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Así, el hombre libre manda al esclavo de otro modo que el varón a la hembra y que
el hombre al niño, y en todos ellos existen las partes del alma, pero existen de dis-
tinto modo: el esclavo carece en absoluto de la facultad deliberativa; la hembra la
tiene, pero desprovista de autoridad; el niño la tiene, pero imperfecta.
De todas las criaturas que tienen mente y alma no hay especie más mísera que la
de las mujeres. Primero han de acopiar dinero con que compren un marido que en
amo se torna de sus cuerpos, lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay. Y en ello es
capital el hecho de que sea buena o mala la compra, porque honroso el divorcio no
es para las mujeres ni el rehuir al cónyuge. Llega una, pues, a nuevas leyes y usos
y debe trocarse en adivina, pues nada de soltera aprendió sobre cómo con su espo-
so portarse. Si, tras tantos esfuerzos, se adapta al hombre y no protesta contra el
yugo, vida envidiable es ésta; pero si tal no ocurre, morir vale más. El varón, si se
aburre de estar con la familia, en la calle al hastío de su humor pone fin; nosotras
nadie más a quien mirar tenemos. Y dicen que vivimos en casa una existencia se-
gura mientras ellos con la lanza combaten, mas sin razón: tres veces formar con el
escudo preferiría yo antes que parir una sola.
Es difícil el trato de varón y mujer, porque como las buenas se mezclan con las ma-
las, se nos odia: tal es nuestro innato infortunio. 3
ENGAÑO E INESTABILIDAD
6. Apolodoro, Biblioteca, 5, 5, 8.
44 ALGUIEN SE ACORDARÁ DE NOSOTRAS
El rey beocio Yaso deseaba tener hijos varones, y decepcionado por el naci-
miento de una niña, Atalanta, la abandonó en una colina, donde fue ama-
mantada por una osa hasta que, más tarde, unos cazadores la encontraron y
la criaron. Cuando creció, se hizo cazadora y permanecía virgen. Vencía a to-
dos sus competidores en las carreras, en el combate y en las cacerías.
Finalmente, fue reconocida por su padre, quien se dispuso a organizar su
matrimonio, pero Atalanta impuso una condición: cualquier pretendiente a
su mano tenía que vencerla en una carrera o morir. Muchos jóvenes perdie-
ron la vida, hasta que Atalanta fue vencida y reclamada por otro cazador so-
litario que había huido durante largo tiempo del matrimonio, Melanión.
Este, con la ayuda de Afrodita, había usado un truco, al ir arrojando manza-
nas de oro que Atalanta se detenía a recoger. De este modo, la doncella veloz
fue derrotada en la carrera y pasó a convertirse en mujer casada.
Atalanta, como la diosa Artemisa, era una virgen cazadora, una habitan-
te del mundo salvaje. Virgen y salvaje al mismo tiempo, perdió las dos con-
diciones cuando contrajo matrimonio. Como un animal salvaje había de ser
perseguida y capturada por el hombre que la domesticó, y ese hombre corría
el riesgo de todos los cazadores ambiciosos, morir en la empresa. El mito de
Atalanta es un relato que se repite con frecuencia en la mitología griega: la
captura de una doncella por un hombre o un dios. Su captura y domestica-
ción la convertirán en un ser social.
En los mitos y leyendas, es decir, en las historias tradicionales de las que
el arte y la literatura extraían sus sistemas de representación y de donde pro-
cedían las prácticas de culto, las mujeres son localizadas, de diversas formas,
en los límites de la civilización. A veces como fuerzas misteriosas, incontro-
lables, que están al margen de la ciudad creada y sostenida por los hombres.
Numerosas imágenes y metáforas asociaban a las mujeres y su participación
en el sexo y en el matrimonio con la conducta de los animales. Resulta lógi-
co que una sociedad agraria use imágenes extraídas del mundo de la natura-
leza para describir o explicar las actividades sexuales; pero, en el caso griego,
esas imágenes y metáforas reflejan una actitud particular respecto a las mu-
11. Jenofonte, Constitución de los laconios, 1.3. En este fragmento, Jenofonte compara la ali-
mentación que recibían las muchachas espartanas con la de las que vivían en otras ciudades
griegas.
