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4 MUSA DECIMA con que, cesando el apetito, cesa Ja ocasién que tuviera de apartarse. Asi tu amor, con vinculo terrible, el alma que te adora, Celia, informa; con que su corrupcién es imposible, ni educir otra con quien no conforma, no por ser la materia incorruptible, mas por lo inamisible de la forma. Los poemas de amor de sor Juana, al modo escoldstico © doctrinal, son apenas una curiosidad. Los otros no son muchos pero entre ellos hay algunos inolvidables. Son poe- mas que responden a experiencias reales, en el sentido que he sefialado mds arriba: las realidades imaginadas no son menos reales que las vividas. El cardcter imaginario de sas composiciones es patente: en todas ellas el amante es ‘un ausente o un muerto. Son poemas de amor que asimismo son poemas de soledad: nostalgia, deseo, desolacién, amar- gura, arrepentimiento. Didlogos con sombras y reflejos. Pero mi pobre enumeracién no describe esos estados extremos que la hicieron decir: No quiero mas cuidados de bienes tan inciertos, sino tener el alma como que no la tengo.’ La diafanidad del lenguaje no es constante: a veces se aborrasca y se entenebrece, otras se empurpura. Unién con frecuencia feliz de elementos dispares: una retérica plena y sutil, un poco rotunda pero capaz de exquisiteces, sol fe de nuestro barroco; un sentimiento hondo y fluido ho de ansiedad, deseo, melancolia; una mente lucida, atenta, irénica. Dos palabras contradictorias definen, quiz4, @ estos poemas: ingenio y pasién. En el romance 6, adelan- tandose a la pena de una ausencia inminente, ya humedos los ojos, dice con gracia: Porque va borrando el agua lo que va dictando el fuego. {Educir: deducir, inferir; inamisible: que Puede perder. *Poema 79 (endechas). ne OYEME CON LOS OJOS 375 undan las metéforas que tienen por tema la escritura: apel, pluma, tinta, letras —soledad. En un soneto ebre dedicado a Laura (Leonor Carreto), al verse escri- jendo, escribe: y hasta estos rasgos mal formados sean | ldgrimas negras de mi pluma triste. En unas liras (211) habla a solas con el amigo ausente y la imagen reaparece, jhora mas intensa: Oyeme con Ios ojos, ya que estan tan distantes los oidos, y de ausentes enojos en ecos, de mi pluma mis gemidos; y ya que a ti no llega mi voz ruda, ‘éyeme sordo, pues me quejo muda. EI tema tnico de estos poemas es la ausencia, a veces ‘enlazado 0 complicado con el de los celos. Su amor no es feliz como el de los poemas de amistad amorosa a Maria isa. La fantasia la eleva pero, al abrir los ojos, cae de 0 en si misma. En unas endechas (81) notables por su versificacion —la combinacién de versos de siete y diez labas es inusitada en espafiol— describe as{ su caida: Apenas de tus ojos quise al Sol elevarme, cuando mi precipicio da, en sentidas seftales, venganza al fuego, nombre a los mares. Una nota erudita de Méndez Plancarte nos previene que pre- ipicio esta en el antiguo sentido de despefio y que la estrofa alude a fcaro que, al caer, dio su nombre al mar Icario. ~ Pero los cinco versos pueden leerse sin esa referencia mito- légica y con igual deleite: milagros de la poesia. : El poema 70, otra vez a un ausente, es una lograda utili- zacién del lenguaje diario, sin caer en la vulgaridad o en el sentimentalismo. Este romancillo es un prodigio de flui- cz, como de agua que al correr hace mas claro su mur- mullo: Prolija memoria, permite siquiera que por un instante sosieguen mis penas. 376 MUSA DECIMA Afloja el cordel que, segiin aprictas, temo que reviente si das otra vuelta. Llamar prolija a la cruel memoria es algo mds que un acierto y al mismo Proust le habria encantado encontrar ese adjetivo. La ausencia es el territorio donde despliegan el deseo y Ja imaginacién sus criaturas; sor Juana recurre también a otras ficciones para dar libertad a su fantasia erotica. En el romance 75 el amado ignora que es amado y esto le da ocasién para convertirlo, literalmente, en un rayo que la aniquila, convirtiéndola en “contritas cenizas”. La imagen del amado, como el sol, hiere con armas de oro la luna de un espejo, que haciendo en. el cristal reflejo el rayo bello, hiere, repercusivo, al mas cercano objeto. Otra ficcién a la que acudié varias veces es la de la muerte. Aunque casi siempre el muerto es el amante, en el romance 76 es ella misma. No ha muerto: agoniza. Si se piensa en la situacion que describen