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Investigaciones sociales, WOWWOK N.°46 [2022] pp 229-224 |UNMSMAIS, Lima, Pert (OE hiios/doiorg 0.15361 /s.n46.21649 Aproximaci6n a la historia de las comunidades en Ayacucho: el caso de Quinua Nelson Ernesto Pereyra Chavez Universidad Nacional San Cristal de Huamanga Artiouos originales: sociotocia nelson pereyra@unsch.edu,pe Recs: 20092021 Aprobado 131072021 Prbbeado: 10572022 RESUMEN El articulo alia la historia de Ia comunidad campesina de Quins, en Ayacucho. Busca identifica aquellos Factores extemos ‘internat que levaron aun grupo de pobladores indigenas a formar un colective que fue conocido por el Extado peruano. A pair de a interpretacin o hermeneutics y de Is hstria retrospectivs,posula que la comunidad aparccs ene sigla XVI coma un repacimiento y una reduecién, pero con caracteristis y posesionesdstinta las acuaes, que eambianon medida que los indigenasrclamaban en ls juicios Is posesén de tiers reslengas. Teas modificar su propiedad de I tera y sv estructura de poder yjumtr sus teras comunales con as itrastealengas, la comunidad logs su teconecimento por et Estado, Pavannas cave: Comunidades eampesinas, indigenas, sociedad rural, Ayacucho, Approach to the history of communities in Ayacucho: the case of Quinua ABSTRACT “This rile analyzes the history ofthe peasant community of Quinua in the department of Ayacucho I seks 0 identify those external and internal factors that led a proup of indigenous stlers o form a collective chat was recognized by the Peruvian eae. Based on interpretation or hermeneutics and etospoctve history, this paper postulates hac the community appeated inthe L6th century a reparimiento and a reduction, but with characteristics and porsesions diferent from the cutent ones, which were ‘modified as the indigenous poople claimed in rial the posession of royal lands. After modifying their propiry ofthe land and theie power structure he community achieved recognition by the Sat. Kerwonps: Peasant communities, indigenous people, rural sciery, Ayacucho. Mdm NESE EPNESTO PERERA CHAVEZ Investigaciones sociales 4612022 8 Introducciéa Jodavia hey, en medio de la modernizacién 'y urbanizacién aceleradas, las. poblaciones ‘campesinas constituyen un segmento signi- ficativo de los habitantes del departamenta de Ayacucho, que recurren a la comunidad para ac- ceder a los recursos naturales, verse representados y relacionarse con el Estado o el mercado. La comu- nidad, como forma de organizacién politica, social y econdmiea de fos campesinos, se encarga del manejo de cierras, agua, bosques y pastos, del gobierno de las familias comunales y de los trémites 2 nombre de sus representados, aunque en las dltimas déeadas han aparecido nuevas organizaciones —juntas de regan- tes, concejos municipales menores, comités de defen- sa civil— que le disputan poder y funciones. La antropologia y el conocimiento popular con- sideran que las comunidades aparecieron en tiempos Virreinales © prehispsinicos, a parti de las reduccio- nes (pueblos) colonials, o de los ayllus (grupos pa rentales) andinas, porque se da por sentado que los campesinos contemporineos tienen raices ancestrales (Matos, 1976; Fuenzalida, 1976). Sin embargo, estas representaciones devienen en proposiciones de otre- dad y subordinacién, al suponer que son relictos de tun pasado colonial (0 prehispinico) que deben desa- parecer para dar paso a la modernidad, o deben de ‘mantenerse de forma intangible. Asimismo, en los iltimos tiempos estas propu- estas han sido refutadas por antropélogos ¢ histo- riadores interesados en estudiar las comunidades campesinas desde una perspectiva histérica (Dice, 1998; 20115 Urrutia, 2014). Siguiendo esta postura