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Ein MaNNARELLI como hechiceras 0 brujas, las que Jd en sociedad y de acuerdo a cada que tambien son distintas en una p el caso de la sociedad colonial 42 BEATAS E INQUISICION EL caso DE ANGELA DE CARRANZA El fenémeno de los beaterios y la existencia de numerosas que experimentaban la religiosidad de una manera fue muy difundido en Espafia durante los siglos XVI y XVIL. Las beatas eran mujeres que habian hecho un voto ‘Simple ~privado- de castidad, usaban habitos confeccionados las mismas y observaban ciertas reglas religiosas! beaterios sino en sus propias casas o en las de fami sideradas honorables, En otros casos, se formaban pequefias idades de mujeres entregadas colectivamente a la religiosa. Este ha sido, en alguna ocasién, el origen 15 con ycer con precision este fenémeno, un josidad femenina muy extendido en la colonia hay alguna idea del tipo de que perduré luego en la época republicana. No obstant referencias dispersas que nos dat vida de estas mujeres y de su importancia en la cultura popu lar urbana, 1m Cunisnan, Local Religion in Sixteenth Century Spain (Pinceton: Princeton University Press, 1981) ‘Mania EMMA MAxNAnes Las beatas, sobre todo desde el Coneilio de Trento, esta- ban bajo la supervision de la diécesis y eran independientes de las drdenes, aunqui muy cerca de jaron a usar sus habitos y a seguir sus reglas. Hasta antes del siglo XVII no existieron mayores ciones para la practica de la beateria pero, hacia prin- cipios de ese siglo, muchas beatas fueron procesadas por los tribunales inquisitoriales espaiioles acusadas de visiones licas 0 falsas. El Concilio de Trento (1545-1563) -aprobado por Ma- drid en 1574- y el de Toledo de 1582 marcan un hito cru- cial en cuanto a la regulacién de las practicas religiosas populares y las costumbres de la comunidad cristiana. Hacia fines del siglo XVI la Iglesia tomé una serie de medidas para restringir y canalizar la religiosidad local y la devocion popu- lar. Se intentaba redefinir las fronteras entre lo que se consi- deraba verdaderamente sagrado y los cultos seculares. Para la Inquisicién jugé un papel de primer orden. A partir de ese momento se reglamentaron las activida- des de las beatas que, para ese entonces, eran parte de un movimiento religioso que se expresaba a través de diferentes cauces. Las autoridades eclesiésticas buscaron remediar lo que comenzaba a percibirse como una amenaza. Asi fue que, a fines del siglo XVI, la Iglesia urgié a las comunidades de beatas a convertirse en conventos regulares 0, por lo menos, a incorporarse a las terceras drdenes. Luego, la presién hizo més intensa ya que los beaterios comenzaron a percibir- se como focos de herejia, Un aspecto que merece la atencién es el hecho de que las beatas fueron particularmente sensibles a la prédica del movimiento iluminista formado por misticos que reclamaban 44 HeoviceRAs, BEATAS ¥ ExPOsiTAS tener una comunicacién directa con Dios, a través de la cual este les revelaba los secretos de su doctrina. Es de devocion popular y de misticismo se hallaba extendido de una manera peculiar entre las mujeres. Segin Claire Guilhem estas mujeres encontraron en la individual; no més esposa/madre, de su propia eleccién. Tal promocién fue condenada por la puesto que la mujer en su seno no tenia palabra? no obstante que, hasta el siglo XVI, justamente cuando la Iglesia extendia sus dominios sobre el area andina, estas mujeres habian sido auténticas consejeras, incluso en la corte real, y gquardaban el respeto de la eli josa de su tiempo’. Sin embargo, parece ser que no siempre las beatas acep- taron las prescripciones eclesiales. Muchas de ellas se al encierro comunitario y negociaban, en margenes peligrosos, otros patrones de vida piadosa. El problema era que estas mujeres estaban protegidas nicamente por su reputacion de santidad, que las convertfa en personalidades veneradas y, por lo tanto, sospechosas del celo inquisidor; peor aun si se negaban a aceptar a los confesores. El siglo XVII configura la culminacién de una tradicion religiosa, sobre todo si tenemos en cuenta que en el siglo XVIII se inaugura un periodo distinto donde la secularizacion | empieza a adquirir supremacia. Hechos como la beateria y el misticismo femeninos, en genera adquieren otras connotaciones, diferentes a las que presenta: ron en siglos anteriores. Ademés, es posible que el aleja- femenino”, y control 2 Claire GULHEN, “La Inquiscion y fa devaluacién del cen Bartolomé Bennassar, Inquisicién espafola: poder social, (Barcelona: Grialbo, 1981), 3 Ieider, 45 Mania EMMta MawwareLit miento de la dinastia de los Habsburgo del dominio ibérico io en el accioner del Tribunal de la Los inquisidores no fueron ajenos a las transformaciones de la secularizacién del pensamiento social. Esto se aprecia en la forma en que empezaban a interpretarse los hechos ‘que protagonizaban los denunciados ante su corte. Se pone en duda, con més frecuencia, la veracidad de los testimonios de los acusados. Esto se nota con bastante claridad en el caso de las beatas que pretendian favores divinos especiales. La bisqueda de la santidad de estas mujeres empieza a levan- tar sospechas de falsedad y los argumentos de los calificado- res se inspiran mas bien en conceptos racionalistas que des- cartan los poderes especiales que tales mujeres aseguraban tener. Al evaluar la conducta de las beatas atribuyeron calificaciones, en unos casos, de de engafio al vulgo y a las autoridades cercanas y, en otros, de posible enajenacién mental. Gran parte de la simbologia existente en esta época, dis- fanto para hombres como para mujeres, surge en la Media. Fue en esa época cuando los tedlogos de la sia Catélica desplegaron esfuerzos especiales por hacer ‘2 pasaba por domesti- lares. Son relevantes ~entre itud de la Iglesia frente a laica y femenina, el ascetismo medieval, los modelos del misticismo femenino y las vicisitudes de la Iglesia frente 2 la creencia de la Inmaculada Concepcion y a la Eucaristia. Estos dos altimos constituyeron temas centrales, or lo menos, en uno de los casos el de Angela de Ca- tranza~ que concentré la preocupacién del ‘Tribunal de la Inquisicion limefio a fines del siglo XVI. Complementa- 46 Hechiceras, BEATAS ¥ EXPOStTAS riamente, hemos ubicado ciertos tépicos y simbolismos pre sentes en las devociones femeninas locales: la leche y la lac- tancia, la Inmaculada Concepcién, Marfa Magdalena y el is extudios de los experiencias