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Este no es el momento

NICOLÁS SUESCÚN
para Margarita,
mi furiosa camarada

2
Jamás tantos muertos JAMAS TANTOS MUERTOS

Jamás tantos muertos


rondaron la casa de los vivos,
jamás tantos vivos
habitaron la casa de los muertos.

Nunca se oyeron tantas voces,


nunca tanto silencio,
nunca se fue al traste tanta cosa,
se pudo más y se hizo menos.

Siempre es que hemos vivido tanto tiempo


que uno ya se pregunta que sería de la tierra
sin el peso gravoso de los hombres
y que sería de los hombres sin la tierra.

Ahora son las diez de un martes o de un muerto


y mi sangre corre, corre la de todos los vivos,
a dieta de sopas de sangre de sabores diversos,
y huesos enlatados, cadáveres en polvo,
todo el corpus delicti de la A a la Zeta.

3
Este realmente no es el momento

Este realmente no es el momento


de pintar basiliscos,
los intrincados trazados de sus lomos,
ni de hacer la apología del animal doméstico,
gato, perro o periquillo.

Uno lo mira, el cielo,


sin nubes y mucho más azul
que aquel tan amorosamente descrito por poetas,
cubriendo el mundo intermedio de los hombres.

Ningún obstáculo. Sino


al contrario, necesario elemento
de sus proezas, sus idas y venidas,
testigo en el fondo inalterable
a pesar de las mudables nubes,
que guarda su secreto
hasta el último momento de luz iridiscente,
acogiéndolo todo.

No, el animal no tiene, ¿o tiene?


lugar en este instante,
gato, perro o periquillo
observando a su amo hacer el tonto,
con los ojos tapados,
doméstico y sumiso.

4
Aviso para un cementerio

Sea como ellos,


haga como ellos,
use lo que ellos,
tenga lo que ellos:
sus carros, sus casas y sus drinks,
sus empleadas del servicio doméstico,
sus cuentas en los bancos,
sus ahorrros en USA,
sus casitas, sus lotecitos y sus finquitas,
sus duchas y sus musas
y sus tumbas,
sus tumbas en los jardines del olvido.

5
Programación para adultos

Primero el culto de la imagen,


segundo el odio a la verdad,
tercero la traición,
cuarto el veneno de la envidia,
quinto el olvido,
sexto la cobardía,
octavo el fantasma de la fraternidad,
noveno el egoísmo,
décimo, resumen completo de toda la materia:
sangre de tu cuerpo,
meollo de tu alma,
nervio de tu vida
y huesos de tu muerte.

6
Nota necrológica

Nos dejó el vacío


de su temprana muerte,
ejemplo de hija modelo,
esposa ideal,
madre cariñosa.

Su recuerdo se prolonga
en nuestras vidas
para hacernos sentir
su viaje sin regreso.

No temas, madre nuestra,


el olvido no empolvará tu tumba
ni acallará los ruidos
que denuncian tu presencia.

7
Post-mortem

Nada ha quedado de su vida ejemplar.


Sus hijos recuerdan ciertos tics memorables,
su manera de hacerse el nudo de la corbata,
sus costumbres exactas y sus iras injustas.
Cualquier otro hubiera podido engendrarlos.
De sus cobardías, lo único genuino de su historia,
nada saben. Ha muerto y no ha quedado nada
de este ilustre y honesto servidor de la República,
salvo unos cuantos pesos, camisas y chalecos,
y un olorcillo nada bueno.

8
Adiós

Te apagaron la luz
y te acostaron
en un lecho mullido
a tu medida.

Desde siempre
llevado de la mano,
obediente y sumiso,
te portaste muy bien
toda la vida.

Tus medallas relucen


sobre el mohoso fuelle
que con tanto silbido
echara tanto viento.

9
Los antepasados

Las proclamas de algún tatarabuelo


deben de andar por mi sangre
trastocadas en poemas,
igual que la nariz de la hermana
de la madre de su padre,
o la terquedad de ese ancestro
remoto y rústico, ignorante,
que se quemó las manos en el fuego;
o la furia de ese remero oscuro,
esclavo en una galera en que viajó Virgilio,
o la siniestra sonrisa de algún inquisidor
ante una pira en la que ardía una bruja.

De estas cosas, y de otras incontables,


nadie se puede librar, aunque lo quiera.

10
Los dos

De los dos
el más alto
es el insigne,
en sus rasgos se advierten
la prosapia y el aburrimiento,
pero yo simpatizo con el más pequeño,
el de los bigotes de alambre,
el de los rasguños en las mejillas,
el de los callos en las manos
y las uñas largas y sucias,
el de la sonrisa de perro,
el del reloj dañado,
el que eructa ruidosamente,
el que se saca los mocos con los dedos,
el que mira el suelo cuando camina,
el que estudia el techo los domingos,
el que no puede esperar porque no tiene tiempo
y sin embargo la vida se le va esperando.

11
Por la mañana

Salgo temprano
bajo un sol que brilla
por equivocación.

Delante de mí va un camión
con doce presos en cuclillas
y seis guardias alrededor.

Se detiene en la puerta del juzgado.


Yo —libre— rehuyo la mirada
implorante de los presos.

