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=20-! DROGADICCION ¥ CRISIS DE LA MODERNIDAD Introduccién - El recurso de la droga y la conciencia de su peligro es algo tan viejo como la humanidad '. Pero Ja extensién, la penetracién y la déstructividad en escala planetaria del problema de la droga lo han transformado hoy en una de las manifestaciones negativas mds importantes del proceso histérico de la cultura contemporénea. Me voy a referir a uno de los condicionantes culturales, a mi juicio deci- sivo, del problema de la droga en el mundo actual. Me refiero al establecimien- to, primero progresivo y finalmente vertiginoso, de un pavoroso vacfo en el seno de la cultura de la modernidad. Se trata de un vacfo de coraz6n, de un vacio de humanidad, de un vacfo de sentido. Se trata de un vacfo de aquello que hace hombre al hombre y puede colmar, en medio de las inevitables vici- situdes y desgarramientos de esta vida, su’ anhelo de plenitud, de felicidad y de paz. Se trata, en suma, de un vacfo espiritual provocado por el apartamien- to, igualmente progresivo y luego vertiginoso, del hombre de Dios y, por lo tanto, de su propia humanidad. Joseph Ratzinger sefiala con acierto que la obsesién por Ja droga en el mundo contemporéneo constituye una sefial indicadora que merece ser profundizada . No sélo nos revela un vacfo , que la sociedad actual con sus medios no puede remediar, sino que “reclama la atencién sobre una exigen- cia interior del ser humano que, al no encontrar respuesta justa, se hace valer en forma pervertida” *, Esta clave interpretativa se vuelve manifiesta a poco que examinemos muchas manifestaciones del diario vivir y alcanz6 hace algu- Nos afios expresién explicita en los escritos de algunos “antipsiquiatras”, en especial Ronald Laing. 1 Digco Rey, “Historia de las Drogas”, en Temas de drogadependencia, Lab. Casasco, sin fecha, pag. 19. ; 2" JosePH RATZiNGER, “Bi problema de la droga”, en Iglesia y modernidad, Buenos Aires, E. Paulinas, 1992, pags. 14-16. - 20 PSIQUIATRIAY PERSONA Vivirnos un mundo secular ~dice Laing- que ha abdicado del éxtasis. Un ‘velo, que es como una espesa muralla de concreto, nos separa de esa realidad divina por la que desfallecemos. Deus absconditus. Pero més bien somos no- sotros quienes Jo hemos escondido. Comprometida hasta el extremo en el do- sinio del mundo externo, nuestra sociedad se halla en un estado de hambre y de tinieblas respecto de esa luz interior y sagrada.” Laing cita la profecta de ‘Amé6s en que se habla de que vendré un tiempo en que habré un hambre en la tierra “no n hambre de pan, ni una sed de agua sino de escuchar la palabra del Sefior”. Este tiempo ha llegado, dice Laing, ¢s nuestro tiempo presente?. ‘Como vemos, hasta aqu{ el diagnGstico puede ser acertado, pero lo que resulta revelador es que Laing proponga a la experiencia psicodélica y ala psic6tica como salvacién, El ego exterior debe disolverse para morir y luego renacer, a través de una experiencia de “iniciacién”, calificada como "vi de ida y retorno, en el que “ex-pacientes ayudan a futuros pacientes a vol- verse locos". La experiencia psicodélica y la psicdtica aparecen confun das con Ia salud y con Ia verdadera experiencia religiosa*. Se confirma asf el aserto de Ratzinger: una exigencia interior decisiva del ser humano, lar- gamente reprimida, se hace valer en forma pervertida, Modernidad y postmodernidad Para ser mAs precisos convendria hablar de modernidad iluminfstica, ya que se puede demostrar que la modernidad, como realidad hist6rico-cultural, fo se agota en su versiGn ilumin{stica, predominante en nuestra cultura en los ‘éltimos dos siglos. Decfamos en 1977 al referimos a la crisis de Ia modernidad: “Los perfiles decisivos de un movimiento hist6rico, aquellos que ‘mejor revelan su esencia, comienzan a vislumbrarse con nitidez cuando este movimiento se aproxima al fin de su ciclo temporal. La mirada pue- de abarcar entonces Ia pardbola completa de su singular trayectoria, La cultura de la modernidad ha cumplido este ciclo e ingresado en esa zona ulterior y limftsofe en que se juega el destino de lo que vendré” 6, Desde entonces se ha hecho presente de manera casi obsesiva en nuestra cultura el tema de la postmodernidad, La multiplicidad, por momentos abru- 2 Rona Laina, The politics of experience, Penguin, Middlesex, 1971, pg. 119. * Ob. cit, pig. 106, ‘Vanasco SuAnu, CARL08 A..