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Los Fantasmas Del Envejecer - Seminario - Clase15
Los Fantasmas Del Envejecer - Seminario - Clase15
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Seminario:
Temas de Psicogerontología II
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Clase 15
INTRODUCCIÓN
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porqué de este hecho y comentar el posible sentido de la educación en la segunda mitad
de la vida son precisamente los objetivos de este escrito.
En nuestra opinión, el relativo poco interés y desarrollo que hasta ahora han tenido los
programas de formación para las personas mayores es debido al menos a dos razones.
En primer lugar podríamos citar la propia percepción de la vejez y los estereotipos que
comúnmente se asocian a ella. Estos estereotipos generalmente son de carácter
negativo, centrados en la idea de pérdida y declive. Este declive no sólo afectaría al
plano físico, sino también a los planos psicológico y social. Por ello, cuando pensamos
en un viejo, muchas veces nos imaginemos a una persona con mala salud, poco
motivada para implicarse en nuevos retos, egoísta, irritable, con pocos ingresos, etc. La
asociación entre envejecimiento y enfermedad (y en último término muerte) parece
inmediata.
Dentro de estos rasgos estereotípicos que generalmente atribuimos a las personas
mayores se encuentran también algunos en referencia a sus capacidades mentales. Por
ejemplo, en un estudio llevado a cabo por Fernández Ballesteros (1992) se comprobó
como más del 50% de su muestra (que fue elegida de modo de fuera representativa de
la población española) sostenía que las personas mayores eran menos capaces de
resolver problemas que los jóvenes, más inflexibles y rígidas, menos interesadas por las
cosas y con especiales dificultades de memoria. En la misma investigación, un
significativo 30% de la muestra creía que es casi imposible que las personas mayores de
65 años puedan aprender cosas nuevas. En el mismo sentido, Villar (1995) observó
como en una muestra de estudiantes universitarios tanto la memoria como la
inteligencia, capacidades esenciales en el aprendizaje, se concebían siguiendo un patrón
evolutivo en forma de U invertida, mostrando los niveles más bajos en la vejez. Estos
mismos patrones volvieron a aparecer cuando es estudio se amplió abarcando sujetos de
20 a 80 años de edad (Triadó y Villar, en prensa).
De esta manera, si el estereotipo dominante de las personas mayores contiene rasgos
asociados a un descenso de las capacidades mentales y de aprendizaje, parece lógico
que pensar en una formación para estas personas nos parezca una idea absurda.
Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo respecto a los efectos del
envejecimiento en las capacidades vinculadas al aprendizaje no parecen refrendar la
veracidad de estas ideas estereotípicas. No queremos decir con esto, evidentemente, que
los todos los mayores rindan cognitivamente al mismo nivel que los jóvenes. En
muchas tareas su rendimiento se encuentra por debajo, especialmente cuando la tarea
evaluada es de carácter abstracto, poco vinculado a experiencias previas o muy exigente
en términos de tiempo (por ejemplo, Browning, 1995). No obstante, el supuesto declive
cognitivo no es ni tan rápido ni tan acusado ni tan general como se creía (Schaie, 1994).
Incluso puede haber algunas áreas, aquellas más vinculadas a la experiencia vital de la
persona, en las que el rendimiento cognitivo se mantenga estable o incluso aumente con
la edad (Baltes, 1997). En todo caso, lo que parece indiscutible es que, con
independencia de la edad, todas las personas pueden beneficiarse de programas
educativos o de entrenamiento dirigidos a la mejora y adquisición de capacidades,
conocimientos o habilidades (Willis, 1990), contrariamente a lo que los estereotipos
antes comentados sostendrían.
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La segunda de las razones por la que vejez y educación no han congeniado lo que
deberían reside no tanto en el concepto de vejez, sino en el propio concepto de lo que es
y lo que implica la educación. Así, tradicionalmente el sentido de la educación se ha
contemplado vinculado a la idea de preparación para la vida futura, de adquisición de
habilidades que permiten al individuo vivir como adulto en la sociedad en general e
integrase en el mundo del trabajo en particular. Desde este punto de vista, el ciclo vital
podría ser dividido en tres grandes etapas: una etapa inicial que correspondería a la
infancia y a la juventud y en la que la educación tendría su máximo sentido, una
segunda etapa, correspondiente a la madurez, en la que se pondrían en práctica en el
plano laboral los conocimientos adquiridos en la primera etapa y, una última fase,
vinculada a la vejez, en el que el individuo debería ‘descansar’ de una dura vida de
trabajo y, en cierta medida, prepararse para una muerte cercana. Evidentemente, desde
estas concepciones, la educación no tiene ningún sentido en la vejez.
Afortunadamente, concepciones de este tipo están siendo progresivamente
abandonadas. Por ejemplo, el concepto de formación continua rompe en cierta medida
con este esquema (ver, por ejemplo, diferentes aportaciones dentro de García Carrasco,
1997). Sin embargo, la aplicación práctica de la idea de formación continua en la
mayoría de ocasiones sigue sin tener en cuenta a la vejez, al centrarse en la adquisición
de nuevas habilidades dentro de un ámbito laboral. Obviamente, las personas mayores,
ya retiradas, siguen sin poder aprovecharse de esta idea de formación continua. De
hecho, muchas empresas discriminan a sus trabajadores mayores en sus programas de
formación, dado que creen que no es rentable enseñar nuevas habilidades a alguien cuya
edad de jubilación está próxima.
