentro. Y ella es más amable y paciente con él a Bolshoi Ballet en París . «Una tarde, en una recepción para los bailarines,
medida que van haciéndose más difíciles los días que transcurren ; ha co­ me señaló a mí y le dijo a uno de sus validos : " La próxima vez, ése efec­
menzado, por ejemplo, a llevárselo al supermercado, porque así puede apo­ tuará el solo de danza " . Y así fue. » Poco después, al explicar su defección,
yarse en el carrito en vez de hacerlo en el bastón, e incluso empuj arlo, y dice que «los bailarines soviéticos estaban aloj ados en un pobrísimo hotel
de esta forma se siente útil a ella. cerca de la Place de la Bastille, donde nunca veíamos nada de París. En­
La tensión emocional del cumpleaños debe de haber sido muy grande, tonces, un día me ent�ré de cómo podía utilizarse el " metro " , y lo cogí
y por lo menos algunos de los mensajes de viejos amigos que decían las co­ para ir a los Champs-Elysées. Caminando desde allí hasta el Sena, resolví
sas que los amigos siempre quieren decir, pero raras veces dicen, forzosa­ no marcharme nunca más ; París era para mí el lugar más maravilloso de la
mente hubieron de conmoverle; la carta de Nadia Boulanger, por ejemplo, tierra. Pero, díganme : ¿ por qué los émigrés rusos, en París, y en Califor­
aludía claramente a la muerte. Ahora bien, Stravinsky nunca fue dado a nia, y en todas partes, sienten tanta nostalgia por una Rusia que la mayoría
cavilar sobre las seguridades de las compañías de seguros, ni ha dado hoy de ellos no han visto j amás ? » Vera sugiere que una parte de la razón se
muestra alguna de sentimientos ñoños y ridículos acerca de su edad . Sin encuentra en la literatura rusa, y es verdad que muchos de los refugiados
embargo, me alegraré de volver a verle más combativo, y por esto resulta que ella conoce viven en un mundo de libros rusos, y jamás han aprendido
reconfortante la respuesta que le ha dado a uno que, al felicitarle, le ha otras lenguas. Nureyev replica que «Un refugiado tendría que vivir con
preguntado si le agradaría vivir tanto como su bisabuelo ( 1 1 1 años ) : <'No, arreglo al modo de vida del país de adopción» . ¿ Es así precisamente como
los impuestos son ahora demasiado altos » ; y por esto nos hemos sentido vive él ?
muy aliviados, después de la fiesta, al oírle decir que tenía mucha prisa por Junto a Stravinsky, flaco y amojamado como el Mahatma Gandhi, Nu­
desembarazarse del cumpleaños y volver a reanudar la tarea de compo­ reyev tiene un aspecto impertinentemente saludable. Al entrar en el cuarto,
sición. identifica un Klimt del tamaño de una tarjeta postal, y continúa estudiando
los objetos de arte que hay encima de mesas y paredes, mirando hacia és­
1 5 de ¡ulio tas, y después hacia Stravinsky, como si tratase de captar el «lenguaje de
los objetos » de la casa ( ya que, después de todo, las personas se encuentran
Hollywood. Nureyev y la Fonteyn vienen a tomar unos aperitivos, di­ implicadas en sus posesiones), que constituye simplemente la obsesión de
rectamente de un ensayo, lo cual en parte excusa el atuendo de él : panta­ Stravinsky por todas las cosas minúsculas. La señora Margot, muy flexible
lón corto de tenis, blanco, suéter blanco, sandalias blancas. Visto de frente y hermosa, describe el arresto de que fue objeto en San Francisco , hace
podrá tener aspecto «faunesco », pero viéndole primero por detrás , con unos días, bajo la sospecha de poseer marijuana, diciendo que fue cacheada
el pelo largo y descuidado, de la época de Beardsley, podría creerse que a flor de piel por una empleada del Cuerpo de Prisiones que pretendía que
se trata de una mujer despeinada. Sin embargo, es completamente diferente la señora Margot era su « ídolo» .

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�l
principio, St;avinsk?' había des � ado evitar esta visita, pero durante sitor para el teatro, esta ópera tiene, en cierto modo, éxito. ( ¿ Podría un
!a :iiis?1a se m �stro especialmente animado, en parte debido a que Vera ejecutante apreciar menos una obra, y, sin embargo, ejecutarla ? ) Por lo
msmuo que esta siendo hecho un informe de su estado de salud ' cosa que ' menos, es digna de la escena; y por muy insípido e imperfecto que pueda
al parecer, no se le había ocurrido nunca. ser el libreto, no obstante, es un verdadero libreto, a diferencia del de
Mathis . Además, inspira a Hindemith, que no es poco decir; en realidad,
* * * a veces se supera a sí mismo, corriendo su yo rutinario en pos de su yo
inspirado, aunque raramente lo alcanza .
Por l � noc�e esc�chamos grabaciones de Fischer-Dieskau de partes de Las debilidades generales vienen compendiadas por la obertura, terrible­
W,znterrezse,
. Dzchterlzebe y el Opus 3 9 Liederkreis, así como algunos de los mente sosa y pesada. Ante todo, las unidades de forma y el ritmo son cua­
�te�er de Bra�ms, !' el Spanisches Liederbuch. Los dedos de Stravinsky van dradas y como bloques, lo cual es adecuado, por lo menos, al paso pedes­
siguiendo la ejecuc10n , grabada del piano en las canciones de Schumann de tre. Asimismo, la música es tan pesada, que parece como si se hubiese es­
las cu�}es � olicita escuchar tres veces «Am leuchtenden, Sommermorg �n». crito primero la línea del violoncelo, y la orquestación subraya este peso en
Tambien sigue las entradas vocales, hojea partituras e n busca d e un detalle la parte trasera, tocando la tuba casi tan continuamente, al parecer, como
o de una comparación, y dos o tres veces se adelanta impaciente en busca la flauta. Pero casi cada línea es doblada muchas veces, y octavizada y do­
d e la canción siguiente : Su respuesta �. algo que le sorprende .como excep­ blemente octavizada (el pequeño toque de pífano en 16 va. ).
ciona� mente bello consiste en un grumdo staccato, pero un upo de ruido
. El argumento es más vigoroso que las caracterizaciones . Con excepción
p�rectdo se convierte en un quejido cuando algo le desagrada o es dema­ de Cardillac y el coro, en realidad, todos los personajes son maniquíes
s �ado herm�s �. ( « E� ?ermoso, � ero no es para mÍ», constituye un comenta­ solamente animados por alguna forma de vida. Esta ópera podría presen­
no car�ctenstico, upico, por ejemplo, con referencia a Chopin. ) The Pro­ tarse con mayor provecho si el primer acto fuese tratado como un prólogo
phet Bzrd en las Waldszenen, le encanta, por ejemplo, y le merece varios o máscara. Su argumento y caracteres están autocontenidos, y, hablando en
aplausos en staccato, pero The Wayside Inn es demasiado Schumann sentido figurado, la acción podría tener lugar delante del telón, como el
para su gusto : «La señal AAA de aprobación sobre la puerta» . Y Brahms Prólogo de Ariadne. Los otros actos podrían quedar entonces como dos
le cansa en su conjunto ( «demasiadas Regenlied, y, comparado con Schu­ escenas igualmente equilibradas, lo cual ayudaría a concentrar la posición
mann, es mero formalismo ; l � que más admiro de Brahms es su saber, que músico-dramática de Cardillac no cantando hasta el acto segundo.
no es e � absoluto lo que conviene» ) , pero le agrada Herbstgefühl, y admite La finalidad y las proporciones de la primera escena son demasiado gran­
Du sprzchst y el tercero de los Ernste Gesange. De las canciones de Wolf des para el equilibrio del acto. Esta amplitud, además, aparece completada
le atrae mucho «Herr, was tragt der Boden hien> . 1 por un río incesante e inagotable, no de invención, sino de notas, que pa­
recen expendidas a granel. En la segunda parte del acto, desequilibrada, se
efectúa la presentación de la condesa y el galán en recitativo formal, pero
26 de iulio esto resulta estilísticamente desorientador, ya que es el único que hay en
la ópera. Sin embargo, el minueto que viene a continuación demuestra que
� anta Fe. ?sta noche, en medio de un calor sofocante y de relámpagos Hindemith, por lo menos, ha estado escuchando óperas, en este caso La
en cielo despej ado, y al cabo de cuatro semanas de ensayo, dirijo el estreno Boheme:
norte �mericano de la versión original de Cardillac. Esta noche, sin embar­ Piccolo ( Sva )
. .

ftr?tlfJ EU 1 r
go, mis sentimientos son que, a pesar de unos trozos de música realmente
mala, de otros de música indiferente y de la falta de aptitudes del compo-
3 . 3


1 En mayo de 1968, en San Francisco, arregló la parte de piano de esta canción
¡unto con la de W unden triigst du mein Geliebter, para tres clarinetes, dos trompas
. Asimismo, en esta escena se aprecian influencias de Gershwin, y el me­
Y quinteto de cuerda. Una de las razones que le impulsaron a ello, según dijo en­ tal enmudecido en la parte del galán del recitativo deriva, aunque débil­
tonces, fue la de que «Wolf usó octavas sólo para obtener más sonido . . . Tenía un
oído maravilloso y un maravilloso sentido de invención, pero muy poca técnica». mente, de Wozzeck, comparado con el cual, Cardillac es aproximadamente

214 215
tan profundo como la laguna que se supone refleja el sonido detrás de la llac y el Oficial n o e s intencionadamente cómico como s i lo e s en realidad,
platea: por ejemplo, dos pulgadas de profundidad. Asimismo, W ozzeck es el estilo musical del guerrero feliz:
la fuente de suministro para los finales de percusión de los actos I y II, y
para la música de taberna en el acto III, donde lo que se ha tomado de
Lully suena notablemente teutónico.
�a línea vocal del aria del caballero es moderadamente interesante, pero
la pieza se echa a perder por culpa de vulgaridades tales como los sonidos
de trompeta repetidos tres veces : es un cartón recortado del húsar de Mavra ; lviavra, dicho sea de paso, cons­
s tiempos tituye una clara influencia sobre Cardillac, comenzando con la orchestre
d'harmonie con cuerdas superiores ligeras, salvo que lvf.avra, en compara­
ción, es tan escaso y liviano como papo de cardo. En la escena siguiente,
Cardillac pere et fille, se matricula en un ejercicio de fugas que es el vade­
y en ocasiones queda casi hundida bajo su propio peso orquestal. Al pare­ mécum de la pesadez contrapuntística. Por más que se afane, por mucho
cer, la generación de Copland ha encontrado irresistible el aira de la con­ que se esfuerce, simplemente Hindemith es incapaz de dejar caer una gota
desa, y por esta razón, en parte, la « apertura» y « sencillez» del original ya de pasión, o sea, de música.
no se considera muy importante entre sus cualidades más embriagadoras. La regia visita al taller de Cardillac es música, al menos, y la idea de
La pantomime que pone fin al acto es el hecho más intrascendente de restringir el canto a Cardillac, mientras los otros permanecen en silencio,
esta ópera. Pieza de concierto, bastante agradable en sí misma, no contiene es eficaz teatralmente. Pero la pieza subsiguiente vuelve al estilo de Mavra
mensaj e alguno que guarde relación con la acción dramática, e incluso da la con malísimos resultados, y la escena de solo del loco Cellini, ahora un
impresión de proceder de otra obra, una « suite» de danza «im alten Stil » , genio-loco inventor de las historietas gráficas, es aún peor. Su canción
por decirlo así, y de haber sido incluida por error, después de que un em­ temática desde el comienzo del acto vuelve adornada con un obbligato de
paquetador, sobrecargado de trabajo, en la fábrica de Hindemith, hubiese cuerda cómicamente convulsiva, y éste va seguido de una coda de j azz que
mezclado las diversas partes. resulta literalmente indescriptible, ya que es imposible saber cuáles son las
La introducción orquestal a la escena de Cardillac chez lui describe intenciones dramáticas de la música.
las chapucerías del orfebre con cómica y excesiva explicitud, y el aria mis­ El Acto III tiene lugar a un nivel más alto, pero los compases están
ma, un verdadero desastre, añade partes egregiamente callosas de saxofón medidos chapuceramente . En tanto que se atravesó un acre de paisaje mu­
y campanillas a la descripción y disipa toda esperanza de poder mantenerse sical preparatorio antes de la entrada, muy poco dramática, de la señorita
uno serio. {Me refiero a mí mismo, evidentemente : la gravedad del audito­ Cardillac, aquí la música asignada para trasladar el coro desde los bastidores
rio es total . ) Tampoco son las seducciones de la parte vocal lo suficiente­ hasta la escena apenas basta para la intervención de los tenores. Y el grito
mente grandes como para dar a la pieza la popularidad ( «La canción de Car­ del Mercader de Oro a los Guardias, por las razones que sea de mal aplicada
dillac» ) que en forma tan evidente perseguía el compositor. La discusión economía, se produce simultáneamente con el diálogo entre Cardillac y el
metalúrgica con el Mercader de Oro que sigue luego resulta inaudible a Oficial, y por esto no se oye. La instrumentación del aria del Mercader de
causa de la orquesta, pero su dúo es una buena pieza, y la base para la Oro es intolerablemente engorrosa, podríamos añadir, y el Cuarteto, que
mejor idea instrumental de la partitura, el trío para violín, viola y piano es una pieza prometedora inicialmente, y con la que, evidentemente, el autor
en [ H ] . intentaba escalar una cima ( en realidad, soplando muy fuerte en sus manos
El aria de la hij a de Cardillac no tiene mucho de canto de sirena, y las ateridas de frío, para descongelarlas ), concluye en las cadencias más ram­
mesas, sillas y paredes de la escena añaden bien poco color a los argumen­ plonas que cabe imaginar. Pero la escena de la Hija y el Oficial contiene
tos musicales o dramáticos. Pero el aria es en primer lugar una pieza instru­ buena música, y este adjetivo no hay que atribuirlo enteramente al valor
mental, un trio-concerto, y su marco instrumental resulta excesivamente de la escasez ; tanto si se trata como si no de una mera coincidencia . es
grande. Parece como si Hindemith no hubiese confiado en las voces o en la única música en toda esta ópera que posee fluidez rítmica, irregularidad
su habilidad para escribir para ellas . Tanto si el dúo de la señorita Cardi- métrica y matices dinámicos .

216 217
La música extraescénica contiene algunas buenas piezas reanimadoras, que n o h e encontrado ninguna dificultad insuperable en hacerlo con respecto
pero esta noche el director extraescénico parece haber sufrido un ataque de a otros casos, pero, después de todo, para mí, el propio Stravinskv es una
pavor extraescénico. Finalmente, la última escena redime de muchas cosas : parte del orden de la Naturaleza. El cenar con ellos esta noch� resulta
no las réplicas corales al Frere Jacques ( en modo menor, como en Mahler), triste, tanto más cuanto que ellos se muestran tan felices al verme .
o la música que sigue al frustrado linchamiento de Cellini, sino el arrullo
de réquiem, que es de lo más conmovedor que haya escrito jamás Hinde­
21 de agosto
mith. Eleva la ópera casi al nivel de los hombros al mismo final, que es
donde más cuenta el ascensor.
Nueva York . Una alarmante llamada telefónica de Vera durante mi
sesión de grabación esta noche, diciendo que se había descubierto que Stra­
vinsky tiene una úlcera sangrante, que ha sido llevado a los «Cedros del
27 de julio
Líbano » y que ha perdido más de la mitad de su sangre. Dispongo lo nece­
sario para coger el avión y regresar inmediatamente.
A la una de la madrugada abandono una fiesta para los artistas de
Cardillac, y, no pudiendo dormir, estoy impaciente por escribir las opi­
niones precedentes : espero olvidar muy pronto esta ópera, pero si hubiera 1 3 de septiembre
de tropezarme nuevamente con ella, quiero comparar las impresiones anti­
guas con las nuevas . Luego, durante el desayuno, llega la horripilante Hollywood. Los quince días en el hospital y los nueve siguientes en
noticia de un imprevisto final wagneriano: un incendio, que al parecer se casa, en cama, han debilitado extraordinariamente a Stravinsky. Ha perdido
declaró hacia las tres de la madrugada, ha destruido completamente el esce­ ocho kilos (uno se pregunta de dónde, ya que estaba muy flaco ), y con el
nario y el auditorio, incinerando el « attrezzo» de Cardillac, vestidos, y actual régimen, tan frugal, no podrá recuperar gran cosa. Su caja torácica
asimismo parte del instrumental de la orquesta : violas, violoncelos, arpas, nos recuerda algunas fotografías de Buchenwald, y él se quej a de que todas
y, en realidad, todo lo que había de combustible en el teatro, que ahora sólo las terminaciones de los nervios en su cuerpo, del que sólo queda la piel
presenta el triste aspecto de cenizas y restos carbonizados . Habiendo sido y los huesos, le duelen. En los análisis de sangre, uno de los componentes
cancelada nuestra segunda ejecución, me traslado en automóvil a Albu­ resulta demasiado pobre y el otro demasiado rico, y, para complicar más
querque, y de aquí, en avión, a Los Ángeles . las cosas, el remedio indicado para el uno resulta «contraindicado» para
.El volver a ver a los Stravinsky, aunque n o sea más que después de el otro . El nivel de su ácido úrico es también alto, y cada dedo de la mano
una breve separación, me emociona actualmente casi más de lo que puedo izquierda tiembla como si tuviese dolor de muelas, a causa de lo que ha
soportar. Constituyen las dos personas más maravillosas del mundo, los sido diagnosticado como gota. Lo peor de todo, y lo que resulta muy
últimos supervivientes de una humanidad más rica y mejor, todo un conti­ deprimente de observar, es la derrota, quiera Dios que sólo sea temporal,
nente en sí mismos . Pero ahora son tan ancianos y frágiles, y se encuentran de aquella voluntad poderosa. Hoy ni siquiera lee, y al encender para él el
tan terriblemente solos . . . Saben la hora de mi vuelo, y cuándo han de es­ televisor, para que vea su programa favorito sobre los animales de África,
perarme ; si me retraso, irán una y otra vez a la ventana y jugarán con rehúsa volverse hacia la pantalla, diciendo : « Sólo me gusta mirarlo en el
mayor ansiedad sus rondas de solitario. Cuando llego, resulta en extremo cuarto de Vera». Le dice a Vera que vio el certificado de nacimiento de
conmovedor el verlos de pie junto a la puerta, adonde han acudido al oír él, en un sueño, la noche pasada y que estaba « muy amarillo» .
el ruido de mi taxi. Parecen, especialmente después de haber recorrido yo Vera h a puesto una toalla, con el dibujo d e u n gato, encima del diván
toda aquella zona de chatarra y suciedad de Los Ángeles, desesperadamente en el cuarto de su esposo, como si la representase a ella in absentia, aunque
fuera de lugar y también fuera del tiempo, porque, cuando estoy lejos, raras veces se ausenta, y esto parece que a él le levanta el ánimo cuando
tiendo a pensar en ellos como si ya perteneciesen al pasado . Por consi­ ella se encuentra fuera de la habitación. Sería muy adecuado, si ha de ser
guiente, el verlos después de un intervalo constituye un vivo recordatorio así, que sus últimas creaciones fuesen una declaración de fe religiosa, un
de la vejez, algo que me advierte con dolor de una pérdida inminente. Sim­ réquiem, y luego una pieza personal para el ser humano que más ha signi­
plemente no puedo aceptar su desaparición como algo natural, en tanto ficado en su vida.

