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116 ANDRE LEROT-GOURHAN el presente en ef conocimiento de Tas culturas prehistéricas no estan a Ja altura del aparato cientifico que hay que des- plegar para obtenerlos: lo que podemos saber de Ia organi- zacién social de los hombres de la prehistoria no es, en efec- to, considerable atin; Jo que puede inferirse de su economia, sus creencias, su vida estética es ya bastante sustancial. Sus técnicas son cl campo mejor despejado, en parte porque los instrumentos y jas armas forman parte de los testlgos mejor conservados y, en parte, porque los prehistoriadores se has interesado por esos abjetos que abundan en las series estra- tigraficas. Pero es evidente que si desde hace medio siglo se hubiese practicado sélo el andlisis exhaustive de una Cincuen- tena de emplazamicntos bien clegidos, hoy dispondriamos para cierto ntimero “de etapas culturales de la humauidad, de materiales de una historia sustanciol. La sttuacién actual corresponde a una verdadera paradoja, pues si la prehistoria dispone de un aparato de investigacién y critica que se ha beneficiado de la evolucién general de las cicncias’ humanas como de las matematicas 0 de fas ciencias fisicas y natura- les, este aparato se cmplea todavia por debajo de su capa- cidad de rendimiento, La idea de que en un emplazamiento bign elegido, un metro cuibico excavado exhaustivamente ofre- ce mucha més informacion que cien metros cfibjcos de te- rreng explorados en pos de la recuperacién de objetos, no esta adn universalmente asimilada, Cierta es que dentro de affos el acceso a una comprensiéa més clara do Ja rentabilidad cientifica de un estudio profundizado, impondra Ja ejecucion de excavaciones tatales, pero a consecuencia. de Jos grandes trabajos, del wandalistao y la: persecucién de las antigtiedades, cl capital en emplazamientos prehistéricos dis. mmimuye, en todo el mundo, a una velocidad considerable: 1a Tarefaccidn de los yacimientos impondra tal vez por si misma, una discipla de investigacién que habria sido preferible promover un siglo antes. La historia de los pueblos sin historia por MENRI MONIOT i Brase Europa y ahi se acababa toda Ja historia. May lejos i de alli en el espacio y el tiempo, tlabfa algunas «grandes ci vilizactones», que sus textos, sus tuinas, alguna vex lazos de parentesco, de intercambio 0 de herencia con la Antigtie- dad clasica, nuestra madre, o la amplitud de las masas hu: manas que opusieron a los poderes y a la mirada europeas, hacian que fuesen adeitidas al margen del imperio de Clio, \ bajo los cuidados de un orientalismo enamorado de filologia y de arqueologia monumental, y consagrado, a menudo, a la ostensién de las sinvariantess espirituales, EI resto: pucblos : sin historia, como admitfan el hombre de 1a calle, Tos ma- nuales y Ja wniverstdad. Todo esto, nos 10 han cambiado, Desde hace dicz'0 quin- ce afios, por ejemplo, el Africa negra entra con fuerze en el } campo de los historiadores, ¢Qué ha ocurrido, y emo ha sido posible? La exclusiéa de tsntns pueblos obedecia a dictimenes di- versos, Ante todo, a wna idea recibida: nada habian hecho de notable, nada habfan producido de duradero, antes de Ia le- gada de Jos blancos y de la civilizacién —la salvajerfa como prehistoria anénima y desabrida, he shi uno de los estereo- j tipos justificadores de Ja «carga del hombre blanco», Mas 0 i menos, pero ampliamente difundida, Ia idea esterilizaba los gérmenes de fa curiosidad histérica, privada de objeto por una evidencia previa, ‘De una forma diferente, habia filésofos que situaban fuera de la historia a las sociedades privadas de estado —expresion manifiesta de la investigacién y de la permanencia de un sen- | tdo~ 0 todas cuentas, repetifivas 0 agitadas sélo en el Caos, 118 HENRI MONIOT no laboraban para una consirucclén querida, consciente, pro- gresiva. ‘Sin embargo, esos pueblos se estudiaban en su «presente etnogrifico», este pasado constantemente presente que se ofre- cia atin a Ja mirada antes de hundirse. La etnologia ha descrito con demasiada frecuencia