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PAE ne Seti hospital: El tiempo de tratamiento Marcelo Barros Tema nae igrama MARCELO BARROS de la verdad. ico corriente: el Prélogo Es una alegria y un ongullo para mf escribir este prélogo y agra- dezco a Marcelo Barros habérmelo pedido. Quienes hemos vivido de cerca la practica institucional, sabe- mos de los avatares por los que ha pasado en nuestro pais su con- ceptualizacién. Algunos, frente a las condiciones de tiempo y dine- ro, propusieron las psicoterapias supuesto “Lacanism evar a cabo entrevistas pre debia iniciarse en el cons en otras vueltas, pudo les, tenien- do en cuenta sus condiciones, pero manteniendo lo especifico de la Préctica psicoanalitica. Debates y confrontaciones se sostuvieron en ese enario y envolvieron a los practicantes, algunas veces, en icas estériles. El libro de Marcelo Barros recoge el guante, entra en la conversa- Gin y, como Freud, dialogando con diferentes interlocutores, toma posicién y con un estilo riguroso y polémico, se aparta de los luga- res comunes para ir a los fundamentos. El libro se propone como un texto préctico, fendiendo por tes de tal aplicacién. Se sos- inas de légica de una a en un centro i. Pero no pretende ser una guia mecénica ni hacer concesiones a los imperatives del mercado. Son rativos los que muestran ser muy poco pricticos. 7 Maxctio Barkos Organizado en una introduccién y tres capitul primero consideraciones generales sobre el fal, para articular Iuego una ldgica que va de los inicios a los finales de tratamiento, como instzncias que facilitan desde Freud, el esta- caala Wogica. Las a de ta experiencia De un modo interesante y ameno, pero no concede al mercado. Reconoce el valor practico del psicoandlisis para reducir el sufrimiento de quien consulta, pero sabe distinguir muy bien el efecto del andlisis del furor curandis y con claridad afir- jue “La relaci6n entre la pureza de la experiencia y su aplica- ion a la terapéutica seré roblema a resolver por el psi ta clinico, ya en como privado”” con quienes se instalan en la practica suficiencia”. Sin confundirse con el asistenci jn esencialmente humanitaria de Freud, en oposicién a los “canallas de la derecha”. En el horizonte de su argumentacién, esté sin duda la formacién de! analista y una posici6n ética del analista trabajo. Entre los afios. 1998 y 2000 tral jacin sobre el tema “Cémo terminan los tratamientos de orien- es hospitalarias?” Era una época los tra- tamientos hospitalarios eran considerados interrupciones, 0 consi- derados bajo el Ta nece- sidad de distinguir las interrupcior men- tos conclusivos, y éstos, a su vez, del Establecer la diferencia fue un hallazgo. Interrogar la légica que ‘el momento conclusivo en terminaciones de tratamient adas con el acuerdo entre el analista y el paciente, fue el tra~ que momento l6gico, posible en los hospitales y que en ellos habia efec- 8 PSICOANALISIS EN EL HOSPITAL ue eta posible pensar la terminaci6n del tratamiento institu: ional haciendo de las condiciones de tiempo y dinero un uso ai Utico, en la singularidad de cada caso. Entendimos que era posible encontrar en a légica de cada caso indicios que dieran lugar a un momento de concluir, Este libro retoma estas primeras elaboraciones con la originali- dad de su estilo les da una vuelta y avanza en su elaboracién. Su plan de trabajo se sostiene en cinco proj que organizan la exposicién y | légica se vuelve central, asf como la especificidad de la cura anali- tica y del manejo de la transferencia. Considerando conclusién al final del tratamiento entendi un acto levado a cabo por el practicante Marcelo Barros aisla la logi- ca temporal que Lacan define como momento de co tingue tanto de una interrupcién como del cumplimiento de un tiempo cronolégico. Para definir el estatuto psic ico de una e Ja idea de que la transferencia es algo diferente de la suges de un poder, y por lo tanto se trata de aclarar su especi En una original articulacién entre tiempo y dinero propone que en el tratamiento hospitalario | en Ia transferencia impone una exigencia de brevedi iperativo de mo demorar la con Una cuarta proposicién es ‘manejo del tiempo global del tratan tiempo de la sesién. modelo de la y rigida entre efectos terapéuticos y efectos analiticos.. ‘Seguirlo en su recorrido, es apasionante. Con un esti igurosidad ‘que orienta a los practicantes interesados en el tema pero que también presenta, a cada paso, conceptos funda- mentales. En fin, un libro imperdible. ADRIANA RUBISTEIN Introduccién y plan de este libro ACERCA DEL SENTIDO DE TERMINOS COMO “PRACTICO” Y “EFICAZ” las deberian evitar el vicio que une automética- ion el adjetivo “practico” con el rubro de las Ta banalizacién de la clinica y del pensamiento. Un mal hébito no al uso de la palabra “eficiencia”, que el discurso ica de power point, las taciones numéricas, los gréficos, y otras especies de cos- cientifica que satisfacen las exigencias del que en sf mismas no producen ningtin conocimiento. nesi teratolégico que combina el modelo sindrémico del DSM IV con las técnicas cognitivo-conductuales y el reducida a la sola prescripcién de psicofaérmacos, funda degradacién de la pra ica. Suele extenderse la creen- otras tener alguna justificacién en los contadores de las empresas de medicina repaga, pero no la tiene en quienes suelen llenarse la boca con sus exfticas al psicoandlisis en nombre de una pretendida eficiencia, al tiempo que demuestran una ignorancia inmejorable de aquello que critican Lo