critica, cabe preguntarse por ef origen de las comu- nidades campesinas del departamento de Ayacucho: cuil es el origen de estas formas de organizacién de Ia poblacién rural? El presente trabajo busca una aproximacién a la historia de una comunidad campesina en particular en un periodo de longue durée, Espectficamente, pre- cende identificar aquellos factores externos ¢ internos que llevaron a un grupo de pobladores indigenas a formar una organizacién, que a fa larga fue recono- cida por el Estado peruano. Para elo, recurre a las fuentes documentales relacionadas con el. proceso histérico de la comunidad objeto de estudio y a los recientes trabajos antropoligicos ¢ hist6ricas sobre el tema, con el propésito de intentar una sintesis sobre la historia de dicha comunidad. Por supuesto que las conclusiones del presente intento son vilidas solamente para la comunidad estudiada y no pueden ser generalizadas para un niimero mayor de comuni- dades o para una totalided. Metodologia El presente articulo es el resultado de una investiga- ci6n de tipo bisico y con diseito descriptive. En ef diseno del proyecto de investigacién se recurtié al paradigma positivista de averiguar, a través de fuen- tes documentales, por «lo que realmente ocuttié» (lagers, 2012: 53). Sin embargo, en el transeurso de Ia indagacidn se noté que los documentos histéricos consignan el sentir de los campesinos: por ello se uti- Jiz6 la teoria antropol6gica hermenéutiea, que busca interpretar aquellos valores y frmulas que los mis- mos individuos construyen para nominar las cosas 0 definir lo que les sucede (Geertz, 2003). En tal sen- tido, la investigacién planteé un anilisis histérico y procesual del tema, combinado con la interpretacién del punto de vista de los mismos campesinos. ‘Asimismo, en la exposicién de los resultados de Ja investigacién se recurre ala estrategia de la historia retrospectiva, que consiste en captar la imagen ilti- ma de una pelicula», que luego seré recorrida hacia atrisa fin de descubrir en ella cortes y continuidades, pero con Ia intencién de «respetar su. movilidad» (Bloch, 1978: 34). La investigacién revis6 las fuentes histéricas del archivo de la Direccién Regional Agraria de la ci dad de Ayacucho, una dependencia del Gobierno Regional que conserva las expedientes elaborados por las comunidades campesinas de la regién para lograr su reconocimiento oficial ante el Estado po- ruano, Cada expediente contiene instrumentos que describen los datos generales, poblacién y extensiéa superficial de la comunidad, ademés de documentos hist6ricos con los que los campesinos intentan pro- bar su propiedad de las tierras comunales. Algunos de estos documentos provienen de la ¢poca colonial. Para el presente articulo se ha escogido un caso de historia comunal: Lurinsayoce y Anasayoce de Quinua, comunidad ubicada al norte de la provincia de Huamanga, en el departamento de Ayacucho, que -APROMIMIACN ALA HSTORIA DE LAS CCMUNIDADES EN AYAGUCHO:EL CASO DE QUNUA SSRSRSRON, también es cabeza de distrito y de parroquia. Quinua es bastante conocida en el Perit por dos aconteci- mientos histéricos que ocurrieron en su territorio. Entre los siglos VII y XILalbergs la sede administrati- vay teligiosa de un Estado que logré una vertiginosa expansién territorial: el Estado Huari, cuyos restos se hallan a pocos kilmetros del pueblo de Quinua. Muchos siglos después, fre el lugar donde se realiz6 la célebre batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824, con la que culminé la guerra por la indepen- dencia peruana, Discusion Las comunidades campesinas son todavia una de las principales formas de organizacién de la poblacién campesina, aunque muchas de sus funciones han sido transferidas alas