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Artículo de Divulgación en Comunicación
Artículo de Divulgación en Comunicación
(ARTÍCULO DE DIVULGACIÓN)
Profesor: Alumna:
C.I: 29.697.503
Telf. 0412-022-69-07
Correo: riczacorvo@gmail.com
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EL SACERDOCIO Y EL MATRIMONIO; SACRAMENTOS QUE DEBEMOS
CONOCER
Apóstol es una palabra griega y significa enviado. Y el primer enviado es Jesucristo ya que
Él mismo recibió la primera Misión, el primer mandato apostólico de parte de su Padre
divino. Él debía venir a este mundo, introducirse en nuestra historia, para proclamar la
cercanía y la llegada del Reino de Dios. Y después él envía, a los doce apóstoles y les dará
el mandato definitivo “por todo el mundo, anunciad el evangelio a toda la creación”. Será el
cumplimiento de aquella palabra del Señor y esta es la meta de toda la iglesia. Su misión es
anunciar la cercanía del Reino de Dios, y lo hace sobre todo por medio de la jerarquía, el
Papa y los Obispos, que son los sucesores de los apóstoles. También corresponde a todo el
pueblo de Dios; deber que nace en el Bautismo, misión que después se nos entregó en la
Confirmación.
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Ser apóstol es hacer crecer la Iglesia conquistando nuevos miembros, a su vez, conducir a
sus miembros actuales a mayor plenitud espiritual. Ser apóstol es serlo no sólo con la
palabra, sino con la vida, con el ejemplo. Todos tenemos anhelos y sentimos interés por el
bien espiritual de los demás, en especial de nuestros seres queridos, parientes, compañeros
de trabajo y de comunidad. Siguiendo a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, las
misioneras y misioneros se disponen a vivir y transmitir el Evangelio, con el sacrificio de
su vida y de su fama, fieles al mayor testimonio de amor.
La misión del sacerdote se dirige a que toda la humanidad se convierta en Eucaristía, acción
de gracias y alabanza, culto a Dios y caridad hacia el prójimo. El Concilio Vaticano II ha
renovado profundamente la teología del sacerdocio al situarla dentro de la Iglesia como
pueblo sacerdotal. El Concilio considera toda la dimensión sacerdotal del Pueblo de Dios, y
más específicamente del sacerdocio ministerial, como participación del sacerdocio de
Cristo, de su consagración y misión.
El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una
oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu
Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental
indeleble. La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones bautizados,
cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la
autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir
la ordenación. En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es
conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato
y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el
servicio de los hombres. Corresponde a los obispos conferir el sacramento del Orden en los
tres grados.
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Efectos del sacramento del Orden
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ESPIRITUALIDAD E IDENTIDAD SACERDOTAL Y LAICOS CONSAGRADOS
AL SERVICIO DE LA IGLESIA
“La vocación apostólica es encuentro con Cristo para prolongar sumisión” (Mc 3,14; Jn
20,21). Como Jesús, el sacerdote ministro es ungido y enviado por el Espíritu Santo «para
evangelizar a los pobres». Ha sido llamado para anunciar la alegre noticia (evangelizar) de
la salvación en Cristo, hacer llegar como primer anuncio el mensaje de Cristo a los que
todavía no lo han oído, dar testimonio del hecho salvífico de la muerte y resurrección de
Cristo.
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El Sacerdocio
Ser «instrumento vivo de Cristo» indica una eficacia y una transparencia, de modo parecido
a cómo toda la Iglesia es sacramento, es decir, signo transparente y portador de Cristo. Las
perspectivas o dimensiones de dicha identidad se plantean en:
Las diversas analogías empleadas por Jesús para indicar su propia realidad se pueden
resumir en su ser, obrar y vivencia, las cuales corresponden a una realidad profunda que
forman parte de los signos del Buen Pastor.
- Obra como Buen Pastor: anuncia la Buena Nueva, se acerca a cada ser humano
para caminar con él y para salvarlo integralmente.
