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PIAR GUERRERO DE MAR Y TIERRA

Américo Fernández

2001
I.S.RN.: 9080-6482-13-1
Depósito Legal: lf 08520019001812
Diseño de portada: José Gallegos
Diagramación e impresión:
Tipografía y Litografía Horizonte C.A. Barquisimeto -
Estado Lara - Venezuela
Primera Edición
Tiraje: 500 ejemplares
Derechos Reservados.
Prohibida la reproducción parcial o total sin
autorización del autor.
Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela
CAPITULO I / Natalicio de Manuel Piar

Ciudad de Wilemstad donde nació Piar

Su madre de origen holandés y de ascendencia


italiana su padre -  Educación – Matrimonio con
María Marta Boom– Primer contacto con Venezuela
– Versiones sobre su origen – La tríada Gual-España-
Piar – Allanamiento de la casa de su madre.
            Piar nació en la ciudad de Willemstad y
recibió las aguas lustrales con el nombre de Manuel
María Francisco, hijo de María Isabel Gómez y  de
Fernando Piar Lottyn.  Manuel por su abuelo
materno, María por su madre y Francisco por haber
nacido (probablemente) el 2 de abril, día de San
Francisco de Paula.  El bautizo tuvo lugar  el 28 de
abril de 1774 en la iglesia Santa Ana de Curazao y
sirvieron de padrinos el reverendo padre Juan
Antonio de Aquino y Juana Paulina Gómez.       
            El acta o fe de bautismo, escrita en latín, y la
cual se halla en el Archivo Nacional de Holanda, en
los libros de bautismos referentes a Curazao, Aruba
y Bonaire, año 1774,  fue hallada por el padre
franciscano holandés William Brada.
            El segundo nombre Carlos, con el cual la
posteridad a veces lo señala, sólo aparece usado
inexplicablemente en un momento solemne de su
vida, cual fue el de su matrimonio con María
Martha Boom, celebrado a la edad de 24 años en el
castillo de Amstedam (Curazao) el 8 de abril de
1798.  De esa unión nació María Elizabeta, nacida el
16 de diciembre de 1798, según partida de bautizo
extendida el 6 de abril de 1817 por Jak Muller,
presidente de la parroquia luterana.   Ni antes ni
después, aparece Piar con el nombre de Carlos.
            La madre de Piar, mulata y partera era
también de Curazao, hija de Manuel Gómez y Juana
Quemp.  Contrajo matrimonio en primeras nupcias
con Fernando Piar con quien, además de Manuel,
tuvo otros dos  hijos, Felipe y Juana. 
Posteriormente a la muerte de Piar se casó con
Pedro Colomba, con el cual tuvo otros tres hijos
(Gregoria, Soledad y Francisco).  Después del
fusilamiento de Piar, el Libertador concedió el 28 de
mayo de 1827 una pensión mensual de treinta
pesos a María Isabel y posteriormente el Congreso
de la República de Venezuela estableció en las leyes
de presupuesto de los años 1835 y 1836 una partida
de 360 pesos anuales “por se madre de Manuel
Piar, quien sirvió a la República hasta su muerte y
fue General en Jefe”.  La madre de Piar murió en
Caracas el 6 de septiembre de 1836.
Fernando Piar Lottyn, padre de Manuel Piar, según
investigación del cronista guaireño David W.
Fernández, era capitán de la marina mercante, con
negocios en Curazao y La Guaira.  Hijo de Felipe Piar
Lacoli y Juana María Lottyn de Santiago, de
ascendencia italiana y oriundos de Santa Cruz de
Tenerife (Islas Canarias).
La infancia de Manuel Piar transcurrió en el barrio
Otrabanda, en Willemstand, zona habitada por los
sectores  pobres de la ciudad.  Su primer lugar de
juego fue el RIF, donde azotaban y castigaban a los
esclavos que aún en su infancia continuaba llegando
cautivos desde Africa.
            El primer contacto de Piar con Venezuela fue
por el puerto de La Guaira, a la edad de diez años,
cuando lo trajo su madre, quien se residenció allí no
sólo para servirle de puente a su marido en los
negocios, sino buscando mejores perspectivas  para
su oficio de partera.
            En La Guaira, con las limitaciones impuestas
por la sociedad colonial a quienes no eran blancos
puros, Manuel Piar terminó de educarse y formarse
llegando a dominar, además del holandés y el 
papamiento de su isla natal, el español, el francés y
el inglés.
            Podía Piar fácilmente pasar por blanco
porque su padre en realidad lo era y, había
heredado marcadamente sus características
genéticas, incluyendo modales, el color blanco de
su piel y los ojos azules. De allí que muchos no
creyesen que su madre fuese parda o mulata y 
dieran pábulo a la versión según la cual Piar
descendía de padre y madre aristócratas.
            Pero esa versión o conseja se quedó en
leyenda, aún cuando historiadores hubo quienes se
empeñaron en hacerla verdad en detrimento de la
sangre de la raza negra o aborigen.
            Efectivamente, en torno al origen de Piar de
tejió esa leyenda que lo hacía provenir de la unión
clandestina de un príncipe portugués de la Casa de
Braganza llamado Carlos, de paso por Caracas, y
una mantuana caraqueña de la familia Jerez
Aristeguieta, de nombre Soledad.
            Esta versión afloró públicamente durante el
proceso seguido a Piar en Angostura por el Consejo
de la Guerra. Se dijo entonces que de su equipaje y
archivo, decomisado y requisados, desapareció su
árbol genealógico en el que aparecía como
descendiente de un príncipe de Portugal.  Sin
embargo, su defensor el Teniente coronel Fernando
Galindo dio  a entender que se trataba de una
invención de sus enemigos. “¿Quién dudará – dice
Galindo en su escrito de defensa- que la falta del
árbol genealógico que se dice haber sido
encontrado en sus papeles, y en el que se le hace
descender de un Príncipe de Portugal, es una
invención forjada por sus enemigos?”.
            En su proclama dirigida a los pueblos de
Venezuela, desde el Cuartel General de Guayana, 5
de agosto de 1817, Bolívar le da un trato
despiadado al asunto tratando de justificar la
condena y ejecución del héroe de Chirica:            
            “El general Piar no desea la  preponderancia
de un color que aborrece y que siempre ha
despreciado como es constante por su conducta y
documentos. El general Piar ha tenido como un
timbre la genealogía de su padre y ha llevado su
impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser
noble, sino aun descendiente de un príncipe de
Portugal, entre sus papeles existe este documento.”
            En otro párrafo más atrás había comentado
lo siguiente:
            “Engreído el general Piar de pertenecer a una
familia noble de Tenerife, negaba desde sus
primeros años, ¡Que horrible! Negaba conocer el
infeliz seno que había llevado ese aborto en sus
entrañas. Tan nefasto en su desnaturalizada
ingratitud ultrajaba a la misma madre de quien
había recibido la vida por el sólo motivo de no ser
aquella respetable mujer del color claro que había
heredado de su padre. Quien no supo amar,
respetar y servir a los autores de sus días no podía
someterse al deber de ciudadanos y menos aun al
más riguroso de todos, al militar”
            Lo cierto es que esta “invención” llegó a
tomar fuerza y visos  de verdad, aun sin soporte
documental en 1874, cuando la demolición de los
conventos de Caracas. Entonces se dijo que en  los
archivos de las monjas de la Concepción se había
hallado la partida de nacimiento de Piar.
Historiógrafos y otros escritores, entre ellos, el
prelado José María Arroyo y Niño, Pesquera
Vallenilla, Vergara y Velasco, Julio Calcaño,
Laureano Villanueva, Ángel Núñez y Lino Duarte
Level se ocuparon del asunto del que después se
hizo eco de manera apasionada, Bartolomé Tavera
Acosta, en sus Anales de Guayana. Lo más curioso
es que esta partida de nacimiento, al igual que el
documento del árbol genealógico, nunca apareció
ni nadie dijo haberlo visto.
            Lo que más fuerza histórica le otorga a la
versión según la cual Piar desciende de un príncipe
Portugués es el folleto titulado “Nacimiento y
educación del general Manuel Piar” escrito por el
Obispo de Guayana, doctor José Manuel Arroyo y
Niño, y en el cual afirma que este patriota nació en
Caracas, en el Convento de las Monjas
Concepciones, por los años 1777 y 1778, en donde
fue bautizado, y que fueron sus padres el príncipe
don Carlos de Braganza y doña Soledad Jerez
Aristiguieta, dama de la alta sociedad caraqueña.
            José Manuel Arroyo y Niño, nativo de Carora,
ejerció el obispado de Guayana desde 1857 hasta
1884 (27 años) y su texto sobre Piar lo apoya, según
Tavera Acosta, en un manuscrito que le entregó el
prócer Antonio Padilla Urbaneja.
            El historiador guayanés, general Lino Duarte
Level, quien fue Secretario General del Presidente
de la República Antonio Guzmán Blanco, al dedicar
un capítulo en su “Historia Patria” a la casa de los
Aristeguieta, dice que era el centro social de
Caracas y que allí sólo tenía entrada sangre muy
limpia y la ocupación muy noble y gallarda. “Por
aquellos salones –agrega- sólo desfilaron altos
personajes. Comensal asiduo fue el Marques de la
Torre, el Coronel de Agüero y, ahora para el 1776, el
coronel Unzaga que llevaba en Caracas vida
regalada y daba el tono de moda junto con los
jóvenes de la época.
Para entonces la tertulia de la casa la componían
María Antonia, Mercedes, Rosa y Begonia (hermana
Jerez Aristeguieta) a quienes se juntaba una prima
llamada Soledad, cuyo genio alegre y divertido
animaba la casa. Como la familia Herrera era íntima
de las Aristeguieta se consideraba don Marcos Rivas
como de la casa por estar casado con doña
Petronila Herrera.
            “Era don Marcos entrado en años y padre de
once hijos, de los cuales el postrero fue el General
José Félix Rivas y se le miraba con marcadas
atenciones de caserío. El buen viejo se enamoró de
Soledad y la pobre niña vino a comprender su falta
cuando ya era tarde. La intervención del canónigo
Jerez Aristeguieta y la circunstancia de estar el
obispado gobernado por el Provisor facilitó la
entrada al Convento de las Concepciones a Soledad,
quien tuvo más tarde el nombre de Sor María de la
Concepción. El fruto de estos amores fue confiado a
Isabel Gómez y fue el General Manuel Carlos Piar
(sic). La familia Rivas conservó la tradición de estos
extraños sucesos corroborados por la íntima
amistad y otras circunstancia especiales que
existieron entre los generales Rivas y Piar. Hemos
obtenido estos informes de fuentes tan respetables
que nos creemos autorizados para publicarlos”.
            No obstante, los únicos documentos
existentes y, por lo tanto, valiosos desde el punto
de vista histórico, es la partida de bautizo hallada
en la Iglesia de Santa Ana de Curazao por el
franciscano William Brada y los testimonios escritos
de María Isabel Gómez, en los que sostiene que Piar
es hijo de su unión con Fernando Piar y a ellos se
atiene la Academia Nacional de la Historia al
aceptar como verdad histórica el nacimiento de Piar
en Curazao en abril de 1774.
            No obstante, persiste la discusión sobre el
origen de Piar, una discusión que se ha prolongado
tanto como la que se mantiene en torno a lo justo o
injusto de su destino final.  Un  destino final trágico
que parece fatalmente asociado a José María
España y Manuel Gual, quienes lo iniciaron en la
lucha por la emancipación americana.
            Las Antillas, por ser colonias holandesas,
inglesas y francesas, favorecían la educación y
formación de sus habitantes sin la rígida restricción
de clase que sufrían en las colonias españolas
quienes no eran blancos puros.  Por esa
circunstancia y también por la preocupación de su
padre, el joven Manuel Piar tuvo una educación no
solo de las primeras letras, sino que estudió idiomas
y matemáticas, materia esta última que cursó en
Caracas con el ingeniero, coronel de artillería, don
Juan Pires.
            Ya hemos señalado que Piar llegó al puerto
de La Guaira a temprana edad y que su madre
practicaba el oficio de comadrona o partera, lo cual
le permitió tener acceso a hogares de todos los
colores y niveles, entre ellos, el de José María
España, en donde su madre María Isabel asistió a
doña Josefa Joaquina Sánchez Bastidas en los partos
de sus hijos Prudencio y José María.
Piar, al igual que su hermano Felipe, solía visitar
también la hacienda de cacao que la familia España
tenía en las inmediaciones de Naiguatá y ambos
hermanos, por simpatía y consideración tuvieron
acceso a la biblioteca de 130 volúmenes con obras
en español, inglés y fundamentalmente francés,
pues José María España, al igual que su amigo y
paisano Manuel Gual, quien lo visitaba
frecuentemente desde su hacienda de los valles del
Tuy, era francófilo y seguía muy de cerca y
visiblemente interesado el proceso de la Revolución
Francesa, llegando a pensar que en Venezuela y
América podía ocurrir lo mismo si alguien como él
se lo propusiera.
            Lo cierto es que tanto España como Gual, en
conexión con jóvenes pardos, esclavos y exiliados
políticos hispanos entre quienes sobresalía Juan
Bautista Picornell, concibieron un proyecto militar
para asumir el poder luego que depusieran a las
autoridades reales de la Capitanía General de
Venezuela.  La idea era declarar la independencia,
establecer el sistema republicano e introducir
cambios de carácter económico y social como la
libertad de los esclavos con los cuales contaban
para la ofensiva revolucionaria, pero he aquí que
por delación de uno de ellos, los planes fracasaron y
la persecución y detenciones se desataron, pero
muchos comprometidos como Manuel Piar,
embarcaron clandestinamente hacia las Antillas en
julio de 1797. A Piar, quien se había adelantado
junto con su hermano Felipe, le tocó recibir en
Curazao en la casa de su familia a José María España
y a Manuel Gual. Formaban sin saberlo en ese
momento una tríada con destino marcado. 
Ciertamente, por coincidencial fatalidad, los tres
tuvieron un destino trágico: España al regresar
clandestinamente a Venezuela fue capturado y
condenado a la horca; Manuel Gual, envenenado en
Trinidad por un espía, y Piar que había logrado
sobrevivir casi todo el proceso de la emancipación,
pasado por la armas en la  Plaza Mayor de
Angostura.
            El 31 de enero de 1798, el capitán general
Pedro Carbonel ordenó que la casa de la señora
María Isabel Gómez, madre de Piar, fuera
registrada  por cuanto se tenía información 
confidencial que la misma estaba implicada en la
tentativa de independencia de Gual y España.
Requisado el domicilio de la madre de Piar, nada
encontraron los agentes de la Capitanía General; no
obstante, la sospecha quedó en pie y doña María
Isabel fue expulsada del país para Curazao.

CAPITULO II / Piar de lleno en el combate

Maturín, donde Piar se consagró como gran guerrero


Como marino lucha a favor de la independencia de
Haití – Ingresa como Alférez de Fragata al ejército
patriota venezolano – Participa en el primer intento
por recuperar la provincia de Guayana –
Capitulación de Miranda – Exilio en Trinidad y firma
la partida de nacimiento de la Segunda República –
Diferencias con Bernardo Bermúdez – Invencible
tres veces seguidas en Maturín.
            De manera que Gual y España sembraron en
Piar las primeras ideas revolucionarias de los
enciclopedistas franceses y las que debían servir de
base en un proceso de lucha emancipadora de las
Antillas y Venezuela.
            De nuevo en su isla y prácticamente
extrañado de La Guaira por los sucesos de 1797,
acompaña a su padre en algunos viajes por las islas
neerlandesas y  en 1804 se alista como miliciano de
la Guardia Nacional que en Curazao combatió
contra los ingleses empeñados en la conquista de
las colonias holandesas.  De aquí pasa a Haití,
envuelta en una guerra de independencia
comandada por el general Dessalines  El comando
revolucionario lo pone al frente de un buque de
guerra, el cual coadyuvó en un frente contra las
tropas francesas del general Leclere enviado por
Napoleón luego que el negro Toussaint Louverture
terminó apoderándose de la isla.
            Pero su carrera militar en firme la inicia en
Venezuela después de los sucesos del 19 de abril de
1810, ya declarada la Independencia, cuando acude
a ponerse a la orden del proceso revolucionario
venezolano.  Entonces,  en calidad de Alférez de
Fragata, es destinado al apostadero de Puerto
Cabello, pero sólo llegó hasta Borburata, justo
cuando los españoles, presos en el castillo de
aquella plaza, se sublevaron y apoderaron de ella. 
En seguida se dirigió a la Provincia de Cumaná y
Barcelona donde unido con el Coronel Bernado
Bermúdez y auxiliado por el señor Manuel de
Freites, siguió sirviendo con el carácter de jefe. al
mando de una lancha cañonera que luego pasará a
formar parte de la escuadra destacada para 
recuperar a la Provincia de Guayana que tras
respaldar el 11 de mayo de 1810 a la Junta Suprema
de Caracas había sido objeto de un golpe
contrarrevolucionario por parte del jefe de la
guarnición coronel Matías Farreras, quien terminó
restaurando las relaciones de obediencia a la
Regencia peninsular.
            La expedición para recuperar a Guayana se
organizó  por tierra y mar. La de tierra al mando de
Francisco González Moreno y Francisco Javier Solá,
españoles ambos al servicio de la República y
vecinos de Cumaná, quienes buscaban una brecha
para invadir a la ciudad de Angostura
desplazándose entre Barrancas, Santa Cruz del
Orinoco, Caris, Santa Bárbara, El Pao y Soledad, y la
de mar compuesta por una escuadrilla de 19
lanchas cañoneras al mando de Felipe Esteves y
Juan B. Videau, apoyada desde Barrancas por 900
hombres al mando del coronel Manuel Villapol. La
escuadrilla entró por el Caño Pedernales y no
obstante haber cooperado eficazmente con las
fuerzas de tierra; fue derrotada en Sorondo, en las
inmediaciones de Guayana La Vieja, el 26 de marzo
de 1812, por la escuadrilla realista comandada por
José de Chastre  que aprovechó la conmoción de un
terremoto que sacudió a Guayana y gran parte de
Venezuela, acentuadamente Caracas, originando un
contratiempo terrible y fatal al proceso
republicano..  Las tropas de González Moreno y Solá
se dispersaron a causa del sacudimiento y
numerosos efectivo como oficiales fueron atacados
y hechos prisioneros.
            Francisco Javier Yánez, en su Historia de la
Provincia de Cumaná, dice que el general González
Moreno  ¨se presentó el 26 al frente de la ciudad de
Angostura con fuerzas muy superiores, y cuando se
debía cantar victoria, se dispersa su ejercito en
términos que los invadidos hicieron más de 500
prisioneros, los cuales se remitieron a Puerto Rico y
otros puntos, siendo constante que ninguno de
ellos  volvió a respirar el aire libre que la naturaleza
concede a todos los vivientes sino los que prestaren
homenaje a la tiranía, o pudieron escaparse de las
garras de los opresores.  Se quiso después hacer
valer en esta empresa el sacudimiento de tierra que
se experimentó en el mismo día; mas si algo pudo
influir en ella, debió ser contra los invadidos, jamás
contra los que atacaban con fuerzas superiores y
tenían en sus manos el triunfo.  Los jefes Moreno y
Solá fueron puestos en juicio por orden del
generalísimo Miranda y es sabido que su resultado
hubiera sido bien desfavorable, principalmente a
Solá, convencido de traidor, cuyo concepto se ha
confirmado después por su conducta, pues los
españoles no sólo le perdonaron, sino que le
premiaron como fiel servidor de su Rey”.
            El  fracaso de los patriotas en Guayana
agravó la situación general del país al sumarse el
avance de las tropas de Monteverde desde Coro.  El
Congreso debió reunirse de emergencia en Valencia
y el gobierno dispuso que los restos de las tropas
que habían ido en expedición  y aun se mantenían
en las fronteras de Guayana bajo el mando de
Manuel Villapol,  se retirasen a Maturín hasta
segunda determinación.
            Al final las fuerzas de Monteverde salieron
airosas al perder Bolívar la Plaza de Puerto Cabello. 
Miranda se vio obligado a firmar una capitulación
en San Mateo el 25 de julio de 1812 mientras la alta
oficialidad al ver perdida la República buscó refugio
en las Antillas y Nueva Granada.  En  Trinidad se
exiliaron Santiago Mariño, Manuel Piar, José
Francisco Bermúdez, Agustín Armario, José Maria
Hermoso, Manuel Valdés, Juan Bautista  y Nicolás
Cova, Joaquín Vallenilla, José Francisco Ascue,
Bernardo Bermúdez, Juan Bautista Videau, José
Leonardo Brito Sánchez, José de la Paz Valdés, entre
un total de 45 jefes y oficiales del ejército
republicano, que se reunió en el islote de
Chacachacare y levantó un acta comprometiéndose
bajo las órdenes de Santiago Mariño a reanudar la
lucha invadiendo de inmediato por Güiria y a partir
de allí reconquistar las posiciones perdidas.
            El acta de Chacachacare, designada por el
historiador Parra Pérez como la partida de
nacimiento de la llamada Segunda República, se
contrae a lo siguiente “...cuarenta y cinco
emigrados nos hemos reunidos en esta hacienda,
bajo los auspicios de su dueña, la magnánima
señora Concepción Mariño, y congregados en su
consejo de familia, impulsados por un sentimiento
de profundo patriotismo, resolvemos expedicionar
sobre Venezuela, con el objeto de salvar esa Patria
querida, de la dependencia española”. .
            La expedición, reforzada con negros esclavos
y reclutas, se apoderó de Güiria y sobre la marcha
José Francisco Bermúdez es destacado para tomar a
Irapa y su hermano Bernardo Bermúdez para
dirigirse a Maturín, ciudad que toma mientras el
coronel Manuel Piar acude para fortalecer
militarmente este estratégico punto rico en
ganadería y que abre el camino hacia los llanos.
Surgen diferencias entre ambos patriotas por
cuestiones de mando y Bernardo se ve obligado a
regresar a Paria.  Al penetrar en el golfo desde los
caños, es herido, apresado con su gente y
conducido a Yaguaraparo por la flotilla de Gavazo
luego de un combate naval.   Aquí en Yaguaraparo,
controlado por Zerbéris, según dicen algunos
historiadores, fue fusilado ante la noticia de que el
General Bermúdez se dirigía al lugar para
rescatarlo.  El oficial Juan José Conde, no obstante, 
cuenta que un sargento español testigo le confesó
que fue asesinado con más de veinte puñaladas
cuando se hallaba dormido en el hospital.  A raíz de
este suceso fueron muy frías las relaciones de
Bermúdez y Piar, a quien  responsabilizaba de la
trágica muerte de su hermano.
            Piar se hizo invencible en  Maturín
rechazando a las columnas de 1.500 hombres
comandadas por Remigio Bobadilla y Antonio
Zuazola el 20 de marzo de 1813, derrotando a
Lorenzo Fernández de La Hoz el 11 de abril y al
mismo  Domingo Monteverde, quien atribuía estos
desastres a la ineptitud de sus oficiales.  Pero se
convenció que no se trataba de  ineptitud sino que
sus oficiales estuvieron frente a un hombre que
sabía utilizar, sus tropas, disponerlas  y sorprender
al enemigo.
 Monteverde, seguro de si mismo y de la
superioridad de sus fuerzas, salió presuroso a
combatir a Piar luego de la siguiente arenga a sus
dos mil soldados:  “Con la misma facilidad con que
se disipa el humo al impulso del viento, así
desaparecerán los facciosos de Maturín por el valor
y la fortaleza de los soldados del Rey, a quienes
tengo el honor de conducir a la victoria”.
El 25 de mayo se presentó frente a Maturín e intimó
a Piar la rendición de la plaza, pero Piar
respondió: “Los jefes, los soldados y el pueblo de
Maturín están resueltos a perecer defendiendo su
libertad”.  Pero no perecieron porque el amor por la
libertad los hizo fuertes.  300 jinetes en un ataque
impetuoso y desbastador fue suficiente para que los
realistas se desbandaran y huyeran.  En poder de
Piar quedaron 500 prisioneros, 5 cañones,
numerosos fusiles, armas,  pertrechos y 6 mil pesos
en plata.
La liberación del Oriente quedó sellada con la
sublevación de Margarita el 3 de junio y la toma de
Cumaná  por Mariño el 2 de agosto (1813) luego de
diez asaltos.  Ambos sucesos favorecidos  por la
escuadra de 15 buques al mando del marino corso
José Bianchi.  Cinco días  después, Bolívar luego de
una formidable campaña desde Nueva Granada por
todo el Occidente hará su entrada en Caracas para
anunciar el restablecimiento de la República de
Venezuela.  Pero la guerra continuó salvajemente
en el centro.  El Libertador comprendió que para
hacer frente a los realistas era necesario la unidad
de mando y la cooperación de las fuerzas de
Oriente, pero Mariño durante meses se negó a
mandar refuerzos a Bolívar, aduciendo que cada
jefe debía actuar separadamente.  Al fin después de
muchas súplicas, Mariño se movió hacia el centro
con 3.500 hombres.
Meses antes y quizá para no quedar subordinado a
Bermúdez que seguía a Mariño en la jefatura de
Oriente, Manuel Piar había decidido cooperar con la
campaña del Libertador y es así como regresa a su
vida de marino y organiza la primera escuadrilla de
Venezuela con la cual bate los buques enemigos
entre Puerto Francés y Chuspa, 18 de noviembre de
1813, y establece el bloqueo de Puerto Cabello, en
combinación con el sitio fijado por el Libertador. 
Pero no obstante la cooperación de Mariño, la
República no se salva porque las batallas más
importantes, como la de La Puerta, se pierden. 
Boves y Morales arrasan como un ciclón.
Los últimos reductos que le quedan a los patriotas
al término de la Segunda República son Cumaná
controlada por Mariño, la Plaza de Maturín bajo las
ordenes de Bermúdez y Margarita bajo la autoridad
de Arismendi y adonde Piar se había trasladado con
su escuadrilla.  Mariño convoca de urgencia una
Junta de Guerra a la que concurren Ribas, Valdés,
Palacios, D´ Eluyar y otros jefes para resolver si
defendían o evacuaban la plaza.  Se deciden por lo
último no obstante la oposición de los partidarios
de Ribas.
Esa misma noche, 26 de agosto, el comodoro José
Bianchi, comandante de la escuadrilla de los
patriotas, se hace dueño absoluto de la situación,
leva ancla y se da a la mar con el tesoro de la Iglesia
que se le había confiado para su resguardo y
custodia.
CAPITULO III / Piar y Ribas contra Bolívar

Bolívar y Mariño en Carúpano.

