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A Los Trece Rosa-Bustinza 2017
A Los Trece Rosa-Bustinza 2017
LOS TRECE
Rosa Flora Bustinza Flores
2016
TABLA DE CONTENIDOS
DIEGO
LOS ZULENS SEVILLA
MISS ODIO
¡HABLA! ¡GRITA! ¡ACTÚA!
MI SECRETO Y VANESSA
PAUL
SURGEN MÁS DUDAS
EL PROYECTO DE MISS ODIO
LOS WEISS
LAS PEQUEÑAS CONFESIONES CONTINÚAN
¡SEBASTIÁN, SEBASTIÁN!
TATIANA CHÁVEZ
EL REGRESO DE PAPÁ
LA ANTESALA DE LA FIESTA
LA FIESTA
LA VIDA EMPIEZA A LOS TRECE
LOS SEÑORES WEISS
DIEGO Y VANESSA
ATANDO CABOS SUELTOS
ATRAPADA EN CASA
CUANDO SOLO TÚ TE HAS TRAGADO LAS MARIPOSAS
EL NUEVO ALUMNO DE MAMÁ
LA PRIMERA CLASE DE PIANO
LA HISTORIA PARA MISS ODIO
PLANEANDO UN VIAJE
LLEGANDO A TERRANOVA
EL SECRETO DE TERRANOVA
LA FIESTA DE TERRANOVA
ESTÁ EN GLIBERTUD
EL PRIMER BESO
ADIÓS TERRANOVA
EN EL AUTO DE PAPÁ
¿EN QUÉ MOMENTO SE COMPLICÓ TODO?
CONVERSACIÓN CON CATALINA NARRY
EL LLANTO DE MI MADRE
NADA ES IGUAL AL MIRAR A MISS ODIO
EL CONCIERTO
EL REGRESO DE PAPÁ
ADOLESCENTES EN PIE DE GUERRA
EL VIAJE DE MAMÁ
FAMILIA EN CRISIS
EN EL ANIVERSARIO ESCOLAR
CAOS FAMILIAR
UN NUEVO ORDEN
LA CITA
EL FINAL DEL PRINCIPIO
YA CASI TE HABÍA OLVIDADO
Y CUANDO TE CAES, TE LEVANTAS OTRA VEZ
DIEGO
Aquí sentada, aún no lo creo. Todo empezó el 21 de febrero de 1999. Para mí,
Amanda Zulens, un día decisivo. Tuve que decidir entre medias largas y falda
corta o medias cortas y falda larga…
Lo pensé muy bien… el uniforme debería quedarme lo más parecido posible a
como le quedaría a una escolar de algún manga japonés, pues, al día siguiente
viviría mi primer día de clases en la secundaria. Debía lucir como una señorita
y no como una niña.
Entonces… mi decisión: medias largas y falda corta. No importó lo que haya
dicho mi madre acerca del largo de mi falda. Total, mi madre no era la que
tenía que ir al colegio ni padecer el terrible momento de sufrir una humillación
fashionista a los 12 años.
Pues bien… ¡todo estaba listo!... mi uniforme impecable, mis útiles escolares
completos, mi reloj despertador listo para gritar a las 6:00 am y, por supuesto,
la foto de Diego.
Diego, aquel chico que por seis años consecutivos se había ganado el primer
lugar en mi corazón. Sí, no me daba vergüenza admitir que, a mis doce años,
“estaba enamorada”. Ese sentimiento había invadido mi corazón. Diego era…
Diego era lindo externa e internamente. Tenía los ojos muy parecidos a los de
mi madre, del mismo color, verdes; la piel tersa y un peinado a la moda que
resaltaban sus lacios y castaños cabellos.
Aún no tenía la certeza de si eso que sentía era amor de verdad. Mi mente
divagaba mientras lo veía, mi mente divagaba y perdía la noción del tiempo,
mi mente divagaba con tan solo estar a su lado y, lo que es mejor, mi mente se
perdía totalmente al hablar con él. Diego era el dueño de mis pensamientos.
Tal vez era muy joven, muy tonta, muy ingenua para darme cuenta que solo
era una chica con su primer y único amor. Tal vez por eso, la idea de
confesarle mi amor me había mortificado durante todos los años de primaria.
Sin embargo, ya no era más una niña de primaria. Era una chica de secundaria.
Una chica que muy pronto gastaría toda su propina en maquillaje, ropa de
marca, comida chatarra y bebidas dietéticas. Eso tenía que ser así, tenía que
crecer. Ya no lo amaría en secreto. Y no permitiría que nada ni nadie se
interponga entre nosotros. Podía parecer muy apasionada en mi sentir, pero es
que quería avanzar en ese tema, no podía seguir ocultando mi amor, de lo
contrario, podría explotar con tanto sentimiento reprimido en mi corazón.
Aún no conocía los sentimientos de Diego hacia mí, pero creía que él me
correspondía, solo que era muy tímido para confesármelo. Pero yo ya no me
conformaría. Si él no lo hacía, yo lo haría.
Siempre fui feliz al ayudarlo con su tarea de matemáticas cuando la profesora
me lo pedía. Ese era el mejor momento de las clases. A decir verdad, Diego no
era muy bueno con los números mientras que a mí se me daban fáciles. No es
que me gusten las matemáticas, simplemente es que no son complicadas, es
cuestión de concentración. Ese era un punto en el cual Diego y yo nos
complementábamos.
Otro punto de complementación entre nosotros eran las clases de educación
física. A mí no me gustaba hacer ejercicio físico, soy muy torpe para eso,
mientras que Diego era todo un atleta. No existía deporte o ejercicio difícil
para Diego. El profesor siempre le había pedido que me ayude con el bendito
taburete. Hacíamos pareja en ese ejercicio.
Las clases de matemáticas y las de educación física se habían convertido en la
cuna de nuestro amor mutuamente silencioso.
Era lindo sentir eso. Era lindo ir al colegio con una ilusión así en el corazón.
LOS ZULENS SEVILLA
Mi familia era una familia común y corriente de clase media alta. En realidad,
éramos de clase media incierta porque, de vez en cuando, teníamos momentos
de pobreza soportable y de riqueza moderada.
Papá era dueño de su propia agencia de publicidad. Hasta ahora lo es. Es un
hombre apuesto. Tiene 62 años y se llama Jorge Zulens Carrasco. Es alto, un
metro ochenta y tres para ser exacta; cabello con entradas a los lados, negro
como la noche y lacio; ojos marrones, pestañas largas, cejas pobladas; y porte
esbelto. Mi padre es amable y generoso, le gusta los animales y las plantas.
Solía tener un pequeño huerto detrás de la casa, el cual mamá adoptaba cuando
papá no estaba. Siempre fue un buen padre, con sus errores y sus aciertos. Era
el ídolo de mi hermano segundo, Robert. A veces pienso que papá estaba tan
seguro de lo buen hijo que era Robert, que ya ni caso le hacía. Sin embargo,
era el controlador de mi hermano mayor, Mario. Constantemente lo retaba por
cualquier cosa. Mario lo ignoraba y terminaban discutiendo. En la mayoría de
los casos, papá terminaba hablándole a la puerta roja del cuarto de Mario.
Por otro lado, mi madre, Claudia Sevilla Tejada, tiene 55 años, es una mujer
totalmente organizada, pulcra, no le gustan los animales porque ensucian
mucho, pero ama las plantas y las manualidades. Ella es profesora de música
clásica en la Universidad de Filitiades. Su especialidad es el piano. También
trabaja desde casa, enseñando a niños y adolescentes a tocar las mejores
melodías clásicas de todos los tiempos. El recuerdo más vivo de mi niñez es la
imagen de mi madre con sus rizos negros cayendo sobre su rostro y
mirándome sonriente con ese par de ojos tristes color verde pálido. Su metro
sesenta siempre se acomodó delicadamente sobre el banquillo del piano de mi
casa para tocar alguna melodía de Mozart, Beethoven, Bach, Chopin, Vivaldi,
Strauss o algún otro. Mientras ella tocaba, yo siempre me sentía segura. Me
ayudaba a viajar a un mundo imaginario, un mundo lejano, un mundo
inconsciente.
Papá y mamá, en general, son unos padres casi normales. Sin embargo, mamá
siempre le reclamó a papá por su ausencia. El trabajo de mi padre lo había
convertido en un turista en la casa. Pero, es curioso, cuando él estaba presente,
peleaban constantemente. Mis padres son un caso especial. A decir verdad,
creo que todos los padres lo son. Los míos, como muchos otros, se esmeraban
cada día por ser un mal necesario en mi vida.
Pero, si mis padres eran un caso especial de amor-odio-adulación, mis
hermanos no se quedaban atrás. Ellos son dos polos totalmente opuestos.
Desde que tengo uso de la razón, los he visto como una mini copia de la
relación de mis padres. Cada vez que estaban juntos, peleaban o usaban el
sarcasmo como recurso de comunicación.
El mayor, Mario, tenía diecisiete en ese entonces. El segundo, Robert, tenía
quince. Ambos nacieron en enero, ambos son capricornio, ambos tienen un
lunar en el tobillo y ambos habían alcanzado el metro setenta y dos ese año.
Lo que los hace especialmente diferentes es el estilo despreocupado de Mario
y la intelectualidad petulante de Robert.
Robert sacó los mismos ojos tristes de mamá, pero el cabello lacio de papá. Es
muy inteligente y estudioso. De hecho, a él le gusta estudiar. Siempre supe que
sería un orgullo para la familia, siempre se esforzó por ser el primero de su
clase. No lo logró, pero sí logró excelentes logros académicos. Para ser franca,
en ese tiempo era el primer puesto de su grado y el segundo mejor promedio
de toda la secundaria. Su perfección me irritaba. Ser siempre el mejor en todo
no podía hacerte feliz, debía haber algo más, es por eso que Robert y yo
siempre peleábamos. Él me criticaba porque decía que yo debería estudiar en
serio y no confiar tanto en mi capacidad de recuerdo. Decía que debía dejar de
esforzarme en parecer una alumna regular para ser una alumna destacada
como él. Pero a mí no me importaba destacar en todo como él. Yo sabía lo que
sabía, eso era suficiente para mí, no necesitaba que los demás me adulen por
sacarme una excelente calificación en todo. Con aprobar los cursos y adquirir
los conocimientos que necesitaba para mi vida, estaba más que satisfecha.
Mario era el otro lado de la moneda. Con Mario, mi relación era distinta,
siempre estamos jugando y bromeando, jamás me criticaba nada. Pero su
principal problema era la vida académica. Desde siempre había tenido tutores
particulares para casi el ochenta por ciento de sus cursos. Su problema no solo
era la pereza sino también su actitud. No le interesaba estudiar. Él era un ser
puramente social y práctico, solo le interesaba encontrar el mejor trabajo para
ganar dinero e independizarse. Mario es guapo, también sacó los ojos de
mamá, pero con una mirada chispeante como la de papá, su cabello también se
lo debe a mamá, pero su piel es diferente a la nuestra, él posee una tez
naturalmente bronceada, lo cual hace que su aspecto sea dulce, tierno y
atractivo a la vez. Creo que, debido a eso, su popularidad no solo se extendía a
mí, como su hermana y pupila; para las chicas, era y es todo un galán; para sus
amigos, él era el líder. Siempre lo invitaban a las mejores fiestas y gracias a él
nuestro correo siempre estaba lleno de sobres rosados y perfumados, peluches
(los cuales me regala) y cajas de chocolates (los cuales le regalaba a mamá).
Ni hablar de sus enamoradas, siempre las más bonitas. Él era mi ídolo social.
No pensaba colgarme de su popularidad, pero creía que sería un buen referente
para mí en ese nuevo mundo llamado “secundaria”.
En conclusión, Mario era el popular y Robert era el alumno destacado. Los
dos iban al mismo colegio que yo. Ese año, Mario entraba a quinto de
secundaria, el último grado; y Robert a tercero. Hasta el año anterior, yo no los
veía durante las clases o las horas de recreo, pues el colegio estaba dividido.
Solo un portón en medio del muro divisor conectaba a ambos lados del
colegio, la primaria y la secundaria.
Mis hermanos representaban para mí los dos lados de mi personalidad. Era
como una mezcla de los dos. Por decisión propia, no era la mejor alumna de la
clase, pero mis calificaciones estaban entre las mejores. Al mismo tiempo,
gozaba de cierta popularidad entre mis compañeros de clase. Físicamente, los
rasgos de mis hermanos se han repartido por toda mi apariencia. Pero, a
diferencia de mis hermanos, yo tengo los ojos marrones y mi mirada es una
mezcla de la de mis padres. Mi piel es algo pálida amarillenta. Mi cabello es
castaño oscuro y casi ondulado. Finalmente, en lo que respecta a mi estatura,
ese año alcancé el metro cincuenta y en los años posteriores solo crecí unos
cuantos centímetros más. Aún sigo siendo la pequeña de la familia.
La relación con mis padres siempre era la misma. Mi madre decía que era
inteligente y mi padre solo afirmaba lo que mi madre decía, con tal de no
pelear. Yo no me sentía inteligente. Simplemente, las cosas se me daban
fáciles. No encontraba dificultad en lo que hacía. Pero mis padres habían
construido un altar alrededor mío y eso me pesaba como una mochila llena de
piedras sobre mi espalda. Decían que era como un diamante en bruto. Una
joya en potencia. A veces no podía dejar de pensar que solo lo decían por ser
la menor y la única hija mujer. Pienso que exaltaban mi existencia porque
deseaban que sea una chica fuerte y con autoestima suficiente para valerme
por mí misma en el futuro.
No puedo negar que tengo lo mío. Como ya dije, soy buena en matemáticas,
además en ciencias, letras, dibujo e imaginación. Esa última, la descubrí
mientras jugaba una tarde con mis Barbies, claro, cuando aún era una niña de
primaria. Les imaginé una casa de tres pisos con piscina, cochera para cinco
autos, un gran salón para bailes y quince habitaciones con baño independiente
cada una, además de una hermosa cocina amoblada. Y todo eso en la sala de
mi casa. Antes de descubrir mi nuevo talento, tenía que agacharme para poder
entrar en la casa imaginaria de las muñecas. Fue en ese instante que me di
cuenta de mi nueva amiga, la imaginación. Era curioso, pero al darme cuenta
de ella, me perdí nuevamente en la realidad. A partir de ese momento, decidí
que mi imaginación se convertiría en mi mejor aliada en momentos difíciles,
en momentos en los cuales solo quería escapar de la realidad.
A pesar de mis talentos, me hubiera gustado tener otros. Me hubiera gustado
poseer una voz privilegiada para el canto, un hermoso rostro para ser modelo y
salir en comerciales de televisión. Tal vez un don para la actuación, hacer
muchas novelas y películas y ser famosa. Pero solo eran sueños de la edad. No
es que no estaba conforme con mis talentos, pero en ese momento, quería
canjearlos por otros que me hagan más feliz. Quería ser visible.
Con todos nuestros conflictos, similitudes y diferencias, nosotros, los Zulens
Sevilla, éramos una familia regular en la sociedad. No éramos los mejores ni
los peores. Simplemente éramos un pentágono de personas que se
complementaba mutuamente para mantenerse unida.
MISS ODIO
Y llegó el día. Primer día de clases. Todo listo, todo en expectativa para mi
encuentro con mi nueva realidad: la secundaria.
Llegué a la puerta del colegio, sola. Mario y Robert decidieron irse cada quien
por su cuenta y no quise que mamá me acompañara. Parada ahí en la vereda
mirando la reja azul del colegio de secundaria, Vanessa y Zulema, mis mejores
amigas, me saludaron calurosamente:
-¡Amanda! ¡WOW! ¡Qué bien te queda el uniforme!- me dijo Zulema apenas
me vio.
-¡Gracias! A ti también- contesté.
-¡Amanda! ¡Qué gusto vernos otra vez!- dijo Vanessa mientras me daba un
beso en la mejilla.
-Las he extrañado mucho. Mis vacaciones en la casa de la abuela no fueron
especialmente entretenidas-
Las tres nos abrazamos.
Sonó la campana.
Todos los chicos nos formamos en el patio central del colegio en filas
ordenadas por grados. Era extraño, hace un año éramos las más altas y
grandiosas de la primaria y en ese momento nos veíamos tan insignificantes
comparadas con las chicas de la secundaria.
A lo lejos veía a Mario corriendo para llegar antes que cierren la puerta.
Saludé a todas mis amigas con beso en la mejilla pero sin mirarlas siquiera,
mis ojos buscaban refugio en los ojos de Diego. Cuando al fin mi mirada lo
encontró, él me miró y apenas sonrió tímidamente. Eso me bastaba. Dos
segundos de contacto visual. Sería feliz por el resto del día.
Después de casi 40 minutos de un aburrido discurso de bienvenida del director
y otro de mi hermano Robert, pues el primer puesto de la secundaria no era un
buen orador, mis oídos solo querían escuchar el sonido de la campana del
recreo. Y creo que los otros casi 300 alumnos del colegio deseaban lo mismo.
Se notaba en sus rostros y posiciones.
Por fin, se dio la orden de pasar a las aulas, mi corazón casi iba a estallar. La
simple idea de estar nuevamente en el mismo salón que Diego me emocionaba
y me ponía nerviosa a la vez. Era algo que aún no sabía explicar. El momento
había llegado.
Pero algo sucedió en ese momento. Una profesora entró al salón mientras yo
buscaba el mejor asiento al lado de mi mejor amiga, Vanessa, y cerca del amor
de mi vida, Diego. En ese instante, cuando quise colocar mi mochila sobre la
silla de la segunda carpeta junto a la ventana, oí una voz grave que me dijo:
¡NO LA COLOQUES AHÍ!
Fue mi imaginación o es que esa voz me ordenó con tono de grito. Me detuve
y giré. Una mirada oscura y femenina me fulminaba. Cabello negro, liso y a la
altura de los hombros. Era la profesora. Su nombre era Celia, así lo decía el
pin sobre su blusa: “Profesora Celia Prado, licenciada en literatura”. Aunque
yo la nombré a partir de instante: “Miss Odio” porque su mirada me asustaba y
parecía que todo su ser estaba impregnado de odio.
-Pasa al frente con los demás- esas fueron sus palabras.
Lo hice. Muy asustada. Pero lo hice.
Todos, recostados en la pizarra mientras ella tomaba la lista de alumnos
ordenada alfabéticamente. La miraba, la volvía a mirar e indicó:
-Los iré llamando en orden alfabético por sus apellidos y se van sentando en
donde YO les indique-
Todos estábamos perplejos, todos nos preguntábamos telepáticamente: ¿qué
sucede? ¿Quién se cree ella? ¿Por qué le obedecemos? ¿Dónde está el trato
amable de la primaria?
La primera de la lista era mi mejor amiga, Vanessa. Mi corazón estaba casi
detenido porque sabía que ese orden alfabético me perjudicaría. Mi apellido es
Zulens. No solo era la última de la lista, sería la última de la fila de asientos.
Eso era horrible.
Pero lo peor estaba por venir. El segundo de la lista era Diego. Eso, en la
cabecita de Miss Odio significaba que Vanessa Arias y Diego Bermuy se
sentarían juntos. Al menos tendría una excusa para acercarme a ese asiento,
por Vanessa claro. Me lancé ánimos mentales. ¿Qué más podía hacer?
Y así fue. Vanessa y Diego se sentaron juntos. No sabía si reír o preocuparme.
Al fin llegó mi turno, sentada junto a Camila Weiss. Sentía que mi vida se
había terminado. La Weiss era la chica más rubia, presumida y engreída que el
padrón de matrícula del colegio había soportado. Tenía costumbres de niña
rica. Siempre sacaba una almohadilla fucsia de su maleta y la colocaba sobre
su silla antes de sentarse. Ni siquiera miraba a su alrededor y limpiaba su
carpeta con un paño del mismo tono de la almohadilla. Desde el momento que
entró en el colegio, en tercer grado, jamás mostró el mayor interés por hacer
amigos o ser agradable con alguien. Siempre se había sentado sola y tenía un
aire altivo todo el tiempo. Era como si su orgullo se hubiera devorado sus
modales.
Todo eso estaba mal. Muy mal. Mal comienzo de año escolar. Quise huir al
baño.
Miss Odio salió por un momento. Aproveché la oportunidad y fui al baño. Mis
lágrimas salieron apenas crucé la puerta del baño de chicas.
Eso no podía ser real. ¿Qué era eso? ¿Algún castigo? Solo atinaba a llorar en
silencio. El llanto más doloroso es aquel que no se puede gritar. Mi mundo
destruido gracias a la primera letra de mi apellido.
Salí del baño con la cara lavada y después de pestañar 50 veces para eliminar
el enrojecimiento de mis ojos, llegué a la puerta del salón de clases.
La mirada fulminante de Miss Odio me volvió a amenazar.
-La próxima vez que salgas sin permiso ¡A DIOS SABE DÓNDE! te pondré
una inasistencia y no podrás entrar hasta la segunda hora de clases- vociferó
Miss Odio.
-Estaba en el baño- dije.
-¡No me interesa en dónde estabas! me interesa mantener el orden y la
disciplina en esta clase- dijo disimulando su furia.
Mis lágrimas quisieron volver a irrumpir sobre mi rostro, pero las contuve.
–Disculpe- dije.
Caminé aceleradamente hacia la última silla de la fila de asientos junto a la
ventana.
Caminé hacia mi exilio, hacia mi esquina del castigo.
Caminé casi rozando a la elegante Weiss.
Caminé, me senté y golpeé furiosamente la ventana. Eso último lo hice en mi
imaginación.
Miss Odio inició su clase.
Desde mi asiento, veía a Diego en la esquina opuesta junto a la puerta del
salón, al lado de Vanessa. Miles de preguntas asaltaban mi cabeza. En medio
de mi confusión mental, un fuerte golpe sobre la mesa me volvió a la realidad.
Fue la Weiss golpeando la mesa con su cartuchera de lata con incrustaciones
de mostacillas brillantes.
-La Miss te ha preguntado algo- dijo.
-¿Acaso no sabes la respuesta o estás sorda?- dijo Miss Odio.
-Perdón, puede repetir la pregunta- dije con voz temblorosa.
Todos rieron.
-Te acomodas sin siquiera haber sido asignada a un asiento, sales del aula sin
permiso, regresas al aula cuando la profesora ya empezó la clase y encima no
prestas atención a la lección. ¿Crees que mereces la educación?- dijo Miss
Odio.
Me quedé muda. No sabía si contestar o quedarme callada, si salir corriendo o
quedarme sentada, si llorar o resistir.
-Perdón- dije.
-Tienes CERO en tu primera participación en clase- dijo Miss Odio.
CERO… CERO… CERO…
La palabra se estaba dibujando en mi mente como la imagen de un largo
camino hacia el fracaso. Jamás me había preocupado por mis calificaciones
porque siempre habían sido excelentes, pero ese CERO samaqueaba mi
intelectualidad. Me asusté. ¿Así se sentía ser reprobado? ¿Robert tendría razón
sobre eso del esfuerzo? ¿Yo merecía esa calificación?
La clase continuó pero yo ya no tenía conexiones eléctricas en mi cerebro. Me
bloqueé. Todo mi ser era materia inerte que yacía sobre madera transformada
en silla.
Sonó la campana del recreo. Me estremecí.
Salí como si hubiera estado en un profundo letargo mientras la luz del sol
irritaba mis ojos, en ese instante Vanessa salió a darme el alcance. Tocó mi
hombro gentilmente y dijo:
-Me muero de hambre, vamos a la cafetería por unas hamburguesas-
-Claro- respondí.
Ahí estaban todos los chicos, pidiendo hamburguesas y refrescos, y claro, ahí
también estaba Diego. Sentía tanta vergüenza al verlo. No sé por qué, pero mis
manos se congelaron de un frío inexistente, ya que estábamos en verano y mi
rostro se calentaba al recordar los humillantes momentos en la clase de Miss
Odio. No quería dar la cara. Me sentía más pequeña de lo que era.
-Vanessa, compra la hamburguesa por mí, por favor- le dije.
Caminé hacia una mesa junto a la ventana. Necesitaba aire.
A lo lejos, vi a Zulema venir corriendo hacia mí. Se sentó a mi lado y comenzó
a absorber su recién licuado jugo de fresa con leche.
-¿Puedes dejar de absorber en mi oído? Me estropeas las ideas- le dije a
Zulema.
De pronto, casi diez chicos y chicas de mi clase me rodearon. Todos con
hamburguesas y absorbiendo los refrescos que tenían en las manos, con los
ojos desorbitados preguntando:
“¿Ya la conocías? ¿Por qué saliste del salón? ¿Por qué se la agarró contigo?
¿Y ahora qué vas a hacer?”
Mis manos se enfriaron aún más y empecé a sudar. Mi cabeza palpitaba y mis
piernas perdían fuerza. No sabía qué contestar. Solo enmudecí. En eso, llegó
Vanessa junto a Diego. Ambos me miraron y miraron a mi nuevo club de fans.
-¡Ya cállense! no ven que esta es la hora del recreo y no la hora del chisme-
dijo Vanessa.
-Parece que esa profesora se peleó con alguien antes de venir a clases ¿no?-
dijo Zulema.
-Supongo que ella es la profesora de la que mi papá ha estado hablando. Me
dijo: “este año tendrás una profesora de letras de primer nivel. Ha estudiado en
la Universidad Filitiades y luego hizo especialidades en literatura en el
extranjero". Ya ha sido docente de este colegio. Dicen que es una excelente
profesora- dijo Marcos, el hijo del sub director.
-¿Y por qué no siguió trabajando aquí? ¿Por qué ha regresado?- preguntó
Zulema.
-Mi padre también dijo que al quedar embarazada, renunció- dijo Marcos.
-¿Embarazada? Pero si eso es normal en una mujer de su edad ¿Por qué
renunciar por eso?- dije.
-No lo sé, mi padre no dijo más. Solo resaltó que es una excelente profesora y
que la aproveche- finalizó Marcos.
-Me parece un general del ejército, no una profesora, me cae muy mal- dijo
Diego molesto.
Esas últimas palabras reanimaron mi alma. A Diego le había molestado ver
cómo Miss Odio me había tratado. Eso debía significar algo. Estaba de mi
lado. Cada vez lo queria más.
-Dame mi hamburguesa- le dije a Vanessa.
De repente, mi hambre había regresado.
Marcos me preguntó:
-¿Y ahora, qué vas a hacer con tu cero? Nunca antes habías tenido un cero
Amanda-
-Supongo que simplemente hice cosas equivocadas con la persona equivocada
y fue un mal comienzo. No me afecta en nada ese ridículo cero- dije.
Fue lo único que me vino a la cabeza.
-¡Qué optimista!- dijo Valeria.
-¿Y qué se siente sentarse con la Weiss?- preguntó Carlos.
-¿Es cierto que usa desinfectante de manos cada cinco minutos?- preguntó
Fernando.
-No lo sé- respondí.
-No te preocupes, pronto tendremos que hacer grupos para las tareas y podrás
escapar de la Weiss- dijo Vanessa.
-¡Harás grupo conmigo! ¿NO?- preguntó Diego con una sonrisa.
"¡Uuuuh!", gritaron los demás.
-Creo que nuestro Dieguito quiere cambiar de sitio con la Weiss- dijo Zulema
con una sonrisa pícara.
-No es así, solo está preocupado por quién le va a ayudar ahora con
matemáticas- dijo Fernando.
Le lancé una mirada fulminante pero disimulada a Fernando.
Diego se rió.
-Pero esos cambios en los asientos solo son para la clase de Miss Prado o ¿no?
- dijo Vanessa con una expresión de seriedad en su rostro.
-Supongo que sí- dijo Valeria.
-¡Oye, Amanda! ¿Puedes hablarle a la Weiss de mí? Luego me la presentas
¿Sí?- dijo Carlos tomando mi mano.
-¡No vale la pena, Carlos! Para esa chica, todos nosotros somos como lacras-
dijo Diego muy serio y bajando la mirada hacia su hamburguesa.
-¿Lacras? ¿Cómo que lacras?- preguntó Zulema intrigada.
-Basta con ver su actitud hacia nosotros para adivinar lo que piensa- continuó
Diego.
-No me parece que piense eso. Solo es que ninguno de nosotros le hemos
dirigido la palabra durante estos años porque hemos supuesto que no quiere
nuestra amistad- dije bajando cada vez más la voz al ver las miradas extrañas
que todos me lanzaban.
-¡Qué! Ahora que te sientas con ella ¿Quieres ser su amiga?- dijo Vanessa
mirándome fijamente.
-No me refiero a eso, Vanessa… solo es que…
-A mí me parece una chica linda. Si quieren yo le hablo. Total, ya estamos en
secundaria ¿no? Hay que crecer- dijo Carlos interrumpiéndome.
-¿Por qué no se habrá cambiado de colegio? Dicen que sus padres tienen
mucho dinero, son dueños de los Supermercados Familia. Podrían matricularla
en el mejor colegio del país- dijo Fernando.
-Dicen que sus padres son narcotraficantes por eso tienen mucho dinero y
nunca han venido al colegio, seguro se ocultan de la gente para no levantar
sospechas- dijo Valeria.
-Seguro huyen de la policía. La Weiss es la heredera de alguna mafia- dijo
Marcos.
-¡Claro! Por eso viene a un buen colegio, pero no lo suficientemente
prestigioso como para levantar sospechas- dijo Patricia.
Todos rieron al darse cuenta de la increíble historia que habían formulado en
menos de diez minutos a espaldas de la pobre y altanera Weiss.
Sonó la campana nuevamente. Era hora de regresar a la clase.
¡HABLA! ¡GRITA! ¡ACTÚA!
Ya había pasado una semana desde aquel traumático primer día de clases.
Jamás pensé pasarla tan mal en el colegio, pero lo peor estaba por venir.
Cuando Miss Odio dictaba su clase, prácticamente me ignoraba. Si hacía una
pregunta y pedía la participación de alguien, ese alguien tenía que ser
cualquier otro u otra menos yo. Y las pocas veces que me dejaba participar en
la clase, siempre le encontraba un “pero” a mis respuestas. Era como si nuestra
relación se tratara de una venganza. Jamás tuve problemas con los profesores,
es más, siempre habían elogiado mi desempeño y ese año era igual con los
demás docentes, excepto con Miss Odio.
Pero mis problemas no terminaban ahí. La relación entre Vanessa y Diego
estaba creciendo peligrosamente cada día. Durante las clases de Miss Odio,
ambos se hablaban al oído, se reían disimuladamente y compartían sus útiles
escolares. Todo eso lo podía ver desde mi olvidado asiento al fondo del salón.
Diego se estaba convirtiendo en el mejor amigo de Vanessa y ya ni siquiera me
pedía ayuda en las horas de matemáticas que seguían a la clase de Miss Odio,
simplemente se quedaba sentado con Vanessa y ella lo ayudaba. Eso era lo que
más me preocupaba.
Ese día, salí de casa más temprano de lo normal. Durante todo el camino me
acompañaba la imagen de Diego y Vanessa juntos: riéndose ¿quién sabe de
qué o quién?
Sin darme cuenta de mis pasos, llegué a la puerta del colegio.
¡Genial! ahí estaba Vanessa.
-¡Hola Vanessa!-
-¡Amanda!-
-¿Hiciste la tarea de matemáticas?- le pregunté.
-Sí, estaba fácil. Aunque creo que para Diego no estuvo nada fácil-
-¿Diego? ¿Hiciste la tarea con él?-
-Es que me pidió que lo ayudara, la está pasando mal en esa clase- dijo
mientras entrábamos al colegio.
-¡Ah! ¡Qué raro! No sabía que Diego y tú fueran tan amigos-
-Es que como nos sentando juntos y él necesita ayuda, creo que se vio
obligado a pedirme ayuda- dijo Vanessa esquivando mi mirada.
-Pensé que me pediría ayuda a mí- dije sin mirarla.
-¿Qué pasa Amanda? ¿Estás celosa?- preguntó sonriendo.
-¿Celosa? ¿Yo? ¿Por qué lo estaría? Él es libre de pedir asesoría a quien
quiera- dije cruzándome de brazos.
-¡Vamos, Amanda! ¡Admítelo! Estás celosa- dijo mirándome como una madre
complaciente.
-Nada de eso, solo es que me sorprende que tú y él estén tan unidos. Ustedes
siempre han sido algo distantes. La amistad siempre ha ido de ustedes hacia mí
y viceversa pero nunca entre ustedes dos. ¡Disculpa! Pero aún no me
acostumbro- dije irónicamente.
-Pues bien, Amanda ¿Qué te puedo decir? todo no gira a tu alrededor o ¿sí?-
dijo Vanessa algo molesta.
-Desde luego, sé que no todo gira en torno mío, Vanessa. Jamás he pensado
eso. Yo solo creo que…
Sonó el timbre de inicio de clases.
-¡Ya vámonos, es tarde!- dijo Vanessa adelantándose.
Yo solo la seguí en silencio, pero en mi cabeza giraba la pregunta: ¿qué pasa
entre esos dos? Necesitaba ir al baño.
Al regresar del baño y entrar al aula, una imagen irritó mis ojos. Ahí estaban,
Vanessa y Diego riendo tímidamente el uno con el otro. El sonido de sus risas
lastimaba mis oídos. Mi pulso empezó a desacelerarse lentamente y casi caigo
en un coma mental de no ser por la estridente voz de Miss Odio rozando mis
oídos.
-Todos a sus sitios, saquen una hoja y escriban sus nombres en la parte
superior- dijo La Odio.
Me deslicé hasta mi asiento con mis últimas fuerzas motrices restantes. Me
desplomé sobre la silla, saqué una hoja en blanco y un lapicero azul de mi
mochila. Después de ver a Vanessa y Diego juntos, mi cerebro casi ni
identificaba la exquisita fragancia a frambuesa silvestre de la Weiss. Escribí
mi nombre en la hoja. Y escuché una voz a lo lejos que decía:
-Van a escribir algunos párrafos sobre el tema que deseen. Puede ser un
poema, una reflexión, un pensamiento, un pequeño cuento o una oración. Lo
que deseen. Tienen una hora. Yo tengo una reunión de profesores y estaré
ausente durante esa hora. Son las 8:30 am. A las 9:30 am, sus hojas tienen que
estar sobre mi escritorio. Esta es la primera evaluación sorpresa y la nota
cuenta para su evaluación final- dijo Miss Odio, luego salió del aula.
En ese momento mi corazón deseaba salir y plasmar en palabras los
sentimientos que lo agobiaban. No podía pensar, solo podía mirar a esos dos
coqueteando frente a mí. Todos habían empezado a conversar y reír. Mi cabeza
quería explotar, mis piernas querían emprender la marcha a casa, mis manos
querían jalar de los pelos a Vanessa y mis brazos querían retener a Diego. ¿Por
qué nadie escribe? ¿Por qué nadie oye mi sufrir? ¿Por qué la Weiss había
empezado a escribir? ¿Por qué veo en su fino rostro de niña rica mucha furia y
paz a la vez? ¿Por qué no me hablaba? ¿Por qué no le hablaba? ¿Por qué no le
hablaba a nadie? ¿Por qué nadie le hablaba? ¿Por qué me cuestionaba y no
empezaba a escribir? ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué debía hace eso? ¿Por qué
era así?
Esos dos no paraban de hablar. Hasta el año anterior, apenas y se hablaban y
ahora ya parecían íntimos amigos.
Empecé a escribir para ganarle a Vanessa. Al fin y al cabo, ella jamás había
sido buena en redacción. Podría ser la mejor alumna, lo reconocía, pero no era
más que un mono adiestrado que hacía bien los trucos que le habían enseñado.
No tenía imaginación ni capacidad reflexiva, eso lo había leído en unos
resultados psicológicos que encontré en su casa un día de verano mientras
jugábamos en su habitación.
Decidí derramar sobre esa ordinaria hoja de papel todas las emociones que
sentía en ese momento al ver a Vanessa y Diego traicionándome
descaradamente.
La felicidad
La felicidad para algunos puede ser alcanzar el éxito y obtener objetos
materiales; para otros, puede ser lograr que su alma en éxtasis experimente el
máximo placer espiritual y religioso.
La felicidad, para mí, es sinónimo de simpleza. Solo deseo conservar a una
persona a mi lado y alcanzar su amor con el máximo esfuerzo de mi alma.
Pero pasan cosas que me impiden disfrutar de su ser, cosas que me impiden
acercarme a él, cosas que lastiman mis sentidos y empujan a mi corazón al
más profundo resentimiento y desolación.
La felicidad hoy me ha mostrado el rostro de su gemela malvada, me ha
despojado de mis esperanzas, me ha aislado de mis sentimientos puros, es
decir, me ha colocado frente a la desgracia.
La felicidad, sin embargo, no es impune y me ha hablado, me ha dicho:
¡Habla! ¡Grita! ¡Actúa! Destruye con el látigo de tus palabras y acciones a
esa maligna hermana mía que se ha interpuesto entre tú y yo. Solo así, podrás
nuevamente exhalar el puro y suave aliento de mi presencia y serás una sola
conmigo misma.
Amanda Zulens.
Mi corazón acababa de derramar los sentimientos que lo estaban guillotinando
lentamente. Guardé mi hoja y fui al baño, pues mis lágrimas tenían prisa por
escapar de mis ojos soñadores.
No sé si era casualidad o destino, pues, siempre que iba al baño, lo encontraba
desolado como si me estuviera esperando para ser testigo de mi dolor. Debía
ser un regalo divino. Si en verdad Dios me amaba, ese día me había enviado
un mensaje telepático entre mis líneas.
La felicidad, sin embargo, no es impune y me ha hablado, me ha dicho:
¡Habla! ¡Grita! ¡Actúa!
Hablaré, para expresar lo que siento y acabar con este silencio que me agobia.
¿Y si no me escuchan?
Gritaré, para ser escuchada por todos, pues no soy ninguna niña asustada.
¿Y si me ignoran?
Actuaré, para demostrar de lo que soy capaz para lograr mis objetivos.
¿Y si nada de eso funciona?
Entonces habré sido vencida por las imponentes fuerzas de la gemela malvada
de la felicidad, la desgracia.
Con esos pensamientos atropellándose en mi cabeza, regresé al salón de
clases. Faltaban 10 minutos para que Miss Odio regrese al aula. Solo pude
caminar directo hacia mi asiento sin mirar las carpetas de adelante, saqué mi
pequeño poema y fui al escritorio de Miss Odio. Coloqué la hoja sobre una
pila de hojas escritas por los demás chicos del salón e inmediatamente regresé
a mi asiento. Di un vistazo a toda el aula y a todos mis compañeros y recosté
mi cabeza sobre la carpeta mirando por la ventana.
Al cabo de unos minutos, regresó Miss Odio y recogió los últimos trabajos a
los rezagados por el tiempo. Inició nuevamente la clase.
Unas horas después, sonó el timbre del recreo.
MI SECRETO Y VANESSA
Lo pensé todo el día, lo pensé toda la noche, lo pensé el resto de días y el fin
de semana. Ya lo había resuelto.
Hablaría con Vanessa sobre lo que me molestaba, hablaría con Miss Odio
sobre mi situación en la clase y hablaría con Diego acerca de mis sentimientos.
Sería precisa. Iría al grano. Solo tenía que encontrar la ocasión ideal para
hablar con cada uno de ellos.
En primer lugar estaba Vanessa. La invitaría a mi casa. Sería el día que explote
mi corazón con ella. Le dejaría las cosas claras con respecto a Diego.
Llegué a la clase y, como siempre, la Weiss ya estaba sentada con toda su
indumentaria. No sabía por qué siempre llegaba antes que los demás. Supongo
que lo hacía para no tener que encontrarse con todos nosotros en la puerta. Era
solo una hipótesis personal.
Dejé mi mochila sobre la silla y salí a la cafetería por un refresco. En realidad,
estaba buscando el rastro de Vanessa. Sé que ella siempre iba a la cafetería por
un refresco antes de entrar a clases. Vanessa era tan predecible. Después de
unos minutos, ahí estaba la chica de la mochila roja.
-¡Hola, Vanessa!-
-¡Hola, Amanda!-
-¿Te invito un refresco?- dije.
-¡WOW, Amanda! ¿Hoy te dieron más propina?- dijo Vanessa riéndose.
-Pues sí. Es más, Mario está trabajando a medio tiempo y también me ha dado
propina hoy- dije orgullosa.
-Entonces, también invítame el almuerzo-
-Haré algo más. Te invito a mi casa hoy por la tarde, después de las clases.
Hacemos la tarea de ciencias juntas y luego vamos al Mall a comer unos
helados. ¿Aceptas?-
-Pues claro que acepto. Solo déjame avisarle a mi mamá- me dijo mientras
pagaba su sándwich.
-Vanessa, he decidido que haré una fiesta por mi cumpleaños e invitaré a todos
los del salón- dije mirándola fijamente a los ojos. Sostuve la mirada.
-¿Vas a celebrar tu cumpleaños? ¿No te irás de viaje como otros años? ¿Pensé
que no te gustaban las fiestas en tu honor?- dijo algo sorprendida.
-Para nada, ya superé esa etapa. Además, es el primer año en la secundaria y
hay que empezar a asistir a fiestas de adolescentes ¿no?-
-Creo que tienes razón- me dijo con voz apagada.
-Claro que tengo razón- culminé con voz de triunfo.
Sonó la campana de inicio de clases.
Lo de la fiesta me salió en el momento. Había sido una de esas situaciones en
las que dices lo primero que te viene a la mente con tal de mantener la
conversación, pero ya no importaba, mi plan estaba marchando perfectamente.
Tenía que pensar muy bien las palabras que le diría a Vanessa en la tarde.
La clase transcurrió lo más aburridamente posible como todos los días.
Durante el recreo, Vanessa, Zulema y yo solo hablamos de trivialidades, tales
como la marca del nuevo celular de Valeria o lo mal que le quedaba a Patricia
su nuevo corte de cabello.
Todas esas conversaciones no despertaban mi interés en esos momentos. Solo
tenía una chispa en mi corazón. Quería que Vanessa entienda el gran amor que
sentía por Diego. Además, quería que sepa que verlos tan cercanos, me dolía.
Quería disipar las dudas de mi corazón. Quería ver la reacción de Vanessa al
conocer mi secreto.
El tiempo pasó y volvimos a clases.
Horas después sonó el tan ansiado timbre de la salida.
-¡Vanessa, Vanessa…!-
-¡Amanda! ¡Vamos!-
-Cuando lleguemos a mi casa, llamas a tu mamá- le dije.
-Bien-
Ahí estábamos, caminando rumbo a mi casa y era algo incómodo. No sabía
qué decir. Sentía como si fuera la primera vez que caminaba junto a ella.
Después de tres silenciosas cuadras, Vanessa rompió el silencio.
-¿En dónde vas a celebrar tu fiesta de cumpleaños?- preguntó.
-¿Mi fiesta?... Claro, estaba pensando en hacerla en mi casa, pero creo que el
espacio es muy chico y mi mamá no querrá limpiar el desorden al final de la
fiesta-
-Claro, sería mejor alquilar un local-
-Hablaré con Mario, seguro que él me da el dinero para un local-
-Y ¿Por qué no le pides a tu papá?-
-Mi papá últimamente ha estado viajando mucho por su trabajo, casi no lo veo
mucho. En realidad, no lo veo desde hace tres semanas. Ni siquiera sabe que
quiero celebrar mi cumpleaños-
-Cuenta conmigo para todo, yo te ayudo con la decoración-
-Sí, también le pediré a Zulema que me ayude con las invitaciones-
-Podemos pedirle a Diego que traiga el equipo de sonido de su casa-
Por qué dijo “Podemos pedirle a Diego…”, la cumpleañera era YO, entonces
YO era la que le pediría favores a Diego. Pero ¿por qué de repente me sentía
amenazada por Vanessa?
-Claro, PODEMOS pedirle a Diego ese favor- dije.
-Ya llegamos- dijo Vanessa.
Apenas me di cuenta de que ya habíamos llegado a la puerta de mi casa.
Abrí la puerta.
-Mamá, ya llegué- grité desde la puerta.
-¡Hola Amanda! ¿Cómo te fue hoy?- se escuchó una voz a lo lejos proveniente
de la cocina.
-¡Todo igual!- grité nuevamente.
-¡Buenas tardes señora Claudia!- gritó Vanessa.
-¡Hola niña! ¿Quién eres?- grito mamá nuevamente.
-¡Soy Vanessa!-
-¡Mamá! Vanessa y yo vamos a mi cuarto, ya almorzamos en el colegio- grité.
Subimos las escaleras corriendo lo más aprisa posible, como quien está en
plena competencia olímpica.
-¡Entra, siéntate!- dije y Vanessa se sentó sobre la cama.
-Cambiaste el color de tu cuarto-
-Ahora me gusta más el azul que el rosado, es tiempo de cambiar. Ya no me
siento rosado, me siento más azul-
-¿Qué dices?-
-Nada Vanessa, es difícil de explicar-
Era demasiado pedirle a Vanessa que entienda la relación entre los colores y
mi estado de ánimo.
La verdad es que el azul me hacía sentir más cuerda, ese color me sacaba de
mi mundo infantil y me sumergía en un mundo adulto. Era algo que ni yo
misma acababa de entender, pero es así como me hacía sentir el azul. Antes,
sentía que todo en mi vida tenía que ser perfecto, inocente, fantasioso, muy
femenino y delicado, y el rosado era el color ideal para mi estado de ánimo.
Me sentía protegida bajo la influencia de ese color. Pero ahora era distinto, ya
no quería seguir siendo protegida, quería ser independiente, quería vivir mi
propio destino y enfrentar la realidad con valentía y dignidad. Y, precisamente
era el momento para empezar a hacerlo.
-Vanessa ¿te gusta alguien de la clase?-
-¿Alguien? ¿En qué sentido? ¿A qué te refieres?-
-Me refiero a un chico, tú sabes, alguien que quisieras que esté contigo y sea
tu enamorado-
Vanessa se sonrojó ligeramente.
-¡Qué dices Amanda! Aún no pienso en eso ¡Somos chicas de primer año!-
dijo Vanessa con los ojos desorbitados como si hubiera visto a un fantasma.
-Claro, para nuestros padres aún somos bebés, pero tú y yo sabemos que no es
así como nos sentimos. Mira, hay cambios que tenemos que afrontar, cambios
que nos llevan por un camino distinto al de los años anteriores ¡no me digas
que tú no has pensado en eso!-
-Bueno…creo que…quizás…creo que sí…hay alguien- dijo Vanessa bajando
cada vez más el volumen de su voz.
-Dime ¿quién es? ¿lo conozco? ¿es del colegio?- interrogué entusiasmada.
En realidad, tenía mucha curiosidad de saber quién era el chico que le gustaba
a Vanessa. Jamás habíamos hablado de ese tema porque a ella siempre le
incomodó. Además, ella siempre estaba tan ocupada estudiando todo el
tiempo. Estudiaba hasta en vacaciones, según ella estudiaba cursos de
adelanto, pero yo sabía que repasaba lo del año anterior. En fin, era el
momento ideal para que Vanessa me cuente sus secretos y yo le cuente los
míos.
Después de unos segundos de silencio, Vanessa habló:
-Vamos a hacer algo, tú me dices primero quién te gusta y luego yo te digo
¿ok?-
-Por qué yo primero- protesté.
-Porque tú empezaste con todo esto- me respondió.
-Ya, ya…bueno a mí me gusta alguien del salón- dije finalmente.
Pensé que Vanessa jamás imaginaría quién era.
-Te gusta Diego ¿no?- dijo con tono serio.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿Él te ha dicho algo? ¿Por qué crees que es él?-
dije atropellando mis palabras.
-¡Ay Amanda! Todo el mundo se da cuenta cómo lo miras y con qué
dedicación lo has ayudado todos estos años en las clases de matemáticas. Y,
todos saben que te molesta que se esté sentando conmigo y no contigo en las
clases de Miss Prado-
Vanessa había subido la voz. ¿Cómo era que la niña que no hablaba jamás del
tema de los enamorados sabía observar con tal precisión ese tipo de detalles?
No sabía cómo sentirme ni qué decir.
- Te gusta Diego ¿no?- repitió Vanessa.
Bueno Amanda, era el momento, total solo la había invitado para eso. ¡Vamos
Amanda dilo! ¡Habla Amanda!
-Sí, hace cuatro años me gusta Diego. Es más, creo que me gusta desde que
jugábamos juntos en el jardín de niños- confesé enérgicamente.
Era libre, lo dije.
-¡Lo sabía!- dijo Vanessa.
La voz de Vanessa tenía un tono de entusiasmo y pena a la vez. No lo entendía
¿Tenía miedo de que yo prefiera a Diego que a ella? ¿Pensaría que dejaríamos
de ser amigas cuándo yo este con Diego? O… ¿Era que a Vanessa también le
gustaba Diego?
-¿Qué pasa? ¿No te gusta que me guste Diego?- interrogué tímidamente.
-¿Qué? No entiendo ¿Qué rayos tienen que ver tus gustos conmigo?-
-Es que has puesto una cara extraña-
-Tu cabecita siempre piensa por adelantado…Y ¿ya sabes si tú le gustas a
Diego?-
-¿Qué?... Pues, aún no lo sé- dije mirando al piso.
-¿Le piensas decir?-
-Pues no lo sé, lo normal es que él me lo diga ¿no? Pero si eso no pasa, yo me
adelantaré-
-No creo que te lo diga- dijo Vanessa mirando al piso.
-¿Por qué?- dije molesta.
-Es que…es que… él es muy tímido para esas cosas- respondió.
-Sí, lo sé. Pero sé que yo también le gusto-
-Cómo lo sabes si no te lo ha dicho-
-Una se da cuenta de esas cosas- dije triunfalmente.
Vanessa se quedó pensativa. Después de unos segundos, miró su reloj y dijo:
-Me tengo que ir, olvidé que mamá tiene que ir de compras hoy y debo
acompañarla-
-Pero aún no me dices quién te gusta- le dije.
-Te lo diré después-
-Pero... no se vale. O es que ¿acaso también te gusta Diego?- dije casi dudando
si decirlo o no.
-¿Qué? Pero qué hablas Amanda. Me gusta alguien más- dijo molesta y sin
mirarme.
-Solo es una pregunta. Yo te dije mi secreto y ahora tú no me quieres decir el
tuyo-
-Es que es tarde Amanda, me tengo que ir-
-Solo tardarás unos segundos en decírmelo, no creo que pierdas tanto tiempo-
-Mi mamá me espera, ya te dije-
-No me dijiste eso hoy por la mañana cuando aceptaste venir-
-Lo había olvidado. Luego te cuento lo mío. Adiós. Nos vemos mañana en el
colegio-
Vanessa salió apresuradamente de mi habitación, casi tropezándose con la
puerta. Estaba confundida. ¿Por qué era tan difícil para ella contarme sobre el
chico que le gustaba? Creí que Vanessa era más tímida de lo que había
pensado hasta ese momento. Seguro le aterraba la idea de confesar sus
sentimientos, así sea solo conmigo. O acaso… ¿Acaso le había incomodado
mi confesión?
De todos modos, ¡ya estaba! ¡había hablado!
Pero no quería que Vanessa le cuente nada a Diego, no quería que le diga que
él me gustaba, solo quería que le hablara de mí y saber lo que él pensaba de
mí.
PAUL
Bueno, hasta ese momento, mi plan iba a la perfección. Era feliz. Iba a hablar
con Mario para que me ayude a organizar mi fiesta de cumpleaños. Como
Mario ya estaba en quinto año de secundaria y tenía muchos amigos, sabía
cómo organizar una fiesta.
Esperaba encontrarlo solo y no con uno de sus amigos. Todos ellos me
miraban como a una bebita. Era algo frustrante que chicos guapos y altos
visiten mi casa y yo simplemente sea invisible para ellos. Pero no me
preocupaba por el momento. Sabía que algún día iba a crecer y ser guapa,
entonces todos ellos me seguirían.
Pero solo tenía en mi corazón a un chico, Diego. Por eso, no me interesaba
nadie más y no me interesaba ser ignorada por todos esos chicos mayores. Es
más, no me interesaban los chicos mayores, para mí eran algo tontos y les
gustaba hacer bromas pesadas a las chicas solo para coquetear con ellas. Diego
era distinto, él era tímido. Me agrada su timidez.
Ya habían pasado cuatro horas, eran las 8:00pm y estaba esperando sentada en
las escaleras, muy ansiosa por la llegada de Mario. Por fin a las 8:15pm, llegó
Mario.
-¡Mario, Mario!- grité apenas lo vi cruzar la puerta.
Mario venía con Paul, su mejor amigo.
-¡Amadita!- exclamó Paul al verme.
-Hola, Paul- dije sin mirarlo.
Mis ojos solo buscaban a los ojos de Mario.
-Mario, ¡Quiero celebrar mi cumpleaños!-
-¡Qué chévere!- dijo Mario mientras tiraba su mochila al piso.
-Pues bien, he decidido hacer una fiesta, pero no quiero pedirle ayuda a mi
papá-
-¿Fiesta? ¿Ayuda? ¿A qué te refieres?- preguntó Mario.
-Ayuda financiera, Mario-
-¡Ah, claro! ¡Tu primera fiestecita! No te preocupes, yo lo pongo todo ¿Para
qué son los hermanos mayores?- dijo Mario riéndose y mirando a Paul.
-Afirmativo mi querido brother. Amanda, cuenta conmigo también. Yo me
encargo de todo- dijo Paul mientras me abrazaba a la fuerza.
-¡Suéltame! Tengo calor-
Paul me abrazó de nuevo dándome un beso en la frente, el cual yo me limpié
de inmediato, mirándolo con furia. Él solo sonrió como si nada pasara.
-¡Mario! Entonces, hoy hay que revisar el presupuesto para mi fiesta y la lista
de invitados ¿no?- dije casi rogando como niña preescolar.
-¡Qué linda!- exclamó Paul.
Le sonreí a Paul en forma sarcástica.
-Vamos a mi cuarto, ahí vemos todos los detalles. Vamos Paul acompáñanos-
dijo Mario dándole una palmada en el hombro.
-¡Será un placer!- respondió Paul.
Paul me abrazó por el cuello y prácticamente me arrastró por las escaleras
hasta la habitación de Mario.
No entendía por qué Paul era siempre así conmigo, siempre me trataba como
si fuera más hermana de él que de Mario. Cuando estaba en la casa, me
perseguía, me molestaba, me abrazaba, me decía chistes tontos. A veces me
daba risa, otras veces solo tenía ganas de darle almohadazos.
Habíamos sido vecinos desde siempre. Paul es hijo único. Es por eso que
siempre estaba metido en mi casa. A veces pienso que necesitaba mucho
cariño. Tengo que admitir que sus ojos color miel, sus cejas pobladas, su fino
cabello negro y liso, su piel ligeramente bronceada y su aire misterioso
siempre me habían gustado mucho. Cuando lo vi por primera vez, me gustó.
Cuando éramos pequeños, Paul, Mario, Robert y yo jugábamos a las carreras
de bicicletas por toda la cuadra, claro, ellos montaban bicicletas mientras que
yo aún usaba triciclo. Recuerdo que Mario y Robert siempre se adelantaban y
yo me quedaba atrás casi llorando, entonces, Paul desaceleraba y comenzaba a
pedalear más lento hasta que yo lo alcanzaba, y en ocasiones lo pasaba.
Con el pasar de los años, Paul se había convertido en un hermano más para mí,
un hermano part time, alguien que no vive conmigo pero que siempre viene
para ser lo más molesto posible, es decir, para cumplir su rol de hermano
varón y mayor. Aun así, con todas sus tonterías, Paul es alguien a quien quiero
mucho y en quien confío ciegamente, es como si fuera un miembro más de mi
familia.
-¡Ya suéltame! puedo caminar sola- dije exasperada.
-¿Así? Pero si solo eres una pequeña bebé-
Estaba a punto de lanzar uno de mis mejores gritos de furia. Cuando sentí por
mi cintura unas manos grandes que me levantaban.
-¡Paul!- grité.
-Mejor te cargo, no te vayas a caer- dijo Paul soltando una de sus carcajadas.
Paul ya era tan alto como hoy en día, así que en esa ocasión casi pierdo de
vista el suelo.
-¡Ya suéltala! Va empezar a gritar y mi mamá nos va a botar al patio- dijo
Mario.
Paul me bajó y me dio ligeras palmaditas sobre la cabeza. Yo solo atiné a
sacarle la lengua.
Por fin entramos a la habitación.
-¿En dónde quieres que sea la fiesta? ¿Aquí en la casa o en un local?- me
preguntó Mario.
-Prefiero que sea en un local, sabes que a mamá no le gusta el desorden-
-¡Genial!- se entrometió Paul.
-Bien, pero solo tengo una condición- dijo Mario.
-¿Cuál?- pregunté.
-Será una fiesta doble. He visto un local muy cerca de aquí que tiene dos
salones juntos pero independientes. Como sabes, sigo castigado por reprobar
matemáticas y biología el año pasado y mamá no me deja salir. Solo puedo ir
al trabajo y al colegio, pero con el pretexto de tu fiesta, me dejarán
acompañarte y tendré mi propia fiesta el mismo día. ¡Todo es perfecto!-
-Es decir ¿te tendré al lado?- pregunté.
-No creías que mamá te iba a dejar ir sola a tu primera fiesta a los doce años
¿O sí?- me dijo Mario con tono irónico.
-No es eso, solo que no creí que mi propio hermano me utilizaría para llevar a
cabo sus propósitos personales, estoy desilusionada-
Paul y Mario se miran y empiezaron a reír.
-Pequeña, te estaremos vigilando- me dijo Paul.
-¿“Te estaremos vigilando”? eso me suena a manada- le contesté.
-Claro, yo también estoy incluido entre tus vigilantes- dijo Paul.
-¿Por qué?- pregunté furiosa y mirándolo fijamente a los ojos.
-Porque… porque… titubeó Paul.
-Ya cállense los dos- gritó Mario.
Ambos callamos en ese instante pero no me gustó la mirada de Paul. Fue algo
raro, poco usual. No me miró con sus ojos graciosos. La expresión en sus ojos
había cambiado. Fue como si hubiera querido decirme algo, pero al final se
arrepintió y esa reacción era extraña en él. Se echó boca arriba sobre la cama y
empezó a mirar el techo. Definitivamente el chico estaba loco. Últimamente
estaba más raro que nunca, cambiaba de ánimo constantemente.
-Mañana vamos a ver y alquilar el local y tú harás la lista de tus invitados, yo
pago todo y tú solo tienes que guardar el secreto de la fiesta doble- concluyó
Mario.
Todo estaba dicho. Mi fiesta era un hecho, aunque no la esperaba ni la imaginé
pero ya era una realidad. Por fin, iba a llegar el día de mi revelación. Le
confesaría mis sentimientos a Diego el día de mi cumpleaños. Estaba segura
de que él me correspondería. Me lo había demostrado miles de veces mientras
lo ayudaba con su tarea de matemáticas, mientras él me ayudaba con los
ejercicios del taburete y la última vez fue en ese incómodo interrogatorio en la
cafetería. Él demostró que estaba de mi lado en la guerra gratuita que me había
declarado Miss Odio.
Cada día, sentía que lo quería más y solo quería mirarlo y tal vez, algún día,
caminar juntos por la calle tomados de la mano como en las películas.
Mario salió al baño y Paul se sentó sobre la cama mirándome atentamente.
-¿Qué tienes? No me mires así- le dije molesta.
-¿No te puedo mirar?-
-¡No!- dije y de inmediato bajé la mirada. Era una situación extraña e
incómoda.
-¿Por qué? Si siempre te he mirado y nunca me has dicho nada-
-¡Ya basta Paul! ¿Se puede saber a qué viene todo esto? ¿Es otra de tus
bromas?- dije mirándolo sin demostrar mi incomodidad.
Surgió unos segundos de incómodo silencio. Luego Paul dijo:
-Amanda, quiero decirte algo- bajó la mirada.
Ilógicamente, mis manos empezaron a sudar y sentí una sensación extraña en
el pecho, como si poco a poco el aire se apartara de mí mientras una brisa fría
recorría todo mi cuerpo.
-¿Qué quieres?- dije finalmente.
Paul se paró y lentamente empezó a caminar hacia mí que estaba sentada sobre
el sofá favorito de Mario. Al llegar frente a mí, Paul se arrodilló. Yo estaba
espantada, quise pararme de golpe pero mis piernas no respondieron.
Finalmente, Paul se acercó a mi oído y susurró:
-Te he visto en el colegio y me he dado cuenta de que le has subido la basta a
tu falda-
-¡Idiota!- le dije furiosa parándome y empujándolo. Él se cayó sentado sobre
el piso y empezó a reír.
Salí del cuarto de Mario muy molesta. No podía creer que Paul me haga ese
tipo de bromas. Cada día estaba más idiota. ¡Lo odio! pensé.
Mi rostro estaba encendido por la furia y mis latidos se habían acelerado. La
fría brisa recorriendo mi cuerpo se había transformado en un imponente calor.
Paul siempre sacaba lo peor de mí, me enfurecía, no lo soportaba. Hubiera
deseado que Mario tuviese otro mejor amigo. Deseé que llegue alguien y le dé
un buen escarmiento a Paul para que empiece a tomar las cosas en serio.
SURGEN MÁS DUDAS
Pasó todo el fin de semana, sábado y domingo. El día anterior fue lunes y al
día siguiente tuve clases con Miss Odio, la situación seguía igual de tensa
conmigo en esa clase. Tenía clases de ciencias a primera hora ¡Qué pereza!
Mi único alivio era saber que mi fiesta estaba cada vez más cerca. Había
planeado detalladamente mi encuentro con Diego y cómo lo invitaría a mi
fiesta. También quería terminar mi conversación con Vanessa y buscar el
momento ideal para hablar con Miss Odio. Necesitaba hacer eso, mi relación
con Miss Odio no solo afectaba a mis nervios sino también mis calificaciones.
Acababa de sonar el teléfono.
-¡Yo contesto!- gritó mamá desde el primer piso.
-¡Adiós mamá!- oí la voz de Robert.
¿Por qué siempre Robert salía tan temprano de casa? Siempre quería ser el
primero en todo, hasta en la puntualidad. ¡Qué irritante!
-¡Buenos días!- me saludó Mario.
-¡Buenos días!- respondí.
-No olvides decirle a mamá lo de tu fiesta y no le cuentes acerca de nuestro
acuerdo- Mario me guiñó el ojo.
-Claro, eso es solo entre tú y yo- también le guiñé el ojo.
-¡Ah! tampoco le cuentes a Robert-
-¿Por qué le contaría? A él ni siquiera le interesa cuándo es mi cumpleaños-
-No es eso, solo que él tiene sus propios intereses-
-Bueno, pero es obvio que ni tú ni yo estamos incluidos en sus intereses-
-¡Qué le vamos a hacer! Lleva nuestra sangre y apellido. Hay que aceptarlo
como es-
-Ya vete a bañar. Solo faltan veinte minutos antes de que cierren la puerta del
colegio-
-¡Ya voy!-
-Yo me voy primero, Mario-
Mirando cómo se cerraba la puerta del baño y la imagen de mi hermano mayor
desapareciendo, me di cuenta de que lo admiraba y respetaba mucho. A pesar
de que él siempre se empeñaba por parecer inmaduro y despreocupado,
presentía que en el fondo se veía a sí mismo como responsable de todos
nosotros durante los días de ausencia de mi padre. Hubiera querido que papá
no trabaje tanto para que pase más tiempo con nosotros. Ya se me estaba
borrando el último recuerdo de una cena familiar.
Con los pensamientos sobre mi padre, bajé corriendo las escaleras para
despedirme de mamá.
-¡Ya me voy mami!-
Mi mamá estaba llorando. No entendía ¿Qué sucedía?
-¿Qué pasa mami?-
-¡Amanda! ¿Qué haces aquí? ¡Ya es tarde! ¡Por el amor de Dios niña, te van a
cerrar la puerta del colegio!-
-¿Qué pasa mami, por qué lloras? ¿Te duele algo?- insistí.
-No es nada Amanda, solo estuve cortando cebollas. ¡Ya vete al colegio!-
-Pero…
-¡Ya vete al colegio Amanda!- oí la voz de Mario.
-Pero mi mamá está llorando- dije asustada.
-Ya te dijo que es por la cebolla. Nuestra madre no es una mujer de labores
domésticas. Ya vete o llegarás tarde y el único tardón de la familia soy yo ¿No
querrás quitarme el título, o sí?- dijo Mario serio.
-Bueno, ya me voy- dije finalmente.
Le di un beso a mi mamá y me fui.
De camino al colegio, muchas preguntas asaltaron mi cabeza ¿Por qué mamá
estaba llorando? ¿Era cierto lo de la cebolla? ¿Por qué Mario bajó tan rápido
del baño si por lo general se demora mucho? ¿Me estarían ocultando algo?
¿Mamá estaba enferma? ¿Sería por algo que se enteró al recibir la llamada?
¿Era por mi culpa? ¿Se habría enterado de mis notas en el curso de Miss
Odio?
Las preguntas sin respuesta acompañaron mi caminata al colegio. Para cuando
volví a la realidad, ya estaba en la puerta de mi salón.
Ya habían pasado 15 minutos desde que llegué y el profesor de ciencias aún no
llegaba. Aproveché el tiempo libre para comentarles a las demás chicas sobre
mi fiesta de cumpleaños.
Como de costumbre en los demás cursos que no eran de Miss Odio, yo me
sentaba con Vanessa o con Zulema. Ese día estaba sentada con Zulema porque
Vanessa aun no llegaba ¿Le habría pasado algo? ¿Estaría enferma?
