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XV. La unificacion 4866-1871) unificacion de Alemania Bismarck volvié a Berlin triunfante. Durante el desfile de la victoria paseé montado a caballo por Ja Puerta de Brandemburgo con Moltke a un lado y Roon al otro. Ya no se le consideraba como el aventurero politico que habia dirigido el gobier- no real desafiando la constitucién y luego comen- zado una guerra que muchos predecian termina ria con la derrota de Prusia. En solo siete sema- nas Bismarck y el ejército prusiano habian des- truido el supuesto secular de que Prusia era uno) més de los Estados alemanes y de que en Ale- ‘mania no tenia més alternativa que la cooperacién con Austria 0 el desafio a su influencia. Sélo en la esfera econémica habia dado esta ultima acti- tud algin resultado. Mas habitual era que Prusia reconociera al emperador Habsburgo como el ‘miembro més importante de la Confederacién. Durante la guerra de 1866, muchos de los Esta- dos alemanes pequefios, y todos los grandes, se aliaron con los austriacos. Hubo algunas excep- cciones, alli donde los gobernantes de algunos de los pequefios Estados alemanes del norte y del centro se «aliaron» de mala gana con Prusia para escapar de la ocupacién prusiana, de lo contrario | inevitable. Entre los aliados menos entusiastas de | __Prusia figuraban, en el norte, Oldemburgo, Meck- | Temburgo-Schwerin y las ciudades hanseéticas; Brunswick y Mecklemburgo-Strelitz aceptaron las __sreformas» prusianas y se les permitié permane- cer neutrales, Wiirttemberg, Baviera y Baden se unieron a Austria, pero lucharon muy poco. Los recelos mutuos les impidieron coordinar sus fuer- "za entre si 0 con los austriacos. Solamente Sajo- nia, que durante el siglo x1x mostré un infalible instinto para alinearse siempre con el perdedor, resulté ser un decidido aliado. Aparte de Prusia, el Estado alemin del norte mds importante era Hannéver, que resistié y luché contra los prusia- nos. Desde la subida al trono de la reina Victoria, Hannéver ya no estaba gobernado por un sobera: no briténico, asf que Bismarck no dudé en forear al Estado a que entrase en guerra. Una etapa crucial en la unificacion de Alema- nia se levé a cabo, por tanto, no porque los Es: tados alemanes quisieran la unidad bajo el lide razgo prusiano, 0 porque el espiritu del pueblo aleman se hubiera manifestado irresistiblemente como ocurrié en 1848, sino més bien por Io con- trario, como lo demuestran los hechos de 1866. La Prusia de Bismarck impuso su voluntad por Ja fuerza. Mitos patriéticos posteriores han os curecido el hecho de que Prusia, en 1866, hizo Ia guerra no sdlo contra Austria, sino contra la ma- yoria de los Estados alemanes. Si es justo elogiar a Bismarck por su modera- cién hacia Austria en la victoria, no hay que ol- vidar que se comporté como un conquistador en el norte y centro de Alemania, destronando a los principes que se negaron a renunciar a su sobera- nia, ¢Por qué? Las dos actitudes se pueden ex plicar de manera racional como parte de un cAlcu- lo politico destinado a halagar o aterrorizar, para que los gobernantes alemanes tuviesen muy pre- sente que cualquier Estado que no estuviera in condicionalmente al lado de Prusia seria tratado como «enemigo» sin consideracién de lazos ale- manes supuestamente comunes. Un ejemplo no- table de este comportamiento fue la préspera ciudad libre de Francfort. No habia hecho ningiin dafio a Prusia, pero sus ciudadanos fueron maltra- tados, multados colectivamente, anexionados a Prusia y privados de sus antiguos derechos. Han- néver fue anexionada y prusianizada y el enfer- mizo rey Jorge expulsado de su trono; los duca 386 dos del Elba, Schleswig-Holstein, fueron también anexionados ‘resolviéndose asi para siempre su problema histérico. La promesa de un plebiscito ‘en el norte de Schleswig fue convenientemente ol- vidada. Los pequefios Estados de Hesse-Cassel y Nassau desaparecieron para dar