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APITULO 6 Los otomies o Aaha en la época prehispanica Parricta Fournter* OnriGENes DE LA LENGUA OTOME de que antes de la conquista espafola los oromies, o Aéhiiu, se encon raban asencados en una amplia érea que en la actualidad se ubica en la regién de Tula, el Valle del Mezquital y el Valle de Merzttlin, en el estado de Hidalgo, y algunas zonas del Estado de México, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, Mi- choacan, ademas de la Cuenca de México. La profundidad temporal del grupo otomt y sus diversifiaciones regionales a través del tiempo desde periodos precolombinos, han sido objeto de miilciples especulaciones y hay relativamente pocos estudios cientificos fandamentados, por lo que existen diferentes planteamientos acerca del origen y antigitedad del gru- po en los valles centrales de la Republica Mexicana y territorios (¢f. Carrasco, 1987:283; Jiménez Moreno, 1959: 1063-1069; Mendizébal, 1927: 127-128; Raceray, 1965: 188); asimismo, respecto a la historia de les hau, los datos arqueolégicos son limitados y rara vez pueden vincularse de manera direc- 1a con la presencia del grupo en diferentes zonas. Ademds, en escudios clasicos como el de Carrasco (1987), es evidente el problema que presentan las fuentes cetnohistéricas por la falta de claridad en la identificacién de unos w otros grupos ‘otomianos (véase también Mendizabal, 1927: 127), salvo en pocos casos. Hay pocos elementos que fandamenten el origen de los otomies en el cen- tro de México, entre los cuales se ha dado un fuerte énfasis a la antigite- dad y caracteristicas de su lengua. Segiin los estudios glorocronolégicos de Swadesh, hace por lo menos de 64 a 66 siglos que apatecié la lengua proto- E N MULTIPLES FUENTES DOCUMENTALES EXISTEN REGISTROS ACERCA coromangue, de la cual se derivaron varias ramas conformadas por més de 20 lenguas. La rama que aqui interesa destacar y en la eual hay separaciones internas daca de hace 4500 aftos del proto-otopameano, de la cual se forms 1 oromi probablemente hacia 3500 a.C. (Hopkins, 1984:42). A partir de estudies lingiifsticos (Hopkins, 1984: 30-31) se sugiere que la distribucién hrist6rica de los hablantes de las lenguas otomangues coincide con la de los pueblos mesoamericanos que iniciaron la domesticacién de plantas. La hipéresis planteada con estos fundamentos es que en el Valle de Tehuacin, y tal vez en otras zonas, habitaron poblaciones proto-oromangues de cazadores- "acu Nail de Anropologic Hira 101 recolectores nomia agricola incipiente como base de subsistencia en el tercer milenio antes de ;nos 7 000 afi ssualmente desarrollaron una eco: muestra era. La agriculeura puto enconces propiciar el incremento y la expansién poblacional, que se reflejarfa en la ulterior diversifcacién de la familia otomangue cen nueve ramas principales y la dispersién de sus hablantes en amplios teritorios, perdiendo gradualmence contacto entre ellos hasta desarrollar lenguas y cultu- as distineas en la medida en que fueron adaptindose a nuevos entornos fiscos- ambiencales. Finalmente, en la definicién de las diferences ramas de la familia lingiistica inlayeron factores éenicos, politicos, econémicos y sociales, dentro del marco general del desarrollo sociocultural mesoamericano. Probablemente es 2 inicios del Preclisico cuando la rama oropame se ubicé en la Cuenca de México y el sisema de valles adyacentes, aislindose debido a pricticas sedentarias con la consecuente divisién y diversficacin al interior del grupo lingiistico; seria pos- terior la separacién del orom y del mazahua, en el Clisico,y tal vez resultante de Ia formacién de entidades saciopoliticas, en tanto que las vaviedades internas del coromi dararfan del Posclésico (Hopkins, 1984: 33-34, 42-44, 52; Winter et al 1994: 76). Propuestas adicionales sefialan que la sepasacién enere el matlatzinca y el otomi ocusrié hace al menos 25 siglos (Schumann, 1975: 34), 0 bien, que la primera lengua se derivé de la segunda cuando menos hacia 600 0 700 4.C. (Pia Chan, 1975: 543). Historra DE 10s oromiss Los registros documentales de mayor relevancia para el estudio de las poblaciones ‘tomes del actual estado de Hidalgo son, principalmence, las Relacianes Geogrdf- cas (Acusia, 1985, 1986a, 1986b, 1987), la Suma de Visitas de Pueblos de la Nueva Espaia (Paso y Troncoso, 1905), el Cédice de Huichapan (Alvarado Guinchard, 1976), el Cédice Mendocino (Paso y Troncoso, 1980), la Matricula de Tributos (Castillo, 1978), el Cédice Mariano Jiménez (1967), el Libro de las Tasaciones (1952) y el Céclice Xilotepec (Reyes Retana, 1990). No obscante, es necesario con- siderar que las navrativas que se incluyen en estas fuentes son, en muchos casos, de indole mirica y no necesariamente implican un registro fidedigno de eventos, histéricos, ademas de que el fechamienco de supuestos hechos es, comtinmente, impreciso ‘Segiin diversas fuentes, los otomées fueron los habitantes originales del cencro de México; Mendizabal (1927: 123) aclara que en los documentos se registra gue aa Ilegada de los grupos nabuas al Valle