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Maria Rosa Menocal =m Prologo de Harold Bloom La joya del mundo Musulmanes, judios y cristianos, y la cultura de la tolerancia en al-Andalus 9 ASI FUE. LA HISTORIA RESCATADA Titulo original: The Omament of the World. How muslims, jecss, and christians eveated a culture of tolerance in medie- al Spain Primera edicién: mayo, 2003, © 2002, Maria Rosa Menocal ndom House Mondadori, S. A. essera de Gricia, 47-49, 08021 Barcelona © 2003, Carolina Sanin Paz, por la traduecién Mapas de Jeffrey L. Ward Quedan rigurosamente prohiblds, sin la autorizaciinescrita de los t- tulates del «Copyrights, bajo la sancionesestablecidas en las leyes, la feproduccion parcial o total de esa obra por cualquier medio proce- Aimiento,comprendidos la reprogratay el atamientoinformatco,yla dissibuctonde cjemplares deella mediante alguileropréstame pablices, Printed in Spain ~ Impreso en Espaia ISBN: 84-01-53065-2 Depésito egal: B. 22318 - 2003 Fotocomposiciin: Lozano Faisano, 8. (LtHospitalet) Impreso en Limpergraf Mogoda, 29. Barbera del Vallés (Barcelona) 1530652 BREVE HISTORIA DE UN LUGAR DE PRIMERA Los acontecimientos decisivos que tuvieron lugar en el siglo vin en Boor oe nme i me uta st m, la Revelacién de la sumisién a Dios. La transformacién de Muhammad, que pasé de ser un ciudadano comin y corriente de La Meca a ser un lider militar carismatico y el fundador de una orden religiosa y civil, tuvo lugar en un rincon de nuestro mundo ancestral del que sabemos muy poco. Los arabes de las estepas y los desiertos de la peninsula Ardbiga estaban rela- tivamente asentados en los oasis que les provefan la poca agua que podia obtenerse por alli. Algunos de ellos eran mercaderes y servian de conexién entre las diversas poblaciones. Los mas poderosos eran los némadas, los beduinos. La cultura del desierto de este pueblo, que tenia vinculos hist6ricos con las culturas vecinas del Creciente Fér- til, estaba marcada por dos rasgos que dieron forma a la religién que nacié con las revelaciones de Muhammad. Por una parte, las religio- nes paganas e idélatras del desierto fueron el blanco de este nuevo y radical monotefsmo, que se inicié con una declaracién didfana: «No hay otro dios que Dios».* Por otra parte, de la cultura cuyo centro ritual era La Meca, el islam no solo conservé, sino que asimils ple- namente el amoroso cultivo (algunos dirfan la adoracién) de la len- gua y de la poesfa, considerada lo mejor que podia hacer el hombre con el don del lenguaje. La revelacién que recibié Muhammad, el Corn, incorporé el mundo de los ancestros y de los contemporaneos, enamorados de la poesia, y aseguré la supervivencia del universo poético preislAmico con sus muchas contradicciones con respecto a lo que luego seria la creencia islémica normativa. * Uno de los habitos inapropiados y alienantes que tenemos al hablar del islam de usar la palabra drabe Allah, Dios, como si fuera un nombre propio, dando asi la impresién Grénica y espantosa para un musulmn) de que se trata de un dios di- ferente, En este libro emplearé invariablemente la palabra Dios para hablar del Dios de las tres religiones monotefstas, cuyas lenguas diferentes utilizan, por supuesto, Pax labras distintas para el mismo Ser. 27 J mundo la historia que queremos segyj,. 1 oe nsformaciones que tuvieron luge? en La joya de ‘ial de E] momento crucial rrandes t aalas grav se encuentra . iodo medieval, no se enc entra en la Vida o despues de st muerte. (El eje del calendarig isl . nacimiento de Muhammad ni la de su es de esta historia, ocurrido en el aio 622, cuand, | eeguidores se trasladaron de La Meca a Medin, el Profet : oe como la hijra, la hégira.) Muhammad murig ae Neca en el 632 sin dejar un sueesorabvio, Dej6 una poderosa rp Jacién, una mezcla de tradicion y revolucion. El islam erg nada menos que el retorno al monoteismo pristino de Abraham, abando. nado o malentendido tanto por los judios como por los Cristianos segiin afirmaban las revelaciones, y desconocido para los pagan, del desierto, Muhammad no expres6 los principios del islam con sys propias palabras, sino a través de su transmision del lenguaje de Dios, de su «Recitacién» (Ia palabra Quran significa «recitacién,) de lo que Dios le revelaba y le dictaba. ‘Al tiempo que transmitia las revelaciones relativamente claras del Coran, el Profeta creé una comunidad con valores sociales, ci. viles y morales, un imperio politico y militar ligado de forma inex. tricable a la orientacin esencialmente espiritual a la que exhorta- ba. Sin embargo, no habia unos parémetros claros que indicaran como debia organizarse o gobernarse ese imperio, y la muerte del Profeta dejé un vacio inevitable. Este vacio ha sido determinante para la historia del islam y es atin una fuente de inestabilidad po- litica y de disputas violentas. {Quién podia ser el sucesor de un profeta que era al mismo tiempo un estadista? En el problema de Ja sucesién se originan muchas de las formas y de los términos del islam que son desconocidos 0 desconcertantes para los no musulma- as y sunfes, entre califas y emires, abasies, entre otras. Uno de los primeros capitulos nos Hev? Europa en el per hammad, sin co no es Ia fecha de sino el desenlace las divisiones entre ch entre omeyas de la lucha dentro del islam por la autoridad legitima legé ast climax en el afio 75 ) con la masacre de la familia real omeya que desemboed en la fundacién de un pais rival en el sur de Europa. La historia de al-Andalus se origina, pues, en el momento siguiente ® la muerte del Profeta, mas de un siglo antes de su fundacién. En ms Vv ersion simplificada, la Sucesién del profeta comi Jos cuatro primeros califas (de] arabe jalifa, «sucesor entre los contempordneos de Muhammad, entre : (ea mpafieros gus parientes cercanos. El ultimo miembro de este cu, aecnees joel Bien Guiado por muchos musulmanes) era Ali ua erin ns - Ali, imo de Muhammad que se habia casado con su hija Fatima. Pero Ali goberné gurante solo cinco afios. Su califato terminé con su asesinato en el aho 661, Apenas habjan pasado treinta afios desde la muerte del Profeta, y este acontecimiento aciago dio inicio a un nuevo acto enel drama de la expansi6n del Imperio islémico. La dinastia omeya que accedi al poder