Presencia del Pirata Bianchi en las campañas


navales de Venezuela junto con sus hermanos Juan
y Nicolás – Piar al mando de la Escuadrilla de
Bianchi –Pasa luego a comandar las fuerzas de
Margarita – Bianchi  asume una conducta rapaz y se
apodera del Tesoro de la Iglesia confiado a la
República – Ribas y Piar contra  Bolívar y Mariño, los
expulsan y asumen el mando del ejército
republicano.
            A Eugenia, la rubia de ojos color verde
esmeralda, desheredada y reprimida, pero al fin
libre en el amor en cualquier lugar, forma y
circunstancia, bien con un zambo como Simeón o
con un patriota de mayor rango y renombre, nunca
le gustaron, a decir de  Pancho Herrera Luque en
"Boves, El Urogallo", las lisonjas y modales del
Pirata José Bianchi, un italiano gordo, de largo
mostachos, de mirada rapaz y anillos en las orejas.
            Y a cuál criolla de su entereza podía agradar
un Pirata o, en todo caso, un mercenario, con
tantos apuestos patriotas a la vista luchando sin
importarles bienes ni fortuna, por una causa justa
como era la de lograr la emancipación de Venezuela
y América?
            El Pirata Bianchi tal vez tuvo la ocasión de
sentirse  correspondido por otra, menos por una
mujer como Eugenia y, seguramente, que a esa otra
la encontró en algún paraje o puerto de su
navegación, en calidad de comodoro, por las costas
de islas antillanas y de nuestra atribulada
Venezuela, desde los comienzos de la guerra de
Independencia hasta poco antes o después de
fracasada la Segunda República.
            El, como sus hermanos genoveses, Juan y
Nicolás, quiso probar suerte en aventuras fuera del
Mar Mediterráneo.  Para entonces, el nuevo
continente continuaba siendo tierra promisoria y un
buen día de brisas y augurios desplegó velas
buscando, no tierra firme, sino islas como las del
Mare Nostrum.
            Lo cierto es que en 1812, zarpó en su goleta
"El Intrépido" y luego de  estar en varios puertos
caribeños, se estableció  en Trinidad.  Allí, al año
siguiente, lo encontraron venezolanos
comprometidos con el movimiento independentista
y lo interesaron para comandar una escuadrilla
dentro de un plan concebido para retomar a la Isla
de Margarita gobernada  por Pascual Martínez  y la
Provincia de Cumaná, al frente de la cual estaba
Eusebio Antoñanzas.
            Esos venezolanos comprometidos eran 45
jóvenes patriotas, entre los cuales destacaban
Santiago Mariño, Manuel Piar, y José Francisco
Bermúdez.  Entre enero y abril se apoderaron de las
plazas militares de Guiria, Irapa, Maturín, y en junio
estalló el movimiento interno en la Isla de
Margarita capitaneado  por el joven oficial José
Guevara que enfiló su ofensiva exitosamente contra
el Castillo de Pampatar y puso en libertad a Juan
Bautista Arismendi, quien tomó el mando de la
sublevación en la cual estaba también
comprometido el Pirata José Bianchi en calidad de
mercenario.  Al mando de éste organizó una
escuadrilla de  15 barcos para resguardar las costas
de la isla y respaldar la ofensiva de Mariño que
había sitiado a Cumaná.
            La primera tarea de Bianchi fue despejar el
ámbito marino de toda presencia realista, la cual
para el momento no era significativa.  Apenas  "El
Arrogante Guayanés" y otros dos barcos, de los
cuales se apoderó cuando se proponía bloquear a
Cumaná  para completar el sitio impuesto por
Mariño hasta lograr, luego de diez asaltos, la
rendición de la provincia, 2 de agosto de 1813.  El
Gobernador Eusebio Antoñanzas evacuó la plaza
hacia Curazao, donde murió a causas de varias
heridas recibidas en combate.
            Asegurada a favor de los patriotas orientales
la provincia de Cumaná, Mariño confía a Bianchi el
transporte de una columna de soldados para la
toma de Barcelona, gobernada por Juan Manuel
Cajigal, la cual se lleva a cabo sin mayor resistencia
de los realistas.
            Cumplida esta misión, Bianchi regresa con la
escuadrilla a Cumaná  donde ha prometido
cancelarle los salarios a la tripulación, pero los
realistas han cargado con todo el dinero de las arcas
y prácticamente la provincia está  en déficit.  Por el
momento no hay recursos para Bianchi y previendo
algún motín u otra situación inconveniente, es
separado del mando al igual que sus hermanos.
            Mariño entonces pone la escuadrilla al
mando de Manuel Piar, pues había que auxiliar a
Bolívar que pedía bloquear a Puerto Cabello.  Allí
permanece la escuderilla hasta mayo de 1814 que
se da la primera Batalla de Carabobo a favor del
Libertador. Entonces regresa a Cumaná  y los
Bianchi son llamados nuevamente, pues a Piar se le
ha confiado sostener a Margarita.
            Durante la Emigración a Oriente (1814),
Bianchi transporta tropas desde Cumaná  a
Barcelona y, en compañía del teniente de fragata
Felipe Esteves, llega hasta la altura del río Tuy para
recoger intereses del Estado y soldados, captura un
navío realista que hacía daños a quienes en masa
emigraban por la costa desde Caracas a Oriente y
despeja de buques enemigos la zona del Unare
hasta Cabo Codera.
            Los caraqueños, en número de veinte mil
aproximadamente, acosados por Boves, habían
emprendido penosa marcha hacia el Oriente y se
hallaban en Cumaná  cuando la flotilla del
comodoro Bianchi levó anclas y se dio a la vela con
el tesoro (cajones llenos de plata y oro) que el clero
de Caracas había confiado en calidad de préstamo
de modo que su valor sirviese para gastos de la
guerra de independencia.
            En ese momento -26 de agosto de 1814-
Bolívar y Mariño también habían desaparecido,
dando lugar a las más severas conjeturas.  De suerte
que en medio de aquel ambiente de pena y derrota
se comentaba que Bianchi había secuestrado a
Bolívar y Mariño, como también se tejió la versión
de que los dos jefes patriotas en connivencia con el
Pirata habían abandonado a los emigrados a su
suerte llevándose de paso los barcos y el tesoro.
            Pero la verdad histórica refiere que Bianchi,
ante la debacle por el avance impetuoso de los
realistas, no quería correr el riesgo de perder o
demorar el pago de 50.000 pesos que le adeudaba 
la República, y decidió con la gente a su mando y
luego de poner bajo arresto a Mariano Montilla y
otros oficiales, darse a la mar con alhajas y
armamentos para cobrarse los servicios que venía
prestando.
            Para ello, aprovechó la coyuntura de la
evacuación de Cumaná  acordada por una Junta de
Guerra presidida por Mariño para trasladase a las
costas de Güiria por no estar el Ejército en
condiciones de hacerle frente al enemigo.
            Mientras muchos emigraban por tierra hacia
las costas y otros por mar hacia Margarita y las
Antillas, Bolívar y Mariño decidieron abordar el
"Arrogante Guayanés" y "La Culebra" que formaban
parte de la escuadrilla, para tratar de recuperar lo
que Bianchi había decidido convertir en su botín.
              La presencia de Bolívar y Mariño en los
buques de la escuadrilla y el modo como lo
trataron, desconcertaron a Bianchi que convino en
un arreglo tan pronto llegara a Margarita donde
pensaba hacer aguada y tomar víveres, pero las
fuerzas de Piar en la isla dispararon contra las
unidades de la escuadrilla obligando a Bolívar y
Mariño a negociar de buque a buque con el Pirata.
            Bianchi, amo absoluto de la situación,
propuso a los Generales Bolívar y Mariño,
entregarles "El Arrogante Guayanés" y "La Culebra",
más las dos terceras partes de las alhajas que se
había puesto en los buques de su mando al evacuar
La Guaira, esto a cambio de un certificado que
legalizara la posesión de lo que retenía, necesario
para desenvolverse en Las Antillas.
            El 30 de agosto se pesó la plata y resultaron
104 arrobas brutas, tomando Bianchi una tercera
parte y las otras dos los Generales Bolívar y Mariño. 
Un cajón lleno de perlas fue echado a la suerte y
quedó en manos del Pirata.
            Bolívar y Mariño regresaron a Carúpano, el 3
de septiembre, pero fueron detenidos y declarados
desertores por aclamación tumultuosa a la vez que
José Félix Rivas (tío político de Bolívar) y Manuel
Piar, asumieron el mando del Ejército.
            Dos días más tarde, Bianchi se acercó a las
costas de Carúpano y se percató de la situación. 
Confiado en la superioridad de sus fuerzas, reclamó
la libertad de Bolívar y Mariño así como la de otros
oficiales.  Para ello dio  plazo de 24 horas bajo la
amenaza de hostilizar a Carúpano.
            El 8 de septiembre, Bianchi, tomando un
copón dorado robado al Capitán Juan Nepomuceno
Rivas, se regocijaba de su acción, mientras Bolívar,
Mariño y otros oficiales granadinos se embarcaban
en El Arrogante Guayanés con rumbo a Nueva
Granada, antes de que llegara Piar de Margarita con
200 hombres dispuesto a ajusticiarlos.
            El mando de Bolívar en manos de José Félix
Ribas durará  poco.  Lo aguardaba la derrota
definitiva.  En los montes de Valle de la Pascua cayó
asesinado por los soldados de Boves y su cabeza
frita en aceite fue enviada a Caracas y exhibida en
una jaula en la Plaza Mayor y luego en la Alcabala
de La Pastora.
En cuanto a Bianchi, una vez que abandonó los
servicios de la República, continuó su aventura y
volvió a Margarita y a Cumaná, manteniendo sus
barcos fuera de tiro de las baterías, para cambiar
fusiles y pólvora por víveres y hacer otras
negociaciones.
            El 10 de septiembre de ese mismo año 1814
se dio a la vela con dirección a la Blanquilla y Las
Colonias, donde no pudo permanecer por mucho
tiempo, objeto de las conspiraciones de sus propios
marinos y otros piratas que no perdían de vista su
tesoro de plata labrada y perlas.   A esta amenaza se
sumaron las reclamaciones de Gobernadores como
el de Puerto Rico y San Bartolomé.  En San Martín,
al parecer, estuvo preso y se cree llegó a Génova en
agosto de 1815, según "Breve relación de los
servicios navales de los hermanos José, Nicolás y
Juan Bianchi, de Génova” , escrita por este último
en 1865 para avalar una petición de indemnización,
ante el gobierno de Venezuela por los grandes
gastos en que incurrieron los Bianchi en defensa de
la República.

Ciudad donde Piar perdió su invicto y conoció al que sería


custodio de su prisión en Angostura

Pasa desde Cariaco a ocupar la plaza de Cumaná –


Sufre derrota, primera y única y la que marca su
destino – Conoce a Juan José Conde, quien será
oficial de capilla durante la etapa de su
fusilamiento  – La mala racha de los patriotas
continúa en Cartagena – Final de la Segunda
República.
            Ya a esta altura, Bolívar y Mariño se hallan
fuera de Venezuela y el ejército como el gobierno
supremo de la República, según bando publicado en
Carúpano, ha quedado en manos de los Generales
José Félix Rivas y Manuel Piar.  Boves  se halla en
Barcelona organizando su ejército para trasladarse
a Urica y reunirse con Francisco Tomás Morales, su
segundo, a fin de efectuar un nuevo intento contra
Bermúdez que se resiste en la plaza de Maturín y
luego marchar sobre Cumaná. Piar se hallaba con
José Félix Ribas en Cariaco cuando éste lo destinó a
ocupar la plaza de Cumaná abriendo brecha contra
el Capitán de Navío, realista Juan de la Puente, bajo
cuyo mando había quedado la plaza con una
guarnición escasamente numerosa. Una vez
controlada esta plaza debía machar sobre Maturín
donde Ribas pensaba concentrar sus fuerzas..
            Piar, luego de reunir elementos dispersos,
refuerza sus tropas con reclutas y marcha con 600
hombres sobre Cumaná. Bate al enemigo en el
ligero combate de Quebrada de los Frailes, mientras
el Capitán Juan de La Puente, no queriendo
empeñar su suerte, resuelve retirarse sobre
Barcelona dejándole a Piar el camino expedito para
ocupar la plaza el 29 de septiembre.   Aquí en
menos de treinta días,  Piar logra aumentar su
fuerza con hombres mal armados, pero todos muy
voluntariosos.  Pero en vez de proseguir hasta
Maturín, prefirió esperar a Boves para dale la
Batalla ignorando que éste duplicaba sus fuerzas. 
            Enterado Boves de la ocupación de Cumaná,
marcha sobre esta plaza  el 15 de octubre con 1500
hombres divididos en seis columnas y al siguiente
día, 16 de octubre de 1814, en la sabana de El
Salado encuentra su única resistencia, la planteada
por Piar en batalla sangrienta y de la que pocos
escaparon.  Vencedor Boves, entró en la ciudad
como una tromba hidrópica de sangre.  De manera
fatalista, esta derrota marcará a Piar para siempre,
vale decir, hasta el día de su fusilamiento en
Angostura, tres años después, exactamente un 16
de octubre también.  Coincidencia, en esta batalla
del Salado lo acompañaba Juan José Conde, quien
será el oficial de capilla el día de su fusilamiento. 
Entonces era subteniente y lo había conocido  en
Cariaco donde éste se refugió tras haber escapado
de la desastrosa batalla de Aragua de Barcelona,
donde pereció hasta el Tigre Encaramado, el
hombre que manejaba las riendas del caballo con la
boca mientras esgrimía contra el enemigo dos
lanzas, una en cada mano.
Hasta entonces, Piar había sido un líder invicto. El
médico José Mercedes Gómez, cronista de Cumaná,
en una biografía escrita sobre José Francisco
Bermúdez, narra el episodio del Salado, de esta
manera:

“El 16 de octubre se aproximó Boves, con su


ejército presto para el ataque y el saqueo posterior,
por el camino de los Bordones. Piar se dispuso a
presentarle combate en campo abierto, en la
llamada sabana de El Salado, entre el mar y la
ciudad, hoy conocida como San Luis, con su tropa
de unos 1.500 hombres recientemente reclutados.
Se combatió una hora aproximadamente, pero a
pesar de la valentía de su jefe, los soldados
patriotas ante el avance arrollador de la infantería
realista, mejor organizada, emprendió desordenada
retirada hacia las regiones vecinas de la Ciudad que
quedó desguarnecida. Piar pudo reunir unos 150
hombres y con ellos, esquivando la persecución, se
dirigió por el valle de San Bonifacio a la costa de
Paria. En Güiria, se encontraba Bideau con una
guarnición patriota. Hubo desavenencias entre
ambos, por negarse Bideau a reconocerlo como Jefe
y tal vez malquerencias de meses anteriores, y lo
obligó abandonar Güiria. Ante esta situación,
derrotado, sin poder dirigirse a Maturín en busca de
Ribas, por su enemistad con Bermúdez, ni a
Margarita en donde había tenido divergencias con
Arismendi, tomó el camino de las Antillas y
finalmente Haití, refugio de todos los patriotas.
Aquí se encontrarán los antiguos compañeros de
Chacachacare y emigrados de Nueva Granada y
Venezuela, con sus afectos y rencores, para el
retorno de 1816, recorriendo en sentido inverso la
ruta antillana...”
            Este triunfo de José Tomás Boves sobre Piar
lo regocijó tanto que dispuso celebrarlo con una
gran fiesta para la cual reclutaron  todos los
músicos de la ciudad, unos cuarenta, la mayoría
proveniente de la emigración caraqueña.  El baile
duró hasta las tres de la madrugada cuando el
terrible hombre de Oviedo exhibió una vez más su
crueldad disponiendo la ejecución de quienes llenos
de pánico habían animado su fiesta.
            Asegurada la plaza de Cumaná, Boves salió a
reunirse con Morales en Urica.  Bermúdez le salió al
paso en Los Magueyes, pero fue derrotado.  Al final
no le quedó otra alternativa que ponerse bajo las
órdenes de José Félix Ribas que había concentrado
sus fuerzas en Maturín y desde aquí, luego de una
controversia entre ambos jefes, decidieron no
aguardar al enemigo sino atacarlo en sus propios
dominios, en Urica, a 27 leguas de Maturín, donde
también le siguió la mala racha a los patriotas aun
cuando José Tomás Boves quedó arroyado en el
sitio, atravesado por una lanza que según se dijo
entonces vino disparada desde las propias filas de
Morales, quien se hallaba altamente resentido de
aquél, además de aspirar al mando del ejército. La
especie tomó fuerza porque siete de los principales
jefes realistas que apoyaban a Juan Manuel Cajigal
como sucesor de Boves fueron decapitados y
Morales se alzó como jefe absoluto del ejército
realista en oriente.
            Seis días después, 11 de diciembre, Francisco
Tomás Morales terminó de liquidar en Maturín los
últimos restos del ejército patriota y de ellos no
escapó Miguel José Sanz, extraordinario patriota y
sabio insigne, admirado por Humboldt, de quien
dijo  que para conocerlo, bien valía la pena
emprender viaje de Europa a Venezuela.
            El comandante José Félix Ribas bajo cuyo
mando agonizó y murió la Segunda República,
corrió con la misma suerte.  Delatado cerca de
Tucupido, fue capturado y muerto.  Su cabeza frita
en aceite fue mandada a Caracas y puesta en garfios
a la entrada de la ciudad, camino de La Guaira.
            Bermúdez se refugió en Margarita todavía
controlada por el general Juan Bautista Arismendi
hasta que llegó de España el General Pablo Morillo
con su poderosa escuadra de 60 buques y 15 mil
soldados a ponerle fin de una vez a la sublevación
patriótica..  Francisco Javier Yánez, en su Historia de
la Provincia de Cumaná, dice que “algunos de los
patriotas que se hallaban en la isla en estos tristes
momentos tuvieron que sacrificar sus sentimientos
y buscar por otra vía su salud.  El General Bermúdez
con otros se embarcó en la escuadrilla sutil de
Margarita y a favor de un chubasco salió por medio
de la escuadra española sin ser visto a causa de la
oscuridad de la noche, y recaló en una flechera a la
isla inglesa de Granada, de donde pasó a Martinica
y San Thomas, y de aquí a Cartagena”    para
comandar la defensa del sitio que el General Morillo
le impuso desde el 26 de agosto hasta el 6 de
diciembre de 1815 que los patriotas se vieron
obligados a abandonarla  acosados por el hambre,
el número de víctimas, el peligro de una epidemia  y
la circunstancia de ser estrechados cada vez más
por mar y tierra.  En los cuatro meses de sitio había
perdido Cartagena las dos terceras partes de una
población estimada entonces en más de veinte mil
almas.
Además del general José Francisco  Bermúdez,
participaron en la defensa de Cartagena otros jefes
patriotas venezolanos como Carlos Soublette, 
Pedro León Torres y Mariano Montilla.   Todos ellos
se reunirán con Bolívar, Mariño y Piar en Haití, bajo
la protección de Alejandro Petión, gobernador de
esta isla que recién había logrado independizarse de
Francia.
Venezuela y Nueva Granada quedaban bajo el
dominio de los realistas, apenas luchando como
guerrillas.  Aisladamente en las llanuras persistían,
Andrés Rojas, en  Maturín; José Tadeo Monagas y
Manuel Cedeño, en Guayana; Pedro Zaraza, en
Guárico, Páez en Apure y en Margarita, Juan
Bautista Arismendi, quien el 15 de noviembre de
1815 entró en campaña, se apoderó de la isla y
redujo los realistas a los Castillos de La Asunción,
Pampatar y Porlamar.

Reliquias dispersas por caída de Cartagena  se


reúnen en Haití – Expedición destinada a terminar
para siempre con el dominio colonial – Bolívar
honrado de nuevo con la autoridad suprema – Piar
bien armado y municionado triunfa en Carúpano y
Güiria e inicia su macha triunfal hacia los Llanos –
Bolívar desembarca en Ocumare y lanza proclama a
los caraqueños – Rechaza a Bermúdez y
compañeros que tratan de sumarse a la expedición.
            Bolívar se hallaba en Jamaica desde
mediados de mayo de 1815 procurando recursos
para reencender la guerra, pero dado que pasaba el
tiempo sin respuestas efectivas, se trasladó a Haití
donde corrió con mejor fortuna.  El Presidente de la
isla, Alejandro Petión, el armador curazoleño Luis
Brión y el comerciante inglés Roberto Sutherland, le
ofrecieron armas, barcos y dinero para recomenzar
la revolución.
Ante este ofrecimiento, Bolívar convocó en los
Cayos de San Luis, febrero de 1816, a los emigrados
patriotas conformados por venezolanos,
neogranadinos y extranjeros sumados a la causa
republicana, para preparar la expedición, nombrar
sus jefes y fijar la fecha de reanudar la guerra.
Responden y concurren Santiago Mariño, José
Francisco Bermúdez, Manuel Piar, Pedro León
Torres, José Antonio Anzoátegui,  Bartolomé Salom,
el escocés Gregor Mac-Gregor, los franceses Luis
Aury, Carlos Eloy Demarquet, Renato Beluche,
Ducoudray-Holstein, los neogranadinos Francisco
Antonio Zea, Judas Tadeo Piñango, el curazoleño
Luis Brión, Pedro Briceño Méndez, Carlos Soublette,
Justo Briceño, Ambrosio Plaza, Mariano Montilla,
Jugo Gárate, José Ignacio Pulido, Florencio y
Guillermo Palacios, José María Lecuna y José Gabriel
Pérez.
No se logra unanimidad en torno a la figura de
Bolívar para comandar la expedición.  Viejas
posiciones contradictorias y enemistades surgen al
calor de la reunión en la que no faltaron los retos
personales a duelo de  Mariano Montilla contra
Bolívar, Mariño contra Brión, Jugo Gárate contra
Piar  y el francés Ducuodray-Holstein contra Carlos
Soublette.  Estos lances fueron oportunamente
evitados por Alejandro Petión, quien, al igual que
Brión, condicionaba su ayuda a la aceptación de
Bolívar como jefe de la expedición no obstante la
oposición de  Bermúdez, quien aspiraba comandar
la expedición secundado por Aury y Montilla, todos
al final fueron excluidos de la expedición por
considerarlos Bolívar elementos perturbadores de
la unidad,.
  La expedición integrada por unos 300 hombres, en
su mayoría oficiales, equipada con 6.000 fusiles,
municiones, víveres y una imprenta, embarcó en
siete goletas: la mayor o comandanta identificada
con el nombre General Bolívar, al mando del
Capitán de Fragata Renato Beluche, a bordo de la
cual iban el Libertador, Brión y el estado mayor;
la   General Mariño, su comandante Vicente
Dubouill, con algunos jefes oficiales; la General Piar,
al mando de Juan Pinell, donde iban  Manuel Piar y
otros oficiales; Constitución, al mando del teniente
de navío Juan Monie; que llevaba a su bordo al
general Gregor Mac Gregor; la Brión, al mando del
teniente de navío Antonio Rosales; la Feliz,
conducida por el comandante Mr. Lominé y la
goleta Conejo, conducida por el teniente de navío
Bernardo Ferraro. las cuales desplegaron sus velas
desde Los Cayos de San Luis  el 31 de marzo de
1816 con destino a la isla de Margarita que en
buena parte había sido ocupada por Juan Bautista
Arismendi.
Entre otros oficiales, además de los nombrados, que
iban a bordo de dichas embarcaciones estaban
Ambrosio Plaza, Pedro María Freites, Manuel
Valdés, Diego Ibarra, Juan Bautista Bideau, Carlos
Chamberlain y el impresor Juan Baillío, a cargo del
cual iba la imprenta.
La navegación fue larga y penosa tratando, entre
islas antillanas, de evadir la vigilancia española que
al fin tienen que enfrentar cerca de Los Frailes luego
de capturar una goleta en la isla de Santa Cruz.  En
la batalla naval de Los Frailes, el comandante de la
marina Luis Brión y el capitán Renato Beluche
resultaron heridos, pero son capturados el
bergantín  español El Intrépido y la goleta Santa
Rita.  El 3 de mayo tocan suelo venezolano en 
Margarita por el puerto de Juan Griego y su sola
presencia hizo que el Castillo Santa Rosa en La
Asunción fuera abandonado y sus ocupantes
refugiados en los fuertes de Pampatar y Porlamar,
últimos reductos de los españoles en Margarita..
Guiados por Juan Bautista Arismendi, los patriotas
siguen a caballo hasta la Villa del Norte en cuya
iglesia se reúnen el 7 de mayo y por unanimidad le 
ratifican a Bolívar su máxima jerarquía de Jefe
Supremo y como segundo jefe para reemplazarlo en
caso de ausencia, muerte o enfermedad, el General
Santiago Mariño.  Al día siguiente, Bolívar  se dirige
a los venezolanos en calidad de Capitán General de
los Ejércitos de la Nueva Granada y Venezuela
inaugurando el tercer período de la República,
invitando a los españoles a regularizar la guerra y
prometiendo instalar nuevamente el Congreso de
Venezuela para lo cual desde ya quedaban los
pueblos autorizados para nombrar sus diputados,
confiándoles las mismas facultades soberanas que
en la primera época de la República.
El 25 de mayo la expedición zarpa del puerto de
Juan Griego buscando tierra firme por el puerto de
Carúpano que controlan escasas fuerzas enemigas.. 
Le hacen frente y Carúpano es sometido tras un
combate de dos horas que protagoniza Piar y 
durante el cual es ocupado el castillo Santa Rosa y
capturados la goleta  Fortuna y el bergantín Bello
Indio al cual le cambian el nombre por Indio Libre.
En posesión de la plaza, el Liberador dicta entonces
un decreto sobre la libertad de los esclavos y los
llama a tomar las armas mientras la gente que
durante el combate se había refugiado en las
montañas sale, pide armas y se apodera de los
pueblos dominados por los realistas. Bajo la
presidencia del doctor Juan Bautista Urbaneja se
instala una asamblea el 29 de junio en la que
participa la municipalidad para reconocer al
Libertador como Jefe Supremo.  Reconocimiento al
que se suman desde Cabrutica los jefes guerrilleros
Monagas, Cedeño,  Rojas, Zaraza y otros.
Antes y tan pronto se posesionó de Carúpano, el
Libertador reorganizó sus tropas y decidió sobre la
marcha apoderarse de Güiria para lo cual despachó
a Mariño en la goleta de guerra Diana, acompañado
del General Manuel Piar y de otros oficiales.  Luego
de hacer escala y dominar Río Caribe continuaron
hasta Güiria y desde aquí, acompañado del coronel
Bartolomé Salom y del coronel Pedro Briceño
Méndez en calidad de secretario,  partió luego el
General Piar con cuatro flecheras, fusiles y
municiones hacia un punto que le permitiera
proseguir hacia los llanos de Maturín con el objeto
de organizar y armar tropas buscando al mismo
tiempo comunicación  con los diferentes caudillos
que se habían mantenido por aquellas llanuras.  De
los primeros que se unieron al General Piar, fueron
los jóvenes F. Mejía, Juan José Quintero y José
Centeno.
En carta de Bolívar para Arismendi, 23 de junio, le
informa que “El General Piar siguió de Güiria para
su destino de Los Llanos el 20 del corriente,
llevando las armas, municiones y demás elementos
que le he proporcionado, necesarios para obrar por
aquella parte.  Sus operaciones van a reducirse a
marchas, puesto que los enemigos han retirado
todas las fuerzas que podían oponérseles”.
Mientras Mariño operaba desde Güiria y Piar
marchaba hasta los llanos de Maturín y Barcelona,
el Gobernador de Cumaná, Tomás Cires,
concentraba todas las fuerzas de la provincia para
reconquistar Carúpano por mar y tierra, visto lo
cual, el Libertador determinó evacuar la plaza el 29
de junio y el 5 del mes siguiente desembarcó con 15
buques y 800 hombres en Ocumare de la Costa para
desde aquí tratar de liberar la provincia de Caracas.
Al hacerlo le dirigió a sus habitantes esta proclama
exponiendo los principios de su lucha, miras,
cesación de la guerra a muerte y libertad de los
esclavos:
“A los habitantes de la provincia de Caracas:
Un ejército bien  provisto de artillería y cantidad
suficiente de fusiles y municiones está hoy a mi
disposición para libertaros. Vuestros tiranos serán
destruidos, o expelidos del país, y vosotros
restituidos a vuestros derechos, a vuestras patria y
a la paz.
            La guerra a muerte que nos han hecho
nuestros enemigos cesará por nuestra parte:
perdonaremos a los que se rindan, aunque sean
españoles. Los que sirvan la causa de Venezuela
serán considerados como amigos, y empleados
según se mérito y capacidad.
            Las tropas pertenecientes al enemigo que se
pasen a nosotros, gozarán de todos los beneficios
que la patria concede a sus bienhechores.
            Ningún español sufrirá la muerte fuera del
campo de batalla. Ningún americano sufrirá el
menor perjuicio por haber seguido el partido del
rey, o cometido actos de hostilidad contra sus
conciudadanos.
            Esa porción desgraciada de nuestros
hermanos que ha gemido bajo las miserias de la
esclavitud ya es libre. La naturaleza, la justicia y la
política piden la emancipación de los esclavos: de
aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase
de hombres, todos serán ciudadanos.
            Luego que tomemos la capital convocaremos
el Congreso General de los representantes del
pueblo, y restableceremos el Gobierno de la
República. Mientras nosotros marchamos hacia
Caracas, el general Mariño a la cabeza de un cuerpo
numerosos de tropas, debe atacar a Cumaná. El
general Piar sostenido por los generales Rojas y
Monagas ocupará los Llanos, y avanzará sobre
Barcelona, mientras el general Arismendi con su
ejército victorioso ocupará la Margarita. Cuartel
general de Ocumare, 6 de julio de 1816.  Simón
Bolívar”
            El día 6,  el General José Francisco Bermúdez
llega desde Kingston al puerto de Ocumare de la
Costa, siguiendo por su cuenta la expedición.  Tan
pronto llegó, ofició al Libertador participándole su
llegada y deseo de incorporarse, pero Bolívar en
carta fechada dos días después lo rechaza por
insubordinado y sedicioso.
            “Después de las diferencias y contestaciones
que usted excitó en Los Cayos, y que me obligaron a
licenciarlo; después de los paridos que continuó
formando para oponerse a la expedición,
pretendiendo el mando de ella contra la voluntad
general de todos los que la componían, contra la
determinación de la Junta General de Jefes notables
que me encargó su dirección, y lo que no menos,
contra el expreso comprometimiento de usted
después de los votos formales y expresos que usted
y sus compañeros hicieron públicamente allí de
atentar contra mi vida y de elevarlo usted a la
autoridad suprema; después, en fin,  de las muchas
pruebas que ha dado de insubordinación y de
sedición, no están en mi arbitrio admitirlo en el
ejército ni en el territorio de la República.
            Felizmente hasta ahora reina en uno y otro la
mejor armonía y subordinación; nada aspiro sino
salvar a la patria, y si me disputan alguna
preferencia es la de ir delante de los demás al
encuentro del enemigo, y la de ejecutar mis
órdenes con la más estricta y ciega obediencia.  La
presencia de usted entre nosotros turbaría todo el
orden, volvería a encender las discordias, haría
revivir las odiosas y destructoras pretensiones que
se han extinguido ya, y volvería inevitablemente en
sus ruinas al ejército y a la naciente República.
            Por todas estas consideraciones me veo en la
forzosa necesidad de impedir a usted y a sus
compañeros en el desembarque que solicitan, y lo
prevengo se prepare para trasbordar con ellos a un
buque que los llevará con seguridad a las colonias
antiguas
            Luego que la República esté del todo libre y
tranquila permitiré a usted que venga a habitar con
nosotros.  Entonces las pasiones se harán calmado y
no habrá justos temores”.
                                             
  El mismo día 6 Bolívar abre operaciones hacia el
centro, pero el general Carlos Soublette que se
había adelantado con las tropas, fue derrotado por
Morales el 14 de julio en el Alto de los Aguacates,
exactamente, cuando Francisco de Miranda moría
en la Carraca. Bolívar trató inútilmente de auxiliarlo,
pero al final tuvo que retirarse violentamente y
embarcarse hacia Bonaire tratando de hacer
contacto con la escuadrilla de Brión y poder
enderezar de alguna manera el revés sufrido en
Ocumare.