culturales femeninas, a las que tenemos acceso basicamente a través de las fuentes que provienen de los procesos inquisitoriales, tendrian que tomar en cuenta las posibilidades vitales de las mujeres de la epoca, los patrones de las estructuras familiares y matrimo- niales, las caracteristicas del sistema dotal. Las opciones reli giosas también debieran constituir un marco de referencia; 1nos referimos al significado de los conventos, beaterios asi como a las opciones individualistas. Esto supone entender la racionalidad de los espacios de segregacion segiin el sexo, la nocién de encierro y las tendencias demograficas de la ciudad. Las actitudes de la Ing én hacia las diferentes formas de devocién femenina vatiaron segéin las coyunturas sociales y las reelaboraciones doctrinales de la Jas beatas, pueden transformarse de consejeras prominentes en herejes peligrosas, de embusteras en locas. Sin embargo, fio conjugar las definiciones prover las aventuras de la devocion fementna y enten- ado propiamente dicho de estas experiencias femenina fue una experiencia religiosa ti mente espafiola que se reprodujo, de una manera parti en el universo colonial. Conocemos poco de las beatas en el Pena. Saberos que a fines del siglo XVI ya se habfan funda- do beaterios y que estos tenian menos prestigio social que los monasterios femeninos en raz6n, probablemente, de que acogian mujeres de dstinta procedencia social y de balos recursos econémicos. A diferencia de los monasterios, los 47 ‘Mania EM4a MANNARELLL beaterios tenian menos exigencias econémicas asi como espi- rituales'. Muchas de las beatas fueron supervisadas por cléri- 905 0 padres espirituales pero, igual que en Espaiia, en cier- tas ocasiones, cuando estas mujeres se resistian a seguir el consejo de estos y actuaban por su propia cuenta eran adver- tidas por la Inquisicién y en algunos casos procesadas. La muerte y el proceso de canonizacion de Santa Rosa de Lima dio lugar a que se hiciera pablica la existencia de un grupo de mujeres entregadas a practicas devocionales que se pueden asociar al movimiento de alumbrados. Esta suerte de movimiento mistico, estudiado por Fernando Iwasaki, si bien guarda relacién con la piedad europea, reviste una ién local propia’, I parecer, la piedad de Rosa de Santa Maria quiso ser ‘emulada por otras mujeres de la ciudad que luego fueron a dar a la corte inquisitorial. Esto no excluye la posibilidad de que todo este conjunto de mujeres piadosas, e incluso sus cercanos confesores, fueran parte de una efervescencia giosa con fuertes rasgos de tluminismo en la que las muj jugaron un papel protagénic llegaron Luisa de Melgarejo (intima Santa Marfa, cuyas opiniones sobre ella fueron atendidas en el proceso de canonizacién); Maria de Santo Domingo, Inés 4 EL trabajo de Nancy VAN Deusen sobre los recogimientos en Lima colonial ofrece aportes inspiradores para entender las actitudes femeninas respecto a la vida piadosa y las opciones vitals de las mujeres en gene tal. Recogimiento for Women and Girls in Colonial Lima: An Institutional and Cultural Practice, Ph. D. Thesis, University of Indiana, Urbana Champaign, 1995. 5 Femando Iwasakl, “Mujeres al borde de la perfeccién: Rosa de Santa Maria y las alumbradas de Lima’. Hispanic American Historical Review, (Durham, NO}, 73: 581-613, 48 HecHiCeRAS, BEATAS ¥ EXPOSITAS Velasco, Isabel de Ormaza y Ana Maria Pérez. Todas ellas Auto de Fe de 1625. También co- Inés de Ubitarte’. ier acercamiento de Iwasaki al tema, con aspira~ ciones analiticas, seftala ciertos criterios para abordar la cul- tura femenina asi como las actitudes de las autoridades ta vez en el discurso y en la accion de los \efios. Son importantes las relaciones entre las toriales también posibilitan conocer los modelos devocionales femeninos los cuales demandan una atencién, por lo menos, tn dos direcciones: por un lado, sobre los rasgos que hacen que estas mujeres formen parte de un conjunto con carac~ teristicas comunes -tipo de lecturas, modelos de santidad fe~ — y, por otro, sobre la impronta in la contemplacién, la sexualidad y al tico, especialmente en la relacién con Cristo- y la manera especifica de vivir la santidad como una bésqueda personal. Esto iltimo se refleja mas nitidamente en el terreno de la escritura. Recordemos que la Inquisicién requisé a Inés de Velasco 54 cuadernos; que los manuscritos de Inés de Ubitarte fueron auscultados por los calificadores: y que Luisa de Melgarejo lleg6 a producir una considerable cantidad de paginas que los inquisidores analizaron probablemente con fruicién. ¢Qué pas6 con los escritos de Santa Rosa? Un he~ cho contundente y por lo tanto digno de interpretar es la vir- tual desaparicion de la mayoria de la produccién escrita por las mujeres en la época colonial. Tanto los escritos femeni- © Beidem, 49 Mani Even Mannanents hos, merecedores del escrutinio del Tribunal de la Inquisicion, como otros aparentemente mas inocuos son dificiles de encontrar? Ciertamente no todo misticismo femenino desembocd en la produccién escrita o en la persecuc caso de Josefa de la Madre de Dios bles raptos misticos8. Aparenteme se desarrollaron en torno a la trilogia Jesucristo, la Virgen Maria y San José. Todo parece indicar que su préctica reli giosa se mantuvo siempre dentro de los cauces aceptados por las autoridades de la época. Es interesante encontrar el hecho de que el partoco de San Marcelo, Ignacio de Hi Figueroa, acompaiié a esta mistica. Vale recordar, asimismo, que este mismo parroco fue el confesor intimo de Angela de Carranza por lo que, luego, tuvo que comparecer ante el Tribunal de la Inq La presencia de Hijar en la vida de Josefa de la Madre de Dios hace pensar que la relacién que este mantuvo con Angela de Carranza no fue un hecho aista- do, En consecuencia, es necesario plantear la necesidad de explorar, en la medida en que se encuentren los testimonios correspondientes, la dimension de las relaciones entre religio- 808 y mujeres piadosas La mayor parte de estas mujeres, sigulennlo las admon!- ciones de Trento, se aseguraron la cercania a las estructuras eclesidsticas, ya fuese como terciarias © como miembros de los monasterios de la ciudad. Como ordenaba dicho coneilio, sus temas devocionales 7 Un ejemplo es el de la huanuquefia sabe! FIGUEROA (siglo XVI) que, segtin Garcia y Garcia, fue considerada la mejor poetisa de su epoca Elvira Gancia y GaRcia, La mujer peruana a través de los siglos. Serle historiada de estudios y observaciones. Tomo |, (Lima: Imprenta Americana, 1924) 138. 