218 219
ideograma de «mujer», repetido tres veces . También habla sobre La madre
de Gork� , que está releyendo. «La leí cuando se publicó por primera ve�
25 de septiembre y estoy mtentando aho �a leerla de nuevo, probablemente porque quiero
,
volver dentro de mi mismo . Pero no es una novela buena. Gorki no es
ciertamente el " gran " escritor que yo esperaba que llegara a ser el escritor
que .Tolstoi sigue siendo todavía incluso en lo peor de su obra '. La indife­
Hoy se ha producido un señalado cambio, cuyo síntoma ha sido un
berrinche causado por parte del contenido del correo : una carta de un
admirador ; un formulario del Who's Who ; una petición para que llenase ren�ia que manifiesta Gorki hacia el " estilo " es legítima, por supuesto, pero
un cuestionario sexual ( Stravinsky recibe muchas circulares de este tipo ) ; no mvt;n �a nada para poner en el lugar de aquello que a él le desagrada,
una cinta magnetofónica d e una «balada compuesta con una armónica por y es mas important� mostrar lo que a uno le gusta que lo que le disgusta a
, .
un piloto de una línea aérea durante el vuelo », en la que se pedía a Stra­ uno . » La comparac1on que hace con Tolstoi me trae a la memoria el famoso
vinsky su opinión, que ha sido ésta : « Tendré miedo de volver a volar» . comentario de Gorki acerca de su gran predecesor, y que, me doy cuenta
.
A l alargar la mano para coger un pañuelo Kleenex y encontrarse con que de ello repentmamente, describe exactamente mis propios sentimientos con
es el último de la caj a, arroja violentamente la caj a vacía al suelo . Vera respecto a Stravinsky : «Mientras viva ese hombre sobre la tierra ' yo no
le advierte cariñosamente, como si fuese un niño pequeño, diciéndole que estaré huérfano » .
probablemente la caja se quedará allí hasta que se vaya acumulando un Viene a cenar George Balanchine, roncando y resollando como si tu­
.
montón de ellas. « Quizás entonces el que la ha tirado se dará cuenta de viese la fiebre del heno, con espasmos nerviosos como si hubiese con­
que no tenemos a nadie que nos recoja tales cosas del suelo . » traído el tic douloureux. Lleva pantalón a cuadros, zapatos con hebilla de
L a mesita d e noche, al lado d e l a cama, contiene u n gran número de plata, chaqueta azul con botones dorados, tiene el aspecto de un spiv, pero
objetos, tales como plumas, cartapacios de música, pinzas, secantes, así al llegar se pasa media hora de práctica de piano muy conservadora. Des­
como el reloj de oro Fabergé que el zar Alejandro II regaló y mandó gra­ cribe el «ballet» de Salomé, ahora coreografiado por Suzanne Farrell, utili­
bar para el padre de Stravinsky, y la crucecita de oro, y la medalla de zando movimientos mudrescos, y me pide que le sugiera alguna música
plata de la Virgen, que Stravinsky ha llevado alrededor del cuello desde de Berg que resulte adecuada para ello ; pero Reigen, la única posibilidad
que fuera bautizado . Libros, diccionarios, caj as de Kleenex Tamaño Adulto que s � m e ocurre, es demasiado amplio orquestalmente, y, al igual que las
.
varzaczones y el adagio de Lulú, que también ha estado considerando
están amontonados en el suelo, alrededor de la cama. Para recordarle su
necesidad de beber agua, hay hoj as de papel en las que la mano de Vera él, es de carácter demasiado rebuscado y demasiado explícito dramática­
ha escrito « agua » y «H2Ü », fijas en las paredes y en los muebles, sujetas mente. Sospecho que la concepción de Balanchine se basa sin duda en la
en la papelera con el retrato de Chaikovski , y esparcidas por muchos otros circunstancia de que el « strip-tease» de los siete velos, como . el de Astarté­
lugares. Traducciones al ruso, hechas por Vera, de recetas de medi cinas Ishtar, con�luiría actualmente en un desarropamiento completo, y que la
danza podna mostrarnos a Salomé, como la Reina de Alicia en el Pah de
l�s !J.aravillas ( « ¡ Que le corten la cabeza ! » ), queriendo una parte de la
aparecen fijas a la cabecera de la cama y también en una mesa de tocador,
que, además, está atestada de bandej as, termos, vasos y botes de leche, pa­ .
quetes de galletas, vasos de papel para las dosis de cada cuarto de hora de victima muy diferente de la que en realidad obtiene. Asimismo, Herodes
Gelusil, frascos de plástico y de vidrio con medicamentos . Stravinsky lleva podría revelarse como el arquetípico Humbert Humbert que se casa con la
su propio inventario farmacéutico y sus propios registros de las medicinas madre por causa de la hij a (o como el Barón de Charlus adulando a Madame
que consume, trasladando esta información a un dietario rojo, y en esta de Surgís a causa de los hijos de ésta), lo cual puede constituir el prototipo
de un problema en la propia historia del señor Balanchine.
El señor Balanch �ne pregunta por la nueva pieza de Stravinsky, y al
extraordinaria crónica anota incluso un estornudo y un golpe de tos . En
días mejores, las recetas están completamente especificadas , y las reacciones
contestarle el compositor que es muy poco lo que tiene terminado de ella
le dice que querría hablar dos minutos de música, porque « están destinado �
elaboradas en detalle, pero en los días peores, las identificaciones son bre­
ves : «Tomar una cápsula de color oscuro a las 2 ,30 y dos blancas a las 3 ,45 » .
Hoy permanece sentado l a mayor parte d e la tarde, contándome, con un a ser una píldora atómica » . Stravinsky le muestra entonces la partitura de
dejo de su antigua ironía, que Hideki, nuestro cocinero, le ha enseñado La lechuza y el minino, diciendo que la canción «debería representarse un
el ideograma j aponés que significa «ruido», y que resulta ser el mismo poco gritada, un poco maullada, un poco gruñida para el cerdo ». Entonces,

220 221
el señor Balanchine hace algunas preguntas relativas a Russlan, que él tiene nuadz ciert �mente i:arece más justa que la salvaje extinción de vidas jóvenes
proyectado dirigir en Hamburgo. Todavía va en busca de Stravinsky para totalmente mcumphdas en una guerra absurda . Pero aquello que a distancia
que le dé ideas, y se comprende, si tenemos en cuenta que algunos de sus puede parec�r el más ? atural de los acontecimientos, puede antojársenos
«ballets» de más éxito (por ejemplo, la Sinfonía en Do, de Bizet) procedían sumamer;i te innatural visto de cerca. A cualquier edad y en cualquier cir­
de sugerencias de Stravinsky. cunstancia, la muerte representa una pérdida inconmensurable · o acaso si
Al entrar Balanchine en el dormitorio de Stravinsky, éste, muy cons­ in �ento medir la pérdida de Stravinsky, resulta algo muy parecÍdo a la v'ida
ciente de su pérdida de peso, le dice : « Como ve usted, al igual que todos m� sma. Las consecuenci �s de su existencia reportarán en el futuro alegría a
los norteamericanos, me estoy reduciendo» . millones de personas, mientras que muchas, por no decir la mayoría ' de las
otras existencias, sólo consiguen contribuir a aumentar los males del género
humano. Pero, por extraño que parezca, no encuentro compensación ni
8 d e octubre consuelo en esa idea.

Hacia las cuatro de la tarde, Stravinsky se queja de haberse enfriado, y . . . la cáscara que el viento se lleva.
de que sus dientes comienzan a klapper, como él dice. A las cinco, tiene Pero la luz canta eternamente . . .
1 0 1 º F de temperatura, lo cual, en su estado de debilidad, resulta muy
alarmante; ahora apenas puede navegar por la habitación, y sus hombros dice el s eñor Pound, pero ahora no me interesa la luz eterna ' sino sólo
y torso se hallan tan descarnados como una percha. Una pulmonía, o incluso la vida por la que ruego que un día vaya a esa luz . . . Bueno, Stravinsky
la gripe, podría causarle la muerte. Sin embargo, sus pulmones parecen aún dista mucho de ser una cáscara.
limpios, y los dolores fulminantes de que se queja son evidentemente abdo­ Ahora me doy cuenta de que en años recientes había ocultado tan a
minales . Pero, cuando le pido que los describa, se yergue en su asiento y menudo mis verdaderos sentimientos para con él, precisamente por temor
dice : «Temor» . Poco después de esto empieza a orinar cada cuatro o cinco de que llegase este momento. Ayer por la noche esos sentimientos fluyeron
minutos, lo cual podría ser indicio de una infección causada por cálculos a raudales incontenibles como resultado de una hora extraordinariamente
de la vejiga, formados por la elevada tasa de ácido úrico . lúcida con él, durante la cual me habló y discutió sus ideas conmigo en la
Al volver a entrar en el cuarto a las siete de la tarde, le encuentro forma en que solíamos hacerlo hace años. Entonces comprendí que él no
rezando : «Gospodi, Gospodi», una y otra vez, con la cabeza vuelta hacia piensa que no haya de progresar. Y puede progresar, desde luego, en aquella
la pared. Al fin viene un médico y le receta Gantrisin. Al comienzo del mente ilesa e intacta suya, pero solamente en ella, y eso es lo trágico.
examen del doctor, el pulso de Stravinsky es rápido, pero tan pronto como Desde que los conozco, � travinsky y Vera se han besado siempre cada
está convencido de que la verdadera causa de su malestar era una infección vez que ven aparecer en el cielo la luna nueva, promesa de renovación. La
de la vejiga, el pulso vuelve a su ritmo normal y la temperatura desciende luna es nueva esta noche, pero ellos no la ven, y por eso parece como si no
un poco; había tenido unos instantes de terror a la muerte, y experimentaba hubiese futuro.
tanto miedo como nosotros a contraer una pulmonía. Vera dice que toda
la noche la pasa acostada en un diván, a los pies de la cama de su esposo, 28 de octubre
y que éste no hace más que volverse de un lado para otro, revolviendo las
Stravinsky tiene la cabeza muy clara y despej ada mientras cenamos con
Suvc�insky, y así ha estado desde que ayer llegó su viejo amigo. Escucha­
sábanas como si quisiera hacer un nido con ellas, incapaz de olvidar el
espectro que le atormenta.
Un hombre no está más dispuesto a dejar la vida porque ésta haya mos ¡untos Las bodas, y, después de que Stravinsky se ha ido a la cama
sido rica, larga y plenamente satisfactoria, sino más bien lo contrario, y los Requiem Canticles. Estos últimos, sugiere Suvchinsky, « son ritualístico �
más aún en el caso de Stravinsky, debido a que él sabe ( como lo sabemos de una forma antigua, atávica, sin ser ni paganos ni cristianos, pero sin
nosotros ) que hay más de todo eso en él. Tampoco entra en considera­ evitar tampoco intencionadamente lo uno o lo otro, como parece hacerlo en
ción, si no es de un modo muy remoto, la «naturalidad» y la «justicia» en King Lear. El postludio», prosigue diciendo, «es uno de estos finales, como
que la terminación de una vida de sesenta y cinco años de creación conti- el de Las bodas, que no termina, o termina en una infinitud, y en el que

222 223
Stravinsky agrega una dimensión a la mus1ca occidental, más allá de los competente ? ¿ O , si no hace dos meses, entonces tan pronto como se vio
compositores clásicos . Piense usted, como término de comparación, en el que la colquicina y los medicamentos a base de drogas prodigiosas para
final de una sinfonía de Beethoven o de Brahms, que simplemente suena l � got � n? aliviaban el dolor ? Además, ¿ es una gota repentina un pronós­
más fuerte a cada repetición» . tico siquiera remotamente razonable para un hombre de la complexión,
Suvchinsky sostiene que en la raíz de la pasión de Stravinsky por el tem? eramento y hábitos inveterados de Stravinsky ? Y, finalmente, ¿ cómo
orden se encuentra una neurosis, y discutimos un nuevo e importante en­ pudieron los cuatro expertos doctores, en quienes ahora no confiaría vo ni
sayo sobre « Orden religioso y desorden mental en una comunidad rural tanto así, aceptar la teoría de la gota y pasar por alto la posibilidad del
de Gales del Sur» ( en « Social Anthropology of Complex Societies » ). Ar­ bloqueo circulatorio en un hombre que ha sufrido de policitemia durante
guye, además, que el trasfondo ruso de Stravinsky constituyó para su doce años y cuyo cómputo de plaquetas es de dos millones ? He ahí un
desarrollo como compositor una desventaj a mayor que la que para Schoen­ milagro de la ciencia moderna.
berg representaron la incomprensión y la oposición de que fue objeto . « Si Se ha decidido tratar de dilatar los capilares coagulados mediante el
usted hubiese visto cuál era su procedencia en Rusia, desde el punto de bloqueo del nervio con inyecciones de novocaína, y como que esto entraña
vista tanto familiar como musical, creería usted en el genio . » ( Ya creo en riesgo en un hombre de la edad de Stravinsky, la operación sólo puede
él. ) «La psicología creativa de Stravinsky ya está cabalmente formada en la realizarse en el hospital. Procurando reprimir las lágrimas y los temores,
época del Pájaro de Juego; no obstante, y, a partir de entonces, ya jamás le hago la maleta y lo llevo al hospital a primera hora de la tarde, lleván­
cambió en lo esencial. Fue un artista " encasillado " desde el comienzo . . . dolo prácticamente desde su cuarto hasta el coche, porque está como embo­
Claro está que nunca formuló una doctrina del neoclasicismo, sino que sim­ tado por los medicamentos y apenas puede dar un paso.
plemente hizo música de todo lo que encontraba a mano, que era lo único La inyección no se le administra hasta las siete, después de una segunda
que podía hacer, dadas las limitaciones de la música de la que él había consulta con un segundo cardiólogo vascular, pero cuando volvemos al
surgido . . . Pero ya es hora de que se ponga fin al mito Diaghilev. Lejos hospital a las once, los dedos están aún más horriblemente negros Los
de haber descubierto él a Stravinsky, la verdad es que Stravinsky se cruzó cirujanos hablan ahora de ello como si fuese gangrena, y mencionan la
en su camino, y Diaghilev jamás comprendió cuán grande era el genio de terrible posibilidad de amputación, advirtiéndonos de un alto peligro de
Stravinsky. » Y con esto, Suvchinsky repite una anécdota referida por Stra­ pulmonía, ya que Stravinsky ha permanecido mucho tiempo en la cama.
vinsky sobre la reacción de Diaghilev al final de Petrushka : « " Pero , ¿ ter­ Llevo a Vera a casa, y luego hago yo lo propio, pero no puedo pasar
mina usted con una pregunta ? " » . « Bien», solía añadir Stravinsky, «al me­ por delante del estudio y dormitorio de Stravinsky, o mirar a su oscura
nos esto sí que lo ha entendido » . ventana desde mi cuarto, ni, por supuesto, dormir; y cuando, finalmente,
me voy a la cama, recuerdo y echo mano de todas las oraciones que había
aprendido en mi niñez .
2 de noviembre

La mano izquierda «gotosa» de Stravinsky se ha vuelto repentinamente 3 de noviembre


negra. Un nuevo equipo de doctores , después de celebrar consulta esta
mañana temprano, atribuye este cambio de color a bloqueo circulatorio El color de los dedos ha mejorado ligeramente después de la tercera
causado por un cieno de plaquetas, en la proporción de unos 2.000.000 en inyección de novocaína, pero la mano aún sigue gangrenosa. Enfermo como
la última cuenta, frente a la proporción normal de 200.000. Dicho con está, sin embargo, y a pesar del ofuscamiento mental causado por los
otras palabras, los dolores en los dedos que padeció durante las pasadas sedantes, Stravinsky aparece radiante, respondiendo con precisión, con
ocho semanas fueron causados no por la gota, sino por este defecto de la ironía, originalmente, stravínskycamente, a la inquisición forense de sus
circulación, y las medicinas contra la gota no fueron simplemente impo­ médicos, y contestándoles, además, a ellos en inglés y alemán, y a mí y a
tentes para aliviar la mano, sino que fueron peligrosas para la úlcera. Este Vera en francés y en ruso, sin mezclar o confundir los idiomas o equivocar
descubrimiento resulta, además de frustrador, indignante . ¿ Por qué no se una palabra. A uno de los nuevos neurociruj anos que le pregunta si sueña
llamó a un especialista en gota hace dos meses, y a un cardiólogo vascular bajo el efecto de las drogas, su respuesta, para nuestro gran alivio, es que