CAPITULO VI / Guayana en la mira de Piar


General Mac Gregor desplazado por Piar

El General Gregor Mac Gregor que había tomado el


mando de los restos de la expedición de Ocumare y
quien  desde Choroní, con unos 600 hombres había
resuelto internarse en los llanos con el fin de unirse
a los patriotas de Oriente, entró a Barcelona el 13
de septiembre, luego de vencer en Onoto  y
Quebrada Honda a Juan Nepomuceno Quero, y a
Rafael López en la batalla de Los Alacranes, con
respaldo a tiempo de las fuerzas de José Tadeo
Monagas y Pedro Zaraza.
El Libertador, a sabiendas de que el General Mac
Gregor había marchado desde Choroní hacia los
Llanos, resolvió navegar hasta Güiria, calculando
que por esta vía podría dentro de poco tener de
nuevo a sus inmediatas órdenes la División que
comandaba el oficial escocés.  Al efecto, Bolívar se
embarcó en el bergantín Indio Libre y Bermúdez
que había llegado a Bonaire desde Haití con carta y
ayuda de Petión para que Bolívar reconsiderara su
caso, lo siguió hasta Güiria en una goleta. Ambos
llegaron el 16 de agosto y narra Francisco Javier
Yánez, en su Historia de la Provincia de Cumaná 
que “apenas estuvieron en tierra, cuando se levantó
la más furiosa persecución contra la conducta y
persona del Jefe Supremo en términos de peligrar
su vida.  Se le hacían cargos en los cuarteles y en los
corrillos del desgraciado suceso de la expedición de
Ocumare, y de las funestas consecuencias que
debían seguirse de ella a la causa de la
independencia; pero no era el interés de la patria el
que movía a los autores de semejantes acusaciones,
sino la ambición, la envidia, la venganza y todas las
pasiones innobles.  Los acusadores y los jueces eran
unos demagogos furiosos que no aspiraban sino a
quitar el mando al Jefe Supremo, y en tales
circunstancias Bolívar volvió a reembarcarse para
Los Cayos...”
El mismo día se procedió al nombramiento de los
Jefes que debían gobernar la República, y resultaron
electos el General Santiago Mariño para suplantar
al Libertador y el General José Francisco Bermúdez
de segundo en el mando general del ejército. Los
demás Generales jefes y oficiales se unieron a los
nombrados con el objeto de continuar la campaña y
reconquistar las plazas perdidas en el Oriente.
En efecto, tan pronto asumió la jefatura suprema,
salió Mariño con una división a tomar los pueblos
de la costa y ponerse en comunicación con las
embarcaciones armadas de Margarita y la división
de Piar para estrechar y tomar la plaza de Cumaná.  
Piar, al saberlo, se puso en movimiento junto con el
General barcelonés Pedro María Freytes,
destruyendo a cuantas partidas realistas intentaron
obstaculizar su marcha en el tránsito de Maturín
hasta la quebrada de Ortiz, donde instaló su cuartel,
pero informado sobre unos 3.000 soldados
comandados por el brigadier Francisco Tomás
Morales que marchaban desde Ocumare para
retomar la plaza de Barcelona, salió en combinación
con las fuerzas de Mac Gregor, Carlos Soublette y
José Tadeo Monagas a cortarle el paso en El Juncal,
distante cuatro leguas de Barcelona, donde al final
se enfrentaron en furiosa batalla.
Era el día  el 28 de septiembre de 1816, a eso de las
siete de la mañana, cuando el ejército de los
patriotas cuyo mando asumió Piar, entró en línea. 
El ala derecha compuesta de una división de
infantería y dos piezas de artillería al mando de los
Generales Mac Gregor y Soublette y varios
escuadrones de caballería a las órdenes del General
José Tadeo Monagas.  La izquierda constaba de
infantería y caballería mandadas por los Generales
Piar y Freites.
El  General Francisco Tomás Morales, situado al
comienzo de la sabana en dirección a Barcelona,
tras explorar el lugar y calcular sus posibilidades
que parecían ciertas dada la posición y  fortaleza de
su ejército, calculado en unos mil cien hombres,
dividió sus tropas en tres columnas apoyadas por
jinetes amparados en sus flancos por un pequeño
bosque.  La columna de la derecha al mando de
Rossete y Alejo; la izquierda, por los Capitanes
Tomás García y Narciso López y el centro que hacía
de reserva, por el Capitán Juan Bonaldes.  La
espalda de la línea estaba bien cubierta por una
pequeña altura de tupidos árboles y al pie un
pantano que impedía cualquier maniobra de
caballería.
Los patriotas que disponían de 2000 soldados y 4
piezas de artillería atacaron de primero sin pérdida
de tiempo, pero el General Manuel Piar se vio
avasallado ante el empuje de la columna derecha
de Morales, mientras un avance sereno y metódico
de Mac Gregor, una brillante carga de las tropas de
Soublette y una audaz maniobra de flaqueo de
Monagas que ataca por la retaguardia a los que
avasallan a Piar y Freites aseguraron el triunfo. 
Morales dejó 500 muertos, entre ellos, al
comandante Rossete; 300 heridos y huyó con  300
soldados dispersos. 
Luego de esta jornada que impresionó a los
españoles, Piar  prefirió marchar sobre la Provincia
de Guayana, pero antes, el tres de octubre, convocó
a una Junta de Guerra, en la que expresó su
propósito.  Reconoció ante todos al General Bolívar
como Jefe Supremo e informado de que se hallaba
en Los Cayos tras haber fracasado en Ocumare,
comisionó a Francisco Antonio Zea, Intendente del
Ejercito, para que saliera a informarle. Cinco días
después, al frente de 1.500 hombres, emprendió
marcha hacia el Orinoco por la vía de Río Claro al
sur de San Diego de Cabrutica. Mac Gregor y
Soublette eran partidarios seguir fieles a la línea del
Libertador en el sentido de que todo el ejército
debía obrar primero sobre  los Llanos hasta Caracas.
            Estando en Río Claro, fue informado
detalladamente por Pedro Chipía de lo ocurrido con
el Libertador en Güiria y, preocupado, tomó sus
providencias para resguardarse de la supremacía
imprevista de Mariño y Bermúdez contra el cual se
mordía de rabia por lo mal que se expresaban de él.
De modo que el 15 de noviembre se dirigió al
General Gregor Mac Gregor,  Comandante General
de Barcelona, y al General Pedro Zaraza, quien tenía
a su mando junto Monagas las fuerzas patriotas de
Los Llanos, en los siguientes términos:
            “Instruido exacta y circunstancialmente por
el Coronel Chipía de los escandalosos atentados
ejercidos en Güiria por el sedicioso José Francisco
Bermúdez contra la persona y autoridad del E. S. el
Jefe Supremo de la República, me he confirmado en
la importancia y necesidad del artículo 3º de mis
instrucciones a US.
            S E se vio en fuerza de ellos obligado a
abandonar momentáneamente a Venezuela, y en su
ausencia, su segundo el General Mariño, debería
sucederle en el mando; pero desgraciadamente
este Jefe se hallaba envuelto en los crímenes de
Bermúdez: él, hallándose con el mando de las
fuerzas de Güiria, no se opuso al motín, ni impidió
sus efectos: él se ha usurpado inmediatamente
después de la salida del Jefe Supremo, títulos que
no le pertenecen: ha protegido y distinguido con
empleos honrosos al criminal Bermúdez; y ha
resistido, en fin,  a los justos reclamos hechos por el
General Arismendi para que aquel delincuente
fuese sometido a un consejo de guerra.  Todo esto
anuncia casi con evidencia que el General Mariño, o
tuvo parte en el crimen, o por lo menos consintió
en él y lo vio con agrado.
            Una conducta tal debe hacernos
circunspectos.  Someternos a un Jefe a quien tan
justamente se hacen estos cargos, sería
envolvernos en los mismos delitos, haciéndonos
partícipes como él de los atentados de Güiria: sería
sublevarnos contra el primer Jefe, y sería
declararnos contra el orden y la disciplina militar,
no menos que contra las leyes civiles de la
República.
            Estas consideraciones me han obligado a
prevenir a los Jefes de Departamento en el artículo
2º de sus instrucciones que no reconozcan otra
autoridad ni den cumplimiento a otras órdenes que
las libradas por US o por mi directamente; y ellas
mismas son las que me obligan a prevenir a US bajo
la más estricta y severa responsabilidad que por
ningún motivo ni de ningún modo reconozca,
obedezca ni preste ningún auxilio al General Mariño
hasta que, indemnizado de los cargos que se le
hacen y manifestada legítimamente su inocencia,
ordene yo a US su reconocimiento.  La misma
prevención hará US inmediatamente a los Jefes de
Departamento cuya conducta en esta parte debe US
celar y corregir con la mayor severidad y prontitud.
            Creo que siendo US el que debe
responderme de la seguridad de esta provincia
contra los enemigos de la patria y del orden, nada
tengo que temer al separarme de ella.  Si el mal
empezare a propagarse, será cortado de raíz,
previniendo de ese modo sus perniciosos efectos”.
Poco tiempo después el General Mac Gregor
presenta problemas de salud y se ausenta para los
Estados Unidos, mientras el General Pedro Zaraza,
junto con el General Pedro María Freites,  queda
prácticamente dueño de la situación y responde a
Piar lo siguiente:
 “Por los oficios de VE de 15 y 23 del corriente me
ordena VE bajo la más severa responsabilidad, que
de modo alguno reconozca, ni preste auxilio al
General en Jefe Santiago Mariño a causa de los
atentados cometidos en Güiria contra la autoridad y
persona del Jefe Supremo de la República por el
sedicioso Bermúdez, y consentimiento a lo menos
del General Mariño.
Las órdenes de VE las observo y ejecuto con la
mayor religiosidad, conociendo se dirigen al bien de
la República, y en este caso la falta de respeto y
obediencia a los superiores me parecen crímenes
del primer orden.  VE está bien satisfecho que estos
son mis sentimientos, y debe también estarlo de su
observancia y mi responsabilidad.  Dios guarde a VE
muchos años.  San Diego de Cabrutica, 28 de
noviembre de 1816.  Pedro Zaraza.”
Los sucesos de Güria repercutieron negativamente
en las tropas y comenzaron las intrigas al calor de
viejas rivalidades.  La obediencia, disciplina y unidad
militar parecía resquebrajarse y Piar, preocupado
comienza a tomar medidas.  Desde Río Claro se
dirige al Comandante de Barcelona tratándole
puntualmente el caso del Teniente coronel Carlos
Padrón, quien, según informes que le han llegado,
en su marcha de San Diego a Barcelona,  “ha vertido
expresiones subversivas contra el ejército, contra el
gobierno y mis operaciones.  Además, tengo
informes de que este es un hombre peligroso por
sus intrigas y manejos; en esta virtud lo pondrá US
preso con seguridad, inmediatamente que llegue a
esa ciudad, para evitar que se haga de secuaces y
aumente el partido de los descontentos e intrigas
en perjuicio de la paz y tranquilidad públicas”.
            Comunicación similar envía al Comandante
de Aragua de Barcelona expresando su sorpresa
porque ha sabido que en su presencia y aun en su
propia casa se han tenido conversaciones y
declaraciones contra sus operaciones “sostenidas
por el ciudadano Diego Hernández y algunos otros,
y que US las ha tolerado sin reprehenderlos y
castigarlos como era debido”.  Le pide al final que
castigue a los chismosos y perturbadores del orden
y de la paz.
            El 18 de noviembre se dirige al General de
Brigada José Tadeo Monagas acusándole recibo del
oficio en que solicita su traslado para Margarita o
Cumaná “en atención a que no pudiendo pasar el
ejército a Guayana, quedo errante sin destino en
esta provincia”.    
Cuando después de la Batalla de El Juncal, Piar
expuso su propósito de expedicionar sobre
Guayana,  Monagas manifestó su deseo de
participar dado que en 1815 junto con Cedeño
había hecho un intento por tomar la provincia, pero
Piar, al parecer, lo había pasado por alto.  De todas
maneras se justificó con esta respuesta un tanto
áspera:
 “Parece que US se resiste de que no le haya
empleado en la Provincia, olvidándose que US
mismo me ha pedido que no lo separe del ejército
destinado a libertar a Guayana.  Condescendiendo
en esta súplica, reservé a US su destino en el
ejército; y si US por sus enfermedades o por otras
causas no ha venido a incorporarse en él, no debe
dirigirme quejas por un hecho en que no he tenido
ninguna parte”.
De Río Claro, Piar pasa con su ejército a Pueblo
Nuevo y el 4 de noviembre, preocupado porque el
General de Brigada Pedro María Freites, quien se
halla operando en Píritu, nada le informa sobre sus
movimientos ni los del enemigo, le escribe
llamándole la atención. Y advirtiéndole que “en
adelante me dé sin falta partes frecuentes haya o
no novedad, detalladamente el estado de sus
fuerzas, su número, el de los enemigos, sus
posiciones y todo lo que US crea conveniente”.
En las márgenes del Orinoco se encontraban Piar y
Cedeño, listos para entrar de lleno sobre la
Provincia de Guayana cuando llegó del Apure el
oficial Joaquín Peña solicitando a nombre  de José
Antonio Páez,  auxilios militares para rendir a San
Fernando.
Esta misión conferida al edecán Joaquín Peña no
obtuvo los resultados esperados, pues Piar aducía
que “el ejército y el parque con que he emprendido
librar a Guayana es el calculado para la campaña, y
no podría desmembrarlo, sin exponer tal vez el
resultado de una empresa que decide la libertad o
esclavitud de Venezuela”.
Además, tomando en cuenta el punto y las ventajas
del enemigo, consideraba que la gloria de liberar a
San Fernando resultaría efímera e infructuosa,
mientras Páez no contara con un parque suficiente
para continuar la campaña.
Por otra parte, Piar, al igual que Bolívar, no
compartía la conducta  de continuar obrando en
partidas, aisladamente, como era el caso de algunos
caudillos como Páez y creía que “mientras no
presentemos al enemigo una masa fuerte e
irresistible trabajamos en vano, comprometemos a
los pueblos...”
Le dice a Páez que tan persuadido estaba de esta
verdad que habría pasado con su ejército a
unírsele “si la importancia y necesidad de ocupar a
Guayana, y el haber dado principio a mis
operaciones no me lo impidiesen.  Guayana es la
llave de los Llanos, es la fortaleza de Venezuela:
Guayana ha sido el  fuerte que ha derramado la
esclavitud en la República.  Ella por su posición está
en contacto con los países extranjeros y con todo el
interior: ella está cubierta y defendida por un muro
más fuerte que el bronce, por el Orinoco: ella, en
fin, es el único país de Venezuela que exento de las
calamidades de la guerra anterior nos ofrece
recursos para proveernos de lo necesario, y el único
punto de defensa que podemos elegir, así para
establecer nuestros almacenes, como para tener un
asilo seguro si la suerte nos redujese al último
término.  La ocupación de Guayana debe ser, pues,
con preferencia, el objeto de nuestros esfuerzos. 
Sus ventajas son incalculables, y los males que
produciría el dejarla a nuestra espalda son conocido
de do venezolano.
Vea U aquí las razones que me impiden volar en su
auxilio; vea también en ellas los fundamentos que
tengo para proponerle que desistiendo de los
proyectos que ahora lo ocupan, pase con su ejército
a este lado para asegurar más y más el éxito de mi
campaña y para salvar, a esos bravos defensores de
la libertad, de la destrucción inevitable que los
amenaza”.

CAPITULO VII / Piar en Guayana


Vadea el Cuchivero – Cruza el Caura a nado y en
barco del enemigo – Derrota a Ceruti en el Paso de
Maripa – Se dirige en Proclama a los habitantes de
la Provincia de Guayana – Arenga a sus soldados –
Hace contacto con grupo disidente de la capital –
Sitio de Angostura – Cartas de Bolívar  a Piar y
Cedeño llamándolos a reunirse con su ejército en
Barcelona.
            El General Manuel Piar había cruzado el
Orinoco los días 20 y 21 de noviembre e instalado
su cuartel en Pueblo Nuevo, a la espera de las
fuerzas del General Manuel Cedeño y Coronel José
Manuel Olivares, que se hallaban en la zona de
Caicara desde 1814 y con las cuales formó un solo
ejército para atacar la capital de la provincia.  De
manera que tan pronto se reunió con Cedeño y
Olivares,  emprendió la  marcha el Día de Navidad,
cruzó el Cuchivero sin contratiempo, pero no corrió
con la misma suerte al cruzar el Caura, pues el río
era más ancho y caudaloso, no contaba con
embarcaciones y la ribera opuesta estaba defendida
por cuatro compañías del Batallón Basbastro de
Angostura.
            El ejército de los Generales Piar y Cedeño
unido reunía a los oficiales Coroneles Juan Manuel
Olivares, Francisco de Paula Alcántara y Etanislao
Ribas, de Caracas; Miguel Borras, de Valencia;
Francisco Veles, de Nueva Granada; José Antonio
Anzoategui, de Barcelona; Julián Montes de Oca y
Pedro León Torres, de Carora;  José Ucroz, de Santa
Marta;  Fernando Galindo, Juan José Conde, Juan
Francisco Sánchez  y José Liendo, de Caracas; Bruno
Torre, de  Carora: José María Chipía, de Trujillo; 
Bartolomé Salom, de Puerto Cabello; los
Comandantes Gavino Martínez, de Barcelona;
Rafael Rodríguez (Cabeza de Gato) de Carora;
Ramón Segura, Rafael Zumeta y José Gabriel Lugo,
de San Felpe el fuerte;  Joaquín Peña, de Cumaná y
José Montes, de Cartagena de Indias.  Sargentos
mayores:  José Morales, de Caracas; Manuel
Martínez, de Cartagena;  Cirujano Mayor Servellón
Urbina, de Caracas; Capitán Mayor Juan de Dios
Monzón, de La Victoria y Miguel Zagarra, de
Trujillo.  Capitanes:  Juan Muñoz, de Mampox;  
Juan de Dios Morales, de La Guaira;  Pedro Cadenas,
de Caracas; Francisco Torres, de Carora;  Joaquín 
Moreno, de Angostura (hijo del fundador de
Angostura Joaquín Moreno de Mendoza); José
María Landaeta, de Caracas; Juan Antonio Camero,
de Cartagena de Indias; Valentín García, de
Cumaná; Pedro Marín, de Calabozo y Manuel
Salcedo, de La Victoria.
            Debido a las aguas crecidas del Caura, fue
preciso diferir la marcha que tenía por mira la
Capital de la Provincia.  Esta inacción prolongada 
dio lugar a disgustos entre oficiales que proponían
regresar para marchar hacia el centro.  Debió
reunirse nuevamente una Junta de Guerra, en la
que la mayoría se decidió por seguir la empresa
sobre Guayana.  Quedaron descontentos algunos
jefes y oficiales como Juan  Francisco Sánchez que
terminaron por se separarse seguidos de algunos
elementos de tropa.
           Ocurrió que tan pronto fue informado de
estos movimientos, el Gobernador de la Provincia
de Guayana, Lorenzo Fitz Gerald, destacó al
comandante militar de la plaza, Teniente coronel
José Ceruti,  para cortar el avance a las fuerzas
patriotas.  Se situó en la orilla opuesta del Caura
con dos compañías del regimiento español de
Barbastro y otras dos compañías de soldados
criollos, bien parapetados en tierra y cuatro
flecheras bien armadas y tripuladas. Ante esta
situación, Piar mandó a construir dos curiaras y
ordenó quitarle una al enemigo. Para lo cual
encargó al oficial de la marina, patriota Rafael
Rodríguez, alias, “Cabeza de Gato”, quien por la
noche, acompañado de tres de sus hombres de
confianza, pasó cautelosamente el río en una
curiarita que la casualidad proporcionó y sorprendió
a una avanzada del flanco izquierdo del enemigo
logrando apoderarse de la embarcación.
Al día siguiente, como a las dos de la tarde, en
presencia del enemigo, echaron  las curiaras  al
agua y en ambas se embarcaron dos piquetes de
infantería al mando de los capitanes Valentín García
y José María Landaeta, protegidos por fuego de
artillería para hacer río arriba el desembarque y
obrar sobre la izquierda del enemigo.  Al mismo
tiempo se arrojó al río con puñal en la boca y lanza
en mano un escuadrón de caballería y el General
Cedeño a la cabeza con dirección al paso real donde
estaban las flecheras enemigas. Cargaron
fieramente contra el enemigo viéndose éste
obligado a retroceder y emprender la huída hacia la
capital, dejándole a los patriotas prácticamente
libre todo el territorio  hasta más allá del Caroní.  Al
siguiente día, 31 de diciembre, el General Piar
dirigió esta proclama a los habitantes de la
Provincia de Guayana:
            “Llegó al fin el término que la Providencia
asignó a vuestro sufrimiento.  Un ejército fuerte,
conducido por la victoria dirige sus marchas
triunfantes sobre vuestra capital.  Su objeto es
auxiliaros, para que desprendidos de la bárbara
dominación española, entréis a ocupar el rango que
os corresponde en la sociedad, y a disfrutar con
vuestros hermanos de Cumaná, Barcelona, Caracas
y Barinas, de las deliciosos placeres e inestimables
bienes de la libertad. 
Guayaneses:  No temáis las insignificantes
amenazas de vuestros tiranos; despreciad los
groseros engaños con que pretenden seduciros. 
Nosotros somos vuestros protectores y amigos;
venimos a haceros partícipes de nuestras glorias y
de la suprema felicidad a que aspiramos; venimos a
igualaros con los hombres libres, elevándoos de la
humilde servidumbre en que yacéis; y venimos, en
fin, a expulsar de vuestro país a los españoles para
aseguraros el goce pleno de vuestras propiedades,
de vuestros derechos y de vuestro honor.
La naturaleza que dotó a vuestro suelo con los
preciosos frutos, os armó también con robustos
brazos y grabó profundamente en vuestros
corazones el amor a la Patria para que defendáis
aquellos y sostengáis esta contra la rapaz codicia y
opresión extranjera.  Unios, pues, con nosotros en
obedecimiento de esta ley primera, y temed
convertiros en asesinos de vuestra misma Patria,
sirviendo de instrumento a vuestros opresores. 
Desertad de unas banderas que llevan tras sí la
miseria, la muerte y el oprobio, y seguid las armas
de la República, que os ofrecemos la seguridad de
vuestras personas e intereses.  Cualesquiera que
sean vuestros empleos militares o civiles, seréis
conservados en ellos, y aun recompensados con
otros mayores conforme al mérito y distinción de
los servicios que hagáis al ejército.  No os detenga
ningún comprometimiento; sois americanos y a
nuestra presencia estáis exentos de pena.  Cuartel
general en el Pao de Maripa.  Diciembre 31 de
l816.”
            Esta Proclama circuló en Angostura a través
de don  Rafael Ramos, un guayanés que residía en
ella y admiraba de lejos la gesta republicana. 
Ramos, tan pronto supo de la presencia de Piar le
propuso una entrevista para informarle sobre la
situación de la capital y pedirle lo acepara en su
ejército junto con otros angostureños.  Piar,
emocionado, le escribe esta carta:
            “Mui señor mío:   Nada es más agradable ni
más lisonjero para mi corazón que la generosidad
con respecto a mis conciudadanos extraviados que
desean  abrazar la causa de la justicia por la cual
combato; así es que al oír el recado que U me envió
he experimentado un placer  inexplicable y un
deseo  vehemente de volar yo mismo a recibirlo en
el lugar que me indica.  
 Mis atenciones actuales no me permiten hacerlo;
pero ansioso de ver a U libre y lejos de la
dominación española, destaco una fuerza
considerable para que se una U a ella con los más
que quieran seguir el partido de la República, a cuyo
efecto tendrá U la bondad de hacer entender a sus
súbditos la adjunta proclama ofreciéndoles y
asegurándoles de todos modos, que mi palabra es
sagrada; que mis promesas se cumplen
literalmente; que hallarán en este ejército una
protección y fraternidad tan amistosa y cordial
como si hubiesen sido siempre individuos de él.
U no debe duda de nada de esto, y espero que
tomará el interés más vivo en que le acompañe o
siga el mayor número posible, procurando antes de
su salida esparcir la proclama por toda la provincia y
especialmente en la capital.  Este será un servicio
muy distinguido que hará U a la República y a sus
compatriotas los guayaneses, cuya sangre debe
economizar”.
            Al día siguiente, primero de enero, listos para
seguir en persecución de Ceruti, Piar completó su
mensaje a los guayaneses con una arenga a sus
soldados:
“Soldados: todo cede al impulso de vuestro valor: la
jornada del 30 de diciembre es la obra primaria de
nuestras campañas: el Caura mismo admira vuestra
audacia.  Gloria inmortal a los bravos que han
sabido dejar su patria y sus familiares para llevar  a
regiones extrañas sus pensamientos liberales.
Soldados: Guayana será libre con vuestro solo
aspecto y sus habitantes reconocidos dirán: he aquí
los que nos han traído la libertad, la gloria y la
dignidad.”
Se preparaba Piar para mover  el ejército sobre la
capital de Guayana, cuando recibió un oficio del
Libertador fechado el 7 de noviembre que le
produjo gran placer.  El Libertador lo ponía en
conocimiento de su propósito de llevar a cabo otra
expedición sobre el continente, con recursos y
elementos para hacer la guerra de manera
vigorosa.  Piensa responderla, pero no lo hará sino
después que opere y trate de tomar a la ciudad de
Angostura.
Inmediatamente desmontó su cuartel en el Paso de
Maripa y tras  un breve descaso en San Pedro, la
División de Piar avanzó durante diez días hasta las
inmediaciones de Angostura, a la cual puso sitio
desde el mismo día.
Piar estableció su cuartel en la Mesa de Angostura,
específicamente en el sitio conocido hasta avanzado
el siglo veinte como Laja de La Llanera y allí se le
unión don Rafael Ramos y otros habitantes.  Dos
días antes del choque de la División de Piar y
Cedeño contra las fuerzas de Ceruti, Bolívar llegó a
Margarita desde Los Cayos e inmediatamente pasó
a Barcelona y asumió el mando teniendo de su lado
muy cerca al General Juan Bautista Arismendi. 
Concibe el proyecto de reunir en un solo gran
cuerpo el ejército de Nueva Granada que obra en
Apure y las fuerzas que en Divisiones y Guerrillas
mandan los generales venezolanos en el oriente del
país y Guayana.  En este sentido y aduciendo que no
es conveniente tomar a Guayana por ahora, se
dirige el 10 de enero al General Manuel Piar y
Cedeño, justamente cuando comenzaban a cercar
militarmente a la Angostura del Orinoco.
“Sr. General Manuel Piar:  La salvación de nuestra
Patria, señor General, depende de la reunión de
todas las fuerzas nuestras, diseminadas ahora y
separadas por grandes distancias.
Toda operación parcial, aun siendo feliz, no
producirá sino ventajas efímeras y puede tener
consecuencias muy funestas siendo desgraciadas.
Los españoles reúnen las suyas y es preciso
oponerles fuerzas iguales.  Pequeñas divisiones no
pueden ejecutar grandes planes.  La dispersión de
nuestros ejércitos, sin sernos útil, puede hacer
perecer la República.
El Excmo. Sr. General Arismendi tendrá el honor de
someter a VS mi plan de operaciones, hará ver a VS
nuestro estado actual, y lo que he resuelto después
de la más dura reflexión.
Esta operación es tan importante que yo en
persona pasaría cerca de VS si fuese preciso.  La
reunión sola puede salvarnos.  El ejército de VS
compondrá, no lo dudo, parte del gran ejército.
Estoy seguro por informes los más exactos y dignos
de crédito que  sin una flotilla respetable no es
posible tomar la Guayana.  Un buque inglés
procedente de Granada y que ha poco estuvo allí
me ha instruido de sus fuerzas marítimas.  Las
nuestras son muy inferiores a ellas, y además no
pueden, por ahora, separarse de estas costas hasta
asegurar todas nuestras comunicaciones externas,
por donde recibimos los auxilios y elementos para
la guerra.  No perdamos nuestros esfuerzos.  Aun
no es tiempo de tomar a Guayana.  Llegará eso y
con suceso”