“El caso Laing y la antipsiquiatria" en Pricologia Mé- ica, 1974, 3, pig. 351. (En eate vol. pg. 211.) 4 Vibasco SuAnez, CARLOS A., "La crisis de la modernidad”, Revista de la Universi- dad Nacional det Centro de la Provincia de Buenos Aires, aho 1, N° 2, 1971, pg. 13. DROGADICCIONY CRISIS DELAMODERNIDAD > za madora, de enfoques y de concepciones no niega sino que confirma el comin sentimiento de una crisis o de un fin de la rodernidad. Uno de los autores que mejor define y resume a mi juicio esta situacién es George Cottier: *_.el concepto de post-moderno es interior al de modernidad, es su critica inmanente, la conciencia de sus aporias y contradicciones; sig- -nifica el agotamiento del impulso creador de lo nuevo del que eran por- tadores la idea del progreso y sus avatares. Condorcet hablaba de per- fectibilidad indefinida; pero se trataba de una perfectibilidad que se comprendfa en Ia horizontalidad de! tiempo de la historia. La reflexién sobre tal temporalidad debfa conducir necesariamente a la toma de con- ciencia del limite y de la finitud, porque el tiempo es a la vez el lugar de emergencia de lo nuevo y de la caducidad de aquelio que existe en él. Una creatividad en el tiempo, quiero decir que no tiene sus rafces en aquello que trasciende el tiempo, debe necesariamente conocer el agotamiento y Ia usura. Lo post-moderno expresarfa asf el sentimiento de fatiga que se apodera de una gran aventura del espiritu que llevaba en sf, desde el co- mienzo, los gérmenes de su muerte, El impulso tropieza con su propia finitud, el porvenir esta vacfo”*. Uno de los perfiles decisivos de la moderhidad ha sido sin duda esta autoafirmacién orgullosa y triunfante del hombre y de su razén. Este conven- cimiento de su capacidad de dominar los obsticulos, desentrafiar todos los misterios y alcanzar por s{ mismo la felicidad para la humanidad entera a tra- vvés de un proceso de progreso y perfeccionamiento indefinidos (mds tarde « través de un acto revolucionario, de un “gran parto de Ia historia”) . Kant for- mulé con claridad Ia esencia de este ideal de la modernidad iluminista: “/Sapere aude! \Ten el valor de servirte de tu propia razda!: he aquf el tema de Ia ilustracion”. “La ilustracién ~decfa momentos an- tes- es la liberacidn del hombre de su culpable incapacidad". LY cul esta incapacidad culpable?: “Ia imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guta de otro” *, ‘ ‘Como vemos, ésta no es una declaracién de mayorfa de edad sino un pro- rama de autosuficiencia que necesariamente desembocard en el inmanen- tismo, en el atefsmo expl{cito o vivido, en el nihilismo y en la voluntad de poderfo. 7 Gonos Cornes, 0. P. “Post-moderne et post-cheetien”, Nova et Vétera, 1986, 4, lg 14 (ead. nuestra) 4 Bawuanuer Kase, "Qué es la lusincién?™, Fuasofia de la Historia, México, Fon- 0 de Cultura Econdmica, 1985, pig. 25. En Ins postrimerfas de In Segunda Guerra Mundial dos talentosos in- telectuales judfos alemanes Mark Horkheimer y Theodor Adorno-, testigos ‘estremecidos de la sinrazén y del holocausto, se interrogaron dolorosamente y ‘encontraron, en el comienzo de su obra ya clAsi¢ ina formulacién cristalina del final del proceso de In modernidad: PSIQUIATRIA Y PERSONA “Bl iluminismo, en el sentido mds amplio de pensamiento en conti- nwo progreso, ha perseguido siempre el objetivo de quitar el mieslo a los hombres y de transformarlos en amos. Pero la tierra enteramente ilumi- nada resplandece bajo el signo de una triunfal desventura”®, Las guerras mundiales, los universos concentracionarios nazis y marxis- tas ~descriptos estos tltimos con aterradora fidelidad a los hechos por ese gran testigo de nuestro tiempo que es Alexander Solzhenitsin~Ia amenaza nuclear, la destruccién de In naturaleza, Ia injusticia triunfante dentro y entre los pue- blos, la hipocresfa y Ia traicién transformadas en normas de convivencia, la cchatura gris que invade irremediable como el “smog” ciudadano todos los ambientes, embotando 1a alegria de vivir, son, entre tantos otros, los frutos amargos de un olvido esencial. En todo el mundo, y también en nuestra patria, In crisis de In modernidad reclama una conversién de coraz6n, basada en el reconocimiento de que ninguin orden humano