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3. LA PRESENCIA DEL PASADO: NOTAS SOBRE LA NATURALEZA Y PECULIARIDAD DE LAS CIENCIAS HISTORICAS I. CIENCIAS NATURALES Y CIENCIAS HUMANAS La tesis general gnoseolégica de que la Historia forma parte in- tegral de «la Republica de las Ciencias» es cortelativa de la tesis especial segiin la cual, en el seno de tal repablica, la Historia pertenece al grupo de «Ciencias Humanas» en cuanto que dis- tintas de las «Ciencias Naturales y Formales». La distincién en- tre ambos grupos de ciencias constituye uno de los temas més polémicos y dificiles de las investigaciones gnoseolégicas desde finales del siglo Xvml, cuando algunas disciplinas humanisticas pasaron a convertirse (o lo pretendieron) en ciencias propia- mente dichas, tomando como par4metro de su cientificidad el modelo ofrecido por las ciencias naturales y formales que en- tonces experimentaban un desarrollo sin precedentes. Parece evidente que, a pesar de la tesis de la unidad genéri- ca de todas las ciencias, hay algiin tipo de diferencia entre las ciencias «duras» de la Naturaleza (fisica, quimica,...) y Forma- les (matematicas, légica) y el grupo de ciencias Humanas (0 So- ciales, o Culturales). El intento de establecer en términos gno- seoldégicos u ontoldégicos un criterio de discriminacién ha producido diversos resultados, que todavia hoy estan vigentes en el lenguaje cotidiano y profesional. No en vano, Keynes ya 51 ENRIQUE MORADIELLOS advirtié que los hombres «cogen del i las ideas disponibles sin saber que proceden de algtin pensacOr Partcu ar, Por ejemplo, el filésofo neokantiano aleman Wilhelm Dilth se basé en criterios ontoldgicos (ntroduccién a las ciencias de] espiritu, de 1883) para distinguir entre «ciencias naturales» «ciencias del espiritu», cada una con su respectivo método de conocimiento: la explicacién (Erklaren) y la comprensign (Versteben). Su compatriota Wilhelm Windelband ofrecig la distincién (en 1894) entre ciencias «nomotéticas» (que buscap leyes generales para «explicar los fenédmenos naturales) y ciencias «ideograficas» (que se ocupan de «comprender» los fendémenos individuales e irrepetibles). Esa distincidn fue reco. gida y desarrollada por Heinrich Rickert en su obra Ciencig cultural y ciencia natural (1899). Mas cercano a nuestros dias, el fisico britanico C. P. Snow ha recordado la diferencia efectivae incomunicacién practica que existe entre ambos universos cientificos en su influyente libro Las dos culturas (1959). Ello no obstante, debe afiadirse que ciertos tedricos que propugnan la idea de ciencia neutra, como «cuerpo organizado de conoci- mientos», no encuentran diferencia alguna entre ambos grupos y consideran que sélo hay un método cientifico y un lenguaje cientifico que se aplican a objetos distintos de la realidad (caso, por ejemplo, de los neopositivistas del llamado Circulo de Vie- na, incluyendo tanto a Otto Neurath, fallecido en 1945, comoa Rudolf Carnap, muerto en 1970)41, Para empezat, habria que descartar los intentos de diferen- ciar ontolégicamente ambos grupos de ciencias suponiendo a . . , eae Sumaria y ya clésica introduccién a este tema la ofrece Julien - veal " — de it Gencias humanas, Barcelona, Peninsula, 1979. bi uentin Gi Los, " as adrids Teenos, 1968, ibson, La Ibgica de la investigacién social, Mad 52 ‘La PRESENCIA DEL PASADO. que a cada uno le corresponde un diferente objeto de estudio: la naturaleza (0 la materia inerte) y la sociedad (0 el hombre como portador de «espiritu» animado). Primero porque, como hemos visto, a cada ciencia le corresponde un campo categorial con una multiplicidad de términos y no un objeto particular. Asi, las «ciencias humanas» no son «las que se ocupan del hombre» mientras las «naturales» se «ocupan de la naturale- za». Tampoco es cierto que en las ciencias naturales «el sujeto conoce al objeto» en tanto que en las ciencias humanas «el su- jeto se hace objeto del conocimiento». Y ello porque la fisica, la biologia y la anatomia, por ejemplo, se ocupan del hombre, de los hombres, igual o en mayor medida que la lingiifstica, por ejemplo, que ademés no se ocupa del hombre sino del lenguaje o de los lenguajes humanos. También cabe descartar la tentativa de diferenciar exclusi- vamente ambas ciencias por su supuesta capacidad metodoldgi- ca para repetir bajo control (esto es: experimentar) los fenéme- nos materiales que tratan de conocer. y explicar: ciencias experimentales frente a ciencias no experimentales. ¥ ello por- que la experiencia repetible (una «experiencia irrepetible» no es experiencia, alo sumo seré «vivencia» psicoldgica) no sdéloes una posibilidad ajena al campo de las ciencias humanas (4mbito de fenémenos singulares e irrepetibles) sino que también es aje- na al de la légica o la matematica (por su condicién de ciencias formales