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LOS MATICES MOTIVACIONALES DEL SENTIDO


Luis Flórez Alarcón, PhD.1
Conferencia presentada en el Congreso Colombiano de Psicología 2021
21 de octubre de 2021

El objetivo principal de esta ponencia es sustentar la importancia actual que tiene la categoría
de “SENTIDO” en la explicación de las acciones motivadas complejas propias del
comportamiento humano, y sugerir al proceso motivacional como marco de análisis que
permite una posible aproximación empírico-analítica a la comprensión y la explicación de
los fenómenos que concurren en su determinación, y por consiguiente aproximan a su
predicción, y a su transformación a través de la intervención motivacional.

I. EL NIVEL DEL SENTIDO EN LA INTERVENCIÓN MOTIVACIONAL

El concepto de “sentido” tiene una larga historia de uso en psicología, especialmente en la


vertiente epistemológica y metodológica de corte existencialista-fenomenológica, en la que
se ha utilizado el sentido como concepto referente a los propósitos principales que una
persona le asigna a su existencia, a la coherencia entre esos propósitos y los valores que la
persona suscribe explícitamente, a la presencia de una dimensión espiritual en su vida, y al
estado de bienestar subjetivo experimentado como resultado de estas vivencias.

Probablemente el neuropsiquiatra y filósofo vienés Victor E. Frankl es el autor más


representativo de esta vertiente de estudio del sentido. Su teoría acerca de la dimensión
noética y de la voluntad de sentido, y la postulación de los valores de experiencia, de creación
y de actitud que orientan al descubrimiento del propósito de la vida, ha tenido una gran
importancia en la formulación de los principios de la logoteoría y de sus aplicaciones en
campos como el de la logoterapia, o la terapia del sentido.

1
Doctor en psicología experimental. Director del énfasis en autodeterminación y desarrollo humano.
Programa de doctorado en Humanidades. Humanismo y Persona. Universidad de San Buenaventura, Bogotá.
E-mail: luisflorezalarcon@gmail.com
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Esta significación del sentido tiene un claro contenido motivacional, en la medida en que
alude a la direccionalidad que orienta las acciones de la persona hacia el cumplimiento de
algunos objetivos y el logro de algunas metas, con los cuales ella se compromete y asume
responsabilidades.

La connotación motivacional del sentido nos condujo en dos grupos de investigación2 a la


inclusión de dicho constructo entre los soportes teóricos del modelo motivacional utilizado
para el diseño de una intervención basada en el fomento de la competencia social en el campo
de la salud escolar.

Se trata de una intervención que hemos venido diseñando, implementando y evaluando entre
estos dos grupos de investigación durante varios años, aunque con una visión epistemológica
acerca del sentido de la acción más de corte histórico-cultural, y un enfoque empírico-
analítico en el plano metodológico, distintos a la visión adoptada en la corriente existencial
acerca del sentido de vida.

De esta forma, el fundamento de la presente ponencia es el análisis de lo sucedido en el


diseño de un programa de competencia social y salud escolar (CSSE) aplicado a escolares
desde transición hasta undécimo grado durante un periodo de 16 años en diversos colegios

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Los grupos de investigación mencionados en esta ponencia son: el Grupo de Investigación Estilo de Vida y
Desarrollo Humano, de la Universidad Nacional de Colombia, y el grupo Avances en Psicología Clínica y de
la Salud, de la Universidad de San Buenaventura (Bogotá).
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de Bogotá, y lo observado durante su implementación y evaluación (Flórez Alarcón & Vélez


Botero, 2020).

Para diseñar el programa de CSSE se arrancó de un análisis de los modelos cognitivo-sociales


de corte motivacional, que proponen variables intervinientes cruciales sobre las cuales se
debe intervenir en la búsqueda de protección ante los riesgos para la salud en general, y para
la salud mental en especial (Conner & Norman, 2005). Son ejemplos de estas aproximaciones
teóricas el Modelo de Creencias en Salud (MCS), que sugiere centralizar las acciones sobre
la amenaza percibida y la susceptibilidad percibida frente a algún riesgo, para motivar a su
modificación; también la Teoría de Acción Razonada/Acción Planeada (TAR/TAP), que
enfatiza el análisis de la influencia de los pares y la inclusión de la normatividad subjetiva
como moduladores de la motivación a la protección; o el modelo de autoeficacia, que enfatiza
la confianza de la persona sobre su capacidad de ejecutar una acción, protectora.