a Prusia una for- ‘ma més coherente. Bismarck permitié a algunos equefios Estados alemanes del norte y del cen- tro una caricatura de existencia independiente; el més importante de éstos fue el reino de Sajo- nia, Para ellos se invents Ia «Confederacion ale- mana del Norte», alianza entre desiguales que dio Prusia el poder real No fueron escripulos los que pusieron freno a Bismarck en 1866 en el norte y el sur. Bismarck uscd deliberadamente una aliernativa a la ane- xin abierta y lo hizo por una sola razén. La ane- xidn de los Estados de Weimar, Mecklemburgo, Oldemburgo y Sajonia, después de la anexién mu- cho mis importante que Prusia ya habia llevado a cabo en 1866, no le habria presentado a ésta problemas internos, pero sin perder de vista a los Estados del sur, Bismarck deseaba demostrar lo considerada que podia ser Prusia con sus aliados. La politica prusiana en el norte y centro de Ale- mania dependia de cémo creyera Bismarck que podia desarrollar mejor las futuras relaciones con Jos Estados alemanes del sur. Ademds, no queria simplemente anexionar Baviera y Wiirttemberg, ‘con su poblacién predominante catélica y con cul: turas y tradiciones no prusianas. Tenfan que ser atraidas a la érbita del poder prusiano so capa de una alianza o federacién. En resumen, la Con- federacién de Alemania del Norte sélo tiene sen- tido si se la considera como un experimento 0 plan detallado, que podia ser aplicado més tarde @ una confederacién més amplia en la que parti- cipara toda la , Bismarck creia ahora que la me- jor manera de consolidar la Confederacién Ale- mana del Norte con el sur era mediante Ia exci- tacién de los sentimientos nacionales» y esto sélo podia significar el fomento de los prejuicios anti- franceses. Al mismo tiempo se las daba de amigo ofendido cuando hablaba con los emisarios de Na- poledn IIT, censurando al emperador por su torpe diplomacia Napoleén IIT, atacado despiadadamente por la coposicién nacional (p. 431), era capaz de cualquier cosa por demostrar que su politica de amistad hacia Prusia y su actitud de simpatia hacia la con- solidacién nacional alemana aportaria dividendos a Francia, También se jactaba en Paris de que Francia habia detenido a Prusia a las puertas de Viena en 1866. El emperador recibié una répida contestacién por parte de Bismarck en Berlin. Bismarck no podia tolerar la afirmacién francesa 399 de que su politica de 1866 habia estado atada a Napoledn IH, y, por tanto, el 19 de marzo de 1867 publicé los textos de los tratados de alianza secre- ta prusiana con Baviera, Wiirttemberg y Baden, fir mados el afio anterior; en ellos quedaba de ma- nifiesto que la barrera del rio Main, cuyo mérito se atribuia Napoleén III, era ilusoria, Bismarck y Napole6n III estaban ya en camino hacia un cho- {que diplomético. Napoleén IIT, aprovechindose de los temores del rey de los Paises Bajos a que Prusia deseara territorio holandés, se ofrecié a garantizar las fronteras holandesas a cambio de la cesién de Luxemburgo a Francia. Guillermo II es taba de acuerdo en evender» Luxemburgo, pero s6lo si también Jo estaba el rey de Prusia. De la is siguiente, Napoledn tuvo gran parte de cul- pa. No era probable que consiguiera ese consen- timiento mientras los agentes franceses en. Lu- xemburgo incitaban a la poblacién local a huir de Ja codiada dominacién de Prusia» y a declararse profranceses. En Berlin, durante los debates cru- ciales de marzo de 1867 sobre la constitucién de la Confederacién Alemana del Norte, nada con- venia més a los propdsitos de Bismarck que des- viar la atencién avivando el fervor nacional. Ins- pird la intervencién del lider liberal nacional, el hannoveriano Bennigsen, que el 1 de abril pidié que el gobierno se mantuviera firme en cuanto a los derechos prusianos en el Luxemburgo «ale man», Bismarck, que justified su cambio de frente refiriéndose a la excitacién nacional, procedié. a privar a Napoledn III de toda oportunidad de