CAPITULO VIII / Piar frente Angostura

Piar perdió 80 soldados al tratar de tomar esta ciudad

Pierde ochenta soldados al tratar de tomar  la


Angostura del Orinoco – Carta al Libertador
expresando placer por su arribo de nuevo a tierras
venezolanas, informándole sobre la Campaña de
Guayana  y solicitándole cooperación naval – Deja
sitiada la capital y marcha con Cedeño a las
Misiones del Caroni – El Hato San Felipe de los
Hermanos Vidal - Deserción del Escuadrón de
Dragones – Negativa de Piar de pasar a Barcelona
con su ejército tal como lo exigía el Libertador. 
            El General Piar se acercó a la Angostura el 13
de enero de 1817, estableció su Cuartel en la Mesa
y después de estar frente a la ciudad durante cuatro
días, resolvió el 17 tras hacer un reconocimiento
más profundo y desde la falda del cerro El Zamuro,
aproximarse y consolidar posiciones de ataque y
defensa.
            Las observaciones hechas durante ese día lo
animaron a una tentativa sobre la ciudad y, en
efecto, el día 18, entre la una y las dos de la
mañana, Piar ordenó a su ejército ejecutar el
ataque para lo cual colocó la tropa del coronel
Pedro León Torres en dirección de la batería del
centro; la del  coronel Pedro Chipía, por la
izquierda; la del coronel Bartolomé Salom, en el
barrio Perro Seco; la del coronel Pedro Hernández,
en la Alameda o ribera del Orinoco, y la del capitán
Cadenas,  frente del Reducto, quedando formada 
una línea de reserva en la Mesa de Angostura
donde estaba instalado el campamento.
            Comenzó el ataque y la respuesta desde las
alturas de la ciudad por parte de las fuerzas del
Gobernador Lorenzo Fitz Gerald y  Ceruti fue
contundente.  Un fuego vivísimo y una artillería
bien servida se erigió en obstáculo.  El oficial Juan
José Conde describe la tentativa de ocupar la ciudad
así:
“Piar dispuso que llamasen la atención del enemigo
los coroneles Pedro León Torres por la batería 2 y
José María Chipía, por el atrincheramiento de la
Alameda con cien hombres cada uno.  Entre tanto el
sereno y laborioso coronel Bartolomé Salom fue
destinado con poco más de doscientos hombres
para dar el ataque principal por el atrincheramiento
de Perroseco.  El resto del ejército quedó de reserva
al pie del Cerro del Zamuro, frente al reducto
enemigo con los Generales Piar y Cedeño.  La noche
estaba húmeda y tenebrosa, ni unos a otros nos
mirábamos.  A las doce nos pusimos en movimiento
pero el enemigo, sin duda advertido de ello por su
espionaje y el ladrido de algunos perros, rompió, el
primero, con fogosa artillería y mosquetería en toda
la cortina, baterías y buques de guerra, cuya luz
igualaba casi la del mediodía.  En tan malograda
empresa perdimos más de setenta de tropa que
perecieron trepando impávidos los fosos y
atrincheramientos de Perroseco donde murieron
los valientes Comandantes Joaquín Peña y Capitán
Pedro Cadenas, muchos se salvaron de ser fusilados
unos a otros a favor de las voces papelón y
queso que era la seña y contraseña.  Más
afortunado el Coronel Pedro León Torres, pudo
sorprender a los enemigos del número 2 y ocupar
esta batería, pero al dar parte para que la reserva
auxiliase, el enemigo desembarazado de su
principal atención lo obligó con los fuegos del
reducto a retirarse.  En fin cada uno por donde
pudo se incorporó a la reserva.
Al siguiente día después de recogidos algunos
heridos, nos retiramos al sitio del Juncal, legua y
media de la plaza.  Piar dispuso por orden general
que el Coronel Salom y los demás oficiales que
asistieron al asalto llevasen en el pecho de sus
casacas, pendientes de una cinta roja, el mote
distintivo ´Valor y fortuna en Perro Seco, 1817”.
            De manera que los patriotas no pudieron
consumar el plan como pretendían.  Las pérdidas
fueron relativamente cuantiosas.  Piar, sin embargo,
elogió en su diario de operaciones el denuedo y
bravura con que arremetieron sus soldados, 
principalmente los de Pero Seco y La Alameda
aunque no pudieron penetrar. Tan sólo  la tropa del
coronel Pedro León Torres, llena de coraje saltó
valientemente la trinchera por entre las bayonetas
y las bocas de fuego, liquidando a los soldados que
tuvieron valor para sostenerse, pero luego tuvo que
replegarse.
            Piar que había aplazado contestar el oficio
del Libertador, recibido con casi dos meses de
retardo en el Paso de Maripa, para darle mejores
noticias de sus operaciones, se limitaba ahora a lo
siguiente desde la Mesa de Angostura:
            “Excmo. Señor:  El día mismo en que pasado
el Caura me preparaba para mover el ejército sobre
la capital de Guayana, tuve el honor de recibir el
oficio de VE fecha 7 de Noviembre último.  Su
recepción produjo generalmente una embriaguez
de placer solo igual a la que sigue a la victoria.  La
aproximación de VE a su patria y los nuevos auxilios
que la ofrece, son las mas lisonjeras noticias con
que pudiera halagarnos.
            Como según aquel oficio yo espero que VE
haya llegado a alguno de nuestros puertos, me
apresuro a darle una idea de mi situación actual, de
las ventajas obtenidas en esa provincia y de los
medios que se necesitan para asegurar el éxito de la
campaña.
            Las fuerzas enemigas batidas en el Caura
(como verá VE en el adjunto boletín) replegaron a la
capital, entregándome todo lo interior de la
provincia, esto es,  todo el territorio desde las bocas
del Caroní hasta más allá de las del Meta.  Me
acerqué a la plaza el 13 del corriente y después de
estar frente de ella cuatro día, resolví el 17 un
reconocimiento con toda la fuerza aproximándome
cuanto fuese posible.  Las observaciones hechas
este día me animaron a hacer una tentativa sobre
ella, y en efecto el 18 entre la una y las dos de la
mañana se ejecutó un ataque que nos hizo dueños
de una de las baterías, y destruyó la fuerza que la
defendía, y aumentó el terror de que estaba
poseído el enemigo.
            A pesar de estas ventajas, nuestras tropas no
pudieron penetrar porque rechazada otra división
que debía forzar otro puesto y las que destiné para
llamar la atención por diferentes puntos, la división
vencedora replegó también y volvió a abandonar el
terreno ganado.  Frustrada así la empresa con
pérdida de ochenta hombres entre muertos y
heridos e informado por los prisioneros tomados
aquella noche de que todos los intereses y
municiones están  a bordo y que nada lograré con
ocupar las paredes, he desistido de tomar la plaza
por asalto, y me he limitado a estrecharla por sitio.
            Este plan me parece más conveniente, así
porque es más seguro y menos costoso, como
porque da lugar a que se venga a las bocas la
escuadrilla que VE ha traído y lograremos por ese
medio batir y apresar la enemiga que de otro modo
se llevaría todos los causales.
            Yo espero que siendo mi proyecto tan
conforme al bien de la patria y a las intenciones y
planes de VE merecerá su aprobación y la
cooperación que pido de las fuerzas marítimas. 
Nada hay que temer respecto a ellas.  La escuadrilla
enemiga lejos de ser tan fuerte como se ha creído
hasta ahora, es muy débil por su número y más aun
por su tripulación.
            Las ventajas que nos ofrece esta provincia
libre son incalculables.  Los inmensos caudales de
los españoles en ella nos proporcionan medios para
adquirir de los extranjeros elementos militares; su
situación nos da un asilo seguro, y la moral pura de
sus habitantes, no corrompidos todavía, nos
permite la organización de un ejercito fuerte y
valeroso, capaz de libertar la República si VE viene a
Guayana.  Todos estos recursos manejados por su
sabia dirección adquirirán un nuevo mérito y
producirán efectos más grandes.  Los enemigos
internos y externos temblarán; los pueblos
concebirán esperanzas de ver restablecida la
libertad, al contemplar nuestra situación militar, y
todos los negocios tomarán un paso firme y
regular.  Dios guarde a VE muchos años.  Manuel
Piar”.
            Ese mismo día, Piar se dirige a los Generales
José María Freites y Pedro Zaraza para que
reconozcan, obedezcan  y se sometan a la autoridad
del General Juan Bautista Arismendi  que ha pasado
de Margarita a tierra firme con 200 soldados para
reforzar la plaza de Barcelona.
            El problema que se le presentaba a Piar era
que la inacción solía provocar la deserción y la única
manera de evitarla era mantener las tropas en
completa acción, muchas veces sin medir los
riesgos.  La tentativa de tomar la ciudad sin apoyo
naval fue conscientemente riesgosa, pero había que
mantener la dinámica del ejército y en función de
ella dispuso ocupar las Misiones del Caroní,
mientras buena parte de la caballería del General
Cedeño continuaba  al frente de Angostura.
            Emprende la marcha.  El 21 hace una parada
con su Ejército en la Yegüera y aquí recibe oficio del
Libertador comunicándole su arribo a Barcelona con
una fuerte escuadra, y con todos los elementos de
armas y municiones necesarios para continuar la
campaña. El Libertador le afirma que ha salido ya la
escuadra con dirección a las Bocas del Orinoco para
que se apoderen del río y cooperen con las
operaciones militares sobre la provincia de
Guayana.
            Al día siguiente redacta y envía instrucciones
para el Teniente coronel Miguel Armas, a quien ha
dejado comandando la División que sitia la Ciudad
de Angostura:  Las instrucciones de nueve artículos,
disponen lo siguiente:
            Art. 1.-  El Teniente coronel Miguel Armas 
tomará el mando de la división de caballería que
queda cubriendo la línea  contra Guayana.  Esta
división se compone de los escuadrones de Caycara
y Altagracia.
            Art. 2,- Establecerá su línea en la misma
forma que la tiene el ejército.
            Art. 3.- De día nombrará una partida de
observación de 30 hombres, los cuales se dividirán
en tres partidas de a 10 cada una, que se situarán a
distancia de un cuarto de legua la una de la otra.  El
resto de la división se mantendrá reunida en el
lugar más conveniente para que los caballos coman
y descansen.
             Art. 4.-  A las cinco de la tarde hará reunir
todas las fuerzas para que pasen lista.  Después de
pasar ésta, formará del todo tres divisiones que se
apostarán en la misma forma que las guardias de
observación en el lugar más conveniente, mudando
todas las noches de posición.
Art. 5.- Cada una de las tres divisiones dará una
avanzada particular, que se situará en las avenidas.
            Art. 6.- Al amanecer hará reunir todas las
divisiones y machará con ellas a hacer el
reconocimiento sobre la plaza con todas las
precauciones necesarias para no caer en las
emboscadas que el enemigo pueda amarle. 
Después de hecho el reconocimiento se retirará al
campamento que haya elegido para pasar el día,
dejando ya establecidas las guardias de
observación.
            Art. 7.- Cuando haga el reconocimiento,
registrará con el mayor escrúpulo todas las salidas
de la plaza, para ver por las huellas si han estado o
salido tropas y arreglar su conducta conforme a las
observaciones que se hagan.
            Art. 8.- Si por algún caso sufriera su división
alguna desgracia, se retirará con las reliquias hacia
el Caroní, procurando incorporarse al ejército.  Pero
llevará consigo todos los caballos que quedan
empotrados y todo el hospital.
            Art. 9.- Frecuentemente me dará parte de su
situación, haya o no novedad, bien entendido, que
en caso que ocurra alguna se me participará en el
acto.  Manuel Piar.
            El 26 de enero de ese año 1917, el General
Piar llega al Hato San Felipe de los Hermanos
Gaspar y Bibiano Vidal. Mantiene un diálogo
amistoso y logra sumarlos a su ejército que necesita
de ellos y de sus hombres, pero también caballos,
pues el Escuadrón de Dragones de Caracas, bajo el
mando del comandante Ramón Segura, al conocer
la llegada del Libertador a Barcelona, desertó
dejando a la infantería sin caballería, pues Cedeño
aún tardaba en integrarse al Ejercito pues al parecer
no había hallado embarcaciones para pasar
Caruachi.  Piar se dirige al Libertador en una extensa
carta pidiendo severo castigo para los desertores,
especialmente para el Comandante Ramón Segura,
el coronel graduado Teodoro Figueredo, el cirujano
Servellón  Urbina y el Capitán Durand.
            El Hato San Felipe, con miles de cabezas, era
entonces el más grande latifundio, con 35 leguas y
se extendía desde el Caroní hasta el río Guaimire
que desemboca en el Orinoco, veinte kilómetros al
oriente de Angostura.  Allí Piar levantó
provisionalmente su Cuartel para planificar su
entrada y dominio de las Misiones del Caroní.
            En San Felipe, Piar recibe oficio del
Libertador anunciándole su arribo a Barcelona,
dándole órdenes sobre lo que debe ejecutarse y
pidiéndole informes detallados de sus operaciones,
resultados, y de lo que piensa seguir haciendo.  Piar,
que ya se había anticipado, prefiere para más
detalles y por temor a que el enemigo intercepte su
correspondencia, enviar personalmente a su edecán
Quintín Vallenilla, sargento mayor con experiencia
en la guerra de Apure y Nueva Granada.
            El Libertador, en ese mismo oficio fechado el
primero de enero en Barcelona, pedía a Piar repasar
el Orinoco y enviarle un lote de caballos, pero Piar
le responde con pesar por no poder hacerlo debido
a que el Orinoco está dominado por el enemigo con
una escuadrilla considerable, mientras que él no
cuenta con un solo buque, y estando compuesto su
ejército por la mayor parte de vecinos de Guayana,
estará expuesto  a un seguro revés; sin embargo le
promete que una vez pasado el Caroní, la situación
será distinta.
            Veintitrés días después de este oficio enviado
por el Libertador a Piar, le remite otro pidiéndole
precipite sus marchas con todas sus fuerzas sobre la
plaza de Barcelona amenazada por el enemigo
desde Unare y la cual estaba resuelto a defender y
sostener a como diera lugar.  Igual orden fue
trasmitida a los demás jefes de divisiones, pero Piar
alega y está convencido que “la rendición de
Guayana es inevitable y me veo en la necesidad de
continuar la campaña, a pesar de que mis deseos
me llaman al lado de V.E.”  Y, en efecto, Piar se
olvida de Barcelona, desmonta el Cuartel de San
Felipe y se enrumba hacia Caruachi.
      

CAPITULO IX / Piar ocupa las Misiones


Piar instala su Cuartel General en el Paso de
Caruachi después que sus soldados derrotan a unos
300 del enemigo que cubrían la zona – Deja al
Coronel Pedro Chipía en el mando de Caruachi y
continúa su marcha – Ocupa todas las Misiones
capuchinas, incluyendo la villa de San Antonio de
Upata, donde instala su Cuartel General – Dicta 
Bando y designa a Luis Lezama Teniente de Justicia
Mayor- Dirige Proclama a los indígenas de las
Misiones -  Se niega nuevamente a repasar el
Orinoco para unirse a Bolívar en Barcelona y
refuerza el Sitio de Guayana la vieja - Trata de
establecer relaciones de amistad y comercio con
Demerara – Dispone pena capital contra los
ladrones de bestias y marcha de nuevo sobre Los
Castillos ante un posible rompimiento del cerco por
parte de los realistas.
            El General Manuel Piar desmonta su Cuartel
en el Hato San Felipe y reanuda su marcha hacia las
Misiones del Caroní, pero antes de aproximarse al
Paso de Caruachi, enfrenta con setenta de sus
soldados a unos 300 del enemigo que cubren la
zona desde el campamento de Ure.  En oficio al
oficial Miguel Armas que comanda el Sitio de
Angostura, le informa que “esta sola escaramuza
nos ha hecho dueño de todas las misiones que
están a la ribera del Caroní: el enemigo huye y no se
atreve a esperarnos.  Creo que todo este país se
pacificará muy pronto, porque ni los indios ni los
frailes se esconden: todos se van presentando”.
            Piar no quiere perder tiempo y prosigue su
avance hacia las Misiones luego de dejar
comandando la zona de Caruachi al Coronel Pedro
Chipía con  instrucciones por escrito muy precisas
de cubrir con su división todos los puntos poblados,
incluyendo el paso del río con una guardia
permanente para control y protección de las
comisiones del ejército que pasen por allí.  Pero su
objeto principal señala que es el  de defender el
parque y proteger a los indios conservándoles sus
derechos y haciéndolos gozar de los bienes de la
libertad, lo que no excluía la recluta  entre los
mismos naturales para alistarlos en las tropas. 
Debía Chipía también establecer una armería para
arreglar los fusiles que presentaran problemas y
localizar a los herreros del lugar para que forjasen el
mayor numero posible de lanzas.
Piar  cruzó el Caroní por el Paso de Caruachi el 2 de
febrero y entró en la villa de Upata en medio de las
aclamaciones y vivas del pueblo cuatro días después
tras dispersar la guarnición del Gobierno y
refugiarse ésta en los Castillos de Guayana la vieja
con las fuerza que cubrían a Caroní y San Joaquín en
número de 200, de los cuales la mayor parte eran
indios porque todos los criollos se adhirieron a la
causa y muchos de ellos pasaron a engrosar el
ejército. .  Al tomar  posesión de la villa, Piar dictó y
dio a  conocer el siguiente Bando:
“A los habitantes de la villa y departamento de
Upata: El ejército libertador de Guayana cubre ya
vuestro territorio que ha tomado bajo su
protección.  La libertad e independencia, la
tranquilidad y el pleno goce de vuestras
propiedades y derechos son las divisas que nos
distinguen y los bienes que os traemos.  Nada tenéis
que temer; el imperio de la ley y de la justicia ha
sucedido a la dura opresión del despotismo.
Para afirmar vuestra seguridad y obrar la felicidad
general, he tenido a bien ordenar y mandar los
siguientes artículos:
Artículo 1º.-Todos los vecinos o habitantes de este
departamento, hombres y mujeres, se restituirán a
sus casas a disfrutar tranquilos y libremente de sus
intereses.  Artículo 2º.-Los hombres se presentarán
al Teniente de Justicia mayor del departamento en
el término de 48 horas con las armas que tengan. 
Artículo 3º.- Los que hubieren tomado o supieran
dónde haya alguna cosa, perteneciente a los
españoles o los que han emigrado con ellos, la
presentarán en el mismo término al expresado
Justicia o la denunciarán para que se recoja. 
Artículo 4º.- Los que contravinieren cualquiera de
los presentes artículos, serán tenidos por enemigos
de la República y como tales castigados
severamente.  Cuartel General en Upata, a los 6 de
Febrero de 1817.  7º . Manuel Piar”.
Ese  mismo día el General Piar recibió en su Cuartel
a civiles representativos de la villa, entre ellos, al
ciudadano Luis Lezama, quien por haber expresado
sus deseos sinceros de consagrarse a la causa, es
nombrado Teniente Justicia Mayor tanto de la Villa
como del departamento que comprendía los
pueblos de El Palmar,  Guasipati, El Miamo y
Tumeremo que ya habían sido tomados por tropas
avanzadas.
Piar le impuso al Teniente de Justicia el deber de
atraer a los vecinos huidos o escondidos,
asegurándoles inmunidad y la garantía plena del
goce de su libertad y de sus bienes; asimismo el
deber de presentar al Mayor General del Ejército los
hombres útiles para el servicio de las armas; 
recoger los bienes pertenecientes a los españoles
enemigos y a los emigrados con ellos para darles el
destino más conveniente a los intereses de la causa
patriótica; cuidar de hacer alguna provisión para el
ejército, tanto de pan, como de sal, tabaco y otros
rublos de acuerdo con las necesidades de las tropas
y del vecindario.
Al siguiente día, el General Piar dirigió una proclama
a los indígenas habitantes de a Misiones del Caroní
en los siguientes términos:
“El Gobierno español se ha acabado: la patria está
ya libre, y vosotros que sois sus hijos primitivos
debéis ser los primeros que gocéis de la libertad, de
sus privilegios y derechos.
Hasta ahora habéis estado sujetos al capricho
arbitrario de los capuchinos que, no contentos con
ejercer su ministerio espiritual, os oprimían,
reduciéndoos a esclavos.  En adelante no será sí.
El ejército de la República es vuestro defensor. 
Nosotros os miramos como hermanos, y como tales
os concedemos los mismos derechos nuestros.  Lo
que trabajéis será para vosotros; los servicios que
hagáis se os pagarán, y seréis premiados por ellos,
con todos los honores a que os hagáis acreedores.
Venid, pues, a reuniros con nosotros; volved a
ocupar vuestras casas  y pueblos; nadie os hará
daño.  Vuestras familias, mujeres e hijos serán
respetados, y disfrutaréis con ellos tranquilidad, paz
abundancia y felicidad.  Cuartel General de Upata, 7
de febrero de 1817.  Manuel Piar”.
Ese mismo día ofició al Comandante Pedro Chipía a
objeto de que destacase treinta o cuarenta
hombres al mando de un oficial para ocupar los
pueblos de San Joaquín y Caroni y cuidar de los
intereses de los capuchinos que lo habían
abandonado todo.  Piar permaneció tres días más
en Upata  y pasó luego con su ejército a sitiar las
fortalezas de Guayana la vieja.
Exactamente marchó el 10 de ese mismo día y
retorno inmediatamente después para seguir
despachando desde su Cuartel de Upata.  Aquí
recibió con un mes de retardo un nuevo oficio del
Libertador, a través  del Coronel Vélez, en el que
insiste sobre la necesidad perentoria de repasar el
Orinoco para reunírsele con el fin de formar un gran
ejercito unido.  Piar, sobre la marcha, le responde
esgrimiendo una vez más las razones que se
oponían a esas operaciones y que con anterioridad
le fueron trasmitidas, añadiendo el sacrificio a que
se exponen los 29 pueblos de la Guayana en el acto
en que los abandone el ejército...  “Yo no puedo
persuadirme que la orden de VE sea un decreto a
muerte contra estos infelices inocentes.  VE la libra
ignorando mi situación; impuesto de ella, no podrá
menos que aprobar mi resolución de permanecer
en esta Provincia hasta liberarla del todo.  El
enemigo está reducido a la última extremidad,
circunscrito a las dos Guayana, privado de todo
recurso y aterrado.  Estas son ventajas que no
siempre se presentan, y que no pueden
desperdiciarse  cuando una vez se han presentado”.
Aun así, Piar recibe al Teniente Coronel Salcedo
trayendo cartas de Juan Bautista Arismendi y del
Libertador insistiendo encarecidamente ambos
sobre la necesidad  de que Piar desista de sus
operaciones en Guayana y se vaya a Barcelona. 
Pero nuevamente Piar esgrime sus razones ante
Arismendi y, para poner de manifiesto eficazmente
los inconvenientes que tiene de repasar el Orinoco
como se lo ordena el Libertador, comisiona al
Teniente coronel José Manuel Olivares para que
explique personalmente  al Jefe Supremo su
posición y la situación de ventaja que significa
asegurar la libertad de la Provincia de Guayana
tanto por su posición estratégica como por sus
ingentes recursos y facilidad de comunicación con
las colonias inglesas limítrofes.
Arismendi después, en el informe al Libertador le
dirá que “La respetable comisión que VE me ha
dado, no ha producido hasta el día, en esta parte de
Guayana, todo el bien para la patria  que hemos
esperado y que vienen ofreciendo mis operaciones 
en otras partes de esas provincias orientales.  Ya VE
habrá seguido recibiendo mis oficios y las
respuestas de los Generales Cedeño, Monagas y
Mariño después de las del General Zaraza, que fue
el primero con quien traté.
El General Piar, quiero decírselo reservado, me da
mala espina.  A este patriota le ha soplado mucho la
fortuna y quien sabe a donde va a parar esto,
porque como que él no piensa como nosotros.  En
fin, vea VE lo que Piar le ha dicho en los oficios con
el Coronel Vélez y después con el Comandante
Salcedo, de que estoy informado, y vea lo que a mi
me dice en el corto original que le adjunto; es de 16
de este mes.
No puedo extenderme más, y veo que pronto podré
informarle verbalmente lo que no puede ir escrito,
ni puede contenerlo la vía oficial”.
La cercanía y comunicación con las colonias inglesas
como una de las razones esgrimida para no
abandonar la campaña de Guayana, Piar quiere
darle sentido  dirigiéndole el 18 de febrero la
siguiente :carta al Gobernador de Demerara:
“Deseando establecer entre esta Provincia y esa
Colonia las relaciones de amistad y comercio libre
que ha existido entre las demás Provincias de
Venezuela y las potencias que tienen la gloria de
pertenecer a la Gran Bretaña, me atrevo a invitar a
VE y suplicarle se sirva permitir nuestras
comunicaciones comerciales conforme a las
benéficas intenciones de ambos Gobiernos, y las
ventajas recíprocas de uno y otro país.
La contestación que espero tenga VE la bondad de
dar a mi solicitud para abrir este nuevo canal a
nuestra mutua prosperidad, será seguida
inmediatamente de la importación y exportación
según los términos y modo que VE me indique.
Dígnese VE aceptar los sinceros homenajes de alta
consideración y respeto con que soy de VE, el más
atento y adicto servidor QBSM.   Manuel Piar”
Debido a que durante esos días, muchas de las
bestias que había logrado reunir Piar para organizar
la caballería del ejército y el transporte, habían
desaparecido, se apresuró a dictar medidas para
evitarlo, imponiendo la pena capital: - “Para cortar
el desorden que se observa en el ejército por los
continuos robos de caballos, ordeno y mando:  Que
todo el que en adelante robe algún caballo u otra
bestia perteneciente al ejército, será pasado por las
armas en el acto, bien sea oficial, sargento, cabo,
soldado o paisano, sin atender a grado, servicio, ni
recomendación alguna.  Publíquese por bando para
noticia de todos.  Upata, Febrero 19 de 1817.-7º. 
Manuel Piar”
Un día después le llegan noticias de que en el
pueblo de Puedpa, cercano a Upata, se ha cometido
un asesinato y en el acto le escribe a su
comisionado en el lugar, J.J. Cardozo,  previniéndolo
de que inmediatamente proceda a dar con el autor
del crimen y que luego de averiguado le forme
juicio sumario y se lo envíe para la decisión
definitiva.  Este despacho se produjo cuando Piar ya
con pie en el estribo de su caballo se disponía
marchar de nuevo sobre las Fortalezas de Guayana
la vieja que había dejado sitiadas con anterioridad.        

