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DPR I - 1pp (Rodri 2017-2018)
DPR I - 1pp (Rodri 2017-2018)
I Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
2. Tratamiento procesal
A) Examen de oficio
B) A instancia de parte
III. LA COMPETENCIA OBJETIVA (*)
1. Concepto y naturaleza
2. Criterios determinantes
A) Por razón de la cuantía
B) Por razón de la materia: los «Juzgados especializados»
3. Tratamiento procesal
A) De oficio
B) A instancia de parte
IV. LA COMPETENCIA FUNCIONAL
1. Concepto
2. Criterios
A) La fase declarativa
B) La fase de impugnación
C) La fase de ejecución
3. Tratamiento procesal
A) De oficio
B) A instancia de parte
V. LA COMPETENCIA FUNCIONAL EN EL REPARTO DE LOS ASUNTOS
1. Concepto y fundamento
2. Requisitos
3. Medios de impugnación
II Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
B) Las personas físicas y jurídicas
C) Las masas patrimoniales
D) Las entidades sin personalidad jurídica
E) Los grupos de consumidores y usuarios
3. La capacidad procesal. Concepto
4. Determinación
A) Las personas físicas
B) Las personas jurídicas
C) Las masas patrimoniales
D) Entes sin personalidad jurídica
5. Tratamiento procesal
A) De la capacidad para ser parte
B) De la capacidad procesal
LECCIÓN 6. LA LEGITIMACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
I. LA LEGITIMACIÓN
1. Concepto, fundamento y naturaleza. (*) (17F1)
2. Clases
A) Legitimación activa y pasiva
B) La legitimación ordinaria. (**)
C) La legitimación extraordinaria
3. Tratamiento procesal. (16F1)
A) El examen de oficio de la legitimación
B) La denuncia de la falta de legitimación
III Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
2. Clases: voluntaria y provocada
3. La intervención voluntaria y sus clases. (**) (14SR)
A) Intervención litisconsorcial
B) Intervención adhesiva
4. Régimen procesal
A) La intervención litisconsorcial
B) La intervención adhesiva
5. La intervención provocada
A) A instancia del demandante
B) A instancia del demandado
IV. LA SUCESIÓN PROCESAL
1. Concepto y clases
2. Sucesión procesal por muerte
A) Las personas físicas
B) Las personas jurídicas
3. Sucesión procesal por transmisión del objeto litigioso
IV Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
III. LOS PRESUPUESTOS ESPECIALES
1. La autocomposición
A) La reclamación administrativa previa
B) La reclamación previa y el agotamiento de los recursos en las demandas de
responsabilidad civil contra Jueces y Magistrados
C) El acto de conciliación en las demandas relativas a invenciones laborales
2. Cauciones
3. Requerimientos
V Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
4. Inventarios de bienes
5. Anotación en el Registro a los efectos de la publicidad
6. Órdenes judiciales de cesación, abstención o prohibición
7. Suspensión de los acuerdos sociales
8. Caución sustitutoria
VI Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
LECCIÓN 13. LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN DEL OBJETO PROCESAL. . . . . . . . . . . . . . . . . 137
I. LA FINALIZACIÓN ANORMAL DEL PROCESO
1. Concepto y fundamento
2. Clases
II. LA TRANSACCIÓN
1. Concepto y notas esenciales
2. Requisitos
3. Tratamiento procesal
4. Efectos
III. LA RENUNCIA
1. Concepto y notas esenciales
2. Naturaleza
3. Requisitos
IV. EL DESISTIMIENTO
1. Concepto y notas esenciales. (*)
2. La bilateralidad del desistimiento
3. Requisitos. (*)
4. Procedimiento
5. Efectos
V. ALLANAMIENTO
1. Concepto y notas esenciales
2. Clases
3. Requisitos
4. Efectos
VI. LA SATISFACCIÓN EXTRAPROCESAL DE LA PRETENSIÓN. (15F1)
1. Concepto y requisitos
2. Procedimiento
VII. LA SUSPENSIÓN DEL PROCESO
1. Interrupción y suspensión. (*) (13S1)
2. Clases
3. La suspensión como acto instrumental de los actos de finalización del proceso
VIII. LA ENERVACIÓN DEL DESAHUCIO POR FALTA DE PAGO
1. Concepto y fundamento
VII Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
III. LA PRUEBA ANTICIPADA, EL ASEGURAMIENTO DE LA PRUEBA Y LAS MEDIDAS CAUTELARES
PREVIAS Y URGENTES
1. La prueba anticipada y el aseguramiento de la prueba
A) Concepto y regulación legal
B) Caracteres
C) Procedimiento
2. Las medidas cautelares previas
IV. LA CONCILIACIÓN PREVIA
VIII Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
4. Requisitos
A) Subjetivos
B) Formales
II. LA CONCILIACIÓN INTRAPROCESAL
1. La primera conciliación intraprocesal. (*)
A) La autocomposición voluntaria. Los actos de disposición
B) La autocomposición provocada
C) Efectos
2. La segunda conciliación intraprocesal
IX Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
B) De oficio
2. Los actos de alegación complementaria. (*)
3. Los actos de nueva alegación
II. LA IMPUGNACIÓN DE DOCUMENTOS
1. Concepto
2. Clases
A) Documentos públicos
B) Documentos privados
III. LA COMPLEMENTACIÓN DE LA PRUEBA PERICIAL
1. Ámbito de aplicación
2. La prueba pericial de las alegaciones complementarias
IV. LA FIJACIÓN DE LOS HECHOS, SEGUNDA CONCILIACIÓN Y SENTENCIA INMEDIATA
1. La fijación de los hechos controvertidos
2. La segunda conciliación intraprocesal
3. La sentencia inmediata
LECCIÓN 21. LA PRUEBA (I): CONCEPTO, CARACTERES, REGULACIÓN LEGAL Y OBJETO. 223
I. CONCEPTO
II. CARACTERES. (**)
1. La prueba como actividad procesal
2. La prueba y los principios de aportación e investigación
III. REGULACIÓN LEGAL
IV. OBJETO
1. Concepto
2. Las afirmaciones fácticas
A) La disconformidad
B) La pertinencia
C) La utilidad
D) La licitud de su obtención
E) Los hechos notorios
F) Las presunciones legales
3. La prueba de la norma jurídica
A) La costumbre
B) El Derecho extranjero
C) El Derecho local
X Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
LECCIÓN 23. LA PRUEBA (III): PROCEDIMIENTO Y MEDIOS DE PRUEBA. . . . . . . . . . . . 240
I. EL PROCEDIMIENTO PROBATORIO
1) Concepto y regulación legal
2) Fases
A) Inexistencia de solicitud de recibimiento del pleito a prueba
B) Proposición, admisión y recursos
C) Práctica
II. LOS MEDIOS DE PRUEBA
XI Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
LECCIÓN 26. LA PRUEBA PERICIAL, EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL Y OTROS MEDIOS DE
PRUEBA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
I. LA PRUEBA PERICIAL
1. Concepto y regulación legal
2. Naturaleza jurídica. (*)
3. Clases
A) Dictámenes periciales privados
B) Dictámenes periciales por designación judicial
4. Procedimiento
A) Dictamen de peritos aportados por las partes. (*)
B) Dictámenes periciales designados judicialmente
5. Valor probatorio
II. EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL
III. LOS MEDIOS DE PRUEBA AUDIOVISUALES Y TELEMÁTICOS.
IV. LAS PRESUNCIONES JUDICIALES
XII Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
IV. FINALIDAD. (*)
1. A instancia de parte
2. De oficio
V. CARACTERES
1. Las diligencias finales como derecho fundamental
2. La solicitud de diligencias finales como presupuesto del recurso de apelación
3. Complementariedad y excepcionalidad de la prueba ex officio
VI. PROCEDIMIENTO
1. Solicitud
2. Resolución
3. Práctica
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C) La identidad de la «causa de pedir»
3. Los límites temporales de la «causa petendi»
4. Ámbito de aplicación: exclusión de los procesos sumarios y los actos de la jurisdicción
voluntaria. (**)
5. Tratamiento procesal
XIV Índice Derecho Procesal Civil I – Preguntas otros años (*). Depósito Calatayud (AASN) Rodri ® Sept -2017
DERECHO PROCESAL I
DERECHO PROCESAL CIVIL.
EL PROCESO DE DECLARACIÓN. PARTE GENERAL
UNED. Curso 2017-2018. 1º pp
1. CLASIFICACIÓN
Los principios del proceso son susceptibles de ser enmarcados en alguna de las siguientes
categorías:
1ª. Principios inherentes a la estructura del proceso.
2ª. Principios relativos a la acción y al derecho subjetivo material y subyacente
3ª. Principios relativos a la formación del material fáctico.
4ª. Principios relativos a la valoración de la prueba.
B) Concepto
El binomio aportación-investigación nos plantea la pregunta de qué sujetos procesales, si a las
partes o al juez, les incumbe la introducción y prueba de los hechos en el proceso:
1. Un proceso está informado por el principio de aportación cuando incumbe a las partes la
introducción y prueba de los hechos en el proceso.
2. Por el contrario, un proceso está informado por el principio de investigación cuando el juez
está obligado, por razón de su oficio, a la aportación de los hechos y a su prueba dentro del
proceso, con independencia de la voluntad de las partes.
[Aportación: La introducción y prueba de los hechos en el proceso incumbe a las partes. En realidad son las partes
las que introducen los hechos y proponen las pruebas en el proceso.
Investigación: Es función del tribunal el examen de oficio de los presupuestos procesales, así como otras
importantes funciones de control e investigación.]
En un sentido general, bajo la máxima de la aportación entendemos el dominio de las partes sobre
el material procesal, que es aportado como fundamento de hecho para la Sentencia. En concreto,
podemos afirmar que un proceso está presidido por el principio de aportación, cuando en la
constitución del objeto procesal concurren las siguientes notas esenciales:
a) A las partes les corresponde la introducción de los hechos en el proceso
El juez tan sólo puede fundamentar su resolución definitiva sobre los hechos afirmados por las
partes, eliminándose, de este modo, la denominada «ciencia privada del juez» como base de la
sentencia.
Por tanto, incumbirá exclusivamente a las partes, y nunca al órgano jurisdiccional, la labor de
introducir los hechos en la fase de alegaciones, a través de la demanda y su contestación,
determinando en tales actos el tema de la prueba.
Sin embargo, dicho principio tampoco puede ser exagerado. También le es autorizado al juez basar
su fallo en las denominadas «alegaciones equivalentes de las partes», es decir, en los hechos
ocasionalmente aducidos por alguna de las partes y que benefician a la contraria, así como en la
ficta confessio.
b) La actividad probatoria ha de recaer exclusivamente sobre los hechos afirmados por las partes
Es actividad exclusiva de las partes no sólo la introducción de los hechos, sino también su prueba.
Esta es la máxima romana que mejor define el principio de aportación.
1. Fundamento
a) Prueba legal o prueba tasada
Este sistema permaneció vigente a lo largo de toda la Edad Media, siendo potenciado en el proceso
penal hasta límites de inhumanidad durante la hegemonía del absolutismo (S. XV-XVIII). Se
caracterizaba por lo siguiente:
1º. Por la existencia de medios de prueba claramente privilegiados, cuyo resultado en cualquier
caso debía apreciar el juez (la confesión).
2º. Por la discriminación que debía realizar el juez con los testimonios de quienes habían de
prestarlos en función de su status social -> El testimonio del noble hacía «prueba plena»; el
del ciudadano libre «semi plena»; el siervo estaba incapacitado para deponer como testigo,
debiéndolo hacer por él «su Señor».
El sistema de la prueba legal, aplicado al proceso penal, causó verdaderos estragos hasta bien
entrado el siglo XIX:
1. El «inquisidor» estaba legitimado para recurrir a la tortura con el fin de obtener aquel medio
Resumen Derecho Procesal I Rodri ® Sept-2017
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probatorio privilegiado (la «confesión con cargos»).
2. Se estimulaba la delación con premios económicos -> 1/3 del patrimonio del reo era para el
delator, el otro tercero para el inquisidor y el último para el Estado. Con estas medidas se
estimulaba la denuncia y acusación calumniosa.
3. El juez no tenía obligación alguna de motivar su sentencia.
b) Prueba libre o libre valoración de la prueba
Frente al sistema de la prueba legal, y como una conquista del pensamiento liberal, surgió, hacia
finales del siglo XVIII y principios del XIX, el sistema de la libre valoración de la prueba. Su
aparición aparece en la historia íntimamente ligada a la del Jurado.
El principio de «libre valoración de la prueba» se instauró primero en el proceso penal, para pasar a
constituir también el sistema hegemónico en el proceso civil contemporáneo.
Con la participación popular en la administración penal de la justicia no se podía exigir al pueblo el
conocimiento de todas aquellas «científicas» y complejas reglas de valoración de la prueba tasada,
que se habían mantenido, tanto en el proceso civil como en el proceso penal. Por este motivo, los
autores de la Ilustración decidieron que el Jurado presenciara el juicio oral y emitiera su veredicto
exclusivamente con arreglo a su «íntima convicción». De esta forma surge el sistema de valoración
«en conciencia» o de «libre valoración de la prueba», que pronto se reveló como un sistema de
valoración mucho más perfecto que el que ocupaba a los tratadistas o «prácticos» del Antiguo
Régimen.
Destacamos aquí dos notas:
1ª. Fortalecimiento del acusatorio. Al valorar el jurado exclusivamente las pruebas que ante
él se habían practicado en el juicio oral (inmediación) y, al desconocer, por tanto, los actos
de investigación, que, como anterioridad a él (esto es, en la fase instructora) podía el juez
haber realizado, decayó en la práctica la importancia del «sumario», fortaleciéndose el
acusatorio en el juicio oral. Se obligaba a las partes a ser exhaustivas con la aportación del
material de hecho y su prueba en el juicio, reproduciéndose, en definitiva, la verdad histórica
con toda su amplitud en el juicio. El juicio oral dejó de ser un mero apéndice de la fase
instructora para convertirse en el auténtico proceso.
2ª. Entrada a las reglas de la lógica. Al valorar los hechos el Juzgado con arreglo a su
conciencia o íntima convicción, se dio entrada a la regla de la lógica, experiencia o «sana
crítica» en la apreciación de la prueba, que, hasta ese momento, no podían estar presentes,
al estar vinculado el juez por aquellas reglas de valoración. El sistema de libre valoración, al
permitir el descubrimiento de la relación jurídica material, posibilitó la búsqueda de la
«verdad histórica», frente a la «formal», que era consubstancial al sistema de la prueba
tasada.
2. Concepto
a) Sistema de prueba legal
El sistema de la prueba legal estriba en una sustitución del juez por el legislador, en el que éste le
establece a aquél lo siguiente:
1º. De un lado, la existencia de un «numerus clausus» de medios probatorios, con arreglo a los
cuales las partes deben convencer al juez.
2º. De otro, sobre todo, la de un conjunto de reglas para la valoración del resultado de la
prueba, conforme al cual existirá una hipervaloración de determinados medios probatorios,
en detrimento de otros manifiestamente hipovalorados.
En el momento actual, y en el derecho comparado, el único medio de prueba hipervalorado es la
documental pública (y no todo su contenido, sino tan sólo determinados documentos públicos, tales
como las sentencias o los testamentos), cuyo fundamento se encuentra en la certeza o seguridad
del tráfico jurídico; en la existencia de actos o negocios jurídicos, que, por haber sido intervenidos
por un fedatario público, han de gozar de un determinado valor probatorio privilegiado y
preconstituido.
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b) Sistema de libre valoración de la prueba
El principio de libre valoración de la prueba significa que el juez o el Tribunal, a la hora de formar
su íntima convicción, no ha de tener otro límite que los hechos probados en el juicio, los cuales ha
de apreciar y fundamentar en el fallo con arreglo a las normas de la experiencia y de la lógica.
Por tanto, «apreciación en conciencia» no significa «libre arbitrio». El órgano jurisdiccional ha de
basar su sentencia exclusivamente sobre los hechos, objeto de prueba en el juicio, sin que se
pueda dar entrada en la sentencia a la «ciencia privada del juez». Es más, la sentencia habrá de
contener el razonamiento de la prueba (es decir, se habrán de describir las operaciones lógicas que,
partiendo de los hechos declarados como probados, permitan inferir la conclusión probatoria), que
ha seguido el juzgador para obtener su convicción.
Tampoco se opone a la libre valoración de la prueba la denominada prueba de valoración prohibida
o ilícita, expresamente proscrita por los artículos 11.1º de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 287
de la Ley de Enjuiciamiento Civil, o existencia de reglas de prohibición de valoración de
determinados hechos, que hayan podido ser introducidos en el proceso:
1º. Con manifiesta infracción de las normas constitucionales. Por ejemplo, el derecho a
la intimidad o a la inviolabilidad del domicilio del artículo 18 de la Constitución Española.
2º. A través de medios que no gozan de valor probatorio alguno. Por ejemplo, un
atestado que tan sólo tiene el valor de denuncia, por lo que precisa de una ulterior actividad
probatoria.
3º. Hechos que han sido obtenidos a través de medios que la ley en modo alguno
autoriza. Por ejemplo, la confesión arrancada con coacciones, torturas o «sueros de la
verdad».
3. El ordenamiento procesal
Nuestro ordenamiento procesal ha experimentado una profunda mutación, pasando de la
hegemonía de la prueba tasada, vigente en la derogada de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, a
la del principio de libre valoración, introducido por la Ley 1/2000 en la nueva de la Ley de
Enjuiciamiento Civil:
1º. La de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1881 se encontraba teóricamente regida por un claro
predominio del principio de la prueba tasada. Dicha hegemonía se manifestaba, tanto en el
establecimiento por el legislador de un sistema cerrado de medios probatorios a utilizar por
las partes, como fundamentalmente en la existencia de normas admonitivas [aquellas que
contienen un consejo dirigido al juez] (1248 del Código Civil) e imperativas (1218 del Código
Civil) a tener en cuenta en la valoración de la prueba por el juzgador.
2º. El sistema de «libre valoración de la prueba» ha sido el consagrado por la nueva de la Ley
de Enjuiciamiento Civil 2000, que se demuestra, tanto en la libertad de las partes a la hora
de proponer los distintos medios de prueba, como en la valoración de su resultado por el
juzgador.
De este modo, en materia de proposición de medios probatorios, no obstante la redacción del art.
299.1, conforme al cual parece que se establezca un «numerus clausus», su número segundo
permite la introducción de «medios de reproducción de la palabra, sonido e imagen», así como los
instrumentos que permitan archivarlas, y su número tercero, en realidad viene a establecer un
«númerus apertus» de proposición de medios de prueba.
Sistema de valoración:
1º. Documental pública. La de la Ley de Enjuiciamiento Civil tan solo conoce como prueba
tasada la documental pública, que hará «prueba plena del hecho, acto o estado de cosas
que documenten», salvo que versen sobre materia de usura, en cuyo caso rige la libre
valoración (319.3).
2º. Interrogatorio de las partes. La antigua prueba de «confesión», mejor denominada en la
actualidad como «interrogatorio de las partes», ha sufrido una importante transformación:
1. Se ha suprimido cualquier forma de juramento.
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2. Es una prueba de libre valoración, ya que, si bien es cierto que el juez habrá de tener
como ciertos los hechos reconocidos y que sean perjudiciales para las partes, tampoco lo
es menos que dicho valor privilegiado queda condicionado a que no lo contradiga «el
resultado de las demás pruebas» (art. 316), lo que convierte a dicho interrogatorio en
una prueba de valoración conjunta.
3º. Demás pruebas. Las demás pruebas han de ser valoradas con arreglo a las normas de la
«sana crítica», es decir, según las máximas de la experiencia y de la lógica o, lo que es lo
mismo, con arreglo al sistema de libre valoración. De este modo están sometidos a dicho
criterio de las reglas de la sana crítica:
1. Los documentos privados (334.1).
2. El dictamen de peritos (348).
3. La prueba de testigos (376).
4. Las reproducciones de la palabra, imagen y sonido (382.3).
1. INTRODUCCIÓN
1º. Los principios del proceso estudian la formación del objeto procesal y su disponibilidad por
las partes, así como el comportamiento, en general, de los sujetos procesales en la
introducción, prueba y valoración de los hechos.
2º. Los principios del procedimiento rigen la forma de la actuación procesal, determinan la
índole de relación entre las partes y el órgano jurisdiccional, aquellas entre sí y todos los
sujetos procesales con la sociedad e informan la sucesión temporal de los actos procesales.
Los principios del proceso y del procedimiento también se diferencian atendiendo a la causa a la
que responden:
1º. Los principios del proceso obedecen, en última instancia, a una determinada concepción
económico-política de la organización social.
2º. En los principios del procedimiento la causalidad se aprecia, a lo sumo, en sus orígenes
remotos, pero son criterios técnicos o prácticos (efectividad, rapidez o seguridad) los que
determinan su instauración por el legislador en el ordenamiento procesal.
En la exposición de los principios del procedimiento vamos a distinguir los relativos a las
formalidades que deban revestir los actos procesales, de los referentes a la relación del órgano
jurisdiccional y partes con el objeto procesal.
B) El ordenamiento procesal
La inmediación es una «compañera de viaje» de la oralidad, por lo que el principio de inmediación
está presente en nuestra inaugurada justicia civil oral. Y así:
1º. Tan solo el juez o magistrado que ha presenciado la vista está legitimado para dictar la
pertinente resolución (194.1).
2º. El artículo 137 de la Ley de Enjuiciamiento Civil obliga a jueces y tribunales a presenciar la
prueba bajo sanción de nulidad del acto.
3º. El artículo 238.5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial declara también nulas las vistas que
se practiquen sin la intervención del Letrado de la Administración de Justicia.
4º. El art. 290 de la Ley de Enjuiciamiento Civil obliga a practicar la prueba «con unidad de
acto», en la audiencia principal, y en la sede del Tribunal, correspondiendo al juez la
dirección de los debates (art. 186).
5º. Por su propia naturaleza, el interrogatorio de las partes y testigos, el reconocimiento judicial,
la reproducción de palabras, imágenes y sonido, cifras y datos, explicaciones,
impugnaciones, rectificaciones o ampliaciones de dictámenes periciales ha de efectuarse
bajo la inmediación del tribunal (el artículo 289.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone
que «será inexcusable la presencia judicial»).
6º. La inmediación del juez en la ejecución de la prueba le permitirá formular preguntas a los
intervinientes (306 y 372.2) y sugerir informes adicionales a las partes (433.3).
Los artículos 196 y 434 de la Ley de Enjuiciamiento Civil contemplan también la «inmediatez»
temporal de la sentencia, al disponer lo siguiente:
1º. Que las resoluciones se discutirán y votarán «inmediatamente después de la vista».
2º. Que la sentencia habrá de dictarse dentro de los veinte días a la terminación del juicio (plazo
que, en supuesto ordinarios, reputamos excesivamente largo, por cuanto puede borrarse de
la mente del juzgador el resultado de la prueba). Tratándose de juicios verbales, dicho plazo
se reduce a diez días (447).
No obstante, de la regla anterior hay que exceptuar la prueba que no sea posible llevarla a cabo en
una vista. Podemos citar los siguientes ejemplos:
1º. El interrogatorio de una persona enferma.
2º. La prueba anticipada y la asegurada (art. 290.1 y 293-298).
3º. La prueba de peritos, salvo que el juez estimase necesaria la presencia del perito en el juicio (346).
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4º. Las declaraciones testificales de personas jurídicas y de entidades públicas (381).
5º. El interrogatorio de la Administración Pública (315).
En esta materia, hay que distinguir la inmediación del juez o Tribunal, de la del Letrado de la
Administración de Justicia judicial:
1º. La inmediación del juez o Tribunal es obligatoria en todas las audiencias (previa, principal y
vistas de los recursos) -> 137.1 y 2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
2º. La inmediación del Letrado de la Administración de Justicia no es preceptiva si tales
audiencias son sometidas a una grabación audiovisual. Así se encargan de señalarlo los
artículos 137.3 y 143.
Por el contrario, y bajo sanción de nulidad (225.5), el Letrado de la Administración de Justicia ha de
intervenir las audiencias que le son propias. A título de ejemplo podemos mencionar, entre otras,
las siguientes: la comparecencia de la parte en caso de sucesión procesal « mortis causa» (art.
16.2); el otorgamiento de poder «apud acta» (24.1); la audiencia para la determinación de
existencia de fuerza mayor como causa de interrupción de los plazos procesales (134.2); la
comparecencia para la reconstrucción de las actuaciones (234); la presentación de documentos
originales y demás actuaciones contempladas en el art. 289.3, etc.
A) Concentración y preclusión
El principio de concentración es una medida adoptada para obtener la «aceleración» del
procedimiento, concentrando las actividades procesales en un espacio corto de tiempo, reuniendo
todo el contenido del proceso en la menor cantidad posible de tratamiento. Se trata de un principio
de política legislativa, que informó las reformas a la de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1984 y la
de 2000.
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La concentración del procedimiento puede obtenerse a través de todo un conjunto de medidas, de
entre las que podemos citar las siguientes:
1º. Reducción de plazos y términos, conforme a las necesidades sociales del momento presente.
2º. Mayor inmediación en los actos de comunicación.
3º. Estímulo de la autocomposición intraprocesal.
4º. Prohibición de incidentes suspensivos.
5º. Tratamiento preliminar de los presupuestos procesales.
6º. Establecimiento de una fase «elástica» de alegaciones y otra «preclusiva» de prueba.
7º. Instauración plena de la oralidad en la fase probatoria.
La mayoría de las anteriores medidas fueron iniciadas por la «reforma parcial» de 1984 y
culminadas por la efectuada mediante la «reforma total» operada por la Ley 1/2000.
[Entre las medidas adoptadas en la reforma parcial podemos citar el principio de «improrrogabilidad» de los
plazos, introducción de nuevos medios de comunicación, como el correo certificado, telégrafo y «cualquier otro
medio de comunicación». Entre las medidas adoptadas por la reforma total podemos citar las nuevas tecnologías,
como la utilización de «Internet» (arts. 135.5 y 162 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).]
Otra de las novedades, tendentes a incrementar y a concentrar el procedimiento, que inauguró la
reforma del 84 y mantiene la de 2000, estriba en prohibir la impugnación suspensiva de las
resoluciones interlocutorias. En la actualidad, la nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil tan sólo
permite la apelación de los autos definitivos (455.1), regla que contribuyó notablemente a la
concentración del procedimiento y a descongestionarlo de incidentes previos y suspensivos.
B) Publicidad
En íntima conexión con el principio de oralidad, surge el principio de publicidad del procedimiento.
No obstante, a diferencia del de concentración, que posee un marcado carácter técnico, el principio
de publicidad presenta una notable connotación política, al haberse manifestado como una
conquista del pensamiento liberal.
La publicidad en el proceso contemporáneo ha de serlo, tanto frente a las partes ( publicidad
relativa), como frente a la sociedad o terceros (publicidad absoluta), aunque excepcionalmente
determinadas fases del procedimiento pudieran permanecer secretas para una buena
administración de la justicia (la fase instructora del proceso penal).
El ordenamiento procesal ha de autorizar la posibilidad de la participación inmediata del público en
el desarrollo del juicio, el cual ha de acceder voluntariamente al mismo ( publicidad activa),
aunque excepcionalmente pueda darse cuenta, con posterioridad a él, de determinadas actuaciones
procesales (publicidad pasiva).
En nuestro proceso civil, debido a la vigencia del principio de la oralidad, el principio de
publicidad absoluta se encuentra recogido allí donde las actuaciones sean verbales y, de modo
especial en la fase probatoria.
Las anterior prescripción contenida en los artículos 138.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (« Las
actuaciones de prueba, las vistas y las comparecencias, cuyo objeto sea oír a las partes antes de
dictar una resolución se practicarán en audiencia pública») y 289.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
(«Las pruebas se practicarán contradictoriamente en vista pública, o con publicidad») hay que
entenderla también vigente en la vista del juicio verbal (443), en la apelación, si hubiere práctica de
prueba (464) y en el recurso de casación (486).
No obstante, el principio de publicidad absoluto puede ser restringido por el Tribunal «cuando sea
necesario para la protección del orden público o de la seguridad nacional en una sociedad
democrática, o cuando los intereses de los menores o la protección de la vida privada de las partes
y de otros derechos y libertades lo exijan» (138.2).
Las demás actuaciones procesales están presididas por el principio de publicidad relativa,
conforme al cual tan sólo las partes interesadas están legitimadas para el conocimiento de las
actuaciones (140-141 de la Ley de Enjuiciamiento Civil y 232 y ss. de la Ley Orgánica del Poder
Judicial).
1. CONCEPTO Y EFECTO
Los presupuestos procesales son requisitos que deben observar las partes en el momento de la
interposición de la demanda o de la reconvención y cuya ausencia puede provocar las siguientes
situaciones:
La inadmisión de la demanda.
El examen del fondo de la pretensión.
En estos casos el juez debe pronunciar un Auto de inadmisión de la demanda, de archivo o de
sobreseimiento del proceso o una «sentencia absolutoria en la instancia». Estas resoluciones, por
carecer de los efectos materiales de la cosa juzgada, posibilitan el ejercicio de la acción e
interposición de la misma pretensión en un ulterior proceso declarativo.
Los presupuestos procesales condicionan la admisibilidad de la demanda y, en cualquier caso, la de
la sentencia de fondo.
Los presupuestos procesales de inadmisión de la demanda ocasionan el rechazo de la demanda
«ex» art. 503 y vienen determinados por los siguientes hechos:
La falta de jurisdicción.
Ausencia de competencia objetiva, funcional y territorial indisponible.
Falta de capacidad para ser parte, de postulación y de conducción procesal.
Falta de presupuestos especiales del objeto procesal (la autocomposición, la reclamación
previa, las cauciones y requerimientos).
Los anteriores presupuestos deben ser examinados de oficio en el momento de la admisión de la
demanda. Si la ausencia de dichos presupuestos procesales y la de todos los demás es denunciada
por el demandado, bien, como cuestión previa, en la declinatoria, bien, como excepción, en la
contestación a la demanda o en la audiencia preliminar, provocarán una Sentencia procesal
absolutoria en la instancia.
1. CONCEPTO
Se entiende por Jurisdicción el otorgamiento por el ordenamiento jurídico a un determinado tribunal
de la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, contenida en el artículo 117.3 de la
Constitución Española.
Desde un punto de vista funcional, dicha potestad constituye un auténtico presupuesto procesal,
pues es «improrrogable» (9.6 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), es decir, se tiene o no se
tiene, de manera que las normas que la disciplinan son de orden público, sin que las partes, ni el
propio juez puedan decidir cuándo ostentan la Jurisdicción. De aquí que, como todo presupuesto
procesal, sea apreciable de oficio y que su infracción acarree una nulidad de pleno derecho (art.
238.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), la cual puede ser examinada en cualquier estadio del
procedimiento (art. 240.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
Para que el tribunal ostente legítimamente la potestad jurisdiccional sobre un determinado objeto
procesal es necesario que el ordenamiento le atribuya expresamente esta facultad, lo que implica la
exigencia de conjugar dos criterios, externo e interno:
1. Criterio externo. El conocimiento de esa materia u objeto procesal no puede estar exento
del conocimiento de los tribunales españoles, bien por la existencia de una inviolabilidad o
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inmunidad, bien por pertenecer dicho conocimiento a otro tribunal de un Estado extranjero
(falta de competencia internacional).
2. Criterio interno. En virtud de este criterio, admitida la Jurisdicción del Estado español,
tampoco puede estar atribuido el conocimiento de dicho objeto a:
A otra Jurisdicción especial -> La Militar, que es la única que legitima el art. 117.5 de
la Constitución Española.
A otro Tribunal especial -> Al Tribunal Constitucional, de Cuentas o a los Tribunales
consuetudinarios y tradicionales.
A otro orden jurisdiccional, distinto al civil, es decir, a los tribunales penales,
contencioso-administrativos o laborales.
2. TRATAMIENTO PROCESAL
Debido a que la Jurisdicción es un auténtico presupuesto procesal, su concurrencia debe ser
examinada de oficio por el propio órgano jurisdiccional, sin perjuicio de que, en cualquier otro caso,
pueda ser denunciada, vía excepción, por el demandado.
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A) Examen de oficio
Los artículos 36.2 y 37 de la Ley de Enjuiciamiento Civil disponen que los tribunales civiles «se
abstendrán de conocer» cuando carecieran de jurisdicción, bien por pertenecer la potestad
jurisdiccional para el conocimiento de un determinado asunto a un tribunal de otro Estado, distinto
al español, bien por estar atribuida a un órgano de otro orden jurisdiccional, distinto al civil.
En tal caso, el artículo 38 dispone, que habrá el juez de oír a las partes y al Ministerio Fiscal « tan
pronto como sea advertida la falta de competencia internacional o la falta de jurisdicción por
pertenecer el asunto a otro orden jurisdiccional», en cuyo caso «se abstendrán inmediatamente de
conocer». Es decir, a fin de evitar las injustas sentencias absolutorias en la instancia, examinarán
este presupuesto al inicio del proceso, «a limine litis», mediante auto de inadmisión de la demanda.
En dicha resolución, habrá el juez de ilustrar a la parte del orden jurisdiccional que estima
competente (art. 9.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 65.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Podría ocurrir que, planteada la pretensión ante el orden jurisdiccional que el tribunal civil ha
estimado como competente, tampoco este tribunal reputara que ostenta Jurisdicción para el
conocimiento del asunto determinado. En este supuesto, surgirá un conflicto negativo de
competencia que habrá de dirimirse por la Sala Especial del TS, contemplada en el art. 42 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial y a través del procedimiento que regulan los artículos 43 a 50 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial.
Si el conflicto negativo surgiera entre un tribunal del orden jurisdiccional civil y la Administración o
la jurisdicción contable, habrá que plantear un «conflicto jurisdiccional» de los contemplados en los
artículos 38-41 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y LO 2/1987, de Conflictos Jurisdiccionales.
B) A instancia de parte
Como todo presupuesto procesal, si el órgano jurisdiccional no examina de oficio la concurrencia de
la Jurisdicción, el demandado tiene la carga procesal de denunciar su incumplimiento por la vía de
las excepciones y en el trámite de contestación a la demanda (art. 405 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil), pudiéndose, en cualquier caso, plantear en la audiencia previa del juicio ordinario.
No obstante, la regla de plantear la falta de jurisdicción en la audiencia previa del juicio ordinario
parece tener una excepción en este caso, pues el artículo 416.2 establece que « En la audiencia, el
demandado no podrá impugnar la falta de jurisdicción o de competencia del tribunal, que hubo de
proponer en forma de declinatoria» [Declinatoria: Cuestión de competencia que se plantea para
que el Juez o Tribunal que está conociendo de un proceso se declare incompetente].
Así, pues, en virtud de lo dispuesto en el art. 39 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, debe, en
principio, el demandado interponer, como cuestión previa a la contestación de la demanda, la
declinatoria, y para ser más precisos, hay que proponerla «dentro de los diez primeros días del
plazo para contestar a la demanda», abriéndose, en tal caso, un incidente suspensivo, que ha de
resolverse con arreglo a lo dispuesto en los artículos 64-67.
Ahora bien, sin perjuicio del tenor literal del art. 416.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, no creemos
que dicho plazo esté sometido a una preclusión rígida. Si, por las razones que fuere, el demandado
no hiciere uso de la declinatoria, también podrá proponer dicha excepción en la audiencia previa ->
Tratándose la competencia internacional y la de los distintos órdenes jurisdiccionales de un
auténtico presupuesto procesal, sobre el cual subiste la obligación judicial de examen de oficio, por
lo que su infracción acarrea una nulidad de pleno Derecho (art. 238.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial), puede el demandado, al amparo de lo dispuesto en el art. 240.2 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, suscitar la falta de Jurisdicción en cualquier estadio del proceso.
1. CONCEPTO Y NATURALEZA
Se entiende por competencia objetiva el conjunto de normas procesales que distribuyen
jerárquicamente, entre los diversos órganos judiciales de un mismo orden jurisdiccional, el
conocimiento de la fase declarativa de los objetos procesales.
Al igual que las normas que disciplinan la Jurisdicción, también la naturaleza de las que regulan la
competencia objetiva son de «orden público», de manera que si a un tipo de Juzgado (de Primera
Instancia o de Paz) no le corresponde el conocimiento de una determinada materia, sus actuaciones
procesales adolecerán de una nulidad radial (art. 238.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), que
no permite sanación alguna e impedirá un pronunciamiento sobre el fondo del asunto. Por esta
razón, también la competencia objetiva es un presupuesto procesal, vigilable de oficio a lo largo de
todo el procedimiento (art. 240.2).
Además, tales normas de «ius cogens» [normas de Derecho imperativo o perentorio que no
admiten ni la exclusión ni la alteración de su contenido] han de ostentar rango de Ley, tal y como lo
declara el artículo 44 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: «Para que los tribunales civiles tengan
competencia en cada caso se requiere que el conocimiento del pleito les esté atribuido por normas
con rango de ley y anteriores a la incoación de las actuaciones de que se trate». Mediante esta
prescripción, no sólo se prohíbe a la potestad reglamentaria invadir las normas de la competencia
objetiva, sino que dichas normas de competencia objetiva afianzan el derecho fundamental al «juez
legal» del art. 24.2 de la Constitución Española en su primigenia manifestación de preconstitución
del órgano jurisdiccional con anterioridad al surgimiento del conflicto.
2. CRITERIOS DETERMINANTES
Los criterios determinantes de la competencia objetiva civil son dos: por razón de la cuantía y por
razón de la materia.
Se exceptúan las prerrogativas de determinadas Autoridades, que permanecen aforadas a órganos
jurisdiccionales superiores. Así:
La responsabilidad civil de las Autoridades contempladas en el art. 56.2º de la Ley Orgánica
del Poder Judicial, ha de dilucidarse ante la Sala de lo Civil del TS.
La responsabilidad civil de las Autoridades contempladas en el art. 73.2.a) y b) de la Ley
Orgánica del Poder Judicial a la Sala de lo Civil del TSJ.
3. TRATAMIENTO PROCESAL
El régimen procesal de la competencia objetiva es idéntico al de la jurisdicción. Al tratarse ambos
requisitos de unos presupuestos procesales, deben ser examinados de oficio por el Juez o pueden
ser alegados por la parte interesada.
A) De oficio
La norma contenida en el artículo 48.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece la obligación del
Juez de examinar de oficio su propia competencia «tan pronto como se advierta». Esto ha de
ocurrir en el momento de la admisión de la demanda, en la que el actor ha de determinar el valor
del objeto litigioso (art. 253.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), al efecto de determinar el
procedimiento adecuado.
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Por su parte, el artículo 404 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que el tribunal ha de
examinar de oficio su propia competencia objetiva con anterioridad a la admisión de la demanda
(404.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Sin embargo, en este supuesto, el juez no puede, sin más,
inadmitir la demanda, sino que habrá de oír previamente a las partes y al Ministerio Fiscal en el
plazo de diez días (48.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Una vez transcurrido dicho plazo, dictará
auto, en el que, declarando la nulidad de todo lo actuado, apreciará su falta de competencia e
indicará, en su resolución, el órgano jurisdiccional que estima procedente (art. 48.3 y 48.4 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil).
Independientemente de lo anterior, también podrían darse dos casos:
Que, como consecuencia de una calificación defectuosa del bien litigioso, el tribunal tomara
conocimiento de su falta de competencia en un estadio posterior. Este extremo podría darse
en el caso de que, con ocasión del incidente de fijación de la cuantía al efecto de determinar
la adecuación de procedimiento (artículos 251-255), resultara que el valor del objeto litigioso
no supera los 90 euros. En este caso, la solución no sería la del artículo 254 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, sino la del art. 48 de la Ley de Enjuiciamiento Civil -> El tribunal dictará
auto declarando su incompetencia y la nulidad de lo actuado.
Excepcionalmente también podría suceder que dicho examen de oficio lo efectuara el
tribunal de la segunda instancia. El artículo 48.2 consagra la misma solución -> Declaración
absolutoria en la instancia de incompetencia con nulidad total de las actuaciones e
ilustración a las partes del juzgado objetivamente competente.
B) A instancia de parte
Si el tribunal no apreciara de oficio su falta de competencia, el demandado tiene la carga procesal
de aducir, como cuestión previa, dentro de los diez primeros días de los veinte que la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil otorga para la contestación (art. 64), la excepción de falta de competencia
objetiva a través del procedimiento de la declinatoria (art. 49). No obstante, la parte interesada
también puede denunciar la violación de falta de competencia del tribunal en cualquier estadio del
procedimiento anterior al momento de dictar sentencia (art. 240.2 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial) y, en particular, en la audiencia previa.
1. CONCEPTO
Se entiende por competencia funcional los criterios legales de atribución del conocimiento del
objeto procesal a un determinado órgano jurisdiccional, en atención a las distintas fases procesales
que las partes han de superar a fin de obtener la tutela efectiva de sus pretensiones.
La competencia funcional exige la pendencia de un proceso para determinar a qué órgano
jurisdiccional, dentro de los de distinto grado de un mismo orden jurisdiccional, le corresponde una
fase determinada del proceso.
Las fases procesales son tres:
Fase declarativa.
Fase de impugnación.
Fase de ejecución.
2. CRITERIOS
A) La fase declarativa
Dispone el art. 61 de la Ley de Enjuiciamiento Civil que «salvo disposición legal en otro sentido, el
tribunal que tenga competencia para conocer de un pleito, la tendrá también para resolver sobre
sus incidencias, para llevar a efecto las providencias y autos que dictare, y para la ejecución de la
sentencia o convenios y transacciones que aprobare».
B) La fase de impugnación
En la fase de impugnación cabe distinguir el conocimiento de la apelación o segunda instancia, del
de los recursos extraordinarios.
a) El recurso de apelación
Del recurso de apelación es competente el tribunal superior al que ha dictado la resolución
definitiva impugnada. Es decir:
Los Juzgados de Primera Instancia conocen de las apelaciones contra las resoluciones
dictadas por los Juzgados de Paz (arts. 85.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 455.2.1
de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Las Audiencias Provinciales conocen de las apelaciones contra las resoluciones dictadas por
los Juzgados de 1ª Instancia (arts. 82.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 455.2.2 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil).
Debido a que la tramitación del recurso de apelación aparece legalmente desdoblada en dos fases
(preparación ante el órgano “a quo” e interposición ante el órgano “ad quem” o de segunda
instancia), es jurisprudencia del TS pacífica la de que la competencia funcional para la resolución de
las incidencias que se planteen corresponderá al órgano que esté conociendo de la correspondiente
fase procesal.
b) Los recursos extraordinarios
1. Recurso extraordinario de casación:
Fundado en Derecho Privado estatal. Del recurso extraordinario de casación fundado
en Derecho Privado estatal, conoce la Sala 1ª o de lo Civil del Tribunal Supremo. Su
competencia se extiende tanto en la infracción de normas materiales como procesales.
Fundado en Derecho Civil especial o Foral propio de las CCAA. De conformidad
con la naturaleza de nuestro Estado compuesto, si el recurso se fundara en infracción de
normas de Derecho Civil especial o Foral propio de las CCAA , entiende de él la Sala de lo
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Civil del TSJ correspondiente (art. 73.1.a de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
2. Recurso de revisión. El recurso de revisión sólo puede ser calificado formalmente de
extraordinario, ya que, en realidad, encierra un nuevo proceso:
Recurso de revisión fundado en Derecho privado estatal. Del recurso de revisión
fundado en Derecho privado estatal, conoce la Sala de lo Civil del TS (art. 56.1 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial y 509 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Recurso de revisión fundado en Derecho Civil Foral o especial propio de las
CCAA. Del recurso de revisión fundado en Derecho Civil Foral o especial de la
Comunidad Autónoma, habrá de conocer la Sala de lo Civil del TSJ de dicha CCAA (art.
73.1.b) de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
C) La fase de ejecución
Ejecución por los propios órganos jurisdiccionales. De la ejecución de las sentencias han de
conocer los órganos jurisdiccionales que conocieran del objeto litigioso en la primera instancia y
dictaran la sentencia, cuya ejecución se pretende (artículos 61 y 545.1 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil).
Ejecución por Juzgados de ejecutorias. El artículo 98.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial
permite que, como Juzgados especializados, puedan instaurarse «Juzgados de ejecutorias», que
conocen de la ejecución de todas las sentencias dictadas por los demás Juzgados de su
circunscripción. Este tipo de Juzgados especializados se han instaurado en grandes capitales.
3. TRATAMIENTO PROCESAL
A) De oficio
La competencia funcional, en tanto que presupuesto procesal, es vigilable de oficio a lo largo de
todo el procedimiento. Al igual que la jurisdicción o la competencia objetiva, la infracción de las
normas que la disciplinan acarrea una nulidad radical (art. 238.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial).
B) A instancia de parte
Las partes también pueden denunciar el incumplimiento de la competencia funcional por la vía de la
declinatoria, que es reclamable para denunciar «la falta de competencia de todo tipo» (art. 63.1,
segundo inciso). Incluso, habida cuenta de su naturaleza de orden público, puede también ser
discutida en la comparecencia previa del juicio ordinario.
Asimismo, la parte interesada puede denunciar su violación en cualquier estadio del procedimiento
anterior al momento de dictar sentencia (art. 240.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
Si se interpusiera un recurso ante un órgano jurisdiccional funcionalmente incompetente, inadmitirá
el recurso previa audiencia de las partes. La parte gravada dispondrá de un plazo de diez días para
interponer el recurso ante el tribunal competente (art. 62).
La competencia del reparto de los asuntos figura regulada en los artículos 68-70 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil. Esta competencia es sólo predicable de aquellas demarcaciones que tengan
una pluralidad de órganos jurisdiccionales, por lo que se hace necesario el establecimiento de
criterios para asignar los asuntos a cada uno de dichos Juzgados o Secciones de un determinado
tribunal.
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por «reparto de los asuntos» la actividad procesal de los Jueces Decanos o Presidentes
de los Tribunales y Audiencias, consistente en asignar a un órgano jurisdiccional el conocimiento de
una demanda o recurso determinado.
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Una vez determinada la competencia objetiva, funcional y territorial de la fase declarativa o de
impugnación, si el órgano jurisdiccional que ha de conocer de un asunto estuviera integrado por
una pluralidad de Juzgados o de Secciones, será necesario asignar el conocimiento de la demanda o
recurso determinado con arreglo a unas bases objetivas que distribuyan equitativamente la carga
de trabajo, y que, sobre todo, no infrinjan el derecho al juez legal.
Tradicionalmente el fundamento del reparto de los asuntos residía en obtener una distribución
equitativa de la carga de trabajo entre los Juzgados y Tribunales de un mismo orden y órgano
jurisdiccional a fin de evitar entre ellos los agravios comparativos. Por ello, la naturaleza de esta
actividad se consideraba meramente gubernativa, sin incidencia alguna en la esfera del proceso. De
esta concepción participa todavía nuestra de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
La consagración, a nivel constitucional, del derecho fundamental «al Juez ordinario predeterminado
por la Ley» (art. 24.2 de la Constitución Española) ha ocasionado un cambio esencial en el
fundamento y naturaleza del reparto de los asuntos. De sustentar esa naturaleza meramente
gubernativa, bien podría el actor manipular sobre el reparto de los asuntos a fin de que conociera
de su demanda o recurso un determinado Juzgado que, por razones técnicas o incluso ideológicas,
fuera proclive a su pretensión. En este caso se vulneraría dicho derecho fundamental al juez legal,
el cual no puede ser otro, sino el independiente y sometido al imperio de la Ley (art. 118.1 de la
Constitución Española).
Por esta razón, la finalidad del reparto estriba actualmente en obtener una distribución objetiva
de los asuntos entre los distintos Juzgados y Tribunales que asegure su independiente constitución,
antes que asegurar el reparto equitativo de los asuntos. Por la misma razón, la naturaleza del
reparto, tal y como efectúa la de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, ha de considerarse como
procesal, susceptible incluso, cuando se atente al derecho al Juez Legal, de fundar un recurso de
amparo contra actos del Poder Judicial.
2. REQUISITOS
El reparto tan sólo es procedente cuando el ejercicio del derecho de acción o la interposición de un
recurso haya de efectuarse ante un órgano jurisdiccional plural. Así se encarga de señalarlo el art.
68.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: «Todos los asuntos civiles serán repartidos entre los
Juzgados de Primera Instancia cuando haya más de uno en el partido. La misma regla se aplicará a
los asuntos de los que deban entender las Audiencias Provinciales cuando estén divididas en
Secciones».
Interposición de una demanda. Si se tratara de la interposición de una demanda, el
órgano jurisdiccional competente para decidir su reparto es el Juez Decano, auxiliado por su
Letrado de la Administración de Justicia.
Interposición de un recurso. Si se tratara de la interposición de un recurso, el órgano
jurisdiccional competente para decidir su reparto es el Presidente de una Audiencia o del TS
(arts. 160.9 y 167.2.a de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
Corresponde a las Salas de Gobierno de los TSJ aprobar las normas de reparto de su
circunscripción. Estas normas o bases de reparto contienen criterios objetivos de distribución de los
asuntos, con arreglo a los cuales hay que asignar su conocimiento a los distintos Juzgados o
Secciones. Las bases de reparto, así como los señalamientos a juicio han de hacerse públicos (arts.
167 y 232.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial)
La actividad de reparto, efectuada por los jueces decanos o presidentes de los tribunales, ante la
presentación de un nuevo asunto, consiste en limitarse a la aplicación de tales criterios, contenidos
en dichas bases de reparto, a todos y cada uno de los asuntos ingresados en uno o dos días, de tal
suerte que sean objetivamente distribuidos entre los distintos Juzgados o tribunales que integran el
órgano jurisdiccional. A tal efecto, el Juez Decano extenderá una «diligencia de reparto» sobre el
escrito de iniciación del proceso en el que constará el número de Juzgado o de Sección
funcionalmente competente. Si faltara esta diligencia, y sólo por esa causa, el tribunal rechazará de
plano la tramitación de la solicitud (art. 68.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
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3. MEDIOS DE IMPUGNACIÓN
Cuando el reparto de los asuntos infringiera las normas de reparto o, lo que es peor, el derecho al
juez legal, la parte gravada debe reaccionar inmediatamente contra dicha vulneración, habiéndose
de distinguir dos supuestos diferenciados:
1. Si el demandado conoce de dicha infracción en el momento de la presentación del escrito o
solicitud de incoación de las actuaciones, el art. 68.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil le
prohíbe la utilización de la declinatoria, pero permite su impugnación, remitiéndose
tácitamente al recurso «gubernativo» contemplado en el art. 168.2.a) de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, precepto que faculta al Juez Decano a decidir de tales impugnaciones contra
las propuestas de reparto efectuadas por su Letrado de la Administración de Justicia.
2. Si la parte interesada (es decir, tanto el demandante, como el demandado) conociera de
dicha infracción posteriormente, cuando el asunto se encuentra ya asignado a un
determinado Juzgado o Sección que reputara incompetente, el art. 68.4 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil autoriza a la parte a instar su nulidad «en el trámite procesal
inmediatamente posterior al momento en que la parte hubiera tenido conocimiento de la
infracción de las normas de reparto», siempre y cuando «dicha infracción no se hubiere
corregido conforme a lo previsto en el apartado anterior».
En este último supuesto, la nulidad habrá de fundarse en la falta de competencia funcional
contemplada en el art. 238.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. El Juzgado o Sección habrá de
oír a la contraparte (art. 240.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial) y dictar auto, en el que, si
apreciara este motivo de nulidad, así lo declarará e informará a la parte de su derecho de volver a
someter su asunto a reparto.
Si la vulneración de las normas de reparto tuviera por objeto atentar a la independencia judicial a
fin de mediatizar el contenido de la sentencia en un sentido determinado y no se restableciera el
derecho al juez legal, podrá la parte gravada, previa la oportuna protesta y el agotamiento de los
recursos, interponer, en su día, el recurso constitucional de amparo.
I. LA COMPETENCIA TERRITORIAL
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por competencia territorial las normas procesales que, en atención a la demarcación
judicial, asignan el conocimiento en primera instancia de los objetos litigiosos entre los distintos
Juzgados de un mismo grado (es decir, entre los Juzgados de Paz o de Primera instancia) de todo
el territorio nacional.
Tradicionalmente la competencia territorial respondía al principio de la autonomía de la voluntad de
las partes, de tal forma que si ellas habían pactado su sumisión a los Juzgados de una determinada
demarcación (normalmente a través de cláusulas formularias plasmadas al término de los
contratos) devenían «ex lege» dichos Juzgados en territorialmente competentes.
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, si bien formalmente admite, en su artículo 54.1, estos
negocios jurídico-procesales («Las reglas legales atributivas de la competencia territorial sólo se
aplicarán en defecto de sumisión expresa o tácita de las partes a los tribunales de una determinada
circunscripción»), el catálogo de excepciones a dicha regla es tan extenso, que permite sustentar la
afirmación contraria -> La de que actualmente la regla general es la de que la competencia
territorial, al igual que la competencia objetiva y la funcional, es inderogable y se rige también por
normas imperativas.
En este cambio de política legislativa en el régimen de la competencia territorial han intervenido
diversos factores:
La consagración, en el artículo 24.2 de la Constitución Española, del derecho al « juez
predeterminado por la Ley» que se compadece mal con los pactos de sumisión de las partes.
La necesidad de proteger los intereses de la parte más débil en la contratación.
Razones de economía procesal, pues el reconocimiento jurídico de los fueros convencionales
se suele transformar, en la esfera del proceso, en una fuente de conflictos procesales,
dirigidos a negar su validez y a reclamar la aplicación de los fueros comunes, con las
consiguientes dilaciones procesales.
A) La sumisión expresa
El art. 55 nos define dicha sumisión: «Se entenderá por sumisión expresa la pactada por los
interesados designando con precisión la circunscripción a cuyos tribunales se sometieren». Aunque
el precepto no lo diga, junto a la circunscripción de los tribunales, también hay que reflejar en dicho
pacto la relación jurídico material que pueda provocar el litigio. Además, resulta aconsejable que, a
efectos probatorios, quede constancia del litigio por escrito.
La sumisión expresa es un negocio jurídico procesal, accesorio de otro principal, en virtud del cual
las partes de un contrato deciden libre y voluntariamente someter la aplicación, interpretación o
rescisión del mismo a la jurisdicción de los Juzgados de una determinada demarcación judicial. En la
práctica, dicho negocio jurídico suele plasmarse mediante una cláusula de cierre a un determinado
contrato (por ejemplo, la sumisión expresa, con renuncia al fuero propio, a los Juzgados de Primera
Instancia de Madrid o de Barcelona).
Cuando la sumisión se realice a una demarcación que contenga una pluralidad de tribunales, dicho
pacto no puede alcanzar a determinar a cuál de los Juzgados haya de realizarse la sumisión, ya
que, en este caso, se tendría por no puesta y la demanda se sometería a reparto (art. 57). La
finalidad de dicha prohibición es la de evitar las manipulaciones en la constitución de los tribunales,
lo que atentaría al derecho al Juez legal del art. 24.2 de la Constitución Española.
B) La sumisión tácita
El art. 56 define la sumisión tácita: «Se entenderán sometidos tácitamente:
1º. El demandante, por el mero hecho de acudir a los tribunales de una determinada
circunscripción interponiendo la demanda o formulando petición o solicitud que haya de presentarse
ante el tribunal competente para conocer de la demanda.
2º. El demandado, por el hecho de hacer, después de personado en el juicio tras la interposición de
la demanda, cualquier gestión que no sea la de proponer en forma la declinatoria».
La sumisión tácita exige, como requisito previo, que el actor interponga la demanda ante un
Juzgado que no sea territorialmente competente (normalmente, con olvido del fuero común y por
razones de comodidad, ante los de su propio domicilio) y, sobre todo, que el demandado se aquiete
a dicha solicitud ante el Juzgado incompetente. En cualquier otro caso, habrá necesariamente de
interponer, como cuestión previa, la declinatoria, dentro del plazo de diez días del común a la
contestación a la demanda (art. 64.1).
Si el demandado no interpone, en dicho preclusivo plazo, la declinatoria, se consumará la sumisión
tácita y el Juzgado, que carecía de competencia territorial, pasará a ostentarla, sin que pueda el
demandado denunciar su incompetencia en un momento posterior (por ejemplo, como excepción
en la contestación a la demanda, ni pueda tampoco el juez rehusar el conocimiento del asunto,
salvo que, por la naturaleza de la pretensión, se haya vulnerado algún fuero legal imperativo de los
contemplados en el art. 54 y que ocasionan la improcedencia de todo tipo de sumisión.
De la regla anterior hay que exceptuar los dos siguientes supuestos:
El tratamiento de la falta de Jurisdicción española, que puede acumularse al fondo en
la contestación de la demanda.
La excepción de arbitraje pendiente, que pueda formularse también en dicho trámite de
contestación de la demanda.
4. TRATAMIENTO PROCESAL
En el tratamiento procesal de la competencia territorial debemos distinguir entre los dos siguientes
tratamientos:
A) Fueros imperativos
El tribunal examinará siempre de oficio su propia competencia, cuando, por la naturaleza del objeto
litigioso, nos encontráramos ante un fuero imperativo de los exceptuados por el art. 54 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil de la sumisión expresa o tácita de las partes.
Esto es lo que viene a señalar el artículo 58 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: «Cuando la
competencia territorial viniere fijada por reglas imperativas, el Letrado de la Administración de
Justicia judicial examinará la competencia territorial inmediatamente después de presentada la
demanda y, previa audiencia del ministerio Fiscal y de las partes personadas, si entiende que el
Tribunal carece de competencia territorial para conocer del asunto, dará cuenta al Juez para que
resuelva lo que proceda mediante auto, remitiendo, en su caso, las actuaciones al Tribunal que
considere territorialmente competente. Si fuesen de aplicación fueros electivos se estará a lo que
manifieste el demandante, tras el requerimiento que se le dirigirá a tales efectos».
