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on @) BIBLIOTECA DE LA OPINION DE VILULAVICIOSA. pees — Antioiedades Remanas de Coluaga, (APUNTES PARA UN LIBRO) prav LIO ison. J ——— n. Go IMPRENTA DE LA OPINION, Calle de la Ctiva. & io tomnsitinen Ghee efomaeen fatima 2bdl & soacondymuree .y anol xb cf ake pide diene obasiliow fish eather Lo eriimonet ahen. is ethatiia aot “ih. One. » adsarte site cst it fk ate sfadarss: eis step, Aol a, Sid sivGbd § oplnais Antigtedades Romanas de Colunga. Siestudiamos el origen de Colunga, y su progresivo desarrollo en cl periodo histérico que media desde la paz llamada octaviana 4 la invasién de las razas del Norte, y, sustrayéndonos & toda pasién local, buseamos la verdad, analizando cuanto sobre esta época se ha es- crito por los autores de mas renombre, el més concien- zudo trabajo no nos dard ni un sdlo hecho de caracter auténtico é induvitable: nilos esfuerzos de una inteli- gencia superior, ni las disquisiciones histéricas de los eruditos, creemos gue obtuvicran mejores resultados ante el silencio que guardan los historiadores Y gedgra- fos antiguos, y la falta de monumentos que cumplida- mente Menen este vacio. No han faltado, sin embargo, autores modernos que, examinando algunos restos de la dominacién romana, descubiertos dentro del territorio colunguense, aventu- rasen hipétesis acerca de la fundacién de Colunga y de su correspondencia con diferentes poblaciones de aque- Ha época, cuya situacién se desconoce. El Sr. D. Juan Antonio Suarez Victorero, en su «Des- cripcién geografico-histérica de Colunga» (1) siguiendo el parecer del sabio Director de la Real Academia de la Historia D. Francisco Martinez Marina, insintia la es- (1) M.S. dedieado por Amigos del Pais de la provin autor dla Sociedad Econdmica de a de Oviedo en 1837, A Le Opinion de. Villavieiosa. = SS pecie de que nuestro Municipio Hevé en lo antiguo el nombre de Buerres (1), que hoy conserva una de sus parroquias; mis ningin argumento aduee para sostener iil aserto y esto nos revela de rebatir una opinién que ¢onsideramos 4 todas luces infundada, No esta mas en lo firme al investigar con el auxilio de wna ejecutoria de hidalguia la etimologia y origen de Colunga, sin ha- cerse cargo que las disertaciones heraldicas de los ero- nistas y reyes de armas, plagadas de crrores ficcio- nes, no pueden admitirse como testimonio en apoyo de uingtin hecho. histérico, sin abrir paso 4 invenciones, menos ingeniosas atin y mas, inverosimiles que las que nos trasmite la tradicién de los tiempos fabulosos. Otro eseritor asturiano (2) pretende demostrar, con argumentos muy fatiles, que el rio Astura (3) es el que Laiia la vega de Colunga, y que en este concejo se le- yantaron las aras sestianas, tan celebradas de los ro- manos; piensa ademas si Curunda, donde se otorgé una tessera de hospitalidad entre las familias zoelas de los desoncos y tridiavos, seri Colunga (4), y 4 vuelta de contradictorias conjeturas, indica que la cindad canta- brica de Octaviolea debié estar en el mismo sitio que hoy ocupa el pueblo de la Isla (5). (1) A pesar de haberlo procurado con diligencia, no hemos po- dido comprobar esta cita, scandon, Hist. del re, ¢ rio, que al de villa, did nombre Vv Pelayo. 1 de Floro, Ovosio y San Isidoro de Se- én asturiana, ¢s el que actualmente se llama. Hzla. Asi se infiere del texto del primero, y, participando del sentir comin, asi lo conficsa el mismo Escandon al traducir un pasaje de la crénica del monge de Albelda. (4) Los zoelas, seytin Plinio (lib. 19, cap. 2.