fundament caz” cuando en la rt ELO BARKOS lad alude a las aporfas de esa vida sexual, esto es, a la imposil que la habita Bastaria repasar los escritos de Freud para recordar que el fun- dador del psicoanalisis sostuvo siempre una actitud realista, verda- deramente préctica frente al sufrimiento del sujeto, y eso implicaba también una preocupacidn por la eficacia real de los medios para resolver ese padecimientol. En un esfuerzo por seguir esa ensefian- za freudiana éste aspira a ser ante todo un texto préctico, entendien- do por 'vo a la aplicacién de Ios principios constituyen- tes de Ese prag- matis luye los limites de tal aplicacién, dado que alli donde un psicoanalista se abstiene de analizar, o de proseguir con un tral miento, también actia analiticamente. En tal sentido el desarrol que habré de seguir se presenta como el intento de transmitir, del modo mas breve posible, lo que ha podido extraerse en términos de jario. Apuntar a un ideal de simpl fctica no guarda relacién con el recurso a una guia mecénica, tuna concesién a los imperativos del mercado. Son imperativos los que muestran ser muy poco précticos rantes, cuando pretenden que las fuerzas de Eros y Ténatos se some- tan d icaciGn que buscamos no es otra Es cierto que la singularidad de la zo de invencién renovado cada vez por el practicante, lo cual deter- mina que en este texto no se encontraré, por supuesto, una f6rmula de cémo encarar el problema de la direcci6n de un tratamiento ana- jonales. Pero si cada caso plantea un ese problema cabe recordar que para al médico en el tratamiento psicoan: joteca Nueva, Madrid, 1973, 12 PSICOANALISIS EN EL HOSPITAL Del mismo modo Freud reivindica para el tratamiento analitico la pposibilidad de establecer algunas formulaciones de orden general en cuanto al inicio y la conclusin?, Por esta razén, después de haber expuesto algunas observaciones respectivas a la préctica del psicoa- nélisis en los hospitales, abordaremos la cuesti6n de la posicién de! analista frente a la demanda inicial en el hospital, a la admisiGn y al ‘comienzo del tratamiento institucional. Después se apuntaré al pro- blema del tiempo que es la instancia que plantea mayores dificulta- des para su esclrecimiento, concretamente, cudndo concluir el tra~ tamiento en la institucidn?, Apelando al titulo de un curso de Miller, diremos que un problema especialmente presente en bajo institucional ~como habremos de ver- es ante todo el del uso adecuado del lapso de tiempo en la curat. Si bien los problemas que se plantean en la instituciGn también se presentan en toda cura psi- coanalitica, seflalamos que ciertas cuestiones como el uso de la variable del tiempo merecen una consideracién especial en el con- texto hospitalar Este abordaje estd contrado en la experiencia con pacientes adul- tos neur6ticos en el marco del consultorio externo. No se hard refe- rencia a otros disposi tratamiento de los nifios o de los pacientes psicoticos. Tal restric de extensién. Precisamente es en el caso del paciente neurético, que podria asumir propiamente la posicién del analizante, donde se final de un tratamiento era una cuesti6n pra acaso podria discutirse pero que cién psicoanalitica en las instituciones hospitalarias”, en Anuario de "VII, Universidad de Buenos Aires, Facultad de pags. 241-256, 4 Mnuee, JA. Las usos det laps, MascxLo BaRRes mes con ciesg6 de vide, demandan tal vez un esfuerzo mayor all ‘practicante y plantean el problema de su insercién en el dispositive P lado establecer mas fcilmente —de un modo provisorio- momentos en el desarrollo de_un tratamiento ‘que podrian marcar {a culminacién de una fase y el pasaje a otra, ‘como en los casos en que hay un cambio de dispositivo. Incluso allf donde esa perspectiva no esté presente, la estal puede ser considerada como un criterio terapé Practicante. Que un paciente salga de la internacién, que ya no corra riesgo de suicidio, que pueda manejar por sf mismo la medi cacién y asistir solo al hospital, que pueda trabajar, podrfan ser con- siderados como objetivos terapéuticos faciles de establecer aunque no sean féciles de alcanzar. Y aunque el analista no plantee su accidn en términos de “objetivos terapéuticos”, la estabilizacion e incluso la supervivencia del paciente son factores necesarios que habré de buscar con miras a la instalacién de un tiempo de com- prender. Pero cuanto més nos alejamos de la emergencia y de los bordes de la experiencia y nos acercamos a su centro, se hace cada vex ico definir lo que se puede entender por “ objetivo terapéutico” ~al menos sin apelar a ideales- y la cuestién de la conclusién se vuelve més oscura. Dicho de otra manera, no nos ocupard tanto el dramatismo de la crisis como lo que Freud lamé el estado neurético comin’, A partir de ahf se nos plantea el sma nocién de cura y la dificultad guidramos con criterios sintomaticos ~que no de un modo absoluto-como los de estabilizacién, disminucién del nivel de angustia, o superacién del duelo. PLAN DE ESTE TRABAJO. CINCO PROPOSICIONES Se emplea a partir de ahora la expresi referencia al profesional psicélogo 0 médico que to de orientacién psicoanalitica en el hospital pablico. Si bien no puede hablarse de “Ios” analistas de los hospitales, y mucho menos 8 FRevp,S, “Lecciones introductorias al psicoanslisis”, en O.C, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. “ PSICOANALISIS EN EL HOSPITAL de algo asf como “el psicoanalista de hospital”, es un hecho que hay quienes sostienen e] discurso analitico en los hospitales a pesar