-¡Zulema!- dije.
-¿Qué?- me contestó.
-Voy a celebrar mi cumpleaños-
-¡Genial! Ya era hora que empieces a organizar fiestas. Será la primera fiesta
del año ¡Esto es fantástico! Tenemos que invitar a chicos de segundo y
tercero… además, algunas chicas grandes también… ¿Traerás a tus hermanos,
no? ¡Me encanta tu hermano Mario! ¡Es tan lindo!... No invites a todos los del
salón y no lleves a tus padres… también necesitamos…
-¡Basta! Hablas muy rápido No te entiendo nada si hablas todo al mismo
tiempo- dije casi gritando.
-Amanda, Amanda… ¿Te das cuenta de que esta fiesta puede ser el boleto
hacia una vida social activa en la secundaria?- prosiguió Zulema.
Yo solo hacía la fiesta para declararme a Diego, pero eso de “vida social
activa” me agradaba.
-No lo había pensado de ese modo- dije mirando el vacío.
-¡Tú quédate acá! Yo me encargo- dijo Zulema parándose frente a toda la
clase.
-¿Qué?... Pero ¿qué vas a hacer? ¡Zulema!-
-¡Chicos y chicas! ¡Su atención por favor! ¡Tengo un comunicado a la
nación!... Mi mejor amiga, Amanda, cumple 13 años el próximo 10 de abril y
va a ofrecer una gran fiesta a la cual todos SUS amigos estamos invitados.
Tenemos exactamente un mes para organizar la fiesta y para que ustedes
compren los regalos- dijo Zulema triunfalmente como si hubiera dado un
verdadero mensaje a la nación.
Todos me miraban y empezaron a sonreír emocionados diciéndome “¿Verdad
Amanda?” “¿Dónde lo vas a hacer?”. Con todo ese alboroto, sentí como si
fuera a cumplir quince y estaban preparando mi quinceañero. Creo que la
emoción era porque, al fin y al cabo, todos deseaban iniciar el año con una
fiesta así. Todos deseaban iniciar su vida social en la secundaria y una fiesta
era la ocasión perfecta para hacerlo.
-¡Chicos, chicos! Por favor, tienen que esperar para recibir la invitación formal
para la fiesta. Es obvio que no todos podrán asistir. Ustedes saben por
cuestiones de espacio. ¡Muchas gracias por su atención!- concluyó Zulema.
Cuando Zulema decía que no todos podrían asistir creo que se refería a Camila
Weiss y algunos otros chicos que no resaltan mucho en el salón. Todos ellos
eran… pues… como se diría… de perfil bajo. Asistían al colegio porque la ley
lo mandaba, pero no necesariamente se mezclaban con los demás.
En medio de mis pensamientos, desvié mi mirada hacia la puerta del salón y vi
a Vanessa. No supe cuánto tiempo llevaba parada allí, pero no se veía bien.
Parecía enferma.
-¡Vanessa!- gritó Zulema.
-¡Vanessa!- gritó Diego.
¿Diego? ¿Por qué hizo eso?
-Hola chicos, solo vine a entregar la tarea pendiente- dijo Vanessa con voz
apagada.
-¿Qué tienes? ¿Estás enferma?- dije asustada.
-Me duele un poco la garganta y tengo dolor de cabeza. Mi mamá está afuera y
me va a llevar al médico- contestó.
-¡Qué pena Vanessa! Pero… ¿Ya sabes lo de la fiesta de cumpleaños de
Amanda? Cuando te mejores tenemos que empezar a planearla ¿Ya?- dijo
Zulema entusiasmada.
-Claro… bueno ya me voy. Amanda, ¿puedes entregar mi tarea por mí?- me
preguntó Vanessa.
-¡Claro que sí! ¡Cuídate mucho Vanessa! Anda tranquila- dije mientras le di un
fuerte abrazo.
-¡Chau! ¡Cuídate!- dijo Zulema.
Pude ver cómo Diego seguía a Vanessa con la mirada mientras ella se alejaba
de la puerta del salón. Estaba confundida ¿Qué sucedía? ¿Sería que Diego, MI
DIEGO, se había encariñado con Vanessa más de lo que debería?
¿Sería que esas benditas clases de Miss Odio de dos horas cada dos días
habían contribuido para que nazca algo más que amistad entre ellos? Me
preocupaba Vanessa y su salud, pero en ese momento me preocupaban más las
dudas de mi corazón.
EL PROYECTO DE MISS ODIO
Ya habían pasado dos días. Vanessa había vuelto al colegio, solo tenía una leve
inflamación en la garganta y tos. Zulema estaba cada vez más eléctrica con la
preparación de las invitaciones y todos los días me preguntaba si podía ir a mi
casa para conversar con Mario acerca de los preparativos de la fiesta. Yo sabía
que la fiesta era solo un pretexto para acercarse a mi hermano. Mientras que
Diego estaba cada vez más distante conmigo y más cercano a Vanessa. A
veces sentía que me evitaba. No volvimos a hablar del tema que quedó
pendiente esa tarde en mi casa. Y, Miss Odio aún seguía odiándome, solo
estaba esperando el momento ideal para acercarme a ella y conversar sobre mi
situación en la clase y mis calificaciones.
Pero si ese era el ambiente en el colegio, en mi casa la cosa no cambiaba
mucho. Mario como siempre seguía tratando de mejorar sus calificaciones,
pero en realidad estaba más concentrado en trabajar y preparar todo para mi
fiesta. Robert ya casi ni me hablaba desde que se enteró de la fiesta. Hasta
sentía que estaba molesto conmigo, pues esa noche escuchó por casualidad
mientras Mario y yo hablábamos de la fiesta doble. Me molestaba cuando
Robert me regañaba, pero más me molestaba cuando se molestaba conmigo y
no me hablaba.
Por otro lado, mamá había estado triste durante esos días. Creo que había
estado así desde aquella mañana que la dejé llorando en la cocina junto a
Mario. Su ánimo había empeorado desde la noche anterior que papá llegó y
anunció que se iba nuevamente al día siguiente por la tarde. Esa vez tenía que
viajar al Sur. Nunca decía el lugar exacto, solo decía: “yo los llamo”. Lo
bueno era que ya sabía sobre mi fiesta y prometió regalarme un gran pastel
para ese día y apoyar en todo lo que haga falta, lo único que no prometió fue
estar en casa para ese día.
Era jueves. Eso significaba que mi primera clase del día sería: literatura; o sea,
con Miss Odio.
Acababa de llegar al salón y la Weiss ya estaba sentada ahí, en el asiento de las
olvidadas de Miss Odio. Ya estaba tan acostumbrada al aire déspota de la
Weiss que no me preocupaba siquiera por mirarla.
Apenas me senté en mi lugar y de repente todos los demás chicos de la clase
entraron como empujados por el viento, empezaron a hablar y reír, sonó la
campana y entró Miss Odio cerrando la puerta del salón tras de sí.
-El día de hoy trabajaremos en el proyecto final. Puede ser una fábula, cuento,
novela o poema. El único criterio es que tiene que contar una historia real- dijo
la Odio.
Miss Odio empezó a caminar entre las carpetas de ida y vuelta, una y otra vez.
Su presencia era intimidante para mí.
-Asimismo, el proyecto será en parejas. Para evitar perder el tiempo con
sorteos o que alguien se quede sin pareja, yo voy a decidir con quién van a
trabajar. Esto significa que van a hacer pareja con su compañero o compañera
de asiento, pues ya que llevan casi un mes sentándose juntos, se supone que
han desarrollado simpatía entre ustedes- continuó Miss Odio.
¿Qué? “se supone que han desarrollado simpatía entre ustedes…” ¿Cómo
podía desarrollar simpatía con la Weiss si ni nos miramos? Claro, típico de
Miss Odio, solo ordenando lo que a ella le parecía más cómodo. Seguro que ya
lo había planeado desde un principio. ¡Odiaba a Miss Odio!
-Continuando con los criterios del proyecto, como ya se suponen, la historia
tiene que ser adaptada al tipo de texto que elijan. Es decir, si es una historia de
su niñez, por ejemplo, y han decidido hacer una fábula con ella, tienen que
adaptarla y transformarla en una fábula. Ya saben, con animales y moraleja al
final. Pueden agregar u omitir algunas situaciones, personajes y contextos pero
el tema central tiene que ser el mismo. Puede ser una realidad propia o alguna
que oyeron de alguien más. La fecha límite para la entrega es el nueve de
diciembre, es decir, el último día de clases. Espero que hagan un buen trabajo,
digno de alumnos de secundaria- concluyó Miss Odio.
Se oyó un gran silencio en el aula luego de las palabras de Miss Odio. No
todos estaban contentos de trabajar con su compañero de asiento, pero entre
todos ellos, la más desafortunada era YO.
La idea de trabajar durante nueve meses junto a la Weiss me atormentaba. Era
casi como llevar un embarazo, con todas las molestias de los primeros meses.
Pero, lo que más inquietaba mi alma y corazón en ese momento era la idea de
ver a Diego y Vanessa juntos y trabajando durante los mismos nueve largos
meses. Muchas cosas podían pasar entre ellos durante ese tiempo. Solo
esperaba que el embarazo entre ellos dos dé como resultado un bebé feo y
llorón.
Mi único alivio era que faltaba menos de un mes para confesarle mi amor a
Diego. Bueno, después de esa confesión seríamos enamorados y entonces ya
estaría más segura, sin miedo a que alguien me lo quite. Alguien como
Vanessa ¿Cómo es que llegué a pensar así de mi mejor amiga? Esperaba que
todo sea una confusión de mi mente.
Terminó la clase de Miss Odio y yo solo pude concentrarme en la idea de
trabajar junto a la Weiss. Me mortificaba desaprobar el curso. Jamás me había
preocupado por algo así, pues, jamás obtuve malas calificaciones. Pero,
trabajar junto a esa chica era un fracaso por adelantado. Cómo podíamos hacer
un proyecto juntas si ni siquiera nos saludábamos con la mirada. Tenía que
hablar con Miss Odio.
*
Cuando la clase terminó, me acerqué al escritorio de Miss Odio.
-Profesora Prado ¿puedo hablar con usted unos minutos?- dije.
-¿Qué deseas?- contestó.
-Quiero hablarle sobre el proyecto final…Mire, yo quería decirle que…
-¿Qué pasa? ¿No puedes hacerlo? ¿Te quedó grande el trabajo? Pues si es así,
avísame de una vez para colocarte la nota que mereces-
-¿Qué? Claro que no, no es nada de eso. Yo solo quiero pedirle que me cambie
de compañera. Yo no puedo trabajar con Camila Weiss, es decir, ella y yo ni
siquiera nos hablamos. Nuestro supuesto proyecto será un fracaso antes de
empezar-
-¿Acaso, la señorita Weiss tiene alguna enfermedad viral, problemas
psiquiátricos graves, es psicópata, asesina en serie, usa drogas, no te gusta su
perfume?-
-¿Qué?... no, claro que no, nada de eso-
-Entonces, ¿cuál es el problema, señorita Zulens?-
-Pues… pues… ya le dije, ella y yo no nos hablamos. En realidad, ella no
habla con nadie. Desde que la conozco, ella siempre se las ha arreglado con
los profesores para trabajar sola y estoy segura de que en esta ocasión hará lo
mismo. Es inútil insistir, ella no quiere una compañera y yo tampoco la quiero
a ella-
-¿Terminaste?-
-¿Qué? Ah… sí-
-Mira Amanda, en la vida tendrás que trabajar y tratar con todo tipo de gente;
además, tendrás que soportar situaciones peores que ésta. Sé que tal vez no has
recibido la mejor instrucción en tu casa, pero aquí en la clase ¡Mando yo! Si
hubiera querido, te hubiera puesto de compañera a una de tus mejores amigas,
pero así no es el mundo real. Creo que ya es tiempo de bajar de tu nube
mágica y comportarte como un preadulto. Tal vez en tu casa seas la consentida
y concedan todos tus caprichos, pero aquí en mi clase tienes que seguir las
instrucciones si quieres aprobar el curso. Y si vuelvo a ser retrasada en mi hora
de descanso por un infantil y absurdo asunto como este, te voy a desaprobar a
ti y a tu compañera del proyecto-
-¿Qué? Pero eso no es justo. Le estoy exponiendo mis razones y son válidas
para mí. No me siento cómoda en esta situación. Pero, sabe qué, creo que no
es este “asunto” lo que a usted le molesta. En realidad, lo que le molesta soy
yo ¿No es así?-
Pude ver algo de asombro en los ojos de Miss Odio. Seguro estaba asustada de
que yo la desenmascare sin miedo.
-¿Molestia? ¿Tú? Niña, no te sientas tan superior. Tú eres simplemente una
alumna más para mí. Si yo he sido dura contigo es porque no te has
comportado adecuadamente en mi clase desde el primer día. No te confundas,
esto no es nada personal. Tienes que aceptar que necesitas esforzarte más para
obtener mejores calificaciones porque mis clases tienen un alto nivel-
-Siempre he sido buena alumna, jamás tuve queja de ningún profesor-
-Tal vez eso era porque estabas en primaria y los profesores no querían herir
los sentimientos de los bebés y de sus padres, pero ahora estás en secundaria y
muy pronto estarás en la universidad, claro si llegas; y los retos, los amigos y
los profesores no siempre serán los mismos. ¡Ya crece niña! ¡Ya despierta de
tus sueños encantados! Ahora, si no tienes nada más que decirme, me tengo
que ir-
No sabía qué decir, cada vez la detestaba más. Se acababa de burlar de mí. Me
sentía humillada. Me había tratado como a una niña tonta. Me había
sermoneado como si fuera mi madre. Y, ni siquiera había admitido que me
odiaba. Se había justificado detrás de mi incapacidad para rendir en su curso.
Era una hipócrita. Sentía un irresistible deseo de salir corriendo detrás de ella
y tirarle de los cabellos. Sus palabras me asustaron y me enfurecieron a la vez.
Cuando me disponía a salir del salón justo detrás de Miss Odio, vi a la Weiss
acercarse, me detuve y escuché:
-Profesora Prado ¿Podría conversar con usted unos minutos?-
-Si se trata de un cambio de compañera del proyecto final, la respuesta es no.
Acabo de tener una conversación con tu compañera sobre el mismo tema y la
verdad ya estoy cansada. ¡Arréglense ustedes! Y, avísenme lo más pronto
posible si van a hacer el proyecto o no, para ponerles la nota por adelantado-
-Sí, profesora Prado- dijo la Weiss.
Cómo es que esa chica era tan altanera con sus compañeros de clases y tan
humilde con los profesores, sobre todo con Miss Odio. Estaba molesta por su
cobardía. Yo al menos la enfrenté, le di pelea y ella se resignó así de rápido
¡Estaba decepcionada!
Miss Odio acababa de salir como un trueno del salón y la Weiss se estaba
acercando a mí ¿vendría a saludarme?
-¿Qué le dijiste a la profesora?- me dijo la Weiss enfurecida.
-¿Qué? Yo…no le dije nada que no haya tenido que decir-
-Mira, no me interesa trabajar contigo o con cualquier otro u otra.
Simplemente, no quiero reprobar el curso por culpa de los sentimientos
encontrados de alguien más-
-Pensé que te gustaba trabajar sola- dije desconcertada.
-¿Conoces a alguien que haya querido trabajar conmigo?- me dijo mirándome
con sus grandes ojos azules.
Esa pregunta me estremeció. Era verdad, nunca nadie había querido trabajar
con ella. Y yo no era la excepción. Tenía un sentimiento extraño en mi
corazón, era una mezcla de pena y vergüenza.
-No me importa ninguno de ustedes. No me importa si hago las cosas sola o
con compañía. No me importa la opinión de los profesores ni mucho menos la
tuya, solo quiero tener buenas calificaciones. Tú no me interesas pero aun así
tenemos que trabajar juntas para hacer ese proyecto, así que deja de complicar
las cosas poniendo a la profesora en contra nuestra. No te estoy pidiendo un
favor. Te estoy usando y tú también me usarás- dijo girando su mirada azul
hacia su lado derecho y cruzando los brazos.
Jamás la había oído pronunciar tantas palabras a la vez. Es más, ni conocía
bien el tono de su voz. No sabía que podía hablar a alguien de esa manera,
siempre había pensado que era una niña tonta y superficial. Pero eso…eso…
no supe qué decir.
-Entonces ¿Vamos a hacer el proyecto juntas?- dije finalmente.
-¿Eres normal? Ya te he dicho que sí. Ven a mi casa hoy a las 4:00 pm. Calle
Los Delfines 222, urbanización La Mar. Empezaremos el proyecto, mientras
más rápido terminemos, menos tiempo tendremos que soportarnos- dijo y se
fue a su asiento.
“mientras más rápido terminemos, menos tiempo tendremos que soportarnos”
¿Quién se creía? Ay sí, muy importante la señorita Weiss.
Tomó su bolso fucsia y salió como siempre a toda prisa con la mirada en el
suelo. Esa niña era algo rara, primero explotaba y luego se apagaba. Solo
esperaba terminar el proyecto lo más pronto posible para no tener que ir a su
casa solo para verle la cara.
Su casa… su casa debía de ser un castillo. Vivía a cuatro calles de mi casa. Ese
era el barrio de los chicos ricos de mi zona. Entonces, no era simplemente
presumida y acomplejada, ¿en verdad tenía dinero? ¿Cómo sería su casa?
¿Cómo serían sus padres? ¿Tendría mascota? No, no lo creía, ignoraría al
pobre perro o gato y lo dejaría morir por inanición. ¿Tendría hermanos o
hermanas? ¿serían igual a ella? o ¿sería hija única? Debía de ser hija única
porque de lo contrario no sería tan engreída. ¿Cómo sería su madre? ¿sería
rubia con ojos azules como ella? o ¿salió a su padre?
Sonó la campana de regreso a clases.
Apenas me di cuenta de que ya había terminado el recreo. Ahora entendía por
qué Miss Odio salió casi corriendo. Me sentía orgullosa de haberle ocupado
casi media hora de su descanso.
El resto de horas de clase me senté junto a Vanessa, Diego se sentó con
Fernando. Había algo extraño en la actitud de Vanessa. Estábamos en la clase
de química y mientras el profesor escribía en la pizarra algunas fórmulas, yo
aproveché la oportunidad para retomar mi conversación pendiente con
Vanessa.
-¡Pss, Vanessa! te acuerdas que la vez pasada en mi casa yo te dije que me
gustaba Diego, pero tú no me dijiste quién te gustaba- le dije casi susurrando.
-Amanda, este no es el momento. El profesor nos puede oír- contestó.
-No nos va a oír, es medio sordo y además cuando escribe esas fórmulas se
concentra tanto que casi se pierde entre el carbono y el oxígeno-
Vanessa sonrió.
-Vamos, termina de contarme Vanessa ¿Quién te gusta?-
-Nadie Amanda, no me gusta nadie-
-No te creo, me estás mintiendo. En mi casa me dijiste que te gustaba alguien-
-Yo no dije eso, te dije que después te iba a contar y ya te estoy contando.
Nadie-
Cuando estaba a punto de hacerle otra pregunta, el profesor volteó y empezó a
explicar sus garabatos del pizarrón. Otra oportunidad perdida. Vanessa seguía
igual de rara. Seguía la duda en mi corazón. Volteé disimuladamente para
mirar a Diego que estaba sentado dos carpetas atrás en la fila del costado.
Estaba mirando hacia nosotras. Me estaba mirando. Cuando lo miré, bajé la
mirada y empecé a escribir. Era tan tímido pero tan obvio al mismo tiempo.
Cada día me gustaba más.
Ya habían pasado las horas de clases por ese día. Salí del salón con las ideas
revueltas en mi cabeza, pensando en Diego y pensando en Vanessa. De
repente, Zulema vino hacia mí casi atropellando a los que se interponían en su
camino.
-¡Amanda, Amanda! Ya, ya las tengo…tus…
-¿Qué pasa Zulema? A ver, respira…uno, dos, tres… ¿mejor?-
-Sí. Ya tengo las invitaciones para tu fiesta. Me las dio Mario en la hora del
recreo. Te estaba buscando pero no te pude encontrar ¿Dónde estabas?-
-Es una larga historia-
-Míralas, son lindas ¿no? Azules con pequeños corazoncitos plateados. Mario
dijo que escogiste ese diseño-
-Sí, están lindas. Dame una- le dije arrebatándole una de las manos.
-¿Para qué? Todavía tenemos que escribirles el nombre de cada uno de los
invitados-
-Solo quiero una ¿Son mías no?-
-¡Ah! Seguro es para tu chico amado. Para Diego ¿no?-
Un enorme calor subió por mi rostro al escuchar las palabras de Zulema ¿Ya
todos lo sabían? ¿Era tan obvia? ¿Sería que Vanessa abrió la boca?
-¡Ya cállate! dame la invitación- le dije riéndome.
Zulema me dio todas las invitaciones.
-Pero solo te he pedido una-
-¡Llévatelas! En la tarde voy a tu casa y las llenamos- me dijo
-Hoy no puedo Zulema-
-¿Por qué?-
-Hoy voy a la casa de la Weiss. Vamos a empezar el proyecto de literatura.
Mientras más rápido empiece, más rápido terminará esta pesadilla-
-¡Wow!… ¡Buena suerte! ¿Quieres que te acompañe?- me preguntó.
-No gracias, estaré bien. Solo será un par de horas de tortura-
-Si te hace algún desplante o te trata mal, tú solo avísame y yo le daré su
merecido-
-¡Gracias amiga!- le dije sonriendo.
Después de conversar con Zulema, me sentí de buen humor. Sentí que nada
que me pueda decir Camila Weiss en las próximas horas me iba a afectar. No
me sentiría intimidada por su gran casa y cosas lujosas ni por su carácter
pedante. Además, ya tenía las invitaciones para mi fiesta, ya tenía la invitación
que le daría personalmente a Diego. Estaba muy emocionada.
LOS WEISS
Por fin llegué a casa. Ahí las cosas no cambiaban, mamá seguía como ausente,
perdida en sus pensamientos. Se movía por toda la casa como un robot,
sacudiendo aquí, barriendo allá, acomodando los cuadros y adornos más allá.
Terminé de almorzar y me fui a mi habitación para cambiarme el uniforme del
colegio.
-¡Amanda!- dijo mamá entrando a mi habitación.
-Dime mami-
-Amanda ¿Cómo te va en el colegio?- me preguntó sentándose sobre la cama.
No entendía a qué venía esa pregunta. Mi madre jamás me había preguntado
eso, simplemente porque sabía que siempre me iba bien en todo, bueno, me
iba bien en todo, pero gracias a Miss Odio, la situación había cambiado.
-Bueno mami, me va bien. Mis notas hasta ahora son buenas, pero… hay un
curso que me preocupa un poco… es que es un curso nuevo… es literatura…
yo creo que la profesora…
-¿La profesora está siendo injusta contigo?- dijo mamá con una expresión de
preocupación en su rostro.
-Sí, sí mami… ¿Cómo lo sabes?- dije un poco asustada.
-¿Cómo se llama tu profesora?-
-Celia Prado-
-¿Celia… Prado?- dijo mamá y pude ver claramente que su rostro palidecía al
pronunciar el nombre de la Miss Odio.
-Sí mami. ¿Vas a ir a hablar con ella? Si lo vas a hacer, por favor que sea lo
más discreto posible. No quiero que los demás piensen que soy una niña que le
da quejas a su mamá. Aunque yo ya hablé con ella hoy mismo, pero…
-¿Has hablado con ella en privado?-
-Sí, quería explicarle mis motivos para que me cambie de compañera para un
proyecto que tenemos como trabajo final, entonces…
-¿Qué te dijo? ¿Te gritó? Dime Amanda ¿Cómo te trató?- me interrogó
ansiosamente.
Mamá había elevado el tono de su voz y su mirada se había clavado en la mía.
Estaba nerviosa y a la vez un poco molesta.
-¡Amanda contéstame!- insistió.
-Nada mami. Ella siempre es distante con todos los alumnos desde el primer
día de clases. No es muy agradable y parece que yo en especial no le caigo
bien. Y hoy me dijo que no es posible el cambio de pareja para el proyecto
¿Qué pasa mami? ¿Tú la conoces?-
-Para nada hija… ¿Por qué dices que tú no le caes bien?-
-Bueno, es que… es que creo que no me está calificando según mis
habilidades sino según su apreciación personal-
-Es decir, las calificaciones son subjetivas y no objetivas-
-Sí, eso mami. Eso creo ¿Irás a hablar con ella?-
-No te preocupes por eso Amanda. Yo lo solucionaré-
El rostro de mamá cambió de ansioso y enojado a pensativo y melancólico.
-¿Estás bien mami?-
-Sí… sí hija- contestó sin mirarme.
-A propósito mami, voy a ir a la casa de mi compañera del proyecto- dije
buscando llamar su atención.
-¿Vas a la casa de Vanessa?- preguntó sin el mayor interés.
-No mami, te estoy diciendo que es una chica que no me agrada por eso hablé
con la profesora para que me cambie de pareja-
-¡Ah claro hija! Sí, sí… Bueno ¿Vive lejos? ¿Quieres que te lleve?- dijo como
volviendo en sí.
-No mami. Ya será suficiente vergüenza que vayas a hablar por mí con la
profesora. Yo puedo ir sola a la casa de esa chica. Vive en la calle Los
Delfines, a cuatro calles de aquí-
-Bien hija… entonces vete a cambiar y regresa temprano- dijo saliendo de mi
habitación y cerrando la puerta tras de sí.
Mamá se veía más confundida de lo que estaba cuando llegué a casa ¿Por qué
me había preguntado por el colegio? ¿Por qué me había preguntado por mi
situación en el colegio? ¿Por qué se había puesto así al oír el nombre de Miss
Odio? ¿Acaso la conocía? ¡Ahí había gato encerrado! Pero qué era.
Ya era un cuarto para las cuatro y me vestí con mi mejor ropa. Si la Weiss
pensaba que iría a su casa a ser humillada estaba muy equivocada. Le
demostraría que yo también tengo clase y que no tenía nada que envidiarle. No
sabía por qué, pero me sentía algo nerviosa. Era como si me estuviera
esperando algo tenebroso, algo desconocido, algo que… no sabía exprésalo.
Esperaba que la Weiss y yo nos llevemos bien al menos durante esa tarde y por
el bien de nuestras calificaciones.
Después de cruzar una gran avenida y caminar cuatro largas cuadras, por fin,
llegué a la casa de Camila Weiss, la chica rara, presumida y pedante del
colegio.
Era una casa grande de tres pisos color melón con tejas marrones, una azotea
techada con un toldo azul, una gran cochera para dos autos, puertas y
persianas de madera, cuatro grandes balcones; dos en el segundo piso y dos en
el tercer piso, cada uno distribuido a ambos lados de la casa, pues su casa
estaba ubicada en plena esquina y ocupaba casi una tercera parte de la cuadra.
Debía ser genial para personas como los Weiss no tener tantos vecinos a
quienes saludar por las mañanas. Además, la casa estaba como forrada desde
la base hasta aproximadamente un metro de altura de un recubrimiento de
piedra gris. Un espeso césped rodeaba la casa, el cual era interceptado por un
camino de piedras grises, del mismo tono del recubrimiento de las paredes,
que conducía a la puerta principal. Finalmente, dos grandes faroles modernos
y dos grandes árboles de eucalipto se paraban como soldados implacables
sobre aquella alfombra verde ¡Era una casa linda! Pero tampoco era un palacio
como imaginé. La casa se parecía a su dueña: elegante, altiva, impecable,
cromáticamente armoniosa, pero algo triste, parecía desolada.
Crucé el camino de piedras grises hasta la puerta principal. No sabía si
limpiarme el dedo antes de tocar el delicado botón del timbre. Me daba miedo
ensuciar el botón. Finalmente, me decidí, presioné el botón y un ligero “bip”
sonó en el interior de la casa. Oí pasos, mi corazón empezó a saltar un poco
rápido, era algo extraño, era solo la Weiss, ella me detestaba y yo la detestaba
desde siempre, al menos eso creía. No, era algo más, no sabía qué era. Los
pasos se oyeron más cerca, ya casi pisaban el mismo suelo que yo. Mi rostro
se empezó a calentar. ¡Tranquila Amanda, es solo un par de horas! me dije.
Aspiré desde la boca del estómago lentamente y solté el aire lentamente
también. La puerta se estaba abriendo.
-Pase y cierre la puerta. La cocina es la última puerta del aquél pasillo,
familiarícese con ella. Luego va al patio que está detrás de la mampara de allá.
Hay un perro, tiene que limpiar sus regalos- el que me había abierto la puerta
terminó de hablar, volteó y me quedó mirando.
-¿No eres un poco joven para este trabajo? Pensé que serías… mayor- dijo.
Estaba perpleja.
-¿Qué?- dije casi escupiendo la palabra.
-No eres la nueva… ¿Quién eres?- preguntó curioso.
-Soy Amanda, Amanda Zulens- dije sin saber qué más decir.
Era un chico mayor que yo, alto y esbelto, de ojos azules y cabellos marrones
como el azúcar rubia, con una voz entre infantil y madura. Me estaba mirando
de forma extraña. El calor había regresado a mi rostro y sabía que se estaba
viendo rojo, lo sabía, lo sentía. El chico me miraba de pies a cabeza, se metió
las manos en los bolsillos y dijo:
-¿Zulens? ¿Nos conocemos de algún lado?-
Recién acabé de procesar sus primeras palabras “La cocina es la última puerta
del aquél pasillo… Hay un perro, tiene que limpiar sus regalos”, ¿Qué?
-Sí, Zulens. Amanda Zulens, doce años, estudiante de secundaria y jamás he
tenido perro ¿Por qué limpiaría los regalos del tuyo?-
Él se rió a carcajadas.
-Lo siento, pensé que eras alguien más-
-¡Qué tonta confusión! No he venido aquí para ser la nana de tu perro. He
venido aquí para…
-¡Sebastián! Ella es mi invitada ¡Déjala en paz!- se oyó una voz.
Era la Weiss. Nunca me había sentido tan aliviada de verla. No podía seguir
manteniendo esa discusión, mis piernas me temblaban de la rabia ¿Cómo me
había podido confundir con…? Es decir, limpiaría la popo de cualquier otro
perro menos la popo de SU perro… ese chico era… ni siquiera me miró en la
puerta, solo me dio instrucciones sin conocerme ni preguntarme nada… y
cuando me miró, cuando me miro…me miró así ¡raro!… y luego… luego se
rió.
La Weiss bajó desde el segundo piso. Apenas me di cuenta del interior de la
casa. Si por fuera era elegante pero desolada, por dentro era elegante,
espaciosa, armoniosa y luminosa; todo era blanco: techo y paredes; un
recibidor circular con una alfombra en el medio y una mesita sobre ésta,
encima un gran florero con flores frescas. Había un gran reloj de pie a mi
derecha, junto a la puerta principal. Todo era como en las películas o en los
cuentos de Disney. Se parecía a mi casa imaginaria de Barbies.
Todo eso me intimidaba y ese chico raro que no dejaba de mirarme como si yo
fuera un bicho raro.
-No sabía que tú tuvieras invitadas Camila- volteó a mirar a la Weiss.
-¡Qué te importa! ¡Vete!- contestó la Weiss furiosa
-Y ¿no nos presentas?- dijo volviendo a fijar la mirada en mí.
Yo solo me quedé inmóvil parada en el recibidor.
-¿Para qué?- dijo la Weiss con su acostumbrada actitud altiva y cruzando los
brazos.
-Creo que debemos empezar Camila. No puedo llegar tarde a mi casa- dije
tímidamente sin saber qué más decir.
-Creo que te asusté, lo siento. Debemos empezar de nuevo. Soy Sebastián
Weiss, el hermano mayor de Camila ¡Mucho gusto!- dijo extendiendo su mano
hacia mí.
-Pues…pues ya te dije, soy Amanda Zulens. Gusto también- dije apenas
rozando su mano con mis pequeños dedos.
Al ver ese gesto mío, continuó mirándome y se rió ligeramente. Yo voltee mi
mirada hacia un lado.
-Bien, ya no somos extraños. Lamento haberte confundido hace un rato-
-¿Con quién la confundiste?- preguntó la Weiss.
El chico se rió nuevamente.
-Es una larga historia hermanita. Bueno ¡Disfruten la tarde! ¡Adiós! Abrió la
puerta de la casa y se fue.
Definitivamente era una familia rara. Ese chico era probablemente más raro
que su hermana. La casa se oía silenciosa.
-¡Vamos!- dijo la Weiss subiendo por las mismas escaleras por las que bajó.
-Pero… y tu mamá ¿Sabe que estoy aquí?- pregunté tímidamente.
-Estamos solas en la casa. Mi madre está de viaje junto a mi padre ¿Vienes o
prefieres hacer la tarea en el pasillo?-
-No, claro que no-
Era increíble que esté siguiendo a la Weiss. Ella siempre había sido el blanco
de los chismes entre mis amigas. Siempre se había contado historias como que
sus padres eran narcotraficantes y que por eso tenían dinero. Tal vez los
chismes surgían por desconocimiento porque sus padres nunca habían ido al
colegio, siempre habían mandado a un representante. Y, mírenme, subiendo
por las escaleras hacia su habitación. Ya hasta había conocido a su hermano.
Ese chico pesado. Sebastián ¡Qué feo nombre! Esperaba que las horas sean
productivas para no tener que ir tan seguido a esa casa.
-¡Pasa!- me dijo.
-Gracias-
Todo en su cuarto combinaba. Las paredes eran color champagne al igual que
los dos muebles, ubicados en cada esquina, y el escritorio. Las cortinas,
edredón y alfombra eran guinda. Además, tenía una gran ventana que daba a
uno de los balcones que se veían desde afuera de la casa.
-Siéntate-
-Gracias-
Tomé asiento en uno de los sofás, ella se sentó en la cama. Había una distancia
regular entre nosotras, era algo incómodo. Finalmente, ella me dijo:
-Si quieres, puedes sentarte más cerca sino tendremos que gritar para oírnos-
-Está bien- dije sonriendo.
¡Un momento! ¿Estoy sonriendo? ¿Con la Weiss?
No sabía cómo, cuándo ni por qué, pero de repente la situación se transformó
de incómoda a amena. Tomé asiento en la silla junto al escritorio que estaba
junto a su cama, en donde ella estaba sentada.
-Mira, la historia debe ser buena. Además, debemos hacer una buena
adaptación y pensar muy bien en el título- dijo Camila.
Era extraño, pero sentía que estando en su casa había ganado el derecho de
llamarla por su primer nombre, “Camila”, con más confianza.
-Camila, creo que el título se debe pensar al final- dije.
-¿Por qué?- preguntó extrañada.
-Porque el título debe resumir en unas cuantas palabras la historia completa-
-No lo había pensado de esa forma-
Creo que la había impresionado.
-Bueno, pero por el momento aún no es tan importante. Empecemos con la
historia primero- me dijo.
-Está bien. ¿Alguna idea?-
-La profesora dijo que debe ser real y no inventada ¿No es así?-
-Ah, la Miss Odio… susurré.
-¿Miss Odio?-
Debía susurrar más silenciosamente.
-¿La profesora?- preguntó Camila.
-Pues… solo un invento mío- dije riendo incómodamente.
-¿Es la profesora Prado? ¿Así la llamas?-
-¿Qué? ¿Yo?... Bueno… claro que no-
-No te preocupes no se lo diré a nadie. No te culpo por apodarla así. La
verdad… tal vez se lo merezca por tratarte así desde la primera clase- dijo
Camila en tono descendente.
¿Ella está de mi lado? Pensé que era indiferente a lo que ocurría en clase.
Jamás pensé que estaría conversando con ella sobre esto y que ella fuese la
primera persona a quién le confesaría el secreto apodo de Miss Odio. A veces,
las primeras impresiones sobre las personas son incorrectas. Esta chica era otra
Camila.
-Mejor no hablemos de ella. Pensemos en la historia- dije.
-Claro-
-Tengo una idea. Cada una empezará a contar alguna historia real acerca de su
propia familia, amigos, conocidos, etc. luego votamos y escogemos la mejor
¿Te parece?- pregunté.
-Es una buena idea ¿Quién empieza?-
-¿Lo dejamos a la suerte?- dije.
-Está bien- contestó Camila.
Saqué una moneda de mi bolsillo y se la mostré a Camila.
-La que pierde empieza a contar- le indiqué.
-De acuerdo-
-Cara o sello- le pregunté.
-Sello-
-Bien, yo soy cara-
Lancé la moneda al aire y en medio de su caída libre, la tomé. La moneda
envuelta por mi mano cerrada fue a parar a la palma de mi otra mano. La
suerte lo había decidido. Salió cara.
-Bien, tú empieza- dije.
-¿Eso fue legal?-
-Pues claro que fue legal ¿O quieres un documento sellado por un juez para
asegurarte?-
-Claro que no- me dijo sonriendo ligeramente.
No lo podía creer. Camila Weiss acababa de sonreír por uno de mis tontos
comentarios irónicos.
-Acéptalo, la suerte lo decidió-
-Bueno, está bien, yo empiezo- concluyó Camila.
Definitivamente, sentía mucha curiosidad acerca de lo que ella estaba por
contarme. Jamás habíamos siquiera cruzado miradas en esos casi cinco años
de conocernos, desde el tercer grado, cuando ella empezó a asistir a mi
colegio. Ni siquiera ese año en la secundaria. Habíamos estado sentándonos
juntas desde hace un mes y ni siquiera habíamos sostenido una conversación
de más de diez segundos. Y ahora, estábamos a punto de chismosear acerca de
nuestras intimidades como dos grandes amigas.
Aunque la idea de contarle a la Weiss acerca de algo íntimo de mi familia o
amigos no era lo que tenía en mente para ese proyecto, la idea en sí, no me
desagradaba tanto. A veces es más cómodo confesarse con alguien con quien
no tienes lazos fuertes, alguien que te es indiferente, pues de esa manera es
más fácil ser sincera totalmente, no sientes ningún sentimiento de culpa o
alguna restricción. Creo que Camila sentía el mismo alivio narrativo al
empezar a contarme su historia.
-Te contaré algo sobre mi familia, pues como sabrás, no tengo muchas
historias de amigos que contar, simplemente porque no tengo amigos- me dijo
Camila.
Sus palabras me hicieron sentir pena y culpabilidad, pero no era momento para
esos sentimientos. Era momento de concentrarme en su historia.
-Yo nací en el momento en que mi padre tenía una aventura con su secretaria,
Margot, ese era su nombre. Claro, para ese entonces mi madre no tenía la
menor idea de la amante de mi padre. Y desde luego yo menos, solo era un
bebé de meses de nacida…
-Entonces cómo sabes todo eso- interrumpí.
-Pues, como verás, mi madre se ha encargado de contarme hasta el último
detalle de esa historia para que siempre tenga en cuenta de que debo valorar el
hecho de que ellos sigan juntos y de que mi hermano y yo ahora no seamos
hijos de padres divorciados-
Camila había bajado la mirada y el tono de su voz era melancólico.
-Bueno, como venía diciendo, antes de que me interrumpieras, yo solo era un
bebé y mi madre no tenía ni idea de Margot y mi padre. Todo sucedió una
noche que mi tía, hermana de mi madre, llegó a casa desde Madrid para
conocerme. Claro, llegó a casa de sorpresa, pues quería sorprender a mi
madre. Dice mi madre que ella estaba amamantándome cuando oyó la voz de
mi tía llamando a Sebastián. Mi madre sintió sus pasos subiendo por la
escalera, luego, oyó los pasos y la voz de mi hermano de cuatro años. Seguro,
en ese momento, mi madre debió sentir muchos deseos de pararse de
inmediato para saludar a su hermana pero yo no se lo permitía, así que esperó.
Mi tía llegó hasta mi habitación guiada por mi hermano que según mi madre le
decía: “la bebé está allí”, “la bebé está allí”. Mi tía entró al cuarto y abrió la
puerta intempestivamente. De inmediato, muy sorprendida, mi tía le dijo a mi
madre: “pensé que estabas afuera con Rodrigo en el auto”. Supongo que en ese
momento se le cayó el cielo a mi madre. Seguro me dejó llorando en mi cuna,
sin su pecho. Claro, eso yo lo supongo porque por más que trate de recordar
ese instante, no puedo hacerlo. Lo siguiente que mi madre me ha contado es
que bajó las escaleras casi corriendo con mi tía persiguiéndola, salió a la
puerta de la casa y vio el auto de mi padre, con furia abrió la puerta del
copiloto y sacó del brazo a una señorita. Era Margot-
Camila hizo una pausa y me preguntó si sentía sed. “Sí” le dije porque intuí en
sus ojos que ella necesitaba salir de la habitación por unos momentos. En esos
breves instantes me reconocí en los ojos de Camila, cada vez que siento que
no puedo más, cada vez que siento que debo llorar y aliviar mi alma.
-¿Está bien solo agua?- me preguntó desde la puerta de su cuarto.
-Sí- le contesté.
Después de unos minutos, Camila regresó con dos vasos de agua. Tenía la
misma expresión arrogante que siempre tenía en el colegio. Pero ahora su
arrogancia ya no causaba el mismo efecto en mí. Ahora la entendía.
-Bueno, sigamos. Después de que mi madre descubrió a Margot en el carro de
papá, se armó un escándalo. Mamá olvidó sus modales de señora y sacó a
Margot de los pelos, papá salió del carro y trató de separarlas pero ya era muy
tarde, las dos estaban revolcándose en el césped de la entrada de mi casa. En
ese instante, llegó mi tía y muy asustada y furiosa de ver a su hermana en esa
situación, empezó a darle de carterazos a mi padre. Supongo que la escena
debió ser muy cómica y ruidosa, pues esa misma noche, los cuatro terminaron
en la comisaria. Mi madre sospecha que algún vecino debió haber llamado a la
policía por el escándalo en plena calle. Obviamente, no fue en esta calle. Dice
mi madre que mi tía se fue al día siguiente lamentándose por ser la
descubridora de la aventura de mi padre y la causante del sufrimiento de mi
madre. Mi tía actualmente sigue viviendo en Madrid y la verdad nunca la he
visto en mi vida-
Después de sus palabras, un silencio se apoderó de la habitación, un silencio
incómodo que rompí con mis palabras.
-Lo lamento mucho Camila- dije sin saber qué más decir ante tremenda
muestra de franqueza.
-No lo lamentes, pues la historia aún no termina- continuó.
-Después de eso, Margot fue despedida, obviamente. Mi madre la obligó a
hacer maletas y marcharse a quién sabe dónde. Mi madre se encargó de que
nadie la contratara aquí en la ciudad. Después del destierro de Margot, mi
madre se convirtió en la sombra de mi padre. Al cabo de unos meses,
renovaron sus votos matrimoniales y se fueron de luna de miel a Acapulco, fue
entonces que comenzó la era de las niñeras para mi hermano y para mí. A
partir de ese momento, mis padres se han vuelto inseparables y siempre están
de viaje. Al parecer, solo se llevan mal cuando están cerca de sus hijos. Por
eso prefieren estar lo más alejados posible de nosotros. Una noche oí que papá
y mamá peleaban en su habitación y me acerqué para escuchar. Oí que mi
padre le decía a mi madre que él buscó a Margot porque ella, mi madre, solo
tenía ojos para mí y su hermoso hijo. Tenía seis cuando oí eso. Hasta ese
momento no entendía por qué mis padres no pasaban tanto tiempo con
nosotros, ese día finalmente lo entendí. Mi padre estaba celoso de nosotros. A
partir de ese momento he dejado que todo siga su curso. Ahora todo eso ya es
normal para Sebastián y para mí-
Camila suspiró y continuó.
-Es gracioso, la primera vez que dije “mamá” se lo dije a mi niñera Paola y la
primera vez que Sebastián estuvo en una sala de emergencias fue porque
mamá le trajo un pastel con nueces de uno de sus viajes. Sebastián comió el
pastel sin saber que tenía nueces. Él es alérgico a las nueces, claro, mamá no
lo sabía, papá menos. Es curioso, ambos casi matan a su propio hijo porque
papá compró el pastel y mamá se lo dio para comer. Ese fue uno de esos
momentos en los que estar cerca de nosotros, les ocasiona peleas entre ellos,
echándose la culpa el uno al otro. Y así termina la historia con final feliz. La
mala Margot no logró destruir a esta familia. La princesa se quedó con el
príncipe y sus hijos no fueron hijos del divorcio sino hijos del abandono. Y
todos felices y contentos- terminó Camila.
Otro incómodo silencio reinó, finalmente dije:
-No sé qué decir Camila-
-No es necesario que digas algo, no te lo conté para que digas algo sino para
hacer una adaptación, claro si es que votamos por esta historia-
Camila lucía tan fría y sin expresión. Sus gestos eran inexpresivos pero sus
palabras reflejaban una gran cantidad de sentimientos reprimidos. Al mismo
tiempo, pude percibir un aire de alivio y paz en sus ojos. No sabía si yo era la
primera persona extraña a la que le contaba eso, pero sospechaba que sí lo era.
-Claro, tienes razón, no es necesario que te dé mi opinión. No me la has
pedido y no te la daré. Creo que es mi turno- dije tímidamente.
Camila miró por la ventana.
-Ya está oscuro, será mejor que continuemos mañana- me dijo.
-¿Qué hora es?- pregunté.
-Casi las siete-
-Será mejor que me vaya. Entonces ¿nos vemos mañana? dudé al preguntar.
-Claro, a la misma hora. ¿Ya conoces el camino, no?-
-Sí-
-Te acompañaría, pero la verdad es que tengo mucho frío como para salir a la
puerta. ¡Adiós!-
-¡Adiós!- dije.
Salí de la habitación y bajé las elegantes escaleras de mármol. Abajo estaba
Sebastián, acariciando a un enorme Golden Retriever que vino hacia mí
corriendo como si yo fuera un filete de res.
-¡No!- grité.
-¡Draco!- gritó Sebastián.
El animal volteó de inmediato y puso su cabeza justo debajo de la mano
izquierda de Sebastián.
-¡Buen niño!- dijo Sebastián.
-¿Puedes amarrarlo? Tengo que irme y él está ahí en la puerta-
-Bueno, es su casa ¿no? Aquí, tú eres la invitada; además, a los perros no se
los ata, eso es cruel-
-¿Qué?... en primer lugar, tu perro trató de atacarme; segundo, no soy tu
invitada y mucho menos la de él…yo soy invitada de tu her…
-Bueno, bueno…ya no empieces. Si ya te vas, vete… si quieres te acompaño
por ahí. Draco necesita ir a descargar sólidos y líquidos orgánicos-
-No necesito que me acompañes, conozco el camino a mi casa-
-¿Quién dijo que te iba a acompañar hasta tu casa?-
Ese chico me desesperaba. Me quedé muda por unos instantes mirándolo
furiosa.
-Me da igual, pero sácalo de la puerta- dije.
-Bien señorita, pase-
Salí de la casa y ellos me siguieron.
Seguí caminando por la vereda oyendo sus pies y sus patas.
Llegué a la segunda cuadra y los seis pasos seguían detrás de mí.
Después de cruzar la cuarta cuadra, llegué a la avenida principal. Crucé la
pista casi corriendo para ganarle al semáforo. El semáforo cambió a verde. Los
autos emprendieron la marcha y las cuatro patas y par de pies dejaron de
seguirme. Los dejé al otro lado del ejército de carros en marcha.
Un sentimiento de alivio, fastidio y pena embargó mi corazón en ese
momento. Doblé a la derecha al llegar al final de aquella calle. Finalmente,
llegué a la puerta de mi casa.
Hoy ha sido un día extraño. Hay algo, hay algo… algo nuevo ha entrado en
mí.
Nunca antes fui testigo de tal muestra de sinceridad y dolor. El cliché: “las
apariencias engañan” se había cumplido en el caso de Camila Weiss. Jamás
pensé que su vida fuera de esa manera. Ahora entendía su desdén con la gente,
con los demás chicos, con el mundo. Solo evitaba que más personas conozcan
su secreto. Pero ¿por qué me lo había contado? ¿Quién era yo para ella? ¿Fue
solo por la tarea? O ¿quería deshacerse de eso que aprisionaba su corazón?
Tantas preguntas rondaban mi cabeza en ese momento, eran tantas que no
pude dormir. Todo eso significa que ¿Camila y su hermano vivían solos en esa
enorme casa? ¿Sin un adulto? ¿Sin sus padres? No lo entendía. No era posible
que existan padres de esa clase. Tampoco tenían servidumbre en ese momento,
era por eso que el tonto de Sebastián me confundió con la nueva ama de llaves
o algo por el estilo. El tonto de ese chico. De verdad era un tonto como para
confundirme con una señora. Y todavía me sigue con su sucio perro. Pero yo
fui más astuta y crucé antes de que cambie la luz roja del semáforo. De verdad
ese chico era un fastidio. Esperaba no tener que encontrármelo nuevamente en
su casa.
Pero… era su casa, algún día me lo encontraría. ¡Aish! No podía dejar de
pensar en ese incómodo momento que pasé frente a él. Mirándome con sus
ojos de tonto. Debía tener la edad de Mario o algo menos. Camila me dijo que
él tenía cuatro cuando ella era recién nacida. Y, si Camila tiene doce, él tiene
dieciséis. ¡Era un anciano! Puede ser mi hermano mayor y se comportaba de
esa manera, tan inmaduramente. Eso significaba que ese año terminaría la
secundaria. ¿Estaría en mi colegio? ¿Mario lo conocería? ¿Sería amigo de
Mario? No, no puede ser amigo de Mario porque yo lo hubiera reconocido.
Mario había llevado prácticamente a todo su salón a la casa y jamás había
visto a ese tonto de Sebastián.
Era mejor dormirme, me dolía la cabeza.
¡SEBASTIÁN, SEBASTIÁN!
Salí de aquella habitación con el corazón hinchado. Me sentía bien. Creo que
al final Camila Weiss, “la Weiss”, era solo una chica después de todo. Tal vez,
una chica igual que yo. Una chica a la que le había contado algo que yo misma
ya había olvidado, mi enfermedad. Sé que ella fingía ser frívola e indiferente
con todos, pero no era así. Cada día descubría la humanidad de Camila.
Bajé las escaleras muy aprisa, casi enredando mis pies. Al llegar al último
escalón, la cara de Sebastián apareció frente a la mía como el regreso de un
porfiado después de haberlo golpeado.
-¿Ya te vas?- preguntó.
-Sí, y hoy no estoy para jueguitos, así que no uses a tu perro para seguirme-
dije secamente.
-Hoy no usaré a mi perro, jamás lo he hecho. Lo de ayer fue pura coincidencia,
yo no te seguía- dijo bajando la mirada. Se veía gracioso.
-Sí claro, no me seguías, solo paseabas a tu perro-
-Pero hoy no voy a pasear a Draco, ya tiene niñera- dijo mirándome fijamente
a los ojos y haciendo una sonrisita burlona.
-¿Niñera? ¿El perro? Todos los chicos ricos son lo mismo. Creen que una
señora respetable puede hacer de niñera de su perro por el simple hecho de que
trabajan para ellos- dije furiosa.
-¿Yo?... jamás le puse niñera a Draco. La señora sola se ofreció. Al ver a
Draco, le dijo: “¡qué lindo bebé! desde hoy YO seré tu nanny”. Así lo dijo con
las mismas palabras. No te confundas, a la mayoría de las personas les gusta
los perros, no son como… bueno como tú- dijo irónicamente.
-¡No detesto a los perros! Solo es que… por alguna razón… yo no les
simpatizo. Eso es todo-
-Sí claro. Lo que tú digas… ¡Vamos!- dijo como si nada pasara.
-¿A dónde?-
-A tu casa-
-¿Tú y yo? ¿Para qué? Yo puedo irme sola. Ya no soy una niña-
-Sí, eso lo veo- lo dijo deslizando su mirada desde mis pies hasta mi rostro.
Luego se rió.
Me tomó del antebrazo izquierdo tomó la llave de su mesita de centro y me
arrastró hasta la puerta de la calle. No sabía qué hacer ante eso. Solo me quedé
inerte, mis pies los seguían sin reparo, mis manos empezaron a sudar y mi
rostro se calentó nuevamente. De repente, algo en mí despertó y reaccioné.
-¡Suéltame! ¿Qué te pasa? Ni siquiera te conozco ¡Suéltame!- grité.
-¿Por qué te molestas? Solo te estaba guiando hasta la salida- dijo muy
tranquilamente.
-Me has hecho daño ¡Eres un bruto!- continué.
Él se rió nuevamente.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te ríes? Me has hecho daño- dije furiosa.
-¡Lo siento! No fue mi intención. ¿Puedo curar tus heridas?- preguntó
pacíficamente.
Sus ojos azules y cabellos dorados brillaban con el reflejo de las luces del
alumbrado público. Solo podía mirarlo, era algo extraño. Jamás conocí a
alguien así. Él era… él era… él era…
-¡Aish! ¿Qué haces?- grité de nuevo.
-Te estoy curando- respondió.
Había tomado mi brazo y con sus dedos llenos de saliva frotaba mi muñeca
izquierda recitando: “sana, sana, colita de rana. Si no sana ahora, sanará
mañana”.
-¡Eres un asqueroso! ¡Quítate!- dije furiosa.
¿Era acaso que este chico no podía ser normal? ¿Por qué era tan impredecible?
¡Lo detestaba!
Empezó a reírse a carcajadas como si mi molestia lo divirtiera.
De repente, sacó unos pañuelos desechables de su bolsillo y me los ofreció.
Se los arranché de la mano.
-¡Estás loco! ¡Aléjate de mí!- vociferé.
-¡No puedo!-
-¡Aléjate!- dije de nuevo.
-¡No puedo! Tengo que ir a tu casa-
-Ya te dije que yo me voy sola, ¡no me sigas! ¡CHÚ!- dije dándole la espalda.
-Tengo que ir a tu casa, pero no es para acompañarte ni seguirte. Tengo
asuntos pendientes en tu casa-
-¿Qué? ¿De qué hablas?- me di la vuelta nuevamente.
-Si aceptas guiarme hasta tu casa, te lo cuento ¿qué dices?-
¿A qué se refería con “asuntos pendientes”? este chico me inquietaba, me
desesperaba, me ponía de mal humor. Finalmente resolví:
-Está bien, ¡vamos! Pero si esto es una trampa o algo parecido, te las verás
conmigo. Suelo ser muy violenta cuando me provocan. Además, si se te ocurre
hacerme algo en el camino, te juro que mis hermanos me vengarán- dije
amenazante.
-¡Wow! ¡Guerra avisada, no mata gente! No te preocupes, no te haré nada.
Puedes ser mi hermanita menor. ¡Estás muy chiquita!- dijo agarrándome la
cabeza.
-¡Suéltame! ¡Te lo advierto! Además, no soy una niñita para que me trates así
y mucho menos tu “hermanita”. No eres ni la mitad de mis hermanos-
-¡Bien, bien! Como tú digas ¡Vamos!- dijo sonriendo.
Me di media vuelta otra vez y empecé a caminar, él aceleró el paso para
alcanzarme. Caminamos la primera cuadra sin pronunciar palabra. Este tipo de
situaciones de caminatas mudas ya me estaban molestando. Finalmente, rompí
el silencio.
-¿Me vas a contar o no?-
-¿Qué cosa?- dijo.
-¿Qué asunto pendiente tienes en mi casa si ni siquiera sabes dónde vivo?-
-Conozco a tu hermano Mario. Él y yo estamos en el mismo grado- dijo sin
mirarme.
-¿Tú y Mario? ¿Amigos? ¡Eso es imposible! Yo conozco a todos sus amigos y
jamás te he visto. Además si eres su amigo ¿por qué no conoces su casa? ¿Ah?
- dije.
Me detuve y me paré frente a él con las manos en la cintura.
-Admito que conoces a mi hermano, todos lo conocen… bueno, en realidad,
no sabía que estudiabas en nuestro colegio…
-¿Su colegio? ¡Qué, ahora es de ustedes! ¿Lo han comprado?-
-¡Es solo una expresión! ¡No seas tonto! Me refiero a que creo que me estás
mintiendo. ¡Tú no eres amigo de mi hermano!-
-Jamás dije que lo fuera. Tú has asumido eso- dijo mientras su mirada azul
impactaba en mis ojos.
No sabía qué decir, para variar. Solo me di vuelta y continué el camino. Ya
estábamos a media cuadra del colegio.
-No sabía que vivías tan cerca del colegio- dijo Sebastián.
-No vivo cerca al colegio- contesté.
-¿Qué? ¿Entonces? ¿Estás jugando conmigo?- protestó.
-Si quieres ir a mi casa ¡espérame aquí afuera! No me voy a demorar- dije y
entré al colegio.
Mi corazón latía cada vez más fuerte, no podía evitarlo. La idea de saber que
Diego me estaba esperando casi me detenía el pulso. Él esperaba por mí. Era
como una mini cita. Mi primera cita con Diego. Debí haberle llevado alguna
bebida, debía estar cansado después de la práctica de fútbol. Fui una tonta,
cómo no le compré algo. Toda la culpa la tenía ese tonto de Sebastián, si no
me hubiera demorado en la puerta de su casa, hubiera podido traerle algo,
pensé. ¡Ese chico, Sebastián! ¡Era un tonto!
A pesar de todos los contratiempos, llegué a tiempo. Mi corazón estaba
danzando una melodía desconocida, casi quería salirse de mi pecho para unirse
con el corazón de Diego. Mis manos habían empezado a sudar nuevamente, mi
rostro se calentaba de nuevo y mis pies no caminan, flotaban.
Ahí estaba Diego, sentado sobre las bancas alistando sus cosas dentro de su
mochila.
-¡Diego!-
-¡Amanda, llegaste temprano! Pensé que tendría que esperarte. A todas las
mujeres les gusta hacerse esperar- dijo Diego riéndose y bajando la mirada.
-No es eso (me reí). Estaba cerca y me acordé de nuestra cita, digo nuestra
reunión- dije bajando la mirada yo también.
Pude notar que el rostro de Diego estaba todo colorado. No sé si era por mi
presencia o porque seguía agitado por el entrenamiento de fútbol.
-¿Para qué querías verme?-
-¿Yo? Claro sí, yo… quería entregarte la invitación para mi fiesta de
cumpleaños, ya sabes, es en dos semanas, y pues, como Zulema es tan
despistada, ya sabes, siempre se olvida de las cosas, decidí entregártela yo
misma.
Saqué de mi pequeño bolso la tarjetita que llevaba el nombre de Diego, escrito
por mis propias manos.
-¡Toma!-
-¡Gracias Amanda!-
-¿Vas a ir, no?- pregunté con voz temblorosa.
-Claro que sí. ¿Por qué no iría? Tú eres una de mis mejores amigas. Siempre
has sido tan buena y amable conmigo. Siempre te he dado lata en matemáticas.
Seré el primero en llegar a tu fiesta- dijo sonriendo tan tiernamente como solo
él lo sabía hacer.
-No es necesario que llegues primero con tal que llegues. Tú también eres uno
de mis mejores amigos, desde toda la vida. Desde que estábamos en el jardín
de niños-
-Sí, me acuerdo. Siempre que jugábamos a las escondidas, tú te ponías a llorar
porque no encontrabas un buen escondite y yo te jalaba a mi escondite y allí
nos quedábamos hasta que nos descubrían. Siempre ganábamos en ese juego.
Éramos un equipo ¿recuerdas?- dijo melancólico.
-¡Claro que sí! pensé que lo habías olvidado-
-¡Jamás!-
Ese parecía el momento preciso para hablar con Diego acerca de lo que sentía
por él. Necesitaba decirle, creo que no podía esperar hasta el día de mi fiesta.
Después de microsegundos de pensamientos en mi mente, lo miré a los ojos y
dije:
-¡Diego! Yo… quiero decirte algo…
-¿Ya nos vamos? Te demoras mucho- interrumpió una voz.
Era Sebastián.
Diego lo miró, yo lo miré, él nos miró y luego dijo:
-¿Interrumpí algo entre ustedes? ¿Amanda?-
-Te dije que me esperaras afuera-
-Lo siento Amanda, pero te estabas demorando mucho. Me dijiste que era una
cosa rápida- dijo Sebastián con toda la frescura de su carácter.
-No te dije eso. Te dije que me esperaras allá afuera, te dije que no me iba a
demorar. Nunca te dije que fuera “una cosa rápida”-
-Pues yo escuché eso “una cosa rápida”- dijo cruzando los brazos.
-¿Lo conoces Amanda?- preguntó Diego.
-¡Niño! ¿Crees que nos hablaríamos así si no nos conociéramos? No lo creo
¿Tú qué piensas?- dijo Sebastián en tono arrogante.
-¿Es un amigo de Mario, Amanda?- me preguntó Diego.
-Pues… sí, sí él es amigo de mi hermano y …no conoce…
-Soy Sebastián Weiss Burgos-
-¿Weiss? Tú…
-Sí, soy el hermano mayor de Camila Weiss y mejor amigo de Amanda Zulens
¡Mucho gusto! ¡A tu servicio! ¿Nos vamos Amanda?- dijo Sebastián mirando
a Diego y luego a mí.
Para variar, estaba muda e inmóvil. Mi cabeza no pensaba, mi rostro rojo
había empezado a sudar y mis manos se enfriaban con rapidez. No era posible
que cada vez que estaba en un aprieto, mi cuerpo me traicionara de esa
manera.
-Sebastián, ¿Puedes esperarme afuera un rato? Ya voy, me voy a despedir- le
dije muy bajito en tono amable para que me haga caso.
-Bien. No te demores- me dijo Sebastián mirando a Diego.
Sebastián se fue caminando lentamente.
-Disculpa Diego. Él es amigo de Mario y no conoce la casa. Prometí llevarlo.
Supongo que tiene algo muy importante que conversar con mi hermano- dije.
-No sabía que fueras amiga del hermano de la Weiss. ¿También eres amiga de
la Weiss?- preguntó Diego intrigado.
-Bueno, estamos obligadas a hacer el proyecto de literatura juntas. ¿No
recuerdas? La profesora dijo que debíamos hacerlo con la persona con quién
nos sentamos en su clase. Y bueno, a mí me tocó con Camila Weiss y a ti… a
ti con Vanessa- dije mirándolo a los ojos, buscando un “pero a mí me hubiera
gustado hacerlo contigo”.
Él solo dijo:
-Sí, tienes razón. Bueno, tengo que irme a bañar antes de irme a casa. ¡Chau!
-¡Chau, Diego!- dije buscando sus ojos pero él ya se había volteado y
caminaba hacia las duchas.
Salí desconsolada del colegio. Todo había estado bien entre Diego y yo, la
conversación era propicia para… para… ya no tenía importancia. Ese
Sebastián tenía que aparecer tan inoportunamente ¿Por qué?
Al llegar a la puerta de la salida, ahí estaba Sebastián parado mirando la luna.
Caminé hacia él.
-Ahora sí vamos- le dije caminando aprisa.
-¿Él es tu enamorado? ¿Te gusta ese mocoso?- preguntó Sebastián.
Volteé intempestivamente. Quedamos cara a cara por unos segundos, luego
dije:
-¡Qué te importa! Si quieres llegar a mi casa, solo camina y ya no hables-
-Su cara se me hace familiar, lo he visto en alguna parte- habló Sebastián.
-Pues claro, estudia con tu hermana desde el tercer grado ¡Qué tonto eres!-
-Nunca me he preocupado por las amistades de mi hermana. Tú eres la
primera amiga de mi hermana que conozco- dijo.
Me detuve nuevamente.
-Mira Sebastián, vamos a aclarar algo. Yo soy amiga de tu hermana pero no
soy tu amiga. No quiero serlo y jamás lo seré-
-No te preocupes, yo tampoco quiero ser tu amigo-
-Bien, no seamos amigos-
-Bien-
-Bueno, entonces por qué me pediste ayuda para encontrar mi casa- dije
cruzando los brazos.
-No te he pedido ayuda. Prefiero creer que te estoy usando- dijo con voz
bajita.
-¿Qué? ¿Usándome?- dije furiosa.
-Amanda, solo estoy bromeando ¿Podemos seguir caminando?-
Me volteé y seguí caminando en silencio sin siquiera voltear a mirarlo. Él
también caminó callado el resto del trayecto.
Finalmente llegamos a mi casa.
-¡Quédate aquí! Voy a avisarle a Mario que tú estás aquí- le dije.
-Bien- me contestó.
-Bien- dije.
Entré a la casa, saludé a mamá que venía cruzando de la sala a la cocina al
momento de mi entrada y subí las escaleras a toda carrera.
-¡Mario! ¡Mario!- grité entrando a su cuarto.
-¿Qué pasa, Amanda?- dijo Mario.
Mario estaba con Paul.
-¡Amadita, pequeña!- dijo Paul acercándose a mí para abrazarme.
-¡Suéltame Paul!- dije molesta.
-¡Uy! Pero qué carácter niña- dijo Paul.
-Mario, en la puerta está Sebastián Weiss. Dice que quiere hablar contigo ¿Lo
conoces? ¿Es tu amigo? ¿Por qué no me habías hablado de él antes?- pregunté
casi sin respirar.
-¿Sebastián? ¿Acá? ¿Qué hace acá?- dijo Mario.
-¡Hombre! Ese man está loco para venir hasta acá- le dijo Paul a Mario.
-¿Qué? No entiendo, a qué te refieres ¿No es tu amigo?- pregunté.
-¡Vamos Paul!- dijo Mario.
Bajaron las escaleras casi corriendo, yo los seguí.
-¡Tú quédate arriba, Amanda!- me dijo Mario muy serio.