de México encontraron a los otomies asentados en las serranias limitrofes, por lo que se les considers los habicances aborigenes de la regién. Se relata que el grupo, al igual que otros que poblaban a Nueva Espafa, eavo un origen mitico comtin, y que procedia del hugar deno- minado ‘sieve cuevas’; eran descendientes de Oromitl, su caudill, y legaron al ‘Altiplano Central con Mixe6at, desde una region cercana al Mar de Cortés, como parte de una migracién chichimeca. De hecho, Torquemada (1975 I: 49) menciona que el [J origen [..] de estas naciones que poblaron la Nueva Espatia, fe casi comin [J que le tavieron de un viejo y venerable anciano, llamado Tzrac Mixcuadl que ia en aquel lugar, llamado Sieve Cuevas [..] el cual hubo (..) seis hijos (..] Del posceeto y ilrimo hijo, llamado Oromitl, descienden los otomies, que es una de las mayores generaciones de la Nueva Espafia; pues todo lo alto de las mon- ratias,al derredor de México esté leno de ellos, sn las provincia de Xilocepec y Tula, que eran su rifién; y en muchas de las provincias de la Nueva Espafa, los hay pocos o muchos. Intlixéchid (1997: 16), por su parte, en su crénica de los chichimecas seitala gue en 1011 d.C. llegaron tres naciones a la tierra de Anshuac, donde era sefior Xélorl; una de ellas era la oromi, {.] dela eres la més remora y de lenguaje muy extrano y diferente; y segin sus historias parece vinieron de la otra parte de aquel mar mediterrneo que llaman, Bermejo, que es hacia donde eaen las Californias. El caudillo de estos oromies era Chiconquau, a quien Xélor! oftece la mano de tuna de sus hijas y le concede Xalrocan como cabecera del sefiorfo otom; con ella procrea tres hijos a través de quienes quedan bajo el conerol otom{ Chaleo Aten- «o, la provincia de Metztitlin, Mediance alianzas matrimoniales, aparencemente también se logré la paz con los roltecas (Ixelixéchiel, 1997: 17-18). Segin las fuentes, Xaleocan fue uno de los centros que ocuparon los toltecas después de Ja destruccién de ‘llan, y entre 1220 y 1398 dC. constituyé la cabecera de una extensa unidad sociopolitica oromi, El reino de Xaltocan cubrié el norce de la Cuenca de México; al oeste la zona mazahua, buena parte del Valle del Mezquieal —excepto el riién oromi de Xilorepec-Chiapa, que conservé su autonomia— y territorios ubicados al septentrién de éste, Meraritlin, Tutotepec; y al este la re- gién de Talancingo (Carrasco, 1987: 256-260). Respecto al Valle del Mezquital,a partir de las tradiciones orales y la informa- cidn en cédices (en su mayoria conformando la historia oficial azteca) que recaba- ron los cronistas en el siglo xv1, se reconoce que los oromies eran Jos pobladores de la regién, tanto antes como después de la Conquista. Por ejemplo, al referirse Motolinia (1971: 10, 12) al mitico origen de los mexicas y de otros pucblos en Chicomoztoc, incluye a los otomies en Ias"generaciones’: De .] Oromitlh descienden los otomis, que es una de las mayores generaciones. de la Nueva Espaia, Todo lo alto de las montafias alrededor de México est lle ‘no de ellos, e otros pueblos muchos son de oromis; el rifén de ellos es Xilorepec, ‘Tula y Otomba. En las cténicas es evidente cierto desprecio hacia el grupo, por ser diferentes a sus dominadores en cuanto a habitos, précticas culeurales y lengua. Para el caso del Valle del Mezquital, en la Relacién Geogréfica de Axocopan (Acusia, 1986b: 130) se seftala que la poblaci6n, mayoriearia oromi y minoritaria nahua: Es gente de poca honta, y verdad y vergtenza, y ans, por estas acasiones, cual- ‘quier cosa que se les mande la hacen de temor, y si los hubiesen de llevar por bien, no harian cosa, Es gente para poco, flos en tanta manera, que si fuese po- sible sin trabajar, estando acostados, tener qué comer, no harfan diligencia para Los oromics 0 RAWNU EW UA ello, aunque estuviesen desnudos toda la vida: y. ans, algunos se estin debajo de Jos magueyes,y se sustentan del vino que dello se hace a su modo, y de yerbas y ‘unas que, en los mas pueblos, tienen en cantidad. Hanse de llevar por mal para ‘que hagan lo que les mandan,y esto es general en toda la Nueva Espafia, De igual manera, en la Relacin de Citlaltepec (Acufia, 1986a: 199), zona oto- rmangue ubicada en la proximidad del Mezquital, se menciona que los naturales “Usaban el vicio de la embriaguez, y de la embriaguez y de la Injuria, y otras tor pedades a que el Demonio los incitaba’ Es importante destacar que en la mayoria de las fuentes etnohistéricas, las dis- tintas"naciones’ogeneraciones se identifican fundamentalmente con base en sus formas culturales y, de modo ocasional, segin criterios lingiifsticos como en el «caso de los otomies. En opinién de Carrasco (1987: 106-107), los grupos que se segregan como unidades y definen a partir de su lengua debieron tenet una cul- rura relativamente uniforme. Los elementos materiales e ideol6gico-politicos con que se caracterizaalas"naciones’ en los documentos, en parte pueden interpretar- se como diferencias érnicas, pero més bien consideramos que algunos constituyen especificidades en su modo de vida; las més