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Tema IV - H T - Def
Tema IV - H T - Def
1.- INTRODUCCIÓN
Después del auge cultural producido por el renacimiento carolingio se
produce de nuevo un gran vacío teológico como consecuencia de las duras
circunstancias eclesiásticas (siglo de hierro del pontificado, siglo X); en general
en un período de decadencia generalizada. La reforma de la orden benedictina
con las comunidades monásticas de Cluny y sus longevos abades contribuyen a
ir recuperando poco a poco el pulso intelectual y espiritual. De este modo
podemos decir que hay un declive teológico profundo que comprende el siglo X
y la primera mitad del siglo XI.
A partir del XI comienza una nueva fase histórica con importantes
cambios en el orden político, social y económico. El florecimiento económico
afianza la burguesía y da vida a las villas y ciudades. La Tregua de Dios
favorece la paz y fortalece la seguridad social. Las Escuelas episcopales y
Catedralicias son más independientes y florecientes que las Monásticas, más
abiertas a la investigación; poco a poco se irán imponiendo en el mundo
intelectual y cultural, suplantando a las antiguas abadías de monjes.
La tendencia racional y crítica suscita un cierto movimiento que lleva a
considerar y estudiar las cosas en sí mismas y no solo en la perspectiva religiosa
y trascendente. Se inicia un proceso de autonomía de lo terrenal. En medio de la
sociedad teocrática, el emperador alemán Enrique IV reivindica la
independencia de la sociedad política frente al Papado. La misma reforma
Gregoriana produce un gran desarrollo del Derecho Canónico, que se separa de
la Teología con Graciano y su escuela.
La nueva cultura que aparece se irá centrando cada vez más en las
nuevas Escuelas, sobre todo, las Escuelas Catedralicias, promovidas y
potenciadas por la autoridad episcopal, en donde tendrá lugar un nuevo
renacimiento de retorno al mundo literario y filosófico clásico y, sobre todo, un
cierto redescubrimiento del hombre y de la naturaleza; esto culminará en el
siglo XII.
El siglo XI es un período caracterizado por las luchas entre dialécticos
(escolásticos) y antidialécticos (monjes tradicionales); entre los que primaban los
estudios de las Letras Humanas y de Filosofía, en detrimento de la Teología, y
los que condenaban sin reserva el cultivo de la Dialéctica y de las disciplinas
profanas.
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2.- CARACTERIZACIÓN GENERAL. MODELO TEOLÓGICO
ESCOLÁSTICO. SISTEMATIZACIÓN RACIONAL DE LA FE
Hacia el año 1100 se produce el gran cambio medieval; aparecen en las
ciudades o burgos de Occidente las Escuelas Catedralicias o Urbanas, donde
estudian y se forman los clérigos, fuera ya del ámbito reducido de los
monasterios.
La teología que se comenzó a cultivar en dichas Escuelas urbanas supuso
un nuevo estilo y un nuevo método teológico que dio origen a lo que ya
podemos llamar con precisión “Teología escolar” (o escolástica). Desde la
preponderancia de la meditación de la Escritura bajo la guía de los Santos
Padres, se pasa paulatinamente a una nueva teología que utiliza un método más
discursivo y analítico (dialectico), que concede una amplia importancia a la
especulación racional a partir de la fe.
Esto se produce en torno a las Escuelas de París que se desarrollan a lo
largo del siglo XII. Podemos destacar: la escuela de san Víctor, cuyo fundador
es Guillermo de Champeaux († 1121), y cuyo principal maestro es Hugo de San
Víctor, primer sistematizador de la teología, todavía muy vinculado al ámbito
monástico. La Escuela de Laón, regentada por Anselmo de Laón († 1117)
discípulo de san Anselmo de Aosta. La escuela de Santa Genoveva, donde
enseñará Pedro Abelardo († 1142) figura clave en el proceso de evolución del
método teológico. La Escuela Catedralicia de París, en donde hay que situar al
célebre obispo Pedro Lombardo († 1160). Y, por fin, la Escuela de Chartres, con
Gilberto de la Porrée († 1164).
Podemos decir que la evolución de la teología y del método teológico se
realiza en el marco de una cierta dialéctica o enfrentamiento entre la Escuelas
Catedralicias o Urbanas y las Escuelas Monásticas; entre la cátedra y el púlpito,
entre el intelectual y el místico, entre el que busca el saber científico en sí mismo
y lo transmite en la enseñanza académica, y el espiritual, que se prefiere el
gusto sapiencial y desconfía de alguna manera de la razón aplicada a la Fe. El
nuevo modo de teologizar nace y se desarrolla en el interior de las instituciones
académicas, primero, las Escuelas Urbanas y, después, la Universidad naciente,
que deben tener en cuenta las exigencias no solo científicas sino también
didácticas y de enseñanza práctica. Este factor impulsa a desarrollos
especulativos cada vez más amplios y mejor trabajados, con sus ineludibles
consecuencias metodológicas, hasta alcanzar una cumbre en la historia cultural
y teológica.