-¿A dónde van a estas horas?- preguntó mamá.
-Solo vamos a estar aquí afuera un rato con un amigo- le dijo Mario a mamá.
-Ok, pero entra rápido que ya voy a servir la cena- dijo mamá.
-Sí, mamá- dijo Mario.
Subí las escaleras corriendo para llegar hasta mi cuarto. Yo no tenía un
espectacular balcón como Camila y Sebastián, pero tenía una ventana grande
que daba a la calle.
Me ubiqué lo más cómoda posible para poder oír la conversación pero por la
altura de mi ventana no podía oír casi nada, solo los podía ver a los tres. Por
sus rostros y expresiones corporales, al parecer no estaban hablando en buenos
términos. Parecía como si discutieran. Paul estaba en el medio de los dos, un
poco alejado y con los brazos cruzados. Mario hablaba con los brazos y
Sebastián lo miraba fijamente, con esa mirada azul penetrante. Por ratos,
Sebastián se reía burlonamente y Mario se enfurecía mientras que Paul solo se
dedicaba a mirarlos a los dos, pero sobre todo, miraba a Sebastián en forma
despectiva.
Finalmente, Mario dejó de hablar y Sebastián empezó el descargo. Sebastián
habló tranquilo casi sin movimiento corporal. Solo sus labios se movían
lentamente. De un momento a otro, Sebastián alzó la mirada. Sus ojos azules
se detuvieron en los míos por unos segundos. Ni Mario ni Paul se dieron
cuenta. Yo me escondí rápidamente detrás de las cortinas, pero ya era tarde.
Sebastián se dio cuenta de mí. Volví a asomarme a la ventana muy
sigilosamente. Vi a Sebastián alejarse de la casa. Fue desapareciendo en la
oscuridad de mi calle. Mario y Paul entraron a la casa.
Salí de mi cuarto a toda prisa para interceptar a Mario antes de que entre a su
cuarto.
-¡Mario! ¿Qué quería ese chico?- le pregunté.
-Cuando llegaste ¿él ya estaba en la puerta?- me preguntó Mario.
No podía decirle que estuve caminando junto a Sebastián hace más de una
hora. Aún no sabía si era su amigo o no. Además, Mario podía pensar mal de
mí y de Sebastián.
-Sí, lo encontré en la puerta y él me preguntó por ti y yo le pregunté su nombre
y luego subí a avisarte- dije sin mirarlo a la cara.
-Seguro preguntó en el colegio, Mario- habló Paul.
-¡Anda abajo! Mamá ya sirvió la cena- me dijo Mario.
En ese momento salió Robert de su habitación y saludó a Paul pero a Mario y
a mí nos ignoró. Aún siguía molesto por no contarle lo de la fiesta.
Mario entró a su cuarto y cerró la puerta. Robert, Paul y yo nos quedamos
afuera mirando aquella puerta roja del cuarto de Mario. Robert fue el primero
en reaccionar y bajó sin inmutarse siquiera. Paul lo siguió. Yo tomé a Paul del
brazo.
-¿Quién es ese chico?- le pregunté a Paul.
-¿Por qué quieres saber?-
-No me gusta ver así a Mario. Quiero saber por qué está así ¿Qué le dijo ese
chico como para que se pusiera de tan mal humor?-
-Eso no te puedo decir porque la verdad ya ni me acuerdo de sus palabras
exactas, pero ¿qué obtengo si te doy esa información?-
-¿Qué obtienes? Pues ¿Qué quieres?- dije sorprendida.
-Dame un beso y prométeme que nunca más me vas a ignorar-
-¿Qué? ¿Un beso?-
Darle un beso a Paul era como darle un beso a Robert, es decir, a un hermano
pesado. Pero la información lo valía.
-Está bien- dije.
Le di un beso en la mejilla a Paul.
-Es el rival de tu hermano- dijo finalmente.
-¿Rival? ¿De qué?-
Paul me dio un beso en la mejilla y bajó las escaleras corriendo.
-¿No te quedas a cenar?- le dijo mamá a Paul.
-No señora, mamá me espera en la casa. Nos vemos- dijo Paul y se fue.
Durante toda la cena estuve pensando en Mario y Sebastián. ¿Rivales? ¿De
qué? ¿Acaso pelean por la popularidad? O… ¿Por una chica? ¿Mario y
Sebastián peleando por una chica?
TATIANA CHÁVEZ
Definitivamente, ese día había sido un día lleno de sorpresas, algunas buenas,
algunas malas. Era sábado, empezaba el fin de semana y lo único que quería
era dormir y soñar con Diego.
Sin embargo, aún no podía sacarme de la cabeza todo ese secreto entre Mario
y Sebastián. ¿Rivales? Eso quería decir que Sebastián me había utilizado para
ir a mi casa a pelear con mi hermano ¿Por una chica? O ¿acaso era por otra
cosa?
No entendía nada. Mis pensamientos eran un garabato. Por qué era tan difícil
crecer.
¿Cómo podía existir una chica a quien le guste Sebastián? Es decir, además de
su pasable atractivo físico y buena condición económica, Sebastián no tenía
otro atractivo. Él era… él era maleducado, arrogante, fastidioso, irónico,
aburrido, mentiroso, pretencioso, entrometido… eran tantos los adjetivos
negativos que le coloqué que se me acabaron las palabras, bueno mi
vocabulario aún era limitado.
¿Una chica?… ¿eso significaba que Mario estaba detrás de la enamorada de
Sebastián? o ¿Sebastián le era infiel a su enamorada con la chica de Mario? o
¿Mario le era infiel a su enamorada con la chica de Sebastián? o ¿Sebastián y
Mario eran…? o ¿Las enamoradas de ellos eran…? ¡No!
¡Aich! ¡Me dolía la cabeza!
Sonó el timbre.
-¡Hola hijo! ¿Tan temprano? Mario sigue durmiendo- oí la voz de mamá.
-No se preocupe seño, yo lo despierto. Tenemos práctica de fútbol a las nueve-
dijo la voz de Paul.
-¡Hola Paul! ¡Adiós mamá!- dijo Robert, luego sentí el ruido de la puerta al
cerrarse.
Robert tenía clases de francés los sábados por las mañanas. Siempre salía
temprano los sábados y no regresaba hasta las seis u ocho de la noche. Luego,
a veces cenaba y otras simplemente se quedaba en su cuarto y ya no se lo veía
hasta el día siguiente. Según él, daba clases a algunos de sus compañeros del
colegio. La verdad no me importaba la vida de Robert en esos momentos.
Por fin decidí salir de la cama, miré por la ventana, había un increíble sol
iluminando toda la calle. Salí de mi cuarto sobándome los ojos que aún me
ardían por la luz, me dirigí al baño. De repente sentí unas manos frías sobre
mis ojos.
La primera idea que me vino a la cabeza era: Diego.
Mi corazón se aceleró un poco. Sabía que la idea era ilógicamente imposible.
¿Qué estaría haciendo Diego en mi casa un sábado por la mañana?
Toqué las manos y las separé de mis ojos. Volteé de inmediato. Era solo Paul.
Paul me tomó de los hombros y me dio un húmedo beso en la mejilla.
-¡Aich! ¿Qué haces?-
-¡Buenos días dormilona!- dijo Paul sonriendo.
No sé por qué de un momento a otro, Paul había adoptado la costumbre de
besarme. Jamás lo había hecho. La verdad no me gustaba nada sus
demostraciones de hermano cariñoso. Pero no le dije nada, a pesar de ser un
idiota, era buena gente, era sincero y agradable conmigo, claro, a su manera.
-Hola, Paul- dije sin mucho ánimo.
-¿Cómo dormiste anoche?- preguntó Paul.
-Dormí echada sobre mi cama como siempre- le dije y sonreí.
-¡Muy graciosa! Yo me refiero a…
-Paul, me hago pipí y aún no despierto del todo ¡adiós!- le dije y entré al baño
cerrándole la puerta en la cara.
Minutos más tarde, bajé a desayunar. Mario, mamá y Paul estaban sentados
desayunando.
-¿Cómo está tu mamá, Paul?- dijo mamá.
-¡Muy bien señora! Le manda saludos. Creo que hoy usted y ella se van a
reunir en el cafetín de la avenida central ¿no?- dijo Paul.
-Sí, tienes razón. Lo había olvidado. Voy a llamarla- dijo mamá parándose del
comedor y yendo a la sala para usar el teléfono.
-¡Buenos días mamá!- le dije.
-Hola Amanda, siéntate a desayunar, hijita- dijo mamá mientras se iba al
teléfono.
Sentada ahí, frente a Mario y Paul, mordiendo un pan con queso, las preguntas
me acosaban, la curiosidad me dominaba. Ninguno de los tres pronunciábamos
palabra. Era una de esas situaciones incómodas en las cuales solo miras a tu
comida por miedo de mirar a los demás e insinuar que deseas hablar. Pero en
mi caso, sí deseaba hablar, pero no sabía cómo empezar. Finalmente, dije:
-Mario ¿quién era el chico de anoche?-
Mario levantó la cabeza, me miró.
-No es nadie- respondió Mario.
- Si no es nadie ¿por qué te quedaste conversando con él?- pregunté
nuevamente.
-¿Estuviste espiándonos?- preguntó Mario con un gesto de disgusto.
-¡No! Es que ustedes…
-Por qué quieres saber, Amanda. Solo es un compañero del colegio-
interrumpió Paul untando más mantequilla a su pan.
-Es un tipo arrogante que se cree el dueño de todo porque creo que aún no
conoce a Mario Zulens- dijo Mario tomando su vaso de jugo de papaya.
-Entonces ¿son enemigos? ¿Es por una chica, Mario?- dije con voz muy bajita.
-Estás creciendo muy rápido, mi querida Amadita- dijo Paul sonriendo y
mirándome de forma extrañamente tonta.
-Amanda ¿por qué de repente te interesan tanto mis asuntos?- preguntó Mario.
-No es por nada en especial. Es que jamás te vi tan molesto. Anoche, tú… te
veías muy molesto- dije casi sin querer decirlo al ver la expresión de enojo en
el rostro de Mario.
Paul miró a Mario, luego a mí. Sonrió sarcásticamente como de costumbre y
volvió a morder su pan con mantequilla.
-Sí, es por una chica, Amanda- dijo Mario y se paró de la mesa.
De inmediato, Paul tomó otro pan de la mesa. Mario se acercó a mí, me dio un
beso en la frente y salió de la casa con su mochila. Paul también se paró de la
mesa, tomó su mochila, luego vino hacia mí, me tomó de las mejillas con
ambas manos presionándolas contra mis labios haciendo que parezcan la boca
de un pescado, me miró con sus ojos miel como buscando algo en mis iris,
luego, me dio un beso tibio en la punta de la nariz.
-¡Paul!- grité.
Paul salió corriendo detrás de Mario.
Cada día Paul se volvía más raro y más molestoso ¿Por qué no desayunaba en
su casa? Le daría las respectivas quejas a su mamá.
Pero, solo una idea rodeaba mi cabeza “¿una chica?” ¿Mario y Sebastián
enfrentados por una chica? Pero, quién era esa chica.
Cómo saberlo. No sabía por qué pero sentía una gran curiosidad por conocer a
esa chica. Debe ser una chica con aspecto de modelo. A Mario siempre le han
gustado las chicas más bonitas. Y eso significaba que a Sebastián también le
gustaban las más bonitas. Pero eso a mí qué me importaba. Pero mi hermano
era más guapo que Sebastián ¿Quién sería esa chica?
-¡Niña! Por qué corres- gritó mamá.
-Tengo mucha tarea mami- grité mientras subía corriendo las escaleras.
Llegué hasta la puerta de la habitación de Mario, saqué la llave que Mario
escondía en uno de los cajones del mueble del pasadizo y abrí la puerta. Entré
a la habitación, no sabía por dónde empezar a buscar. Era tan difícil saber
quién era esa chica. Mario tenía muchas amigas y cartas de ellas. Revisé las
repisas, los estantes, debajo de la cama, hasta debajo de la alfombra.
No había nada, ni una carta ni una sola muestra de feminidad en aquella
habitación. Me senté sobre la cama algo frustrada, ¿dónde podría guardar sus
secretos? En ese momento, mi mirada se posó sobre las puertas del clóset.
¡Claro, en el clóset! Corrí, abrí las puertas, rebusqué entre toda la ropa,
finalmente encontré una pequeña caja de zapatos, la abrí, miles de cartas,
tarjetas, postales, fotografías y otros papeles se deslumbraron ante mis
brillantes ojos.
Empezaré a abrir y leer sobres. Declaraciones de amor, cartas de respuestas
vengativas, algunas cartas amenazantes, otras subidas de tono. Era increíble,
estaba penetrando en todo un mundo desconocido de mi hermano, me di
cuenta de que era un poco precoz este hermano mío. Casi al llegar al final de
la pila de papeles, había una carta con fecha reciente. Tatiana Chávez, la
remitente.
Sin voluntad propia, mis ojos empezaron a leer la carta:
Ese beso fue maravilloso, mi corazón volvió a saltar, mis manos volvieron a
sudar por un chico, ese chico eres tú. Fue maravilloso Mario. Te quiero
mucho.
¿Cómo saber? ¿Sería ella? Seguí buscando. Apareció una tarjeta con fecha
mucho más reciente que decía:
“Siempre que uno se siente triste y piensa que ya no queda nada, viene un
ángel, abre sus alas y te invita a abrigarte en ellas”
-TATIANA CHÁVEZ-
¿Será ella la manzana de la discordia entre Mario y Sebastián?
“TATIANA CHÁVEZ”
Me quedé inmóvil unos minutos mirando la tarjeta.
Después de aquellos minutos de inmovilidad, guardé todo de nuevo en su
lugar.
Aún tenía mis dudas, pero había una posibilidad de que Tatiana Chávez fuera
la chica. Al guardar las cosas de nuevo, cayó una foto, la recogí, era una chica
la de la imagen, volteé la foto: “tu Tatiana”, decía al reverso.
Nada me sorprendió en ella. Era bonita, era muy bonita. Encajaba exactamente
en el estereotipo de Mario.
Tatiana tenía el cabello castaño claro, largo y ligeramente ondulado, ojos
marrones claros, casi del mismo tono de sus cabellos; labios pequeños y bien
delineados; nariz pequeña pero perfilada y su piel, su piel era de un tono
bronceado claro natural como la de Paul. Tenía un bonito color de piel. Su
rostro era casi perfecto. No tenía ni un rastro de acné. Y su cuerpo, era
finamente delgado pero tenía todo lo que a los chicos les gusta ver en el
cuerpo de una chica de dieciséis años.
Ahora entendía a Mario y a Sebastián. Ella debía quitarle el sueño a ambos.
No sabía qué pensar. Necesitaba salir de casa y refrescar mis ideas. Quería
poder perder el interés en ese asunto pero no sabía por qué no podía. Creo que
debía empezar a vivir mi propia vida. Mario ya era suficientemente grande
como para solucionar sus problemas.
Sonó el teléfono.
-¡Aló!- contesté.
-Amanda, ¿tienes algo que hacer el resto del día?- dijo la delicada voz de
Camila.
-¡Hola, Camila! Pues no, claro que no. No tengo nada que hacer en el día- le
dije.
-Tal vez puedas acompañarme a un lugar para… tú sabes avanzar con la tarea
de Miss Prado-
-¡Claro! Voy para tu casa-
-¡No, mi casa no!... Sebastián y yo vamos a ir a un club al que solemos ir
algunos fines de semana ¿Quieres venir con nosotros?- me preguntó Camila
con voz temblorosa.
-¿Con tu hermano también?-
-Pues sí. Siempre vamos juntos-
-Claro ¿dónde es?- dije casi tartamudeando.
-¡Ah…! No te preocupes, dame tu dirección y pasamos por ti-
-Pero…
No podía decirle a Camila que su hermano ya conocía mi casa, pues me
preguntaría cómo es que la conocía.
-¡Claro! Apunta: Calle Los Sauces 432 – Urbanización Terrazas- dije.
-Eso está a unas cuadras de aquí. Bien estaremos allá en una hora más o
menos. Nos vemos-
-Sí-
Camila colgó.
Pero qué estaba haciendo. No quería volver a ver a Sebastián después de lo
que pasó el día anterior. No sabía qué decirle. Si Mario se había molestado
mucho conmigo por solo preguntarle sobre Sebastián, no me imaginaba cómo
se pondría Sebastián si le preguntaba por Mario. Lo peor era que Sebastián me
había descubierto mirando por la ventana. Pensaría que era una chismosa
entrometida.
¡Aish! Le hubiera dicho a Camila que me sentía indispuesta. Pero ya estaba
hecho.
¡Y no tenía nada que ponerme!
Después de casi 45 minutos eligiendo qué ponerme, opté por un sencillo
vestido azul que mamá me regaló en navidad. El vestido no era ni pretencioso
ni tan sencillo, creo que era el adecuado.
Sonó el timbre de la puerta.
Oí los pasos de mamá.
Oí voces. Eran los hermanos Weiss. Creo que mamá los había invitado a pasar.
Escuché más pasos.
-¡Amanda, hija, baja! ¡Han venido unos amigos tuyos!- gritó la voz de mamá.
Bien Amanda, había llegado el momento. No tocaría el tema de Mario ni el de
Tatiana Chávez. Solo me limitaría a conversar con Camila y hablar sobre
nuestro proyecto.
-¡Ya bajo mamá!- grité.
Bajé lentamente las escaleras, tratando de no mirar hacia la sala para evitar la
mirada de Sebastián. Traté de mirar de frente. En ese momento, mi pequeña
cartera se desprendió de mis manos y tropezó con mi pie derecho; mi otro pie,
que aún no pisaba el mismo escalón que el derecho, intentó bajar aprisa; mis
pies se enredaron entre sí y mi cuerpo fue empujado hacia adelante por una
fuerza invisible. Mis ojos se abrieron desorbitados y mis labios separaron su
silenciosa unión lanzando un estrepitoso grito. Sin darme cuenta, levanté los
brazos. Ahí, cuando pensaba que mi existencia terminaría entre en suelo y las
escaleras, unos tibios brazos me recibieron, un suave perfume juvenil rozó mis
fosas nasales y mi rostro acarició unas firmes y lozanas mejillas. Sin darme
cuenta siquiera, estaba unida como una pequeña garrapata al cuerpo de
Sebastián.
-¡Amanda, cariño!- gritó mamá.
-¡Ten cuidado!- gritó Camila.
-¡Casi te nos caes, Amanda!- dijo Sebastián sujetándome por la cintura.
Solo me quedé mirando la azul mirada de Sebastián, era como si el tiempo se
hubiera detenido, como si todo hubiera desaparecido, como si no sintiera mi
cuerpo, como si recordara ese momento, como si hubiera estado guardado en
mi memoria desde hace mucho tiempo. Había una fuerza que me vencía en ese
instante, mi mirada temblaba y solo pude hacer una cosa, empujarlo.
-¡Gracias!- dije sin mirarlo.
-¡Claro, a tu servicio!- él respondió metiendo las manos en su bolsillo.
-¿Estás bien, Amanda?- me preguntó Camila.
-Sí- respondí.
-¡Ay, hijita! ¡Gracias, joven! Y ¿tu nombre es?- dijo mamá.
-Sebastián, señora, Sebastián Weiss- dijo Sebastián algo nervioso.
-Bueno ¿nos podemos ir?- preguntó Camila.
-¿A dónde?- preguntó mamá.
Había olvidado pedirle permiso a mamá.
-Las estoy llevando a Camila y Amanda a la biblioteca del Club Las Rocas,
señora- dijo de repente Sebastián.
-¿El Club Las Rocas? Eso está casi fuera de la ciudad ¿no?-
-Es que ahí tienen la mejor videoteca, señora. Amanda y yo estamos
trabajando en un proyecto para el colegio, es muy importante. Necesitamos
ver muchos videos para darnos una idea de cómo empezar nuestro proyecto-
complementó Camila.
-¿Es para el curso de Literatura, Amanda?- me preguntó mamá.
-¿Ah?... sí mami- dije.
-¡Bien! Pero no vengan muy tarde. Me llamas cuando llegues, Amanda- me
dijo mamá.
-No se preocupe señora, yo la traigo- dijo Sebastián.
Salimos de la casa. Afuera había una camioneta roja esperándonos. Un señor
de aspecto amable estaba al volante.
-¿No le habías dicho a tu mamá que íbamos a salir?- preguntó Camila.
-Olvidé decirle, es que todo fue muy repentino- dije.
-¿Repentino? Te avisé hace una hora ¿qué estuviste haciendo?- replicó Camila.
-¡Ya basta chicas! Lo importante es que su mamá le dio permiso ¿no?... Tu
mamá es muy linda- dijo Sebastián.
-¿Gracias?- respondí casi absorta.
-No te pareces a ella- dijo Sebastián.
Camila y yo entramos a la camioneta sin pronunciar palabra alguna.
Sebastián se sentó al lado del conductor, Camila y yo en el asiento de atrás.
Camila se sentó detrás del chofer y yo detrás de Sebastián. De rato en rato, mi
mirada se cruzaba con la de Sebastián a través del espejo del costado del carro.
Esa situación era muy incómoda. Creo que Sebastián quería vengarse de
Mario y pensaba en mí como la carnada perfecta. Me puse los audífonos en los
oídos, encendí mi walkman y empecé a escuchar música. Camila me preguntó
qué oía y le presté un audífono, ella lo colocó en su oído y así compartimos la
música durante el resto del camino. Ambas cerramos los ojos. Cuando abrí los
ojos, ya habíamos llegado.
La entrada al Club Las Rocas era hermosa. Toda rodeada por un muro vegetal,
una enorme planta trepadora cubría las rejas de la puerta de entrada y había
flores blancas en los lados de la pista. Parecía la entrada al cielo.
La camioneta pasó la garita de control y la reja se abrió automáticamente, el
carro avanzó. Adentro todo era verde, a lo lejos se veían los campos de golf y
mesas con sombrillas. La camioneta giró a la derecha y llegamos al
estacionamiento.
-Bien chicas, llegaron a su destino- dijo Sebastián.
Camila y yo bajamos de la camioneta. Me sentía emocionada e intimidada de
estar en un lugar así. Camila empezó a caminar.
-¿Vienes?- me dijo.
-Sí- respondí de inmediato y corrí para alcanzarla.
Sebastián caminaba detrás de nosotras en silencio.
Caminamos algunos metros hasta llegar a un gran recibidor en donde había un
gran piano y muebles de cuero. Había personas leyendo, bebiendo algo,
conversando, etc. Todos se parecían mucho a Camila en sus maneras y actitud.
Cruzamos el recibidor y llegamos a las piscinas, en ese espacio sí que había
alboroto, estaba llena de chicos y chicas de todas las edades, gritando,
jugando, corriendo, salpicando, entre otras cosas ruidosas. Su diversión me
daba escozor en la planta de los pies.
-¡Vamos!- dijo Camila, al ver que me detuve unos segundos a presenciar todo
con el rostro asombrado.
Camila me tomó de la mano y caminamos hasta los baños. Sebastián había
desaparecido.
Camila sacó de su pequeño bolso un traje de baño y me lo mostró.
-¿Te gusta?- preguntó.
Era un enterizo como de mi talla color guinda con detalles dorados.
-Sí, está lindo- dije entusiasmada.
-Pues ahora es tuyo- dijo Camila entregándomelo en las manos.
-¿Qué? Pero… no puedo- dije.
-A mí no me queda. Mi madre me lo trajo de España pero es tan tonta que no
sabe ni mi talla. Yo no tengo el busto desarrollado aún. O al menos no lo lleno.
Pero creo que tú sí entras con exactitud en ese traje- dijo Camila
tranquilamente mientras sacaba otro traje de baño de dos piezas color celeste
con detalles multicolores.
-Pero, Camila… yo… ¿no hemos venido a avanzar con el proyecto?- pregunté
tímidamente.
-¡No! Solo ponte el traje de baño y vamos a divertirnos a la piscina- dijo
mientras se iba a los vestidores.
-¡Camila!- grité.
-¿Qué?- volteó.
-¡Gracias! ¡Está lindo!- dije mientras una corriente extraña recorría desde mi
estómago hasta mi garganta.
-¡No es nada, solo póntelo!- dijo Camila con una mal disimulada sonrisa en
sus labios.
De inmediato me puse el enterizo y fui corriendo a mirarme al espejo. Jamás
había tenido uno tan bonito e importado. Mamá jamás me había comprado uno
así. Solté mi cabello y empecé a guardar mi ropa en mi bolso. Segundos
después, me di cuenta de que no traía las sandalias adecuadas para la ocasión.
-Usa éstas, creo que son de tu talla. Siempre guardo un par en mi casillero-
dijo la delicada voz de Camila.
Eran un par de hawaianas negras.
-Gracias, Camila- dije de inmediato.
Camila y yo salimos de los vestidores con toallas blancas que nos dio una de
las chicas que trabajaba allí. A pesar de la cantidad de gente alrededor de la
piscina, aún había algunas sillas desocupadas para tomar un poco de sol. Hacia
allá nos dirigimos Camila y yo.
-Todo es muy lindo aquí, gracias por invitarme- le dije a Camila mientras
caminábamos al borde de la piscina rumbo a las sillas.
En ese preciso momento, oí unas alocadas risas aproximarse, volteé para ver
quiénes eran y los hombros de una chica alta chocaron conmigo empujándome
y haciendo que pierda el equilibrio. Al instante, caí a la piscina con todo y
toallas.
-¡Ahhhh!-
-¡Sorry, fue casualidad! ¿Estás bien? Ven, acércate. Te ayudo a salir- dijo la
voz de aquella chica que me acababa de empujar.
Casi no podía ver porque mi cabello estaba todo mojado y revoloteado sobre
mi rostro.
La chica me extendió la mano con sus uñas largas pintadas de rojo. Nadé un
poco para alcanzar su mano, en ese instante apareció otra mano, pero esta era
masculina. Levanté la mirada. Era la mano de Sebastián.
-¡Vamos, sal de ahí! Al parecer, hoy tendré que rescatarte más de una vez- me
dijo Sebastián mientras tomaba mi mano ayudándome a salir de la piscina.
La chica causante de mi caída retiró su mano y se paró delante de nosotros con
los brazos cruzados mientras Sebastián y Camila me cubrían con una toalla.
-¡Lo siento! ¿La conoces Sebastián? Debe ser tu primita… Es que yo estaba
caminando de espaldas y Fátima se reía tanto que no me di cuenta de la niña-
dijo la chica.
-No es mi prima. Creo que a mí no me tienes que dar explicaciones- dijo
Sebastián.
Me sequé el rostro y acomodé mi cabello. Algunas personas aún me miraban
por el incidente y algunos niños se reían, otros ni siquiera se dieron cuenta de
lo ocurrido. Con el rostro sonrojado, levanté la mirada hacia esa chica. Era
ella. Tatiana Chávez en persona. Miré tanto su foto en la mañana que la
hubiera reconocido con los ojos cerrados. ¿Qué hacía ella en ese lugar?
-Entonces ¿quién es?- dijo Tatiana.
-Es mi amiga. Y aún no he oído que te disculparas- dijo Camila.
-¡Hola! Ca…Camila… disculpa, no te había visto. Ah, bueno, es tu amiga-
dijo Tatiana tratando de sonreírle a Camila.
-¿Estás bien?- me preguntó Sebastián.
-Sí- respondí.
Tatiana nos miraba fijamente mientras Sebastián me entregaba las mojadas
hawaianas negras que había sacado un chico de la piscina.
-Bueno ¿y tú eres?- me preguntó Tatiana poniéndose las manos en su
contorneada cintura.
La quedé mirando, luego contesté.
-Amanda-
Era obvio que no le iba a decir mi apellido. Aún no conocía toda la historia
detrás de ella y mi hermano, así que no quise arriesgarme a meter la pata en
algo.
-Bien, Amanda. Disculpa, fue un horrible incidente. No volverá a pasar. No
fue mi intención. Te invito un refresco y quedamos a mano ¿ya?- me dijo en
tono amable y le pidió a uno de los mozos que pasaba que trajera un refresco
para mí y otro para Camila.
-A mí no me gustan los refrescos, ni te molestes- dijo Camila mientras me
tomaba de la mano, jalándome hacia las sillas para tomar el sol.
Sebastián se quedó parado junto a Tatiana, quise voltear pero no pude, en
realidad, no quise. Había un nudo en mi garganta.
Llegamos a las sillas, no sentamos y Camila empezó a hablar.
-Debiste haberla empujado también- me dijo.
-¿Qué? ¡Claro que no!... Además, se disculpó ¿no?- dije.
-Pero no lo hizo de corazón, solo lo hizo porque estaba Sebastián- dijo Camila.
-¿Quién es ella?- pregunté mientras miraba a lo lejos cómo Sebastián y Tatiana
conversaban y reían juntos.
-Ella es Tatiana Chávez, su padre es socio minoritario de mi papá. Es una
engreída. Es la odiosa que trae loco a mi hermano. Cree que por hablar con mi
hermano y con otros chicos tontos, tiene el mundo a sus pies- dijo Camila
mientras se aplicaba bloqueador solar en los brazos.
-¡Es bonita!- dije con la mirada perdida en el fondo de la piscina.
-¿Bonita? Es un rostro común con ropa cara, solo eso- dijo Camila mirándome
muy molesta.
-¿Ella y Sebastián son…?- le pregunté.
-Ahora, no lo sé. Pero sí, creo que fueron alguna vez enamorados- dijo
Camila.
-¿No sabes si aún son enamorados? ¿Cómo es eso?- dije intrigada.
-Creo que han terminado. Sebastián y yo no hablamos de esas cosas. La
verdad no me importa mucho. Pero antes, ella iba a mi casa, ahora ya no lo
hace, por eso supongo que ya no están juntos, solo son amigos creo-
-Pero se nota que a Sebastián aún le gusta- dije mientras los miraba a lo lejos.
-¿Lo dices por cómo la trata? Sebastián es así con todas las chicas que conoce.
Creo que lo heredó de mi padre. Siempre es un caballero. Con esa chica es
especialmente caballeroso, a pesar de que ella coquetea con todos- me dijo
Camila recostándose sobre la silla.
-¿Otro chico? ¿Tú lo conoces?- pregunté angustiada.
-¡Claro que no! ¿Por qué me preocuparía en identificar a los pretendientes de
Tatiana? Ella no es importante para mí. Todo lo que pase con su vida, me tiene
sin cuidado. ¿A qué viene tanta pregunta, ah?- me dijo mientras se levantaba
los lentes de sol.
-Por nada, pura curiosidad- dije tímidamente.
-Pues, para seguir alimentando tu curiosidad, solo te diré que no vi de frente a
ese chico, solo lo vi de espaldas. Eso fue la semana pasada, él vino aquí a
recogerla en la tarde. Sebastián y yo estábamos en el estacionamiento
guardando nuestras cosas. De pronto, Sebastián se metió al auto y no me habló
por el resto del día. Creo que estaba celoso o conocía al chico- concluyó
Camila.
Durante unos segundos, tuve el impulso de contarle a Camila sobre Mario,
Tatiana y Sebastián, pero me contuve. No sabía cómo podría reaccionar
Camila. Tal vez se hubiera interesado más que yo, tal vez se hubiera burlado
de mí o tal vez simplemente ignoraría el asunto.
-¡Guau…! Esa chica es todo un caso- fue lo único que se me ocurrió decir.
En ese momento, Sebastián se acercó y nos dijo:
-¿Chicas, quieren jugar vóley en la piscina de arena?-
-¡Claro que no! Ahora quítate que me tapas el sol- respondió Camila.
-¿Piscina de arena?- pregunté.
-¡Vamos, Amanda!- dijo Sebastián.
Como dije antes, el deporte no es lo mío. Sin embargo, a decir verdad, no soy
tan mala en el vóley. Una corriente fría recorrió mi cuerpo de pies a cabeza y
dije impulsivamente:
-¡Ya!-
-¿Vas a ir?- me preguntó Camila sorprendida.
-¿Sí?- dije.
-Pues si Amanda va, yo voy aunque sea para mirar y reírme un rato- dijo
sonriendo.
-Pues ¡Vamos!- dijo Sebastián muy entusiasmado.
Los tres caminamos cerca de dos cuadras hasta llegar a la piscina de arena. En
realidad, era un inmenso lote cercado con mallas y cubierto por arena, con una
gran pantalla al fondo de la pared que proyectaba la imagen de las olas del mar
con grandes parlantes que reproducían con exactitud el sonido marino. El
lugar era un hermoso sueño artificial.
Ahí estaba, Tatiana y su amiga, quienes hace algunas horas me habían
empujado, según ellas intencionalmente, a la piscina. Tatiana corrió hacia
nosotros con su perfecta silueta cubierta por un diminuto short y un top. Pude
notar en el rostro de Sebastián algo de nerviosismo.
-¡Ah! Trajiste a tus jugadoras estrella. Bien, tu equipo contra el mío. Somos
seis contra seis- dijo Tatiana mirándonos despectivamente a Camila y a mí.
-¡Corrección! Son seis contra cinco- dijo Camila mirando a Tatiana desafiante,
luego se dio media vuelta con dirección a las bancas.
Tatiana rió, luego volteó y dijo:
-¡Fátima, tú entras después! ¡Haz barra!-
Fátima sin reclamar se dirigió hacia las bancas y se sentó muy cerca de
Camila. Ambas se miraron y de inmediato se ignoraron mutuamente.
-Me gusta ser justa ¡Fair Play, Sebas…!- dijo Tatiana, lanzándole una mirada
de complicidad a Sebastián.
Sebastián siguió a Tatiana con la mirada mientras ella se alejaba al otro lado
de la cancha artificial.
-¡Qué patético te ves!- pensé en voz alta.
-Podré verme patético, pero no puedo igualar tu cara al ver a ese mocoso del
colegio- dijo Sebastián.
Cómo era posible que meta a Diego en todo esto. Lo de Diego y yo era algo
recíproco mientras que lo de Tatiana y él era unilateral. Él moría por Tatiana,
se notaba, y ella estaba con mi hermano.
-¡Aish, cállate! Tú no sabes nada. Y ¿dónde está el resto de nuestro equipo?
¿se puede saber?- dije.
-¡Ahí vienen!- dijo Sebastián.
Volteé para mirar, eran tres chicos. El primero tenía el aspecto de un Clark
Kent de dieciséis años, el segundo llevaba una gorra puesta al revés y estilo
surfista, y el tercero, el tercero se parecía mucho a Robert…
¡El tercero era ROBERT!
¿Qué hacía Robert ahí?
-Te los presento, Amanda- dijo Sebastián con una gran sonrisa en el rostro.
-¡¿Qué haces acá?!- gritamos Robert y yo a una sola voz al mirarnos.
-¡Claro, ustedes ya se conocen! Pues te presento a los otro dos. Manuel y
Nicolás, ella es Amanda... y viceversa- dijo Sebastián.
-¿No se supone que estás en clases de francés?- le dije a Robert.
-¿Mamá sabe que estás aquí?- me dijo Robert.
-En realidad, él sí está en clases de francés. Me está dando clases a mí-
interrumpió Sebastián.
-¿Tú me preguntas eso a mí? se supone que tu recibes las clases, no que las
des… le dije a Robert.
-¿Sabe o no sabe mamá?- continuó Robert.
-Bueno, en realidad, ella vino aquí con mi hermanita, Camila- volvió a
interrumpir Sebastián.
-¡Claro que sabe! Yo no salgo de la casa con mentiras- le dije furiosa a Robert.
-¿Ya podemos empezar?- dijo Tatiana mientras se acercaba con su equipo
Y… ¡Guau! ¡Eso era increíble! ¡Otra sorpresa!
Mario y Paul estaban en el equipo de Tatiana, además de otras dos chicas
vestidas como una ridícula copia de Tatiana.
-¿Qué hacen ustedes aquí?- dijo Mario dirigiéndose a Robert y a mí.
-¡No lo creo! ¿Es en serio? ¿Qué haces TÚ aquí?- le dije a Mario.
-¿Robert te trajo? ¿Por qué estás aquí?- me preguntó Mario mirando a
Sebastián.
-¡Yo la traje!- dijo Sebastián poniéndose delante de mí, entre Mario y yo.
-¿Ustedes se conocen?- preguntó Tatiana.
-Ella es mi hermana- dijo Mario.
-¿No jugabas fútbol los sábados? ¿Qué, cambiaste al vóley?- le dijo Robert
irónicamente a Mario.
-¿Tú no debes estar en tus aburridas clases de francés?- le contestó Mario.
-Él es mi invitado- le dijo Sebastián a Mario.
-¡No entiendo nada! ¿Alguien me puedes explicar?- gritó Tatiana.
En ese momento, de la nada apareció Camila en el medio de todos nosotros.
-¿No te das cuenta? Amanda, este chico y este otro (señalando a Mario y a
Robert respectivamente) son hermanos, los hermanos “Zulens” ¡Qué tonta
eres!- le dijo Camila a Tatiana y se fue a sentar nuevamente a su silla.
-¿Eso es cierto?- le preguntó Tatiana a Mario.
-Sí- dijo Mario mirándonos a Robert y a mí con ojos furiosos, luego se dio
media vuelta.
-¡Pues bien! Creo que podemos empezar el juego ¿no?- dijo Paul.
Tatiana y el resto de su equipo se voltearon para alcanzar a Mario. Unos
segundos después empezaron a organizarse.
Mientras tanto nuestro equipo quedó invadido por la curiosidad.
-¿Ustedes son hermanos y no sabían que se iban a encontrar aquí?- preguntó
Manuel.
-¿Eres la hermanita de Mario Zulens? ¡No sabía que tuviera una hermanita tan
linda!- dijo Nicolás.
-¡Ya basta! ¡Vamos a empezar!- dijo Sebastián.
Ambos equipos demoramos cerca de diez minutos en prepararnos y durante
todo ese tiempo las miradas iban y venían de ambos lados. Era una situación
muy incómoda. Finalmente, inició el juego. Para hacer tono con las demás
sorpresas del día, me tocó hacer el primer saque del juego. Sí, a mí, la más
pequeña de todos.
-¡Vamos, Amanda!- se oyó la delicada voz de Camila desde las bancas.
Tatiana le lanzó una mirada de odio a Camila. Yo solo pude mirar a Sebastián,
quien sonriendo me dijo:
-¡Vamos, tú puedes!-
Me ubiqué bien, le di dos rebotes a la pelota. En realidad, solo estaba
retrasando el momento del saque. Una cosa era jugar con niñas de primaria
dentro del colegio y otra era hacer el primer saque del juego en un club fuera
de la ciudad, con chicos del último grado de secundaria, con la mirada
acusadora de Robert dentro de mi equipo y con la mirada penetrante de Mario
y Tatiana en el otro equipo. En esas circunstancias, temo decir que los únicos
que estaban de mi lado eran los Weiss.
Por fin, saqué. A pesar de que la palma de mi mano expresó su más
descomunal fuerza, mi saque fue eficazmente respondido por un increíble
mate de Tatiana, quién anotó el primer punto para su equipo. Mis ánimos se
fueron al suelo en menos de un minuto.
El juego continuó, las tensiones en ambos equipos eran evidentes. Esto ya no
era un simple juego para pasar el rato, se había convertido en un campo de
batalla. Tatiana era muy buena jugando y Mario también. En realidad, Mario
siempre tuvo un talento natural para toda clase de deportes. Paul no era
precisamente un excelente jugador, pero no perdía nunca la pelota. Por otro
lado, en nuestro equipo, quienes más se entregaban en el juego, eran Sebastián
y Nicolás. Manuel estaba confundido acerca de qué deporte estaba jugando e
intentaba responder a los mates de Tatiana con puntapiés, mientras que Robert
dejaba pasar la pelota un ochenta por ciento de las veces que debía contestar.
Y yo, pues yo simplemente trataba de responder lo mejor que podía, además
del ambiente caluroso, mi cuerpo y mi rostro ardían en calor. Mi rostro lucía
un atuendo rojizo.
Éramos un caso especial.
El equipo de Tatiana ganó el primer set con 25 a 20. Apenas anotó su punto
25, Tatiana se lanzó a los brazos de Mario, mientras Mario lanzaba una mirada
de orgullo infantil a Sebastián, como quién dice “yo te gané”.
Sorprendentemente, Sebastián ni se inmutó, más bien se acercó a mí, tocó mis
hombros y llamó a los demás chicos. Nos dio un mini discurso de aliento.
Robert ni me miraba.
Empezó el segundo set. La pelota saltaba de un lado al otro a través de la red,
no tocó el piso hasta después de casi tres minutos de intenso juego. Las
emociones estaban cada vez más intensas mientras que a las respectivas barras
unipersonales de Camila y Fátima, se les habían sumado varios niños,
muchachos y muchachas, algunos adultos, curiosos jardineros de los
alrededores e incluso las mascotas de algunos socios. El partido de voleibol ya
era una sensación en esa parte del club, en parte por la descarga de energía de
cada uno de nosotros y, por otro lado, porque ya llevábamos ocupando la
piscina artificial de arena por casi una hora, lo cual era muy extraño en
comparación con partidos anteriores realizados en esa misma piscina. El
segundo set llegó a su final con 25 a 18 a favor del equipo de Tatiana y Mario.
-¡Una derrota más, chicos! ¡Ya ríndanse! ¿No?- nos gritó Tatiana desde el otro
lado del campo de juego
-¡Retroceder nunca, rendirse jamás!- le respondió Nicolás desde nuestra
ubicación.
Esas últimas palabras de Tatiana despertaron en mí, el primer sentimiento de
envidia y venganza que yo había experimentado hasta ese momento. No
entendía por qué ni cómo, pero hasta ese instante, yo solo me había sentido
intimidada por esa espectacular chica de dieciséis años. Sin embargo, ahora
creía que debía ganarle, demostrarle que no solo se es genial y radiante a los
dieciséis sino que también se puede ser todo eso a los casi trece años. Con esa
determinación en el corazón, dejé de mirar estupefactamente a Tatiana, me di
media vuelta hacia mi equipo y dije:
-¡Chicos, tenemos que ganar!-
-¡Así se habla pequeña!- me dijo Manuel mientras se acercaba para abrazarme.
En ese momento, Robert se acercó a mí y mirando fijamente a Manuel, le dijo:
-¡Solo tiene doce años! Nada de acercamientos-
Las palabras de Robert calaron tanto en mí en ese momento que de inmediato
me acerqué más a él y tomándolo por la cintura dije:
-Tenemos que ganar, chicos. Miren toda la gente que ha venido a vernos.
Démosles un buen espectáculo. Yo no asisto a este club, mi presencia hoy es
pura casualidad. Pero ustedes son socios, sus padres son socios y estoy segura
de que sus abuelos también lo fueron. Hagan resaltar sus apellidos y a ustedes
mismos como futuros socios ¡Vamos con todo!- concluí, sintiéndome
realizada.
No era la primera vez que hablaba con chicos mayores que yo, ya lo había
hecho durante toda mi vida con mis hermanos, pero era la primera vez que
hablaba con tanta seguridad a chicos mayores y extraños. Mientras hablaba
noté que Robert me miraba de forma diferente. Sin embargo, guardó silencio y
solo me tocó la cabeza despeinando mi melena.
Sebastián se acercó a mí y me dijo:
-¡Eso fue lindo!-
Segundos antes de iniciar el tercer set del partido, todos unimos nuestras
manos formando un pequeño círculo de cinco y al unísono gritamos “SÍ
PODEMOS”.
Las barras de ambos equipos ya habían reclutado seguidores y me alegraba
mucho ver tanto a Camila como a Fátima organizando las porras y las olas en
el área de las bancas. Unos segundos me quedé admirada mirando a Camila y
su increíble desenvolvimiento entre tanta gente. Era increíble ver cómo la niña
altanera, tímida e indiferente estaba interrelacionándose a la perfección con los
demás. Volteé nuevamente hacia el juego y mi mirada se estrelló con la de
Sebastián, quien también estaba mirando admirado a Camila. Sebastián giró su
mirada azul hacia mí y sonrío.
Inició el tercer set.
Los ánimos en mi equipo estaban estupendos. Todos respondimos y rendimos
bien a pesar de estar muy cansados. Después de casi 45 minutos, la victoria
llegó a nosotros con un rotundo 25-16 en desventaja para el equipo de Tatiana.
La expresión en el rostro de Tatiana lo decía todo. Estaba furiosa y cansada.
Su mirada revelaba sus inquietantes ganas de atravesar la red central y tirarme
a la arena para una lucha a muerte. Su mirada de desprecio se repartía entre
Sebastián, Camila y yo. Era algo divertido verla perder, aunque temía admitir
que aún era intimidante. Después de casi 15 minutos de descanso, inició el
cuarto set, el sol estaba bajando la intensidad de sus rayos y con ello el
ambiente se tornaba más fresco al igual que la temperatura de mi cuerpo y
rostro. La confianza se apoderaba de cada uno de nosotros y todo nuestro ser
pedía nuevamente los momentos de adrenalina que nos había aportado el
último juego.
Para nuestra total conveniencia y debido a nuestra entrega en la arena, el
resultado de ese cuarto set también nos fue favorable: 25-21. Todo estaba
dicho, el quinto set definiría nuestro destino ese día. Ganar o perder, solo
teníamos dos caminos.
La tribuna estaba cada vez más viva, las porras se escuchaban en ambas
direcciones. Camila y Fátima eran las más entusiastas en todo el ambiente.
Terminó el descanso y el quinto set se aproximaba. Todos nos colocamos en
nuestras posiciones. A pesar de nuestros rostros cansados, nuestros espíritus
juveniles nos daban las fuerzas para seguir adelante.
Inició el quinto y definitivo set, los nervios estaban danzando en el aire.
Tatiana hizo el primer saque, yo recibí y armé la respuesta para Sebastián,
quien dio un poderoso mate imposible de contestar por Mario, anotando
nuestro primer punto. No puedo describir la mirada de Mario hacia Sebastián
y hacia mí, era algo que no entendía, solo sabía que no era bueno.
Los minutos pasaron y llegamos a un incómodo 23-23, solo dos puntos más y
se definía al ganador de la tarde. Era algo estresante pero a la vez
emocionante. Me tocaba sacar. Lo hice con los nervios en los dedos, pero con
seguridad en el corazón. Mi saque fue respondido por Paul, a quien
sorprendentemente respondió Robert con la fuerza de un oso, anotando
nuestro punto 24. Virtualmente éramos ganadores, mi corazón quería salir
dando brincos de mi pecho. Le tocaba sacar a Sebastián. Él miraba a todos, en
especial a Mario quien estaba justo detrás de la red, luego me miró. Dio dos
rebotes al balón e hizo un saque impresionante que inmediatamente Mario
recibió y pasó a Tatiana, quien hizo un mate corto con la intención de que la
pelota toque la arena de nuestro lado. Sin embargo, algo me impulsó
rápidamente a correr y salir al encuentro de la pelota. Sin pensarlo ni
calcularlo, di un delicado toque con los dedos al balón y éste apenas pasó al
otro lado de la red, rozándola fugazmente pero inclinándose por la fuerza de la
gravedad hacia el lado opuesto de nuestro lado, deslizándose en caída libre
hasta tocar la arena del campo del equipo de Tatiana.
¡Habíamos ganado! 25-23.
Toda nuestra barra improvisada saltó de las bancas hacia la piscina de arena
para felicitarnos. Era increíble pero me sentía como si hubiera ganado algún
mundial de vóley. La sensación que tenía en la boca del estómago era
indescriptible. Por primera vez, mi cuerpo no me traicionó, más bien me
acompañó en mi alegría.
Junto a las demás personas, Camila bajó corriendo y vino a abrazarme. Quedé
casi congelada al ver a Camila expresar sus emociones, jamás pensé que un
simple partido de vóley serviría para romper el bloque de hielo que ella había
construido ante la sociedad. Pero no solo me abrazó a mí, también fue a
abrazar a Sebastián. Era como si nos hubiesen regalado una nueva Camila.
En medio de la alegría de nuestro equipo, pude ver el rostro fúnebre de Tatiana
entre la multitud, su expresión facial era el de una chica que lo había perdido
todo y que a la vez aún no lo podía creer ella misma. Tenía la mirada perdida
en algún grano de arena, pero, de repente sus ojos levantaron la mirada y se
estrelló con la mía. No sabía qué hacer ¿Tendría que sostener la mirada?
¿Bajar la mirada? ¿Mirar a otro lado? En medio de mi disyuntiva mental,
Sebastián se acerca a mí y tomándome por el brazo, me dijo:
-¿Vamos a comer unos helados de triunfo? ¡Yo invito!-
-¡Claro!- dije.
Giré la cabeza de nuevo para ver a Tatiana. Ella estaba acompañada de Mario,
quien nos miraba a Sebastián y a mí con una mirada furiosa. De un momento a
otro, Mario soltó la mano de Tatiana y vino hacia nosotros. Yo ya lo había
advertido, pues estaba mirándolo de frente, sin embargo, Sebastián estaba de
espaldas a él y no se percató de que Mario venía hacia nosotros.
-¡Vámonos a la casa, Amanda!- dijo la imponente voz de Mario.
-Yo la llevaré- respondió Sebastián.
-No estoy hablando contigo. Recoge tus cosas, Amanda. Nos vamos-
-Creo que no escuchaste. YO la llevaré. Le prometí a tu madre que yo la
llevaría a casa-
La situación estaba cada vez más tensa. Pude ver en los ojos de Mario, la ira,
la impotencia y el orgullo dolido que sentía en ese momento. Tenía que
intervenir.
-¿Qué pasa chicos? ¡No peleen!- se entrometió Tatiana.
-¿Ya nos vamos? Estoy cansada- dijo Camila.
Me quedé nuevamente muda. Qué podría hacer, qué tenía que decir, con quién
me iría.
-Será mejor que Sebastián la lleve a casa, mamá no sabe que tú y yo estamos
acá y si llegamos con ella, se dará cuenta de que ambos le mentimos
¡vámonos, Mario!- dijo calmadamente Robert abrazando a Mario por el pecho
y llevándoselo sin poder evitar que Mario camine en reversa mirándonos a
Sebastián y a mí.
Al parecer el argumento de Robert convenció a medias a Mario. Mario se iba
por miedo a mamá y no por convencimiento de las palabras de Robert.
Sin decir palabra me fui con Camila a los vestuarios, me cambié y me fui
directamente a la camioneta de los Weiss. Desde el interior del auto, pude ver
que Paul, Mario, Tatiana, Fátima y Robert se iban caminando juntos. Sebastián
también los vio.
El auto emprendió su marcha, pasamos a mis hermanos y sus acompañantes en
la carretera. No tenía ganas ni de escuchar música. Era increíble, hace unos
minutos me sentía de lo mejor por haberle ganado a Tatiana y ahora me sentía
como una vil traidora.
-No te sientas mal, tú tienes permiso de tu madre y ellos no. Es lo justo que
quien te sacó de tu casa, te deje en tu casa nuevamente- dijo Camila mientras
abría un libro pequeño.
-¿Cómo es que lees mi mente?- le dije.
-¿Qué?- contestó ella.
-Nada-
-¿Por qué tu hermano odia a mi hermano?- me preguntó Camila bajando la
voz.
-¿Qué?... No lo sé-
-Sospecho que es por Tatiana… A tu hermano le gusta esa tonta- se respondió
a sí misma.
Guardé silencio. Pude ver por el espejo a Sebastián durmiendo en el asiento de
adelante. Dormía tan serenamente, era como si nada le afectara. No me
sorprendía, era un Weiss. Camila y él eran tan parecidos. Era como si no
tuvieran sentimientos o como si se esforzaran por no tenerlos.
Finalmente, llegamos a mi casa.
-¿Qué vas a hacer mañana?- me preguntó Camila antes de bajarme de la
camioneta.
-Pues nada. Haré mi tarea y tal vez vaya por un helado al Mall- respondí.
-Mejor ven a mi casa por la tarde. Tengo mucho helado en mi casa- me
contestó.
-Cla… claro- tartamudeé.
Bajé del auto y miré dentro del asiento de adelante. Sebastián seguía con los
ojos cerrados. No sé si estaba durmiendo de verdad o solo era que no me
quería ver.
Me quedé un rato mirando cómo se alejaba el carro de los Weiss. Finalmente
entré a la casa.
Saludé a mamá y antes de darle tiempo para que me pregunte cómo me fue,
subí corriendo las escaleras hasta mi habitación. Me metí directamente a la
ducha, con ropa. Oí los pasos de mamá y oí un par de pasos más.
-¿Amanda, puedo pasar?-
Era la voz de papá.
Empapada, salí a la puerta de mi habitación y abracé a papá. Mamá nos miró
con los ojos chispeantes. No entendía nada. Qué hacía papá aquí ¿Acaso no
estaba de viaje?
-¡Qué sorpresa papá!- dije.
-Tu papá se quedará hasta el día de tu cumpleaños- dijo mamá.
-¿Es verdad papi?-
-Sí, planearemos todo para tu fiesta-
-Eso es maravilloso papá- lo abracé fuertemente sin darme cuenta de que traía
la ropa mojada.
-Pero niña ¡olvidaste sacarte la ropa!- dijo mamá mientras dibujaba en su
rostro una sonrisa que hacía mucho no le había visto.
Todos reímos.
Oí el azote de la puerta de la calle. Robert y Mario habían llegado.
A los pocos segundos, Mario subió y se encontró con nosotros en la puerta de
mi habitación.
-Parece como si te hubieras robado algo y vienes huyendo- le dijo papá a
Mario.
-¿Tú, qué haces aquí?- replicó Mario.
En ese instante subió Robert y se nos unió.
-¡Papá!- gritó Robert.
-¡Robertito!- continuó papá.
Podría pasar miles de años con la ropa mojada con tal de ver a mamá una y
otra vez con esa expresión de alegría y emoción en su rostro.
-Por qué estás mojada- me preguntó Mario.
-Tenía mucho calor, tenía que refrescarme- respondí bajando la mirada.
Aún me sentía un poco avergonzada con Mario por haber venido con los
Weiss y no con él y Robert.
-Bueno dejemos a tu hermana para que termine de bañarse, vamos abajo y les
cuento las novedades- dijo papá, llevándose abrazado a Robert. Mamá los
siguió.
Mario se acercó a mí y me dijo:
-¿De dónde conoces a Sebastián Weiss?-
-Es hermano de mi amiga Camila, ella y yo somos compañeras de clase desde
tercer grado de primaria. Acabo de conocer a su hermano. Su hermana le pidió
que nos lleve a ese club- hablé apresuradamente, casi atropellando mis
palabras.
La mirada de Mario me intimidaba.
-Nunca antes me habías hablado de esa amiga tuya-
-Es que no somos amigas. Es decir, sí lo somos-
-¿Son o no son amigas?-
-Sí somos. Solo que antes no lo éramos. Es un poco complicado de explicar.
Ella y yo hemos sido obligadas a trabajar juntas en un proyecto para la clase y
al parecer hemos congeniado bien. Lo que pasa es que la profesora de
literatura, la bruja de Celia Prado…
-¿Quién?- me interrumpió Mario.
-La Miss Odio, así le digo yo-
-Te enseña Celia Prado… pero si ella ya no es profesora desde hace años- dijo
exaltado.
-Pero ella es mi profesora. Es una mujer de mediana edad, cabello negro…-
-Sí la conozco-
-Dé dónde la conoces, ¿Te enseñó a ti también?-
-¡No!- dijo y luego bajó las escaleras.
No entendía nada. Mario vino a interrogarme por Sebastián y terminó
molestándose por hablarle de Miss Odio.
¡Había sido el día más extraño de mi vida!
EL REGRESO DE PAPÁ
El regreso de papá había sido triunfal. Mamá estaba desbordante de alegría.
Mi fiesta se había convertido en un evento familiar. Robert ya no andaba de
mal humor todo el tiempo y ya no peleábamos, claro ese cambio también
había sido debido a nuestro triunfo compartido en el vóley. El único que
andaba pensativo era Mario. Al parecer, el regreso de papá no le había caído
muy bien. Aunque no peleaban, como era costumbre, Mario había adoptado
una actitud pensativa ante la presencia de papá, era como si lo estuviera
analizando constantemente.
Por otro lado, a mí me fascinaba la idea de despertar por las mañanas y ver a
mis padres juntos tomando desayuno, me gustaba que papá me lleve al colegio
y me recoja. Era como si después de varios años, mi papá volvía a ser solo
para mí y mi mamá.
Pero, aunque me duela admitirlo, el verdadero motivo del regreso de papá era
el traslado a esa ciudad de la empresa de uno de sus principales clientes. No
sabía si era el destino o mi muy buena suerte que justo el cliente que nos había
quitado a nuestro padre durante tantos años, ahora se mude a la ciudad y justo
en vísperas de mi cumpleaños. ¡Más feliz, creo que ya no podía estar!
Ya habían pasado varios días desde aquel encuentro deportivo en el club.
Desde ese momento Camila y yo habíamos fortalecido nuestra amistad
mientras que Vanessa se había alejado de mí. Seguía sin comprender a
Vanessa, su actitud hacia mí era cada vez más distante y pasaba casi todas las
horas de clase prendida de Diego, sus amigos y algunas otras chicas. Casi por
insistencia mía, saludaba a Camila (como si a Camila le importaba su saludo).
Un caso distinto era Zulema. Desde que le presenté formalmente a Camila, la
había estado molestando constantemente para que la invite a su casa y poder
nadar en la piscina de los Weiss.
En esos días también había ido constantemente a la casa de Camila para
avanzar con nuestro proyecto, sin embargo desde aquel sábado de vóley en el
club, no volví a ver a Sebastián. Me daba vergüenza preguntarle a Camila por
su hermano. Pensaría que me gustaba o algo así. Ni siquiera lo había visto en
el colegio ¿Se estaría ocultando de mí?
A la única que había visto en todas las esquinas y baños del colegio era a
Tatiana. Y claro, me ignoraba, pero no me sentía mal, pues, el sentimiento era
mutuo. Cuando no la veía con sus tontas amigas fingidas, la veía prendida del
brazo de Mario. Por cierto, ya eran enamorados. ¿Sería por eso que Sebastián
había elegido el perfil bajo durante esos días?
No entendía por qué Sebastián se escondía. Tampoco había querido
preguntarle a Mario, o en último caso a Robert, sobre Sebastián, me daba
miedo su reacción o la innumerable lista de preguntas que me harían para
descubrir cuál era mi interés en ese chico.
Ese día saldría de dudas de si Sebastián estaba asistiendo al colegio o no, si se
estaba escondiendo de mí o no. Iría a los pabellones del quinto grado.
Eran las diez de la mañana y estábamos en clase de arte con el aburrido
profesor Morales. Casi sin pensarlo, levanté mi mano, el profesor Morales me
cedió la palabra.
-Díganos señorita Zulens-
-¿Puedo ir al baño?-
Todos se rieron.
-No necesita pedirme permiso señorita Zulens, vaya a donde tenga que ir. Esta
es una clase libre-
-¡Gracias!-
Él lo había dicho, “vaya a donde tenga que ir”. Eso me bastaba y me sobraba.
Era como una orden para mí. A donde tenía que ir era al pabellón de quinto
grado. Necesitaba saber algo acerca de la existencia del tonto de Sebastián.
Me sentía como una rea prófuga tratando de esquivar a los auxiliares de los
pabellones, a mis hermanos, a Paul, a Tatiana o algún otro conocido del quinto
grado. Solo quería saber si había asistido a clases ese tonto de Sebastián y
luego me iría lentamente a mi pabellón de primer grado sin hacer mucho
escándalo.
Las aulas tenían pequeños letreros en la parte superior de las puertas con el
nombre del curso y del profesor, pero en cuál de todos los cursos estaría
Sebastián. Eso sería de nunca acabar, cómo miraría por las ventanas sin ser
descubierta. ¡Genial! las persianas verticales de las ventanas estaban a medio
cerrar, casi en todos los salones.
Lentamente me deslizaba entre los muros de las aulas, me paraba a un extremo
de cada ventana, miraba por una delgada abertura de las persianas y barría la
clase con mi mirada.
Primera clase, no estaba Sebastián. Segunda clase, tampoco. Tercera, casi ni
siquiera había chicos. Cuarta, ahí estaba Paul bostezando. Quinta, Tatiana.
Sexta…
-¿Qué haces?-
Un dedo acababa de tocar mi hombro derecho.
Volteé sigilosamente. Era Sebastián mirándome sin expresión en su rostro.
-¿Ahora eres espía?-
-¿Qué?... claro que no-
-O… ¿me estabas buscando?-
-¿Qué?... ¡por supuesto que no! Quiero hablar con… con…
-¿Con?-
-¿Amanda? ¿Qué haces aquí?- la voz de Paul vino a mi rescate.
-Te estaba buscando- respondí impulsivamente.
-¿Lo buscabas a él? ¿Por qué no admites que me estabas buscando?-
-¿A ti? ¿Por qué Amanda te buscaría?- replicó Paul.
-¡No te estaba buscando!- dije enfurecida.
La puerta de la sexta clase, frente a la cual estábamos parados, se abrió. El
profesor salió y mágicamente las persianas a medio abrir de las ventanas se
abrieron por completo y todos los chicos de esa clase nos miraban.
¡No era mi día!
Mario estaba en esa clase. Sentado en el último asiento de la fila de la ventana,
me miraba estupefacto a través del vidrio.
-¡Pueden hacer silencio! ¡Esto es un pasillo, no un patio de recreo! ¡Vayan a
sus aulas!- sentenció el profesor de la clase de Mario.
-¡Sí!- respondimos los tres.
Sebastián se dio media vuelta y se metió al aula del costado, justo la siguiente
clase que iba a espiar.
-¿Qué me querías decir?- me preguntó Paul.
-¿Qué?... ¡Ah eso! Ya se me olvidó. Nos vemos luego- terminé dándome
media vuelta de regreso al pabellón de primer grado.
Al menos pude verlo. Sabía que sí estaba asistiendo al colegio.
¡Pero en qué estabas pensando, Amanda! Solo fui por pura curiosidad. En
realidad fui por tonta. ¡Qué me podía importar lo que haga o deje de hacer
Sebastián! ¡No era mi problema! Si iba al colegio o no, no me interesaba. ¡Era
un pretencioso!
Regresé a mi aburrida clase de arte, aun no entendía por qué tuve que ir a ese
pabellón. Pasé la vergüenza de mi vida. Y lo peor de todo era que no podía
dejar de pensar en el incidente. Me concentraría en la clase. ¡No podía! La
clase era demasiado aburrida como para concentrarme.
-¿Qué te pasa? Estás un poco distraída hoy- dijo Camila.
-No, no es así-
-Tal vez sea por la proximidad de tu fiesta-
Con todos los rollos en mi cabeza, había olvidado por completo invitar a
Camila a mi fiesta.
-¿Hoy por la tarde puedo ir a tu casa?- le pregunté.
-Claro-
-Además de avanzar con el proyecto, quiero entregarte algo-
-De acuerdo, pero por ahora presta atención a la clase. Esto puede venir en el
examen-
-Sí-
Las horas pasaron como todos los días y no volví a ver Sebastián. Mientras me
inundaba en mis pensamientos, vi el auto de papá en la puerta del colegio. Me
despedí de Zulema y Camila. Corrí hacia el auto de papá.
-¡Papá!- grité.
-¡Suba señorita, la llevo a su casa!-
De inmediato tiré mi mochila en el asiento de atrás del carro y me trepé como
una niña de kindergarten lo haría al ver a su papi.
-¿Cómo te fue hoy?-
-Pues fue un día normal, sin novedades aparentes- respondí.
-Un día ordinario. A mí me fue igual. Sin novedades aparentes-
Ambos reímos. Papá encendió el auto. En ese preciso instante Miss Odio se
atravesó frente al auto de papá para cruzar la pista haciendo una señal de alto
con la palma de su mano pero sin mirar bien en el interior de nuestro auto.
Papá la quedó mirando fijamente.
-Casi matas a Miss Odio, papá- dije mientras me reía.
-¿La conoces?- preguntó papá.
-¡Claro! Es la odiosa de mi profesora de literatura-
-¿Es tu profesora?-
-Sí, lamentablemente-
-¿Desde cuándo?-
-Desde este año ¿por qué la pregunta? ¿la conoces?-
-¿Yo?... para nada, solo me pareció haberla visto antes-
-Seguro que sí la viste antes. Ella fue profesora de este colegio hace muchos
años. Dicen que tuvo que renunciar porque se fue a estudiar al extranjero una
maestría o doctorado, una de esas cosas-
-Sí tal vez eso fue-
Papá inicio la marcha de su auto. El resto del camino nos la pasamos callados.
Papá encendió la radio para amenizar el ambiente pero algo había cambiado en
la expresión de papá. Se veía triste, melancólico y molesto a la vez. No sabía
cómo describir la situación.
-Pasaremos por unos encargos de tu mamá antes de ir a casa-
-Claro ¿quieres que baje contigo?-
-No es necesario, quédate en el auto-
-Claro-
Papá bajó del auto y a la distancia yo lo miraba entrar al supermercado a
través de la ventana del auto. Me parecía increíble que papá y yo estuviésemos
compartiendo ese momento. Papá aún era un hombre joven y guapo.
En medio de mi admiración mental por mi padre, una mariposa hermosa se
posó sobre el vidrio frontal del auto, era blanca con puntitos amarillos, ni muy
pequeña ni muy grande. ¡Perfecta!
De repente, la mariposa se deslizó inerte hasta el parabrisas. Salí angustiada
del auto para ver el pequeño cuerpo. La levanté. Estaba muerta. Una vida tan
fugaz y bella como la de aquel pequeño ser que tenía entre mis manos se había
desvanecido frente a mí, no pude hacer nada, solo mirarla. No sabía qué hacer.
