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Scarleth Sánchez Castellanos

Fenomenología I
María Clara Garavito
Relato de una bajada al campus
Suena la desesperante alarma del celular, procedo a posponerla 10 minutos… ya ni pienso
si es bueno o no seguir durmiendo, pospongo la alarma como la rutina que adquirí para el
inicio de todas mis mañanas. Me quito las cobijas y veo hacia el techo del cuarto, no se
distinguen detalles más allá del bombillo apagado y el borroso blanco del techo de icopor.
Me levanto, solo sintiendo el frio encontrado fuera de las cobijas de mi cama, se que el piso
va a estar aun más frio.
Pasada por mi estructura corporal
Casi instintivamente busco las gafas en el lado izquierdo de la almohada, pero no están.
Una pequeña sensación de desespero me invade, como si me faltara algo, como si
necesitara ese algo. La pereza que teníia se quita, bajo al piso y me arrastro por él,
tanteando en el oscuro cuarto el lugar donde estoy segura van a estar mis gafas. El piso fríio
toca mi barriga, estiro el brazo y, por fin, me hayo en calma. Yo soy mi brazo izquierdo
apoyándose en el piso, la barriga fría, el brazo derecho que se estira y los dedos que agarran
las gafas. Soy aquella relación que tiene mi esquemasistema corporal, la acción que realicé
corresponde a una relación sistémica donde cada parte del cuerpo está envuelta en la
situación experimentada1. Las gafas estaban en el piso, el mismo que mi barriga tocaba y en
el lugar en el que busqué. Mi cuerpo ya se encontraba ubicadosituado, bajó del camarote
con la misma gracia de recién levantada que tengo cotidianamente. Mi cuerpo sabía que: 1)
Necesitaba de las gafas para sentirse completo, para poder ver bien; 2) estaba arriba del
camarote y, por ende, tenía que estirar las piernas para poder bajarlo y no golpearse.
Relacionado con la propiocepción o sensación del yo, actúopropiocepción actúo y me
encamino en la acción. Cuando busco mis gafas mi cuerpo no es una imagen de sí mismo,
es una experiencia donde mi corporalidad se ubica en situación. Es saber dónde estoy y, por
ende, donde está mi cuerpo2. Mi cuerpo, mi yo posee una materialidad, es el eje con el que
vivo la experiencia del mundo. Es aquella frontera y distinción entre las cosas experienciadas y el
cuerpo, es el punto de referencia y el eje mediante el que se ubica mi experiencia. Mi cuerpo, mi
yo, sabía dónde podían estar las gafas que hacen que vea menos borroso que de costumbre:
caídas en aquel piso frio. Esa manera de percibir ya me tenía preparada para la acción, yo
sabía que hacer: bajar del camarote y posteriormente arrastrarme en el piso para encontrar
las gafas. En términos de Merleau-Ponty, mis acciones referían a una conciencia pre-
