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Presentación

Desde la entrada en vigor del actual régimen de enjuiciamiento en materia laboral, se han
publicado muy buenos trabajos dirigidos a explicar en forma clara y sencilla el funcionamiento del
proceso en el ámbito de las relaciones del trabajo.

Sin embargo, después de una década de funcionamiento del nuevo orden jurisdiccional laboral, es
preciso hacerse cargo de algunas cuestiones problemáticas que se han suscitado y que merecen
una adecuada exposición y tratamiento, sin exceder los ámbitos propios de un manual sobre la
disciplina.

Por otro lado, entendemos que la evolución del derecho procesal ha permitido elaborar un
conjunto de conceptos y principios propios de la disciplina y que son comunes a toda clase de
procesos, cualquiera sea la naturaleza del derecho material aplicable.

Por cierto, es indiscutible que las normas laborales sustantivas influyen en la estructura del
proceso y expresándose en importantes especialidades en la configuración del procedimiento
laboral.

En este sentido, creemos que resulta pertinente examinar estas especialidades propias del
proceso laboral, pero con una visión específica de nuestra disciplina, y sin olvidar la perspectiva
sistémica del fenómeno procesal y del conjunto del sistema de justicia.

En este contexto, los autores, pertenecientes a tres importantes universidades del país,
identificaron una necesidad y deciden emprender este importante esfuerzo por colmar una
parcela del conocimiento. Ciertamente, el tipo editorial en que se desarrolla esta obra (un manual)
no permite un estudio minucioso de todas las instituciones que compromete el proceso laboral,
pero el esfuerzo apunta a superar la clásica paráfrasis de artículos desprovista de reflexión crítica,
tristemente presente aún en nuestro medio.

Si bien los autores optaron por un abordaje clásico de las lecciones de derecho procesal, sin
abandonar el método explicativo, se ha ido un poco más allá confrontando la regulación positiva
con su plano de aplicación en aquellos casos en que la jurisdicción ha ido afinando algunas
instituciones en su aplicación forense, sin renunciar a la visión crítica, cuando el tema así lo
reclama.
El esfuerzo llevado a cabo parece importante. Los autores tienen experiencia en el área de la
teoría general del proceso, en el ámbito civil y, por cierto, en el estudio de instituciones del
proceso laboral. No parece irrelevante destacar que este trabajo se realiza desde regiones, pero
teniendo también a la vista, además, cómo operan los tribunales de Santiago. Y, tampoco, es
desdeñable poner de relieve que significa un trabajo que logra aunar los esfuerzos de académicos
pertenecientes a tres importantes centros de estudio del Derecho Procesal.

En términos generales, podemos destacar tres grandes ejes que estructuran el contenido de esta
obra: en primer lugar, el profesor Dr. Gonzalo Cortez Matcovich (Universidad de Concepción),
desarrolla los aspectos generales del proceso laboral. En su tratamiento, el profesor Cortez,
profundiza en tópicos introductorios tales como el proceso como método de resolución del
conflicto, la jurisdicción orgánica laboral o la competencia. Posteriormente, expone los principios
del proceso y del procedimiento en el orden laboral y, finalmente, ilustrará al lector sobre las
reglas comunes en el marco del procedimiento laboral.

En segundo lugar, el profesor Dr. Diego Palomo Vélez (Universidad de Talca), desarrolla los temas
relativos al procedimiento de aplicación general. En este ámbito, el profesor Palomo parte desde
las temáticas introductorias como las características del procedimiento de aplicación general o la
supletoriedad del Código de Procedimiento Civil, para entrar, posteriormente, de lleno en el
procedimiento propiamente tal. El autor comprende en su explicación las medidas prejudiciales, la
fase de discusión, la audiencia preparatoria del juicio oral, la audiencia de juicio oral, la prueba y la
sentencia.

Finalmente, en tercer lugar, el profesor Dr. Jordi Delgado Castro (Universidad Austral de Chile), se
ocupa del tratamiento de los procedimientos especiales. Para ello, primeramente, explica la
necesidad de existencia y significación de los procedimientos especiales. Seguidamente,
pormenoriza los detalles que destacan, tanto en el procedimiento de tutela laboral, como en el
procedimiento monitorio. El profesor Delgado aborda los principales institutos comprometidos y,
específicamente, describe la tramitación a seguir cuando estos cauces procedimentales se
imponen como medio de darle vida a la acción laboral.

Este manual es el primer avance en el que, principalmente, se da cuenta de los procedimientos


declarativos. Esperamos que logre convertirse en una obra de necesaria consulta y que ello
conduzca a posteriores ediciones corregidas, ampliadas y actualizadas.

Los autores

Primera Parte Cuestiones Preliminares


Prof. Gonzalo Cortez Matcovich

I. Aspectos generales sobre el Proceso Laboral

1. El proceso laboral como método de resolución de conflictos

La noción del proceso es fundamental para el estudio del derecho procesal porque es la única
forma en que los jueces pueden desarrollar la función que la Constitución Política les encomienda.
En algún momento se le consideró el principal objeto de estudio de la disciplina y de ahí la
denominación de la misma que persiste hasta nuestros días, aun cuando para el derecho procesal
moderno es aceptado que el concepto fundamental es el de jurisdicción, en tanto que el proceso
no es más —ni menos— que el instrumento para su ejercicio.

No es momento de intentar construir una teoría general del proceso, pero no vemos
inconveniente en considerar la noción de proceso como punto inicial para esclarecer el fenómeno
de la resolución judicial de los conflictos y como escenario en el que actúan la jurisdicción y la
acción.

El establecimiento de los juicios especiales viene justificado por la circunstancia de que


determinadas relaciones jurídicas precisan de ciertas adecuaciones procesales, para que los
intereses en ellos comprometidos tengan eficacia práctica o para que determinados grupos
sociales obtengan una protección jurisdiccional más rápida y, por ello, más acorde a sus
necesidades.

Las relaciones que surgen en el ámbito del derecho del trabajo justifican la existencia de
mecanismos procesales modernos y especializados que permitan entregar una respuesta mucho
más eficaz que lo que sucede en el ámbito estrictamente civil. Está fuera de toda duda que el
estatuto laboral está dotado de mecanismos que aspiran a restablecer el equilibrio que la
asimetría de la relación laboral perturba y la aspiración de la función jurisdiccional en el ámbito
laboral debiera ser la entrega de una respuesta eficaz y rápida, que permita que la justicia no solo
llegue, sino que lo haga en forma oportuna.
Entonces, en este caso, el distanciamiento de las normas reguladoras del proceso laboral respecto
del proceso común está completamente justificado, tanto por las particularidades de la materia
como por la asimetría estructural existente en la relación jurídica laboral. Más aún, estas
particularidades no solo se extienden al régimen procesal, sino que han justificado el diseño de un
nuevo orden jurisdiccional, mediante la creación de tribunales especializados, al menos, en la
justicia de primer grado.

Los procedimientos especiales, además, suelen contener normas de vanguardia por lo que el
proceso laboral, junto a constituir un instrumento de protección eficaz, de una parte, y un factor
dinamizador de las relaciones económicas y de la modernidad del Estado, por otra, debiera ser un
espejo en el que se refleje la anhelada y permanentemente postergada reforma a la justicia civil,
último orden que demanda una modernización profunda y que paradójicamente sigue siendo la
norma supletoria para todos los demás.

La tendencia mundial ha sido la de incorporar una tramitación procedimental oral, rápida y


desformalizada que, junto con imprimir una mayor velocidad en la respuesta jurisdiccional asegure
unas razonables posibilidades de obtener una correcta decisión del asunto.

Sin embargo, el desafío de una justicia eficiente no se obtiene simplemente acelerando el proceso,
sino propiciando el pronunciamiento de decisiones judiciales de calidad, obtenidas en un tiempo y
a un costo relativamente bajo.

En esta monografía sobre proceso laboral se analizarán los procesos declarativos. El procedimiento
de aplicación general, como juicio ordinario, y los procedimientos especiales de tutela laboral y
monitorio. La evaluación y la experiencia después de un periodo de funcionamiento prudente,
puede considerarse satisfactoria. Sin embargo, en esta obra se pretende evidenciar, también,
algunos nudos críticos que podrían ser mejorables.

2. Apuntes sobre el proceso laboral contemporáneo en Chile

Como esta obra no pretende hacer una reconstrucción histórica del proceso laboral, cuyos
antecedentes se remontan al primer tercio del siglo pasado, consideraremos como punto de
partida la Ley Nº 18.510, como hito a partir del cual es posible comprender la historia
contemporánea de nuestro proceso laboral y cómo se ha ido consolidando un determinado
modelo.
La Ley Nº 18.510 del año 1986, impulsada por el mismo gobierno que en el año 1981 había puesto
término a la judicatura especializada del trabajo, repuso los tribunales especializados en materia
laboral y, aunque no restableció las Cortes del Trabajo, asentó las bases para la reconsolidación de
la jurisdicción laboral especializada.

Este orden jurisdiccional con una primera instancia especializada a través de los Juzgados de Letras
del Trabajo y una segunda instancia radicada en la Cortes de Apelaciones es la que, a grandes
rasgos, se mantiene hasta nuestros días.

El procedimiento ordinario, regulado entre los artículos 20 y 43, recibía del mismo modo que hoy,
el nombre de procedimiento de aplicación general y se caracterizaba por detentar marcas de
oralidad de mayor alcance que en el proceso civil, pero en el que terminaba imponiéndose la
lógica del expediente escrito. Principiaba mediante una demanda escrita y tras el traslado y
contestación, en su caso, se debía citar a las partes a una audiencia, cuyo objeto, en primer lugar,
era intentar la conciliación de las partes. Si esta no se producía y existían hechos pertinentes,
sustanciales y controvertidos se recibía en la misma oportunidad la causa a prueba y,
posteriormente, se citaba a una nueva audiencia con el objeto de producir la prueba.

En la audiencia de prueba se recibían todas las pruebas decretadas. En especial, decía la ley, la
testimonial, la instrumental, la confesional y cualquier otro elemento de convicción que fuere
pertinente y que alguna parte lo hubiera solicitado, consagrándose de este modo cierta holgura en
materia probatoria, pero también con un juez poco activo a la hora de decretar diligencias
oficiosas.

Terminada la fase probatoria, que podía extenderse por más de una jornada, el juez debía citar a
las partes para oír sentencia y el fallo se redactaba en el plazo de diez días contado desde dicha
citación. El régimen de valoración de la prueba era la sana crítica y en la sentencia el tribunal debía
expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia en
cuya virtud le asignaba un valor o la desestimaba.

Finalmente, entre las particularidades de este modelo de enjuiciamiento, se debe destacar que
existía la posibilidad de impugnar en apelación la sentencia definitiva de primera instancia, así
como aquellas resoluciones que ponían fin al juicio o hacían imposible su prosecución.

La estructura orgánica de los tribunales era la tradicional que hoy predomina en la justicia civil: un
juez, un secretario y varios funcionarios que conforman el personal de secretaría.
Durante los regímenes democráticos se impulsaron varias reformas parciales, algunas de las
cuales, especialmente la contenida en la Ley Nº 19.250, simplificaron el régimen procesal.

Un acontecimiento importante fue la conformación, en el año 2000, del Foro para la Reforma de la
Justicia Laboral y Previsional, que reunió a un conjunto de especialistas en el área y que culminó
con la elaboración de un documento que contenía un diagnóstico del sistema judicial laboral
chileno y un conjunto de propuestas para su mejoramiento. Se denominó Bases Fundamentales
para la Reforma de la Justicia Laboral y Previsional.

La propuesta apuntaba, en primer lugar, hacia el establecimiento de una jurisdicción especializada


con competencia atractiva respecto de las materias que se rigen por el derecho del trabajo. Para
ello se proponía una jurisdicción de primer grado con competencia exclusiva; un segundo grado
revisor de los fallos del primer enjuiciamiento y, finalmente, se postulaba que la Corte Suprema,
como tribunal de casación, debía uniformar la jurisprudencia en materia laboral y de seguridad
social. Es decir, un diseño bastante aproximado al régimen actual.

Respecto del procedimiento, el Foro Laboral declaraba su "preferencia por la oralidad"; la


necesidad de contar con un proceso regido por la inmediación y que fuera concentrado,
acelerado, gratuito y que, en la medida de las necesidades, dispusiera de mecanismos que
asegurasen el acceso igualitario a la justicia. De este modo, se sentaron las bases para la creación
de las Oficinas de Defensa Laboral que, con un carácter profesional y especializado, no solo
contribuyesen a la promoción de la justicia gratuita, sino que además esta lo fuera con adecuados
estándares de calidad.

Adicionalmente, se formularon propuestas respecto del procedimiento ordinario, la etapa de


prueba, la sentencia, los recursos, la fase de ejecución, la tutela de los derechos fundamentales y
se sugirieron algunas modificaciones orgánicas necesarias.

En cuanto al procedimiento de aplicación general, la propuesta apuntaba a despojar al


procedimiento de formalismos innecesarios y a agilizar el sistema de notificaciones. Si bien no
existía claridad sobre la conveniencia de realizar el proceso en una o dos audiencias, sí se
destacaba la posibilidad de que los jueces tuvieran un rol protagónico en la etapa de la
conciliación, pues ya se trataba de una práctica muy extendida con una valoración positiva.

En lo concerniente a la prueba, lo más significativo fue la reivindicación del necesario contacto


entre el juez y la prueba, eliminando definitivamente la intermediación de receptores y algunos
formalismos exacerbados, como la tacha de testigos o la confesión de parte y el interrogatorio de
testigos sometidos al formato civil.

Producida la prueba en condiciones de mejor calidad, atendido el predominio de la oralidad, la


inmediación y la desformalización de las actuaciones, la propuesta respaldaba su libre valoración
conforme a las reglas de la sana crítica y, reconociendo que este método de apreciación no está
exento de errores se proponía "(contribuir) a asegurar el control de los tribunales superiores en
torno a la corrección de las afirmaciones fácticas extraídas por el Juez, llenando de contenido real
este tipo de control".

En esta misma línea, para permitir la revisión de la sentencia, esta debía incluir como requisito
externo, la mención de los hechos que fueron probados, la conclusión jurídica y la normativa
aplicable.

Esta forma de reclamar un contenido mínimo, pero altamente importante, no es más que otro
reflejo de la necesidad de consagrar un efectivo régimen de impugnación. Habrá que convenir en
que la principal función que cumple la exigencia de la motivación de la sentencia consiste en hacer
posible un posterior control sobre las razones esgrimidas por el juez, como fundamento de la
decisión y, además, tiene poco sentido imponer a los jueces el deber de argumentar
racionalmente sus decisiones, si más tarde se afirma que esas razones no son revisables por la vía
recursiva.

El sistema recursivo fue otro de los aspectos destacados, llegándose a afirmar que la apelación
resultaba incompatible con un modelo oral, estableciéndose, en consecuencia, las bases para
diseñar un régimen de impugnación limitado que no permitiera una revisión integral de lo
resuelto.

Se proponía que el recurso apuntara a alguno de los siguientes objetivos:

i) revisar la sentencia de primera instancia cuando haya sido dictada con infracción de ley;

ii) revisar los hechos declarados como probados, cuyas conclusiones se contradigan con pruebas
documentales o periciales que obren en el proceso; y,
iii) en los juicios sobre terminación del contrato de trabajo, el tribunal superior, sin alterar las
conclusiones fácticas a que se llegó en la instancia, podrá decidir la alteración de la conclusión
jurídica.

La propuesta, pues, defendía un régimen que proscribía una revisión integral de lo resuelto, en
tanto que la revisión de los hechos se permitía, pero en forma limitada.

Una de las novedades incorporadas por el sistema recursivo laboral, fue el denominado recurso
para la unificación de jurisprudencia, pese a que las bases propusieron mantener nuestra
tradicional casación en el fondo, destacaban que "su objeto es mantener la uniformidad de la
jurisprudencia".

En cuanto a la ejecución, las ideas propuestas decían relación con la necesidad de agilizar
gestiones, una mayor amplitud del catálogo de títulos ejecutivos de carácter laboral y con la
creación de tribunales de ejecución. Además, en esta fase del proceso se sugería limitar los
motivos de oposición, así como las posibilidades de impugnación de las resoluciones; mejorar el
sistema de realización de bienes y diseñar medidas que permitiesen evitar la insolvencia del
deudor o permitir el fraccionamiento de los pagos si es que, finalmente, el deudor realmente
promovía la liquidación de las deudas en forma ordenada.

Finalmente, respecto de las propuestas relativas al modelo de enjuiciamiento, se planteó un


mecanismo para la tutela de los derechos fundamentales. En esencia, se tuvieron a la vista los
mismos motivos que determinarían su incorporación al Código del Trabajo actual: la
constitucionalización del derecho del trabajo; la falta de protección de los derechos
fundamentales del trabajador; la necesidad de contar con un instrumento especial; la necesidad
de contar con una herramienta ágil e, incluso, la tendencia observada en la experiencia
comparada.

En forma coherente con las transformaciones al enjuiciamiento, se propuso una serie de


modificaciones orgánicas que se reflejan en el diseño que hoy tienen nuestros tribunales
reformados, con estructuras administrativas más complejas y eficientes que permiten un
adecuado reparto de funciones y que descargan de tareas no jurisdiccionales a los jueces.

Las propuestas formuladas por el Foro para la Reforma de la Justicia Laboral y Previsional
constituyeron un valioso insumo para la elaboración de las Leyes Nº 20.022, Nº 20.023 y Nº
20.087.
La Ley Nº 20.022, que creó los Juzgados Laborales y Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional,
apuntó hacia dos grandes objetivos: el aumento significativo de los jueces del trabajo y la
profundización de su especialización, por un lado; y, por otro, reorganización de las funciones
administrativas, en concordancia con la experiencia de la reforma del proceso penal.

Por su parte, la Ley Nº 20.023, que modificó el sistema de ejecución de los títulos ejecutivos
laborales, puso el acento en uno de los temas más problemáticos que nuestros sistemas de justicia
enfrentan y con los más pobres resultados: la ejecución. Para justificar la reforma se señalaba: "La
tramitación en primera instancia de una causa ejecutiva de cobranza previsional demora en
promedio 1,5 años aproximadamente en Santiago. Además, el alto grado de deserciones o
abandonos de procedimientos existentes, generan insatisfacciones de las expectativas o
pretensiones de los demandantes. Por su parte, el sistema de Seguridad Social en Chile, se financia
sobre la base de las cotizaciones efectivamente enteradas, motivo por el cual el cobro de las
mismas reviste el carácter de esencial y su cumplimiento es de interés público. No obstante,
numerosos estudios realizados han demostrado la morosidad en el pago de las cotizaciones de
seguridad social, hecho que podría provocar el desfinanciamiento de este sistema y, en
consecuencia, la falta de protección del trabajador y su grupo familiar. La información disponible
indica que la deuda declarada y no pagada ha experimentado en estos últimos años un aumento
de un 15% anual, ascendiendo el año 2002 a la suma de MM$ 441.774".

Ante este decepcionante panorama, la Ley Nº 20.023 aspiró a mejorar el cobro ejecutivo de las
cotizaciones de la seguridad social y, también, beneficiar en idéntico sentido los intereses
particulares de los trabajadores.

En concreto, la Ley Nº 20.023, junto con las modificaciones y concordancias a otros cuerpos
legislativos, introdujo varias novedades destacables: la incorporación de nuevos títulos ejecutivos,
el impulso oficial del tribunal y la consiguiente improcedencia del abandono del procedimiento; se
limitaron las posibilidades de oposición en la ejecución; se reguló la ampliación de la demanda
para nuevas resoluciones de cobranza respecto del mismo ejecutado; se permitió el uso de medios
tecnológicos para agilizar las notificaciones; se aclararon algunos aspectos referidos al recurso de
apelación, estableciéndose, como medida precautoria, la retención de devoluciones de impuestos
a los empleadores por parte de la Tesorería General de la República.

Desde luego, el avance puede considerarse notable, pero la reforma orgánica y el mejoramiento
de la ejecución resultan insuficientes por sí solas, sin normas transformadoras del sistema de
enjuiciamiento en el orden de las relaciones laborales.

En efecto, es posible establecer reglas magníficas para la protección de los derechos de los
trabajadores y tribunales ultra especializados en la materia, pero carecerán de efectividad si, para
su realización jurisdiccional, no se establecen instrumentos de tutela procesal que sean eficaces,
es decir, que permitan alcanzar la satisfacción del derecho o interés vulnerado de manera expedita
y real y, principalmente, sin que la utilización de estos instrumentos suponga una carga adicional y
hasta superior al perjuicio frente al cual se reacciona.

Aunque esta afirmación es válida para el sistema judicial en su conjunto, en el proceso laboral la
necesidad de mecanismos procesales eficientes es tanto más necesaria que en otros ámbitos, por
el dramático efecto que, en muchas ocasiones, se produce por la dilación del sustento económico.

"Otra consecuencia de la lentitud del proceso laboral es el alto grado de deserciones o abandono
de las causas en distintas etapas del proceso. La excesiva duración del proceso y las dificultades
para obtener el cumplimiento de lo ordenado en el fallo, generan frustración en los demandantes
para obtener por vías legales su pretensión". (Mensaje de la Ley Nº 20.087).

La reforma de la Ley Nº 20.087, que sustituyó el procedimiento laboral, persiguió los siguientes
objetivos:

a) Brindar un mejor acceso a la justicia.

b) Posibilitar la efectividad del derecho sustantivo.

c) Asegurar el efectivo y oportuno cobro de los créditos laborales.

d) Agilizar los juicios de trabajo.

e) Modernizar el sistema procesal laboral.

f) Configurar el proceso como un instrumento de pacificación social.

g) Potenciar el carácter diferenciado del procedimiento laboral.


h) Diseñar un modelo concreto de tutela de los derechos fundamentales en el seno de las
relaciones laborales.

Esta normativa sentó los pilares sobre los que se construye el proceso laboral que conocemos,
como la oralidad, inmediación, concentración, impulso procesal de oficio, celeridad, buena fe
procesal y gratuidad, configurándose un proceso laboral, como método de resolución de
conflictos, con una importante dosis de modernidad y vanguardia que lo acercan a un sistema de
justicia moderno.

Junto con los objetivos antes señalados, también merecen destacarse algunos aspectos que serán
precursores, por ejemplo, de la Ley Nº 20.886, sobre tramitación electrónica de los
procedimientos. No solo significó una aproximación hacia la litigación electrónica, sino que
también simplificó el sistema de notificaciones y, consecuentemente, fue perdiendo valor la
notificación por cédula, a favor del uso del Estado Diario. Este cambio responde a la incorporación
de la tecnología que permite poner en conocimiento de los litigantes los actos del proceso, en
forma fehaciente y despojada de ritos obsoletos.

También hubo otros cambios importantes que propiciaban una solución de mejor calidad: se dotó
al juez de facultades oficiosas, en especial en el ámbito cautelar y en relación al impulso del
proceso, que permiten una mayor agilidad y que apuntan a lograr, finalmente, el cumplimiento
efectivo de las sentencias.

En cuanto al esquema general de tramitación, la Ley Nº 20.087, dibujó una secuencia clásica para
el proceso en dos audiencias: una preparatoria y una en que se incorpora la prueba.
Adicionalmente, se estableció una instancia de conciliación que en términos estadísticos ha
resultado bastante exitosa, pues un número importante de las causas que ingresan al sistema de
justicia laboral concluyen de esta forma.

La desformalización llegaría a la fase probatoria. Se concretó un modelo de libertad probatoria


tanto para los medios probatorios como para su valoración. Se diseñó una audiencia (audiencia de
juicio) en que se incorpora la prueba eliminando las clásicas preguntas escritas y los pliegos de
posiciones, para convertir el acto en un instrumento más dinámico que permita que el juez pueda
tomar conocimiento inmediato y de forma más precisa del desarrollo de los hechos.

También se debe destacar que la Ley Nº 20.087 mantuvo las medidas para mejor resolver.
Ciertamente, tras haber presenciado la rendición de la prueba y antes de fallar es adecuado
permitir que el juez pueda decretar los medios probatorios que estime convenientes y necesite
para no tener que acudir a normas de cierre del sistema y decidir un asunto por falta de
convencimiento. Una decisión de calidad debe estar basada en una correcta y completa
reconstrucción de los hechos y si la actividad de las partes no es suficiente para ello, no se observa
el inconveniente de que, respetando el derecho de defensa, se le atribuya al juez cierta iniciativa
probatoria complementaria —no sustitutiva— de la actividad procesal de las partes.

En cuanto al sistema recursivo, la Ley Nº 20.087 estableció un curioso régimen de impugnación,


que contemplaba un recurso de apelación que, rompiendo con la esencia de este recurso,
incorporaba causales para su interposición. En realidad, se trataba del antecedente directo del
actual recurso de nulidad, como se advierte de la delimitación que se hacía del objeto de la
"apelación":

a) revisar la sentencia de primera instancia cuando esta haya sido dictada con infracción de
normas;

b) revisar los hechos declarados como probados por el tribunal de primera instancia cuando se
advierta que en su determinación se han infringido, en forma manifiesta, las normas sobre
apreciación de la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, y

c) alterar la calificación jurídica de los hechos, sin modificar las conclusiones fácticas del tribunal
inferior.

Este experimento recursivo, consistente en denominar apelación a un recurso cuya procedencia


dependía de que se invocaran determinados motivos o causales, peculiaridad propia del proceso
laboral, tuvo una vida breve y fue definitivamente desechado en virtud de la reforma de la Ley Nº
20.260, una de muchas modificaciones que sucedieron a la Ley Nº 20.087, la que, además de
consagrar un régimen de impugnación basado en un recurso de nulidad, que no hizo sino "sincerar
su tratamiento y mejorar su tramitación", incorporó dos procedimientos novedosos: el
procedimiento de tutela de los derechos fundamentales y el procedimiento monitorio; profundizó
los principios de celeridad y concentración; reforzó la inmediación; subsanó potenciales
dificultades e incertidumbres que suscitaban algunas de las normas sobre la tramitación de los
procedimientos e introdujo algunas modificaciones a los procedimientos monitorio y de
reclamación de multas, con el fin de simplificarlos y darles un carácter más breve y expedito.

3. La jurisdicción laboral
3.1. Una jurisdicción necesaria

Uno de los principales indicadores que determina el desarrollo económico y social de una sociedad
es, precisamente, la existencia de una jurisdicción especializada que resuelva con un diseño
apropiado los conflictos del orden laboral en forma efectiva, eficiente, contextualizada y rápida.

La necesidad de una oportuna respuesta jurisdiccional es una premisa aplicable al sistema de


enjuiciamiento considerado como un todo, pero no puede desconocerse que en materia laboral
reviste caracteres de urgencia, pues, una justicia retrasada deviene en un caso dramático en los
supuestos en que una de las partes puede verse enfrentada al riesgo derivado de la falta de
sustento económico.

3.2. La jurisdicción orgánica

El Código del Trabajo principia su regulación procesal por la fijación de los órganos que van a
ejercer la potestad jurisdiccional. Así, el primer título del Libro V del Código del Trabajo, relativo a
la jurisdicción laboral, establece en su art. 415 los Juzgados de Letras del Trabajo y el número de
jueces que los integra, en tanto que en el art. 416 regula los Juzgados de Cobranza Laboral y
Previsional.

En la actualidad, a la luz de los datos entregados por la cuenta pública 2020, la primera instancia
laboral "procesa" 82.336 causas al año, lo que representa el 1,98% de los ingresos ante de los
tribunales en primera instancia. Este porcentaje alcanza el 2,44% si es que excluimos la
tramitación de exhortos del número de ingresos. Ciertamente, en números, la justicia laboral es
una jurisdicción pequeña. Las causas civiles significan el 49,96%; la jurisdicción de familia supone
un 18,29%; las causas penales impactan en un 18,45% de los ingresos; marginalmente las escasas
causas del crimen suponen un 0,01% y, probablemente llamará la atención que la cobranza laboral
y previsional ocupa el 10,85% de los ingresos totales.

Por su parte, la dotación de jueces representa un 6,97% del total de jueces en el país que aumenta
al 7,99% si consideramos a los jueces de cobranza laboral y previsional.
3.3. Características

Los Juzgados de Letras del Trabajo y los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional, son tribunales
especiales, de composición múltiple, pero unipersonales en el ejercicio de su potestad
jurisdiccional, que integran el elenco de órganos jurisdiccionales que componen el Poder Judicial.
Esto, en esencia, significa que tienen una regulación especial, más allá de las normas de carácter
general propias del Código Orgánico de Tribunales, que en lo específico se encuentra recogida en
el Código del Trabajo.

El art. 417 del Código del Trabajo reafirma el principio de especialidad, declara la calidad de los
magistrados que integran estos órganos como Jueces de Letras y, en último lugar, subraya la
subsidiariedad del Código Orgánico de Tribunales para regular todo aquello que exceda la
regulación específica del Código del Trabajo.

La estructura y las funciones de los nuevos Juzgados Laborales ha seguido muy de cerca las
previsiones de los tribunales con competencia penal, al punto que son aplicables a los juzgados
laborales, en cuanto resulten compatibles, las normas del Código Orgánico de Tribunales sobre
gestión administrativa de los Juzgados de Garantía y Tribunales de Juicio Oral en lo Penal, como lo
concerniente al comité de jueces, el juez presidente, los administradores de los tribunales y la
organización administrativa de los juzgados, así como las normas de subrogación de los jueces de
garantía (art. 418 del Código del Trabajo).

Por esta razón, puede afirmarse que, en general, la estructura administrativa del orden
jurisdiccional laboral se sustenta en las mimas normas y principios que la primera instancia penal
(Juzgados de Garantía y Tribunales de Juicio Oral en lo Penal).

Sin perjuicio de lo anterior, en aquellas comunas en las que no se han creado Juzgados de Letras
del Trabajo, serán competentes los Juzgados de Letras con competencia en lo Civil (art. 422 del
Código del Trabajo).

4. Competencia

Como es conocido, la competencia general para conocer de todos aquellos asuntos de carácter
civil, esto es, los no penales, corresponde a los tribunales ordinarios de justicia, a menos que la ley
los atribuya expresamente a otros tribunales.
De ahí que, cuando se crea un nuevo orden jurisdiccional especial, surge la necesidad
imprescindible de precisar el ámbito sobre el cual ejercerán su potestad los nuevos tribunales. En
cambio, respecto de los tribunales ordinarios, no es necesario determinar con similar precisión los
asuntos sometidos a su conocimiento. Es suficiente con indicar que les corresponde el
conocimiento de todos los asuntos civiles y de comercio y, con esto, tienen competencia para
conocer cualquier clase de pretensión que no esté atribuida de modo expreso a otros tribunales
(art. 45 del Código Orgánico de Tribunales). Por esta razón, cuando no existía un orden
jurisdiccional laboral o de familia, estos asuntos eran conocidos por los Juzgados de Letras con
competencia civil, aun sin una ley especial que los sometiera a su decisión.

Probablemente, por el mismo motivo, los Juzgados de Letras Civiles mantienen competencia para
conocer de las causas del trabajo cuyo conocimiento no corresponda a los Juzgados de Letras del
Trabajo y de Cobranza Laboral y Previsional (art. 45 Nº 2 letra h del Código Orgánicos de
Tribunales) refiriéndose específicamente a aquellos lugares que no sean territorio jurisdiccional de
los Juzgados de Letras del Trabajo, en cuyo caso conocen de estos asuntos los Juzgados de Letras
con competencia en lo civil (art. 422 del Código del Trabajo).

Surge de este modo el concepto de materia que corresponde a la naturaleza de la pretensión que
se hace valer en el proceso y que no solo es un criterio para determinar el tribunal competente,
sino que constituye el principal fundamento para la creación de órdenes jurisdiccionales
especializados y de procedimientos especiales.

Junto con la materia, para los efectos de determinar el tribunal competente en materia laboral, es
necesario considerar, además, la posible existencia de fuero entre los interesados y el factor
territorial.

4.1. La materia como factor de competencia

Partiendo de la base de que la competencia es el ámbito sobre el que los tribunales ejercen su
potestad jurisdiccional, los arts. 420 y 421 del Código del Trabajo son las normas fundamentales
atributivas de competencia a los Juzgados de Letras del Trabajo y Juzgados de Cobranza Laboral y
Previsional, delimitando la materia propia del orden laboral en la primera instancia.

Para ello el artículo 420 establece los siguientes supuestos, pormenorizadamente explicados por
Walter y Lanata:
1. Las cuestiones suscitadas entre empleadores y trabajadores por aplicación de las normas
laborales o derivadas de la interpretación y aplicación de los contratos individuales o colectivos del
trabajo o de las convenciones y fallos arbitrales en materia laboral.

2. Las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas sobre organización sindical y


negociación colectiva que la ley entrega al conocimiento de los juzgados de letras con
competencia en materia del trabajo.

3. Las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas de previsión o de seguridad social,


planteadas por pensionados, trabajadores activos o empleadores, salvo en lo referido a la revisión
de las resoluciones sobre declaración de invalidez o del pronunciamiento sobre otorgamiento de
licencias médicas.

4. Los juicios en que se demande el cumplimiento de obligaciones que emanen de títulos a los
cuales las leyes laborales y de previsión o seguridad social otorguen mérito ejecutivo.

5. Las reclamaciones que procedan contra resoluciones dictadas por autoridades administrativas
en materias laborales, previsionales o de seguridad social.

6. Los juicios iniciados por el propio trabajador o sus causahabientes, en que se pretenda hacer
efectiva la responsabilidad contractual del empleador por los daños producidos como
consecuencia de accidentes del trabajo o enfermedades profesionales. Respecto de la
responsabilidad extracontractual se seguirán las reglas del artículo 69 de la Ley Nº 16.744.

7. Todas aquellas materias que las leyes entreguen a los juzgados de letras con competencia
laboral.

Por su parte, el art. 421 del Código del Trabajo establece las materias que serán competencia de
los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional. En concreto lo serán los juicios relativos al
cumplimiento de las obligaciones que emanen de títulos ejecutivos conforme a la legislación
laboral, previsional o de seguridad social y, en especial, se enfatiza que se deberá atender a
aquellos regulados específicamente en la Ley Nº 17.322 referente al cobro de imposiciones,
aportes y multas en los institutos de previsión.
Como se indicó antes, si en el territorio no existe un Juzgado de Cobranza Laboral y Previsional, le
corresponderá el conocimiento de estas materias a los Jueces de Letras del Trabajo y, si no existe
ninguna de esta clase de tribunales, corresponde su conocimiento a los Juzgados de Letras con
competencia en lo Civil (arts. 421 inc. 2º y 422 del Código del Trabajo).

La sola consideración de la clase o naturaleza de la pretensión que se ejercita en el proceso no es


suficiente, por sí sola, para la determinación del tribunal competente. Es necesario, además,
considerar la existencia de etapas o fases de la actividad procesal cobrando especial interés la
existencia de la fase de recursos y la de ejecución.

La existencia de recursos determina que no solo los tribunales del orden laboral conozcan de los
asuntos regidos por el Código del Trabajo. Las Cortes de Apelaciones conocen en segunda
instancia de las causas laborales de que hayan conocido en primera los jueces de letras de su
territorio jurisdiccional (art. 63 Nº 3 letra a) del Código Orgánico de Tribunales) y conocen de los
recursos de queja que incidan en procedimientos laborales (art. 63 Nº 1 letra c) del Código
Orgánico de Tribunales).

Respecto del recurso de nulidad, habrá que entender que las Cortes de Apelaciones tienen
competencia para conocer de él en "segunda instancia" porque no existe ninguna norma
específica que les atribuya competencia funcional para conocer de dicho recurso en materia
laboral.

Por su parte, la Corte Suprema tiene competencia para conocer del recurso de unificación de
jurisprudencia (art. 483 A del Código del Trabajo).

Por otro lado, como se ha visto, tanto los Juzgados de Letras del Trabajo como los Juzgados de
Cobranza Laboral y Previsional, tienen competencia para conocer de los litigios en materia laboral
y previsional, siendo determinante para atribuir el conocimiento de un asunto a uno u otro
tribunal, la fase jurisdiccional en que se encuentre el proceso. La fase de conocimiento y decisión
incumbe a los Juzgados de letras del Trabajo y la fase de cumplimiento o ejecución a los Juzgados
de Cobranza Laboral y Previsional, en tanto que la etapa recursiva es de competencia de las Cortes
de Apelaciones y la Corte Suprema, dependiendo de la clase de recurso interpuesto.

4.2. El fuero como factor de competencia


A pesar de que el art. 5º del Código Orgánico del Tribunales establece que a los tribunales que
menciona, entre ellos, los Juzgados pertenecientes al orden laboral, corresponde el conocimiento
de todos los asuntos judiciales que se promuevan dentro del territorio de la República, cualquiera
que sea su naturaleza o la calidad de las personas que en ellos intervengan, la misma disposición
se encarga se señalar que ello es sin perjuicio de las excepciones que establezcan la Constitución y
las leyes.

Una de estas excepciones está constituida por las personas que tienen fuero mayor, referidas en el
art. 50 Nº 2 del Código Orgánico de Tribunales, en cuya virtud los asuntos en que sea parte o tenga
interés alguno de los sujetos que enumera la disposición, son conocidos en primera instancia por
un ministro de la Corte de Apelaciones respectiva, según el turno que ella fije.

Algún sector de la doctrina estima que este factor tiene aplicación en el proceso laboral (Orellana y
Pérez; Academia Judicial). Walter y Lanata, por su parte, lo entienden procedente, pero consideran
que no resulta necesaria esta especial protección, dadas las características del proceso laboral.

El tema, en realidad, no ha sido objeto de un análisis riguroso, pero me inclino por excluir la regla
del fuero como factor de competencia en materia laboral.

La jurisprudencia parece haberse orientado por entender improcedente en materia laboral el


fuero personal. Los argumentos han sido múltiples:

a) Se ha invocado el tenor literal del art. 50 Nº 2 del Código Orgánico de Tribunales, que hace
referencia a causas civiles, debiendo ser interpretado limitadamente, excluyendo por consiguiente
aquellas materias que no sean estrictamente civiles, como las de carácter laboral.

"Que de acuerdo a lo razonado, el concepto de 'causas civiles' debe tenerse como tal en forma
restrictiva, y de ningún modo extenderse a otro tipo de materias, como lo sería en la especie, a las
causas del trabajo o laborales, que por sí mismas, además, gozan de especialidad, con normas
propias de acuerdo a la naturaleza de los derechos que pretende tutelar" (C. de Apelaciones de
Santiago, 1 de julio de 2013, rol Nº 3590-2013. En el mismo sentido, C. de Apelaciones de Temuco,
8 de febrero de 2018, rol Nº 1-2018).

El argumento no parece concluyente. Por sus antecedentes históricos, es claro que cuando el
Código Orgánico de Tribunales emplea las expresiones causas civiles lo hace por oposición a
causas penales, es decir, aquellas donde hay ejercicio del ius puniendi estatal, comprendiendo, por
consiguiente, tanto los asuntos civiles propiamente tales, como los de familia, tributarios y los
laborales, entre otros. Por otra parte, nadie podría pensar que cuando el art. 76 de la Constitución
Política de la República hace alusión a causas civiles y criminales, está excluyendo de la potestad
jurisdiccional las causas laborales, por ejemplo.

b) En ocasiones, se invoca el art. 133 del Código Orgánico de Tribunales, que impide considerar el
fuero, entre otros, en los asuntos en los que se tramiten breve y sumariamente, como sucede con
el procedimiento laboral, que participaría de tales caracteres.

"Por otra parte, establece el artículo 133 del Código Orgánico de Tribunales "No se considerará el
fuero de que gocen las partes en los juicios, que se tramiten breve y sumariamente...". Siendo
necesario detenerse en este punto, pues de una primera lectura, pareciera que esta norma, en lo
que interesa, está haciendo referencia a los juicios sumarios, pero ello no es así, pues alude a una
"tramitación breve y sumaria", lo que se condice precisamente con la tramitación de las causas
laborales, las que al alero de sus principios rectores, en particular, el de Celeridad, calzan en la
hipótesis que se ha traído a colación del artículo 133. Incluso más, el propio 425 del Código del
Trabajo empieza disponiendo: "Los procedimientos del trabajo serán orales, públicos y
concentrados" (C. de Apelaciones de Valdivia, 7 de mayo de 2010, rol Nº 67-2010).

c) Se ha invocado también la especialidad de las normas que atribuyen competencia a los


tribunales con competencia laboral, las que priman por sobre las de carácter general contenidas
en el Código Orgánico de Tribunales (C. de Apelaciones de Coyhaique, 3 de febrero de 2010, rol Nº
3-2010; C. de Apelaciones de Valdivia, 7 de mayo de 2010, rol Nº 67-2010).

d) En fin, se ha resaltado la propia naturaleza del juicio laboral, cuyos principios no se aplican al
procedimiento civil.

"Que, la propia naturaleza del juicio laboral, cuyos principios son que sea oral, público y
concentrado, primando los principios de inmediación, impulso procesal de oficio, celeridad,
bilateralidad de la audiencia, principios que no se aplican al procedimiento civil.

Que, además por la naturaleza de los juicios orales, como lo son los juicios del trabajo, no es
pertinente que sea un miembro de esta Corte el que conozca y resuelva dicha causa" (C. de
Apelaciones de Chillán, 2 de septiembre de 2013, rol Nº 77-2013).

e) Por último, se ha invocado la especialidad de la judicatura laboral y los principios que imperan
en ella, todo lo cual permite concluir que existen suficientes garantías de imparcialidad en favor de
la parte demandante, no justificándose por tanto, la aplicación de esta regla de protección (C. de
Apelaciones de Valparaíso, 11 de octubre de 2013, rol Nº 3-2013).

En realidad, la tradicional justificación que se invoca para la existencia del fuero personal como
criterio para alterar la competencia natural de un tribunal, carece de mayor fundamento en la
actualidad. La idea de que el fuero resguarda los intereses de los más débiles, elevando la
categoría del tribunal que debe conocer del asunto, evitando las posibles influencias que pueda
tener el aforado (Colombo), tiene poco sentido en nuestros días, en que la independencia y la
imparcialidad son valores fuertemente arraigados en nuestros jueces y en que el escrutinio público
de los actos de los tribunales constituye un potente mecanismo de control. Y aunque nada de esto
fuese cierto, resulta un tanto ingenuo suponer que un ministro de Corte —que no es una categoría
de tribunal más elevada— se encuentre más a salvo de posibles influencias externas que a las que
está expuesto un juez de letras.

En cualquier caso, se debe considerar que el fuero opera cuando las autoridades aforadas actúan a
título personal, en virtud de un interés propio y no como funcionarios públicos o como
representantes de un organismo público, pues en tales casos no tienen aplicación las reglas del
fuero.

"... las personas aforadas, cada vez que ejercitan actos en el desempeño de su función, cargo o
empleo públicos, lo mismo que en representación de los intereses que les están confiados en
razón de tal desempeño, no pueden invocar ni gozan del fuero correspondiente a su calidad
personal, puesto que, entonces, se limitan a actuar no por sí propiamente sino en cuanto al
carácter funcionario que revisten o, en otras palabras, dejan de ser parte o tener interés, directa o
personalmente, en dichos actos, y, por lo tanto, para determinar el tribunal competente hay que
atender solamente a la naturaleza de la gestión judicial, a menos que se trate de exigir o hacer
efectiva su responsabilidad por los mismos actos, o que la ley señale también un tribunal especial
para conocer de la referida gestión" (Anabalón). Así se ha resuelto (C. de Apelaciones de
Concepción, 12 de julio de 2013, rol Nº 60-2013. En similar sentido, C. de Apelaciones de
Concepción, 27 de enero de 2017, rol Nº 726-2016).

4.3. El territorio como factor de competencia

La aplicación del factor territorial determina el lugar geográfico donde funcional el tribunal que
deberá conocer del asunto.
Es regla de obligada presencia en una normativa que se declara protectora de la parte socialmente
más débil, la que ordena de manera restrictiva los criterios de atribución de la competencia
territorial y la legislación laboral no es una excepción, aunque la consagra de manera bastante
defectuosa.

La norma fundamental está contenida en el art. 423 del Código del Trabajo: el juez competente
para conocer de las causas del orden laboral es el del domicilio del demandado, o el del lugar
donde se presten o hayan prestado los servicios a elección del demandante.

Probablemente, si se hubiese pretendido ser más consecuente con los principios inspiradores de
procedimiento laboral, debió haberse consagrado como principal criterio el relativo al domicilio
del demandante, en lugar de seguir aplicando la regla general propia del proceso civil.

No obstante, el criterio se flexibiliza, concediéndole al actor la posibilidad de elegir entre el juez


del domicilio del demandado y el del lugar donde se presten o hayan prestado los servicios.

Sin embargo, aplicando cualquiera de los dos criterios, el factor de atribución territorial sigue
conectado, en buena medida, al lugar donde la empresa tenga su asiento principal.

De todos modos, la ley contempla un caso en el que el factor se invierte en beneficio del
demandante: aquellos casos en que el demandante hubiera trasladado su domicilio con motivo
del contrato de trabajo. La eficacia de la norma se relativiza con la exigencia formal de que la
referida circunstancia deba constar en el contrato de trabajo. El requisito de la constancia parece
excluir la posibilidad de invocar la realidad del traslado del domicilio, en defecto de la consignación
expresa en el contrato. La poco afortunada regulación podría atenuarse en aquellos casos en que
el contrato no conste por escrito, en cuyo caso resulta difícil hablar de constancia y mucho menos
de instrumento, pero impondrá necesariamente la carga de acreditarla y abre la vía para la
oposición de defensas formales que entraban el procedimiento.

En cambio, por ejemplo, la Ley Nº 19.496 sobre protección de los derechos de los consumidores es
bastante más consistente y clara al consignar como factor territorial el correspondiente al
domicilio del consumidor o del proveedor, a elección del primero (art. 50 H de la Ley Nº 19.496). El
mismo criterio debió primar en materia laboral, pero parece haber prevalecido la circunstancia de
tratarse de un procedimiento civil con especialidades, en lugar de entender que la parte más débil
merece una protección adicional permitiendo modificar el fuero territorial habitual.
De todos modos, cuando el demandado es el Fisco, prevalecen las reglas del Código del Trabajo,
por sobre la establecida en el art. 48 del Código Orgánico de Tribunales.

"Siendo los juzgados del trabajo tribunales especiales, no le son aplicables las normas del artículo
48 del Código Orgánico de Tribunales, como lo asevera el Consejo de Defensa del Estado,
compartiendo, sin embargo, estos sentenciadores a plenitud su afirmación que estas normas
procesales son de orden público, por lo cual no admiten otra interpretación que no sea la
estrictamente literal. Que, a mayor abundamiento, los juicios de hacienda deben tramitarse por
escrito, sin escritos de réplica y dúplica, lo que se contrapone con el procedimiento oral que rige
en sede laboral" (C. de Apelaciones de Rancagua, 25 de junio de 2019, rol Nº 119-2019).

Las normas sobre competencia territorial en materia civil son por excelencia disponibles,
admitiéndose por consiguiente la prórroga de las mismas. Para impedirlo, suelen establecerse
prohibiciones de prorrogar. En este sentido, el art. 423 del Código del Trabajo prohíbe la prórroga
expresa de competencia, con lo que a contrario sensu estaría permitida la prórroga tácita (C. de
Apelaciones de Concepción, de 19 de enero de 2015, rol Nº 385-2014).

Sin embargo, parte de la doctrina se ha mostrado contraria a la procedencia del acuerdo tácito
para prorrogar la competencia y que, en tal caso, el juez relativamente incompetente debe de
oficio declarar su propia falta de competencia, sin perjuicio de las alegaciones que pueda efectuar
el demandado (Orellana y Pérez; Academia Judicial).

En mi concepto, la literalidad le imprime sentido al precepto, en cuanto no se advierte la razón por


la cual el legislador excluiría explícitamente la prórroga expresa, si su intención era excluir tanto la
expresa como la tácita. Para ello le hubiera bastado con prohibir la prórroga de competencia, sin
hacer distingo alguno.

No se observa ningún inconveniente en que el actor —usualmente el trabajador— opte por


interponer la demanda ante un tribunal relativamente incompetente y si quien figura como
demandado no consiente en la prórroga, siempre conserva la prerrogativa de alegar la
incompetencia del tribunal, si lo estima conveniente. Parecería un contrasentido negarle al
trabajador el derecho a demandar, por ejemplo, ante el juez de su domicilio y no permitir que el
demandado convenga en ello, prorrogándose de este modo la competencia.

4.4. Tratamiento procesal del presupuesto de la competencia


Como el legislador busca asegurar que toda persona sea juzgada por el juez predeterminado por la
ley, la infracción a cualquier precepto orientado a tal fin genera un defecto genéricamente
denominado incompetencia.

Existen varios instrumentos para obtener la declaración de incompetencia:

a) Control de oficio de la competencia

De acuerdo al art. 447 del Código del Trabajo, cuando el juez se estime incompetente para
conocer de la demanda, deberá declararlo de oficio, señalando el tribunal competente a quien le
enviara´ los antecedentes.

b) A petición de parte

La contestación de la demanda debe contener, entre otras alegaciones, las excepciones opuestas
(art. 452 inc. 2º del Código del Trabajo).

Evacuado el traslado por la parte demandante, el tribunal deberá pronunciarse de inmediato en la


misma audiencia preparatoria, en la medida que su fallo pueda fundarse en antecedentes que
consten en el proceso o que sean de pública notoriedad. En caso contrario, se tramitara´
juntamente con las demás excepciones y se fallara´ en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1 del
Código del Trabajo).

La resolución que se pronuncie sobre la excepción de incompetencia en la audiencia preparatoria


deberá ser fundada y solo será susceptible de recurso de apelación aquella que la acoja, el que
debe ser interpuesto en la audiencia y concederse en ambos efectos.

c) Como motivo de recurso de nulidad

La incompetencia del tribunal está prevista como una causal que autoriza la interposición de un
recurso de nulidad (art. 478 letra a) del Código del Trabajo).
Sin perjuicio de lo anterior, la Corte de Apelaciones, de oficio, podrá acoger un recurso de nulidad
deducido por un motivo distinto del invocado por el recurrente, cuando aquel corresponda a
alguno de los señalados en el art. 478 del Código del Trabajo, entre ellos, la incompetencia del
tribunal.

d) El incidente de nulidad

Tratándose de la incompetencia absoluta del tribunal, el art. 83 CPC, aplicable por la regla de
supletoriedad, permite pedir la nulidad de todo lo obrado en el proceso cuando se trate de la
infracción de un factor de competencia absoluta.

Bibliografía

Academia Judicial, Manual de juicio del trabajo, 2ª ed., Santiago, Academia Judicial, 2017.

Anabalón, C. Tratado Práctico de Derecho Procesal Civil. Chileno Código Orgánico de Tribunales, 2ª
ed., Santiago, Seminario, 1970.

Colombo, J., La competencia, 2ª ed., Santiago, Jurídica, 2017.

Orellana, F. y Pérez, A., Derecho procesal y justicia laboral, Santiago, Librotecnia, 2013.

Romero Seguel, A., Curso de derecho procesal civil: Los presupuestos procesales relativos al
órgano jurisdiccional y a las partes, tomo II, Santiago, Thomson Reuters, 2017.

Walter, R. y Lanata, G., Régimen legal del nuevo proceso laboral chileno, 6ª ed., Santiago,
LegalPublishing, 2009.

Historia de la Ley Nº 20.022.

Historia de la Ley Nº 20.087.


Historia de la Ley Nº 20.260.

II. Los principios del proceso y del procedimiento en el orden laboral

1. En general, sobre los principios del proceso y del procedimiento

El proceso es el instrumento puesto por el Estado para que los órganos jurisdiccionales cumplan su
función institucional. Se trata de un instrumento necesario pues los tribunales no tienen otra
forma de cumplir la misión que la Constitución les encomienda sino a través del proceso, debiendo
recordarse a este respecto el mandato constitucional de que toda sentencia de un órgano que
ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo tramitado en forma legal.

En la base de cualquier regulación procesal es posible identificar ciertos criterios conforme a los
cuales se ajusta o debe ajustarse la ordenación de los actos procesales.

a) Algunos de estos criterios derivan de la aplicación directa del texto constitucional y, por
consiguiente, tienen preeminencia por sobre los contenidos en la regulación legal;

b) Otros tienen reconocimiento normativo expreso en la ley;

c) Finalmente, hay ciertos criterios que, si bien no tienen una formulación expresa, se desprenden
del conjunto de la regulación.

Con anterioridad a la reforma del proceso penal, de familia y laboral, estos criterios informadores
de la regulación no estaban formulados de forma explícita en los textos positivos, sino que era
posible deducirlos del conjunto de la regulación legal. A partir de las señaladas reformas, se hizo
un lugar común el consignar de modo expreso dichos principios, no siempre con un criterio
uniforme y, hay que decirlo, de modo bastante poco sistemático.
El párrafo 1º del Capítulo II, del Título I, del Libro V del Código del Trabajo, contiene los principios
que inspiran este modelo de enjuiciamiento. La consagración legal de los principios constituye un
elemento auxiliar para la interpretación, pues permite acudir a ellos e inspirar al juez cuando
estime que, por algún motivo, algún pasaje de la ley resulta de oscura aplicación ante un caso
concreto. Por este motivo, es relevante que se encuentren consagrados y desarrollados pues
permite que los jueces adopten sus decisiones con mayores dotes de seguridad jurídica para todos
los intervinientes y, a su vez, soslaya el hecho de tener que acudir a otros cuerpos normativos, a
otros principios e incluso a aquellos consagrados en otros ordenamientos por aplicación del
artículo 5º de la Constitución Política de la República.

Adicionalmente, parece aconsejable consagrar principios inspiradores en el Código del Trabajo en


el entendido que el cuerpo supletorio, el Código de Procedimiento Civil, está construido en una
lógica diferente a las especialidades del procedimiento en el orden laboral, que le imprimen una
fisonomía propia. Esta premisa significa reconocer que la tutela de los derechos de los
trabajadores requiere, también, de un procedimiento con ciertas particularidades.

Más allá de la conveniencia didáctica de consagrar estas reglas inspiradoras de la construcción


procesal, la doctrina ha debido advertir, por un lado, sobre los riesgos derivados del uso
indiscriminado de la expresión principios para aludir a cualquier regla —"cuando todos son
principios, nada es principio", recuerda De la Oliva— y, por otra parte, el peligro que encierra una
hipervaloración de tales criterios informadores del proceso, enfatizando la necesidad de
considerar la diferente jerarquía que ostentan estos criterios utilizados para la ordenación del
proceso.

En efecto, existe un puñado de criterios que son consustanciales a la idea misma de proceso y que,
por lo mismo, no pueden ser desatendidos a la hora de regularlo. Otros, en cambio, responden a
ciertas pautas para regular el proceso y que se presentan al legislador como verdaderas opciones,
entre las cuales tiene libertad para escoger. Por consiguiente, no es posible situar ambos en un
mismo nivel de jerarquía, porque con ello se relativiza la importancia de los genuinos principios del
proceso, es decir, aquellos que necesariamente deben ser observados por el legislador y que
incluso vienen impuestos por la regulación constitucional.

Así, por ejemplo, el legislador es libre para diseñar un proceso dominado por la escritura o bien
optar por un régimen procesal mediante audiencias. En cambio, no es admisible regular un
proceso en el que no se observe un genuino contradictorio o no se respete la igualdad procesal de
los intervinientes.
En efecto, si bien la opción constitucional fue entregar al legislador la regulación del proceso,
aquel no es completamente libre a la hora de diseñarlo, pues el resultado de la ordenación
procesal debe responder a las ideas de racionalidad y justicia.

Esta orientación que apunta a racionalizar la definición de los criterios conformadores del proceso
ha llegado incluso a proponer la restricción del empleo de la expresión principio solo para aquellos
que responden a lo esencial del proceso, reservando en cambio la denominación de regla para
aquellos criterios de menor entidad (Montero).

En mi opinión, prescindiendo de la denominación que se le pueda otorgar, es importante distinguir


la trascendencia de uno y otro criterio de ordenación del proceso y, desde esta perspectiva,
parece correcto subrayar su diferente jerarquía, aun cuando se siga manteniendo el apelativo de
principios:

2. Los principios de igualdad, contradicción y bilateralidad

2.1. La igualdad procesal

La proyección procesal del principio de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley (art. 19 Nºs.
2º y 3º de la Constitución Política de la República) supone que cada una de las partes del proceso
ocupa en este una posición equivalente y por consiguiente con análogas posibilidades de utilizar
las mismas expectativas, sometidas a las mismas cargas procesales y que se reparta
igualitariamente entre ellas el riesgo del resultado del proceso.

Este principio plantea problemas frente a la existencia de diferencias sociales y materiales que
impiden hacer efectivo el ejercicio de los derechos. En la realidad, aunque la ley regule el proceso
concediendo exactamente los mismos derechos y cargas a todas las partes, las desigualdades
sociales, culturales y económicas convierten el principio de igualdad en algo que hay que buscar,
es decir, un ideal a perseguir y no algo que ya exista en el mundo social (Bordalí). En todo caso, el
problema de las desigualdades no es exclusivo del proceso laboral, por lo que los instrumentos
para enfrentarlo deben tener el carácter de comunes para todo el sistema procesal. No parece
razonable que el ordenamiento reaccione frente a ciertas desigualdades y tolere, en cambio, otras.
Lo que no resulta admisible es pretender compensar esas desigualdades preprocesales,
estableciendo diferencias intraprocesales, ni es posible, tampoco, encomendar al juez la
corrección de dichas desigualdades, acomodando el proceso al caso concreto. Como se ha dicho,
frente a una situación de diferencia material o real, los jueces nada pueden hacer, en el sentido de
que no está dentro de sus funciones corregir la injusticia social, como sí lo está la justicia del caso
concreto, que es lo propio del Derecho (Bronfman, Martínez y Núñez).

En suma, no es la norma procesal ni mucho menos el juez laboral el encargado de materializar la


igualdad en la realidad social.

Es indudable que algunas normas procesales laborales apuntan hacia el logro de la igualdad entre
las partes y es posible identificar un conjunto de disposiciones que tienden a colocar a la parte
socialmente más débil en condiciones de paridad inicial frente a la más fuerte: la oralidad,
celeridad, gratuidad procesal, ejecución provisional, flexibilización de la tutela cautelar, entre
otras, son manifestaciones concretas de este designio.

Sin embargo, es un error suponer que se trata de un anhelo exclusivo del procedimiento laboral,
pues se trata de una aspiración común respecto del sistema de justicia considerado como un todo.

2.2. El principio de contradicción

Consiste en la efectiva posibilidad de que toda persona que se halle expuesta a ser afectada en su
posición jurídica por una resolución judicial, pueda influir en el contenido de la misma, mediante la
adquisición de conocimiento de los materiales en que ha de fundarse, la toma de postura respecto
a los mismos y la participación en la introducción en el proceso de materiales que le sean
favorables (Ortells).

En cuanto al contenido del principio, se integra, en primer lugar, por la posibilidad real y efectiva
de tomar conocimiento del contenido material y jurídico del proceso; en seguida, supone igual
posibilidad de formular alegaciones y peticiones y, en tercer término, implica la posibilidad de
probar las alegaciones y de intervenir en la práctica de las pruebas.

Del mismo modo que el anterior, este derecho tiene fundamento constitucional, aunque admite
cierta modulación por parte del legislador, como sucede, por ejemplo, en materia de tutela
cautelar en la que, para asegurar la efectividad de la medida, es posible su adopción sin escuchar
previamente al sujeto pasivo. Así, por ejemplo, el inciso 3º del art. 444 establece que las medidas
cautelares podrán llevarse a efecto antes de notificarse a la persona contra quien se dicten,
siempre que existan razones graves para ello y el tribunal así lo ordene.

Desde el punto de vista conceptual los principios de igualdad y de contradicción difieren, de modo
que es posible que, respetándose la igualdad, se infrinja no obstante la contradicción, como
cuando se ha impedido a ambos intervinientes la posibilidad de objetar las preguntas formuladas
por el juez (C. de Apelaciones de Antofagasta, 21 de junio de 2011, rol Nº 97-2011).

A su vez, en la situación inversa —que es más difícil de hallar—, no toda desigualdad procesal
entraña necesariamente vulneración del principio de contradicción, esto es, la negación de las
posibilidades de alegación y prueba, como cuando el tribunal confiere tales facultades de
alegación y prueba a ambas partes, pero en términos disímiles.

2.3. Bilateralidad de la audiencia

La igualdad y la contradicción no figuran en la extensa enumeración de principios que hace el


legislador laboral (la igualdad aparece mencionada al pasar, en el art. 439 del Código del Trabajo),
pese a su innegable valor normativo, superior incluso a las normas legales reguladoras del
proceso. No era necesaria su consagración normativa porque responden a la idea de igualdad ante
la ley y al contenido esencial del derecho a un debido proceso.

Sin embargo, se hace alusión expresa a la bilateralidad de la audiencia.

En mi opinión, la conjugación de los principios de igualdad procesal y de contradicción permiten la


formulación de la idea de bilateralidad de la audiencia que no es sino la igualdad de oportunidades
procesales en el ejercicio de los poderes de alegación y prueba para ambas partes. Couture se
refería a la bilateralidad como el principio en cuya virtud, toda petición o pretensión formulada
por una de las partes debe ser comunicada a la parte contraria para que pueda esta prestar a ella
su consentimiento o formular su oposición.

La jurisprudencia es bastante imprecisa en este ámbito. En algunos casos, el principio de igualdad


y de contradicción aparecen asimilados (C. de Apelaciones de Concepción, 25 de julio de 2019, rol
Nº 247-2019). En otros, el principio de la bilateralidad aparece asociado al derecho a la prueba (C.
de Apelaciones de San Miguel, 27 de febrero de 2018, rol Nº 507-2017). En fin, también el derecho
a la bilateralidad de la audiencia figura vinculado a la garantía procesal de la igualdad ante la
justicia (C. de Apelaciones de Coyhaique, 26 de marzo de 2019, rol Nº 1-2019).

Lo que parece claro es la falta de rigor sistemático del legislador, que eleva a la categoría de
principios, reglas técnicas que responden a criterios de simple conveniencia, situándolas en pie de
igualdad junto a criterios básicos que siempre deben ser respetados para que el proceso responda
a su esencia.

No se discute la conveniencia de que el legislador mencione los criterios inspiradores de la


construcción procesal, pero la combinación miscelánea de reglas provoca confusión y relativiza la
jerarquía de principios esenciales del proceso, que cuentan incluso con raigambre constitucional.

3. Principios relativos a la forma del procedimiento: la oralidad y principios vinculados

Como señala Montero, todo el problema de la forma del proceso, es decir, el procedimiento,
puede resumirse en dos principios: oralidad y escritura. El legislador laboral, siguiendo la línea
trazada por las recientes reformas procesales apuesta por la forma oral del proceso.

Probablemente uno de los aportes más significativos de la obra de Chiovenda, quien se


autoproclamó propagandista de la oralidad y al que se le atribuye haber sido el precursor del mito
de la oralidad, fue concebir esta regla, no como simple prevalencia de la palabra hablada por sobre
la escrita, sino como un sistema coordinado de principios. En efecto, la única forma de
comprender la oralidad es entendiendo que no se trata simplemente un método o una técnica
conforme a la cual los actos procesales se realizan de viva voz, sino que con ella se sintetiza un
conjunto de caracteres del procedimiento, un sistema completo de principios entre sí
coordinados, inseparables unos de otros.

Desde luego, la oralidad implica preeminencia de la palabra hablada por sobre la escrita. Pero esta
idea de la oralidad resulta, al mismo tiempo, exagerada e insuficiente.

Es exagerada porque ni la oralidad ni la escritura tienen expresión en su sentido más estricto pues,
por un lado, existe la imposibilidad práctica de configurar un procedimiento de manera
completamente oral o escrita y, por otro, aunque fuera posible, tampoco sería lo deseable. Como
lo plantea De la Oliva, no resulta adecuado hablar de procesos orales o escritos sino de procesos
orales y escritos, de donde se desprende que lo relevante consiste en identificar aquellas
actuaciones para cuya eficacia la forma oral es la más adecuada, separándolas de aquellas en que
la escritura es sobradamente más apropiada.

De esta manera, es difícilmente discutible que, para los actos pertenecientes a la fase de
alegaciones, la forma escrita presenta evidentes ventajas sobre la oralidad, en términos de fijeza y
seguridad jurídicas. Lo propio puede afirmarse respecto del régimen de recursos y qué decir para
la ejecución. En cambio, la forma oral es preferible para la práctica de la recepción de las pruebas
de carácter personal, como la testimonial o la declaración de parte.

Este es el criterio por el que optó el legislador laboral, al señalar inicialmente que todas las
actuaciones procesales serán orales, para acto seguido dejar a salvo las excepciones expresamente
contenidas en la ley. Por consiguiente, la regla general es la oralidad, pero varias actuaciones
deben respetar en su ejecución la forma escrita. De entrada, la demanda debe interponerse por
escrito, tanto en el procedimiento ordinario (art. 446 del Código del Trabajo) como en el monitorio
(art. 499 del Código del Trabajo); la contestación del demandado debe constar por escrito (art. 452
del Código del Trabajo); por cierto, el juicio ejecutivo también debe tramitarse por escrito (art. 463
del Código del Trabajo); el recurso de nulidad debe interponerse por escrito (art. 479 del Código
del Trabajo) como también el recurso de unificación de jurisprudencia (art. 483 A del Código del
Trabajo). Por otro lado, además de la regla general sobre la oralidad, algunas normas específicas
enfatizan esta regla, como los arts. 445 Nº 2 y 454 Nº 9 del Código del Trabajo.

Estas actuaciones procesales son orales, pero debe quedar constancia de las mismas para su
posterior control en el sistema de registro que debe cumplir los siguientes requisitos: a) que se
trate de un medio apto para producir fe, esto es, que garantice la fiabilidad; b) que dicho medio
permita garantizar la fidelidad y conservación de su contenido, c) que el medio utilizado permita la
reproducción de su contenido, considerándose válida la grabación en medios de reproducción
fonográfica, audiovisual o electrónica y d) que el registro sea íntegro, esto es, completo (art. 425
inc. 3º del Código del Trabajo).

De todos modos, resulta inconveniente reservar para la audiencia preparatoria y, por


consiguiente, sujeto a la regla de oralidad, el traslado para la contestación de la demanda
reconvencional y de las excepciones, en su caso (art. 451 Nº 1 inc. 3º del Código del Trabajo).
Parece bastante más razonable tramitar en forma previa y por escrito la demanda reconvencional
y las excepciones y, en la audiencia preparatoria abrir un debate oral en torno a las mismas.

De todos modos, considero excesivo calificar como oral un procedimiento en el que tantas y tan
importantes actuaciones deben verificarse necesariamente en forma escrita, lo que reafirma que
el binomio oralidad-escritura se presenta como una cuestión de predominio y no de exclusividad.
El propio Chiovenda, partiendo de la imposibilidad de configurar un procedimiento
completamente oral, se refería a un proceso mixto, precisando que este sería predominantemente
oral o escrito según la importancia que en él se dé a la oralidad y a la escritura y, sobre todo, según
el modo de verificar la oralidad.

Pero, además, la denominación de oralidad resulta insuficiente para caracterizar un régimen


procesal que apuesta seriamente por el predominio de la palabra hablada por sobre la escrita. En
la concepción chiovendiana la palabra oralidad se adopta por la necesidad de expresar, de una
forma simple y representativa, un complejo de ideas y características, un conjunto de principios
estrechamente vinculados. Son los siguientes:

3.1. Inmediación

La oralidad exige que las actuaciones se verifiquen ante el juez de la causa, libre de todo elemento
mediatizador.

Por consiguiente, carece de sentido el diseño formal de un procedimiento oral que no asegure la
presencia del juez y el contacto directo e inmediato de este con las personas cuyas declaraciones
tiene que valorar durante el debate y la incorporación de las pruebas, especialmente cuando se
trata de pruebas de carácter personal. Es cierto que, conceptualmente, es posible separar la
oralidad de la inmediación, pero habrá que convenir en que resulta bastante poco práctico
asegurar la oralidad y permitir que el desarrollo del proceso se verifique ante un funcionario
diferente del que debe decidir. De ahí que, aunque parezca excesivo calificar la inmediación como
una consecuencia de la oralidad, lo cierto es que se trata de una condición para su verdadera
eficacia.

"El principio de inmediación, además, conecta necesariamente con el de la oralidad, sin el cual el
proceso se convertiría en un extravagante discurso en el vacío" (C. de Apelaciones de Coyhaique,
22 de septiembre de 2016, rol Nº 24-2016).

Por estas razones, la inmediación procedimental está imperativamente establecida como uno de
los principios del proceso laboral en el art. 425 del Código del Trabajo.

Consiste básicamente esta inmediación en la relación directa que deberá tener el juez con las
partes y con la prueba rendida, que le permitirá formar y acceder a la intelección inmediata y no
referencial de lo obrado, de manera que sea la percepción presencial de las pruebas el factor
habilitante para formar su convicción, objetivo a lograrse, qué duda cabe, merced a la armónica
conjunción y operatividad de los principios referidos (C. de Santiago, 27 de diciembre de 2011, rol
Nº 772-2011).

Para darle operatividad a esta regla y evitar que quede como una disposición de carácter
programático, se consagra como un deber funcionario la presencia personal del juez y la
prohibición de delegación de funciones.

Adicionalmente, su infracción trae aparejadas dos consecuencias:

a) La infracción de la inmediación se sanciona con la nulidad no subsanable de las actuaciones y de


la audiencia, la que deberá declarar el juez de oficio o a petición de parte (art. 427 del Código del
Trabajo);

b) Se eleva a causal del recurso de nulidad la infracción de las disposiciones sobre la inmediación
(art. 478 letra d) del Código del Trabajo).

Por otro lado, la inmediación no agota su significado con el aseguramiento de la presencia del juez
y la prohibición de delegación. Como lo sostuvo Chiovenda, la oralidad solo tiene sentido si el juez
que ha de decidir la controversia es el mismo que ha asistido al desarrollo de la prueba y entrado
en relación directa con las partes, lo que significa que el juez de un proceso oral debe estar
constituido desde el comienzo del pleito hasta su conclusión por la misma persona física:

"Claro esta´ que la oralidad no es posible si los actos procesales tienen lugar ante personas físicas
diferentes, puesto que la impresión recibida por el juez que asiste a uno o más actos no puede
infundirse en el otro que debe juzgar" (Chiovenda).

Un reflejo concreto de esta expresión de la inmediación es la norma del art. 460 del Código del
Trabajo, en cuanto previene que, si el juez que presidio´ la audiencia de juicio no pudiere dictar
sentencia, aquella deberá celebrarse nuevamente, lo que revela la necesidad de la identidad
personal entre el juez que presenció la prueba y el que dicta sentencia.

"...la circunstancia de emitir el fallo encontrándose con licencia la magistrado que lo dicta no
constituye una irregularidad toda vez que conforme al artículo 460 del Código del Trabajo, ha de
ser el Juez que preside la audiencia quien dicte la sentencia" (C. de Apelaciones de Santiago, 10 de
abril de 2014, rol Nº 1719-2013).

Además, es posible desprender esta regla del inciso 2º del art. 427 del Código del Trabajo, en
cuanto permite autorizar al secretario abogado —en aquellos tribunales que cuenten con uno—,
para que, en calidad de suplente, asuma en todo el curso del juicio, en cuyo caso, se establece
imperativamente solo él podrá presidir la audiencia, dictar el fallo y llevar a cabo todas las
actuaciones que correspondan.

En todo caso, aunque no existiera una regla expresa que estableciera esta exigencia, su
justificación se funda en una consideración práctica evidente, pues no tiene sentido asegurar de
modo tan vigoroso la presencia del juez en todas las audiencias para después permitir que la
sentencia la pronuncie un juez que no asistió a una de esas audiencias.

Que como es sabido, el principio de oralidad que rige el proceso laboral le otorga al juez un rol
activo como rector del proceso, que garantiza la inmediación del juez en la recepción de la prueba,
lo que le permite que por haber tomado conocimiento directo y personal de las mismas, sea quien
debe dar por acreditados los hechos que se controvierten (C. de Apelaciones de Valdivia, 16 de
noviembre de 2010, rol Nº 191-2010).

Hay que advertir que no siempre se ha entendido de este modo. En ocasiones, se ha concluido que
lo único que la inmediación implica es que las audiencias se deben realizar con la presencia del
juez, quedando prohibida la delegación de funciones, pero que esto no implica que el juez que
dicta sentencia sea necesariamente el de la causa (C. de Apelaciones de Chillán, 21 de diciembre
de 2007, rol Nº 341-2007).

En este mismo sentido, se ha resuelto que es perfectamente posible que el juicio oral se lleve en
audiencias sucesivas celebradas ante jueces distintos pues la función jurisdiccional no ha sido
delegada, ya que la prueba ofrecida fue recibida por el mismo tribunal que luego falló la causa,
respetando el principio de continuidad de la labor jurisdiccional (C. de Apelaciones de La Serena,
16 de abril de 2007, rol Nº 513-2006).

Por las razones antes expuestas, el criterio expresado en estas últimas dos sentencias no puede
ser compartido y reflejan una incomprensión del principio.
3.2. Concentración

Junto al predominio de la palabra hablada por sobre la escrita y las exigencias derivadas de la
inmediación, la efectividad de un proceso mediante audiencias requiere un diseño procedimental
concentrado.

En efecto, la concentración tiende a que los actos procesales se desarrollen en una sola audiencia
y, de no ser posible, en audiencias consecutivas, de modo que los actos procesales realizados de
palabra y con inmediación ante el juez no desaparezcan de su memoria. Como señala Palomo, es
el resguardo de la frágil memoria humana pues mientras más próximas a la decisión del juez son
las actividades procesales, tanto menor es el peligro de que la impresión adquirida por el juez se
desvanezca. A lo anterior, debe añadirse que la concentración sirve para asegurar la identidad
física del juez pues disminuye el riesgo de su eventual ausencia (Chiovenda).

La concentración, que el legislador laboral asocia con otro que denomina celeridad, se menciona
en el art. 425 del Código del Trabajo y se concreta parcialmente en el mandato contenido en el art.
428 del Código del Trabajo, que ordena al juez reunir en un único acto aquellas diligencias en que
esto sea posible. Por otro lado, el art. 429 del Código del Trabajo impone al juez la adopción de las
medidas tendientes a evitar la paralización del proceso o su prolongación indebida.

En suma, todo el sentido de la concentración y celeridad apunta a abreviar el lapso que media
entre la recepción de las alegaciones orales y las pruebas y la sentencia, como forma de garantizar
que el fallo se funde en aquello que el juez apreció por sus propios sentidos en la misma
audiencia.

Sin embargo, la infracción de estas exigencias indispensables para la efectividad de la oralidad e


inmediación parece no tener ninguna consecuencia procesal concreta. Así, se ha resuelto que la
circunstancia de que haya transcurrido más de tres meses entre la conclusión de la audiencia de
juicio y la dictación de la sentencia "no se yergue como arquetipo vulneratorio del principio de la
inmediación" y aunque se considera cuestionable la situación "el juzgador no perdió el contacto
directo con las partes ni con los elementos de convicción incorporados por cada una de ellas" (C.
de Apelaciones de Santiago, 4 de marzo de 2020, rol Nº 3081-2019; en similar sentido, C. de
Apelaciones de Santiago, 6 de julio de 2018, rol Nº 764-2018).

En estos casos, salvando la hipótesis de una memoria privilegiada del juez o la toma de apuntes
con una minuciosidad extraordinaria, hay que entender que para recordar las actuaciones
personales verificadas en una audiencia practicada tres meses antes —con decenas de audiencias
en el tiempo intermedio—, el juzgador hubo de escuchar nuevamente los autos. En tal caso, habrá
que convenir en que las ventajas de la oralidad y la inmediación se relativizan bastante y, en
buenas cuentas, simplemente se está sustituyendo un expediente escrito por un registro de audio.

Ahora bien, si las exigencias impuestas por la oralidad, inmediación y concentración simplemente
se reducen a asegurar que sea el mismo juez que tomo´ las audiencias preparatoria y de juicio, el
que dicto´ sentencia definitiva en la causa y que estuvo presente en todo su desarrollo y percibió
con sus sentidos las pruebas rendidas y los testimonios prestados, habrá que entender que mal
puede invocarse vulneración del principio de inmediación, ni de ninguno de los otros principios
que inspiran la legislación laboral (C. de Apelaciones de Santiago, 6 de julio de 2018, rol Nº 764-
2018).

En suma, las exigencias derivadas de la concentración y, en particular, de la denominada celeridad,


solo parecen regir hasta el momento en que el proceso queda en estado de sentencia.

"...la tardanza en la dictación de la sentencia no esta´ considerada por el legislador como un


motivo de falta de inmediación y, menos aún, como un motivo expreso de nulidad" (C. de
Apelaciones de Santiago, 12 de mayo de 2014, rol Nº 1563-2013).

La concentración no solo se relaciona con la actividad procedimental sino también con el


tratamiento procesal de las excepciones previas y los incidentes, que suelen representar los
principales obstáculos para asegurar un proceso concentrado. Ambas cuestiones serán tratadas a
continuación.

3.2.1. Tratamiento procesal de las excepciones formales

Respecto de las excepciones previas, el art. 453 Nº 1 inc. 4º del Código del Trabajo, ordena que el
tribunal se pronuncie de inmediato sobre las excepciones de incompetencia, de falta de capacidad
o de personería del demandante, de ineptitud del libelo o aquella en que se reclame del
procedimiento en la audiencia preparatoria, en la medida que su fallo pueda fundarse en
antecedentes que consten en el proceso o que sean de pública notoriedad. Si se trata de defectos
subsanables, como una ineptitud del libelo, por ejemplo, debe suspender la audiencia por el plazo
más breve posible, a fin de que se subsanen dichos defectos u omisiones, en el plazo de cinco días,
bajo el apercibimiento de no continuarse adelante con el juicio. En los demás casos, deben
tramitarse juntamente con la cuestión principal y fallarse en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1
inc. 5º del Código del Trabajo). Esta última deberá pronunciarse sobre las acciones y excepciones
deducidas que no se hubieren resuelto con anterioridad y sobre los incidentes, en su caso, o solo
sobre estos cuando sean previos e incompatibles con aquellas (art. 458 del Código del Trabajo).
La ley regula especialmente la posibilidad de suspensión de una audiencia, partiendo del principio
de que, iniciada la audiencia, esta no puede suspenderse y solo excepcionalmente, en evento de
caso fortuito o fuerza mayor, el juez puede, mediante resolución fundada, suspender la audiencia,
fijando en el mismo acto nuevo día y hora para su realización. Por esta razón, se ha estimado que
la sola ausencia de la parte demandante a la audiencia preparatoria de juicio no conlleva
necesariamente la suspensión de ella, pues si bien el art. 426 inciso 3º del Código del Trabajo,
faculta al juez para suspenderla, solo puede ocurrir si existe caso fortuito o fuerza mayor (C. de
Apelaciones de Santiago, 10 de julio de 2019, rol Nº 82-2019).

Esta norma le entrega al juez la facultad de suspender la audiencia por caso fortuito o fuerza
mayor, facultad que por su trascendencia debe ser ponderada debidamente y, considerando
también lo dispuesto en el artículo 430 del Código del Trabajo (C. de Apelaciones de Concepción,
25 de julio de 2019, rol Nº 247-2019).

Sin embargo, también se tiene resuelto que el hecho de que haya asistido la parte a la audiencia
mas no su abogado, configura un supuesto de caso fortuito o fuerza mayor, que autoriza a
suspender la audiencia pues, en caso contrario, se produce una vulneración del derecho a una
debida defensa (C. de Apelaciones de Coyhaique, 26 de marzo de 2019, rol Nº 1-2019).

3.2.2. Régimen procesal de los incidentes y, en particular, el de nulidad procesal

Respecto de las cuestiones incidentales, el art. 443 del Código del Trabajo previene que los
incidentes de cualquier naturaleza deberán promoverse preferentemente en la audiencia
respectiva y resolverse de inmediato y que, excepcionalmente, el tribunal puede dejar su
resolución para la sentencia definitiva.

En el art. 429 del Código del Trabajo, se contienen unas reglas sobre el incidente de nulidad
procesal, que aparecen mezcladas con preceptos que regulan el impulso procesal.

Se reconoce el principio de trascendencia a través de la exigencia del perjuicio como fundamento


de toda nulidad procesal, lo que enfatiza la necesidad de que cualquier acto de alegación, así
como la declaración de la nulidad de una actuación procesal deben estar siempre fundadas en la
privación o disminución de las facultades de defensa en juicio de la parte afectada, provocada
como consecuencia de la irregularidad formal que se denuncia.
También se configura la nulidad procesal como medida de última ratio, en el sentido que es
procedente en la medida que se trate de un defecto procesal que no admita subsanación por otra
vía menos destructiva, privilegiándose de esta manera el principio de conservación de los actos
procesales. La subsanación es una actividad orientada a enmendar el acto viciado, es decir, a
ajustar la irregularidad de acto de acuerdo a la legalidad del mismo (Carrasco), evitándose de este
modo la anulación y posterior repetición de actos que adolecen de defectos de fácil subsanación
(Salas).

Ratificando la regla del art. 427 del Código del Trabajo, la vulneración de la regla de inmediación
produce el efecto de una nulidad necesaria o insaneable, en cuyo caso, el tribunal no podrá
excusarse de decretar la nulidad (art. 429 inc. 2º del Código del Trabajo).

Finalmente, como una manifestación del reconocimiento de la buena fe procesal y, en particular,


del deber procesal de no contravenir las propias conductas pretéritas, se priva de legitimación
para alegar la nulidad procesal a la parte que ha originado el vicio o concurrido a su
materialización (art. 429 inc. final del Código del Trabajo).

3.3. La concentración y el anuncio del veredicto

El veredicto es una institución de antigua data, pero su sentido actual difiere sustancialmente de
su concepción originaria. Hoy se trata de un acto procesal típico de los procesos orales (Gozaini) y
con él se designa el pronunciamiento inmediato que hace el tribunal al concluir la audiencia de
juicio oral, en cuya virtud expresa su decisión sobre la estimación o desestimación de la
pretensión, acompañado de los fundamentos principales.

Esta dicotomía entre el acto procesal del pronunciamiento del veredicto y la redacción de la
sentencia definitiva se reconoce en el proceso penal, en el que se distingue el acto procesal del
pronunciamiento del veredicto de absolución o condena del acusado, de aquel otro relativo a la
redacción y lectura de la sentencia (arts. 343 y 344 del Código Procesal Penal). Lo propio ocurre en
el proceso seguido ante los Tribunales de Familia (art. 65 de la Ley Nº 19.968 sobre Tribunales de
Familia).

Era también el sistema reconocido en texto original del artículo 457 introducido por la Ley Nº
20.087, que establecía dos momentos para el pronunciamiento de la sentencia: el juez podía
pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso, dictarlo dentro del plazo de
décimo quinto día, contado desde la realización de esta.
Pues bien, en el evento de que se pospusiera el pronunciamiento de la sentencia, el juez debía
cumplir dos deberes al término de la audiencia: anunciar las bases fundamentales del fallo y citar a
las partes para notificarlas del fallo.

Durante la tramitación del Proyecto que terminó por convertirse en la Ley Nº 20.260, uno de los
invitados a exponer ante la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados expresó que,
respecto de las deficiencias que podrían obstaculizar los objetivos perseguidos con la reforma,
estimaba necesario "eliminar la exigencia de expresar las bases fundamentales del fallo que
establece el artículo 457, o dejarla como facultativa, cosa que deberá efectuar cuando no
pronuncie el veredicto al término de la audiencia del juicio, por considerar que ello complicaba al
sentenciador en los casos difíciles que debe conocer". A su juicio, esto "en nada afectaría la
celeridad del proceso por cuanto el plazo de quince días para dictar la sentencia satisface dicho
objetivo".

Al parecer, esta escueta explicación fundada en una supuesta comodidad del juzgador, convenció
a los Diputados Burgos y Monckeberg, quienes presentaron una indicación ante la Comisión de
Constitución de la Cámara, para suprimir el deber de pronunciamiento del veredicto, agregando
un argumento tan impreciso como el anterior: "la disposición contemplaba una alternativa para
los efectos de la dictación de la sentencia... que introducía un elemento propio del proceso penal
que nada tenía que ver con lo que se trataba en este proyecto y que solamente podría prestarse
para problemas y para retardar el procedimiento".

La Comisión coincidió con estas explicaciones de los Diputados y, sin mayor debate —lo cual es
completamente efectivo—, procedió a aprobar la indicación por unanimidad, en tanto que el
Senado, por su parte, aprobó esta proposición sin enmiendas e, igualmente, sin mayor debate.

La revisión de los antecedentes de la Ley Nº 20.087, que establecía la dualidad veredicto-


sentencia, revela que esta exigencia estaba directamente relacionada con la concentración
procesal. En efecto, en el Proyecto remitido por el Ejecutivo se hacía constar que "en lo relativo a
la oportunidad para dictar sentencia...se establece que el juez podrá dictar sentencia al término de
la audiencia de juicio o dentro del plazo de decimoquinto día, contado desde la audiencia de juicio,
en cuyo caso citará a las partes para notificarlas, fijando día y hora al efecto, dentro del mismo
plazo, pudiendo el juez, en este último caso, anunciar las bases fundamentales del fallo al término
de la audiencia de juicio. Es decir, se privilegia el contacto directo del juez con las partes en la
resolución del pleito, acercando de esta manera a los ciudadanos al acto de impartir justicia".
En el Segundo Informe de la Comisión del Trabajo del Senado consigna que el ministro del trabajo
señaló que con esta exigencia de trata de "asegurar la continuidad en el tiempo entre la audiencia
y la sentencia, de manera que las bases del fallo tengan que ver estrictamente con los asuntos
vistos y ponderados en la audiencia por el juez, ya que en esta se habrán allegado los elementos
probatorios necesarios. En otras palabras, se trata de que no haya elementos distintos que puedan
generarse entre la audiencia y el fallo, evitando, así, prácticas que puedan influenciar al juez, en
relación con circunstancias diversas a lo acaecido en la audiencia".

En el mismo Informe se deja constancia de que el Subsecretario del Trabajo acotó que "uno de los
aspectos centrales de los procedimientos orales es que las partes se retiren de la audiencia
sabiendo si les fueron acogidos los puntos planteados...el juez, con la percepción de la testimonial
y las otras pruebas rendidas, ya debe tener una convicción, lo que se condice con que, desde ya,
anuncie las bases fundamentales del fallo, y, dentro de los quince días siguientes de que dispondrá
para dictar la sentencia, efectúe el razonamiento jurídico y exprese los fundamentos de la misma".

3.4. Publicidad

Finalmente, vinculada a las reglas antes mencionadas se encuentra la publicidad. Obviamente,


cuando se hace referencia a la publicidad, lo es en relación a los terceros que no son parte en el
litigio, al público en general, puesto que la bilateralidad de la audiencia impide que un acto
procesal pueda ser secreto para alguna de las partes.

La publicidad general se ve favorecida por la actividad oral. Se trata de una cuestión importante
porque está referida a la posibilidad de control de los actos del tribunal por los terceros asistentes
a las sesiones que se celebran en la sala o local del tribunal en que se desarrollan las actividades
procesales.

Con esto no se niega la posibilidad de tener un procedimiento escrito que sea público, legalmente
reconocida por lo demás (art. 9º Código Orgánico de Tribunales), pero debe reconocerse que el
conocimiento por el público de un expediente escrito es difícilmente practicable frente a un
régimen oral, donde la posibilidad práctica de alcanzar la oralidad es más factible. Ahora bien, se
trata de un ideal con consagración legal (art. 425 del Código del Trabajo) pero que no siempre se
concreta en la práctica pues en nuestros tribunales no hay disposición ni instalaciones adecuadas
para la presencia de público, lo que impide cumplir adecuadamente con el principio de publicidad.
Esto genera que en la mayoría de las audiencias, que se celebran a puertas cerradas, no exista
presencia de público y cuando la hay, se trata de personas cercanas a los intervinientes.
4. Principios relativos a la dirección formal del proceso

Cuando se habla de la dirección formal del proceso, se hace referencia al rol atribuido al juez para
controlar la regularidad formal del proceso e impulsarlo para que avance, sin que por ello se
afecte lo sustancial. Se diferencia de los poderes de dirección material del proceso porque estos
pueden influir en el resultado del juicio, como la posibilidad de aportar pruebas.

Pertenecen a esta clase de facultades, los poderes del juez respecto de la admisibilidad de la
demanda, el control del impulso procesal y el examen de la eficacia de los actos procesales.

El art. 447 del Código del Trabajo establece algunos supuestos en los cuales el juez, de oficio, debe
inadmitir la demanda: a) cuando se estime incompetente; b) cuando se desprendiere claramente
la caducidad de la acción y c) cuando, tratándose de materias de seguridad social, el actor no
acompañe determinados documentos exigidos por ley.

Respecto del impulso procesal, el art. 429 del Código del Trabajo establece claramente la regla de
impulso oficial. Sin embargo, la combina con otras facultades de carácter material, como la
aportación oficiosa de pruebas que no tiene relación necesaria con el impulso procesal. En el
proceso civil también hay varias fases en las que se reconoce el principio de impulso oficial, pero
en el proceso laboral el principio tiene carácter general y, por la misma razón, no procede el
abandono del procedimiento.

El impulso procesal de oficio busca asegurar el principio de celeridad consagrado en la legislación


laboral, impidiendo la actividad dilatoria de las partes y en todo caso, el retraso o demora
injustificada en la resolución de estos conflictos atendida la naturaleza alimenticia y asistencial de
muchos de los derechos que están en juego (C. de Apelaciones de Antofagasta, 21 de junio de
2011, rol Nº 97-2011).

Se debe agregar que el legislador no solo asigna al juez la iniciativa para impulsar hacia adelante el
proceso, sino que, además, le impone hacerlo con cierto ritmo en cuanto el art. 428 del Código del
Trabajo dispone que los actos procesales deben realizarse con la celeridad necesaria, procurando
concentrar en un solo acto aquellas diligencias en que esto sea posible, vinculando de este modo
los poderes atribuidos al juez con la regla de la concentración procedimental. Por otro lado, el art.
429 del Código del Trabajo, impone al juez la adopción de las medidas tendientes a evitar la
paralización del proceso o su prolongación indebida.
En todo caso, se tiene resuelto que el deber de celeridad no se opone a la procedencia de la
suspensión de común acuerdo del procedimiento laboral.

"Que sobre la suspensión del procedimiento de común acuerdo no existe disposición alguna en el
Código del Trabajo, por lo que por remisión del art. 432 del Código del Trabajo, es aplicable la
regla del inciso segundo del art. 64 del Código de Procedimiento Civil, que la admite por una sola
vez y hasta por un plazo de 90 días" (C. de Apelaciones de Santiago, 10 de octubre de 2017, rol Nº
1165-2017).

En suma, el juez no solo debe impulsar el avance del proceso, sino que, además, debe realizarlo
con prontitud. Esta idea de la aceleración de los procesos está muy difundida e incluso, en una
degradación de la sentencia de Séneca ("Justicia tardía no es justicia"), pareciera que se ha llegado
al extremo de considerar aceptable una solución injusta, pero prontamente obtenida. Es
indudable que la aceleración del proceso no puede obtenerse con menoscabo de garantías
fundamentales ni sacrificando las razonables probabilidades de acierto de toda resolución judicial.

Respecto de la eficacia de los actos procesales, el inciso 2º del art. 429 del Código del Trabajo
establece que el tribunal debe corregir de oficio los errores que observe en la tramitación del
juicio y adoptar las medidas que tiendan a evitar la nulidad del procedimiento. Se trata de una
redacción similar a la del inciso 3º del art. 84 del Código de Procedimiento Civil, aunque mientras
en esta última disposición se trata de simples facultades, en el proceso laboral se han elevado a la
categoría de imperativo legal.

5. La buena fe y la gratuidad

5.1. La buena fe procesal

Respecto de la buena fe, como señala Larroucau, existen tres formas conceptualmente diversas de
dotar de contenido normativo a la buena fe procesal, que identifica como una tesis fuerte,
contribuir a la justicia del caso; una tesis mínima, no litigar con dolo y una tesis más que mínima,
cumplir con ciertos deberes de colaboración y con las cargas procesales.
Hasta antes de la Ley Nº 20.886, en el proceso civil no existía una norma de carácter general que
impusiera a las partes deberes de adecuar su conducta a la buena fe procesal, aunque era posible
identificar algunas manifestaciones aisladas del principio (Romero).

En el art. 430 del Código del Trabajo el legislador se limita a reconocer la buena fe y facultar al juez
para adoptar las medidas necesarias para impedir el fraude, la colusión, el abuso del derecho y las
actuaciones dilatorias, pero sin imponer ningún deber positivo concreto para la actuación de las
partes de lo que se sigue que, en realidad, lo que existe es un deber general de no actuar de mala
fe. Con esta afirmación no se aclara demasiado el contenido de este concepto jurídico
indeterminado, pero, al menos, evita tener que indagar sobre su contenido específico y elaborar
una enumeración casuística de los deberes específicos vinculados a la buena fe procesal.

Especial atención coloca el legislador en una de las manifestaciones más frecuentes de mala fe
procesal: las actuaciones dilatorias. Junto con definirlas, la ley autoriza al juez para rechazarlas de
plano. Como se indicó antes, el impulso procesal de oficio, junto con asegurar la celeridad
procesal, se orienta hacia el combate de la actividad dilatoria de las partes (C. de Apelaciones de
Antofagasta, 21 de junio de 2011, rol Nº 97-2011).

Una manifestación concreta del reconocimiento de la buena fe procesal puede hallarse en la regla
del inciso final del art. 429 del Código del Trabajo, que priva de legitimación para alegar la nulidad
procesal a la parte que ha originado el vicio o concurrido a su materializacio´n (art. 429 inc. final
del Código del Trabajo).

Se ha entendido la pretensión de una parte de revivir un pleito fenecido, en el que se había


pagado a la actora, otorgando esta el más amplio y completo finiquito, argumentando una
inexistencia en la convalidación del despido de la demandante, no se condice con la buena fe que
exige el ordenamiento jurídico y con una mínima coherencia con los actos propios (C. de
Apelaciones de Valparaíso, 4 de febrero de 2020, rol Nº 772-2019).

También se tiene resuelto que la creación de nuevas sociedades y posterior venta de activos de la
ejecutada, para justificar la interposición de una tercería (operación fraudulenta a la que
elegantemente se le denomina restructuración patrimonial), constituye claramente un actuar
fraudulento de la ejecutada, destinado a burlar el cumplimiento de sus obligaciones laborales para
con la ejecutante (C. de Apelaciones de Temuco, 17 de junio de 2016, rol Nº 8-2016).

Aunque parezca una obviedad decirlo, ni siquiera el carácter tutelar del derecho del trabajo,
autoriza para prescindir del deber de observar una conducta congruente con las pautas éticas
elementales.
"En la situación planteada, la petición del recurrente, al no haber negado la recepción del dinero, y
por el contrario haber reconocido su entrega, no hace sino demostrar una actuación que linda en
una falta a la buena fe que debe inspirar toda actuación jurídica, por cuanto de acogerse derivaría
en un enriquecimiento ilícito por parte del trabajador, no pudiendo ni siquiera en atención a los
principios de tutela a favor del trabajador que inspiran el derecho laboral, justificar la decisión
pretendida a través de este recurso" (C. de Apelaciones de La Serena, 23 de abril del 2010, rol Nº
29-2010).

En suma, la buena fe impone deberes recíprocos para ambas partes y la debilidad estructural de
una de ellas no la faculta para ejercer el derecho de acción de una manera o en unas
circunstancias que lo hacen desleal, según las reglas que la conciencia social impone al tráfico
jurídico (Romero).

5.2. La gratuidad

Respecto de la gratuidad, mencionada en el art. 425 del Código del Trabajo y desarrollada en el
art. 431 del mismo código, hay que decir que, si el Estado monopoliza la justicia y prohíbe en
consecuencia la autotutela, surge como contrapartida el deber de hacerla accesible a todos
aquellos que la requieran. De ahí que la administración de justicia, por tratarse de un servicio
público, tiene un costo que debe ser asumido por el Estado, lo que significa que los litigantes no
tienen la obligación de remunerar a los funcionarios judiciales (jueces y empleados judiciales)
porque se trata de funcionarios públicos cuya remuneración corresponde al Estado.

Un obstáculo importante para el acceso a la justicia está constituido por los gastos de abogado y
mandatario, quienes no forman parte de la administración del Estado, pero tienen derecho a una
compensación económica por los servicios prestados en juicio, lo que se traduce en el cobro de
honorarios profesionales a quienes requieran de sus servicios.

Por esta razón, se asegura que quienes posean el denominado privilegio de pobreza tienen
derecho a defensa letrada gratuita por parte de las respectivas Corporaciones de Asistencia
Judicial o, en su defecto, por un abogado de turno, o del sistema de defensa gratuita que disponga
la ley. Adicionalmente, tienen derecho a que todas las actuaciones en que deban intervenir
auxiliares de la administración de justicia se cumplan oportuna y gratuitamente.
Cuando el trabajador ha litigado con privilegio de pobreza, las costas personales a cuyo pago sea
condenada la contraparte pertenecerán a la respectiva Corporación de Asistencia Judicial, al
abogado de turno, o a quien la ley señale (art. 445 inciso 2º del Código del Trabajo).

Bibliografía

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Historia de la Ley Nº 20.260.

III. Reglas comunes del procedimiento laboral

1. Nociones previas

La noción de proceso y especialmente la de procedimiento, denotan la idea de desenvolvimiento,


de sucesión de actos en el tiempo. El proceso, por su naturaleza, se compone de una pluralidad de
actos, jamás de uno solo. La combinación de estos actos conduce al concepto de procedimiento,
entendido como la coordinación de varios actos autónomos con vistas a la producción de un
efecto jurídico final (Carnelutti). La coordinación de estos actos consiste, según Guasp, en que
cada acto es presupuesto de admisibilidad del acto siguiente —con excepción del último— y
condición de la eficacia del acto precedente —salvo el primero—.

El proceso jurisdiccional está configurado como una actividad reglada, tanto en la forma como
debe desarrollarse, cuanto en los requisitos formales y de fondo que deben reunir los actos que lo
conforman. Nuestra Constitución opta por entregar al legislador la potestad de regular la actividad
jurisdiccional. Como señala Bordalí, "El proceso en su aspecto formal, es decir, el procedimiento,
debe ser una actividad ordenada por reglas, pero éstas...no pueden emanar de cualquier
autoridad, sino exclusivamente del legislador".

En efecto, el legislador establece los requisitos de tiempo, forma y lugar que deben cumplirse para
la práctica de los actos del proceso. En este sentido, la doctrina ha destacado la irrenunciabilidad
de las normas procesales y la imposibilidad jurídica de sustituirlas por actos voluntarios como
consecuencia de este carácter. No hay ni puede haber un proceso convencional pues los actos
procesales solo existen en la medida en que exista una norma jurídica que los crea, es decir, que
establece cuáles son los concretos actos de que se componen y cuál es el orden en que deben
sucederse. En suma, el proceso es una creación artificial del legislador, por lo que sin una ley que
regule el proceso, este no existe.

La forma en que se desarrolla el proceso se conoce como procedimiento. Aunque ambas tienen
una misma raíz etimológica, la voz procedimiento tiende a destacar la forma externa que asume el
proceso. El procedimiento, entonces, hace referencia al aspecto externo de la actividad procesal,
se trata de una consideración meramente formal del proceso.

Como no existe una única forma en que se desarrolla el proceso, no hay, por consiguiente, un
único procedimiento, sino que, por el contrario, existe una variedad de ellos que atiende a
diversos aspectos.

2. Los actos procesales

Desde un punto de vista dinámico, conforme a lo que se ha señalado, el proceso no es sino un


conjunto de actos vinculados entre sí con una determinada finalidad, de modo que cada uno de
esos actos es presupuesto del siguiente y consecuencia del anterior, dando origen al
procedimiento que es la forma o manera como se ordena formalmente el proceso. Esos actos que
conforman el procedimiento reciben el nombre de actos procesales.

Los actos procesales son actos jurídicos que provienen fundamentalmente de las partes y del
órgano jurisdiccional mediante los cuales el proceso se realiza y que producen sus efectos
principales, de modo directo e inmediato en el proceso. La característica distintiva del acto
procesal es la intervención de la voluntad humana y que genera alguna repercusión en la actividad
procesal. Esta primera acotación permite diferenciar el acto procesal del hecho procesal, que es
una situación que se verifica de modo independiente de la voluntad humana y que genera efectos
en el proceso. El caso fortuito o la fuerza mayor (art. 426 del Código del Trabajo), por ejemplo, son
situaciones que, si bien son independientes de la voluntad humana, repercuten de diferente modo
en el proceso. Asimismo, la necesidad de que los efectos del acto repercutan de modo directo e
inmediato en el proceso excluye de esta categoría a aquellos actos cuya repercusión procesal sea
indirecta o mediata, como el otorgamiento de un mandato judicial por escritura pública o la
constancia del trabajador de que, con ocasión del contrato de trabajo, traslada su domicilio
(Guasp).

Un elemento distintivo del acto procesal, que es el único que interesa en este capítulo, es que
nunca se presenta como un acto aislado, ni en los textos normativos que lo regulan, ni en su
realización concreta, como suele suceder, en cambio, con los actos jurídicos pertenecientes al
derecho privado. Por esta razón, aunque es necesario el estudio de cada uno de estos actos, la
plena comprensión de su régimen jurídico pasa por considerar que el acto procesal forma parte de
una combinación de actos jurídicos.

3. Clases de actos procesales

La clasificación más importante de los actos procesales atiende a los sujetos de donde provienen.

Existen algunas actuaciones que provienen de las partes, como la demanda y, en general, todos los
escritos y actos que las partes presentan o ejecutan durante el curso del proceso y otros que
provienen del órgano jurisdiccional, que son, en general las resoluciones judiciales. También es
posible encontrar actos jurídicos procesales provenientes de terceros que si bien no son
abundantes suelen ser muy relevantes, especialmente los actos de prueba, como la declaración de
un testigo o el dictamen de peritos. Frecuentemente, se requiere de terceros para la realización de
actos de cooperación, como cuando se precisa de la colaboración del empleador para asegurar el
pago de una pensión alimenticia adeudada por su empleado.