CAPITULO X / Dragones de Piar en acción

El General Manuel Piar derrota al  Capitán Lizarraga


frente a las Fortalezas de Guayana – Nombra al
Pbro. José Félix Blanco administrador general de las
Misiones -  Ocupa el pueblo de Puga – Destroza las
fuerzas de Torrealba a una legua de Puga - Hace
contacto con el Coronel Santander, comisionado de
Páez ante el Libertador - Fuerza naval improvisa Piar
contra apostaderos – Surgen problemas entre el
Padre Blanco y Comandantes de los pueblos del
interior – Refuerzos provenientes de San Fernando
al mando del Brigadier Miguel de La Torre
desembarcan en Angostura - Piar ejecuta
movimientos para un enfrentamiento definitivo
contra el enemigo.
            El General Manuel Piar ha marchado desde
Upata.  El día 23 de Febrero se sitúa frente a las
Fortalezas el Padrastro y San Francisco de Guayana
la vieja y ordena un reconocimiento de la zona tras
lo cual sus tropas avanzan hasta la orilla del pueblo. 
Pero una partida de fusileros destacada desde su
puesto de observación por el Capitán Lizarraga,
comandante de las tropas de las fortalezas,
intercambia disparos con los Dragones de la
Guardia de Piar.  Luego intervienen los demás
escuadrones y la escaramuza se extiende y complica
por espacio de una hora con desastrosos resultados
para el enemigo y apenas varios caballos heridos de
los patriotas. Piar, en comunicación a Cedeño,
estimó las pérdidas en 300 hombres, más de cien
lanzas,  todas sus carabinas, un estandarte, dos
cajas de guerra y unos  600 caballos.        
            De acuerdo con la información arrancada a
los prisioneros, en las Fortalezas no quedaban más
de 100 soldados de infantería, por lo que Piar
resolvió dejar en la línea de asedio al
Escuadrón Chaviripa al mando de Pedro León
Torres, mientras él se retiraba con el resto de la
tropa a la villa de Upata, donde se proponía 
elaborar un plan de guerra conforme a las noticias
que estaba recibiendo de Cedeño.
            Las noticias sobre el enemigo del otro lado le
confirman en la necesidad de reconcentrar todos
los recursos en la brevedad posible. En ese sentido
instruye a Cedeño para que mande un oficial a
Caicara  con el encargo y tomando las más severas y
estrictas prevenciones, de traer todos los caballos y
mulas disponibles  a más tardar dentro de 20 días. 
Asimismo, pide a Cedeño comisione al Capitán
Albarran para que se dirija a  La Paragua a objeto de
reclutar gente para el ejército con la condición de
que si logra 150 hombres  a la brevedad  lo hará
Teniente coronel y le dará el mando del Escuadrón. 
También le exige que los caballos empotrados en
los hatos Ferranero y San Felipe sean enviados de
inmediato junto con el hospital.
            Antes de dirigirse a Upata, Piar decide el
mismo día pasar por Puga y sólo encuentra una
avanzada de seis hombres que servían de espía al
enemigo.  De éstos fueron apresados tres que
informaron sobre el estado y fuerza de Guayana y
que el Comandante José Torrealba se hallaba con
400 hombres de caballería apostados como a una
legua de distancia  Sorprendido por esta
información, Piar resuelve marchar inmediatamente
a destruir al enemigo y toma las medidas necesarias
para una sorpresa que, aunque no se pudo lograr a
causa de dos avanzadas y lo malo del camino, no
dejó de ser exitosa, de suerte que sólo siete
hombres pudieron entrar en las fortalezas y el
resto, unos 150, se lanzaron en una laguna.  En
estas dos refriegas destacaron por su valor Pedro
León Torres, comandante del escuadrón Chaviripa;
Pedro Hernández, comandante de los Carabineros;
Márquez, comandante de los Dragones de honor y
el Comandante de Minas.
            El 2 de marzo llegan informaciones a Upata,
según las cuales las partidas destacadas en los
pueblos del interior de Guayana están cometiendo
robos y tropelías, por lo que el General Piar oficia al
Pbro. José Félix Blanco, Vicario del Ejército y
Comisionado de las Misiones, para que le ponga
freno a la situación y prenda y remita a su Cuartel
General cuantos cometan excesos, bien sean
oficiales, soldados o paisanos.
            Francisco de Paula Santander, comisionado
por Páez desde Apure para entrevistase con el
Libertador y tratar de lograr recursos, informa a Piar
de ciertas dificultades que lo retienen para
atravesar el Orinoco.  Piar le contesta lo
satisfactorio que sería para él que utilizara sus
facilidades y también el placer de conocerlo y tratar
de oír de su boca  detalles con respecto a la
situación, operaciones y probables sucesos del
ejército de Apure, detalles indispensables para
hacerse una opinión y poder calcular exactamente
la especie y cantidad de socorros que se le piden.
            Piar ha mudado su cuartel general de Upata
a San Miguel, cercano a Las Fortalezas, y  el 12 de
marzo, a través del servicio secreto, recibe noticias
de Angostura según las cuales el Coronel Nicolás
Ceruti ha destituido a Lorenzo Fitz Gerald y asumido
la Gobernación y jefatura militar de la Provincia. 
Asimismo que el Coronel Salvador Gorrín vendría de
vuelta a reforzar esa plaza.  Ante tales temores y
sabiendo de antemano que estos oficiales son
inclinados a la sorpresa, previene al General de
Brigada Manuel Cedeño para que tome
precauciones y esté constantemente alerta.  Al
mismo tiempo le advierte que “tenemos en
nuestras manos la victoria se obramos como
debemos, y sería una imprudencia imperdonable
exponernos a que se nos escape.  Inmediatamente
que US tenga parte de que vienen tropas enemigas
por tierra, avíseme volando, para correr a
reforzarlo.  Esta línea puede quedar cubierta por
una pequeña parte de las fuerzas empleadas hoy en
el sitio; y el resto del ejército está expedito para ir a
decidir la victoria allá”.
            El problema que preocupaba a Piar para su
guerra era la falta de una flota adecuada para
controlar el paso de buques por el Orinoco y, a fin
de resolverlo de alguna manera, habilitó a través
del Coronel Chipía 16 curiaras con las que empezó a
hacer el corso.  Por este medio, a menos que se
tratara de un convoy, pensaba obstruir la
comunicación entre Angostura y las Fortalezas . 
Otro crucero pensaba establecer en Piacoa para
impedir la subida de los buques de fuera y pidió a
Cedeño estableciera otro en la zona de Marhuanta.
El día 13 fue su debut en el puerto de San Miguel,
capturaron una goleta, pero el 14 se les pasó una
lancha aunque pudieron apresar una piragua.  Entre
tanto varios artesanos trabajaban en la fabricación 
de embarcaciones.  El 26 de marzo echaron al río
una gran piragua de 18 varas porque la idea era
lograr una fuerza considerable en el río y poder
empezar a obrar ofensivamente contra los
apostaderos enemigos para cortarles totalmente las
comunicaciones.
            Piar pensaba en todo y hasta contrató a un
inglés para abrir una Pica que permitiera establecer
relación comercial con Demerara.  El encargado de
hacer inspeccionar los trabajos era el Padre José
Félix Blanco, a quien Piar confirió amplias
facultades  para organizar y administrar los pueblos
del Departamento de Upata que entonces llegaba
hasta aquellas fronteras con la Guayana Británica. 
Pero Blanco no estaba muy seguro del límite de sus
facultades y  pidió reafirmación en el momento  que
se le presentaron situaciones de desbordamiento
en algunos pueblos y reclamos tanto de los criollos
como de los indios con relación a las bestias que
necesitaban para las faenas del campo.  Piar, en
oficio del 18 de marzo desde San Miguel, le
responde  que está plenamente autorizado para
reprimir las licencias, cortando los abusos y
conteniendo los excesos, arbitrariedades e
injusticias; y, en cuanto a los caballos que se
necesiten para el trabajo de los hatos, puntualizaba
que podían “extraerse de los potreros, pero
limitadamente los muy indispensables, para que no
se pierda la hacienda, y con la precisa prevención a
los mayordomos, a quienes se entreguen, para que
no lo sirvan sino cuando sea de absoluta necesidad:
de resto los potros y yeguas suplen.  De este modo
evitaremos la pérdida de las haciendas, y se
conservarán los caballos en estado de emplearse
cuando se necesiten en el ejército.  Con respecto a
los que pertenecen a los Indios, yo creo que ellos no
quedarán disgustados si se les indemniza con
yeguas o ganado que puede dárseles sin dificultad. 
Examine VS sus voluntades, interesándose por
decidirlos al cambio.  Obre con toda liberad”.
            Otro problema del que se quejaba el Padre
Blanco era que algunos Comandantes político-
militares de los pueblos del interior, como el
Comandante Alonso Uzcátegui en La Pastora,  que
al igual que él había venido con pasaporte de Páez,
no admitían o acataban a regañadientes su
autoridad.  En el caso específico del trujillano
Uzcátegui, Piar le responde: que este comandante “
sin duda ha entendido mal su comisión; pero yo
espero que reconvenido por VS con esta nueva
orden entrará en su deber.  Yo le recomiendo que
esto se haga del modo más amigable, si es posible, y
que continúe en el ejercicio de sus funciones sin
detenerse por nada.  Ellas son muy interesantes y
su suspensión, por momentánea que sea, trae
graves perjuicios a la República”.
Por otra parte, Piar resuelve poner el mando militar
del pueblo de Caruachi en manos del capitán Juan
Camero, a quien instruye de las mismas
obligaciones que al anterior y con mucha
particularidad le encarga el cuidado de los
capuchinos y demás europeos que allí se
encuentran a la vez que lo previene en el sentido de
que la seguridad y vigilancia sobre la conducta de
estas personas son de la su entera responsabilidad.
Para el día 28 las líneas militares de Piar estaban sin
novedad en el frente y según noticias de  desertores
que llegaban del otro lado, en las Fortalezas se
había agotado la existencia de carne y en Angostura
la situación de hambre era crítica y pensaban que se
pondría más crítica con la pronta llegada de los
refuerzos que el Jefe Militar Ceruti había pedido a
Morillo, quien  se hallaba en San Fernando de
Apure.     
           

CAPITULO XI / Batalla de San Félix


El Brigadier Miguel de La Torre vuela de San
Fernando a la Angostura del Orinoco para tratar
inútilmente de someter a Piar - Repone en la
Gobernación al destituido  Lorenzo Fitz Gerald –
Rompe el sitio para proveerse de víveres, reses y
caballos -  Bolívar se entrevista con Piar en la Mesa
de Angostura mientras Aldana le toma la plaza de
Barcelona y destruye la Casa Fuerte – Batalla librada
por Piar en la Mesa de San Félix contra  La Torre
asegura la emancipación de la Provincia de
Guayana. 
Efectivamente, los auxilios y refuerzos pedidos por
el Gobernador y Jefe militar de la Provincia de
Guayana al General Morillo estaban en camino.  El 8
de marzo partieron de San Fernando en un convoy
con 1.500 hombres al mando del Brigadier Miguel
de La Torre, quien viajaba a bordo de la cañonera El
Carmen junto con los oficiales Esteban Díaz, Mayor
General de la División;  Teniente coronel Manuel
Carmona, comandante del batallón Cachirì;
Capitanes Vicente Becerra, Rafael Sevilla, Francisco
Ronquillo, Casimiro Mendivil y Tomasetti, entre
otros.
El 27 entraron en Angostura y fueron recibidos
ansiosos y alegres por los habitantes, paisanos
armados  y las dos compañías  del regimiento 
Barbastro que la guarnecían. Hacía más de dos
meses que estaban sitiados por unos ochocientos
patriotas, sin poder alejarse a un tiro de fusil de las
improvisadas estacadas que a guisa de murallas
habían levantado.  Los víveres escaseaban y con los
que traía el convoy apenas si alcanzaban para
alimentarse durante cuatro días.  De manera que lo
primero que acordaron los jefes fue hacer una
salida con el doble fin de procurarse comestibles y
levantar el sitio.
Dos días después, hallándose Piar inspeccionando el
Paso de Caruachi, recibió un parte del General
Cedeño, según el cual el 27 del corriente ha entrado
a Angostura un convoy de 36 velas, procedente de
San Fernando, con 1.500 hombres de desembarco,
a las ordenes del Brigadier Miguel de La Torre. 
Junto con ese parte recibió también del General 
Arismendi, un oficio en el que a nombre del Jefe
Supremo reclama los envíos de hombres, caballos y
mulas que necesita.  Piar se apresura desde el
mismo lugar a contestarle que “es imposible en mis
actuales circunstancias, enviarle ninguno de estos
objetos”  y le explica las razones de la última
novedad que lo obliga a “concentrar mis fuerzas en
el interior y abandonar las posiciones que ocupaba
a las márgenes del Río, para aguardar el choque,
porque de otro modo sería dar al enemigo la
ventaja.  Esta operación es tan urgente, que no me
da lugar a entretenerme en el largo pasaje del
Orinoco, ni a pensar en otra cosa por ahora,
mientras se da la batalla que debe abrirnos las
puertas de ambas Guayanas de un momento a
otro”.
Bolívar se inquieta con esta respuesta ya reiterada y
que aparenta visos de renuencia no compatible con
la obediencia y disciplina militar, por lo que decide
trasladarse a la Provincia de Guayana para
contrastar y verificar personalmente los hechos. 
Entre tanto, Piar que había llegado cabalgando
prácticamente solo al Paso de Caruachi, pensaba
proseguir hasta el Cuartel de la Mesa de Angostura,
pero no antes que el General Manuel Cedeño le
envíe una guardia de protección que le ha
solicitado:  “La partida que le pedí es indispensable
que venga volando a encontrarme, porque marcho
solo, expuesto a cualquier accidente: si no hubiere
salido todavía, despáchela en el momento a cargo
de un buen oficial que no se detenga en el camino”.
El 30 de marzo, agobiado por el hambre y la escasez
de víveres, el Brigadier La Torre ordena a 800 
hombres de infantería y 30 de caballería buscar un
choque con las fuerzas sitiadoras para dirigirse al
hato más próximo en busca de vacunos, caballos y
víveres; pero, Cedeño, rehuye el choque frontal y
actúa de la forma menos riesgosa; sin embargo, Piar
que ha sido notificado de este movimiento, resuelve
impedirle el regreso o batirlo en el tránsito con sólo
la caballería, empero necesita para ello que el
Coronel Chipía le envíe dos escuadrones de cien
hombres cada uno, si es posible al mando del
coronel  Pedro Hernández o del Teniente coronel
Martínez.  Por previsión y rn función de esta
operación, Piar adelantó  al capitán Arnao a la
Pastora en busca de 400 caballos de reserva.
Cuatro días después es cuando Piar está
militarmente en capacidad de ir al encuentro de las
tropas de La Torre y se dirige a la Mesa de
Angostura, pero ya el enemigo había replegado a la 
ciudad el 3 por la noche, a favor de los montes del
río Orocopiche;  no obstante, Cedeño mediante
aisladas escaramuzas hizo que en el trayecto
perdieran tres cargas de pertrechos, doce fusiles y
varios de sus hombres.  Esto es lo que se desprende
de las cartas cruzadas entre Piar y algunos de sus
oficiales.
Sin embargo, el coronel Rafael Sevilla, oficial de La
Torre, dice en sus memorias autobiográficas, que
las tropas salieron de Angostura a romper el sitio el
día 3 de abril a las dos de la madrugada y
que  “Apenas llegamos a las avanzadas enemigas,
cuando empezaron a hacernos fuego.  En breve vino
sobre nosotros gran golpe de caballería, que
conseguimos rechazar.  Nosotros no teníamos más
caballería que una docena de húsares mal
montados.  A las ocho llegamos al sitio denominado
Mesa donde tenían su campamento principal y nos
esperaban apercibidos para el combate.  Formamos
dos columnas y dos guerrillas para flaquearlos.  A mi
me toco ir con la izquierda.  El terreno era quebrado
y abrupto, pero atacamos con tal denuedo que en
breve conseguimos envolverlos.  Tan pronto como
ellos oyeron nuestras cornetas por retaguardia,
apelaron a la fuga.  Dejaron en nuestro poder cien
hombres entre muertos, heridos y prisioneros,
cincuenta mujeres y chiquillos que tenían en el
bosque inmediato, y doscientas reses que hallamos
en el corral. Dos días permanecimos en el lugar de
la acción; mas viendo que no volvían, regresamos el
5 a la ciudad, a cuyas autoridades habíamos ya
remitido el fruto de nuestra conquista.  Mucho se
regalaron, lo mismo el ejército que el pueblo, con
carne fresca, desgraciadamente tan poco ganado no
podía durar mucho”.
Se convino entonces mediante una junta de  jefes
resolver el problema de la alimentación mediante la
reconquista de las Misiones para lo cual el brigadier
debía trasladarse por el río con el mayor número
posible de gente a las Fortalezas de Guayana y
luego por tierra hasta la zona misionera rica en
ganado y productos agrícolas.
De esta próxima operación militar del brigadier La
Torre recibe información confidencial el General
Piar y de inmediato instruye al Coronel Chipía, en
San Félix,  para que esté pendiente, mientras él
acelera el paso de las tropas de una margen a la
otra del Caroni por el Paso de Caruachi.  De esto da
cuenta al Jefe Supremo, quien abandonó a
Barcelona entre el 21 y 25 de marzo con una escolta
de 35 hombres en dirección a Guayana. La plaza
barcelonesa quedó  al mando del General  Pedro
María Freites con 700 hombres, mientras Mariño
salía con sus tropas para el Chaparro.  El Libertador
en el trayecto hacia Guayana para verificar
personalmente la situación de Piar y su posición
frente a sus mandatos, estuvo a punto de ser
prisionero cerca de Quiamare.  Luego de sortear el
inconveniente se juntó con Monagas en Santa Ana y
prosiguió a reunirse con Piar.
El 3 de abril atravesó el Orinoco aprovechando la
noche, por el puerto de La Cruz, y llegó con su
escolta a la otra orilla en el sitio denominado El
Jobito.  Aquí lo aguardaba el capitán José Antonio
Gómez.  El 4 se entrevistó con Piar, al cual se unió
Cedeño posteriormente en la Mesa de Angostura. 
La conferencia duró día y medio.  El  Libertador
quedó bien enterado de las operaciones y de la
próxima batalla a librarse.  Ofreció pertrechos para
lo cual requirió que Piar antes  le despachara cien
mulas de las mansas y más gordas, enjalmadas, y
300 yeguas que fueron solicitadas  de inmediato al
Padre Blanco.  Por supuesto,  el Libertador ignoraba
que la ausencia tanto de él como de Mariño estaba
siendo aprovechada  por el jefe realista Juan de
Aldama que había prometido al Capitán General
retomar a sangre y fuego la plaza de Barcelona
como en efecto ocurrió con la dramática embestida
contra la Casa Fuerte el 7 de abril de ese año 1817.
A las dos de la tarde de ese siete de abril, Piar con
las tropas de infantería ya en la margen derecha del
Caroní, más un respetable cuerpo de caballería,
marchaba hacia San Félix, pensando recibir allá al
enemigo que evidenciaba invadir por ese lugar
puesto que luego de su escaramuza con Cedeño
volvió a la ciudad y se embarcó para los Castillos.
Por un espía capturado en Puga, Piar se entera que
el enemigo se ha desplazado hacia los Castillos con
toda su fuerza y una caballería renovada por lo que
le escribe a Cedeño pidiéndole de inmediato se
desprenda de cien de sus mejores hombres y los
envíe volando a reunirse con su ejercito, sin temor a
ser atacado por aquel frente debido a que
Angostura por la salida de La Torre ha quedado
debilitada.  También llamó al Padre Blanco para
enterarlo confidencialmente del plan de La Torre y
del modo como pensaba frustrarlo. Asimismo para
ordenarle que reuniese 500 caballos para remontar
los jinetes toda vez que los caballos que había
utilizado para ida y vuelta a la Mesa de Angostura
estaban agotados.  Blanco, en vez de 500,  envió
700 por la vía recta de Upata y Altagracia, lo cual
dio más confianza y seguridad a Piar a objeto de
llevar a feliz término el plan diseñado para recibir y
derrotar las tropas de La Torre en la Mesa de Chirica
donde  tenía su Cuartel y había concentrado todos
sus recursos para una batalla en firme y decisiva.
            En efecto, el 11 de abril, se dio la batalla.  A
las dos de la tarde, se avistaron realistas y patriotas
entre los pueblos de San Miguel y San Félix. Los
primeros eran 1.180  infantes y 180 jinetes.  Los
segundos, 500 armados de fusil, otros tantos de
flechas, 800 de lanzas y cerca de 400 de caballería. 
La Torre hizo de su gente tres columnas cerradas,
guarneciendo sus costados con tropas ligeras de
caballería.  Piar adoptó una formación contraria. 
Extendió cuanto pudo su línea de fusileros y
flecheros, y colocó en segunda línea a los indios
lanceros.
.   El escritor e historiador José María Baralt, en
su Resumen de la Historia de Venezuela  (Paris,
1841) dice que reconocidas por Piar las tres
columnas enemigas, resolvió previo acuerdo con los
jefes, contramarchar para establecer su línea de
batalla en un bajo a inmediaciones del pueblo,
donde su derecha quedase bien cubierta por un
morichal espeso y fangoso; pero al empezar a
moverse con este fin, cambió repentinamente de
opinión, mandando que la línea se estableciese a la
falda de una pequeña altura que se halla
próximamente al ocaso de San Miguel; en esta
posición la izquierda de los patriotas debía quedar
cubierta por una barranca profunda e inaccesible  y
la derecha por el cerro.  Otras ventajas igualmente
importantes proporcionaba ella todavía:  una, que
colocaba la caballería  a espaldas de este cerro, y
como emboscada, podía caer de flanco sobre las
columnas enemigas; otra, que debiendo  estas subir
por un declivio, recibían todos los fuegos de sus
contrarios, sin poder hacerles gran daño con el
suyo.  La ocupación del puesto no pudo hacerse,
empero tranquilamente, porque La Torre,
queriendo aprovecharse del instante de
incertidumbre que notó en sus contrarios, siguió
sobre ellos a paso de ataque y con arma a
discreción, pensando sobrecoger y transportar su
línea.