8 Tider, 143, 50 Hecricenas, BeaTas v ExpOsTAS muchas de las mujeres entregadas a las précticas piadosas tuvieron que insertarse dentro de las jerarquias eclesiésticas. De esta forma se contenia el impulso y el destino de la bis- queda individual. Este fue el caso, entre muchos otros sin duda, de Feliciana de Jestis, hermana terciaria de Santo Domingo. Vivié hasta los 38 afios entregada a la imitacién de Santa Catalina de Siena “casi toda su vida encorvada bajo el peso de una cruz y coronada de espinas?. Esta parca mencién a la experiencia de Feliciana de Jesis hace pensar en dos cosas: la primera es la necesidad de buscar en los archivos de las érdenes religiosas los rastros de las mujeres que se involucraron con ellas para vivir su pledad; la segun- da, entrando ya en k la experiencia feme- nina, haria preciso analizar los modelos de santidad femenina que estas mujeres tomaron del repertorio cristiano para orientar su experiencia mistica. Sin embargo, no todas se enclaustraron. Un ejemplo es Maria Velarde, entregada desde su infancia a la lectura de los “misticos clésicos" (sic) y a la contemplacién"®. Sin embargo, Maria prefiere el servicio antes que el encierro. Aqui parece trascenderse una dicotomia propia del modelo masculino por la que la contemplaci6n alejaba a los piadosos de la vocacion de servicio; caractert Ima muy asociatla a la bis queda de lo divino y a la santidad en la Europa medieval! ‘Asi como algunas de las mujeres se inspiraron en una imagen como la de Santa Catalina de Siena otras tomaron 9 thidem, 144. 1 idem, 145. Para una explicactén del contraste de las acttudes fermeninas y mascur linas frente al dualismo en la piedad medieval ver Carolyn W. Bynum, Holy Feast and Holy Fast. The Religious significance of Food to Medieval Women, (Berkeley, 1987} de la misma autora, Frogmentation ‘and Redemption, Essays on Gender and the Human Body in Medieval 51 Manin EMMA MANNARELLL como modelo de santidad a Santa Teresa. Ese fue el caso de Buenaventura de Jesiis en cuya experiencia confliyen las letras y el misticismo. Elvira Garcia y Garcia citando a Pedro Peralta y a Llano Zapata afirma que esta mujer escribié un Nbro. Cartas as pero que, buena parte de su trabajo qued6 inédito!2. Al final de su vida ingres6 al convento de las carmelitas. ‘Aunque algunos historiadores han puesto en cuestién los conventos femeninos como centros de devocién religiosa es indudable que la vida conventual fue, por lo menos, un lugar propicio para el despliegue del yo femenino a través de la escritura, Habria que prestarle mas atencién, por ejemplo, al monasterio de la Concepcién en la primera mitad del Violante Cisneros se dedicé a escri Segin Garcia y Garcia sus poesfas no ‘arse y se dispersaron por algunas de las iudad!®, Algo parecido ocurrié con iosa de la Concepcion. ‘Si bien algunas de las mujeres sortearon el celo inquisito- rial otras se vieron amonestadas por el Tribunal. Por ejem- plo, Maria Juana de! Castillo, luego de llegar a pul nas de sus obras, tuvo que inhibir su préctica sus originales fueron retenidos por los i encontraban peligroso que de Orbegozo también fue perseguida por la Inquisicién bajo la acusacién de tener consigo obras prohibidas que amenaza- Tbidem, 158. 52 Hecnicenas, BeaTas ¥ ExPOsrAs ban las ideas religiosas. Segtin Garcia y Garcia, lleg6 a escri- bir defendiendose de la acusacion del Tribunal’ ‘que fue requerida por el Tribunal del Santo dejara de escribir fue Isabel de Orbea. Escrit dej6 cuentos y romances, ademas de maximas liberales!®, Hubo casos en que la propia accién de! Tribunal surtid un efecto en la conciencia de las beatas y en los Jacinta de Montoya quien termin6 presentandose 27, Esta mu jer, mestiza, esposa del beato indigena Nicolés de Ayllon, ha- bia llegado a congregar un grupo de mujeres dedicadas a la vida contemplativa que llegé a convertirse en el beaterio de Jesis Maria, Esta practica la llevS a poner por escrito sus reflexiones religiosas y la naturaleza de sus practicas devocio- rales. También habia experimentado la presencia directa de Cristo en su vida a través de revelaciones que orientaban la corganizacién del futuro beaterio y la direccion espiritual de jeres que se reunieron en él. No sabemos en qué con- su cercanta a Angela de Carranza pero el juicio inqui- al que esta estuvo sometida durante varios afios implicancias pablicas del proceso llevaron @ Maria Jacinta de ifestar sus dudas y temores a propésito de sus propias creencias 35 Iidem, 181 16 bidern, 182-183. 17 Azchivo Histérico Nacional, Madrid. Inquisicién de los Reyes, Cri ‘minal de fe, documento 51. Copia del proceso causado en esta Inqui- fade la Santisima Trinidad, mujer de Nicolés de Ayilon, sobre varias revelaciones y sus escritos y otras tocon tes a la vida y virtudes de dicho su marido, en foxas 64. 53 Manin Ema Mannanenis Una beata del siglo XVII: Angela de Carranza Angela de Carranza fue procesada por la Inquisicién de Lima entre 1689 y 169418. Es cierto que no est entre mis planes algo propio del género literario basado en la vida de 's decir, llevar a la ficcién esta En esta ocasién voy a resefiar, lo més si posible, algunos de los temas que abordaré un estudio més comprensivo; y, sobre la base de ciertos testimonios d a esta controvertida beata, trataré de plantear algunos pro- blemas més especificos. En 1983, cuando revisaba por primera vez las Rela ciones de las Causas de Fe del Tribunal de la Inquisicion, me enteré de stencia de Angela de Carranza. La riqueza de la documentacion y la dificultad para abordar el caso particu- lar de esta mujer me Hevaron a una opcién inicial: trabajar de luna manera muy descriptiva algunos Angulos de la experien- cia de las hechiceras y de las beatas ilusas en Nueva Espaiia y Peri en la segunda mitad del siglo XVII. All traté de ave- 18 documento de tab en € esa poneca se encuentra en el Ar chio Wisco Naclonl de’ MadndMbunal de Line Reson So has de fe, Libro 1032, fc + Recon a rend fe ona (Massa, 1983) Ura pare de et ab ho pbicade Masa 1985) 54 Heciaceras, Beatas ¥ ExPOSITAS riguar la identidad social de estas mujeres y su importancia en el tramado de la cultura popular urbana de la época, pre- cisando sus roles sociales y su protagonismo en el sincretis- mo cultural. Si bien quedaba claro que Angela de Carranza era un caso especial, su figura quedé recortada por estos planteamientos iniciales. Sin embargo, sabfa que era impor- tante regresar a ella posteriormente; era