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CAPITULO XVII FELIZ MUERTE DE ros CONYUGES. En el Uruguay procuraban los nedfitos de Mbororé, bajo Ja direcci6n del P. Cristébal Al- tamirano, reducir los gentiles y que tornasen al pueblo los fugitivos. Digno de mencién es un indio de la mencionada reduccién, que por las exhortaciones de Niezfi, célebre mago y asesino del P, Roque Gonzalez, se fué con él], abandonando nuesira religién para conti- nuar en las antiguas supersticiones; llevése su mujer é hijos. Para que el préfugo no se atre- pintiera, Niezi le dié varias concubinas: no pudo gozar de ellas, porque los mamelucos em- pezaron 4 hacer entradas en los dominios de dicho cacique. El indio estuvo 4 punto de ser apresado por los bandidos; logré huir de las manos de éstos, pero con siete heridas; volvié & la reduccién de Mbororé, y hallé la salvacién del alma al par que Ja del cuerpo. Después de 202 Dios, fué causa de tanta dicha la esposa del préfugo, quien contra su voluntad le siguié cin- co afios, y no dejé de rezar el Rosario todos los dias, rogando 4 la Reina del cielo que no de- jara morir 4su marido sin los auxilios de la Iglesia, Para mejor conseguirlo, hizo propésito de ser honesta, cosa no muy comin entre aque- la gente. Escuché tales preces la Madre de Dios, pues aunque los mamelucos la busca- ron en todo un afio, no Ja encontraron; estan- do con fiebre sentia recibir del Sefor alientos, y en los peligros, consuelos; escondida en las selvas eludié la persecucién de los bandidos, Después de varias vicisitudes fué llevada 4 Mbororé, y murié habiendo recibido antes los Sacrameutos: es de creer que su alma iria al cielo. Declaré 4 los misioneros estando grave- mente enferma, que desde antes de huir con su marido levaba escrito en un papel el nombre del Santo que en el sorteo mensual acostum- brado entre las Esclavas de Maria le habia to- cado; por cinco afios lo guardé cual sagrado amuleto, y noté una especial proteccién en los peligros y adversidades, Voy 4 referir otra historia atin mas notable que ésta. CAPITULO XVIII DOS MUCHACHAS HUYEN DE LA CAUTIVIDAD DE LOS MAMELUCOS, Hicieron los bandidos prisioneras dos don- cellas: una de trece afios y otra de diez. Pare- ciendo 4 los mamelucos que la primera inten- taba fugarse, la azotaron, y ataron una soga al cuello; de esta manera le hicieron seguir el ca- mino; ya alejados cien leguas, creyendo que no- habfa peligro de evasi6n, le quitaron la cuerda y le permitieron ir 4 los bosques en busca de frutos silvestres, pues los alimentos escasea- ban. Entonces concibié la idea de fugarse, pues apreciaba el ser libre y detestaba la du- reza de sus duehos; una dificultad se le ponia delante, y era dejar sola‘entre los bandidos 4 . su hermana; mientras pensaba qué seria me- jor, si conseguir ella sola la libertad 6 vivir en el cautiverio con su hermana, vid que ésta se adelantaba en la misma direcci6n: comuni- c&ronse sus designios, y puestas de acuerdo 204 echaron 4 andar por aquel desierto de cien le- guas, habitado solamente por tigres y otras fie- ras, y cubierto de impenctrables bosques; jun- téseles un muchacho sobrino suyo; asi lo dis- puso Dios para que tuvieran auxilio. Viajaban por la noche, sufriendo mas 4 causa del ho- rror de ésta que habrian padecido de dia con los ardores del Sol. Iban por sendas extravia- das, 4 fin de evitar la persecucién de sus due- fios. Solian los gualachies recorrer aquellas soledades, cazando 6 dedicdndose al robo; fe- lizmente huyeron de manos de éstos, yendo con silencio y precauciones. Muchos dias tu- vieron que mantenerse de raices y hojas tier- nas de frboles. Al cabo de un mes, sin fuerzas apenas, llegaron al Uruguay, 4 cuya orilla en- contraron una barquichuela, capaz de conte- ner tres personas, toda rota; entraron en ella, y sin remos, tim6n ni velas, se dejaron llevar por la corriente, Poco habian navegado, cuan- do vieron que su padre venia hacia ellas en otra canoa; prisionero de los mamelucos, aca~ baba de fugarse con su mujer é hijos, y con objeto de ser ttil 4 sus compatriotas recorria el pais solicito de la salvacién de las almas. Nuestras doncellas, creyendo que tal