            Los republicanos marchaban en tanto por el


flanco izquierdo a colocarse en el puesto designado,
lo cual lograron cuando La Torre estaba ya a tiro de
pistola.  En aquel crítico momento, sin tiempo para
aguardar las órdenes del jefe, el Coronel  Chipía,
comandante del Batallón Barlovento, mandó a
hacer alto a su tropa, dar frente al enemigo y
alinearse.  El teniente coronel José María Landaeta
repitió las mismas voces  y añadió a las de fuego,
carguen a la bayoneta.  La línea toda por una súbita
inspiración, siguió los movimientos indicados por
aquellos dos serenos oficiales.  Los fusileros y
flecheros dispararon  sus armas haciendo un
estrago horroroso sobre las espesas columnas 
enemigas.  Las alas se inclinaron casi formando un
semicírculo, donde quedaron encerrados los
realistas, y cuando los peones de todas las armas se
lanzaron sobre ellos, la caballería desembocó por la
falda del cerrillo y cayó como un rayo sobre su
flanco izquierdo.
            Los realistas sin perder su formación
intentaron retirarse; pero en vano, estrechados ya
por todas partes,  no pudieron hacer uso de sus
fuegos.  Casi ningún tiro se oyó después.  El ruido
era de bayonetas y de lanzas.  De vez en cuando se
oía la voz de un oficial español que animaba a los
suyos y, frecuentemente, la de firme Cachiri, con
que Ceruti quería infundir ánimo a uno de los
batallones.  Pocos momentos después cesaron, no
hubo más combate sino terrible degüello de
realistas,  Muchos de ellos se arrojaron
desalentados a la barranca.  Los que no murieron en
la caída, fueron hechos prisioneros, otros
perecieron en sus puestos y no pasaron de 17
quienes a favor de la noche y por estar bien
montados, escaparon junto con La Torre al puerto
de las Tablas.  El número de muertos ascendió a 600
y  463 prisioneros, incluyendo a 200 heridos. Los
prisioneros criollos fueron casi todos asimilados por
el ejército patriota y los jefes y oficiales, entre ellos,
el comandante Nicolás Ceruti, fueron pasados por
las armas.  La pérdida de los patriotas no fue
cuantitativamente importante, pero sí muy sensible
por la muerte en combate de los comandantes
Pedro Chipía y José María  Landaeta.
            Según cuenta Sevilla en sus Memorias, Piar
ganó la batalla por sorpresa, porque no le dio
tempo a  La Torre mandar desplegar en
batalla.  “Antes que pudiese tener lugar este
movimiento, Piar se lanzó primero sobre los
europeos, arremolinados y en desorden,  los pasó a
cuchillo sin más resistencia que la individual, que
algunos opusieron, y luego se cebó en los soldados
de Cachirí, que en vano había tratado su jefe  de
hacerles formar el cuadro.  Abrumados por el
número y desconcertados por la sorpresa, los
nuestro se pronunciaron en fuga, siguiéndoles la
caballería enemiga, que mató sin piedad a cuantos
alcanzar pudo.  Aquello fue un verdadero
exterminio.  A nadie se dio cuartel.  Solamente a
favor de la espesura de un bosque y de la noche,
que vino a cubrir piadosa aquel cuadro de horror,
lograron escapar con vida el brigadier Latorre, el
comandante Carmona, cuya mula, pasada de un
balazo, le llevó hasta el monte, ocho o diez oficiales,
y unos 250 individuos de mi batallón, entre ellos 70
de mi compañía, llaneros y soldados viejos que
salvaron a su general, tampoco sobrevivieron a
aquel terrible desastre.
            El brigadier pasó con sus escasos
compañeros una noche terrible en el bosque,
esperando a cada momento ser descubierto y
pasado a cuchillo por el enemigo.  Debió él y los
restos miserables de su división, la salvación al
comandante de marina Lizarraga que desde las
Fortalezas (donde se habían refugiado algunos
fugitivos) mandó varias cañoneras y piraguas a
recorrer las riberas del río para que recogieran los
pocos dispersos de aquella infortunada expedición.
            Pronto se supo en la plaza este desgraciado
acontecimiento, pues engreídos los insurgentes con
aquella tan completa como inesperada victoria, a
las cuarenta y ocho horas de ocurrido el desastre,
se presentaron con fuerzas imponentes a sitiar la
ciudad, colocándose con la osadía del vencedor a
tiro de fusil de nuestras débiles trincheras, y
presentando vestido de uniforme el cadáver
ensangrentado del teniente coronel de Barbastro,
señor Ceruti, gritaban:  -Aquí tenéis a vuestro
gobernador”.
            El mismo día, a las ocho de la noche, después
de la victoria, el General Manuel Piar informa  “Al
Comisionado Gral. Vicario del Ejército José Félix
Blanco (donde se halle).  A las 4 de esta tarde
hemos obtenido la más completa victoria en el
banco frente a este Cuartel General.  Mil doscientos
infantes, han sido muertos, heridos y prisioneros
quedando en nuestro poder todos los Jefes y
Oficiales, entre ellos, Ceruti, todas sus armas,
municiones, cajas de guerra, cornetas, caballos y
monturas.  La Torre solamente ha escapado con 20
carabineros bien montados.  Por nuestra parte no
sabemos aún la pérdida que hemos tenido porque
al anochecer se terminó la acción.  Dios guarde a
usted por muchos años.  Cuartel General de San
Félix 11 de Abril de 1817, a las 8 de la noche. 
Manuel Piar”.
            Al siguiente día de la batalla, Piar expidió
este mandato:  “De orden del General en Jefe, se
reconocerán por Generales de Brigada a los
Coroneles Pedro León Torres y José Antonio
Anzoátegui y por Coronel efectivo al que lo es
graduado, Bartolomé Salom.  Por Comandantes
efectivos de los batallones de Honor, Barlovento y
Guayana a los Tenientes coroneles Juan Liendo,
Bruno Torres y José María Ponce.  Los batallones de
Honor y Guayana se denominarán Brigadas, siendo
Jefe nato de la de Honor, el Mayor General
Anzoátegui, y de la de Guayana el General Torres. 
El batallón Barlovento formará la guardia del
General en Jefe encargándose del mando de él al
Coronel Salom.  Cuartel General en San Félix, Abril
12 de 1817.-7º  Manuel Piar”.  Está refrendado por
el Jefe del Estado Mayor, José Antonio  Anzoátegui.
                                                                           
Además del General en Jefe Manuel Piar y su
Secretario General Pedro Briceño Méndez,
combatieron en la Batalla de San Félix, los coroneles
José Antonio Anzoátegui, Mayor General de la
división; Pedro Chipía, jefe del Batallón Barlovento;
Bartolomé Salom y José María Landaeta,
comandantes del batallón Conquista de Guayana;
Teniente coronel Juan José Liendo, jefe del batallón
Honor; José María Ponce, comandante de la brigada
Guayana;  Tenientes coroneles Pedro León Torres y
Pedro Hernández; capitanes Bruno Torres, Juan
Antonio Mina, José Montes, Joaquín Moreno, Jorge
Meleán, Lucas Carvajal, Pedro Martínez Aldao y el
teniente Juan José Quintero.      
Oficiales de Caballería: Tenientes coroneles Remigio
Femayor, Juan Antonio Blancas, Víctor y Venancio
Ríobueno, José Antonio Franco, Fernando
Figueredo, José Rafael Rodríguez, Rafael Lemos y
José León Landaeta.  Capitanes: Celestino Machuca,
Juan Herrera, Buenaventura Rodríguez, Marcelo
Guapo, Pedro Antonio Fajardo, Cruz Urbina, José
María Paredes, Eustaquio Orta, Calixto Palacio,
Gaspar y Bibiano Vidal, Ambrosio Castillo, Cirilo
Aldao, Hilario Casaver, Faustino Sánchez, Juan
Landaeta, Pedro Montesinos, José Cermeño, José
Antonio Machado, Miguel Pereira. Tenientes: Juan
B. López, José Antonio Rodríguez, José Pereda,
Andrés Bello, Rafael Carrera, Tomás Bolívar, José
Ayala, Miguel Martínez, Juan Antonio Machado,
José Antonio Crespo, Víctor Contreras, Antonio
Rojas, Norberto Gómez, Cruz Montesinos, Isidro
Rojas, Francisco Perucat, José Gregorio Urbina y
Santiago Malpica.
Piar quiere aprovechar la coyuntura de la victoria 
para llevar su Ejército hasta los Castillos de
Guayana, pero no se decide debido a que las tropas
no sólo se ven exhaustas sino hambrientas.  La
logística alimentaría ha fallado pues tan sólo han
llegado  doce cargas de casabe y no así la
carne.  “Aún no ha llegado el ganado y el ejército
está pereciendo en términos que he suspendido la
marcha sobre los Castillos por no alejarme y
aumentar la escasez y la fatiga de la tropa cuando
no come” se queja Piar ante el Padre Blanco, el día
14, desde el mimos Cuartel de San Félix.
           
            La tardanza se prolonga y el día 16 vuelve a
insistir:   “Tres días hace hoy que no se raciona el
ejercito por falta de carne.  Dos más haría sino no
hubiese tomado las vacas de leche que había en
Caroní, para que comieran el 12 y el 13.  Nuestras
operaciones se han paralizado y tal vez hemos
dejado de recoger el fruto de la victoria del 11  por
esta dilación.  Pero no son estos solos los males que
han traído la demora y negligencia de los
Comisionados para ejecutar mis más simples
órdenes.  La espantosa deserción de más de 220
indios me hace temer que se dispersen todos los
reclutas fatigados del hambre.  Vea usted los
efectos de la ineptitud, o falta de patriotismo en los
encargados de las comisiones”.
            Ese mismo día llega la primera partida de 400
cabezas de ganado pedidas para alimentar a las
tropas y ese mismo día llegan también noticias de
una conjura que se estaría dando en Angostura, Piar
resuelve entonces marchar hacia la Mesa y dejar en
San Félix al General Pedro León Torres.
      

CAPITULO XII / Bolívar se instala en Guayana


Bolívar se dirige a El Juncal, cerca de Barcelona,
donde había establecido su cuartel -  Se entera del
desastre de la Casa Fuerte, pero también de la
victoria de San Félix -   Piar dispone atacar de nuevo
la ciudad de Angostura – Bolívar vuelve al Orinoco
por la boca del  Pao  - Instala su Cuartel General en
el otro Juncal, el  de Guayana, a legua y media de
Angostura – Asume el control de todas las
operaciones militares de Guayana - Pasa al Caroní –
Su estada coincide con el asesinato de 22
misioneros en Caruachi - Se entera Bolívar del 
Congreso de Cariaco, lo imprueba y asume la
Jefatura General del Ejército que había depositado
en Mariño – Crea el Departamento de Maturín
independiente de Cumaná y designa a Andrés Rojas
su comandante – El Padre José Félix Blanco
confundido ante una dudosa solicitud de Piar.
            El Libertador cruzó de nuevo el Orinoco por
Angosturita el 8 de abril y antes de llegar a El Pao,
se enteró de la pérdida de Barcelona y el desastre
de la Casa Fuerte  y de cómo fueron masacrados
familias y defensores. En El Pao lo esperaban el
coronel Francisco de Paula Santander, quien por sus
controversias con Páez en Sanare lo había
abandonado.  De aquí se encaminó a El Chaparro
para encontrarse con las tropas del General
Bermúdez y los oficiales Arismendi, Armario, Valdés
y Zaraza.  De El Chaparro siguió a San Diego de
Cabrutica donde fue informado de la victoria de Piar
en San Félix y finalmente a su cuartel de El Juncal. 
Aquí  decide retornar a Guayana para fijar allí su
Cuartel General y asumir el mando total del
ejército.  Lo acompañan los oficiales Juan Bautista
Arismendi, José Francisco Bermúdez, Manuel
Valdés, Carlos Soublette, Agustín Armario, Fernando
Galindo, Jacinto Lara, Rafael de Guevara, Francisco
Vicente Parejo y otros.  Llega a la margen izquierda
del Orinoco el 25 de abril de 1817. Un día antes,
Piar que se había trasladado con parte del Ejército
victorioso a la Mesa de Angostura para reforzar a
los sitiadores de la ciudad, intenta un nuevo ataque
por dos frentes tratando de sondear la calidad de la
respuesta y definitivamente se convence de la
imposibilidad de ocuparla mientras el sitio militar
no se extienda hasta el Orinoco e impida toda
comunicación de los sitiados con las Fortalezas y las
fuerzas de Morillo en San Fernando.

            Tratando de instalar baterías en puntos


estratégicos de las costas del río, Piar recibe un
posta  anunciando la presencia de Bolívar a unas
cuantas leguas al Oeste de la Mesa en dirección
hacia Moitaco al frente de la Boca del Pao y a su
encuentro se dirige con suficiente tropa de
resguardo.  Bolívar instala su Cuartel a legua y
media de Angostura en un sitio denominado
también El Juncal. A partir de ese momento y en el
curso de una semana ambos jefes conferencian y se
desplazan entre el Juncal y la Mesa. Piar informa
ampliamente sobre la Batalla de San Félix y del plan
militar previsto para la toma de Angostura y
Fortalezas de Guayana, todo lo cual aprueba y
reconoce Bolívar al asumir el control  y conducción
absolutos  de las operaciones militares en virtud de 
su jerarquía de Jefe Supremo, lo cual aceptó Piar,
siendo confirmado en el grado de general en jefe
con el que fue designado después de la Batalla del
Juncal y lo comisionó para que se encargara del sitio
de la Antigua Guayana, mientras Bermúdez y
Cedeño efectuaban el de Angostura.
            Desde la Mesa de Angostura el Libertador
escribe el 16 de mayo al Coronel Leandro Palacios
una carta de relación familiar en la que aparte de
eso le informa que “La llegada del Almirante Brión,
con su escuadrilla, a las Bocas del Orinoco, pondrá
muy en breve, en nuestro poder las dos Guayanas
(Las Fortalezas y Angostura), que yo había resuelto
asaltar, y cuya operación he suspendido porque con
este auxilio estamos ciertos de triunfar a la vez por
mar y por tierra  (...) El General Mariño tiene un
brillante ejército en Cumaná...  La victoria que ha
obtenido el General Piar en San Félix, es el más
brillante suceso que hayan alcanzado nuestras
armas en Venezuela...Ahora más que nunca,
debemos confiar en la fortuna, ya que empezamos
la restauración de Venezuela por donde debemos:
por el Orinoco y por los Llanos...”
Ese mismo día se traslada a su Cuartel General del
Juncal, donde lo aguarda un documento muy
importante y desconsolador a la vez que le ha sido
enviado con un posta desde Cumaná,  tal es la copia
del acta  del Congreso de los Estados Unidos de
Venezuela, conocido despectivamente como
Congresillo de Cariaco, que había sido convocado
sin su autorización, por el General Santiago Mariño,
aconsejado por el Padre Madariaga que había
escapado de la cárcel de Ceuta a donde había sido
enviado por Monteverde en 1812.   Este Congreso,
con base en la Constitución de 1811,  nombró un
Poder Ejecutivo colegiado integrado por el propio
Bolívar y en su ausencia, Francisco Javier Alcalá, 
Francisco Antonio Zea y José Cortés Madariaga que
evidentemente lo destronaba de la Jefatura
Suprema. Este Gobierno republicano comenzó a
despachar en  Pampatar, Provincia de Margarita, y
allí se retomó de nuevo el Tricolor Nacional
incorporándole siete estrellas azules en la franja
amarilla representativa de las provincias que juntas
declararon la Independencia de Venezuela en 1811. 
Bolívar indignado actuó inmediatamente para
acabar con sus efectos, desautorizó al Congreso,
independizó la jurisdicción bajo su control de la
influencia de Mariño y constituyó el  Departamento
Militar de Maturín bajo el mando del General de
Brigada Andrés Rojas, a quien en carta del 17 de
mayo de 1817  le dice que: 
 “Enteramente dedicado a los negocios del
Gobierno y que obraba el ejército grande a mucha
distancia, tuve bien nombrar un jefe de la fuerza
armada para que inmediatamente dirigiese las
operaciones del ejército, cuyo nombramiento hice
en el Sr. General Santiago Mariño; mas las
contrariedades  de este Jefe, su renuencia en
obedecer mis disposiciones, los incalculables males
que ha causado a la República, el sistema de
contrariar las providencias del Gobierno, me han
hecho resolver a ponerme otra vez a la cabeza del
ejército, suprimiendo el destino de Jefe de la fuerza
armada conferido al Sr. Santiago Mariño para obrar
conforme al bien del Estado.
            He resuelto, pues, por estas razones que en
lo sucesivo sea gobernado el Departamento de
Maturín independientemente de dicho Sr. General
Mariño, y de la capital de Cumaná, y por
consiguiente V, S., a quien nombro General de
dicho Departamento, se entenderá directamente
con el Gobierno Supremo, y en las medidas que
tome solo atenderá a las órdenes mías sin obedecer
las que otro le comunicare.  Todo lo que aviso a V.
S., para su inteligencia y satisfacción de los
habitantes de ese Departamento.  Dios guarde a VS
muchos años.  Bolívar”.        
            Al día siguiente, 18, responde al Coronel José
Félix Blanco, una carta donde lo felicita por su
arribo a Guayana y lo manda a que continúe en el
gobierno de las Misiones conforme al
nombramiento que obtuvo del General
Piar “proponiéndome cuanto Vd crea conveniente
para el fomento de ellas y utilidades que el Estado
pueda reportar.  Pasado mañana marcho al interior,
y en Upata veré a  Vd para que a la voz me imponga
de los detalles que apetezco”.
            El 19 de mayo Piar salió para las Misiones a
inspeccionarlas, sin esperar al Libertador, quien
partió en la misma dirección al día siguiente.  Piar
iba disgustado por el encargo de ocupar a Guayana
la Vieja, ordenado por el Jefe Supremo, lo que
consideró deprimente.
El 20 de mayo, el Libertador emprende viaje al
interior, pasa revista a la tropa de Caruachi y
dispone  por órgano del Estado Mayor que el
Teniente Jacinto Lara y el Capitán Juan de Dios
Monzón se hagan cargo de la Compañía del Ejército 
y de los frailes detenidos allí desde febrero.  El
Capitán Juan Camero, jefe de esa Guarnición,
resignó el mando, entregó los religiosos y se dirigió
a incorporarse al Cuartel General. El Libertador
marchó luego a San Miguel y de allí pasó a San Félix
y se alojó en el Convento de las Misiones del Caroní
que había sido habilitado para cuartel. El 25 escribe
a Soublette insistiendo en que lo más importante 
por ahora es apoderarse del río y que “no he
resuelto si después marcharé rápidamente a
Upata...” En definitiva no fue a Upata sino que 
mandó a llamar al Padre José Félix Blanco,
Administrador de las Misiones, para que informase
del territorio a su mando.
El día 21 de ese mismo mes de mayo, el General
Piar, quien había fijado cuartel  en Upata le escribe
al Coronel José Félix Blanco, instalado en Capapuy,
esta carta que parece ser la clave agravante de
todos sus males:
            “Mi apreciado Padre Blanco:   De oficio
escribo a U diciéndole que necesito de U para saber
la población del  Departamento  y  particularmente 
el  número  de  hombres  que  haya  útiles  para  las 
armas.  He  venido  à  formar  un  depósito,  y  es 
preciso  que  entre  en él  todo el que  no  sea 
absolutamente  necesario  para  la  agricultura  y 
trabajos  del  Estado.
Además  de  esta  noticia,  tengo  que  recibir  de  U
otras  muchas, que  reservo  pedirle  para  cuando 
nos  veamos, que  espero  muy  pronto. Para 
entonces  ó  antes,  si  es  posible,  me  dirá  U el 
número  positivo  de  mulas  con  que  podemos 
contar  en  todas  las  Misiones.  Esta  noticia  
vendrá  por  duplicado,  es  decir,  el  número 
verdadero  en  una  carta  confidencial,  y  de  oficio 
otro  número  en  que  se  oculten  la  mitad  ó  las 
dos  terceras  partes  de  las  que  hay  en  efecto.
            U  extrañará  mucho  esto; pero  es  preciso,
mi  amigo,  usar  de  algunos  engaños  y  artificios 
para  liberarnos  de  los  muchos  males  que  nos 
causa  al  otro  lado,  U. sabrá  que  el  General 
Arismendi  pasó  por  el  Pueblito  de  900  á  1.000 
mulas  que  había  en  el  Departamento  de 
Caycara,  y  sabrá  también  que  las  100  mulas 
enjalmadas  que  le  mandé  poner  en  San  Felipe, 
pasaron  el  Orinoco  junto  con  otras  tantas  que 
tenía  allí  el  General  Cedeño,  &.  Pregunte  U 
ahora  qué  se  hicieron  todas  esta  mulas  que 
tanto  necesitamos?  Ni  una  sola  se  ha  empleado 
en  servicio  del  Estado:  todas  las  han  vendido,  ó 
extraído   por  cuenta  de  particulares.  Pero  hay 
mas:  quiere  ahora  el  General  Bolívar  que  le 
manden  para  Margarita  mil  y  doscientas,  que 
es  lo  mismo  que  mandar   arrasar  con  cuantas 
hay.   U sabe  que  el  ejército  carece  de 
municiones,  de  armas,  de  vestido:  sabe  el 
resultado  de  las  comisiones  que  se  han 
confiado  á  extranjeros  para  ir   á  buscar  lo  que 
necesitamos  con  nuestros  intereses:  ninguno  ha 
vuelto,  y  el  que  lo  ha   hecho  ha  sido  con  las 
cuentas  del  Gran  Capitán.  Esta  experiencia  tan 
repetida  me  ha  hecho  muy  cauto, y  me  obliga 
á  reservar  cuanto  se  pueda  nuestros  pequeños 
fondos.  Así,  creo  que  U  será  de  mi  opinión,  y 
hará  lo  que  he  dicho  con  la  última  reserva, 
comunicándolo  solamente  con  Uzcátegui,  para 
que  esté  entendido  de  ello  y  pueda  dar  un 
número  igual  al  de  U  caso  que  se  le  pida.
            Soy  de  U.  afectísimo  amigo  y  compatriota 
que  le  desea  salud  y  libertad.  Piar”
            Dos días después, José Félix Blanco responde
a Piar, con el mismo oficial que servía de mensajero,
lo siguiente:  “Mi apreciado General  (...) Como la
oficina de la Comandancia General está corriente
con el día, podré mandar a U oficialmente mañana
la noticia que con el mismo carácter me pide del
número de hombres que tengo aquí para las armas
y que no necesita la agricultura  en los trabajos del
momento.
            General: en cuanto a que mande o autorice 
un dato duplicado, acomodaticio,  que diga una
cosa de oficio y otra en privado, ha de permitirme
que no lo ofrezca hacer lo que no puedo.  Ni por la
patria haría yo un engaño si tal necesitara esta de
mi.  No puedo obrar como U me lo exige en su carta
que contesto, cualquiera que sea el motivo que
tenga para aquella existencia.
            Y es todavía más grave y menos aceptable a
mis ojos, lo que deduzco de lo que con medias
palabras me ha comunicado el oficial portador de su
carta, quien parece tener para hacerlo encargo
especial y reservado de U.  No he querido
franquearme en esta materia con aquel, aunque no
dudo de su discreción, ni de que merece su
confianza: más bien lo he disimulado el juicio que
he formado del grado de gravedad del asunto. 
Nada le he contestado, reservándome para cuando
nos veamos, hacerle mis observaciones a U
solamente, pues sobre este punto guardaré la
reserva más absoluta y entonces le demostraré a U
cuan perjudicial me parece que sería para la causa
pública en un desacuerdo que nos  llevará a la
anarquía, y a los godos al triunfo sobre nosotros.
            No, General:  estando, yo serví y ayudé al
héroe de San Félix, aun en más y con mejor
oportunidad de lo que él me exigió en momentos
supremos, fue sirviendo a la patria por el órgano del
General Piar que dirigía las operaciones en aquella
jornada.  Pues así es que la sirvo ahora por el
órgano del General Bolívar que ejerce la autoridad
suprema que hemos reconocido.
            Siento verdaderamente que la carta y la
misión que parece traer el oficial que la condujo, no
puede dar a U otro resultado que el que consigno
en esta contestación; pero deseo que U no dude,
sin embargo, de la sinceridad de la estimación que
le profesa su amigo y compatriota.  José F. Blanco”.
El Padre José Félix Blanco, tan pronto recibió la
orden, se trasladó el 27 al Convento de las Misiones
del Caroní donde se hallaba el Libertador
despachando y el mismo día lo puso en
conocimiento de todo cuando quiso y necesitaba
saber.  En el punto referente a los religiosos
cautivos en el templo de San Ramón de Caruachi,
Bolívar, después de una breve pausa, le
inquirió:  “Eh bien, amigo mío, ¿qué hacemos con
esos Padres que el General Piar ha recogido en
Caruachi para cuidados y tormentos?  Yo deseo
mantenerlos en un lugar seguro, en donde ni ellos
influyan mal en los indios, ni estén expuestos a
insultos y vejaciones de tantos locos que hay en
nuestras tropas:  que permanezcan allí hasta que
ocupado el Orinoco por nosotros como lo será
pronto por el Almirante Brión, podamos echarlos
fuera, y que se vayan con Dios.  ¿Tiene usted donde
ponerlos entretanto?  El Padre Blanco contestó
afirmativamente:  “Sí, señor, los haré conducir a las
Misiones de Tupuquén y Tumeremo, que son las
últimas del Distrito Este, y en ellas estarán vigilados
hasta nueva orden de usted” Entonces el Jefe
Supremo repuso: “Pues bien, dé usted las órdenes
competentes para que todo se haga”.
El Padre Blanco se despidió del General.  Se retiró a
su alojamiento y sobre la marcha  comenzó a
disponer todo los concerniente al traslado de los
religiosos.  Estando en ese menester, se le presentó
el Edecán del Libertador llamándolo con urgencia y
cuenta el Padre Blanco en una declaración de su
puño y letra en los últimos días de su vida, por
exigencia de su amigo Ramón Azpúrua, que “apenas
pisaba yo el último escalón de la escalera del
convento, cuando indignado y a gritos me habló
así: ´¿No se lo decía yo a usted ahora rato, que
temía de los locos del ejército?: acabo de saber que
los desalmados han asesinado a los frailes de
Caruache, a la luz del día´ . Quedé estupefacto, sin
poder articular palabra por largo rato.  Al fin rompí
el silencio y con la energía de carácter que entonces
me distinguía, clamé  contra el atentado y pedí
castigo.  Pero ¡Oh dolor! La autoridad de Bolívar
estaba aun vacilante, era muy nueva; las tropas de
Piar, solo reaccionaban a éste por Jefe, como que
casi todos eran orientales, que él había conducido
de Cumaná y Barcelona; faltábale todavía a Bolívar
en el terreno que recientemente pisaba, la
repetición de la voz de mando y el ejército la
obediencia, que son el elemento del soldado y el
alma de la disciplina militar; solo algunos oficiales lo
conocían y él no tenía confianza; las columnas de
Valdez, Bermúdez y Armario, llegadas apenas de
Barcelona, circunvalaban la Capital; el Jefe Supremo
estaba aislado: resolvió pues mandar llamar a Piar
que andaba por el Juncal, y yo regresé al interior de
las Misiones, lamentando aquel funesto ejemplo de
insubordinación, de inmoralidad y de tristes
consecuencias”.
Los misioneros fueron asesinados, incinerados y
arrojados al Caroní. e identificados como Mariano
de Perafita, de Nuestra Señora de Belén de
Tumeremo; José Antonio de Barcelona, de Santa
Clara;  Diego de Palau Tordera, de la Purísima
Concepción del Caroní; Matías de Tibisa, de San
Félix; Gerónimo de Badalona, de Santa María del
Yacuario; Luis de Cardadén, de Sam Isidro de
Barceloneta;  Josef de Valls, de San Francisco de
Altagracia; Celso de Reus, de Nuestra Señora de los
Dolores de Puedpa;  Ramón de Villanueva, de la
Divina Pastora del Yuruari;  Miguel de Gertrú, de
Santa Eulalia de Merecuri; Ildefonso de Mataró, de
San José de Leonisa de Ayma; Fidel del Hospitalet,
de Nuestro Señora del Rosario de Guasipati; 
Joaquín de San Vicente Llavaneras, de Barceloneta;
Esteban de Sabadell, de San Ramón de Caruachi;
Buenaventura de Igualada, adjunto de Caruachi;:
Ángel de Barcelona, de San Antonio de Upata;
Valentín de Tortosa, Segundo de Upata; y Honorio
de Barcelona, de Santa Magdalena de Currucay,
más los enfermeros Antonio de Sau y Mariano de
Triana. 
En tanto que el Caroní se teñía de sangre, en
Angostura, la capital, cundían el pánico ante la
presencia de una división al mando del General José
Francisco  Bermúdez que venía desde la provincia
de Barcelona. Al saberlo, el Gobernador Fitz Gerald
comenzó a movilizar el resto de los recursos
posibles para resistir atados a la esperanza del
socorro que pudiera enviarles el General Morillo.
Moviliza a comerciantes, marineros, negros
esclavos y habitantes hábiles, al lado de 400
soldados y oficiales que le quedaban después del
desastre de San Félix. A todos se les  entregan
fusiles y cañones para la defensa de la ciudad..  
            La ciudad entonces procuraba su defensa con
una potente batería en el sector de La Alameda, un
reducto sobre la Laja de la Sapoara y una trinchera
que empezaba en Perro Seco y continuaba por El
Zanjón, la Concordia, la hoy Plaza Miranda, el
Almacén de Pólvora, calle de la Paciencia (Igualdad),
calle de  las Orozco (Libertad) y calle Miscelánea
(Dalla Costa) hasta La Laguna.  El brigadier La Torre
tenía a sus inmediatas órdenes la compañía de
Barinas reforzada con soldados del Barbastro, que
actuaba como reserva, acudiendo a los puntos más
estratégicos, pues la hostilidad de los patriotas era
incesante, especialmente en horas nocturnas.  El
capitán Rafael Sevilla mandaba la tropa y marinería
de los buques que guarnecían la batería de la
Alameda, comandada por  Francisco Salas
Echeverría y la cual hizo bastante daño a los
patriotas cuando éstos intentaban tomarla.