puede sostenerse sin In acepta- cin de otro orden trascendente, que lo supere y fundamente, La tragedia de In modemnidad reside en ei nudo dialéctico formulado al ‘comienzo de estas consideraciones: e! apartamiento de los hombres de la re- lacién viviente con Dios acarrea, inexorablemente, el apartamiento de los hombres de su propia humanidad. Y ello genera, a su vez, ese irremediable vacfo que encontramos en la rafz. del problema contemporéneo de Ia droga. Deshumanizacién y despersonalizacién El apartamiento de los hombres de su propia humanidad puede ser es- tudiado en Ia cultura contemporénea como proceso de despersonalizacién, precisamente por ser Ia persona lo que define al hombre como tal, lo que le confiere su sentido y su dignidad trascendente. El proceso de despersonali- Zaci6n en la cultura contemporsnea se manifiesta principalmente a través de dos s{ntomas cardinales, claramente ligados: la huida de la responsabi- lidad y la huida de la intimidad. Me he ocupado en otro lugar, de estas 9 Manx Horxusncex y Tueonor Aporno, “Dialéctica del lluminismo", Buenos Aires, Sur 1971, pg. 15. 4" Vevasco SuAnzz, Cantos A., “La huida de la responsabilidad”, “La huida de la intimidad”, La Nacién, Buenos Aires, 6,6 y 15,7, 1989. DROGADICCIONY CRISIS DELAMODERNIDAD 233 dos caracterfsticas distintivas del proceso de despersonalizacién contem- poréneo que se configura a través de ellas como “universo de Ia huida” (Max Picard) ''. Pero la huida, como recordé entonces, constituye por su ‘misma naturaleza un testimonio irrefutable de la realidad de aquello de lo que se huye. El proceso de despersonalizaci6n termina por revelar al hom bre, en su despliegue, la realidad inquebrantable de lo que quer‘a negar con su huida: su propia humanidad en cuanto persona (intimidad y responsabili- dad); Dios, presente en el corazn de esta experiencia personal como su ori- gen y su fundamento, El recurso a la droga y el vacfo de sentido Como venimos insistiendo, el vacfo acompafia al proceso de despersona- lizaci6n (deshumanizacién) como la sombra al cuerpo. Viktor Frankl ha teni- do el mérito de insistir, a lo largo de toda su obra, sobre la decisiva importan- cin en la patologta psiquidtrica de nuestro tiempo del “sentimiento de falta de sentido” (Sinnlosigkeitsgefutl) y del paralelo sentimiento de vacfo 0 “comple- jo de vacuidad”: ‘ “Bl paciente t{pico de nuestros dias (...) sufre bajo un abismal com- plejo de falta de sentido, acompafiado de un sentimiento de vacfo, raz6n por Ia que me inclino a hablar de un vacfo existencial” '2. Frankl menciona una estad{stica realizada sobre 60 estudiantes de la Idaho ‘State University que habfan cometido un intento de suicidio. De ella se des- | prendfa que el 85 por ciento de los encuestados ya no vefan ningtin sentido en sus Vidas. Lo més llamativo es que el 93 por ciento aparentemente gozaba de excelente salud fisica y psfquica y tenfa situaciones econémicas, de familia, de vida social y de estudios, también aparentemente satisfactorias. Frankl men- ciona igualmente un informe del American Council of Education segiin el cual entre 189.733 estudiantes de 360 universidades, el interés primordial del 73,7 por ciento consistfa en “conseguir una concepcién del mundo a partir de la cual la vida tuviera sentido” y otro, del National Institute of Mental Health, en el que, entre 7.948 estudiantes de 48 colegios mayores, el grupo principal (78 por ciento) querfa “encontrar un sentido en sus vidas”, Respecto a la drogadiccién Frankl resume su pensamiento de esta manera: 1h Max Picano, La huida de Dios, Madrid, Guadarrama, 1962. 12 Vigor B, FRANKL, Ante el vacto exstencia, Barcelona, Herder, 1982, pég. 9. Ob, cit, pha. 15. 