era érabe y musulmana, y simbolizaba la fusisn de una cultura (especialmente de un Jenguaje) con una revelacién. Esta fusion fue la esencia de la nueva religién y de su civilizacién. Los omeyas trasladaron la capital desde Medina, ciudad provincial y peligrosamente dividida en facciones, a Damasco, més abierta y tran- quila. Al salir del aislamiento del desierto 4rabe y hacer de Siria su nuevo hogar, al lograr Ja conversion de pueblos lejanos a La Meca y a Medina, el islam de los omeyas edificé una nueva cultura sobre los cimientos drabes. El trasplante del corazén del imperio de la penin- sula Arabiga a Siria, regién que tenfa un legado cultural mixto, fue el primer paso en la creacién de la distincidn crucial y a menudo malentendida entre lo arabe y lo islamico, distincion de particular velevancia para la historia que nos proponemos contar. Durante un largo periodo los omeyas gobernaron desde su sede califal en Damasco, una ciudad central y accesible, cosmopolita y venerable, que en vidas pasadas habia sido aramea, griega, roma- na y, mas recientemente, cristiana. Alli y en otros lugares constru- veron monumentos sobre los vestigios de otras culturas. La Gran Mezquita de Damasco se erigié sobre los restos de un templo roma- no y de una iglesia cristiana. La Cupula de la Roca en Jerusalén se evanté sobre la explanada del Viejo Templo, en torno a la roca natural en la que el Dios de Abraham rechaz6 misericordiosamen- te el sacrificio de Isaac. El edificio fue erigido por los omeyas como una manifestacién monumental del principio cordnico segtin el cual hay un solo Dios y de la afirmacién de que los musulmanes se con- taban también, y con preeminencia, entre los hijos de Abraham. 29 La jova del mundo | Imperio islamico siguieron desplazéindose " sjorcito de bereberes recién convertidos a] is] ano 71, un ei » de omeyas de Siria, Hegé a Europa, py al mando de 0 aan precision el lecho del antiguo Imperio imperio Nenabs ca de Taurus en el noreste (en Ja front lesde los aos Pirineos en el noroeste (en la frontera con Gali ey I le terrtorios mediterraneos del naciente Imperio ise " ae m omeya) de los siglos vil y vil corresponde asombry, a con el centro mediterraneo del ee mundo = mano de] » 1, Al aceptar la noci6n de que existe una divisién critica o intrin. seca entre Africa y Europa, olvidamos cudn central era la orilla me. ridional del mundo romano. Si observamos la franja costera del norte de Africa en el mapa geopolitico del mundo romano de los siglos ym, y luego en el del vi, advertimos la relativa Meonsecuencia de] estrecho de Gibraltar y de a especie de bahia que hay entre Cartago y Sicilia, y saltan a la vista las unidades y los érdenes subyacentes, "_Elislam transform6 el Oriente Préximo, incluida Persia, y ya en tiempos de los omeyas, el noroeste de India. La ventaja de la ci- vilizacién arabo-islamica (que en este, como en otros aspectos, no era tan distinta de la romana) estribaba precisamente en su capa- cidad para asimilar e incluso revivir, a medida que se forjaba, la riqueza de las culturas autéctonas anteriores, algunas en Tuinas, otras a punto de desmoronarse. La inquietud cultural y la capaci- dad de dsmosis del Imperio islAmico en este momento de expansién eran tan amplias como sus ambiciones territoriales. E] imperio res- até los escombros romanos, que aparecieron como capiteles en las columnas de incontables mezquitas; adapté las historias persas que se darian a conocer como Las mil y una noches (0 Las noches dra- bes, segiin traducciones inglesas); tradujo los textos filoséficos grie- £95, y supo apreciar Jas especias y la seda del Lejano Oriente. A raiz de su relacion adquisitiva con un universo de lenguas, culturas y pueblos diferentes, los omeyas, que habjan salido del desierto 4ra- be, definieron el islam como una religién que amaba el didlogo con otras tradiciones. Esto constituyé un logro distintivo, tanto que algunos historiadores musulmanes posteriores acusaron a los ome- yas de se ” musulmanes por ello, Las fronteras de la. ciael ! Dues, TO) er, no, d - oria de un lugar de primera vivirfan para ver cémo el patron de creci- ablecido rendia frutos, al menos no en su hogar adoptivo de Siria. El cambio de liderazgo en el mundo isla- mico es el punto de partida de nuestro relato sobre la cultura me- dieval europea. Los abasies, que derrocaron a los omeyas en Damas- co en el ano 750, reivindicaron de manera diferente la legitimidad califal; decian ser los sucesores del Profeta a través de la descenden- cia del tio de Muhammad, Abbas, cuyo nombre adoptaron. Como ocurrié con otros grupos reinantes anteriores y posteriores, para establecer la autoridad parecfa necesario eliminar a los aspirantes rivales y especialmente a los gobernantes previos. Por este motivo masacraron a los omeyas en su hacienda de Rusafa y abandonaron Damasco. La capital del Imperio islimico abasi se trasladé del Mediterraneo a Irak, foco del apoyo a los abasies y sede de sus ejér- citos. Bagdad, la circular Ciudad de la Paz, que parecia una forta- leza, se convirtié en la nueva capital y en el escenario de muchas de Las mil y una noches. El tnico superviviente de la masacre de Rusafa, Abd al-Rahman, se dirigié hacia el oeste y se convirtié en el primer omeya en un lugar que muchas veces concebimos como la «esquina» de Europa, pero que desde entonces y durante siglos fue la verdadera capital europea. miento que habian es Como el resto de la Europa posromana del siglo vit, la peninsula Tbérica era un lugar pobre y culturalmente opaco. Roma habia go- bernado sobre Hispania durante casi seiscientos afios, aproximada- mente desde el 200 a.n.e. Antes, otras culturas mediterraneas ha- bfan ocupado el territorio: los fenicios, los cartaginenses y los grie- gos. Durante los aiios de la Republica y el Imperio, Hispania apro- vecho los beneficios materiales y culturales de los romanos, flore- cié, y sus hijos accedieron a los centros del poder y aleanzaron las cumbres de las letras latinas. Pero este era un recuerdo remoto, 0 ni siquiera un recuerdo; habfa sido olvidado durante el largo periodo de la historia europea que se conoce como la edad de los «barbaros». Las agitaciones cataclismicas, las migraciones paneuropeas de las tribus germanicas en los