Después me encuentro con un negro


que me pregunta cuánto valen
los poemas de Bertolt Brecht,

y luego, al llegar a la librería,


hay una pareja de gringos
en busca de un rincón típico
donde acabar el rollo.

12
Un hombre

De vez en cuando
levanta la cabeza para oír
y oye su nombre.

Lo están llamando
a él, a quien nunca llaman.

Lo oye, pero nadie se acerca,


la gente sigue pasando
sin mirarlo:
un hombre en harapos
que nos alarga la mano,
letárgico y cansado,
y que de vez en cuando
levanta la cabeza,
aguza los oídos,
abre bien los ojos:
alguien lo está llamando
por su propio nombre,
piensa, tal vez
por un fugaz momento,
pero deja caer
de nuevo la cabeza,
y las moscas recorren
la piel reseca de su cara,
erosionada por el sol,
la lluvia, el viento, el polvo.

13
El hombre de la calle
EL HOMBRE DE LA CALLE

Pienso en el hombre
que pasó hace un rato
por la calle oscura y solitaria,
pegado a las paredes.

Podría ser yo, me dije,


quisiera ser como él,
sin rumbo, sin techo,
y con frío, en la penumbra,
aullando como un animal
que añora la manada.

Convertido en novelista
le improvisé una vida:
me dije, soy él,
y me busqué a mí mismo
en la calle oscura y solitaria.

No me encontré, ni lo encontré.
Seguramente, pensé,
después de todo
no era yo el hombre,
ni pude ser,
ni jamás seré
ese hombre
que pasó hace un rato
por la calle oscura y solitaria,
pegado a las paredes.

Y me sentí contento,
satisfecho de mí mismo,
mirando la calle por la ventana.

14
Los intocablesLOS INTOCABLES

Niños, hombres, mujeres,


desnudos o medio desnudos
o cubiertos con montañas de trapos
desafían nuestras horas y rutinas,
nuestro espacio,
nuestra preciosa carga
de lugares comunes.

Para algunos los días son noches:


duermen despatarrados o hechos un ovillo
en las aceras, o se arrebujan en rincones
cubiertos por andrajos o papel periódico,
en las entrañas de la ciudad,
con las ratas y las cucarachas.

A veces se sacan los piojos tiernamente


o se manotean como los monos del zoológico,
y bailan danzas increíbles
o lanzan denuestos y escupen insultos,
o van por las calles como atletas mal vestidos,
indiferentes a las reglas de la urbanidad.

15
A un vendedor de lotería
A UN VENDEDOR DE LOTERÍA

Naciste como todos los del barrio


con un pie en la tumba,
pero tú persististe
a punta de teteros de agüepanela,
mogollas y gaseosa.

En el barro lloraste sin consuelo


y pataleaste sin fin en el chiquero
hasta que un cerdo se tragó tu mano izquierda
y emprendiste carrera que un camión atajó
aplastando tus tiernos piecitos.

Después, un cirujano
te abrió el cerebro por error
para encontrar una puntilla que te habías tragado
y un amigo, jugando,
te sacó el ojo derecho.

De ahí el taco de papel periódico


que hizo que un poeta pendejo
pensara letrado al unicornio.

Ahora compras y vendes lotería


y apuestas a los caballos, o a lo que caiga.
Motivos no te faltan para creer en la suerte.

16
Prosa
PROSA

Juan José habló al año.


Carmen Rosa a los tres años.
Gladis no alcanzó,
Jon Jairo caminó al año y medio,
Duglas Alfonso nació tullido,
José María ni alcanzó a llorar,
María Inés tampoco, ni Marcos.
Yasmina ha tenido todas las enfermedades,
Gabriel Jaime está jugando,
Clara Estela se acaba de caer de la cama,
Concepción, la madre, va a recogerla,
le cuesta trabajo agacharse,
está preñada de ocho meses:
una excelente francotiradora.

17
Histeria HISTERIA

¡Qué tiempos aquellos


cuando el verde era verde
y yo dormía sin píldoras!

¡Qué tiempos aquellos


que nunca volverán
cuando sólo se oía
el murmullo del río,
las hojas hacer coro,
mi corazón batiendo!

¡Ah, placeres del campo


cuando el campo era campo!
Ya no hay lugar seguro
sobre la tierra entera,
la asesinan a una,
la roban o la violan.

¡Qué tiempos aquellos


cuando yo en el árbol,
trepada en la copa
miraba al perverso
que se masturbaba!

18
Acércate ACÉRCATE

Soy buen hijo de la patria,


enérgico y cumplidor de mi deber,
obediente, piadoso y respetuoso,
trabajo en compañía extranjera,
soy dueño de un futuro luminoso,
campeón de damas de la oficina,
tengo un fino bigote retorcido
y chalecos, paraguas y corbatas,
soy amante del yoga y los deportes,
no tengo ningún vicio ni secreto
y carezco de problemas sicológicos.
Luna de miel en Miami garantizo
amo la paz, la libertad y el orden,
detesto el caos, odio el comunismo.

19
Extravío
EXTRAVÍO

Estaba eufórico,
miró donde no debía,
caminó a través de parajes
prohibidos a la ciudadanía.

Pero ahora despertaba de sus jornadas


con los labios resecos,
las mejillas hinchadas,
los ojos inyectados,
con dolor de cabeza,
aunque loco por volver a su trabajo
que consistía en pegar con la lengua
etiquetas en blanco
sobre cajas vacías.