234 PSIQUIATRIA Y PERSONA “Cuando falta un sentido de la vida, cuyo cumplimiento hubiera he- cho feliz a una persona, ésta intenta conseguir el sentimiento de felicidad ‘mediante un rodeo, que pasa por la quimica” “, De acuerdo a Stanley Krippner, un discipulo de Frankl, e! complejo de vacuidad aparece en el cien por ciento de los drogadictos y Betty Lou Padelford, otra discfpula de Frankl, demuestra, siguiendo a Shean y Fechtman, que en los drogadictos la frustracién existencial es més de dos veces mayor que en el grupo de comparacién '5, ‘Mucho antes que Frankl (1952) y con mayor profundidad de andlisis, V.E. von Gebsattel habfa puesto de manifiesto la dialéctica del vacfo en el corazén de los fendmenos de adiccién. Von Gebsattel ve la adiccién como un problema psicopatolégico que no es privativo de las toxicomanfas sino que se extiende a una amplia gama de actividades humanas. Utiliza para re- ferirse a él el término alemén Sucht (manfa, pasién enfermiza) que, en las versiones espafiolas, es traducido en general como vicio: “Siempre me encuentro con mi concepto ya antiguo de que el vicio hay que entenderlo como el escaparse ante un vacfo interior insoportable, por lo que en lo vicioso se da un contenido que semeja la realizacién o la plenitud de sf mismo, y habria que preguntarse por el sentido de este va- fo y la reaccién especial ante él. Entre este vacfo y la nada parece haber alguna relacion” #6, ‘Teniendo presente a Kierkergaard, Von Gebsattel se refiere a obras ar- tistico-espirituales de gran valor y llenas de sentido que han sido precedidas por estados de vacfo insoportables en su creador. “En estos casos ~comenta— la creacién es la forma de erupcién de capas més profundas de la personalidad, cuya falta de comunicabilidad se experimenta como vacfo" "7. 4 0b, ct, phe. 19. 1 Frankl comenz6 hablando de “Ia presencia ignorada de Dios”. Luego, en ediciones sucesivas desu obra crey6 necesario corregir su punto de vista: como psicoterapeuta prefiere hablar de la fe en un sentido y no dela fe en Dias, que deja al cuidado del sacerdote 0 del teb- Jogo. Habrie mucho que considerar acerca de este gio, que noes s6lo metodol6gico, de nues- {ro ator y que parece orillar por momentos a cafda en un punto de vista inmanentst. La ape- Jacin expicta a Kant nos orienta en esta direccién: “En una palabra, la fe del hombre en el sentido e5, en términos kantanos, una eategora trascendenta”, (Ob. 16 "Victor E. vow Gensarra, "Sobre la psicopatologia del vic dies Masi, inp 1966p, 285 PROGADICCION Y CRISIS DELA MODERNIDAD 235 Puede, a pai de esta observaci6n, entrar de leno en el anélisis Psicopatolégico del vacfo en los casos de adiccién: ‘Si al hombre, su estar aislado con respecto a su propia profun- didad y altura, le lleva a una situaci6n de vacto ¥ a dejar la direccién personal en manos de las tendencias periféricas, las cuales alcanzan de manera més facil y més répida sus objetivos, ya con esto entra en el camino que conduce al vicio. Porque el objetivo que en realidad prefiere y busca no se encuentra en lo periférico. La satisfaccion que. aquellas tendencias periféricas simulan es una ilusién y en medio del Placer o de la huida queda un resto de insatisfaccién que obliga a la repetici6n del movimiento de escape, sin que nunca se alcance real. mente Ja saciedad, la realizacion o Ja satisfaccién, EL vacto se perpe- da y se alcanza en aquello que debiera evitarlo y a su vez espera en ja Puerta de salida de! aturdimiento, del embotamiento, del: Placer, aque Ile- gue su victima (...) . Lo que se utiliza para disipar el vacfo lo hace re- surgir inalterado. ¥ la maniobra tiene que repetirse. Cafdo en el vicio, el hombre se queda fijo en el sitio, y esto al pie de la letra; se separa del tiempo vital inmanente, del elemento temporal de la personalidad ¥ del llegar a ser. El vicio es contrario al impulso realizador del $f mis- mo personal y por ello lo suprime (...). El vacfo, que impele a su vic~ ‘ima hacia el vicio, se diferencia de los estados de vacfo con los que se suele encontrar el psiquiatra (...) en que es el resultado de un im- pulso defensivo y a la vez causa de tal defensa, 0 sea, que est ence- rrado en un movimiento circular estéril caracteristico de los neuréticos” "8, ‘Von Gebsattel termina su andlisis afirmando que detris de todo vicio cu- rable esté la desesperacion: “Ciertamente la desesperacién es una categoria religiosa. Su senti- do es que el hombre no se acepta a sf mismo. Este sentido esté enmasca- rado mientras que el hombre cree que puede y debe no aceptarse. Pero sobre esta méscara hay casi siempre una segunda, y esto ya hace que e! hombre no sepa que est4 desesperado” !9, La desesperacién negada o inaccesible al individuo en el vicio esté en la raiz del impulso hacia la destruccién del s{ mismo. Siel hombre no quiere acep- 1 Ob, cit, pigs. 285-286. 9 0b. cit, pag. 292.

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