Luego de concluir que todos los modelos cognitivo-sociales sugieren, válidamente, actuar
sobre factores cruciales para el desarrollo motivacional de una acción saludable, y que no
podía prescindirse de algunos de esos factores al momento de diseñar la intervención, nos
dimos a la tarea de encontrar coherencia conceptual para justificar su inclusión en el diseño
de los talleres de CSSE.
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Para lograrlo, nos basamos en la propuesta de los denominados modelos motivacionales de


etapas, los cuales sugieren que la motivación para la acción va evolucionando por etapas y
en cada una de ellas va adquiriendo preponderancia alguno de los factores propuestos por los
modelos cognitivo sociales. Entre estos modelos de etapas son bastante conocidos el Proceso
de Adopción de Precauciones (PAP) y el Modelo Transteórico (MTT) (Flórez Alarcón,
2007).

En un esfuerzo conceptual por comprender el alcance de estas propuestas teóricas, cuyos


resultados empíricos han sido muchas veces contradictorios, y por justificar la combinación
de los factores sugeridos por modelos contrapuestos, combinándolos en una misma
intervención, arribamos a la adopción del proceso motivacional como esquema que nos
permitía plantear un marco teórico coherente.

El proceso motivacional se analizó a partir de la propuesta del Modelo del Rubicón de la


Acción, elaborado por Hans Heckhausen (Heckhausen & Heckhausen, 2008), que describe
la presencia de dos grandes etapas en el ciclo motivacional de una acción, la etapa
motivacional propiamente dicha, que se inicia con la presencia de algún estímulo externo o
interno que apunta al surgimiento de una necesidad, y concluye con la adopción de una
decisión de actuar que materializa la conversión de alguna necesidad en una intención de
actuar. Allí se ubica un primer rubicón, o punto de no retorno.

Y la etapa volitiva, que lleva a la transformación de la intención de actuar en un acto real.


Allí, cuando se ha ejecutado la acción, se ubica un segundo rubicón que marca la finalización
de la acción y el inicio de la post-acción, con la cual concluye el ciclo. Al interior de estas
etapas se ubican las fases de impulso, marcada por la presencia de la situación que da inicio
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al ciclo motivacional, pre-decisión, decisión, pre-acción, acción y post-acción. A esa


secuencia se refiere la expresión “a lo largo del proceso” utilizada aquí.

El proceso motivacional se convirtió así en el contexto metodológico adecuado para diseñar


las acciones instrumentales o procedimientos que se debían implementar durante la
intervención y para la selección de indicadores en la evaluación de los resultados.

La idea de la motivación como proceso nos sugirió una forma de integrarla al diseño
metodológico de los talleres, ya que a lo largo de la secuencia del proceso pudimos ubicar
con mayor precisión los fenómenos psicológicos que deben afectarse para obtener el mayor
impacto motivacional de la intervención, mientras que “a lo ancho” del proceso localizamos
los niveles de análisis de la actividad personal, arrancando en el nivel del comportamiento
observable, y finalizando en el de los constructos inferidos. Una importante fuente conceptual
para esta iniciativa la obtuvimos en el modelo de formulación por niveles propuesto en
nuestro medio por el psicólogo Walter Riso para orientar las intervenciones en terapia
cognitiva (Riso, 2006).

A esos niveles de análisis les dimos la denominación de motivo, perspectiva y sentido. La


tarea siguiente consistía en precisar cuáles son esos fenómenos que ocurren a lo largo, en la
secuencia de fases del proceso motivacional, y a lo ancho, en los tres niveles de actividad
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incluidos. Obviamente esos fenómenos han sido sugeridos en diversas teorías, sobre la
motivación, sobre la toma de decisiones, sobre el autocontrol, y sobre el sentido.

El nivel del motivo hace referencia a las contingencias asociativas fácticamente observables
entre un comportamiento (cognitivo, emocional o motor) y los elementos de estímulo
externos e internos que se le asocian. Es un nivel dispuesto para un análisis cognitivo-
conductual.

El nivel de la perspectiva hace referencia a los procesos cognitivos y emocionales implicados


en la toma de decisiones. La denominación de “perspectiva” se la dimos para tomar como
marco de análisis la teoría de la perspectiva, o del prospecto, sobre toma de decisiones
propuesta por Kahneman y Tversky (Kahneman, 2012).