de las funcionarios y a pesar de los dictémenes de los muchos grupos cos. La formacisn de estos practicantes, su posicién te6rica, su pertenencia 0 no a instituciones psicoanalttices, son factores que pre- sentan una gran variabilidad individual y que ademés resultan a ferentes a su condicion de agentes institucionales, dado que es macién analitica. Los practicantes no presentan una homogeneidad y tampoco constituyen propiamente una comunidad epistémica. Pero su accién eficiente sostiene el discurso psicoanalitico en los ser- vicios ptiblicos de salud mental y esto no tiene nada que ver con la circulacién de una fraseologia analitica, sino con la posibilidad de preservar un lugar para alojar lo que ninguin otro discurso puede alojar. El psicoanalista sabe, con criterio préctico, que incluso allf donde alcanza el éxito terapéutico se enfrenta con algo incurable, y que por lo tanto sus herramientas son limitadas. Pero su pragmatis- ‘mo reside en buena medida en poder tener en cuenta ese factor de incurabilidad. ¥ es en raz6n de eso que, si acaso no sea lo mejor, seguramente permite evitar “lo peor”*. El recorrido de este texto puede resumirse en cinco proposiciones de base que detallo a continuacién y cuyo desarrollo constituye todo lo que sigue después. tratamiento te. No se tra direccién de la cura, ni por el cump! previamente establecidos. Esta instancia permite temporal que es la que J. Lacan define como m slar una légica is y el cobre de la sugesti6n” para definir el tico de una entrevista, la segunda proposicion recuerda la idea de * Se reeuerdla aqui el comentario de Lacan el que admite que ejercen algiin bien pero conducen a lo 7 Lacan, J, “El tiempo ligico y el aserto de cert nuevo sofisma”, en Escrilos 1, Siglo Veintiuno 15 MagCELO BARROS que de tra a es algo diferente de la sugestién, y del uso de ¥ por lo tanto se trata de aclarar su especificidad’, 3- Una tercera proposicion dice que en el tratamiento hospitala- cde de gratia ea ‘como in situacién analitica que tiende a su cronificaciGn, Se advierte, ante todo, que la determinacién de la “brevedad” no depende del criterio cronolégico y se subraya que su esencia estriba en el "no demorac”. 4- La cuarta proposicién establece que la légica que debe regir el ruanejo det tiempo global del tratamiento es la misma que rige el manejo del "0 de la sesién. Donde el discurso permite las inversiones dialéc- ticas, las emergencias de la verdad, y el uso del corte de sesion como lad de un momento de con- icacia analitica no aporte un beneficio subjetivo, al menos el ia responsabilizacién con el consecuente apacigua- cin terapéutica del analista (der theraps lo cual es sensiblemente distinto y nos hace poner el acento en la posicién del practicante, y no ya en el efecto terapéutico como algo que el psico- iomes del inconsciente, cap. XXIV, ‘aids, Bs. As, 1999. I Consideraciones generales sobre el psicoanilisis y el hospital OBjECIONES Y DEFENSAS. UPSICOANALISIS PURO 0 APLICADO? Muchos analistas han juzgado las condiciones institucionales iblicas como irremediablemente impropias para la cura psicoana- ica. Otros, en el extremo opuesto, desconocen el problema gan sin més las diferencias entre la préctica andlisis en los hospitales que, en principio, no es imposible sos- tener la escucha analitica en el hospital, ni la produccién de asocia- ciones por parte del paciente, ni la instalacién de la transferencia Ademés, si las circunstancias pudiesen elevarse a un plano ideal podrian generarse condiciones éptimas para el tratamiento hospita- 1 privada. Si bien en realidad del sistema piblico de salud el trabajo de los profesiona- les suele estar mal pagado, ésta es ciertamente una cuestién de hecho y no de derecho. Los honorarios del practicante podrian, en teorfa, estar cubiertos por el estado o la seguridad social. Sin embar- 0, la gratuidad del tratamiento -y nos referimos aqui a la perspec- del paciente- es una condici6n insoslayable de la atencién hos- pitalaria porque precisamente es la que la define y le da su sentido. Este es un factor especifico de la prctica en el hospital. Pero como Freud mismo lo sefialara, esa condicién, més alld de que las aspira- ciones econémicas del practicante en tanto individuo estuviesen cubiertas, puede obrar como un obstaculo para el tratamiento anali- tico. La incidencia de la gratuidad en la transferencia, como habre- mos de demostrar, determina la reduccién necesaria del tiempo de 7 MARCELO Basses contra de los beneficivs primarios y secundarios del sfatoma, Se exi- gr un trabajo y un compromiso con ese trabajo. La cita con el ana- Tista supone Ta posibilidad de un encuentro con aquello de lo cual el sujeto no quiere saber nada. Justamente eso es lo que un analista no debe “zhorrar! ciente. Esta posicién del practicante no entra en contradiccién de modo alguno con su necesaria receptividad. Muy por el contrario, el espacio del anilisis se presenta como un lugar donde el paciente puede alojar aquello que no seria alojado en ninguna otra parte, ni siquiera por 61 mismo; pero eso no implica ‘que represente un espacio de comodidad. El analista jamas se con- vertird en el garante del deseo de dormir, al que buscan satisfacer las ensofiaciones diutmas y nocturnas del neurético. Podriemos decir lar a 16 que alguna vez dijo Bioy Casares sobre la no se parece en nada a un refugio, y sin embargo ¢s el que tenemos”*®, Maino, D,, ABC de Adolfo Bioy Madrid, 1991 iciones de la Universidad, 54 ite Acerca del uso del tiempo y de la conclusién del