4. Normas positivas aplicables a los actos procesales laborales: la regla de supletoriedad

Los actos reguladores del proceso laboral están sometidos a un triple grupo de reglas legales. En
primer lugar, se encuentran las reglas comunes aplicables a todos los actos procesales
pertenecientes al proceso laboral, contenidas entre los arts. 432 y 445 del Código del Trabajo. En
lo no regulado en el Código del Trabajo o en leyes especiales rige la regla de supletoriedad
condicionada del art. 432 del Código del Trabajo. En tercer lugar, estas disposiciones se
complementan con las normas contenidas en la Ley Nº 20.886 que estableció la tramitación
judicial de los procedimientos civiles y que entró en vigencia en todo el territorio de la República el
día 18 de diciembre de 2016, normativa que se aplica a las causas que conozcan los tribunales
ordinarios de justicia y los tribunales especiales que forman parte del Poder Judicial, con excepción
de las causas que conozcan los tribunales militares en tiempo de paz.

Para los efectos de la aplicación de las disposiciones de la Ley Nº 20.886, el art. 2º transitorio de
este texto legal dispuso que la Corte Suprema debe dictar uno o más autos acordados con el
objetivo de asegurar su correcta implementación. Estos autos acordados son los de fecha 15 de
abril de 2016, contenido en el Acta Nº 37-2016 y el de 16 de junio de 2016, contenido en el Acta
Nº 71-2016, en lo sucesivo, Acta Nº 37-2016 y Acta Nº 71-2016, respectivamente.

Es importante consignar que el uso del sistema informático es obligatorio para los jueces,
auxiliares de la administración de justicia y funcionarios de los tribunales antes referidos, quienes
tienen el deber de utilizar y registrar en el sistema informático todas las resoluciones y actuaciones
procesales que se verifiquen en el juicio (art. 3º Ley Nº 20.886), prohibiéndose la creación por
parte del tribunal de registros paralelos, ni de carpetas o expedientes físicos para la tramitación de
causas (art. 20 Acta Nº 71-2016).

Además, salvo excepciones, las partes deben ingresar las demandas y demás escritos por vía
electrónica a través del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, para cuyos efectos
los abogados o habilitados para actuar ante los tribunales deben registrarse. (art. 5º Ley Nº
20.886). Aun en los casos excepcionales en que es permitido a las partes presentar escritos en
formato material, estos deberán ser digitalizados e ingresados a la carpeta electrónica.

4.1. Supletoriedad del Código de Procedimiento Civil

Como se indicó, el art. 432 del Código del Trabajo establece una regla de supletoriedad
condicionada al establecer que en todo lo no regulado en el Código del Trabajo o en leyes
especiales, se aplican supletoriamente las normas contenidas en los Libros I y II del Código de
Procedimiento Civil. Se trata de una supletoriedad condicionada porque dichas disposiciones se
aplican en la medida que no sean contrarias a los principios que informan el procedimiento
laboral, en cuyo caso, el tribunal dispondrá la forma en que se practicara´ la actuación respectiva.

La señalada regla se altera cuando se trata de los procedimientos de tutela laboral y el


procedimiento monitorio, en cuyo caso, en primer lugar, deben aplicarse las reglas del
procedimiento de aplicación general contenidas en los arts. 446 y siguientes del Código del
Trabajo.

Como es conocido, uno de los problemas más importantes que plantea la existencia de
procedimientos especiales, se refiere a la interpretación de normas oscuras o dudosas y
especialmente a la integración de las posibles lagunas normativas existentes.
La regla del art. 432 del Código del Trabajo contiene la regla para resolver una materia respecto de
la cual la normativa especial carece de disposición expresa y, ratificando que nos encontramos
frente a un procedimiento civil con especialidades, lo hace mediante una remisión al Código de
Procedimiento Civil.

La norma en cuestión establece una regla de supletoriedad dirigida al juez con el objeto de salvar
lagunas jurídicas. En este sentido, el legislador prevé la aplicación de las normas contenidas en los
Libros I y II del Código de Procedimiento Civil, lo que permite al tribunal cumplir su deber
constitucional de conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado, toda vez que, reclamada
legalmente su intervención, no puede excusarse de ejercer tal autoridad, "ni aun por falta de ley
que resuelva la contienda o asunto sometidos a su decisión".

Como es posible advertir, la remisión a las normas del Código de Procedimiento Civil aparece
doblemente limitada: a) Únicamente hace alusión a las disposiciones contenidas en los Libros I y II
del citado cuerpo normativo, excluyendo los otros dos; b) Contiene una regla de exclusión
genérica referente a todas aquellas normas que resulten contrarias a los principios que informan
el procedimiento laboral.

La operatividad de la regla de supletoriedad requiere, en primer lugar, ausencia de regulación. Por


este motivo se ha entendido que respecto de la regla de condena en costas, conforme a lo
prevenido en el art. 459 Nº 7 del Código del Trabajo, el legislador solo exige al tribunal que indique
los motivos que tuvo en consideración cuando absuelva del pago de las costas a la parte vencida,
por lo que es dable concluir que la decisión del sentenciador, en este aspecto, se ajusta a derecho,
sin que resulte aplicable lo previsto en el art. 144 del Código de Procedimiento Civil (C. de
Apelaciones de Santiago, 22 de marzo de 2019, rol Nº 1415-2018; C. de Apelaciones de Talca, 18
de junio de 2020, rol Nº 479-2019).

No obstante, también se ha resuelto que el Código del Trabajo no tiene una norma que se refiera
al vencimiento total o parcial, por lo que debe aplicarse el artículo 432 del Código del Trabajo y en
base a ello determinar la condena en costas (C. de Apelaciones de Talca, 30 de octubre de 2015,
rol Nº 181-2015).

También se han estimado aplicables al procedimiento laboral las normas contenidas en el Libro I
del Código de Procedimiento Civil relativas a la acumulación de autos (C. de Apelaciones de
Iquique, 5 de febrero de 2020, rol Nº 150-2019).

Se ha considerado que incidente de nulidad de lo obrado por falta de emplazamiento no se


encuentra regulado en el párrafo 4º, del capítulo II, del Libro V del Código del Trabajo, y tampoco
se encuentra reglado en parte alguna del citado cuerpo normativo laboral, por lo que rigen a su
respecto los artículos 83 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, siendo aplicable, además,
el régimen recursivo previsto en esta última normativa (C. de Apelaciones de Concepción, 20 de
diciembre de 2019, rol Nº 332-2019; C. de Apelaciones de San Miguel, 13 de febrero de 2018, rol
Nº 7-2018).

El mismo razonamiento se ha aplicado respecto de las tercerías en el procedimiento laboral,


haciendo aplicables las reglas del Código de Procedimiento Civil, en particular, su régimen de
impugnación (C. de Apelaciones de Puerto Montt, 3 de diciembre de 2015, rol Nº 89-2015).

La regla sobre entorpecimiento prevista en el inciso segundo del art. 339 del Código de
Procedimiento Civil es aplicable al procedimiento laboral (C. de Apelaciones de San Miguel, 8 de
junio de 2018, rol Nº 208-2018).

Sin embargo, también se ha considerado que, en materia laboral, el entorpecimiento solo se


encuentra contemplado para un caso particular, en la audiencia de juicio, tal como lo estatuye el
Nº 10 del artículo 454 del Código del Trabajo, respecto de la imposibilidad de comparecencia
quien fuere citado a la diligencia de confesión por causa sobreviniente y grave, debiendo el juez
adoptar las medidas necesarias para la realización de la diligencia a la mayor brevedad (C. de
Apelaciones de Chillán, 24 de abril de 2014, rol Nº 24-2014).

4.2. Comparecencia y defensa

Un obstáculo importante para el acceso a la justicia de los trabajadores está constituido por los
gastos de abogado y mandatario. Por un lado, los honorarios de estos profesionales siguen siendo
significativamente más considerables que lo que se suele regular por concepto de costas y, por
otro lado, los honorarios del abogado pueden absorber buena parte de lo que pueda obtenerse
por la condena en lo principal, lo que muchas veces pude desalentar el reclamo judicial.

La solución a este problema real no puede consistir en no hacer exigibles las cargas de comparecer
patrocinado y representado, permitiendo la comparecencia personal de la parte, como
lamentablemente se ha permitido en ocasiones, sino que la forma de enfrentar esta problemática
consiste en robustecer los mecanismos de asistencia jurídica gratuita.
Por este motivo, el art. 434 del Código del Trabajo hace imperativa la comparecencia con
patrocinio de abogado y representación de procurador, imponiendo a las partes la concurrencia a
las audiencias por intermedio de mandatario (art. 426 del Código del Trabajo) y, asegurando, por
otro lado, que quienes posean beneficio de pobreza tengan derecho a defensa letrada gratuita por
parte de las respectivas Corporaciones de Asistencia Judicial, las que necesariamente deben actuar
mediante abogados y no a través de estudiantes en práctica. En su defecto, deberán ser atendidos
por un abogado de turno o a través del sistema de defensa gratuita que disponga la ley (art. 431
del Código del Trabajo).

Los mandatarios designados se entienden de pleno derecho premunidos de la facultad para


transigir, sin necesidad de mención expresa. La redacción de la norma no es clara, sin embargo, si
se aplica a los mandatarios judiciales, porque concluye señalado que lo anterior es "sin perjuicio
de la asistencia de sus apoderados y abogados" (art. 426 inc. 2º del Código del Trabajo).

Por otro lado, ratificando lo dispuesto en el art. 7º del Código de Procedimiento Civil, el mandato
judicial y el patrocinio constituido en el Juzgado de Letras del Trabajo, rigen para toda la
prosecución del juicio en el Tribunal de Cobranza Laboral y Previsional, a menos que exista
constancia en contrario. Se trata pues de una aplicación de la señalada regla del Código de
Procedimiento Civil que extiende la duración del mandato judicial "hasta la ejecución completa de
la sentencia definitiva".

4.3. El factor tiempo en los actos procesales

Considerando que el procedimiento es básicamente una sucesión de actos en el tiempo, es


comprensible la importancia de este elemento. El tiempo influye de diversos modos en los actos
procesales.

En primer lugar, como marco en el que se insertan tales actos. En este sentido, la ley impone que
la realización de dichos actos se verifique en determinados días y horas, declarando inválidos los
que no se acomodan a esa prescripción. En segundo lugar, opera como regla para determinar la
secuencia del procedimiento, es decir, para evitar la coincidencia de unos actos con otros, la ley
señala el orden de realización de los diversos actos, con efecto preclusivo.

Respecto del tiempo de los actos procesales, la ley laboral no contiene normas específicas,
rigiendo por consiguiente las normas comunes a todo procedimiento contenidas en el Libro I del
Código de Procedimiento Civil, que determina periodos de tiempo aptos o no para la práctica de
actos procesales. A estos efectos no interesan las unidades de tiempo superiores al día ni
inferiores a la hora, por lo que se dice que las actuaciones judiciales deben ser practicadas en días
y horas hábiles (art. 59 inc. 1º del Código de Procedimiento Civil). La limitación debe entenderse
referida a las actuaciones propias del tribunal o sus auxiliares porque, tratándose de los escritos y
documentos presentados por las partes, como la Oficina Judicial Virtual funciona de manera
continua e ininterrumpida, pueden ser presentados todos los días del año durante las veinticuatro
horas (art. 38 Acta Nº 71-2016).

Además de la eficacia del factor temporal como requisito de validez de los actos procesales,
también tiene importancia para la secuencia del procedimiento, con lo que corresponde ocuparse
de los plazos y términos.

Reiterando la norma del art. 66 del Código de Procedimiento Civil, en cuanto a los efectos de los
plazos, el art. 435 del Código del Trabajo sienta la regla general dentro del sistema procesal laboral
en cuanto a que los plazos tengan el carácter de fatales, con excepción de aquellos establecidos
para la realización de actuaciones propias del tribunal, como sucede, por ejemplo, con el plazo
para dictar sentencia.

El plazo fatal o preclusivo es aquel que una vez vencido produce la caducidad del derecho que
debió ejercitarse dentro de él, sin necesidad de actividad alguna ni del juez ni de la parte contraria.
El vencimiento del plazo y la extinción del derecho operan en un mismo y único instante. Por esta
razón la disposición recién referida añade que la posibilidad de ejercer un derecho o la
oportunidad para ejecutar un acto se extingue, por el solo ministerio de la ley, con el vencimiento
del plazo.

Probablemente, al hacer una transcripción literal del art. 66 del Código de Procedimiento Civil
olvidó el redactor los principios de impulso oficial y de celeridad, estableciendo en el inciso
segundo del art. 435 del Código del Trabajo la responsabilidad compartida de impulsar el proceso,
una vez vencido el plazo fatal.

Respecto del cómputo de los plazos, en general, son las normas del Código Civil las que indican
mayormente la forma en que deben computarse los plazos. Como primera cuestión, debe
considerarse la unidad de tiempo que constituye el plazo o término, distinguiéndose entre plazos
de días, como el previsto en el art. 452 del Código del Trabajo, de meses, como los señalados en el
art. 510 del Código del Trabajo y de años, como el establecido en el mismo art. 510, pero en su
inciso primero.
De acuerdo al inciso tercero del art. 435 del Código del Trabajo, tratándose de los plazos de días,
se entienden suspendidos durante los feriados.

En este sentido, se ha suscitado controversia acerca de la forma de computar el plazo establecido


en el inciso primero del art. 512 del Código del Trabajo, que señala "El Director del Trabajo hará
uso de esta facultad mediante resolución fundada, a solicitud escrita del interesado, la que deberá
presentarse dentro del plazo de treinta días de notificada la resolución que aplicó la multa
administrativa". La norma no señala si el plazo que establece para interponer la reconsideración
administrativa es o no de días hábiles y como está ubicada en el Título Final del mismo libro, no
rige el recién señalado inciso tercero.

En tal caso, la Corte Suprema ha entendido que debe aplicarse en forma supletoria el art. 25 de la
Ley Nº 19.880 que se refiere al cómputo de los plazos del procedimiento administrativo,
disposición que señala que estos son de días hábiles, disponiéndose que son inhábiles los días
sábados, los domingos y los festivos, toda vez que al existir un plazo "especial" como es el
contenido en la Ley Nº 19.880 respecto a los procedimientos administrativos, este prima por sobre
las normas de carácter general comprendidas en el Código Civil (C. Suprema, 9 julio 2018, rol Nº
2482-2018; C. Suprema, 11 octubre 2018, rol Nº 20569-2018).

4.4. Actos de comunicación y, en particular, las notificaciones

4.4.1. Concepto y fundamento

La realización del proceso exige cooperación de todos los implicados en la administración de


justicia. Por este motivo, surge la necesidad de una categoría de actos procesales que establezcan
lazos de unión precisos entre la actividad de las partes y la del juez, entre los sujetos del proceso y
las demás personas llamadas a participar en él (Ramos).

En un régimen de oralidad la comunicación entre los sujetos del proceso es inmediata, de modo
que los actos de uno son conocidos por el otro en el momento mismo en que se producen. En
cambio, en los actos procesales regidos por la escritura, es preciso utilizar algún medio para que
los actos que efectúa alguno de los sujetos sean conocidos por el otro y viceversa.

En efecto, la propia dinámica de las audiencias determina que la comunicación sea inmediata
entre quienes participan en ellas. En cambio, fuera de la audiencia, domina la escritura y
necesariamente habrá que diferenciar si la comunicación proviene de las partes hacia el tribunal,
en cuyo caso se logra por medio del escrito que la parte presenta y que se incorpora a la carpeta
electrónica (art. 26 Acta Nº 71-2016). En cambio, si la comunicación es del tribunal hacia las
partes, se verifica mediante un acto procesal que recibe la denominación técnica de acto de
comunicación, aunque en la práctica se le denomina genéricamente notificación, cuyo objeto es
dar a conocer a las partes y a los demás sujetos que intervienen o pueden intervenir en un
proceso, una determinada resolución judicial.

Su fundamento radica en la propia dinámica del proceso, que exige la mutua interacción entre las
partes y el juez. Los actos de partes están destinados al juez y a la otra parte. Las resoluciones
judiciales tienen como destinatarios a las partes y los otros sujetos llamados a intervenir en el
proceso, como un testigo o un perito.

"...cabe tener en consideración que por regla general, las resoluciones judiciales que son
pronunciadas en los procedimientos escritos, lo son sin que aquéllos a quienes van a afectar se
hallen presente, por lo que resulta forzoso que tengan un conocimiento cabal, veraz, oportuno y
eficaz de ellas, lo que se logra por medio de las notificaciones, las que efectuadas cumpliendo con
las formalidades respectivas, permiten presumir de derecho que tal conocimiento se ha verificado,
sin que admita, salvo casos excepcionales, la prueba de la falta de tal noticia" (C. Suprema, 12 de
noviembre de 2013, rol Nº 748-2013).

4.4.2. Importancia

Los actos de comunicación tienen gran trascendencia en el proceso. Además de cumplir una
función de enlace entre los sujetos que intervienen en el proceso, su práctica asegura el
cumplimiento de las exigencias derivadas del principio de contradicción, permitiendo que las
partes puedan aprovechar las posibilidades que les concede la ley procesal. Específicamente,
respecto del demandado, la garantía del debido proceso impone ofrecerle la oportunidad real de
ser oído lo que implica asegurarle un oportuno previo conocimiento de la pretensión. Una
razonable posibilidad de defensa y en igualdad de condiciones, exige el máximo de rigurosidad
posible en la práctica de los actos de comunicación.

En segundo lugar, su regulación es un factor influyente en la rapidez y eficacia del proceso. Una
adecuada ordenación de los actos de comunicación implica equilibrar la exigencia de que las
partes tomen un efectivo conocimiento de las resoluciones con la necesidad de que el proceso
avance hacia su conclusión, evitando la dilación que puede generar la dificultad para practicar la
respectiva comunicación.
Un régimen de los actos de comunicación demasiado complejo y que pretendiera asegurar el
conocimiento personal y directo de todas las resoluciones tornaría lento y antieconómico el
desarrollo del proceso. A su vez, un sistema de notificaciones demasiado laxo podría comprometer
la efectividad del principio de contradicción, al no ofrecer suficientes garantías de oportuno
conocimiento de las resoluciones judiciales.

La opción del legislador procesal laboral equilibra los intereses indicados estableciendo que la
primera notificación a la demandada debe practicarse en forma personal, en tanto que las demás
resoluciones, salvo algunas de especial trascendencia, se sujetan a la regla general, esto es, la
notificación mediante su inclusión en el estado diario (arts. 436 y 441 del Código del Trabajo).

Debe destacarse que la ausencia de notificación o su práctica en forma deficiente no conlleva la


nulidad de la resolución respectiva —supuesto que esta cumpla con todos los requisitos legales—
sino que conduce a que esta no produzca sus efectos normales previstos por la ley.

Como se comprende, el binomio compuesto por resolución y notificación es fundamental de modo


que, salvo supuestos específicamente exceptuados, la notificación es condición para la eficacia de
la resolución y esta, a su vez, colma el contenido de la primera. El proceso avanza merced las
resoluciones judiciales, pero estas están destinadas a permanecer en la ineficacia mientras no
sean objeto de notificación. A su vez, la notificación supone per sé la existencia de "algo" que
comunicar. No hay ni puede haber notificación de "algo" que no sea una resolución judicial. De ahí
entonces la mutua interacción entre ambas clases de actos procesales.

4.4.3. Régimen legal

Las notificaciones están sometidas a un doble grupo de reglas legales. Por un lado, están
reglamentadas en forma particularizada en el párrafo 2º del Capítulo II del Libro V del Código del
Trabajo (arts. 436-442 del Código del Trabajo), pero también se les aplican las reglas comunes a
todos los actos procesales, por lo que deben reunir todos los requisitos de validez generales de
esta clase de actuaciones procesales. En lo no previsto, rigen las reglas contenidas en el Libro I del
Código de Procedimiento Civil (art. 432 del Código del Trabajo).

4.4.4. Clases de notificaciones: simple notificación, citación, emplazamiento y requerimiento

Los actos de comunicación son actos del órgano jurisdiccional tradicionalmente diferenciados
según los distintos destinatarios de la comunicación. Si la comunicación lo es entre tribunales, el
más importante acto de comunicación está conformado por los exhortos. Cuando esa
comunicación se refiere a las partes litigantes o a otros sujetos que hayan de actuar en el proceso,
se habla de notificaciones, citaciones, emplazamientos y requerimientos (De La Oliva).

El art. 451 del Código del Trabajo distingue, por ejemplo, entre la notificación de la demanda y la
citación a la audiencia preparatoria, aun cuando ambos actos de comunicación se verifican en una
misma oportunidad.

Las notificaciones, citaciones, emplazamientos y requerimientos tienen en común no solamente


sus destinatarios sino también que todas ellas comunican una resolución judicial.

Sin embargo, la notificación es un concepto genérico y está presente en todos los otros actos de
comunicación específicos recién mencionados. La diferencia fundamental entre ellas no reside
tanto en el acto de comunicación en sí mismo, sino que en el contenido de la resolución judicial
que se comunica. Por consiguiente, la citación, el emplazamiento y el requerimiento son especies
pertenecientes al género de las notificaciones y lo que las distingue es el objeto de la
comunicación, es decir, su contenido.

Esta circunstancia explica el motivo por el que la forma en que se llevan a efecto los tipos
especiales de actos de comunicación sea prácticamente idéntica en casi todos los casos a la
utilizada para practicar una notificación. Así, el acto de poner en conocimiento de un sujeto una
resolución cualquiera (notificación) no difiere sustancialmente de la forma en que se practica una
citación o un emplazamiento. La nota distintiva viene determinada por el contenido de esos actos
que no se limitan a dar a conocer, sino que invitan o imponen una determinada conducta (Guasp).

a) La citación

Es un acto de comunicación cuyo contenido está constituido por una resolución judicial que
convoca a las partes o a un tercero para que comparezcan en un día, hora y lugar determinado. La
citación, como acto de comunicación se caracteriza porque impone al afectado la carga o la
obligación de comparecer a la presencia del juez y porque esa comparecencia debe llevarse a
efecto en un momento determinado. Esto es lo esencial de la citación. Sin embargo, la manera en
que se pone en conocimiento del sujeto no difiere de modo sustancial con la forma como se
comunica otro tipo de resoluciones judiciales.

Las citaciones a las audiencias tienen requisitos especiales pues en ellas debe hacerse constar que
se celebrarán con las partes que asistan, afectándole a la que no concurra todas las resoluciones
que se dicten en ella, sin necesidad de ulterior notificación (art. 426 del Código del Trabajo).
En el caso de la citación a la audiencia preparatoria, deberá indicarse en ella, además, que en
dicha audiencia deberán ofrecer la prueba que pretendan hacer valer en la audiencia oral de
juicio, como así también requerir las diligencias de prueba atinentes a sus alegaciones, para que el
tribunal examine su admisibilidad (art. 451 del Código del Trabajo).

b) El emplazamiento

En sentido amplio, es el acto por el cual el tribunal ordena a las partes o a los terceros que
comparezcan ante él en un lapso determinado, es decir, dentro de un plazo. Si bien guarda
semejanza con la citación, al imponer a las partes una determinada conducta, se caracteriza
porque ordena al emplazado la conducta de que comparezca ante la presencia judicial y porque
dicha comparecencia debe verificarse en un lapso determinado y no en un instante preciso, como
en la citación.

En sentido restringido, se habla de emplazamiento, para aludir al llamado que se hace al


demandado para que comparezca a defenderse en juicio dentro del plazo que le acuerda la ley
para tal fin.

El tribunal Supremo español tiene resuelto que "El emplazamiento judicial es un acto procesal de
naturaleza mixta, componiéndose de un acto de comunicación en sentido estricto por el cual se
notifica al destinatario la existencia de un proceso contra él, integrándose, además, por un acto de
intimación, para comparecer en dicho proceso" (STS 698/1995 de 13 de julio de 1995).

c) El requerimiento

Es el acto por el cual el tribunal ordena a las partes o a los terceros dar, hacer o no hacer alguna
cosa determinada que no consista en una comparecencia ante él. Se asemeja a la citación y el
emplazamiento en cuanto está compuesto por una comunicación y porque invita o impone una
determinada conducta.

La diferencia radica, en primer lugar, en la conducta que impone, que debe ser diferente a la de
comparecer ante el tribunal porque, de lo contrario, estaríamos frente a una citación o un
emplazamiento.
"Que la notificación, en un sentido estricto, es el acto del tribunal que tiene por objeto poner en
conocimiento de los interesados una resolución judicial; no puede entonces confundírsela con el
requerimiento, puesto que, como ya se ha repetido, éste lleva involucrada una orden del tribunal
para hacer o no hacer una cosa determinada que no consista en una comparecencia" (C. de
Apelaciones de Concepción, 19 de diciembre de 1977, en Rev. Der. y Jur., tomo 74, s. 2ª, p. 245).

Más allá de esta delimitación negativa, su exacta comprensión supone analizar los supuestos
normativos que lo contemplan. Los casos más destacados de esta clase de acto de comunicación
pertenecen al proceso de ejecución y son el requerimiento para el pago (arts. 466 inc. 3º y 473 inc.
3º del Código del Trabajo). También reviste esta naturaleza la orden de reincorporación del
trabajador sujeto a fuero laboral (art. 174 del Código del Trabajo).

4.4.5. Reglas comunes

Existe un conjunto de principios que informan a todos los actos de comunicación, cualquiera sea
su clase:

a) Son una condición de eficacia de las resoluciones judiciales. Excepciones

Como se explicó, la ley subordina la eficacia de las resoluciones judiciales a que estas sean
notificadas en forma legal (art. 38 del Código de Procedimiento Civil), lo que significa que la
resolución judicial produce todos los efectos legales que le son propios cuando ha sido notificada y
esa notificación ha sido practicada en conformidad a la ley.

Sin embargo, esta regla no presenta carácter absoluto. El Tribunal Constitucional ha sostenido que
el principio conforme al cual toda resolución vale desde su notificación, admite excepciones como,
por lo demás, el propio texto del art. 38 del Código de Procedimiento Civil se encarga de señalar.

"...así como el legislador puede fijar distintas formas de notificación atendiendo a la naturaleza del
proceso, también puede prescindir de ella en casos calificados, procurando un bien superior..."
(Tribunal Constitucional, 24 de enero de 2013, rol Nº 2166).

Manifestaciones de esta excepción a la regla son las siguientes:


i) Las medidas cautelares que, conforme lo señala el art. 444 inc. 3º del Código del Trabajo,
pueden llevarse a efecto antes de notificarse a la persona contra quien se dictan.

ii) A la parte que no asista a la audiencia le afectarán todas las resoluciones que se dicten en ella,
sin necesidad de ulterior notificación (art. 451 inc. 2º del Código del Trabajo).

b) Para su validez no se requiere consentimiento del notificado (art. 39 del Código de


Procedimiento Civil)

La razón parece evidente: la producción de los efectos propios de una notificación no puede
quedar subordinada a la voluntad del sujeto a quien se practica la notificación pues en tal caso
bastaría con que este negare su consentimiento a ser notificado. Por esta razón se ha resuelto que
el estado etílico del notificado no tiene incidencia en la validez de la notificación.

c) No deben contener declaración alguna del notificado (art. 57 del Código de Procedimiento Civil)

Estrechamente vinculado a la regla anterior y derivado también de su carácter unilateral, aparece


que el testimonio que se deje en la carpeta electrónica del acto procesal de comunicación no debe
contener ningún tipo de declaración de la persona a quien se notifica. Se trata, por un lado, de una
norma imperativa dirigida al ministro de fe que practica la notificación y cuya infracción puede
significar un incumplimiento de deberes funcionarios. De otra parte, también se traduce en la
ineficacia de cualquier clase de declaración que pudiere formular el sujeto al momento de ser
notificado, la cual carecerá de todo mérito.

d) Exigencia de georreferenciación

Como sucede respecto de toda actuación procesal, de las notificaciones debe dejarse constancia
en la carpeta electrónica. En el caso de los receptores judiciales, la Ley Nº 20.886 sobre
tramitación digital de los procedimientos judiciales establece que el testimonio de la diligencia
debe ser agregado a la carpeta electrónica dentro de los dos días hábiles siguientes a la fecha en
que se practicó la diligencia, con la debida constancia de todo lo obrado. Adicionalmente, el acta
donde consta la diligencia debe incluir un registro georreferenciado, que dé cuenta del lugar,
fecha y horario de su ocurrencia.

La georreferenciación debe realizarse mediante el uso del programa computacional o aplicación


móvil que la Corporación Administrativa del Poder Judicial pondrá a disposición de los receptores
judiciales, los que deberán contar con dispositivos móviles que permitan la descarga de
aplicaciones y cuenten con cámara y sistema de georreferenciación (art. 5º Auto Acordado Nº 37-
2016 sobre tramitación digital de los procedimientos judiciales).

4.4.6. Notificaciones y nulidad procesal

Con bastante frecuencia la doctrina destaca el carácter formal de las notificaciones, en el sentido
de que su eficacia está subordinada a la regularidad del cumplimiento formal de sus requisitos. En
realidad, con este rasgo no se añade un ingrediente novedoso a la regla general de que todos los
actos que componen el proceso están sujetos al cumplimiento de requisitos formales. Es probable
que se ponga el acento en este carácter para destacar la importancia de cumplir en su ejecución
con todas las previsiones legales dispuestas para su validez, como lo sugiere el propio texto del art.
38 del Código de Procedimiento Civil, que exige para la eficacia de las resoluciones judiciales no
solo su notificación, sino que esta sea practicada "con arreglo a la ley".

Sin embargo, todo el sentido de las notificaciones, como actos de comunicación, se sintetiza en la
necesidad de que la persona del notificado tome conocimiento de la respectiva resolución, por lo
que toda otra consideración adicional en torno a la forma en que se lleva a efecto el acto de
comunicación queda subordinada a que su destinatario tome real y efectiva noticia de aquello que
se le comunica. La prevalencia de la finalidad del acto de comunicación por sobre el cumplimiento
de las formalidades que lo rigen tiene una incidencia inmediata en régimen de nulidad de esta
clase de actos procesales, relativizándose en cierto modo la importancia del elemento formal
frente al efectivo conocimiento por parte del sujeto del notificado.

La priorización del conocimiento de la resolución por sobre la regularidad formal del acto de
comunicación se manifiesta en un doble sentido: hay supuestos en que el acto de comunicación
no ha sido practicado con arreglo a las previsiones legales, pero que ha llegado a conocimiento del
notificado, generando este conocimiento un efecto saneador y hay otros en que se cumplen los
requisitos legales y el acto no llega a conocimiento del notificado, sin responsabilidad de este,
careciendo de eficacia el acto, pese al cumplimiento de sus requisitos formales.

Adicionalmente, si el acto procesal ha producido todos sus efectos, es decir, ha conseguido la


finalidad prevista por el legislador con su creación, dicho acto es válido aun cuando en su
ejecución no se hayan observado rigurosamente las formalidades dispuestas por el ordenamiento.

Así las cosas, si de los antecedentes aparece que el sujeto que cuestiona la validez de la
notificación tuvo, sin embargo, real y oportuno conocimiento de la resolución, la pretensión
anulatoria no podrá prosperar, pese a que se haya cometido una irregularidad formal en su
ejecución.

Por este motivo, el legislador legitima como acto equivalente a la notificación, la gestión que
realiza la parte y que suponga conocimiento de dicha resolución, aunque no se haya verificado
notificación alguna o se haya efectuado en otra forma que la legal (art. 55 del Código de
Procedimiento Civil).

La relativización de la importancia de la regularidad formal del acto de comunicación, que cede a


favor del cumplimiento de la finalidad esencial del acto, supone que cualquier alegación y la
declaración de la nulidad de una notificación debe siempre colocar el acento en la ausencia de
conocimiento real y oportuno de la correspondiente resolución y, por consiguiente, en el perjuicio
ocasionado a la parte afectada, es decir, en la privación o disminución de sus facultades de
defensa en juicio, provocada como consecuencia de la irregularidad formal que se denuncia.

4.4.7. Formas de notificación

Como se adelantó, el sistema asumido por el Código del Trabajo consiste en practicar una primera
notificación personal al demandado e imponer en seguida a las partes la carga de mantener
vigilancia activa sobre la marcha del proceso, autorizando para ello las notificaciones por carta
certificada y aun por la simple anotación en el estado diario.

El Código establece las siguientes formas de practicar una notificación:

1. notificación personal.

2. notificación subsidiaria del art. 437 del Código del Trabajo.

3. notificación por avisos.

4. notificación por carta certificada.

5. notificación por el estado diario.


6. notificación señalada por la parte

4.4.7.1. Notificación practicada en forma personal

a) Concepto

Es aquella que se hace a la persona misma del notificado y que se verifica mediante la entrega de
una copia íntegra de la resolución de cuya notificación se trata y de la solicitud en que haya
recaído (art. 436 del Código del Trabajo).

Es la forma de notificación más perfecta que contempla el sistema procesal ya que supone una
comunicación cierta que llega al destinatario y que lo informa de manera efectiva, real y cabal de
la resolución pertinente.

b) Procedencia y requisitos de la notificación personal

La notificación personal tiene lugar cuando se trate de la primera notificación a la parte


demandada (art. 436 del Código del Trabajo).

Como todo acto procesal, además de la correspondiente constancia, la notificación personal está
sujeta al cumplimiento de requisitos de dos clases: subjetivos y de actividad.

c) Requisitos subjetivos

Esta forma de practicar la notificación debe realizarse por el funcionario que el juez determine,
atendiendo a las circunstancias del lugar en que funcione el tribunal y restantes consideraciones
que miren a la eficacia de la actuación. Sin perjuicio de lo anterior, la parte interesada podrá
siempre encargar a su costa la práctica de la notificación a un receptor judicial.

d) Requisitos de actividad: Lugar, tiempo y forma de la notificación personal


A pesar de que prácticamente no existen sitios inhábiles para efectuar la notificación en forma
personal, el lugar tiene incidencia respecto de las condiciones de tiempo en que debe practicarse.

De esta manera, en los lugares y recintos de libre acceso público la notificación personal se puede
efectuar en cualquier día y a cualquier hora, procurando causar la menor molestia al notificado.

Por lugar de libre acceso al público debe entenderse todo aquel al cual una persona pueda acceder
sin otro requisito que entrar o bien pagar la entrada, tales como restaurantes, cines, museos,
estadios municipales, bibliotecas, etc., debiendo excluirse aquellos lugares privados que puedan
existir dentro de ellos, como las oficinas administrativas o privadas.

Puede causarse molestia al notificado, si se le notifica, por ejemplo, en ceremonias, matrimonios,


funerales y reuniones similares, o si el receptor le da a conocer el contenido de los documentos
que debe entregar a viva voz frente a terceros, puesto que, por su naturaleza, y salvo disposición
legal en contrario, el acto de notificar consiste solamente en la entrega que el receptor hace de las
copias de la resolución y de la solicitud en ella recaída, sin que esté autorizado para revelar en
público su contenido.

De todos modos, si se practicara la notificación causándole molestias al notificado, ello no afecta la


validez de la misma, sino que dará lugar para que el afectado pueda impetrar del juez la aplicación
de medidas disciplinarias por esa falta o abuso cometida por el funcionario que practicó la
notificación.

Además, la notificación personal se podrá efectuar en cualquier día, entre las seis y las veintidós
horas, en la morada o lugar donde pernocta el notificado, en el lugar donde ordinariamente ejerce
su industria, profesión o empleo, o en el recinto del tribunal.

Si la notificación se verifica en recintos privados, como la morada o lugar donde pernocta el


notificado o en su lugar de trabajo, la notificación podrá practicarse en cualquier día, pero solo
entre las 06:00 y las 22:00 horas.

Sin perjuicio de lo anterior, se autoriza al juez para ordenar que la notificación se practique en
horas diferentes a las indicadas, si concurren motivos fundados.

Como la norma permite que la notificación se practique en día inhábil, siguiendo la línea del
Código de Procedimiento Civil, se consideró pertinente regular la forma de computar los plazos en
esta hipótesis. En este caso, los plazos comienzan a correr desde las cero horas del día hábil
siguiente. Esta norma prácticamente carece de sentido porque como los plazos de días, meses o
años han de ser completos (art. 48 del Código Civil), nunca se debe considerar en su cómputo el
día en que se practica la notificación, resultando indiferente que la notificación se haya efectuado
o no en día inhábil.

En cuanto a la forma de practicar la notificación personal, esta se lleva a efecto entregando a la


persona notificada copia íntegra de la resolución y de la solicitud en que hubiere recaído.

4.4.7.2. Notificación especial del art. 437 del Código del Trabajo

Como la práctica de la notificación personal, como se ha visto, supone la presencia simultánea del
ministro de fe y del sujeto a quien se notifica, si la persona a quien se trata de notificar no es
habida en alguno de los lugares hábiles para practicarla, surge un impedimento para practicar la
notificación personal.

En efecto, suele suceder que, teniendo habitación o domicilio laboral conocidos, el notificado se
oculte o evite la presencia del ministro de fe, o simplemente pase la mayor parte del tiempo fuera
de esos lugares. Para estos casos la ley ha establecido una forma distinta de practicar la
notificación personal, a través del mecanismo del art. 437 del Código del Trabajo que tiene como
supuesto la circunstancia de haberse establecido de modo fehaciente su morada o lugar donde
ordinariamente ejerce su industria, profesión o empleo.

a) Concepto y naturaleza

Corresponde a una forma especial de notificación personal, que tiene lugar cuando la persona a
quien debe notificarse personalmente no es habida en su habitación o en el lugar donde
ordinariamente ejerce su industria, profesión o empleo, concurriendo los demás requisitos legales.

En cuanto a su naturaleza, esta clase de notificación no tiene carácter autónomo pues está
llamada a reemplazar y producir los mismos efectos que la notificación personal. Por consiguiente,
puede decirse que se trata de una modalidad de la notificación personal, cuando esta no ha
podido practicarse por no ser habido el notificado, cumpliéndose los demás requisitos legales.

b) Procedencia
Como se señaló, esta clase de notificación carece de entidad autónoma y solo está destinada a
substituir la notificación personal, de modo que su primera condición de procedencia es que se
trate de practicar una notificación personal.

c) Requisitos específicos de procedencia: búsqueda y constancia

Las búsquedas en los lugares autorizados. La búsqueda de la persona a quien se trata de notificar
en forma personal en su habitación o en el lugar donde ejerce ordinariamente su industria,
profesión o empleo, sin ser habido.

Acreditación de determinadas circunstancias. La ley exige que se haga constar en el proceso los
siguientes hechos:

a) que, tratándose de una persona natural, el notificado se encuentra en el lugar del juicio,
debiendo entenderse por tal la comuna donde tiene su asiento el tribunal o bien el respectivo
territorio jurisdiccional que, como es sabido, puede comprender una o varias comunas.

b) cuál es su habitación o el lugar donde ejerce ordinariamente su industria, profesión o empleo.

d) Forma de llevar a efecto la notificación

Acreditadas ambas circunstancias, de lo cual deberá dejar constancia el funcionario que practica la
notificación, se procede a la notificación en el mismo acto y sin necesidad de nueva orden del
tribunal, marcando así una diferencia importante con la regulación prevista en el art. 44 del
Código de Procedimiento Civil, que exige dos búsquedas y resolución del tribunal.

La notificación se lleva a efecto entregando copia íntegra de la resolución y de la solicitud en que


hubiera recaído a cualquier persona adulta que se encuentre en la morada o en el lugar donde el
notificado ejerce ordinariamente su industria, profesión o empleo.

Si, por cualquier causa, no es posible entregar dichas copias, deberá fijarse en un lugar visible un
aviso que de noticia de la demanda con las siguientes menciones: especificación exacta de las
partes, materia de la causa, juez que conoce de ella y resoluciones que se notifican.
Finalmente, siguiendo la línea del Código de Procedimiento Civil, la ley se coloca en la situación
que el lugar donde deben dejarse las copias se encuentre en un edificio o recinto al que no se
permite libre acceso y donde por consiguiente no es posible al receptor fijar el señalado aviso, en
cuyo caso este y las copias se entregarán al portero o encargado del edificio o recinto, dejándose
testimonio expreso de esta circunstancia. Este inciso fue incorporado al art. 44 del Código de
Procedimiento Civil por la reforma de la Ley Nº 19.382 y tuvo por objeto precisamente solucionar
el problema creado por la imposibilidad de acceso del ministro de fe a la morada o lugar de
trabajo del notificado, principalmente en lugares como empresas, fábricas y, sobre todo, en
edificios de departamentos, donde existen porterías y no se permite el acceso sin autorización
(Otero).

Es relevante destacar que, aunque parezca un formalismo exagerado, en este último caso, al
portero o encargado del edificio le deben ser entregadas no solo la copia íntegra de la resolución y
de la solicitud en que hubiera recaído sino que, además, el aviso que de noticia de la demanda con
las especificaciones que indica la ley. Así se ha resuelto (C. de Apelaciones de Concepción, 23 de
agosto de 2019, rol Nº 305-2019).

Se ha resuelto que en esta clase de lugares no es válido que la notificación se practique fijando en
la puerta un aviso que dé noticia de la demanda, sino que resulta imperativo que las copias
respectivas se entreguen al portero o encargado del edificio o recinto (C. de Apelaciones de
Concepción, 23 de mayo de 2011, rol Nº 321-2011). La conclusión no parece exacta pues la idea de
permitir la entrega de las copias al portero o encargado del edificio o recinto, lo es sobre la base
de que al ministro de fe no se le permita el libre acceso, por lo que permitida la entrada del
receptor no se ve inconveniente en que proceda en la forma ordinaria para esta clase de
notificación, esto es, fijando en un lugar visible el señalado aviso.

e) Requisitos de constancia y georreferenciación

La constancia y el envío de carta certificada. Como toda actuación judicial, de la notificación


especial del art. 437 del Código del Trabajo debe dejarse testimonio en la carpeta electrónica.

Adicionalmente, el funcionario que practique la notificación debe dar aviso de ella a ambas partes,
enviándoles una carta certificada el mismo día o a más tardar el día hábil siguiente. Sin embargo,
no se trata de un requisito de validez de la notificación pues su omisión no la invalidará, pero hará
responsable al infractor de los daños y perjuicios que se originen y el tribunal, previa audiencia del
afectado, deberá imponerle una medida disciplinaria.
La exigencia de georreferenciación. Además de la constancia en la carpeta electrónica y del envío
de la carta certificada, la Ley Nº 20.886 sobre tramitación digital de los procedimientos judiciales
establece que el testimonio de la diligencia debe ser agregado a la carpeta electrónica dentro de
los dos días hábiles siguientes a la fecha en que se practicó la diligencia, con la debida constancia
de todo lo obrado. Adicionalmente, el acta donde consta la diligencia debe incluir un registro
georreferenciado, que dé cuenta del lugar, fecha y horario de su ocurrencia. A pesar de que la
obligación de georreferenciación está contenida en el art. 9º relativa a al registro de actuaciones
de receptores, la exigencia está dada para todos aquellos sujetos habilitados por ley para practicar
esta clase de notificaciones.

f) Improcedencia de la notificación especial respecto del trabajador

El art. 438 del Código del Trabajo establece la improcedencia de notificar por esta modalidad
cuando el notificado es el trabajador, en cuyo caso, deberá practicarse en persona, siempre y
cuando se trate de notificarlo de la demanda en el lugar donde funcione la empresa,
establecimiento o faena que dependa del empleador con el cual litigue.

4.4.7.3. Notificación por avisos (art. 439 del Código del Trabajo)

a) Concepto y naturaleza

La notificación por avisos es aquella sustitutiva de la notificación personal que se practica, previa
orden del tribunal, por medio de un aviso o por cualquier medio idóneo, cuando es necesario
notificar una resolución a una persona cuya individualización o domicilio sean difíciles de
determinar o que por su número dificulten considerablemente la práctica de la notificación.

Esta clase de notificación no tiene carácter autónomo pues está llamada a reemplazar y producir
los mismos efectos que la notificación personal de la demanda, por lo que puede decirse que se
trata de una modalidad en la forma de practicar la notificación personal, cuando no ha podido
llevarse a efecto por determinados motivos, cumpliéndose los demás requisitos legales.

b) Procedencia y requisitos

Como se señaló, esta clase de notificación carece de entidad autónoma y solo está destinada a
substituir la notificación personal de la demanda, de modo que su primera condición de
procedencia es que se trate de practicar la notificación personal de la demanda.
c) Requisitos específicos de procedencia

El art. 439 del Código del Trabajo establece tres supuestos de procedencia de esta forma de
notificación:

a) Que se trate de notificar a personas cuya individualización sea difícil determinar. A menudo se
cita como ejemplo de este supuesto el caso de los herederos de una persona. Sin embargo, en la
actualidad existe mayor facilidad para la individualización de los herederos de una persona
fallecida, lo que hace más compleja la procedencia de la notificación en ese caso.

No es válida la notificación mediante avisos a los herederos del demandado fallecido si su


individualización y número no fue determinado ante el tribunal, porque previo a ello es necesaria
la individualización de estos herederos (C. Suprema, 30 de septiembre 2010, rol Nº 419-2009).

b) Que se trate de notificar a personas cuyo domicilio sea difícil determinar.

El concepto de domicilio está tomado en sentido amplio, como comprensivo de residencia,


habitación o morada de las personas a quienes haya de notificarse, y aun del lugar donde
ordinariamente ejerce su industria, profesión u oficio.

c) Que se trate de notificar a personas que por su número dificulten considerablemente la práctica
de la diligencia.

En este caso, deben concurrir dos circunstancias de modo copulativo: la numerosidad de personas
a notificar y la considerable dificultad para notificarlos en forma personal.

Se tiene resuelto que la mera circunstancia que los demandados fueran más de uno no es
suficiente para disponer la notificación por avisos (C. de Apelaciones de Santiago, 11 de julio de
2007, rol Nº 8089-2002).

En todo caso, lo verdaderamente relevante es el nexo lógico que debe existir entre ambas
circunstancias, lo que determina que la dificultad para practicar la notificación deriva
específicamente del número de personas a notificar.
"Que en cuanto a la circunstancia que el número de las personas a quienes hay que notificar
dificulte considerablemente la práctica de la notificación personal o por cédula, cabe considerar
que la pluralidad de personas a que ha hecho referencia la ley no basta por sí sola para hacerla
procedente, porque es indispensable además que dicha pluralidad dificulte en grado considerable
la notificación personal o por cédula" (C. de Apelaciones de Concepción, 6 de noviembre de 2014,
rol Nº 1315-2014).

d) En materia civil, se exige que la persona que se trata de notificar se encuentre en el territorio de
la República

Reafirmando la prevalencia del conocimiento de la resolución por sobre el cumplimiento formal de


los requisitos de la notificación, en el proceso civil, doctrina y jurisprudencia coinciden en que la
notificación por avisos resulta improcedente si se establece que el sujeto notificado se encuentra
fuera del territorio de la República.

La solución parece discutible. Además de no aparecer exigido en la ley, en la actualidad, la


divulgación por medios digitales resulta bastante más asequible a la que se realiza en formato
papel, soporte que prácticamente ha sido proscrito en el proceso, razón por la cual la sola
circunstancia de que el notificado se encuentre en el extranjero no constituye impedimento para
que pueda ser notificado mediante avisos, concurriendo lógicamente los demás requisitos legales
de procedencia.

e) Forma de practicar la notificación

Establecidas las circunstancias que la hacen procedente, su forma dependerá de la decisión del
tribunal que podrá ser mediante la publicación de un aviso o por cualquier medio idóneo.

En el primer caso, deberá publicarse, por una sola vez en el Diario Oficial u otro diario de
circulación nacional o regional, conforme a un extracto emanado del tribunal, el que contendrá un
resumen de la demanda y copia íntegra de la resolución recaída en ella. Si el aviso se publicara en
el Diario Oficial, será gratuita para los trabajadores.

La notificación mediante otro medio idóneo solo exige del tribunal que garantice el derecho a la
defensa y los principios de igualdad y de bilateralidad de la audiencia.
4.4.7.4. Notificación mediante carta certificada (art. 440 del Código del Trabajo)

La notificación mediante carta certificada procede respecto de aquellas resoluciones que ordenen
la comparecencia personal de las partes y que no hayan sido expedidas en el curso de una
audiencia.

En cuanto al lugar donde se practica la notificación por carta certificada, la ley establece como sitio
hábil para llevarla a cabo el lugar conocido, dentro de los límites urbanos de la ciudad que hayan
designado las partes. Por consiguiente, solo en este lugar y no en otro puede practicarse la
notificación y la designación de este lugar se considera subsistente mientras no haga otra la parte
interesada, aun cuando de hecho cambie su morada.

Si el litigante no cumple con la carga de la designación legal del lugar y que este sea conocido, el
art. 440 inc. 2º del Código del Trabajo establece la consecuencia jurídica señalando que aquellas
resoluciones que debían notificarse por carta certificada, serán notificadas por el estado diario a
aquellos litigantes que no hayan hecho la designación y mientras esta no se haga.

La consecuencia jurídica opera sin necesidad de petición de parte y sin previa orden del tribunal.

"Que, por consiguiente, era deber del secretario del tribunal incluir la sentencia definitiva en el
estado diario correspondiente, para los efectos de su notificación a la empresa demandada, lo que
debió hacer sin necesidad de petición de parte y sin previa orden del tribunal, de manera que la
falta de dicha notificación, al no resultar imputable a la parte demandante, impide atribuirle
responsabilidad alguna en la paralización del proceso, toda vez que el impulso procesal no estaba
radicado en su persona" (C. de Apelaciones de Copiapó, 15 de julio de 2011, rol Nº 177-2011).

Pero también hay que considerar que la falta de designación de lugar conocido implica que la
notificación por el estado diario no solo opera como una sanción, sino que existe la necesidad de
hacerlo de este modo toda vez que la falta de dicha designación hace imposible practicar la
notificación por carta certificada. Así las cosas, si la parte demandada no fijó el señalado lugar, la
notificación practicada por carta certificada, por ejemplo, en el domicilio en que fue notificada la
demanda, no resulta eficaz, ya que la única notificación válida en este caso es la que se verifica por
el estado diario.

Se ha discutido si esta sanción se aplica únicamente al litigante que comparece y no designa lugar
conocido para la notificación o si también afecta a aquella parte que no comparece. En mi opinión,
la sanción es plenamente aplicable al litigante rebelde, puesto que la rebeldía implica tener por
evacuado el trámite de que se trata, por el solo ministerio de la ley y para todos los efectos
legales, incluso para la falta de designación de domicilio.

Respecto del momento en que se entiende practicada la notificación por carta certificada, el inciso
2º del art. 440 del Código del Trabajo establece que "Las notificaciones por carta certificada se
entenderán practicadas al quinto día siguiente a la fecha de entrega de la carta en la oficina de
correos, de lo que se dejara´ constancia". Se trata, en todo caso, de una presunción simplemente
legal que puede ser desvirtuada mediante una prueba en contrario.

4.4.7.5. Notificación mediante el estado diario (art. 441 del Código del Trabajo)

Concepto e importancia. La notificación por el estado diario consiste en la inclusión en una nómina
o lista, denominada estado, que se forma electrónicamente y que está disponible diariamente en
la página web del Poder Judicial y que contiene las indicaciones y formalidades exigidas por la ley.

Su importancia deriva de que se trata de la regla general, en cuanto a la forma en que deben
practicarse las notificaciones, tanto en primera como en segunda instancia, salvo que la parte haya
propuesto para sí una forma de notificación diferente o que por ley o disposición del tribunal
deban notificarse personalmente o por medio de carta certificada.

Por consiguiente, la ley no señala los supuestos de procedencia de esta forma de notificación,
salvo en dos casos:

a) cuando se trata de notificar al demandante la resolución recaída en la demanda (art. 436 del
Código del Trabajo).

b) cuando opera como una sanción procesal (art. 440 inc. final del Código del Trabajo).

4.4.7.6. Notificación electrónica o por otros medios

El art. 442 del Código del Trabajo incorporó la facultad para que cualquiera de las partes proponga
para sí una forma de notificación electrónica o por cualquier otro medio. Complementando esta
disposición, el art. 68 Acta Nº 71-2016, que regula el funcionamiento de tribunales que tramitan
electrónicamente, señala que todo litigante será llamado, desde su primera solicitud o
comparecencia ante el tribunal, a individualizar un medio electrónico único de notificación con el
fin de facilitar la comunicación expedita de la información de que se trate, el que será registrado
en el sistema informático. Este llamamiento, sin embargo, en ningún caso significa, a mi juicio, que
se pueda imponer la obligación de proponer una forma de notificación electrónica, la que de
acuerdo a la ley es meramente facultativa y está configurada como un derecho y no como un
deber.

La parte es la que decide la clase de notificación que desea para sí, que puede ser en forma
electrónica o por cualquier otro medio y deberá, por consiguiente, asumir las consecuencias de su
elección.

Aunque la propuesta de notificación es facultativa para las partes, una vez aceptada por el
tribunal, resulta obligatorio practicar todas las notificaciones en la forma señalada por la parte,
con excepción de la primera notificación al demandado, a menos que el tribunal disponga en
forma expresa la notificación personal que, por su naturaleza, puede sustituir cualquiera otra.

En mi concepto, no es posible que la parte proponga para sí una forma de notificación solo para
ciertas resoluciones o que excluya de la notificación electrónica otras, como la sentencia definitiva,
por ejemplo. La intención ha sido que la forma de notificación propuesta y aceptada rija para toda
la causa sin excepciones.

Aunque la ley no lo expresa, por aplicación de la regla de supletoriedad, es perfectamente


admisible la notificación tácita o presunta regulada en el art. 55 del Código de Procedimiento Civil,
como también el supuesto específico regulado en el inciso 2º de la misma disposición, que fija el
momento exacto en que debe entenderse notificada una resolución cuya notificación fue
declarada nula a petición de parte.

4.4.8. Comunicaciones entre tribunales: los exhortos

Los exhortos. Los tribunales deben prestarse recíproca colaboración para la práctica de diligencias
que hayan sido dispuestas por uno y que requieran la colaboración del otro. Como es sabido, los
tribunales solo pueden ejercer su potestad dentro de su territorio jurisdiccional y salvo calificadas
excepciones, no está permitido el desplazamiento del órgano jurisdiccional, requiriéndose
necesariamente la colaboración del tribunal del lugar donde ha de practicarse la diligencia.
De ahí que el art. 71 del Código de Procedimiento Civil, aplicable por la regla de supletoriedad,
señale que "Todo tribunal es obligado a practicar o a dar orden para que se practiquen en su
territorio, las actuaciones que en él deban ejecutarse y que otro tribunal le encomiende".

La comunicación se dirige sin intermedio alguno al tribunal o funcionario que corresponda


ejecutarla, aunque no dependa del que reclama su intervención y será conducida a su destino por
vía del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, y no siendo posible lo anterior, por el
medio de comunicación idóneo más expedito (arts. 75 y 77 del Código de Procedimiento Civil).

Complementa las disposiciones anteriores, el art. 10 de la Ley Nº 20.886 que señala que los
exhortos que se dirijan entre tribunales nacionales deberán ser remitidos, diligenciados y
devueltos mediante la utilización del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial y que
deberán ser derivadas través del sistema de tramitación electrónica desde el tribunal exhortante
al exhortado y, una vez tramitada por este último, deberá devolverse, incorporando todas y cada
una de las actuaciones que se realizaron en la carpeta electrónica a que dio origen.

Sin embargo, ciertos tribunales mencionados en el art. 439 bis del Código del Trabajo, que tienen
una particular situación de cercanía territorial, pueden decretar actuaciones para cumplirse en
otras comunas sin necesidad de exhorto.

Asimismo, si en cualquier región del país la cercanía y conectividad de las comunas lo hace
aconsejable, se pueden decretar diligencias para ser realizadas fuera del territorio en que funciona
el tribunal, sin necesidad de exhorto.

4.4.9. Los oficios

Los oficios son actos de comunicación que se verifican principalmente entre tribunales y otras
personas o instituciones de carácter público.

Así, el art. 453 Nº 8 del Código del Trabajo, señala que, en la audiencia preparatoria, el tribunal
debe despachar todas las citaciones y oficios que correspondan y que solo se dará lugar a la
petición de oficios cuando se trate de requerir información objetiva, pertinente y específica sobre
los hechos materia del juicio. La información puede ser requerida de entidades públicas o
particulares.
También es habitualmente utilizado para las comunicaciones que se llevan a efecto entre los
propios tribunales, en la medida que no implique la solicitud de práctica de una determinada
diligencia judicial, pues en tal caso se debe emplear el mecanismo de los exhortos.

De acuerdo con lo previsto en el art. 11 de la Ley Nº 20.886, los oficios y comunicaciones judiciales
que se verifiquen desde o hacia instituciones públicas nacionales que cuenten con los recursos
técnicos necesarios se diligenciarán a través de medios electrónicos. En cambio, si carecen de
dichos recursos, deberán diligenciarse a través del medio de comunicación idóneo más eficaz de
que disponga esa institución pública. Las comunicaciones recíprocas entre el tribunal y las
instituciones relacionadas de cada materia se llevan a cabo a través de las interconexiones que
existan, la Oficina Judicial Virtual o, en su defecto, utilizando otros medios electrónicos (art. 27
Acta Nº 71-2016).

Con arreglo a lo dispuesto en el art. 25 del Acta Nº 71-2016, toda comunicación entre tribunales
de igual o distinta jerarquía se realizará utilizando la interconexión que existe entre los sistemas de
tramitación, y en su defecto por otros medios electrónicos, sin perjuicio de que, para optimizar el
acceso a las causas entre tribunales, los jueces y los funcionarios autorizados por el administrador
pueden acceder a consultar causas de otros juzgados a través del sistema informático, el que
guardará el registro de las búsquedas realizadas.

4.5. Incidentes

Las cuestiones incidentales suelen representar uno de los principales obstáculos para asegurar un
proceso concentrado. Por esta razón, el art. 443 del Código del Trabajo impone promover los
incidentes preferentemente en audiencia y resolverse de inmediato y solo excepcionalmente el
tribunal podrá dejar su resolución para la sentencia definitiva.

El legislador omite consignar el tratamiento procesal de las cuestiones incidentales promovidas


fuera de audiencia. Considerando las características del procedimiento laboral y las facultades
conferidas al juez para adoptar las medidas tendientes a evitar la paralización del proceso o su
prolongación indebida (art. 429 del Código del Trabajo), hay que concluir que la interposición de
incidentes no produce, por regla general, la suspensión del procedimiento laboral.

4.6. Tutela cautelar


4.6.1. Tutela cautelar y derecho a la tutela judicial

La realización del proceso requiere tiempo, aun cuando se respeten rigurosamente todas las
normas legales sobre su duración. El proceso laboral, por más que el legislador se empeñe en
dotarlo de celeridad y concentración no escapa de esta realidad.

Pues bien, esa demora, imprescindible para que la potestad jurisdiccional pueda realizarse de
modo tal que garantice razonablemente una correcta solución del conflicto, es el escenario para
que el demandado pueda ejecutar actos o realizar conductas que puedan alterar la situación
vigente al inicio del pleito, afectando con ello la eficacia de la decisión final que reconozca el
derecho del actor.

La técnica de las medidas cautelares es el instrumento que el ordenamiento contempla para hacer
frente a ese riesgo y se verifica mediante una intervención coactiva, con distinta intensidad, en el
patrimonio del sujeto pasivo de la pretensión.

Que las medidas prejudiciales precautorias constituyen actos procesales, cuya finalidad es
asegurar el resultado de la pretensión que se va a deducir en el proceso, cuando se ha demostrado
la apariencia de su existencia (pretensión) y existe el peligro de que ella puede ser burlada antes
de la dictación de la sentencia definitiva (C. de Apelaciones de Santiago, 19 de diciembre de 2014,
rol Nº 1677-2014).

Con esta noción de tutela cautelar queda en evidencia la imprecisión en que incurre el legislador
laboral al comprender dentro de la tutela cautelar la función judicial de identificación de los
obligados y la singularización de su patrimonio, así como las facultades de requerimiento de
información previstas en el inciso final de la disposición.

Es claro que se trata de cuestiones relacionadas, pero en la determinación del sujeto pasivo y la
localización de los bienes sobre los que deberá recaer la medida, no hay ninguna incidencia en el
patrimonio del demandado por la razón fundamental de que se trata de actividades
necesariamente previas a la adopción de una medida cautelar. También en el juicio ejecutivo, por
ejemplo, podrían consagrarse normas que permitan localizar los bienes del deudor para su
posterior embargo, pero nadie podría calificar esta actividad como ejecución.
La tutela judicial cautelar está directamente vinculada con la necesidad de resguardar la
efectividad de las resoluciones judiciales y, por ende, forma parte del derecho a la tutela judicial,
reconocido como derecho fundamental, con base en lo dispuesto en el artículo 19 Nº 3 de la
Constitución Política de la República (Bordalí/2011).

En efecto, el derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales garantiza que lo decidido en


una sentencia se cumpla, asegurándose a la parte que obtuvo un pronunciamiento judicial
favorable que el contenido de la sentencia tenga efectividad práctica, es decir, que el deber ser
declarado en la sentencia sea susceptible de ser llevado a la realidad.

Aun cuando la efectividad tiene su expresión más concreta al momento de hacer ejecutar la
decisión de fondo, el derecho no está necesariamente circunscrito a ese específico instante, pues
también incluye las medidas previas y necesarias para que la ejecución pueda desplegarse en toda
su dimensión, removiendo obstáculos que impidan o dificulten considerablemente la efectividad
del proceso de ejecución.

Así las cosas, la tutela cautelar es una exigencia de la efectividad de las resoluciones judiciales que
son, a su vez, el instrumento a través del cual se otorga la tutela judicial (Chinchilla).

4.6.2. Características

a) Instrumentalidad

Es la nota característica fundamental del proceso cautelar, que permite su distinción de otras
instituciones afines y significa que las medidas cautelares no constituyen un fin en sí mismas, sino
que están preordenadas a un proceso pendiente y destinadas a asegurar su efectividad
(Calamandrei).

Son manifestaciones de esta característica configuradora y distintiva de las medidas cautelares las
siguientes:

1ª) Solo pueden adoptarse estando pendiente un proceso principal y en el caso de que puedan
obtenerse previamente a este, la no incoación del proceso dentro de cierto plazo opera como una
suerte de condición resolutoria de la medida acordada.
2ª) Deben extinguirse cuando el proceso principal termine. Si la pretensión interpuesta en ese
proceso no es acogida, la medida debe quedar sin efecto, porque ya no hay efectos que requieran
ser asegurados. Si la pretensión ha sido estimada, la medida también está llamada a extinguirse,
porque entonces ya pueden desplegarse los efectos propios de la sentencia principal.

"Que en este procedimiento incidental de cobro de honorarios no resulta aplicable lo dispuesto en


al artículo 444 del Código del Trabajo, pues la causa laboral se encuentra finiquitada" (C. de
Apelaciones de Chillán, 14 de enero de 2015, rol Nº 112-2014).

3ª) El contenido de la medida cautelar debe adecuarse a la situación jurídica cuya cautela se
pretende.

b) Variabilidad

La resolución judicial que se pronuncia sobre una medida cautelar es esencialmente modificable
por diferentes motivos y con distinta eficacia. La más importante manifestación de esta
característica es la posibilidad de obtener una revisión de la resolución que se pronuncia sobre una
medida cautelar, en virtud de haberse alterado los presupuestos tenidos a la vista al momento de
su adopción.

c) Idoneidad y proporcionalidad

Las medidas cautelares deben ser coherentes con el objeto de la pretensión, idóneas, esto es,
cuantitativa y cualitativamente apropiadas para el fin de garantizar la efectividad de la pretensión
y proporcionales en relación con la petición formulada. De ahí la exigencia contenida en el inciso
2º del art. 444 del Código del Trabajo que exige que las medidas cautelares deben ser
proporcionales a la cuantía del juicio.

"...la facultad que la ley entrega al juez del juicio laboral para disponer medidas de cautela deben
siempre guardar proporcionalidad con la cuantía del pleito y, aun cuando puedan llevarse a cabo
antes de notificarse al afectado, ellas quedarán sin efecto si dentro de quinto día no son
válidamente notificadas" (C. de Apelaciones de Concepción, 21 de diciembre de 2018, rol Nº 247-
2018).

4.6.3. Los presupuestos de las medidas cautelares


La procedencia una medida cautelar está subordinada al cumplimiento de unos presupuestos o
condiciones y que corresponden a la apariencia de derecho y al peligro en la demora.

a) La apariencia de derecho

Para la adopción de una medida cautelar, no es suficiente la previa petición de parte, pero
tampoco es exigible la prueba completa del derecho que se alega. Ese término medio entre la
certeza que establecerá la resolución final del proceso principal y la incertidumbre, base de la
iniciación de ese proceso, es la verosimilitud (Montero).

"conforme a los antecedentes acompañados y la situación pública sobre el estado de los negocios
de la demandada, circunstancias que importan un indicio bastante para conferir seriedad y
probabilidad al derecho que se reclama..." (C. de Apelaciones de Santiago, 1 de agosto de 2018, rol
Nº 1783-2018).

b) El peligro en la demora

Corresponde a aquellos riesgos que amenazan potencialmente la efectividad de la sentencia del


proceso principal, derivados de la necesaria demora en emitirla. Más que ante un verdadero
presupuesto de las medidas cautelares, nos encontramos ante el fundamento de estas (Serra).

"para el otorgamiento de una medida precautoria en materia laboral, se requiere que se acredite
fehacientemente el fundamento y la necesidad del derecho que se reclama y, además, ésta sólo
puede ser concedida frente a una situación concreta que importe un riesgo cierto y plausible de
que, en el evento de acogerse la demanda, ésta no pueda ser cumplida..." (C. de Apelaciones de
Concepción, 3 de junio de 2013, rol Nº 132-2013).

El fundamento de las medidas cautelares se encuentra en el denominado "periculum in mora",


esto es, la demora que conlleva la tramitación de todo proceso antes de llegar a la sentencia, lapso
durante el cual el demandado puede ejecutar diversas actividades que pueden ocasionar un
perjuicio al demandante y sus legítimas expectativas en los resultados del juicio (C. de Apelaciones
de Santiago, 5 de septiembre de 2018, rol Nº 326-2018).
Los dos presupuestos antes referidos aparecen recogidos, con cierta imprecisión, al imponer al
solicitante de la medida la exigencia de acreditar razonablemente el fundamento y la necesidad
del derecho que se reclama. La idea de acreditación razonable del fundamento puede ser
reconducida a la idea de verosimilitud, en tanto que la idea de necesidad puede ser entendida
como referencia al riesgo de inefectividad de la sentencia (Marín).

El art. 444 del Código Laboral, otorga la función cautelar a fin de poder garantizar el cumplimiento
efectivo de la sentencia que se dicte en el procedimiento, presupuesto consistente en el humo del
buen derecho, es decir, porque existe una apariencia de asistir un derecho y el periculum in mora,
es decir, el peligro en el retraso que impidan en el futuro poder hacer cumplir la condena de
producirse (C. de Apelaciones de Antofagasta, 10 de diciembre de 2019, rol Nº 368-2019).

4.6.4. Reforzamiento de la efectividad de la tutela cautelar

Para optimizar la efectividad de la resolución que decreta una medida cautelar, el ordenamiento
contempla dos instrumentos: la posibilidad de ejecutar una resolución cautelar, sin previa
notificación y las medidas prejudiciales.

a) Ejecución de la medida sin previa notificación

El art. 444 inc. 3º del Código del Trabajo autoriza llevar a efecto una medida cautelar, antes de
notificarse a la persona contra quien se dicten, lo que constituye una excepción a la regla de que
las resoluciones judiciales solo producen efectos en virtud de la correspondiente notificación. Esta
posibilidad está sujeta a la existencia de razones graves para ello y en la medida que el tribunal lo
ordene. De todos modos, la eximición de esta carga es transitoria y la notificación debe practicarse
dentro del plazo de cinco días, pues, de lo contrario, quedarán sin valor las diligencias practicadas.

Entiendo que el plazo debe computarse desde el momento en que la medida cautelar se cumpla.

El inciso tercero de tal disposición autoriza a llevar a cabo las medidas cautelares —cumplirlas,
ejecutarlas, realizarlas— sin previa notificación de la persona en contra de quien o quienes se
dicten; la exigencia, entonces, es de notificarlas dentro de quinto día a tales personas, mas no para
llevarlas a efecto, de modo que resulta irrelevante la oportunidad en que se ejecuta la notificación
al tercero sobre quien pesa la obligación de retener los bienes, hecho que solo reviste importancia
únicamente porque marca el inicio del plazo para notificar a la persona en contra de quien fue
dictada la medida. (C. de Apelaciones de Antofagasta, 13 de julio de 2017, rol Nº 156-2017).
Es necesario acreditar la existencia razones graves para prescindir de la notificación.

"...en el caso de que las mismas se lleven a efecto antes de notificarse a la persona contra quien se
dicten, debe necesariamente el solicitante acreditar que existen antecedentes graves para ello, lo
cual no fue probado por el actor" (C. de Apelaciones de Arica, 23 de noviembre de 2016 rol Nº 57-
2016).

A pesar de que la norma no alude a la posibilidad de solicitar una prórroga del plazo, se ha
entendido que es procedente por la aplicación supletoria del Código de Procedimiento Civil, que sí
la contempla.

"al tenor de lo dispuesto en el inciso 3º del artículo 444 del Código del Trabajo en similares
términos que el artículo 302 del Código de Procedimiento Civil, establece la caducidad de la
medida decretada, la que opera de pleno derecho verificada la circunstancia concurrente en la
especie de no haberse notificado a la persona contra de quien se haya dictado en el plazo fatal de
cinco días, cuya prórroga incluso procedente, antes del vencimiento del plazo, no fue solicitada
por el demandante" (C. de Apelaciones de Puerto Montt, 9 de julio de 2015, rol Nº 57-2015).

b) Medidas prejudiciales

Como se señaló, una manifestación concreta de la instrumentalidad como característica distintiva


de las medidas cautelares, se relaciona con la existencia de un proceso principal como verdadero
presupuesto de existencia de la medida cautelar. No obstante, con el propósito de reforzar la
efectividad de la protección cautelar, se acepta la posibilidad de pedir medidas cautelares con
anterioridad al inicio del proceso principal.

Esta posibilidad se encuentra expresamente prevista en el art. 444 inc. 4º del Código del Trabajo.
Sin embargo, la observancia de la nota de instrumentalidad exige la pronta iniciación del proceso
principal, para prevenir la eventual existencia de una medida cautelar aislada. En este sentido, la
disposición impone al solicitante la presentación de la demanda en el término de diez días
contados desde la fecha en que la medida se hizo efectiva.

Las consecuencias jurídicas de la falta de presentación oportuna de la demanda son dos: la


caducidad, de pleno derecho y sin necesidad de resolución judicial (sic) y la responsabilidad del
solicitante de los perjuicios que se hubiere causado.
La ley permite al tribunal prorrogar el citado plazo por el lapso prudencial que el juez estime
necesario para asegurar el resultado de la litis, por motivos fundados y cuando se acredite por el
demandante el inminente término de la empresa o su manifiesta insolvencia.

La presentación oportuna de la demanda impone al juez un nuevo enjuiciamiento de los


presupuestos de concurrencia de la medida y si constata la persistencia de las circunstancias que
motivaron su adopción, se mantendrán, esta vez, como simples precautorias.

4.6.5. Los efectos de las medidas cautelares

En forma coherente con el mensaje de la Ley Nº 20.087, que enfatizaba la amplitud de la función
cautelar del juez, el art. 444 del Código del Trabajo señala que, en el ejercicio de su función
cautelar, el juez decretará todas las medidas que estime necesarias para asegurar el resultado de
la acción. Por consiguiente, el juez laboral goza de una potestad cautelar general, que le habilita
para decretar medidas cautelares indeterminadas, siempre y cuando sean necesarias para
asegurar el resultado de la acción.

Sin embargo, algunas sentencias han estimado que, tratándose de medidas cautelares típicas,
como las previstas en los arts. 290 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, se deben
cumplir los requisitos de procedencia prescritos en esta última normativa (C. de Apelaciones de
Santiago, 19 de diciembre de 2014, rol Nº 1677-2014; C. de Apelaciones de Concepción, 30 de
mayo de 2018, rol Nº 147-2018).

Esta interpretación significa cuestionar la existencia de un genuino poder cautelar general, pues,
en la potestad cautelar general del juez laboral no quedarían comprendidas las medidas cautelares
expresamente reguladas en la legislación procesal civil y la facultad genérica del juez solo
abarcaría aquellas situaciones no subsumibles en ninguno de los supuestos previstos legalmente.

Por otro lado, esta norma no resuelve el problema de la clase de efectos que puede tener una
medida cautelar, pues la sola mención en el inciso 1º del art. 444 del Código del Trabajo, de las
expresiones "asegurar el resultado de la acción" podría justificar una interpretación restrictiva de
su eficacia, circunscribiéndola a aquellas medidas de carácter asegurativo, excluyendo las de tipo
anticipatorio.
"que en la especie no concurren los requisitos previstos en el artículo 444 del Código del Trabajo,
en tanto la medida decretada no tiene por objeto asegurar el resultado de la acción o la
protección de un derecho de los actores, sino que en la práctica constituye un acogimiento
provisorio de lo pretendido en la demanda..." (C. de Apelaciones de Santiago, 14 de octubre de
2016, rol Nº 1723-2016).

4.7. Régimen de la condena en costas

El art. 445 del Código del Trabajo no contiene una norma rectora para decidir sobre la condena en
costas, sino que se limita a establecer la oportunidad en la que debe efectuarse el
pronunciamiento en torno a ellas, por lo que cobra aplicación la regla del art. 144 del Código de
Procedimiento Civil, que utiliza el criterio del vencimiento total para la imposición de las costas,
autorizando al tribunal para su eximición cuando aparezca que la parte vencida ha tenido motivos
plausibles para litigar. Esta norma aparece prácticamente reiterada en el art. 459 Nº 7 del Código
del Trabajo, a propósito de los requisitos de la sentencia definitiva, la que debe contener un
pronunciamiento sobre el pago de costas y, en su caso, los motivos que tuviere el tribunal para
absolver de su pago a la parte vencida.

Sin embargo, se ha decidido que el legislador solo exige al tribunal que indique los motivos que
tuvo en consideración cuando absuelva del pago de las costas a la parte vencida y que no resulta
aplicable el art. 144 del Código de Procedimiento Civil (C. de Apelaciones de Santiago, 22 de marzo
de 2019, rol Nº 1415-2018; C. de Apelaciones de Talca, 18 de junio de 2020, rol Nº 479-2019).

En sentido contrario, se ha entendido que el Código del Trabajo no tiene una norma que se refiera
al vencimiento total o parcial, por lo que debe aplicarse supletoriamente el Código de
Procedimiento Civil para determinar la condena en costas (C. de Apelaciones de Talca, 30 de
octubre de 2015, rol Nº 181-2015).

Que no es procedente estimar infringido el art. 144 del Código de Procedimiento Civil, en lo
relativo a la condenación en costas, por cuanto el juez de la instancia tiene la facultad exclusiva de
eximir o no al perdidoso si es vencido en el juicio (C. de Apelaciones de Santiago, 27 de diciembre
de 2012, rol Nº 1533-2012).

Es necesario tener en cuenta que el art. 445 del Código del Trabajo ordena al juez a pronunciarse
sobre el pago de las costas en toda resolución que ponga término a la causa. A su turno, el artículo
459 Nº 7, al establecer los requisitos de la sentencia definitiva en el procedimiento de aplicación
general, señala que esta debe contener "el pronunciamiento sobre el pago de costas y, en su caso,
los motivos que tuviere el tribunal para absolver de su pago a la parte vencida". Además, dicha
regulación sobre las costas debe complementarse con aquella contenida en el Código de
Procedimiento Civil por aplicación del art. 432 del Código del Trabajo. Así, el art. 144 del Código de
Procedimiento ante dicho establece que la parte totalmente vencida será condenada al pago de
las costas y, con todo, el juez podrá eximirla cuando aparezca que ha tenido motivos plausibles
para litigar (C. de Apelaciones de Santiago, 14 de noviembre de 2019, rol Nº 2471-2019).

Si el trabajador litigó con beneficio de pobreza, las costas personales a cuyo pago sea condenada
la contraparte pertenecerán a la respectiva Corporación de Asistencia Judicial, al abogado de
turno, o a quien la ley señale. Esta norma debe complementarse con la contenida en el art. 600
inciso penúltimo del Código Orgánico de Tribunales, que establece que las personas que gocen de
privilegio de pobreza no serán condenadas al pago de costas, a menos que el tribunal respectivo,
en resolución fundada, declare que han obrado como litigantes temerarios o maliciosos.

Bibliografía

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Segunda Parte Procedimiento de Aplicación General

Prof. Diego Palomo Vélez


I. El procedimiento de aplicación general

A) Cuestiones preliminares

Como es conocido, la construcción de una nueva sede jurisdiccional impone la necesidad del
diseño de diversas clases de procedimientos y, evidentemente, de uno de carácter declarativo. En
efecto, es en este donde logra desarrollarse el debate en su mayor plenitud, con disposición de las
distintas herramientas procesales que el legislador ha entregado a las partes en disputa. Por ello,
la reforma a la Justicia laboral ha consolidado la visión tradicional del proceso laboral desde una
perspectiva declarativa, en que las partes logran plantear y probar las cuestiones que estiman
pertinentes en defensa de sus respectivos intereses, pero a partir de los cambios estructurales al
modelo que el fenómeno modernizador ha implicado.

Señalado ello, diremos de entrada que el procedimiento de aplicación general corresponde al


procedimiento declarativo ordinario y supletorio en materia laboral, regulado en el párrafo tercero
del Libro V del Código del Trabajo. Su estructura se encuentra enmarcada por una fase de
discusión en que se conserva la escritura, para luego dar pie a la parte oral del procedimiento,
desarrollada en torno a dos audiencias orales, para terminar con la sentencia definitiva, que
también tiene soporte escrito. Estos aspectos esenciales, propios de la tendencia reformadora,
obligan a analizar el procedimiento de aplicación general desde diversas perspectivas que realzan
una serie de ventajas del nuevo modelo, principalmente tratándose de los principios y reglas que
informan el procedimiento y la manera en que ello repercutiría en una justicia de mayor calidad.

Con todo, como se explicará en las oportunidades que corresponda, la aplicación de la reforma por
parte de los distintos operadores ha puesto de relieve aspectos que pueden ser revisados,
especialmente desde las exigencias que impone el derecho al debido proceso que, según
expondremos, parece haber registrado un retroceso de las garantías procesales que requiere una
revisión menos complaciente y más crítica, más allá de las —en general— buenas estadísticas que
ha entregado este proceso, y junto a esta crítica proponer caminos u orientaciones para la
enmienda (Palomo, D.).

B) La necesidad de contar con un procedimiento especializado

La doctrina ha reiterado que la naturaleza de los conflictos laborales, así como las normas y
principios involucrados en estos, hacen necesario contar no solo con tribunales especializados en
la materia, sino que, además, con procedimientos dotados de características que permitan
convalidar el derecho sustantivo y procesal del trabajo. Ello se ha visto reflejado expresamente en
la historia de la Ley Nº 20.087 que sustituye el procedimiento laboral contenido en el Libro V del
Código del Trabajo, la cual contempla como uno de sus objetivos posibilitar la efectividad del
derecho sustantivo. Sobre este punto, establece: "Sin lugar a dudas, el reconocimiento sustantivo
de una serie de derechos no es suficiente para alcanzar un sistema de relaciones laborales
equitativo y justo. Se requiere, además, contar con los mecanismos adecuados de tutela y
protección jurisdiccional. En esta dirección, el proyecto busca materializar, en el ámbito del
proceso laboral, un sistema de garantías procesales que se orienten a dar efectividad al derecho
sustantivo".

En tal sentido, se formuló un objetivo entrelazado, consistente en potenciar el carácter


diferenciado del procedimiento laboral, señalando: "El proceso laboral busca materializar en el
ámbito jurisdiccional las particularidades propias del derecho del trabajo, en especial su carácter
protector y compensador de las posiciones disímiles de los contratantes. De ahí, la necesidad de
contar con un sistema procesal diferenciado claramente del sistema civil, cuyos objetivos son no
sólo diversos sino en muchas ocasiones antagónicos".

Consideramos que la instauración de un sistema procesal diferenciado en orden a consolidar el


carácter protector, solo debiese obedecer a cuestiones formales, tales como, por ejemplo, la
consagración de una estructura procedimental que permita garantizar la ejecución de los créditos
laborales por parte de los trabajadores, sin que ello implique, en caso alguno, una pretendida
equiparación provenida de desigualdades materiales existentes entre las partes. Sin embargo,
como advertiremos, las referencias a esta finalidad se encuentran presentes en una serie de
pasajes de la historia legislativa, a través de distintas fórmulas que llevan a un mismo resultado,
que no es otro que impregnar el procedimiento laboral de principios propios del orden sustantivo.

C) La voluntad del legislador

El antiguo procedimiento ordinario, regido en buena medida por el paradigma procesal de la


escrituración y las reglas conexas a ella, dejaba al descubierto una serie de problemas que
requerían en forma urgente una modificación sustancial al sistema de enjuiciamiento laboral. Por
lo demás, teniendo en consideración que la tendencia reformadora ya había instalado sus
cimientos en sede penal y de familia, se encontraba consolidado un modelo procedimental que,
sin perjuicio de las particularidades propias de uno u otro orden jurisdiccional, guardaba un
esquema común a las concepciones modernas. Sobre esta base, las modificaciones introducidas a
la Justicia laboral en general y al procedimiento de aplicación general en particular, constituyeron
la tercera gran reforma procesal de nuestro país, adoptándose un modelo que intenta dejar atrás
los problemas del sistema escriturado, que se asociaba a una serie de marcas negativas.

Sobre el particular, resulta ilustrativa la historia de la Ley Nº 20.087 que, refiriéndose al nuevo
procedimiento de aplicación general, señala: "En esta materia, las modificaciones apuntan
esencialmente a agilizar el procedimiento, eliminando actuaciones innecesarias tales como la
ratificación de la demanda y de su contestación, así como a perfeccionar la redacción y proponer
nuevos textos que reflejen de mejor manera el carácter tutelar del derecho del trabajo".

Asimismo, se apunta: "El proyecto diseña un procedimiento de aplicación general caracterizado,


como se señaló, por el énfasis en la oralidad, inmediación y en la concentración de las actuaciones,
de manera tal de aminorar al máximo las demoras y dilaciones innecesarias a fin de que la causa
quede en condiciones de fallarse". En tal sentido se ha impregnado la normativa procesal del
trabajo, estableciéndose expresamente en el art. 425 CT la introducción a los principios formativos
del procedimiento, al consignar que los procedimientos del trabajo serán orales, públicos y
concentrados, y que primarán en ellos los principios de inmediación, impulso procesal de oficio,
celeridad, buena fe, bilateralidad de la audiencia y gratuidad.

A nuestro juicio, la intención del legislador ha sido clara: establecer un conjunto de reglas y
principios que permitan arribar a una solución de los conflictos del trabajo en forma rápida y
eficaz, rompiendo con ello el paradigma de la escrituración y la excesiva tardanza en la respuesta
jurisdiccional, poniéndose en línea con las directrices de los ordenamientos procesales modernos.
En efecto, una de las claras ventajas que proporciona la oralidad corresponde a la celeridad que se
puede obtener en el enjuiciamiento, fundamentalmente gracias al diseño concentrado. Por ello, se
consigna claramente que todas las actuaciones procesales serán orales, salvo las excepciones
expresamente contenidas en el CT (Palomo, D.).

D) Características del procedimiento de aplicación general

a) Es un procedimiento declarativo que se aplica a todo tipo de conflictos laborales. De esta


suerte, el procedimiento puede terminar por una sentencia que establezca la declaración de un
derecho, la constitución, modificación o extinción de una situación jurídica, o la imposición del
cumplimiento de una obligación, sea de dar, hacer o no hacer (procedimiento meramente
declarativo, constitutivo o de condena, respectivamente).
b) Es el procedimiento ordinario o de aplicación general en materia laboral, puesto que sus
normas reciben aplicación en defecto de regla especial diversa.

c) Es el procedimiento supletorio respecto de todos los demás procedimientos laborales. En tal


sentido lo establece el inc. 2º del art. 432 CT, al disponer que sus normas se aplicarán
supletoriamente respecto de los procedimientos de tutela de derechos fundamentales y
monitorio, regulados en los párrafos 6º y 7º del Título II del Libro V del CT.

d) Es un procedimiento de única instancia, al no contemplarse la procedencia del recurso de


apelación en contra de la sentencia definitiva que se dicte en él, sino del recurso de nulidad, por
las causales expresamente establecidas por el legislador y, excepcionalmente, el recurso de
unificación de jurisprudencia en contra de la sentencia que lo falla.

e) Por mandato del art. 425 CT, es un procedimiento oral, público y concentrado, en el cual existe
primacía de los principios de inmediación, impulso procesal de oficio, celeridad, buena fe,
bilateralidad de la audiencia y gratuidad.

f) Se encuentra regido por el sistema de libertad probatoria, puesto que, por un lado, se
contempla la facultad de incorporar al juicio cualquier medio de prueba que sirva para acreditar
las afirmaciones fácticas introducidas al proceso y, por otro, el juez puede valorar libremente las
probanzas rendidas, pero sujeto a las reglas de la sana crítica.

E) La supletoriedad del CPC

Como punto de partida, el legislador dispone que, atendido su carácter general, las normas del
procedimiento ordinario se aplicarán supletoriamente respecto de los procedimientos de tutela de
derechos fundamentales y monitorio, que se encuentran establecidos en los párrafos 6º y 7º del
Título II del Libro V del Código del Trabajo (art. 432 inc. 2º CT).

No obstante, en todo lo no regulado en el CT o en leyes especiales, serán aplicables


supletoriamente las normas de los Libros I y II del CPC —esto es, relativos a las disposiciones
comunes a todo procedimiento y al juicio ordinario de mayor cuantía, respectivamente— a menos
que ellas sean contrarias a los principios que informan el procedimiento de aplicación general. En
tal caso, el tribunal dispondrá la forma en que se practicará la actuación respectiva (art. 432 inc. 1º
CT).
Si bien podría pensarse que, en términos generales, la regulación del CT es suficiente para cubrir
en forma óptima los requerimientos del procedimiento ordinario laboral, en realidad, su escasa
regulación de una serie de instituciones, obliga recurrir más de lo querido a las normas del proceso
civil. Lo anterior lleva necesariamente a cuestionar la tradición de los procedimientos reformados
para señalar como normativa supletoria al CPC, dado que la norma establecida por el inc. 1º del
art. 432 CT posee su símil en los arts. 52 del CPP y 27 de la Ley Nº 19.968 que crea los tribunales de
familia. Sin embargo, es necesario señalar que tales prescripciones solo hacen alusión a las normas
contenidas en el Libro I del CPC, esto es, aquellas relativas a las disposiciones comunes a todo
procedimiento, sin mencionar la aplicación supletoria del juicio ordinario de mayor cuantía.

Por ello, consideramos que la instauración del procedimiento de aplicación general en materia
laboral debió realizarse con una prolijidad legislativa que permitiera abarcar en términos óptimos
la totalidad de sus etapas y las herramientas procesales a utilizar en ellas, teniendo en
consideración las claras diferencias que existen entre este y el juicio ordinario de mayor cuantía.
En tal orden de ideas, queda de manifiesto la contradicción entre la especialización del
procedimiento de aplicación general como objetivo de la reforma y la constante (y obligada)
remisión al CPC como norma supletoria. Como sea, estimamos que ello no es más que una
muestra de la necesidad de contar con una reforma a nuestro proceso civil, teniendo a la vista que
luego de haberse detenido por más de cuatro años la tramitación legislativa del Proyecto de
Nuevo Código Procesal Civil, solo recién se han retomado las intenciones de continuar con este
proceso, con las prevenciones relativas a aquellas materias que han sido objeto de mayores
críticas por parte de la doctrina nacional.

II. Actividades previas al proceso: medidas prejudiciales

A) Cuestiones preliminares

a) Antecedentes generales

Es sabido que normalmente el procedimiento se inicia con la demanda. Sin embargo, también
puede iniciarse por la petición de una medida prejudicial de carácter cautelar, preparatoria o
probatoria, esto es, con el objeto de asegurar el resultado de la acción, la protección de un
derecho, la identificación de los obligados o la singularización del patrimonio de aquel en contra
de quien se dirigirá la acción, o bien para procurarse aquella prueba que el actor requiere para
hacerla valer en el juicio (Academia Judicial).

Si bien el CT no establece una regulación sistemática para las medidas prejudiciales como una
forma de iniciar el procedimiento, su procedencia se desprende de ciertas reglas que encontramos
en su cuerpo normativo. Por lo demás, atendida esta carencia de prolijidad legislativa, debemos
necesariamente remitirnos supletoriamente a la norma establecida por el art. 253 CPC, que
dispone que "todo juicio ordinario comenzará por demanda del actor, sin perjuicio de lo dispuesto
en el Título IV de este Libro" (art. 273 y siguientes CPC).

Lo cierto, sin embargo, es que el procedimiento ordinario siempre debe comenzar por demanda,
siendo esta un acto de iniciación insustituible. Cuestión distinta es que pueda prepararse a través
de ciertas diligencias previas al proceso, mediante las cuales el futuro demandante solicita la
intervención del tribunal a fin de obtener la información relevante para la preparación del proceso
que pretende iniciar, todo lo cual se obtiene a través de las denominadas medidas prejudiciales
(Cortez, G.). Sin perjuicio de otros efectos jurídicos que sobra explicar en este trabajo, estimamos
que la función preparatoria de las medidas prejudiciales se debe al tenor del art. 273 CPC, en
cuanto señala que "el juicio ordinario podrá prepararse".

b) Requisitos comunes a toda medida prejudicial

El art. 287 CPC establece que, para decretar las medidas prejudiciales, deberá el que las solicite
expresar la acción que se propone deducir y someramente sus fundamentos. Ello se fundamenta
en la exigencia de motivos graves que la justifiquen y, de esta manera, permitan la decisión
fundada del juez al decretarla (Academia Judicial). Asimismo, deberá acreditarse razonablemente
el fundamento y la necesidad del derecho que se reclama y, además, deducir demanda dentro del
plazo de diez días, contado desde que la medida se hizo efectiva, so pena de que esta cese de
pleno derecho y quede el solicitante responsable de los perjuicios. Sobre este punto, se ha
señalado acertadamente que, aunque la ley no lo exija expresamente, no resulta procedente
decretar una medida prejudicial para obtener información que, siendo necesaria para el juicio
posterior, pueda obtenerla el interesado sin necesidad de intervención judicial (Cortez, G.).

Dado que la medida prejudicial ha de solicitarse por escrito, deberá darse cumplimiento a los
requisitos comunes a toda presentación escrita, esto es, consignándose una suma que indique su
contenido y cumpliendo con los requisitos del patrocinio y poder que al efecto establece la Ley Nº
18.120 sobre comparecencia en juicio. Asimismo, deberá cumplirse con lo dispuesto por el inc. 3º
del art. 440 CT, es decir, designar un lugar conocido dentro de los límites urbanos de la ciudad en
que funcione el tribunal respectivo.
Además, en cumplimiento de lo dispuesto por el art. 5º de la Ley Nº 20.886, debemos precisar que
la presentación de la medida prejudicial se hará por vía electrónica a través del sistema de
tramitación electrónica del Poder Judicial, para cuyos efectos los abogados o habilitados en
derecho se registrarán en los términos que se regulen en el Auto Acordado que la Corte Suprema
dictará al efecto, entre nosotros, el Auto Acordado Nº 71-2016, que regula el funcionamiento de
tribunales que tramitan electrónicamente.

c) Tribunal competente para conocer de la medida prejudicial

Mucho se ha discutido respecto del tribunal competente para conocer de la medida prejudicial,
teniendo a la vista el modelo procedimental sostenido sobre los principios conexos a la oralidad.
Sobre esta línea, se ha postulado que, al menos tratándose de aquella de contenido probatorio,
debe realizarse la diligencia prejudicial en concordancia con los principios formativos del proceso
laboral. Dada la debida aplicación del principio de inmediación, debe entonces procurarse que se
practique ante el mismo juez que presidirá la audiencia de juicio. Sin embargo, de no ocurrir así,
estimamos que no puede producirse sanción alguna, pues debe primar en este caso el carácter
especial de la medida prejudicial, pues de quedar sujeta a esa eventualidad, carecería de toda
eficacia conforme a la finalidad perseguida al decretarla (Academia Judicial).

Otros autores señalan que, si bien a priori podría pensarse que debido a que se trata de materias
que se discutirían en procesos laborales, el competente sería un juez laboral; ello no es así, puesto
que nada impide que debido a la urgencia de la medida prejudicial que se solicite, ella pueda
solicitarse ante cualquier juez de letras en lo civil. Además, se ha señalado que esta prejudicialidad
no produce la radicación del asunto ante el juez que deberá conocer y juzgar y, por lo tanto, no
puede reclamarse su incompetencia ni absoluta ni relativa (Orellana, F.; Pérez, A.).

Con todo, consideramos que, por aplicación del principio de inmediación, lo óptimo sería que el
mismo juez que conozca de la medida prejudicial sea aquel que conozca del juicio en su totalidad.
Ello se observa con aún mayor nitidez tratándose de aquellas medidas que implican el despliegue
de diligencias probatorias, actividades en que la presencia del juez constituye el principal objetivo
de la inmediación en el modelo procesal por audiencias. Sería incorrecto perder de vista que las
medidas prejudiciales probatorias constituyen hipótesis de prueba anticipada, sujeta a los mismos
parámetros que la prueba principal, no pudiendo atribuirse a ellas un carácter meramente
preparatorio como si se tratase de una diligencia administrativa.

B) Tipos de medidas prejudiciales


a) Medidas prejudiciales precautorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales precautorias

Las medidas prejudiciales precautorias son aquellas que se decretan antes de la existencia del
juicio, a petición de quien será el sujeto activo en el proceso y cuya finalidad es asegurar el
resultado de la pretensión que se hará valer posteriormente en el proceso (Cortez, G.). Su
consagración legal en materia laboral se encuentra en el inc. 3º del art. 444 CT, el cual establece
que las medidas precautorias se podrán disponer en cualquier estado de tramitación de la causa
aun cuando no esté contestada la demanda o incluso antes de su presentación, como
prejudiciales.

En cuanto a su legitimación, resulta evidente que las medidas prejudiciales precautorias se


encuentran a disposición del futuro demandante, toda vez que es este quien solicita un
instrumento que permita asegurar la pretensión que introducirá al proceso mediante su demanda.

2. Requisitos de las medidas prejudiciales precautorias

Del mismo modo que aquellas que se adopten durante el curso del procedimiento, en el caso de
las medidas prejudiciales precautorias deberá siempre acreditarse razonablemente el fundamento
y la necesidad del derecho que se reclama. Además, como ocurre tratándose de cualquier medida
cautelar, debe determinarse el monto de bienes sobre que debe recaer la medida precautoria (art.
279 Nº 2 CPC). En efecto, uno de los presupuestos de las medidas cautelares corresponde a su
proporcionalidad, dado que estas deberán limitarse a los bienes que sean necesarios para
responder a los resultados del juicio. En tal sentido lo manifiesta el inc. 2º del art. 444 CT,
señalando que las medidas cautelares que el juez decrete deberán ser proporcionales a la cuantía
del juicio.

Decretada que sea una medida cautelar, el solicitante tiene la carga de interponer la demanda
dentro del plazo de diez días desde que la medida se hizo efectiva, so pena de que esta caduque
de pleno derecho y sin necesidad de resolución judicial, quedando por este solo hecho
responsable de los perjuicios que se hubiere causado.

Se ha entendido que la caducidad es una sanción que se aplica a dos hipótesis tratándose de las
medidas prejudiciales precautorias. La primera de ellas consiste en no deducir demanda dentro
del plazo de diez días desde que la medida se hizo efectiva, mientras que la segunda se refiere a
no solicitar la mantención de estas medidas en la demanda cuando han sido decretadas
prejudicialmente. Cuestión distinta es que, habiéndose decretado como prejudicial, en el examen
de la demanda el juez estime que no es necesario mantener la medida precautoria, puesto que en
tales casos el demandante quedará responsable de los perjuicios.

Con todo, por motivos fundados y cuando se acredite por el demandado el inminente término de
la empresa o su manifiesta insolvencia, el juez puede prorrogar las medidas prejudiciales
precautorias por el plazo prudencial que estime necesario para asegurar el resultado del proceso
(art. 444 inc. 4º parte final CT).

Por último, cabe hacer referencia al requisito de la caución tratándose de las medidas prejudiciales
precautorias, teniendo a la vista que, si bien el CT nada ha dicho sobre el particular, el CPC
requiere que se rinda fianza u otra garantía suficiente, a juicio del tribunal, para responder de los
perjuicios que se originen y las multas que se impongan (art. 279 Nº 2 CPC).

Se ha fallado:

"Cuarto: Que, para resolver la controversia planteada, cabe tener presente que, según lo dispone
el artículo 444 del Código del Trabajo, el Juez, en el ejercicio de su función cautela, decretará todas
las medidas que estime necesarias para asegurar el resultado de la acción, así como para la
protección de un derecho o la identificación de los obligados y la singularización de su patrimonio
en términos suficientes para garantizar el monto de lo demandado.

Agrega, luego dicha disposición que, con todo, las medidas cautelares que el juez decrete deberán
ser proporcionales a la cuantía del juicio señalándose, también, que éstas podrán llevarse a efecto
antes de notificarse a la persona contra quien se dicten, siempre que existan razones graves para
ello y el tribunal así lo ordene, agregando que las medidas precautorias se podrán disponer en
cualquier estado de tramitación de la causa aun cuando no esté contestada la demanda o incluso
antes de su presentación, como prejudiciales, señalando, acto seguido que, en ambos casos se
deberá siempre acreditar razonablemente el fundamento y la necesidad del derecho que se
reclama.

Quinto: Que, en consecuencia, del tenor de la norma señalada precedentemente, aparece como
requisito esencial, para acceder a una medida cautelar, que se acredite, por quien corresponda, en
forma razonable, esto es, en forma reflexiva y prudente, el fundamento de la medida que se
impetra, e igualmente la necesidad del derecho que se reclama, pero además constituye también
una condición o requisito para acceder a éstas, el que sean proporcionales, vale decir, ellas deben
ser plenamente adecuadas, equilibradas y ajustadas al derecho que se reclama y ello es evidente
dado que, de no ser así, pueden significar un grave perjuicio que se radica en la persona en contra
de quien se decretan dichas medidas" (Corte de Apelaciones de Coyhaique, sentencia de 11 de
mayo de 2016, rol Nº 6-2016).

3. Hipótesis de medidas prejudiciales precautorias

Es sabido que existen diversas medidas precautorias de las cuales puede hacerse uso en juicio,
distinguiéndose tradicionalmente entre medidas precautorias ordinarias, especiales y
extraordinarias.

Se entiende por medidas precautorias ordinarias a aquellas reguladas expresamente por el art.
290 CPC, entre las cuales se encuentran: el secuestro de la cosa que es objeto de la demanda, el
nombramiento de uno o más interventores, la retención de bienes determinados y la prohibición
de celebrar actos o contratos sobre bienes determinados.

Por otro lado, las medidas precautorias especiales son las demás expresamente autorizadas por las
leyes, a las cuales se refiere el art. 300 CPC, al señalar que las medidas precautorias ordinarias no
excluyen las demás que autorizan las leyes. Un ejemplo de estas medidas corresponde a aquella
consignada en el art. 467 CT, que prevé la facultad de solicitar al tribunal que ordene a la Tesorería
General de la República la retención de las sumas que por concepto de devolución de impuestos a
la renta corresponda restituir al demandado, el monto objeto del juicio, con sus reajustes,
intereses y multas.

Por último, las medidas precautorias extraordinarias o innominadas son aquellas que puede
solicitar el actor y que no se encuentran reguladas por el art. 290 CPC ni por otras normas legales.
En materia civil, el sustento normativo de estas medidas se encuentra en el art. 298 inc. final CPC,
exigiendo, para tales efectos, la rendición de una caución para responder de los eventuales
perjuicios que pudieran causarse con ocasión de la medida. Por el contrario, en materia laboral, se
ha señalado que el fundamento de estas medidas se encuentra precisamente en el art. 444 CT,
siendo el tribunal quien las decreta cuando lo estime necesario y no tratándose de medidas
expresamente establecidas por ley, sin que el legislador haya exigido caución para estos efectos
(Orellana, F.; Pérez, A.).

Señalado lo anterior, cabe precisar cuáles son las medidas precautorias que pueden solicitarse
como prejudiciales, dado que el art. 279 CPC señala que las medidas de que trata el Título V del
Libro II podrán decretarse en dicha calidad. Desde una primera aproximación, podría entenderse
que la norma solo hace referencia a las medidas precautorias ordinarias, puesto que ellas se
regulan expresamente en el art. 290 y siguientes CPC. Sin embargo, dado que en dicha normativa
también se hace alusión a las medidas precautorias especiales y extraordinarias (arts. 300 y 298
CPC, respectivamente), se entiende que estas también pueden solicitarse en forma previa a la
interposición de la demanda. Por lo demás, el art. 444 CT no distingue entre los distintos tipos de
medidas precautorias, limitándose a señalar que estas podrán disponerse antes de la demanda,
como prejudiciales.

b) Medidas prejudiciales probatorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales probatorias

Como se ha adelantado, la estructura del procedimiento ordinario laboral centra sus esfuerzos en
recuperar la concentración en materia probatoria, de manera tal que, salvo calificadas
excepciones, toda la prueba debe ofrecerse en la audiencia preparatoria para ser practicada en la
audiencia de juicio. No obstante, entre tales excepciones a la concentración procesal se
encuentran las medidas prejudiciales probatorias, entendiendo por tales a aquellas hipótesis de
prueba anticipada no solo a la audiencia preparatoria, sino que, además, a la existencia misma del
juicio.