Es decir, el “monje” que filosofa o que razona en torno a las verdades de
la Fe, lo hace normalmente en el silencio de su celda, en un monólogo o
soliloquio que le lleva a unirse más plenamente a Dios, aunque, sin duda, ello
tenga consecuencias pastorales y pueda trascender en la predicación o en la
catequesis cristiana. En cambio, el “scholasticus” o el profesor de la Escuelas
Urbanas (y más aún en la Universidad) debe habérselas con un público juvenil,
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turbulento y discutidor; tiene que exponer las verdades que ha de enseñar a sus
alumnos con la ayuda de la dialéctica y sometiéndose a sus reglas.
Así entre los dos modos o concepciones de hacer teología se plantea un
debate cada vez más explícito y abierto. De un lado, la Teología Monástica, que
se mueve en la línea de la Tradición y en estrecha unión a la patrística;
sapiencial y contemplativa. Y, de otro la Teología Escolástica o de los Maestros,
que inaugura una línea innovadora, que pretende alcanzar desarrollos y
progresos ulteriores, una nueva “ars fidei” que se va perfilando como una
ciencia específica. Mientras en las épocas anteriores las grandes disputas
teológicas se referían a temas particulares (la Eucaristía, la Trinidad), ahora, en
el renacimiento teológico del siglo XII, la discusión se desplaza a cuestiones
generales previas; no mira tanto a los contenidos de la teología cuanto a la
naturaleza misma del trabajo teológico en cuanto tal y a su métodos e
instrumentos. En el fondo se plantea el eterno tema de las relaciones entre la
pura Fe y la Razón filosófica; entre los defensores de la absoluta gratuidad de la
Fe, y los partidarios de la racionalidad de la Fe. Los monjes defienden la
tradición frente a las novedades, mientras que los Maestros pretenden conectar
o injertar las novedades en el tronco de la Tradición, con el propósito de
mantenerla viva y hacerla crecer.
De este modo, el enfrentamiento se centraba sobre la naturaleza misma
de la teología; la cuestión era si ella tenía el derecho o no a constituirse en
ciencia independiente, como un “Ars” con principios propios, métodos propios,
lenguaje propio; o si, por el contrario, debería mantenerse dentro del ámbito del
puro comentario bíblico.
El método de enseñanza escolástica se desarrolló en el marco de la
“lectio”, esto es, de la actividad escolar; la enseñanza se hacía por modo de
comentario del texto de la Sagrada Escritura, que se leía previamente. En dichas
explicaciones, sobre todo, de los pasajes difíciles, se utilizaban los textos de los
Santos Padres. El gran problema desde el principio fue armonizar la gran
cantidad de sentencias de los Santos Padres, muchas veces contradictorias. Fue
Pedro Abelardo con su obra “sic et non” el gran iniciador de un método riguroso
para componer las discordancias por medio del uso de la Dialéctica.
Junto a lo anterior, en el mismo contexto escolar de la lectio, la dinámica
misma de la explicación del texto sagrado llevó a plantear “quaestiones”, a
propósito del mismo. En un cierto momento, la “questio” se independiza del
texto que la había suscitado y da lugar a un modo metodológico propio de
proceder, sobre todo en la forma dialéctica de la “disputatio”, en la que la
solución de cada “questio” es sostenida por dos partes enfrentadas que
examinan los pros y los contras, defendiendo con argumentos la propia postura
para llegar a su solución: “determinatio”. Todo ello a lo largo del siglo XII fue
configurando un método teológico original, que cada vez se aleja más del puro
comentario bíblico y patrístico propio de la Teología Monástica.
Un elemento metodológico que influye en todos los ámbitos, y cuya
evolución corre paralela al mismo método teológico, es la intervención de la
“Auctoritas” o las “Auctoritates”, como instrumento básico de argumentación. Es
una técnica común del trabajo teológico desde los inicios de la Edad Media; la
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cuestión alcanza el fondo mismo de la tarea teológica, puesto que, si se trata de
conocer la Verdad revelada, esta no se basa en la razón humana, sino en la
autoridad de Dios. Por ello quienes poseen “autoridad” son, ante todo, los
textos de la Biblia; pero después también los textos de los Padres de la Iglesia,
testigos particulares de la Fe e intérpretes autorizados de la Sagrada Escritura.