relevantes serian estrategias econd- micas, habitos alimenticios, indumentaria, patr6n de asentamiento, aspectos de la arquitectura verndcula, religion y, en particular, sistemas simbélicos. Respecto a la organizacién sociopolitica de los hin, la informacién mas ‘completa se presenta en la Relacién de Querétaro, que en si se tefiere a Xilorepec- [Nopala, a partir de la cual se aprecia que la estructura de las unidades era similar ala delos mexicas, lo cual se asocia con las caracteristicas del modo de produccién (sea el propio o el que result6 de la interaccién de los oromies con los estados he- sgeménicos de la Cuenca de México). Bxistia un principal encargado de la justcias bajo sus érdenes habfa mandones en cada barrio, administrando en ocasiones justicia quienes, a su vez, tenfan a su cargo de 20 a 25 hombres para recolectar ‘buros y servicios (of Acutia, 1987: 238; Carrasco, 1986: 109-110). Cabe sefialar que en la Relacién Geografica de Atengo se registra que habla principales o mandones (tlayacangues, segiin la fuente), quienes celebraban ritos en lo alto de los cerros cada 20 dias, donde se localizaban los ‘cties” o “iglesias” de los naturales. Para esta zona, colindante con la provincia de Xilorepec, se ‘menciona que habia seftores (tecubvli) en Atengo, Mixquiahuala y Tezoncepec (Acufa, 1985: 33-34, 37); es factible que se tratara de dirigentes designados por les tenochcas. Las pricticas productivas de los Ahi eran, también, acordes con el modo de produccién, aun cuando integraban de manera imporcante la caza y la recoleccién. cen sus estrategias de supervivencia, ademés de que acostumbraban consumit en abundancia el"vino de la tierra, es decir, la savia fermentada del maguey (¢f: Acu- fa, 1986a: 199; 1986b: 130; Sahagiin, 1989: 661-662). Los hombres iahiiu de la subregién de Xilotepec-Nopala y de la zona de Te- tepango vestian con mantas, comiinmente elaboradas con fibras de maguey y a veces algodén, y habia una relacién entre la riqueza de éstas y la posicién social de los individuos, aun cuando al parecer las reglas suntuarias diferian de las de los mexicas. Oras costumbres en definitiva les eran propias, como el estilo de peinado, siendo especial el de los guerreros, y la aplicacién de ceniza en el rostro entre los sacerdotes (Carrasco, 1987: 74-75, 79-80, 84, fig. 14; Acufta, 1985: 34) 105 El pacrén de asentamiento tipico se caracteriza como disperso, aunque tendencia no era exclusiva de los oromies, ademas de que existian ageupacion de tipo urbano en los lugares de mayor importancia politica y religiosa. La tectura vernécula se construfa con adobe y piedra, con techos de zaca de maguey, o bien, las casas se edificaban por completo con esto ‘tasco, 1987: 87-89). En torno a las concepciones religiosas, las deidades mas importantes en el se6n oromi eran el Padre Viejo (dios del fuego) —también identificado Oronteuetli (dios de los muertos)—; la Madre Vieja (diosa de la tierrs luna); el dios del agua (Maye); el del viento (Eday-Ndahi, equivalent entre los mexica) y Yocippa, aparentemente andlogo a Mixcoatl o Xipe T material rasgo tal vez tipico del grupo es que las imagenes se hicieran con varas ys Pusiera ropaje (Acufia, 1987: 235-236; Carrasco, 1987: 134-138). Respecto alos otomies de Nopala-Xilotepec, se deralla que: [.-] tenfan otros dos dioses, de mucha reputacién y reverencia, el uno en de hombre jel otro, de mujer, hechos de ‘mismas varas, [alos cuales tent vesridos muy ricamente: al de hombre con mantas ticas yal de mujer, con guas y qiieipiles [..] todo hecho de algodén, tefido con muy ricas labores(.. A hhombre le llamaban el padte viejo; a la mujer le llamaban la madte vieja. De los ‘cuales se decfan q(ue] procedéan todos los nacidos(..] (Acuia, 1987. 10s oTomics © HAHRU EN LA EPOCA PREMISPANICA Es en el culo lunar donde se encuentran aspectos cosmovisionales especificos de los oromies dada la preeminencia que revistié al astro nocturno y creador: la madre vieja, Sinana, deidad teliria, creadora de la humanidad, frente a su pareja, dlivina, el sol, el padre viejo, Sidada, dios del fuego u Orontecuhtli, sefior de los dela muerte y asociado con los guerreras (Acuia, 1987; Carrasco, 1987, 1998; Garibay, 1996:93). Uno de los ritos asociados con Oronte se celebraba en la festa Xocotl Uetzi, cuando se colocaba sobre un alto palo de pino la imagen del dios y las personas bailaban a su altededar (Carrasco, 1987: 139-140, 179). En relacién con esta fiesta, Durin (1967: 272-273) regisera que: B divina y celestial el maguey [.) al vino del zumo que de é se hace tenianle[..] por dios, debajo de este nombre Ome rochli, que quiere decir"Dos-Conejos n [..] gran offenda de comida y de vino de la tierra [..] eavieron por cosa De hecho, el dios oromf del pulque era Yo Khwa, Dos Conejo (Ome Tochtli), al igual que la deidad mexica, y tal como se acostumbrara en la Cuenca de México, el culto e invocacién alos dioses del agua se levaba a cabo en la cima de algunos montes, donde se oftendaban “cincaros”. Segtin las fuentes, los oromies acostum- braban realizar sacrificios en las cumbres porque su primer asiento fue en las montaftas de la zona de Tollan-Coatepec (cf. Carrasco, 1987: 150, 217-218) La luna era diosa no sélo de a tierra y del agua, sino el principio activador de los ciclos naturales y de la fetilidad misma, a la cual se de anthasxh eltiempo de la blanca tortill: Oworevcti-Adapado Cana (1987). 