PANDORA, EL INICIO DE LA MISOGINIA OCCIDENTAL 45
FIGURA 2.3. Atalanta y Peleo. Copa del Pintor de Aberdeen, ca. 450-430 a.C. (Museo
Nazionale di Villa Giulia, Roma, n.° inv. 48234).
FIGURA 2.4. Arnazonomaquia. Crátera de campana del Pintor de Christie, ca. 440 a.C.
(colección Várez Fisa, Museo Arqueológico Nacional, Madrid: n.° inv. 1999/99/101).
rreras llamadas amazonas que vivían solas, llevaban ropas masculinas y to-
m a b a n p a r t e en actividades —caza, agricultura y lucha— que, e n t r e los grie-
gos, eran exclusivamente realizadas por h o m b r e s . Se las r e p r e s e n t a b a fre-
c u e n t e m e n t e como jinetes, pero sobre todo e r a n feroces g u e r r e r a s que
a m a b a n la violencia y todo lo referente al m u n d o del dios de la guerra, Ares.
Las amazonas representaban u n a inversión del orden social establecido, don-
de las mujeres m a n d a b a n y los h o m b r e s se veían obligados a actuar como
mujeres.
La región originaria de las amazonas varía según las fuentes, pero nor-
m a l m e n t e las sitúan en la costa m e r i d i o n a l del m a r Negro. Su ubicación cro-
nológica t a m b i é n varía en las diferentes versiones del mito, a u n q u e siempre
se r e m o n t a a un pasado distante. Las costumbres m á s llamativas de las ama-
zonas e r a n las relacionadas con la reproducción. El geógrafo Estrabón dice
que cada año las amazonas visitaban d u r a n t e dos meses el área m o n t a ñ o s a al
n o r t e de su territorio original y se u n í a n sexualmente con los h o m b r e s de las
tribus nativas. Si de esos encuentros nacían niñas, se las llevaban con ellas. Si
e r a n niños, se los dejaban a sus padres. Las amazonas rechazaban el m a t r i -
m o n i o y eran guerreras. No solo vivían sin h o m b r e s sino que l u c h a b a n con-
t r a ellos. Con sus a r m a s y sus técnicas de lucha h a b í a n conseguido esclavizar
a sus vecinos y conquistar m u c h a s tierras. 1 2
A u n q u e los orígenes del m i t o de las amazonas son oscuros, no hay duda
de su popularidad, p a r t i c u l a r m e n t e en la Atenas clásica: su héroe nacional,
Teseo, se casó con la r e i n a de las amazonas, y después se enfrentó con su ejér-
cito, al que venció. Los enfrentamientos de griegos con las amazonas son fre-
c u e n t e m e n t e m e n c i o n a d o s por poetas, oradores e historiadores, y eran un
motivo corriente en la escultura y la p i n t u r a de vasos. En esas r e p r e s e n t a -
ciones, aparecen como guerreras que h a n i n t e n t a d o invadir Grecia pero que,
en ú l t i m a instancia, son vencidas por los héroes griegos: Heracles, Aquiles o
Teseo. La identificación e n t r e esos héroes y los soldados griegos era eviden-
te, y se intensificó tras las guerras médicas. Se suponía que las amazonas m í -
ticas h a b í a n vivido en u n a zona que era p a r t e del imperio persa, y su inva-
sión de Grecia se veía como un a n t e c e d e n t e r e m o t o de la invasión de los
ejércitos por el g r a n rey persa, a comienzos del siglo V a.C. La identificación
iconográfica de las amazonas con los persas se confirma por el hecho de que
en m u c h a s p i n t u r a s de vasos áticos aparecen con v e s t i m e n t a y a r m a s persas.
Sin duda, en estas representaciones, la a m a z o n a servía como prototipo del
«bárbaro derrotado».
Con todo, las amazonas eran i m p o r t a n t e s en el arte griego t a m b i é n como
figuras femeninas. En las representaciones escultóricas, se destacan sus ras-
13. Poema, probablemente ritual, que forma parte de una serie de una treintena de poemas de-
dicados a divinidades, que en la antigüedad se atribuían a Homero. El dedicado a Deméter pa-
rece ser el más antiguo, del siglo vil o principios del siglo VI a.C.