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El oscuro camino del neoliberalismo hacia el fascismo

28 noviembre, 2018 |   
El oscuro camino del neoliberalismo hacia el fascismo

El neoliberalismo como teoría económica siempre fue un absurdo. 


Tenía tanta validez como otras ideologías dominantes del pasado, véase
el derecho divino de los reyes o la creencia del fascismo en
el Übermensch (Superhombre). Ninguna de sus esperanzadoras promesas era
ni remotamente posibles. Concentrar la riqueza en manos de una élite
oligárquica global (ocho familias tienen ahora tanta riqueza como el 50% de la
población mundial), y demoler a la vez los controles y las regulaciones
gubernamentales no podía sino conducir inexorablemente a la desigualdad de
ingresos, a la creación de monopolios, al extremismo político y a la
destrucción de la democracia. No hace falta ir a las 577 páginas de «El capital
en el siglo XXI» de Thomas Piketty para darse cuenta de esto. Pero la
racionalidad económica nunca fue el asunto. El asunto era la restauración del
poder de clase.
Como ideología dominante, el neoliberalismo tuvo un éxito brillante. A partir
de la década de 1970, los principales críticos keynesianos fueron expulsados
de la academia, las instituciones estatales, organizaciones financieras como el
Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, así como de los
medios de comunicación. Cortesanos e intelectuales petulantes que cumplían
con los requisitos, léase por ejemplo Milton Friedman, fueron formados en
lugares como la Universidad de Chicago y recibieron plataformas prominentes
y lujosos fondos corporativos. Difundieron el mantra oficial de teorías
económicas desacreditadas y marginales que popularizaron Friedrich Hayek y
la escritora de tercera categoría Ayn Rand. Y en cuanto nos arrodilláramos
ante los dictados del mercado y se levantaran las regulaciones
gubernamentales, se recortarán los impuestos a los ricos, se permitiese el flujo
de dinero a través de las fronteras, se destruyeran los sindicatos y se firmaran
acuerdos comerciales que enviaban puestos de trabajo a las explotaciones en
China, el mundo sería un lugar más feliz, libre y rico. Fue una estafa. Pero
funcionó.
«Es importante reconocer los orígenes de clase de este proyecto, gestado en la
década de 1970 cuando la clase capitalista se encontraba en problemas, los
trabajadores estaban bien organizados y tenían la capacidad de hacer
retroceder a los empresarios», me dijo David Harvey, autor de «Una Breve
historia del neoliberalismo «, en una conversación que tuvimos en Nueva
York. “Como cualquier clase dominante, necesitaban ideas dominantes. Por lo
tanto, las ideas dominantes fueron que la libertad de mercado, la privatización,
el espíritu empresarial, la libertad individual y todo lo demás deberían ser las
ideas dominantes de un nuevo orden social, y ese fue el orden que se
implementó en los años 80 y 90″.
“Como proyecto político, fue muy inteligente”, dijo. “Obtuvo un gran
consenso popular porque hablaba de la libertad individual y de la libertad de
elección. Pero en realidad se refería a la de mercado, principalmente. El
proyecto neoliberal dijo a la generación del 68, “Ok, ¿quieres ser libre y tener
libertad?” De eso trataba el movimiento estudiantil. “Te lo daremos, pero será
la libertad del mercado. La otra cosa que buscas es la justicia social,
olvídalo. Te vamos a dar la libertad individual, olvídate de la justicia
social. No te organices”. El intento fue desmantelar esas instituciones, que no
eran otras sino las instituciones colectivas de la clase trabajadora,
particularmente los sindicatos y poco a poco los partidos políticos que
representaban algún tipo de preocupación por el bienestar de las masas.
“Lo mejor de la libertad de mercado es que parece ser igualitaria, pero no hay
nada más desigual que el trato igualitario de los desiguales”, continuó
Harvey. “Promete la igualdad de trato, pero si eres extremadamente rico,
significa que puedes hacerte más rico. Si eres muy pobre, es más probable que
te empobrezcas. Lo que Marx mostró brillantemente en el volumen uno de ‘El
Capital’ es que la libertad de mercado produce niveles cada vez mayores de
desigualdad social”.
La difusión de la ideología del neoliberalismo fue organizada por la clase
capitalista. Las élites capitalistas financiaron organizaciones como Business
Roundtable y la Cámara de Comercio y think tanks como “The Heritage
Foundation” para vender el producto al gran público. Ellos financiaron a las
universidades con donaciones, siempre y cuando las universidades pagaran y
contribuyeran con su lealtad a la nueva ideología dominante. Utilizaron su
influencia y riqueza, así como sus plataformas de medios de comunicación,
para transformar a la prensa en su portavocía. Y silenciaron a los herejes o les
hicieron difícil encontrar empleo. El aumento del valor de las acciones
bursátiles en lugar del aumento de la producción se convirtió en la nueva
medida de la economía. Todo y todos fueron financiarizados y
mercantilizados.
“El valor se fija por cualquier precio que se concrete en el mercado”, dijo
Harvey. “Entonces, Hillary Clinton es muy valiosa porque dio una conferencia
a Goldman Sachs por 250.000 dólares. Si doy una conferencia a un grupo