De esta suerte, podemos definir a las medidas prejudiciales probatorias como aquellas diligencias
anteriores al juicio que pretenden la práctica anticipada de medios de prueba cuya eficacia puede
sufrir detrimento por el estado de las cosas o la acción de las personas, sea porque puede no
realizarse su rendición o porque puede verificarse su desaparición.

Por la naturaleza de las medidas, especialmente en cuanto pueden afectar el derecho a defensa,
es del caso que también pueda solicitarlas el que fundadamente teme ser demandado, a fin de
preparar su defensa (Academia Judicial). En tal sentido se pronuncia el art. 288 CPC, en cuanto
señala que toda persona que tema fundadamente ser demandada, podrá solicitar las medidas que
se mencionan en el número 5º del artículo 273 y los artículos 281, 284 y 286, para preparar su
defensa.

2. Requisitos de las medidas prejudiciales probatorias

Consideramos que para que las medidas prejudiciales probatorias sean procedentes deben
concurrir los presupuestos generales. En primer término, la exigencia del fumus boni iuris se
desprende con claridad de lo dispuesto por el art. 287 que señala que "para decretar las medidas
de que trata este Título, deberá el que las solicite expresar la acción que se propone deducir y
someramente sus fundamentos". A contrario sensu, el futuro demandado, que en virtud del art.
288 recién citado puede también solicitarlas, deberá satisfacer similares exigencias, pero
adaptadas a la inversa situación que respecto de él es aplicable (Cortez, G.). Por otro lado, la
exigencia del periculum in mora se deduce de la lectura de diversas disposiciones que recogen la
regulación de las medidas prejudiciales, entre nosotros, que se trate de hechos que fácilmente
puedan desaparecer o que exista fundado temor de que las pruebas no puedan rendirse
oportunamente.

Por otro lado, en cuanto a los requisitos específicos, debemos concurrir al examen de cada medida
prejudicial probatoria que el CPC regula, entre nosotros, la inspección personal del tribunal,
informe de peritos y certificado de ministro de fe; absolución de posiciones y declaración de
testigos.

3. Hipótesis de medidas prejudiciales probatorias

a. Inspección personal del tribunal, informe de peritos y certificado de ministro de fe

Puede pedirse prejudicialmente la inspección personal del tribunal cuando exista peligro
inminente de un daño o perjuicio, o se trate de hechos que puedan fácilmente desaparecer. Para
la ejecución de estas medidas se dará previamente conocimiento a la persona a quien se trata de
demandar, si se encuentra en el lugar de asiento del tribunal que las decreta, o donde deban
ejecutarse. En los demás casos se procederá con la intervención del defensor de ausentes (art. 281
CPC).

b. Absolución de posiciones

Si hay motivo fundado de temer que una persona se ausente en breve tiempo del país, podrá
exigírsele como medida prejudicial que absuelva posiciones sobre hechos calificados previamente
de conducentes por el tribunal, el que, sin ulterior recurso, señalará día y hora para la práctica de
la diligencia (art. 284 inc. 1º CPC). Podrá también pedirse que aquel cuya ausencia se teme, se
constituya en el lugar donde va a entablarse el juicio apoderado que le represente y que responda
por las costas y multas en que sea condenado, bajo apercibimiento de nombrársele un curador de
bienes (art. 285 CPC).

Si se ausenta dicha persona dentro de los treinta días subsiguientes al de la notificación sin
absolver posiciones, o sin dejar apoderado con autorización e instrucciones bastantes para hacerlo
durante la secuela del juicio, se le dará por confesa en el curso de este, salvo que aparezca
suficientemente justificada la ausencia sin haber cumplido la orden del tribunal (art. 284 inc. 2º
CPC).

c. Testigos

Se podrá, asimismo, solicitar antes de la demanda el examen de aquellos testigos cuyas


declaraciones, por razón de impedimentos graves, haya fundado temor de que no pueden
recibirse oportunamente. Las declaraciones versarán sobre los puntos que indique el actor,
calificados de conducentes por el tribunal. Para practicar esta diligencia, se dará previamente
conocimiento a la persona a quien se trata de demandar, solo cuando se halle en el lugar donde se
expidió la orden o donde deba tomarse la declaración; y en los demás casos se procederá con
intervención del defensor de ausentes (art. 286 CPC).

c) Medidas prejudiciales preparatorias

1. Concepto y legitimación para solicitar las medidas prejudiciales preparatorias

Se las define como aquellas diligencias previas al inicio del proceso que la ley concede a los
litigantes para preparar su entrada al juicio (art. 273 CPC). A ellas también alude el art. 253 CPC
cuando señala que todo juicio ordinario comenzará por demanda del actor, sin perjuicio de lo
dispuesto en el Título IV del Libro II, aunque, como se ha dicho, el juicio ordinario necesariamente
debe comenzar por demanda, siendo esta un acto de iniciación insustituible, no lo es menos que
puede ser preparado a través de estas diligencias previas al proceso (Cortez, G.).

En cuanto a la legitimación para solicitar las medidas prejudiciales preparatorias, se advierte que
estas se encuentran puestas a disposición de la persona que pretende demandar. Sin embargo,
existe una salvedad, que se encuentra dada por el reconocimiento jurado de firma puesto en
instrumento privado, que también podrá ser solicitado por la persona que tema fundadamente ser
demandada (art. 275 Nº 5 CPC).

2. Requisitos

Para el otorgamiento de una medida prejudicial preparatoria se exige un requisito común, que
consiste en señalar la acción que se propone deducir y someramente sus fundamentos (art. 287
CPC). Sin embargo, será el tribunal quien, en definitiva, determine si es necesario decretar la
medida solicitada para que el futuro demandante pueda entrar al juicio. Con todo, la ley prevé
como excepción (nuevamente) al reconocimiento jurado de firma puesta en instrumento privado,
dado que esta medida deberá decretarse siempre (art. 273 inc. final CPC). Por otro lado, la ley
establece requisitos específicos para cada una de las medidas preparatorias que regula, a las que
nos referiremos a continuación.

3. Hipótesis de medidas prejudiciales preparatorias

El art. 273 CPC establece que el juicio ordinario podrá prepararse, exigiendo el que pretende
demandar de aquel contra quien se propone dirigir la demanda, las siguientes medidas.

1º Declaración jurada acerca de algún hecho relativo a su capacidad para parecer en juicio, o a su
personería o al nombre y domicilio de sus representantes. En el marco de un procedimiento del
trabajo, probablemente no existirán inconvenientes tratándose de la capacidad, teniendo en
consideración que en la mayoría de los casos será el empleador quien ocupe la calidad de
demandado. Por el contrario, suelen existir problemas respecto de la determinación de personería
o representación legal de la empresa.

Como se ha dicho, el tribunal será quien aprecie la necesidad de la medida para que el demandado
pueda entrar al juicio, pero si una vez decretada, la persona requerida se rehúsa prestar la
declaración ordenada o esta no es categórica, en conformidad a lo mandado, podrán imponerse al
desobediente multas que asciendan hasta dos sueldos vitales, o arrestos hasta de dos meses,
determinados prudencialmente por el tribunal, sin perjuicio de repetir la orden y el apercibimiento
(art. 274 CPC).

2º La exhibición de la cosa que haya de ser objeto de la acción que se trata de entablar. En este
caso, se trata de la exhibición de la cosa litigiosa, cuyo procedimiento dependerá de quién la tenga
en su poder. De esta suerte, si la cosa se encuentra en poder del futuro demandado, este cumplirá
el requerimiento mostrando la cosa o autorizando al interesado para que la reconozca y dándole
facilidades para ello. Por el contrario, si la cosa se encuentra en poder de un tercero, el futuro
demandado cumple el requerimiento expresando el nombre y residencia de dicho tercero, o el
lugar donde el objeto se encuentre (art. 275 CPC).

Si el requerido se rehúsa a hacer la exhibición de la cosa, podrá apremiársele con multa o arresto
en los mismos términos que para la medida de declaración jurada, y aun decretarse el
allanamiento del local donde se halle el objeto cuya exhibición se pide (art. 276 CPC). Con todo, la
experiencia parece indicar que esta medida resulta poco aplicable para causas laborales, dado
que, en estos casos, el objeto del juicio no resulta ser una cosa que pueda exhibirse, como
ocurriría con un bien mueble que ha sido objeto de una relación jurídica civil, de carácter
patrimonial.

3º La exhibición de sentencias, testamentos, inventarios, tasaciones, títulos de propiedad u otros


instrumentos públicos o privados que por su naturaleza puedan interesar a diversas personas. La
configuración de esta diligencia es muy abierta, debiendo quedar excluidos únicamente aquellos
instrumentos esencialmente privados o confidenciales (Cortez, G.). A diferencia de la exhibición de
la cosa litigiosa, la exhibición de documentos solo puede solicitarse respecto de aquellos que se
encuentren en poder del futuro demandado, puesto que, de lo contrario, solo podrá solicitarse
durante el curso del juicio (art. 349 CPC).

Si se ha ordenado la exhibición de documentos que se encuentran en poder del futuro demandado


y este desobedece, perderá el derecho de hacerlos valer después, salvo que la otra parte los haga
valer también en apoyo de su defensa, o si se justifica o aparece de manifiesto que no los pudo
exhibir antes, o si se refieren a hechos distintos de aquellos que motivaron la solicitud de
exhibición (art. 277 CPC).

Estimamos que esta constituye la hipótesis que resulta más procedente tratándose de los
procedimientos del trabajo, teniendo en consideración que, generalmente, existen documentos
que suelen estar en poder del empleador y cuya exhibición es necesaria para que el trabajador
pueda entrar en el juicio.

4º Exhibición de los libros de contabilidad relativos a negocios en que tenga parte el solicitante, sin
perjuicio de lo dispuesto en los artículos 42 y 43 del Código de Comercio. Esta medida tiene una
importante limitación, ya que es sin perjuicio de lo dispuesto en los arts. 42 y 43 del Código de
Comercio. Por tanto, si lo que se persigue es la exhibición de libros de contabilidad de un
comerciante, como se trata de información comercial sensible que es reflejo del estado financiero
de la empresa, no cabe decretar la manifestación y reconocimiento general de dichos libros; y la
exhibición deberá ser ejecutada en el lugar donde estos se llevan y en presencia del dueño o de la
persona que él comisione. Con todo, algunos autores consideran que la inspección de los libros se
puede verificar en el despacho del tribunal, haciendo trasladar dichos libros a su oficina (Orellana,
F.; Pérez, A.).

Si el futuro demandado se niega a efectuar la exhibición de los libros de contabilidad, la sanción es


la misma que respecto de los demás instrumentos públicos o privados, esto es, perder el derecho
a hacerlos valer durante el juicio, salvas las circunstancias mencionadas previamente (art. 277
CPC).
5º El reconocimiento jurado de firma puesto en instrumento privado. Como se ha adelantado, esta
medida prejudicial preparatoria tiene dos características que la hacen excepcional. En primer
lugar, tiene una legitimación ampliada, dado que puede solicitarse tanto por el futuro demandante
como por el futuro demandado, mientras que, en segundo, no es necesario justificar que sea
necesaria para entrar al juicio, debiendo decretarse en todo caso por el tribunal.

Si la persona requerida no comparece o si compareciendo se niega a realizar el reconocimiento, se


procederá en conformidad a las reglas del reconocimiento judicial de documentos en el juicio
ejecutivo civil. Este mandato se traduce en la aplicación del art. 435 CPC, en cuanto señala que el
requirente podrá solicitar al tribunal que tenga por reconocida la firma puesta en el instrumento
privado. Estimamos que no existe problema en aplicar una norma que escapa a la supletoriedad
de los Libros I y II CPC, toda vez que son disposiciones del juicio ordinario de mayor cuantía las que
se remiten a normas del procedimiento ejecutivo.

Modelo de escrito que cumple los presupuestos básicos

de una medida prejudicial

Procedimiento: Ordinario

Materia: Medida prejudicial

Demandante: Francisco Antonio Valenzuela Salinas

Cédula de identidad: 18.610.421-K

Abogado patrocinante: Cristian Ignacio Delgado Contreras

Cédula de identidad: 13.452.873-0

Demandado: Inversiones Valdés Limitada


Cédula de identidad: 78.628.380-0

Representante legal: Carlos Sebastián Valdés Pizarro

Cédula de identidad: 10.576.331-K

En lo principal: Solicita medida prejudicial que se indica; en el primer otrosí: Acompaña


documentos que se indican. En el segundo otrosí: Señala forma de notificación; en el tercer otrosí:
Patrocinio y poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de Talca

Francisco Antonio Valenzuela Salinas, chileno, vendedor, cédula de identidad número 18.610.421-
K, domiciliado en La Florida Nº 168, comuna de Talca, a US. respetuosamente digo:

Que, con el objeto de determinar la cuantía de las prestaciones adeudadas por parte de mi ex
empleadora "Inversiones Valdés Limitada", empresa del giro gastronómico, Cédula de Identidad
Nº 78.628.380-0, representada legalmente por don Carlos Sebastián Valdés Pizarro, empresario,
Cédula

de Identidad número 10.576.331-K, ambos domiciliados para estos efectos en Calle 2 Sur Nº 3101,
de la comuna de Talca, región del Maule; vengo en solicitar a US. de conformidad al artículo 444
del Código del Trabajo, se disponga decretar la medida prejudicial probatoria que se señala a
continuación, en virtud de los siguientes razonamientos:

1.- Que inicié mi relación laboral con fecha 4 de marzo del 2013, cumpliendo las funciones de
vendedor, por las cuales recibía una remuneración promedio de los últimos 3 meses de $ 529.444.
Estas funciones se desempeñaban según las directrices emanadas de Mario Aravena Troncoso.

2.- Que con fecha 1 de agosto de 2018 se hace entrega por parte de mi empleadora de carta de
aviso de término de contrato, amparándose en la causal 160 Nº 4 del Código del Trabajo, esto es:
"Abandono del trabajo por parte del trabajador, entendiéndose por tal: a) La salida intempestiva e
injustificada del trabajador del sitio de faena y durante las horas de trabajo, sin permiso del
empleador o de quien lo represente".

Los hechos en que se funda la causal serían, de conformidad a lo establecido en la carta de


despido, que: "Durante los meses de abril, junio, julio en reiteradas ocasiones en el turno de la
tarde se retiró antes del cierre del local sin avisarle ni pedir autorización a su jefe directo, a pesar
de habérsele entregado y recibido por parte suya las cartas de amonestación correspondientes, de
las cuales usted hizo caso omiso".

3.- Que con fecha 2 de agosto del 2018, se presentó reclamo ante la Inspección del Trabajo ante el
término de la relación laboral, fijándose fecha de comparendo para el día 13 de agosto del 2018.
En dicha instancia sólo se llega a acuerdo por los montos correspondientes a feriado proporcional,
reservándome expresamente el derecho de demandar judicialmente por despido indebido por
mala aplicación de la causal, remuneraciones pendientes y cálculo de feriado legal y proporcional.

4.- Que según nuestra consideración existen remuneraciones adeudadas, siendo necesario el
cálculo de una serie de prestaciones para su posterior cobro, que según lo dispuesto por el artículo
510 del Código del Trabajo tienen una prescripción de 2 años, por lo que se deberá entablar la
respectiva acción de cobro de prestaciones laborales pendientes por la actora para obtener el
pago de las mismas.

5.- Que, a nuestro parecer, además nos encontramos ante un despido indebido, por lo cual se
interpondrá la acción de calificación correspondiente, con la finalidad de acceder a la declaración y
cobro de los montos adeudados por mi ex empleadora, por lo que el acceso a las liquidaciones
para el cálculo de estos montos se vuelve relevante.

6.- En consideración a todo lo anterior, se solicita a US. tener a bien disponer la exhibición de las
liquidaciones de remuneraciones de la demandante correspondientes al período señalado, a fin de
determinar fehacientemente el monto de los conceptos debidos.

7.- Se cumple, por tanto, con todos los requisitos para la presentación y acogida de esta clase de
medidas, habiéndose enunciado la pretensión que se pretende deducir y sus fundamentos.

8.- Se acompaña a esta presentación respaldo documental que da cuenta de la veracidad de los
hechos señalados como fundantes de la medida solicitada.
Por tanto, en virtud de lo precedentemente expuesto y de lo dispuesto en los artículos 432, 444 y
510 del Código del Trabajo, en relación a los artículos 273 del Código de Procedimiento Civil:

Ruego a US.: Tener por solicitada medida prejudicial, encomiende a mi ex empleadora la


exhibición de mis liquidaciones de sueldo, decretando la medida prevista en el artículo 273 Nº 3
del Código de Procedimiento Civil, esto es, la exhibición de documentos, recaída sobre las
liquidaciones de remuneraciones de la demandante correspondientes a los últimos 24 meses en
que se extendió la relación laboral, bajo apercibimientos legales, dejando copia de las mismas en
carpeta electrónica de la presente causa.

Primer otrosí: Ruego a US., tener por acompañados los siguientes documentos, a fin de acreditar
los hechos referidos en lo principal de esta presentación:

1.- Contrato de trabajo entre don Francisco Antonio Valenzuela Salinas e Inversiones Valdés, de
fecha 4 de marzo del 2013.

2.- Comprobante de carta de terminación del contrato de trabajo, por plataforma virtual de la
Inspección del Trabajo, con fecha 1 de agosto del 2018.

3.- Acta de Comparendo de Conciliación, emitido por la Inspección del Trabajo de Talca de fecha
13 de agosto del 2018.

Segundo otrosí: Ruego a S.S., en virtud de lo dispuesto en los artículos 433 y 442 del Código del
Trabajo, autorizar a esta parte a que las actuaciones procesales, a excepción de estas audiencias,
puedan realizarse por los medios electrónicos, y que las notificaciones que proceda realizar a esta
parte en la secuela del juicio, se practiquen en forma electrónica al siguiente correo:
cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a S.S., tener presente que designo abogado patrocinante y confiero poder
para actuar en juicio al abogado habilitado para

el ejercicio de la profesión, Cristian Ignacio Delgado Contreras, cédula de identidad número


13.452.873-0, a quien confiero al efecto todas las facultades contenidas en ambos incisos del
artículo 7º del Código de Procedimiento Civil, las cuales doy expresamente por reproducidas. Para
estos efectos, el abogado se encuentra domiciliado en Calle 6 Oriente Nº 445, oficina 10, de la
ciudad de Talca.
Por tanto:

Ruego a US. Tener presente patrocinio y poder conferidos.

III. Fase de discusión

A) Demanda

a) Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por demanda a aquel acto procesal de parte, que contiene la petición fundada del
demandante, de que se le otorgue una determinada tutela jurisdiccional mediante la sentencia
(Cortez, G.). Otros señalan que la demanda es el acto procesal en virtud del cual el actor ejercita la
acción sometiendo al conocimiento del tribunal su pretensión para que se le reconozca algún
derecho que le ha sido desconocido o menoscabado (Correa, J.).

Ahora, desde un punto de vista atingente al Derecho del Trabajo, se ha afirmado que la demanda
es aquel acto jurídico procesal de parte que contiene una pretensión laboral, donde afirma su
acción y solicita o tiene por objeto obtener una concreta tutela del órgano jurisdiccional laboral.
Este acto da inicio al proceso declarativo laboral de aplicación general, y en virtud del principio
dispositivo, podemos afirmar que no hay procedimiento de aplicación general sin la respectiva
demanda (Orellana, F.; Pérez, A.).

La demanda constituye, por excelencia, el acto procesal que da inicio al procedimiento en


consagración del principio nemo iudex sine actore, mediante el cual se hace ejercicio del derecho
de acción y se introducen las pretensiones que se someten al fallo del tribunal. Desde una
perspectiva procesal, la importancia de este acto radica en delimitar la competencia específica del
tribunal, puesto que, en virtud del principio dispositivo, las partes no solo dan inicio al proceso,
sino que, además, determinan el objeto de este. Por fin, el objeto del proceso incide en el deber
de congruencia, pues fijada la cuestión objeto del proceso, el juez solo puede y debe pronunciarse
sobre ella (Palomo, D.).

b) El ejercicio del derecho de acción

Al ser la Jurisdicción una actividad reclamada y ejercida por jueces imparciales, es obligado
entender que debe existir como correlativo indispensable de la Jurisdicción un derecho a través
del cual se reclame la actuación de los Jueces y Tribunales (Vallespín, D.). Por ello, surge la acción
como sinónimo de facultad de provocar la actividad de la jurisdicción; se habla, entonces, de un
poder jurídico que tiene todo individuo como tal, y en nombre del cual le es posible acudir ante los
jueces en demanda de amparo a su pretensión (Couture, E.).

El principio dispositivo supone que las partes son enteramente libres para disponer en el proceso
de sus intereses privados y reclamarlos o no judicialmente en la medida que consideren oportuno,
es decir, de acudir o no ante un órgano jurisdiccional pretendiendo su satisfacción (Abel, X.; Picó,
J.). Sin embargo, pese a que se configure como una facultad, el Estado debe garantizar a todas las
personas los medios idóneos para el ejercicio de este derecho que, en cuanto tal, aparece como
presupuesto indispensable para cumplir con la garantía de la tutela judicial efectiva.

Por consiguiente, consciente de la necesidad de las personas para acudir a los tribunales con la
finalidad de resolver los conflictos suscitados en las relaciones de trabajo, el legislador de la
reforma estableció expresamente como objetivo del proyecto brindar un mejor acceso a la justicia.

La historia de la Ley Nº 20.087 señala: "El proyecto busca posibilitar a los justiciables un mejor
acceso a la justicia del trabajo, no sólo en cuanto a la cobertura de los tribunales, sino que también
en lo relativo a la forma en que se desarrollan los actos procesales que conforman el
procedimiento laboral. Se trata pues, de materializar en el ámbito laboral el derecho a la tutela
judicial efectiva, que supone no sólo el acceso a la jurisdicción sino también que la justicia
proporcionada sea eficaz y oportuna".

Así lo ha reconocido nuestra jurisprudencia: "Que uno de los derechos que deben ser protegidos y
útil a la resolución que debe ser adoptada, dice relación con el de las personas a acceder
libremente a un tribunal de justicia para la protección de sus intereses, también conocido en la
doctrina moderna como derecho a la tutela judicial efectiva, asegurado por el Nº 3 del artículo 19
de la Constitución Política de la República, pues, aunque no esté designado expresamente en su
texto escrito, carecería de sentido que se hubiese esmerado en asegurar la igual protección de la
ley en el ejercicio de los derechos, el derecho a la defensa jurídica, el derecho a un justo y racional
procedimiento, si no partiera de la base de la existencia de un derecho anterior a todos los demás
y que es presupuesto para su vigencia, esto es, el derecho de toda persona a ser juzgada, a
presentarse ante el juez, a ocurrir al juez, sin estorbos o condiciones que se lo dificulten, retarden
o impidan arbitraria o ilegítimamente" (Corte Suprema, sentencia de 20 de junio de 2018, rol Nº
7448-2018).

No cabe duda, en consecuencia, que la acción funciona en el orden actual de cosas, merced a la
presencia del Estado, a su injerencia directa y a su propósito de asegurar la paz y tranquilidad
sociales mediante el imperio del derecho (Couture, E.). Tal configuración como un instrumento
que permite alcanzar la paz social ha de llevarse al ámbito del trabajo, con el objeto de solucionar
pacíficamente los conflictos suscitados en la actividad productiva, garantizándose a todos los
sujetos que intervengan en las relaciones laborales, la facultad de acceder libremente a los
tribunales de justicia.

c) La introducción de la pretensión laboral

Se ha entendido por pretensión a aquella declaración de voluntad petitoria que se dirige a un


órgano jurisdiccional (Montero, J.). Otros señalan que la pretensión es la afirmación de un sujeto
de derecho de merecer la tutela jurídica y, por supuesto, la aspiración concreta de que esta se
haga efectiva. En otras palabras: la autoatribución de un derecho por parte de un sujeto que
invocándolo pide concretamente que se haga efectiva a su respecto la tutela jurídica (Couture, E.).

Por consiguiente, entendemos que la demanda constituye el vehículo mediante el cual se ejercita
el derecho de acción y se introduce la pretensión al proceso. Nadie pues inicia un proceso
simplemente para observar cómo se desenvuelve la actividad jurisdiccional del Estado. De ahí
surge el concepto de pretensión procesal, que es la petición fundada que se dirige a un órgano
jurisdiccional, frente a otra persona, sobre un bien determinado. Como decíamos, se trata, por
consiguiente, de una declaración de voluntad petitoria (Cortez, G.).

En resumidas cuentas, digamos con certeza que la concreción de la pretensión procesal se realiza
mediante la afirmación de la acción que se traduce en la solicitud, contenida en el escrito de
demanda, planteada a favor de un determinado sujeto jurídico frente a otro distinto, de una
precisa petición de tutela al órgano jurisdiccional en donde se deben expresar los fundamentos
fácticos y jurídicos a los cuales deberá atenderse para dar respuesta a la misma (Palomo, D.). A
partir de esta premisa, la pretensión introducida en el proceso consistirá en una solicitud precisa y
concreta de tutelar un determinado bien jurídico de carácter laboral a través de la interposición de
la demanda, que motivará la actuación de los tribunales del trabajo, para acogerla o desestimarla
sobre la base de su conformación al derecho.
Con todo, para obtener una sentencia que favorable, el demandante deberá desarrollar una
relevante tarea, que radica en acreditar los hechos constitutivos de la pretensión. Debemos
entender por tales a aquellos que conforman el supuesto fáctico de la norma cuya consecuencia
jurídica es la que pide el actor y, por tanto, de su alegación y prueba depende la estimación de la
pretensión por el juez (Montero, J.)

d) Forma de la demanda

Si bien el legislador establece la oralidad como regla general en el procedimiento laboral, el art.
446 CT señala que la demanda deberá interponerse por escrito, debiendo cumplir una serie de
requisitos, tanto de carácter general como específico. Se avizora, por consiguiente, que la
adopción de la oralidad como forma procesal no lo ha sido en términos absolutos. No obstante,
consideramos que la exigencia de escrituración para la demanda, lejos de constituir un
contrasentido, da cuenta de un adecuado equilibrio que ha intentado plasmar el legislador
procesal laboral en la fase de discusión (Lorca, N.; Palomo, D.).

Consideramos que la búsqueda de un modelo procedimental adecuado debe situarse en un


término intermedio, adaptándose a parámetros de certeza jurídica no solo para las partes, sino
también para el juez, debiendo tener en consideración que la demanda constituye el acto procesal
que delimita las pretensiones intentadas por el actor y, en consecuencia, el ámbito sobre el cual el
tribunal deberá expedir su decisión. De este modo, la consideración de una fase de discusión
escrita logra, en términos procedimentales, demostrar la irrupción en un trayecto que con
posterioridad solo conserva actuaciones orales durante su estructura. La realidad (y la experiencia)
nos recuerda a golpe de frustraciones frente a las fracasadas experiencias impregnadas de inútil
fanatismo doctrinal, la forma como debe ser entendida la oralidad, esto es, como forma procesal
contingente que admite, sin mayores problemas, distintas combinaciones según lo requieran las
necesidades procesales en un momento dado y lo permitan las posibilidades y recursos con los
que se cuentan (Palomo, D.).

Existe, a nuestro juicio, la clara voluntad del legislador procesal laboral de seguir imprimiendo la
mayor fijación posible a las peticiones de tutela contenidas en las demandas. En efecto, creemos
que las importantes repercusiones del acto procesal que estudiamos así lo exigen, y que, bien
atendida la cuestión de las formas y reglas del procedimiento, en nada se afecta la naturaleza del
modelo predominantemente oral del procedimiento ordinario Así lo demuestra su carácter de
acto iniciador del proceso, pero sobre todo su trascendental función de determinación de la tutela
jurisdiccional que se pretende obtener en el juicio ordinario, que no es otra cosa que la
determinación del objeto necesario del juicio (Palomo, D.).

e) Contenido de la demanda
1. Requisitos generales de toda presentación escrita

Como escrito que es, la demanda debe primeramente reunir los requisitos comunes a toda
presentación formulada ante los Tribunales de Justicia (Cortez, G.). Asimismo, el libelo debe ser
redactado en lengua castellana, con un vocabulario adecuado para el tratamiento que merecen
nuestros órganos jurisdiccionales. Para estos efectos, resulta útil recordar las atribuciones
disciplinarias que poseen los tribunales para reprimir o castigar las faltas de respeto que se
cometieren en los escritos que les presentaren, pudiendo establecer alguna de las sanciones que
se establecen en los arts. 531 y 542 COT.

Además, en cumplimiento de lo dispuesto por el art. 5º de la Ley Nº 20.886, el ingreso de la


demanda (y de todos los escritos) se hará por vía electrónica a través del sistema de tramitación
electrónica del Poder Judicial, para cuyos efectos los abogados o habilitados en derecho se
registrarán en los términos que se regulen en el auto acordado que la Corte Suprema dictará al
efecto, entre nosotros, el Auto Acordado Nº 71, que regula el funcionamiento de tribunales que
tramitan electrónicamente.

Asimismo, el art. 8º de la misma ley dispone que el demandante podrá proponer para sí una forma
de notificación electrónica, la que el tribunal podrá aceptar aun cuando la ley disponga que la
notificación deba realizarse por cédula si, en su opinión, resultare suficientemente eficaz y no
causare indefensión. Esta forma de notificación será válida para todo el proceso. En consonancia
con lo anterior, el art. 67 del Auto Acordado Nº 71 de la Corte Suprema señala que todo litigante
será llamado, desde su primera solicitud o comparecencia ante el tribunal, a individualizar un
medio electrónico único de notificación con el fin de facilitar la comunicación expedita de la
información de que se trate, el que será registrado en el sistema informático.

El art. 30 CPC, referido a las disposiciones comunes a todo procedimiento, establece que los
escritos se encabezarán con una suma que indique su contenido o el trámite de que se trata,
dando cuenta de las peticiones principales y accesorias que se formulen en este. Por consiguiente,
tratándose de la demanda, la suma indicará la acción que ejercerá el demandante, así como las
demás menciones que por ley se requieran, tales como el acompañamiento de documentos
cuando proceda y la constitución del patrocinio y mandato judicial.

Por último, si bien no tiene una consagración legal, la demanda debe ser firmada por la parte que
ejercita su acción, y por su abogado patrocinante y mandatario judicial, en razón de la
identificación de sus suscriptores y la responsabilidad requerida para que se tenga por
jurídicamente extendida (Correa, J.).
Antes de la vigencia de la Ley Nº 20.886 fue discutido si los escritos de las partes requerían firma
manuscrita y la consecuencia jurídica de su falta o ausencia. A partir de la reforma, es obligatorio
el uso de la plataforma informática para el ingreso de las demandas y de todos los escritos, y las
presentaciones efectuadas a través de la Oficina Judicial Virtual se entienden suscritas por el
usuario que las remite, sin necesidad de que contengan firma manuscrita, entendiéndose la Clave
Única del Estado como firma electrónica simple. Conforme al principio de equivalencia funcional,
las presentaciones suscritas por medio de firma electrónica son válidas y producirán los mismos
efectos que si se hubieren llevado a cabo en soporte papel (art. 2º letra a) Ley Nº 20.886) (Cortez,
G.; Palomo, D.).

2. Requisitos específicos

Los requisitos específicos de la demanda se encuentran regulados en el art. 446 CT, norma que
posee una estrecha similitud con el tradicional art. 254 CPC, demostrando que el legislador laboral
no innova mayormente en la materia. Con todo, es necesario realizar un estudio sobre cada uno
de los requisitos de la demanda, con las prevenciones que puedan hacerse desde la perspectiva
del proceso laboral.

1º La designación del tribunal ante quien se entabla. La determinación del órgano jurisdiccional
que deberá conocer el conflicto jurídico laboral estará dada por las normas de competencia
absoluta y relativa, tanto por aquellas disposiciones generales como por las disposiciones
especiales establecidas por el legislador del trabajo. Debe tenerse en consideración que el
legislador laboral no permite la prórroga de competencia, por lo que el actor necesariamente
deberá cumplir con las normas que al efecto establece tanto el COT como el CT, so pena de
declararse inadmisible su demanda de oficio o de acogerse una eventual excepción de
incompetencia planteada por el demandado. De este modo, la exigencia establecida por el
legislador se cumple indicando, posterior al encabezamiento de la demanda, la referencia al Señor
Juez de Letras del Trabajo de la comuna que corresponda, por ejemplo, "Señor Juez de Letras del
Trabajo de Talca".

2º El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso de las personas
que lo representen, y naturaleza de la representación. A diferencia de la norma establecida en el
procedimiento civil (art. 254 CPC), el legislador laboral establece expresamente que el
demandante debe proporcionar tanto su nombre individual o de pila como el nombre patronímico
o de familia, al requerir que este consigne su nombre y apellidos.
En cuanto a la designación del domicilio, se requiere cumplir con los requisitos establecidos en el
art. 61 CC, entendiendo por tal a la residencia, acompañada real o presuntivamente del ánimo de
permanecer en ella. Tradicionalmente se ha exigido absoluta precisión al momento de determinar
este antecedente, atendida su fundamental importancia en la práctica de notificaciones. Sin
embargo, la tramitación electrónica ha permitido la notificación por vías más expeditas, como es el
correo electrónico, que permiten prescindir (al menos en términos prácticos) de la primitiva
relevancia de esta referencia.

Por su parte, quienes carecen de capacidad para comparecer en juicio deberán hacerlo mediante
su correspondiente representante, debiendo individualizarse ambos, situación extensiva a todos
los supuestos en que se formule la demanda por medio de representante, en cuyo caso las
exigencias de completa identificación han de cumplirse tanto respecto del representado (la parte)
y del representante (Cortez, G.).

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado. La ley requiere hacer
mención a los mismos antecedentes tratándose del demandado, los que, como se ha dicho, son
necesarios en razón de una individualización que dé lugar a la acertada inteligencia de los actos y
actuaciones procesales. Sin perjuicio de ello, es preciso destacar que las menciones contenidas en
los numerales referidos a la designación de las partes sirven para determinar subjetivamente la
pretensión y, por consiguiente, a quienes se extenderá la eficacia de la sentencia (Cortez, G.).

4º La exposición clara y circunstanciada de los hechos y consideraciones de derecho en que se


fundamenta. Dado que la demanda constituye el instrumento que permite la introducción de la
pretensión, se requiere que la tutela solicitada se encuentre fundada tanto desde una perspectiva
fáctica como jurídica.

— Fundamentación fáctica

La importancia de la fundamentación fáctica deriva en el establecimiento de los hechos


constitutivos de la pretensión del actor, quien deberá acreditarlos para lograr la dictación de una
sentencia estimatoria. De esta suerte, la enunciación de los hechos sobre los que verse la
pretensión debe ser clara y precisa, así como de todos aquellos datos que, según la legislación
sustantiva, sean imprescindibles para resolver las cuestiones planteadas, referencia genérica a las
circunstancias materiales que explican la razón de lo pedido en conexión con las normas que lo
amparan, y sin las cuales el juicio del órgano jurisdiccional no podría ser emitido (Baylos, A.; Cruz,
J.).
La Ley Nº 20.260 que modificó la Ley Nº 20.087 incorporó entre los requisitos de la demanda, la
circunstancia de que se haga en ella una relación circunstanciada de los hechos, que le permitan al
juez conocer de los antecedentes fácticos que se invocan conforme a los enunciados que la parte
hace en su libelo. Esta exposición permitirá al juez hacer una confrontación con los hechos
contenidos en la contestación, para el efecto de determinar los puntos sobre los cuales debe
recaer la prueba o, por el contrario, los que deben estimarse como tácitamente admitidos por la
demandada, en caso de que esta no conteste la demanda o no niegue en términos expresos los
hechos consignados en ella.

En efecto, no resulta extraño que se enfatice en la importancia de una exposición que guarde el
debido orden, precisión y claridad de los antecedentes fácticos introducidos al proceso por el
actor. Sin embargo, tratándose del procedimiento laboral, este requerimiento cobra una particular
relevancia, toda vez que el demandado deberá controvertir cada uno de los hechos que el
demandante haya introducido en su libelo, so pena de ser declarados tácitamente admitidos.

— Fundamentación jurídica

La exigencia referente a los fundamentos de derecho no significa que la demanda haya de


contener precisamente la cita de las leyes o de los preceptos pertinentes en que se apoya, sino
que es suficiente que la exposición en este aspecto no deje duda acerca de la verdadera
naturaleza jurídica de la pretensión que se hace valer (Baylos, A.; Cruz, J.). Por lo demás, se ha
señalado por la doctrina ius laboralista que actualmente los fundamentos de derecho en
referencia no solo comprenden las especificadas reglas heterónomas, sino también los principios
jurídicos del Derecho del Trabajo y, en esta hermenéutica, quedaría incluida la equidad
(Macchiavello, G.).

Por consiguiente, lo perseguido por el legislador no dice relación con una ciega remisión de
carácter positivo, sino que apunta a una relación entre las afirmaciones fácticas introducidas al
proceso y las instituciones jurídicas que resultan aplicables, elementos que precisamente deben
llenar de contenido a la acción enervada por el demandante. Ahora bien, es útil destacar que no
existe incompatibilidad entre la exigencia de consignar una fundamentación de derecho por el
actor y la aplicación del principio iura novit curia por parte del sentenciador, toda vez que el
sustento jurídico aportado por el primero carece de fuerza vinculante para el segundo, dado que
resulta intrínseco de su ministerio la aplicación de las normas jurídicas que brinden solución a la
controversia sometida a su conocimiento.

Sobre el particular, se ha resuelto:


"Oportuno resulta profundizar respecto del acontecer procesal, que la juez, dentro de su facultad
y deber de administrar justicia, a virtud de sus reflexiones sobre la materia, dio contenido jurídico
a las situaciones de hecho verbalizadas por las partes. Aquí ha entrado en vigor la máxima jurídica
iura novit curia, que no es sino la manifestación del poder del juez para aportar el material jurídico
a la controversia, especialmente cuando existen confusos planteamientos que enrarecen el
camino para una justa resolución del conflicto de carácter laboral jurisdiccional. Tal poder es
consustancial al ejercicio de la jurisdicción.

En consecuencia, por todo lo analizado y reflexionado, no existiendo el vicio de ultra petita


alegado, el recurso de invalidación deducido, irá a su indefectible rechazo" (Corte de Apelaciones
de La Serena, sentencia de 1 de julio de 2015, rol Nº 17-2015).

5º La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la resolución del tribunal.
La determinación de las peticiones constituye el requisito de mayor importancia en la demanda,
puesto que a través de ellas el actor debe precisar la cosa u objeto pedido en el proceso. En
consecuencia, el petitorio del libelo será aquel que defina la competencia específica del tribunal,
estableciendo los límites dentro de los cuales este deberá expedir su decisión.

En esta señalada dirección estimamos que el primer paso debe estar en reconocer en la petición
de tutela jurisdiccional contenida en la demanda algo concreto dotado de perfiles bastante
precisos y no puramente abstractos. Es gracias a esa concreción que la demanda sirve para
consignar y delimitar en todo su alcance el objeto del proceso, lo que redunda positivamente —
según veremos— en la solución de diversos problemas que plantean una serie de instituciones del
proceso. La tutela jurisdiccional que solicita el demandante a través de la demanda es, por tanto,
una tutela jurisdiccional concreta y precisa. Por lo mismo, las características que deben buscarse y
exigirse en el objeto procesal y sus categorías básicas son justamente concreción y precisión. En
efecto, en lo que se relaciona con el petitum debe tratarse de una tutela que se pide respecto a un
determinado bien jurídico (Palomo, D.).

Por consiguiente, una vez determinado el objeto del proceso y, en consecuencia, la competencia
específica del tribunal, este no podrá otorgar más allá de lo pedido por las partes (ultra petita) o
fallar sobre puntos que no han sido sometidos a su decisión (extra petita), puesto que de lo
contrario incurriría en los vicios de nulidad consignados en la letra e) del art. 478 CT.

De este modo, nuestros tribunales superiores han señalado que "las sentencias han de cumplir con
los requisitos formales y de fondo para ser consideradas como válidas, y en este orden de ideas
han de adecuarse, guardar correlación o armonía entre las peticiones de tutela realizadas por las
partes y lo decidido en el fallo de la sentencia. Las sentencias deben hacerse cargo de las
pretensiones de las partes, con lo cual, de no hacerlo así, se incurre en una incongruencia por ultra
petita al otorgarse más allá de lo pedido por los litigantes" (Corte de Apelaciones de Concepción,
sentencia de 24 de mayo de 2017, rol Nº 24-2017).

6º Patrocinio y poder. Dado que las partes deberán comparecer con patrocinio de abogado y
representadas por persona legalmente habilitada para actuar en juicio, en un otrosí de la demanda
deberá individualizarse tanto al abogado patrocinante como al mandatario judicial que actuarán
en el proceso, entendiéndose constituido patrocinio y poder para toda la prosecución del juicio en
el Tribunal de Cobranza Laboral y Previsional, a menos que exista constancia en contrario (art. 434
incs. 1º y 2º CT). De acuerdo con la norma del art. 432 CT, tratándose de las instituciones del
patrocinio y mandato judicial, es preciso cumplir con las disposiciones que al efecto establece el
CPC, especialmente los arts. 6º y 7º de dicho cuerpo normativo.

Debemos recordar que el patrocinio consiste en la exigencia legal de contar con asesoría letrada
en la tramitación de la inmensa mayoría de los procesos judiciales, cualquiera sea su naturaleza, ya
sea que se trate de asuntos contenciosos o voluntarios. Su objetivo esencial es asegurar la debida
y correcta defensa de los derechos de las partes en el pleito, mediante la intervención de un
abogado a quien se encomienda definir la dirección técnica de la defensa de su representado. A su
vez, el mandato judicial o poder puede ser definido como un contrato a través del cual una
persona que interviene o pretende intervenir en un proceso judicial determinado, contencioso o
voluntario, le encarga su representación a otra, que realiza las actuaciones judiciales a nombre y
riesgo del mandante, recibiendo por ello, usualmente, el pago de honorarios (Cortez, G.; Palomo,
D.).

Es preciso señalar que, de acuerdo con el art. 7º de la Ley Nº 20.886, el patrocinio por abogado
habilitado para el ejercicio de la profesión podrá constituirse mediante firma electrónica avanzada
y el mandato judicial podrá constituirse mediante firma electrónica avanzada del mandante. En
consecuencia, para obrar como mandatario judicial se considerará suficiente el constituido
mediante declaración escrita del mandante, suscrita con firma electrónica avanzada, sin que se
requiera su comparecencia personal para autorizar su representación judicial.

7º Requisitos especiales. Excepcionalmente, deberá presentarse conjuntamente con la demanda,


aquella prueba documental que dé cuenta de las actuaciones administrativas que se refieren a los
hechos contenidos en ella. Por otro lado, en materias de seguridad social, cuando se demande a
una institución de previsión o seguridad social, deberá acompañarse la resolución final de la
respectiva entidad o de la entidad fiscalizadora según corresponda, que se pronuncia sobre la
materia que se demanda (art. 446 incs. 2º y 3º CT).

Modelo de escrito que cumple los presupuestos básicos


de la demanda

Procedimiento: Ordinario

Materia: Despido improcedente y nulidad del despido

Demandante: Francisco Antonio Valenzuela Salinas

Rut: 18.610.421-K

Abogado patrocinante: Cristian Ignacio Delgado Contreras

Rut: 13.452.873-K

Demandada: Sociedad Comercial Gelatiamo Limitada

Rut: 76.485.635-K

Representante legal: Carlos Sebastián Valdés Pizarro

Rut: 10.576.331-K

En lo principal: Demanda de despido improcedente, nulidad del despido y cobro de prestaciones


laborales; en el primer otrosí: Acompaña documentos; en el segundo otrosí: Notificación
electrónica; en el tercer otrosí: Patrocinio y poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de Talca


Francisco Antonio Valenzuela Salinas, garzón, chileno, cédula de identidad número 18.610.421-K,
domiciliado en Altos del Parque II, Casa Nº 1878, Sector Las Rastras, de la ciudad de Talca; a US.,
con respeto, digo:

Que por medio de este acto vengo en interponer demanda de despido improcedente, nulidad del
despido y cobro de prestaciones laborales en contra de Sociedad Comercial Gelatiamo Limitada,
empresa del rubro gastronómico, Rol Único Tributario número 76.485.635-K, representada
legalmente por don Carlos Sebastián Valdés Pizarro, comerciante, cédula de identidad número
10.576.331-K, ambos domiciliados en calle 1 Sur #899 de la ciudad de Talca; para lo cual me baso
en las consideraciones de hecho y argumentos de derecho que, a continuación, paso a exponer:

1.- De la relación laboral

La relación laboral entre las partes comenzó el día 1 de agosto de 2016, cumpliendo desde
entonces en la empresa las funciones propias del cargo de garzón, tal como consta en contrato de
trabajo acompañado a esta presentación. A cambio de estas funciones recibía una remuneración
mensual por el monto total de trescientos ochenta y siete mil quinientos pesos ($ 387.500.-).

Así las cosas, con fecha 15 de noviembre de 2017 recibo carta de aviso de término de relación
laboral basado en la causal de necesidades de la empresa. El despido se hizo efectivo
inmediatamente al día de recibida esta comunicación. Junto con consignar lo anterior, la única
justificación que entrega dicho documento respecto de las supuestas necesidades de la empresa
es que estas consisten en "incumplimiento de la labor asignada".

Como puede concluirse, la causal invocada por el empleador para poner término a nuestra
relación laboral resulta evidentemente improcedente, por cuanto estas supuestas necesidades de
la empresa se encuentran fundadas en base a circunstancias no previstas en la legislación laboral
nacional. Por lo demás, hasta la fecha no se ha puesto a disposición el finiquito de la relación
laboral, por lo que todas las indemnizaciones legales y prestaciones laborales pendientes se
encuentran impagas, tal como pasa a detallarse:

2.- Prestaciones e indemnizaciones pendientes

1.- Feriado legal (1 año) $ 271.249.

2.- Feriado proporcional $ 82.100.


3.- Indemnización por falta de aviso previo $ 387.500.

4.- Indemnización por años de servicio $ 387.500.

5.- Recargo legal $ 116.250.

3.- Sobre el no pago de cotizaciones de seguridad social

Sin perjuicio de lo anteriormente señalado, es del caso también hacer presente que la demandada
adeuda el pago de varias cotizaciones de seguridad social devengadas durante los últimos meses,
lo cual se acredita mediante certificados respectivos acompañados a esta presentación. Por lo
anterior, y en aplicación de lo previsto por el inciso quinto del artículo 162 del Código del Trabajo,
el despido no ha producido el término del contrato de trabajo, adeudándose las remuneraciones
comprendidas entre la fecha del despido y de comunicación de pago de las mismas.

4.- En cuanto al derecho

En cuanto a la improcedencia del despido, el artículo 169 letra b) del Código del Trabajo establece
la posibilidad de recurrir ante el tribunal competente en los siguientes términos: "Si el trabajador
estima que la aplicación de esta causal es improcedente, y no ha hecho aceptación de ella del
modo previsto en la letra anterior, podrá recurrir al tribunal mencionado en el artículo
precedente, en los mismos términos y con el mismo objeto allí indicado. Si el Tribunal rechazare la
reclamación del trabajador, éste sólo tendrá derecho a las indemnizaciones señaladas en los
artículos 162, inciso cuarto, y 163 incisos primero o segundo, según corresponda, con el reajuste
indicado en el artículo 173, sin intereses".

El referido artículo 168 del Código del ramo reseña que: "El trabajador cuyo contrato termine por
aplicación de una o más de las causales establecidas en los artículos 159, 160 y 161, y que
considere que dicha aplicación es injustificada, indebida o improcedente, o que no se haya
invocado ninguna causal legal, podrá recurrir al juzgado competente, dentro del plazo de sesenta
días hábiles, contado desde la separación, a fin de que éste así lo declare. En este caso, el juez
ordenará el pago de la indemnización a que se refiere el inciso cuarto del artículo 162 y la de los
incisos primero o segundo del artículo 163, según correspondiere, aumentada esta última de
acuerdo a las siguientes reglas: a) En un treinta por ciento, si se hubiere dado término por
aplicación improcedente del artículo 161; (...)".
Por otro lado, en cuanto a la nulidad del despido por aplicación del artículo 162 invocada, la
referida disposición contempla lo siguiente: "Para proceder al despido de un trabajador por alguna
de las causales a que se refieren los incisos precedentes o el artículo anterior, el empleador le
deberá informar por escrito el estado de pago de las cotizaciones previsionales devengadas hasta
el último día del mes anterior al del despido, adjuntando los comprobantes que lo justifiquen. Si el
empleador no hubiere efectuado el integro de dichas cotizaciones previsionales al momento del
despido, éste no producirá el efecto de poner término al contrato de trabajo. (...)

Sin perjuicio de lo anterior, el empleador deberá pagar al trabajador las remuneraciones y demás
prestaciones consignadas en el contrato de trabajo durante el período comprendido entre la fecha
del despido y la fecha de envío o entrega de la referida comunicación al trabajador. No será
exigible esta obligación del empleador cuando el monto adeudado por concepto de imposiciones
morosas no exceda de la cantidad menor entre el 10% del total de la deuda previsional o 2
unidades tributarias mensuales, y siempre que dicho monto sea pagado por el empleador dentro
del plazo de 15 días hábiles contado desde la notificación de la respectiva demanda". Como puede
concluirse a partir del análisis de las disposiciones transcritas, me encuentro plenamente
legitimado para parecer como actor para la declaración de la improcedencia del despido, solicitar
la nulidad del mismo y exigir el pago de las prestaciones laborales pendientes.

Sin perjuicio de que las prestaciones demandadas sean inferiores al mínimo previsto para la
procedencia del procedimiento monitorio, la petición de declaración de nulidad del despido hace
procedente la aplicación del procedimiento ordinario.

Por lo demás, el plazo para la interposición de esta demanda no ha caducado, y ninguno de los
derechos alegados se encuentra prescrito.

Al haberse ejecutado las funciones de la relación laboral dentro de la ciudad de Talca, es que este
Tribunal resulta competente para conocer de esta acción.

Por tanto, en mérito de lo expuesto, y de conformidad a lo previsto por los artículos 161, 162, 163,
168, 169, y 446 y siguientes del Código del Trabajo, así como toda otra disposición legal que US.
estime aplicable a la especie;

Ruego a US.: Tener por interpuesta demanda de despido improcedente, nulidad del despido y
cobro de prestaciones laborales en contra de Sociedad Comercial Gelatiamo Limitada, empresa
representada legalmente por don Carlos Sebastián Valdés Pizarro, ambos ya individualizadas,
admitirla a tramitación y, en definitiva, acogerla, declarando lo siguiente:

1) Que el despido se produjo en virtud de una aplicación improcedente de la causal prevista por el
artículo 161 del Código del Trabajo, condenando a la demandada al pago de las siguientes
indemnizaciones:

a) Indemnización por falta de aviso previo $ 387.500.-

b) Indemnización por años de servicio $ 387.500.-

c) Recargo legal $ 116.250.-

2) Que el despido no produjo efecto alguno debido a que la demandada no ha efectuado el pago
íntegro de mis cotizaciones de seguridad social, condenándola al pago de las remuneraciones
correspondientes al período comprendido entre el acto del despido y su convalidación, de
conformidad al artículo 162 del Código del ramo;

3) Se condene a la demandada al pago de las siguientes prestaciones laborales pendientes:

a) Feriado legal $ 271.249.-

b) Feriado proporcional $ 82.100.-

4) Que todas las cantidades anteriores sean pagadas con reajustes e intereses legales, de
conformidad a lo previsto por el artículo 63 y 173 del Código del Trabajo;

5) Se condene expresamente en costas a la demandada.

Primer otrosí: Ruego a US. tener por acompañados los siguientes documentos, medios de prueba
que serán hechos valer en la oportunidad procesal pertinente:
1.- Actualización de contrato de trabajo entre las partes, de 1 de octubre de 2016.

2.- Carta de aviso de término de contrato de trabajo, suscrita por la demandada con fecha 15 de
noviembre de 2017.

3.- Liquidaciones de sueldo del demandante, correspondientes a los meses de octubre y


noviembre de 2017.

4.- Certificado de cotizaciones previsionales históricas de AFP del demandante.

5.- Certificado de cotizaciones de salud en FONASA del demandante, correspondiente al período


entre agosto de 2016 y octubre de 2017.

Segundo otrosí: Ruego a US. que, de conformidad a lo previsto por el artículo 433 del Código del
Trabajo, se autorice a esta parte a realizar actuaciones procesales de manera electrónica,
designando además como forma válida de notificación de las resoluciones y actuaciones
decretadas por este Tribunal durante la secuela del juicio —y sin perjuicio de otras formas de
notificación que provea la ley—, el envío de dichos antecedentes a la siguiente dirección de correo
electrónico: cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a US. tener presente que por medio de este acto vengo en designar como
abogado patrocinante y confiero poder para actuar en juicio al abogado habilitado para el ejercicio
de la profesión, Cristian Ignacio Delgado Contreras, cédula de identidad número 13.452.873-0, a
quien confiero al efecto todas las facultades contenidas en ambos incisos del artículo 7º del Código
de Procedimiento Civil, las cuales doy por expresamente reproducidas. Para estos efectos, el
abogado se encuentra domiciliado en calle 1 Norte #880, oficina 10, de la ciudad de Talca.

Por tanto; Ruego a US.: Tenerlo presente.

f) Acompañamiento de la prueba documental

En principio, el CT impide la presentación de documentos con la demanda, dado que esta solo se
podrá realizar en la audiencia preparatoria (art. 446 inc. 2º). Es preciso destacar que esta norma
fue incorporada por la Ley Nº 20.260 de 29 de marzo de 2008, modificando la situación
establecida en forma primitiva por el legislador laboral, que consagraba la posibilidad de
acompañar instrumentos y solicitar diligencias probatorias que se estimaran necesarias por el
actor. A nuestro juicio, esta modificación guarda coherencia con los principios consagrados por el
nuevo procedimiento laboral, especialmente en aquello que dice relación con la concentración
procesal probatoria, en atención a que la presentación de los medios de prueba debe verificarse
en la audiencia preparatoria, como veremos posteriormente.

No obstante, el nuevo art. 446 inc. 2º CT señala que deberá presentarse conjuntamente con la
demanda, aquellos documentos que den cuenta de las actuaciones administrativas que se refieren
a los hechos contenidos en ella. En el mismo sentido, el inc. 3º de dicha norma establece que
cuando se demande a una institución de previsión o seguridad social, deberá acompañarse la
resolución final de la respectiva entidad o de la entidad fiscalizadora según corresponda, que se
pronuncia sobre la materia que se demanda. Pues bien, lo señalado significa que ya no será de
contenido voluntario el acompañar dichos instrumentos, entre los cuales se consideran aquellos
que dan cuenta de la tramitación previa realizada en sede administrativa ante la Inspección del
Trabajo (Lanata, G.; Walter, R.).

Cuando se demanden periodos de cotizaciones previsionales impagas, el juez de la causa al


conferir traslado de la demanda, deberá ordenar la notificación de ella a la o las instituciones de
seguridad social a las que corresponda percibir la respectiva cotización. Dicha notificación se
efectuará a través de carta certificada, la que contendrá copia íntegra de la demanda y de la
resolución recaída en ella o un extracto si fueren muy extensas (art. 446 inc. 4º).

Esta norma debe entenderse en el marco de la reforma de las normas de ejecución, en cuanto a
que las modificaciones a la Ley Nº 17.332 por la Ley Nº 20.022 amplían aquellas otras normas
contenidas en la legislación de seguridad social en cuanto al deber de las instituciones de
seguridad social de velar por el patrimonio de los afiliados a ellas (Academia Judicial).

g) Revisiones de oficio por el tribunal

La concurrencia de los necesarios presupuestos procesales —y, por supuesto, la ausencia de


óbices procesales— es cuestión estrechamente vinculada al interés público en el correcto ejercicio
de la función jurisdiccional: al Estado le interesa que en los procesos que se incoen se cumplan
todos los requisitos para que, a su término, pueda dictarse una sentencia que aplique el Derecho
al caso concreto y dé satisfacción a las pretensiones que se hayan demostrado fundadas. Por eso,
el legislador no solo se ha conformado con diseñar los cauces para que las partes puedan suscitar
las correspondientes y eventuales cuestiones procesales, también ha atribuido al tribunal las
facultades suficientes para proceder, de oficio, a un examen de la presencia o ausencia de las
circunstancias de las que depende la validez del proceso y de su propia actividad como órgano
jurisdiccional (De la Oliva, A.).

En consecuencia, atendido el impulso oficial presente en todo el procedimiento, en tanto es


requerida la intervención del tribunal con ocasión de la interposición de la demanda, este debe
efectuar la revisión de una serie de situaciones para proveerla en declaración de su admisibilidad.
Sin embargo, resulta claro que, de no satisfacer los presupuestos legales, el examen dará como
indefectible resultado la inadmisibilidad del respectivo acto de postulación.

1. Incompetencia

El tribunal deberá declarar de oficio cuando se estime incompetente para conocer de la demanda,
en cuyo caso así lo declarará, señalará el tribunal competente, y le enviará los antecedentes (art.
447 inc. 1º CT). La lectura del precepto permite distinguir diversas hipótesis de relevancia.

La primera de ellas consiste en que la norma no se refiere a esta revisión como una mera facultad
del sentenciador, toda vez que la establece como una obligación que conlleva como sanción la
inadmisibilidad de la demanda. Ello responde a que las facultades oficiosas del juez laboral
también se encuentran orientadas a corregir los vicios de que pueda adolecer el proceso,
evitando, en consecuencia, la nulidad de los actos del procedimiento.

En segundo término, el legislador no distingue entre competencia absoluta o relativa, lo que ha


producido algunos cuestionamientos por parte de la doctrina nacional. Sin embargo, los tribunales
laborales han entendido que la norma se refiere a ambos tipos de competencia, todo lo cual se
entiende sin perjuicio de la facultad de alegarse la incompetencia por las partes. Asimismo, la
Academia Judicial ha entendido que al disponer el art. 447 CT el deber del juez laboral de declarar
de oficio la incompetencia que le afecta al conocer de la demanda, sin que la ley haya hecho
distinción alguna —esto es, si se trata de la competencia relativa o absoluta— resulta
improcedente toda prórroga de la competencia en sede laboral, teniendo además presente lo
dispuesto en los arts. 5º y 182 del COT (Academia Judicial).

El tercer punto radica en que, tras declararse incompetente, el juez señalará el tribunal
competente, y le enviará los antecedentes. Ello se advierte como consecuencia de la declaración
de oficio de incompetencia, de manera tal que el tribunal procederá al envío de los antecedentes
sin mediar requerimiento, sea de parte o del tribunal que se estime competente. Consideramos
que lo anterior es apropiado tratándose de la competencia relativa, puesto que no habría
impedimento para remitir los antecedentes en forma directa al tribunal laboral competente
territorialmente. Sin embargo, ello sería cuestionable desde la perspectiva de la incompetencia
absoluta, pues, si se estimase que se trata de una cuestión civil, no se vislumbra razón alguna para
que los autos sean remitidos directamente por el tribunal del trabajo, ya que son las partes las
encargadas de su tramitación (Lanata, G.; Walter, R.).

2. Caducidad de la acción

La segunda hipótesis se encuentra dada por la obligación de no admitir a tramitación la demanda


cuando de los datos aportados en ella se desprendiere claramente la caducidad de la acción,
debiendo decretarse de oficio por el tribunal (art. 447 inc. 2º). Pues bien, es útil recordar que se
entiende por caducidad a aquel modo de extinguir los derechos o facultades jurídicas por el mero
transcurso del tiempo señalado por la ley.

Por consiguiente, el objetivo de esta norma es procurar despejar aquellas acciones que resultan
manifiestamente extemporáneas, fundamentalmente en el caso del despido, cuando se pide la
calificación del mismo. Se trata de evitar la tramitación de una causa cuya acción no se ha ejercido
dentro del plazo legal (Academia Judicial). Sobre este punto, el inc. 1º del art. 168 CT señala que el
trabajador cuyo contrato termine por aplicación de una o más de las causales establecidas en los
artículos 159, 160 y 161, y que considere que dicha aplicación es injustificada, indebida o
improcedente, o que no se haya invocado ninguna causal legal, podrá recurrir al juzgado
competente, dentro del plazo de sesenta días hábiles, contado desde la separación, a fin de que
este así lo declare.

Se ha fallado que "cuando el artículo 168 del Código del Trabajo expresa que el trabajador
considere injustificado su despido podrá recurrir al "juzgado competente", debe entenderse por el
tribunal de la especialidad; vale decir, la sola interposición de la demanda ante un juzgado de
letras del trabajo, cualquiera sea el territorio jurisdiccional de este, basta para interrumpir el plazo
de caducidad" (Corte Suprema, sentencia de 1 de febrero de 2016, rol Nº 22754-2015).

3. Acompañamiento de documentos requeridos por la ley

En tercer lugar, el tribunal deberá rechazar de plano la demanda —en materias de seguridad social
— si el actor no ha dado cumplimiento al acompañamiento de los documentos que den cuenta de
la resolución final de la respectiva entidad de previsión o seguridad social o de la entidad
fiscalizadora según corresponda, que se pronuncia sobre la materia que se demanda.

En tal sentido, tratándose de materias de seguridad social, el juez admitirá la demanda a


tramitación, solo si el actor ha dado cumplimiento a lo dispuesto en el inciso cuarto del artículo
precedente, de lo contrario, deberá rechazar de plano dicha demanda (art. 447 inc. 3º CT). Sin
embargo, debemos precisar que la reforma efectuada por la Ley Nº 20.287 provocó una
discordancia entre lo dispuesto por el inc. 3º del art. 447 y el inc. 4º del art. 446, dado que esta
última norma no se refiere a la obligación de acompañar instrumentos por parte del demandante,
sino que al deber del juez de notificar a la institución de seguridad social que deba recibir las
cotizaciones impagas. Lo anterior se debe a que la citada ley eliminó la facultad del demandante
para acompañar instrumentos y solicitar diligencias probatorias que se encontraba contenida en el
antiguo inc. 3º del art. 446. Por consiguiente, el antiguo inc. 4º pasó a ser inc. 3º, sin que se
corrigiera la referencia efectuada por el art. 447 CT.

Nuestros tribunales han corregido este error legislativo, realizando una interpretación lógica de la
norma, al señalar: "Que, en efecto, antes de la dictación de la Ley Nº 20.287 el artículo 446
contenía un inciso tercero del siguiente tenor: "conjuntamente con la demanda se podrán
acompañar documentos y solicitar las diligencias de prueba que se estimen necesarias". Esta regla
fue derogada por la letra B) del artículo único de la referida ley, razón por la cual el inciso cuarto,
que es la norma invocada por el a quo, pasó a ser inciso tercero y la disposición del inciso final del
artículo 447 no fue modificada, de modo tal que la referencia quedó incorrectamente señalada.

En razón de lo anterior es que debe necesariamente estimarse que el reenvío de este último
artículo ha de entenderse efectuado al inciso tercero del artículo 446, cuyo tenor literal es claro y
que por las consideraciones expuestas por el tribunal de primer grado se considera correctamente
aplicado. Por ello, la decisión debe ser mantenida" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia
de 5 de diciembre de 2017, rol Nº 2151-2017).

En todo caso, la inadmisibilidad de la demanda se desprende del carácter imperativo establecido


por el legislador para el acompañamiento anticipado de la prueba documental, tratándose de
materias de seguridad social, sin perjuicio de la descoordinación legislativa a que hemos aludido.
Por consiguiente, consideramos que el establecimiento de esta sanción justifica la excepción
referente a la concentración procesal probatoria que constituye la presentación de tales
documentos.

4. Defecto legal en el modo de proponer la demanda

Un cuarto supuesto está configurado por la existencia de un defecto legal en el modo de proponer
la demanda, dado que por aplicación supletoria del art. 256 CPC, el tribunal de oficio no dará curso
a la demanda que no cumpla con los tres primeros requisitos establecidos en el art. 254 del mismo
texto. Ahora bien, debemos observar la forma en que debe entenderse la aplicación de esta
disposición, toda vez que el CPC solo la consagra como una facultad oficiosa en un terreno
gobernado por el principio dispositivo, cabiendo discutir si en materia laboral ello se entiende
como una atribución o como una obligación del tribunal, en atención al impulso oficial presente
durante todo el procedimiento y en concordancia con los demás deberes del juez en materia de
admisibilidad de la demanda.

La jurisprudencia civil lo ha entendido de la siguiente manera:

"Tercero: Que el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil preceptúa: "Puede el juez de oficio
no dar curso a la demanda que no contenga las indicaciones ordenadas en los tres primeros
números del artículo 254, expresando el defecto de que adolece.

A su turno, el artículo 254 prescribe, en sus tres primeros números que: "La demanda deberá
contener:

1º La designación del tribunal ante quien se entabla; 2º El nombre, domicilio y profesión u oficio
del demandante y de las personas que lo representen, y la naturaleza de la representación; 3º El
nombre, domicilio y profesión u oficio del demandado".

Cuarto: Que como resulta evidente, las citadas disposiciones autorizan al juez para que, en la
etapa inicial del proceso, y actuando de oficio, rechace la demanda, autorización que, sin
embargo, se encuentra restringida a ciertos supuestos, que el legislador define de manera clara y
estricta al decir que podrá obrar de ese modo en caso que la demanda "no contenga las
indicaciones ordenadas en los tres primeros números del artículo 254".

Entonces, y de la lectura de los citados números del artículo 254, se desprende que el juez puede
rechazar de plano la demanda al efectuar su examen de admisibilidad si ésta no designa al tribunal
ante quien se entabla; si no expresa el nombre, el domicilio y la profesión u oficio del actor y de las
personas que lo representen, y la naturaleza de la representación y, finalmente, si no individualiza
al demandado señalando su nombre, su domicilio y su profesión u oficio" (Corte Suprema,
sentencia de 21 de febrero de 2018, rol Nº 11548).

Así las cosas, donde el legislador es claro al establecer los requisitos de una facultad oficiosa, debe
efectuarse una interpretación estricta, no puede extenderse a parámetros no establecidos por él
ni mucho menos extrapolar las facultades de un juez cuyos poderes han sido considerablemente
ampliados en el nuevo procedimiento del Trabajo. Por lo demás, se ha resuelto que "en el actual
desarrollo del derecho nacional e interpretando la garantía constitucional de acceso a la justicia
con un criterio finalista, amplio y garantista, cualquier limitación por vía de interpretación que
obste al derecho a la tutela judicial, aparece despojada de la razonabilidad y justificación que
precisaría para ser aceptada como admisible a la luz de lo dispuesto en el Nº 26 del artículo 19 de
la Carta Fundamental" (Corte Suprema, sentencia de 20 de junio de 2018, rol Nº 7448).

Sin perjuicio de todo lo anterior, queda a salvo la posibilidad de oponer la excepción dilatoria de
ineptitud del libelo por parte del demandado, como asimismo la facultad de subsanarse los
defectos formales por el demandante, una vez declarada la inadmisibilidad de oficio o tras
acogerse la excepción formal comentada.

5. Patrocinio y poder

Los arts. 1º y 2º de la Ley Nº 18.120 sobre comparecencia en juicio establecen que, si la demanda
constituye la primera presentación en un asunto contencioso, deberá cumplir con los requisitos
establecidos para el patrocinio y mandato judicial. De no cumplir con los requisitos señalados, la
demanda se tendrá por no presentada para todos los efectos legales, sin que la resolución que
declare su inadmisibilidad sea susceptible de recurso alguno.

h) Acumulación de acciones

El actor podrá acumular en su demanda todas las acciones que le competan en contra de un
mismo demandado (art. 448 inc. 1º CT). Debemos precisar que esta situación no es un verdadero
caso de acumulación, dado que no existen dos juicios, sino que se le concede al demandante la
posibilidad de acumular las acciones que dirija en contra de una persona, en un mismo juicio. De
todos modos, es útil recordar que esta disposición se encuentra en concordancia con lo dispuesto
por el art. 17 CPC, en cuanto establece que en un mismo juicio podrán entablarse dos o más
acciones con tal que no sean incompatibles. Sin embargo, podrán proponerse en una misma
demanda dos o más acciones incompatibles para que sean resueltas una como subsidiaria de la
otra.

En el caso de aquellas acciones que corresponda tramitar de acuerdo a procedimientos distintos,


se deberán deducir de conformidad a las normas respectivas, y si una dependiere de la otra, no
correrá el plazo para ejercer aquella hasta ejecutoriado el fallo de esta (art. 448 inc. 2º CT). Lo
anterior se justifica en la diversidad de procedimientos establecidos por el legislador procesal
laboral (entre nosotros, el procedimiento de aplicación general, de tutela de derechos
fundamentales, monitorio y de reclamación de multas), así como a los criterios para determinar la
aplicación de cada uno de ellos.

i) Acumulación de causas
El inc. 1º del art. 449 CT señala que, si ante el mismo tribunal se tramitan varias demandas contra
un mismo demandado y las acciones sean idénticas, aunque los actores sean distintos, el juez de
oficio o a petición de parte podrá decretar la acumulación de las causas, siempre que se
encuentren en un mismo estado de tramitación y no implique retardo para una o más de ellas.

Debemos precisar que, si bien el legislador ha requerido identidad en las acciones, ello no implica
una identidad absoluta, sino más bien está exigiendo acciones con identidad de causa de pedir
(acciones conexas) (Orellana, F.; Pérez, A.). Por otro lado, en cuanto a la oportunidad, la norma
señala que las causas que se pretende acumular deberán encontrarse en un mismo estado. Para
interpretar este requisito, debemos atender a la etapa en que se encuentren los procesos
respectivos, sea en fase de discusión, en la audiencia preparatoria o en la audiencia de juicio.

Es preciso destacar que el CPC, en lo relativo a la acumulación de autos, establece que para que
pueda tener lugar la acumulación, se requiere que los juicios se encuentren en una misma clase de
procedimiento y que la sustanciación de todos ellos se encuentre en instancias análogas y que el
curso de los juicios que estén más avanzados se suspenderá hasta que todos lleguen a un mismo
estado (arts. 95 y 97 CPC).

Solicitada la acumulación, se concederá un plazo de tres días a la parte no peticionaria para que
exponga lo conveniente sobre ella. Transcurrido este plazo, haya o no respuesta, el tribunal
resolverá. Con todo, el juez tendrá siempre la facultad de desacumular las causas (art. 449 inc. 2º y
3º CT). Esta potestad del juez no debe ser estimada como absoluta, por el contrario, el juez solo
podrá desacumular cuando exista un retardo en una de estas causas que perjudique a las otras. En
todo caso, siempre la parte perjudicada podrá reponer de esta acumulación (Orellana, F.; Pérez,
A.).

j) Admisibilidad de la demanda

Bien se señaló que no se dará curso a aquellas demandas que no cumplan con los requisitos
establecidos por el legislador, debiendo rechazarse de oficio por el tribunal. Por el contrario,
cuando del examen realizado se concluye la admisibilidad de la demanda, esta debe ser acogida a
tramitación. Pues bien, sobre este punto existen dos normas que adquieren relevancia, una desde
una perspectiva general y otra desde un punto de vista propio del procedimiento laboral.

La primera de ellas corresponde al art. 446 inc. final CT, que señala que el tribunal deberá conferir
traslado de la demanda, una vez que esta ha sido interpuesta y, por cierto, ha cumplido con las
exigencias legales señaladas. Desde luego, se desprende que dicha resolución tiene la naturaleza
jurídica de un decreto, toda vez que solo tiene por objeto dar curso progresivo a los autos, sin
decidir ni prejuzgar ninguna cuestión debatida entre partes. Sin perjuicio de ello, es sabido que el
tribunal deberá responder a todas las peticiones formuladas por el demandante en su libelo, sea a
las peticiones principales o las accesorias, consignadas en los otrosíes.

La segunda de tales normas, propia del procedimiento predominantemente oral, corresponde al


art. 451 CT, en virtud del cual, admitida la demanda a tramitación, el tribunal deberá, de
inmediato y sin más trámite, citar a las partes a una audiencia preparatoria, fijando para tal efecto,
dentro de los treinta y cinco días siguientes a la fecha de la resolución, el día y la hora para su
celebración, debiendo mediar entre la notificación de la demanda y citación, y la celebración de la
audiencia, a lo menos, quince días.

En la citación se hará constar que la audiencia se celebrará con las partes que asistan, afectándole
a aquella que no concurra todas las resoluciones que se dicten en ella, sin necesidad de ulterior
notificación. Asimismo, deberá indicarse en la citación que las partes, en dicha audiencia, deberán
señalar al tribunal todos los medios de prueba que pretendan hacer valer en la audiencia oral de
juicio, como así también requerir las diligencias de prueba atinentes a sus alegaciones, para que el
tribunal examine su admisibilidad. Conforme a lo expuesto, se deduce que el tribunal deberá
compatibilizar ambas situaciones en una misma resolución, es decir, conferir traslado de la
demanda y citar a las partes a la audiencia preparatoria.

El procedimiento ordinario previo a la reforma era de carácter eminentemente escrito y


comenzaba por la presentación de una demanda que debía contener una serie de requisitos
formales. De constatar el cumplimiento de estos requisitos, el tribunal dictaba una resolución
acogiéndola a tramitación y ordenando que se diera traslado al demandado para que éste la
conteste o demande reconvencionalmente, también por escrito (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

Ejemplo de resolución que da traslado a la demanda

y cita a las partes a audiencia preparatoria

Talca, treinta y uno de julio de dos mil dieciocho

Con el mérito de la actuación precedente, téngase por constituido legalmente el patrocinio y


poder.
Proveyendo la demanda de 23 de julio pasado se resuelve:

A lo principal: téngase por admitida a tramitación la demanda. Traslado.

Cítese a las partes a audiencia preparatoria para el día 10 de septiembre de 2018, a las 08:30
horas, en sala 1 de este Tribunal, ubicado en 4 Norte Nº 615, segundo piso, de esta ciudad, la que
se celebrará con la parte que asista, afectándole a aquella que no lo haga y se encuentre
legalmente notificada, todas las resoluciones que se dicten sin ulterior notificación.

Se hace presente a las partes que, en la referida audiencia deberán señalar al tribunal todos los
medios de prueba que pretendan hacer valer en la audiencia de juicio, como también requerir las
diligencias de prueba que sean atinentes a sus alegaciones, para que el tribunal examine su
admisibilidad. En caso de presentar prueba documental, esta deberá ofrecerse y exhibirse en la
referida audiencia preparatoria y de conformidad a lo establecido en el Acta Nº 71-2016 sobre
tramitación electrónica, en su artículo 47, en esta misma audiencia y desde ya, las partes deberán
obligatoriamente traer minuta escrita con a lo menos la prueba instrumental de que piensen
valerse en el proceso, sin perjuicio a su incorporación en la audiencia de juicio.

Asimismo, deberán comparecer con patrocinio de abogado y representadas por persona


legalmente habilitada para actuar en juicio, sin perjuicio de que, en el evento de concurrir por
intermedio de mandatario, este último se entiende facultado de pleno derecho para transigir.

Para los efectos establecidos en el artículo 440 del Código del Trabajo, las partes deberán
designar, en su primera actuación, un lugar conocido dentro de los límites urbanos de esta ciudad,
bajo apercibimiento que las resoluciones que debieron serles notificadas por carta certificada lo
serán por el estado diario.

Al primer otrosí: estese a lo que se resolverá a continuación;

Al segundo otrosí: como se pide, notifíquese vía correo electrónico;

Al tercer otrosí: téngase presente.

Notifíquese vía correo electrónico a la demandante.


Notifíquese legalmente a la demandada Banco Santander Chile S.A., representado legalmente por
Jorge Peña Collao, o por quien ejerza las facultades del artículo 4º del Código del Trabajo, ambos
con domicilio en Bandera 140, de la comuna de Santiago, Región Metropolitana, o en aquel que el
Ministro de Fe constate fehacientemente; en su caso, procédase conforme a lo previsto en el
artículo 437 del Código del Trabajo, con la atención que en derecho corresponde; al efecto,
exhórtese al Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago que corresponda para su diligenciamiento.

RIT O-409-2018

RUC 18-4-0.122.060-3

Proveyó doña Lis Rondinella Aguilera Jiménez, Juez Titular del Juzgado de Letras del Trabajo de
Talca.

En Talca a treinta y uno de julio de dos mil dieciocho, se notificó por el estado diario la resolución
precedente.

k) Emplazamiento

La importancia del trámite es manifiesta, pues con él se cumple con las exigencias derivadas del
principio de contradicción. La garantía del debido proceso supone oportuno previo conocimiento
de la pretensión por parte del demandado, a quien debe otorgársele una razonable posibilidad de
defensa y en igualdad de condiciones (Cortez, G.).

La importancia del emplazamiento es manifiesta, resolviéndose por nuestro máximo tribunal "que
el primero de los elementos que otorgan contenido al principio constitucional de un justo y
racional procedimiento garantizado en el inciso sexto del artículo 19 Nº 3 de la Constitución
Política es el debido emplazamiento, por cuyo intermedio se pone la demanda en conocimiento
del demandado y se hace saber el plazo de que dispone para ser oído sobre ella" (Corte Suprema,
sentencia de 30 de mayo de 2018, rol Nº 4573-2018).

Por otra parte, es preciso recordar que una de las consecuencias procesales de la notificación de la
demanda corresponde al perfeccionamiento de la relación jurídico procesal, creando para las
partes el conjunto de expectativas y cargas procesales, especialmente la del demandado de
comparecer ante el juez. Asimismo, la existencia de un proceso en el que se ha constituido la
relación procesal impide la coexistencia de otro en que se den las entidades propias de la cosa
juzgada, esto es, subjetivas y objetivas, generando el efecto de litispendencia (Cortez, G.). Pero,
además, como efecto secundario se produce la perpetuatio iurisdictionis, es decir, el efecto
procesal por el cual no surtirán efecto alguno sobre la competencia del juez los posibles cambios o
modificaciones que pudieran producirse con posterioridad a la notificación (Orellana, F.; Pérez, A.).

1. Elementos del emplazamiento

Como es sabido, el emplazamiento está constituido por dos elementos.

El primero de ellos corresponde a la notificación de la demanda y su proveído practicada en forma


legal al demandado. Esta notificación, de ser la primera que se haga a la parte demandada, deberá
practicarse personalmente, entregándosele copia íntegra de la resolución y de la solicitud en que
haya recaído, mientras que al demandante se le notificará por el estado diario (art. 436 inc. 1º CT).

El segundo elemento corresponde al plazo concedido por la ley al demandado para que
comparezca al juicio a defenderse. Sobre este punto, el legislador establece que, admitida la
demanda a tramitación, el tribunal deberá, de inmediato y sin más trámite, citar a las partes a una
audiencia preparatoria, fijando para tal efecto, dentro de los treinta y cinco días siguientes a la
fecha de la resolución, el día y hora para su celebración, debiendo mediar entre la notificación de
la demanda y citación, y la celebración de la audiencia, a lo menos, quince días (art. 451 CT).

2. Término de emplazamiento

Con la expresión término de emplazamiento se designa al plazo que tiene el demandado para
comparecer al proceso a defenderse. El demandado debe contestar la demanda por escrito con, a
lo menos, 5 días de antelación a la fecha de celebración de la audiencia preparatoria (art. 452 CT).
Por consiguiente, desde para el cual está fijada la audiencia preparatoria, se debe contar cinco días
hábiles en forma retroactiva para determinar efectivamente cuándo vence el plazo que tiene el
demandado para contestar la demanda. Debemos recordar la importancia que tiene un acertado
cómputo de este término, dado que un error en dicho ejercicio puede derivar en la rebeldía del
demandado y con ello, las duras sanciones establecidas por el legislador procesal laboral, a que
nos referiremos posteriormente.
B) Contestación de la demanda

a) Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por contestación de la demanda el acto de postulación del demandado por el que se
reconocen o niegan los hechos de la demanda, se determina el tema de la prueba y se solicita del
órgano jurisdiccional la inadmisión y/o desestimación, total o parcial de la pretensión (Gimeno,
V.).

En cuanto a requisitos de forma, el art. 452 CT prescribe que el demandado deberá contestar la
demanda por escrito con a lo menos cinco días de antelación a la fecha de celebración de la
audiencia preparatoria. Del mismo modo que tratándose de la demanda, consideramos que la
apuesta por la escrituración en la respuesta del sujeto pasivo del juicio ordinario laboral permite
avanzar con mayores grados de seguridad y legitimidad en la asimilación de los cambios procesales
que introducen mayores grados de oralidad en otras fases del proceso, por los distintos
operadores del sistema (Palomo, D.).

En nada se está afectando el predominio de la oralidad en nuestro procedimiento ordinario o de


aplicación general. La escritura para la contestación implica solamente bien entender las ventajas
de una u otra forma dependiendo de la fase y acto de que se trate. Asimismo, la celeridad de la
tramitación del juicio ordinario laboral tampoco ha sido un bien sacrificado por optar el legislador
por la escritura en la respuesta del demandado, lo que guarda perfecta relación con uno de los
contenidos del derecho a la tutela judicial efectiva. Mas, con buen criterio, ello no ha sido
entregarse a un irreflexivo modelo oral, pues se han considerado las ventajas comparativas que
entrega la forma escrita frente a la oralidad esta fase en general, y en las posibles respuestas del
sujeto pasivo, en particular (Palomo, D.).

b) La posición del demandado y la igualdad de armas procesales

Como pudiera pensarse, usualmente la posición de demandado en el proceso laboral será utilizada
por el empleador y, consiguientemente, será el trabajador quien guarde la calidad de
demandante. En principio, ambas partes deberían situarse en un plano de igualdad, puesto que si,
esencialmente, todo proceso supone la presencia de dos sujetos que mantienen posiciones
antagónicas respecto de una misma cuestión (pretensión y resistencia) y si la auténtica y única
razón de ser del proceso es erradicar la fuerza ilegítima de una sociedad dada y, con ello, igualar
jurídicamente las diferencias naturales que irremediablemente separan a los hombres, es
consustancial de la idea lógica de proceso el que el debate se efectúe en pie de perfecta igualdad
(Alvarado, A.).
Sin embargo, teniendo en consideración que el Derecho Laboral, en cuanto rama sustantiva,
establece un estatuto protector del trabajador, algunos autores postulan que la protección del
trabajador se encuentra también en el ámbito procesal, donde se hallan numerosas
manifestaciones adjetivas del principio tutelar, por ejemplo, en el impulso procesal de oficio, la
celeridad, la buena fe y la gratuidad. Desde esta perspectiva, se ha señalado que la proyección en
el ámbito procesal del principio sustantivo de protección del trabajador es el denominado por
Couture principio de igualdad por compensación (Gamonal, S.). Otros autores postulan que, en el
proceso de decisión probatoria, bajo determinadas condiciones, la duda debe resolverse a favor
del trabajador —que usualmente será el demandante— y que, en esa fase del ejercicio de la
jurisdicción, surgen espacios en los que puede tener cabida la regla del in dubio pro operario
(Astudillo, O.).

En esta materia, estimamos que principios que inspiran el derecho sustantivo en aquellas
relaciones intersubjetivas que por su naturaleza son desiguales, no pueden informar el proceso,
por cuanto implicaría la vulneración de la garantía constitucional de igualdad de armas (Bruna, J.).
En este sentido, se ha señalado acertadamente que la desigualdad material entre las partes, que
puede darse en la práctica con indeseable frecuencia, resultaría contrario al sistema constitucional
intentar corregirla estableciendo una desigualdad legal de signo contrario, o permitiendo
iniciativas judiciales a favor de la parte considerada más débil, ya que con ello peligrarían
irremediablemente postulados esenciales del proceso justo, entre ellos el de la imparcialidad del
juez (Vallespín, D.).

Debemos recordar que existen principios procesales necesarios comunes a todos los procesos. Se
trata de los llamados principios jurídicos-naturales, donde se coincide en reconocer tres principios
básicos y fundamentales en la actividad que conocemos como proceso: Los principios de
audiencia, defensa e igualdad. Se trata de unos postulados mínimos, fundamentales y básicos,
derechamente consustanciales a la idea misma de proceso, sin los que este dejaría de constituir
una vía adecuada para la tutela de los derechos e intereses de las personas (Palomo, D.).

c) Contenido de la contestación de la demanda

El CT no ha establecido una norma que determine con un orden y precisión apropiada el contenido
que debe reunir el acto procesal de la contestación de la demanda. Por consiguiente,
consideramos que resulta aplicable el art. 309 CPC, que impone las siguientes menciones:
1º La designación del tribunal ante quien se presente. Como es evidente, todo escrito debe
enunciar el tribunal ante quien se presenta, sin que la contestación de la demanda sea una
excepción a dicha regla.

2º El nombre, domicilio y profesión u oficio del demandado. Si bien el CT no ha hecho mención a la


designación del tribunal ni a la individualización de las partes, tanto por aplicación supletoria del
CPC como por razones de praxis forense será aconsejable incorporarlos, ello además de los datos
necesarios para la identificación de la causa respectiva (Contreras, C.; Palomo, R.).

3º Las excepciones que se oponen a la demanda y la exposición clara de los hechos y fundamentos
de derecho en que se apoya. Esta disposición debe completarse con la norma especial contenida
en el inc. 2º del art. 452 CT, el cual requiere una exposición clara y circunstanciada de los hechos y
fundamentos de derecho en los que se sustenta, las excepciones y/o demanda reconvencional que
se deduzca, así como también deberá pronunciarse sobre los hechos contenidos en la demanda,
aceptándolos o negándolos en forma expresa y concreta.

La lectura de los preceptos mencionados denota la exigencia de una mayor precisión por parte del
legislador procesal del trabajo, por las siguientes razones: a) Se exige una exposición clara y
circunstanciada de los fundamentos fácticos y jurídicos alegados por el demandado, como
contrapartida del requerimiento impuesto al actor a la hora de fundar su demanda; b) La
oposición de excepciones que se intenten para desvirtuar la demanda y la demanda
reconvencional que sirva para introducir una pretensión propia al proceso por parte del
demandado; c) Se requiere un pronunciamiento respecto de los hechos aportados al proceso por
el actor, negándolos o aceptándolos en forma expresa y concreta, so pena de ser declarados como
tácitamente admitidos por el tribunal.

4º La enunciación precisa y clara, consignada en la conclusión, de las peticiones que se sometan al


fallo del tribunal. Naturalmente, el petitum de la contestación ha de ser consecuente con la
naturaleza de las excepciones invocadas. Si se han alegado exclusivamente excepciones
procesales, se instará a la inadmisión de la pretensión. Y si lo que el demandado ha efectuado una
mera defensa negativa o ha aducido excepciones materiales, solicitará su desestimación (Gimeno,
V.).

Del mismo modo que la demanda, la contestación deberá presentarse por vía electrónica a través
del sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial, para cuyos efectos los abogados o
habilitados en derecho deberán registrarse en los términos que del Auto Acordado Nº 71-2016 de
la Excma. Corte Suprema, que regula el funcionamiento de tribunales que tramitan en forma
electrónica.
d) Posibles actitudes del demandado

De acuerdo con las disposiciones citadas, el demandado legalmente emplazado puede asumir
diferentes actitudes al momento de contestar la demanda, sin perjuicio de que el legislador no
logre dar cuenta expresamente de todas las opciones por las que pueda decantarse el
demandado.

Por el contrario, existen legislaciones que establecen expresamente la serie de posibles actitudes
del demandado. Ejemplo de ello es el Código General del Proceso Uruguayo, señalando en su art.
132 que "el demandado puede, eventualmente allanarse a la pretensión, plantear excepciones
previas, asumir actitud de expectativa, contestar contradiciendo o deducir reconvención. Si
adoptara más de una de estas actitudes, deberá hacerlo en forma simultánea y en el mismo acto".
En un sentido idéntico a la legislación comentada, se desprende que en nuestro proceso laboral el
demandado puede adoptar actitudes que transitan desde allanarse a las pretensiones deducidas
en su contra por el actor, hasta introducir pretensiones propias al proceso, mediante la demanda
reconvencional.

1. No contestar la demanda: la rebeldía del demandado

La no contestación de la demanda por parte del demandado puede tener como origen diversos
motivos, sin embargo, con independencia de ello, el legislador ha impuesto una dura sanción a
quien incurre en esta actitud procesal. En principio, la falta de contestación de la demanda tiene
como natural consecuencia la preclusión, en aplicación directa de lo dispuesto en el art. 435 CT. En
consecuencia, la posibilidad de ejercer el derecho a contestar la demanda se extingue, por el solo
ministerio de la ley, con el vencimiento del plazo y, en aplicación del adagio "lo accesorio sigue la
suerte de lo principal", el demandado rebelde no podrá ejercer los actos que solo pueden hacerse
valer con ocasión de la contestación de la demanda, como son la oposición de excepciones y la
interposición de una demanda reconvencional.

No obstante, la dura sanción a que nos referimos corresponde a una de las principales
controversias del nuevo proceso laboral, en cuanto el art. 453 Nº 1 inc. 7º CT establece que
cuando el demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no negare en ella alguno de los
hechos contenidos en la demanda, el juez podrá estimarlos como tácitamente admitidos en la
sentencia definitiva. Se trata de una norma de rango legal que establece el efecto jurídico que
puede producir tanto la no contestación de la demanda como la contestación de la demanda en
que no se controvierten todos o algunos de los hechos afirmados por el actor, siendo este efecto
la admisión tácita de los hechos contenidos en la demanda no controvertidos en la contestación
(Fernández, R.).

Desde luego, se advierte que dicha norma importa una inversión de la regla civil, toda vez que la
doctrina mayoritaria y una jurisprudencia uniforme sostienen que la rebeldía del demandado
implica una contestación ficta de la demanda, en que se niega genéricamente los hechos
constitutivos de la pretensión, de manera tal que la carga de la prueba seguirá radicada en el
demandante.

Así las cosas, la Corte Suprema ha resuelto que: "En efecto, la norma contenida en el artículo 453
número 1, inciso 7, del Código del Trabajo consagra la institución de carácter procesal que la
doctrina denomina "admisión de hechos", que puede ser expresa o tácita. La expresa, se puede
definir como un acto procesal por el cual una parte reconoce la verdad de los hechos expuestos
por la contraria y cuyo efecto consiste en que queda relevada de probar los hechos admitidos por
la primera, resultando innecesaria cualquier forma de prueba de los mismos que el juez debe
tener por acreditados. La admisión tácita provoca el mismo efecto, pero se diferencia de la
expresa porque solo cabe aplicarla en los casos que señala la ley, y uno de aquellos es
precisamente el que contempla la norma aludida precedentemente" (Corte Suprema, sentencia de
26 de junio de 2014, rol Nº 15330-2013).

2. Allanamiento

El último párrafo del art. 453 Nº 1 CT establece que, si el demandado se allanare a una parte de la
demanda y se opusiera a otras, se continuará con el curso de la demanda solo en la parte que
hubo oposición. Para estos efectos, el tribunal deberá establecer los hechos sobre los cuales hubo
conformidad, estimándose esta resolución como sentencia ejecutoriada para todos los efectos
legales, procediendo el tribunal respecto de ella conforme a lo dispuesto en el art. 462. Por su
parte, dicha norma señala que una vez firme la sentencia, lo que deberá certificar de oficio el
tribunal, y siempre que no se acredite su cumplimiento dentro del término de cinco días, se dará
inicio a su ejecución de oficio por el tribunal, de conformidad a lo dispuesto en los artículos
siguientes, relativos al cumplimiento de la sentencia y la ejecución de los títulos ejecutivos
laborales.

Pensamos que el allanamiento que regula el CT es distinto al regulado en el CPC. En este último el
acto del demandado no vincula al juez al proceso, sino simplemente elimina el periodo de prueba
(art. 313 CPC); en cambio, en el CT el allanamiento, sea total o parcial (el legislador solo se refiere
al parcial) tiene efectos vinculantes para el juez, pues lo obliga a establecer los hechos sobre los
cuales hubo conformidad, dictando resolución judicial que se estima como sentencia ejecutoriada
(Orellana, F.; Pérez, A.).
Sin más, nuestros tribunales se han referido al allanamiento total como una figura cuyos efectos se
equiparan a la admisión tácita de los hechos contenidos en la demanda, toda vez que ambos actos
tienen una común consecuencia jurídica: la exención de prueba. Así, se ha fallado: "Resulta
indiscutible que la aceptación tácita de los hechos que sirven de fundamento a la demanda,
importa un reconocimiento o allanamiento a los mismos, por lo que no puede estimarse que
respecto de ellos exista controversia y, por consiguiente, es improcedente la rendición de pruebas
a su respecto. Por otra parte, si la audiencia de juicio tiene como propósito el rendir las pruebas
que el juez requiera para dictar su sentencia, resulta de toda lógica entender que ella es
innecesaria cuando tales pruebas no existirán, por lo que la dictación del fallo no puede
retardarse. Aceptar las alegaciones del recurrente, implicaría la dilación innecesaria del
procedimiento en perjuicio del demandante, lo que no resulta admisible, por lo que la petición de
nulidad debe ser desestimada" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 4 de noviembre de
2013, rol Nº 1000-2013).

3. Negación expresa de los hechos

La negación expresa de los hechos se entiende como el cumplimiento de la carga procesal


establecida en el art. 452 inc. 2º CT, que requiere que la contestación se pronuncie sobre los
hechos contenidos en la demanda, en el sentido de negarlos en forma expresa y concreta. Desde
esta perspectiva, la negación expresa de los hechos no solo tiene como objeto establecer cuáles
son los hechos controvertidos y, en consecuencia, sobre los que deberá recaer la prueba, sino que,
además, impedir un efecto de suyo pernicioso para los intereses del demandado, esto es, la
admisión tácita de los hechos contenidos en la demanda. Es preciso destacar que la negación
expresa de los hechos se refiere únicamente a la contravención de las afirmaciones fácticas
introducidas en la demanda, de manera que, al no introducirse nuevos hechos por el demandado,
la carga de la prueba sigue radicada en el actor.

Bien se ha ilustrado por la mejor doctrina que, para oponerse a una demanda no se necesita tener
razón. El demandado también puede actuar con conciencia de su sinrazón y oponerse a una
demanda fundada. Pero su razón o falta de razón no pueden ser juzgadas en el transcurso del
juicio, para detener o para no dar andamiento a su oposición, sino que se actúa tal como si el
derecho a oponerse fuera perfecto, hasta el momento de la sentencia (Couture, E.).

4. Oposición de excepciones

La excepción es el poder jurídico del demandado, de oponerse a la pretensión que el actor ha


aducido ante los órganos de la jurisdicción (Couture, E.). Por consiguiente, desde un punto de vista
funcional, concebimos a la excepción como aquel medio de defensa que el legislador ha brindado
al demandado para hacer oposición a la acción intentada en su contra por el demandante. En
otras palabras: tal como se han otorgado las acciones al demandante, las excepciones han sido
puestas a disposición del demandado.

Así las cosas, el art. 452 inc. 2º CT señala que la contestación de la demanda deberá contener las
excepciones que se deduzcan, de lo cual se concluye que estos medios de defensa constituyen una
institución específica de la contestación de la demanda. Para estos efectos, seguiremos la
distinción clásica entre excepciones dilatorias, procesales o de forma y excepciones perentorias,
materiales o de fondo.

Con todo, debemos prevenir que la concentración que gobierna el procedimiento laboral impide
hacer aplicables ciertas normas del CPC que regulan los mecanismos defensivos de que puede
valerse el demandado en ocasiones distintas a la contestación de la demanda. Nos referimos a
aquellas excepciones que la doctrina ha denominado mixtas, que siendo perentorias pueden
oponerse antes de la contestación de la demanda (art. 304 CPC) y las denominadas anómalas,
entendiendo por tales a aquellas excepciones de fondo que pueden oponerse en cualquier estado
del juicio e incluso en segunda instancia, con tal que se funden en un antecedente escrito (art. 310
CPC).

a. Excepciones dilatorias

Se ha entendido que son excepciones dilatorias aquellos medios de defensa que se refieren a la
corrección del procedimiento, sin afectar el fondo de la acción deducida (art. 303 Nº 6 CPC). Ahora
bien, no solo se debe recurrir al CPC para establecer una definición de estos mecanismos
procesales, sino que, además, forzoso es requerir la aplicación del art. 303 para los efectos de
consignar cuáles son las excepciones dilatorias susceptibles de ser deducidas en el procedimiento
laboral, en atención a la remisión hecha por el art. 432 CT.

En este sentido, el art. 303 CPC establece un listado de excepciones dilatorias, correspondientes a
la incompetencia del tribunal, la falta de capacidad, personería o representación legal del
demandante, la litis pendencia, la ineptitud del libelo, el beneficio de excusión y, en general, las
que se refieran a la corrección del procedimiento sin afectar el fondo de la acción deducida.

Sin embargo, reiteramos que no resultan aplicables las normas referidas a la oportunidad procesal
en que estas excepciones deben hacerse valer, dado que el CPC dispone que las excepciones
dilatorias deben oponerse durante el término de emplazamiento, pero antes de la contestación de
la demanda (art. 305 CPC). Esta forma de invocar las excepciones cobra especial relevancia en
materia de incompetencia del tribunal, dado que en sede procesal civil, el demandado prorroga
tácitamente la competencia, por hacer, después de apersonado en el juicio, cualquiera gestión que
no sea la de reclamar la incompetencia del tribunal (art. 187 Nº 2 COT).

Por lo demás, atendido el carácter de incidente de previo y especial pronunciamiento de las


excepciones formales, oponerlas en forma previa a la contestación de la demanda implicaría
suspender la tramitación del procedimiento antes de dar lugar a la discusión del fondo y, con ello,
fomentar las prácticas puramente dilatorias que son materia frecuente tratándose de estos
medios procesales, en circunstancias que el legislador ha pregonado la buena fe y celeridad como
talismanes de la reforma procesal laboral.

Por el contrario, al hacerse valer en la contestación de la demanda, el legislador señala que el


tribunal procederá a conferir traslado de las excepciones y, una vez evacuado por el actor, deberá
pronunciarse de inmediato en la audiencia preparatoria respecto de las excepciones de
incompetencia, de falta de capacidad o de personería del demandante, de ineptitud del libelo o de
aquella en que se reclame del procedimiento, siempre que su fallo pueda fundarse en
antecedentes que consten en el proceso o que sean de pública notoriedad. En los casos que ello
sea procedente, se suspenderá la audiencia por el plazo más breve posible, a fin de que se
subsanen los defectos u omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento de no
continuarse adelante con el juicio. Las restantes excepciones se tramitarán conjuntamente y se
fallarán en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1 incs. 4º y 5º CT).

La resolución que se pronuncie sobre la excepción de incompetencia del tribunal deberá ser
fundada y solo será susceptible de apelación aquella que la acoja, la que deberá interponerse en
audiencia. De concederse el recurso, se hará en ambos efectos y será conocido en cuenta por la
Corte (art. 453 Nº 1 inc. 6º CT).

b. Excepciones perentorias

Se entiende por excepciones perentorias o materiales a aquellas que, atacando el fondo de la


acción deducida, tienden a desvirtuar la pretensión hecha valer por el actor, conduciendo al
rechazo de la demanda. Tal como se adelantó, éstas difieren de la negación expresa de los hechos
contenidos en la demanda, toda vez que a través de ellas se tiende a introducir nuevas
afirmaciones fácticas que atacan en forma directa los hechos constitutivos de la pretensión del
actor y que, en consecuencia, producen relevantes efectos respecto de la carga de la prueba. Nos
referimos precisamente a la introducción de nuevos hechos por el demandado, pudiendo
clasificarlos en impeditivos, extintivos y excluyentes.
Los hechos impeditivos son aquellos hechos que se producen al mismo tiempo que los hechos
constitutivos de la pretensión actora, impidiéndoles manifestar sus normales efectos jurídicos
creadores, y dan forma, por ejemplo, a la excepción de nulidad. Los hechos extintivos, en cambio,
acaecen con posterioridad constituyendo circunstancias sobrevenidas, extinguiendo (en todo o en
parte) los efectos de los hechos constitutivos, como ocurre por ejemplo con la excepción de pago
de la deuda. Por fin, los hechos excluyentes permiten al demandado sostener, frente a los hechos
constitutivos, su absolución, mediante un contraderecho que le permite enervar el derecho del
demandante, lo que ocurre, por ejemplo, con la excepción de prescripción (Palomo, D.).

La relevancia en materia de carga de la prueba reside en que, al introducir excepciones


perentorias y, con ello, nuevos hechos, corresponde al demandado la prueba de los hechos
impeditivos, extintivos y excluyentes. Al tratarse de medios de defensa que miran al fondo de la
acción deducida, el juez deberá fallarlos en la sentencia definitiva (arts. 453 Nº 1 inc. 5º y 458 CT).

Sin perjuicio de lo anterior, el legislador establece que las excepciones de caducidad y prescripción
deberán ser resueltas en la audiencia preparatoria, siempre que su fallo pueda fundarse en
antecedentes que consten en el proceso o sean de pública notoriedad. Consideramos que ello se
justifica atendida la fácil comprobación de los hechos que fundan estas excepciones, dado que la
constatación del vencimiento de los plazos respectivos permite al tribunal zanjar en un terreno
preliminar una cuestión que podría debatirse hasta el final del trayecto procesal.

5. Reconvención

Se entiende por reconvención la introducción de una nueva pretensión del demandado


yuxtapuesta a su escrito de contestación que crea en el actor, a su vez, la carga de ejercitar frente
a la misma su derecho de defensa, asumiendo, respecto de esta nueva pretensión, el rol de
demandado. El fundamento de la reconvención es el mismo que de la acumulación, es decir, la
economía procesal, pues sería antieconómico, sobre todo para el demandado, que tuviera que
esperar a finalizar el procedimiento iniciado por el actor o incoar en otro paralelo cuando en él
concurra también la circunstancia de ser acreedor de su actor. En tal supuesto, lo más racional y
menos oneroso es que en un solo procedimiento se diluciden ambas pretensiones, tanto la del
demandante como la del demandado (Gimeno, V.)