CAPITULO XIII / Piar versus Padre Blanco

Conflictos y malos entendidos entre el General Piar


y el Coronel José Félix Blanco – Brión zarpa con su
escuadra desde Pampatar a cerrar el sitio de
Angostura – Urdaneta y Sucre desconocen a Mariño
y reafirman lealtad al Libertador - Sacar al Padre
Blanco de las Misiones pide  Piar y el Libertador
accede tras intentar en vano una reconciliación –
Disuelto el Congresillo de Cariaco y todos los
integrantes emigran a la Angostura – Reforma del 
gobierno que aspiraba Piar.
El Libertador tan pronto estaba en El Juncal como
en San Miguel y San Félix, desplazándose entre la
márgenes derechas del Orinoco y del Caroní,
mientras el General Manuel Piar, con su Escuadrón
de Dragones, permanecía instalado en Upata, muy
cerca del Coronel Pbro. José Félix  Blanco, quien
residía en Capapuy y  desde allí administraba el
granero de las Misiones con cierto rigor y disciplina,
pero cuando Piar perdió el control o la jefatura
máxima en la Provincia, las relaciones con el Padre
Blanco comenzaron a deteriorarse.
La negativa del Padre Blanco de complacer a Piar
con relación al ocultamiento de la verdadera
existencia de vacunos en las Misiones, se agravó
cuando una diligencia  que venía de Santa María
con una carga de cazabe, fue objeto de prevención
por las alcabalas de la Comandancia de las
Misiones.  Entonces, Piar  llegó a proferir muy
molesto  que había una especie de complot de
oficiales caraqueños contra él, a lo que el Padre
Blanco desde Cupapuy, donde residía, respondió
por escrito el 28 de mayo:
            “Mi apreciado General:
Como V. verá del oficio que le paso de la
comandancia general, el soldado de dragones que
arreó los caballos  con  la  mula  y  el  cazabe  que 
él  trajo  de  Santa  María, no  avisó  como  debía 
que  eran  para  V. que  al  haber  avisado  ninguna 
novedad  habría  ocurrido, aunque  para  el  mejor 
servicio  tengo  dispuesto  que  ni  ganados, ni 
bestias, ni  víveres salgan  sin  autorización  expresa 
de  la  comandancia  y  sin  que  conste  el  objeto  à 
que  sean  destinados.
            Lo   que  hay  en  estas  Misiones  está  à  la 
orden  de  V;  pero  por  conveniencia  del  servicio,
por  el  crédito  de  la  causa  y  por  honor  de  sus 
servidores, debemos  dirigirlos  todo  con  la 
regularidad  posible.
            Esto  es  lo  que  hay  General;  y  no 
prevención  ni  complot  de  caraqueños  como  V.
ha  manifestado  creer.  Por  mi  parte  daré  una 
prueba  de  que  no  he  traído  à  este  puesto  otro 
encargo  que  el  público, para  el que  usted me 
designó,  colmándome  entonces,  de  elogios;  y 
de  que  no  abrigo  voluntad  de  choque  con  usted
esa  prueba  será  pedir  al  Jefe  Supremo  que 
acuerde  mi  retiro  del  mando  de  estas  Misiones. 
Mis  servicios  à   la  causa  de  la  libertad  pueden 
tener  lugar  en  otra  parte.
                Sin   mudanza,  que  no  es  de  la  lealtad 
con  que  acostumbro  proceder,  soy  siempre  su 
sincero  amigo,  José  Fx.  Blanco”.           
            Aparentemente, Piar se manifestó satisfecho
con la explicación del Padre Blanco, pero le
recomendó para lo sucesivo evitar
comprometimientos semejantes:
            Mi  apreciado  amigo :
            Mucho  he  celebrado  ver  la  explicación  de 
usted porque à  lo  menos  me  convence  que  si 
faltó,  no  lo  fue  con  ánimo  directo  de 
ofenderme.  Le  confieso  à  U. de  buena  fe  y  con 
franqueza  que  la  nimiedad  del  asunto  con  otras 
mil  circunstancias  que  han  concurrido,  me 
hicieron  vacilar  en  el  primer  momento,  y  aun 
me  incliné  à  creer  que  U.  estaba  dispuesto  à 
chocar  conmigo.
            Para  que  U.  vea  que  no  soy  tan  ligero,  y 
que  cuando  digo  algo  tengo  fundamento  en 
qué  apoyarme,  le  incluyo  una  copia  del  oficio 
del  Teniente  de  Santa  María.  En  él  consta  que 
el  cazabe  venia  destinado para  mi,  y  sin  un 
documento  que  lo  acreditase  no  me  habría  yo 
atrevido  à  quebrar  con  U.  à  quien  tengo  por 
mi  amigo.
            En  fin,  estoy  satisfecho  con  el  oficio  y 
carta  de  U, pero  le  recomiendo  que  en  lo 
sucesivo  evitemos  comprometimientos 
semejantes.
            Soy  siempre  de  usted  atento  servidor  y 
amigo.   Piar”.             
            Piar, aunque virtualmente expresó estar
satisfecho con la explicación del Padre Blanco, no se
dio por convencido e impartió instrucciones a los
subalternos de la Misión para que no obedeciesen
al sacerdote.  Al mismo tiempo lo comunicó al
Libertador y le planteó que la autoridad del Padre
Blanco era innecesaria y que, por lo tanto, había
ordenado a los jueces de las Misiones para que se
entendieran directamente con el Jefe Supremo.
            El Padre Blanco, al saberlo, se quejó de la
situación, por lo que el Libertador lo llamó a la
calma reconociéndole que si bien era justa su queja,
de inmediato no podía hacer mayor cosa a su favor
pues la situación ameritaba mucha prudencia por
cuanto ella debe revestir a un jefe de estado para
sobrellevar los negocios del Gobierno    siguiendo 
el  giro  de  las  circunstancias.
            A esta altura, el Orinoco no había podido ser
controlado por los patriotas y los intentos de armar
artillerías en ambas costas, inmediatas a Angostura,
eran frustrados por los comandos que desde La
Alameda organizaba el Coronel Echeverría.  Ante
esta situación constantemente reportada, el
Libertador ordenó al Almirante Luis Brión
concurriera con su escuadra a cerrar
definitivamente el sitio.  Finalizando el mes de mayo
salió la escuadra de Brión desde el Puerto de
Pampatar integrada por  tres bergantines, tres
goletas,  y cinco flecheras, mandadas estas últimas
por el capitán Antonio Díaz.
            Entre tanto, la situación en las Misiones se
agravaba por las constantes quejas y denuncias del
Padre Blanco, quien llegó a ciertas inferencias de la
que informó al Libertador en torno a comentarios
de Piar coincidentes con el Congreso de Cariaco y la
necesidad de crear un Gobierno más amplio.  Al
Libertador le disgustó la inferencia y la calificó de 
infausta.  De modo que en carta de respuesta al
Padre Blanco, fechada en San Félix el 12 de junio,  le
dice:  “Esta  monstruosidad  yo  la  conozco;  pues 
el  General  Piar  no  ha  podido  revocar  mis 
órdenes, ni  alterar  el  sistema  ya  establecido.
Pero  en   estas  circunstancias,  en  que  estamos 
esperando  de  un  momento  à  otro  al  enemigo, 
es  prudencia  sufrirlo  todo  para  que  no  se  nos 
disloque  nuestra  miserable  máquina.  El  empeño 
de  Piar  era  que  no  quedase  V.  más  de 
Comandante  general,  porque  viviendo  él  en  las 
Misiones, y  estando V.  de  Jefe  de  ellas,  quedaba 
indirectamente  dependiente  de  V.  y  estando  en 
choque  abierto  con  V.  le  parecía  un  estado 
comparable  à  la  muerte.  Para  cortar  yo  este 
inconveniente, y  evitar  otros  muchos  le  propuse 
espontáneamente  que  quedase  V.  bajo  sus 
órdenes, como  antes  lo  estaba,  para  que  no 
fuese  necesario  quitarle  à  V.  el  mando  de  las 
Misiones,  que,  en  mi  opinión,  sería  uno  de  los 
más  grandes  perjuicios  que  podríamos  sufrir  en 
la  época  presente.
            Querido  amigo:  yo  le  pido  à  V.  por  favor 
que  sufra  y  calle  como  lo  hacemos  todos  por 
el  bien  de  la  Patria, que  bien  ò  mal,  muy 
pronto  ha  de  variar  nuestra  situación  de  un 
modo  muy  sensible.  Yo  creo  que  no  se  pasará 
este  mes  sin  que  la  faz  de  nuestros  negocios 
haya  recibido  una  alteración  extraordinaria,  sea 
salvándonos,  sea  perdiéndonos,  y  entre  tanto, 
trabaje  V.  como  siempre,  con  la actividad,  celo 
y  patriotismo  que  necesitamos  para  librarnos  de 
nuestros  crueles  enemigos.  No altere V.  en  nada 
las  instrucciones  que  ha  recibido  para  el 
servicio  del  Ejército,  solo  sí  dirigiéndose  à  Piar 
para  que  él  conozca  que  V.  se  somete 
voluntariamente,  y  haga  V.  este  nuevo  sacrificio 
por  su  país;  pero  no  nos  olvide  V.  ni  nos  deje 
de  escribir  todo  lo  que  sea  necesario    
            Adiós  querido  amigo,  mande  V.  á  su 
afectísimo  servidor  que  lo  aprecia. Bolívar”.

            Al siguiente día, el Libertador, con la espinita


de la inferencia le escribe a Pedro Briceño Méndez,
su antiguo Secretario cedido a Piar desde Carúpano,
para que se encargue de averiguar hasta donde es
cierto lo que le ha comentado el Padre Blanco.  De
todas maneras, el Libertador pensó que era bueno
enterar a Piar diplomáticamente de ciertos hechos
para que no mirase entusiasmado lo de Cariaco. Así
que le escribe diciéndole que acaba de recibir  la
posta con varias cartas y oficios, entre ellos, uno
bastante retardado con el acta del Congreso de
Cariaco y una carta del Canónigo  Madariaga, 
anunciándole que viaja a Jamaica para de allí
escribir a Inglaterra a favor de la Independencia; 
oficio del General Andrés Rojas solicitando caballos
y dando noticias de Europa, Portugal y España
próximos a declarar la guerra y de una gran
expedición que venía para América; carta del
general Urdaneta desde Cumanacoa informando
que ni él ni Sucre ni las tropas de su mando han
querido jurar al gobierno surgido del Congreso de
Cariaco y que con el parque marchaba para Maturín
a la cabeza de 500 fusileros para ponerse  a sus
órdenes, que Sucre había ido a Cariaco a obligar a
Mariño  a reconocer la autoridad del Libertador y
que si no lo hacía vendría también a Maturín con su
batallón.
            De estas noticias el Libertador pone en
cuenta a Piar en carta fechada el 14 de junio en San
Félix justificando que es con el objeto de que le
sirva para acelerar o retardar la leva de tropas que
de todos modos deben estar siempre organizadas
para el día que sean necesarias. También le
informa  que de oficio ha escrito al padre Blanco
para que se entienda con él sobre las Misiones y
que si esto no es posible le informe para tomar la
providencia más conveniente

            Lo dispuesto por el Libertador no arregla sino


que empeora las cosas, pues las órdenes y
contraórdenes de una parte y de la otra repercuten
negativamente en la organización y productividad
de las misiones.  El Padre Blanco reitera sus quejas
en oficios tras oficios y El Libertador le pide
paciencia y más paciencia o en todo caso la
separación: si no hay más remedio.
            “San  Félix,  17  de  Junio  de  1817. Mi 
querido  amigo :          He  recibido  los  oficios  de 
V.  que  me  instruyen  del  estado  de  desarreglo 
en  que  se  hallan  las  Misiones  por  el  choque  de 
autoridades,  y  por  las  oposiciones  de  las 
órdenes  entre  sí.  Este  mal,  aunque  es  muy 
sensible,  se  debe  tolerar  cuanto  pueda  ser,  por 
evitar  todo  disgusto  y  mayores  perjuicios.  Yo 
confío  en  el  talento  y  en  la  prudencia  de  V. 
para  que  procure  sobrellevar  este  asunto  con 
toda  la  paciencia  que  sea  dable,  pues  el  bien 
de  la  Patria  así  lo  exige,  y  nosotros  nos 
hallamos  en  una  situación  muy  difícil,  y  no 
poco  peligrosa;  por  cuya  razón  me  parece  que 
es  necesario  sufrir.  Y  llevar  nuestros  asuntos 
adelante  hasta  salir  de  los  enemigos  externos. 
Después  podremos  arreglarlo  todo,  y  si  no  lo 
pudiéremos  hacer  por  circunstancias,  tendremos 
paciencia,  y  nos  someteremos  al  imperio  de  la 
necesidad.
            Si  a  pesar  de  todo  lo  que  llevo  dicho á 
V.  no  podemos  conseguir  nada,  y  los  males 
empeoraren  en  lugar  de  mejorarse,  le  aconsejo 
á  V.  como  amigo  se  separe  V.  de  su  comisión, 
y  la  deje  V  á  disposición  de  quien  la  quiera 
tomar,  pues  tener  quebraderos  de  cabeza  sin 
utilidad  alguna,  es  necedad   que  no  debe 
cometer  un  hombre  de  juicio.
            Esto  es  cuanto  puedo  decir  á  V.  por 
ahora,  instándole  de  nuevo,  para  que  no  me 
deje  de  escribir  con  frecuencia  siendo  de  V. 
como  soy  su  afectísimo  amigo, Bolívar”.   
El mismo día  el Libertador recibió esta respuesta de
Pedro  Briceño Méndez, sobre la averiguación que
debía hacer con relación al rumor del proyecto de
un nuevo gobierno para sustituir su
autoridad:    “Según estoy informado por el general
Piar –contesta Briceño- no se ha tratado de
erección de nuevo gobierno, o a lo menos no ha
llegado a su noticia.  Lo que se intenta no es crear,
es reformar el que hay, y hablando en términos
propios, ayudar a Vd en  el  gobierno. Es  verdad 
que  este  pensamiento  tal  vez  no  habría  tenido 
lugar  sin  la  farsa  de  Cariaco; pero  también  es 
verdad  que  no  tiene  nada  de  semejante  a 
aquélla.  Aquí  no  se  pretende  la  menor  cosa 
contra  Vd.  su  autoridad  se  respeta,  y  queda 
existente.  Toda  la  pretensión  es  dar  a  V  un 
senado  o  consejo  para  que  tenga  algo  de 
democrática  o  representativa  nuestra  forma  de 
gobierno,  y  para  que  haya  quien  trabaje  en  lo 
civil  y  político  mientras  Vd  se  ocupa  en  las 
atenciones  de  la  guerra.
Esto  es  todo  lo  que  he  podido  saber  en  el 
asunto;  pero  se  me  asegura,  que  aunque  tiene 
un  gran  partido  este  proyecto,  nunca  fue  el 
objeto  de  los  que  lo  concibieron  llevarlo  a 
efecto  tumultuariamente,  sino  proponérselo  a 
Vd.  y  que  se  ejecutara  con  legitimidad.  No  sé 
si  me  engañan.  Creo  que  no,  porque  no  hay  un 
motivo.
Yo  no  me  atreveré  a  decir  a  Vd.  mi  opinión. 
Siendo  yo  un  ente  puramente  pasivo  debo 
pasar  por  todo  y  callar,  además  de  que  no  me 
creo  capaz  de  formarla  en  un  negocio  de  tanta 
importancia.  Conozco,  sin  embargo  que,  aunque 
no  deja  de  tener  sus  inconvenientes,  tiene 
también  sus  ventajas  respecto  de  Vd.  y 
respecto  a  la  república.
En  el  primer  sentido,  porque  habrá  un  cuerpo 
que  comparta  con  Vd.  la  responsabilidad, y  en 
quien  podrá  Vd.  descansar.  En  el  segundo 
porque  estarán  mejor  servidos  muchos  ramos 
del  gobierno  que  es  imposible  puedan 
administrase  por  un  hombre  solo,  tan  cargado 
siempre  de  atenciones  como  Vd., 
principalmente  en  nuestro  actual  estado  de 
desorden  y  desorganización.
Mirando  el  proyecto  del  modo  que  se  lo  he 
presentado,  me  parece  que  no  choca  en  nada 
con  su  autoridad,  y  puede,  por  el  contrario, 
producir  tal  vez  el  efecto  que  se  busca.
Prescindiendo  del  objeto  de  dar  al  gobierno 
una  forma  republicana,  se  proponen  también 
sus  autores  otro  no  menos  interesante.  ¡Oh,  si 
se  lograra,  cuánto  deberíamos  al  que  lo 
concibió!  Este  fin  es  ver  si  se  consigue  evitar 
los  celos,  temores  y  desconfianzas  que 
desgraciadamente  se  han  sembrado  entre  los 
generales  y  especialmente  contra  Vd.  Dicen  que 
el  general  Mariño,  no  temiendo  ya  el  absoluto 
poder  de  Vd.,  entrará  de  buena  fe  en  su 
deber,  cosa  que  no  es  de  esperar  de  otra 
manera.  Que  los  demás  jefes,  las  tropas  y  los
pueblos  se  aquietarán, y  fundarán  esperanzas  de 
ser  libres  al  ver  un  cuerpo  que  representa  sus 
derechos  y  que  garantiza  en  cierto  modo  la 
libertad.  No  me  toca  decidir  si,  en  efecto, 
debamos  prometernos  todo  esto;  pero  tengo 
para  mi  que  de  la  unión,  enlace  y  relaciones 
que  se  den  a  las  facultades  del  senado  con  la 
autoridad  del  jefe  supremo  dependerá  lo  que 
deba  esperarse. 
Por  querer  instruir  a  Vd.  detenidamente  de 
todo,  me  he  excedido.  Vd.  me  dispensará,  y 
conocerá  en  esto  mi  celo,  no  obstante  los 
chismes  en  que  no  habrán  dejado  de 
envolverme.
Había  jurado  enmudecer  para  no  exponerme  a 
otra  crítica  que  la  egoísta  o  tonta;  pero,  la 
carta  de  Vd.  me  ha  obligado  a  quebrantar  mi 
juramento  por  esta  vez.  Si  es  posible 
excusarme  igual  sacrificio,  lo  estimaréis  como 
un  favor  muy  distinguido.
El  general  Piar  asegura  a  Vd.  su  amistad,  y  le 
protesta  que  si  ha  asentido  el  proyecto  ha  sido 
porque  juzga  que  esta  ligera  innovación,  lejos 
de  alterar  sus  derechos,  realza  el  brillo  de  la 
magistratura  suprema  que  Vd.  ejerce.  El  no 
aspira  sino  a  la  unión  y  concordia  general  entre 
los  jefes,  y  a  la  libertad  de  la  patria  que 
desaparecerá  al  desvanecerse  aquélla.  El  es 
amigo  de  Vd.  a  pesar  de  los  esfuerzos que  se 
han  hecho  y  se  hacen  para............. P.  Briceño 
Méndez”.
A esta fecha ya el Gobierno nombrado por el
Congresillo de Cariaco estaba prácticamente
disuelto, pues ante la proximidad de las fuerzas de
Morillo había resuelto trasladarse a Maturín con el
poder judicial, secretarios del despacho, oficiales y
familias respectivas, pero al girar órdenes al
Almirante con la lista de la comitiva para que
aportara el buque, Brión se negó a ello, por estar
cumpliendo órdenes del Libertador, con lo cual
asestó el golpe de gracia al gobierno general, que
terminó disolviéndose.  De todas maneras, todos
ellos salieron de Pampatar, juntos con otros
emigrados,  en las unidades de la escuadra de Brión
y Antonio Díaz  con destino a la Angostura del
Orinoco donde quedaron de hecho sometidos a la
autoridad del Libertador.                                                                    
CAPITULO XIV / Piar abandona a
Bolívar

Piar decide separarse del ejército – Bolívar se


apresura a pedirle al Padre Blanco abandone las
Misiones y venga a su lado – Lo participa a Piar y le
exige desistir de su propósito -  Piar permanece
firme en su  decisión y solicita pasaporte – Sucre y
Urdaneta llegan a Guayana – El hambre rinde a la
guarnición de Angostura  que es tomada por los
patriotas -  Piar  denunciado por el Coronel Juan
Francisco Sánchez -  El Jefe Supremo ordena
detenerlo - Piar cruza el Orinoco y propicia un
encuentro con Mariño – Mariño y Piar tratan de
tomar la plaza de Maturín - Bolívar entra a la ciudad
de Angostura, establece su Gobierno y la declara
capital civil y militar. 

            El General en Jefe Manuel Piar ya no quiere


seguir discutiendo el caso del Padre Blanco a quien
el Libertador tiene en alta estima y dispensa gran
confianza, de modo que junto con el informe de
Briceño Méndez envió un oficio planteando al Jefe
Supremo separarse  de su puesto.  Ante este
planteamiento, el Libertador trató de evitarlo
ordenando al Padre Blanco viniese inmediatamente
a su cuartel “y aquí veremos lo que convenga hacer
para destinarlo a V honrosamente”.  De esta
resolución da cuenta a Piar desde San Félix el
mismo día 19 de junio:

            “Mi querido General:  Acabo de recibir la


apreciable carta de V del 16, y en consecuencia de
ella oficio ahora mismo y escribo en particular al
Comisionado de las misiones llamándolo, pues he
resuelto eximirlo  del  encargo  que  tenia  de 
órdenes  de  U.  y  mías.  Con  esto  queda 
transigido  todo  compromiso  con  el  Padre 
Blanco,  servidor  útil  en  cualquier  otro  puesto;  y 
esto  lo  hago  por  complacer  á  U.  hasta  en  una 
equivocación   suya,  que  la  padece  cuando  me 
dice  que  ya  Blanco  no  podrá  ser  su  amigo. 
Mayor  es  la  equivocación  creyendo  que  él  está 
animado  de  prevención  contra  U.—Yo conozco 
al  Padre  Blanco,  lo  que  no  U.  Es  que  éste 
suele  ser  inflexible  hasta  conmigo  en  las  reglas.
            En  cuanto  al  General  Arismendi,  también 
está  U.  equivocado  y  no  lo  extraño,  porque 
éste  ha  estado  hasta  ahora  á  alguna  distancia 
para  el  examen  de  su  proceder.  Aquellas  mulas, 
á  que  se  refiere  y  por que  le  hace  U.  cargos, 
que  pasaron  el  Pueblito,  como  las  que  mandó 
el  General   Cedeño  y  como  otras  y  otros 
animales,  no  han  sido  robadas.  ¡Por  Dios 
General!  ¿Y  qué  dirán  entonces  nuestros 
enemigos  y  calumniadores  ¿No  sabe  U.  que  con 
las  mulas,  ganados  y  otros  valores,  se  han 
buscado  en  las  colonias  y  se  han  proporcionado 
aquí  mismo  elementos   de  guerra  que  no
teníamos  y  subsistencia  y  abrigo  para  los 
cuerpos?.
            General:  prefiero  un  combate  con  los 
españoles  á  estos  disgustos  entre  los  patriotas. 
U.  sí  que  está  prevenido  contra  su  compañero, 
que  debe  saber  que  son  amigos  y  de  quien  no 
debe  separarse  para  el  mejor  servicio  de  la 
causa.  Lo  contrario  es  servir  á  la  de  la 
opresión.  Sí:  si  nos  dividimos;  si  nos 
anarquizamos;  si  nos  destrozamos  mutuamente, 
aclararemos  las  filas  republicanas,  haremos 
fuertes  las  de  los  godos,  triunfará  España,  y 
con  razón  nos  titularán  vagabundos.
            No  insista  U.  en  separarse  de  su  puesto. 
Si  U.  estuviera  á  la  cabeza,  yo  no  lo 
abandonaría,  como  no  abandonaré  al  que  lo 
esté  mañana,  sea  quien  sea,  con  tal  que  tenga 
legitimidad  y  lo  necesite  la  patria.  La  patria  lo 
necesita   á  U.  hoy  como  lo  que  es  y mañana 
habrá  de  necesitarlo  como  lo  que  por  sus 
servicios  llegare  á  ser.
            No  dude  de  mi  sinceridad.  Avíseme  qué 
otra  medida  conviene  dictar  en  el  Gobierno  de 
las  Misiones  de  acuerdo  con  U. Soy  un  amigo 
de  corazón,                                                   Bolívar”.     