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Dèja vuDÈJA VU

Después de todo, queda algo,


o más: una sombra que no se esfuma,
una huella que no se borra,
la imagen en el vacío
que sigue a la ilusoria plenitud,
a horrores imaginados o vividos;
la inexistencia en medio de la vida.

Es que en el futuro
está el pasado y en el pasado
se pudre el porvenir.

Basura nada más que basura.

Hablas en la oficina
y es como si no dijeras las palabras,
las palabras también están sucias,
te dices, y te revelan, te parece,
relaciones no naturales.

Y ves, sólo tú ves la imagen real del momento,


y borras la información, te tiembla el foco.

Luego buscas y no encuentras


los datos de que depende el resto de tu vida,

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y después de la búsqueda
viene la expedición al ocaso
para acabar en la pira funeraria universal,
apagada por el sucio oleaje de la historia,
un viento nada más, que te congela.

Correcta interpretación CORRECTA INTERPRETACIÓN


de las estadísticasDE LAS ESTADÍSTICAS

Así examinado el libro


lleno de tablas y de cuadros
que encontraste en la basura,
sin rudimento alguno
de números o letras,
con muchos años,
arrugas y congojas,
y la panza vacía
y las tripas aullándote,
lees muy bien,
mejor que los doctores.

22
Confucio reinterpretadoCONFUCIO REINTERPRETADO

Reunirse en lugares
donde no se reunieron nuestros antepasados,
celebrar ceremonias que no celebraron,
tocar la música que no conocieron,
respetar a quienes despreciaban,
amar a los que odiaban,
servir a los vivos porque están vivos,
olvidar a los muertos,
que bien muertos están.

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Canción de una mujer sin casa CANCIÓN DE UNA MUJER SIN
CASA

Yo no vivo en una casa,


cuando como es a deshora,
donde caiga y lo que sea.
Yo respeto a los doctores
y a los curas y a los jueces,
pero ¡ay de que se descuiden!

Yo tengo cincuenta y tantos


y al que me diga bonita
pues ahi estoy pa’servirlo,
decreten, rabien o recen
doctores, curas y jueces,
pero ¡ay de que se descuiden!

Por el mundo andan mis hijos,


seis o siete, todos machos
de padre desconocido,
que el tiempo cobra su deuda,
estafen, maten o roben
doctores, curas y jueces,
pero ¡ay de que se descuiden!

24
El loco y el obispoEL LOCO Y EL OBISPO

“Fulano que en paz descansa,


sutano que en paz descansa,
mengano que en paz descansa,
y todos los otros millones
que en paz descansan,
¡ay, quién fuera como ustedes,
tan santos y tan felices,
contemplando a Dios el Padre,
al Hijo y a la purísima Virgen!”,
decían el loco en la calle
y en el púlpito el obispo.

25
EL COMERCIANTE VERDAEl comerciante verdadero DERO

Yo compro a bajo precio y vendo caro,


yo soy el comerciante verdadero,
exporto, importo y exploto,
aspiro a tener un monopolio
de todo cuanto exista si es posible,
yo compro a bajo precio y vendo caro,
yo soy un comerciante de primera,
yo soy el comerciante verdadero.

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Había una vezHABÍA UNA VEZ

Había una vez


en que todo era distinto
pero el rico
le tiraba al pobre,
el blanco al indio,
el blanco al negro,
el blanco al amarillo,

27
el blanco rico
al blanco pobre,
y es que es
lo mismo ahora
de lo que érase
esa vez.

El que no oyeEL QUE NO OYE

El que no oye
es el que vive:
son las guerras salvajes
de la paz,

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el pago del pecado
con la sangre,
la crueldad que no
da tregua,
la carga del pobre,
no del rico,
dice el rico,
y desde el cielo el sol
derrama sus monedas
y sólo los ricos
las recogen.

El rumbo de la vida EL RUMBO DE LA VIDA

Hoy o mañana,
ayer o nunca,
le dice la tortuga,
enigmática,
al pasar la meta

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a la rauda liebre.

El tiempo es flexible
como la luz o el agua,
el rayo depende
del media en que fluya
y los seres tontos,
seguros de sí mismos,
pierden a menudo
el rumbo de la vida,
pues por ser tan veloces
como el viejo Ulises
o una rauda liebre.

No saben de la astucia
o la testarudez
de una lenta tortuga
que va mirando
por donde pasa.

Reflexión

REFLEXIÓN

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EEl misterioso enigma de los enajenados
a tientas en un presente eterno,
para nosotros,
los que vivimos para el futuro
despreciando el presente
y añorando el pasado,
no con la roja insignia del coraje
sino con el rostro amarillo del cobarde,
el que sólo se interesa por sí mismo,
el que lleva su alma en el bolsillo
y vive tocándola
como si fuera una moneda de oro,
el que cuida sus uñas
no como un samurai
sino como un perfumado playboy
o un retirado hombre de empresa
que mantiene juntas las ruinas de su cuerpo
para vivir lo más posible,
como si el tiempo
fuera también acumulable.