El art. 452 CT requiere que la reconvención sea interpuesta de forma escrita, en el acto de la
contestación de la demanda, lo cual se satisface incorporando la demanda reconvencional en un
otrosí del respectivo escrito. Por lo demás, la reconvención deberá contener las mismas
menciones que establece el art. 446 y se tramitará conjuntamente con la demanda (inc. final).
Ahora bien, el legislador establece que la demanda reconvencional solo será procedente cuando el
tribunal sea competente para conocer de ella como demanda y siempre que esté íntimamente
ligada a ella (inc. 3º). Por ello, la demanda reconvencional debe observar las normas de
competencia absoluta y relativa, pero, además, debe guardar una estrecha relación con la
demanda deducida por el actor principal.

Tratándose de las exigencias para la procedencia de la demanda reconvencional, se ha resuelto:

"Segundo: Que el artículo 452 del Código del Trabajo establece que la reconvención sólo será
procedente cuando el tribunal sea competente para conocer de ella como demanda y siempre que
esté íntimamente ligada a ella. Por su parte, el artículo 420 del mismo texto legal, establece la
competencia de los Juzgados de Letras del Trabajo; señalando en cada uno de sus literales, las
materias que ésta abarca; específicamente: cuestiones suscitadas entre trabajadores y
empleadores por aplicación de las normas laborales o derivadas de la interpretación de los
contratos individuales o colectivos de trabajo; cuestiones derivadas de la aplicación de las normas
sobre organización sindical y negociación colectiva; cuestiones derivadas de las normas de
previsión o de seguridad social; juicios sobre cumplimiento de obligaciones emanadas de títulos
que las leyes laborales otorguen mérito ejecutivo; reclamaciones contra resoluciones dictadas por
autoridades administrativas en materias laborales, previsionales o de seguridad social; juicios en
que se pretenda hacer efectiva la responsabilidad del empleador en accidentes del trabajo o
enfermedades profesionales; y todas aquellas materias que las leyes entreguen a los juzgados de
letras con competencia laboral" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de 6 de febrero
de 2017, rol Nº 387-2016).

"Octavo: Que si bien los conceptos que el demandado reclama del actor por vía reconvencional —
anticipos de comisiones y préstamos otorgados al trabajador— pueden tener como base la
relación laboral que existió entre las partes, no se trata de una materia que diga relación con la
aplicación de normas laborales, ni se deriva tampoco de la interpretación o aplicación del contrato
individual de trabajo. En efecto, no basta que, con ocasión del contrato de trabajo, se hayan
efectuado pactos o convenciones entre las partes que den lugar a obligaciones pecuniarias, ya que
la jurisdicción del trabajo está acotada a la resolución de conflictos de índole netamente laboral.
En la especie, la práctica de otorgar préstamos a los trabajadores, sea bajo la figura de "anticipar
comisiones" o a título de préstamo propiamente tal, excede el ámbito propio de la relación laboral
y por ello su pago o cancelación no es materia de interpretación o aplicación del contrato de
trabajo" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 28 de abril de 2011).

En cuanto a su tramitación, se ha establecido que el juez, al iniciar la audiencia preparatoria, junto


con efectuar una relación somera de los contenidos de la demanda y contestación, deberá hacerlo
respecto de la demanda reconvencional que se hubiere deducido en tiempo y forma. A
continuación, deberá conferir traslado para la contestación de la demanda reconvencional, la que
se llevará a efecto en la misma audiencia.

Modelo de escrito que cumple los presupuestos básicos

de la contestación de la demanda

En lo principal: Contesta demanda. Primer otrosí: Se tenga presente. Segundo otrosí: Señala forma
de notificación. Tercer otrosí: Patrocinio y poder.

Señor Juez de Letras del Trabajo de Talca

Carlos Sebastián Valdés Pizarro, empresario, chileno, en representación de Informativa y Servicios


Valdés Limitada y Servicios Valdés E.I.R.L., ambos domiciliados en Calle 2 Sur Nº 1432, en autos
caratulados "Valenzuela con Informativa y Servicios Valdés Limitada" Nº de RIT O-47-2018, a US.
respetuosamente digo:

Que por este acto vengo en contestar la demanda de despido, despido injustificado y cobro de
prestaciones laborales, interpuesta ante SS., por don Francisco Antonio Valenzuela Salinas
solicitando se rechace en todas sus partes con expresa condena en costas, de conformidad con los
antecedentes, hechos y fundamentos de Derecho que a continuación expongo:

1.- Pronunciamiento de los hechos señalados en las demandas deducida en autos

En los términos del artículo 452 del Código del Trabajo, esta parte niega y controvierte
expresamente todos y cada uno de los hechos, vertidos en el acápite II, III y IV que contiene y
exponen en el escrito de demanda laboral a excepción.

2.- Hechos de las demandas que se niegan expresamente

1.- Que la relación laboral se desarrolló con aparentemente con normalidad. No obstante, los
trabajadores detectamos que nuestro empleador no paga las cotizaciones.
2.- Que ante dicha situación de cotizaciones impagas por parte de la demandada principal
Informática y Servicios Valdés Limitada, y dado que para postular a proyectos con entidades
públicas es requisito tener las cotizaciones al día, es que se crea una segunda empresa Servicios
Valdés E.I.R.L. (también llamada Infoser E.I.R.L.) con el mismo domicilio, RUT, representante legal,
y del mismo giro, sólo que enfocada en la práctica principalmente en brindar servicios a
instituciones públicas o licitaciones vía Chilecompra.

3.- Que en el caso del demandante ambas empresas eran en la práctica la misma.

4.- Que la situación del demandante se puso crítica en septiembre de 2017 y que en aquella fecha
su empleador cesa en el pago de mi remuneración.

5.- Que se adeuda la suma de $ 556.875 por septiembre, 556.875 por octubre, 556.875 por
noviembre, 556.875 por diciembre de 2017, y los 29 días de enero de 2018.

6.- Que mi parte haya dejado de cumplir las obligaciones esenciales que emanan del contrato de
trabajo, como es el pago de una remuneración, sin perjuicio que además se está apropiando
indebidamente de los fondos previsionales que le pertenecen al actor.

7.- Que la falta de pago de las cotizaciones de salud durante varios meses hay sido un
incumplimiento grave de las obligaciones contractuales por parte del empleador.

8.- Que Informática y Servicios Valdés Limitada y la demandada solidaria y Servicios Valdés E.I.R.L,
son ambas empresas pertenecientes al empresario y jefe, don Carlos Sebastián Valdés Pizarro.

9.- Que el actor recibía las órdenes directas, al igual que todos mis compañeros.

10.- Que ambas empresas se encuentran domiciliadas y en funcionamiento en 2 norte 524, Talca.

11.- Que para postular a proyectos con entidades públicas vía licitaciones se haya creado una
segunda razón social el año 2010: Servicios Valdés E.I.R.L.
12.- Que el motivo de crear esta razón social es que la primera tenía y arrastraba una gran deuda
previsional con sus trabajadores.

13.-Que para el único motivo que fue creada la demandada solidaria Servicios Valdés E.I.R.L., fue
para postular a licitaciones vía Chilecompra, a las cuales no podía postular Informática y Servicios
Valdés Limitada por la gran deuda previsional existente.

14.- Que estemos ante un subterfugio laboral.

15.- Se niega que se le adeuden remuneraciones laborales por un valor de $ 556.875 mensuales de
septiembre, octubre, noviembre, diciembre de 2017 y 29 días de enero de 2018.

3.- Excepción de nulidad del despido indirecto

Como se acreditará al actor nada se le adeuda por remuneraciones laborales y los reales hechos
que motivan el despido indirecto están en una causa ilícita que deviene en el actuar indebido que
realizó el actor durante la vigencia del contrato de trabajo. En efecto, como se acreditará el actor
por la calidad en que fue contratado, mediante contrato de trabajo y por sus cláusulas esenciales y
de su naturaleza, estaba obligado a determinadas obligaciones laborales que incumplió. Ello causó
perjuicio a mis representadas y en definitiva conforman la idea, planificación y actuar doloso del
actor para conformar su despido indirecto y que fueron el real motivo que indujo al acto de dar el
despido indirecto. Así el actor incurrió en las siguientes irregularidades:

1) No tenía actualizada las carpetas individuales del personal

2) No llevaba un archivo adecuado de control de vacaciones del personal, incluyéndose el mismo


(tenía doble recibo con distinta información)

3) No llevaba carpeta de control de previsional

4) No llevaba control de libro de compras

5) No llevaba libro de asistencia ni control de este


6) Tenía un desorden administrativo general

7) Hacía uso permanente en horario laboral de visitas a páginas web inadecuadas

Todo lo anterior, conllevó que la gestión administrativa de la empresa sufriera un descalabro y


desorden que no permitió responder oportunamente ante las obligaciones laborales y
previsionales de los trabajadores, todo motivado por el actuar del actor, y que en concreto
significa ahora que él se aprovecha de su propio dolo o negligencia para dar un despido indirecto e
interponer una demanda laboral en los términos que se deduce. En efecto, desde antiguo se
reconoce y sanciona la actitud dolosa de los sujetos de derecho, al punto que nadie puede
aprovecharse de su propio dolo.

La legislación civil y laboral no escapa a ese principio y dentro de los principios formativos del
Derecho Laboral existe el principio de la buena fe en el cumplimiento de los contratos, lo que no
ha ocurrido en el caso del actor. El acto del despido indirecto es un acto jurídico unilateral

y como tal no escapa a los requisitos que debe tener todo acto jurídico en su gestación y
materialización, entre ellos debe tener una causa lícita. Ello no ocurre en este caso, ya que el actor
actuó con dolo en el incumplimiento de su contrato de trabajo y contra la actitud esperada por su
empleador y por las motivos que lo contrató como un trabajador de confianza en la parte
administrativa encargado de tener actualizadas las carpetas individuales del personal, de llevar un
archivo adecuado de control de vacaciones del personal sin doble recibo o distinta información, el
llevar las carpetas de control de previsional, el control de libro de compras y los libros de
asistencia y control del personal, en suma él tenía como obligación esencial o a lo menos de la
naturaleza de su contrato de trabajo tener un orden administrativo general, el cual no hizo
llevando en definitiva a una situación de descontrol y desorden de la empresa que provocó sendas
demandas, pagos inoportunos de remuneraciones y cotizaciones que el actor debía de preparar,
informar y coordinar con el contador de la empresa para proceder a hacer oportunamente los
pagos respectivos, cosas que no hizo dolosamente y en su beneficio.-

Como se acreditará el desfase, o el no enterar oportunamente sus cotizaciones es únicamente por


el actuar doloso del actor y este actuar doloso o negligente es aprovechado por él ahora para dar
un despido indirecto reñido con los elementales principios de buena fe contractual que permiten
invocar la nulidad del acto del despido indirecto por causa ilícita, pues el único motivo que lo
induce al acto jurídico aquel es aprovecharse de su propio dolo lo que contradice la ley y las
buenas costumbres y en general el orden público, ya que esa dejación, ese actuar doloso es lo que
ha provocado la conductas que estima el actor como tipificantes del despido indirecto y que en
definitiva viene a constituir un provecho del propio dolo del actor, por lo que se solicita que se
declare por SS. que el despido indirecto dado por el actor con fecha 29 de enero de 2018 es un
acto jurídico unilateral, hecho dolosamente, fraguado y articulado por el actor y por tanto con
causa ilícita, esto es, con una causa prohibida por ley o contraria a las buenas costumbres o al
orden público y por lo mismo es nulo y sin valor conforme lo que establecen los artículos 1681 y
1682 del código Civil, por lo queda sin efecto, rechazándose la demanda laboral incoada por la
contraria por falta de validez del despido indirecto y en razón de lo cual no se accede al cobro de
prestaciones laborales deducida en autos; con costas.-

Por tanto, ruego a US.: Que dentro de plazo y en forma, se sirva tener contestada la demanda de
despido indirecto y cobro de prestaciones laborales, deducida en autos en contra de mí
representada y se sirva tener por opuesta la excepción de nulidad del despido indirecto y negarle
lugar a la demanda en todas sus peticiones, con costas.

Primer otrosí: Ruego a US. se sirva tener presente que me valdré de todos los medios de prueba
que nos franquea la ley.

Segundo otrosí: Ruego a US. se sirva disponer que se nos notifique el correo electrónico:
cristiandelgado@gmail.com.

Tercer otrosí: Ruego a US. tener presente que designo abogado patrocinante y confiero poder con
todas las facultades establecidas en los artículos 6 y 7 del Código de Procedimiento Civil a don
Cristian Ignacio Delgado Contreras, abogado habilitado para el ejercicio de la profesión,
domiciliado en calle 3 Oriente Nº 1253, Talca.

IV. Audiencia de preparación del juicio oral

A) Cuestiones preliminares

a) Antecedentes generales
Las reformas procesales en nuestro país han transitado hacia la consolidación de un modelo
procesal por audiencias que permitiría poner en práctica los valores de la justicia moderna que ya
han sido pregonados por el derecho comparado. Sobre esta base, se ha dividido el procedimiento
en dos audiencias orales, públicas y concentradas, dentro de las cuales debería ventilarse la
totalidad de los actos a desarrollar hasta la dictación de la sentencia definitiva. El legislador
procesal laboral, hasta el momento, el último en ponerse al día con la tendencia reformadora, ha
dejado expresa constancia de este fenómeno en la normativa del procedimiento de aplicación
general, al señalar: "El procedimiento regulado en este Párrafo se desarrollará en dos audiencias,
la primera preparatoria y la segunda de juicio, conforme a las reglas que se señalan en los artículos
siguientes" (art. 450 CT).

En efecto, uno de los objetivos de la Ley Nº 20.087 consistía en la modernización del sistema
procesal laboral, señalándose: "En la última década, nuestro país ha sufrido enormes
transformaciones en sus instituciones políticas, productivas y sociales, acometiendo progresiva y
decididamente en el último tiempo las necesarias e ineludibles modernizaciones del sistema de
administración de justicia.

Este proceso modernizador debe encontrar, quizás como en ningún otro, en el ámbito del proceso
laboral un terreno fértil para su concreción, recogiendo de las experiencias y tendencias
comparadas exitosas en esta materia, las ideas matrices que permitan lograr los objetivos
planteados".

Dicho sea de paso, que esta audiencia ha recibido diversas denominaciones, mencionándose como
audiencia preliminar, audiencia preparatoria, audiencia de preparación del juicio oral, audiencia
previa al juicio, entre otras. Ahora bien, como quiera que se le denomine, este acto procesal tiene
una vital importancia en el modelo instaurado por los distintos órdenes procesales reformados,
cuya finalidad es depurar el objeto del debate, explorar la posibilidad de solución alternativa y
llevar a cabo una serie de actividades probatorias (Contreras, C.; Palomo, R.).

b) Objetivos

Teniendo en consideración que al encontrarse el proceso en la etapa de la audiencia previa ya se


ha determinado el objeto del debate, solo quedaría consolidar la debida orientación hacia su eje
central: la prueba. Como es sabido, la audiencia de juicio se encuentra reservada para la práctica
de los medios de prueba y estos, a su vez, deben haber pasado por el examen de admisibilidad
realizado precisamente en la preparación del juicio oral. Sin embargo, la regulación que ha
instaurado el legislador procesal laboral da cuenta de una serie de funciones u objetivos que la
audiencia preliminar se encuentra destinada a cumplir y que escapan al examen de los medios de
prueba que se practicarán en el juicio oral. Para estos efectos, la doctrina distingue las funciones:
conciliatoria, saneadora y delimitadora.

En primer lugar, respecto de la función conciliatoria, el art. 453 Nº 2 CT dispone en su inciso


primero que, terminada la etapa de discusión, el juez llamará a las partes a conciliación, a cuyo
objeto deberá proponerles las bases para un posible acuerdo, sin que las opiniones que emita al
efecto sean causal de inhabilitación.

Partiendo de la base de la asistencia de las partes a la audiencia o, al menos, de sus apoderados


con poderes suficientes al efecto, será el propio juzgador quien deberá proponerles a los
asistentes las bases de arreglo. Para ello, es de extrema relevancia y, a nuestro entender,
insoslayable, que el juez maneje acabadamente los términos del debate, planteados a través de
los escritos iniciales de postulación. Solo así podrá proponer bases que sean dignas de ser
atendidas. Si ello no ocurriere, difícilmente el juez podrá hacer una oferta tentadora a las partes
que los incentive a autocomponerse (Lorca, N.; Palomo, D.).

En segundo término, como su nombre lo indica, el objetivo de la función saneadora es liberar al


proceso de todos aquellos vicios que pudieren afectarlo en su desarrollo, sanar al proceso de las
enfermedades de que padezca. Esta función se desarrolla, como es obvio, con posterioridad al
descarte del acuerdo de las partes (Lorca, N.; Palomo, D.).

El legislador da cuenta expresamente de esta función, señalando que, una vez evacuado el
traslado por la parte demandante, el tribunal deberá pronunciarse de inmediato respecto de las
excepciones de forma que se hayan deducido por el demandado. En los casos en que ello sea
procedente, se suspenderá la audiencia por el plazo más breve posible, a fin de que se subsanen
los defectos u omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento de no continuarse
adelante con el juicio (art. 453 Nº 1 inc. 4º CT).

Por último, respecto de la función delimitadora, el itinerario establecido por el legislador indica
que la siguiente importante tarea que concentrará la atención y esfuerzos de las partes y el juez
estará relacionada directamente con la fijación y delimitación precisa del objeto del juicio. Por
decirlo ilustrativamente: la audiencia previa al juicio y sus intervinientes se sacan el traje
"saneador" (ya usado con éxito) y se ponen el traje "preparatorio" (del juicio). Evidentemente,
corresponderá abordar este contenido de la audiencia solo en aquellos casos en donde no se
hayan suscitado cuestiones procesales o, habiéndose suscitado, hayan sido resueltas en el sentido
que la audiencia y el proceso sigan su curso (Palomo, D.).
La delimitación que busca la audiencia preliminar está encaminada a conseguir, por un lado,
encuadrar en su justa medida los términos en que deberá desarrollarse el debate de ahí en más y,
por otro, definir todo lo que dice relación con la prueba, en especial, qué hechos requieren de
prueba y cuáles no y, como consecuencia necesaria de ello, qué medios probatorios de los
ofrecidos por las partes serán los admitidos para esos efectos y cuáles no (Lorca, N.; Palomo, D.).
Dicho de otra forma: en cuanto a las partes, la audiencia previa está conectada con la demanda y
la contestación (y la contestación a esta, en su caso). No es, o no debe ser, pues, la audiencia
previa una ocasión para sorpresas, que desequilibrarían la igualdad de derechos procesales de las
partes (De la Oliva, A.).

B) Estructura de la audiencia preparatoria

a) Citación a la audiencia

El art. 451 CT establece que, admitida la demanda a tramitación, el tribunal deberá, de inmediato
y sin más trámite, citar a las partes a una audiencia preparatoria, fijando para tal efecto, dentro de
los treinta y cinco días siguientes a la fecha de la resolución, el día y hora para su celebración,
debiendo mediar entre la notificación de la demanda y citación, y la celebración de la audiencia, a
lo menos, quince días.

En la citación se hará constar que la audiencia preparatoria se celebrará con las partes que asistan,
afectándole a aquella que no concurra todas las resoluciones que se dicten en ella, sin necesidad
de ulterior notificación. Asimismo, deberá indicarse en la citación que las partes, en dicha
audiencia, deberán señalar al tribunal todos los medios de prueba que pretendan hacer valer en la
audiencia oral de juicio, como así también requerir las diligencias de prueba atinentes a sus
alegaciones, para que el tribunal examine su admisibilidad (art. 451 inc. 2º CT).

Además, en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 47 del Auto Acordado Nº 71 de la Corte


Suprema, el tribunal deberá hacer constar en la citación que las partes deberán obligatoriamente
traer minuta escrita con a lo menos la prueba instrumental de que piensen valerse en el proceso,
sin perjuicio de su incorporación en la audiencia de juicio.

En el antiguo procedimiento ordinario, una vez contestada la demanda por parte del demandado,
o habiéndose hecho cargo el demandante de las excepciones o demanda reconvencional, el
tribunal debía dictar una resolución que recibiera de inmediato la causa a prueba, fijara los puntos
sobre los cuales ésta debía recaer, y señalara una fecha para realizar una audiencia de conciliación
y prueba en un lapso que por ley no podía ser superior a 15 días (pero que en la práctica se
realizaba entre 3 a 8 meses de presentada la demanda). Dictada que fuera la resolución que
recibía la causa a prueba y citadas que fueran las partes a la audiencia de conciliación y prueba, las
partes que hubiesen deseado presentar prueba debían solicitarlo dentro de los tres días
siguientes, junto con la citación a los testigos (por carta certificada) y la absolución de posiciones
(testimonio de parte). En dicha actuación, el tribunal se pronunciaba sobre los medios de prueba
solicitados, ordenaba las notificaciones correspondientes y luego se llevaba a cabo la "audiencia"
de conciliación y prueba antes descrita. En ella, se hacía un llamado a conciliación a las partes y
luego se rendía la prueba ofrecida, normalmente, ante funcionarios del despacho judicial
conocidos como "actuarios", quienes eran en general los encargados de la tramitación de los
expedientes (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

b) Inicio de la audiencia

La audiencia preparatoria se desarrollará en su totalidad ante el juez de la causa, el que la


presidirá y no podrá delegar su ministerio. El incumplimiento de este deber será sancionado con la
nulidad insaneable de las actuaciones y de la audiencia, la que deberá declarar el juez de oficio o a
petición de parte (art. 427 inc. 1º CT). De esta suerte, se advierte que el contenido asignado a la
audiencia previa al juicio (reforzado en relación con las experiencias pasadas) fuerza la presencia y
participación activa de los jueces, estableciéndola como un factor imprescindible para su
desarrollo (Palomo, D.).

A su vez, el art. 453 Nº 1 explica detalladamente el inicio y posterior desarrollo de la audiencia


preparatoria, señalando que esta comenzará con la relación somera que hará el juez de los
contenidos de la demanda, así como de la contestación y, en su caso, de la demanda
reconvencional y de las excepciones, si estas hubieren sido deducidas por el demandado en los
plazos establecidos en el artículo 452. A continuación, el juez procederá a conferir traslado para la
contestación de la demanda reconvencional y de las excepciones, en su caso, sobre las que deberá
pronunciarse el demandante tras haber tomado oportuno conocimiento de ellas (art. 453 inc. 3º
CT).

c) Resolución de las excepciones

Como muestra de la aplicación del principio de concentración, durante la audiencia preparatoria,


luego de haberse evacuado el traslado de la demanda reconvencional por el demandante, el
tribunal deberá pronunciarse de inmediato respecto de las excepciones de incompetencia, de falta
de capacidad o de personería del demandante, de ineptitud del libelo, de caducidad, de
prescripción o aquella en que se reclame del procedimiento, siempre que su fallo pueda fundarse
en antecedentes que consten en el proceso o que sean de pública notoriedad.
La ley permite, excepcionalmente, la suspensión de la audiencia por el plazo más breve posible, a
fin de que se subsanen los defectos u omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento
de no continuarse adelante con el juicio. Las restantes excepciones se tramitarán conjuntamente y
se fallarán en la sentencia definitiva (art. 453 Nº 1 incs. 4º y 5º CT).

La resolución que se pronuncie sobre las excepciones de incompetencia del tribunal, caducidad y
prescripción, deberá ser fundada. Si el tribunal acogiera la excepción de incompetencia, el proceso
llega a su fin, pero el juez debe remitir los antecedentes al tribunal competente, a efectos de que
su tramitación se verifique ante este último (art. 447 CT). Por el contrario, si el tribunal acogiera
las excepciones de caducidad y prescripción, el proceso llega a su término irremediablemente,
atendida la extinción de la acción deducida. En contra de la resolución que se dicte en este sentido
será procedente el recurso de apelación, el que deberá interponerse en audiencia y, de
concederse, se hará en ambos efectos y será conocido en cuenta por la Corte (art. 453 Nº 1 inc. 7º
CT).

d) Falta de negación de los hechos contenidos en la demanda

Cuando el demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no negare en ella algunos de los


hechos contenidos en la demanda, el juez, en la sentencia definitiva, podrá estimarlos como
tácitamente admitidos (art. 453 Nº 1 inc. 7º CT). Como se ha mencionado anteriormente, tanto la
no contestación de la demanda como la falta de negación de los hechos contenidos en ella dan
lugar a la aplicación de la admisión tácita de estos. Con todo, debemos prevenir que la norma en
comento establece que esta constituye una facultad para el juez, al señalar que podrá estimar los
hechos como tácitamente admitidos.

Ahora bien, si el demandado se allanare a una parte de la demanda y se opusiera a otras, se


continuará con el curso de la demanda solo en la parte en que hubo oposición. Para estos efectos,
el tribunal deberá establecer los hechos sobre los cuales hubo conformidad, estimándose esta
resolución como sentencia ejecutoriada para todos los efectos legales, procediendo el tribunal
respecto de ella conforme a lo dispuesto en el artículo 462 (art. 453 Nº 1 inc. 8º CT). Tratándose de
esta hipótesis, hay que tener presente la posibilidad que el demandado conteste la demanda, pero
omita controvertir solo algunos de los hechos contenidos en ella, caso en el cual corresponderá
recibir la causa a prueba para acreditar aquellos hechos que fueron controvertidos y aceptar
tácitamente en la sentencia aquellos que no lo fueron (Quintana, M.).

e) Suspensión de la audiencia preparatoria


La concentración procesal y la celeridad buscan que el proceso se desenvuelva en el mínimo de
actuaciones posibles y, de esta manera, se pueda tener una respuesta jurisdiccional rápida y
eficaz. Sin embargo, estos principios tienen algunos matices tratándose de la audiencia de
preparación del juicio oral, pudiendo procederse a su suspensión bajo determinadas hipótesis que,
atendido su carácter excepcional, deben encontrarse expresamente previstas en la ley.

Un primer supuesto se encuentra comprendido por la incomparecencia de las partes a la audiencia


preparatoria, evento en el cual tendrán el derecho de solicitar, por una sola vez, conjunta o
separadamente, dentro de quinto día contados desde la fecha en que debió efectuarse, nuevo día
y hora para su realización (art. 453 Nº 1 inc. 2º CT).

De este modo, la ley da solución a la eventualidad de que no comparezcan las partes a la audiencia
preparatoria, disponiendo el derecho a nueva audiencia, pero limitado a una sola vez. De no
hacerlo las partes, estimamos que el juez debe proceder al archivo de los autos, sin que de modo
alguno se pueda proseguir el juicio, toda vez que, al no haber hecho la petición dentro del plazo
legal, precluyó el derecho, y siendo la audiencia preparatoria imprescindible para que el juez
pueda pronunciarse con el mérito de los antecedentes o para la determinación de los hechos a
probar y la prueba, es que ha de entenderse abandonada la acción (Academia Judicial).

Una segunda hipótesis se encuentra conformada por aquellas situaciones en que el tribunal puede
suspender la audiencia por el plazo más breve posible, a fin de que se subsanen los defectos u
omisiones, en el plazo de cinco días, bajo el apercibimiento de no continuarse adelante con el
juicio (art. 453 Nº 1 inc. 4º CT). Se puede entender que es esta una sanción que se asimila al
abandono del procedimiento —que concluye— sin que necesariamente ello afecte a la acción
deducida en juicio, puesto que no hay pronunciamiento de fondo en la resolución que lo decreta
(Academia Judicial).

El art. 63 del Auto Acordado Nº 71 de la Corte Suprema complementa estas normas, regulando la
no realización y suspensión de audiencias. Dicha prescripción señala que el administrador del
tribunal deberá verificar el cumplimiento de los horarios de programación de las audiencias, así
como las razones que determinan la no realización o suspensión de ellas, adoptando las medidas
administrativas para evitar su ocurrencia.

Si existen motivos estrictamente legales, al excusarse de realizar una audiencia, el juez deberá
dejar constancia de ellos por escrito o en el audio correspondiente, lo cual será registrado por el
administrador. En caso de excusa o ausencia no comprendida en el inciso anterior, el
administrador deberá informar al ministro visitador, con copia al juez presidente.
f) No comparecencia a la audiencia preparatoria

Resulta evidente que las partes tienen la carga de comparecer a la audiencia preparatoria y, en
cuanto tal, se atribuyen consecuencias perjudiciales para el evento que no sea satisfecha. Pues
bien, tratándose de la falta de comparecencia, se debe distinguir si se trata del demandante o
demandado y, respecto de este último, si ha contestado o no la demanda deducida en su contra.

El efecto de la incomparecencia del demandante o del demandado que ha contestado demanda a


la audiencia preparatoria radica en que las resoluciones que se dicten en aquella audiencia
afectarán al demandado rebelde, sin necesidad de posterior notificación, ello por aplicación del
art. 451 inc. 2º CT. Por otro lado, respecto de los actos procesales para los cuales se encuentra
destinada esta audiencia, se atribuye como consecuencia la preclusión de su derecho a ofrecer al
tribunal los medios de prueba que pretendía hacer valer en la audiencia de juicio, así como la
imposibilidad de solicitar diligencia probatoria alguna (Quintana, M.).

Cuestión distinta ocurre con el demandado que no solo no ha concurrido a la audiencia


preparatoria, sino que, además, no ha contestado la demanda. Para estos efectos se ha atribuido
una sanción más estricta, toda vez que el tribunal podrá estimar como tácitamente admitidos los
hechos contenidos en la demanda.

g) Conciliación

1. Cuestiones generales

Se entiende por conciliación un mecanismo de resolución de conflictos con carácter bilateral, en


que las partes llegan a un acuerdo a instancias del juez, quien les propone las bases sobre las
cuales deben autocomponerse. Sobre esta base, se ha definido a la conciliación como un acto
jurídico procesal bilateral en cuya virtud las partes, a iniciativa del juez que conoce de un proceso,
logran durante su desarrollo, ponerle fin de mutuo acuerdo (Colombo).

Este trámite está revestido de obligatoriedad en el procedimiento ordinario laboral, puesto que,
terminada la etapa de discusión, el juez llamará a las partes a conciliación, a cuyo objeto deberá
proponerles las bases para un posible acuerdo, sin que las opiniones que emita al efecto sean
causal de inhabilitación (art. 453 Nº 2 inc. 1º CT). No obstante, estimamos que lo anterior no
significa que el juez pueda prejuzgar sobre el objeto de la discusión ni menoscabar la libertad de
las partes para aceptar las bases de acuerdo propuestas o generar las propias (Contreras, C.;
Palomo, R.).
Producida la conciliación, sea esta total o parcial, deberá dejarse constancia de ella en el acta
respectiva, la que suscribirán el juez y las partes, estimándose lo conciliado como sentencia
ejecutoriada para todos los efectos legales (art. 453 Nº 2 inc. 2º CT). Consideramos que esta
disposición tiene como finalidad impregnar de certidumbre jurídica el acuerdo parcial a que hayan
arribado las partes (y principalmente del demandante), dado que, con independencia del posterior
desenvolvimiento del proceso, este gozará de la inmutabilidad producida por la autoridad de cosa
juzgada. En tal sentido se pronuncia el art. 464 Nº 2 CT, confirmando la calidad de equivalente
jurisdiccional de la conciliación al otorgarle la calidad de título ejecutivo laboral, debiendo
tramitarse separadamente, si fuere necesario, el cobro de las sumas resultantes de la conciliación
parcial (art. 453 Nº 2 inc. 3º CT).

2. Aspectos problemáticos de la conciliación en el nuevo procedimiento de aplicación general

a. Confianza en los jueces como protagonistas del ejercicio conciliatorio

A través de la reforma procesal laboral se asumen los postulados propios de la corriente procesal
publicista que desde hace más de un siglo busca ser reconocida como la "moderna" tendencia de
la disciplina a partir de la cual (se repite) se impondría para los nuevos modelos contar con jueces
"más proactivos, pensantes, creativos y directores del proceso", para permitir, como corolario
natural, la plena realización del derecho individual y una tutela jurisdiccional efectiva. Se dota a los
jueces de mayores poderes y mayor margen de discrecionalidad para conseguir una respuesta
jurisdiccional "justa", a la vez que se le encarga acelerar significativamente los tiempos de
resolución de los conflictos (Palomo, D.).

b. La unidimensionalidad y el eficientismo procesal en la autocomposición de la nueva justicia


laboral

La búsqueda de una justicia laboral más eficaz, basada exclusiva y unidimensionalmente en la


mayor velocidad en la tramitación de la respuesta jurisdiccional, debe ser revisada cuando se
aprecia que, bajo la excusa de la aceleración de los tiempos de la justicia, se termina pasando a
llevar principios jurídicos superiores, de anclaje constitucional, que sirven de sustento a la idea
misma de proceso (Palomo, D.).

En tal sentido lo ha reconocido la doctrina, sosteniendo que, a nivel comparado, muchas de las
decisiones legislativas de las últimas décadas han estado dirigidas a lo que se ha llamado
"aceleración del proceso", persiguiéndose, no perfeccionar alguno de los mecanismos del proceso,
de aquellos que lo hacen más adecuado para la tutela de los derechos de las partes, sino la
realización del proceso en el menor tiempo posible. "Acelerar" el proceso ha tenido las mismas
consecuencias que "acelerar" un motor; a la larga no ha producido más velocidad y ha terminado
por quemarlo (Montero, J.).

En gran medida, a partir de esta búsqueda de la celeridad, se ha impuesto entre nosotros una
visión unidimensional de la eficiencia, vinculada con más mitos que realidad a la primacía del
modelo procesal inquisitivo, descuidando muchas veces, por las prisas y por las estadísticas, la
vigencia de valores que consideramos superiores, que sirven de base para la construcción de una
justicia no solo más rápida, sino que de mayor calidad (Palomo, D.).

c. Nuevas fórmulas que respeten los principios esenciales de todo proceso

Debe reflexionarse sobre la necesidad de encontrar un punto de equilibrio razonable entre las
soluciones impuestas a propósito de los problemas de la justicia laboral chilena,
fundamentalmente la sobrecarga de asuntos y la lentitud de la respuesta jurisdiccional, y el
peligroso retroceso que se puede apreciar en el plano del respeto a determinados postulados
elementales de justicia, sin los cuales el proceso (también el laboral) se hace irreconocible. Por
cierto, ya no basta con un llamado a confiar en la prudencia de los jueces, ni con una mirada
unidimensional a la eficiencia en la justicia, y se hace necesario sostener con mayor convicción si
cabe que si bien el factor tiempo es un elemento importante de la justicia, la búsqueda de una
mejora en las estadísticas temporales no puede terminar significando un claro retroceso al respeto
a derechos, principios y garantías procesales esenciales. Junto al salto cuantitativo (ligado a los
mejores números asociados a la reforma), debe propiciarse no solo no degradar la función
jurisdiccional sino también buscar un salto cualitativo (Palomo, D.).

h) Recepción de la causa a prueba

1. Presupuestos generales

El requisito sine qua non para que se reciba la causa a prueba corresponde a la existencia de
hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos, presupuesto que el juez desprenderá al
contrastar las alegaciones hechas valer por las partes en sus escritos de postulación. De lo
contrario, el juez deberá poner fin a la causa y dictar sentencia (art. 453 Nº 3 inc. 2º). Asimismo,
solo se recibirá la causa a prueba tras constatar que las partes fracasaron en el llamado a
conciliación, tras no arribar a un acuerdo mediante el cual pudieran autocomponerse.
Así las cosas, el inc. 1º del art. 453 Nº 3 CT establece que, contestada la demanda, sin que se haya
opuesto reconvención o excepciones dilatorias, o evacuado el traslado conferido de haberse
interpuesto estas, el tribunal recibirá de inmediato la causa a prueba, cuando ello fuere
procedente, fijándose los hechos a ser probados que, como se ha dicho, deben ser sustanciales,
pertinentes y controvertidos. En contra de esta resolución y de la que no diere lugar a ella, solo
procederá el recurso de reposición, el que deberá interponerse y fallarse de inmediato.

Es útil mencionar que la resolución que fija los hechos a probar constituye el símil de la resolución
que recibe la causa a prueba (también denominado "auto de prueba") en sede procesal civil (art.
318 CPC). Sin embargo, en contra de esta resolución procede el recurso de reposición con
apelación subsidiaria, con el objeto de eliminar, agregar o modificar alguno de los hechos
consignados en ella.

2. Examen de admisibilidad de la prueba

Constatada la necesidad de prueba, y habiéndose fijado los hechos sustanciales, pertinentes y


controvertidos, las partes tienen la carga procesal de proponer las fuentes de pruebas concretas
para que se admitan y, por tanto, se rindan en la audiencia de juicio (Fernández, R.). Junto con
ello, tiene lugar el examen de admisibilidad de las pruebas de que piensan valerse las partes para
acreditar los hechos controvertidos. Como es de imaginar, el juez será el encargado de efectuar
dicho estudio y admitir o rechazar las pruebas ofrecidas por las partes. Sin embargo, este no se
encuentra facultado para actuar discrecionalmente, dado que debe resolver sobre la base de las
limitaciones a los medios de prueba, entre nosotros, utilidad, pertinencia y licitud.

En primer término, el art. 453 Nº 4 CT inc. 1º establece que el juez resolverá fundadamente en el
acto sobre la pertinencia de la prueba ofrecida por las partes, pudiendo valerse de todas aquellas
reguladas en la ley. Las partes podrán también ofrecer cualquier otro elemento de convicción que,
a juicio del tribunal, fuese pertinente.

En relación con la utilidad de los medios probatorios, se establece que solo se admitirán las
pruebas que tengan relación directa con el asunto sometido al conocimiento del tribunal y
siempre que sean necesarias para su resolución (art. 453 Nº 4 inc. 2º CT).

Por último, carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por el
tribunal, las pruebas que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o indirectamente
por medios ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos fundamentales, esto
es, la denominada prueba ilícita (art. 453 Nº 4 inc. 3º CT).
3. Diligencias probatorias de oficio

a. Exhibición de documentos

En la audiencia preparatoria el tribunal podrá ordenar la exhibición de instrumentos que se


encuentren en poder de la parte contraria, la que deberá verificarse en la audiencia de juicio.
Obviamente esta situación será muchísimo más común en el caso del empleador, el cual está
obligado legalmente a tener cierta documentación, como ocurre, por ejemplo, con los contratos
de trabajo, los libros de contabilidad de la empresa o el registro de asistencia (Gamonal, S.).

Cuando, sin causa justificada, se omita la presentación de aquellos que legalmente deban obrar en
poder de una de las partes, podrán estimarse probadas las alegaciones hechas por la parte
contraria en relación con la prueba decretada (art. 453 Nº 5 CT). La gravedad de la sanción se
explica porque la parte contraria a la que solicitó la prueba no la presentó, pudiendo hacerlo, con
el consiguiente perjuicio que significa para esta la privación de una prueba que podría haber
contribuido a comprobar los hechos controvertidos favorables a su pretensión; realizó una
actuación contraria a la buena fe, correspondiéndole al tribunal sancionarla (Fernández, R.).

b. Otras diligencias probatorias

Además, el art. 453 Nº 9 CT establece que, en general, el juez de la causa podrá decretar
diligencias probatorias en la audiencia preparatoria, las que deberán llevarse a cabo en la
audiencia de juicio. Todo ello se encuentra en consonancia con lo dispuesto en el inc. 1º del art.
429 CT, en que se concede al tribunal la facultad de decretar de oficio las pruebas que estime
necesarias, aun cuando no las hayan ofrecido las partes y rechazará mediante resolución fundada
aquellas que considere inconducentes. Dicha resolución será susceptible de impugnarse a través
de recurso de reposición en la misma audiencia.

Ello no solo lleva a cuestionar si existe un verdadero predominio del principio de aportación de
parte, sino que, además, a considerar que el otorgamiento de semejantes atribuciones implica una
grave deformación del derecho a un juez imparcial y a la igualdad de armas procesales. Si bien la
vigencia del principio de aportación de parte no implica la asignación de un rol de absoluto
espectador para el juez, cuestión distinta es entregarle facultades probatorias cuyo despliegue
pueda depender de su entera discrecionalidad.
4. Exclusión de pruebas

La exclusión consiste en aquella actividad mediante la cual las partes solicitan la inadmisión de los
medios probatorios propuestos por la contraria, por encontrarse en contradicción con alguno de
los límites de la prueba. La ley laboral no contempla expresamente una oportunidad para la
verificación del debate de exclusión de pruebas. De ello podría pensarse que, en principio, las
solicitudes de exclusión se pueden ventilar a medida que se ofrezcan las pruebas por la parte
contraria, sin embargo, por cuestiones de orden, lo más lógico es concentrar en una sola
intervención las diversas peticiones que en este sentido realicen las partes.

La práctica judicial ha determinado que el debate de exclusión se realice con posterioridad al


ofrecimiento de las pruebas por ambas partes. En este acto, las partes deberán tener en
consideración los límites de la prueba para plantear sus solicitudes de exclusión (entre nosotros,
utilidad, pertinencia y licitud), debiendo darse traslado a la contraria a efectos de que se pronuncie
sobre ella. Todo lo anterior lleva a confirmar que la audiencia preparatoria tiene por objeto
garantizar la calidad de la información que ingresa al proceso, sometiendo las pruebas ofrecidas al
examen y debate de las partes en aplicación del principio de contradicción, logrando incluso, si es
del caso, la exclusión de aquellas que no cumplan con los estándares de admisibilidad.

Si bien se trata de un tema que en estricto rigor no obedece a la exclusión de prueba propiamente
tal, nada ha dicho el legislador procesal laboral sobre las convenciones probatorias, en
circunstancias que los demás órdenes procesales reformados han consagrado expresamente su
procedencia en el marco de la audiencia de preparación del juicio oral, en la cual deben fijarse los
hechos que deben ser probados y las convenciones probatorias que las partes hayan acordado
(arts. 30 y 61 Nº 7 Ley Nº 19.968 y 275 CPP).

Por consiguiente, atendida esta carencia legislativa, es preciso que el procedimiento de aplicación
general cuente con una norma que franquee a las partes la facultad de solicitar conjuntamente al
juez que dé por acreditados determinados hechos para no ser discutidos en la audiencia de juicio.
Con todo, de consagrar expresamente esta institución, es preciso que se establezcan límites
explícitos, generalmente referidos a su conformación con el derecho y, especialmente, a la
concurrencia de un consentimiento prestado en forma libre y voluntaria, con pleno conocimiento
de los efectos que la convención produciría en el proceso.

Con todo, existen ciertos reconocimientos jurisprudenciales que declaran la aplicación de esta
institución en el procedimiento laboral, señalando: "TERCERO: Que la etapa de discusión de un
procedimiento laboral puede concluir sin que existan hechos controvertidos, sea porque el debate
es esencialmente jurídico, sea porque las partes celebraron convenciones probatorias o porque el
Tribunal ejerció la facultad del inciso 7º del artículo 453 del Código del Trabajo" (Corte de
Apelaciones de Rancagua, sentencia de 1 de diciembre de 2017, rol Nº 150-2017).

También se ha resuelto: "3.- Que, por consiguiente, los demandantes respecto de los cuales cabe
pronunciarse (por mediar desistimientos) no pudieron ser remunerados con un sueldo inferior al
ingreso mínimo mensual, ya que estaban contratados por 40 horas semanales, lo que constituye
jornada completa. En consecuencia, como se les pagó sólo una proporción de ese mínimo, razón
llevan al reclamar la diferencia y lo mínimo cabe decir del cálculo de su gratificación, cantidades
sobre las cuales no existe discusión por haber sido materia de convenciones probatorias, de suerte
que corresponde acoger la demanda, en la forma que se dirá en lo resolutivo" (Corte de
Apelaciones de Rancagua, sentencia de 30 de diciembre de 2013, rol Nº 152-2013).

i) Medidas cautelares

Como punto de partida, el art. 444 inc. 4º CT establece que las medidas precautorias se podrán
disponer en cualquier estado de tramitación de la causa. Sin embargo, existe una norma expresa
tratándose de la audiencia preparatoria, la cual prescribe que se decretarán las medidas
cautelares que procedan, a menos que se hubieren decretado con anterioridad, en cuyo caso se
resolverá si se mantienen (art. 453 Nº 7 CT).

Tratándose de las medidas cautelares, la historia de la Ley Nº 20.087 establece: "Se amplía la
facultad del juez para decretar cualquier medida cautelar que estime necesaria para asegurar el
resultado de la acción, así como para la protección de un derecho o la identificación de los
obligados y de su patrimonio.

Se dispone, además, que la función cautelar del tribunal comprende la posibilidad de requerir
información de organismos públicos, empresas u otras personas jurídicas o naturales, sobre
cualquier antecedente que a criterio del juez contribuya al objetivo de su función, incluidos las
deudas, créditos, bienes, valores y otros derechos de las partes, así como los de sus empresas o
personas relacionadas o que tengan interés en ella".

Tal intención legislativa se traduce en el mencionado art. 444 CT que, sin embargo, fue modificado
por la Ley Nº 20.260. Dicha norma señala que, en el ejercicio de su función cautelar, el juez
decretará todas las medidas que estime necesarias para asegurar el resultado de la acción, así
como para la protección de un derecho o la identificación de los obligados y la singularización de
su patrimonio en términos suficientes para garantizar el monto de lo demandado. Con todo, las
medidas cautelares que el juez decrete deberán ser proporcionales a la cuantía del juicio (inc. 2º).
La resolución que se pronuncie sobre la solicitud de medidas cautelares, sea acogiéndola o
rechazándola, será susceptible de impugnarse por la vía del recurso de apelación, el que se
concederá en el solo efecto devolutivo (art. 476 CT).

j) Remisión de oficios y demás comunicaciones

En la audiencia preparatoria el tribunal despachará todas las citaciones y oficios que correspondan
cuando se haya ordenado la práctica de prueba que, debiendo verificarse en la audiencia de juicio,
requieran citación o requerimiento (art. 453 Nº 8 inc. 1º CT). Sobre el particular se establece que
la resolución que cite a absolver posiciones se notificará en el acto al absolvente, presumiendo
que la parte cuya confesión se solicita se encuentra presente en la audiencia preparatoria. Por
otro lado, la citación de los testigos deberá practicarse por carta certificada, la que deberá
despacharse con al menos ocho días de anticipación a la audiencia, al domicilio señalado por cada
una de las partes que presenta la testimonial (art. 453 Nº 8 inc. 2º y 3º CT).

Sin perjuicio de lo anterior, cuando se decrete la remisión de oficios o el informe de peritos, el juez
podrá recurrir a cualquier medio idóneo de comunicación o de transmisión de datos que permita
la pronta práctica de las diligencias, debiendo adoptar las medidas necesarias para asegurar su
debida recepción por el requerido, dejándose constancia de ello (art. 453 Nº 8 inc. 4º CT).

El tribunal sólo dará lugar a la petición de oficios cuando se trate de requerir información objetiva,
pertinente y específica sobre los hechos materia del juicio. Cuando la información se solicite
respecto de entidades públicas, el oficio deberá dirigirse a la oficina o repartición en cuya
jurisdicción hubieren ocurrido los hechos o deban constar los antecedentes sobre los cuales se
pide informe. Las personas o entidades públicas o privadas a quienes se dirija el oficio estarán
obligadas a evacuarlo dentro del plazo que fije el tribunal, el que en todo caso no podrá exceder a
los tres días anteriores al fijado para la audiencia de juicio, y en la forma que éste lo determine,
pudiendo disponer al efecto cualquier medio idóneo de comunicación o de transmisión de datos
(art. 453 Nº 8 inc. 6º CT).

k) Determinación de fecha para la audiencia de juicio

Durante la audiencia preparatoria se fijará la fecha para la audiencia de juicio, la que deberá
llevarse a cabo en un plazo no superior a treinta días, entendiéndose citadas las partes por el solo
ministerio de la ley (art. 453 Nº 6 CT). El legislador es claro en disponer que la celebración de la
audiencia de juicio debe verificarse en un plazo breve, con la intención de que las etapas de
ofrecimiento y rendición de la prueba se encuentren distanciadas por un periodo que permita
cumplir con las exigencias de celeridad establecidas para el nuevo procedimiento de aplicación
general.

Si bien el proceso como un conjunto de actos y actuaciones requiere de tiempo para desarrollarse,
la extensión del periodo comprendido entre ellos debe situarse dentro de márgenes racionales de
exigibilidad. Pretender una cercanía extrema entre audiencias como virtud de la concentración y
celeridad, no solo puede constituir un inútil y ciego fanatismo doctrinal, sino que, además, una
visión carente de eficacia al no considerar que se requiere de tiempo para evacuar ciertas
diligencias, máxime tratándose de aquellas de contenido probatorio.

La aplicación de los principios de concentración y celeridad al requerir una proximidad racional


entre las audiencias permite conservar los intereses y expectativas de las partes, como también el
desarrollo que precisan las actuaciones realizadas por ellas. Esto se observa con mayor nitidez al
ser la audiencia de juicio el último de los actos en que las partes tendrán una participación activa
dentro del proceso, la que, en definitiva, constituirá la base de la decisión que expedirá el
juzgador.

l) Acta de la audiencia preparatoria

Se levantará una breve acta de la audiencia que solo contendrá la indicación del lugar, fecha y
tribunal, los comparecientes que concurren a ella, la hora de inicio y término de la audiencia, la
resolución que recae sobre las excepciones opuestas, los hechos que deberán acreditarse e
individualización de los testigos que depondrán respecto a esos, y, en su caso, la resolución a que
se refieren el párrafo final del número 1) y el número 2) de este artículo (art. 453 Nº 10 CT).

El art. 62 del Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema establece que el acta de
audiencia es una actuación administrativa que contiene el resumen de lo contenido en ella, por lo
que no corresponde que contenga una transcripción íntegra, debiendo ser suscrita por un
funcionario. Las actas serán extendidas dentro de las veinticuatro horas siguientes desde la
celebración de la audiencia respectiva y los funcionarios designados serán responsables de su
elaboración, lo que comprenderá la extensión de las plantillas previamente aprobadas, además de
la confección y remisión de los respectivos oficios.

Es preciso destacar que el administrador del tribunal será el funcionario encargado de supervisar
el adecuado registro del audio y de que las actas se encuentren debidamente ingresadas y
firmadas en el sistema. Dicha revisión será supervisada por el juez presidente, quien la pondrá en
conocimiento de los demás jueces del tribunal con la periodicidad definida en el Plan Anual de
Trabajo. El resumen de la revisión será parte del informe de gestión que será remitido al ministro
visitador, quien podrá ordenar la corrección de las anomalías o inconsistencias que se adviertan
(art. 19 Auto Acordado Nº 71 Corte Suprema).

V. Audiencia de juicio oral

A) Cuestiones preliminares

a) Antecedentes generales

La audiencia de juicio constituye el segundo de los grandes actos del procedimiento de aplicación
general y, en dicha calidad, se encuentra llamada a ser el centro neurálgico del modelo procesal
por audiencias. Se trata de una audiencia también oral, pública y concentrada, respecto de la cual
también se exige la presencia directa del juez, pero dedicada a una cuestión claramente ligada al
fondo: la práctica de las pruebas (Palomo, D.).

Si bien podemos sostener que el cambio de paradigma impone a los intervinientes nuevos desafíos
en razón de los principios que informan el procedimiento, ello se observa con mayor claridad en la
audiencia de juicio, toda vez que esta se encuentra destinada a confrontar directa e
inmediatamente a las partes, el juez y los medios de prueba que se practiquen en ella.

En efecto, los principios de oralidad, inmediación y concentración obligarán no solo a que todas las
pruebas se practiquen en la audiencia de juicio, sino que, además, que el juez presencie de
manera frontal e ininterrumpida las declaraciones que se presten con ocasión de los medios de
prueba de carácter personal, esto es, los interrogatorios realizados a las partes, testigos e incluso
peritos para que den razón de su informe. Por consiguiente, a través de este acto se logra
consolidar el tránsito efectivo desde el paradigma de la escritura, los papeles y actuarios para
llegar a un estadio en que el juez se impregnará de las palabras, expresiones y coherencia de las
declaraciones que presten aquellos que depongan ante él, facultándolo inclusive para formular las
preguntas que estime pertinentes para que estos aclaren o precisen sus dichos.

b) Objetivo
Tal como se adelantó, la segunda audiencia del procedimiento de aplicación general corresponde
a la audiencia de juicio, que constituye el eje central del modelo procesal por audiencias. Atendida
la importancia de este acto procesal, el objetivo perseguido por el legislador ha sido establecido
claramente: la práctica de las pruebas ofrecidas en la audiencia preparatoria y el pronunciamiento
del fallo. Para tales efectos, la audiencia de juicio deberá llevarse a cabo en un plazo no superior a
treinta días contados desde la verificación de la audiencia preparatoria y se realizará con las partes
que asistan (art. 453 Nº 6 CT).

Dado que la audiencia de juicio constituye el eje central del procedimiento ordinario laboral, en
esta deben pregonarse con aún mayor énfasis los principios perseguidos en él. Muestra de ello
corresponde a la exigencia de inmediación impuesta en el inc. 1º del art. 427 CT, en cuanto
dispone que la audiencia de juicio se desarrollará en su totalidad ante el juez de la causa, el que la
presidirá y no podrá delegar su ministerio. El incumplimiento de este deber será sancionado con la
nulidad insaneable de las actuaciones y de la audiencia, la que deberá declarar el juez de oficio o a
petición de parte.

Ahora bien, conviene precisarlo inmediatamente, la audiencia de juicio no se agota en la pura


práctica de las pruebas, también comprende otras actividades que ligando con la de prueba no
constituyen su práctica y que, siguiendo la regla de la concentración procesal que se establece,
también se ha previsto por el legislador se lleven a cabo en esta actuación. Entre ellas destacamos
principalmente las conclusiones e informes orales que las partes formularán una vez practicadas
las pruebas, exposiciones a través de las cuales podrán realizar un resumen valorativo y crítico de
las pruebas, contrastándolas con los hechos controvertidos, permitiendo al juez una comparación
final de las posiciones enfrentadas en el proceso (Palomo, D.)

B) Estructura de la audiencia de juicio

a) Inicio de la audiencia: rendición de la prueba

El legislador ha optado por entrar de lleno en la actividad probatoria tratándose de la audiencia de


juicio, señalando que esta se iniciará con la rendición de las pruebas decretadas por el tribunal,
comenzando con la ofrecida por el demandante y luego con la del demandado (art. 454 Nº 1 inc.
1º CT). No obstante lo anterior, en los juicios sobre despido corresponderá en primer lugar al
demandado la rendición de la prueba, debiendo acreditar la veracidad de los hechos imputados en
las comunicaciones a que se refieren los incisos primero y cuarto del artículo 162, sin que pueda
alegar en el juicio hechos distintos como justificativos del despido (art. 454 Nº 1 inc. 2º CT).
A continuación, en un punto que llama la atención, el legislador señala el orden de recepción de
las pruebas: documental, confesional, testimonial y los otros medios ofrecidos, sin perjuicio de
que el tribunal pueda modificarlo por causa justificada (art. 454 Nº 1 inc. 3º CT). Sobre este punto,
cabe anotar que la situación que motive la modificación del orden establecido por la ley debe
revestir fundamento suficiente, no pudiendo argüirse cualquier circunstancia para estos efectos.

Con todo, la ley no se ha pronunciado respecto de la prueba decretada de oficio por el tribunal y la
oportunidad en que esta debe rendirse, limitándose a establecer que ello se efectuará en la
audiencia de juicio (art. 453 Nº 9 CT). Sin embargo, considerando que la vigencia efectiva del
principio de aportación de parte indica que estas deben ser las protagonistas en la práctica de las
pruebas, la solución más óptima consiste en que la prueba de oficio sea rendida con posterioridad
a la prueba ofrecida por las partes.

Debemos apuntar que el papel de director del proceso obliga al juez a dirigir la práctica de las
pruebas, cuestión esencialmente ligada a la aplicación del principio de inmediación y que, a su vez,
busca la efectividad de la concentración de la actividad desplegada en la audiencia de juicio.
Consideramos que, lejos de extrapolar el papel que corresponde al juez en materia probatoria, ello
da cuenta de un acierto para el adecuado avance de la actividad desplegada por las partes.

b) No comparecencia a la audiencia de juicio

El legislador procesal laboral no ha previsto una sanción específica tratándose de la


incomparecencia a la audiencia de juicio. Con todo, tal como se apuntó previamente, la
consecuencia lógica será la preclusión de la actuación a realizar en la audiencia de juicio, esto es, la
facultad de las partes para incorporar la prueba que hubieren ofrecido en la audiencia
preparatoria, así como también realizar observaciones a la prueba.

Por otro lado, existen dos consecuencias adicionales. En primer término, si la parte que no
comparece hubiese sido citada a absolver posiciones, podrán presumirse como efectivas las
alegaciones hechas por la contraria en la demanda o contestación, según corresponda (art. 453 Nº
1 CT). En segundo lugar, dicha parte se entenderá notificada de la sentencia dictada en audiencia
de juicio o en la actuación prevista para ello, conforme lo establece el art. 457 inc. 2º CT.

c) Observaciones a la prueba

Se entiende por observaciones a la prueba a las conclusiones e informes orales que las partes
formularán una vez practicadas las pruebas, a través de las cuales podrán realizar un resumen
valorativo y crítico de las pruebas, contrastándolas con los hechos controvertidos y permitiendo al
juez una comparación final de las posiciones enfrentadas en el proceso (Palomo, D.) Refiriéndose a
estas actuaciones, el legislador procesal del trabajo establece que, una vez rendida la prueba en la
forma establecida por la ley, las partes formularán, en forma breve y precisa, las observaciones
que les merezcan las pruebas rendidas y sus conclusiones. Con todo, si a juicio del juez hubiere
puntos no suficientemente esclarecidos, podrá ordenar a las partes que los aclaren (art. 454 Nº 9
CT).

El CPP se ha referido a esta actividad como el alegato final y de clausura del juicio oral,
estableciendo en su art. 338 que, concluida la recepción de las pruebas, el juez presidente de la
sala otorgará la palabra al fiscal, al acusador particular, al actor civil y al defensor, para que
expongan sus conclusiones. Por otra parte, el art. 64 inc. final de la Ley de Tribunales de Familia
establece que, finalmente, las partes formularán, oralmente y en forma breve, las observaciones
que les merezca la prueba y la opinión del miembro del consejo técnico, así como sus
conclusiones, de un modo preciso y concreto, con derecho a replicar respecto de las conclusiones
argumentadas por las demás.

En cuanto a la forma de llevar a cabo esta actividad, siguiendo los principios aplicables a la prueba,
deberá hacerse oralmente al término de la audiencia de juicio. Ello importa el despliegue de
diversas destrezas por los abogados de las partes, debiendo realizar las calificaciones y
conclusiones que les merezca la rendición de la prueba practicada hace algunos instantes.

Por el contrario, en el antiguo procedimiento de aplicación general, una vez verificada la audiencia
de conciliación y prueba, las partes tenían el plazo de 5 días para incluir observaciones a la prueba
rendida. Además, el tribunal podía por sí mismo o a petición de parte ordenar que se rindiesen
pruebas adicionales (Alcaíno, E.; Lillo, R.). La misma lógica se sigue en el procedimiento civil
vigente, estableciéndose en el art. 430 CPC que, vencido el término de prueba, y dentro de los diez
días siguientes, las partes podrán hacer por escrito las observaciones que el examen de la prueba
les sugiera.

Pues bien, considerando que esta constituye la única oportunidad en que podrá efectuarse
calificaciones respecto de las pruebas rendidas, su importancia consiste en la elaboración de una
exposición crítica que permita, mediante un ejercicio valorativo, entender cómo los medios de
prueba logran acreditar las afirmaciones fácticas sostenidas por las partes y, con ello, ayudar al
juez a resolver el conflicto sometido a su decisión.

d) Acta de la audiencia de juicio


Al finalizar la audiencia se extenderá el acta correspondiente, en la que constará el lugar, fecha e
individualización del tribunal, de las partes comparecientes, de sus apoderados y abogados, y de
toda otra circunstancia que el tribunal estime necesario incorporar (art. 455 CT).

Como se ha dicho, las actas serán extendidas dentro de las veinticuatro horas siguientes desde la
celebración de la audiencia respectiva y los funcionarios designados serán responsables de su
elaboración, lo que comprenderá la extensión de las plantillas previamente aprobadas, además de
la confección y remisión de los respectivos oficios.

e) Pronunciamiento del fallo

El juez podrá pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso, dictarlo
dentro del plazo de décimo quinto día, contado desde la realización de esta, en cuyo caso citará a
las partes para notificarlas del fallo, fijando día y hora al efecto, dentro del mismo plazo (art. 457
inc. 1º CT).

Si bien el CT ha establecido la posibilidad de dictarse sentencia definitiva al término de la


audiencia de juicio, debemos apuntar que la regla consiste en que el juez haga uso del plazo de
quince días contados desde la realización de la audiencia de juicio, debiendo citar a las partes a la
audiencia de lectura de fallo dentro del mismo plazo.

Por otro lado, cabe destacar que el legislador laboral no ha impuesto al juez la exigencia de, al
menos, comunicar su veredicto en aquellos casos que no dicte sentencia al término de la
audiencia de juicio, como ocurre con el proceso penal, al requerirse la comunicación de la decisión
relativa a la absolución o condena del acusado, so pena de incurrirse en un vicio de nulidad del
juicio (art. 343 CPP).

VI. La prueba en el procedimiento de aplicación general

A) Antecedentes generales

a) Concepto y cuestiones preliminares


No debe resultar extraña la dificultad en arribar a un concepto unívoco de prueba, toda vez que
existe una serie de significados que, sin perjuicio de estar vinculados, difieren entre sí. Dicho lo
anterior, y con el fin de evitar confusiones, considérese que cuando intentamos dar con un
concepto adecuado de la prueba, estamos considerando fundamentalmente la actividad
desarrollada por las partes y el juez, convertida en el verdadero eje del complejo mecanismo en
que consiste el proceso (Palomo, D.).

Teniendo a la vista el intenso periodo de reformas que sufrió nuestro país durante la década
anterior, el cambio de paradigma pregonado desde los niveles procedimentales generales debía
abarcar necesariamente a aquella actividad que, a nuestro juicio, tiene la mayor relevancia en el
proceso. Como se ha planteado en varias oportunidades, el modelo procesal por audiencias
impone a los intervinientes una serie de requerimientos desde el inicio del procedimiento y, con
cuánta razón, al momento de desplegar las actividades ligadas al fondo del asunto, que
indefectiblemente vinculan con la prueba. Más aun, podemos afirmar con certeza que, en la
práctica, tales exigencias imponen el desarrollo de destrezas por parte de abogados y jueces al
momento de la proposición y práctica de la prueba, cuestión íntimamente ligada a la instauración
de principios como la oralidad, inmediación y concentración.

Ya se ha manifestado en otras ocasiones. No sin problemas iniciales de implementación y de


recursos, hay que decirlo también, la reforma procesal laboral, recogió relevantes cambios,
obligando a jueces y abogados a un cambio de arraigados hábitos consolidados al alero del sistema
escriturado, debiendo destacar el efecto que se busca provocar con el deber de inmediación
judicial que asume en esta clase de modelos orales un papel moralizador que ya ha sabido
subrayar la mejor doctrina. Se asumió que los problemas y deficiencias propias de la lógica "el
papel aguanta todo", naturalmente vinculada al sistema escriturado, debían dar paso a las
ventajas asociadas a los positivos efectos facilitados por ese contacto directo y frontal del juez con
las partes, sus abogados y las fuentes de prueba (Palomo, D.).

En todo caso, lógico es exigir que el despliegue de las habilidades de los abogados de las partes se
concentre en la actividad probatoria, puesto que de ella dependerá la resolución del conflicto en
forma favorable a los intereses de quienes representan. Por ello, el material probatorio producido
e incorporado al proceso debe ser objeto del mayor provecho posible, debiendo valerse, para
estos efectos, de las distintas herramientas que el sistema procesal laboral pone a disposición de
los intervinientes.

b) Función de la prueba
En el último tiempo especialmente se ha señalado que la prueba tiene como función la búsqueda y
descubrimiento de la verdad sobre los hechos que las partes han introducido al proceso. Sin
embargo, digamos de entrada que cuando se afirma que el juez tiene que asumir la dirección del
proceso en busca de la única verdad que existe, la que concuerda con la realidad y suprime las
llamadas verdades formales para llegar a constatar la verdad de una situación real que no es
distinta de la verdad de una situación jurídica, se está, aparte de negando la propia esencia de las
regulaciones legales de los procesos no penales (incluyendo aquí el laboral y el contencioso-
administrativo) en los países del mundo occidental, poniendo de manifiesto una concepción
ideológica (Montero, J.).

Por ello, la doctrina ha especificado que cabe hablar tan solo de verdades relativas pues, desde
hace tiempo, las verdades absolutas son patrimonio exclusivo de alguna metafísica o religión
integrista. Pero la verdad procesal es relativa también en otro sentido muy importante: en el de
que la misma se funda exclusivamente en las pruebas obtenidas en el proceso. En consecuencia,
es "relativa" porque está en relación con el grado de confirmación que las pruebas pueden atribuir
a los enunciados sobre los hechos del pleito. Por lo tanto, pueden darse distintos niveles de verdad
en la comprobación de los hechos, según el fundamento que las pruebas atribuyan a la afirmación
de que esos hechos son verdaderos o falsos (Taruffo, M.).

B) Principios aplicables a la prueba en el procedimiento de aplicación general

a) Oralidad

El art. 425 CT establece serán orales todas las actuaciones procesales verificadas en los
procedimientos del trabajo, salvo las excepciones expresamente contenidas en el Código de la
materia. Desde luego, esta regla general guarda aplicación en materia probatoria, sin perjuicio de
que el legislador establezca la oralidad para determinadas diligencias.

En tal sentido, la primera etapa relativa a la prueba es realizada de manera oral, toda vez que las
partes deberán ofrecer los medios de prueba de que piensan valerse en la audiencia preparatoria
(art. 453 Nº 4 CT). Por otro lado, la segunda etapa, referida a la práctica probatoria, se desarrolla
durante la audiencia de juicio, existiendo una serie de normas que se refieren a los diversos
medios de prueba regulados en la ley (art. 454 CT)
En efecto, tanto en el interrogatorio de las partes y testigos, como en la prueba de peritos (en el
caso que deban exponer su informe y sostenerse a examen contradictorio de las partes) la opción
del legislador está representada por la oralidad del diálogo que, digámoslo de entrada, supera la
mera apariencia de oralidad que podía representar el carácter verbal de las contestaciones que se
realizaban a los escritos que contenían los pliegos de posiciones o las preguntas, actuaciones
procesales todas entroncadas en un sistema formal rigurosamente escrito. Debe ser oral la forma
de expresión de las partes, del juez y de los sujetos de prueba en los medios personales (Palomo,
D.).

b) Inmediación

La inmediación recibe aplicación desde su establecimiento como principio formativo del


procedimiento, que supone que toda la prueba sea rendida ante un mismo juez y este sea quien la
presencie personalmente. En efecto, la audiencia de juicio, al ser el acto procesal en que se
verifica la práctica de la prueba, deberá desarrollarse en su totalidad ante el juez de la causa, el
que la presidirá y no podrá delegar su ministerio (arts. 425 y 427 CT).

Pues bien, el diseño procedimental aprobado para los juicios laborales, sostenido en el modelo
procesal por audiencias y la efectiva inmediación judicial que se postula y asegura, ha buscado
generar un cambio radical en la comprensión y funcionamiento de la actividad probatoria, con el
objetivo esencial de recuperarla en la calidad de los materiales que la misma entrega al juzgador
para que pueda pronunciar su sentencia con mejores posibilidades de llegar a un fallo justo, a
partir justamente de instalar como un elemento central del nuevo procedimiento laboral el
contacto directo, real y temprano entre el juez y las actividades propias de la prueba bajo un
esquema de audiencias que debieran permitir generar una prueba pertinente, útil y sobre todo,
fiable (Matamala, P.; Palomo, D.).

Bien se ha advertido que el antiguo procedimiento de aplicación general se levantaba sobre el eje
de la audiencia de conciliación y prueba. Sin embargo, dicho acto era presidido por los
funcionarios de despacho que adquirían la denominación de "actuarios", impregnando la etapa de
mayor importancia en el procedimiento de una nociva delegación de funciones. Para contrarrestar
esta situación, el legislador de la reforma ha sancionado expresamente con la nulidad insaneable
de las actuaciones y la audiencia cuando el juez delegue su ministerio. La doctrina más autorizada
se ha referido al motivo que induce a esta decisión, postulando que a la asunción de las pruebas
procede, naturalmente, el juez. Si tiene que persuadirse él mismo, conviene que vea él con sus
ojos, oiga con sus oídos y toque con sus manos. Y, se comprende, debe ser el mismo juez quien
luego decide (Carnelutti, F.). Con todo, cabe matizar este entusiasmo, especialmente en lo que liga
con las pruebas personales y la potencialidad de la inmediación judicial especto de ellas, como se
ha pretendido por parte de alguna doctrina y buena parte de la jurisprudencia de las Cortes que
amparándose en las virtudes de la inmediación han terminado blindando excesiva y
desbordadamente la revisión en alzada de los aspectos fácticos.

c) Concentración

La consolidación de la concentración procesal como un principio formativo del procedimiento, no


solo se manifiesta en la fase de discusión, sino que, por el contrario, guarda una aplicación
fundamental durante la etapa probatoria. Debemos precisar, en todo caso, que la estructuración
del procedimiento de aplicación general sobre la base de dos audiencias ha discernido claramente
de acuerdo a la actividad que se debe desarrollar en torno a los medios de prueba de que piensen
valerse las partes.

Sobre el particular, debe entenderse que la proposición u ofrecimiento de los medios de prueba
debe realizarse necesariamente durante la audiencia preparatoria, sin perjuicio de la excepción
relativa a la prueba documental, a la que nos remitimos. Por otro lado, la práctica o rendición de
los medios de prueba solo puede llevarse a cabo en la audiencia de juicio, tras haber sido objeto
de la depuración realizada en la audiencia de preparación del juicio oral, traspasando las barreras
de la exclusión probatoria.

Asimismo, la oralidad y la concentración procesal ("unidad de acto") que se prevén por la ley para
la materialización de estas actuaciones termina aportando un elemento de gran utilidad,
completamente ausente en el sistema escrito: la flexibilidad, en este caso, del proceso de
propuesta y admisión de las distintas pruebas del juicio. En efecto, el modelo que privilegió la
acumulación de papeles, la rigidez y la proliferación de formalismos sacramentales, se pasa a otro
cuya estructura más flexible facilita tanto al juez como a las partes brindar efectivamente a la
actividad probatoria la relevancia que efectivamente posee (Palomo, D.).

d) Congruencia

La congruencia tiene manifestación como principio en materia probatoria, en tanto la prueba


ofrecida debe tener correlación directa con la teoría del caso de las partes y con la fijación de los
hechos a probar. De lo contrario, tales pruebas serán incongruentes o impertinentes, y no deberán
ser admitidas o, al menos, no ser valoradas en juicio (Ministerio de Justicia).

Si bien nos hemos referido a la congruencia como un deber que corresponde al juzgador para
expedir su decisión, en cuanto se encuentra constreñido a resolver conforme a lo alegado y
probado por las partes, debemos precisar que también corresponde a estas rendir sus probanzas
de acuerdo a los límites que al efecto ha establecido el legislador y que el juez ha aplicado al caso
en particular.

Refiriéndose a este principio, nuestra Excma. Corte Suprema ha señalado: "Que, para los efectos
de resolver, es necesario tener en consideración que la exigencia de congruencia no solo es un
principio al que debe someterse el tribunal para resolver el asunto controvertido, sino que
también las partes al argumentar para que se acojan sus planteamientos y peticiones, puesto que
solo así el sentenciador puede hacerse cargo de aquellas" (Corte Suprema, sentencia de 14 de
septiembre de 2017, rol Nº 33757-2017).

e) Publicidad

El art. 425 CT establece que los procedimientos laborales serán públicos, por tanto, dicho
principio, en cuanto formativo del procedimiento, extiende su aplicación en materia probatoria. En
consecuencia, serán públicas tanto las audiencias como las diligencias probatorias que en ellas se
ventilen, en relación al ofrecimiento y rendición de la prueba.

Un nuevo punto sobre el cual se sostiene la apuesta oral en punto a la práctica probatoria está
constituido por la garantía de publicidad que encuentra en el modelo oral una plataforma donde
expresar su verdadero significado, condicionado entre las coordenadas impuestas por el profundo
predominio de la escritura. Las posibilidades de la publicidad general, esto es, aquella que va más
allá de las exigencias del principio de contradicción o audiencia vinculadas a la prohibición de
indefensión de las partes y se logra extender para asegurar al público, a la generalidad de la
ciudadanía, eran mínimas (Palomo, D.).

La publicidad que se recoge en el nuevo modelo procesal, es la estructura formal sostenida en la


oralidad y sus reglas asociadas la que permite contar con un proceso efectivamente público que
vaya de la mano tanto de exigencias constitucionales como de los mandatos provenientes de los
pactos internacionales (Palomo, D.).

La publicidad tiene por objetivo que cualquier persona tenga la posibilidad de presenciar
audiencias, y con ello prohibir la justicia secreta al tomar decisiones, sometiéndola al escrutinio de
las partes y el público. Ello fue considerado fundamental para asegurar que las actuaciones son
efectivamente realizadas o presenciadas por el juez y no por un funcionario del tribunal, cuestión
común en el procedimiento antiguo (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

f) Aportación de parte y oficialidad


Bien se ha apuntado que una de las principales cargas a que están sujetas las partes consiste en
acreditar sus las afirmaciones fácticas que han introducido al proceso, puesto que ellas son
quienes se encuentran en una mejor posición para conocer la forma en que ocurrieron los hechos.
Sin embargo, hemos de prevenir que la vigencia de los principios dispositivo y de aportación de
parte no implica que el juez esté obligado a presenciar la práctica de las pruebas como si fuera una
persona inerme, desprovista de toda intervención. El legislador debe asegurar al juez razonables
posibilidades de dirección en la práctica probatoria a través de las cuales este pueda instar por el
resultado final más acertado y justo posible atendidos los elementos de hecho y de derecho
aportados por las partes (Palomo, D.).

No obstante, consideramos que la confianza puesta en el juez debe situarse dentro de los
márgenes de racionalidad que digan relación con la dirección en la práctica probatoria, sin que ello
implique dotarlo de discrecionalidad para decretar de oficio las pruebas que estime pertinentes.
Ello no solo se funda en guardar la debida imparcialidad que tanto la ley como la Constitución
exigen, sino que, además, se debe brindar el espacio que corresponde a las partes en cuanto ellas
son las que conocen, desde una perspectiva protagónica, los hechos que motivan el proceso.

En efecto, mucho se ha discutido sobre la vigencia del principio de aportación de parte en relación
al acrecentamiento de los poderes oficiales en materia probatoria. En este orden de ideas, es
sabido que la tendencia reformadora ha impuesto el cambio desde un sistema escriturado con un
juez ausente hacia uno oral con inmediación efectiva en que se autoriza al juzgador para decretar
de oficio en la audiencia preparatoria las diligencias probatorias que estime conducentes
(Matamala, P.; Palomo, D.).

Pues bien, en un tema tan controversial como es la injerencia del juez en la actividad probatoria,
resulta evidente y justificado que no exista consenso en doctrina. Algunos autores, razonando a la
luz de los arts. 429 y 453 Nº 9 CT, sostienen que en la proposición de fuentes de pruebas existe
una especie de colaboración entre el magistrado y las partes, dado que las partes son las primeras
en proponer pruebas, y solo cuando estas son insuficientes el magistrado puede decretar otras de
oficio, señalando, además, que es requisito indispensable que hayan hechos sustanciales,
pertinentes y controvertidos, de lo contrario no hay necesidad de prueba, ya que no hay hechos
que comprobar (Fernández, R.). Sin embargo, desde otro sector se sostiene que el otorgamiento al
juez de semejante poder de intervención sobre el material fáctico no obedece ya simplemente a la
llamada "opción técnica" entre el principio de aportación de parte y el de investigación de oficio,
sino a la sustitución del principio dispositivo por el inquisitivo, bajo el supuesto de que la materia
objeto del proceso es indisponible por las partes (Palavecino, C.).
Pues bien, está bastante instalado que la concreción de un considerable aumento de las facultades
probatorias de los jueces, de un modelo sustentado en un rol protagónico, asignándoles amplios
poderes probatorios, pone en serio riesgo la debida imparcialidad del tribunal, aunque los
señalados poderes digan relación solamente con los hechos discutidos e introducidos por las
partes, puesto que al hacer uso de ellos podría decantarse bien a favor o en contra de una de las
partes, favoreciendo a una en perjuicio de la otra, afectando la igualdad de las partes y el método
acusatorio de debate (Palomo, D.).

Resulta, se señala, que el medio de prueba que el juez decrete de oficio obrará en beneficio de
una de las partes e, indefectiblemente, perjudicará a la contraria. Ello cobra mayor nitidez al
considerar que la misma persona que decretó la probanza es aquella que deberá valorarla, formar
su convicción y, en definitiva, dictar sentencia. En dicho escenario, el juez, que actuará en subsidio
de una de las partes, perderá las condiciones de imparcialidad que la garantía constitucional del
debido proceso requiere con ocasión del justo y racional procedimiento.

g) Bilateralidad

Este principio se expresa, en materia probatoria, fundamentalmente a través del derecho y


oportunidad de las partes de expresar sus argumentaciones ante el juez de la causa con todo
aquello que diga relación con la prueba, su impugnación, admisibilidad y observaciones a la
prueba (Ministerio de Justicia). Es por ello que la bilateralidad liga necesariamente con el derecho
a la prueba y, más precisamente, con la existencia de contradicción procesal. Bajo la cobertura del
principio de audiencia o contradicción se hace alusión a que el proceso tiene una construcción
dialéctica y a que en el debate judicial ambas partes deben ser oídas (Vallespín, D.).

Para llenar de contenido el derecho a la prueba y la igualdad de armas procesales, ambos


integrantes de una garantía previa, como es el derecho al debido proceso, es indispensable que
ambas partes se encuentren en un mismo pie que les permita participar directamente en la
proposición y práctica de la prueba, así como en el debate que surge con ocasión de tales
actividades. Más aún, consideramos que la contradicción en que se cimienta el principio de
bilateralidad de la audiencia logra dotar de legitimidad al material probatorio aportado al juicio,
permitiendo la exclusión de arbitrariedades y, de esta manera, arribar a una decisión justa que
brinde solución al conflicto jurídico laboral.

Así, se ha resuelto por nuestros tribunales:

"Que el principio del contradictorio o bilateralidad de la audiencia, asume un carácter de garantía


en lo que dice relación con el derecho de defensa, incluido en el concepto de debido proceso.
Así, como se adelantó, una de las manifestaciones de este derecho, supone que las partes estén
en condiciones de controlar y controvertir la prueba, lo que, tratándose de la prueba testimonial
supone, indefectiblemente, conforme a lo dispuesto en el artículo 454 Nº 6, la posibilidad de
impedir que se interrogue a los testigos utilizando métodos vedados, como la formulación de
preguntas asertivas, ni aquellas que contengan elementos de juicio que determinen la respuesta ni
relativas a hechos o circunstancias ajenas al juicio.

Esta garantía de control probatorio, evidentemente se relaciona con la calidad de la prueba que
ingresa al juicio y sobre la cual el juez del juicio debe formar su convicción, y supone que no toda
prueba es válida para tal fin, sino, exclusivamente, aquellas que se rinden con plenas condiciones
de legitimidad, igualdad de oportunidades, y evitando toda injerencia indebida, para que de esta
manera dicha información resulte confiable para la adecuada resolución del asunto.

Manifestación de este derecho de controlar la prueba que las partes incorporan al juicio,
especialmente la calidad de la información que la misma contiene, resulta pues, el mecanismo de
objeciones de preguntas que se deriva del artículo mencionado" (Corte de Apelaciones de
Antofagasta, sentencia de 31 de marzo de 2017, rol Nº 28-2017).

h) Celeridad y buena fe

Bien se ha señalado que el art. 425 CT establece expresamente los principios formativos del
procedimiento, entre los cuales se encuentran la celeridad y la buena fe procesal. Pues bien,
atendido dicho carácter general, el legislador ha pretendido su vigencia a lo largo de todo el
procedimiento, incluyendo, desde luego, el ámbito probatorio.

Desde un primer instante, no resulta extraño que la pretensión de una respuesta jurisdiccional
rápida tenga repercusiones en materia probatoria, puesto que, en determinados pasajes se opta
derechamente por privilegiar la velocidad en el conocimiento para llegar prontamente a la etapa
de enjuiciamiento, como veremos posteriormente. Con todo, debemos reconocer que también
existen ciertas prescripciones que hacen plausible la protección de la celeridad, castigando
aquellas prácticas que atentan contra la buena fe procesal.

En efecto, se ha sostenido acertadamente por la doctrina, que la infracción del principio de buena
fe procesal en el desarrollo de la actividad probatoria suele estar relacionado, por un lado, con
conducta de las partes, y por otro, con el uso de los medios probatorios para dilatar o complicar el
desarrollo normal del proceso (Picó, J.). De esta suerte, se ha planteado que la buena fe en
materia probatoria comporta una serie de exigencias para las partes, entre las cuales se
encuentran: a) Limitar la proposición de la prueba a los límites impuestos por el legislador; b)
Proponer la prueba y solicitar su exclusión en la oportunidad procesal pertinente; c) Realizar toda
la actividad tendiente a la práctica de la prueba admitida por el tribunal.

La jurisprudencia de nuestros tribunales ha reconocido la custodia de estos principios en materia


probatoria, estableciendo: "Así, como se ve, en materia de prueba, la ley trata de conciliar el
derecho de rendir prueba en el juicio, con otros principios del proceso laboral, tales como:
inmediación, celeridad y buena fe, evitando la práctica de pruebas inconducentes, impertinentes u
obtenidas en contravención a garantías fundamentales" (Corte de Apelaciones de Copiapó,
sentencia de 12 de enero de 2010).

i) Adquisición procesal

Un principio de aplicación general, pero de particular incidencia en el ámbito de la prueba, es el


principio de adquisición procesal. A través de este principio se señala, en lo que a la prueba se
refiere, que los resultados de las actuaciones probatorias se incorporan al proceso con
prescindencia de la parte que las haya realizado. En otras palabras, una vez que la actuación
probatoria se ha realizado, esta y su resultado queda incorporado al proceso, de manera que
cuando se estima que el hecho está probado será irrelevante determinar cuál fue la parte que
tuvo la iniciativa respecto a la incorporación del material probatorio (Palomo, D.).

Pues bien, atendida la vigencia de este principio, los resultados de la prueba rendida se
desprenden de quien ha aportado el respectivo medio probatorio al juicio. De esta manera, los
efectos de este principio cobran especial relevancia al momento de efectuarse la apreciación
comparativa de los medios de prueba, en que se considera por el tribunal la conexión y
concordancia (o falta de ellas) de la prueba rendida. Pues bien, en dicho momento el juez incluso
podrá constatar la coincidencia entre los resultados desfavorables de la prueba aportada por una
de las partes y los resultados favorables de la prueba producida por la contraria.

Se ha resuelto:

"Que la circunstancia de que el sentenciador haya dado a los documentos agregados por la
demandada una eficacia probatoria diferente de la pretendida por la parte que agregó dicho
medio de prueba, no es constitutivo de infracción alguna pues, como es sabido, conforme al
denominado principio de adquisición procesal, los resultados de la actividad procesal son comunes
entre las partes con independencia de la parte que los realice. (Corte de Apelaciones de
Concepción, 5 de octubre de 2010, rol Nº 217-2010). Esto significa que, si un hecho ha resultado
probado en el proceso, el juez debe partir de él en la sentencia, siendo indiferente qué parte lo
haya probado y si esa parte tenía intención o no de probarlo.

Como lo tiene resuelto el máximo tribunal, "... una vez que la prueba llega al proceso, ésta queda
como un elemento de convicción para el juzgador, que es su destino natural, de manera que para
determinar sus efectos, deja de importar quien la aportó; desde esa perspectiva el aportante no
podría pretender que sólo se examinara en cuanto le aprovecha y no en cuanto le perjudica".
(Excma. Corte Suprema, 6 de junio de 2017, rol Nº 87889-2016).

Así las cosas, el propósito probatorio que tuvo la parte al agregar la prueba no vincula al
sentenciador, el que valora la prueba y extrae sus conclusiones probatorias de acuerdo a su mérito
intrínseco y no conforme a lo querido por el aportante" (Corte de Apelaciones de Concepción,
sentencia de 9 de abril de 2018, rol Nº 522-2017).

C) Sistemas de prueba

a) Sistema de prueba legal

La manifestación de este sistema estaría dada por el carácter tasado o cerrado del señalamiento
que el legislador ha hecho respecto de los medios de prueba. Se habla de un numerus clausus para
reforzar la idea de que serán los medios de prueba que recoge la ley los únicos que las partes
podrán utilizar (Palomo, D.).

Es útil recordar que este modelo aún se encuentra presente en sede procesal civil, dado que tanto
el art. 341 CPC como el inc. 2º del art. 1698 CC establecen los medios de prueba de que pueden
valerse las partes en juicio, entre nosotros: documentos, testigos, confesión de parte, inspección
personal del tribunal, informe de peritos y presunciones. Se ha apuntado acertadamente que la
regulación cerrada de la prueba presenta una marcada tendencia a regular todo el fenómeno de
las pruebas y a excluir del mismo aquellos aspectos que se sitúen fuera (o más allá) de la
regulación. El sentido de la regulación es aquí, principalmente, determinar o incluir lo que puede
ser considerado como prueba, y paralelamente excluir lo que no puede (Gascón, M.).

Por lo demás, cabe destacar que este modelo ha hecho complejo el encaje de las fuentes de
prueba más modernas que no estuvieron en la mente del legislador a la hora de establecer el
catálogo cerrado de medios, de manera que la taxatividad legal impediría recurrir a fuentes
modernas de prueba, por ejemplo, elementos modernos de reproducción de la imagen o del
sonido (Palomo, D.).

Este sistema de prueba, abandonado en las legislaciones más modernas, además se caracteriza
por llevar de la mano la incorporación de una serie de reglas de valoración de las pruebas
establecidas susceptibles de incorporarse al proceso. Por consiguiente, también se habla de
prueba legal cuando es la ley la que predetermina, con carácter general y abstracto, cuál es la
eficacia que debe ser atribuida a una determinada prueba (Palomo, D.).

b) Sistema de prueba libre

Se habla de prueba libre cuando el legislador establece que los hechos incorporados al juicio
podrán acreditarse por cualquier medio de prueba que respete los límites establecidos por la ley.
Por otro lado, la prueba también es libre cuando no existen normas de prueba legal dirigidas a
determinar el valor de las pruebas.

Refiriéndose a la prueba libre en su estado más puro, la doctrina ha señalado que la concepción
abierta de la regulación jurídica de la prueba presenta una marcada tendencia a reducir al máximo
la regulación jurídica de las pruebas. La regla general es aquí la libertad de prueba, y por eso el
sentido de la regulación es tan solo el establecimiento de reglas de exclusión cuando existan
razones para ello (Gascón, M.).

Atendido que la realización de un sistema de absoluta libertad probatoria es casi imposible, la


fórmula que siguen los órdenes procesales más modernos pasa por lo siguiente: por un lado, como
no puede ser de otro modo, se establece una relación de medios de prueba con régimen reglado
por la propia ley, entre los que pueden incluirse de modo independiente los medios de
reproducción de la imagen, sonido, de palabras y de datos. Junto con esta previsión reglada de
medios de prueba, debe contemplarse una norma que autorice expresamente al tribunal, a
instancia de parte, la incorporación al proceso de las fuentes de prueba que hayan sido omitidas
por el legislador, adoptando las medidas que en cada caso resulten necesarias. En tal sentido se ha
decantado el legislador procesal penal y de familia (Palomo, D.).

c) El sistema del Código del Trabajo

El legislador laboral ha sido mezquino para establecer con la debida claridad y precisión el sistema
de prueba que regirá en el procedimiento de aplicación general. Por el contrario, los demás
órdenes procesales reformados han sido ilustrativos para señalar el sistema que regirá en ellos,
estableciendo expresamente la libertad de prueba como el faro que ilumina toda la actividad
probatoria.

De este modo, el art. 295 CPP establece: "Libertad de prueba. Todos los hechos y circunstancias
pertinentes para la adecuada resolución del caso sometido a enjuiciamiento podrán ser probados
por cualquier medio producido e incorporado en conformidad a la ley". En el mismo sentido se
pronuncia el art. 28 de la Ley Nº 19.968: "Libertad de prueba. Todos los hechos que resulten
pertinentes para la adecuada resolución del conflicto familiar sometido al conocimiento del juez
podrán ser probados por cualquier medio producido en conformidad a la ley".

Además, el legislador laboral, desde un primer alcance, pareciera consagrar una suerte de
legalidad en los medios de prueba, señalando en la primera parte del inc. 1º del art. 453 Nº 4 CT,
que las partes podrán valerse de todas aquellas pruebas reguladas en la ley, entre nosotros, los
denominados medios de prueba tradicionales. Sin embargo, acto seguido indica que, no obstante,
las partes podrán ofrecer cualquier otro elemento de convicción que, a juicio del tribunal, fuese
pertinente. Ello necesariamente debe concordarse con el art. 454 Nº 8 CT, el cual dispone que
cuando se rinda prueba que no esté expresamente regulada en la ley, el tribunal determinará la
forma de su incorporación al juicio, adecuándola, en lo posible, al medio de prueba más análogo.

A su vez, el art. 323 CPP, de idéntico tenor al art. 58 de la Ley Nº 19.968 dispone: "Medios de
prueba no regulados expresamente. Podrán admitirse como pruebas películas cinematográficas,
fotografías, fonografías, videograbaciones y otros sistemas de reproducción de la imagen o del
sonido, versiones taquigráficas y, en general, cualquier medio apto para producir fe.

El tribunal determinará la forma de su incorporación al procedimiento, adecuándola, en lo posible,


al medio de prueba más análogo".

Consideramos que la tendencia moderna de establecer una regulación de los medios de prueba
tradicionales no es impedimento para estimar que nos encontramos frente a un sistema de
libertad probatoria, dado que también se ha dejado la puerta abierta para la incorporación de
prueba no expresamente regulada en la ley. Más aún, con justa razón el legislador ha optado por
consignar reglas sobre la proposición y práctica de los medios de prueba, esbozando necesarios
ápices de seguridad jurídica, sin perjuicio de que, en determinados pasajes, la normativa
establecida sea insuficiente y fuerce a una remisión supletoria.

D) Objeto de prueba
a) Hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos

Uno de los principales contenidos de la audiencia preparatoria corresponde a la determinación del


objeto de la controversia, persiguiendo establecer los hechos que resultan controvertidos y que
deberán ser acreditados (Matamala, P.; Palomo, D.). Como resulta evidente, la concurrencia de los
caracteres requeridos se desprenderá de los actos de discusión realizados por las partes en sus
escritos de postulación. En especial, debemos recordar la carga que el legislador ha impuesto al
demandado, relativa a pronunciarse sobre los hechos contenidos en la demanda, sea
aceptándolos o negándolos en forma expresa y concreta (art. 452 inc. 2º CT). Por consiguiente,
solo constituirán el objeto de la prueba aquellos hechos que el demandado haya negado
expresamente en su escrito de postulación y que hayan sido introducidos por el actor en su
demanda, con tal que revistan, además, el carácter de sustanciales y pertinentes.

Nuestra normativa no define a los hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos. Con todo,
fundamentalmente gracias a la labor de nuestros tribunales, se ha coincidido entre nosotros en
algunos conceptos fundamentales. Así, en primer lugar, por hecho sustancial, debemos entender
aquel que integra en modo tan esencial la controversia que sin su prueba no se puede adoptar
resolución alguna. De su parte, hecho pertinente será aquel que no estando en el caso anterior, se
vincula al conflicto y es necesario para la respuesta jurisdiccional. Por fin, hecho controvertido es
aquel respecto del cual existe discrepancia entre las partes acerca de la existencia o de la forma en
que él ha acaecido (Palomo, D.).

b) Hechos exentos de prueba

Tras el adecuado abordaje de los contenidos de la audiencia preparatoria deben quedar


delimitados los hechos sobre los que existiera disconformidad (aquellos que deben ser objeto de
prueba) y aquellos sobre los que existiera conformidad y que por esa razón quedarán exentos de
la necesidad de prueba (Matamala, P.; Palomo, D.).

Un primer supuesto está dado por los hechos no controvertidos. Advertimos que la falta de
controversia de un hecho puede originarse en el común acuerdo de las partes o en la falta de
negación de una de ellas. Tratándose del primer supuesto, quedará de manifiesto en la
contestación de la demanda, al aceptar expresamente alguna de las afirmaciones fácticas
introducidas por el actor en su libelo. Cuestión distinta ocurre tratándose de la falta de negación,
atendida la rigurosidad del legislador procesal laboral, que establece como sanción la posibilidad
de establecer la admisión tácita de los hechos contenidos en la demanda, cuando estos no han
sido controvertidos expresamente por parte del demandado (art. 453 Nº 1 inc. 7º CT). Con todo,
es forzoso concluir que el efecto jurídico atribuido a tales actuaciones no es otro que la ausencia
de prueba tratándose de hechos que, por uno u otro motivo, carecen de controversia.

Un segundo caso se encuentra determinado por los hechos notorios. Evidentemente, aunque no lo
señale expresamente el legislador; cuando se trata de afirmaciones sobre los hechos notorios no
es requerida actividad probatoria: notoria non egent probatione. La doctrina ha destacado que la
notoriedad es una característica relativa, no siendo obligatorio que sea conocido por todo el
mundo, ni aún por todas las personas que residen en el ámbito geográfico del que se postula su
notoriedad, y que debe atenderse a las personas con un grado de cultura medio, entre las que, por
cierto, debe contarse al juez. Esta característica hace que lo relevante para la operatividad de la
figura sea que los hechos sean notorios para el tribunal. Si el juez no conoce el hecho o si existe
controversia sobre la notoriedad, el tribunal no eximirá de prueba al hecho (Palomo, D.).

En efecto, aunque se trate de una cualidad relativa y cambiante en el tiempo y en el espacio, la


notoriedad permite la fijación de unos hechos cuando sean conocidos de forma "absoluta y
general" por los que forman parte de una sociedad determinada en un momento concreto (Bonet,
J.).

Nuestra Corte Suprema ha señalado: "Que es también sabido, que "un principio de exoneración de
prueba existe para los hechos notorios. Son notorios o de fama pública los que, por pertenecer a la
ciencia, a la vida diaria, a la historia o al comercio social, son conocidos y tenidos como ciertos por
un círculo más o menos grande de personas de cultura media ... La característica del hecho notorio
o de fama pública, es que al ser creído como cierto por un extenso círculo de personas, no puede
ser puesto seriamente en duda, siendo la convicción que aporta tan firme como la que se obtiene
tras una prueba, y de aquí que la doctrina considere que los hechos notorios no necesitan
prueba". (Leonardo Prieto Castro en "Derecho Procesal Civil" Vol. 1, 3ª edición, Madrid 1978, p.
137)" (Corte Suprema, sentencia de 18 de abril de 2016, rol Nº 8024-2015).

El tercer supuesto de hechos exentos de prueba corresponde a aquellos dotados de una


presunción. Las presunciones legales parten de la consideración por el legislador de que podría ser
muy difícil probar directamente el hecho causa de una determinada consecuencia jurídica
(Montero, J.).

A diferencia del proceso civil (art. 341 CPC), el procedimiento laboral no establece a las
presunciones como un medio de prueba, sin embargo, podemos señalar que tal postura es, al
menos, parcialmente correcta. Ello se debe a que el mecanismo de las presunciones, en lugar de
constituir un medio de prueba en sentido estricto, supone una labor deductiva a partir de un
hecho que ya está establecido en el proceso (hecho base o indicio), y a partir de la cual se autoriza
a tener como cierto otro hecho (hecho presunto), que queda establecido a los efectos del proceso,
salvo que exista prueba en contrario, en aquellos casos en que dicha prueba es procedente
(presunciones iuris tantum) (Palomo, D.).

Por su parte, en lo relativo a la exención de la prueba, debemos precisar que ella solo se
materializa en aquellos casos que el legislador ha establecido una presunción de derecho, esto es,
aquella que no admite prueba en contrario (art. 47 inc. final CC). Citamos como ejemplo lo
dispuesto en el art. 4º CT, en cuanto dispone que se presume de derecho que representa al
empleador y que en tal carácter obliga a este con los trabajadores, el gerente, el administrador, el
capitán de barco y, en general, la persona que ejerce habitualmente funciones de dirección o
administración por cuenta o representación de una persona natural o jurídica.

Por otro lado, en las presunciones que admiten prueba en contrario, más que estar frente a una
exención probatoria, lo que existe es una específica distribución de la carga probatoria. A partir de
ella será posible la actividad de la parte que para que no opere la presunción, ya sea para practicar
prueba contraria al hecho base de la presunción, ya sea para probar que del hecho base deriva
una consecuencia distinta al hecho presumido, normalmente porque la operatividad del nexo o
enlace entre estos hechos, es distinto al que funda la presunción (Bonet, J.).

En tal sentido se ha pronunciado nuestra Excma. Corte Suprema, señalando: "Que para tal labor,
es menester tener presente que el derecho del trabajo, debido a su carácter finalista, incluye una
serie de principios y herramientas de naturaleza procesal y sustantiva, destinadas a concretar una
adecuada tutela de los derechos laborales; entre las que se cuentan, por ejemplo, por un lado,
presunciones legales que invierten la carga de la prueba en beneficio del trabajador; y por otro,
preceptos que consagran con carácter de fundamental ciertos derechos y principios que se aplican
a los trabajadores en su desempeño bajo vínculo laboral, que, en definitiva, buscan armonizar la
interpretación de la normativa positiva con la exigencia basal de lo jurídico-laboral, consagrada en
el principio protector del trabajador" (Corte Suprema, sentencia de 4 de julio de 2018, rol Nº
42659-2017).

El último caso se encuentra dado por los hechos negativos, los cuales, por regla general, no son
objeto de prueba. Con todo, buscando una mayor precisión en esta explicación debe distinguirse
lo que constituye la simple negativa o la negativa general del demandado respecto de los hechos
que sirven de soporte a la pretensión deducida en su contra, de la negación de uno o más hechos
aislados respecto de la pretensión deducida (C. Maturana). En la primera hipótesis, la carga de la
prueba se mantiene en el actor, y en el demandado no recae la carga de probar una negación
general de los hechos que el actor ha invocado en la demanda, fundándola. En la segunda
hipótesis el escenario es menos categórico, toda vez que en muchos casos la negativa de un hecho
podría implicar la afirmación contraria de un hecho. En tal evento, estas negaciones (aparentes) no
se encuentran excluidas de prueba, toda vez que ellas pueden ser acreditadas por el hecho
positivo contrario (Palomo, D.).
E) Límites de la prueba

a) Utilidad

La utilidad apunta al carácter necesario que debe revestir un medio probatorio para la
acreditación de las afirmaciones fácticas introducidas por las partes y, en consecuencia, para la
resolución del conflicto. Si bien el legislador procesal laboral no se refiere específicamente a la
utilidad como límite de la prueba, dispone que solo se admitirán las pruebas que tengan relación
directa con el asunto sometido al conocimiento del tribunal y siempre que sean necesarias para su
resolución (art. 453 Nº 4 inc. 2º CT).

La inutilidad de un medio de prueba en sentido estricto puede atender a dos tipos de razones:
cuando el medio probatorio no es adecuado para verificar con él las afirmaciones de hecho que
pretenden ser probadas por la parte, esto es, cuando el medio es inadecuado respecto del fin que
se persigue y, por otro lado, cuando el medio de prueba propuesto es superfluo, bien porque se
han propuesto dos pruebas con el mismo fin, bien porque el medio de prueba ya se había
practicado antes (Montero, J.).

b) Pertinencia

Atendido que los hechos sobre los que versará la prueba deben ser pertinentes (además de
sustanciales y controvertidos), los medios de prueba con que intenten acreditarse deberán
guardar la misma calidad. El legislador laboral ha sido claro en requerirlo, señalando que solo
podrán recibirse aquellas pruebas que guarden relación directa con el asunto sometido a
conocimiento del tribunal (art. 453 Nº 4 inc. 2º CT). En todo caso, debemos señalar que prueba
impertinente es aquella no relativa a hechos que guarden relación con el objeto del proceso y con
lo que constituye el thema decidendi, por ejemplo, los medios de prueba que se dirijan a probar
unos hechos que no fueron afirmados por las partes en los escritos de alegación, o bien que se
dirijan a probar hechos no controvertidos o hechos notorios (Palomo, D.).

De esta manera, el legislador procesal laboral establece que el juez resolverá fundadamente en la
audiencia preparatoria sobre la pertinencia de la prueba ofrecida por las partes, pudiendo valerse
de todas aquellas reguladas en la ley. Sin perjuicio de ello, las partes podrán también ofrecer
cualquier otro elemento de convicción que, a juicio del tribunal, fuese pertinente (art. 453 Nº 4
inc. 1º CT). Asimismo, el juez podrá decretar las pruebas que estime necesarias, aun cuando no las
hayan rendido las partes. Asimismo, deberá rechazar aquellas pruebas que considere
inconducentes, cuya resolución será susceptible de recurso de reposición, que deberá
interponerse en la misma audiencia (art. 429 CT).

Conviene precisar que en los demás órdenes procesales reformados se establece una mayor
exigencia para este límite de prueba, puesto que, además de consignarlo expresamente, el
legislador lo ha elevado a la categoría de prueba "manifiestamente impertinente". En tal sentido
se desprende de los arts. 31 de la Ley Nº 19.968 y 276 del CPP.