Miré alrededor, vi un pequeño arbolito rodeado de pasto germinado. Corrí
hacia aquel mini paraíso y deposité el pequeño cuerpo inmóvil de mi fugaz
amiga.
No entendía por qué, pero cuando papá regresó al auto, yo sentía una inmensa
pena en mi pecho.
-Tu mamá me matará, no tienen helado dietético en esa tienda-
-¡Papi, nunca dejes que yo me desvanezca!-
-¿Qué? ¿De qué hablas, pequeña?-
-Nada, solo vayamos a casa. Tengo hambre- dije cerrando mis ojos para poder
soportar el resto del camino.
Al cabo de unos minutos, ya estábamos en casa. Mamá nos esperaba con un
gran banquete en la mesa del comedor. Mágicamente, estábamos todos
sentados. Mamá, papá, Robert, Mario y yo. Nadie se quejaba, nadie renegaba,
nadie estaba callado. Las risas, sonrisas, gestos graciosos y tonterías reinaban
en aquella mesa de comedor que por muchos años había sido testigo de los
más estruendosos silencios, peleas y llanto.
Pelearse, renegar o llorar en la mesa es una de las cosas más terribles y tristes
del mundo porque en lugar de ingerir nuestros alimentos para nutrirnos,
ingerimos nuestros malos sentimientos para destruirnos.
Hace unas horas había pensado que “ese no era mi día”, me retracto. Era el
mejor día de mi vida.
Casi sin pensarlo, ya eran las seis de la tarde y una llamada de Camila me
regresó al mundo terrenal. Había olvidado mi cita con Camila. Fui a mi cuarto
y saqué una cajita, de inmediato bajé las escaleras corriendo.
-¡Ya vengo, voy a casa de Camila! ¡No me demoro!- grité y luego azoté la
puerta sin querer.
La alegría y el entusiasmo de los recientes momentos aún estaban haciendo
efecto en mi corazón. Mis pies aligeraron el paso antes de que mi habitual
incertidumbre desvaneciera mi felicidad.
Por fin, llegué. Toqué el pequeño timbre de los Weiss. La señora, ama de
llaves de los Weiss, me abrió la puerta.
-¿Cómo está señorita Amanda? Pase por favor-
-¡Buenas tardes, vine a ver a Camila!-
-Sí, enseguida le aviso. Póngase cómoda por favor, señorita-
-Gracias-
Un momento después, la señora regresó al hall y dijo:
-La señorita Camila y su hermano están en el patio de atrás, en la piscina. Si
me acompaña, por favor-
-¿Sebastián está con ella?-
-Sí-
Toda la alegría que sentía hace unos minutos se escapó de mi ser. El
nerviosismo y la ansiedad se apoderaron de mí.
Caminé por la casa como si pisara un piso rugoso y me dificultara el andar.
-La señorita Amanda- exclamó la señora y se retiró.
-¿Siempre tiene que ser tan formal la señora?- dije.
-Ya le dije que no es necesario, pero ella insiste- dijo Camila riéndose.
Apenas giré mi mirada y vi a Sebastián con lentes de sol y recostado sobre una
silla reclinable de playa. Le hice señas a Camila preguntándole por Sebastián.
Ella me respondió con señas también, diciéndome que estaba dormido. El
alma volvió a mi cuerpo.
-Camila, disculpa por no haberte dado esto antes, con todo el alboroto de estos
días lo había olvidado- le dije mientras sacaba una tarjeta de invitación para
mi fiesta de cumpleaños y se la entregué.
-Amanda-
-Sé que tal vez no te gustan las fiestas, pero me gustaría mucho que vayas. En
realidad, será mi primera fiesta en la vida-
-No me la estarás dando porque te hice recordar de tu fiesta esta mañana ¿no?-
-¡Claro que no! Esta invitación ya tenía tu nombre hace días-
Después de unos segundos de mirar la cara dubitativa de Camila, ella dijo:
-¡Por supuesto que iré!-
-¿Y no hay una invitación para tu amigo Sebastián?-
En ese momento, Sebastián se levantó y se dirigió hacia mí. Camila sonreía y
yo trataba de estar lo más normal posible, pero mi falta de experiencia en
enfrentar este tipo de situaciones se hizo presente. Mi rostro se calentó, mis
manos sudaban, mi piel se erizó y un ligero temblor empezó a invadir mi
estabilidad corporal.
-¿No lo vas a invitar también? Es mi hermano mayor y tendré que ir con él de
todas maneras- dijo Camila.
-¡Dame mi invitación!- dijo Sebastián mientras se aproximaba más a mí.
-Ten… tengo una por aquí… pero necesito un lapicero o algo con qué escribir-
dije.
-Ni siquiera habías pensado en invitarme, por eso no tienes ni una con mi
nombre-
-Es que... es que-
-No te preocupes Amanda, él irá de todas maneras, lo invites o no-
Saqué una tarjeta de invitación sin saber mucho qué hacer con ella.
-No importa, dámela así. Yo mismo le escribo mi nombre- dijo Sebastián
arrebatándome la tarjeta.
-Pues, bien. Espero que no falten. Ya me tengo que ir- dije bajando la mirada
lentamente.
-Te acompaño a la puerta- me dijo Sebastián.
-Claro. Nos vemos mañana Camila, cuídate-
-Sí, nos vemos mañana-
Durante los aproximadamente ochenta pequeños pasos que di desde el patio
hasta la puerta de la entrada de la casa de los Weiss, mis labios no se
separaron, no pude ni supe pronunciar palabra alguna. La situación era más
que incómoda. Aún no se borraba de mi mente el episodio de esa mañana.
Creo que Sebastián estaba en la misma situación.
Finalmente, parados los dos frente a la puerta, Sebastián rompió el silencio:
-¿Qué estabas buscando realmente esta mañana?-
Ante la pregunta no pude sostener la mirada frente a la suya.
-Solo quería hablar con el amigo de mi hermano-
-Y escogiste precisamente ese momento-
-Es que en estos días no ha ido a mi casa-
-¿Te gusta Paul?-
-¡Claro que no!-
-Pues entonces, tu versión no me convence-
-¿Y por qué tendría que convencerte? No es tu asunto-
-Tú le gustas a Paul-
-¿Qué?-
-Ese chico es tan obvio pero tú eres tan pequeña como para darte cuenta-
-No hables tonterías, él es como un hermano más para mí-
-Tal vez para ti, pero tú para él no lo eres-
-Nos conocemos desde que tengo memoria, es algo absurdo-
-Él solo está esperando que crezcas un poco más-
-¿No me escuchaste? crecimos juntos. Eso es antinatural-
-Entonces, qué bueno que no te conocí desde que tuve memoria-
Los argumentos se me acabaron, ni siquiera quería tratar de entender lo que
acababa de decir.
-¡Adiós!-
-Por cierto, hoy te vi subirte al auto de un señor ¿él es tu papá?-
-¿Estuviste espiándome?-
-No más que tú a mí, pero da igual. Te pareces mucho a tu padre… ¡Adiós!-
Sin darme tiempo para réplica me cerró la puerta.
LA ANTESALA DE LA FIESTA
Los días habían pasado, ya solo faltaba un día para mi cumpleaños. Mi
cumpleaños número trece y mi primera fiesta también. Estaba muy nerviosa.
Se sentía como si fuera mi fiesta de quince años.
En esos últimos días, papá me había estado llevando y recogiendo del colegio.
Había puesto mucho interés en esa labor. A mí me gustaba que papá estuviera
pendiente de mí, aunque reconozco que había algunas ocasiones en que
hubiera preferido irme caminando junto a Diego y otros chicos hasta mi casa.
Pero, quienes sí habían evitado por todos los medios que papá los suba a su
auto eran mis hermanos. A ellos les daba vergüenza que su papi aun los lleve y
recoja del colegio.
Por otro lado, mamá y papá habían estado más unidos que nunca. Los había
visto salir a caminar por las noches, ir juntos al supermercado. A veces, mamá
lo iba a recoger a la oficina. Y casi siempre, mamá tocaba el piano para mi
papá antes de irse a dormir. Estaba maravillada, ellos no parecían mis padres a
los que yo estaba acostumbrada, pero me gustaba esa nueva versión de ellos.
Otro hermoso detalle en mi vida era la buena relación que mi papá y Mario
habían mantenido en esos días. Se podría decir que no eran el modelo de padre
e hijo, pero de que habían hecho su esfuerzo, lo habían hecho. Asimismo,
Robert y yo ya no peleábamos. Al parecer, aquella tarde de vóley en el club de
los Weiss nos sirvió para, de alguna forma, unirnos. Además, Robert se había
soltado un poco, ya no tenía esa actitud tan estreñida con los demás. Incluso,
lo había visto acercarse a Zulema y formar una conversación de hasta
aproximadamente tres minutos o algo más.
Durante esos días, yo había estado esquivando a Paul. Cada vez que lo veía,
pensaba en las palabras de Sebastián. Me pareció que Sebastián lo dijo para
incomodarme pero no me quería arriesgar tampoco. Pero si a Paul lo
esquivaba exitosamente, a Sebastián no podía dejar de verlo, ya sea en el
colegio o en su casa, siempre estaba ahí diciéndome algo, saludándome o
simplemente mirándome e ignorándome. A otra que también veía hasta en la
sopa y últimamente en mi casa, era Tatiana. Como andaba de enamorada de mi
hermano, nadie la detenía. Un día llegué con Zulema a mi casa y la que nos
abrió la puerta fue Tatiana. Obviamente, Zulema quería echársele encima y
jalarle los pelos, pero yo la contuve. Nunca había querido decírselo, pero
Mario jamás la miraría de la forma en que Zulema quería que la mire.
Volviendo a Tatiana, ese día la conversación fue algo así:
-¡Ah! Hola ¿tú eras... Ana?-
-¡Amanda!- dije esforzándome por no levantar mucho la voz.
-¿Y tú quién eres?- dijo Zulema.
Tatiana la miró y cómo si nadie hubiera hablado, la ignoró.
Ahí terminó nuestro encuentro en la puerta de mi casa.
Ese día papá tenía un asunto importante en la oficina, así que me iría por mi
cuenta al colegio.
Caminando por la solitaria calle de mi cuadra, de repente, unas suaves manos
juveniles se posaron sobre mis ojos.
-¿Te vas solita?- dijo la voz.
Toqué las manos que ocultaban mi vista y ligeramente volteé.
-¡Diego!-
-Hace días que vengo por esta calle para encontrarme contigo, pero parece que
tu papá me había quitado el derecho-
Una hermosa sensación de rubor subió a mi rostro.
-No es muy común tener a papá en la casa. Cuando está, tengo que
aprovecharme de él-
Diego sonrió. Seguimos caminando.
-Mañana es tu fiesta-
-Sí-
-¿Estás emociona?-
-Mmm… sí-
-Pues no parece-
-¡Sí!-
-Todo saldrá bien, no te preocupes-
-Sí-
No entendía por qué solo podía pronunciar palabras monosilábicas. Estaba
muy nerviosa no sabía qué decir. Pero ¿qué le podía decir?: “sí, mañana es mi
fiesta y he estado esperando este momento con ansias porque será el día en
que confiese mi amor por ti…” y luego él tal vez se asustaría y no asistiría a
mi fiesta.
-¿Estás nerviosa, no?-
-¿Se nota?-
-Sí, mucho- dijo sonriendo dulcemente, como solo él lo sabía hacer.
-Diego ¿cómo va tu proyecto con Vanessa?-
-Pues… Vanessa es muy responsable, sabes… prácticamente ella hace la parte
más pesada del trabajo. Me siento mal por eso. Es que con las prácticas de
fútbol no he tenido mucho tiempo para ir a su casa-
-Así que, ¿no se han reunido tan seguido?-
-La verdad no, es por eso que tratamos de avanzar y coordinar todo lo posible
durante las clases-
-¡Ah! Ahora veo-
-¿Qué cosa?-
-Es que últimamente han estado un poco separados del grupo-
-¿Ah, sí?-
-O por lo menos esa es la impresión que me dio-
-Bueno, es que Vanessa es muy responsable y talentosa con eso de la
literatura-
-Bueno es obvio que lo sea, casi todos los veranos se la pasa en talleres de
redacción y cosas así-
-¿Estás celosa, Amanda Zulens?-
-¿Celosa? ¿de quién? ¿de Vanessa?-
-He notado que ustedes dos se han separado un poco-
-Ella se ha separado de mí, no sé qué le pasa, pero desde que empezamos la
secundaria, ella ha cambiado conmigo-
-No es eso, solo es que ahora siente más presión por los nuevos cursos y, tú
sabes, es la mejor alumna. No puede bajar sus calificaciones. Pero tú la has
reemplazado con la Weiss-
-Se llama Camila. Y no, jamás reemplazaría a una persona por otra. Cada una
de ellas es única. Solo es que el proyecto nos unió y de ahí nació una amistad.
Tengo una amiga más-
-Creo que Vanessa siente que la has reemplazado-
-Pues se equivoca-
-¿Por qué Camila?-
-¿A qué te refieres?-
-Me refiero a que ella es una chica… despreciativa, egoísta, se cree el centro
del universo-
En esa parte de la conversación, noté un cambio en la voz de Diego, de dulce y
pausada pasó a ser ronca y entrecortada.
-Ella no es así, solo pretende dar esa imagen a los demás, a quienes no la
conocen, pero en realidad es una chica muy amable-
-Se ve que has congeniado muy bien con ella-
-Es que los demás hablan de ella como si la conocieran y ni siquiera se han
tomado la molestia de saludarla-
-Como si ella fuera a responderte los saludos-
Tanto Diego como yo estábamos exaltándonos. Nunca antes había tenido una
conversación tan cargada con él. Es más, nunca antes habíamos tenido un
desacuerdo y menos por Camila. Pero, él es Diego, no podía enojarme con él.
En medio de un breve silencio de parte de los dos, llegamos al colegio.
Parados frente a la puerta del colegio, estaban los hermanos Weiss.
Sebastián miró a Diego quién a su vez miraba a Camila, luego Camila me
miró y sonriéndome me dijo:
-¡Hola! ¿Vamos?-
No supe qué decir, solo me quedé callada.
-Nos vemos adentro Amanda- dijo Diego mientras entraba al colegio.
-¡Claro!- contesté de inmediato.
Sebastián se acercó a mí y abrazando a Camila y a mí, nos arrastró hasta el
interior del colegio. Pero ¡oh, sorpresa! Adentro estaba Paul, Mario y Tatiana
parados en el pequeño cafetín. Mario y Tatiana miraron fijamente a Sebastián
mientras que Paul me acosaba con su mirada. Sebastián los miró y como si no
los conociera siquiera, continuó llevándonos en sus brazos hasta el pabellón de
primer año.
-¿Viste Sebas? La odiosa de tu ex amiguita está de novia con el hermano de
Amanda- dijo Camila.
-Sí, ya vi. No estoy ciego- respondió Sebastián.
-Qué te parece tu nueva cuñada, Amanda-
En ese momento, Manuel y Nicolás pasaron por ahí. Nos saludaron a Camila y
a mí y luego Sebastián los invitó a mi fiesta.
-¿No hay problema, no?- me preguntó Sebastián con una sonrisa.
-¡Claro que no! ahora no tengo tarjetas, pero Sebastián tiene una, él sabe la
dirección-
-Sí, Sebas no faltaría a tu fiesta por nada del mundo- dijo Nicolás mientras
Sebastián lo golpeaba ligeramente en la cabeza.
-¡Ya vayan a sus clases, niñas! ¡No acoses a Amandita! Mañana es su fiesta y
tiene que estar tranquilita- dijo Sebastián, me guiñó el ojo y luego se fueron
los tres.
-Es una pesada- respondí a la pregunta que Camila me había hecho hace
instantes.
Ambas reímos.
Al entrar al salón, los rostros de seriedad de Diego y Vanessa nos recibieron.
Felizmente, el rostro carismático de Zulema nos atropelló el paso hasta
nuestros asientos.
-¡Mañana es la fiesta de Amanda!-
“¡Ehhhhh!”, todos gritaron hasta que entró el profesor y empezó la clase.
Más tarde, a la salida. Mamá fue a recogerme. El resto de la tarde, mamá y yo
estuvimos de compras, buscando lo que nos faltaba para el día de la fiesta.
LA FIESTA
Y llegó el gran día, estaba muy emocionada y nerviosa a la vez. Los latidos de
mi corazón iban y venían rápidamente, mis manos húmedas sentían
cosquilleos intermitentes. Me había despertado a las 6:00am, a pesar de que la
noche anterior no pude conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada.
Los pensamientos estaban dando vueltas en mi mente. Mi cuerpo no se sentía
cómodo en ninguna posición horizontal, tuve que pararme y sentarme varias
veces. La idea de la fiesta en sí no me estresaba tanto como la idea de
enfrentar los hermosos ojos de Diego en plena fiesta y confesarle mis
sentimientos por él.
Durante esos últimos días, papá, mamá y Mario se habían puesto de acuerdo
con respecto a los preparativos de la fiesta. Aunque en un principio, papá se
opuso a la idea de la fiesta doble, Mario lo convenció, pues había estado
portándose bien e incluso obtuvo buenas calificaciones. Esto último, animó a
mamá a levantarle el castigo. Entonces, con buenas calificaciones y sin
castigo, Mario era libre para hacer y disponer de mi fiesta a su santa voluntad.
La verdad yo estaba muy contenta de que todo se diera así, pues cuando se
habla de fiestas y eventos sociales, Mario es un referente obligatorio en la casa
y hasta me atrevería a decir que hasta en el colegio y entre sus amistades más
cercanas. En fin, todo se dio de la mejor manera posible, jamás lo imaginé.
De inmediato, en medio de mis reflexiones festivas, me levanté de la cama,
abrí mi clóset, vislumbré mi hermoso vestido. Mi vestido era bonito aunque
hubiera preferido que sea azul pero mamá me dijo que era un color muy fuerte
para mi edad, ella escogió el color malva y así se hizo, mi vestido era
hermoso, pero malva.
Mi fiesta no era nada formal ni mucho menos, pero al menos debía usar
vestido para esa ocasión.
Bajé las escaleras de inmediato, casi corriendo, como de costumbre, una
sorpresa me aguardaba. Papá, mamá, Mario y Robert estaban sentados en la
mesa del comedor, todos aún en pijamas. Toda la casa estaba adornada con
globos. La alegría invadió mi alma en ese momento, corrí hasta donde estaban
ellos.
-¡Buenos días!-¡Qué bonita está la casa!- dije.
-Ya vez genio, te dije que vayas a vigilar que no salga de su cuarto- le dijo
Mario a Robert.
-Amanda, mi amor, te teníamos que cantar las mañanitas en tu habitación- me
dijo mamá.
-Qué más da. No fuimos a buscarla, ella nos encontró- dijo papá.
Los cuatro se miraron.
“¡Feliz cumpleaños Amanda!” gritaron al unísono.
No lo podía creer ¿acaso eran ellos mi familia? ¿acaso estaba soñando? Solo
pude tragar saliva y de inmediato un nudo se instaló en mi garganta. No podía
salir corriendo hacia mi cuarto y llorar un rato, luego regresar como si nada
pasara. Tampoco quería quedarme ahí parada, muda sin poder llorar siquiera.
No pude contenerlas más, mis lágrimas salieron.
-¿Por qué lloras pequeña?- preguntó Mario.
-No es nada. Solo emoción- contesté.
-Ven mi reina, siéntate- dijo mamá.
-Tranquila tontita- dijo Robert y me abrazó.
Papá no dijo nada, solo se acercó a mí y me dio un beso en la frente.
Fue el mejor desayuno de mi vida. Después de ese hermoso detalle de mi
familia, Robert se fue a sus clases de francés o adonde quiera que él fuera,
Mario fue a recoger a Tatiana y a ver la decoración del local. Sí, Tatiana
estaría en mi fiesta. No fue invitada, pero para ella no era necesaria una
invitación, si tenía a mi hermano, tenía acceso libre a donde quiera. Por otro
lado, papá tuvo que ir a su oficina a solucionar un asunto pero prometió que
volvería en la tarde. Así, mamá y yo nos quedamos solas. Comimos pastel, nos
bañamos juntas, elegimos nuestras ropas y decidimos ir al centro comercial
para hacernos manicura y pedicura. De pronto, cuando ya estábamos saliendo
de casa, me llegó una llamada de Camila:
“¡Feliz cumpleaños!”
“Gracias, Camila”
“¿Qué tal? ¿Cómo amaneciste?”
“¡Feliz! Mi familia me hizo una sorpresa”
“¡Genial!... Mmm… ¿vas a hacer algo ahora?”
“Estoy saliendo con mi mamá al centro comercial”
“¿Con tu mamá? Claro, entonces nos vemos en la noche, diviértete” y colgó.
Intuí en la voz de Camila cierta intención de invitarme a su casa, pero luego se
arrepintió al oír que estaba con mi mamá. Reflexioné unos segundos y luego
dije:
-Mami ¿Podemos ir a casa de Camila a recogerla para que vaya con nosotras
también?-
-¿Camila? ¿La niña que no te caía bien pero que ahora es una de tus mejores
amigas?-
-Pues sí, ella misma-
-¿Dónde vive? ¿Sabe que iremos por ella?-
-Aún no lo sabe, solo vamos por ella-
-Pero Amanda ¿la estaríamos obligando a ir?-
-No, para nada. Sé que querrá ir, pero ella es muy orgullosa para aceptarlo.
Además, sus padres no están en casa. Seguro no tiene quien la acompañe a
comprar ropa para la fiesta o ir a tomar un helado-
-¿Y dónde están sus padres?-
-Pues ¿quién sabe mami? Los padres de mi amiga no son muy cariñosos ni
amorosos con ella ni con su hermano-
-Pobres chicos. Bien, pero si vamos por tu amiga Camila, también podemos ir
por Vanesita y Zulemita-
-¿De verdad mami?-
-Claro nena, hoy es tu cumpleaños. Solo quiero que seas feliz-
-Gracias mami, aunque no creo que Vanessa este muy dispuesta a salir
conmigo-
-¿Qué ha pasado?-
-No te preocupes, nada extraordinario. Solo es que está muy preocupada por
no perder su beca, se ha concentrado mucho en los estudios-
-Vanesita siempre fue muy responsable. Ya pasará. Pues bien nena, allá
vamos-
Recogimos primero a Camila, luego fuimos por Zulema quien estaba en
pijama, pero cuando le dijimos que íbamos de compras, se alistó en cinco
minutos y salió corriendo antes de que su mamá le pudiera servir el desayuno.
Vanessa fue un caso, tuve que entrar a su habitación para convencerla de que
venga con nosotras. Aunque nuestra relación se había congelado un poco, no
me fue tan difícil sacarle una sonrisa y convencerla de subirse al auto de
mamá.
Ahí estábamos, una mujer conduciendo y cuatro preadolescentes. Aunque no
tuviéramos las mejores relaciones entre algunas de nosotras, disfrutamos el
camino hacia el resplandeciente centro comercial principal de la ciudad. Mi
cumpleaños recién empezaba y lo estaba disfrutando en exceso.
Las horas pasaron, comimos helados, miramos ropa, compramos algunas
prendas por puro derroche de vanidad, disfrutamos de un show musical en el
centro comercial, nos reímos, almorzamos, en fin, la pasamos genial. Para
cuando el reloj marcó las 3 pm, regresamos rumbo a cada una de nuestras
casas.
Los últimos preparativos de la decoración, las bebidas, los bocaditos y un
acuerdo de último momento con una banda de pop, cuyos integrantes eran
alumnos del colegio y, por lo tanto, amigos de Mario, se realizaron en las
últimas horas.
Ya eran las 7:30 pm, estaba a media hora de mi primera fiesta propia, supongo
que esas sensaciones que sentía en la barriga, las volvería a sentir en mi
quinceañero, mis graduaciones, y tal vez, mi matrimonio. Era una sensación
inquietante y agradable a la vez.
-¿Ya estás lista Amanda? Ya tenemos que irnos- dijo Robert parado en la
puerta de mi habitación.
-Sí, solo espérame unos segundos para ponerme los zapatos- contesté.
Sonó el timbre.
-¿Quién será?-
-Seguro es Paul, Mario le dijo que viniera para que lo ayude con algunas
cosas-
No me agradaba mucho la idea de tener a Paul tan cerca. Desde que Sebastián
sembró en mi mente la tonta idea de que le gustaba, estar cerca de él, me ponía
nerviosa.
-¡Ah!-
-¡Ya niña, tenemos que bajar!-
-Sí-
Al bajar las escaleras, ahí estaban todos: papá, mamá, Mario, la mamá de Paul
y por supuesto, Paul cuya mirada me incomodaba más de lo que ya estaba.
-¡Qué linda estás, Amandita! ¡Déjame tomarte una foto!- dijo la mamá de
Paul.
-Gracias tía Lucía- respondí.
En realidad, Lucía no es mi tía, pero ya se me había hecho costumbre llamarla
así por ser la mejor y casi única amiga de mamá.
-¡Nuestra bebita está dejando de serlo!- dijo papá en tono melancólico.
-¡Papá!- protesté.
-¡Estás preciosa mi reina!- continuó mamá.
La caravana de halagos y piropos continuó hasta que empezó el momento de
las fotos. Fotos con papá, con mamá, con Lucía, con mis hermanos, con Paul,
en la sala, el patio, las escaleras, la puerta, el recibidor, el pasadizo, con el
piano… casi perdí la cuenta de todos los flashes que impactaron en mis
pupilas.
Finalmente, subimos en los autos rumbo a la fiesta. No sabía cómo ni por qué
terminé yendo en el auto de Lucía y con Paul sentado a mi lado en el asiento
de atrás.
-¡Ya sé que ya te lo han dicho repetidas veces, pero, en verdad, hoy te ves muy
linda!-
-No es necesario que lo digas Paul, me haces sentir incómoda-
-Pero es la verdad-
-Pues gracias-
Lucía encendió la radio del auto y en realidad se lo agradecí en mi mente. El
volumen era lo suficientemente alto como para no mantener una conversación
real.
Por fin llegamos.
Desde afuera del local se veía todo lleno, espectacular, las luces, los adornos,
los colores… todos los invitados ya estaban allí, o por lo menos los que yo
reconocía. Estaban mis familiares, mis amigos de la clase, los amigos de
Mario, algunos de Robert, algunos alumnos de mamá, amigos cercanos de
papá, etc. No podía distinguir específicamente a cada uno de ellos, solo sabía
que una lluvia de abrazos y besos me dieron la bienvenida al entrar al sitio.
La banda tocó una corta melodía a mi llegada. Sin embargo, entre las luces y
el gentío, no pude ver a los Weiss. No sabía si aún no habían llegado o es que
yo no los veía. En medio de mi búsqueda visual, Diego, Vanessa y Zulema se
acercaron a mí.
-¡Esto es genial Amanda!- gritó Zulema.
-¡Feliz cumpleaños amiga!- fueron las dulces y tiernas palabras de Diego
mientras me abrazaba.
-¡Gracias!- respondí.
Al sentir el abrazo de Diego, mi cuerpo empezó a traicionarme nuevamente,
mis manos sudaban, mi rostro quemaba y mis piernas ya no soportaban el peso
de mi cuerpo. Cómo era posible que una sola persona me ponga así.
-¡Feliz cumpleaños Amanda, todo está hermoso!- fueron las palabras de
Vanessa.
Ya no lucía enojada ni seria conmigo. Al parecer, nuestra salida de hoy le
recordó nuestra amistad.
Mi posición visual era frente a la puerta principal, no sabía por qué, pero había
algo dentro de mí que estaba incompleto. En realidad, sí lo sabía. Me sentía un
poco extrañada de que los Weiss aún no estuvieran allí.
De pronto, como traídos por mis pensamientos o tal vez por el viento, ellos
aparecieron en la puerta. Ahí estaban, mirando a todos lados como
buscándome, los hermanos Weiss y detrás de ellos, Nicolás y Manuel. Camila
lucía un tierno vestido bicolor, falda negra con caída y la parte superior era
blanca de un delicado encaje. Camila lucía tierna y a la vez linda. Mientras
que Sebastián llevaba puesto un pantalón color camello y zapatos mocasines
de tono similar, camisa a cuadros y un blazer ligero azul marino. Simplemente,
se veían bien, sin importar lo que se pongan, se veían geniales.
El primero en ubicarme con la mirada fue Sebastián. Se acercaron a mí con
una sonrisa en los labios. No pude evitar ver cómo Vanessa miraba a Diego
mientras este miraba a Camila, era un juego de miradas no correspondidas que
no podía comprender.
-¡Feliz cumpleaños Amanda!- dijo Camila mientras me entregaba un paquete
en una bolsa de regalo.
Cuando llegó el momento del abrazo de Sebastián, algo se revolvió en mí.
Todo mi cuerpo se puso tenso y casi inerte.
-¡Feliz cumpleaños Amanda!- me dijo el chico Weiss mientras me susurraba al
oído: “te ves genial”.
Nicolás y Manuel hicieron lo propio, abrazándome.
-¡Gracias chicos!- solo pude pronunciar.
En ese momento se acercaron los demás chicos de mi clase y algunos de mis
primos y primas. Hice las respectivas presentaciones entre todos ellos. Los
chicos continuaron llegando, entre ellos, Tatiana y Mario, quienes llegaron
tomados de la mano. Como siempre, Tatiana se veía genial, a decir verdad,
hizo su entrada triunfal, pues todos voltearon a verla cuando ella entró. Lucía
un espectacular vestido azul, sí, azul, el color que mamá no me dejó elegir por
considerarlo muy fuerte para mi edad. Pues, ahí estaba ella, luciendo mi
anhelado atuendo azul. Ambos se acercaron a mí y con una fingida sonrisa, me
dijo:
-¡Amandita, niña linda, feliz cumpleaños! Los trece son una edad muy bonita-
-Gracias-
-Te ves linda hoy-
-Gracias-
-¡Ven preciosa, tienes que dar una palabras!- dijo Mario mientras me
arrastraba envuelta en su brazo.
-¿Qué? ¿Palabras? ¿De qué hablas? ¡No haré eso!-
-¡Claro que sí! ¡Tienes que agradecer y dar la bienvenida! Esas cosas que se
hacen en las fiestas-
Simplemente Mario me arrastró al estrado. Subimos hasta donde estaba la
banda y Mario tomó el micro.
-Queridos amigos, familiares y otros desconocidos… todos rieron en la sala.
-Quiero darles la bienvenida a la celebración de la princesa de mi casa, mi
hermanita Amanda… -aplausos- ella es y siempre será la niña más valiosa
para mi padre, mi madre, mi hermano Robert y para mí, es una buena niña,
inteligente, madura y sobre todo linda, eso último lo sacó a mí y por supuesto
a nuestra hermosa madre… -más risas- no los quiero seguir aburriendo, pero
es que hoy estamos muy felices todos en mi familia porque nuestra pequeña
cumple trece años y sentimos que está creciendo demasiado rápido… en fin no
me quiero poner sentimental, será mejor que ella misma continúe con la
bienvenida”-
-Hermanita, por favor- dijo Mario cediéndome el micro.
De pie, frente a todas esas personas, no supe qué decir los primeros segundos,
giré la mirada y mis ojos quisieron coincidir con los de Diego, pero él tenía la
mirada en otro lado. Finalmente casi sin esperanzas de respaldo visual, volví a
pasear mis ojos por la audiencia y esta vez la mirada firme y confiable de
Sebastián me acogió. Una ligera brisa envolvió mi cuerpo y dije:
-Gracias a todos por estar aquí el día de hoy. En realidad, es la primera vez que
decidí hacer una fiesta por mi cumpleaños, así que ténganme paciencia, soy
inexperta… -risas- solo quiero decirles que hoy me siento muy feliz y me
encantaría si ustedes también pudieran contagiarse de mi felicidad esta noche.
Gracias. ¡Qué continúe la fiesta!-
Todos aplaudieron y papá y mamá me dieron el alcance mientras bajaba del
estrado. A la distancia puede chocar mirada con Sebastián quien aplaudía
mientras sonreía aprobatoriamente.
La banda empezó a tocar y los chicos no resistieron más. Empezó el baile. La
primera pareja en salir a la pista de baile fueron Mario y Tatiana. Los siguieron
mis padres y luego todos los demás.
Solo pude sentarme en una de las sillas. Aún no me la creía, cómo era posible
que haya podido hablar en público sin morir de vergüenza. Tal vez, hablar en
público era una de esas cosas que creemos que no podemos hacer nunca
cuando ni siquiera lo hemos intentado, pero que una vez que lo intentamos,
nos queda una hermosa satisfacción en el alma.
-¿Bailamos?- dijo una voz.
-¿Qué?... es que aún estoy un poco agitada por todos los saludos y el
discurso… -
-Anda, no seas nena y acéptame- dijo Paul mientras me extendía su mano.
-Está bien, pero solo una canción-
-Como usted diga señorita-
Salimos a bailar, Paul me llevó casi al medio de la pista de baile y mi rostro ya
quería estallar de tanto rubor improvisado. Posó su mano sobre mi cintura y
sin parar de sonreír bailamos una salsa que la banda, en un esfuerzo máximo
pues no era su género musical, tocó.
Terminó la canción y discretamente me escabullí de los brazos de Paul, de
regreso a mi silla para descansar y tomar un poco de gaseosa. En realidad, en
mi cabeza rondaba la idea de cómo interceptaría a Diego para hablar con él. Ni
siquiera venía a sacarme a bailar y eso ya me preocupaba. En eso, vino Paul
nuevamente.
-¿Ya no quieres bailar?-
-Quiero descansar un momento-
-Claro… tu fiesta está muy bonita-
-Sí, todo se lo debo a Mario. Se esforzó mucho-
-Yo también contribuí-
-Sí, tienes razón. Gracias Paul-
-Amanda… hay algo que quiero conversar contigo-
En ese momento se detuvo mi respiración. No quería que quiera conversar
conmigo. Temía al pensar en lo que quería conversar conmigo.
-¿Has visto a Zulema o Vanessa?-
-No, seguro están bailando, pero Amanda…
-¡Ah! Aquí estabas. Camila está preguntando por ti- intervino Sebastián,
rescatándome de Paul.
-Claro… sí, sí, allá voy-
Salí disparada mezclándome entre el tumulto de gente hacia donde quiera que
estuviera Camila.
Caminé esquivando a los invitados, los mozos, las mesas, las sillas, los
adornos caídos, pero no logré encontrar a Camila.
¡La vi! ¡Ahí estaba! ¡Ca…!
Estaba parada con la misma expresión de desprecio que sostuvo durante tantos
años en el colegio, creo que estaba conversando con alguien pero esa columna
hecha de fierros me impedía ver quién era esa persona… me acerqué más
tratando de no tropezar con alguien o con algo que pueda hacerme perder el
paso dentro de mis elegantes pero incómodos zapatos. Por fin, llegué a casi
dos metros de Camila. Era Diego, estaban hablando. ¿Diego y Camila?
Algo se salió de mi pecho y rodó por el piso. Mi acostumbrada incertidumbre
me acompañó nuevamente. Pero Camila se iba y Diego la quedaba mirando un
largo instante. Pensé que a Diego le caía muy mal, no entendía por qué estaban
conversando. Ninguno de los dos me habían visto, pero Camila venía hacia
mí. ¿Sería que estuvieron hablando de mí? Pues no, no lo creo. ¿Por qué con
Camila? En todo caso hablaría con Vanessa o Zulema…
-¡Amanda! Por fin te encuentro. Desde que bajaste del estrado, fui al baño y al
regresar te estuve buscando pero no te encontré por ninguna parte-
-Estuve bailando con un amigo de mi hermano-
-Por favor, no me dejes sola. Este sitio es muy grande y casi me pierdo-
-No, claro que no. Quédate conmigo-
-Al parecer quienes más se divierten son tus hermanos y sus amigos- me dijo
mientras veíamos bailar en el centro de la sala a Tatiana y a Mario, y a otro
lado del salón Robert le invitaba un refresco a Zulema.
-No es que ellos se diviertan más que nosotras, es solo que nuestros conceptos
de diversión son distintos-
Camila me queda mirando como si no hubiera dicho nada. Ambas reímos.
No sabía como preguntarle por su mini reunión con Diego.
-Y… ¿Por si acaso has visto a Diego?- genial, Amanda, muy sutil de tu parte.
-Estuve con él justo antes de encontrarte-
-¿Así?-
-Sí y me preguntó por ti-
-¿De verdad?-
-Sí, por qué te extrañas. Eres la cumpleañera, es obvio que quiera conversar
contigo ¿no?-
-¡Ah sí!-
-Si quieres anda a buscarlo, yo me quedo aquí. No te preocupes por mí-
-¿De verdad? No me demoro-
-Claro. Anda. Se fue por allá- dijo mientras señalaba un pasaje que llevaba al
patio cerca al estacionamiento.
-Gracias. Ya vuelvo-
Quise correr de la emoción y del nerviosismo pero mis piernas no me lo
permitieron. Solo pude caminar a paso firme y casi seguro. Llegué al pasaje,
me detuve, necesitaba respirar profundamente antes de presentarme frente a
Diego.
Por fin, tomé valor y entré al pasaje, jamás sentí tan largo un camino antes.
Llegué al patio, no había nadie, seguí buscando. Casi llegué al
estacionamiento cuando los vi. Iluminados por la luz de un faro de jardín,
Diego y Vanessa estaban juntos. Él la tomaba de las manos, se inclinó y le dio
un beso en la mejilla a Vanessa.
En momentos como esos me gustaría que la tierra me trague y nunca jamás ser
digerida. Mis ojos acababan de confirmar lo que mi corazón sospechaba, pero
¿por qué dolía tanto? Mi respiración se entrecortaba y mis manos empezaban a
sudar, mi mente no reaccionaba pero mis pies me exigían que salga de ese
lugar. Pensé que ese sería mi momento, el instante de mi primer amor, mi
primera ilusión, pero al parecer Vanessa pensó lo mismo. La diferencia
radicaba en que yo solo lo idealicé y ella lo hizo realidad. Un dolor punzante e
intermitente atacaba a mi pecho, quería escapar de ese lugar pero mi
subconsciente masoquista quería seguir contemplando aquella horrible escena.
Solo retrocedí un paso y mi talón se topó con la punta de un pie, giré por
inercia. Era Sebastián. Me abrazó y yo empecé a llorar sin darme cuenta. Allí
parada de espaldas a Diego y Vanessa, inconscientes de mi presencia, estaba
empapando la camisa de Sebastián con mis lágrimas. En eso, llegó Camila.
-¡La encontraste!... ¿Qué pasó?- dice Camila sorprendida al ver que su
hermano me sujetaba tal como un niño pequeño sujeta a su oso de peluche
antes de irse a dormir.
-¡Vámonos!- dijo Sebastián con voz firme.
-¡Amanda!- dijo la voz entristecida de Camila. Luego ella misma contempló la
escena de Diego y Vanessa quienes estaban abrazados y sentados sobre unos
pequeños muros.
-¡No quiero regresar a la fiesta!- solo pude decir mirando a Sebastián con los
ojos empapados.
-Vamos a la sala de estar-
Disimuladamente y sin que Diego o Vanessa siquiera se percataran de nuestra
presencia, los tres nos escabullimos entre la multitud para poder llegar a la sala
de estar que estaba al otro lado de la pista de baile.
-¿Quieres que llame a tu mamá o alguno de tus hermanos?- preguntó Camila.
-No, solo quiero quedarme un rato acá- respondí.
-¿Puedes ir por un vaso de agua?- le dijo Sebastián a Camila mientras ambos
nos sentábamos.
Camila se fue de inmediato.
-Te dije que ese mocoso no era para ti-
-Nunca me lo dijiste-
-¿Ah no?... pues ahora te lo digo. ¡Ese mocoso no es para ti!-
-Mejor ya no me digas nada- dije y me tiré al respaldo del sofá para llorar.
-Amanda, aún eres muy pequeña y definitivamente ese chico es un tonto. ¿Y
quién es la chica?-
-Era mi mejor amiga-
Un silencio reinó por unos minutos.
-Ya no llores Amanda, hoy es tu cumpleaños. Apenas tienes trece años,
conocerás a muchos chicos en los próximos años. Él no es el único. ¿Por qué
te gusta tanto él?-
-Me gusta porque es Diego. Mi amigo de toda la vida. He compartido los
mejores momentos con él. Me gusta desde que me acuerdo y Vanessa lo sabía.
No entiendo por qué me hace esto. Siempre imaginé que algún día me casaría
con él- seguí llorando.
-¡Qué infantil suenas!-
-¡Cállate!-
-Pues sabes qué, te contaré algo de tu Diego. Definitivamente, ese chico es
muy precoz. Hace algunos años, fue a mi casa con un peluche y flores para mi
hermana. Lo sé porque yo le abrí la puerta ese día-
-¿De qué hablas?-
-A tu Diego siempre le gustó mi hermana. Ese día, Camila lo hizo pasar a la
casa y lo llevó hasta la piscina, recibió el peluche y las flores y las tiró al agua.
Luego se fue corriendo a su habitación. Yo presencié todo y creo que más que
a Diego, fue a mí a quien le dolió ese berrinche de Camila porque fue a mí a
quien le hicieron limpiar la piscina-
-¿Camila hizo eso?-
-Pues sí, así que no te sientas mal porque mi hermanita ya te vengó
anticipadamente-
Una ligera sonrisa y una mirada perdida se dibujó en mi rostro.
-¡Ves! Te hice sonreír. No permitas que dos personas que no te saben valorar te
arruinen la fiesta. Si ellos son así, tu nada puedes hacer, es asunto de ellos-
A veces, Sebastián sabe cómo ser una persona gentil. Después de escucharlo,
de repente la carga emocional de mi corazón, se disipó y pude pararme del
sofá.
-Aquí está el agua- dijo Camila entrando precipitadamente.
-Ya lo solucionamos, ya no es necesaria- dijo Sebastián.
Los tres salimos de aquella salita de estar y entramos nuevamente al salón.
La fiesta estaba de lo más normal, nadie se percató de mi ausencia, nadie se
percató de mi regreso al salón.
-Si quieres podemos regresar a la salita- dijo Sebastián.
-No, está bien. Continuaré- dije con firme resignación.
En ese instante, Vanessa y Diego entraron al salón también por el otro lado de
la pieza. Y, como predestinado, el disc-jockey tocó una canción romántica.
Claro, predestinado para Vanessa y Diego, no para mí.
Mi corazón quería empezar a sufrir pero mi mente lo frenaba. Sentía las
cálidas manos de Sebastián sobre mis hombros y la pequeña mano de Camila
escabulléndose entre la mía.
Diego y Vanessa empezaron a bailar juntos mientras la madre de Vanessa le
tomaba fotografías. Diego no hacía más que sonreír cual niño tímido y casi
todo el tiempo le esquivaba la mirada a Vanessa mientras que ella no hacía
más que mirarlo.
Realmente era una situación incómoda.
Sebastián se volteó hacia mí ofreciéndome su mano.
-¿Bailamos cumpleañera?-
Automáticamente le respondí extendiendo mi mano también.
Sebastián y yo bailamos esa canción, pero mi mirada aún no podía dejar de
seguir al dúo: Diego-Vanessa.
-Mírame a mí, no a ellos-
-No puedo dejar de hacerlo. Déjame sufrir un poco más, aún es muy pronto
para olvidar-
-La vida es muy corta como para estancarte en eso-
-Tú lo dices porque eres mayor. Seguro ya pasaste por eso y lo tienes todo
superado-
-No exactamente por eso, pero por otras cosas sí. Y pues, sí, ya lo tengo
superado, creo-
Para cuando terminó la canción no me di cuenta de que todos nos estaban
mirando a Sebastián y a mí, en especial, Tatiana y Mario quienes, abrazados,
nos lanzaban unas miradas de odio. Por otro lado, estaban las miradas de
dulzura de mamá y Camila; en otra esquina, y con una botella en la mano,
estaba Paul quien bajó la mirada al instante en que yo lo vi. Robert lucía una
sonrisa casi sarcástica acompañada de los ojos desorbitados de Zulema quien
estaba a su costado. Mientras que papá lucía un gesto entre serio y triste a la
vez. Al final de la sala, Vanessa y Diego ni se inmutaron hasta el último
momento en que se detuvo la música y se dieron cuenta de que Sebas y yo
éramos el centro de la atracción de todos, mientras que ellos dos habían sido el
centro de mi atención durante todo el baile.
Inmediatamente, me separé de Sebastián, quedándome inmóvil, parada frente
a él. A pesar del carácter fresco y relajado de Sebastián, esta vez no pudo
controlarse y su rostro lo delató. Se puso todo rojo. Y yo no me quedé atrás,
los escalofríos que siempre me acompañan en situaciones así, se volvieron a
presentar. En cuestión de segundos, la sala se quedó en silencio y todos
empezaron a aplaudir. Sebastián y yo no pudimos más y algo más que
cohibidos regresamos a nuestros asientos. El resto hizo lo propio y la música
se inició de nuevo.
Las horas pasaron, la gente continuó bailando, divirtiéndose, gritando, riendo,
saltando, algunos mayores hasta lloraron motivados por la embriaguez del
momento y tal vez por el recuerdo de algún amor perdido. Vanessa y Diego
simplemente pasaron el resto de la fiesta juntos, solo así, sin más que
acompañándose uno al otro. Tatiana no se despegó de mi hermano en toda la
velada mientras que Robert se la pasó sirviendo a Zulema, le ofrecía refrescos,
la sacaba a bailar cuando nadie lo hacía, le daba asiento, la protegía con la
mirada mientras ella no se daba cuenta. Por otro lado, Camila
sorprendentemente salía a bailar con chicos desconocidos, durante toda la
noche bailó con cualquier chico que no sea alumno del colegio, incluidos mis
primos.
Todos mis conocidos estaban al alcance de mi vista, excepto papá y mamá. En
otro momento, la ausencia de mis padres me hubiera inquietado pero ahora no.
Estaba más inquieta por el silencio que invadía en la mesa en la que estamos
Sebastián y yo. Él no me miraba y yo simplemente trataba de no hacerlo de
frente. Ya me dolía el cuello de tanto intentar mirarlo sin ser descubierta.
Finalmente, él rompió el hielo.
-Parecen felices-
-Quién… quiénes-
-Tus amigos. Los que te acaban de traicionar-
-Es obvio que ya no son mis amigos. ¿Por qué me dices esas cosas? Me
lastimas-
Sebastián giró, quedándose nuestras miradas una frente a la otra.
-Pues eres más niña y tonta de lo que creí-
-Sí, soy una niña aún y tú ni siquiera eres eso. No eres ni niño ni adulto-
El silencio regresó. Quise decir algo para borrar lo anterior pero no supe qué.
-Será por eso que tal vez no siento nada. Si la gente es buena o mala, me
traiciona, me quiere, me rechaza, me odia, todo me da igual, me quedo en el
medio, soy lo neutral de la neutralidad-
-No quise decir eso, me refiero a…
-Sé a lo que te refieres. En realidad, no quisiste decir eso, solo es que hablas
por impulso. Lo comprendo, es propio de tu edad-
-Sabes, ya no soy una niña. Estoy empezando a crecer. Y, no, no quise decirte
eso. Solo quise hacerte entender que no debes tratarme como a una niña
pequeña porque no lo soy y tú tampoco eres un adulto aún. Estamos a pocos
minutos en el tiempo-
-Eres algo extraño de trece años- dijo mientras se ponía una mano sobre la
boca, luego calló y segundos después dijo:
-¿Salimos de aquí un momento?-
-¿A dónde?-
-Vamos al patio en donde encontramos a tus ex amigos- dijo sonriendo.
-No quiero ir allá-
-Lo sé, vamos a la salita-
Simplemente tomó mi mano e inició su marcha abriéndose camino entre los
demás que ya estaban en el punto más excitante de la fiesta, moviendo sus
cuerpos al ritmo de la estruendosa música y casi con los ojos cerrados. Solo
me dejé llevar por Sebastián, seguí sus pasos atravesando el salón de baile con
la cabeza baja. En un descuido de mi timidez, alcé la mirada y pude ver a
Diego y Vanessa mirándonos, también estaba allí Paul. No pude resistir la
presión emocional, volví a bajar la mirada.
Por fin, llegamos a la salita de estar.
-Siéntate- dijo Sebastián.
Estaba algo incómoda estando a solas con Sebastián, mis manos sudaban, mi
rostro quemaba y no sabía qué decir o hacia dónde mirar.
-¿Qué vamos a hacer?- pregunté mientras él buscaba algo en los cajones de un
viejo mueble.
-Aquí debe haber algo con qué distraernos mientras tu fiesta llega a su final-
Finalmente, encontró un juego de Twister, me lo mostró.
-En casos como estos pondría algo de música para amenizar el ambiente, pero
creo que con el fondo musical de allá afuera basta y sobra- dijo mientras
arrimaba algunas sillas para hacer espacio-
-¿Esto es armado?- pregunté mientras miraba el Twister sobre la mesa.
-¿Armado? ¿De qué hablas?-
-¿Cómo sabías que había un Twister en los cajones?-
-No lo sabía-
-¿Entonces?-
-Solo recordé que la última vez que estuve aquí, había un Monopoly guardado
en uno de los cajones aquel mueble. Pensé que seguiría ahí-
-¿Ya estuviste aquí?-
-Sí-
-¿Cuándo?-
-Fue para uno de los aniversarios de mis padres. Lo festejaron aquí mismo. Me
aburrí tanto en esa celebración que vine a jugar Monopoly con el dueño del
local, justo en esta misma salita-
-¿Conoces al dueño de esta mansión?-
-Algo-
-¿Cómo que algo? ¿Lo conoces o no?-
-Digamos que engendró a mi madre-
-¿Es tu abuelo?-
-Sí-
Cada vez, la historia de los Weiss se iba descubriendo ante mí y no me dejaba
de sorprender.
-Entonces ¿eres dueño de todo esto?-
-¡Claro que no!-
-Pero si tu abuelo es el dueño, de cierto modo, tú también lo eres-
-Solo soy dueño de mi vida, mi cuerpo y mi perro, no poseo nada más-
-Entonces, en realidad, tú no eres mi invitado, más bien, yo soy tu invitada-
-Deja de filosofar tonterías. ¿Juegas?-
-Pero estoy con vestido-
-¿Y cuál es el problema?-
-¿Qué hacen?- intervino Camila.
-¿Te cansaste de bailar con desconocidos?- dijo Sebastián irónicamente.
-¡No son desconocidos! ¡Son mis primos!- intervine.
-Da igual, yo no los conozco- insistió Sebastián.
-Pero ¿qué hacen?- continuó Camila.
-Vamos a jugar Twister-
-¡No! Tú vas a jugar. Yo estoy con vestido- dije.
-¿Por qué sacas las cosas de Tito?- preguntó Camila.
-Porque sí- respondió Sebastián.
A pesar de la estruendosa música de afuera, se oyeron unos pasos apresurados
entrando por la mampara. Los tres nos sorprendimos e instintivamente nos
escondimos detrás de una gran vitrina llena de cristalería ornamental. La
habitación estaba a media luz así que, en un principio, no pudimos distinguir
quiénes eran los recién llegados. Pero, de inmediato, las voces de aquellas
sombras desconocidas fueron reconocidas por mis oídos. Eran mis padres
discutiendo.
-¡No! Jamás lo aceptaré. Dijiste que todo había cambiado- mamá inició.
-¡Es así! ¡Baja la voz! No es el lugar ni el momento Claudia-
-¡Te odio! ¿Por qué siempre tienes que cagarla con algo cuando todo va bien?-
-Claudia, mi amor, escúchame-
Mis ojos rezagados por mi anterior llanto, no pudieron más y continuaron con
la rutina de la noche, llorar.
-No quiero seguir escuchándote, solo esperemos a que la gente se vaya, por
favor-
-¡Claudia, escúchame!-
-Tengo una colección de años escuchándote-
Mamá salió de la salita y papá detrás de ella.
Un silencio mortal se escuchó en el ambiente, solo la caída libre de una
lágrima mía lo interrumpió.
Una inocente y juvenil pareja confesándose su amor por primera vez y otra
pareja experimentada y de edad media peleándose y, tal vez, poniendo fin a su
amor por última vez.
Mi insipiente lágrima atrajo a más lágrimas y una horrible sensación de
entender la situación me convirtió en una muñeca de trapo que se
desmoronaba sobre el cómodo sofá de cuero beige. Los brazos cálidos de
Sebastián me sostuvieron una vez más.
-Creo que ya te había dicho que no llores por los asuntos de los demás, es
problema de ellos. No tiene nada que ver contigo-
-Sebastián- dijo Camila.
-No entiendo ¿por qué todo ha salido terrible hoy?- dije.
-Nada es terrible Amanda, solo ha pasado lo que tenía que pasar y ya. No pasa
nada- siguió Sebastián.
-Quiero irme a mi casa- supliqué.
-Te acompaño. Camila, dile a Terán que te lleve-
-Sí, pero y ustedes ¿Se irán a pie?-
-Creo que Amanda necesita refrescar un poco sus ojos-
En ese momento no tenía fuerzas ni para protestar ni para sentir cansancio,
solo quería salir de ese lugar.
Camila se despidió de mí con un reconfortante abrazo y beso en la mejilla,
luego, salió de la sala rumbo a su camioneta para que el señor Terán, su chofer,
la lleve. Sebastián y yo tomamos el lado opuesto de la salida, una especie de
puerta de escape, era más que obvio que la conocía, era la casa de su abuelo,
aquella puerta daba directamente a la calle Alondras, a tres cuadras de mi casa.
Era irónico que estando tan cerca de casa, me sentía tan lejos como en una
jaula de torturas psicológicas.
-Gracias-
-No tienes por qué. La verdad tu fiestecita de niñitos ya me estaba aburriendo-
-¿Por qué nunca dices lo que deberías decir?-
-¿A qué te refieres?-
-Nunca caes, nunca te desmoralizas, siempre estás tan firme y diciendo
palabras que contradicen el contexto, siempre le das la vuelta a la situación-
-Simplemente no dejo que lo externo me afecte. Así soy-
-No se puede ser así, no se puede vivir así. Las cosas pasan y nos afectan. No
puedes ir por ahí ignorando la vida-
-Sí se puede, y créeme, se vive mejor-
-¡No! ¡No se puede!-
-Sí se puede. Lo que no se puede es ir por ahí llorando por cualquier cosa o
llorando por los demás cuando a ellos no les importa tu sufrimiento o, lo que
es peor, ni siquiera te han pedido que sufras por ellos-
No pude decir más, no sabía qué más decir porque algo en mí sabía que él
tenía algo de razón y otra parte de mí me decía que se equivocaba. Había un
enredo neuronal en mi cabeza.
-Ya no quiero hablar de nada de eso. Solo quiero llegar a mi cama-
-Bien, pues ya no hablemos de eso. Te llevaré a tu casa-
A pesar del mini sermón de Sebastián, mis lágrimas seguían saliendo
desobedientemente acompañadas del silencio de ambos. El camino fue
regularmente corto, pero algo dentro de mí no quería que se terminara porque
prefería aquella caminata silenciosa al escenario de llanto y soledad que me
esperaba al llegar a mi habitación.
Llegamos a la puerta de mi casa. Abrí la puerta y giré para despedirme de
Sebastián.
-Has hecho más de lo que cualquier otra persona en esa fiesta hubiera podido
hacer por mí. Gracias Sebastián-
-Descansa Amanda-
Parado ahí, con la mirada fija en mí, fui cerrando la puerta mientras sus ojos
azules iban desapareciendo detrás de ésta. Impulsivamente, subí corriendo
hasta mi cuarto, abrí la cortina y la ventana para verlo mientras se iba.
Sincrónicamente, él apenas estaba cruzando el jardín de la entrada, de pronto,
se detuvo, giró su torso y cabeza hacia atrás y alzó la mirada. Se dio, su
mirada y la mía se atropellaron mutuamente, solo sostuve la mirada y mi mano
derecha se levantó indicando despedida, él hizo lo mismo pero acompañó la
despedida con una sonrisa. Cerré la ventana, cerré la cortina, fui hasta mi cama
y me lancé sobre ésta. Lloré el resto del tiempo que recuerdo hasta quedarme
dormida.
A la mañana siguiente, mamá me llevó el desayuno a la cama y me enteré que
Camila amablemente le había dicho que Sebastián me había acompañado a
casa sana y salva.
DIEGO Y VANESSA
El domingo terminó con el silencio reprobatorio de mi hermano Mario. No
soportaba pelear con Mario, me hacía sentir desprotegida. Pero esa no era la
peor parte, Paul había cambiado su actitud hacia mí. Si antes era un chico
tonto que solo se empeñaba en molestarme y hacer bromas tontas, ahora se
había convertido en un vigilante silencioso de cada paso que daba.
Todo el día, Paul se la pasaba en mi casa. Su mamá había viajado por trabajo
durante toda una semana. Antes de irse, la señora encargó a su querido hijo al
cuidado de mi mamá, es decir, Paul se mudaría por una semana a mi casa y
tendría que soportarlo. Antes solo era molesto, pero ahora, después de los
comentarios de Sebastián acerca de que Paul tenía sentimientos amorosos por
mí, la situación definitivamente había cambiado, me sentía incómoda frente a
él. Si no sabía manejar la situación frente al tonto de Diego, menos sabría
manejarla frente a Paul.
A pesar de todo, ese día me levanté con mente positiva, la conversación con
Camila me había hecho mucho bien. Sería el primer día de clases en el cual
tendría que soportar ver a Diego y Vanessa juntos de verdad. No sabía si llorar,
faltar a clases o simplemente hacer como que no pasaba nada.
Por fin, llegué al colegio y como de costumbre me senté al lado de Camila.
Entró Miss Odio e inició la clase.
-Buenos días alumnos, me encantaría oír que ya tienen algunos avances de su
proyecto final, pero como sé que dichos avances son inexistentes, no se los
pediré. Pero ¡no se confíen! Quiero ver trabajos bien elaborados y no
improvisados. Mucho de su promedio final depende de ese proyecto, así que
¡esfuércense!- dijo Miss Odio y continúo con la clase.
A pesar de mi antipatía por Miss Odio, la había observado detalladamente y
noté un cambio para bien en su expresión. Era como si una luz hubiera entrado
en su rostro. Era raro, hasta miedo me daba todo ese brillo emocional.
Durante toda la clase no pude evitar dejar de mirar a Diego y Vanessa, se veían
tan felices juntos, al parecer eran el uno para el otro y eso era lo que más me
molestaba, es decir, tenía que aceptar que se veían bien juntos y que estuve
esperando tantos años en vano, pensando que Diego sentía algo por mí y en
realidad él solo miraba a mi actual amiga Camila y a mi ex mejor amiga,
Vanessa. ¿Tan tonta fui? Definitivamente, en eso del amor no tenía ninguna
experiencia, era una niña que quería jugar a ser grande. No sabía si me dolía
más perder a Diego de esa manera o perder a Vanessa así.
-¡Amanda! ¿Vamos?- dijo Camila.
-¿Qué?-
-Ya es recreo-
-¡Oh, sí! ¡Vamos!-
Zulema se nos acercó diciendo:
-Definitivamente, estoy muy molesta con Vanessa. Alguien tiene que hacerle
ver que eso no se le hace a una amiga como tú Amanda-
-Ya no importa ¿qué caso tiene?- dije casi sin aliento.
-Aunque Diego me parezca un individuo sin la menor importancia, considero
que deberías al menos conversar con Vanessa al respecto, Amanda- dijo
Camila mientras le echaba unos cubitos de hielo a su bebida.
Sin importar lo que Zulema o Camila me puedan decir, yo solo tenía en mi
cabeza una idea: correr detrás de Diego y encararlo para preguntarle mirándole
a los ojos si yo nunca le guste ni un poquito de la manera en que él me
gustaba. Sentí frustración de solo pensar que Diego se había convertido en mi
mundo durante los últimos ocho años. Él era mi motivación para ir al colegio
incluso en días en los que solo quería quedarme durmiendo en la cama. Lo
había ayudado en casi todas las clases con la esperanza de conseguir su
confianza, su amistad y luego su amor. Había malgastado mi hermosa niñez en
miradas inútiles dirigidas a él durante casi todas las clases. Había escrito
infinidad de veces el cliché: “A y D” al final de cada año escolar sobre
carpetas, sillas, paredes, puertas y toda superficie limpia que encontrara en mi
camino dentro del colegio. Incluso los demás chicos del salón se dieron cuenta
de mis sentimientos por él, todos lo sabían o por lo menos lo intuían, menos él,
o es que tal vez nunca quiso darse cuenta por pena a rechazarme. Había sido
devotamente su más estúpida e infantil admiradora y todo por nada, todo para
verme traicionada el día de mi cumpleaños número trece en mi propia fiesta.
Todo eso era basura, el amor dañaba, el amor se me negaba, el amor huía de
mí, el amor me traicionaba, el amor apestaba. Odiaba al amor.
Con las mejillas calientes y rojas debido a mi amargura mental, Camila me
tocó el hombro y me indicó que Vanessa estaba justo entrando en la cafetería,
estaba sola, sin Diego, sin protección.
Sin pensarlo dos veces y con la calentura en la cabeza me dirigí hacia ella y en
medio de la cafetería la intercepté. Los demás chicos que nos conocían y
fueron a la fiesta se quedaron casi inmóviles a la espera de mi reacción. El
resto, de otros grados o salones, simplemente nos ignoraron. Al parecer, la
noticia de la traición de Diego y Vanessa había llegado a oídos de casi todos
los conocidos. No me parecía raro, si se estuvieron luciendo casi toda la
noche, bailando juntos, conversando, sonriéndose. Diego ni siquiera bailó una
pieza conmigo pero a ella le regaló la noche entera.
-¿Tienes prisa?-
-Amanda… no tuve tiempo de saludarte en la mañana. Tu fiesta estuvo genial.
Todo muy lindo-
-¿Por qué no te sientas con nosotras? Hace tiempo que ya no te juntas
conmigo. En la fiesta casi no pudimos ni conversar-
-Es que solo vine por un refresco y me regreso al salón, tengo que avanzar
tarea que no pude hacer en casa-
Zulema se acercó a nosotras y dijo:
-Yo te consigo tu refresco, anda y siéntate a conversar con Amanda y Camila-
y se fue de inmediato al mostrador.
-Zulema te traerá tu refresco, para eso están las amigas, para ayudarnos entre
nosotras- dije sin dejar de mirar a Vanessa a los ojos.
Vanessa accedió a ir conmigo hasta la mesa y allí nos sentamos, una frente a la
otra. Vanessa apenas saludó a Camila con una levantada de cejas y de
inmediato se sentó, por supuesto Camila ni siquiera le contesto el gesto.
-Bien, ya me tienes aquí ¿qué quieres saber Amanda?- dijo Vanessa cruzando
los brazos.
Llegó Zulema con los refrescos justo después de que Vanessa terminara su
pregunta.
-Queremos saber qué pasa entre tú y Diego- contestó Zulema por mí.
Vanessa la miró sorprendida a Zulema, luego miró a Camila y dijo:
-No hablaré de eso en frente de ellas dos, solo tú y yo Amanda-
-¿Qué?- protestó Zulema.
Camila se paró y tomó a Zulema por el brazo, la llevó a una mesa cercana pero
no lo suficiente como para oír la conversación que se aproximaba.
-Bien, ya estamos solas Vanessa. Esa noche, en mi fiesta, te vi en el
estacionamiento junto a Diego- dije firmemente.
Vanessa frunció el ceño, bajó la mirada, respiró y al cabo de unos segundos
inició su relato:
-Al parecer viste solo una parte de la historia ¿no? La verdad es que esa noche,
Diego iba decidido a declararle por segunda vez su amor a Camila, pero ella
no solo lo rechazó, lo despreció. Le dijo que ella no estaba interesada en tener
enamorado aún y que para cuando ella empezara a sentir atracción por los
chicos, definitivamente, él no sería su opción. Lo humilló, lo insultó, le
rompió el corazón. Yo lo sé, tengo en mi memoria cada palabra porque estuve
allí, detrás de una pared, escuchando todo lo que Camila le decía sin la menor
consideración o delicadeza. Fue terrible presenciar esa escena y lo que más me
duele es haberlo acompañado hasta Camila para que ella le rompa el corazón
de esa manera tan cruel. Yo… yo solo quería…
-Tú solo querías llevarlo a ella para que se desilusionara definitivamente, para
que no la mirara más, para que así tú tengas el camino libre, conocías muy
bien los sentimientos de Camila hacia Diego. También conocías los míos hacia
Diego y sabiendo eso… nunca lo empujaste hacia mí-
-No, nunca lo hice, simplemente porque yo lo quiero para mí-
-¡Vanessa!-
La cafetería se iba desocupando y tuvimos que bajar la voz porque nuestras
voces se iban quedando solas en el inmenso salón; a la distancia, Camila y
Zulema nos observaban casi sin pestañar y con cierto aire de complicidad.
-Al principio pensé que solo ayudabas a Diego en todos sus cursos porque
eran amigos desde el jardín de niños y sus madres eran amigas, pero luego me
di cuenta de que tú pensabas en algo más respecto a él. Sin embargo, pronto
me tranquilicé al darme cuenta de que Diego no sentía lo mismo por ti. Él te
ve como a una hermana, como una gran vecina, una chica buena a la que
nunca le haría daño ni engañaría, tal vez hasta te vea y sienta responsabilidad
por cuidarte, pero no siente nada más de eso-
-Vanessa-
-Pediste mi versión, pues ahora escúchame. En realidad, te quiero mucho.