224 225
15
sí ( Stravinsky es un soñador hiperactivo), y que los sueños son «general­ drogado como está hasta los tuétanos con codeína, Darvon, Demerol , pro­
mente buenos». Cuando los doctores abandonan la habitación para una testa, no obstante, de tan pequeña porción . « ¿ Medio ? », pregunta ; luego,
consulta, él pregunta a Vera si hoy ha pintado algo, y, al decir esto, su resignándose, arroja la paj a, con un gesto inimitablemente stravinskyano,
_ toca su vasito de papel con el mío, y para que se vea la diferencia que
voz descien_de hasta convertirse en un susurro, al parecer, sin darse cuenta
de su propio volumen, a no ser que percibe todo cuanto nosotros estamos hay entre ello y el suplicio de tomar a sorbitos la leche y las medicinas
susurrando, incluso a través del efecto soporífero de las drogas. durante los últimos tres meses, apura el whisky de un solo trago . Una
s� extraordin �ria me�indrería n� le da punto de reposo. Insiste en que sonrisa ilumina su semblante, como por primera vez en un siglo, y le deci­
le de� en en el gabmetto sm que nadie le ayude, e incluso que puede lavarse mos que ha comenzado una nueva era, imitando a Goethe al iniciarse la
los dientes completamente a solas, y me encarga que le explique a la enfer­ Revolución francesa : «A partir de hoy, un nuevo capítulo en la historia
n: era q� e no lo interprete como una grosería, pero que el caso es que se de la humanidad . . . » Pero, en realidad, el whisky, al que se había opuesto
siente mcapaz de conversar con ella. A mí me dice : «Aquí no puedo enérgicamente el gastroenterólogo, constituye un expediente desesperado,
ofrecerle a usted más que ennuis». Cuando le dej amos, la enfermera, dán­ casi el último truco empleado por aquellas blancas mangas quirúrgicas
dose cuenta de mi ansiedad, y probablemente viendo que estoy tratando de El índice de la mano izquierda es hoy de un negro azulado por encima
sofocar mis sentimientos, me sigue al pasillo y me advierte que «es un de la última articulación, pero los otros dedos aparecen casi normales, y
error dejarse implicar de ese modo», como si el «implicarse» uno en algo han desaparecido las franj as nacarinas , de color de muerte, de la palma de
fuese materia de elección, y como si una vida «no implicada», si ello fuese la mano. Él insiste en que todos los dedos están dañados, añadiendo carac­
posible, valiera la pena de ser vivida. terísticamente que « Cada dolor tiene su propia manera» . No menos caracte­
rística es la respuesta que le da a un médico que le pregunta si puede
soportar dos dolores de tres a cinco minutos más sin más codeína. Desde
5 de noviembre un profundo sopor ( sus ojos ruedan como cojinetes de bolas cuando trata de
abrirlos ) , pero también desde una insondable vitalidad, surge la aceptación
El dedo índice aparece ligeramente menos negro esta mañana, y la del desafío : « Cinco minutos » .
palma de la mano un poco más rosada; el nervio no será bloqueado hoy. Cuando vuelvo a l hospital por l a tarde, doy d e comer a cucharadas a
Como la mejoría se atribuye en cierta medida a la presencia de unas gotas Stravinsky, y tengo su mano enferma entre la mía. Dice que el calor dis­
de alcohol en el torrente circulatorio, deciden los médicos que se le permita minuye el dolor. El sentimiento mana ahora a raudales de Stravinsky, que
a Stravinsky saborear un poco esa sustancia, si es que es posible saborearla siempre ha sido un hombre naturalmente afectivo, así como profundamente
a través de la leche que Stravinsky tendría que tragar antes y después de solitario. Y no poco es el sentimiento que de él llega hasta mí, porque
ello. Así, va a recibir un poquito de whisky escocés a amplios intervalos, ahora nos sentimos muy cerca el uno del otro, tal como lo estuvimos en
y cada poquito en combinación con la leche, hasta hacer que se olvide de nuestros primeros años de convivencia; me pide que permanezca sentado
él. La prescripción provoca un gran revuelo entre las enfermeras, que dicen a su lado, y sólo consiente que me vaya si le prometo que he de volver
que es la primera vez en la historia del hospital que se ha administrado en seguida. Esta proyección directa de sentimiento, que cada uno de noso­
«bebida» al modo social. tros sería el primero en evitar en otras circunstancias, me hace difícil el
Pero Stravinsky desconfía, y no quiere creerme en cuanto al contenido reprimir la efusión líquida de mis ojos, notoriamente poco propensos a
de la botella. Tenemos que descorchada en su presencia y mantenerla un ello ; absurda propensión que yo intento excusar arguyendo que la muerte
rato debajo de su nariz, para que se entere. Lo que sigue es un despertar es diferente en el caso de Stravinsky, porque él sigue siendo aún capaz
de Finnegans . Se incorpora como si hubiese olido un frasco de sales des­ de crear : testigo de ello son los bosquejos sobre su piano y su charla de
pués de un profundo desmayo, con los ojos muy abiertos. Para demostrarle incluso ahora mismo acerca de sus ideas musicales . Y, en verdad, es ese
que no le estamos engañando con una estratagema a base de perfume, yo su poder de creación lo que siempre me ha fascinado, fascinación que todas
hago el papel de Petronio y le exhibo algo del líquido delante mismo de las personas creativas han de ejercer sobre todas las que no lo son . Pero
sus ojos, tras lo cual, la enfermera llena hasta la mitad un vasito de papel, no es ésta la razón principal por la que no puedo soportar el que vaya a
pone dentro una paj a y lo sostiene al nivel de la boca de Stravinsky. Éste, extinguirse la luz de este ser humano, el más intensamente vivo que he

226 227
conocido, al cual, desde mi niñez, mi propia vida ha estado más prox1ma a medicinas, y volvemos a ella por la noche, después de asistir a un con­
que con respecto a cualquier otra persona y que, por espacio de veinte cierto en el Museum, para oír La consagración de la primavera en la versión
años ha sido la persona más importante que ha habido en ella. Los senti­ a cuatro manos. El programa del Museum incluye también un grupo de
mientos que en mí predominan son simplemente los de amor hacia mi canciones de Schubert, cantadas no sólo sin Schwarmerei, sino también
mejor amigo, y de admiración por la lucha y la voluntad, y el valor, y el sin voz ; el minueto de piano de Webern, que tiene la duración suficiente
temple de este anciano. para que a uno se le ocurra pensar que jamás un compositor había sido
Hasta qué punto se halla presente la muerte en sus pensamientos, es aporreado tan rápida y cruelmente ; el Adieu de Stockhausen, que contiene
algo de lo que no tengo idea; esto se verá más tarde, si vive. Pero es evi­ algunas nuevas sugerencias instrumentales sobre el llanto ; y la Pastora/e
dente que gran parte de sus sufrimientos mentales en estos últimos años de Stravinsky, que, con negras, en vez de corcheas, como unidad de tiem­
se deben a que no ha llegado a considerarse a sí mismo propiamente como po, es casi el doble de rápida para el carácter de gopak que tiene la pieza.
una persona anciana. En su propia mente, él no tiene ochenta y cinco años. La ejecución de La consagración es animada, aunque el timbre es monó­
tono, desequilibrándose o perdiéndose frecuentemente las líneas principales,
* * *
y generalmente en exceso rápidos los tempi, porque, los pianos no son
capaces de sostenerlos . Pero el efecto causado en mí por esta ejecución y
Se ha producido una resurrección entre nuestras segunda y tercera visitas
por el concierto en general, es sumamente deprimente. Ha hecho que el
de esta noche, y de todas las ironías providenciales, es posible que el whisky
propio Stravinsky pareciese más remoto y que me preguntase a mí mismo
haya inclinado favorablemente la balanza. Su cara tiene más color, la mano
si su música puede llegar a tener una existencia independiente para mí como
agarra con mayor firmeza, su voz es más fuerte, su conversación más ágil,
la tiene para el auditorio . Esta velada ha sido como una premonición del
y las críticas que hace de las enfermeras son tan cáusticas como lo habrían
tiempo en que su ausencia sólo será sentida y deplorada por mí ; lo cual
sido hace un año. Quiere saber la fecha en que estamos, y, al oírla, parece
tan sorprendido como Rip Van Winkle cuando le dijeron el tiempo que quiere decir, lisa y llanamente, que yo no he podido nunca separar al
había estado durmiendo ; ayer mismo no estaba seguro Stravinsky de que hombre de su música.
estuviese en el hospital, y llegó a preguntar el nombre del hotel y de la En el hospital, más tarde, le encontramos drogado pero lúcido ; Suv­
ciudad. El dedo presenta esta noche un color más claro, y como quiera que chisky dice que está como un «flambeau » . La temperatura en la habitación
los médicos coinciden en atribuir por lo menos algo de la mejoría al whis­ e5 sofocante como la de un invernadero, y no nos quedamos en ella,
ky, volvemos a empinar el codo. También come con apetito, pero aparta de y, debido a que Stravinsky nos lo pide, con miradas y palabras supli­
cantes, la separación resulta muy dolorosa.
sí un vaso de Postum, calificándolo de «horreur indescriptible ».

6 d e noviembre 1 1 de noviembre

Para estimular la circulación, el colchón de Stravinsky vibra bajo los En la lista de los pacientes figura hoy Jennifer Jones, traída la pa&ada
efectos de una corriente eléctrica, y su brazo izquierdo está envuelto en noche como la Venus de Botticelli, todavía húmeda de agua del mar. Como
gran cantidad de algodón. Un fluido de glucosa, vitaminas, alcohol, vaso­ consecuencia de ello, las enfermeras no saben apartar de ella los ojos, no
dilatadores corre a través de un tubo conectado intravenosamente a su con asombro científico ante su aparente anfibiedad, ni por su fenómeno
brazo derecho, que también está vendado en varios sitios y presenta nume­ de anadiomenismo, sino por la razón trivial de que la señorita Jones es
rosas señales de la aguj a de inyectar. Ahora tiene también el reloj en su una « artista de cine».
muñeca diestra, que le ha sido trasladado desde el brazo enfermo, no sin Stravinsky tiene hoy una nueva enfermera, una vieja malhablada y con
cierta lucha, pero todavía no ha permitido que le saquen los anillos de los la personalidad de una carcelera. Le trata como si fuera un bebé y le ofende
dedos doloridos de la mano izquierda, salvo durante un examen con en su decoro con observaciones tales como : « ¿ Usa usted Poly-Grip en sus
rayos X, y entonces prácticamente a la fuerza. dentaduras ? » y «He limpiado más traseros en mi época . . . ». El paciente
Pasamos todo el día en la habitación caldeada, mal iluminada, oliendo es una válvula de escape en la vida de ella, como he llegado a pensar de

228 229

la mayoría de los pacientes con respecto a la ma oría de las enfermeras · s u habilidad para leer u n párrafo d e u n libro, pero la lectura resulta muy
es . evidente que a e � a mujer le molesta ver a Vera al lado de la cama, y l � laboriosa debido a que él ve las letras media pulgada hacia la derecha del
mirada de arr?bamiento que Stravinsky dirige a su esposa como si fuese impreso al propio tiempo que el impreso mismo. Confiesa que lo qu� aún
u? a hada vemda . de otro mundo. «¿ Puedes ver esto ? » , dice Vera soste­ le molesta más es su incapacidad para relatar sucesos. «Hay algo que va
mendo ante sus o¡os un álbum de fotografías, para que lo examine, y él le mal en mi sentido del tiempo y en la facultad razonadora», dice, y procede
responde : «Creo que sí, pero preferiría mirarte a ti». Y ahora estoy comen­ a describir los síntomas de este estado mental con una consciencia v una
zando a temer que Vera vaya a desmoronarse irremisiblemente ' si yo no fuerza de raciocinio que podría envidiarle un filósofo que tuvies� una
encuentro la manera de aligerarle la carga. cuarta parte de su edad y gozase de perfecta salud. En efecto, uno de los
doctores, en interés de una analogía que yo no he podido seguir, le formula
una pregunta acerca del tiempo en la música, pero sólo incurre en chapu­
13 de noviembre cerías en el manejo de los conceptos, por lo cual Stravinsky se permite
corregirle, distinguiendo entre «el tiempo como asunto de velocidad, y el
U:n Dies !rae, el peor desde el pasado mes de agosto. Ha sido preciso ritmo como asunto de diseño».
practicar un nuev? corte en el dedo índice, que se ha puesto más negro Los médicos intentan tranquilizarle diciéndole que sus nuevas moles­
que r:unca. Tambi�,n result.a alarmante el semidelirio en que ha entrado tias se deben enteramente a los efectos de las nuevas drogas que toma.
Stravmsky. Su sentido del tiempo y su sentido de la distancia se han vuelto «Ya estoy consolé», reconoce al fin, añadiendo que «Buscaba insistente­
vir �� almente �noperantes, y su memoria ha quedado sumida en total con­ mente en mí mismo la causa del fallo, y me sentía angustiado porque
fus10n. Repetidamente . está preguntando dónde se encuentra, y confunde no podía razonar sobre ello con suficiente precisión. 1 Quiero ser más pre­
nombres y lugares, debido, en parte, a semejanzas verbales; así, de «Doctor ciso en mis pensamientos». Pero, ¿ está realmente consolé ? Pide <mna píl­
Marcus» pasa a Markevich. También habla en ruso a las enfermeras con­ dora más fuerte, para no tener que pensar más sobre ello esta noche».
fundi �ndolas con Vera. Lo peor de todo es que dice que no puede �er, y Pero los sedantes más poderosos están prohibidos, debido al peligro de
es evide�te 9ue a veces es incapaz de identificar algunos objetos dentro pulmonía, si no se mueve lo suficiente.
.
, e mcluso El examen ha calmado un poco los peores temores de Vera. Es verdad
de la habitacion, a nosotros mismos. Una vez me dice : «He dejado
mi pasaporte olvidado y no puedo regresar». que la imaginación de Stravinsky no ha sufrido menoscabo, y sus rápidas
Temiendo que haya sufrido un fuerte ataque, solicito una consulta respuestas revelan lo mismo con respecto a su inteligencia. Sin embargo,
convoc� a los dos neuroc;ir:ijanos y vuelvo al hospital por la noche par� es evidente que ha sufrido una nueva trombosis. ¿Y qué decir de aquel
ser testigo de su reconocimiento. El resultado es una asombrosa manifes­ dedo ennegrecido y de los efectos de más calor y más drogas, cuando
taci �n de una mente �iempr� sorprendente y aún en su mayor parte intacta. desde hacía ya tanto tiempo estaba saturado de ambas cosas? Como dice
Es cierto que a Stravmsky siempre le han gustado los interrogatorios médi­ Exeter acerca del rey:
cos, pero esta noche utiliz� también para tal ocasión algunos mots d' esprit.
Dc_:ctor Rot?enberg : « ¿ qmere usted responder a algunas preguntas tontas
Now he weighs time
Even to the utmost grain .
senor Str �vmsky ? ». Stravmsky; «No». Pero las pre?untas llegan. « ¿ Ve usted
doble, senor Stravmsky ? » «SI.» «¿ Hace mucho tiempo ? » «Toda mi vida ( Ahora está pesando el tiempo
cuando es �oy soú!. » « ¿ En qué mes y año estamos ? » Aquí, lo mejor qu� hasta el último grano. )
puede declt Stravmsky es que es «otoño». « ¿ Ve usted hoy personas o ani­
m�les, e� algún momento, y más tarde se da cuenta de que no estaban 1 La autoacusación intelectual constituyó una gran prueba durante su convalecen­
ah1 ? » « SI. Durante toda esta tarde hubo sentados en esa silla dos mucha­ cia, provocando en él un acceso de ira el menor fallo de memoria que tuviese. En Zu­
chos. » <�¿ yio usted un gato negro? » «No. » Pero pretende ver, incluso rich, casi un año después, tuvo una pesadilla, tras no haber conseguido recordar cier­
to incidente acaecido en el curso de una discusión a la mesa. Al oír que se levantaba,
ahora, vividas mezclas de color en la cortina, y al mismo tiempo nos dice fui a su habitación y le encontré sentado en el borde de su casa, con el braguero en
que sabe que ayer la cortina tenía un color entre gris y amarillento. El la mano para usarlo contra los guardianes que, en su sueño, llegaban para llevárselo
doctor Rothenberg procede a examinarle los ojos con una luz y a comprobar al manicomio.

230 23 1
sentido tan perfecto de la realidad, que nos permite saber que su mente
se mantiene despierta. Al oírnos mencionar a cierto crítico musical , cuyo
1 4 de noviembre nombre hacía años que no había oído pronunciar, quiere saber si el refe­
rido crítico está muerto o vive todavía. «Murió » , dice Vera, pero Stra­
Finalmente, hace ocho semanas, le ha sido inyectado a Stravinsky ar­ vinsky lo pone en duda. «No, probablemente esta vivo y reside en la
terialmente fósforo radiactivo, por un médico que llevaba un traj e de cau­ Argentina. »
cho y algo que parece el casco de un soldador. Tres enfermeras llevan L a mente parece estar dividida e n dos partes, d e las cuales solamente
sobre ruedas al paciente a un aposento revestido de plomo, en la planta está confusa aquella que se relaciona con el mundo exterior y con el pre­
baj a del edificio, y me hacen pensar en las tres reinas acompañando a Ar­ sente. Y seguramente esto es natural, si consideramos la ruptura del sentido
turo a Avalón. Después de esto, se inicia una serie de tres inyecciones del tiempo causada por las drogas y otros potingues, y la dislocación como
abdominales y subcutáneas, diarias, de heparina. consecuencia de mirar fij amente las paredes del hospital que, después de
Los errabundeos mentales son peores que ayer. Antes de emprender todo, no son tan diferentes de las de su dormitorio, en casa.
el viaje hacia el cuarto de rayos X, nos pide que vigilemos su cartera, La otra parte, la creativa, de la mente permanece incólume. Por la
que, naturalmente, hace meses que no lleva encima; el error, probablemen­ noche, durante uno de sus momentos de lucidez, le digo que la BBC quie­
te, revela un hábito de preocuparse por sus «valores de bolsillo », de cuando re que él componga de seis a diez segundos de música para utilizar con
en otro tiempo tenía que desnudarse para ser examinado con rayos X. Al un ojo multicolor pintado por Picasso como rúbrica de un nuevo canal
volver a la habitación, sin embargo, pregunta si tenemos « suficiente Fran­ de televisión en color. La mente creativa capta al instante la idea y avanza
tsuzski Geld para dar una propina a los mozos de cuerda». Luego, cuando con ella como la proa de una embarcación. «El problema del tiempo me in­
traen la cena, insiste en comer de su propia bandeja, creyendo que está teresa, ya que los seis segundos rigen las cuerdas y los ritmos en cualquier
en su cuarto de casa, y al decirle Vera que no se encuentra en ella, él le sentido convencional, pero, naturalmente, en un tiempo pueden emplear­
indica dónde puede encontrar la bandej a. Al levantarnos nosotros para se muchas notas. Y, además, un ojo significa transparencia, y que el so­
irnos también a cenar, él dice que quiere ir al restaurante con nosotros. nido debería ser producido por instrumentos muy agudos, posiblemente
Yo le digo que pronto podrá hacerlo, y después de considerar esto un ins­ flautas, comparados con las cuales los óboes resultan grasientos, y los cla­
tante, responde, con acento que parte el corazón : «Y a me doy cuenta de rinetes oleosos . »
que no puedo comer con ustedes, pero podría mirar mientras comen». Hojeo con él un libro d e dibujos de Watteau, y aunque él ve poco,
También pide que le llevemos a dar un «paseo» en el coche, y, sin duda se quej a de que las reproducciones no indiquen la escala a que están he­
turbado por su error de creer que se hallaba en casa, pregunta qué tal van chas. Lo que aún le fastidia más es una frase del comentario acerca de la
las cosas en ella. «Muy mal», le respondo yo, «porque le echamos de me­ mayor sofisticación que hay actualmente en la apreciación de Watteau .
nos continuamente . » « ¿ Recuerda usted que solía describirnos como un « Cualquier cosa que venga más tarde es automáticamente más sofisticada
" trio con brío " ? Bueno, pues haga el favor de darse prisa, para que vol­ -dice-, algo que los que vienen posteriormente deberían recordar, tanto
vamos a ser nuevamente lo mismo . » si miran hacia adelante, como si miran hacia atrás. »
Está pasando por u n período malo de alucinaciones, efecto secunda­
rio de la heparina, dicen los médicos . Percibe personas que no se hallan
presentes, pero no nos ve a nosotros ni a sus enfermeras cuando sólo esta­ 1 8 de noviembre
mos a unas pulgadas de él, y una vez pregunta por qué hay dos relojes
en su muñeca derecha, de la que incluso el que en ella llevaba le ha sido Stravinsky está ahora tan flaco, que su nariz parece haber crecicfo , y
quintado. Vera dice que las observaciones en ruso que hace Stravinsky el bigote, sin arreglar desde hace mucho tiempo, le cubre el labio supe­
son « absurdas » y «delirantes», lo cual la transtorna grandemente, por rior, dándole el aspecto de una morsa o de un fox-terrier. Pero el dedo
supuesto, y no se dej a impresionar por mi argumento de que esta irrea­ sigue presentando un tono negro azulado, y duele, no tanto por las ma­
lidad es mejor para él que la verdad, en estos momentos . Luego, de pron­ ñanas, cuando Stravinsky se encuentra aún comatoso por efecto de los se­
to, en medio del errabundeo, deja caer una observación que revela un dantes de la noche anterior. En cuanto a la intensidad del dolor, los mé-