En el renacimiento del siglo XII se comenzó a coleccionar y a citar junto a
los autentica de los Padres, las sententiae modernorum magistrorum. Así se
presentan dos tipos de fuentes: las auctoritates sanctorum (de los Padres) y las
autoritates magistrorum (de los teólogos reconocidos). Asimismo, en la
terminología clásica los antiqui designan a los Santos Padres; mientras que los
moderni se refieren a los teólogos magistri.
Después de varios siglos de uso y de colección de textos de
“Autoridades” se llegó a la elaboración de libros de Sententiae que culminarán
en la obra de Pedro Lombardo (Quattuor libri Sententiarum).
El método teológico, pues, está íntimamente ligado a la actividad
reflexiva y científica en relación a las auctoritates. Todo esto llevó pronto a que
aparecieran en las obras teológicas, junto con el argumento de autoridad, el
argumento o la prueba de razón (ratio theologica) a favor de las tesis defendidas.
Del equilibrio adecuado de ambos elementos (autoridad-razón) dependerá en
gran medida la sana concepción de la teología y el funcionamiento eficaz de su
método propio. A partir de aquí, la historia del método teológico es la historia
de las fluctuaciones del binomio auctoritas-ratio.
Según el modo de proceder de la questio en la argumentación teológica
per auctoritates, se trataba de conseguir colecciones más o menos ordenadas de
Sententiae Patrum, y poco después también de Sententiae Magistri. Desde
comienzos del siglo XII, el sistema va desarrollándose cada vez más uniéndose
la tradición patrística con la Dialéctica (o Filosofía), de manera que en las obras
de Sentencias los autores discurren sobre los diversos temas teológicos
ajustándose a un cierto orden sistemático que darán lugar más tarde a las
grandes sumas del siglo XIII. Así tenemos ya dos importantes géneros literarios
teológicos:
1) Las Sententiae que son un conjunto de tesis, cuestiones y tratados
positivos, formadas con los textos de los Santos Padres de los
teólogos (magistri) y de las colecciones canónicas, todo ello dispuesto
en forma de sistema.
2) Las Summae que apuntan a una elaboración más original, sistemática
y, sobre todo, completa; se trataría de lograr como un resumen de
todas las partes de la ciencia teológica en este caso
Sin embargo, los límites de uno y otro género literario a veces no son
precisos en su forma más evolucionada hay Sentencias que constituyen
prácticamente una verdadera Suma.
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3.- AUTORES PRINCIPALES.
3.1.- San Pedro Damián (†1072)
Tras sus estudios en Rávena y Parma, fue profesor de Artes (Trivium y
Quadrivium), pero poco después decidió cambiar de vida y se hizo monje en el
eremo de Fonte Avellana (1035), de la Congregación de san Columbano, del
cual luego fue prior.
Entre sus obras destaca De divina omnipotentia, en la cual intentó delinear
las relaciones entre la Filosofía y la Teología, cuyo decantado más conocido fue
la famosa formula: philosophia ancilla theologiae, con la que pretende acentuar la
subordinación de la primera a la segunda. Escribió, además, su obra De fide
católica, sobre los misterios fundamentales del cristianismo aunando la
profundidad de pensamiento con la interioridad y la unción sagrada.
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las sentencias), que pretende una sistematización de las cuestiones teológicas
del momento, a través de una exposición del contenido teológico de la Sagrada
Escritura, así la divide en dos libros, que corresponden a los dos Testamentos: el
primero, sobre la creación, Dios como causa de cuanto existe y de los
preliminares de la obra de la Redención. El segundo libro contiene una
exposición de la obra divina de la Redención, de la doctrina sobre Cristo y sobre
la Iglesia.
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imparable; la batalla de la razón estaba prácticamente ganada. Precisamente
Abelardo será el primero que usó el término de Theologia en sentido técnico
para referirse a la disciplina que estudia las cosas de Dios.
Por lo demás es conocida la postura de san Bernardo sobre la Artes
liberales y la Filosofía. Las Artes liberales no son una ayuda imprescindible
para conocer a Dios, sino que constituyen una cierta dificultad. Así mismo, la
Filosofía puede presentar dificultades; Abelardo usó de los medios dialécticos
de moda, pero cometió errores graves en Teología. Siempre se mantuvo
receloso ante subsidios humanos; la filosofía superior que él defiende es muy
distinta; Jesucristo crucificado, fuente de salvación universal. San Bernardo fue,
más bien, un gran místico que un teólogo en sentido académico
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