El Juez no debe admitir la demanda ante la inexistencia de competencia territorial. De admitir la
demanda, se produciría la «perpetuatio jurisdiccionis», que es uno de los efectos esenciales de la
litispendencia o de los efectos de la admisión de la demanda (arts. 410-411).
No obstante, podría ocurrir que dicho defecto pasara inadvertido para el Juez. En este caso no
existe ningún obstáculo para que, en la comparecencia previa, el Juez examine de oficio su falta de
competencia territorial. El art. 416.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil tan sólo prohíbe dicho
examen de las manifestaciones de la competencia que hayan de hacerse valer exclusivamente a
través de la declinatoria. Sin embargo, en el caso de los fueros imperativos no es de aplicación, en
virtud de lo dispuesto en el art. 58 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
En todo caso, la falta de oficio de la competencia territorial ha de realizarse siempre previa
audiencia de las partes, y ello por dos motivos:
Porque así lo dispone el art. 58 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Porque, si se respetara esta exigencia, el tribunal al que se inhibiera el incompetente no
podrá declararse, a su vez, territorialmente incompetente (art. 60.1).
[La litispendencia es un efecto procesal que se genera tras la presentación de una demanda, en
contra del demandante, que le impide iniciar un nuevo juicio contra el demandado, sobre la misma
materia, pues en dicha situación el último tiene la posibilidad de oponerse alegando tal situación,
utilizándola como una excepción procesal. Con ello se pretende evitar el dictado de sentencias
contradictorias.]
B) Fueros convencionales
En este supuesto estamos ante objetos litigiosos sobre los que resultan procedentes los pactos de
sumisión, dispone el art. 59 que «fuera de los casos en que la competencia territorial venga fijada
por la ley en virtud de reglas imperativas, la falta de competencia territorial solamente podrá ser
apreciada cuando el demandado o quienes puedan ser parte legítima en el juicio propusieren en
tiempo y forma la declinatoria».
En este caso, el demandado habrá de interponer la declinatoria, que opera aquí como una auténtica
«excepción» procesal, ya que, si no la plantea expresamente, se producirá una sumisión tácita (art.
56.2), que impedirá su examen de oficio, pues las normas que disciplinan la competencia territorial
en los fueros convencionales no la convierten en un auténtico presupuesto procesal.
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5. LOS CONFLICTOS DE INCOMPETENCIA Y LA DECLINATORIA
En materia de denuncia de la incompetencia territorial, la de la Ley de Enjuiciamiento Civil
contempla dos tipos de conflictos:
Los conflictos negativos de competencia.
La declinatoria.
B) La declinatoria
a) Concepto
El modo más usual de plantear los conflictos de jurisdicción y de competencia consiste en
interponer una declinatoria, en cuya virtud «el demandado y los que puedan ser parte legítima en el
juicio promovido podrán denunciar la falta de jurisdicción del tribunal ante el que se ha interpuesto
la demanda, por corresponder el conocimiento de ésta a tribunales extranjeros, a órganos de otro
orden jurisdiccional, a árbitros o a mediadores».
La declinatoria es una excepción que ha de plantearse como excepción previa en los siguientes
momentos:
En el juicio ordinario -> Dentro de los diez primeros días (art. 64.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil) del plazo común de veinte para contestar a la demanda (art. 404 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil).
En el juicio verbal -> En los cinco días posteriores a la citación para la vista (arts. 64.1 y
443 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Mediante la excepción de la declinatoria (en los plazos citados) pueden denunciarse el
incumplimiento de los siguientes presupuestos procesales:
La competencia territorial o falta de Jurisdicción de los Tribunales españoles.
La falta de Jurisdicción de los tribunales civiles, por pertenecer el conocimiento del objeto
procesal a otro orden jurisdiccional.
La excepción de arbitraje o de pendiente compromiso, por tener que conocer o estar
conociendo ya un tribunal arbitral como consecuencia de la previa suscripción por las partes
de un convenio arbitral.
La falta de competencia objetiva.
La falta de competencia territorial.
Por el cauce de la declinatoria de la jurisdicción se pueden plantear, no sólo los problemas relativos
a la competencia territorial, sino la mayoría de los presupuestos del órgano jurisdiccional.
b) Procedimiento
Una vez planteada la declinatoria en el preclusivo plazo indicado, se abre un procedimiento
incidental y suspensivo del objeto principal (excepción hecha de los actos de aseguramiento de la
prueba y de la adopción de medidas cautelares, art. 64.2), en el que el tribunal le da traslado de la
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solicitud de declinatoria y de sus documentos justificativos al actor para que conteste esta
excepción en el plazo de cinco días (art. 65.1).
La única prueba admisible es la documental que aporten las partes en sus escritos de alegaciones.
El tribunal, sin celebración de vista, dicta auto «dentro del quinto día siguiente» (un plazo
frecuentemente incumplido en la práctica forense) en el que, si estimara esta excepción, habrá de
circunscribirse a su declaración de incompetencia en los casos de falta de jurisdicción por
competencia internacional o arbitraje. No obstante, tratándose de la falta de jurisdicción por tener
que conocer del asunto otro orden jurisdiccional o de falta de competencia objetiva o territorial,
junto a dicha declaración negativa, habrá de indicar también el orden jurisdiccional, Juzgado o
tribunal objetiva o territorialmente competente, debiendo señalar, en este último caso, como
competente el indicado por demandado, si la asignación de la competencia no se efectuara en
virtud de la aplicación de fueros especiales imperativos.
«El tribunal, al estimar la declinatoria relativa a la competencia territorial, se inhibirá en favor del
órgano al que corresponda la competencia y acordará remitirle los autos con emplazamiento de las
partes para que comparezcan ante él en el plazo de diez días» (art. 65.5).
C) Medios de impugnación
Contra los autos en materia de competencia territorial no cabe recurso alguno (art. 67). Sin
embargo, tratándose de la resolución de la competencia internacional, arbitraje, de otro orden
jurisdiccional u objetiva hay que distinguir:
Contra el auto de inhibición cabe la interposición de recurso de apelación.
Contra el auto que rechace esta excepción, tan sólo cabe interponer el recurso de reposición
(art. 66).
En cualquier caso, debe la parte gravada por esta resolución, bien mediante escrito independiente
(en el supuesto de que no quepa la interposición de recurso alguno), bien en el recurso de
reposición, formular su respetuosa protesta por la infracción de tales normas sobre la jurisdicción o
la competencia, ya que el último inciso del art. 459 exige, como presupuesto de la admisibilidad del
recurso de apelación por vicios «in procedendo» [esta clase de vicios concurre cuando, a raíz de la
inobservancia de normas procesales, aparecen afectados los requisitos a los que se halla supeditada la validez de
una resolución judicial o la de los actos que la precedieron y tuvieron incidencia en el pronunciamiento], la
necesidad de denunciar oportunamente dicha infracción ante el Juez «a quo» [quien dicta la resolución
que va a ser objeto de recurso de apelación], si el recurrente hubiere tenido oportunidad procesal para
ello.
Idéntico presupuesto procesal de invocación en la instancia de la norma procesal vulnerada
contempla el art. 469.2 en todo lo relativo a la interposición del recurso de casación por infracción
procesal.
Pero la interposición de dicho recurso extraordinario tan sólo puede suceder por infracción de las
normas relativas a la «jurisdicción y competencia objetiva o funcional» (art. 469.1.1), y no de las
que disciplinan la competencia territorial.
A la competencia territorial por conexión se refiere expresamente el art. 53, en cuya virtud « cuando
se ejerciten conjuntamente varias acciones frente a una o varias personas será tribunal competente
el del lugar correspondiente a la acción que sea fundamento de las demás; en su defecto, aquel
que deba conocer del mayor número de las acciones acumuladas y, en último término, el del lugar
que corresponda a la acción más importante cuantitativamente».
Cuando el actor desea acumular en su demanda distintas pretensiones (compatibles y con respecto
a la competencia objetiva) contra un mismo o varios demandados (por ejemplo, la rescisión de un
contrato y la petición de indemnización de daños y perjuicios) se produce un fenómeno de
acumulación objetiva y/o subjetiva, en la terminología legal, de acciones, regulada en los artículos
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71 y siguientes en el que puede suceder que exista, con respecto a tales demandados o acciones,
cuya acumulación se pretende, una concurrencia de fueros legales.
En este supuesto, hay que acudir a los criterios determinantes de la competencia territorial por
conexión de las pretensiones, contemplados en el art. 53:
En primer lugar, la competencia se determinará por el fuero de la acción principal (en el
ejemplo utilizado, el de la rescisión del contrato).
En segundo lugar, y si todas ellas tuvieran carácter principal, ante el juez de la demarcación
que haya de conocer del mayor número de pretensiones acumuladas.
En defecto de los anteriores criterios, al del lugar donde haya de deducirse la pretensión con
mayor importancia cuantitativa.
Si la acumulación fuera exclusivamente subjetiva contra varios demandados o litisconsortes y no
existiera ningún fuero prevalente de conformidad con lo establecido en los artículos 52 y 53.1, el
art. 53.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que el actor podrá interponer su demanda ante
el Juzgado del domicilio del demandado que estimara oportuno.
En materia del procedimiento para denunciar la infracción de tales criterios legales hay que
distinguir la naturaleza de los fueros concurrentes de las pretensiones acumuladas:
Tratándose de fueros legales imperativos, en primer lugar, se impone su examen de oficio y
aplicación de tales fueros legales, frente a los convencionales, y en segundo lugar, si dichos
fueros legales imperativos fueran concurrentes, hay que aplicar el criterio de la acción
principal.
Tratándose de una conexión de pretensiones con fueros convencionales, la incompetencia
territorial ha de denunciarse a través de la declinatoria, produciéndose, en cualquier otro
caso, una sumisión tácita.
Las partes de un proceso, al igual que el órgano jurisdiccional, han de observar el cumplimiento de
determinados presupuestos procesales subjetivos. Sin esta observancia, el tribunal se verá
impedido de dictar una sentencia de fondo.
En principio, corresponde a cada una de las partes, al actor y al demandado, observar el
cumplimiento de sus presupuestos procesales, ya que, en cualquier otro caso, se exponen a una
sentencia desfavorable a sus respectivas pretensiones o defensas.
No obstante, esta carga procesal recae, sobre todo, en el demandante, ya que la inobservancia de
un presupuesto procesal ocasiona una sentencia absolutoria en la instancia, en la que el órgano
jurisdiccional se verá impedido de otorgar la satisfacción material de su pretensión e inadmitirá su
demanda.
Inadmitida una demanda, el demandante podría volver a interponerla, pero, para que prospere, el
actor habrá de cumplir con los presupuestos procesales que impidieron el examen de la relación
jurídico material debatida.
En conclusión, con anterioridad a la interposición de su demanda, el actor debe ser cuidadoso en el
cumplimiento de los presupuestos procesales.
1. CONCEPTO Y CLASES
Partes no son todos los sujetos que intervienen en el proceso, sino únicamente quienes interponen
la pretensión y se oponen a ella.
El proceso sirve para obtener la tutela judicial de las pretensiones declarativas, constitutivas o de
condena (art. 5.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), que decida interponer el demandante « ante el
Tribunal competente y frente a los sujetos a quienes haya de afectar la resolución pretendida » (art.
5.2).
El concepto de parte presupone una titularidad o cierta situación con respecto a la relación jurídico
material debatida (art. 10) y se determina por los efectos materiales de la cosa juzgada.
Son partes en un proceso quienes han de verse expuestos a los efectos materiales de la futura
sentencia. Por ello, el concepto de parte se diferencia claramente del concepto de tercero:
Parte. Presenta las siguientes características: es titular de derecho subjetivo; ha de cumplir
la obligación derivada de la relación jurídico material debatida y ostenta interés legítimo
derivado de dicha relación; ha de soportar, en su esfera patrimonial o moral, los efectos de
la sentencia.
Tercero. Puede intervenir también en el proceso (por ejemplo, en calidad de testigo o de
perito). Sin embargo, a diferencia de las partes, no es titular de derecho subjetivo, ni ha de
cumplir obligación alguna derivada de la relación jurídico material debatida, ni ostenta
interés legítimo derivado de dicha relación, ni ha de soportar, en su esfera patrimonial o
moral, los efectos ulteriores de la sentencia.
Las partes son quienes, por ostentar la titularidad de los derechos y obligaciones o algún interés
legítimo en una determinada relación jurídica discutida, interponen, a través de la demanda (actor o
demandante), su pretensión, o se oponen a ella, mediante el escrito de contestación (demandado).
No obstante, junto a estas partes iniciales, pueden aparecer o intervenir otras en el curso del
proceso que ostenten dicha titularidad de la relación jurídica o incluso, sin serlo, mantengan un
interés con respecto al objeto procesal, que les permita comparecer, en calidad de parte principal
o parte subordinada, dentro del proceso.
2. DETERMINACIÓN
Las partes no pueden, sin más, comparecer en el proceso, sino que han de cumplir también con los
presupuestos procesales que les son propios y cuya ausencia impedirá al juez el examen de la
relación jurídica debatida.
Los presupuestos procesales de las partes vienen determinados por los siguientes extremos:
En la fase declarativa, por la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la
representación y postulación procesal, la aptitud de conducción procesal y el litisconsorcio
necesario.
En la fase de impugnación, por los presupuestos comunes de gravamen y la conducción
procesal y los presupuestos especiales, consistentes en la suma de gravamen y la caución
para recurrir.
Al igual que en Derecho Civil se distingue entre capacidad jurídica y capacidad de obrar, también en
Derecho Procesal hemos de diferenciar los conceptos de capacidad para ser parte y de actuación
procesal. Estos presupuestos procesales se corresponden con los de Derecho Civil, aunque no se
identifican plenamente con ellos.
2. DETERMINACIÓN
Ostentan capacidad para ser parte, no sólo las personas físicas y jurídicas, sino también el
Ministerio Fiscal, las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan de titular o que
se hayan privados de sus facultades de disposición y administración, las entidades sin personalidad
jurídica que la Ley les reconozca dicha capacidad, los grupos de consumidores o usuarios
determinados o determinables y las entidades habilitadas por la legislación comunitaria para el
ejercicio de las acciones de cesación (art. 6.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
A) El Ministerio Fiscal
El Ministerio Fiscal (MF) goza de plena capacidad para ser parte. Así lo reconoce el art. 6.1.6º de la
Ley de Enjuiciamiento Civil, en todos aquellos procesos en los que deba intervenir como
consecuencia de su especial misión constitucional de defensa de la legalidad y de los derechos de
los ciudadanos (art. 124.1 de la Constitución Española).
El MF goza de una personalidad jurídica única y está sometido a los principios de unidad y
dependencia jerárquica.
El otorgamiento de la capacidad para ser parte, que el artículo 6.1.6º de la Ley de Enjuiciamiento
Civil efectúa al MF, no debe llevar a la conclusión de que el Fiscal puede comparecer en
cualesquiera procesos civiles, sino, tal y como señala expresamente el precepto, « respecto de los
procesos en que, conforme a la ley, haya de intervenir como parte».
En la inmensa mayoría de los procesos civiles lo que se discuten son derechos subjetivos de la
absoluta titularidad y disposición de los ciudadanos, con respecto a los cuales el MF, que es el
defensor de la sociedad y de los intereses públicos tutelados por la Ley, nada tiene que decir.
La capacidad para ser parte del MF en el proceso civil ha de circunscribirse a aquellos objetos
litigiosos en los que exista un interés social o hayan de ser tutelados los intereses de menores o de
personas desvalidas (art. 3.6 y 7 EOMF), es decir, en los denominados «procesos civiles
inquisitorios», como lo son los referentes a las cuestiones de estado civil y los procesos de familia.
De esta manera, tanto el del Código Civil, como la de la Ley de Enjuiciamiento Civil confieren
legitimación para intervenir como parte principal al MF en los procesos siguientes:
1. Incapacitación, nulidad matrimonial y en los de determinación e impugnación de la filiación.
2. Declaración de prodigalidad.
3. Expedientes de tutela.
4. Expedientes de adopción.
5. En los procesos de alimentos.
6. En general, en todos los procesos de familia, capacidad y filiación en los que puedan
comprometerse los intereses de menores, incapaces o ausentes.
Asimismo, el MF ostenta la capacidad genérica para provocar la incoación o comparecer en los
procesos civiles para la defensa del honor de las personas fallecidas (artículo 4 de la Ley 1/1982).
No obstante, dicha capacidad ha de extenderse también a otros derechos fundamentales en los que
exista un interés constitucionalmente relevante, lo que ocurriría, por ejemplo, con el ataque de los
medios de comunicación social a la dignidad y honor de los menores (así, la pornografía infantil a
través de «Internet»).
También debe ejercitar la acción civil en el proceso penal en sustitución del perjudicado por el
hecho punible.
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B) Las personas físicas y jurídicas
En la inmensa mayoría de los procesos civiles quienes comparecen son las personas físicas o
jurídicas. Esto es así, porque en el proceso civil se discuten bienes e intereses privados.
1) Las personas físicas
El artículo 6.1.1º otorga expresamente capacidad para ser parte a todas las personas físicas o
naturales, cuya determinación realiza el artículo 30 del Código Civil.
Asimismo, el art. 6.1.2º de la Ley de Enjuiciamiento Civil, confiere también dicha capacidad al
«nasciturus», para todos los efectos que le sean favorables.
Con base en el artículo 24.1 de la Constitución Española, toda persona física, sea española,
ciudadana de la Unión Europea o extranjera, ostenta, por el solo hecho de serlo, capacidad para ser
parte, así como el derecho a litigar gratuitamente cuando carezca de recursos económicos (art. 119
de la Constitución Española), y ello, aun cuando se trate de un extranjero «ilegal» o que no resida
legalmente en España.
La capacidad civil se extingue por la muerte de las personas (art. 32 del Código Civil) y, también
«mortis casusa», la capacidad para ser parte, en cuyo caso habrá de producirse un fenómeno de
sucesión procesal, contemplado en el art. 16 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. El fallecimiento de
una parte en el curso del proceso obliga a su comunicación a la contraria a fin de posibilitar dicha
sucesión.
2) Las personas jurídicas
El artículo 6.3º de la Ley de Enjuiciamiento Civil confiere capacidad para ser parte a las personas
jurídicas.
Por personas jurídicas no debemos entender sólo las civiles, sino también las mercantiles e incluso
las personas jurídicas públicas que, cuando actúan sometidas al Derecho Privado, pueden
demandar o ser demandadas en un proceso civil.
También las personas jurídicas se extinguen por las causas previstas en la Ley, en cuyo caso no
pueden ser demandadas en un proceso. Sin embargo, y al igual que sucede con las personas
físicas, si se produjera la extinción de una sociedad en el curso de un proceso, ha de ser
comunicada dicha sucesión material a la contraparte.
C) Las masas patrimoniales
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil confiere expresamente, en su artículo 6.1.4º, capacidad para
ser parte a «Las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan transitoriamente de
titular o cuyo titular haya sido privado de sus facultades de disposición y administración».
Por dichas masas patrimoniales cabe entender a las «uniones sin personalidad jurídica», las «masas
patrimoniales» y los «patrimonios separados» que carezcan transitoriamente de titular.
1) Las uniones sin personalidad jurídica
Las uniones sin personalidad jurídica son agrupaciones de personas físicas con patrimonio propio,
pero sin capacidad jurídica, por no haberse constituido como personas jurídicas, civiles o
mercantiles, con arreglo a lo dispuesto en la Ley. No obstante carecer de personalidad jurídica, el
art. 6.1.4º de la Ley de Enjuiciamiento Civil les otorga capacidad para ser parte. Como ejemplos de
estas uniones suelen citarse las comisiones de estudiantes «fin de carrera», las de carácter lúdico o
festivo, las constituidas en homenaje de alguna personalidad, las asociaciones deportivas no
inscritas, la gestión de negocios jurídicos ajenos, etc.
Todas esas entidades, aun cuando no cumplan con los requisitos exigidos para dotarlas de
personalidad jurídica (escritura pública e inscripción en el pertinente Registro), ostentan capacidad
para ser parte para la defensa de sus intereses legítimos en la medida en que realizan válidamente
negocios jurídicos.
En último término, el fundamento de tal antiformalismo hay que encontrarlo en el art. 22 de la
Constitución Española, que consagra, sin más, el derecho fundamental de asociación por el sólo
hecho de asociarse. Por esta razón, su ejercicio no puede condicionarse a la inscripción en un
Registro, la cual nunca puede ser constitutiva, sino tan sólo a efecto de publicidad, ya que negar la
capacidad para ser parte por el solo hecho de no encontrarse una determinada asociación inscrita
Resumen Derecho Procesal I Rodri ® Sept-2017
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en un Registro, equivaldría al establecimiento de un obstáculo al libre acceso a los Tribunales, que
el TC siempre ha proscrito.
En conclusión, desde el momento en que dos o más personas deciden asociarse y, en nombre de
esa unión sin personalidad jurídica, realizan negocios jurídicos, ostentan capacidad para ser parte.
De los daños que cause un ente de este tipo responde el patrimonio adscrito a tal fin, y el de sus
gestores.
2) Masas patrimoniales
Las masas patrimoniales son conjuntos de bienes que, sin estar adscritos a un contrato de
sociedad, pueden pertenecer a una o a más personas. El ejemplo típico es la comunidad de bienes,
en la que la propiedad de una cosa pertenece «pro indiviso» a varias personas (392 del Código
Civil), y, en la medida en que participan de dicha naturaleza, la sociedad de gananciales, la
propiedad horizontal, la herencia yacente que transitoriamente permanece sin titular, o la
comunidad vecinal de montes en mano común.
En todas estas masas patrimoniales no existe precepto alguno que les confiera capacidad para ser
parte (en el artículo 13.3 LPH se prevé la capacidad de actuación procesal del Presidente de la
comunidad de propietarios), lo que no ha constituido obstáculo alguno para que la jurisprudencia
les haya reconocido a todos estos entes capacidad para ser parte.
3) Los patrimonios separados
El artículo 6.1.4º de la Ley de Enjuiciamiento Civil reconoce capacidad para ser parte a «(…) los
patrimonios separados que carezcan transitoriamente de titular o cuyo titular haya sido privado de
sus facultades de disposición y administración».
Como ejemplo de este supuesto podemos citar las empresas en administración concursal, en las
que el concursado no puede disponer de la administración de los bienes.
Los patrimonios separados vienen determinados por la «masa del concurso», la cual, más que
carecer de titular (carece de titular, por ejemplo, la herencia yacente hasta su aceptación), pues
pertenece al concursado, en realidad, constituye un supuesto de falta de disposición y
administración de dicho patrimonio, que corresponde a la administración concursal para el ejercicio
de acciones de índole no personal del concursado. De dichas acciones personales, es el propio
concursado quien ostenta la capacidad para ser parte.
4. DETERMINACIÓN
Al igual que ocurre con la capacidad para ser parte, también el artículo 7 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil distingue la capacidad procesal de las personas físicas, la de las jurídicas, la de
las masas patrimoniales y la de las entidades sin personalidad jurídica. Sin embargo, no contempla
la capacidad de actuación del MF, porque, debido a su personalidad jurídico pública única (artículos
2 y 22 EOMF), el MF está habilitado «ex lege» para «intervenir en los procesos civiles que
determine la ley cuando esté comprometido el interés social o cuando puedan afectar a personas
menores, incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios de
representación» (3.7 EOMF).
5. TRATAMIENTO PROCESAL
Aun cuando el artículo 9 de la Ley de Enjuiciamiento Civil someta a un mismo régimen procesal la
capacidad para ser parte y la capacidad procesal, es conviene distinguir ambos presupuestos
procesales, ya que su naturaleza es muy distinta.
A) De la capacidad para ser parte
La ausencia de capacidad para ser parte impide una sentencia de fondo. Si los efectos materiales
de la cosa juzgada han de transcurrir entre las partes materiales (art. 222.3 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil), el tribunal no puede someter a tales efectos a quien no reúne los requisitos
necesarios para soportarlos. De lo contrario, se frustraría la ejecución de la sentencia (art. 538 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil) y la excepción de cosa juzgada (art. 222 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil).
Por esta razón, la falta de capacidad originaria para ser parte constituye un presupuesto procesal
de orden público y, en cuanto tal, vigilable de oficio en cualquier estadio del procedimiento y, de
modo especial, en la audiencia previa al juicio, en cuyo caso provocará un auto de absolución en la
I. LA CAPACIDAD DE POSTULACIÓN
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Se entiende por capacidad de postulación la exigencia legal de que las partes formales o con
capacidad procesal comparezcan representadas por un procurador y defendidas por un abogado, a
fin de poder realizar válidamente los actos procesales.
Los artículos 23 a 35 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se refieren a la capacidad de postulación. En
estos artículos se contemplan las prescripciones relativas a este presupuesto procesal, cuya regla
general es la de que las partes han de comparecer en el proceso representadas por procurador y
asistidas de letrado.
En la de la Ley de Enjuiciamiento Civil existen excepciones tasadas relativas a la exigencia legal
de que las partes formales comparezcan defendidas por un abogado. La excepción es la de que las
partes puedan comparecer personalmente para ejercitar su defensa privada o autodefensa.
A) Intervención necesaria de abogado
El fundamento de este requisito estriba en la exigencia constitucional de que la tutela judicial (que
han de dispensar los tribunales) ha de ser efectiva «sin que, en ningún caso, pueda producirse
indefensión» (art. 24.1 de la Constitución Española). Debido a la complejidad actual, tanto del
Derecho material, como del Derecho procesal, se le ocasionaría una indefensión material al
ciudadano, a la vez que se infringiría el principio de «igualdad de armas», si se le permitiera
acceder a un proceso personalmente, pudiéndolo hacer, la contraparte, provisto de abogado.
B) Intervención obligatoria del procurador
En el caso de la intervención obligatoria del procurador el fundamento es distinto que en el caso de
abogado. Actualmente el fundamento de la intervención obligatoria del procurador hay que
encontrarlo en lo siguiente:
En las exigencias de «seguridad jurídica» (art. 9.3 de la Constitución Española).
En la eficacia, en la medida en que el procurador es también un órgano de comunicación
entre el abogado y el órgano jurisdiccional, lo que contribuye a una descarga del trabajo
profesional del abogado.
C) Justicia gratuita
La intervención de estos profesionales (abogados y procuradores) exige el pago de sus servicios
(«honorarios», en el caso de los abogados y «derecho de arancel» en el de los procuradores). Por
este motivo, con el fin de evitar situaciones materiales de indefensión, el art. 119 de la Constitución
Española, establece la gratuidad de la justicia «en todo caso, respecto de quienes carezcan de
recursos económicos para litigar», razón por la cual, en desarrollo de esta norma constitucional, el
artículo 33 de la Ley de Enjuiciamiento Civil prevé la asistencia jurídica gratuita (se rige por la Ley
1/1996, de Asistencia Jurídica Gratuita) de quien carezca de dichos recursos económicos, en cuyo
caso se le designará un abogado y procurador del turno de oficio.
3. EXCEPCIONES
Las excepciones a la intervención necesaria del procurador y del abogado se contemplan en los
artículos 23.2 y 31.2. De este régimen podemos distinguir las siguientes excepciones:
Las comunes a ambos profesionales.
Las específicas o relativas exclusivamente al procurador.
La no exigencia de la intervención de procurador y de abogado en determinados procesos o actos
procesales significa que la parte material con la capacidad procesal necesaria, ostenta, ella misma,
A) Comunes
Las excepciones comunes a la intervención necesaria del abogado y del procurador se prevén en los
siguientes preceptos:
En los artículos 23.2.1º y 31.2.1º, que contemplan la capacidad de postulación en los juicios
verbales y en los monitorios.
En el artículo 23.2.3º y 31.2.2º, que prevén la solicitud de medidas urgentes con
anterioridad al ejercicio del derecho de acción.
[Procesos monitorio: Los procesos monitorios son procesos sumarios en los que se pueden interponer pretensiones
de condena al pago de una deuda dineraria, vencida y exigible (art. 812.1).]
a) Los juicios verbales de cuantía inferior a los 2.000 euros
En los juicios verbales, cuya cuantía sea inferior a 2.000 euros, no es necesaria la intervención del
procurador ni del abogado, por lo que la parte material puede comparecer y defenderse por sí
misma.
El juicio verbal es procedente para el enjuiciamiento de todos los objetos litigiosos, cuyo valor no
supere los 6.000 euros (art. 250.2). Pero, si su cuantía fuere inferior a los 2.000 euros, no será
necesaria la intervención de estos profesionales.
La regla anterior resulta de aplicación tanto en los juicios verbales por razón de la cuantía (art.
250.2), como en los juicios especiales por razón de la materia (art. 250.1). No obstante, en la
práctica, el objeto litigioso de los juicios especiales por razón de la materia difícilmente tendrá la
escasa cuantía de 2.000 euros, por lo que es, en cualquier caso, aconsejable la intervención del
procurador y del abogado, como consecuencia de la complejidad jurídica de dichos objetos.
Pero, en cualquier caso, la nueva dicción de los art. 23.2.1º y 31.2.1º de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, operada por la LRLEC (2015) que ha suprimido la frase “cuya determinación se haya
efectuado por razón de la cuantía”, es clara a la hora de establecer que incluso en los verbales por
razón de la materia, si su cuantía no excediera de los 2.000 euros no es necesaria la intervención
de Procurador.
b) Los juicios monitorios
Los artículos 23.2 y 31.2 también facultan a los sujetos del Derecho a interponer, por sí mismos, «la
petición inicial de los procesos monitorios», cuya regulación efectúan los artículos 812-818 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil.
Los procesos monitorios son procesos sumarios en los que se pueden interponer pretensiones de
condena al pago de una deuda dineraria, vencida y exigible (art. 812.1).
Juicio monitorio (no intervención de abogado y procurador): Se circunscribe a esta
primera fase de jurisdicción voluntaria la intervención de la parte material en estos procesos
destinados a la creación de un título ejecutivo.
Contencioso (intervención de abogado y procurador): Si se tornara el procedimiento
monitorio en contencioso por impago del deudor, por su incomparecencia o por su posición,
y la cantidad por la que el juez despache ejecución sea superior a los referidos 2.000 euros,
devendrá necesaria la intervención del abogado y del procurador, tanto para el acreedor,
como para el deudor.
c) Solicitud de medidas urgentes con anterioridad al juicio
Las medidas urgentes en las que tampoco se precisa la intervención del Procurador ni la del
abogado, son las siguientes:
4. TRATAMIENTO PROCESAL
Como regla general, el tratamiento procesal de la capacidad de postulación constituye un
presupuesto procesal que admite su sanación, por lo que los tribunales deben permitir su
subsanación, salvo que integre un defecto que infrinja el orden público o genere indefensión
material a la contraparte. Es más, incumbe al procurador la obligación de contribuir con el tribunal
en la subsanación de los defectos procesales (art. 26.2.1º).
B) La defensa técnica
Tratándose de la ausencia de la intervención del abogado en los procesos en los que deviene
obligatoria, el inciso segundo del artículo 31.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que «No
podrá proveerse a ninguna solicitud que no lleve la firma del abogado».
Ahora bien, si a pesar de dicha prohibición se diera curso a la solicitud, podemos preguntarnos si
tendría que declarar el juez la nulidad de las actuaciones practicadas o podría subsanarse el
defecto.
El artículo 238.4º de la Ley Orgánica del Poder Judicial se pronuncia a favor de la declaración de la
nulidad de las actuaciones, estableciendo que «Los actos procesales serán nulos de pleno derecho
en los casos siguientes: (…) 4º. Cuando se realicen sin intervención de abogado, en los casos en
que la ley la establezca como preceptiva».
Sin embargo, nosotros no somos partidarios de tan drástica solución:
A nuestro juicio, la subsanación debiera ser posible siempre que la negligencia del abogado
no causara un perjuicio a la contraparte y pudiera ocasionarlo a su cliente. Para que se
decrete la nulidad de un acto por defectos de forma, es necesario que se ocasione
indefensión a la contraria y dicha indefensión material difícilmente puede justificarse si la
omisión de la firma del abogado obedece a un mero descuido u olvido, habiendo reconocido
la paternidad del acto.
Cuestión distinta sería si un tercero o la parte contraria, ante un escrito determinado,
pretendiera suplantar la personalidad del abogado. En este caso el acto procesal debería
declararse nulo, por infracción del derecho fundamental a la defensa del artículo 24 de la
Constitución Española (art. 240.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
Denominamos capacidad de conducción procesal a la cualidad material que ha de concurrir en
determinadas personas o grupos de personas para la interposición o defensa frente a específicas
pretensiones, a fin de que puedan constituirse como partes formales. En ocasiones, el
ordenamiento material impone la exigencia de que tan sólo pueda demandar o ser demandado
quien reúna una determinada cualidad material. Por ejemplo, la cualidad material de heredero para
la impugnación de un testamento o la de accionista para la de un acuerdo social.
La capacidad de conducción procesal es cualidad jurídica, otorgada por una norma material, que ha
de concurrir en quien pretenda demandar o ser demandado en un proceso determinado en orden a
que pueda válidamente asumir el estatus de parte formal.
Bajo la denominación de capacidad de conducción del proceso o derecho de conducción procesal, la
doctrina alemana diferencia y mantiene la distinción entre los dos siguientes conceptos:
La legitimación material. No es un verdadero presupuesto procesal, pues constituye un
requisito de la fundamentación de la pretensión, razón por la que su ausencia ocasiona una
sentencia de fondo.
La capacidad de conducción procesal. Constituye un auténtico presupuesto procesal, cuya
omisión en el proceso puede dar lugar a una inadmisión de plano de la demanda o a una
resolución absolutoria en la instancia.
En el proceso civil, para comparecer válidamente en un proceso, es necesario ostentar las
siguientes capacidades:
Tres capacidades iniciales -> La capacidad para ser parte, la capacidad procesal y la
capacidad de postulación.
En ocasiones, la capacidad de conducción procesal. En ocasiones, el ordenamiento material
impone la exigencia de que tan sólo pueda demandar o ser demandado quien reúna una
determinada cualidad material. Por ejemplo, la cualidad material de heredero para la
impugnación de un testamento o la de accionista para la de un acuerdo social.
[Vivero: No debemos confundir la capacidad de actuación procesal con la capacidad de conducción procesal:
Pudiera ocurrir que una persona tuviese la condición de heredero para impugnar un testamento (tendría la
capacidad de conducción procesal), pero que esta persona estuviese legalmente incapacitado por deficiencia
psíquica (tendría limitada su capacidad de actuación procesal), debiendo representarle su legal representante (su
tutor o curador).]
La capacidad de conducción procesal presenta coincidencias y diferencias con la legitimación:
1. Coincidencias. Al igual que la legitimación, la capacidad de conducción procesal:
Viene determinada por una norma material que liga a la parte con el objeto procesal.
Requiere un principio de prueba suficiente, esto es, ha de acreditarse mediante el
oportuno documento que, al amparo de lo dispuesto en el artículo 265.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, ha de incorporarse a la demanda.
2. Diferencias:
La legitimación afecta a la fundamentación de la pretensión. Una pretensión puede
fundarse en distintas causas de pedir, siendo necesariamente una de ellas la
legitimación, por lo que su falta, ha de rechazarse en el fondo.
La capacidad de conducción procesal se diferencia de la legitimación en que no afecta a
la fundamentación de la pretensión, sino que la capacidad de conducción procesal es el
presupuesto de la procedencia de la legitimación. Si la capacidad de conducción se
cumple, ha de permitir su examen con independencia del de la pretensión.
La capacidad de conducción procesal se erige en un auténtico presupuesto procesal que puede
condicionar la admisibilidad de la demanda, ser discutida su concurrencia en la comparecencia
previa y provocar, su ausencia, una resolución absolutoria de la instancia que ha de dejar
imprejuzgada la relación jurídica material debatida.
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B) Fundamento
El fundamento de la capacidad de conducción procesal hay que encontrarlo en razones de
economía procesal.
Resulta antieconómico para el Estado y para las propias partes que quienes litigan, sin esta cualidad
necesaria, hayan de llegar a una sentencia definitiva, cuando, desde el inicio del proceso, pueda
obtener el juez la evidencia de que nunca podrá satisfacerse en él la pretensión, por carecer la
parte demandante o demandada de relación alguna con el objeto del proceso. En este caso, se
hace necesario que el ordenamiento procesal otorgue al juez la facultad de examinar, incluso de
oficio, dicha capacidad de conducción procesal, bien para inadmitir la demanda, bien para dictar un
auto de archivo que ponga término, a la mayor brevedad, al procedimiento.
I. LA LEGITIMACIÓN
2. CLASES
Desde un punto de vista subjetivo, la legitimación puede ser activa y pasiva, y, desde un punto de
vista objetivo, la legitimación puede ser originaria y extraordinaria.
B) La legitimación ordinaria
La legitimación ordinaria, originaria, directa o propia es la que se ostenta en virtud de la titularidad
de un derecho o interés legítimo. A ella se refiere, tanto el artículo 24.1 de la Constitución Española,
al proclamar el derecho a la tutela judicial efectiva de «los derechos e intereses legítimos», como en
el párrafo primero del artículo 10 de la Ley de Enjuiciamiento Civil que contrapone dicha
legitimación frente a la extraordinaria contemplada en el párrafo segundo de dicho precepto.
Tanto los titulares de las relaciones jurídicas (a título de dueño —Por ejemplo, el de propiedad para
el ejercicio de la acción reivindicatoria del artículo 348 del Código Civil— o la de cualquier otro
derecho real o de crédito) como los obligados por dichas relaciones, ostentan legitimación ordinaria
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para comparecer en el proceso en calidad de partes principales, sean originarias o sobrevenidas.
Este último supuesto (partes sobrevenidas) podría suceder como consecuencia de la aparición de
alguno de los fenómenos de sucesión procesal contemplados en los artículos 16-18 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
a) Interés legítimo
La legitimación originaria no sólo viene otorgada por la titularidad de un derecho subjetivo, sino
que, en ocasiones, la Ley faculta a comparecer como partes a quienes ostenten un «interés
legítimo».
Existen procesos, cuyo objeto no lo constituye una relación, sino una situación jurídica, en la que la
legitimación originaria viene determinada por la afirmación de un interés legítimo. Esto sucede en
los procesos de incapacitación, matrimoniales o de filiación, en los que, junto a la capacidad de
conducción procesal determinada por el parentesco, las partes han de ostentar un interés legítimo
(art. 24.1 de la Constitución Española), pues el ordenamiento procesal no puede amparar
pretensiones que puedan obedecer a intereses espurios (así, el internamiento de un menor o la
incapacitación de un mayor de edad con la exclusiva finalidad de obtener la indebida administración
de sus bienes).
b) Impugnación de negocios jurídicos radicalmente nulos por terceros con interés legítimo en dicha
impugnación
La jurisprudencia otorga legitimación a terceros con interés legítimo, siempre que dicho tercero
tenga un interés jurídico en la impugnación de negocios jurídicos radicalmente nulos. Por ejemplo,
para ejercitar la acción de declaración de inexistencia de un contrato, por carencia de algunos de
los requisitos esenciales que determina el artículo 1261 del Código Civil; la acción de nulidad radical
o de pleno derecho de un contrato, por ser contrario a las normas imperativas o prohibitivas (art.
6.3 del Código Civil).
Por dicho interés legítimo cabe entender la situación en la que un tercero, visto desde el prisma de
la sentencia, pueda verse afectado por sus futuros efectos de cosa juzgada, es decir, haya de sufrir
un perjuicio o experimentar un beneficio en su esfera patrimonial o moral.
C) La legitimación extraordinaria
A la legitimación extraordinaria se refiere el segundo párrafo del artículo 10 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, que establece la excepción de «los casos en que por ley se atribuya
legitimación a persona distinta del titular».
En ocasiones, el demandante puede actuar en el proceso en interés de un tercero, produciéndose,
en este supuesto, una falta de identidad entre las partes materiales y las partes formales que
comparecen en el proceso. Por tanto, en la legitimación extraordinaria quien comparece en el
proceso actúa en interés de otro. No obstante, dicha intervención ha de circunscribirse a los
taxativos supuestos en los que la Ley expresamente lo autorice.
Dicha actuación de la parte formal en interés de un derecho de la parte material puede ser en
nombre propio («sustitución procesal») o en nombre e interés ajeno («representación procesal»).
a) La legitimación por sustitución procesal
En la legitimación por sustitución procesal el actor comparece en el proceso en nombre e interés
propio (por ejemplo, el MF), pero en defensa de un derecho ajeno (por ejemplo, el derecho de la
persona que se trata de incapacitar). En dicha legitimación, la parte procesal es el sustituto (el MF)
y no el sustituido (el padre, tutor o institución), aunque los efectos de la sentencia afectarán a
ambos, por lo que también el sustituido podría comparecer en el proceso como interviniente
litisconsorcial (art. 13 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). No obstante, dicha intervención no es
obligatoria, ni debe el tribunal llamar al proceso a dicho interviniente, pues puede válidamente
dictar sentencia con la sola actuación procesal del sustituto.
Como supuestos de legitimación por sustitución procesal pueden citarse:
a) La legitimación del MF para promover el proceso de incapacidad de las personas (art. 757.2
de la Ley de Enjuiciamiento Civil), para ejercitar la acción de cesación para la defensa de los
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intereses colectivos y difusos (art. 11.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) y para el ejercicio,
en el proceso penal y en interés de los perjudicados de las acciones civiles « ex delicto» (art.
108 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal).
b) La acción subrogatoria del art. 1111 del Código Civil, en virtud de la cual el acreedor puede
demandar al deudor de su deudor, ejercitando el crédito de éste. El administrador concursal
también está legitimado para ejercitar los derechos de crédito de la masa de la quiebra {art.
54.1 LC, Ley 22/2003).
c) La acción del usufructuario para reclamar los créditos vencidos del usufructo (art. 507 del
Código Civil).
d) El acreedor prendario para el ejercicio de las acciones que competan al dueño de la cosa
pignorada (art. 1.869.II).
e) Los trabajadores y suministradores de material en una obra ajustada alzadamente por el
contratista para reclamar al dueño las cantidades que éste le adeude (art. 1.597 del Código
Civil).
f) La impugnación de la paternidad efectuada por progenitores en nombre de sus hijos y la
petición de alimentos del cónyuge para los hijos mayores de edad que con él convivan (art.
93.2 del Código Civil).
g) La Comunidad de Propietarios puede ejercitar, en sustitución del propietario de la vivienda,
una acción de cesación y privación del uso de la misma al poseedor que realizara actividades
molestas, incómodas o in salubres (art. 7.2.III-VI LPH, Ley 49/1960). Asimismo, los
comuneros ostentan legitimación, por sustitución de los demás, para el ejercicio de acciones
en lo que le sea favorable a la Comunidad de Propietarios.
h) El concesionario de una licencia en exclusiva puede ejercitar en su propio nombre las
pretensiones de condena que asisten al titular de la patente.
i) El Estado ostenta legitimación por sustitución para accionar en nombre de otra entidad
pública la titularidad de un monte público.
j) Las asociaciones de consumidores y usuarios «representativas», están legitimadas para la
defensa de los intereses difusos (art. 11.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) y las entidades
habilitadas por la normativa comunitaria para el ejercicio de las acciones de cesación en
defensa de los intereses colectivos y difusos (art. 11.4). En tales supuestos, es claro que nos
encontramos ante una legitimación extraordinaria o por sustitución procesal10, pues dichas
asociaciones de consumidores se encuentran legitimadas para ejercitar la acción en nombre
propio, pero en interés ajeno, es decir en el de los perjudicados titulares de derechos
individuales plurales homogéneos. Por asociaciones «representativas» tan sólo cabe
entender, según los art. 37 RDL 1/2007, a las asociaciones de consumidores y usuarios que
se encuentren inscritas en el Registro del Instituto Nacional del Consumo o Consejería de
Sanidad y Consumo, ya que, tan sólo dichas asociaciones revisten dicho carácter (art. 16.1
RD 825/1990).
b) La legitimación representativa
Al igual que en la legitimación por sustitución, también en la representativa la parte formal actúa
por derechos ajenos, pero mientras que, en la legitimación por sustitución, lo hace en nombre e
interés propio, en la representativa, la defensa de dichos derechos también lo es en nombre e
interés ajeno.
La legitimación representativa es distinta a la representación material o procesal, cuya causa de
estas últimas obedece a la suscripción de un contrato de mandato. En la legitimación representativa
es la Ley la que atribuye o encarga al tercero la facultad de ejercitar la acción en nombre e interés
de otros y para la defensa de sus derechos.
Constituyen supuestos de legitimación representativa:
a) La representación orgánica de Presidente de una comunidad de propietarios para todo lo
que sea favorable a dicha comunidad y los intereses de los copropietarios (art. 13.3 LPH).
b) Los colegios profesionales tienen legitimación para reclamar los honorarios de los colegiados.
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c) La «Sociedad General de Autores» ostenta «ex lege» legitimación para reclamar o defender
los derechos de la propiedad intelectual de sus asociados.
d) Las asociaciones de consumidores y usuarios legalmente constituidas están legitimadas para
la defensa de los derechos e intereses de sus asociados y los difusos de consumidores y
usuarios (art. 11.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
EL LITISCONSORCIO
A) Concepto
Existe litisconsorcio cuando en un litigio aparecen varios sujetos en una o ambas partes.
B) Tipos de litisconsorcio
De acuerdo a la posición de las partes, el litisconsorcio puede ser:
Activo: Cuando varios actores litigan frente a un solo demandado.
Pasivo: Cuando un solo actor se dirige frente a varios demandados.
Mixto: Cuando varios actores litigan frente a varios demandados.
Originario: Cuando la pluralidad de litigantes aparece desde el comienzo del proceso.
Sucesivo: Cuando la pluralidad de litigantes se produce durante el desarrollo posterior del proceso.
Voluntario o facultativo: Cuando se forma libre y espontáneamente por voluntad de las partes y ello es
posible porque las acciones son conexas, sea por el título, por el objeto, o por ambos. Los litisconsortes
tienen legitimación procesal independiente, o sea, cada uno de ellos es autónomo, independientemente
uno del otro. Como consecuencia de esta independencia, por lo general, los actos de uno de ellos no
benefician ni perjudica a los demás.
Necesario: Pretensión única. Cuando lo impone la ley o la naturaleza de la relación jurídica que constituye
la causa de la pretensión. Lo impone porque la sentencia sólo puede dictarse útilmente frente a todos los
partícipes de la relación jurídica substancial discutida en el proceso. Y si todos ellos no estuvieren
participando en el proceso el juez ordenará integrar la litis, citando al litigante que faltare. Los
litisconsortes no son independientes, sino que se consideran como una unidad, y, por eso, en general, los
actos que realice uno de ellos benefician a los demás.
Cuasinecesario: Hay supuesto en que, si bien la naturaleza de la pretensión procesal requiere una
declaración judicial única, que comprenda a todos los que tienen relación con ella, no supone que todos
los interesados tengan que intervenir en el proceso. Un ejemplo lo da el Código Civil al decir que el
acreedor puede dirigirse contra cualquiera de los dos deudores solidarios o contra todos a la vez. Las
reclamaciones entabladas contra uno, no serán obstáculo para las que posteriormente se dirijan contra los
demás deudores solidarios mientras la deuda no resulte pagada por completo.]
I. LA PLURALIDAD DE PARTES
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Nos encontramos ante un proceso único con pluralidad de partes cuando dos o más personas
se constituyen en el proceso, en la posición de actor y/o demandado, estando legitimadas para
ejercitar o para que frente a ellas se ejercite una única pretensión. En este supuesto el juez ha de
dictar una única sentencia, en la que se contendrá un solo pronunciamiento, que afectará a todas
las personas parte que se constituyan en el proceso de modo directo o reflejo.
El fundamento de la pluralidad de partes reside en la legitimación. Si existen varias personas
legitimadas para interponer una pretensión o defenderse de ella es natural que el ordenamiento
procesal les confiera a todas ellas la posibilidad de comparecer como demandantes o demandadas
en un solo proceso. En ocasiones, esta posibilidad procesal encierra una carga, pues a todos ellos
les pueden afectar los efectos de la cosa juzgada.
En los supuestos de pluralidad de partes lo que se deduce es una sola pretensión, con respecto a la
cual existe una pluralidad de personas legitimadas activa o pasivamente. En este caso el tribunal
tan sólo dictará una única sentencia con un único pronunciamiento. El fenómeno de pluralidad de
partes se distingue de otro supuesto, que es el de la acumulación de pretensiones. El supuesto
típico de acumulación subjetiva es el «litisconsorcio voluntario o facultativo». La acumulación
objetiva se efectúa mediante:
Acumulación de acciones (art. 71.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Se autoriza al actor
a acumular inicialmente diversas pretensiones.
Acumulación de procesos (art. 74 y ss. de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Se autoriza al
actor a acumular de una manera sobrevenida diversas pretensiones.
A diferencia de la acumulación de pretensiones, en la pluralidad de partes nos encontramos ante
una única pretensión que se plantea por una pluralidad de personas o frente a una pluralidad de
personas, razón por la cual ocasionará una sentencia con un solo pronunciamiento o parte
dispositiva.
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
Se entiende por litisconsorcio necesario la exigencia legal o convencional que tiene el actor de
demandar en el proceso a todos los partícipes de una relación jurídico material inescindible, de tal
suerte que, si no lo hiciera, a todos ellos les podrían afectar, por igual, los efectos materiales de la
sentencia.
[(Vivero): Por ejemplo, si yo impugno la herencia de mi tía Benita, debo de demandar a los cuatro
herederos, ya que, si demando a uno, a los otros cuatro les afectará la resolución que adopten los
tribunales. Se trata de una relación inescindible, porque todos forman parte de esa herencia.]
Presupuesto ineludible del litisconsorcio necesario es que todos los codemandados hayan
participado en una relación jurídica material inescindible, de tal manera que, como señala el artículo
12.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil «la tutela jurisdiccional… sólo pueda hacerse efectiva frente a
varios sujetos conjuntamente considerados».
2. RÉGIMEN PROCESAL
A) El estatus de parte
Los litisconsortes tienen todo el status de parte principal. Pueden, pues, litigar unidos o por
separado, en cuyo caso todos ellos conformarán, mediante sus escritos de contestación a la
demanda, el objeto procesal.
En el litisconsorcio pasivo necesario rige la regla de que «los litisconsortes activos o diligentes en el
proceso benefician a los inactivos». Esto significa que los actos de un litisconsorte producen efectos
frente a los demás en la medida en que les beneficia (así la estimación de un recurso, interpuesto
por uno de ellos, beneficia a los demás), pero nunca en cuanto les perjudica.
Aun cuando el litisconsorcio necesario constituya un fenómeno de pluralidad de partes, en realidad
tan sólo existe una posición de parte demandada unida por una misma comunidad de suerte. Los
actos de disposición directa (v. gr.: el allanamiento, el desistimiento o la transacción) e indirecta (la
admisión de hechos) del proceso, para que sean válidos, requieren del concurso de voluntades de
todos los litisconsortes.
B) Examen de oficio
La exigencia de la doctrina del litisconsorcio necesario se funda en la necesidad de preservar la
violación del derecho fundamental a la tutela judicial del artículo 24.1 de la Constitución Española.
Por ello, la jurisprudencia del TS se ha manifestado unánime a la hora de establecer la obligación
judicial de «examen de oficio» de este requisito de la legitimación pasiva.
Al producirse indefensión material a los litisconsortes no emplazados al proceso, se ocasionaría la
nulidad contemplada en el artículo 238.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Conforme a la
solución jurisprudencial sustentada por el TS, antes de declarar la nulidad de las actuaciones, el
tribunal debe prestar audiencia a todas las partes personadas.
C) La comparecencia previa
La solución jurisprudencial sustentada por el TS, relativa a que el tribunal preste audiencia a todas
las partes personadas, antes de declarar la nulidad de las actuaciones, tan sólo es reclamable
cuando el tribunal apreciara la falta del litisconsorcio necesario.
Si inicialmente el tribunal no aprecia la falta del litisconsorcio necesario, la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil permite expresamente su subsanación, facultando al demandante para que
pueda ampliar su demanda ya interpuesta contra todos los litisconsortes. En este caso volverá a
nacer el plazo para su contestación (art. 401.2) y, en cualquier caso, podrá ser la falta del
litisconsorcio necesario aducida expresamente por el demandado como excepción (art. 405.3) o
estimada de oficio por el juez, la cual habrá de discutirse en la comparecencia previa, pues el art.
416.1.3º de la Ley de Enjuiciamiento Civil contempla ya expresamente la excepción de « falta del
debido litisconsorcio», la cual tan sólo es reclamable para el litisconsorcio necesario.
a) Conformidad u oposición del actor
Si el demandado ha opuesto la excepción de «debido litisconsorcio», el actor puede manifestar su
conformidad a dicha excepción u oponerse a ella.
Conformidad del actor: En el supuesto de que el demandante, tras la lectura de la contestación a su
demanda, muestre su conformidad con la excepción de litisconsorcio, el artículo 420.1 le faculta a
volver a redactar dicho escrito de demanda y presentarlo, junto con tantas copias cuantos
litisconsortes existan, en el mismo momento de celebración de la comparecencia previa, pero sin
que pueda alterar su objeto.
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Si el juez estimara procedente el litisconsorcio «lo declarará así, ordenando emplazar a los nuevos
demandados para que contesten a la demanda con suspensión de la audiencia» (art. 420.1). En tal
caso, la resolución será oral e inimpugnable por plena conformidad de ambas partes (art. 210). El
tribunal dictará providencia admitiendo las nuevas demandas y dará traslado de ellas a los nuevos
demandados para que la contesten en el plazo de veinte días (arts. 420.3 y 404 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil).
b) Oposición del actor
Si el demandante no estuviera de acuerdo con la excepción del litisconsorcio necesario, el juez debe
oír a ambas partes en la audiencia preliminar sobre este extremo «y, cuando la dificultad o
complejidad del asunto lo aconseje, podrá resolverlo mediante auto que deberá dictar en el plazo
de cinco días siguientes a la audiencia» (art. 420.2).
c) La integración de oficio del litisconsorcio
De conformidad con la jurisprudencia del TS, el litisconsorcio también puede ser planteado de oficio
por el tribunal, aunque no lo prevea expresamente la norma.
En este caso, el juez debe oír a ambas partes en la comparecencia previa (primero al demandado y
después al actor) y dictar la resolución que proceda. Si el tribunal entendiera que es procedente el
litisconsorcio, el artículo 420.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que el tribunal «concederá
al actor el plazo que considere oportuno para constituirlo que no podrá ser inferior a diez días».
Si el demandante incumpliera con su carga de redactar nuevas demandas dirigidas contra todos los
litisconsortes y no las presentara en el juzgado, junto con sus copias y documentos, en el plazo
indicado de diez días, el tribunal dictará auto de sobreseimiento del proceso (art. 420.4).
En cualquier caso, la apreciación de este presupuesto preliminar a la cuestión de fondo, bien sea a
instancia del demandado, bien de oficio en dicha comparecencia o en cualquier fase del proceso
declarativo o de sus instancias, ha de ocasionar la nulidad de las actuaciones practicadas con
retroacción al momento del emplazamiento de los demandados a fin de que sean adecuadamente
emplazados los demás litisconsortes.
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 13.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, se entiende
por intervención procesal la entrada de terceros con un interés directo y legítimo en un proceso ya
iniciado, el cual se convierte en un proceso único con pluralidad de partes sobrevenida. Dicha
intervención no ocasiona, a diferencia de la acumulación de procesos o de autos, la incorporación
de nuevas pretensiones, sino tan sólo de partes en la posición actora y/o demandada.
Son presupuestos de la intervención procesal los dos siguientes:
La existencia de un proceso pendiente, en virtud de la interposición de una demanda,
que, al haber sido admitida, haya generado los efectos propios de la litispendencia (art.
410), razón por la cual, en principio, no cabe la intervención procesal en los actos
preparatorios del proceso, como pudieran serlo las diligencias preliminares.
La intervención de un tercero en dicho proceso, entendiendo aquí por tercero, no
quien nada tiene que ver con el objeto litigioso, como es el caso del testigo, sino una parte
material no formal, esto es, distinta al demandante y demandado, (quienes ya están
personados en el proceso), que ostente la titularidad de un derecho subjetivo o un interés
«directo y legítimo» o, lo que es lo mismo, que goce de legitimación, ordinaria o
extraordinaria.
B) Fundamento
El fundamento de la intervención procesal es el mismo que el del litisconsorcio necesario: la
necesidad de preservar el derecho a la tutela del artículo 24.1, pues, si la de la Constitución
Española concede este derecho fundamental a todos quienes ostenten un derecho o interés
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legítimo, no se puede privar del acceso a un proceso a quienes, ostentando dicho derecho o interés,
desean acceder a un proceso ya incoado por otras partes materiales y por la sola razón de haberse
ya incoado éste.
No obstante, el tercero, ha de gozar de dicho interés jurídico. Por tanto, no ostenta dicho interés
quien nada tiene que ver con la relación jurídica material debatida.
El tercero ha de ostentar una legitimación ordinaria o extraordinaria, que el artículo 13.1 la concreta
en el «interés directo y legítimo en el resultado del pleito». Dicha legitimación puede consistir en la
titularidad del derecho subjetivo que se discute en el proceso o en la existencia de un interés
directo en el proceso, surgido del hecho de poder experimentar, como consecuencia de los futuros
efectos directos o reflejos de la sentencia, un perjuicio o beneficio patrimonial o moral.
El TS afirmó la existencia de interés legítimo y directo en el caso de un Ayuntamiento que decidió
personarse en un proceso en el que se solicitaba la declaración de dominio privado de un inmueble
perteneciente al dominio público.