e- var a buen término las negociaciones en La Haya, amenazando al rey holandés con el justo castigo aloman si herfa el «sentido nacional del honors; sin embargo, sorprendentemente durante un tiem: po, incluso en esta etapa final de abril de 1867 Bismarck consideré la posibilidad de legar a un. acuerdo con Napoleén ITI; él ayudaria a Francia -a adquirir Luxemburgo a cambio de que Napo- 400 e6n If librara a Prusia del apartado del tratado de Nikolsburgo, que estipulaba un plebiscito en el norte de Schleswig. Bismarck no perseveré en esta idea. Una cosa, sin embargo, quedd clara: ni 1 ni Napoleén HII estaban dispuestos a ir a la guerra en 1867 por Luxemburgo 0 por cualquier otra cosa. Bismarck se convirtié asi en interna ionalista y recurrié a los buenos oficios de las Potencias curopeas signatarias del tratado de 1839 Para resolver la cuestiOn. Como resultado de la consiguiente conferencia de Londres, Luxemburgo, fue declarado neutral y puesto bajo Ia garantia scolectivar de las grandes potencias. Esta garan- tia no era eficaz porque su incumplimiento por cualquiera de los signatarios libraba a los otros de sus obligaciones. Los cinicos podian lamar a aquello un epedazo de papel mpjado». Pero con todo cumplié su objetivo inmediato de salvaguar- dar a Luxemburgo de la absorcién francesa. Pru- sia retiré su guarnicién y a Napoledn III no le quedé otra alternativa que abandonar el proyecto de conseguir el ducado con el consentimiento se- creto de Prusia. El resultado de la cuestién luxemburguesa se Podia presentar como un compromiso entre Bis- marck y Napoleén IIT, en el que ambos se hactan concesiones, pero en realidad fue un golpe mucho més duro para éste dltimo, La crisis luxembur- guesa scfiala un hito significative en la evolucién de la politica de Bismarck sobre la cuestién ale mana. No es que, como a veces se ha afirmado, pasara de ser un patriota prusiano a ser un pa: friota alemén, Bismarck habria considerado tal definicién como una frase vacia. Todo para él era cuestién de tactica. La atraccién de un acuerdo diplomatico con Francia nunca habia sido fuerte; y le parecia incluso menos tentador en 1867. Me jores resultados, lleg6 a pensar, se podian obte- nner avivando los sentimientos nacionales alem: nes, pero todavia ahora, en la primavera de 1867, 401 Bismarck no estaba preparado para comprometer- se en una accién determinada. Todavia tenia la inteneion de mantener tantas alternativas como fuera posible. El éxito final de Bismarck residié en su capacidad de unir la fuerza del naciona- lismo del siglo xix a la causa tradicional de la Co- rona prusiana. ‘Austria era una potencia firmemente conservado- ra en Europa. La experiencia de «1848» habia he- cho a Francisco José mds, y no menos, conserva- dor, En el enfrentamiento con la marea de la re- Voluicién social, Rusia y Prusia eran aliados natu- ales de Austria; pero también existia una rela ‘Gidn entre la marea revolucionaria y el nacionalis- mo en Italia, Hungria y Alemania, aunque revolu- ionarios y nacionalistas eran con frecuencia aliax dos muy incémodos. La actitud mas prudente de los Habsburgo habria sido cortar los lazos entre la revolucién y el nacionalismo satisfaciendo las aspiraciones de una u otro, pero Francisco José Consideraba que las concesiones reales a cual Quiera de ellos eran algo impensable, excepto al Borde de la derrota, y ast los Habsburgo fueron derrotados en, 1859 y 1866 por los enemigos de Austria que explotaron con cinismo las debilida- ddes de la politica de aquéllos. El imperio de los Habsburgo no era lo suficientemente fuerte como para soportar una politica que rechazaba todo Compromiso con el nacionalismo magiar e italia- no dentro del imperio a la vez que se enfrentaba con el asalto de Francia y Piamonte en el sur y de Prusia en el norte. Pero Francisco José no se resignaba a satisfacer a Piamonte en el norte de Talia o a Prusia en Ia Confederacién Alemana, donde Austria