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“Un estudiante universitario ilustra los efectos de un proceso evaluativo” “Mi día era
normal, hasta cuando recibí un examen parcial de cálculo. Yo esperaba buenos
resultados, pero cuando me lo entregó el profesor todo mi esfuerzo lo vi en el piso. El
tipo ese, al entregarlo, no mencionó mi nombre, sino que dijo: “por la nota debe ser el
suyo” y me bajó el ánimo. Si el tipo se divierte mirando las bajas notas y riéndose de
ello en la cara de uno ¿Qué puedo esperar de eso? Realmente estoy decepcionado
con el parcial, con el profesor, con las clases y conmigo mismo. Odio llegar a esa
clase y oír al profesor decir: “¿Para qué estudian administración? Eso lo estudia todo
el mundo” O: “Ese problema de la administración es sólo de media neurona”, con su
risa sarcástica. No soy bruto ni retrasado. Cometí errores con signos que no
cambiaron mucho el resultado, pero el método y el procedimiento están correctos. No
era para que me echara el agua así de esa forma. Pero es que, si le reclamo, estoy
seguro que sacará una ecuación rara yo no sé de dónde y me bajará más, o se me
reirá otra vez en la cara. Realmente estoy decepcionado, primero con un tipo que tiene
siempre la razón y segundo conmigo mismo por haberla embarrado en estupideces.
Sé que debo seguir adelante, pero es que me asusta cada vez que pone un parcial de
“media neurona” y sólo le interesa la perfección; no mira todo lo que uno hace, sólo le
interesa el resultado. No sé cómo terminar este relato, más que diciendo que me
siento decepcionado casi con todo”.