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gL BOSQUE Y EL LOBO Be eaeanvENDd SENTIDO EN TIEMPOS DE INDUSTRIA CULTURAL Y GLOBALIZACION FORZADA EL JUEGO DEL BOSQUE y el lobo se jugaba mucho cuando yo era chica, no sé si todavia se seguira jugan- do, Es un juego tradicional, muy viejo, uno de esos juegos excitantes de ocultamiento, inminencia y per- secucién. Reaparece en muchas culturas adoptando diferentes formas. Yo me voy a detener en la que tiene én el mundo de habla hispana, que fue la que conoci &1 mi infancia. — 132 —— Un grupo de nios —o de ovejas— ge dani y forman una ronda. Dicen estar en e] bosque Ais jugar. Pero, mientras giran y cantan, se mn Key pendientes de alguien, alguin otro nifio que ee stray ce oculto y al que Ilaman “el lobo”. Cantan: Mang “Juguemos en el bosque, mientras el lobo no ig Al llegar alli, los rondistas se interrumpen bru mente. Dejan de girar y preguntan: : “Lobo, jestas?” (queda claro que, si el lobo no esy, viera, no tendria goce alguno el juego). Otro niiio (el que hace de lobo segtin el azarow pero también riguroso reparto de roles que precedea la actuacién del juego) responde que no, que no es listo atin, pero que se est4 preparando para salir. Para eso, en muchas variantes, se recurte ail ritul del vestido. Eso le sirve al lobo para no decir nige* ni que no. ie, “Me estoy poniendo los pantalones.-- respore o: “Me estay poniendo la camisa...” ; y Pi mas nervio® Entonces el resto, la ronda, cada ve? por la inminencia del lobo, vuelve a SU canto: @ “Juguemos en el bosque, mientras el lobo n° Lobo, jestas?” f El lobo se ird vistiendo poco a por? P fi BUSCAR INDICIOS CONSTRUIR SEN +é bien vestido, con camisa, pantalones 5 ndo ya & fe respondera a la famosa pregunta: zapatos, ©, en algunas variantes del juego (segtin asegura Ana Pelegrin en su Repertorio de juegos infantiles): sil iY ya tengo bien afilados mis cuchillos!” y saldra de su escondite en lo hondo del bosque para atrapar a los nifios. La ronda se desbandara, habra persecuciones, tam- bién capturas (0 devoraciones) y cambios de bando. Pero el juego en si ya habré terminado. Para que reco- mience debera volverse a la inminencia, con un lobo escondido y un bosque deseable e inquietante a la vez, donde tendran lugar estas citas con “lo otro”. En El libro del verano (Sommarboken), Tove Jan- sson también habla de un bosque, lo llama “El bosque magico”. Se va construyendo de a poco en una narra clén que parece ir rodedndolo sin atreverse a entrar en élde plano, hay vislumbres apenas de troncos aga~ ae marafias insumisas, agujas, podredumbre. on me magico se habfa ido construyendo con FE Salis ‘ie —dice la narradora—, de modo que e tan ft ‘0 entre la supervivencia y la extincién era en gil que no podia permitirse el menor cam- EL BOSQUE VEL LOB? asi bio”. Hay vida en el bosque, sin duda, cha ruido de alas, rozar de patas (aung animales que los producen nunca se vean sumergidos —dice Tave, Jansson— “en jg i. Stay oscuridad de la espesura”). Hay vida y, sin dda Petug bién hay muerte. El bosque no es domesticable. La familia (ast nomina fa autora a los habitantes de la casa ci funcionan en forma de tribu) pretende decorarly pero fracasa. La abuela, que “sabe mas’, se limi, , entrar en él, internandose “mas alla del Pantano ys helechos”. Luego se tiende en el suelo y mira él ce a través de los liquenes y las ramas. Es un viaje secre. to, del que no habla. Otras veces se mete en la espe sura para “tallar animales extrafos”, con “pezuias, garras y hacicos, pero un rostro apenas esbozado, sin demasiados detalles”. Como los talla en troncos yt mas, terminan teniendo la forma misma del bosque Sofia, la nieta, le pregunta si sabe lo que