trataba de mantenerla en una po- Sicion subordinada. Retrospectivamente no es di- ficil egar a un juicio histérico tan légico, pero “qué gran potencia ha renunciado nunca volunta- fia y gustosamente a su influencia, y mucho me: 402 ‘eos a un territorio que formase parte del Estado, Sin mediar la lucha armada? Hay unos cuantos jemplos de abandono de la influencia por via pa- Giica Gran Bretafia traspas6 a los Estados Uni- Gos su influencia en el Caribe y América Central Ges del siglo xix, pero esto no implicé ninguna cesion de territorio, Infinitamente mas dificil fue legar a.un acuerdo en Irlanda. Los Habsburgo no se ereian tan débiles como para que su imperio y ‘Sa cohesion estuvieran condenados. El imperio Sobrevivid dos generaciones mas y luché honro- Semente durante tres afos en la mayor de las guerras en tierra. La politica correcta en la déca- Ga de 1860 parecia ser Ia de la fuerza més que la del apaciguamiento. El trauma de la derrota en la guerra de 1866, con la pérdida del Veneto y la exclusion de Ale- mania, fue tremendo. Era la segunda guerra per- ida en un breve periodo de tiempo; el nacions fismo avanzaba répidamente. {Qué habria ocu do si hubiera habido una tercera guerra en los ‘ahos siguientes? En visperas de la guerra con Prusia, los ministros de Francisco José empeza- ‘ron a abandonar la politica de centralizacion. Este Sbandono podria ser descrito como un retorno al tradicional gobierno de los Habsburgo establecido por la Pragmética Sancién, pero las concesiones 2 los «rebeldes» hingaros eran una pildora dificil Ge tragar para Francisco José. El hecho de que es- tuviera dispuesto a hacerlas muestra que una chis- pa de realismo habia penetrado en su mente ya fntes de la guerra de 1866. Francisco José estaba dispuesto a aprender de sus errores, aunque con lentitud. Siempre antepuso su sentido del deber hhacia el imperio a cualquier sentimiento personal. No se podia mantener el imperio haciendo peda- 20s a las recalcitrantes nacionalidades, aunque para esta tarea hubiera demostrado ser lo bastan- fe fuerte en 1848, 1859 y 1866. Sencillamente no era Suficiente derrotar a los magiares e italianos, por- 403 wd que los nacionalistas de dentro del imperio podfan forjar alianzas con las grandes potencias vecinas que, para favorecer sus intereses nacionales, no sentian escripulos en seguir una téctica revolu- cionaria en su politica exterior que nunca habrian tolerado en sus propios paises. Francisco José concebia como un deber sagrado asegurar la su- pervivencia de todos los considerables territorios del imperio de los Habsburgo y restaurar su con- dicién de gran potencia. Necesitaba la paz. Tam- bién tuvo que enfrentarse a un periodo de refor- ‘ma, tanto politica como constitucional y militar. Por una vez, Francisco José estuvo bastante ins pirado al elegir al estadista necesario para dirigir la politica del imperio durante aquellos dificiles aes. Friedrich Ferdinand von Beust habia servi- do al rey de Sajonia durante veinte aiios como primer ministro. Bismarck insistié en su destitue cin en el verano de 1866. En octubre, Francisco José nombré a Beust para el cargo mucho més importante de ministro de Asuntos Exteriores de Austria. Le confié no sélo los asuntos exteriores, sino también, poco después, la reorganizacion constitucional del imperio. Las amplias funciones de Beust recibieron el reconocimiento imperial cuando en 1867 se le otorgé el titulo de canciller, que sélo unos pocos grandes estadistas austria: os habjan levado (Kaunitz, Metternich). Beust se ha resentido de la comparacién con Bismarck, comparacién de la cual él era dolorosa: mente consciente. Juzgado por sus propios méri tos, el realismo y liberalismo de Beust, su capaci: dad de ver el enconado problema nacional del imperio con los ojos de un observador ajeno, st energia y habilidad diplométicas, sirvieron bien 8 los Habsburgo. No podia reconstruir la posicién de Austria en Italia y Alemania