tratamiento ELOGIO DE LA BREVEDAD Una conocida sentencia de Gracin perfecciona el elogio de | brevedad. Pero ese homenaje no estd destinado a la pura y simple rapidez, a la prisa propia del zapping erratico o del frenesf narrative del video-clip. Esa brevedad a la que se refiere Gracin y que tiene la virtud de duplicar las bondades de lo que es bueno consiste més var, en la habilidad para hacer que algo no dure més alld de lo justo. Se trata, entonces, de una noci6n de brevedad que no obedece a criterios cronolégicos cuant ha de tomarse en consideracién para abordar la cuesti ratamiento institucional y su conclusion. Por tal razén hablare’ de la conclusidn del tratamiento y su tiempo, antes que de su dura cién. La concl centrado en poco una interrupcién unilateral provocada por la resistencia -ya sea del paciente o del analista- 0 algiin otro factor accidental. Esta concepeién también excluye evidentemente la aplicacién automati- ca de una norma institucional. Se deja de lado, asf, toda posibilidad de finalizacién que no obedezca a la politica del tratamiento. EI psicoandlisis siempre se ha enfrentado con una doble exigen- cia, externa ¢ interna, de brevedad. La primera, la externa, consiste en las exigencias del medio que reclama un efecto terapéutico en el mas corto tiempo; imperative que determina la preferencia de la medi na empresarial y de los organismos institucionales por las psicotera- 3B Manco Basses: s ten las que se verifica la degradaci boevedad a rapidee, Su esencia no estriba tanto en la reducida dure cin como en la limitacién de los objetives, como ya hemos visto. estas psicoterapias permi terapéuticos bajo una perspectiva utilte a las instituciones con- subjetiva cl resultado se adapta mas facilmente a Ja manipu- a de Ia “rentabilidad social” de los intoma sin modificacién de la posi- e, sin embargo, las exigencias del imperative 1 caso citado de fobia a las agujas podria haber sido tratado con “éxito” en pocas sesiones si por éxito entendemos la desaparicisn dk lo es perfectamente posible, por supuesto, sin tocar ni de tratamientos. La su cidn del sujeto satisf nezca encerrado dentro de las paredes de la alcoba ni limitado a las técnicas amatorias (digamos de paso para el lector preocupado por los resultados sintomaticos que la joven pudo atravesar los exémenes, médicos tan temidos a pesar de que el tratamiento no se abocara a nales de formacién psicoanalitica, sin embargo se tiende a considerar que el profesional que trabaja en un hospital pose expe- riencia en psicoterapias “breves” por el hecho de dirigir tratamientos nun tiempo acotado. Este es entonces uno de los motivos por los que es importante esclarecer el estatulo de esta brevedad. Por otra parte, hay una segunda exigencia de brevedad interna al que concierne a sus fines propios y que no ay of life. La preocupa- tiempo fue planteada ya por Freud y por algunos de sus discipulos como Rank o Ferenczi. Esta preocupacién ocupa ademas, tun lugar central en la ensefianza de Lacan, sobre todo con relacién al, tiempo de la sesidn. Hay que destacar, entonces, que el reconoci- miento del valor de la brevedad no es un patrimonio exclusivo de las psicoterapias “de objetivos limitados’. La diferencia es que en el aso del psicoanslisis el manejo del tiempo no esta subordinado a la ambicisn terapéutica, a la pretensién del efecto rdpido y sin media- 36 PSICOANALISIS EN EL HOSTAL EL TRATAMIENTO HOSPITALARIO Y EL MANEJO DE LA TRANSFERENCIA. En el caso particular del tratamiento de orientacién psicoanaltti- ca en el hospital, la exigencia de brevedad esta vinculada a la trans- ferencia y a la condiciOn especial de gratuidad en que se instala. Segiin Freud, la ausencia de pago por parte del paciente puede, en agin momento, intensificar la resistencia de transferencia: “El tra- tamiento gratuito intensifica enormemente algunas de las resisten- cias del neurotico; por ejemplo, en las mujeres jdvenes, la tentacién integrada en la relaci6n de transferencia, y en los hombres jévenes, Ia rebeldia contra el deber de gratitud, rebeldia procedente del com- plejo del padre y que constituye uno de los mas graves obstéculos a Ja influencia terapéutica. La ausencia de la compensacién que supo- ne el pago de honorarios al médico se hace sentir penosamente al enfermo; la relacion entre ambos pierde todo carécter real y el paciente queda privado de uno de los motivos principales para aten- der a la terminacidn de la cura”. (O.C,, “La iniciacién del tratamien- to”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, t. Il, pag, 1667) ‘Ya vimos también como Lacan advierte que el contexte colmante de la demanda del sujeto favorece el fantasma de un Otro sin falta que acrecienta la angustia. El dinero, como ya se sabe, es un signifi- cante que neutraliza relativamente la inquietud del analizante respec- to del deseo del analista, la consabida pregunta “qué quiere de mi?” Esa angustia da lugar a los fantasmas de seducci6n o de some- timiento pasivo al padre que Freud menciona en la cita. La grat dad del tratamiento no los genera, pero puede hacer que sea mas dificil manejatlos. Ello tiene lugar en la medida en que la gratuidad ubique al sujeto en una posicion de gratitud, y quien conoce las fuer- zas que se pueden desatar en la neurosis sabe que la gratitud puede desplazarse facilmente hacia la envidia y la agresividad, contra lo {que el sentido comtin supondria. Pero no hace falta ser psicoanal ta para saber que la caridad provoca contragolpes agresivos, porque Ja caridad puede ser