4. RÉGIMEN PROCESAL
Los intervinientes en un proceso pueden comparecer en cualquiera de sus fases o instancias, sin
que se produzca la retroacción de las actuaciones (art. 13 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Dicha
intervención se produce mediante un escrito de solicitud, que origina un incidente en el que el Juez
ha de dar traslado a las demás partes y resolver mediante auto.
En general, todos los intervinientes pueden ejercitar la totalidad de los medios de ataque y de
defensa, posibilidades y levantamiento de cargas procesales que coadyuven al éxito de la
pretensión o resistencia, a cuyo éxito o fracaso coadyuvan.
Debemos distinguir el régimen de intervención del litisconsorte, del coadyuvante:
A) Intervención litisconsorcial
El interviniente litisconsorcial es una auténtica parte principal y, por tanto, está legitimado para
conformar, junto con los demás litisconsortes, el objeto procesal. Los actos de disposición de la
pretensión exigen la concurrencia de la voluntad de todos ellos, por lo que el interviniente:
Puede el interviniente oponerse a cualquiera de los tales actos (desistimiento, allanamiento,
etc.).
Puede suplir mediante sus actos procesales los efectos de la rebeldía o de una conducta
meramente pasiva de la parte intervenida, a él se le deben notificar todas las resoluciones
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judiciales y, contra ella, podrá ejercitar los medios de impugnación con independencia (pues,
al igual que el litisconsorcio necesario, rige el principio de beneficio de los efectos procesales
conseguidos por los litisconsortes activos o diligentes con respecto a los inactivos), debiendo
satisfacer las costas procesales que su sola conducta origine dentro del proceso.
B) Intervención adhesiva
A diferencia del interviniente litisconsorcial, el interviniente adhesivo no es una verdadera parte
principal, sino subordinada, pues tan sólo mantiene un interés en el éxito de la pretensión de la
parte a la que coadyuva. Por lo tanto, ni delimita el objeto del proceso, ni el ámbito cognoscitivo de
la obligación de congruencia, que ha de circunscribirse a la pretensión y defensa efectuadas por las
partes principales. No obstante, la literalidad del art. 13.3.I y IIIº, tampoco puede ocasionar la crisis
del proceso mediante un acto de disposición de la pretensión, ni recurrir las resoluciones judiciales
en contra de la voluntad de la parte coadyuvada.
La capacidad de postulación del interviniente adhesivo es la de un colaborador de la parte principal
y se circunscribe a la utilización de todos los actos de alegación, prueba y dependiente impugnación
que coadyuven al éxito de la pretensión o defensa de la parte principal.
Al igual que el interviniente litisconsorcial, el interviniente adhesivo puede ser acreedor o deudor de
una condena en costas derivada de su intervención, ya que al tercero se le ha de tener por parte a
todos los efectos.
5. LA INTERVENCIÓN PROVOCADA
Se entiende por intervención provocada la llamada a un tercero, efectuada por el demandante o el
demandado, con el objeto de que este tercero intervenga en un proceso determinado:
Llamada del demandante. Si fuera el demandante quien pretendiera efectuar dicha
llamada, lo solicitará en su escrito de demanda. Si esta solicitud fuera admitida por el Juez,
facultará al tercero a formular su demanda y «dispondrá de las mismas facultades de
actuación que la ley concede a las partes» (art. 14.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Llamada del demandado. Si fuera el demandado quien realizara la llamada, deberá
formular su solicitud en el escrito de contestación o con anterioridad a la vista del juicio
verbal. El Letrado de la Administración de Justicia suspenderá el plazo para la contestación y
dará traslado de dicha solicitud al demandante y, si aceptara la intervención, le otorgará
idéntico plazo de contestación (art. 14.2).
Dentro de los supuestos genéricos de intervención, debemos distinguir la intervención provocada a
instancia del demandante, de la intervención provocada a instancia del demandado:
1. CONCEPTO Y CLASES
Se entiende por sucesión procesal la sustitución, en un proceso determinado, de unas partes
formales por otras materiales, como consecuencia de la transmisión «inter vivos» o «mortis causa»
de la legitimación de aquéllas a éstas.
Los presupuestos procesales, no sólo se refieren a los sujetos procesales, sino que también pueden
corresponder al objeto procesal.
A) Concepto
Son los requisitos, cuyo complimiento condiciona la admisibilidad de la demanda, de tal suerte que
la ausencia de su concurrencia ha de ocasionar una resolución judicial absolutoria de la instancia
que no producirá los efectos materiales de cosa juzgada.
Los presupuestos del objeto litigioso han de ser cumplidos con anterioridad a la interposición de la
demanda y, en cualquier caso, antes de dictar la sentencia, de forma que su incumplimiento podrá
acarrear alguna de las siguientes situaciones:
La inadmisión de la demanda.
El archivo o el sobreseimiento del procedimiento
Una sentencia absolutoria en la instancia.
A los presupuestos del objeto litigioso también se les denomina presupuestos procesales de la
actividad.
B) Clases y determinación
En una primera sistematización los presupuestos del objeto litigioso pueden clasificarse en
generales y especiales:
1) Presupuestos generales
Son generales:
La caducidad de la acción.
La litispendencia.
La cosa juzgada.
El arbitraje y el pendiente compromiso.
La existencia de algún medio dispositivo de finalización del litigio.
El procedimiento adecuado.
Los presupuestos del órgano jurisdiccional y de las partes son siempre positivos, pues
necesariamente han de concurrir en dichos sujetos procesales. Son positivos porque es preciso que
concurran.
Los presupuestos generales del objeto litigioso son siempre negativos, con excepción del
procedimiento adecuado. Son negativos, en el sentido de que es preciso que no concurran para que
el órgano jurisdiccional pueda examinar el fondo de la cuestión litigiosa. De este modo, es necesario
que se cumplan los siguientes requisitos:
Que la acción no esté caducada.
Que sobre el objeto procesal no haya recaído una sentencia con fuerza de cosa juzgada, ni
sea objeto de litispendencia.
Que no haya sido resuelta o se haya sometido al arbitraje.
Que las partes no hayan solucionado su conflicto mediante un medio de finalización anormal
del proceso.
Que no haya sido necesario acudir a un procedimiento previo autocompositivo, como lo es la
reclamación previa.
Que el actor interponga su demanda mediante el procedimiento adecuado.
1. LA CADUCIDAD DE LA «ACCIÓN»
A) Concepto, naturaleza y fundamento
1) Concepto
Se entiende por caducidad de la acción la imposibilidad de plantear una pretensión constitutiva por
el mero transcurso del tiempo legalmente establecido por una norma material para el ejercicio del
derecho subjetivo de impugnación.
2) Naturaleza y fundamento
En ocasiones, las Leyes sustantivas establecen un plazo preclusivo para obtener la tutela
jurisdiccional de un determinado derecho subjetivo material. El sometimiento de tales derechos a
plazos de caducidad suele acontecer en las pretensiones constitutivas de anulación. En estos casos,
el legislador, con el ánimo de garantizar la seguridad jurídica y el interés público, impone a las
partes legitimadas para el ejercicio de las acciones de impugnación la exigencia de ejercitar el
derecho de acción dentro de un breve plazo de tiempo, que, por el interés público subyacente, lo es
siempre de caducidad.
En este presupuesto general se ofrece una incorrecta denominación de « caducidad de la acción».
La caducidad no es lo es de la acción, pues nunca se puede prohibir el libre acceso de los
ciudadanos a sus Tribunales, sino del derecho a la interposición de la pretensión o derecho
subjetivo de impugnación. Por esta razón, la existencia o no de caducidad habrá de dilucidarse
dentro del proceso, sin que, en ningún caso, pueda repelerse de oficio una demanda por el
incumplimiento de este presupuesto procesal.
Las pretensiones constitutivas de anulación, sometidas a caducidad, tienden a impugnar un negocio
jurídico anulable, a diferencia de las declarativas de nulidad, cuyo presupuesto lo constituye la
nulidad radical del negocio jurídico.
Estas pretensiones declarativas, al fundarse en infracción de normas imperativas, en el que
predomina el interés público, no están sometidas su ejercicio a plazos de caducidad, sino de
prescripción, salvedad hecha de la impugnación de acuerdos nulos en las Sociedades Anónimas,
que, por razones de seguridad jurídica, también están sometidos al plazo de caducidad de un año
(art. 205 LSC).
B) Supuestos
Como supuestos legales de caducidad de la acción, podemos mencionar los siguientes:
a) Las acciones de impugnación de la paternidad (arts. 136 y 137.1 del Código Civil) al plazo de
1 año, contado desde la inscripción de la filiación en el Registro Civil, el ejercicio de dichas
acciones, tanto por el padre, como por el hijo.
b) Las acciones de rescisión de los negocios jurídicos contemplados en el art. 1.291 del Código
Civil están sometidas a un plazo de caducidad de 4 años (art. 1.299.1).
c) La acción de saneamiento por vicios ocultos o acción «quanta minoris» [el comprador exige
una reducción en el precio en caso de vicios ocultos] del art. 1490 del Código Civil caduca a
los 6 meses.
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d) Las impugnaciones de acuerdos anulables de las juntas de Propietarios están sometidos a
plazos de 1 y 3 meses (arts. 17.3.III y 18.3 LPH, Ley 49/1960).
e) La impugnación de acuerdos de las Sociedades Anónimas y los de las Sociedades de
Responsabilidad Limitada están sometidos a plazos de 1 año (para acuerdos nulos) y
cuarenta días (los acuerdos anulables) (art. 204.1 y 2 LSC).
f) El ejercicio de los derechos de retracto arrendaticio urbano, rústico, comuneros y
colindantes, legales y convencionales, enfitéutico, de coherederos y bienes del Patrimonio
Histórico Español también está sometido a diversos plazos de caducidad. La acción de
oposición del inquilino a la revisión de su renta sometida al plazo de 3 meses.
g) Las demandas de interdictos de retener y recobrar la posesión están sometidas al plazo de
caducidad de 1 año (art. 439.1).
h) La acción en defensa del derecho al honor (art. 9.5 LO 1/1982) y el derecho de rectificación
(art. 2 LO 1/1984).
i) La acción dimanante del contrato de seguro cuando exista disconformidad con el informe
pericial.
j) La demanda de responsabilidad patrimonial del Estado por error judicial.
k) La acción de revocación de las donaciones.
l) Los recursos de anulación del laudo arbitral han de interponerse dentro de los 2 meses
siguientes a su notificación (art. 41.4 LA).
C) Tratamiento procesal
Los plazos de caducidad no son procesales, sino materiales. No se rigen por las disposiciones de la
de la Ley Orgánica del Poder Judicial, ni de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil, sino por el artículo 5
del Código Civil. Por tanto, no se descuentan los inhábiles (arts. 5.2).
La caducidad no es susceptible de interrupción, ni de suspensión. Tan sólo se enerva mediante el
ejercicio de la acción.
El tratamiento procesal de la caducidad de la acción ha de ser similar al de la cosa juzgada (art.
421). Si el Juez apreciara la existencia de caducidad, dictará auto de sobreseimiento, o, en caso
contrario, su reanudación.
Ahora bien, la caducidad de la acción, a diferencia de la prescripción de la acción (que es una
auténtica excepción, por cuanto si el demandado no la alega, no puede el juez entrar a conocer de
ella, aunque el derecho de crédito esté efectivamente prescrito), puede también y debe ser
examinada de oficio por el tribunal en cualquiera de sus fases e instancias. En tal caso, su
tratamiento procesal ha de ser similar al de la falta de jurisdicción o de competencia objetiva: habrá
el Juez de oír a todas las partes, con carácter previo a su resolución de nulidad y archivo de las
actuaciones (arts. 38 y 48).
B) Cuantía
La tasa judicial consta de una cuantía fija y otra variable:
La cuantía fija es de 150 € para los juicios verbales y cambiarios, 300 para los ordinarios,
200 para las ejecuciones y concursos, 800 para el recurso de apelación y 1 200 para los
recursos extraordinarios de infracción procesal y de casación. A dicha cuantía hay que
incorporar la tasa judicial autonómica, y el depósito para recurrir previsto en la de la Ley
Orgánica del Poder Judicial.
Además de esos importes fijos, hay que añadir una tasa variable en cada instancia, en cada
actuación. Se calcula en un 0,5% de la cuantía procesal hasta 1.000.000 €, y a partir de
1.000.000 €, el 0,25% de la misma.
C) Hecho imponible
El devengo de la tasa sucede con la presentación del escrito que constituye el hecho imponible,
estando obligado al pago la parte material y nunca el Abogado o Procurador.
Por tanto, con anterioridad a la interposición del referido acto procesal, el sujeto pasivo ha de
ingresar el importe de la tasa, cuya justificación habrá de incorporar al escrito procesal.
D) Acreditación
En caso de que no se acompañase dicho justificante, el Letrado de la Administración de Justicia le
requerirá que lo aporte en el plazo de 10 días, no dando curso al escrito hasta que tal omisión fuese
subsanada. La falta de presentación del justificante de autoliquidación no impedirá la aplicación de
los plazos establecidos por la legislación procesal de manera que la ausencia de subsanación de tal
deficiencia, dará lugar a la preclusión del acto procesal y a la consiguiente continuación o
finalización del procedimiento, según proceda.
E) Efectos de su incumplimiento
Cabe destacar dos supuestos esenciales:
a) El de que la parte aporte el justificante de pago, pero en una cuantía inferior a la cuantía
tributaria establecida.
b) El de que la parte no aporte el justificante del pago de la tasa.
a) Incumplimiento parcial
En el primer supuesto, no debiera aplicarse la sanción procesal, sin perjuicio de que se le requiera a
la parte su subsanación, cuyo incumplimiento podría ocasionar el procedimiento administrativo de
apremio por la diferencia, pero sin que sea procedente la inadmisión del acto.
3. LA LITISPENDENCIA
[Excepción de litispendencia: Se invoca ante un segundo tribunal la existencia de un pleito pendiente en un primer
tribunal (entre las mismas partes, sobre el mismo objeto y con la misma causa de pedir). Se persigue evitar un
mero pronunciamiento sobre algo que ya ha sido objeto de conocimiento por un órgano judicial.
Excepción de cosa juzgada: Si el pleito ante el primer tribunal, está resuelto por sentencia firme, se alegará ante el
segundo tribunal la excepción de cosa juzgada.
Primer tribunal: Juan promueve un pleito contra Pablo motivado por falta de pago de las rentas de un local que le
tiene alquilado mediante contrato de arrendamiento.
Segundo tribunal: Juan no puede promover el mismo pleito en otro tribunal. Se trata de un mismo objeto, sujetos
y causa. Si así lo hiciera, podrá oponerse en el segundo procedimiento la excepción de litispendencia, bien alegada
por el demandado, o bien apreciada de oficio por el tribunal.
Las excepciones que pueden plantearse son la siguientes:
Excepción de litispendencia. Cuando exista un juicio pendiente con un mismo objeto, mismos sujetos e
idéntica causa en el primer tribunal. El artículo 421.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil señala que «Cuando
el tribunal aprecie la pendencia de otro juicio (…) sobre objeto idéntico conforme a lo dispuesto en los
apartados 2 y 3 del artículo 222, dará por finalizada la audiencia y dictará, en el plazo de los siguientes
cinco días, auto de sobreseimiento»
Excepción de cosa juzgada. Cuando el primer tribunal haya emitido una sentencia firme con un mismo
objeto, mismos sujetos e idéntica causa, que ahora se promueve en un segundo tribunal. El artículo 421.1
del Código Civil señala que «Cuando el tribunal aprecie (…) la existencia de resolución firme sobre objeto
idéntico conforme a lo dispuesto en los apartados 2 y 3 del artículo 222, dará por finalizada la audiencia y
dictará, en el plazo de los siguientes cinco días, auto de sobreseimiento».]
B) Presupuestos
Para que una demanda genere los efectos típicos de la litispendencia, tanto los positivos como los
negativos o excluyentes, es necesario que concurran una serie de presupuestos o identidades.
Estos presupuestos o identidades pueden ser sistematizados en subjetivos y objetivos.
a) Identidades subjetivas
Las identidades subjetivas han de concurrir tanto en el orden jurisdiccional como en las partes:
1. Jurisdicción y competencia. La «litispendencia internacional»
Para que pueda existir litispendencia es necesario que el órgano judicial asuma su jurisdicción y
competencia objetiva y territorial indisponible, presupuestos procesales que ha de examinar
también de oficio el órgano judicial. Si constatara la ausencia de alguno de estos presupuestos, ha
de inadmitir la demanda. Este extremo ocurriría, por ejemplo, si fuere manifiesto que el asunto
compete a un tribunal extranjero, denuncia que también puede hacer valer el demandado mediante
la «declinatoria de jurisdicción» (art. 63.1).
Ahora bien, podría ocurrir que, habiendo sido admitida la demanda, se haya deducido, con
anterioridad, otra demanda con el mismo objeto y entre las mismas partes ante otro órgano
jurisdiccional perteneciente a un Estado extranjero. En este supuesto, lo procedente será plantear
la excepción de «litispendencia internacional», la cual se regula por los correspondientes tratados
bilaterales.
2. Identidad o comunidad de orden jurisdiccional
Una vez asumida la jurisdicción y competencia por los órganos judiciales que puedan cuestionar la
litispendencia, es necesario también que ambos tribunales pertenezcan a un mismo orden
jurisdiccional (civil, penal, administrativo o social) y no que se trate de órdenes jurisdiccionales
distintos.
El fundamento de este presupuesto descansa en la afirmación de que no existe norma procesal que
obligue a respetar la litispendencia entre diversos órdenes jurisdiccionales.
No obstante lo anterior, debemos efectuar un par de precisiones:
Ha de existir una auténtica litispendencia, y esto tan sólo sucede cuando los términos de
comparación transcurran entre auténticos procesos y no entre una mera actuación
administrativa y un proceso jurisdiccional. Por ejemplo, un expediente administrativo de
declaración de finca ruinosa y un proceso de desahucio por dicha causa.
Que no se trate de un problema de prejudicialidad entre distintos órdenes jurisdiccionales.
3. Identidad entre las partes
Ha de existir también una identidad entre las partes, entre el actor y el demandado.
Esta exigencia, al igual que la de la identidad objetiva, proviene de la propia naturaleza de la
litispendencia que es la misma que la de la cosa juzgada. El TS afirmó que la litispendencia «es una
institución presuntiva y tutelar de la cosa juzgada o de la univocidad procesal y del legítimo derecho
de quien la esgrime a no quedar sometido a un doble litigio, y en tal sentido jurisprudencia
reiterada exige que, sin variación alguna de identidad de ambos procesos, se produzca en cuanto a
los sujetos, a las cosas en litigio y a la causa de pedir, de suerte que para su estimación es
B) Procedimiento
En primer lugar, el juez debe conceder la palabra al demandado para que informe sobre
estos presupuestos procesales de litispendencia y cosa juzgada, hayan sido o no tales
excepciones planteadas en su escrito de contestación a la demanda.
Posteriormente, el juez otorgará la palabra al actor y, previo el examen de los testimonios de
la sentencia (cosa juzgada) o de los escritos de demanda y contestación (litispendencia),
planteados en otro anterior procedimiento, resolverá lo que estime pertinente.
La resolución puede ser oral (art. 421.2) o escrita, mediante auto pronunciado dentro de los diez
días posteriores a la audiencia (art. 421.3):
Resolución oral. La resolución oral sólo puede darse cuando sea «desestimatoria», es
decir, cuando el tribunal considere «inexistente» la litispendencia o la cosa juzgada. En este
caso ordenará la reanudación de la comparecencia (art. 421.2).
Resolución escrita. Si la resolución fuera estimatoria (es decir, si se estima la excepción
de litispendencia o de cosa juzgada), y debido a que puede incidir en el derecho a la tutela
judicial efectiva, habrá de estar, por exigencias del principio de proporcionalidad,
minuciosamente motivada en forma de auto de sobreseimiento. Asimismo, aun siendo
desestimatoria, el juez puede utilizar esta última solución escrita «cuando la dificultad o
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complejidad de las cuestiones suscitadas sobre litispendencia o cosa juzgada así lo
aconsejen» (art. 421.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
B) Tratamiento procesal
Según el art. 11.1 LA «El convenio arbitral obliga a las partes a cumplir lo estipulado e impide a los
tribunales conocer de las controversias sometidas a arbitraje, siempre que la parte a quien interese
lo invoque mediante declinatoria».
El art. 10.2 LM, por su parte, dispone: «Las partes sujetas a mediación actuarán entre sí conforme
a los principios de lealtad, buena fe y respeto mutuo.
Durante el tiempo en que se desarrolle la mediación las partes no podrán ejercitar contra las otras
partes ninguna acción judicial o extrajudicial en relación con su objeto, con excepción de la solicitud
de las medidas cautelares u otras medidas urgentes imprescindibles para evitar la pérdida
irreversible de bienes y derechos.
El compromiso de sometimiento a mediación y la iniciación de ésta impide a los tribunales conocer
de las controversias sometidas a mediación durante el tiempo en que se desarrolle ésta, siempre
que la parte a quien interese lo invoque mediante declinatoria».
[Declinatoria: Cuestión de competencia que se plantea para que el juez o Tribunal que está conociendo de un
proceso se declare incompetente.]
B) Tratamiento procesal
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil tan sólo contempla como excepciones, que puede aducir el
demandado en su escrito de contestación y puedan ser examinadas en la audiencia preliminar, a la
transacción judicial y la conciliación intraprocesal (arts. 415 y 428.2). Sin embargo, no existe ningún
problema en que las partes puedan alegar también, en dicha audiencia, la imposibilidad de
continuación del proceso por la existencia de algún otro acto de disposición del derecho subjetivo
material (renuncia, allanamiento, etc.), lo que habrán de hacer por el cauce de las «excepciones
análogas» (art. 425) a la de la transacción o conciliación judicial (art. 415), en cuyo caso el juez
podrá homologar el acto de disposición, convirtiéndose en un auténtico título de ejecución (art.
415.2 en relación con el art. 517.3).
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8. EL PROCEDIMIENTO ADECUADO
A) Concepto y regulación
Se entiende por procedimiento adecuado el presupuesto procesal que impone la siguiente carga
procesal:
Al actor de solicitar, en su escrito de demanda, que su pretensión se tramite a través del
procedimiento (ordinario o especial) previsto en la Ley de Enjuiciamiento Civil para el
conocimiento de un determinado objeto litigioso.
Al demandado la de denunciar su incumplimiento en su escrito de contestación.
Al Juez la obligación de examinar de oficio si el procedimiento incoado resulta ser el
efectivamente aplicable, reconduciendo, caso contrario, las actuaciones practicadas al
procedimiento legal adecuado.
Las normas que determinan el procedimiento adecuado se encuentran:
1. Por una parte, en los artículos 249 y 250 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
2. Por otra, en la regulación que, de los procesos especiales efectúa la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil en su Libro IV, de cuyo régimen resulta lo siguiente:
Lo primero que habrá de hacer el actor con anterioridad a la interposición de la demanda
será examinar si su pretensión ha de ser tramitada con arreglo a las normas de algún
procedimiento especial. Así, si se tratara de un proceso de separación o divorcio, habrá
de acudir a instar la tramitación del procedimiento especial previsto en el Título I de
dicho Libro IV.
Cuando no ocurra la circunstancia anterior, habrá de determinar, a través de lo previsto
en los artículos 249-250 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, cuál de los dos procesos
ordinarios, si el juicio ordinario o el verbal, es el reclamable para que el tribunal pueda
satisfacer su pretensión.
E) Tratamiento procesal
La determinación de la cuantía del bien litigioso y la del procedimiento aplicable debe efectuarse en
el escrito de demanda (art. 253.1 y 399.4). No obstante, esta alegación no vincula al tribunal, ya
que es al tribunal a quien incumbe decidir el procedimiento adecuado con independencia del que
solicite el demandante (art. 254.1), aunque habrá de indicar al actor el defecto advertido a fin de
que, en el plazo de diez días, proceda a la subsanación (art. 254.4 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil).
Sin perjuicio de esta calificación «ab initio» del procedimiento ordinario adecuado, el demandado
tiene la carga procesal de alegar esta excepción en el escrito de contestación del juicio ordinario
(art. 255.2 y 3), en cuyo caso esta excepción se dilucidará en la comparecencia previa (arts. 405.3
y 422) o al inicio de la vista del juicio verbal (art. 443.2 y 255.3). Lo que no puede hacer el
demandado es silenciarla para aducirla extemporáneamente, pues, en tal caso, si el procedimiento
incoado es el ordinario, no ha de prosperar dicha excepción, aunque debiera haberse incoado un
juicio verbal.
Denominamos presupuestos especiales del objeto procesal los que han de concurrir con
anterioridad a la interposición de una demanda que tenga por objeto una específica relación jurídico
material.
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La característica esencial de estos presupuestos procesales estriba en convertirse simultáneamente
en presupuestos de la demanda, por lo que derogan la regla general que prohíbe la «denegatio
actionis» e impide rechazar de plano una demanda (art. 403.1). Esta singularidad viene impuesta
por lo dispuesto en el art. 266.1º y 5º, en relación con el art. 403.2 y 3 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil.
Dichos presupuestos vienen integrados por la autocomposición, las cauciones y los requerimientos
al deudor.
1. LA AUTOCOMPOSICIÓN
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 ha secundado el criterio del acto de conciliación,
pudiendo tener un carácter facultativo u obligatorio. En la actualidad posee un mero carácter
facultativo, sin perjuicio de que pueda practicarse intraprocesalmente en la audiencia preliminar
(art. 415 y 428.2).
Existen supuestos especiales, en los que la autocomposición deviene obligatoria y en la que los
jueces pueden repeler incluso de oficio una demanda por no haber sometido previamente el
conflicto a la autocomposición entre las partes (266.1º y 5º). Estos supuestos son los siguientes:
La reclamación administrativa.
La reclamación previa y el agotamiento de la vía judicial para la interposición de una
demanda de responsabilidad civil contra jueces y magistrados.
El acto de conciliación en las demandas sobre invenciones laborales.
La autocomposición es una categoría genérica en la que enmarcamos a la conciliación.
2. CAUCIONES
A) Cauciones del demandante
La puesta en relación del artículo 266.5º con el artículo 403.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
(«tampoco se admitirán las demandas cuando no se acompañen a ella los documentos que la ley
expresamente exija para la admisión de aquéllas o no se hayan intentado conciliaciones o efectuado
requerimientos, reclamaciones o consignaciones que se exijan en casos especiales ») faculta al
órgano jurisdiccional a repeler una demanda cuando el actor no haya satisfecho la caución que, en
supuestos especiales, las leyes exijan como requisito de su admisibilidad.
No obstante, debido a que tanto la doctrina como la jurisprudencia habían censurado la existencia
de cauciones o depósitos que condicionaban el libre acceso de los ciudadanos a los tribunales, en la
actualidad, y a diferencia del ejercicio de los medios de impugnación en los que subsisten depósitos
o cauciones especiales, no existen tales requisitos económicos que haya de satisfacer el actor con
anterioridad a la interposición de una demanda. Se exceptúa la demanda de retracto, que exige
como presupuesto la consignación del precio (art. 266.3º).
B) Cauciones del demandado
En el caso del demandado todavía permanece vigente la existencia de caución en el proceso para la
protección registral de los derechos reales inscritos en el Registro de la Propiedad. Así, tanto el
artículo 439.2 como el artículo 440.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establecen la carga procesal
del demandado de prestar caución, con carácter previo al acto de la oposición a la demanda, y su
finalidad es «(…) responder de los frutos que haya percibido indebidamente, de los daños y
perjuicios que hubiere irrogado y de las costas del juicio» (art. 439.2.2º de la Ley de Enjuiciamiento
Civil). La prestación de la caución constituye un presupuesto necesario para la realización del acto
de oposición del demandado y tendrá que acreditarse en la vista.
Esta caución del demandado nunca podrá requerirse a quien le asista el beneficio de la justicia
gratuita, debiendo, en los demás casos, ser proporcionada con el patrimonio de demandado, sin
que pueda suponer nunca una merma real de su derecho de defensa.
Existen además cauciones del demandado que, si bien no limitan su derecho de defensa, su
realización le evita determinados efectos desfavorables. Es lo que sucede con las siguientes:
La enervación del desahucio mediante el pago de la cantidad adeudada (art. 22.4 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil).
La consignación en el juicio ejecutivo a fin de evitar el embargo (art. 585 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil).
3. REQUERIMIENTOS
Los artículos 266.5º y 403.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil convierten también en un presupuesto
del objeto procesal y de la demanda los requerimientos especiales al deudor efectuados con
anterioridad a la interposición de la demanda.
El libro de texto menciona tres ejemplos de estos requerimientos. Como ejemplo, cito los dos
siguientes:
El requerimiento de pago al deudor en el proceso especial relativo a contratos inscritos
en el Registro de Ventas a Plazos de Bienes Muebles exigido por el art. 439.4 de la Ley de
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Enjuiciamiento Civil.
El requerimiento de rectificación de este procedimiento especial de tutela del derecho al
honor, cuyo incumplimiento faculta al juez a repeler «a limine» la demanda (art. 5.II LO
2/1984 en relación con el artículo 266.5º y 439.5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
El requerimiento de cesación, que ha de efectuar el Presidente de una Comunidad de
Propietarios, al presunto autor de una actividad prohibida a propietarios y ocupantes como
presupuesto previo a la interposición de la demanda (art. 7.II LPH en relación con el artículo
266.5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
I. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
1. CONCEPTO
El artículo 5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil contempla el objeto del proceso u objeto litigioso, que
no es otro que la pretensión. Esta consiste en una declaración de voluntad del actor, debidamente
fundamentada, que formaliza generalmente en el escrito de demanda y deduce ante el juez, pero
que se dirige contra el demandado (haciendo surgir en él la carga de comparecer en el proceso y
de contestarla).
Mediante la pretensión se solicita del órgano jurisdiccional una sentencia que se pronuncie en
relación a un derecho, bien jurídico, situación o relación jurídica, en alguno de los siguientes
sentidos:
Declare o niegue la existencia de dicho derecho, bien jurídico, situación o relación
jurídica.
Cree, modifique o extinga dicho derecho, bien jurídico, situación o relación jurídica.
Condene al demandado al cumplimiento de una determinada prestación.
Eventualmente, también puede integrar el objeto del proceso la contestación del demandado,
cuando deduzca una reconvención (art. 406) o excepciones a ella asimiladas, tales como la de
compensación y de nulidad de negocios jurídicos (art. 408).
En relación al derecho de acción existen dos teorías: la teoría concreta y la teoría abstracta.
Nosotros secundamos la teoría o concepción abstracta.
La nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil se ha inclinado por la teoría concreta del derecho de
acción, que, al concebir dicho derecho como la pretensión de tutela del derecho subjetivo, tal y
como afirma el artículo 24.1 de la Constitución Española, viene a involucrar dos conceptos distintos,
que son la acción y la pretensión. De este modo el artículo 5 nos habla de «clases de tutela
jurisdiccional» y los artículos 12.1, 20.1, 53.1, 71-73, 252, 401-402 y 419 utilizan el término
«acción» o «acciones» como sinónimo de pretensión. No obstante, no faltan alusiones a la teoría
abstracta, tal y como lo demuestra el empleo del término «pretensión» en los artículos 5.2, 21, 22
y 405.1, 406, 408, 409, 413.2 y 426, que, en otras ocasiones, se identifica con el término genérico
de «proceso».
Si se parte de un concepto abstracto del derecho de acción, como hacemos nosotros, el objeto del
proceso no lo constituye la acción (tal y como afirman los partidarios de la teoría concreta). Para
nosotros, el objeto del proceso es la pretensión procesal o petición que formula el demandante al
juez de una resolución que, con la autoridad de la cosa juzgada, ponga fin de una manera definitiva
e irrevocable al litigio por él entablado.
2. FUNDAMENTO
La utilidad de la determinación del objeto procesal es múltiple:
A) Obligación del juez de ser congruente con lo solicitado en la pretensión
El objeto procesal sirve para fijar al ámbito cognoscitivo de la decisión judicial, creando en el juez la
obligación de ser congruente única y exclusivamente con lo solicitado en la pretensión del actor
(arts. 216 y 218).
El objeto procesal lo determina el actor mediante la interposición de la pretensión (a salvo que el
demandado conteste mediante una «reconvención»). Es indiferente la actitud que, frente a la
pretensión, adopte el demandado, quien mediante su defensa o resistencia a lo sumo establece el
límite mínimo de la congruencia.
A) Subjetivos
Los requisitos subjetivos de la pretensión vienen determinados por la legitimación, activa y pasiva,
de las partes.
El actor, exclusivamente y como regla general, es el que está legitimado para deducir la pretensión
y, con ella, conformar el objeto procesal.
El actor ha de ostentar la titularidad de una relación jurídica material o del objeto litigioso
(art. 10) o, al menos, ha de ostentar un interés legítimo (art. 13) directo, colectivo o difuso
(art. 11.3) y es quien ha de formalizarla en su escrito de demanda (art. 399).
El demandado también está facultado, no sólo para contestar a la demanda, sino a formular
una nueva e independiente pretensión contra el actor, que, bajo la denominación de
reconvención (arts. 406-407), produce la adquisición de la asunción por el demandado de
un nuevo «rol» de demandante exclusivamente con respecto a su reconvención.
La legitimación no constituye presupuesto procesal alguno, sino que es un elemento de
la fundamentación de la pretensión, a diferencia del « derecho de conducción procesal»
que sí es un presupuesto procesal. Por no constituir la legitimación presupuesto procesal
alguno debemos tener en cuenta lo siguiente:
Cuando viene a faltar la legitimación, no ha de ocasionar una sentencia procesal, sino
absolutoria y de fondo para el demandado.
Como regla general, no puede ser examinada de oficio por el juez, sino que incumbe al actor
la carga de probar que el objeto material de la pretensión (esto es, el derecho subjetivo,
bien o interés que se discute en el proceso) se encuentra, con respecto a las partes, en la
relación jurídica requerida por la norma material y, en todo lo referente al demandado, su
ausencia precisa ser por él aducida y probada en concepto de defensa material, razón por la
que tampoco es susceptible de sanación en la comparecencia previa del juicio ordinario.
B) Objetivos
La pretensión está conformada por los siguientes requisitos objetivos:
La petición
La fundamentación fáctica y jurídica
a) La petición
La petición es la declaración de voluntad que, plasmada en el «suplico» de la demanda, integra el
contenido sustancial de la pretensión, determinando la parte dispositiva de la sentencia los límites
cualitativos y cuantitativos del deber de congruencia del «fallo» (arts. 399.1 y 5).
III. CLASES
Existen tantas clases de pretensiones como de procesos. Podemos clasificar las pretensiones en los
tres siguientes tipos:
Pretensiones de cognición.
Pretensiones de ejecución.
Pretensiones cautelares.
1. PRETENSIONES DE COGNICIÓN
Las pretensiones de cognición se plantean en el proceso de declaración y tienen por objeto obtener
del juez un pronunciamiento mero declarativo, de condena o constitutivo.
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Cumplimiento de los principios de contradicción e igualdad de armas. Las
pretensiones de cognición están sometidas al cumplimiento más estricto de los principios de
contradicción e igualdad de armas. Al demandado se le ha de conceder la posibilidad de
poder contestar la demanda, de denunciar el incumplimiento por el actor de los
presupuestos procesales, de formular excepciones y de alegar cuantos hechos constituyan
su propia defensa.
Apertura de la fase probatoria. Es una característica común de las pretensiones de
cognición la posibilidad de que las partes puedan solicitar la apertura de la fase probatoria a
fin de poder evidenciarle al juez la concurrencia de los fundamentos fácticos, tanto de la
pretensión, como de la defensa. La pretensión civil de cognición se encuentra regida por el
principio de aportación, si bien este principio, que se manifiesta en su integridad en los
procesos declarativos, puede ser objeto de determinadas restricciones en los procesos
sumarios.
Debido a que en nuestro ordenamiento rige el sistema de la doble instancia, la pretensión de
cognición puede plantearse en la fase declarativa del proceso o trasladarse a la segunda instancia o
a la casación, en cuyo caso recibe la denominación de pretensión de impugnación. Pero, en
cualquier caso, por el mero hecho de reproducirse en otras instancias superiores, la pretensión no
sufre alteración alguna, sino que permanece la misma, ya que, en la casación, no se pueden
introducir nuevos hechos y, en la apelación rige, en nuestro ordenamiento, el criterio de la
apelación «restringida» que, fuera de los hechos nuevos, impide la aportación a la segunda
instancia de hechos que no fueron afirmados por las partes en sus escritos de alegaciones.
Atendiendo al contenido de la petición de las pretensiones de cognición pueden distinguirse las
siguientes pretensiones -> Mero declarativas, de condena y constitutivas.
B) Pretensiones de condena
a) Pretensión mixta
Las pretensiones de condena tienen por objeto obtener del juez una condena al demandado al
cumplimiento de alguna de las prestaciones contenidas en el artículo 1.088 del Código Civil. Por
esta razón, las pretensiones de condena también pueden ser positivas y negativas:
Positivas -> Cuando se condena a una prestación de dar, hacer o deshacer lo mal hecho.
Negativas -> Cuando estriban en un no hacer.
No obstante, la pretensión de condena, en la práctica forense, siempre es «mixta», ya que contiene
dos pronunciamientos, declarativo y de condena. Debido a que dicha pretensión surge cuando el
actor alega la existencia de unos hechos a los que la norma asocia el cumplimiento por el
demandado de una prestación, la pretensión de condena ha de contener una petición declarativa y
otra de condena:
Una petición declarativa, dirigida al juez a fin de que reconozca la existencia del derecho
subjetivo o de crédito.
Una petición de condena al deudor por el incumplimiento de su obligación dimanante de
aquel derecho de crédito.
b) Legitimación activa. Titularidad del derecho subjetivo
La legitimación activa en esta clase de pretensiones, a diferencia de las declarativas, no puede
consistir en un mero interés jurídico, sino en la titularidad del derecho subjetivo, determinante
del nacimiento de la obligación, lo que no significa que dicho derecho haya de ser siempre y
necesariamente de crédito o real. Por ejemplo, nuestro ordenamiento también reconoce un ius
posesionis al mero detentador de hecho en orden al ejercicio de la acción interdictal.
c) Pretensiones ejecutables
Las pretensiones de condena también se distinguen de las declarativas por los efectos de las
sentencias que las amparan, las cuales poseen la virtualidad de ser ejecutables. Esta es una
característica típica de las pretensiones de condena y, dentro de ellas, de las dirigidas al pago de
una obligación: cuando son estimadas en la sentencia posibilitan la apertura del proceso de
ejecución o «ejecución forzosa» de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil. De aquí que las
pretensiones de condena, si triunfan, se conviertan en «sentencias de condena» y, en cuanto
tales, «títulos de ejecución» (art. 517.2.1º de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
d) Obligación vencida y exigible
Presupuesto material de la pretensión de condena es la existencia de una obligación vencida y
exigible, pues si su exigibilidad depende del cumplimiento de una condición o plazo (arts. 1.113 y
1.125 del Código Civil), la regla general en nuestro ordenamiento es que el acreedor no puede
pretender su cumplimiento, estando a lo sumo legitimado para solicitar medidas cautelares o de
aseguramiento (así las contempladas en los artículos 1.121 del Código Civil).
No obstante, de la regla general hay que exceptuar supuestos como los siguientes:
1. Casos de condenas a emisión de una declaración de voluntad. Por ejemplo, las nacidas de
precontrato.
2. El polémico supuesto de las pretensiones de condena de futuro, que sean admisibles en
nuestro ordenamiento y que no sean meramente hipotéticas, sino reales y efectivas. Se trata
de supuestos en los que, no obstante no estar todavía vencida la obligación, por razones de
economía o porque la tutela que han de dispensar nuestros tribunales ha de ser «efectiva»,
han de admitirse y, en su caso, estimarse tales pretensiones de condena de futuro. Entre
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estos supuestos de condenas de futuro, reales y efectivas, podemos citar los siguientes:
Resolución de contrato con facultad del Tribunal para fijar un plazo de exigibilidad de la
prestación (art. 1.124.III del Código Civil).
Las condenas al pago futuro de cuotas que obedezcan a una pretensión de prestaciones
periódicas, tales como alimentos (arts. 148.II del Código Civil).
Pago de rentas, intereses, prestaciones periódicas (art. 220 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil), como lo son las obligaciones dimanantes de un contrato de suministro.
En general, todas las prestaciones futuras de cualquier especie, con respecto a las cuales
pueda fundadamente presumirse que el deudor tratará de sustraerse al cumplimiento de
la prestación.
C) Pretensiones constitutivas
a) Creación, modificación o extinción de una determinada relación, situación o estado jurídico
A diferencia de las pretensiones declarativas y de condena, en las que, de lo que se trata es de
obtener el reconocimiento o instar la aplicación de unas determinadas consecuencias jurídicas
derivadas de hechos preexistentes al proceso, en las pretensiones constitutivas, lo que solicita el
actor es un pronunciamiento del juez que cree una consecuencia jurídica que hasta el momento no
existía y que sólo puede originarse a través de una sentencia. Por tanto, el objeto de la pretensión
constitutiva es la creación, modificación o extinción de una determinada relación, situación o estado
jurídico y excepcionalmente incluso de una sentencia injusta, la cual puede ser anulada a través de
los medios de rescisión de la cosa juzgada (audiencia al rebelde, revisión e incidente de nulidad),
que encierran también el planteamiento de pretensiones constitutivas de anulación.
b) Rigurosos plazos de caducidad
El ejercicio de la acción e interposición de una pretensión constitutiva puede atentar al principio de
seguridad jurídica, a la certeza que desea obtener la sociedad sobre las situaciones jurídicas
pendientes de modificación y a los intereses de terceros. Por este motivo, el ordenamiento somete
al ejercicio de estas acciones al cumplimiento de rigurosos plazos de caducidad. Por ejemplo, esto
sucede con el ejercicio de la acción de retracto o la de impugnación de acuerdos sociales.
c) Voluntarias o necesarias
Las pretensiones constitutivas pueden ser voluntarias o necesarias:
Voluntarias: Son aquellas que no precisan del proceso, pues la modificación de la relación
o situación jurídica puede válidamente efectuarse por obra de la autonomía de la voluntad
de las partes. Por ejemplo, la constitución de una servidumbre o la disolución de una
sociedad mercantil en la que no se haya estipulado su duración.
Necesarias: Exigen acudir al proceso y obtener en él una sentencia constitutiva. Este es el
caso de las sentencias de separación y divorcio, de incapacitación y estado civil,
impugnación de acuerdos sociales anulables o la disolución de sociedades constituidas por
tiempo determinado.
d) Legitimación activa y pasiva
La legitimación activa y pasiva en esta clase de pretensiones viene determinada por la cualidad o
estado jurídico requerido por la relación o situación jurídica cuya modificación se pretende. Por
ejemplo, la de marido o esposa en las acciones de divorcio, la de comprador vendedor y
comprador, etc. En ocasiones, la Ley puede exigir requisitos complementarios a esta relación o
situación jurídica. Por ejemplo, en la impugnación de acuerdos sociales, si es ejercitada por los
accionistas, la Ley exige que hayan manifestado su oposición a la adopción del acuerdo impugnado.
e) Características de las sentencias constitutivas
De las sentencias constitutivas destacamos también las siguientes características:
Al igual que las sentencias declarativas, las sentencias constitutivas no son ejecutables.
Producen efectos «erga omnes», por obra de la propia sentencia, que crea, modifica o
extingue la relación o situación jurídica.
La relación o situación jurídica creada, modificada o extinguida puede ser dotada de una
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especial publicidad mediante su anotación en Registros.
Las sentencias constitutivas se diferencian de las sentencias declarativas en que los efectos
se producen pro futuro o «ex nunc».
2. PRETENSIONES DE EJECUCIÓN
Las pretensiones de ejecución, exigen como presupuesto previo la existencia de un título de
ejecución de los contemplados en el artículo 517 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (sentencia firme,
laudo arbitral…). Esto sucede sólo en las sentencias de condena, sin que quepa la ejecución de
sentencias meramente declarativas o constitutivas (art. 521).
Las pretensiones de ejecución tienen como objeto la realización del derecho de crédito del
acreedor, que ha visto reconocido su derecho en el título de ejecución. Ahora bien, al proceso de
ejecución tan solo cabe acudir ante la resistencia del deudor condenado, pues en el proceso civil la
ejecución es siempre voluntaria (arts. 538.1 y 549.1).
La pretensión de ejecución se deduce en el proceso del mismo nombre (proceso de ejecución),
denominado también procedimiento de apremio, que se caracteriza por la ausencia de contradicción
(fuera de los tasados motivos de oposición a la ejecución) y por los amplios poderes del juez,
dirigidos a la realización, en última instancia mediante subasta pública, del derecho de crédito
incorporado al título.
La pretensión de ejecución, al igual que la de condena, puede consistir en la realización de una
prestación de dar, hacer o no hacer.
3. PRETENSIONES CAUTELARES
La pretensión cautelar consiste en una petición de adopción de medidas cautelares, cuya finalidad
es la de prevenir o garantizar la futura realización de los efectos ejecutivos de la sentencia.
Se trata de una pretensión instrumental de otra principal (declarativa, constitutiva o de condena),
pero que mantiene una cierta autonomía, pues, los requisitos materiales no se confunden
totalmente con aquella, sino que es preciso el cumplimiento de determinados presupuestos, tales
como el «fumus boni iuris» [apreciación de buen derecho, que en el proceso penal se traduce en que un
hecho investigado tenga carácter de delito y la probabilidad de que el imputado hubiese participado en su
comisión] o el «periculum in mora» [cuando se solicita, como medida cautelar, el embargo preventivo].
Las pretensiones cautelares no están sometidas al principio de contradicción (pues suelen adoptarse
«inaudita parte») y se agotan con la adopción de la medida cautelar.
B) Requisitos
a) Elementos de hecho
Las cuestiones prejudiciales son elementos de hecho que exigen una valoración jurídica previa e
independiente del objeto principal. Estos elementos de hecho pueden integrar:
El fundamento de una causa de pedir. Por ejemplo, cuando se ejercita una pretensión
declarativa de nulidad de un contrato por constituir un delito de estafa, habrá que
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determinar previamente si se cometió o no, en realidad, dicho delito.
Erigirse en una pretensión autónoma, pero conexa e instrumental de la principal. Así, si se
ha deducido una pretensión de condena a la entrega de una cosa por haberse rescindido el
contrato de compraventa y se discute la propiedad de la cosa entre las partes o por un
tercero, habrá que determinar y declarar previamente a quién le corresponde la propiedad.
En cualquier caso, las cuestiones prejudiciales son cuestiones pertenecientes al fondo o a la
fundamentación de la pretensión sobre las cuales operarán los efectos prejudiciales de la cosa
juzgada (art. 222.2), salvedad hecha de que sus declaraciones jurisdiccionales se efectúen a título
incidental (art. 42.2).
b) Juicio de relevancia
Las cuestiones prejudiciales han de ser relevantes para el enjuiciamiento del objeto procesal, esto
es, de la pretensión principal, con respecto a la cual guardan una conexión o dependencia. A este
requisito se refiere expresamente el art. 40.2.2ª de la Ley de Enjuiciamiento Civil al afirmar que el
tribunal civil suspenderá el proceso y deferirá el conocimiento de la cuestión al tribunal penal
cuando «la decisión del tribunal penal acerca del hecho por el que se procede en causa criminal
pueda tener influencia decisiva en la resolución sobre el asunto civil».
c) Diferencia entre cuestiones prejudiciales y meros argumentos jurídicos
Las cuestiones prejudiciales se diferencian de los meros argumentos jurídicos de la pretensión. En
el caso de las cuestiones prejudiciales lo que se somete a consideración de un tribunal de otro
orden jurisdiccional, o del propio tribunal civil, es un hecho que precisa ser valorado jurídicamente,
pero cuya valoración ha de ser imprescindible o necesaria para la correcta integración del objeto
procesal, sin la cual no se podría satisfacer jurídicamente la pretensión.
d) Valoración jurídica y consiguiente declaración jurisdiccional, previa e independiente de la
pretensión principal
Los hechos que integran una «causa petendi» o fundamentan una pretensión, precisan de una
valoración jurídica y consiguiente declaración jurisdiccional, previa e independiente de la pretensión
principal.
Las cuestiones prejudiciales son «hechos» con significación jurídica «material» o, si se prefiere,
elementos típicos de valoración jurídica con arreglo a normas del Derecho civil, penal, laboral o
administrativo. De esta forma:
En un proceso penal instaurado por delito contra la propiedad hay que determinar, para la
integración de la conducta penal, la ajenidad de la cosa, la cual ha de efectuarse con arreglo
a las normas del Derecho civil.
En un proceso civil ejecutivo en el que se pretende el cobro de una deuda reconocida en un
título ejecutivo falso, habrá que determinar previamente, con arreglo a las normas del
Derecho penal, si existió o no una falsedad documental.
En un proceso laboral por despido, si el trabajador aduce su cualidad de funcionario, se hace
necesario acreditar, con carácter previo dicha cualidad con arreglo a las normas del Derecho
administrativo, etc.
e) Competencia de valoración
La competencia para valorar con arreglo a las normas del correspondiente Derecho material ha de
corresponder, como regla general, al tribunal del orden jurisdiccional competente (civil, penal,
laboral o contencioso-administrativo).
No obstante, de la regla general hay que excluir las cuestiones prejudiciales «incidentales», cuya
resolución en sentencia no ha de producir efecto alguno de cosa juzgada, ni siquiera el prejudicial.
La rígida aplicación de la regla general conllevaría la necesidad de deferir siempre el conocimiento
de la cuestión al orden jurisdiccional competente con suspensión del procedimiento principal y
consiguiente producción de dilaciones indebidas.
A) Concepto
Las medidas cautelares son actuaciones acordadas por el órgano judicial a solicitud del actor o
demandado-reconviniente respecto de los bienes y derechos del demandado o actor reconvenido,
«exclusivamente conducentes a hacer posible la efectividad de la tutela judicial que pudiera
otorgarse en una eventual sentencia estimatoria, de modo que no pueda verse impedida o
dificultada por situaciones producidas durante la pendencia del proceso correspondiente », así como
las «órdenes y prohibiciones» que, como tales medidas cautelares, provisionalmente acuerde el
Tribunal de contenido similar a la pretensión deducida sin prejuzgar el sentido de la sentencia.
Las medidas cautelares son, pues, medios o instrumentos legales de prevención de las
contingencias que provocan las dilaciones del proceso solicitadas para asegurar la efectividad de la
pretensión deducida para prevenir el evento de que, siendo estimada en la resolución judicial que
pone fin al proceso, esta pueda verse impedida o dificultada.
B) La duración del proceso y las medidas cautelares
La duración del proceso, aun sin dilaciones indebidas, puede incidir en la efectividad de la tutela
judicial que pide el demandante, hasta el punto de hacer ilusoria la decisión final recaída a su favor,
por la imposibilidad o inutilidad de ejecutar el fallo dictado («periculum in mora»). Mediante las
medidas cautelares se trata, por tanto, de prevenir los efectos de esa demora, en cuanto en ese
espacio de tiempo el demandado podría tener la posibilidad, la ocasión, de realizar actos que
impidan o dificulten la efectividad de la satisfacción que la sentencia venga a conceder al actor.
[Ejemplo: Pedro demanda a Juan que está talando árboles de gran valor en la parcela de su propiedad. Pedro
solicita la medida cautelar de paralización de la tala, ya que con seguridad cuando se emita la sentencia todos los
árboles habrán desaparecido (medida cautelar específica del artículo 727.7 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).]
El medio o instrumento jurídico que el legislador ofrece al actor es la medida cautelar prevista para
los supuestos concretos que determina, de manera que se adopten con las garantías procesales de
defensa y contradicción del obligado a prestarlas y según el procedimiento que establece para su
adopción o variación.
C) Finalidad
La finalidad de las medidas cautelares, al prevenir esas contingencias, responde al fin mismo de la
realización de la Justicia y son, por ello, instrumento para la realización del derecho fundamental
que corresponde a toda persona «a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el
ejercicio de sus derechos e interés legítimos» (art. 24.1 de la Constitución Española).
El Tribunal Constitucional viene declarando que «el derecho a la tutela judicial reconocido en el
artículo 24.1 de la Constitución Española no es tal sin medidas cautelares adecuadas que aseguren
el efectivo cumplimiento de la resolución definitiva que recaiga en el proceso».
D) Regulación
Las medidas cautelares figuran reguladas en los artículos 721 a 747 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil (Libro III, Título VI). Esta regulación constituye la ordenación general de las medidas
cautelares.
La regulación anterior no pretende ser exhaustiva, pues se completa con otras normas de la misma
de la Ley de Enjuiciamiento Civil sobre medidas cautelares que se ubican en la ordenación de
procesos especiales, como en los procesos de capacidad de las personas, de filiación, paternidad y
maternidad, matrimoniales, intervención y administración del caudal hereditario o liquidación
judicial del régimen económico-matrimonial. Por otra parte, el artículo 727 expone hasta once
medidas cautelares «específicas», conectando la regulación general con una variedad de preceptos
de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de otras leyes.
La instrumentalidad de las medidas cautelares (art. 726.1.1ª) demuestra no sólo que son medios de
carácter procesal, no obstante su finalidad aseguradora de los derechos e intereses legítimos de
contenido material que se invocan en la pretensión deducida, sino que la tutela que proporciona
tiene como efecto trascendente asegurar el buen funcionamiento de la Justicia contra el « periculum
in mora», porque «el tiempo preciso para hacer justicia no puede perjudicar al que la pretende»
(Giuseppe Chiovenda).
De lo anterior se desprende la siguiente doble consecuencia:
1. La solicitud de la medida cautelar es un derecho de rango fundamental del demandante que
parece anticipar el resultado de un proceso desde su iniciación (o incluso antes de la misma)
por la apariencia de buen derecho de su pretensión («fumus boni iuris»).
2. El primer destinatario de las medidas cautelares no es el demandado, aunque sea éste el
que ha de cumplirlas, sino el Estado garante de los derechos fundamentales que la
Constitución reconoce.
Un sector de la doctrina apunta que la solicitud cautelar se aparta del contenido de las pretensiones
declarativas que pretende garantizar, afirmando su especificidad y autonomía. Las medidas
cautelares son accesorias de las pretensiones declarativas que se ejercitan, pero, al mismo tiempo,
tienen una sustantividad que permite que el Juez resuelva sobre ellas sin prejuzgar el fondo del
litigio. Son pues pretensiones cautelares que se agotan en sí mismas, y la actividad jurisdiccional
que resuelve sobre ellas tiene una naturaleza específica (cautelar).
No compartimos la tesis de la existencia de un «proceso» cautelar, precisamente por el carácter
instrumental, accesorio y homogéneo de la pretensión cautelar respecto del proceso declarativo al
que sirve.
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil parte de que la adopción de medidas cautelares es una de las
«clases de tutela jurisdiccional» que puede pretenderse, pero evita su conceptuación como
«proceso cautelar» y se inclina por una ordenación de las medidas cautelares como un «conjunto
unitario».
III. CARACTERES
1. INSTRUMENTALIDAD
Las medidas cautelares son «exclusivamente conducentes» (art. 726.1.1ª de la Ley de
Enjuiciamiento Civil) a tutelar la pretensión para el caso de que finalmente sea estimada en la
sentencia. De esta nota fundamental se derivan las demás como corolarios. Las medidas cautelares
son accesorias del proceso pendiente o futuro, ya que su objeto consiste en asegurar la eficacia de
la futura resolución judicial que ponga fin al proceso.
Esta característica diferencia las medidas cautelares de las medidas de aseguramiento de carácter
jurídico-material que pueden ser reclamadas y cumplidas extraprocesalmente. Así, las garantías
patrimoniales contractuales (fianza, prenda e hipoteca), o las impuestas en algunos casos en el
Código Civil al fiador o a los herederos (arts. 1.843, 1.082, 1.054).
2. HOMOGENEIDAD Y PROPORCIONALIDAD
Las medidas cautelares concretas que se soliciten han de ser las exclusivamente conducentes al
aseguramiento pretendido, lo que exige que sean homogéneas con la pretensión principal deducida
y proporcionales al resultado.
Ha de existir una correlación necesaria entre la medida solicitada y lo que se pretende en el proceso
principal. Esta correlación se extiende a las vicisitudes y circunstancias que pueden variar durante la
pendencia del proceso. El carácter instrumental de las medidas cautelares requiere que la medida
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solicitada sea la estrictamente necesaria y requerida para la protección de los intereses en conflicto.
Es determinante, pues, que la medida solicitada cumpla el fin de aseguramiento de la pretensión a
que se refiera.
En la correlación entre la medida y la pretensión que quiere asegurarse ha de tenerse en cuenta no
sólo el contenido y efecto de la medida pedida, sino su proporcionalidad objetiva, es decir, su
estricta adecuación al fin propuesto, para evitar una limitación del derecho o un perjuicio
innecesarios al demandado.
4. PROVISIONALIDAD
A) Variables
Las medidas cautelares son esencialmente variables desde su adopción hasta su extinción.
B) Carácter diverso
Tienen carácter «temporal, provisional, condicionado y susceptible de modificación y alzamiento»
en los términos fijados por la Ley (art. 726.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
C) Sometimiento
Están sometidas a la cláusula «rebus sic stantibus» [se entiende que las estipulaciones establecidas
en los contratos lo son habida cuenta de las circunstancias concurrentes en el momento de su
celebración, esto es, que cualquier alteración sustancial de las mismas puede dar lugar a la
modificación de aquellas estipulaciones] y son, por tanto, susceptibles de las modificaciones que
requiera su fin asegurador (art. 743), agotándose con la ejecución de la resolución judicial final
cuya eficacia aseguran.