como queria el Partido de guerra de la corte. Nadie habria po- dido hacerlo. Lo que hizo fur salvar al imperio de nuevas derrotas y después cambiar el rumbo 404 ‘ de ss politica internacional en el sentido de actuar tomo beluarte contra cl avance ruso en los Bal anes, al tiempo que abogar por una alianza, en TET, con le nueva Alemania, Los acuerdos constitucionales a nivel federal = lograron con una rapidez.sorprendente cons erando la complejidad de los mismos, Beust ac- 6 como intermediario en Is negociaciones con Desk, ayudado por el conde Julius Andrassy, an- figuo condenado como partidario de Kossuth que aprovechindose de la amnistia habia vuelto a su patria. El «compromiso> que. establecia la mo- Sarquia dual, desde entonces. Austria-Hungria, se Guedaba muy corto con respecto a las exigencias Ge Kossuth de independencia pero daba a Hun- fia autonomia interna y una gran influencia so- Bre Ia politica del imperio en’ su conjunto. Los poderes residuales de {a Corona permanecian vir fealmente intactos. Las negociaciones para llegar tn compromiso con Hungria ya estaban bastan fe avanzadas cuando cl estallido de la guerra de 1866 las interrumpi6, Fueron reanudadas a. prin Gipios de 1867. Beust y Andrassy se entendieron muy bien; Andrassy persuadié al més circunspec- fo Deak y consiguio el apoyo de la emperatriz Isa bel para vencer Ia resistencia de Francisco José. Los hingaros aceptaron la indivisiblidad de los dominios de los Habsburgo y renunciaron a la po- litica de Kossuth de independencia total, Deak Feconocié que el dominio politico de los magiares Sobre las nacionalidades, que abarcaba las tierras ela Corona hingara, se mantenia mejor dentro el marco del imperio de los Habsburgo y acepts IG valider de la Pragmatica Sancién (1723) que eclaraba el dominio indivisible e inseparable (in- ivisibilter ac inseparabliter). El «compromiso» ecibié el consentimiento de Francisco José en el verano de 1867 y a finales de ese mismo afo fue acepiado tanto por el Reichsiag hningaro como por 405 el Reichsrat austriaco, que promulgaron las leyes necesarias, La competencia del Reichsrat ya no abarcaba todo el imperio. El soberano gobernaba las dos mitades del imperio como emperador (Kaiser) de Austria y rey (Kénig) de Hungria. Fue corona. do por separado en Hungria. Habia tres areas de gobierno que afectaban a las dos mitades del im. Perio, los asuntos exteriores, los asuntos milita: res y las finanzas, en la medida en que se ocupa: ban de los intereses financieros y econémicos co, munes del imperio. Se crearon estos ministerios imperiales 0 comunes (Kaiserlische y Kéniglische, © Ky K, para abreviar). Los ministros conjuntos, nombrados todos ellos por el emperador, eran res, Ponsables ante las edelegaciones». Las delegacio. nes estaban formadas por sesenta delegados cada tuna del Reichstag hingaro y del Reichsrat aus- triaco, que tenian que estar de acuerdo; su con formidad necesitaba luego el consentimiento del emperador para convertirse en ley. Los debates Periddicos sobre sus respectivas contribuciones financieras causaron gran tensién entre los repre. Sentantes htingaros y austriacos. En general a los ‘hiingaros les iban bien las cosas. Su influencia en los asuntos imperiales era igual a la de los «aus- triacos» pero su contribucién a las finanzas era menor. Tanto la mitad de la cris puesto desde hacia tiempo —tuvo su origen en septiembre de 1868, cuando una revolucién en Es pafia eché a la reina del pais— y el repentino climax en julio de 1870, cuando se conocié en Paris la candidatura de un principe Hohenzollern al trono espafiol, ha dado lugar a muchas inves! gaciones y especulaciones historicas en cuanto a si Bismarck habia intentado deliberadamente pro- vocar una guerra con Francia. Esta cuestién, al igual que tantas «cuestiones de Bismarck», es demasiado sencilla. Mucho de lo que sucedié en- tre septiembre de 1868 y julio de 1870 en Espafia yen las actitudes de la