nuevas organizaciones que aparecie- ron en la sociedad rural del Pert. En tal contexto, no existe en la antropologia peruana una definicion consensuada ni una tipologia de las comunidades (Urrutia, 1992), pese a que hay numerosos y muy buenos studios sobre sus distintos aspectos: su or- ganizacién econdmica, sus estrategias de produccién y articulacién al mercado, sus estructuras de poder y hhasta su cosmovisin. A partir de ciertos aucores, se elabora una defini- cién bisica de comunidad que sirva para el andlisis de ‘su proceso histérico. Dicha definicién considera que a comunidad es la expresién institucionalizada de un grupo de familias campesinas, unidas por el parentes- co, que controla recursos, establece relaciones socia- les, labora una ideologia y representa a sus integran- tes (Plaza y Francke, 1988; Mossbrucker, 1990s Diez 1991). Asi, la comunidad deviene en una expresién institucionalizada porque despliega una forma de au- rogobierno aceptada por sus integrantes y reconocida por el Estado, que garantiza la posesién de la tierra Asimismo, posce una idcologfa basada en la memoria de los ancestros w origenes del grupo para reforzar la solidaridad entre sus miembros, Ademés, representa a sus integrantes en tanto enfrenta conflictos y tensio- nes y los defiende de los inteteses y presiones internas y externas. Por ello, la comunidad también aparece como una i eta equilibrar los indi- vidual y lo colectivo, lo familiar y lo sectorial a partir de ciertos pactos o consensos que rigen la interaccién entre sus miembros. Al mismo tiempo, los represen ta ante un Estado que les impone normas, funciones ¢ instituciones que pueden modificar los intereses y expectativas de los comuneros y hacer que definan criterios de pertenencia 0 no pertenencia al colectivo (Diez, 1998: 12-13; 1999: 263) La mayoria de comunidades campesinas posce una «partida de nacimiento» oficial: un reconoci- miento de parte del Estado peruano que les otorga existencia legal y personeria juridica. Con el reco- nocimiento, obtienen el titulo de sus predios y la inscripcién en los registros publicos. El Sistema de Informacién sobre las Comunidades Campesinas del Pest (SICCAM) registra 486 comunidades reconoci- das tituladas en Ayacucho y 205 reconocidas y pen- diontes de titular (SICCAM, 2016: 88). La mayoria se ubica en las provincias norteitas de Huamanga (26%) y Huanta (15%), mientras que la provincia de Huanca Sancos, ubicada en fa cuenca de los rios Pampas y Caracha, al centto del rerritorio departa- mental, solo posee siete comunidades reconocidas y tituladas y una pendiente de titular (1%). EI Estado peruano inicié el proceso de recono- cimiento de las comunidades en la década de 1920, cuando la Constitucién promulgada por el gobierno autoritario de Augusto B. Leguia reconocié la exis- tencia legal de las comunidades de indigenas y dis- puso su proteccién estaral. Ast, el gobierno peruano cred un registro oficial de comunidades y encargé a ba Seccién de Asuntos Indigenas del Ministerio de Fomento los trimites para el reconocimiento de las comunidades. La mayoria de comunidades de Ayacucho obtuvo ‘su reconocimiento en tres momentos: primero, en. la década de 1940, cuando los campesinos, influencia- dos por los partidos politicos, nominaron a un per- sonero y se contactaron con los grupos de migran tes ubicados en Lima para logear el reconocimiento. Luego, en la coyuntura de las movilizaciones campe- sinas de los afios 60, cuando un movimiento guerti- Ilero de orientacién procubana impacts en la norte- fia provincia de La Mar. Finalmente, en la segunda mitad de la década de 1980, cuando algunas coope- rativas formadas con. ta reforma agraria decdieron convertirse en comunidad, u otras se desmembraron