un estado de los testinonios ajenos, las miras «oblicuas» y las aptitudes de unos y otros se po- nen, en la confrontacién, al descubierto, Los documentos de la segunda clase, los que no emanan dela comunicaci6n de los hombres entre si, son, ante todo, los. vestigios materiales, dominio de la arqueologia, Esta, de todos los procesos hhistdricos, es 1a que mejor armada esta, tal vez, y Ja més rigurosa. Concebida como una paleon- tologia, sus ensefianzas son multiples y fundamentales. Com: paralivamente a los recientes girones de fuentes escritas y vrales, la profundidad historica que permite es inmensa. Es el mejor garante cle tos progresos de Ia historia de los «pue- blos sin historiax. Pero ya no hablaremos mds de ella aqui, pese # todo, porque mi sus perspectivas, ni sus renovaciones, ni sus modalidades estén especificamente vinculadas a este campo de estudio. La realidad social y cultural, aprehendida en ef presente © el pasado, también puede ofrecer informacién sobre las situaciones y los hechos anteriores. Ciertos procesos [levan a una conviccién, menos por Ia teorfa, aun incierta, que las justificaria, 0 por la descripcién mecinica que puede darse de los mismos, que por la red de 13. G. BaraNomr, op, eft. 16. Pero lo astin mucho @ la prehistoric, este otro rechazo de puc bios fuera de Is historia, emparentado en varios aspectos con el rechia zo que examina el presente capitulo. 5 130 ‘HENRT NONTOT datos confirmativos que Ios expone, en cases particulares de aplicacin; encontrar en un rasgo no funcional, una pervivencia fésil, por ejemplo, o extrapolar, dle la atestacién de sélo una parte de los rasgos de un complejo de institu: ciones, que Ia historia y Ia emologia manifiestan por entero en otra parte, la existencia del mismo complejo. Antiguo, difundido, sistematizado de formas diversas, te- nemps el estudio de Jo reparticién diferencial de los rasgos y de los complejos de rasgos, socioculturales, para sacar de su extensién, y de su tipo de localizacién en un érea dada, indicaciones sobre su zona de origen, su difasién, st antigtic- dad, los intercambios y filiaciones entre conjuntos cultura: les, ‘con una cronologia relativa. Conjeturas, puesto que en la realidad la difusién cultural no esta aislada € independiente, sino que con-ella estin las migraciones humanas y los dina- mismos evolutivs propios de cada grupo, o sea tres érdenes distintos de determinacién —y porque unos rasgos parecidos pueden ser fruto de la convergencia (creaciones separadas) tanto como Is difusién, No obstante, semejanzas que afectan todo un haz de rasgos —o, para un rasgo aislado, sobre todos los caracteres accesibles del ehecho» (descomponible en .!” En el siglo x1x el pensamiento malgache (me- rina), al cristalizarse frente al cristianismo, revela su direc- cién fundamental anterior; en las reacciones tradicionalistas suscitadas por los acontecimientos del siglo, el mundo anti- guo se defiende y explicita, en la prueba y en ocasién de Ia misma." En la crisis profunda que la sujecién colonial aca- urea a los fang y los ba-kongo, esas dos sociedades se des- componen, reaccionan y evolticionan en funcion de Jas lincas de fuerza y debilidad anteriores; se desprenden y precisan de cada uma, la organizaciOn social, el bagaje cultural y el mo- guento particular de sz propia’ coyuntura al producirse el choque colonial.» Este viltimo ejemplo se basa asimismo en otro’ proceso, antiguo, pero del que este nuevo campo de ta historia podria hacer un gran uso: el comparativismo organizado de socie- dades, de medios y situaciones sociohistéricas, para cefir mejor unas instituciones, pesar unos factores, apreciar la formulacién de problemas... haciendo variar su contexto™ _ Entre otros rasgos, Ja historia de los «pueblos sin histo- Tia» posee cl de ser, ampliamente, una ciencia de terreno, Las fuentes orales, el material etnol6gico, todo lo que esta inscrito en las memorias y los comportamientos, no slo no pucde ser recogido, sino que primero tiene que ser discernido, me- didg y Inego evaluado y criticado, mas que en la