familia Hohenzollern era imprevisible. Bismarck no controlé todo el asunto 44 esde el principio al fin. Lo que hizo fue interve- ir y aprovecharse de los malentendidos y ambi iedades para favorecer la candidatura Hohen- zollern en momentos decisivos, pero gcon qué pro- pésito? Como era tipico en Bismarck, imaginé una Serie de posibilidades, desde apuntarse simple mente una victoria diplomatica frente a Napo Jen III hasta provocar una guerra; en el peor de Jos casos, siempre se podia abandonar la candi- datura en la medida en que era tratada como un asunto familiar que no tenia nada que ver con la politica del Estado. La tinica posibilidad que Bis marek sabia que podia excluir era que la candida: ura mejoraria las relaciones entre Prusia y Fran ia. Era una de las muchas barajas que tenia guar- dadas, La casualidad, las meteduras de pata de Jos franceses y el oportunismo de Bismarck hicie- ron de la candidatura el motivo de la guerra entre Prusia y Francia, Si Bismarck lo hubiera descado, podria haberla evitado. Pero, por el contrario, se aaseguré de que los sentimientos se exacerbaran al maximo. Sospechaba de Napoleén IIT y del nuevo imperio liberal, cuyo primer ministro, Emile Olli- vier, podia meter a Francia en una guerra para satisfacer la opinién publica. la idea de ofrecer a un principe Hohenzollern el trono vacante no fue de Bismarck. El principal ministro del gobierno revolucionario espafol, el mariscal Juan Prim, fue al parecer el primero que hizo la oferta después de que otros la hubieran rechazado, La casa gobernante prusiana estaba emparentada con la rama catélica meridional de Jos Hohenzollern de Sigmaringen, cuyo jefe era entonces el principe Carlos Antonio de Hohen: zollern-Sigmaringen. Prim habia escogido al hijo de Carlos Antonio, el principe Leopoldo. Los ru- mores sobre la candidatura de Leopoldo llegaron ‘a Paris en mayo de 1869, pero Bismarck dijo al embajador francés que el principe se habia ne- gado a que lo tuviesen en cuenta. Bismarck siem- 41s pre afirmé que hasta que estallé la crisis en julio. de 1870 él no tuvo nada que ver con la candida- ‘ura, la cual fue totalmente un asunto de familia de los Hohenzollern. Los documentos secretos del ministerio de Asuntos Exteriores aleman cuentan otra historia, Demuestran que la oferta espafiola ‘a Leopolde fue presentada al principe Carlos An- tonio en febrero de 1870. Como jefe de la casa, era necesario el consentimiento de Carlos Antonio. Este remitié la peticién a Guillermo I, afiadiendo que aconsejaria a Leopoldo que aceptase si Gui llermo T le «ordenaba» hacerlo en interés de Pru- sia y de la dinastia. Fs obvio que si el asunto hu: jera quedado en manos de Guillermo I la can- didatura se habria desvanecido. Guillermo 1 fue siempre partidario de la paz y plenamente cons- ciente de que seguir adelante con la candidatura seria una provocacién a Francia. Pero en marzo de 1870 Bismarck intervino ¢ hizo lo que pudo ‘secretamente para persuadir a Guillermo I de que diera su consentimiento por el bien de Prusia y de la dinastia, Envié al monarca un memorandum Meno de poderosos argumentos. Todo esto des- miente su afirmacién de que él no tuvo nada que ver con la cestién, Guillermo I estaba «totalmen- te en contra del asunto», pero, a la postre, llez6 por debilidad a un compromiso con su importuno, canciller, Darfa su consentimiento a condicién de ‘que Leopoldo optara personalmente pot aceptar cl trono, Esto no cumplia las condiciones de Car- los Antonio y L no quiso ira Espafia. Pas recia ser el fin de la candidatura. Bismarck mientras tanto habia enviado clandes- tinamente agentes a Espafia para apoyar la can didatura, Luego envié emisarios a los principes: Hohenzollern para persuadirles de que aceptasen. A mediados de junio de 1870 Ia intriga tuvo éxito. Mientras Bismarck se retiraba discretamente a su finca de Varzin, sus actividades secretas habian in- ducido al principe Leopoldo a aceptar la