°), estaban cerea del Ovéano y de Galicia, y la poblacién de Carunda, de que no se con- serva iInemoria en los g rafos antiguos, no debe buscarse fuera del tevritorio de aquellos (5) Ptolomeo coloca & Octaviolca en 12 213° long. y 44 1p lat.; ¥ aunque se tenga ¢ anta que la gradu de este cosmdgra- fo discrepa a que usan los modernos, no puede sostenerse que estuviese en tervitorio de Colunga, Antiyiiedades Romanas'de Cotunga. a Tan extrafias como discordantes opiniones, carecen de todo fundamento y ofenderiamos el buen juicio de nues- tros lectores, si tratasemos de patentizar los errores que enyuelyen: que ni es posible reducir 4 tan corto espacio la situacién de poblaciones y monumentos importantes, que correspondian 4 diferentes regiones, ni en buena critica cabe apartarse del testimonio de los antiguos y modernos escritores, sin razones sdlidas que evidencien lo contrario. No hay posibilidad, 4 nuestro juicio, de esclarecer tan remotos acontecimientos y no disimulamos, por lo tanto, lo vago de los resultados 4 que también nos conducirian nuestras investigaciones, si pretendiésemos conocer la verdad de ellos. Nos limitamos, pues, en este punto, 4 ensayar un estudio de los vestigios que la civilizacién romana dejd esparcidos por el suelo de Colunga; y si atin procediendo con método y diligencia, no alcanzamos 4 ilustrar aquel periodo de la historia local, tan cumpli- damente como desedramos, no han de faltarnos elemen- tos para exponer algunos hechos evidentes que hasta ahora pasaron completamente desapercibidos. Ya hemos dicho que los escritores de la antigtiedad no nos trasmiten ninguna memoria de Colunga. Léese por primera vez este nombre, en uninteresante diploma de principios del siglo IX (1); y en otro del afio de 921 (2) hacese referencia 4 su territorio, dentro del cual apare- cen por entonces con algunas de sus actuales parroquias, las villas (8) de Duasos, Valle, Dulios y otras, que poco después constituyeron el concejo de Caravia. De su vida propia en aquella época, ofrecen irrecusa- (1) Donacion hecha por un principe 6 magnate Hamado Fakilo, de la quinta parte de sus bienes, situados en las villas de Fano, Co- lunga y otras, en favor del monasterio de Sta. Maria de Libardén, del que era abad Pedro. Sufecha 4 ocho de los idus de Julio, era de 841 (23 de Julio del afio de 808) (2) Donacién de Ordoito II en favor de la Sta. Iglesia de Oviedo (3) Pequetios lugares 6 caserios 4 cuyos habitantes se les la- maba villanos, G La Opiniéw de Villaviciosa. ble testimonio diferentes documentos (1), quea la vex nos autorizam Ajentrar en. el dominio de las conjeturas para apreciar su origen y,desenvolvimiento en siglos anterio- res, Pues si-recordamos que bajo el gobierno de los pri- meros, reyes.deAsturias, ocupados principalmente en extender y afianzar los dominios de la naciente monar- quia, surjieron nuestras instituciones municipales, sin ley alguna que las regulase (2), y tenemos presente que Ja irrupcién germanica no habia podido borrar en esta regién el gobierno establecido por los hijos del Lacio, habremos de -asentir con un ilustre economista (3) en que «el concejo:.dela edad media se levanto sobre: las ruinas del municipio romano.» Y. siendo Colunga de los primeros pueblos que, en medio de las turbulencias y de la ruda ignorancia de aquellos siglos, organiza su comu- na 6 concejo, ¢no debe considerarse esta institucion como un renacimiento de la vida politica que recibiera con la civilizacién romana? Para nosotros no ofrece duda que tal es el origen:de nuestro municipio: no podremos decir el nombre con que, entonces se le conociera; pero su existencia la revelan los innumerables restos de una po- . blacién que, si en un. principio se nos presenta dividida y en abierta lucha bajo el dominio del mas fuerte, apa- rece mas tarde unida y floreciente por el trabajo, en cu- yo estado debieron disfrutar sus habitantes el derecho de ciudadanos romanos concedido por Caracalla 4 todos los que de origen libre existian en el imperio, y consti- tuir 4 su.amparo el. gobierno municipal 4 que fueron so- metidas, por virtud- de aquella medida, las antiguas co- lJonias y prefecturas y las ciudades confederadas que por entonces se rigieron por distintas leyes. (1). Véase. «Cortes de los antiguos reinos de Lein y de Castilla,» por la Real Acad. de la Hist., Tom. I, pag. 29. i (2), El régimen municipal basado en el derecho consuctudina- tio, es, sin duda alguna, anterior al. que se establecié por virtud de los fuerosy cartas-puchlas concedidos 4 diferentes poblaciones. (3) Colmeiro, Der. adm, esp. Antiyiiedaides Romanas dé Colunga. 