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Los calamares del niño

Arturo Pérez-Reverte

1 Hay criaturas por las que no lloraré cuando suenen las trompetas del Juicio. Niños
que anuncian desde muy temprano lo que serán de mayores. A veces uno está paseando,
o sentado en una terraza, y los ve pasar apuntando en agraz maneras inequívocas.
Adivinados en ellos la inevitable maruja de sobremesa televisiva -ayer vi reconciliarse a
5 dos hermanas en directo y eché literalmente la pota- o la viril mala bestia correspondiente.
Dirán ustedes que ellos no tienen la culpa, etcétera. Que los padres, la sociedad y todo eso
los malean, y tal. Pero qué quieren que diga. En cuestiones de culpa, denle tiempo a un
niño y también él tendrá su cuota propia, como la tenemos todos. Sólo es cuestión de
plazos. De que se cumplan los pasos y rituales que se tienen que cumplir.
10 El zagal que veo en el restaurante tiene nueve o diez años, que ya va siendo edad,
y se parece al padre, sentado a su vera: moreno, grandote y vulgar de modos y maneras.
La madre pertenece al mismo registro. Todos visten ropa cara, por cierto. Colorida y
vistosa. Sobre todo, la madre, una especie de Raquel Mosquera vestida de Paulina Rubio
y con toquecitos de Belén Esteban en el maquillaje y en la parla. La familia ocupa una
15 mesa contigua a la mía, junto al gran ventanal de un restaurante popular de Calpe, situado
junto al puerto. Y al niño acaban de traerle calamares a la romana. De no ser porque su
cháchara maleducada, chillona e interminable, a la que asisto impotente desde hace veinte
minutos, ya me tiene sobre aviso, la manera en que ahora maneja el tenedor me dejaría
boquiabierto. El pequeño cabrón -nueve o diez años, insisto- agarra el cubierto al revés,
20 con toda la mano cerrada, y clava los calamares a golpes sonoros sobre el plato, como si
los apuñalara. Observo discretamente al padre: mastica impasible, bovino, observando
satisfecho el buen apetito de su hijo. Luego observo a la madre: tiene la nariz hundida en
el plato, perdida en sus pensamientos. Tampoco sería difícil, me digo, con la edad que
tiene ya su puto vástago, enseñarle a manejar cuchara, cuchillo y tenedor. Pero, tras un
25 vistazo detenido al careto del progenitor, comprendo que, para hacer que un hijo maneje
correctamente los cubiertos, primero es necesario creer en la necesidad de manejar
correctamente los cubiertos. Y por la expresión cenutria del fulano, por su manera de estar,
de mirar alrededor y de dirigirse a su mujer cuando le habla, tal afán no debe de hallarse
entre las prioridades urgentes de su vida. En cuanto a la madre, cómo maneje el crío los
30 cubiertos, o cómo los manejen el padre o el vecino de la mesa de al lado, parece importarle
literalmente un huevo.
Tras un eructo infantil jaleado con suma hilaridad por el conjunto familiar -después
de reír, eso sí, el papi parece amonestarlo en voz baja, a lo que la criatura responde sacando
la lengua y poniendo ojos bizcos- llega la paella. Y, tras deleitar al respetable con el uso
35 del tenedor, el indeseable enano exhibe ahora su virtuosismo en el manejo de la cuchara
agarrada con toda la mano exactamente junto a la cazoleta, alternando la cosa con tragos
sonoros del vaso de coca cola sujeto con ambas manos y vuelto a dejar sobre la mesa con
los correspondientes granos de arroz adheridos al vidrio. Tan maleducado, tan grosero
como el padre y la madre que lo parieron. Y así continúa el dulce infante, a lo suyo, camino
40 de los postres, en esa deliciosa escena española de fin de semana, una familia más, media,
entrañable, con su hipoteca, y su tele, y su coche aparcado en la puerta, como todo el
mundo. Y yo, que gracias a Dios he terminado, pido mi cuenta, la pago y me levanto
mientras pienso que ojalá caiga un rayo y los parta a los tres, y les socarre la paella. Y
ustedes dirán: vaya con el gruñón del Reverte, a ver qué le importará a él que el niño se
45 coma los calamares así o asá, peazo malaje. A él qué le va ni le viene. Pero es que no estoy
pensando en la paella, ni en el restaurante, ni en los golpes del tenedor sobre los calamares.
Aunque también. Lo que pienso, lo que me temo, es que dentro de unos años ese pequeño
hijo de puta será funcionario de Ayuntamiento, o guardia civil de Tráfico, o general del
Ejército, o empleado de El Corte Inglés, o juez, o fontanero, o político, o ministro de
Cultura, o redactor del estatuto de la nación murciana; y con las mismas maneras con las
que ahora se comporta en la mesa, cuando yo caiga en sus manos me va a joder vivo. Por
eso hoy me cisco en sus muertos más frescos. ¿Comprenden? En defensa propia.

