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Maestría en Educación - UNQui

Nombre de la materia: EDUCACIÓN Y SOCIEDAD

© 2009 Universidad Nacional de Quilmes


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Clase Nº 5 - Escolarización, disciplinamiento y la
construcción de cuerpos dóciles

Índice

Objetivo de la clase ....................................................................................... 2

1.1. Introducción ........................................................................................ 2

1.2. El poder disciplinario ............................................................................. 3

Objetivo de la clase

- Comprender los principales atributos que caracterizan a la escuela moderna como


organización disciplinaria.

- Analizar el concepto de disciplina como un elemento central de la estrategia


pedagógica clásica.

1.1. Introducción

Si los aportes de los autores del enfoque crítico-reproductivista presentados en


la Clase 3 y 4 nos brindaron un marco general de análisis para comprender el rol de la
escuela en la producción y reproducción de las desigualdades sociales (económicas y
culturales) en las sociedades capitalistas; para esta clase, los textos de Michel Foucault
(1992 [1976]) y Agustín Escolano (2000) nos ofrece herramientas conceptuales y
evidencias empíricas que nos permiten ver cómo el fenómeno de la escolarización se
objetiva en organizaciones sociales específicas, que tienen una historia cuyas reglas y
lógicas de funcionamiento regulan y moldean el tipo de prácticas e interacciones que
allí se desarrollan, y que exceden, podríamos decir, el carácter ideológico que aquellas
vehiculizan. La pregunta sobre cómo se construye la dominación social y la autoridad
presente en los trabajos del enfoque crítico-reproductivista, se desplaza así hacia el
proceso a través del cual se dominan los cuerpos: cuáles son los dispositivos

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institucionales por medio de los cuáles se ejerce el poder y cómo éste es internalizado
por los sujetos (Murillo, 2008).

Las perspectivas que traemos hoy a la discusión proponen un análisis sobre la


organizar escolar que rescata la dimensión del poder y del control que discute con una
larga tradición de los denominados enfoques “racionales o científicos” que
predominaron de una manera casi exclusiva durante algo más de la primera mitad del
siglo XX, cuya preocupación central es el grado de eficiencia y eficacia que pueden
lograr las organizaciones, mediante el control técnico del trabajo y la burocratización
de las relaciones interpersonales (Brigido, 2016).

El vasto andamiaje teórico-metodológico de la obra del filósofo francés Michel


Foucault (1926-1984) estuvo dedicado a analizar el modo de ejercicio del poder de las
sociedades modernas entendiendo que uno de los rasgos principales de este tipo de
organización social es la tendencia progresiva de los sujetos al autogobierno gracias al
desarrollo de una serie de lo que el autor llama tecnologías disciplinarias orientadas a
“corregir” y normalizar las conductas. En particular, en su clásica obra Vigilar y Castigar
-de la que aquí tenemos para leer dos capítulos-, Foucault desmenuza los procesos,
mecanismos, tecnologías que se ponen en movimiento en las organizaciones
modernas para asegurar el sometimiento útil, la disciplina de nuevo cuño que
acompaña todo la expansión del modo de vida capitalista. La escuela de masas será un
ámbito privilegiado de experimentación y despliegue de una serie de tecnologías
disciplinarias; tecnologías que todavía hoy estructuran las relaciones sociales en el
interior de muchas instituciones escolares (Tenti Fanfani, 2008).

1.2. El poder disciplinario

El tercer apartado de Vigilar y Castigar (“Disciplina”), está enteramente


dedicado al análisis del poder disciplinario: una forma de poder que tiene como
objetivo los cuerpos en sus detalles, en su organización interna, en la eficacia de sus
movimientos, que se ha convertido en el transcurso de los siglos XVII y XVIII en la
forma más difundidas de dominación. De aquí que haya que distinguirla de otras
formas de poder que también tienen como objeto el cuerpo: la esclavitud (que supone
una relación de propiedad); la domesticación (definida por la sujeción a la voluntad y
el capricho singular del amo); el vasallaje (relación extremadamente codificada y lejana
entre el señor y los súbditos, que no atañe tanto a las operaciones del cuerpo como a
los productos del trabajo); y el ascetismo (que tiene por función garantizar privaciones,
renuncias, más que obtener utilidad, y que aunque implican obediencia a otro, tienen
como objetivo un aumento del dominio de cada cual sobre su propio cuerpo) (Tenti
Fanfani, 1999; Castro, 2011).