2 i No sin esfuerzos hubieron de alcanzar’ este fin los ro- manos. La paz que se siguid 4 la sumisidide Cantabria, garantizada sélo por la impotencia de los vencidos para romperla, si preparé la fusién de’ los dos puchlos, no eximié por mucho tiempo 4 los vencedores'‘del cuidado de la guerra. La accién desbastadora de los siglos, noha’ borrado atin del suelo de Colunga las huellas dela ocupacion militar realizada por los soldados de C. Furnio, & quien, segun Didn, encomendd Augusto la guarnicion de Can- tabria. Los humillados cAntabros que moraban en este territorio obligados 4 cumplir las disposiciones’ de Agri- pa (1) debieron acampar en el extenso valle que circun- da la capital del concejo, mientras que las’ tropas del imperio, ocupando estratégicas posiciones, los encerra- ban en un circulo de hierre, donde moria el eco de los ultimos gritos de: libertad que, atin bajo el reinado de Tiberio, resonaban en los cerrados valles de Cantabria, Importantes son los vestigios que nos inducen 4 sos- tener este aserto.(2), El-cerro’ llamado Castiellu, que se levanta 4 dos kilometros $, 0, de Colunga, domihando una gran parte del valle de este nombre, ofrece & nues- tro examen sefiales ciertas de una fortificacién romana de los primeros tiempos de la conquista, inaceesible por el E. y S., las obras de defensa de este punto, consistic- ron en grandes terraplenes que escalonados en zig-zag en toda la longitud de la vertiente N., Iegan hasta ga- har la ciispide, y cn un profundo foso atrincherado que hubo de cortar la ladera menos accidentada del 0. Co- ronando el cerro debié levantarse una pequefia fortale- (1) .....ccintabros, qué essent militart alate, omnes propre de- levit, reliquos armis exuit, & ex montanis leis in campestres transtulit. Dién Casio, Hist. Rom. (2) Una exploracién de todos los sitios que mas inmediatamente dominan los lands de Colunga, hecha con método-6 inteligencia; permitiria estudiar cumplidamente el sistema de fortificaciones que los romanos emplearon al ocupar esta parte de la peninsula, 8 La Opinion de Villaviciosa. za (1) de la cual, aunque con dificultad, se deseubren al- eunos restos en las ondulaciones de la meseta (2) y ade- mas del foso existen otras obras subterrdneas, en la mitad superior de la vertiente occidental, cuyo objeto no es posible deducir con probabilidades de acierto, de las contradictorias y vagas noticias que acerca de ellas pueden adquirirse (3). El mismo origen tiene, sin duda, el campamento cons" truido en la cispide de una prominencia cénica lamada el Castru, que se destaca en un extremo do la colina de la Villeda, al N. 0. de Colunga; de trae circular con una sola puerta que mira hacia el N. por donde tenia mas facil acceso, constituia su principal defensa el te- rraplen de que aun esta cefiido y dos trincheras que res- . guardaban la entrada, Ningin vestigio revela la exis- (1). A. Rich en su Dict, des antig. rom. et grecq. exponiendo la ignificacién que tenia entre los romanos el nombre Castellum, di- ee: « anim. Diminutif de Casrrum. Petite place fortifiée ow forteresse dans Uaquelle on plagait un corps de troupes, soit en rase campagne pour y protéger la population agricole contre les excursions de U ennemt, soit sur les Frontieres pour protéger un e ‘Etat, ou dans toute autre position qut commanitait la voie princi- 2 ks eee pate et les lignes de communication.» (2) Nosotros mismos hemos recogido on aquel sitio varios tr zos de teja plana, y mas de una vez hemos visto sillares de aren ca