107 523), que respecro a la temporada en que se celebraba, coincide con la fiesta de Panquetzalizei, mes en que se celebraba el nacimiento de la deidad solar entre los. nnahuas (Caso, 1967: cuadro XI; Cédice de Huichapan: lim. 13). Por su parte, Sa hhagiin registra que en Xaltocan tenian por dios a la luna, dedicandole sacrificios ¥ presentindoles oftendas, lo cual también ocurra en ls seforios de Tororepec y Meratitlin (Carrasco, 1987). En Merzttlin (Acuiia, 1986a: 61), sus habitantes eran conocidos comolos de la una’, y el lngar mismo se traduce como junto ala Juna’, que si bien es un vocablo néhuat! se encuentra cercano a su correspondiente otomi, Nkwazénd, ‘conejo-luna” (Uribe, 1955: 211), Ademés, entre los otomies sertanos persiste Ia designacién de mbese, “vieja madre/mujer que desgarra’ voz con que se conoce a Ia arafia, la gran tejedora, insecto con simbolismo lunar en Mesoamérica relacionado con la actividad femenina del tejdo y con el nacimien- to de los niftos (¢f. Galinier 1990: 537-538; Ichon, 1990: 74, 173-174; Marion, 1995: 38-40; Thompson, 1939: 147-149). En el registro etnogrifico encontramos referencias adicionales respecto a la diosa selenita. Kha, el conejo representado en las manchas del astro nocturno, consticuia una divinidad lunar asociada con la fervlidad, aunque también con la acepcién ya mencionada del dios de la savia fermentada del agave, Yo Khwa o Dos ‘Conejo. Inchuso, entre los otomies serranos a la luna llena se le denomina taskhuoa ans, luna del gran conejo 0 pie podrido, nombre genérico de las divinidades an- cestrales, ademas de que existe homofonia con kiva, el fin del ciclo lunar con el ‘cuarto menguante, mismo que hace referencia al término y al pie dela luna, que, segiin Galinier, coreesponde al miembro viril o gran pie podtido, es deci, task (Carrasco, 1987; Galinies, 1990). Segiin los datos histéricos donde se registran eventos que no necesarfamente ¢stin ubicados con precisién cronolégica, en el siglo xrv los tepanecas de Azca- potzaleo, grupo de filiacién otomiana y culeuralmente toltecas-chichimecas tolte- quizados, conquistaron y dominaron casi todo el Valle del Mezquital,recibiendo ¢l érea el nombre de la Teotlalpan (Barlow, 1987:72; Davies, 1973: 27-28; Pérez Rocha, 1982: 13-23, 25). La ‘Triple Alianza, formada por Tenochtitlan, Tlacopan (Tacuba) y Texcoco, vencié a los tepanecas y a partir de 1440, los mexicas reto- maron o reconquistaron os territorios que los de Azcapotzaleo controlaban en el Mezquital (Barlow, 1990: 71-73, 134; Davies, 1973: 172-178), quedando di- vidida la regin en las provincias tibutarias de Atoronilco, Xilotepec (abarcando zonas que quedan fuera del valle), Axocopan y Hueypuchtla (Paso y Troncoso, 1980), aun cuando exist una serie de estados sujetos que consttufan jerarquias audministrativas diferentes en el sistema imperial mexica, como el de Tula, y cuyas fronteras no coincidian con las de las provincias tribucarias (Hicks, 1992:6-8) De acuerdo con las fuentes documentales, Tala se erigié en el centro de una re- gién habitada por otomies, quienes al parecer fueron un importante componente Poblacional de esta unidad sociopolitica multétnica. Por otra pate, en los regis- {ros etnohistéricos se cita que Culhwacan, Tollan y Otumba —lugar de otomies— formaron una triple alianza de 856 hasta 1051 d.C. (cuando fueron sustieuidas las dos sltimas sedes mencionadas pot Coatlinchan y Azcapotzalco) (Chimalpain, 1991: 7, 13, 15); estas referencias tal vez indican tendencias a la conformacién de uunidades politico-terricoriales extensas, en las que intervenian activamente grupos ‘romianos, mismas que controlaron zonas del Mezquital y dela Cuenca de Méxi- 0 con anterioridad a la consticucién del reino otomi de Xaleocan, LOS OTOMIES © RAHNU Ew LA [OCA PREWISPANICA | 109 ‘Mara 10. La regiénde'Teodalpan con a ubicacin de las provincia rbutarias del imperio mexcs. Adapeado de Btlow (1987). Es imporcante resaltar que entre los eventos acaecidos en Tollan, en los Anales (Codice Chimalpopoca, 1975: 14) entre 1060 y 1063 se diferencia claramente a los otomies de los colrecas —estos iltimos de filiacién nahua, es de- cit tolteca-chichimeca y nonoalea— en relacién con la intervencién del’demonio” Yaotl en Texcallapan y el mitico inicio del culto a Xipe Totec, es decit, de rituales de desollamiento: de Cuaubs Ahi por primera vez, a una mujer oromi, que en el sf0 aderezaba hojas de ma- Bucy, la cogid y desolls y luego se viscé la piel el roleeca llamado Xiuhetzcatl Por primera vez empezé Titec (el dios de ese nombre), a vestrse la piel A partir de esta cita pueden inferrse relaciones de dominio por parte de pro- bables grupos nahuas, es decir, los victimados y sujetos a ellos serfan los oromies. ‘Ademas, en una de las hipétesis se interpreta que