D) Caducidad
Caducan si quien las solicitó no instara la ejecución o fuera el causante de la suspensión del
proceso por más de seis meses (art. 731.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
5. NUMERUS APERTUS
Las medidas cautelares son tan diversas como las pretensiones que en cada caso aseguran. En este
sentido, el principio de legalidad de la regulación se cohonesta con el carácter abierto. Así, según la
genérica fórmula del artículo 726.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, pueden ser medidas cautelares
«cualquier actuación directa o indirecta» conducente a asegurar la satisfacción de la pretensión
deducida en el caso de ser estimada en la sentencia.
IV. PRESUPUESTOS
El artículo 728 expone los tres presupuestos necesarios para la adopción de medidas cautelares. Su
cumplimiento ha de ser probado por el solicitante. Según la doctrina y la jurisprudencia sin estos
presupuestos no podrá acordarse la adopción de medidas cautelares.
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Estos presupuestos son los siguientes:
Peligro por la mora procesal.
Apariencia de buen derecho.
Prestación de caución por quien solicita las medidas.
3. CAUCIÓN
A) Solvencia económica
El presupuesto de caución requiere del actor una solvencia económica de la cual no siempre
dispone. Por eso quizás este último filtro sea el más difícil se superar. La caución tiende a garantizar
la justa reparación de los daños y perjuicios padecidos por quien soporta la medida cautelar, en el
caso de que la pretensión de fondo sea desestimada en la sentencia. Se trata de responder de
manera rápida y efectiva, de los daños y perjuicios que la adopción de la medida cautelar pudiera
causar al patrimonio del demandado, lo que no constituye en sí, fundamento de la decisión que se
acuerde, sino mero presupuesto de ejecución de la medida ya acordada.
V. CLASES
3. DEPÓSITO JUDICIAL
Otra medida cautelar es la establecida en la regla 3ª del artículo 727 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, que contempla la posibilidad, mediante orden judicial previa, del depósito de un bien mueble
que está en poder del demandado, ante el riesgo de su pérdida, ocultación, deterioro o venta de un
tercero. La adopción de esta medida priva al demandado de parte de la posesión de la cosa para
ser depositada en la persona que el Juez determine por la orden de depósito que acordara.
Esta medida cautelar puede, con carácter previo, complementarse con la diligencia preliminar de su
exhibición (art. 256.1.2º de la Ley de Enjuiciamiento Civil), especialmente cuando el actor
desconoce el lugar en el que se encuentra el bien mueble objeto de su pretensión.
Las medidas 8ª y 9ª del art. 727 recogen, respectivamente, otras figuras específicas de depósito
judicial. Estas medidas cautelares son especialmente interesantes para la tutela de los derechos
reconocidos en la Ley de Propiedad Intelectual, Patentes y Marcas.
8. CAUCIÓN SUSTITUTORIA
Aunque la ley procesal civil no la incluya entre las medidas cautelares «específicas», al catálogo de
medidas cautelares hay que añadir la medida prevista para la tutela de los derechos e intereses
«del demandado», consistente en la caución sustitutoria regulada en los artículos 746-747 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil.
Mediante la caución sustitutoria, la parte que ha de soportar, o que ya soporta, la medida cautelar
solicitada, o acordada, puede evitarla pidiendo su sustitución por una caución suficiente por
resultarle menos gravosa, pero que también ha de garantizar la pretensión cautelar del actor.
Esta contracautela es particularmente llamativa, al ser ofrecida por la parte que, precisamente, ha
de soportarla, lo que encierra una especie de allanamiento tácito a la pretensión cautelar.
Los artículos 730 a 747 de la Ley de Enjuiciamiento Civil relativos a medidas cautelares (Capítulos II
a V del Título VI) se dedican a las siguientes regulaciones:
Además, los artículos 722 a 725 del Capítulo I de este Título VI contienen ciertas normas sobre
jurisdicción y competencia, que también son de aplicación al procedimiento.
II. SOLICITUD
1. JURISDICCIÓN Y COMPETENCIA
La ordenación legal parte de la regla general de la competencia de los Tribunales españoles para
conocer las medidas cautelares establece que «será tribunal competente para conocer de las
solicitudes sobre medidas cautelares el que esté conociendo del asunto en primera instancia o, si el
proceso no se hubiese iniciado, el que sea competente para conocer de la demanda principal» (art.
723.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Y en segunda instancia o casación será el Tribunal ad
quem [Tribunal ante quien se formula la apelación contra la resolución de otro inferior] será
competente para su resolución (art. 723.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Además de lo contemplado en el artículo 723, la de la Ley de Enjuiciamiento Civil desciende, en los
artículos 722 y 724, a «casos especiales» y establece las normas de competencia para el supuesto
de que el asunto principal no sea del conocimiento de los Tribunales ordinarios, bien porque esté
sometido a arbitraje, bien porque sea del conocimiento de un Tribunal extranjero.
2. CAPACIDAD DE POSTULACIÓN
La ordenación específica del procedimiento cautelar en la de la Ley de Enjuiciamiento Civil no
contiene una norma concreta sobre este presupuesto procesal. Por ello, ha de regirse por las
previsiones generales de esta Ley para los juicios civiles, contenidas en los artículos 23 (para el
caso de procurador) y 31 (para el caso de abogado).
La aparente claridad de las reglas contenidas en los dos artículos anteriores se enturbia por las
excepciones previstas en materia de medidas cautelares urgentes previas al proceso, previstas en
los artículos 23.2.3º y 32.2.2º. Estas normas han de interpretarse como una posibilidad del
solicitante de no hacerse representar mediante Procurador, ni asesorar a través de su Abogado,
cuando las medidas cautelares se soliciten con anterioridad a la demanda, y sean «urgentes» y ello
aunque la cuantía de la pretensión principal exceda del límite de los 2.000 euros. (en el nuevo pone
900)
3. PRECLUSIÓN
El artículo 730.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece que « Las medidas cautelares se
solicitarán, de ordinario, junto con la demanda principal». Sin embargo, esta regla general tiene dos
excepciones, pues las medidas cautelares pueden solicitarse antes de la demanda o después de
iniciarse el proceso. En estos supuestos, pueden solicitarse fuera del escrito de demanda, en el
mismo o durante la pendencia del proceso principal.
4. REQUISITOS
A) Solicitud escrita
Según el artículo 732.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, la solicitud de medidas cautelares se
formulará «con claridad y precisión», es decir, de manera similar al escrito de demanda (art. 399.1
de la Ley de Enjuiciamiento Civil). De ello se desprende que la solicitud ha de ser escrita.
III. RESOLUCIÓN
1. FASE DE ADMISIBILIDAD
A) Admisión de la solicitud
La admisión de la solicitud de medidas cautelares puede considerarse implícita en los siguientes
documentos:
En la «diligencia» (art. 734.1) que el Letrado de la Administración de Justicia Judicial dicta
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convocando al demandado a la vista.
En el auto que acuerda las medidas cautelares solicitadas con carácter urgente sin audiencia
del demandado (arts. 733.2 in fine y art. 739), pero exige un razonamiento sobre el
cumplimiento de tales requisitos, aunque se trate de «una sucinta motivación» (208.1 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil).
El demandado, en el acto de la vista o de la oposición podrá hacer las alegaciones que estime
oportunas sobre un eventual incumplimiento de los requisitos legales de la solicitud.
B) Plazo
No existe un plazo prefijado en la de la Ley de Enjuiciamiento Civil para emitir la resolución de la
adopción de medidas cautelares. No obstante, cualquier retraso puede comprometer la efectividad
de la medida cautelar, por lo que el Juzgador ha de tener en cuenta esta exigencia al despachar la
solicitud. Por tanto, será de aplicación lo dispuesto en el artículo 734.1 sobre el carácter innecesario
de seguir el orden de los asuntos pendientes.
C) Inadmisión de la solicitud
La inadmisión de la solicitud por la falta de algún requisito habrá de hacerse mediante auto, según
resulta del artículo 206.1.2ª, sobre las clases, forma y contenido de las resoluciones judiciales, que
reserva para los autos los supuestos relativos a las «…medidas cautelares».
D) Recurso del auto
El auto tiene carácter de definitivo y es, por tanto, recurrible en apelación, aunque no es previsible
que sea objeto de recurso cuando el requisito incumplido sea subsanable mediante una nueva
solicitud.
A) Procedimiento contradictorio
La fase de audiencia contradictoria de las partes para la adopción por el Tribunal de las medidas
cautelares solicitadas se efectúa en una «vista» en la que se concentran las alegaciones y la
proposición y práctica de la prueba de ambas partes. En el procedimiento de la vista distinguimos
los siguientes momentos:
a) Notificación de la solicitud al afectado
Admitida la solicitud de medidas cautelares, el Letrado de la Administración de Justicia judicial
acordará su notificación al demandado, con entrega de la copia de los documentos que la
acompañan (art. 734.1 y 2), que dispondrá de un máximo de quince días hábiles para preparar su
defensa.
b) Convocatoria de las partes a la vista
La diligencia que acuerde la convocatoria de las partes a la vista habrá de dictarse dentro de los
cinco días siguientes a la notificación de la solicitud al demandado y en ella se señalará el día de la
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vista que ha de ser dentro de los diez días siguientes, sin necesidad de seguir el orden de los
asuntos pendientes cuando así lo exija la efectividad de la medida cautelar (art. 734.1).
c) Celebración de la vista
La actuación de las partes viene en el art. 734.2, según los principios de contradicción y defensa sin
otra limitación que la pertinencia de las alegaciones y pruebas determinadas « en razón de los
presupuestos de las medidas cautelares». La libertad de práctica de los medios de prueba en el
marco de la vista se extiende a la del reconocimiento judicial « cuando sea necesario para acreditar
extremos relevantes», precisando que si se considerase pertinente y si no pudiera practicarse en el
acto de la vista, se llevará a cabo en el plazo de cinco días.
También se formularán en la vista alegaciones relativas al tipo y cuantía de la caución ofrecida.
d) Carácter irrecurrible de las resoluciones dictadas por el Tribunal durante la vista
La celeridad que pueda exigir la evitación del periculum in mora en la decisión del proceso principal
requiere limitar la posibilidad de recursos contra las resoluciones interlocutorias recaídas en la vista,
no obstante su transcendencia. Por este motivo, el artículo 734.3 establece, inequívoca y
explícitamente, que «contra las resoluciones del tribunal sobre el desarrollo de la comparecencia, su
contenido y la prueba propuesta no cabrá recurso alguno». A este respecto prevé, en el mismo
precepto, que la parte que estimara que se ha producido una infracción en la «comparecencia»
deberá hacer en el acto la oportuna protesta a efectos del «recurso contra el auto que resuelva
sobre las medidas adoptadas».
e) Resolución sobre la adopción de las medidas solicitadas
«Terminada la vista, el tribunal, en el plazo de cinco días, decidirá mediante auto sobre la solicitud
de medidas cautelares» (art. 735.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Para decidir sobre la solicitud
de las medidas cautelares, el Juez ha de estudiar las alegaciones de ambas partes y las pruebas
practicadas, contradictoriamente, en la vista, evitando entrar en las pretensiones aseguradas, que
son el fondo del litigio. Por tanto, la resolución judicial ha de limitarse estrictamente a este extremo.
La forma de auto (en lugar de sentencia) expresa la instrumentalidad de este procedimiento
respecto al proceso principal.
Contra los autos que resuelven sobre las medidas cautelares cabe interponer recurso de apelación.
Sin embargo, debemos diferenciar entre los procedimientos con oposición previa o sin oposición
previa.
A) Con oposición previa
Auto estimatorio. Contra el auto estimatorio de las medidas solicitadas en el
procedimiento contradictorio, el artículo 735.2 in fine de la Ley de Enjuiciamiento Civil
establece que cabrá el recurso de apelación «sin efectos suspensivos». Por tanto, las
medidas podrán ser ejecutadas de inmediato con independencia de su impugnación por el
demandado, pues, en otro caso, se frustraría la misión aseguradora del periculum in mora
derivado del proceso principal.
Auto desestimatorio. El auto desestimatorio de la medida cautelar también es recurrible
en apelación, pero este recurso tendrá una «tramitación preferente» en su resolución (art.
736.1).
B) Sin oposición previa
Recurso contra el auto adoptando las medidas cautelares solicitadas « inaudita
parte». En este caso no cabe recurso alguno, pero se notificará al demandado a efectos de
que pueda formular su oposición a la medida cautelar adoptada (arts. 733.2.II y 739).
Recurso contra el auto que decida sobre la oposición, cualesquiera que sea su
sentido. En este caso cabe el recurso de apelación, también sin «efecto suspensivo» (art.
741.3) lo que equivale a mantener la medida cautelar impugnada, cuando ha sido
confirmada y, a su alzamiento, cuando se estima la oposición.
La variabilidad de las medidas cautelares permite que la denegación de las solicitadas, resuelta por
una decisión firme, pueda ser considerada de nuevo a la luz de « circunstancias» que alteren la
situación que existía cuando se rechazó la petición. A esta «reiteración de la solicitud si cambian las
circunstancias», se refiere el artículo 736.2 que prescribe que «aun denegada la petición de
medidas cautelares, el actor podrá reproducir su solicitud si cambian las circunstancias existentes
en el momento de la petición».
A) Nueva petición de tutela
No se trata de la modificación de las medidas adoptadas en el procedimiento cautelar, sino de
volver a pedir la tutela cautelar previamente denegada por la ocurrencia o el conocimiento de
hechos, anteriores o posteriores, a la resolución adoptada, que cambian la situación fáctica
determinante de la denegación.
B) Plazo
El tiempo para la reiteración de la solicitud será el de la pendencia del proceso en el que se ventila
la pretensión principal, sea en la primera instancia o en vía de recurso, y habrá de resolverse, de
nuevo, mediante auto susceptible de nueva impugnación.
VI. EJECUCIÓN
[La existencia de la medida es un requisito fundamental y evidente, ya que si no existe la previa medida adoptada
no cabría la modificación. ¿Cómo vamos a modificar algo que no existe?
1. Hechos y circunstancias que posibilitan la modificación. La parte que postura la modificación (actor o
demandado) ha de alegar y acreditar lo siguiente en relación a los hechos y circunstancias que posibilitan
la modificación:
Que los hechos y circunstancias que posibilitan la modificación son distintos de los que fundamentaron
fácticamente el auto de la adopción de la medida.
Que los hechos y circunstancias que posibilitan la modificación son relevantes.
Que los hechos y circunstancias que posibilitan la modificación guardan con la fundamentación de la
resolución judicial la necesaria relación o nexo con los presupuestos de la medida a modificar y con la
pretensión que asegura.]
IX. ALZAMIENTO
La instrumentalidad de las medidas cautelares respecto del proceso principal, finalmente se revela
en su relación con la resolución judicial definitiva que estima o desestima la pretensión del actor. La
variedad de los pronunciamientos de la sentencia o auto que pone término a la instancia o al
recurso, ha forzado al legislador a realizar diferentes distinciones plasmadas en los artículos 731,
744 y 745.
El Título III de la Ley de Enjuiciamiento Civil (artículos 71 a 98) contempla los principales supuestos
de ampliación del objeto litigioso o procesal.
Por ampliación del objeto procesal hay que entender la introducción de nuevas pretensiones en una
demanda, en una contestación o en un proceso ya iniciado.
La ampliación del objeto procesal es muy diferente a la introducción en el proceso de alegaciones
complementarias a los escritos de demanda o de contestación (art. 426.1) o la posibilidad de
efectuar aclaraciones, fácticas o jurídicas en relación con las pretensiones deducidas en el proceso.
Introducción en el proceso de alegaciones o aclaraciones
La introducción en el proceso de alegaciones complementarias a los escritos de demanda o de
contestación o la posibilidad de efectuar aclaraciones, fácticas o jurídicas en relación con las
pretensiones deducidas en el proceso pueden suceder a instancia de parte (art. 426.2 y 3) o incluso
de oficio (art. 426.6). No obstante, la introducción de dichos nuevos elementos de hecho o de
Derecho, no contemplados en los escritos iniciales de alegaciones, no constituyen ampliación alguna
del objeto litigioso, por cuanto, mediante tales escritos, les está prohibido a las partes « alterar
sustancialmente sus pretensiones» (art. 426.1).
Ampliación del objeto procesal
La ampliación del objeto procesal merece un tratamiento muy distinto a la introducción en el
proceso de alegaciones o aclaraciones. Esta ampliación, al suponer la entrada de nuevas
pretensiones al proceso, puede generar indefensión a la parte contraria. De aquí que el legislador
haya extremado su cuidado en el procedimiento de introducción de nuevas pretensiones. En este
sentido, el legislador ha de ser respetuoso con el derecho de defensa.
Atendiendo a un criterio subjetivo, dichos supuestos de modificación del objeto procesal pueden ser
sistematizados del siguiente modo:
1. Del demandante: La ampliación de la demanda (arts. 426 y 286) y la acumulación de
acciones (arts. 71-73 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
2. Del demandado: La reconvención (arts. 406-409) y la ampliación de la contestación (arts.
426-286).
3. Del demandante y del demandado: La acumulación de procesos (arts. 74-98).
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
Bajo el rótulo de «acumulación de acciones» se contempla una acumulación de pretensiones
originaria, que puede formular el actor en su escrito de demanda.
La acumulación objetiva de pretensiones consiste en reunir dentro de una misma demanda y contra
el mismo demandado una pluralidad de pretensiones, que han de tramitarse en un único
procedimiento (art. 71 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Por tanto, a través de dicha acumulación
se produce una unidad de demanda y de procedimiento, pero una diversidad de objetos procesales
que se tramitan dentro de unos mismos autos y que dan lugar a una única sentencia, si bien, en
virtud del principio de congruencia (art. 218), con tantos pronunciamientos en el fallo, como
pretensiones se hayan deducido y acumulado en el procedimiento.
A los efectos de determinar cuándo existe o no una acumulación de pretensiones lo decisivo será
examinar el «suplico» de la demanda y comprobar si en él se contienen o no una pluralidad de
peticiones de cognición. Es indiferente que dicha pluralidad de peticiones se fundamenten en una
diversidad de hechos o que una misma fundamentación fáctica sea susceptible de sustanciar
2. REQUISITOS
A) Subjetivos
a) De las partes
En la acumulación de acciones ha de existir identidad de partes, de tal suerte que el demandante y
el demandado han de ser los mismos. A esta exigencia se requiere el artículo 71.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil («El actor podrá acumular en la demanda cuantas acciones le competan contra
el demandado»).
Si existiera una pluralidad de sujetos, en realidad nos encontraríamos ante una acumulación
subjetiva o fenómeno de pluralidad de partes en el proceso, que podría revestir el carácter de
mixta, objetivo y subjetiva, si además se acumularan diversas pretensiones, como faculta el artículo
72.
Por regla general, la acumulación lo es siempre a instancia de parte (art. 71.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil).
b) Del órgano jurisdiccional
El juez ha de ser objetiva y territorialmente competente:
1. Competencia objetiva del artículo 73.1.1º de la Ley de Enjuiciamiento Civil. La acumulación
de pretensiones no autoriza que pudieran exceder de la competencia objetiva cuantitativa
del juez. Así, a los Juzgados de familia sólo se les pueden acumular las pretensiones que son
propias de su conocimiento.
2. Cumplimiento del presupuesto procesal del procedimiento ordinario adecuado. A un proceso
ordinario puede acumularse una pretensión que deba tramitarse por las reglas del juicio
verbal, pero no viceversa (art. 73.1.1º in fine).
3. Demarcación judicial con una pluralidad de juzgados de primera instancia cuando se
presentaran distintas demandas susceptibles de acumulación. El juez funcionalmente
competente será el que hubiere conocido de la primera demanda (art. 72.2.II).
4. Acumulación de pretensiones, con respecto a las cuales deban conocer distintos jueces
territorialmente competentes para el conocimiento de ellas. En este caso, han de observarse
las reglas contenidas en el art. 53 de la Ley de Enjuiciamiento Civil:
En primer lugar, será competente el del lugar correspondiente a la pretensión que sea
fundamento de las demás.
En su defecto, será competente aquél que deba conocer del mayor número de las
pretensiones acumuladas.
En último término, será competente el del lugar que corresponda a la pretensión más
importante cuantitativamente.
B) Objetivos
Los requisitos objetivos son dos: el procedimiento adecuado y la compatibilidad de las pretensiones.
a) Procedimiento adecuado
Al procedimiento adecuado se refiere el artículo 73.1.2º, en cuya virtud no podrán acumularse las
pretensiones que por razón de su materia deban ventilarse en procedimientos de diferente tipo.
3. CLASES
La acumulación de pretensiones puede ser simple, alternativa y eventual.
A) Simple
La acumulación simple o unión acumulativa se da cuando en un mismo «petitum» se deducen
diversas peticiones yuxtapuestas. Por ejemplo, el arrendador exige el desahucio, el pago de las
rentas no abonadas y una indemnización por los desperfectos ocasionados en la vivienda. La
acumulación simple es la de mayor uso en la práctica forense.
B) Alternativa
La acumulación alternativa de pretensiones tan sólo es procedente cuando se trate de exigir el
cumplimiento de las obligaciones alternativas (arts. 1.131-1.136 del Código Civil).
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Fuera de tales casos, la demanda ha de reputarse inadmisible por falta de concreción en el
«petitum», ya que, al no extenderse la petición al conjunto de los objetos, sino al de uno u otro, y
poder existir dos fundamentaciones alternativas, que pueden resultar incompatibles (con
prohibición de lo dispuesto en el artículo 71.2):
El demandado no puede saber a ciencia cierta cuál de las dos pretensiones ha de ser objeto
de su contestación (este aspecto puede generar indefensión al demandado, razón por la cual
el art. 405.1 le faculta, en su escrito de contestación, a indicar al juez las razones por las
que estima improcedente la acumulación).
El juez puede no individualizar las dos pretensiones al efecto de cumplir con su obligación de
congruencia (art. 218).
C) Eventual
En la acumulación eventual de pretensiones el actor interpone una pretensión principal, y, para el
caso de que ésta sea rechazada por improcedente o infundada, plantea otra pretensión como
subsidiaria. La acumulación eventual constituye una tercera posibilidad de ampliación del objeto
procesal.
La acumulación eventual de pretensiones goza de una gran virtualidad práctica en aquellos
supuestos en los que el actor tenga el temor de que quizá no pueda, en el proceso, probar los
hechos constitutivos de su pretensión principal, en cuyo caso ha de verse obligado a plantear una
demanda con «petitum escalonado». Así, por ejemplo, el comprador solicita la entrega del bien,
pero, para el caso de que el juez estime la nulidad de la compraventa, solicita subsidiariamente la
devolución del precio. Otro ejemplo: si se trata de solicitar al juez la incapacidad de una persona
podríamos solicitar primero que nos otorgue la tutela, y para el caso de que no prospere podemos
solicitar en segundo lugar la curatela. Si nos otorgan ahora la curatela en el futuro podríamos volver
a solicitar que nos otorguen la tutela de la persona que tratamos de incapacitar.
En la actualidad, tanto el artículo 71.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, como el artículo 399.5,
autorizan expresamente el planteamiento de pretensiones subsidiarias. En tales casos, la
litispendencia de la pretensión eventual ha de estar condicionada en forma resolutiva al rechazo por
el juez de la pretensión principal.
4. RÉGIMEN PROCESAL
A) Admisibilidad
La nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil permite al Letrado de la Administración de Justicia, con
anterioridad a la admisión de la demanda, requerir al demandante (actor) a fin de que subsane la
demanda, bajo apercibimiento de archivo de las actuaciones, por incurrir en el defecto de incluir
pretensiones incompatibles. Si no lo subsanara, dará cuenta al Tribunal para que decida sobre dicho
archivo (art. 73.3).
B) Contestación del demandado
El demandado tiene la posibilidad de alegar sobre la procedencia de la acumulación de pretensiones
(art. 405.1).
Con posterioridad a la admisión de la demanda, el demandado puede oponerse a la acumulación en
su contestación (art. 402), en cuyo caso esta excepción se resolverá de la siguiente forma:
En la comparecencia previa del juicio ordinario -> El art. 419 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil obliga al juez en dicha comparecencia a dilucidar sobre la procedencia
de la acumulación si el demandado se hubiera opuesto a la misma y previa audiencia del
actor.
Al inicio de la vista en el juicio verbal -> El art. 443.2 faculta al demandado a oponerse
a la alegación al inicio de la vista, en cuyo caso y tras la audiencia del actor el tribunal
resolverá lo que proceda (art. 443.2).
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
Por acumulación de autos se entiende la acumulación sobrevenida o reunión de pretensiones,
deducidas en distintos procedimientos declarativos, en un solo procedimiento.
El fundamento de la acumulación de autos es doble:
Razones de economía procesal. Se aconseja que las pretensiones conexas sean
enjuiciadas en un solo procedimiento a fin de evitar reiteraciones inútiles de actuaciones
procesales.
Evitar sentencias contradictorias. Un elemental principio de seg. jurídica aboga porque
pret. conexas no se traten en distintos procedimientos, ya que, en este supuesto, se podrían
producir sentencias contradictorias con grave quebranto de la santidad de la cosa juzgada.
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2. PRESUPUESTOS
La procedencia de la acumulación queda condicionada por la de la Ley de Enjuiciamiento Civil al
cumplimiento de determinados requisitos, que pueden positivos (contemplados en los artículos 76 y
77.1 y 4) y negativos (requeridos por los artículos 77.2 y 3 y 78).
A) Positivos
a) Sentencias con pronunciamientos o fundamentos contradictorios, incompatibles o mutuamente
excluyentes
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que deberá ordenarse la acumulación, cuando,
existiendo conexión entre dos objetos procesales, si se tramitaran por separado, podrían dictarse
sentencias «con pronunciamientos o fundamentos contradictorios, incompatibles o mutuamente
excluyentes» (art. 76.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Para que proceda la acumulación es necesario el cumplimiento de los siguientes requisitos:
Que las pretensiones estén conexas, subjetiva y objetivamente (art. 72). Para ello tiene que
existir, entre ellas, un nexo en el objeto o bien litigioso y en el título o causa de pedir,
entendiendo por tal no la identidad jurídica, sino la fáctica, es decir, que se substancien
sobre los mismos hechos (art. 72.2).
Que tales pretensiones, de tramitarse por separado, pudieran dar lugar a sentencias con
pronunciamientos o fundamentos contradictorios, incompatibles o mutuamente excluyentes
(art. 76.2 y 71.3).
La jurisprudencia ha citado como supuestos de conexión entre pretensiones y, por tanto,
susceptibles de acumulación, la de los procesos de separación y divorcio.
b) Sentencia que pueda producir efectos prejudiciales
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil contempla también otra causa de acumulación, que es que la
sentencia que haya de recaer en alguno de los procesos «pueda producir efectos prejudiciales en el
otro» (art. 76.1).
Aquí, por prejudicialidad, cabe entender aquellas pretensiones que, deducidas ante dos distintos
Juzgados de 1ª Instancia, mantengan una conexión jurídica de tal suerte que la decisión de una de
ellas produzca efectos jurídicos o sea necesaria para la resolución o fundamentación de la segunda.
A lo que el precepto se refiere es a la prejudicialidad «homogénea» o prejudicialidad civil,
contemplada en el art. 43 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: «Cuando para resolver sobre el objeto
del litigio sea necesario decidir acerca de alguna cuestión que, a su vez, constituya el objeto
principal de otro proceso pendiente ante el mismo o distinto tribunal civil, si no fuere posible la
acumulación de autos, el tribunal, a petición de ambas partes o de una de ellas, oída la contraria,
podrá mediante auto decretar la suspensión del curso de las actuaciones, en el estado en que se
hallen, hasta que finalice el proceso que tenga por objeto la cuestión prejudicial».
El legislador intenta, por razones de economía procesal, estimular la acumulación de autos, pero, si
ello no fuera posible, por incumplimiento precisamente de los requisitos de la acumulación, a fin de
garantizar «la santidad de la cosa juzgada», el art. 43 de la Ley de Enjuiciamiento Civil impone la
solución de suspender el segundo proceso hasta que recaiga sentencia en la cuestión prejudicial.
En cualquier caso, desde un punto de vista procedimental, la acumulación tan sólo es procedente
en la fase declarativa y, dentro de ella, el artículo 77.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece,
como momento preclusivo para la entrada de nuevas pretensiones, que en ninguno de los procesos
«haya finalizado el juicio a que se refiere el artículo 433», prescripción que ha de entenderse como
que no haya concluido la «audiencia principal», o, lo que es lo mismo, que no se haya dictado
todavía sentencia en ninguno de los procedimientos (art. 81.2).
c) Apelación y casación
En la apelación y en la casación no cabe la acumulación de los procesos. No obstante, en la fase de
ejecución, el artículo 77.1 se remite al artículo 555 que permite la acumulación de ejecuciones,
siempre y cuando exista identidad entre ejecutante y ejecutado.
d) Condición
No todo proceso declarativo permite la acumulación, sino tan sólo aquellos «que se substancien por
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los mismos trámites o cuya tramitación pueda unificarse sin pérdida de derechos procesales » (art.
77). La norma viene a indicar que los procedimientos a acumular han de ostentar similar naturaleza
(art. 73.1.2 y .3 y .2).
B) Negativos
Para que sea procedente la acumulación hay que cumplir, además, una serie de requisitos
negativos, exigidos por los artículos 77 y 78 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. De su régimen
jurídico podemos afirmar lo siguiente:
Ha de tratarse de una auténtica acumulación de dos o más pretensiones y no del
planteamiento de una misma pretensión ante dos órganos jurisdiccionales, en cuyo caso, no
hay auténtica acumulación, sino la carga de alegar la excepción de litispendencia (art. 78.1).
Es necesario que el primer órgano jurisdiccional ostente competencia objetiva (art. 77.2) y
que el segundo órgano judicial no ostente competencia territorial imperativa, es decir, que
haya sido establecida por alguna norma inderogable o de «ius cogens» (art. 77.3).
No debe obtenerse idéntico resultado a la acumulación de procesos, si se pudo efectuar la
acumulación de acciones, la ampliación de la demanda o la reconvención. De esta regla
general hay que exceptuar las pretensiones que versen sobre «intereses difusos» relativas a
la protección de los consumidores, si la incoación de los distintos procedimientos no se
hubiera podido evitar mediante la acumulación de acciones o la llamada a los demandantes
establecida por el artículo 15 (art. 78.4).
3. TRATAMIENTO PROCESAL
Tradicionalmente en la acumulación de procesos, la regla general era la de que la acumulación tan
solo podía iniciarse «a instancia de parte» (con la sola excepción de la acumulación de pretensiones
relativas a la protección de los consumidores (art. 78.4). Sin embargo, según la regulación vigente
(arts. 75, 76 y 77 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), las partes pueden instar la acumulación de
procesos, pero el tribunal de oficio ha de decretarla necesariamente cuando tenga conocimiento de
que existen procesos que cumplen alguno de los requisitos previstos en el artículo 76 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil:
a) Cuando la sentencia que haya de dictarse en un proceso produzca efectos prejudiciales en el
otro.
b) Cuando, de seguirse por separado, pudieren dictarse sentencias con pronunciamientos o
fundamentos contradictorios, incompatibles o mutuamente excluyentes.
c) En materia de intereses colectivos o difusos de protección de los consumidores.
d) La acumulación de procesos de impugnación de acuerdos sociales emanados por la misma
Junta o Asamblea General siempre que dicha impugnación se haya efectuado dentro del
plazo de cuarenta días para el ejercicio de la acción de impugnación.
a) Acumulación de procesos de oficio
Si la acumulación de procesos fuera de oficio, el tribunal oirá a las partes y se pronunciará sobre la
acumulación (art. 80.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
b) Acumulación de procesos a instancia de parte
Si la acumulación de procesos fuera a instancia de parte, el procedimiento sigue los siguientes
cauces:
Mediante un escrito en la que la parte señalará claramente los procesos a acumular (con
determinación del número de autos).
Las razones que justifiquen la acumulación (con expresión de la causa del art. 76 que la
substancian y del cumplimiento de los requisitos trazados por los arts. 77 y 78).
El estadio procesal en el que se encuentran (art. 81), con determinación de los distintos
juzgados ante los que pendan (art. 87).
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
La culminación del proceso sucede con la sentencia. Una vez que adquiere firmeza, el órgano
jurisdiccional pone fin de manera definitiva e irrevocable al conflicto ante él suscitado, mediante la
satisfacción jurídica de las pretensiones de las partes.
La sentencia es el medio normal de finalización del proceso, pero no el único, ya que los artículos
19 a 22 de la Ley de Enjuiciamiento Civil contemplan todo un conjunto de formas de finalización del
proceso. A estas formas de finalización del proceso, por ser distintas a las de la sentencia, las
denominados «anormales». Su común denominador estriba en responder a la vigencia del principio
dispositivo en el proceso civil.
B) El principio de dispositivo
El principio dispositivo entraña un poder de disposición sobre el derecho subjetivo material que se
discute en el proceso y, por ende, de la pretensión. En un proceso informado por el principio
dispositivo, las partes son enteramente dueñas tanto de trasladar su conflicto al proceso, como de
provocar, dentro de él, su finalización «anormal» a través de todo un conjunto de actos que, con
fuerza de cosa juzgada o sin ella, pueden poner fin al proceso con anterioridad a la emisión de la
sentencia.
El proceso civil encierra un conflicto intersubjetivo, cuya titularidad corresponde exclusivamente a
las partes, razón por la cual la de la Ley de Enjuiciamiento Civil había de permitir, con determinadas
especialidades, dicho poder de disposición sobre el proceso.
C) Restricciones a la regla general
a) Restricciones en procesos especiales
Tal y como señala el artículo 19.1 in fine, la regla general de disposición de las partes sobre el
proceso ha de sufrir determinadas restricciones en aquellos procesos especiales, que, como es el
caso de los procesos capacidad, filiación, matrimonio y menores, bien por tratarse de pretensiones
constitutivas o por poder afectar al beneficio de tercero, las partes originarias no son enteramente
dueñas de la pretensión, debiendo de comparecer en tales procesos el Ministerio Fiscal (art. 749),
que ha de autorizar el desistimiento (art. 751.2), sin que puedan las partes acudir a estos medios
anormales de finalización del procedimiento (art. 751.1), salvo que se trate de materias que, como
es el caso de muchas de las contenidas en las «medidas provisionales», ostentan carácter
disponible (art. 751.3).
b) Otras restricciones
Junto a las anteriores excepciones legales, también la jurisprudencia ha señalado determinadas
restricciones en las que las partes tampoco gozan de un poder total de disposición sobre la acción o
la pretensión:
El TC tiene declarado que no se puede transigir sobre derechos fundamentales.
El TS tiene declarado que tampoco cabe disposición sobre el «ius puniendi» [facultad
sancionadora del Estado], que el allanamiento no puede suponer un fraude de terceros o
que el allanamiento de uno de los litisconsortes no afecta a los demás.
2. CLASES
El artículo 19.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil relaciona una serie de actos de finalización anormal
del proceso, pero ni son todos los que están, ni están todos los que son:
No son todos los que están. El artículo 19.1 incluye un medio heterocompositivo de
solución de conflictos como el «arbitraje», que, si bien constituye una manifestación del
principio dispositivo en el ejercicio del derecho de acción, que permite a las partes acudir a
este «equivalente jurisdiccional» distinto al proceso, no puede encuadrarse dentro de tales
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medios de finalización anormal del procedimiento.
No están todos los que son. El artículo 19.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no incluye la
totalidad de tales medios anormales del procedimiento, como es el de la satisfacción
extraprocesal de las partes, que figura contemplada en el artículo 22 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
Atendiendo a la concurrencia de la voluntad de una o de ambas partes los actos de finalización
anormal pueden sistematizase en:
1. Actos unilaterales de las partes:
a) Intraprocesales:
Del demandante: la renuncia y el desistimiento.
Del demandado: el allanamiento.
b) Extraprocesales: la satisfacción extraprocesal de la pretensión.
2. Actos bilaterales:
a) La transacción.
b) El desistimiento.
II. LA TRANSACCIÓN
4. EFECTOS
A) Efectos de la transacción judicial. El auto
El acuerdo que implique la desaparición de la controversia deberá ser homologado por el juez o
tribunal mediante auto:
Si el órgano jurisdiccional estimara que el acuerdo contraviene el ordenamiento jurídico o
lesiona el interés público o de terceros denegará dicho auto, en cuyo caso habrá de
continuar el procedimiento hasta sentencia.
Si el órgano jurisdiccional homologara dicho acuerdo hay que tener en cuenta lo que dispone
el artículo 1816 del Código Civil.
En similares términos al artículo 1.816 del Código Civil se pronuncian los artículos 415.2 y 517.1.3º
de la Ley de Enjuiciamiento Civil:
Art. 1.816 del Código Civil. «Tiene para las partes la autoridad de cosa juzgada; pero no
procederá la vía de apremio sino tratándose del cumplimiento de la transacción judicial».
Art. 415.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. «El acuerdo homologado judicialmente surtirá
los efectos atribuidos por la ley a la transacción judicial y podrá llevarse a efecto por los
trámites previstos para la ejecución de las Sentencias y convenios judicialmente aprobados».
Art. 517.2.3º de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Confiere a tales acuerdos judicialmente
homologados el carácter de título de ejecución.
Los artículos 415.2 y 517.2.3º, en consonancia con lo dispuesto en el art. 1.816 del Código Civil,
permiten acudir al procedimiento de ejecución. El auto del Tribunal por el que se accede a la
transacción judicial goza de mayor valor que la transacción extrajudicial.
Los efectos de la cosa juzgada se reconducen exclusivamente a la transacción judicial (no a la
extrajudicial). No obstante, lo convenido en transacción judicial no goza de la totalidad de los
efectos de la cosa juzgada. Los artículos 1.817-1.819 del Código Civil facultan a rescindir lo
convenido en la transacción por causas de error, dolo, violencia, falsedad de documentos (art.
1.817 del Código Civil), ocultación maliciosa de los mismos (art. 1.818) y cosa juzgada (art. 1.819);
en tales casos habrá que ejercitar la acción de nulidad de dicho contrato a través del proceso
declarativo correspondiente.
III. LA RENUNCIA
1. CONCEPTO Y NOTAS ESENCIALES
Aunque el art. 20.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil contempla la renuncia a la acción, desde una
concepción abstracta de dicho ese derecho fundamental, se tratará de un acto nulo, pues nadie
puede renunciar a su derecho a acudir a los tribunales. En realidad, la renuncia, como medio de
finalización del proceso, tiene por objeto el derecho subjetivo material que fundamenta la
pretensión y la pretensión misma.
A) Concepto
Acto unilateral del demandante por el que decide abandonar su derecho subjetivo o derecho a
pretender y, por tanto, la pretensión, provocando la finalización anormal del proceso mediante la
emisión de una resolución jurisdiccional, que ha de gozar de todos los efectos de la cosa juzgada, y
que ha de impedir, por tanto, la incoación de un nuevo proceso sobre el mismo objeto de la
renuncia.
B) Notas esenciales
La renuncia es un acto unilateral, porque se integra con la sola declaración de voluntad del
demandante, lo que lo diferencia con el desistimiento, que aunque corresponda también al actor, es
un acto bilateral.
La renuncia es un acto cuya titularidad corresponde exclusivamente al demandante, a diferencia del
allanamiento que encierra el mismo acto de disposición, pero que pertenece a la esfera de la
titularidad del demandado.
Se trata de un medio autocompositivo, por el cual, y a través del sacrificio que efectúa el actor de
su derecho subjetivo, se pone fin al litigio.
La resolución jurisdiccional que acepta dicha finalización goza de los efectos materiales de la cosa
juzgada, por cuanto supone la declaración jurisdiccional de la extinción, tanto del derecho subjetivo,
como de la pretensión, razón por la que se le ha de vedar al actor la posibilidad de poder volver a
reproducir el litigio.
2. NATURALEZA
La renuncia es una institución perteneciente al ámbito del derecho material. Su fundamento hay
que encontrarlo en la «renuncia de derechos» contemplada en el artículo 6.2º del Código Civil,
conforme al cual dicha renuncia sólo será válida cuando no contraríe el interés o el orden público y
no perjudique a terceros. Por esta causa, el órgano jurisdiccional habrá de determinar la naturaleza
del objeto litigioso en cada caso concreto, a fin de constatar la validez de la renuncia, debiendo
adoptar una de las dos siguientes posturas:
Aceptarla cuando se trate de un mero conflicto intersubjetivo.
Oponerse a ella, por ser «legalmente inadmisible», en el hipotético supuesto de que pudiera
estar comprometido el orden público (v. gr., en los procesos de estado civil, pretensiones
constitutivas de anulación, protección de derechos fundamentales…) o los intereses de
terceros (incapacitación, menores…), en cuyo caso habrá de sostener la pretensión el MF. En
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140
este supuesto, el juez deberá declarar en el pertinente auto la inadmisibilidad de la renuncia
y ordenará la reanudación del procedimiento (art. 20.1).
3. REQUISITOS
La renuncia conlleva el voluntario sacrificio de un derecho subjetivo. Por este motivo la
jurisprudencia es rigurosa a la hora de exigir la concurrencia de determinados requisitos, materiales
y formales, a través de los cuales se garantice la libertad o espontaneidad de dicho abandono del
derecho. De este modo, el TS afirma que la renuncia ha de ser personal, clara, concluyente e
inequívoca, consciente o previsible, sin que pueda renunciarse «pro futuro» derechos inciertos, sin
que implique la transmisión de un derecho a un tercero o se efectúe con condicionamiento alguno.
La renuncia ha de formularse mediante Procurador con poder especial o mediante ratificación
«apud acta», debido a los graves efectos de cosa juzgada que genera. Se determinará con
precisión, en el correspondiente acto procesal, los derechos que son objeto de este acto definitivo
de disposición (art. 1815.2º del Código Civil), porque tan sólo a ellos se extenderán tales efectos
materiales.
Si la renuncia fuera declarada admisible, el juez dictará sentencia en la que absolverá en el fondo al
demandado (art. 20.1).
IV. EL DESISTIMIENTO
3. REQUISITOS
A) Momento del desistimiento
El desistimiento, al igual que los demás medios anormales de finalización del procedimiento, puede
plantearse en cualquier estadio del procedimiento con anterioridad al momento de la emisión de la
sentencia, tanto en la fase declarativa (art. 19.3), como en la segunda instancia o en la casación
(art. 450):
En la primera instancia. El desistimiento puede formularse desde la admisión a la
demanda hasta la citación para sentencia. Por tanto, no cabe plantear el desistimiento en
trámite de diligencias «para mejor proveer» o diligencias finales (art. 435).
En la segunda instancia o en casación. También cabe formular el desistimiento en la
segunda instancia o en la casación, siempre y cuando se haga con anterioridad a la
providencia de señalamiento para deliberación y fallo.
Desistimiento total. Si fueran varios los recurrentes, el desistimiento, para que ponga fin al
recurso interpuesto, habrá de ser total.
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Desistimiento parcial. Si el desistimiento fuera parcial se tendrá por apartados del recurso a
quienes desistieran (art. 450.2).
B) Requisitos formales
a) Consentimiento expreso
Tratándose de un acto de disposición sobre el proceso, el consentimiento ha de ser expreso,
debiéndose exigir ratificación de la parte material o que el procurador esté autorizado para ello. Por
tanto, a falta de ratificación «apud acta» debe requerirse poder especial, que la jurisprudencia
interpreta como «especialísimo» o específico para desistir del proceso. No obstante, si el
desistimiento obedeciera a un acuerdo previo suscrito por las partes materiales será suficiente el
poder general para pleitos.
b) Consentimiento tácito
De la anterior regla general podría exceptuarse el desistimiento «tácito», que sucede cuando una
norma procesal anuda tales efectos a una conducta pasiva de las partes, lo que sucede con la
ausencia del demandante o de su abogado a la comparecencia previa (art. 414.2.II) o a la vista del
juicio verbal (art. 442.1).
4. PROCEDIMIENTO
Una vez formulado el desistimiento, debe darse traslado de él al demandado por plazo de diez días
(art. 20.3), y, aunque la ley no lo diga, mediante suspensión del procedimiento.
El demandado puede oponerse, allanarse o no contestar:
Si el demandado se opone -> El juez puede disponer la reanudación del procedimiento
(art. 20.3.III).
Si el demandado se allana o no contesta -> Como consecuencia de la vigencia de los
principios dispositivo y de congruencia, el Letrado de la Administración de Justicia ha de
acordar, mediante auto de sobreseimiento, que carece de efectos materiales de cosa
juzgada, la finalización del procedimiento con reserva al actor de su derecho de acción (art.
20.3.II).
5. EFECTOS
A) Regla general
Los efectos del desistimiento se ciñen exclusivamente:
En su dimensión objetiva, al procedimiento o recurso instado.
En su dimensión subjetiva, a las partes materiales principales, que efectivamente lo
efectuaron, no afectando a los demás demandantes que no decidieron suscribirlo, con
respecto a los cuales ha de seguir para ellos el procedimiento.
B) Excepciones
De la anterior regla general hay que exceptuar a los coadyuvantes o partes secundarias, con
respecto a los cuales la jurisprudencia tiene sustentado que el desistimiento de la parte principal
afecta al coadyuvante, que no puede impulsar el procedimiento, e, inversamente, producido el
desistimiento por el coadyuvante, no afectará a la parte principal.
C) Costas
En materia de costas, el artículo 396 de la Ley de Enjuiciamiento Civil contempla dos situaciones
diferenciadas:
Desistimiento no consentido por el demandado -> El demandante correrá con el pago
de la totalidad de las costas.
Desistimiento consentido por el demandado -> No existirá condena en costas.
2. CLASES
Atendiendo a los límites objetivos del allanamiento, dicho acto de disposición puede ser total o
parcial:
Total. Cuando el demandado reconoce todas las pretensiones, declarativas y de condena,
del actor y manifiesta su disposición a cumplir voluntariamente con todas las prestaciones.
Parcial. Cuando dicho reconocimiento se limita a determinadas pretensiones y no a otras
(así, ante una pretensión mixta, el demandado reconoce la declarativa, pero no la de
condena) o cuando existiendo una sola pretensión la conformidad se circunscribe a un solo
pronunciamiento (así, a la principal de condena, pero no a la de pago de intereses y costas)
(art. 405.1 in fine).
Tan solo el allanamiento total produce la finalización anormal del procedimiento (art. 21.1),
debiendo, en el parcial, continuar el procedimiento contra los demás.
4. EFECTOS
A) Dimensión objetiva y subjetiva
a) Objetiva
Allanamiento total. Desde una dimensión objetiva, tan sólo el allanamiento total produce la
finalización anormal del procedimiento.
Allanamiento parcial. Si el allanamiento fuera parcial, el artículo 21.2 dispone que «El tribunal a
instancia del demandante, podrá dictar de inmediato auto acogiendo las pretensiones que hayan
sido objeto de dicho allanamiento». Para ello, será necesario que el actor solicite expresamente
dicho auto y que la conexión con las demás pretensiones no tenga efectos prejudiciales, de tal
suerte que «no prejuzgue las restantes cuestiones no allanadas». En cualquier caso, el
procedimiento seguirá adelante con respecto a las pretensiones no allanadas, sin perjuicio de que el
actor pueda acudir al proceso de ejecución (y no a la ejecución provisional), pues, de conformidad
con lo dispuesto en el artículo 517.3º dicho auto es un título de ejecución.
b) Subjetiva
Desde un punto de vista subjetivo, el allanamiento tan sólo afecta a las partes principales que lo
hubieren efectuado. Por lo tanto, no extiende sus efectos a las demás partes principales o
litisconsortes, a quienes también hay que recabar su voluntad de poner fin al procedimiento, y sí
que los extiende, por el contrario, a los coadyuvantes de la parte allanada.
B) Costas
En materia de costas, el artículo 395 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, con el objeto de estimular las
soluciones auto compositivas, distingue el allanamiento efectuado con anterioridad a la contestación
de la demanda, del realizado con posterioridad:
Allanamiento efectuado con anterioridad a la contestación de la demanda. No
procederá la imposición de costas, salvo que el tribunal aprecie mala fe en la conducta del
demandado.
Allanamiento efectuado con posterioridad a la contestación de la demanda. La
norma se remite al criterio general sustentado por el artículo 394.1, que se ha inclinado por
el del vencimiento, salvo que el tribunal aprecia serias dudas acerca de la fundamentación
de la pretensión o de la defensa. Esta circunstancia difícilmente puede concurrir en el caso
del allanamiento.
1. CONCEPTO Y REQUISITOS
A) Concepto
Al proceso civil tan sólo cabe acudir cuando, habiendo surgido un litigio, es necesario interponer
alguna de las pretensiones contempladas en el artículo 5.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. No
obstante lo anterior, pudiera ocurrir que, una vez ejercitado el derecho de acción, en un
determinado estadio procesal, la pretensión del actor hubiera recibido satisfacción, bien por
cumplimiento voluntario del deudor (así, por ejemplo, por el pago del deudor y consiguiente
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145
extinción de la obligación) o por cualquier otra causa (por ejemplo, por desaparición de la cosa,
objeto de la prestación de dar). En estos supuestos, habrá desaparecido el objeto procesal y, por
tanto, se hace innecesario continuar el procedimiento instaurado.
Si el actor silenciara su satisfacción extraprocesal (por ejemplo, porque el demandado pagó la
deuda) se arriesga a que el demandado alegue y pruebe la oportuna defensa material (por ejemplo,
que pagó), lo que acreditará la mala fe del actor a los efectos de la condena en costas e incluso de
la pertinente multa por incumplimiento de las obligaciones de probidad y lealtad procesal (arts.
394.1 y 247.3).
B) Requisitos
El artículo 22.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se refiere expresamente a la terminación del
proceso por satisfacción extraprocesal de la pretensión. Del régimen de este precepto cabe inferir,
para su procedencia, la concurrencia de los siguientes requisitos:
1. Es necesario que la satisfacción ocurra con posterioridad a la demanda (art. 413), ya que, si se
produjera con anterioridad, en realidad nos encontraríamos ante una pretensión temeraria y, en
cuanto tal, acreedora de la condena en costas (art. 394.1) e incluso de la multa por infracción
de la obligación de lealtad procesal contemplada en el artículo 247.3.
2. La satisfacción lo ha de ser a la pretensión del actor o a la reconvención del demandado, pero
no a la defensa del demandado, ya que, si esto sucediera, habría de finalizar el proceso por
alguno de los otros medios previstos en los preceptos anteriores ( transacción, renuncia,
allanamiento o desistimiento).
3. Dicha satisfacción de la pretensión ha de ser total, para lo cual habrá de existir una plena
identidad entre la pretensión y el hecho, acto o negocio jurídico motivador de la satisfacción
extraprocesal, lo que ocasionará una falta de legitimación activa o, como señala la norma, «de
interés legítimo en obtener la tutela judicial pretendida» (ver art. 413.1), ya que, en cualquier
otro caso, deberá abrirse la comparecencia prevista en el número segundo del art. 22.
4. Es necesario que dicha satisfacción procesal se inste expresamente («se pondrá de manifiesto
esta circunstancia (al tribunal)») y que ambas partes, actor y demandado manifiesten su
consentimiento en dicha terminación anormal del procedimiento.
La satisfacción procesal obedece al principio de justicia rogada, sin que pueda nunca ser decretada
de oficio. Si las partes obtienen un convenio extrajudicial que ponga fin al proceso, deben
comunicarlo al Letrado de la Administración de Justicia del tribunal e instar la suspensión (art.
19.4), a fin de evitar la aplicación del principio de «impulso oficial» (art. 179). Pero, si una vez
instada la suspensión, nada dijeran al tribunal, no puede el Letrado de la Administración de Justicia
judicial estimar la finalización anormal del procedimiento por esta causa, sino que, habiendo
transcurrido sesenta días de suspensión (art. 19.4 y 179.2), lo procedente ha de ser el archivo
provisional de los autos y la declaración, en su día, de la caducidad del procedimiento, si
permaneciera inactivo durante los plazos previstos en el artículo 237.1.
2. PROCEDIMIENTO
La satisfacción extraprocesal puede suceder en cualquier estadio del procedimiento (art. 19.3), esto
es, tanto en la fase declarativa, como en la de impugnación y ejecución.
1. La satisfacción del actor hay que ponerla en conocimiento del Letrado de la Administración
de Justicia del Tribunal, por cualquiera de las partes.
2. Una vez dado traslado del escrito a la contraparte, si ésta manifestara su conformidad a
dicha satisfacción extraprocesal, el Letrado de la Administración de Justicia, sin efectuar
condena en costas, dictará Decreto de terminación del procedimiento (art. 22.1), que
«tendrá los mismos efectos que una sentencia absolutoria firme», es decir, plenos efectos
materiales de cosa juzgada y liberatorios para el demandado. En el escrito de satisfacción
extraprocesal habrá de adjuntarse el documento acreditativo de la pérdida del objeto
procesal.
3. Pero «si alguna de las partes sostuviere la subsistencia de interés legítimo», el Letrado de la
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Administración de Justicia convocará a las partes a una comparecencia. El precepto parece
admitir que el demandado pueda oponerse a dicha terminación anormal del procedimiento.
Sin embargo, esta conclusión no puede alcanzarse, ya que la única causa para instar esta
forma de terminación es la ausencia de legitimación activa (art. 22.1) y el único motivo de
oposición ha de fundarse en la «subsistencia de interés legítimo» (art. 22.2). Por tanto,
excepción hecha del supuesto de reconvención, carece el demandado de legitimación para
oponerse a este medio de finalización por satisfacción extraprocesal del demandante. No
obstante, la exigencia, en principio, de acuerdo entre las partes para la vinculación del
tribunal en cuanto a la procedencia de este medio de finalización (art. 22.1 in fine), no
permite configurar plenamente a este medio como un acto unilateral del actor.
4. La oposición a la adopción del auto de terminación la formulará el actor «negando
motivadamente que se haya dado satisfacción extraprocesal a sus pretensiones o con otros
argumentos». Por «otros argumentos» pueden reputarse incluidos todos los de desaparición
del objeto procesal.
5. Si existiera oposición, el artículo 22.2 establece que el Letrado de la Administración de
Justicia judicial citará a las partes a una «comparecencia», que habrá de celebrarse en el
plazo de diez días. El objeto de esta comparecencia consistirá en examinar si efectivamente
ha existido o no una satisfacción extraprocesal o la desaparición del objeto, por lo que, en
dicha comparecencia habrá de admitirse toda la prueba pertinente, que pueda en ella
practicarse, en relación con dicho tema. A la comparecencia habrá de asistir el juez (art.
137.2) y será pública (art. 138.1). La comparecencia se efectuará en la forma prevista en el
artículo 185. Si, en la comparecencia, las partes no reconocieran la existencia de una
satisfacción extraprocesal, pero se manifestarán predispuestas a llegar a un acuerdo,
pensamos que el juez debe procurar la conciliación o transacción intraprocesal en la forma
prevenida en el artículo 415.
6. Una vez terminada la comparecencia, el tribunal decidirá, mediante auto y dentro de los diez
días siguientes, acerca de la continuación o no del procedimiento, habiendo de condenar en
costas a quien viere rechazada su pretensión (art. 22.2.II).
7. Contra el auto que ordene la continuación del procedimiento no cabrá recurso alguno.
Contra el que acuerde su terminación, podrá la parte gravada interponer recurso de
apelación (art. 22.3), el cual no operará con efecto suspensivo (art. 456.2).
1. INTERRUPCIÓN Y SUSPENSIÓN
El curso del proceso puede detenerse por múltiples causas. Debemos distinguir los supuestos de
interrupción y de suspensión del procedimiento.
A) Interrupción del procedimiento
Se ocasiona una interrupción del procedimiento cuando el proceso se paraliza por causas ajenas a
la voluntad de los sujetos procesales. Esto es lo que sucede en el supuesto contemplado por el
artículo 134.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que permite la interrupción del proceso por fuerza
mayor o por cualquier otra causa independiente de la voluntad de las partes (por ejemplo, una
amenaza de explosión de una bomba en un juzgado), en cuyo caso el cómputo de los plazos se
reanudará cuando hubiere cesado la causa de la interrupción o demora. Los artículos 183 y 430
contemplan también diversos supuestos de interrupción y nuevo señalamiento de vistas por
situaciones de fuerza mayor en las que pudieran encontrarse las partes.
B) Suspensión del procedimiento
La suspensión del procedimiento es un supuesto distinto al de interrupción. La suspensión obedece
a la imposibilidad de realizar un acto procesal, bien por cumplirse un hecho o acto expresamente
previsto en una norma procesal, bien por obra de la propia voluntad de las partes.
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
El artículo 22.4 contempla un supuesto que nada tiene que ver con la finalización anormal del
procedimiento y sí con los efectos liberatorios del pago (art. 1156.1 del Código Civil) ante
pretensiones de condena o cantidad líquida.
La vigente de la Ley de Enjuiciamiento Civil mantiene, por una sola vez, la posibilidad de paralizar
este juicio sumario (art. 447.2), mediante el pago por el arrendatario al arrendador de todas las
rentas adeudadas o mediante su consignación judicial o notarial, en cuyo caso el Letrado de la
Administración de Justicia dictará Decreto de finalización del procedimiento.
Dicha enervación tan sólo es procedente por una sola vez y siempre y cuando el arrendador no
hubiese requerido de pago al arrendatario, por cualquier medio fehaciente, con al menos 30 días de
antelación a la presentación de la demanda y el pago no se hubiese efectuado al tiempo de dicha
presentación (art. 22.4.II).
Realmente las innovaciones en materia de desahucio se realizan en otras normas procesales. Y, así,
el art. 439.3 obliga al demandante a determinar las cantidades adeudadas a fin de posibilitar el
enervamiento del desahucio, todo ello con la sanción de inadmisión «a limine» [al comienzo] de la
demanda; y el art. 440.3 obliga al tribunal a ilustrar al demandado, en la pertinente citación de
comparecencia, de su derecho a enervar el desahucio mediante el pago o consignación de todas las
rentas vencidas hasta la fecha.