Lamento de un terratenienteLAMENTO DE UN TERRATENIENTE

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Misión cumplida,
invertido todo en finca raíz,
reposo sobre la tierra,
inversión segura,
metros y metros, todos cuadrados,
casa al borde del mar,
apartamento en New York,
pisito en París,
chalet campestre al pie del páramo,
allí es más hondo el amor a la tierra
aunque sople demasiado el viento,
aunque inunde mis rosados pulmones,
aunque tiemblen mis blancas rodillas
y los frailejones canten canciones destempladas.

Es una falsa aurora,


la sonrisa morosa en el espejo,
minipoblación flotando en nubes de perfume,
población sobrante:
los ricos somos cada vez menos,
ni sombra de una masa,
una logia tal vez,
una secta secreta
que no puede ser secreta.

Y si alguien pide justicia


yo no lo oigo,
nada me apasiona,
enterrado en la tierra
¿qué puedo ver?
¿qué puedo oir?
¿qué puedo hacer?
¿qué puedo querer, fuera de tierra?
¿y será por eso que me dejo
llevar por la constelación mística?

¡Ah, sí, sólo los místicos me llenan,


a mí, que vivo sin vivir en mí,
enterrado entre muros,
hundido en el concreto,
metido en los ladrillos,
encementado!

Y también en el campo de golf

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cavando mi tumba
unos milímetros cada día
mientras se elevan las paredes
que me encierran.

¿Será por eso este sudor frío que me invade,


este agradable malestar que me corroe,
estas nubes de perfume que me embriagan,
esta tendencia insoslayable,
plutónica y tectónica?

O será este espejo que me engaña,


en el que nunca jamás podré ya verme
como me vi una vez, así enterrado
como estoy, muy profundo en la tierra,
muy cerca de su candente corazón,
allí donde no llega la paloma
con su ramo de olivo.

Tumulto interior

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Tumulto interior es lo que hay en mis adentros,
tan grande que creo no oír y nada ver.
El mundo es un desierto, el cielo está desnudo
y es noche cerrada todo el tiempo,
y me abriga la duda, me arropa el terror,
me cobija la angustia. Son imágenes:
un hombre ante un muro interminable,
un hombre por un camino vago entre la niebla,
un hombre —yo— muy pequeño,
al borde de un abismo,
pero no me amenaza ningún peligro,
en cambio del otro lado
se escuchan los rugidos de animales hambrientos
y hay un tremebundo fragor de guerra,
se oyen aullidos y gritos espantosos, explosiones,
se levanta el humo de los incendios
y me llega un olor nauseabundo,
pero debo pasar, tengo que pasar,
pasar al otro lado.

Monólogo en la orilla

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Mi manera de mirar el mundo
tiene mucho de particular
y bastante de general,
la manera como me mira el mundo
es menos descriptible con palabras,
sin embargo, heme aquí en él
a pesar de la turbia bola de cristal,
de las cartas adversas
y de las líneas truncas de mi mano,
resguardado del viento y la marea
por ahora, porque, ¿cómo me mido
yo con este aburrido mar lleno de peces?
Me quejo, sí, me quejo, pero no por mí solo
sino por lo que tengo de todos en mí mismo,
por el hambre que no he sufrido,
por la plaga que no me ha visitado,
por las balas que no me han herido,
por las bombas que no me mataron
y por esta manía de hablar a solas
como si estuviera acompañado.
Bastante ridículo este asunto
de andar explorándome a mí mismo
como si fuera tierra incógnita,
y ese toparse con frecuencia
con monstruos prehistóricos
donde todo es historia a corta data.

Breve narración
recorriendo

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algún pasado

Habíamos perdido la brújula,


de ahí que camináramos más o menos sin rumbo
por campos nada idílicos,
baldíos cubiertos de basura
y unos paupérrimos árboles raquíticos
que no vale la pena ni nombrar.

Y yo no veía con buenos ojos


—siempre he sufrido de la vista—
los juegos sangrientos que nos esperaban
y el atardecer negro que se nos venía encima.

Además, no llevábamos provisiones


y andábamos en círculo,
o el camino parecía interminable,
y la falta de plumas no nos hacía más atractivos
ni nuestra blanca desnudez, ni nuestro silencio
o el recuerdo de las camas luctuosas
en las que se fueron quedando dormidos
nuestros primeros años,
cuando se desmayaban de hambre
nuestras afinidades electivas
entre sábanas manchadas
y mantas y grises almohadas.

La naturaleza del indagar

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Hagan sus preguntas ordenadamente,
recuerden que todas las respuestas pueden ser falsas:
si hubiera desorden en esto se podría pensar
que alguna tiene fundamento,
dijo, enigmático, el profesor de estrategia teológica.

Y prosiguió: Ahora díganme,


¿qué tiene la lógica que ver con todo esto?
Yo lo he sido —lógico— durante muchos años
y llevo por ello numerosas marcas en el alma
y señales identificables y netas en el cuerpo,
inconfundibles, por eso es que tal vez solo pueda
responder a sus preguntas con preguntas,
porque el que contesta con seguridad
no sabe nada sobre la naturaleza del indagar,
y puede que estas cosas no sean,
después de todo, las mismas que pensé,
sino otras, otras nuevas que se les parecen,
porque es difícil con mucha frecuencia
determinar con exactitud la esencia de los fenómenos,
el hecho es que repetimos y que nos repiten,
que la investigación policíaca todavía está en pañales
y que a esta ciencia
que debería ser la ciencia de las ciencias
como antes lo fuera la teología,
habría que darle la importancia que se merece:
todo el mundo debería tomar cursos intensivos,
aportar nuevas ideas,
todos a investigar a los investigados,

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todos los investigadores también investigados,
todos perfectamente transparentes,
y del todo opacos.

