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ote nr Titulo original: The Poverty of Theory or an Orrery of Errors, en THE POVERTY OF THEORY AND OTHER ESSAYS Merlin Press, Londres Maqueta: Alberto Corazén. © 1978;| Edward P. Thompson, \Worcester (Inglaterva) © 1981 tee waduccidn a para Espafia y Amési Editorial Critica, S. A., Pedeé de la Creu, 58, Barcefona-34 ISBN: 84-7423-160-4 Depésito legal: B, 36.245-1981" Impreso en Espaita 1981, — Geaficas Salva, Casanova, 140, Barcelona - 36 Dejar el error sin refutacién equivale a esti- mutar la inmoralidad intelectual. Kare Marx Los disctpulos deben a sus maestros sélo una fe temporal y una suspensién del propio juicio basta tanto no han recibido una instruccién com- pleta, pero no una dimisién absoluta ni un cau- tiverio perpetuo de su mente ... Asi pues, deje- mos que los grandes autores reciban el tributo que les corresponda, sin que el tiempo, que es ef autor de todos los autores, se vea privado del suyo, el cual consiste en avanzar ininterrum- pidamente en el descubrimiento de la verdad. Francis Bacon La razén, o la justificacién de todo lo que ya hemos conocido, no seguird siendo la misma cuando conoxcamos mas cosas. WILLIAM BLAKe {. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTION * epcidn, ! hi ~el primer retofio intelectual, en el tiern- po, de Marx y Engels— ha venido creciendo segura de si misma. Como practica intelectual Hegada a madurez («materialismo histéri- co») es tal vez Ja disciplina més robusta procedente de la tradicién | ; marxista. Incluso durante el transcurso de mi vida de historiador —y en virtud de la obra de compatriotas mios—, las avances han sido considerables, y uno habja supuesto que sé trataba de avances en lo que ataiie al conocimiento. Esto no equivale a decir que este conocimiento sea finito, ni que esté sujeto a «prueba» alguna de cientificismo positivista. Ni equivale a suponer que el avance ha sido linear y sin problemas. Se dan serios desacuerdos, y subsisten complejos problemas no sdlo_ irresueltos sino, ca muchos casos, apenas desvelados. Es posible que el propio éxito del materialismo histérico como préctica haya fomentado un aletargamienio conceprual que ahora estd desencadenando sobre nuestras cabezas su inevitable venganza, Y esto es sumamente proba- ble ea aquellas partes del mundo de habla inglesa donde una vigore Durante una época, a lo largo de muchas décadas, la_cong materialista de la historia © Bete ensayo es und intervencién polémica y ao he crefdo necesario do- cumentar cada una de sus afixmaciones, Las citas a las dos obras fundamenta- les dle Althusser se hacen segda las ediciones originales francesas siguientes: Pour Marx (PM), Maspero, Paris, 1968, y Lire le Capital (1.C), 2 vols., Maspe- ro, Parts, 1968. Las restantes obras de Althusser se citan segtin ediciones in- glesas: Essays in self-criticism (Ensayos), New Left Books, Jondres, 1976; Lenin and philasopby (LE), New Lett Books, Londres, 1971; Palities and history (PU), New Left Books, Londres, 1977. Entre paréntesis van las abreviaturas usadas para citar: cada obra, {Los titulos de fos capinulos son de ki edicida castellana. N. del 2.) puesta en obra del materialismo histético se ha efectuado en el mar- co de una herencia discursiva «empiricas que viene reproducida por fuertes tradiciones educativas y culturales! Todo esto es posible, ¢ incluso probable. Pero, aun asi, las cosas no deben desorbitarse. Pues lo que un fildsofo con un trato sdlo ocasional con el ejercicio de la historia puede contemplar y, acto seguido, menospreciar con ferocidad de gesto, motejandolo de «em- pirismo», puede que sea, en realidad, el resultado de arduas confron taciones efectuadas tanto en el marco de forcejeos conceptuales (la determinacién de las cuestiones apropiadas, Ja elaboracién de hipé- tesis y la denuncia de contenidos ideoldgicos en la historiogratia preexistente) como en los intersticios del propio método histérico. Y Ja historiografia marxista que ahora tiene una presencia interna- cional ha contribuido significativamente no sélo a su propia auto- critica y a su maduracién (por vias feoréficas), sino también a im- poner (mediante repetidas controversias, una gran cantidad de tra- bajo intelectual y algo de polémica) su presencia a la hiscoriografia ortodoxa: imponiendo su propia «problemdtica» (en el sentido que Je da Althusser) —o Ja de Marx—- sobre dveas significativas de la inves igacién histérica. Al estar metidos en esas confrontaciones, supongo que hemos de-_ jado de lado nuestras vias de abastecimiento tedrico. Pues en el mo- mento en que pareciamos estar en buenas condiciones para ulterio- res “avances, fuimos repentinamente atacados por la retaguardia; y_ no desde una retaguardia de_manifiesta_«ideologia burguesa», sino desde_una_retaguardia que pretendia ser mds marxista que Mark.” Desde los cuarteles generales de Louis Althusser y de sus numerosos seguidores : lanzd un asalto desmedido contra el «historicismo». Los | avances del materialismo histéricé, aT supuesto «conocimiento> han descansado —segtin resulta~- sobre un pilar epistemoldégico endeble y podrido (el «empirismo»); en cuanto Althusser sometié este pilar a un severo andlisis, se tambaled y cayé por los