consciente de que se trataba de un primer acercamiento y que quedaba mucho por explora. Dofia Angela impresionaba por diferentes motivos. Pri- mero, el hecho de haber escrito, durante quince afios, un diario mistico que llegé a tener 7,500 folios; segundo, luego de leer la relacion de su causa, pensé que se trataba de un muy revelador de la historia de la locura femenina cantidad de aparentes delirios que formaban parte de su aventura mistica y literaria. La sola cantidad de paginas escritas por esta mujer me hacia pensar en la compulsi6n y la omnipotencia de Angela de Dios. Afortunadamente, casi de inmediato, encontré una evidencia que me hizo descartar la exclusividad de este tiltimo enfoque. Fue e! caso de un clé- igo que, en esa misma época, habia sido acusado inicial- mente de algo cercano a la herejia o al iluminismo. Desde la similar. Sin embargo, las apreciaciones de los inquisidores consideraron notables diferencias. El religioso en cuestion fue répidamente calificado de loco y recluido en un hospi que pudiera vivir con su insania, mientras que Angela de y tortuoso proceso inquisitorial, a lo largo del cual fue objeto de diversas calificaciones: embustera, blasfema, sospechosa tipificado de locura, lo que si ocurrié con el clérigo. En la 55 Mania Euma ManNanents sociedad colonial del siglo XVII se dispuso de ese criterio pa- ra clasificar el comportamiento de los individuos y tomar me- didas al respecto pero no fue usado en el caso de la beata. Sucedia que esta se habia convertide en un perso: piblico consiguiendo un poder inusitado. La siguiente revela su influencia: “Con las revelaciones y favores que esta beata publi- caba tener en Dios, y con su arte y mafia llegé a tener en esta ciudad por muchos afios, el engafar a la mayor parte de ella, y no del vulgo solo, sino de la nobleza y de personas de autoridad y puestos supe- riores, como de virreyes, virreinas, arzobispo de Li- ma y muchos obispos de este reino, oidores y de muchos religiosos y prelados regulares, que la mira- ban y respetaban como a una de las mayores santas ¥y santos que venera la Iglesia, en grado que una persona rica de esta ciudad tenia ofrecidos tres ser una cosa muy grande, nunca vista ni oida (...) Guardaban muchos sus reliquias, sus muelas podri- das, las ufas de sus dedos, sus piojos y zapatos ros tenian retratos suyos y lien- 208 pintados de sus revelaciones que se han hallado y recogido, otros jirones de sus nombres, que ella mis- ma repartia, guardéndolas como prendas de salva- eign” (348, 348v). Esta mujer no era cualquier beata ni una loca -aunque algunos de su contempordneos luego confesaran haberlo pensado- pero, en definitiva, era una seria amenaza al orden de cosas colonial. De todas formas, el texto que tenemos a la 56 Heciiceras, BeaTas ¥ ExPOstTAS mano requiere de un enfoque psicol6gico; si no gcémo en- tender la extravagancia, los delirios, los suemios, la desnudez; en fin, la sexualidad de una mujer como Angela de Ca- rranza? ‘Sin embargo, hay advertencias importantes que nos con- ducen a la cautela. Citemos brevemente, a manera de ejem- plo, el trabajo de Carolyn Bynum (1987, 1992) sobre la pie- dad femenina mi con énfasis en el significado de la comida en la religiosidad femenina, en el que se cuestiona aquellos enfoques como el de Rudolph Bell, en Holy Anore- xia (1985), en el que se aplican categorias de la psicolo. contemporanea para explicar el rechazo femenino al alimen- to. De esta manera se excluye la posibilidad de entender el mujeres tuvieron sus. propias vvez, nosotros pretendemos in- ‘adamente, reconstrui. La descripeién de los hechos ~el rechazo al alimento por ‘ejemplo- coincide en términos sintomaticos con una expe- de acuerdo al umbral de las sensibilidades de la época, para usar una nocién de Norbert Elias (1987). En otras palabras, es bueno recordar que las estructuras psiquicas emocionales de los individuos son también histéricas. Es decir, la ela- fos internos y, por lo tanto la cues 1ién intrapsiquica, estén acompafiadas de las transforma- ciones en las maneras en que se controlan socialmente los impulsos. El texto disponible Angela de Carranza escribe de manera compulsiva. Entre 1673 y 1688 -cuando tenia entre 30 y 45 afos*™ legs a 29 Caleulamos esta edad de acuerdo a los datos que el documento ofrece. Segin este, cuando se inicia el juicio en 1689, Angela de 87 Mania Eva Mawwaneiis escribir las 7,500 fojas, de letra cursiva muy pequefia y apretada (279v). Este monumental dia tenia como propésito principal revelar el io de la Inmaculada Concepcién de la Virgen, tema violentamente discutido entre las érdenes religiosas durante los siglos anteriores (Warner, 1985) Para clertos efectos, primera, de 1671 a 1678, fue escrita por la misma Angela de Carranza; y, la segunda, comprende lo que la beata dicté a sus sucesivos confesores entre 1679 y 1682. Sin embargo, hay que advertir que, segiin las propias palabras de Angela de Carranza en una de las audiencias del tribunal, sus confe- sores siempre escribieron lo que a ella se le habia revelado. A esto se suman 700 fojas que surgen de los informes de los icadores quienes, durante tres afios, leyeron y exemina- ton los escritos de la beata. Ademas, se transcribieron las declaraciones de los 130 testigos que participaron en el pro- ceso. En total se produjeron aproximadamente 11,000 fojas. Lo que ahora tenemos a la mano es un texto de 100 fo- lios; formalmente, un resumen escrito por el inquisidor Fran- cisco Valera al Consejo superior de la Inquisicién en Madrid Este, de manera no siempre diferenciada, contiene transcrip- siones puntuales del diario en mencién, declaraciones sucin- tas de algunos de Jos testigos asi como descripciones del narrador sobre la ello se agregan, aunque muy recortadas vaciones de la propia Angela durante las sucesivas audiencias ante el Tribunal, los comentarios de los ¢: cripcién de las torturas a las que fue sometida y la sentencia Carranza tiene mas de 46 afios (sid), por lo que deducimos que nacié poco antes de 1643. Ricardo Pama (1968, pig. 1230) dice que nacid en 1641 58 Heciacenas, Bearas ¥ EXPOSTAS final, Se cierra el documento con comentarios acerca del comportamiento de la beata luego de la sentencia y su resis: tencia a acatar las disposiciones de las aulurklades eclesiés- ticas. No hay forma de saber en qué medida este informe local 2 las autoridades espariolas refle todas formas, es un texto de miitiples entradas. Por su natu raleza, exige un trabajo heuristico