232 233
dicos nos aseguran que hace un poco de comedia para inspirarnos compa­
sión, conducta normal en un paciente, y que a menudo ha enviado a una 1 9 de noviembre
enfermera a buscar codeína o Darvon, y cuando ella vuelve se encuentra
con que se ha quedado dormido y que ya no puede administrarle estos La nueva fórmula de I. V., con el nuevo anticoagulante, Priscoline, no
medicamentos. Algo de dolor tiene, sin embargo, y gime a causa del mis­ ha cambiado el color del dedo, pero dej a a Stravinsky tan soñoliento que
mo durante toda la tarde. En una ocasión, la enfermera le da una píldora, sólo podemos obtener de él unas pocas palabras en todo el día. Cuando
y le advierte que es muy grande ; va a buscar agua para ayudarle a tragar­ entramos por primera vez en la habitación, dice : «Me están dando ahora
la, pero cuando vuelve, Stravinsky le dice : «Ya está» . fenobarbital, probablemente para mantenerme cortés y educado», añadien­
E l resultado d e l a consulta d e la medianoche d e ayer, que introdujo a do luego, como si hubiera estado leyendo en nuestras mentes : «Tengo la
un nuevo ciruj ano vascular en el consorcio de opinión médica, es un com­ impresión de que los médicos no tienen la más ligera idea de lo que deben
puesto de nuevos ingredientes en la I. V., el comienzo de ejercicios de hacer» . En determinado momento, describe el dolor del dedo diciendo que
brazo y mano, y la aplicación de una terapia de calentamiento suave a todo es como si se lo rompiesen, y en otro como si se lo estuviesen pinchan­
el tegumento del antebrazo y de la mano . Gracias a los sistemas de clasi­ do con aguj as, pero sospecho que una enfermera que contase realmente
ficación electrónica, ha podido encontrarse una víctima anterior de la mis­ con recursos podría alejar de él completamente todos los calmantes . Ex­
ma dolencia, y ha podido estudiarse su historia clínica, tratamiento y pro­ hibe el dedo ceremoniosamente ante la nueva enfermera, muy sabia en
gresos. El hombre era veinte años más joven que Stravinsky, y su mano se psicoanálisis, pero en nada más, diciéndole : «No podemos tocarlo ». Sin
le gangrenó después de una coronaria. También nos enteramos de que su embargo, la ceguera resulta mucho más alarmante que el dedo. Nos iden­
recuperación fue sumamente lenta y que, en cuanto al dolor, él «preferi­ tifica por las voces, apenas volviendo la cabeza hacia la izquierda o hacia
ría diez coronarias a aquel dolor en los dedos » . le derecha, mientras que lo que efectivamente ve ( el espectro de alguien que
E l cambio e n e l fluido d e I . V. desde l a consulta médica d e la media­ pasa junto a la cama) no está allí en realidad.
noche está teniendo un efecto soporífero. La nueva estrategia consiste en
tener al paciente « debajo» hasta que empiece a actuar el fósforo radiacti­
vo, lo cual es como, en un fuerte muy sitiado, aguardar la llegada de la 20 de noviembre
columna de caballería de refuerzo. «Pero, ¿ por qué he de sufrir yo tanto ? » ,
me pregunta una nueva enfermera, joven y que habla con la jerga del psi­ « ¿ Dónde está usted ? », pregunta, al oírme entrar en la habitación esta
coanálisis ( «propenso a accidentes » , « fantasear», «intropunitivo») ¿Figu­ mañana, y, cuando llego a su cama, acerca su mano sana a mi rostro, como
ración paterna ? , ¿ identificación ? No le doy mi respuesta, que sería , sim­ si estuviese totalmente ciego. También está tan drogacfo, que sólo habla
plemente, la de que amo a Stravinsky, porque esta palabra sería traducida a grandes intervalos. Una vez se despierta diciendo : « ¿Cuánto va a durar
en términos de un síntima neurótico. esto ? », y de nuevo, « ¿ Mucho más ? » Luego, por primera vez en todos es­
¿ Pero cuáles son las respuestas a las preguntas de esa mujer? Para tos estos meses : «No quiero vivir de esta forma». Intento hacerle creer
usar la terminología de Rank, ¿ no hubo una base narcisista en elegir yo que pronto se encontrará en casa y estará componiendo, pero él mueve
como objeto a Stravinsky, en primer lugar, hace veinte años ? ; y para débilmente la cabeza hacia su mano, diciendo : «Necesito mi mano ; me he
usar la terminología de Freud, ¿ no hubo alguna identificación de mi «ego» quedado manco» . Sin embargo, lo que más nos preocupa son sus ojos, y
con el objeto en vías de desaparición ? Tal vez, y ciertamente puedo de­ más aún la cantidad de lucha que le espera ; ya, como dice Lear, «Los
fraudarme a mí mismo igual que al prójimo. Pero el punto principal de más viejos son los que más han soportado» .
la explicación de Freud, la transformación de la pérdida del objeto en la
pérdida del «ego» que deplora tal desaparición, ciertamente no tiene aplica­
ción en este caso. 2 3 d e noviembre

Es el Día nacional de Acción de Gracias en la forma más maravillosa


posible : el milagro tan pedido se ha producido. Ni siquiera una vez , en

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setenta y dos horas, se ha quejado Stravinsky de dolores ni ha tomado medicinas, y con enojo d e sus dosis d e leche, diciendo : «La leche es el
un calmante, y el color del dedo vuelve a ser casi normal. Su vista aún Jesucristo del asunto», a la cual irreverencia replica Vera : «Ahora, al me­
no es normal, y todavía no es capaz de distinguir caras en lo que parece nos, vemos que estás mucho mejor». Pero él no quiere saber nada de
ser, según lo describe él, una confusión diorámica, pero sus ojos se mue­ todo ello. «No estoy mejor, sino más amargado » , corrige. Pero cuando
ven mucho más rápidamente que hace unos pocos días hacia nosotros y Vera hace algunos juegos para distraerle y le pide que lleve la cuenta para
nos enfocan con rapidez mucho mayor. Permanece sentado un rato en una ella mentalmente, no se equivoca ninguna vez.
silla, lo cual hace que parezca mucho más delgado que cuando está tendido Pregunt a por los periódicos «que traen la noticia del fallecimiento de
en la cama. También Milene lee para él en voz alta, y él la corrige rápida­ Zadkine» (otro de su misma edad), y por el correo. Este último contiene
mente cada vez que ella comete algún error en la pronunciación del ruso. un paquete de André Malraux, un ejemplar de Anti-Mémoires con la de­
¡ Qué hombre tan increíble ! Hace solamente tres días se hallaba en un dicatoria del autor : «Pour Igor Stravinsky, avec man admiration fidete » .
estado de semi-coma, su mano izquierda era como un estuario medio Pero Stra�insky d a u � respingo : « ¿ Cuándo fue ése fidele alguna vez ?
.
, di¡o .
cegado por la gangrena, su cuerpo consumido por meses de dolor ; pero, Un dia que la musica era un arte menor» . Como se ve ' Stravinsky
como decía Suvchinsky, él mismo era como una brillante antorcha. Y ha sigue siendo Stravinsky.
logrado salir de todo ello; en realidad, ha vuelto a cruzar, retrocediendo, la Más tarde, en el mismo día de hoy, vienen los médicos para congratu­
Laguna Estigia. « ¿ Cuánto está costando ? », me pregunta de pronto , y larse a sí mismos, pero él también los critica, como ha hecho en todas las
en todas estas semanas ninguna frase había sonado tan bien. Stravinsky ocasiones, diciéndoles que «lo del dedo y los ojos proviene de la misma
ha regresado a la realidad del sistema decimal. Gracias sean dadas a Dios. c �usa». En efecto, �l neurocirujano jefe me confirma esto en privado, di­
Se encuentra en un estado de irritación y ansiedad, propenso a perder ciendo que no ha sido una sola, sino que han sido tres las trombosis y
los estribos por cualquier motivo Y. ante cualquiera. «Ya estoy harto de que está perdida para siempre cierta visión periférica del ojo izquierdo.
filosofía médica», le dice a uno de sus facultativos, y a una enfermera El propio Stravinsky, sin embargo, se siente menos preocupado, de mo­
que le aconseja «relajarse», le replica : « ¿ Qué ? ¿Y dej arles el mando a mento, por esta disminución de vista que por un flato que le molesta, y
ustedes ? » Está sufriendo la retirada de las drogas, naturalmente, y un cuando los doctores intentan recordarle que no sufrió él solo les corta
montón de efectos secundarios, pero a mí me agrada que se produzcan es­ inmediatamente : «Es posible, pero ustedes no tienen este flato» '. ( Criticán­
tas reacciones de parte de Stravinsky. dolos más tarde, añade que « Fue el suyo un sufrimiento muy bien paga­
Vera se encuentra mal y se ha quedado hoy en la cama, con flu, dice do » . ) Pero está comenzando a hablar él mismo como un médico. « ¿ E,; el
ella, aunque es más probable que se trate de la fatiga resultante de la lu­ dolor simplemente espasmódico », pregunta, «o podría ser orgánico ? » Uno
cha . La crisis del último fin de semana fue demasiado para ella, y ha de los médicos le dice, al marcharse, que «A los ochenta y cinco años. la
guardado demasiado tiempo dentro de sí sus temores y aprensiones. recuperación es más lenta, señor Stravinsky» , pero Stravinsky le responde
con un «Malditos ochenta y cinco ».
Esta noche mira Daktari en la habitación de Vera, pero después se
28 de noviembre vuelve de un lado para otro en la cama, atormentado, dice, por el estado
de su mente. A las once voy a ver si Vera se encuentra bien, y encuentro
A mediodía voy a buscar a Stravinsky para llevarlo a casa, pero su su habitación a oscuras, y a ella misma llorando en silencio, con un rau­
partida es demorada por las peticiones de autógrafos que le hacen todas dal de lágrimas resbalando por sus mejillas . Ni una sola vez, durante toda
las enfermeras de la planta, y que él les da, incluso embelleciendo algunos la terrible prueba, perdió el dominio de sí, y solamente ahora resulta evi­
de ellos con notaciones musicales. En la calle, fuera de aquel hospital dente que estaba perdiendo la fe y que sólo seguía rezando para que él
estupefaciente, al fin, se le ve pálido en extremo ; dentro de su traje; apa­ pudiera estar alguna vez de nuevo en casa. Al cabo de una hora de inten­
rece terriblemente flaco, encogido y frágil. tar, con mis palabras, hacerla entrar en alguna «paz mental », me llama
Al trasladarle del coche a la casa, dice que debe parecerme como si la enfermera de noche para que la ayude, porque Stravinsky no se duerme,
estuviera « tirando de un náufrago», pero, con lo débil que está, prefiere a pesar de las píldoras . Intento animarle, pero él me responde que se
echarse en el diván, en lugar de ir a la cama. Habla con desprecio de sus encuentra «en mala forma desde el punto de vista psicológico» . Cuando

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al fin le dejo y le digo que «Deje de procuparse», su respuesta de «No primer acto se utiliza como explanada para e l desfile d e parejas, como en
me estoy preocupando, sólo estoy aguardando», destruye mi propia posi­ los desfiles de modelos, ataviadas con ricos vestidos al estilo de Goya y
bilidad de conciliar el sueño durante toda la noche. «Las personas ancia­ de Manet. Junto a este lujo exagerado, aparecen unos niños enclenques
nas sienten apego a la vida », dice Sófocles, condenando esto como una y desmedrados como los de las fotografías de los periódicos que nos mues­
falta. tran a los indios y a los griegos que se están muriendo de hambre.
Los principales defectos de la lectura musical son que los tempi resul­
1 de diciem bre tan demasiado rápidos, la orquesta toca demasiado fuerte, la ejecución es
demasiado inocente de matices y de inflexiones de todo género. Los can­
¡ Aleluya ! Las plaquetas han bajado hasta el número de 900.000, y la tantes y la orquesta raramente andan sincronizados, aunque el maestro
cuenta de los leucocitos ( « los policías de mi sangre», como dice Stravinsky, Mehta lucha heroicamente por unirlos, sacando el pecho y la mandíbula,
aunque también emplea términos no tan metafóricos como enosilófilo) ha y lanzando esforzadas indicaciones hacia los címbalos y el metal. Tampoco
descendido a 1 7 .000, de los 3 7 .000 que tenía hace sólo unos días. Su ré­ la hermosa voz de Grace Bumblebee es equipo suficiente para el papel; no
gimen también es ahora menos riguroso, y en lo sucesivo la leche po­ logra encantar, seducir o conmover como la fogosa y apasionada heroína.
drá alternarse con tragos más largos de Scotch. Esta noticia consigue sa­ Pero no importa. El público del Met, ejecutivos con sus señoras, aplau­
car a Stravinsky de la apatía y negra melancolía en que había caído el día den cada truco escénico mal concebido y peor ejecutado, cual si la música
siguiente al de su llegada, ya que, por lo visto, esperaba poder saltar a no existiese.
la comba. Después de cenar, escuchamos Opus 1 3 1 y Dichterliebe, la pri­
mera música que se oye en casa desde que él ingresó en el hospital. Y con 1 6 de diciembre
la música vuelve él a la vida, murmurando su conformidad con Beethoven
en varios momentos del Cuarteto, y marcando el compás con la mano Hollywood. Saliendo a mi encuentro a la puerta, Vera dice que Stra­
izquierda, protegida con un enorme mitón. No le ha sido posible leer las vinsky me estuvo aguardando desde la mañana temprano, pero que al fin
palabras, pero sus ojos viaj an con la partitura, guiados, naturalmente, por se cansó y se quedó dormido. No obstante, está despierto en el momento
un oído más bien excepcional. en que yo entro en su habitación, y se le saltan las lágrimas al verme. Está
extraordinariamente cambiado, mejor de lo que jamás hubiera esperado
volver a verle. Vera dice que se ha producido un « shock» diferido, dejan­
6 de diciembre do caer un velo sobre lo peor de la enfermedad y borrando todo recuerdo
del hospital. En efecto, de pronto se negó a creer que hubiera estado en­
Es un día maravilloso, tibio y soleado, mientras las montañas de San fermo en absoluto, alegando que no había tenido fiebre, y en tanto que
Bernardino refulgen con la nueva nieve como en el Kilimanj aro. Pero la recordaba que todos nosotros habíamos estado muy preocupados por su
despedida es lo que más trabajo me ha costado. Sólo será por unos días, mano, él no recordaba que le hubiese dolido nunca. Mueve la mano mien­
le digo a Stravinsky, echándole la culpa a su música, en primer lugar, tras conversamos, apretando con ella rítmicamente una pelota.
como el motivo que me obliga a tener que dejarle; a lo que él me contes­ La mejoría más notable se refiere a la comunicación. Ahora habla con
ta : « ] e cráche sur ma musique». gran soltura, mientras que hace dos semanas apenas era capaz de seguir las
conversaciones que tenían lugar cerca de él, y era muy poco lo que él
mismo intervenía en ellas. Hablándome sobre una carta navideña que re­
15 de diciembre cibió del director James Sample, recuerda varios incidentes relacionados
con las lecciones de composición que dio al suegro de Sample hace más de
Nueva York. A la nueva Carmen del Metropolitan, que, aun cuando la veinticinco años, y explica cómo él escribió para su discípulo gran parte
ópera ostente el mismo título, carece de todas sus características tradicio­ de la sinfonía de éste. Después de cenar escuchamos el movimiento del
nales, tanto musical como visualmente. Una plaza de toros de proporcio­ Cuarteto que Stravinsky llama la Sehr grosse Fuge, y los Études de De­
nes como las del Coliseo constituye el escenario de toda la ópera. En el bussy, que, y no es la primera vez, identifica como su obra de piano favo-

238 239
rita de toda la música de este siglo. Dice que soñó con Debussy hace unas
noches, y recordó el intenso perfume de su «Eau de Cologne» cuando se
abrazaron por última vez .
Tanto Stravinsky como Vera parecen más felices y tienen mejor aspecto
que en cualquier otro momento desde el mes de agosto, de lo que doy gra­
cias a Dios y al espíritu invencible de Stravinsky.