1
“El contorno de mi cuerpo es una frontera que las relaciones ordinarias de espacio no franquean. Sus
partes, en efecto, se relacionan unas con otras de una manera original: no están desplegadas unas al lado de
otras, sino envueltas las unas dentro de las otras” (Merleau-Ponty, 1994, pág. 115)
2
“Se donde está mi pipa con un saber absoluto, y por ende se dónde está mi mano y donde mi cuerpo, como
el primitivo en el desierto esta, desde el principio, orientado a cada instante sin tener que recordar y
adicionar las distancias recorridas y los ángulos de derive efectuados desde el principio.” (Merleau-Ponty,
1994, pág. 117)
reflexiva, puesto que mi cuerpo simplemente sabía y no pensaba lo que tenía que hacer. No
hubo reflexión frente a buscar mis gafas, simplemente acción. Es automática la acción en
tanto no está al nivel de la reflexión. Sin embargo, la acción que realicé poseía una
intencionalidad. Mi cuerpo, en tanto enmarcado en la situación que estaba viviendo, se
situó para intencionalmente responder a la situación que viví. Así mismo, sabía que tenía
que, después de mucho tiempo, volver a ese campus que, desde hace casi 2 años no pisaba.
La espacialidad del “arriba”
Me baño en 15 minutos, me pinto en 10, como en otros 10, organizo en 5 y llego en 45. Mis
pies descalzos tocaban el baldosín húmedo de la ducha y, luego, mis pies calzados se
encaminan hacia la loma3. La pendiente la he bajado y subido desde pequeña, la loma me
lleva a mi casa y me lleva a la ciudad. La loma es ese pedazo que no solo suben los carros
con maña, así como con maña la sube quien cotidianamente transita por su empinado
trayecto. La loma la bajo porque, desde mi cuerpo me siento en un “arriba”: mi casa, mi
cotidianidad y mi vida se relacionan con ese “arriba”. Arriba en el sentido objetivo pueden
ser esos 2780 metros sobre el nivel del mar en el que se ubica mi casa. Pero, para mí, el
arriba es más que la altura a la que me refiero. El arriba es un contraste de donde me situó
en el espacio, y no de forma cardinal, me he situado desde las vivencias que he tenido a lo
largo de mi vida. La forma de entender y experimentar la espacialidad de mi cuerpo con
respecto a la espacialidad del mundo corresponde la situación que vivo4. La espacialidad a
la que corresponde mi corporalidad no consiste en una posición en el mundo, en qué calle o
carrera me encuentro espacialmente dentro de Bogotá, sino a la situación en la que se
desenvuelve mi cuerpo en el mundo y con el mundo 5. Cuando pienso en la universidad la
pienso abajo, pero abajo también siento mi casa cuando subo al cerro. El arriba y el abajo
no son solo formas de ubicarme espacialmente en un sitio especifico, corresponden a mi
experiencia vivida.

