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Trabajo 1
Trabajo 1
El sentido
Pienso que una de las preguntas que más me han llamado la atención en este recorrido es
la pregunta por el sentido. Si bien, la pregunta en sí no aparece como tal en gran parte de
lo que hemos visto, si se asoma en los cuestionamientos que pudimos revisar. Yo lo diría
todo desde la perspectiva de quien ha hecho un recorrido no solo por el curso de
metafísica sino por la maestría en filosofía y ciencias sociales. ¿A qué me refiero con la
pregunta por el sentido? De acuerdo con Jean Grondin es una pregunta reciente, y dice
que es preguntarse si la vida merece ser vivida lo cual “equivale, en nuestros días, a
preguntarse si puede tener un sentido”1. El sentido sería saber si la vida merece ser vivida,
lo que hace que valga la pena vivir. Así pues, haré un recorrido por lo revisado y leído para
descubrir si es que esta pregunta hunde sus raíces en las distintas manifestaciones de la
metafísica a lo largo de la historia humana.
Comienzo mencionando algunas cosas que los Griegos aportan a esta pregunta por
el sentido. Creo que la pregunta fundamental del pensamiento griego es la que intenta
describir con acierto qué es el vivir bien o la buena vida. Esa pregunta hace que el filósofo
busque responder por el origen: por lo verdadero, lo bueno y lo bello. El pensamiento
platónico nace de las preguntas por la naturaleza, por la virtud, y de lo que propone
Sócrates en su momento. La buena vida se halla en el mundo de las ideas, y entre más nos
esforcemos por ir a ese mundo, por encontrar lo universal, lo uno, el origen de todo,
viviremos más cerca de esa vida buena. Hay que esforzarse por posicionarse en ese
mundo trascendiendo a los sentidos. El chiste es mantenerse en el ámbito de la verdad; y
el cómo es la pregunta que se hace Platón. Esto consiste en algo más que el ser, es el
deseo, movimiento, el fondo del alma. Lo bello, lo verdadero y lo bueno son reflejos que
nos permiten ver las ideas, y mantenernos en esa vida buena.
Aristóteles dirá que hay una aporía, pues no conocemos el camino hacia esa vida
buena, por nuestra contingencia y entendimiento, porque ese camino está en la cosa en
sí. Su metafísica tiene dos formas de entenderla: La vía teológica, que nos lleva a la
pregunta por el comienzo, a preguntarnos qué produce y que hacer perdurar el
1
Jean Grondin, “Del sentido de la vida. Un ensayo filosófico”, Herder, Barcelona, 2005, p.25
El sentido | Sebastián Salamanca Huet
movimiento, y con ella llegamos al comienzo sin volver al infinito, es decir, a lo que llama
motor inmóvil; la otra vía es la ontológica, que lleva a una pluralidad de significaciones y
caminos, donde el ente puede decirse de muchas maneras y se hace comprensible
mediante el lenguaje. Aristóteles tiene una intención sistemática; quiere que las cosas
puedan reducirse a primeros principios gracias a los cuales se puede hacer entendible el
mundo de las cosas todas. La buena vida, el sentido, lo encontraríamos entonces allí, en
ese sistema, en la episteme, el conocimiento por las causas que hoy traducimos como
ciencia.
Hay aquí una situación importante: cuando la persona quiere hacer el bien se
encuentra impedida de ese bien, impedida por medio de la carne según los griegos y
Pablo. Cuando la persona se da cuenta de que hace el mal que no quiere y deja de hacer el
bien que quiere, dirige su petición al que llama: para que la carne, que era pudo
impedimento, se convierta en llamada, en impulso desde el cual se responde. A partir de ir
El sentido | Sebastián Salamanca Huet
La modernidad intenta ir más allá porque piensa que la experiencia no permite ver
las certezas y muestra nuestro errores; los sentidos son un impedimento para que el
fundamento, el lenguaje y la lógica de las cosas. Parece que el sentido lo encontramos
volviendo la duda radical, poniendo en tela de juicio lo que sabemos o comprendemos. Así
podremos estar tranquilos porque conocemos ese lenguaje, que es el matemático-
geométrico. La vida cobra sentido cuando podemos explicar el comportamiento de las
cosas o su configuración a partir de descifrar ese lenguaje y esa lógica; y cuando
racionalizamos esto, dejamos de ver el mundo y de vivir en el con el velo de los sentidos
que parecen engañarnos. La vida buena, el sentido, está en la capacidad de inteligir las
cosas, de comprenderlas, gracias al modo geométrico de Descartes. No quiero ahondar
más en este periodo, pero sí me parece que alcanzo a vislumbrar el afán de Descartes y los
modernos: volver el mundo comprensible para la razón humana.
¿Qué pasa con la propuesta de Kant? Encuentro aquí algo muy enriquecedor para
lo que busco decir sobre el sentido. Kant sabe que la razón humana tiene muchas
capacidades pero también que tiene límites. Quiere que rinda cuentas cuando se lanza a
cuestionarse sobre esas cosas que no son explicables por el método científico-racional que
los modernos diseñaron para desentrañar ese lenguaje del mundo y las cosas. Kant
presenta un método para hacer que la razón pura no se salga del huacal. Pero me llama la
atención que pone el lente en que hay cuestiones que no pueden ser enteramente
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explicadas por la ciencia racional, y que frente a ellas la razón tiende de forma inevitable.
Es como si tuviéramos inscrita en nuestra manera de racionalizar, una sed profunda por
comprender de dónde venimos, a dónde vamos, qué o quién es Dios, etc., y todas esas
preguntas llevan sin duda a tratar de dar sentido a la vida. Sin esas preguntas profundas o
metafísicas, podría decir que perdemos el rumbo. Por eso me parece que los tres objetos
de la metafísica, a saber, la libertad, la inmortalidad del alma y Dios, son los objetos que le
dan sentido a la vida.