siglos m1 y 1v n.e., llevaron, si no a la cai- 31 cron (PD) ) qLANDALUS -senc ii enngeee Skea El mundo islamico 1) Ate de nceporacin a mand (272) ata sips == Sie da del Imperio romano, al menos a la Pema del orden civi inuidad cultural que procedia de Grecig la prolongada continu! encia clésica. Roma hab, Y que constituye el nticleo de nuestra herencia ca. Roma habia reem, plazado a Grecia al absorber de manera sees la Cultura y la historia griegas, Y al construir su propia civilizacién sobre los cimientos de su noble predecesora, con la que, naturalment, tang una relacién de rivalidad. El desmoronamiento de las fronteras del norte y eleste de Roma y la toma del poder por parte de Jas tribus germdnicas ocasionaron la ruptura de Europa con su pasado cultural y determinaron |g consciencia que Occidente ha tenido de si mismo. Entre las tribus que saquearon y luego colonizaron lo que habia sido el Imperio To. mano, la de los visigodos desempeiié un papel preeminente, Los visigodos, infames por el saqueo de Roma en el 410, terminaron dominando la antigua provincia de Hispania tras siglos de destruc. ciones durante los cuales se disputaron el territorio con los vanda. Jos y luego entre si. Como sucedié en otros lugares, entre las ruinas del Imperio romano y entre las méviles tribus germanicas, e] cris- tianismo se adopté de manera imperfecta desde la perspectiva de la Iglesia catélica 0 universal. Solo en 589 los visigodos rechazaron su versién del cristianismo y se unieron a la Iglesia romana, Aun- que habfa importantes sedes eclesidsticas en la Espaiia visigoda (Toledo era la principal), el paganismo no era desconocido en e| campo, donde la poblacién, que habia sido romanizada, tenfa poco que ver tanto con los visigodos como con el cristianismo, y donde los judios que habian llegado con los romanos vivian en la miseria, casi en la esclavitud. Durante el largo crepisculo que comenz6 en el siglo v brillaron luces escasas y dispersas. La figura solitaria de Isidoro de Sevilla es una de ellas. E] eminente eclesidstico creia necesario que un orden cristiano Ilenara el terrible vacio que habia dejado el desmo- ronamiento de las instituciones civiles romanas. Con su obra poli- tica mas reveladora e influyente, Elogio de Espajia, intenté intro- ducir a los visigodos, que estaban en el poder, en el tapiz de la continuidad cultural que habian interrumpido. Para ello concibié Ja historia de los visigodos como una continuacién de la de los ro- ly de 34 ¢ historia de un lugar de primera manos. Mucho mas famosa es la obra maestra de Isidoro, las Eli- mologias, que atin podemos leer. En este esfuerzo intelectual, sin parangon en aquellos siglos, Isidoro aspiraba a preservar los jiro- nes del conocimiento del mundo antiguo para un futuro atin incier- to. Con todo, a pesar de los valientes intentos de Isidoro por mos- trarlos como dignos sucesores de los romanos, los visigodos no daban la talla. Como resultado, habia muy poco que defender cuan- do, a comienzos del siglo vin, la oleada siguiente de conquistadores e inmigrantes Ilamé a la puerta. Como habja ocurrido a los romanos tiempo atras y a las tribus germanicas mds recientemente, los musulmanes se enamoraron de la peninsula redondeada que cuelga al extremo occidental del Me- diterraneo. Hispania estaba madura, lista para ser cosechada. El reino visigodo que los musulmanes de nuevo cumio del norte de Afri- ca querian, y que tomaron y colonizaron con bastante facilidad, habia sufrido las consecuencias de siglos de discontinuidad civil: era politicamente inestable, estaba fragmentado por las divisiones ét- nicas y religiosas, y era culturalmente débil. Incluso el mito cristia- no que rodea los acontecimientos del aiio 711, la historia que se compuso varios siglos después para contar cémo la vieja Espanta cristiana se habia perdido a manos de los musulmanes, gira en tor- no al caos politico, a la corrupcién moral y a la decadencia del ulti- mo de los reyes visigodos. Cuando Abd al-Rahman llegé a la penin- sula, menos de cincuenta afios después de que los primeros ejércitos musulmanes cruzaran el estrecho de Gibraltar, casi todos los te- rritorios visigodos hasta Narbona (Aquitania), en el norte, habfan sido tomados por los musulmanes. Cuando el principe omeya con- templs por primera vez la tierra en la que tendria que vivir como exilado politico, seguramente sabia que no habia retorno posible a su patria. Esta tierra a la que habia ido a parar seria lo que él hi- ciera de ella. No podria salir, solo podria ampliar sus dominios y hacer que esa tierra estéril, poblada de ruinas, diera nuevos frutos. siguientes, mas 0 menos hasta En el curso de los trescientos aio: el inicio del segundo milenio segtin los calculos del calendario cris- 35 La jova del mundo ere tiano, el orden politico y ef florecimiento cultural que una yer bian adornado a Ja Hispania romana regres: ron a Iheria. Pero los musulmanes nunca tomaron la totalidad de la peninsula, Yen las regiones montanosas del noroeste, en la costa atléntica Yen log Pirineos, subsistieron puestos de avanzada cristianos, Aunque las poblaciones cristianas por alli dispersas ocasionaron escaramy. zas en las fronteras, la historia politica del estado cordobés es no- tablemente uniforme. Su estabilidad hace que su estudio resulte aburridor para cualquiera salvo un entusiasta: los emires se suce. den y gobiernan durante décadas, se hace una adicién tras otra a la mezquita de Cordoba, una cosa sigue a la otra, en calma, como si se tratara de un desafio deliberado a la historia. Pero en medio de la estabilidad de los largos reinados y de la ordenada suce- én de los hijos, nietos y bisnietos de Abd al-Rahman, hubo Tevo- luciones de otros érdenes. Sobrevino un importante renacimiento econémico: la poblacién crecié, no solo en las ciudades, que se vigorizaron y se hicieron cada vez mas cosmopolitas, sino también en el campo, antes diezmado, donde la introduccién de nuevos cul- tivos y nuevas técnicas, entre ellas la irrigacién, hicieron de la agri- cultura un negocio préspero. Ademas, se reconfiguraron y se exten- dieron las rutas panmediterréneas del comercio y de los viajes que habian contribuido a mantener la prosperidad romana y que eran vitales para la continuidad