suelos; y el entero edificio del materialismo histérico se deshizo en rainas a su alrede- dor. No sélo resulta que los seres humanos nunca han «hecho su” propia historia» en absoluto (y son sdlo Trager o vectores de deter- 1. He tratado de distinguix «empizismor de «lenguajer empirico en que_€s el necesario didlogo empirico, y en coherencia con ello tergiversa (de las formas més ingenuas) la_préctica_del_materialismo histérico, in- cluyendo el propio trabajo intelectual de Marx. Marx. 4) La critica vesul- tante del «historicismo» es en ciertos puntos idéntica a la critica sefialadamente aatimarxista del historicismo (como la que viene re- presentada por Popper), aunque sus autores infieran de ella conclu- siones opuestas. La argumentacién de los puntos anteriores nos ocupard bastante espacio en nuestro camino. A continuacién propondré otras criticas: 5) El estructuralismo de Althusser es un escructuralismo estdcico, que difiere del método histérico de Marx. 6) De ahf que el universo conceptual de Althusser no tenga categorias adecuadas para explicar la contradiccién, el cambio o la lucha de clases. 7) Estas debilidades cruciales explican por qué Althusser es Wevado a mantenerse silen- cioso (0 evasive) respecto a otras categorias importantes, como las de «economia» y «necesidades», entre otras. 8) De ello se sigue que Althusser (y su progenie) se ven incapaces de tratar, salvo de la forma mds abstracta y teérica, cuestiones referentes a los valores, a la cultura y también a Ja teorfa politica. - Cuando estas proposiciones elementales hayan sido establecidas (0 «probadas», como diria Althusser), podremos contemplar con dis- tanciamiento la elaborada y sofistica estructura en su integridad. Podremos incluso intentar otro tipo de «lectura» de sus palabi ‘Yosi no hemos queclado exhaustos, podremos plantear alyunas cues- tiones de un tipo discinto: gcémo ha Ilegado a producirse esta fra tura extraordinaria en la tradicién marxista? ¢Cémo hay que entender el estructuralismo althusseriano, no en su autoevaluacién como cien- cia, sino en tanto que ideologia? eCudles han sido las condiciones especificas para la génesis y maduraciéa de esta ideologla y para su répica difusién en Occidente? ¥ gcudl es la significacién politica de este desmesurado ataque contra el materialismo histdcico? oo fl. LAS MATERIAS PRIMAS DEL CONOCIMIENTO fnicio mi razonamiento con wna manifesta desventaja. Pocos es- pectdculos serian mas risibles que el ofrecido por un historiador in- glés —por afiadidura convicto y confeso de p tratando de aportar correccién epistemoldgica a un riguroso Wlésofo parisiense. En cuanto contemplo el papel que tengo ante mi, me parece per: cibir los vagos rostros de una audiencia expectante a duras penas capaz de disimular su creciente pibilo. No pretendo darles satisfac- ctén. Yo no comprendo Jas proposiciones de Althusser referemtes a Ja relacién entre el «mundo real» y el «conocimiento», y por lo tanto no puedo arriesgarme a someterlas a discusidn. Ciertamente, he ératado cle comprende. A lo largo de Jas pa- ginas de Pour Marx, la cuestién de cémo estas «malerias primas» del mundo real fegan al laboratorio de la practica tedrica (para ser pro- cesadas segrin las Generalidades I, II y TI) pide a gritos alguna res- puesta. Pero la oportunidad de la revelacién resulta obviada. Al buscar Inego en Lire fe Capital nos enteramos, con creciente excita- cién, de que ahora, por fin, se dard una respuesta. En lugar de ella, lo que nos espera es un anticlimax. Primeramente debemos soportar algo de tedio y algo mds de exasperacién ante Ja conminacién ritual efectuada contra el «empirismo»; ni siquiera alguien carente de rigor filosdfico puede dejar de subestimar el hecho de que Althusser con- funde ¢ identifica continuamente el modo empirico (0 Jas técnicas empiricas) de investigacién con algo completamente distinto, la cons- truccién ideoldgica Hamada empirismo, y de que, ademas, él mismo simplifica la polémica carieaturizando incluso este «empirismo» y adscribiéndole, indiscriminada y err6neamente, procedimientos «esen- | | | i ! i dalistas» de abstraccién.’ Pero al cabo del. tiempo, después de cin- cuenta péginas, Hegamos... ga qué? «Podemos decir, entonces, que el mecanismo de produccién del efecto de conocimiento reside en el mecanismo que sostiene el juego de las formas de orden en el cis- curso cieatilico de la demostracién.» (LC, I, p. 83.) Treinta y dos palabras. Y luego, el silencio. Si comprendo estas palabras, las considero desafortunadas. Por- que se nos ha hecho recorrer tan largo camino sélo para que se hos repica, en ninos distintos, la cuestién del comienzo, Los efectos de conocimiento Megan, bajo forma de «materias primas» (Generalidacles T, que son ya actefactos de cultura, con mds o menos impureza ideoldégica), obedientemente, tal como Jo pide «el discurso cicarifica de Ja demostracién». Debo explicar mi objeciéa; y en pri- mer lugar lo que mi objecién #0 es. No objeto a que Althusser no dé «garantias» en cuanto a una identidad entre el objeto «real» y su representacién conceptual. Es de esperar que cualquier garantia formal de este tipo sea de dudosa sia: incluso un conocimieato meramente ocasional de Ia filosofia hace pensar yue