esos versos, la escena es de un gusto dudoso; si se repara en que se trata de una fantasia vengativa pero que, asimismo, la libera para que diga algo intimo y que no sabe como decir, entonces el recurso nos conmueve. La muerte, que desune a los amantes, también los une. Juntan sus manos y el juego de palabras le ayuda a decir lo que calla: Unidas de las manos - las bien tejidas palmas, con movimientos digan lo que los labios callan. Celos, ausencia, muerte: nombres distintos de la soledad. A solas y porque esta sola, inventa esas situaciones; a su vez, las ‘situaciones inventadas le sirven para desahogarse Y conocerse: su vida imaginaria también es un método de OYEME CON LOs ojos 377 speccién. Las convenciones literarias de 1 ‘muerte son eficaces porque su realidad propia y mas de monja sin vocacién se expresa en ellas, Bra} ce 78 la situacién es igualmente ficticia Pues su tema sentimiento que padece una mujer amante de su ma- muerto”. Al fin sola con ella misma en su alcoba, lejos g parientes y amigos, “hurtada de tantos ojos impertinen- s”, Ia viuda se entrega a su dolor. Es una pena furions ir a la creacién: ‘a ausencia ngativa con la que quisiera destrui \ Salga, el dolor, de madre, y rompa vuestras puentes del raudal de mi Ianto el rapido torrente. endechas prosiguen en este tono de pena colérica y un oco elocuente; después, sobreviene una calma introspectiva que prepara un pasaje de gran intensidad. Como siempre, pasion aviva su facultad inventiva y la hace encontrar imagenes y figuras sorprendentes: Y como, en un madero que abrasa el fucgo ardiente, nos parece que luce Jo mismo que padece; y cuando el vegetable humor en él perece, nos parece que vive y no es sino que muere: asi yo, en las mortales ansias que el alma siente, me animo con las mismas congojas de la muerte. Las aliteraciones y rece) dan mas reali 0zos. La man rimas internas (parece, luce / padece, dad al chisporroteo funebre y a los so- era en que la poetisa va mostrando la semejan- de su estado con la de! madero en combustién es también Presionante: sufrir y Ilamear son uno y lo mismo. La na, como el placer, es una suerte de exceso vital que, al cercarnos a la muerte, nos exalta; por eso ella se anima €2n Sus congojas. El “humor vegetal” se refiere al humor el alma vegetativa y recuerda el “amor vegetal” del poema r — | 378 MUSA DECIMA de Andrew Marvell (To his Coy Mistress), s6lo que mientr el amor del poeta inglés crece vaster than empires ais more slow, la pena de sor Juana se propaga rapida can’ €l incendio. El tema de la viudez se repite en unas liras (213), menos intensas que las endechas pero que contienen versos memo. rables, como estos dos en los que dice que no puede Quiera contar sus penas porque le son, una con otra atropellada, dogal a la garganta, al pecho espada. En el poema 84 se cruzan las dos corrientes de su poesia erética: la razonadora y la sentimental. La fusién es afor- tunada. El titulo de esta composicién nos anuncia ya su indole: “En que describe racionalmente los efectos irracio- nales del amor.” Méndez Plancarte sefiala ecos de Ruiz de Alarcén, Calderén, Rojas y Géngora. Es curioso —mejor dicho: revelador— que cite dnicamente pasajes de escenas de comedias, incluso en el caso de Géngora. E] gran modelo sentimental y psicolégico del siglo xvi, como en el xix la novela y el cine en el xx, fue el teatro. Ademas de esta influencia de orden general, la preferencia de sor Juana —ella misma autora de comedias, sainetes y autos sacra- mentales— por la forma teatral del mondlogo se debe a motivos de orden psicolégico. En este poema, como en otros que he citado, aunque habla para si misma, habla también para un auditorio invisible. No con el amante ido © muerto: con el lector, con nosotros. En cuanto a los ecos que sefiala Méndez Plancarte: tuve el cuidado de verificar cada caso y encontré que las semejanzas brotan mas bien del uso de la palabra melancolia y de la gama de sentidos y sensaciones que evocaba en el siglo xvit. En realidad, mas que de influencias, se trata de afinidades. Los primeros cuarenta versos de estas redondillas son de una limpidez, una finura y una gracia de veras excepcionales. La ambi- giiedad del sentimiento amoroso y la del lenguaje inter- cambian, en reflejos equivocos, razones que son locuras, penas que son dichas. Simplicidad y refinamiento, lucidez y co- queteria, reflexién interior