el ocaso de Tala se debi6 a que prolongadas sequias afectaron los cerrenos cultivables, o bien, a las luchas por el poder entre la nobleza militar y la aristocracia de los sacerdores (Van Zantwijk 1997), es decit, alos conflictos entre las elites que conformaban la clase en el poder. Con base en las fuentes, podria suponerse que durante el periodo de apogeo de Tollan habfa otomies en la regin, dispersindose, en parte, a raiz de la destruccién de Tala hasta ocupar amplias zonas del centro de México, sobre todo durante el siglo x11. Por otro lado, podria asumirse que parte de este grupo (0 todo), se reir del rea junto con los toltecas quienes, segiin Chimalpain, (1991: 13), co- menzaron a abandonar Tula en 1040 d.C., muriendo o fundando otros poblados. Por el contrario, podria postularse que los otomies ocuparon el Mezquital hacia 1015 d.C., como parte de la migracién de los chichimecas de Xélotl desde el mé- tico Chicomézroc (cf. xelixéchiel, 1975; 292-293), ‘Aun cuando es dificil fandamentar arqueolégicamente la presencia del grapo otomi en el Valle del Mezquital a partir de un periodo particular anterior al siglo xv1, la regin presenta una ocupacién continua al menos desde casi 200 d.C.. siendo sus habirantes grupos agricolas-sedentarios. Los vinculos que entablaron estas sociedades prehispfnicas con las de la Cuenca de México, el Bajfo, occidente de México y la Huasteca en distintas etapas de su desarrollo historico son evi- dentes en el registro arqueolégico, aunque parece haber dindmicas autéctonas (Fournier, 1995). Ex Grupo BIoLiifstico oof pet VALLE DEL Mpzqurran EN LA EPOCA PRECOLOMBINA. La informacin arqueol6gica y la aplicacién tanto de anilisis simbélicos como de técnicas derivadas de la biologia molecular en el estudio de enterramientos precolombinos, puede fundamentar interpretaciones acerca de la profundidad temporal del grupo nahi en el actual estado de Hidalgo, en particular, en el Valle del Mezquital y la regién de Tala que de hecho, forma parte de dicho valle y se ha caracterizado por un ambiente semidrido, salvo en stu porcién surefia. ‘Aun cuando en esta region hay escasas evidencias ocupacionales prehistoricas, de casi 11.000 aftos de antigtiedad, que marcan la presencia esporddica de grupos de cazadores-recolectores, cuyas industeias liticas tienen una mayor ocurrencia en el “05 OTOMIES 0 AAMAU EN LA EPOCA PREMISPANICA TIT Valle de Merzticlin, estos vertitorios quedaron vacantes durante varios milenios al ocurrir cambios climéticos en el Pleistoceno. Es hasta alrededor de 750 a.C. que se fandan pequefias aldeas y caserios dispersos, cuyos habicantes tenfan una base econémica ageicola; si bien las evidencias acupacionales indican un relative crecimiento de la poblacién o la entrada de grupos relacionados con tradiciones tanto de la Cuenea de México como de occidente, hacia 150 a.C,, surgiendo al ‘menos un asentamiento con arquitecrura monumental cerca de Tepeji del Rio (6f. Fournier, 1995). La expansién territorial del Estado teoribuacano implica la integracién de zonas del Valle del Mezquital, fundamentalmente en las subregiones centro- coccidente y sur, donde se observa el patrén rural tipico dela Cuenca de México, predominando aldeas y case fos, con una distribucién espacial dispersa, y unos po- cos asentamientos compuestos por un centro rodeado por sitios de menor jerarquia, con una distribucién, radial, con amplios espacios civico-ceremoniales, cuya disposicién se basa en orientaciones idénticas a las de Teotihuacan, de naturaleza calendarica, evidencia de los fuertes nexos de las poblaciones de la regién con las de la Ciudad de los Dioses. Los areefactos de uso cotidiano, asi como los elementos de cultura material relacionados con actividades rituales; por ejemplo, fi gurillas en cerémica, permiten interpretar que en algu- ras zonas del actual estado de Hidalgo los desarrollos culeurales del periodo Clasico, al menos en el Valle del Mezquital, muy probablemente resulearon de lalegada de linajes de filiacién ceosihuacana, que se asentaron en la regién y fueron coparticipes de los mismos sistemas religiosos y cosmovisionales de la gran urbe (Torres et al, 1999). Muy probable- mente estos grupos eran de filiacién oromiana, tal como ocurrié coetineamence en el Valle de Toluca (Yoko Sugiura, comunicacién personal, 2004) Para finales del siglo v de nuestea era la retraccién paulatina del poderio teori- hhuacano en los territorios bajo su control directo o donde ejercfa influencia, pro- vocé la reorganizacién de las redes de intercambio y tendencias a la regionaliza- cién, sobre todo en el uso de materias primas locales y la produccién de bienes de consumo, caso de las vasijas cerdmicas, con estilos teotihuacanoides. En el Valle del Mezquital varios de los asentamientos quedaron pricticamente abandonados en tanto que otros sitios florecieron, en particular, en el valle de San Bartolo Ozo- calpan (Torres et al, 1999). Entre 600 y 900 d.C., los procesos sociales en el Valle del Mezquital resultaron de la reestructuracién del poder a nivel regional, ocurrida al cesar los vinculos