extraidos en diferentes puntos de la meseta por los labrador que la cultivan. A uno de estos, Hamado José Candosa Garcia, de- Demos un precioso sello, descubierto por él mismo en un huerto que toca al vértice dela ladera meridional del cerro, Tiene graba- da la cabeza de Augusto, y puede verse en cl Museo arqueologico de Oviedo, donde hoy existe. (3) Tiénese noticia de estas obras por las repetidas exploracio- nes que hace algunos afios practicd el _vecindario dela Riera, en busea de un tesoro que suponian estaba guardado alli desde el tiempo de los moros. La principal de ellas, al decir de los meneio- nados recinos, es un pozo de gran profundidad que se propusie- ron escombrar, alentados desde los primeres momentos por el des- cubrimiento de hachas, medallas y otros muchos objetos que, apreciados sélo como indicio de més valiosos hallazgos, nadie tuvo cuidado de conservar. antigiiedades Romanas de. Colunga, 9 tencia de otras, construeciones dentro, del campamento, si bien pudieron. tener con él alguna. conexién. los pe- quefios edificios, cuyas ruinas existen inexploradas en la vertiente meridional, muy préximas. al vértice. del cono, Restos de otro campamento se descubren en una pe- quefla eminencia, conocida también con el. nombre de Castru, que se alza sobre cl mar al extremo del hermo- so valle de la Isla (1). Y atin subsistia. en cl siglo X al pic del monte Sueve, el Castellum de Obalia (Obaya) (2), cuyo origen romano evidencian los restos de construc ciones someramente examinadas en aquel sitio. Diferentes puntos del con cejo.y especialmente los al- tos de Entrevifies y de Pumaralbin, el sitio dela Torre (8) en Buerres, el del mismo nombre. en la Poladura (4), (i) En avaciones practicadas para ol aprovechamiento de este terreno, freron deseuviertos los chmientos circulares de varias casetas (casas) de origen romano por el estilo de las que exploré en el Caséetlér de Coata D. José M* Morez y Gonzalez. (Vease su «Meinoria relativa a las escavaciones del Castellon, en cl concejo de Coatia, Oviedo 1878.» (2) Donacion de Ordoiio IT, ya citado. (3) Hace pocos aiios sub: , unque reedificado 6 incompleto, cl edificio que le did nombre, econservanco en wio de sus lienzos dos ménsulas que debian haber sostenido: la techumbre de un péor- tico, y una puerta de arco de medio punto que adqvirié D, Luis Montoto y tiene colocada en cl cereado de su hueria en Loja: este Pprecioso resto de arquitectura roman?, acaso cl inico que en su género existe en Asturias, inide 2,03 inetvos de alto por 0,70 de an- cho, notandose en la haposta variadas aynque borrosas, figuras que ain conservan el sello inpreso po. el genio en Roma, Corro- Doran Ja opinion enunciada, los restos de teja fplana (teeguia) y de ladvillo (Cateres) que en el wi 0 se descubren sin difieultad, (4) El considerable ntimer llares de arenisea que se. ¥en en los cercados de las fincas. inmediatas & este punto, revelan. la neia én lo antiguo de un edificio de. que se hace memoria en documentos del siglo XVI con el nombre de torre de Vellide; y el hallazgo en una de aquellas propicdades de la mitad de la picdra de un molino abrazo (mola manuaria); cuyo artefacto no faltaba eu ning am campamento romano, inducieron & sustentar aquel dic- tamen, ; 10 La Upinién de Villavi el Castille (1) en Sales y Castiellu de Lué, conservan se- fiales inequivecas de antiguas fortificaciones, hechas & no dudar, para amparo de las centurias destinadas por Furnio 4 someter la poblacién indigena que ocupaba este territorio. Y que 4 este pensamiento respondian las diversas construcciones que dejamos, cnumeradas, lo prueba el reducido perimetro de cada una, capaz & lo sumo para alojar una fuerza de veinte 6 treinta hombres, su situa- cién que sélo cubriendo aquella necesidad puede consi- derarse estratégica y el caracter permanente de las obras que se reyela en el andlisis de sus restos. Pues