El nivel del sentido fue un plano más difícil de abordar, debido a la polisemia y a la multi-
dimensionalidad que le son inherentes a este concepto. Sabíamos con claridad que era un
nivel de análisis tan imprescindible como resbaladizo y difícil de asir con precisión. En un
intento de definición, conceptualizamos al sentido como “la razón que existe detrás de
cualquier motivo”.

Por supuesto esta definición conceptual no nos liberaba de la misma laxitud conceptual y
metodológica que le atribuíamos críticamente al abordaje existencial del sentido. Esas
referencias a la razón como elemento cohesivo y organizador de la acción las podemos
encontrar en múltiples aproximaciones psicológicas y filosóficas de diversa procedencia
epistemológica.

En la presente ponencia el foco de interés está centrado en el análisis de lo que acontece en


el nivel del sentido, pero se comprende que la discriminación entre estos niveles no significa
que su funcionamiento sea desconectado, sino integrado y sinérgico, aunque en referencia a
propiedades y objetivos diferenciales entre ellos, lo cual les confiere una relativa
independencia de funcionamiento.
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II. LOS MATICES MOTIVACIONALES QUE TIÑEN EL SENTIDO

Las referencias que se hacen en la literatura psicológica a diversas clases de sentido, como
son, por ejemplo, el sentido de coherencia, el sentido de valor, el sentido de pertenencia, el
sentido de vida, el sentido de propósito, y otras, surgen a partir de la consideración del sentido
en forma global, o de algunos de sus aspectos particulares, como elementos simbólicos de
tipo psicológico e ideológico que tiñen y condicionan todas las actividades en los diversos
campos de la existencia de una persona o de un grupo de personas.

Desde el punto de vista de la motivación humana, el aspecto y la expresión de estos tintes


simbólicos a través de un sentido motivacional dominante, como sucede análogamente con
el color de una pintura, es el producto de la combinación de tonalidades diversas que
confluyen para dar como resultado el color único percibido.

Lo decisivo no es el orden en que se van combinando las tonalidades que confluyen; lo


determinante es la concentración de cada una de ellas y su interacción con las demás.
Siguiendo esta analogía, en el programa de CSSE se adoptó una metodología consistente en
vincular a la intervención las diferentes tonalidades, léase diferentes fenómenos
motivacionales detectados a lo largo y a lo ancho del proceso. Esto nos permitió consolidar
una metodología unificada de manejo de la dimensión motivacional y de su concreción en
talleres de intervención motivacional.
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Al algoritmo resultante que integra esos factores o procesos motivacionales que deben ser
afectados en las intervenciones motivacionales, mediante el diseño de dinámicas apropiadas
que se aplican en los talleres, le dimos el nombre de Dimensión Psicológica de la Prevención
y de la Promoción en Salud (Flórez Alarcón, 2007).

Este algoritmo, al destacar los fenómenos cruciales que deben tenerse en cuenta, no solo
orienta el diseño de los talleres educativos propios de la intervención motivacional, sino que
también orienta la forma en que debe conducirse la evaluación de la misma. Esos fenómenos,
integrados al algoritmo, son: La representación esquemática de la acción (¿en qué consiste la
acción?; esquema cognitivo que tiene el individuo acerca de la acción en aspectos como su
topografía, intensidad, frecuencia). Las expectativas de reforzamiento resultado (¿para qué
es útil esta acción?; representación de los beneficios que puede tener la acción en sus
consecuencias inmediatas y en sus resultados a mediano y largo plazo). Controlabilidad
percibida (¿soy capaz de realizar esa acción?; autoeficacia percibida). Actitudes normativas
(¿qué piensan los demás sobre la importancia de realizar esta acción? ¿qué tanto me interesa
eso que piensan los demás sobre esta acción?). Toma de decisiones (¿tengo la intención
explícita de realizar la acción?). Planificación (¿cómo voy a proceder para realizar la
acción?).
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El algoritmo se aplicó en el diseño instrumental y en la evaluación de los 58 talleres que


integran el programa de CSSE, en sus tres módulos (Flórez-Alarcón & Vélez-Botero, 2020):
1) El módulo denominado “convivencia”, dirigido a la formación de habilidades básicas de
la competencia social en escolares de transición a tercer grado; 2) el módulo denominado
“TIPICAS”, dirigido a la formación de habilidades para la vida en escolares de cuarto a
séptimo grados; y, 3) el módulo denominado “ARCOS” (Acciones de Reforzamiento de la
Competencia Social), en escolares de octavo a undécimo grados. Pero el objetivo aquí no es
la descripción ni la evaluación de estos módulos del programa CSSE.