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Para Foucault, el castigo al cuerpo a través del suplicio ha sido sustituido por el
castigo del alma; modalidad de castigo que ya no se ejerce de manera directa sobre el
cuerpo de los individuos, sino que se despliega de manera sutil por parte de una serie
de especialistas (ya sean internos o externos) que juzgan, ponen etiquetas, toman
decisiones. Al “extrapolar” este enfoque al análisis de la institución escolar, el castigo
se equipara al trabajo con el alumnado llevado a cabo por parte de especialistas tales
como psiquiatras, psicólogos, educadores, convirtiéndose éstos en jueces,
evaluadores, “verdugos” y agentes de dominación; instrumentos al servicio de un
poder que sobrevuela la existencia de los individuos. Un poder que “se ejerce sobre
niños, colegiales, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se
controla a lo largo de toda su existencia” (Foucault, op. cit.:36).

Aunque ese castigo se realice de forma sutil, no deja de tomar al cuerpo como
objeto y blanco de poder al que se manipula, educa, da forma, domina con el objetivo
de producir seres útiles. Requisito imprescindible y a la vez consecuencia de este
procedimiento de castigo (y de moldeamiento, en términos más generales) es el
desarrollo de una serie de rasgos de carácter de los cuales el principal es la docilidad, la
obediencia, la sumisión: sobre cuerpos sumisos se construyen futuros útiles.

Para alcanzar estas características es necesaria la existencia de un régimen


disciplinario que aumente habilidades útiles en términos económicos y fabrique
cuerpos sometidos, ejercitados, dóciles al poder político, a través de la creación de
vínculos de coacción mediante técnicas minuciosas (“microfísica del poder”, en la
terminología foucaultiana) llevadas a cabo en escuelas elementales, colegios. La
disciplina, sintetiza Foucault, “es una anatomía política del detalle” (Op. cit.: 143),
usada tanto en la pedagogía escolar como en la propia formación del ciudadano (del
soldado, del obrero, del consumidor, del devoto) en pos del encauzamiento de las
conductas, poniendo especial énfasis en las pequeñas cosas, en su observación (y
observancia) para el control y la utilización de los hombres a través de “la minucia de
los reglamentos, la mirada puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control de las
menores partículas de la vida y del cuerpo...” (Op. cit.:144).

Alejado del sentido común que atribuye a la disciplina una carga negativa,
asociada a las limitaciones, negaciones, prohibiciones, al establecimiento de los límites
de lo que no se puede/debe hacer; para Foucault, el poder disciplinario es pura
potencia, positividad, productividad, en la medida en que es generador de
individualidad (Castro, op. cit.).

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Leer con Atención

“A estos cuerpos que permiten el control minucioso de las operaciones


del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les
imponen una relación de docilidad-utilidad es a lo que se puede llamar
las ‘disciplinas’ (el resaltado es nuestro). (...) La disciplina fabrica así
cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos ‘dóciles’. La disciplina
aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y
disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia).
En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de
este poder una ‘aptitud’, una ‘capacidad’ que trata de aumentar, y
cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría
resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta.”