Hemos sido amigas desde el primer grado, tú fuiste la primera en hablarme
cuando estaba asustada sin conocer a nadie, te lo agradezco, pero lo que siento
por Diego es más grande que mi amistad por ti. Desde que lo conocí, algo
sucedió en mí, por eso nunca me atrevía a hablar con él directamente, me
sentía tan menos en comparación a la relación que había entre ustedes dos.
Pero ahora es diferente, él y yo hemos sido unidos por cuestiones de la clase
de literatura, eso me ha dado la oportunidad de conocerlo más y él a mí.
Hemos sido tan compatibles estas últimas semanas que hasta me confesó sus
sentimientos por Camila, incluso me contó que hace unos años él fue hasta su
casa y ella lo despreció, tirando sus regalos al agua. Esa historia de amor
unilateral con Camila me alentó a acompañarlo hasta Camila la noche de tu
fiesta. Solo quería que Diego tuviera una oportunidad con Camila. Si ella lo
aceptaba, yo me resignaría, pero si ella lo rechazaba una vez más, yo no
perdería mi oportunidad. Camila se comportó como la niña engreída que
siempre pensé que era, lo rechazó y humilló una vez más. Diego no pudo con
la tristeza y vino hasta mí, me contó palabra por palabra, aunque yo ya lo
había escuchado todo, lo escuché atentamente. Después de contarme todo y
desahogarse, él me besó-
No reconocía a Vanessa en sus propias palabras. ¿Qué fue de la niña tímida y
miedosa que conocía? Se veía tan madura, tan segura, tan… tan… tan
enamorada, tan cambiada. En cuestión de segundos me di cuenta del poder del
amor. No importaba si eras niño, adulto, hombre o mujer; el amor
transformaba y daba seguridad. Era obvio que mis sentimientos por Diego no
estaban a la altura del amor de Vanessa por Diego. Tal vez yo no estaba
enamorada realmente de Diego. Tal vez Vanessa era la única para Diego y la
correcta. Pero, había pensado en Diego durante gran parte de mi vida, solo
soñaba con el momento de crecer más para compartir mi vida junto a él. ¿No
fue suficiente? ¿Sería que mi amor por Diego era aún infantil? O lo que es
peor ¿no era amor? ¿Quién repondría todo el tiempo que gasté pensando en él?
Nuevamente el revoltijo mental llegó a mi cabeza. Una lágrima calló sobre la
servilleta que mi mano sujetaba fuertemente. Entre sollozos incipientes, dije:
-Ya no sigas Vanessa, por favor-
-Amanda, jamás pensé en hacerte esto. ¡Perdóname! Pero Diego no te quiere
de la manera en que tú desearías. Con esto no me justifico por lo que te hice o
crees que te he hecho. Pero no te ama, él quiere a Camila y es algo que acepto
pero que intento cambiar porque Camila no es mi amiga. Solo es cuestión de
tiempo. Si Diego te hubiera amado a ti, yo me hubiera resignado y hecho a un
lado. Pero esa no es la situación-
-Ya no sigas, por favor Vanessa-
-Solo quiero pedirte nuevamente que me perdones, ya no manejo mis
sentimientos, tienen voluntad propia. Pero tampoco quiero perder tu amistad.
Sé que no volveremos a ser las amigas de antes, pero al menos quiero que no
me odies, Amanda-
Sonó el timbre de regreso a clases. Camila y Zulema se pararon y me
esperaron en la puerta de la cafetería.
-No te puedo odiar por amar al chico que me gustaba, Vanessa- dije finalmente
parándome de la mesa y yendo al encuentro de Camila y Zulema.
-¿Qué te dijo?- preguntó Zulema.
Camila me abrazó. Salimos las tres de la cafetería. A lo lejos podía escuchar
los meditabundos pasos de Vanessa.
¿Cómo era posible que el amor afecte de esa manera estando apenas en el
primer año de secundaria?
ATRAPADA EN CASA
Haber escuchado la pelea entre papá y mamá me había sacado de contexto. No
entendía a mis padres, cómo podían fingir frente a mis hermanos y a mí de que
estaban muy bien y que no había nada de qué preocuparse. Estaba
desilusionada, impactada, triste, desubicada, atormentada, engañada y molesta.
Estaba en un momento crucial para decidir si guardarme el secreto y vivir con
eso o si contarles a mis hermanos y encarar a mis padres.
*
Después del llanto desconsolado en el sótano casi ni lágrimas me quedaron.
Salí del sótano un poco adormitada aún. Al parecer, mi padre aún no llegaba.
Mi madre estaba sentada en su piano, tocando una adaptación a piano del
Cello Prelude del gran Bach. Es la melodía que más me gusta. Me gusta desde
que tengo uso de razón porque siempre mamá la tocó, ya sea en su piano o en
su cello.
Me senté nuevamente en el tercer escalón de la escalera, tiré la mochila y solo
me quedé escuchando mientras mamá tocaba. De un momento a otro, llegó el
momento de más furia melódica de mamá y de Bach pasó a Beethoven.
Moonlight Sonata fue el testigo de la creciente explosión de emociones de
mamá. La energía de mamá se hizo cada vez más intensa. La rapidez de sus
dedos se expresaba con vehemencia en cada fugaz nota que interpretaba.
Mi corazón empezó a latir con rapidez, casi al ritmo de la melodía, mis manos
temblaban como si fuesen manipuladas por los movimientos de mamá, mi
rostro se ruborizó y un inmenso calor cubría todo mi cuerpo. La música de
mamá y su vibra me habían tocado. Y de repente, de la inmensa pena que
sentía, pasé a sentir mucha rabia, mucha impotencia y mucha pero mucha
necesidad de no quedarme como simple agente pasivo en lo que le estaba
ocurriendo a mi familia. Necesitaba saber, necesitaba actuar.
Mamá hizo una pequeña pausa de su desenfrenada interpretación, me levanté y
casi dispuesta a ir junto a ella, me detuve para mirarla iniciar una nueva
melodía, esta vez fue Spring Waltz de Chopin. Su rostro lucía como si
estuviera viendo a un ángel, había rastro de lágrimas en su rostro, pero su
expresión no mostraba ni pena ni rabia, era algo muy parecido a la paz, estaba
tranquila, disfrutaba de esa melodía. Sus dedos se deslizaban ligeramente
como danzando sobre cada nota musical.
Finalmente, terminó con Chopin y posó sus manos sobre su regazo. Solo se
quedó mirando la pared. En ese preciso instante sentí el impulso de acercarme
a ella y lo hice.
-Eres la mejor mamá-
-Amanda, ¿hace cuánto estás ahí?-
-Muy poco en realidad. Pero lo suficiente para ser testigo de tu maravillosa
interpretación-
-Solo fue un arranque de emociones-
-Es hermoso todo lo que tú haces, mami. ¡Te amo!-
Me acerqué casi corriendo hacia mi madre y la abracé con fuerza. Mamá sin
saber muy bien cómo reaccionar, correspondió mi afecto con otro fuerte
abrazo y le agregó un beso sobre mi cabeza.
-Mi niña, nunca antes me habías abrazado de esa manera ¿qué sucede?-
-Fue tu música, tu música me ha movido-
-¡Pequeña!-
-¡Te amo mami, te amo! Haría lo que sea por ti-
-Lo sé mi niña. ¡Yo también te amo más que a mi vida!-
Estuvimos abrazadas durante unos cuantos minutos, minutos que significaron
mucho para mí y estaba segura de que para ella también. Nuestra muestra de
amor fue interrumpida por la llegada bulliciosa de Mario, Robert, Paul y papá.
Mamá me soltó y empezó a limpiar su piano. Mario, Robert y Paul se
acercaron para saludar a mamá. Al cabo de unos segundos, papá hizo lo
mismo, le dio un beso en la frente a mamá. Mamá casi ni se movió ni despegó
la mirada del piso mientras papá le daba el beso.
Mario y Paul empezaron a decir que tenían hambre y mamá de inmediato se
paró para servir la cena. Durante la comida, mamá y papá estuvieron callados,
solo intervenían para contestar a alguna pregunta que mis hermanos o Paul
hacían. Yo también estuve callada, solo quería observarlos, ver sus
movimientos, sus miradas, sus gestos. Estuve tan distraída de la conversación
de la mesa que Robert tuvo que codearme para que prestara atención a lo que
Paul me estaba preguntando.
-¿Qué?-
-Te estaba preguntando en dónde estabas hoy por la tarde. Estuve preguntando
por ti para avisarte que tu papá fue a recogernos-
-Estuve en la casa de Zulema- dije.
-Yo vi a tu amiga Weiss hoy a la salida completamente sola en la puerta de la
cafetería. ¿Se han peleado?- preguntó Mario.
-¿Camila y yo? Claro que no. ¿De qué hablas?- contesté.
Robert, Paul y Mario me miraban de forma acusadora. Sin embargo, papá y
mamá tenían la mirada casi enterrada en sus platos, como fingiendo que se
interesaban por la conversación, pero en realidad cada uno estaba inmerso en
sus propios pensamientos.
-En realidad, le pregunté a tu amiga Vanessa y a ese otro chico… cómo se
llama… Diego. Los dos salían cuando me los crucé en la puerta y les pregunté
por ti- dijo Paul.
Robert lo quedó mirando un poco asombrado, luego bajó la mirada y continuó
comiendo.
Miré a Paul, él me miró, sonrió ligeramente mientras yo me ruborizaba, no lo
soporté más y bajé la mirada. Mario no me dejaba de mirar mientras papá y
mamá seguían como almas ausentes en el comedor. Finalmente, mamá terminó
de comer y se levantó de la mesa.
-Estaré en el estudio. Al parecer tendré dos alumnos nuevos la próxima
semana y tengo que preparar las clases. Por favor, Mario, tú y tu hermano
encárguense de lavar los platos- dijo mamá y se retiró del comedor.
Aunque ambos, papá y mamá, se esforzaban por aparentar que nada pasaba,
eso ya no funcionaba conmigo. Al parecer ni mis hermanos ni Paul notaron la
diferencia, pero yo sí. Al cabo de unos minutos, papá y Robert también
terminaron la cena. Papá se retiró sin decir una palabra y Robert empezó a
lavar la vajilla. Al terminar, Robert le encargó el lavado del resto de los trastes
a Mario y se fue a su habitación como de costumbre.
Al fin terminé mi cena y cuando me disponía a pararme de la mesa, Mario
empezó a hablar:
-Y ahora sí me puedes decir ¿con quién estuviste toda la tarde?-
-¿Sigues con eso? Ya les dije que estuve en la casa de Zulema- dije fingiendo
enojo.
-¡Paul, habla!-
-Pero-
-¡Habla!-
-Amanda, la verdad es que yo sí me encontré con tu amiga Vanessa y Diego en
la puerta del colegio, pero… pero también los acompañaba Zulema. Ella
también dijo que te habían visto salir con Camila. Luego vimos pasar la
camioneta de los Weiss pero solo lo vimos a Sebastián así que supusimos que
estarías aquí con tu amiga Camila. Entonces, tu papá nos llevó a almorzar al
centro comercial, ahí pasamos la tarde- culminó Paul.
-La gran pregunta es ¿en dónde estuviste realmente? Si no estabas con
Vanessa, ni Zulema ni Diego y yo vi a tu amiga Camila sola y,
misteriosamente, vimos a Sebastián Weiss irse en su camioneta sin su
hermana. Será que la dejaron sola a Camila mientras tú y Sebastián se iban en
la camioneta- dijo Mario.
-¡Ya basta! A pesar de mis trece años, también necesito privacidad. Yo no ando
investigando cada uno de tus pasos, Mario. Y por si aún lo dudas, no me fui en
esa camioneta con Sebastián, me fui a pie con Camila hasta su casa porque
tenía que conversar algo, luego fui a la casa de Zulema. Pero, aunque me haya
ido con Sebastián, eso no es de tu incumbencia- dije con la mayor actitud en
mi voz.
Todo era verdad, excepto la parte en la iba a la casa de Zulema. Como sea, me
paré y subí aprisa las escaleras hasta mi cuarto, mientras oía la voz de Mario
gritando:
-¡Amanda, Amanda!-
*
Esa noche no pude pegar el ojo. Los recuerdos de la historia de Sebastián y
Tatiana sumados al misterio que rondaba la pelea de mis padres, me
impidieron dormir. Sin poder relajarme y dando vueltas en mi cama,
necesitaba aire fresco. Eran casi las tres y treinta de la madrugada, bajé
descalza las escaleras para no despertar a nadie, crucé la sala y
cuidadosamente abrí la mampara del patio. Alguien se levantó del mueble del
jardín. Me asusté, casi grité de pensar que había un extraño en la casa en
medio de la madrugada.
En medio de la noche, ahí estaba parado frente a mí, era Paul.
-¡Disculpa! No quise asustarte-
-Qué haces aquí a esta hora-
-Lo mismo pregunto yo-
-No podía dormir-
-A decir verdad, yo estaba durmiendo, pero tuve una pesadilla y después ya no
pude conciliar el sueño-
-¿Qué pesadilla fue esa?-
Paul sonrió, bajó la mirada y luego dijo:
-Soñé contigo-
-¡Eres un tonto!- dije furiosa mientras lo golpeaba con mi puño en su brazo.
Paul se rio.
-Pues, si vamos a permanecer en vela toda la noche, lo mejor será que nos
sentemos, ¿no?-
Nos recostamos sobre los muebles de jardín que la abuela nos había
obsequiado. Aquellos muebles eran tan cómodos que casi parecían camas.
Paul me lanzó una manta para taparme. Él se echó en el mueble más grande
que estaba en perpendicular con el mío.
-¡Tápate, en un rato sentirás frio!-
-Lo que quiero es refrescar mis ideas-
-Sí, pero lo que conseguirás es que se te enfríe el pellejo si no te cubres-
-Paul… gracias-
-No es nada, encontré la manta aquí-
-Me refiero a lo que hiciste por mí en la cena. Me cubriste, no dijiste frente a
mis padres que le habías preguntado por mí a Zulema-
-No quería que tengas problemas. Sabes que siempre puedes contar conmigo-
-Lo sé, gracias-
-Amanda, no me quiero meter en tus asuntos, pero en verdad me gustaría que
confiaras en mí-
-No puedo decirte. Pero no es nada de lo que Mario piensa. No me fui con
Sebastián-
-Es bueno saber eso-
-Qué tienen en contra de Sebastián, por qué lo juzgan sin conocerlo bien-
-Y tú, por qué lo defiendes-
-Porque él es un buen chico, incapaz de hacerle daño a alguien-
-Y eso cómo lo sabes tú-
-Porque ahora lo conozco mejor-
-¿Qué? ¿de qué hablas? Acaso, tú y él ¿por qué hablas así? ¿no solo es el
hermano de tu amiga?-
-¿Qué? No es nada de lo que te imaginas ¡No!... Es solo que me parece un
buen chico-
-A mí me parece presumido y demasiado peligroso para las niñas como tú-
-No sabes de lo que estás hablando-
-¿Acaso tú sí? No deberías andar por ahí con un chico desconocido y mayor
que tú por más que sea el hermano de tu amiga. No es correcto, no se ve bien.
Además, estoy molesto porque en tu fiesta le diste prioridad a él mientras me
dejabas bailando solo con una botella de refresco-
-Pues lo siento, ese día también fue horrible para mí-
-¿Te hizo algo ese patán?-
-¡Claro que no! Y no lo llames así-
-Pues lo llamaré como me da la gana. Él no es más que un señorito-
-¡NO! No tienes idea por lo que él ha pasado-
-¿Y tú sí lo sabes?-
Guardé silencio.
-¿Por qué te quedas callada?... Amanda ¿te gusta Sebastián?-
La pregunta me tomó por sorpresa. Claro que no me gustaba Sebastián. Sin
embargo, algo me impedía contestarle a Paul. Algo en mi garganta, en mi
estómago. Además, no tenía la obligación de contestarle ni a él ni a nadie.
Solo yo conocía mis sentimientos y no tenía que ir por ahí divulgándolos. No
me gustaba Sebastián y punto.
-¿Por qué de repente te interesa tanto mi vida?
-Amanda-
-Tú y Mario creen que aún soy una niña pequeña-
-Amanda-
-A quién tienen que cuidar y vigilar todo el tiempo-
-Amanda-
-Yo no me meto en sus cosas. No me gusta que Mario salga con Tatiana, pero
jamás he protestado-
-Amanda-
-Y ahora tú también me vienes con tu control enfermizo, por qué Paul, por
qué-
-Porque me gustas-
Mi corazón empezó a latir a mil por hora, mis manos sudaban, Paul solo
miraba al suelo, yo solo lo miraba, la manta que me cubría cayó al piso, Paul
se paró del mueble, caminó unos pasos y se arrodilló frente a mí; yo sentada,
me sujeté fuertemente del borde del mueble, Paul levantó la mirada y sus ojos
miel penetraron en los míos, sentí calor subiendo hasta mi rostro. Mirándome
a los ojos, Paul me dijo:
-Te amo y ya no puedo soportarlo más-
-Paul-
Cómo era posible que de repente su expresión de chico tonto y palomilla haya
cambiado a un rostro serio y con mirada profunda.
-Me gustas mucho, Amanda-
-Paul-
Paul se lanzó sobre mí y casi sin poder detenerlo, sus labios húmedos tocaron
mis labios vírgenes. Fue un beso inmediato, húmedo y desagradable. No hubo
magia, no hubo estremecimiento de mi cuerpo. Tuve la impresión morbosa de
haber besado a uno de mis hermanos. Lo detesté, detesté ese momento, sus
labios. Paul intentó rodearme con sus brazos, pero lo detuve, lo empujé y cayó
al piso frente a mí.
-¡Amanda!-
-Lo siento, tú no me gustas. No te quiero de esa manera, Paul-
Me paré rápidamente y salí corriendo del patio hasta mi habitación. Ya casi
estaba amaneciendo. Me eché sobre mi cama mirando el techo. Al cabo de
unos minutos, vi una sombra parada en mi puerta. Era él, estaba segura que era
él. Tuve el impulso de pararme para cerrar completamente la puerta, pero el
miedo de volver a verle a la cara me detuvo. La sombra de Paul se fue.
Finalmente me levanté y cerré bien la puerta. Estaba asustada, nerviosa, un
laberinto se estaba formando en mi estómago y cabeza. Pero, sobre todo,
estaba enojada de haber desperdiciado mi primer beso con Paul. El primer
beso tenía que ser algo especial y Paul lo había arruinado. Lo detestaba.
Faltaba poco para el amanecer y no me quería levantar y enfrentar a Paul, a
mis padres, a Mario y ni siquiera al mundo. Solo quería quedarme ahí,
encerrada en mi cuarto, atrapada en mi casa.
CUANDO SOLO TÚ TE HAS
TRAGADO LAS MARIPOSAS
Al día siguiente del beso con Paul, las cosas se complicaron para mí. No podía
darle la cara mientras que él aprovechaba cualquier momento para acercarse a
mí. Ese día tomé desayuno mientras caminaba por la sala, la cocina, el
pasadizo, incluso subí las escaleras fingiendo que me había olvidado algo en
mi cuarto. Mamá me repetía que tenía que sentarme para desayunar, pero yo
no hice caso. No iba a arriesgarme a enfrentar cara a cara a Paul, sentía mucha
vergüenza. Pero no era la única tratando de evadir a alguien en la casa, mamá
y papá hacían lo mismo uno con el otro.
Cuando terminé el desayuno y ya estaba casi dispuesta a irme por mi cuenta al
colegio, alguien tocó a la puerta.
-Yo voy- grité mientras bajaba aprisa las escaleras-
-¡Buenos días, Amelia!-
-¡Me llamo, AMANDA!-
-¡Ay, perdón! Siempre me confundo-
Era Tatiana.
-¡Hola!- dijo Mario mientras se acercaba a la puerta.
-Hola, vine temprano porque hoy se me ocurrió que podemos caminar juntos
hasta el colegio. ¿Qué te parece?-
-Me parece una estupenda idea-
En ese instante, sonó el teléfono. Yo contesté. Era una llamada del trabajo para
papá. Al parecer uno de sus clientes llegaría en menos de 20 minutos. Papá
salió casi corriendo sin terminar su desayuno. No me dio tiempo ni de pedirle
que me deje en el colegio.
Robert tomó su bicicleta y se fue al colegio. Quise irme inmediatamente
después de Robert, pero Mario me tomó del hombro y me detuvo.
-A dónde crees que vas señorita. Tú te vas con nosotros. Ya fue suficiente que
ayer hayas estado vagando por ahí con cierto tipo-
-¡Qué! ¿Ya tienes novio?- preguntó Tatiana.
-¡Claro que no!-
-No es eso, es tu amigo Sebastián que anda detrás de mi hermanita-
-¿Sebastián? ¿detrás de ti? no lo creo- dijo Tatiana en tono arrogante.
-¿Nos vamos?- intervino Paul mientras pasaba delante de mí casi
ignorándome.
Los cuatro nos despedimos de mamá y salimos de la casa. Tatiana como de
costumbre se le prendió del brazo a Mario, dejándonos atrás a Paul y a mí.
Quise acelerar el paso, pero Paul me tomó del brazo y dijo:
-Tenemos que hablar-
-¿De qué hablas? ¡No me hables así!-
-Deja de comportarte como una niñita. Anoche nos besamos-
-¡Cállate! Yo nunca hice o dije nada que te pueda hacer creer que me gustas.
Además, aún soy una niña, una niña grande, pero al final una niña-
-Amanda, siempre me has gustado, me gustas, yo te amo-
Tatiana y Mario ya estaban lo suficientemente lejos como para poder escuchar
nuestra conversación.
-¿Puedes bajar la voz? ¿Qué pasaría si mi hermano se enterara de esto?-
-¿Mario?-
-Y mis padres y Robert y tu mamá-
-Mario es mi mejor amigo, como mi hermano y sabes que nuestras madres han
sido amigas desde casi el jardín de niños-
-Es por eso que no puedo sentir nada por ti, al menos no de la forma en que tú
piensas. Y ya, deja de hablarme de esa forma que me asustas-
-Amanda, yo quiero estar contigo. Sé que aún eres muy niña para mí, pero con
el tiempo esa diferencia de edad ya no se notará-
-¡Cállate! ¿Acaso no te oyes a ti mismo? Te oyes ridículo-
-¿No sentiste nada cuando nos besamos?-
-Sí, sentí como si uno de mis hermanos me hubiera besado. Y lo mejor será
que pares con todo esto porque de lo contrario me veré forzada a hablar con
Mario y mi madre al respecto-
Paul se detuvo, yo también. Me quedó mirando y luego miró detrás de mí. Ya
habíamos llegado a la puerta del colegio y detrás de mí estaban Vanessa y
Diego mirándonos un poco sorprendidos. Seguro notaron mi rostro rojo de la
furia que en ese momento sentía por Paul y notaron el semblante angustioso de
Paul. Miré a Diego y Vanessa nos miró a los dos. Dentro de mi mente solo
flotaba la idea de que estaba en el lugar incorrecto discutiendo sobre el amor
con la persona incorrecta. Yo debería tener ese tipo de conversaciones con
Diego y no con Paul.
Finalmente, saludé a Diego y Vanessa, entré al colegio. Dentro del colegio
encontré a Sebastián y Camila. Paul venía detrás de mí, pero cuando vio a
Sebastián se fue caminando. Al parecer, Sebastián lo notó y me quedó
mirando como queriendo saber lo que estaba sucediendo entre Paul y yo. Solo
lo miré y esquivé la mirada hacia su hermana.
-Al parecer discutieron- dijo Sebastián.
-¿Quiénes?- preguntó Camila.
En ese instante pasó Diego y Vanessa por nuestro lado. Al verlos solo bajé la
mirada mientras Diego me miraba. No sabía qué pensar de sus miradas. ¿Podía
acaso un chico de su edad ser tan falso en sus miradas? Me seguía mirando de
la misma manera que lo hizo hace años, lo cual me hizo imaginar que yo le
gustaba. Al final, me di cuenta de que no era a mí a quien miraba, él miraba a
Camila, quien estaba a mi costado. Mis ilusiones volvieron a ser destruidas. Su
mirada se resumía en una palabra, Camila.
-Amanda y Paul- respondió Sebastián a Camila
-¿Él no es el amigo de tu hermano?-
-Sí- respondí.
-Estoy confundida- respondió Camila.
-¿No entiendes? Paul está enamorado de Amanda y seguro se lo acaba de
confesar hoy y por eso Amanda tiene esa cara toda roja- dijo Sebastián
mientras se llevaba su mochila a la espalda y se iba caminando, por cierto,
dándonos la espalda a Camila y a mí.
-¿Eso es cierto?- me preguntó Camila con los ojos casi desorbitados.
-Es que… claro que no-
-¡Hey! Amigas, compañeras, chicas- vino la siempre oportuna Zulema a mi
rescate.
-¡Será mejor que ya entremos a clases!- dije emprendiendo la marcha.
Entramos al salón, la clase iniciaba con Miss Odio quien estaba tan radiante en
su mirada y frágil en su voz. Era una novedad verla de ese modo. Casi no hizo
preguntas durante la clase y ni siquiera dejó tarea, solo leyó un verso y pidió a
algunos chicos que lean en voz alta. Era extraño, después de tantas clases con
Miss Odio, era la primera vez que sentía que su clase era interesante y que ella
estaba feliz dictándola.
Las horas pasaron y las clases continuaron. Cuando llegó la hora del recreo,
inventé una excusa y me fui a la biblioteca a pasar los cuarenta y cinco
minutos de descanso, sola conmigo. Camila y Zulema se fueron un poco
disgustadas, pero la verdad es que no quería enfrentarlas y tener que desvelar
las inquietas preguntas que Camila tenía para mí con respecto a Paul. Solo
busqué una mesa, la más aislada de toda la biblioteca, tomé un libro y fingí
leer. En realidad, necesitaba estar en silencio y pensar. No era nada agradable
haber sido testigo de una pelea de mis padres por algo que aparentemente era
una infidelidad, luego tener que soportar la hipocresía de los dos dentro de la
casa, haciendo como si no pasara nada malo, sentirme humillada y acorralada
por los inquietantes y acusadores interrogatorios de Mario, la indiferencia de
Robert y finalmente los acosos de Paul. Era demasiado para dos días, ahora
también tenía que inventar una historia para decirle a Camila y Zulema,
quienes en esos momentos debían estar especulando cosas sobre Paul y yo. Y
todo gracias a los comentarios de Sebastián. No entendía por qué, pero casi
siempre todas mis reflexiones terminaban en Sebastián. ¡Sebastián!
-Escogiste un buen lugar, lo malo es que aquí no podrás gritar-
-¡Paul!-
¡CHSSS! Se oyó desde el fondo del pasillo.
-¡Lo sentimos!- respondió Paul.
¡CHSSS! Volvieron a respondernos.
-¿Qué haces aquí?- le pregunté.
-Te vi entrar hace unos minutos-
-Me estás siguiendo-
-Amanda, tenemos que hablar-
-No quiero hablar contigo-
-Entonces con quién ¿con Sebastián?-
-Eres un estúpido ¿lo sabías?-
-¿Qué le has visto? Es solo un niño rico y estúpido que no termina de entender
que a la princesa de sus sueños le gusta un chico de verdad y él no-
-¿De qué hablas?-
-Pues claro, no sabías que tu amiguito Sebastián sigue detrás de Tatiana. Solo
espera el momento preciso para volver con ella y hacer a un lado a tu propio
hermano-
-Tú no sabes ni entiendes nada. Además, a mí no me gusta Sebastián-
-¿De verdad?-
-¡Por supuesto!-
-Es un alivio-
-Pero eso no significa que me gustes tú-
-Disculpa por lo de ayer, fue un impulso. No quise molestarte. Entiendo que
no sientas nada por mí, es decir, siempre he sido solo un buen amigo para ti,
como un hermano más. Al principio, pensé que lo que sentía por ti también era
amor de hermano, pero luego empecé a crecer, tú empezaste a crecer, me di
cuenta de que no era correcto verte de esa manera. Traté de acercarme más a
ti, pero tú siempre me rechazaste y jugábamos y yo te molestaba y tú te
enojabas. Esos pequeños momentos contigo, así termines enojada, eran muy
valiosos y suficientes para mí. Sabía que en algún momento crecerías más y
me verías de la forma en que yo te veo. Pero en eso apareció Sebastián y lo
arruinó todo, no solo se convirtió en el rival de mi mejor amigo, se convirtió
en mi propio rival. Todas esas tardes que has pasado en la casa de los Weiss
me han vuelto loco, he visto cómo te mira y ese día, ese día cuando fuiste a
buscarlo a su salón en horario de clases, desde ese día me volví más inseguro.
Pensé que todo estaba perdido, incluso quise hablar contigo el día de tu fiesta,
pero tú me evadiste, te fuiste con él, te vi. Pero ahora me dices que no sientes
nada por él. Y eso me alivia, me da esperanzas para seguir amándote-
Solo pude guardar silencio. Mi corazón latía, no sabía reaccionar a ese tipo de
emociones tan profundas, sentía inmensa vergüenza estando frente a Paul. Mi
cuerpo se congelaba y mis piernas temblaban, pero no era amor, no sentía lo
mismo que él, no quería engañarlo, no quería darle esperanzas, me asustaba al
pensar tan solo en la idea de sus sentimientos por mí. Todo eso era demasiado,
no lo podía manejar.
Me paré de la mesa y quise salir aprisa pero su mano sostuvo la mía y me
detuvo, me tomó por la cintura y me acercó a él, me besó. Mis manos frías y
sudadas se quedaron paralizadas, mi corazón latía rápidamente, mi estómago
era un ser cada vez más vivo que casi salía de mi cuerpo. Inmediatamente,
reaccioné, lo empujé y le di un bofetón, el me soltó, se tocó el rostro con
ambas manos. Asustada, temblando y nerviosa salí lo más rápido que pude de
la biblioteca. En la puerta, tropecé con Robert.
-¿Tú en la biblioteca? Un poco extraño ¿no?-
-Vine a devolver un libro, no me gustó-
Salí corriendo hacia la cafetería buscando la compañía de Camila o Zulema,
incluso podría recurrir a Vanessa en esos veinte minutos restantes del recreo.
Sin embargo, el destino me tenía reservada otra sorpresa. Diego estaba solo en
una mesa comiendo un sándwich y su mirada fue la primera en recibirme al
entrar.
-¡Amanda!-
-Hola-
Me acerqué como casi empujada por el viento, deslizándome lentamente por la
silla.
-¿Qué te pasó? Estás un poco rara, parece que hubieses visto un fantasma-
-No es eso, solo que fui a la biblioteca y no encontré el libro que buscaba-
-¿Para la clase de literatura, para el proyecto final?-
-Sí, para eso. Buscaba inspiración-
-Vanessa anda un poco loca con eso, quiere que nuestro proyecto sea el mejor
de la clase. Ella es así-
-Lo sé, siempre quiere ser la mejor-
-Mmm-
Viéndolo ahí tan frágil y mirando su sándwich, no pude aguantarme y le
pregunté:
-Así que… ¿Ahora Vanessa y tú son enamorados?-
-Algo así- dijo sonriendo mientras daba un mordisco más al pan.
-No tienes que avergonzarte conmigo, yo soy amiga de los dos-
-Sí, lo sé. Es que solo estamos saliendo, Vanessa es una chica muy buena y
divertida-
-Además de ser buena y divertida ¿te gusta?-
-Claro que me gusta, es linda e inteligente-
-Pero más te gusta Camila ¿no es así?-
-¿Por qué dices eso?-
-Yo sé que te gusta Camila, Diego, siempre te ha gustado, desde tercer grado-
-Ella no me merece, me gusta y tal vez Vanessa no pueda hacer nada para
remediarlo. Simplemente me gusta, pero como sabrás, tu amiga Camila me
detesta, más de una vez me lo ha dicho en la cara sin dudarlo-
-¿Por qué escogiste a Vanessa para esto?-
-¿Para qué?-
-Para olvidar a Camila-
-No estoy usando a Vanessa si es lo que te preocupa, en verdad, ella me gusta,
no tanto como Camila, pero me gusta también. Es un poco complicado de
explicar, Amanda, ni yo mismo entiendo-
-Y por qué no me escogiste a mí. Yo era más cercana a ti que Vanessa-
-¿Estás bromeando? Contigo no podría hacer eso, es decir eres mi amiga de
casi toda la vida, sería un poco raro hasta besarte. Además, ahora eres la mejor
amiga de Camila, sería incómodo salir contigo y tener a Camila al lado-
-Cuando dices, “contigo no podría hacer eso” ¿te refieres a que a mí no te
atreverías a usarme para sacarle celos a Camila pero a Vanessa si la puedes
usar para eso?-
-No es a lo que me refiero, Amanda. Ya te dije, Vanessa me gusta, pero tú eres
como una hermana para mí-
En ese momento sonó la campana para regresar a las clases.
-¡Mejor vámonos!- dijo Diego mientras me abrazaba sonriendo.
En ese instante, al escuchar las palabras de Diego me di cuenta de que el amor
es una red infinita de sentimientos no correspondidos. En mi vida se estaban
dando muchos ejemplos de eso: yo sentía por Diego lo que él sentía por
Camila, lo que Sebastián sentía por Tatiana, lo que Tatiana sintió por
Alejandro, lo que Mario sentía por Tatiana, lo que Robert sentía por Zulema,
lo que Zulema sentía por Mario, lo que Vanessa sentía por Diego, lo que mamá
sentía por papá, lo que papá sentía por esa otra mujer y lo que Paul sentía por
mí.
El amor no siempre era recíproco, a veces era unilateral, o quizá no era amor.
Y es en ese caso en que se crean las desilusiones, el sufrimiento, los celos, las
angustias y las tristezas. Quizá el amor no siempre es un boomerang, a veces
simplemente se va en una dirección y ya no regresa. Es como al azar, nadie
sabe de dónde vendrá, a dónde se dirigirá o si regresará.
Regresé a clases junto a Diego, pero solo yo sentí las mariposas en el
estómago. Él solo caminaba junto a su mejor amiga, casi su hermana.
PLANEANDO UN VIAJE
Los días pasaron y seguí yendo a la casa de Camila para avanzar en nuestro
proyecto basado en la historia de la señora Sonia. Por lo general, mis visitas
las había programado los días en que Sebastián tenía clases con mamá en mi
casa. No sabía por qué, pero había una parte de mí que estaba intentando
evitarlo. Sin embargo, llegó el día final para nuestro avance del proyecto. Ya
estaba todo redactado, revisado y listo para entregar al día siguiente.
Obviamente, variamos un poco la historia, agregamos personajes y la hicimos
un poco menos triste. Pero quedó bien.
Al día siguiente, más aliviada y con menos estrés encima, salí de casa y decidí
ir a pie al colegio. Mientras iba caminando, pasé por la casa de Paul y vi una
luz encendida. Al principio me asusté, pensé que se habían metido ladrones.
Me acerqué sigilosamente. Cuando de repente, la luz se apagó y la puerta se
abrió justo delante de mí. Era la mamá de Paul.
-¡Tía! ¡Qué gusto verla! ¿Cuándo volvió?-
-¡Amanda, hija! Justo acabo de llegar hace menos de una hora, me dirigía a tu
casa para recoger a Paul-
-Paul aún no se levantaba de la cama cuando salí, mamá lo consiente mucho-
-Mi hijo siempre ha sido un dormilón… ¿Ya te vas al colegio, tan temprano?-
-Sí, es que hoy es la entrega de trabajos antes de salir de vacaciones. Mañana
salimos de vacaciones-
-Sí, es verdad. ¿Entonces, por qué mi hijo sigue durmiendo hasta más tarde?...
Iré a despertarlo. ¡Buena suerte, Amanda! ¡Nos vemos más tarde!-
-Sí-
La mamá de Paul subió a su auto rumbo a mi casa. En realidad, fue un alivio
saber que mi tía estaba de regreso, pues eso significaba que Paul por fin se iría
de mi casa.
Llegué al colegio y Camila ya estaba allí, sentada y con nuestro proyecto en
las manos.
-¡Camila! ¿Lo volviste a revisar?-
-Sí, todo está perfecto. Creo que Miss Odio se llevará una sorpresa con nuestro
talento para redactar-
-¡Eso espero!-
Los minutos pasaron y los demás chicos de la clase empezaron a llegar, uno a
uno, incluidas nosotras, íbamos dejando, nuestros proyectos sobre la mesa de
Miss Odio. Finalmente, Miss Odio llegó y cerró la puerta del salón. La clase
inició.
*
En la mañana, mamá dijo que pasaría para recogernos a Robert y a mí para ir a
almorzar. Supuse que la mamá de Paul también iría. En ese momento me di
cuenta de que fue un error decirle a la mamá de Paul que hoy entregaría mis
trabajos finales. Ya no tenía excusa para no ir a ese almuerzo, prácticamente
estaba libre de tareas y obligaciones escolares que me impidieran ir a esa
reunión “familiar” junto a la mamá de Paul y posiblemente junto a Paul.
-¿No vienes?-
-No puedo. Mi mamá viene a recogerme-
-Bueno, entonces hablamos más tarde-
Apareció Sebastián.
-¿Nos vamos?-
-Amanda no viene con nosotros. Su mamá viene a recogerla-
Apareció Paul.
-Al parecer, solo seremos tú y yo, Amanda. Robert dice que tiene que devolver
unos libros y no vendrá con nosotros- dijo Paul mientras intentaba poner su
brazo sobre mi hombro.
-¡Ni te atrevas!- dije mientras quitaba el brazo de Paul de mi hombro.
Sebastián miró a Paul y luego a mí. Pude notar una ligera sonrisa en su rostro.
-No es necesario que te quedes bro, nuestras madres vienen por nosotros-
Sebastián sonrió abiertamente y luego dijo:
-No me sorprende que la señora Zulens venga por su hija… ¿pero tu mamá?
¿es en serio? ¿no estás un poco grande ya para que tu mami venga a recogerte?
-
-Entiendo tu punto man, pero esta es una ocasión especial… yo ya no me voy
en movilidad desde la primaria, en cambio a ti… a ti aún te viene a recoger tu
movilidad escolar privada ¿o no?-
-Eso no es de tu incumbencia. No tenemos la culpa de que tú no tengas una
movilidad disponible para ti las veinticuatro horas del día. Además, no es
movilidad escolar- dijo Camila muy molesta.
-¡Ya veo! Ahora entiendo, si dejas que tu hermanita conteste por ti, entonces
es lógico que aún vayas en movilidad escolar privada-
-¡Ya basta, Paul!- dije.
-Entiendo tu emoción por ser recogido del colegio de vez en cuando y no tener
que caminar o tomar el bus, lo cual es muy interesante, al menos así lo
experimenté la última vez que Amanda y yo lo tomamos. Lástima que esa vez
no lo hubieras alcanzado-
-Sí, aquella noche, la mamá de Amanda comentó eso mientras cenábamos
todos juntos, Amanda, Mario, Robert, sus padres y yo-
-Bien por ustedes. Me alegro de que yo sea tema de conversación en sus cenas.
Eso significa que me tienen muy en cuenta-
El auto de mamá llegó y se estacionó justo delante de nosotros tocando el
claxon. Sentí un alivio al ver aquel auto.
-¡Buenas tardes señora Zulens!- dijeron Sebastián y Camila
-¡Buenas tardes, chicos!- contestó mamá.
-¡Vamos chicos, me muero de hambre, suban!- dijo la mamá de Paul.
Me despedí de Camila con un beso en la mejilla y a Sebastián solo le dije “nos
vemos”. Subí al auto y detrás de mí subió Paul. Paul cerró la puerta del auto y
pude ver que le lanzó una mirada burlona a Sebastián mientras yo los veía a
ambos. El auto de mamá emprendió la marcha mientras los Weiss subían a su
camioneta.
Llegamos al restaurante, mamá había hecho reservaciones. Todo iba bien a
pesar de tener a Paul sentado a mi lado. Pero la mamá de Paul empezó a hablar
de nuestras vacaciones escolares y complicó la situación en la mesa.
-Podemos irnos de viaje esas dos semanas con los chicos, Claudia-
-No lo sé, Mario tiene trabajo y algunas clases particulares que tiene que
tomar. Tú sabes, es su último año y tiene que esforzarse por buenas
calificaciones para la universidad. Además, con esto de la enamorada, no
querrá salir de la ciudad-
-¿Y… qué hay de Robert?-
-Se va de campamento con su grupo de francés-
-¡Wow! Entonces solo quedamos los cuatro-
-¿Y papá?-
Hubo un repentino silencio en la mesa.
-La próxima semana tu papá se irá de viaje, Amanda. Tiene negocios que
atender y no pueden esperar. Solo estaremos Mario, tú y yo, cariño-
-Yo también estaré, tía- dijo Paul.
-Bien, entonces nos iremos los cuatro de viaje. Podemos ir a esa casa de tu
mamá, Claudia, al campo, a esa casa que tiene abandonada en… en Terranova-
-¿Terranova?... la abuela tiene una casa en Terranova, mamá?- pregunté.
-Pues, sí. Dicen que es una casa vieja en realidad… yo nunca he ido. Tendría
que pedirle a mamá que me envíe la llave-
-Sería genial ir al campo, tía Claudia-
-Sí, Claudia. Háblale hoy mismo por teléfono, tal vez ella quiera ir también-
-¿Mamá? No lo creo… no ha pisado esa casa desde hace muchos años-
-Sí mamá, vamos a Terranova- dije entusiasmada pensando en la historia de la
señora Sonia.
-Yo estoy de acuerdo con Amanda, tía Claudia-
-En realidad, no me gusta mucho el campo, preferiría ir a casa de mamá, hace
mucho que no la veo, la extraño-
-Bien, entonces, todo está dicho. Iremos a casa de la abuela, ¡eh!- dijo la
mamá de Paul.
-Mamá-
-Dime, Amanda-
-¿Puedo ir a Terranova por mi cuenta?
-¿Sola?... ni hablar-
-Sola no… iría con Camila y su ama de llaves-
-¿Con los Weiss?... ¡no!- explotó Paul.
-Pero, Amanda, pensé que te gustaría ver a la abuela-
-Tal vez lo mejor sea que viajemos solo tú y yo Claudia, tal vez los chicos
tengan sus propios planes. Creo que nos hemos adelantado a las expectativas
de sus vacaciones-
-¡No mamá! ¡Debemos ir los cuatro! A dónde sea que vayamos- protestó Paul.
-¡Quiero ir a Terranova!-
-No vas a ir sola, Amanda. Eso no está en discusión-
-Yo puedo acompañarla, tía-
-Claro, estupenda idea, hijo-
-¡No!... te sentirías incómodo con Camila y conmigo… hablando cosas de
chicas. No por favor, mamá. Ya te dije, al ama de llaves de Camila nos
acompañará-
-No lo sé, Amanda. Tienes que preguntarle a tu padre-
-Sí, lo haré. Hoy mismo, te lo prometo mamá… ¿si papá me da permiso, podré
ir?-
-Si tu padre lo autoriza, yo lo haré-
-Gracias, mami-
El almuerzo terminó y al llegar a casa fui corriendo al estudio de papá. Papá
autorizó mi viaje a Terranova y la abuela quedó en enviarnos la llave lo antes
posible con la condición de que nos acompañara un adulto. De inmediato,
llamé a Camila y ella aceptó. Al fin y al cabo, sus padres también se irían de
viaje nuevamente, pero sin ninguno de sus hijos. Camila me dijo que no
debíamos llevar a la señora porque podría ser estresante o triste para ella
regresar allí. Además, no se sentiría cómoda al saber que nosotras estábamos
intentando averiguar más sobre su vida. Eso era un verdadero problema
porque yo les había dicho a mis padres que la señora iría con nosotras.
De inmediato llamé a la abuela.
-¿Aló?-
-Abuelita, soy yo, Amanda-
-Qué gusto oír tu voz mi niña-
-El gusto es mío, abuelita… mamá irá a visitarte en unos días, irá con la tía
Lucía-
-Sí, ya me lo ha dicho tu mamá… pero por qué no vendrás tú con ellas-
-De hecho… abuela… tengo asuntos que tratar en Terranova… fue una gran
sorpresa saber que tú tenías una casa allá-
-¿Asuntos que tratar?... No estarás involucrada en la mafia, o algo así ¿no,
pequeña?-
-Claro que no abuelita… es que… una amiga perdió un familiar ahí y…
realmente no puede pagar un viaje ahí… me dio mucha pena oír su historia…
ella realmente está sufriendo, abuelita… prometí ayudarla en todo lo que esté
a mi alcance… y saber que tienes una casa en Terranova fue una gran
sorpresa… es decir… creo que es un llamado del destino… debo ayudar a mi
amiga, abuelita… creo que tú harías lo mismo-
-¡Mmm…! Ya veo Amanda ¡Eres una gran niña!... solo quiero pedirte algo-
-Dime abuelita-
-Ten mucho cuidado, no por andar de detective vayas a lastimarte o meterte en
problemas. Ahí hay una familia que eran amigos de tu abuelo, los Green, te
enviaré la dirección por mensaje. Ellos son una de las familias más antiguas
del sitio, tal vez sepan algo del familiar de tu amiga-
-Gracias abuelita… ¡Te amo!-
-Mi niña, sabes que siempre puedes contar conmigo-
-Abuelita, un favor más-
-Dime pequeña-
-No le cuentes a mamá sobre esto… por favor-
-Supuse que me pedirías eso… no te preocupes, no le contaré nada. Te amo.
Cuídate, ¡bye!-
-¡Bye, abuelita!
Todo estaba listo, excepto por Paul. Había convencido a nuestras madres que
lo más seguro era que él también vaya a Terranova con Camila y conmigo. No
sabía cómo hacer para evadir a Paul.
Al final, en la noche llegó Mario.
Mamá le contó de mi viaje a Terranova y de que Paul nos iba a acompañar.
Mario de inmediato lo llamó. No supe qué le dijo, solo supe que lo convenció
para no ir al viaje con Camila y conmigo.
-Tengo planes vacacionales para mi bro- dijo Mario durante la cena.
Mamá llamó a la señora Weiss para preguntarle si la señora Sonia iría con
nosotras. Sin embargo, Camila había convencido a su madre de que la señora
era indispensable en la casa. Nadie mejor que ella para mantener la casa en
orden. Camila había logrado que su madre nos mande solo con su chofer y una
empleada de su papá. Sin embargo, la señora Weiss también exigió que vaya
Sebastián con nosotras.
“Es tu hermano mayor, es su deber cuidarte”, le había dicho la señora Weiss a
su hija.
Entonces la situación era la siguiente: iríamos Camila, Sebastián, el señor
Terán, la empleada del señor Weiss y yo. No era lo que exactamente tenía en
mente, pero era la única forma de ir a Terranova sin la señora Sonia, quien, a
propósito, pensaba que iríamos a Delice, un sitio vacacional cerca de la
ciudad. Camila había planeado todo muy bien en su casa.
Esa misma noche, antes de irme a dormir fui a hablar con mamá.
-¿Ya te vas a dormir?-
-Sí mamá. Mañana es el último día de clases y tengo dos exámenes-
-Bien, buenas noches-
-Mamá… ¿te puedo pedir un favor?-
-Claro, Amanda, dime-
-No les vayas a contar a Mario que Sebastián irá con nosotras. Sabes que a él
no le simpatiza mucho el chico Weiss-
-Ya lo había pensado, cariño. No te preocupes, no le contaré-
-Gracias… mamá ¿puedo hacerte una pregunta?-
-Dime, nena-
-¿Tú y papá… están peleados?-
-¡Claro que no!-
-Y por qué no se hablan, por qué él está en su estudio y no aquí contigo. Casi
todas las noches se mete a su estudio y a veces duerme ahí-
-Tu papá está a punto de viajar y tiene mucho trabajo pendiente. Por eso
trabaja hasta tarde para dejar todo en orden antes de irse-
-¿Y cuándo volverá?-
-Amanda, tú sabes que los viajes de tu papá tienen fecha de ida, pero no de
vuelta. Pero supongo que no será mucho tiempo esta vez… Ya vete a dormir-
-Sí mamá-
-¡Buenas noches!-
-¡Mamá!-
-Dime-
-¡Te amo!-
-¡Yo también te amo… y mucho cariño! Espero que te diviertas mucho y te
relajes en Terranova-
-Yo te deseo lo mismo mami y dale muchos besos a la abuela de mi parte-
-¡Buenas noches, cariño!-
-¡Buenas noches, mami!-
LLEGANDO A TERRANOVA
El día del viaje llegó, sábado por la mañana. Camila dijo que pasaría por mí a
las 8:00am y así lo hizo. Papá se iba de viaje en la tarde mientras que mamá se
iría con la tía Lucía a la casa de la abuela inmediatamente después de mi
partida. Robert ya se había ido. Sus amigos del club de francés lo fueron a
recoger. Mario ni se levantaba de la cama y Paul llegó justo cuando metía mis
maletas a la camioneta.
-Hola-
-Hola Paul-
-Vine a despedirme-
-No me voy a mudar, Paul. Solo serán unos días-
-Te extrañaré-
-Supongo que sí-
Paul se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. En ese preciso minuto,
Sebastián bajó de la camioneta.
-¿Ya estás lista, Amanda? ¿Nos vamos?-
-Tú qué haces aquí-
-Me voy de paseo a Terranova ¿no sabías?-
Empujé Sebastián dentro la camioneta y cerré la puerta.
-No me dijiste que ibas con él-
-¿Ahora tengo que informarte de todos mis movimientos y hasta del aire que
respiro?-
-Por eso no querías que yo vaya ¿no?-
-¿Qué creías? La señora Weiss jamás la hubiera dejado ir a Camila sin su
hermano mayor. Camila y yo tenemos un asunto que tratar en Terranova y, de
alguna manera, Sebastián también está involucrado… ¡Adiós!-
Mamá, papá y la tía Lucia salieron a despedirse de mí. Paul entró a la casa y
desde la puerta me quedó mirando mientras yo entraba a la camioneta y
cerraba la puerta. El señor Terán encendió el auto y emprendimos la marcha.
Eran doce horas de camino desde Glibertud hasta Terranova. Camila y yo
encendimos la radio y empezamos a cantar en el auto. La empleada del señor
Weiss, Maritza, nos acompañó mientras Sebastián solo intentaba taparse los
oídos. El señor Terán solo sonreía y tarareaba las canciones porque no sabía la
letra.
El camino parecía eterno. Solo hicimos una parada para almorzar en un pueblo
llamado Palí y aún quedaban siete horas de camino más. Sin embargo, el
paisaje compensaba cualquier queja por estar sentados tanto tiempo.
Primero, al salir de Glibertud, atravesamos el desierto, solo arena, un sol
inclemente y la playa a lo lejos. Luego el paisaje fue cambiando, con pequeños
pueblos campesinos a ambos lados de la carretera. Palí era un pueblo de
agricultores y comerciantes, una mezcla de tradición y modernidad. Al salir de
Palí, Maritza pidió el timón y el señor Terán descansó en el asiento del
copiloto. Sebastián se pasó al asiento trasero, se sentó justo entre Camila y yo.
-Sabes que, a veces eres algo molesto- dijo Camila.
-Sí hermanita, lo sé. Pero si no fuera porque acepté venir con ustedes dos, no
te hubieran dado permiso de ir a Terranova ni a ti ni a tu amiguita-
-Eso no es cierto, Paul nos iba a acompañar- dije.
-¡Ah, el chico enamorado de su “hermanita”!-
-¿De qué hablas?... Amanda, ¿Paul tiene una hermana?- preguntó Camila algo
confundida.
-No la tiene… No sabes de lo que hablas, Sebastián-
-Sí lo sé-
-¡Ah! Se refiere a ti ¿no, Amanda?-
-Claro que me refiero a ella-
Solo podía mantener la mirada en la ventana sin siquiera mirar el paisaje.
-Parece como si estuvieras celoso, Sebastián… ¿Sientes celos de ese chico
Paul? ¿Acaso, te gusta Amanda?-
Sebastián le jaló el cabello a su hermana y luego dijo:
-La única chica aceptable que hasta el momento he conocido, sale con el
hermano mayor de una de tus amigas-
El resto del camino estuvimos callados y Camila se quedó dormida apoyada en
el brazo de Sebastián. Mientras yo solo intentaba mirar a cualquier otro lado
que no sea en la misma dirección en la que Sebastián miraba.
El paisaje fue cambiando nuevamente y los cerros con grandes rocas
aparecieron acompañados de un río caudaloso a un lado de la carretera. El
sonido de las aguas golpeando las rocas era más fuerte que la música
romántica que Maritza intentaba sintonizar en la radio. Finalmente, el río y la
interferencia del lugar ganaron y Maritza tuvo que apagar la radio.
Cerros gigantes de roca color arcilla eran los guías imponentes del camino que
empezaba a ponerse un poco peligroso. Las curvas de la carretera cada vez
eran más pronunciadas y Maritza no dejaba de tocar el claxon en aviso a los
autos que venían de regreso por el mismo camino. A pesar de la bulla del
trayecto, Camila permanecía dormida como un angelito.
-Ayer casi no durmió… estuvo hasta tarde arreglando mi maleta y la de ella…
escogiendo qué llevar y qué no-
-Y por qué no hiciste tú mismo tu maleta-
-Ella siempre se encarga de esas cosas en la casa… incluso si mi madre está-
-A mí… mi mamá me hizo la maleta- dije casi avergonzada.
-No me sorprende… aún eres una niña de trece años- dijo Sebastián mientras
me miraba con esa inquieta mirada azul que me ponía nerviosa.
-Creo que también me está dando sueño-
-No es así… te intimido ¿verdad?-
-Ni siquiera sé qué significa esa palabra… pero sea lo que sea… no me
intimidas en lo más mínimo-
Sebastián sonrió y luego acomodó a Camila sobre su pecho, después se
recostó sobre mí. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer con mis manos.
¿Alejarlo? ¿Acomodarlo? ¿Ni tocarlo?
-Si quieres, duerme… apóyate en la ventana- me dijo y luego cerró los ojos.
Desde mi posición, ahí los tenía a los dos chicos Weiss, dos rubios de mirada
azul durmiendo sobre mí. Ni en mil millones de años hubiera imaginado
encontrarme en esa situación. Pero se sentía bien, me sentía como en casa, con
familia y ese sentimiento era incomparable.
Empezó a oscurecer y la carretera volvió a ser más recta y los cerros
empezaron a desaparecer paulatinamente, sin embargo, el río aún nos
acompañaba y lo más seguro era que lo haría hasta Terranova. El paisaje se
volvió plano, lleno de cultivos de brócoli, flores ornamentales y espigas de
trigo, entre otros cultivos de todos los colores. A la distancia, todo el panorama
lucía como una enorme cama cubierta por un edredón hecho de retazos de
colores. De hecho, imagino que, si alguien pudiera haber visto el paisaje desde
el aire, la vista le parecería una paleta de pintor.
Por fin, a un poco más de las diez de la noche, llegamos a Terranova y a la
casa de la abuela, le di la llave al señor Terán y él entró primero. Los Weiss
despertaron y todos bajamos de la camioneta. Empezamos a bajar las maletas.
La casa estaba completamente limpia como si alguien hubiera ido a limpiar el
mismo día.
El señor Terán acomodó las maletas en las habitaciones y luego fue a buscar
palos para encender la chimenea. No había calefacción y la temperatura
empezaba a bajar. Maritza acompañó al señor Terán. Sebastián empezó a
inspeccionar el segundo piso y luego gritó:
-¡Ya encontré mi habitación! ¡Buenas noches!-
Camila y yo escogimos también una habitación del segundo piso y
acomodamos nuestras cosas.
Maritza y el señor Terán regresaron cargados de troncos para leña.
-Al parecer, su abuela le avisó a alguien de nuestra llegada. Nos han dejado
leña como para un año, señorita Amanda- dijo el señor Terán.
-¡Eso es genial!- dijo Camila.
-Ya vayan a dormir, chicas. Deben estar muy cansadas por el viaje- dijo
Maritza mientras metía sus maletas a una habitación del primer piso al lado de
la cocina.
-“¡Buenas noches!”- nos despedimos Camila y yo.
-¡Buenas noches!- respondió Maritza.
El señor Terán y Maritza se quedaron conversando en la sala, no había
televisor, así que la conversación era el único recurso para pasar el tiempo.
Camila y yo no acostamos. Camila había llevado sus propias ropas de cama.
Esa noche no pude conciliar el sueño tan fácilmente. Además, las risas del
señor Terán y Maritza no me ayudaban mucho.
¿Cómo era que la casa estaba preparada para nuestra llegada? ¿Alguien sabía
que iríamos allí? ¿La abuela aún tenía conocidos allí? ¿Tal vez alguien nos
estaba espiando en ese mismo momento? ¿La señora Sonia se habría dado
cuenta de que habíamos llegado precisamente a Terranova para investigar
sobre su vida? ¿Miss Odio ya habría leído nuestro avance del proyecto?
¿Cómo estaría mamá? ¿Papá ya estaría volando? Pero… si alguien pudo entrar
y arreglar toda la casa para nuestra visita… eso quería decir que alguien más
tenía la llave de esa casa y podría entrar en cualquier momento de la noche.
Tenía que llamar a la abuela. Pero ya era muy tarde. No podía dormir. Salí de
la habitación y me asomé para mirar hacia la sala.
Todo estaba en silencio, solo la chimenea seguía prendida y en uno de los
sofás… el señor Terán y Maritza se estaban besando demasiado
afectuosamente. Me quedé inmóvil por unos segundos. Era increíble para mi
mente procesar lo que mis ojos estaban viendo. ¿El chofer y la secretaria de
los Weiss? Lentamente regresé a mi habitación y me metí en la cama. Ya no
tenía mucho de qué preocuparme, si alguien intentaba entrar a la casa en
medio de la noche. Maritza y el señor Terán lo escucharían, eso era más que
obvio, pues, al parecer ellos dos no pensaban dormir en toda la noche.
Me acurruqué debajo del perfumado edredón de Camila y cerré mis ojos.
EL SECRETO DE TERRANOVA
Al día siguiente, al levantarme, Maritza estaba preparando el desayuno con
algunas provisiones que trajimos desde Glibertud.
-Buenos días, Maritza-
-Buenos días, Amanda-
-Y… el señor Terán ¿dónde está?-
-Salió al pueblo para comprar algo de comida para el almuerzo… también fue
a buscar a alguien que arregle las llantas… al parecer anoche se pinchó una-
-Ah… ¿hace cuánto tiempo trabajas para los Weiss?-
-¿A qué viene esa pregunta?-
-¡Nada!... solo curiosidad-
-Diez años… empecé como practicante y el señor Weiss terminó
contratándome-
-¡Buenos Días! ¿Qué hay de desayuno?- dijo Camila mientras entraba a la
cocina.
-¡Buenos días, Camila! solo tenemos huevos, pan blanco y leche, así que les
estoy preparando una tortilla para el pan y tomarán algo de leche ¿les
parece?... Terán fue a buscar provisiones-
-¡Bien!... ¿Sebastián? ¿Aún no se levanta?-
-Se levantó hace un buen rato. Salió a caminar un poco… al parecer hay una
laguna cerca… creo que quiso conocerla-
-¿Una laguna?-
Camila me miró con los ojos un poco desencajados y de inmediato salió fuera
de la casa. Yo salí detrás de ella.
-¡Camila!-
-¡Chicas, el desayuno! ¿A dónde van?- gritó Maritza desde el interior de la
cabaña.
Camila se detuvo en el medio del césped que rodeaba la casa. La alcancé.
-No le gusta las lagunas, no ha visto una laguna desde el accidente de
Alejandro-
-Camila, tranquila, relájate, por favor-
-¡Chicas, por fin se despertaron! ¡Lindo lugar! ¿no?- dijo Sebastián como si
nada le molestara en lo absoluto.
-¡Sebastián! ¿Dónde estabas? Me tenías asustada- dijo Camila.
-Tranquila, niña. Solo fui a conocer el lugar… ¿Ya está el desayuno?-
Sebastián entró a la casa como si no hubiera visto la laguna que estaba a la
espalda de la casa. Se comportó de lo más normal.
-Tal vez ya lo ha superado, Camila. Entremos a desayunar- le dije a Camila.
-Sí-
Desayunamos y luego Camila y yo quisimos salir de inmediato a buscar la
dirección que la abuela me había dado. Pero Maritza quiso que Sebastián nos
acompañara. Así que salimos los tres. El señor Terán regresó y le pedimos que
nos acercara a la casa a la cual nos dirigíamos. Supuestamente, era la dirección
de la persona más antigua de ese pueblo, una conocida de la abuela. Al llegar a
una de las avenidas principales, nos dimos cuenta de que la casa que
buscábamos estaba en lo alto de una meseta hasta donde obviamente la
camioneta no iba a llegar.
-¡Déjanos aquí, Terán! ¡Vete a la casa!-
-Mejor los espero aquí hasta que bajen… los espero en el auto-
-Pero Maritza está sola… puede llegar a asustarse- dije.
-Pero… esas personas… ¿ustedes las conocen?-
-Son amigos de la abuela de Amanda… saben de nuestra visita-
-Nos están esperando señor Terán- agregó Camila.
-Bien, haré algo mejor. Voy a recoger a Maritza y luego regresaré aquí al
pueblo. Cualquier cosa estaré aquí-
-Bien Terán. Ya puedes irte- dijo Sebastián.
El señor Terán se fue y nosotros empezamos a subir las escaleras que llevaban
a la casa de los amigos de la abuela.
-¿Están seguros de esto?-
-Ya estamos aquí ¿no, Amanda? Tenemos que continuar- dijo Camila.
-¿Qué pasa Amanda? Te veo asustada… ¿acaso tienes miedo de que te
secuestren?-
Después de haber subido el equivalente a una casa de siete pisos, llegamos a
un lugar plano, en realidad, era una especie de plaza rodeada de tiendas de
artesanías, restaurantes y pequeñas casas de hospedaje.
-Una de estas casas debe ser la de la dirección-
-¡Dame!- dijo Sebastián quitándome el papel escrito con la dirección.
Sebastián se acercó a un hombre de mediana edad y le mostró el papel, el
hombre señaló hacia el otro lado de la plaza.
-Dice que es la casona de la esquina de allá, esa de color verde-
-¿Qué es?-
-El hombre me dijo que es una casa de hospedaje, tiene vista a los campos de
cultivo y a la laguna-
-¿Los campos de cultivo y la laguna?-
-¿No es dónde está la casa de mi abuela?-
-Desde esa casa, se ve la casa de tu abuela… estábamos más cerca de lo que
pensábamos-
-Solo que venimos en auto y entonces dimos toda una vuelta-
-Así parece… pero ¿qué esperamos?... ¡Vamos chicas!-
Cruzamos la plaza y llegamos a la puerta de aquella casa verde de hospedaje.
La angosta puerta de madera estaba abierta, así que entramos. Por dentro era
un inmenso patio rodeado de puertas que supuse que eran las habitaciones y en
el centro una gran pileta sin agua. Se notaba que años atrás, esa casa había
sido un encanto para hospedarse con la espectacular vista que decían que
tenía.
-¡Wow…! Este lugar parece sacado de uno de esos libros de historia-
-¡Bienvenidos al “Hospedajes Green”!- dijo una voz detrás de nosotros.
Era una mujer alta de cabello rojizo quien nos daba la bienvenida.
-¡Bue… buenos días!-
-¿Vienen con sus padres? Enviaré a los botones por sus maletas… tenemos las
mejores habitaciones de todo el lugar-
-Señora, es un placer conocerla. Mi nombre es Camila Weiss y él es mi
hermano, Sebastián y mi mejor amiga Amanda Zulens. Sería un inmenso
honor hospedarnos aquí, sin embargo, ya tenemos dónde quedarnos durante
nuestra visita-
-¿Entonces? ¿A qué han venido?-
-Hemos venido por otro asunto, señora, si me permite continuar-
-Mi abuela es Catalina Narry… ella me dio su dirección-
-¿Catalina Narry?- repitió la mujer muy sorprendida.
-Sí, ella es mi abuela. Ustedes debieron ser muy amigas porque cuando le
pregunte por alguien conocido de aquí me dio su dirección-
-Bueno… niña… tu abuela y yo no éramos precisamente amigas… tu abuela
tenía todo en este pueblo, menos amigas-
-¿Qué quiere decir? ¿A qué se refiere?-
-¿Señora?-
-Sue Green, me llamo Sue Green jovencito-
-Señora Sue Green, es un honor estar en tan hermoso lugar-
-Gracias, hace tiempo que no escucho esas palabras de un joven tan apuesto
como tú-
-Solo digo la verdad… como decía… mi amiga, mi hermana y yo estamos
aquí como favor a una amiga… ella es Sonia Serna-
-¿Sonia Serna?-
La señora agachó la mirada y su expresión cambió como si hubiera escuchado
el nombre del diablo.
-Creo que debemos conversar esto en otro sitio. ¡Pasen por favor!-
La señora Green nos guió hasta su oficina y cerró la puerta.
-¿Ustedes son sus familiares?-
-A decir verdad… es una amiga de confianza de la familia-
-Se ha convertido en casi una segunda madre para nosotros-
-¿Es su empleada, verdad?-
La señora Green cruzó los brazos mientras se sentaba en su silla de cuero y
nos invitaba a tomar asiento.
-Señora… la verdad venimos desde Glibertud… estamos de vacaciones y
decidimos venir hasta aquí para ayudar a nuestra amiga. Estamos buscando
pistas para encontrar a su hija. La señora Serna es una mujer muy buena… y
hace mucho tiempo que no tiene noticias de ella… pensamos que tal vez
alguien aquí sepa de su paradero- intervine.