esté hace do. “Claro que sé”, responde la abuela de El libro dl verano, “estoy jugando”. Como un juego es algo e visorio, a la larga los animales tallados por Ta ab 7 se hundirdn en la tierra, se cubriran de muse yo volveré a ser bosque nuevamente. Ya que 5 ey He Las ay 8g La BUSCAR INDICIOS, CONSTRUIR SENTIDO Confio en que estos dos bosques —e] dey fuego in. Ls fantily €! de El libro del verano de Tove Jansson— ee cqrvan para enttar a fa cuestién de la diversidad yl encia con un espiritu mas abierto, se suele reivindicar la diversidad desde el punto de vista ético, moral: habria un derecho a ser dife- vente, ¥ todos los “diferentes” deberian ser respeta- dos en su diversidad. Sin embargo, el bosque parece indicarnos que la diversidad es mucho mas que eso, Que no se trata s6lo de que sea “licita” o “respetable” ydeque tengamos obligacién moral de tolerarla, sino de que es sobre todo bella, gozosa e indispensable, EL verdadero motor de toda construccién de sentido, toda significacién, toda lectura. El bosque nos hace falta. ;Pobres de nosotros si, desprovistos de bosque, | ya no somos capaces de perdernos, de inquietarnos) ydeslumbrarnos frente a lo que nos resulta un poco) oscuro, un poco enmarafiado, un poco incomprensi-/ ble! Seria como perder los enigmas. ¥ el que pierde los enigmas pierde también el desea. “Lo otro” no sélo es 'espetable, “lo otro” nos hace falta, Sia “lo otzo’, “lo Uno” se seca, Sin preguntas, las respuestas se atontan. De manera que, en lugar de defender el derecho a 4n extrafo, voy a hacer el intento de reivindicarla EL pOsQue ¥ EE LOS? 136 «BUSCAR G a extrafieza a secas. La buena, emocionante 4. extrafieza, que nunca deberia faltar en Dies cet Dicho de otro modo: voy a defender Ia j insetige vi Después de mucho pensar, me parecié |p i Umbye Mucho mas que hablar de mis certezas gue. ba ‘iti, son demasiado pocas. everday Esta primera afirmacién —la de ue La incr, dumbre es necesaria, puesto que esta en la genesis di todas nuestras construcciones de sentido, tanto las nuestra historia personal como las de nuestros lun yersos sociales— contrasta dramaticamente con otrs: nuestra sociedad (me refiero aqui a la que se suck llamar “occidental”, cuyas formas se han extendids a todo el planeta) no nos educa para la incertidum bre. Todo lo contrario: el énfasis se pone siempre tn las certezas. La incertidumbre, y también el conflicto, por lo general se ocultan. , Se podria decir que hay un “olvido del bosque O un excesivo amor por las salas muy iluminadss los carteles indicadores y las agendas. Una ie ble exigencia de garantias. Una necesidad de om a | que supone la supresidn de todo lo ingobernab os | ejemplo, la muerte, el cuerpo, el tiempo ys . 2as, lo irracional y lo diferente). Ogg ia, ONSTRUIR SENTIDO c1os, Nos educan para la certeza, esa es laverdad Ni los nifios del bosque ni la abuela del bosque arecen personas demasiado sensatas. Incluso se | podria tachar de locas, ya que, cada cual a su a puscan 12 incertidumbre. La postura de la abuela, sli receptiva (tal vez mas vieja), consiste sencillamente en dejarse permear por la extrafteza (por esa se reco. mienda entrar al bosque despacio, en el crepisculo y en secreto). La de los nifios es més activa, tal vex mis LS joven: se trata de jugar alegremente en los bordes de un conflicto que temen y provocan al mismo tiempo, Ambas son posturas “raras”, y sin embargo cualquiera de ellas me parece més interesante, y sobre todo mas fértil en significaciones, que el “olvido del bosque”. Los nifios y la abuela reconocen el valor del bos- que, Y no porque sea su casa, el lugar mas conocido, sino justamente porque no lo es. El bosque és otra cosa. Y lo que ellos