tales garantias tienen un plazo de validez breve y contienen muchas cldusulas en letra pequefia que exoneran al valedor de su credibilicad. Tampoco objeto a que Althusser haya abandonado ef tedioso terreno de tratar de dilucidar una correspondencia biuni- ca entre este hecho u objeto material «real y la percepcidn/incui- cién/sensacién/concepto. Tal vez habria sido més honesto haber cou- fesacdo con franqueza que, con esto, abandonaba también algunas de las peoposiciones de Lenin en Materialismo y empiriocriticismo; ‘pero por la més insignificante silaba de Lenin profesa Althusser un temot religioso.? Y sin duda podtia haber confesado que, al cambiar de te reno, no estaba creanclo una moda filasdfica, sino que la estaba si- guiendo. vo i, Véase Leszek Kolukowski, «Alehusser’s Marx, Socialist Register (1971}, iginas 124- 125, «El lector con wn conocimiento elemental de la historia de Ja en seguida que 10 que Althusser quiere decir con “empirismo” onsidecarse perfectainente como la teoria ariscotélica o tomista de la n, pero que el empirismo maderno —que empezd no con Lacke sino por lo menos con los nominalistas del siglo xiv— significa exactamente Jo opuesto a esta idea». mae 2. Sélo mds tarde (LF, p. 53) reconoci Althusser so/fo voce que las cate- gorfas de Lenin «podian» haber estado «contaminadas por su referencias empi- ristas (por ejemplo, la categoria de reflejo)». 2-2. Pp. THOMPSON Uno se imagina que, en los viejos tiempos, el filésofo, trabajando en su estudio a la Juz de su ldmpara, cuando llegaba a este punto en su razonamiento, dejaba su phima y miraba a su alrededor en busca de un objeto del mundo real que interrogar. Muy frecuentemente este objeto era el que estaba mds a mano: su mesa escritorio. «Mesa cia él-— gcdmo sé yo que th existes, y, si existes, cmo sé que mil concepto, mesa, representa tm existencia real?» La mesa, sin pesta} fear, reflexionaria e interrogaria a su vez al fildsofo. Se trataba de un intercambio exigente, y, segtin cudl fuera el vencedor en Ja con- frontacidn, et fildsofo se consideraria a si mismo idealista o mate-+ rialista. En todo caso, eso cabe stiponer que ocurrfa por la frecuencia con que aparecen las mesas. Hoy, en cambio, el fildsofo interroga la palabra: un artefacto lingiifstico ya dado, con una génesis social oscura y con una historia. Y aqui empiezo a encontrar elementos para mi objecién. En pei mer lugar, se trata de que Althusser interroga demasiado brevemente esta palabra (o esta «materia prima» o este «efecto de conocimien-| to»). Existe sdlo para ser elaborada medianve Ja practica tedrica (Ge-| neralidad TI) hasta aleanzar una conceptualizacisn estructural o cono-| cimiento concreto (Generalidad IT). Althusser es tan rudo con fal lingiifstica y con la sociologia def conocimiento como con la historia i o la antropologia. Su materia prima (el objeto del conocimiento) es un tipo de material sin vida y manejable, carente tanto de ineccia! como de energia propia, que espera pasivamente ser manipulado! hasta su conversién en conocimiento. Puede contener toscas impur zas idevléyicas, con certeza, pero éstas pueden ser purgadas en el alambique de la practica tedrica. En segundo lugar, esta materia prima se presenta a si misma procesada como un conjunio de acontecimientos mentales | etos («hechoss, idées regues, conceptos comunes}; también se| presenca con discrecidn. No es gue quiera hacer chistes con las | dificultades muy serias con que tropiezan fos fildsofos en esta dvea! epistemoldgica tan crucial, Puesto que todos los filésofes wopiezan | con ellas, debo creer que tales dificultades son realmente inmensas. Y, a este nivel, no espero afadir nada a su clarificacién. Pero un historiador pertenéciente a la iradicidn marxista esté autorizado para | i i recordar a un fildsolo marxista que a los historiadores también les atafen, cotidianamente, en su pedctica, la formacién de la conciencia social y las tensiones que se dan en su seno. Nuestra observacién raramente es singular: este objeto de conocimiento, este aconteci- miento, este concepto elaborado. Es mas frecuente que tengamos que habérnoslas con miiltiples datos empiricos, cuya interrelacién es cier- tamente un objeto de auestra investigacidn. O en caso de que aisle- mos el dato empirico singular para su particular examen, este dato no permanece complacientemente inmédvil como una mesa esperando sec interrogacdo: se remueve, en el decurso temporal, ante nuestros ojo: Estas remociones, estos acontecimiencos, si bien forman parte del «ser social», parecen a menudo acometer a la conciencia social asaltarla, chocar contra ella, Plantean nuevos problemas y, sobre todo, dan continuamente lugar a experiencia, categoria que, por imperfecta que pueda ser, es indispensable para el historiador, ya que incluye la respuesta mental y emocional, ya sea de un indi- viduo o de un grupo social, a una pluralidacd de acontecimientos relacionados entre si o a muchas repeticiones del mismo tipo de acontecimiento. Tal vez pueda argilirse que la experiencia es verdaderamente una fase del conocimiento de muy bajo nivel: que no puede dar lugar sino al més grosero «sentido comin», «materia prima» ideoldgica- mente contaminada, apenas apta para entrar en el