(FOUCAULT, 1992: 141-142)

El ejercicio de la disciplina supone el despliegue de una serie de técnicas. En


primera instancia, la distribución de individuos en espacios, a través de un riguroso
control por medio de distintos procedimientos: la clausura (definición del lugar de lo
heterogéneo), la cuadriculación (localización elemental; cada cuerpo en su lugar;
tantos espacios como cuerpos), ubicaciones funcionales (articulación del espacio
individual, por ejemplo, con los procesos de producción). El despliegue de este
conjunto de procedimientos, permite la clasificación de los individuos en rangos, en
tanto unidades de ese espacio disciplinar. Respecto de este punto, en el texto de
Escolano (2000) podrán profundizar sobre cómo la arquitectura escolar adquiere
centralidad como elemento dentro de lo que en el campo pedagógico se ha
conceptualizado como “currículum oculto”, como en tanto aspecto constitutivo de la
organización qua disciplinaria.

En segundo lugar, el control de la actividad donde adquiere centralidad una


noción clave en la obra de Foucault como es la noción del tiempo. La actividad
temporal se encuentra también dispuesta en “series” sucesivas. Cuando hacemos
alusión al empleo del tiempo, estamos refiriéndonos a la importancia de asegurar la
calidad del tiempo empleado: estableciendo ritmos, regulando los ciclos de repetición.

Si hablamos de tiempo disciplinario hablamos de una serie de virtudes como


son: regularidad, exactitud, puntualidad, premura... todas ellas reflejadas en el horario
escolar (y en la vida monacal, tomada aquí por nuestro autor como ejemplo de la
forma prístina de control del tiempo).

El tiempo disciplinario se impone a la práctica pedagógica, especializando,


calificando, dando lugar a una pedagogía analítica, muy minuciosa en su detalle. El

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poder se ejerce directamente sobre el tiempo y se asegura así su control y garantiza su
uso. En este aspecto, el análisis de Foucault recuerda al marxista y muestra proximidad
con las teorías de la correspondencia en Bowles y Gintis (1976/1985). Para éstos
últimos la escuela no deja de ser un entrenamiento para el mundo capitalista.

El poder crea así individuos (y/o sujetos) y ese proceso requiere un control, un
dominio y administración del tiempo. El reloj es invento del capitalismo. Lo vincula
Koestler (1941/2001) en “El cero y el infinito”, obra en la cual relaciona el capitalismo
con la invención y la apropiación correlativa del tiempo, que se realizaba a través de
diversos mecanismos que después serían ampliamente explotados en el fordismo, el
taylorismo y demás precursores de la macdonalización. El cronómetro, símbolo del
nacimiento del capitalismo, tal como indicaba Mumford, para conseguir individuos
útiles y productivos, para favorecer así el progreso de las sociedades (Urraco y
Nogales, 2013)

El foco de atención sobre el que se ejerce el control del tiempo es el ejercicio:

“procedimiento que está en el centro de esta seriación del tiempo y que


es la técnica por la cual se imponen a los cuerpos tareas a la vez
repetitivas y diferentes, pero siempre graduadas (...) permite una
perpetua caracterización del individuo (...) Así garantiza, en la forma de
continuidad y de la coerción, un crecimiento, una observación, una
calificación”

(FOUCAULT, 1992: 165)

Y ese ejercicio es entendido en el ámbito académico como programa escolar,


como forma disciplinaria, pues se convierte en tecnología política del cuerpo y de la
duración al ejercer el poder sobre las personas por medio de la distribución del
tiempo, enmarcando todas las actividades en un calendario y en un horario detallado
que encamina a los individuos a una subordinación perpetua.

Finalmente, una última técnica que comprende el ejercicio del poder


disciplinario, es la composición de las fuerzas para “obtener un aparato eficaz”
(Foucault, op. cit.: 168), y que se expresa en una determinada articulación y
emplazamiento de los cuerpos, una combinación de las series cronológicas y la
definición de una sistema preciso de mando. Así, para generar la individualidad
disciplinada, esta técnica de poder se sirve de instrumentos simples: la vigilancia
jerárquica (con el modelo paradigmático del panoptismo), procurando hacer posible