especial por tratarse de un texto muy fragmentado. Por ejemplo, es casi imposible precisar lo que escribio ella personalmente y diferenciarlo de lo que dictd a sus confesores y, por lo tanto, es si este cambio marcé alguna diferencia en la sus escritos, Hay, pues, dificultades para precisar el desen- volvimiento de la aventura mistica y vital de Angela de no sabemos en qué momento de su experiencia mistico-lite- raria aparece ri cémo evoluciona el sentido de los simbolos a Jos que apela en el diario; en resumen, no se puede conocer el peso especitico de los temas ni la relacién entre cada uno se suman las consideraciones a las que obli as entre la narracién escrita y la oral, lo que ya de por si ccnstituiria una exploracién especifica y especia- lizada. Recordemos que buena parte de lo que Angela escribe es lo que el Seftor le dice. Escritura: emociones, delirios y omnipotencia Si bien Angela de Carranza es un caso excepcional por su exuberancia, creo que las mujeres en la colonia escribieron muchisimo mas de lo que nosotros conovemos hasta ahora. Algunas obras dejan na, especialmente la ivamente difundi- ica mistica, fue rel 59 ‘Masia Bama MANNARELLL da; sin embargo, su enorme mayoria alcanz6 sélo el grado de manuscritos que se encuentran, en el mejor de los casos, traspapelados en archivos conventuales atin de Sabemos de mujeres que fueron advertidas por la In- Quisici6n e instadas @ dejar de escribir bajo severas amena- zas. La escritura, por entonces, se concebia como una acti- Vidad peligrosa y la supervision masculina, preferentemente eclesial, fue algo que acompané la aventura mistico de las mujeres, La asociacion entre las letras y las mujeres fue en ciertos casos considerada diabélica. Sin embargo, Jean Franco (1989) sostiene que la escritura femenina, par- ticularmente en el barroco, fue de cierta forma bienvenida y ‘estuvo lejos de estar asociada con ef mal Angela de Carranza nace en Cérdoba, Tucuman. Es hi legitima de un espafiol ~aparentemente de clase ro de la orden de Santiago- y de una mujer, original de San- tiago del Estero. De acuerdo a sus propias declaraciones, su gada a Lima coincide con un turning point en su vida: (6 de moderarse en el traje y de tener oracién y morti- (358). Luego de esta iniciacion empieza a tener re- velaciones divinas “de grandes rayos, luces y resplandores, sintiendo en su interior gran consuelo” (ibidem). Pero estas experiencias la atemorizan y ve el matrimonio como una po- sibilidad de cambiar de estado y evadir todo lo que la beatitud demandaba. Pero ... ge6mo casarse sin dote? En ese dilema, “batallando con esos discursos” (358v), cae en un profundo trance y escucha la voz del Sefior. Angela necesita un confe- sor y elige, para rendir obediencia, a fray Bartolomé de Ulloa, un agustino, quien la acoge pero le advierte que sélo a €l comunique sus visiones. Y asi lo hizo, participandole lo que sucedia en la “oracién continuamente y algunas veces * (359). 60 Heciicenas, BEATA ¥ ExPOStTAS En esta época era comin que los sacerdotes buscaran en las mujeres devotas una puerta de entrada a lo divino. Para los agustinos tener cerca una mujer considerada santa fortale- ceria su orden. Pero Angela de Dios puede ser, al mismo tiempo, una pieza en las confrontaciones teolégicas y en los poderes locales y una mujer que quiere decir algo por si misma 0, en este caso, a través de si misma, La intensidad de la comunicacién con Dios y su estrecho contacto con la Trinidad, la Virgen, et fen acceder a la palabra divina y le confieren un lugar singular no s6lo en el mundo sino en el cielo: era maestra y doctora de doctores. Sus es- critos habrian de ver la luz, la claridad y la llaneza y, en con- traste con los oscuros y teolégicos de Tomas de Aquino, Es- coto y Maria de Agreda “habian de obscurecer todo cuanto se habia escrito hasta ahora de la concepcién de la Virgen” (304, Angela de Dios usa una serie de metéforas para descri- birse, con las que traza una especie de autorretratos en rela- ion a la escritura y al conocimiento. En una de ellas se iden- tifica con la vid, el sarmiento y, sus escritos como los raci- mos de la planta; racimos cuyos frutos son su producto final, el alimento dulce y tierno, puro. La otra figura es una que el mismo Dios le ha suger Angela de Dios, porta ra- mos de guirnaldas, una pluma en las manos y el Espirit Santo en su hombro, “para alumbrarla y ensefiarle en el ido” (305). Angela no lee la palabra mediada por los hom- bres, ella escucha la voz divina. En una de las muchas oca- siones en que habia viajado a Roma, el Papa le habia regala- do una pluma “diciendo eran las alas del Espiritu santo, para que supiesen que éste la asistia” (304). Al lado de esas poderosas e inequivocas imagenes, esté Ja duda y la confusién de la beata ante sus cuadernos llenos de palabras que van aumentando, a veces, en contra de su 61 Manian Extn Masanents voluntad. Piensa quematlos, como lo determinaria afios mas tarde el Santo Oficio. Angela no queria escribir; en sus pro- plas palabras: “Para qué es esto? tanto escribir, y solia decir 2 sus confesores podra ser que esto sea debilidad, o flaqueza © suesio?” (359v). Las lineas divisorias son dificiles de perci- bir; pero se somete a los mandatos del Sefior y de sus confe- ‘A pesar de la compulsion con que escribe y el poder que esto le confiere, ser madre de sacerdotes es una experiencia cargada de angustia: “Dice que en otra ocasion viéndose al espejo, y reco- nociendo’tener algunas canas en la cabeza, y habien- do entendido le salia porque Dios la habia constituido madre de sacerdotes, dice se aflighé mucho y ‘quién me ha metido a mi ser madre de sacerdotes, que me veo con canas y vieja"(328). ‘Ademés, no pocas veces se deslizaba la duda acerca de si lo que le ocurria eran favores de Dios o ilusiones del demo- nio. No siempre los distingue. En todo caso se cansa mucho y llega a perder la vision, sefial por cierto de santidad en su contexto personal. Sin embargo, su extrafieza ante sus obras cede a las constantes y diarias revelaciones divinas Entre las muchas indicaciones de la sentencia final, a propésito de los escritos de la beata, se expresé que estos fran heréticos en cuanto a su contenido pero se setialé tam- bien su inmodestia y sus ansias de aplausos. Finalmente, se cordend quemarios junto a todos sus retratos y objetos perso- rales; y, luego de mandar su reclusién en un convento, se cordené: “que se la prive de papel, tinta y plumas, para que no escriba” (371) 