de comunidades mayores para funcionar como un colectivo independiente (Trivelli, 1992: 31-34). m= ‘saren0s savorzebnsenuy Mdm NESE EPNESTO PERERA CHAVEZ B nvestigaciones sociales 462022 En Ja actualidad, el reconocimiento y titula- cién de las comunidades depende de las Direcciones Regionales Agrarias, que son instituciones subordi- nadas a los Gobiernos Regionales que gestionan el saneamiento de la propiedad agraria. Para el imi, cl Estado exige un expediente que incluye los siguien- ces documentos: acta de eleccién de la junta directiva, némina de comuneras, estatuto, croquis del terrto- rio comunal e instrumentos que acrediten la posesion de las tierras. Alo largo del siglo XX, las familias campesinas ‘uvieron que cumplir con estos requisitos si deseaban lograr el ecanocimiento de sus comunidades y la ti- tulacién de sus tierra. A fin de probar la propiedad de sus tierra, buscaron en los archivos de la comu- nidad o en las oficinas de los norarias antiguas docu- mentos que deseriben, en 1a mayoria de casos, aiejas dispuras por el usufructo de los predios o por sus I mites. Incluso, legaron a fraguar titulos para lograr jurisdiccién sobre las tierras que demandaban poseer, tal como sucedié con fa comunidad de Ocatia, ubi- cada en Ia provincia de Lucanas. Para su reconoci- miento, esta comunidad present6 un titulo de 1707 reistrado por dl notario de Huancavelica Manuel Cornejo, que contenia. un sello real de Fernando VIL. Este instrumento fue objetado porque en 1707 Fernando VII todavia no habia nacidos en efecto, el monatea vino al mundo ef 14 de octubre de 1784 en al Escorial (Archivo de la Direccién Regional Agraria de Ayacucho —en adelante ADRAAy— Lucanas 34- I: Ocana). En el proceso de revisién y acumulacién de ti- tulos y documentos antiguos, las familias campesi- nas arguyeron la existencia de las comunidades desde tiempos colonials 0, en el mejor de los casos, desde tiempos precolombinos. Sucedié con los pobladores de Chuschi, comunidad ubicada en la provincia de Cangallo, quienes sefalaron que eran propietarios de las tierras de Yaruca porque el inca Husscar se las hhabia otorgado con un mapa en la época prehisp’- nica (La Serna, 2013: 255). Con estos argumentos, los campesinos, por un lado, construyeron una defi- nicién cultural y hasta étnica para conseguir la pro- piedad o titulacién de sus tierras, en contraposicién 4 la intencionalidad estrictamente legal del Estado peruano. Por otro lado, elaboraron una memoria que logré congregar alos comuneros en torno al bien mis preciado dela comunidad: la tierra, y establecer entre ellos relaciones de solidaridad y una nocién de perte- nencia a un colectivo. En suma, los campesinos construyeron una me~ mori de su comunidad a partir de los documentos presentados para el reconocimiento y titulacién de las comunidades, memoria que ha sido confundida con su historia aparentemente inictada en los tiempos precolombinos 0 coloniales y de larga duracién has- ta dl presente, Precisamente, en las siguientes lineas se estudia el proceso histérico de una comunidad en particular en una suerte de exposicién retrospectiva, que arranea en el siglo XX, cuando dicha comunidad obruvo su reconocimicnto legal y retrocede hasta ka etapa virreinal. La comunidad de Lurinsayoce y Anansayoce del distrito de Quinua Como se mencioné anteriormente, 1a comunidad de Lurinsayoce y Anansayoce se halla ubicada en el districo de Quinua, a 35 kilémettos al norte de la ciudad de Ayacucho. El nombre oficial de la comu- nidad deriva de la existencia de dos parcialidades o ayllus en el lugar, relacionados con la organizacién social de la poblacién andina en dos mitades: hanan y urin, Asi, Lurinsayoce es la parte Urin de la co- ‘munidad, mientras