abstractas). Ademas, incluso dentro de las ciencias-na- turales existen niveles en los que deja de ser posible la experi- mentacién. Por ejemplo, en procesos microfisicos que tienen lugar por debajo de los limites de incertidumbre establecidos por el llamado «principio de Heisemberg». En términos gnoseolégicos, parece mas conveniente ensa- yar la diferencia atendiendo a los diferentes recursos operato- rios que se movilizan en ambos grupos de ciencias y las conse- 53 ENRIQUE. MorAaDIELLOS en el valor del conocimiento cientifigg te. Bajo esta perspectiva, formul as del del hombre, que estudian al hon, a de modo oscuro y oblicuo, aj Jas ciencias humanas (como turales (como ciencias de] cuencias que ello tiene alcanzado respectivamen tipo «ciencias que s¢ ocupan bre», etc., apuntan, aunque se nucleo de las diferencias entre ciencias del hacer) y las ciencias na ser). deracién del sujeto humano como un Si partimos de la consider ; sujeto gnoseolégico que realiza operaciones y construye feng. menos interviniendo en su medio exterior circundante (es d lecir, como un sujeto operatorio), nos encontraremos con que habrg ciencias en cuyos campos categoriales no aparece formalmente el sujeto operatorio como uno de sus términos. Este es el caso de las ciencias naturales, pues en ellas el Gnico sujeto operato- rio es el propio cientifico observador, ya que el hombre, consj- derado como un sélido grave, o como conjunto de moléculas orgdnicas, no es un sujeto operatorio, no realiza operaciones (es decir: no tiene conductas reflexivas ni su comportamiento es libre y voluntario ni responde a propésitos, planes o inten- ciones). Asi, por ejemplo, a efectos de andlisis fisico de la fuer- za gravitatoria, resulta indiferente que el sdlido que cae al vacio Sea una roca inanimada, un tronco de arbol o un cuerpo huma- no vivo (y suponemos que angustiado), En estas ciencias naturales se establecen relaciones entre sus términos por contigitidad en sentido fisico y el sujeto (en wd roo, once nas: las rocas, los arboles 1 TT “ampo desea ra * o los niimetos no realizan o mae ies les = 4 hombre como sélico peraciones, Tampoco las realiza ¢ Brave cuando cae al vacio en virtud de las ‘LA PRESENCIA DEL PASADO. Juntad propia, persiguiendo fines o segtin proyectos y planes estratégicos. Por el contrario, sus cambios y movimientos son efecto de contextos mecanicos impersonales 0 producto de le- yes universales deterministas, y aparecen como fenémenos re- currentes, rutinarios y desprovistos de significado subjetivo in- tencional. Asi, por ejemplo, los movimientos de los electrones responden a uha actividad mecanica definida y previsible bajo ciertos limites (no existe la supuesta «libertad» del electrén), en tanto que la actividad de las células en un organismo es de orden hidrodindmico y esta gobernada por reacciones quimi- cas. Y en esta misma naturaleza radica la posibilidad de la re- peticién de esos cambios y movimientos de los términos referi- dos. Es decir, la posibilidad de la experimentacién controlada de los fenémenos naturales, fundamento de los métodos expe- rimentales asociados a las Ciencias Naturales. En definitiva, las Ciencias Naturales se caracterizan porque sus campos catego- riales especificos nunca incluyen como términos del campo a sujetos operatorios ni a operaciones (en su sentido estricto gnoseoldgico). Ahora bien, hay ciencias, como es el caso de las llamadas Ciencias Humanas, en cuyos campos categoriales aparecen for- malmente como términos unos sujetos en cuanto que realizan y planifican operaciones: los sujetos pretéritos en la Historia, el hablante en Lingitistica, el salvaje en la Etnologia, el productor oconsumidor en la Economia, el sujeto agente en la Psicologia, etc. En estas ciencias, las relaciones de mera contigitidad fisica no son pertinentes a la hora de explicar las conductas de los su- jetos estudiados. En otras palabras: no cabe comprendet y ex- plicar los comportamientos humanos, tanto individuales (un suicidio) como colectivos (una revolucién politica 0 una emi- gtacién en masa), atendiendo a razones y causas derivadas de contextos mecdnicos impersonales o de leyes generales univer- 55 ENRIQUE MORADIELLOS inistas y necesarias. Tampoco cabe comprendes ductas humanas como movimientos Tecurrey, : intencionalidad, propési 7 tes y tutinarios carentes de — ee . eer CO, sentidy o fin. Por el contrario, esas conductas y peraciones se com. renden y explican en virtud de la semejanza operatoria (de la Pp : - ‘ ; comin y compartida capacidad operatoria) entre dos Sujetos, el estudioso y el (0 los) estudiado (estudiados), que estan dis. tanciados espacial y temporalmente. Y en virtud de la naturale. za de esos términos categoriales que son sujetos operatorios, es imposible la repetici6n controlada, la experimentacidn siste. matica, con los fenémenos propios del campo de las ciencias humanas. 