-No entiendo… ¿no dices que eres la nieta de Catalina Narry?... ¿No deberías
saber tú el paradero de la hija de Sonia?-
-¿Qué? ¡No entiendo!-
-¡La que no entiende soy yo! ¿Qué es exactamente lo que han venido a buscar?
¿Por qué Catalina te ha dado mi dirección?-
-¡Esperen un minuto! Creo que está ocurriendo un mal entendido- intervino
Sebastián ante el evidente aturdimiento entre la señora Green y yo.
-Señora Green… en realidad venimos por una historia que nos contó Sonia…
una historia que empezó en este lugar- dijo Camila.
-Creo que ya deberían irse… no tengo habitaciones disponible y la verdad no
creo en su historia… no sé cómo se han averiguado el nombre de estas dos
mujeres, pero no me causa gracia niños… ¡Será mejor que se vayan!-
Camila se paró, sacó un fajo de billetes y los puso sobre la mesa de la señora
Green.
-Creo que este es un lindo hotel, pero al parecer necesita reparaciones y más
publicidad para que los visitantes lleguen hasta aquí… no se ofenda… pero
para eso necesita mucho dinero… me encantaría contribuir en esa acción…
por favor… acepte mi apoyo… es más de lo que un huésped dejaría al final de
una noche en este lugar… a cambio solo le pedimos un poco de información
sobre estas dos mujeres, Sonia Serna y Catalina Narry-
Sebastián y yo nos quedamos perplejos. Nunca antes habíamos visto a Camila
actuar de manera tan determinada. Era obvio que tener esa cantidad de dinero
en el bolsillo le daba algo de poder.
-No te andas con rodeos ¡eh, niña!... pues… no sé en realidad quiénes son ni
qué buscan, pero creo que… por esta cantidad… pueden tomar asiento un
momento y escucharme-
Saqué mi tarjeta de identificación escolar y se la mostré a la señora Green.
-Mi nombre completo es Amanda Samantha Zulens Sevilla, trece años… no es
una identificación falsa… puede comprobarlo si desea-
-Así que tú debes ser la hija de la pequeña Claudia-
-Usted ¿conoce a mi madre?-
-En realidad, no. No como es ahora… pero sí la conocí cuando aún usaba
pañales… ¡Ah… la dulce niña de hermosos ojos verdes! ¡Cómo olvidarla!-
-Señora… por favor… puede dejar de hablar sobre datos que aún no
conocemos y empezar a contar la historia completa-
-¡Qué exigente eres niña!... ¿Cómo es que te llamas?-
-Camila Weiss-
-Bien… pero antes pónganse cómodos-
La señora Green llamó a uno de sus empleados y les pidió tres tazas de
chocolate caliente y una taza de café. Luego se volvió a sentar y empezó a
hablar.
-Les caerá bien el chocolate. A estas horas, la temperatura empieza a
descender-
-“¡Gracias!”- dijimos al unísono los tres.
-Pues bien… quieren la historia completa… les daré la historia completa: yo
tenía más o menos doce años cuando la quinceañera Sonia llegó a este
hospedaje… venía a Terranova como regalo de cumpleaños, era una chica
muy callada… recuerdo que todo le causaba sorpresa, era una chica citadina,
nunca antes había pisado el campo. Mi madre, que en paz descanse, la
acomodó en una de las mejores habitaciones que teníamos, al parecer le dio
pena verla sola. Ella estuvo en la habitación del tercer piso, la que tiene la
vista a los campos de flores y la laguna. Parece que fue desde allí cuando lo
vio por primera-
-¿Ver? ¿A quién vio?- interrumpió Camila.
-¡Puedes callarte! Deja que continúe y sabremos a quién vio- dijo Sebastián.
Entró el muchacho con las tazas de chocolate y el café.
-Como decía… ella vio a tu abuelo niña… vio a Augusto Sevilla. El chico más
guapo y galante de todo Terranova-
-¿Mi abuelo?-
-¿No es tu abuelo Augusto Sevilla?-
-Sí, pero… cómo es que la señora Sonia conoció a mi abuelo… ¿mi abuelo fue
el hombre del que se enamoró la señora Sonia?-
-¿No lo sabían?-
-Amanda… creo que lo mejor será que la señora Green continúe con la
historia-
-Pero Camila… esto lo cambia todo… ya no es solo la historia de la señora
Sonia… es la mía también… es mi familia-
-Creo que deberíamos calmarnos y dejar que la señora Green continúe con el
relato… Amanda… por favor- Sebastián tomó mis manos frías entre sus tibias
manos.
Me quedé callada y la señora Green empezó a hablar.
-Lo siento, pensé que sabían lo de Augusto y Sonia-
-Hemos venido hasta aquí sabiendo solo la parte de Sonia, pero ella jamás dio
nombres ni datos exactos. Ahora que estamos aquí y sabemos que esto
también involucra a Amanda… creo que…
-Creemos que tenemos más derecho a saber la verdad- terminé la oración de
Sebastián.
Hubo un breve silencio en la oficina de la señora Green. Luego, ella tomó un
respiro profundo y continuó:
-Sonia llegó aquí si conocer a nadie, era solo una quinceañera cumpliendo un
sueño. Su llegada coincidió con el aniversario de Terranova. Mi madre era la
presidenta del consejo del pueblo, así que todos los años, la fiesta de
aniversario se hacía aquí, y se sigue haciendo, solo que ahora es menos
opulenta como en aquellos años. Ese año, cambiaría todo el destino de
Terranova. Allí se conocieron, Sonia y Augusto. Como les dije, estoy más que
segura de que Sonia ya lo había visto a Augusto desde el balcón de su
habitación. La propiedad de tu abuelo, cariño, es todo lo que la vista alcanza a
ver desde aquella habitación, incluida la cabaña, en donde supongo que se
están hospedando. En fin, esa fiesta marcó el amor que empezó a nacer entre
Augusto y Sonia. Yo aún era una niña de doce años, pero tengo que admitir
que también me gustaba Augusto. Tu abuelo era el chico más rico y educado
de todo Terranova, recién graduado de la secundaria y con una beca completa
para la universidad, era un buen partido para cualquier chica de aquí, incluso
para mí. Pero Sonia fue la que le flechó el corazón. A partir de ese momento,
Sonia empezó a salir muy temprano por las mañanas y regresaba casi al
anochecer. Fue así todos los días, hasta que llegó el momento de su regreso a
la ciudad. Recuerdo que Sonia salió de aquí llorando. Los meses pasaron y las
vacaciones de Augusto terminaron. Augusto se mudó a la ciudad para estudiar
en la universidad. No regresó a este pueblo en dos años. Pero cuando regresó,
no lo hizo solo, traía del brazo a Catalina, tu abuela, la delicada y refinada
jovencita de cabellos rizados. Tu abuelo la trajo aquí, me la presentó. Tengo
que admitir que estuve celosa de Sonia por mucho tiempo por haberse robado
al galán de Terranova, pero al ver a Catalina… sentí algo de alivio, pero
incluso me sentí más celosa de Catalina. Sin embargo, al conocerla más, al
conversar con ella, Catalina y yo nos hicimos amigas. Ese verano, tus abuelos
aun siendo novios, lo pasaron en la cabaña Sevilla junto a tus bisabuelos. El
problema vino el verano siguiente cuando Augusto llegó con Sonia
embarazada y no con Catalina. Los señores Sevilla estallaron en rabia y hasta
quisieron desheredar a Augusto. Terranova nunca antes había sido testigo de
tal escándalo familiar. La dulce quinceañera que conocimos había hecho
estallar una bomba. Los señores Sevilla alquilaron parte de los terrenos a
agricultores inexpertos y se mudaron a la ciudad, solo le dejaron unas
pequeñas tierras a tu abuelo para que pueda vivir con la jovencita que le había
arruinado el futuro. Aquí, nadie volvió a ver a tus bisabuelos, las cosechas
fueron un fracaso y las tierras fueron abandonadas, solo la producción de
flores a cargo de Augusto prosperó. Pero era demasiado trabajo para un solo
hombre, tu abuelo se rindió y él y Sonia se marcharon. Las tierras destinadas
al sembrío de flores ornamentales se les dejaron encargadas a algunos antiguos
empleados. No volvimos a saber nada más de Augusto o de Sonia. Hasta que
después de dos años, Augusto vino a invitarnos a su boda con Catalina-
-¿Y qué pasó con Sonia?-
-Me atreví a preguntarle a Augusto por Sonia. Él dijo que Sonia había perdido
al bebé y que se había mudado con sus padres. No supimos más de ella.
Después del matrimonio, Catalina y Augusto vinieron aquí de luna de miel,
luego se volvieron a ir-
-¿Nada más? Sonia no volvió aquí en ningún momento-
-Lo que mi hermana quiere decir es que… no parece raro que no volvieran a
saber de Sonia… pues… según sabemos… Sonia no perdió a su bebé-
-Sí, eso me enteré después. Yo fui a la misma universidad de Augusto. Un día
me encontré a Sonia en la puerta de la universidad. Estaba sentada en el
paradero, como esperando a alguien. Era obvio que no iba a encontrar a
Augusto porque él ya había terminado la universidad, pero sé que buscaba a
alguien que le dé información sobre él, y me encontró-
La señora tomó un poco de café. Luego continuó:
-A decir verdad, yo la encontré, yo le hablé primero. Nos fuimos a un
restaurante cercano y conversamos… me contó que la situación en su casa era
cada vez más crítica… no tenía dinero suficiente para mantener a su bebé…
sí… fue así que me enteré que el bebé estaba vivo… mejor dicho… la beba…
fue una niña. Tenía un poco más de un año de edad. En ese momento sentí una
gran decepción en mi corazón por la mentira de tu abuelo… Sonia me rogó
que le de la dirección de Augusto… al principio me negué… no era mi
asunto… ¿por qué tenía que involucrarme?... además, Catalina y yo nos
habíamos hecho muy amigas ¿por qué traicionarla así… por otro lado… ver a
Sonia en ese estado… con lágrimas en los ojos… rogándome por la
dirección… fue muy difícil… al final se la di. Es más que seguro que Sonia
fue y se lo contó todo a Catalina porque al día siguiente quien me esperaba en
la puerta de la universidad era Catalina. Ese día peleamos, mejor dicho, ella
peleó conmigo. Catalina ya estaba embarazada… de tu mami, cariño… la
pequeña Claudia-
Estaba muda, no podía pronunciar palabra ni me venía a la mente ninguna
pregunta. Estaba todo revelado, la historia de la señora Sonia era también mi
historia.
-Catalina no volvió a hablarme a partir de ese día. Me enteré por mi madre que
Sonia vino a vivir a Terranova por muchos años hasta que su hija terminó la
secundaria. Fue ahí cuando se mudaron definitivamente. No las volvieron a
ver por aquí. Sonia se encargó todos esos años de sobrevivir de las cosechas
de las flores y algunas hortalizas. Tu abuelo nunca más volvió a Terranova,
excepto en el último año de colegio de la hija de Sonia, Tania. El mismo año
del fallecimiento de mi madre y de mi regreso a Terranova. A partir de ese
momento me hice cargo de este hotel y me olvidé de mi vida citadina, me casé
con un buen hombre y ahora administro este sitio-
-¿Pero qué pasó con la hija de Sonia? ¿No regresó jamás?- preguntó Camila.
-Ella nunca más regresó. Al parecer, Tania se enteró quién era su padre y no
soportó la mentira de tantos años. Sonia regresó un par de veces hasta que un
día se encontró a Catalina y ya nunca más volvió. Después del fallecimiento
de Augusto, Catalina vino un par de veces a pasar algunos días. Pero un año,
vendió parte de las tierras y el resto lo destinó al sembrío de flores. Solo han
quedado algunos empleados que trabajan la tierra y se encargan de todo el
trabajo. Tu abuela no volvió nunca más. Esa cabaña ha estado cerrada por
años. Como verán, Terranova no volvió a ser la misma… una parte importante
de los ingresos de este pueblo eran gracias a la producción de las tierras de los
Sevilla. Los nuevos dueños, piensan abrir un centro recreacional y un
supermercado. Espero que la situación mejore-
-Mi mamá… Claudia ¿Ella vino alguna vez aquí?-
-Linda… creo que tu mamá ni está enterada de este sitio… bueno supongo que
ahora lo estará… ya que tú estás aquí-
-¿Mi mamá sabe lo de Sonia y mi abuelo?-
-Si tu mamá no sabía de la existencia de este lugar… dudo mucho que sepa
acerca del secreto de su padre-
-Sí, yo también dudo que ella lo sepa-
Todos quedamos callados por un momento. Le agradecimos a la señora Green
por su hospitalidad y por la información que nos había brindado. Eran
demasiadas verdades para un solo día. Me avergonzaba de que los Weiss
hayan sido testigos de ese secreto familiar. Llegamos para conocer acerca del
paradero de la hija de la señora Sonia y regresamos con los secretos ocultos de
mi familia. ¿Qué más me estaría reservando la vida? ¿Habría algo más de lo
que debía enterarme? ¿Dónde estaría Tania?
Bajamos y el señor Terán nos esperaba abajo junto a Maritza. Regresamos a la
cabaña. Ya estaba anocheciendo y el frío congelaba nuestras manos. Subimos
a la camioneta y el señor Terán arrancó.
Esa noche me fui a dormir sin comer. Solo quería acurrucarme en la cama y
cerrar los ojos lo más fuerte posible para dormirme de inmediato. Las luces se
apagaron y escuché a Camila echarse a mi costado.
LA FIESTA DE TERRANOVA
A la mañana siguiente, desperté y Camila ya no estaba a mi lado. Bajé al
primer piso y Maritza estaba sirviendo el desayuno a Sebastián y Camila. El
señor Terán estaba echando más palos a la chimenea. El viento era tan fuerte
que golpeaba los vidrios de las ventanas. Me senté para tomar desayuno.
Sebastián y Camila me miraban de forma extraña, como si sintieran la misma
confusión que yo por haber escuchado la historia de la señora Green. Nadie
dijo una palabra. Hasta que Maritza rompió el silencio.
-¿Y… ayer, a qué fueron allá arriba?-
-Asuntos personales- contestó Camila.
-¿Asuntos personales?... ¿Acaso conocían a alguien allá arriba?-
Los tres nos miramos y luego Sebastián dijo:
-Conocimos a una amiga de la abuela de Amanda, nos mostró la pequeña
plaza que hay arriba y disfrutamos de la vista que se aprecia desde allá arriba-
-Chicos, soy mayor que ustedes, pero no soy tonta… sé que chicos de su edad
no gastan sus vacaciones en ir un lejano lugar para visitar a la amiga de la
abuelita de una amiga… sin ofender Amanda… hay algo que están
ocultando… y creo que como adulto responsable por ustedes debo saber qué
es. Con quién se entrevistaron ayer y por qué-
-No eres nuestra madre, Maritza, no tenemos que decirte nada, solo cumple
con tu trabajo y prepáranos el desayuno- respondió Camila.
Maritza abrió los ojos de sorpresa ante las duras y pedantes palabras de
Camila. Tomó un último sorbo de su café y se paró de la mesa para ir a la
cocina.
Tocaron la puerta. El señor Terán atendió la puerta. Un señor con sombrero de
paja le entregó un sobre al señor Terán.
El señor Terán se acercó a mí y me entregó el sobre que acababa de recibir en
la puerta.
-Es para ti, Amanda-
-Gracias señor Terán-
-¡Ábrela! Debe ser de la Green- exclamó Camila.
Abrí de inmediato la carta. Era de la señora Green.
“Buenos días, Amanda, Camila y Sebastián. Fue una gran sorpresa para mí
recibir su visita el día de ayer, pero, ustedes niños, me han traído recuerdos
muy buenos sobre lo que solía ser Terranova. Ustedes son los primeros
turistas de importancia después de muchos años. Todos aquí ya se enteraron
que la nieta de Augusto Sevilla está visitándonos. Por eso, nos gustaría hacer
una fiesta esta noche en honor a ustedes tres. ¡Traigan a sus acompañantes!
¡No falten, por favor!
Empezará a las 7:30 pm
Besos.”
-¡Es increíble! Ayer casi nos bota a patadas de su oficina y ahora hasta nos
invita a una fiesta en nuestro honor-
-Ese es el poder de tu dinero hermanita-
-¡Yo voy a ir! ¡Tengo que ir! Habrá mucha gente que conoció a mi abuelo, que
conoce a mi abuela y tal vez… otros secretos de mi familia… tal vez el
paradero de la hija de la señora Sonia-
-Tienes razón, debemos ir… pero no quiero llevar a Maritza ni a Terán-
-Pues no es conveniente llevarlos, estoy más que seguro que cuando Terán se
entere qué hemos venido, no dudará en llamar a Sonia para informarle de todo
esto-
-Sí. Y Maritza llamará a nuestros padres y el viaje se terminará mañana
mismo-
-Pero ¿cómo hacemos para ir solos? Ni Maritza ni el señor Terán nos dejarán
ir solos hasta allá arriba-
Maritza salió de la cocina y entró al comedor.
-¿Quién vino?-
-Un mensajero-
-¿Qué trajo?-
-Una carta-
-¿Una carta?... bueno… supongo que no es asunto mío… por otro lado, chicos,
estuve pensando… ustedes están de vacaciones, supongo que hoy podemos
comer al aire libre… ¿por qué no vamos a la laguna que está detrás de la casa?
-
-Tenemos planes para esta noche-
-¿Planes?... Y Camila, puedo saber de qué se tratan sus planes-
-Maritza, en realidad, la carta era una invitación para una fiesta… causamos
buena impresión en la amiga de la abuela de Amanda, la señora Sue Green.
Nos ha invitado a una fiesta en su hotel, allá arriba en la meseta. Nos ha
invitado a todos, Terán y tú también pueden venir, pero tendrá que ser sin auto.
Al parecer hay un camino a pie detrás de la laguna que nos lleva allá más
rápido en lugar de ir por la carretera-
-¿Ustedes quieren que vayamos, Terán y yo?-
-¡Claro que sí! Ustedes también están invitados… lo dice en la carta ¿quieres
verla?-
-No es necesario ver la carta, Sebastián. Pues… si también estamos invitados,
iremos. Iré a decirle a Terán-
Maritza salió a conversar con el señor Terán que estaba conversando afuera
con uno de los campesinos que cortaba la leña.
-¿Estás loco Sebastián? Has hecho precisamente lo que no queríamos que
hagas-
-Pues parece que mi plan A falló-
-¿Parece?-
-¿Tienes un plan B?-
-Por supuesto que sí, mi querida Amanda-
-¿Cuál es ese plan B, genio?
-Mi primer plan era manejar a Maritza por medio de la psicología inversa,
hacerla sentir mal por no darnos suficiente espacio…
-Al grano Sebastián, cuál es el plan B-
-Bueno, como mi plan A no funcionó. El plan B consiste en llevarlos a la
fiesta y luego emborracharlos para que no se acuerden de lo que vayan a
escuchar en la fiesta-
-¿Cómo pretendes emborracharlos? Aún no tenemos edad ni siquiera para
destapar una cerveza-
-Ahí es precisamente en dónde entra tu gorda billetera hermanita-
-¡Claro, Camila! ya viste cómo cambió de actitud la señora Green cuando le
pusiste todos esos billetes en su escritorio-
-Bueno… pero a quién vamos a sobornar esta vez-
-A cualquiera que sepa de combinaciones de tragos fuertes-
-Tal vez, la misma señora Green-
*
Las horas pasaron y todos empezamos a alistarnos para la noche. Cuando llegó
la hora de partir rumbo al hotel de la señora Green, Mamá me llamó al
teléfono celular de Maritza, conversamos unos minutos y luego me pasó a la
abuela.
-¿Ya conociste a Sue?-
-Sí, abuelita… la señora Sue nos ha invitado a una fiesta, justo estamos yendo
para allá-
La interferencia telefónica era un verdadero problema en Terranova. La
llamada se cortó.
El señor Terán entró y dijo que el auto estaba listo.
-No iremos en el auto, hay un camino cruzando la laguna… el señor
Leopoldo… el de la chacra, él nos guiará- dijo Sebastián.
La caminata empezó guiados por el señor Leopoldo. Pasamos la laguna y
entramos a una especie de callejón con paredes de rocas, giramos a la derecha
y había unas escaleras que llevaban a lo alto de la meseta. En realidad,
estábamos más cerca de lo que pensábamos, pero la subida era agotadora y las
escaleras parecían infinitas.
Finalmente llegamos, toda la plaza estaba iluminada y llena de banderines y
otros adornos colgando de las casas y los negocios, la música estaba a todo
volumen y algunos ya habían empezado a practicar algunos pasos de baile.
Miré por todas partes, pero no pude encontrar a la señora Green, hasta que ella
nos encontró.
-¡Muy buenas noches, chicos! ¡Bienvenidos a la fiesta de Terranova!-
-“¡Buenas noches señora Green!”- saludamos los tres.
-Mucho gusto en conocerla. Yo soy Maritza Quiñones, asistente gerencial de
Supermercados Familia-
-Trabaja para mi padre- intervino Camila.
-Trabajo para el señor Rodrigo Weiss-
-¡Una asistente gerencial en Terranova! ¡Mucho gusto!... han pasado muchos
años desde que Terranova ha sido visitada por personas tan distinguidas…
cuando estuve viviendo en la ciudad, siempre iba a comprar a supermercados
Familia… ¿cómo es?... cómo es su logo… “siempre encuentra lo que su
familia necesita”, es muy bueno ¡eh! Tiene de todo-
-Muchas gracias… pues es un honor conocer a una de nuestros clientes-
-¿Y este caballero? ¿Su nombre es?-
-¡Buenas noches, señora! Soy Luis Terán… chofer de la familia Weiss-
-¡Guau! ¡Pero… cuánta elegancia! Estoy verdaderamente alagada de tenerlos
esta noche en esta humilde fiesta… pero pasen al hotel, tomemos unas copas
para calentar el cuerpo… este frío está cada vez peor-
Todos entramos al hotel mientras la fiesta recién se estaba armando en la plaza
central de la meseta. La música era cada vez más bailable y las primeras
parejas salían de sus asientos a la pista de baile. El licor y la comida era lo que
sobraba en aquel pequeño pero pintoresco lugar.
A Sebastián, Camila y a mí nos dieron chocolate caliente puesto que el frío era
cada vez más intenso. Los tres nos sentamos en otra mesa, alejados de
Maritza, Terán y Green, quienes empezaban a entablar una peligrosa
conversación amena acompañada de sorbos y sorbos de licor.
-Me preocupa que se estén llevando tan bien-
-No te preocupes hermanita, no creo que Green converse del escándalo de
Terranova con foráneos… al menos si no hay dinero de por medio-
-Pero Maritza es astuta, sabrá cómo sacarle la verdadera razón por la que
hemos venido aquí-
-Yo creo que no hay de qué preocuparse… mira a Terán, ya casi está borracho-
-Tienes razón… si el señor Terán se emborracha, Maritza estará más
preocupada por él que por investigar nuestros asuntos-
-¿Por qué Maritza se preocuparía por Terán, Amanda?-
-Sí, Amanda ¿por qué?- agregó Sebastián.
-La primera noche que llegamos aquí, no podía dormir… así que salí de la
habitación para tomar algo de aire. Me recosté en el balcón y miré para la sala
de estar, la habitación estaba a media luz… y… Maritza y el señor Terán
estaban… bueno… ya saben… haciendo eso que hacen los adultos-
-¿Hacían el amor?- preguntó Sebastián muy entusiasmado.
-¡No!... pero estaban besándose… ya sabes… como si se amaran mucho-
-¡Oh, por Dios! Esos dos son una verdadera caja de sorpresas- dijo Camila
mientras miraba al suelo.
-¡Por favor, no vayan a comentar esto con nadie!-
-Bueno, ellos son adultos libres y pueden hacer lo que quieran. No es nuestro
asunto, niñas-
-¿Y ahora qué hacemos?- dije buscando respuesta en cualquiera de los dos
pares de ojos azules que me miraban.
-Tenemos que buscar a alguien que nos dé más información sobre el paradero
de la hija de Sonia, Tania-
-Creo que debemos salir de aquí e interactuar con la gente de afuera-
-Tania debió tener amigas. Estudió todo el colegio aquí… debe tener alguna
amiga o amigo del colegio-
Salimos del hotel Green. La plaza y los negocios aledaños estaban llenos de
personas conversando, bailando y tomando. Algunos ya yacían dormidos en
sillas, bancas o cualquier sitio cómodo para el descanso del cuerpo. Por fin, en
medio de tanta gente eufórica, vimos a un muchacho como de nuestra edad
que nos miraba hace un buen rato mientras conversaba con unas chicas.
Cuando nos acercamos a él, nos dimos cuenta de que en realidad a quien
miraba era a Camila.
-¡Hola, amigo! Somos nuevos aquí. Somos amigos de la familia Green… y
pues… esta fiesta se ve buena… ¿nos podemos unir a ustedes?-
Las chicas que estaban con aquel muchacho giraron la mirada hacia Sebastián
mientras hablaba.
-¡Claro! ¡Únasenos! Yo soy Tomás, ella es Flavia, ella Susana y ella María-
Sebastián se acercó a ellas y las saludó con un beso a cada una de ellas,
quienes de inmediato se ruborizaron.
-Ella es Camila, mi hermana; y ella Amanda, su amiga-
Solo así me presentó, como la “amiga de su hermana”, pensé que también era
amiga de él, pero no, solo era la amiga de su hermana.
Todos nos saludamos entre todos.
Una canción empezó a sonar: “la ventanita”, un pegajoso clásico latino. Los
habitantes de Terranova se emocionaron y los que estaban sentados, de
inmediato se pararon a bailar. Tomás tomó la mano de Camila y prácticamente
la arrastró a la pista de baila. Sorpresivamente, Camila no opuso resistencia
mientras que María tomó de la mano a Sebastián y salieron a bailar juntos. Me
quedé sola sentada en aquella fría banca de madera junto a Flavia y Susana.
Nuestra investigación había fracasado gracias al hipnotizador encanto de los
Weiss. A los pocos minutos, un chico se acercó a Susana y la sacó a bailar. Me
quedé sola con Flavia. Ni ella ni yo tuvimos otra opción que hablarnos.
-¿Eres Flavia, verdad?-
-Sí-
-¿Cuántos años tienes?-
-Catorce, en septiembre cumplo quince, María es mi hermana mayor. Tomás y
Susana son nuestro primos-
-¡Ah María!- dije mirándola bailar junto a Sebastián.
-Ustedes son de la ciudad ¿no es así?-
-Venimos de Glibertud. Hemos venido a pasar nuestras vacaciones de medio
año-
-No los había visto por aquí en estos días. Cómo así son amigos de los Green-
-Es una larga historia. A decir verdad, vine aquí por una amiga y porque mi
abuela tiene una cabaña aquí… es la cabaña que está abajo, la que se ve desde
el hotel Green-
-¿Tu abuela es dueña de la cabaña Sevilla?-
-Sí-
-¡Guau! Siempre pensé que los Sevilla eran solo una leyenda por aquí… eso
significa que de verdad existieron… todos por aquí dicen que si los viejos
Sevilla no se hubieran ido, Terranova ahora sería un moderno pueblo-
-Sí, conozco algo de la historia-
-¿De verdad? Esa historia ha pasado de generación en generación… las tierras
Sevilla son el principal ingreso económico de este pueblo-
-Es raro saber que mi historia familiar sea tema de conversación para las
personas de aquí-
-¡Lo siento!-
-¡No te preocupes, ya me estoy acostumbrando!-
-Y tú ¿cuántos años tienes?-
-Acabo de cumplir trece-
-¿Trece? ¿Y ya te dejan salir fuera de tu ciudad sola?... yo tengo casi quince y
jamás he salido de Terranova-
-No he venido sola. Vine con mis amigos y su asistente y chofer. Solo que
ahora ellos están por ahí divirtiéndose entre esta multitud-
-Y nosotras aquí sentadas casi gritando para escucharnos la una a la otra-
Ambas sonreímos.
-¿Encontraste a tu amiga?-
-¿Qué amiga?-
-La amiga que me dijiste, por la que has venido a Terranova-
-No, ella está en Glibertud. Vine para hacerle un favor, en realidad, ella es una
señora y ha perdido el rastro de su hija. Mis amigos y yo decidimos venir aquí
para investigar algo sobre el destino de su hija. Hace años que no se ven. La
señora Green me dijo que se llama Tania pero que dejó Terranova hace
muchos años-
-¿Tania?-
-Sí, Tania Serna-
-Ella es mi madrina Tania-
-¿Tu madrina? ¿Tu madrina es Tania Serna?-
-Solo la he visto un par de veces. Es mi madrina de bautizo, así que siempre
me envía regalos para navidad y mi cumpleaños-
-Eso quiere decir que ella ha venido varias veces… pero la señora Green nos
dijo que desde que terminó el colegio se fue y no regresó nunca más-
-Pues no te mintió del todo. La señora Green vive aquí hace apenas cinco
años, antes solo venía en vacaciones o para las fiestas de Terranova. Tenía a
empleados en la administración del hotel, hasta que ya no pudo pagarles y ella
misma tuvo que mudarse aquí para hacerse cargo de su negocio. Mi madrina
Tania vino solo dos veces, la primera cuando yo era una bebé, para mi bautizo.
Luego vino para mi primera comunión hace siete años aproximadamente. Ella
casi no salía de la casa durante su estadía aquí. Yo vivo al otro lado de la
meseta, el lado opuesto de tu cabaña, en el pueblo junto a la carretera-
-¿Sabes en qué ciudad vive? ¿Tienes su teléfono?-
-Pues no. Esos datos los tiene mi mamá. Ellas dos fueron mejores amigas
desde el colegio, por eso soy su ahijada-
-Tengo que conversar con tu madre-
-Bueno, pero tendrá que ser otro día porque mi madre debe estar muy ocupada
atendiendo el bar. Somos dueñas del bar al lado del hotel-
-Te importa si voy a preguntarle ahora-
-No. Ya te dije que hoy no es posible. Además, qué le dirás. “soy la nieta del
viejo Sevilla que arruinó el futuro de Terranova y ahora quiero saber sobre su
mejor amiga Tania”. Sonará un poco raro ¿no?-
-Tienes razón-
Seguimos sentadas en la banca sin decir palabra. Al poco tiempo, un
muchacho se acercó a Flavia y la sacó a bailar. Todos bailaban excepto yo y
los borrachos tirados en el piso. Me paré de la banca y me abrí camino entre la
multitud estruendosa y bailarina. Pasé al lado de Camila.
-¿A dónde vas, Amanda?-
-Pediré una habitación a la señora Green para dormir-
-En un rato te acompaño, Amanda-
-¡No te preocupes, Camila! sigue bailando por favor-
-Si quieres te presento a un amigo para que bailes- dijo Tomás.
-No te preocupes Tomás, la verdad, la subida me agotó mucho. Solo quiero
dormir-
Me dirigí al hotel, encontré a la señora Green junto a Maritza y el señor Terán
y otras personas, casi totalmente ebrios. Le pedí una habitación a la señora
Green. Ella me dio la llave de la habitación del tercer piso, la suite con vista a
la cabaña de mis abuelos y a la laguna. Subí al tercer piso y miré por el balcón,
toda la plaza llena de gente bailando, cantando y gritando. En el medio, ahí
estaba Sebastián junto a María bailando. En ese instante, María se empinó y
besó a Sebastián en los labios. Mi corazón empezó a latir fuertemente como si
un tempano de hielo lo hubiera atravesado. Me retiré inmediatamente del
balcón y entré a la habitación. Arrimé una silla junto a la gran ventana y me
quedé observando el reflejo de la cabaña de mis abuelos en las aguas de la
laguna, cuya vista era posible gracias a la inmensa luna llena brillante de
aquella noche.
Miles de pensamientos cruzaban mi mente sin poder procesar ninguno de
ellos. El frío era cada vez más intenso. Si tan solo hubiera tomado algo de
licor o bailado con alguien esa noche, el frío no hubiera sido tan cruel
conmigo.
ESTÁ EN GLIBERTUD
A la mañana siguiente, me levanté, salí al balcón y toda la ciudad estaba
desierta y totalmente sucia. Me alisté, tomé mis cosas y bajé al primer piso del
hotel. Solo estaban los empleados de la señora Green limpiando el desorden.
Escribí una nota y se la entregué al botones encargándole que se la entregara a
Maritza cuando despertara y preguntara por mí. Antes de salir a la calle, pasé
por una habitación con la puerta junta. Ahí estaban, Sebastián y Camila
durmiendo. Cerré la puerta de su habitación y salí del hotel.
Al pasar por el bar, vi a una mujer limpiando el negocio. No estaba segura de
que fuera ella, pero quise suponer que sí lo era, la madre de Flavia, la única
que podría saber sobre el paradero de Tania Serna.
-¡Disculpe, señora! ¡Buenos días!-
-¡Hola! ¿Tú no eres de aquí, verdad?-
-Vengo de Glibertud-
-Entonces debes ser la niña de la que Flavia me ha estado hablando… y seguro
vienes con ese chico del que María me estuvo hablando toda la noche… no
recuerdo su nombre-
-Sebastián-
-Sí, ese era su nombre… es un chico muy amable, nos ayudó a sacar al último
borracho y luego se fue dormir-
-¿Sebastián estuvo despierto hasta tan tarde?-
-Exactamente hasta las cinco de la mañana… hace dos horas-
-¡Ah! Pero bueno… no he venido a hablar de él… señora… si no le molesta
quisiera preguntarle sobre alguien-
-Amanda, hola ¿qué haces despierta tan temprano… anoche desapareciste de
la fiesta, cuando regresé a la banca, ya te habías ido a dormir-
-Hola Flavia-
-¿Has venido para preguntarle a mi mamá sobre la tía Tania?-
-¿Tania? ¿La conoces? ¿Por qué quieres saber ella?-
-Porque también es su tía mamá… ella es nieta del viejo Sevilla hijo-
-¿Tu abuelo era Augusto Sevilla?-
-Sí. Mi abuela es Catalina Narry-
-¿Quién te envió? ¿Tu abuela? ¿Tu madre?-
-¡Ay, mamá! ¿Acaso no es lógico? Está buscando a su tía, quiere conocerla-
-Ella no es mi tía, solo quiero saber su paradero porque su madre la está
buscando… la señora Sonia Serna es muy cercana a la familia de mi mejor
amiga-
-No entiendo nada, Amanda, la tía Tania también es tu tía, ella también es hija
del viejo Sevilla igual que tu mamá. Aquí todos saben eso-
-¿Tu madre es Claudia Sevilla?-
-Sí, ¿la conoce?... porque mi madre jamás ha venido aquí ni sabía de la
existencia de la cabaña del abuelo-
-Es lógico, tu abuela jamás la trajo… le ocultó Terranova durante muchos
años-
La señora empezó a meter manteles y trastes en una caja, luego dijo:
-Será mejor que bajemos, María está sola-
-¡Señora! ¿Puedo ir con ustedes?... en realidad, necesito saber dónde está
Tania Serna-
-Mamá, le prometí que hoy podría hablar contigo-
-Si me ayudas bajando esas escobas, podremos tomarnos una taza de chocolate
caliente y conversaremos sobre lo que quieras-
-Sí, claro, desde luego. Muchas gracias-
De inmediato corrí a una esquina del bar en dónde estaban las escobas, las
tomé mientras Flavia tomaba los dos baldes y los trapeadores. Emprendimos la
bajada de la meseta. Bajamos por el lado contrario al que subí la noche
anterior.
Finalmente llegamos abajo, cruzamos la calle y entramos en un pasaje, ahí
estaba la casa de Flavia. Entramos y un cachorro nos recibió, ladrando y
saltando hasta ensuciarnos los pantalones.
-Se llama Pongo. No muerde, pero a veces es un fastidio cuando empieza a
ladrar-
-Iré a preparar el chocolate, por favor, siéntate, ponte cómoda-
-Gracias señora-
Flavia y su madre se fueron de la sala. Me quedé sola, sentada en aquel
cómodo sofá con Pongo mirándome atentamente. La casa era tibia, había una
pequeña chimenea que irradiaba un reconfortante calor, todo era de madera: el
comedor, la vitrina, los estantes, la mesa de centro, los marcos de las ventanas,
la puerta, hasta incluso algunos adornos. Las paredes estaban cargadas de
pequeños marcos con fotografías familiares. Me paré a mirar cada una de las
fotos. Había fotos de María y Flavia cuando eran pequeñas, fotos con vacas,
en la laguna, en un río, fotos de la madre de Flavia, de un señor que supuse
que era el padre de María y Flavia, fotos de Pongo, entre otras. Al parecer esta
familia jamás había salido de Terranova, todas las fotos fueron tomadas en
diferentes puntos del pueblo, excepto una. En esa foto estaba la madre de
Flavia más joven y con una toga azul puesta, era su graduación de la
universidad, detrás de la imagen de la señora estaba el logo de la universidad
de Filitiades, la misma universidad a la que asistieron mis padres.
Flavia y su madre regresaron acompañadas de María. María apenas me saludó.
Las cuatro nos sentamos a tomar el chocolate recién preparado.
-Seguro te preguntarás qué hago en esa foto graduada de la universidad de
Filitiades-
-La verdad, sí. No sabía que usted fue a la universidad con mi madre-
-Bueno, asistí a la misma universidad. Pero no fui amiga de tu madre. Ella
estudió música, yo estudié finanzas. Estábamos completamente separadas en
el campus-
-Pero… sí la conocía ¿no?-
-Claro que sí, salía con uno de los chicos más guapos de toda la universidad-
-¿Ese chico era Jorge Zulens?-
-Sí… no me digas que… ¡no puede ser! ¿Es tu padre?-
-Sí-
-Yo salí unos años antes de la universidad. No sabía que se habían casado…
pero claro… si tú tienes los mismos ojos y cabello de Jorge-
-¿Usted fue amiga de mi padre?-
-La verdad, no. Solo hablamos un par de veces en la biblioteca cuando él iba a
buscar algún libro. Yo trabajaba a medio tiempo en la biblioteca… era la única
forma de pagar la universidad… pero seguro tu padre ni se acuerda de mí-
-No entiendo nada ¿quién eres tú? ¿por qué mi madre sabe toda tu historia
familiar?- preguntó María.
-Ella es nieta del viejo Sevilla- respondió Flavia.
-Por favor, deja de llamarlo así… era mi abuelo-
-¡Lo siento!-
-¿Sebastián también es su nieto?- preguntó María un poco confundida.
-No… Sebastián es solo un amigo- respondí.
-¿Amigo tuyo?-
-Bueno… sí… es el hermano de mi mejor amiga. Vamos al mismo colegio en
Glibertud-
-Cuando termine el colegio iré a Glibertud. ¿No es verdad, mamá?-
-Irás solo de vacaciones, no te quedarás allá, yo te necesito aquí-
-¡Mamá!-
La madre y sus hijas empezaron a discutir acerca de si quedarse o irse de
Terranova. Para las jóvenes, Terranova era un lugar sin esperanza para
campesinos y negociantes frustrados. No había lugar para ellas en ese lugar.
Miré mi taza de chocolate y casi ya se estaba acabando, así que tenía que
continuar con el hilo de mi investigación.
-Entonces… señora… ¿usted conoce el paradero de Tania Serna?-
-¡Niña, pero qué pregunta! Claro que lo conozco. Ella es mi mejor amiga,
como mi hermana… además es madrina de Flavia cómo no iba a saber dónde
está-
-Y… dónde está-
-¿Por qué quieres saberlo?... es decir… entiendo que es tu tía, pero no la
conoces ni ella a ti. Además, si tu madre se entera… ella no sabe nada acerca
de lo que ocurrió aquí en Terranova… claro que no… tu abuela se puede
enterar y traerá problemas a Terranova… tú sabes… ella se puede molestar y
terminar de arruinar las últimas tierras fértiles de este pueblo… traería
consecuencias terribles para todos nosotros-
-Por favor, señora, prometo no contarle nada ni a mi madre ni a mi abuela.
Ellas ni siquiera saben a lo que vine a este pueblo. Ellas piensan que vine de
vacaciones-
-Pero tu abuela sabe que estás aquí… ella ya supone que alguien te contará
toda la historia… a propósito… quién te contó la historia-
-Fue la señora Green. Mi abuela me envió con ella-
-¿Tu abuela te envió con ella?-
-Sí-
-Entonces ya sabe que tú sabes… claro… lo hizo a propósito… quiere que te
enteres… pero… por qué… no entiendo… si nos ha ocultado tantos años de su
hija… por qué contarle a su nieta-
-Señora, me está confundiendo-
-Tu abuela nos confunde… no sé qué se propone al enviarte aquí-
-Ella no me envió. La idea salió de mí y mis amigos…. Sonia Serna es el ama
de llaves de mis amigos, Camila y Sebastián Weiss. La señora Sonia nos contó
la historia de su romance… con mi abuelo… y sobre su hija… pero jamás me
imaginé que se trataba de mi familia… la señora Sonia mencionó que todo
esto ocurrió aquí, en Terranova, por eso mis amigos y yo hemos venimos a
Terranova-
-No entiendo, por qué unos niños ricos como ustedes se preocuparían por la
tragedia del ama de llaves-
-María, no todos los ricos son iguales- le respondió Flavia.
-Eso quiere decir que Sonia está en Glibertud… es increíble… sigue el rastro
de Tania-
-Eso quiere decir que Tania está en Glibertud también- me dije a mí misma.
-Eres una niña muy hábil como para haber llegado aquí e investigar todo lo
que ya sabes. Creo que tendrás que usar la misma habilidad para saber sobre
Tania… Yo no te puedo dar más información sin la autorización de Tania-
-Entonces, no me dirá nada… pero me ha dado una pista… Tania está en
Glibertud, por eso la señora Serna buscó un trabajo permanente en Glibertud.
Sabe que su hija está allí-
Sonó el teléfono. María corrió a contestar.
-¡Es Sebastián!- exclamó.
María miró hacia la calle por la ventana.
-Quiere hablar contigo- dijo María entregándome el teléfono.
-¿Aló?-
-¿Qué haces ahí? En tu nota decía que estarías en la cabaña. Fuimos a la
cabaña y no había nadie. Te estuve buscando como un loco… ¿Qué pasa
contigo?-
-¡Deja de gritarme! Dije que iba a la cabaña porque sí lo iba hacer, pero luego
me encontré con la mamá de María y tenía algo que conversar con ella así que
vine a su casa-
-¡Quédate ahí! ¡Iré por ti! ¡Pásame a María!-
Le di el teléfono a María y me quedé perpleja. Jamás había oído a Sebastián
tan molesto y mucho menos conmigo. Sentí un enorme nudo en mi garganta y
unas inmensas ganas de llorar de rabia, pero me contuve pues Flavia y su
madre me miraban. Mi rostro se sonrojó aún más. Terminé mi chocolate y di
las gracias.
-Al parecer tendré que incomodarlas unos minutos más… Sebastián viene en
un rato-
-No te preocupes linda… debiste darle un susto-
-Parece que sí- dije con el rostro todo sonrojado.
Flavia se sentó a mi lado y me abrazó.
-Espero que regreses antes de irte a Glibertud… yo espero algún día poder ir a
visitarte-
-Por supuesto, puedes ir cuando quieras-
María colgó el teléfono y con la mirada brillante dijo:
-Sebastián viene para acá… iré a cambiarme de ropa-
Corrió hacia su habitación.
Pasó cerca de treinta minutos y tocaron la puerta. Flavia salió corriendo a abrir
la puerta. Me incliné para ver quién era. Eran Camila, Tomás y Sebastián.
Camila entró de inmediato a la casa sin ser invitada y se sentó a mi lado
tomándome de las manos. Flavia invitó a los demás a pasar.
-Amanda, me asusté terriblemente al llegar a la cabaña y no encontrarte-
-Lo siento- respondí muy apenada.
-Buenos días. Siento mucho venir así a su casa señora… estábamos
preocupados por Amanda- dijo Sebastián a la madre de Flavia.
-No te preocupes, Sebastián. Por tu ayuda de esta mañana en el bar, te
perdono- dijo la señora sonriendo.
-No te preocupes, esta es la casa de mi tía. Amanda siempre estuvo a salvo.
Más bien, ahora que ya pasó el alboroto y está empezando a calentar el día,
vayamos a la laguna a bañarnos-
-Sí, vayamos- dijo Camila.
Jamás había visto a Camila tan entusiasmada por un chico. Al parecer, Tomás
realmente le gustaba.
María salió y saludó a Sebastián con un beso en la mejilla.
-María, anda saca tu ropa de baño. Vamos a bañarnos a la laguna- dijo Tomás.
-¿Ahora mismo? Pero me acabo de cambiar-
-Sebastián también irá-
-¡Ya vengo, espérenme!- dijo María y regresó a su habitación. Flavia la
acompañó.
-Bueno, chicos, yo me voy a dormir. Diviértanse mucho- la madre de Flavia y
María se despidió de mí con un beso y se fue a su habitación cerrando la
puerta detrás de ella.
Sebastián ni me miraba mientras que Tomás coqueteaba con Camila. No quise
decir una palabra en ese momento, sentí que el silencio era lo más oportuno.
Por fin, María y Flavia salieron cambiadas y con una mochila. Salimos de la
casa, cruzamos la calle y llegamos a la carretera. María iba prendida del brazo
de Sebastián y Camila caminaba al lado de Tomás. Más atrás, Flavia y yo
éramos mudas testigos de aquellas recién formadas parejas adolescentes.
Bordeando la meseta, seguimos el camino de la carretera que conducía a las
tierras del abuelo. Haríamos una parada en la cabaña para cambiarnos y de ahí
iríamos a la laguna a tener un momento de diversión.
EL PRIMER BESO
Salimos de la cabaña y fuimos hacia la laguna. Antes de salir, Maritza me dio
un adornado discurso sobre mi corta desaparición de esa mañana. Sebastián
aún no me hablaba y casi me estaba evitando. Por su parte, María estaba en
más de un disfuerzo ante la presencia de Sebastián. El sol empezaba a iluminar
desde lo alto de la meseta de Terranova, los rayos calientes ya se posaban
sobre las cristalinas aguas de la laguna. Tomás fue el primero en despojarse de
sus prendas y quedarse en shorts, se lanzó a la laguna y empezó a invitarnos
para acompañarlo, en especial a Camila. Camila se negó pues decía sentir aún
el frio de la mañana. María y Flavia siguieron a su primo mientras que
Sebastián se quedó sentado sobre el pasto observándolos pensativo.
Camila me tomó de la mano y nos apartamos un poco de los demás.
-Cuéntame, a qué fuiste a la casa de María-
-En realidad, no fui a la casa de María sino de Flavia-
-Pues es lo mismo, son hermanas, las dos viven ahí-
-Bueno, es que lo dices como si hubiera ido a visitar a María-
-¡Bueno ya! ¿Me vas a decir a qué fuiste allá? La nota que dejaste en el hotel
decía que venías a la cabaña y apareces en la casa de ellas-
-Anoche… cuando tú y Sebastián me dejaron sola en la banca para bailar con
esos chicos, Flavia también estaba allí… abandonada como yo-
-¡Dios! ¡Qué dramática! ¡No te dejamos abandonada!-
-Me quedé sola, Camila… sin conocer a nadie… y nadie me sacó a bailar-
-Bueno, pues… lo siento-
-Como sea… Flavia y yo empezamos a conversar, ella me preguntó qué
hacíamos aquí. Yo le dije que estábamos de vacaciones, pero también le dije la
verdadera razón de nuestra presencia en este lugar… le hablé de lo que la
señora Green nos contó… eso… la historia perdida de mi familia… resultó
que Flavia es la ahijada de Tania Serna-
-¿Qué? Eso quiere decir que ella sabe dónde está Tania-
-Ella no lo sabía, pero su madre sí… hoy por la mañana, en verdad, me iba a la
cabaña, pero al pasar por la plaza vi a Flavia y su madre limpiando el bar, me
acerqué, le pedí a la señora que me contara la historia y algún dato sobre el
paradero de Tania. La señora me invitó a su casa y allí estuvimos conversando
sobre Tania… y mis padres-
-¿Tus padres?... pensé que tu familia no sabía sobre lo ocurrido aquí-
-Y así es… resulta que la madre de Flavia fue a la misma universidad que mi
madre, es decir, la misma universidad de mi padre. Ella conoce a mis padres
desde hace años, solo que no son amigos, nunca lo fueron, solo los conoce de
vista… supongo que, por el secreto familiar de mi familia, la madre de Flavia
prefirió no relacionarse con mi madre-
-No lo sé, todo es un secreto en este lugar… siento que hemos venimos por
algo y regresaremos con otra cosa a Glibertud… al final… ¿te dio datos sobre
Tania?-
-Dijo que no era su asunto. Tania es su mejor amiga desde el colegio y por eso
la hizo madrina de Flavia. Dijo que jamás daría datos de su amiga sin saber
cuáles son nuestras intenciones-
-Pero ¿le dijiste que conocemos a Sonia?-
-Sí, le dije que Sonia es tu ama de llaves en Glibertud-
-¿Qué dijo?-
-Pensó en voz alta… hizo un comentario como que Sonia siempre lograba
localizar a su hija… de ahí deduje que Tania…
-Está en Glibertud-
-Exacto-
-Por eso Sonia buscó un trabajo estable… y… siendo ama de llaves, todo el
tiempo hace mandados y sale a recorrer las calles para descubrir el paradero de
Tania-
-Pero Glibertud es muy grande, cómo la podría encontrar con tan solo recorrer
las calles-
-Tal vez sea porque Tania está más cerca de lo que pensamos, Sonia sabe que
se la encontrará en cualquier momento-
-¿Será posible?-
-Después de venir a Terranova y enterarme de todo lo que me he enterado,
creo que todo es posible-
-Tienes razón, total, no perdemos nada con investigar un poco en Glibertud-
-¿Qué investigaremos en Glibertud?- dijo Sebastián asustándome detrás de mí.
-¡Me asustaste, Sebastián!-
-Pues ya estamos parejos, Amanda-
-Sebastián, es posible que Tania Serna esté en Glibertud, tal vez en nuestro
propio vecindario- dijo Camila.
-¿Qué? ¿Quién dice eso?-
-La madre de María le contó eso a Amanda… por eso estaba en su casa esta
mañana-
Sebastián me miró un poco confundido, luego me dijo con su tono irónico de
siempre:
-O sea… te fuiste por el chisme-
-¡Cállate! Si no fuera por mí, ahora no sabríamos nada sobre el paradero de
Tania y seguiríamos persiguiendo a cualquiera en este pueblo para saber algo-
Sebastián continuó mirándome confundido y luego cambió su mirada
confundida por una sarcástica diciendo: “sí claro, todo sea en pro de la misión
que tenemos”.
-¡Ya cállate! Hace rato ni me hablabas y ahora te burlas de mí-
Sebastián y yo empezamos a discutir como siempre, yo molesta y él
burlándose de mi enojo. Para ser sincera, en el fondo, sentí un alivio de que
Sebastián ya no esté molesto conmigo. Tomás se acercó a nosotros todo
mojado y se llevó a Camila con él. Repito, era la primera vez que veía a
Camila tan animada al lado de un chico.
El sol era cada vez más radiante y abrasador. Me saqué la delgada casaca que
llevaba puesta y los zapatos.
-¿Te meterás al agua?-
-No, en un rato más- respondí.
Tomás en realidad era un chico muy agradable y divertido, me recordaba a
Mario. María, Flavia, Tomás y Camila no dejaban de gritar y salpicarse agua
entre ellos. Definitivamente, Tomás las estaba entreteniendo mucho.
-Es un buen chico de catorce años. Qué bueno que a Cami le agrada-
-No suenas como un hermano mayor-
-No todos los hermanos mayores somos ogros acosadores con nuestras
hermanas menores, como tu hermano-
-Mario no es un ogro… solo que tú no le simpatizas-
-Y por qué yo… acaso me ve como el chico del que su hermana se puede
enamorar-
-¡Claro que no! Eres muy pretencioso Sebastián, sabes perfectamente que el
único chico que me gustaba era Diego-
-Y te traicionó con tu mejor amiga… sabes Amanda, tener una decepción
amorosa de ese tipo a tu corta edad es para decepcionarte del amor
definitivamente… yo lo haría-
-Jamás me decepcionaría del amor-
-Por qué-
-Porque… aunque Diego quiera a otra, yo siempre lo querré a él, aunque no
me quiera a su lado… el amor es mío y solo mío, amar es un derecho
universal. Si él ama a otra, eso no cambia las cosas, yo seguiré con mi amor
por él… jamás oíste eso de que el amor no se exige, solo se ofrece y de ahí se
ve lo que pasa-
-¿Todo eso lo leíste en un libro? No piensas como una niña de trece años-
-Deja de hablar de mi edad ¿tienes problemas con los trece años?
-Claro que no… sé que, si a esa edad te pasa algo trascendental, te marcará
para siempre, solo eso-
Al oír las palabras de Sebastián, me vino el recuerdo de la historia de
Alejandro que me contó Camila. Mi corazón empezó a latir rápidamente
mientras miraba a Sebastián con la mirada perdida y fija en las aguas de la
laguna. Unas enormes ganas de abrazarlo vinieron a mí.
-No irás a bañarte-
-¿No irás tú?-
-No soy un chico de lagunas, soy solo de piscinas temperadas- dijo con su voz
arrogante de siempre.
-Tampoco yo, prefiero quedarme aquí sentada sobre el pasto y sentir el
hormigueo de insectos subiendo por mi pierna-
Sebastián sacó de su bolsillo un pomo y me lo entregó.
-¿Qué es?-
-Repelente. Huele muy mal. Pensaba echarme un poco para que María no se
me acercara mucho, pero creo que tú le darás un mejor uso para espantar a los
insectos-
La mirada azul de Sebastián y la mía se unieron por breves instantes
conectándonos, haciéndonos cómplices de algo que aún no sabía lo que era y
por qué me hacía sentir avispas en la boca del estómago. No pude con la
situación y bajé la mirada de inmediato. Sebastián hizo lo mismo.
Simplemente nos quedamos ahí sentados observando a los demás
divirtiéndose en el agua.
Llegó el mediodía y Maritza llegó con unas canastas junto al señor Terán. Nos
traían el almuerzo. Esa tarde tuvimos un verdadero almuerzo campestre.
Después del almuerzo, pescamos y reímos. Los campesinos del campo de
flores de la abuela se unieron y trajeron leña y algunas botellas de licor para
los adultos. El frío nuevamente empezaba a sentirse y Flavia y María se
despidieron. María se acercó a Sebastián con la intención de darle un lento y
húmedo beso a Sebastián en sus labios, pero Sebastián la esquivó y finalmente
el beso cayó sobre su mejilla.
Solo Tomás se quedó con nosotros. Todos allí sentados frente a la fogata que
ardía a pesar de la furia del viento. Cuando la temperatura empezó a bajar,
Maritza invitó a todos a pasar dentro de la cabaña. Todos siguieron a Maritza.
Me paré, pero Sebastián se quedó sentado mirando la laguna a través de las
llamas de la fogata.
-¿No vienes?-
-Quiero quedarme un poco más, hasta que se consuma el fuego-
-Creo que también quiero quedarme-
-No necesitas quedarte, adentro estará más caliente que aquí-
-No me quedo por ti… también quiero ver consumir el fuego… tu presencia es
pura coincidencia-
Sebastián me miró y luego se rio a carcajadas.
-Eres tan ocurrente-
-¿En qué piensas?-
-Nada… esta laguna me deprime un poco-
Supuse que se refería al accidente de Alejandro. No sabía qué hacer. La
expresión en el rostro de Sebastián realmente era muy triste. Temía que en
cualquier momento rompiera en llanto, qué haría entonces.
-Si hubiera sabido que este lugar tenía una laguna, jamás hubiera venido-
-El problema no es la laguna, el problema está en tu mente. Él ya está muerto
y tú vivo, no puedes torturarte cada vez que veas una laguna-
-¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Acaso…? Camila te lo contó ¿verdad?-
Había cometido una terrible indiscreción. Pensé en voz alta y no sabía qué
hacer para remediarlo.
-Disculpa, fue una indiscreción. Ella no tiene la culpa, por favor, no te enojes
con ella, no te enojes conmigo-
-No tendría sentido enojarme ahora que ya lo sabes. Cómo surgió el tema entre
ustedes-
-Yo le pregunté por qué Tatiana era tan pesada y antipática con todos, sobre
todo con Camila. Camila me dijo que Tatiana no siempre fue así… que… ella
cambió después del accidente con ese chico-
-A Tatiana le gustaba tanto ese chico… y él estaba celoso porque a mí me
encantaba Tatiana-
-¿Te encantaba? ¿Ya no te encanta?-
-Tatiana es solo una amiga para mí. Después de eso, ella y yo hemos sido más
unidos que nunca. Los dos perdimos a un gran amigo ese día-
-Lo siento mucho Sebastián. Nunca quise meterme en tus asuntos. Me siento
fatal y no sé qué decirte-
-Solo cállate y acompáñame-
Nos quedamos en silencio, sentados sobre la fría hierba viendo cómo se
consumía la leña y se apagaba el fuego. Yo miraba de reojo a Sebastián. Su
mirada era cada vez más triste. Su mirada azul estaba vidriosa, tratando de
contener las lágrimas que luchaban por salir. Finalmente, no pudo más y su
primera lágrima calló sobre su brazo.
-Sebastián-
Él me miró con una dulce y triste mirada, se lanzó sobre mí y me abrazó
fuerte, llorando como un niño pequeño sobre el hombro de su madre. Mis
manos sudaban, mi cuerpo templaba, pero mis brazos sabían qué hacer. Lo
abracé muy fuerte y él me abrazó aún más. Luego, él se alejó de mí, me tomó
de los brazos suavemente y me miró con los ojos empapados en lágrimas. Su
rostro se acercó al mío y delicadamente besó mis labios. Se inclinó sobre mí y
me abrazó por la cintura, sus lágrimas caían sobre mi regazo. Le acaricié el
cabello y me quedé inmóvil.
No era mi primer beso, Paul me había robado mi primer beso. Aquél beso
húmedo, horrible, casi violento. Pero Sebastián, él apenas rozó sus labios
sobre los míos. Fue apenas un beso, pero lo sentí como un gran beso, me
enamoré. Era la primera vez que mi alma y mi mente estaban de acuerdo, me
gustó. Pero la idea de sentir que Sebastián me gustaba, que me podía
enamorar, o que desde que lo conocí me enamoré, esa idea me asustó. Tener
ese sentimiento desconocido en mi corazón, eso me asustaba.
Sebastián lloró hasta que el fuego se consumió por completo.
-Disculpa- dijo cuando ya no le quedaban lágrimas.
Sin decir otra palabra más, los dos nos paramos de la hierba y con los cuerpos
casi congelados, entramos a la cabaña. Las luces ya estaban apagadas. Tomás
dormía en el mueble del recibidor y la chimenea aún estaba prendida.
Sebastián se quedó frente a la chimenea y yo me fui a mi cuarto. Ni él ni yo
dijimos palabra alguna por el resto de la noche.
Caí sobre la cama con el cuerpo helado por el frío del ambiente, pero con el
corazón tibio, tan tibio que bastaba para mantener tibia la temperatura de toda
la habitación. Camila se movió y yo me tapé, quería dormir, pero no podía.
ADIÓS TERRANOVA
Desperté a la mañana siguiente y encontré a Camila y Maritza discutiendo en
la cocina, Sebastián estaba sentado sosteniendo una taza sin decir palabra, solo
las miraba.
-Tú no puedes obligarnos a nada. Estamos en nuestras vacaciones-
-Ayer casi perdemos a Amanda, ninguno de ustedes sabía en dónde estaba-
-Tú tampoco lo sabías, se supone que eres responsable por nosotros-
-¿Qué pasa? ¿Por qué pelean? Ya estoy aquí, no me pasó nada Maritza, ayer te
expliqué-
-Pero no me explicaste que fuiste a la casa de esa señora buscando
información sobre la hija de Sonia-
Me quedé en silencio y miré a Sebastián quien estaba con la mirada baja y a
Camila que no dejaba de mirar a Maritza como una fiera mira a su rival.
-Eso no es de tu incumbencia Maritza, es un favor personal que le hacemos a
Sonia- dijo Camila.
-Maritza, es cierto que hemos venido aquí engañando a nuestros padres…
diciéndoles que queríamos pasar las vacaciones en el campo y todo eso…
pero… al llegar aquí… el secreto de Sonia también se convirtió en el mío… el
pasado de la señora Sonia involucra directamente a mi familia… todo este
sitio es el rastro de un antiguo vínculo entre mi familia y la señora Sonia-
-No entiendo, qué tiene que ver tu familia en esto-
-Qué tonta eres Maritza, por lo menos le hubieras exigido a tu informante que
te cuente la historia completa-
-¡Camila!- dijo Sebastián.
-No permito que me faltes el respeto, Camila- dijo Maritza.
-Como sea… Sonia fue la amante del abuelo de Amanda hace muchos años y
de eso nació una niña que ahora es la tía perdida de Amanda… ¿entiendes?
Involucra a Amanda también… no todo tiene que ver con la amante…
Maritza me miró directamente como buscando la confirmación de lo que
Camila acababa de decir.
-Todo es cierto, Maritza. Por eso ni mi madre ni yo sabíamos la existencia de
este lugar-
-Y cómo supieron que tenían que buscar aquí-
-Sonia nos contó, Maritza… ella nos habló de Terranova y su historia, nos dijo
que hace años no veía a su hija, están separadas, peleadas. Nos conmovió. Las
chicas usaron la historia para un trabajo escolar. Lo conversamos y decidimos
venir y ver qué podíamos descubrir sobre el paradero de la hija de Sonia…
Amanda le pidió permiso a su madre para venir aquí con nosotros,
pensábamos rentar una casa, pero la abuela de Amanda nos ofreció su
cabaña… hasta ese momento, ni Amanda ni su madre sabían de la existencia
de esta cabaña. Al venir aquí, descubrimos otra sorpresa… resultaba que el
hombre del que Sonia se enamoró hace años era el abuelo de Amanda…
entendimos por qué la Abuela de Amanda ocultó este lugar de su hija y nietos
durante tantos años-
-Esto es más de lo que puedo manejar… ustedes están metidos en un gran
problema que solo le concierne arreglarlo a Sonia y a la abuela de Amanda-
-No es así, Amanda tiene derecho de saber también-
-Camila, entiende, esto es asunto de Amanda y su familia, no nuestro-
-Amanda es mi amiga-
-Yo entiendo, pero soy responsable por ustedes y presiento que esto terminará
en algo malo, por eso he decidido que volveremos a Glibertud mañana mismo-
-Pero nuestras vacaciones aún no terminan- intervino Sebastián.
- Sebastián, ya me dejaste en claro que estas no eran unas vacaciones-
Maritza se paró y empezó a caminar con dirección a la puerta. Camila también
se paró y fue detrás de Maritza, luego dijo:
-Si vas a obligarnos a irnos mañana, le contaré a mamá que tú eres la amante
de mi padre-
Maritza se detuvo y sin siquiera voltear respondió:
-No le dirías nada nuevo, ella ya lo sabe-
Maritza continuó su camino hasta la puerta y salió de la cabaña.
-Cómo es eso de que Maritza y papá… ellos son… cómo sabes eso, Camila-
Camila se quedó un momento en silencio, luego respondió:
-Una vez fui a la oficina de papá, ahí los vi… besándose… fue casi hace un
año-
-Pensé que Maritza estaba con el señor Terán- dije.
-Esto es el colmo… mi padre engaña a mi madre con ella y ella lo engaña con
el chofer… los adultos me dan asco, me enferman- dijo Camila mientras se
sentaba nuevamente en su silla.
-Ya cálmate, Camila… no es sorpresa que nuestro padre tenga dos relaciones
amorosas al mismo tiempo y que mamá lo sepa-
-No puedo soportar la osadía de Maritza- replicó Camila.
-Chicos… no se preocupen, no hemos desperdiciado el tiempo aquí en
Terranova… al final averiguamos que la hija de la señora Sonia está en
Glibertud-
-Pero no es nada seguro, solo nos basamos en la intuición de la madre de
María-
-Yo apoyo a Amanda, creo que, para evitar problemas, debemos regresar a
Glibertud-
-No me parece que Maritza se salga con la suya- dijo Camila mientras cruzaba
los brazos.
-Hermanita, regresemos a casa y punto… más bien, si hoy es nuestro último
día, debemos disfrutarlo al máximo y terminar de conocer Terranova-
-Estoy de acuerdo… ¿Camila, qué dices?-
-De acuerdo, pero no quiero que Terán ni Maritza nos acompañen a ningún
lado-
-Hecho-
Sebastián llamó a Tomás y le contó sobre nuestra partida del día siguiente.
Acordó un encuentro con él, sus primas y unos chicos más en la plaza central
abajo de la meseta.
Nos alistamos y salimos de la casa. Nos encontramos con Tomás, María,
Flavia y sus amigos en la plaza central. María se acercó corriendo a Sebastián
y le dio un beso en la friendzone del rostro, es decir, en la mejilla. Al ser
besado por María, Sebastián levantó la mirada hacia mí. Sus atractivos pero
melancólicos ojos azules me intimidaron a tal punto que tuve que bajar la
mirada de inmediato.
María apenas me hizo un levantado de cejas para saludarme. Tomás nos
presentó a sus amigos: Mateo, un chico de catorce años y un poco tímido y
Rafael, el chico que el día de la fiesta sacó a bailar a Flavia. Era más que
obvio que habían traído a Mateo para mí. Pero había algo en aquel chico que
me hacía pensar que no sentía el menor interés en mí.