62 Hrovceras, Beavas v Exedsiras De Ia influencia de los alumbrados a la critica de la sociedad colonial Angela de Carranza estuvo acompafiada, en casi la totalidad de su experiencia mistic Segin ella, la presencia de estos miembros de la Iglesia la persuadia a obrar constantemente con correccién y la man- tenie alejada de la herejia. Argumentos como este abundan en las sucesivas audiencias de la beata ante Inguisidores Otro tipo de testimonios hace pensar en la influencia del movimiento espafiol en los alumbrados. Cabe aclarar que es- tos no desarrollaron un corpus doctrinario del todo articulado y pautado. Mas alld de que los inquisidores los percibieran como un movin turaleza de sus vinculos con lo divino era ver mucho con la experiencia individual y la camiento a Cristo (Guilhem, 1981: 171-207). No obstante, compartieron ciertas actitudes -como la busqueda del contac- to drecto con Dios- lo que significaba el rechazo de la in- termediacién de la Iglesia para la plenitud de la experiencia mistica Uno de los rasgos mas prominentes de la identidad de Angela de Carranza es su contacto intimo con Cristo y la defeasa de la inspiracion por medio de la oracién. Esto nos remite, en varios sentidos, tanto a la piedad femenina medie- val como a la tradicién de la beateria espafiola y al movi~ miento iluminista, vertientes todas en las que las mujeres tuvieron un protagonismo singular. El acercamiento de An- gela de Carranza a lo divino, més alla de sus aparentes deli- rios, no pasa por las pautas ni por los rituales acostumbra~ dos: es ella y Dios; y, en algunos momentos, la identificacién es total. A pesar de su negativa, por los riesgos que esto 63 ‘Mania Ewin MANNanenis implicaba, Dios la ha elegido: “No te quiero para casada, sigueme” (3580), le ha dicho. En una de sus revelaciones, probablemente temprana, Cristo le comunica su deseo de que no fuera monja ni beata de comunidad, “porque en comunidad hay chisme” (323v). El Seftor la quiere en el siglo y al margen de colectivos que controlan y uniformizan. Vivir en comunidad supone some- gar a la verdad De hecho, Angela de Dios no es cualquier beata. Por ejem- plo, en una de sus versiones: “San Miguel, San Gabriel y San Rafael, y la Santa Rosa hallaron un lienzo, y descubriéndole cada uno Por su esquina, aparecié pintado un Nifio Jess, y en el corazén del nifio una beata y que el Espiritu Santo la dio a entender que la beata era Angela de Dios (302y)". Angela escucha la voz de Cristo que le dice: “tu no vas a pescar con las redes de los apéstoles, sino con las de desucristo” (300). En consecuencia no comprende el discurso que proviene de la jerarquia eclesiéstica: “No entendia nada de lo que el predicador decia. Y comunicando sobre este particular con una persona de su confianza que la pregunté la causa de no asis- tir a oir la palabra de dios, respondié que se sentia absolutamente cerrada en orden a entender lo que predicaban. También decia, que a veces padecia sor- dera y que ésta no era achaque natural sino ocasio~ nada de la armonia 0 susurro de las misicas celestia~ les, que frecuentemente ofa” (354), 64 Hecicenas, BEATAS ¥ EXPOSTAS De acuerdo a la piedad femenina medieval, Dios se ma- ta a través de lo bajo y no por medio de la interpreta cién. El contacto con lo divino se realiza a través del interior, con el corazén y, al mismo con los sentidos, con la carne en su acepcién més radical. No hay voluntad, afirma Angela de Carranza, no hay lectura de teblogos. Ella transmi- te una ruta propia. Para ello es importante renunciar al juicio y ala reflexion, Se siente necia e indiscreta, baja y simple. Es de esta manera como ha provocado el amor incondicional misma su candidez, dice que el ddideces, que por eso mostra- lo que le angustia y comunica con Dios. Pero Dios le confirié el estado de nifiez, no tiene més de tres afios. Esta es una alusién més o menos difundida entre las mujeres que buscan la santidad en la Europa de la Alta Media. Este candor y esta simpleza la colo- caban en una posicion excepcional para la comunicacié lo divino: “Se reconocié ser desatenta e imprude: se excusaba con decir era una simple, y que Dios la tenia en inocencia de una nifia de tres afios, y sus confesores atri- buian a candor de énimo cuanto erraba” (349). Esta inocencia infantil, don divino ciertamente, explicaria parte de la importante carga lidica presente en sus escritos: juega bolas y carnestolendas con el nifio, come en una escu- la de leche migada con el nifio Manuelito de Jests, frenéticamente con la Virgen y los angeles, bromea con los demonios. Angela afirmaba, asimismo, sentirse como un cria- do, “como un negrito que no ponia més de su parte que recibir el recaudado y darle en la mejor forma que le habia entendido” (323). La beata no entiende el cédigo de.la auto- ridad terrenal. La comunicacién s6lo es posible a través de un lenguaje directo con Cristo. Sin embargo, se trata de un 65 Manin Emma ManNareuis fo humanizado hasta los extremos; tanto, que es como La radicalidad en la ca compartida con las el ‘én de Cristo, otra caracteristi- icas europeas de la Alta Edad Media, se expresa en varias imagenes en el discurso de An- gela de Dios. Es spejo. Cristo le dice: “Ta sois mi espejo y yo tu espejo” (30: lertos, mis palabras salen por tu boca. Y que tam- bién le dijo, con el amor que te tengo no reparo en nada”. Cristo es como ella y en esta relacién caben los extremos: “Dice que se vié en un campo lleno de pajonales, en ue vi6 al Sefior mano a mano con una nifia en traje de beata de San Agustin, de que tuvo celos, y que encendida en ello, pegé fuego al pajonal, Seftor ardiendo e: les dijeron: gque vengativa como celosa: bueno venis Sefior empleado en otra esposa querida, quedados con ella ardiendo y abrazado, que yo me voy al purgatorio a sacar almas y desquitarme asi de los celos que me dais (328)' A es08 niveles gaba la humanidad del Cristo de Angela de Dios. Esta humanizacién del Sefior esta cargada de erotis- mo y carnalidad. Cabe recordar, que estudios sobre el tema demuestran que el erotismo mistico femenino de la Alta Edad Media no estuvo necesariamente asociado a la genitalidad. Esto podria extenderse, quardando las distancias de! caso, a otros settings culturales. De otro lado, el rechazo de la beata a la vida conventual debe tener relacién con ciertas actitudes de Angela de Dios, 66 Heciaceras, BeAras y Expostas fen particular con su percepcion de las mujeres. De alguna la es participe de la misoginia de la época