laboratorio de las Generalidades {, No creo que sea asi; al contrario, considero que la suposicién de que esto sea asf es un error muy tipico de ciertos in- telectuales que suponen que los seres humanos corrientes son es- uipides. En mi opinién la verdad es mds matizada: la expeciencia es valida y efectiva pero dentro de determinados limites; el carpesino «conace» sus estaciones, ¢l marinero «conoce» sus mares, pero arnbos pueden estur engailados en temas como la monaryuia y la cosmo: logia. Ahora bien, lo que se nos plantea ahora en primer plano no son los limites de la experiencia, sino ef moda de su acceso a nuestra mente o de su produccién. La experiencia surge espontdneamence et” el interior del ser social, pero no surge sin pensamiento; surge porque Jos hombres y Jas mujeres (y no sélo los filésofas) son racionales y piensan acerca de lo que les ocurre a ellos y a su mundo. Si optamos por emplear la idea —~de dificultosa inteleccién--- de que el ser so- cial determina la conciencia social, geSmo debemos suponer que ocurre? Ciertamente, no deberemos suponer que a un lado estd «el ser», como basta matecialidad de la que ha sido separada toda idea- lidad, y que «fa conciencia» (como idealidad abstracta) ested al otro lado} Porque no es posible imaginar ningtin tipo de ser social con independencia de sus conceptos organizadores y de sus expectativ: ni tampoco el ser social podtia reproducirse a si mismo ni siquiera un solo dia sin pensamiento, Lo que se quiere decir es que centro del ser social tienen lugar cambios que dan lugar a experiencia trans- formada: y esta experiencia es determinante, en el sentido en que ejerce presiones sobre la conciencia social existente, plantea nuevas cuestiones y proporciona gran pacte cel material de base para los ejercicios intelectuales mas claborados.* La experiencia constitaye supuestamente parte de la materia prima ofvecida a los procedimien- tos del discurso cientifico de la demostracién. De hecho, algunos de Jos que desarrollan practicas intelectuales han vivide experienci cllos mismos. La experiencia, pues, no llega obedientemente de la manera que Althusser sugiere. Uno intuye que hay abi una idea de conocimiento may descolorida. Althusser no nos ha ofrecido una epistemologia ‘que tome en consideracién los movimientos formativos reales de Ja conciencia, sino mds bien una descripcién de ciertos procedimientos propios de la vida académica, Hla abandonado el estudio alumbeado. por una lémpara y ba roto el didlogo con una muda mesa: ahora esté en el emplazamiento de la Ticole Normale Supérieure. Lo: datos han llegado, obedientemente procesados por gracuados y ayudantes de investigaciéa a un nivel de desarrollo conceptual bastante bajo (G 1), han sido interrogados y clasificados en categorias por un riguroso seminatio de aspirantes a catedraticos (G IL) y la G III esté a punto de subir a Ja cribuna para proponer las conclusiones del conocimien- to conereto. Pero fuera del recinto universitario se va desarrollando sin in- terrupcidn otro tipo de produccién de conocimiento. Admito que no es siempre un conociniento riguroso. No desestimo los valores inte- fectuales ni ignoro la dificultad de alcanzarlos. Pero debo recordar a 3. Asi se ha supuesto y asf se supone atin en ciertos sectores: los capiar los iniciales de la obra de Raymond Williams, Marxisnr and literature, Oxford, 1977, son en cierto sentide und polémica sostenida contra esta suposicisn. 4, Para los fines de la exposicidn en estas paginas, dejo de lado la cues: tidn de las experiencias diferenciales de clase (y las consiguientes predisposicio- nes ideolégicas), que examino en otro ugar. un fildsofo marxista que se han formado y se siguen formando co- nocimientos al margen de los procedimientos académicos. Y que en la prueba de la practica éstos no han sido en absoluto despreciables. Han ayudado a los hombres y mujeres a cultivar Jos campos, a construir casas, a sostener organizaciones sociales complicadas e incluso, ocasionalmente, a desafiar con eficacia las conclusiones del pensamiento acadésnico. Y esto no es todo ain. La explicacién de Althusser deja también fuera la icrupcién del «mundo real», esponténea y oada decorosa, que plantea a los filésofos cuestiones atin no articuladas. La expe tiencia no espera discretamente a la puerta dle sus despachos, a la expectativa del momento en qu el discurso de la demostracién la invitard a pasar: La experiencia penetra sin llamar a la puerta, anun- ciando muertes, crisis de subsistencias, guerras de trincheras, paro, inllaci6n, genocidio. Hay gente que muere de hambre: Jos supervi- vientes inquieren sobre nuevas maneras de hacer funcionar el mer- cado. Otros son encarcelados: en las carceles meditan sobre auevas maneras de establecer las leyes. Ante experiencias generales de esta clase, los viejos sistemas conceptuales pueden derrumbarse y nuevas problemdticas pueden Megar a immponer su presencia. Tal presenta- cién imperativa de los efectos cognoscitivos no esté autorizada en Ja epistemologfa de Althusser, que es la de un recepticulo, como un fabricante que no se preocupa del origen de sus materias primas con tal que Jleguen a tiempo a sus manos. Lo que Althusser pasa por alto es el didlogo entre el