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un poder del “ver sin ser visto” que asegure su funcionamiento múltiple, automático y
anónimo; la sanción normalizadora, que permite referir las conductas del individuo a
un conjunto comparativo, diferenciar los individuos, medir capacidades, imponer una
“medida”, trazar la frontera entre lo normal y lo anormal, donde castigar es sinónimo
de corregir; y el examen, que combina las dos anteriores, y que resulta central para
nuestra reflexión pedagógica. En ella se superponen relaciones de saber y de poder. En
el examen se invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder; el
individuo ingresa en un campo documental; cada individuo se convierte en un caso. El
examen como forma ritual de la disciplina (Castro, op. cit) desempeña la función
principal de enderezar conductas.

“En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la


experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la
verdad (...) la superposición de las relaciones de poder y de las
relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible”

(FOUCAULT, 1992: 185)

Aunque el exámen acompaña a los individuos también fuera de las puertas de


la escuela, tiene en aquélla su campo semántico específico y “natural”. “...la escuela
pasa a ser una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña en toda su
longitud la operación de enseñanza (...) una comparación perpetua de cada cual con
todos, que permite a la vez medir y sancionar...” (Foucault, op cit.: 185). Porque el
examen en la Modernidad, además de sancionar un aprendizaje, es uno de sus
factores permanentes, subyacentes, según un ritual de poder constantemente
prorrogado.

El examen, sobre todo, marca una norma a la que todos los individuos están
obligados a asimilarse y con respecto a la cual (el uno y el cero unidos, como ideal
académico) habrían de intentar no “desviarse” (la media y la desviación típica como
medidas recurrentes en el ámbito educativo moderno).

En síntesis, la obra Vigilar y castigar de Foucault se refiere al sistema educativo


gestado en la Modernidad y se centra en los mecanismos empleados por el poder para
hacerse natural y de cómo dicho poder se ejerce sobre los individuos en distintos
ámbitos (político, religioso, escolar...) configurando un tipo concreto de consumidor,
un tipo concreto de trabajador, un tipo concreto de ciudadano, un tipo concreto de
estudiante y de profesional de la enseñanza.

-7-
Para seguir analizando…

Francesco Tonucci1 – “La máquina de la escuela” en Con ojos de niño (1983)


Disponible en: http://www.efepeando.com/2015/10/vinetas-de-frato-para-el-cambio.html

1
Frato, es el seudónimo de Francesco Tonucci, nacido en Fano (Italia) en 1940. Psicopedagogo,
pensador, investigador y dibujante.

-8-
Francesco Tonucci – “El peligro de ocho horas de buena escuela” en Con ojos de niño (1983)
Disponible en: http://magisteriogruponuevo1.blogspot.es/cache/media/files/00/092/587/2014/01/dibujo.jpg

-9-
Lectura Obligatoria

 Foucault, M. (1992 [1976]) Vigilar y castigar. Siglo XXI, México. (pp. 139-
198)

 Escolano, A. (2000) Tiempos y espacios para la escuela. Ensayos históricos.


Biblioteca Nueva, Madrid. Introducción y Capítulo 1.

Lectura Ampliatoria

 Tenti Fanfani, E. (1999) Sociología de la Educación. Carpeta de trabajo.


Universidad Nacional de Quilmes, Bernal. (pp. 35-60)

 Brígido, A. M. (2006) Sociología de la educación. Temas y perspectivas


fundamentales. Ed. Brujas, Córdoba.

 Murillo, S. (2008) “El conflicto social en Michel Foucault”. En Revista del


Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social, año 1, n° 0. IIGG-FSOC-
UBA.

 Castro, E. (2011) El vocabulario de Michel Foucault. Un recorrido alfabético


por sus temas, conceptos y autores. Siglo XXI, Buenos Aires.

 Urraco, M. y Nogales, G. (2013) “Michel Foucault: El funcionamiento de la


institución escolar propio de la Modernidad”. En Revista Anduli No 12 (pp
153-167).

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