que Anasayoce es la parte Hanan. ‘Ambas parcialidades tienen sus propios sistemas de irvigacién, sus propias autoridades tradicionales, en- tran en competencia al organizar las fiestas religiosas y tienen sus propias puertas de acceso a la iglesia del pucblo (Mitchell, 1991: 7) No obstante, Lurinsayoce es la parcialidad con mayor jerarquia en la relacién, ‘Ademés, en la vida cotidiana se le conoce a esta co- ‘munidad simplemente como comunidad campesina de Quinua. Ademés de comunidad, Quinua es un distrito de 145,63 km?, con una poblacién de més de cinco mil habitantes. El territorio del distrito comprender dos zonas ecoldgicas distintas: la zona quechua, con quebradas y lanuras ubicadas entre 3000 y 3500 metros de altitud en fas que se cultivan gramineas como trigo y maiz, y la puna, entre los 3500 y 4200 metros de altitud, que es una zona hiimeda propi- cia para la produccidn de tubérculos como la papa y el pastoreo de animales. Los comuneros poseen sus parcelas en la parte baja de la comunidad 0 en los alrededores del pueblo (zona quechua), donde culti- -APROMIMIACN ALA HSTORIA DE LAS CCMUNIDADES EN AYAGUCHO:EL CASO DE QUNUA SSRSRSRON, van gramineas, tubéreulos y hasta hortalizas que sir- ven para el autoconsumo y el intercambio mercantil ‘Ademés, acceden a las tierzas comunales y alos pastos de la puna para producie papa y alimentar al ganado. Complementan su economfa con la venta de artest- fas alos turistas que visitan el pucblo y con la migra cién temporal a ciudades como Ayacucho o Lima, 0 al valle del rio Apurimac (Mitchell, 1991). El nticleo de la comunidad es el pueblo de Quinua, que al mismo tiempo es cabeza de dis- tito y sede parroquial. Como cabeza de distri, Quinua cuenta con insttuciones auténomas y auto- ridades dependientes del Estado peruano, como una Municipafidad con un alealde y cinco regidores, un gabernador y un juer de paz Los campesinos de Quinua iniciaron los txi- mites para el reconocimiento de su comunidad en 1939, ante el Ministerio de Salud Piblica, Trabajo yy Promocién Social, fa instancia estatal encargada en ése enconces de otorgar dicho reconocimiento, Para ello, arguyeron la existencia inmemorial de la co- munidad y presentaron los titulos de las ticrras y un expediente con instrumentos relacionadas con una disputa judicial entre unos hacendados y los curacas en la época colonial. Al afo siguiente, lograron el an- siado reconocimiento y muchos aios después, en el 2004, obtuvieron la titulacidn de sus tierra. Efectivamente, la comunidad de Quinua provie- re de tiempos coloniales; pero en aquella época las comunidades —o comunes de indios— tenian ocra estructura otras caracteristicas. Se formaban a partir de un repartimiento 0 de una reduccién de indioss contaban con una estructura de poder organizada alrededor de los curacas o jefes émnicos de las parcia- lidades y del Cabildo instituido por los espafioles: y ejercfan el control de la tierra a través de eres formas de posesién: tieras de repartimiento, ejidales y pro- piedad privada de espanoles, mestizos ¢ indigenas. (Diez, 2006: 114-116). Esta estructura varié en el siglo XIX, cuando los campesinos sostuvieron juicios con hacendados, teniendo la necesidad de organizar- se para defender fa posesién de sus tiettas ante los tribunales del Estado (Pereyra, 2020). En este con- Cexto,fijaron los limites de sus posesiones comunales, empadronaton a los integrantes de sus colectivos, es- tablecieron normas de conducta y convivencia y de- signaron a personetos y representantes ante el Estado y la sociedad. Fueron justamente estas formas de organizacién las que lograron el reconocimiento del Estado a partir de la década de 1920 (Dier, 1998). Precisamente, la comunidad de Quinua atravesé