El aspecto principal que deseo resaltar en la presente ponencia es el referente a los matices
motivacionales del sentido, que, si se quiere, podrían sintetizarse en la expresión “sentido
motivacional”. Procedo ahora a detallar mejor, cuáles son esos fenómenos en los que se
reflejan y se objetivan los matices del sentido, resumidos en la siguiente gráfica:

El inicio del proceso motivacional, podemos ubicarlo, en el nivel 1, a partir de la percepción


de un estímulo externo o interno, el cual marca el surgimiento de una necesidad que mueve
o impulsa naturalmente a la acción para resolverla. La naturaleza del impulso depende de la
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experiencia directa o indirecta de la persona con la situación, y del procesamiento cognitivo


y afectivo de dicha experiencia.

A esta percepción observable en el nivel 1 le corresponde la presencia de un matiz de utilidad


en el nivel del sentido, matiz referente a la evaluación que la persona realiza acerca de la
importancia de la necesidad, y a su evaluación de la acción como respuesta adaptativa para
conducir a la solución de la necesidad, en comparación con acciones alternativas; este
fenómeno se puede operacionalizar como percepción, es decir como representación, como
inicio afectivo, como impulso actitudinal, y como expectativas de reforzamiento-resultado,
que se fundamentan en la claridad sobre la acción en cuestión y sobre los beneficios
esperados de esa acción.

Estas evaluaciones, que se dan en todas las fases del proceso motivacional, conducen a
conclusiones y a decisiones que pueden ser explícitas o implícitas, elaboradas puntualmente
o realizadas de manera automática, es decir, son evaluaciones más o menos conscientes o
automáticas en el aquí y el ahora de la acción. Tanto en el nivel del sentido, como en el nivel
del motivo, se trata de evaluaciones que se ejecutan mediante el uso de los esquemas
cognitivos y afectivos que se representan aquí en el nivel de la perspectiva, o nivel 2.

La percepción de la persona, en el nivel 1, acerca de su capacidad para actuar y de su


accesibilidad a los recursos necesarios para la acción, se puede conceptualizar como matiz
de control en el nivel del sentido, también en ocasiones denominado en la literatura como
sentido de agencia, que se puede operacionalizar a través de las expectativas de autoeficacia
de la persona frente a la acción, y sus expectativas de costo de la acción.

Las relaciones de la persona con pares que afectan favorable o desfavorablemente la


realización de la acción y su percepción acerca de dichas relaciones en el nivel 1, se pueden
conceptualizar como matiz de pertenencia en el nivel del sentido, susceptible de
operacionalizar a través del soporte social percibido y/o de la presión social percibida,
evaluando especialmente el favorecimiento o desfavorecimiento que estas influencias
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sociales ejercen sobre la potencialidad de la persona para satisfacer sus necesidades


psicológicas fundamentales.

El juicio de la persona acerca de la importancia de la necesidad que mueve a la acción, y el


juicio de su compromiso personal con la solución de dicha necesidad, constituye el fenómeno
que la conduce a tomar una decisión autodeterminada de acción, decisión explícita o implícita
en el nivel 1, la cual corresponde al matiz del valor, en el nivel del sentido. La referencia a
esta forma del sentido es de importancia capital en las teorías motivacionales de expectativa-
valor; dicha valencia puede analizarse en términos de precio y de valor.

Se refiere, de una parte, al contenido motivacional de tipo intrínseco que la acción representa
para la persona, esto es, a su motivación intrínseca. De otra parte, el valor se refiere a la
potencialidad que la acción representa para la solución personal de necesidades psicológicas
universales, como son las necesidades de autonomía, competencia e interacción social
propuestas por la teoría motivacional de autodeterminación (Ryan & Deci, 2017).

La operacionalización de estos constructos puede realizarse, en el nivel 1, mediante la


ponderación de la relación entre motivación autónoma y motivación controlada, la cual
refleja el valor de la acción en términos de la motivación intrínseca que la impulsa. También
se puede operacionalizar mediante la ponderación de la relación entre el costo y el beneficio
de la acción, la cual refleja la racionalidad del precio que la persona está dispuesta a asumir
por la ejecución de la acción, y su compromiso con ella. Aquí finaliza la etapa propiamente
motivacional de cualquier acción, para dar paso a la etapa correspondiente a su ejecución, o
etapa volitiva. Por eso la presencia del rubicón que marca ese tránsito.