I. EL SISTEMA PROCESAL
1. INTRODUCCIÓN
Existen determinados actos procesales que el futuro demandante puede realizar con anterioridad a
la iniciación del proceso civil. Algunos de estos actos constituyen auténticos presupuestos
procesales. Podemos citar las siguientes:
El agotamiento previo de la vía administrativa, cuando se desea demandar, en el proceso
civil, a una Administración Pública.
Conciliación previa. Fue presupuesto procesal y dejó de serlo por posteriores modificaciones
legislativas.
Diligencias preliminares, prueba anticipada y aseguramiento de la prueba y las medidas
cautelares previas. Se trata de diferentes actuaciones que se realizan con anterioridad al
nacimiento del proceso y que persiguen su preparación o su aseguramiento.
B) Exhibición de «la cosa» objeto del litigio y que el solicitante entiende que está en poder del
futuro demandado (art. 256.1.2º).
El término «cosa» no debe interpretarse de manera tan amplia que permita confundirlo con el de
«documento», pues, si se parte del carácter tasado de las diligencias, los «documentos» a solicitar
B) Solicitud
a) Forma escrita
El procedimiento se inicia con una solicitud que ha de revestir forma escrita y contener una
estructura similar al escrito de demanda (acto de postulación por antonomasia). Por tanto, el
solicitante deberá identificar el órgano judicial con jurisdicción y competencia objetiva y territorial al
que dirige su petición.
El escrito deberá contener un encabezamiento en el que se especifiquen las partes (el futuro
demandante y el futuro demandado o el tercero requerido) y la diligencia o diligencias a realizar, así
como una alegación fáctica y jurídica, que concluye con una solicitud final en la que se recogerá la
esencia o resumen de la petición.
b) Intervención de Procurador y de Abogado en las diligencias preliminares
En la regulación propia de las diligencias preliminares la Ley no se pronuncia en relación a la
capacidad de postulación. Por este motivo es necesario acudir a las reglas generales previstas para
esta materia en los artículos 23 y 31 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que establecen una
excepción común a la necesidad de la intervención preceptiva del procurador y del abogado en
aquellos casos en que se «soliciten medidas urgentes con anterioridad al juicio» (art. 23.2.3º y
31.2.2º).
No obstante, esta cuestión ha de resolverse a favor del carácter preceptivo de la intervención de los
citados profesionales cuando las diligencias preliminares sean «necesarias», aunque no «urgentes»,
lo que sucederá en la mayoría de los casos. Quizá por esta razón, mayoritariamente favorable a la
necesidad de la capacidad de postulación, el art. 260.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil prevea «la
condena de costas» a la parte requerida para realizar diligencia cuando se opone a la misma y se
desestima su oposición, pues, de lo contrario, esta norma carecería de sentido.
C) Admisión
Una vez presentada la solicitud de diligencias preliminares, el juez ha de resolver mediante auto
acerca de su admisibilidad en el plazo de 5 días siguientes a su presentación (art. 258.1 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil). Para ello, ha de comprobar, de oficio, el cumplimiento de los presupuestos
procesales. Sólo accederá a la petición si, además, el solicitante cumple los requisitos de su escrito
de solicitud (interés legítimo y justa causa).
Si admite, total o parcialmente, las diligencias reclamadas, dictará auto en el que se determinará
(arts. 258 y 259) lo siguiente:
1. La diligencia o diligencias a realizar por la parte requerida.
2. El lugar en el que ha de practicarse la diligencia, que puede coincidir o no con el de la sede
del Tribunal.
3. El plazo para la realización de la diligencia admitida, que no puede ser inferior a cinco días,
ni superior a diez días siguientes a la notificación del Auto.
4. La citación a «los interesados» para la práctica de las diligencias (art. 259.1). Este precepto
debe ser interpretado en sentido amplio, es decir, comprendiendo a «todas» las partes
concernidas en la realización de la diligencia acordada.
5. El importe de la caución que ha de prestar el solicitante.
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Admisión de la petición. Contra el Auto que admite la petición no cabe recurso alguno.
Desestimación de la petición. El Auto que desestima (total o parcialmente) la petición puede ser
recurrido en apelación (art. 258.2).
B) Caracteres
Muchos de los caracteres de la prueba anticipada son comunes a las diligencias preliminares, como
son la vigencia del principio dispositivo, posibilidad procesal del futuro demandado y el carácter
común a todos los procesos declarativos. No obstante, debemos realizar las siguientes
matizaciones:
1. Numerus clausus: Carece de sentido discutir sobre el carácter de «numerus clausus»
respecto de la prueba anticipada y del aseguramiento de la misma. Los medios de prueba
cuya proposición y práctica se desea adelantar son los comúnmente previstos para la prueba
en general (ver art. 299 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Los medios de prueba, aunque
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158
múltiples, son igualmente tasados, por lo que la parte respecto de la cual recae la carga
formal de la prueba ha de introducir la correspondiente fuente probatoria a través de uno de
los medios previstos en el citado artículo 299 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
2. Urgentes: La prueba anticipada y el aseguramiento de la prueba se caracterizan por ser
dos modalidades probatorias «urgentes», es decir, el solicitante de las mismas (que siempre
ha de ser el futuro demandante) ha de alegar y probar no sólo su necesidad, sino su
urgencia por existir un fundado peligro en la demora por la imposibilidad de su práctica
posterior. Consiguientemente, ambas figuras han de ser, más que necesarias,
imprescindibles.
3. Caución previa:
Prueba anticipada. A diferencia de las diligencias preliminares, la prueba anticipada no
requiere caución previa.
Aseguramiento de la prueba. En principio, tampoco la necesita el aseguramiento de la
prueba, pero el juzgador podría aceptar el ofrecimiento del solicitante en previsión de los
gastos, daños y perjuicios cuya práctica podría ocasionar a la persona obligada a
soportarla, ya sea una futura parte o un tercero (art. 298.2 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil).
C) Procedimiento
a) Solicitud
1. Jurisdicción y competencia
La proposición de un medio de prueba con carácter anticipado ha de formularse ante el Tribunal
con jurisdicción y competencia (objetiva y territorial) para conocer de la futura demanda. El órgano
judicial tiene el deber de controlar de oficio su jurisdicción y competencia objetiva y territorial
imperativa con anterioridad a resolver sobre la petición de prueba anticipada.
La competencia territorial es distinta a la de la práctica de diligencias preliminares, pero, al igual
que en ellas, la persona requerida (ya sea el futuro demandado o un tercero) no podrá oponer la
declinatoria (art. 293.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Si la petición se realizara una vez iniciado
el proceso, será competente el Tribunal que esté conociendo del mismo (art. 293.2.II).
Si el tribunal que conoce de la demanda fuera distinto del que resolvió la petición de prueba
anticipada (lo que puede suceder en los fueros especiales que pueden ser elegidos por el actor),
aquél reclamará a éste las actuaciones practicadas, siempre a instancia de parte (art. 296.2 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil).
2. Medios de prueba y petición de aseguramiento
Medios de prueba. El futuro demandante ha de proponer, por escrito, el medio o medios de
prueba cuya práctica desea anticipar al nacimiento del proceso. Si la petición es de prueba
anticipada, el solicitante ha de alegar y acreditar la urgencia de su petición, esto es, el fundado
temor de la demora (art. 293.1). Ello sucederá, por ejemplo, cuando el testigo esté gravemente
enfermo o vaya a ausentarse largo tiempo fuera del país.
Petición de aseguramiento de una fuente de prueba. El solicitante ha de especificar las
razones en que se funda para estimar que la fuente de que se trate corre un riesgo de destrucción
o de alteración que haga imposible la posterior práctica del medio de prueba (art. 297.1 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil).
[Ejemplo: La inminente destrucción del objeto artístico que quiere proteger el autor, o cuando, impugnada la
realización de obras de mejora en un inmueble, el presidente de la comunidad desee que conste su mal estado
anterior.]
Para evitar una utilización abusiva de este medio, el legislador somete a las medidas de
aseguramiento a requisitos más estrictos: el solicitante ha de acreditar la pertinencia, utilidad y
necesidad de la fuente de prueba a asegurar, así como la necesidad de la medida solicitada por el
riesgo de hacerse imposible su posterior práctica y la posibilidad de ser realizada en un breve
1. DELIMITACIÓN
El Capítulo I del Título II de la Ley de Enjuiciamiento Civil se ocupa «De las alegaciones iniciales».
Por alegaciones iniciales hay que entender las que se realizan al inicio del procedimiento mediante
las siguientes formas:
De forma escrita, mediante la demanda (art. 399), la contestación a la demanda y la
reconvención (art. 405-409).
De forma oral, en la comparecencia previa (art. 416 y ss.).
La denominación de alegaciones «iniciales» ha sido utilizada por el legislador para distinguir a
dichas alegaciones, de las finales o «conclusiones» contempladas en el artículo 433.2. Sin embargo,
a nuestro juicio, hubiera sido más correcto rotular al Capítulo I del Título II simplemente con el
concepto «alegaciones».
2. OBJETO
Esta fase procesal tiene por finalidad introducir el objeto procesal con todos sus elementos
esenciales. Este objeto está integrado por la «pretensión», de cuyos elementos hay que destacar
los elementos subjetivos y materiales:
1. Subjetivos:
La determinación del órgano jurisdiccional competente.
La determinación de las partes procesales.
2. Materiales:
La petición.
Los hechos con relevancia jurídica que fundamentan la petición.
Los actos de alegación pueden configurarse como actos de postulación en los que se introduce la
pretensión y los hechos que la fundamentan y que, si son controvertidos, se erigen en el tema de la
prueba. Durante esta fase, deben las partes, de conformidad con el principio de aportación,
introducir los hechos que sustancian sus pretensiones y proponer la prueba pertinente en relación a
tales hechos. De aquí que los actos de alegación puedan ser calificados también como «actos
instructorios», en la medida en que sirven para introducir los hechos al proceso.
En conclusión, por actos de alegación cabe entender únicamente los siguientes:
1. La demanda y su contestación (arts. 399 y 495).
2. La reconvención y su contestación (arts. 406 y 407).
3. Alegaciones complementarias y aclaratorias (arts. 426.1 y .2).
4. La ampliación de la demanda y contestación (426.4).
B) Requisitos subjetivos
La demanda es un acto procesal de quien ocupa el «rol» activo en el proceso, esto es, del actor o
demandante. Se interpone ante el Tribunal, pero se dirige contra el demandado, haciendo nacer en
él la carga de comparecer y contestarla en tiempo y forma. Por esta razón, el artículo 5.2 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil dispone que «Las pretensiones… se formularán ante el tribunal que sea
competente y frente a los sujetos a quienes haya de afectar la decisión pretendida».
a) El órgano jurisdiccional: Examen de oficio
La demanda ha de interponerse ante el órgano jurisdiccional, objetiva y territorialmente
competente.
Si el demandante interpusiera una demanda en la que el órgano judicial careciera de jurisdicción,
competencia objetiva o territorial (imperativa), podrá dicho órgano jurisdiccional inadmitir la
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164
demanda mediante auto. En otro caso, el Letrado de la Administración de Justicia la admitirá
mediante Decreto (art. 404 y 440.1).
1. Jurisdicción
El órgano judicial ha de ostentar «jurisdicción» (arts. 36-39 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, 21 y
ss. de la Ley Orgánica del Poder Judicial). Este presupuesto procesal es examinable de oficio (art.
38).
2. Competencia objetiva
El órgano judicial ha de ser objetivamente competente.
Tratándose de una demanda de juicio ordinario, es claro que habrá de interponerse ante un
Juzgado de 1ª Instancia, toda vez que los Juzgados de Paz tienen vedadas estas demandas
por limitar el art. 47 su competencia objetiva a una cuantía no superior a 90 euros.
También la competencia objetiva ha de ser examinada de oficio (art. 48).
3. Competencia territorial
La demanda ha de interponerse ante el Juzgado territorialmente competente con arreglo a las
prescripciones contenidas en los artículos 50 y ss., siendo el fuero general el del domicilio de las
personas que hayan de ser demandadas.
La competencia territorial, cuando venga determinada por reglas imperativas, es también vigilable
de oficio.
4. Procedimiento adecuado
En el escrito de demanda se ha de determinar el procedimiento adecuado con arreglo a las reglas
contenidas principalmente en los artículos 249 y 250. Ésta es la razón por la cual el artículo 253
obliga al actor a reflejar en su demanda la cuantía del bien litigioso, a fin de poder determinar si el
procedimiento, al que da lugar la admisión de la demanda, ha de ser:
El ordinario -> Superior a los 6.000 euros.
El verbal -> Igual o inferior a dicha cantidad.
También este presupuesto procesal es vigilable de oficio, aun cuando su incumplimiento no
ocasionará, como sucede con los presupuesto de jurisdicción y competencia, la inadmisión de la
demanda, sino su subsanación y que el juzgado le otorgue a la demanda la tramitación que
corresponda, no obstante la indebida calificación de dicho procedimiento efectuada por el actor
(art. 254).
b) Las partes: Examen de oficio y a instancia de parte
En el escrito de demanda, dispone el art. 399.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, se consignarán
«los datos y circunstancias de identificación del actor y del demandado y el domicilio o residencia
en que pueden ser emplazados». Similar prescripción contiene el art. 437.1.- “el juicio verbal
principiará mediante demanda con el contenido y forma propios del juicio ordinario, siendo también
de aplicación lo dispuesto para dicho juicio en materia de preclusión de alegaciones y litispendencia.
2. No obstante, en los juicios verbales en que no se actúe con Abogado y Procurador, el
demandante podrá formular una identificación del actor y del demandado y el domicilio o los
domicilios en que pueden ser citados, y se fijará con claridad y precisión lo que se pida,
concretando los hechos fundamentales en que se basa la petición. A tal fin, se podrán
cumplimentar unos impresos normalizados que se hallarán a su disposición en el órgano judicial
correspondiente.
Es fundamental en la demanda identificar a las partes con expresión de sus respectivos domicilios.
Debido a que sólo las partes han de sufrir, en su día, los efectos de la cosa juzgada, el órgano
judicial ha de conocer su identificación y su domicilio real con los siguientes fines:
Poder comunicarse con las partes.
Darle ocasión al demandado para que ejercite su derecho de defensa.
Evitar la infracción, a ambas partes, de su derecho a la tutela judicial efectiva.
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil intenta evitar, en la medida de lo posible, las situaciones de
indefensión material que se producirían por desconocimiento del demandado en su primer
C) Requisitos objetivos
Los requisitos objetivos de la pretensión son dos:
La petición.
La fundamentación, fáctica y jurídica.
a) La petición
La petición es la declaración de voluntad que, plasmada en el clásico «suplico» o «solicito» de la
demanda, integra el contenido sustancial de la pretensión, determinando los límites cualitativos y
cuantitativos del deber de congruencia del juez (art. 399.1 y 5).
La petición de cognición determina la naturaleza o clase de pretensión ejercitada y de la futura
sentencia: declarativa, constitutiva y de condena (art. 5):
Declarativas: En las pretensiones declarativas se solicita del tribunal la existencia o
negación de una determinada relación jurídica o derecho subjetivo.
Constitutivas: En las pretensiones constitutivas se solicita del tribunal la creación,
modificación o extinción de un derecho, acto o situación jurídica.
De condena: En las pretensiones de condena se solicita que el tribunal condene al
demandado al cumplimiento de una determinada prestación.
En pureza, sólo las pretensiones de condena, en la medida en que generan auténticos « títulos de
ejecución», abren las puertas al proceso de ejecución (art. 517.2.1º, 521). No obstante, las
pretensiones constitutivas tienen determinados efectos ejecutivos, ligados a la publicación de la
sentencia (art. 521.2).
La petición ha de plasmarse en el «suplico» de la demanda:
La petición ha de reunir los requisitos de «claridad y precisión», exigidos por los artículos
399.1 y 437.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. La finalidad de estos requisitos es doble:
permitir que el demandado pueda contestar la petición eficazmente y que el Tribunal pueda
satisfacer la pretensión y la defensa.
Si la petición no reuniera los requisitos de claridad y de precisión, su incumplimiento podría
dar lugar a que prosperase la excepción de «defecto legal en el modo de proponer la
demanda», prevista en el artículo 416.1.5ª de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Las peticiones redactadas de una manera defectuosa, pueden subsanarse en la comparecencia
previa, al amparo de lo dispuesto en el artículo 424. Entraña mayor dificultad la incorporación de
nuevas peticiones que no han sido expresamente aducidas en el escrito de demanda; el art. 426.3
permite su entrada siempre y cuando el demandado manifestara su conformidad o que en otro
caso, estime el juez que no afecta a su derecho de defensa, supuesto nada hipotético, pues, la
petición, al constituir un elemento esencial de la pretensión, si es modificada intempestivamente,
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167
genera indefensión. De aquí la conveniencia de que el demandante sea exhaustivo a la hora de
plasmar todas peticiones en su escrito de demanda.
En el supuesto de que el actor haya acumulado varias pretensiones contra el demandado (art. 401)
deben reflejarse «con la debida separación». Este requisito está exigido por el artículo 399.5, y
tiene por finalidad posibilitar la obligación de congruencia. Por esta razón, el artículo 218.3 requiere
del órgano judicial que, en la parte dispositiva de la sentencia, se plasmen, también «con la debida
separación», el pronunciamiento correspondiente a cada uno de los puntos objeto del litigio o
peticiones.
Asimismo, si las peticiones formuladas fueren «subsidiarias», es decir, si se tratara de una
acumulación «eventual» de pretensiones para el caso de que fueran desestimadas las principales,
«se harán constar por su orden y separadamente» (art. 399.5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil,
segundo inciso).
Suele incorporarse también al «petitum» la solicitud de que el demandado sea condenado en
costas.
b) La fundamentación fáctica
La petición, por sí misma, no integra la totalidad del objeto procesal, sino que precisa también de la
fundamentación. A la fundamentación se refieren los apartados 3 y 4 del artículo 399 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, precepto que distingue los «hechos» de los «fundamentos de derecho» que
sustancian la petición. Por tanto, la petición, junto con la determinación de las partes y la causa de
pedir, es la que individualiza el objeto procesal, fijando los límites objetivos y subjetivos, tanto de la
litispendencia, como de los futuros efectos de la cosa juzgada de la sentencia que haya de dar
respuesta a la pretensión.
A este requisito se refiere expresamente el artículo 399.1 cuando afirma que, en la demanda, «se
expondrán numerados y separados los hechos y los fundamentos de derecho».
Tal como señala el artículo 399.3 y 4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, dentro de la «causa petendi»
debemos distinguir, de un lado, la alegación de hechos, y, de otro, la fundamentación jurídica.
1. Los «fundamentos de hecho»
Una vez determinado en el «encabezamiento» de la demanda sus elementos subjetivos, esto es, la
del Juzgado competente, la identificación del demandante y del demandado y la postulación
procesal del actor, el artículo 399 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone lo siguiente:
En su número 1 que «se expondrán numerados y separados los hechos…».
En su número tercero que «los hechos se narrarán de forma ordenada y clara con objeto de
facilitar su admisión o negación por el demandado al contestar…».
1'. Determinación
La fijación de los hechos en la demanda reviste una importancia esencial, ya que, de su
determinación, dependerán los efectos de la litispendencia, la mutación o no del objeto procesal, la
congruencia y la cosa juzgada. Esto es debido fundamentalmente a tres factores: a que los hechos
forman parte de la «causa petendi»; a que rige en nuestra jurisprudencia la teoría de la
sustanciación; y a que, junto a la petición y a las partes, los hechos forman parte del objeto
procesal.
Por «hechos» aquí hay que entender los que efectivamente sucedieron en la realidad histórica, pero
que, al propio tiempo, alcancen significación jurídica, es decir, los acontecidos que integren el
presupuesto de hecho de las normas sustantivas, cuyos efectos se reclaman en la petición.
De la regla anterior deben exceptuarse las pretensiones constitutivas, en las que la fundamentación
jurídica constituye un elemento esencial de la pretensión, como consecuencia de la excepcional
vigencia de la doctrina de la «individualización».
En caso de discordancia entre los hechos y los fundamentos de Derecho, han de prevalecer
aquéllos frente a éstos. Así lo ha declarado el TS en diversos pronunciamientos, en los que suele
aludir al principio «iura novit Curia», que encuentra su plasmación en el artículo 218.1.II de la Ley
de Enjuiciamiento Civil. El artículo 218.1.II, establece que el tribunal en su sentencia « resolverá
I. LA LITISPENDENCIA
2. PRESUPUESTOS Y REQUISITOS
Con respecto a los presupuestos y requisitos de la litispendencia, nos remitimos a lo dicho en el
Lección 8.
3. CÓMPUTO
El artículo 410 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece que «La litispendencia (…) se produce
desde la interposición de la demanda, si después es admitida».
El artículo 410 de la Ley de Enjuiciamiento Civil consagra el criterio que sustentó Fairén, conforme
al cual el momento de producción de efectos de la litispendencia es el de admisión de la demanda,
la cual, si es admitida, ha de retrotraer sus efectos al día de su presentación.
4. EFECTOS DE LA LITISPENDENCIA
La admisión de una demanda produce todo un conjunto de efectos, que pueden sistematizarse en
materiales y procesales.
A) Materiales
Los efectos materiales de la litispendencia consisten en la interrupción de la prescripción, la
constitución en mora del deudor y la obligación de pago de intereses legales y el otorgamiento a la
pretensión mediata del carácter de «bien litigioso».
Resumen Derecho Procesal I Rodri ® Sept-2017
173
a) La interrupción de la prescripción
Como consecuencia de la admisión de una demanda se puede obtener, tanto la interrupción de la
prescripción adquisitiva, como la de la extintiva.
1. Adquisitiva
Dispone el art. 1945 del Código Civil que «la interrupción civil se produce por la citación judicial
hecha al poseedor, aunque sea por mandato de juez incompetente».
No se puede configurar la interrupción de la prescripción adquisitiva o «usucapión» como un efecto
material en sentido estricto, de la litispendencia, ya que dicha interrupción procederá ante cualquier
tipo de «citación judicial» o, para ser más precisos ante cualquier emplazamiento del poseedor,
aunque no lo fuera en calidad de demandando (así, en un acto de conciliación), ni lo fuera por el
juez competente. De este modo, el art. 1947 del Código Civil erige al acto de conciliación como
instrumento idóneo para obtener la interrupción de la prescripción, siempre y cuando la demanda
se interponga dentro de los dos meses posteriores a su celebración. En tal supuesto, la interrupción
de la prescripción se produce desde el momento de admisión de la papeleta de conciliación (art.
479 de la Ley de Enjuiciamiento Civil/1881).
Tratándose de una demanda, el momento de interrupción de dicha prescripción adquisitiva no lo es
aquí el de su admisión, sino el del emplazamiento y, dentro de él, el del día en el que el demandado
suscriba su pertinente acuse de recibo.
2. Extintiva
Distinto a la prescripción adquisitiva es la prescripción extintiva o de las «acciones», la cual también
se interrumpe con la admisión de la demanda. Dispone, a tal efecto el art. 1973 del Código Civil que
«la prescripción de las acciones se interrumpe por su ejercicio ante los Tribunales, por reclamación
extrajudicial del acreedor y por cualquier acto de reconocimiento de la deuda por el deudor ».
De la lectura del precepto claramente se infiere que, aunque no sea el único modo de interrupción
de la prescripción extintiva, la admisión de la demanda, en la medida en que supone «ejercicio de
la acción ante los tribunales», produce dicha interrupción.
Nótese que el precepto no exige el ejercicio de la acción en forma de demanda, sino sencillamente
«su ejercicio ante los Tribunales». Por esta razón, el TS ha admitido la «demanda de pobreza»
como medio idóneo para obtener dicha interrupción, siempre y cuando pueda, de su lectura,
individualizarse la pretensión (STS). Con el cumplimiento de idéntico requisito, «mutatis mutandis»
puede reclamarse la aplicación de esta doctrina a determinados actos preparatorios de la demanda,
tales como las «diligencias preliminares» de los arts. 256 y ss. o los actos de « prueba anticipada y
aseguramiento de la prueba», contemplados en los arts. 293 y siguientes.
Asimismo, pueden alcanzarse tales efectos interruptorios mediante el acto de conciliación. Así se
encarga de establecerlo el art. 479 de la Ley de Enjuiciamiento Civil/1881, con respecto al cual la
jurisprudencia del TS ha tenido también ocasión de afirmar que, para que dicha interrupción surta
sus efectos, es necesario que la demanda principal sea interpuesta en el plazo de dos meses,
contados desde la celebración de dicho acto.
Finalmente, también puede obtenerse la interrupción de la prescripción extintiva mediante
instrumentos materiales, tales como el requerimiento del acreedor al deudor para que cumpla su
obligación y el reconocimiento de la deuda efectuado por el deudor.
b) Constitución en mora del deudor y devengo de intereses legales
En segundo lugar, la admisión de la demanda tiene como otro de los efectos materiales, el de
constituir en mora al deudor. Así se encarga de señalarlo el art. 1100 del Código Civil, en cuya
virtud «incurren en mora los obligados a entregar o a hacer alguna cosa desde que el acreedor les
exija judicial o extrajudicialmente el cumplimiento de su obligación».
Como es sabido, los principales efectos de la mora del deudor consisten en poder ser condenado al
pago de la pertinente indemnización de daños y perjuicios (arts. 1101 y ss.) y al de los «intereses
legales» (art. 1109).
Pero el tratamiento de uno y otro efecto es distinto. En tanto que la constitución en mora del
deudor puede obtenerse a través de cualquier reclamación extrajudicial (así, por ejemplo, mediante
Resumen Derecho Procesal I Rodri ® Sept-2017
174
un requerimiento notarial —art. 1100 del Código Civil—), los intereses legales (no los
convencionales, cuyo nacimiento puede condicionarse a cualquier momento anterior, como lo sería
el del cumplimiento de la obligación) nacen «desde que son judicialmente reclamados» (art. 1109
del Código Civil), con lo que se configuran como un efecto exclusivo y típico de la litispendencia
(art. 410 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Ahora bien, la circunstancia de que el del Código Civil NO exija la admisión de la demanda, sino tan
sólo la «reclamación judicial», permite sustentar la tesis de que también la demanda de acto de
conciliación es idónea para ocasionar dicho nacimiento de los intereses legales.
c) El surgimiento de los «bienes litigiosos»
Finalmente, la litispendencia ocasiona también que la pretensión mediata, es decir, el bien o interés
que se discute en el proceso, adquiera el carácter de «bien litigioso».
Este carácter surge, de conformidad con lo dispuesto en el art. 1535.II del Código Civil, «desde que
se conteste a la demanda» (nuevamente reaparece la tesis del proceso como contrato de «litis
contestatio») y no desde su admisión, tal y como dispone el art. 410 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil.
Sin embargo, para que este carácter pueda ser reclamable frente a terceros, es necesario que se
adopte la oportuna medida cautelar con efecto registral que impida al tercero ampararse en la
buena fe. De aquí la conveniencia inscribir en el Registro de la Propiedad la oportuna anotación de
embargo o sencillamente obtener la correspondiente «anotación preventiva de demanda» (art. 42.1
LH).
La conversión de un crédito en litigioso permite extinguirlo al deudor siempre y cuando satisfaga al
acreedor el principal, intereses y costas causadas (art. 1535.1 del Código Civil). Son rescindibles los
contratos sobre créditos litigiosos celebrados sin el consentimiento del acreedor (art. 1291.4 del
Código Civil).
B) Procesales
Los efectos genéricos que ocasiona la admisión de la demanda pueden ser positivos y negativos.
a) Positivos
El efecto positivo de la litispendencia consiste en trabar la competencia de un determinado órgano
jurisdiccional para que conozca de un determinado objeto procesal. La litispendencia genera, por
tanto, sus efectos, tanto con respecto al órgano jurisdiccional, como con respecto a las partes.
1. En el órgano judicial
Una vez examinada por el juez su propia jurisdicción y competencia y admitida la demanda, surge
en el órgano judicial la obligación de solucionar el litigio u objeto procesal que se le ha trabado.
Ningún otro órgano jurisdiccional, mientras esté pendiente el proceso declarativo, salvo que carezca
de alguno de los presupuestos procesales de jurisdicción o competencia (en cuyo caso nos
encontraríamos ante un claro supuesto de nulidad radical, contemplado por el artículo 225.1), podrá
conocer de ese objeto procesal que ha quedado trabajo jurisdiccionalmente y con respecto al cual
el juez está obligado a resolver con todas las exigencias de la doctrina constitucional sobre el
derecho a la tutela (resolución motivada, fundada en Derecho, razonada y razonable y congruente).
Debido a la introducción del principio de la oralidad, esa obligación de resolver el conflicto es
predicable, en principio, exclusivamente del juez que admitió la demanda, salvo casos justificados
de enfermedad, sanción disciplinaria, jubilación o promoción del titular del órgano judicial. Ello es
debido, a que sólo dicho juez tiene, so pena de nulidad de actuaciones judiciales, la obligación de
inmediación en todas las comparecencias, tanto la previa, como la principal (art. 137). Como
consecuencia de lo anterior, tiene la obligación de dictar la sentencia, porque, en un proceso oral,
tan sólo el juez que ha presenciado la prueba, está legitimado para dictar la sentencia.
La admisión de la demanda genera la obligación del juez de conocer de todo el proceso declarativo
hasta el pronunciamiento de una resolución definitiva. De dicho procedimiento tan sólo quedará
liberado mediante los actos (normales y anormales) de finalización del proceso y hasta la obtención,
bien de una sentencia firme, bien de la interposición de un recurso devolutivo, en cuyo caso la
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175
litispendencia se traslada al tribunal «ad quem» [tribunal superior al que se acude en apelación o
casación] (normalmente, la Audiencia Provincial).
2. En el objeto procesal
Los efectos principales que se ocasionan con la admisión de la demanda son dos:
La prohibición de la «mutatio libelli».
La preclusión, para el demandante, de la entrada de nuevos hechos y causas de pedir.
1'. La prohibición de la «mutatio libelli»
Como consecuencia de la admisión de la demanda queda fijado definitivamente para el actor el
objeto procesal. A partir de ese momento, tal y como dispone el artículo 412 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, no le es posible modificar su pretensión. La razón de esta prohibición de
transformación de la demanda reside en el derecho de defensa: el demandado tiene derecho a
contestar a la demanda en los términos en los que se le ha dado traslado de la misma. Cualquier
variación en sus elementos esenciales, es decir, en la «petición» o en la «causa petendi», le
generaría indefensión.
La prohibición de transformación de la demanda hay que extenderla también a la acumulación
inicial de pretensiones (art. 401) y a la entrada de nuevos documentos (art. 270).
Igualmente, esta prohibición hay que extenderla a la prohibición del «ius novorum» (art. 464) en la
segunda instancia, en la medida en que, mediante tales nuevos actos de prueba, se pueden
introducir nuevos hechos que sustancien «causas de pedir» diferentes, y originen, por tanto,
indefensión al demandado.
Ampliación del objeto por el demandado
Es posible la ampliación del objeto por el demandado mediante la reconvención y las excepciones
análogas, tales como la prescripción y nulidad de contrato (art. 408). Lo que no puede hacer el
demandado es, sin haber alegado una excepción, plantearla en la segunda instancia o en la
casación.
Alegaciones complementarias
La prohibición de cambio de la demanda no significa, tal y como dispone el artículo 412.2 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil, que no pueda el demandante efectuar «alegaciones complementarias».
Las alegaciones complementarias se contemplan en el artículo 426. Como su nombre indica, tienen
por finalidad obtener la plenitud del objeto procesal, sin que pueda el demandante alterar los
elementos esenciales de su pretensión. Por tanto, se pueden rectificar errores de la demanda,
formular aclaraciones o explicaciones e incluso adicionar «hechos nuevos», pero siempre y cuando
se circunscriban a fundamentar la pretensión ya deducida y en los términos previstos en los
artículos 426.4 y 286». Asimismo, puede el demandado variar sus argumentos jurídicos en las
conclusiones (art. 433.3 «a sensu contrario»).
Innovaciones
Distinto de los hechos nuevos son las «innovaciones» en el «estado de las cosas» o en el de las
personas o terceros, los cuales en nada han de afectar a la mutación del objeto procesal. De este
modo, la valoración del bien litigioso queda definitivamente fijado en la demanda con
independencia de sus futuras fluctuaciones de valor, lo que puede tener importantes consecuencias
procesales (así, para la «suma del gravamen» en el recurso de casación).
Domicilio del demandado: Lo mismo puede decirse con el domicilio del demandado, una
vez contestada la demanda, pues es una obligación de las partes, la de notificar al tribunal
sus cambios de domicilio (art. 155.5).
Interés del menor: Otro tanto cabe afirmar con el interés del menor ante un cambio de
circunstancias de sus progenitores con respecto a una impugnación de una declaración de
desamparo.
Si la innovación consistiera en la pérdida del objeto procesal por falta de legitimación para el
sostenimiento de la pretensión, el artículo 413 se remite al artículo 22, autorizando al tribunal a dar
por finalizado el procedimiento por satisfacción extraprocesal de la pretensión.
El artículo 404 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que, una vez admitida la demanda, el juez
dará traslado de ella al demandado y le concederá un plazo de veinte días para que se persone y la
conteste en la forma y con el contenido previsto en los artículos 405 y siguientes.
Similar prescripción contempla el art. 440.1 (modificado por L. 42/2015), que dice: “…admitida la
demanda, dará traslado de ella al demandado para que la conteste por escrito en el plazo de diez
días con conforme a lo dispuesto para el juicio ordinario.
A) Carga procesal del demandado
En nuestro ordenamiento procesal no existe una auténtica «obligación procesal» de comparecencia,
ni del demandante, ni del demandado, por cuanto el juez no puede constreñir a las partes a que
ejerciten sus respectivos derechos a la tutela y de defensa.
No obstante, el demandado tiene la carga procesal de responder a la llamada del juez y de ejercitar
su derecho de defensa, puesto que, si no levanta dicha carga mediante su simultánea personación
y contestación a la demanda, se celebrará con la sola presencia del actor la audiencia preliminar o
el juicio verbal (art. 414.3.II in fine) y el juez declarará su «rebeldía» (art. 496 y 442.2),
exponiéndose a una sentencia desfavorable, dictada «inaudita parte». Esta carga procesal de
comparecencia se acrecienta en determinados procedimientos, como los siguientes:
El monitorio, en el que su incumplimiento puede generar un título de ejecución (art. 816).
En el desahucio por falta de pago, en el que el impago o no consignación de la renta,
pueden ocasionar el lanzamiento (art. 440.3 y 22.4).
B) Las tres cargas procesales
En realidad, existen dos cargas procesales, la de comparecencia y la de contestación a la demanda,
que los artículos 404, 440.1 y 443.1 acertadamente involucran simultáneamente.
Junto a estas dos tradicionales cargas procesales, la nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil ha
introducido también la de denunciar, dentro de los diez primeros días del plazo de contestación (art.
64.1) y a través de la «declinatoria», determinados presupuestos procesales del órgano
jurisdiccional, tales como su propia jurisdicción, competencia territorial o la sumisión al arbitraje.
1. ALLANAMIENTO (Remisión)
El tercer inciso del artículo 405.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que el demandado
«también podrá manifestar en la contestación su allanamiento a alguna o algunas de las
pretensiones del actor, así como a parte de la única pretensión aducida».
El allanamiento es un acto del demandado, por el que, manifestando su conformidad con la
pretensión formulada por el demandante, pone fin al proceso, provocando la emisión de una
resolución con todos los efectos de la cosa juzgada.
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 21 de la Ley de Enjuiciamiento Civil el allanamiento
puede ser total o parcial:
Allanamiento total. Cuando el demandado reconoce todas las pretensiones, declarativas y
de condena, del actor y manifiesta su disposición a cumplir voluntariamente con todas las
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prestaciones. Tan solo el allanamiento total produce la finalización anormal del
procedimiento (art. 21.1).
Allanamiento parcial. Cuando dicho reconocimiento se limita a determinadas pretensiones
y no a otras, o cuando existiendo una sola pretensión la conformidad se circunscribe a un
solo pronunciamiento.
En cualquier caso, el allanamiento ha de ser personal, claro, concluyente e inequívoco, expreso,
consciente y previsible y efectuado sin condicionamiento alguno. El allanamiento, en tanto acto de
disposición del derecho subjetivo material, ha de ser expreso, debiéndose plasmar en el « suplico»
de la contestación a la demanda.
2. LA CONTESTACIÓN A LA DEMANDA
El demandado también puede proceder a negar determinados hechos de la demanda y alegar otros
que desvirtúen la fundamentación de la pretensión. Para este supuesto de conducta defensiva del
demandado deberá articular el correspondiente escrito de contestación a la demanda.
Esta posibilidad de contestación a la demanda es la más genérica de las tres posibilidades
procesales que puede utilizar el demandado.
A) Concepto y fundamento
a) Concepto
Se entiende por contestación a la demanda el acto de postulación del demandado por el que se
reconocen o niegan los hechos de la demanda, se determina el tema de la prueba y se solicita del
órgano jurisdiccional la inadmisión y/o la desestimación, total o parcial de la pretensión.
b) Fundamento
El fundamento de la contestación a la demanda hay que residenciarlo en el derecho fundamental de
defensa del artículo 24.2 de la Constitución Española y en el cumplimiento de los principios
constitucionales de «contradicción» e «igualdad de armas», que implícitos en el también derecho
fundamental «a un proceso con todas las garantías» del artículo 24.2 de la Constitución Española,
son consustanciales al concepto mismo de proceso.
B) Requisitos
a) Subjetivos
La contestación a la demanda es, ante todo, un acto de postulación del demandado, que se dirige
contra el demandante y se presenta o se expone verbalmente ante el juez que está conociendo de
la demanda, para solicitarle su absolución procesal y/o material.
En la contestación a la demanda han de observarse la concurrencia de todos los presupuestos
procesales -> Del tribunal, del objeto procesal y de las partes.
El demandado, si quiere hacer valer el conjunto de excepciones procesales que pueden dilucidarse
a través de la «declinatoria» (falta de jurisdicción, sumisión a arbitraje y falta de competencia en
cualquiera de sus manifestaciones), es necesario que lo solicite dentro de los diez primeros días del
plazo para contestar a la demanda (arts. 64.1, 416.2 y 443.2.II). No obstante, producida la
denuncia de la declinatoria, puede el demandado «ad cautelam» (es decir, para el supuesto de que
no prospere la declinatoria) efectuar la contestación de fondo, sin que ello implique una sumisión
tácita.
Presupuestos procesales
Los presupuestos procesales son obstáculos que impiden la emisión de una sentencia de fondo. Por
este motivo, el actor tendrá interés en observar el cumplimiento de los presupuestos procesales,
con el fin de que se constituya válidamente la denominada «relación jurídica procesal».
Cargas del demandante. Incumbe al demandante la carga de presentar la demanda ante
el órgano judicial competente, de instar el procedimiento adecuado y de cumplir con la
capacidad y legitimación, tanto activa, como pasiva, debiendo dirigir la demanda contra
todos los litisconsortes necesarios.
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Cargas del demandado. El demandado tiene la carga de integrar determinados
presupuestos procesales relativos a él mismo, como son los de representación material,
capacidad de actuación procesal y de postulación. Si no lo hiciera, el juez, en la
comparecencia previa, sugerirá su subsanación y, si desobedeciera dichos requerimientos,
podrá declarar al demandando en rebeldía (art. 418.3).
b) Objetivos
Los requisitos objetivos de la contestación del demandado vienen determinados por la
fundamentación y el «petitum».
1. La fundamentación
Al igual que el escrito de demanda del juicio ordinario, la forma de contestación a la demanda
consta de dos partes diferenciadas:
La alegación fáctica.
La alegación jurídica.
1'. La alegación fáctica
De los dos elementos (alegación fáctica y alegación jurídica), y, en general, de todo el escrito de
contestación a la demanda, las alegaciones de hecho constituyen la parte más importante de este
acto de postulación. A través de la introducción de los hechos defensivos se cierra definitivamente
el objeto procesal y se determina el tema de la prueba.
1''. Contestación y objeto procesal
Salvo en las «excepciones reconvencionales», la contestación a la demanda no delimita el objeto
del proceso, que queda conformado por la sola deducción de la pretensión en el escrito de
demanda. Ahora bien, la contestación de la demanda presenta las siguientes notas:
Contribuye a cerrar definitivamente el objeto del proceso, impidiendo al demandado la
introducción posterior de nuevos hechos que puedan individualizar excepciones no alegadas
en su escrito de contestación.
Delimita los límites de la congruencia de la sentencia, la cual, en principio, no sólo ha de ser
congruente con «las demandas y demás pretensiones de las partes», sino también con «los
puntos litigiosos que hayan sido objeto del debate» (art. 218.1).
2''. Contestación y tema de la prueba
El escrito de contestación a la demanda también otorga seguridad jurídica al demandante. A partir
de la contestación a la demanda, el demandante podrá saber a ciencia cierta, los siguientes
extremos:
Las excepciones que definitivamente va a utilizar el demandado en el proceso.
Lo que es más importante, sobre qué hechos, por haber sido negados por el demandado, ha
de recaer su actividad probatoria (la actividad probatoria del demandante). Es decir,
mediante la contestación a la demanda se determina también el tema de la prueba.
Esta es la razón, por la cual el art. 399.3 exige que los hechos se plasmen en la demanda «de
forma ordenada y clara con el objeto de facilitar su admisión o negación por el demandado al
contestar» y, por la misma, el art. 405.2 requiere que «en la contestación a la demanda habrán de
negarse o admitirse los hechos aducidos por el actor», sancionando, el segundo apartado del
mismo precepto, con los efectos de la «ficta confessio», «el silencio o las respuestas evasivas del
demandado».
De aquí que el escrito de contestación haya de guardar una forma correlativa con los hechos de la
demanda, con respecto a los cuales el demandado procederá, bien a reconocerlos, bien a negarlos
o contradecirlos. En su caso, el demandado podrá impugnar los documentos aportados por el actor
(art. 320), si bien, en el juicio ordinario, dicha impugnación puede efectuarse en la comparecencia
previa (art. 427).
Aportación de documentos
El demandado en la contestación de la demanda habrá de determinar y aportar todos los
documentos acreditativos del cumplimiento de sus presupuestos procesales (o del incumplimiento
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de los del actor) y de los que funden sus excepciones, prescritos en los artículos 264-265, puesto
que, al igual que en la demanda, el trámite de la contestación determina el momento preclusivo de
la entrada de la prueba documental en el proceso (arts. 269-272).
Contestación en términos hipotéticos o evasivos
Si el demandado no contestara en términos categóricos, sino hipotéticos o evasivos o rehusara
efectuar contestación alguna, el artículo 405.2 faculta al juez a estimar tales respuestas como
«admisión de hechos». Con ello se viene a sancionar una doctrina consagrada ya en la
jurisprudencia, según la cual el silencio o las respuestas evasivas, efectuadas en la contestación,
pueden considerarse por el tribunal como admisión de hechos.
Reconocimiento de hechos por el demandado
Si el demandado reconociera la totalidad de los hechos, pero discrepara jurídicamente de la
calificación de los mismos, no existirá «thema probandi», y, por tanto, el tribunal podrá obviar la
fase probatoria y dictar inmediatamente sentencia (art. 428.3). Este supuesto es excepcional en la
práctica.
Negación de hechos por el demandado
Si el demandado, como suele ocurrir en la práctica, negara o contradijera determinados hechos de
la demanda, queda fijado, mediante esta contradicción el tema de la prueba, de tal suerte que, con
este hecho, nacen las siguientes circunstancias:
De un lado, el demandante tendrá que acreditar los hechos, controvertidos por el
demandado y constitutivos de su pretensión, con respecto a los cuales le incumbe la carga
material de la prueba.
De otro, el juez podrá repeler por «impertinentes» aquellos medios de prueba que no se
ajusten a dicho tema probatorio.
Tema de la prueba
La parte inicial del artículo 281.3 establece que «están exentos de prueba los hechos sobre los que
exista plena conformidad de las partes». Interpretando este precepto a «sensu contrario» se infiere
que siempre que el demandado niegue los hechos de la demanda o los contradiga, el actor habrá
de probar los hechos constitutivos de su pretensión. Por tanto, una conducta meramente negativa
del demandado no exonera al actor de la carga de la prueba, si bien dicha defensa exclusivamente
negativa puede hacer acreedor al demandado de su condena en costas y de una sanción económica
por incumplimiento de la buena fe procesal (art. 247).
Esta fijación del tema de la prueba puede ser objeto de modificaciones accidentales en la
comparecencia previa, en la que el artículo 428 faculta a las partes para que, junto al tribunal,
«fijen los hechos sobre los que exista conformidad y disconformidad de los litigantes». Ahora bien,
no obstante la redacción del precepto, debemos dejar claros dos extremos:
El juez de oficio no puede introducir nuevos hechos, aunque sí medios de prueba (arts.
429.1.II y 282). Introducir nuevos hechos por el juez infringiría el principio de aportación.
Tampoco puede una parte, sin consentimiento de la contraria, modificar sus alegaciones de
hecho que se erijan en fundamento o causa de su pretensión o de la defensa. Este extremo
ocasionaría una indefensión material a la parte contraria.
En el juicio verbal
En el juicio verbal, el demandado habrá de concentrar en sus alegaciones orales todas sus
excepciones procesales y materiales. Finalizada su exposición y, tras el trámite, también oral, de
réplica del actor, «se dará la palabra a las partes para fijar con claridad los hechos relevantes en
que fundamenten sus pretensiones» (art. 443.4).
3''. Las excepciones
Los hechos que ha de alegar el demandado en su escrito de contestación son los que integran las
excepciones. De conformidad con su naturaleza, su apreciación por el tribunal puede ocasionar una
sentencia absolutoria en la instancia o una sentencia de fondo.
1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
A) Concepto
La reconvención es una nueva pretensión del demandado, yuxtapuesta a su escrito de contestación,
que crea en el actor, a su vez, la carga de ejercitar frente a la misma su derecho de defensa,
asumiendo, respecto a esta nueva pretensión el «rol» de demandado.
El Tribunal Supremo ha señalado que «la reconvención es una acción nueva que se interpone por el
demandado y se sustancia en el mismo proceso y decide en la misma sentencia que la acción
ejercitada por el demandante».
B) Fundamento
El fundamento de la reconvención es el mismo que el de la acumulación de acciones. Se trata de un
fundamento de economía procesal, pues sería antieconómico, sobre todo para el demandado, que
tuviera que esperar a finalizar el procedimiento iniciado por el actor o incoar otro en paralelo,
cuando en él concurra también la circunstancia de ser acreedor de su actor. En tal supuesto, lo más
racional y menos oneroso es que en un solo procedimiento se diluciden ambas pretensiones, tanto
la del demandante como la de demandado.
2. REQUISITOS
Los requisitos de la reconvención pueden sistematizarse en objetivos, subjetivos y formales.
A) Objetivos
El requisito objetivo, que cualifica a la reconvención, consiste en la introducción de una nueva
pretensión en el escrito de contestación a la demanda. Como consecuencia de esta interposición, se
ocasiona una inversión de «roles» en el proceso, de tal suerte que el demandado se transforma en
actor y el actor en demandado. A este requisito se refiere expresamente el artículo 406.1 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil.
A este requisito se refiere el art. 406.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al autorizar que « al
contestar a la demanda, el demandado podrá, por medio de reconvención, formular la pretensión o
pretensiones que crea que le competen respecto del demandante».
Ahora bien, para que la reconvención sea procedente, es necesario lo siguiente:
Que exista una conexión entre ella y la contenida en la demanda.
Que la naturaleza de la competencia objetiva y del procedimiento lo permitan.
a) La conexión de pretensiones
A la conexión de pretensiones se refiere expresamente el segundo inciso del artículo 406.1 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil, al establecer que «Sólo se admitirá reconvención si existiere conexión
entre sus pretensiones y las que sean objeto de la demanda principal».
Esta prescripción la reitera el artículo 438.1.II, al exigir que «(…) exista conexión entre las
pretensiones de la reconvención y las que sean objeto de la demanda principal».
Conexión subjetiva (Identidad subjetiva): La reconvención exige que se dirija siempre contra
el actor originario y nunca contra terceros. Siempre ha de dirigirse contra el demandante, en
la medida en que la determinación de las partes constituye un elemento esencial del objeto
procesal.
Conexión objetiva entre pretensiones: No debiera exigirse una conexión ni en los hechos, ni
siquiera en la causa de pedir.
b) La competencia objetiva
Tampoco es procedente la reconvención «cuando el Juzgado carezca de competencia objetiva por
razón de la materia o de la cuantía» (art. 406.2).
De esta regla el artículo 406.2.II, y de conformidad con el principio procesal civil “el juez que puede
lo más, puede lo menos”, exceptúa los asuntos que «por razón de la cuantía hayan de ventilarse en
juicio verbal», sobre los que sí se puede reconvenir en el juicio ordinario, pero en el juicio verbal
hay que distinguir los procesos sumarios (no cabe reconvención) de los demás, en que será
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procedente, siempre que no determine la improcedencia de dicho juicio verbal y exista conexión
entre la reconvención y la pretensión del actor (438.2)
Sin embargo, no pueden acumularse a una reconvención las pretensiones que «ratione materiae»
deben dilucidarse a través del juicio verbal y ello, porque habrán de sustanciarse a través del
correspondiente procedimiento especial o sumario, que tampoco es acumulable por prohibición
genérica del último inciso del artículo 406.2 y expresa del artículo 438.1, en todo lo relativo a la
reconvención de los procesos sumarios.
La norma silencia el tratamiento de los presupuestos de la jurisdicción y de la competencia
territorial, presupuestos que también ha de cumplir el demandado y que son siempre vigilables de
oficio. No obstante, si el actor no opusiera la declinatoria y la competencia territorial no fuere
imperativa, existirá una sumisión tácita.
c) El procedimiento adecuado
Tampoco se admitirá la reconvención «cuando la acción que se ejercite deba ventilarse en juicio de
diferente tipo o naturaleza» (art. 406.2.I).
Cabe la reconvención de pretensiones que deban tramitarse a través de los procedimientos
ordinarios, incluida la del verbal al ordinario, y no es procedente la de los sumarios a un ordinario
(art. 438.1.I).
B) Subjetivos
La reconvención, en la medida en que supone el ejercicio de una pretensión por el demandado
contra el actor y una inversión de «roles» procesales, exige una identidad subjetiva entre ambos.
Así lo ha venido reconociendo la jurisprudencia, que niega el ejercicio de la reconvención frente a
terceros. Si el demandado quiere interponer una pretensión contra un tercero, que no ostente
vínculo alguno con el actor, habrá de presentar la pertinente demanda en otro proceso.
Ahora bien, puede suceder que exista una pluralidad de partes materiales o formales en la posición
actora o demandada, en cuyo caso podemos preguntarnos si pueden tales litisconsortes ejercitar la
reconvención con independencia. La respuesta a esta pregunta exige diferenciar dos supuestos:
litisconsorcio activo y litisconsorcio pasivo.
a) Litisconsorcio activo
La posibilidad del litisconsorcio activo aparece autorizada en el artículo 407.1 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, conforme al cual «la reconvención podrá dirigirse también contra sujetos no
demandantes, siempre que puedan considerarse litisconsortes voluntarios o necesarios del actor
reconvenido por su relación con el objeto de la demanda reconvencional».
El precepto introduce una innovación en el tratamiento de la reconvención, que ha de llevar a una
rectificación de la doctrina sobre la prohibición de entrada de terceros al proceso.
Esta innovación resulta plausible, pues, la norma, consecuente con la declaración contenida en el
artículo 12.1, con los postulados del derecho de defensa y en coherencia también con el régimen de
acumulación de pretensiones (art. 72), permite la entrada no sólo de los litisconsortes necesarios,
sino también de los voluntarios, quienes, al ser llamados al proceso, podrán ejercitar su derecho de
defensa, extendiéndose sobre ellos los límites subjetivos de la cosa juzgada.
Sin embargo, el precepto no autoriza dirigir la pretensión también contra otros codemandados que
pudieran ser, al propio tiempo, litisconsortes del actor. Esta posibilidad está expresamente
desterrada por la redacción del artículo 407 in fine, que exige que los litisconsortes lo sean «del
actor reconvenido por su relación con el objeto de la demanda reconvencional».
b) Litisconsorcio pasivo
Los litisconsortes pasivos necesarios también pueden interponer la reconvención, pues, todos ellos
son demandados en el proceso en su calidad de partes necesarias, por cuanto a todos ellos se
extenderán los efectos de la cosa juzgada. No obstante, podemos plantearnos dos preguntas:
1. Si puede el demandado reconviniente convertirse, a su vez, en reconvenido por el actor. A
nuestro juicio, la respuesta a esta cuestión ha de ser forzosamente negativa. La
jurisprudencia nunca ha admitido la «reconvención de la reconvención» y los artículos 406 y
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407 tampoco la autorizan.
2. Si están autorizados los litisconsortes pasivos voluntarios o intervinientes adhesivos simples
a ejercitar la reconvención. Igualmente, a nuestro juicio, la respuesta a esta cuestión ha de
ser forzosamente negativa. Aunque el art. 13.3 permita que el interviniente formule
pretensiones con independencia de las de su parte principal, «no se pueden meter en un
mismo saco», sin vulnerar el principio dispositivo, al coadyuvante y al interviniente
litisconsorcial, por lo que la jurisprudencia tendrá que discriminar ambas situaciones que los
arts. 12 y 13 mantienen «en la nebulosa».
Por esta razón, tratándose de la polémica figura del interviniente litisconsorcial, no ha de existir
ninguna dificultad en admitir su reconvención. No obstante, si fuera un mero coadyuvante que tan
sólo tiene un interés en favorecer el éxito de la parte demandada, sin que ostente, por tanto, la
titularidad del derecho subjetivo material discutido en el proceso, no debiera la jurisprudencia
admitir la validez de una reconvención planteada con independencia de la parte principal, a la que
ha de estar subordinada.
C) Formales
Los requisitos formales de la reconvención se encuentran regulados en el artículo 406.3. El último
inciso de dicho precepto establece una condición para formular la reconvención, al señalar que «en
ningún caso se considerará formulada reconvención en el escrito del demandado que finalice
solicitando su absolución respecto de la pretensión o pretensiones de la demanda principal».
De conformidad con lo dispuesto en el art. 406.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, la reconvención
habrá de yuxtaponerse al término de la redacción del escrito de contestación. La forma de la
reconvención, al contener una nueva pretensión, ha de ser la misma que la de la demanda (art.
390). Asimismo, rige también en la reconvención la obligación de exhaustividad de «causas
petendi» establecida por el artículo 400.
Ha de reflejarse en la solicitud con claridad «la concreta tutela judicial que se pretende obtener», o,
lo que es lo mismo, ha de determinarse la pretensión, sin que pueda el demandado limitarse a
solicitar la desestimación de la demanda.
Una vez presentada la reconvención, el Letrado de la Administración de Justicia dará traslado de
ella al actor, y, en su caso, a los demás litisconsortes, para que la contesten en idéntico plazo al de
la demanda (art. 404), es decir, de veinte días (art. 407.2).
El mismo plazo rige también para la contestación a las excepciones reconvencionales de
prescripción y de nulidad del negocio, con respecto a las cuales el actor habrá de solicitar del
Letrado de la Administración de Justicia contestar a la referida alegación de nulidad en el mismo
plazo establecido para la contestación a la reconvención (art. 408.1 y .2).
En el juicio verbal la reconvención ha de plantearse con anterioridad a la vista, de tal suerte que el
actor pueda formular su contestación al menos en los diez días (art. 438.1). A continuación, el
Letrado A.J. citará, en el plazo de cinco días, de comparecencia a las partes, en la que se informará
a las partes de la posibilidad de recurrir a una negociación para intentar solucionar el conflicto,
incluido el recurso a una mediación (art. 440.1), celebrándose la vista en el plazo de un mes.
La contestación a la reconvención tendrá la misma forma que el escrito de contestación a la
demanda. El actor asumirá la carga de negar y contradecir los hechos, puesto que, si no lo hiciere o
efectuara contestaciones evasivas, el juez (de conformidad con lo dispuesto en el art. 405.2), puede
estimarlos como admitidos por «ficta confessio».
3. LA ESTIMACIÓN DE LA RECONVENCIÓN
Del mismo modo que la reconvención ha de ser explícita, también lo ha de ser la sentencia que la
resuelva. Así se encarga de señalarlo el art. 409, conforme al cual « las pretensiones que deduzca el
demandado en la contestación y, en su caso, en la reconvención, se sustanciarán y resolverán al
propio tiempo y en la misma forma que las que sean objeto de la demanda principal».
1. FUNDAMENTO Y FUNCIONES
Los artículos 414 a 430 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regulan la comparecencia previa.
La finalidad de esta audiencia preliminar consiste en evitar y, en su caso, preparar el juicio oral:
En evitar el juicio oral mediante la creación de una conciliación «intraprocesal».
Si las partes no alcanzaran la conciliación, la comparecencia previa sirve para eliminar al
proceso de obstáculos procesales y fijar su objeto, a fin de que la audiencia principal se
pueda desarrollar con unidad de acto.
La reforma parcial de 1984 instauró la audiencia preliminar con las tres clásicas funciones de evitar,
preparar y fijar el objeto procesal. Estas funciones figuran hoy enunciadas en el artículo 414.1 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil. No obstante, fue la de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 la que dotó
de pleno contenido material a dicha audiencia previa.
Los jueces de 1ª Instancia están obligados a presenciar las audiencias previas y a cumplir con todos
y cada uno de sus cometidos, que aparecen genéricamente descritos en el art. 414.1.II:
El intento de una conciliación intraprocesal, pues, en el proceso moderno, «más vale un mal
arreglo que un buen pleito». Ni a la sociedad, ni a las partes, ni al Estado interesa, por la
carestía del proceso, que un litigio se dilate excesivamente en el tiempo.