- Vive hondamente el estilo de vida de Buen Pastor
- Las actitudes internas de Cristo Buen Pastor arrancan de su ser y se expresan en su
obrar comprometido. Su interioridad (espíritu o espiritualidad) es su camino o vida
de donación total:
- Amor al Padre en el Espíritu Santo
- Amor a los hermanos
- Dándose a sí mismo en sacrificio.
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Fisonomía y Virtudes concretas del Buen Pastor
Cristo eligió a los Apóstoles para prolongar en ellos de modo peculiar su realidad
sacerdotal. Bajo esta idea y realidad la vida de los Apóstoles se concreta en el seguimiento
evangélico de Cristo para ser fieles a su misión. Los elementos esenciales de la vida
evangélica de los Apóstoles son:
Las virtudes concretas delinean la fisonomía del Buen Pastor y enraízan en la caridad
pastoral:
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Vocación y Formación Sacerdotal. Señales de vocación sacerdotal
En toda vocación sacerdotal, hay que ver si el posible vocacionado se orienta hacia la
oración de amistad con Cristo y de mediación, el sentido y amor a la Iglesia, el seguimiento
radical del Buen Pastor (pobreza, obediencia, castidad), espíritu comunitario y
disponibilidad.
La pastoral de las vocaciones sacerdotales tiene principalmente dos etapas: una preliminar
en la misma comunidad eclesial y en el Seminario o casa de formación. La formación
vocacional empieza en la familia, luego en el Seminario, dónde los candidatos reciben la
formación integral. El enfoque pastoral de la formación para el sacerdocio abarca todos los
aspectos de la vida del Seminario:
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- Intelectual y cultural: se centra en el conocimiento y la vivencia del misterio de
Cristo, con la capacidad de la inculturación en las nuevas situaciones de la sociedad.
- Era un gesto de bendición; “los patriarcas imponían las manos a sus hijos como un
eficaz augurio para invocar sobre ellos todo bien” (cf Gén 48,14)
- Los sacerdotes imponían las manos sobre el pueblo para bendecirlo; después de su
consagración sacerdotal
- La imposición de las manos era un gesto de identificación; “los sacerdotes imponían
las manos sobre el animal destinado al sacrificio” (cf Ex 29,10; Lev 3,2.8; 4,4).
- Era el gesto de la concesión de un cargo; “El Señor respondió a Moisés: `Toma a
Josué…, pon tu mano sobre él… y le comunicarás parte de tu autoridad, para que le
preste obediencia toda la comunidad de los hijos de Israel’ “ (Núm 27,18-20).
“Josué estaba lleno del espíritu de sabiduría porque Moisés le había impuesto las
manos. A él obedecieron los hijos de Israel” (Dt 34,9). Aquí el gesto significa la
transmisión de la propia tarea y, al tiempo, la habilitación para llevarla a cabo
mediante el don del Espíritu de Dios.
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En el Nuevo Testamento las imposiciones de las manos se mantienen.
- Jesús imponía las manos sobre los enfermos como signo, junto con su palabra llena
de autoridad de curación (cf Mt 9,18; Mc 6,5; Lc 13,13).
- Jesús impuso las manos como signo de bendición a sus discípulos en el momento de
subir al cielo; “Y alzando las manos los bendijo. Y mientras se alejaba de ellos e iba
subiendo al cielo” (Lc 24,50-51).
- La imposición de las manos de los apóstoles está ligada a los ritos de iniciación
cristiana como signo del don del Espíritu Santo; a los nuevos creyentes los apóstoles
“les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo” (He 8,17).
El Diaconado en la Iglesia
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PRINCIPIO BÍBLICO DEL MATRIMONIO
Para los cristianos el matrimonio es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo, es
el origen y fundamento de la familia, sobre la que se edifica la Iglesia. La teología del
matrimonio estudia el designio salvador de Dios, en orden a descubrir el estilo de vida que
corresponde a los casados. El amor del hombre y la mujer, por el cual existe el matrimonio,
tiene su origen en el don de Cristo por la Iglesia, representa la calidad de signo y así es
cumplido interiormente por el don de Jesús a nosotros y el compromiso de Dios con los
hombres. Fundamentalmente, el matrimonio consiste en una relación interpersonal, que
lleva consigo derechos y deberes recíprocos, propios y exclusivos entre los esposos.