cultural. Al-Andalus crecié con una identidad propia. Los soldados ylos colonos que los soldados trajeron consigo o en los que se convirtie- ron eran relativamente pocos en comparacién con los otros habitan- tes de la peninsula. Los recién Iegados, con sus lenguas, sus cos- tumbres y su religién, constitufan tal vez el uno por ciento de la poblacién total en la primera generacién de conquista y asentamien- to. Como en el caso de Abd al-Rahman, su origen era en parte dra- be y, en la mayor parte, bereber. En el curso de unas pocas genera- ciones, la gran cantidad de conversos al islam procedentes de los grupos étnicos mas antiguos y de las poblaciones cristianas y paga- nas hizo que 1 a. ja comunidad musulmana andalusf aleanzara un ta- mafo mucho mayor que las demas, y que se caracterizara por el matrimonio mixto y la mezela de sangres y culturas, Mientras que 36 ___ Breve historia de un lugar de primera Jos visigodos, que se distinguian prineipalmente por criterios étni- cos, habian sido una minoria de extranjeros durante los siglos en que habian dominado Hispania, los musulmanes eran mayoria y pertencefan al varios grupos étnicos. Como habia ocurrido con los tianos antes de elle cris ‘ellos, el poder y la autoridad de Ios musulma- nes residia en su fe, ala que convertirse no solo era posible sino ileseable. La conversion se estimulaba y de cierto modo, en términos pragmaticos, s¢ for s ‘aba, debido a las ventajas civiles de tas que ge vaba cualquier musulmin, ya se hubiera convertido dos dias an- tes o descendiera de la tribu beduina de mas prestigio, los Quraysh, ala que pertenecia cl mismo Muhammad. Por todo esto, la gente se convirtid en masa. Debido a la convergencia de un origen étnico mixto y una reli- gion de conversos, un musulman cordobés del ano 900 (para no hablar de uno de doscientos 0 cuatrocientos afios més tarde) podia tener entre sus ancestros a los hispanorromanos, a los bereberes 0 a ambos, mas uno que otro arabe de Siria y algun visigodo. Estos ultimos dos grupos habian sido siempre los mas reducidos y los gominantes politicamente. El colmo del prestigio estribaba en po- der decir, como muchos hicieron a través de los afios, que uno des: cendia de los arabes del desierto que habian salido de la penin- sula Ardbiga o de lo: que habian dirigido las primeras expediciones hacia el oeste. La sangre érabe era el rasgo mas aris- tocrsitico y deseable, y la sangre arabe siria corria por las venas de la venerable linea paterna de la cultura andalusi, tanto en sentido literal como figurado. Pero incluso los emires y luego sus hijos, los califas que descendian directamente de Abd al-Rahman (que era medio bereber y medio sirio), eran, casi todos, hijos de madres cr tianas procedentes del norte. La piel blanca y los ojos azules de estos omeyas solian suscitar comentarios entre los visitantes que venfan de Oriente. Por estas mismas razones, no todo lo arabe era necesariamen- te islamico. El otro manantial de la cultura andalusi, la lengua dra- be, se desbord6 de su cauce religioso original y corrié mas alla de Jas necesidades religiosas de la comunidad musulmana. Era la po- derosa y querida lengua del imperio, y tenia vineulos vitales con sirio: s+ del mundo oo a los demas aspectos de la civilizacién. Hasta donde la vista alea, zaba y mas alla, el arabe era la lengua franca de todos, salvo qe bee barbaros; donde no era la lengua nativa, al menos era el pidgin ri los viajeros y los mercaderes. En la mayor parte de la peninsula te vitalizada, los miembros de las otras dos religiones adoptaron al arabe como lo ultimo del refinamiento y la distincién. En e] Duevo pal Amico no solo se permitia que vivieran los judios y los cris. tianos, sino que, siguiendo el mandato del Coran, se los Protegia, Pocos aitos después de la legada de Abd al-Rahman a Cérdoba, jag comunidades judia y cristiana de al-Andalus estaban ya plenamen. te arabizadas. Uno de los documentos mas famosos de este perio. do es el lamento de Alvaro de Cérdoba, de mediados del siglo 1x, que describe cémo los jévenes de la comunidad cristiana no podian es. cribir ni siquiera una carta en latin pero escribian (0 aspiraban a escribir) odas en arabe clasico para competir con las de los musul- manes. Desde luego, esta adopcién del drabe por parte de los dhimmi (palabra arabe que designa a Ja «Gente del Libro», a los judios y a los cristianos que comparten el monotefsmo de Abraham y las es- crituras, a quienes es menester proteger), puede verse a través de todo el mundo islémico. En principio, los gobiernos islamicos estan obligados por el Cordn a no hacer dafio a los dhimmi, a dejar que los judios y los cristianos vivan entre los musulmanes. Pero mas alld de esa prescripcién fundamental, al-Andalus fue, desde sus comienzos, el escenario de una relacién memorable entre los credos, Alli, la comunidad religiosa se levanté de las cenizas de la existen- cia desastrosa que habia llevado bajo el dominio de los visigodos. El ministro de asuntos exteriores del emir que se proclamé califa en el siglo x era judio, Los matrimonios entre las culturas y la calidad de las relaciones culturales de los musulmanes con los dhimmi fue- ron aspectos vitales de la identidad andalusf tal como esta se cul- tivé durante los primeros siglos. Esta identidad era uno de los ras- gos distintivos de los omeyas frente al resto del mundo islamico. En 929, lo que muchos habian percibido y creido desde 756 se dijo en voz alta: en cada mezquita de al-Andalus se leyé la declaracién que decia que Abd al-Rahman III era el verdadero Defensor de la Fe, el 38 — ___Breve historia de un lugar de primera califa legitimo de todo el mundo islamico y cl lider religioso de to- dos los musulmanes, a contundente de us racién de soberania por parte de los and: significaba mucho mas que la independencia politica. Implicaba que al-Andalus asumia la direecién legitima de todos los musulmanes, no solo de los de al-Andalus, y revelaba la fatal debi- lidad que aquejaba al Imperio abasi en la primera mitad del si- glo x. Ninguna civilizaci6n, en ninguna parte del mundo, habia « tan espléndida en los dos siglos previos como la de los abasies. Uno de los lugares comunes con mds fundamento en la historia de la civilizacién islamica es el que