candida- 416 TET uray el 21 de junio Guillermo I, muy molesto por las maniobras a su espalda, dio su consent miento formal. He aqui la no intervencion de Bis- marck. Al final un malentendido acabé con ta andidatura de Leopoldo. El parlamento espafol, Jas Cortes, cuya funcion era elegir al rey, habia prorrogado debido a una confusién sobre la ‘en que se esperaba que llegara a Madrid el t0 oficial con la aceptacién de Leopoldo; no se podia guardar en secreto esta acepta- de Leopoldo. Las noticias Hlegaron a Paris el ide julio de 1870. Esto no formaba parte de los de Bismarck, que partian del supuesto de ‘Napoledn TIT tendria que enfrentarse con el ‘hecho consumado. Desde el punto de vista de k, el asunto dio entonces un giro desas- El nuevo ministro de Asuntos Exteriores de edn THT, el duque de Gramont, inflexible, pa ia_y carente de delicadeza diplomatica, envié ‘colérico telegrama a Berlin exigiendo saber si ‘el gobierno prusiano tenia conocimiento de la can- didatura. Ollivier y Gramont con sus acciones con- ‘tribuyeron a estimular el estallido de ira de la ‘prensa parisina el 4 de julio, Gramont siguié ade- Tante, sacando a relucir el ehonors francés en un ‘imprudente discurso ante la Camara el 6 de julio ‘@ insistiendo en que Francia sabia cual era su ideber y en que la candidatura ponia en peligro Jos iniereses franceses y el. equilibrio europeo. Dio instrucciones al embajador francés para que fuera a Ems, donde Guillermo I estaba tomando Jas aguas, y le dijera que debia aconsejar a Leo- ‘poldo que no aceptara la candidatura, porque si ‘se negaba a parar a Leopoldo ello significaria Ia ‘guerra. © Las ‘noticias procedentes de Paris molestaron profundamente a Guillermo I. No queria la gue- ‘fra, y mucho menos por la maldita candidatura “espafiola a la cual se habja opuesto desde el prin- ‘cipio. Por una vez el rey no escuché a Bismarck, a7 pero mantuvo a Benedetti a raya en Ems, asegu: rrandole de sus intenciones pacificas hasta que por fin, bajo presiones del rey, el 12 de julio, Carlos Antonio renuncié a la candidatura en nombre de su hijo. Asi la candidatura Hohenzollern terminé con un triunfo diplomatico francés. Bismarck, que’ habia regresado apresuradamente a la Wilhelm: strasse en Berlin, hablé coléricamente de dimiti vy de una humillacién peor que la de Olmiitz, Bismarck no habia perdido las esperanzas de echar toda la culpa a Francia de una manera 0 de otra y provocar una guerra en lugar de la hu- millacion diplomatica con que se enfrentaba Pru: sia. Gramont y Napoleén le hicieron el juego. La renuncia a la candidatura de Leopoldo habia sido anunciada en un telegrama «oficial» del principe Carlos Antonio. Gramont exigié también una re- nuneia oficial del rey de Prusia. Benedetti recibié instrucciones de volver a ver al rey Guillermo, conseguir de él personalmente una renuncia a la candidatura de Leopoldo, y, una ver que la tuvie- ra, exigir una «seguridad de que no autorizard una renovacién de la candidatura». La justifica: ccidn de esta exigencia sin duda insultante, que im- plicaba que no se podria confiar en el rey en el futuro, era que Gnicamente dando estas segurida- des se podria tranquilizar a la opinién publica fruancesa. Benedetti siguio las instrucciones y el 13 de julio se produjo el famoso episodio en el Kurgarten de Ems. Guillermo I salud6 cordialmen- te a Benedetti diciendo: «Estoy encantado de ver- les; sin embargo, Ia cordialidad se evaporé cuando Benedetti exigio importunamente las demas seguri- dades y Guillermo I se neg6 rotundamente. Mas tarde, aque! mismo dia, Benedetti recibi6 instruc- clones de Gramont de exigir al rey disculpas por la candidatura de Leopoldo. Guillermo 1 se dio ‘cuenta de que su intento de conservar Ia paz habia fracasado. a8 — Aquella tarde del 13 de julio, Bismarck cenaba con Moltke y Roon en Berlin. Estaba decidido a ‘declarar la guerra y sus averiguaciones en las ca: pitales alemanas del sur habian resultado