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Introducción107
“Lejos de tener la presencia fija que sugiere la palabra tradición,
la costumbre era un campo de cambio y contienda, una palestra en la
que intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias” (Thompson,
1995, p. 19). Así, las costumbres están atravesadas por tensiones que
ponen en discusión y transforman la vida cotidiana. Aunque el histo-
riador inglés acuñó ese concepto para explicar la cultura de los tra-
bajadores de la Inglaterra dieciochesca, a nosotros nos resultó un dis-
parador teórico para comenzar a pensar una nota que distinguió a las
educacionistas argentinas de la primera mitad del siglo XX: la cons-
tante actividad de escribir diarios, cartas, notas de clase y manuscri-
tos que luego fueron insumos de libros o artículos de prensa. La prác-
tica de poner por escrito el hacer cotidiano hizo de las docentes, por
un lado, agentes alfabetizadas del Estado (el consabido robot estatal)
Rosso. Cossettini, O. (1935). Escuela Serena. Apuntes de una maestra. Buenos Aires: Talleres
Gráficos Argentinos. (En adelante: Tizas y Apuntes).
En este capítulo se recuperan al tiempo que agradecen los comentarios realizados por
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Parafraseando a Roger Chartier (1998), los libros prescriptivos son esos que lejos de
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escribirse para provocar la ensoñación literaria, están destinados a volver prácticas y/o
conductas en quienes los leen o escuchan leer. Tanto los Apuntes de Olga como las Tizas
de Herminia se orientan en esta dirección.
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Estamos pensando en el concepto que distingue al intelectual como aquel sujeto moder-
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no, racional, urbano cuya producción de ideas se realiza con autonomía del poder estatal
o eclesiástico, suelen transmitirse mediante la imprenta o la oralidad y su fin es interve-
nir en asuntos de interés público. El concepto formulado así se emparenta directamente
con los estudios de la cultura política, las ideas y la política estrictamente, y deja fuera
a un grupo de los que suelen ser nombrados como: “otros intelectuales”. Una expresión
explicativa que logra dar entidad a aquellos varones y mujeres que quedan en los bordes
del campo intelectual. De tal suerte, puede ser pensado el trabajo de aquellos otros que,
actuando con autonomía y juicio crítico y racional, no cumplen con la totalidad de los
requisitos de un intelectual: ya sea por diferencias geográficas, urbanas, de intervención
institucional o de género (Williams, 2003; Altamirano, 2002; Neiburg y Plotkin, 2004 y
Fiorucci, 2013), pero que su trabajo merece ser nominado en esta línea. En esta misma
lógica podemos dar sentido a las prácticas de nuestras mujeres del magisterio.
Para componer estas breves notas biográficas seguimos la lectura de Graciela Queiro-
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Vida femenina. La revista de la mujer inteligente fue editada en la ciudad de Buenos Aires
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entre 1933 y 1943 bajo la dirección de María L. Berrondo. De aparición mensual, entre
sus colaboradores figuraron los nombres de importantes mujeres y varones del pensa-
miento socialista argentino.
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es presentada como tal, no escribe sino que es escrita por otra mujer
(la cronista colaboradora). Así, estas dos mujeres en tanto maestras
no escriben en Vida femenina, sino que suspenden su condición para
entrar al orden de la escritura de la publicación de la mujer inteligen-
te, socialista, militante, política. Corolario: la maestra no escribe, es
escrita por otras mujeres.
Sin embargo, Olga y Herminia fueron maestras y en tal condición
autoras de libros efectivamente publicados, cuyo contenido estaba
íntegramente dedicado al tratamiento de problemas de la docencia.
Es este el momento de introducir el segundo documento hallado en
el Archivo Cossettini que vincula a nuestras protagonistas. En la vís-
pera de la aparición pública del libro El niño y su expresión (de autoría
de Olga Cossettini y editado por el Ministerio de Instrucción Pública
y Fomento de la Provincia de Santa Fe en 1940), el mismo Ministe-
rio confeccionó una lista de personas a quienes se lo obsequiarían. La
lista fue escrita en papel membretado y hecha pública bajo el título:
“Distribución del libro de la Escuela Dr. Gabriel Carrasco”112. Otra vez,
el nombre de la escuela se antepuso al de la maestra. Esto es, si bien
en la portada iba el nombre de Olga como autora, las autoridades mi-
nisteriales asumen que el libro es de la escuela. A su vez, la nómica de
beneficiarios estuvo compuesta en su mayoría por varones entre los
que se enunciaron algunos nombres de mujeres tanto argentinas pero
también de otros países de Latinoamérica: Gabriela Mistral, Aman-
da Labarca, Clotilde Guillen de Rezzano, Aminda Homar, Luz Vieyra
Mendez, Angélica Mendoza de Monteros, Emilia Huarte, María Emilia
Mora y Araujo, Noelida Cazeneuve de Devos, Catalina Otero Lamas,
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Puede consultarse en el Archivo Pedagógico Cossettini, Caja 20.
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Estamos haciendo referencia a Palabritas (1918), Mosaico (1929) o La Grúa (1931).