cuando a rara la mujer buena” (333). Sin embargo, cuando ceptuar a Eva de ser la causa del pecado original; una rev- sion radical y extravagante de la tradicion biblica. Ciertamente, Angela esta muy pendiente de las diferen- cias entre hombres y mujeres y, paradéjicamente, de la infe- fad femenina. En un encuentro con San Agustin, este le esto, ademas de la envidia sin duda, también explicaria parte Rosa, con la que lejos de ite. Sin embargo le atrae y resca- ta la figura de Maria Magdalena: “Jesucristo comprobd la curiosidad que tienen las mujeres de saber, con el ejemplo de Maria Magdalena, que le fuese a buscar resucitado” (300). La figura de Maria Magdalena habia sido ya incorporada como . por anteriores tra ‘Angela de Carranza, asimismo, tiene en muy baja estima los monasterios femeninos. Segin el inquisidor Valera, en sus cuadernos se encontraban “diferentes defectos y culpas muy por menor”, pero refiere uno en patticular que trata de la v- no descrita en los escritos de la beata: “Muchas, jos, que habian parido de sus devotos frailes, y (318v). Los conventos de las érdenes de la ciudad tampoco se libran de las visiones injuriosas de Angela de Dios; incluso la agustina, orden de sus confesores, ha caido en desgracia segin sus revelaciones. Abundan les acusaciones de simonia, inmoralidad, corupcién, y de sent- mientos bajos como envidias, pasiones, rencores y chismes. sién del ‘monjas con clérigos y seglares' 67 Maria EMMA MANNARELLL Los prelados del cabildo ecle: cebados con mujeres ruines. En giran las preocupaciones de aq obispos del virreinato del Peri, cuestionando asi la legitimi- dad de su poder. El desafio de la beata alcanzé a la temible Inquisicién que, segun sus escritos y revelaciones, no era més que una cueva de ladrones; y denunciaba poder entre este Tribunal y los virreyes. defectos de los representantes civiles del poder colonial, Habia visto condenados a muchos de los jueces de la Real ‘Audiencia, Finalmente, gracias al poder conferido por Dios, Angela Podia explicar la crisis de su tiempo, las desgracias del impe- tio espafiol, de sus autoridades y de su rey. De acuerdo a su relato, habia una marcada benevolencia de Dios para el reino francés en comparacién con los tiempos discurria el poder de! imperio espa Francia habia herejes, pero su rey no lo era. En cambio, continuaba, el reino de Espafia estaba lleno de injusticias y adulterios y sus reyes se dedicaban a casar y desflorar donce- llas, se apropiaban de la hacienda ajena. Estos malos proce- dimientos se proyectaban sobre los reinos de ultramar, por lo ‘que el castigo divino cafa sobre ellos con especial severidad: las, codicias, tiranfas y venta de oficios y que el palacio es una sentina de maldades, de cuentos, rencores, deshonestidades con muchos otros defectos y notas gravisi- mas contra los virreyes y su familia. Y concluye que el Rey de Espatia y los gobernadores de su reino y de las Indias, y los padres de familia faltan todos al gobierno y de lo que 68 Heciicenas, Beatas v ExPOsras deben atender, sin tener otra mira que el dinero y pervertir la Angela de Carranza nos ofrece no sélo una certera iva critica de la sociedad de su época sino un licido y laico juicio del sistema colonial en si. Definitivamente, el in- quisidor est consternado por las opiniones de la mujer intuye el peligro de sus afirmaciones. No sabemos ni podre- ‘mos saber, probablemente, cuanto ocupa a la pluma de An- resulta inevitable asociar, de modo hipotético por lo menos, su resistencia a aceptar en su trayectoria mistica la interme- diacion eclesiéstica, terrenal finalmente, con su percepcién del ejercicio del poder colonial. Sexualidad y cuerpo El voto de castidad, la abstinencia sexual, era un requisito indispensable para toda mujer que quisiera ser beata y, mucho mas, si aspiraba a la santidad. Es importante sefialar que la castidad no exigia el estado de virginidad fisiologica- mente definido. Muchas mujeres, luego de haber estado casa- das, decidian vivir en beatitud y, consiguientemente, renun- ciaban al débito conyugal. La via de la beatitud tampoco es- taba cerrada para las mujeres caidas. El arrepentimiento era lun mecanismo aceptado para ingresar a la vida recogida y a la bisqueda de lo divino; y esto, por lo demés, tiene conside- rables implicancias para la definicién de las identidades Angela de Dios lo sabia, pero sus pretensiones eran de las mayores. Por eso, en la primera ocasin en la que se enirent6 ante el Tribunal, mintié y dijo ser doncella. Poste- rlormente, acepté el engafio y confes6 que habia convivido con un hombre durante un mes; los informes procedentes de Cordova y otras declaraciones de los testigos de Los Reyes 69 ‘Mania Ewa ManNanents echaron por tierra su reputacién de mujer casta. Su hogar natal fue descrito como una casa poco recatada, abierta al gentio, especialmente a los hombres. Segin los informantes, varios habian sido los hombres que la conocieron carnalmen- te, Ello fue deteriorando su fama de casta ante sus devotos. No sabemos exactamente cuéndo empe2d a ocurrir esto pero parece un hecho que esta mala fama progresiva tuvo que ver con lo préximo de su fin. No faltaron los que se animaron a declarar ante el Tribunal que la beata habia intentado sedu- cirlos. Los inquisidores consideraron pertinente, por ejemplo, ‘comunicar en su informe la relacién que existia entre la Angela y un muchacho mestizo que ella habia muy pequefio y, que en el momento del proceso, dedor de catorce afios. No se sabe si se trata de un nio directo 0 de una comunicacion de terceros, pero se acusa a la beata de seducir al chico con el pretexto de que sacase un pique de las nalgas, y descubriéndose toda, se las manifest6, ejecuté el mozo lo que le mandaba ardiendo en Pensamientos y deseos deshonestos en vista de tan mala vision” (350v, De acuerdo a las declaraciones de los testigos, muchos de ellos desertores de la presunta santa, esta era una mujer de poco recato y modestia. Dentro de la casa, entre su pe- quefia familia y sus criados, al acostarse y al levantarse se mostraba semidesnuda, “andaba de unas partes a otras [...] sin camisa” (349v). No s6lo eso. En el caso de que la sor- prendiera un temblor, la rea no se preocupaba en cubrirse: “Salia huyendo como Dios la erié y desnuda a ion de la gente cuando se enteraba de que se trataba de ingela de Dios. En estanques o albercas de casas principa: les, ocurtia mas © menos lo mismo “sin recatarse de que los 70 Hecvicenas, BeaTas v EXPOSmTAS domésticos