aman es —precisamente— su aje- nidad, o el modo en que su ajenidad juguetea con su sotidiano: la diferencia. El bosque es bueno, parecen decir los dos teat aunque tenga su amenaza adentro: en el juego infan- til, con forma de lobo franco; en el libro de Jansson ‘on forma de podredumbre y snuerte (que es un bor- E nono gp aosQue TFL a 8 de al que, una y otra vez, abuela y Nieta, dg mo, se arriesgan). La ajenidad es buena, ie ig recen decir los amantes del bosque, wk ~p que afrontar el temor a enajenarge, que bay, Pero ya se dijo que no es ésa la Constante g tra cultura. Nuestra cultura parece amar, soh < They las certezas. Aunque muchas de esas certecas entrado en crisis desde hace rato. Porque, Pensinge bien, cuales son hoy nuestras certezas? 3Qné oud de nuestro viejo canon de certezas en este Mundo tap cambiado y, ademas —segtin se dice— cerrado sobre si mismo, globalizado, o en tramite de slobalizacign al menos? 3A qué Hamamos “nuestra casa”? ;Dénde queda “el bosque”? 3Y quiénes somos? 3Acaso segui mos siendo quienes creiamos ser? En nuestro mundo- globo las cosas no son tal como nos las augurabe nuestra vieja educacin en las certezas. Nos han cam biado las reglas. En nuestro mundo-globo podriamos decir, como el gitano de Garcia Lorca, “porque yoy no soy yo, ni mi casa es ya mi casa”. Eso despierta algunos mas miedo que curiosidad, y en otros més curiosidad que miedo. Y, sin embargo, si hiciéramos memor driamos que asustarnos tanto de los cambio’ ia, s. Pordl® BUSGAR INDE CONSTRUIR SENTIDO ees “Ser igual a uno mismo”? id leg laro que estamos siendo vee) nde de sera cada insta te, Ep | pistoria individual, la‘ imagen que tenemos de bgp: tros mismos —eso que Hamamos un poco pomposa. mente “identidad”— se ha ido Construyendo alo lar. gode los afios y siempre a través de los otros, No ha ido en situacion de mondlogo sino en didlogo con el otro —y con “lo otro”— como hemos llegado a ar- marnos nuestro propio cuento. Y no me refiero sola. mente al costado afectivo de la cuestién, a la neces). dad de reconocimiento, al hambre de “ser mirado” por nuestra madre, por ejemplo, que todos hemos te- nido, Me refiero también al motor sensual, intelec- tual, gnoseolégico y cultural que supone la persisten- cia de ese otro que tenemos al lado y que siempre es un acertijo, que nunca atrapamos del todo, que dea fatos nos seduce, o nos desafia, y, en todo momento, nos marca el borde de las certezas. De esa eterna negociacién con lo otro han ido sur- siendo las significaciones. Y con esas significaciones, Pecd a poco, nos fuimos construyendo una casa, dr bujando a nuestro alrededor tna especie de “tierra de ktbranza” hasta armar una pequefia colonia: formas pr nosque t BE LORE a 2qWE, sing 4 do a set” con el correr del tiempo? hel haber 139 140 culturales compartidas con otros, vecin; ciones, saberes, una serie de horizontes, algu cercanos y otros mds remotos, lineag fhuctuann thi, se angostan y se dilatan, en Perpetua transfoy es, % y movimiento. A #80 terminamos Por llamar ca _ sona que somos” 0 el pais que somos” o el sti sociedad, el continente... sk Sialguna vez olvidamos que hemos lle decimos con énfasis que “asi somos” 0 que pew los otros —como si se tratase de esencias Y n0 de construcciones provisorias—, pensemos que se debs aalgun error de percepcidn, o tal vez, sim iplemente, a) miedo que nos provoca el bosque. La identidad se construye dialégicamente, es eter. namente histérica y esta siempre en construccion, hasta la muerte. Aunque, por algtin motivo, lo vay mos olvidando. Con las sociedades y las culturas sucede lo mis mo que con los individuos: no son de una vez y par siempre —por definitivas que nos parezcan— que han Ilegado