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UNIVERSIDAD JESÚS DE NAZARETH

ESTUDIANTE:

NAYELI ESPINOZA

CUENTA: 202112005

ASIGNATURA:
ÉTICA PROFESIONAL

TEMA:
LA ÉTICA DE COMPRAR Y VENDER

CATEDRÁTICO:
DANY FLORES

FECHA: 04 DE NOVIEMBRE DE 2022


SAN PEDRO SULA, CORTÉS
LA ETICA DE COMPRAR Y VENDER

Ya se mencionó que las consideraciones éticas son independientes del tamaño de la


empresa, aunque las empresas pequeñas operan casi siempre con mayor informalidad y
reflejan con mayor facilidad la personalidad y las actitudes del emprendedor.

De esta manera, al estudiar con mayor profundidad la perspectiva de los pequeños


empresarios hacia su responsabilidad social en cuanto a su conducta ética cuando se refiere
a:

1. Asesoramiento cuestionable respecto a inversiones

2. Favoritismo en promociones de personal

3. Aceptar defectos en diseños peligrosos

4. Informes financieros discutibles

5. Publicidad engañosa.

Sin embargo, estos empresarios mostraron mayor tolerancia con:

Cuentas de gastos alteradas

2. Evasión de impuestos

3. Negociaciones comerciales discutibles

4. Contubernio en ofertas comerciales

5. Copia de programas para las computadoras

Por otra parte, en un estudio comparativo más reciente (Longnecker y col., 2006) cuyo
propósito era determinar la evolución de la conducta ética de los pequeños y grandes
empresarios, los autores encontraron que las diferencias en relación con el tamaño de la
empresa en el año 1993, comparadas con las mostradas en el 2001, habían desaparecido.
No obstante, el proceso de toma de decisiones para la gestión puede diferir en forma
notable cuando se trata de una empresa pequeña o de un emprendedor.

El emprendedor acude a su

imaginación no sólo con este propósito, sino para imaginar el impacto de sus
contribuciones en la forma y calidad de vida de sus semejantes.

Esto es particularmente importante en el mundo empresarial del emprendedor debido a que


la empresa pequeña casi nunca tiene una cultura de fuerte moralidad en la cual basarse para
tomar decisiones éticas, o un código de conducta para guiar la toma de decisiones, cuyo
efecto es primordial para muchos.

Mejor dicho, es cómo se organiza a la sociedad contemporánea”, que es una sociedad de


cambios en productos y servicios, en la forma de hacer negocios y en la forma en que los
individuos viven y trascienden como personas.

De esta manera las reglas morales, de alguna manera absolutas y concluyentes, constituyen
el marco de referencia del directivo o dueño de empresa, quien cuenta con pocas
posibilidades de racionalizar o evaluar el trasfondo moral de su decisión.

Esto permite, presumiblemente, evitar errores al dejar fuera de la decisión a las emociones,
deseos o intereses personales.

Una derivación de este enfoque consiste en cultivar ciertas virtudes a lo largo de la vida, y
utilizarlas como plataforma para la toma de decisiones éticas, en donde no sólo se trata de
seguir ciertas reglas, sino de ser congruente con las virtudes aprendidas.

Buchholz y Rosenthal (2005) proponen que el emprendedor, más que limitarse a aplicar
ciertos principios morales o de desarrollar determinadas virtudes, se basa en un proceso
experimental y creativo para la toma de decisiones moralmente responsable.

De esta manera, el proceso de decisiones del emprendedor debe iniciar con casos y
escenarios reales, porque éstos son los que despiertan su interés, emociones y sentimientos
morales, y el objeto de la moralidad es entonces un conjunto de casos, eventos, situaciones
y dilemas.
Por supuesto, la imaginación es característica propia del emprendedor, mientras que la
sensibilidad proviene de ciertas fuentes, como educación, religión, familia y amistades.

Para ser eficaz en esta tarea, el emprendedor debe ser sincero, convincente, honesto,
congruente, sin dejar de puntualizar los dilemas éticos recurrentes que pueden poner en tela
de juicio la moralidad de la empresa. Bednar (2004) recomienda poner en marcha las
siguientes acciones:

1. Clarificar los valores de la empresa, como reflejo de aquellos del director o

dueño.

2. Identificar los riesgos potenciales claves del negocio en particular (es decir, trabajo
inconcluso o de baja calidad, soborno de proveedores, negligencia en asuntos del ambiente,
informes financieros o fiscales).

3. Establecer estándares y controles de conducta moral y de responsabilidad social que sean


razonablemente capaces de reducir la propensión a violar la ley o la ética.

4. Designar una persona de alto nivel para que promueva estos estándares y controles.

5. Negar autoridad discrecional a aquellas personas propensas a tomar decisiones


cuestionables.

6. Enseñar a supervisores y trabajadores a conocer y respetar los estándares y controles.

7. Monitorear la observancia de los estándares y controles de manera continua.

8. Aplicar medidas disciplinarias a aquellos que no cumplan con lo establecido.

9. Asegurar medidas correctivas (administrativas o técnicas), cuando sea posible hacerlo,


para que no se repita la conducta inapropiada.

Es de suponerse que la fuerza e interés de la sociedad por la conducta responsable de las


empresas y empresarios imprimen una presión muy particular que se manifiesta mediante
las demandas de los grupos de interés, la legislación y los medios de comunicación.

Fassin (2003) da a conocer una serie interminable de prácticas empresariales “comunes”


que atentan contra los principios morales:
• Engaños y mentiras, rompimiento de promesas, corrupción pasiva y competencia desleal.

• Ventajas personales para los directivos y manipulación de información.

• Negociaciones cuestionables durante fusiones y adquisiciones.