25 de diciembre
1 9 68
Ahora parece probable que la infección de virus a la que se �upone
sucumbió Stravinsky el día 1 9 , y contra la cual fue tratado despiadada­
mente con antibióticos, fuese una nueva trombosis, pero es difícil poder 1 d e enero
estar seguro de ello, precisamente debido a los efectos debilitantes de las
drogas antivíricas. De todas formas, es extremadamente lento ; parece, en
el peor de los casos, padecer afasia, y en el mejor de ellos, v � formando Stravinsky no se hallaba peor hoy al tomar su pequeño sorbo de cham­
las palabras con gran dificultad. No puede andar en absoluto sm la ayuda paña a las 1 2 '0 1 , pero truena al observar que ciertas acciones legales, de
de la enfermera, pero decide acudir a la mesa del comedor porque es el las que acaba de enterarse, « serían necesari as en el caso de que yo hubiese
cumpleaños de Vera y es Navidad; a propósito de esto ú ltimo, dice, de � a­ fallecido en el hospital» . La palabra j amás salió de su boca durante la
.
probándolo, que « el Cristianismo es un siste� a, pero Cnsto no es un s1 � ­ lucha, por supuesto. Luego, durante el almuerzo, cuando la enfermera le
tema» . Las otras únicas palabras que pronunoa durante toda la cena, horri­ indica que ejercite su dedo enfermo, él dice : « Solamente seré capaz de
blemente deprimente, constituyen un cri du coeur: «Algo nuevo � e ha ocu­ usar el dedo cuando pueda eliminarlo de mi mente» .
rrido. ¿ Qué es ? ¡ Caminaba tan bien la semana pasada ! » . Levantandose de Uno d e los regalos d e Navidad d e Stravinsky e s u n canario muy gor­
la mesa, dice : «Ne bougez pas! » , luego sube poco a poco la escalera con jeador.1 Al hacer yo un comentario, algo irónicamente, acerca del impre­
la ayuda de la enfermera y de nuevo vuelv � a baj arla, t �a7éndome un sionante volumen de su « canción», Stravinsky recoge esta palabra y repli­
.
regalo de Navidad: «Es un broche de oro», dice. «Pertenec10 a m1 padre ca : «Hay en ello elementos musicales, tales como tono, color, intensidades,
y al padre de éste » ; y se disculpa porque no está envuelto. modelos rítmicos, pero el resultado no es ninguna " canción " . Sin embar­
Parece un golpe brutal el que, habiendo soportado tanto, y alcanzado go, el pájaro avisa antes de poner fin a sus gorjeo s » .
el umbral de su restablecimiento, volviendo a caminar sin ayuda, e inclu­ Por l a noche escuchamos El Mesías, y aun cuando Stravinsky tiende
so digiriendo mentalmente la prueba por la que había pasado, haya tenido a ofrecer resistencia a la « grandcur » de Haendel ( « Haendel era el autor to­
que recaer este hombre valiente y maravilloso. ¿ Qué podemos hacer a ?o­ nadillero, el compositor comercial», dice ; «Bach, el compositor íntimo » ) ,
ra si no es rezar para que el hilo del que de nuevo parece pender su vida n o puede dej ar d e escuchar esta excelente ejecución ( a cargo d e Colin
resulte, como ya resultó anteriormente, tan fuerte como la cuerda �e
cualquier otra persona ? Esta mañana, al saludar yo � �era con un «Feliz
Davis, cuyos tempi y articulación son generalmente buenos, pero que
no hace nada acerca de las notes inégales ) . También escuchamos fragmen­
Navidad y feliz cumpleaños», su respuesta fue la siguiente : «Hace unos tos de Hércules ( la loca escena de Deyanira, el recitativo de Yole « Per­
minutos fui a su habitación para ver si aún respiraba, y he dado gracias dóname, generoso vencedor» ), pero lo dejamos, porque la ejecución e� de­
a Dios porque, efectivamente, respiraba aún » . testable.

1 Legado en el siguiente mes de septiembre al escritor William Inge, amigo


y vecino de los Stravinsky.

241
16
Vera está desolada porque Stravinsky no puede recordar dónde se ca­
1 6 de enero saron. ¿ Pero por qué habría de acordarse de New Bedford, Mass . , por
una visita que sólo duró unas cuantas horas y tuvo lugar hace veinticinco
Llama por teléfono Stephen Spender desde Londres, pidiendo a Stra­ años ? Además, al cabo de tantos años de vida matrimonial, en todo
vinsky que conteste a la llamada de Litvinov. Stravinsky accede ; me dice caso, apenas cabía esperar que aquella ceremonia constituyese el más inol­
lo que desea decir, y juntos redactamos una declaración, u n a versión de l a vidable de los acontecimientos. No obstante, el lapsus resulta curioso, por­
cual él y Ver a traducen al ruso para grabar la próxima semana para que el día que precedió a las trombosis, en noviembre, él comenzó a hablar
la BBC: de su vida en Massachusetts en 1939-40, tema que raramente mencionaba,
y a hablar de ello con claridad y precisión excepcionales . ¿ Es esto simple­
« Recuerdo los sufrimientos de mi maestro Rimsky-Korsakov, causados mente el brazo largo de la coincidencia, o acaso las células cerebrales que
tanto por la amenaza como por el ej ercicio efectivo de la censura zarista. estaban codificadas con esos recuerdos particulares en aquella lista par­
Ahora, sesenta años después , mien tras el mundo contempla con admiración ticular del banco de información estaban quedando expuestas como resul­
los numerosos logros de la Revolución, los escritores y los lectores rusos tado de una tensión que precedió inmediatamente al eclipse?
viven todavía baj o el Reinado del Terror de los censores. Escuchando Pelléas después de cenar, Stravinsky dice que le gusta mu­
»Pero el espíritu de la Revolución está con los escritores que han sido cho más que la última vez que la escuchó. « ¿ Cuándo fue eso ? », le pregun­
condenados , a quienes es preciso contar en el número de los mejores pa­ to . « Con Debussy. »
triotas de su país, aunque no fuese más que por el hecho de que ellos aman
su idioma; salvo que los escritores no pueden vivir, y ni una poesía ni un 1 0 d e febrero
pueblo pueden desarrollarse bajo un régimen de censura.
»La Unión Soviética puede demostrar mucho más profundamente su San Francisco. El panorama que se divisa desde l as habitaciones de
grandeza si perdona a los escritores a los cuales ha condenado que si con­ nuestro hotel consiste en un le trero eléctrico que dispara con fulgor de
quista todo el espacio exterior ». relámpago la hora y las temperaturas en nombre de la compañía de segu­
ros de vida Equitable Life Assurance ; otra señal eléctrica que lanza a
En privado, Stravinsky niega que la censura zarista y la censura sovié­ intervalos noticias de los desastres locales y mundiales con llamamientos
tiva tengan siquiera punto de comparación. «Bajo el antiguo régimen, ha­ a beber, fumar, secarse, desodorizarse con productos que son mejores, más
bía esperanza, ahora no h ay ninguna . . . Pero qué idea tan estúpida es ese grandes, más nuevos, más baratos, más sexuales ; los rascacielos de ma­
" patriotismo " . Siendo el mundo lo qu e es, ¿ cómo puede ser patriota un ñana ( picos de grúas, vigas, lluvia de chispas de los soldadores ) que d ej an
escritor o cualquier otra persona ? » como enanos a los rascacielos de hoy y prometen mayor número de aposen­
tos aún mayores ; una columna, posiblemente un desecho de una versión
americana de la Place Vendome, rematada por un globo que sostiene a
25 de enero una ninfa desproporcionadamente diminuta que danza llevando en las ma­
nos un tirso y un tridente.
Esta tarde tocamos juntos la. Fuga a cuatro manos e n Mi menor, de Un manubrio que está tocando para los bancos de la Unión Square,
Schubert, y algo de la Fantasía en Fa menor, después de lo cual confiesa abajo, le recuerda a Stravinsky que esta máquina de música de Baja Fide­
Stravinsky que no quiere seguir adelante con su propia obra para piano lidad, pero de gran potencia ( es audible incluso por encima de las brigadas
porque tiene « en la mente una pieza más importante» . Sobre esta nueva de demolición) « era tan popular en San Petersburgo que no era infrecuente
composición no ofrece más información , salvo la de que no se trata del oír o ver a más de una de ellas, en competencia unas con otras, moliendo
cuarteto para cuerda. En cuanto a la abandonada obra de piano, dice : «No al mismo tiempo, como en Petrushka. A menudo iban también acompaña­
me prohibí a mí mismo el empleo de octavas en una sola pieza cuando vi das de gente que bailaba, y cuando yo era niño miraba desde mi ventana
la riqueza que podía obtener de ellas, y las utilicé constantemente en la a más de una bailarina de manubrio bailando, y mi hermano Gury y yo
pieza siguiente» . echábamos a la artiste monedas envueltas en un trapo ». Otro concierto,

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mucho más fuerte, nos lo ofrecen a última hora de la tarde unos carillones 11 de febrero
en alguna parte demasiado próxima a donde nosotros nos encontramos.
Este ángelus consiste enteramente en el terna principal de Chaikovski en Un reactor de la Marina, que estaba haciendo maniobras, en medio de
Si bemol menor, y debido a ello incluso las palomas huyen d e los halco­ una espesa niebla, ha chocado esta mañana contra el Puente de la Bahía y
nes niegos de la cornisa que hay debajo de nosotros, tanto si es corno si ha caído al agua. Apenas se han encontrado restos, y aun cuando los hom­
no es antropomorfismo el decir esto. bres-rana descubren una mancha de aceite, una pista para ellos, equivalente
«Fuerte » es de nuevo la palabra que nos sirve para calificar el desfile a la mancha de sangre para los policías en un caso de homicidio, el avión
de esta noche del Año Nuevo chino, en el que algunos de los triquitraques no ha sido recuperado al caer la noche.
sugieren no simplemente un Cuatro de Julio pasado de moda, sino los Vamos en coche a los bosques de Muir Woods, pasando por el puen­
trabucazos y los cañonazos de la Revolución misma. El gemir y el estrépito te rojo desde el cual esta semana se ha registrado el conocido salto mortale
de la música china se combinan ominosamente con los ruidos de los trenes número 3 4 0 y pico ; se calcula que el promedio de individuos que optan
subterráneos ; pero la procesión misma es ominosa, con su gorila real ( en­ por este sistema; y que no son vistos por nadie, es de tres a diez veces
j aulado ) ( éste es « el año del simio » ) y el sinuoso, escamoso y largo dragón mayor. San Francisco, desde el puente, es una ciudad blanca, árabe, y
de cartón (para aplacar sabe Confucio qué maléficos poderes). Algunos Muir Woods es un pequeño rincón de resistencia de la Naturaleza.
de los que desfilan llevan liebres y tigres de papel, y algunos de los espec­ En el ensayo nocturno de sus Requicles en Oakland, Stravinsky dice
tadores tienen en las manos racimos de globos que semejan modelos de que el « Libera me» suena como una escena de multitudes, y pide al coro
es tructuras moleculares. Pero el propio San Francisco presenta esta noche que hable en tercetos, y que hable, no que murmure; pero entonces las
un aspecto chino en las formas de las colinas bajo la niebla que se extiende palabras salen como de un grupo de hinchas en un partido de fútbol.
sobre ellas , en las nubes estilizadas chinas, y en la luna china que brilla Germain Prévost, el violinista y amigo de Stravinsky por espacio de
sobre la bahía. cincuenta años, me dice que encuentra al compositor con aspecto espec­
Visitamos los distri tos turísticos de Haight-Ashbury y la Barbary tral y con voz débil, pero menos enfermizo de lo que cabría esperar des­
Coast North Shore. El primero podría constituir un escenario de película pués de la dolencia que ha padecido. Es verdad que Stravinsky j amás ha
para la América más antigua. La gente nómada, semi-pastoral, portan bol­ recuperado toda su voz ( hubo amagos de afonía total en el hospital), pero
s as y guitarras, llevan el pelo largo y barbas de Hermanos Srnith, polainas estarnos acos tumbrados ahora al nuevo timbre y no advertimos la diferen­
como los hombres de la frontera, capas cortas de la Guerra Civil, «dunga­ cia . No hay duda de que también sorprende a otras personas por su as­
rees », ruanas y vendas para la cabeza como las de los indios ( también hay pecto sumamente flaco, aunque para nosotros, comparando el presente con
una inversión india o transvestismo indio ) . Una muestra del escaparate de unas semanas atrás, la cara casi resulta hinchada, corno en el retrato que
unos almacenes de aquí reza: ESPEJOS PARA VENDER, NUEVOS y USADOS. La le hizo Auberjonois, dándole aspecto de pez, con ojos oblicuos y torciendo
Costa Norte es completamente diferente. Es un mercado de carne. Hay la cabeza corno las esculturas de Lepenski Vir. «Come más », le aconsej a
anuncios de «Limpiabotas Sin Nada Abajo» y de «Bodas Sin Nada Arriba», el rollizo Prévost, y responde Stravinsky que todas las mañanas engulle
de «Millie Totalmente Desnuda », «Miss Freudian Slip », «Fanny Huérfana dos huevos crudos « corno ostras » . El álbum de autógrafos de Prévost,
y Desnuda », «La Chica Murciélago Desnuda» ( ¿ en qué consiste la alrac­ presentado para nuevas inscripciones , contiene un poema manuscrito de
ción adicional de un quiróptero ? ). Uno de los establecimientos atrae a Schoenberg, y la crónica de una gira de conciertos en los años veinte a
sus parroquianos con una chica ligeramente vestida, con mucho busto y base del Concertino de Stravinsky. Lo que a Prévost le impresionó más
muchas curvas, de pie dentro de una cabina telefónica de vidrio elevada sobre el Concertino fue que Stravinsky pidiese y cobrase quinientos fran­
a unos siete metros de altura. En realidad, nosotros nos sentimos tam­ cos por cada ejecución.
bién atraídos un momento, aunque más, justo es decirlo, para observar al Después del ensayo, hablando sobre el amor en el paraíso de las Píl­
público curioso que por el espectáculo en sí, que es muy aburrido, y que, doras con K., miembro de la Liga de la Libertad Sexual, expreso la opinión
con toda su lactancia en potencia, sería un lugar más idóneo para criaturas a priori ( ¿ a priápica ? ) de que los grupos corno los de ella constituyen

de pecho. expresiones de reacción frente a las leyes sálicas, y, por consiguiente, son
más importantes para las mujeres que para los varones debido a que dan

244 245
a las mujeres la libertad para escoger. «Evidentemente» , dice K., que, Sus comentarios sobre e l concierto revelan que, como siempre, es
además es una estudiante bien informada del comportamiento durante la imposible saber lo que sucede en la sala de máquinas cuando la vista está
cópula , y una defensora de la libertad sexual a la Fourier «la cuestión es limitada a la cubierta. «La Sinfonía en tres movimientos es ingenua en su
para los hombres , que la perspectiva de nuevas hembra ; aumenta el nú: construcción» , dice, y esto anima a Vera para preguntarle si opina algo
mero posible de copulaciones ( brevis volup tas) , como ocurre con otros ma­ parecido con respecto al Sche rzo a la Russe. La respuesta es negativa. «El
míferos machos , los toros, por ejemplo, que pueden montar nuevas vacas Scherzo es exactamente lo que debe ser . » Stravinsky es consciente de que
( ¿ y también Pasifaes ? ) poco después de haber desmontado de las v!ejas sólo una pequeña parte de la ovación puede haber sido originada por los
y mientras que aún no pueden volver a montar a éstas . » Sea cual fuere la Canticles. « La g en te viene ante todo a ver si aún estás ahí, y en segundo
verdad de estas afirmaciones, y el apriorismo se vence no por medio de lugar si aún estás en la música, con la esperanza, naturalmente, de que no
��s filosofía, sino con la experimentación, K. cree que todos los que par­ estés. » Con esto comienza a firmar autógrafos en un montón de partituras,
tlCipan en el sexo de grupo padecen represiones de tercer sexo. Dice tam­ en su mayor parte ediciones piratas de sus primeros «ballets». No siendo
bién que el sexo de grupo lleva a cabo sus actividades en completo silen­ el filibusterismo suficiente injuria, una de las publicaciones robadas de La
cio, y que nunca se hace uso de nombres. Dice que raras veces se toma consagración agrega el insulto de subtitularlo « Suite de ballet». Yo estoy
marijuana en las reuniones ( ¿ orgías ? } de la Liga del Área de la Bahía, esperando una explosión, pero, en cambio, el compositor tacha tranqui­
pero justifica el que ella misma la h aya tomado en alguna ocasión, citando lamente la ofensiva definición, diciendo : « ¿ Por qué no llamarlo gavo­
el hecho de que hubieran tomado láudano De Quincey, Coleridge, Eliza­ ta ? » . Cantando una partitura de Petrushka, me dice que una de sus tías,
beth Barrett. La charla de K. ha hecho que me sienta muy anticuado. «casada con un hombre de grandes mostachos», se negó a ir a ver el «ba­
llet», porque « no estaba dispuesta a ir al teatro para ver a un montón de
aldeanos » .
1 3 de febrero

En d concierto, cuando Stravinsky, de pie, agradece la ovac10n y, al 21 d e febrero


.
estilo ruso, aplaude a los que le aplauden, el público se levanta también,
y oculta al compositor, que probablemente es la persona más bajita de la Nueva York. A Die Walküre, en el Metropolitan, es decir, dos actos
sala, a las miradas de todo el mundo, salvo las de sus vecinos inmediatos . de ella, porque me produce el mismo efecto que el cloroformo. En el
Esta noche le acechan desde varios lados peligros emocionales, y a que este primer acto, durante algún rato, el interés visual es mantenido por la con­
concierto marca al mismo tiempo su primera aparición en público desde fusión arbórea de la casa de Hunding en el árbol. Los dos miembros que
el pasado mes de mayo, la primera vez que interviene en un concierto, y salen como falos de cada lado de este gigantesco tronco ( el único, dicho
la primera audición de los Requiem Canticles desde Princenton. No es sea de paso, en toda la selva primigenia) parecen haber sido injertados de
extraño que luego, en el coche, esté ligeramente tembloroso. Sin embargo, un cacto ( ¿ La chica del Dorado Oeste ? ). Reconozco que probablemente
ya de vuelta en el hotel, se observa en él que el experimento le ha presta­ no cabía esperar una profusión de ramas como en el árbol genealógico de

do una gran ayuda y le ha devuelto la confianza, que buena falta le hacía . los Plantagenet, pero la pobreza de conexión implicada por sólo dos ramas,
Vera dice que ahora está convencida de qu e él puede y quiere volver a ¡ y , además, de cacto ! , es realmente demasiado miserable y bastarda.
componer . 1 Además, tiene que haber otra parte de la selva. Por si fuera poco, el ár­
bol está talado en la base, no simplemente como el pino gigantesco que
1 El 17 de abril comenzó a componer un preludio instrumental extra para los
Requiem Canticles, para una ejecución de la obra en memoria del Dr. Martín Luther
cabalo-a a horcajadas sobre una carreta en algún lugar de California del
King. Comenzó con las dos pri meras notas del solo de violín de los Canticles, el Nort ;, sino abiertamente como la Torre Eiffel. La espada de Sigmundo,
mismo intervalo que aparece en gran parte de la música fúnebre de Stravinsky, y las difícilmente envainada en la corteza, es apenas del tamaño de una espina,
mismas notas que él identifica en una entrevista ( véase la pág. 64) como las primeras en proporción, pero es una espina sumamente sensitiva, sonrojándose cada
que había de tocar al piano después de su enfermedad. Abandonó el preludio cuando
vio que no lo tendría term inado a tiempo para la fecha de la ejecución, señalada
vez que se menciona su nombre, reluciendo y centelleando a cada alusión
para el 2 de mayo . del « motivo de la espada» . Por lo tanto, cuando al fin es extraída, después