En resumen, si queremos que la educación tenga algún sentido en la vejez, tenemos que
librarnos de ciertas concepciones de dudosa validez: por una parte no deberíamos
contemplar a las personas mayores como básicamente ‘ineducables’, incapaces de
aprender o con poca motivación para ello. Por otra, no deberíamos concebir la
educación como algo cuya motivación es meramente utilitaria, extrínseca, y centrada en
obtener algún rendimiento laboral (monetario, en último término) de los conocimientos
que se adquieren. Sólo así educación y vejez pueden ir de la mano. De hecho, nosotros
pensamos que no sólo pueden, sino que deberían. ¿Por qué? Veámoslo en el siguiente
apartado.
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múltiples. Algunos de ellos, expuestos en mayor profundidad en Villar y Vilar
(manuscrito sometido a publicación) serían los siguientes:
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· No todas las personas mayores tienen la capacidad ni la motivación necesaria para
implicarse en programas de formación. Nuestra experiencia nos dice que,
desgraciadamente, los programas de formación tienen éxito fundamentalmente en
ciertos estratos de las personas mayores: aquellos que han tenido acceso a mayores
niveles educativos y/o que han tenido trabajos con un amplio contenido intelectual.
No obstante, hemos de tener en cuenta que, debido a la universalización de la
educación que se da en nuestros días, en el futuro próximo el colectivo de personas
mayores interesadas en programas de formación tenderá a ser cada vez mayor.
· Los programas educativos han de ser adaptados en cierta medida a las características
de los aprendices mayores. Muchas personas mayores llevan décadas sin asistir a
clases, algunas no son tan rápidas mentalmente como lo eran en el pasado, algunas
necesitan más tiempo para asimilar conceptos o incluso algunas tienen ciertas
deficiencias (sensoriales, motoras) que pueden alterar (aunque no impedir) el
proceso de aprendizaje. Hemos de tener en cuenta las características concretas de las
personas a las que ofrecemos la formación, teniendo presente en todo caso que no
todas las personas son iguales por el hecho de tener la misma edad.
En un intento por llevar a la práctica las ideas expuestas en los apartados anteriores, se
ha llevado a cabo un curso de formación para personas mayores centrado en temas
informáticos. El porqué de esta temática parece obvio: la informática (y especialmente
las comunicaciones) son un instrumento no sólo de generación y transmisión de
conocimiento, sino que cada vez está más introducida en nuestra vida cotidiana,
pudiendo llegar incluso a alterar o crear nuevas formas de interacción y relación. Por
ello, creemos que este campo puede ser paradigmático desde el punto de vista de las
funciones y beneficios que puede conllevar la formación en la vejez (funciones y
beneficios que ya han sido comentados en apartados anteriores).
El curso, denominado ‘Informática y comunicación a su alcance’ y diseñado por el
profesor Julià Vilar y por el propio autor de este escrito, contó con el apoyo humano,
material y económico de la Fundación ‘La Caixa’ (fundación vinculada a una
importante entidad financiera española), mientras que la Fundación per a la Universitat
Oberta de Catalunya se ocupó de las cuestiones didácticas implicadas en el curso.
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El curso se lleva a cabo desde enero de 1997 y hasta el momento lo han realizado cerca
de 300 personas. Los locales en los que se dan las clases están situados en centros de
jubilados dependientes de la Fundación ‘La Caixa’. En el momento actual las clases se
imparten en cuatro centros diferentes, dos situados en la ciudad de Barcelona, uno en
Gerona y otro más en Tarragona, aunque se espera que el número de centros se amplíe
en un futuro próximo.
El curso consta de 18 sesiones de dos horas, a razón de sesiones de dos horas dos veces
por semana, aunque, además de esas sesiones presenciales, también se disponía de horas
extra de práctica asesorada. Los grupos son de un máximo de 20 personas. La temática
impartida por el curso gira en torno a cuatro polos: introducción al Windows 95,
Introducción al Word, manejo de CD-Rom e Internet.
Cada bloque contaba con un pequeño documento que resumía los puntos fundamentales
tratados en clase. El material se completaba con un CD-Rom de autoaprendizaje que
contemplaba los contenidos del curso.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
6
GÓMEZ DE CASTRO, F. (1994). La formación en educación de personas adultas.
Madrid: UNED-MEC, 1994.
JUÁREZ, J.L. (Coord.) (1994) V informe sociológico sobre la situación social en España.
Madrid: Fundación Foessa.
SCHAIE, K.W. (1994). The course of adult intelectual development. American
Psychologist, 49, 304-313.
VILAR, J. Y VILLAR, F. (manuscrito sometido a publicación). Diseño y evaluación del
curso ‘Informática y comunicación a su alcance’. Revista de Gerontología.
VILLAR, F. (1995). Percepción de patrones de envejecimiento: ¿unidireccionalidad o
multidireccionalidad?. Anuario de Psicología, 66, 65-81.
VILLAR, F. Y VILAR, J. (manuscrito sometido a publicación). ¿Tiene sentido la
formación en la vejez? La informática como ejemplo paradigmático. Revista de
Gerontología.
TRIADÓ, C, VILLAR, F. (en prensa). Teorías implícitas del cambio evolutivo en diferentes
cohortes: representación de pérdidas y ganancias en la adultez. Infancia y Aprendizaje.
WILLIS, S.L. (1990). Contributions of cognitive training research to understanding late-
life potential. En M. Perlmutter (Ed.). Late-life potential. Washington: The
Gerontological Society of America.