Tomás también sacó tres botellas de gaseosa y tres de licor de su mochila.
-Al anochecer, allá arriba hace mucho frío. De alguna manera nos tenemos que
calentar-
-¿Al anochecer? Acaso dormiremos allí-
-Acamparemos esta noche, Camila. ¿No te lo dijo Sebas?-
-Camila, dijiste que no querías ver a Maritza. Pues no la verás hasta mañana al
mediodía que nos vayamos a Glibertud- dijo Sebastián sonriendo.
-Pero, no hemos traído sleeping ni carpa-
-Amandita, no te preocupes por eso, hemos traído tres carpas con bolsas de
dormir. No pasarás frío esta noche… las chicas trajeron comida… no
perdamos más el tiempo, empecemos a subir. Son casi dos horas de subida,
llegaremos después del mediodía-
María se prendió del brazo de Sebastián y empezaron a caminar, Tomás y
Camila iban adelante mientras que Flavia y Rafael los seguían. Mateo me miró
y con la mirada me invitó a caminar a su lado. Empecé a caminar.
-Y… tú también vives aquí o también eres turista- inicié la conversación con
Mateo.
-Vivo aquí desde que nací… aquí no hay más turistas que ustedes tres y
aquellos dos que viven con ustedes-
-Claro-
-¿Puedo preguntarte algo?-
-Desde luego-
-¿Tu amiga es rubia natural o se lo ha teñido?-
-¿Qué?... bueno… ella es rubia natural, por supuesto, lo heredó de su madre-
-¿Y el chico que viene con ustedes es su hermano?-
-Sí, Sebastián y Camila son hermanos-
-Sí, se parecen mucho, excepto por el cabello, el de Sebastián es castaño claro
y el de Camila es rubio intenso. Además, su tono de piel es diferente también.
Camila es cruda mientras que Sebastián es un blanco rosado-
Me quedé mirando a Mateo sorprendida por su impresionante observación
detallista.
-Estoy impresionada, Mateo-
-¿Impresionada? ¿Por qué?-
-Nada, es solo que me recuerdas a una amiga de Glibertud, ella también es
bien observadora… se llama Zulema, ella… ¡Oh por Dios!... ¿Eres gay?-
-Claro que no-
-¡Oh sí! Sí lo eres-
-Claro que no-
-¿Y por qué no te sientes nervioso en mi presencia?-
-No estoy nervioso simplemente porque tú no eres mi tipo-
-¿Qué?- grité.
Los demás chicos voltearon a mirarnos por el casi grito que di.
-En realidad, aún no he conocido a mi tipo de chica, eso es todo-
-Pero seguro ya has conocido a tu tipo de chico ¿no es así?-
-Creo que ya lo conocí- susurró Mateo.
-¡Confirmado! ¡Eres gay!-
-¡Claro que no!-
La caminata continuó guiada por Tomás. Después de casi dos horas de
caminata con algunas pausas, llegamos a la cima. Era otra meseta parecida a la
del hotel de la señora Green, pero más alta y estaba llena de rocas, arbustos,
pasto y una lagunita, era como la laguna bebé de la gran laguna de abajo.
Los chicos empezaron a armar las carpas mientras que nosotras
recolectábamos leña para la fogata que nos mantendría cálidos durante la
noche. Cuando finalmente todo estaba listo. Empezamos a comer la comida
que la mamá de Flavia y María nos había mandado.
Durante la tarde, el sol casi nos daba en el rostro. Tomás, Rafael y Mateo se
metieron a la lagunita a nadar junto a María y Flavia. Sebastián, Camila y yo
nos quedamos echados sobre la hierba mirando el cielo, pues ninguno de los
tres teníamos ropa de baño. Sebastián casi ni me miraba y yo tampoco lo
hacía, el recuerdo del beso de la noche anterior aún atormentaba un poco mi
mente. Los tres empezamos a recopilar y armar todos los pedazos de
información que habíamos recolectado en esos días en Terranova con respecto
al secreto de la señora Sonia y mi familia. Era una historia increíble y todo
encajaba tan exactamente que parecía que hubiera sido fríamente planificada
por alguna entidad del destino.
Finalmente, el sol empezó a esconderse y los chicos salieron del agua. Todos
nos reunimos al lado de las carpas formando un círculo mientras Sebastián y
Rafael intentaban prender la fogata. Flavia, Mateo y María se acercaron a
Camila y a mí invitándonos chocolate caliente.
-¿Cuándo las volveremos a ver?-
-No lo sé, Flavia. Después de que mi abuela se entere de lo que hemos
averiguado, dudo que me permita volver a Terranova-
-Hay una cosa que no entiendo. Cómo se pudo ocultar este secreto durante
tantos años. Me parece que tu madre también sabe-
-¡María!-
-¿De qué estamos hablando? ¿Alguien me puede explicar?-
-Mira, Mateito, Amanda y sus amigos vinieron aquí para ayudar a su ama de
llaves a encontrar a su hija, resulta que esta ama de llaves era la amante de su
abuelo, entonces de ese amor prohibido nació una hija bastarda al mismo
tiempo que la abuela de Amanda estaba embarazada. Ambas niñas jamás se
conocieron. El abuelo de Amanda murió y el ama de llaves fue exiliada de
Terranova mientras que la abuela de Amanda vendió todo lo que le quedaba en
Terranova y se fue a vivir a Glibertud. Jamás volvió a pisar este pueblo, hasta
ahora que su nieta ha venido para enterarse de toda esta novela- habló María.
-¿Eso es cierto, Amanda?- preguntó Mateo.
-Algo así- respondí.
Los demás chicos terminaron de encender la fogata y se unieron a nuestro
grupo. Pasamos el resto de la noche contándonos cuentos de terror, haciendo
chistes y cosas como esas hasta la media noche cuando el cielo empezaba a ser
como inyectado con las estrellas más brillantes que yo haya visto jamás en mi
vida.
Mi alma parecía elevarse al contemplar tan hermosa vista mientras una ligera
tristeza se asomaba a mis ojos al recordar que esa era la última noche en
Terranova. Giré la mirada y mis ojos se estrellaron con los de Sebastián quien
tenía a María entre sus brazos, pero me miraba a mí. Bajé la mirada y en pocos
minutos el frío me obligó a meterme a dormir en la carpa junto a Camila.
Al día siguiente, nos despertamos muy temprano para iniciar la caminata de
regreso. Al llegar abajo, nos despedimos con un fuerte abrazo. Me despedí
especialmente de Flavia, con quien había hecho lazos amicales muy
especiales. Pude ver cómo María besaba a Sebastián y Camila abrazaba a
Tomás. Al terminar las despedidas, Sebastián, Camila y yo iniciamos el
camino hacia la cabaña.
Al llegar, Maritza estaba parada en la puerta de la cabaña junto al señor Terán.
El señor Terán al vernos llegar, entró a la cabaña.
-¿Se puede saber en dónde estaban? Su madre estuvo llamando y preguntando
por ustedes. ¡Nos vamos! ¡Es definitivo! Sus padres ya dieron la orden-
-¡Relájate, Maritza! Nada nos pasó, ya estamos aquí y dispuestos a irnos, solo
danos tiempo de empacar- dijo Sebastián.
-No es necesario, sus cosas ya están en el auto-
Sebastián y yo entramos detrás de Camila. Nos bañamos y cambiamos de
ropa. Maritza y el señor Terán ya estaban en la camioneta esperándonos.
Salimos de la cabaña, nos despedimos del cuidador y su familia y subimos al
carro. Las doce horas de viaje fueron un silencio total, excepto por la parada
para almorzar. Maritza y el señor Terán apenas hablaban entre sí mientras que
Camila y Sebastián durmieron la mayor parte del viaje. Yo solo podía pensar
en cómo le contaría a mi madre los descubrimientos que hice en Terranova.
*
Llegamos a mi casa y papá y el señor Terán me ayudaron a bajar mis maletas,
ya eran casi las diez de la noche. Me despedí de Camila y Sebastián quienes
aún estaban casi dormidos. Entré a casa y allí estaban todos: Robert, Zulema,
Mario, Tatiana, mamá quien recién salía de la ducha y Paul. Pero había una
chica más, era la amiga de Tatiana, Fátima. ¿Pero qué hacía ella en mi casa?
-¡Amanda! ¿Cómo te fue con los chicos Weiss? Fue la semana más larga de mi
vida, Vanessa también quiso venir a recibirte, pero tú sabes que ella toma
clases de ciencias, así que se quedó dormida- dijo Zulema mientras me
abrazaba.
-Sí, entiendo. Pues, todo estuvo bien, conocí lindos lugares-
-¿Eso es todo? A todo esto ¿A qué fuiste a ese sitio tan remoto? ¿Solo por estar
con Sebastián?- me atacó Mario.
-¿Te gusta Sebastián?- preguntó Tatiana un poco intrigada.
-Chicos, ya dejen de interrogar a la niña, supongo que debes estar cansada-
-No te preocupes papi, aún me queda energía-
-¡Me alegra mucho que estés aquí de nuevo con nosotros, tu abuela insistió en
que estarías bien cuidada en esa cabaña… pero yo en realidad tenía mis dudas-
Después de infinitos apapachos y vergonzosos besos frente a mis amigos,
mamá y papá finalmente se fueron a dormir.
-¡Oye cuéntame! ¿Sebastián y tú?-
-¡Zulema!-
-Bueno me voy a dormir- dijo Robert, se paró, miró a Zulema y luego subió
las escaleras.
-Yo también me voy ¿Nos vamos, nena?- dijo Paul dirigiéndose a Fátima.
-Sí- respondió Fátima.
La imagen de Paul tomando de la mano a Fátima me dejó perpleja, no podía
creer lo que estaba viendo. ¿Paul y Fátima? Y ¿a dónde se había ido todo el
amor que sentía por mí? Solo había pasado una semana y ya tenía novia,
seguro que si me hubiera ido por un mes ya estaría casado y esperando un
bebé.
-¿Paul y Fátima están saliendo?- pregunté.
-No solo están saliendo, son novios, tontita- me respondió Tatiana.
-¿Y eso desde cuándo?-
-Desde casi una semana, casi después de que te fuiste y te aseguro que cuando
empiecen las clases serán la nueva pareja de moda del colegio, lo cual los
reemplazaría a ustedes chicos- dijo Zulema en tono burlón mirando a Mario y
Tatiana.
-Zulema ya es tarde, te llevo a tu casa-
-Gracias, Mario, pero hoy me quedo aquí a dormir. Ya me dieron permiso.
Tenemos que conversar de muchas cosas ¿no, Amanda?-
-Pues empiecen ahora, yo me voy. ¿Me llevas?- dijo Tatiana un poco molesta.
-Claro bebé-
Mario y Tatiana salieron de la casa. Yo subí a mi cuarto y Zulema subió las
escaleras detrás de mí. Nos acomodamos sobre la cama.
-¿Ahora sí me vas a contar lo que pasó en Terranova?-
-Nunca imaginarías lo que descubrí en Terranova-
-¿Qué pasó?-
Tuve el impulso de contarle todo sobre el secreto de mi familia a Zulema, pero
no sería lo correcto. Primero tenía que hablar con mi abuela.
-Amanda, no me dejes así. ¡Dime! ¡Dime! ¿Qué descubriste?-
Guardé silencio unos segundos, de pronto, ante la mirada intimidante de
Zulema, dije:
-Me gusta Sebastián-
Los ojos de Zulema se abrieron aún más.
-¿Cómo te diste cuenta?-
-Me besó-
La conversación se silenció en ese momento. Zulema se paró de la cama, sacó
un pijama de su mochila y se cambió. Yo hice lo mismo, me puse el pijama y
luego me acurruqué dentro de la cama. Zulema se acurrucó a mi lado, luego
dijo:
-Siempre pensé que yo iba a ser la primera del grupo a quien le darían su
primer beso-
-Ese no fue mi primer beso-
Zulema saltó de la cama y mirándome preguntó:
-¿Sebastián no fue el primero? ¿Hubo otro chico? ¿Es el segundo beso que te
da Sebastián?-
-Antes del tierno beso de Sebastián, Paul me besó aquí en mi casa. Pero hasta
el beso de Sebastián allá en Terranova, no supe lo que era un primer beso-
Zulema se volvió a echar sobre la cama, se tapó y mirando al techo volvió a
preguntar:
-¿Cómo fueron esos besos?-
-No sé cómo explicarlo… Paul fue demasiado físico, muy intenso, su beso me
dio rabia, frustración por no haberlo pedido, casi me obligó. En cambio…
Sebastián fue tan delicado, mentalmente casi me pidió permiso para besarme.
Apenas fue un roce de sus labios con los míos. Pero… no sé… se sintió como
algo mágico… algo que yo esperaba o deseaba que suceda. Fue un primer
beso disfrazado de segundo beso-
-Yo también quiero ser besada Amanda-
-Creo que todas las chicas quieren ser besadas, pero la persona ideal, el
momento y la forma en cómo seremos besadas, creo que todo eso solo lo
determina el destino o alguna otra misteriosa fuerza. Ya llegará el beso para ti-
Terminé de hablar mientras nuestros ojos soñadores miraban el blanco techo
de mi habitación hasta que el sueño nos venció y nos quedamos dormidas.
EN EL AUTO DE PAPÁ
Una semana ya había pasado, las vacaciones se terminaron y otra vez las
clases se iniciaron. En todos esos días no vi a los chicos Weiss. Fueron a pasar
la última semana de vacaciones a casa de sus abuelos junto a sus padres. Pero
las vacaciones ya se habían acabado, así que ese día los vería en el colegio.
Al llegar al colegio, como en los viejos tiempos, encontré a Camila sentada
con toda su indumentaria y muy bien acomodada.
-¡Amanda! Qué bueno es verte después de tantos días en la casa de mis
abuelos-
-Te dejé mensajes-
-Mis abuelos no me pasaron ni un solo mensaje mientras estuve en su casa.
Dicen que es una falta de respeto hacia ellos porque le hago más caso a los
extraños que a ellos-
Como todos los lunes en el colegio, las clases empezaron con Miss Odio.
Durante toda la clase y el recreo tuve ganas de preguntarle a Camila por
Sebastián, pero me daba miedo de que ella empezara a sospechar sobre mis
sentimientos recién descubiertos por su hermano.
Sonó el timbre de la salida. En realidad, no quería salir del colegio y tener que
encontrarme en la casa con Paul y su nueva novia otra vez como todos los días
desde mi llegada a Glibertud. Por otro lado, desde que me fui hasta que llegué,
mis padres habían seguido distanciados, casi no se hablaban y cuando creían
que estaban solos, discutían. Aun rechinaba en mi cabeza aquella pelea que
presencié entre papá y mamá. Había una parte de mí que deseaba investigar el
porqué de su pelea y había otra parte que me decía que no me meta en sus
asuntos. Ellos eran los adultos, ellos debían resolverlo. Sin embargo, sus
decisiones también me afectaban porque dependía de ellos emocionalmente y
vivía con ellos. Nuevamente volvió el revoltijo mental a mí al pensar en todo
el problema familiar que teníamos en Terranova. La señora Sonia, mi abuela,
mi mamá, su hermanastra, la gente de Terranova que sutilmente odiaba a mi
abuela por dejarlos sin trabajo…
-¿Nos vamos?-
-Sí- le respondí a Camila-
-Yo también voy con ustedes ¡Espérenme!- gritó Zulema detrás de nosotras.
Casi salimos del colegio cuando nos interceptó Tatiana, Fátima y su pandilla
de chicas regias.
-Tengo que hablar contigo- dijo mirándome directamente a los ojos.
-Disculpa, pero ya estamos saliendo- contestó Camila.
-Mira Camila, no estoy hablando contigo sino con ella. Si quieres te puedes ir
sola- respondió Tatiana.
Zulema, propio de su carácter se indignó, pero solo tomó el brazo de Camila y
la jaló a una distancia considerable de nosotras. Sin embargo, Camila se soltó
de Zulema y vino hacia mí.
-Pues, tendrás que hablar con ella y conmigo- encaró Camila a Tatiana.
Tatiana sonrió de manera escalofriante.
-Pues si así lo quieres, quédate, pero calladita. Tal vez también te importe-
Sospechaba de lo que me quería hablar. Definitivamente, los comentarios de
Mario y Zulema sobre Sebastián y yo en Terranova habían afectado a Tatiana.
-Bien, habla, qué quieres- dije muy determinada pero asustada a la vez.
Tatiana despachó a su pandilla, me tomó del brazo y salimos del colegio,
Camila venía detrás de nosotras. Yo estaba sorprendida por el repentino
cambio de humor de Tatiana, pasó de ser sarcástica y antipática a melancólica
y agresiva. Dimos la vuelta al colegio, casi llegamos a un pasaje descampado a
la espalda del colegio de primaria. Camila un poco asustada seguía nuestros
pasos detrás de nosotras.
Antes de llegar al pasaje descampado, me solté bruscamente de Tatiana y dije:
-¡Basta! Por qué tantas vueltas, si tiene algo que decirme, dilo ya-
-Bien, niña tonta. ¡Aléjate de Sebastián! Y tú, Camila, no creas que no me doy
cuenta de lo que estás haciendo para que tu hermano y ésta mocosa se
conozcan mejor-
-¿De qué hablas? ¡Estás loca, Tatiana!-
-Sebastián está loco por mí, si fuera por él, golpearía a Mario solo por los
celos incontrolables que siente. O tal vez, quien sabe, le haría algo peor ¿no es
así, Camila?-
-¡Estás loca! ¿Por qué hablas ese tipo de cosas? Sebastián y Amanda solo son
amigos… mi hermano… mi hermano jamás sería capaz de…
-¿De matar?-
-¡Cállate Tatiana!-
-Mira Tatiana, Sebastián y yo solo somos amigos y la que tendría que
reclamarte sería yo porque es obvio que estás enamorada de Sebastián y solo
utilizas a Mario para sacarle celos a Sebastián. En verdad eres una chica mala.
Mi hermano se enterará de esto. ¡Vámonos Camila!-
Camila tenía los ojos vidriosos, casi se le escapaban las lágrimas. Tatiana le
hizo recordar momentos muy dolorosos. Tomé a Camila de la mano y
empezamos a caminar a paso acelerado, cruzamos el solitario pasaje
descampado. Tatiana venía detrás de nosotras diciendo: “esperen, no me dejen
aquí, les estoy hablando mocosas”.
Al doblar la esquina por una calle que casi nunca nadie transitaba, ahí estaba,
el auto de papá, a casi diez metros de nosotras. Camila tomó mi mano fuerte.
Tatiana nos alcanzó.
-Mocosas, me dejan hablando sola como loca- dijo Tatiana.
Paradas, allí, las tres fuimos testigos del apasionado beso que papá le daba a
una mujer de cabellos negros. Tatiana me miró mientras Camila decía:
-¡Es Miss Odio!-
Retrocedí unos pasos hasta esconderme detrás de un arbusto, Tatiana hizo lo
mismo. Camila se quedó mirando y al cabo de unos segundos también se
escondió.
-Papá y Miss Odio- pronuncié mientras las lágrimas caían sin cesar por mis
mejillas.
Tatiana volvió a echar un vistazo, pero se escondió de inmediato porque el
auto encendió e inició su marcha. Las tres retrocedimos aún más, viendo
alejarse al auto de papá que llevaba dentro al más grande sufrimiento de mi
madre.
-Lo siento, Amanda- dijo la delicada voz de Camila.
Tatiana me miró casi sin expresión en su rostro y luego se fue tomando la calle
que llevaba al colegio.
Camila llamó a su chofer, nos recogió en esa esquina. Rumbo a casa, no pude
pronunciar palabra alguna, sentía una gran pena y confusión. En todo el
camino, Camila no soltó mi mano. Llegamos a mi casa, bajé de la camioneta.
-¡Llámame si lo necesitas!-
-¡Gracias!-
Entré a casa, mamá no estaba, no había nadie. Subí a mi habitación tiré la
mochila al suelo y mi cuerpo con ella. Allí, de rodillas, empecé a llorar, a
gritar, a lamentarme por haber caminado esos pasos para alejarme de Tatiana y
llegar a esa esquina cerca al auto de papá. Lloré, lloré y seguí llorando hasta
que la primera llave tocó la cerradura de la puerta principal.
Era Robert.
Sequé las lágrimas sobre mis ojos y limpié las lágrimas secas sobre mis
mejillas. Todo estaba dado, el mundo alrededor mío se volvió a derrumbar y
no sabía cómo reconstruirlo. Un fuerte dolor de cabeza llegó a mí. Cerré la
puerta de mi habitación y encendí la radio, me acosté e intenté dormir.
Olvidar, olvidar una vez más lo que tal vez nunca debí haber visto.
Dormir me haría olvidar, me haría bien.
EL LLANTO DE MI MADRE
La tan ansiada conversación con la abuela me dejó más que aturdida y
desolada ¿Cómo era posible que mi vida se había tornado de un momento a
otro tan enredada?... todo estaba tan claro, era por eso que Miss Odio, Celia,
Tania o como se llame me odiaba tanto… yo fui el impedimento para que ella
se fugara con mi padre hace algunos años y ahora solo había regresado para
reclamar lo que ella creía que le pertenecía… era por eso también que rechazó
la historia de mi proyecto, porque, aunque faltaban datos concretos y similitud
con la realidad, esa historia se acercaba mucho a su propia historia de vida,
mejor dicho, a nuestra propia historia de vida.
*
Salí corriendo de mi habitación con dirección al baño. No podía soportarlo
más, tenía que vomitar. Ese día me quedé en casa, no fui al colegio ni siquiera
bajé de mi habitación. Mamá, como siempre, me atendió y llevó todas mis
comidas del día a la habitación. Era una tortura tener que verla, hablar con ella
y no sentir el valor suficiente para contarle todo lo que sabía. La abuela me
había pedido que le permitiera a ella contarle todo en el debido tiempo. Solo
me pidió que le diera tiempo.
Pero, había otra intriga que rondaba mi cabeza ¿Cómo fue que pude olvidar lo
ocurrido hace apenas siete años? No recordaba nada sobre la pelea de mi padre
con mi madre o sobre Miss Odio o sobre alguna partida de mi padre. Lo único
que recordaba era el increíble año que pasé en casa de la abuela cuando era
pequeña. En ese año, nada era difícil, nada era un problema, nada estaba mal,
al menos para mí.
La noche llegó, todos dormían, debía ser más de medianoche. El frío era más
fuerte, me recordaba a las noches en Terranova. Salí al patio para sentarme y
meditar un poco cuando de pronto en el silencio de la noche escuché un
gemido con rasgos de llanto. Era una mujer sufriendo en medio de la noche. El
triste sonido provenía de la ventana del cuarto de mis padres. Era mi madre.
De inmediato me paré, pero al instante me detuve. Conocía la causa del
sufrimiento de mamá, pero no estaba segura cómo enfrentarlo junto a ella.
Nadie me había preparado para eso. Ni la abuela ni ella misma me habían
enseñado a enfrentar esas situaciones. Por el contrario, todos esos años habían
hecho hasta lo imposible para evitarme los sufrimientos, no solo ellas, todos
habían puesto su mayor esfuerzo en ello, incluso mis hermanos. Pero su
método de encubrimiento de sufrimientos estaba basado en la mentira, la cual
me causaba más dolor. Creo que hubiera sufrido mucho durante esos años al
ser consciente de la realidad, pero hubiera sobrevivido y me hubiera repuesto
de alguna manera. Pero ahora… ahora no sabía cómo sobrellevar esa pesada
mochila sobre mis hombros.
Finalmente resolví, dejé de hablar conmigo misma y decidí subir las escaleras
hasta la habitación de mamá. La puerta estaba cerrada por dentro. Toqué dos
veces muy silenciosamente para que solo ella me escuchara.
Al cabo de unos segundos, mamá me abrió la puerta con la cara
completamente seca pero desencajada.
-¿Qué haces despierta a esta hora, Amanda? ¿Te sientes mal?-
-Sí, me siento muy mal, mamá… escucharte llorar en medio de la noche me
pone muy mal, aún más de lo que creía que podía sentirme-
Mamá me miró con aquellos ojos color esmeralda que dibujaban un aspecto
melancólico en su rostro, miró al suelo e intentó negar mis palabras, pero antes
de que pudiera articular sonido, yo la detuve, entré a la habitación y cerré la
puerta. Era el momento. El destino estaba trabajando.
-No podemos seguir fingiendo que no pasa nada, mamá. Por favor, ayúdame a
enfrentar esto tal y como es, no me sigas ocultando las cosas. No me protejas,
solo me niegas la posibilidad de ayudarte, de crecer-
Mamá me miró con los ojos inundados en lágrimas contenidas… no pudo más
y se sentó desolada sobre la cama.
-Lo siento, Amanda. Debí suponer que buscabas algo al querer ir a casa de tu
abuela-
-No tienes que disculparte… nada es tu culpa-
-Todo es mi culpa… no pude ser una buena madre para ti ni una buena esposa
para tu padre-
-No mami, no por favor, no digas eso-
-Finalmente… tu papá se ha ido… no hay marcha atrás-
Quedé como un cuerpo disparado por una bala de metralleta, sin embargo, esa
bala ya no producía una herida tan grande en mí.
-Lo suponía mami, se veía venir-
-¿Qué?-
-Como dijiste, visitar a la abuela no fue solo porque la extrañaba. Entre otras
cosas, la abuela me contó sobre la relación entre mi padre y mi profesora de
literatura, tu amiga de la universidad, mami-
Mamá se puso muy nerviosa intentando secarse las lágrimas para enfocarse en
lo que yo acababa de decirle.
-Pero… mi madre ¿cómo pudo?-
-No te molestes con la abuela… yo fui donde ella para que me cuenta acerca
de un secreto familiar que descubrí en Terranova y ella solo completó la otra
mitad de la historia que yo aún no conocía-
-¿Secreto familiar en Terranova? ¿De qué estás hablando? ¿A qué fuiste
realmente a Terranova?-
Mamá estaba cada vez más desesperada por respuestas. Traté de calmarla y
cuando por fin me dejó hablar, empecé a contarle la historia que inició aquella
tarde en el dormitorio de Camila mientras pensábamos en una buena historia
para nuestro proyecto de literatura.
Al terminar de contarle todo a mamá, ella cada vez se veía más angustiada,
triste y a la vez cierto aire de furia se reflejaba en su mirada. Ya había
amanecido y los pasos de mis hermanos se empezaron a oír en el pasadizo del
segundo piso de mi casa.
Mamá me pidió un momento a solas, salí de la habitación de mis padres
rumbo a la mía. Mario me interceptó.
-¿Dormiste con mamá? ¿Tan mal te sientes?-
Mario intentó entrar al dormitorio de mamá, pero yo lo detuve.
-No la molestes, necesita estar un momento a solas-
EL CONCIERTO
Después de tanto conflicto familiar de las últimas semanas, mi único respiro y
momento de felicidad era escuchar tocar el piano a mamá y Sebastián. Si bien
era cierto, casi todos los días iba a casa de Camila para avanzar con el
proyecto de Miss Odio, muy raras veces podía ver a Sebastián. Siempre estaba
en clases, con sus amigos o encerrado en su habitación. Era como si estuviera
huyendo de mí. Terranova nos cambió a todos: a mí me hizo abrir los ojos y
descubrir quiénes eran mis familiares, además de darme cuenta de que me
gustaba Sebastián. Pero a Sebastián le había pasado lo contrario, tal vez se
había dado cuenta de que me detestaba, que era una simple niña a la que no
valía la pena darle importancia, tal vez aquella laguna de Terranova lo puso
melancólico, tal vez se enamoró de María o recordó su amor por Tatiana.
Pero… todas esas inseguridades se disipaban al escucharlo tocar el piano los
lunes, miércoles y viernes en mi casa, al lado de mi madre. Ver el
resplandeciente y relajado rostro de cada uno de ellos me daba fuerzas y me
alentaba para seguir creciendo con los restos de inocencia que me quedaban.
Mi madre amaba enseñar y al parecer a Sebastián le fascinaba aprender. Había
puesto mucha dedicación en aprender a tocar el piano. Sin embargo, a pesar de
tenerlo tan cerca, solo lo podía ver a través de las barandas de mi escalera, ahí
casi escondida sin que él me vea, ahí escuchando el suave y penetrante
movimiento sonoros de sus dedos, cerraba los ojos e imaginaba que todo era
perfecto. Llevaba casi tres semanas haciendo lo mismo en cada clase de piano
de Sebastián. A veces sentía que mi corazón iba a explotar de las ansias que
sentía por bajar y decirle que tocaba estupendo, alentarlo y abrazarlo
fuertemente, ahí frente a mi madre, luego me desanimaba al pensar que tal vez
Sebastián no sentía lo mismo y que tal vez esa muestra de amor podía traer
tristes recuerdos de un amor perdido a la mente de mi madre, lo cual la
lastimaría mucho.
Ese día, una vez más, el piano de mi casa era acariciado a dúo, mi madre y
Sebastián estaban dándome de forma inconsciente un pequeño concierto.
Melancólico, potente y fascinante, así era la melodía que estas dos importantes
personas me estaban dando. Nocturne, Chopin.
El concierto terminó y no me di cuenta. Sentada en la escalera con los ojos
cerrados, fui pescada in fraganti por Sebastián. Percibí una sombra, abrí los
ojos, ahí estaba, parado frente a mí, Sebastián.
-¿Espiando?-
Abrí los ojos y mi mirada tropezó con aquella mirada azul.
-¡Claro que no!... solo quise bajar por un poco de agua y como los vi tan
concentrados no quise interrumpir-
-¡Mentira! ¡Nos espiabas!-
-¡Claro que no!- grité.
-¿Por qué gritas, Amanda?- apareció mamá.
-No quiere admitir que nos espiaba- dijo Sebastián a mamá.
-Siempre lo ha hecho… desde pequeña se sentaba en aquel escalón para oírme
tocar- mamá sonrió y luego volteó la mirada hacia Sebastián y dijo:
-¡Mucha suerte mañana!- luego subió las escaleras hacia su habitación.
Estaba a punto de hacer lo mismo, irme a mi habitación. Después del
vergonzoso comentario de mamá, no podía permanecer más tiempo parada
frente a Sebastián. Tenía que huir. Pero Sebastián tomó mi mano y dijo:
-¡Espera!... quería… quería preguntarte si… ¿vas a hacer algo mañana por la
tarde?- Preguntó Sebastián casi sin mirarme a la cara.
-Depende- contesté. Pero qué respuesta para más tajante, si me moría de ganas
de que me invite a salir.
-¿Depende?-
-Depende… depende de lo que me vas a decir-
-Me gustaría que mañana me acompañes a un lugar-
No lo podía creer, Sebastián me estaba invitando a salir. Pero ¿qué podía
decir? ¿lo tenía que aceptar de inmediato? ¿me tendría que hacer la difícil?
-La verdad, mañana no tengo nada que hacer… ¿Irá Camila también?-
-No, ella no irá… entonces… ¿me acompañas?-
-Pues, creo que sí… sí-
-Bien, pasaré por ti a las seis en punto… por favor, viste formal y de
preferencia un color oscuro-
-De acuerdo-
Sebastián se dio la vuelta y sin decir más palabras se fue.
Pasé el resto de la noche torturándome acerca de la misteriosa salida a la que
Sebastián me había invitado ¿Sería una cena en un restaurante lujoso? Por eso
me había pedido que vaya formal, pero en qué estaba pensando, ambos éramos
menores de edad no creía que nos dejen entrar a un lujoso restaurante. Pero
¿acaso se necesita ser mayor de edad para entrar a comer en un restaurante?
Sería hermoso, como en las películas. La cita perfecta. O ¿acaso sería una cena
familiar con sus padres? Pero si fuese así, iría Camila y él dijo que Camila no
iría. Entonces, no podía ser nada familiar ¿Qué sería? De tanto pensar y
suponer me quedé dormida.
Al día siguiente, mi incertidumbre creció aún más. Podía llamar a Camila y
preguntarle o llamar a Sebastián y preguntarle directamente, pero no lo hice.
En el fondo, me agradaba la idea de ser sorprendida.
Las seis de la tarde llegó y mamá y yo estábamos esperábamos en la sala la
llegada de Sebastián mientras que en otra esquina de la sala estaba Mario con
el ceño totalmente fruncido.
-Mamá, realmente no te entiendo… es un chico mayor, la va a llevar a quién
sabe dónde, va sola y tú simplemente tienes esa cara de felicidad e ilusión-
dijo Mario mientras cruzaba lo brazos.
-Es que mi querido hijito, yo sí sé a dónde irán. Me parece un gesto muy noble
y valiente el de Sebastián. Realmente me simpatiza ese chico -
Al oír a mamá lo único que pude hacer fue sonrojarme mientras que Mario se
iba muy molesto a su habitación.
-¿Tú sabes a dónde vamos a ir, mami?-
-Claro que sí, no creerás que te iba a dar permiso sin saber a dónde ibas.
Sebastián primero me pidió permiso a mí y yo le dije que lo dejaba a tu
elección-
Volví a sonrojarme. Sebastián era realmente un chico bien educado y la idea
de saber que le agradaba a mamá, me emocionaba.
-¿Te gusta Sebastián?-
-Claro que no mamá-
-No tienes que avergonzarte. Por lo general, a tu edad se vive uno de los
amores más puros y verdaderos. Los demás amores que vendrán con los años
serán solo pasión, amistad, afinidad o cualquier otra cuestión social o material.
Goza estos hermosos años mi niña, pues no volverán-
Al ver el rostro de mamá noté que nuevamente lucia triste y decepcionada.
Sentí un enorme nudo en la garganta y me sentí terriblemente mal de pensar
que yo me iba a soñar por un rato mientras que mamá se quedaba triste en la
casa. En ese instante sonó el timbre. Mamá me indicó que subiera al segundo
piso. Así lo hice, mamá abrió la puerta.
Casi escondiéndome detrás de las barandas del segundo piso, pude oír el
saludo de Sebastián hacia mamá. Mamá lo invitó a pasar, luego empezó a
llamarme con un grito.
-¡Amanda, Sebastián ya está aquí!- gritó inclinándose hacia la escalera
mientras nuestras miradas cómplices se cruzaban.
-¡Ya bajo!- respondí del mismo modo.
A los pocos minutos bajé. Sebastián me miró, yo lo miré y de inmediato bajé
la mirada. Nos despedimos de mamá y salimos rumbo a la camioneta. Saludé
al señor Terán y subí.
Durante el trayecto le pregunté varias veces a Sebastián sobre nuestro destino,
pero él simplemente se limitaba a responder “sé paciente, ya lo verás”. El
camino por el que íbamos, yo lo conocía. Estábamos yendo al Club Las Rocas.
Entramos y el señor Terán estacionó la camioneta. Al bajar vi a muchas
personas dirigiéndose hacia la capilla. Todos vestían ropa elegante y oscura.
Mientras caminábamos, por mi lado pasó una señora diciendo “es increíble
que ya hayan pasado cinco años”. Tuve una fuerte opresión en el corazón y
miré a Sebastián.
-¿Qué es esto?-
-Es el quinto aniversario de mi amigo Alejandro-
No supe qué decir. Pensé que la familia de aquel chico no soportaba ver a
Sebastián, sin embargo, aquí estábamos. Finalmente, entramos a la capilla.
Sebastián me ubicó en un asiento en medio de las filas de asientos. Me dejó
ahí y se fue a una pequeña habitación detrás del altar. Giré la cabeza para
explorar con la mirada a todas las personas del lugar. Mi mirada coincidió con
la de Tatiana, quien estaba sentada a la misma altura de mi fila, pero en la
columna contraria de asientos. Al mirarnos, ambas expresamos asombro y
algo de incomodidad, sobre todo yo. Me sentía como una intrusa en ese lugar
¿Qué hacía yo ahí? ¿Por qué me llevó Sebastián? ¿Qué se proponía? Pensaba
que sería una cita.
Finalmente, todos se sentaron, cerraron la puerta de la capilla y el cura salió.
Empezó recitando algunos párrafos de la biblia. Era una clásica ceremonia
para el caso. De rato en rato, Tatiana y yo nos lanzábamos miradas
indiferentes. Algunas personas soltaban algunas lágrimas, otros comentaban
en voz muy baja, lo suficiente como para no ser oída por el cura, pero sí por
mí.
La misa seguía su curso hasta que el cura anunció un pequeño homenaje en
memoria de Alejandro Rengifo, homenaje musical compuesto por Sebastián
Weiss.
“Amigo de la infancia de nuestro querido Alejandro”. Así lo describió el cura.
De inmediato, percibí la mirada de Tatiana, yo también la miré. Ambas
perplejas por lo que íbamos a presenciar.
Sebastián saludó y se sentó frente al piano de la capilla. Inició su pieza. Suave,
melancólica, penetrante e impactante, así es como casi puedo describir la
melodía que Sebastián tocó en memoria de Alejandro. Era como si todos los
sentimientos reprimidos y acongojantes del corazón de Sebastián estuvieran
siendo traducidos en notas musicales. Una mujer sentada en la primera fila
empezó a llorar desconsoladamente.
Sebastián terminó y con lágrimas en los ojos se paró y fue a ponerse de
rodillas frente a la mujer que lloraba. Una escena indescriptible, era como si
estuviera conociendo al verdadero Sebastián y compartía todo el dolor que un
simple muchacho podía albergar durante tantos años en su corazón. Muchas
personas en la sala empezaron a llorar en silencio. Un congelante silencio se
apoderó de la sala.
La mujer que lloraba frente a Sebastián, lo tomó de la cabeza con ambas
manos. Luego dijo:
-Nadie tuvo la culpa. Mucho menos tú Sebastián. Es lo más hermoso que
alguien haya hecho por mi hijo. Gracias-
Ella junto al hombre sentado a su lado, tomaron a Sebastián del brazo y lo
ayudaron a ponerse de pie. Todos empezaron a aplaudir. Sebastián solo podía
llorar mientras que la pareja, de pie también, lo abrazaba.
Al ver esa imagen, no pude evitarlo, empecé a llorar también. Volteé para
mirar a Tatiana. Tatiana salía de la capilla con un pañuelo en las manos. Volví
a mirar hacia Sebastián, casi corrí, llegué hasta él y lo abracé. Fue impulsivo,
emocionante y verdadero. Sebastián respondió a mi abrazo y fuimos a
sentarnos mientras el cura daba la última bendición y hacíamos una oración
por el alma del recordado Alejandro.
La ceremonia terminó. Al salir vimos a Tatiana subirse al auto de su padre e
irse. Nosotros hicimos lo mismo.
-Así que eso era lo que querías que viera- dije.
-Todo se lo debo a tu madre. Es una gran mujer-
-Ella lo sabía todo- sonreí.
-A decir verdad, ella fue mi cómplice-
Ambos sonreímos. Sebastián me miró a los ojos, yo lo miré. Y algo muy
extraño sucedió en mí, una sensación que ya había sentido estando junto a él
en Terranova, pero era diferente. Era algo más intenso, más profundo. Sentía
admiración, alegría, regocijo, seguridad, calma, tantas cosas podía sentir a la
vez con solo mirarlo.
-Quería que tú me vieras. Quería que tú supieras que la herida que se formó
hace cinco años ha sanado finalmente el día de hoy-
No pude responderle como hubiera querido. No encontraba las palabras. No
era fácil. Solo pude decir:
-Y a mí me encantó estar en ese lugar y verlo todo-
Sebastián sonrió otra vez y giró la mirada hacia la ventana del carro.
Llegamos a mi casa. Nos despedimos. Soñé el resto de la noche.
EL REGRESO DE PAPÁ
Ese día por la mañana desperté y me di con la sorpresa de oír la voz de papá
en la cocina. Estaba conversando con mamá. Bajé y ahí estaban los dos
parados frente a mí mirándome.
-¡Hola Amanda! ¿Ya no me conoces? ¿No te da gusto ver a tu papi?-
Solo me quedé mirándolo y vinieron a mí todos los recuerdos acerca de mi
padre y Miss Odio. Miré a mamá y de inmediato algo entró dentro de mí.
Tomé valor y no pude callarme más o hacer como si nada pasara en nuestra
casa, tal como lo hacía mamá.
-La verdad… ya no te conozco. El hombre que conocí y llamé padre todos
estos años se ha transformado en un hombre cruel y mentiroso-
La expresión en el rostro de papá cambió de inmediato y al instante giró la
mirada para buscar alguna explicación en el también sorprendido rostro de
mamá.
-¡Amanda!- dijo mamá tratando de persuadirme con la mirada para que no
continuara.
-¿Qué pasa, Amanda? ¿Por qué me tratas así? Sé que dije que vendría la
semana pasada, pero las cosas se complicaron y tuve que quedarme más días,
pequeña- intervino papá.
-No estoy hablando de tu tonto viaje. Estoy hablando de ti y de mi profesora
de literatura y de todas las mentiras que dices para estar con ella y hacer sufrir
a mi mamá-
Papá y mamá se quedaron mudos. Mamá agachó la mirada mientras que papá
se sentó en una silla. Luego de unos segundos de silencio, papá habló:
-¿Quién te lo dijo?-
-Fui yo- contestó mamá.
-Claro que no. Yo misma lo descubrí y lo vi con mis propios ojos. No es la
primera vez que Celia Prado se mete entre tú y mamá. Lo sé todo, lo recordé
todo- dije mientras ya no podía más y las lágrimas empezaban a traicionarme.
En ese instante, debido a mi alto tono de voz, Mario y Robert aparecieron en
la cocina.
-¿Qué está pasando? ¿Por qué gritas, Amanda?-
-¡Qué te lo diga nuestro padre!-
-Chicos, no pasa nada, váyanse a sus habitaciones. Tengo que hablar con
Amanda-
-¡No me voy! Yo también quiero oír- dijo Mario y se sentó frente a papá.
Mamá, por su parte, empezó a llorar. Robert se alarmó.
-¿Qué ha pasado?- dijo.
Sequé mis lágrimas y empecé a hablar.
-Toda nuestra familia es una farsa. Todo es mentira. Papá sale con otra mujer y
esa mujer es mi profesora de literatura, Celia Prado. O debería decir Tania
Serna, porque ese es su verdadero nombre, papá. Todo eso lo averigüé por mí
misma, mamá no tuvo nada que ver pues ni ella sabía sobre la doble
personalidad de esa mujer que en algún tiempo se acercó fingiendo ser su
amiga…
-Amanda por favor ¡Basta!-
-No mamá, no me voy a callar- contesté furiosa.
-Yo quiero seguir escuchando. Sabía que el regreso de esa mujer solo traería
problemas- dijo Mario mientras miraba a papá.
-Yo también quiero seguir escuchando- dijo Robert.
Papá solo bajó la mirada llevándose la mano a la cabeza. Yo continué:
-Tania se cambió el nombre y apellido a Celia Prado para no ser vinculada a su
madre, Sonia Serna. Sonia es el ama de llaves de los Weiss, mis amigos,
quienes viven a pocas calles de aquí. Tania aborrece y se avergüenza de su
madre porque por causa de ella, Tania es una hija bastarda de nuestro abuelo
Augusto. La historia es demasiado larga y complicada como para explicarla,
pero es absolutamente cierta. No es casualidad que Tania se acercara a mamá y
planeara quitarle a papá solo para vengarse y por envidia por el padre que
mamá sí tuvo y ella no. No creas que te quiere, papá, ella solo te usa para
hacer sufrir a mamá y a la abuela…
Papá se paró y alzó el brazo contra mí para darme una bofetada. Pero Mario
fue más hábil y detuvo su brazo.
-¡No te atrevas a tocarla! Ya fue suficiente ¡Lárgate de esta casa con tu
mujerzuela y no vuelvas más!-
-¡Mario!- gritó mamá.
Robert solo se quedó mudo mirándonos a todos. Yo no pude más y empecé a
llorar desconsoladamente. No podía creer que papá intentara golpearme solo
para defender a Miss Odio. Solo pude correr a los brazos de mamá. Mamá me
tomó entre sus brazos, luego dirigiéndose a papá, dijo:
-Será mejor que te vayas. Volveremos a hablar cuando nos hayamos calmado-
luego, llevándome entre sus brazos, subimos las escaleras hasta su habitación.
Al poco rato, sentimos el azote de la puerta. Mario y Robert nos siguieron
hasta la habitación. Ni mamá ni yo pudimos controlarnos, simplemente
lloramos como dos niñas pequeñas. Mis hermanos no dijeron nada, solo nos
abrazaron muy fuerte, dejándonos derramar todas las lágrimas que eran
necesarias.
Cuando por fin nos calmamos un poco, le pedí perdón a mi mamá por haber
hablado más de la cuenta.
-No tienes nada de qué disculparte, de todas maneras, tenía que enterarse. Solo
aceleraste el proceso, pequeña-
-¿Por qué nos hace esto?- dijo Robert.
-Tu padre no nos ha hecho nada, Robert. Solo se ha enamorado. Solo que tal
vez lo ha hecho de la mujer equivocada-
-No lo puedo creer… esa mujer es… no termino de comprender… cómo es
posible que… ¿la abuela sabe de esto? ¿cómo lo descubriste Amanda?-
preguntó Mario.
-Fue un día, en casa de los Weiss… su ama de llaves nos contó una parte de su
vida personal… pues Camila y yo necesitábamos una historia para el proyecto
de literatura… es una historia muy larga… el asunto es que esta mujer, el ama
de llaves, nos contó sobre su hija desaparecida y pues… decidimos viajar a
Terranova y ayudarle a buscar a su hija… allí, en Terranova, descubrimos toda
la verdad-
-¿Descubrimos? ¿Quién más sabe de esto?- preguntó Robert.
-Camila y Sebastián Weiss- contesté.
-¿Por qué? ¿Por qué ellos? Lo sabía, por eso tanto misterio con ese viaje a
Terranova- exclamó Mario.
-Ellos tenían que enterarse Mario, es su ama de llaves, pensamos que
podíamos ayudar a la pobre mujer-
-¡Ya basta chicos! Esto no puede seguir así. Después de hablar con Amanda
sobre este tema, decidí ir a casa de la abuela. Tengo que hablar con ella. Me
debe años de explicaciones-
-¿Te vas? ¿Y nosotros?- pregunté casi aterrorizada.
-Ya conversé con la tía Lucía, ella vendrá para hacerse cargo de la casa y de
ustedes-
-Yo no necesito niñera, mamá- protestó Mario.
-Yo tampoco- dijo Robert.
-La tía Lucía no será su niñera. Ustedes ya son grandes. Solo vendrá por si
necesitan algo. Pasaré algunas semanas con la abuela. Tengo que salir de acá-
-¿Qué pasará entre papá y tú?- preguntó Robert.
-No creo que tu papá vuelva a esta casa, tiene sus propios asuntos que
solucionar- contestó mamá.
-Qué haremos con Amanda. No puede continuar asistiendo a las clases de esa
arpía- dijo Mario.
-Yo quiero seguir haciéndolo. Ya he estado varias semanas asistiendo aun
sabiendo la verdad-
-Sí, pero ahora ella también sabrá que tú sabes. Papá se lo dirá-
-Yo lo solucionaré Mario, no te preocupes-
-No Amanda, Mario tiene razón. Pediré tu cambio de profesor para ese curso-
-No, no quiero. Les prometo que si las cosas se complican yo misma les pediré
que me cambien, pero por ahora no-
Mamá y Mario simplemente se quedaron callados. Por su parte, Robert seguía
con la mirada perdida en el vacío.
Definitivamente, mi familia ya no era la misma.
ADOLESCENTES EN PIE DE
GUERRA
Las cosas cambiaron mucho desde aquella mañana en la cocina. Al día
siguiente, papá regresó y se llevó sus cosas. Mamá guardó silencio mientras
papá salía de la casa. Papá no habló con ninguno de nosotros, solo le dijo a
Robert que se iba por un tiempo, que necesitaba pensar y estar solo. Nada más.
Ni una explicación ni una disculpa ni una oportunidad para conversar sobre lo
ocurrido.
Después de la partida de papá, Mario enfureció. No le molestaba que papá nos
haya abandonado, su enojo era por la forma tan cobarde de su partida. Era
como si huyera para no dar más explicaciones o molesto por haber descubierto
ante sus ojos que su nuevo amor era una total farsante. Era por ello que la
actitud de Mario empezó a tornarse algo más rebelde de lo habitual. Yo diría
violenta.
Robert, como de costumbre, se hizo el desentendido con lo que estaba
ocurriendo en nuestra casa. Simplemente se aferró más a la soledad de su
habitación y en sus tiempos libres prefería quedarse leyendo en la biblioteca
del colegio.
Al parecer cada uno de mis hermanos reaccionó de la única manera que
conocían, pero ninguno de ellos intentó buscar una solución para sanar la
enorme herida que afectaba a nuestra familia. Por su parte, mamá solo guardó
silencio e intentaba no llorar cuando estaba frente a nosotros. La única que se
mostraba tal y como se sentía era yo. Lloraba, me quejaba, incluso llegué a
escribirle a mi padre preguntándole por qué había preferido a Miss Odio antes
que a nosotros. No hubo respuesta, papá solo decía en sus mensajes: “Te amo,
a ti, tu madre y tus hermanos, pase lo que pase”. Era una respuesta absurda
dado el momento que nos estaba haciendo pasar.
Pero eso no era todo. La situación de guerra fría que se vivía en mi casa se
trasladó al colegio. Mario inició todo.
Una de las muchas jornadas escolares fue el escenario para una escena de
desahogo de Mario. Todo empezó cuando Tatiana tuvo la oportunidad de
acercarse a Sebastián en la hora de recreo. No lo sabía en ese momento, pero
luego supe que fue para agradecerle su gesto en la conmemoración de su
amigo Alejandro. Según llegó a contarme Zulema, Tatiana estaba conversando
con Sebastián en la puerta de la cafetería, cuando se apareció Mario, Paul y
otros amigos más. La escena parecía una simple conversación entre alumnos
cuando de repente Mario lanzó un fuerte golpe de puño sobre el rostro de
Sebastián, tumbándolo al suelo. El alboroto se armó en el patio principal. Yo
que estaba dentro de la cafetería junto a Camila, salí corriendo y pude ver que
Mario lo tenía a Sebastián en el piso golpeándolo descontroladamente, como si
una fuerza invisible lo dominara. No eran celos, no era envidia, no era
enemistad contra Sebastián. Solo era puro odio, rebeldía y frustración
contenida en el corazón de mi hermano.
Camila y yo corrimos hacia ellos. Todos miraban, nadie se metía. Tomé a
Mario del brazo y casi en el oído le supliqué que lo soltara. Los profesores
llegaron, incluso Miss Odio, y lograron separarlos. Solo pude ir detrás de los
maestros que se llevaban a Mario hacia la dirección. Me detuve un momento,
vi cómo Camila ayudaba a Sebastián a levantarse del suelo mientras que la
enfermera llegaba casi corriendo a atenderlo. Quería correr también hacia él,
pero me contuve, seguí la procesión que llevaba a Mario. En la dirección me
permitieron acompañarlo mientras que llamaban a mamá para que fuera al
colegio.
-¿Por qué?-
-No tengo ganas de hablar, Amanda-
-Tú no eres así- empecé a llorar.
-Crees que todo lo solucionas llorando. Sebastián es un estúpido que hace
tiempo se burla de mí coqueteando con mi chica y con mi hermana-
-Tú y yo sabemos que no lo has golpeado por eso-
-¿Y por qué supones que le he dado su merecido?-
-La situación que estamos pasando en casa es dura para todos nosotros, Mario-
-No me hagas reír hermanita… ¿crees que me he peleado con ese estúpido
para desahogarme?-
-Tú sabes que es así-
-Mejor vete a tu clase o a consolar al estúpido ese-
Justo en ese instante entró Sebastián acompañado de un profesor y la
enfermera quien se acercó a Mario para atenderlo. Al ver a Sebastián, Mario
se volteó y su expresión se frunció aún más. El director entró y tuve que salir
de la sala. Me quedé esperando afuera. Zulema, Vanessa, Diego y Camila
llegaron preguntando sobre qué había conversado con Mario, por qué había
golpeado a Sebastián. Era obvio que la más escandalizada era Camila.
-Disculpa Amanda, pero tu hermano es un bruto-
-Mario no está bien, lo siento-
Tatiana también se acercó a la puerta de la dirección frente a nuestros ojos,
tocó la puerta y entró. Al poco rato también se acercó Robert. Le conté lo que
había ocurrido. El recreo se acababa y aún no salían de la oficina. Finalmente,
llegó mamá, el recreo se acabó y tuvimos que ir a nuestras aulas.
A la salida intenté hablar con Sebastián, pero Camila me dijo que ya lo habían
mandado a su casa. Ese día fue terrible, pero solo era el comienzo.
Mario y Sebastián fueron suspendidos por una semana. Al día siguiente, a la
salida del colegio mientras Camila y yo salíamos, vimos que varios chicos
pasaban por nuestro lado comentando sobre una pelea. Varios chicos y chicas
se dirigían muy aprisa hacia el terreno desocupado a la espalda del colegio.
Camila y yo nos miramos y coincidimos mentalmente acerca de lo que se
trataba.
Llegamos al terreno y abriéndonos camino entre el tumulto de estudiantes
descubrimos que nuevamente se trataba de nuestros hermanos. Ambos,
suspendidos, ya no vestían el uniforme del colegio y no estaban dentro del
colegio, así que podían hacer lo que quisieran. Estaban hablando muy
acaloradamente. Estaba preparándome para intervenir nuevamente, pero
alguien me tomó del hombro, era Paul.
-No intervengas, deja que ellos lo solucionen-
-Pero es mi hermano-
-Y él es el chico que te gusta-
Camila me miró y esperó a que Paul se vaya para preguntarme:
-¿Te gusta mi hermano?-
-Paul es un estúpido, yo le gusto a él y como no le hago caso y soy más
cercana a Sebastián… piensa que me gusta tu hermano-
En medio de nuestra conversación vimos llegar a Tatiana con todas sus
amigas. Mario y Sebastián seguían discutiendo.
-No tenemos que golpearnos como salvajes para darles un show a todos estos-
oí decir a Sebastián.
-No quieres pelear porque eres un cobarde- respondió Mario.
De un momento a otro, Paul salió de la multitud y le lanzó un fuerte puñetazo
en el rostro a Sebastián. Todos nos quedamos sorprendidos, incluso Mario,
nadie se lo esperaba. Sebastián no se quedó tranquilo y le respondió con un
golpe aún más fuerte que tumbó a Paul al suelo. La pelea de todos contra todos
se inició y los que estábamos de espectadores nos alteramos. Camila y yo
gritábamos para que se detuvieran, pero los demás gritaban frases como: “dale
más duro”, “dale con todo”, “no te dejes”, etc. simplemente alentaban aún más
la guerra campal que se estaba desarrollando. En medio del caos, vi
desaparecer a Tatiana con una expresión de indiferencia en el rostro.
La pelea campal de todos contra todos continuó hasta que vi aparecer a papá,
quien de inmediato se metió en la trifulca y sacó a Mario del brazo.
Corrí detrás de papá. Papá metió a Mario a su auto contra su voluntad y le
puso seguro a la puerta. Mario gritaba desde adentro para que lo deje salir.
Luego, papá regresó al campo de batalla y sacó a Paul y Sebastián, quienes
prácticamente se estaban moliendo a golpes. También los metió al carro,
amenazándolos:
-Si se vuelven a tocar un pelo mientras están en mi carro, los llevaré a la
comisaría- dijo papá muy seriamente.
En el carro también estaba Robert y Zulema. Supuse que ellos llamaron a
papá. Camila tenía la mirada preocupada. La delicada personalidad de mi
amiga no estaba preparada para tal acto de violencia. Papá nos pidió que
subiéramos al auto. Camila subió al asiento de atrás junto a Robert y Zulema,
yo subí al asiento de adelante junto a papá.
Mario, Paul y Sebastián estaban sentados en el asiento del medio justo detrás
de mí. Mientras papá conducía hacia la clínica más cercana, yo intentaba
disimuladamente voltear para mirar a los tres rivales. Mi corazón aún estaba
agitado y mis manos sudaban. Finalmente, llegamos a la clínica. Papá hizo
bajar a los tres y le pidió a Camila que los acompañara. Irían a la enfermería
para curar los golpes, raspones y heridas.
Robert, Zulema y yo nos tuvimos que quedar en el auto. La espera era
insoportable. Solo escuchaba la discusión entre Robert y Zulema pues uno
defendía a Sebastián y la otra defendía a Mario. Yo simplemente quería que
los tres salgan de esto, se disculpen y estén en paz de una vez por todas.
Aunque, en realidad, en el fondo, me sentía más preocupada por Sebastián.
Paul fue un total bruto, lo golpeó demasiado; pues era de suponer, Paul era
más alto que Sebastián. Mario por su parte solo tenía raspones y la ropa sucia.
La espera acabó y los cinco salieron de la clínica. Subieron al auto y papá
empezó a conducir rumbo a la casa de los Weiss. Allí dejamos a Sebastián y
Camila. Antes de entrar a su casa, Camila le agradeció a mi papá por su
intervención y por las atenciones en la clínica, Sebastián hizo lo mismo.
Ambos hermanos se despidieron de Robert, Zulema y de mí. Sebastián, en
especial, se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla. Era un hecho que
este acto lo hizo para desafiar aún más a sus contendientes sentados en el
asiento de atrás. Lo logró.
Dejamos a Zulema en su casa y el resto del camino, Mario y Paul gritaron,
renegaron y se quejaron acerca del hecho de por qué papá permitía que el
chico Weiss me dé un beso o por qué se sentía una atmósfera de parcialidad
hacia Sebastián y cosas como esas. Robert también entró en la discusión y la
camioneta se convirtió en un campo de batalla verbal.
Llegamos a la casa, la madre de Paul estaba allí junto a mamá. La tía Lucía le
agradeció a papá, luego tomó a Paul de la oreja sin darle oportunidad ni
siquiera de justificarse o defenderse llevándoselo a su casa. Robert subió a su
habitación y Mario intentó hacer lo mismo, pero papá lo detuvo.
-A dónde crees que vas-
-¿No es lógico? A mi cuarto-
-No me contestes así-
-Disculpe, señor, me dirijo a mi habitación-
-Mario, por favor, no es momento para ser irónico- dijo mamá.
-Has sido suspendido una semana en tu último año en la secundaria y con las
malas calificaciones que siempre sacas será casi imposible ir a una buena
universidad- gritó papá.
-¿Pará qué necesito ir a la universidad? ¿Para ser como tú? Un estúpido patán
que engaña a una tonta mujer que todo le cree-
Mamá abofeteó a Mario. Mario miró a papá y dijo:
-Te odio-
Mamá rompió en llanto casi al mismo tiempo que yo.
-Claudia, por favor, llévate a la niña arriba. Mario y yo necesitamos hablar.
¿Podemos hacerlo, Mario? Como hombres, sin insultos ni malcriadeces de
niños-
-Pues si lo quieres, eso no solucionará nada. Solo pierdes tu valioso tiempo-
De todos modos, se quedaron en la sala solos. Mamá y yo subimos. Mamá se
encerró en su habitación mientras que yo no tuve opción y también hice lo
mismo. Me encerré en mi habitación y encendí la radio. No quería ser testigo
de los gritos o pelea que se armaría en la planta baja. Me metí en la ducha, me
puse el pijama y me acosté con la radio prendida. Supongo que me quedé
dormida, solo recuerdo haber sentido un beso en la mejilla y unas grandes
manos de hombre que me acurrucó en mi edredón. Era papá. Era él.
EL VIAJE DE MAMÁ
Después de la conversación que Mario tuvo con papá, su actitud mejoró un
poco. El resto de la semana de suspensión la pasó en casa, sin salir. Su único
contacto con el mundo era Paul, quién todos los días venía a la casa para darle
sus apuntes o tareas de las clases. Era una labor casi religiosa la de Paul. Lo
quiera o no, prácticamente nos íbamos juntos a la casa después del colegio.
Excepto los días en que yo me iba con Camila a su casa, esos días se iba con
Fátima, quien se había convertido en una copia exacta de Tatiana no solo en lo
físico, sino también en su odio hacia mí.
Por otro lado, por haberse peleado en el colegio, Sebastián fue obligado a
pasar la semana de suspensión en su casa de playa para recargarse de energías
y eliminar los impulsos de violencia. Creencias de su madre. Al menos no le
fue tan mal.
Pero la semana de suspensión ya había pasado y había llegado el momento en
que ambos, Mario y Sebastián, regresarían al colegio. Más que Mario, la que
estaba muy nerviosa era yo.
Antes de irme al colegio, subí para despedirme de mamá, pero desde la puerta
de su habitación la oí conversar por teléfono con la abuela.
-Sí mamá, preferiría que me vayas a recoger a la estación- decía mamá en el
teléfono.
Mamá notó mi presencia y rápidamente se despidió de la abuela y colgó.
-¿Ya te vas?-
-Es lo mismo que te pregunto a ti ¿Ya te vas?-
-Con todo el alboroto que causó Mario, olvidé decírtelo. Voy a pasar unos días
con tu abuela. Tenemos que hablar, necesito hacerle tantas preguntas… tú me
entiendes, hija-
-Sí mami… ¿Cuándo te vas?-
-Mañana-
-¿Tan pronto?-
-Amanda, ya está todo arreglado. Tu padre vendrá a quedarse con ustedes-
-¿Papá? Pero esta casa será un campo de guerra. Sabes muy bien que Mario no
lo quiere ver-
-Al parecer, tu padre llegó a un acuerdo con Mario. Todo está bien. Son
familia, no se pueden odiar por siempre-
-¿Acuerdo? ¿Qué acuerdo?-
-Tu padre le hizo prometer a Mario que no volvería a portarse mal por el resto
del año escolar y que aprobaría todos sus cursos con buenas calificaciones, a
cambio él lo apoyaría en lo que sea que Mario decida estudiar o dedicarse, sea
ir a la universidad o no-
-Ahora entiendo por qué Mario está tan tranquilo-
-Creo que esa es la forma en que se reconciliaron-
-Pero no parece una reconciliación, más parece un soborno-
-Amanda, tienes que entender que independientemente de los problemas que
podamos tener tu padre y yo, él sigue siendo y siempre será el padre de
ustedes tres. Él conoce bien a cada uno de sus hijos… sabe que con Mario no
funcionarían las disculpas ni los abrazos ni besos o palabras de cariño… tal
vez eso funcionaría contigo, pero no con Mario. Ellos dos son padre e hijo y se
aman, ese acuerdo fue la forma de expresarlo-
Cada vez me impresionaba más mamá. Al parecer no le guardaba rencor a
papá, más bien lo alababa y defendía ante mí.
-Creo que tienes razón, mamá. Creo que, a pesar de todo, papá siempre estará
para nosotros… como aquel día de la pelea, llegó en el momento en que más
lo necesitábamos-
-Amanda, no fue casualidad que tu padre estuviera en los alrededores del
colegio ese día… tú sabes por qué estaba por ahí… es más fue ella quien le
aviso a tu padre de la pelea de Mario y Sebastián-
-¿Cómo lo sabes? ¿Quién te lo dijo?-
-Él mismo, tu padre-
Me quedé aún más asombrada, no solo por la sensación de indignación que
sentía por el descaro de papá y Miss Odio de exhibirse en los alrededores de
mi colegio sino también por la total tranquilidad de mamá al decirlo. Ella
seguía acomodando las cosas que llevaría a su viaje.
-Creo que ya debería irme mami, vendré temprano para ayudarte a empacar-
-Gracias-
-Te quiero mami-
-Yo también bebé… A propósito, quería comentarte algo-
-¿Sí?-
-El día de la pelea en el colegio de Mario y Sebastián, conocí a Sonia. Los
padres de Sebastián no pudieron ir por su hijo, entonces fue Sonia Serna… es
irónico que ese día estuviera tan cerca de su hija y no lo supiera… parece una
simple y buena mujer… bueno, ya vete, podrías llegar tarde por mi culpa-
-¿Estás bien?-
-Todo está bien-
Salí de casa preocupada por mamá. Me extrañaba que esté tomando las cosas
con tanta calma. Pero por otra parte estaba más tranquila. Al fin ya no me
ocultaban las cosas, era como si los secretos ya no tuvieran cabida en esta
familia. Había verdades muy duras de aceptar, pero era mejor conocerlas que
ignorarlas.
En el colegio, preferí no hablar con Sebastián, no quería provocar otra pelea.
Solo pasé el día escuchando a Zulema, conversando con Camila y viendo
pelear a Diego y Vanessa. Además de todo eso, tenía que mantener una actitud
indiferente y tolerante en las dos horas que duraba la clase de Miss Odio. Era
evidente que ella ya sabía que yo sabía de su relación con mi padre. Pero al
parecer no tenía ni idea de que yo conocía su otro secreto. Al parecer papá no
le dijo nada. Si así era, era muy digno de papá no haberse metido en algo que
solo le correspondía solucionar a mamá, a la abuela y a Sonia.
Viendo el lado positivo de la infidelidad de papá, en parte era una ventaja,
pues Miss Odio ya no se metía conmigo, no me acosaba con preguntas o
ridiculizaba frente a todos. Qué más podía hacer para hacerme sentir
miserable, ya se había llevado a mi papá. Ya había ganado. No tenía caso
seguir torturándome. Por eso, solo se limitaba a hacer su clase y prácticamente
me ignoraba, era mejor para las dos, al menos durante el tiempo que faltaba
para acabar el año escolar.