a ser, y siguen su marcha, transior mandose —o reconstruyéndose— cada dia. Es a aprendemos de la Historia, que nos ensefia @™ 7 que —por medio de fisuras, confluencias fortull 2805, tg i. ‘ado a Sery SCAR INDICIOS, CONSTRUIR SENTIDO es brutales— las distintas Sociedad, do contacto unas con otras, an esos encuentros se reformyla vis la composicién de las tierras fyero8 transformando los horizontes, pero seria ingenuo seguir hablando de [a diversi- gad sin aclarar que hay mas de un juego en danza, Uno es el de la abuela de El libro de] verano ol de jos niios intrépidos que, jugando, le dirigen la pala- braal lobo. Podriamos Hamarlo el “juego de| explo- rador”, o de la incertidumbre: en ese juego, el bosque seduce, deslumbra e inquieta, funciona como acertijo yel contacto tiende a cambiar el horizonte de las sig- nificaciones. El otro juego no es un juego de acertijos sino un juego de poder, el juego por el cual la diversidad se convierte en asimetria, Lo podriamos llamar el “jue- go del conquistador” o de las certezas, En este juego el bosque se convierte en territorio de ocupacién, en fi cha —devorable— del tablero, En propiedad, en coto. Enel juego del conquistador, las significaciones no se buscan, mas bien se imponen. Tal vez no sean del tado independientes ambos Megos, hasta es posible que en muchos casos ven- es han ido ¥ que con ea le Ton las certezas, de labranza Yse EL BOSQUE ¥ FL TORO 142 gan mezclados. Pero tienen diferente signo, sin sCamo es que se pasa de un juego al otrg? Ser Sut, miedo al lobo se vuelve mas importante que | ‘Mey por jugar en el bosque? 3O sera que la solemnidae” triste falta de humor de algunos jugadores leg ae parecerse més a esa deliciosa abuela de Sofi, a comenzar la novela, busca su risa de den| za entre las peonias? En todo caso, lo que queda claro es que, cuando je ha entrado en el juego del poder, la casa y el bosqueya no son diferentes, sino que pasan a estar enfrentados, Compiten. Y, cuando se compite, como le explicaby el implacable socidlogo-lingiiista Humpty Dumptya la novata Alicia, la cuesti6n pasa a ser una sola y muy clara: “saber quién manda”. Alla el bosque con su os curidad, y aqui nosotros, en nuestra casita: trazamos la raya (ya veremos luego quién se anima a pisarla os fa deja pisar en un descuido). El juego del poder tiene sus reglas, como cualguiet juego, y también sus variantes. Me voy a detenct en tres, de las mas tipicas, mele La variante mas sencilla se podria Hamar “1 do con el enemigo!”. El otro —el extranjero, la otra cultura; * al fadura poy Ia oscutt DURE AR RUER SENT DICIOS, CONS > incomprensible, el “lobo”— es Vivido com jgroso. El juego consistiré, pues, en ia nerl0 acorralado para evitar el contacto, [a idea es ay algo amenazante y “raro’ del otro lado dela ia Segin el caso se lo Hamar monstruo sedien- to de sangre”, “hiena’, “ogro”, “bestia”, “barbar ye recurrird a metdforas médicas, como “contagio”, quimicas, como “contaminacién”, 0 geoldgicas, como “alavién’, para reforzar el tabu del contacto. En aca. siones —y esto marca el final del juego— se resuelye atravesar la raya, incendiar el bosque y aniquilar al enemigo. Ala variante numero dos del juego del poder la podriamos llamar “amo y esclavo”, 0 bien “tutores y tutelados”, Esta variante sdlo se da cuando “lo otre” ya ha sido derrotado y, entonces, no. constituye una ame- haza. En ese caso, el juego consiste en ocupar el terri- ‘oria y colonizarlo, Domesticar el bosque, “educarlo” dimagen y semejanza de la casa, Para eso habré que vestir y “civilizar” todo lo que resulte salvaje, ajeno ?tcomprensible, hasta que el bosque se asemeje @ hs “tierras de labranza”, Si el bosque acepta esa do- “eslicacion, recibird, a