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La casa de los conejos Laura Alcoba MM smaneras, cualquier sontisa mia ha de parecer ridfeula junto ala sonrisa de Di ¢ pelo, a esos ojos. Mientras esperamos a orden de mudarnos a esta nue va casa, vivimos en la de otra pareja que tiene dos hijos, dos varones, mis © menos de mi edad. Yo juego un poco con ellos, juegos a los que no estoy nade habituada, Entre nosotros, jamés hablamos de lo que esti pasando, ni de la clandestinidad se la hhabrin explicado a ellos,como me la explicaron a mi?-, ni de la guerra en Ia que nos obligaron a entrar, aun cuando la ciudad eseé lena de gente que no participa de ella y que en ciertos casos, incluso, parece ignorar {que existe. Si s6lo aparentan ignorarlo, bueno, lo con siguen sorprendentemente bien No hablamos del miedo, tampoco. Ellos no hacen ninguna pregunta, no quieren saber ‘qué estoy haciendo alli, en su casa, sola com mi madre, ni siquieta cudmto tiempo vamos a quedarnos. Es un alivio increible que estas preguntas no surjan, que ellos tengan la delicadeza d Ahora como un irmelas utito rojo que hago rodar sobre imitando, alternativamente, el ruido de un tor forzado a fondo, o el ruido del viento al rozar Ja carroceria, En verdad imito al menor de los dos chi- os, que hace exactamente los mismos ruidos pero aco tado en el piso, de espaldas, haciendo rodar el autito 1 el envés de la tabla de la mesa, como si el con- por Guctor pequefisimo que bay dent de ra conseguido transgredir las leyes no entiendo muy bien el interés de este juego, pero trato de demostrar buena voluntad, y tanta aplicacién juguete hubie~ gravedad, No, como puedo. El mayor, por encima de la mesa, desliza sobre el espacio que yo le dejo libre la chatarra de un autito verde que perdié la puerta y cuyo techo, en parte, esti completamente aplastado,alternando iguales ruidos de motor, soplos de viento y algiin chirrido de frenos: le ado al fin de la ruta que se fija, vuelve a emprender Ia desde el comienzo, y nosotros hacemos lo mismo su hermano y yo~.Jugamos asi largo tiempo, 3 la vez juntos y por separado. El hermano menor, y yo mis ‘ma, alternativamente, respondemos al ronar de moto- res del mayor con el vielento tronar de una tormen ta que cada una de nuestras miquinas debe atravesar en un esfuerzo gigantesco. De pronto, el hermanito menor nos inte ccon un estridente bocinazo, Hoy debe tener lugar una reunién. Como siempre, se harden una casa desconocida. El hombre que nos hos- peda nos Hevari hasta alli en auto, a mi madre y a mi [Nos ubicamos en el asiento trasero. Otro hombre joven y muy hermoso se instala adelante, al lado del conductor, Doblamos en una esquina,a la derecha, lue go, inmediatamente, en otra, Cuando Hlegamos a una plaza llena de flores Ia rodeamos varias veces, dos, qui- 24 eres veces, como si reprodujéramos sobre el asfalto los movinientos de la calesita que, a toda velocidad gira en su centro, pero en sentido contrario, Yo reco- ibamos con mi abuelo, hace nozco la plaza donde esp, s6lo algunos dias, la Hegada ‘a jugueteria donde compré mi muiieca del reen- cuentro. En la vidriera del negocio veo una mueca mi madre, y Is modes ‘muy parecida a la que compre, casi igual en la cara y en el pelo, pero vestda de un modo diferente, un poco mis grande o mis linda tambi Mira! Tenian mas muiecas, pero ésa es distinta, sne mis pelo, y ¢s mis brillante! ‘Mi madre no responde. Volvemos a pasar frente a sme parece, la misma pero distinta ~jMira! Tenian mis, pero ésa no es idéntica.;Tiene Jos labios mis rojos! Mi madre sigue sin responder. Es el hombre que ‘mangja el que reacciona cortante, muy disgustado: {Pero te podés callar? jCallate de una vez, che! Esta sera la Gnica vee que el hombre me hable. Herida por sus gritos y el silencio persstente