com- pletamente satisfactorias. Cuando aquella. tarde Ileg6 a Bismarck en Berlin el informe telegratico de Ems describiendo la entrevista matinal en el Kurgarten entre Guillermo 1 y Benedetti, Bis- ‘marek vio su oportunidad. Al resumir este tele- fgrama, hizo que el comportamiento de Guiller ‘mo I pareciera mucho mas abrupto de lo que real- mente fue. La version de Bismarck del. famoso stelegrama de Ems» fue entregada por el propio canciller a los periédicos para su publicacion en luna edicién especial en Berlin y también envia- a para su publicacion en el extranjero. Moltke yy Roon, cuando vieron la obra de Bismarck, con ‘su caracteristica sobriedad comentaron: «Si, esto sirves EI 14 de julio, legaron las noticias @ tos mi- nistros en Paris. El stelegrama de Ems» fue con- Siderado como una «bofetada en la cara» delibe- "fada. Sin embargo, no fue la causa inmediata de Ja guerra. La negativa de Guillermo I a aceptar las exigencias francesas, por cortésmente que es- “tuviera formulada, dejé a Napoleén HI y a sus ‘ministros sin mas salida a la situacién que habian creado que dar marcha atrés 0 luchar. Tras haber “contribuido a soliviantar la opinién publica en jorno al shonor francés», a Napoleén y sus mi- nnistros les habria sido casi imposible dar marcha tris. Si la versién de Bismarck del «telegrama de Ems» v su publicacién en el interior y en el ‘exterior fue el «insulto» final que puso iérmino 4a las agonizantes deliberaciones del consejo de ‘ministros en Paris a favor de la guerra es una ‘cuestin hipotética, cuya contestacién probable ‘es que por aquel entonces Ia guerra era inevita- ble. Se puede demostrar claramente que Bismarck estaba listo para la guerra, Bismarck tenia pro- 419 yctadas otras accones, incluyendo Reichstag para que provocase la caso de que Francia no hiciera el favor guerra con Francia le permitiria completar 1a obra de unificacién de un solo golpe. Tenfa un don especial para crear situaciones que brinda- ran oportunidades para una accién decisiva. Era como un tigre en espera de saltar. No decidia el momento de actuar hasta muy poco antes de ha- cerlo. En este sentido no elaboraba planes «a lar- g0 plazo». En sus charlas y cartas a sus contem- Pordneos durante los meses que precedieron al estallido de la guerra, enumerd diversos argu ‘mentos tanto en favor de una guerra y de una ré- ida unificacién como de una politica de pacien- cia hasta que la unificacién evolucionara por si sola en los afos venideros. Sus afirmaciones no son tanto pruebas contradictorias como prucbas de su manera de explotar varios caminos para lle- gar ala misma meta. Aprovechaba las cartas y las iscusiones con otras personas para razonar en vor alta. Por tanto, ninguna carta ni declaracién concreta debe ser considerada como el reflejo de la politica real que seguia en aquellos momentos. No cabe duda de cudles eran sus objetivos desde 1866, pero s6lo en la primavera de 1870 utiliz6 su talento para provocar una guerra; sélo enton- cces se decidié a actuar, calculando que un retra- $0 representaba el camino més arriesgado para Prusia, En el momento en que los franceses de- clararon la guerra, el 19 de julio de 1870, se las habia arreglado incluso para que pareciera que toda la culpa de la guerra era de los franceses. Esto tuvo su importancia en una aspecto vital: cred unas condiciones que activaron la alianza militar entre Prusia y los Estados de Alemania del sur. Una disputa entre Prusia y los ministros 420 franceses habia sido transformada en una gran guerra patridtica alemana en defensa de la Pax ia, Por supuesto, eso era una «farsa», por usar una de las frases favoritas de Bismarck. Si los Jo hubieran deseado, Alemania habria jido ser unificada sin necesidad de una guerra “Francia, Bismarck no hacia una guerra de- , como afirmaba, sino una guerra ofensiva esto valdria igualmente para la conduccién mi- de la guerra. a

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