ser social y la conciencia social. Obviamente, este didlogo va en ambos senti- dos, Si el ser social no es una mesa inerte que no puede refutar a un fildsofo con sus patas, tampoco [a conciencia social es un recep- ticulo pasivo de «reflejos» de esta mesa. Obviamente, la conciencia, bajo Ia forma que sea —como cultura no autoconsciente, como mito, coino ciencia, como ley o como ideologia articulada— ¢je aosu vez una accidn retroactiva sobre el ser: del mismo modo que el | ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres humanos, dentro de ciertos Iimites, pueden vivir las expectativas sociales 0 sexuales que las categorias conceptuales dominantes les: imponen. Habia sido habitual entre los marxistas —e incluso en determi- nados momentos se habia creido que eso era una prioricdad metodo- logica caracteristica y distintiva del marxismo— acentuar las presio- nes determinantes del ser sobre la conciencia; pero en afios recientes una gran parte del «marxismo occidental» habia invertido decidida- mente el peso respectivo de uno y otro elemento en el didlogo a favor de la dominacién ideoldgica. Esta dificil cuestidn, que muchos de nosotros a menudo hemos abordado, puede dejarse de lado de mo- mento; en todo caso, se trata de un problema resolable mds fecun- damente mediante el anilisis histérico y cultural que con pronucia- mientos tedricos. Si he subrayado el primer miembro participante de ese didlogo con preferencia al segundo, es porque Althusser no tiene casi nada que decir a prapésito de él, y ademas se niega a aten- der a las explicaciones de los historiadores y antropdlogos que si Henen que decir al respecto. Su silencio al respecto es a la vez un silencio culpable y un silencio necesario para sus propésitos. Es con- secuencia de su previa determinacién de cerrar a cal y canto la me- nor abertura por la cual pueda penetrar el «empirismo» PISTEMOLOGIA IDEALISTA IV. UNA Resumamos. La «epistemologia» de Althusser se funda sobre una relacién de procedimientos teoréticos que en cada punto puede de- rivarse no sdlo de disciplinas incelectuales académicas, sino de una sola disciplina altamente especializada (y a lo sumo tres de ellas).' Esta disciplina es, por supuesto, aquella en la que él es especialista: la filosoffa; pero una filosofia de una particular tradicién cartesiana de exégesis ldégica, sellada en su origen por las presiones de la teologia catélica, modibeada por el monismo de Spinoza (cuya influencia sa- tura la obra de Althusser)? y marcacla en su conclusién por un par- ticular didlogo parisino entre fenomenologfa, existencialismo y mar- xismo. Asi, los procedimientos de los que es inferida una determi- nada «epistemologia» no son los de la «filosoffu» en general, sina los de un momento determinado de su presencia. No hay razén al- guna por ta cual los filésolos debieran identificar necesariamente sus propios procedimientos con los de cualquier otro tipo de produc- cién de conocimientos: y muchos se han tomado el trabajo de hacer distinciones. Se wata de una confusién elemental, de. un caso de I, Las oteas dos son las matemuiticas —invocadas pero sia cecurrir a ellas— y el psicoandlisis, de! que se confiscan algunos conceptos de una manera suma- mente arbitearia, 2. Esta influencia, apenas ceconocida en Pour Marx (aunque véase p. 75, nota 40), es mds pronunciada en Lire le Capital («la Glosofia «le Spinoza intco- dujo ... sin duda Ja mayor revolucién filoséfica de todos los tiempos», T, pa- gina 128) y plenamente reconocida en los Ensayos (pp. 104, 132-141, 187, 190) Véase los provechosas comentarios de Perry Anderson, Considerations on Western Marxism, New Left Books, Londres, 1976, pp. 64-65, 85 Chay traduc- cidn castellana: Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, Ma- dsid, 1979). yy we ame weuucuuia bastante facil de corre. gir. Muy a menudo ha sido corregida en este sentido, Pero no por parte de Althusser. Por el contrario, él hace virtud de su imperialismo teérico. La peculiaridad de ciertas ramas de la filosofia y de la matemdtica es que son cerradas y autorreproducto. ras hasta un nivel inhabitual: Ja légica y la ciencia de la cantidad examinan sug propios materiales, sus propios procedimientos. Esto “es lo que Althusser oftece como paradigma de los modos de proce- dec de Ja Teorta por antonomasia: G {1 (la practica tedrica) acuta sobre G I para producie G TLL, La «verdad» potencial de los mate- riales en G I, pese a todas las impurezas ideolégicas, #5 garantizada por un eculto monismo spinoziano: idea vera debet cum sua ideato convenire, una idea ve | | daclera debe estar de acuerdo con su correlate | en la naturaleza, 0, por decirlo con términos althusserianos, G 1 no se presentaria si no cocrespondiera a lo «realo. Es tarea de los pro- cedimientos cientificos de G IL purificar G I de adherencias ideold- gicas y producir conoctmiento (G If), el cual contiene sus prop gacantias en su propia coherencia tedrica (verizas norma sui et falsi: Ja verdad es el ecriterio tanto de si misma como de Ja falsedad). En un breve comentario marginal, Althusser admite que G IT pueda, en ! ciertas disciplinas, seguir procedimientos algo distintos: el discurso } de Ja demostracién puede incluso conducirse bajo la forma