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Dedicacion Pactal - Gu
Dedicacion Pactal - Gu
La teología del pacto Presbiteriana (la mas antigua) sostiene que la sustancia (o
esencia) del pacto de gracia es siempre la misma y que se administra mediante
varias dispensaciones (o a veces se dice “dos dispensaciones: Ley y Evangelio) Por
tanto solo cambian los elementos internos pero el pacto de gracia es el mismo.
“[seré] tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gn. 17:7; cp. Jer. 31:33;
32:38-40; Ez. 34:23-31; 36:25-28; 37:26-27; 2 Co. 6:16-18; He. 8:10). El pacto de
gracia es uno solo, o sea no son dos pactos (antiguo y nuevo) sino un solo y mismo
pactos con los escogidos. Por tanto, es a partir de la continuidad de este pacto que
se infiere que tanto los miembros del pueblo de Dios tanto en el Antiguo
Testamento ingresados con la circuncicion como señal como en el nuevo ingreados
por dedicación o bautismo en las personas de edad de responsabilidad moral es el
mismo.
El bautismo reemplaza a la circuncisión como señal del pacto (Col 2:11,12) Los
niños siempre están incluidos en el pacto (Gen 17:7; 103;17-18; 105:6-11; Isa
59:21; Hechos 2:38-39) fueron incluidos en el pacto con Dios familias enteras
(Hechos 16:15,33, 1 Cor 1:16) Es decir que el pacto de Gracia es atemporal y los
pactos históricos (Noé, Abraham; Mosaico; Davídico; Nuevo pacto) son solo una
administración diferente de este pacto. Por tanto ellos ponen el énfasis en la
continuidad de la “sustancia” del pacto de gracia.
Bautismo y dedicación
Es una bendición para las familias de las Iglesias rescatar una doctrina tan
importante y una bendición de gracia que Dios ha derramado sobre nuestros
pequeños desde que nacen.
Los hijos de padres creyentes deben ser admitidos en la iglesia visible por medio
de la dedicación pactal. Son santos; es decir, consagrados a Dios, no simplemente
por el acto formal del padre, que los consagra a Él, sino en virtud del pacto de Dios
con su pueblo, por el cual los incorpora a su reino visible, con vistas a su
preparación para el reino eterno y espiritual; de igual modo que en todos los
gobiernos humanos los hijos quedan adscritos al Estado en razón de su relación
con los padres, y están bajo las leyes del mismo en espera de la ciudadanía plena,
cuando alcancen las condiciones debidas. Por su constitución original e inalterada,
el reino visible de Dios es un organismo tal, que incluye dentro de sus términos a
los creyentes y a sus hijos. A consecuencia de esta disposición divina, el sello del
pacto se les aplicó a ambos en los días de Abraham, y desde entonces se ha hecho
siempre así, los niños se incluyen en el pacto, tanto en el viejo pacto como en el
nuevo.
Sin embargo, la señal del pacto no fue borrada por completo, sino que fue
sustituida por la inclusión al pacto de los niños.
Los hijos eran incluidos en el pacto, así como Dios lo hizo no sólo con Abraham,
sino también con su “simiente después” de él (Génesis 17:7). La fe de uno de los
dos padres hace que los hijos tengan una cercana relación con la iglesia, como si
ambos fuesen cristianos (Romanos 11:16).
No significa que esto hace salvos a los niños pero si entran en la promesa de Dios
para ellos como generación de niños nacidos dentro de las familias del
pacto(Hechos 2:39), es decir su pueblo.
Los niños de padres no creyentes no serían recibidos para ser parte del pacto con
Dios mediante la promesa, porque no hay fe por parte de los padres; pero donde
uno de los padres es creyente, los hijos no son considerados como ajenos al pacto
cristiano, sino admisibles en la infancia, como participantes en él: porque la iglesia
desafía al padre creyente criará al hijito en la fe cristiana que profesa.
Combatiendo con la mente individualista que separa cada miembro de una familia
como un ente independiente (aun desde el nacimiento) e intentando preservar el
pacto perpetuo que afecta a las generaciones, los reformados incluimos a nuestros
hijos en obediencia a la única regla de fe y conducta, la Palabra de Dios algunos
bautizando a sus hijos de forma pactal y otros dedicando de igual forma pactal pero
siempre tomando la promesa para nuestros hijos.
Por tanto:
Respuesta: A todos aquellos a quienes se les hace la promesa del pacto, es decir, a
los creyentes y a su descendencia, sus hijos.
Hechos 2:39; Génesis 17:11, 12; Hechos 16:15; Romanos 4:10, 11; 1 Corintios
7:14.