por este proceso, El origen del colectivo se remonta al siglo XVI, cuando los espaioles establecieron un repartimiento indigenas con las dos parcialidades de Anansayoce y Lurinsayoce. En el repat talaron primero una encomienda, confiriéndosela al conquistador Pedro Diez, y luego un pueblo, donde redujeron a los habitantes originarios —posiblemen- te descendientes de los pobladores huari que cuvie- ron su centro administrativo a pocos kilGmetros del lugar— y a indigenas acos y cavifas traidos por los incas en el siglo XV como mitimaes (Espinoza, 2014: 125). En el siglo XVII el pueblo se convirtié ademés en una cabera de doctrina que empeas a ejercer ju risdiccién sobre el cercano anexo de Acos Vinchos y cont con un Cabildo de indigenas compuesto por alealdes y regidores. Como ocurrié con toda reduecién. que los es paftoles instalaron en el certitorio andino, a la de Quinua se le asignaron tierras de repartimiento para Ja produccién de los indigenas y el pago del cributo. Como sefiala Mark Thurner, las tierras del reparti- ‘miento constitufan la base macerial de las relaciones tributarias entre la Corona y los indigenas (2006: 102). Tambien se le dieron tierras efidales, ubicadas en fos limites de la comunidad. No obstante, fa co- munidad pudo reclamar las tierras vacas o vacantes mediante el mecanismo de la composicién de tierras, disputando de este modo su posesién con personas (espatioles, mestizos e indigenas) que estaban intere sadas en elas. En 1939 la comunidad sostuvo la. posesién de varios predios, cuando solicicé su recono- cimiento ante cl Ministerio de Salud Pablica, ‘Trabajo y Promocién Social. Las tierras reclama das (Nahuinpuquio, Pamparaccay, Yanaccocha, Mosocancha, Vigospampa, Ccecra, Suso, Potacca, entre otras) comprendian un drea de 1650 km? Compuesta por cierras de cultivo y pastos, que iba desde la quebrada de Yucay hasta el rio Urumaru. De acuerdo a los papeles insertos en el expediente para el reconocimiento de la comunidad, el 21 de enero de 1595 el juez visitador y compositor de tierras Gabriel Solano de Figueroa confirié a los indigenas de Quinua la posesién de 15 predios en calidad de rierras del repartimiento, Entte los predios m= ‘saren0s savorzebnsenuy Mdm NESE EPNESTO PERERA CHAVEZ invstigaciones sociales 46|2022 8 figura Nahuinpuquio, San Cristobal y Arcayco, mas no aparecen Potacca, Ccecra ni Suso (ADRAAy, Huamanga 42: Lurinsayoce y Anansayoce, 1595, E611), Esta composicién fue reconocida por el cotregidor de indios de Huanta Pedro Setberefio y por su sucesor Garcia de Parado Minaya e inserta en tuno de los libros del escribano de Huamanga Juan de Asursa Las tierras de Potacea, Ccecra_y Suso_recién aparecen cn posteriores papeles relacionados con los juicios que los curacas de Quinua enfrentaron con terceras petsonas por las tietras consideradas como vacas y por ende, realengas. Efectivamente, en 1632 el protector de indios Gerénimo Caiser y ‘Aliaga demando a Juan Léper Jeri ante el corregidor de Huanta por invadir las tierras de Potacca y Nahuinpuguio que —segiin aquel— habian sido asignadas a la comunidad y a su curaca Baltasar Suyto. Nahuinpuquio formaba parte de las tierras del repartimiento, mientras que Suso, lindante con la anterior, era un predio vacante disputado por el demandado y la autoridad ética (ADRAAY, Huamanga 42: Lurinsayoce y Anansayocc, 1636, F 601). El caso llegé a la Audiencia de Lima, donde el oidor Andrés de Villela reconocié la posesién de a comunidad y dispuso que el invasor sea lanzado de las tierras (ADRAAy, Huamanga 42: Lurinsayoce y Anansayoce, 1636, F. 611), Estos predios fueron utilizados para implantar un censo enfitéutico que ayude en el cumplimiento de ciertas obligaciones, como el pago del tributo