Una aventura

Acordamos que la prisión

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no estaba a la altura
de nuestras expectativas masoquistas.
Los barrotes, pintados de rojo y azul,
parecían más bien las barras
de una cuna o jaula,
la alimentación era cotidiana
y no era mala, pero sin sal.

Los guardianes conocían


todos nuestros secretos
porque nos entregaban el correo
después de leerlo cuidadosamente,
y nos ponían temas de conversación
muy constructivos,
o nos hacían preguntas del catecismo:
todo tenía un cariz de finca de recreo
para niños huérfanos o ancianos desvalidos.

Pero sufríamos de insomnio


y se usaba un elixir para el aliento
distribuido por las autoridades carcelarias
de olfato delicado y excelentes modales.

Y cuando de alguna manera quedamos libres


nos hallamos de repente
ante un nutrido grupo de mayas
dedicado a la construcción
de una gran pirámide escalonada,
pero no pudimos ayudarlos en su labor

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ni tuvimos manera de comunicarnos con ellos
—no sabíamos maya y ellos no hablaban español—
hasta que una bella mujer oscura
de ojos profundos y largos cabellos negros
nos mostró su cuerpo sudoroso
y se nos fue entregando, uno por uno.

40
Reporte económico REPORTE ECONOMICO
(Adam Smith y Karl Marx se encuentran en un puente de Londres)

“Trabajarás con el sudor de tu frente”, así maldijo Dios a Adán.


Y es así como Adam Smith concibe el trabajo.
—Marx

Adán, no el del Edén, sino Smith,


y el viejo Carlos de las grandes barbas
se encuentran en un puente de Londres.
El judío teutón se abalanza
contra el sajón flemático,
éste lo elude y el falso teutón
cae en las aguas heladas del Támesis,
famoso por las ninfas
que otrora cantaran en sus riberas.
Un coro de alabanzas se levanta
a razón de un chelín por cada voz.
“Todo tiene su precio”, dice Adán,
y Carlos se hunde en el río de la historia,
turbio y lleno de una fauna pedestre.
Glú-glú-glú. Dios entonces
lo recibió en su seno y le dijo:
“Carlos, Carlos, esto te sucede
por llevarme la contraria,
pero Yo soy generoso y soy magnánimo,
dame todo lo que tienes en los bolsillos
y Yo te daré la mejor de mis nubes
muy cerca de la nube de Adán,
de Adán el del chelín, no el del Edén”.
“Eso sería el infierno, dijo Carlos.
“En efecto”, díjole Dios
con truenos y relámpagos,
“pues haz de saber
que todo tiene un precio,
hasta en el Cielo,
pregúntale a Adán si no es así,
al del Edén o al del chelín”.

41
Utopías UTOPÍAS

42
El paraíso terrenal, el jardín del Edén
—para Adán, la vasta tierra entera:
¿no era mejor un sitio sin el árbol
de la ciencia del bien y del mal
y montañas, y más de cuatro ríos?—
es cosa, se sabe, de sueños y de ensueños,
materia de esas tierras fantásticas y exóticas,
creadas por hombres que imaginaron
mundos mejores que éste en que vivimos,
sólo islas a veces, pequeños estados ideales,
perfectos, armoniosos, pacíficos y gratos,
con jerarquías férreas y mucha disciplina,
o donde todos los hombres eran iguales
en comunidades, gremios, falansterios
y en idílicos y hermosos jardines naturales
o ciudades simétricas, higiénicas y bellas,
del remoto pasado o el lejano futuro
en fulgentes Atlántidas o urbes futuristas,
nebulosas comarcas y fantásticos edenes
de habitantes con perfecta salud y larga vida
entregados a dulces y espirituales usos,
o a los mismos oficios de siempre, sin sudor
y sin lágrimas, con orden y justicia, o sólo orden;
amables tiranías, o comunas anárquicas y laxas.
Ácratas mansos, soñadores exactos,
Utóposes ilusos todos ellos: Platón,
Moro, Bacon, Campanella, Fourier
y Owen, Huxley, Orwell y todo el resto,
con sus barcos de papel y castillos en el aire,
sus pesadillas, visiones o leyes ideales;
y también los que buscaron y lucharon
por el Edén perdido en la dura tierra
que pisaban, para hacerla buena y suave
y pródiga, y que pusiera deliciosos frutos
en sus bocas, y donde en brazos del amor
olvidarían el mundo, el tiempo y el espacio.

43
DECIR DEL QUE HA LLEDecir del que ha llegado lejos GADO
LEJOS

Quisiera que nos pudiéramos sentar


para jugar un rato con las rocas.
-Scott, el austronauta, en la luna

¿Qué lejos has llegado!


Fuiste roca primero,
de roca pasaste a planta,
de planta a pez,
de pez a mono,
de mono a hombre occidental,
y en todo ese tiempo
viajabas sin saberlo
y sin saber tampoco que te quedan
mil lunas donde buscar piedritas
¡para jugar con ellas!