Es necesario purgar el proceso de presupuestos y excepciones procesales, ya que, en otro
caso, buena parte de la audiencia principal se dedicará a estas cuestiones con olvido de que
su función esencial consiste en descubrir la relación jurídico material debatida a fin de que
pueda el juez otorgar una tutela judicial «efectiva».
Es imprescindible también fijar definitivamente el objeto procesal y el tema de la prueba en
orden a evitar situaciones de indefensión y a procurar que el juicio oral pueda desarrollarse
sin la entrada de objetos intempestivos, es decir, con unidad de acto.
A todas las anteriores funciones pretende hoy dar respuesta la vigente comparecencia previa que,
en líneas generales, mantiene la regulación efectuada por la reforma parcial de 1984, a la que se
incorporaron determinadas especialidades tendentes a perfeccionarla y a eliminar determinadas
disfuncionalidades.
2. CONCEPTO
A) Concepto
Se entiende por comparecencia previa la audiencia preliminar o previa a la vista principal, que ha de
practicarse en todo juicio ordinario, una vez contestada la demanda y, en su caso, la reconvención.
B) Convocatoria
El Letrado de la Administración de Justicia ha de convocar la audiencia previa dentro del tercer día
siguiente a la finalización del plazo de alegaciones y celebrarse, bajo la inmediación del juez, dentro
de los veinte días siguientes a su convocatoria (art. 414).
C) Objeto
Se pueda obtener una conciliación entre las partes (arts. 414-415).
En cualquier otro caso, se resuelvan los presupuestos y excepciones procesales (arts. 416-
425), se complemente y fijen los hechos controvertidos (arts. 426 y 428) y su material
probatorio (art. 427) y se decida sobre la proposición y admisión de la prueba (art. 429).
3. PRESUPUESTOS
La comparecencia ha de celebrarse en todos los juicios ordinarios, aun cuando no pueda efectuarse
una de sus funciones esenciales, que es la de conciliación. Esta fase exige la previa conclusión de la
4. REQUISITOS
A) Requisitos subjetivos
a) El Juez: la obligación de inmediación judicial y el incremento del principio de investigación
Aun cuando los preceptos del Capítulo 2º no contengan prescripción alguna con respecto a la
obligación de inmediación judicial, ha de ser de aplicación el art. 137.2, en cuya virtud « las vistas y
comparecencias que tengan por objeto oír a las partes antes de dictar una resolución se celebrarán
siempre ante el juez o los magistrados integrantes del Tribunal que conozca del asunto».
El artículo 137.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil sanciona con la «nulidad de pleno derecho» la
infracción de esta obligación de inmediación judicial.
En la comparecencia previa es necesario «oír a las partes»; a su vez, la comparecencia previa,
culmina con importantes «resoluciones», tales como la finalización anormal del proceso o la
decisión sobre presupuestos y excepciones procesales. Por este motivo, el titular del Juzgado,
auxiliado del Letrado de la Administración de Justicia, ha de presenciar siempre personalmente las
comparecencias previas, sin que pueda delegar esta función en ningún otro personal auxiliar o
colaborador. No obstante, la intervención del Letrado de la Administración de Justicia (en ésta y en
todas las audiencias) no será preceptiva, si se procede a su grabación audiovisual (arts. 137.3 y
147).
Esta obligación de inmediación judicial, se acrecienta, por otra parte, como consecuencia del
incremento, en la vigente de la Ley de Enjuiciamiento Civil, de los principios de investigación y del
examen de oficio de los presupuestos procesales, que ha de efectuar el Juez con independencia de
que la ausencia de tales presupuestos sea denunciada o no por las partes:
1. Examen de oficio: Entran dentro de dicho examen de oficio los siguientes presupuestos
procesales:
La capacidad de las partes (art. 9).
La jurisdicción.
La competencia objetiva y territorial imperativa (art. 404).
La subsanación del procedimiento inadecuado (art. 254.4) y de la acumulación de
acciones en la demanda (art. 73.4).
La falta de postulación y de representación procesal (art. 414.2-4).
La conducción procesal y el litisconsorcio necesario (art. 420.3).
La litispendencia y la cosa juzgada (art. 421).
El defecto en el modo de proponer la demanda (art. 424.2).
2. Intervención del juez: Además, en dicha comparecencia previa ha de intervenir
personalmente el juez para lo siguiente:
Intentar una conciliación (art. 414 y 415).
Formular «aclaraciones y precisiones» sobre los escritos de alegaciones (arts. 426.6).
Obtener la fijación de los hechos controvertidos (art. 428.1).
En otro caso, decidir sobre la elusión de la fase probatoria (art. 428.3), así como resolver
acerca de la admisión e incluso proposición de oficio de la prueba (art. 429).
Este nuevo papel del juez, que le otorga la de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, permite
configurarlo como un «juez a pie de obra», especialmente comprometido en obtener la rápida
solución del conflicto y en dirigir el procedimiento desde sus inicios en punto a obtener la tutela de
los derechos subjetivos materiales que proclama el artículo 24.1 de la Constitución Española.
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b) La comparecencia de las partes materiales y formales
1. La genérica obligación de comparecencia
El artículo 414.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece la obligatoriedad de la comparecencia
de las partes a la audiencia previa al juicio, señalando que «Las partes habrán de comparecer en la
audiencia asistidas de abogado».
Por «partes», aquí hay que entender las partes materiales, los justiciables o sujetos que han de
sufrir los efectos de la sentencia, que han de concurrir personalmente asistidos con sus abogados.
2. La comparecencia del procurador y de la parte material
En ocasiones la comparecencia personal puede ser una carga excesiva. Por este motivo, el
legislador permite en el párrafo segundo del artículo 414.2 la incomparecencia de la parte material,
siempre y cuando otorgue a su procurador «poder para renunciar, allanarse o transigir».
No debemos entender por dicho poder el poder general para pleitos, al que podría incorporarse una
cláusula genérica para efectuar tales actos de disposición.
Tanto el allanamiento, como la renuncia o la transacción, al entrañar un poder de disposición sobre
el derecho subjetivo material, exigen que sean todos ellos actos personales y expresos. Por este
motivo, dicho poder debiera ser «especialísimo», es decir, posterior al nacimiento del litigio y, en él,
se debe facultar expresamente al procurador para poder transigir sobre el derecho, bien o interés
litigioso que se discute en el proceso.
Según lo visto, a la audiencia preliminar ha de comparecer:
Bien la parte material, en cuyo caso no es preceptiva la asistencia del procurador.
Bien dicho representante procesal con poder especialísimo, cuya insuficiencia constituye un
requisito sanable, por lo que ha de permitirse siempre su subsanación.
Comparecencia de la parte material
Si la parte material comparece, no es necesaria la presencia del procurador.
El artículo 414.2 tan solo obliga a la parte material y al abogado a comparecer a esta audiencia,
pero no dice nada sobre la representación procesal. Este silencio de la de la Ley de Enjuiciamiento
Civil con respecto a la presencia del procurador nos obliga a concluir que su intervención tan sólo es
preceptiva cuando ostente el poder especialísimo para transigir. Cuando no lo tuviera, pero
compareciera la parte material, que podría suscribir personalmente, mediante comparecencia « apud
acta» su voluntad transaccional, no es imprescindible su presencia en la comparecencia previa.
Si la parte material comparece, habrá de presenciar la totalidad de la comparecencia previa. No sólo
habrá de participar en la primera conciliación, contemplada en el artículo 415, sino también en la
segunda conciliación, situada al término de la audiencia preliminar, en la que el artículo 428 faculta
al juez a dirigirse a las partes materiales.
Incomparecencia de la parte material y comparecencia del procurador sin poder
especialísimo
Si el procurador no estuviera habilitado por dicho poder especialísimo, ni la parte material
compareciera personalmente a la audiencia preliminar, el último apartado del artículo 414.2 dispone
que «se les tendrá por no comparecidos a la audiencia».
Los efectos de dicha incomparecencia se contemplan en el artículo 414.3, de cuyo régimen puede
sintetizarse lo siguiente:
1. Derecho a la tutela: Como exigencia del derecho a la tutela ha de permitirse, siempre que
sea posible, la subsanación del poder.
2. No comparecencia de las dos partes: Si no comparece ninguna de las dos partes, el juez
dictará auto de sobreseimiento y el archivo de las actuaciones (art. 414.3.I).
3. No comparecencia de la parte demandante: Si no compareciera la parte demandante, se
decretará asimismo el sobreseimiento, a salvo que el demandado acredite «interés legítimo»
en la continuación del procedimiento (primer apartado del art. 414.3.II)
4. No comparecencia de la parte demandada: Si incompareciera la parte demandada, el juez
dispondrá, mediante resolución oral, la celebración de la audiencia exclusivamente con el
actor (segundo apartado del art. 414.3.II), es decir, la audiencia se efectuará «inaudita
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parte» demandada, pero no el resto del procedimiento, ya que la simultánea comparecencia
y contestación a la demanda impide declarar su rebeldía.
Los supuestos de incomparecencia de ambas partes o del actor se sancionan con el archivo del
procedimiento, por lo que nos encontramos ante un supuesto de « desistimiento tácito»,
expresamente proscrito por el TS. Al incidir sobre el derecho fundamental a la tutela, puede parecer
desproporcionado. (Ver si se desea comentarios en letra pequeña en la página 352 del libro de
texto).
3. La comparecencia del Abogado
El artículo 414.4 también contempla y sanciona la conducta relativa a la incomparecencia del
abogado de cada una de las partes:
No acude el abogado del demandante: Si faltara el abogado del actor se sobreseerá el
proceso, salvo que el demandado alegue interés legítimo en la continuación del
procedimiento para que se dicte sentencia sobre el fondo.
No acude el abogado del demandado: Si no compareciera el abogado del demandado la
audiencia se seguirá con el demandante en lo que resulte procedente.
La nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil ha impuesto la necesidad de intervención de los
abogados de las partes en la audiencia previa, consciente de que este hecho es garante de la
efectividad de los derechos fundamentales a la tutela y de defensa.
El problema reside en que la norma permite una interpretación desproporcionada, y, por ende,
contraria al derecho a la tutela, consistente en asociar mecánicamente la sanción de archivo a toda
incomparecencia del abogado del actor. Si el letrado manifiesta la imposibilidad de comparecer en
la audiencia previa por alguna de las causas previstas en el artículo 183, el juez debe suspender,
mediante resolución oral, su celebración, todo ello con independencia de la aplicación de las
correcciones disciplinarias previstas en el número quinto de este precepto.
Tanto el artículo 414.3.II como el artículo 414.4 facultan al demandado a oponerse al archivo del
procedimiento cuando tengan «interés legítimo en que se dicte una sentencia sobre el fondo ». Este
interés legítimo es el del desistimiento, esto es, la «difamatio iuditialis» frente a una demanda
temeraria del actor, en cuyo caso ha de hacerse acreedor el demandado a la condena en costas
(art. 396.1) e incluso a una multa por infracción de la «buena fe procesal» (art. 247). Por tanto,
siendo la causa de dicha oposición exclusivamente material, la norma no permite una oposición
basada solamente en excepciones procesales, cuya estimación conduciría a idéntico resultado: la
emisión de una resolución absolutoria en la instancia.
B) Requisitos formales
La comparecencia previa está presidida por los principios de oralidad, inmediación, publicidad y
preclusión elástica. La vigencia de este último principio significa que si bien las funciones de la
audiencia previa han de asumirse de conformidad con un programa cronológico (así, en primer
lugar, la conciliación intraprocesal; en segundo, el examen ordenado de los presupuestos y
excepciones; en tercero, la fijación del objeto y segunda conciliación; en cuarto, la decisión sobre la
prueba), está sucesión temporal no es rígida, y por ejemplo, puede suceder que la potestad del
juez de exhortar a las partes a un acuerdo se pueda y deba realizar en principio y no al término de
la audiencia (como parece disponer el art. 428.2).
En principio, no sería necesario que el Letrado de la Administración de Justicia levantase la
correspondiente acta del acto celebrado. A lo largo de la lectura de los artículos 414-430 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil no hemos encontrado precepto alguno que contemple la intervención del
Letrado de la Administración de Justicia y la exigencia de levantar la pertinente acta. Por tanto, hay
que estar a lo dispuesto en las normas comunes sobre la intervención del fedatario público,
contenidas en los artículos 145-148, de cuyo régimen cabe destacar una actividad limitada, como
consecuencia de la exigencia de grabación en vídeo de la comparecencia previa.
Por tanto, en base a dicha regulación, tratándose la audiencia preliminar de una comparecencia, es
claro que habrá de ser grabada en el correspondiente soporte magnético. A nuestro juicio, este
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extremo nos parece exagerado, ya que las «grabaciones en vídeo», debieran haberse reservado
para la ejecución de la prueba o, lo que es lo mismo, para la audiencia principal.
Aun así, pensamos que sigue siendo necesaria la necesidad de que el acta refleje su contenido, en
la medida en que el Tribunal «ad quem» no dispone del tiempo preciso para su íntegra
reproducción, sino tan sólo para examinar su resultado útil y pertinente.
En conclusión, en la comparecencia previa, tratándose de cuestiones exclusivamente jurídicas, no
debiera la de la Ley de Enjuiciamiento Civil haber exigido su grabación en vídeo. Sin embargo, « de
lege data», ”, al ser una comparecencia que ha de grabarse en dicho soporte, la intervención del
Letrado de la Admon de Justicia “se limitará a consignar, junto con los datos relativos al tiempo y
lugar, las peticiones y propuestas de las partes y las resoluciones que adopte el tribunal, así como
las circunstancias e incidencias que no pudieran constar en aquél soporto” (art. 146.2)
B) La autocomposición provocada
a) Negociación de las partes
Sin perjuicio del ejercicio de la posibilidad de conciliación, también puede ocurrir que, tras el turno
de intervenciones orales, las partes, aun no habiendo obtenido ningún acuerdo, comuniquen al juez
que se encuentran en negociaciones que permitan inferir su inminente adopción. En este supuesto,
contemplado incidentalmente en el artículo 415.1.II y 415.3 («…se mostrasen dispuestas a
concluirlo de inmediato…») y, aunque la norma no lo diga de modo expreso, el juez puede sugerir
oralmente a las partes que insten la suspensión de la comparecencia previa o admitir directamente
esta solicitud «apud acta» para que concluyan tales negociaciones amistosas en el plazo máximo de
sesenta días (art. 19.4).
b) Pública reflexión del juez
También podría suceder que, aun no existiendo voluntad de las partes para obtener un acuerdo, de
la lectura de las alegaciones en dicha comparecencia, escritas u orales, el juez deduzca que el
conflicto tiene fácil solución mediante la pública reflexión de determinados extremos de dichas
alegaciones. Las partes, siendo conscientes del fundamento de sus alegaciones, podrían llegar a
efectuar concesiones encaminadas a llegar a un acuerdo. Este caso es frecuente en los procesos de
familia.
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En estos supuestos, el juez debe, con toda la prudencia y cuidado posible a fin de no perder su
imparcialidad, manifestar a las partes tales reflexiones, pero sin sugerir soluciones, pues la actividad
del juez no es la del «mediador», sino la del conciliador, y el artículo 415, a diferencia del artículo
428.2, no autoriza al juez a ejercer un papel más activo.
C) Efectos
El artículo 415.2 tan sólo contempla la posibilidad de que las partes alcancen una transacción
judicial, en cuyo caso nos encontraremos ante un título de ejecución. No obstante, la
comparecencia previa también puede finalizar por cualquiera de los medios previstos en los
artículos 19 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Civil (renuncia, desistimiento, allanamiento,
pérdida de objeto, etc.).
Si no existiera acuerdo, ni posibilidad racional de alcanzarlo, el artículo 415.3 dispone que « la
audiencia continuará según lo previsto en los artículos siguientes», que contemplan el examen de
los presupuestos y excepciones procesales.
1. FUNDAMENTO
Otra de las funciones esenciales de la comparecencia previa consiste en limpiar al proceso de
obstáculos procesales.
En la reforma de 1984 se introdujo la comparecencia previa y, con ella, la exigencia de que los
presupuestos y excepciones procesales se examinen en ella « a limine litis». Con ello se pretende
que se pueda acudir a la audiencia principal exclusivamente para descubrir la relación jurídico
material discutida, a fin de que el órgano judicial pueda dictar una sentencia de fondo, que ponga
fin, de una manera definitiva e irrevocable, al litigio.
4. PROCEDIMIENTO
A) Prelación de examen
Una vez descartado el intento de la conciliación intraprocesal (art. 415.3) lo normal es que ocurra lo
siguiente:
Que el juez conceda la palabra al demandado para que alegue lo que estime conveniente,
indicándole, en virtud de lo dispuesto en el artículo 417.1, que exponga las alegaciones en el
orden previsto en los artículos 418 y siguientes.
Finalizadas las alegaciones orales del demandado, el Juez concederá la palabra al actor para
que, a su vez, informe acerca de la concurrencia de los presupuestos y requisitos procesales,
cuya inobservancia ha sido advertida por el demandado.
No obstante, debido a que hoy tales excepciones procesales son, en realidad, presupuestos
procesales, con respecto a los cuales el juez tiene la obligación de su examen de oficio, una vez
concluidas las alegaciones de las partes, el juez debe sugerir, primero al demandado y después al
demandante, que le informen de la concurrencia de tales presupuestos sobre los que pueda
mantener dudas acerca de su observancia.
En cualquier caso, bien se denuncien a instancia de parte, bien de oficio, el artículo 417 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil establece que el examen de tales obstáculos procesales se efectuará en el
orden previsto en los artículos 418 y siguientes.
Juez convidado de piedra: El juez del liberalismo de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil
1881 se caracterizaba por ser un juez pasivo o «convidado de piedra», que presenciaba
impasible la noble contienda que las partes le representaban en la esfera del proceso y que,
en muchas ocasiones, desgraciadamente en la práctica, tomaba conocimiento de los autos
en el momento de dictar sentencia.
Juez civil a pie de obra: Lo que exige la de la Ley de Enjuiciamiento Civil 2001 es un «juez
civil a pie de obra», es decir, un modelo de juez que, a diferencia del juez del liberalismo,
conozca del proceso desde el mismo momento de la presentación de la demanda y no en la
sentencia, ni siquiera en la comparecencia previa.
Por esta razón, si no se han dilucidado con anterioridad, el examen de oficio por el juez ha de
seguir el siguiente orden:
1. Examen de los presupuestos del órgano jurisdiccional: falta de jurisdicción y de competencia
objetiva o territorial indisponible.
2. Examen de los presupuestos específicos de la demanda, contemplados en el artículo 403.
3. Examen de los presupuestos procesales de las partes, tales como la representación material,
la capacidad para ser parte, de actuación procesal y la de conducción procesal y la
postulación procesal (art. 418).
4. Examen de la acumulación de acciones o de pretensiones (art. 419).
5. Examen del litisconsorcio necesario y, por afinidad, la falta de legitimación determinante de
una denegación del derecho a la tutela o de defensa (art. 420).
6. Examen de la litispendencia, la cosa juzgada y las excepciones análogas (art. 421).
7. Examen de la inadecuación del procedimiento, siempre y cuando el juez no le haya otorgado
de oficio la tramitación correspondiente (art. 254.1) o haya abierto el trámite de subsanación
del artículo 254.4 y se haya corregido el defecto y el demandado haya alegado
expresamente esta excepción (arts. 255 y 422-423).
8. Examen del defecto en el modo de proponer la demanda (arts. 424) y análogas (art. 425).
A) Capacidad
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil entiende por capacidad, tanto la capacidad para ser parte,
como la de actuación procesal, a las que se refieren los artículos 6-9.
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 9 de la Ley de Enjuiciamiento Civil este presupuesto
de las partes es vigilable de oficio por el juez «en cualquier momento del proceso», por lo que no
existe ningún obstáculo para que pueda ser incluso evidenciada con anterioridad a la admisión de la
demanda, en orden a obtener la puntual subsanación de este presupuesto procesal.
B) La representación
Aunque el artículo 418 se refiera genéricamente a la «representación» sin aclarar a qué tipo se
refiere, si a la representación material o a la procesal, en este estadio procesal, debe examinarse
exclusivamente la representación material, pues la representación procesal o a través de procurador
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habilitado para ello habrá sido examinada con anterioridad, al inicio de la comparecencia previa, en
la que ha de efectuarse la conciliación intraprocesal.
Para la representación procesal el artículo 414.2 exige poder «especialísimo» o general, siempre y
cuando comparezca personalmente la parte material a dicha comparecencia.
Así pues, en aquellos supuestos en que la parte material accione como mandatario con poder
especial y expreso para actuar en nombre e interés del mandante, el juez debe examinar la
suficiencia de dicho poder sustantivo. Ello no empece (ya que la norma no distingue entre ambos
tipos de poder) a que, cuando por las razones que fuera, en esta fase de la comparecencia se
discuta la suficiencia del poder procesal, deba examinarse, a tenor de lo dispuesto en los artículos
23 y siguientes.
Del mismo modo, si no se hubiere examinado con anterioridad en el mismo trámite del artículo
414.2, habrá de dilucidarse la exigencia de postulación procesal de conformidad con lo dispuesto en
los artículos 31 y siguientes.
2. LA ACUMULACIÓN DE ACCIONES
A) Excepción y presupuesto procesal
Una vez despejados los presupuestos procesales de las partes, el artículo 419 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil dispone que, si el demandante hubiera acumulado diversas acciones
(pretensiones) y el demandado se hubiere opuesto motivadamente a esta acumulación, « el tribunal
resolverá oralmente sobre la procedencia y admisibilidad de la acumulación».
Al demandado le incumbe la carga de oponerse a la acumulación en su escrito de contestación (art.
401), pero también el juez tiene la obligación, con anterioridad a decidir acerca de la admisión de la
demanda, de observar si se cumplen los presupuestos de la acumulación (la identidad subjetiva,
afinidad de procedimientos y compatibilidad de las pretensiones), debiendo requerir al actor para
que subsane los defectos advertidos con apercibimiento de archivo de la demanda (art. 73.4).
Esta nueva configuración de la acumulación de acciones como «presupuesto procesal», unida a la
potenciación de la función saneadora de la comparecencia previa, otorga a la preclusión,
establecida en el artículo 402, el carácter de «elástica». Aunque el demandado nada haya dicho en
su escrito de contestación sobre este tema, en la comparecencia previa puede oponerse a una
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indebida acumulación de pretensiones y el juez debe incluso proponerla de oficio, aun cuando no lo
haya hecho con anterioridad a su decisión sobre la admisión de la demanda.
La acumulación de pretensiones puede efectuarla tanto el actor en su escrito de demanda, como el
demandado en la reconvención. En este último caso, es el actor quien tiene la carga de su
oposición en la comparecencia previa, debiendo el juez escuchar después la defensa del
demandado.
B) Resolución oral
A diferencia de la resolución de los presupuestos de capacidad y representación que, por originar
una resolución definitiva de finalización del procedimiento, han de revestir la forma de Auto y, en
cuanto tal, escrito y motivado, la resolución de la acumulación de pretensiones, en la medida en
que no origina dicha finalización, sino, a lo sumo, que alguna pretensión deba deducirse en un
nuevo procedimiento, puede efectuarse, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 419,
mediante una resolución oral al término de la comparecencia previa. En tal caso, se fundamentará
el fallo y su motivación sucinta (art. 210.1), pudiendo las partes manifestar su intención de no
recurrir esta resolución (art. 210.2).
No obstante, al no ser esta resolución «definitiva» (art. 455.1), en el sentido de que no cierra las
puertas al procedimiento, no parece que pueda caber, contra ella, recurso de apelación (art. 455.1).
Resolución desestimatoria. Si la resolución fuera desestimatoria de la acumulación, continuará
el procedimiento exclusivamente con respecto a la pretensión principal (art. 419 in fine).
Resolución favorable. Si la resolución fuera favorable, la pretensión acumulada se erigirá
también en objeto procesal, debiendo recaer también sobre ella la actividad probatoria y siendo
objeto de resolución, conjunta con la principal, en la sentencia.
3. EL LITISCONSORCIO
A) Ámbito de aplicación
De todos los fenómenos de pluralidad de partes que se puedan suceder tanto en la posición actora,
como demandada, el artículo 420 tan sólo contempla la del litisconsorcio pasivo necesario, en sus
dos modalidades, propio e impropio.
En la comparecencia previa no se pueden plantear, pues, cuestiones relativas:
Ni al litisconsorcio activo (desterrado por la jurisprudencia).
Ni al voluntario, previsto en el art. 12.1, que no encierra más que un problema de
acumulación subjetiva de pretensiones (art. 72).
Ni la intervención de terceros, prevista en los arts. 13 y siguientes.
En materia de pluralidad de partes, el objeto de la comparecencia previa ha de circunscribirse a
permitir exclusivamente la entrada de partes materiales al proceso «cuando por razón de lo que sea
objeto del juicio la tutela jurisdiccional sólo pueda hacerse efectiva frente a varios sujetos
conjuntamente considerados» (art. 12.2) o, lo que es lo mismo, cuando la pretensión haya de
dirigirse contra los litisconsortes necesarios.
El litisconsorcio pasivo necesario se da cuando en la parte pasiva de la relación jurídico material se
encuentran una pluralidad de sujetos que han de ser llamados conjuntamente al proceso, porque
los efectos de cosa juzgada material de la futura sentencia se les van a extender a todos ellos por
igual, por lo que, a fin de que puedan ejercitar su derecho de defensa y de que no sean
condenados sin haber sido previamente oídos, hay que otorgarles todas las posibilidades de
alegación, prueba e impugnación.
En tal supuesto, la jurisprudencia, a fin de garantizar el derecho a la «tutela judicial efectiva» de los
litisconsortes, desde hace ya mucho tiempo ha impuesto la obligatoriedad de que sean demandados
todos ellos al proceso. Si el demandante incumpliera esa carga procesal de dirigir contra todos ellos
su demanda y obtener su efectivo emplazamiento se expondrá a que, bien a instancia del
demandado o incluso de oficio, el tribunal declare mal constituida la «relación jurídico procesal» y
B) Procedimiento
El juez debe conceder, en primer lugar, la palabra al demandado para que informe sobre los
presupuestos procesales, hayan sido o no tales «excepciones» planteadas en su escrito de
contestación a la demanda. Posteriormente, otorgará la palabra al actor y previo el examen de los
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testimonios de la sentencia (cosa juzgada) o de los escritos de demanda y contestación
(litispendencia) planteados en otro anterior procedimiento, resolverá lo que estime pertinente.
La resolución puede ser oral (art. 421.2) o escrita, mediante auto pronunciado dentro de los diez
días posteriores a la audiencia (art. 421.3). Pero la resolución oral solo puede suceder cuando sea
«desestimatoria», en cuyo caso ordenará la reanudación de la comparecencia (art. 421.2). Si fuere
estimatoria, y debido a la circunstancia de que puede incidir en el derecho a la tutela judicial
efectiva, habrá de estar, por exigencias del principio de proporcionalidad, minuciosamente motivada
en forma de Auto de sobreseimiento. Asimismo, aun siendo desestimatoria, puede utilizar el juez
esta última solución escrita «cuando la dificultad o complejidad de las cuestiones suscitadas sobre
litispendencia o cosa juzgada asilo aconsejen» (art. 421.3).
5. EL PROCEDIMIENTO INADECUADO
A) Relevancia
Como se encargan de disponer los artículos 249 y 250 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, son dos los
criterios para la determinación del procedimiento adecuado:
Ratione materiae.
Ratione quantitatis.
Ratione materiae (criterio cualitativo)
De conformidad con este criterio determinadas relaciones jurídico-materiales (las contempladas en
los artículos 249.1 y 250.1) han de tramitarse con arreglo a las normas del juicio ordinario o del
juicio verbal, dando lugar a los oportunos procesos especiales, específicos u ordinarios con
especialidades procedimentales.
Ratione quantitatis (criterio cuantitativo)
En virtud de este criterio, las demandas cuya cuantía del bien litigioso exceda de 6.000 euros
habrán de dilucidarse a través de las reglas del juicio ordinario (art. 249.2), en tanto que las que no
excedan de dicho límite tendrán que tramitarse por las del juicio verbal (art. 250.2). No obstante, la
determinación de la cuantía tiene también importancia para la casación.
La determinación de la cuantía ostenta también singular importancia para el acceso a la casación,
toda vez que el artículo 477.2.2º cifra en 600.000 euros de valor del bien litigioso la suma de
gravamen necesaria para admitir un recurso de casación y, según reiterada jurisprudencia del TS,
dicho valor es el que ha quedado determinado en el escrito de demanda, a salvo que el demandado
la impugne en su escrito de contestación (art. 255.1).
Por todas estas razones la determinación de la cuantía en el escrito de demanda reviste una
singular importancia. Esta fijación de cuantía, si no es impugnada por el demandado (art. 255),
inadmitida por el juez (art. 254.1.II y 4), ni consentida por ambas partes en la comparecencia
previa (art. 422.1.II y 4) in fine), queda definitivamente determinada, con independencia de las
fluctuaciones que pueda experimentar el valor del bien litigioso (art. 253.1.II).
B) Naturaleza
En perfecta coherencia con la existencia de los dos anteriores criterios, cuantitativo y cualitativo,
para la determinación del procedimiento adecuado, los artículos 422 y 423 contemplan
respectivamente el planteamiento en la comparecencia previa de esta excepción de procedimiento
inadecuado «por razón de la cuantía» y «por razón de la materia».
No obstante, la excepción de procedimiento inadecuado ostenta en la nueva de la Ley de
Enjuiciamiento Civil una marcado carácter relativo: es un auténtico presupuesto procesal y, en
cuanto tal, examinable de oficio por el juez con anterioridad a la admisión de la demanda (art.
254.1.II y 4); pero precisa ser alegada expresamente por el demandado en su escrito de
contestación (arts. 255 y 405.3) a fin de que el juez pueda plantearla en la comparecencia previa,
lo que otorga a este requisito procesal también el carácter de «excepción procesal», en la medida
en que, una vez admitida la demanda, tiene el demandado la carga de alegar, en su escrito de
C) Procedimiento
Si el demandado hubiera impugnado, en su escrito de contestación, el procedimiento adecuado,
bien por razón de la cuantía, bien por la de la materia, el juez «oirá a las partes en la audiencia».
La norma anterior debe entenderse en el sentido de que escuchará, en primer lugar, a quien aduce
la excepción, esto es, al demandado y, en segundo lugar, al demandante.
a) Discrepancia con el valor de la cosa litigiosa
Si la discrepancia fuese con el valor de la cosa litigiosa o con el modo de calcular dicho valor, según
las reglas contenidas en el artículo 251, la resolución ha de ser distinta en función de que las partes
obtengan o no un acuerdo sobre este extremo y a resultas de sus alegaciones en la comparecencia
previa.
Si existiera mutua conformidad, «el tribunal resolverá… ateniéndose al acuerdo al que pudieran
llegar las partes respecto al valor de la cosa litigiosa» (art. 422.1). En esta materia, rige, pues, el
principio dispositivo, debiendo la resolución ser congruente con lo comúnmente aceptado por las
partes.
b) Discrepancia «ratione materiae»
Si la discrepancia fuera «ratione materiae», «el tribunal podrá decidir motivadamente en el acto lo
que estime procedente».
Es decir, no existe posibilidad de que las partes alcancen un negocio jurídico procesal sobre el
procedimiento adecuado, lo que parece absolutamente correcto (pues, sobre todo, en el caso de los
procesos civiles «inquisitorios» su objeto es indisponible), debiendo el tribunal dictar resolución,
bien confirmando el juicio ordinario, bien dando a la pretensión su cauce procedimental adecuado.
c) Discrepancia sobre el procedimiento aplicable
Si existiera discrepancia entre las partes sobre el procedimiento aplicable, el tribunal resolverá lo
procedente con arreglo a «los documentos, informes y cualesquiera otros elementos útiles para
calcular el valor, que las partes hayan aportado» (art. 422.2).
Es decir, ha de tomar en consideración la prueba documental e informes presentados, por las
partes en sus escritos de demanda y de contestación (arts. 264.3 y 422.2).
D) Resolución
La resolución de este presupuesto/excepción procesal debiera contener exclusivamente alguna de
estas tres soluciones:
1. La confirmación del juicio ordinario.
2. La remisión al juicio verbal.
3. La remisión al procedimiento especial correspondiente.
No obstante, tanto el artículo 422.2.II como el artículo 423.3, intercalan la solución del
«sobreseimiento» del procedimiento, cuando el juez compruebe que la demanda ha sido
interpuesta fuera del plazo de caducidad, exigida por una norma material.
Esta solución es técnicamente muy defectuosa, principalmente por dos motivos:
Porque la caducidad de la acción nada tiene que ver con el procedimiento adecuado.
Porque la solución del sobreseimiento ha de ser reclamable frente al incumplimiento de todo
presupuesto procesal no subsanable y no sólo para el examen de la caducidad o el de los
«requisitos especiales de la demanda» que no son otros sino los previstos en el artículo 403
y que, según el artículo 423.3.II, su incumplimiento ha de ocasionar también el
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sobreseimiento.
No obstante, esta solución es la aplicable para el incumplimiento de todo presupuesto procesal
insubsanable o que, requerida su sanación, la parte interesada incumpliera este requerimiento.
La nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil ha incrementado notablemente la relación de
presupuestos procesales, de tal manera que el tribunal de oficio puede examinar los siguientes:
La caducidad y los presupuestos especiales de la demanda.
La capacidad de las partes (art. 9).
La jurisdicción.
La competencia objetiva y territorial imperativa (art. 404).
La subsanación de la acumulación de acciones en la demanda (art. 73.4).
La falta de postulación y de representación procesal (art. 414.2-4).
El litisconsorcio necesario (art. 420.3).
La litispendencia y la cosa juzgada (art. 421).
El defecto en el modo de proponer la demanda (art. 424.2).
Excepción hecha de este deficiente paréntesis legal, la solución de esta «excepción» procesal no
puede ser otra, sino la confirmación del juicio ordinario o la remisión de las actuaciones al
procedimiento correspondiente:
1. Si confirmara el juicio ordinario o, lo que es lo mismo, si desestimara esta excepción, «la
audiencia proseguirá para sus restantes finalidades» (art. 423.1).
2. Si, por el contrario, el juez estimara este presupuesto/excepción procesal, reenviará el
procedimiento al adecuado, que ha de ser uno de los siguientes:
El juicio verbal. En este caso, y salvedad hecha de que el juez pueda efectuar el
señalamiento de conformidad con la agencia de señalamientos, el Letrado de la
Administración de Justicia procederá «a señalar fecha para la vista de dicho juicio» (art.
422.2.II y 423.3).
El procedimiento especial típico o específico correspondiente. Figura
contemplado en el Libro IV de la Ley de Enjuiciamiento Civil (familia, división judicial de
patrimonios y cambiario). Esta solución, aunque no esté expresamente prevista, se
infiere fácilmente de lo dispuesto en los artículos 422.1 («…el tribunal resolverá en el
acto lo que proceda…» y 423.1 («…podrá decidir motivadamente en el acto lo que
estime procedente…»).
Si la resolución fuera estimatoria o desestimatoria, se tratará de una impugnación por razón de la
cuantía o de la materia, y en ambos casos puede dictarse en forma oral (arts. 422.1 y 2 y 423.1). Si
la excepción planteada es la de inadecuación del procedimiento por razón de la materia y « la
complejidad del asunto lo aconseja» podrá el tribunal reservar esta decisión, en forma de auto, que
habrá de dictar dentro de los cinco días posteriores a la audiencia, la cual proseguirá para sus
restantes finalidades (art. 423.2).
6. LA DEMANDA DEFECTUOSA
A) Naturaleza y fundamento
La finalidad de la determinación del objeto procesal es doble:
De un lado, hay que reflejar con claridad y precisión la pretensión a fin de que el
demandado pueda contestarla con eficacia o, lo que es lo mismo, pueda ejercitar su derecho
de defensa.
De otro, dicha necesidad de claridad también reviste especial relevancia con respecto al
tribunal, que ha de satisfacer el derecho a la tutela del actor mediante una sentencia
motivada y congruente con la pretensión (art. 218.1). Para ello es imprescindible que el
actor cumpla con dicho deber de claridad y precisión a la hora de redactar su escrito de
demanda, tal y como exige el artículo 399.
De conformidad con este doble fundamento, la tradicional excepción dilatoria de « defecto en el
modo de proponer la demanda» se convierte, en virtud de lo dispuesto en el artículo 424, en un
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requisito procesal que participa, tanto de la naturaleza de las «excepciones», como de los
«presupuestos procesales».
Excepción procesal
Es una excepción porque puede ser expresamente alegada por el demandado en su escrito de
contestación (art. 405.3), en cuyo caso el artículo 424.1 dispone que será objeto de examen en la
comparecencia previa en la que el tribunal exigirá del actor las «aclaraciones y precisiones»
necesarias para que quede manifiestamente delimitada la pretensión y pueda el demandado
debidamente contestarla.
Presupuesto procesal
Al propio tiempo, es también un presupuesto procesal, por cuanto el artículo 424.1 expresamente
faculta al tribunal a apreciarla «de oficio» y a requerir al demandante tales «aclaraciones o
precisiones» que posibiliten, en último término, el cumplimiento de su obligación de congruencia.
B) Objeto
Pero, aun cuando el art. 399 establezca la carga del actor de fijar con claridad y precisión, no sólo
la determinación de las partes y la petición (art. 399.1), sino también disponga la misma claridad en
la concreción de los hechos y su prueba documental (art. 399.3), el deber de reflejar los
fundamentos de derecho con la debida separación (art. 399.4) y con la misma separación y orden
las peticiones (art. 399.5), el art. 424 tan sólo repara en la «claridad y precisión en la determinación
de las partes o en las pretensiones deducidas».
Y el número segundo del propio art. 424 dispone que «en caso de no formularse aclaraciones y
precisiones (requeridas por el Juez), el tribunal sólo decretará el sobreseimiento del pleito si no
fuese en absoluto posible determinar en qué consisten las pretensiones del actor o, en (su) caso,
del demandado en la reconvención o, frente a qué sujetos jurídicos se formulan las pretensiones».
Lo que vienen a establecer los anteriores preceptos es que la excepción de demanda defectuosa tan
sólo producirá su efecto típico de ocasionar un auto absolutorio en la instancia, si el demandante
incumple su carga procesal de delimitar los elementos esenciales de la pretensión, que son los
siguientes:
El elemento subjetivo, consistente en determinar las partes materiales.
El elemento objetivo, que, a su vez, cabe desglosar en la exposición clara y precisa de la
petición y de su causa o fundamentación, la cual, en virtud de la tesis de la sustanciación de
la demanda, que secunda, tanto la de la Ley de Enjuiciamiento Civil como la jurisprudencia,
consiste en los hechos jurídicos que le sirven de fundamento y no en su calificación jurídica,
con respecto a la cual «iura novit Curia» -> El tribunal es dueño en su sentencia de aplicar a
los hechos otros títulos jurídicos distintos a los expresamente invocados por el actor en su
escrito de demanda (art. 218.1.II).
C) Procedimiento
Si el juez, de oficio, o el demandado en su escrito de contestación pusieran de manifiesto el
incumplimiento de determinados requisitos formales de la demanda, el tribunal « admitirá en el acto
de la audiencia las aclaraciones o precisiones oportunas», es decir, el juez requerirá al actor para
que subsane el incumplimiento de dichos requisitos formales de la demanda.
El objeto de esta excepción se contrae a posibilitar la subsanación exclusivamente de los requisitos
formales de la demanda, o, en su caso, de la reconvención, que consiste en una nueva demanda
que lanza el demandado contra el actor, proporcionando una inversión de «roles», como
consecuencia de la cual el demandante puede aducir esta excepción contra el demandado-
reconviniente.
Por tanto, no se puede, a través de este cauce procesal subsanar, ni defectos materiales de la
demanda (así, las aclaraciones sobre los hechos afirmados) ni los vicios, materiales o formales, en
los que pueda incurrir el escrito de contestación, defectos todos ellos que pueden también ser
A) A instancia de parte
Una vez finalizada la función saneadora de la comparecencia previa, el art. 426.2 faculta a las
partes a efectuar alguna «aclaración de sus alegaciones» o «rectificación de extremos secundarios
de sus pretensiones, siempre sin alterar éstas ni sus fundamentos».
a) Aclarar una alegación
Por aclarar una alegación podemos entender la introducción de elementos fácticos o jurídicos,
adicionales y secundarios, que contribuyan a hacerla cognoscible o inteligible, tanto por el juez,
como por la parte contraria. Esta labor de esclarecimiento comprende la de aclarar conceptos
oscuros o suplir cualquier omisión de la demanda o de la contestación, de modo similar al objeto
del llamado «recurso de aclaración de sentencias» (art. 267 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
b) Rectificar extremos secundarios de las pretensiones
Por rectificar extremos secundarios de las pretensiones podemos entender la adición, modificación
o supresión de elementos de hecho o de Derecho con la finalidad de alcanzar una mayor precisión
en la determinación de la pretensión y de su resistencia. Dicha facultad de rectificación alcanza
también el objeto de los propios de dicho recurso de aclaración de sentencias, tales como rectificar
los errores manifiestos o aritméticos o colmar las lagunas en las que hayan podido incurrir los
escritos de alegación.
B) De oficio
La labor de esclarecimiento y de rectificación de errores puede ser también suscitada de oficio por
el propio tribunal. A esta facultad se refiere el artículo 426.6 de la Ley de Enjuiciamiento Civil al
afirmar que «El tribunal podrá también requerir a las partes para que realicen las aclaraciones o
precisiones necesarias respecto de los hechos y argumentos contenidos en sus escritos de demanda
o contestación».
El objeto de esta actividad de esclarecimiento se contrae exclusivamente a los hechos y no a los
argumentos jurídicos, con respecto a los cuales «iura novit curia». Aunque el legislador utilice el
término «argumentos», no se refiere aquí a los fundamentos de Derecho de la pretensión, sino a
los argumentos que las partes pueden efectuar sobre los hechos y los medios de prueba alegados o
«valoraciones o razonamientos» a los que se refiere el segundo inciso del artículo 399.3.
No obstante, la novedad más importante de este precepto estriba en la derogación de las reglas de
distribución de la carga material de la prueba. Si la parte concernida cumple con dicho
requerimiento no existe problema alguno, rigiendo las normas tradicionales a las que nos referimos
en el epígrafe anterior. Ahora bien, si dicha parte incumpliera el referido requerimiento judicial, el
precepto dispone que «(…) el tribunal les advertirá de que puede tenerlos por conformes con
relación a los hechos y argumentos aducidos de contrario».
Lo que viene a establecer el precepto es la sanción a dicho incumplimiento mediante la « ficta
confessio». De la conducta omisiva de la parte interesada con respecto al cumplimiento de sus
obligaciones de esclarecimiento y de complitud fáctica, el legislador infiere que dicha conducta la
efectúa la parte porque habrá obtenido la convicción de que la eventual introducción de los
elementos de hecho complementarios le perjudicarían, en la medida en que podrían contribuir a un
descubrimiento de la verdad material favorable a las tesis de la parte contraria. Por esta razón
sanciona el incumplimiento de tales obligaciones procesales con los efectos de la «ficta confessio».
1. CONCEPTO
Se entiende por impugnación de un documento la negación de su autenticidad. Las partes no están
obligadas a presentar en el proceso los documentos originales, ya que dicha presentación, en
ocasiones, es imposible (así, la de la escritura pública matriz, que obra en poder del notario). Por
esta razón, el artículo 267 faculta a las partes a presentar una «copia simple» del documento, en
cuyo caso la parte contraria podría impugnar su autenticidad, bien por motivos de índole material o
formal:
Materialmente puede impugnarse un documento cuando existan dudas acerca de su
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contenido intrínseco, esto es, acerca del «hecho, acto o estado de cosas que documenten»
entre lo reflejado en la copia del documento y el mismo contenido del documento original.
Formalmente, cuando tales dudas surjan en torno a la «paternidad» o autoría del
documento.
Este trámite de impugnación de documentos ostenta un marcado carácter preclusivo, por cuanto, si
la parte interesada muestra su conformidad o no impugna expresamente el documento presentado
por la contraria, el tribunal habrá de estimar su validez formal y extender, sobre él, su valoración
probatoria.
2. CLASES
Al proceso civil pueden incorporarse tanto documentos públicos como privados. Por este motivo la
de la Ley de Enjuiciamiento Civil distingue la impugnación de cada uno de ellos.
A) Documentos públicos
La parte contraria puede impugnar la autenticidad de un documento público. En este caso, la parte
que ha aportado el documento tiene la carga de traer a los autos, si fuera posible, el « original,
copia o certificación del documento con los requisitos necesarios para que surta sus efectos
probatorios» (art. 267).
a) Impugnación de un documento de la demanda
Si se hubiera impugnado un documento de la demanda, la carga procesal de aportación en autos
del original, copia o certificación del documento, sólo puede suceder cuando el demandado haya
impugnado expresamente, en su escrito de contestación, la copia del documento. En este caso el
actor deberá acudir a la comparecencia previa con el original o pertinente certificación. Ahora bien,
si el demandado impugna el documento en la misma comparecencia previa, aun cuando el artículo
427 no lo diga de modo expreso, el juez deberá de suspender la comparecencia y otorgar un plazo
prudencial al actor a fin de que subsane este requisito.
b) Impugnación de copia autenticada. La diligencia de «cotejo»
Si lo que se ha impugnado es la copia autenticada (por imposibilidad de traer a los autos el
original), el demandante habrá de indicar en la comparecencia previa (si no lo ha hecho, con
anterioridad, en su escrito de demanda), la oficina o protocolo en donde se encuentra su original.
En este caso la contraparte instará al juez que disponga que por el Letrado de la Administración de
Justicia judicial se proceda a constituirse en la sede del archivo o local en donde se ubica el original
o matriz, para que proceda a efectuar la diligencia de «cotejo» o de comprobación de documentos
(art. 320.2).
Tratándose de un documento público la carga de instar el cotejo corresponde a quien duda de su
autenticidad. En estos términos ha de entenderse la expresión «en su caso» del artículo 427.1,
conforme a la cual sólo en el caso de la impugnación de un documento público (pues, en la de los
privados rige la regla contraria), quien lo impugna ha de «proponer prueba acerca de su
autenticidad».
c) Impugnación por deficiencias en la elaboración de las copias de los escritos de demanda y de
contestación
El tribunal podrá disponer la nulidad de actuaciones cuando la impugnación trajera como causa
deficiencias en la elaboración de las copias de los escritos de demanda y contestación (arts. 273 y
ss.) y siempre que su inexactitud afecte al derecho de defensa (art. 280).
d) Pago de costas y sanciones
Si una vez practicada la diligencia de cotejo, resultara manifiesta la exactitud o autenticidad del
documento, la parte que lo ha impugnado habrá de satisfacer las costas, gastos y derechos de este
incidente. Además, si el tribunal estimara que la parte que lo impugnó, incurrió en una conducta
temeraria, debe imponerle la sanción económica prevista en el artículo 320.3.
1. ÁMBITO DE APLICACIÓN
La nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil transformó sustancialmente este medio probatorio,
poniendo todo su acento en la designación privada de los peritos:
El artículo 265.1.5º permite la incorporación a la demanda de informes elaborados por
profesionales de la investigación privada, excepto que alguna de las partes haya instado la
designación judicial del perito en sus escritos de demanda o de contestación (art. 339.2).
El art. 336 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece, como momento preclusivo para la
incorporación de los dictámenes privados al proceso, el de los escritos de demanda y
contestación, si bien, si el demandante o demandado justifican que, para la adecuada
defensa de sus derechos, no pueden demorar la presentación de tales informes en sus
respectivos escritos de alegación, determinarán en ellos los dictámenes de los que pretendan
valerse, los cuales serán introducidos al procedimiento con anterioridad a la celebración de la
comparecencia previa (art. 337.1).
En la comparecencia previa es cuando la parte contraria puede manifestar lo que estime
conveniente acerca de la admisión, contradicción o ampliación del informe presentado (art. 427.2).
Asimismo, puede manifestar, si no lo han hecho con anterioridad, si debe el perito designado
prestar su informe en el juicio oral (art. 337.2) e incluso puede tachar al perito (art. 343.2) por
alguna de las causas contempladas en el artículo 343.1. No obstante, si desestimara la tacha y
apreciara en su proposición «temeridad o deslealtad procesal» podrá imponer a la parte la multa
prevista en el artículo 344.2.
3. LA SENTENCIA INMEDIATA
Dispone el art. 428.3 que, si las partes no hubieran alcanzado un acuerdo, pero hubieran
manifestado su conformidad con los hechos y su discrepancia fuera meramente jurídica, «el tribunal
dictará sentencia dentro de 20 días a partir del siguiente al de la terminación de la audiencia».
Con la nueva de la Ley de Enjuiciamiento Civil, si existen hechos controvertidos, el tribunal
dispondrá necesariamente al apertura de la audiencia principal, la hayan instado o no las partes, de
tal manera que la sentencia inmediata tan sólo puede suceder cuando exista plena y total
conformidad con los hechos aducidos por las partes.
Si existiera total conformidad, es evidente que no existirá tema de prueba, ya que esta actividad
tan sólo puede recaer sobre hechos controvertidos, razón por la que el artículo 428.3 permite al
tribunal obviar una innecesaria audiencia principal y dictar, sin más trámites y en el indicado plazo,
una sentencia en la que aplicará el Derecho pertinente, de conformidad con el aforismo romano
«iura novit Curia», sancionado por el artículo 218.1.II.
También dictará sentencia inmediata, si la única prueba a examinar fuera la documental o los
informes periciales (429.8)
I. CONCEPTO
II. CARACTERES
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil regula las disposiciones generales y los medios de prueba,
respectivamente en los Capítulos V y VI del Título I del Libro II:
El Capítulo V se divide en cuatro secciones relativas al objeto, necesidad e iniciativa de la
prueba; a la proposición y admisión; a otras disposiciones generales sobre la práctica de la
prueba y a la anticipación y aseguramiento de la prueba.
El Capítulo VI se divide en nueve secciones en las que se estudian los distintos medios de
prueba y su práctica, concretamente el interrogatorio de las partes; la documental pública y
privada; el dictamen de peritos; el reconocimiento judicial; el interrogatorio de testigos; los
modernos medios de prueba y las presunciones legales y judiciales.
Sin embargo, no toda la regulación sobre la prueba se encuentra en los citados capítulos V y VI,
sino que existen otras muchas normas probatorias dispersas a lo largo de la Ley que han de ser
tenidas en consideración. Sin ánimo de exhaustividad, podemos citar el art. 137 de la inmediación
judicial en el procedimiento probatorio; los arts. 217 y 218 sobre la carga de la prueba y la
motivación de la sentencia respecto de la valoración de la prueba; el art. 235 sobre la prueba en la
reconstrucción de los autos; los Cap. III y IV del Libro II, que se refieren al procedimiento
probatorio del medio de prueba documental, pericial de parte y de otros medios probatorios, así
como el tratamiento procesal de la aportación de las copias de los mismos; el juicio ordinario
también contienen sus particulares normas sobre la proposición y práctica de la prueba; igual
sucede con el juicio verbal; los arts. 460 y 464 sobre la prueba en el recurso de apelación; y el art.
752 de la particularidad de la prueba en los procesos civiles especiales con un interés público a
tutelar (ver también los arts. 759 y 767)
IV. OBJETO
1. CONCEPTO
La doctrina de forma prácticamente unánime identifica el objeto o tema de la prueba ( thema
probandi) con las afirmaciones realizadas por las partes sobre los hechos controvertidos y,
excepcionalmente, sobre normas jurídicas, que deben verificarse. De esta definición debemos
destacar dos notas:
1. Afirmaciones realizadas por las partes. El objeto de la prueba no es un hecho o una
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norma jurídica, sino las «afirmaciones» realizadas por las partes en relación con esos hechos
y tales normas. Los hechos existen con independencia de su introducción procesal, de ahí
que sólo puedan probarse los juicios valorativos sobre los mismos.
2. Relación existente entre el objeto de la prueba y el contenido de las alegaciones
procesales. En ambos casos, existen afirmaciones fácticas y jurídicas realizadas por las
partes en un determinado proceso. Ciertamente tal relación existe, pero no es del todo
simétrica, pues existen hechos alegados que quedan excluidos del objeto de la prueba, como
sucede con los hechos admitidos (art. 281.3) y los notorios (art. 281.4 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil).
A) La disconformidad
La controversia fáctica, es decir, la existencia de disconformidad o duda en las afirmaciones de las
partes, es el primer elemento que ha de constatar el juez al resolver la apertura del procedimiento
probatorio. Para ello, habrá de contrastar los hechos expuestos en los escritos alegatorios con los
señalados por las partes como objeto de la actividad probatoria en la audiencia previa del juicio
ordinario (arts. 428.3 y 429 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) o en la vista del juicio verbal (art.
443.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). El estudio de este análisis dará como resultado una
resolución de admisión o inadmisión del recibimiento del pleito a prueba, según que los hechos
sean controvertidos o admitidos, respectivamente.
Para el Tribunal, este análisis comparativo no es siempre tarea fácil. Ciertamente, en el proceso el
papel de las partes es clave para el análisis:
La intervención del demandante o actor, al exponer «de forma ordenada y clara» los hechos
de su escrito de demanda (art. 339.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
La intervención del demandado, al admitir o negar dichos hechos en su escrito de
contestación (art. 405.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil)
Para facilitar la labor del Tribunal, la de la Ley de Enjuiciamiento Civil dedica una serie de preceptos
referidos a la elaboración de los escritos de alegaciones y al desarrollo oral de la audiencia o de la
vista:
1. Carga procesal del actor de exponer ordenada y claramente los hechos de la demanda. La
Ley establece la carga procesal del actor de exponer ordenada y claramente los hechos de
su demanda «para facilitar su admisión o negación por el demandado al contestar» (art.
399.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). La consecuencia jurídica del incumplimiento de esa
carga es la posibilidad del demandado de oponer en su contestación la falta de claridad o
precisión de la demanda. El Tribunal, de oficio, también está facultado para poner de
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manifiesto dicha falta de claridad. Si no atendiera a tales peticiones, el juzgador podrá
sobreseer el pleito cuando no sea posible «en absoluto» determinar en qué consisten las
pretensiones del actor (art. 424.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
2. Carga procesal del demandado de admitir o negar los hechos del demandante. El
demandado también tiene la carga de admitir o negar los hechos alegados por el
demandante en su escrito de demanda, así como de exponer los hechos impeditivos,
extintivos y excluyentes con la misma claridad y orden. Si el demandado incumple esa carga
procesal podrá sufrir el perjuicio consistente en la ficta confessio, es decir, en la facultad
judicial de interpretar el silencio o las respuestas evasivas como admisión tácita de los
hechos que le sean perjudiciales (art. 405.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Igualmente,
el actor (e incluso el Tribunal de oficio) puede oponer en la audiencia la falta de claridad de
la contestación a la demanda, siendo de aplicación el antes citado artículo 424.2 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
3. Requerimiento del Tribunal. Finalmente, en la audiencia previa (y, aunque el legislador
guarde silencio, también en la vista del juicio verbal) el Tribunal puede requerir a las partes
para que aclaren o precisen los hechos alegados, advirtiendo que, en caso de no atender a
su petición, puede tenerlos por conformes «en relación a los hechos y argumentos aducidos
de contrario» (arts. 426.6 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Por tanto, el Tribunal está vinculado por las siguientes afirmaciones:
Las afirmaciones fácticas respecto de las cuales las partes muestren su «conformidad».
Las afirmaciones sobre hechos admitidos por la parte a la que perjudican.
Ante los anteriores supuestos, el Tribunal deberá considerar esas afirmaciones como establecidas a
los efectos del proceso y, consiguientemente, exentas de prueba. Además, un proceso, como el
civil, regido por los principios dispositivo y de aportación, presupone que los hechos admitidos por
las partes, no sólo no han de ser probados, sino que no deben serlo, pues la Ley lo prohíbe (arts.
282.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
B) La pertinencia
El requisito de la pertinencia del thema probandi, y su relación con los hechos en que las partes
basan sus pretensiones y resistencias, se encuentra expresamente recogido en los siguientes
artículos:
1. 283.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. «No deberá admitirse ninguna prueba que, por
no guardar relación con lo que sea objeto del proceso, haya de considerarse impertinente».
2. 24 de la Constitución Española:
El punto 1 del precepto consagra la prohibición de indefensión, en este caso, de la parte
que propone el concreto medio probatorio.
El punto 2 del precepto reconoce el derecho fundamental de todos a «utilizar los medios
de prueba pertinentes para su defensa».
Al estar consagrada la pertinencia en el artículo 24 de la Constitución Española, es la jurisprudencia
del TC la que ha desarrollado su sentido y alcance. En este sentido, el TC define la pertenencia
como la necesaria relación entre los medios propuestos y el objeto procesal. Para que el Juez reciba
a prueba el pleito y admita los medios probatorios propuestos es necesario que la parte solicitante
le convenza de la existencia de una «relevante» conexión entre el hecho objeto de la prueba y su
pretensión, ya que, de lo contrario, inadmitirá tal solicitud.
Por tanto, el derecho a la utilización de los medios de prueba «pertinentes» no priva al juzgador de
su facultad de enjuiciar la pertinencia de las pruebas en relación con el thema decidendi, es decir,
no configura una especie de «derecho absoluto e incondicionado» de las partes a que se practiquen
«todas» las pruebas por ellas propuestas, sino tan sólo las que estén dirigidas a esclarecer los
puntos controvertidos de las pretensiones o resistencias conforme lo previsto en la legislación
procesal.