Refiriéndose a esta exigencia, se ha resuelto por la Corte Suprema: "Que sobre el punto traído al
conocimiento de este tribunal, es necesario tener en cuenta que la situación propuesta se
encuentra regulada en el artículo 276 del Código Procesal Penal, norma que contempla las
hipótesis de exclusión de prueba del procedimiento, siendo la primera de ellas la referida a la
manifiestamente impertinente, esto es, aquella que no guarda relación alguna con los hechos
materia de acusación o los alegados por la defensa, al no existir relación lógica o jurídica entre el
hecho y el medio de prueba (H.L. y L.M., Derecho Penal Chileno, tomo II, pág. 45). De esta manera,
el orden procesal penal entrega al juez de garantía herramientas para velar por la economía
procesal, impidiendo la introducción al juicio de prueba que aparezca como inútil para la
determinación de los hechos, exigencia que se consagra como requisito para la prueba de cargo y
para la defensa y ha de ser manifiesta, esto es, evidente" (Corte Suprema, sentencia de 13 de junio
de 2018, rol Nº 5397-2018).

Consideramos que elevar la exigencia hacia una prueba manifiestamente impertinente en materia
de exclusión posee relevancia para la admisibilidad de la denominada prueba indirecta,
entendiendo por tal a aquella que tiene como objeto inmediato un hecho secundario, que sirve
como premisa de inferencia relativa al hecho principal (Palomo, D.). Dicho de otro modo, este tipo
de prueba, por no versar directamente sobre el hecho que se pretende probar sino solo sobre un
hecho secundario, para acreditar aquel necesitaría del razonamiento, de la inferencia (Gascón,
M.).

En efecto, en muchos casos se hace necesaria la acreditación de determinadas situaciones que, si


bien son accesorias al hecho objeto de prueba, resultan necesarias para el esclarecimiento del
contexto en que este ocurrió. Por ello, algunos autores han optado por denominarla como prueba
de contexto.

c) Licitud
La licitud de la prueba se refiere a cómo la parte ha obtenido la fuente de prueba que luego
pretende introducir en el proceso por un medio de prueba, y así es posible cuestionarse si,
atendida la manera como la parte se ha hecho con esa fuente, cabe que luego la use en el proceso,
realizando la actividad prevista legalmente para los medios, con el fin de intentar conformar la
convicción judicial o fijar un hecho (Montero, J.).

Ahora bien, cabe destacar que tanto el legislador como la doctrina suelen referirse a este punto
desde un sentido negativo, apuntando a la ilicitud de la prueba ofrecida o rendida por las partes.
Sobre el particular se ha pronunciado el art. 453 Nº 4 CT, señalando que carecerán de valor
probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por el tribunal, las pruebas que las partes
aporten y que se hubieren obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de
actos que impliquen violación de derechos fundamentales. Dicha prescripción ha dado lugar al
asentamiento de la teoría de la prueba ilícita en materia laboral, ampliamente difundida por los
ordenamientos procesales modernos.

d) Sobreabundancia

Parte de la doctrina señala que un último límite a la prueba estaría constituido por la
sobreabundancia. A diferencia de lo que ocurre en sede de familia (art. 31 Ley Nº 19.968), en el
proceso laboral no existe un reconocimiento expreso de ella, sin embargo, su existencia puede
desprenderse de la interpretación de diversas normas que regulan los medios probatorios de que
pueden valerse las partes.

Una de estas normas establece que el juez podrá reducir el número de testigos de cada parte, e
incluso prescindir de la prueba testimonial cuando sus manifestaciones pudieren constituir inútil
reiteración sobre hechos suficientemente esclarecidos (art. 454 Nº 5 inc. 3º CT). Por otro lado, se
dispone que, si los demandantes fueren varios y se solicitare la citación a confesar en juicio de
muchos o de todos ellos, el juez podrá reducir el número de quienes habrán de comparecer, en
especial cuando estime que sus declaraciones puedan resultar una reiteración inútil sobre los
mismos hechos (art. 454 Nº 3 inc. 3º CT).

La jurisprudencia de nuestros tribunales superiores ha reconocido la procedencia de la


sobreabundancia como límite de prueba, resolviéndose: "Que es necesario advertir que, como
muy bien lo señala la recurrente, lo que establece el legislador es un máximo de cuatro testigos
admitidos a declarar, no que el número de cuatro sea el mínimo o el único a respetar en lo relativo
a la prueba testimonial. Por otra parte, debe agregarse que el tribunal a quo está facultado para
limitar o excluir prueba por razones de sobreabundancia o impertinencia. Como quiera que sea, la
recurrente tampoco observó el deber de preparación de su recurso, en orden a propiciar, por
todos los medios, la reparación del defecto que pretende. En esa virtud, su recurso tampoco
puede prosperar, en esa parte" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 20 de agosto de
2010, rol Nº 756-2010).

En un fallo más reciente, se ha resuelto: "Si fuere necesario más especificidad, el fundamento
tercero, en relación con el quinto, es bastante para desestimar la alegación y en cuanto a la
valoración de la testifical y documental, debe agregarse que en el motivo séptimo el juez
desestimó las deposiciones por no haber contribuido al esclarecimiento de los hechos,
especialmente por referirse a cuestiones no controvertidas, misma razón que dio para no
considerar la documental, sumando a esta última la sobreabundancia, argumentaciones sobre las
que no se hace cargo el recurrente en su libelo" (Corte de Apelaciones de Iquique, sentencia de 12
de mayo de 2015, rol Nº 15-2015).

F) La teoría de la prueba ilícita en el procedimiento de aplicación general laboral

a) Cuestiones preliminares

Es sabido que el desarrollo de la teoría de la prueba ilícita se ha pregonado con especial fuerza
desde el derecho procesal penal, como producto de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Estados Unidos que produjo un efecto expansivo en la gran mayoría de los ordenamientos
jurídicos occidentales. Por ello, con esmero, tanto legislación como doctrina comparada han
diseñado un conjunto de construcciones teóricas frente a un tema imposible de soslayar en el
ámbito de la prueba.

Con todo, estimamos que la importancia de esta institución obliga a darle una aplicación
transversal a todos los órdenes procesales. Si bien es efectivo que es precisamente en el proceso
penal donde existe una mayor susceptibilidad de vulnerarse los derechos fundamentales de los
intervinientes, y en especial del imputado, ello no obsta a que en otros órdenes tales
vulneraciones puedan verificarse. Con justa razón, el legislador patrio decidió avanzar en la
protección de los derechos fundamentales, extendiendo lo instaurado en el proceso penal en las
reformas a la justicia de familia y del trabajo.

Sin más rodeos, es evidente que la búsqueda de la verdad no puede efectuarse a cualquier costo,
puesto que las diligencias probatorias realizadas por las partes y el juez deben respetar, en toda su
extensión, los derechos fundamentales que la Constitución ha garantizado a las personas. El
legislador procesal laboral (al igual que el legislador procesal penal y de familia), consciente de
esta limitación, ha establecido que carecerán de valor probatorio las pruebas obtenidas por
medios ilícitos o por actos vulneratorios de derechos fundamentales.

La historia de la Ley Nº 20.087 da cuenta del avance en el establecimiento de esta restricción,


señalando: "En cuanto a los medios de prueba de que pueden valerse las partes, se mantiene la
fórmula amplia contemplada por la legislación actual.

Con todo, de manera novedosa, se incorpora en el proyecto una regla dirigida a privar de valor
probatorio a las pruebas que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o
indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos
fundamentales".

b) Fundamento de la prueba ilícita

La doctrina sostiene como fundamento último de la teoría de la prueba ilícita a la garantía del
debido proceso, en virtud de la cual toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción deberá
fundarse en un proceso legalmente tramitado, correspondiendo al legislador establecer siempre
las garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos (art. 19 Nº 3 inc. 5º CPR).
A nuestro parecer, la premisa es clara: la sentencia que ponga término al procedimiento no podrá
ser justa si, al momento de su dictación, el juez otorga valor a la prueba obtenida ilícitamente o
con vulneración de derechos fundamentales.

Sin embargo, se ha señalado que no resulta suficiente justificar la exclusión de la prueba ilícita en
el debido proceso, principalmente porque existe otra institución que también es pieza integrante
de él, pero que entra en conflicto con la exclusión, a saber, el derecho a la prueba, el cual, según
nuestra doctrina, estaría consagrado dentro del derecho a defensa establecido en el artículo 19 Nº
3 párrafo segundo de la Constitución Política (García, J.). En efecto, si bien el sistema de prueba
que rige en materia procesal laboral es la libertad probatoria, que logra ratificar un sentido amplio
del derecho a la prueba, reconoce como limitación la ilicitud en la obtención, formación y
producción de la prueba que se rendirá en el juicio.

De cualquier manera, sea amparándose en una concepción general del derecho al debido proceso
o en una concepción restringida del derecho a la prueba, es imperativo que el legislador adopte
los resguardos necesarios para aquellos derechos de la más alta categoría, máxime tratándose del
contexto de un proceso judicial, que debe desenvolverse en toda su extensión con el máximo de
los respetos a las garantías fundamentales, consagradas tanto por la Constitución como por los
tratados internacionales suscritos por Chile y que se encuentren vigentes. Por ello, se ha señalado
acertadamente que el interés de encontrar la verdad cede ante las exigencias superiores de la
efectiva tutela de derechos (Arenhart; Marinoni; Núñez).

c) Causales de ilicitud de la prueba

Reiterando la norma establecida por el legislador laboral, carecerán de valor probatorio y, en


consecuencia, no podrán ser apreciadas por el tribunal, las pruebas que las partes aporten y que
se hubieren obtenido directa o indirectamente por medios ilícitos o a través de actos que
impliquen violación de derechos fundamentales. Ante ello, se han distinguido dos hipótesis o
causales distintas de exclusión por ilicitud de la prueba.

Una primera causal se encontraría dada por la obtención directa o indirecta de medios ilícitos.
Cabe señalar de entrada que la redacción de esta norma ha suscitado diferencias entre los
autores, señalándose incluso que se trata de la regla de exclusión más amplia del derecho chileno,
proponiéndose diversas opciones para determinar qué se entiende por medios ilícitos.

La primera de ellas residiría en entender la causal "medios ilícitos" como una referencia a la
infracción de aquella legalidad ordinaria que ampara, consagra o detalla derechos fundamentales
(como sucede con las llamadas garantías procesales). Una segunda interpretación sostiene que la
diferencia entre las causales de exclusión no obedecería (necesariamente) a un parámetro de
jerarquía normativa de la norma infringida, sino que cronológico, esto es, al momento de la
infracción. La última interpretación posible sostiene que el legislador simplemente innovó en
materia laboral, estableciendo un concepto amplio de la prueba ilícita, de forma tal que el artículo
453 Nº 4 párrafo tercero del Código del Trabajo también puede ser entendido, a la luz de la causal
"medios ilícitos", como un mecanismo de control de legalidad de la actividad probatoria de las
partes (García, J.).

La segunda causal de ilicitud se encontraría dada por la obtención de pruebas a través de actos
que impliquen vulneración de derechos fundamentales. Más restringida, pero no por ello menos
controversial, esta causal permitiría comprender de una manera más simple la exclusión de la
prueba ilícita. Si bien existen diversas formas de interpretar qué se entiende por derechos
fundamentales y cuáles se encontrarían comprendidos por la restricción, nos adherimos a la
concepción más general y comprensiva sobre la materia, esto es, la incorporación de todos los
derechos fundamentales garantizados por la Constitución e incorporados por tratados
internacionales sobre derechos fundamentales suscritos y ratificados por Chile que se encuentren
vigentes.
Con todo, la jurisprudencia más reciente de nuestra Corte Suprema ha cuestionado la efectiva
existencia de dos hipótesis distintas en la norma en comento, decantándose por establecer que el
legislador decidió proveer una causal única para el tratamiento de la exclusión de pruebas por
ilicitud. Así, se ha resuelto por nuestro máximo tribunal:

"Tercero: Que, para esa finalidad resulta pertinente, en primer lugar, recordar que el artículo 453
del Código del Trabajo, en su numeral 4), prescribe: 'El juez resolverá fundadamente en el acto
sobre la pertinencia de la prueba ofrecida por las partes, pudiendo valerse de todas aquellas
reguladas en la ley. Las partes podrán también ofrecer cualquier otro elemento de convicción que,
a juicio del tribunal, fuese pertinente.

Sólo se admitirán las pruebas que tengan relación directa con el asunto sometido al conocimiento
del tribunal y siempre que sean necesarias para su resolución.

Con todo, carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por el
tribunal las pruebas que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o indirectamente
por medios ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos fundamentales'. De
manera preliminar, cabe señalar que, a diferencia de lo que afirma la sentencia recurrida, a juicio
de esta Corte no existen argumentos para entender que la regla de exclusión en el orden laboral
incorpora dentro de la noción de prueba ilícita aquella obtenida en abierta contravención a una
norma de derecho a un imperativo moral socialmente aceptado, con independencia de la
inobservancia de garantías constitucionales, como propugna el fallo en análisis. Si bien la
redacción del precepto es confusa, ya que parece proponer dos hipótesis distintas de no
valoración, una relativa a aquella evidencia obtenida directa o indirectamente pro medios ilícitos y
otra atinente a violación de derechos fundamentales, lo cierto es que no existe constancia en la
historia fidedigna de que se haya pretendido innovar en el tratamiento de la exclusión de pruebas,
más allá de lo que se ha entendido por parte de la doctrina como una consagración legal de la
"teoría de los frutos del árbol envenenado", que por lo demás, desde un inicio ha tenido plena
aplicación jurisprudencial en materia penal. La norma de exclusión propuesta por el Mensaje Nº 4-
350, de 23 de septiembre de 2003, contenida en el inciso 4º del artículo 458 del proyecto, es
idéntica a la finalmente aprobada y que corresponde actualmente al artículo 453 Nº 4 del Código
del Trabajo, sin que en la discusión del proyecto de ley se generara debate en torno a las hipótesis
de exclusión de prueba ilícita" (Corte Suprema, sentencia de 12 de abril de 2018, rol Nº 35159-
2017).

d) Consecuencias jurídicas de la prueba ilícita

Uno de los temas más controversiales en doctrina y jurisprudencia corresponde a las


consecuencias que debe atribuirse a la prueba ilícita en el marco del procedimiento laboral. Con
esto nos referimos específicamente a la etapa en que debe efectuarse la alegación relativa a la
ilicitud y, consecuentemente, al efecto que ella generará en la decisión probatoria, esto es, la
exclusión o falta de valoración de la prueba.

Para estos efectos, debemos partir de la base que el legislador establece en términos expresos que
"carecerán de valor probatorio y, en consecuencia, no podrán ser apreciadas por el tribunal las
pruebas que las partes aporten y que se hubieren obtenido directa o indirectamente por medios
ilícitos o a través de actos que impliquen violación de derechos fundamentales". Atendida la
redacción del precepto, surgen dos aristas por las cuales el intérprete podría decantarse. La
primera de ellas corresponde a una prohibición de admisión, mientras que la segunda a una
prohibición de valoración.

De las vertientes señaladas, Jorge García, ha sintetizado cuatro posibles interpretaciones. La


primera de ellas consiste en que el artículo 453 Nº 4 párrafo tercero establece una prohibición de
admisibilidad pura, facultando de forma exclusiva al juez de la audiencia preparatoria para excluir
prueba ilícita, ya sea de oficio o a petición de parte. La segunda consiste en entender esta norma
tanto como una prohibición de admisibilidad como de valoración, de forma tal que, si bien solo el
juez de la audiencia puede no admitir la prueba ilícita, el juez de la audiencia de juicio puede
también sancionar la incorporación de una prueba ilícita mediante su no valoración. En tercer
lugar, se sostiene que dicha norma contempla un tipo de prohibición especial, estableciendo como
oportunidad procesal para alegar la ilicitud de la prueba la audiencia preparatoria, pero dejando
su examen y resolución en manos del juez de la audiencia de juicio, quien debe sancionar la ilicitud
mediante su no valoración. Por último, se argumenta que el artículo establece simplemente una
prohibición de valoración, de forma tal que la prueba siempre se practicará en la audiencia de
juicio y, por lo tanto, no habría ninguna razón para que las partes no pudiesen alegar la ilicitud
mediante su no valoración (García, J.).

En el proceso penal, el derecho a permanecer en silencio y la presunción de inocencia reflejan la


preeminencia del derecho de la libertad. En los procesos civiles, es deber de ambas partes decir la
verdad y del poder judicial, prestar tutela al derecho fundado en la verosimilitud, lo cual refleja la
importancia de definir, en abstracto, un derecho o una posición procesal de mayor importancia.
De modo que las diferentes realidades situadas en cada uno de los procesos no pueden dejar de
tenerse en consideración cuando se piensa en las pruebas obtenidos de modo ilícito. Al intentar
uniformar la manera de comprender el proceso penal y el proceso civil, es posible caer en el
engaño de pensar en la prueba como algo que no tiene relación con las diversas situaciones
puestas en estos diferentes procesos (Arenhart; Marinoni; Núñez). Asimismo, se ha señalado que
los procesos laborales o de familia consideran la protección de intereses relevantes y pueden
justificar limitaciones probatorias más fuertes que los litigios de carácter eminentemente
patrimonial, sin embargo, el criterio de exclusión debe ser menor que las prohibiciones existentes
en materia penal (Jara, F.).
G) Carga de la prueba

a) Concepto y cuestiones preliminares

Digamos de entrada que la carga probatoria consiste en determinar a quién corresponde probar
los hechos que alega y, por consiguiente, soportar las consecuencias de la falta de dicha actividad.
Para responder a esta interrogante, debemos precisar que, no obstante la aplicación de la
oficialidad bajo ciertos supuestos, la vigencia del principio de aportación de parte indica que son
precisamente las partes las encargadas de acreditar las afirmaciones fácticas introducidas al
proceso, protagonismo y responsabilidad que les corresponde por estar en mejores condiciones
para conocer los hechos que motivan el juicio.

Pues bien, el problema de determinar a quién le incumbe aportar al proceso la confirmación de los
hechos afirmados por una de las partes y negados por la otra, es tan antiguo como el derecho
mismo y ha preocupado por igual a la doctrina y a la jurisprudencia de todos los tiempos
(Alvarado, A.).

No obstante, la doctrina ha atribuido una segunda utilidad de la carga de la prueba, ahora referida
al juez, para que, en el momento de dictar sentencia y ante una afirmación de hecho no probada,
decida cuál de las partes debe sufrir las consecuencias de esa falta de prueba (Montero, J.). Ello ha
llevado a que se atribuya a la carga de la prueba el carácter de una regla de juicio, que el
sentenciador debe aplicar al momento de emitir su decisión sobre el asunto sometido a su
conocimiento.

Desde esta perspectiva, se afirma que la regla de la carga de la prueba se destina a iluminar al juez
que llega al final del procedimiento sin convencerse sobre cómo pasaron los hechos. En este
sentido, la regla de la carga de la prueba es un indicativo para el juez de librarse del estado de
duda y, así, juzgar el mérito y colocar fin al proceso. Tal duda debe ser satisfecha por la parte que
tiene la carga de la prueba (Arenhart; Marinoni; Núñez).

b) Regla general

El legislador laboral no ha establecido una norma expresa sobre la carga de la prueba, cabiendo
hacer aplicación de la supletoriedad del procedimiento civil en aquello referente a las
disposiciones comunes y el juicio ordinario de mayor cuantía (art. 432 CT). Sin embargo, dado que
el legislador procesal civil tampoco se ha pronunciado sobre la materia, debemos acudir a la vieja
norma del Código Civil. Efectivamente, nos referimos al tradicional art. 1698, que establece que
incumbe probar las obligaciones o su extinción a quien alega aquellas o esta.

Con todo, debemos prevenir que la doctrina ha criticado que sea una norma del Código Civil,
referida a la prueba de las "obligaciones" (y no de los hechos), la que resuelva toda la cuestión
vinculada a la distribución del onus probandi. Además, la norma pareciera referirse solo a los
hechos constitutivos y extintivos, sin hacer referencia a la situación de los hechos impeditivos y
excluyentes (Palomo, D.).

Pues bien, a partir de la norma señalada, y corrigiendo sus omisiones, la doctrina y la


jurisprudencia ha completado la regla en el sentido de atribuir la carga de la prueba (y por cierto
de su alegación) de los hechos constitutivos al actor, y la de los hechos impeditivos, extintivos y
excluyentes al demandado. En términos más sencillos, el actor deberá probar lo que sostiene y
fundamenta su pretensión, mientras que el demandado deberá probar lo que sostiene y
fundamenta su oposición a la pretensión del actor. Entre los autores se ha explicado que la parte
que pretende ser beneficiada por los efectos de una norma jurídica debe probar sus presupuestos
fácticos para su aplicación; no los que impiden su aplicación, o modifican, extinguen o excluyen el
derecho (Palomo, D.).

Se ha fallado:

"De esta forma, el demandado que simplemente niega los hechos que han sido sostenidos por el
actor, no es necesario que presente prueba alguna en apoyo de su postura. Pero si el demandante
acredita los presupuestos fácticos en que funda su pretensión, la situación anterior se invierte.

El demandante deberá justificar los hechos constitutivos de su pretensión, que son aquellos que
producen el nacimiento de un derecho o de una situación jurídica que antes no existía y que son el
basamento de su demanda, encontrándose el demandado, por su parte, en la necesidad de probar
los hechos extintivos, impeditivos o modificativos capaces de justificar el rechazo de la demanda
del actor.

Lo anterior ha quedado plasmado en la regla contenida en el recién mencionado artículo 1698 que
en su inciso primero dispone: "Incumbe probar las obligaciones o su extinción al que alega
aquéllas o ésta"" (Corte Suprema, sentencia de 11 de agosto de 2015, rol Nº 28625-2014).

c) Carga de la prueba en los juicios de despido


Bien se ha expuesto que la regla general a aplicar en el procedimiento ordinario corresponde al
tradicional art. 1698 CC con las precisiones apuntadas. No obstante, el legislador procesal laboral
ha establecido una norma especial tratándose de los juicios de despido, en los cuales
corresponderá en primer lugar al demandado la rendición de la prueba, debiendo acreditar la
veracidad de los hechos imputados en las comunicaciones a que se refieren los incisos primero y
cuarto del artículo 162, sin que pueda alegar en el juicio hechos distintos como justificativos del
despido (art. 454 Nº 1 inc. 2º CT).

De esta suerte, una norma especial que agregó la Ley Nº 20.087 y que apunta a la debida
correspondencia que debe existir entre las normas sustantivas y el procedimiento, es la que se ha
dispuesto en el numeral primero del artículo 454, en cuanto a que, en caso de despido, no se
podrá en la contestación invocar hechos distintos a los imputados en las comunicaciones de
término de contrato como justificativos del mismo, por lo que el juez deberá abstenerse de
considerarlos en la determinación de aquellos a probar y no recibirá prueba sobre ellos, pues no
han podido ser parte de la controversia y en consecuencia de aquello que se discute, por lo que no
deberá pronunciarse sobre ellos en la decisión (Academia Judicial).

En términos sustantivos, lo anterior se debe a que el despido es la sanción más estricta en el


marco de la relación laboral, imponiéndose diversas exigencias al empleador para poner término
al contrato de trabajo. En tal sentido, tendrá que cumplir oportunamente el requisito relativo a
enviar la carta de despido al trabajador y, además, los hechos imputados en ella deberán guardar
la debida coherencia con la causal invocada al efecto. Por otro lado, en términos procesales, ello
se traduce en que, una vez iniciado el proceso, se limita doblemente la posibilidad de defensa del
empleador, dado que no podrá alegar en la contestación de la demanda hechos distintos a los
invocados en el documento señalado, y, en consecuencia, su actividad probatoria solo podrá
referirse a acreditar la veracidad de ellos.

Así, se ha resuelto por nuestra Excma. Corte Suprema:

"Como se lee, este mandato dispone, entonces, que es un elemento insustituible para la defensa
del empleador que pretende que el despido que efectuó sea estimado como justificado, que
acredite, primero, la existencia de la carta de despido; segundo, que aquella fue debidamente
noticiada al trabajador; y tercero, que exprese con precisión la causal de cese del vínculo laboral
junto con los hechos en que la funda, circunstancias fácticas que deberá acreditar en el juicio,
manera en que se abona, no sólo el perfil protector del derecho laboral, sino, el debido proceso,
pues son tales formalidades las que garantizan la posibilidad de impugnación por el trabajador
ante el órgano judicial competente de dicha decisión.
Décimo: Que, en el mismo orden de ideas, surge como una carga ineludible para el empleador que
en juicio pretende justificar su decisión de despido, acompañar, primeramente, la carta de despido
donde conste la causal invocada y los hechos en que se apoya y, principalmente, que se verifique
que aquella fue debidamente comunicada al trabajador, ya que se trata del medio legal que le
proporciona los antecedentes que explican las razones del despido, permitiéndole preparar las
objeciones que le reconoce el artículo 168 del estatuto laboral si considera que dicha aplicación es
injustificada, indebida o improcedente" (Corte Suprema, sentencia de 4 de julio de 2018, rol Nº
42659).

d) Fijación de hechos a probar, cargas probatorias y sentencia

Podemos advertir que la resolución que fija los hechos a probar constituye una de las
manifestaciones de la carga probatoria, entendiendo que corresponderá al demandante acreditar
los hechos constitutivos, mientras que al demandado los hechos impeditivos, extintivos y
excluyentes. Por consiguiente, es preciso que esta resolución establezca los puntos de prueba en
estricta y necesaria relación con los hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos que las
partes han incorporado al proceso mediante sus escritos de postulación.

De acuerdo con lo anterior, al dictar sentencia, el juez considerará los hechos objeto de prueba y
la satisfacción de su acreditación por las partes, de acuerdo a las respectivas alegaciones que estas
habían realizado previamente. Como se ha dicho, ello se debe a que la segunda naturaleza jurídica
de la carga de la prueba corresponde a su conformación como regla de juicio, encontrándose
dirigida al juez para ser aplicada al momento de dictar sentencia, consagrada en el art. 459 CT
(Fernández, R.).

En efecto, el juez hará aplicación de esta regla al realizar un examen de los hechos que las partes
debían probar y al constatar si han logrado o no la satisfacción de esta actividad, dictando una
sentencia contraria a los intereses de aquella parte que no logró soportar la carga de la prueba. Sin
embargo, en el estudio completo que realice el juez, siempre se encontrará constreñido a la
información aportada por las partes al proceso, dado que, en primer término, deberá fijar los
hechos a probar de acuerdo a los escritos iniciales de postulación y, en segundo, en su sentencia
deberá observar los hechos que él mismo se sirvió establecer como necesitados de prueba y que
lograban la distribución de la carga probatoria en las partes.

Acertadamente, la doctrina ha señalado que la armonía que debe existir entre los hechos a probar,
las cargas probatorias y la sentencia apunta a la debida congruencia que debe existir entre las
actividades realizadas por las partes y el juez, constituyendo un límite que debe observarse en el
inicio del trayecto procesal, las diligencias intermedias y, cómo no, en la resolución del conflicto
jurídico laboral.
e) Reglas especiales que inciden en la distribución de la carga probatoria

El legislador laboral ha establecido ciertas normas que complementan, inciden o alteran las reglas
generales de la carga de la prueba.

Una primera manifestación se encuentra constituida por la no contestación de la demanda y la


falta de negación expresa de los hechos contenidos en ella, desde el momento en que el juez se
encuentra facultado para estimarlos como tácitamente admitidos (art. 453 Nº 1 CT). Existen
hipótesis legales en que no es siquiera necesario fijar los hechos a probar antes de dictar sentencia
definitiva, pues la ley en virtud del principio de celeridad, y aplicando las presunciones y/o
sanciones procesales señaladas precedentemente, facultan al juez a dictar sentencia, aún sin tal
trámite procesal (Ministerio de Justicia). Pues bien, tratándose de los números 1º y 3º del art. 453
CT, esto es, no contestar la demanda, contestarla sin negar los hechos contenidos en ella, o
allanarse total o parcialmente, el juez podrá hacer uso de esta facultad en la audiencia
preparatoria, liberando al actor de probar los hechos constitutivos de su pretensión, contenidos en
la demanda.

Una segunda manifestación radica en la no comparecencia a absolver posiciones, la negación a


declarar o la declaración dando respuestas evasivas, supuestos en que el juez podrá presumir
como efectivas las alegaciones de la parte contraria, en relación a los hechos objeto de la prueba
(art. 454 Nº 3 CT). Desde luego, las hipótesis de confesión tácita o ficta confessio importan una
alteración de la carga de la prueba al exonerar a las partes de acreditar las afirmaciones fácticas
que serían objeto de la prueba de absolución de posiciones que no se verificó o lo hizo en forma
frustrada por la negligencia o mala fe de la parte contraria.

Una tercera manifestación corresponde a la falta de exhibición de documentos, cuando esta ha


sido ordenada por el tribunal por encontrarse legalmente en poder de una de las partes. Para tales
efectos, el tribunal podrá estimar probadas las alegaciones hechas por la contraria en relación con
la prueba determinada (art. 453 Nº 3 CT), relevando a la parte de probar los hechos contenidos en
los documentos cuya exhibición se solicitó.

f) Las cargas probatorias dinámicas

Dada la insuficiencia normativa del ordenamiento procesal laboral, varios autores han apuntado
hacia teorías que permitan solucionar diversas situaciones problemáticas que a menudo se
presentan en la actualidad, postulando como principal alternativa la consolidación de las cargas
probatorias dinámicas.

Como lo ha señalado la mejor doctrina, con las cargas probatorias dinámicas se hace referencia —
fundamentalmente— a los criterios de facilidad y proximidad probatoria, muy comunicados por lo
que la razón y la experiencia han mostrado. Por el primero se dice que, con independencia de la
naturaleza del hecho que ha sido afirmado, podría probar la parte que tenga mayor facilidad para
hacerlo. Por el segundo, por su parte, se señala que puede probar la parte que esté más próxima a
la fuente de prueba (Montero, J.). Hay situaciones en que al demandante le es imposible, o muy
difícil, la producción de prueba del hecho constitutivo, pero al demandado le es viable, o más fácil,
para demostrar su inexistencia, lo que justifica la inversión de la carga de la prueba (Arenhart;
Marinoni; Núñez).

Pese a que la tendencia comparada ha transitado hacia la consolidación normativa de ciertas


reglas que permitan hacer efectiva la proximidad y facilidad probatoria y flexibilizar las reglas de la
carga de la prueba, el procedimiento ordinario laboral no ha instaurado expresamente dicha
posibilidad y la jurisprudencia ha sido reacia a reconocerla en los términos planteados.

Incluso el Proyecto de Nuevo Código Procesal Civil incorporó en algún momento el denominado
"nuevo y más justo" tratamiento a la tradicional carga de la prueba, introduciendo la posibilidad
que el juez distribuyera la carga conforme a la disponibilidad y facilidad probatoria que posea cada
una de las partes en el litigio. A diferencia de otros sistemas procesales, como el argentino, el
Proyecto nacional contemplaba que el traslado de la carga probatoria se debía comunicar a las
partes con la debida antelación para que asumieran las consecuencias que le pudiese generar la
omisión de antecedentes probatorios o rendición de la prueba que mantuviese en su poder.
Conforme a lo anterior, la propuesta nacional, imponía al juez el deber de dar aviso en la audiencia
preliminar. Este aviso anticipado, resultaba una mayor garantía en relación a otros sistemas que
operan con una fórmula más desbordada de la teoría de las cargas probatorias dinámicas. Sin
embargo, en su momento nos preguntamos si esta regulación del Proyecto, inmunizaba o no de
los problemas y riesgos que traía aparejados a los derechos y principios básicos del proceso, como
el derecho de defensa y el principio del contradictorio (Palomo, D.).

H) Los medios de prueba regulados en el procedimiento de aplicación general

a) Documentos
1. Concepto y cuestiones preliminares

La doctrina ha tenido particulares complicaciones para dar un concepto de documento, toda vez
que las concepciones tradicionales no han logrado abarcar las evoluciones que este medio de
prueba ha experimentado con el indefectible transcurso del tiempo. Con todo, podemos decir que
clásicamente se ha entendido al documento como aquel escrito de un acto humano que consta en
un soporte de papel o similar (Montero, J.). Sin embargo, han surgido diversas complicaciones a
partir de la consolidación de los medios tecnológicos que no solo dan lugar a la creación de medios
no escritos, sino que, además, permiten que estos escapen de un soporte material.

Ahora bien, escapando de meras consideraciones conceptuales, debemos mencionar la gran


importancia que ostenta la prueba documental en el procedimiento del trabajo, atendida la serie
de prestaciones que se devengan con motivo de la relación laboral y su continencia en un contrato
de tracto sucesivo. Sin ánimo de entrar en aspectos sustantivos, consideramos que la constante
modificación de la relación de trabajo, sea desde una base individual o colectiva, quedará
plasmada indefectiblemente en los medios de prueba que resultan pertinentes a estos efectos y
que, en la mayoría de los casos, constituyen la base de la exigibilidad de los derechos de las partes
en el proceso.

2. Clasificación

El procedimiento laboral sigue la regla general que distingue entre documentos públicos y
privados, a la que nos referiremos someramente.

— Documentos públicos. Se entiende por instrumento público el otorgado por competente


funcionario autorizado con las solemnidades legales. Como es sabido, el ejemplo clásico de este
tipo de documentos corresponde a la escritura pública, entendiéndose por tal a aquel otorgado
ante escribano e incorporado en un protocolo o registro público (art. 1699 incs. 1º y 2º CC).
Estimamos que resulta aplicable en lo pertinente el art. 342 CPC, en cuanto establece un listado de
documentos que serán considerados como instrumentos públicos en juicio, siempre que en su
otorgamiento se hubieren cumplido las disposiciones señaladas.

— Documentos privados. Por otro lado, se entiende por instrumento privado aquel confeccionado
por los particulares, sin que concurran los requisitos del instrumento público.
3. Proposición de la prueba documental

Siguiendo la regla general, el legislador señala que la prueba documental solo podrá presentarse
en la audiencia preparatoria. Sin embargo, deberá presentarse conjuntamente con la demanda,
aquellos documentos que den cuenta de las actuaciones administrativas que se refieren a los
hechos contenidos en ella. En el mismo sentido, cuando se demande a una institución de previsión
o seguridad social, deberá acompañarse la resolución final de la respectiva entidad o de la entidad
fiscalizadora según corresponda, que se pronuncia sobre la materia que se demanda (art. 446 incs.
2º y 3º CT).

Dicho sea de paso, que, para cumplir con el ofrecimiento de la prueba, basta señalar el nombre del
documento cuya proposición se realiza, la fecha de que este data y la institución de quien emana.
No debe confundirse esta fórmula con la relativa a la incorporación de la prueba, dado que revelar
la información del documento en una oportunidad procesal anterior a la destinada para la
rendición de la prueba puede resultar desventajoso para los intereses de la parte y la estrategia
procesal que se decida adoptar.

4. Incorporación de la prueba documental

El inc. final del art. 454 Nº 1 CT establece que la prueba documental deberá ser la primera en
rendirse durante la audiencia de juicio. En la práctica, tal exigencia se satisface a través de la
denominada "oralización" de los documentos, haciéndose una lectura extractada que dé cuenta
del contenido de aquellos que se incorporen en la audiencia de juicio, en términos que la parte da
fundamento del contenido probatorio del documento, en cuanto a los efectos que de él se
producirán en respaldo del enunciado de hecho contenido en la demanda o en la contestación,
según corresponda (Academia Judicial). Esta manifestación confirma que el efecto más visible de
la videncia de la oralidad es la forma de expresión de quienes intervienen en la práctica de prueba.
Será mediante el uso de la palabra, incluso en aquellos supuestos en que la prueba se inicia por
escrito, como es el caso de los documentos, que se lleve a cabo la incorporación del material
probatorio por las partes (Bonet, J.).

Se hace necesario señalar que dados los verbos utilizados por la ley respecto de la prueba
documental (entre nosotros, proponer e incorporar), según ya se ha señalado, es que se estima
que esta debe singularizarse a los efectos del hecho a probar, para el que se hace valer en el juicio,
sin que sea necesaria su incorporación íntegra mediante el registro oral de su contenido. Ello en
razón del mérito del documento en cuanto tal, pero, además, considerando la necesaria
expedición de la audiencia y del conocimiento en el evento de que se recurra la decisión del
tribunal y el documento constituya un antecedente del recurso que se deduzca (Academia
Judicial).
Es menester destacar que el art. 47 del Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema
exige la presentación de una minuta de individualización para la presentación de documentos
materiales que se incorporarán en la audiencia de juicio, tras ofrecerse en la audiencia
preparatoria. Dicha norma dispone que al momento de acompañar materialmente documentos
cuyo formato original no sea electrónico, se deberá presentar un escrito con la individualización de
los mismos, comprendiendo a lo menos los siguientes datos: tipo, cantidad de páginas de cada
documento, monto en el caso de ser valorados y fecha de emisión, suscripción, autorización u otra
que corresponda, manteniéndose además la obligación dispuesta en el inc. 3º del art. 6º de la Ley
Nº 20.886. Por su parte, esta última norma establece que, sin perjuicio de la posibilidad de
presentar documentos materialmente, los documentos y títulos ejecutivos que se presenten de
esta forma deberán acompañarse con una copia en formato digital a través del sistema de
tramitación electrónica del Poder Judicial o, en caso de requerirlo así las circunstancias, en el
tribunal, a través de la entrega de algún dispositivo de almacenamiento de datos electrónicos.

5. Impugnación

El legislador laboral dispone claramente que la impugnación de la prueba instrumental


acompañada deberá formularse en forma oral en la audiencia preparatoria o en la de juicio (art.
454 Nº 2 CT). Sin embargo, olvidó establecer una norma que regule las causales de impugnación
de los documentos, por lo que debemos remitirnos supletoriamente a las normas del
procedimiento civil y que, a su vez, se remiten a las normas reguladoras de la prueba del CC.

Para estos efectos, se debe distinguir entre: a) Nulidad, que se presenta por infracción a los
requerimientos de los instrumentos públicos establecidos en los arts. 1699 y 403 COT, tratándose
de un caso de nulidad absoluta del documento que, una vez declarada, implicará privarlo de todo
valor probatorio. En los casos en que el instrumento público sea solemnidad del acto o contrato, la
nulidad del mismo acarrea también la nulidad del contrato que contiene; b) Falta de autenticidad
o falsedad, traducida en que el instrumento público o privado no se ha otorgado por las personas
y de la manera en que él se expresa; c) Falsificación ideológica, presentada cuando el contenido
del instrumento no corresponde a la verdad. Debe advertirse que en esta hipótesis el instrumento
público cumple con todos los requisitos de validez (no es nulo) y se ha otorgado por las personas y
de la manera que en él se expresa (no es inauténtico). Acá el problema no está en el soporte, en el
documento, sino en el contenido; d) Falta de integridad, suscitada cuando el instrumento público
o privado no se acompaña en forma íntegra (Palomo, D.).

Se ha cuestionado en doctrina cuál es el objetivo perseguido por la impugnación de la prueba


documental, esto es, si se trata de una actividad que apunta a la exclusión o la valoración de la
prueba. Al respecto, la Academia Judicial ha señalado acertadamente que la ley hace referencia a
la impugnación de la prueba documental, entendiendo que ello es más amplio que la objeción
documental y comprende la referida no solo al mérito probatorio de la misma, sino, además, a su
admisibilidad. Así, es posible que se impugne el documento al presentarse para su admisibilidad o,
bien, una vez incorporado al proceso, se rechace el mérito probatorio que la parte que lo presenta
le otorga, sea en virtud de las causales de objeción o de otras que puedan recaer sobre el mismo,
como puede ser su inoponibilidad.

A propósito de la impugnación documental y las causales previstas al efecto, resulta útil recordar
que, con fecha 16 de enero de 2017, la Corte Suprema acogió un recurso de revisión por haberse
pronunciado una sentencia en consideración de documentos declarados falsos. Así, nuestro
máximo tribunal declaró:

"Noveno. Que, sin embargo, por sentencia dictada el 1 de marzo de 2016, el Undécimo Juzgado de
Garantía de Santiago, en los autos RUC 1310.036.682-1, RIT O-9364-2013, condenó a don J.J.M.A.
como autor del delito consumado de presentación de medio de prueba falso en juicio, previsto y
sancionado en el artículo 207 del Código Penal, y precisa que dentro de los documentos privados
falsos que constituyen el objeto material en que recae la acción delictuosa, se encuentran
exactamente aquellos presentados por el condenado en el juicio ordinario laboral en comento. De
esta forma, el juzgador singulariza los siguientes documentos como aquellos que fueron
falsificados y presentados como medios de prueba: contrato de trabajo de 1 de septiembre de
2009 y comprobantes de liquidaciones de remuneraciones de junio, agosto y septiembre de 2011.

De lo anterior resulta plena coincidencia entre los instrumentos declarados falsos por el Undécimo
Juzgado de Garantía de Santiago y aquellos que se presentaron como medio de prueba en el juicio
laboral.

Asimismo, se evidencia que esta última determinación fue dictada con posterioridad a aquella
emitida en el juicio del trabajo cuya revisión se pretende, desde que, según consta de la
certificación de fojas 354, emanada de la Jefa de Unidad de Causas del Undécimo Juzgado de
Garantía de Santiago, el fallo condenatorio quedó firme y ejecutoriado el 20 de abril de 2016.

Décimo. Que, como corolario, habiéndose dictado sentencia fundada en documentos declarados
falsos por resolución ejecutoriada, pronunciada con posterioridad a aquella que se trata de rever;
y teniendo, además presente, lo informado por el Fiscal Judicial subrogante, se admitirá el recurso
en examen" (Corte Suprema, sentencia de 16 de enero de 2017, rol Nº 820-2015).

6. La exhibición de documentos
Como es evidente, existen casos en que ciertos documentos obrarán en poder de una de las
partes, encontrándose la otra en una posición desmejorada por carecer de un acceso directo hacia
ellos, como ocurre con los libros de contabilidad o los registros de asistencia. Por consiguiente, el
legislador procesal laboral ha otorgado a dicha parte (que usualmente será el trabajador) la
posibilidad de solicitar en la audiencia preparatoria la exhibición de aquellos documentos que
legalmente deban obrar en poder de la contraria.

En tal sentido, el art. 453 Nº 5 inc. 1º CT establece que la exhibición de instrumentos que hubiere
sido ordenada por el tribunal se verificará en la audiencia de juicio. Cuando, sin causa justificada,
se omita la presentación de aquellos que legalmente deban obrar en poder de una de las partes,
podrán estimarse probadas las alegaciones hechas por la parte contraria en relación con la prueba
decretada. Además de ello, debe recordarse la facultad de solicitarse prejudicialmente la
exhibición de documentos que obren en poder de la contraria (art. 273 Nº 3 y 4 CPC).

No cabe duda que en esta disposición, la máxima que conecta el hecho conocido (omitir la
presentación de los documentos que deben obrar en poder de alguna de las partes) y el que se
declara probado (que son verdaderas las alegaciones hechas en relación a la prueba decretada)
está relacionada con la idea de que el sujeto que entorpece o priva a la otra parte de la prueba
documental es porque aquella le genera perjuicios en su contra (Hunter, I). Asimismo,
consideramos que la sanción establecida por el legislador intenta corregir una infracción del deber
de buena fe, de manera que, al constatar que la parte no efectuó la exhibición pudiendo hacerlo,
el juzgador se encuentra facultado (no obligado) para establecer la veracidad de las afirmaciones
señaladas.

7. Documentos y principio de supremacía de la realidad

Bien se ha señalado en los límites de la prueba que existen ciertos medios probatorios que
resultan más apropiados para acreditar los hechos controvertidos y que, a fin de cuentas,
determinan la pertinencia que estos deben revestir para ser rendidos en juicio. La manifestación
paradigmática de esta idea corresponde a la práctica de la prueba documental con el objeto de
acreditar aquellos hechos que se circunscriben al contrato de trabajo, como podría ser la jornada
laboral, la remuneración, entre otros. Sin embargo, es sabido que el legislador ha establecido
ciertas normas que materializan los principios sustantivos del Derecho del Trabajo. Resulta útil
precisar que, cuando la doctrina habla de principios sustantivos del Derecho laboral, se trata de los
principios generales de un sector de la disciplina jurídica, o sea, de aquellos principios que no
informan todo el ordenamiento sino una institución particular o un sector de la disciplina jurídica
(Gamonal, S.).
En efecto, la dogmática ius laboralista ha tendido a sostener la vigencia del principio protector en
el ámbito del derecho procesal laboral y, específicamente, en el estadio de la prueba, a lo que ya
nos hemos referido. Sin embargo, creemos que los autores han olvidado una directriz sustantiva
que podría entrelazarse y dar lugar a un vínculo sustantivo-procesal, sin transgredir las garantías
que integran el derecho al debido proceso. Específicamente, nos referimos al principio de primacía
o supremacía de la realidad.

A ello se debe a que el estatuto laboral consagra una serie de principios y herramientas de
naturaleza procesal y sustantiva, como son las presunciones. Ejemplo de ello corresponde a lo
dispuesto en los arts. 7º y 8º CT, esto es, que cualquier prestación de servicios bajo subordinación
y dependencia que incluya el pago de una remuneración, hará presumir la existencia de un
contrato de trabajo. Así las cosas, consideramos que el establecimiento de presunciones legales
que permitan la aplicación de la supremacía de la realidad constituye una real injerencia de
principios sustantivos en materia probatoria, sin que ello importe una vulneración de la garantía
de igualdad de armas procesales como parte integrante del derecho al debido proceso. Ello se
debe a que, desde un punto de vista sustantivo, el legislador precave ciertas situaciones que el
trabajador podría padecer como sujeto débil y, desde una perspectiva procesal, entiende
acreditada existencia de la relación laboral bajo determinadas condiciones que se consideran
integrantes de la realidad aun cuando no exista el documento que respalde la existencia del
vínculo contractual, invirtiendo el onus probandi y dejando al empleador como responsable de
acreditar lo contrario.

En tal sentido, se ha resuelto por nuestra Excma. Corte Suprema: "Que el principio de primacía de
la realidad en materia laboral centra su significado en la circunstancia de que ha de prevalecer
siempre la verdad de los hechos por encima de los acuerdos formales, es decir, es más importante
lo que ocurra en la práctica que aquello que las partes hayan pactado de manera más o menos
solemne o expresa, o lo que aparezca en documentos, formularios e instrumentos de control. Este
principio emana de la gran mayoría de las instituciones que conforman el Derecho del Trabajo
individual, en los que se plasma una desigualdad formal, en tanto ellas reconocen que la voluntad
de las personas contratantes se ve afectada por las circunstancias donde manifiestan su voluntad
de contratación, obligando a un trato desigual, toda vez que es una máxima de justicia tratar igual
a los iguales y desigual a los desiguales para evitar privilegios que no corresponden. En la práctica,
el principio en estudio observa la realidad de las circunstancias materiales y como ellas repercuten
en la libertad de la voluntad, permitiendo conocer cuando se está ante una situación que autorice
el trato formalmente desigual propio del Derecho del Trabajo" (Corte Suprema, sentencia de 3 de
abril de 2017, rol Nº 55135-2016).

También se ha fallado: "Vigésimo: Que, por último, es útil recordar que para determinar el
estatuto aplicable a una persona que se desempeña en una Municipalidad, no procede considerar
únicamente los términos de los respectivos documentos conforme a los cuales el trabajador se
incorporó a la dotación municipal, tampoco los acuerdos arribados por las partes, sino lo que
sucede en la práctica, criterio protector que la doctrina denomina "primacía de la realidad", y que
en la legislación del ramo recoge el inciso primero del artículo 8º del Código del Trabajo, en la
medida que señala que toda prestación de servicios en los términos descritos en el artículo 7º del
mismo, esto es, de carácter personal, contra el pago de una remuneración y bajo subordinación o
dependencia, hace presumir la existencia de un contrato laboral, y cuya principal expresión se da
cuando se intenta encubrir a un trabajador dependiente bajo la apariencia de ser uno
independiente contratado a honorarios, lo que obliga a desentrañar la verdadera naturaleza de la
prestación; tal principio cobra especial relevancia en los casos que la doctrina enseña que se
producen desajustes entre los hechos y las formalidades o apariencias, a saber: a) la intención
deliberada de fingir o simular una situación jurídica distinta de la real; b) provenir de un error; c)
por falta de actualización de los datos; y d) por falta de cumplimiento de requisitos formales.
(Gamonal Contreras, Sergio, Fundamentos de Derecho Laboral, Abeledo Perrot LegalPublishing
Chile, Ed. 2011, p. 121)" (Corte Suprema, sentencia de 22 de enero de 2018, rol Nº 34530-2017).

b) Testigos

1. Concepto y cuestiones preliminares

A través de la proposición de este medio de prueba, las partes pretenden convencer al juzgador de
la veracidad de una serie de hechos relevantes para el proceso, merced a la declaración de ciertos
terceros, denominados testigos, que presumiblemente los conocen bien por haberlos presenciado,
bien por haberles sido referidos (Chozas, J.).

Tradicionalmente, el legislador patrio ha mirado con recelo la prueba testimonial, teniendo en


consideración la primacía de los intereses patrimoniales invocados en el proceso y la afectación de
la imparcialidad de quienes se presentan como testigos. Además, es cierto que la falibilidad
humana tiene uno de sus exponentes más claros en la actividad testifical. Dejando aparte los
episodios habituales de testimonios inveraces a sabiendas, en muchas ocasiones la realidad nos
demuestra que, de buena fe, el testigo puede incurrir en múltiples errores (Chozas, J.).

Sin embargo, sabiamente se ha señalado que, en realidad, el testimonio es una prueba


indispensable, pero peligrosa, que debe ser percibida y valorada con extrema cautela, ya porque la
fidelidad del relato depende de la atención del testigo en el momento en que acaecieron los
hechos narrados, de su memoria, de sus condiciones psíquicas en el momento en que se hace la
narración; ya porque, a menudo, los intereses que juegan en torno a las partes, presionan sobre él
y lo inducen, con mayor o menor energía, a la reticencia y al engaño (Carnelutti, F.).
Además, consideramos que en el ámbito procesal laboral la prueba de testigos tiene un papel
trascendente, dado que a menudo los hechos que motivan el juicio ocurren en un espacio físico
que reúne a diversas personas que, por motivos de trabajo, se encuentran presentes en él y cuya
declaración resulta imprescindible para el esclarecimiento de los hechos y la consecuente
resolución del tribunal.

Contribuye a confirmar lo anterior el hecho de que el legislador laboral no imponga limitaciones


específicas a la prueba testimonial, como ocurre aún en materia civil, en que se tiene como más
atendible la prueba escrita ante determinados supuestos, regulados expresamente entre los arts.
1708 y 1711 CC. Por consiguiente, la prueba de testigos será admisible en todos los casos, sin
importar la cuantía del asunto ni la necesidad de contar con documentos en determinadas
ocasiones.

2. Clasificación de los testigos

— Testigos presenciales y testigos de oídas. La primera clasificación se plantea a partir de la


diferente aproximación sensorial que pueden tener los testigos respecto de los hechos que se
declaran. Los testigos presenciales declaran sobre lo que percibieron directamente a través de sus
sentidos, mientras que los testigos de oídas declaran en relación a hechos que conocieron a través
del dicho de una de las partes o de terceros (Palomo, D.).

— Testigos contestes y singulares. El carácter conteste de los testigos deriva de que estén de
acuerdo en el hecho y en sus circunstancias esenciales, lo que no acontece tratándose de los
testigos que la doctrina conoce como singulares.

3. Derechos del testigo

Es usual que el testigo interrumpa sus funciones diarias para acudir a la audiencia a que fue citado,
por lo cual se garantiza que la comparecencia no resulte perjudicial respecto de las actividades que
le corresponda realizar. Así, se establece que la comparecencia del testigo a la audiencia de juicio
constituirá siempre suficiente justificación cuando su presencia fuere requerida simultáneamente
para dar cumplimiento a obligaciones laborales, educativas o de otra naturaleza, y no le
ocasionará consecuencias jurídicas adversas bajo circunstancia alguna (art. 454 Nº 5 inc. 6º).

Por otro lado, a diferencia del legislador procesal civil, el CT no ha hecho referencia expresamente
al derecho de indemnización que poseen los testigos que acudan a prestar su declaración. Por ello,
debemos remitirnos al art. 381 CPC, el cual dispone que el testigo tiene el derecho para reclamar
de la persona que lo presenta, el abono de los gastos que la comparecencia le imponga.

4. Deberes del testigo

— Deber de comparecer

Pese a constituir el medio de prueba más desarrollado por el legislador laboral, este no estableció
una norma expresa sobre el deber de comparecer para los testigos, por lo que debemos remitirnos
supletoriamente al art. 359 CPC, el cual prescribe que toda persona, cualquiera sea su estado o
profesión, está obligada a concurrir a la audiencia que el tribunal señale con el objeto de que
preste su declaración. Además, dado que el inc. 1º del art. 454 Nº 5 CT establece que los testigos
únicamente podrán declarar ante el juez que conoce de la causa, se desprende que estos terceros
deberán apersonarse ante las dependencias del tribunal.

Para estos efectos, la persona cuya declaración se pretende deberá ser citada por carta certificada,
la que deberá despacharse con al menos ocho días de anticipación a la audiencia, al domicilio
señalado por cada una de las partes que presenta la testimonial (art. 453 Nº 8 inc. 3º CT). Por su
parte, el testigo que legalmente no comparezca podrá ser compelido por medio de la fuerza a
presentarse ante el tribunal que haya expedido la citación, a menos que compruebe que ha estado
en imposibilidad de concurrir (art. 380 inc. 2º CPC).

— Deber de decir verdad

Los testigos declararán bajo juramento o promesa de decir verdad en juicio. El juez, en forma
expresa y previa a su declaración, deberá poner en conocimiento del testigo las sanciones
contempladas en el artículo 209 del Código Penal, por incurrir en falso testimonio (art. 454 Nº 5
inc. 4º CT).

De acuerdo con el tenor literal de la norma citada, se ha advertido correctamente que no existe
fórmula legal para efectuar el juez al testigo la pregunta de si jura o promete decir la verdad sobre
lo que se le va a preguntar, ni para dar este la respuesta, por lo que puede usarse cualquier
expresión en ese sentido (Fernández, R.).

Resulta útil recordar que el CPC conserva la fórmula sacramental para el juramento o promesa de
decir verdad, estableciendo que antes de examinar a cada testigo, se le hará prestar juramento al
tenor de la fórmula siguiente: "¿Juráis por Dios decir verdad acerca de lo que se os va a
preguntar?" El interrogado responderá: "Sí, juro", conforme a lo dispuesto en el artículo 62 (art.
363 CPC). Ahora bien, en la práctica de los procesos laborales, esta exigencia se satisface mediante
la pregunta "¿Jura o promete decir verdad sobre lo que se le preguntará?".

— Deber de declarar

Nuevamente, el proceso laboral no cuenta con una norma que disponga en forma expresa la
obligación de declarar del testigo, sin embargo, por aplicación supletoria nos remitimos al art. 359
CPC, el cual dispone que toda persona, cualquiera sea su estado o profesión, está obligada a
declarar cuando sea citada con este objeto. Por consiguiente, la persona citada a declarar estará
obligada a responder las preguntas que tanto el juez como las partes le realicen, sean formuladas
en el interrogatorio directo o en el contra examen.

5. Limitaciones de la prueba testimonial

El legislador establece como límite objetivo a la práctica de la prueba que solo serán admitidos a
declarar solo hasta cuatro testigos por cada parte. En caso de que se haya ordenado la
acumulación de autos, el número de testigos admitidos a declarar será determinado por el
tribunal, no pudiendo en ningún caso ser superior a cuatro por causa acumulada (art. 454 Nº 5 inc.
1º CT).

Dicho sea de paso que, en el antiguo procedimiento de aplicación general, la prueba testimonial se
realizaba en la misma audiencia con un máximo de dos testigos por cada parte sobre cada uno de
los puntos de prueba fijados (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

Sin perjuicio de lo anterior, el tribunal se encuentra facultado para modificar el número de testigos
que depondrán. En primer término, excepcionalmente, y por resolución fundada, podrá ampliar el
número de testigos cuando, de acuerdo a la naturaleza de los hechos a ser probados, ello se
considere indispensable para una adecuada resolución del juicio. Por otro lado, podrá reducir el
número de testigos de cada parte, e incluso prescindir de la prueba testimonial cuando sus
manifestaciones pudieren constituir inútil reiteración sobre hechos suficientemente esclarecidos
(art. 454 Nº 5 incs. 2º y 3º CT).

6. Idoneidad del testigo


El art. 454 Nº 5 inc. 5º CT dispone expresamente que no se podrá formular tachas a los testigos, lo
cual ratifica la línea seguida por la tendencia reformadora, en orden a establecer que no existen
testigos inhábiles, puesto que tanto el proceso penal como el proceso de familia han consagrado
habilidad en forma absoluta.

Debemos mencionar que en el antiguo procedimiento de aplicación general aún existía la


institución de la "tacha", en virtud de la cual la contraparte podía excluir a un testigo por
encontrarse dentro de una de las situaciones descritas en las causales establecidas taxativamente
en la ley. Dicha figura se conserva en el procedimiento civil vigente, en el cual el testigo es
susceptible de encontrarse en causales de inhabilidad que la doctrina ha clasificado en absolutas y
relativas. Sin embargo, es preciso destacar que la formulación de la tacha no impide la declaración
del testigo, dado que el tribunal solo debe pronunciarse sobre ella en la sentencia definitiva (art.
379 CPC).

Ahora bien, sin perjuicio de que el legislador laboral establezca una habilidad absoluta para la
prueba testimonial, en la práctica, suelen formularse preguntas al testigo que indirectamente den
cuenta de su idoneidad. Por consiguiente, en el interrogatorio directo se intentará acreditar a la
persona cuyo testimonio se pretende, mientras que en el contrainterrogatorio se intentará dejar a
la vista su falta de idoneidad o imparcialidad, pero sin que las partes puedan efectuar
calificaciones a partir de las preguntas realizadas sobre el particular.

No obstante lo anterior, queda a salvo la facultad de que, únicamente en la etapa de


observaciones a la prueba, las partes formulen las calificaciones que estimen oportunas respecto
de las circunstancias personales y la veracidad de las manifestaciones de los testigos, lo que el
tribunal tendrá en consideración al momento de la valoración (art. 454 Nº 5 inc. 5º CT).

7. Práctica de la prueba testimonial

El inc. 1º del art. 454 Nº 5 CT establece que los testigos podrán declarar únicamente ante el
tribunal que conozca de la causa y, por cierto, durante la audiencia de juicio. La intención del
legislador es clara: custodiar la inmediación que debe reinar en materia probatoria.

Esta prescripción intenta descartar dos actuaciones tradicionales que atentan contra la
inmediación judicial y que aún encontramos presentes en el procedimiento civil. La primera de
ellas consiste en excluir la posibilidad de realizar la declaración por vía de exhorto, mientras que la
segunda, y más importante, reside en que la deposición del testigo solo sea realizada ante el juez
que conoce de la causa, evitando su delegación hacia cualquier funcionario de la Administración
de Justicia, como ocurre actualmente con el receptor judicial.
De esta suerte, los problemas relativos a la falta de inmediación judicial ya no existen producto del
establecimiento de un diseño procesal más racional y adecuado para la recepción probatoria.
Gracias a este el juez toma contacto directo con los testigos, y lo hace en el mismo lugar con
todos; los observa y escucha personalmente las respuestas que dan a las preguntas que les
formulan los abogados de las partes, y todo ello sin la intermediación de otros sujetos, estando
físicamente presente (Palomo, D.).

— Interrogatorio directo

La práctica de la prueba testimonial inicia con la identificación del testigo, pasando a continuación
al juramento o promesa de decir verdad, informándosele, asimismo, de la posibilidad de incurrir
en el delito de falso testimonio en causa civil, establecido en el art. 209 del Código Penal.

Posterior a ello tiene lugar el interrogatorio directo, es decir, aquel examen mediante el cual el
testigo contestará las preguntas concretas sobre hechos relativos al objeto del proceso que se le
formulen por aquella parte que lo ha presentado (Chozas, J.). En este primer examen, de carácter
general, se persigue que el testigo exprese toda la información que maneja sobre los hechos
objeto de la prueba, demostrando al tribunal y a la parte contraria que se encuentra en una
situación óptima para ilustrar sobre los hechos.

Posterior a las preguntas relativas a los hechos, tienen lugar las llamadas repreguntas, que tienen
por objeto que el testigo rectifique, esclarezca o precise los hechos sobre los cuales invoca su
testimonio. Téngase presente en esta fase de la interrogación, el testigo se encontrará
respondiendo a diversas preguntas que le serán formuladas por la parte que lo ha presentado,
hablándose de un testigo "amigable" en esta fase (Palomo, D.). Sin perjuicio de ello, el legislador
procesal laboral ha dotado al juez de ciertos poderes sobre la materia, estableciendo una
participación activa que le permite formular a los testigos las preguntas que estime necesarias
para el esclarecimiento de los hechos sobre los que versa el juicio y, además, exigirles que aclaren
o precisen sus dichos (art. 454 Nº 6 inc. 1º CT).

Por su parte, en la búsqueda de la imparcialidad del testigo, se ha requerido que las preguntas que
se le dirijan, tanto por el tribunal como por la parte que lo presenta, sean de un carácter
meramente aclaratorio, proscribiendo la formulación de preguntas asertivas, de aquellas que
contengan elementos de juicio que determinen la respuesta y de aquellas que se refieran a hechos
o circunstancias ajenas al objeto de la prueba, lo que calificará el tribunal sin más trámite (art. 454
Nº 6 inc. 2º CT). Con todo, de no repelerse de oficio estas preguntas, queda a salvo la facultad de
la contraria para formular la objeción correspondiente, antes de que el testigo responda a ellas.
— Contrainterrogatorio o contra examen

Posterior al examen directo, tiene lugar el contrainterrogatorio, contra examen o sistema de cross
examination, mediante el cual la parte contraria puede formular al testigo nuevas preguntas sobre
los hechos. Esta actividad tiene una función eminentemente crítica, puesto que con este nuevo
interrogatorio se persigue no solo la adquisición de nuevas noticias sino, además y
primordialmente, investigar el grado de sinceridad y veracidad del anterior testimonio, así como
dar al testigo la oportunidad de ampliar su deposición, quizás en pro de la otra parte (Chozas, J.).

A diferencia del interrogatorio directo, en el contra examen se permite la formulación de todo tipo
de preguntas, salvo de aquellas que sean engañosas, confusas, impertinentes o repetitivas,
debiendo reclamarse de ellas por la parte que ha presentado al testigo, sin perjuicio de la facultad
del tribunal para repelerlas de oficio. Por consiguiente, en términos generales, las preguntas
realizadas deben ser claras y precisas, puesto que solo así el testigo entenderá qué es lo que se le
pregunta y podrá responder correctamente. La claridad se refiere a que deben evitarse las
expresiones equívocas, que puedan tener más de un sentido. La precisión supone que la pregunta
tiene que referirse a un único hecho, son mezclar en ella hechos diferentes que podrían tener
respuestas diversas (Fernández, R.).

8. Impugnación

Considerando que una de las cuestiones que más afecta la credibilidad de la información que se
introduce es la forma en que se realiza el interrogatorio, frente a las preguntas es posible que se
planteen objeciones. Éstas son incidentes que se promueven en la audiencia y tienen como objeto
impugnar una determinada pregunta realizada por el abogado de la contraparte (Palomo, D.).
Pues bien, planteada que sea la objeción por una de las partes, el tribunal podrá brindar traslado a
la contraria para que se pronuncie sobre ella, o bien resolverla de plano.

Como se ha dicho, la oposición de objeciones se encuentra en directa vinculación con la forma


adoptada para la formulación de las preguntas de la contraparte, sean realizadas en el
interrogatorio directo o en el contra examen, constituyendo la vía idónea para atacar las
preguntas realizadas en forma conclusiva, engañosa, confusa, impertinente o repetitiva. Dicho sea
de paso, que no solo las partes se encuentran facultadas para objetar las preguntas realizadas
durante la rendición de la prueba testimonial, toda vez que el tribunal podrá repeler de oficio
aquellas que sean susceptibles de englobarse en alguna de las categorías mencionadas.
9. Poderes del juez en la prueba testimonial

a. Modificación de la cantidad de testigos

— Ampliación del número de testigos

Excepcionalmente, y por resolución fundada, el tribunal podrá ampliar el número de testigos


cuando, de acuerdo a la naturaleza de los hechos a ser probados, ello se considere indispensable
para una adecuada resolución del juicio (art. 454 Nº 5 inc. 2º CT).

Si bien el legislador ha previsto esta facultad excepcional, ha establecido una doble limitación para
que el tribunal pueda hacer uso de ella. En primer término, la ampliación debe obedecer a motivos
graves que la tornen indispensable, de acuerdo a la naturaleza de los hechos a probar, como
podría ocurrir con algunas causales de despido disciplinario. En segundo lugar, al decretar la
ampliación, el tribunal deberá hacerlo por resolución fundada, que dará cuenta de las razones que
motivaron la decisión.

Por lo demás, si bien las partes pueden pedir la ampliación, exponiendo los motivos que fundan su
solicitud, la determinación de indispensabilidad para acogerla constituye una facultad privativa del
juzgador, quien, considerando el mérito del proceso y la naturaleza de los hechos a probar,
resolverá sobre su procedencia.

— Reducción del número de testigos

El juez podrá reducir el número de testigos de cada parte, e incluso prescindir de la prueba
testimonial cuando sus manifestaciones pudieren constituir inútil reiteración sobre hechos
suficientemente esclarecidos (art. 454 Nº 5 inc. 3º CT). Se ha señalado que, el juez, como ha
presenciado la totalidad de las pruebas rendidas hasta el momento de la práctica de la prueba
testimonial, está en condiciones de adoptar esta decisión, pues si la declaración de la totalidad de
los testigos admitidos por la ley no es necesaria para esclarecer los hechos controvertidos, o bien
la prueba testimonial no es necesaria porque en nada contribuye para aclarar esos hechos, su
rendición va a ser innecesaria, constituyendo una actuación dilatoria. Se ha señalado al este
respecto que el sentenciador debe velar por la vigencia del principio de la celeridad, debiendo
impedir toda actuación procesal que contribuya a dilatar indebidamente el proceso (Fernández,
R.).
Con todo, el juez debe ejercer esta facultad con extremo cuidado, como todavía no ha llegado a la
etapa de valoración de la prueba, donde apreciará la totalidad de la prueba rendida, debe ser
manifiesta la necesidad de disminuir el número de testigos a declarar o su prescindencia. De lo
contrario, se podría vulnerar el derecho a la prueba que corresponde a las partes, reconocido
expresamente por nuestra jurisprudencia laboral como una manifestación del derecho a defensa
que forma parte del derecho denominado debido proceso, ambos de carácter fundamental
(Fernández, R.).

Se ha fallado:

"Sexto: Que al efecto y para establecer un parámetro de prudencia en relación a la testimonial,


resulta útil revisar el tenor del artículo 454 Nº 5 del Código Laboral, que se refiere a la forma de
rendir este medio de prueba en la audiencia, señalando al efecto y en lo pertinente, que serán
admitidos a declarar sólo hasta cuatro testigos por cada parte y que en caso de que se haya
ordenado la acumulación de autos, el número de testigos admitidos a declarar será determinado
por el tribunal, no pudiendo en ningún caso ser superior a cuatro por cada causa acumulada.
Además, se establece que el juez podrá reducir el número de testigos de cada parte, e incluso
prescindir de la prueba testimonial cuando sus manifestaciones pudieren constituir inútil
reiteración sobre hechos suficientemente esclarecidos. Conforme lo señalado el número máximo
de testigos que se permite declarar es de cuatro por cada parte, pudiendo rebajarse este número
cuando se haya ordenado la acumulación de autos, que no es el caso de autos, sin perjuicio de lo
cual no debe olvidarse que —como se señaló en el motivo precedente— la demanda contiene
antecedentes, fundamentos y peticiones concretas relativos a 16 personas que bien pudieron
demandar por separado y, en tal supuesto, pudo cada uno de ellos en sus respectivos juicios
ofrecer y rendir hasta un límite de 4 testigos. Asimismo, la ley permite reducir el número de
testigos e incluso prescindir de ellos cuando sus manifestaciones pudieren ser reiteraciones
inútiles, entendiéndose que el espíritu de la norma es evitar caer en redundancias en las
declaraciones de testigos, pero para ello al menos es necesario que alguno de ellos se haya
manifestado, única forma de poder apreciar si el resto de los testigos ofrecidos por la misma parte
declarará sobre lo mismo no aportando nuevos antecedentes, lo que en la especie tampoco ha
ocurrido, desde que derechamente 13 de los demandantes no tuvieron acceso a presentar ni
siquiera un testigo en su favor.

Séptimo: Que la Constitución Política de la República, en su artículo 19, numeral 3º, otorga a todas
las personas la garantía del debido proceso. Corresponde a un derecho fundamental que las
decisiones de los órganos que ejerzan jurisdicción deban fundarse en un proceso previo y
legalmente tramitado, que cumpla ciertos estándares mínimos. La noción del debido proceso se
relaciona con la exigencia de parámetros básicos o elementales, dirigidos a asegurar que la
discusión y que la definición de los derechos involucrados se lleve a cabo conforme a lineamientos
de razonabilidad y justicia. Así, la legitimidad de la decisión jurisdiccional está sometida a la
existencia de un órgano dotado por la ley de la prerrogativa de conocer y juzgar una causa y a la
circunstancia de que tal decisión sea el resultado de un proceso previo que, en el sentir del
constituyente, está revestido de reglas formales constitutivas de un procedimiento racional y
justo. Para la eficacia de este derecho, la Constitución Política de la República y las leyes
contemplan una serie de mecanismos a favor de las partes de la relación procesal, los que se
traducen en la posibilidad de hacer valer sus pretensiones, de ser escuchadas, de producir la
prueba pertinente y de reclamar cuando no están conformes.

Octavo: Que, de lo relacionado se evidencia que al reducir a tal extremo la prueba testimonial, en
definitiva se privó de este medio de prueba a 13 de los demandantes, fuera de los casos en que el
juez está autorizado por la ley, careciendo de facultades para hacerlo, impidiendo a dicha parte
probar sus alegaciones y defensas, y en consecuencia se estima que en la tramitación del proceso
en cuestión se ha producido una vulneración sustancial de los derechos o garantías fundamentales
de los actores, que en definitiva llevó al juzgador a rechazar la demanda en todas sus partes,
entendiéndose en consecuencia por configurada la causal de nulidad alegada, por lo que se hará
lugar al recurso deducido" (Corte de Apelaciones de La Serena, sentencia de 28 de julio de 2015,
rol Nº 52-2015).

b. Interrogación de testigos

Como se ha dicho, el nuevo procedimiento laboral otorga amplias facultades al juez en la práctica
de las pruebas, siendo quizás, la prueba testimonial el ejemplo más claro de ello. Así, el art. 454 Nº
6 CT establece que el tribunal podrá formular a los testigos las preguntas que estime necesarias
para el esclarecimiento de los hechos sobre los que versa el juicio y, además, exigir a los testigos
que aclaren o precisen sus dichos.

Nada se ha dicho respecto a la oportunidad para formular estas preguntas, por lo que existen
algunos jueces, pocos afortunadamente, que estiman que ellos son los primeros que interrogan y
luego si las partes estiman que falta algo por inquirir pueden hacerlo. Nos parece que una
interpretación correcta de la potestad de los jueces en el interrogatorio de testigos debería estar
marcada por su pasividad, en primer lugar, presenciando y escuchando el interrogatorio dirigido
por los abogados de las partes, tratando de mantener una posición no interviniente (Palomo, D.).

Por otra parte, y más importante aún, si bien existen actualmente en el proceso laboral oral
herramientas para poder objetar las preguntas que se formulen a los testigos, y aun cuando no
existe un Código de evidencia que nos determine de manera precisa la procedencia, no existen
instrumentos efectivos explícitos para controlar ese interrogatorio cuando se hace por el juez.
Basta analizar el texto legal (art. 456 Nº 6 CT) para constatar que no existen instrumentos expresos
de control de los poderes del juez, y efectivamente estos consideran que sus preguntas en el
interrogatorio testimonial no son susceptibles de control por parte de los litigantes, lo que no solo
es aberrante desde el punto de vista lógico, sino que pone a las partes en situación de desmedro
importante si ha ocurrido la adquisición procesal por parte del juez. Si el sentenciador ha
adoptado la teoría del caso de una de las partes, o peor aún, tiene una propia y la desarrolla,
incluso podríamos tener problemas de congruencia, desde que el Tribunal ha probado cosas
distintas que lo que partes han alegado en el proceso, debiendo las partes tener necesariamente
medidas de control (Palomo, D.).

Entonces, como hemos venido señalando, nos parece que una interpretación correcta de la
potestad de los jueces en el interrogatorio de testigos, debería estar marcada por su pasividad en
primer lugar, presenciando y escuchando el interrogatorio dirigido por los abogados de las partes,
tratando de mantener una posición no interviniente. No obstante, puesto que nuestra ley ha
establecido un juez reforzadamente poderoso, estimamos que debe interpretarse la norma del
art. 454 Nº 6 CT, como una restricción aplicable tanto a las partes como para el Tribunal, porque
de esa forma, tendremos la certeza que existe un juicio justo donde todas las partes han tenido la
posibilidad de defenderse, exponer su teoría del caso e impedir la adquisición procesal por parte
del Tribunal (Palomo, D.).

Así, se ha fallado:

"Resulta necesario indicar, no obstante su evidencia, que ciertamente el tribunal, en la práctica,


puede vulnerar las formas legítimas de interrogación señaladas en la ley, pues podría interrogar
sobre hechos que no son materia de la controversia, efectuar preguntas asertivas y, todavía más,
contener elementos de juicio que condicionen la respuesta.

Conclusión pacífica debiera ser que ello no resulta procedente pues, por una parte, la norma no
distingue respecto de quienes rige la prohibición y por tanto, debe extenderse al interrogatorio del
tribunal, como por otro, si se analiza la ratio de la prohibición, como se adelantó, controlar la
calidad de la información que ingresa al juicio, deviene que ésta aún más debe regir para el
tribunal, en la medida que puede afirmarse que, especialmente ciertos testigos de bajo nivel
intelectual o escaso nivel cultural, pudieran ser proclives a responder positivamente las
afirmaciones que efectúa un juez.

Consecuente con ello, debe también aceptarse que las partes tienen la potestad de oponerse al
ejercicio abusivo o ilegal de las facultades oficiosas del tribunal, particularmente al momento de la
producción de la prueba.

La facultad de las partes, que asume dimensión de garantía, de controlar la prueba que ingresa al
juicio, es un pilar del modelo de juicio laboral y en general, del debido proceso. Luego, la mera
posibilidad que cierta prueba que, según el caso, pueda ser decisiva para la demostración de
hechos del juicio quede al margen del señalado control, constituye un grave o sustancial
quebrantamiento a las bases del modelo y resulta inaceptable.

Por lo demás, si cada una de las resoluciones que dicta el tribunal, salvedad de la sentencia
definitiva, para la cual se dispone el recurso de nulidad, o aquellas interlocutorias que ponen
término al juicio o hacen imposible su continuación, pueden ser objeto de recurso de reposición,
—artículo 475 del Código del Trabajo: clara manifestación del principio de bilateralidad de la
audiencia— con mayor razón la formulación de una pregunta, fuera de los estrictos marcos
establecidos en la ley, puede y debe ser materia de impugnación directa por la parte que se sienta
afectada, désele a la misma el nombre técnico de objeción, empleado en la litigación de juicio oral,
incidente, o cualquier otro.

La posibilidad de impugnación respecto de actuaciones del tribunal, por lo demás, es base de todo
nuestro sistema procesal y regla general cuando se hace por vía de retractación, salvedad de
resoluciones que tengan el carácter de sentencias definitivas, lo que no puede predicarse de las
preguntas que el tribunal pueda formular en el curso de la declaración de un testigo" (Corte de
Apelaciones de Antofagasta, sentencia de 31 de marzo de 2017, rol Nº 28-2017).

En efecto, si bien el nuevo procedimiento de aplicación general ha dotado al juez laboral de ciertas
potestades en la prueba de testigos y, específicamente en materia de interrogatorios, este debe
someterse a los límites establecidos para las partes y, desde luego, le está vedado incurrir en un
abuso de las facultades oficiosas que la ley le ha conferido. No debemos olvidar que una de las
garantías que componen el principio del debido proceso corresponde al derecho a un juez
imparcial, característica que el sentenciador perdería al momento de subsidiar a alguna de las
partes durante la rendición de la prueba y que, por cierto, contribuiría a generar un desequilibrio
en la relación procesal.

c) Confesión

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se ha conceptualizado a la confesión como aquel medio de prueba que consiste en el


reconocimiento que una parte realiza de hechos determinados que le son desfavorables,
benefician a la contraria y que resultan ser trascendentes para la resolución del conflicto. En este
orden de ideas, debemos descartar que la "admisión de hechos" en las alegaciones iniciales
escritas sea confesión: el o los hechos admitidos no requerirán prueba, por lo que no estamos en
las hipótesis de un medio de prueba. También debe descartarse el "allanamiento", al cual ya nos
hemos referido, que pone término al proceso (Palomo, D.).

Si bien el legislador procesal laboral no ha adoptado genéricamente esta denominación, una


interpretación lógica de sus normas permite concluir que para la regulación de este medio de
prueba se ha referido a una variante específica de la confesional, esto es, la confesión judicial
provocada o absolución de posiciones. Se ha entendido por tal a aquel medio de prueba que
consiste en la actividad procesal por la que una parte, bajo juramento o promesa, contesta a las
preguntas que la otra le formula, relativas a los hechos personales de aquella, con el fin de
conseguir certeza sobre los hechos controvertidos en el proceso (Montero, J.).

Con todo, la prueba de absolución de posiciones del nuevo procedimiento laboral difiere desde
muchas perspectivas de aquella que se verificaba en el antiguo régimen procesal (así como
también de la actual diligencia en materia civil), habida consideración de la necesidad de adaptar
la prueba a las exigencias de la oralidad e inmediación. Por ello, se eliminan aquellas barreras
tradicionalmente establecidas por la escrituración y se exige la presencia directa e ininterrumpida
del juez durante la declaración del absolvente.

2. Clasificación

— Confesión judicial y extrajudicial. La confesión judicial es aquella que se realiza dentro del juicio,
mientras que la confesión extrajudicial es la que se realiza fuera del proceso en cuestión,
cubriendo también la hipótesis de confesión prestada en un proceso diverso. Por la misma
descripción apuntada a su respecto, la confesión extrajudicial es un hecho que debe ser objeto de
prueba para ser incorporada al proceso, para lo cual habrá de recurrir al medio de prueba más
pertinente (prueba testimonial o instrumental) según sea oral o escrita la forma en que se expresó
la señalada confesión (Palomo, D.).

— Confesión judicial espontánea y provocada. La confesión judicial será espontánea cuando se


materialice voluntariamente por la parte, mientras que la confesión judicial será provocada
cuando sea promovida a través del requerimiento de la otra parte por la vía del procedimiento
formal en que consiste la absolución de posiciones (Palomo, D.).

— Confesión expresa y tácita. La confesión expresa es aquella en que la parte reconoce


expresamente un hecho que le resulta desfavorable y que beneficia a la contraria. Por otro lado, el
art. 454 Nº 3 inc. 1º CT se refiere expresamente a la hipótesis de confesión tácita o ficta confessio,
señalando que, si el citado a confesar no compareciese a la audiencia sin causa justificada, o
compareciendo se negase a declarar o diere respuestas evasivas, podrán presumirse efectivas, en
relación a los hechos objetos de prueba, las alegaciones de la parte contraria en la demanda o
contestación, según corresponda.

3. Deberes del absolvente

— Deber de comparecer

La persona citada a absolver posiciones estará obligada a concurrir personalmente a la audiencia,


a menos que designe especialmente un mandatario para tal objeto, el que, si representa al
empleador, deberá tratarse de una de las personas a que se refiere el art. 4º CT. La designación del
mandatario deberá constar por escrito y entregarse al inicio de la audiencia, considerándose sus
declaraciones para todos los efectos legales como si hubieren sido hechas personalmente por
aquel cuya comparecencia se solicitó (art. 454 Nº 3 inc. 2º CT).

Con todo, pueden presentarse diversas situaciones que impidan la comparecencia de quien deba
absolver posiciones. En tal caso, si una de las partes alegare entorpecimiento respecto de la
imposibilidad de comparecencia de quien fuere citado a confesar, deberá acreditarlo al invocarla,
debiendo resolverse el incidente en la misma audiencia. Solo podrá aceptarse cuando se invocaren
hechos sobrevinientes y de carácter grave, en cuyo caso, deberá el juez adoptar las medidas
inmediatas que fueren necesarias para su realización a la mayor brevedad, notificándose a las
partes en el acto (art. 454 Nº 10 CT).

— Deber de declarar

Resulta lógico exigir imperativamente que la persona citada a confesar esté obligada a declarar,
respondiendo las preguntas que se le formularán mediante la interrogación del abogado de la
contraria. Para garantizar esta obligación, el legislador sanciona duramente a la parte que decida
no prestar declaración, señalando que si el absolvente compareciera a la audiencia de juicio y se
negase a declarar o diere respuestas evasivas, podrán presumirse efectivas, en relación a los
hechos objeto de prueba, las alegaciones de la parte contraria en la demanda o contestación,
según corresponda (art. 454 Nº 3 inc. 1º CT). Esta hipótesis constituye lo que la doctrina ha
denominado confesión tácita o ficta confessio.

— Deber de decir verdad


Si bien el legislador no ha establecido expresamente que el absolvente se encuentre obligado a
decir verdad sobre lo que declare, resulta aplicable supletoriamente el art. 390 CPC, el cual
establece que antes de interrogar al litigante, se le tomará juramento de decir verdad en
conformidad al artículo 363, esto es, en la misma forma prevista para la prueba testimonial.

4. Práctica de la prueba

Siguiendo la regla general, la prueba de absolución de posiciones se practicará en la audiencia de


juicio y, según el orden establecido en la ley, se llevará a efecto en segundo lugar, posterior a la
prueba documental y en forma previa a la testimonial, sin perjuicio de la facultad del tribunal para
modificar este orden por causas justificadas.

En cuanto a la iniciativa, el legislador ha establecido que la absolución de posiciones solo podrá


pedirse una vez por cada parte y, además, podrá decretarse por el tribunal en virtud de su
potestad genérica en materia probatoria, esto es, en la audiencia preparatoria para rendirse en la
audiencia de juicio (art. 453 Nº 8 inc. 2º y Nº 9 CT).

En tal sentido, se ha resuelto por nuestros tribunales: "Que la anomalía descrita en el motivo
sexto, en cuanto a disponerse de oficio por el tribunal la absolución de posiciones del demandante
en la misma audiencia de juicio, importa una clara situación de indefensión para esa parte, como
lo hizo ver el actor en el comparendo, debido a la sorpresa que le significaba verse enfrentado a
una prueba desconocida y no ordenada en su oportunidad, para la cual el trabajador no estaba
preparado atendidas las condiciones neurológicas en que quedó después de haber sufrido el
accidente materia del proceso, siendo este medio probatorio valorado posteriormente por el juez
en la sentencia definitiva que se estudia, como consta de su considerando octavo, sin que el fallo
accediera a todas las pretensiones del actor" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de
15 de mayo de 2018, rol Nº 176-2018).

En cuanto a la rendición, se ha establecido que las posiciones para la prueba confesional se


formularán verbalmente, sin admisión de pliegos, y deberán ser pertinentes a los hechos sobre los
cuales debe versar la prueba y expresarse en términos claros y precisos (art. 454 Nº 4 inc. 1º CT).
El legislador ha intentado continuar con la vigencia de la oralidad en la práctica de la prueba,
garantizando con ello la flexibilidad en la realización de las preguntas y la espontaneidad en las
respuestas del absolvente. A diferencia de ello, en el antiguo procedimiento de aplicación general,
la declaración de parte era realizada mediante el sistema de absolución de posiciones, en el cual
una de las partes entregaba un sobre que contenía las preguntas por escrito (el denominado
"pliego de posiciones") para que su contraparte las responda o de lo contrario se presumían
efectivos los hechos categóricamente afirmados en este (Alcaíno, E.; Lillo, R.).
Como se adelantó, las preguntas deberán ser pertinentes a los hechos sobre los cuales debe versar
la prueba y expresarse en términos claros y precisos, de manera que puedan ser entendidas sin
dificultad. El tribunal, de oficio o a petición de parte, podrá rechazar las preguntas que no cumplan
con dichas exigencias (art. 454 Nº 4 CT). Lo anterior supone que cada pregunta ha de referirse a un
hecho, sin que en la misma se mezclen varios extremos, para ser entendidas y por lo mismo
contestadas sin dificultad por el confesante. No debe haber dudas en lo que se quiere preguntar,
cuestión que en definitiva apreciará el tribunal, no el confesante, porque este a pretexto de no ser
claras las posiciones no respondería ninguna, con el fin de frustrar el éxito de la prueba de la
contraria (Fernández, R.).

De acuerdo al art. 391 CPC, que resulta aplicable supletoriamente, la declaración debe prestarse
inmediatamente, de palabra y en términos claros y precisos, sin subterfugios ni respuestas no
concluyentes, esto es, que carezcan de la debida y posible claridad y precisión, aunque no se
aprecie un ánimo evasivo (De la Oliva, A.). Si se tratara de hechos personales, deberá prestarse
afirmándolos o negándolos. El tribunal podrá admitir la excusa de olvido de los hechos, en casos
calificados, cuando ella se funde en circunstancias verosímiles y notoriamente aceptables. Podrá el
confesante añadir las circunstancias necesarias para la recta y cabal inteligencia de lo que se
declara (Palomo, D.).

5. La confesión tácita o ficta confessio en el procedimiento de aplicación general

Puede conceptualizarse a la confesión tácita como aquella que se produce como consecuencia del
cumplimiento de las hipótesis previstas por el legislador en el marco de la absolución de
posiciones (Palomo, D.). Tales supuestos se han previsto bajo la siguiente fórmula: si el absolvente
no compareciese a la audiencia sin causa justificada, se negase a declarar o diese respuestas
evasivas, se podrán presumir efectivas las alegaciones de la parte contraria en la demanda o
contestación, según corresponda (art. 453 Nº 3 inc. 1º CT).

De esta suerte, se interpreta que la confesión tácita o ficta confessio es una sanción procesal
impuesta al litigante que, culposa o intencionalmente, ha incumplido las obligaciones que le
corresponden en su calidad de absolvente. Para estos efectos, el legislador ha previsto diversas
situaciones en que se sancionará a aquella parte que no colabore con la prueba confesional.

En primer término, se establece que se dará por confesa a aquella parte que no comparezca a la
audiencia de juicio cuando hubiese sido citada para absolver posiciones, salvo que acreditare estar
imposibilitada por entorpecimiento fundado en hechos sobrevinientes y de carácter grave.
En segundo lugar, se entenderá aplicable la confesión tácita para aquella parte que, habiendo
comparecido a la audiencia de juicio, se niegue a declarar. La negativa a declarar puede ser, a su
vez, expresa o tácita. Será expresa cuando el absolvente señala que no responderá las preguntas
que se le formulen, mientras que será tácita cuando se desprenda de sus actos, por ejemplo,
retirándose de la audiencia tras prestar juramento.

Por último, se encuentra en esta situación el litigante que, compareciendo y contestando a las
preguntas formuladas por el abogado de la contraria, lo haga de forma evasiva. Las respuestas
evasivas son aquellas que buscan eludir la pregunta que se le está formulando: evitan responder
efectivamente a la pregunta. En estos casos, el absolvente no tendrá la intención de responder,
entregando solo respuestas ambiguas o vagas con el claro propósito de no responder realmente
(Palomo, D.).

Señalado lo anterior, debemos hacer una prevención fundamental, referida a la forma de


entender esta figura, dado que el CT la consagra como una facultad del juez, puesto que éste
podrá presumir efectivos los hechos alegados por la contraria en su respectivo escrito de
postulación. Como es evidente, esto no significa que el tribunal deba hacer un uso arbitrario de
esta facultad; por el contrario, debe ser razonada, demostrando y explicando los presupuestos que
dan lugar a esta situación (Fernández, R.).

6. Poderes del juez en la absolución

a. Reducir del número de absolventes

El legislador procesal laboral establece que, si los demandantes fueren varios y se solicitare la
citación a confesar en juicio de muchos o de todos ellos, el juez podrá reducir el número de
quienes habrán de comparecer, en especial cuando estime que sus declaraciones puedan resultar
una reiteración inútil sobre los mismos hechos (art. 454 Nº 3 inc. 3º CT).

Esta facultad guarda coherencia con la establecida con aquella que posee el juez para la prueba de
testigos cuando se ha solicitado la declaración de muchas personas. Por ello, nos remitimos a lo
dicho sobre la prueba testimonial, debiendo tener en especial consideración la obligación del juez
de hacer uso de esta potestad con extremo cuidado por la eventualidad de vulnerar el derecho a la
prueba como integrante del derecho al debido proceso.

b. Interrogar a los absolventes


El juez podrá formular a los absolventes las preguntas que estime pertinente, así como ordenarles
que precisen o aclaren sus respuestas (art. 454 Nº 4 inc. 2º CT). Como se aprecia del tenor de la
norma, el legislador dota al juez laboral de dos facultades en materia de interrogación.

La primera de ellas se encuentra redactada en un sentido amplio, dotando al juzgador de cierta


discrecionalidad, por cuanto este puede formular a los absolventes las preguntas que estime
pertinentes. De ello deviene el concepto de "preguntas propias", las que puede formular el
tribunal con independencia de las preguntas formuladas por los abogados de las partes, cuando
estas no han sido suficientes para esclarecer los hechos. Sin embargo, el interrogatorio que puede
realizar el juez no es libre, debiendo sujetarse a las mismas exigencias de las partes litigantes, pues
el legislador, al señalar las exigencias de las posiciones, se atiene exclusivamente a ellas sin
importar si las formulan los abogados de las partes o el magistrado (Fernández, R.).

La segunda de tales facultades consiste en ordenar a los absolventes que precisen o aclaren sus
respuestas, sea ante preguntas efectuadas por las partes o el juez. De esta facultad deviene el
concepto de preguntas aclaratorias, que tienen por objeto dejar al sentenciador con una mayor
nitidez sobre la forma en que ocurrieron los hechos, merced de la declaración efectuada por el
confesante.

d) Informe de peritos

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se llama peritos, en el lenguaje habitual, a aquellas personas especialmente cualificadas en razón


de sus conocimientos, especializados en ciencia, arte, técnica o práctica, es decir, a aquellas
personas con especiales conocimientos en materias que no son conocidas, con tanta precisión, por
las demás personas de su mismo nivel cultural (Font, E.). Así planteado, podemos decir que el
informe de peritos es aquel medio de prueba en que un tercero, especialmente cualificado sobre
determinado tema, emite un dictamen pronunciándose sobre materias relativas a este y que son
pertinentes y útiles para la resolución del juicio.

Tal como se adelantó, es requisito de la esencia de este medio de prueba la cualificación técnica o
experticia que debe poseer el tercero llamado a intervenir en el proceso para la acreditación de
determinadas afirmaciones fácticas que han sido alegadas por las partes. Sin embargo, cabe
precisar que el elemento esencial de este medio probatorio no dice relación estricta con los
hechos que son objeto de la prueba, como ocurre con los testigos, debiendo recordar la
infungibilidad que reviste a tales personas por haber presenciado directamente los hechos que
motivan el juicio. Por el contrario, tratándose del perito, podemos avizorar que este tiene un
carácter eminentemente intercambiable o sustituible, en razón de la posesión de igual o mayor
cualificación técnica por parte de otra persona y de su falta de conocimiento sobre los hechos
específicos que motivan la causa.

En doctrina se discute sobre la naturaleza jurídica del informe pericial, señalándose por unos que
este sólo constituye un elemento de valoración de hechos y circunstancias, mientras que, por
otros, se entiende como un medio de prueba en tanto se endereza a la fijación de la certeza
positiva o negativa de unos hechos (Montero, J.). No resulta extraño que el legislador laboral se
haya decantado expresamente por la segunda de tales posturas, dejándolo de manifiesto en la
regulación de los medios de prueba susceptibles de rendirse en el procedimiento.

Además, tradicionalmente se ha discutido sobre la clase del perito, distinguiendo dos


concepciones antagonistas: el perito de parte y el perito de tribunal. Con todo, la doctrina más
autorizada ha señalado que en el debate sobre la elección de una u otra concepción se han
olvidado cosas elementales. El sistema del perito de parte ha sido el usado tradicionalmente en el
proceso penal, en que cada parte propone la prueba con perito o peritos de su libre designación,
llegándose al acto del juicio oral en el que se explican los dictámenes, con contradicción,
respondiendo a las preguntas de las partes, para ser luego valorados por el tribunal conforme a la
sana crítica. Y lo mismo ha ocurrido en el proceso laboral. En estos dos procesos la existencia de
dictámenes contradictorios es lo normal (Montero, J.).

A contrario sensu, coincidimos en señalar que, en materia civil, la prueba pericial ha sido
concebida como un mecanismo del tribunal que lo auxilie en la resolución del conflicto. Ello queda
demostrado en el art. 412 CPC, al establecer que la iniciativa de este medio de prueba es
notoriamente favorable al juez, quien puede decretarla de oficio en cualquier estado del juicio y
como medida para mejor resolver (art. 159 Nº 4), mientras que las partes solo podrán solicitarla
dentro del término probatorio.

Ahora bien, tratándose de nuestro nuevo procedimiento de aplicación general, este razonamiento
se encontraría en entredicho por las amplias facultades oficiosas que se han conferido al juez
laboral, por lo cual podría decretar este medio de prueba en un mismo nivel que las partes. Con
todo, consideramos que esa es la situación que gobierna a todos los medios de prueba y no solo a
la prueba pericial, por lo cual no existiría la intención de establecer un tratamiento especial
respecto de este medio de prueba.

2. Función del perito en el procedimiento laboral


La afirmación base es la de que el juez no puede llegar a tener, por un lado, todos los
conocimientos necesarios para llegar a establecer la existencia, por otro, todos los hechos que son
el supuesto fáctico, por fin, de todas las normas jurídicas cuya aplicación en el caso concreto debe
efectuar al actuar la función jurisdiccional. En muchas ocasiones esos conocimientos no tendrán
que llegar más allá de los que son propios de un hombre con cultura media, pero en otras será
imprescindible tener saberes cuya posesión no puede exigirse al juez (Montero, J.).

No resulta extraño que la prueba pericial resulte fundamental para aquellos casos de corte civil en
que, generalmente, la cosa que es objeto del juicio tiene determinadas características que hacen
necesaria la intervención de un tercero experto. Lo mismo ocurre tratándose de ciertas cuestiones
en materia penal, en la cual incluso se cuenta con instituciones dedicadas especialmente a la
elaboración de pericias. Señalado ello, surge la duda sobre cuál es la necesidad y trascendencia de
la prueba de peritos en el proceso laboral, así como cuáles podrían ser los principales
intervinientes en razón de este medio de prueba.

Las normas sobre los informes de peritos, contenidas en los artículos 411 y siguientes CPC, nos
hacen ver que fueron concebidas para grandes exigencias de conflictos sobre derecho extranjero o
que requieren de alta especialización científica o de arte, sin perjuicio de "reconocimientos" sobre
hechos u objetos especiales o asuntos de mero cálculo o mediciones. En materia laboral se
necesitan peritajes generalmente sobre estas últimas materias (Macchiavello, G.). Es sabido que
los conflictos surgidos con ocasión de la relación de trabajo devienen, principalmente, en
prestaciones pecuniarias, por lo cual generalmente no existe un objeto o antecedente
determinado que requiera el examen pormenorizado de un tercero experto. Sin embargo,
teniendo en consideración la dificultad que puede surgir para la determinación de ciertas
cuestiones de carácter pecuniario, la práctica forense ha hecho usual la designación de peritos
contables que han adquirido un rol fundamental en los procesos laborales.

3. Nombramiento del perito

Digamos de entrada que, en la prueba pericial, la iniciativa puede ser de las partes para proponerla
y del tribunal para decretarla, debido a las amplias facultades que le permiten disponer los medios
de prueba que estime pertinentes (art. 429 CT). Cuestión distinta es la designación del perito,
entendiendo por tal a la elección de la o las personas que se desempeñarán como terceros
expertos en este medio de prueba, la cual debe realizarse en la audiencia preparatoria. Atendido a
lo dispuesto en el inciso cuarto del número 9 del artículo 453, en cuanto establece que se puede
recurrir a cualquier medio idóneo de comunicación o transmisión de datos que permita la pronta
práctica de las diligencias, solo asegurando la debida recepción y dejándose constancia de ello, es
que debe practicarse en dicha audiencia, de forma que se produzca de inmediato la aceptación del
cargo (Academia Judicial).

Declarada la admisión de la prueba pericial en la audiencia preparatoria, el nombramiento se


efectuará de común acuerdo por las partes, quienes deberán convenir en el número de peritos
que deban intervenir, su calidad, aptitudes o títulos que deban reunir y el punto o puntos sobre los
que deberá recaer el informe. Si las partes no llegaren a acuerdo sobre los puntos referidos, la
designación del perito deberá hacerse por el tribunal, pero esta no podrá recaer en ninguna de las
dos primeras personas que hayan sido propuestas por cada parte (art. 414 CPC). Por lo demás, los
peritos que nombre el tribunal deberán figurar en las listas que, cada dos años, elabora la
respectiva Corte de Apelaciones (art. 416 bis CPC).

Distinto es el procedimiento de nombramiento de los peritos en el proceso civil, dado que de


acuerdo a los arts. 414 y siguientes del CPC, presentada que sea la solicitud de la parte, o bien
decretado de oficio por el juez el informe pericial, el tribunal debe proceder a citar a las partes a
una audiencia (fijando día y hora al efecto), que tendrá lugar con las partes que asistan y en la cual
se perseguirá designar al perito, determinar su número, su calidad, aptitudes o títulos que deban
reunir, y el punto o puntos sobre los que deberá recaer el informe de peritos. La fijación de una
audiencia especialmente convocada para el nombramiento de los peritos atentaría contra la
celeridad y concentración requerida por el legislador laboral, no cabiendo hacer aplicación
supletoria por ser estas disposiciones contrarias a los principios formativos del procedimiento.

Designado que sea el perito, el tribunal podrá recurrir a cualquier medio idóneo de comunicación
o transmisión de datos que permita la pronta práctica de la diligencia, debiendo adoptar las
medidas necesarias para asegurar su debida recepción y posterior aceptación por el requerido,
dejándose constancia de ello (art. 453 inc. 4º CT). La comunicación que se remita al perito debe
tener todas las especificaciones de la diligencia, no quedando dudas relativas al objeto sobre el
cual se emitirá el informe, el lugar de su realización y demás antecedentes para su acertada
inteligencia. También debe contener la orden que debe avisar a las partes acerca del día en que
realizará el examen pericial, para que si lo desean puedan comparecer junto a sus abogados y
hagan uso de los derechos que le confiere el art. 419 CPC (Fernández, R.).

El perito que acepte el cargo deberá declararlo así, jurando desempeñarlo con fidelidad (art. 417
inc. 1º CPC). Este juramento o promesa tiene por objeto que el perito diga la verdad, en la forma
en que se disponga, que actuará con la mayor objetividad posible, tomando en consideración
tanto lo que pueda favorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a cualquiera de las
partes (Chozas, J.).

4. Idoneidad del perito


Si el sistema permite a un experto con la finalidad de aportar información necesaria para construir
las decisiones judiciales a través de sus conclusiones u opiniones, lo lógico resulta que exista un
mínimo filtro previo que permita verificar si se trata de una persona idónea, es decir, alguien
calificado en la ciencia, arte o técnica sobre la cual prestará declaración en juicio (Duce, M).
Asimismo, dado que con la prueba pericial se busca la elaboración de un informe con apego a
criterios científicos o técnicos, es preciso que la persona que desempeñe el cargo lo haga revestida
de la debida imparcialidad.

Sin perjuicio de ello, nada ha dicho el legislador procesal laboral sobre la idoneidad de los peritos,
pero siguiendo la lógica de la prueba testimonial, no sería posible deducir tachas que tengan por
objeto perseguir su inhabilidad. Con todo, resulta aplicable supletoriamente el Nº 2 del art. 413
CPC, en cuanto establece que, salvo acuerdo expreso de las partes, el perito debe cumplir con la
posesión de un título profesional expedido por autoridad competente como condición para
desempeñarse.

Ahora bien, la oportunidad para dar cuenta de la idoneidad o habilidad del perito será en el
momento en que preste declaración, encontrándose sujeto al interrogatorio de las partes. En
dicha oportunidad se le formularán preguntas tanto desde la perspectiva de su imparcialidad
como de su cualificación técnica, reservando la calificación que ellas merezcan a las partes para la
etapa de observaciones a la prueba.

Por el contrario, como se ha dicho, en materia civil persiste el mecanismo de las tachas como
medio para perseguir la inhabilidad, en este caso, de un perito. Además, los peritos pueden ser
objetados por no tener título profesional expedido por autoridad competente y pueden ser
inhabilitados por alguna de las causales de implicancia o recusación de los jueces. Es una
demostración que el legislador busca que los peritos sean lo más imparciales posibles para que sus
informes sean lo más objetivos posibles (Palomo, D.).

De cualquier manera, los factores relativos a la idoneidad e imparcialidad del perito serán
apreciados por el tribunal en la sentencia definitiva. Para estos efectos, al momento de valorar la
prueba, tomará en consideración tanto el informe evacuado por el experto como la declaración
que preste en la audiencia de juicio, dando cuenta del contenido y procedimiento utilizados para
su elaboración.

5. Derechos y deberes del perito


A diferencia del testigo, el perito, en razón de su cualificación técnica sobre determinada materia,
tiene derecho a honorarios con ocasión de la emisión de su informe o dictamen. De conformidad
con el art. 411 inc. 2º CPC si la pericia ha sido solicitada por una parte, esta deberá pagarla, a
menos que el tribunal la estime necesaria para el esclarecimiento del asunto, caso en el cual
deberá pagarse por ambas partes, en mitades. También deberán pagarla ambas partes si ella ha
sido dispuesta por el tribunal, de oficio, o en aquellos casos en que ella procede obligatoriamente
(arts. 409 y 410). Sin perjuicio, obviamente, de lo que en definitiva se resuelva sobre el pago de
costas.

