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Santa teresa de Calcuta

Purgatorio. Quinto círculo: Avaricia.

Nos vimos vacilantes en seguir nuestro camino al cambiar de círculo, ya que este estaba cubierto
por almas amontonadas que poco se podían mover. La gran montaña se agitaba; acción que no
se había dado desde que habíamos llegado a este lugar, y que nos dejó conmocionados a ambos.

De esta manera, debido a la impresión no dudamos en preguntar a alguna de las almas cercanas.
Era una mujer anciana, se notaba agotada y físicamente entumecida o incluso enferma, tal vez
por las demás almas castigadas o por su avanzada edad. El primero en acercarse fui yo, con voz
nerviosa le dije:

– Señora, le importaría contarnos que acaba de acontecer, ¿es siquiera normal que el monte
vibre de esta manera?.

– Primero me presentaré hacia usted, hombre que parece llevar aun carne y hueso. Soy la madre
Teresa de Calcuta, anteriormente dada por santa, título otorgado por mi labor a los más pobres
de los pobres. Misma labor que me fue criticada y por la cual me veo casi inmovilizada en el
suelo de esta terraza.

– Oh, disculpe mis modales, me llamo Dante y el que me acompaña es el poeta Virgilio, sucede
que nos vimos tan impresionados por el fuerte temblor que nos apresuramos a buscar
respuestas.

– Ya no hace falta más preocupaciones, le explicaré. El monte tiembla cada vez que un alma es
perdonada por Dios y abandona el purgatorio para subir al paraíso. A diferencia de los muchos
aquí ubicadoss a mí no solo me bastarán las oraciones que se me dediquen, para mi la única
manera de conseguir el deseado descanso eterno será cuando se modifiquen las doctrinas de mis
centros, para así no perjudicar a ningún otro necesitado.

– ¿A que se refiere?¿Qué clase de centros? — preguntó mi maestro.

– Yo abrí centros médicos dedicados a la atención de los pobres, para los cuales recibí ayuda y
apoyo de todo tipo, uno de los más importantes el monetario, que a pesar de ser uno tan
cuantitativo no fueron gestionados directamente a los hospitales. Por lo que se me acusó del
atesoramiento de ese dinero, teniendo como prueba la negligencia de los enfermeros, errores en
el tratamiento y en las normas de atención de acuerdo a las condiciones de los pacientes.
Irónicamente fui yo trasladada a hospitales modernos cuando requería de los cuidados.

– Esperamos para usted la mayor de las suertes, el cambio de pensamiento de sus doctores y
agradecemos su atención. Pero tenemos el tiempo contado y debemos llegar lo más pronto a la
cima de la montaña, así que nos retiramos.
Ambos seguimos por el sendero pasando por encima de las almas, tratando de no pisarlos. Hasta
que pudimos encontrar la salida.

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