ya en sf misma un golpe. Y si es claro que obje tivamente la asistencia social no tiene nada que ver con la caridad 0 Ia beneficencia, las cosas no son tan claras en la situacién transfe~ rencial. La nocidn freudiana de reacci6n terapéutica negativa resume toda esta problemética. Es asi que la dificultad para trabajar sobre lo que Freud designé 37 Mascsio BaRaos como “neurosis de transferenci el aspecto resistencial de la relaciin de transferencia, representa el obstéculo mayor para la pro- longacién del tratamiento Fsicoanalitico en el hospital. Recordemos gue esta insta fi i traducible en stalacién de una posi- cion de goce e: que reside en la actuacién de su fantasma, En términos del primer Lacan, hay una exacerbacién de la relacién ia entre analista ante que obstaculiza la dialectiza- ante podria hacer posible Ilevando a un impasse inercial del tratamiento o a su interrupcién abrupta. En todo esto determina Ta necesidad de fijar un limite de tiempo al tra- spitalario, necesidad que obedece a la interna del pro- ceso al margen de las disposiciones institucionales relativas 2 su ese momento pasado el cual tratamiento institucional puede entrar en una situacién transfe: cial irreversible, acaso tormentosa, o en un estancamiento monétono e prolonga indefinidamente. Esto tiltimo tal vez parezca invero- simil. Se argumentard que es dificil que alguien que no obtiene nin- iin benefici iquiera aparente, contintie yendo a ver al psicoanalista, Pero es desconocer la naturaleza de la neurosis, Primero, porque no es evidente que el paciente vaya para curarse Segundo, porque obtenga un beneficio en sf misma ya constituye un beneficio. Un analista sabe que alguien puede acudir al tratamiento ~gratuito 0 no~ preci- samente para que todo siga igual. En este sentido cabe sefalar la dife- rencia entre la angustia y el sufrimiento neurético: mientras la pri- mera puede llegar a ser eventualmente el motor de un cambio (posi- tivo 0 no), el segundo es fundamentalmente inercial en Ia medida en que conlleva un placer que no es sentido como tal. El vinculo con el analista implica una gratificacisn pulsional para el paciente, como ya lo sefialara Freud en muchas oportunidac jo que el suje- to tenderd a buscar k Gn transfe- rencial. Esto motive que algunos buscaran abreviar el tiempo de la cura porque advertfan que la fijacién de un goce pulsional en la situa- -vaba a una interminabilidad del tratamiento y cons- a el mayor obstéculo para la cura. Un ejemplo lo encontramos en Otto Rank, quien fue el principal representante de la tendencia, den- ento analitico, a abreviar el tiempo de tratamiento, 58 PSICOANALISS EY deirés de todas las resistencias del enfermo, se deseo de prolongar indefinidamente la situacis procura siempre una gran satisiaceién, También el an dencia a la fijacién debe tener en cuenta este punto de zo y radicar alli su principal esfuerzo”. (EI t Paidés, Bs. As., 1961, pag. 24) La condicion de gratuidad de! hospital puede aportar induda- blemente un importante refuerzo a esta posicién en la que el sujeto se instala en una situaciGn fantasmética de satisfaccién. Por eso Freud advierte que la ausencia de pago hace que se pierda un esti- mulo para enfrentar la conclusi6n. En cuanto a Rank, para combatir la tendencia a la fijacién 61 recomendaba acatar la regla freudiana que prescribe un tiempo estindar para cada sesién y buscaba exten- der esta medida al tiempo total del tratamiento. Enseguida nos ocu- paremos de la cuestidn de la estandarizacién del tiempo. Desde la concepcisn lacaniana se defiende el manejo discrecional del tiempo de la sesién como un recurso eficaz.contra el aprovecha- analitica. Silvia Tendlarz advierte la transferencia se vuelve el cierte del incons- ciente, la precipitacion del corte va en contra de este impasse y quita al sujeto de la complacencia que produce su desdicha”*® Efectivamente, hay una complacencia del sujeto en la narracién de su miseria neurética. El corte de la sesidn, en la medida en que no obedece a una norma automitica y esta sujeto a las escansiones del discurso del paciente, apunta a contrariar esa complacencia y a que- brar el impasse al que conduce la transferencia. Del mismo modo, esta concepcién del tiempo de la sesién puede a mo ya s, al manejo del tiempo total del tratamiento institucional, CRITICA DE LA FIJACION DE UN TIEMPO ESTANDAR La posibilidad de recurrir a una norma institucional que plazo determinado a la cura en forma anticipada ahorra al anal eldilema de tener que tomar una decisi6n sobre el momento de con- cluir, A favor de este proceder, ademas, se presenta la ventaja de no nlerpretar, 18 TenpLanz, 5. E, “7Cusindo cortar la sesién Coleccidn *Orientacion Lacaniana”, Bs. AS. 59 ineusrir em arbitrariedad, por una parte, y por otra, la confrontacién sujeto con un limite que permitiria “acotar el goce”, y que habria de operer como motor de la cura movilizando al sujeto haci conclusiGn. Para apoyar esta estrategia suele invocarse, ademas de la préctica del esténdar, el emplazamiento impuesto por Freud en el o del hontbre de los tobos. La perspeetiva de un punto de sepa- raci6n entre el paciente y el analista estaria poniendo en juego la fun- n de la castracién promoviendo el trabajo de duelo. Tal vez hay circunstancias institucionales que no permiten que las cosas sean de otra manera, No todos los hospitales enfrentan los mismos problemas. En algunos la demanda es masiva y las condi- 1es sociales ejercen una presién mucho mayor que en otros. Pero ene la posibilidad de