You are on page 1of 3
nismado en la alta terra- ave luz del sur, mas azul interrumpidO sus juegos profundo de la casa, de ; cuevas* en que los vinos fa muchos anos! espera- fugaz y una cancion e los antiguos calabozos idados instrumentos de subterraneo que la casa miedo, le llego un len- que él oy6 porque sdlo bid subir disimulandose ales; atravesando de un vacias; simulando ser ‘o lejano al cruzarse con saberlo. Cosas mas graves -y tampoco podremos. beza, y mas que sor- ntes de iniciar el des- la a su alrededor #/Pero de los arbo- mzaban a cerrarse _ gran recogimiento los pios habitua- guna manzana ba oscureci- mirada larga- mente, no cambio de forma, y la by; movia las flores amarillas de la fetter que detuvo ni aceler6 el vuelo. El nifio a ni echo a andar’ hacia la escalera tonces lo siguid "Yel perro no Lo tnico que pudo hacer el Guarda? fue taparse los ojos con an de sy . Al pasar frente a la puerta entreabierta de ly biblioteca vio a su padre, noblemente enveje- cido, inclinado sobre un libro por cuyas pigi. nas transcurrian los pensamientos de Marco Aurelio,* graves, serenos, resignados como rios sin pasion. El nifio pudo entrar como otras veces y, sen- tandose a sus pies, jugar con las pesadas borlas de oro de su bata, pero siguid bajando la anti- gua escalera, que aquella tarde no crujfa, como si en lugar del nifio quien bajara fuera su pe- quefio fantasma, Al pasar por otro piso, frente a otra puerta, oy® las voces de sus hermanas. De entrar, lo habrian envuelto en una ola alocada de randas* y de risas, y los polvos de arroz® que se po nian exageradamente lo habrian hecho estomu- dar y reirse a él también, Pero no tendio la mano al pomo* azul de la puerta. Las bajas cocinas lo envolvieron en una vaha- rada* de aire cdlido y sabroso, y oy el chispo- rrotear de cagarra* dorada de una estrepitosa fritura. * Descendid mas, Ya estaba en la cuadra.* Tropezd con un cubo* olvidado, pero nia de los caballos, todos mayores que él, Vor cabeza, Paso ante las cuevas del vino: a vier calabozos, cuyas puertas nunca moviera On e to, Ahora los~peldafios de la escalera 252 ra resbaladiza. Estaba en la parte etema- tenebrosa y aborrecida de la casa, adon- o bajan las ratas. Una puerta estrecha ce- ‘a la leve presion de su mano y, con los arrasados en lagrimas® de amor, fue al en- tro del grito trémulo,* bajo, lleno de ho- sa ternura, lunca volvid a subir la escalera, aunque los ‘tantes de la casa y las visitas lo siguieron do durante todos los afios de su vida, un 0 distante,” pero, por lo demés, de aparien- normal y hasta saludable. De: NALE ROXLO, C.: Revista “Testigo”, nim. 2, Bs. As., abril-junio 1966, (pp. 3-4). 253

You might also like