Datos tomados de una reseña del libro publicada en El Hogar, 6 de diciembre de 1932,
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Nota publicada bajo el título: Bibliografía pero sin referencias editoriales, encontrada en
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“Yo enseño a gastar. Les obligo a que traigan todos los meses cinco
o diez centavos cada uno para suscribir el grado a un diario de la
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“1- Ande por la calle y mire bien (la calle es fuente de toda vida)
2- Coquetee y tenga novio cuando pueda (Una maestrita con ilu-
sión trabaja con más gusto)
3- Cuide su físico y su manera de vestir (Es deber de toda maestra ser lo
menos fea posible y dar siempre una nota de buen gusto en su vestir)
4- Cultive un arte (música, pintura) y si no puede, aprenda idiomas
5- Lea todo lo que pueda, lo que caiga en sus manos.” (Brumana,
1958, p. 225)
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No es infrecuente leer en Brumana pasajes tales como: “Yo en esos caso no sé decir
nada, nada. Me olvido de la penitencia, me olvido que peligra mi autoridad si contraría
la orden dada: se quedarán hasta las dos. Me olvido del reglamento, de la puntualidad,
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“En el aula hay mucho movimiento, voy a ver qué ocurre. Desde
afuera un fuerte olor de lino cocido me hace suponer que están
haciendo alguna aplicación de esta planta (…). Entro. Es un poco
difícil descubrir en ese momento a la Srta. Chinusa, como afectuo-
samente la llamamos (….).
del deber ser. Todo se esfuma: frente a mi corazón hay dos chicos que por todo desa-
yuno (…)” (1958, p. 209).
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Es preciso aclarar que, en el correr de 1935, Olga redacta dos manuscritos de libros
de título similar mas no así de contenido. Uno de ellos es el aquí tratado: Escuela Serena.
Apuntes de una maestra, el otro lleva por título: Sobre un ensayo de Escuela Serena en la
provincia de Santa Fe (el volumen forma parte de la Biblioteca Pedagógica del Instituto
Social de la Universidad Nacional del Litoral). El objeto de ambos es la Escuela Serena,
pero mientras el primero es un registro casi de observación etnográfica sobre la labor
de maestras y alumnos, el segundo es teórico y, en esta línea, presenta una crítica al
normalismo y una defensa y fundamentación de las formas de educar en la Escuela
Serena. Podríamos decir que Sobre un ensayo, sienta las bases teóricas de la experiencia
siendo muy precioso en los conceptos de enseñanza, educación, normalismo, positivis-
mo, etc. Aclarado esto, para este capítulo elegimos los Apuntes por estimarlo un texto
más factible de comparación con el de Brumana, puesto que ambas escriben escenas
observadas en las escuelas.
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(…) Al pasar hoy por frente al aula de cuarto grado A que dirige la
señorita Leticia, oigo una voz que me llama.
(…) Entro en quinto grado de la señorita Yolanda. Un grupo como
de 20 alumnos (….).”(Cossettini, 2001, pp. 115, 128 y 148)
“He leído con mucho interés sus Apuntes de Escuela Serena y veo en
ellos la labor paciente de la maestra inteligente que sigue paso a
paso las manifestaciones espontáneas del niño para formar actitu-
des y despertar sentimientos nobles, sin violencia ni imposiciones
a conciencia de la nueva tendencia de la enseñanza.” (Serie episto-
lario del Archivo Cossettini)122
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Si bien en la introducción de este libro Olga se presenta como Regente de la escuela, el
cargo que desempeñó una vez emprendido el proyecto de Escuela Serena fue de Direc-
tora del Departamento de Aplicación. La Directora general de la escuela fue la pedagoga
Amanda Arias.
Carta recibida el 7 de octubre de 1935. El nombre de la autora parece ser Rosenda
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Ramírez (sic).
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Al punto de que el libro abre con un epígrafe escrito por el pedagogo italiano: “Los
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resultados alcanzados por la Escuela Normal Domingo de Oro durante un año son la
confirmación mejor de la riqueza didáctica de principios informadores de la reforma,
que no se oponen a la tradición pedagógica, pero que la aclara, la completa, le ofrece
elementos de renovación y de progreso; la hace más humana, por lo tanto, más capaz
de educar”, palabras de Lombardo Radice en la revista L’Educazione Nazionale, Roma,
enero de 1932. Aclaramos que el vínculo con Radice fue mediante la lectura de su obra,
el intercambio epistolar y también alguna visita personal.
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Palabras finales
Dos maestras que, a modo de despedida de una experiencia labo-
ral, escriben y publican un libro relatándola. Lejos de ser el primer
producto escrito de estas mujeres, se inscribe entre muchos otros.
Brumana y Cossettini fueron prolíficas escritoras de textos de orden
público (libros editados, artículos de prensa, conferencias en radio o
en instituciones, etc.) como así también de diarios y correspondencia
para la comunicación en espacios domésticos escolares125.
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Al decir frases tales como: “entro”, “me llaman”, “vi” intenta marcas la veracidad de
lo dicho.
Utilizamos la noción de espacio doméstico, siguiendo a Soledad Murillo. El mundo
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de las escuelas primarias puede ser leído en esas claves cuando de mujeres-maestras se
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trata. Esto es, ese espacio donde todas sus prácticas y saberes magisteriales se argumen-
tan y sostienen en función de la entrega y el cuidado de los otros. Las mujeres maestras
cuidan a los niños y repiensan constantemente el modo de ese cuidado: desde el saber
hasta la comida, el vestuario o los ambientes (Murillo, 2006).
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Ella usa la expresión camaradas para referirse a los maestros, sin embargo, no es el
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salario docente el que inspira sus reclamos sino la capacidad de los programas escola-
res para desatender la desigualdad social. Esto puede verse en su texto: “Sobre temas
didácticos” (1958).
Nota sin referencia bibliográfica conservada en los álbumes de recortes confecciona-
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