Vocabulario
En agraz loc. adv. Antes de sazón (oportunamente) y tiempo.
Maruja Hipocorístico del nombre propio: María. f. despect. coloq. Ama de casa de bajo
nivel cultural
Echar la pota Expresión de jerga juvenil que significa “vomitar”
Malear Pervertir a alguien con la mala compañía y costumbres
Zagal Muchacho que ha llegado a la adolescencia. En el texto es persona joven.
Toquecitos Diminutivo de “toques”
Parla Coloq. Verbosidad insustancial
Cháchara f. coloq. Abundancia de palabras inútiles
Chillona adj. coloq. Que chilla mucho. U. t. como sustantivo
Cabrón adj. coloq. Dicho de una persona, de un animal o de una cosa: Que hace malas
pasadas o resulta molesto. U. t. como sustantivo (aquí sustantivo)
Agarra coloquial “coge, toma”
Puto adj. usado como calificación denigratoria
Careto masc. coloq. Cara, rostro, jeta
Progenitor m. y f. Pariente en línea recta ascendente de una persona
cenutria adj. expresión lerda, estúpida
Fulano m. y f. Con referencia a una persona determinada, usado en sentido despectivo
Prioridades f. Anterioridad de algo respecto de otra cosa, en tiempo o en orden
Importar un Expresión de jerga juvenil que significa “Importar nada”
huevo
Jaleado Animado con palmadas, ademanes y expresiones
Hilaridad f. Risa y algazara que excita en una reunión lo que se ve o se oye
Papi Afectivo de “padre”
Amonestar tr. Advertir, prevenir, reprender.
Deleitar tr. Producir deleite (placer). U. t. c. prnl.
Respetable U. más como coloq. “público”
Virtuosismo m. Perfección en cualquier arte o técnica.
Cosa Palabra comodín
Adherir tr. Pegar algo a otra cosa
Parir En este contexto no tiene sentido, es una expresión coloquial
Infante m. y f. Niño que aún no ha llegado a la edad de siete años.
Tele Apócope de “televisión” coloquialismo
Caer un rayo / exprs. coloqs. U. como amenaza.
Partir un rayo
Gruñón adj. coloq. Que gruñe con frecuencia
Asá Vulgarismo en la expresión “así o asá”
Peazo Vulgarismo, supresión de consonante intervocálica -d-: “Pedazo”
Malaje adj. Andalucía. Dicho de una persona: Desagradable, que tiene mala sombra

Qué le va ni le expresión coloquial: qué le importa


viene
Hijo de puta Expresión malsonante, usada como insulto denigrante.
Ir a joder Expresión de jerga juvenil que significa “Ir a fastidiar
Circarse en los prnl. Soltarse o evacuarse el vientre –en los muertos de alguien- expresión
muertos de sumamente denigrante.
alguien
1. Dicho de un nombre: Que, en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación
cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Pepe, Charo
2. Lenguaje especial y familiar que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios, como los
toreros, los estudiantes, etc.

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