y musica intima. Todo esta dicho frente a un espejo mental, espectdculo que al mismo tiempo nos hace sonreir y nos entristece. Aunque estos OYEME CON LOS OJOS 319 9s son archiconocidos, no resisto a la tentacién de citar quiera los doce primeros y cuatro mas de un fragmento ssterior: Este amoroso tormento que en mi corazén se ve, sé que lo siento, y no sé la causa por que lo siento. Siento una grave agonfa por lograr un devaneo, que empieza como deseo y para en melancolia. Y cuando con mas terneza Si mi infeliz estado loro, sé que estoy triste e ignoro la causa de mi tristeza. ‘Ya sufrida, ya irritada, con contrarias penas luch que por él sufriré mucho, y con él sufriré nada El lenguaje, en sus reverberaciones y en sus claroscuros, se funde al movimiento animico y a sus vaivenes. Lastima que el poema se prolongue en conceptos y agudezas que son repeticiones; engolosinada con sus hallazgos iniciales, sor Juana no supo detenerse a tiempo. Es un defecto que ‘aparece en los mas altos poetas del siglo: Lope, Quevedo el mismo Géngora. Tal vez la forma del romance y de a redondilla, sin limite fijo de versos, contribuyd a esta continencia verbal. Una forma que puede prolongarse al isto es una forma indefinida y en esto reside su atractivo su peligro. El soneto, en cambio, pide la maxima concen- i6n y no es extrafio que algunos de los mejores poemas de y de Quevedo sean precisamente sonetos. El caso de sor Juana es semejante. Pienso, sobre todo, en dos so- ‘Netos de amor, el 164: Esta tarde, mi bien, cuando te ha- blaba, y el 165: Detente, sombra de mi bien esquivo. _ El primer soneto tiene como tema los celos, un motivo que aparece en varios romances, décimas, glosas y en otros onetos. Ya mencioné, al hablar de los poemas que exponen “doctrina del amor” de sor Juana, al soneto 177. Es una versién en el modo légico y discursivo del mismo tema y su desenlace es idéntico: el llanto como prueba de amor. 380 MUSA DECIMA Construccién conceptual que desarrolla la idea platénica de_la vista como érgano del amor, hasta las lagrimas se vuelven concepto: fo que salid vapor, se vuelve Ilanto. §| soneto 164 esté poseido por el movimiento contrario, no haci: abstraccién sino hacia lo particular. La primera Tinea declara la hora y la ocasién: Esta tarde, mi bien cuando te hablaba... El primer cuarteto expone un pequefic conflicto sentimental que, a través de los diez versos siguien. tes, se anuda hasta que, en los tercetos, en rapidas y casi im- perceptibles variaciones, se desanuda: el nudo-corazén se des. hace en Ilanto. El desenlace es una metamorfosis como la del otro soneto pero no es una abstraccién; el amante in- crédulo puede ver y tocar esas lagrimas: Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones via que con palabras no te persuadia, que el corazén me vieses deseaba; y Amor, que mis intentos ayudaba, vencié lo que imposible parecia: pues entre el Ilanto, que el dolor vertia, el corazén deshecho destilaba. Baste ya de rigores, mi bien, baste; no te atormenten mis celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en liquido humor viste y tocaste mi corazén deshecho entre tus manos. EI soneto 165 es el compendio —y més: la cifra— de su poesia amorosa. También de su vida erotica. El titulo nos previene: se trata de una “fantasia contenta con amor de- cente”. ¢Decente por ser una fantasia o porque se resigna a serlo? Pregunta de imposible respuesta: Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que mas quiero, bella ilusién por quien alegre muero, dulce ficcién por quien penosa vivo. Si al imdn de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¢para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo? OYEME CON LOs ojos 381 Mas blasonar no Puedes, satisfecho, de que triunfa de mi tu tirania, que aunque dejas burlado el lazd estrecho que tu forma fantéstica cefiia, poco importa burlar brazos y pecho si te labra prision mi fantasia. Abreu Gomez advierte que el primer verso se parece mucho a otro de un oscuro poeta, Luis Martin de la Plaza: Amante sombra de mi bien esquivo... Si, pero iqué dife- | rencia! E] verso de Martin de la Plaza es plano y sentimen- tal; el de sor Juana, por el simple cambio de amante en | detente, es rapido y vivo, dictado por angustia y deseo. | Méndez Plancarte cita otras afinidades —Calderén, Queve- io— previsibles pero no significativas: el tema del fantas- ma erdtico