246 247
de muchos esfuerzos poco convincentes, nadie se extraña de que aparezca como una manifestación de la misma tremenda fuerza vital que le impul­
tan eléctricamente cargada como un rayo de Thor. saba, a la edad que tienen ahora la mayoría de esos huevos, a quedarse en
La « acción» en la escena de Fricka, lo que veo de ella en los momen­ casa y componer La consagración de la pl"imavera.
tos en que no estoy dormido, se desarrolla en lo que podría ser el borde
de un platillo volante posado en el suelo, pero, sea lo que fuere, deja pe­
queños como enanos a los dioses que, según yo me los imaginaba, deberían 21 de mal"zo
aparecer como gigantes de Giulio Romano en un paisaje celeste cubierto
de nubes . El duelo tiene lugar en una especie de Valle de los Monumen tos Phoenix. Estamos afectados de euforia, por un cambio, debido, me pa·
móvil, donde dos grandes monolitos se acercan uno a otro con suma efi­ rece, a diferencias climatológicas ( si se nos permite tomar esta expresión
cacia. de la jerga política ) y el repentino exceso, después de Los Ángeles, de
aire libre de impurezas químicas e incluso embalsamado por el olor a aza­
3 de marzo har. Otra explicación para el sentimiento de relaj amiento que experimenta­
mos viene propuesta inadvertidamente por la linda fotógrafo, de naricita
Hollywood. «He estado pensando en el ojo de Picasso», dice Stra­ respingona, que entrevista a los Stravinsky en el aeropuerto. Dice que
visky sin venir a cuento, y como el tema no se había mencionado desde ciertas partes pequeñas y supersensitivas de sus cámaras se le sueltan du­
los días del hospital, el comentario cae en la conversación como una emi­ rante los vuelos en avión. « ¿ Qué decir, entonces » , pienso yo, « de los efec­
sión de noticias en una pantalla de televisión durante una « Ópera» deter­ tos del vuelo sobre un aparato tan sensitivo como es el sistema nervioso
gente. « En esos pocos segundos podrían emplearse un millar de notas, humano ? »
pero lo que interesa es que la forma (la música debe comenzar y acabar, Posamos en la Casa Blanca Inn, en el desierto , cerca de dos colinas
después de todo ) evoque en el oyente la idea de un ojo. He estado con­ rocosas inevitablemente llamadas Camelback Mountains. El edificio central
siderando muchas maneras de componerla y muchas clases de medición. del hotel, en forma de mezquita, así como cada unidad de motel, está
Pero mi cerebro aún no está lo bastante claro, y mi cuerpo tiene que ser protegido por espinosas pitahayas , punzantes chumberas , hirsutos ocotillos ,
reeducado. Esta mañana, al levantarme, estaba pensando que camino como altos cactos de forma de cohombro y cactos pequeños de forma de puer­
una tortuga. » coespín. Más allá de las piscinas, el canalizo y los campos de golf, el de­
Esta noche, en El graduado, como sucede siempre que vamos al cine, sierto aparece salpicado de altramuces y doradas adormideras . En Arizona ,
es imposible impedir que Stravinsky haga comentarios en voz alta y que el color de la primavera es dorado.
pida a menudo a Vera que le haga traducciones al ruso. En un momento Cuán mortal puede llegar a ser el desierto se manifiesta claramente por
determinado, provoca un coro de siseos y el ruido de los que se levantan una advertencia del tránsito : NO QUIERAN TERMINAR BAJO UNA PEQUEÑA
para ir en busca de otros asientos. Para hacer justicia a nuestros vecinos CRUZ BLANCA, a menos que, naturalmente, la señal hubiera sido puesta
trashumantes, hay que reconocer que las observaciones de Stravinsky están por una sociedad de agnósticos o por los B 'nai B 'rith. En todo caso, nos
muy fuera de lugar, o probablemente así le parece a cualquiera que abstenemos de interrogar sobre este punto al chófer, porque ello equival­
esté interesado en la película. dría a interrumpir una disquisición extraordinariamente lenta sobre las
Salgo del teatro antes que los Stravinsky para ir a rescatar el coche de diferencias, que, como podemos comprobar, no dej an de ser considerables ,
la parcela del aparcamento y encontrarme de nuevo con ellos junto al bor­ entre montículos aislados y mesetas ; y nos estamos retrasando y a para el
dillo de la acera. Veo que atraen las miradas de las personas que forman ensayo con vestuario de La libertina.
una larga cola, personas sin rostro, indiferenciadas, todas iguales, como Esto se realiza en un auditorio diseñado por Frank Lloyd Wright
huevos en una cinta transportadora. Esto hace que mis dos ancianos pa­ para, según dicen , una emergente república africana que, llegado el mo­
rezcan aún más radicalmente diferenciados que de costumbre y que yo di­ mento, no emergió. Fue completado por los discípulos de Wright hace
rija hacia ellos mis miradas, apartándolas de aquellas caras de huevo tres años y tiene algo de monstruoso, quizá debido a que no se introduje­
uniformes, y hace también que el deseo del anciano compositor de ir pre­ ron impías modificaciones en los planos del maestro en consideración al
cisamente al cine (y es ésta la segunda vez que ve El graduado) parezca cambio de destino . Este edificio estaría mejor en El Cairo, o junto a la

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« Casa Blanca Inn» adjunta. Luego, a la segunda mirada, sea lo que fuere, A Stravinsky le agrada el macho Baba vocalmente ( « voyce of unpaved
parece más algo marino que terrestre; un navío embarrancado, por ejem­ Eunuch», como dice Clotten en Cymbeline), y el sonido es bueno, excepto
plo : las entradas laterales tienen forma de planchas, y las ventanas de las por el ladrido alarmantemente quejumbroso en el La agudo. «Después de
paredes están configuradas como troneras . En todo caso, para ser un edi­ todo» , dice Stravinsky, «la acción de la ópera tiene lugar en la época de
ficio tan reciente, resulta asombrosamente anticuado ( Wrigbt, ese incorre­ Farinelli, cuando era convencional el cambio de sexo operesco» . Cierto,
gible estucador ) , y el ambiente que crea es más apropiado para un Zieg­ pero en el período de la escenificación de esta noche, el transvestismo uni­
fidd folly que para una ópora «mod». versal constituye una justificación mayor para el cambio . Tanto si está
Antes de dar comienzo al ensayo, y o presento a Stravinsky a los artis­ enervado (o enervada ) por consideraciones que implican su feminidad ( o
tas reunidos, al coro, a la orquesta, a todos los presentes ; salvo que la única bílaterismo ), Baba e s olvi dadizo . «Háblame » , dice, y l a Libertina se pre­
persona que realmente está de pie, por respeto al anciano compositor, es gunta « ¿ Por qué ? », pero sólo obtiene un prolongado y glacial silencio ;
nuestro amigo Robert Tobin; lo cual quiere decir que algunos de los pre­ luego vuelve Baba a decir : «Háblame» , como sí de pronto se hubiese des­
sentes han creído que el compositor era el señor Tobin ( de aspecto dis­ cubierto a sí misma muy aficionada a tal p alabra En este punto, y debido
.

tinguido) . a que los versos siguientes son a cappella, yo carraspeo y me preparo para
Vamos a comer, después del ensayo, pero la comida (camarone s de dar rienda suelta al lirismo.
plástico, hamburguesas de caucho, un « pastel breve» hecho de viejas tor­ Pero la e s cen a del desayuno es demasiado campy con un Baba m�.scu­
tas) es un pretexto para entretenerse con las juke boxes con video-pantallas lino, y, de cualquier modo ( una objeción más fundamental ), la ópera ne­
que muestran « streaptease conservador » . Al no encontrar abierto ningún cesita una segunda mujer, incluso barbuda. Luego, también, el hermafrodi­
restaurante después de la representación , nos vamos a la cama con hambre. tismo parece representado menos feli zmente mediante la división vertical
A las tres de la madrugada , a Vera la despierta un ruido que ella atribuye por en medio, como aquí, que superdotando a la hembra, como en la
a una rata, pero es Stravi nsky, medio muerto de hambre, que está mordis­ réplica del desnudo helenístico en postura reclinada, de la Villa Borghese.
queando una gaufrette. En las representaciones de Boston del año pasado, el resucitado Baba
*
( después de la hibernación bajo la peluca) fue proyectado en el telón por
medio de un sistema de televisión en circuito cerrado. Esto sugería mani­
La lectura musical de la óp er a es ex c el ente, e incluso habría sido me­ festaciones psíquicas y transustanciación ectoplásmica, y como idea era
jor con otros cincuenta ensayos más y varios otros cambios de circunstan­ superior a la representación nueva, en la que el gárrulo andrógino reapa­
cias. El inglés de la Libertina, para poner sólo un ej emplo, resulta ininte­ rece en un televisor de tamaño normal exactamente como el locutor del
li gible, debido en parte a congestión traqueal, a juzgar por lo que tiene noticiario de la noche. Incidentalmente, el comentario corriente de diapo­
que luchar con mucosidades y con las emanaciones de Vicks que llegan sitivas fotográficas durante la escena del desayuno incluye ahora una vista
más o menos hasta la fila treinta. Quizá por la misma causa, su tono in­ de Baba tomando parte en la última Cena.
termitente no es un bemol de cuarto de tono, pero las notas espasmódica­ Sin embargo, la iluminación psic o délica ha mejorado grandemente des­
mente afinadas , obtenidas a costa de u n doloroso fortzssimo, son peores. de la representación de Boston, y también, en su conjunto, la dirección
El clavicordio se distingue por una no menos dolorosa discrepancia de escénica, a pesar de al gunos fallos menores en cuanto a la aparición y
tono, pero en la otra dirección, y el instrumento es amplificado hacia algo desaparición oportunas de los personajes. De un modo algo sorprendente,
que bordea el nivel del órgano del Tabernáculo mormón en tr iple f. En la mitad de lo qu e hay en el escenario es retirado durante la cabaletta,
la primera escena, un cantante anticipa una entrada en varios tiempos, por ejemplo, probablemente por h�her dicho alguien que ya había empe­
y los otros le siguen, en vez de esperar a la orquesta, con el resultado de zado el descanso, y habría empez ad o efectivamente si Anne hubiera e s ta ­
que el dénouement se produce un poco antes en la escena que en la pla­ do unas dos pulgadas más allá de la escena y, por lo tanto, hubiese sido
tea. A pesar de esto, me dice Stravinsky, durante el descanso, que, cuando llevada de allí. Tampoco están limitados estos fallos a las personas . Den­
yo dirijo la ópera, él se siente como si estuviese « en un fauteuil». Pero a tro de la mejor tradición del Teatro Ambiental ( <<Una escena de todo el
veces, esta noche, yo me siento como si estuviese sentado en el borde de mundo » ) , los obj etos están cayendo continuamente, derribándose, esta­
una silla muy bamboleante . llando, todo ello, al pa recer, en forma completamente espontánea . Incluso

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el fúnebre Rolls-Royce entra demasiado de prisa ; luego recula brusca­ protagonista; en el momento de sus mutis finales , en realidad, este trío
mente y se para . Pero al menos este Rolls-Royce no se incendió , como exótico ha conquistado un grado sustancial de nuestras simpatías y ha
ocurrió en Boston, donde, al parecer, un Fundamentalista estaba intentan­ encendido en nosotros el deseo de saber algo más acerca de ellos . Los
do ahuyentar con humo a Shadow , olvidando que la brumosa platea es tres son inteligentes y simpáticos, y Sellem, que podía haber resultado
su elemento natural y obligando a los empleados del teatro a abrir todas pesado en manos de otro compositor, es hasta tal punto lo contrario de
las ventanas en una operación de rescate excesivamente real. esto, que lamentamos que no aparezca en el Epílogo, en la medida en
que valga la pena de lamentar algo acerca del Epílogo, además de su
* *
existencia. (En esta escenificación reaparece en el papel de llavero de la
cárcel de Bedlam. ) Sin embargo, los tres son estrictamente unidimensiona­
les, porque las confidencias de Shadow al público apenas le confieren otro
Dado que cada representación origina nuevas ideas acerca de la ópera nivel extra de profundidad, aunque sí constituyen un nexo estilístico con
misma, esta última me deja con la convicción de que la falta de dimensión el Epílogo, y, por ello, una pista para escenificarlo, si es que debía esceni­
de los caracteres constituye una debilidad más grave que cualquier defecto ficarse. A pesar de que viste de negro, y de otras conocidas prendas del
de la es tructura dramática. En cualquier caso, el estado herrumbroso, o in­ disfraz clerical, un mal caso de la Enfermedad del Púlpito, el « rey de
cluso la ausencia, de unos cuantos goznes dramáticos no resulta necesaria­ lágrimas» hace un papel más destacado que la Libertina, y este papel es
mente desastroso en una forma t an supeditada a la renuncia momen tánea con mucho el más digno de ser escenificado en esta ópera.
a la incredulidad como es la ópera ; nada digamos de las irrealidades y ele­ Sin embargo, la implicación del público alcanza su máxima intensidad
mentos de cuentos de hadas que contiene esta ópera en particular. Los en el momento del fallecimiento de la Libertina, debido a que en tal
tres deseos de la Libertina, seguramente, no se han vuelto menos estúpi­ coyuntura el drama es real, y la poesía y la música son a la vez perfectas
dos con el correr de los años. Tampoco el argumento ( « un año y un día en sí mismas y perfectamente fundidas . Pero hasta la escena del cemen­
desde ahora» ) se ha hecho compatible con Hogarth y con Everyman, por terio, la simpatía por el Libertino es mínima, ya que nuestro interés
mucho que se adapte al elemento fáustico en la mezcla . Lo que resulta por él se limita a su música . Su primer aria lo presenta como un gro­
más extraño es el acuerdo muy poco comercial de la Libertina en lo que sero, después de todo ( « ¿ Por qué habría de afanarme por lo que al final
se refiere al pacto del año bisiesto . En realidad, ahora parece inconcebible, ella me dará por nada, si llega a ser mi amiga ? » ) , y desde el pun to de
y ello no es ciertamente interpertar la ópera de una manera demasiado vista dramático, es un aguafiestas, porque el aria echa a perder el ver­
realista, que la Libertina pueda aceptar a Shadow sin tener idea de quién dadero « interés amoroso » . Tampoco es muy inteligente ; en realidad, en
es, y sin hacer más preguntas acerca de aquel tío tanto tiempo olvidado, el episodio de la máquina de hacer pan, la parábola de la Multiplicación
el misterioso bienhechor, que no vuelve a aparecer en el pensamiento de de los Panes, su inteligencia parece ser tan peligrosamente baj a, que, cuan­
la Libertina hasta la escena del cementerio. Esto no es inconcebible en un do Shadow compara las notas con el público ( «Mi amo es un loco, como
cuento de hadas, pero ciertamente lo es en un espectáculo dramático que podéis ver » ), este último , acostumbrado a soportar locos operescos al egre­
invita a un público a que se interese por la suerte de los personajes . Diga­ mente a causa de la música, está convencido de que Shadow terminará en
mos de paso que a la frase de Shadow : «Vamos a arreglar nuestra cuen­ Bedlam por causas naturales.
ta», sigue demasiado de prisa la de Truelova: « Tan pronto como arregles Anne es un personaj e no menos vacío. Pero también aparece extrnña­
tu situación), y cuando la Libertina ha sido metida en cintura, queda ol­ mente oscurecida, y ella y el Libertino pasan a través de la parte media
vidado el don que hace Shadow de una cláusula de escape : « Solamente de la ópera como barcos en medio de la noche. Evidentemente, el Liber­
lo que tú misma reconozcas que es justo » . No obstante, éstos son errores tino es más feliz con Shadow, como lo es el Don con Leporello ; por
técnicos , no violaciones del género, y la ópera sobrevive a ellos. lo menos, la dureza de su descripción de su anterior novio, diciendo que
Gracias a la música, sobrevive también la unidimensionalidad de los no es más que <mna lechera » , me parece inconcebible bajo cualquier otra
caracteres, pero la tensión es mayor. En tanto que en esta ópera nadie interpretación de su temperamento sexual. En parte por esta misma razón,
es una persona creíble, Shadow, Baba y Sellem, que son los que menos no podemos tenerle mucho lástima, y por ésta, y también por otras ra­
necesitan y menos pretenden serlo , lo son más que el protagonista y la zones ( por ejemplo, cuando dice que acerca de la traición del Libertino