cambio, proteccion y tutels, queh EL BOSQUE ¥ EL LODO 13 144 nera quedara consolidada la asimety, De esa mal 5 bandos saben muy bien quig esta variante ambos el que manda. | Hay otra variante del juego del poder que the rece que vale fa pena mencionar. Es la mas g ft todas, y se podria llamar “matar con la indiferenciy 6 “los desconocidos de siempre”. Empieza con una concesién: “El bosque tiene dere. cho a ser como es, el bosque tiene derecho a ser dite. rente”. Una afirmacién asi por parte de la casa parece un gran progreso si se piensa en el etnocentrismo ds la variante anterior. Pero lamentablemente no termina ahi, sino que se contintia en el desdén relativista. la afirmacién completa seria: “El bosque tiene derecto a ser como es, el bosque tiene derecho a ser diferente de nosotros. No tenemos nada en contra del bosque Hasta nos parece lindo que sea asi como es, tan pinte- resco. Pero no necesitamos ni queremos tratos ¢0? a Ni siquiera queremos conocerlo. El bosque ahi, y #4” nosotros, los de la casa”. La indiferencia es una m" ta mas escondedora de consolidar la asimetria Estas tres maneras de tratar con “lo‘otr0” —™" tenerlo a raya a puro garrotazo, domesticarlo ® a donarlo a su suerte, tipicas del juego del pode’ Se Ts BUSCAR INDICIos RSENTIDO jusivas de los grandes grupos sociales, Se dan exc! . son wa entre personas, entre personas ¢ institucio- te entre instituciones. .. En el mundo laboral, en el nes terior de las bandas urbanas de adolescentes 0 en el veriat de un Senado, en el campo universitario, en la : en la administracion publica, en la crianza... cultura, 4 El juego del conquistador es muy popular, se juega entodas partes. Eljuego del explorador es menos popular y no tie- netantos adeptos. Eso me coloca en una posicién desventajosa, dado que lo que yo queria hacer aqui, escudandome en los nitos del bosque y en la abuela de Jansson, era recor- dar que el juego del poder no es el tinico posible. Que también esta el juego del explorador, que tiene sus go- ses, aunque para jugarlo haya que aprender a tolerar la incertidumbre y la ambigiiedad (a diferencia de lo que e con el juego del poder, en que alcanza con afe- er las certezas y empujar hacia adelante). Y que, ee - = un solo juego —que a veces parece que si, is ise sino uno en nuestro mundo-globo— No wn uencias no son demasiado felices. esta alters Parecié un mal momento para plantear ativa Porque se podia aprovechar la gran EL BOSQUE Y EL LOBO 45 ra el juege de la exploracién © no nos queda poat P? + al juego del poder. O, dicho de otra ma- goo hay posibilidad de construir significacién y ie si r horizontes, 0 sdlo deberemos ir gastando, ovilize duren, nuestras significaciones viejas. pe erati —el arte en general— ha estado siem- vpilad dela diversidad. Ha cumplido su papel en c joracion de los bordes del enigma, construyen- eee universos de sentido. No explicaciones: yniversos, 0, mas sencillamente, juegos. Frente a lo incomprensible, pero denso y deseable en su presen- tii —‘lo otro”, el bosque, los enigmas—, el arte no se ocupé de sefialar certezas sino que mas bien jugé con h incertidumbre. Esa ha sido su tarea: la continua- tin del juego. la literatura para los nifios también ha desempe- fado ese papel, siempre que se atuvo a las reglas del ate, Desde la folklérica y anénima —como la can- ne del bosque y el lobo con que comencé— hasta uta y con fuerte marca de autor, como la novela eT “ve Jansson, Por supuesto, algunas obras se han atrieg ‘ s i eae Mas que otras, o se han metido mas aden- Van ¢! bosque, Pero todas —siempre y cuando ha- Ugado? gies os gado”— Sirvieron para visitarlo, ~

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