Por su parte, la principal obligación del perito consiste en evacuar el informe solicitado, debiendo
hacerlo con, a lo menos, tres días de anticipación a la fecha de celebración de la audiencia de
juicio. Si el informe pericial no fuere evacuado antes de la audiencia y su contenido fuere
relevante para la resolución del asunto, el juez deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las
medidas inmediatas que fueren necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta
audiencia dichas diligencias no se hubieren cumplido, el Tribunal fijará para ese solo efecto una
nueva audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

El art. 453 Nº 8 inc. 5º CT establece que la declaración de los peritos se desarrollará de acuerdo a
las normas establecidas para los testigos, de manera que regirán para estos las mismas
obligaciones respecto de la rendición de la prueba testimonial, esto es, comparecer, declarar y
decir verdad, sin perjuicio de que la primera de ellas sea —en estricto rigor— anterior a la
declaración.

6. Práctica de la prueba pericial

En el nuevo modelo procesal laboral, la práctica de la prueba pericial se abarca desde una doble
perspectiva. La primera de ellas consiste en la emisión del informe que ha sido encomendado al
perito desde su nombramiento, mientras que la segunda radica en la declaración a que este se
encuentra sujeto durante la audiencia de juicio oral.

a. Emisión del informe

En primer término, cuando se rinda prueba pericial, el informe respectivo deberá ser puesto a
disposición de las partes en el tribunal al menos tres días antes de la celebración de la audiencia
de juicio. Si el informe del perito no fuere evacuado antes de la audiencia y su contenido fuere
relevante para la resolución del asunto, el juez deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las
medidas inmediatas que fueren necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta
audiencia dichas diligencias no se hubieren cumplido, el tribunal fijará para ese solo efecto una
nueva audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

Aunque la ley nada nos dice respecto del contenido del dictamen, se entiende que este debe
comprender la descripción de lo que haya sido objeto del informe, la relación de las operaciones
realizadas, el resultado de las mismas y, por último, las conclusiones que se formulen, las cuales,
bien se ha apuntado por la doctrina procesal, no deberán ser necesariamente categóricas, ya que
la realidad objeto del informe pericial no siempre es susceptible de ser reducida a esquemas
rígidos (Font, E.).

b. Declaración del perito

Por otro lado, el perito tiene la obligación de comparecer ante el tribunal, precisamente a la
audiencia de juicio, para declarar con la finalidad de dar razón de su informe. Esta forma distinta
de concebir a la prueba pericial es producto de la aplicación de la oralidad y los principios ligados a
ella, dado que no solo existirá un contacto directo y frontal entre el juez y el informe, sino que,
además, se someterá a la contradicción de las partes el resultado del dictamen y el procedimiento
utilizado por el experto mediante su declaración.

Bien se ha adelantado que la declaración de los peritos se regirá por las normas relativas a la
prueba testimonial. Por ello, el juez, en forma expresa y previa a su declaración, deberá poner en
conocimiento del perito las sanciones contempladas en el artículo 209 del Código Penal, por
incurrir en falso testimonio (art. 454 Nº 5 CT, por remisión del art. 453 Nº 8). En cuanto a la
declaración propiamente tal, el perito estará afecto tanto al interrogatorio directo de la parte que
lo ha presentado como al contrainterrogatorio o contra examen, realizado por la parte contraria.
Asimismo, el juez está facultado para realizar las preguntas tendientes a aclarar o precisar sus
dichos.

Las preguntas que pueden hacerse al perito son variadas y persiguen entre otros los siguientes
objetivos: a) Explicación del dictamen o de alguno o algunos de sus puntos, cuyo significado y
alcance no se considere suficientemente claro para los efectos de la prueba; b) Que el perito
responda a preguntas y objeciones sobre el método, premisas, conclusiones y otros aspectos del
dictamen (Fernández, R.).

Sin perjuicio de todo lo anterior, el juez podrá, con el acuerdo de las partes, eximir al perito de la
obligación de concurrir a prestar declaración, admitiendo en dicho caso el informe pericial como
prueba (art. 453 Nº 8 inc. 5º CT). Para este caso, debe existir una declaración expresa del tribunal
mediante la cual se libere al perito de la comparecencia, puesto que, de lo contrario, la prueba
pericial carecerá de valor probatorio.

En tal sentido, se ha resuelto:

"Cuarto: Que de lo que se ha reseñado en el considerando que precede aparece que, si bien la
demandante solicitó al tribunal que se practicara una pericia, para los fines señalados en su
oportunidad, lo cierto es que en la audiencia de juicio incorporó —en su reemplazo— un
documento, consistente en el oficio a través del cual la Asociación Chilena de Seguridad respondió
al requerimiento del tribunal, situación que se encuentra al margen de la normativa legal
aplicable.

En efecto, el artículo 453 del Código del Trabajo, en su número 8), dispone que: "Cuando se rinda
prueba pericial, el informe respectivo deberá ser puesto a disposición de las partes en el tribunal
al menos tres días antes de la celebración de la audiencia de juicio. El juez podrá, con el acuerdo
de las partes, eximir al perito de la obligación de concurrir a prestar declaración, admitiendo en
dicho caso el informe pericial como prueba. La declaración de los peritos se desarrollará de
acuerdo a las normas establecidas para los testigos".

Sin embargo, como consta del registro de audio de la audiencia preparatoria de 4 de agosto de
2011, el tribunal decretó —a requerimiento de la demandante— la práctica de una pericia, sin que
se hubiere eximido al perito que la evacuara de la obligación de concurrir a prestar declaración a la
audiencia de juicio, única hipótesis en que el tribunal hubiere podido legalmente admitir como
prueba pericial el informe respectivo, y valorarlo como tal, con tal que el mismo hubiere estado a
disposición de las partes al menos tres días antes de la celebración de la audiencia de juicio.

Quinto: Que, como se ve, sin perjuicio de la fecha en que el oficio remitido por la Asociación
Chilena de Seguridad efectivamente haya estado a disposición de las partes, lo cierto es que el
mismo no constituye prueba pericial, sino documental, como quiera que se trata de un oficio,
desnaturalizando de esta forma la prueba ofrecida y decretada, sin que existiera resolución alguna
del tribunal que autorizara esta forma de proceder, estando por lo demás regulados los términos
en que prueba consistente en oficios se rinde en el inciso final del número 8) del artículo 453 del
Código del Trabajo, los que resultan inaplicables en la especie.

Sexto: Que, en consecuencia, habiéndose decretado la práctica de una pericia y no habiéndose


llevado a cabo la misma, no puede procederse a su valoración por parte del tribunal, por lo que
ninguna omisión se ha cometido en la sentencia impugnada a este respecto, circunstancia que
resulta suficiente para desestimar el recurso de nulidad deducido, por no concurrir la primera de
las causales que se invoca de manera conjunta, a la luz de lo expuesto en el fundamento segundo
que precede, sin perjuicio de lo cual se pasará a analizar la causal invocada" (Corte de Apelaciones
de Copiapó, sentencia de 21 de febrero de 2012, rol Nº 58-2011).

7. Poderes del juez en la prueba pericial

a. Designación del perito

En principio, la designación del o los peritos debe realizarse de común acuerdo por las partes,
consensuando en el número, calidad, aptitudes y títulos que deban tener. Sin embargo, a falta de
acuerdo, el nombramiento debe efectuarse por el juez, pero sin que este pueda recaer en ninguna
de las dos primeras personas propuestas por cada parte y necesariamente deberá tratarse de
personas que figuren en la lista elaborada por la respectiva Corte de Apelaciones.

Una vez decretado el informe de peritos (y designada la o las personas que se desempeñarán
como tal) el juez podrá recurrir a cualquier medio idóneo de comunicación o de transmisión de
datos que permita el conocimiento del perito y la pronta práctica de las diligencias, debiendo
adoptar las medidas necesarias para asegurar su debida recepción y posterior aceptación del
requerido, dejándose constancia de ello.

b. Facultades ante la falta de emisión del informe

Posterior al nombramiento, el juez debe informar al perito su obligación de poner el informe a


disposición de las partes con, a lo menos, tres días de anticipación a la celebración de la audiencia
de juicio oral. Si el informe pericial no fuere evacuado antes de la audiencia y su contenido fuere
relevante para la resolución del asunto, el juez deberá, dentro de la misma audiencia, tomar las
medidas inmediatas que fueren necesarias para su aportación en ella. Si al término de esta
audiencia dichas diligencias no se hubieren cumplido, el Tribunal fijará para ese solo efecto una
nueva audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454 Nº 7 CT).

Como punto de partida, llama la atención que el legislador establezca como requisito la relevancia
del contenido del informe pericial para la resolución del asunto, en circunstancias que el
requerimiento de la intervención del tercero experto se ha efectuado por la necesidad de contar
con conocimientos especializados sobre determinada materia y que, usualmente, no logran
satisfacerse con otros medios de prueba.
Por otro lado, supuesta la relevancia del contenido del informe, se establece como deber del juez
la adopción de medidas inmediatas que fueren necesarias para su aportación en la audiencia de
juicio. Señalado ello, la duda que surge consiste en determinar cuáles pueden ser las medidas que
el juez deba adoptar, teniendo en consideración la inmediatez que se requiere para la
incorporación de este medio de prueba, en un periodo de tiempo en extremo acotado. Por
consiguiente, si al término de la audiencia de juicio no se hubieren cumplido dichas diligencias —
entre nosotros, lo más probable que ocurra—, el tribunal deberá fijar para el solo efecto de su
verificación una nueva audiencia, que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo.
Estimamos que la fijación de una nueva audiencia no implica la obligación de suspender la
audiencia de juicio, puesto que de igual manera podrán rendirse los demás medios de prueba que
hayan sido decretados en la audiencia preparatoria. Con todo, atendida la necesidad del informe
para la resolución del conflicto, lo natural será que se suspenda el curso normal del
procedimiento, postergando la dictación de la sentencia definitiva por no encontrarse
incorporados todos los medios de prueba que el tribunal debe valorar para formar su convicción.

c. Interrogación del perito

Dado que la declaración en la prueba pericial se regirá por las normas de la testimonial, el perito
será interrogado tanto por las partes como por el tribunal, existiendo las mismas deficiencias
respecto de esta última hipótesis, a las que nos remitimos.

No obstante, es preciso señalar que algunos autores se han referido a las preguntas que pudiera
realizar el juez al perito que es interrogado, señalando que al considerar que el informe pericial
persigue otorgar al magistrado la información técnica sobre cierta materia, las preguntas que
pueda formular al perito son de suma importancia, para los efectos de aclarar las dudas que tenga
al respecto (Fernández, R.).

e) Oficios

1. Concepto y cuestiones preliminares

Se entiende por oficios a aquellas comunicaciones que realiza el tribunal hacia determinadas
instituciones públicas o privadas, con el fin de solicitar y recibir información relativa a los hechos
objeto del juicio. En otras palabras, los oficios son comunicaciones escritas, referente a los asuntos
de las administraciones públicas o asuntos privados, que digan relación con los hechos materias
del proceso (Orellana, F.; Pérez, A.).
La importancia de los oficios es producto de los avances en materia de comunicaciones y,
consecuentemente, de los medios tecnológicos de los cuales se puede hacer uso en la actualidad.
Del mismo modo, la rapidez y eficiencia de las comunicaciones entre instituciones hace factible la
pronta recopilación de información que resulta pertinente y útil para el juicio y, específicamente,
para dar por acreditadas afirmaciones fácticas que han sido introducidas por las partes.

De esta manera, los oficios ocupan un papel relevante en el nuevo procedimiento laboral, puesto
que, en ciertas ocasiones, resulta indispensable la adquisición de datos que no se encuentran a
disposición de las partes, sino de terceros que, al ser requeridos, se encuentran obligados a
proporcionarlos y hacerlos llegar al juicio.

Como se ha dicho, la concepción de los oficios como medios de prueba resulta de las
transformaciones experimentadas por la tendencia reformadora, no solo por la consagración de la
libertad probatoria, sino, además, por el establecimiento expreso de normas que regulen esta
actividad. Nada se ha dicho en el proceso civil sobre estas comunicaciones, dado que no se
encuentran en el listado taxativo consignado en el art. 341 CPC, constituyendo la única hipótesis
regulada en el CT que escapa a la consideración de medios de prueba tradicionales.

Por lo demás, en los oficios puede hacerse uso de cualquier medio idóneo de comunicación o de
transmisión de datos, debiendo asegurarse su debida recepción. De este modo, es posible en este
caso recurrir a la transmisión vía correo electrónico, fax u otra forma de datos, incluso telefónica,
de modo que la información requerida esté a la disposición del tribunal para la audiencia de juicio
(Academia Judicial).

2. Objetivo

La norma base adoptada por el legislador laboral indica que el tribunal despachará todas las
citaciones y oficios que correspondan cuando se haya ordenado la práctica de prueba que,
debiendo verificarse en la audiencia de juicio, requieran citación o requerimiento (art. 453 Nº 8
inc. 1º CT).

Los oficios tienen por objeto traer al proceso aquella prueba que, por cuestiones de proximidad,
no se encuentra a disposición de las partes y que resulta relevante para la acreditación de
determinadas afirmaciones fácticas referidas al tema de la prueba. Sin embargo, debemos precisar
que el oficio en sí mismo no constituye una probanza, y dependerá del resultado de la gestión para
que lo que se allegue al proceso, se considere con eficacia probatoria o no, según las reglas
pertinentes de admisibilidad, producción y valoración (Orellana, F.; Pérez, A.).
Con todo, la utilidad de este medio de prueba es manifiesta, dado que habitualmente las partes
necesitan contar con antecedentes que sean aportados de forma fidedigna por parte de una
determinada institución, sea pública o privada, quien estará obligada a aportarla en los términos
requeridos por el tribunal en la respectiva comunicación.

3. Práctica

Los oficios se decretan y despachan en la audiencia preparatoria, al igual que todas las citaciones,
y el tribunal solo dará lugar a la petición de oficios cuando se trate de requerir información
objetiva, pertinente y específica sobre los hechos materia del juicio. Así planteado, se concluye
que la intención del legislador es clara: solo se puede requerir la información relativa a elementos
precisos de carácter objetivo y que guarden relación con los puntos de prueba establecidos por el
tribunal, no pudiendo solicitar la emisión de informes mediante los cuales las personas o
instituciones requeridas realicen calificaciones que resulten favorables a una de las partes.

Por su parte, cuando la información se solicite respecto de entidades públicas, el oficio deberá
dirigirse a la oficina o repartición en cuya jurisdicción hubieren ocurrido los hechos o deban
constar los antecedentes sobre los cuales se pide informe. Las personas o entidades públicas o
privadas a quienes se dirija el oficio estarán obligadas a evacuarlo dentro del plazo que fije el
tribunal, el que en todo caso no podrá exceder a los tres días anteriores al fijado para la audiencia
de juicio, y en la forma que este lo determine, pudiendo disponer al efecto cualquier medio
idóneo de comunicación o de transmisión de datos (art. 453 Nº 8 inc. final CT).

Del mismo modo que en la prueba pericial, si el oficio no fuere evacuado antes de la audiencia y su
contenido fuere relevante para la resolución del asunto, el juez deberá, dentro de la misma
audiencia, tomar las medidas inmediatas que fueren necesarias para su aportación en ella. Si al
término de esta audiencia dichas diligencias no se hubieren cumplido, el tribunal fijará para ese
solo efecto una nueva audiencia que deberá llevarse a cabo dentro del más breve plazo (art. 454
Nº 7 CT).

Respecto de esta hipótesis, se ha resuelto:

"Cuarto: Que resulta en cambio que la diligencia probatoria a que se ha hecho mención, reiterada
en audiencia de juicio, a efectos de lograr su materialización y finalmente denegada por el
tribunal, corresponde a la que el propio juez de la causa admitió en la audiencia preparatoria, de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 453 Nº 4 del Código del Trabajo, por tener relación directa
con el asunto sometido a su conocimiento y resultar necesaria para su acertada resolución.
Recuérdese que al solicitar la parte dicha diligencia había hecho presente que tal probanza se
relacionaba directamente con la imputación formulada al actor en la carta de aviso de despido
correspondiente, relativa a su participación en la sustracción de especies de elevado monto de
propiedad de la empresa, resultando evidente como se señala en el recurso, que las copias
íntegras de la carpeta de investigación criminal, que oportunamente debieron remitirse habrían
permitido al tribunal un examen completo y objetivo de todos sus antecedentes, entre otros, de la
querella presentada por hurto frustrado, el parte policial, reconocimiento fotográfico, las
declaraciones de testigos —que el sentenciador echa de menos— y de los inculpados en el hecho
investigado, evidencia de suyo esenciales para poder permitirle probar el punto de prueba fijado
por el tribunal y la alegación de su parte a este respecto.

Quinto: Que dentro de las garantías de todo debido proceso, principio reconocido
constitucionalmente en el artículo 19 Nº 3 inciso 4º de la Constitución Política de la República, se
encuentra la de poder probar las circunstancias que se alegan en defensa de los propios intereses
de la parte, lo que evidentemente en el caso en estudio no se ha respetado, al haberse
sentenciado el conflicto privando a la parte demandada, en efecto, de la oportunidad, de poder
demostrar lo concerniente a los hechos fundantes de la causal de despido invocada, al negarse el
tribunal a la reiteración de una diligencia de prueba solicitada oportunamente por dicha parte,
tendiente a probar su aserto, a la que el juez de la causa había accedido, pero a la cual finalmente
negó cabida invocando para ello la necesidad de resolver el asunto en el menor tiempo posible, en
virtud del principio de celeridad que informa el procedimiento, claramente conciliable en el caso
que se conoce, no obstante, con el derecho a rendir prueba en el juicio, a la luz de lo previsto en el
artículo 454 Nº 7 del Código del Trabajo, dado el contenido relevante de la información que se
solicitaba" (Corte de Apelaciones de Concepción, sentencia de 12 de enero de 2010, rol Nº 83-
2009).

I) La prueba de oficio en el procedimiento de aplicación general

a) Cuestiones preliminares

Bien se conceptualizó a la prueba como aquella actividad desarrollada tanto por las partes como
por el juez; a la primera hipótesis nos hemos referido latamente, convocándonos en esta ocasión
el estudio de la iniciativa probatoria judicial en el marco del procedimiento de aplicación general
del trabajo.
La experiencia indica que en aquellos procedimientos dominados por los principios dispositivo y de
aportación de parte, la iniciativa probatoria judicial se encontrará limitada al ser las partes las
encargadas de incorporar al juicio las probanzas de que piensen valerse para acreditar sus
afirmaciones fácticas. Por el contrario, en los procesos no dispositivos, en los cuales existe
prevalencia del interés público, se reconoce una mayor amplitud para la práctica de pruebas de
oficio (Abel, X.).

En efecto, el nuevo procedimiento laboral concede al tribunal la facultad de decretar en la


audiencia preparatoria las pruebas que estime necesarias, aun cuando no las hayan ofrecido las
partes, las que deberán rendirse en la audiencia de juicio (arts. 429 y 453 Nº 9 CT). Con la reforma
procesal laboral el rol del juzgador pasó de ser pasivo, y prácticamente invisible en el contexto de
un modelo escriturado y con una dinámica de delegación de funciones, al establecimiento de un
magistrado profesional y especialista, dotándolo de una serie de potestades públicas explícitas,
especialmente en materia probatoria, que lo han transformado en la manifestación de lo que
algunos llaman juez autoritario, el cual actúa en el proceso oral de conformidad a su particular
criterio, incluso manteniendo su propia teoría del caso, sin que se prevean normas claras relativas
al necesario control de esta actuación, indispensable para que la garantía del debido proceso sea
una realidad (Palomo, D.).

b) Fundamentos de la prueba de oficio

En los procesos dispositivos, normalmente la distribución entre las cargas de las partes y las
facultades del juez obedece a un reparto de funciones, de modo que a las partes corresponde la
proposición de la prueba y al juez el control sobre las pruebas propuestas en forma de admisión y
adecuación de la práctica de la prueba propuesta a la normativa legal (Abel, X.). El principio de
aportación de parte se corresponde con la esencia de la oportunidad y del principio dispositivo la
consecuencia de que sobre las partes recae la carga de aportar los hechos al proceso, de modo
que las afirmaciones de hechos, en cuanto se refieren al supuesto fáctico contemplado por la
norma jurídica que prevé una consecuencia de esta naturaleza, solo pueden ser realizadas por las
partes (Montero, J.).

Sin embargo, paulatinamente la tendencia reformadora comparada ha avanzado hacia la


publicización de los procesos no penales, de manera tal que el proceso laboral ha quedado
impregnado de cuestiones que lo acercan más a un modelo inquisitivo que dispositivo. De este
modo, resulta inevitable aludir a los fundamentos históricos que motivan el tránsito de una
perspectiva liberal hacia una de corte publicista.

Si bien el fenómeno publicista tiene un desarrollo paulatino en Europa, su punto de inflexión se


encuentra dado por la dictación de la Ordenanza Procesal Civil Austriaca de 1895, puesta en
marcha por el jefe de sección del Ministerio de Justicia, Franz Klein. Este personaje, de suma
importancia en el Derecho Procesal moderno, entendió al proceso como un fenómeno social de
masa que debía reglamentarse como instituto de bienestar, que lo llevó a apostar por el aumento
de los poderes discrecionales de los jueces, pudiendo acordar medios de prueba ampliamente,
pasando el juez de juzgar el litigio a dirigirlo en calidad de representante del bien común (Palomo,
D.).

En este contexto uno de los elementos definidores de ese proceso es el refuerzo de los poderes
del juez, el cual no puede seguir siendo un mero contemplador de la contienda, puesto que debe
proteger no solo al individuo, sino también al Ordenamiento jurídico al servicio de la comunidad,
lo que incluye el acordar pruebas de oficio (Montero, J.).

Un sector de la doctrina habla de un carácter complementario de la iniciativa probatoria judicial,


dado que el juez laboral, al decretar la prueba de oficio, complementa la actividad probatoria,
suple deficiencias probatorias, pero las partes son las principales actoras en materia de
proposición de pruebas, es decir, las partes son las que tienen el derecho a la prueba, por lo que la
ley les otorga amplias posibilidades de proponer los elementos de convicción que estimen
necesarios para el éxito de sus pretensiones, por tanto las interferencias de terceros deben ser
ínfimas para garantizar la eficacia de este derecho fundamental (Fernández, R.). Sin embargo,
otros autores consideran que la prueba de oficio genera indudablemente una desigualdad de
armas no porque el actor o demandado tenga un derecho a que se falle la causa sin prueba de su
contraparte, sino porque una de las partes gana con la ayuda de su contraparte, deliberada o no,
del juez de la causa (Palavecino, C.).

c) Limitaciones a la prueba de oficio

Bien se ha advertido que el legislador laboral no ha establecido limitaciones expresas a la iniciativa


probatoria de oficio. Sin embargo, la doctrina es pacífica en determinar que deben existir, además
de los límites generales de la prueba, diversas restricciones específicas a la prueba decretada de
oficio por el tribunal. Seguimos en este punto al autor Xabier Abel Lluch (Abel, X.), quien postula
las limitaciones que trataremos a continuación.

En primer lugar, se encuentra la imposibilidad de introducir hechos no alegados por las partes,
puesto que ello afectaría al proceso y los hechos discutidos. El objeto del proceso es definido
exclusivamente por las partes en los actos de discusión y, conforme a ellos, el juez debe limitarse a
determinar los hechos sustanciales, pertinentes y controvertidos que deben ser objeto de la
prueba.
En segundo lugar, hallamos la imposibilidad de utilizar fuentes probatorias distintas de las
existentes en el proceso, dado que ello afectaría al juez y a su imparcialidad. Un ejemplo de ello
consiste en que el juez solo pueda decretar la comparecencia de testigos con tal que estén
aludidos en los escritos de demanda y contestación. De no cumplir con estas dos limitaciones, el
magistrado se convertiría en un verdadero inquisidor, al realizar una tarea que corresponde a las
partes (Fernández, R.). En efecto, la introducción de hechos no invocados por las partes y de
fuentes probatorias distintas de las ofrecidas por estas, llevaría al juez a adquirir el papel de
investigador, en circunstancias que ello resulta totalmente incompatible con la función de resolver
el conflicto.

En tercer lugar, la necesidad de permitir contradicción de las partes, proponiendo nuevas pruebas
y participando en toda la práctica de la actividad probatoria. Afecta a las partes y a su derecho a
defensa. De esta limitación debemos distinguir dos manifestaciones. La primera de ellas consiste
en que las partes puedan controvertir la prueba decretada de oficio por el tribunal, dado que en el
ejercicio de esta potestad el juez debe someterse a los mismos límites establecidos para las partes,
a efectos de que la información ingresada sea objetiva y contrastada. Por otro lado, la segunda
apunta a la posibilidad de las partes para ofrecer una contraprueba que les permita desvirtuar la
prueba decretada de oficio por el tribunal.

J) La prueba no solicitada oportunamente en el procedimiento de aplicación general

Bien se ha señalado en innumerables ocasiones que el modelo procesal adoptado en sede laboral
ha discernido claramente en las finalidades de sus dos audiencias centrales, entendiendo que la
audiencia preparatoria está destinada al ofrecimiento de la prueba, en tanto la audiencia de juicio
a la rendición de ella. Sin embargo, este esquema general, adoptado también por los demás
órdenes procesales reformados, ha admitido dos excepciones bajo la denominación de prueba no
solicitada oportunamente, las que, sin embargo, no han encontrado un reconocimiento normativo
en materia laboral.

La primera de estas instituciones corresponde a la denominada prueba nueva o prueba de nueva


noticia, entendiendo por tal a aquella que no pudo ofrecerse en la oportunidad procesal
pertinente por ignorarse su existencia por las partes. Así, el art. 336 inc. 1º CPP establece que, a
petición de alguna de las partes, el tribunal podrá ordenar la recepción de pruebas que ella no
hubiere ofrecido oportunamente, cuando justificare no haber sabido de su existencia sino hasta
ese momento. El inc. 2º del art. 63 bis de la Ley Nº 19.968 requiere, además, que el juez considere
que estas pruebas resulten esenciales para la resolución del asunto.
La segunda excepción se encuentra dada por la denominada prueba sobre prueba¸ entendiendo
por tal a aquella prueba no solicitada oportunamente, que recae sobre un medio probatorio
incorporado al juicio que se ha controvertido por adolecer de algún defecto legal. Sobre ella se
pronuncian los arts. 336 inc. 2º CPP y 63 bis inc. 2º de la Ley Nº 19.968, los cuales disponen que, si
con la rendición de una prueba surgiere una controversia relacionada exclusivamente con su
veracidad, autenticidad o integridad, el tribunal podrá autorizar la presentación de nuevas pruebas
destinadas a esclarecer esos puntos, aunque ellas no hubieren sido ofrecidas oportunamente y
siempre que no hubiere sido posible prever su necesidad.

Si bien el legislador laboral no ha dispuesto una norma específica para rendir en una oportunidad
distinta aquella prueba cuya existencia se ignoraba por la parte, algunos autores han sostenido
que ella resulta procedente en el procedimiento de aplicación general. Así, se ha señalado que,
siempre en el contexto de casos graves y justificados, la prueba nueva podría permitirse en razón
de los artículos 429 inciso 1º (facultad del juez para pedir pruebas nuevas) y 454 Nº 9 (facultad del
juez para pedir aclaraciones) del C. del Trabajo, sin perjuicio de las normas para los incidentes y
casos de suspensión. Converge además el artículo 432 del mismo texto que remite a los artículos
321, 322 y 326 inciso 2º del C. de Procedimiento Civil sobre prueba nueva y al 159 de igual código
sobre medidas para mejor resolver, en única o primera instancia (Utman, F.).

También se ha expuesto que el artículo 454 Nº 2 abre la puerta a una revisión de la prueba
documental cuando se discute su licitud, por lo que la prueba sobre prueba no sería una
institución tan ajena a estos procedimientos. Sin embargo, no hay referencia a otros medios, en
cuyo caso y tratándose de casos graves y justificados, podría igual concederse en atención al
aforismo que reza que a la misma razón, la misma disposición, tomando como expresión de esa
razón el citado artículo 454 Nº 2 del C. del Trabajo (Utman, F.).

Sin embargo, en una posición contraria se ha sostenido que, con la modificación de la Ley Nº
20.260, en cuanto a que establece los casos específicos en los que se admite prueba fuera de la
audiencia de juicio —los casos excepcionales relativos al informe de peritos y de los oficios
solicitados como al entorpecimiento alegado en el caso del citado a confesar—, no resulta
admisible otra prueba distinta de aquella que haya sido ofrecida y admitida, presentada en la
oportunidad procesal correspondiente (Academia Judicial). En el mismo sentido se ha pronunciado
una parte de la jurisprudencia, optando por rechazar la procedencia de la prueba no ofrecida
oportunamente por no haberse previsto por la ley, a diferencia de lo que ocurre en materia penal
y de familia, así como por no poder aplicarse supletoriamente las normas del proceso civil, por ser
contrarias a los principios que informan el procedimiento en materia laboral.

Así, se ha fallado:
"Sexto: Que, en este marco, el legislador dispuso que la prueba en estos procedimientos judiciales
debería ofrecerse en la audiencia preparatoria (artículo 453 del Código del Trabajo), precluyendo
el derecho de la parte si no se ofrece en esa oportunidad, sin disponer de otra instancia para ello.
Ello es, evidentemente, contrario a lo que ocurre en otros procedimientos judiciales, por ejemplo,
en materia penal, en que el legislador estableció esa posibilidad en ciertas circunstancias
especiales (artículos 278 y 336 del Código Procesal Penal).

Séptimo: Que, lo anterior no se controvierte por lo dispuesto en el artículo 321 del Código de
Procedimiento Civil, ya que si bien el artículo 432 del Código del Trabajo establece la supletoriedad
de las normas dispuestas en los Libros I y II de aquel Código, ello se sujeta, evidentemente, a la
compatibilidad de los principios de éstas a aquellas, cuestión que evidentemente en este caso no
acontece. Aún más, lo dispuesto en el artículo 321 se refiere a una cuestión diversa de lo
planteado por la recurrente en este caso, ya que esta norma regula los supuestos de ampliación de
la prueba, en el marco de un procedimiento escrito, rígido y de doble instancia, elementos que no
concurren en la especie" (Corte de Apelaciones de Valparaíso, sentencia de 25 de enero de 2016,
rol Nº 435-2015).

Con todo, es forzoso advertir que la jurisprudencia de nuestros tribunales superiores no ha sido
uniforme, de manera que también han existido ciertos pronunciamientos que, aunque
tímidamente, reconocen la procedencia excepcional de la prueba no solicitada oportunamente. De
este modo, se ha resuelto:

"Cuarto: Como primera cuestión, ha de decirse que el hecho que una de las partes no rinda la
prueba que pueda ser útil a sus pretensiones no configura per sé infracción al debido proceso,
pues tal garantía —en lo que a la prueba se refiere— resguarda la posibilidad de ofrecer y rendir
prueba conforme al mandato legal y en la especie ello no aconteció, ya que la demandada tuvo la
posibilidad de ofrecer la prueba testimonial y declaración de parte, alegó entorpecimiento y pudo
deducir los recursos legales correspondientes, sin que el hecho de no haberla rendido finalmente
sea imputable a una vulneración del debido proceso y menos que ello tenga el carácter de
sustancial. Lo mismo se advierte en el caso de la prueba nueva, que excepcionalmente se permite,
en términos que su admisión se encuentra limitada a la concurrencia de supuestos legales, que en
la especie el juez desestimó.

Sexto: A mayor abundamiento, en lo que a la incorporación de prueba nueva se refiere, atendido


el contenido que se anuncia del documento, su inclusión en el juicio carece de influencia en lo
dispositivo del fallo, puesto que su objetivo era demostrar pérdidas en la empresa sin que conste
en alguna parte del fallo o se haya llegado a establecer que el pago del bono no operaba en caso
de pérdidas como pretende la demanda" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 13 de
noviembre de 2017, rol Nº 1236-2017).

Con todo, consideramos que negar la posibilidad de incorporar prueba no solicitada


oportunamente, cuando su existencia era ignorada por la parte que pretende su rendición o
cuando es necesaria para resolver la controversia sobre la eficacia de un medio de prueba, impide,
en cierto sentido, el efectivo ejercicio del derecho a la prueba como parte integrante del debido
proceso. Por ende, consideramos necesario que el estatuto laboral cuente con una norma que
permita incorporar, aun extemporáneamente, aquellas probanzas que permitan a las partes
complementar la actividad desplegada en la audiencia de juicio, considerando que no les resulta
imputable su falta de rendición en la oportunidad procesal pertinente.

En todo caso, cabe señalar que han existido intentos legislativos tendientes a regular estas
hipótesis en el procedimiento laboral, siendo ejemplo de ello el Boletín Nº 11.210-113, en el cual
se establece:

"En otras ramas del derecho procesal, como lo son el derecho de familia y el derecho penal, el
legislador si contempla lo señalado anteriormente y lo califica como "prueba nueva" colocándose
en el supuesto de que las partes encontraron, antes de la audiencia de juicio, pero ya transcurrida
la audiencia preparatoria, medios probatorios que no existían o que no sabían de su existencia y,
que por tanto, no fueron oportunamente ofrecidos. De lo anterior se concluyen dos requisitos
copulativos que deben ser probados por la parte que lo solicita, el primero es que no se sabía de
su existencia, siendo carga de la parte argumentar cómo era posible que desconociesen dicha
prueba y, segundo, que resultan esenciales para resolver la controversia.

A mi juicio, no existe argumento alguno que determine la razón de excluir dicha facultad a las
partes en un litigio, tomando en consideración que en otras ramas del derecho, las cuales tienen
un procedimiento prácticamente idéntico lo contemplan, por lo que estimo que debe ser
regulado, con el fin que en un litigio se rindan todas las pruebas suficientes que faciliten al
sentenciador dar una solución justa y sobre todo informada a la controversia.

Es por ello, que el motivo de la presente moción es proponer que se admita la recepción de
pruebas que no hayan sido ofrecidas oportunamente, cuando justifiquen las partes, no haber
sabido de su existencia sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que resultan
esenciales para la resolución del asunto".

Así, la moción culminaba con la propuesta normativa del siguiente tenor: "Artículo único:
Modifíquese el Código del Trabajo, de la siguiente manera: Agréguese un nuevo artículo 454 bis, lo
siguiente: "Prueba no solicitada oportunamente. A petición de alguna de las partes, el juez podrá
ordenar la recepción de pruebas que ellas no hayan ofrecido oportunamente, cuando justifiquen
no haber sabido de su existencia sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que
resultan esenciales para la resolución del asunto".

Si bien este proyecto de ley se encontraba bien encaminado, no lograba abarcar la totalidad de los
supuestos aludidos, dado que solo hacía referencia a la institución de la prueba nueva. Por ello,
siguiendo la misma línea, se ha elaborado una nueva moción parlamentaria, materializada en el
Boletín Nº 11.547-13, el cual señala: "El presente proyecto tiene como objetivo incorporar al
Código del Trabajo un nuevo artículo "454 bis" el cual contenga una disposición expresa sobre
prueba nueva, otorgando de esta manera la instancia para poder probar la verdad de todos los
hechos directos y circunstanciales a través del aporte de prueba nueva relevante.

Esta inclusión no solo busca ser conteste con los principios del proceso laboral, sino también, estar
conforme a la garantía constitucional del debido proceso consagrada en el artículo 19 Nº 3 de la
Constitución Política".

De esta manera, culmina con la redacción del proyecto de ley en los siguientes términos: "Artículo
Único. Modificase el Código del Trabajo incorporando un nuevo Artículo 454 bis que verse de la
siguiente manera: "Artículo 454 bis. A petición de alguna de las partes, el tribunal podrá ordenar la
recepción de pruebas que no hubiere ofrecido oportunamente, cuando justificare no haber sabido
de su existencia sino hasta ese momento y siempre que el juez considere que resultan esenciales
para la resolución del asunto.

Si con ocasión de la rendición de una prueba surge una controversia relacionada exclusivamente
con su veracidad, autenticidad o integridad, el tribunal podrá autorizar la presentación de nuevas
pruebas destinadas a esclarecer esos puntos, aunque ellas no hayan sido ofrecidas oportunamente
y siempre que no haya sido posible prever su necesidad".

Bien se ha dicho que las normas que regulan el juicio oral deben establecer la forma en que las
partes pueden ofrecer e incorporar las pruebas al juicio, facilitando el conocimiento de la
contraparte con anticipación para que pueda preparar su defensa. Sin embargo, esta premisa
puede tener matices cuando se trata de casos graves y calificados, como es la ignorancia
inimputable de aquella prueba que resulta esencial para la resolución del conflicto y cuando su
necesidad de rendición nace con posterioridad a la oportunidad procesal pertinente, sin que esto
fuera previsible por las partes.
Por lo demás, casi sobra decirlo, ello encontraría como fundamento una cuestión que a menudo
suele olvidarse por el legislador procesal laboral, como es el derecho al debido proceso y, más
específicamente, el derecho a la prueba. Si bien la doctrina ha señalado que este derecho se
encuentra limitado por requisitos de carácter extrínseco, referidos a las formalidades en la
proposición de la prueba, ello no puede pregonarse de una forma rígida e irreflexiva que lleve a
cuestionar el carácter justo y racional del procedimiento, en circunstancias que la misma
racionalidad fundamenta que tales limitaciones cedan ante supuestos que permitirían arribar a
una decisión más justa.

La esencia del proceso, como garantía, incluso en el ámbito laboral, es ineludible e imprescindible
para el legislador y para el juez. No se trata de una cuestión opcional, sino que nos encontramos
en presencia de principios fundamentales que se concretan en exigencias comunes a todos los
procesos. No entenderlo así es consolidar una mirada en buena medida miope de lo que debe ser
una Justicia moderna, que bajo la excusa de la oralidad y sus reglas conexas así lo imponen seguirá
secuestrada por la trampa de las estadísticas y la retórica de la búsqueda de la eficiencia,
sacrificando elementos esenciales para brindar una Justicia objetivamente de calidad (Palomo, D.).

K) Valoración de la prueba

a) Concepto y cuestiones preliminares

En diversos textos que abordan el tema de la prueba, es fácil encontrar utilizadas como
expresiones sinónimas las siguientes: apreciación, interpretación y valoración. Es del caso realizar
una revisión de este relevante aspecto que deslinde desde el inicio estas ideas que, siendo
conexas, refieren a actuaciones que son diversas (Calamandrei, P.).

La primera de estas expresiones, en estricto rigor, debe servir para dar cuenta de una fórmula que
engloba las dos siguientes, esto es, la interpretación y la valoración de las pruebas, con la que se
obtiene el convencimiento del juzgador de la certeza de un hecho o para fijarlo formalmente a los
efectos del proceso. Dicho esto, veamos que debe entenderse por interpretación y valoración.

La labor de interpretación refiere a un momento previo al de la valoración. En efecto, tras la


práctica de la prueba, cualquiera que sea, debe el juez determinar cuál es el resultado que se
desprende de ella. Si tomamos el ejemplo de la prueba testimonial se tratará de determinar qué
es lo que el testigo dijo en su declaración, estableciendo de una manera cierta el significado de las
expresiones del testigo. Esta determinación o establecimiento del resultado de cada prueba es
fruto de la labor de interpretación.

A su turno, la labor de valoración da cuenta de un momento posterior, cuando ya se ha


determinado el resultado de cada prueba, en el ejemplo, se ha establecido de modo cierto lo que
el testigo dijo, y se refiere a la determinación de la credibilidad que cabe conceder al resultado.
Siguiendo con el ejemplo, corresponde la decisión en torno a si se dará crédito a lo dicho por el
testigo.

La apreciación consistirá entonces, retomando ahora con el concepto inicial, en que a partir de la
opción por ciertas pruebas (que han sido interpretadas y valoradas) que hace el juez, establece la
verosimilitud de una determinada versión de los hechos, lo que se hace poniendo en relación los
distintos materiales probatorios (directos e indirectos) con lo que se busca obtener el
convencimiento de la certeza de un hecho o para fijarlo formalmente a los efectos del proceso
(Palomo, D.).

b) Sistemas de valoración de la prueba

No existe consenso en doctrina al momento de agrupar los sistemas de valoración de la prueba,


existiendo diferencias para determinar cuáles son y las características esenciales de ellos. Sin
embargo, digamos de entrada que, de acuerdo con la posición más acertada, es posible distinguir
dos sistemas de valoración de la prueba: el sistema de prueba legal y el sistema de libre
valoración.

La prueba legal o tasada corresponde a aquel sistema probatorio mediante el cual se establece un
listado taxativo de medios de prueba y una valoración a priori de estos por la ley. El legislador, sea
por respeto al principio de aportación de parte o en aras a la seguridad jurídica, introduce normas
que contemplan medios de prueba mediante los cuales se producirá la fijación fáctica, o al menos,
la favorecerá, solamente cumpliendo las exigencias que la misma norma establece. Se trata, por
tanto, de conocer el contenido concreto de estas normas y comprobar escrupulosamente el
cumplimiento de sus presupuestos y requisitos (Bonet. J.).

Esta noción corresponde al período del Derecho Común romano-canónico, donde la prueba legal
consistió en una construcción teorética y racional, que en virtud del estudio analítico y formalista
de los juristas permitió establecer criterios concretos de admisión y valoración de las probanzas.
La opinión de los jurisconsultos más relevantes ("la opinión común"), constituía la base para
resolver todos los problemas probatorios sobre la base de los cálculos y medidas establecidas en
los textos doctrinarios. Por ello, las pruebas no tenían que ser pesadas sino más bien contadas por
el juez, a partir de los aludidos parámetros teóricos (Meneses, C.).

Por otro lado, cuando recibe aplicación el sistema libre el juez decidirá, según su criterio, la
valoración de la prueba. Se considera por el legislador que es el sistema que facilita, da sentido y
hasta potencia la adecuada reflexión judicial valorativa a la luz de las pruebas rendidas, por regla
general, con presencia e intervención efectiva del juez (Palomo, D.).

Si bien el sistema libre persigue una valoración razonada y motivada, ello no siempre ha logrado
materializarse, debida la consagración de la íntima convicción. Este sistema encuentra origen
histórico en la Revolución francesa, especialmente a partir del establecimiento del jurado en el
proceso penal, donde se instala la idea de que el jurado no podía estar vinculado a regla legal
alguna en la valoración de las pruebas. Esta fórmula, que luego se traspasó desde el jurado y el
proceso penal a los jueces técnicos y al proceso civil, se resumía básicamente en dos
consideraciones: a) La valoración de la prueba no consiste en un ejercicio de la razón, sino en una
declaración de voluntad; b) Esa declaración no tiene que ser motivada. Con ello, las notas que
caracterizan a este sistema son las de voluntad discrecional, no motivación e irresponsabilidad
(Montero, J.).

Por consiguiente, dado el desapego del sistema de íntima convicción a las exigencias que impone
el derecho al debido proceso, como es la motivación de la decisión judicial, los órdenes procesales
modernos se han alejado hacia una concepción más respetuosa de estos postulados esenciales.
Por ello, las normas legales de valoración probatoria que dan contenido al sistema de prueba legal
o tasada se traducen en la positivación de algunas "máximas de la experiencia" que, en algunos
casos ha sido entendido como el paso necesario para evitar los repetidos errores de valoración de
jueces dejados en libertad de valoración (De la Oliva, A.).

Sin embargo, la asunción de la convicción judicial como función de la actividad probatoria ha


ganado terreno frente a las demás respuestas, especialmente en un contexto de reformas en
donde el paradigma de las reglas legales de valoración va siendo sustituido (en buena medida) por
un sistema de valoración libre de acuerdo a la sana crítica. Las reglas de la sana crítica, las máximas
de la experiencia del propio juez (adquiridas gracias a su experiencia de vida y cultural), se
convierten en el camino que se debe seguir en la valoración de las pruebas practicadas, que deben
servir a su crítica o depuración sostenida en la razón, la madurez, el buen sentido lógico y el sano
juicio, las que son el soporte de una valoración probatoria razonada, responsable y motivada. En
otras palabras, una valoración libre, pero sujeta a reglas de la razón y de la lógica (Palomo, D.).

Dicho esto, debemos precisar que la sana crítica, en sí misma, no constituye un sistema de
valoración de la prueba. Ello se debe a que este modelo rige como una limitación al sistema libre,
estableciendo a sus reglas como aquellos parámetros que el juez no podrá vulnerar al momento
de apreciar la prueba. No obstante, en sentido amplio y partiendo de las acepciones que nos da el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, aplicándolas al interés de la unidad
conceptual de sana crítica, aplicado al proceso de enjuiciamiento judicial, se ha entendido que la
sana crítica es el sistema, técnica y arte de juzgar atendiendo a la bondad y verdad de los hechos,
sin vicios ni error; mediante la lógica, la experiencia, la equidad y las ciencias y artes afines y
auxiliares a la moral, para alcanzar y establecer, con expresión argumentativa, la certeza sobre la
prueba que se produce en el proceso (Barrios, B.).

Sin perjuicio de todo lo anterior, es forzoso destacar que tanto el sistema de prueba legal o tasada
como el sistema de prueba libre de acuerdo a las reglas de la sana crítica se sostienen en las
denominadas "máximas de la experiencia", elementos centrales en la actividad de apreciación
probatoria en general y de la valoración en particular, claro está que en un caso impuestas y
aseguradas por expresa disposición de la ley, y en el otro, señaladas como el camino o el método a
través del cual deberá el juez valorar las pruebas. De este modo, dado que incluso en aquellos
ordenamientos jurídicos que han implementado reformas hacia la valoración libre conforme a la
sana crítica, subsisten reglas legales de valoración de algunos medios de prueba o se prohíben
actividades probatorias ilícitas, debe ser una fórmula mixta la que finalmente se imponga en la
explicación de la función de la prueba (Palomo, D.).

c) El sistema de valoración del Código del Trabajo

El art. 456 inc. 1º CT señala que el tribunal apreciará la prueba conforme a las reglas de la sana
crítica, mientras que el inc. 2º dispone que, al hacerlo, el tribunal deberá expresar las razones
jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud les asigne
valor o las desestime. En general, tomará en especial consideración la multiplicidad, gravedad,
precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de
manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

Como hemos adelantado, en estricto rigor la sana crítica no constituye un sistema de valoración,
sino que un mecanismo de limitación a la libre valoración de la prueba. Por consiguiente, debemos
entender que el sistema por el cual se ha decantado el legislador laboral corresponde a la
valoración libre, solo encontrándose restringido a las reglas de la sana crítica. Con todo, de la
lectura del precepto citado se desprende que el legislador procesal laboral utilizó una redacción
diferente a la instaurada en sede procesal penal y de familia, en los cuales se ha establecido
expresamente:

"Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero no podrán
contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados" (arts. 297 CPP y 32 Ley Nº 19.968). Si bien esta fórmula no señala
expresamente que tales reglas y principios son integrantes de la sana crítica, deja en claro que el
juez valorará la prueba en forma libre y que estas constituyen limitaciones a dicha actividad.

Nuestra Excma. Corte Suprema ha establecido cómo debe apreciar la prueba el juzgador y qué
debe entenderse por valoración conforme a las reglas de la sana crítica, obviando las diferencias
existentes entre la redacción del CT y de los demás textos procesales reformados. Así, se ha
resuelto: "Que la letra b) del artículo 478 del Código del Trabajo señala: "El recurso de nulidad
procederá, además: b) Cuando haya sido pronunciada con infracción manifiesta de las normas
sobre la sana crítica". Por su parte, se ha definido a estas reglas, de acuerdo a lo dispuesto en el
artículo 456 del mismo cuerpo legal, como aquellas que emanan de la lógica, de las máximas de la
experiencia o de los conocimientos técnicos o científicamente afianzados, debiendo tomarse en
especial consideración "la multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las
pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente
la conclusión que convence al sentenciador". Luego, cabe concluir entonces que si bien el juez del
trabajo valora libremente la prueba rendida en el proceso, ella no lo redime de la importante
limitación que contiene el citado artículo 456 del Código Laboral, esto es, no contradecir los
principios de la lógica, no atentar contra los conocimientos empíricos ni resolver transgrediendo
aquellos datos que la ciencia o la técnica se han encargado de dar por verdaderos" (Corte
Suprema, sentencia de 2 de noviembre de 2016, rol Nº 36491-2015).

Dado que las reglas de la sana crítica guardan un carácter extrajurídico, la redacción utilizada por
el art. 456 CT ha provocado inconvenientes. En efecto, la intromisión de la expresión "razones
jurídicas" utilizada por el legislador ha suscitado diversas interpretaciones, sin que en doctrina o
jurisprudencia se haya logrado zanjar el tema. Entre las posibles acepciones de esta expresión, se
encuentran las siguientes: a) Mero error legislativo; b) Forma de incorporar máximas o principios
jurídico-laborales a las reglas de la sana crítica y c) Remisión a las normas de prueba legal
(Meneses, C.).

Se ha señalado que las razones jurídicas no pueden reducirse a las actuales leyes, sino que
necesariamente se requiere aclarar, desentrañar el contenido, a veces desviado, inconsistente o
incompleto y enriquecerlo con principios, doctrinas, teorías y lo empírico, teniendo como brújula
rectora el fondo de las relaciones laborales y no eludir su contundente significado, desechando
presentaciones bajo el argumento de ser la forma más sustantiva que hacer, en sí, justicia
(Macchiavello, G.).

Por otro lado, el legislador establece que el juez, en general, tomará en especial consideración la
multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del
proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence
al sentenciador.
d) Las reglas de la sana crítica

1. Principios de la lógica

a. Concepto y cuestiones preliminares

El primero de los tres grandes pilares sobre los cuales se levanta el sistema de la sana crítica se
encuentra constituido por los principios de la lógica. Por tanto, las primeras cuestiones a resolver
residen en determinar qué se entiende por lógica y cuáles son sus manifestaciones desde el punto
de vista de la valoración de la prueba.

Desde un primer instante, podemos decir que este concepto es, quizás, el más cotidiano de los
situados en el sistema de valoración en estudio, por lo cual una persona con niveles culturales
medios podrá imaginar en términos sencillos qué es la lógica y, por el contrario, cuándo algo
carece de ella. Sin embargo, como es evidente, el estudio pormenorizado de este concepto
requiere de una mayor precisión.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su sexta acepción, define a la lógica


como la ciencia que expone las leyes, modos y formas de las proposiciones en relación con su
verdad y falsedad. Por otro lado, la doctrina procesalista la ha definido como un sistema que
permite verificar la corrección de los razonamientos y se la identifica como una disciplina
normativa destinada a prescribir cómo se debe pensar (argumentar, inferir) para hacerlo
correctamente, destacándose que su finalidad no es solo enseñar a pensar, sino que pretende
hacerlo de modo correcto, de suerte que se convierte en un control de calidad del razonamiento
(Abel, X.).

b. Características de los principios de la lógica

Siguiendo a Maturana (Maturana, J.), los principios de la lógica guardan las siguientes
características.

a) Las reglas de la lógica son formales, pues indican la manera correcta de razonar.
b) Los principios de la lógica son permanentes e invariables, pues pretender regir todo
pensamiento, determinando la forma correcta de su razonamiento, sin importar ni el tiempo ni el
lugar en que se formule este.

c) Son universales, necesarias y estables, pues son independientes de cualquier mundo posible.

d) La lógica forma leyes generales y está orientada a la verdad.

e) Los principios de la lógica no expresan cómo son los pensamientos de los hombres en realidad,
ni cómo sería bueno que piensen. Es decir, no son reglas psicológicas, ni normativas, sino que
plantean las condiciones para que el razonamiento sea válido. No expresan un "deber ser", sino un
"tiene que ser".

c. Principios supremos de la lógica

Las manifestaciones de la lógica en el tema que nos convoca, se traducen en una serie de
principios que debe observar el juez al momento de valorar la prueba, tales son: el principio de
identidad, de no contradicción, de razón suficiente y del tercero excluido.

— Principio de identidad

El principio de identidad se sustenta en que una cosa solo puede ser lo que es y no otra; esto es
que una cosa solo puede ser idéntica a sí misma. La importancia de este principio lógico radica en
que no solo se aplica a la identidad de los objetos en sí mismos sino, también, a la identidad de los
conceptos en sí mismos (Barrios, B.).

De este modo, durante todo el trayecto de la operación mental deben tomarse los conceptos con
un contenido invariable. Si se comienza atribuyendo a un concepto cierto contenido, debe
mantenerse a través de todo el curso de razonamiento, pues, de otro modo, se estaría manejando
en realidad otro concepto y, al finalizar la inferencia, se encontraría no en el concepto primitivo,
sino con uno distinto, lo cual propiciaría a que la conclusión sea falaz (Cerda, R.).

Se ha resuelto por nuestra Corte Suprema:


"Que la vulneración a la sana crítica se ha hecho consistir en la infracción de los principios de
identidad, del tercero excluido, de no contradicción y de razón suficiente. Al respecto, cabe
señalar que el principio de identidad se identifica con la máxima de que "todo ser es idéntico a sí
mismo" e implica que al aplicarlo a la argumentación en el mundo jurídico no puede existir
inferencia alguna que se sostenga sino en el ser, por lo tanto, toda argumentación debe ser
demostrable, coherente y razonable". (Razonamiento Judicial, Nelson Pozo Silva, Editorial
PuntoLex, año 2009; pág. 300) (Corte Suprema, sentencia de 16 de diciembre de 2013, rol Nº
4820-2013).

— Principio de no contradicción

El principio de no contradicción se remonta a la escolástica, en la que se afirmaba que "todo


aquello que es, en cuanto tal, no puede no-ser". Se enuncia de modo afirmativo señalando que no
es posible que una cosa o sujeto sea X y no X al mismo tiempo (Abel, X.). Por consiguiente, cuando
un juez motiva sus resoluciones debe hacerlo coherentemente. Todos los argumentos que
sustenten la sentencia deben ser compatibles entre sí. No se puede afirmar y negar, a la vez, un
hecho de una cosa o un mismo sujeto, pues los argumentos contradictorios se excluyen
mutuamente, siendo imposible sacar una conclusión válida de ellos (Cerda, R.).

En tal sentido, nuestros tribunales han ilustrado que "el principio de la no contradicción se hace
radicar principalmente en que la proposición y su negativa no pueden ser, al mismo tiempo,
verdaderas, en el mismo sentido. El principio de la no contradicción permite juzgar como falso
todo aquello que implica una contradicción entre ambos razonamientos, que el recurrente hace
radicar en la confrontación entre el valor de las pruebas incorporadas por su parte con las
conclusiones a las que arriba el juez, esto es, se trata de un cuestionamiento al valor de los
antecedentes probatorios y a las conclusiones a las que arriba el sentenciador" (Corte de
Apelaciones de Talca, sentencia de 3 de junio de 2016, rol Nº 69-2016).

— Principio de razón suficiente

El principio de razón suficiente sostiene que todo hecho que ocurre tiene alguna razón, causa o
motivo que lleva a su despliegue o verificación. En el ámbito procesal el principio de razón
suficiente significa que el juez debe expresar en la valoración probatoria su ratio decidendi. Del
mismo modo que los litigantes deben fundar sus pretensiones y aportar sus medios de prueba
(principio de aportación de parte) el tribunal debe expresar las razones por lo que da crédito a
determinados medios de prueba y tiene por probados unos hechos y otros por no probados
(deber de motivar la resolución judicial) (Abel, X.).
De este modo, se ha sostenido que en el ámbito procesal toda argumentación de los litigantes
debe fundarse para ser aceptada por el tribunal; luego, toda decisión del órgano jurisdiccional
debe contener argumentos que la justifiquen, para ser entendida y controlada por las partes y por
la comunidad (Cerda, R.).

Sobre este principio, nuestros tribunales han resuelto: "Que, adicionalmente, como se ha visto, el
recurrente ha sostenido que se ha vulnerado el principio de razón suficiente. De acuerdo con
dicho principio, "todo objeto debe tener una razón suficiente que lo explique". Lo que es, es por
alguna razón, "nada existe sin una causa o razón determinante", dado que según Wilhelm Leibniz
—quien lo planteó— nuestros razonamientos están fundados sobre dos grandes principios: el de
contradicción, en virtud del cual juzgamos falso lo que implica contradicción, y verdadero lo que es
opuesto o contradictorio a lo falso, y el de razón suficiente, en virtud del cual consideramos que
no podría hallarse ningún hecho verdadero o existente, ni ninguna enunciación verdadera, sin que
haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo. Así el principio de razón suficiente
nos da respuesta a una exigencia natural de nuestra razón, según la cual nada puede ser nada más
"porque sí", pues todo obedece a una razón" (Corte de Apelaciones de Antofagasta, sentencia de
20 de julio de 2018, rol Nº 119-2018).

— Principio del tercero excluido

Algunos autores agregan un cuarto principio integrante de la lógica, señalando que el principio del
tercero excluido se formula estableciéndose que entre dos proposiciones de las cuales una afirma
y otra niega, una de ellas debe ser verdadera (Barrios, B.). En otras palabras, si hay dos
proposiciones opuestas, contradictorias, no pueden ser las dos falsas, o las dos verdaderas al
mismo tiempo, puesto que necesariamente una de ellas es verdadera y la otra es falsa (Fernández,
R.).

Este principio de la lógica recibe una aplicación natural en el ámbito de la prueba, dado que la
actividad probatoria solo versará sobre hechos que sean sustanciales y pertinentes, pero, además,
controvertidos. En efecto, es tal controversia o contradicción la que permite avizorar dos
posiciones antagónicas y concluir que solo una de ellas puede ser cierta y, por tanto, que una de
ellas será falsa.

La jurisprudencia de nuestros tribunales ha reconocido la concurrencia del principio del tercero


excluido como una regla de la lógica, señalándose: "Ahora bien, la parte que pretenda una revisión
de este tipo debe satisfacer el imperativo de demostrar la vulneración de tales reglas. Por lo
mismo, resulta indispensable que las identifique o señale para el caso concreto, debiendo expresar
las razones jurídicas, científicas, técnicas, las máximas de la experiencia o las razones simplemente
lógicas que han sido infringidas, y entre estas últimas, cuál es el principio de la lógica infringido, es
decir, si el de identidad, de no contradicción del tercero excluido o de razón suficiente; para luego,
explicar cómo, en qué considerando y por qué se habrían vulnerado en el fallo dichas reglas y
principios; qué hechos específicos estarían comprometidos en esa supuesta vulneración —
señalándolo— y, en fin, de qué manera podría alterarse la decisión adoptada en la instancia
respectiva" (Corte de Apelaciones de Santiago, sentencia de 8 de enero de 2016, rol Nº 1489-
2015).

2. Máximas de la experiencia

a. Concepto y cuestiones preliminares

Se ha señalado que las máximas de la experiencia son definiciones o juicios hipotéticos de


contenido general, desligados de los hechos concretos que se han de juzgar en el proceso,
procedentes de la experiencia, pero independientes de los casos particulares de cuya observación
se han inducido y que, por encima de esos casos, pretenden tener validez para otros nuevos
(Stein, F.).

Las máximas de la experiencia son reglas no jurídicas, extraídas de la experiencia a partir de la


observancia de numerosos y similares casos reales, pero independientes de los casos particulares,
que permiten fundar la valoración probatoria del juez, y cuya eficacia probatoria dependerá de la
solidez de la ley científica en que se ampare (Abel, X.).

Se trata, en síntesis, que el juez al realizar su operación mental de valoración de las pruebas se
vale de situaciones por él vividas y conocimientos adquiridos de cualquier modo durante su
existencia, que integran ni más ni menos que la masa de conocimientos acumulados de su
experiencia. La experiencia, en este sentido, actúa como un elemento decisivo en todo el proceso
de valoración de las pruebas (Fernández, R.). Por consiguiente, si señalamos antes que integran el
acervo cultural común de las personas, incluido desde luego el propio juzgador, lo normal deberá
ser que el juez las aplique, de acuerdo a su experiencia de vida (Palomo, D.).

Nuestra Excma. Corte Suprema también ha intentado dar un concepto de máximas de la


experiencia, señalando:

"Que en el sistema probatorio ya mencionado, resulta relevante tener en consideración las


máximas de la experiencia, que son valores de conocimiento judicial erigidos sobre la base de
determinada costumbre general de vida o especiales conocimientos en la materia, que dan
legitimidad y fuerza de convicción para sustentarse como normas de valor general, independientes
del caso específico, pero extraídas de la observación, lo que de ordinario ocurre en numerosos
casos. Por tanto, es factible su aplicación en todos los asuntos de la misma especie; o bien, se trata
de definiciones o juicios hipotéticos de contenido general, no ligados a los hechos específicos del
proceso que provienen de la experiencia, pero independientes de los asuntos particulares de cuya
observación se han inducido y que pretenden tener validez para otros nuevos. En ese sentido, las
máximas de la experiencia se generan a partir de hechos singulares, repetidos en el tiempo y
emergen en el intelecto a través de un proceso inductivo por aplicación que de ellos realiza el juez
y no se agotan con la situación fáctica presente, pues se prolongan más allá del asunto bajo la litis.
Constituyen razones de injerencia justificadas en la vida real y están restringidas al campo en que
se desenvuelve el juez y conforman su acervo" (Corte Suprema, sentencia de 13 de octubre de
2014, rol Nº 1821-2014).

Por consiguiente, cuando se trata de comprender en qué área del conocimiento se ubican las
máximas de la experiencia, la respuesta que usualmente se da es que entran en la cultura media o
bien en el sentido común, es decir, en aquel conjunto de nociones que constituyen el patrimonio
cultural difundido en un cierto lugar y en un cierto momento histórico. Sin embargo, si bien es
cierto, no obstante, que no la agotan (Taruffo, M.). De ello se advierten importantes
consecuencias, dado que cuando las máximas de la experiencia integran el acervo cultural común
de las personas deberá el juez aplicarlas de oficio. Al contrario, cuando no integren este acervo
cultural común y se trate de reglas o máximas de la experiencia especializadas, deberán ser objeto
de prueba, aun cuando el juez, por las razones que sean, tenga adquirido en su conocimiento las
máximas de la experiencia especializada pertenecientes o propias de una determinada ciencia o
arte (Palomo, D.).

b. Características de las máximas de la experiencia

Siguiendo al autor español Xavier Abel Lluch, las máximas de la experiencia tienen las siguientes
características:

a) Se trata de máximas o reglas, esto es, de proposiciones de naturaleza tendencialmente general.

b) Tienen un carácter general y fundamento empírico.

c) Las máximas de la experiencia no forman parte del material probatorio que los litigantes
suministran al juez, sino del normal conocimiento de las cosas, por lo que, en principio, no son
objeto de alegación ni de prueba por las partes.
d) Las máximas de la experiencia pueden operar como criterio de valoración de la prueba,
integrándose en las reglas de la sana crítica, y contribuyen a justificar el juicio de hecho,
expresando las razones para fijar como probados unos hechos controvertidos.

e) La máxima de la experiencia se basa en una generalización a partir de la observancia de una


serie de conductas similares, pero su eficacia probatoria vendrá determinada por la solidez de la
ley científica que le sirve de fundamento o sustento cognitivo.

c. Funciones de las máximas de la experiencia

Las máximas de la experiencia sirven de premisa mayor en las inferencias que hace el juez para
colegir un hecho desconocido a partir de uno conocido, y por ello sirven de premisa mayor para su
razonamiento. El juzgador, utilizando la premisa mayor (máxima de la experiencia) y la presencia
de los hechos conocidos que sirven de premisa menor —las pruebas rendidas—, puede llegar a
una conclusión, el hecho desconocido. Si este razonamiento nos lleva a una conclusión que es
coincidente o incompatible con las hipótesis a probar, entonces puede afirmarse que él aporta
grados de confirmación o refutación a esta (Maturana, J.). Sobre esta base, Taruffo ha señalado
que las máximas de la experiencia tienen tres funciones, denominadas heurística, epistémica y
justificativa.

— Función heurística

Las máximas de la experiencia desarrollan una función heurística en cuanto representan un


instrumento del que podemos servirnos para formular hipótesis sobre los hechos de la causa.
Asimismo, puede decirse que se trata de la inferencia por medio de la cual se parte de una
circunstancia conocida (un indicio, una fuente de presunción) para formular una hipótesis en torno
a un hecho que no se conoce directamente, pero que se trata de determinar (Taruffo, M.).

La función heurística también desarrolla un papel importante en el contexto del proceso, cuando
se trata de construir narraciones hipotéticas que se refieran a los hechos de la causa. Se trata,
sobre todo, de las stories que los abogados narran en el momento en que presentan al juez, en sus
alegaciones, descripciones relativas a las circunstancias de hecho que consideran potencialmente
relevantes para la decisión. Debe tratarse de una buena narración, es decir, de un recuento
coherente, ordenado, que corresponda a lo que constituye la experiencia común relativa a los
hechos del tipo de aquellos que se narran (Taruffo, M.).

— Función epistémica
En el ámbito de la narración de los hechos construida por el juez, las máximas de la experiencia
desempeñan una función epistémica, en cuanto representan instrumentos de los cuales se sirve el
juez para derivar de hechos conocidos, mediante inferencias fundadas en las máximas, el
conocimiento indirecto de hechos sobre los cuales se debe establecer la verdad. Se trata, en
esencia, de la determinación de los hechos que se produce mediante un razonamiento presuntivo
o indiciario. El juez se encuentra en la situación de tener que verificar las hipótesis que se han
formulado sobre los hechos de la causa, resolviendo las incertidumbres que la han caracterizado a
lo largo de todo el proceso, y las máximas de la experiencia le suministran criterios cognoscitivos
en función de los cuales formula una o varias inferencias relativas a la verdad o falsedad del
enunciado relativo al "hecho desconocido" cuya existencia debe determinar (Taruffo, M.).

— Función justificativa

La función justificativa que pueden desarrollar las máximas de la experiencia se manifiesta en el


contexto de la motivación de la decisión sobre los hechos de la causa. En el momento en que el
juez construye las argumentaciones destinadas a representar la justificación externa de la premisa
de hecho de la decisión, es decir, de la determinación de los hechos de la causa, debe formular
inferencias que hagan resultar justificada esta determinación, sobre la base de las pruebas de las
cuales disponía. Sucede a menudo que la credibilidad de las pruebas o la reconstrucción
presuntiva de los hechos relevantes, se sustentan en el recurso a máximas de la experiencia. Éstas
se usan —precisamente— como criterios en función de los cuales las conclusiones que se trata de
justificar se configuran como fundadas racionalmente en la derivación lógica de premisas
determinadas (Taruffo, M.).

3. Conocimientos científicamente afianzados

a. Concepto y cuestiones preliminares

Como lo señala su nombre, existen ciertos datos que la ciencia se ha encargado de dar por
efectivos y que el juez debe considerar al momento de valorar la prueba rendida. Así, se ha
afirmado con certeza que ciencia y proceso están en diálogo. La ciencia no es imprescindible para
el proceso, pero una vez aplicada a unos conocimientos, el proceso no puede ignorarla, aunque
tampoco sobredimensionarla. Se trata de un diálogo con pluralidad de interlocutores, pues la
ciencia interesa al abogado para plantear su demanda, al perito para fundar sus máximas de
experiencia técnicas, y al juez para motivar la decisión judicial (Abel, X.).
Dentro de los conocimientos científicos o técnicos, entendiendo por tales el conjunto de
conocimientos ordenados y sistemáticos sobre la realidad o algún aspecto de la misma, es posible
encontrar una gran variedad de saberes, desde los conocimientos que pertenecen a una ciencia
exacta hasta las ciencias humanas como la sociología o psicología (Fernández, R.).

La convicción según la cual el recurso a los conocimientos científicos asegura racionalidad y


admisibilidad, en tanto la ciencia se funda en el empleo de métodos controlables y empíricamente
verificables, y por tanto, garantizada la certeza de los resultados, se basa normalmente en la
referencia —implícita o explícita— a las ciencias duras o de la naturaleza. En otros términos, se
tiende a considerar que estas ciencias, valiéndose de métodos empíricos y de aparatos teóricos y
matemáticos, están en capacidad de producir resultados "ciertos" y por tanto, idóneos para
fundamentar una determinación verdadera de los hechos. Sin embargo, al lado del empleo
procesal de las ciencias de la naturaleza, se configura la eventualidad del empleo de las llamadas
ciencias humanas o sociales, como la psicología, la sociología, la economía, la historia, etcétera.
Está claro que estos ámbitos del saber pueden ser relevantes de distintas maneras en el contexto
del proceso (Taruffo, M.).

Se ha resuelto:

"Que los jueces en la valoración de la prueba, de acuerdo con las reglas de la sana crítica, no
pueden contradecir los principios científicamente afianzados, vale decir, le está vedado ignorar el
conocimiento sistematizado, elaborado a partir de observaciones y del reconocimiento de
patrones regulares, sobre los que se pueden aplicar razonamientos, construir hipótesis y
esquemas metódicamente organizados.

En ese campo, la aplicación del método científico y su conocimiento lleva a una forma superior del
saber que se traduce en predicciones concretas, cuantitativas y comprobables, referidas a hechos
observables, pasados, presentes y futuros. Con frecuencia estas hipótesis pueden formularse
mediante razonamientos y estructurarse como reglas o leyes generales, que dan cuenta del
comportamiento de un sistema predictivo que pronostica cómo actuará dicho régimen en
determinadas circunstancias" (Corte Suprema, sentencia de 13 de octubre de 2014, rol Nº 1821-
2014).

b. Características de los conocimientos científicamente afianzados

Siguiendo a Cerda (Cerda, R.), podemos identificar una serie de características del conocimiento
científico:
a) El conocimiento científico es un saber crítico y fundamentado, ya que debe justificar sus
conocimientos y dar prueba de su verdad.

b) Se trata de un conocimiento sistemático, constituyendo un saber ordenado lógicamente, no


disperso e inconexo, de modo que permite relacionar hechos entre sí.

c) Es explicativo, a través de las teorías, leyes y modelos.

d) Es verificable, esto es, susceptible de ser comprobado experimentalmente, o al menos


contrastados experiencialmente.

e) Es metódico, ya que no se adquiere al azar, sino que es fruto de rigurosos procedimientos,


como la observación, reflexión, contrastación, experimentación, etc., que en conjunto constituyen
el método científico.

f) Es objetivo, vale decir, válido para todos los individuos y no solamente para uno determinado;
pretende conocer la realidad tal como es.

g) Es comunicable, a través de un lenguaje científico, unívoco en términos y proposiciones,


evitando las ambigüedades.

h) Es racional, pues conoce las cosas mediante el uso de la inteligencia, de la razón.

i) Es provisorio, ya que no entiende a la verdad como algo absoluto, procura más bien la certeza,
considerada como una adecuación transitoria del saber a la realidad; el saber científico está en
permanente revisión, y así evoluciona.

4. Las demás reglas que establece el CT

El art. 456 inc. 1º CT señala que el tribunal apreciará la prueba conforme a las reglas de la sana
crítica, mientras que el inc. 2º dispone que, al hacerlo, el tribunal deberá expresar las razones
jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud les asigne
valor o las desestime. En general, tomará en especial consideración la multiplicidad, gravedad,
precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de
manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

Sobre este punto, la doctrina se ha referido a la apreciación comparativa de los medios de prueba,
en oposición a la apreciación individual de los mismos. De esta manera, se ha señalado que el juez
no puede determinar arbitrariamente cuáles pruebas preferirá, por el contrario, debe sujetarse a
los cánones dispuestos por el legislador; estas reglas, por tanto, guían al magistrado para efectuar
una apreciación comparativa de las pruebas. En otros términos, las reglas generales de la sana
crítica se emplean para apreciar cada una de las pruebas practicadas en el juicio; en cambio, las
demás despegan toda su intensidad una vez realizada la apreciación individual, al momento de
valorar la totalidad de las pruebas por comparación o exclusión de las diversas versiones obtenidas
del facttum probandum y, determinar en base a qué pruebas se adoptará la decisión fáctica
(Fernández, R.).

El aspecto positivo de la apreciación conjunta de las pruebas comporta la necesidad de poner el


resultado de unos medios de prueba con los otros, de suerte que un medio de prueba no puede
valorarse individualmente y desconectado de los demás practicados (Abel, X.). En efecto, un
examen contrastado logra evidenciar las similitudes y contradicciones producidas por los distintos
medios de prueba incorporados al juicio, de manera que el juez deberá decantarse por la posición
que, conforme a los criterios legales señalados, satisfaga la barrera que permita dar por
acreditados los hechos que la constituyen.

Nuestra Excma. Corte Suprema ha reconocido a la valoración comparativa como una segunda
tarea a realizar en esta materia, señalando:

"La sana crítica está referida a la valoración y ponderación de la prueba, esto es, la actividad
encaminada a determinar primero los aspectos que inciden en la decisión de considerar
aisladamente los medios probatorios, para precisar su eficacia, pertinencia, fuerza, vinculación con
el juicio y cuanto pueda producir fe en el juzgador respecto de su validez y contribución al
establecimiento de la verdad de los hechos controvertidos, esto es el mérito que puede incidir en
la convicción del sentenciador. Luego, en una valoración conjunta de los medios probatorios así
determinados, extraer las conclusiones pertinentes en cuanto a los hechos y fijar la forma en que
sucedieron los hechos. En ambos escalones deberá tener presente el magistrado las leyes de la
lógica, la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados en la comunidad en un
momento determinado, por ello es que son variables en el tiempo y en el espacio, pero estables
en el pensamiento humano y la razón. Este es el contenido de la sana crítica o su núcleo medular;
son los aspectos que no pueden ser desatendidos" (Corte Suprema, sentencia de 25 de abril de
2011, rol Nº 7213-2010).
a. Multiplicidad

En primer término, la multiplicidad se refiere a la consideración de la mayor cantidad posible de


probanzas de que el juez debe valerse para estimar acreditadas las afirmaciones fácticas aportadas
por las partes. Desde una segunda perspectiva, la multiplicidad se refiere a que el juez debe
considerar la variedad de pruebas producidas en atención a los diversos medios de que las partes
podrían valerse.

Particular relevancia sobre la materia tiene la libertad probatoria que domina en el proceso
laboral, toda vez que se ha puesto a disposición de las partes un catálogo abierto de medios de
prueba. En este escenario, si bien resulta lógico exigir al juez que considere la multiplicidad de
antecedentes aportados, puede estimarse como un deber correlativo a la carga de las partes para
acreditar las afirmaciones fácticas que les corresponde introducir al proceso.

De esta manera, se ha resuelto:

"Octavo: Que, la sentencia recurrida, en su considerando undécimo, refiere que se incorporó al


juicio abundante prueba, de lo que se desprende, que no sólo se trató de la declaración de las
denunciantes sino de una multiplicidad de antecedentes, incluyendo incluso informes médicos,
prueba que no fue controvertida por otra en contrario toda vez que la demandada no rindió
prueba" (Corte de Apelaciones de Temuco, sentencia de 6 de mayo de 2018, rol Nº 62-2016).

b. Gravedad

La gravedad alude a que las pruebas elegidas tengan la mayor credibilidad respecto a cómo
realmente han sucedido los hechos controvertidos (Fernández, R.). De esta suerte, el juez debe
tener en consideración la facultad de la prueba rendida para producir su convencimiento en forma
concluyente, de manera tal que sea suficiente para dar por acreditados los hechos aportados por
una de las partes.

Así las cosas, tratándose de la gravedad, se debe reflexionar sobre la capacidad de determinación
que las pruebas produzcan en el razonamiento del juez y que le permitan decantarse por la tesis
de hecho de una de las partes.
c. Precisión

La precisión apunta a que las pruebas lleven a la conclusión que se intenta acreditar, sin que
adolezcan de vaguedad o ambigüedad. Por consiguiente, la precisión puede observarse, en primer
término, desde la perspectiva de las partes, en razón de acreditar en forma certera las
afirmaciones fácticas que han introducido al proceso mediante sus actos de discusión. En segundo
término, será el juez quien, al momento de valorar la prueba, necesariamente deberá tener en
consideración el acierto de las partes al momento de practicar sus probanzas.

Desde luego, las partes tienen la carga de aportar una exposición clara y circunstanciada de los
hechos que fundamentan la demanda y contestación, según corresponda. Sobre esta base, se
advertirá que existen cuestiones generales y accesorias que intentarán acreditarse a través de
diversos medios de prueba, prefiriéndose a aquella prueba que dé cuenta en forma detallada
sobre todas o, al menos, la mayor parte de ellas.

Se ha fallado:

"Cuarto: que también para arribar a dicha conclusión, se aparta del tenor de la prueba de la propia
demandada, quien acompañó el contrato de trabajo del demandante con un tercero, de fecha de
inicio de 20 de febrero de 2012 —según se indica en el considerando séptimo— de manera que, si
hubiera sido posible extraerla, no podía constituir un impedimento que abarcara el periodo
anterior, comprendido entre el 2 de febrero de 2011 y el 20 de febrero de 2012, por no haberse
presentado durante ese lapso y sin embargo la sentenciadora la hizo extensiva a todo el periodo
demandado sin fundamentación alguna.

Quinto: que, sobre estas bases, la conclusión extraída por la sentenciadora en el párrafo segundo
del considerando décimo en cuanto a la imposibilidad física de cumplir jornada en el mismo
horario para dos empleadores distintos en diferentes lugares viene a ser una suposición subjetiva
desconectada del mérito de la discusión y de la precisión de la prueba directa rendida, por lo cual
se aparta de la sana crítica" (Corte de Apelaciones de Punta Arenas, sentencia de 1 de abril de
2013).

d. Concordancia

La concordancia, como puede advertirse, apunta a que exista una relación de coincidencia entre
las distintas pruebas que debe valorar el tribunal. Desde esta perspectiva, se requiere que las
probanzas rendidas conduzcan a un mismo resultado respecto de los diferentes hechos que han
sido objeto de prueba, de manera que, a través de un examen comparativo, el tribunal pueda
arribar de forma coherente a la decisión que manifestará en su sentencia.

Por lo demás, si bien el juez debe tener en cuenta todas estas reglas al momento de valorar
conjuntamente la prueba, queda de manifiesto que la coincidencia requerida por la ley solo puede
satisfacerse a través de una multiplicidad de pruebas, puesto que será la variedad la que permita
denotar la concurrencia de distintos medios hacia un mismo resultado.

Entre los medios de prueba existe una relación dinámica, por lo que la coincidencia y contradicción
entre ellos influye, no solo sobre el resultado confirmatorio de las hipótesis a probar, sino que
también sobre el grado de confirmación que puede aportar cada medio de prueba. La
concordancia y contradicción entre los medios de prueba afectan la validez y grado de
confirmación que cada uno de ellos aporta, haciéndolos más o menos creíbles (Maturana, J.).

Se ha fallado:

"Sexto: Que sin perjuicio de lo anterior, y pronunciándose respecto de cada una de las causales de
nulidad invocadas, cabe precisar, en cuanto a la primera de ellas, que de un examen
pormenorizado del fallo es posible advertir que en su fundamento quinto establece de forma clara
y precisa la concordancia que existe de las diversas pruebas rendidas por ambas partes. En efecto,
el sentenciador, para arribar a la conclusión que la demandada no adeuda las prestaciones que
fueron pretendidas por el actor, se remite a la absolución de posiciones rendidas por las partes, a
la prueba testimonial, a los contratos, tanto individuales como colectivos, a las liquidaciones de
sueldos y a un peritaje, que fue evacuado en base a toda la prueba documental que aportó la
demandada, y de la cual, la contraria solicitó su exhibición" (Corte de Apelaciones de Iquique,
sentencia de 27 de marzo de 2014, rol Nº 10-2014).

e. Conexión

Desde un primer alcance, al contemplar que una segunda labor del juez al momento de valorar la
prueba es realizar un estudio comparativo, quizás sea la conexión el principal elemento a
considerar, puesto que ella da cuenta de la vinculación que existe entre los diversos medios
probatorios de que se han valido las partes.

Pues bien, se ha entendido que la conexión hace referencia a que las pruebas de cada parte estén
unidas por algún lazo, ya sea por emanar de la misma persona, o bien porque constituyen el
complemento para probar los hechos en su totalidad: algunas comprueban un aspecto de este y
las otras una arista diversa (Fernández, R.).

e) El estándar de prueba en el procedimiento de aplicación general laboral

1. Concepto y cuestiones preliminares

La experiencia del proceso, sobre todo, enseña, aun al gran público, que las pruebas no son a
menudo suficientes para que el juez pueda reconstruir con certeza los hechos de la causa. Las
pruebas debieran ser como faros que iluminaran su camino en la oscuridad del pasado; pero
frecuentemente ese camino queda en sombras (Carnelutti, F.). En consecuencia, para adoptar una
decisión basada en las pruebas practicadas, el tribunal debe considerar si estas han logrado
satisfacer aquella barrera que permita estimar como efectivamente acreditada una determinada
afirmación fáctica.

Dicho esto, conviene destacar que no se debe confundir nociones que, si bien tienen vinculación,
son completamente distintas, como son los conceptos de estándar probatorio y valoración de la
prueba conforme a las reglas de la sana crítica, en circunstancias que el primero indica la exigencia
de acreditación que debe satisfacerse para estimar como probado un hecho, mientras que el
segundo se refiere a las limitaciones que tiene el juzgador en el ejercicio apreciativo de las
probanzas rendidas en juicio, en razón de expresar los motivos que lo llevan a las conclusiones
consignadas en su sentencia.

Con todo, se puede sostener que, si bien la sana crítica no es un estándar de prueba, desde ella se
puede dar un concepto más objetivo de este, puesto que a partir de la justificación de la decisión
se explicita el estándar. En otras palabras, si bien no son lo mismo, el estándar de prueba se
evidencia a partir de una adecuada aplicación de la sana crítica, al efectuarse la valoración racional
de las pruebas (Aguilar, A.).

Pues bien, la duda que debemos resolver a continuación es: ¿Cuál es el estándar de prueba que
rige en materia procesal laboral? La respuesta es incierta, dado que no existe consenso en
doctrina y jurisprudencia sobre la determinación precisa de una barrera de acreditación, al menos
en el procedimiento de aplicación general.

2. La convicción más allá de toda duda razonable


Conviene señalar que, por el contrario, el dilema se encuentra zanjado en terreno procesal penal,
donde el legislador distingue claramente entre el sistema de valoración de la prueba y el estándar
probatorio, consignando que el primero corresponde a la valoración libre conforme a las reglas de
la sana crítica, mientras que el segundo a que exista convicción más allá de toda duda razonable
de que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él hubiere
correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley (art. 340 CPP).

Consideramos que la nitidez observada en el proceso penal aflora de una construcción que liga
con lo más esencial de lo sustantivo, conformada por aquella que quizás sea la principal garantía
del imputado: la presunción de inocencia. Sin embargo, creemos dicha injerencia se justifica por la
serie de restricciones que la facultad punitiva del Estado puede provocar en las garantías
constitucionales y, en especial, de la libertad personal, haciendo que la decisión de optar por un
alto estándar de prueba se encuadre a los derechos fundamentales del imputado.

El juicio penal no es una contienda en la que el tribunal se pronuncia sobre cuál de las dos
versiones ante él presentadas es mejor, sino que es un método (cognoscitivo) para determinar con
certeza la existencia del delito y la participación del acusado. Entonces el objetivo de un juicio
criminal no es elegir entre las historias de las partes, sino búsquedas unilaterales de la verdad, la
que fluye a través de la contradicción (Cerda, R.).

Con todo, la doctrina ius laboralista ha pretendido que en el proceso laboral se aplique un
estándar en los mismos términos que en materia penal, señalando que, en definitiva, las razones
jurídicas que conducen a proponer un estándar en los términos ya manifestados, están en el
principio de protección que informa el derecho del trabajo y que establecen que en materia
sustantiva la interpretación normativa debe ser realizada en favor del trabajador (in dubio pro
operario) y en el ámbito procesal se puede ver concretado en una menor exigencia probatoria
cuando le corresponde probar al trabajador (Aguilar, A.).

Es un desacierto pensar que existe una equiparación entre los principios protectores de las
señaladas disciplinas. En efecto, la desigualdad de condiciones materiales entre empleador y
trabajador no puede asimilarse a la carga del Ministerio Público de derribar la presunción de
inocencia del imputado, siendo esta una de las garantías generales del procedimiento, reconocida
expresamente en el art. 4º CPP y en diversos tratados internacionales sobre derechos
fundamentales suscritos y ratificados por Chile, y que justifica que solo satisfaciendo un alto
estándar de prueba se pueda dictar una sentencia condenatoria con todas las consecuencias
jurídicas que esta conlleva.

3. Preponderancia de la evidencia
De esta manera, forzoso es concluir que debe ser el sistema de preponderancia de evidencia aquel
que sea utilizado en el estándar de prueba del procedimiento ordinario laboral, esto es, aquel en
que sea la prueba más convincente la que determine el grado de acreditación necesario para la
dictación de una sentencia estimatoria de su pretensión.

Tras considerar que las especificidades de una determinada situación de derecho material,
determina un grado de probabilidad suficiente, la doctrina sueca concluyó que el juicio podría
escapar a la regla de la carga de la prueba cuando existiese un mínimo de preponderancia de la
prueba, es decir, un grado del 51%. Mejor explicado: si la posición de una de las partes es más
verosímil que el de la otra, aunque sea mínimamente, esto sería suficiente para darle la razón
(Arenhart; Marinoni; Núñez).

Sobre esta base, Taruffo ha señalado que el sistema de preponderancia de evidencia tiene como
premisas principales: a) Que se conciba la decisión del juez sobre los hechos como el resultado
final de elecciones en torno a varias hipótesis posibles relativas a la reconstrucción de cada hecho
de la causa; b) Que estas elecciones se conciban como si fueran guiadas por criterios de
racionalidad; c) Que se considere racional la elección que toma como "verdadera" la hipótesis
sobre hechos que resulta mejor fundada y justificada por las pruebas respecto a cualquier otra
hipótesis; d) Que se utilice, como clave de lectura del problema de la valoración de las pruebas, no
un concepto genérico de probabilidad como mera no-certeza, sino un concepto específico de
probabilidad como grado de confirmación de la veracidad de un enunciado, sobre la base de los
elementos de confirmación disponibles (Beltrán, R.).

Si se pidiera al actor la demostración de los hechos que fundan su demanda con un grado
excesivamente elevado de prueba, se podría objetar probablemente su inconstitucionalidad, por
dificultar el acceso a la justicia, y si el estándar es superior al fijado para el demandado, por
vulneración del principio de igualdad de las partes. Lo dicho es plenamente aplicable a nuestro
sistema procesal reformado, donde la base normativa para la valoración de la prueba es la sana
crítica, procurando siempre establecer la verdad de los enunciados fácticos, con diferentes énfasis
según la naturaleza del conflicto de que se trate: civil, de familia, laboral, etc. (Cerda, R.).

f) El deber de motivación

La principal razón para abrazar el sistema de prueba libre se funda en la confianza que debe
entregarse al juzgador para cumplir con los cometidos que legal y constitucionalmente le
corresponden. Por ello, el juez será libre para valorar los medios de prueba rendidos, pero en
dicho ejercicio no podrá violentar las reglas de la sana crítica, a que nos hemos referido. En
consecuencia, deberá expresar en su sentencia las razones jurídicas y las simplemente lógicas,
científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud asigne valor o desestime las probanzas
rendidas. Para estos efectos, deberá considerar especialmente la multiplicidad, gravedad,
precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de
manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador.

En tal sentido lo ha afirmado la mejor doctrina, al señalar que las reglas de la sana crítica son
máximas de la experiencia judiciales, en el sentido de que se trata de máximas que deben integrar
la experiencia de la vida del juez y que este debe aplicar a la hora de determinar el valor
probatorio de cada una de las fuentes-medios de prueba. Esas máximas no pueden estar
codificadas, pero sí han de hacerse constar en la motivación de la sentencia, pues solo así podrá
quedar excluida la discrecionalidad y podrá controlarse por los recursos la razonabilidad de la
declaración de hechos probados (Montero, J.). De ahí que importante doctrina afirme que la sana
crítica exige que el juzgador piense y describa su razonamiento de modo tal que permita al
perdidoso comprender las razones objetivas y subjetivas que influyeron en su ánimo al tomar la
decisión que le es adversa y, además, posibilitar igual conocimiento para que pueda saber lo
mismo y, eventualmente, atender los agravios del impugnante (Alvarado, A.).

Por lo demás, se ha señalado que una de las principales funciones que se asigna a la motivación
consiste en facilitar el control público o ciudadano de la decisión. Se trata, por tanto, de una
función respecto del público en general, pues es un error pensar que la decisión judicial interesa
solo a las partes directamente afectadas por ella: la sentencia es también un acto público o
colectivo, por cuanto representa el ejercicio de un poder que es público y que por consiguiente ha
de ser no solo interna o procesalmente sino también externamente controlado (Gascón, M.).

Consideramos que la motivación constituye uno de los pilares sobre los cuales se levanta la
concepción racional de la decisión. En cuanto a la motivación, es evidente que el ordenamiento
está orientado hacia una concepción racional de la motivación judicial cuando impone a los jueces
la obligación de motivar sus propias decisiones, la que puede o no ser objeto de elección por parte
del legislador. El signo de esta elección se halla en las normas relativas a las pruebas, sobre todo
en las que se refieren a su valoración y en las que prevén la obligación del juez de motivar sus
decisiones (Taruffo, M.). Sin embargo, la práctica ha demostrado que el principal motivo tenido en
consideración para una valoración libre ha sido el principal transgredido por nuestros tribunales
laborales y, más aún, por sus superiores jerárquicos, como veremos posteriormente.

Bien se ha ilustrado por la doctrina que la inmediación, la relación de proximidad temporo-


espacial, utilizada reflexivamente como medio de captación de datos efectivamente observables,
para hacerlos objeto de valoración racional explícita, será, qué duda cabe, fuente de conocimiento
asimismo racional, y, como tal, susceptible de verbalización y de valoración intersubjetiva, esto es,
accesible a la crítica de terceros. En cambio, tomada como forma de percepción íntima —
extrasensorial casi más que sensorial, a tenor de ciertas formulaciones— de un lenguaje gestual,
subliminalmente emitido (y diríase que también recibido), fuente de datos esenciales y, sin
embargo, tenidos por no expresables con palabras y por incomunicables de otro modo que el
implícito en el sentido último de la decisión, la inmediación se convierte en una suerte de blindaje
del juicio, de coartada o vía de escape del deber de motivar. Y con ello en peculiar garantía de
irracionalidad del enjuiciamiento (Ibáñez, P.).

El autor continúa: "Es por lo que me parece que aquí sigue teniendo actualidad el reproche de
Carnelutti a sus colegas, hace ahora más de 70 años, al imputarles la exclusiva dedicación al
estudio del "proceso" con descuido del "juicio". Y, en efecto, es ciertamente lo que hay:
desentendimiento del verdadero núcleo de la actividad jurisdiccional" (Ibáñez, P.). Si bien
debemos reconocer que mucho se ha avanzado gracias al establecimiento de la inmediación como
un principio intransigible, esta no puede generar un detrimento en aquellos postulados esenciales
del debido proceso excusándose en que la presencia directa del juez justifica la falta de motivación
a la hora de decidir. De lo contrario, el resultado es claro: existe procedimiento, pero no
racionalidad y justicia.

g) La sana crítica y el recurso de nulidad

El art. 478 letra b) CT señala que el recurso de nulidad procederá, además, cuando la sentencia
haya sido dictada con infracción manifiesta de las normas sobre apreciación de la prueba
conforme a las reglas de la sana crítica. Ello necesariamente debe concordarse con lo dispuesto en
el art. 456 CT, que obliga al sentenciador a expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas,
científicas, técnicas o de la experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las desestime.

Sobre esta materia, se advierte que a la motivación se le atribuye otra importante función, que
consiste en facilitar el control interno de las decisiones judiciales a través de los recursos
legalmente previstos: en cuanto expresión de las razones que justifican la decisión, la motivación
permite a los órganos de control un conocimiento más claro y detallado de las mismas (Gascón,
M.). Sin embargo, debemos destacar que la tendencia jurisprudencial de nuestras Cortes de
Apelaciones al conocer del recurso de nulidad interpuesto con ocasión de la vulneración de las
reglas de la sana crítica, ha sido adoptar un criterio restringido fundamentalmente por dos
factores.

El primero de ellos consiste en la imposibilidad de valorar la prueba rendida ante el tribunal a quo
porque es una facultad privativa de este, atendida la inmediación que gobierna el procedimiento
de aplicación general. En efecto, hay fallos que fundan la imposibilidad de efectuar una revisión
amplia de la sentencia impugnada en él, para nosotros, desmesurado poder que se le reconoce a
la inmediación. Razonan aquellos en el sentido que, como la prueba ha sido recibida y presenciada
personalmente por el juez que ha dictado el fallo, es él quien está en la mejor posición para poder
interpretarla y valorarla y, consecuentemente, realizar la labor de establecimiento del sustrato
fáctico del proceso en cuestión, lo que no ocurre con el tribunal de nulidad, quien conoce de la
misma de forma mediata (Lorca, N.).

En este sentido, nuestros tribunales han resuelto: "Luego, solo es posible controlar la motivación
de la sentencia por la vía de esta causal si el razonamiento de la sentenciadora resulta ilógico o
irreproducible; pero no está permitido proceder a una nueva valoración probatoria por pugnar con
el carácter de derecho estricto del presente recurso, así como los principios formativos del
procedimiento laboral, como el de inmediación" (Corte de Apelaciones de Copiapó, sentencia de
12 de mayo de 2017, rol Nº 23-2017).

El segundo motivo radica en que la causal establecida por el legislador para la procedencia del
recurso de nulidad es la dictación de una sentencia en que la infracción a las reglas de la sana
crítica sea manifiesta. Así, se ha fallado: "Conforme a la causal que se invoca, resulta posible anular
una sentencia si el juez, en la motivación de aquella se aparta en forma manifiesta de los principios
de valoración enunciados en el artículo 456 del Código del Trabajo, de modo que no sea posible
reproducir el razonamiento para arribar a las conclusiones de dicho componente fáctico. Luego,
solo es posible controlar la motivación de la sentencia por la vía de esta causal si el razonamiento
del sentenciador resulta lógico o irreproducible; pero no está permitido proceder a una nueva
valoración probatoria, por pugnar con el carácter de derecho estricto del presente recurso, así
como los principios formativos del procedimiento laboral, como es la inmediación" (Corte de
Apelaciones de Santiago, sentencia de 20 de octubre de 2016, rol Nº 1669-2016).

Exigir que el yerro debe tratarse de un absurdo o que el mismo apareje señales de gravedad, nos
parece que es forzar la interpretación de la norma y llevarla a extremos que no han sido queridos
por el legislador, sin perjuicio de generar con esa interpretación un forado gigante que permitiría
que sentencias en que se infringen efectivamente las reglas de la sana crítica no sean anuladas,
pues esa infracción, para los sentenciadores de turno, no era del todo evidente o absurda como se
exige (Lorca, N.).

En el mismo sentido lo ha advertido la doctrina más autorizada, apuntando que cuando


resoluciones de este tipo son recurridas, lo más normal es que resulten convalidadas en uso de un
constructo argumental que se nutre de alguna tópica referencia a las ventajas de la inmediación,
que de este modo se convierte en una suerte de blindaje de aspectos básicos del juicio de hecho;
con el añadido de la igualmente tópica, ya aludida, afirmación de la inexistencia de un derecho a
determinada extensión de la motivación, que por eso, suele decirse, puede ser "sucinta" (Ibáñez,
P.).
La adopción de esta posición en la jurisprudencia no hace más que confirmar el retorno de la
irracionalidad en la valoración probatoria, dado que la inmediación, en cuanto requerimiento para
la presencia y apreciación de la prueba, se ha transformado en una excusa no solo para la falta de
motivación, sino que, además, para la renuencia de nuestros tribunales superiores para revisar
aquello que ha visto el juez del fondo en ejercicio de su denominada "facultad soberana".

VII. Sentencia

A) Antecedentes generales

a) Concepto y cuestiones preliminares

Como acto, la sentencia es aquel que emana de los agentes de la jurisdicción y mediante el cual
deciden la causa o punto sometidos a su conocimiento (Couture, E.). También puede definirse
como el acto del juzgador en el que este emite su juicio sobre la conformidad o disconformidad de
la pretensión procesal con el Derecho y, en consecuencia, decide estimarla o desestimarla
poniendo fin al proceso (Bordalí, A.).

Uno de los objetivos de la Ley Nº 20.087 consistía en configurar el proceso laboral como un
instrumento de pacificación social. En efecto, la historia de la ley señala: "El proceso laboral está
llamado a constituirse en uno de los mecanismos privilegiados de solución eficiente y oportuna de
conflictos en el ámbito laboral, dando con ello las certezas que los actores sociales requieren para
el normal desenvolvimiento de sus relaciones y la actividad productiva".

En efecto, la tramitación de un procedimiento carecería de sentido si este no llegara a la


resolución del conflicto y, si bien el legislador ha potenciado la solución alternativa de
controversias, la mejor manera de cumplir con los grados de certidumbre jurídica que requieren
las partes, no es otra que a través de la dictación de la sentencia definitiva, resolviendo el asunto
que ha sido sometido al conocimiento de los tribunales. Sin este acto de vital importancia, el
proceso no podría cumplir el rol de instrumento de pacificación social que ha pretendido el
legislador. No obstante, atendida la relevancia de esta resolución, el juez deberá observar en su
pronunciamiento todas las prescripciones establecidas por la ley, no solo aquellas que resuelvan
de manera sustantiva el conflicto, sino que, además, deberá cumplir con las normas procesales y
los principios formativos del procedimiento que pueden y deben recibir aplicación, como
expresaremos más adelante.
Por lo demás, es en la sentencia donde el juez deberá hacerse cargo de la prueba rendida,
cobrando máxima relevancia los medios de prueba aportados al proceso y la valoración que de
ellos efectúe, toda vez que la acreditación de los hechos que forman el tema de la prueba
determinará la calificación jurídica del caso, permitiendo, de esta manera, expedir la decisión que
ponga término al conflicto. Así, la sentencia deberá hacerse cargo de los diversos contenidos
sustantivos y procesales que resultan aplicables al caso en particular, poniendo término al juicio
con autoridad de cosa juzgada y consolidando el carácter del proceso como un instrumento de
pacificación social y, en específico, de la actividad productiva. Bien se ha ilustrado que si al final del
recorrido procesal la justicia de la sentencia —de la orden concreta en función de una
comprobación de hechos hipotéticamente previstos por la ley— reside en el recorrido realizado
para alcanzar el resultado, el procedimiento debe estructurarse de cara a su justificación: debe ser
"un proceso justo" (Trocker, N.).

b) Oportunidad y forma de dictar sentencia

El juez podrá pronunciar el fallo al término de la audiencia de juicio o, en todo caso, dictarlo
dentro del plazo de décimo quinto día, contado desde la realización de esta, en cuyo caso citará a
las partes para notificarlas del fallo, fijando día y hora al efecto, dentro del mismo plazo (art. 457
inc. 1º CT).

Si bien la ley franquea al juez la posibilidad de dictar sentencia oralmente en la audiencia de juicio,
debemos precisar que, en la práctica, aquellas sentencias dictadas oralmente son las que
provienen de un acuerdo entre las partes, lo cual no se verifica en la audiencia de juicio, sino que
en la audiencia preparatoria (Alcaíno, E.; Lillo, R.). Por consiguiente, la regla general consiste en
que los tribunales hagan uso del plazo de quince días contados desde la realización de la audiencia
de juicio para dictar la sentencia definitiva, debiendo citar a las partes a la audiencia de lectura de
fallo dentro del mismo plazo.

Es preciso señalar que el antiguo procedimiento ordinario también establecía el plazo de quince
días para dictar la sentencia definitiva, sin embargo, las estadísticas indican que, en la práctica, los
tribunales demoraban entre 3 a 8 meses para expedir su decisión (Alcaíno, E.; Lillo, R.).

B) Contenido de la sentencia

a) Parte expositiva
1. El lugar y fecha en que se expida. El art. 169 CPC establece que toda resolución, de cualquiera
clase que sea, deberá expresar en letras el lugar y fecha en que se expida. A ello se le agrega la
exigencia de llevar al pie la firma electrónica avanzada del juez o jueces que la dicten o
intervengan en el acuerdo. Debemos recordar que la firma electrónica avanzada se considera
como firma manuscrita para todos los efectos legales (art. 3º inc. final Ley Nº 19.799), por lo que
las resoluciones judiciales suscritas de este modo no requieren de la firma manuscrita ni de la
autorización del ministro de fe, a menos que la ley lo disponga expresamente (art. 4º Ley Nº
20.886).

2. La individualización completa de las partes litigantes. La designación completa y específica de las


partes del proceso debe efectuarse sobre la base de lo realizado en los actos iniciales de
postulación. En síntesis, se individualizan las partes para efectos de la cosa juzgada; es decir, para
saber a quiénes va a afectar el juicio y, además, para identificar si previamente las mismas partes
promovieron un nuevo juicio, con el mismo objeto pedido y misma causa pedida (Cortez, G.;
Palomo, D.).

3. Una síntesis de los hechos y de las alegaciones de las partes. La síntesis de los hechos y
alegaciones de las partes se desprende de la fase o etapa de discusión, en que a través de los actos
iniciales de postulación y las alegaciones efectuadas en audiencia constituirán el eje sobre el cual
el tribunal deberá expedir su decisión.

En cumplimiento de este requisito, la sentencia debe hacer un señalamiento resumido de lo que


afirmó el actor y de la defensa del demandado, en definitiva, un resumen del conflicto sometido a
decisión del tribunal, lo que es útil para determinar si el juez entendió el objeto del pleito y si falló
todas y cada una de las pretensiones deducidas. Lo anterior cobra importancia para considerar o
no la procedencia de recursos que eventualmente se puedan interponer (Cortez, G.; Palomo, D.).

b) Parte considerativa

4. El análisis de toda la prueba rendida, los hechos que estime probados y el razonamiento que
conduce a esta estimación. Si la motivación da la posibilidad de conocer y controlar las razones por
las cuales el juez ha cumplido de cierta forma sus deberes en torno a la valoración de la prueba, de
ello se infiere que la motivación fáctica tiene que justificar todas sus decisiones sobre cada una de
las pruebas, argumentando porqué les asignó valor o las desestimó. Este principio de plenitud de
la motivación en lo que dice relación a la valoración de las pruebas, significa que es indispensable
la apreciación total de las pruebas, porque es evidente que establecer si cada medio de prueba es
o no creíble representa un punto central de la fijación probatoria de los hechos. Por lo mismo, su
motivación no solo debe referirla a las pruebas que el mismo valoró positivamente y que, por
tanto, le sirvieron para fundamentar positivamente su decisión, sino también con referencia a las
que no consideró fiables o menos fiables que las ya señaladas, sobre todo si las mismas eran
contrarias a la reconstrucción de los hechos que llevó a cabo (Fernández, R.).