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sólo puede decir : « La indigna fui yo» ) , deseamos que en buena hora Si los dobles sentidos son intencionados , no puedo decirlo. Cierta­
vuelva a la lechería . mente parecen serlo las represiones ofelianas reveladas en los sueños de
* * *
Anne de felicidad nupcial ( «The joyous fount I see that brings increase»
y « the touch of his . . . » ), y también la pregunta que Shadow le dirige al
Tanto si las palabras son o no, pueden o no pueden ser superiores Libertino : « ¿ Es tu aparato algo como esto ? » ( Does your machine look
a los significados, las incongruencias verbales no suelen ser raras, ni anything like this ? ). Mucho antes de que el Libertino pueda confirmar
mucho menos. 1 Parte de la dificultad parece tener que ver con el período que, naturalmente, se parece, el público conoce ya la respuesta, al menos
del lenguaje, el pastiche que a veces resulta altisonante ( «Nick . . . you en esta representación, y en esta época sin prepucios ( sin darse cuenta
have some scheme afoot» ), y en otras ocasiones demasiado farragoso, como de que los prepucios eran trofeos faraónicos, tal como las cabelleras lo
en la inclusión de citas de Enrique IV, Parte II ( «l am exceeding weary » ) , eran para los sioux ) , porque el aparato es una moderna fantasía fálica , no
y d e la versión de Dryden del Libro VI d e l a Eneida ( «Restore the age solamente en cuanto a la forma, sino también en su funcionamiento, y a
of gold» ). Dejando aparte el período, algunos versos son ambiguos al cada descarga de panes se enciende una luz como en una máquina regis­
oído. Así, «Let ali who will, make their joy here [hear ? ] of your glad tradora, identificando con ello el sexo y también el dinero. Ello, natural­
tidings » . Otro ejemplo es el de «Bowers of paper only seals repair», que mente, conquista el aplauso mns ruidoso y más espontáneo de algunos
evoca una visión de leones marinos, hasta que comenzamos a preguntar­ de los ejecutantes. Pero las palabras, palabras, palabras mismas consti­
nos qué podría ser eso de un «bower of papen> ( arquero de papel ) ( ¿ un tuyen una falta verbal, comparado con lo cual esto no es más que pe­
edificio de oficinas de Wall Street provisto de papel higiénico ? ) . También cadillos insignificantes. Al público se le dice regularmente más (y también
es ambigua, con referencia al pronombre plural, la frase de Truelove : menos ) de lo que necesita saber. (También el lector de la partitura. « La
«While they're in mind I'll tell you of bis needs » , que suena como si multitud que murmura », dice una nota marginal antes del verso «Nunca
primero hubiera sido escrita en alemán ; y la de Shadow : « Lawyers crou­ hemos tenido un día tan ajetreado [ hectic ] », pero, para empezar, traten
ched like gardeners to pay» es notablemente críptica , considerando el ne­ ustedes de pronunciar murmurando la palabra hectic. ) Así, el soliloquio
gocio dramático que llevan entre manos. Digamos de paso que, en esta del Libertino al comienzo del Acto II está lleno de buenos versos, pero
escena, Shadow reacciona a la palabra « God» (Dios ) en el «May God para una lectura poética en el «Y» : pocos de ellos tienen valor dramáti­
bless yom> ( Que Dios os bendiga), interrumpiendo la conversación, pero co, y la configuración de la escena viene impuesta enteramente por la
al comenzar la escena siguiente se refiere a sí mismo como el « godfather» música. Asimismo, la escena siguiente , el aria tripartita de Shadow, de­
( padrino ) del Libertino, que para él no es una ironía plausible en este pende exclusivamente de la música , siendo el argumento verbal casi pura­
punto. Tampoco, dos escenas después, es del todo impermeable la imagen mente retórico, e inexistente la acción dramática. Por otro lado, cuando
de Shadow de «la atolondrada multitud arrastrada por el imprevisible las palabras son efectivamente dramáticas y activas, como es el caso en la
imperativo de sus placeres » . No dudo de que la sensación de atolondra­ escena de Bedlam, el efecto es lo suficientemente poderoso para soportar
miento, de vértigo, haya sido experimentada en algún momento por la el peso de todos los fallos .
gris mayoría en su conjunto ( aunque tampoco lo creo del todo ) , pero
* * *
ciertamente la previsibilidad de sus placeres es absoluta y predetermi­
nada.
En cuanto a la puesta en escena, no todas las correspondencias «mod»
1 Por otro lado, la mayoría de las acentuaciones musicales que antes parecieron tienen éxito, pero muchas de ellas encajan admirablemente bien, e incluso
incorrectas, ya no causan extrañeza. Podríamos añadir que, en la época de The Rake,
aquellas que no encajan quedan en cierto grado redimidas por la eviden­
Stravinsky había entrado en la música isabelina, que le ofrecía muchos precedentes
en la cuestión de sílabas débiles acentuadas : el «and sweet wild roses», de Mo rley, cia de una viva imaginación . Esto hay que decirlo, porgue la misión del
por ejemplo, y el «with smiling glances» . Su tendencia a favorecer la expansión fran­ reseñador es despotricar contra la falta de ortodoxia y presentarse como
cesa de la palabra francoinglesa, como en la asignación de sólo una nota a la defensor del sagrado original que hasta entonces había destacado. También
palabra <<Uncle», suscitó más de un problema cuando él procedió a comp oner . Es el ex­ hay que decirlo, simplemente, porque en la ópera es rara cualquier prueba
tremo opuesto de la costumbre alemana de Haendel de pronunciarlo todo, haciendo,
por ejemplo, un disílabo, incluso de la palab ra «whole».
de imaginación y tiene necesidad de apoyo ; el patronazgo norteamericano

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J
�iend_e a - �yudar al tal�er _Y al grupo de estudio más que a la cosa real . La
habría que sacrificar cualquier otra consideración, es n o interrumpir la
1magmac1on de la senonta Caldwell es evidente desde su programación transición desde las cuerdas hacia el trío de viento. Las dos plúmbeas
( s igu ien do la Lulú de Boston con I Puritani, por ej emplo , y este año salu­ arias de Anne podrían cantarse delante del telón, y, pensándolo bien, ése
d ando a los Ju ego s C? l í mpic? s �e x ica no s con Montezuma's Revenge) en su mejor lugar en cualquier caso.
h �� t a s u s desesp �rada s improvisaciones l a noche de la presentación . Tam­ La primera escena del Acto II, en la que el Libertino se diriae a
bien posee autoridad, y dotes para la música, como lo demostró con la Londres, abunda demasiado en luces y otras distracciones, no todas �llas
Tosca que ella d iri g i ó hace unos días, sin preparación, cuando el maestro intencionadas. Restan importancia a la música, sin conseguir que la esce­
designado para e llo fue encontrado borracho (la vida e xt ra-escé nica de na resulte por ello más dramática. Tampoco carece la escena de la calle
la compañía de la s eñori t a Caldwell es más teatral que la interior), y tuvo de objetivos visuales, aun que el cuadro escénico resultaba más efectivo

que ser ex ulsado del teatro, un edificio tan mal aislado, que los gritos en Boston, donde la lluvia filmada le confería mayor complejidad. La mu­
,
de est � pr � c so r , desde otro lu g a r fuera del teatro, se oían per fe c t am en t e chedumbre podría resultar más vaga, más como una multitud de 8 1 /2,
en e l mtenor durante los momentos más sosegados del Acto l . aun�ue la vecindad del Libertino no es necesariamente una que haya de
ser mvadida_ por marchas de protesta. Finalmente, me parece que la
E l primer acto se desarrolla en forma bastante « mod » . A l menos ocurre
algo en esa almidonada primera escena, en la que la motocicleta de los división en dos actos de Ingmar Bergman, p oni endo fin a la primera
Angele s del Infierno y el Rolls de la época de Harold Ll o yd animan una parte con esta escena, es la mejor manera de configurar la ópera.
_
forn;i alidad ( « Ü clement love » ) que bordea la parodia . El Truelove «pop » , La subasta constituye el éxito más completo de la señorita Caldwell.
vestido d e peón caminero, constituye también u n a mejora, siendo una Sellem ( camisa hawaiana, collares de «hippy», gardenias sobre la orej a)
fi ? ura de suegro algo menos absurda que la del « Q uerido papá Truelove» . es una combinación de Guru «pop» y de vendedor de automóviles con TV.
Sm embargo, e s t e cambio de posición social susci ta una dificultad a l final Está sentado con las piernas cruzadas sobre una columna, como Simeón
de la óp er a, debido a que aparece con ropa de los domin 0aos , después el Estilita, y a medida que va nombrando los objetos que se subastan,
_ !
de 1:º h ab er s i d o v sto desde e l Acto I ,_ escena I, hace unas dos horas y van proyectándose en el telón rápidas fotografías de ellos. Los postores se
media, y luego vistiendo mono de traba¡o. Los programas crujen en todo infiltran entre el público, al estilo del Café La Mama, acercándose más
el tea � ro cuando él mismo dej a de dar una pista directa, p or qu e el mal y más a la orquesta, cada vez que se adjudica un lote, hasta que se
casamiento de su h ija le ha vuelto taciturno, y sólo dice unas cuatro pala­ encuentran de pie junto a la orquesta misma para el balance de las pro­
bras en el Epílogo . mesas y para ver mejor al resucitado Baba en la TV.
El comienzo de la segunda escena es aún más convincentemente El cementerio, en los terrenos de una iglesia abandonada, cubierto
« mod » , en parte debido a que las danzas de discoteca ( booaaloo swinn por la hierba, es para automóviles, y la iluminación está suministrada en­
funky Broadway ) se adaptan a la grave música de m arch a y a mi s m 0 Í � teramente por los faros del Rolls-Royce fúnebre de Shadow. La idea
tiempo se burlan de ella. Pero falta un episodio . Cuando Shadow, actu an­ es brillante, pero la ejecución queda malograda por la forma en que Sha­
do de MC, ha acercado al Libertino un micrófono para su canción ad lib, dow se apea del automóvil y se coloca de espaldas al público, lo cual
y « Love, too quickly betrayed» suena por lo baj o , el aparato « mod» oscurece cualquier rasgo de transformación satánica; en una escenifi­
apar � ce de pronto chillón e inoportuno . Pero, luego , la escena parece cación de tantos trucos como ésta, seguramente podía haberse ideado en
perdida cada vez que la música adquiere alguna profundidad de senti­ este punto algunos vahos sulfurosos o algún estremecimiento del suelo ;
.
miento Yo anadiría que Shadow no es lo suficientemente siniestro en estas algo de esto hacía falta realmente. El cambio de cementerios de personas
circunstancias, y que es precisamente al final de esta escena cua ndo debería por cementerios de automóviles, dicho sea de paso, hace inútil la cuerda
regocij arse un poco con el mal ajeno y mostrar su s g ar ras . de Shadow, a menos que tuviese la intención de ejecutar algún juego de
El cuadro tercero es engorroso. No tenemos necesidad de la Osa cuerda indio, porque en el escenario no se ve ni un árbol, ni un penol de
Mayor o de un océano de cárdena luz para saber que es de noche. La verga, ni un cadalso.
buena dicción sería suficiente estrella polar, y, en realidad, en primer La escena de Bedlam es floja y pobre, lamento tener que decirlo, y
lugar, simplific aría el desplazamiento de escena, porque tarda seis minutos en ella se va a pique el estilo «mod» mismo, la única vez en toda la
en llegar y luego solamente dura nueve . La única regla aquí, a la cu al ópera. Nada, después del telón, es tan bueno como el montaje de pro-

256 257
17
yecciones delante de él, de verdes caras embrionarias como las de Hide en que, poco tiempo atrás, cuando Stravinsky se encontraba con un
and Seek, de Tchelichev, y después de los locos de Hogarth. 1 Tampoco pie en el otro mundo, hospitalizado, apenas creía que pudiéramos llegar
el decorado resulta convincente. Está dominado por el Harley-Davidson, a celebrar.
ahora densamente vendado, y por ello surrealista como objeto de arte, Durante la cena, Christopher Isherwood, cuyo aspecto es aún el de
tímido como objeto dramático y torpe desde el punto de vista utilitario, un muchacho, con unas cej as que ahora parecen espesas matas de hierba,
siendo la grupera cubierta de gasa un trono muy tosco para «Venus » . pregunta cómo podríamos llamar a tal vigésimo aniversario, y decidimos
A través d e la escena, los locos se protegen a s í mismos del pú­ llamarlo las «bodas de Craft con el Arte» . Dado que los Stravinsky tienen
blico y los unos de los otros ( incluso la terapia de grupo ha fracasado), un rincón y algo más en la autobiografía de Isherwood, éste les pregunta
tumbados detrás de los barrotes de unos lechos de hospital. Estas rej as cuál fue la impresión que yo les causé en aquel primer encuentro. Pero
de cama son manej ables, aunque demasiado transparentes, símbolos de los Stravinsky sólo pueden recordar que yo estaba « muy nervioso, apenas
enfermedad y aislamiento, tumbas , rej as de prisión, pero resultan inefec­ decía una palabra y, al parecer, jamás había probado el alcohol» . Bueno,
tivas debido, sencillamente, a que los pacientes jamás aparecen. También todavía me pongo nervioso algunas veces, pero también hablo un poco
falta la escala visual, y, por consiguiente, lo que el cuadro sugiere es un de vez en cuando , y no siempre rehúso una copa o dos de ciertas clases
hospital de bebés lleno de orinales . Y, sea lo que fuere, el aislamiento de « calmante» . Finalmente, I sherwood quiere saber «si aquello fue amor
hasta este extremo es una idea errónea. Los lunáticos forman un coro, y a primera vista », y siento la felicidad de poder decir que los tres respon­
la primera idea que tuvo la señorita Caldwell, idea odiseica, de que dimos al mismo tiempo con un Sí.
todos ellos tejiesen un sudario u otra clase de tela, habría refinado pot lo
menos la ejecución coral. Pero, aun así, a la escena le faltaría movimien­
to . Después de todo, los coros son piezas de danza, incluso «las palabras
de los locos carecen de veracidad » . Tanto si se trata de un «ballet» de
Balanchine ( el minueto es una danza rápida, según lo concibió Stravinsky)
como de saltos de Peter Brook, alguna clase de movimiento es indispen­
sable. Esto se aplica también al Coro Fúnebre. ( ¡ Cuán bellas son las
suspensiones en los bajones y en la trompeta al final de esta pieza ! ) « Ca­
minad suavemente alrededor de este ataúd », cantan los locos, pero nin­
guno de los que moran en este misterioso asilo se dej a ver una sola vez.
El Epílogo es un desastre. Pero una fotografía de Stravinsky jugando
a las cartas, proyectada rápidamente a través del telón al final ( Stravinsky,
el artista, dando cima a su obra, y Stravinsky indomable ) , juega triunfo y
constituye un verdadero coup de théátre.

3 1 de marzo

Hollywood. Hoy hace veinte años que encontré por vez primera a los
« S travs», el mismo día en que Auden entregó el libro del Rake. Para
celebrar el acontecimiento, Stravinsky me da los bosquejos de The O wl
and the Pussicat [sic], calificándolos de regalo de « vigésimo aniversario » .
Pero e l mayor regalo es que l o estamos celebrando juntos e n una forma
1 Una importante recomendación de la representación visual de esta ópera es
que los conjuntos en blanco y negro imitan los grabados dieciochescos .

258
APÉNDICE
ADICIONES AL DIARIO ( 1 968)

29 de septiembre. Zurich. Nuestro hotel, el Dolder Grand, pertenece


al período de Engelbert Humperdinck ( al Engelbert Humperdinck o ri­
ginal) , a juzgar por las torres de pésimo gusto arquitectónico, pero el
período meteorológico es el de la Edad de la Humedad. La niebla y las
neblinas alternan con las lloviznas y los chaparrones , y de los podados
castaños y de los verdes campos de golf que se extienden más allá del
hotel suben los vahos como los vapores suben de los incendios apagados
con agua. Hoy, al mediodía, como en respuesta al prolongado repicar de
las campanas de la iglesia, un viento súbito barre las nevadas cumbres
y envía un gran número de yates a resbalar por la superficie del lago . A mí
también me envía fuera del hotel, hacia los bosques (más Humperdinck) ,
donde l a s hoj as secas, que crujen a m i paso, me retrotraen a treinta años
atrás.
El hotel parece haber sido profilácticamente aislado de cualquier for­
ma de alegría y regocij o, y todos los días, como seguro contra las gote­
ras, o a causa de los pecados que puedan haber contemplado, las habi ta­
ciones son castigadas con furibundos azotes en las alfombras y expos ición
de su interior al aire libre. Tampoco tienen otra finalidad que la de hacer
que sintamos ociosas o inmorales las acciones de aseo emprendidas durante
el día a diversas horas inoportunas e imprevisibles ( alisar de nuevo las
camas, cambiar fundas de almohada, poner nuevos Kleenex, etc . ) . Pero el
«Dolder» sería un perfecto lugar de retiro en donde tramar una novela ,
como dice Vera, y es realmente un buen sitio para aumentar de peso , que
es lo que Stravinsky necesita. En efecto, el restaurante es todo lo contra­
rio de las comidas rápidas , preconicizadas y semirreconstitutidas que se
sirven en los aviones. Puede obtenerse regularmente sopa de rabo de
canguro , tordo asado, nidos de golondrina ahumados y cuarto trasero de
ante poivrade ( servido con pommes Goethe, pointes d'asperges Eisenhower,
u otros platos con faceta cultural) , junto con el perenne Birchermuesli.

Asimismo, considerado simplemente como un aposento, el restaurante


puede parangonarse favorablemente con el resto del hotel, siendo el ves-

263
tíbulo una galería para cuadros del tipo de Mañana de septiembre, y el ha de alquilarse por las noches a aborcionistas o psicoanalistas, cuando
bar un mausoleo con pianista. no está ocupada por las logreras legiones de la Policía Monetaria Suiza.
Entre nuestros compañeros de hotel figuran un príncipe libio que Luego, descubriendo que es a prueba de sonidos ( no se oiría un ruido de
se parece a Sam J affe en el papel de Gunga Din, y una hermana del cadenas en la puerta contigua, o un asesinato ), comprendes que, en horas
difunto rey Faruk, que se parece nadie sabe a quién, por la razón de que extraordinarias, debe servir para algunos fines aún más siniestros, tales
durante ocho años no ha abandonado su cuarto ni ha mostrado de su como los de una celda confesional para criminales de alta categoría.
persona más que un brazo fantasmal que se extiende desde detrás de »El mobiliario es escaso : un diván de cuero, una silla con respaldo de
una puerta para coger una carta o un telegrama y dar una propina . cuero, una mesa que contiene revistas ilustradas de paisajes suizos y lu­
Según nuestra Stubenméidchen austriaca, la princesa se encierra en el lava­ gares de esquiar, hojas multicopiadas de cotización de mercado de accio­
bo durante el tiempo en que se efectúan las entregas de comida y se hace nes, y un teléfono, aislado, sin duda, o conectado con una grabación que
la limpi eza de la habitación. La Stubenméidchen dice que en aquella ha­ dice : " El servicio normal jamás será reanudado " . En algún punto percibes
bitación hay gran cantidad de libros, y muchos vestidos parisienses que un aroma peculiar, de dinero, evidentemente, salvo que, aparte ele estos
nunca han sido usados, y románticamente atribuye esta actitud de la prin­ promedios de mercado, nada hay en el banco que sugiera una cosa tan
cesa, de reclusión más exagerada que la de la Garbo, a un amor con­ ordinaria. Uno de los rasgos que es muy poco probable que adviertas es
trariado. el de los bares fuera de la ventana, si es que llegas a distinguirlos, por­
El Sha Pahlevi es otro de los clientes asiduos del hotel, en parte, que se trata de los bares más discretos que puedas imaginar. Solamente
según dicen, debido a las grandes fortunas personales que tiene en ban­ éstos te recuerdan la existencia allá abajo del oro y de la plata, y de todos
cos locales . ( La descripción que el camarero de nuestro cuarto nos hace aquellos nidos, refulgentes de huevos de oro, de los ricos y de los super­
del séquito del Sha me hace pensar en un príncipe saudí y compañero ricos.
nuestro de hotel en Ginebra en el año 1 95 1 , cuya caravana incluía un »Cuando llega tu banquero ( mirada fría, traje impecable y flamante
harén portátil completo con eunucos que acampaban en el pasillo, fuera como moneda recién acuñada), inmediatamente te somete a suplicio al
de las habitaciones de las regias concubinas, allí donde los huéspedes pedirte que le recites el número de tu cuenta corriente, como si fuese una
monógamos dejan los zapatos . Recuerdo que un día vi a cuatro de las contraseña o la combinación de una caja fuerte. Su secretaria, una mini­
reales Fátimas en el asiento trasero de un Cadillac de seis puertas apar­ faldera igualmente fría, trae una carpeta que contiene las fichas numera­
cado frente al Hotel des Bergues . Llevaban vestidos negros, negros velos das, pero anónimas, de tus inversiones, y que se te permite examinar,
triangulares y brazaletes de oro , y una de ellas estaba vertiendo agua pero no sacar de allí. En realidad no se intercambian ninguna clase de
de un jarro de oro, que supongo sería el equivalente árabe regio de un documentos ; en vez de ello, recibes por correo un detalle de cuentas, sin
termo. ) firma, pero con una tarjeta impresa : " Saludos del Schweizerische Bank
Verein ". Luego, tan pronto como ha terminado tu gestión, te despiden
por una puerta trasera, después de que el guardián ha despej ado el camino,
7 de octubre. Oímos como u n norteamericano, e n e l bar, l e está ha­ no fuese que en aquel mismo instante entrase o saliese también Harold
blando a un compañero acerca de uno de los templos de los duendes de Wilson. »
Zurich. «Entras por una puerta especial» , dice, «en la que un guardián
te exige el pasaporte y te obliga a escribir en un papel el número de tu
cuenta corriente. Cuando han comprobado tu escritura y han identificado 1 0 de octubre. Hoy, cuando íbamos camino de Lucerna, Stravi� sky
tu cara comparándola con la fotografía, otro guardián te da escolta hasta expresa la necesidad de un « Watyer Closyet» (por lo visto, en Rusia había
una sala de conferencias y allí te encierra, en realidad, porque continúa tan pocas de estas facilidades, que no se molestaron en buscarles nombre
de pie junto a la puerta por la parte de fuera ; el banco desea proteger el en el propio idioma del país ), pero rechaza una estación de Esso al des­
carácter privado de sus célebres depositantes, así como evitarles enojosos cubrir que «un usuario anterior ha tenido muy poca puntería» . Una queja
encuentros entre sí, el del Sha con el General Franco, por ejemplo, o el parecida podría hacerse con respecto al paseo a orillas del lago, en Lu­
de Truman Capote con Gore Vidal. La habitación, como puedes imaginar, cerna, por la suciedad dejada por los cisnes, salvo que esto parece hecho