evidenciado su origen romano, ni cabe pensar que fuc- sen campamentos provisionales (castra mefari), hechos por el ejército durante las guerras cantabricas, ni légi- camente podria argiiirsenos que pertenecen 4una époea posterior 4 la de la conquista, con lo cual pugna el he- cho generalmente admitido de que los dos pueblos que antes se destrozaran en sangrienta lucha, reinando ace so Vespasiano 6 Tito, vinieron 4 confundirse en la uni- dad romana, en cuyo estado todo induce 4 creer que tales fortificaciones no tuvieron objeto. E indudablemente, debido 4 las medidas politicas de Augusto, de quien dice un historiador contemporéneo (2) que ningun conquistador tuvo como él «un entendi- miento tan diestro y sagaz, ni supo esperar con tanta paciencia 4 que el tiempo y los hombres ejecutasen, si (1) En el cercado de una finca que se extiende por debajo del barrio asi llamado, hemos recogido una lapida romana que hoy existe enel Museo arqueologico provincial. Sa inseripeisn incom- pleta por las roturas de Ja piedra y por estar borradas algunas le- tras; dice asi: : ‘TER. DOI .O. MER. (2) Cantu, Hist. Univ. Antigitedades Romanas de Colinga. ML bien con lentilud, con la certeza de la estabilidad, lo que no hubiera podido hacerse sin violencia y peligro,» no debié transcurrir un siglo desde que por cuarta vez se cerré el templo de Jano, sin que suavizada algtin tan- to la ruda energia de los vencidos, el triunfo de Roma se hubiese consumado. En medio de las armas, que por largos afios fueron necesarias para garantir su sumisién, habianse refieja- do en nuestro pueblo los primeros destellos de la cultu- ra intelectual del imperio, & cuyo influjo el odio que profesaban los vencidos al nombre romano, trocose en amistad’ firme y sincera: diéronles los vencedores su idioma, su religion y sus leyes; iniciaronlos en ol laboreo de las minas; perfeccionaron sus conocimientos agrico- las, y en una palabra, Hegaron & destruir la agreste fe- rocidad de-sus costumbres, abriendo camino al genio de la civilizacién que penetré al fin en las humildes caba- fias de la poblacion indigena, sin borrar los caracteres esenciales de su nacionalidad. Innecesarias fueron entonces las fortificacionés que flanqueaban el valle de Colunga y defendian los desfila- deros de la montafia. La unién ostensible de los dos pue- blos era un hecho, que la conyeniencia de los vencedo- res y la lealtad de los vencidos, impuso con fuerza. irre- sistible; y merced & ella surgid una nueva poblacién que hubo de alcanzar un grado importante de explendor. La fertilidad del suelo que brindaba 4 importantes ex- plotaciones agricolas; los varios productos metaliferos del subsuclo, reclamados por la industria; y las comuni- caciones maritimas para facilitar el cambio de produc- tos eran, con relacién al territorio, muy valiosog ele- mentos que el nuestro ofrecia a la inteligencia y activi- dad de la poblacién celto-latina; y sin duda alguna fue- ron ampliamente utilizados. Un examen, que no puede ser detenido, de los restos de construcciones romanas descubiertos en diferentes sitios del concejo, seguido de muy breves consideracio- 12 La Opinidn de. Villaviciosa. nes filologicas, bastan, en nuestro juicio, A comprobarlo. Cubiertos por lijera capa de tierra, existen en los al- rededores del pueblo de la Isla y en diferentes sitios de ja parroquia de San Juan de la Duz, verdaderos teso- ros arqueolégicos, repetidas veces explorados, aunque ninguna con el método que recla.naba la utilidad de su estudio. En una extensién de tres kilémetros que, faldeando el cerro de la Villeda, median, aproximadamente eutre las playas de la Isla y la desembocadura del rio de Colun- ga, donde parece que sc concentré la fuerza vital de aquella poblacién, hanse descubierto diversos objetos pro- ducto de su industria, ¢ interesantes ruinas que, 6 fue- ron destruidas 4 golpe de azada, 6 de nuevo