7 En consecuencia, el criterio de demarcacién gnoseolégico entre ciencias naturales y ciencias humanas podria establecerse atendiendo a esta notoria diferencia en el modo de operar tes- pectivo. Por una parte, en los campos de las Ciencias Humanas aparecen, como un término o una relacién mas del campo, in- dividuos (sujetos humanos) que realizan operaciones (esto es: que son agentes reflexivos que llevan a cabo conductas, accio- nes y comportamientos conforme a propésitos, intenciones, y > planes y proyectos). Por otra parte, en los campos de las cien- , cias naturales no aparecen formalmente sujetos operatorios, no existen agentes que ejecutan conductas y actos conscientes y reflexivos, sino elementos que se mueven segin patrones me- canicos 0 recurrentes y rutinarios. Y esta diferencia sustancial a a distinguir diferentes metodologias operatorias cien- 1cas; sales determ explicar las con 1. las metodologias operatorias Alfa (a), a tenor de Jas cuales las operaciones del sujeto (en cuanto término) pueden = Cantey © neutralizadas dentro del campo cientifico gorlal, como sucede en las metodologias aplicadas pot las 56 LA PRESENCIA DEL PASADO Ciencias Naturales, El resultado de esa eliminacion y neutrali- zaci6n es la posibilidad de alcanzar verdades cientificas univer- sales y necesarias, «objetivas» y demostrativas (incluso repeti- bles y reproducibles por experimentacién sucesiva). . 2. las metodologias operatorias Beta (8), cuyos procedi- mientos incluyen el intento de organizar cientificamente un campo en tanto él reproduce analégicamente las mismas ope- raciones que debe ejecutar el investigador para organizarlo. En otras palabras: procedimientos en los cuales las operaciones del cientifico reconstruyen o reactualizan (de forma esencial) las operaciones realizadas por los sujetos a quienes estudia, de modo que el cientifico «comprende» y «explica» las operacio- nes del sujeto construyendo o reactualizando a su vez otras operaciones andlogas. Y en esta imposibilidad de eliminat y neutralizar las operaciones del sujeto reside el lamado «subje- tivismo» de las ciencias humanas y el distinto y menor estatuto gnoseoldgico de las verdades alcanzadas con esta metodologia. Cabe ejemplificar de manera prdctica la profunda diferen- cia entre esas dos metodologias operatorias comparando los distintos procedimientos gnoseoldgicos desplegados por la Geologia (ciencia natural) y la Prehistoria (ciencia humana) para dar cuenta de un fenémeno similar: la formacién de un canto rodado y la formacién de un bifaz musteriense («instru- mento de silex o de otro material, de forma triangular, dotado de dos filos convergentes») #, ——___ “ Este ejemplo se basa en Gustavo Bueno, «Ensayo de una teorfa antro- Polégica de las ceremonias», El Basilisco (Oviedo), 1" época, n° 16, 1984, pp. 8-37 (especialmente, pp. 15-16); y Enrique Cerrillo Martin de Caceres, «Otras lecturas: las de textos no esctitos (0 textos a ras o bajo suelo)», Puer- tas a la lectura (Badajoz), n° 3, 1997, pp. 31-36 (la definicién de bifaz en P. 34). 57 ENRIQUE MORADIELLOS ; entifico, como sujeto gnoseolg,: En ambos caso, A el canto rodado y abi: percibe sonia _ on y proceden de un nucleo inicial a puesto que or estat y sobre el cual actdan fuerzas fisicas ey, er su forma (fuerzas fisicas materializadag oti los golpes de otros pefiascos sobre el niicleo dado). Pero en ¢| caso del canto rodado, la accion de las causas exteriores que lo van conformando es aleatoria y segtin movimientos Mecanicos (e hipotéticamente repetibles bajo control como experiment. cién): el canto se configurar, por ejemplo, como efecto combj. nado de su movimiento en el curso de un rio con determinado nivel de agua, determinado perfil y fondo, determinada fuerza de la corriente y determinada masa, peso y contorno de los otros cantos que le golpean. Sin embargo, en el caso del hacha prehistorica, la accién de las causas exteriores esta dirigida por las manos del hombre de Neanderthal. Y esa mano no imparte sus golpes sobre el canto pata darle forma al azar y por capri- cho, sino de manera intencional, segtin un proyecto y finalidad, buscando un propésito estratégico: construir un artefacto cul- tural y utilitario que denominamos bifaz. Esta profunda dife- rencia es la que hace que el hacha musteriense no sea, como el canto rodado, un objeto de anilisis primordial de la Geologia sino de la Prehistoria. Y ello siempre que se contemple dicho objeto como el producto intencional de unas operaciones ma- nuales humanas y no como como «piedras del rayo» formadas Por accidente natural (lo que sdlo comenzé a suceder a partit del siglo XVIII, genetando las condiciones de posibilidad de la Ciencia prehistérica), pefiasco sin teriores que 58

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