o la mita faltriquera. Casi cien afios después, un sucesor de Baltasar Suyro, cl curaca Francisco Guasaca, denuncié a los hermanos Antonio y Francisco Léper Jeti —herederos del anterior— por intentar apropiarse de las ticrras de Nahuinpuquio, Suso y Ccecra. La demanda fue vista por el corregidor de Huanta Juan de Sora y Reragorria, quien dispuso que los intrusos, desocupen el predio y se devuelva la posesién a la comunidad. Por la tozudez de Francisco Lépes Jeri, dl curaca acudié al virrey Antonio José de Mendoza Camano y Soromayor, marqués de Villagareia, quien reconocié la anterior sentencia del oidor Villela sn cuya virtud han estado en su goce y pose sin, repartiéndoles continuamente a los indios Has tierra para que fs siembren y se mantengan y ppuedan cumplir las obligaciones servicios perso nales de puentes, chasquis y otras funciones, como también la paga de rentas y tributos (ADRAAY, “Huamanga 42: Lurinsayoce y Anansayocc, 1736, E67) Entre los predios que aparecen en la sentencia del vi- rey figuran los citados Nahuinpugio, Suso y Geecra, ademis del sitio de Urgospampa 0 Uviscancha, una Joma asociada a las tierras de Ahuaccollay. Otros documentos que no fueron colocados en el expediente de reconocimiento de la comunidad reve- Jan que la composicién de las tierras de Ceccra por la Corona espatiola fue un proceso més complejo, en el que intervinieron otros actores sociales y que ocasio- 1né la aparicidn de parcelas privadas en la zona. Hacia 1643 unas dos fanegadas de tierra (aproximadamente 835 m2), que eran usufructuadas por los indigenas de Quinua, fueron acensuadas para el pago de las imposiciones fiscales y la mita faltriquera a terceras personas a cambio de una renta enfitéutica, En 1724, Jos posesionarios de dichas tierras, Antonia e Isabel Ramirer y Petrona de Castro, solicitaron su adjudica- i6n, aprovechando la decisién de la administracién colonial de componer predios que habian sido de- larados vacos y realengos. Pero, en la composicién no fueron beneficiadas; al contrario, el jucz visitador Manuel de Rivera y Mendoza prefirié otorgar la pose- sién de dichas fanegadas a Miguel Lopez Jeri, a cam- bio de 50 pesos. Lo curioso del caso es que estas tierras colindaban con otros predios realengos que también habian sido compuestos a favor de terceras personas, entre ellos los hermanos Antonio y Francisco Lépez Jeri (Archivo Regional de Ayacucho —en adelan- te ARAy-—, Juzgado de Primera Instancia, Causas Giviles, legajo 19, cuaderno 359, 1840, FF. 4v-131). Entonces, toda el drea de Cecra estaba formada por tierras vacas 0 realengas que habvan sido usufructua- das por los indigenas de Lurinsayoce y ahora, a través de la composicién de tierras, formaban propiedades privadas lindantes con las tierras del repartimiento de Quinua, Esta situacién ocasioné la protesta del curaca Francisco Guasaca, quien logré que una parte de las tiertas de Coecra —las que eran posesionadas por Francisco Lopez, Jeri— pasaran a manos de la comunidad. No obstante, el curaca Guasaca tampoco era tan popular ¢ impoluto. También por otros documentos que no forman parte del expediente para el reconoci- -APROMIMIACN ALA HSTORIA DE LAS CCMUNIDADES EN AYAGUCHO:EL CASO DE QUNUA SSRSRSRON, micnto dela comunidad se conoce que fue nombrado en 1726 como curaca della parcialidad de Lurinsayoce por decreto del corregidor de Huanta Joseph de Mendieta, al ser el eGnyuge de Rufina Guayllasco, la primogénita de Blas Guayllasco, curaca principal del repartimiento, Su hijo Pablo Guasaca, asumié la jefatura étnica en 1742 al ser nominado por el vi rey marqués de Villagarcia, el mismo que reconaci la posesién comunal de las tierras del repartimiento. Como nuevo curaca, fue impugnado por el Cabildo