fueron se- pultadas para aprovechar los terrenos que las cubren. Cientificamente exploradas estas, permitirian esiudiar el grado de progreso que aleanzo la industria en la in- fancia de nuesiro pueblo; pero al fin propuesto, basta sefialar su existencia, llamando la atencién sobre los terretios proximos 4 Ja parroquial de la Isla y los de Ja Griega, en términos de San Juan dela Duz, donde creemos que se levantaron importantes establecimientos industriales parva beneficiar Jos metales arrancados de Jas entrafias del Sueve y de los montes de Vega y de la Riera (1). (1) Asi dejan pensar las antiguas labores mineras que se ven en los montes indicados; y asise infiere del caracter de aquellas construcciones, cuyasruinas descubre freenentemente la reja del arado, aunque casi siempre se ocultan a las inve: iwaciones del curioso. Las de la Isla, que no hemos logrado examinar, conser- van, segin nos informan, sus pavimentos en hormigdn, pequeiias columnas formadas de ladrillo circular y horros ¢¢ diversa forma ymagnitad, entre cuyas cenivas se recojtevon barras de cobre restos de objetos iabricados de este wei 1. Hace bastantes alles que en este sitio se hicieron escavaciones y por iamentable acuerdo fueron entonces desiraidas una parte de las obvas deseubiertas, utilizandose muchos de sus restos en otras nuevas; debido & esto fuénos facil adquirir algunos de aquellos ladrillos, varios trozos Aniigdedades Romanas de Colunga. 13 Alzados 4 orillas del mar aquellos establecimientos, la eleccién de sitio para emplazdrlos, obedecié, sin du- da, & la conveniencia de facilitar la.cxportacién de sus productos que las naves romanas, surtas en. la ensenada de Lastres (1), conducirian & lejanos paises, trayendo en de hormigén y unas barritas de cobre que hoy figuran en el Mu- seo Arqueolégico provineial de Oviedo. Otros hornos se han deseubierto en la u ‘gen derecha del rio Colunga, donde toma el nombre de la Griega. D. Wenceslao Po- Jadura, nos ha dado noti de uno de grandes proporeiones, reco- nocido en una finea de su pr piedads; y algunos mas subsisten, se- gt nos aseguran, en los terrenos cultivados mas proximos ala playa, donde se conservan también restos de wna caferia bte- rranea hechas con baldosas de barro cocido de 050 metros por 052. En una ligera excavacién que dirigimos en este sitio, halla- mos una tobera, varias picdras con adherencias de hierro, ¥ otros restos de que nos ocuparemos ins adelante; y en un sepulero de ladrillo desenterrado cerea de alli por D. Antonio Lopez, parroco de San Juan de la Duz, se encont un vaso de vidrio lleno de mi- neral de hierro pulverizado. Tales son, entre otros, los vestigios los romanos que en nuestro sentir autorizan la opinién enunciada. Un estudio compa- rado de la industria y de las costumbres de aquel pueblo, presta- rianos medjos de robustecerla; mas para hacorlos, tendriamos que salir de los limites trazados a este trabajo; y A nvestro objeto bas- ta dejar evidenciada la probabilidad de qué los romanos, al intro- ducir la metalurgia en él territorio colunguense, la aplicaron al beneficio del cobre y del hierro—especialmente del wtimo metal— cchando los cimientos de una industria, floreciente aun en los si- glos XV y XVI. Nos referimos a las ferrerias que existioron en el concejo, de las cuales pueden 1 algunos restos en las parroquias de la Riera y de Goviendes. (1) A falta de noticias mas indubitables para sostener este aserto, utilizamos en su apoyo los recursos que la sinonimia \10s proporciona. Cuando los romanos, dice Alejandro Adam,abordaban en un pais y no hallaban puerto conveniente, sescogian un paraj comodo para anclar, ad anchoram sraBat vel in statione teneba- tur, cerca de tierra, Tit. Liv. XXXI, 23 XXXVII. 