Dependiendo de la cultura y la religión, el matrimonio podía ser monógamo o polígama;
como en la tradición oriental.
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Sociedad Occidental: Los primeros datos sobre el matrimonio, se ven en la cultura
de Mesopotamia, para el año 4.000 a.C , en una tablilla se deja constancia del pacto
entre un hombre y una mujer, donde se definiéndose los derechos y deberes.
Posteriormente en la Edad Antigua, el enlace matrimonial era un contrato privado
entre el suegro y el yerno, donde se definían los intereses entre cónyuges. En los
siglos posteriores se da la supremacía masculina, estableciéndose roles en la pareja:
la esposa será la “la ama de casa” y el marido “proveedor” para la subsistencia
familiar. El matrimonio supone un trabajo en equipo para crear una familia y con
ello mejorar las condiciones de vida.
Siglo XVIII: La ley inglesa desposeía a todas las mujeres de sus posesiones cuando
contraían matrimonio, sin embargo, todo cambia a mediados del siglo XIX con el
Romanticismo y la revolución industrial, cuando aparecen los primeros
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movimientos liderados por mujeres, que reivindican su derecho a decidir, y que
cambiarán para siempre la percepción del matrimonio.
El Significado de la Sexualidad
Se entiende como sexualidad a las conductas, deseos y actitudes de una persona relacionado
con la intimidad física, no es algo puramente biológico, mira a la vez al núcleo íntimo de la
persona; feminidad y masculinidad son dones complementarios, en cuya virtud la
sexualidad humana es parte integral de la capacidad de amar que Dios ha inscrito. «La
sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de
manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano».
Esta capacidad de amar como don tiene su «encarnación» en el carácter esponsal del
cuerpo, «El cuerpo humano, visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de
fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye el atributo
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«esponsalicio», la capacidad de expresar los sentimientos, el amor que se siente hacia el
otro.
La sexualidad es una dimensión constitutiva del ser humano, pertenece al ser de la persona
humana en la totalidad unificada cuerpo – espíritu. En este sentido, la sexualidad es una
dimensión de toda la persona y da vida a cada uno de los rasgos principales que la
distinguen; en el plano físico, psicológico y espiritual. Su educación se da de manera
explícita e implícita, forma parte del desempeño de la vida, desde el cuidado y la atención
de uno mismo y el de los demás. La sexualidad se manifiesta como una dimensión
fundamental, al estar íntimamente relacionada con la afectividad, la capacidad de amar y la
aptitud para relacionarse; pertenece al ser humano, a su desarrollo, evolución y la creación
de la existencia misma.
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personas, del sexo opuesto, que tienen como finalidad formar una familia, sin embargo con
el trascurrir de los tiempos la sociedad ha buscado introducir el matrimonio entre personas
del mismo sexo; cuestión que hoy en día se debate, diversos países han buscado la forma de
incluir o permitir legalmente este tipo de matrimonios, a pesar de que aún no es aceptable o
tolerado en su totalidad, ya que persiste la idea tradicional, donde un matrimonio está
conformado por un hombre y una mujer.
EL RELATO DE LA CREACIÓN
La creación de Adán y Eva fue el punto culminante de la Creación, según el libro del
Génesis, Capítulo I, Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las
fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo». Y Dios creó al
hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo,
diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los
peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». Se
hace referencia a la unión y procreación entre hombre y mujer, como lo aceptable y
designado por naturaleza.
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Nuevo Testamento
Matrimonio y Redención
El matrimonio católico es uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley, San Pablo lo llama
grande sacramento. Por eso dice el apóstol, dejará el hombre a su padre y a su madre y se
juntará con su mujer, y serán dos en una carne. Por el sacramento del matrimonio el hombre
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cristiano ha sido sacrificado y convertido en altar, donde los esposos hasta el fin de la vida
han de ofrecer a Dios el sacrificio de las más nobles y austeras virtudes.
Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres
para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. La celebración
del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa
Misa. En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió
para siempre a la Iglesia, donde los esposos sellan su consentimiento en darse el uno al otro
mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia.
El matrimonio constituye una “íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el
Creador y provista de leyes propias”. Por la unión de los esposos se realiza el doble fin del
matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de la vida, ambas significaciones no se
pueden separar, ya que son valores del matrimonio, no alteran la vida espiritual de los
cónyuges ni comprometen los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia. Así el
amor conyugal del hombre y de la mujer queda situado bajo la doble exigencia de la
fidelidad y la fecundidad. La unión y la procreación, hoy en día parecen una decisión
propia e independiente, forma parte de la unión matrimonial y de la vida en familiar,
principios que resultan totalmente aceptables en la sociedad.
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inocencia y desbordante alegría, que luego daría paso a la «dureza de corazón» en la que se
hicieron indispensables las reglas. El Génesis (1, 28) establece que la función del
matrimonio debe ser la fecundidad, el medio de asegurar la descendencia: «Procread y
multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las
aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra». Su
propósito principal es la comunión, compañerismo, ayuda y consuelo mutuo, es crear un
hogar estable en el que los hijos puedan crecer y desarrollarse, en un ambiente donde se
siga el buen ejemplo de valores y creencias correctas, solo se imparta la sabiduría y el amor
de Dios.
Cuando Dios creó a la primera pareja, lo hizo en un ambiente ideal: hombre y mujer
capacitados física, emocional y espiritualmente; un ambiente perfecto, con transparencia de
vida, seguridad y admiración. Ambos en una comunión perfecta con su Creador y con
propósitos claros: reproducirse, cultivar el Edén, gobernar sobre toda criatura. Siendo el
ideal original, vivir en familia con fe, obediencia, humildad y amor, hacia Dios nuestro
creador. La unión matrimonial de un hombre y una mujer es el reflejo de la unión de Cristo
con la Iglesia, la cual es, en principio, indisoluble, pues son “una sola carne” y “un mismo
espíritu”. Es una unión “hasta que la muerte los separe”, y el Señor advierte que “lo que él
ha unido ningún hombre se atreva a separar” (Mateo 19.4-6).
Según la formación civil, la finalidad del matrimonio es muy similar al religioso, en esta se
establece el vivir juntos, procrear, y asistirse mutuamente. Con el debido respeto de
convivencia, el hogar común debe ser determinado libre, sin embargo, la procreación, no es
una obligatoria, pues hoy en día puede haber matrimonios sin hijos, ya que no es un
requisito primordial de la unión, es una decisión voluntaria y consensuada entre ambos
esposos, donde deben existir las capacidades, voluntad y el deseo de traer un niño al
mundo.
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Según Jesús los bienes fundamentales del matrimonio “desde el principio”, son la
fidelidad, la unidad, indisolubilidad y la donación total al otro para ser con Dios. El amor
es el fundamento de todo y el primer bien del matrimonio, se define como comunidad de
vida y amor. Es una alianza de amor por la que los esposos se dan y se reciben con una
aceptación incondicional. El modelo del matrimonio es “la unión inefable, el amor
fidelísimo y la entrega irrevocable de Jesucristo, el esposo, a su esposa la Iglesia”. A las
propiedades fundamentales se unen otros bienes del matrimonio como la procreación y
educación de los hijos, la complementariedad y el bien de los cónyuges.
San Agustín Agustín expone que todos los bienes como bienes del matrimonio: la prole, la
fidelidad y el vínculo indisoluble.
Proles (la prole): los hijos son la corona del matrimonio, enriquecen la personalidad
de los cónyuges, y aumentan el Pueblo de Dios (la Iglesia).
Fides (la fidelidad): la fidelidad conyugal mantiene la exclusividad del amor entre
los dos cónyuges.