Observo mi reflejo en la ventana de la casa ubicada en la mitad de la loma. Resulta


inevitable no mirarse así vaylla de afán. El suelo cambia, cambia su empinación: se vuelve
carretera en el espacio que llaman “Las Latas”. Esa carretera se encuentra debajo de un
lugar llamado la “Medialuna”, una casa que parece hecha de piedra pulida. Mi vecino dice
que la medialuna fue hecha por un señor que pulía piedra para los monumentos del Parque
Nacional6, ubicado justo abajo del barrio. Aunque el barrio queda en pendiente, la carretera
de “Las Latas” es plana, conserva el frio de la montaña y, aunque sean las 8 de la mañana,
ahí se siente el frio de la madrugada.

3
Vivo en un barrio al oriente de Bogotá. Ubicado al lado de la reserva forestal de los cerros orientales de
Bogotá, mi barrio se caracteriza por 2 cosas: 1) se encuentra rodeado de naturaleza y, 2) tiene lomas bastante
empinadas.
4
Eso equivale a decir que aquel no es solo una experiencia de mi cuerpo, sino también una experiencia de mi
cuerpo en el mundo, y que es el quien da un sentido motor a las consignas verbales. (Merleau-Ponty, 1994,
pág. 159)
5
“Y, en efecto, su espacialidad no es, como la de los objetos exteriores o como la de las ≪sensaciones
espaciales≫, una espacialidad de posición, sino una espacialidad de situación.” (Merleau-Ponty, 1994, pág.
117)
6
Parque Nacional Enrique Olaya Herrera
Sigo bajando y, abajo en este caso, hacia el occidente se vislumbra la mancha verde que
caracteriza el campus de la universidad. Mi cuerpo, mi yo, en el transcurso de bajada hacia
el campus ha navegado históricamente por mi experiencia. Paseo por espacios que ya
conozco, me asombro por lo que veo distinto y vivo la situación en la que estoy moviendo.
Fenómenos como la concepción del espacio implican primero situar mi cuerpo desde la
experiencia en el mundo. Mi cuerpo se ubica en el espacio, pero no mediante coordenadas,
como lo puede ser mi casa ubicada al este de la ciudad, o la universidad en un espacio
central y occidental con respecto a la ciudad. Lo que experimento me hace ubicar en la
situación que vivencia mi cuerpo. En Merleau-Ponty esto lleva a preguntar ¿cómo funciona
nuestro cuerpo con respecto a la espacialidad? El cuerpo como es el eje de la experiencia se
encuentra relacionado experiencialmente con el mundo y sus vivencias. Hay una síntesis de
mi propio cuerpo, se relaciona con la inclinación de la loma, con la temperatura del lugar y
con las diversas sensaciones que presencia, se relaciona con los hábitos que posee y las
acciones que realiza7.
Sobre la habitualidad no tan habitual del trayecto
Entre más bajo más se vislumbra la línea de arboles que tiene la calle 45. Bajo escaleras y
paso el semáforo de la Circunvalar. Sigo bajando, porque hasta la séptima se siente menos
empinado el piso. Llego al semáforo de la 45 con 7ma, y así como llega la planicie llega el
ruido. Continúo bajando, hasta la carrera 13 donde ya no pasan las busetas negras hacia
Fontibón. Llego a la Caracas, de ahora en adelante no hay casi bajada y llego derecho.
Suena el Transmilenio y es particularmente ruidoso. Cuando pasa frente a mi siento la
vibración del suelo, ahora sí pienso: “este pedazo tiene demasiado asfalto, hasta el
parqueadero del frente es media pared de cemento”. Atravieso la calle y cambia mi
sensación, se empiezan a ver árboles. Llego a la 24, el caño está al lado. Debería aprender a
montar cicla e irme por el caño, me rendiría mucho más. Reflexiono pues cada experiencia
se vincula con otro contenido que posee mi conciencia. Siempre hay algo objeto de
conciencia. Pero no siempre hay objeto de reflexión. En ese momento son las
particularidades de la calle 45. Los objetos azarosos de la 45 me proyectan a otros objetos,
otros recuerdos, memorias o experiencias. Cambian la configuración de la situación y como
esta se desarrolla. Pero, a partir de la conciencia intencional, y la forma en la que se va
reconfigurando lo que vivencio, se proyectan diversas posibilidades de acción. Hay una
función simbólica en la relación de los objetos en los que me fijo con el mundo. Se vuelven
forma en tanto ya no es solo atravesar la Caracas, es estar viendo ese parqueadero en
particular y pasar junto a el. Es no atravesar la calle para ver menos cemento. Es saber que
si paso recto me rinde más y me desgasto menos8, mi cuerpo responde ante la situación de

7
“la habitud en general hace comprender la síntesis general del propio cuerpo. […] A decir verdad, toda
habitud es a la vez motriz y perceptiva porque reside, como dijimos, entre la percepción explicita y el
movimiento o
efectivo, en esta función fundamental que delimita a la vez nuestro campo de visión y nuestro campo de
acción.” (Merleau-Ponty, 1994, pág. 168)
8
“El que una cualidad, una región roja, signifique algo […], quiere decir que el rojo no es únicamente este
colorr
cálido, experimentado, vivido, en el que me pierdo; que anuncia, sin encerrarla, alguna otra cosa, que ejerce
una función de conocimiento y que sus partes componen, juntas, una totalidad a la que cada una se vincula
sin abandonar su lugar. En adelante el rojo no solo estará presente ante mí, sino que me representara algo, y
diversas maneras: responde, da la solución a esta situación en particular, desde lo que siento
y cómo me muevo frente a vivenciado9.