15 XXIV.17 Cws. B.C. III. 6. IV, 21,—B, Alex. —En la donacién hecha a la iglesia del Salvador de Oviedo por Alfonso cl Magno en la er de 943, llamase Sataba el sitio donde mas tarde se Ievant6 Lastre: Sddaba (Sta. Maria de) es la adyocacion de esta parroquias 3 daba, se llaman unos terrenos de la misma, proximos al ma it La Opinion de Villaviciosa. cambio otros articulos, cuya necesidad se hizo sentir aqui en la medida que progresaban los conocimientos intelectuales y se difundia la civilizacion. Contribuyeron quizd 4 desarrollar cl comercio por tales medios.iniciado, los productos de la agricultura que entonces debié alcanzar un estado fioreciente. La relacién de las costumbres cantabricas, hecha por Es- trabon, prucba.el anterior atraso de los conocimientos agrondmicos que Jos romanos perfeccionaron, siendo probable que\a su influjo se levantasen, entre otras, las casas de campo ¢villas) conocidas en la Edad media con los nombres de Colunga, Gaudentes (Goviendes), Fano, Orres (Buerres), Pernius y Lve (Lué) (1) en las cuales debe suponerse que tuvieron principio nuestras parroquias. En ellas fué, sin duda, donde los romanos, tan amantes,de la agricultura, dieron vida a este im- portante ramo de riqueza, introduciendo el cultive de legumbres y de cereales, fomentando la ganaderia y utilizando para la labranza instrumentos andlogos 4 los empleados en los campos, entonces casi yermos, de Ita- lia, Aun pueden verse en manos de nuestros labradores la arboraria syleatica, el aatrum, la furea, la faenaria, faux y otros instrumentos de labranza que copia Rich en su citado Diccionario; y cl rastrum, el liga, el bidens, la pértica y algunos mas minuciosamente descritos por Adam en sus «Antigtiedades Romanas.» Y si esto no debe, pues, ofrecer duda que el nombre actual de Sadaba es una corrupeién del que en la Edad media se decia Sdtaba. ¢Puede de la misma manera conjeturarse que cl sitio de nuestra costa donde fondeaban las naves de Roma, ad anchoram srapan', tomd nom- bre de esta misma cireunstancia? Nosotros asi lo creemos, y no dudamos, por lo tanto, al hacer aquella afirmacién. ‘ No hemos reconocido en este puerto ningun vestigio de cons- clones romanas; pero en el Museo arqueoldgico de Oviedo, @ una cucharita de eobre cubierta de patina, que juzgamos sea de aquella época. La hallé D. José Lucio Huerta al abrir um pozo en el sitio de San Antonio. (1) Donaciones de Faquilo y de Ordoiio IL ya citadas, Antigiiedades. Romanas. de Colunga. 1b bastase 4 evidenciar nuestros juicios, las yoees latinas, de idéntica significacién entre log Tomanos, con que se conocen algunas operaciones do la agricultura local y una gran parte de los elementos agronémicos que sostienen esta industria, utilizados ya por los’ antiguos labradores de Italia, contribuyen & demostrar su exac- titud, (1) Notable impulso y caracter puramente romano, reci- bid. también Ja industria alfarera, cuyos restos deben buscarse en la falda Septentrional del monte dela Ville- da, no lejos de un tejar moderno é inactivo, donde se descubren en abundancia fragmentos de barros de aque- lla labor, Sus productos pueden examinarse sin grande esfuerzo en las soterradas construcciones que hemos se- fialado, especialmente cn la Griega: los recogidos por nosotros en este sitio, no tienen marca ni-sello alguno; pero son notables, sin embargo, por su peregrina figu- ra, los ladrillos (2) que formaban cl pavimento de un vasto edificio, y bastan ellog para demostrar lo bien que se trabajaba en. Colunga la ceramica romana. Asi vid este concejo prosperar su riqueza, al calor de una civilizacién que habia realizado la obra grandiosa de la universalidad romana, y en ella encontrd medios de satisfacer las necesidades de su poblacién que, sind Avezada al lujo ni 4 la fastuosidad desplegadas en mas importantes centros, tenia algunas construcciones uota- bles, levantadas unas para su comodidad y destinadag otras al culto de sus ntmenes, Pertenecen, sin duda, & Las labores que en nuestro concejo se dan a la tierta para i yima Ch que se