Sacramentum (la indisolubilidad): la indisolubilidad garantiza la fortaleza del
hogar como lugar adecuado para la educación de la prole.
Argumentos con el paso del tiempo fueron establecidos por los canónicos como elementos
esenciales del concepto jurídico del matrimonio, identificados como "bienes del
matrimonio". Además, es bien sabido que el dominio de los bienes comunes en el
matrimonio reside en ambos cónyuges; establecido en la proporción de las capitulaciones,
donde se indica que los bienes adquiridos durante el matrimonio son propiedad de ambos
en partes iguales, ya que el matrimonio supone la mutua entrega total entre los dos
contrayentes.
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LA ORDENACIÓN DEL MATRIMONIO A LA TRANSMISIÓN DE LA VIDA
Los esposos a imagen de Dios son creadores de vida con Él. Cuando cumplen la función de
procrear colaboran con Dios Creador, cumpliendo su mandato: “Creced y multiplicaos”
(Gn 1, 27). Misión que cumplen los esposos con responsabilidad sabiendo que transmitir la
vida es una consecuencia del amor. El bien de los hijos los compromete y los hace seguir
creciendo en el amor de Dios, al mismo tiempo, llega el compromiso de su educación. Los
padres cristianos saben que la gracia de Dios les acompaña para ir creciendo en el amor, ser
fieles, superar las dificultades, educar bien a los hijos y sentirse felices.
La fecundidad se reconoce como un don, puesto que el amor conyugal tiende naturalmente
a ser fecundo, es un don recíproco del fruto y del cumplimiento. La Iglesia enseña que todo
“acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (HV 11). Debido a la
inseparable conexión que Dios ha querido entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador. Los esposos son llamados a dar la vida,
participan en el poder creador y de la paternidad de Dios. Es su deber transmitir vida
humana y educarla, en este acto los cónyuges son cooperadores del amor de Dios Creador e
intérpretes de su palabra y enseñanza. Con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su
misión por formar un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien
de los hijos y teniendo en cuanta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal
y de la propia Iglesia.
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garantizar una vida digna. Gracias a esta vocación hemos nacido millones de seres
humanos. Por ello el Concilio reconoce a los esposos como cooperadores del amor del
Creador, quien, por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente a su propia familia.
Corresponde al fin del matrimonio procrear y educar a los hijos. Por lo tanto, se entiende
que el fin primordial del matrimonio es el hijo educado. Se comprende el derecho de los
padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones religiosas y morales, siendo estos
pilares fundamentales en la conciencia de las sociedades venideras. El hogar cristiano es el
lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe, por eso la casa familiar es llamada
la "Iglesia doméstica".
La generación es y será siempre el fin del matrimonio, el centro alrededor del cual gira la
vida de los conyugues. El hijo es el fruto bendito de esas uniones y requiere los cuidados
más solícitos y diligentes de los padres. De poco vale darles la vida del cuerpo, sino se
atiende la vida superior del alma, iniciándola en los principios de la moral y de la religión.
La educación es el complemento indispensable a la generación material.
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La educación de los hijos en el hogar
La familia posee una función esencial en la formación de las futuras generaciones, en ella
radican los valores que contribuirán al desarrollo de la sociedad saludable y virtuosa que se
necesita. La familia es el lugar donde se deben forjar los valores, para alcanzar un modo de
vida más humano y saludable que posteriormente se transmitirá a la sociedad. La familia
cumple una función social, la cual es promover la educación y el buen comportamiento ante
el medio social, bajo valores morales y sociales, donde debe prevalecer la armonía, la
confianza, la seguridad, el respeto, los afectos, la protección y el apoyo necesario para la
resolución de problemas, a fin de que la persona misma cultive los valores para trasmitirlos
y enseñarlos a los demás.