elegir, lo mejor es tratar de regular lo menos posible y abstenerse de fijar mites temporales anticipados que uniformicen los tratamientos. Es verdad que los limites pueden cumplir una funciGn positiva, pero no hay raz6n para que en este ‘el limite esté dado por una norma estandarizada. La fijacién de un tiempo esténdar igual para todos los pacientes antes de que el ‘manifestado constituye una enajenacidn del sujeto tal como lo hace ver Lacan en su consideracién sobre el emplazamien- to de Freud al Hombre de los lobos"”, La idea de que el analista sabrfa de antemano determinar el tiempo necesario para que la ver- dad del sujeto emerja, refuerza la suposicién de saber sobre su per- vaen la misma direccién que la relacion de sugestion. contrario, es posible sos posicién que Lacan ha se trata de la temporalidad subjetiva y no de la del “universo de la precision” Con respecto a la tan fatigada nocién de “acotamiento del goce”, nin de que la brevedad del tra- a la necesidad de hacer que el da algo”. Bsta idea implica que, dado que el paciente tonces paga con una limitacién del tiempo de \cia tiempo = dinero, propia del fantasma no paga con tratamiento. Tal equi cotamiento del goce”. No se objeta aqui tanto la expre- Funcién y campo de la palabra y del Ienguaje en psicoané veintiuno, Bs. As, 2008. 7 sién como el uso que de ella se hace. E] pago por parte del paciente no implica necesariamente la e2sién del goce que subyace a su pade- cimiento. Del mismo modo, le fjacién de un tiempo limite estanda- rizado no necesariamente haré jugar le funcién de la castraci6n. Por fra parte, es improcedente la idea de “hacer pagar” al sujeto con una limitaciGn en el tiempo del tratamiento, lo cual podria corres- ponder més bien a una reaccién contratransferencial adversa de parte del practicante. Por el contrario, la posibilidad de operar con el tiempo de la sesidn y del tratamiento tiene otro sentido, Suele pensarse que un manejo no estandarizado del tiempo por parte del analista pone al paciente en manos del capricho de un Otro arbitrario, y que, en cambio, una medida pareja de tiempo para todas las sesiones, todos los pacientes, y en |. los tratamientos, representaria el aspecto haciéndolo funcionar como un agente de la ley. Ese argumento des conoce que ahi se trata de la regla, y que ella es precisamente lo con- trario de la ley". No me detendré a comentar esta diferencia esen- ‘omitida por la negligencia infalible con la que en nuestra época se encara “lo paterno”. Recordaré simplemente que es tradicional distinguir el derecho de la justicia. El primero, el derecho, son las reglas, los oddigos, las normas establecidas. La justicia si un acto de decisidn, un sujeto, el juez, que lleva a cabo un acto de inter- pretacion y aplicacién discrecional de esas normas, incluso a veces en contra de su letra. Hay un viejo apotegma del derecho romano ‘el maximo derecho es la gobiernan las reglas, no hay ley. Més alld de todo esto, la exp Gia muestra que la implementacién de esas formalidades esté lejos de garantizar que el paciente no las experimente como caprichosas y arbitrarias. Después de todo, no se sabe q jo que las reglas no pueden ser caprichosas. De hecho, lo son, Mas aun cuai regulaciGn se muestra disociada de lo que se articuls en la en el periodo de tratamiento institucional. Las alarmas que suscita la préctica de la sesidn corta obedecen a un prurito escrupuloso fundado en una concepcisn obsesiva di encuadre. Es en la méxima gran parte ton 28 Mio, JA, Lectura sel Sr Bs. As./ Paidds, Bs. As, 2000. Matcrio Barros fuerza el cechazo de la variabilidad del tiempo de las sesiones. Se Gree que el paciente compra tiempo y sise lo priva de éste entonces se To estarfarestafando. El mismo fantasma neurético ac tituciGn hospitalaria aunque el paciente no pague, dado que se tien- de aver la esencia de “la prestacién” en el tiempo La esctupulosidad que ponen las empresas de medicina prepaga (en Jas que La equivalencia tiempo = dinero es soberana) en el tiempo de | tica sistemdtica y mecénica de la sesi6n corta no daria Tugar a las mas de elaboracién de la experiencia, se les conce- de la razén, pero no sin antes advertir que una tal mecanizacidn es o que precisamente caracteriza al esténdar. Se reconoce sin reservas el acto del analista tenga lugar es necesario que haya empo de despliegue discursive que podra ser breve o prolon- pero es objetable que ese tiempo pueda ser determinado a prioti por una norma general, ni con referencia a la sesién ni tam- iempo total del tratamiento. La variabilidad npo de las sesiones y del tiempo del tratamiento en el hospi- tal se vincula a una temporalidad del sujeto, que no es la temporali- dad cronoligica, homogénea y contabilizable del estandar. Este tilti- mo hace prevalecer los tiempos del Otro, ya sean los de la institucion © los estandares personales del analista que sin duda existen y ejer- cen siempre un efecto de inercia. No podemos engafiarnos a este res- pecto porque sin que exista una marca institucional del fin del trata- miento, existen igualmente marcas universales y objetivas de tiem- po como los perfodos de vacaciones, los que pueden actuar como medios no formales de estandarizacién. En cada caso el analista deberd evitar la incidencia de su inercia perso- nal, 0 la de los tiempos del calendario. {ANALISTA SUJETO U OBJETO? Con respecto a las advertencias sobre el posible abuso del corte de to que no mereceria contestacién, pero bastard es el uso lo que se discute, y que nadie pone en duda el uiciv