dice que el perfodo que siguié al de- rrocamiento de los omeyas y al establecimiento de la capital en Bag- dad fue el cenit del desarrollo y de la influencia de tal civilizacion. La cultura aventurera y enérgica de los abasfes, quienes, entre otras cosas, emprendieron el proyecto de traducir el corpus filos6- fico griego al arabe casi en su totalidad, afecté a Cérdoba y otros muchos lugares en su amplia érbita. A pesar de que se habfan tras- ladado al interior del continente, alejandose del antiguo mar de los romanos para establecerse en Bagdad, un antiguo asentamiento a orillas del Tigris, cerea de donde este se encuentra con el Eufrates, los abasfes irradiaron una fuerza benéfica de renovacidn hacia el Mediterraneo. Fueron los responsables de la prosperidad material ¢ intelectual que se extendié por las costas del mar interior. El caos que se cernié sobre la capital abasf ocasion6 la declara- cién de independencia y de superioridad por parte de los andalusies, quienes hasta entonces se habian contentado con la ficcién parcial de que eran una mera provincia, si bien luminosa, del califato que tenia su centro en Bagdad. Pero en 909, Bagdad perdié el control del imperio y lo increible se hizo realidad: un grupo de chiitas que se consideraban descendientes del asesinado Ali, el yerno del pro- feta, lograron tomar el control de las provincias occidentales del Imperio abasi. En Ténez, cerca de al-Andalus, estos aspirantes, bajo el mando de un iman que afirmaba ser descendiente directo de Fatima, hija del profeta y esposa de Ali, declararon que su estado islamico escindido era el califato legitimo. Para los andalusies era aceptable que los omeyas, relativamente independientes, hubieran 39 va del mundo Jabra la autoridad de los lejanos abasy reconocido a menos anes situacién, y el hecho de que <, Todos se habyan libertad y comodidad entre las ciudades rivale, prudiera viajor 69% habia contribuido a saciar la sed de los ands, de Cordoba y ety een Jas modas de la metrépoli oriental. Pero sados or edoba, que siempre habia tenido un pec. legitimidad, no podia seguir viéndose si lusies, intere’ é comienzos del siglo x Co liar sentido de su propia oe i i rovincia. ‘sma como una capital de pi ne | - " ‘A diferencia de Irak, donde vivian los abasies, Ttinez estaba muy cerca de Cérdoba, y los insurgentes stenoses rivales para los andalusies. Por esto, el panorama cambié cuany lo los fati- mies no solo proclamaron su independencia sino su autoridad, afir. mando que representaban todo lo que el estado islamico eray de. bia ser. Los omeyas contraatacaron afirmando que el liderazgo auténtico y el centro del mundo islamico estaba en Cordoba. La declaracién fue emitida en 929 en voz alta y clara por el joven Abd al-Rahman III, digno heredero de su ancestro y tocayo. Cérdoba tenia razones para creerse el centro del mundo conocido, y no solo desde el punto de vista de los cordobeses. Esta declaracién suscité reaceiones de hostilidad y rivalidad entre los eristianos del norte y Jos musulmanes del sur, y los resentimientos se abatieron sobre la ciudad dorada del Guadalquivir. Pero no pasemos a la destruccién de la gran capital califal de Europa sin detenernos brevemente en el corto siglo de su merecida celebridad. A comienzos del siglo x, Cérdoba era un lugar asombroso. Las descrip- ciones de los historiadores contempordneos y posteriores estan lastradas por el catélogo de sus maravillas, que se cuentan por de- cenas, por cientos, como si de las conquistas de don Juan se tratase: las riquezas incontables del califa y de su capital, los novecientos baiios y las decenas de miles de tiendas, las cientos 0 quizd miles de mezquitas, los acueductos, las calles pavimentadas y bien ilumina- das... Hroswitha, la monja culta de Gandersheim, estaba tan bien relacionada con los circulos diplomaticos y sociales de la corte de Otto I que escribié una'brillante descripcién de la ciudad musulmana ba- 40 I —__ Breve historia de un lugar de primera cada en las conversaciones qui sostuvo con uno de los emisarios que el califa Abd al-Rahman enyié a Otto en el afio 9 La luminosa joya del mundo brilld en el oeste, en una ciudad no- ble, conocida por la destreza militar de sus colonizadores hispanos Cordoba se Hams y fue rica y famosa por sus placeres y resplandecien- te por todo cuanto tenia, y especialmente por s les de " ° ‘iete manant sabiduria [el trivio y el cuadriviol y por sus constantes victorias Pero Cordoba era luminosa no solo en comparacién con las tie- tras del norte, que poco habian progresado material y culturalmente desde el siglo vi. También los cronistas e historiadores arabes di- fundicron la imagen de Cérdoba por el resto del mundo islmico, don- de el agua corriente y las bibliotecas formaban parte del paisaje co- tidiano. Estos autores vieron y recordaron la ciudad como «la mas alta entre las altas, la més lejana de las lejanas, el lugar del pardmetro.! Desde luego, no solo brillé Cérdoba sino también el resto de al- Andalus, el territorio sobre el que presidia el califa. La riqueza in- telectual de al-Andalus, inseparable de su prosperidad econémica, haria de esta tierra la «joya del mundo», La biblioteca califal, que segtin un recuento constaba de cuatro- cientos mil volimenes cuando la biblioteca mas grande de la Europa cristiana albergaba apenas cuatrocientos manuscritos, es una mues- tra de la actitud de al-Andalus frente a la cultura y de su opulen- cia intelectual. La biblioteca califal de Cérdoba era una de las se- tenta bibliotecas de la ciudad. Cérdoba amaba tanto los libros que, segun un relato de la época, en la ciudad habia setenta copistas que se dedicaban exclusivamente a copiar el Coran. En una de las muchas paginas que dedica a Cordoba, el historiador Edward Gib- bon describe la devocién por los libros de este territorio islimico que él tanto admiraba y que juzgaba como muy superior a la cultura antilibresca de la cristiandad medieval. Dice que solo los catalogos de la biblioteca de Cérdoba Ilenaban cuarenta y cuatro volumenes, y que contenian informacién sobre unos seiscientos mil volime- nes. El islam era un mundo de clérigos. Su élite estaba conforma- da por los prestigiosos abogados que estudiaban los textos sagrados 41 La joya del mu - - _ nos ¥ burderatas que trabajaban en log tribunaleg “tw servir a este segmento de la poblacisn, 1. act sae » lag pibliotecas eran monumentos de una cultura que atesoraba ¢| ca. habian sido construidas por gobernantes que posefan log ae pare ‘Jo. Podemos asumir que muchos de sug libros saban sobre temas de escaso interés para visitantes awe no ern, Jos, pues en la biblioteca islamica eran a y por los escribs reales, Pero ademas ber cu vel musulmanes 0 arabofil en Ii dominantes las obras sobre la religién y la lengua. Pero habia libros de todo tipo, y algunos de ellos habrian asombrado a cualquier yj. sitante cristiano, necesariamente ignorante acerca del mundo clg. sico. Gracias a su intercambio con Bagdad, que habia emprendido el admirable proyecto de traducir a los griegos, las bibliotecas an. dalusies albergaban también obras de tradiciones perdidas para e] occidente latino y aun ignoradas en el resto de Europa en el siglo x, Es significativo que quien jnformé a Hroswitha sobre las marayillas de Cordoba, entre ellas el conocimiento del trivio y el cuadrivio, no fuera un musulman sino un cristiano: Racemundo, obispo de Elyi- ra, la sede eclesidstica de al-Andalus. La descripcién de Hroswitha nos transmite la sensacién de un cristiano que dominaba el arabe y el latin, que venia de un lugar donde se conocia a los olvidados griegos y donde un obispo podia ser un miembro estimado del cuer- po diplomatico del califa. Las bibliotecas de Cérdoba son puntos de referencia que nos indican el bienestar de la sociedad andalusi, no solo el de los eru- ditos. La biblioteca representa un cruce de caminos casi perfecto en- tre lo material y lo intelectual. Las bibliotecas que se construyeron en Cordoba (inauditas e inimaginables durante siglos en las ruinas intelectuales del Imperio romano) dependian en ultima instancia del vigor del comercio por el Mediterraneo. La fuerza mercantil im- pulsaba la innovacién tecnoldgiea, y el hecho de que pudieran existir en al-Andalus bibliotecas de dimensiones antes impensables se debié en gran medida a la actividad de la fabrica de papel de Jati- va, un pueblo cerca de la préspera ciudad costera de Valencia. El papel era mucho mds barato y mas abundante que el anticuado pergamino, que atin se utilizaba en lugares menos desarrollados. Para sacar adelante el proyecto social y cultural de las bibliotecas Breve historia de un lugar de primera tambien fue esencial que se generara una serie de actitudes frente al saber. Los andalusies eran conscientes del deber de transmitir el conocimiento de generacién en genera relacidn entre las diversas modalidades del conocimiento, modali- dades que aparentemente podian resultar contradictorias y de h cho lo parecen hoy en dia, como la fe y la razén, En estas bibliote los opuestos se sentaban lado a lado, sin miedo a la contradiccién, como corresponde a un lugar «de primera». Para los cristianos que habitaban los territorios de Galicia y Asturias en el noroeste y las tierras al norte del rio Ebro en el nor- deste, era evidente que antes del final del primer milenio la penin- sula Ibérica se habia recuperado de la depresién econémica y cul- tural que habia seguido al desmoronamiento de Roma. La gloriosa ciudad de Cordoba y la regidn de al-Andalus, de la que era capital, habian reparado la desolacién cultural, material e intelectual de Oceidente. Durante el primer siglo del segundo milenio se abrieron toda clase de caminos; hasta los rincones mas apartados del norte llegé la noticia de todo lo que la vida podia llegar a ser y de todo lo que una cultura podia lograr. El trafico intelectual y material en- tre los mercados hambrientos del norte y los présperos mercados del sur se abrié y con el tiempo amplié los horizontes de todo el mun- do, Entretanto, al-Andalus estaba satisfecho, saludable y seguro de si mismo y de su superioridad frente a los cristianos del norte y frente a los demas musulmanes. Tras el paréntesis abasi de doscien- tos afios, los cordobeses, los andalusies, no sintieron vergiienza al- guna al reclamar para si el lugar que por derecho correspondia a los escena mundial. in y la consciencia de la omeyas en el centro de la En alguna medida el califato de Cérdoba fue victima de su propia prosperidad y de su éxito, Contradiciendo los lugares comunes, esta historia estd lejos de ser un simple conflicto entre infieles y creyen- tes. Al final del siglo x, un visir Hamado al-Mansur (Almanzor), que se hizo mds poderoso que el joven y débil califa euyo protector era, realizé asaltos provocadores y dahinos contra algunas fortalezas cristianas del norte. Estos asaltos y provocaciones a los reinos del 43 ndo La joya del mu! ins fueron, sin embargo, la causa del desmoronamicn,, Q | norte no ; er califal central. poder cali von a desencadenarse fuertes ren 1009 comenzaron BNerTaS civ entre las faeciones musulmanas s nisin Durante 1 décadas siguientes estas guerras esgarraron la Joya del my, Tos andalusis, consternados, dieron a eae de autode, cl nombre de ftna, tiempo de conflictosy La cultura andalys;, hacia poco habia aleanzado su apogeo, cay cada vez mas bajo declive no se debia a los barbaros extranjeros sino a todo tipo de harbaridades internas, de errores dentro de la Casa del Islam, iy arrogancia y el exceso, ocasionados por su exorbitante Tiqueza habian empezado a tefir el ealifato a finales del siglo x. Al niga’ tiempo, la actitud prepotente de Abd al-Rahman IIT al declaray a califato andalusf habia contrariado a otros aspirantes a la autor, dad suprema, en un momento en que ciertos territorios islamicos poderosos, hostiles a los idiosincrdsicos omeyas tanto en e] campo ideol6gico como en el politico, se fortalecian en el norte de Africa La violenta destruccién de Madinat al-Zahra (Medina Azahara), el Versalles de Cérdoba, en 1009, justo tras el inicio de las guerras civiles, puede verse como el comienzo del final del bienestar politi. co de este pais islamico de la Europa medieval. La suntuosa ciudad palaciega a las afueras de Cérdoba fue uno de los logros arquitee. tonicos y urbanisticos mas fabulosos y legendarios del mundo islé- mico. Aunque solo ha sido parcialmente excavada, lo que hoy pode- mos ver, combinado con los relatos de lo que una vez hubo alli, revela