de expe- rimenco. Esra es su tinica concesida: la Generalidad £1 ~—admite él—- «merecerfa evidentemente un examen mucho mds profunds, gue yo no puedo abordar aqui»? Asi es, efectivamente. Pues un exa- men de esta clase, de haberse realizado escrupulosamente, habria hecho patente la continua, contumaz y teoréticamente crucial con- } | | fusién de Althusser entre «empirismo» (esto es, el positivismo filosé- } fico y las doctrinas afines) y ef modo empirico de Ja practica intelec- tual. . sta cuestién estd emparentada con Ja del chistoricismo» (asun- to en el cual soy parte interesada), y no la puedo des pris, Generalidades I inclaye los acontecimientos mentales. que sue- Tén ser Wamados «hechos». «Contraciamente a la ilusidn ideoldgica ... del empirismo © sensualismo» —-nos dice Althusser—-, estos «he- chos» no son singulares y concretos: son ya «conceptos ... de natu- 3.” Véase la nada wransparenre nota a pie cle pagina en PM, p. 188, n. 23. har can de. | raleza ideoldgican (PM, p. 187). La labor propia de toda ciencia tf consiste en elaborar sus propios bechos cientificos a través de una critica de los «bechos» ideoldgicus elaborados por Ja practica tedcica ideo- légica anterior, Elaborar sus propios «heclios» especificos es simul ! vineamente elaborar su propia «teoria», puesto que e! hecho cien- tifico —y no un pretendido fenémeno puto-— sélo puede ser iden- | tificado en el campo de uaa practica te6rica (BM, p. 187). Esta labor de «elaborar sus propios hechos» a partir de la mate- | ria prima de los conceptos ideolégicos preexiscentes es obra de la! Generalidad TI, que es el cuerpo operante de conceptos y procedi-| mientos de la distiplina en cuestién, Se reconoce que existen «difi-| cultades» en el modo de operar de G Uf, pero estas dificultades nos se examinan («debernos satisfacernos con estas indicaciones esque. méaticas y no entrar en Ja dialéctica de este trabajo tedrico», PM, pagina 188). Bsto ¢3 sensate, dado que las dificultades son de’ peso. Una de} ellas es la siguiente: gcémo llega a cambiar o a progresar el cono-| 1 cimiento? $i la materia prima, o el dato factual (G 1) que se presenta a la ciencia (G If) ya estd fijada dentro de un campo ideolégico dado, y si G I es el vnico camino (por indelinido que sea) a través del cual el mundo de la realidad material y social puede tener acceso (un acceso timide ¢ ideoldgico) a los laboratorios de la Teoria, en- tonces no es posible entender de qué manera G IT puede efectuar una critica relevante o realista de las impurezas ideoldgicas presen tadas a ella. Dicho brevemente, el esquema de Althusser nos indica o bien de qué manera Jas ilusiones ideolégicas pueden, reproducirse a si mismas inclefinidamente (o pueden evolucionar de maneras abe. rrantes © fortuitas); o bien plantea, con Spinoza, que los proced i mientos tedricos pueden refinar por si mismos las impureza ileo. | Idgicas a partir de sus materiales dados s6lo mediante el discurso } 4. Althusser sigue la nocidn de Bachelard de la constitucidn de una cien- cia mediante una «ruptura epistemolégicay con su prehistoria critica, Althusser retira esta nocién con su mano izquierda y luego la repone con su mano dexecha (mediante el partido); véase Ensayos, pp. 107-125, cientifico de la demostracién; o bien, por ultimo, presupone una Idea marxista inmanente, preexistente desde siempre, externa al mundo material y social (de la cual este mundo seria un «efectow). Althusser argumenta sucesivamente las proposiciones segunda y ter- __ cera, aunque su obra es de hecho una demostraciéu de la primera. ~~ Pero podemos dejar esta dificultad a un lado, puesto que serfa poco cortés interrogar de modo demasiado estricto una Generalidad squeméticase, Es que sélo nos ha sido presentada con «indicaciones posible que Althusser esté describiendo peocedimientos apropiados 4 ciertos tipos de ejercicio de la légica: examinamos —pongamos por caso— el pasaje de un texto de Rousseau (G 1); se examina de- talladamente Jos usos de los términos y Ia consistencia de la légica segtin rigurosos procedimientos filosdficos 0 criticos (G TI); y asi alcanzamos un «conocimiento» (CG TE), que puede ser un conoci- miento util —y, en los términos de su propia disciplina, «verdade- to»—-, pero que es mucho més critico que substantivo. Confundir ste tipo de procedimientos, apropiados dentro de sus propios Iimi- tes, con todos los procedimientos de la produccidn de conocimientos es el tipo de error elemental que uno supone que sdlo podrian co- meter estudiantes en una etapa temprana de su carrera, por la cos. tumbre de asistir a seminarios de critica textual como la mencio- nada, o aprencices de una determinada disciplina, y no profesionales gue todavia no han Ilegado a otros de la misma, Es decir, personas procedimiencos de investigacién, igualmente dificiles, como la expe- i ién, y ce apeopiacién intelectual del mundo real, sin Jos cuales los procedimientos criticos, secundarios aunque importante: ni tendrian sentido ai existirian. Lin el drea de produccién de conocimienio, que, con mucho, es Ja mas extensa, lo que tiene lugar en un tipo de didlogo muy distinto. ' No es verdad que fa evidencia 0 los «hechos» sometidos a investiga- ci6n Ilegan siempre (como G T) ya en