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DINÁMICAS SOCIALES ENTORNO AL MOVIMIENTO DE CARAVANAS

Pedro Jara Campoverde

Se sabe que durante el Período Arcaico se establecieron rutas de tránsito interregional del
sur andino que fueron empleadas por los cazadores. “Este sitema vial inicial, con sus
sendas, lugares de descanso y marcas en el paisaje, fue creciendo orgánicamente, al
ritmo de los cambios en la vida social, sumando al tráfico las llamas cargueras
primero, luego los europeos y sus animales y, eventualmente los vehículos con
ruedas”. (Nielsen, 2006)

Las sociedades humanas no son estáticas pudiéndose observar esta condición a través de
sus cambios culturales como económicos los cuales han sido dinámicos a través de los
siglos, lo que ha producido constantes roles que reestructuran sistemáticamente la
organización social y política en torno a sujeciones de fuerzas de poder y de producción.

Las sociedades de los Andes Circumpuneños en el período de transición del Formativo a


los Desarrollos Regionales, no escaparon de los cambios manifestándose en la reorientación
del tráfico caravánico (Núñez y Dillehay 1979). Se sustituyó los largos recorridos por
cadenas de conexión más cortas que intensificaban las relaciones de comercio entorno a
productos de subsistencia y las de prestigio (suntuario).

En esta transición los cambios de orden político (algo parecido al Nuevo Orden actual) se
deduce por los cambios del ordenamiento espacial y territorial de los modos de
ocupación. Los poblados grandes emplazados en zonas estratégicas y defensivas se
formaron cuando la población se concentró y convivió en actividades diarias en torno a
plazas públicas y áreas habitacionales. Estos cambios se intensifican a partir del siglo XIII,
en regiones de propiedades agrícolas como los “Valles Calchasquíes, Quebrada del Toro,
Quebrada de Humahuaca, Puna Meridional y Oriental, Valles Meridionales de
Bolivia, Loa Superior”. (Nielsen, 2007). Es así que las jerarquizaciones se tornan mucho
más evidentes y complejas, que plantean posibles desigualdades en las sociedades más
políticamente planteadas.

Los Andes del centro-sur, presentan ecosistemas diferenciados que permiten variedad de
producción y esto conlleva a “múltiples circuitos de movimientos giratorios con fuerzas
internas que generaron otros desplazamientos a través de la extensión gradual de
rutas que trasladaban bienes e ideologías. De esta manera cada conexión que
contactaba dos o más asentamientos era sólo un segmento de un conjunto de
conexiones que integraban a su vez a diversos grupos culturales y éttnicos, con más o
menos complejidad aldeana”. (Núñez Lautaro)

Esta compleja red de conectividad permitió que varios grupos étnicos intercambiaran sus
excedentes productivos manteniendo una interacción social, cultural, económica y religiosa.

Todos estos movimientos caravánicos necesitaban de puntos estáticos que permitieran tres
condiciones: “a) proporcionar suelos o recursos locales, b) abastecer a los grupos
caravaneros y recibir productos foráneos, estableciéndose redes locales de
redistribución, c) fortalecer vínculos de mutuo beneficio para la continuación del
movimiento a través de su espacio étnico con contactos de larga distancia”. (Núñez,
1996)

Para el estudio de la movilidad caravánica, Núñez planteó en 1974 que era necesario
intentar: “un esquema de reconstrucción dinámico, capaz de reproducir las complejas
situaciones de movilidad humana, más allá del estático criterio arqueocentrista.
Hombres que neutralizaban espacios. Hombres que perciben la residencia a través del
desplazamiento. Hombres andinos en movimiento para subsistir y exceder, que se
especializan en el tráfico de recuas de llamas y transforman la ecología. Aparejan lo
de arriba con lo de abajo (…) Contactan el altiplano con el Pacífico. La puna con los
valles serranos, gentes con gentes”. (Núñez, 1974)

Posteriormente Núñez en 1976, en sus estudios se basó en evidencias de “arte rupestre,


rutas y movimiento de bienes del norte de Chile, llamaron la atención de cómo se
expandió entre montañas, valles y costa vecinas, de una región árida dominante, un
tr{afico de productos diferenciados de la preincaica, especialización en corta y larga
distancia, crecimiento demográfico y señoríos prestigiosos se comienzan a detectar
más nítidamente (…)” (Núñez, 1996 ).