con Teorihuacan. Es muy probable que la declinacién de Teotibuacan y al vacio de poder propiciara la llegada de grupos procedentes de la porcién austral del Bajfo, ademas de otros provenientes de la Cuenca de México, como parte dela dispora teotihucana, quienes contribuyeron al desarrollo de pautas de regionalizacién en el marco de tradiciones comunes alos Valles de Toluca y de México, en particular del denominado fenémeno cultural Coyotlat donan los centros poblacionales de épocas eco. Para esa época, en que se aba como Tula, Chapantongo y otros ubicados sobre todo en los actuales municipios de Tepetitin, Tecontepec y Mixquiahuala, relacionados con unos pocos caserios Yaldeas dispersos, siendo nororia una tendencia hacia la nucleacién (of Cervantes ¥ Fournier, 1994; Fournier y Bolafios, en prensa). Resaltan las persistencias en el sistema ritual, que se plasman en las fgueillas con representaciones de deidades comunes en Teotihuacan —por ejemplo, el dios del fuego y Tliloc— y, para- lelamence, la continuacin de pautas estilisticas arquitecténicas del Clisico, en Particular, variantes en el uso del talud-tablero en conscrucciones civicas de elite y ceremoniales (Fournier y Bolafios, en prensa). A su vez, Stocker (1983: 177) Propone que no existe ruptura alguna en el estilo de las figurilla eotihuacanas y que dacan de entre 600 y 900 d.C. en Tula, dadas las semejanzas en la indumen- ‘aria, peinado y orejeras. De esta manera, es diffeil suponer que hay un cambio Poblacional dristico o una rransformacidn cultural o ideol6gico-religiosa radical Reconatrcciénhipotics de ocr wlad-atieoendl ‘Seam de Chapanongs 00-8904 A través de anilisis simbélicos centrados en pricticas funerarias en uno de los asentamientos de esa época, Chapantongo cuenta con evidencias del culeo lunar, propio de los otomies en el Posclisico tardio, manifiesco tanto en la orien- tacién de algunos de los edificios como en ofrendas dedicadas ala deidad selenita, Destaca en particular un altar con los erdneos de doce individuos, cuatro de los cuales se asocian con pies articulados y que, dado que no existen huellas de car. ‘te, representan la decapitacién metafbricay el desmembramienco de individaos enyos cuerpos se encontraban en estado de descomposicién. El créneo central, “inico femenino, marca la posicién de la luna en el solsticio de verano, asf como ¢lipsesIunares ocusridos entte los siglos vit y vin d.C, seginandliss ssqucoas- twonémicos (¢f. Fournier y Vargas Sanders, 2002). Empleando como base infe- rencial los estudios de la cosmovisién de los otomies serranos (Galinier, 1990), LOS eromies 0 RANAU EW LA EPOcA PRENISPANICA| TE. los elementos y Ia disposicién del alear refieren a taskbwa zana, la luna del gran conejo podrido, y a tasku, el cuarto menguante selenita o del gran pie podrido, Cabe destaca también era conocida como “Seftor del mundo’, y se identificaba ¢ alinier, 1990: 531-536, 539); d s se denominan fokwa, “pie ampu de los oom fa luna lle pocas recientes la deidad lunar y teli na o de cus ro menguante ( elacionan con conceptos de fertilidad lu ereacién Galinier, 1987: 437). Ademis, la d del pulque (Carrasco, 19% mort: tulque. Es factible, asimismo, que los pies amputados bajo los crneos masculinos pulg gue los pies amp ii dela ofrenda constituyan una referencia metafbrica a este dios lunar del pulque, y Pulg por lo que el concexto ritual podria vincularse con la elaboracién o ingesta de la savia fermentada del maguey. tn cipal de inbalisno De manera complementaria, es necesario considerar que en zonas limierofes al Valle del Mezauital exiseen otras evidencias materiales acerca de la importancia del culto lunar y, paralelamente, de su asociacién con el simbolismo de pie/eonejo ¥: por ende, con el pulque, que datan de aleededor del siglo vitx de nuestra era. En una vasija de cerémica encontrada en una oftenda mortuoria en San Juan del Rio (Crespo y Saint-Charles, 1996), destacan entre los elementos pintados al fresco el signo del rayo y trapecio teotihuacano bajo el cual se observa el dia calendarico “pie, mismo que puede interpretarse como un portador anual; este significado del glifo es comiin en varios sistemas escrieurales de Mesoamérica, y seha identificado en representaciones iconogeificas de asentamientos donde muy robablemente habitaban grupos otomies, como Teotenango en el actual Estado de México, y de otros centros poblacionales de importancia cuyos desarrollos fue- ron posteriores ala caida de Teotihuacan. El dia“pie’ y su probable asociacién con el portador anual conejo esta dada en las lenguas otomangues, pues el octavo da del calendario otomi se denomina Kiva, “pie, ‘conejo’, ademis de que el octavo lia fanciona también como portador anual en el Césdice de Hluichapan, asi como en Ialista de los dias del Calendario Matlatzinca de la Bibliotheque National de Paris (¢f.Caso, 1967: 233, im. I). De igual modo, la relacign linlistca entre pie y co- rejo puede ser establecida en general para varias lenguas otopames (cf, Soustelle, 1993: 293, 405-407; (Torres, 2004). Con los fundamentos expuestos, inferimos que