una forma ideoldgica. En las * ciencias experimentales existen procedimientos muy elaboracos, apro- piades para cada disciplina, para garantizar que no sea asf. (Isto no “equivale, por supuesto, a sostener que los hechos cientificos «des- velan» sus propios «signilicades» independientemente de toda orga- -nizacién conceptual.) Es fundamental en toda otra disciplina aplicada, en las «ciencias sociales» y en las humanidades, que se elaboren procedimientos semejantes, aunque sean necesariamnente menos exac- tos y mds sujetos a determinaciones ideoldgicas. La diferencia entre una disciplina intelectual madura y una formacién meramente ideo- | logica (la teologéa, 1a astrologia, algunas partes de la sociologia bur- guesa y del marxismo estalinista ortodoxo, y tal vez el estructuralismo althusseriano) ceside exactamente en estos procedimientos y contro- { | les} pues si el objeto del conocimiento consistiera sdlo en «hechos» ideoldgicos elaborados por los procedimientos propios de esa clisci- plina, encoaces nunca habria ningtin medio para verificar o falsar ninguna proposicidn: no podria haber aingtin ceibuoal de apelacion para la ciencia o para la disciplina. . La absurdidad de Althusser reside en el modo idealista de sus construcciones tedricas. Su pensamiento es hijo del determinismo econdédmico estuprado, por un idealismo teoricista. Da por supuesta la existencia de la realidad material (sin trata de «probarla» o de «garantizarla»): este punto lo aceptaremeos. Da por supuesta también la existencia de un mundo material («externo») de la realidad social, cuya concreta organizacidén es siempre en tiltima instancia «econd- mica»: la prueba de esto no est4 en la obra de Althusser —ni seria razonable exigirla en la obra de un filésofo—, sino en la obra ma- dura de Marx. Esta obra se presenta como un producto acabaclo al comienzo de la investigacién de Althusser, como un conocimiento concreto, aunque no siempre consciente de su propia prdctica tedrica. Es tavea de Althusser clevar su nivel de autoconocimiento, asi como ie rechazar Jas diversas horribles impurezas ideoldgicas que han cre- cido al caloc de los silencios de sus intersticios. Asi, pues, un cono- cimiento dado (la obca de Marx) configura los procedimientos de Althusser en cada uno de los tres niveles de su jecarquia: la obea de Mars llega como «materia primas —por elaborada que esté— a GC, es interrogada y procesada (G TL) segdn principios «cientificos» de- rivaclos de sus percepciones de madurez, de sus presupuestos no formmulados, de sus metodologias implt etc.; y el resultado con siste en confirmar y reforaar el conocimiento conereto (G UT) anun- ciado ya por las partes ratificadas de la obra de Marx. Apenas resulta necesario subrayar que este procedimicato es ple namente tauloldgico. Se mueve en el interior del cfrculo no sole de , sino también de sus propios procedimien- su propia problematic tos de autoperpetuacién y auvoelaboracién. Esta es precisamente (a los ojos de Althusser y de sus seguiclores) la virtud de esa practica tedrica. Es un sistema sellado en cuyo interior los cunceptos circu- lan inacabablemente, se reconocen y se interrogan unos a otros; y la Deu we ot ALpCULVA vida Introvertida se confunde con una «cienciay. Es nciax es Iuego reproyectada de nuevo sobre la obra de Marx: se establece que sus propios procedimientos eran deb mismo tenor, y que tras el milagro de la «ruptura epistemoldgica» (ana inmaculada concepcida que no necesité ninguna burda fecun- dacién empirica), todo lo demés se siguiéd de ahi en cuanto a la ela boracién del pensamiento y a su organizacién estructural. a « ePuedo resumie todo esto en una frase? Fista frase describe un circulo: una lectura filoséfica del Capital sélo ¢s posible como aplicacidn de to que es el objeto mismo de nuestra investigacién, Ja filosoffa de Marx. Este circulo sdlo es epistemoldgicamente po- debido a la existencia de la filosofia de Marx en tas obras del matxismo, (LC, I, p. 37.) Para facilitar el «discurso de la prueba», volvemos a ciertos pa- sajes de Marx, pero esta vez como materia prima (G 1), dejando fuera de consideracién toda la obra «inmaduray de Marx, casi toda la obra de Engels, Jas partes de la obra madura de Marx que ejem- plifican la préctica del materialismo histérico, la correspondencia de Marx y Engels (que nos introducen directamente en su laboratorio y nos muestran sus modos de operar) y la mayor parte del propio Capital (las «ilustraciones»); pero entre los dedos de la mano se pueden atisbar frases de Marx fuera de su contexto, «silencios» y mediaciones subarticuladas, que son castigadas y disciplinadas hasta que corroboran la autosuficiencia de la préctica tedrica. Natutalmen- te, si las cuestiones son planteaclas de esta manera y si se interroga un material que ya ha sido programaclo en sus respuestas y al que sdlo sé permite contestar estas preguntas y no otras, entonces pode- mos estar seguros de que ofrecera al interrogador, obedientemente, lo que éste le pida. ~~ Este modo de pensamiento es exactamente lo que en Ja tradi- cidn marxista se designa habitualmente como idealismo. Esta clase de idealismo consiste no en [a afirmacién o negacién de la prima. cia de un mundo material transcendente, sino en un universo con- “ ceptual que se engendra a si mismo y que impone su propia ideali- _ dad sobre Jos fenémenos de la existencia material y social, en Jugar (de entrar con ellos en una ininterrumpida relacién de didlogo. Si hay algin «marxismo» del mundo contempordneo que Marx o Engels n identificado al instante como una versién del idealismo, ese iano.’ La categoria ha alcan- hobier marxismo es el estructuralismo althusse zado una primacia sobre su referente material; la estructura concep: tual pende sobre el ser social y lo domina. } \ ! 5. Para una demostracién excelente de la incompatibilidad del método de Aluhusser con el de Marx, véase Derek Sayer, «Science as Critique: Marx ver- sus Althusser», en J. Mepham y D. Rubia, eds. Essays i Marxist philosophy, Harvester, Brighton, 1978. He encontrado provechoso en su totalidad este en- sayo, como también el exhaustivo y hicido estudio, ain no publicado, de Simon Clarke, «Althusserian Marxism» (se pueden obtener ejemplaces del autor, De- partamento de Sociologia, Universidad de Wacwick). V. ALTHUSSER (Y POPPER) CONTRA LA HISTORIA COMO CIENCIA No propongo enfrentar al paradigma althusseriana de Ja pro- duccidn de conocimiento otro paradigma, alternativo y universal, de mi cosecha. Pero quiero seguir un poco més sus huellas en el interior de mi propia especialidad. No es facil hacer esto con dnimo apacible, puesto que sus ceiteradas referencias a la historia y al «historicismo» manifiestan su imperialismo teérico con sus acentos més arragantes. Sus comentarios descubren que carece de toda familiaridad y com- prensidn de los peocecimientos de Ja historia: esto es, de los proce- dimientos que hacen de la «historia» una disciplina y no un balbu- ceo de asertos ideoldgicos alternantes; dé los procedimientos que proporcionan su propio relevante discurso de la cemostracién. Sin embargo, procedumos con serenidad. Abordeinos e! proble ou no desde los aledafios (o sea, jo que los historiadoces crcen estar saciobes y formulan razonamientos or haciendo cuaodo hacen cansic sobre los «datos empiricos»), sino desde e] interior misrno de fa fortaleza: la nociéu de Teorfa de Althusser, Si podemos lanzar asal- tos contra esa fortaleza imperial, aislacla y convertida en baluarte (descabetlado), entonces e¢vitaremos malgastar nuestras energias en amuzas sobre el terreno circundanre. La presa caeré en oues- tras Manos. La hiscovia ~ que no sea... como “aplicacién” de una teorfa... que ev eno existes, Las «“apticaciones” de fa teoria de la hi escal ~nos dice Althusser—- «apenas existe de otra manera «ntido toria se efecttian, de alguna manera, tras la espalda de esta teoria ausente, y facitmente son confundidas con ella». Esta «teoria ausente» depen- de de «esbozos més 0 menos ideoldgicos de teorfa»: Debemos tomarnos en serio el hecho de que la teoria de la historia, en el sentido fuerte, no existe, o de qué apenas existe para los historiadores, que por lo tanto los conceptos de la ‘historia existence son casi siempre conceptos «empirices», mas 0 menos en busca de su fundamento tedrico; y al decir «empiricos» se quiere decir mezclados con el vigoroso acento de una ideologia oculta tras sus «evidencias». Este es el caso de los mejores historiadores, que se distinguen de los demés precisamente por su preocupacién ted- rica, pero que buscan la teorfa en un nivel donde no puede encon- trarse, en el nivel de la metodologia histérica, la cual no puede ser definida sin Ja teorfa que la fundamenta. (LC, p. 138.) Hagamos una pausa momenténea para advertir un despropdsito. Durance cincuenta o més aios (y muchos mds si recordamos a Engels y Marx) ha existido una historiografia marxista, que hoy, como ya he sefialado, tiene una presencia internacional. Es curioso, en tal caso, que todos estos historiadores (de los que cabe suponer que inchuirian entre ellus a uno o dos de los que Althusser colocarfa entre «los mejores») hayan venido ejerciendo duranie todas estas décadas sin ninguna teorfa. En realidad han supuesto que su teorfa procedfa parcialmence de Marx, o de lo que Althusser denominaria ‘Teoria. Es decir, los conceptos criticas empleados por estos hiscoriadores dia- tlamente en su practica incluyen entre ellos los de explotacién, lucha de clases, clases sociales, determinismo, ideologia, y los de feucalis- “mo y capttalisme como modos de produccién, eteétera, esto es, con- ceptos derivados de una tradiciéo tedrica marxista: y valicdados por ella. Esto resulta, pues, un despropdsito, Los historiadores no tienen teorfa alguna. Los historiadores marxistas tampoco. La Teorfa his- trica, en consecuencia, debe ser algo distinto de una teoria histérica marxista. : Recapitulemos nuestro examen de Ja fortaleza. Debemos escalar el muro aprovechando sus asperez: Jacima. La teoria no puede enconcrarse «en el plano» de la prictica histdrica, tanto si es marxista como si no. Excelsior! s, una a una, antes de alcanzar La verdad de la historia no puede leerse en su discurso mani- fiesto, porque el texto de la historia no es un texto en el que habla una voz (el Logos), sino la notacién inaudible e iegible de los efectos de una estructura de estructuras. (LC, I, p, 14.)

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