Domesticación

Los cazadores recolectores luego de haberse dispensado a varios animales entre ellos a los
camélidos, debieron considerar la utilidad de estos en la satisfacción de otras necesidades
que todavía no estaban contempladas como necesarias pero que surgían como tales. Lynch
contempla que los primeros que los “primeros indicios arqueológicos de la domesticación
de camélidos se han descubierto en los Andes centrales y no en los Andes Centro-Sur”
(Lynch, 1983) y que estos inicios de la domesticación y el pastoreo poseen fecha incierta,
pero que no se puede plantear la negación de la una temprana domesticación, se estima que
se remonta a la época del paleo-indio. “Custred argumenta persuasivamente que, una
vez que la domesticación tuvo lugar, la innovación se exte ndió rápidamente por toda
la puna horizontal que como un mar, conecta todas las economías regionales del
valle”. (Lynch, 1983). Posteriormente luego de una selección artificial de cruces se obtuvo
la llama, un animal con características deseables, el cual se convertiría en una pieza clave
en la utilización amplia para el transporte de carga, para la obtención de fibra, carne y para
fines ritualísticos. El pastoreo suponía recorrer territorios en busca de pastos aceptables
para los animales, eventos que al parecer Lynch (1971) y Jensen y Kautz (1974) sugieren
que la dispersión de los tubérculos andinos y otros cultivos de tierras altas fue a lo largo de
las redes de recorridos de los pastores.

Las evidencias de la domesticación pueden ser revisadas en los cambios morfológicos de


huesos, que determinarían los cruces, edad de muerte, tipo de sacrificio bien por
necesidades alimentarias o ritualísticas. Los estudios de Wheeler son interesantes y
esclarecen

La trashumancia se movilizó por varios niveles ecológicos y mediante registros


arqueológicos se ha tentado en determinar como zona de influencia o unidad cultural a
Tiwanaku. Los movimientos de caravanas permearon el intercambio de mercancías mucho
más elaboradas o tecnificadas a partir muchas de ellas de materiales carentes en ciertas
regiones como la obsidiana, cobre, basalto, conchas, etc. Es interesante la distribución de
textiles o cerámicas cuyas manifestaciones iconográficas fueron parte de una concepción
inmaterial que portaban ciertas sociedades y que se manifestaban en lo material, pero que
no escaparon de poder ser integradas a otros círculos sociales ubicados a distancias algo
considerables entre sí. Por ejemplo los diseños escalonados de Pukara se los encuentra en
artefactos de Chiripa. “Recientemente, Rivera (1980: 86-90) ha identificado como Pukara
otros textiles de entierros en la desembocadura del río Loa (Caleta Huelen), así como
muestras adicionales del Valle de Azapa, que parecen ser Chiripa. Fechas de carbono de
varios cientos de años se confirman las correspondencias”. (Lynch, 1983).

La posibilidad del control de la trashumancia por parte de algunas élites de poder se ha


visto minimizada ante la im posibilidad de lograrlo debido a las distancias y la variedad de
caminos por los cuales se podría transitar. Pero “si las élites encontraran forma de
controlar el tráfico caravanero (por ejemplo, mediante acuerdos especiales entre
caravaneros y señores), le resultaría todavía más difícil reprimir formas alternativas
de circulación de bienes de larga distancia, accesibles a otros actores sociales, que
probablemente se encontraban vigentes desde tiempos arcaicos y a las que hemos
denominado “tráfico incorporado””(Nielsen, 2006).

Los productos “alóctonos o tecnológicamente sofisticados” (Nielsen, 2006) se pueden


encontrar en tumbas que expresan su carácter social excluyente lo que determina que
dichos productos son “bienes de prestigio”.

Conclusiones

1.- Un elemento determinante para el movimiento de los pobladores de los Andes Centro
Sur, fue la domesticación de la llama. Animal que pasaría a conformar un fuerte sentido
cultural para la subsistencia humana, tanto práctica como ideológica. A través de las
caravanas se pudo conectar varios niveles ecológicos y se puede afirmar que la circulación
de bienes de consumo facilitó el suplir de materias que carecían ciertos sectores
geográficos, productos tales como la concha marina, el oro, el cobre, obsidiana, basalto, etc.
O el intercambio de productos manufacturados como la cerámica o los textiles, lo que no
sustrae el intercambio de técnicas de confección.
2.- Los cambios sociales manifiestan una marcada jerarquización social y cambios en el
ordenamiento territorial de las poblaciones y de espacios necesarios para el intercambio o
abastecimiento de las caravanas. El tráfico al llevar productos alóctonos que muchos de
ellos pasaron a ser “bienes de prestigio”, implicó la diferenciación del ser frente al otro.

3.- Para solventar las diferencias de interpretación se puede recurrir al estudio del material
cerámico, lítico, mineralógico, textil, dibujos rupestres, de descarte, y polínico.

El mapeo del territorio con los vestigios de asentamientos y de los senderos que podrían
haber servido de enlace a través de los niveles ecológicos.

Bibliografía

Nielsen, A. 2006 Bajo el hechizo de los emblemas: políticas corporativas y tráfico


interregional en los Andes Circumpuneños, pp.393-411. Editorial Brujas, Córdoba.

Núñez, L. 1996. Movilidad caravánica en el Area Centro Sur Andina: Reflexiones y


Expectativas, pp. 43-61. Centro de Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de las
Casas”, Cuzco.

Lynch, Thomas, 1983. Camelid pastoralism and the emergence of Tiwanaku


civilization in the South-Central Andes. World Archaeology 15:1-14

Lazzari, M 2005. The texture of things: objects, people, and landscape in northwest
Argentina (First millennium AD). Archaeology of materiality, 126-61.

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