la asociacién de craneos y pies ;podridos’ remite a aspectos vinculados con el modo de vida otomi de la regién de Tala, centrado en la explotacién del agave y la ingesca de la savia fermentada de la planta desde el siglo xv1 hasta la actualidad (Fournier, 1996), asi como al significado lunar de esta oftenda propiciatoria que marca el fin de un ciclo, dada 4a oriencacién solsicial veraniega del crineo femenino, advocacién de Sinana, la Made Vieja. Bl par astral sol-luna, indicative de la oposicién masculino-feme- nino con el astro selenira como principal deidad manifiesta en el crdneo central ubicado en la parte mas alta del alear de la mujer decapicada metaféricamente, simil de la divinidad selenita relacionada con el agua, refere en la oftenda ala muerte, a renovacién y la fertilidad, as{ como a la complementariedad de la Luna con Sidada, el Padre Viejo (cf Fournier y Vargas Sanders, 2002). Ademés, la caracrerizacin en términos de escudios poblacionales basados en {a biologia molecular de las poblaciones de Chapantongo, mediante la ide: epee aoe Feb ba AU _EN LA EPOCA PREMISPANICA 15 cion de material genético en restos éseos antiguos con base en estudios de aDx, brindas elementos adicionales para sustentar que en la regién de Tula habicaron srupos bildgicamente otomies. Los resultados de andlisis de ap’ muestran que en las unidades residenciales los enterramientos humanos representan miembros de familias extensas o grupos de linge, dadas sus fuertes afinidades genéticas (Fournier y Vargas Sanders, 2002), estructura organizativa que perdura hasta 1a actualidad en regiones rlativamente cercanas a lade Tula y habitadas por po- blaciones oromies (cf Abramo, 1999). Asimismo, los anilisis de apw evidencian tuna relacin genética entre las poblaciones coetineas de Chapantongo y de Tala Por otra parte, si se comparan estos resultados con los de muestras de sangre de otomies contemporineos que habiran en la porcién septentrional del Valle del Mezquital, se infere que existe una continuidad genética desde inicis del siglo vir d.C. hasta la actualidad (Fournier y Vargas Sanders, 2002). La ruprura en el patrén de enterramientos a nivel regional (Camargo, 1999; Gomez et al 1994) y en las orientaciones de la traza de la ciudad de Tula hacia mediados del siglo 1x de nuestra era, y posiblemente hasta el x1v, permice supo- ner que ocurrieron cambios dristicos en los sistemas cosmovisionales y riruales con un probable énfasis al culto a Querzaledatl (ef: Ringle etal. 1998) e, incluso, ae las poblaciones oromies de la regién fueron sojuzgadas por grupos intrusi, os, muy probablemente en su mayorfa nahuas,responsables del surgimiento y apogeo de la gran urbe tolteca. Los anslisis de ap de materiales dseos de ente ramientos humanos que datan de esa época, evidencian que en Tula habitaban individuos de filiaci6n genética distinta a la otomt, justificacién de los modelos dlerivados de las fuentes ernohistéricas acerca de que la sociedad tolteca se carac. ‘eriz6 por ser multiémica (Fournier y Vargas Sanders, 2002), Arqueol6gicamente es evidente Ia reubicaci6n de la poblacién en una serie de asentamientos un tanto extensos, aunque sin superar el Area cubierta por Tula ni ser equiparables en su monumentalidad arquitectonica, decectindose miltiples caseriosdispersosy al deas, expresisn espacial dela organizacin politica, Asi, se interpreta que ante la centralizacibn de-los poderes en Tals, los otomies quedacan marginados no par- Xiciparan de manera directa en los desarrollos ocustidos en la utbe (cf, Foursiee 1995), estableciéndose en series de asentamientos periféricos al itea inmediata de accién del Estado rolteca en el émbito rural, donde mediante la construccién de amplias zonas de terrazas se centraron tanto en el cultivo de granos como en el del maguey para satisfacer sus necesidades de consumo, pero sobre todo para abaste- cer ala poblacién urbana con alimentos, posiblemente bajo un sistema triburario (Valencia y Fournier, 2001) En el siglo xtv se dieron cambios en la estructura del patrén de asentamiento, dlebidos ral vez ala reubicacin de la poblacién bajo poderes integrativos de la Cuenca de México, de as triples alianzas tepaneca y mexica, scesivamente. Hay sitios monumentales que, en vatios casos, corresponden a los centros provinciales dle control para la colecta de tributos que se registran en los documentos hiseérs, cos, De modo paralel, se observan tendencias a a dispersién de un gran nimero de caserios y aldeas, aunque ést0s tal vez legaran a conformar extensos sitios vineulados con las probables cabeceras. Ademis, se han derectado adoratorios, construidos por los ahi en algunas cimas, aun cuando también se realizarom actividades rituales en cuevas, préximas a manantiales o a cerros cercanos a las ‘milpas, mas allé de los limites de los asentamientos donde se ubicaban los com. juntos residenciales (¢f. Fournier, 1995, 2001). Los componentes de las oftendas son, por lo general, de la misma naturaleza, es decir, vasijas uemé que forman la mayoria de las colecciones y, en menor proporcién, fragmentos de