una sofisticacién arquitecténica deslumbrante. Madinat al- Zahra habia sido construida a comienzos del siglo x por Abd al- Rahman III; el complejo arquitecténico sustentaba el desafio lanza- do a los abasies. No fueron los cristianos, con quienes el califato habia estado contendiendo en las fronteras, quienes saquearon esta sede monumental de los omeyas antes de que se cumpliera un si- glo de su construccion. La destruccién fue perpetrada por otros mu- sulmanes, por bereberes malhechores, asoladores, que ventilaban resentimientos de todo tipo, Eran miembros de los ejéreitos de mer Cenarios que los tltimos gobernantes del califato, desesperados, ha- bian Ilevado a al-Andalus para pacificar el territorio. La devast ‘§ log 1», Struceign, fue 5 Su 44 Breve historia de un lugar de primera cién de 1009, s milar en su carga simbdlica ueo de Roma por los een en el ano 410, fue el sintoma de una sociedad civil que habia perdido el control de si misma y lo habia dejado en manos de tropas extranjeras. Las ruinas de los palacios y de los jardines de Madinat al-Zahra se convirtieron, en la memoria andalusi, en el simbolo de la grandeza del hombre y de su fragilidad. La destruccion de Madinat al-Zahra revel la divisién que exis- tia entre las varias comunidades de musulmanes que participaban en la lucha por forjar una legitimidad politica y religiosa. Esta di- visién se habia manifestado cien afios atras, cuando los andalusies se habian declarado los califas verdaderos. Particularmente feroz era el enfrentamiento entre los musulmanes bereberes del norte de Africa, conservadores, incluso fundamentalistas, y los andalu- sies. Desde luego, muchos andalusies eran descendientes de bere- beres que se habian instalado en la peninsula en el siglo vill, época en que ya habia rivalidades politicas e ideolégicas entre los lide- res Arabes sirios y la plebe bereber. Pero la identidad andalusi se. habfa configurado durante los doscientos cincuenta anos siguien- tes, y al-Andalus se habia definido como un dominio omeya en el exilio. Los ciudadanos andalusies, incluso los que descendian de Jos primeros colonos bereberes, tenian propésitos contrarios a los de los bereberes que estaban al otro lado del estrecho de Gibral- tar. Como entidad politica, al-Andalus murié en condiciones simi- Jares a aquellas bajo las que nacié: como un capitulo mas en la lucha sangrienta dentro del islam por la autoridad legitima, una fase en la intensa y en ocasiones rencorosa contienda por la suce- sién de Muhammad. La disolucién total y oficial del califato de Cérdoba sobrevino en 1031. Habia pasado poco mas de un siglo desde su proclama- cin optimista y triunfal. Madinat al-Zahra nunca se recuper6, pero un fénix mixto se levanté de las cenizas del califato: los rei- nos de taifas o de «partidos». La palabra arabe taifa significa «par- tido» o «faccién», y en este caso significa partido escindido de la co- rriente central. Como consecuencia de la fragmentacién del califato de Cordoba, cada ciudad, con sus territorios adyacentes, se convirtié en un estado independiente 0 cuast independiente. Las OCEANO ATLANTICO “QU gy_aNDALUS "as Navas de T Lenn Tlemcen AWK AIS fies (1030-1193) ¥ ALMOHADES a —___ Breve historia de un lugar de primera habrian de luch: taifas ar entre si i s a Sf por adquirir el prestigio y | vidad que una vez habia i lifal anda. autor a una 7 habia pertenecido a la capital ealifal anda- sf, ya en ruinas. Durante los ‘ lust. ) onan ‘urante los primeros anos habia cerca de se- senta estados de clversos tamatios y procedencias politicas. Algu- nos estaban dominad: oo : 0S por los omeyas partidarios del antiguo régimen, otros por los grupos tribales que se consideraban a si mismos la verdadera aristocracia arabe, y otros por los bereberes o por aventureros militares descontentos. Con el tiempo, la gue- rra incesante entre las ciudades rivales hizo que solo sobrevivie- yan algunas taifas, con bastante poder. La comunidad judia fue una parte vital del panorama cultural de esta época. Como ocurrié con otros cordobeses acomodados, muchos judios présperos y cultos abandonaron la antigua capital, que se habia vuelto peligrosa. Algunos emigraron a las taifas recién formadas y reasumieron las posiciones influyentes que habian de- tentado en Cérdoba. La taifa de Granada, un ejemplo conspicuo, recluté a un joven de talento cuya familia habia huido de Cérdoba y se habia instalado en Malaga. Como sus patrones esperaban, Samuel ibn Nagrila Iev6 su refinamiento cordobés omeya a aque- lla tierra y rapidamente se convirtié en visir o primer ministro. También lego a ser el primer nagid, la cabeza de la comunidad judia. Fue uno de los mejores poetas de la nueva Edad de Oro he- brea, y se le conoce por su nombre honorifico, Samuel al-Nagid. Por la misma época, los territorios cristianos del norte empeza- ron a consolidarse como reinos unificados y ganaron poder. Las ciu- dades controladas por los cristianos, que se expandieron lentamente hacia el sur a lo largo del siglo x1, estaban envueltas en las mismas batallas por la adquisicién de territorios, por el liderazgo y por la supremacia cultural que las ciudades musulmanas. El Cid, un aven- turero militar ambicioso que se convertiria en un personaje capital enel mito y la leyenda de Espaiia, participé con sus tropas en toda clase de batallas en esta época en que la rivalidad religiosa no era una realidad determinante. Los triunfos militares de Rodrigo Diaz, mas conocido por su epiteto arabe (El Cid procede del arabe al-say- yid, «el sefior»), fueron relatados por cronistas musulmanes y cris- tianos. El guerrero sirvié a reyes de las dos religiones, al igual que, La joya del mundo $$ ve: Jos eiudades musulmanas rindieron tributo asus Se es cristianos encontraron sus aliados mas emires musulmanes. ia entre las taifas de la peninsula fy a menudo se asocia con |g i en ocasion' anos ¥ los principes 0 cinos cristi fieles entre los ; La lucha por la primacia ¢ ° i - socialmente destructiva, ¥ militar y socialmente : tienda por el poder que, combinada con la exuberancia cultural, dades italianas del Renacimiento. Muchos de los eristicos e influyentes de al-Andalus s. forjaron en alguna de las muchas eae que surgieron = esta época, y estan relacionados