de mi madre, me vuelvo entonces hacia ella y descubro que tiene los ojos cerrados. El hombre ahora le dice: “Lo lamento, pero tengo que empezar todo desde el principio, Explicale vos a la nena... jy que se cal canjo! Entonces ella me explica: ~Yo tengo que cerrar los ojos para no ver adénde ero da vue vvarnos ¥ el comp: sepa donde estamos. gEntendés? Por seguridad. Entiendo. Peto yo, yo lo veo todo... Que mii madre cierre los ojos, zane protege, también? Yo me guardo todas las preguntas para mi y no abro mis la boca, De todas 10 hemos vuelto a pasar ante la muiieca, la para que yo ya no misma que la mfa, pero mejor. Por fin nos mudamos a la easa de Cacho y Diet Mejor dicho, nos reunimos con ellos en una casita ala que han legado apenas unos dias an ba de gue es ante todo su casa, aunque también sea un poco la nuestra, Al frente de la casa hay partes, que separa un patiecito infimo de una vereda sna como esti de a verja verde, oxidada por que apenas si merece el nombre, piedras, arena, baldosss y monticulos de tierra entre los {que se Forman enormes charcos de agua cuando Muc~ vve,es decir, muy sequido en este fin de verano. La calle 1 as afueras de e demasia- no esti asfaltada, lo que es frecuemte la ciudad, Para evitar gue el viento levant do polvo en tiempo seco, los vecinos salen a echar bal dazos de agua en la porcién de tierra que queda jus to delante de su puerta,a fin de fijar la tierra al suelo. Lo ideal es que Hlueva, pero no demasiado, porque entonces la calle se vuelve impracticable, tanto para los 6viles como para las personas y los caballos qu pasan, numerosos todavia, en esta 2ona de La Plata El barrio entero se hunde entonces en el lode, Después de franquear la puerta, uno entra a un corredor.A la derecha, el euarto de Cacho y Didi se abre a este cortedor.A la izquienda, una puerta permite accedera un g Son las dos tinicas piezas que dan ala calle. Al final del pasllo hay una cocina relativa ‘mente grande que sirve también de sala y comedor de diario. Pasando esta habitacién casi para todo uso, el corredor termina en otra puerta que-da al patio del fondo. Abriéndose también directamente sobre el patio, hay un baio sin ve nas y bastante vetusto. Frente a la puerta de la cocina, otra puerta se abre sobre una habitacién mimdscula en la que darmimos nosotras, mi madre y yo. Los espacios son muy pequefios, pero Ja easa no acaba ahi, Al fondo del pasillo y detis de la pieza que tras compartimos, se encuentra wn tinglado rudimen: tario, una suerte de cobertizo descalabrado que, con trariamente a Jo que pensatia cualquie: fio al rdadero corazén de la casa, Fue por la existencia de este galpén en pésimo estado, apenas eubierto con algunas chapas de zine acanaladas que, grupo, es el mente, hacen las veces de techos fte por este gal- On que la conduccién de Montoneros ha elegido la ccasa.Y que vivamos en ella 6 (Cuando pienso en esos meses que compartimos con Cacho y Diana, o primero que viene a mi memoria es la palabra embute, Este término del idioma esp: fol, del habla argentina, tan fumiliar para todos noso- tros durante aquel periodo, carece sin embargo de existencia lingiistica reconocida. Desde el mismo instante en que empecé a hargar 1 pasado ~s6lo en mi mente al principio, tratan- far una cronologia todavia confusa, do de encon posi ea pbs is inigre Tenor de comenacin que habla ed fic en pba el primer elemento sobre el que me dicho seach, tan ntblulement igado 20s frente de nf rgenia que me erat por ido en mi- o en ningiin otro contexto. vccom Consul en principio los dicionarios con que con taba en casi un rast de embute, Durante meses, ine rrogué a cuanto hispanohablante tuve ocasion de cru~ zar en mi camino: ningun de ellos conocfa a palabra

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