vasijas ‘Tlaloc globulares, con restos de decoracién al fresco, idénticas a las de las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan. Es factible que en las ceremonias para propiciar Ia lava y como parte de ritos de fertilidad en que se depositaba esta clase de obje tos, participaran individuos originarios de distintos asentamientos; las pequefias vasijas Tlaloc de tradicién regional —los uemé—, seguramente contenfan agua y pudieron ofrendarse para propiciar la intervencién de los tlaloque. Los nexos entre los uemd, es decir, las vasijas Tlaloc de la tradicién de la region de Tula, con Jos tlalogue, pueden inferirse a partir del andlisis de mitos que se conservan como histor del Mezquieal, y en particular, entre los alfareros de varios asentamientos (Four- nier, 2001). Por otra parte, hay evidencias ocupacionales o de actividades rituales en cuevas rupestres y petrograbados en las ‘que se identifican elementos iconogréficos comun oral hasta la actualidad, en comunidades indigenas y mestizas del Valle yy abrigos, que comiinmente presencan pinruras centre los mexica, (cf: Ocha toma, 1994), aun cuando es dificil deeerminar con ce a si entre estas represen taciones algunas daran de épocas anteriores. Entre los elementos que se plasman destacan basamentos piramidales, juegos de peloca, serpientes emplumadas de preclaro estilo mesoamericano —en partic dos o chimalli, escenas de caza o de contienda: \eroca preniseanica | 117 iene ero Tepe ot off TETTELEPL LY YY Oho KW&e 6 x) Xk a 4 HUE a apreeeer reels EEG eet Los oromies o RANRU EN LA EPoca PREKIseAnice ConstDERACIONES FINALES Consumada la conquista hispana en la Cuenca de México, los espaiioles domi- snaron en pocos aos las regiones de los valles centrales donde habitaban oro- imies, quienes quedaron primero sujetos al sistema de encomiendas para, pau- Lacinamence, incegrarlos a repiblicas de indios y congregarlos en pueblos para garancizar su carequizacién y explocar su fuerza de erabajo (Fournier y Mondra- gn, 2003). En el caso del Valle del Mezquital y otras zonas del actual estado de Hidalgo, fos sah incegraron a su economfa culrigenos y animales domésticos europeos, pero continuaron con el cultivo del agave de forma primordial, asi como con la pproduccién de miltiples bienes de consumo derivados del maguey y, en particu lic con el consumo de la savia fermentada de la planta, al como ocurrfa desde Ib época precolombina (Fournier, 1995). Investigadores especializados en la etnohistoria de los otomies, como Pedro ‘Gerrasco (1987), se han cuestionado cusles fueron los elementos de culeura ma- serial que caracterizaron a este grupo en la época prehispnica, el cual no puede ‘considerarse como una entidad monolitica y homogénea dadas las variaciones re: ‘Bonales en los modos de vida de las poblaciones humanas. Los fthriu parecerian Gihuirse al etiquetar dgil y acriticamente a grupos precolombinos cuya fiiacién biolingiifscica no ha sido dilucidada como “euicuileas;"seorshuacanos',“coyotlatel ‘e080 toltecas’, quedando entonces marginados o pricticamente inexistentes los fogros de“los diuefios del silencio’; como Galinier (1998) opté por designarlos. Al caracterizar a los ocomies del Valle del Mezquital y la regién de Tula como un grupo biolingufstico con base tanto en anilisis simbélicos como en estudios ge- iBéticos, gracias ala informacién arqueolégica que recientemente hemos re claro que queda roto su mutismo. Si bien los hablantes de muchas de las len gas otomangues habitaron en el centro de México desde tiempos ancestrales, los Pina sues con ng uetare —s PRINCIPALES SITIOS ARQUEOLOGICOS Pa ops. sa20b5ies Conretera — ——Limite munis —— Limiteestta Cuerpo de agua Fuerte Dele sara 2000, Mara 11 Principals sitios arquealgicos, Los oroMIss o RANRY EM LA EFOCA PRENISPAMICA TRL ‘sah formaron parte de las tendencias generales de desarrollo cultural asociadas con el surgimiento de centros urbanos as{ como de sociedades estacales, ¢ incluso faeron los responsables de su surgimiento y consolidacién a través del tiempo. La cosmovisién otomi centrada en el culto lunar, as{ como el alto nivel de especiali- zacién econémica que aleanzaron, centrada en la explotacién del maguey, consti- tuyeron una parte integral de la culeura mesoamericana en el centro de México. AGRADECIMIENTOS Esta investigacién fue realizada en el marco del proyecto Distrito Alfarero del Va- lle del Mezquital (La regién de Tula: del Clésico al Posclésico), con financiamien- to aportado por el Conacyt y el Instituto Nacional de Antropologia e Historia. Reciban un muy especial agradecimiento Stanislaw Iwaniszewski pot los estudios arqueoastronémicos, asi como Alfonso Torres por las miltiples ideas acerca del ‘numen selenita; la participacién continua de todos los ayudantes de investigacién que intervinieron en los trabajos de campo ha sido clave para la consecucién de los estudios en tierras otomies desde 1995, en particular, a de Juan Cervantes, Victor H. Bolafos, Tobias Garcia Vilchis, Laura E. Chivez, Stephen Castillo y Amoldo Romero.

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