con las mezclas de poblacién Oca. sionadas por la ruptura del califato. En el siglo x1, la caida del po. deroso estado central trajo como consecuencia el cambio de las fron. teras politicas y el desplazamiento de la poblacién que antes habia estado sujeta al califa de Cordoba. Muchos musulmanes se encon. traron viviendo en ciudades cristianas (los soberanos cristianos los Jlamaron mudéjares), junto con los judios arabizados y otro grupo hibrido, los mozdrabes. Estos tltimos eran cristianos arabizados que, tras trescientos afios en tierras del islam, habian adoptado caracteristicas que los diferenciaban de manera radical de sus co- rreligionarios del occidente latino. En la otra direccién también hubo intersecciones: los cristianos del norte, de habla romance, co- menzaron a visitar lugares que, aunque cercanos, les eran descono- cidos. En ocasiones se establecieron en estos lugares, que para ellos eran mundos culturales ajenos, pero que répidamente dejaron de serlo. La desordenada fraternidad hizo que todos se familiarizaran con los sonidos, los olores y los colores de sus vecinos. La mezcla de lenguas, de religiones y de costumbres (de comi- da, de ropas, de canciones, de estilos arquitecténicos) se produjo con especial vitalidad en la peninsula, pero también se extendié mas alla de los Pirineos. Aunque habria que esperar hasta los siglos x11 y xill para que tuviera lugar una interaccién verdaderamente pro- miscua y transformadora entre al-Andalus y el resto de Europa, sus comienzos eran ya evidentes en la segunda mitad del siglo x1. El intercambio habja sido estimulado por la cultura mévil de las ciu- dades-estado, robustas y competitivas, musulmanas y cristianas. Pero hubo otro elemento que reformé el paisaje cultural y politico caracterizé a las ciu rasgos culturales mas caract 48 Bi Breve historia de un lugar de primera de Europa en el primer siglo del milenio: la expansién de los nor- mandos. El resultado del encuentro entre los cristianos normandos y los musulmanes de Sicilia (que también era un dominio islimico des- de la expansién del siglo vi. que habia dado origen a al-Andalus) da cuenta de la movilidad del poder y de la absorcién cultural que tenia lugar en aquella época. En 1072, tras treinta y cuatro afios de resistencia, Palermo, la capital de la Sicilia ishimica, sucumbid ante los invasores y se convirtié en el centro del reino normando de Sicilia. Pero un siglo y medio mas tarde, los normandos arabizados se habian convertido en cautivos de la cultura que habfan conquis- tado. Este caso ilustra Ja relacién complicada y a menudo paradé- jica que se entabla entre la politica, la ideologia y la historia mili- tar, por una parte, y la cultura, por otra. Aunque la Iglesia habia tenido desde el principio una actitud hostil frente al islam (la tota- lidad del patrimonio cristiano oriental estaba bajo la soberania mu- sulmana desde los siglos vi y vim), nunca habia estado en posicién de declarar la guerra a su enemigo ideolégico. Pero en 1095 en Cler- mont, Francia, el papa Urbano II inst6 al Occidente cristiano a em- prender una cruzada para recuperar Tierra Santa de los infieles musulmanes. Desde nuestra perspectiva, aquella época parece de- finida por este acto de intolerancia religiosa agresiva. Sin embar- go, fue también la época en que se leyeron, se tradujeron y entra- ron a formar parte de la tradicién occidental muchos de los libros de las espectaculares bibliotecas de Cordoba. Muchos de los hom- bres que realizaron este proyecto pertenecian a la jerarquia de la misma Iglesia que promovia las cruzadas. En la peninsula Ibérica, el perfodo tumultuoso de las taifas ter- miné con un acontecimiento caracteristico de la época. En 1085 Alfonso VI de Castilla, un monarca cristiano de gran ambicién y astucia politica, protector de la taifa islamica de Toledo, de crucial importancia, consolidé su poder y tomé el control de la antigua ciu- dad de manera abierta y oficial. Alfonso habia triunfado contra adversarios musulmanes y cristianos en su apuesta por el lideraz- go sobre vastos territorios. Hizo de Toledo su capital y la heredera visible de algunas de las glorias pasadas de Cérdoba y de al-Anda- 49 La joya del mundo a del mun —— us influyentes sucesores Se convirtieron en Patrog; nadores e incluso en propagandistas de gran parte de la cult, arabe y de sus bienes intelectuales: ¥ permitieron que el occident, latino tuviera acceso a ellos. Toledo se convirtié en la capital eurg. pea de las traducciones y de la vida intelectual, especialmente cien. if filosdfica. i en el sur, Ja toma de Toledo por parte de un poderoso mo. narca cristiano, un contendiente verdadero y no simplemente ot, sefor de una ciudad menor, provocé una reacci6n militar de reper. cusiones historicas. Mutamid habfa sido el rival de Alfonso por ¢ control de Toledo. Era tan ambicioso y tan apto como él, y desde su sede en Sevilla pidié ayuda a Jos almoravides, el régimen fun. damentalista que recientemente se habia establecido en Marrakech y habia fundado el pais que conocemos como Marruecos. Los almo- rvides pertenecian a las tribus bereberes y habian construido un imperio importante en el norte de Africa. Eran fanaticos y consi- deraban que los musulmanes andalusies eran insoportablemente débiles, pues tenfan relaciones diplomaticas con los estados cris- tianos y promovian la participacion de los judios en practicamen- te todos los ambitos del gobierno y de la sociedad. Mutamid de Se- villa, engafiado hasta cierto punto, no reparé en la orientacién politica de los almoravides. Crey6 que podia utilizarlos para que Jo ayudaran y enviarlos luego de regreso. Los almordvides llega- ron como aliados de los débiles reinos de taifas y lograron derro- car répidamente, en 1086, a Alfonso VI. Luego estos supuestos protectores se quedaron en al-Andalus y se convirtieron en sus lus. Alfonso y st tiranos. Para 1090 ya los almoravides habian anexado los reinos de tai- fas, lo que quedaba del venerable al-Andalus, a su reino adusto e intolerante. Durante los siguientes ciento cincuenta aiios, los anda- lusies musulmanes estuvieron gobernados por extranjeros; prime- ro por estos almoravides, y luego por los almohades o

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