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RAZA DE BRONCE

RESUMEN
POR: CARRASCO VARGAS MIA
LIBRO PRIMERO, EL VALLE:
I
Había una India esbelta y fuerte en un paisaje. La india de cabello negro. Al reunir su rebaño se dio cuenta de
que faltaba una de sus ovejas, y de inmediato pensó que había ido a parar a otro lugar, así que no perdió
tiempo y fue en busca de la oveja dejando al resto del rebaño bajo la vista de Leke, su mascota lanuda y
pequeña. La india se dirigió a lo alto de una roca y desde allí echó un vistazo en la inmensidad del paisaje.
Por allí escuchó un ruidoso sollozar de una quena de algún pastor. La zagala dejó su atalaya al oír un
solitario balido desde una cantera que tenía fama de albergar a los espíritus malignos. Estuvo mucho tiempo
abandonada y ahora sirve como escondite de lechuzas y vizcachas. De vez en cuando, los brujos practicaban
sus pactos con lo sobrenatural. Una vez que Watawara profanó el misterioso escondite para expulsar a las
bestias, decidida, avanzó con miedo, gritó y ese grito regresó como un eco que ella confundió como el balido
de su carnero perdido. Una vez más, avanzó llevada por la codicia. Quedó inmóvil al ver cuán grande y ancha
era la caverna con un piso irregular. Dentro de la cantera existían otras tres galerías oscuras y misteriosas.
La zagala se llenó de pavor y salió huyendo, pasmada por su audacia. Felizmente, vio para su alegría a un
mozo que cargaba la oveja descarriada. La zagala le preguntó por la oveja, donde la había encontrado,
olvidándose de saludarlo, a lo que el mozo respondió que la encontró vagando por la pampa. La zagala le dio
un golpe de castigo a la bestia que escapó a reunirse con el resto del rebaño. Agiali preguntó a la zagala si
había ingresado a la cueva misteriosa y, de haber sido así, le objetó que le pasaría algo como le pasó a
Manuno. Se quedaron callados, pues recordaron que el patrón fue malo con él. Agiali tenía el rostro de
preocupación y la zagala presentía a que se debía esa cara. Se debía a que Agilia emprendería un viaje de
dos semanas con otros tres compañeros, Quilco, Manuno y Cachapa, a comprar granos al valle, y se sabía
que tras ese largo y cruel viaje muchas bestias quedaban inútiles y muchos viajeros regresaban enfermos
hasta la muerte.
II
Una vez que amaneció, los cuatro viajeros y doce bestias partieron cargando carnes, pescado seco, patos
cocidos, quesos frescos y otros productos. Iban felices porque tenían de jefe a Manuno, un hombre con
experiencia en los viajes, que conocía todos los rincones de los Yungas y se sabía que le iba bien en los
negocios porque cada vez aumentaba su riqueza. De noche, llegaron a la ciudad y a la casa del patrón, se
enteraron de que el amo se fue al amanecer. Descargaron las bestias, saludaron a la esposa del patrón,
quien les dio 40 pesos para que compren 8 cargas de cebada en grano. Manuno envolvió los billetes en un
pañuelo y trapo, se lo amarró al cuello y si deseaban robarle, tendrían que degollarlo.
Amaneció y prosiguieron el viaje. Manuno les decía que eso no era todo. En ambos lados del camino ya se
divisaban campos con árboles de duraznos que hacían que se antojara comer. Agiali sugirió comer unas
tunas, pero Manuno advirtió que los vallunos eran malos. Pasaron más allá por una penca de grandes tunas.
Manuno ordenó a Agiali que cogiera todo lo que podía. Había cogido 12 cabeles y se los repartieron de a
tres. Comieron tanto que se empacharon. Manuno quería más, pero Cachapa le dijo que no se podía porque
el dueño estaba espiando.
Luego de la charla, llegaron a la alegre morada de un indio. Vieron muchas tunas en una canasta y pensaron
en comprarlas a un real. Manuno se dirigió al valluno y con su acostumbrado saludo de indio tato le pidió que
le vendiera las tunas. Sin embargo, el valluno supo que venían del lago, así que no quería desaprovechar la
oportunidad de intercambiar su producto y así se lo hizo saber a Manuno. Le ofreció pescado por tunas, pero
Manuno más astuto regateó hasta sacarle 5 platos de maíz y 40 tunas. Finalmente, a regañadientes, el
valluno aceptó darle 5 platos de maíz y 40 tunas, tunas que los hombres revisaron cuidadosamente uno a
uno. Luego de comer las tunas, Manuno les advirtió que les puede dar un cólico si toman leche después de
comer tunas.
Continuando su camino, llegaron al pueblo de Mecapaca, un pueblo en ruinas y mísero que antes era alegre
y rico, pero tras la mazamorra, hasta los solares se habían desmoronado. Cachapa, ante esto, reflexionó y
dijo que, en ese caso, no convendría hacer negocios en ese pueblo puesto que, si eran pobres, nadie les
compraría nada. Pero Manuno le respondió que vendrían de las haciendas. Manuno se fue a alojar a la casa
de un viejo amigo, Choque.
III

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