que aporta abusar de lo que sea, ya se trate del tiempo, de idad, del silencio, del cobro de hono- recordar qu Pp 62 PSICOANAUISIS EN EL HOSPITAL encuentro recomendable come norma general es la relativa a la can- tidad de auseneias sin aviso que pueden tolerarse para la conserva- n de! tuo asignado. Peto incluso esta consideracién cae dentro de un principio basico que es el de regular lo menos posible, y el de hacer un uso discrecional de las reglas ya establecidas segiin la sin- gularidad del caso. No es ocioso repetir que no se trata de una aboli Gién de las normas 0 del encuadre, sino de saber usarlas. Allende todos estos argumentos, en el fondo la rafz de todas las objeciones a la variabilidad del tiempo de las sesiones reside en el temor a que el analista sea impredecible. Se quiere hacer del analis- ta un sujeto, es decir, alguien que pueda entrar dentro de nuestros calculos®. Esta pretension no es sostenida tinicamente por el pacien- te, sino que forma parte de las inquietudes que suscita en la soci dad la figura del analista en tanto no se presenta como un semejan- te, Todo personaje que encarne para los ottos la funcién del resto suscita angustia. Si se quiere hacer del analista un sujeto no vemos la ventaja que habria en ello, muy por el contrario. La posicién del analista como objeto quiere decir, expresado en términos vulgates, que es alguien a quien no se le puede “sacar la ficha”. Y bien sabe- ‘mos que cuando esto iéltimo ocurre, el andlisis se ha estancado, UN APREMIO BASAL Desaconsejar la fijacién en forma apriori y estandarizada de un limite de tiempo no es incompatible con el hecho de que el trata- ‘miento institucional deba tener una duracién limitada. No se sabe de antemano cuando ha de concluir la cura, pero se estima desde el principio que existe la necesidad de no demorar la conclusién posi- ble. Ese momento de concluir permanece indeterminado y es impo- sible cifrarlo cronolégicamente, pero atin asi hay una situacion de base que podemos lamar apremiante. Como ya hemos sefalado, existe un apremio de hecho en la presién de la demanda social por- {que la institucidn requiere una pronta disponibilidad de los turnos a fin de atender a la mayor cantidad posible de personas. Si bien este es un factor ajeno a la experiencia analitica, muchas veces el practi- cante no puede permanecer indiferente a él de un modo absoluto. dds, Bs. As, 2008. Lacan, Ja El , Libro 8, La transferen 63 Manceto Bannos: importante es que existen motivos inherentes a Ja Logi ca de la experiencia analitica que determinan esa prisa por concluir. se insistird lo suficiente en que los términos “prisa” o la expre- sin “no demorar” se juegan aqui como algo independiente de una durecin determinada de tiempo, y no deben traducirse en cifras temporales. Como ya hemos dicho, sabemos que el tratamiento psi- coanalitico requiere tiempos prolongados, aunque muchas veces un ueda tener una intervencién afortunada dentro de un lapso de tiempo que se pudiese considerar como relativamente breve. Los tiempos del sujeto, y me refiero aqui a lo que mas ade- pO para comprender, no pueden anti- ‘ciparse ni apresurarse. ;Cudl es entonces el sentido de esta prisa? Es el que se vineula a la di de la oportunidad, y que en un trata- miento analitico se pone en juego en el momento de interpretar, en ¢] momento de cortar la sesién, en el de sancionar una conclusién. No son estas las tinicas instancias, pero lo que se quiere sefalar es que se trata, como dice Lacan en su conferencia sobre es evitar un den EL. EFECTO TERAPEUTICO: ZUN CRITERIO DE CONCLUSION? No hay un significante de la conclusién, No es el significante de un plazo temporal, y tampoco el significante de un objetivo tera- péutico cumplido. No se concluye porque pasaron tantos meses 0 porqu no imp! efectos ‘08 a la hora de decidir el momento de concluir en un hospital, dado que la posicin del sujeto no es algo que pueda ser ignorado en esa instancia. Para Freud la terminacién de un andl era una cuesti6n préctica, y por nuestra parte no habremos de negar- nos a concebir un resultado terapéutico ~encontrado, sin haber sido buscado- como un criterio valido para considerar una conelusién en el hospital. Tal vez este criterio interviene con mayor idad en los casos graves, en los que la resolucién de una urgen- iones y PSICOANALISIS EN EL 1OSN7TAL tico a otro, marcan fases més definidas en la evolucién de un trata- miento. Sin embargo hay que hacer la salvedad de que para el psi coandlisis el logto terapéutico siempre es algo sujeto a cuestidn, incluso en les casos mas graves. La eficacia del trata presenta una diferencia radical con la mera supresién su alivio. Pero insistiremos en afirmar que la experiencia analitica, por fragmentaria que sea, no constituye algo que no guardaria rela- Gdn con el sufrimiento del sujeto, aunque si se trata de la busqueda de un cambio, e! psicoanalista lo buscard a nivel de la enunciaci6n y no a nivel del enunciado. La importancia estd en las condiciones enunciativas de la eventual declaracién de mejoria por parte de paciente, Desde nuestra perspectiva el “éxito” es, entonces, solidario de un cambio de posicién del sujeto respecto de sus enunciados. Tal modificacién de la enunciacién implica una rectificacién de la posi- cidn del sujeto que aporta un alivio subjetivo ya sea que esté 0 no acompaiiada por una remision sintomética. Ese “alivio subjetivo” no se traduce necesariamente en un estado de bienestar o de placer. “Mejorar la posicién del sujeto”, es nuestro