Paso el puente y me da nostalgia, nostalgia porque está gris y le falta el color de los grafitis
chambones que lo caracterizaban. Hay menos gente, no recordaba que el puente de la 30
fuera tan ancho. Bajo las escaleras y entro a la universidad. Saludo a los celadores como de
costumbre, ya no está el negrito carismático ni el amargado de ojos verdes que siempre que
me decían veci. Si que está verde la universidad. No hay chazas, y se siente vacío. Cerraron
el camino que pasaba al frente de artes, me toca dar toda la vuelta. Me extraño de lo plano
que es el campus. Camino mucho, pero en mi cotidianidad o subo o bajo lomas. Me es
extraño caminar tanto en plano. Mi habitualidad ha cambiado porque las experiencias han
cambiado. Aunque estoy en el mismo lugar en el que pasaba mi vida hace dos años, ha
cambiado. Cambió al punto que hay cosas que me parecen extrañas. Sin embargo, no quedo
paralizada por aquellas novedades que estoy experimentando. Sigo caminando hacia el
estadio, aunque el camino haya cambiado ligeramente. Por la intencionalidad me mantengo
acercada y relacionada con el mundo. Las acciones que voy a continuar haciendo son un
movimiento situado, en la estructura intencional de mi conciencia, en el acto intencional
(como seguir andando hacia el estadio) y en un objeto de ese acto (el estadio que distingo
con mis ojos)10. La conciencia me va llevando por posibilidades, significados posibles en
los que puedo continuar actuando: Aunque no haya chazas, algunos comedores siguen
abiertos; aunque el camino que siempre cojo está cerrado, rodeo el terreno para llegar a
donde tengo que llegar.
Voy para el estadio, tengo una clase. Me emociono porque, aunque el campus está vacío,
está lleno de vivencias. Vivencias mías y de otros. Preciso sacaron a pasear las vacas los de
veterinaria, están corriendo hacia mí. Me parece maravilloso, como si hace mucho no
hubiera visto una vaca. Están contentas, y me hacen sentir contenta. Contenta porque me
vuelvo a identificar con ese espacio, el campus. El estadio, en comparación, parece
estancado en el tiempo, tiene una ligera capa de pintura blanca rebajada que no alcanza a
tapar los tachones, grafitis y garabatos que llenan las gradas del estadio. Identifico lo que
percibo, y aunque distinto, puedo entender al estadio como algo familiar, algo a lo que se le
puede trazar historicidad desde mis vivencias: un lugar que, con ligeros cambios, puedo
volver a hallar en él habitualidad11.

lo que representara no será poseído como una ≪parte real≫ de mi percepción, sino que únicamente se
enfocara como
una ≪parte intencional≫.” (Merleau-Ponty, 1994, pág. 35)
9
el sujeto no conecta unos movimientos individuales con unos estímulos individuales, sino que adquiere el
poder de responder, mediante cierto tipo de soluciones, a una cierta forma de situaciones, las situaciones
pudiendo variar ampliamente de un caso a otro, los movimientos de respuesta pudiendo confiarse ora a un
órgano efector, ora a otro, situaciones y respuestas asemejándose, en los diferentes casos, mucho menos por la
identidad parcial de los elementos que por la comunidad de su sentido. (Merleau-Ponty, 1994, pág. 159)
10
“yo sé dónde estoy y me veo a mí mismo en medio de las cosas, es que soy una consciencia, un ser singular
que no reside en ninguna parte y puede hacerse presente en todas partes intencionalmente. Todo lo que
existe como cosa o como consciencia, sin que haya medio contextual ninguno.” (Merleau-Ponty, 1994, pág.
59)
11
“Habituarse a un sombrero, a un coche o a un bastón, es instalarse en ellos o, inversamente, hacerlos
participar en la voluminosidad del propio cuerpo. La habitud expresa el poder que tenemos de dilatar
Termina la clase y mi abuela me llama: -Mijita ¿ahorita viene para arriba?
contesto -Sí abuela, subo a almorzar.
Bibliografía
Merleau-Ponty, M. (1994). Fenomenologìa de la persepciòn. PLANETA-AGOSTINI.

MUY BELLO, DONDE LA FENOMENOLOGÍA SE ENCUENTRA CON LA


LITERATURA. No tengo nada para decirte que no hubiéramos hablado en la tutoría.
Además, no te quiero dañar el estilo.

5,0

nuestro ser-del-mundo, o de cambiar la existencia anexándonos nuevos instrumentos.” (Merleau-Ponty, 1994,


pág. 161)
Otra frase que sintetiza bien el aspecto a llegar es: la habitud no reside en el pensamiento ni en el cuerpo
objetivo, sino en el cuerpo como mediador de un mundo. (Merleau-Ponty, 1994, pág. 162)

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