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ma lo que va de un principio a un fin, sino que se queda‘girando sobre si mismo, ya centrado, ya levemente excéntrico. De esta manera no se compromete con un argumento, con una sucesién; se enrosca como una escalera de caracol, ponién- donos en contacto con los diversos estratos de la intuicién primigenia, Si el poema “rectilineo”, o el “cerrado” pueden Iegar a comunicarnos cierta descarga, una catarsis, por asi decir, el poema “circular”, nos da un maximo de tension con un tminimo de descarga. Y ésta es la orientacién que advertimos en lo que va de La Vida Nueva a Rekimpago de la duracién, Murena se vuelve cada vez menos “catartico”, y esa ausencia de alivio, nos aferra terriblemente y nos com- promete en su exploracién éntica y ontoldgica. Al leer los versos de Relémpago de la duracién no cabe aplicar la légica poética que exige una gramAtica rigu- rosa, una puntuacién clasica, El poema est dado de entrada; no sucede; es un todo, y nuestro destino como jlectores es descubrir su médula, levantando y de- jando caer los yelos sucesivamente, ya que un arrancén total nos sumiria en el abismo, Si Murena ha preferido esta poesia circular y estratal (pensamos sus temas y sus imagenes agrupandose no en serie sucesiva sino en capas, en estratos) es porque ella se adapta mejor a lo que, a mi juicio constituye el tema principal del libro: la incertidumbre del hombre sobre 1a tierra, su desorientaci6n, su duda, Tendido este cabo para interpretar la densidad anticatartica de Murena, veamos lo que él mismo nos dice sobre el poema y el poetizar. El poema es, ante todo, una cosa preciosa: “el poema de oro / que labrards”, y, si la asociacion es valida, también algo magico: “el palido coral / que ha de salvarte”, ya que esa piedra tiene virtudes protectoras. A pesar de este “métier” reverencial, su fruto, el poema mismo, no podré salvar al hombre, porque esti condenado, junto con otra serie de circunstancias y de cosas, que “no existen” (Lo que dice la tierra) : “Sélo posees el ahora, sobre el abismo / un loco aletear”. En todo caso, al poema deberia ser algo rigurosamente actual: “Otros ‘[lo] ven como vida / cometa errante / © camino que se busca / y no se encuentra” (Pulsaciones), Y el poeta mismo llegar a concebirlo como un fragmento de vida palpitante, y no un producto de ese “poetizar, pez / que sus huevos siembra / en las aguas enve- nenadas / de una época sin piedad” (Id.) El poema puede quedarse dentro de él mismo, y seré un “poema perdido”, no arrebatado a la vida sino reempla- zado por la vida misma, v.g. en el acto amoroso, Lo cual despierta melancolia y agradecimiento, Esta oscilacién entre algo que se entrega (labrado y precioso) y algo que uno se guarda (porque lo reemplaza) es uno de los tantos acentos puestos sobre la angustiosa incertidumbre a la cual ya aludi. Quizd el concepto mismo de la belleza complejice al poeta en el umbral de la creacién, pues: “Es la belleza, sin embargo // té sabes, / potencia peligrosa / que nadie afronta des- nudo / sin padecer / la vaga nerviosidad / tipica del acusado...” (Portofino), algo que “subraya nuestra amarga / répida nada”. (Id.) Y ese sentirsé acusado frente a ella, produce cierta frustracién, y se renuncia a lo totalmente bello: “el recuerdo mecénico de un verso / no precisamente hermoso / (como suele ocurrir con la poesia / moderna...)” (Hventualmente). Murena quisiera aceptar la poesia como se nos da, como la ofmos (“Si te han dado ofdos... oirds las palabras”), un predominio de lo auditivo sobre lo plastic, de lo conceptual sobre o descriptivo. Pero esas palabras brotan de uno mismo: “...por los arroyuelos, / jos deltas de la sangre, / a tu boca arriban, / brotan, las palabras, a la nada / nombran para darle existencia, / yerguen el poema, ese mundo / que respira en trgica armonia, / con luminarias, volatiles, / reptiles, hombres, abismos / y a veces la oculta sonrisa / de lo sagrado.” (Id.) Notemos el verbo “yerguen”,

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