sociedad estudiada. De hecho, no siempre una frecuentacién intensiva © Gficaz; los eruditos «indigenass, que poseen !2 lengua y se mueven holgadamente en su medio, con una percepcién im- plicita y empirica, pero intima y directa, de las realidades sociglégicas en las que viven, son a menudo més aptos para 17, Mme. R, Dousser, op. ci 18. A. Detavat, op. ci 19. G, Baanprer, Sociologie actuelle de l'Afrique noir 20, peat, Pants 8 BEES Ea anda Saar ere to 2 vols., Paris, 1966. rae i a ‘ 132 MENRT MONTOT ja coleccién de tradiciones (el problema no. se plantea si, come alguna vez ocurre, el historiador es originario de ta Sociedad que estudia; su «aculturacién» personal le da even: tualmente alguna «distancia»), Pero ricas son las obras de cuantos sabios han practicado este lesto reconocimiento que deja venir hasta uno los problemas y los hechos», en el curso Gel cual han encontrado sucesivamente: el paisaje y sus yedes de actividad, Jas herencias inmemoriales de una historia AnGnima, los estratos culturales e institucionales todavia vir Yos en Jos que se xecortan los tiempos ritual, ciclico e «his- toricon, las tradicioncs explicitas, las anécdotas y los detalles significativos en los que se manifiesta una realidad colectiva profunda de varias generaciones™ Otro caracter de esta historia esté en ser a menuds regre- siva 6 condenada a la confrontacién de sus épocas recientes, en el principio de su progreso general, y no, claro est4, en todas sus indagaciones particulares. Un pasado tan mal co” nocids, en sus hechos y sus ritmos, expone a que se organi: con sug datos en Furicién de concepcianes tomadas cn présta- mo (inspiradas por las tigideces teéricas de diversas escuclas antropolégicas, por la «teorla indigena» de los informadores, Dor {a historia de fas sociedudes mejor conocidas, taspacs- Pr), o por un “bricolage> muy empirico de los datos pro- visionales de las fuentes; expone, asimismo, al anacronismo (prejuicio de antigiiedad para con todo fo ate no es «mo- derno», por ejemplo), Remontar en lo posible la vida de los grupos y las jnstituciones, abservar ast los resoxtes y las erasiones de su Taantenimiento y su renovacién, es mejor que guardarse de estas debilidades. Por otro lado, todas estas fociedades han sufrido, mas 0 menos recientemente, la domi. hacién occidental, toval o parcial; lo que las ha sacudido, jnodificado, descompuesto..., insertindolas también en los ‘pnos unificadores de una historia mundial, forzadas a la “aculturacins, pero también actrices, sujetos de vueltas a Ja iniciativa, de reestructuraciones..., por grados, segin las jnodalidades y en coyunturas muy variables. Para desenredar gn ellas las supervivencias de inercia, las resurgencias des. pués del suefio colonial, los conservadurisinos deliberados, Jos préstamos impuestos, Jas reinierpretaciones, las innova Goves..., para captar correctamente las tendencias que se perfilaban antes de que el Occidente las desviara, ¢} alcance 21. CE, J. Braue, Les Mez'uda. Style historique d'une, tribu maro- caine, Revue histotiques, octubredicembre (1955), 222244. ACER LA PIESTORIA 133 de Ja etapa colonial, las continuidades profundas y las autén- Hcas rupturas, el contenide socichistérice que se aculta bajo palabras como «tradicién» y «modernidad>..., hay que com irontar constantemente las épocas contempordneas, colonial ¥ precolonial, y cada una es a su modo documento de tas demas. Una historia del presente puede ser, por ejemplo, la historia inmediata> que, escogiendo crisis sumamente ar- dientes en fas que confluyen historias de fadole y profimdi- dad variables, decante la masa mas amplia y variada de in- formaciones orales y escritas que puedan producir, reexami. nando muy concienzudamente sus temas con Ios ‘actores;* podra ser el anilisis profundo de las contradicciones de una situacién de «descolonizacién»;® hace poco, era una «micro- sociviogia» quo sustituia In interrogacién de los informadores por Ja observacién de los actores, descifrando «dramas so- ciales»..