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comenzó a tejerse hace más de 70 años, en el barrio Manrique de


Medellín. Allí nació Arturo Calle el 13 de agosto de 1938. Con tan solo diez años de edad
este paisa ya se había convertido en un experto vendedor de frutas, hortalizas y flores en la
plaza de mercado en el barrio Robledo en Medellín.

Por esa época mi madre, mis nueve hermanos y yo vivíamos en una casa campestre
ubicada en los Altos de Robledo. Este servidor era el encargado de vender todos los
alimentos que allí producíamos en el mercado, e incluso los vecinos me buscaban para que
les ayudará a comercializar los suyos. De esta manera apoyé a mi madre desde muy niño
con los gastos del hogar', señala Arturo Calle.

Desde entonces, los negocios siempre hicieron parte del ADN de Arturo Calle y a medida
que crecía, aumentaba su interés por involucrarse en diversos sectores de la economía. Fue
así como logró vincularse como mecánico industrial a Hilanderías Pepalfa, una fábrica
dedicada a la confección de medias, que podría definirse como su primer contacto con la
industria textil. En este mismo escenario, nació su sueño de ser independiente, un ideal que
lo motivó a ahorrar casi la totalidad de sPero fue en Bogotá, en donde encontró su
verdadera vocación, la cual lo marcaría para toda la vida. Luego de trabajar de domingo a
domingo en un almacén de camisas en el sector comercial de San Victorino, Arturo Calle
adquiere -en 1966- el suyo propio denominado “Danté” y ubicado en el mismo sector en la
calle 13 con carrera 14.
Este primer almacén de 8 m2 le costó 17.000 pesos de la época, dinero que recaudó gracias
al capital ahorrado y a un préstamo de $4.000 pesos, que según recuerda, es la única deuda
que ha adquirido en su vida.
u sueldo durante dos años y medio

El empresario viajaba periódicamente a la ciudad de Pereira en búsqueda de fabricantes que


hicieran las prendas formales que luego comercializaba en su primer punto de venta. Sus
habilidades como comerciante y la calidad de sus productos atrajeron nuevos clientes, lo
cual facilitó la apertura de un segundo almacén “Danté” a pocas cuadras del primero.
Al cabo de 2 años Arturo Calle adquiere un tercer almacén (contiguo al de la carrera 10) y
gracias a la sugerencia de uno de sus clientes, decide ponerle su nombre, ARTURO
CALLE, tendencia que luego emularon otros diseñadores de la industria de la moda en
Colombia. Este hecho da inicio oficial a una de las compañías más prósperas del país, que
hoy celebra 50 Años de historia y evolución.
Para ese entonces, Arturo Calle, compraba sus productos a los fabricantes existentes pero el
mercado era muy limitado puesto que no se podía innovar en el diseño, ofrecer mejores
precios y decidir directamente el grado de calidad y diseño de las prendas.
Fue así como el empresario vio la necesidad de surtir sus propios almacenes. Por ello,
decidió fabricar directamente sus productos forjando una alianza con empresas de
manufactura y confección que evolucionaron y que en la actualidad son CO&TEX, FRAC
y Baena Mora. Esta sinergia le ha permitido a ARTURO CALLE garantizar a sus clientes
la mejor relación calidad precio; característica que, sumada a un buen servicio, ha sido
determinante para el éxito comercial de la firma.
De hecho, su pasión por brindar al cliente una atención excepcional, lo llevó a implementar
desde los inicios del negocio, el servicio de sastrería, que sigue siendo uno de los valores
agregados de la marca de cara a sus consumidores.

Don Arturo es el mejor vendedor que he conocido en mi vida. Jamás un cliente suyo se fue
insatisfecho, es un negociante por naturaleza y un ser humano excepcional”, señala
Rogelio Gómez, vinculado a ARTURO CALLE desde 1981.
Bajo el nombre de ARTURO CALLE, la compañía abrió por primera vez sus puertas en un
Centro Comercial -Unicentro Bogotá-, lo que consolidó su imagen en el mercado capitalino
y lo proyectó hacia otras ciudades del país. Fue entonces, cuando a finales de la década de
los 90 ARTURO CALLE llega a las ciudades de Cali y Medellín con una fuerte estrategia de
posicionamiento que implicaba la apertura de varios almacenes en cada una de las
ciudades, el mismo día y a la misma hora.
“Para ese entonces Cali y Medellín ya eran mercados tan grandes que la apertura de un
almacén en cada uno de ellos, me parecía muy poco. Por eso decidí ahorrar con paciencia
e ir comprando locales hasta que tuvimos suficiente músculo empresarial para abrir varias
tiendas en simultáneo”,
sostiene Calle.

Estas palabras del empresario dejan entrever dos de sus claves para el éxito, la paciencia y
el nivel cero de endeudamiento. Y es que, como él mismo señala, “hay que crecer
lentamente y sin afán, evitando incurrir en gastos innecesarios. Por eso, mi fórmula
financiera es: un porcentaje de utilidad fijo, igual para todos los productos, un portafolio
amplio de productos que se debe renovar con frecuencia, y el no pago de arriendo”.
Arturo Calle tuvo la fortuna de entender que su negocio podría crecer siempre y cuando se
mantuviesen los atributos de calidad, diseño y precio justo que hoy siguen representando
a la marca en Colombia y el exterior.
Un legado social
Desde muy joven, Arturo Calle comprendió el deber que tiene cualquier ciudadano en la
construcción de una mejor sociedad. “Mi madre me enseñó el valor de la solidaridad. A
menudo, ella llegaba a casa con la mitad del mercado porque repartía gran parte de lo que
había comprado entre los pobres que encontraba en el camino”, señala Calle.
El ejemplo de su madre y su visión del mundo, llevaron a este empresario a invertir en lo
social desde temprana edad, labor que se formaliza en 1981 con la creación de la
Fundación ARTURO CALLE, a través de la cual se ofrece respaldo a iniciativas que fomentan
la educación, la salud y la adquisición de vivienda propia. Hoy en día, la firma apoya a 200
fundaciones mensualmente.
Las nuevas generaciones al mando de la compañía también han aprendido de la vocación
social de Arturo Calle, lo cual garantiza la continuidad de su espíritu filantrópico
sustentado en el principio de aprender a compartir. “ARTURO CALLE es una empresa que le
pertenece a los colombianos por una razón muy sencilla, uno no se lleva nada cuando se
muere. Me siento satisfecho por haber sembrado las bases de este gran edificio que
genera empleo y que construye país”, finaliza Calle

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