44
EL HOMBRE QUE NO SE QUERÍA MORIREl hombre que no se
quería morir
In memorian Francisco Franco

No se puede morir, decían todos.


Era una broma pero tenían razón en cierto modo:
no era posible que la muerte muriera
y tú eras la muerte.
Cuando se piense en ella, pensarán en tíi.

Mataste al niño, mataste a la mujer,


mataste al hombre y a miles de patos y perdices.
Sembraste muerte, en las fotografías aparecías siempre
como pétrea estatua
rodeada de cadáveres invisibles por todas partes
o de faisanes muertos alineados a tus pies
como cuerpos de infantería, en orden militar estricto.

Y mataste al poeta,
el país se olvidó de la vida y vivió con la muerte,
la lengua se corrompió, la tierra se llenó de cicatrices,
de horrorosas heridas de cemento,
y tu tumba es una llaga de concreto.
Pero la sangre del poeta
alimenta un olivo que no muere.

45
Leyendo a RobinsonLEYENDO A ROBINSON

Un viejo,
un hombre,
un joven,
un niño,
un círculo de arena los rodea,
están solos en una planicie,
cuatro sombras que cortan el cielo.
El viejo no ve nada,
el hombre contempla el horizonte,
el joven mira también hacia lo lejos
algo que está más allá del horizonte,
el niño juega con la arena;
lágrimas caen de los ojos del viejo,
el hombre abraza al joven,
el niño destruye su castillo de arena
y llora como el viejo.
Los niños desean que los guíen,
los jóvenes quieren ser dirigidos,
los hombres tolerados,
los viejos sostenidos:
nada se puede esperar de éstos,
algo de los hombres,
mucho de los jóvenes
y todo de los niños.

Está escamado Robinson,


el viejo Simón Rodríguez,
tanto que cuando le preguntan
cómo está el tiempo,
responde que no sabe
aunque esté lloviendo a cántaros.

46
En la edad sombría EN LA EDAD SOMBRÍA

Somos los hombres al borde del abismo,


somos los hombres de la edad sombría,
somos los hombres al borde del abismo
donde siempre hemos estado y estaremos
y no es abismo, sino pantano espeso.
Somos los hombres de la edad sombría,
más cerca del fin y lejos del principio,
y no es abismo, sino pantano espeso
donde siempre hemos estado y estaremos,
hundiéndonos cada vez más hondo
en la densa manigua de la edad sombría.
Somos los hombres al borde del abismo.

47
Los sobrevivientes LOS SOBREVIVIENTES

Hay en la noche un fragor terrible de batalla.


No sale el sol, hordas desesperadas,
enfrentadas, corren por la planicie,
y tal vez es la luna que ha salido
de entre la nubes la que proyecta
sus sombras multiformes y las lanzas
y mazos que blanden en sus manos.

En la ciudad dorada, un hombre,


uno de los dos sobrevivientes,
sueña con sus hermanos de esa época ruda
cuando tuvo que matar a diestra y siniestra,
y escucha los pájaros de metal
hechos para mantenerlo despierto.

Y ese otro hombre, el sobreviviente


del otro campo, el derrotado,
solo en el desierto,
escucha la música de un ruiseñor
en un oasis bajo las estrellas.

48
Lo nuevo LO NUEVO

Un grito
que no provenga del sufrimiento,
una mano
que no se apodere de las cosas,
que las acaricie como un amante
que siente que al palpar lo peor de su amada
palpa lo más bello,
lo incomparable,
lo único,
una mano que no acuse,
una mano que no mate,
una mano que comprenda
más que la cabeza,
ese cráneo ridículo,
tan frágil,
que esconde unos sesos deliciosos:
el máximo placer del antropófago.

49
Lo que contó sobre LO QUE CONTÓ SOBRE EL PASADOel
pasado
cierto hombre del futuro CIERTO HOMBRE DEL FUTURO

Y Lilith, la bestia uraña


que habitaba en el desierto
se apoderó del mundo,
hizo de todos los hombres
sus hijos,
los hizo esconderse en sus casas,
los hizo taparse las caras
y llevar una máscara sonriente,
los obligó a hacer cuentas
y a calcular su vida,
a computar su muerte,
a venderse y comprarse.
Vivirán sin su pasado, dijo,
y no volvió a pasar un solo automóvil
por las autopistas bien iluminadas
que quedaron de pronto en tinieblas
y fueron invadidas por perros
que aullaban como lobos,
mientras en sus pantallas
veían las últimas imágenes
—imágenes ellos—
los últimos hombres del pasado,
que destruyeron el mundo,
por olvidarlo.

50
Narración escueta NARRACIÓN ESCUETA

El lóbrego mundo del espía,


la poética del fraude,
la gramática del engaño,
la metafísica del disfraz,
los fantasmagóricos personajes,
monsieur Monde, por ejemplo,
inventor del infalible guante
para proteger las manos de las celebridades
de los opresivos apretones de las masas,
o madame Mortibus,
conocida enfermera trotamundos,
y los corredores mal iluminados
de significativos edificios,
la larga espera,
el miedo que seca la garganta,
la explicación nada poética
de los hechos más banales
que había tras su irónica sonrisa,
el estremecimiento acaso de lo extraño,
los dolores de parto del dinero,
las nubes de médicos y estetecistas.
La élite oprime al pueblo y sufre,
en sus espacios fortificados sufre,
es el desgaste urbano,
la Ciudad de Dios por fin en la tierra:
todos se matan entre sí pero no importa,

51
hay un orden y un designio superior
que el espía teológico adivina.