264 265
deli?era�amente, como acción de represalias excrementicias por la con­ y donde, al volver a escribirlo para trompetas, Stravinsky anula la pagi­
tammac10n del estanque por las embarcaciones, que, evidentemente, tienen na entera ( 1 8 compases ) y la restablece en otra página insertada, que, sin
que haber ensuciado incluso el plumón de los más tiernos cisnillos . embargo, no está situada en su debido lugar. Podría decir que las cor­
La encargada del cuidado de la quinta de Wagner en Triebschen no cheas del Beso de la Tierra están aquí en la p arte del violoncelo, más
da crédito a sus ojos, después de leer la firma de Stravinsky en el libro bien que en el baj o ; que la introducción del baj o a la Action rituelle
de visitantes, pero recobra a tiempo su compostura y nos guía a través está marcada forte; que al músico que toca el bombo se le indica que
del edi� cio. La colección de instrumentos musicales en la segunda plan­ utilice un palillo de madera y que toque la «cabeza» del instrumento con
ta contiene muchos hermosos objetos realizados por artesanos del Re­ la mano para intentar producir un tono que se aproxime al Si bemol ;
nacimiento y del Barroco, junto con instrumentos wagnerianos tales como que la partitura especifica cuatro timpanistas, siendo dobladas las notas
las altas tubas, no sólo del Anillo del Nibelungo sino también de La
, de los tímpanos en la parte principal de la Danse sacrale.
consagración de la primavera. Una nota de la página del título de la Parte II advierte al editor
que « Las páginas 69-87, que contienen la Danse sacrale, le serán remitidas
en breve», y que la música comprendida entre [ 8 6 ] y [ 8 8 ] queda fuera
1 1 de octubr� . Zurich. Str�vinsky recibe hoy de manos de su hijo, en del orden de sucesión. La partitura aparece firmada y fechada «8 JII-
.
Ginebra, la partitura manuscrita completa de La consagración de la p ri ­ 2 3 II 1 9 1 3 » (sic) al final de la Dance sacrale, y firmada, fechada y loca­
mavera, pero la vista de cambios realizados con lápiz durante los prime­ lizada, « Clarens, 1 6/29 I I I 1 9 1 3 » , al final del tercer compás en [ 85 ] .
ros ensayos le recuerda el estreno, y este pensamiento le pone tan furioso
que añade un P. S. en la última página, en el que pone como nuevo al
primer audito!io por «las risas con que acogió esta música en el Théatre 1 9 de octubre. Vamos a Einsiedeln, cruzando el lago por l a calzada en
des Champs-Elysées, París, Primavera de 1 9 1 3 » . La partitura está en­ Ropperswil, donde Vera toma fotografías del convento y del Schloss. Los
cuadernada en tafilete rojo y tela, y muchas páginas se hallan reforzadas valles están aún verdes, pero los viñedos amarillean y la hierba presenta ya
con cinta adhesiva transparente. También aparece en varias páginas el sello un color rojo intenso. Al sur del lago, la carretera se halla obstruida por
de la Russische Musik v erlag porque el manuscrito fue presentado a di­
,
carromatos y por caminones del Ej ército.
rectores de orquesta y utilizado en ejecuciones de la obra. Entre estas El exterior del monasterio benedictino de Einsiedeln ( «Coenobiu Ere­
enmiendas a lápiz de pre-estreno figuran las siguientes adiciones : « Las mitaru», en viejos mapas ) me recuerda El Escorial, con excepción de
partes de trombón, dos compases antes de [ 22 ] ; la parte del bombo, un la fachada de la iglesia con volutas como triples llaves, lo cual es típico
compás antes de [ 22 ] , e, ibídem, el calderón sobre el La (no sostenido del barroco alemán meridional. El interior nos causa contrariedad, en parte
por las tubas en esta partitura ) ; la parte del flautín al comienzo del debido a que hemos visto antes el resplandeciente blanco y oro de \Vies
Jeu de rapt; las partes de trompa y trompeta en los dos compases pri­ y otras obras maestras bávaras, pero, en la capilla, un coro de monjes,
meros de [ 62 ] ». arrodillados delante de la Virgen y el Niño, está cantando un oficio
El título «Khorovod Game» ha sido aquí borrado y sustituido por de vísperas con el mayor refinamiento de entonación que creo haber oído
Jeu de rapt, pero Stravinsky ya no recuerda en qué fecha. Spring Rounds en toda mi vida. Una vez fuera de nuevo, en las arcadas que forman un
se llaman simplemente « Khorovod» , también, en tanto que la música en acceso semicircular a la iglesia, compramos tarjetas a un hombre que
[ 6 4 ] todavía presenta el epígrafe separado « ldut-Vidut», y la Dance of the se las arregla para inyectar en la transacción tanta amabilidad, que se me
Ea rt h ( Danza de la Tierra) es todavía « Vyplyasyvaniye Z e m le e » , sin traduc­ queda grabado en la mente, junto con los idólatras clerizontes, durante el
ción. Finalmente, el título manuscrito de la A ction rituelle es « Consecra­ resto del día.
tion of the Place» ( Consagración del lugar), mientras que el título de la
Evocación es irremediablemente más específico que el de la versión publi­
cada, a saber : «La Evocación de los Antepasados Humanos». 23 de octubre. París. Nuestras habitaciones en el Ritz no se limitan a
La única revisión importante del autógrafo se encuentra en [ 28 ] , actuar contra la «deserotización del ambiente» (Marcuse), sino que están
donde el tema de notas negras s e compuso primeramente para trompas, cobijando verdaderos nidos de amor, con espejos tan estratégicamente co-

266 267
locados como en los burdeles, aunque en un estilo parecido al del «fo­ de un solo hombre -nada digamos de un día de un solo hombre-, y
yer>> de Gavarni en la Ópera. Las camas ( colchas de seda, cabezas de Xenakis no figura entre ellos. Pero de esta dificultad no se trata en ningu­
diosas en los marchapiés ) son dobles. ( También son dobles, una junto a na parte, ni se la reconoce en los pliegos purpúreos de los programas,
la otra, las chaises tangues. ) Además, la asignación de espacio para los cuyas hojas fotocopiadas de recortes de prensa, biografía, fotos de tiras
boudoirs resultaría inconcebible en cualquier ciudad que no fuese París, de película con el maestro en su trabajo, y un folleto titulado «La pensée
e inconcebible allí a partir, aproximadamente, del año 1 9 00. También
de Xenakis» , sin embargo, cruzan el escenario de un modo más eficaz,
resultan eróticamente conductores otros objetos, tales como las chime­ más tarde, cuando son arroj adas allí por la minoría protestataria.
neas, las puertas arqueadas, las pantallas de lámpara en forma de más­ Uno de los prospectos asegura al lector que el « tiempo» de Xen:.ikis
cara de carnaval ( cache-sexe) , los interruptores de la luz en forma de se encuentra « en un futuro cibernético » . Pero la recepción de esta noche
llave y ojo de cerradura, los escabeles almohadillados para las mesas de muestra con excesiva evidencia que su tiempo ya ha llegado, y que el
tocador y de maquillage, la cadena de la bañera para llamar a la femme futuro, cibernético o de otra clase, es precisamente lo que tendrá que
de chambre, el timbre al lado de la cama para service privé, e inclu­ aguantar, tan pronto , en realidad, como la próxima ejecución de una de
s u s obras. De nuevo , a pesar de todas las advertencias que de antemano
so la vista desde la ventana de uno de los monumentos fálicos mayores
de Europa, en la Place Vendóme. Menos eróticos son, ciertamente, el pa­ se nos hacen acerca de lo abstruso de las cogitaciones del compositor y
ragüero, el candelabro, el reloj de pared, las molduras doradas, la tapi­ de la inaccesibilidad de sus métodos matemáticos, la música misma es a
cería a rayas y el escritorio; pero lo único realmente anafrodisíaco es el veces desastrosamente predecible ( en la jerga de moda : «La mente realiza
precio. valoraciones probabilistas » ) y asombrosamente ingenua, siendo esto último
Según el portero, el hotel solamente tuvo diecinueve huéspedes duran­ lo que ocurre con varios redobles de tímpano que le hacen pensar a uno si
te la revolución del pasado mes de mayo, pero el personal de servicio no se trataba de la Symphonie fantastique.
( cuatrocientos individuos ), estuvo siempre en sus respectivos puestos de La pieza central del programa es un alud de ruido electrónico llama­
trabajo . El azúcar tuvo que ser racionado desde el segundo día, dice, ? ero do Bohor, que si se pronuncia como una sola sílaba es también una
mientras él habla de esta dificultad, yo estoy pensando en la contmua descripción del efecto. Como experimento de tortura sónica, es incluso más
provocación, para Cohn-Bendit y compañía, que representa la interminable ruidosa que Hair, siendo infligida por « cuádruple estereofonía», emitida
riada de Mercedes, Rolls y Alfa Romeos que paran junto a la puerta de por ocho altavoces a los que se ha dado la forma de secadores de s2!ón
entrada. de belleza y dirigidos hacia el público como máquinas del rayo de la
muerte. Parece como si el ruido de un motor de reactor penetrase hasta
las vísceras de uno, y uno cree que va a estallar de un instante a otro.
26 de octubre. El concierto de esta noche en el Théatre de la Musique Uno se tapa los oídos, naturalmente, pero con esto sólo consigue uno
constituye el suceso culminante de una «journée Xenakis». El otro suceso que se le cansen los brazos. Cuando el teatro mismo comienza a vibrar
principal es un debate que no ocasiona, evidentemente, voleos alto� y como un diapasón, muchos se dirigen hacia la salida, y lo mismo haría yo,
largos de la pelota dialéctica, sino únicamente algunas «preguntas » muy si no pensase de un segundo a otro que eso no puede durar ni un segun­
pesadas que constituyen realmente declaraciones auto-respondentes mu­ do más. Al cabo de un rato parece evidente, ya que el ruido es tan poco
cho más largas que las «respuestas» . El propio Lévi-Strauss, héroe del variado, que la máquina tiene que haberse atascado, o que la cinta m ag­
culto «pop», asiste al debate, y en los dos bandos se halla presente una netofónica ha descarrilado . Pero, sea cual fuere la explicación, Bohor
gran multitud de jóvenes, más bien « �and� » que «hippie» . Durant� �I tendría que ejecutarse, o dispararse, si fuera preciso hacerlo en realidad,
concierto caen varias veces en una histeria tipo Beatles, pero qmzas en un campo de fútbol para un público en refugios antiaéreos situados a
ya se encontraban antes en tal estado, puesto que es esca � a cualquier varias millas de distancia.
conexión casual entre el carácter de sus respuestas y el contenido del pro­ Un punto de interés sería comparar impresiones de duración ( ¿ diez
grama. Estoy sentado no lejos de Messiaen, en un palco evidentemente minutos ? , ¿ una hora ? ) , pero incluso esto queda frustrado. Cuando al
ideado para personas que carecen ? e rodillas . fin ha amainado el holocausto auditivo, la explosión de gritos, exclama­
. . .
Pocos compositores contemporaneos pueden sobrevivir a un concierto ciones, improperios, acompañada de una granizada de programas como

268 269
los objetos que en señal de protesta se arroj an a una plaza de toros des­
pués de una mala corrida, casi igual en volumen a Bohor . El contraasalto
( el « ¡ que se repita! » de la mayoría beatlemaníaca) apenas consigue su 18 de noviembre. Pompano Beach, Florida. El estado de cultura según
objeto, cuando la orquesta de cuerda vuelve al escenario, y la manifesta­ se anuncia en los cinco y diez mentales de U . S . l A : « Centro de Estable­
ción se torna en silbidos : los lentos deslizamientos, que en su mayor cimientos Comerciales en los que se Ahorra Dinero» ; « Pompas Fúnebres
parte es lo que hacen los instrumentos de cuerda. Luego, cuando el direc­ con Aparcamiento Propio » ; un «Safari en Parque de la Selva» ( « Vea usted
tor da la señal para empezar la siguiente pieza, suena un grito : « ¡Du 1 0 0 Leones en Plena Vida Salvaje» ) ; u n « Poblado Indio» vendiendo
Morazt ! », al que responde un abundante surtido de epítetos poco hala­ «madera de deriva, de plástico » ; una Primera Iglesia de Ciencia Cristia­
güeños. No obstante, y sorprendentemente, la obra pasa sin otros inci­ na vendiendo un sermón : « ¿ Adónde va usted a pasar la eternidad ? » ;
dentes exteriores. Y también sin muchos incidentes interiores . En rea­ invitaciones para nadar, jugar a los bolos, i r e n yate, a patinar, para que
lidad, el conjunto de bloques contrastantes de efectos sonoros es aproxi­ l:! digan a uno la buena ventura, para jugar al tejo, al golf en miniatura,
madamente el mismo en cada pieza ; además, la palabra « contrastante» al j ay alay.
implica, en forma desorientadora, movimiento. Si esto es « arquitectura Me voy a la playa, a pesar del calor sofocante que hace, a pesar del
sonora», según lo definen, entonces sería mejor que regresase al tablero gentío de una casta peculiar de la península, aunque no se hayan criado
de dibujo. en ella, cuya conversación, a juzgar por lo que he podido captar ( invo­
Pero la verdadera dificultad con que tropieza el concierto después luntariamente ), se limita a los promedios de Dow-Jones, al tiempo y al
de Bohor es que los músicos, vivos y coleando, los instrumentos « trad» « regreso».
y la rutina misma del concierto, todo ello parece descaradamente anticua­
do y pasado de moda. Por ejemplo, los modelos de marcar rectos los
tiempos por parte del director, ya no encaj an con los ritmos. Tampoco
están los instrumentos funcionalmente bien adaptados a la obra que tienen
que ejecutar ; el diseño de un violín, después de todo, y su afinación en
quintas , corresponde a una evolución realizada en la música misma. En
suma, la pensée de Xenakis parece servida en forma más apta por filtros,
sonotrones, osciladores, potenciómetros, generadores de onda sinoidal, mo­
duladores de anillo y cosas por el estilo.
El compositor aparece en el escenario a recoger las ovaciones, vistien­
do el uniforme azul de obrero de una fábrica y calzado como si estu­
viera listo para ir a jugar al tenis. Plenamente consciente, sin embargo,
de que el giro en el mercado de acciones de la reputación es más rápido
en la Bolsa de París que en cualquier otro lugar del mundo, aparece luego
prorrumpiendo en invectivas contra el proceso parisiense de ponerse a la
mode. ¿ Ponerse ?
Y o, por mi parte, pienso en la frase de «El progreso podría ser en
dirección opuesta», de Verdi. Estoy pensando en ello con interés decre­
ciente, hasta las dos de la madrugada, en realidad, la hora en que las
chicas de alquiler ( « trabaj adoras de tiendas que quieren comprar más
vestidos», como dice R. ) están intentando ofrecer una idea básica de su
mercancía en casi todos los portales de la « rue» de la Paix, a lo largo de
todo el camino de regreso hasta el Ritz.

270
I ND I C E

Introducción : Un mae�; t ro en su trabajo . 7

PARTE 1

MI SCELANEA

l. ENTREVISTAS.
Stravinsky sobre la escena musical y otras cuestiones . 15
La música y la época de las estadísticas . 26
Stravinsky a los ochenta y cinco años 34
Efectos l a terales I 46
Efectos laterales I I . 61
¿ Dónde está tu aguijón ? 74

2. PREFAC IOS.
Perspectivas de un contemporáneo 89
Gesualdo de Venosa : Nuevas perspectivas 93
Die Meistersi nger 1 00
Svadebka ( Las bodas) : Instrumentación 101

3. REVISIONES.
Tres tipos d e fiebre de pri m avera ( Stravinsky rev i s a «El Rito » . 1 06
Un reí no de la verdad . 115
PARTE II

DE LOS DIARIOS DE ROBERT CRAFT ( 1 9 48- 1 9 6 8 )

1 948 129

1 94 9 133
1951 140
1 95 2 1 45
1 95 3 1 54
1 9 56 156
1 958 172

1 95 9 176

1 960 178

1961 1 80
1 9 65 1 82

1 966 1 85
1 96 7 204
1 96 8 24 1
Apéndice 263

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