aparece en toda la poesia de Occidente y es (natural que sor Juana recoja ese motivo. Pero el soneto, como los pasajes mds intensos de sus otros poemas de _ amor, no es una mera variacién del tema del fantasma: responde y corresponde a una necesidad intima y a su misma situacién de mujer reclusa. ¢Qué y quiénes podian A Fou sus horas si no ficciones? Después del ansioso de- ente —mas suplica que orden— cada uno de los versos lel primer cuarteto opone los dos mundos que son su mun- _ do en un claroscuro simétrico: sombra, imagen, ilusién, ficcién | bien esquivo, hechizo querido, alegre muero, vivo en pena. En el segundo cuarteto esta oposicién —que es la de su misma situacién vital— asume la forma de un conflicto tal vez insoluble y que por eso se expresa como interrogacién: ¢por qué y para qué? La imagen del iman, -ffrecuente en la poesia europea de ese siglo, es eficaz pues "representa la mediacién entre los dos mundos, el fantasmal _|y el real. Como los planctas y los humores, la atraccién _ |Magnética no sdlo une a los cuerpos y las almas sino a los fantasmas. Los tercetos resuelven el conflicto de un modo terrible: por la prolongacion de la condena, El fantasma se escapa del abrazo carnal pero la mente lo aprisiona. ¢Cémo no recordar a la imagen de la dama que grababan los crueles espiritus de Dante y Cavalcanti en el corazon del amante? Desde la Edad Media, la tradicién erdtica de Occidente ha sido la de la busqueda, en el cuerpo, del fantasma y, en 7 382 MUSA DECIMA el fantasma, del cuerpo. Nada menos carnal que |g lacién carnal: los cuerpos enlazados se vuelven un 0?! sensaciones que se dispersan y se desvanecen. Lo tinico 2 queda, lo unico real, son las imagenes: el fantasms “yt el trato erdtico con el fantasma, como se ve en sor Jy, no es menos equivoco. Las fantasias erdticas que prow” a aparicién del fantasma van casi siempre acompaneq. de experiencias fisicas que —en Occidente, no en jas ci, lizaciones orientales— se han visto con una mezcla de hort, y fascinacién: la polucién nocturna, la masturbacién y ie copula mental acompafiada de orgasmo solitario. A \eo." se atribuia la aparicin del fantasma a la accion de in, espiritus infernales: los incubos y sticubos con los que oe copulaba durante el suefio y que eran los causantes de las poluciones. Es imposible que Juana Inés no haya conocido algunas de estas experiencias solitarias. El soneto 165 pue- de leerse como una alegoria de la transformacién del incubo en fantasma. O sea: en fantasfa ideal, en idea sensible. Los fantasmas pueblan también los poemas de Quevedo y con frecuencia regresan a su naturaleza original de sticubos, como en el soneto que comienza: Ay, Floralba, soné que te... edirélo? / Si, pues que sueno fue: que te gozaba..., y que termina asi: Pero Mas desperté del dulce desconcierto y vi que estuve vivo con la muerte y vi-que con la vida estaba muerto. El tema del fantasma atraviesa toda la historia del ero- tismo de Occidente: el amor cortés, el dolce stil novo, el petrarquismo, el neoplatonismo del Renacimiento y la Edad Barroca, el ocultismo del xvit1, el romanticismo y la época moderna. No necesito recordar a los lectores mexicanos de este libro el poema de Ramén Lépez Velarde: ¢Conservabas tu carne en cada hueso? EI enigma de amor se velé entero en la prudencia de tus guantes negros. El fantasma —sea el del espiritu del muerto que regres © la imagen que inventa nuestro deseo— es uno de los ejes de la poesia de Baudelaire. En Mon coeur mis 4 nu OYEME CON LOS ojos 383 cita un soneto anénimo del xvit que atribuye a Maynard 0. Racan y que podia haber sido escrito por él. Traduzco esos alejandrinos franceses en versos castellanos de once silabas, sin rima, como una suerte de contrapunto funebre y libertino del soneto de sor Juana. Son dos momentos Ja misma tradicion: Sofié anoche que Filis, de regreso, bella como lo fue en la juz del dia, quiso que yo gozase su fantasma, nuevo Ixién abrazado a una nube. Se deslizé en mi lecho murmurando, ya desnuda su sombra: “AL fin he vuelto, Damén, y mas hermosa: el reino triste donde me guarda el hado, me embellece. Vengo para gozarte, bello amante, Vengo por remorir entre tus brazos.” Después, cuando mi llama se extinguia: “Adiés —dijo—, regreso entre los muertos. De joder con mi cuerpo te jactabas, Jactate hoy de haber jodido mi alma.”

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