Esta norma debe concordarse necesariamente con lo dispuesto por el art. 456 CT, en cuanto
señala que, una vez valorada la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, el juez deberá
expresar las razones jurídicas y las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en
cuya virtud les asigne valor o las desestime. En general, tomará en especial consideración la
multiplicidad, gravedad, precisión, concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del
proceso que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence
al sentenciador.

Una de las principales finalidades que persiguió el legislador al establecer un sistema de libertad
probatoria (ergo, en la valoración) fue reforzar la motivación de la sentencia, debiendo darse
cuenta por el tribunal de todos y cada uno de los medios de prueba que rindieron las partes
durante la oportunidad procesal pertinente, los hechos que estos lograron acreditar y el
razonamiento utilizado para estimar dicha efectividad. Más aun, tal como se ha expuesto, una
materialización del derecho al debido proceso o a la tutela judicial efectiva corresponde a la
motivación o fundamentación de la decisión del órgano jurisdiccional, consideramos que un justo
y racional procedimiento debe terminar necesariamente por un acto fundado, tanto de un punto
de vista fáctico como jurídico.

De todos modos, y aun cuando la necesidad de motivar las sentencias se ha convertido ya en una
exigencia incontestable, la cultura de la motivación encuentra una especial resistencia en el
ámbito de la prueba. Ello seguramente obedece a que el juicio de hecho ha pertenecido durante
mucho tiempo, sea al ámbito de las cuestiones jurídicas "no problemáticas", sea a una "zona de
penumbra" donde reina el arbitrio judicial (Gascón, M.).

Lamentablemente, es usual encontrar en las sentencias de nuestros tribunales una serie de frases
tipo que solo consignan una aparente valoración, pero sin explicar fundadamente el razonamiento
utilizado para arribar a las conclusiones que les permiten adoptar la decisión, ni mucho menos
exponer cuáles son las reglas de la lógica, las máximas de la experiencia o los conocimientos
científicamente afianzados que utilizaron para la correcta motivación del fallo.

5. Los preceptos constitucionales, legales o los contenidos en tratados internacionales ratificados


por Chile y que se encuentren vigentes, las consideraciones jurídicas y los principios de derecho o
de equidad en que el fallo se funda. El legislador laboral ha sido claro en requerir la
fundamentación del fallo a través de las distintas normas jurídicas susceptibles de ser invocadas,
sean de orden legal, constitucional o internacional. Sin embargo, como es característico en
materia laboral, se otorga un espacio importante a los principios como una fuente susceptible de
ser invocada para la fundamentación del fallo.

El derecho laboral otorga gran importancia a los principios (entre ellos el protector con la regla in
dubio pro operario o la primacía de la realidad), característica que también se refleja en esta
norma procesal de contenido de la sentencia, indicándole al juez que debe fallar con la ley y con la
Constitución, los tratados internacionales e incluso los principios, sin que se establezca una suerte
de orden de precedencia entre ellos (Gamonal, S.).

Precisamente esta característica permite avizorar una diferencia con el proceso civil, en tanto el Nº
5 del art. 170 CPC señala que la sentencia definitiva deberá expresar la enunciación de las leyes, y
en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo.

Obviamente el juez tenderá a revisar la ley, en base a nuestra cultura jurídica deudora de los
ideales de la modernidad, aunque interpretará las normas y llenará los vacíos en base a los
principios del derecho laboral consagrados en la misma Constitución (el de protección y el de
libertad sindical) y en los tratados internacionales respectivos (Gamonal, S.).

c) Parte dispositiva

6. La resolución de las cuestiones sometidas a la decisión del tribunal, con expresa determinación
de las sumas que ordene pagar o las bases necesarias para su liquidación, si ello fuere procedente.
La decisión del asunto controvertido da lugar a la parte resolutiva o dispositiva de la sentencia,
que constituye la obligación del tribunal de brindar solución a la controversia jurídica laboral que
ha sido sometida a su conocimiento.

En esta parte, la sentencia definitiva deberá pronunciarse sobre las acciones y excepciones
deducidas que no se hubieren resuelto con anterioridad y sobre los incidentes, en su caso, o solo
sobre estos cuando sean previos e incompatibles con aquellas (art. 458 CT).

Debemos recordar que el Nº 6 del art. 170 CPC establece que la sentencia definitiva deberá
contener la decisión del asunto controvertido, debiendo comprender todas las acciones y
excepciones que se hayan hecho valer en juicio; pero podrá omitirse la resolución de aquellas que
sean incompatibles con las aceptadas. Tal prescripción consagra el denominado principio de
exhaustividad, que se refiere a la necesidad de pronunciarse sobre todos y cada uno de los puntos
litigiosos que hayan sido objeto de debate, o como señala nuestro legislador, "todas las acciones y
excepciones que se hayan hecho valer en el juicio" (Cortez, G.; Palomo, D.).

7. El pronunciamiento sobre el pago de las costas y, en su caso, los motivos que tuviere el tribunal
para absolver de su pago a la parte vencida. La sentencia deberá pronunciarse sobre el pago de las
costas respecto de la parte vencida, sea en forma condenatoria o absolutoria, debiendo, en este
último caso, expresar los motivos que considerare para tales efectos.

Para estos efectos debe tenerse en consideración el art. 144 CPC por aplicación supletoria del art.
432 CT, dado que el legislador laboral no ha establecido una norma especial en cuanto a la
determinación de la condena en costas. En tal sentido, la norma mencionada dispone que la parte
que sea vencida totalmente en un juicio o en un incidente será condenada al pago de las costas.
Sin embargo, podrá el tribunal eximir a la parte vencida del pago de las costas, cuando aparezca
que ha tenido motivos plausibles para litigar, sobre lo cual se hará declaración expresa en la
resolución.

d) Requisitos de la sentencia inmediata

Debemos recordar que tratándose de los números 1º y 3º del art. 453 CT, esto es, no contestar la
demanda, contestarla sin negar los hechos contenidos en ella, o allanarse total o parcialmente, el
juez podrá hacer uso de esta facultad en la audiencia preparatoria. La sentencia que se dicte en tal
evento solo deberá cumplir con los requisitos de los números 1, 2, 5, 6 y 7 del art. 459 CT. Ello se
explica por la ausencia de contradicción existente entre las partes y, por consiguiente, la falta de
prueba que permita al tribunal realizar un análisis de la actividad desplegada por estas.

C) Notificación de la sentencia, certificación de ejecutoriedad y ejecución de oficio

El art. 457 inc. 2º CT señala que las partes se entenderán notificadas de la sentencia, sea en la
audiencia de juicio o en la actuación prevista al efecto, hayan o no asistido a ellas. Además, en
caso de ser procedente, la sentencia de término será notificada a los entes administradores de los
respectivos sistemas de seguridad social, con el objeto de que estos hagan efectivas las acciones
contempladas en la Ley Nº 17.322 o en el Decreto Ley Nº 3.500, de 1980, según corresponda (art.
461 CT).
Dicho sea de paso, el Auto Acordado Nº 71-2016 de la Excma. Corte Suprema, que regula el
funcionamiento de Tribunales que tramitan electrónicamente, dispone que el Tribunal dispondrá
que la notificación del fallo se verifique por un funcionario designado al efecto, quien dejará
constancia de la práctica de la diligencia. Esta diligencia deberá realizarse dentro del horario de
funcionamiento normal del tribunal (art. 85).

Por otro lado, el art. 462 CT determina que una vez firme la sentencia, lo que deberá certificar de
oficio el tribunal, y siempre que no se acredite su cumplimiento dentro del término de cinco días,
se dará inicio a su ejecución de oficio por el tribunal, de conformidad a lo dispuesto en los arts.
463 a 473 del mismo texto.

Sobre el particular, la historia de la Ley Nº 20.087 que sustituye el procedimiento del Libro V del
Código del Trabajo, consignó como uno de sus objetivos asegurar el oportuno cobro de los
créditos laborales, señalando: "La efectividad de los derechos laborales no sólo ha de suponer el
reconocimiento y protección de los mismos sino que también, a modo de complemento ineludible,
asegurar el efectivo y oportuno cobro de los créditos laborales, sean ellos declarados por el órgano
judicial o establecidos en títulos a los cuales la ley les asigna mérito ejecutivo.

En este sentido, el proyecto busca optimizar y agilizar los procedimientos de cobro de las
obligaciones laborales, poniendo énfasis en el impulso procesal de oficio del juez en orden a llevar
a adelante el procedimiento ejecutivo".

D) Sentencia e inmediación

El art. 460 CT establece que, si el juez que presidió la audiencia de juicio no pudiere dictar
sentencia, aquella deberá celebrarse nuevamente. No quedan dudas de que esta norma
constituye un claro resguardo de la inmediación que se persigue a lo largo de todo el
procedimiento de aplicación general, toda vez que sería un contrasentido concebir un modelo en
que la inmediación gobierne la totalidad del trayecto procesal, pero que la excluya en su acto de
mayor importancia. Por el contrario, solo estará facultado para dictar sentencia el juez que haya
presidido las audiencias verificadas en el procedimiento y, con ello, que haya presenciado y
participado en forma directa en la rendición de la prueba. Esta regla procura la inmediación en
sentido estricto, esto es, que presencien las alegaciones y pruebas quienes luego están llamados a
resolver.
Debemos recordar que el fundamento último de las alegaciones y las probanzas practicadas por
las partes no es otro que alcanzar la convicción del tribunal con el objeto de obtener una sentencia
favorable y, con ello, que satisfaga sus pretensiones. Sin embargo, tal grado de convicción solo
podrá alcanzarlo una persona que haya recibido, almacenado y valorado el material probatorio
aportado al proceso, extrayendo de él las conclusiones que le permitan arribar a una decisión
justa.

Sobre el particular se ha resuelto por nuestros tribunales: "Que en cuanto a la segunda causal
invocada por la recurrente esto es la contemplada en el artículo 478 letra d) del Código del
Trabajo, debe expresarse que la inmediación es un principio recogido expresamente en el código
mencionado en los artículos 427 y 460. Este principio es uno de los que forman la columna
vertebral del nuevo proceso laboral de audiencia, con la oralidad, concentración, publicidad, entre
otros. Si bien la inmediación ha sido siempre analizada desde un punto de vista de la prueba
practicada en la audiencia y la presencia ininterrumpida del juez, ella no es más que una de las
manifestaciones de este principio. En efecto, la inmediación técnicamente despliega su eficacia en
el momento del debate probatorio, con miras a facilitar y optimizar la actividad de conocimiento
que acompaña la producción de la prueba. La actitud que debe asumir el juez que dirige el debate
en el juicio oral, exige el contacto directo con las pruebas y partes que intervienen en esa fase, y
esta presencia personal exigida por el legislador —inmediación— no se termina en la audiencia del
juicio donde se rinden las pruebas, va más allá, se extiende incluso a la dictación de la sentencia,
acto procesal de la mayor importancia en todo el ordenamiento jurídico por cuanto ella además
de decidir el conflicto, expondrá las razones que exige el legislador para apreciar la prueba,
probanza que fue presenciada personalmente y recibida por el juez y guardada, "memorizada" en
su intelecto" (Corte de Apelaciones de Antofagasta, sentencia de 25 de octubre de 2013, rol Nº
129-2013).

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Tercera Parte Procedimientos Especiales


Prof. Jordi Delgado Castro

I. Procedimientos Especiales. Alcances introductorios y motivaciones para establecer los distintos


procedimientos especiales

A) Introducción

El proceso laboral como medio de solución del conflicto nace con el objetivo de huir del rigor
formal asociado a nuestro procedimiento civil, muy al estilo de la eterna aspiración a superar el
solemnis ordo iudicarius. Del mismo modo que las reglas que rigen la relación laboral debieron
tomar un rumbo propio —más allá del Derecho civil— el proceso laboral también requirió de
instrumentos rituarios más ágiles cuya finalidad fuera lograr una respuesta rápida que pudiera ser
oportuna. No debemos olvidar que en este tipo de contienda hay una parte que tiene la
eventualidad palmaria de ser más débil y que, por lo tanto, pudiera encontrarse en una posición
negocial más desfavorable conforme avanza el tiempo. No parece de recibo que la Justicia sea
sometida por un lapso temporal que, de forma imposible de controlar, determina que un sujeto
renuncie a sus derechos a favor de soluciones injustas, pero más rápidas. Tampoco, en el otro
extremo, la justicia excesivamente atropellada logra sus objetivos.

Un ejemplo muy claro de esta situación se produce en la resolución de un recurso de hecho que se
resolvió por la Corte de Apelaciones de Talca, con fecha 4 de septiembre de 2015 (Causa rol Nº
152-2015). En aquella oportunidad, en la causa de origen no se concedió un recurso de apelación
(contra la resolución de la excepción de incompetencia) al haberse interpuesto en subsidio de un
recurso de reposición. Pues bien, en definitiva, la Corte entendió que una interposición, quizá
errónea, no podía tomarse como una condición que cercenara el derecho al recurso en un
contexto desformalizado.

No es el momento de volver a exponer las bondades y entresijos del procedimiento paradigmático


y ordinario del orden laboral, sino de hacernos cargo de los procedimientos especiales de este
orden jurisdiccional.
En primer lugar, es importante señalar que bajo determinadas circunstancias es necesario acudir a
regulaciones especiales que puedan dar solución a problemas concretos. Con esta premisa
finalista, el legislador diseñó, desde la Ley Nº 20.087, una serie de procedimientos de carácter
especial con objetivos certeramente delimitados. Probablemente, la finalidad no pasaba (ni pasa)
por vulnerar principios como la contradicción o la igualdad de armas, pero sí introducir matices
que ayuden a cristalizar una relación procesal lo más justa posible.

El soslayo del procedimiento de corte ordinario, por la instauración de múltiples cauces especiales
termina, también, desdibujando el sentido y alcance de los mismos generando una serie de
conflictos y confusiones que, de ninguna manera hacen bien a la práctica forense cotidiana. En
este sentido, entonces, es de aplaudir que el legislador no derrochó su ingenio en excesivos
procedimientos de tutela privilegiada y se concentró en casos bien justificados. Parece que esa
debiera ser la senda correcta.

Esta forma de diseñar el proceso laboral tiene una muy buena razón: efectivamente hay causas
que requieren de tratamiento especial. Chile ha apostado desde hace décadas, fuertemente, por
el respeto y específico cuidado de los derechos fundamentales y, a su vez, el ordenamiento se ha
ido modernizando adquiriendo nuevas formas de enjuiciamiento que entregan mayor celeridad.
En definitiva, la tutela privilegiada, a veces, tiene su origen en que el derecho material requiere de
ciertas exigencias que diferencian algunos aspectos (Montero Aroca, 2019).

Adicionalmente, en el caso de los procedimientos de tutela laboral y monitorio, observamos que el


legislador ha seguido una pedagógica forma de conformarlos de modo que se puede constatar que
el procedimiento estándar (aplicación general) podría identificarse con el concepto amplio de
proceso y, por su parte, las especialidades procesales señaladas no pasarían de eso, meras
especialidades procesales o procedimientos.

B) Justificación para la existencia de los procedimientos especiales del orden laboral

Tanto la Historia de la Ley Nº 20.087, como de la Ley Nº 20.260 recogen varias consideraciones de
importancia a la hora de entender qué razones justificaron la adopción de los procedimientos
especiales.

a) Motivaciones para regular el procedimiento de tutela laboral


El procedimiento de tutela de los derechos fundamentales vino a renovar las antiguas armas
procesales cuyo origen estaba en la protección a la libertad sindical. Así, siendo que el antiguo
proceso laboral tutelaba las prácticas desleales o antisindicales y las prácticas desleales en la
negociación colectiva (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 24) se encontraban establecidas las bases
suficientes para considerar un procedimiento que tutelara los derechos fundamentales de los
trabajadores.

Por ejemplo la Diputada Ximena Vidal afirmó: "También se establecen procedimientos especiales
garantistas, entre ellos la tutela de derechos fundamentales, como la defensa ante las prácticas
antisindicales, que se hace extensiva a cualquier violación de los derechos fundamentales
establecidos en la Constitución Política de la República" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 238); El
Ministro del Trabajo, Yerko Ljubetic señaló: "También la incorporación de un procedimiento
especial de tutela de derechos fundamentales. Éste es un tema emergente. Todos los días
asistimos a situaciones de violaciones de privacidad, de intimidad, a una vulneración de derechos
de los trabajadores en su calidad de personas y ciudadanos. Hoy vamos a disponer en la medida en
que eso esta´ incorporado en el proyecto de un procedimiento que va a atender esa materia tan
propia de la dignidad de los trabajadores de una forma expedita y eficaz" (Historia de la Ley Nº
20.087, p. 341); También indicó: "Propone un procedimiento especial para tratar causas en las que
se ventilen infracciones a los derechos fundamentales de los trabajadores. Con ello, el proyecto se
hace cargo de una demanda histórica, que lo pone a la altura de los estándares internacionales en
la materia. La cuestión dice relación con un conjunto de derechos reconocidos en la Constitución
Política, que pueden ser vulnerados en función del ejercicio de las facultades de administración
por parte del empleador. Ésta es una de las innovaciones más relevantes de la iniciativa en
informe" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 392).

La existencia de antecedentes en nuestra legislación permitió, sin duda, consolidar y seguir


desarrollando instituciones que logren alcanzar objetivos específicos en torno a la tutela de
derechos fundamentales.

Pero como acertadamente señala Ugarte (2018): "no había existido en nuestra legislación laboral
adjetiva espacio para la creación de los cauces procesales necesarios para la protección de
derechos no patrimoniales, vinculados, más que al intercambio de servicio por salario, a la
dimensión moral del sujeto, entendido como titular de derechos fundamentales".

Para ello, se propuso un procedimiento especial con un objetivo amplio: tutelar las infracciones a
los derechos fundamentales de los trabajadores. Se llegó a considerar un objetivo histórico que
renovaba el procedimiento dotándolo de una categoría que había de cumplir con los estándares
internacionales al uso (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 392). Ya el primer Mensaje Presidencial se
hacía eco de esta novedad enfatizando que los trabajadores merecían no solo tutela jurisdiccional
propia del desarrollo de las relaciones del trabajo, sino que debían ser protegidos por su condición
de persona (derecho a la intimidad y vida privada, el honor, la propia imagen, el pensamiento
político o religioso, la libertad de expresión, el derecho a no ser discriminado, etc.) (Historia de la
Ley Nº 20.087, p. 12).

De hecho se tuvo muy claro su ámbito de aplicación objetivo, por ejemplo la Diputada Ximena
Vidal: "El procedimiento de tutela laboral es una verdadera innovación en el marco del derecho
del trabajo, puesto que se aplicara´ respecto de las cuestiones suscitadas por la aplicación de las
disposiciones que afecten los derechos fundamentales de los trabajadores, entendiéndose por
éstos los consagrados en el artículo 19 de la Constitución Política, números 1º, inciso primero,
integridad física y síquica de la persona; 4º, inciso primero, respeto y protección a la vida privada y
pública y a la honra de la persona y de su familia; 5º, inviolabilidad de toda forma de comunicación
privada; 6º, inciso primero, libertad de conciencia; 12º, inciso primero, libertad de emitir opinión y
de informar, sin censura previa, y por cualquier medio; y 16º, en lo relativo a la libertad de trabajo,
al derecho a su libre elección y a lo establecido en su inciso cuarto, cuando aquellos derechos
resulten lesionados en el ejercicio de las facultades del empleador.

También se aplicara´ este procedimiento para conocer los actos discriminatorios a que se refiere el
artículo 2º del Código del Trabajo".

¿Cuándo se lesionan los derechos? Cuando el ejercicio de las facultades que la ley le reconoce al
empleador limita el pleno ejercicio de aquellas sin justificación suficiente, en forma arbitraria o
desproporcionada, o sin respeto a su contenido esencial" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 324).

Sin embargo, en aquella primera propuesta las cosas eran bastante diferentes. En especial, cabe
destacar en este momento que, una vez admitida a tramitación la denuncia, se citaba a las partes
a una audiencia única que se encontraba regulada en el art. 508 (Historia de la Ley Nº 20.087, p.
49). Finalmente, como sabemos, se terminó por hacer una remisión al procedimiento de aplicación
general que, aparentemente, hoy debiera ser el vehículo procedimental adecuado. Esta supuesta
sencillez, con todo, ha dejado una serie de particularidades propias en este procedimiento que
iremos analizando. En rigor, entonces, existe un procedimiento especial que se remite al
procedimiento de aplicación general a los efectos de colmar las lagunas que puedan desprenderse
de su escueta, pero significativa, regulación.

Adicionalmente, por el tinte especialmente importante que aparejaba esta decisión, se destacaba
entre sus principales fortalezas la facilitación y morigeración del régimen del onus probandi. En
concreto, se subrayaba que el mero desprendimiento (o inferencia sencilla) de indicios
provenientes de las alegaciones iniciales, que pudieran dar cuenta de una eventual violación de un
derecho fundamental, eran razón suficiente para exigir al empleador la prueba de un acto o
conducta empresarial que respondiera a una motivación legítima. Parecía, en principio, que en
nuestra nomenclatura clásica se invertía la carga de la prueba a favor del sujeto más débil,
atendido a que no tenía las condiciones de acceso más favorables al material probatorio.

El tema probatorio en el procedimiento de tutela laboral será abordado más adelante, sin
embargo, es prudente señalar desde el inicio que más allá de que el legislador indicara en el
Mensaje: "[E]s de destacar que en este evento no se exige al empleador la prueba de un hecho
negativo (que no violó un derecho fundamental)" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 26) lo cierto es
que a todas luces demostrar en una etapa temprana que no se cometió un atropello a las
garantías fundamentales de los trabajadores difícilmente pueda ser calificado de forma diversa a
una inversión de la carga probatoria en una etapa que, propiamente, no es la etapa de prueba.
Podemos avanzar, entonces, que se creó una figura un tanto extraña y que no ha de estar exenta
de polémica para nuestros adjudicadores.

En este instante meramente descriptivo, cabe recordar que la carga de la prueba fue parte central
de la discusión de la Ley: "Se hizo hincapié, por parte de los representantes del Ejecutivo, que esta
norma es el eje central del procedimiento de tutela de los derechos fundamentales a raíz de que,
si bien se invierte la carga de la prueba, ello ocurre bajo ciertos supuestos que no conllevan la
prueba de hechos negativos por parte del denunciado sino que, por el contrario, éste deberá
acreditar que la actuación que ha tenido es proporcional y legítima. De lo contrario, sería muy
difícil para el afectado probar la vulneración de su derecho, con lo que la norma se transformaría
en letra muerta" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 196).

Junto con estas primeras consideraciones, también es importante destacar que desde la primera
propuesta se fueron haciendo incorporaciones a favor de dotar de mejor contenido técnico al
instrumento tutelar. Por ejemplo, prontamente se suprimió la compatibilidad entre el
procedimiento de tutela laboral y la acción constitucional de protección de modo que se
individualizó, separó y apostó con fuerza por la existencia de un mecanismo especial propio dentro
del seno de la jurisdicción laboral. Esta técnica, adicionalmente, apostó por la entrega de la
decisión a un órgano especializado.

También se recogió durante la tramitación de la ley. Así: "Algunos estiman que el procedimiento
abreviado del que conocerán los jueces del trabajo y que es sustitutivo del recurso de protección,
es inadecuado e impropio, y que sólo debiera regir este último. Yo no comparto tal punto de vista.
Desde la entrada en vigencia del recurso de protección entre nosotros, en la década de los 80, y
aun antes con el Acta Constitucional Nº 3, la práctica demuestra que es sumamente difícil utilizar
esa instancia para obtener tutela de las garantías constitucionales tanto para los trabajadores
como, eventualmente, para los empresarios. Y eso, sin duda, ha llevado a los autores del proyecto
a proponer este procedimiento alternativo" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 443).
Otro ejemplo de aquello, es el cambio en el concepto "daños irreparables" por "efectos
irreversibles" (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 115) que permite comprender que, si el juez va a
suspender el efecto de algún acto, lo hará teniendo en cuenta que se genera un daño por la
actividad, no por el grado de reparación pecuniaria del que goza aquella acción.

Más allá de cuestiones técnicas como las descritas, se desprenden de la Historia de la Ley Nº
20.087 afirmaciones que dan sentido a la adopción de este mecanismo: "Se trata de derechos
fundamentales de los trabajadores que exceden a los que tradicionalmente se han considerado
derechos propiamente laborales, como la sindicalización, la negociación colectiva y otros. Esta
nueva modalidad procesal busca salvaguardar el ejercicio de los derechos de las personas, los
cuales son inviolables en cualquier circunstancia, incluso al interior de la micro sociedad que es la
empresa, y están garantizados para todos los habitantes en la Constitución Política, como la
intimidad, la honra, la libertad personal, la propiedad y otros. Las violaciones a estos derechos
fundamentales podrán ser conocidas por los tribunales laborales en un procedimiento especial"
(Historia de la Ley Nº 20.087, p. 167).

En este mismo sentido, uno de los objetivos declarados era "[D]iseñar un modelo concreto de
tutela de los derechos fundamentales en el seno de las relaciones laborales" para ello se dijo:
"Teniendo en cuenta las consideraciones esbozadas, se ha estimado de vital importancia,
siguiendo muy de cerca las experiencias comparadas, disen~ar un modelo concreto de tutela de
los derechos fundamentales al interior de la empresa, mediante un procedimiento especial que de
´ cuenta de una serie de garantías procesales conducentes a una adecuada y eficaz protección".
(Historia de la Ley Nº 20.087, p. 389).

Además, el objetivo pasaba por retrotraer la situación al momento anterior a la vulneración del
derecho fundamental, tomar las medidas de aseguramiento para evitarlo y además resarcir el
daño que eventualmente se hubiere podido llegar a causar (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 223).
Esta premisa no debiera perderse de vista, pues del mismo modo que el tradicional recurso de
protección gran parte de la importancia de este procedimiento está, precisamente, en que es el
medio idóneo para poner fin de inmediato a una acción vulneradora de garantías constitucionales
y, tras ello, observar, siempre que corresponda, el fondo del asunto.

Finalmente, es destacable que desde el principio se pensó en un modelo que contara con
postulación procesal y, por lo tanto, que siempre estuviera asistido por abogado. De esta forma se
evitarían problemas motivados por desconocimiento (escollos sobre legalidades del fondo del
asunto) y barreras técnicas como defectos en la forma de proponer la demanda (Historia de la Ley
Nº 20.087, p. 401).
En términos generales, entonces, siempre gozó de una buena acogida, salvo contadas
excepciones.

Por nombrar un ejemplo el señor Augusto Bruna Vargas, fiscal de la Cámara Chilena de la
Construcción y presidente de la Comisión Laboral de la Confederación de la Producción y el
Comercio: "Finalmente, señalo´ objeciones a otras normas: aquella que permite dictar sentencia
basada en preceptos constitucionales y en tratados internacionales pues, estos últimos, son de
carácter amplísimo y responden a situaciones diversas existentes en países con diferentes
desarrollos, tradiciones, costumbres y situaciones; las que regulan el recurso de apelación, que
producen —en la práctica— su desaparición, así como la inexistencia de salas especializadas para
la segunda instancia y, finalmente, las que establecen un procedimiento especial para la tutela de
los derechos fundamentales del trabajador, pues buscan copiar la normativa española sobre la
materia, pero sin atenerse a las diferencias intrínsecas y reales de ambos países" (Historia de la Ley
Nº 20.087, p. 169).

Por su parte, la Ley Nº 20.260, básicamente se concentró, en este aspecto, en explicitar la


posibilidad de interponer como pretensión principal aquella que debiera ventilarse según las
normas del procedimiento de tutela y subsidiariamente la acción por despido injustificado,
indebido o improcedente (Historia de la Ley, 20.260, p. 8). De este modo se evitarían problemas
derivados de los efectos que la cosa juzgada de un procedimiento pudiera producir en otro, al
tratarse en forma acumulada dos acciones. Como se dijo en la tramitación, evitando la duplicidad
de procesos (Historia de la Ley Nº 20.260, p. 21).

La introducción del procedimiento de tutela significa un hecho histórico que determina dos etapas
en la historia de los derechos de los trabajadores. Ugarte condensa las razones que motivaron este
cambio, entre otras en: la construcción jurídicamente neutra del recurso de protección; la
necesidad de encontrar un mecanismo que mejore la protección que había negado el recurso de
protección; el hecho de tener que superar la falta de alcance de algunos derechos fundamentales
(específicamente señala la no discriminación laboral) y; finalmente, la respuesta a la eventual
represalia que el empleador puede ejercer ante denuncias sobre su actuar (Ugarte, 2018).

b) Motivaciones para regular el procedimiento monitorio

El procedimiento monitorio laboral se incorporó mediante su consagración en la Ley Nº 20.087, de


3 de enero de 2006. Como sucede con muchas instituciones que llegan a nuestro ordenamiento
jurídico, "apareció" a propósito de un Informe complementario en la Comisión de Constitución, sin
haber sido parte de los resultados del Foro para la Reforma Procesal Laboral y, por lo tanto, sin
contar con una discusión acabada en la comunidad que permitiese evaluar su conveniencia,
funcionamiento y oportunidades.
A grandes rasgos, el primer monitorio laboral se preveía para contiendas por término de la
relación laboral de cuantía igual o menor a cuatro ingresos mínimos mensuales. Principiaba
mediante la interposición de un reclamo ante la Inspección del Trabajo erigiéndose, de este modo,
una fase de carácter administrativo previo que no parece tener parangón en el instituto monitorio
comparado y que pese a los esfuerzos que posteriormente hizo el legislador continúan
desnaturalizando esta institución y la celeridad que le imprime el propio procedimiento.

Tras esa instancia administrativa que, eventualmente, podía conducir a una conciliación, el
Inspector del Trabajo remitiría, en su caso, los antecedentes al Juez del Trabajo, quien procedería,
en esencia, a desarrollar el monitorio. Ingresados los instrumentos y el acta del comparendo
frustrado y puestos en conocimiento del juez, este debía acoger inmediatamente las pretensiones,
si las encontraba fundadas o, en caso contrario, debía rechazarlas sin mayor tramitación. En este
momento, se desplegaba absolutamente la genuina técnica monitoria. Como observaremos ante
una petición fundada, el juez debe acoger o rechazar inmediatamente.

Forma que se inspira en modelos de derecho comparado, por ejemplo, García (2013): "El proceso
monitorio 'sin prueba' se caracteriza básicamente por la inexistencia de evaluación alguna del
fundamento de la deuda por parte del órgano jurisdiccional. El requerimiento o mandato de pago
condicionado se emite por la autoridad competente a base de la sola afirmación, unilateral y no
probada del acreedor".

Posteriormente, las partes (resulta curioso, aunque plausible, puesto que en rigor parece que solo
el demandado pudiera tener agravio, en tanto que al demandante le quedaría el reingreso)
disponían de cinco días para reclamar aquella resolución. Sin mayores consideraciones, el reclamo
obligaba a que el juez citase a una audiencia que debía producirse en los quince días siguientes.
Tras la audiencia, que se seguía a tenor de las disposiciones generales, se obtendría una sentencia,
recurrible de nulidad previa consignación del monto al que hubiera resultado condenada la parte
recurrente.

Si bien hay reformas hasta llegar a lo que hoy conocemos como monitorio en el proceso laboral,
este esquema sentará las bases para el desarrollo del mismo. El modelo original, quizá por el
acabado desconocimiento de la institución, se había tornado muy engorroso y se introdujeron
algunos cambios que determinarían el procedimiento actual.

En primer lugar, se estableció el ámbito de aplicación para aquellos supuestos cuya cuantía no
excediera los diez ingresos mínimos mensuales y aquellos casos regulados a tenor del artículo 201
Código del Trabajo. Extrañamente, porque en algún momento se señaló su eliminación, continuó
exigiendo la presentación previa de un reclamo ante la Inspección del Trabajo, salvo para los
supuestos del art. 201 CT. Aunque, más específicamente, se requería, como requisito para
accionar, presentar el acta que da cuenta que se intentó un comparendo de conciliación y, por
tanto, ante su frustración de aquella gestión, se acudía a la justicia ordinaria.

En este marco normativo, el monitorio, estrictamente, principia mediante demanda, que junto a
los requisitos generales y habituales deberá, especialmente, acompañar el acta del comparendo
ante la Inspección del Trabajo y los demás documentos de los que se le haga entrega.

El juez, por su parte, al recibir la demanda debe acoger inmediatamente las pretensiones, si las
estima fundadas. En caso contrario, las rechazará de plano. La primera interrogante que se nos
plantea es qué deberemos entender por fundadas y, sin menor importancia, el mismo art. 500 CT
señala varios criterios que todavía nos generan mayor confusión: la complejidad del asunto; la
comparecencia de las partes a la etapa administrativa y el hecho de haber realizado el demandado
pagos parciales. A su vez, el Código propone una tercera vía: un llamado a una audiencia, cuando
no existan antecedentes suficientes. Entremezclándose, como vemos, la difusa frontera entre
cuándo rechazar y cuándo llamar a audiencia. Ya que en ambos casos existe una falta de
fundamento que no permite acoger sin más.

En muy resumidas cuentas, el procedimiento monitorio laboral nació como mecanismo cuyo
objetivo principal era dar acceso y celeridad a la Justicia Laboral. Con la importancia de conceder
cobertura a un amplio número de casos que se llegó a estimar cercano a la mitad de ingresos
(Historia de la Ley Nº 20.087, p. 793) y que, hoy representa números cercanos al 30% de las
causas. Probablemente, las reformas que promueven subir la cuantía hasta los 20 ingresos
mínimos mensuales lograrán "disparar" la importancia cuantitativa de este procedimiento ante
nuestros tribunales de justicia.

Muy bien lo explica el Senador Bombal: "En cuanto al procedimiento de mínima cuantía,
denominado "procedimiento monitorio", es preciso mencionar que incluirá´ todas las causas cuya
cuantía no supere los ocho ingresos mínimos mensuales (un millón de pesos, aproximadamente).
Eso permite a trabajadores modestos, de rentas bajas, acceder a un procedimiento que se inicia
en la Inspección del Trabajo con el respectivo comparendo de conciliación. Si ésta no se produce,
los antecedentes pasarán al tribunal del trabajo y el juez resolverá´ de plano. Si alguna de las
partes no queda conforme, se iniciara´ el procedimiento de aplicación general" (Historia de la Ley
Nº 20.087, p. 747).

II. El procedimiento de Tutela Laboral


El procedimiento de Tutela Laboral se encuentra regulado en el Párrafo 6º, del Capítulo II, del
Título I, del Libro V del Código del Trabajo. En específico se halla reglado entre los artículos 485 y
495 del citado Código. Observaremos en lo sucesivo su régimen legal contrastando, cuando así
proceda, algunas de las previsiones normativas con su ámbito de aplicación, con el objeto de ir
matizando algunos de los conceptos que pretendemos introducir.

A) Ámbito de Aplicación

El procedimiento de tutela laboral, a tenor de lo dispuesto en el artículo 485 CT, se encuentra


circunscrito a los supuestos en que se produzcan vulneraciones de derechos fundamentales de los
trabajadores dentro del marco de la relación laboral y siempre que resulten aplicables normas de
carácter laboral. Además, se deberá ocurrir a este procedimiento en aquellos casos en que se
pretendan proteger vulneraciones que deriven de la transgresión de las normas que establecen el
beneficio (mejor garantía) de indemnidad, al que nos referiremos un poco más adelante.

Definida, esta garantía, en nuestra jurisprudencia como "el medio de protección legal y
jurisdiccional que tienen los trabajadores que se han visto afectados por las represalias que han
tomado sus empleadores por el ejercicio de acciones judiciales, o acciones administrativas ante la
Dirección del Trabajo" (T-9-2016, Juzgado de Letras del Trabajo de San Miguel).

Sin perjuicio de aquello, el artículo 489 CT amplía el objeto de este procedimiento a los supuestos
en que las transgresiones se produjeron con ocasión del despido y, a su vez, configura un régimen
de legitimación que será objeto de comentario.

Dice la Corte Suprema: "[d]el claro tenor del artículo 489 del Código del Trabajo se observa que si
un empleador con su conducta conculca uno de los derechos fundamentales a que se refieren los
incisos primero y segundo del artículo 489, con ocasión del despido, el inciso tercero de la norma
aludida contempla una indemnización adicional no inferior a seis meses ni superior a once meses
de la última remuneración mensual, además de las indemnizaciones sustitutiva del aviso previo y
por años de servicio con el correspondiente recargo" (Sentencia de la Corte Suprema, 19 de agosto
de 2020, rol Nº 23097-2019).

De este modo, se genera un espacio de protección material que ha de desplegar sus efectos
dentro de las relaciones que se producen con ocasión del trabajo (y aun con motivo de la
finalización del mismo) siempre y cuando se resulten de aplicación aquellas normas. Como ya se
dijera, uno de los objetivos principales de este procedimiento fue proteger las vulneraciones de
derechos fundamentales en el contexto de las relaciones del trabajo. Esta esfera,
tradicionalmente, había resultado deficitariamente protegida mediante los instrumentos de acción
constitucional (recurso de protección) y por lo tanto, el emprendimiento de una reforma de
envergadura, como lo fue la reforma al proceso laboral, ameritaba crear un instituto propio
concebido a aquel efecto.

Lo explica así Ferrada: "Se trataba de dar plena vigencia a algunos de los derechos ya contenidos
en la Constitución Política de la República, pero cuya eficacia vía el Recurso de Protección se
estimaba débil, a partir de una interpretación restrictiva de éstos por los tribunales ordinarios. En
el fondo se pretendía proteger de forma más eficaz los derechos fundamentales de los
trabajadores en la empresa, reconociendo a éstos el carácter de "ciudadanos", del que ya gozaban
fuera del ámbito laboral" (Ferrada, 2008).

La Corte Suprema se ha pronunciado en diferentes ocasiones sobre el objetivo del procedimiento


de tutela:

"Que la finalidad que persigue el procedimiento de tutela laboral se concreta en la protección de


los derechos fundamentales de los trabajadores, de modo de que se respeten las garantías que
consagra la Carta Fundamental en el terreno de las relaciones laborales. Es un sistema diseñado
para proteger derechos no patrimoniales vinculados, más que al intercambio de servicios por
dinero, al carácter de sujeto de derechos que posee el trabajador al interior de la relación laboral,
puesto que, además, de proteger prerrogativas de la naturaleza ya mencionada, esta vía procesal
se instituye como el arbitrio eficaz para hacer respetar los derechos de carácter no
específicamente laboral que resultan conculcados en la relación de trabajo" (Sentencia de la Corte
Suprema, 5 de marzo de 2014, rol Nº 5967-2013).

Entonces, en este primer alcance extraemos que, ha de existir una relación laboral, de una parte, y
debe producirse una vulneración de derechos fundamentales, de otra. Esta circunstancia ha sido
ampliamente discutida por la doctrina que, en definitiva, señala que quizá hoy se produce una
paradoja si se vulneran normas de orden constitucional o de rango legal, produciéndose un
aparente contrasentido (Palavecino, 2014).

El artículo 485 del Código del Trabajo afinará, de mejor manera, el catálogo de garantías que,
eventualmente, pueden verse afectadas. Así, se recoge positivamente a los derechos consagrados
en el art. 19, número 1º, inciso primero; 4º, 5º, 6º inciso primero, 12º inciso primero y 16º inciso
primero de la Constitución Política de la República. Debiendo, adicionalmente, agregarse que en el
caso del art. 19 Nº 1, inc. 1º se refiera a hechos que hayan acontecido específicamente dentro del
ámbito de la relación laboral; respecto del Nº 5, cuando diga relación con la inviolabilidad de toda
forma de comunicación privada y; en el caso del Nº 16 siempre que se trate de la libertad de
trabajo, del derecho a la libre elección del mismo y en el caso del inciso cuarto, solamente en los
casos en que existan lesiones de derechos relativas al ejercicio de facultades del empleador (lo
recoge en forma prácticamente literal la ley y se refleja en la forma en que lo entiende la Corte
Suprema: sentencia de 6 de abril de 2020, Causa rol Nº 1540-2019).

Adicionalmente, el inciso segundo del artículo 485 del Código del Trabajo dispone la aplicación
clara y directa de este instituto tutelar para aquellos supuestos en que se vulnere la dignidad de
las personas (debe comprenderse la incorporación de todas las garantías que contempla el art. 2º
del Código, salvo el inciso sexto, por así referirlo literalmente la norma). En una enumeración
ejemplificadora se señala el acoso sexual (puede consultarse esa relación entre dignidad humana y
acoso sexual, por ejemplo, en las sentencias de la Corte Suprema, de 9 de julio de 2019, Causa rol
Nº 18865-2018) que menoscabe la situación laboral, o las posibilidades dentro del empleo; el
acoso laboral (Caamaño y Ugarte, 2014), concebido como cualquier conducta que signifique
agresión u hostigamiento reiterados (materializada tanto por el empleador, como por los
trabajadores) y que signifique menoscabo, maltrato, humillación atentatoria de la situación laboral
o de las oportunidades en el empleo; los actos de discriminación como distinciones, exclusiones o
preferencias con ocasión de la raza, color, sexo, edad, estado civil, sindicación, religión, opinión
política, ascendencia nacional, situación socioeconómica, idioma, creencias, participación en
organizaciones gremiales, orientación sexual, identidad de género, filiación, apariencia personal,
enfermedad o discapacidad y origen social cuyo efecto dañe la igualdad de oportunidades o trato
en el contexto del empleo u ocupación (así lo sostiene también la Corte Suprema. Véase,
Sentencia de la Corte Suprema, de 10 de julio de 2015, Causa rol Nº 24386-2014).

Por falta de una exclusión explícita y aunque pudiera verse relacionado íntimamente con el inciso
6º, también debieran ser contempladas dentro del ámbito de aplicación material los
impedimentos para contratar originados por la existencia de obligaciones de carácter económico,
financiero, bancario o comercial; salvo en los supuestos que ello se aplicase para los casos de
contratación de trabajadores que pudieran tener poder para representar al empleador como
gerentes, subgerentes, agentes, apoderados y trabajadores que hubieran de ejercer funciones de
recaudación, administración o custodia de fondos o valores.

Finalmente, podría intentarse el ejercicio de la acción de tutela en contra del Estado si es que, de
algún modo, se lograre demostrar que se vulneró el derecho a elegir libremente el trabajo o las
normas que regulan la prestación de los servicios.

A mayor abundamiento, por la remisión del artículo 485 del Código del Trabajo y atendido a que
cuando el legislador quiso hacer una exclusión, lo hizo en forma explícita, debemos también
entender comprendido dentro el ámbito material del procedimiento de tutela, la garantía que
significa la libertad de las personas para contratar y dedicar su esfuerzo a la labor lícita que elijan
(inciso primero del art. 485 CT).

Si bien es cierto que como señala Ugarte (Ugarte, 2018) parece que la acción no alcanza a la
discriminación pre-ocupacional, cuestión que ha sido criticada por la doctrina laboral (Caamaño,
2003).

Con todo, es necesario refrendar que el inciso 5º del artículo 2º del Código del Trabajo, permite la
discriminación fundada en la necesidad de contar con una calificación determinada, pues sería,
entonces, un caso en que se encuentra motivada y no se trata de una decisión antojadiza o
arbitraria. De este modo, podemos comenzar a afirmar que uno de los objetivos que se busca con
este procedimiento es evitar la vulneración arbitraria de las garantías fundamentales que rodean a
la dignidad de la persona (Nogueira, 2005). Por otra parte, la Corte Suprema ha declarado
expresamente que el artículo 5º del Código del Trabajo limita el ejercicio de las facultades del
empleador: "al respeto de las garantías constitucionales del trabajador, de donde se deriva el
carácter protector del derecho del trabajo en general y del procedimiento de tutela en particular"
(Sentencia de 13 de diciembre, de 2016, Causa rol Nº 87767-2016).

Para reforzar esta idea, el inciso 3º del artículo 485 del Código del Trabajo dispone que se
vulnerarán los derechos y garantías mencionados cuando el empleador limita su ejercicio sin una
justificación suficiente, en forma arbitraria, desproporcionada o sin respeto a su contenido
esencial. De este modo, la discriminación de un derecho debe entenderse que, o bien resulta tan
grosera que vulnera su propia esencia, o bien, se realiza sin razón suficiente que la pudiera llegar a
motivar o justificar (Díaz de Valdés, 2014).

Postulados, bien arraigados entre nuestra jurisprudencia como podemos ver, entre muchas, en la
sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, de 3 de diciembre de 2018, Causa rol Nº 683-
2018:

"En estas normas se encuentra expresamente reconocido a los trabajadores el ser titulares de
derechos fundamentales que emanan de la naturaleza humana y por su reconocimiento tanto
constitucional como legal permiten morigerar al empleador en el ejercicio de sus facultades de
mando, dando paso así a lo que se conoce en doctrina como la ciudadanía en la empresa, pues se
entiende que el trabajador porta con sí, incluso en el ámbito de la relación laboral esos derechos
fundamentales que emanan de su naturaleza humana. En este sentido, la Excma. Corte Suprema
en causa rol Nº 5281-2010, declara, ... "Que la acción de tutela de derechos fundamentales
persigue la protección y resguardo de ciertos derechos fundamentales del trabajador al interior de
su relación laboral, ya sea mientras ésta se desarrolla a fin de que se restablezca el ejercicio del
derecho lesionado o la reparación del daño producido, consagrando con éste el reconocimiento
del mismo como ciudadano en el marco de las relaciones laborales y con ello evitar el abuso del
ejercicio de la potestad de mando del empleador".

El inciso 3º del artículo 485 del Código del Trabajo también introdujo la llamada garantía de
indemnidad. Esta se caracteriza por proteger al trabajador que realiza un ejercicio legítimo de sus
derechos ante los Tribunales de Justicia (acción), o comparece como testigo ante los mismos, o
motiva o participa de alguna forma en un procedimiento de fiscalización de la Dirección del
Trabajo. En muy resumidas cuentas, se trata de evitar una represalia del empleador que responda
al ejercicio legítimo de un derecho por parte de un trabajador.

Así, también, en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español (SSTC 55/2004, de 19 de


abril; 87/2004, de 10 de mayo; o, por ejemplo, 38/2005, de 28 de febrero.

No parece tolerable que quien ejerce sus derechos, aun desestimándose sus acciones, deba sufrir
una suerte de persecución en el trabajo. De hecho, por las dificultades de aplicación práctica, la
Ley Nº 20.974 vino a ampliar su cobertura a los testigos y se aprovechó de precisar la redacción del
texto legal.

Queda absolutamente claro, en la Historia de la Ley Nº 20.974, durante el tercer trámite


constitucional (senado) el informe de la Comisión del Trabajo recoge: "En consecuencia, se
entenderá que resultan lesionados los derechos y garantías fundamentales de los trabajadores
explicitados en los incisos primero y segundo del artículo 485 cuando existan represalias ejercidas
contra los trabajadores por el ejercicio de acciones judiciales, por la participación de los
trabajadores como testigos o por haber sido ofrecidos como testigos, o por la labor fiscalizadora
de la Dirección del Trabajo" (Historia de la Ley Nº 20.974, p. 28).

Así mismo, la jurisprudencia lo ha resumido de la siguiente forma:

"la regulación por el legislador de esta garantía implica imponer al empleador (a) la prohibición de
usar su potestad de mando y sus facultades disciplinarias para sancionar o castigar a los
trabajadores por haberse ejercido su derecho a acudir a la vía judicial o administrativa" (Sentencia
de la ICA Valdivia, de 19 de noviembre de 2018, Causa rol Nº 221-2018).

Como podemos observar, entonces, el ámbito de aplicación de este procedimiento podría,


eventualmente, colisionar con el que se contempla para la acción constitucional de protección o
recurso de protección.
Cabe recordar que el artículo 20 de la Constitución Política de la República establece: "Artículo 20.-
El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra privación, perturbación o
amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidos en el artículo 19,
números 1º, 2º, 3º inciso quinto, 4º, 5º, 6º, 9º inciso final, 11º,12º, 13º, 15º, 16º en lo relativo a la
libertad de trabajo y al derecho a su libre elección y libre contratación, y a lo establecido en el
inciso cuarto, 19º, 21º, 22º, 23º, 24º, y 25º podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre, a la
Corte de Apelaciones respectiva, la que adoptará de inmediato las providencias que juzgue
necesarias para restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección del afectado,
sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los tribunales
correspondientes.

Procederá, también, el recurso de protección en el caso del Nº 8 del artículo 19, cuando el derecho
a vivir en un medio ambiente libre de contaminación sea afectado por un acto u omisión ilegal
imputable a una autoridad o persona determinada.

En la redacción original del Proyecto de Ley se contemplaba expresamente la compatibilidad de


ambos mecanismos: El inciso 3º del original artículo 507 indicaba: "La interposición de una
denuncia de conformidad a las normas de este párrafo es sin perjuicio de la acción de protección a
que se refiere el artículo 20 de la Constitución Política de la República".

Sin embargo, en la Comisión de Constitución se terminó modificando este alcance y se declaró


expresamente la incompatibilidad de ambos institutos (Historia de la Ley Nº 20.087, p. 193). Así
hoy, quien quiera tramitar su causa mediante el cauce del recurso de protección por vulneración
de sus garantías fundamentales, lo ha de hacer sabedor que aquella decisión procesal le veda el
acceso al procedimiento de Tutela Laboral.

Sin embargo, no son pocas las ocasiones en que los litigantes prefieren desistirse del recurso de
protección y, posteriormente, tramitar una acción de tutela laboral. Baste como ejemplo, la
resolución que declaró inadmisible el recurso de unificación de jurisprudencia ante la Corte
Suprema, de 6 de mayo de 2019, Causa rol Nº 4856-2019.

Algo que pareciera tan sencillo como lo es la incompatibilidad entre el recurso de protección y la
acción de tutela laboral, no ha estado exento de polémica. Pareciera, eso sí, que la interpretación
más correcta es aquella que establece que una vez admitido el recurso de protección se
imposibilita el acceso a la tutela laboral.
Así, en un interesante ejemplo la Corte de Apelaciones de Arica señala:

"Sexto: Que, de lo antes expuesto es dable concluir que la prohibición de recurrir a los Tribunales
del Trabajo por la interposición de un recurso de protección solo subsiste y debe ser aplicada en la
medida que la acción constitucional haya sido declarado admisible, desde que en ese caso, se le ha
estimado procedente, y ello provocará una decisión y pronunciamiento de la Corte respectiva.

El afirmar lo contrario, esto es que el mero acto de interponer la acción sin otro ejercicio de
valoración basta para la pérdida de un derecho, importaría declarar que la expresión "en los casos
que proceda" no tiene ninguna utilidad práctica y que es una expresión carente de sentido; y ello
no es aceptable no sólo porque el principal anhelo al instaurar el procedimiento de tutela fue que
los trabajadores obtuvieran un reconocimiento de sus derechos fundamentales, sino además
porque precisamente esa expresión "en los casos que proceda" es la que deja a salvo los casos en
que un trabajador recurre de protección extemporáneamente o invocando garantías que no son
susceptibles del recurso.

Séptimo: Que, aplicar todo el rigor del inciso final del artículo 485 del Código del Trabajo a
situaciones como la de autos excede y trastoca todos los principios que orientaron la adopción del
actual procedimiento de tutela implicaría dejar desprovista de toda protección y de acceso a la
justicia a una trabajadora por haber errado en el cómputo del plazo fatal del recurso de
protección, lo que no se condice con la actual legislación proteccionista laboral" (Corte de
Apelaciones de Arica, 30 de mayo de 2019, Causa rol Nº 25-2019).

En última instancia, a propósito del ámbito de aplicación que estamos tratando de explicar, hay
que tener en cuenta que el artículo 292 del Código del Trabajo también dispone que para los
asuntos en que hayan de ventilarse infracciones por prácticas desleales o antisindicales se
sustanciará el procedimiento conforme a la tutela laboral.

De este modo, no se pierde el espíritu del ámbito de aplicación que motivó la preocupación por la
tutela de derechos fundamentales.

Incluso, la jurisprudencia ha ido ampliando el régimen de aplicación. Hoy en día es bastante


consolidada la doctrina que establece que este procedimiento debe aplicarse extensivamente en
los supuestos en que se aplican normas de derecho administrativo, puesto que solo al dilucidar
sobre el fondo del asunto podrá observarse si se aplica supletoriamente, o no, el Derecho del
Trabajo.
Así por ejemplo, sentencia de la Corte Suprema de 30 de octubre de 2017, rol Nº 37996-17: "Que
la circunstancia que la demandada haya basado su defensa en que el vínculo que la unió con la
actora es de carácter administrativo y regido por normas de derecho público, que no existe una
aplicación supletoria generalizada del Código del Trabajo y que lo reclamado debe ser resuelto por
la vía que corresponda, mas no a través de un tribunal laboral, no priva a dicha jurisdicción del
mandato constitucional y legal de decidir". Recopila muy bien varios años de esta doctrina la
Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 18740-2016, de 25 de abril de 2019: "Que, de
conformidad con lo razonado, esta Corte confirma el criterio expresado en sentencia de
unificación de treinta de abril de dos mil catorce en causa rol Nº 10972-2013, o más
recientemente en los ingresos rol Nº 6417-2016 de 16 de agosto de 2016 y rol Nº 52918-2016 de 5
de junio de 2017, en el sentido que los funcionarios públicos a contrata pueden denunciar la
afectación de sus derechos constitucionales ocurrida con ocasión de su relación funcionaria
mediante el procedimiento de tutela laboral que establece el Código del Trabajo".

Cuestión, empero, no exenta de polémica y en especial, de matices:

"Que las acciones de tutela por vulneración de derechos fundamentales y subsidiarias de despido
injustificado y nulo presentadas por el demandante, fueron desestimadas, puesto que no acredito´
la existencia de indicios que constituyeran al menos sospecha de haber sido trasgredidas las
garantías amparadas en el artículo 485 del Código del Trabajo, rechazándose en lo demás la
demanda, tras estimarse que el demandante era un funcionario a contrata, regido por un estatuto
especial —Ley Nº 18.883—, excluido, por tanto, de la regulación del Código del Trabajo, de forma
que no pudo ser despedido, menos ser calificada su procedencia y verificarse los supuestos de
procedencia de la sanción contenida en su artículo 162, criterio que fue compartido por la Corte al
momento de conocer el recurso de nulidad, considerando correcta la aplicación de los artículos
485 y 493 del código citado, sin que la eventual aplicación supletoria de las reglas de dicho cuerpo
normativo permitieran alterar la calificación jurídica realizada según los hechos asentados en el
proceso, en particular, relativos al vínculo administrativo que unía a las partes" (Sala Cuarta de la
Corte Suprema, Causa rol Nº 4876-2019, de 27 de mayo de 2019).

El matiz más importante vendría, en este sentido, dado por el art. 4º de la Ley Nº 18.883, como
indica la Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 31611-2018, de 6 de mayo de 2019: "toda
vez que el ordenamiento laboral no se aplica a las personas contratadas a honorarios en un órgano
de la Administración del Estado, siempre y cuando se advierta que la labor que desempeñan se
enmarca dentro del tipo que el referido artículo 4º de la Ley Nº 18.883 ordena".

Pese a no ser el objetivo de este trabajo, entrar en las profundidades de este asunto, sí se
recomienda al lector que quiera introducirse en esta polémica observar las sentencias del Tribunal
Constitucional roles Nºs. 3853-17-INA; 5854-18-INA y 6089-19-INA en conjunto con las Sentencias
de la Corte Suprema roles Nºs. 9381-2012; 9074-2010; 10.972-2013 y las más reciente 3853-2017.
Finalmente, es importante señalar, que en la actualidad se encuentra en tramitación un proyecto
iniciado en mociones de los senadores Carolina Goic, Adriana Muñoz, Ximena Rincón, Juan Ignacio
Latorre y Juan Pablo Letelier (Boletín Nº 12.322-13); de los senadores Isabel Allende, Carolina Goic,
Adriana Muñoz, Juan Ignacio Latorre y Juan Pablo Letelier (Boletín Nº 12.327-13) y de los
senadores Juan Pablo Letelier, Isabel Allende, Alfonso De Urresti, Felipe Harboe y Ricardo Lagos
(Boletín Nº 9476-13) cuyos objetivos específicos residen, precisamente, en esclarecer la
interpretación jurisprudencial divergente para aclarar que el procedimiento de tutela laboral es
aplicable a los funcionarios públicos. Al momento de cierre de esta edición esta iniciativa era
objeto de veto presidencial parcial, que fue retirado posteriormente.

Adicionalmente, decíamos, por aplicación del artículo 489 CT también este procedimiento será
cauce idóneo cuando la vulneración de derechos se haya producido con ocasión del despido. El
principal efecto práctico es que amplía el espectro de causas que pueden promoverse, en tanto
también, los hechos que ocurran en el momento de la finalización por despido de la relación
laboral, se ven comprometidos. Es más, al no contemplarlo específicamente la ley, la
jurisprudencia se ha encargado de destacar que también se debe entender comprendido en ese
concepto de despido el denominado autodespido.

Así, elocuentemente, la Sentencia de la Corte Suprema, Causa rol Nº 11200-2015, de 6 de junio de


2016: "el ejercicio de la acción de tutela que contempla la referida norma legal no se encuentra
limitada sólo al caso en que el vínculo laboral se finiquita por decisión del empleador, sino que
también en el evento que sea el trabajador el que opta por poner término al contrato de trabajo
conforme lo previene el artículo 171 del código citado, ergo, puede reclamar que con ocasión del
despido indirecto se vulneraron derechos fundamentales que se encuentran protegidos por la
normativa pertinente. En efecto, el despido directo o el indirecto substancialmente son idénticos
en sus antecedentes, motivos y causas: el incumplimiento de las obligaciones contractuales o
legales por parte del empleador, originando la vulneración de los derechos del trabajador. De esta
forma la voz "despido" utilizada por el legislador equivale a término de la relación laboral, única
forma de vincular el principio de igualdad y no discriminación a los efectos del incumplimiento, en
atención a que en ambas situaciones el trabajador dispondrá de idénticas acciones para hacer
valer y reclamar los derechos vulnerados derivados del incumplimiento de las obligaciones por el
empleador. Que, en consecuencia, se debe concluir que no existe razón para excluir el
denominado "autodespido" o "despido indirecto" de la situación que regula el artículo 489 del
estatuto laboral, disposición legal que precisamente se erige para proteger los derechos
fundamentales de los trabajadores, vulnerados con ocasión del término de la relación laboral;
finalidad que no se cumpliría si sólo se estima aplicable al caso del dependiente que es despedido
por decisión unilateral del empleador, de manera que los efectos de su ejercicio deben ser los
mismos que emanan cuando la relación laboral se finiquita por voluntad del empleador. En este
contexto, si el empleador con ocasión del despido vulneró las garantías fundamentales del
trabajador, —y no sólo las obligaciones que emanan del contrato—, con mayor razón si éste desea
poner término a la conculcación de sus derechos fundamentales y los propios del contrato de
trabajo, debe ser protegido por el ordenamiento jurídico, a través de las mismas acciones y
derechos que tendría si es despedido por un acto voluntario de su empleador, lo contrario
significaría desconocer los citados principios que informan el Derecho del Trabajo y, dejar al
trabajador en una situación de desprotección, porque se lo obliga a permanecer en una relación
laboral que afecta sus derechos fundamentales". Jurisprudencia que, sin duda, se ha convertido en
consolidada y que en fechas más recientes continúa utilizándose en este sentido. Véase, la más
reciente, sentencia de la Corte Suprema, de 18 de mayo de 2018, Causa rol Nº 286-2017.

Un buen resumen del ámbito de aplicación de este procedimiento se encuentra en la sentencia de


la Corte de Apelaciones de Santiago, Causa rol Nº 34-2019, de17 de abril de 2019:

"Que el procedimiento de tutela laboral se encuentra regulado en el Párrafo 6º del Título I del
Libro V del Código del Trabajo, artículos 485 a 495, estableciendo el primer precepto que se
aplicará respecto de las cuestiones suscitadas en la relación laboral por aplicación de las normas
laborales, que afecten los derechos fundamentales de los trabajadores, consagrados en el artículo
19 Nº 1, inciso primero, de la Constitución Política de la República, siempre que su vulneración sea
consecuencia directa de actos ocurridos en la relación laboral, 4º, 5º, en lo relativo a la
inviolabilidad de toda forma de comunicación privada, 6º, inciso primero, 12º, inciso primero, y
16º, en lo relativo a la libertad de trabajo, al derecho a su libre elección y a lo establecido en su
inciso cuarto, cuando aquellos derechos resulten lesionados en el ejercicio de las facultades del
empleador. Además, señala que también se aplicará para conocer de los actos discriminatorios a
que se refiere el artículo 2º del Código del Trabajo, con excepción de los contemplados en su
inciso sexto. Y, por último, estatuye que se entenderá que los derechos y garantías a que se
refieren los incisos anteriores resultan lesionados cuando el ejercicio que las facultades que la ley
le reconoce al empleador limitan el pleno ejercicio de aquéllas sin justificación suficiente, en forma
arbitraria o desproporcionada, o sin respeto a su contenido esencial. Y que en igual sentido se
entenderá las represalias ejercidas en contra de trabajadores por el ejercicio de acciones
judiciales, o por su participación en ellas como testigo o haber sido ofrecidos en tal calidad, o bien
como consecuencia de la labor fiscalizadora de la Dirección del Trabajo (norma modificada en tal
sentido por la Ley Nº 20.974 de 3 de diciembre de 2016)".

B) Legitimación

Uno de los temas que, habitualmente, han sido olvidados por el legislador es el de la legitimación.
Entre otros motivos, porque como ya señalamos (Contreras y Delgado, 2018) la legitimación
termina reduciéndose, a efectos prácticos, a la afirmación de un derecho (legitimación activa) en
contra de un sujeto determinado (legitimación pasiva). Sin pretender, entonces, realizar alcances
dogmáticos profundos, reconocemos que la cuestión estriba en saber si se amplía la legitimación
activa a los sindicatos como representantes de los trabajadores, o bien se trata de un tema
estrictamente individual y que, por lo tanto, debe evitarse la injerencia de actores externos. Antes
de observar el régimen legal, pareciera prudente extender la legitimación a los sindicatos ya que
determinadas vulneraciones del ordenamiento jurídico, por su gravedad, tienen que ser
especialmente fiscalizadas, más si cabe cuando un sujeto débil puede temer que su acción judicial
termine generándole aún más problemas que el daño que está actualmente sufriendo (en el
mismo sentido, Caamaño).

La legitimación se encuentra regulada en los artículos 486 a 489 del Código del Trabajo. En síntesis,
nos podemos encontrar ante dos escenarios: vulneraciones de derechos fundamentales en el
contexto del despido y, todos los demás casos, es decir sin ocasión precisa del despido, o en
circunstancias diversas a éste. Además de entregar mayor o menor grado de legitimación a
diferentes sujetos, lo cierto es que determina dos cauces procedimentales distintos que
pasaremos a exponer.

a) Legitimación activa en causas motivadas con ocasión del despido

El artículo 489 del Código del Trabajo contempla la regulación de la legitimación para las causas en
que se hayan vulnerado los derechos fundamentales referidos en los incisos primero y segundo
del artículo 485 del Código del ramo y solamente en aquellos supuestos en que esas vulneraciones
hayan sido producidas con ocasión del despido. Este caso, sin embargo, se nos antoja el más
común a tenor que parece más probable que un sujeto interponga una demanda una vez se
produce el término de su relación laboral que mientras se encuentra inmerso en ella,
paradójicamente fundado en el temor a represalias que este procedimiento de tutela protege.

El artículo 485 CT, básicamente, se refiere a casi todo el ámbito de aplicación ya comentado:
"Artículo 485.- El procedimiento contenido en este Párrafo se aplicará respecto de las cuestiones
suscitadas en la relación laboral por aplicación de las normas laborales, que afecten los derechos
fundamentales de los trabajadores, entendiéndose por éstos los consagrados en la Constitución
Política de la República en su artículo 19, números 1º, inciso primero, siempre que su vulneración
sea consecuencia directa de actos ocurridos en la relación laboral, 4º, 5º, en lo relativo a la
inviolabilidad de toda forma de comunicación privada, 6º, inciso primero, 12º, inciso primero, y
16º, en lo relativo a la libertad de trabajo, al derecho a su libre elección y a lo establecido en su
inciso cuarto, cuando aquellos derechos resulten lesionados en el ejercicio de las facultades del
empleador.

También se aplicará este procedimiento para conocer de los actos discriminatorios a que se refiere
el artículo 2º de este Código, con excepción de los contemplados en su inciso sexto".
En este evento la legitimación activa corresponderá exclusivamente al trabajador. De modo que, la
legitimación sindical finaliza con la relación laboral.

b) Legitimación activa en causas diversas al despido

El artículo 486 del Código del Trabajo parece, en rigor, estar regulando el régimen general. Es
decir, las reglas que allí se establecen tienen vocación de aplicarse en forma ordinaria y proyectan
la imagen de discurrir en casi todo momento.

En concreto, tanto el trabajador como el sindicato (que invoque un derecho o interés legítimo)
podrán promover el procedimiento de tutela siempre que se consideren transgredidos derechos
fundamentales en el marco de las relaciones laborales y que, por lo tanto, aquellas correspondan
ser resueltas por la jurisdicción laboral: el único límite es que el contexto de desarrollo de los
sucesos sea diverso al despido (puede observarse aquello en Sentencia de la ICA Valparaíso, 21 de
julio de 2016, Causa rol Nº 219-2016, que trae origen de la causa RIT T-4-2016 del Segundo
Juzgado de Letras de Los Andes). Es más, como señalan Walter y Lanata: "el Código no parece
exigir que la lesión afecte directamente al trabajador denunciante, sino que perfectamente podría
estimarse que tiene un interés legitimo cuando la vulneración la ha sufrido, por ejemplo, otro
trabajador de la misma empresa. Lo mismo ocurre con la organización sindical".

De todos modos, si la acción la impetrare el trabajador, el sindicato tiene la opción de intervenir


bien como tercero independiente, bien como tercero coadyuvante.

El artículo 486 CT, además, regula otra particularidad bien interesante respecto de la participación
en estos casos de la Inspección del Trabajo. En este escenario que venimos describiendo, la
Inspección puede también hacerse parte en juicio y si bien la norma no lo específica debemos
entender que pudiera participar tanto en grado de interviniente principal, como tercero
coadyuvante.

El resto del articulado y el rol de la Inspección del Trabajo parecen tan complejos que ameritan la
construcción de un apartado independiente, indicando algunos aspectos para poder comprender
qué puede hacer esta institución en el momento inicial del juicio.

c) Legitimación pasiva
La regla general viene conformada por disponer la legitimación pasiva en contra del empleador.
Sin embargo, como se ha puesto de manifiesto (Palavecino, 2014) nada obsta a que se extienda
esta legitimación a terceros ajenos cuando entra en juego la situación de subcontratación.

En forma muy particular, podemos nombrar el supuesto en que un trabajador dirigió su demanda
en contra del Hospital de Urgencia de Asistencia Pública, en vez del Servicio de Salud
Metropolitano Central, y pese a que la Corte Suprema reconoció el yerro, finalmente, no anuló el
fallo, principalmente debido a que: "se trata de un error puramente formal que no alcanza a
impedir que se establezca una relación procesal entre el demandante y el citado Servicio de Salud"
(Sentencia de la Corte Suprema, 18 de julio de 2016, rol Nº 9332-2015), dando cuenta de la des
formalización como principio inspirador del ordenamiento procesal laboral.

La ICA Valparaíso, por el contrario, estableció que el director del hospital autogestionado Carlos
Van Buren no ostenta las facultades necesarias para representar judicialmente al Hospital. Así, en
sentencia de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, de 29 de octubre de 2018, Causa rol Nº 498-
2018.

En general, la Corte Suprema ha realizado una interpretación muy lejana al formalismo


exacerbado que hiciera peligrar el desarrollo de los procedimientos por motivos exclusivamente
ritualistas. Es de aplaudir que la Corte de Apelaciones de Santiago, en la misma línea, dirija
interpretaciones certeras en que, por ejemplo, rechaza la excepción de falta de legitimación pasiva
al dirigirse la demanda en contra del MOP y no del Fisco de Chile. Es cierto, como señalaba el
demandado, afirmar respecto del MOP que: "no tiene personalidad jurídica ni patrimonio propio,
debiendo actuar para los efectos legales pertinentes, bajo la personalidad jurídica del Fisco de
Chile, conforme lo dispuesto en el artículo 26 de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales
de la Administración del Estado. En razón de lo expuesto, dicho Ministerio no podría ser
demandante o demandado en un juicio si no actúa bajo la personalidad jurídica del Fisco de Chile,
representado por el Presidente del Consejo de Defensa del Estado o por el Abogado Procurador
Fiscal respectivo, de acuerdo a lo dispuesto en los artículos 18 y 24 del D.F.L. Nº 1, de Hacienda, de
1993, que fijó el texto refundido de la Ley Orgánica del Consejo de Defensa del Estado"; sin
embargo, la Corte de Apelaciones de Santiago concluyó en una forma muy sencilla, que
interpuesta una demanda en contra del MOP, le corresponde al Fisco de Chile la representación
por mandato legal, sin mayores cuestionamientos:

"asentada así la aplicación supletoria del Procedimiento de Tutela de Derechos Fundamentales


respecto de los funcionarios públicos, surge, como contrapartida, la obligación del dicho órgano
del Estado, de responder conforme a sus normas. Consecuentemente, la legitimación pasiva del
Fisco de Chile en representación del Ministerio de Obras Públicas, frente a las acciones ejercidas
en esta causa conforme a los artículos 485 y siguientes del Código del Trabajo, no deriva del tipo
de relación jurídica existente entre ellos, sino que de la aplicación supletoria de dichas normas al
órgano de la Administración del Estado" (Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, de 21
de diciembre de 2018, Causa rol Nº 58-2018).

De todos modos, la legitimación pasiva de los órganos del Estado (por decirlo de manera bien
genérica) requiere de un estudio profundo y acabado, puesto que en temas de responsabilidad
civil médica, por traer a colación casos en que hay comprometidos servicios médicos como los
descritos, la Corte Suprema (en su Sala Tercera) suele entregar interpretaciones más formalistas,
como pareciera que en rigor proceden: no todos los demandados tienen legitimación pasiva.

d) Otros casos de legitimación

Finalmente, hay que destacar que, esencialmente la jurisprudencia, ha procurado dotar de


legitimación activa a sujetos que parecían sometidos a régimen administrativo, como los docentes
de una corporación municipal. No así a los cargos directivos, como el jefe del Departamento
Administrativo de Educación que, en definitiva, acceden a cargos administrativos, por concurso
público y les resulta aplicable plenamente la Ley Nº 18.883. Se sugiere, en este sentido, consultar
la sentencia de la Corte Suprema, 16 de marzo de 2016, rol Nº 35539-2015.

Por extensión de lo ya expuesto, al menos hoy, podríamos considerar que está suficientemente
consolidada, en atención a lo fallado en unificación de jurisprudencia, el derecho de los
funcionarios públicos para accionar mediante el procedimiento de tutela laboral cuando se
vulneren sus derechos fundamentales (Sentencias de la Corte Suprema, 30 de abril de 2014, rol Nº
10972-2013; 16 de agosto de 2016, rol Nº 6417-2016; 30 de noviembre de 2016, rol Nº 6870,
junto con las ya señaladas: Tribunal Constitucional roles Nºs. 3853-17-INA; 5854-18-INA y 6089-19-
INA y de la Corte Suprema roles Nºs. 9381-2012; 9074-2010; 10972-2013).

Afortunadamente, existe una ley en trámite muy avanzado que va a zanjar esta polémica en forma
clara. Lamentablemente, había dos posturas —aunque ya podíamos ver consolidada la de la Corte
Suprema— que no permitían la certeza absoluta que la nueva ley va a entregar, concediendo
legitimación a los funcionarios públicos.

C) La Inspección del Trabajo en la promoción de la Tutela Laboral


El objetivo del artículo 486 del Código del Trabajo parece determinar la regulación de la
legitimación activa en algunos supuestos. Sin embargo, lo cierto es que termina reglamentando la
participación de la Inspección del Trabajo en este tipo de causas.

Entonces, la Inspección del Trabajo goza de legitimación en las causas de Tutela Laboral, en la
forma que se dirá y, adicionalmente, tiene —o podría tener— un papel protagónico en especial, en
aquellos supuestos en que la vulneración de derechos se produzca mientras se encuentra vigente
la relación laboral.

Lo cierto es que el artículo 486 CT norma varias potestades y posibilidades respecto de la


Inspección del Trabajo, pero en una forma un tanto desordenada y, seguramente, tiene más
sentido el orden que vamos a proponer, cuyo objetivo es clarificar el rol de la Inspección respecto
de la Tutela.

a) Toma de conocimiento de vulneración a los Derechos fundamentales

La Inspección del Trabajo puede tomar conocimiento que se están vulnerando derechos y
garantías fundamentales en el contexto de su actividad como ente fiscalizador o, simplemente,
por llegar una denuncia de un trabajador.

Solo a modo de ejemplo, un caso recurrente es aquel en que existen malos tratos verbales y/o
físicos en los que el trabajador realiza la denuncia de esta situación ante la Inspección del Trabajo.
En este sentido, puede verse, la Causa RIT T-232-2019 del Juzgado de Letras del Trabajo de
Temuco, entre otras muchas.

Sea como fuere que la Inspección se informe de hechos que, eventualmente, puedan transgredir
garantías fundamentales, es su obligación abrir una investigación y, en caso que constate mérito
suficiente, deberá tratar de aplicar las medidas correctivas inmediatas que sean pertinentes y que
puedan ser adoptadas en forma paccionada. Para cumplir con este cometido, se explicita la
necesidad, previa a la jursdiccionalización de la causa, de intentar la solución alternativa del
conflicto a través de la mediación (se puede apreciar así, como un mero testimonio
ejemplificativo, en la Causa RIT T-3-2019, Juzgado de Letras y Garantía de Collipulli).

Por otra parte, como indica el propio artículo 486 CT la noticia del acaecimiento de los sucesos le
podría venir dado por requerimiento del Tribunal quien tramitando una causa de este tenor tiene
la potestad de solicitar informe a la Inspección sobre los hechos denunciados por un trabajador o
un sindicato. En este supuesto, el cauce jurisdiccional ya estaría abierto y, por lo tanto, no
correspondería la instancia mediadora de la Inspección, sin embargo, su participación en el
proceso podría desprenderse de la posibilidad de hacerse parte en el mismo.

b) Mediación

Aunque está algo confuso (temporalmente) en su redacción, el artículo 486 CT entre sus
prescripciones contempla que la Inspección del Trabajo debe llevar a cabo un procedimiento de
mediación previo a promover denuncia ante los Tribunales de Justicia.

Es una posibilidad que se encuentra en el inciso 6º y que, reflejamente, abre el debate sobre si
puede haber mediación en circunstancias en las que los bienes jurídicos vulnerados entran en la
categoría de derechos fundamentales. En especial, en casos tan mediáticos como el de la Piccola
Italia en que los medios de comunicación se encargaron de mostrar videos en donde se podía
observar el tipo de trato que un superior jerárquico despachaba a los empleados. Esta causa, por
lo demás, guarda varias particularidades procesales, incluido un recurso de queja a propósito de
un tema de incompetencia, por lo que recomendamos su consulta: Sentencia de la Corte Suprema
de 4 de febrero, 2020, Causa rol Nº 36746-2019.

Al menos, se trata de un momento incipiente y, ciertamente, las vulneraciones no podrían resultar


más que presuntas o no declaradas judicialmente. Pero el principal escollo es que,
independientemente de otras consideraciones, la mediación no está destinada a tutelar el
derecho, sino más bien a alcanzar un acuerdo que, por regla general, no podrá lograr la totalidad
de lo pretendido por el agraviado.

En todo caso, solamente determina la estrategia litigiosa de la propia Inspección del Trabajo, quien
por mandato legal deberá promover esta instancia de mediación, pero en nada obsta a que la
parte afectada directamente interponga su acción según su mejor criterio.

c) Informe sobre la vulneración de Derechos fundamentales

Sea como fuere que llegase a conocimiento de la Inspección del Trabajo la vulneración de
Derechos fundamentales, debe investigar los hechos y, en su caso, denunciarlos ante el tribunal
competente. Como señalamos, empero, pudiera ser que el procedimiento ya estuviera en curso y,
por lo tanto, ya no existirá la obligación de denuncia ante el Tribunal competente, sino que
entonces nacerá la posibilidad de hacerse parte.
En todo caso, la Inspección del Trabajo siempre va a tener la obligación de emitir un informe sobre
la vulneración de Derechos fundamentales que servirá como material para la toma de convicción
del tribunal (a modo meramente ilustrativo, puede consultarse el informe emitido en Causa RIT T-
298-2019, del Juzgado de Letras del Trabajo de Concepción).

La mayor o menor importancia de los efectos procesales de este informe reside en que si el
procedimiento no se encuentra en tramitación ante la jurisdicción social, este será un hito en una
cadena rituaria que conducirá, en su caso, al inicio de un procedimiento de tutela ante los
tribunales.

De este modo, si el procedimiento no se encuentra ya iniciado y la toma de conocimiento de la


Inspección del Trabajo ha provenido de una denuncia, o bien, de sus labores propias de
fiscalización, el informe será parte de una investigación de un hecho que de revestir el mérito
suficiente deberá conducir a que la Inspección denuncie el hecho al tribunal. Por el contrario, si el
procedimiento se encuentra actualmente en tramitación ante la jurisdicción, el mandato del
artículo 486 es hacia el tribunal, quien deberá solicitar un informe a la Inspección.

d) Denuncia

La Inspección del Trabajo tiene la obligación de denunciar aquellos hechos constitutivos de


vulneraciones a los derechos fundamentales ante la jurisdicción (supuesto que se da, entre
muchos, en la Causa RIT T-17-2014, seguida ante el Juzgado de Letras del Trabajo de Arica). Este
mandato general, que no evita las sanciones que ella misma pueda aplicar dentro de la esfera de
sus atribuciones, debe cumplirse siempre, y dará inicio al procedimiento jurisdiccional
convirtiéndose en el libelo introductorio de instancia. Esta regulación tan específica de una
situación particular ha logrado que, a ese escrito inicial, habitualmente conocido como demanda,
se le conozca en este procedimiento como denuncia, incluso en aquellos casos —como veremos—
que propiamente se interpone una demanda y ni tan siquiera existe una participación directa de la
Inspección del Trabajo.

Se produce, también con este fenómeno, un curioso caso de legitimación en que puede sostener
la pretensión un ente que, de algún modo (no jurisdiccional, por cierto), enjuició e impetra la
acción judicial con el objeto de que se vuelva a sancionar por los mismos hechos, pero en otro
ámbito. Además, es cuestionable que cuente con legitimación activa un ente que fiscaliza y que,
en rigor, no debiera tener interés directo en la interposición de acciones que escapan a sus fines y
alcances.
Lo cierto es que, procesalmente hablando, no se establecieron por el legislador los requisitos con
los que debe cumplir la denuncia. Únicamente se señala la obligación de acompañar el reseñado
informe que proviene de la actividad de fiscalización, a que haya conducido el conocimiento de
una actividad eventualmente vulneradora de derechos fundamentales. Por cierto, aquel informe
tampoco tiene requisitos contemplados en la norma.

Entonces, nos encontramos ante un escenario que podría tornarse complejo a los efectos de llevar
a cabo una eventual defensa, ante un ente que carece de interés directo en el resultado del pleito.
Máxime, por ejemplo, si el trabajador adoptase la decisión de no perseverar en una acción judicial
y, por lo tanto, tampoco participase de una demanda propiamente tal.

Ante esta falencia, se produce un potencial problema que solamente puede ser resuelto si es que
exigimos a la denuncia de la Inspección del Trabajo los mismos requisitos que se establecen en el
artículo 490 del Código del Trabajo y que, en principio, parecían haber sido establecidos para la
demanda intentada por el legitimado activo.

En este momento, solamente enunciaremos de qué requisitos se trata y los desarrollaremos en el


apartado en que trataremos la denuncia como forma de iniciar el procedimiento por el trabajador
que considera vulnerados sus derechos con ocasión del despido y siempre que se hubieren
vulnerado los incisos primero y segundo del artículo 485 CT.

De este modo, la denuncia deberá contener los requisitos del artículo 466 CT, vale decir, los
mismos requisitos que se le exigen a la demanda en el procedimiento de aplicación general, la
enunciación clara y precisa de los hechos constitutivos de vulneración de derechos fundamentales
y, como dijéramos, el informe confeccionado por la propia Inspección del Trabajo.

Pese a no ser tan numerosos, podemos observar que los escritos de la Inspección del Trabajo
cumplen con las mismas formalidades forenses a las que estamos acostumbrados. Para una
revisión, se sugiere consultar las causas rol T-1497-2019; T-1510-2019; T-1862-2019; T-2086-2019;
T-2145-2019 todas ellas del 1er Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, o bien, las causas rol T-
1554-2017; T-1757-2019 del 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago.

Finalmente, esta denuncia debe interponerse dentro del plazo de sesenta días contados desde que
se produzca la vulneración de los derechos alegada. Sin embargo, por lo prescrito en el inciso final
artículo 486 CT este plazo podrá verse suspendido en la forma en que señala el artículo 168 CT.
A este respecto, el juez Álvaro Flores Monardes (Historia de la Ley Nº 20.260, p. 25) indicó que por
su naturaleza cautelar la denuncia debiera ser eminentemente desformalizada y no exigir los
mismos requisitos que el régimen general. Es curioso que, finalmente, se le llame denuncia a un
instrumento que, a todas luces es una demanda.

e) Hacerse parte

Finalmente, en cuanto al rol de la Inspección del Trabajo, debemos señalar que también se
contempla la posibilidad que esta se haga parte respecto de un proceso. En efecto, se le otorga
legitimación, probablemente, porque la propia visión de la Dirección del Trabajo expresa que se
trata de: "Ser un Servicio Público moderno, respetado y confiable que garantice y promueva
relaciones laborales justas, disminuyendo las desigualdades y así contribuir a la justicia social".

Para contemplar esta previsión se materializan dos formas: En primer lugar, la Inspección del
Trabajo pudiera hacerse parte a propósito de encontrarse conociendo de un procedimiento
iniciado por denuncia, o como parte de su actividad fiscalizadora y, entonces, en el contexto de
actividad propia que lo conduzca a presentar denuncia ante el tribunal correspondiente. En
segundo, pudiera hacerse parte, cuando la Inspección toma conocimiento del asunto en el
contexto que el Tribunal requiere informe sobre los hechos denunciados.

Por lo tanto, más allá de los momentos concretos, lo cierto es que existe una concesión de
legitimación activa a la Inspección del Trabajo, pudiéramos decir, tan pronto tome conocimiento
de los hechos. Sea que en un caso el informe lo confeccione antes de denunciar, sea que lo haga
mientras el juicio ya está pendiente.

D) Acumulación y exclusiones

Como señaláramos, el diseño original del procedimiento de tutela permitía su tramitación en


compatibilidad con el recurso de protección. Cuestión que, evidentemente, podía generar
problemas asociados a decisiones contradictorias y, en fin, a que el efecto de cosa juzgada
distorsionara algunas decisiones. Por este motivo, finalmente, el inciso final del artículo 485 CT
vedó, definitivamente, esta posibilidad.

Así lo recoge, entre otros, el voto en contra del ministro Gutiérrez de la Corte de Concepción,
Causa rol Nº 240-2016 que, de paso, afirma que sí existen (distintos a los que propone el Código
del Trabajo) mecanismos para la defensa de los derechos de los funcionarios en el ámbito de las
relaciones del trabajo.

El artículo 487 del Código del Trabajo, por su parte, establece claramente que no se podrán
acumular acciones en comunión con la acción de tutela laboral. En consecuencia, los tribunales
deben "desacumular" acciones que se presenten conjuntas para que sean tramitadas como
corresponda.

Entonces, lo que esta técnica pone de relieve es que se prefiere analizar individualmente la
vulneración, o no, de derechos fundamentales so riesgo de generar prejudicialidad en materias
con factores de conexión, probablemente, porque el objeto principal trata de realzar la
preocupación del legislador por la defensa de los derechos fundamentales. Son evidentes los
problemas que pueden darse en el cotidiano transcurrir, pero sin duda es una opción procesal
legítima.

Incluso, si bien llama un poco más la atención, se veda la posibilidad de conocer de la misma
pretensión que tenga fundamento diverso.

Ahora bien, cuando ya estamos convencidos que esta institución es tan determinante que merece
atención exclusiva y es excluyente de otras acciones, el artículo 489 del Código del Trabajo regula
especialmente un caso de acumulación.

Básicamente, se comprende que cuando haya dos o más acciones y una se tratase de la acción de
tutela deben acumularse a un mismo procedimiento. Posteriormente, la misma norma rituaria
realiza una salvedad: si se trata de la acción por despido injustificado, indebido o improcedente
esta acción se debe proponer en forma subsidiaria. La diferencia entre ambos supuestos, que se
irá ahondando en los sucesivos apartados, radica en que en esta hipótesis la vulneración de
derechos se produjo con ocasión del despido. De este modo, no se trata de una relación laboral
vigente que se quiere cuidar en el tiempo, sino que se trata de la finalización de la misma. En este
entendido, es probable que puedan existir dos o más acciones que provengan de los mismos
hechos.

Esta situación, empero, fuera denunciada por el diputado Nicolás Monckeberg quien dijo: "que el
mecanismo propuesto por el senado para interponer la acción por despido injustificado en
subsidio de la tutela de derechos, dará lugar a que siempre se intente la acción de despido por
esta vía, toda vez que el procedimiento de tutela es más rápido, goza de preferencia y si se
desecha la acción principal, automáticamente se seguirá en subsidio con la de despido. Agregó que
este mecanismo terminaría con el procedimiento tutelar, el que fue concebido como excepcional
pero que, en la práctica se convertirá en regla general, con lo que perderá sentido". (Historia de la
Ley Nº 20.260, p. 383).

En estos casos, el artículo 489 CT otorga una suerte de vis atractiva por la que todas las acciones
deben acumularse a la de tutela y ser tramitadas en un mismo procedimiento. Adicionalmente,
esto tiene la ventaja que en rigor el procedimiento de tutela y el de aplicación general están tan
íntimamente relacionados que, procesalmente, no genera ningún tipo de menoscabo a sujeto
alguno.

Sin embargo, hay que tener presente algunas consideraciones: en primer lugar, el inciso final del
artículo 489 CT matiza lo que acabamos de señalar, en tanto, genera una excepción. En efecto, en
aquellos casos que se trate de la acción seguida por despido injustificado, indebido o
improcedente, esta deberá interponerse en subsidio de la de tutela. De lo contrario, se estará
renunciando a ella.

Un buen ejemplo de esta regulación se puede observar en la causa rol Nº 302-2016 de la ICA
Concepción: "Que, en cuanto al motivo de nulidad previsto en el artículo 477 del Código del
Trabajo, inciso primero, en relación con los artículos 487 del mismo Código y 144 del Código de
Procedimiento Civil, esto es, la de haberse dictado la sentencia con infracción de ley que hubiere
influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo, el recurrente lo fundamenta, relativamente al
artículo 487, en que se habría acogido a tramitación y se resolvió una acción de tutela
conjuntamente con otras acciones, tales como el despido indebido y el cobro de prestaciones, que
serían incompatibles con aquélla, ya que dicha disposición legal prohíbe la acumulación con
acciones de otra naturaleza o con idéntica pretensión basada en fundamentos diversos. En cuanto
la infracción referida, esta Corte procederá al rechazo por cuanto la sentencia impugnada no ha
infringido el mencionado artículo, toda vez que se ha resuelto la litis conforme lo prevé el artículo
489 inciso séptimo del Código del Trabajo, norma que claramente permite la acumulación, al
señalar que "Si de los mismos hechos emanaren dos o más acciones de naturaleza laboral, y una
de ellas fuese la de tutela laboral de que trata este párrafo, dichas acciones deberán ser ejercidas
conjuntamente en un mismo juicio, salvo si se tratare de la acción por despido injustificado,
indebido o improcedente, la que deberá interponerse subsidiariamente". Es más, dicha norma trae
aparejada una sanción para el demandante si así no lo hiciere, ya que se entenderán renunciadas.
Así, el artículo 489 inciso final del Código del Trabajo no restringe ni limita el ejercicio de otras
acciones conjunta y/o subsidiariamente con la referida en esta norma. En este sentido, la Excma.
Corte Suprema ha resuelto que "conforme lo dispone el inciso final del artículo 489 del Código del
Trabajo, la acción de tutela laboral es compatible con otras de naturaleza laboral, e incluso si de un
mismo hecho emanan dos o más acciones de dicha naturaleza y una de ellas es la de tutela de
derechos fundamentales, deben necesariamente ser ejercidas conjuntamente en el mismo juicio,
de lo contrario importa su renuncia" de forma que "en ese contexto, como lo sostiene la doctrina
laboral, la acción de tutela sólo no es susceptible de acumularse con: a) acciones de naturaleza no
laboral, como, por ejemplo, el cobro de una suma de dinero adeudada por una de las partes; y b)
acciones con idéntica pretensión basada en fundamentos diversos, por ejemplo, demanda de
tutela por discriminación laboral de un trabajador discapacitado fundada en el artículo 17 de la Ley
Nº 19.779, o de un trabajador portador del VIH basada en el artículo 48 de la Ley Nº 19.284.
(Ugarte Cataldo, José Luis, Tutela de Derechos Fundamentales del Trabajador, Editorial
LegalPublishing, 3ª edición, año 2010, pág. 26)" y agrega que "el conocimiento conjunto de las
acciones referidas en un mismo juicio encuentra su justificación en el principio formativo del
procedimiento de la economía procesal, pues evita que entre las mismas partes se incoen dos o
más juicios, en circunstancias que pueden ser tramitados y decididos en uno solo, lo que se
traduce en una mayor facilidad para los litigantes y una disminución de la carga de trabajo de los
tribunales; principio que fue precisamente el que inspiró al legislador al instituir por la Ley Nº
20.260 el actual inciso final del artículo 489 del Código del Trabajo, modificando su redacción
original dada por la Ley Nº 20.087. A lo que se debe agregar que la tramitación por cuerda
separada puede generar decisiones contradictorias" (Sentencia de 6 de agosto de 2014,
considerandos 5º y 6º rol Nº 11645-2014). En igual sentido, sentencia rol Nº 292-2014 y rol Nº
252-2014 del ingreso de esta Corte de Apelaciones de Concepción".

En segundo lugar, se produce un problema de incompatibilidad normativa puesto que el


procedimiento monitorio es claro en su regulación ajustada a la cuantía. Toda contienda que
cumpla con el requisito objetivo de la cuantía debe tramitarse por monitorio.

Así pues, sí se generaría un problema en la acumulación de una acción que ha de tramitarse, con
especialidades, pero guardando la esencia del procedimiento de aplicación general en conjunto
con un tipo procedimental tan distinto como significa el procedimiento monitorio que, entre otras
diferencias, solamente prevé una audiencia.

E) Tramitación

El procedimiento de tutela laboral principiará por demanda o medida prejudicial (citaremos a


modo meramente ejemplificativo la causa RIT T-39-2016 del Juzgado de Letras del Trabajo de
Puente Alto como ejemplo de tramitación principiada por medida prejudicial). Pese a que lo más
correcto hubiera sido hablar de demanda, el legislador en todo el articulado habla de denuncia
arrogándole los mismos efectos que a una demanda propiamente tal.

Este es un error procesal que, pese a no generar ninguna consecuencia práctica no deja de llamar
la atención. Propiamente, podemos hablar de una demanda, en tanto que contiene todos aquellos
aspectos que la caracterizan, vale decir, uno o más sujetos activo y pasivo, una causa de pedir y
una petición. En una denuncia no siempre existirá una pretensión. Pero, como fuere, debemos
entender que el legislador llamó denuncia al acto introductorio de instancia.

Sobre las medidas prejudiciales, solamente, hay que recordar que en forma indirecta dan inicio al
proceso, puesto que se trata de un procedimiento autónomo que no siempre provocará el acceso
a la tramitación de una petición sobre el fondo del asunto controvertido.

a) Denuncia

La denuncia, a tenor de lo establecido en el Código del Trabajo, es el acto introductorio de


instancia por el que un trabajador interpone su pretensión, fundada en la vulneración de garantías
constitucionales (derechos fundamentales) bien hayan sucedido con ocasión del despido, bien en
el desarrollo de la relación laboral o, pudiendo haberse motivado por represalias sucedidas por la
promoción de acciones judiciales, o la participación en condición de testigo de las mismas.

Técnicamente no debiéramos hablar de denuncia como acto introductorio de instancia. La


denuncia pudiera ser la comunicación por la que el trabajador da cuenta a la Inspección del
Trabajo de una vulneración de derechos, pero sin duda —entre nosotros— el término demanda se
asocia en el orden civil, comercial y laboral al libelo que contiene la petición al órgano
jurisdiccional, en conjunto con otra serie de requisitos.

Pero más allá de la cuestión técnica que pudiera ser leída como nimia, lo cierto es que esta
denuncia ha de contener una serie de requisitos para que pueda ser admitida a trámite y, en
definitiva, procesada por un tribunal.

Los requisitos de la denuncia son los requisitos comunes a toda demanda del artículo 446 CT y los
específicos que recoge el artículo 490 CT. De este modo podemos enumerarlos:

1. La designación del tribunal ante quien se entabla.

2. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso, de las


personas que lo representen, y naturaleza de la representación.

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado.


4. La exposición clara, circunstanciada y precisa de los hechos constitutivos de vulneración a los
derechos fundamentales, y las consideraciones de derecho en que se fundamenta.

5. La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la resolución del tribunal.

6. Los antecedentes en los que se fundamenta la petición. En el caso de no acompañarse el


tribunal concederá un plazo de cinco días fatales para su incorporación.

Por lo tanto, llama poderosamente la atención que el legislador conocedor de que en el artículo
446 CT se habla de demanda, haya incorporado la voz denuncia a este tipo procedimental especial.

En todo caso, respecto del régimen general (la demanda regulada en el artículo 446 CT) se pueden
apreciar dos diferencias. La primera, quizá de menor importancia, dice relación con una matización
comprensible respecto de la enunciación de los hechos. En efecto, lo que se solicita en el
procedimiento de tutela es que se refieran específicamente a las eventuales violaciones de
derechos fundamentales, de una parte, y que ello se realice en forma clara, de otra. Este requisito
no presenta mayores complicaciones y, como dijimos, parece atendible entendiendo que se trata,
simplemente, de adecuar el requisito a la naturaleza específica del objeto de protección de este
procedimiento.

La segunda diferencia, parece de mayor complejidad, pero también es absolutamente atendible


por lo que, en profundidad, la trataremos más adelante, pero que, podemos avanzar, se
correlaciona con la suspensión del acto vulneratorio regulada en el artículo 492 CT. En concreto,
entonces, el artículo 490 CT impone la obligación de acompañar documentos fundantes en
conjunto con la demanda y otorga un plazo de subsanación de 5 días para el evento que no se
cumpla con esta obligación. Sin embargo, muchos litigantes (en realidad, en la práctica forense,
casi todos) entienden que este enunciado es lo suficientemente genérico como para acompañar
en un "otrosí" todos los documentos que en forma directa o indirecta se relacionan con la causa,
como el contrato de trabajo. En principio, el numeral 6º del artículo 490 CT pareciera estar
pensado para que se alleguen los antecedentes que existan en relación con una vulneración de
derechos, pero ante la indeterminación de la norma, el foro ha estimado preferible para las
estrategias litigiosas excederse en lo que quería el legislador.

Por su parte el artículo 446 CT indica específicamente que la prueba documental solo se puede
presentar en la audiencia preparatoria y, por lo tanto, ni se exige su acompañamiento con la
demanda, ni puede inferirse de ningún modo aquella posibilidad. Solamente, se hace una salvedad
respecto de las actuaciones de orden administrativo que se refieran a los hechos. En cambio, la
"demanda" de tutela laboral exige la presentación de todos los documentos de los que se
disponga.

Además de estos requisitos, no es poco frecuente que en la práctica nos encontremos con
apartados que, con el ánimo de precaver las consecuencias consagradas en el art. 447 CT,
incorporen argumentaciones sobre aspectos como: competencia, tipo de procedimiento,
caducidad de la acción, prescripción... y si se interponen con la petición subsidiaria de la acción por
despido se contengan, también, los trámites posteriores al término de la relación o el monto de la
remuneración.

Modelo simplificado de denuncia (Demanda)

Procedimiento: Tutela laboral

Materia: Denuncia por vulneración de Derechos Fundamentales

Demandante: Pablo Donoso Gosua

Rut: 0.000.000-0

Abogado Patrocinante y Apoderado: Pedro Morcego Vázquez

Rut: 0.000.000-0

Demandado: Empresario Malvado S.A.

Rut: 0.000.000-0

Representante Legal: Santiago Gallardo Lefenda


Rut: 0.000.000-0

En lo principal: Demanda por vulneración de Derechos Fundamentales. Primer otrosí: Acompaña


documentos que se indican. Segundo otrosí: Solicita autorización para realizar actuaciones
procesales y notificaciones en forma electrónica. Tercer otrosí: Patrocinio y poder.

S.J.L. del Trabajo

Pedro Morcego Vázquez, abogado en representación de Pablo Donoso Gosua, domiciliado para
estos efectos en calle Sin Nombre Nº 000, Valdivia, a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo legal para hacerlo y de conformidad a los artículos 420, 485,
y 490 en relación con el artículo 446, todos, del Código del Trabajo y las demás normas del Código
del Trabajo y Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos relacionados con el ámbito
laboral que resultan aplicables y que se encuentran ratificados y vigentes, es que vengo en deducir
denuncia por vulneración de Derechos Fundamentales con ocasión del despido, en contra de
Empresario Malvado S.A., representada legalmente por Santiago Gallardo Lefenda, o quien haga
sus veces en virtud del artículo 4º del Código del Trabajo, ambos domiciliados en Calle Sin Nombre
Nº 000, comuna de Valdivia, Región de los Ríos.

Todo lo anterior, y lo que S.S. estime que en derecho corresponda, de acuerdo a los siguientes
antecedentes que paso a exponer:

I. Caducidad, Jurisdicción, Competencia, Legitimación y Prescripción (Admisibilidad)

II. Antecedentes de Hecho — Relación circunstanciada de los hechos

A. Inicio de la relación laboral

B. Remuneración

C. Jornada Laboral
D. Término de la Relación Laboral

E. Antecedentes de las vulneraciones

F. Hechos en que se fundan las vulneraciones

G. Indicios que acreditan la vulneración denunciada

III. El Derecho

A. Vulneración de la garantía constitucional

B. Indemnización del daño moral

IV. Peticiones concretas

Por tanto, ruego a US. se sirva tener por interpuesta denuncia por tutela de vulneración de
derechos fundamentales con ocasión del despido, en contra de Empresario Malvado, S.A., ya
individualizada, darle curso y, en definitiva, acogerla en todos sus extremos, en especial para que
se declare:

A. Vulneración de Derechos Fundamentales

B. Indemnizaciones

C. Condena a la sanción legal

D. Indemnización por años de servicio

E. Feriado legal
F. Pago de las remuneraciones devengadas

G. Ajustes, intereses y costas

Primer otrosí: Solicito a US. tener por acompañados los siguientes documentos:

A. Contrato de trabajo

B. Anexos

C. Liquidaciones

D. Carta de despido

E. Antecedentes que puedan ser considerados indicios suficientes

Segundo otrosí: Solicito que en virtud de lo dispuesto en los artículos 422 y 433 del Código del
Trabajo se me notifique toda actuación judicial y se me permita hacer presentaciones electrónicas,
facilitándose la casilla de correo electrónico oisteplabor@abogado.com

Tercer otrosí: Solicito a US. tener presente que en mi calidad de abogado habilitado actúo
personalmente en estos autos, conforme al mandato judicial conferido por Escritura Pública
otorgada ante el Notario Público Luis Gonzalo Navarrete Villegas, otorgándome facultades
amplias, conforme a los dos incisos del artículo 7º del Código de Procedimiento Civil,
especialmente las facultades de transigir, conciliar, percibir y renunciar.

b) Plazo de interposición

La denuncia debe interponerse dentro del plazo fijado por el artículo 485 CT, es decir, en el plazo
de 60 días. Sin embargo, el primer día del plazo (dies a quo) se contará en forma distinta en
función de si se aplica el artículo 486 CT o el 489 CT. Estos dos casos se corresponden con los
tratados en el apartado de legitimación, puesto que, en función de la vulneración, en rigor, se han
definido dos cursos procedimentales ligeramente diferentes.

En principio, el caso "genérico", es decir el contemplado en el artículo 486 CT por el que se


confiere legitimación al trabajador, al sindicato y a la Inspección del Trabajo y que define un
ámbito de aplicación amplia para aquellos supuestos en que se ha vulnerado un derecho o interés
legítimo en el ámbito de las relaciones laborales, le corresponde un plazo de 60 días. Pero la
particularidad de este plazo es que comienza a correr desde que se produzca la vulneración
alegada, o de otra forma, desde que se produce el hecho que se pretende denunciar.

En segundo lugar, nos encontramos con el supuesto específico del artículo 489 CT. En este
imperativo se acota el ámbito de aplicación objetivo a los supuestos en que se transgredan las
reglas previstas en los incisos primero y segundo del artículo 485 del CT y, adicionalmente, en
aquellas hipótesis en que se hubieran vulnerado derechos con ocasión del despido. Pues bien, el
plazo ha de contarse desde la separación de las funciones.