pequeño en el centro de la ciudad y obtengo 50 dólares por ella, obviamente
ella vale mucho más que yo. La valoración de una persona, de su contenido, se
infiere de lo que puede obtener de ello en el mercado».
“Esa es la filosofía que se encuentra detrás del neoliberalismo”,
continuó. “Tenemos que poner precio a todas las cosas, aun cuando algunas de
ellas no deberían ser consideradas como tales y tratadas como productos
básicos. Por ejemplo, el cuidado de la salud, en el mismo momento en que se
convierte en una mercancía. La vivienda para todos es otro ejemplo. Y la
educación. Por lo tanto, los estudiantes tienen que pedir prestado dinero para
obtener la educación que les permita obtener un empleo en el futuro. Esta es la
estafa. Básicamente dice que si te comportas como un empresario, si sales ahí
afuera y te entrenas, obtendrás tus justas recompensas. Pero si no las obtienes,
es porque no te entrenaste bien. O porque tomaste un camino
equivocado. Porque te dedicaste a estudiar filosofía o a leer a los clásicos en
lugar de inscribirte en un curso de habilidades auto personales de gestión”.
La estafa del neoliberalismo es a día de hoy ampliamente comprendida en casi
todo el espectro político. Es cada vez más difícil ocultar su naturaleza
depredadora, incluida sus enormes exigencias de cuantiosos subsidios
públicos (Amazon, por ejemplo, solicitó y recibió beneficios fiscales
multimillonarios de Nueva York y Virginia para establecer centros de
distribución en esos estados). Esto ha obligado a las élites gobernantes a
establecer alianzas con demagogos de derechas que utilizan las crudas tácticas
del racismo, la islamofobia, la homofobia, la intolerancia y la misoginia para
canalizar la creciente rabia y frustración de la sociedad lejos de las élites,
canalizándola hacia los vulnerables. Estos demagogos aceleran el saqueo de
las élites globales y, al mismo tiempo, prometen proteger a los trabajadores y
trabajadoras. La administración de Donald Trump, por ejemplo, ha abolido
numerosas regulaciones, desde las emisiones de gases de efecto invernadero
hasta la neutralidad de la red, y ha recortado los impuestos a las personas y
corporaciones más ricas, impidiendo el ingreso público de 1.500 millones de
dólares durante la próxima década. Todo esto estableciendo al mismo tiempo
un lenguaje autoritario y otras formas de control.
El neoliberalismo genera poca riqueza. Más bien, la redistribuye hacia arriba
hacia las manos de las élites gobernantes. Harvey llama a esto “acumulación
por desposesión”.
“La lógica principal de la acumulación por desposesión se basa en la idea de
que cuando las personas se quedan sin la capacidad de fabricar cosas o prestar
servicios, siga siendo posible establecer un sistema que extraiga su riqueza
restante», dijo Harvey. “Esa extracción se convierte entonces en el centro de
sus actividades. Una de las formas en que puede ocurrir esa extracción es
creando nuevos mercados de productos básicos donde antes no existían. Por
ejemplo, cuando era más joven, la educación superior en Europa era
esencialmente un bien público. Cada vez más -este y otros servicios- se han
convertido en una actividad privada. Servicios de salud. Muchas de estas áreas
que usted consideraría que no son productos comerciales en el sentido
ordinario se convierten en tales tipos de productos. La vivienda para la
población de bajos ingresos a menudo era vista como una obligación
social. Ahora todo tiene que pasar por el mercado.
“Cuando era niño, el agua en Gran Bretaña se proporcionaba como bien
público», dijo Harvey. “Al cabo de un tiempo, por supuesto, se
privatizó. Comienzas a pagar los gastos de agua. Han privatizado el transporte
(en Gran Bretaña). El sistema de autobuses es caótico. Existen todas esas
compañías privadas corriendo de aquí para allá, en todas partes. No hay
manera de encontrar un sistema que necesites realmente. Lo mismo sucede
con los ferrocarriles. Pero una de las cosas que suceden en este momento en
Gran Bretaña es interesante: el Partido Laborista dice: ‘Vamos a tomar todo
eso de nuevo en propiedad pública porque la privatización es totalmente
insana y tiene consecuencias insanas y no está funcionando bien en
absoluto’. La mayoría de la población ahora está de acuerdo con esto».
Bajo el neoliberalismo, el proceso de «acumulación por desposesión» está
acompañado por la financiarización.
“La desregulación permitió que el sistema financiero se convirtiera en uno de
los principales centros de actividad redistributiva a través de la especulación,
la depredación, el fraude y el robo”, escribe Harvey en su libro, tal vez el
mejor y más conciso relato de la historia del neoliberalismo. “La promoción
de acciones cotizadas, los esquemas de Ponzi, la destrucción estructurada de
activos a través de la inflación, la desmantelación de activos a través de
fusiones y adquisiciones, la exponencial elevación de los niveles de deuda tal
que reducen poblaciones enteras incluso en los países capitalistas avanzados al
peonaje de la deuda. Por no decir nada del fraude corporativo, la devaluación
de activos, el ataque a los fondos de pensiones, su aniquilación por la
inducción de colapsos corporativos a través de la manipulación de créditos y
acciones, en todo esto se ha convertido el sistema financiero capitalista”.