de indigenas de Quinua no solo por su nombramien- (o inregular —sin el debido respeto a la descendencia original y a los lazos de sangre—, sino por haberse apropiado de 2140 pesos del censo enfiréutico de las tierras de Guacaurara, Churucana y Ococonga que estaban destinados para la mita faltriquera (ARAy Corte Superior de Justicia, legajo 15, Causas Civils, 1850, F. 51) Las disputas judiciales no concluyeron con el decreto del virrey marqués de Villagarcias al con- wrario, continuaron més adelante, en plena era re- publicana, en los tribunales del Estado. peruano. En 1840, Gregorio Flores, hijo de Paula Jeri y nieto de de Miguel Lépez Jeri, se introdujo en las tirras de Coecra que habian sido compuestas a bene de su antecesor y demandé la propiedad del predio alegando que los indigenas no contaban con instru mentos que cettifiquen su posesi6n, En el proceso, el juer de Primera Instancia de Huanta, Huamanga y Cangallo recabé el testimonio de algunos pobla- dores de Quinua, quienes dijeron que efectivamente, no poseen documento alguno (seguramente ignora- ban el decreto del virrey marqués de Villagarcia y la composicién de 1724) y reconocieron a Flores como duefto de Ceecra. Entonces, el magistrado sentencio a favor del demandante y este cedié la propiedad del predio a sus parientes Ignacio Jeri y Pedro Meneses (ARAy, Juzgado de Primera Instancia, Causas Civiles, legajo 19, cuaderno 359, 1840, FF 191-261). Aprovechando la sentencia, Gregorio Flores exi- 6 ance el juer de paz de Quinua la propiedad de las tierras colindantes de Quishuar y Nahuipuquio. Este pedido no fue aceptada por los indigenas, quienes alegaron «que fas tierras mencionadas son pertene- cientes al pueblo [de Quinual, que desde sus abue- los no han tenido noticia que era hacienda» (ARAy, Juzgado de Primera Instancia, Causas Civiles,legajo 19, cuaderno 359, 1841, F. 30v), Para refrendar la defensa, acudicron al juzgado varios posesionarios de los predios (Nolberta e Isidora Gutiérrez, Andrés, José Juan Gutierrez, Asencia, Maria, Isabel, Marcela y Bartolomé Orellano, Dominga y Francisco Jeri tc.) todos ade una misma familia», quienes ‘como ducios absolutes con posesiin anticuada dle ciento veinte afios, hemos poscido un pedaci- llo de tiers con el nombre de Cecera, los des- cendientes de don Francisco Rodas nuestro abuelo ya finado, quien por vernos de numerosa familia ‘compré para que todos reunidos nos mantuviera- ros en unin con los frutos de aquel predi aque todas y todos estibamos en pacifica poscsin sin contradiceién alguna por ser una familia mi- scrable y cach uno de nosotros lens de hijos sin ‘otro aslo que aquel pedacito de tierras; pero lo que sucede es que intenta despojamos violentamente cl presbitero cura rector de la bendita Magdalena don Ignacio Jer, quien sin tener derecho ni instru- mento que convenzan se propone a molestarnos constindole ser una familia pobre (ARAy, Juzgado de Primers Instancia, Causas Civiles, legaio 19, cuaderno 359, 1841, FE 351-350). En medio de una conciliacién, el juer sentencio a favor de Flores, Jeri y Meneses, confiriéndoles la propiedad de Quishuar. Entonces, los indigenas re- cusaron al proceso pretextando la parcialidad del ma- sgstrado para con los demandantes y aprovecharon la ocasién para intentar revert la sentencia anterior y retener fa propiedad de Ceecra, arguyendo que desde tun siglo atris son usufructuarios de dichas ticrras. Al presentar su recurso de nulidad, exclamaron ante el juz lo siguiente, sin perder la esperanza en la justicia republicana: Si-es que Ud. levando como hasta aqui el alto y delicado cargo que ejerce quiere cumplir con la augusta Constituciin en el articulo citado y san-

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