Viaje al futuro VIAJE AL FUTURO

Lo que no ves,
lo que está más allá de tus manos,
la estatua de Hércules en la montaña
por ejemplo, la barbera letal:
el poder se compra y se vende por sangre,
ese es el mensaje que buscas,
la travesía hacia las generaciones futuras,
tu autopista del porvenir.
Cómprate una revolución y vende tu reloj,
¿qué te importa ahora
la absurda velocidad del tiempo
o esas cosas demasiado grandes,
esos conocidos objetos voladores,
esos fantasmas de carne y hueso
en el ocaso de la civilización
y los nuevos Césares, los nuevos patricios,
esa gente contenta, con la panza llena,
y esas manadas de locos destemplados
vagando por la planicie en llamas
en torno a las ruinas de Sodoma,
donde sólo queda en pie
el famoso café del Anticristo
en el que sirven bebidas enervantes
y se puede ojear la prensa del mundo,
o comer empanadas y pastelitos
al pie de la Venus Anadiomena,
la Madona del Eterno Retorno

52
o el bello Caballero de la Muerte.

Escatológica ESCATOLÓGICA

para Camilo Delgado

Así se acabó Nínive,


así se acabó Babilonia,
murmura la arruinada dama,
y se murió Chano Pozo,
Dios la tenga en su gloria.
Las mujeres van y vienen
y ya no quieren bailar,
tampoco ella,
lánguida y sola,
con sus zorros gastados.

Así se acabó Nínive,


así se acabó Babilonia,
repite la delicada dama
y quiere ser la raíz
de un árbol entre la tierra,
Dios la tenga en su gloria,
pues de los pobres
es el Reino de los Cielos,
lo dijo Jesucristo
caminando en las aguas,
pobre,
por no saber nadar,
y pobre llorona loca.

53
Así se acabó Nínive,
así se acabó Babilonia,
cuando murió Chano Pozo
y ellas no bailaron más,
como la dama del parque,
pobre,
entre los hijos de los pobres.

Así se acabó Nínive,


así se acabó Babilonia,
una tarde cualquiera
cuando murió Chano Pozo.

54
La unidad LA UNIDAD

Cada uno es Adán


y es el último hombre,
cada uno vivió en el paraíso
y vive su propio apocalipsis,
muere bajo los cascos
de los cuatro caballos,
oye los quejidos
y los lamentos,
pero no resucita:
el fin está en su cuerpo
como estuvo el principio.

55
Cosas del pasado COSAS DEL PASADO
sabidas en el pasado SABIDAS EN EL FUTURO

En tiempos en que el sol moraba en Etiopía


y andaba en el carro de la aurora
tirado por cuatro caballos
que echaban fuego por la nariz,
había un filósofo que dijo:
“Yo prefiero comerme una perdiz”.

En tiempos en que Thulé era el fin del mundo


y volvieron con paso perezoso
los siglos apartados en que el hombre
venció del océano las olas,
había un filósofo que dijo:
“Yo prefiero las odas a las olas”.

En tiempos en que el hombre era una bestia


entre las bestias de la selva oscura
y no hablaba, ni nada, ni se casaba
pero el aire era más puro
había un filólogo que dijo:
“Yo prefiero vivir en el futuro”.

56
Máquina de tiempo

Ha perdido sus manos el reloj


y el hombre marca el tiempo con las suyas,
siempre girando sobre su propio eje,
ruidoso viajero del espacio,
ese vasto silencio
que no rompen ni su voz ni sus gritos
o su neurótico paso por la tierra,
su ingratitud de hijo pródigo que jamás retorna,
hasta que suene la hora de su muerte,
a la gran Madre Tierra que le dio la vida.

Ha perdido sus manos el reloj


y el hombre marca el tiempo con las suyas.

57
Danza cósmica DANZA CÓSMICA

El sol, la luna, la tierra, los astros y el cielo,


las cosas que siempre se ven,
los únicos dioses de los antepasados;
pocos dirían sabihondos los filósofos
sin pensar que en la tierra está todo,
las montañas, el mar, los árboles, la amada,
todos los hombres que en el mundo están
y todos los hombres que en el mundo han sido,
los fantasmas intrusos de los que fueron
y el anuncio invisible de los que serán.
¿Y los astros? ¿Los incontables astros,
los que se ven y los que vemos millones
de años después de muertos? ¿Y el vacío?
Al vasto espacio en el que están los astros
no lo vemos, pero sin él, ¿qué habría?
La separación del otro y de lo otro
es necesaria para la vida y para ser,
pero todo se mueve al unísono,
en una danza silenciosa, cósmica,
de los dioses en que creían los antepasados
que ya en la tierra, torpes y brutos
como nosotros, se mataban los unos a los otros.