 El neoliberalismo, blandiendo su tremendo poder financiero, es capaz de


diseñar crisis económicas para deteriorar el valor de los activos y luego
aprovecharse de ellos.
«Una de las maneras en que se puede crear una crisis es cortando el flujo de
crédito «, dijo. “Esto se hizo en el este y sureste de Asia en 1997 y 1998. De
repente, la liquidez se agotó. Las principales instituciones no prestaban
dinero. Había habido un gran flujo de capital extranjero en
Indonesia. Cerraron el grifo. El capital extranjero fluyó hacia afuera. Lo
cerraron en parte porque una vez que todas las empresas se declararon en
bancarrota, podían pasar a ser compradas con grandes descuentos. Vimos lo
mismo durante la crisis de la vivienda aquí (en los Estados Unidos). Las
ejecuciones hipotecarias posibilitaron posteriores recompras de pisos a precios
muchísimo más baratos. Es cuando entra Blackstone, compra todas las
viviendas y pasa a convertirse en el propietario más grande de todos los
Estados Unidos. Tiene 200.000 propiedades o algo así. Ahora se encuentra
esperando que el mercado gire. Cuando el mercado gire, que lo hará
brevemente, entonces podrá vender o alquilar y cometer el crimen. Blackstone
ha conseguido el pelotazo del siglo gracias a las ejecuciones hipotecarias a
partir de las que todo el mundo perdió. En esencia se trata de una transferencia
masiva de riqueza «.
Harvey advierte que la libertad individual y la justicia social no son
necesariamente compatibles. La justicia social, escribe, requiere solidaridad
social y «la voluntad de sumergir los deseos, las necesidades y los deseos
individuales en la causa de una lucha más general como, por ejemplo, la
igualdad social y la justicia ambiental». La retórica neoliberal, con su énfasis
en las libertades individuales, puede efectivamente «separar el libertarismo,
las identidades políticas, el multiculturalismo y, finalmente, hacer oscilar
hacia el consumismo narcisista a las fuerzas sociales que persiguen la justicia
social a través de la conquista del poder estatal».
El economista Karl Polanyi entendió que hay dos tipos de libertades. Existen
las malas libertades para explotar a quienes nos rodean, obteniendo así
enormes ganancias sin tener en cuenta el bien común, incluido lo que se hace
con el ecosistema y las instituciones democráticas. Estas malas libertades
hacen que las corporaciones monopolicen las tecnologías y los avances
científicos para obtener enormes ganancias, incluso cuando, como sucede con
la industria farmacéutica, un monopolio implique que las vidas de quienes no
pueden pagar precios exorbitantes sean puestas en peligro. Las buenas
libertades -la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de
reunión, la libertad de asociación, la libertad de elegir el trabajo- se extinguen
finalmente por la primacía de las malas libertades.
«La planificación y la regulación están siendo atacadas como si implicasen
una negación de la libertad», escribió Polanyi. “La libertad de empresa y la
propiedad privada se asocian con las esencias finales de la libertad. Se dice
que ninguna sociedad construida sobre otras bases merece ser llamada
libre. La libertad que la regulación ofrece es denunciada como falta de
libertad; La justicia, la libertad y el bienestar que posibilita la regulación se
asocia a la esclavitud».
El concepto de la libertad degenera así en una mera defensa de la libertad de
empresa, que significa “plenitud de libertad para aquellos cuyos ingresos, ocio
y seguridad no necesitan ser mejorados, y una simple miseria de libertad para
las personas, que en vano pueden intentar ‘hacer uso de sus derechos
democráticos para obtener refugio del poder de los dueños de propiedades’,
escribe Harvey, citando a Polanyi. «Pero si, como siempre es el caso, ‘no es
posible una sociedad en la que el poder y la coerción estén ausentes, ni un
mundo en el que la fuerza no tenga ninguna función’, entonces la única forma
en que esta liberal visión utópica podría sostenerse es por la fuerza, la
violencia y el autoritarismo. El utopismo liberal o neoliberal está condenado,
en opinión de Polanyi, a derivar en el autoritarismo, e incluso en el fascismo
absoluto. Las buenas libertades se pierden, las malas prosperan”.
El neoliberalismo transforma la libertad de la mayoría en la libertad de unos
pocos. Su resultado lógico es el neofascismo. El neofascismo suprime las
libertades civiles en nombre de la seguridad nacional y califica a grupos
enteros de la sociedad como traidores y enemigos del pueblo. Es el
instrumento militarizado utilizado por las élites gobernantes para mantener el
control, dividir y desgarrar a la sociedad y acelerar aún más el saqueo y la
desigualdad social. La ideología dominante, ya nunca más creíble, está
mutando en abuso y totalitarismo.

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