barca era de bandidos, haciendo de las palmas remos, impulsaron la suya; legadas 4 la orilla se es- condieron en un bosque, y su padre Jas per- 205 dié de vista. Poco después se encontraron con un grupo de ne6fitos, 4 los cuales se unieron y fueron 4 Mbororé, en el momento que su pa- dre regresaba de la expedicién; cuando éste re- conocié 4 sus hijas y sobrino, lloré de alegria; abrazélas con tal emocién, que todo el mundo acudié 4 contemplar semejante espectéculo; sin saber lo que era aquello, corrié 4 verlo una mujer: era la madre de las pr¢fugas, quien no sospechaba tanta felicidad; al principio no lo queria creer: palpaba, se restregaba los ojos como para despertar de un sucho; luego estre- ché en sus brazos las prendas queridas de su coraz6n. Los hermanos recibieron con igual regocijo 4 sus hermanas delante de pablico nu~ meroso. Los religiosos llevaron al templo las recién venidas, y después de catequizadas las bautizaron, Los padres de nuestras fugitivas dieron gracias 4 la Reina del cielo por los fa— vores que les otorgaba. CAPITULO XIX SON CASTIGADOS LOS VEJADORES DE LOS NEOFITOS. Un cacique del Uruguay, hombre poderoso, por odio 4 la Compafifa, se marché con los ma- melucos, en realidad para hacerles daio y al misino tiempo ofender 4 los religiosos. Lleg6 4 perforar las naves en que iban los nedfites, y una vez éstos en Ja orilla, entregarlos 4 sus enemigos, quienes en recompensa de tales ser- vicios y con objeto de tenerle propicio, Je die- ron autoridad si bien nominal en el Uruguay y rios vecinos, como también el titulo y bastén de General; orgulloso con esta vana dignidad, por espacio de muchos ajios caus6 inmenso dafio en las reducciones y facilité los intentos de los mamelucos. Disgustado por la escasa recompensa que éstos le daban, despaché de mala manera un emisario que le enviaron; lue- go huy6 con sus ms fieles satélites; volvié y los mamelucos le cortaron la cabeza acusin- dolo de traidor; nada se acordaron de los be- 208 neficios recibidos, semejantes al demonio que premia los favores de sus vasallos con supli- cios horribles. Otro cacique tenia el vicio de calumniar; era famoso por su estatura y cor- pulencia; su jactancia llegaba al extremo de asegurar que quitarfa la vida 4 los Padres y se reservaria las mas hermosas mujeres, sin parar hasta la ruina de los pueblos situados en el Uruguay, Dios castigé duramente sus habladurfas: cierto dia en que desaté la lengua contra nosotros, los mamelucos le mataron la mujer, y él se quebré una pierna mientras andaba errante por la selva, Al oir sus clamo- res acudieron los de Mbororé que por alli es- taban; su primer impulso fué quitarle la vida; impididselo un misionero que se hallé presen- te por casualidad, recordandoles que los cris- tianos deben volver bien por mal, Fué lleva~ do 4 Mbororé, donde confesé sus pecados, y de lobo se convirtié en oveja. Los indios del YapeyG redujeron bastantes familias. Cierto ne6fito encontrd. en el bosque 4 un gualachi herido por un tigre; lo bautizé usando Ja for- mula del Sacramento, que sabia de memoria por baberla oido 4 los religiosos; otros varios gnalachies fueron también bautizados, Dos mil setecientas personas recibieron el Bautismo en las reducciones del Parana y Uruguay. CAPITULO XX VIDA DEL P. ALONSO NIETO DE HERRERA, El clima de Cérdoba, perjudicial 4 hombres y rebafios, hacia que varios jesuitas enferma— ran. Por entonces entré en la Compaitia Don Alonso Nieto de Herrera, 4 los sesenta y ocho afios de edad y 4 los cuarenta dias de en- viudar; did al Colegio veinte mil ducados de oro, Tomé esta resolucién gracias 4 los con- sejos de su nieto y heredero al volver de Enropa; éste le declaré que pensaba huir del mundo y refugiarse de sus tempestades en el puerto de la Compafiia; entonces lo abrazé su abuelo, y le dijo que los mismos propésitos abrigaba él; ambos solicitaron el ingreso en nuestra Orden y lo consiguieron. Sin embar- go, el origen de su vocacién creo que es mas. antiguo. Ocupando Alonso en otro tiempo un alto cargo, fué insultado y abofeteado por un hidalgo; Jas autoridades pusieron en carcel TOMO V 14

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