De la jurisprudencia del TC se desprenden dos conclusiones relativas a la pertinencia:
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1. La clara relación que existe entre la «trascendencia» y la «pertinencia» del hecho objeto de
prueba, pues uno y otro elementos son exigidos como partes integrantes del derecho
fundamental a la prueba, en relación con el derecho de defensa (art. 24.1 y 2 de la
Constitución Española).
2. El consiguiente deber del órgano jurisdiccional de recibir el pleito a prueba y de admitir los
medios propuestos por las partes cuando siendo solicitados en el momento y en la forma
procesalmente oportunos resulte irrazonable privar a la parte de «los hechos decisivos para
su pretensión».
Por tanto, la resolución jurisdiccional que inadmita el pleito a prueba, por considerar que no existe
tema de la prueba, o que desestime el medio probatorio propuesto, al afectar a un derecho
fundamental, ha de ser especialmente cautelosa al exponer la razón de tal exclusión.
C) La utilidad
El artículo 283.2 regula la necesidad de que el hecho objeto de prueba sea «útil», es decir, que
contribuya al esclarecimiento de los hechos controvertidos «según reglas y criterios razonables y
seguros». Por tanto, la utilidad de la prueba se refiere a aquella actividad que, según la experiencia,
puede razonablemente esperarse que logrará el resultado apetecido, por existir una clara
adecuación entre el medio propuesto y el fin a conseguir.
Lo interesante de este requisito es su diferenciación con la pertinencia y la trascendencia, en
especial para aquellos casos en los que es conveniente rechazar el medio de prueba solicitado, no
por impertinente, sino por inútil (por ejemplo, la proposición de un excesivo número de iguales
medios probatorios -> ver art. 363 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
D) La licitud de su obtención
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil dedica dos preceptos al problema de la prueba ilícitamente
obtenida:
Art. 283.3. Afirma con rotundidad la imposibilidad de admitir como prueba (y, por tanto,
como hecho objeto de la misma) «cualquier actividad prohibida por la ley».
Art. 287. Regula el tratamiento procesal de la alegación y prueba de los medios de prueba
obtenidos con vulneración de los derechos fundamentales.
Los dos anteriores preceptos están inspirados en el artículo 11.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, norma que obliga a considerar dichas pruebas de valoración «prohibida».
El artículo 283.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ordena al Tribunal a excluir del objeto de
la prueba la actividad legalmente prohibida.
El artículo 287 de la Ley de Enjuiciamiento Civil es más problemático, al permitir que el tema
de la prueba verse, precisamente, sobre la afirmación de la existencia de medios de prueba
ilícitamente obtenidos. La parte afectada por la ilicitud probatoria tiene la carga de poner de
manifiesto este extremo «de inmediato».
La actividad probatoria consistirá en acreditar que la fuente (la declaración de una de las partes
plasmada en un documento bajo coacción o amenaza o el documento obtenido contra la voluntad
del recurrente, violentando su libertad y propiedad) o/y el medio de prueba (la documental, las
grabaciones de imágenes y sonidos, etc.) han sido obtenidos vulnerando derechos fundamentales
(secreto de las comunicaciones en grabaciones obtenidas sin la autorización de su titular; intimidad
del demandado en las imágenes y sonido conseguidas por un investigador privado en el domicilio
de aquél, honor en el reportaje videográfico obtenido en la vía pública sobre la convivencia marital
con tercera persona del cónyuge demandado beneficiario de pensión compensatoria, etc.). Esta
cuestión ha de resolverse con audiencia de las partes y con la práctica contradictoria de los medios
de prueba sobre la referida ilicitud. La resolución final sólo podrá ser recurrida oralmente en
reposición, pero la parte perjudicada podrá volver a plantear este problema en el recurso de
apelación contra la sentencia definitiva.
A) La costumbre
Según el del Código Civil, la costumbre constituye la segunda de las fuentes de nuestro
ordenamiento jurídico (art. 1.1), con carácter de norma de rango inferior a la ley (art. 1.3).
Además, el propio Código se remite a las normas consuetudinarias en numerosos preceptos
(usufructo de un monte —485 del Código Civil—, servidumbre de pasado para ganado —570 del
Código Civil—, servidumbre de vertiente de los tejados —587—, etc.). Sin embargo, a pesar de la
relativa importancia que la costumbre ostenta, la ley sujeta su aplicación a una regulación
restrictiva.
Para que una norma consuetudinaria sea aplicable, el del Código Civil y el artículo 281.2 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil establecen los siguientes requisitos:
El carácter subsidiario de la norma consuetudinaria respecto de la vigencia de una norma
con rango de ley (término empleado por el del Código Civil en un sentido amplio que, como
reitera la jurisprudencia, comprende los reglamentos en el ámbito del derecho
administrativo), de tal suerte que sólo la costumbre «praeter legem» [costumbre en
ausencia de ley] se convierte en fuente del Derecho.
En el respeto que toda norma consuetudinaria ha de tener «a la moral y al orden público».
La parte que invoque la aplicación de una norma consuetudinaria tiene la carga de la prueba
de su existencia y contenido, salvo que las partes estén conformes. De no hacerlo o, si
probada, el juez no tiene un grado de certeza suficiente para aplicarla, fallará en contra de
dicha parte que ha incumplido su carga formal de la prueba de la norma consuetudinaria.
La solución dada por la de la Ley de Enjuiciamiento Civil a esta materia consiste en equiparar a las
normas consuetudinarias con los simples hechos, puesto que si las partes no discuten su existencia
y contenido, no serán objeto de prueba (art. 281.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
B) El Derecho extranjero
a) La prueba de la norma extranjera
Al abordar su estudio, resulta fundamental el examen del art. 281.2 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil, que dispone, que son «objeto de prueba» la costumbre y el derecho extranjero, y respecto de
este último establece que «deberá ser probado en lo que respecta a su contenido y vigencia,
pudiendo valerse el tribunal de cuantos medios de averiguación estime necesarios para su
aplicación».
A diferencia de lo que sucede con la prueba de la norma consuetudinaria, las partes han de probar
siempre el contenido y la vigencia del derecho extranjero, no siendo posible su exclusión como
objeto de prueba a través de la admisión fáctica. Del mismo modo, la actual regulación, ni «faculta»
al Tribunal a ordenar la práctica de oficio de los medios de prueba, sino que se lo impone como un
deber de practicar la prueba del derecho extranjero, ni rige en relación del Derecho extranjero el
principio «iura novit curia».
Ello no obstante, en esta materia rige la carga material de la prueba, esto es (como veremos en la
lección siguiente), si el resultado final de la actividad probatoria desplegada por las partes no
conduce a la acreditación de la vigencia y contenido de la norma extranjera aplicable al caso y, por
tanto, el juzgador tiene una duda insalvable sobre la misma (que no puede disiparse ni con la
prueba de oficio), deberá dictar sentencia en contra de la parte sobre la que recaía la carga formal
de su acreditación.
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b) El Derecho comunitario
Con la incorporación de España a la Unión Europea, el Derecho comunitario no sólo ha dejado de
ser «Derecho extranjero», sino que sus normas priman sobre las disposiciones del Derecho interno
que se opongan a ellas y deberán aplicarse con preferencia.
La supremacía del Derecho comunitario no se refiere únicamente a los Tratados internacionales
constitutivos de las tres Comunidades (del Carbón y del Acero, Económica y de la Energía Atómica),
sino que se extiende al Derecho derivado (Reglamentos, Directivas, Decisiones), incluidos los actos
adoptados por las instituciones de las Comunidades antes de la adhesión.
1. Reglamentos
Los Reglamentos comunitarios gozan, por regla general, de aplicación o eficacia directa, son
obligatorios en todos sus elementos y constituyen el acto más solemne, el acto más importante del
bloque de la legalidad de la Comunidad. Excepcionalmente, carecen de efecto directo los que no
sean «self-executing», esto es, aquéllos que no son completos y jurídicamente perfectos, y
necesitan de apoyos complementarios de desarrollo para precisar el alcance de los derechos
particulares a los que aquéllos se refieren.
2. Directivas
Las Directivas comunitarias, a diferencia de los Reglamentos, no gozan, en principio, de eficacia
directa. Su naturaleza es similar a las Leyes de Bases necesitadas de un desarrollo posterior por los
Estados miembros. Pueden ser un acto general o particular, pero se dirigen a los Estados miembros
y únicamente obligan en cuanto al resultado. Sus efectos se suspenden hasta que el Estado
miembro las desarrolla dentro del plazo por ella fijado. Por tanto, las Directivas no forman parte del
objeto de la prueba cuando, al ser desarrolladas por los Estados miembros, se publican en sus
respectivos diarios oficiales, como si de una norma interna se tratase. Consiguientemente, en
España, el órgano jurisdiccional ha de conocerlas de oficio, pues, al desarrollar su normativa,
adoptan la forma de ley, y, naturalmente, se publican en el BOE.
3. Decisiones
Las Decisiones comunitarias son actos normativos individuales de las instituciones comunitarias
cuyos destinatarios no tienen necesariamente que ser Estados. Son obligatorias en todos sus
elementos para los destinatarios que ella designa.
c) Los Tratados internacionales
En el proceso civil no es infrecuente la aplicación de normas jurídicas contenidas en Tratados
internacionales en los que España ha manifestado su consentimiento en obligarse.
Conforme a la legalidad vigente (arts. 96 de la Constitución Española y 1.5 del Código Civil), las
normas jurídicas contenidas en los Tratados forman parte del ordenamiento interno una vez que
hayan sido «publicadas oficialmente en España», tal y como afirma el artículo 96 de la Constitución
Española.
Si cualquiera de las partes solicita en el proceso civil la aplicación jurisdiccional de una norma
jurídica contenida en un Tratado en el que España es parte, y ha sido publicado oficialmente en
nuestro país, no tiene la carga de la prueba del mismo, pues el órgano jurisdiccional tiene la
obligación de conocerlo, tratándose, ya, de Derecho interno. La doctrina internacionalista ( Díez de
Velasco y otros) es partidaria de que la publicación oficial sea el «requisito indispensable que
permita al Tratado crear derechos y obligaciones exigibles por los particulares ante los órganos
competentes», calificando nuestro sistema de «monista moderado».
Con esta calificación Díez de Velasco pone de manifiesto la posición intermedia de nuestro sistema,
entre los sistemas dualistas (que requieren la transformación del tratado mediante un acto
formal de normativa interna: ley, reglamento…) y monistas (el tratado se incorpora
automáticamente en el ordenamiento interno desde que entra en vigor, sin necesidad, por tanto,
del mencionado acto formal interno de transformación).
I. LA CARGA DE LA PRUEBA
1. CONCEPTO
Una vez que las partes han introducido los hechos en el proceso y practicados, en su caso, los
medios de prueba pertinentes, el juez tiene el deber inexcusable de resolver. El fin del proceso civil,
como el de todo proceso, consiste en satisfacer las pretensiones y residencias que,
respectivamente, dirigen al Tribunal el demandante y el demandado, para tutelar sus derechos
subjetivos e intereses legítimos.
El derecho fundamental a la tutela judicial efectiva se corresponde con la obligación del órgano
jurisdiccional de juzgar, como cometido que le viene atribuido por el Estado. La « jurisdictio» como
Poder del Estado para imponer la resolución del proceso mediante la aplicación jurisdiccional de la
norma al caso concreto es, por tanto, incompatible con la abstención del juzgador de resolver el
litigio «so pretexto de oscuridad, insuficiencia o silencio de la Ley» o por dudar de la realidad de los
hechos integrantes del supuesto fáctico de la norma cuya consecuencia jurídica solicitan las partes.
El conocimiento de las normas se presupone en quien tiene la misión de juzgar (« iura novit curia»)
y, por tanto, salvo en determinados casos, basta con que las partes fundamenten jurídicamente sus
pretensiones o resistencias. Sin embargo, sobre las partes recae la carga de probar la certeza de los
hechos trascendentales para la solución del litigio (art. 217.2-3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). La
falta de demostración o la prueba incompleta o insatisfactoria de los citados hechos, de manera que
el Juez no pueda llegar a establecer históricamente el relato fáctico más allá de una duda
razonable, no puede excusar al juzgador del cumplimiento del deber de resolver el litigio a través
de un «non liquet» («no está claro») que suspenda la decisión, o mediante una resolución del
asunto «como si» estuviese convencido de la realidad de los hechos, según un criterio arbitrario o
aleatorio.
La Ley, en el derecho continental, es la que ha establecido unas reglas imperativas que determinan
las consecuencias que, para el juez, ha de tener la falta o insuficiencia probatoria al resolver el
litigio. Estas reglas son calificadas por la doctrina como «carga de la prueba».
Las reglas de la carga de la prueba tienen una doble dimensión:
De un lado, afectan a las partes, porque les indican la necesidad de probar sus afirmaciones
y el ámbito del derecho a probar que ostentan en el proceso.
De otro, son la única salida para la encrucijada en la que puede encontrarse el Tribunal
cuando «duda» acerca de la certeza de los hechos probados, bien porque no lo han sido,
bien porque la prueba ha sido insuficiente o insatisfactoria. Dicha solución consiste en
resolver en contra de la parte que no ha probado los hechos dudosos que integran el
supuesto fáctico de la norma jurídica cuya aplicación pretende.
Rosenberg define la carga de la prueba como la necesidad de las partes de probar los hechos que
constituyen el supuesto fáctico de la norma jurídica que invocan a su favor a riesgo de obtener una
resolución desfavorable a sus pretensiones y resistencias. Para Rosenberg la carga de la prueba es
la «columna vertebral del proceso».
3. DISTRIBUCION
El artículo 217 LCE regula la distribución del onus probandi entre las partes. El apartado segundo se
refiere a las afirmaciones fácticas que ha de probar el actor (y el demandado reconviniente), y el
apartado tercero a la carga probatoria del demandado (y del actor reconvenido).
1. CONCEPTO Y FINALIDAD
A) Concepto de valoración de la prueba
La valoración de la prueba practicada es la operación final del procedimiento probatorio,
encaminada a la obtención por el juzgador de una convicción sobre la veracidad o falsedad de las
afirmaciones que integran el «thema probandi». Estas afirmaciones son normalmente fácticas y,
sólo extraordinariamente, jurídicas.
El juez es el destinatario de la prueba. Su misión en este campo consiste en lo siguiente:
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1. Ponderar críticamente el material probatorio aportado y practicado en el juicio.
2. Ordenarlo.
3. Desechar el material probatorio obtenido en violación de los derechos fundamentales (la
prueba prohibida prevista en los artículos 11.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y 287 de
la Ley de Enjuiciamiento Civil).
4. Interpretar las declaraciones verbales o escritas realizadas.
5. Comparar las versiones divergentes y los distintos medios de prueba practicados.
6. Tras los pasos anteriores, el juez debe conseguir lo que Döhring describe como un «cuadro
armónico, consecuente y dotado de sentido».
7. El cuadro anterior ha de completarse con las aportaciones fácticas admitidas y no discutidas
por las partes («ficta confessio») en sus escritos de alegaciones y en el juicio oral o en la
vista.
Las operaciones del esquema anterior integran el juicio del Tribunal sobre la verosimilitud del
resultado probatorio.
Tras el examen comparativo del resultado probatorio, el Tribunal ha de establecerlo como probado
o no probado en la premisa fáctica de la sentencia. En este último caso, el Tribunal debe aplicar las
reglas de la carga de la prueba sobre la parte que la soporte para evitar un «non liquet», cuando el
juzgador duda sobre la realidad de una afirmación fáctica relevante.
B) Finalidad de valoración de la prueba
El fin de la valoración de la prueba consiste en el convencimiento del juzgador sobre la verdad o
falsedad de determinadas afirmaciones discutidas en el proceso.
A pesar de lo expresamente previsto en el artículo 217.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, la
finalidad de la valoración no es hallar la «certeza» de una afirmación parcial vertida por el actor o el
demandado. La finalidad es menos ambiciosa: se limita a intentar persuadir al órgano jurisdiccional,
a través de los medios de prueba practicados, de que determinados datos procesales, considerados
por las partes como trascendentales para el éxito de sus pretensiones, son ciertos. Por tanto, la
«certeza» de un hecho aportado o de un medio de prueba practicado por una de las partes y el
«convencimiento» jurisdiccional de la realidad de los mismos no son, lógicamente, conceptos
análogos. Por esta razón, la doctrina procesal ha optado por abandonar el polémico tema de la
«búsqueda de la verdad», ante las enormes dificultades (por no decir imposibilidad) de
conocimiento de la verdad «entera», en un instrumento limitado como es el proceso, acogiéndose,
en su lugar, a la idea de «lograr el convencimiento judicial» (Rosenberg).
De acuerdo con la doctrina y la jurisprudencia, la finalidad de la apreciación probatoria puede ser
entendida como la «creencia» jurisdiccional de haber alcanzado la certeza sobre la verdad o
falsedad de los hechos objeto de prueba. Por tanto, implica una aspiración de encontrar una meta,
que coincidiría con la «verdad material» o «única verdad» en el conocimiento de la realidad del
hecho controvertido, no obstante las limitaciones propias de la vigencia de los principios dispositivo
y de aportación de parte en el proceso civil, pues los Tribunales dictarán Sentencia de manera
congruente con «las demandas y con las demás pretensiones de las partes, deducidas
oportunamente en el pleito» (art. 218.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
La certidumbre personal del juez sobre la realidad o falsedad de la afirmación discutida es el
juicio valorativo que determina el establecimiento de la misma en la sentencia. La «voz interna» del
juzgador es reconocida por la generalidad de los sistemas procesales, siempre que se base en
medios probatorios sólidos y, con frecuencia, tras superar las dudas que ofrece la contradicción
resultante entre los distintos medios de prueba. El análisis de cada uno de ellos, de su verosimilitud,
son partes necesarias del procedimiento intelectual que conduce a « la plena certidumbre», a la
«plena incertidumbre» o a la «duda» acerca de la existencia de la afirmación controvertida alegada.
I. EL PROCEDIMIENTO PROBATORIO
C) Practica
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil dedica diversos preceptos a la ordenación de la práctica de los
medios de prueba admitidos:
Los artículos 289 a 292 regulan las «Disposiciones generales sobre la práctica de la prueba».
Las normas relativas al juicio ordinario (arts. 429-433) y al juicio verbal (arts. 443.4, 445 y
447.1).
a) Las obligaciones procesales de los sujetos intervinientes
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil ha incrementado las obligaciones procesales de las partes, de
sus representantes y letrados, así como de los terceros (peritos, testigos) que intervienen en la
práctica de la prueba, con el fin de asegurar el correcto desarrollo de esta fase del procedimiento
probatorio.
El procedimiento probatorio ya no es un instrumento que puede ser manejado solamente por las
partes. El Tribunal dispone de numerosas facultades para asegurar, de oficio, su correcto desarrollo,
de conformidad con las reglas de la buena fe procesal (arts. 247 de la Ley de Enjuiciamiento Civil)
para que no actúen con ánimo dilatorio. En estos casos podrá imponer multas pecuniarias de
notable cuantía a los responsables. Por ejemplo:
1. El que aporta un documento en un momento posterior a la fase de alegaciones con « ánimo
dilatorio o mala fe procesal» podrá ser sancionado con una multa de 180 a 1.200 euros
(arts. 270.2 in fine).
2. Quien introduce un hecho nuevo o de nueva noticia de manera igualmente torticera podrá
ser sancionado con una multa de 120 a 600 euros (arts. 286.4.II).
3. El litigante, testigos y peritos que dilatan el procedimiento por su culpa serán igualmente
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sancionados, pudiendo incurrir, incluso, en responsabilidad criminal (arts. 288, 292 y 304).
4. También se prevén sanciones por temeridad procesal en la impugnación del valor probatorio
del documento público o privado (arts. 320.3 y 326.2.II) o en la tacha de testigos (art.
344.2).
5. Además, las partes tienen la obligación de comparecencia para someterse al interrogatorio
judicial (art. 304), la de exhibición y aportación de documentos, así como la de soportar la
práctica de un análisis sanguíneo para la investigación de la paternidad, obligaciones todas
ellas que se sancionan con la ficta confessio (arts. 328-329 y 767.4).
No obstante, no sólo las partes, sino también el Tribunal tiene determinadas obligaciones
procesales en materia probatoria. Así, le asiste al órgano judicial:
La obligación de obtención de la «complitud» o exhaustividad del material de hecho a fin de
poder otorgar la satisfacción de la pretensión tan sólo a quien efectivamente le asiste la
razón y el Derecho, dentro y fuera del proceso; dicha obligación, aun cuando no esté
establecida expresamente, se infiere de la necesidad de colaborar en el aseguramiento de la
prueba mediante la práctica de las diligencias preliminares y actos de aseguramiento y
anticipación de la prueba que inste el futuro demandante
La obligación de formular indicaciones a las partes sobre la conveniencia de proponer
determinados medios probatorios ante una «insuficiencia de prueba» (arts. 429.1.II) o que
le informen sobre determinados extremos fácticos o jurídicos (arts. 433.4).
En general, de su obligación de descubrir la verdad material en el juicio oral, ejecutando su
derecho a preguntar a todos los intervinientes en la prueba, a las partes, testigos y peritos,
a fin de discutir con todos el tema de prueba propuesto, todo ello en punto a obtener la
verdad material de las afirmaciones controvertidas por las partes en sus escritos de
alegaciones y poder, así, tutelar exclusivamente los derechos subjetivos vulnerados,
rechazando las pretensiones de las partes que, moviéndose con « chicanas y enredos», tan
sólo proporcionan una injusta verdad formal en el proceso.
b) Lugar
Con carácter general, la prueba ha de practicarse en la sede del Tribunal (arts. 268.1 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial y 429.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
No obstante lo anterior, podrán practicarse en cualquier lugar del territorio de la jurisdicción del
Tribunal «cuando fuere necesario o conveniente para la buena administración de justicia» o lo
demandara la propia naturaleza del medio de prueba o las circunstancias de la práctica de la prueba
(la prueba anticipada del art. 311) (art. 268.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial). Así,
excepcionalmente, lo dispone el artículo 429.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil previa solicitud de
parte, y cuando la totalidad o gran parte de la prueba haya de practicarse fuera de la sede del
Tribunal competente.
c) Tiempo
Debido a la distinta regulación del juicio ordinario y el juicio verbal, es necesario realizar la siguiente
diferenciación:
1. Juicio ordinario
En el juicio ordinario, una vez admitidos los medios de prueba, el Letrado de la Administración de
Justicia o el juez, si el señalamiento se puede efectuar en el acto, señalará, teniendo en cuenta las
necesidades de la agenda de señalamientos, la fecha del juicio en el plazo máximo de un mes
desde la terminación de la audiencia (art. 429.2).
Excepcionalmente, si el juicio se celebra fuera de la sede del Tribunal, ese plazo puede ampliarse a
dos meses (art. 429.3).
Al determinar el mencionado plazo, el juzgador debe de tener presente lo siguiente:
Que salvo en los casos en que la ley disponga otra cosa, entre el señalamiento y la
celebración de la vista deberán mediar, al menos, diez días hábiles (art. 184.2).
Que al fijar el plazo influyen diversos factores como el número de testigos y peritos
propuestos como medio de prueba, y si han de ser citados por el juzgador «con la antelación
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suficiente», o si las partes solicitan auxilio judicial (con los correspondientes exhortos) para
determinadas declaraciones e interrogatorios (art. 429.5).
2. Juicio verbal
En el juicio verbal, la práctica de la prueba tiene lugar de inmediato («se practicarán
seguidamente» dice el artículo 443.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), es decir, en la vista que se
está celebrando. Para ello, el Tribunal, al citar a las partes a la vista, ha de advertirles que han de
concurrir a la misma con los medios de prueba que estimen pertinentes (arts. 440.1.III).
d) Forma
La práctica de la prueba se desarrolla contradictoriamente, de forma oral, con inmediación y
publicidad (arts. 289).
La ley determina un orden general en la práctica de los distintos medios de prueba admitidos:
1. En primer lugar, se practicarán los interrogatorios de las partes y de testigos.
2. Se continúa con la declaración de los peritos.
3. En su caso, reconocimiento judicial en la sede del tribunal
4. Por último, la reproducción ante el juzgador de los instrumentos de filmación, grabación y
otros similares.
La actividad probatoria ha de realizarse, por regla general (art. 138.2-3 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil), en «audiencia pública» (arts. 138.1 y 289.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), ante la
inexcusable presencia del Tribunal sentenciador (art. 289.2). En ella intervienen las partes y sus
defensores, previamente citados al efecto (art. 429.5-7 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
La «publicidad interna» hace inexcusable la notificación a las partes de la práctica de cualquier
diligencia de prueba, por si quieren ejercer de ese derecho a intervenir en ella, bajo la dirección del
juez de la prueba.
La práctica de cada medio de prueba, el régimen de intervención en las mismas de las partes y del
Tribunal, está sometida a sus propias especialidades, pero todas ellas están sometidas a los citados
principios de inmediación, publicidad y concentración.
1. CONCEPTO Y SUJETOS
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 301 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, cualquiera de
las partes puede solicitar del Tribunal el interrogatorio de las demás sobre hechos objeto de la
prueba respecto de los cuales «tenga noticia», es decir, en los que han intervenido
«personalmente» (art. 307.1). Si la parte no ha intervenido directamente en los mismos ha de
comunicarlo al juzgador y contestar según «sus conocimientos» (art. 308), pudiendo proponer el
interrogatorio del tercero que tenga un conocimiento personal de los hechos.
Los sujetos de este medio probatorio son las partes procesales y no terceras personas (como
sucede con la testifical). En este sentido es conveniente realizar las siguientes puntualizaciones:
1. El demandante o el demandado tienen la facultad de proponer el interrogatorio de otras
partes («cada parte podrá solicitar del tribunal el interrogatorio de las demás…» -> art.
301). Consiguientemente, no es posible que una parte proponga su propio interrogatorio.
Las partes tienen la carga procesal de introducir los hechos pertinentes para su defensa en
la correspondiente fase de alegaciones; más tarde, en la audiencia previa, pueden realizar
alegaciones complementarias, pero en ningún caso en el juicio oral o en la vista a través de
este medio de prueba, no sólo por lo dispuesto en el citado artículo 301, sino por la
preclusión surgida respecto de la introducción de los hechos en el proceso.
2. Los sujetos del interrogatorio son las partes, no sus representantes procesales (procurador).
La prueba de interrogatorio de la parte es un acto personal y, por tanto, el procurador no
puede contestar en nombre de su representado al interrogatorio de las partes. Aunque la
contraparte no se opusiese en el acto, el juez, de oficio, ha de denegar esta posibilidad por
vulnerar lo dispuesto en los artículos 301 y ss.
3. En el caso de que exista una pluralidad de partes activa o/y pasiva, la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil admite la posibilidad de que un colitigante proponga el interrogatorio de
los demás colitigantes, «siempre y cuando exista en el proceso oposición o conflicto de
intereses entre ambos» (arts. 301.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Esta situación es
relativamente frecuente en los contratos de seguro de responsabilidad civil por daños (como
sucede en los accidentes de circulación) en los que el asegurado y la aseguradora pueden
tener intereses contrapuestos. Del mismo modo, cuando exista un litisconsorcio y la
contraparte solicita el interrogatorio de todos los litisconsortes, es posible que el Tribunal
limite el número de las partes sujetas al interrogatorio por razones de utilidad de la prueba
(así lo puso de manifiesto una sentencia de la AP de Murcia, en un juicio ordinario relativo a
petición de compra de acciones realizada a una entidad financiera, en el que los
demandantes eran 172 personas y se limitó el interrogatorio propuesto por el demandado a
12 actores elegidos al azar).
4. La de la Ley de Enjuiciamiento Civil también admite la posibilidad de solicitar el
interrogatorio de la parte principal material, ausente en el proceso, cuando la subordinada,
que ha comparecido en el proceso, no haya intervenido directamente en los hechos
controvertidos (arts. 301.2). Esto puede suceder también con las personas jurídicas o entes
sin personalidad, cuando su representante legal no haya intervenido en los hechos (arts.
309). En estos casos, ha de ponerse en conocimiento este dato en la misma audiencia
previa, identificando a la persona que intervino en los hechos objeto de prueba en nombre
de la sociedad, para que sea citada al juicio, bien en calidad de parte o de testigo en función
de su actual pertenencia o no a la citada sociedad.
B) Citación
Una vez admitido a trámite el medio de prueba, el Tribunal ha de citar a las partes para su
interrogatorio en el juicio oral o en la vista. La diferencia procedimental existente entre el juicio
ordinario y el juicio verbal requiere una matización:
Juicio ordinario: En el juicio ordinario las partes siempre han de estar representadas por
procurador y asistidas de letrado. Por ello el Tribunal se limitará a indicar verbalmente a las
partes o a sus representantes el día y la hora en que han de asistir al acto del juicio para la
práctica del interrogatorio (art. 429.6), con las advertencias previstas en el artículo 304.2, es
decir, apercibiendo a la parte interesada de que en caso de incomparecencia injustificada se
la podrá tener por confesa y ser sancionada con una multa de 180 a 600 euros (arts. 304 y
292.3).
Juicio verbal: En el juicio verbal, el Letrado de la Administración de Justicia siempre ha de
citar a las partes por escrito advirtiéndolas que han de comparecer en la vista con los medios
de prueba de que intenten valerse, con la prevención de que si no asistieran y se propusiera
y admitiera su declaración, podrán considerarse admitidos los hechos del interrogatorio
conforme a lo dispuesto en el artículo 304.
C) Obligación de comparecencia
El artículo 304 de la Ley de Enjuiciamiento Civil establece la obligación procesal de las partes
«citadas» de comparecer al juicio o a la vista para la celebración del interrogatorio. El
incumplimiento de esta obligación produce una doble consecuencia jurídica:
1. El Tribunal tiene la facultad discrecional (el artículo 304.1 dice «podrá») de interpretar la
ausencia como una admisión tácita («ficta confessio») de los hechos «en que dicha parte
hubiese intervenido personalmente y cuya fijación como ciertos le sea enteramente
perjudicial».
2. La imposición de una multa de 180 a 600 euros (arts. 292.4 al que se remite el citado art.
304.1).
Para considerar a la parte que no ha comparecido como confesa han de darse los siguientes
factores:
1. Que esta drástica ficción legal no es «automática e imperativa», sino excepcional,
constituyendo una facultad del tribunal. Al tratarse de una facultad discrecional del Tribunal,
éste es el único competente para aplicarla.
2. Que la parte no comparecida no haya justificado previamente su ausencia, aportando, por
ejemplo, un certificado médico de baja por enfermedad o solicitando un nuevo señalamiento
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de la vista o la suspensión del juicio o vista si lo considera imprescindible (arts. 183.3 y
188.1.4º de la Ley de Enjuiciamiento Civil, respectivamente).
3. Que rige el principio de justicia rogada, por lo que la parte solicitante del medio de prueba,
ante la incomparecencia de la contraria, ha de formular, no obstante, el correspondiente
interrogatorio y hacer constar las preguntas dirigidas a dicha parte incomparecida y solicitar
la aplicación de la «ficta confessio».
4. Que esta ficción no tiene un valor probatorio superior al de los demás medios de prueba, ni
exime de la aplicación de las reglas de distribución de la carga de la prueba. Ahora bien, si la
parte proponente únicamente dispone del interrogatorio de la parte contraria como medio de
prueba para acreditar sus hechos constitutivos, y ésta no comparece, habrá lugar a la
admisión tácita de los hechos del artículo 304 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
B) El testigo no es un perito
El tercero que declara como testigo es una simple persona que ha presenciado los hechos a cuyo
esclarecimiento puede contribuir con su declaración.
Diferencia importante:
Testigo: El testigo, al haber presenciado los hechos, es una persona insustituible.
Perito: El perito es un experto en la materia a quien se le encomienda la labor de analizar
desde un punto de vista técnico, artístico, científico o práctico la totalidad o parte de los
hechos litigiosos, por lo que puede ser sustituido por otro colega, pues es un tercero ajeno a
los hechos (de lo contrario podrá ser objeto de tacha o de recusación) que ha de
examinarlos a través de sus específicos conocimientos.
No obstante, si, casualmente, la persona reuniera la doble condición de testigo y de perito puede
ser llamada a declarar de conformidad con lo dispuesto en el artículo 370.4 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
Por tanto, la de la Ley de Enjuiciamiento Civil no impide este tipo de testimonios, pero somete su
valor probatorio al de los testigos (arts. 376). De todas formas, es poco probable que en el testigo
concurra, además, la condición de perito.
C) Capacidad
En principio, todas las personas son idóneas para participar en el procedimiento probatorio a través
de la testifical. La de la Ley de Enjuiciamiento Civil, en su artículo 361, parte de una regla general,
antiformalista, de habilitad para ser testigos. El citado precepto no impone límites generales tales
como la enfermedad mental o la minoría de edad. Sin embargo, regula lo siguiente:
Excluye a las personas que se encuentran «permanentemente privadas de razón o del uso
de los sentidos respecto de hechos sobre los que únicamente quepa tener conocimiento por
dichos sentidos».
Respecto de los menores de catorce años, «podrán» declarar si el Tribunal lo admite en
función del grado de «discernimiento necesario para conocer y para declarar verazmente».
La parte interesada en proponer a una determinada persona como testigo ha de sopesar el grado
de idoneidad de la misma y, en su caso, la posibilidad de citar como testigo a otra persona que la
sustituya. De lo contrario, será el Tribunal el encargado de admitir o no a esa concreta persona
para que declare como testigo, a la luz de los impedimentos puestos de manifiesto previamente por
la parte proponente o como consecuencia de lo acontecido al inicio del interrogatorio. En este
sentido, es especialmente interesante lo dispuesto en el artículo 355 respecto del reconocimiento
judicial de las personas.
2. PROCEDIMIENTO
A) Particularidades de la proposición
Los artículos 362 y 363 establecen unas especialidades respecto de la forma de proponer a los
testigos en la audiencia previa o en la vista.
1) El artículo 362 establece la carga procesal de las partes (al proponer a los testigos de que
intentan valerse para acreditar los hechos controvertidos) de indicar todos los datos de que
dispongan para la correcta designación de los testigos (nombre, apellidos, profesión, domicilio o
residencia, cargo que ostentan, etc.) y el lugar donde puedan ser citados.
Los extremos anteriores son imprescindibles, tanto para la citación judicial de los testigos, si así lo
solicita la parte proponente (art. 429.5), como para poder estudiar la existencia de tachas.
Aunque la proposición de este medio de prueba es oral, a efectos prácticos convendría aportar un
escrito en el que constaran todos estos datos para facilitar la labor del Juez, del Letrado de la
Administración de Justicia Judicial y de las demás partes.
2) No existe un límite legal del número de testigos a proponer. Aunque la rúbrica del artículo
363 («Limitación del número de testigos») parece anunciar lo contrario, lo cierto es que a
continuación dispone que «las partes podrán proponer cuantos testigos estimen conveniente» sin
que establezca un número mínimo o máximo de testigos a proponer por la parte interesada.
La limitación no es pues jurídica, aunque sí puede serlo desde un punto de vista fáctico, debido a
dos cosas:
1. De un lado, al lógico derecho que tienen los testigos a recibir una indemnización por los
gastos ocasionados por la declaración.
2. De otro, a la inutilidad de reiterar la declaración sobre un mismo hecho a través de una
multiplicidad de testigos con la consiguiente pérdida de tiempo del tribunal y demás
intervinientes en la audiencia.
Por ello, el artículo 363 sigue su redacción advirtiendo que, si una parte propone a más de «tres por
cada hecho discutido» estará obligada a abonarles dichas cantidades, en todo caso, es decir, con
independencia de que obtenga un pronunciamiento judicial favorable en materia de costas
procesales. Además, el apartado segundo del mismo artículo 363 establece la facultad del Tribunal
de inadmitir los sucesivos testimonios, a partir del tercero prestado, por considerarlos inútiles por
haber quedado «suficientemente ilustrado».
Por tanto, si bien no existen límites legales respecto del número de testigos a proponer y practicar,
desde un punto de vista estrictamente práctico las especialidades introducidas en el citado artículo
363 ponen de manifiesto la inconveniencia de proponer a más de tres testigos para que declaren
sobre los mismos hechos controvertidos.
C) Estatuto
Las personas citadas a declarar en calidad de testigos tienen las obligaciones de comparecer y decir
la verdad.
Una vez que el testigo ha comparecido en el lugar, día y hora indicados en la citación, antes de
declarar, ha de jurar o prometer decir la verdad:
Menores de edad: Se exceptúa de la afirmación anterior cuando la persona sea menor de
dieciocho años (arts. 365.2), en cuyo caso se le exime de esta obligación, pues es
criminalmente irresponsable (art. 19 CP).
Mayores de edad: Sólo los testigos mayores de edad han de someterse a esta exigencia, con
la conminación realizada por el Tribunal de poder incurrir en responsabilidad penal por falso
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testimonio (art. 365.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil en relación con los artículos 458 a
462 CP).
Para el cumplimiento de estas obligaciones, los testigos han de afrontar evidentes gastos y, por
ello, se les reconoce el derecho a que se les indemnice por los gastos y perjuicios que le ocasiona
«la declaración» (arts. 375 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Solicitud de indemnización
Esta indemnización de los testigos, que atendiendo a la citación realizada comparezcan ante el
Tribunal, ha de solicitarse por el testigo al Letrado de la Administración de Justicia que será el
competente para determinar el importe exacto de la misma mediante Decreto dictado al término del
juicio o vista.
Esta resolución del Letrado de la Administración de Justicia tendrá en cuenta « los datos y
circunstancias aportados» por el testigo (por ejemplo, gastos de locomoción, manutención, etc.),
sin perder de vista que el nacimiento del derecho a la indemnización del testigo se produce cuando
«declare» en el juicio o en la vista, pero no antes. Así, puede suceder que el juicio se suspenda y
que no se informe de dicha suspensión al testigo que efectivamente comparece en la fecha y hora
indicada y solicita la lógica indemnización. Sin embargo, la indemnización no se concederá hasta
que el testigo declare (precisamente para garantizar su presencia), pero el Tribunal tendrá en
cuenta «todos» los gastos ocasionados.
Parte obligada al pago
La parte obligada al pago es la que propuso este medio de prueba, con independencia de que
pueda recuperar ese importe si obtiene un pronunciamiento favorable respecto de la condena en
costas en la ulterior sentencia o auto definitivo. Si fueron varias las partes proponentes se
prorrateará el importe de la indemnización entre ellas.
Recursos
Este auto sólo será susceptible de ser recurrido en reposición (en el plazo de cinco días, art. 452);
si en los diez días siguientes a su firmeza la parte no pagara la cantidad judicialmente determinada,
el testigo podrá iniciar directamente el proceso de ejecución forzosa contra la parte deudora. Pero,
en caso de condena en costas, la parte vencida sólo sufragará los gastos de tres testigos por cada
hecho controvertido (art. 363).
2. CLASES
A) Documentos públicos judiciales
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 317.1º de la Ley de Enjuiciamiento Civil, tienen el
carácter de documentos públicos judiciales los expedidos por los Letrado de la Administración de
Justicias judiciales, únicos funcionarios públicos imparciales, a quienes les corresponde la potestad
jurisdiccional de instrumentación o potestad para dar fe (art. 145 de la Ley de Enjuiciamiento Civil),
respecto de «las resoluciones» judiciales dictadas (sentencias, autos y providencias —245 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial y 206 de la Ley de Enjuiciamiento Civil—) y de las «diligencias de
actuaciones judiciales de toda especie y los testimonios» expedidos sobre las mismas.
3. PROCEDIMIENTO
A) Aportación
a) La regla general
Lo relativo al momento de aportar la documental pública se regula en las disposiciones comunes a
los procesos declarativos sobre la «presentación de documentos, dictámenes, informes y otros
medios e instrumentos» (264 a 272 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). De conformidad con los
anteriores preceptos, los documentos públicos, al igual que los documentos privados, los
dictámenes periciales privados y los nuevos medios de prueba, han de aportarse por las partes al
inicio del proceso, esto es, como documentos que acompañan a los escritos de demanda y de
contestación (arts. 264 y ss.).
Documentos públicos procesales
Como consecuencia de la vigencia del principio de aportación de los hechos y de las pruebas, las
partes han de acompañar a los escritos de alegaciones los documentos públicos procesales,
esto es, los que acreditan el cumplimiento de los siguientes requisitos:
1. Determinados presupuestos procesales como los de la capacidad de postulación (la escritura
pública notarial de otorgamiento del poder general o especial para litigar de la parte actora o
demandada a favor de su procurador (art. 264.1º de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
2. La capacidad procesal de representante, es decir, el documento público que otorga la parte
material a favor de su representante —la parte procesal— (art. 264.2º)
3. El procedimiento a la cosa litigiosa, art. 264.3º.
4. La capacidad de conducción procesal (arts. 265.1.1º y 2º / 266.2º a 5º).
Documentos públicos materiales
Igualmente, las partes han de acompañar los documentos públicos materiales o «relativos al
fondo del asunto» (los números 1° y 3° del art. 265.1 hacen referencia a «los documentos en que…
funden su derecho a la tutela judicial que pretenden» y «las certificaciones y notas cualesquiera
asientos registrales…»).
En el caso de que las partes no dispusieran de los anteriores documentos, porque no pueden
acceder a los mismos, circunstancia que han de acreditar (los registros «públicos» permiten a los
interesados obtener las copias fehacientes y la de la Ley de Enjuiciamiento Civil presume la
posibilidad de su aportación), «podrán designar el archivo, protocolo o lugar en que se encuentren,
o el registro, libro registro, actuaciones o expediente del que se pretenda obtener una certificación »
(art. 265.2.I y II de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Preclusión
La consecuencia jurídica de la falta de aportación de la documental pública en la indicada fase de
alegaciones consiste en la preclusión, es decir, la imposibilidad de aportar después esos
documentos (art. 269 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), que se traduce en su inadmisión por
extemporáneos por parte del Tribunal, ya sea de oficio o por denuncia de la contraparte, salvo que
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sean meramente accesorios o complementarios. La providencia de inadmisión no es recurrible y
ordenará la devolución de los documentos a la parte que los aportó fuera del plazo legalmente
previsto (art. 272 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Inadmisión
En los casos especiales del artículo 266 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (demanda de
responsabilidad civil contra jueces y magistrados, el juicio de alimentos, el juicio de retracto y los
procesos sucesorios), no opera la preclusión, sino la inadmisión de la demanda (art. 269.2 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil). Esto es debido a que en estos supuestos especiales, la aportación de tales
documentos justifica el presupuesto procesal de la capacidad de conducción procesal que, en estos
supuestos, no sólo es vigilable de oficio, sino que también se erigen en un presupuesto procesal de
la admisibilidad de la demanda.
b) Excepciones
Existen excepciones a la regla general previstas en los artículos 265.3, 270 y 271 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
Tampoco son de aplicación las normas generales a los procesos especiales previstos en el Título I
del Libro IV, en los que existe un interés público a tutelar que provoca el justo equilibrio entre los
principios de aportación y de investigación y, por tanto, la inaplicación de los plazos preclusivos
para la introducción de hechos y de documentos.
1. Primera excepción
El artículo 265.3 permite que el actor aporte, en la audiencia previa del juicio ordinario (también
aplicable al contenido de la vista del juicio verbal, art. 443 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) nueva
documental para rebatir los hechos impeditivos, extintivos y excluyentes alegados por el
demandado al contestar a la demanda (en igual sentido, art. 426 sobre las alegaciones
complementarias y los hechos nuevos o de nueva noticia).
2. Segunda excepción
El artículo 270 admite, a su vez, una triple excepción respecto de los documentos materiales
(«relativos al fondo del asunto» dice el artículo 270.1):
Ser de fecha «posterior» a la fase de alegaciones o a la audiencia previa (arts. 270.1.1º).
Los documentos de fecha «anterior» a la demanda o contestación o, en su caso, a la
audiencia previa al juicio, siempre y cuando la parte que pretende introducirlos «justifique
no haber tenido antes conocimiento de su existencia» (art. 270.1.2º), lo que requiere de una
actividad probatoria justificativa de ese desconocimiento. Debido a la obligación que pesa
sobre las partes de actuar con buena fe, el Tribunal puede imponer una multa a esta parte,
si aprecia «ánimo dilatorio o mala fe» (art. 270.2).
Los casos sobre la falta de disposición de la documental por encontrarse en archivos o
registros, siempre y cuando se hubiera realizado en el escrito de demanda y de contestación
la correspondiente salvedad (art. 270.1.3º).
Asimismo, la jurisprudencia ha admitido, como prueba documental, la aportación en el periodo de
prueba, por los demandados, inicialmente en rebeldía, y referida a cuestiones debatidas en el pleito
e introducidas por el propio actor e incluso en la fase de diligencias finales de originales de
documentos, cuyas copias fueron impugnadas por la contraparte.
3. Tercera excepción
El artículo 271 establece un plazo preclusivo final, sometido a su vez a excepción, para la
aportación tardía de esos documentos.
Este precepto dispone la inadmisión de la documental aportada «después de la vista o juicio», es
decir, una vez finalizada la fase probatoria y la de conclusiones. La única posibilidad para su
aportación será solicitar diligencias finales o, en el peor de los casos, su aportación en la segunda
instancia. La antes aludida excepción permite la aportación de la documental « pública» (judicial y
administrativa) respecto de documentos dictados o comunicados con posterioridad a la fase de
conclusiones, en relación con «sentencias o resoluciones judiciales o de autoridad administrativa»
B) Modo de producción
Existe una enorme dispersión normativa respecto de la documental pública. Otra prueba de ello son
las dos disposiciones sobre la «Forma de presentación» (art. 267) o el «Modo de producción» (art.
318) de la documental pública.
a) Aportación original del documento
Una interpretación armónica de los artículos 267 y 318 de la Ley de Enjuiciamiento Civil aconsejaría
la aportación original del documento público para que tenga la fuerza probatoria privilegiada del
artículo 319, pues así se reduce la posibilidad de que la contraparte impugne su autenticidad a
efectos probatorios (arts. 320), prácticamente limitada a tacharlo de falso (en este sentido el
artículo 40.4-5 y 7 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
b) Aportación de copia o certificación «fehaciente»
Lo más frecuente es que las partes no dispongan de los originales, que son custodiados por los
fedatarios públicos. Por este motivo, las partes deberían aportar:
Copia o certificación «fehaciente» del documento público, esto es, la copia adverada
(certificada) por el fedatario público.
Copia simple del documento, en defecto de copia o certificación «fehaciente». Esta copia
simple también se expide con base en el documento original, pero, a diferencia de las
fehacientes, no utilizan papel timbrado, ni contienen nota de cotejo con el original y tampoco
queda nota de su expedición en el original o matriz.
Esta forma de presentación de los documentos públicos no contrarresta su privilegiado valor, pero
sólo lo tendrán si no es impugnada su autenticidad por la contraparte (arts. 318, 267 y 320).
c) Aportación de fotocopia
La aportación del documento público mediante mera «fotocopia» resulta más discutible. La
inadecuación existente entre las normas reguladoras del modo de producción de la documental
pública (arts. 318 y 267 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que guardan un ilustrativo silencio sobre
la presentación de fotocopias), y el artículo 334 de la Ley de Enjuiciamiento Civil («valor probatorio
de las copias reprográficas y cotejo») desaconsejan esta opción desde un punto de vista práctico.
d) Aportación mediante testimonio o certificación fehacientes de sólo una parte
El artículo 321 de la Ley de Enjuiciamiento Civil prevé el caso de la aportación de la documental
pública mediante «testimonio o certificación fehacientes de sólo una parte» de la misma (por
ejemplo, la aportación de una sentencia «no firme» cuando de su firmeza pueda depender la
eficacia de la cosa juzgada positiva). En este caso, sólo tendrá valor probatorio privilegiado (prueba
plena) «mientras no se complete con las adiciones que solicite el litigante a quien pueda
perjudicarle». Este precepto no señala el momento preclusivo para proceder a ese «complemento»,
porque rigen las antes mencionadas normas generales sobre la aportación tardía de la documental
(arts. 270 y 271 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
C) Obligación de exhibición
Los artículos 328 a 333 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regulan la obligación de exhibición por la
parte de los documentos existentes en poder de la contraparte o de terceras personas.
2. PROCEDIMIENTO
La aportación de los documentos privados, así como la obligación de que las partes y terceros
colaboren en la exhibición de los mismos, es común a la de la documental pública, es decir, han de
adjuntarse a los escritos de demanda y de contestación. Sin embargo, el modo de producción
difiere.
En relación al modo de producción, el artículo 325 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se remite al
artículo 268 del mismo cuerpo legal, para indicar a las partes la forma de presentación de este tipo
de documentos tan heterogéneo (documentos privados escritos bilateral o unilateralmente,
facturas, albaranes, recibos, ya sean en papel o mediante técnicas informáticas, etc.):
1. Las partes han de aportar el documento original.
2. Si no disponen del documento original, han de presentar una copia autenticada por
fedatario público competente.
3. En defecto de los anteriores, también se admite la aportación documental mediante copia
simple o fotocopia (arts. 268 y 334 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
I. LA PRUEBA PERICIAL
2. NATURALEZA JURÍDICA
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil 2000 parte de la base de que las pericias realizadas por los
técnicos son, por lo general, aportadas al proceso por las partes en la fase de alegaciones.
En la actualidad el dictamen pericial es un medio de prueba más que habrá de ser detenidamente
valorado por el juzgador:
El Tribunal es el único competente para apreciar los dictámenes periciales conforme a las
reglas de la sana crítica, sin que esté sometido a las conclusiones valorativas realizadas por
los técnicos.
Si el Tribunal duda acerca de la verdad o falsedad del hecho jurídico controvertido y
apreciado por los peritos, debería resolver la incógnita acudiendo a las normas de la carga
material del la prueba (art. 217.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) y no ordenar la práctica
3. CLASES
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 realiza una importante variación respecto de la
legislación anterior, al introducir, con carácter de regla general, la aportación al proceso de
dictámenes periciales privados. No obstante, también regula la designación judicial de peritos en los
casos legalmente previstos.
4. PROCEDIMIENTO
A) Dictamen de peritos aportados por las partes
La EM, en su epígrafe XI, párrafo 15, es la que se encarga de destacar las características
fundamentales de este tipo de pericial:
Nos dice que el nuevo régimen legal «simplifica» notablemente el procedimiento probatorio
de la pericial en comparación con la antigua de la Ley de Enjuiciamiento Civil, pues, por lo
general, es un medio aportado por las partes en sus escritos de alegaciones.
Además, la EM de la Ley de Enjuiciamiento Civil señala que «Se excluye la recusación de los
peritos cuyo dictamen aporten las partes, que sólo podrán ser objeto de tacha, pero a todos
los peritos se exige juramento o promesa de actuación máximamente objetiva e imparcial y
respecto de todos ellos se contienen en esta Ley disposiciones conducentes a someter sus
dictámenes a explicación, aclaración y complemento, con plena contradicción».
a) Aportación de los dictámenes en la fase de alegaciones
1. Arts. 265.1.4º y 336 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
Los artículos 265.1.4º y 336 de la Ley de Enjuiciamiento Civil hacen referencia al régimen general
de la aportación de los dictámenes periciales a instancia de las partes. Estos preceptos establecen
el momento procesal preclusivo de su aportación:
Juicio ordinario. En el juicio ordinario el momento procesal de su aportación coincide con
la presentación de los escritos de demanda y de contestación a la demanda. También rige
esta regla en los casos de demanda reconvencional y contestación a la misma.
Juicio verbal. En el juicio verbal, debido a que la contestación a la demanda se realiza
oralmente en la vista, el dictamen aportado por el demandado se introducirá al mismo
tiempo que la contestación oral, es decir, en la vista (arts. 265.4 y 336.1 y 4).
Los dictámenes privados están sometidos al principio de preclusión, de tal suerte que, si fueran
aportados con posterioridad a ese momento procesal serán inadmitidos por extemporáneos,
mientras que los presentados en plazo han de ser admitidos por el Tribunal, limitando su potestad
jurisdiccional al control del cumplimiento del examinado plazo común para su aportación.
Del mismo modo, si una de las partes desea que la contraria aporte un dictamen pericial que obra
en poder de ésta, también ha de solicitar la exhibición de ese medio de prueba, como si de un
documento privado se tratara, en la fase de alegaciones, con base en el artículo 328 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.
2. Condiciones de los peritos y de sus informes
Art. 340 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Título oficial. Estos tipos de dictámenes han de
ser elaborados por personas o entidades expertas en la materia. Por tanto, han de reunir los
requisitos previstos en el artículo 340 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (título oficial que
corresponda a la materia objeto del dictamen).
Es evidente que cuanto mayor sea la «auctoritas» del perito (mérito y capacidad), mayor será la
probabilidad de obtener el deseado convencimiento judicial respecto del resultado del peritaje.
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La ley, a diferencia de los dictámenes judicialmente designados, no limita a uno el número de
peritos privados, pudiendo valerse las partes de los que estimen oportunos.
Actuación objetiva. Todo perito habrá de jurar o prometer decir la verdad en su informe, lo que
significa, a la luz del artículo 335.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, actuar con « la mayor
objetividad posible», bajo responsabilidad criminal, tomando en consideración «tanto lo que pueda
favorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las partes».
Condiciones de los informes. Los informes habrán de aportarse mediante escrito original en el
que conste la fecha de su realización, la pericia practicada, así como los documentos necesarios en
los que se haya basado. Son esenciales, a la hora de obtener el convencimiento judicial, extremos
como los siguientes: el método utilizado, las premisas de las que se parte y las conclusiones lógicas
y razonadas, a las que se llega.
Si el escrito aportado no es siquiera original, sino una mera fotocopia, carente de fecha, sin orden
lógico en la exposición, «nos encontraremos ante un documento que no podrá ser tildado de
pericial, y, por tanto, carecerá de todo valor».
b) Las excepciones a la regla general
1. El «anuncio» de los dictámenes en los escritos de demanda y contestación
La primera de las excepciones permite la aportación posterior a la fase de alegaciones de los
dictámenes periciales, cuando exista «peligro de retardo» en la presentación de la demanda (por
ejemplo, transcurso del plazo de caducidad para el ejercicio de la acción).
Esta excepción pesa, lógicamente, con mayor rigor en el caso del actor que en el del demandado,
por la sencilla razón de que, en principio, el demandante dispone de amplios plazos para la
iniciación del proceso a través del escrito de demanda, mientras que el demandado ha de contestar
en el plazo de veinte días a la demanda (art. 404 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Por este
motivo, el demandante ha de «justificar cumplidamente» (art. 336.3 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) el motivo por el cual ha tenido que adelantar la interposición de la demanda sin la aportación
de su dictamen pericial; mientras que el demandado, solamente ha de «justificar» (art. 336.4 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil) la imposibilidad de aportar el correspondiente dictamen en el
mencionado plazo preclusivo de los 20 días.
Las partes han de indicar estas peticiones, expresando los informes de que intentan valerse en sus
respectivos escritos de demanda y de contestación, acreditando los motivos por los cuales no han
podido aportar las respectivas pericias. Además, han de aportar los dictámenes periciales
anunciados «en cuanto dispongan de ellos» y, en todo caso:
Con una antelación de cinco días al comienzo de las sesiones de la audiencia previa al juicio
ordinario (art. 337.1).
Al menos, cinco días antes de la iniciación de la vista en el juicio verbal con tramitación
escrita (arts. 337.1 y 338.2).
El motivo de la fijación de este plazo preclusivo con anterioridad a la audiencia previa o a la vista es
el de permitir que las mismas se celebren en igualdad de condiciones y con contradicción, sin que
sean necesarias suspensiones o interrupciones, precisamente, debidas a la aportación
maliciosamente tardía o intempestiva de los indicados informes.
Del mismo modo, y aunque la ley no diga nada en este sentido, es lógico que, en todo caso, el
demandante aporte el dictamen pericial con anterioridad al del demandado para que rija en toda su
intensidad el principio de igualdad y el contradictorio.
2. Aportación de dictámenes como consecuencia de las alegaciones del demandado o de las
alegaciones complementarias
Contrainforme. La segunda de las excepciones, siguiendo el régimen general de la aportación de
los documentos, faculta al actor a aportar un contrainforme a la vista de los hechos impeditivos,
extintivos o excluyentes introducidos por el demandado en su escrito de contestación a la demanda
(art. 338.1).
Otros dictámenes periciales. Igualmente, las partes podrán aportar dictámenes periciales cuya
utilidad o pertinencia se descubra como consecuencia de las alegaciones complementarias
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realizadas en la audiencia previa (art. 338.1 y 426.5 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), o por
tratarse de hechos nuevos o de nueva noticia (art. 286 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
En estos casos, las partes han de aportar los dictámenes periciales «con al menos» cinco días de
antelación al juicio oral probatorio del juicio ordinario o de la vista del juicio verbal (art. 338.2 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil).
c) La tacha de los peritos privados
Los peritos designados por las partes no podrán ser recusados, pero podrán ser objeto de «tacha».
Así lo dispone el artículo 124.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que se remite a los artículos 343 y
344 de la Ley de Enjuiciamiento Civil respecto de los motivos de la tacha de los peritos en términos
similares al de los testigos (parentesco, amistad o enemistad, interés en el litigio, etc.).
El momento para la formulación de las tachas difiere, pero todos ellos son igualmente preclusivos:
Si los dictámenes periciales se han aportado en la fase de alegaciones, la tacha ha de
plantearse en la audiencia previa del juicio ordinario.
En los demás casos, han de formularse tan pronto como sean conocidas, pero siempre antes
de que finalice el juicio o la vista (arts. 343.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Por tanto, no es válida la impugnación de la pericial en la segunda instancia, aduciendo el silencio
de la sentencia impugnada respecto de la tacha precisamente por haber sido tardíamente
formulada.
Medios de prueba
Las partes no han de limitarse a exponer los motivos de la tacha, sino que tienen la carga de
proponer los medios de prueba para su acreditación (art. 343.2.II). La de la Ley de Enjuiciamiento
Civil se inclina por la documental como el medio probatorio más apto para acreditar la tacha (art.