# Una serie de fuentes por sus caracteres, su modo de disponibilidad, los medios de su critica... son propios de la historia reciente, aseguran cierta profundidad temporal —a veces hasta la vispera de la época colonial— a encuestas relativamente coherentes: recuerdos individuales, biograffas, prodacciones escritas, andlisis sociol6gicos...; 1a época colo- nial y actual tiene también sus expresiones propias, en Ja Iinea’ de las precedentés, a pesar de todo;% Ia vispera inme- diata de la conquista vio con frecuencia Ja intensificacién de las observaciones europeas, y ol siglo xX, en relacién con jos tiempos més antiguos, es rico en fuentes escritas y ora: les. Podemios estimar eficaz, y profundamente adecuada a las necesidades de esta historia nueva, la abra gue ha sabido preseutar recientomente una etnia, unidad inestable, en el movimiento por el que se rehace Constantemente, sobre un largo perlodo de tiempo, colonial y precotonial” ett Se tien ti Hinge Es 1969. 7 7 Free ao a ey nee whe sel in rein Da oe le i homey septeniricral), Paris, 1968. * = Sommba da De 134 ATENRT MONIOT En todo momento, lo hemos visto, la historia de los «puc- blos sin historia» hereda de lo que se Ilana sucesivamente etnologia, antropologia, a veces sociologia...: fuentes, mé- todos, problematica, todo deriva ampliamente de ahi, Lo contrario seria sorprendente, puesto que este terreno, preci- samente, fue abandonado por I disciplina bistérica, y que otros han asumido la carga de reconocerlo, de recoger sus materiales, de hacerlos inteligibles... Esta herencia que la historia recibe hoy no ira sin reciprocidad, Se volveré a descubrir aqui, mas pronto que en otra parte, que, en ¢l fondo, no existe més que una ciencia social, dedicada a cap- tar a ia par la estructura y el movimiento de las sociedades? Pero aqui la historia que nos sale al paso, es ya otra cosa. La aculturacién por NATHAN WACHTEL La nocién de aculturacién retine, al principio, paradojas y ambigiiecades: responde a una necesidad evidente, puesto que ha inspirado a 1a antropologta, desde fines del siglo pa- sado, vastos programas de investigacién, imnumerables estu- dios’ empiricos, sin permitir todavia, eso no obstante, la elaboracién de’ una tcoria generel, ni siquiera definiciones concordantes! El término querria designar todos tos fenéme- nos de interaccién que resulten del contacto de dos culturas. Pero, ¢qué fendmenos? ¢Qué contactos? ¢Qué culturas? De un lado, si los estudios de aculturacién se han desarrollado en el terreno de Ja etnologia, se sitian de entrada en una perspectiva histézica, orientada hacia el estudio de Ia evolu- cién y del cambio. De ahi el interés atento de los historiado- res, algunos de los cuales manifiestan, no obstante, algunas yeticencias ante este «préstamo cultural» que consistiria en transferir la nocién, sin més, de la antropologia a Ia histo- ria;? gno corre el peligro, al ampliarse, de englobar demasia- das cosas; difusiones, influencias, imitaciones, modas? Una 1. El tema de la aeulearacién ha suscitado una biblioaratia enorme: En este breve ensayo, limito mis ejemplos Gnicamente al continente americano, que me resulta mas familiar. La produccién mas abundante sale do 10s Estados Unidos (cl. R, Beals, G, Foster, M. J. Herskovits, BR Linton, R. Redfield, E. Spicer, 8. Tax,’F. Vost, F. Voset, etc.), pero conviene rendir homenaje especial a los. trabajos notables, de autores Yatino-americanos cuales J..M. Arguedas (Evolicidn de las comunidades indigenas, «Revista del Museo Nacional» (1959); Puguio, una cultura en proceso de cambio, sRevista del Musoo Naclonale (1064), ete.}, Miguel LnorPortuta (Vista de Tos vencidos. Relaciones iudigenas de ta Con- quista, México, 1959; El reverso de la Conquista. Relaciones aztecas, Mayas e incas, México, 1964, etc.), A. M. Gasimar (Poesia indigena de ta attaplanicie, México, 1910; Poesia nahuatl, Mexico, 1964, ctc.), G. AGUIRRE BEuIRAN (El proceso de ta aculturacidn, México, 1957), ete: 2. Ver la discusién habida al respecto en el XII Congreso Interna ional de Ciencias Histsricas, Viena, 1965.

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