la viesen totalmente desnuda” (ibidem). El contac~ to de su cuerpo con el agua en la que tomaba barios hacia que esta adquiriese un poder especial “tendria en la posteri- dad la virtud de sanar de varias enfermedades” (350); aqui, ‘como en otras ocasiones, el cuerpo aparece como agente de santidad. EI pudor, pues, es ajeno a la santa; su cuerpo como su poder es piblico. Ella esté més alla de la mirada de los co- munes mortales. Su condicién de santidad, en plena sociedad jerérquica, la eleva a tal grado que lo inferior no existe; los ‘ojos de sus inferiores no la perturban; no ejercen ningéin 1a elegida de Dios. El “recato mugeril no es cosa de ef gala de la desnudez, y advertida y reprendida de los cuerdos en este ‘pondia que ellos tenian la culpa en asomarse a La beata, ncarna todavia, aunque de manera extrema, una caracteristica de las sociedades en las que las funciones corporales y, por lo tanto, la exposicién del cuerpo desnudo no es algo completamente privado. No obstante ello, de acuerdo a los testimonios de los testigos, podriamos arriesgarnos a decir que este es un periodo de transicién, La oxhibicién de la dasnuder se. esta convirtiendo en algo inaceptable. Recordemos que en la iconografia reli- giosa ya se habia empezado a cubrir los genitales del Nino Jestis y se habia suprimido del culto relgioso la imagen de la sndo sus senos. La genitalidad, antes ba a definirse como tal y el dato biolégico timidamente co- menzaba a esbozar la sexualidad* 21 Los vinculos entre lo identidad sexual y la genitalldad, a lo largo de Ja historia del occidente europeo, son tratados de una manera muy sugerente por Thomas LAQUueUR (1990). n Mania Eta, MANNARELLL Poquito se apartaba, y llegaba su divina Majestad y mamaba, y de esta suerte se alternaban ambos a gustar de aquel sobe- ano néctar” (302) Este tipo de erotismo mistico se alterna con las imagenes que se acercaban a lo gr 5 propias versiones Provistas por los t santa se alzaba las faldas, orinaba y defecaba en lugares piblicos; pero sus flui- dos corporales tenian poderes especiales “que poniéndose ella una vez a orinar en tierra, hicieron sus orines un taladro en la tierra, y que la penetré toda hasta el centro del infier- no, donde cayeron esparcides como lluvia” (321y). Angela convierte lo obsceno en poder divino. Por otto lado, Angela de Carranza no deja de ser ator- mentada por las sensaciones de la carne, Una testigo confe- saba que padecia de muchas: “Sdbete (le dijo) que muchas veces estando durmiendo, suelo que estoy con un hombre en grandes qustos, y complaciéndome en ellos, y afiadié que el demonio durmiendo fa puso a parir, y que pujando hacia pertitos, y la decia la partera infernal, mira que tal eres, no pares criaturas sino perros” (351v). En otra ocasién, esta vez aparentemente durante la pulpero la seduce. La invita a y bizcochuelos. Ella, reconociéndolo, le responde que por Qué no se pone mas bonito. Asi, segin ella, se burlaba de ellos y evitaba las tentaciones con el humor. Esto no lo comentaba a nadie, pues no era pecado, y nadie entenderia que el demonio la enamorara. En otro plano, el éxtasis, estado mas o menos frecuente en Angela de Dios, tiene un fuerte ingrediente corporal. 72 mite advertir los defectos interiores de sus contemporéneos. El goce y Ia alegria estén muy proximos al ayuno y a la ica; ambos, cor 2 sus extremos, ten la identificacién con la humanidad de Cristo, la humani- El caso en cuestion tambien debiera ser abordado desde la perspectiva de las pugnas entre las érdenes. Angela recu- re a los agustinos y estos la apadrinarian, incluso, a riesgo de tener problemas, como que los tuvieron, con la Inquisi- cién. Por su parte, los dominicos, en general, coinciden siempre en su apoyo incondicional al Santo Ofcio (Guilhem, Asi es que el destino de Angela de Carranza, que por cierto queria decir cosas a través de sf misma, también puede haber sido bosquejado por las tensiones y las rivalida- des entre las érdenes religiosas de la ciudad. Si los dominicos se sentian realzados por la canonizacion de Santa Rosa, agustinos podrian haber fantaseado con su santa propia: gela de Dios. La vida de Angela de Carranza discurre durante un fin de ra en los asuntos piblicos esta en un franco declive, En mu- chos pasajes no hay diferenciacién entre lo sobrenatural y lo natural, forman parte de la misma realidad. Todas las fronte- ras son permeables: lo divino y lo grotesco, lo piiblico y lo privado. El cuerpo, asi, no es lo biolégico; el cuerpo aparece como un actor de papeles culturales, més alla del determinis- mo biolégico. 73 Masia Eva Mannarens Simultaneamente se per interior. Sin embargo, el lan distinciones: el exterior y el ior no es ¥y los sentidos estan en el alma o son vehiculos de ella. La experiencia mistica, que en esta oportunidad podemos identi- ficar en buena medida con lo emocional, apela de una forma muy poderosa a la corporeidad. No hay dualismo. Esto. pue- de ser tan propio de la experiencia femenina como de la sensibilidad de la época Por ott Wier recurre permanentemente a simbolos dominantes como la Eucaristia, la humanidad de Cristo, el cuerpo como agente de santidad, la Inmaculada Concepcién y la inspiracién intima. Este conjunto simbdlico gravit6 poderosamente durante la Alta Edad Media y algin tiempo después. Angela de Carranza procesa su experiencia mistica, si para muchos no muy genuina, por lo menos ve rosimil a través de toda una simbologia. Buena parte de ella es aporte de la devoci6n femenina anterior, que empieza a ser transtornada por un discurso més secular y racio en el que las lineas clasificatorias de la exper permitir una di cia van a nos transgresiones; 0, quizd, acceder a percibir fa naturaleza, [ieee ix) aE (eon nren nam La INQUISICION Y EL COL ExposiTas DE SANTA CH SicLos XVII La Inquisicion limefia no se limité jurisdiccién, el comportamiento tra denunciada ante ella. Al tener bajo ciones como la del Colegio de ni mos- ejercié su dominio sobre mi particular, no necesariamente h ceptos eclesiésticos, hecho para d creada. Lamentablemente, atin hoy, sq permitan ubicar esta experiencia en de situaciones similares. El estudio tafieda Delgado y Pilar Hernandez informacion sobre el manejo de la: fiscaciones, venticios- no ingresa al terreno dd Tribunal administraba?. En esta d nuestra atencién sélo en algunos as ~canonijias, censos, c 1 Paulino CastateDs Dexcano y Pilar 4quisicion de Lime, 1696), (i 75)

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