La etapa volitiva se inicia con el plan anticipatorio de control de la acción en el nivel 1, que
enmarca el conjunto de acciones involucradas en una actividad, así como la interacción entre
las mismas, lo cual corresponde al matiz de coherencia en el nivel del sentido, susceptible de
operacionalizar mediante lo que se ha denominado en la literatura como intenciones de
implementación (Gollwitzer, 1999), o relaciones condicionales del tipo “si … entonces” (if
… then). Estas intenciones de implementación le proporcionan a la persona una guía de
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alternativas a seguir para darle curso a la autorregulación y al autocontrol de la acción,


transformando la intención de actuar en actos objetivos, con permanencia estable durante la
fase de acción propiamente dicha, en la cual se ejecutan los planes preconcebidos
intencionalmente.

La percepción de las consecuencias inmediatas de la acción en el nivel 1, que es una


percepción de la “realidad real”, no como en la expectativa que era percepción de la “realidad
esperada”, corresponde con el matiz de realidad presente en el nivel del sentido. Este matiz
del sentido es susceptible de operacionalizar en la evaluación que la persona realiza acerca
de las consecuencias obtenidas mediante su acción y en la repercusión de dichas
consecuencias sobre la regulación y sobre el control del comportamiento. Las consecuencias
de la acción, y su evaluación cognitiva por parte de la persona, constituyen la base para que
ésta adopte una orientación de acción o una orientación de estado, tal como se ha propuesto
en la Teoría del Control de la Acción (Kuhl, 1992).

Finalmente, en la fase de post-acción, la evaluación que hace la persona acerca de la


estabilidad de la relación causal entre la acción y sus consecuencias inmediatas o sus
resultados a mediano y largo plazo, lo cual transcurre en el nivel 1, se asocia con la formación
de un matiz de futuro en el nivel del sentido. Matiz que se puede operacionalizar como
perspectiva de tiempo futuro acerca de la acción, que no es otra cosa que las nuevas
expectativas sobre resultados posibles de la acción para adaptarse a la solución de
necesidades, novedad subsiguiente a la experiencia vivida y a su evaluación cognitivo-
afectiva. Dichas expectativas reaparecerán en el inicio de un nuevo ciclo motivacional,
cuando vuelvan a presentarse las situaciones o estímulos que marquen el reinicio del proceso
motivacional, pero ahora transformado por las consecuencias y los resultados de lo ocurrido
en el pasado.

En síntesis, los matices de utilidad, control, pertenencia, valor, coherencia, realidad presente,
y futuro, se proponen aquí como los matices del sentido motivacional, los cuales tienen
significativas proyecciones conceptuales en el nivel 3, o nivel del sentido, con proyecciones
metodológicas y técnicas relevantes en el plano operativo e instrumental del nivel 1; ambos
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niveles con implicaciones prácticas sustanciales para la evaluación del impacto y del
resultado en las aplicaciones de la intervención motivacional (Flórez-Alarcón, 2018).

III. CONCLUSIONES

Resumiendo, las siguientes son las principales conclusiones a las que deseo arribar en la
presente ponencia:

El concepto de sentido ha tenido a través de la historia de la psicología una significativa


connotación motivacional, cuyo estudio se ha abordado desde ángulos epistemológicos y
metodológicos variados, todos con importantes implicaciones teóricas y prácticas. Un
abordaje del sentido que intenta ser de corte histórico-cultural en lo epistemológico y
empírico-analítico en lo metodológico, nos conduce al planteamiento de la categoría de
“SENTIDO MOTIVACIONAL”.

Esta categoría corresponde con una definición del sentido, entendido como la razón que
existe detrás de un motivo, razón que se extiende a lo largo de las fases del proceso
motivacional. Dicha extensión abarca las fases de impulso, predecisión, decisión, acción y
post-acción, transformándose en razón de utilidad, razón de control, razón de pertenencia,
razón de valor, razón de coherencia, razón de realidad, y razón de futuro. Son estos los que
se proponen como matices del sentido.

La toma de conciencia acerca de su existencia, la identificación de su contenido, y la


comprensión de los fenómenos a los que se aplican son los elementos que les permiten a los
individuos aceptar las razones pre-existentes, ubicar en sí mismos o en el medio la fuente de
su procedencia, modificarlas, desecharlas, aceptarlas, o generar unas nuevas razones. Ello
nos permite concluir que el sentido cuenta en la determinación del comportamiento, pero,
además, que el sentido no es un asunto de azar ni de destino, que es un asunto sujeto a
deliberación y que puede construirse.
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La noción de sentido motivacional, caracterizado de la anterior manera, tiene implicaciones


prácticas que se manifiestan en el diseño instrumental de las intervenciones dirigidas a
transformar las acciones personales y grupales que suelen realizarse en la ejecución de alguna
actividad, trátese de una actividad educativa, laboral, de autocuidado, recreativa, etc.
.Igualmente, esta noción permite darle un contenido específico a las operaciones de
evaluación dirigidas a ponderar el impacto de las intervenciones.