344.1), al tiempo que discrimina la testifical (art. 343.2.II).
Prueba de lo contrario
La prueba de lo contrario de la tacha pesa sobre la contraparte (art. 344.1), aunque la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil también faculta al perito a defender su honor solicitando al Tribunal que, al
término del proceso, declare la falta de fundamento de la tacha mediante providencia.
Valoración
Una vez formulada la tacha, con sus pruebas, así como su negación o contradicción, el Tribunal las
tendrá en consideración y las valorará al apreciar el medio de prueba pericial en el momento de
dictar sentencia (art. 344.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
d) Posible actuación de los peritos en el procedimiento probatorio
La última fase del procedimiento probatorio de los dictámenes periciales aportados por las partes
culmina con la posible actuación de estos profesionales en el juicio oral o en la vista. Esta
posibilidad depende únicamente de las partes, ya que el Tribunal no puede acordarla de oficio
porque así lo dispone el artículo 347.2, facultad solo prevista para los peritos judicialmente
designados.
Las partes tienen la carga procesal de solicitar esta actuación, por regla general, en la audiencia
previa (art. 429.5), precisamente como consecuencia de la necesidad de admitir o de contradecir
los dictámenes hasta ese momento presentados (art. 427). Es evidente que se trata de una
posibilidad de gran relevancia, al permitir al perito que explique o que amplíe su dictamen, así como
que responda a las preguntas, críticas y tachas contra él formuladas. De esta manera el juzgador
obtiene un mayor conocimiento de la pericial introducida por la voluntad soberana de las partes, no
sólo porque presencia esa intervención, sino porque puede participar activamente en la misma,
formulando de oficio las preguntas y explicaciones que considere necesarias respecto del dictamen
realizado (art. 347.2).
5. VALOR PROBATORIO
El artículo 348 de la Ley de Enjuiciamiento Civil dispone que «El Tribunal valorará los dictámenes
periciales según las reglas de la sana crítica». De esta breve, pero relevante norma, se infieren
varias consecuencias.
1) La valoración del dictamen de peritos viene regida por el principio de la libre valoración
de la prueba. De otro modo, el perito sería el «juez del hecho», cuando el proceso reclama que ese
papel corresponda exclusivamente al órgano jurisdiccional que aprecia los peritajes. En este
sentido, la jurisprudencia recuerda que el Juzgador ha de ser «perito de peritos». Por tanto, el
Tribunal es libre de apreciar el dictamen pericial, que no le es vinculante, aunque el juzgador
carezca de los conocimientos necesarios para valorar correctamente los hechos objeto del análisis.
Esta libertad ha sido calificada desde hace tiempo por el TS de «discrecional».
2) Tal y como sucede con otros medios de prueba informados por el principio de prueba
libre, tal libertad aparece sometida únicamente a las «reglas de la sana crítica», es decir, a la lógica
o al buen sentido del juzgador. El TS incide en que la apreciación de la prueba pericial es
«discrecional» en el Tribunal.
Las reglas de la sana crítica tan sólo vinculan indirectamente al Juzgador, por tratarse de un límite
de enorme laxitud que hace que no tenga apenas la restricción carácter preceptivo.
Sin embargo, el artículo 24.1 de la Constitución Española también exige al Juzgador, que aprecia la
pericia discrecionalmente, que «motive» las razones por las cuales admite o no las consecuencias
plasmadas por el perito en su dictamen, pues si el Tribunal de instancia no explica la desarmonía
entre las inequívocas apreciaciones reflejadas en el dictamen y las expuestas en el Sentencia
existirá un error en la valoración de la prueba, controlable a través de la apelación e, incluso, de la
casación por infracción de ley.
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3) El Tribunal no ha de discriminar los dictámenes periciales en función de su procedencia
(ya sean aportados por las partes o designados judicialmente) pues ambos tipos de pericias tienen
el mismo valor, por lo que han de ser apreciados por igual teniendo en cuenta su minuciosidad y
claridad. En definitiva, escogiendo el dictamen cuyo resultado final le resulte más convincente.
En este sentido, el TS recuerda que «la fuerza probatoria de los dictámenes periciales reside
esencialmente, no en sus afirmaciones ni en la condición, categoría o número de sus autores, sino
en su mayor o menor fundamentación y razón de ciencia, debiendo tenerse, por tanto, como primer
criterio orientador en la determinación de su fuerza de convicción el de conceder prevalencia, en
principio, a aquellas afirmaciones o conclusiones que vengan dotadas de una superior explicación
racional…».
No obstante, cuando las partes, de común acuerdo, apuestan por un dictamen pericial dirimente
ante la existencia de dictámenes privados contradictorios, a través de la designación judicial del
tercer perito propuesto por ambas partes, la jurisprudencia menor otorga cierta preferencia a este
último, no por haberlo acordado las partes, sino, una vez más, «por la mayor independencia que se
presuma de un nombramiento en el curso del proceso» (AP de Granada).
Los artículos 385 y 386 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regulan las presunciones procesales, que
se dividen en legales y judiciales. Concretamente, el artículo 386 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
regula las presunciones judiciales.
El legislador ubica sistemáticamente las presunciones a continuación de los medios de prueba. Las
presunciones están a medio camino entre los medios de prueba y la valoración de los medios de
prueba, ya que, de un lado, necesitan de los medios de prueba para la acreditación del indicio y, de
otro, el órgano jurisdiccional es el sujeto encargado de trazar definitivamente el nexo causal entre
el hecho admitido o probado y el hecho presumido en la sentencia. Por ello, las presunciones, más
que un medio de prueba, son una técnica para su valoración, basada en la inducción de una
determinada afirmación fáctica («hecho presunto» jurídicamente relevante), dimanante de una
serie de circunstancias llamadas «hecho admitido o probado» (art. 386.1.I). Sin las presunciones
judiciales, sería difícil, en más de una ocasión, resolver a favor o en contra del actor.
El TS ha señalado que la presunción judicial es «un juicio lógico por el cual, argumentando según el
vínculo de causalidad, que liga unos con otros los acaecimientos naturales y humanos, podemos
inducir la subsistencia o el modo de ser de un determinado hecho que nos es desconocido, en
consecuencia de otro hecho o hechos que nos son conocidos».
Ese «juicio lógico» es, por tanto, más propio de la fase de valoración de la prueba, que de la
prueba como medio. En la presunción «ab hominis», el acento se sitúa en el razonamiento
intelectual seguido por el juez para obtener un determinado dato y no en el instrumento del cual
éste deduce directamente el hecho controvertido (art. 386.1.II). Las presunciones, como «método
de prueba» judicial para extraer de una serie de datos acreditados por las partes, la existencia de
un hecho que se «presume» real, posee un cierto carácter subsidiario respecto de los medios de
prueba, pues si el hecho presumido aparece demostrado por un testimonio o documento, la técnica
presuntiva deviene innecesaria. Sin embargo, supletoriedad no debe confundirse con subestimación
de su importancia práctica, ya que los tribunales siempre necesitan de ella.
Del examen del artículo 386 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se desprenden dos requisitos:
1. Que el hecho base esté «admitido o probado»: Es necesario que el hecho base esté
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«admitido o probado», de lo contrario no habría indicio, sino mera probabilidad o simple
sospecha insuficiente como para dar por probado el hecho presunto. Dicho precepto
requiere, como premisa lógica, que las partes aleguen en sus escritos el hecho base de la
presunción (principio de aportación, en su vertiente fáctica), ya que el Juzgador no podrá
emplear su ciencia privada para introducirlo en el proceso.
2. Nexo o enlace causal: Debe existir un nexo o enlace causal que permita el «tránsito de un
acaecimiento conocido a otro desconocido», tal y como se desprende del artículo 386.1 de la
Ley de Enjuiciamiento Civil. En este sentido, el TS tiene declarado que «el enlace ha de
consistir en la conexión y congruencia entre ambos hechos, de suerte que la realidad de uno
conducta al conocimiento del otro, por ser la relación entre ellos concordante y no poder
aplicarse a varias circunstancias», de tal modo que cuando es «absurda, ilógica e inverosímil
la deducción que se pretende, ni que decir tiene que la llamada prueba indiciaria carece de
eficacia legal». A través de la «prueba» de presunciones tan sólo se puede cuestionar dicho
razonamiento y no el hecho base o indiciario.
La persuasión judicial obtenida a través de la técnica presuntiva no puede estar sujeta a límites, de
lo contrario nos hallaríamos ante una presunción legal (art. 385 de la Ley de Enjuiciamiento Civil)
que impone al juzgador tener por cierto, al margen de su convicción personal, el hecho presunto, si
la existencia del indicio le consta. Por este motivo siempre es posible que cualquiera de las partes
practique la prueba en contrario frente a la posible formulación de una presunción judicial (art.
386.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).
Aun cuando la apertura del proceso a prueba, su proposición y los actos preparatorios de la
audiencia principal se regule formalmente en los artículos 429 y 430, que están situados dentro de
la comparecencia previa, en realidad pertenecen a la fase de la audiencia principal o juicio oral,
viniendo a cumplir una función similar a la de la fase intermedia en el proceso penal.
Pero tales actos preparatorios suceden al término de la audiencia previa. Dentro de esta genérica
función de dicha comparecencia de preparar el juicio oral o audiencia principal, y una vez cumplidas
las funciones, consistentes en procurar una conciliación entre las partes, sanear el proceso de
obstáculos procesales y fijar, tanto el objeto procesal, como el tema de la prueba, sólo resta que el
tribunal efectúe los actos preparatorios necesarios que permitan ejecutar la prueba en dicho juicio
público, que ha de celebrarse con unidad de acto.
El artículo 429 de la Ley de Enjuiciamiento Civil se dedica a disciplinar esta función de preparación
de la actividad probatoria. Este artículo contempla, aunque de una manera un tanto confusa, cuatro
actos claramente diferenciados:
La apertura del proceso a prueba.
La proposición de prueba.
La admisión de cada uno de los medios probatorios.
El señalamiento a juicio con citación de testigos y peritos.
2. LA PROPOSICIÓN DE PRUEBA
Según el artículo 429.1.II de la Ley de Enjuiciamiento Civil, cuando el tribunal considere que, a la
vista, de un lado, de la proposición de los medios de prueba, efectuada por las partes, y, de otro,
del tema de la prueba, existe algún hecho controvertido con un vacío probatorio, lo indicará a las
partes, señalando incluso el medio de prueba que considera pertinente a fin de que complementen
su proposición de prueba.
B) La prueba anticipada
Con anterioridad al señalamiento del juicio, han de realizarse las pruebas « que no hayan de
practicarse en el acto del juicio» (art. 429.4).
Por «pruebas que no hayan de practicarse en el acto del juicio» cabe entender los actos de prueba
anticipada (arts. 293-296) y los de aseguramiento de la prueba (arts. 297-298), cuyo común
denominador estriba en la necesidad de practicar o de custodiar anticipadamente a la audiencia
principal un determinado medio o fuente de prueba que, por su fugacidad, puede desaparecer o
devenir su práctica imposible el día del señalamiento al juicio oral.
Tales actos de prueba «irrepetibles» pueden efectuarse incluso con anterioridad a la presentación
de la demanda. No obstante, en tal caso y en todo lo referente a la prueba anticipada, puede
alguna de las partes, en el momento de la proposición de la prueba, solicitar que se practique de
nuevo, en cuyo caso el tribunal valorará con arreglo a las normas de la sana crítica, tanto la
primera, como la segunda prueba anticipada (art. 295.4).
C) Las citaciones
Los artículos 429.5-7 y 430 se ocupan de las citaciones a las partes, testigos y peritos.
a) Las partes
Con respecto a las citaciones de las partes, dispone el art. 429.6 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
que «no será necesario citar para el juicio a las partes que, por sí o por medio de su procurador,
hayan comparecido a la audiencia previa».
En realidad, a la comparecencia previa necesariamente ha de concurrir la parte material o el
Procurador con poder especialísimo (art. 414.2-4). Pero, si la parte material comparece
personalmente, no es necesaria la intervención del procurador en la comparecencia previa, aunque
sí la del abogado. Podría ocurrir que, una vez frustrado el intento de conciliación intraprocesal, la
parte material se ausentara de la comparecencia previa, que se desarrollará exclusivamente para
determinar cuestiones jurídicas (saneamiento de presupuestos procesales, aclaraciones y fijación
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del objeto y de los hechos) con respecto a las cuales tan sólo es preceptiva y se justifica la
intervención del abogado. Tan sólo en este supuesto de incomparecencia de la parte material y
formal (procurador) se justificaría una citación ordinaria para emplazar a la parte a la celebración de
la audiencia principal. En los demás casos, en los que comparezca, bien el procurador, bien la
propia parte material la citación podrá hacerla verbalmente el Tribunal al término de la
comparecencia previa.
En dicha citación, sea verbal u ordinaria, el Tribunal apercibirá a la parte que, en caso de
incomparecencia el día del señalamiento del juicio, podrá sancionar el incumplimiento de esta
obligación mediante la «ficta confessio» (art. 304.2).
b) Testigos
Las partes habrán de determinar la relación de testigos que han de ser examinados por el tribunal
en la audiencia principal, indicando cuáles serán por ellas presentadas al juicio y cuáles deban ser
citados por el Tribunal (art. 429.5).
Dicha relación de testigos, que habrá de aportarse en el momento de la proposición de la prueba,
ha de contener los datos de identificación contenidos en el artículo 362 y si deben o no ser citados
por el tribunal.
c) Peritos
La prueba pericial ha sufrido en la de la Ley de Enjuiciamiento Civil vigente una profunda
transformación, siendo la regla general la de que las partes tienen la carga de aportar los
dictámenes periciales por escrito en su demanda y contestación (art. 336). Asimismo, las partes
deben, en tales escritos, proponer la designación judicial del perito (art. 339.2.II), si estimaran
conveniente esta modalidad de prueba pericial.
Pero, con independencia de esta prueba pericial escrita, las partes pueden proponer que los peritos
presten su informe verbalmente en el juicio oral, en cuyo caso habrán de indicar si deben exponer o
explicar su dictamen o responder a preguntas, objeciones o propuestas de rectificación o intervenir
de cualquier forma útil (arts. 337.2). En tal supuesto, y si se trata de dictámenes aportados junto
con los escritos de demanda y contestación o con anterioridad al inicio de la comparecencia previa
(art. 337.1), debe la parte manifestar en la comparecencia si debe el perito informar oralmente en
la audiencia principal sobre los extremos contenidos en el artículo 337.2. En tal caso, manifestará si
debe citar de oficio el tribunal al perito o se compromete la parte a presentarlo el día de celebración
del juicio oral.
Si se tratara de una designación judicial de perito con ocasión de alegaciones complementarias
efectuadas dentro de la comparecencia previa (art. 339.2), la citación se efectuará de oficio de
conformidad con el procedimiento previsto en el artículo 342.
Finalmente, si la pertinencia de una prueba pericial surgiera con ocasión de la contestación a la
demanda o de las alegaciones complementarias efectuadas en la comparecencia previa, pueden las
partes, con independencia de su informe escrito, instar el informe oral del perito, siempre y cuando
realicen dicha manifestación con cinco días de antelación a la celebración del juicio oral (art. 338.2).
En tal caso, no será necesario indicar al tribunal el modo de citación del perito en la audiencia
previa.
5. EL NUEVO SEÑALAMIENTO
Si cualquiera de los que hubieren de acudir al acto del juicio no pudieran asistir a éste por causa de
fuerza mayor u otro motivo de análoga entidad, podrá solicitar nuevo señalamiento de juicio. Esta
solicitud se sustanciará y resolverá conforme a lo previsto en el artículo 183.1.
El precepto confiere esta facultad a todos los intervinientes en la prueba y no sólo a las partes.
Pero, en cualquier caso, la solicitud habrá de fundarse en alguno de los referidos motivos (fuerza
mayor u otro motivo de análoga entidad) y acreditarse documentalmente (art. 183.1). A partir de
aquí el régimen del nuevo señalamiento es distinto, según lo soliciten las partes o los testigos y
peritos:
1. Las partes: Si lo solicitara la parte material, el nuevo señalamiento tan sólo será
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procedente para su declaración y aquellas diligencias de prueba que sea necesaria su
presencia personal (art. 183.3.2º) y si fuera el Abogado, el nuevo señalamiento será siempre
procedente, acreditada en ambos la justa causa (art. 183.2).
2. Testigos o peritos: Si quieres lo instaran fueran algún testigo o perito, el tribunal, una vez
apreciada la excusa, oirá a ambas partes en el plazo común de tres días y resolverá lo
procedente (art. 183.4).
B) La prueba prohibida
Si alguna de las partes alegara la inconstitucionalidad de algún medio de prueba válidamente
admitido (por ejemplo, una grabación telefónica contraria al artículo 18.3 de la Constitución
Española), habrá de pronunciarse sobre esa cuestión (art. 433.1.I).
Por pruebas prohibidas hay que entender las que violen los derechos fundamentales, las cuales no
pueden ser tomadas en consideración por el tribunal alguno (art. 11.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, segundo inciso).
En este supuesto, el tribunal actuará de la siguiente forma:
Si se evidenciara la violación de algún derecho fundamental, ordenará su exclusión de la
práctica de la prueba.
Si tuviera dudas acerca de su inconstitucionalidad dispondrá la admisión o ejecución del
medio probatorio, sin perjuicio de que posteriormente no tome en consideración su resultado
para fundar la sentencia, por apreciar que constituye un medio de prueba de valoración
prohibida.
3. LA PRÁCTICA DE LA PRUEBA
El artículo 433.1, al remitirse a los artículos 299 y siguientes, nos indica que, en la ejecución de la
prueba, han de observarse los requisitos y procedimiento contemplados en los artículos 299-386
(Parte General de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Además, deben tenerse presentes las
prescripciones sobre la prueba documental (arts. 269-272) y práctica de las vistas, contenidas en
los artículos 182-193, que contemplan reglas sobre la publicidad y sus excepciones, policía de
vistas, suspensión e interrupción del juicio oral, documentación y recusaciones.
La audiencia principal se desarrolla bajo la vigencia de los principios de oralidad, publicidad (salvo
que, para garantizar intereses constitucionales, se decrete la audiencia «a puerta cerrada»),
inmediación y concentración o unidad de acto en la ejecución de la prueba, a ser posible en una
sola audiencia, la cual se documentará mediante un medio (el DVD) apto para la grabación del
sonido y la imagen (art. 187). La intervención del Letrado de la Administración de Justicia, en ésta y
en todas las audiencias, no será preceptiva si se procede a su grabación audiovisual (arts. 137.3 y
147).
En la audiencia principal habrán de practicarse todos y cada uno de los medios de prueba previstos
en los artículos 299 y 431 (declaración de las partes, testifical, informe oral pericial, reconocimiento
judicial y reproducción de palabra, imagen y sonido).
Aunque en la ejecución de la prueba rija el principio de aportación, conforme al cual incumbe a las
partes, a través del «interrogatorio cruzado», examinar a sus intervinientes, no se le exonera al
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tribunal de su obligación de obtener la totalidad del material probatorio, a fin de descubrir la verdad
material, por lo que las facultades de investigación son notables. Y así, ha de presenciar
personalmente el juicio (art. 137) e intervenir activamente en la práctica de la prueba, solicitando
aclaraciones o explicaciones a la parte interrogada (art. 306.1), a los testigos (art. 372.2) o a los
peritos sobre el objeto de su dictamen (art. 347.2).
El orden de práctica de tales medios de prueba se contempla en el artículo 300, en cuya virtud, y
salvo que el tribunal decidiera por algún motivo justificado su alteración, es el siguiente:
1. En primer lugar, tiene lugar el interrogatorio de las partes.
2. En segundo, el interrogatorio de testigos.
3. En tercero, las declaraciones de peritos en los supuestos excepcionales que la de la Ley de
Enjuiciamiento Civil autoriza.
4. En cuarto, el reconocimiento judicial.
5. Finalmente, la reproducción de la imagen y sonido.
A) Prueba documental
El artículo 300 de la Ley de Enjuiciamiento Civil no hace alusión alguna a la prueba documental, por
la sencilla razón de que dicha prueba ha de aportarse junto con la demanda y la contestación y,
excepcionalmente (caso de alegaciones complementarias), en la audiencia previa (art. 426.5), en la
que también las partes habrán de manifestarse sobre la admisión o impugnación de los documentos
(art. 427).
No obstante, de esta regla hay que excluir los documentos contemplados en el artículo 270
(documentos nuevos, desconocidos o de imposible obtención), que pueden aportarse a la vista, si
bien el tribunal habrá de conceder la palabra a la parte contraria a fin de que se pronuncie sobre su
procedencia, pudiendo incluso el tribunal imponer una multa a la parte que proponga la inclusión
del documento en el proceso, si su aportación fuere intempestiva y existiera mala fe (art. 270.2).
C) Interrogatorio de testigos
A continuación ha de practicarse el interrogatorio de los testigos. Tras prestar juramento, el tribunal
formulará al testigo las «preguntas generales de la Ley», que se contemplan en el artículo 367, y
que, una vez contestadas, darán paso al interrogatorio por la parte que hubiere propuesto este
medio y, posteriormente, por la contraria.
El régimen de las preguntas y contestaciones es similar al de la declaración de las partes (arts. 368-
371). Además, cabe la posibilidad de que, a fin de descubrir la verdad material, el tribunal disponga
un «careo» o confrontación de declaraciones entre testigos y partes o testigos entre sí (art. 373).
E) El reconocimiento judicial
La diligencia de reconocimiento judicial, que puede practicarse en la audiencia, es la que no impide
el desplazamiento del tribunal fuera de su sede, pues, debido a la fugacidad de los elementos que
configuran el objeto de este medio probatorio, lo normal es que se haya practicado ya este medio
probatorio con anterioridad a la audiencia principal, bien como resultado de una diligencia
preliminar (así, la entrada y registro civil prevista en el artículo 261.4 en relación con el artículo
256.1.6), bien como acto de aseguramiento de la prueba (arts. 293 y ss.). Ésta es la razón por la
cual el artículo 300.4º condiciona la práctica de este medio probatorio a que «no se haya de llevar a
cabo fuera de la sede del tribunal».
Por tanto, el objeto de dicho reconocimiento ha de reconducirse al de las cosas muebles que
puedan trasladarse a la sala de la audiencia o al «reconocimiento de personas», al que se refiere el
artículo 355.
El reconocimiento judicial puede practicarse conjuntamente con la declaración testifical o el
dictamen oral de los peritos (arts. 356 y 357). Su resultado habrá de documentarse mediante acta
del Letrado de la Administración de Justicia y grabación en DVD (arts. 358 y 359).
C) Planteamiento de la tesis
Establece el art. 433.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil que «si el tribunal no se considerase
suficientemente ilustrado sobre el caso con las conclusiones e informes previstos en los apartados
anteriores, podrá conceder a las partes la palabra cuantas veces estime necesario para que
informen sobre las cuestiones que les indique».
Este precepto viene a consagrar, por vez primera en nuestro ordenamiento procesal civil, la
«utilización de la tesis», que fue iniciada en el proceso penal, a través de la fórmula contenida en el
artículo 733 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y fue también instaurada en el proceso
contencioso-administrativo (art. 65.2 LJCA).
Tesis no imperativa
No obstante, a diferencia del proceso penal en donde rige el principio acusatorio y donde no se
puede, por tanto, imponer al acusado una condena superior por un título de imputación distinto al
mantenido por la acusación, la utilización de la tesis en el proceso civil no es imperativa, porque
«iura novit Curia». Al regir la teoría de la sustanciación de la demanda, el tribunal es dueño de
solucionar el conflicto mediante la aplicación del Derecho objetivo, invocado por las partes, o de
reflejar en la sentencia otras normas aplicables, sin tener necesariamente que utilizar la tesis, tal y
como sucede también de manera necesaria en el proceso contencioso-administrativo.
Formula potestativa
Por esta razón, el artículo 433.4 utiliza una fórmula potestativa («podrá conceder a las partes…»),
que, en la práctica forense, debiera tornarse en imperativa en el caso de las pretensiones
constitutivas, en las que la utilización de nuevas causas de pedir produce una mutación esencial del
objeto litigioso, generando indefensión. Por tanto, en tal supuesto, debiera utilizar el tribunal la
tesis. No obstante, el problema puede surgir, si el demandante, que ha interpuesto una pretensión
constitutiva por una causa determinada, se negara a informar al tribunal sobre otra y distinta
«causa petendi», suscitada de oficio por el tribunal. En tal caso, no creemos que pueda ampliar la
sentencia a este nuevo objeto procesal, por cuanto contravendría el principio dispositivo, salvedad
hecha del hipotético supuesto de que una importante razón de protección del interés público
pudiera aconsejar dicha modificación del objeto procesal.
La Ley de Enjuiciamiento Civil dedica sus artículos 434.2, 435 y 436 a una nueva figura procesal
que denomina «diligencias finales», dirigida a reemplazar las diligencias para mejor proveer
previstas en la de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1881:
Diligencias para mejor proveer: Mediante las diligencias para mejor proveer el juez
podía soslayar los inconvenientes de un proceso civil inspirado en los principios de escritura,
mediación y publicidad interna, fragmentado en distintos procedimientos. En la práctica,
estas diligencias permitieron al juzgador dejar para el momento de dictar sentencia el
análisis del reflejo documentado de las distintas actuaciones procesales realizadas,
resolviendo los posibles problemas fácticos y probatorios que el litigio planteaba.
Diligencias finales: En un proceso civil basado en los principios de oralidad, inmediación,
publicidad y en un mayor equilibrio del principio de aportación de pruebas, la función el juez
ya no consiste sólo en dictar sentencia, sino también en ordenar materialmente el proceso y,
sobre todo, en descubrir la verdad material. Un proceso así concebido no necesita de las
diligencias para mejor proveer, ya que el juzgador puede y debe despejar sus dudas a lo
largo del juicio oral, y ordenar las aclaraciones o ampliaciones que tenga a bien reclamar a
las partes, testigos y peritos durante la práctica de los diferentes medios de prueba. Por
tanto, carece de sentido, y redundaría en indebidas dilaciones, que este juez, dotado de
amplios poderes de dirección probatoria, esperara hasta la última fase procesal para
interesarse por describir la verdad material y acordar la práctica de nuevos medios de
prueba, cuando puede y debe hacerlo con anterioridad, durante el procedimiento probatorio.
La vigente ley procesal común, cumpliendo el mandado constitucional del artículo 120.2, que
establece que «el procedimiento será predominantemente oral…», se acoge al principio de oralidad
(con sus «compañeros de viaje», la inmediación y la publicidad) y, en consecuencia, sustituye la
práctica de las diligencias para mejor proveer del proceso civil por una más activa presencia del
órgano judicial en el procedimiento probatorio.
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al regular los medios de prueba, tan sólo permite al órgano
judicial «completar» con sus preguntas los medios de prueba propuestos por las partes y admitidos
por el Tribunal, pero en ningún caso acordar ex officio la práctica de otros medios de prueba.
La regulación del «juicio ordinario» (el proceso declarativo ordinario «tipo», ver art. 249.2 de la Ley
de Enjuiciamiento Civil) está inspirada en la mencionada regla general de la oralidad con unidad de
acto, con una fase escrita de alegaciones, una fase oral (audiencia previa, prueba y conclusiones) y
sentencia. En este procedimiento se mantiene, de manera extraordinaria y complementaria, las
diligencias finales con las que, en cierta medida, se pretenden mitigar los inconvenientes de la
frustración probatoria.
II. CONCEPTO
El artículo 435 de la Ley de Enjuiciamiento Civil apunta una definición de la figura de diligencias
finales, al establecer que «Sólo a instancia de parte podrá el tribunal acordar, mediante auto, como
diligencias finales, la práctica de actuaciones de prueba, conforme a las siguientes reglas :…». Esta
ha de ser la regla general, la de que tales diligencias están sometidas al principio de justicia rogada.
Sin embargo, el mismo artículo 435, en su apartado segundo, también admite que el órgano judicial
pueda acordar, de oficio, diligencias de prueba con carácter excepcional y complementario (facultad
probatoria vislumbrada en el artículo 282 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, rubricado «Iniciativa de
la actividad probatoria»).
La ley procesal civil de 2000 regula las diligencias finales en los artículos 434 a 436, pertenecientes
al capítulo IV, del título II, del libro II. Se encuentran sistemáticamente encuadradas en el juicio
ordinario.
Las diligencias para mejor proveer eran de «común» aplicación a cualquier clase de proceso, salvo
disposición en contra. Sin embargo, las diligencias finales pertenecen en exclusiva a la fase de
sentencia del proceso declarativo ordinario calificado como «juicio ordinario».
Aunque la cuestión no es pacífica en la doctrina, las diligencias finales no resultan aplicables a los
demás procesos declarativos (al juicio verbal, previsto en los artículos 437 a 447), ni a los juicios
especiales regulados en el libro IV de la de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
Las diligencias finales tienen una inequívoca naturaleza probatoria. No obstante, por razones
sistemáticas queremos distinguir la finalidad de la práctica de las diligencias finales a petición de las
partes, de la ordenada de oficio por el juzgador.
1. A INSTANCIA DE PARTE
Según el artículo 435.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, la regla general es la solicitud de
diligencias finales a instancia de parte. Este supuesto tiene el triple propósito explicitado en las
reglas 2ª y 3ª, así como el punto 2 de la citada norma:
1. Art. 435.1.2: De practicar aquellos medios de prueba que no llegaron a realizarse durante el
procedimiento probatorio, a pesar de haber sido, entonces, oportunamente propuestos por
las partes y admitidos por el Juzgador.
2. Art. 435.1.3: De permitir al órgano jurisdiccional un mejor conocimiento sobre la verdad de
los hechos «nuevos», cuya realidad es discutida por la contraparte.
3. Art. 435.2: De permitir la repetición de los medios de prueba practicados por las partes « si
los actos de prueba anteriores no hubieran resultado conducentes a causa de circunstancias
ya desaparecidas e independientes de la voluntad y diligencia de las partes».
Los tres supuestos anteriores redundan en una mayor economía procesal. Con el trámite de
diligencias finales se trata de poder profundizar más en el tema de la prueba dentro del proceso,
otorgando mayores posibilidades a las partes, tratando precisamente de evitar la necesidad de
tener que acudir a la segunda instancia. En hecho de que la petición probatoria fuese
indebidamente denegada por el juzgador de instancia, podría provocar la necesidad de que alguna
de las partes tuviera que acudir a la segunda instancia con el único fin de repetir su petición
probatoria.
Primer propósito
Es requisito imprescindible para la admisibilidad de la petición de diligencias finales que el
solicitante haya acreditado su diligencia en la fase probatoria, esto es, que el medio o medios
probatorios cuya práctica solicita fueron entonces propuestos y admitidos, pero, a pesar de ello y
por causas ajenas a su voluntad, no pudieron efectivamente llevarse a cabo en su totalidad o en
parte.
Segundo propósito
En relación a los hechos «nuevos o de nueva noticia» previstos en el artículo 435.1.3º, también
será admisible la práctica de medios de prueba solicitados para el esclarecimiento de aquéllos,
2. DE OFICIO
La finalidad de la prueba «ex officio» se desprende expresamente del apartado segundo del artículo
435, al establecer que esta actividad está dirigida a «adquirir certeza» sobre los hechos relevantes
introducidos por las partes en el momento procesalmente oportuno, que han sido ya objeto de
actividad probatoria pero con resultados infructuosos («no hubieran resultado conducentes»)
debido a causas inimputables a la parte que propuso y practicó la prueba y, además, siempre que
tales impedimentos hayan desaparecido.
El artículo 435 viene a consagrar la «utilidad» de la prueba de oficio, dirigida a aportar elementos
relevantes para la correcta valoración de los medios probatorios «practicados por las partes» con
resultados insatisfactorios. Con ello, se pretende evitar la tendencia de ciertos órganos
jurisdiccionales a la incorrecta utilización de las diligencias.
La mencionada necesidad de adquirir «certeza» como fin, y requisito «sine qua non», de las
diligencias finales «ex officio», no sólo es un concepto filosófico trasnochado, sino que
prácticamente convierten a la prueba de oficio en el juicio ordinario en un imposible. Hubiera sido
preferible que el legislador limitara la «certeza» al término más asequible de «convencimiento» del
juez sobre la verdad o falsedad de los hechos controvertidos. No olvidemos que el juez que desee
ordenar la práctica de diligencias finales de oficio ha de expresar «detalladamente» en su auto las
circunstancias y motivos que justifican su decisión.
V. CARACTERES
VI. PROCEDIMIENTO
1. SOLICITUD
Conforme a lo previsto en el apartado segundo del artículo 434 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, las
partes solamente pueden solicitar las diligencias finales «dentro del plazo para dictar sentencia» en
el juicio ordinario, esto es, en los veinte días siguientes a la terminación del juicio oral de que
dispone el juzgador para resolver el litigio.
El contenido del escrito deberá moldarse a lo previsto en el artículo 435 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil. No obstante, según la regla 1ª del citado precepto, existe la prohibición de solicitar diligencias
finales respecto de pruebas que no se han propuesto en tiempo y forma por culpa de la parte
interesada, incluso «las que hubieran podido proponerse tras la manifestación del tribunal a que se
refiere el apartado 1 del artículo 429», esto es, la sugerencia probatoria judicial desoída por la parte
que ahora desea solicitar diligencias finales sobre esos hechos.
Puede solicitarse la práctica de cualquier medio probatorio, incluso la aportación de originales de
documentos, cuyas copias fueron impugnadas por la contraparte.
3. PRÁCTICA
El artículo 436 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que regula el « plazo para la práctica de las
diligencias finales», establece una doble normativa:
Por un lado, dispone que las diligencias finales se practicarán «en la forma establecida en
esta ley para las pruebas de su clase».
Por otro, fija el plazo preclusivo para su práctica en 20 días, cuyo señalamiento, de ser
necesario, será fijado por el Letrado de la Administración de Justicia.
Una vez practicadas los medios de prueba admitidos por el juez, o precluido el citado plazo, las
partes todavía disponen de cinco días para presentar un «escrito en que resuman y valoren el
resultado» (art. 436.1 in fine).
Practicadas todas estas diligencias, o precluidos los plazos para su práctica, el Tribunal dictará
sentencia en el plazo de 20 días a contar desde el cumplimiento del otorgado a las partes para
presentar sus escritos conclusivos sobre las diligencias finales.
I. CONCEPTO Y CLASES
1. CONCEPTO
Se entiende por sentencia la resolución judicial definitiva, por la que se pone fin al proceso tras su
tramitación ordinaria en todas y cada una de sus instancias o como consecuencia del ejercicio por
las partes de un acto de disposición de la pretensión.
La sentencia es el acto jurisdiccional por excelencia, en el que se ejercita la potestad jurisdiccional
declarativa (art. 117.3 de la Constitución Española), y, cuando deviene firme, se convierte en un
título de ejecución (art. 517.2.1) que posibilita la potestad ejecutiva. Mediante ella, se resuelve
definitivamente el conflicto y se satisfacen las pretensiones o defensas deducidas por las partes.
La sentencia no es la única resolución definitiva, ya que el proceso puede finalizar también
mediante un auto de archivo o de sobreseimiento, dictado como consecuencia de las siguientes
situaciones:
De la incomparecencia del actor o de ambas partes (art. 414.3).
Del ejercicio de algún acto de disposición del procedimiento. Así, el desistimiento o la
terminación del proceso por satisfacción extraprocesal (arts. 20.3 y 22.1).
De la homologación judicial de una avenencia producida en un acto intraprocesal de
conciliación (arts. 415.2 y 517.3).
De la apreciación por el tribunal del incumplimiento de algún presupuesto procesal (arts. 418
y ss.).
Por tanto, se denominan sentencias a las resoluciones definitivas que finalizan el proceso tras su
tramitación ordinaria y una vez concluida la audiencia principal o la vista del juicio verbal.
Las sentencias se deberán dictar en los siguientes plazos:
Dentro del plazo de veinte días posteriores a la terminación del juicio ordinario (art. 434).
Dentro del plazo de diez días a la finalización de la vista del juicio verbal (art. 447).
La de la Ley de Enjuiciamiento Civil también denomina sentencias a las resoluciones que finalizan el
proceso, como consecuencia del ejercicio por las partes de actos procesales materiales, que, como
es el caso de la renuncia o del allanamiento, al renunciar el actor o conformarse el demandado con
la pretensión, producen también los efectos típicos de las sentencias, esto es, los efectos materiales
de la cosa juzgada (arts. 20.1 y 21.1).
A dicha relación, todavía cabe añadir las resoluciones de homologación de transacciones judiciales o
de una conciliación intraprocesal, cuya forma que deba revestir la pertinente resolución queda en la
de la Ley de Enjuiciamiento Civil (arts. 19.2 y 415) en la más oscura de las penumbras.
2. CLASES
Para la sistematización de las sentencias lo fundamental es la naturaleza del fallo o de su parte
dispositiva. Del examen del fallo las sentencias son susceptibles de ser clasificadas con arreglo a
distintos criterios:
Atendiendo a la naturaleza del objeto procesal.
Atendiendo a la satisfacción de las pretensiones
Atendiendo a los efectos positivos y negativos de la cosa juzgada.
Los requisitos formales o externos de la sentencia se contemplan en los artículos 244 a 248 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial y en los artículos 206 y ss. de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que
han derogado algunas de las disposiciones contenidas en la de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
1. ESCRITURA DE LA SENTENCIA
De acuerdo con el art. 210.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, las sentencias han de ser:
Escritas: En el proceso civil las sentencias han de ser siempre escritas, lo que resulta del
todo correcto, pues, al margen de que el proceso civil sea actualmente oral, la necesidad de
otorgar fehaciencia y seguridad a las partes y a la sociedad aconseja esta forma escrita de la
sentencia.
Claras y precisas: En segundo lugar, las sentencias, tal y como dispone el artículo 218.1,
han de ser claras y precisas.
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Firmadas y registradas: Finalmente, las sentencias han de ser firmadas por todos y cada
uno de los magistrados, registradas en el Libro de Sentencias y custodiadas por el Letrado
de la Administración de Justicia, que podrá expedir las oportunas certificaciones (arts. 212 y
213).
Cumplidos los trámites anteriores, el Letrado de la Administración de Justicia notificará la sentencia
a las partes, y, a partir de ese momento, correrá, el «dies a quo» para la interposición de los
recursos. Además, debemos tener en cuenta lo siguiente:
En ocasiones, las sentencias deberán publicarse en los diarios oportunos (art. 212.1).
En el caso de las sentencias constitutivas, podrían inscribirse en los pertinentes Registros
públicos (arts. 521.2).
Cualquier interesado podrá acceder al conocimiento de la sentencia, excepto en los casos señalados
en el artículo 212.2 de la Ley de Enjuiciamiento Civil: «afectar al derecho a la intimidad, a los
derechos de las personas que requieran un especial deber de tutela, a la garantía del anonimato de
los perjudicados, cuando proceda, así como, con carácter general, para evitar que las sentencias
puedan ser usadas con fines contrarios a las leyes».
2. ESTRUCTURA DE LA SENTENCIA
La sentencia consta de las siguientes partes:
Encabezamiento.
Antecedentes de hecho y hechos probados.
Fundamentos de Derecho.
Fallo.
A) El encabezamiento
«En el encabezamiento deberán expresarse los nombres de las partes, y cuando sea necesario, la
legitimación y representación en virtud de las cuales actúen, así como los nombres de los abogados
y procuradores y el objeto del juicio» (art. 209.1).
Con anterioridad al encabezamiento, y a los efectos de identificación informática, suele recogerse,
con carácter general para todas las resoluciones, el número de autos o de rollo, la determinación
del tribunal con expresión de la designación de los magistrados que lo componen e identificación
del ponente, el lugar y la fecha de la publicación de la sentencia.
D) «El fallo»
«El fallo, que se acomodará a lo previsto en los artículos 216 y siguientes, contendrá, numerados,
los pronunciamientos correspondientes a las pretensiones de las partes, aunque la estimación o
desestimación de todas o algunas de dichas pretensiones pudiera deducirse de los fundamentos
jurídicos, así como el pronunciamiento sobre las costas. También determinará, en su caso, la
cantidad objeto de la condena, sin que pueda reservarse su determinación para la ejecución de la
sentencia, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 219 de esta Ley» (art. 209.4).
En el fallo se determinan las consecuencias jurídicas del silogismo [es una forma de razonamiento
deductivo que consta de dos proposiciones como premisas y otra como conclusión, siendo la última
una inferencia necesariamente deductiva de las otras dos] judicial, que encierra una sentencia, en
cuya premisa menor se determinan los hechos, en la premisa mayor, el Derecho aplicable y, en el
fallo, los efectos o consecuencias jurídicas que las normas asocian al cumplimiento de su
presupuesto fáctico. El fallo determina también los límites objetivos de la cosa juzgada y sus
efectos, tanto positivos, en la medida en que lo que se ejecuta es lo que en el fallo se determina,
como los negativos o excluyentes de cualquier proceso posterior sobre el mismo objeto.
En el fallo o parte dispositiva de la sentencia se inadmite, estima (total o parcialmente) o desestima
la pretensión. El fallo debe ser congruente con la pretensión, sin perjuicio de que pudiera existir una
congruencia implícita en los fundamentos jurídicos. Han de pronunciarse tantos fallos, como
pretensiones se hayan deducido en el proceso (tanto en la demanda, como en la reconvención),
debiéndose reflejar en párrafos separados y numerados cada uno de ellos (art. 218.3), incluido el
pronunciamiento en costas y, en su caso, la irrogación de una multa por infracción de la buena fe
procesal (art. 247).
También el fallo ha de ser claro, sin que encierre contenidos contradictorios.
Los requisitos materiales o internos de la sentencia vienen determinados por las obligaciones
judiciales de motivación y congruencia de las sentencias.
2. LA CONGRUENCIA
A) Concepto y fundamento
La congruencia es una obligación constitucional, surgida del ejercicio del derecho fundamental a la
tutela y fundada en el principio dispositivo, conforme a la cual la sentencia ha de adecuarse a las
pretensiones de las partes, sin que pueda el tribunal otorgar más de lo pedido por el actor, menos
de lo resistido por el demandado, ni fundar la sentencia en causas de pedir distintas a las que se
han erigido en el objeto del proceso.
Del referido concepto se infieren las siguientes notas:
1. La congruencia es una obligación constitucional que surge como consecuencia del ejercicio
del derecho a la tutela judicial efectiva del artículo 24.1 de la Constitución Española, una de
cuyas principales exigencias consiste en que la sentencia ha de efectuar una respuesta
adecuada a todas las pretensiones y residencias de las partes. El incumplimiento de dicha
obligación dejará expedita a la parte perjudicada el oportuno medio de impugnación
ordinario contra la sentencia y, en última instancia, el recurso de amparo.
2. La congruencia también encuentra su fundamento en la manifestación del principio
dispositivo. En un proceso regido por el principio dispositivo las partes, no son sólo dueñas
de acudir o no al proceso para dirimir su litigio, sino que también, y si así lo hicieran, les
asiste el derecho a recibir, en la sentencia, una respuesta congruente con sus pretensiones.
3. La congruencia también se encuentra estrechamente relacionada con el derecho de defensa,
en la medida en que la entrada de oficio de nuevas causas de pedir, generarían indefensión
material a la parte perjudicada si no se le ha dado la oportunidad alegar sobre ellas.
D) Requisitos
Los requisitos de la congruencia pueden sistematizarse en subjetivos y objetivos.
a) Requisitos subjetivos
Para que prospere la alegación de la incongruencia en casación es necesario cumplir los dos
requisitos siguientes:
Que el recurrente ostente legitimación.
Que el recurrente haya dado ocasión al órgano judicial de instancia, mediante la oportuna
protesta, para restablecer dicho vicio de la sentencia.
Afirma el TS que «no está legitimado el recurrente para recurrir cualquier hipotética incongruencia
omisiva de la demanda reconvencional, ya que no es él el que la formuló, sino la reconviniente …»,
y que dicha legitimación asiste tan sólo «a la parte que hubiera solicitado en su momento el
pronunciamiento que se diga indebidamente omitido».
b) Requisitos objetivos
Como regla general, y salvo alguna excepción, tan sólo ocasionan la obligación de congruencia las
sentencias estimatorias y no las desestimatorias y las absolutorias de la parte demandada.
No toda omisión de respuesta de las sentencias estimatorias a las alegaciones de las partes
ocasiona el vicio de incongruencia, sino tan sólo, y como regla general, a las peticiones contenidas
en el «suplico» de la demanda y la contestación a la demanda, pues la congruencia ha de
entenderse como correlación entre el «petitum» de la pretensión, de un lado, y el fallo, de otro. Así
lo declara el Tribunal Supremo: «La congruencia es la correcta relación entre el suplico de la
demanda y el fallo de la sentencia».
Ahora bien, de esta regla de «correlación o armonía entre las pretensiones de las partes
oportunamente deducidas en el pleito y la parte dispositiva de la sentencia» (TS), debemos
exceptuar la doctrina sobre la incongruencia omisiva, en la que la correlación ha de existir también
con la «causa petendi». Así, pues, la correlación del fallo ha de suceder, tanto con el « petitum»,
como con la «causa petendi» de la pretensión.
A la hora de determinar este último requisito de la fundamentación de la pretensión, debemos
recordar la redacción del artículo 218.1.II.: «El tribunal, sin apartarse de la causa de pedir
acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de los que las partes hayan querido
hacer valer, resolverá conforme a las normas aplicables al caso, aunque no hayan sido
acertadamente citadas o alegadas por los litigantes».
La redacción del segundo párrafo del artículo 218.1 no implica que el Tribunal esté vinculado por las
alegaciones jurídicas o los argumentos jurídicos de las partes, pues, en la aplicación del Derecho,
«iura novit Curia».
Al contrario, de la redacción del precepto se desprende que el tribunal debe estar vinculado en las
causas de pedir de la pretensión, entendiendo por tales motivos los hechos jurídicamente
relevantes para fundar la pretensión, o, como indica el TS, «el componente fáctico esencial de la
acción ejercitada», es decir, los títulos jurídicos fundados en hechos expresamente alegados por las
partes, cuya modificación ocasionaría una mutación esencial del objeto procesal.
Por ejemplo, si el demandado ha solicitado la rescisión de una compraventa por impago del precio,
incurriría el tribunal en incongruencia si declarara la nulidad de dicha compraventa o, si se ejercita
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una pretensión resarcitoria extracontractual, no puede el tribunal otorgar una indemnización « ex
contractu».
2. VICIOS INTERNOS
Los vicios internos de la sentencia difícilmente pueden ser subsanados a través del recurso de
aclaración, principalmente por dos motivos:
Porque la revocación o modificación, tanto del fallo como de su motivación fáctica y jurídica,
es propia de los recursos.
Porque subsiste el principio de la «invariabilidad» (art. 214.1 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil) o «inmutabilidad» de las sentencias que, en último término, tiene su fundamento en la
doctrina del TC sobre la tutela judicial efectiva, conforme a la cual «la vía de aclaración no
puede utilizarse como remedio de la falta de fundamentación de la que adolece la resolución
judicial aclarada ni tampoco corregir errores judiciales de calificación jurídica o subvertir las
conclusiones probatorias previamente mantenidas».
El TS declara que «El remedio de la aclaración de resoluciones judiciales no permite alterar los
elementos esenciales de las mismas, esto es, rectificar o modificar el sentido de su motivación, sin
infringir el artículo 24.1 de la Constitución».
En principio, no se puede, a través del recurso de aclaración y como regla general, modificar el
fallo, con la sola excepción de las prestaciones accesorias (por ejemplo, el olvido acerca del
pronunciamiento sobre las costas) y aquellas que han de ser concedidas ex officio (así, por ejemplo,
los intereses legales sancionadores de la Ley del Seguro o los alimentos de los hijos), siempre y
cuando se trate de un simple error u omisión involuntaria que quepa inferir de la motivación de la
sentencia.
En segundo lugar, el TS declara que la figura de la aclaración queda necesariamente sujeta a una
interpretación restrictiva que, en todo caso, debe distinguir entre los dos siguientes extremos:
Lo que sea salvar un mero desajuste o contradicción patente, al margen de todo juicio de
valor o apreciación jurídica.
La fundamentación jurídica y el fallo de la resolución judicial.
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Así, pues, por la vía de la aclaración no se puede, ni modificar el «petitum», ni su «causa petendi»,
es decir, los hechos probados y los Fundamentos Jurídicos que la fundamentan, sin perjuicio de que
pueda subsanarse la incongruencia omisiva, siempre que no cause indefensión, y adicionar o
modificar aquellos elementos de la sentencia que, sin afectar a su « ratio decidendi», no entrañen
una mutación del fallo.
En caso de no resultar procedente el recurso de aclaración o siendo éste desestimado, el recurrente
debe combatir los requisitos externos o internos de la sentencia por la vía de los recursos. El
recurso de casación, a través de la modalidad de «infracción procesal», se interpondrá por el
motivo contemplado en el artículo 469.1.2º («Infracción de las normas procesales reguladoras de la
sentencia»).
I. LA COSA JUZGADA
2. RESOLUCIONES
Las sentencias y resoluciones equivalentes producen efectos de cosa juzgada.
A) Las sentencias definitivas firmes
a) Efectos materiales de cosa juzgada
Las sentencias definitivas firmes gozan de la totalidad de los efectos materiales de cosa juzgada.
Ahora bien, no toda clase de sentencias gozan de la totalidad de los efectos materiales de cosa
juzgada, ya que las absolutorias en la instancia, al dejar imprejuzgado el objeto procesal, no
producen los efectos materiales. Tan sólo ocasionan dichos efectos materiales las sentencias firmes
y de fondo, que, por solucionar definitivamente el conflicto material entre las partes, son las únicas
a las que se refiere el artículo 222.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
b) Plenitud de efectos de cosa juzgada
La plenitud de los efectos de cosa juzgada tan sólo se logra mediante sentencia del mismo orden
jurisdiccional. Las sentencias dictadas por órganos jurisdiccionales pertenecientes a distintos
órdenes jurisdiccionales tan sólo debieran producir los efectos prejudiciales o reflejos, pues, tal y
como afirma el TC «unos mismos hechos no pueden existir y dejar de existir para los órganos del
Estado». No obstante, sentencias del Tribunal Supremo niegan incluso tales efectos entre los
órdenes jurisdiccionales administrativo y social, de un lado, y el civil, de otro.
De la anterior regla general, tan sólo se exceptúan los pronunciamientos civiles de condena
contenidos en las sentencias penales, siempre y cuando:
1. Se haya acumulado la acción civil al proceso penal.
2. La sentencia no sea absolutoria por falta de prueba.
3. No se haya reservado o renunciado el ejercicio de la acción civil.
4. Tratándose del ejercicio de los derechos de la personalidad (honor, intimidad, imagen), si se
ejercita la acción penal, no se podrá posteriormente ejercitar la acción civil. En tales
supuestos, la parte dispositiva civil de la sentencia penal produce con plenitud los efectos
materiales de la cosa juzgada. Sin embargo, no los ocasionan las sentencias penales
absolutorias, excepto cuando declaran la inexistencia del hecho, ni los autos de
sobreseimiento provisional, ni siquiera los autos de sobreseimiento libre que, aun cuando
generan efectos materiales de cosa juzgada, los han de circunscribir exclusivamente al
ámbito de la responsabilidad penal, pero no a los derivados de un acto antijurídico, aunque
no sea constitutivo de delito.
Las sentencias y resoluciones equivalentes, firmes y de fondo producen los dos efectos típicos de la
cosa juzgada material, tanto los positivos, como el negativo o excluyente.
B) Prejudicialidad
El efecto positivo por excelencia de la cosa juzgada material es el prejudicial.
Conforme al efecto prejudicial, «lo resuelto con fuerza de cosa juzgada en la sentencia firme que
haya puesto fin a un proceso vinculará al tribunal de un proceso posterior, cuando en éste aparezca
como antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre que los litigantes de ambos procesos
sean los mismos o la cosa juzgada se extienda a ellos por disposición legal» (art. 222.4).
a) Elementos de la Sentencia. El fallo y su «ratio decidendi»
Podemos preguntarnos si este efecto de cosa juzgada lo produce la totalidad de la sentencia o
determinados elementos de la misma:
Respuesta positiva (art. 207.3): Por una respuesta ampliamente positiva abonaría la
redacción literal del artículo 207.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, conforme a la cual «las
resoluciones firmes pasan en autoridad de cosa juzgada».
Respuesta negativa (art. 222.4): Por una negativa se pronunciaría la redacción del
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referido artículo 222.4, de cuyo tenor literal parece desprenderse que sólo el fallo de la
sentencia ocasionaría tales efectos prejudiciales («lo resuelto con fuerza de cosa
juzgada…»).
Según la redacción del artículo 222.4 es claro que el fallo vincula a todos los tribunales,
cualesquiera que sean los órdenes jurisdiccionales a los que pertenezcan y así lo confirma asimismo
la jurisprudencia.
Junto al fallo, también producen tales efectos prejudiciales las declaraciones jurídicas sobre hechos
que se erigen en la «causa petendi» de la pretensión o «ratio dedicendi» del fallo, siempre y
cuando tales declaraciones jurídicas sean idénticas, idénticas sean las partes de un proceso ulterior
y dicha declaración se erija en una auténtica cuestión prejudicial de la sentencia en el segundo
proceso («vinculará al tribunal de un proceso posterior cuando en éste aparezca como antecedente
lógico de lo que sea su objeto…»). Como se puede observar, los efectos prejudiciales se extienden
únicamente sobre el objeto procesal cuando alcanza, mediante la Sentencia, autoridad de cosa
juzgada.
Precisamente para prevenir los efectos prejudiciales de la cosa juzgada surgió la doctrina del TS
sobre litispendencia "impropia" (véase Lección 8, II.2.B.b.b') que, hoy, carece de virtualidad ante la
nueva regulación de las cuestiones prejudiciales civiles u homogéneas (véase Lección 9, 4.A y B).
Precisamente, para prevenir los efectos prejudiciales de la cosa juzgada surgió la doctrina del TS
sobre litispendencia «impropia» (véase Lección 8, II.2.B.b.b') que, en la actualidad, carece de
virtualidad ante la nueva regulación de las cuestiones prejudiciales civiles u homogéneas (véase
Lección 8, II.4.A y B).
b) Ámbito de aplicación. Los procesos sumarios
A diferencia de los efectos negativos de la cosa juzgada, que, como regla general, no los producen
los procesos sumarios (art. 447.2-4), todas las sentencias, incluso las dictadas en los procesos
sumarios, producen sus efectos prejudiciales. En este sentido, el TS ha afirmado que, aun cuando
las Sentencias recaídas en los procesos sumarios «interdictales» o de recuperar la posesión no
produzcan efectos de cosa juzgada, sí que ocasionan los prejudiciales relativos a la declaración de
la existencia de un contrato de arrendamiento en dicho proceso sumario con respecto a otro
declarativo posterior. Y es que es doctrina pacífica del TC la de que «unos mismos hechos no
pueden existir y dejar de existir para los órganos del Estado», y ello con independencia de que la
sentencia haya sido dictada en un proceso sumario, especial u ordinario.
A) Identidad subjetiva
Para que se produzca este efecto negativo o excluyente, conforme al cual las partes de un proceso
no pueden suscitar otro con el mismo objeto procesal, es necesario, en primer lugar, que exista una
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identidad entre ellas, ya que el artículo 222.3 dispone que «la cosa juzgada afectará a las partes del
proceso», por lo que no puede el demandante interponer en un proceso ulterior y contra el mismo
demandado, la misma pretensión, sobre la que ha recaído una sentencia con fuerza de cosa
juzgada.
De lo dicho se infiere que el fundamento de esta identidad reside en los derechos fundamentales a
la tutela y de defensa, ya que no se puede extender los efectos de una sentencia a quienes ni
siquiera han sido oídos en el proceso del que aquella trae causa.
Por «parte» aquí no cabe entender exclusivamente a las partes formales, sino también a las
materiales, lo que incluye a los litisconsortes necesarios y cuasinecesarios.
El precepto también extiende los efectos subjetivos de la cosa juzgada « a los sujetos, no litigantes,
titulares de los derechos que fundamenten la legitimación de las partes conforme a lo previsto en el
artículo 11 de esta Ley», es decir, a los consumidores en las acciones en defensa de los intereses
colectivos y difusos que también participan, por disposición legal, de una misma comunidad de
suerte.
La norma amplía también dichos efectos subjetivos «a sus herederos y causahabientes», o, lo que
es lo mismo, a los sucesores procesales de las partes formales, los cuales tampoco pueden ser
demandados en un segundo proceso.
B) Identidad objetiva
El tenor literal del derogado artículo 1.221 del Código Civil proclamaba la exigibilidad de la
«identidad de las cosas», así como el de la propia jurisprudencia, que, dentro de la doctrina sobre
la triple identidad de la cosa juzgada, incluía este concepto. Sin embargo, y con razón, el artículo
222.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil lo ignora, pues un mismo bien litigioso u objeto mediato de
la pretensión es susceptible de múltiples relaciones jurídicas (así, un inmueble puede ser objeto de
reivindicación de su propiedad o de la constitución, modificación o extinción de sus derechos reales)
que, si son afirmadas por una sentencia, generan cada una de ellas los efectos de la cosa juzgada,
por lo que, como regla general, más que, de identidad de las cosas, hay que reclamar la identidad
de las peticiones y de causas de pedir sobre dichas cosas.
No obstante, si el objeto de un segundo proceso se circunscribiera a la determinación,
características de la cosa mueble o superficie del inmueble, que hayan sido delimitados en un
proceso anterior, habrá de comprobarse la identidad de la cosa o, si se excluye una partida de una
tasación de costas, tampoco hay identidad objetiva.