deber, dice Lacan en la pagina 68 del seminario de La angustia. Pero aclara que nada hay mas ambiguo ni vacilante que esa mejoria. Esa mejoria podria darse en contra del sentido comin, como aparicién de los sintomas e algtin caso, de la angustia en otro, 0 incluso como habilitacién d queja. Esto es algo que cualquier analista sabe, InhibiciGn, sintoma y angustia son categorias dialécticas y no deseriptivas que deben ser evaluadas en funcidn del discurso del sujeto y como partes de ese discurso. En suma, el acento no estd puesto tanto en el cambio tera péutico en sf como en las vias subjetivas por las que se lleg6 a é El buen suceso de un tratamiento se mide, por asf decitlo, por la respuesta al dispositivo analitico, lo cual implica la constitucién de tun més alld de la demanda y la emergencia del sujeto de la expe- riencia analitica. Es este un sujeto que llega a responsabilizarse por dichos y actos en los que, en principio, no se reconoce, con Io que se pone en evidencia el estatuto ético de la cura, Al decir de Freud, de Jo que se trata en un andlisis es de restituirle al sintoma su dignidad de acto psiquico (seelischer Akt) y su lugar en el encadenamiento (Verkettung) de sucesos hist6ricos de su vida*!. Dicho en otros téri teca 31 Fnuup, S, La interpretacién de los suefos, cap Il, en O. C, Bi Nueva, Madrid, 1973, 65 Marceto Baanos amos, que el sujeto haga la experiencia de que eso le concieme. Basta una sole intervencién de este carécter para darle al tratamiento su estatuto de experiencia analitica, por mas fragmentaria que sea; y en ese caso el alivio terapéutico se daré “por afadidura”. Y segura- i de responsabilidad est en ‘podas de hablar de culpabilidad. A diferencia de esta titima, Ja responsabilidad hace salir al sujeto del circulo de la demanda, y es cesta salida lo que marca Ia entrada al campo especificame tico. Esto, aun cuando no se traduzea en una remi conlleva un cambio en el padecimiento del sujeto. Se trata por lo tanto de ién de la responsabilidad subjetiva més que de las vicisi intoma. Encontraremos el paradigma de esta operacisn en la inversi6n dialéetica planteada por Freud a Dora en. cuanto a su participacién en la situacion de la que se quejaba y que Lacan sefala en su “Intervencién sobre la transferencia’”. LA RESPUESTA A LA EXPERIENCIA Y EL MOMENTO DE CONCLUIR la experiencia es el criterio a seguir. La posibilidad vamente el corte de sesién y de producir una de la posicidn subjetiva es un indicador de que el paciente se constituye como sujeto de la experiencia anal Cuando puede encontrarse sorprendido por una emergencia d verdad que corta la significacién dominante hasta ese momento, es se instituye el espacio analitico como tal. En estos casos la perspection para definir 1a co del trata inal. Al revés, con aquellos pacientes que permanecen impermeables a las intervenciones y a toda inversidn dialéctica, y en los que es dificil encontrar un cierre de la sesi6n, asi como una pun- tuacién “afortunada” del discurso que permita conmover las signi- conclusion. Parafraseando a Freud, que alguna cosidad de la libido y en la cual se aprecia un antecedente de la nocidn lacaniana de goce, se trata aqui de iscosidad discurs 66 PSICOANALISIS EN. oserral va" que no presenta fisuras y que nos obliga al cierte forzado y cro- nolégico, no subjetivo, de la sesién. Tales pacientes seguramente demandan un tiempo mayor, aunque esta extensién del tiempo para comprendor no puede determinarse numéricamente, foca al analista evaluar el grado de eficacia de un tratamiento y tomar una decisién respecto de la conclusién. Esto implica un mar- gen de riesgo inevitable, porque en un tiempo acotado es dificil esti- mar ¢] aleance de nuestras intervenciones. Encontré pacientes que afios atrds habian hecho un pasaje por el hospital y después de mucho tiempo vinieron a mi consultorio y podfan recordar inter- venciones que dejaron una hella en ellos. Pero esta confirmacisn no pude tenerla en los casos. EI analista debe ‘manejarse siempre en el terreno de lo fragmentario, y por eso la con- lusién 0 el “cierre” no tiene en el campo analitico un sentido gues- taltico. Aparte de esto, cabe preguntarse si en el caso en que el paciente desee continuar pese a no alcanzar un beneficio terapéutico 0 una posiciGn analitica, no deberia satisfacerse su demanda. Al respecto podemos citar este parrafo de la correspondencia de Freud con Fliess: “..Comienzo a comprender que la aparente interminabilidad del tratamiento es un rasgo inherente al mismo y vinculado con la transferencia. Espero que estas manifestaciones residuales no menoscaben el éxito practico. Solo de mi dependia continuar atin el tratamiento; pero intuf que ello significaria una transaccién entre la salud y la enfermedad, una transaccién que los propios enfermos desean y que el médico no debe favorecer ni aceptar.” (O.C,, “Los origenes del psicoanilisis”, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, t. IIL pag. 364). Pero también en este punto serd necesario ser cuidadoso, porque muchas veces es la resistencia del analista lo que hace aparecer un tratamiento como algo “estancado”, y no solamente la posicién de goce del paciente. Nunca hay que apresurarse a emitir juicios dema- siado consistentes sobre la respuesta del sujeto a la experiencia. EL DESEO DE DORMIR Y LA SESION DE COMODIDAD. La exigencia de brevedad se impone en la medida en que todo dispositivo de palabra entrafa en s{ mismo un tipo de satisfaccién o7

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