El comportamiento de los funcionarios de justicia no es neutral y equitativo; en
particular, persiste un marcado racismo en la interrelación de los funcionarios de justicia del Estado con los indígenas, que impide el desarrollo de la justicia indígena o en otros términos de una verdadera interlegalidad en el país. Los funcionarios de justicia están atravesados por una “cultura jurídica” (Ávila, 2009), un hábitus que hace parte de las representaciones, acciones y decisiones de los jueces, así como del resto de administradores de justicia ordinaria en este caso, frente a los sujetos racializados. Cabría preguntarse ¿qué ocurre entonces con los avances, en términos de derechos, establecidos en la constitución del 2008 en favor de los pueblos indígenas a partir del análisis etnográfico de las prácticas cotidianas de los administradores de justicia con estos sujetos?, o en otros términos: ¿cómo se interrelacionan los funcionarios de justicia con los indígenas y cómo interpretan las leyes en los procesos que vinculan a estos sujetos?; y finalmente ¿cuáles son las consecuencias, en términos negativos, de estas prácticas en la generación de una pluralidad jurídica dialógica y horizontal? Se trata de entender si los derechos alcanzados por los pueblos indígenas por sí solos o sin ser acompañados de un profundo proceso político permiten establecer un diálogo o interacción horizontal entre las dos justicias, o si más bien se trata del mantenimiento de una superioridad racista del derecho positivo Estatal y la inferiorización y asimilación de la justicia indígena, que debe legitimarse en la primera o “evolucionar” en derecho positivo para ser aceptada.
Los funcionarios de justicia en anteriores años eran poderosamente racistas un
claro ejemplo está en una audiencia que fue realizada en el cantón Riobamba en donde uno de los testigos era una persona del pueblo indígena según el relato que se estableció en un libro sobre la justicia indígena es que el juez y las demás personas que estaban ahí que eran personas mestizas y blancas, tras dar su testimonio el señor del pueblo indígena el juez casi no lo dejaba hablar he incluso él junto a las demás personas se le reían solo por como dijo que habían ocurrido las cosas en dicho momento para defender al acusado, a través de todo esto cabe recalcar que uno de los factores principales que se deberían utilizar aquí es que las personas de los pueblos indígenas estén al pendiente de todos sus derechos que existen en la Constitución del 2008 para que así no haya más superioridad racista y que permitan evolucionar de manera positiva para que sea aceptada y lograr la satisfacción de una justicia indígena.
Uno de los dispositivos del pensamiento abismal, funcional a la eliminación o
invisibilización de alternativas diversas a la occidental es el racismo que se entiende como “un mecanismo de diferenciación entre seres humanos, en términos de desigualdad” (Wade, 2000). Este mecanismo, que forma parte del accionar de los funcionarios de justicia en Ecuador desde la época colonial, constituye un obstáculo que impide el ejercicio de una interrelación horizontal entre la justicia indígena y la justicia ordinaria. Para analizar al racismo como un constitutivo de la administración de justicia ordinaria hay que desarrollar la categoría de “formación racial”. Este concepto permite entender a la sociedad como un espacio mediado por “proyectos raciales” pequeños y grandes. Afirma que tanto la estructura social como las experiencias diarias están racialmente organizadas. Su importancia radica en la posibilidad de analizar “el proceso sociohistórico por el cual las categorías raciales han sido creadas, habitadas y transformadas” (Omi, Winant: 2001).
Algunos estudios del racismo contemporáneo, como el de Andrés (2008),
afirman que en la actualidad el racismo es más sutil o solapado. Sin embargo, otro de los objetivos de esta investigación es mostrar que el racismo no necesariamente se ha aplacado, menos aún si se toman en cuenta las prácticas de la administración de justicia hacia los indígenas, espacio en el cual el racismo está presente en diferentes niveles: racismo cotidiano, racismo en la interpretación de la ley, racismo violento y racismo macro. En otras palabras, el racismo dentro de la administración de justicia ordinaria no existe únicamente en el terreno de lo cotidiano, sino que, al ser legitimado por las leyes sobrepasa lo anecdótico y llega a un segundo nivel en el que se vuelve positivo y se institucionaliza. Además, el racismo micro o individual aparece en un tercer nivel más violento que trae como consecuencia un “juzgamiento racista” que condena al indígena, desde su inferiorización. Además, el racismo no afecta únicamente a nivel individual, a los indígenas que se ven inmiscuidos dentro del sistema de justicia ordinaria, sino que también tiene consecuencias para los indígenas como grupo. Como muestra el relato de una audiencia realizada en Riobamba es así como los funcionarios deslegitimaron a un indígena individualmente, así también buscan inferiorizar su conocimiento y prácticas a nivel grupal, en particular la justicia indígena. De ahí que el racismo no puede ser dejado de lado como categoría de análisis si se trata de entender y superar los obstáculos que impiden la interlegalidad.
Para los funcionarios de justicia ordinaria, la justicia indígena es ilegal y no
deseable porque viola los derechos humanos y el debido proceso, y busca legitimar la pena de muerte. Aseguran además que los indígenas son incapaces de generar resoluciones proporcionales y racionales en torno a un conflicto.