EL VÍNCULO MATRIMONIAL
El vínculo matrimonial se entiende como la relación constituida entre los esposos mediante
el pacto conyugal. «El vínculo nace de consentimiento, de un acto de voluntad del hombre
y de la mujer; la fuerza del vínculo se funda en el ser natural de la unión libremente
establecida entre el hombre y la mujer». La palabra vínculo procede del latín vinculum,
dando nombre a la argolla o cadena, que se ponía a los soldados apresados en combate,
como signo de esclavitud. El término se utilizó, siglos después, para referirse a las
situaciones derivadas de diversas relaciones jurídicas, sobre todo a las que afectaban al
estado de las personas, y para designar el efecto jurídico del consentimiento matrimonial.
Por su parte el nombre de esposos deriva de esposados o encadenados, por esta razón, se
suele decir que los casados se entregan anillos -similares a las argollas de una cadena-,
como signo de su vinculación matrimonial. El uso del anillo constituye desde antiguo una
manifestación pública del compromiso adquirido: una relación permanente que afecta a su
estado civil y canónico. La utilización y aceptación popular del término manifiesta que la
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palabra significaba con propiedad lo que ocurría a quienes se casaban: se modificaba su
status, se establecía una vinculación entre ellos, una relación permanente para compartir y
establecer un nuevo hogar, una familia.
El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos
la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento
perfecciona el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica
en el camino de la vida eterna. El matrimonio se funda en el consentimiento de los
contrayentes, en la voluntad mutua, con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo.
Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia,
la celebración del mismo se hace de modo público, en el marco de una celebración
litúrgica, ante el sacerdote, los testigos y la asamblea de los fieles.
Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad (c. 1056). Se
trata de propiedades intrínsecas a cualquier verdadero matrimonio, lo cual además supone
la mutua entrega total entre los dos contrayentes.
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imposibilidad material de los fines del matrimonio. Sin embargo, modernamente el
divorcio se ha generalizado en las legislaciones civiles, así como el matrimonio civil
obligatorio que impusieron gobiernos anticatólicos en Italia y España en el último
tercio del siglo XIX. La existencia del divorcio debilita la plenitud de las relaciones
conyugales. Desde un punto de vista religioso, la indisolubilidad fue solemnemente
reiterada por Jesucristo al interpretar auténticamente el pasaje del Génesis cuando
concluyó: «por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre»
CONCLUSIONES
Es bien sabido que todos estamos llamados a impartir la palabra de Dios, a través de las
buenas acciones, enseñanzas y su palabra, la misión corresponde a todo el pueblo de Dios,
cada cristiano, si quiere ser un miembro vivo de la Iglesia, tiene que ser un apóstol, un
misionero, nacido del Bautismo, misión que después se entrega personalmente en la
Confirmación. Sin embargo, Cristo quien otorga a unos el ser Apóstoles y a otros ser
pastores, entre sus numerosos discípulos, haciéndoles partícipes de su misión y de su
autoridad.
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transcendido en el tiempo, viéndose influenciado por las épocas, costumbres, culturas y
religiones donde este se presente.
La belleza y grandeza del matrimonio se manifiesta en sus propiedades, fines y bienes que
hacen que la vida de los esposos sea una “íntima comunidad de vida y amor”. Es la
comunión de cuerpo y espíritu unidos globalmente. Dice el Concilio Vaticano II: “Este
amor (humano, interpersonal, que abarca el bien de toda la persona) es capaz de enriquecer
con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como
elementos y señales específicas de la amistad conyugal” (GS 49). El designio de Dios para
el matrimonio es maravilloso pues busca la felicidad de los esposos, a su vez impartir su
palabra con las generaciones venideras, quienes se encargarán de seguir estas hermosas
enseñanzas, valores y conocimientos que nos invita a reflexionar y crear una mejor
sociedad cristiana.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
27
- PASCUAL, Fernando. Esposos y padres, cooperadores de Dios. (2022).
Recuperado de https://es.catholic.net/op/articulos/5277/cat/329/esposos-y-padres-
cooperadores-de-dios.html#modal
- PÉREZ, Francisco. Fines y bienes del matrimonio. (2015). Recuperado de
https://www.iglesianavarra.org/francisco-perez/documentospastorales/2015/12/
fines-y-bienes-del-matrimonio/
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