En ambos casos recibe aplicación lo dispuesto en el artículo 168 CT. En el que llamamos caso
genérico, la remisión es completa a todo el artículo 168 CT; y, en el supuesto específico del artículo
489 CT, la remisión lo es solamente al inciso final del artículo 168 CT. Lo cierto, empero, es que,
tanto en uno como en otro supuesto, no puede sino entenderse —desde el punto de vista
procedimental— como una remisión al inciso final, pues es allí donde se regula algún aspecto en
relación al plazo.

Así, el plazo de 60 días se suspenderá siempre que el trabajador acuda a la Inspección del Trabajo
e interponga reclamo. De hecho, si es que —legitimado que fuera— actúa un sindicato también
logrará extender ese plazo pese a que no lo haga el trabajador y este último sea quien impetra la
acción judicial. Así, puede observarse: "En consecuencia, es necesario distinguir la legitimación
activa en cada sede. Así resultan tener tanto al trabajador como el sindicato al que pertenece al
momento de la denuncia en sede administrativa, la que se reduce solo al trabajador en sede
judicial. Lo anterior no impide que el plazo se suspenda si en la primera sede actuó el sindicato y
en la segunda el trabajador, pues ambos estaban legitimados para hacerlo, lo que permite aplicar
lo dispuesto en el inciso final del artículo 168 del Código del Trabajo, en este caso.

Lo anterior resulta coherente con el principio pro actione, que impone a los órganos judiciales que
los requisitos procesales sean interpretados considerando el objetivo de la norma y facilitando el
acceso a la justicia, y con el principio pro personae que, dentro del área de los derechos humanos
propia del procedimiento de tutela laboral, señala que la interpretación legal debe ser amplia y
extensiva cuando se trata de proteger garantías y, por el contrario, restrictiva cuando pretenden
ser limitadas. Finalmente, el principio pro operario también apoya esta interpretación al
propender al real y efectivo ejercicio de derechos laborales" (Sentencia de la ICA Valdivia, de 4 de
noviembre de 2019, rol Nº 228-2019; del mismo día rol Nº 229-2019).

Al tratarse de una mera suspensión, el plazo continuará corriendo desde que se resuelva el
reclamo en la Inspección del Trabajo y, en todo caso, nunca podrá sobrepasar los 90 días hábiles,
aun y cuando se hubiera suspendido. Por lo tanto, si el trabajador acude a la Inspección del
Trabajo debe seguir atento al transcurso del tiempo, dado que la interrupción tiene un tope
máximo de 90 días, incluso si el organismo no ha logrado resolver el conflicto en ese tiempo.

Es interesante, por ejemplo, destacar: "Que ninguna norma permite sostener que el plazo de
interposición de esta acción se suspende por la interposición de licencias médicas por parte del
trabajador, más aún si, como ocurre en la especie la demanda fue presentada transcurridos los 90
días que como máximo contempla el mencionado artículo" (Causa rol Nº 2-2018, ICA Valdivia).

Este plazo, de todos modos, debe entenderse interrumpido en forma amplia. En un supuesto
concreto, por lo sucedido en la causa T-699-2018, del 1er Juzgado de Letras del Trabajo de
Santiago, nos conduce a entender, de mejor modo, las posibilidades de caducidad de esta acción.
En efecto, en el particular, lo que sucedió es que la defensa arguyó que el plazo se encontraba
caducado, puesto que el hecho de haber concurrido a la instancia administrativa solamente
alcanzaba al despido injustificado y no a la tutela laboral. Esta forma de disociar el conflicto en dos
peticiones subsidiarias no puede entenderse con absoluta taxatividad. El conflicto es el mismo,
pero el cauce, la acción que se entabla en forma subsidiaria lo es solo a los efectos procesales. Así,
para el evento que no se logre el objetivo de demostrar la vulneración de derechos
fundamentales, o que esta —derechamente— no haya sucedido, se intenta reconducir mediante
otro vehículo procesal. En todo caso, el acudir a la Inspección del Trabajo debe suspender, aunque
no se realizare mención alguna a las vulneraciones de derechos fundamentales (del mismo modo
lo termina entendiendo la Corte Suprema que, conoce de este asunto a raíz de un recurso de
queja, contra la sentencia que apeló esta situación (sentencia de 3 de diciembre de 2016, rol Nº
87767-2016).

Pero no debe entenderse en forma tan amplia que rebase los límites del Código del Trabajo. En
concreto, la reclamación administrativa, por ejemplo, ante la Contraloría General de la República
no habilita a entender que concurren los presupuestos de interrupción del artículo 168 CT. Así
que, si bien hay que comprender que la separación del artículo 486 CT debe entenderse como el
momento efectivo en que se pone cese a las funciones (anterior, coetánea, o posterior a la
comunicación formal), la eventual reclamación por vía administrativa en nada empece a los plazos
del Código del Trabajo. En este sentido fue declarado por la sentencia de 9 de septiembre de 2016,
2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, causa T-750-2016, que fue confirmada en apelación
y que al llegar a la Corte Suprema mediante recurso de queja, volvió a refrendarse pese a que,
interesantemente, el ministro señor Blanco "lamentó" esta situación puesto que en su voto
particular destacó: "Que, de este modo, toda interpretación que limite de alguna manera el acceso
a la posibilidad de obtención de un pronunciamiento judicial en relación con una denuncia de
tutela de derechos fundamentales, aparece despojada de la razonabilidad y justificación que
precisaría para ser aceptada como admisible a la luz de lo dispuesto en el Nº 26 del artículo 19 de
la Carta Fundamental, máxime en un contexto de excepcional sensibilidad e importancia, como el
del derecho del trabajo" (Sentencia de la Corte Suprema, de 18 de enero de 2017, rol Nº 97894-
2016).

c) Examen de admisibilidad

Pese a que no se encuentra regulado expresamente, el hecho que la demanda deba cumplir con
una serie de requisitos impone un examen de admisibilidad de la misma por parte del tribunal.

Se trate del tipo procedimental que fuere, lo cierto es que la primera norma que debiera tenerse a
la vista es el artículo 256 del Código de Procedimiento Civil, en atención a lo dispuesto en el
artículo 3º del mismo cuerpo normativo que, sin duda, recibe plena aplicación en el ámbito
laboral.

De este modo, el juez controlará que se haya individualizado tanto al tribunal como a las partes,
en la forma habitual, ya señalada. En caso de cumplir con los requisitos, que debiera ser lo más
común, dará curso a la demanda, es decir la sustanciará y tramitará hasta que concluya.

Adicionalmente, el juez deberá —en concordancia con el artículo 447 CT— observar su
competencia y declarará su incompetencia (se refiere a la incompetencia absoluta y no relativa
(sentencia de la ICA Santiago, 8 de febrero de 2017, rol Nº 55-2017) cuando la verifique,
remitiendo los antecedentes al tribunal que cree competente para conocer del asunto en
particular. También, en la misma lógica, ha de declarar la caducidad de la acción cuando así resulte
de los datos aportados con la denuncia.

De ahí que observamos como la práctica forense lleva a que, muchas veces, los escritos de parte
se encabecen con un apartado que hace referencia a estos aspectos. Por este motivo, y pese a que
como decimos, no hay una regulación expresa que así lo indique, si se infiere que el juez
controlará los presupuestos procesales y por el mismo motivo, nosotros también lo indicamos
como parte del modelo sucinto de demanda laboral por tutela: parece lo más útil.

d) Procedimiento de sustanciación
El artículo 491 CT realiza una remisión al procedimiento de aplicación general, una vez se admite la
denuncia a tramitación. De este modo, el tribunal deberá comprobar que se presentó en forma la
denuncia (demanda) y, en especial, habrá de observar el acompañamiento de los antecedentes en
que se fundamente.

Lamentablemente, porque se pudo ser más claro, no se sabe si es que el tribunal ha de realizar un
examen de mérito o no (de mera existencia) de esos antecedentes. Por una parte, pareciera que
aquello pudiera darse en el contexto de evaluar, si ha o no de suspenderse el acto denunciado y,
por otra, no parece oportuno realizar un prejuzgamiento en una etapa procesal tan temprana.
Ante esta tesitura, la prudencia llama a ejercer un control meramente formal para evitar formar
un juicio al tribunal en forma anticipada, sin la debida contradicción y sin haber podido rendir la
prueba.

Ahora bien, como especialidad procesal (algún sector cree que no es un procedimiento especial,
sino que se trata del procedimiento de aplicación general con especialidades (Picart, 2014),
todavía nos restan por señalar algunas particularidades que diferencian a este procedimiento del
de aplicación general.

e) Especialidades procesales

Como referimos, el procedimiento de tutela laboral pareciera de fácil sustanciación en tanto la


previsión del artículo 491 CT determina el seguimiento del procedimiento de aplicación general.
Con ese reenvío, deberíamos, del mismo modo, nosotros remitirnos a las explicaciones previas. Si
bien ello pudiera parecer plausible, lo cierto es que lejos tratar de defender la existencia de un
procedimiento propio, sí convenimos importante resaltar las consideraciones diferenciadas de
este iter procedimental.

1. Suspensión del acto denunciado

La primera especialidad, como hemos dado en llamar, es la posibilidad de que el hecho que da
origen al conflicto sea dejado sin efecto antes de sustanciar (o al menos en una etapa muy
temprana) el procedimiento. Se trataría de una suerte de tutela anticipatoria que trata de corregir,
preventivamente, situaciones en que se hayan podido vulnerar derechos fundamentales. De
hecho, más allá de otras diferencias, se parece al recurso de protección en tanto que pone fin al
hecho basal de la eventual vulneración mientras se dilucida la certeza o existencia de la misma. Sin
embargo, parte de la doctrina ha entendido que la finalidad de la tutela laboral cumple con una
finalidad reparatoria y no meramente preventiva (Palavecino, 2014).

Esta forma de entender la Justicia responde, de una parte, a la necesidad de tutelar garantías
constitucionales y, de otra, a las dificultades procedimentales añadidas a las que se encuentran
sometidos los trabajadores. Pareciera, entonces, que se produce una doble discriminación
favorable al más débil, en tanto no solo goza del estatuto protector que significa el Código del
Trabajo, sino que adicionalmente existen armas procesales que le permiten, con mayor o menor
acierto, tratar de litigar en condiciones de igualdad de armas. Ahora bien, no es el único ejemplo,
pues el procedimiento monitorio, de igual modo, sin vulnerar la igualdad de armas u
oportunidades parte entregando la razón a quien, simplemente, la solicita por escrito.

La suspensión podrá decretarse de oficio o a petición de parte y recaerá sobre "el acto
impugnado". En rigor, se producirá sobre el hecho que ha generado una vulneración de derechos
fundamentales, siempre y cuando este no sea puntual y perdure en el tiempo, de lo contrario,
poco podrá suspenderse un acto que agotó su propia eficacia desde que se produjo. En otras
palabras, un menoscabo producido, por ejemplo, por un dicho injurioso de la honra, no podrá
suspenderse de no ser cierto que se perpetúe en el tiempo.

Como fuere, en este caso, llama la atención que no se trata de una potestad del juez, en tanto el
verbo rector que establece la norma es "dispondrá". Por lo tanto, se está conminando al juez a que
realice una actividad concreta. Sin embargo, para que aquello suceda y no en forma prácticamente
automática y sin reflexión, se condiciona ese mandato a que en los antecedentes que han de ser
acompañados con la denuncia "aparezcan" lesiones de especial gravedad o cuando la vulneración
pueda causar efectos irreversibles.

En atención a esta explicación se nos plantean diversas dudas: Primeramente, no sabemos qué
alcance concreto debemos desprender de los llamados antecedentes. Es decir, ¿se trata de
documentos? O bien, ¿servirían solamente los dichos del demandante (denunciante)? Lo cierto es
que en este asunto tenemos una auténtica piedra de tope. Pensemos que este procedimiento
trata de enarbolar la bandera de la rebaja en el estándar probatorio para el trabajador, atendido a
que le resulta, en la mayoría de ocasiones, una labor draconiana, pues es el empleador quien tiene
todo el material probatorio en su poder, o bajo su subordinación. Es algo así como el ejemplo que
se usa para defender las cargas dinámicas de la prueba, en el contexto de la responsabilidad civil
médica. Las Clínicas de atención médica disponen de todas las fuentes de prueba y resulta
evidentemente difícil probar los hechos para el usuario.

Con esa misma idea, entonces, se pretende proteger al trabajador tratando de hacer cesar de
inmediato la perturbación a sus garantías fundamentales. Pero, como señalamos, de no ser que
actualmente se estén desarrollando —y no parece lo más probable— se torna una disposición
normativa muy bien intencionada, pero de yerma aplicación. Como se ha indicado (Palavecino,
2014) hay una confusión conceptual entre tutela anticipatoria y tutela cautelar (se sugiere la
consulta de una diáfana forma de explicarlo en Plantet, 2010).

Para que esta suspensión surta efecto, la ley además contempla un incentivo. En efecto, se
apercibirá a la parte que, de no cejar en la conducta, podrá ser objeto de una multa de 50 a 100
UTM que, además, podrá repetirse hasta obtener el cumplimiento de la medida. El grado de
indeterminación deja la puerta abierta, no a la reiteración de la multa por segunda vez, sino que
pareciera que se pudieran decretar tantas multas como fuere necesario, hasta que se ponga fin a
la conducta que aparece de manifiesto en los antecedentes aportados con la denuncia.

Por otra parte, el artículo 492 CT, en su inciso final, termina estableciendo que, contra estas
resoluciones, es decir las que ordenan poner fin al acto vulneratorio y, eventualmente, aquellas
que decretasen multas en este contexto, no proceden recursos.

Así lo entiende, por lo demás, la jurisprudencia. A modo de ejemplo, ICA Santiago rol Nº 1626-
2020: "1.- Que, conforme lo dispone el artículo 476 del Código del Trabajo, como regla general, el
recurso de apelación procede en contra de las sentencias interlocutorias que pongan término al
juicio o haga imposible su continuación, las que se pronuncien sobre medidas cautelares y las que
fijen el monto de las liquidaciones o reliquidaciones de beneficios de seguridad social. 2.- Que, sin
perjuicio de lo anterior, existen situaciones particulares en que el Legislador establece excepciones
a la regla general, tal es el caso del artículo 492 del Código del Trabajo —Tutela Laboral—, en que,
en su inciso segundo, se declara que, en contra de la resolución en que se suspendan los efectos
del acto impugnado, no procederá recurso alguno. 3.- Que, en el caso de autos, la resolución
recurrida fue dictada precisamente en esa hipótesis, de tal manera que su especialidad debe
primar por sobre la regla que entrega el artículo 476, razón por la cual el presente recurso, no
puede ser admitido a tramitación".

En primer lugar, llama la atención que no se contemplen recursos contra una resolución judicial
que entrega un mandato preventivo, ya que de un modo u otro se van a conculcar derechos de
una parte, sin que se haya desarrollado actividad jurisdiccional propiamente tal. Pero también,
resulta sorpresivo que no se quiera evaluar, siquiera, el monto de la multa que, por ejemplo,
pudiera ser excesivo en un caso, e incluso muy bajo a juicio de la parte que promovió la denuncia.

Es oportuno, empero, traer a colación la intepretación que, por ejemplo, la Corte de Antofagasta,
ha realizado sobre la resolución que rechaza la solicitud de la parte que promueve la tutela. Así, en
forma muy inteligente la Corte señala:
"De su tenor literal, se desprende que el inciso primero de la norma contempla dos momentos
procesales en que el tribunal puede decretar la medida cautelar especial en el contexto de juicios
de tutela de derechos fundamentales: en la primera resolución que se dicte y en cualquier tiempo,
desde que se cuente con antecedentes que la hagan procedente. Es respecto de estas dos
resoluciones, ambas referidas a la concesión de la medida cautelar especial, que el inciso final de
la disposición declara como inimpugnables. Respecto de las otras, vale decir, de aquellas que
rechazan la solicitud de parte en orden a decretar tales medidas, debe aplicarse la regla general en
materia de impugnación en sede laboral establecida en el artículo 476 del mismo Código, que en
su inciso primero indica: 'Sólo serán susceptibles de apelación las sentencias interlocutorias que
pongan término al juicio o hagan imposible su continuación, las que se pronuncien sobre medidas
cautelares y las que fijen el monto de las liquidaciones o reliquidaciones de beneficios de
seguridad social'.

En consecuencia, el recurso de apelación presentado, contrario a lo señalado por el tribunal, es


procedente, debiendo así declararse" (Sentencia de la Corte de Apelaciones de Antofagasta, de 13
de marzo de 2018, Causa rol Nº 69-2018).

Adicionalmente, genera un problema respecto del efecto que esta suspensión y multas pueden
jugar en contra de terceros. Así como fuere que el acto tenga visos de generar vulneraciones de
derechos fundamentales, no parecería descabellado que si a un tercero alcanzan los efectos pueda
este señalar lo que a su derecho corresponda. Bastaría con otorgarle, al menos un derecho de
audiencia una vez decretada la suspensión del acto vulneratorio. Lo contrario importa dejar en
situación de desamparo a quien sufre las consecuencias siendo tercero. De hecho, en esta misma
línea argumental, llama la atención que se le conceda la posibilidad de participar como tercero
coadyuvante a un sindicato, quien probablemente ostenta un interés reflejo en la causa y no a un
tercero afectado directamente por la suspensión.

2. La inversión probatoria del artículo 493 del Código del Trabajo

Quizá la norma estrella de este procedimiento es la prescripción contenida en el artículo 493 del
Código del Trabajo. Ella se presentó como un alivio probatorio, pero termina significando una
inversión de la carga de la prueba.

Pese a no ser la corriente jurisprudencial mayoritaria, que más bien reconoce un alivianamiento
por sobre una inversión, la propia Corte Suprema ha llegado a reconocer: "Ello significa, desde una
perspectiva procesal, que el legislador interviene en la distribución de las cargas probatorias,
invirtiéndola, es decir, frente a la constatación referida, le corresponde al actor acreditar que no
incurrió en las conductas presumidas" (Sentencia de 9 de julio de 2019, Causa rol Nº 18865-18).

El Mensaje Presidencial señalaba: "También se introduce una norma novedosa en nuestro


ordenamiento jurídico, absolutamente imprescindible a la hora de brindar protección en este tipo
de figuras, en relación con el onus probandi, que consiste en facilitar o alivianar la prueba al
denunciante, cuando de sus alegaciones se desprendan indicios en orden a que se ha producido la
vulneración de derechos fundamentales. En este caso, surge la obligación para el denunciado de
justificar suficientemente, en forma objetiva y razonable, las medidas adoptadas y su
proporcionalidad. Se produce entonces, una matización de la regla general sobre la carga de la
prueba, ya que al trabajador le basta con que de sus alegaciones se desprendan "indicios", es
decir, señales o evidencias que den cuenta de un hecho oculto (violación de un derecho
fundamental). Es de destacar que en este evento no se exige al empleador la prueba de un hecho
negativo (que no violo´ el derecho fundamental), sino que pruebe que el acto o conducta
empresarial obedeció´ a una motivación legítima". Sin embargo, la norma que recoge este deseo
no parece de la mejor factura técnica.

La primera objeción que debemos destacar se refiere a la confusión respecto de si se trata de una
regla de enjuiciamiento, o bien si debe incardinarse en la discusión sobre la suspensión, o no de
llamado acto impugnado. Lo cierto es que resulta imposible no asociar el artículo 493 CT al 492 CT
cuando son consecutivos y regulan cuestiones relativas a la misma materia, en concreto, el efecto
que genera la aportación de antecedentes al proceso.

Pero, además, ambos artículos regulan idéntica situación. De este modo, una lectura plausible y
acorde con el derecho de audiencia aconsejaría pensar en que una vez se acompañen
antecedentes con la demanda y el juez acceda a la suspensión del acto, corresponderá al
demandado explicar los fundamentos de las medidas adoptadas y su proporcionalidad. Pero este
no parece ser el sentido que se le quiso dar a la norma.

La regla contenida en el artículo 493 CT, entonces, es una norma de distribución de la carga de la
prueba, que adolece de una complicada falta de claridad suficiente. Por lo pronto, entonces,
significa una modificación difusa a la remisión del procedimiento de aplicación general. Así, si esta
fuera una norma de contenido procesal probatorio, debiera explicitarse de mejor forma, puesto
que de lo contrario, como venimos sosteniendo, abre interpretaciones plausibles como la ya
esbozada.

De hecho, la jurisprudencia, frecuentemente, lo comprende de este modo. Adicionalmente, se


deja ver la dificultad de control de todas estas situaciones atendido a que las Cortes prefieren no
revisar cuestiones que tengan visos de posibilidad de revisiones fácticas, atendido el carácter del
recurso: "Que, en el sistema Procesal en estudio, existe como principio fundamental que el
correspondiente análisis de las probanzas corresponde al tribunal de la instancia, carácter que no
inviste la Corte de Apelaciones respectiva cuando se procede al conocimiento de un recurso de
nulidad, de manera que no se puede acceder hasta la revisión de los hechos que se han dado por
establecidos en la valoración de los antecedentes probatorios que le entregan las partes
intervinientes en el proceso. Lo anterior es relevante, debido a que el proceso de tutela laboral
tiene algunas particularidades respecto al procedimiento de aplicación general laboral, ya que
como se desprende del artículo 493 arriba citado, el estándar probatorio es de menor entidad, ya
que el sentenciador puede, mediante los indicios que establezca en base a la prueba rendida
acoger la acción tutelar" (ICA Valdivia, 21 de febrero de 2020, Causa rol Nº 10-2020).

Por otra parte, como norma probatoria no tiene mucho sentido. En efecto, las reglas de valoración
de la prueba son aptas para señalar los medios probatorios y su valor, pero nada de eso se ve
reflejado en esta regla. Tampoco se puede inferir que haya una alteración del onus probandi
puesto que el enunciado es altamente genérico e impreciso sobre el punto.

Si bien es cierto que en la jurisprudencia es bien arraigado la afirmación sobre la condición de


regla probatoria: "el artículo 493 del Código del Trabajo establece una regla probatoria que
favorece al denunciante en los procedimientos de tutela laboral, pero ella supone, para que opere,
que se aporten antecedentes de los que emanen indicios suficientes de que se ha producido la
vulneración de derechos fundamentales" (Sentencia ICA San Miguel, 14 de febrero de 2020, Causa
rol Nº 26-2020).

Habitualmente, entre nosotros, hemos convenido que la distribución de la carga de la prueba se


realiza según lo establecido en el 1698 del Código Civil que, en rigor, es una norma especial en
caso de los hechos relacionados con las obligaciones. No sería tan claro que recibiera una
aplicación directa para todo asunto, pero en general, se ha señalado que de ahí derivaría el onus
probandi y que, por lo tanto, a cada parte le corresponde probar los hechos que le benefician y, en
especial, soportar el riesgo de su falta de prueba.

Como observamos entonces, y a riesgo de parecer absolutamente evidentes, el objeto de la


prueba son hechos y por lo tanto, parece que en el plano técnico el legislador lo que quiso
establecer es algún tipo de presunción y no una alteración de la carga de la prueba, o
definitivamente hay una conjugación de tantos elementos que aparece como un totum revolutum.
Pues, insistiendo con la lectura plausible ya propuesta, pareciera que el legislador indica que en el
caso que el juez disponga la suspensión del acto vulneratorio (art. 492 CT) corresponderá al
denunciado explicar cómo ha puesto fin a aquello, en concreto, mediante qué medidas y qué
proporcionalidad guardan (493 in fine CT).
Por su parte, la Corte Suprema tampoco ha querido pronunciarse, puesto que, exaltando el
carácter extraordinario del recurso de unificación de jurisprudencia, ha soslayado este aspecto. Un
buen ejemplo de ello en la sentencia de 6 de junio de 2018, rol Nº 8011-2018: "establecer si para
los fines de valoración de la prueba de indicios conforme a la sana crítica, y a la concordancia y
relación que existe entre las pruebas presentadas, los indicios son hechos que generen en el juez
una sospecha razonable de que ha existido una conducta lesiva, lo que sería suficiente para dar
por cumplida la labor probatoria del denunciante como reconocimiento de una facilidad
probatoria a favor de la víctima de la vulneración de derechos fundamentales, o si por el contrario,
se debe contar con plena prueba y así establecer de forma contundente la vulneración a las
garantías fundamentales, siendo una carga del denunciante probarlos en forma directa".

Lo que no parece correcto es esta suerte de alteración en el iter conviccional del juez, que
conduce a que haya una suerte de sospecha, sin prueba. La prueba por presunciones, que parece
poder compararse con esta norma, en tanto se infiere una consecuencia lógica a un hecho,
requiere siempre la comprobación de la premisa. Es decir, siempre ha de probarse el llamado
hecho conocido para poder aplicar la consecuencia lógica que determinará el arribo a una
presunción de derecho o simplemente legal, en función de si admite o no prueba en contra.

En los hechos funciona de este modo en nuestros tribunales de justicia, al más alto nivel. Así, la
Corte Suprema en sentencia de 13 de julio de 2016 (rol Nº 12362-15), ha dicho: "si la denuncia
cumple los requisitos que señala la primera norma y son suficientes para generar en el juez la
sospecha razonable que se infringieron derechos fundamentales del denunciante, se aliviana o
facilita la carga probatoria que le asiste, correspondiéndole al denunciado explicar los
fundamentos de las medidas adoptadas y su proporcionalidad, en caso contrario, debe asumir el
peso de la prueba en su integridad; sin que pueda inferirse que para admitir a tramitación la
denuncia es menester que se acompañe la prueba material de la cual surgen los antecedentes que
se indican en el libelo respectivo".

Si bien llega a una conclusión distinta, contiene argumentos muy parecidos el razonamiento de
Ugarte (2004): "la víctima o demandante no está completamente liberado de prueba, ya que debe
acreditar al menos, la existencia de "indicios" de la existencia de la conducta lesiva, para que
recién ahí´ se traslade al demandado el deber de probar que su conducta se debió a motivos
objetivos y razonables (...) por eso se ha dicho con razón que la regla procesal citada, más que
alterar la carga probatoria, afecta el objeto de la prueba (thema probandum), ya que el
demandante si´ debe acreditar un hecho, pero no el que le correspondería según las reglas
generales (las conductas discriminatorias o lesivas), sino una conducta distinta: la existencia de
indicios que hagan verosímil la existencia de la lesión".

Es más, del mismo modo que la presunción simplemente legal, en este caso, se altera la carga de
la prueba puesto que corresponde destruir la presunción y, por lo tanto, probar sus dichos a quien
perjudica aquella situación. Pese a plantearlo de una forma muy diferente, arribamos a una
conclusión muy parecida a la de Ugarte (Ugarte, 2009).

Es claro que el trabajador no dispone de las herramientas idóneas para probar sus dichos y
establecer los hechos, pero no es menos cierto que se podría alivianar la carga respecto de la
suspensión del acto vulneratorio, del mismo modo que si fuera tutela cautelar acogiendo aquella
petición con meros visos de verosimilitud. Parece más justificable un enjuiciamiento prima facie en
una etapa temprana en la que no se ha decidido nada sobre el fondo.

De hecho, es frecuente observar este tipo de conceptos en la jurisprudencia, pero careciendo de


esta reflexión que estamos proponiendo y, entonces, aplicándola al enjuiciamiento del fondo del
asunto: "el artículo 493, del Código del Trabajo, determina lo que se ha denominado "Prueba
Indiciaria", que obedece a indicios o antecedentes verosímiles de la infracción cometida. Como
consecuencia de ello, corresponde al denunciado explicar los motivos de las medidas adoptadas
que según el denunciante lesionan derechos fundamentales y la proporcionalidad de ellas, lo que
no implica, en caso alguno, inversión de la carga de la prueba, existe más bien, una distribución de
dicha carga entre las partes, debiendo el actor acreditar indicios y el denunciado, acreditar que las
medidas adoptadas son racionales y proporcionadas, por lo que no existe lesión a derecho alguno.
Se trata, de una norma que consagra una reducción de la carga probatoria en base al principio de
tutela judicial efectiva, dada la lógica de la protección de la parte más débil de la relación laboral,
técnica que no implica una inversión del onus probandi, puesto que no significa que sea suficiente
la mera alegación de una lesión a un derecho fundamental, para que se traslade al empleador la
carga probatoria, sino que ella consiste en aliviar la imposición del trabajador exigiéndole un
principio de prueba por el cual acredite indicios de la conducta lesiva; esto es, acredite hechos que
generen la sospecha fundada, razonable, en orden a la existencia de la lesión que alega"
(Sentencia ICA Coyhaique, 9 de abril de 2020, Causa rol Nº 7-2020).

Sin embargo, la condena por sentencia que declare que se han vulnerado garantías fundamentales
debe tener un sustento probatorio de mayor envergadura, puesto que la valoración libre de la
prueba puede conducirle a lo contrario. De este modo, corresponderá al trabajador probar los
hechos que indica y si aún y así el legislador considera que se trata de una prueba difícil o
imposible, atendido a que todo —o gran parte— del material probatorio está bajo el dominio del
empleador, entonces debe generarse una norma clara y precisa que declare la inversión
probatoria explícitamente.

Adicionalmente, se dan dos situaciones que queremos también poner sobre aviso. En primer lugar,
es extraño que, en vez de solicitar prueba en contra, se conmine a demostrar cómo se superó la
vulneración de garantías fundamentales y; en segundo, explicar la pertinencia, oportunidad,
fundamento y proporcionalidad de las medidas adoptadas implica, siempre, allanarse a los hechos.
Así, otra de las circunstancias que nos conduce a pensar que no se trataba de una norma con
contenido probatorio, sino que se trataba de una regulación específica en el marco de la tutela
cautelar sobre la suspensión de un acto, está determinada por resultar excesivamente anormal
que, por decirlo de algún modo, contra "indicios suficientes" se proceda a explicar las medidas
adoptadas. Si fuera una norma de contenido probatorio, lo que debiera procurar indicar es el
deber de aportar claridad sobre el hecho que lo rebate, o simplemente, debiese señalarse que le
corresponderá al denunciado probar la veracidad de los hechos y, quizá, indicar que, de su
inacción, podrán acarrearse las mismas consecuencias que ya prevé el régimen general para el
enjuiciamiento en el orden laboral.

Como fuere, explicar y defender la pertinencia, proporcionalidad, fundamentos y motivos de las


medidas adoptadas, siempre parte de la premisa de aceptar el hecho que motivó la vulneración de
derechos fundamentales. De suerte tal, que nada de lo que se exponga puede exonerar al
empleador de haber cometido un hecho vulnerador de derechos fundamentales. Por lo tanto, el
diseño de esta norma y su seguimiento literal por el denunciado lo conduce, inevitablemente, al
allanamiento expreso o, quizá bajo algunos parámetros, tácito cuando menos (sea total, o parcial).

No significa aquello que en la práctica forense nos encontremos siempre con condenas y ejercicios
automáticos de inversión probatoria diabólica. Por ejemplo, la Causa rol Nº 137-2020, de la ICA
Valdivia, de fecha 6 de agosto de 2020: "Que si se considerara que existió un indicio de
vulneración, como lo pretende el recurrente, la empleadora ha justificado su actuar y este
tribunal, tal como lo ha resuelto el sr. juez a quo, lo considera apto para restarle mérito a la
denuncia".

El ámbito de aplicación descrito en el artículo 485 CT indica que la tutela laboral se aplicará en
aquellos casos de vulneración de los derechos fundamentales, en el contexto de la relación
laboral. Admitir que hubo una vulneración será objeto de constatación en el contenido propio de
la sentencia y conllevará aparejada alguna de las consecuencias previstas en los artículos 487, 489
y/o 495 del Código del Trabajo.

3. Fallo

Finalmente, tras el seguimiento del procedimiento de aplicación general y las consideraciones


especiales expuestas, la causa deberá fallarse teniendo a la vista lo dispuesto en los artículos 494 y
495 del Código del Trabajo.
En primer término, el artículo 494 CT expone que para adoptar la decisión se tendrá a la vista el
informe de fiscalización, siempre que sea procedente; lo expuesto por las partes y las demás
pruebas acompañadas al proceso. La regulación positiva indica que se dictará sentencia en la
misma audiencia o dentro de décimo día y se aplicará lo dispuesto en el artículo 457 CT.

Vuelve a llamar nuestra atención la forma de regular la toma de convicción del juez. En especial,
porque esta materia se encuentra regulada de mejor forma en las normas que dicen relación con
el procedimiento de aplicación general y por establecerse una original manera que no tiene
parangón en nuestro ordenamiento jurídico procesal vigente.

Así, lo deseable —como bien hace el artículo 456 CT— es que la ley establezca cómo se va a
valorar la prueba y entregue un mandato claro al juez para que su valoración probatoria sea
externalizada de modo tal que permita el control. De otra forma, lo lógico es que la norma regule
de qué forma puede el juez apreciar la prueba (sana crítica) y qué ha de explicitar para que su
razonamiento pueda ser comprendido por las partes. El artículo 456 CT, que es aplicable a este
procedimiento, en este sentido prescribe que "el tribunal deberá expresar las razones jurídicas y
las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en cuya virtud les asigne valor o las
desestime. En general, tomará en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión,
concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso que utilice, de manera que el
examen conduzca lógicamente a la conclusión que convence al sentenciador".

En conjunción con aquello, el artículo 459 CT, que también recibe aplicación directa, es bien
cuidadoso a la hora de regular qué menciones ha de contener la sentencia y, por ejemplo, se hace
mención a que debe analizarse toda la prueba rendida, le corresponde al juez señalar los hechos
que considera probados y, finalmente, el razonamiento que le condujo a arribar a sus
conclusiones. En resumen, con acierto se explica que el juez debe recibir la prueba y exponer,
principalmente a las partes, de qué forma logró su convencimiento.

En este contexto, llama la atención que el artículo 494 CT haga mención expresa del informe de
fiscalización que pudo, o no, ser objeto de prueba en el proceso. Si lo fue debe ser valorado para
indicar cómo influyó en la convicción del juzgador, en el sentido de otorgarle el peso específico
necesario para conducir a una conclusión, o descartarla. Por lo que esta mención, solamente
redunda y puede llevar a solicitar la nulidad de lo obrado cuando, por algún motivo, no se hubiere
podido recabar en el momento oportuno.

Pero resulta más superflua la mención a "lo expuesto por las partes". Las partes pueden haber
señalado infinidad de cosas, pero no todas serán objeto de prueba y no deberá razonarse sobre lo
que, por ejemplo, resulte redundante, inoportuno o sobreabundante. Así mismo, esa exposición
no sabemos qué alcance procesal tiene y si se refiere a su confesión de parte (absolución de
posiciones), o bien a las exposiciones de los escritos iniciales.

Para concluir esta enumeración se habla de "las demás pruebas acompañadas al proceso". Huelga
seguir insistiendo en la reiteración inocua de esta norma.

El único objetivo real de este artículo, entonces, es circunscribir a 10, en vez de 15, los días que se
conceden para dictar sentencia, en el evento de no poder realizarse al final de la audiencia.

Para concluir el fallo del procedimiento de tutela laboral, junto con lo dispuesto en el artículo 459
CT que regula el contenido de la sentencia definitiva en el procedimiento de aplicación general, el
artículo 495 CT indica menciones adicionales para la parte resolutiva.

Primeramente, se impone el deber de declarar si efectivamente existió o no la lesión de derechos


fundamentales denunciada. En coherencia con lo expuesto hasta el momento, no podemos sino
reafirmar que, de cualquier manera que se quiera observar, la declaración de una vulneración de
derechos fundamentales, del mismo modo que la correcta interpretación de un contrato, o la
declaración de la existencia de una obligación, está configurada en nuestro ordenamiento jurídico
para ser obtenida tras la tramitación de todo un procedimiento que culmina con una actividad
lógica de valoración y expresión de las consecuencias derivadas de los hechos acreditados. De este
modo, no es sino al final de este iter que podemos afirmar aquello y no anticipadamente. Así, el
denunciado no podrá sino defenderse en la oportunidad correspondiente y lo hará en función de
los hechos que considere ciertos, aportando el material probatorio del que se pueda desprender.

En el evento que se declare la existencia de una lesión a los derechos fundamentales del
trabajador, el segundo numeral del artículo 495 indica que el tribunal ordenará el cese de aquella
transgresión del ordenamiento jurídico, bajo el apercibimiento de hacer efectiva una multa de 50
a 100 UTM que pudiera, en su caso, repetirse hasta obtener el cumplimiento de la orden.

Junto con estas menciones, el numeral 3, contempla la posibilidad de que el juez adopte medidas
concretas destinadas a obtener la reparación del daño, incluidas las indemnizaciones que resulten
procedentes y, también, recibirá aplicación el apercibimiento ya indicado que se regula en el
artículo 492 CT.

Finalmente, se posibilita que el juez decida sobre la aplicación de multas en conformidad a las
normas del cuerpo completo del Código del Trabajo. Así mismo, el juez deberá tratar de retrotraer
la situación al estado anterior a la vulneración de los derechos fundamentales ya declarada y no
permitirá que se llegue a acuerdos sobre los hechos que fundaron la denuncia, si es que estos
conllevan la perpetuación de la conducta originadora de lesiones a los derechos fundamentales.

III. El procedimiento monitorio laboral

El procedimiento de monitorio laboral se encuentra regulado en el Párrafo 7º, del Capítulo II, del
Título I, del Libro V del Código del Trabajo. En específico se halla comprendido entre los artículos
496 y 502 del citado Código. Observaremos en lo sucesivo su régimen legal deteniéndonos en
algunos de sus problemas y nudos críticos que han ido siendo destacados por la jurisprudencia y
que, sin duda, surgen en el cotidiano devenir de nuestra jurisdicción laboral.

A) Ámbito de aplicación

El procedimiento monitorio laboral se encuentra establecido para la tramitación de las causas en


que las contiendas ostenten una cuantía igual o inferior a diez ingresos mínimos mensuales. Esta
cuantía debe tenerse en cuenta sin los aumentos de la llamada Ley Bustos y, en principio,
determina el supuesto clásico y paradigmático del procedimiento monitorio.

El procedimiento monitorio, despojado de otros apellidos, nace con la vocación de resultar un


medio de tutela rápido, a favor de la recuperación de créditos indubitados, en especial cuando los
acreedores de los mismos tienen una posición especialmente pasiva (Calamandrei). En efecto, los
códigos de procedimiento de carácter decimonónico se caracterizan por proteger excesivamente
al deudor que, la mayoría de las veces no es un agente colaborador del procedimiento y lo cierto
es que los incentivos que se disponen lo conducen, precisamente, al aprovechamiento de su
tratamiento.

Entonces, instituciones como el procedimiento monitorio contribuyen a un cambio en la


tramitación como la hemos venido entendiendo, puesto que, para determinados supuestos,
prácticamente el pago es la única opción viable. Esta forma de legislar está pensando en
racionalizar el uso del aparataje estatal del Poder Judicial y que, bajo determinados presupuestos,
solo quienes tienen opciones reales de defenderse lo hagan. Se evita, así, la defensa meramente
dilatoria cuyo único objetivo es desgastar a la parte contraria, para que en el mejor (peor) de los
casos abandone su pretensión.
Llama, entonces, la atención, que el procedimiento monitorio laboral también contemple entre su
extensión competencial a los conflictos suscitados al alero del artículo 201 del Código del Trabajo.
Si bien es cierto que, en la misma lógica del adeudo de prestaciones económicas simples, en estos
supuestos se parte de una premisa sencilla: hechos que tengan relación con la separación de
funciones, de una parte, y que estos tengan origen o consecuencia del supuesto fáctico del
embarazo, maternidad, paternidad o adopción. Podría ser un escenario más complejo en la
discusión de los hechos, pero lo cierto es que no se coartan las posibilidades de defensa y, por
ende, resulta aparentemente acertado proteger con mayor celo este tipo de situaciones.

La jurisprudencia, sin embargo, ha afinado un poco el concepto, en el sentido que el sujeto activo
de esta previsión es el trabajador: "Que el análisis armónico de las distintas normas que regulan la
materia, es evidente que el procedimiento monitorio fue establecido en beneficio del trabajador, y
no del empleador, aserto que se ratifica por el hecho que el inciso primero del artículo 497
previene que el trabajador tiene la posibilidad de optar por uno u otro procedimiento; que el
inciso segundo del artículo 498 deje a salvo al trabajador el ejercicio de acciones en procedimiento
de aplicación general; y que el artículo 499 exprese que el trabajador podrá interponer la
demanda ante el Tribunal competente dentro de los plazos de los artículos 168 y 201".

Pero más allá del tino con el que se privilegian ciertas situaciones, el problema está dado por lo
complejo que pueda llegar a ser la pretensión. En efecto, en el ámbito de aplicación del
procedimiento monitorio, gran parte de su éxito viene dado por la solicitud de una cantidad de
dinero cuyo origen está en una relación jurídica contractual vencida, actualmente exigible y no
prescrita. Por lo tanto, incorporar causas con mayores niveles de complicación en lo fáctico, en lo
jurídico y en los alcances de la decisión jurisdiccional, sin duda, distorsionan su sentido y han de
producir dificultades.

Por este motivo, nuestro Código del Trabajo contiene una previsión que también recoge la
jurisprudencia, y que pese a lo que más adelante se indicará, se entiende que permite al Juez
llamar a audiencia cuando tenga dudas al tenor de lo expuesto en el libelo introductorio de
instancia. Así, "(...) correspondiendo regirse en el procedimiento monitorio por lo dispuesto en el
artículo 500 incisos 1º y 5º del Código del Trabajo. Dichas normas disponen que en el caso que el
Tribunal considere que no existen antecedentes suficientes para acoger o rechazar la presentación
de la demandante debe citar a la audiencia dentro de los quince días de efectuada la presentación
por dicha parte" (ICA San Miguel, 11 de septiembre de 2013, Causa rol Nº 267-2013).

B) Actuaciones previas: fase administrativa obligatoria


Una de las principales marcas que caracterizan al procedimiento monitorio laboral es su ligazón
con un requisito de procesabilidad insoslayable: la interposición de una denuncia (reclamo) ante la
Inspección del Trabajo. Si bien es cierto que este requisito trató de separarse del procedimiento
monitorio nacional, todavía subsiste (Pereira, 2008 y Orellana, 2010).

El bien intencionado, aunque no necesariamente acertado, legislador, entendió que antes de


iniciar una acción judicial por este cauce procedimental debía acudirse obligatoriamente a la
Inspección del Trabajo. Sin desconocer la labor que realiza este ente, lo cierto es que difícilmente
se va a poder recomponer una relación laboral que, presumiblemente, está muy deteriorada en
este momento. En cualquier caso, debió tratarse de una potestad facultativa de quien quiere
intentar una solución alternativa o más temprana de su conflicto de lo que la jurisdicción pudiera
entregarle.

Si bien es cierto, que la jurisprudencia ha entendido, en ocasiones, cumplido el requisito aun


cuando haya errores formales en la forma de deducirse. Un buen ejemplo de ello es la sentencia
de la ICA Iquique, de 1 de marzo de 2017, Causa rol Nº 130-2016: "Ahora bien, en lo que dice
relación con la garantía de igualdad ante la ley, ella tampoco concurre, desde que no se aprecia
una discriminación arbitraria por la ausencia de un reclamo que hubiere sido efectuado ante la
Inspección del Trabajo en contra de la demandada específicamente, puesto que sí se acompañó el
reclamo administrativo exigido por la ley, y el hecho que se haya entablado en contra de otra
persona jurídica, en caso alguno importa una infracción a esta garantía, pues el debate consiste en
determinar a qué persona le corresponde hacerse cargo de las obligaciones laborales demandadas
por el trabajador".

Entonces, el primer hito en la tramitación de un procedimiento monitorio es la interposición de un


reclamo ante la Inspección del Trabajo. Recibido este, la Inspección deberá citar a un comparendo
en día y hora determinadas. El objetivo de esta instancia previa a la jurisdicción es lograr una
resolución alternativa mediante un proceso de mediación del que se levantará un acta con todo lo
acaecido.

La generación de esta fase previa se dará siempre a instancia de la parte interesada en,
eventualmente, promover una acción. Al concurrir a la Inspección del Trabajo e interponerse un
reclamo, de inmediato, por mandato legal, se deberá agendar una fecha y hora para la realización
de un proceso de mediación. Fijada la audiencia se procederá a realizar una citación formal
conforme a lo dispuesto en el artículo 508 del Código del Trabajo.

La citación a comparendo de conciliación se realizará mediante el envío de carta certificada al


domicilio que las partes hayan fijado en el contrato de trabajo. Si bien la ley no es absolutamente
clara en el punto, parece que lo más razonable es que esta notificación se realice a ambas partes,
pese a que el reclamante haya debido ser informado personalmente en el mismo momento de
presentación del reclamo, pues el artículo 497 del Código del Trabajo indica que la fecha y hora se
fijarán al momento de ingresarse la reclamación. Por lo tanto, aunque parece dispensable, la
prudencia aconseja que se notifique por escrito, también, al reclamante.

A los efectos de lo dispuesto en el artículo 508 CT por domicilio debe contemplarse el que se haya
establecido expresamente en el contrato de trabajo, salvo para aquellos supuestos en que los
hechos tengan relación con actuaciones colectivas que, también, podrán contemplar el domicilio
fijado en el instrumento colectivo o el proyecto del mismo. Así mismo, el domicilio puede constar
en la Inspección del Trabajo, o puede ser aportado por el denunciante.

La citación, también, podrá efectuarse —en vez de por carta certificada— mediante un funcionario
de la Inspección del Trabajo designado al efecto que actuará como ministro de fe. Para este
evento, la notificación se realizará personalmente al empleador o, en su defecto, a una persona
adulta que se encuentre en el domicilio de éste.

Aplicando, también, las normas generales del artículo 508, al que la ley se remite, se entenderá
practicada la notificación al sexto día hábil desde la recepción de la citación según la información
que se desprenda de la oficina de Correos. Deberá, adicionalmente, dejarse constancia de esta
fecha cierta por escrito.

Una vez emplazadas las partes en conflicto deberán personarse al comparendo de conciliación con
los instrumentos probatorios de que dispongan. En concreto y en forma meramente
ejemplificadora, el Código contempla el contrato de trabajo, balances, comprobantes de
remuneraciones, registros de asistencia y todos aquellos que se estimen convenientes.
Seguramente, en este punto, se está pensando también en correos electrónicos, cartas de despido
y todo aquello que pudiera dar cuenta de los hechos que motivaron la situación.

Finalmente, como dijimos, de todo lo obrado se levantará acta y quien quisiera impetrar una
acción ante los tribunales de justicia podría cumplir con el requisito exigido en el artículo 498 CT
que en su inciso final indica que junto a la demanda deberá acompañarse "el acta levantada en el
comparendo celebrado ante la Inspección del Trabajo y los documentos presentados en éste".

Importante es señalar, en este momento, que todo lo señalado no surtirá efecto en el caso de las
contiendas suscitadas a propósito de la vulneración de lo dispuesto en el artículo 201 CT. Así,
reciben mayor protección propiamente jurisdiccional y soslayan el paso forzoso por mecanismos
alternativos de solución de controversias, aquellos supuestos en que se considera que la
vulneración es especialmente grave y requiere de una respuesta jurisdiccional inmediata. No
podemos dejar de señalar, con todo, que es preferible permitirle al ciudadano elegir la modalidad
que prefiera.

El diseño normativo contiene varias imprecisiones que, afortunadamente, no han provocado


grandes problemas prácticos pero que nos corresponde destacar en este momento. En primer
lugar, ya señalamos que no parece que haya de imponerse la concurrencia a la resolución
alternativa de controversias. Entre nosotros, son varios los ejemplos que rompen con uno de los
principios básicos (voluntariedad) de la resolución alternativa y que, a la postre, terminan por
contaminar la imagen de los mismos, en tanto que, ciertamente, no todos los casos son aptos para
ocurrir a este tipo de métodos de solución del conflicto. La desnaturalización de estas instancias
produce, además, una dilación que no parece razonable para quien ostenta una pretensión
sencilla y que requiere de una tutela fugaz. Se produce, en definitiva, un contrasentido entre el
concepto monitorio de celeridad y el freno procedimental articulado.

Otro aspecto que parece criticable es la exigencia de concurrencia con los medios probatorios. La
verdad es que carece de sentido, primeramente, al tratarse de una fase prejudicial. Quizá existe
una tendencia en el ordenamiento jurídico a promover instituciones foráneas como, en este caso,
el discovery, pero resulta paradójico que nuestro modelo monitorio laboral sea puro (es decir no
exija de acompañamiento de documentos) y sí se soliciten medios probatorios en esta fase.
Ahondaremos algo más en esta idea cuando tratemos la forma de deducir la demanda.

En cualquier caso, la omisión de alguna petición de las que, posteriormente, conformarán el libelo
posterior no impedirá que sea acogido por el tribunal. Así, por ejemplo, no haber reclamado ante
la Inspección por las cotizaciones previsionales adeudadas, no impedirá que la sentencia que
acoge la pretensión principal, también condene al pago de las mismas (véase, sentencia del
Juzgado de Letras y Garantía de Quirihue, 29 de marzo de 2019, RIT M-13-2018).

Finalmente, hay que destacar que las materias contempladas en el artículo 201 CT están exentas
de concurrir a la vía administrativa previa. Esta diferenciación no parece tener una justificación
idónea y solo permite concluir que, en rigor, se mezclaron temas que no eran compatibles. A
mayor abundamiento, esa suerte de disposición de materias que han vulnerado derechos
fundamentales, a priori, no pareciera tener condiciones para generar instancias negociales, nunca.

C) Frustración de la instancia administrativa previa


En lo que sí parece haber acertado el legislador, es en otorgarle un valor relativo a esta vía de
solución del conflicto, puesto que la mediación ante la Inspección del Trabajo se frustra con
bastante sencillez y por lo tanto, constituye un óbice, pero no un impedimento absolutamente
insuperable.

Para que la conciliación ante la Inspección del Trabajo no prosiga, basta, en primer lugar, con que
el "reclamante" (futuro demandante) no comparezca. Es de hacer notar que la redacción del
artículo 498 indica que el reclamante debe haber sido legalmente citado, idea que ahora, refuerza
nuestra aclaración sobre la notificación a la parte que iniciará la acción. Si se opta por esta vía, en
rigor se cumple el peor de los escenarios críticos para con este sistema: en efecto, se obligaría a
quien no tiene ningún deseo de llegar a un acuerdo, a dilatar su pretensión judicial, con un
expediente de estéril tramitación. No podemos exponer ahora todos los inconvenientes que esta
situación suscita, pero parece lógico que quien demanda tutela jurisdiccional y no alberga un ápice
de deseos de llegar a un acuerdo con la parte contraria, pueda acceder libremente a los tribunales
de justicia.

Esta regulación deja en un espacio intermedio entre la mediación voluntaria y la obligatoria.


Lamentablemente, va a conducir a que en un alto número de ocasiones se busque, solamente, el
acta que certifique la mediación frustrada como requisito de procesabilidad de la acción. En esas
condiciones, era mejor ser más directo en los incentivos que se desean promover. De este modo, o
bien se opta por un modelo absolutamente voluntario, o por el contrario se le imponen mayores
deberes de colaboración a quien promueve este procedimiento. La vía intermedia, en este caso,
no parece ser la mejor solución.

En el caso que sea el futuro demandado (reclamado) quien no comparece, o compareciendo no


hay un acuerdo total, el artículo 499 CT permite dar paso a la interposición de la demanda. Sin
embargo, el legislador —como mencionaremos— tomará este hecho como un indicio de conducta
del futuro demandado.

D) Demanda monitoria

La demanda que da inicio al procedimiento monitorio debe cumplir con los requisitos generales a
todo escrito y lo prescrito en los artículos 446 y 499 CT.

Así, contendrá, como enuncia el artículo 446:


1. La designación del tribunal ante quien se entabla;

2. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandante y en su caso de las personas
que lo representen, y naturaleza de la representación;

3. El nombre, apellidos, domicilio y profesión u oficio del demandado;

4. La exposición clara y circunstanciada de los hechos y consideraciones de derecho en que se


fundamenta.

5. La enunciación precisa y concreta de las peticiones que se someten a la resolución del tribunal.

Además de las menciones clásicas, la demanda monitoria debe acompañar el acta recaída en el
comparendo de conciliación (recién expuesta) y los documentos presentados en aquel. En el caso
de los supuestos regulados por el artículo 201 CT la ley vuelve a eximir de la obligatoriedad de
acompañar el acta, por los motivos ya señalados.

Presentamos, a modo de ejemplo, una demanda monitoria resumida:

Modelo simplificado de demanda en procedimiento

monitorio

Procedimiento: Monitorio

Materia: Despido injustificado, nulidad del despido y cobro de prestaciones e indemnizaciones

Demandante: Pablo Castells Poch

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle Sin nombre, sin número, comuna de Valdivia, Región de Los Ríos
Abogado patrocinante: Carlos Covelo Lafita

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle importante, Nº 16, Oficina 44 (Valdivia)

Email: carloscovelo@abogado.cl

Demandado: Empresa Malvada S.A.

Rut: 0.000.000-0

Representante legal: Juan Manuel Alonso González

Rut: 0.000.000-0

Domicilio: Calle de la Empresa Malvada, Nº 65, Valdivia.

En lo principal: Interpone demanda en procedimiento monitorio por despido injustificado, nulidad


de despido y cobro de prestaciones; Primer otrosí: Acompaña documentos; Segundo otrosí:
Solicita forma de notificación que indica; Tercer otrosí: Patrocinio y poder.

S.J.L. del Trabajo de Valdivia

Carlos Covelo Lafita, abogado en representación de Pablo Castells Poch, domiciliado para estos
efectos en Calle importante, Nº 16, Oficina 44, Valdivia, a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo legal para hacerlo y de conformidad a los artículos 496 y
siguientes del Código del Trabajo es que vengo en deducir demanda laboral en procedimiento
monitorio por despido injustificado, nulidad del despido y cobro de prestaciones en contra de
Empresa Malvada S.A., representada legalmente por Juan Manual Alonso González, o quien haga
sus veces en virtud del artículo 4º del Código del Trabajo, ambos domiciliados en Calle de la
Empresa Malvada, Nº 65, comuna de Valdivia, Región de Los Ríos.

Todo lo anterior, y lo que S.S. estime que en derecho corresponda, de acuerdo a los siguientes
antecedentes que paso a exponer:

I. Cuestiones procesales previas: Caducidad, Competencia, Legitimación, Admisibilidad y


Procedimiento

Pese a no estar expresamente regulado en la ley y debido a la inercia que, en estas causas, puede
imprimir el procedimiento ordinario, puede ser interesante referirse a los presupuestos procesales
que deben ser observados de oficio y que, en algunos casos, pueden suponer óbices de
insuperable franqueamiento.

A) Relación de hechos

a) Antecedentes de la relación laboral

b) Desarrollo de la relación laboral

c) Término de la relación laboral

B) Consideraciones de derecho

a) Despido injustificado

b) Condiciones para que opere la causal

c) Descuento indebido del aporte al seguro de cesantía


C) Prestaciones demandadas

POR TANTO, en virtud de lo dispuesto en los artículos 161, 168, 172 y siguientes del Código del
Trabajo, así como todas aquellas normas que concuerdan con las mismas, solicito a US., tener por
interpuesta demanda laboral por despido justificado, indebido e improcedente en contra de mi ex
empleador Empresa Malvada S.A., RUT: 0.000.000-0, representada legalmente por Juan Manuel
Alonso, cédula de identidad 0.000.000-0, domiciliados para todos los efectos en Calle de la
Empresa Malvada S.A., Nº 65, en la ciudad y comuna de Valdivia, someterla a tramitación y, en
definitiva, acogerla en cada una de las peticiones concretas formuladas y declarar, en suma, lo que
se pide:

1. Declarar que el despido fue improcedente.

2. Declarar el recargo legal del 30% sobre la indemnización por años de servicio, de conformidad al
artículo 168 del Código del Trabajo, por la suma de XXXXX, o la cantidad que US. determine
conforme a Derecho.

3. Se declare indebido el descuento que el empleador realizó en el finiquito por concepto de AFC,
condenándose a la restitución de la suma de XXXX.

4. Se condene en costas contemplando reajustes e intereses.

En atención a lo señalado en el artículo 500 del Código del Trabajo, solicito a US., acoja de
inmediato lo pedido.

Primer otrosí: Ruego a US., tener por acompañados los siguientes documentos que en
cumplimiento de lo dispuesto en art. 499 CT dan cuenta de las gestiones realizadas en sede
conciliatoria ante la Inspección del trabajo:

1. Acta de comparendo de Conciliación, realizado en el Centro de Mediación XXX.

2. Finiquito de trabajo de fecha XXXX, autorizado ante notario con fecha XXXX.
3. Carta de despido.

Segundo otrosí: En conformidad a lo dispuesto en el artículo 442 del Código del Trabajo, RUEGO a
US., se sirva autorizar que las notificaciones emanadas de este proceso se notifiquen a la casilla de
correo electrónico carloscovelo@abogado.cl

Tercer otrosí: Ruego a US, tener presente que designo como abogado patrocinante y confiero
poder a don Carlos Covelo Lafita, abogado habilitado para el ejercicio de la profesión, RUT.
0.000.000-0, con domicilio para estos efectos en Calle importante, Nº 16, Oficina 44, en la comuna
y ciudad de Valdivia, quien firma en señal de aceptación.

E) Resolución que recae ante la presentación de la demanda

Ante la petición formulada por el actor, y si bien el Código no contempla una regulación específica
a los efectos monitorios, el tribunal deberá, en primer lugar, observar si concurren los requisitos
que propone la ley. Parece que, siguiendo el régimen supletorio del Código de Procedimiento Civil,
lo más razonable es que se observe celosamente el cumplimiento de los tres primeros requisitos
del artículo 446 CT y, de otra parte, los requisitos de procesabilidad específicos (el
acompañamiento del acta y los documentos). En caso que se satisfagan esos requisitos desplegará
todos sus efectos la técnica monitoria, en tanto, la resolución que se dicte no conferirá traslado,
sino que por el contrario debiera acoger inmediatamente la pretensión.

La resolución mayoritariamente debiera ser la misma que damos en el siguiente ejemplo:


"Valdivia, siete de enero de dos mil veinte. A lo principal, Por interpuesta demanda. Estimándose
fundadas las pretensiones del actor; existiendo antecedentes suficientes para emitir
pronunciamiento y visto además, lo dispuesto en los artículos 4, 7, 9, 32, 54, 63, 73, 162, 168, 496
y siguientes, todos del Código del Trabajo, se resuelve: Que se acoge la demanda interpuesta por
(...)" (JL del Trabajo de Valdivia, RIT M-7-2020).

Efectivamente, la primera resolución en un procedimiento monitorio, clásicamente, es la


resolución que accede a lo pedido y advierte al demandado que para el evento de no defenderse
esa resolución adquirirá firmeza convirtiéndose en título ejecutivo perfecto por el transcurso de un
plazo, normalmente, moderado de tiempo.
Siguiendo con el mismo ejemplo propuesto, es imprescindible que esa primera resolución haga la
admoción al demandado de los efectos perjudiciales que se producirán en su contra,
especialmente para el evento que tenga una actitud pasiva: "Se advierte a las partes que sólo
podrán reclamar de esta resolución, ante este mismo tribunal, dentro del plazo de diez días
hábiles contados desde su notificación, por medio de abogado habilitado para el ejercicio de la
profesión. Si no se presenta reclamo, o si éste es extemporáneo, se certificará dicho hecho,
adquiriendo esta resolución el carácter de sentencia definitiva ejecutoriada para todos los efectos
legales y se procederá a su ejecución, a través, de la Unidad de Cumplimiento de este Tribunal, si
no se efectuare el pago de lo ordenado dentro de los cinco días siguientes a la fecha en que este
fallo quede ejecutoriado. Notifíquese al apoderado de la demandante por correo electrónico y al
demandado personalmente o de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 437 del mismo cuerpo de
leyes, por funcionario notificador del Tribunal" (JL del Trabajo de Valdivia, RIT M-7-2020).

Esta forma de entender el proceso provoca una mayor dosis de colaboración de las partes. En la
nomenclatura más clásica (civil o comercial), el deudor de la obligación se ve forzado a defenderse,
a dar razones, o de lo contrario resulta condenado (Ramos Méndez). Incluso su silencio es
equivalente a la aceptación de las consecuencias.

En el procedimiento monitorio laboral, empero, el diseño fue original creándose una suerte de
procedimiento nacional con alguna particularidad que vamos a pasar a destacar:

a) Acoge la pretensión y avisa de las consecuencias de la resolución

La primera opción que se contempla en el procedimiento monitorio laboral (art. 500 CT) es que el
juez, ante la petición, acoja inmediatamente la misma. Como venimos reiterando, este es el
camino paradigmático para el cual se diseñó el monitorio desde sus orígenes. El mercader que no
podía soportar la demora del paso del tiempo generada por el solemnis ordo iudicarius obtenía un
pronunciamiento rápido sin oír a la otra parte.

La resolución típica no debiera entrar a realizar análisis profundos. Basta con que el juez entienda
que existe una petición fundada. Por lo tanto, sería deseable una fórmula escueta y eficaz como:
"Que encontrándose suficientemente fundadas las pretensiones y conforme a lo establecido en el
artículo 500 del Código del Trabajo, se resuelve: Que se acoge la demanda interpuesta por XXXX,
declarándose XXXX". Esta fórmula tiene la ventaja de evitar que el juez conozca del asunto y, por
lo tanto, soslaya posibles decisiones a la luz del mérito de la causa.

En este mismo sentido, consideramos que debieran evitarse resoluciones tan extendidas en
nuestros tribunales como, por ejemplo, la que utiliza el 2º Juzgado de Letras del Trabajo de
Santiago, en fecha 6 de enero de 2020 (M-4-2020): "Que con los antecedentes acompañados por
la parte demandante se estima suficientemente fundadas sus pretensiones y de conformidad con
lo dispuesto en el artículo 500 del Código del Trabajo, se resuelve (...)". Puesto que, como venimos
defendiendo, pareciera que el juez evalúa el mérito de los antecedentes (documentos)
acompañados. Este momento, no es propiamente una instancia de enjuiciamiento del mérito, sino
una vía de celeridad para intentar forzar el pago, o la oposición fundada.

Esta forma de concebir el proceso cambia radicalmente el panorama formalista y conviccionario


de nuestros tribunales de justicia. Así, el órgano jurisdiccional acoge sin "juicio", al menos en el
sentido tradicional del término.

Para que esto suceda, eso sí, el juez debe estimar que las pretensiones son suficientemente
fundadas. Ello significaría que una petición razonada, precisa, motivada y bien explicada bastaría
para ser acogida de inmediato. Sin embargo, nuestros tribunales vienen considerando que las
peticiones deben ser acompañadas de prueba (o un principio), esencialmente instrumental, para
poder considerarse suficientemente "fundadas". Sucede, de este modo, lo mismo que cuando se
solicitan medidas precautorias en cuyo caso deben acompañarse comprobantes que constituyan a
lo menos presunción grave.

Las fórmulas que observamos recurrentemente, se asemejan a lo resuelto por el Juzgado de Letras
del Trabajo de Valdivia en Causa RIT M-1-2020: "A lo principal, en atención a no existir
antecedentes suficientes para emitir pronunciamiento y de conformidad a lo dispuesto en los
artículos 496 y 500 del Código del Trabajo, por interpuesta demanda laboral en procedimiento
monitorio, cítese a las partes a audiencia de conciliación, contestación y prueba, para el 14 de
enero de 2020 a las 12:30 horas, en las dependencias del Juzgado de Letras del Trabajo de
Valdivia, ubicado en Aníbal Pinto 1925, 4º piso, de esta ciudad, a la que deberán concurrir con
patrocinio de abogado habilitado para el ejercicio de la profesión" (así sucede en M-2-2020; M-3-
2020; M-4-2020; M-5-2020; M-6-2020; M-8-2020; y M-10-2020, solo habiéndose revisado las 10
primeras causas).

No pareciera, en esta primera aproximación, generar problemas salvo si pensamos que, en rigor,
esta instancia no debe servir para completar un auténtico enjuiciamiento. El juez debiera acoger
"a ciegas", bastando la mera petición fundada, puesto que posteriormente pudiera tener que
realizar un auténtico juicio de fondo. Por otra parte, esta forma de entender el procedimiento
monitorio se condice, de mejor forma, con la auténtica técnica monitoria que se ha podido
observar en el derecho comparado.
Sin embargo, en general, nuestros jueces de letras han entendido que requieren de elementos que
le permitan poder sustentar ese acogimiento inicial y de no existir, o no producirles la suficiente
convicción, llaman a audiencia (que será comentada más adelante).

Si se cumple, empero, con esta hipótesis y el juez accede a la petición en forma inmediata al
notificarse la resolución, señala el artículo 500 CT, se indicarán los efectos que producen la falta de
reclamo o su presentación extemporánea. En rigor, debiera ser la propia resolución la que hiciera
la advertencia y no la notificación: es la resolución judicial la que debe señalar la decisión y las
consecuencias que se pudieran producir, ya que la notificación solamente debiera servir para dar
noticia y eficacia al acto jurídico procesal que encierra la resolución.

La misma resolución citada anteriormente (M-4-2020, 2º Juzgado de Letras del Trabajo de


Santiago, en fecha 6 de enero de 2020) realiza esta declaración en forma precisa:

"Se advierte a las partes que sólo podrán reclamar de esta resolución, ante este mismo Tribunal,
dentro del plazo de diez días hábiles contados desde su notificación. Si no se presenta reclamo, o
si éste es extemporáneo, se certificará dicho hecho, adquiriendo esta resolución el carácter de
sentencia definitiva ejecutoriada para todos los efectos legales, debiendo darse cumplimiento a lo
resuelto dentro de quinto día hábil. De no producirse tal cumplimiento, se procederá a su remisión
al Juzgado de Cobranza Laboral y Previsional de Santiago para el cumplimiento compulsivo de lo
resuelto".

Pese a que el artículo 500 CT no lo dice expresamente, se puede inferir que el principal efecto
derivado de la falta de oposición, o extemporaneidad de la misma, produce automáticamente la
firmeza de la decisión que acoge y, por lo tanto, el demandante obtendrá una respuesta
jurisdiccional que le concede la razón y que le sirve para abrir la vía ejecutiva (cobranza).

Esta operación debiera producirse sin mayores complejidades. Sin embargo, el artículo 500 CT ha
introducido una serie de criterios que, si bien parecen razonables, a simple vista, no cumplen con
auxiliar la tarea del juez y, solamente complican un acogimiento que, como sostenemos, debiera
ser prácticamente inmediato.

En concreto, para poder acceder a las peticiones del demandante —junto con observar que están
suficientemente fundadas— el juez debe comprobar "entre otros antecedentes" (que lo cierto es
que cuesta mucho imaginarse cuáles) la complejidad del asunto que se somete a su decisión, la
comparecencia de las partes en la etapa administrativa y la existencia de pagos efectuados por el
demandado. En suma, podemos intuir que el legislador quería establecer que el demandado que
hubiera mostrado una actitud colaborativa, pudiera tener derecho a una audiencia antes de ser
condenado, puesto que al final esa es la consecuencia.

Pero si lo pensamos con detenimiento no se trata de criterios que deban recibir aplicación ante la
técnica monitoria. Para comenzar, la complejidad del asunto no puede ser una variable válida
puesto que se trata de algo intangible y eminentemente subjetivo. Un asunto de escasa cuantía
puede ser muy complejo, o muy sencillo y, al final, es probable que el justiciable entienda que su
caso es muy sencillo, puesto que ha habido un incumplimiento de las normas que regulan las
relaciones laborales y no se necesita más que una declaración judicial. El procedimiento monitorio
no está diseñado, en su fase inicial, para enjuiciar el mérito de la petición, sino el cumplimiento de
requisitos formales de interposición. La complejidad del asunto no puede aportar nada, puesto
que no es el momento procesal oportuno para valorarlo.

En segundo término, la comparecencia a la etapa administrativa no aporta ningún antecedente


importante para la decisión del asunto. Así, la ley establece claramente los efectos tanto de la
comparecencia, como de la incomparecencia y, en esencia, se encaminan a dilucidar si se podrá
llevar a cabo la instancia de mediación ante la Inspección del Trabajo. No sería justo denegar una
petición al demandante por no comparecer, o hacerla recaer en el hecho que el demandado sí
asistió y, por lo tanto, se rechaza. El comportamiento estratégico prejudicial no debe tener ligazón
con el procedimiento propiamente tal, al final, no participa ningún órgano jurisdiccional y, por lo
tanto, los efectos que produzcan las acciones u omisiones anteriores debieran ser absolutamente
limitados. Lo contrario importaría una limitación excesiva. Ya sostuvimos que no debiese ser una
fase obligatoria, pero hacer depender efectos de la misma parece demasiado.

Por otra parte, el que el demandado haya hecho pagos parciales, pudiera asociarse a que asume
su culpa y además colabora económicamente con la solución del conflicto, pero tampoco
consideramos que se pueda establecer como un criterio útil. El hecho que alguien pague o deje de
pagar antes de la adjudicación judicial no puede determinar una mayor o menor sanción y,
solamente, podrá significar que si existía una resolución judicial que reconoce un crédito al
demandante, este será menor al haberse realizado pagos anteriores. Pero nada más. En otras
palabras, si alguien prepagó seguramente deba menos. Lo contrario significaría entender que
quien no pagó siempre lo hizo con el ánimo de perjudicar a la parte contraria, sin considerar la
posibilidad que quien es demandado, simplemente, no consideraba justo satisfacer montos
económicos derivados de la relación laboral.

En conclusión, abogamos, derechamente, por una suerte de admisión (casi) indiscriminada de las
peticiones que, solamente, se vea censurada cuando no se cumpla con los requisitos de
proposición, o bien, existan elementos de orden público (como la incompetencia del tribunal) que
no permitan acoger de inmediato la pretensión. La técnica monitoria desplaza el contradictorio y
permite que quien se vea perjudicado se defienda.
Modelo simplificado de reclamación ante resolución que acoge la demanda en procedimiento
monitorio

En lo principal: Deduce reclamación ante acogimiento de demanda monitoria

Primer otrosí: Solicita forma de notificación por email que indica

Segundo otrosí: Patrocinio y poder

S.J.L. del Trabajo de Valdivia

Germán David Vallespín Pérez, abogado, en representación, según se acreditará, de la Empresa


Malvada, RUT: 0.000.000, domiciliada para estos efectos en Calle sin nombre, Nº 8, de Valdivia, en
autos caratulados Pérez con Empresa Malvada seguidos por despido injustificado y cobro de
prestaciones, en procedimiento monitorio RIT: M-53-2020, a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo legal para hacerlo y de conformidad al artículo 500 inciso 2º
del Código del Trabajo es que vengo en reclamar respecto de la resolución dictada por US., con
fecha 6 de enero del año 2020, que fuera notificada el día 9 de enero del mismo año y que, en
definitiva, acogió la interposición de la demanda de autos, solicitando que se cite a audiencia única
de conciliación, contestación y prueba.

Por tanto, en virtud del artículo 500 del Código del Trabajo sírvase tener por interpuesta
reclamación en contra de la resolución de fecha 6 de enero de 2020, notificada el día 9 de enero
del mismo año y solicito proceda a fijar día y hora para la realización de la audiencia única de rigor
en la forma que disponen los artículos 500 y siguientes del Código del Trabajo.

Segundo otrosí: solicito que en conformidad a lo dispuesto en el artículo 442 del Código del
Trabajo se sirva ordenar que las notificaciones que se efectúen en lo sucesivo se envíen,
directamente, al correo electrónico: abogado@abogados.cl
Tercer otrosí: Por este acto, vengo en acompañar, con citación, copia de la escritura pública de
fecha 15 de abril de 2015 otorgada ante el Notario Público don Luis Gonzalo Navarrete Villegas,
donde consta mi personería para representar a Empresa Malvada.

Por tanto, solicito se tenga presente.

b) Acoge parcialmente

El artículo 500 del Código del Trabajo no regula específicamente el acogimiento parcial. En este
caso, entonces, algunas peticiones se encuentran en condición de suficientemente fundadas y
otras, por el contrario, no lo están. Nada, salvo una lectura excesivamente literal del precepto,
debiera impedir esta fórmula, ya que tampoco el procedimiento monitorio se caracteriza,
especialmente, por contener una única pretensión.

En este supuesto se abre la posibilidad que ambas partes puedan "reclamar" puesto que serían —
eventualmente— ambas titulares del agravio producido por la falta de correlación entre la
resolución y los intereses de parte. Puede consultarse un ejemplo de una resolución que acoge
parcialmente en la Causa RIT M-394-2020, del 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, con
fecha 19 de febrero de 2020.

c) Rechaza la demanda monitoria

En la versión más clásica del procedimiento monitorio, el juez ante la petición debe acoger o
rechazar. Para que el juez rechace la demanda monitoria en el procedimiento laboral chileno, esta
debiera adolecer de falta de pretensiones fundadas. La principal consecuencia es que, al no
haberse producido cosa juzgada, el demandante deberá observar si desea perseverar en su
intento, reformulando su libelo, en atención a si se encuentra cumplido el plazo de caducidad de la
acción que lo asiste; o, si, por el contrario, desea presentar un reclamo en contra de esa
resolución.

Como ya dijéramos, para que las peticiones se comprendan como fundadas debiera entenderse
que son suficientemente expuestas y argumentadas, sin embargo, lo usual es que los tribunales de
justicia perciban que se trata de peticiones que se acompañan de antecedentes suficientes que
permiten un enjuiciamiento prima facie sobre la plausibilidad o verosimilitud de la pretensión.
Para tomar esta decisión, del mismo modo que para acoger, deberá tener a la vista la complejidad
del supuesto de hecho, la comparecencia a la etapa administrativa y la existencia de pagos
realizados por el demandado. Como narramos en el apartado anterior, no parecen criterios
especialmente acertados para permitir adoptar una decisión.

Sin pretender reiterar lo indicado, lo cierto es que nada dice —y por lo mismo, no parece
razonable rechazar— una demanda monitoria porque el caso es muy complejo; por no asistir a la
conciliación a la Inspección del Trabajo y, menos si cabe, por haber realizado pagos parciales.

En el rechazo de la demanda monitoria, entonces, parece más sencillo comprender que son pautas
que dificultan una operación tan sencilla como rechazar de plano aquellas peticiones que no sean
suficientemente claras y estén razonablemente fundamentadas.

Tomando, otra vez, un ejemplo, la resolución del 2º Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, de
3 de enero de 2020 (M-11-2020), parece asociar la cantidad o la calidad de los antecedentes con la
fundamentación de la petición:

"Que de los antecedentes acompañados por la parte demandante no se estima suficientemente


fundadas sus pretensiones y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 500 del Código del
Trabajo, se resuelve: Que se rechaza la demanda interpuesta (...)".

Fórmulas que se repiten en maneras casi idénticas en otras causas y nos conducen a la misma
reflexión: "Que de los antecedentes acompañados por el actor, se estiman insuficientemente
fundadas sus pretensiones, y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 500 del Código del
Trabajo, se resuelve: Que, SE RECHAZA la demanda en procedimiento monitorio (...)" (Causa Rol
M-6-2020, del 1er Juzgado de Letras del Trabajo de Santiago, 6 de enero de 2020). De hecho, se
trata de la fórmula de estilo que utilizan nuestros tribunales ante el rechazo, reiterándose en
forma casi idéntica en todas las causas.

Ya hemos sido suficientemente enfáticos en proponer que los antecedentes se enjuicien en su


mérito tras la audiencia (si es que esta existe) y, de lo contrario, no se tomen más que los
argumentos que arguye la demanda y no el peso de los documentos que acompaña.

Ante el rechazo de la demanda monitoria, el artículo 500 inciso 2º del Código del Trabajo permite
que quien se sienta perjudicado por la resolución pueda presentar un reclamo. Este hecho en
concordancia con lo que dispone el inciso 5º del mismo artículo 500 determinará que el juez cite a
una audiencia cuyo objeto es, finalmente, resolver el conflicto. Llama la atención que ante un
rechazo se plantee una suerte de recurso de reposición cuya mera interposición permite continuar
adelante con el procedimiento. La ley, sin embargo, es bien clara en el punto "[P]resentada la
reclamación dentro de plazo, el juez citará a las partes a una audiencia única de conciliación,
contestación y prueba (...)".

Modelo simplificado de reclamación ante rechazo

de la demanda en procedimiento monitorio

En lo principal: Deduce reclamación ante rechazo de la demanda monitoria.

S.J.L. del Trabajo de Valdivia

Néstor Garrido Dimas, abogado, por su mandante en autos sobre nulidad de despido, despido
injustificado y cobro de prestaciones, en procedimiento monitorio Rit: M-X-2020, caratulados
"Morillo con Almodóvar", a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo legal para hacerlo y de conformidad al artículo 500 inciso 2º
del Código del Trabajo es que vengo en reclamar respecto de la resolución dictada por US., con
fecha 6 de enero del año 2020, que fuera notificada el día 9 de enero del mismo año y que, en
definitiva, rechazó la interposición de la demanda de autos, solicitando que se cite a audiencia
única de conciliación, contestación y prueba.

Por tanto, en virtud del artículo 500 del Código del Trabajo sírvase tener por interpuesta
reclamación en contra de la resolución de fecha 6 de enero de 2020, notificada el día 9 de enero
del mismo año y proceda a fijar día y hora para la realización de la audiencia única de rigor en la
forma que disponen los artículos 500 y siguientes del Código del Trabajo.

d) Citación a audiencia: la tercera vía que desnaturaliza el monitorio

La técnica monitoria tradicional se caracteriza por que ante una petición un juez acoge o rechaza
de inmediato. Hay una inversión del contradictorio y, de este modo, no habrá procedimiento
propiamente tal hasta que el demandado se defienda, si lo estima oportuno. La pasividad o
contumacia del demandado solamente conduce a que el demandante que ha visto acogida su
pretensión logre la obtención de un título ejecutivo hábil para abrir la vía del cumplimiento. Es
más, ante la oficialidad que rige en el proceso laboral, será el propio tribunal quien disponga los
antecedentes al órgano de cumplimiento.

Sin embargo, el legislador chileno posibilitó una vía alternativa que, paradójicamente, estaría
perjudicando a quien demanda. Habitualmente, el demandante debiese estar caracterizado por
ser la parte débil de la relación contractual y por necesitar, más que nadie un pronunciamiento
fugaz. Lo justo, pareciera, es que si su petición no es suficientemente argumentada, sea declinada
sin más trámite y, al contrario, para que despliegue su virtualidad este procedimiento, el
acogimiento —tras la mera revisión formal— habría de reproducirse como la tónica imperante.

En la práctica, pareciera que hay tribunales que comprenden esta lógica que acoger o rechazar y
otros que prefieren llamar a audiencia. Así, por ejemplo, el 2º Juzgado de Letras del Trabajo de
Santiago (tomando como muestra aleatoria las 30 primeras causas del año 2020) acoge o rechaza
siempre (en este universo). Mientras que, por el contrario, el Juzgado de Letras del Trabajo de
Valparaíso (con la misma muestra de causas) llamó a audiencia en, al menos 13 ocasiones (podría
tratarse de más, puesto que algunas causas están "reservadas" en el sistema de consulta
unificada). Para ello, utilizó mayoritariamente la fórmula: "No existiendo antecedentes suficientes
para emitir pronunciamiento y, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 500 del Código del
Trabajo: Cítese a las partes a audiencia única de conciliación, contestación y prueba, para el día
(...)". Se pueden consultar, en este sentido, las Causas M-1, 3, 6, 7, 9, 14, 19, 23, 24, 25, 26, 27 y
29, todas del Juzgado de Letras del Trabajo de Valparaíso, ya referido.

El artículo 500, por su parte, abre el espacio al mismo efecto que si el demandado se opusiera a la
demanda monitoria. Así, si el juez siente dudas, es decir no termina de comprender si la petición
es fundada o no, puede llamar a una audiencia, que describiremos más adelante.

Adicionalmente, el texto normativo habla de carencia de "antecedentes suficientes" abriendo, más


si cabe la posibilidad de identificar aquella ausencia con el acompañamiento de documentos. Sin
duda, empero, podemos afirmar que, al hablar de antecedentes, se podría continuar entendiendo
que se trata, simplemente, de dichos argumentados.

La única hipótesis, no verificada, por cierto, que se nos ocurre es que haya jueces que sabedores
que la contraria se va a oponer se "adelantan" y llaman a audiencia para darle más agilidad al
procedimiento. Se rompería, de ser correcto, con la forma habitual de funcionamiento de este
instituto y quizá, se estaría beneficiando al demandado.
F) Actitudes del demandado

Pagar o dar razones (Ramos Méndez). Esta máxima es la que persigue el procedimiento monitorio.
Se trata de una técnica cuyo objetivo es alcanzar un cobro más expedito de la deuda, pero que
indirectamente, también, busca una colaboración más activa del deudor. Realmente hay un
cambio de paradigma respecto de los procedimientos decimonónicos que, en términos generales,
han permitido una actitud pasiva del deudor, incluso, tomando su inacción como una contestación
que niega todas las pretensiones y fundamentos de la demandante generando una carga total
para el demandante.

En esta lógica, entonces, el diseño promueve que el demandado pague o bien su oposición, lo sea
porque tiene un motivo de suficiente entidad que, en sí mismo, desvirtúa por completo la petición
monitoria. Adicionalmente, hay que considerar que en general nuestro ordenamiento jurídico no
obliga (más bien carga) a ningún sujeto a defenderse o mantener una posición activa. Pero en este
procedimiento se usa un incentivo: la falta de oposición conduce inexorablemente a que el
acogimiento de la petición se convierta, a todos los efectos, en sentencia firme.

a) Pago

El pago siempre resulta el escenario idóneo para quien se vio obligado a interponer una acción
monitoria atendido el incumplimiento contractual de su empleador. Lamentablemente, no parece
la opción más sencilla de lograr ya que, en rigor, quien no paga no tiene otros incentivos (la ley no
dice nada, por ejemplo, sobre liberarlo de las costas) y ciertamente, tampoco le pasa nada al
demandado que se opone antojadizamente. Como fuere, el pago pone fin al procedimiento y, en
términos más amplios, al conflicto.

En todo caso, se puede apreciar un cambio sustancial en cómo se ha venido entendiendo el


enjuiciamiento hasta el momento. Quien no paga, al menos, deberá oponerse. Decimos al menos,
puesto que hoy en día quizá es una buena opción —desde la óptica del proceso civil clásico—. En
efecto, quien no quiere defenderse en un proceso civil, automáticamente procura para sí la
defensa más perfecta, en tanto que niega todas y cada una de las pretensiones del actor y de
algún modo impide el correcto desarrollo del mismo (Delgado, 2014).

Tampoco dice nada la ley sobre los pagos parciales, pero debiéramos entender que el monitorio
proseguirá por la parte insoluta.
Sin embargo, hay que hacer notar que la falta de pago, no determina —al menos en todos los
casos—, como en el modelo monitorio tradicional, que el acreedor cuente con un título ejecutivo y
pueda solicitar su ejecución. Si bien es cierto que no es la práctica más común, no resulta tan
extraño que, ante el silencio del demandado y su ausencia de pago, llamen a una audiencia que
será tratada con posterioridad.

b) Reclamar (Oponerse)

De forma bien sencilla, la ley contempla que uno de los derechos que asiste al demandado es
"reclamar". Quizá no era la mejor manera de indicarlo, pero se debe entender que el demandado
puede defenderse y, por tanto, refutar lo señalado por el demandante. En rigor, empero, lo que el
demandado puede hacer es mostrar su disconformidad con la resolución que acoge la demanda,
pidiendo que se llame a una audiencia en la que se desarrolle el contradictorio.

La ley no contempla ni la forma, ni el contenido de la reclamación. Se debe deducir que la


reclamación debe cumplir con los requisitos comunes a todo escrito y, a su vez, ha de indicar
claramente que su objetivo es hacer frente al acogimiento de la demanda sin haberse dado
audiencia al demandado. En rigor no se trata de una contestación a la demanda, por lo que no
recibirían aplicación sus menciones.

Este reclamo, siguiendo la técnica monitoria, debiera ser sencillo y como único objeto bastaría con
mostrar el desacuerdo con los dichos de la demanda (en rigor, nuestro Código del Trabajo no exige
aquello) y, del mismo modo, con la resolución que la acogió sin dar audiencia a la parte. Si bien,
como dijimos, la ley es parca en la regulación esto, también tiene un motivo.

Debemos recordar que el demandado ha resultado vencido, al menos provisionalmente, sin ser
oído. En este escenario, el efectivo contrapeso que le otorga la ley es que una mera muestra de
disconformidad, le abre el paso al ejercicio del derecho a la defensa y al juicio justo. No parecería
normal que las causas terminaran sin siquiera otorgar la posibilidad de defensa al demandado y,
esta forma procedimental logra cautelar el factor debido proceso al procedimiento monitorio.

Hubiera sido deseable que se exigiera que esa oposición fuera fundada y que estuviera vinculada a
la audiencia posterior. Lo contrario significa volver a entregarle privilegios al deudor: Es cierto que
no parece razonable acoger una pretensión cuya única base es una demanda; pero, ante el
escenario exigente de la colaboración del demandado, lo más acertado parecería que quien quiera
defenderse lo haga, también, entregando todos sus argumentos desde que se encuentra
notificado y conocedor de un procedimiento en su contra. Se evitarían, además en gran medida,
reclamos meramente dilatorios y se permitiría al demandante llegar en condiciones de igualdad y
sin sorpresas a la audiencia prevista al efecto.

La opción legislativa, empero, es válida y tiene asidero en los modelos de derecho comparado. No
debemos dejar de vista el hecho que la mera petición del actor conducía al acogimiento
automático y, por tanto, parece razonable dejarlo sin efecto del mismo modo, como medio de
buscar una solución del conflicto en igualdad de oportunidades.

El plazo para reclamar es de diez días y determina la generación de una audiencia cuyo objetivo es,
en definitiva, dirimir el asunto que, desde este momento, es controvertido para ambas partes.

Modelo simplificado de reclamación en procedimiento

monitorio

En lo principal: Interpone reclamación respecto de resolución que acoge monitorio; Primer otrosí:
Solicita notificación por email; Segundo otrosí: Personería; Tercer otrosí: Patrocinio y poder.

S.J.L. del Trabajo de Talca

Jesús Carlos García Reich, abogado en representación de Empresa Malvada S.A., domiciliado para
estos efectos en Calle importante, Nº 16, Oficina 44, Valdivia, a US. respetuosamente digo:

Que encontrándome dentro del plazo legal para hacerlo y de conformidad al artículo 500 del
Código del Trabajo es que vengo en deducir reclamo respecto de la resolución dictada por US., con
fecha 3 de enero

del año 2020, que fuera notificada el día 5 de enero del mismo año y que, en definitiva, acogía en
forma inmediata la demanda interpuesta en contra de mi representada y, en consecuencia, a
solicitar que se proceda a fijar día y hora para la celebración de audiencia única de contestación,
conciliación y prueba según lo dispone la legislación vigente.

Por tanto, sírvase tener por interpuesto reclamo en contra de la resolución de fecha 3 de enero de
2020, notificada el día 5 de enero del mismo año y proceda a fijar día y hora para la realización de
la audiencia única de rigor en la forma que dispone el artículo 500 y siguientes del Código del
Trabajo.

Primer otrosí: Sírvase US. tener presente que, en conformidad a lo señalado en el artículo 442 del
Código del Trabajo, solicito que las resoluciones que se dicten en esta causa me sean notificadas al
correo electrónico jesuscarlos@abogado.cl

Segundo otrosí: Solicito a US. tener presente que mi personería consta en copia autorizada de
escritura pública de mandato judicial que se acompaña en este acto, otorgada ante el notario
público Luis Gonzalo Navarrete Villegas.

Tercer otrosí: Sírvase US. tener presente que, en mi calidad de abogado habilitado para el ejercicio
de la profesión, asumiré personalmente el patrocinio y poder en esta causa en representación de
la demandada Empresa Malvada S.A.

c) No hacer nada

Habitualmente, las lecciones de Derecho procesal explican que el demandado puede reaccionar o
no hacer nada. La segunda opción le conduce a constituirse en rebeldía y su actitud se entiende
como una negación genérica de los hechos afirmados por el actor en su demanda. Al demandante
le compete toda la carga del proceso y ha de generar convicción en el juzgador para lograr su
objetivo, de todos modos.

El procedimiento monitorio es una forma de evitar que los deudores sean inactivos y consigan
ventajas procesales y sustanciales derivadas de la protección que el ordenamiento jurídico les
entrega en este punto.

En el procedimiento monitorio laboral no hacer nada significa que la resolución que acogía la
pretensión va a convertirse en una sentencia firme y, por lo tanto, el trabajador tendrá un título
ejecutivo suficiente que le permita perseguir el cumplimiento del mismo.

Pero lo cierto es que la ley tampoco lo contempla literalmente. Lo que sí contempla es que el
demandado que pretenda reclamar deberá hacerlo en el plazo de diez días y contra la reclamación
no procederá recurso alguno. Es decir, se puede inferir que una vez se realiza el acto de oposición,
éste conduce inexorablemente a la audiencia monitoria.
Para refrendar esta interpretación, el artículo 500 indica que a la hora de notificar la resolución
recaída ante la demanda se informará de los efectos que produce la ausencia de reclamo o su
presentación extemporánea. No lo detalla, pero si la primera resolución acogía la pretensión, lo
que lógicamente debe suceder es que esa resolución se convierta en firme.

Típicamente, las resoluciones que acogen dirán algo parecido a lo señalado en la Causa Rol M-8-
2020, del Juzgado de Letras de Concepción: "Se advierte a las partes que sólo podrán reclamar de
esta resolución dentro del plazo de DIEZ días hábiles contados desde su notificación. En caso de no
presentarse reclamación en contra de esta resolución o la presentación extemporánea de la
misma, hará que la presente adquiera el carácter de sentencia definitiva para todos los efectos
legales".

Se perfecciona el instrumento monitorio, de esta manera, y como observamos al demandado se le


exige su colaboración con el procedimiento o, en forma casi inmediata, se ve sometido a un
pronunciamiento judicial de fondo que acoge una petición en su contra.

Lo que va a suceder, entonces, es que habitualmente los tribunales certificarán el hecho de no


haberse interpuesto reclamación dentro del plazo de diez días y se certificará, también, que la
resolución que había acogido la petición principal adquiere el carácter de sentencia definitiva
ejecutoriada, para todos los efectos.

En el mismo ejemplo recién expuesto (Causa Rol M-8-2020, del Juzgado de Letras de Concepción)
con fecha 19 de febrero de 2020, se dictó la siguiente certificación por el Jefe de la Unidad de
Causas: "CERTIFICO: Que la resolución de fecha 9 de enero de 2020 de la presente causa se
encuentra firme o ejecutoriada, por no constar en el sistema informático de tramitación de causas
laborales SITLA, presentación de reclamación en contra de esta resolución dentro del plazo de diez
días hábiles contado desde su notificación, adquiriendo el carácter de sentencia definitiva
ejecutoriada para todos los efectos legales".

G) El contradictorio en el procedimiento monitorio: audiencia única

Cumpliéndose con el ámbito de aplicación y ante la demanda monitoria una de las opciones que
puede darse es que el juez cite a audiencia. Esto sucederá, en primer lugar, cuando considere que
la petición principal adolece de falta de antecedentes suficientes, es decir, si es que el órgano
jurisdiccional considera que no puede formar su convicción por lo expuesto en el libelo. Ya hemos
explicado los motivos que desaconsejan esta forma de plantearlo que, en síntesis, se resumen en
que el tribunal no ha de formar su convicción, sino observar si la demanda está suficientemente
fundada.

Este primer escenario, sin embargo, desnaturaliza la técnica monitoria. Es evidente que el
acogimiento inmediato de la pretensión siempre lo será "a ciegas". De hecho, así se establece por
el legislador, recogiendo una tradicional fórmula del derecho comparado. Por lo tanto, las
opciones debieran ser solamente dos: o bien se acoge, o bien se rechaza. Lo contrario, conduce a
un extraño: se abre una audiencia por una petición que no es lo suficientemente fundada y, en ese
contexto, tampoco el demandado va a poder defenderse con todas las garantías, si es que acude a
una instancia de discusión en que las peticiones no son claras o fundamentadas.

Se produce una distorsión que no termina de comprenderse, porque el no rechazar, pero no


acoger deja un escenario de incertidumbre sobre el objeto de debate que no parece poder ser
subsanado. El actor, quizá hubiera preferido que se rechace su pretensión para rehacerla y el
demandado no va a comprender cómo una petición que no está suficientemente fundada
continúa siendo tramitada. Por eso, apegándose a la tradición, parece que esta vía no debiese
adoptarse en ningún caso. La práctica forense nos enseña que se trata de una opción muy
recurrente en algunos tribunales (no en todos, por descontado).

El segundo supuesto en que pudiéramos llegar a audiencia es aquel que se abre tras la oposición
(reclamo) del deudor. Como ya señalamos, en este caso sí parece de sentido común abrir una
etapa de discusión. Lamentablemente, como al demandado le basta con realizar una oposición
meramente formal, pudiera ser que el demandante no sepa con qué argumentos llega el
requerido a esa audiencia, siendo que el actor debiera adelantar sus mejores argumentos, so
riesgo de ser rechazada su petición inicial.

Esta diferencia que conduce al mismo resultado (audiencia) tiene, a su vez, una consecuencia
práctica respecto de los plazos de celebración de la instancia oral. Así, en el primer caso —aquel
en el que el tribunal cita por no encontrarse del todo convencido— se fijará agendamiento para
una fecha dentro de los veinte días siguientes a la fecha de la resolución, debiendo mediar entre la
notificación y la celebración de la audiencia, al menos cinco días. En la segunda hipótesis —
llamado a audiencia motivado por reclamo— el plazo para que se lleve a cabo la audiencia única
estará dentro de los quince días siguientes a la interposición del reclamo.

En tercer lugar, a esta audiencia —como se explicó— pudiera llegarse fruto de la reclamación que
interpone el demandante al ver cómo su petición resulta rechazada. También resulta algo confuso,
puesto que, si su interposición no es suficientemente fundada, el rechazo podría ser recurrible,
pero no parece que lo más idóneo sea abrir una audiencia precedida de una petición poco clara.

La audiencia que el legislador contempla se caracteriza por desarrollar, especialmente, las


instancias de conciliación, contestación y prueba.

a) Conciliación

Pareciera que el orden lógico de la audiencia no está bien definido en nuestro Código del Trabajo.
Así, lo normal, a todas luces, es que la instancia de conciliación se practique después de haberse
desarrollado la contestación de la demanda, es decir finalizado el periodo de discusión.

Realizar la actividad tal y como está prevista en la ley debe conducir a un imposible. Nadie querrá
atender a las bases que proponga el juez, si no es habiendo mostrado sus argumentos y habiendo
revisado los de la contraria. Es más, ningún juez puede realizar propuestas de superación de los
nudos críticos de relevancia jurídica, si no es con un dibujo de los principales sustentos de cada
parte. Tal y como está redactada la norma, obliga al juez a proponer soluciones colaborativas en
que solo dispone de la información aportada por una parte. Si a esto le unimos el hecho de arribar
a esta instancia por las dudas generadas en el libelo introductorio de instancia, parece un absoluto
despropósito.

Sin pretender desarrollar, entonces, algo singular que caracterice a esta instancia conciliatoria,
solamente, podemos reivindicar que ella se lleve a cabo después de oído el demandado.

b) Contestación

Siguiendo con lo expuesto, lo primero que debiese producirse en esta audiencia es la contestación.
Para lograr una mejor igualdad de oportunidades y evitar que se rebasen los límites de la buena fe,
lo cierto es que esta contestación debiera guardar estrecha relación con el "reclamo" ya explicado.
La ley, sin embargo, permite simplemente reclamar sin dar motivos.

No parece del todo justo que el demandado pueda guardar sus argumentos para una audiencia
que, en esta lógica, puede convertirse en toda una sorpresa. Adicionalmente, las partes pueden
llegar con una posición negocial más acabada, si conocen de antemano las posiciones de la
contraria y, sin duda, el juez podrá realizar una actividad conciliatoria de mayor calidad siempre y
cuando esté empapado de los detalles de la discusión con anterioridad a la celebración de una
vista oral.

Pero lo cierto, es que nada de esto contempla nuestro ordenamiento procesal y, entonces, la
contestación es un hito que se desarrolla en forma oral y en el marco de esta audiencia que está
destinada a ventilar el grueso del procedimiento, en el menor tiempo posible.

c) Prueba

Este tema podría ser uno de los más complejos. Si como pareciera, los asuntos son de escasa
complejidad jurídica y existe un sistema de libre valoración que permite adquirir sencillamente la
construcción fáctica, entonces el resultado será fácil; pero si, por el contrario, la petición es clara,
pero la demostración de la misma no es tan sencilla, no parece que se vaya a dar una instancia
probatoria tan desprovista de complejidades.

Como fuere, y aunque la ley no lo recoge específicamente, en esta audiencia deberá realizarse una
fase de proposición, admisión e incorporación de la prueba. Volvemos a insistir en lo deseable que
hubiera sido que el legislador vinculase esta instancia a los escritos en que las partes construyen
su teoría del caso. De este modo, se promovería una mejor comunicación en la audiencia; se
promovería de mejor manera el acto de conciliación; se acudiría en una posición estratégica más
apegada a la realidad y, en definitiva, se mejoraría la calidad del enjuiciamiento y solución del
conflicto. Esta medida, adicionalmente, requiere que los jueces acudan absolutamente informados
de la causa, lo contrario ofrece una justicia que no tiene ningún sentido.

Al no regularse nada específicamente hay que entender que se permite todo medio de prueba que
cumpla, a juicio del tribunal, con ostentar la calidad y pertinencia suficientes para generar
convicción en el órgano jurisdiccional. Procedimentalmente, se deben seguir las reglas generales.

d) Reglas generales aplicables en la audiencia única

Las partes deberán comparecer provistas de todos los medios de prueba de los que dispongan.
Esta regla se condice con lo señalado en el apartado precedente, sobre prueba, ya que en esa
instancia oral se van a desarrollar todas las actividades tradicionales por las que deambula el
procedimiento probatorio.
Además, en caso de comparecer por mandatario, este debe asistir revestido específicamente de la
facultad de transigir. Del mismo modo que en el supuesto anterior, también se trata de una regla
coherente atendido que se va a llevar a cabo una oportunidad conciliatoria que podría requerir de
la expresión de consentimiento como medio de poner, tempranamente, fin al conflicto.

Finalmente, hay que tener presente que la audiencia se llevará a efecto siempre que una de las
partes comparezca. Como venimos sosteniendo, se requiere una colaboración activa con el
proceso y, por este motivo, la inasistencia no suspenderá, ni dilatará per se el desarrollo del
procedimiento, sino que acarreará la pérdida de la oportunidad de defenderse cabalmente en
juicio.

H) Sentencia monitoria

Otro de los aspectos que llaman la atención del operador jurídico, es la imposibilidad de
inteligencia de la sentencia monitoria. En efecto, tras remitirse a la normativa general, el artículo
501 CT prescribe que la sentencia no deberá contener ni la síntesis de los hechos y alegaciones de
las partes, ni el análisis de toda la prueba rendida, los hechos que se consideren probados y el
razonamiento para llegar a esa conclusión.

En otras palabras, la sentencia solamente va a indicar el lugar y fecha, la individualización de las


partes, la resolución del caso y las sumas a pagar y, finalmente, la regulación de las costas.

Esta sentencia no permite saber a su destinatario los motivos que condujeron a adoptar una
decisión y producen la ignorancia o indefensión de quien la debe cumplir.

Si sumamos este hecho a lo restrictivo que ha resultado el régimen recursivo, lo cierto es que nos
encontramos con procedimientos monitorios que casi, inexorablemente, nos conducen a la
fórmula del one shot de enjuiciamiento. El procedimiento era fugaz, quizá en este hito de
relevancia capital valía la pena tomarse un tiempo para completar una resolución judicial más
tradicional y que permitiera entender la decisión.

Por este motivo, en otro momento propusimos que se entienda que en la audiencia se dicte el
veredicto y la sentencia posterior y por escrito contenga todas las menciones que la caracterizan
como tal (Delgado, Palomo y Acevedo, 2019). También constatamos allí que, afortunadamente, los
tribunales de justicia suelen entregar los motivos que condujeron a la toma de su decisión.
I) Recursos en contra de la sentencia monitoria

La sentencia emanada de un procedimiento monitorio accede, por prescripción del art. 502 CT, a
todo el régimen recursivo existente. En términos generales, al tratarse de una sentencia definitiva
—por definición— le corresponderá, en lo inmediato, el recurso de nulidad. Podríamos, si se
quiere decir así, descartar de inmediato el recurso de apelación por no condecirse la naturaleza
jurídica de la resolución con el objeto de la apelación laboral.

Por otra parte, si bien la ley indica que las resoluciones no podrán acceder al recurso de
unificación de jurisprudencia, lo cierto es que una correcta inteligencia de este pasaje no puede
sino conducirnos a reivindicar el acceso de estas causas a aquel instrumento.

El recurso de unificación de jurisprudencia es un excelente medio de otorgar uniformidad al


ordenamiento jurídico. Por lo que no parece deseable vetar el acceso a una carga significativa del
sistema que bordea el 30% del total de las causas.

Para sostener una interpretación respetuosa de la legislación positiva, debiéramos considerar que
la sentencia monitoria no podría acceder "directamente" al conocimiento y fallo de la Corte
Suprema, pues nuestro sistema procesal no prevé, en este caso, una casación bastarda; pero, el
artículo 483 CT permite que se promueva el recurso de unificación de jurisprudencia contra la
resolución que falla el recurso de nulidad. De este modo, si una sentencia monitoria obtiene un
fallo en el contexto de aquel recurso que se tramita ante las Cortes de Apelaciones, no debiese
impedirse su acceso, eventual, a la Corte Suprema, siempre que se den las condiciones de
admisibilidad para que aquello suceda.

Si el verdadero objetivo de la unificación es permitir cumplir con una mayor igualdad en la


aplicación judicial de la ley, permitir que se unifique en aquellas materias es un objetivo deseable.

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