• Menoscabo a la propiedad intelectual, confidencialidad de la información.

• Abuso de información confidencial y conflicto de intereses.

Los actores, a su vez, son varios:

• Directivos de empresas transnacionales y emprendedores dueños de pequeñas empresas.

• presidentes de consejos de empresas altamente respetadas y consultores financieros de


gran prestigio.

• Personas de negocios respetadas, miembros importantes de sindicatos y asociaciones


profesionales y de servicio.

• Hombres de negocios “del año”.

Existe un campo de enorme trascendencia en cuanto a las prácticas no éticas en los


negocios: el abuso del poder.

Estas prácticas de abuso se han incrementado en la medida en que las grandes empresas
trasladan sus unidades productivas o la fuente de sus insumos de un país a otro.

Un segundo campo tiene que ver con el conflicto de intereses entre los intereses
relacionados con las personas y los intereses de los grupos relevantes (stakeholders).

Por definición existe un conflicto de intereses entre las personas y las empresas, y algunos
utilizan esta situación para obtener mejor trato o condiciones para la organización en
beneficio de uno o más de los involucrados (Fassin, 2005).

En el caso de los proveedores de industrias o corporaciones de gobierno, se encuentran con


frecuencia líneas tan finas entre el cabildeo y el soborno que las partes utilizan métodos
ingeniosos para favorecer a las personas interesadas.
Comportamiento no ético de las empresas, explicaciones que se pueden clasificar en doce
grandes grupos:

1. Las presiones de los grupos de interés: accionistas, personal, clientes, proveedores,


bancos, gobierno.

2. La evolución de la sociedad y sus normas: el individualismo de las personas.

3. La globalización de la economía.

4. Las tácticas de gestión de corto plazo.

5. El dominio de los intereses financieros.

6. La jurisdicción de los negocios.

7. La ineficiencia del sistema judicial.

8. La importancia desproporcionada de los medios de comunicación (contenido de los


programas, modelos sociales impuestos, etcétera).

9. El sistema de recompensas y consecuencias de los negocios y los directivos.

10. La dificultad de traducir la estrategia en formas prácticas de implantación.

11. Los motivos fundamentales de los hombres de negocio: dinero, poder, logro, éxito.

12. La psicología —racionalización— del emprendedor.

Existen tres motivos que conducen a los directivos hacia una conducta no ética:

1. Avaricia y búsqueda de beneficios.

2. Naturaleza de la competencia y el deseo de derrotar al otro en un contexto competitivo.

3. La necesidad de restablecer la justicia.

En cuanto al aspecto psicológico del emprendedor, no hay que olvidar que la necesidad de
logro es un motivador importante.
De acuerdo con publicaciones especializadas, diferentes autores e investigaciones empíricas
han puesto en evidencia la relevancia de la toma de decisiones éticas del pequeño
empresario respecto a dilemas relacionados con la cadena de suministro.

En lo que se refiere a la selección de los proveedores, el autor argumenta que aun cuando
los dilemas éticos en esta arena son numerosos y variados, el tema principal tiene que ver
con qué proveedor es seleccionado para determinada transacción comercial.

Existen argumentos económicos de largo plazo para adquirir los insumos en la misma
región geográfica del comprador que tienen que ver con el desarrollo y competitividad
regional, pero el impacto económico a corto plazo no es del todo claro para muchos
pequeños empresarios.

La cadena de suministro tiene que ver con el punto anterior, y precisamente consiste en
seleccionar un insumo de menor calidad con el propósito de ahorrar recursos económicos.

Pero el dilema moral puede ser aún más complejo: a pesar de que en algunas industrias
determinados insumos tienen establecidos criterios de calidad objetivos, en muchos casos la
apreciación de lo que pueden ser los límites de la calidad requerida cae en los hombros del
administrador.

Los pequeños empresarios entrevistados declararon que “buena calidad” debe ser
congruente tanto desde el punto de vista económico como moral.

Para algunos de ellos, producir y comercializar productos de calidad era incuestionable,


por ser su obligación hacia el consumidor; el cliente tiene a su vez el derecho moral de
esperar alta calidad en lo que adquiere.

Un tercer tema abordado por el estudio es la fijación de precios, el cual va más allá que un
simple cálculo aritmético.

Los dilemas fundamentales son los siguientes:

1. ¿Es correcto o no competir con un precio bajo?

2. Si el mercado me permite incrementar al costo sin agregar valor adicional, ¿es


moralmente correcto hacerlo?
Por otra parte, el sentido común del emprendedor le evita caer en una competencia de
precios, sobre todo por estar de alguna manera relacionada con aspectos de calidad. Un
aspecto interesante del pequeño empresario es su actitud firme y decidida a no caer en
prácticas cuestionables en la fijación de precios, pero, al mismo tiempo, no percibe que sus
competidores piensen de igual manera.

En el caso del emprendedor, sobre todo en la empresa emergente, uno de los aspectos más
complejos de la gestión empresarial es el mercadeo de sus productos o servicios, proceso
que comprende el producto, el precio, la promoción y la forma de distribuirlo.

Como otros procesos de la gestión emprendedora, el mercadeo está a menudo determinado


por las características y conductas del emprendedor, así como por el tamaño y el estado de
evolución de la empresa en cuestión.

Sin embargo, el emprendedor responsable comparte la idea de que no se tiene derecho


moral a “empujar” al consumidor para que adquiera un cierto producto a través de la
publicidad y la promoción, sino dejar que tome su decisión basando su juicio en la calidad
y otras características del mismo.

Aun cuando el efecto que ejercen sus trabajadores y familia en la conducta del
emprendedor queda fuera del alcance de esta sección, estos grupos de interés caen también
dentro del sistema integral del proceso de toma de decisiones del emprendedor.

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