58
El lago de los cisnes EL LAGO DE LOS CISNES

En este lago flotan cisnes


con los cuellos cortados
y se oyen unas melodías melancólicas
que hacen soñar y casi hacen llorar.
No es un lago, en realidad,
es más bien una laguna nauseabunda,
un espeso magma lleno de inmundicias,
la basura de los turistas de los estrato dos y tres,
y trozos de las pancartas de los ecologistas.
Los atardeceres aquí
no pueden ser más hermosos,
y unos niños bellos y sucios
se bañan felices en el agua.

59
El muerto EL MUERTO

Este es el muerto:
mañana las moscas
ennegrecerán sus lívidas carnes
y en sus entrañas
los gusanos empezarán su danza,
pero no quiero decir nada
sobre el sentido o el absurdo de la vida,
la gran pregunta sin respuesta
fuera del nacimiento y de la muerte,
sólo mostrarlo,
señalar las hormigas que recorren su rostro
y la enorme rata que husmea su sexo,
los gusanos que se revuelven en su abdomen.

No hay árboles en el paisaje


o no los veo, sólo a él, tan solo,
íngrimo vigía, guardián del reino sin salida
detrás de la colina melancólica.

60
Una niña UNA NIÑA

A la niña la llevaban
unos vecinos de buena voluntad.
Era una niña como tantas otras,
igual, mejor, tal vez peor.

Hubiera podido ser la mujer perfecta,


todo lo que uno quisiera,
la mejor cocinera,
la mejor poeta,
la mujer más bella,
y nada de eso fue,
ni la mejor ni la más bella,
ni igual a todas, ni peor, ni mejor,
ni cocinera ni poeta,
ni nada.

Alguien vio cómo llevaban su cabeza


para reunirla con el cuerpo.

61
El crimen, la cruelEL CRIMEN, LA CRUELDAD, LA SANGREdad,
la sangre

El profesor llega con la maleta llena de libros bajo el brazo,


fuma cigarrillos en cadena y comenta en clase
los crímenes de ayer. Se entusiasma,
entra en extensas disquisiciones sexuales,
dibuja en el tablero cosas pornográficas
y hace las siluetas de los cadáveres,
reconstruye los asesinatos,
—le gustan más los múltiples—,
las masacres le encantan,
las matanzas lo matan de la felicidad,
los genocidios son el éxtasis.
Termina el día sudando y muerto de la risa,
y pide cien etimologías para mañana;
es un fanático del latín, por aquello
de Roma, el Circo, Calígula y Nerón,
y el crimen, la crueldad, la sangre.
Es el mejor profesor que tenemos,
nos pone cosas absurdas de tarea
pero nunca se acuerda de que nos las puso
—y además no estudiamos latín—
y sus clases son las más interesantes:
¡el crimen, la crueldad, la sangre!

62
Mensaje a la paloma MENSAJE A LA PALOMA

¡Nunca más
la blanca paloma de la paz
traspasada por una bayoneta!
Que la paloma
coma en la mesa del poeta
y vuele por la ventana abierta
llevando en el pico este mensaje:
“¡Que los siete colores del arcoiris sean ocho!
¡Que todo sea más amarillo
o un poco más azul!
¡Que el verde prime!
¡Que la vida no sea como es ahora,
y que el rojo de mis plumas
sea mentira!”

63
¡Qué dicha
¡QUE DICHA VIVIR EN ESTE PAÍS TANvivir en este país tan
bello! BELLO!

¡Que dicha vivir en este país tan bello


donde la gente ama tanto los toros
y la sangre en la arena!
¡Que bella la sangre, tan roja!
¡Que bueno vivir aquí
donde los policías juegan a la ruleta rusa
no apuntando el revólver
hacia su propia cabeza
sino hacia la cabeza de los adolescentes,
donde los asesinos ríen al matar
y acumulan cadáveres
que tiñen los ríos de púrpura
y nos cubren con un velo bermejo!
¡Que hermoso país es éste
con tantos matices del rojo,
aunque la sangre con el tiempo
se vuelva negra,

64
y aunque nuestras fiestas delirantes de alegría
las presida y clausure
el esqueleto del capuchón y la guadaña!

Los pájaros de Colombia LOS PÁJAROS DE COLOMBIA

Animales minoritarios y sin alas


de color azul o rojo,
generalmente con corbata.

Viven y mueren en las altas esferas,


se ganan salarios de miedo
y las elecciones no las pierden nunca.

65
Tres poemas patrióticos TRES POEMAS PATRIÓTICOS

La bandera
El amarillo es la luz del sol,
el azul es el azul del cielo,
el rojo es la sangre de los inocentes.
***
Por raro que parezca
En esas tierras bajas
bramaban los mosquitos
y los antropófagos
comían verduras,
por raro que parezca.

66
Y en esas tierras altas
los escarabajos
volaban como cóndores
pegados a la tierra,
por raro que parezca.

En las cimas y en los valles


todo era lo mismo,
pues bajo el mismo cielo
ángeles y bestias convivían,
por raro que parezca.

Pues nada pudo ser


como ha debido ser,
según lo que dijeron
los padres y maestros,
por raro que parezca.
***
El himno
¡Oh gloria marcesible,
oh júbilo inmoral!
¡0h viento poderoso
que no limpias las manchas
ni curas las heridas!
¡Oh gloria vergonzosa,
oh júbilo mortal!

67

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