El resto de la tarde, ayudé a mamá a hacer sus maletas mientras que papá llegó
para dejar algunas de sus cosas y ropa para usar durante su turno como padre
sustituto. Era extraño y hasta gracioso ver a mamá sacar maletas de la casa y
meterlas a su auto mientras que papá sacaba maletas de su camioneta y las
metía a la casa. Era como ver el tráfico de una avenida.
Al día siguiente, muy temprano, llegó la tía Lucía junto a Paul para llevar a
mamá a la estación de tren. Robert y yo también quisimos ir, así que los
acompañamos. Al despedirnos de mamá, ella botó algunas lágrimas, pero de
inmediato sonrió y nos pidió que seamos gentiles con papá. También nos
indicó que la tía Lucía iría continuamente a la casa para ayudarnos en lo que
necesitemos. Nos despedimos con un fuerte beso y mamá subió al tren.
De regreso a casa en el auto de mamá, fue muy incómodo estar sentada al lado
de Paul. Finalmente, llegamos a casa y papá ya estaba bajando de su
camioneta. Solo un frío beso pude darle, Robert lo abrazó. Yo entré a la casa y
subí a mi habitación. Papá se quedó conversando con tía Lucía afuera por un
rato.
Ese día se iniciaba la nueva convivencia con papá y mis hermanos. Sin que
haya pasado ni un día, sentía que ya estaba extrañando a mamá.
FAMILIA EN CRISIS
Mamá no quería que la llamen. No quería que les demos quejas o le roguemos
para que vuelva lo antes posible, así que nos comunicábamos muy poco con
ella. Supongo que necesitaba paz y soledad por un tiempo.
Por otro lado, papá se tomó en serio el papel de cuidador o tal vez el de papá.
Todos los días se levantaba a las seis de la mañana para prepararnos el
desayuno, limpiaba la casa, regaba el jardín, luego se iba a bañar, se alistaba y
nos llevaba al colegio, incluso a Mario. Papá parecía más complaciente con
Mario que con Robert. Obviamente, ese cambio de actitud molestaba a Robert,
quien continuamente se peleaba con Mario y papá para hacerse notar.
Un sábado por la tarde, mis hermanos y yo veíamos televisión esperando a
papá para preparar la cena. Pero papá llegó con la cena lista, subió a su
habitación y de inmediato bajó disculpándose por su ausencia en la cena. Justo
cuando estaba dispuesto a salir, Robert se plantó en la puerta y le impidió el
paso.
-¿Qué te pasa hijo? ¡Déjame salir!-
-Te había perdonado que hicieras llorar a mamá, pero jamás podré comprender
cómo es que esa mujer que tienes en el auto valga más que tus tres hijos-
Mario corrió hacia la ventana para mirar. Yo hice lo mismo. Era verdad. Ahí
estaba, Miss Odio sentada en el asiento del copiloto, lugar que mamá había
ocupado cientos de veces cuando íbamos en el carro de papá.
-¿Por qué tienes que traerla a la puerta de la casa?- grité.
-Lo sabía, eras demasiado bueno para ser verdad. Siempre que quieres ser
nuestro padre nuevamente, haces algo y lo echas a perder- dijo Mario y luego
subió a su habitación.
-¡Mario!- gritó papá mirando hacia las escaleras.
-¿Cuál es el siguiente paso? ¿Tomar el té con ella? ¿Salir juntos de viaje como
una familia?- dijo Robert mientras secaba algunas lágrimas que caían por su
rostro.
-Robert, Amanda, lo siento. Pero es que… ustedes saben lo que hay entre
Celia y yo… no pensé que sea un problema-
-Ni siquiera se llama Celia, papá ¿acaso no lo entiendes? Es una farsante que
solo te usa para hacerle daño a mi mamá-
-Amanda, eso es algo que aún no está claro. Tu madre y yo lo conversamos ni
siquiera ella está segura… creo que lo mejor será que te vayas a dormir.
Mañana hablaremos de eso-
-Tú te niegas a ver la realidad. Todo lo haces para justificar a esa prostituta,
papá- grité.
Papá me abofeteó y Robert reaccionó lanzándole un puñetazo en el rostro a
papá, tumbándolo al suelo. Mario bajó las escaleras inmediatamente y tomó a
Robert del brazo justo cuando se disponía a darle otro puñetazo a papá.
-¡Haz ofendido a mi madre y te atreves a golpear a mi hermana. ¡Te
desprecio!- gritó Robert.
En ese mismo instante, la puerta de la calle que estaba medio abierta se abrió
por completo y Miss Odio entró a la casa.
-¡Jorge!- gritó Miss Odio levantando a papá del suelo.
Me dio tanta indignación ver entrar a Miss Odio a mi casa que, a pesar de la
tristeza en el corazón y las lágrimas en los ojos, empujé a Miss Odio al piso y
empecé a jalarle los cabellos. Se armó un verdadero lío en la casa. Papá me
separó de su amante de un jalón de brazo mientras que yo le gritaba que la
saque de la casa. Robert simplemente gritaba que odiaba a papá. Se detuvieron
las agresiones físicas pero los insultos iban y venían entre los dos bandos: uno
conformado por papá y Miss Odio y el otro por nosotros tres.
Papá estaba verdaderamente ciego y de la misma forma defendía a aquella
intrusa en nuestro hogar. Miss Odio constantemente decía:
-Son ridículos haciéndole problemas a su padre. Los tres son grandes, no son
bebes de pañales-
-Es una sinvergüenza, se aprovecha porque no está mamá- gritaba Robert.
Mario no se aguantó más y tomó del brazo a Miss Odio, sacándola a
empujones justo cuando la tía Lucía y Paul estaban entrando a la casa.
-¡No la toques!- le gritó papá a Mario.
Al ver todo el alboroto, la tía Lucía tomó a Mario del brazo y lo puso detrás de
ella. Luego les dijo a papá y a Miss Odio que estaban frente a ella:
-Estos jóvenes están en su casa. Jorge por favor, ten la decencia de no traer tus
aventuras callejeras a la casa. El hecho de que su madre esté de viaje no
significa que ellos estén solos. Yo estoy aquí para cuidarlos-
-Lucía, Celia entró porque oyó gritos y porque mis hijos me han faltado el
respeto-
-No creo que exista otra forma peor de faltar el respeto que la que tú les has
hecho a ellos y a su madre. Será mejor que se vayan-
-No hay necesidad de sus sermones, ni siquiera me interesa quedarme ni un
minuto más en esta casa- Miss Odio salió de nuestra casa.
Papá estaba a punto de ir detrás de Miss Odio,, pero la tía Lucía lo detuvo un
instante pera decirle:
-No regreses a esta casa, al menos hasta que vuelva Claudia. Yo me haré cargo
de tus hijos-
-No te ofendas Lucía, pero es mi casa- contestó papá.
-No te confundas, Jorge. No es mi decisión. Claudia fue muy clara al decirme
que, si sucedía algo como esto, te pidiera que no vuelvas aquí y que yo me
haga cargo de sus hijos hasta su regreso. Solo estoy siguiendo instrucciones.
Pero sabes que, disfruto seguir estas instrucciones de Claudia-
La tía Lucía le hizo a papá una seña con el brazo para que se vaya.
-Hablaré con Claudia- dijo papá y luego salió de la casa.
La tía Lucía cerró la puerta y todos nos acercamos a la ventana para ver la
escena entre papá y Miss Odio.
Papá corrió detrás de Miss Odio, pero ella lo empujó. Luego la Odio subió al
carro y papá hizo lo mismo. El carro arrancó y desaparecieron en medio de la
neblina de la calle.
Nadie cenó aquella noche. La comida que trajo papá la echamos a la basura.
La tía Lucía trataba de calmar a Robert quien mostraba una actitud enajenada
y a la vez triste. Mario simplemente se sentó en el sofá y miraba melancólico
el jardín a través de la mampara.
Yo simplemente no me controlaba. Mis lágrimas iban cayendo en silencio por
mi rostro. Paul me miró y de inmediato me jaló hacia su pecho. Pude llorar
sobre su casaca hasta que quedó totalmente mojada. Los demás nos miraban
hasta que la tía Lucía se acercó a nosotros y nos abrazó. Robert hizo lo mismo
y Mario terminó la escena lanzándose sobre nuestros cuatro cuerpos
enlazados.
Ese momento fue la parte de la noche que me hizo entender que, a pesar de
todo, no estaba sola.
EN EL ANIVERSARIO ESCOLAR
Mamá llegó de su viaje a los tres días de lo sucedido aquella noche. Pero no
estaba sola, llegó con la abuela y Dorita. Ninguno de los que estuvimos
presentes le contó nada a mamá acerca de lo sucedido ese sábado por la noche.
Papá lo hizo. Asimismo, aquella semana yo no tuve clases con Miss Odio.
Dijeron que había viajado unos días por un asunto familiar. Yo sabía que no
quería verme, seguro no soportaba la idea de tenerme en la misma clase por
más de un minuto. Yo opinaba igual. En su lugar tuvimos a una sustituta, la
profesora Celeste.
Pero, además del regreso de mamá, otras cosas pasaron esa semana.
Como Miss Odio se ausentó durante la semana de entrega final del proyecto.
Todos tuvimos que presentar nuestras historias a la profesora Celeste. La
historia que Camila y yo presentamos se basó en nuestra amistad: cómo nos
conocimos, cómo superamos los prejuicios, nuestras diferencias y cómo nos
hicimos las mejores amigas. La adaptamos a una fábula. El centro de la
historia era demostrar que a veces las primeras impresiones no son las
correctas. Nuestra historia se llamó “Un solo mundo para la gatita y la
conejita”, yo era la gatita y Camila era la conejita.
La profesora Celeste leyó cada una de las historias de la clase. Pero, a su
parecer, la historia que Camila y yo presentamos era la mejor. Nos puso la más
alta calificación de todo el salón. Vanessa estaba más que mortificada, había
trabajado tanto en su historia y había presionado tanto a Diego que ambos
andaban casi todo el tiempo peleados.
Pero la sorpresa no llegó solo ahí. Un día llegó nuestra tutora al aula
anunciándonos que la historia que Camila y yo habíamos escrito entró como
finalista al concurso de creación literaria por el aniversario del colegio. Camila
y yo nos emocionamos mucho, en realidad queríamos ganar, pero la
competencia estaba dura. Competiríamos con los finalistas de cada grado. Los
días pasaron y nuestros nervios aumentaban.
Finalmente, faltando un día para el día central del aniversario escolar, la tutora
nos comunicó que Camila y yo habíamos ganado el concurso de creación
literaria entre todos los demás finalistas. Nos indicó también que tendríamos
que leer nuestra historia frente a todo el colegio en medio de las celebraciones
por el aniversario. Camila y yo empezamos a prepararnos para tal ocasión.
La profesora Celeste nos indicó que sería su última clase con nosotros pues
Miss Odio volvería ese mismo día y estaría presente para nuestra presentación
y lectura de la fábula. Al momento de escuchar las palabras de la profesora
Celeste, una idea fugaz pasó por mi mente, la medité algunos segundos y de
inmediato la descarté. Sin embargo, le dije impulsivamente a Camila:
-Me gustaría narrar la historia si no te molesta-
-Claro que no. Es exactamente lo que te iba a pedir, ya sabes, no podría
enfrentar a una multitud mirándome mientras hablo-
-Tú puedes hacer la presentación-
-Sí-
-Gracias, Cami-
-¿Gracias? ¿Por qué? Las gracias te las tendría que dar yo por evitarme ese
momento incómodo-
-Gracias por inconscientemente permitirme hacer lo que creo que voy a hacer-
-¿Qué? ¿De qué hablas?-
Sonó el timbre del recreo y prácticamente salí corriendo para huir de las
preguntas de Camila, con dirección a las desiertas bancas de uno de los
campos de fútbol. Me senté y al poco rato una voz dijo:
-Deja de perseguirme-
Giré para mirar pues la voz me era más que familiar. Era Sebastián.
-¡No te estaba siguiendo! ¡Solo quería estar sola!-
Sebastián bajó unas cuantas bancas y se sentó justo a mi lado.
-Si no me estas siguiendo ¿de quién estás huyendo?-
-No huyo de nadie-
-Corrijo mi pregunta ¿De qué huyes?-
-De nada… solo quería pensar ¡A SOLAS!- aunque en realidad me alegraba
mucho haberlo encontrado, no lo había visto en días.
-Bueno… si no me quieres decir, yo te diré por qué estoy aquí… Huyo de tu
hermano y sus amigos… ¿Sabías que me amenazaron de muerte?-
-¡Eso no es verdad! ¡Mario ya ni siquiera te da importancia!-
-¡Claro que sí! Me llama por las noches para amenazarme y deja en mi puerta
animales muertos descuartizados como adelanto de lo que me espera-
-¡Ya cállate!-
Sebastián se rio y luego se quedó callado un momento. Luego volvió a
preguntar:
-Ya en serio… ¿en qué piensas?… ¿podría saber? Si me dices, tal vez pueda
ayudarte-
Las palabras de Sebastián de alguna u otra forma me transmitieron confianza,
como siempre. Titubeé por un instante y finalmente le conté todo lo que hace
unos momentos había pasado por mi mente mientras escuchaba a la profesora
Celeste.
-¿Qué piensas?-
-Creo que me has dado demasiada información… me he aturdido-
-Dijiste que podías ayudarme-
-Jamás pensé que se trataría de eso-
-¿Y de qué pensabas que se trataba?-
-No sé… pensé que tal vez me contarías sobre tu amor frustrado por ese niñito
llamado Diego-
-Ya no existe tal amor por él. Mis sentimientos por él fueron destruidos el
mismo día en que empezaron… en fin no estoy hablando de él ¿Podrías
concentrarte?-
-Creo que antes de pensar en el plan, deberías pensar en las consecuencias-
-¿Las consecuencias?-
-Sí, las muchas consecuencias que traerá tu acto. Si estás dispuesta a
aceptarlas, pues házlo. Es más, yo te ayudaré-
-¿De verdad?-
-Claro, yo no tengo nada que perder. La que puede perder serás tú-
-No me importa. Lo haré… pero tienes que prometerme que no se lo dirás a
nadie. Mucho menos a Camila-
-No hablo de cosas importantes con mi hermana ¿Qué crees, que es mi
confidente o qué?-
-Bueno, te advierto… sino sabrás de lo que mi puño y yo somos capaces-
-¡Uy qué miedo!-
Ambos reímos. El recreo terminó y Sebastián se fue primero. No queríamos
que Mario, Paul, Tatiana o algún otro nos vean saliendo juntos del campo de
fútbol. Sería como echarle más leña al fuego.
A pesar de las preguntas insistentes de Camila sobre lo que pretendía hacer al
día siguiente. No le dije nada. Solo le dije que quería que papá y mamá vayan
a verme, pero que no sabía cómo decírselo a cada uno, sobre todo a papá
porque ahí también estaría Miss Odio. Camila me creyó o al menos eso me
hizo creer.
El día siguiente llegó. La ceremonia empezaría a las diez de la mañana. Todos
los alumnos estaban obligados a asistir y todos los padres y familiares estaban
invitados. Yo había invitado a papá la noche anterior. Él me aseguró que
asistiría. Me lo debía de todas maneras por haberme abofetear a causa de Miss
Odio. También invité a la abuela y a Dorita. Todos estarían ahí. Sentía gusanos
en la barriga de solo imaginarme parada frente a todas esas personas.
Respiraba profundo y trataba de calmar mi mente, pero aun así los nervios no
me dejaban.
Mis hermanos, mamá, la abuela, Dorita y yo llegamos al colegio. El patio
central del colegio estaba lleno de alumnos, profesores, padres y otros
familiares. Por medio de los altavoces, el director anunció que la ceremonia
estaba a punto de iniciar, así que todos debíamos ingresar al auditorio del
colegio. La lectura de la historia ganadora del concurso de creación literaria
solo sería uno de los números presentados en la ceremonia. Habría un discurso
inicial a cargo de Robert, como siempre, representaciones artísticas, entre
otros. Como penúltima presentación, se daría pase a la lectura de nuestra
historia y finalmente las palabras del director.
Todo el colegio estaba ahí. Todas las personas que conocía y desconocía.
Incluso los señores Weiss estaba allí junto a Sonia. Los nervios subían y
bajaban por mi cuerpo. Después de todas las presentaciones y todos los
aplausos, nos llegó el turno a Camila y a mí. Respiramos profundo juntas, yo
tomé un vaso de agua y salimos de las cortinas hacia el escenario central. Todo
estaba por empezar.
-Buenos días a todos. Soy Camila Weiss y mi compañera Amanda Zulens.
Somos del primer año. Hace unos meses se nos encargó la creación de un
texto literario, tuvimos algunos retrasos porque no nos decidíamos por el tema
de la historia. Sin embargo, por casualidades de la vida, llegamos a la historia
adecuada para este proyecto. Les agradecemos mucho su asistencia. A
continuación, Amanda les narrará la historia-
Camila dejó el micrófono y se sentó en una de las sillas que estaban en el
escenario. Yo me paré frente al micrófono. Ya estaba pasando.
-Buenos días…
Hice una breve pausa para mirar a todos los conocidos allí sentados. Zulema,
Diego, Vanessa y todos los demás compañeros de la clase. Papá, Mario,
mamá, Robert, la abuela, Dorita, la tía Lucía y Paul, sentados juntos
pretendiendo ser una familia. Unas sillas más adelante, los señores Weiss junto
a Sebastián y Sonia Serna. En otra fila, casi alejada de la vista y atención de
Sonia y mi familia, estaba Miss Odio, sentada, mirándose las uñas como
despreocupada y desinteresada por lo que estaba a punto de escuchar. Tomé
otro breve pero profundo respiro y continué:
-Nuestra historia se llama originalmente “Un solo mundo para la gatita y la
conejita”. Sin embargo, estoy a punto de cambiarle el nombre a nuestra
narración-
Todos mi miraron con cierta expresión de extrañeza y a la vez simpatía.
-Le cambiaría el nombre porque en realidad, ese título no refleja los sucesos
que siguieron después de que la conejita y la gatita se hicieran amigas-
Algunos en el público se miraban los unos a los otros. Otros me miraban con
una sonrisa contenida y confundida.
-A decir verdad, la conejita se comportaba como una criatura pedante o al
menos esa era la impresión que ella quería demostrar, solo para evitar que
alguien conociera el enorme corazón que tenía. Solo era un poco tímida. Por
otro lado, la gatita era una criatura prejuiciosa que consideraba que tenía el
mundo a sus pies y, de alguna manera inconsciente, estaba harta de que todo
en su vida sea tan perfecto y fácil. Pues, sí señores, estas dos criaturas con
formas de ser tan distintas se encontraron un día por obra y gracia de una
malvada profesora. A partir de ese momento, jamás volvieron a separarse. De
ahí, que los dos mundos separados de ambas criaturas se unieron en uno solo.
Este único mundo empezó a girar y rotar en la misma dirección uniendo las
vidas de la conejita y la gatita. La moraleja sería algo así como que: “no hay
mal que por bien no venga” o “como que las primeras impresiones no siempre
son las correctas”, entre otras cosas que nos podríamos inventar en este mismo
momento. Pero esta solo es la primera parte. Creo que no les he contado nada
nuevo, la mayoría de ustedes ya leyó o les contaron la historia… lo que les
contaré será la secuela de esta inocente historia-
Pude notar que la subdirectora sentada al lado de Camila estuvo a punto de
pararse. Tal vez para detenerme. Camila la disuadió. Continué.
-La conejita y la gatita siempre jugaban en casa de la conejita junto al hermano
mayor de la conejita. Ahí, el ama de llaves paloma los atendía. Como los
pobres conejitos vivían solos la mayor parte del tiempo, el ama de llaves
paloma los adoptó como sus propios hijos. Los acompañó, los cuidó e incluso
se confesó con ellos y con la gatita también. El ama de llaves paloma les contó
a las pequeñas criaturas acerca de su triste historia de vida. En el pasado, fue
seducida por un apuesto gato del cual se enamoró y tuvo una pequeña
palomita. Las cosas se complicaron para el ama de llaves paloma y el apuesto
gato que amaba se casó con una gata refinada y domesticada. El ama de llaves
paloma y su pequeña palomita no tuvieron otra opción que desaparecer del
mundo del apuesto gato. Pasaron los años y la gata refinada y domesticada se
enteró de la existencia de la pequeña palomita del ama de llaves paloma. Trató
de ayudarla, alejándola aún más de la vida del apuesto gato, pues, para ese
momento, la gata refinada y domesticada había dado a luz a una pequeña gata
tierna. El apuesto gato y la gata refinada y domesticada ahora eran una familia
completa. La aparición del ama de llaves paloma y de la pequeña palomita
solo lo arruinaría todo. Así que la gata refinada y domesticada resolvió
exiliarlas al frío y oscuro bosque.
Ahí vivieron durante años, acompañadas de los demás animalitos del bosque.
Hasta que un día, el apuesto gato se enteró de la existencia de la pequeña
palomita y fue a buscarla. La encontró, tal vez le pidió perdón por los años de
ignorancia y ausencia. Pero el apuesto gato no pudo hacer más. Su cuerpo con
los años se había debilitado y al poco tiempo falleció. La pequeña palomita no
pudo disfrutar mucho tiempo de su padre, pero en vez de ponerse triste, la
pequeña palomita se enfadó mucho. La pequeña palomita decidió abandonar a
su mamá, el ama de llaves paloma, y fue en busca de la gata refinada y
domesticada y de la pequeña gata tierna. La pequeña palomita decidió
vengarse para aplacar el gran enojo que sentía. Su furia se centró en la
pequeña gata tierna, su media hermana. La buscó, la encontró y fingió ser su
amiga por algún tiempo hasta que apareció un joven gato en la vida de la
pequeña gata tierna. La pequeña palomita empezó a ver al joven gato como el
motivo perfecto para vengarse de la pequeña gata tierna y de la gata refinada y
domesticada. Pero sus planes no salieron como le hubiera gustado. Al poco
tiempo, la pequeña gata tierna se casó con el joven gato. Nuevamente los gatos
habían derrotado a las aves. La pequeña palomita no pudo soportar más su
frustración y desapareció por un tiempo. La pequeña gata tierna y el joven
gato tuvieron tres gatitos, entre los gatitos se encontraba la gatita de nuestra
historia inicial. Ya se imaginarán el resto… Pero por si no lo hacen, se los
contaré.
Al cabo de unos años la pequeña palomita reapareció, esta vez como profesora
de uno de los gatitos, el gatito mayor. Irrumpió nuevamente en la vida de los
gatos y sedujo al joven gato para que abandonara a su familia. Ya sea por
amor, por miedo, por costumbre, por valores morales, o lo que sea, el joven
gato se arrepintió de huir con la pequeña palomita y decidió quedarse con su
familia. La vida de la familia gato se convirtió en rutinaria, normal, parecían
una familia real, casi perfecta. Pero a los pocos años, la pequeña palomita
regresó a sus vidas. Esta vez como la malvada profesora de la gatita menor. Sí,
nuestra protagonista inicial. La pequeña palomita no tenía intención de
enseñar en ese colegio solo quería continuar satisfaciendo el odio que sentía
por la familia gato. Sin saberlo, la gatita la nombró Miss Odio y empezó un
sentimiento de aversión entre ellas. Miss Odio, sin saberlo, unió a la gatita y a
la conejita en un trabajo escolar. De ahí nació la amistad y el único mundo
entre estas dos pequeñas criaturas que tiempo después conversarían con el ama
de llaves paloma y conocerían su triste historia de vida. Pero la conejita y la
gatita no conocían la historia completa tal y como se las he contado. En su
afán por ayudar al ama de llaves paloma; la conejita, su hermano mayor
conejo y la gatita emprendieron un viaje al triste y oscuro bosque para ayudar
al ama de llaves paloma a encontrar a su pequeña palomita. Fue allí, en el
triste y oscuro bosque que la conejita, su hermano mayor conejo y la gatita
descubrieron la secreta historia que escondía el ama de llaves paloma. Fue allí
que la gatita descubrió su conexión con el ama de llaves paloma y la pequeña
palomita, fue allí que también descubrió por qué Miss Odio la odiaba tanto.
Era lógico. Miss Odio y la pequeña palomita eran la misma criatura. Esta
historia aún no tiene fin, señores. Pero se las he contado porque me gustaría
que algunos de ustedes que están en el público pueda ayudar a darle un final
feliz a esta secuela de la historia ganadora del concurso de creación literaria
escolar… era todo lo que tenía que narrarles… Muchas gracias-
Terminé, solté el micrófono y caminé por el escenario hasta ocultarme detrás
del telón. Antes de desaparecer de la escena pude ver los rostros confundidos
de la mayoría. No sabían si aplaudir, irse, ignorarme, reírse o llorar. Algunos
miraban hacia otro lado, otros lucían preocupados. Entre esa multitud estaban
todos los animalitos protagonistas de mi historia. Camila fue a mi encuentro,
me miró con su tierna mirada y me abrazó fuertemente. Era lo que más
necesitaba en esos instantes.
CAOS FAMILIAR
Salí del auditorio junto a Camila por la puerta trasera, casi como huyendo.
Pero mi huida fue frustrada. Ahí estaba parada Miss Odio. Más atrás venían
mis padres, la abuela y los demás complementos de mi familia, estaban
reuniéndose todos. Al final, llegaron los Weiss junto a Sonia. Una lluvia de
gritos, reclamos y preguntas cayeron sobre mí. Pero mi mirada solo estaba
atenta a la mirada de Sonia al ver a su hija entre todos nosotros.
-¿Tania?- gritó Sonia mientras se acercaba a Miss Odio con lágrimas en los
ojos.
Miss Odio giró la mirada y sorprendida solo pudo preguntar en tono
despectivo y reprochable.
-¿Tú? ¿Qué haces aquí?-
-¡Amanda, vámonos!- dijo mamá mientras me tomaba del brazo.
La señora Weiss hizo lo mismo con Camila mientras que el señor Weiss le
preguntaba insistentemente a Sebastián “¿Qué había sido todo eso?”.
-¡Hija!- Sonia se impulsó a abrazar a Miss Odio. Pero Miss Odio la apartó de
su pecho.
Miss Odio nos miró a todos. Su mirada estaba aún más llena de odio, de
tristeza, de frustración, de desesperanza y muchos otros sentimientos
indescriptibles. Unas pequeñas lágrimas cayeron sobre sus mejillas, pero ella
las secó de inmediato.
-Tania, hija. Por favor, no me hagas esto-
-¡Celia!- exclamó papá como tratando de persuadir a Miss Odio de quedarse
con su madre.
-¡Vámonos, Amanda!- volvió a repetir mamá mientras me jaloneaba del brazo.
Miss Odio se disponía a huir de la misma forma en que mamá y yo
pretendíamos hacerlo, pero una voz imponente nos detuvo.
-¡Basta ya! ¡Nadie se irá por su cuenta! Ha llegado el momento de enfrentar
nuestros asuntos. Creo que Amanda ha sido más que clara al respecto. Todos
los que pertenezcan o estén involucrados en esta familia, se tienen que quedar-
exclamó firmemente la abuela.
La señora Weiss tomó la mano de Camila y la apartó de mi lado. Luego miró a
mamá y le hizo una pequeña caricia sobre el hombro, bajó la mirada y se fue
junto a Camila, quien me miraba con sus pequeños ojos azules inundados en
lágrimas. El señor Weiss siguió a su esposa y Sebastián siguió a su familia sin
antes lanzarme una de esas miradas que siempre me daban ánimo, fuerzas y
sentido de saber que lo que había hecho era lo correcto. Respiré profundo y
me preparé para enfrentar lo que se venía. La abuela continuó hablando:
-Es evidente que nadie se esperaba esto. Excepto Amanda. Lo que esta niña,
mi nieta ha expuesto públicamente el día de hoy es la gran verdad que durante
años me empeñé en esconder, sin darme cuenta que solo hacía daño a las
personas que más quería. Les pido por favor que vayamos a otro lugar a
aclarar todo esto. Tenemos que enfrentarlo, por favor. Es solo el pedido de una
vieja que está profundamente arrepentida de toda la mentira que significó su
vida-
La abuela se acercó a Miss Odio, quien ya no podía detener sus lágrimas y
solo las podía ocultar bajando la mirada. Jamás la había visto tan vulnerable,
tan frágil, tan desarmada.
-Tania, es momento de hablar- la abuela exclamó mientras tomaba las manos
de Miss Odio.
Mamá las miró y de inmediato soltó mi brazo y se dirigió hacia su auto. Papá
fue detrás de ella, al igual que Robert y Mario. Solo yo me quedé para ver
cómo Miss Odio contemplaba la escena con un incontrolable llanto sobre los
ojos.
-Sonia, por favor. Necesitamos hablar todos- volvió a hablar la abuela.
-Lo sé- respondió Sonia.
La abuela miró a Dorita y ella de inmediato tomó a Miss Odio por la espalda
dirigiéndola hacia la camioneta de la abuela. Miss Odio no opuso la menor
resistencia. Sonia las siguió. Miré a la abuela. Yo aún estaba muy asustada con
toda la avalancha de gritos y reproches que me esperaba. Sin embargo, la
abuela se acercó a mí y abrazándome me susurró en el oído:
-Hiciste lo correcto. Hiciste lo que jamás hice por falta de valentía. Te amo-
Subimos al auto de la abuela. Dorita condujo unas cuantas cuadras hasta que
llegamos a la casa, ahí ya estaba el auto de mamá. Bajamos del auto y
entramos a la casa. Ahí estaban: mamá, papá y mis hermanos. Las cinco
mujeres entramos en la sala de la casa. Todos nos miramos.
La abuela empezó a hablar mientras todos bajaban la mirada o esquivaban sus
miradas hacia otros lados. Creo que la idea colectiva era no enfrentar lo
inevitable, aunque esté golpeando nuestros rostros.
-Jamás tuve el valor suficiente para lograr lo que la menor de todos nosotros
ha logrado- empezó diciendo la abuela.
-¿Cómo? ¿Quién te lo dijo todo? ¿Fue tu abuela?- me preguntó Miss Odio.
-Fui yo- contestó Sonia por mí.
-¿Tú?-
-Todo empezó como una simple conversación, Tania. Ya habían pasado seis
años desde que te fuiste sin saber nada de ti. Tenía encarnada esa angustia en
el corazón. Amanda y sus amigos llegaron a mí como traídos por la divinidad.
Desahogué en estos niños el dolor y secretos de mi corazón, sin saber que
Amanda era quien era. Obviamente ella tampoco lo sabía. Ella solo quería una
buena historia real para su tarea y obtuvo una historia más que real, obtuvo
una historia propia-
-¡Qué estúpida! Yo misma le dejé esa tarea- se reprochó Miss Odio.
-Todo esto es mi culpa. Si no hubiera ocultado la verdad durante tantos años,
esto jamás hubiera ocurrido- dijo la abuela.
-Nada de esto es tu culpa, mamá. Solo es culpa de esa mujer que se metió
entre mi padre y tú. Al igual que ahora su hija bastarda lo hace entre Jorge y
yo- exclamó mamá con furia mientras repartía su mirada entre Sonia y Miss
Odio.
-Tu madre fue la que se metió entre mi padre y mi madre- reclamó Miss Odio.
-Tú no tienes derecho a decir eso. Mis padres eran una pareja casada, éramos
una familia, siempre lo fuimos hasta que tú y tu madre aparecieron-
-Jamás fueron una familia, pequeña tonta. Tu familia solo fue una beneficiosa
sociedad económica para mi padre. Aunque su esposa era tu madre, él siempre
amó a mi tonta madre-
-Tania, ya basta, por favor- suplicó Sonia.
-Eres una mentirosa, siempre lo fuiste- gritó mamá.
Mario, Robert, papá, Dorita y yo solo mirábamos el enfrentamiento aterrados.
Cada uno, a su manera esperaba un posible enfrentamiento físico entre mamá
y Miss Odio. Felizmente, dicho enfrentamiento no se dio. La abuela y Sonia
las detuvieron antes de que mamá y su hermanastra rival empiecen a
golpearse. Sonia se acercó a Miss Odio, la abrazó y llorando le pidió perdón
por la vida que había llevado a su lado.
-Hija, no es a la señora Catalina o a Claudia a quien debes culpar sino a mí. Yo
renuncié a tu padre y con esa decisión te quité el derecho que tenías de
conocerlo y convivir con él. ¡Lo lamento! Pero también quiero que sepas que,
aunque pienses que Claudia te quitó a tu padre, debes disculparte con ella
porque ella estaba en mayor desventaja que tú. Hasta estos días, ella ni
siquiera tenía idea de mi existencia o su parentesco contigo. Sé amable, hija,
sé comprensiva-
Al parecer las palabras de Sonia conmovieron el inmóvil corazón de Miss
Odio. Miró a su madre y cayó de rodillas al suelo. Sonia se dejó caer junto a
ella. Mamá rompió en llanto al igual que la abuela. Mientras que Robert,
Mario y Dorita las miraban aterrados. Papá intentó correr hacia Miss Odio,
pero al ver a mamá se contuvo y fue a consolar a mamá, quien lo rechazó y fue
a sentarse en uno de los sofás.
-Toda tu educación, tus viajes, tus pequeños lujos hija mía, todos fueron
financiados por la señora Narry durante toda tu vida. Su única petición fue que
no la odies u odies a tu hermana. No cumplimos nuestra parte pequeña mía.
Estamos en deuda-
La mirada de Miss Odio se trastornó. Se soltó de su madre. Nos miró a todos,
se paró del piso y corrió hacia la puerta para irse. Sonia fue detrás de ella, la
abrazó fuertemente por la espalda, pero Miss Odio entró en un ataque de
pánico. Empezó a golpear a su madre y Sonia simplemente se dejó golpear.
Papá corrió para sujetar a Miss Odio. Sonia solo repetía una y otra vez “lo
siento”, “lo siento”…
Mamá, al presenciar esa escena subió corriendo a su habitación, mis hermanos
fueron detrás de ella, yo solo pude correr a abrazar a mi abuela. Ambas
quedamos inmóviles. Dorita corrió hacia la cocina por un vaso de agua. Miss
Odio empezó a maldecir su vida, su existencia, a su madre, a Terranova y a
todo lo que seguro pasaba en ese instante por su cabeza. Estaba como
desquiciada, gritaba y gemía mientras le daba pequeños golpes a su madre y
papá intentaba controlarla inútilmente. Finalmente, solo le gritaba a su madre:
“hice cosas terribles, hice cosas terribles”… luego su frágil estado emocional
de ese momento no soportó más y se desmayó.
La abuela corrió a socorrerla, se armó un nuevo escándalo en la sala. Mis
hermanos y mamá bajaron corriendo al escuchar los ruidos. Todos corrían, por
la casa intentando ayudar en algo. Finalmente, papá tomó en sus brazos a Miss
Odio y junto a mamá la subieron al auto de mamá. Sonia y la abuela también
fueron con ellos. Robert, Mario, Dorita y yo nos quedamos en la casa.
Estupefactos, inmóviles, mudos, nerviosos, ninguno podía articular alguna
palabra que nos sacara de ese estado.
Media hora transcurrió desde que llevaron a Miss Odio al hospital. Al fin, el
teléfono sonó, era mamá. Robert contestó, pero mamá pidió hablar con Dorita.
Dorita tomó el teléfono mientras nosotros la mirábamos como si de eso
dependieran nuestras vidas. Dorita terminó de hablar con mamá y cortó.
-¿Qué ha pasado?- preguntó de inmediato Mario.
-Ella… ella estaba embarazada-
Todos volvimos a quedar mudos. ¿Era posible que Miss Odio y papá fueran a
ser padres nuevamente? ¿Íbamos a tener un medio hermano? ¿La historia
familiar se estaba repitiendo otra vez? Pero… un momento… Dorita dijo:
“ELLA ESTABA…”
-A qué te refieres con “estaba” ¿ya no lo está?- pregunté.
-Lo acaba de perder- respondió Dorita.
Lo lógico hubiera sido sentir un profundo alivio y sentido de justicia divina o
algo así por cómo se había comportado Miss Odio con nosotros durante todos
esos años. Sin embargo, la noticia se sintió como un viento invernal
penetrando en nuestra piel. Nadie dijo nada más en la sala. Robert subió a su
habitación y al poco rato Mario hizo lo mismo. Solo me quedé con Dorita. Nos
recostamos en el mueble con tazas de chocolate caliente y mantas sobre
nuestros cuerpos. No quise subir a mi habitación y Dorita lo presentía. Solo
quería quedarme ahí, esperando el regreso de quienes se habían ido.
UN NUEVO ORDEN
Como era de esperarse, Miss Odio no volvió a enseñar en mi escuela. Una vez
más, renunció por medio de una carta. La profesora Celeste fue su reemplazo
permanente.
Desde el día de mi narración, las cosas se complicaron para mí y mis
hermanos en el colegio. Los rumores iban y venían. Solo Zulema, Camila,
Vanessa y Diego sabían la verdadera historia, claro, Paul y Sebastián también.
Algunos sospechaban de que se trataba de mi propia historia familiar, otros
decían que solo quise llamar la atención ese día. Los más inocentes pensaban
que simplemente dejé volar mi imaginación y que de verdad tenía un gran
talento para la creación literaria. Sea como sea, los chismes empezaron a
circular a mi alrededor, lo cual, al contrario de lo que esperaba, me favoreció,
pues me hizo muy popular en el colegio, a pesar de solo estar en el primer año.
Mario, gracias a su gran poder y liderazgo social, no fue víctima de ninguna
muestra de burla o pregunta incómoda. Robert simplemente siguió con su
vida.
Era como si el mundo simplemente siguiera girando a pesar de mis angustias.
Nada de lo que me había traumatizado y atormentado durante esos últimos
meses, le afectaba a alguien más. Era como si viviera en un mundo morboso y
ansioso por saber lo que ocurría, pero indiferente al momento de tratar de
ayudar a los implicados.
Por otro lado, Sonia renunció a la casa de los Weiss y viajó junto a Miss Odio
hacia Terranova. Aún tenían la casa que años atrás la abuela les había
regalado. No volvimos a saber de ellas. Hasta unas semanas después cuando a
mamá, la abuela y a mí nos llegaron tres cartas. No pude saber el contenido de
las cartas de mamá y de la abuela, pero todas tenían la misma firma, Tania
Serna. Miss Odio nos había escrito muy personalmente a cada una de nosotras.
Según me contaron mamá y la abuela, Miss Odio les había pedido perdón por
todo lo que les había hecho y dicho. Sabía que tal vez jamás seríamos una
familia, pero simplemente quería asegurarse de que ya no existían rencores
entre ambas partes. Mi carta era diferente, a mí no me pedía perdón por cómo
me había tratado mientras fui su alumna. Simplemente me decía en la carta:
“Espero que termines tus clases con
buenas calificaciones. Sigue haciendo
buenos amigos a lo largo de tu vida.
Solo una cosa más, en el futuro, nunca
empieces algo que no sepas cómo
terminar.”
Solo eso para mí, breves líneas y un mensaje confuso al final. Se referiría a
que no hice nada más que quedarme muda e inmóvil mientras ella y mi familia
se peleaban en mi sala. O tal vez se refería a ella misma, a su experiencia de
vida, a su venganza absurda y me estaba aconsejando para que no haga lo
mismo en mi vida. Sea cual haya sido el sentido de su consejo. No me gustó,
fue una carta simple, fría, sin arrepentimientos hacia mí a diferencia de las
cartas que les envió a mamá y a la abuela. Claro que no esperaba palabras
cariñosas de tía, pero al menos esperaba una disculpa o reconocimiento de sus
errores. Pues así quedé con su carta, casi como al principio. Miss Odio vino a
nuestras vidas, hizo lo que tenía que hacer y luego se marchó sin dar muchas
explicaciones.
Al contrario de lo que pensé, papá no corrió detrás de Miss Odio. Se quedó en
Glibertud, pero definitivamente se mudó. Era inútil continuar con todo. Mis
padres ya no se amaban y ambos lo sabían, incluso Mario, Robert y yo lo
sabíamos. Nunca dejó de ser nuestro padre, pero sí dejó de ser el esposo de
mamá.
Pronto llegaron abogados a la casa y en menos de lo que pensamos, mamá y
papá ya estaban en medio de un divorcio de mutuo acuerdo. Todos lo
sabíamos, pero no lo esperábamos.
Mamá volvió a ser soltera. Era extraño pensar en todo lo que había pasado al
lado de mi padre y que, por voluntad de unos extraños abogados y unos
simples papeles, ellos dos ya no eran nada, ya no había nada, como si nada
nunca pasó, excepto por nosotros tres.
Mamá continuó enseñando a tocar el piano a niños en la casa. Pero un día, una
propuesta de trabajo como profesora de música en su alma máter le llegó en el
correo. Era como si ella lo hubiera estado esperando desde hace mucho. Como
era de esperarse, mamá aceptó el trabajo. Ya no la tendríamos todo el tiempo
en la casa, manteniendo todo en orden, limpiando, regando el jardín, tocando
el piano, leyendo. Ahora sería mucho más de lo que era. Sería madre, soltera e
independiente. Mamá parecía feliz, lucía feliz. Papá hizo lo mismo con su
vida. Solo salíamos con él los fines de semana. Pero también parecía feliz y
tranquilo. Mis hermanos y yo poco a poco también nos acostumbramos a esa
nueva vida y convivencia familiar.
Era extraño, pero era como si todo el caos producido antes hubiera sido
planeado para generar un nuevo orden en nuestras vidas.
LA CITA
Todo el alboroto en mi familia estaba casi controlado. Después de que todo
volvió a ser regular y rutinario en nuestras vidas, volví a mi vida en la
secundaria. Sabía que aún había algunos chicos que hablaban o se reían de mí
a mis espaldas, pero era algo que ya ni me importaba ni me afectaba.
Ese día salí como todos los días de la casa, la diferencia fue que ese día me
encontré a Paul en el camino. Estaba solo, sin la molesta presencia de Fátima.
-¡Qué casualidad! Coincidimos en el lugar y el horario-
-No me parece casualidad. Sabes perfectamente que salgo todos los días a la
misma hora- respondí.
-Amanda, no creas que sigo teniendo las mismas intenciones que te demostré
hace algunos meses. Sí, me gustas, eso no lo puedo negar, pero me he dado
cuenta de que nuestra relación de amigos, casi hermanos, por más que me
cueste aceptarlo, es algo mucho más fuerte que todos los sentimientos
amorosos que yo pueda tener por ti-
-¿Te caíste de la cama?-
-Amanda, por favor ¡no bromees! Estoy hablando en serio-
-De acuerdo. Continúa-
-Ayer le conté todo a Mario… creo que tuve suerte de que ya no esté pasando
por su etapa de violencia sino hoy no me verías entero- Paul sonrió
ligeramente.
-¿Qué? ¿Mario sabe que tú estúpidamente me besaste en el jardín? Supongo
que también le dijiste que te empujé y que te he rechazado miles de veces-
-Claro que sí. Mario solo se quedó terroríficamente callado unos minutos.
Luego me miró, me tocó el hombro y dijo: “no me extraña, mi hermanita se
está convirtiendo en una pequeña belleza”-
-¿Qué?-
-Sí, lo sé. A mí también me extrañó su actitud. Casi le pedí de rodillas que me
golpeara o me dejara de hablar, pero nada. Él continuó como si nada grave
hubiera ocurrido-
Me quedé pensando algunos minutos mirando el suelo, luego volví a mirar a
Paul mientras caminábamos. Una cuadra antes de llegar al colegio, Paul me
tomó de ambos brazos y nos detuvimos.
-No sería raro para los demás vernos llegar juntos, soy casi como un hermano
sustituto para ti y todos lo saben. Pero, para mí, sí sería algo extraño… me
daría algo como… esperanzas contigo… y la verdad no quiero seguir
fantaseando contigo. Fátima es una buena chica, es linda, popular y bueno…
tú sabes, vuelve un poco loco a cualquier chico-
-Por favor, no continúes-
-Lo siento, me salí del tema… el punto es que no quiero que haya
malentendidos, rencores o secretos entre nosotros. Solo quiero que volvamos a
ser como antes. Quiero que me vuelvas a hablar y mirar como antes.
Empújame, insúltame, golpéame. Todo eso me haría sentir que me has
perdonado-
Me quedé mirando a Paul por unos segundos y fugazmente vinieron a mi
mente todos los recuerdos de nuestra infancia juntos, los momentos alegres,
graciosos, tristes y hasta aquel fallido primer beso que me dio. No podía seguir
siendo malvada con él. Tenía que aceptar que siempre estuvo, está y estará en
mi vida. Era un tonto hermano mayor más.
-Eres verdaderamente un gran tonto, pero te quiero. Te quiero porque eres
Paul, el estúpido y fastidioso chico extraño que siempre irrumpe en mi casa y
en mi vida- simplemente lo abracé y pude sentir en mi mente su gran sonrisa,
él también me abrazó.
-Amanda, esta muestra de cariño verdaderamente no me la esperaba… podría
hacerme pensar que te gusto-
Lo golpeé fuertemente en el pecho con mi puño.
-Solo es una broma ¡qué niña!-
Ambos sonreímos. Luego, ahí abrazados, él me miró y me dio un tierno beso
en la mejilla.
-Solo una pregunta más, Amanda-
-¿Qué?-
-¿Qué pasa con Sebastián Weiss?-
No pude contener mi rubor facial que se manifestó en su máximo potencial.
Me sentía como un pequeño tomate femenino.
-No pasa nada-
-Sí claro… pero el rojo de tu cara me dice lo contrario. Bueno, si lo quieres, ya
no lo golpearé y creo que Mario tampoco. Como que ya nos aburrió golpearlo-
-¡Cállate!-
Paul sonrió ligeramente.
-Separémonos aquí. Yo voy primero. ¡Nos vemos más tarde!-
Paul se adelantó y me quedé ahí parada mirándolo con una pequeña sonrisa
mental. De pronto, alguien tomó mi hombro.
-¿A quién miras?- dijo la suave voz de Camila.
-¡Hola! Solo al tonto de Paul, me lo encontré en el camino-
-¿Qué extraño que no te acosó como siempre lo hace?- dijo Sebastián
parándose a mi lado.
Lo miré y el rubor de mi rostro que ya estaba desapareciendo volvió
nuevamente. Sebastián lo notó y sarcásticamente dijo:
-No uses el maquillaje de tu mamá para venir al colegio. Me gustas al natural-
luego se adelantó y entró al colegio.
Me puse aún más roja y mis manos empezaron a sudar.
-¿Qué fue eso? ¿Será que el destino nos hará cuñadas?-
-¿De qué hablas?-
-Amanda ¿crees que no he notado cómo te mira mi hermano? Tú le gustas,
tontita-
-¿Él te lo ha dicho?-
-¡Claro que no! Somos hermanos, no confidentes. Pero él nunca antes había
hablado siquiera con alguna chica menor que él, excepto por mí, claro está.
Mucho menos se hubiera ido de vacaciones conmigo por voluntad propia, y
por último, no te hubiera dicho que “le gustas al natural”. Es algo evidente
¿no?- Camila sonrió y tomó mi mano prácticamente arrastrándome hasta la
puerta del colegio.
Entramos y yo seguía en shock por lo que acababa de escuchar. El resto del día
me la pasé así hasta que me fui a dormir. Era viernes, así que podía dormirme
a la hora que quisiera.
Dando vueltas en la cama sin poder dormir, era el sentimiento más perturbador
que sentía desde que me enteré de los secretos de mi familia. Al poco rato, el
teléfono sonó. Mamá contestó y me pasó la llamada. Era Sebastián.
-“¿Salimos mañana?”- dijo la voz de Sebastián al teléfono.
Solo dos palabras, dos palabras que movieron mi mundo aquella noche. Me
estaba invitando a salir directamente. ¿Camila le habría comentado algo? ¿Qué
querría decirme? ¿Sería una salida parecida a la del homenaje a su amigo
fallecido? ¿Estaríamos solos? ¿Qué me pondría? ¿Debería decirle a mi mamá?
Tantas preguntas sueltas sin respuestas. Mi cabeza era más que una confusión,
era un lugar para el garabato neuronal. Pero tenía que contestarle algo, no
podía simplemente ignorar su mensaje, no quería ignorarlo.
En medio de mis enredos mentales, mis palabras emitieron un “Sí” y luego
colgué. Ya estaba, estaba hecho. Todo casi hecho de manera inconsciente o
estúpidamente consciente.
El teléfono volvió a sonar, era Sebastián: “A las 3pm paso por ti”
Y nuevamente mi mecanismo motriz: “Sí”
Nuevamente Sebastián: “Perfecto, nos vemos mañana a las 3pm. ¡Beso!”
Y otra vez, mi voz programada: “Sí”
¿“¡Beso!”? ¿Había oído bien? Me puse aún más nerviosa y el insomnio se
apoderó completamente de mi ser. Cuando no puedes dormir, las noches son
aún más largas de lo normal.
La mañana del sábado fue simplemente como un momento fugaz. Me levanté
tarde porque concilié el sueño muy tarde en la noche. Desayuné casi a media
mañana y para cuando reaccioné, mamá ya nos estaba sirviendo el almuerzo.
Ya era casi la hora. Tenía que decidir qué ponerme. Primero tenía que ir a
bañarme, luego decidiría mi atuendo y estilo en el cabello. Estaba más que
nerviosa, estaba estresada. Era demasiada tensión concentrada en mí. Tenía
que tranquilizarme y tomar las cosas con calma. Al fin y al cabo, ésta solo
sería la primera cita de tantas otras que Sebastián y yo íbamos a tener. Claro,
tenía que ser especial, pero no tenía que matarme de nervios en la primera cita.
Respiré profundo y luego me metí a la ducha.
Ya eran las 2:50 pm y yo estaba más que lista. Mamá entró a mi habitación.
-¡Wow! Mi pequeña niña ya se está convirtiendo en una señorita-
-¡Mamá! ¡No digas eso! ¡Me avergüenzas!-
-Lo siento, no pude evitarlo. Es que te ves tan linda-
-Gracias, mami-
-¿Y a qué hora vendrá por ti?-
-A las tres-
-Sebastián es un chico tan genial. Aunque pienso que tú aún estás un poco
chica para él, igual me agrada que salgas con él-
Mi rostro se sonrojó.
-Me siento un poco rara, mami es la primera vez que saldré con un chico. No
sé qué hacer, decir o cómo comportarme-
-Nunca se es muy joven o muy viejo para sentirse así cuando sabes que estarás
frente a una persona que te importa mucho. Solo sé tú misma. Por eso le
gustas, por ser como eres-
Mamá tomó mi brazo izquierdo y colocó una delicada pulsera sobre mi
muñeca.
-La mamá de tu papá me la regaló el día de mi boda. Creo que ahora tú tienes
más derecho de tenerla que yo-
-Pero, mami, no te trajo mucha suerte que digamos ¿no?-
-Claro que sí. Viví unos años maravillosos de matrimonio junto a tu padre.
Hicimos niños lindos y no me arrepiento de nada de eso. El que tu padre y yo
ya no seamos un matrimonio, no significa que nos odiemos. Nos queremos
porque seguimos siendo familia, simplemente ya no nos amamos como un
hombre y una mujer se aman. Yo no odio a tu padre, Amanda. No quiero que
te hagas una idea errónea del amor debido a mi relación con tu padre. Solo sé
feliz y ama independientemente de lo que hayas visto o vivido en esta familia,
por favor-
-Gracias mami. La pulsera está muy linda-
Sonó el timbre de la puerta.
-Creo que llegó el príncipe-
-¡Mami! Abre tú, no dejes que Mario lo haga-
Pero al poco rato, el timbre dejó de sonar y sentí el chirrido de la puerta al
abrirse. Muy tarde para mí, Mario ya había abierto la puerta.
Bajé de inmediato detrás de mamá. Las dos nos quedamos paradas en la
escalera viendo cómo Mario y Sebastián estrechaban sus manos.
-Creo que ya pasó lo peor- dijo mamá y bajó para saludar a Sebastián.
Mario se despidió de Sebastián y subió a su habitación sin antes darme un
beso en la frente mientras subía las escaleras.
Sebastián y yo nos despedimos de mamá.
-¡No regresen muy tarde, por favor!- exclamó mamá
-Claro que no- contestó Sebastián.
Subimos al auto. Ahí estaba el infaltable señor Terán.
-Buenas tardes, señorita Amanda-
-Buenas tardes, señor Terán-
El señor Terán emprendió la marcha. Durante el camino Sebastián y yo casi no
pronunciamos palabra. Creo que él estaba casi tan o igual de nervioso que yo.
Si bien era cierto que no era la primera vez que estábamos en una situación
similar, la diferencia era que esta vez ambos sabíamos el motivo y finalidad de
esa cita y eso nos hacía sentir aún más nerviosos.
El señor Terán condujo por casi una hora. Finalmente llegamos. Era una
especie de club campestre a las afueras de Glibertud, un espacio casi vacío. Al
entrar, se veían grandes campos de golf, de fútbol, juegos infantiles, una
laguna con patos y botes para pasear, caballos y el río que atravesaba todo el
complejo.
Sebastián y yo nos sentamos junto a la laguna para ver a los patos bañarse.
-¿Te gusta?-
-Es perfecto-
-Nunca había venido. Lo vi en una revista. Quise venir hace días, pero no me
animaba a venir solo-
-¿Solo por eso me invitaste?-
-Sí… mejor dicho no… es decir… quise conocer el lugar con alguien
especial… ¡Bien, lo dije! ¿Feliz?-
-Creo que sí- ambos reímos.
El señor Terán desapareció entre la multitud que se iba juntando para ver un
juego de fútbol.
-Terán solo trabajará con nosotros hasta navidad. Se mudará de ciudad junto a
Maritza-
-Pero ¿quién será su reemplazo? Se quedaron sin Sonia, sin el señor Terán y
también sin Maritza-
-Sí, parece que todos huyen de nosotros- sonrió Sebastián.
-Lo lamento-
-¿Por qué?-
-Si no hubiera sido por mí, Sonia aún trabajaría con ustedes -
-Lo de Sonia iba a pasar tarde o temprano. Y pues, lo de Maritza y Terán solo
era cuestión de tiempo y dinero en sus cuentas bancarias. Mamá es la más feliz
con la renuncia de Maritza mientras que papá anda buscando en su oficina a
qué muchachita ascender-
-Nuestros padres no son perfectos, Sebastián. También son humanos, algún día
seremos adultos como ellos y tal vez cometamos los mismos errores-
-Tal vez. Pero jamás viviré ni sentiré la vida como lo hacen mis padres. Tenlo
por seguro-
Solo me quedé mirando a Sebastián mientras hablaba con tanta tenacidad de lo
diferente que quería ser de sus padres. Mi lado consciente no prestaba mucha
atención a su discurso, solo lo miraba y quería seguir mirándolo por el resto
del día.
-¿Tanto te gusto?- preguntó de repente Sebastián.
-¿Qué?- respondí de inmediato.
-Ya no tienes que seguir fingiendo. Sé que te gusto-
Me enfurecí de la vergüenza que sentía.
-¿Por qué siempre eres tan engreído?-
-No es engreimiento. Simplemente estoy diciendo algo que es obvio-
-Si vamos a hablar de gustos, entonces tengo que decirte que a quien le gusta
alguien es a ti. Y esa persona soy yo. Yo te gusto sino no me hubieras traído
aquí-
-Es cierto. Tú me gustas-
Me quedé muda y mentalmente quieta. Sebastián continuó.
-Desde que tengo uso de razón solo estuve enamorado de Tatiana. No existía
otra chica que llamara mi atención. Pero cuando te conocí, algo pasó en mí.
Era extraño, era como si ya te conociera, tal vez de otra vida, no lo sé. Sentí
una creciente afinidad contigo y por eso siempre buscaba pretextos para estar
cerca de ti-
-Sebastián-
-No me vayas a decir que no sientes lo mismo. Tal vez no te simpaticé al
comienzo, pero luego intenté hacer cosas para agradarte. Sé que eres menor
que yo y la mejor amiga de mi hermana, pero no quiero que nada de eso
interfiera en decirme sinceramente lo que sientes por mí-
-Sebastián… yo-
-Tal vez ahora me digas que te gusto pero que prefieres seguir detrás de ese
niño de tu clase. Sé que tal vez estoy yendo muy rápido y que tú eres muy
chica todavía. Pero no te estoy pidiendo matrimonio ni nada parecido. Solo te
estoy diciendo lo que siento por ti porque sentí la necesidad de hacerlo. Todo
lo que pasó en estos últimos meses me hizo abrir los ojos y darme cuenta de
que no es bueno guardar nuestros sentimientos o fingir o mentir... solo te pido
que si me vas a rechazar, lo hagas de forma considerada-
-¿Cómo podría rechazarte? Aún no me has pedido nada-
-¿No te he pedido nada? Pero si te estoy diciendo que me gustas-
-Pero solo por decir eso no significa que te vaya a aceptar o rechazar. Solo
estas expresando lo que sientes. Lo mínimo que podría hacer es darte mi
opinión al respecto-
-¿Estás jugando conmigo?-
-Claro que no. Tú eres el que no habla como debe-
-¡Ah claro! Después dices que yo soy el engreído… pues… bien… Amanda,
me gustas mucho, creo que me he enamorado de ti. ¿Te gustaría salir conmigo
y ser mi enamorada?-
Todo el nerviosismo se me fue y no pude aguantar la risa. Solo reí.
-¿Por qué te ríes?- preguntó Sebastián algo ofuscado.
-Disculpa, es que… solo es que no esperaba que lo digas así-
-¿Entonces? ¿Cómo te lo digo?-
-No, no… está bien cómo lo dijiste… solo es que no lo esperaba-
-Pero si me insinuaste que te lo dijera de esa forma-
-Pero no era necesario que me hagas caso-
-Pero ¿por qué? ¿no debí hacerte caso?-
-Claro que sí. Estuvo bien. Es decir, solo es que esperaba algo menos directo-
-No te entiendo, me estoy empezando a sentir mareado-
-Lo siento… simplemente es que no sé qué decir. Creo que todo el año esperé
para que alguien me diga algo así. Claro, jamás imaginé que serías tú. Pero
ahora que lo he oído, no sé. Estoy nerviosa creo-
-Solo hay dos caminos. O me amas o me pateas. Simple-
-Creo que empezaré queriéndote-
-Eso significa ¿sí?- preguntó Sebastián con aquella pícara sonrisa en los
labios.
Solo pude responder con el afirmativo movimiento de mi cabeza.
-¿Puedo abrazarte?-
Mi cabeza volvió a responder por mi boca.
Sebastián se acercó a mí y me tomó entre sus brazos. Era el primer abrazo
formal de un chico real que no fuera uno de mis hermanos. Era la primera vez
que las mariposas parecían como reproducirse en mi panza y yo no era la
única que las tenía en el estómago, de eso estaba segura. Mi corazón estaba
más activo que nunca. Ya no sentía miedo, calor, frío, tristeza o soledad.
Simplemente estar a su lado lo era todo. Por fin entendí por qué todas las cosas
que conocemos y nos dan placer en este mundo están inspiradas en el amor: la
música, el cine, el arte, la comida, la familia, la vida, los seres humanos. Todo
eso es el mismo amor que sentía en los brazos de Sebastián, solo que
manifestado de diferentes formas. Cuando hay amor, ya no hay miedo.
El resto de la tarde, simplemente dejamos las palabras de lado y nos
divertimos. Alimentamos a los patos, jugamos en los juegos para niños, nos
paseamos en bote, nos caímos y mojamos en el río, nos secamos al sol sobre el
césped, paseamos en caballo, Sebastián me instruyó sobre golf mientras unos
señores practicaban el juego, y finalmente, gritamos ¡gol! junto al señor Terán
al observar a un grupo de muchachos jugar fútbol. Terminé con el cuerpo
cansado pero el espíritu feliz.
Dormí un poco en los brazos de Sebastián de camino a mi casa. El resto de la
noche mi mente solo se concentraría en revivir en mis sueños todo lo que hice
en el día. Sebastián y yo habíamos empezado una historia juntos.
Y CUANDO TE CAES, TE
LEVANTAS OTRA VEZ
Los años pasaron y yo también me gradué junto a Camila. Fue uno de los días
más emocionantes de mi vida. Creía que ya lo tenía todo en la vida, lo había
logrado casi todo, era tan feliz. Pero a veces la vida no siempre nos juega
limpio. Pocas semanas después de mi graduación, la abuela Catalina falleció.
Su corazón no quiso soportar unos años más de vida. La arrancaron de mi
lado. Lloré, grité, renegué nuevamente. Por qué cuando todo era perfecto tenía
que pasar una cosa así. Mandé al diablo a todos, incluso a Sebastián. Mi
depresión me cegó, me aisló.
Un día tomé mi mochila y me fui a Terranova. No le dije a nadie.
Simplemente quería huir de toda esa miserable vida depresiva que estaba
llevando encerrada en mi casa. Me refugié en la vieja cabaña del abuelo.
Estuve tres días sin comer, solo lloraba día y noche, haciendo breves pausas de
sufrimiento solamente para dormir. Al cuarto día, tocaron la puerta de la
cabaña. De malas ganas me levanté de la cama para abrir la puerta a aquel
insolente que se atrevía a interrumpir mi momento de soledad y depresión.
-Son las tres de la tarde y aún en pijamas. Eso es el colmo- dijo la voz.
Era Miss Odio.
Casi me empujó y se metió a la cabaña sin permiso alguno. Me quedé
estupefacta. Estaba casi igual a como la recordaba. No había envejecido nada
aquella mujer. Y era obvio que su temperamento seguía siendo el mismo.
-Yo no la invité, váyase, por favor-
-Lo sé, la vieja murió y aunque no me creas, hasta a mí me duele. Gracias a
ella pude tener la vida que tuve-
-No se atreva a hablar de mi abuela. No tiene derecho-
-Y tú no tienes derecho a sufrir sola en esta desolada cabaña. No eres una
mártir-
-¡Váyase por favor!-
-En varias partes de este mundo, hay personas que en este preciso momento
están sufriendo. No eres la única. Y sin ir muy lejos, allá, en Glibertud, hay
varias personas que en estos momentos sufren por dos seres queridos. Por tu
abuela y por ti-
-Quién le dijo que estaba aquí-
-Bueno, es un pueblo chico. Tú sabes, los chismes vuelan-
Fue algo muy extraño pero esas simples últimas palabras de Miss Odio
dibujaron en mi rostro una frágil sonrisa. La amargada Miss Odio me había
hecho sonreír.
-Sé que soy la última persona a la que quieres ver en estos momentos, pero
créeme soy la ideal. Conmigo puedes desahogar. Golpéame si quieres-
Mis piernas flaquearon y caí de rodillas al piso. Cómo era posible que mi
abuela ya no esté conmigo. Miss Odio, es decir, Tania corrió y me tomó fuerte
en sus brazos. Yo la empujé, la golpeé y finalmente me cansé. Solo me dejé
abrazar por aquella mujer que en ningún momento se defendió. Solo se aferró
a mi cuerpo y dejó que mojara todo su hombro con mi llanto.
-Qué haré ahora, Tania- le pregunté.
-Nada, ya tuviste tu momento de sufrir. Ahora empieza de nuevo. Así es,
cuando te caes, te levantas otra vez-
Esas últimas palabras de Tania me tranquilizaron y detuvieron mi llanto, me
hizo reflexionar acerca de la inutilidad de extender por más tiempo mi
desgracia. Irónicamente, tenía razón. Su lógica era simple y hasta falta de
sentimentalismo, propio de su personalidad, pero era correcta.
Tania me preparó un chocolate caliente. Llamó a papá. Aquella noche comí
después de tres días sin probar alimento. Conocí a mi pequeña hermanita,
Claire, una graciosa niña de cabellos negros y ojos vivaces. La ira y la tristeza
se fueron de mi corazón aquella noche.
A la mañana siguiente, Sebastián fue por mí.
-No lo vuelvas a hacer- solo dijo eso y emprendimos el camino a Glibertud.
Por ser tan egoísta en mi sufrir, no me di cuenta de que tal vez la más afectada
con la partida de la abuelita, era Dorita. Se había quedado sola.
Mamá y yo fuimos visitarla en la vieja casa que le heredó la abuela. La
convencimos y vino a vivir con nosotras a Glibertud. Al parecer, las heridas
estaban sanando nuevamente y por fin estábamos dejando descansar en paz a
la abuela.
Sin embargo, sentía que necesitaba hacer algo más con mi vida antes de caer
en la aburrida rutina de un adulto con trabajo, responsabilidades, matrimonio e
hijos. Tenía que escapar una vez más, pero esta vez lo haría feliz y no sola.
*
Recuerdo todo lo que viví desde que tenía trece años. Todo lo recuerdo con
una sonrisa dibujada en mi rostro. A los trece, abrí los ojos al mundo que me
rodeaba; a los trece, descubrí las intenciones y secretos de las personas; a los
trece, me hice más fuerte y; a los trece, me enamoré por primera y única vez
en mi vida.
Es así que, hoy, sentada frente a mi tocador me arreglo para ir a una de las
primeras aventuras de vida. En unos minutos iré al aeropuerto junto a
Sebastián. Hoy, diecisiete años después. Sebastián y yo hemos decidido viajar
por todo el mundo hasta que el dinero se nos agote. Suena loco, lo sé, pero es
la locura más cuerda que voy hacer en toda mi vida.
Decidí que era tiempo de empezar a ser feliz.
-¿Nos vamos?-
-Claro, mi amor-
Tomé mi maleta y mi mochila, salí de la habitación del brazo de Sebastián.
Después de tantas caídas, recién había aprendido a levantarme. Lo mejor
estaba por comenzar.
FIN