ME GUSTA LA PALABRA VIAJE
Es probable que nunca (desde que tuve una conciencia
aproximada ~y nunca muy clara~ de quign era y de dénde vi-
via) estuviera yo satisfecho del todo con el lugar en que me ha-
ilaba. Sino, me resulta imposible entender la fascinacién que
siempre ejercid sobre mj esta palabra, viaje, con todo cuanto
ella implicaba de misterio, de riesgo, de gozo, de peligro. Asi
ha sido desde mi nifiex. Recuerdo, por ejemplo, un dlbum que
pertenecié a mi abuela; era de los afios treinta y servia para
promover una famosa matca de cigartos, los cigarros Susi.
En sus paginas estaban todos los paises entonces reconocidos,
con pequefias postales de personajes tipicos y de paisajes. Aun
hoy no olvido el extrafio placer que me provocaban aquellas
piginas. Cudnto tiempo pasaba hojedndolas, imaginéndome
perdido, sin pasado y sin futuro, por aquellos mundos secre-
tos, Cuando mi madre me regalé un ejemplar, para nifios,
abreviado, de Las mil y una noches, qué buen viaje en caballo
negro y volador sobre los techos de Bagdad. Porque entonces,
ala posibilidad del viaje real, se unié el encanto inmenso del
viaje imaginario. La lectura como un modo de huit, de viajar,
de no estar donde realmente se estaba. Viajar, huir. Siempre
mis lejos y siempre mas oculto y siempre en una travesfa sin
fin que no buscaba llegar a ninguna parte, que solo servia por
la travesia en s{ misma. Luego, cuando conoct la poesia de Ju-
lidn del Casal, me di cuenta de que era una aspiracién que ya
otros habfan advertido. Era un deseo y una angustia feliz que
estaban en su espiritu, y que estaba, ademés, en el espiritu de
toda una época, que de algtin modo era la mfa. Porque Casal
ley6 a Baudelaire y su “Invitacidn al viaje”, su “Viaje a Cite-
tea”. Y yo también, como ellos, pensaba que todo siempre era
mejor “alld”, “lejos”, en un pais “remoto” donde todo fuera
lujo y calma, orden, deleite y voluptuosidad. Y no olvidaba
que vivia en una isla. Y tenia conciencia de que una isla es un
lugar de encierro, Y me iba al borde del mar, a leer alli, frente‘
al horizonte. Y a ratos, dejaba que los Ojos se apartaran dey
pagina, y se fijaran en los barcos que pasaban a Io Iejos, i.
traba los ojos, como si con eso bastara, como si con Cerrar lg
ojos pudiera ya encontrarme en ruta hacia un lugar discane
donde serfa inevitablemente més feliz.
Lyon, 2005