hace la siembra y se bene recoleccién de la yerba 'y otras operaciones a olas 6 relacionadas con la agricultura, tienen completa seme- Janza con las que, fomadas de los clasicos latinos, describe Adam en su citada obra, y ellag nos ofrecen, entre otras, las voces estrar, de stramentum; suerte, porcién de terreno, de sortes; valagares, hha- ces de yerba, de vailgares; rugu, Yugo, de jugum; vaiix de van- num, cuyas raices se encuentran en el mismo autor. (2) En el Museo citado existen ¥arios ejemplares, } 16 La Upinién de. Villaviciosa. — las primeras, los cimientos de unas termas (1) deseu- biertos en las playas de la Isla, y los derruidos muros del citado editicio de la Griega, que por sa aislada si- tuacién y por su traza y dimensiones, pensamos si son restos de una insulc, asi lamadas por los romanos las casas que habitaban muchas familias (2). De las segun- das acaso tengamos restos en los inexplorados sitios de Fana en Luces y de Fano en Libardén, en cuyo ultimo punto dicese que hace algunos afios fueron desenterra- das, dos anforas y una inscripcién romana. No hemos podido comprobar la exactitud de esta noticia; pero la significacién latina de aquellos nombres (3), basta, sin embargo, para admitir la probabilidad de que fuesen recibidos de sitios consagrados por los augures al culto de gentilicas divinidades. De la misma manera cl nombre de Tona (Santa Maria (1) La parte de ellas que, aunque someramente, hemos logrado reconocer, esta dividida en estancias de dos varas en euadro, que debian servir para los bafos; y entre sus ruinas, que alguna yea azotan las aguas del mar, des¢itbrense en abundancia fragmentos de barros romanos de variadas formas. Una teja plana y reborda- da (tegula) que doné al citado Museo D. Francisco Diaz Ordoiiez, fué deseubierta en este sitio. 2) Adam, obra citada. Tom, I y IV. Hallanse estas ruinas en terrenos pertenecientes 4 D, Wenceslao Poladura y 4 D.* Paula Granda; y por la parte del edificio que permanece al descubierto, puede formarse idea dela magnitud de la obra; teniendo presente que los muros ocultos entre una capa de. escombro lijeramente cu- pierta de tierra, se pierden bajo la superficie de las fineas inmedia- tas. En una de las estancias donde hicimos una_escavacion, halla- mos los ladrillog arriba citados, y en uno de los lienzos de pared de otra, existe un nicho (wdicula?) de 0,80 metros por 0,48 que sirvid, sin duda, para colocar la imagen de alguna divinidad familiar (imagines majorum). (3) Cean Bermudez, Sum. de las Ant. Rom. que hay en Esp.— «Fanum a fando, pox las palabras que pronunciaba el pontifice en su consagracion.»—Adam, Ant. Rom,—«Los templos eran los lu- gares consagrados al culto de los Dioses, Templa, fana, delubra sacraria.»—A. Rich, obra citada. «Fanum. Lieu. qui avait été con- sacré par la formule solennelle des augures (effutum) d quelque divinité.» s alatigiiedades Romanas de Colunga. 17 de) que en el siglo X servia de advocacisn al monaste- rio, mis tarde parroquia de Ja: Isla (1) pudo tener su origen de un templo dedicado 4 Jupiter Tonans, sobre cuyas ruinas se levanté acaso el prim ero, consagrado al culto del tinico y verdadero Dios. Dice Stetonio que ha- Nandose Augusto cn Cantabria, hizo voto de consagrar un templo a Jupiter, con el sobrenombre de Tonans, por haberle librado del peligro eu que tuvo su yida una no- che que, horrenda tempestad, sembré el espanto y el pavor entre sus legiones. Muy interesantes monumentos patentizan el cumplimiento de aquel voto, y cl culto dado al supremo senor de los Dioses on diferentes regio- nes del imperio (2); mas ninguno aciara el hecho denun- ciado, contribuyendo solamente afirmar su probabili- dad, los deseubrimientos arqueolégicos de que nos da noticia el Sr. Suarez Victorero cn su citada obra (3), Este eseritor, 4 quien también se debe el articulo

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