Finalmente, en la era de la inteligencia artificial, tema central en el actual congreso, cuando


los algoritmos digitales están disponibles para sustituir a nuestra razón en la toma de
decisiones, se hace más necesario que haya conciencia sobre el sentido de lo que hacemos,
pero, muy importante también, sobre el sentido de lo que no necesitamos hacer, por su escaso
valor, a pesar de su alto precio. El sentido se convierte ahora en una condición primordial de
supervivencia. Cuestionar el sentido de las actividades que copan el tiempo de nuestras vidas
es una clave fundamental en esta era, en que la fusión entre las revoluciones de la
infotecnología y de la biotecnología, amenazan, no ya con dictaduras gubernamentales, sino
con dictaduras digitales que eleven a la máxima potencia la desigualdad y la pérdida de
libertad, reduciendo a la mayoría a una condición que no es siquiera de explotación, sino,
peor aún, a una condición de irrelevancia, como lo propone el destacado historiador Yuval
Noah Harari, en sus 21 lecciones para el siglo 21 (Harari, 2018).

Considero pertinente, para finalizar, hacer mención de la siguiente afirmación realizada por
Victor Frankl, en una entrevista que le hizo el periodista Franz Kreuser, emitida el 11 de
enero de 1980 (Frankl, 2000, p. 64).

Kreuzer le preguntó si “a pesar de haber desarrollado su teoría, su enseñanza o su método


curativo de forma completamente independiente y autónoma, no exento de interrupciones en
su intercambio de información con el entorno de investigación empírica que lo rodeaba,
¿también asume que se podrían presentar avances en la investigación natural empírica que
confirmarían su teoría y convergerían con ella de algún modo?”.
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A lo que Frankl contestó: “Como mínimo deberíamos esperarlos ansiosamente. Y creo que
al resto de colegas les resultará harto interesante ver que alguien que desde un principio no
ha colaborado con ellos haya obtenido unos resultados análogos”. Si hemos logrado avanzar
alguna distancia en esta dirección con el uso del constructo “sentido motivacional” para
referirnos al abordaje histórico-cultural del sentido, y con el uso del proceso motivacional
como marco para utilizar métodos cualitativos, pero también el método empírico-analítico
en el estudio de su contenido, podemos darnos por satisfechos.

REFERENCIAS

Conner, M. & Norman, P. (Eds.) (2005). Predicting Health Behaviour 2nd. Ed. London:
Open University Press.
Flórez-Alarcón, L. (2007). Psicología social de la salud: Promoción y prevención.
Colombia: Editorial El Manual Moderno.
Flórez-Alarcón, L. (2018). La intencionalidad de la acción en el proceso motivacional
humano. Psychologia, Avances de la Disciplina, 12(2), 115-135.
Flórez Alarcón, L. & Vélez Botero, H. (2020). Competencia social y salud escolar: Un
modelo de trabajo basado en el proceso motivacional humano. Colombia: Editorial
El Manual Moderno.
Frankl, V.E. (2000). En el principio era el sentido: Reflexiones en torno al ser humano.
Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
Gollwitzer, P.M. (1999). Implementation intentions: Strong effects of simple plans.
American Psychologist, 54(7), 493-503.
Harari, Y.N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona: Debate.
Heckhausen, J. & Heckhausen, H. (2008). Motivation and action: Introduction and
overview. In: J. Heckhausen & H. Heckhausen (Eds.). Motivation and Action.
Cambridge: Cambridge University Press, pp. 1-9.
Kahneman, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Random House
Mondadori S.A.
Kuhl, J. (1992). A theory of self-regulation: Action versus state orientation, self-
discrimination and some applications. Applied Psychology. An International
Review, 41, 97-129.
Riso, W. (2006). Terapia cognitiva: Fundamentos teóricos y conceptualización del caso
clínico. Colombia: Editorial Norma S.A.
Ryan, R.M. & Deci, E.L. (2017). Self-Determination Theory: Basic Psychological Needs in
Motivation, Development and Wellness. New York: The Guilford Press.

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