            Pero aún con esta carta y la salida inmediata


del Comisionado de las Misiones, el General Piar no
se siente satisfecho e insiste separarse de su cargo y
en consecuencia  pide pasaporte para movilizarse
dentro y fuera de Venezuela, a lo cual accede el Jefe
Supremo, sin más alternativa:
                “Simón  Bolívar,  Jefe  Supremo  de  la 
Republica   de  Venezuela,  Capitán  general  de  sus 
Ejércitos  y  de  los  de  la   Nueva  Granada,  &.,  &., 
&.,
            Concedo  libre  y  seguro  pasaporte  al 
Excelentísimo  General  en  Jefe  Manuel  Piar,  para 
que  pase  al  lugar  que  tenga  á  bien,  en  el 
territorio  de  la  República  ó  para  el  extranjero, 
y  que  en  el  buque  que  le  acomode  pueda 
trasladarse  á  las  colonias  extranjeras:  por  tanto, 
ordeno  y  mando  á  las  autoridades  sujetas  á  la 
República  y  á  las  neutrales  y  amigas  ruego  y 
encargo,  le  presten  los  auxilios  que  necesite,
quedando  nosotros  obligados  á  hacerlo  con  los 
de  su  nación.  Dado,  firmado  de  mi  mano, 
sellado  con  el  provisional  de  la  República, 
refrendado  por  el  Secretario  de  la  Guerra  en  el 
Cuartel  general  de  San  Miguel,  á  30  de  Junio 
de  1817.  Bolívar.  (L. S).   J.  G.  Pérez ,   Secretario 
de  Guerra”.       
            Piar recibió el Pasaporte al día siguiente y el
cuatro, el Libertador fue sorpresivamente atacado
en la laguna de Casacoima por el realista Juan
Cosmos, donde estuvo a punto de perecer junto
con los oficiales que le acompañaban de no ser por
el oportuno auxilio del Capitán Bibiano Vidal. 
Perdido en el bosque cayó en una especie de éxtasis
y profetizó en elocuente arenga  que dentro de
poco Venezuela y Colombia serían libres y
marcharía al Sur hasta lograr con su espada la
libertad del Perú.  Los oficiales que lo oyeron se
alarmaron porque creían que el Libertador había
perdido la razón.
Piar permaneció en la villa de Upata hasta la
primera semana de julio cuando se dirigió a El
Juncal donde se estacionó durante ocho días. 
Luego se ausentó en dirección a la Mesa de
Angostura, en compañía de sus edecanes Juan
Antonio Mina y  Jorge Melena y vario efectivos de
los llamados Dragones de Piar. Aquí conferenció
con el General Manuel Cedeño, quien había sido
relegado por fuerza de jerarquía a segundo del
General José Francisco Bermúdez en el comando y
control del sitio de Angostura que junto con los
Castillos de Guayana la vieja, constituía el último 
baluarte de resistencia de los españoles leales a la
Corona.
Piar había conferenciado con Cedeño sobre su
situación y pedido hablara con el Jefe Supremo para
que un Consejo de Guerra examinara las
acusaciones públicas de que era objeto con relación
a apropiación de intereses del Estado.  Cedeño lo
complació y se trasladó al Cuartel General.
Para esa fecha el bloqueo era completo por todas
partes, y a medida que pasaban los días aumentaba
el hambre que ya se había hecho general e
insufrible para los sitiados, según cuenta el coronel
realista Rafael Sevilla, uno de los defensores de la
ciudad, en su libro “Memorias de un militar”. En tan
suprema angustia y sin esperanza, pues el General
Morillo que venía en su auxilio con un poderoso
ejército, fue llamado urgentemente a la isla de
Margarita cuando se hallaba a 15 jornadas de
Angostura.
Ante esta situación, el brigadier La Torre mandó
reunir en el almacén militar todas las pocas
provisiones que había en poder de los particulares,
y a partir del 15, desde el general hasta el último
soldado, desde el acaudalado comerciante hasta el
más infeliz particular, fueron reducidos a una ración
mínima.
Los sitiados se sostuvieron sufriendo miseria
indecible y combates diarios hasta el 15 de julio que
el brigadier La Torre reunió junta de jefes y oficiales,
ampliada con los representante civiles, a la que
exhortó a rendirse con las siguientes palabras:  “Con
hombres como vosotros, si tuviéramos que comer,
sostendríamos esta ciudad por España durante diez
años, contra todo el poder de los rebeldes del
continente.  Pero contra un hambre de cuatro
meses no hay héroes; ni Alejandro ni César ni
Cortés ni Napoleón, han conseguido luchar contra
este enemigo interior, impalpable,  que llevamos
clavado en las entrañas como un cáncer mortal, que
cada día se agrava más y nos va diezmando uno a
uno.  Señores, Guayana ha hecho todo cuando cabe
dentro del poder humano, por mantener en sus
torres el pabellón español, a cuya sombra nación y
fue feliz.  No hay posibilidad de prolongar más una
lucha con hombres que caen muertos de
extenuación al lado de nuestros cañones.  El
problema que hay que resolver ahora es abandonar
la plaza sin caer en las garras del enemigo”.
El 16 por la noche empezaron a embarcar oficiales,
soldados y familias con sus equipajes más
necesarios,  en las embarcaciones –corbeta,
bergantín, goletas, polacras y piraguas- ancladas en
el puerto y tres días después  tras 40 leguas de
navegación, arribaron a los Castillos.  De la noche
del 20 al 21 desembarcaron y allí encontraron para
dos días maíz que comer viéndose en seguida en la
misma necesidad anterior y tan cercados como en
Angostura.  El primero de agosto se reembarcaron y
en la madruga del dos zarparon buscando escape
hacia el mar.  Sobrevivieron a los ataques de las
flotillas de Brión y de la infantería desde la costa.  El
día cuatro arribaron en Caño Grande, anclando en
el fondeadero de Pagallos, a 24 leguas de los
Castillos.  El día 6 atravesaron la barra del Orinoco y
al salir al mar encontraron varada la barca mercante
Dolores del convoy en que iba el Obispo José
Ventura y Cabello, enfermos y heridos, los cuales
buscaron protección en la isla Guacamaya, donde el
anciano prelado falleció el 21 de agosto. Ya en mar
franca navegaron con viento favorable y a las nueve
de la noche del día ocho llegaron a Granada donde
recibieron la protección del gobierno de la isla, 620
soldados, 200 marineros y 700 civiles entre
hombres, mujeres y niños a bordo de 14
embarcaciones.  El Gobernador Laurence Fitzgerald,
quien también llegó a Granada, fue dado luego de
baja en el ejército español y de quien se dijo
favorecía a los patriotas.  Lo cierto es que el
Libertador hizo circular el 29 de julio, una orden a
los jefes, oficiales y tripulación de las fuerzas
navales, informando que el gobernador Fitgerald no
era enemigo de la independencia, aunque ejecutara
las órdenes de La Torre por estar obligado a
obedecerle, y a quien en caso de caer prisionero se
le tratara con toda consideración.
            Tan pronto Angostura fue abandonada por 
las autoridades realistas y numerosas familias, la
División de Bermúdez ocupó la ciudad al día
siguiente, 18 de julio, y las fortalezas de Guayana la
vieja cayeron en manos de los patriotas el 3 de
agosto.
Cuando Cedeño regresó del Cuartel General ya la
ciudad de Angostura había sido evacuada. El Jefe
Supremo le había comunicado que no había tiempo
para estar convocando al Consejo de Guerra.  Piar
durante ese ínterin había tenido oportunidad de
entrevistarse con algunos oficiales, entre ellos con
el Coronel Juan Francisco Sánchez,. quien el día 20
informó al Libertador sobre todo lo tratado con Piar
y expresando su preocupación si le permitían pasar
el Orinoco pues sus fines planteaban la sedición. 
Piar pregonaba que tres o cuatro mantuanos se
habían  alzado con el ejército después del triunfo de
San Félix y de aprovecharse de sus trabajos y de su
victoria en Guayana para gloria propia y menoscabo
de la suya.
 Seis días después el Jefe Supremo libra orden al
General  Bermúdez “para que intime al General Piar
que se presente en este cuartel (Casacoima), o lo
remita preso con seguridad, si no obedeciere  a
aquella intimación”. Asimismo, ordena a Carlos
Soublette, Sub jefe del Estado Mayor, para que
prevenga a los Comandantes del tránsito de
Caruachi hasta la  línea donde él se encuentra, a
objeto de que velen sobre la conducta de Piar, e
impidan que tome otra dirección que no sea la de
Casacoima.
Bermúdez, desde su despacho en Angostura, 
comisiona a su edecán, Capitán de infantería 
Ramón Machado, para que vaya a la posada donde
se halla hospedado Piar y lo invite a pasar por su
casa de habitación que desea hablar con él para
trasmitirle un mensaje del Jefe Supremo, pero Piar
le dice que no puede ahora por hallarse
indispuesto.   Esta invitación del General Bermúdez
venía a confirmar lo que por vía de su edecán
Meleán, ya sabía, de manera que toma sus
previsiones y se alista para enrumbarse  por la
noche al otro lado del Orinoco.
Al parecer, Piar se hallaba hospedado en una casa
de la Familia Farreras.  Allí se supone que conoció a
Mónica Farreras con la cual tuvo a  Inés, su segunda
hija (la primera, Elizabeta, la tuvo en su matrimonio
con María Marta Boon). Inés, de la que nunca supo
ni pudo conocer, se casó a temprana edad con
Tomás Vásquez León, de cuya unión nació
Mercedes Vásquez Farreras, esposa del General
Ramón Cecilio Farreras, quien llegó a ser
Gobernador y Jefe Militar de Guayana al final  de la
Guerra Libertadora. 
Piar pasó a Soledad después de haber preparado su
fuga en varias curiaras.  En unas iban su concubina
Mónica Farreras, dos mulas y sus archivos privados;
en otras, bastante adelantada, había pasado Piar
escoltado por sus dragones.  Bermúdez supo de la
fuga de Piar muy tarde, de todas maneras se
movilizó y logró devolver a la orilla las
embarcaciones donde iban su mujer y sus archivos,
mientras Piar devoraba distancias favorecido por las
sombras de la noche. Se detuvo en Cucasana donde
fue atendido por el oficial José Lara y luego
prosiguió con suerte hasta Maturín. Desmontó en la
posada del General Andrés Rojas, comandante de la
plaza, donde fue atendido y saludado por otros
oficiales.
Desde Maturín buscó contacto y acercamiento con
Mariño, quien para desgracia suya había sido
atacado y derrotado desde Cariaco hasta Carúpano
y Güiria por las tropas de Morillo, reforzadas con
tres mil hombres venidos de España que Canterc
conducía hacia El Perú. Los patriotas perdieron la
artillería, el armamento, más de ciento cincuenta
soldados, muertos y prisioneros, entre ellos, el
Teniente coronel Francisco Jugo, Francisco Sucre y
Antonio Herrera, fusilados luego por orden de
Morillo. Mariño se hallaba en San Francisco y allí
recibió noticias de Piar e inmediatamente mandó
por él al Coronel Izabal junto con otros oficiales.
Juntos pusieron en práctica un proyecto de
hostilidad para apoderarse de la plaza de Maturín,
donde se presentaron ambos el 17 de agosto  con
200 hombres armados, para lo cual Mariño había
llamado a Chaguaramal las tropas que tenía sobre
Cumanacoa.  Según carta del General Andrés Rojas
al Libertador, los jefes convidados se establecieron
en la otra orilla del Guarapiche frente a la ciudad de
Maturín y le propusieron entrar  al pueblo, a lo que
se negó aceptándolo tan solo a ellos, no así  las
tropas. Piar y Mariño, de todas maneras, se
movilizaron para intentar cruzar el Guarapiche  pero
antes de que avanzaran les advirtió que haría fuego
contra ellas, de manera que para evitar un desastre
llegaron a un acuerdo.  Rojas les cubriría sus
carencias de pólvora, papel, caja de guerra y unas
cien reses.
A raíz de este suceso, el General Andrés Rojas se
apresura a escribirle al Libertador y entre otras
cuestiones  le informa lo de Piar; que éste ha 
pasado a Cumanacoa y le hizo saber se había venido
huyendo de Guayana porque Bolívar se había
proclamado rey y que,  dirigiéndose la guerra contra
los reyes, era preciso pelear contra  él para lo cual
las tropas juraron sacrificar la última gota de sangre
contra la autoridad suprema, visto lo cual le
reiteraba el pedido de auxilio, toda vez que la plaza
de Maturín se encontraba débil y sin pertrechos, 
siendo muy poco lo que podía hacer.   
            Sucre  y Urdaneta  llegaron a la Mesa de
Angostura el 15 de julio al separarse de Mariño tras
el Congresillo de Cariaco e inmediatamente fueron
utilizados por el Libertador, el primero como
Comandante del Bajo Orinoco, y el segundo como
Jefe de la División que mandaba Piar en Upata, pero
antes de que éste tomara posesión, los llamados
Dragones de Piar desertaron e  intentaron
sublevarse, pero fueron  sometidos.  Bolívar
entonces ordenó a Bermúdez procediese a la
prisión de los revoltosos y su sometimiento a un
Consejo de Guerra, lo cual no fue necesario porque
casi todos se arrepintieron y volvieron al ejército,
incluyendo al capitán José Antonio Minas,  edecán
de Piar..
            El 12 de septiembre, Bolívar sale del puerto
de San Miguel para establecer el gobierno en la
Angostura del Orinoco y antes de hacerlo escribe al
Padre Blanco informándole que ha dejado
encargado de la línea del Bajo Orinoco al General
Rafael Urdaneta y que debe venir a conferenciar
con él para combinar el arreglo de abastos y el
modo de evitar todos los desórdenes que han
venido ocurriendo hasta ahora.
            El 13 de septiembre, Bolívar entra en
Angostura y la declara capital civil y militar.  La
ciudad apenas había quedado con unas cinco mil
almas.  Un expedicionario inglés la describe para
entonces como “de forma triangular levantada en la
vertiente de una colina coronada por un fuerte.  La
base del triángulo, que era la calle mayor, seguía la
margen del río por encima de la marca de las aguas
altas.  Cerca del vértice se hallaba la plaza, de una
hectárea aproximadamente, de la cual partían siete
calles colina abajo, cruzadas por siete avenidas
paralelas, que terminaban cerca de la ribera.
            En la cumbre del cerro había un pequeño
fuerte, debajo del cual se veía un pintoresco
convento que se había convertido en hospital.  La
plaza empedrada estaba flaqueada en su lado más
alto por la casa de la Guardia, prisiones y cuarteles
militares, mientras que la casa de Gobierno
dominaba el lado más bajo.  Entre las otras
edificaciones estaba el Palacio Episcopal, una capilla
y la vicaría, la Magistratura, algunas oficinas y tres
casas articulares.
            Bordeando la calle mayor había algunas
casas de piedra, unas tiendas y una taberna con
billar y mesas de juego, donde la cerveza oscura
tenía fama de excelente.  En el extremo oeste de la
ciudad estaban las casas de los pobres, hechas casi
todas de bahareque”.

CAPITULO XV / Aprehensión de Piar


Cedeño, el oficial que hizo preso a Piar
Cedeño deja la Gobernación de Guayana para
socorrer al Departamento de Maturín – Los realistas
ocupan Carúpano y Cariaco mientras Mariño estaba
en Guanaguana – Bolívar aprovecha este suceso
que debilita internamente a los rebeldes y procede
contra Mariño y Piar – Bermúdez sale de Angostura
a reforzar su  División con la brigada de Zaraza - 
Cedeño  prepara aprehensión de Piar – Lo captura
en Aragua de Maturín  – Carta de Piar para Mariño
al siguiente día de su detención reconociendo su
error y convocando a la unidad en torno al Jefe
Supremo.

            Mientras en Guayana Bolívar logra


restablecer severamente la disciplina y unir el
Ejército entorno a su jefatura, en el Oriente,
especialmente en el Departamento Maturín, no
ocurría lo mismo.  Los brotes sediciosos
amenazaban la unidad a causa de la conducta de
Mariño y Piar que divulgan su descontento por la
forma como se manejan los negocios públicos y se
ejerce la jefatura suprema.  Bolívar reacciona con
disgusto y toma  decisiones, una de ellas que afecta
la permanencia del General Manuel  Cedeño en la
Gobernación de la provincia porque recibe la orden
de marchar con el Escuadrón Caicara contra la
sedición de rebeldes en Maturín.

            “Señor General –le escribe al General Cedeño


el 17 de septiembre de 1817-  Los distinguidos
servicios de V. S. a nuestra Patria, su  amor  al 
orden, la  constante  obediencia  que  ha  prestado 
V. S.  al  Gobierno, su  señalado  valor  y  pericia 
militar, me  han  determinado  á  V. S.  el  mando 
de  la  expedición  destinada  á  socorrer  el 
Departamento  de  Maturín.
            Las  instrucciones  que  tengo  el  honor  de 
acompañar  á  V. S.  modelarán  enteramente  su 
conducta  en  esta  importante  empresa  y 
delicada   operación. Ella  es  de  tal  naturaleza 
que  debe  ejecutarse  con  un  tino  y  pulso  que 
produzca  los  resultados  que  el  Gobierno  se 
propone.
            V. S. Señor  General, tiene  las  cualidades 
que  se  requieren  para  llenar  absolutamente  los 
justos  deseos  del  Gobierno  de  la  República.
Desengañe  V. S.  á  los  infelices  inocentes  que 
por  sencillez  hayan  dejado  seducirse: hágales  V.
S.  ver  el  abismo  en  que  algunos  enemigos  de 
la  tranquilidad  pública  quieren  sepultarlos  y 
hágales  ver  las  rectas y  paternales  intenciones 
que  han  guiado  hasta  hoy  los  pasos  del 
Gobierno  de  Venezuela.
            Terminada  la  comisión  de  V. S.  regresará 
á  esta  plaza  á  encargarse  del  Gobierno  de  esa 
Provincia, para  yo  continuar  las  operaciones  de 
la  campaña  en  el  Occidente  contra  el  enemigo 
común.              Dios  guarde  á  V. S. muchos  años. 
Simón  Bolívar”.

            De esta comisión encomendada a Cedeño


informa el mismo día al General Andrés Rojas para
que se disponga a cooperar.  También informa,
tanto a él como al Comandante de las tropas que
obran cerca de San Fernando de Apure,  que el
General Bermúdez, a la cabeza de su división
marcha a incorporar a ella la brigada del General
Pedro Zaraza en Chaguaramas y de allí tratar de
marchar con tres mil hombres perfectamente
armados y bien municionados sobre Calabozo 
donde deben hacer un alto hasta que él pueda
lanzar la ofensiva hacia  Occidente.
            Mejor enterado de los sucesos de Güiria por
el Comandante de la goleta nacional
el Cóndor procedente de Jamaica y los de otros
buques que han fondeado en las fortalezas de la
vieja Guayana, el Jefe Supremo vuelve a escribir al
General Cedeño (22 de septiembre) a fin de que
tome en cuenta la ventaja que significa para sus
planes la derrota de Mariño, subrayando que Güiria
ya no puede prestar auxilios ni recursos a quienes
fomentan la rebelión, pues están prácticamente
cercados tanto por tropas enemigas como por las
mismas tropas patriotas que responden a su
jefatura.
            “Jamás se ha presentado una ocasión más
oportuna, ni una circunstancia más favorable para
arrancar hasta las más pequeñas raíces del mal que
los enemigos domésticos de Venezuela quieren
sembrar” dice Bolívar a Cedeño y lo insta a
aprehender a los autores:
            “Vuestra señoría tiene todos los medios para
aprehender a los autores, jefes y partidarios de este
horrendo crimen dejando para siempre purgado ese
suelo de los monstruos que querían convertirlo en
su teatro de abominaciones.
            Piar, solo, sin partidarios y sin espacio
siquiera donde vagar, debe infaliblemente caer en
manos de usted.  Vuestra señoría debe
aprehenderlo, a él y a los que lo sigan sin que nada
pueda salvarlo del poder de usted; de manera que
los acontecimientos inesperados de Güiria aseguran
más el éxito feliz de la comisión de usted.
            El Capitán Esteves, Comandante del Cóndor,
asegura que el Comandante Benn de la Guardia de
Honor del General Mariño debe regresar de
Trinidad a Maturín.  Este y los más que indique a
usted el general Sánchez, que los conoce, deben ser
asegurados y conducidos con los demás facciosos,
como también Isaba, Montes y demás Jefes que han
seguido a los revolucionarios de esa plaza.
            Usted no debe permitir por ninguna causa la
evasión de Piar, debe necesariamente ser
aprehendido, y vuestra señoría de volver
trayéndolo consigo, pues si se frustra la captura de
éste, la facción no queda enteramente ahogada y
extinguida; nada pues puede omitirse en su
aprehensión”.
            Dos días después recibe noticias del
Almirante Brión, según la cual la goleta Tigre no
responde a su mando y ha desembarcado tropas en
dirección a Maturín.  Ante esa situación el Jefe
Supremo previene tanto a Cedeño como a Andrés
Rojas para que actúen colaborando con una
flechera que ha sido despachada para  someter al
Capitán de la goleta y reembarcar la tropa con
destino a Angostura.  Ratifica la necesidad de
aprehender cuanto antes a Piar, del que ha sido
informado tomó la ruta de Cumanacoa.  La orden
de aprehensión ha sido extendida contra Mariño,
Benn, Fouchet y otros que deben ser remitidos al
Cuartel General de Angostura con la mayor
seguridad.
            El General Andrés Rojas informa al Libertador
en oficio del 18 de cuanto se ha hecho por llevar a
cabo la captura de Piar y le da cuenta de todo lo
dicho por él en su contra  para ganarse el favor de
oficiales y tropas.  Asimismo le impone de la
impotencia y debilidad a que se halla reducido Piar
en Cumanacoa, sin municiones ni de donde
tomarlas y seguido por un corto número de
soldados.
            Bolívar, responde al General Rojas,
calificando  de ridícula como despreciable la nueva
invención a que Piar se ha acogido y que, por
supuesto, a nadie puede alucinar con ella.
            “Las tramas y genio revoltoso de Piar, en
estas circunstancias en que aun no estamos
perfectamente tranquilos, son muy temibles.  Los
individuos todos de la República deben empeñarse
en su aprehensión.
            Las fuerzas reunidas del señor General
Cedeño con las de U.S., deben llenar los deseos
justos del Gobierno.  US debe tomar en la
aprehensión de este faccioso el más vivo, decidido
interés.  Si no se logra su captura, ni Maturín ni la
Provincia de Cumaná estarán tranquilas jamás,
mientras existan en el corazón de ellas el germen de
la discordia.  Así pues, reitero a US la orden expresa
de no perdonar medio, diligencias, ni sacrificio para
su aprehensión”.
            Carta de semejante tenor cursa con destino
al General Cedeño recordándole que “la patria y la
felicidad general, reclaman imperiosamente el
castigo del faccioso que las perturba.  Las fuerzas de
usted, señor General,  pero sobre todo el valor e
interés de usted por el bien público, son más que
suficientes para la aprehensión de Piar y de sus
partidarios.  Las circunstancias son las más
oportunas; aprovéchelas y proceda a desempeñar
su importante comisión conforme a mis
instrucciones”.
            Cedeño que había salido de Angostura con su
escuadrón el 20 de septiembre, se detiene en El
Tigre y adelanta  al Teniente coronel Juan Francisco
Sánchez hasta Maturín para preparar con Andrés
Rojas comandante de la plaza, la localización y
captura de Piar. Más tarde Cedeño reanuda la
marcha, llega a Maturín el 25 a las ocho de la noche
y recibe información de Rojas y Sánchez de que Piar
se halla en Aragua de Maturín con unos 100
fusileros aproximadamente comandados por el
Teniente coronel Francisco Carmona. 
Inmediatamente mandó al Comandante Remigio
Femayor viniese con cuarenta hombres y éste se
presentó al día siguiente  a las diez de la mañana,
cuando recibió instrucciones de marchar sobre
Aragua de Maturín. Cedeño salió más tarde a
reunirse con él.
En Aragua de Maturín, Piar acostumbraba acampar
con su tropa en el hato “El Potrero”, y en el pueblo
solía pernoctar en una casa contigua a la de doña
Rosa Cabello de Silva, quien lo despertaba por la
mañana con una humeante taza de café.
            El 27, a las cuatro de la mañana, entró
Cedeño en Aragua de Maturín, se unió a los
hombres comandados por el Comandante Femayor
y sin perder tiempo se dirigió a la casa donde según
le habían informado, se hallaba el General Piar,
mientras el Alférez José Peralta era destinado con
un piquete de carabineros a observar los
movimientos de la infantería de Piar que estaba
acuartelada. En eso se presentó el comandante
Francisco Carmona y cuando el Alférez trataba de
impedirle el paso hacia el cuartel de su tropa, llegó
el Teniente coronel Juan Francisco Sánchez y
tomándolo por el brazo se retiro a conversar con él.
            Cedeño ya se había hecho recibir por Piar y
dirigiéndose a él con tono natural y resuelto, le
dice:
-Compañero, vengo a buscarlo a usted de orden del
Jefe Supremo.
Piar le contestó:
-Nada tiene que hacer conmigo el Jefe Supremo de
esta tierra.
Cedeño, entonces, dirigiéndose al oficial ayudante
de campo de Piar, Teniente José María Aguilera,  le
ordenó:
-Teniente, mande usted a ensillarle la mula al
General –pero éste le respondió:
-No quiero.  Yo no obedezco sino a mi General Piar.
Entonces, Cedeño dio al Teniente un golpe de sable
inutilizándole el brazo izquierdo. 
            Poco después salió Piar de su casa con
intención de dirigirse a la infantería, seguido por
Cedeño y otros oficiales, Peralta pasó a formarse
con su tropa al tiempo que salía el Comandante
Carmona con su caballería.  Mándale a hacer alto y
alinearse.
            Carmona tuvo un intercambio de palabras
con el General Cedeño que fue aplacado por el
oficial Sánchez. Luego Cedeño volvió a la carga
tratando de persuadir a Piar sobre la necesidad de
que lo siguiese a Maturín con arreglo a la orden del
Jefe Supremo, pero Piar  se resistía:
-Sólo en la punta de una lanza podrá llevarme usted
a Maturín.
            -General, he traído tropas para conducirlo,
no en la punta de una lanza sino para hacerlo
obedecer. 
            Luego se dirigió a la infantería de Piar:
            -No he venido a hacerles la guerra porque
todos somos hermanos, sólo he venido a cumplir la
misión de conducir al General Piar a la presencia del
Jefe Supremo.
            Pero el General Piar lo interrumpe:
-General Cedeño, hace mal usted en seducir mi
tropa -y desenvainando su espada ordena:
-Comandante Carmona, póngase a la cabeza de la
infantería.
 En ese instante el oficial Sánchez tira de su sable e
intervienen Cedeño y otros oficiales, arropan a Piar,
lo desarman y hacen preso por la fuerza.  Carmona
no interviene, permite que su Jefe sea arrestado
apoyándose en la caballería de Cedeño, mientras
impotentes algunos elementos de tropa y oficiales
de Piar se dispersan y salen corriendo hacia el
monte.
            Cedeño más tarde dijo a Piar excusara el
procedimiento, pero cumplía orden del Jefe
Supremo de conducirlo a como diera lugar al
Cuartel de Angostura, dada su manifiesta
resistencia, pero que nada debía temer puesto que
sólo se pretendía poner en claro situaciones que
perjudicaban la unidad del ejército y conciliar las
diferencias.  El General Piar accedió y aunque
protestó la forma como había sido traicionado e
irrespetada su jerarquía, reconoció su error y quedó
convencido de que lo más sensato era cobijarse
bajo una sola causa, bajo una sola bandera y bajo
un sólo jefe. Ya en Maturín, a donde fue conducido
esa misma mañana, así lo manifiesta  en la siguiente
carta enviada al General Santiago Mariño:
“Maturín, 28 de septiembre de 1817.  Estimado
General:  Un acontecimiento que no esperaba me
puso en  manos  del General  Cedeño, quien 
autorizado  por  el  Jefe  Supremo  de la  República 
se  presentó  en  Aragua  el  27  del  corriente  a  las 
3  de  la  mañana, su  objeto  era  conducirme  a  la 
Provincia  de  Guayana  para  tener  una  entrevista 
con  el  Jefe  Supremo  y  la  reconciliación  con  sus 
amigos. Yo  mi  querido  amigo  me  hubiera 
defendido  con  la  tropa  que  mandaba 
compuesta  de  80  fusileros,  el  General  Cedeño 
solo  traía  40  hombres  de  caballo, pero  la 
traición  que  hizo  a  mi  confianza  el  Comandante 
Carmona  corto  mi  resolución, acontecimiento 
que  miro  como  un  precursor  de  la  República,
de  la  extinción  de  los  tiranos  y  de  la  libertad 
del  Estado.
            Cuando  yo  quise  disponer  de  las  tropas 
contra  los  que  intentaban  a  la  sombra  del 
pabellón  contra  mi  alta  jerarquía,  el 
Comandante  Carmona  los  hizo  desfilar  y  se 
formó  apoyando  la  caballería, lo  que  sirvió  de 
señal  para  declararme  prisionero.
            Este  acontecimiento  mi  querido  amigo  os 
debe  servir  de  escuela  para  conocer  el 
resultado  de  los  partidos  entre  individuos  que 
hayan  cubiertos  de,  un  mismo  cielo,  que  siguen 
una  misma  causa,  y  hacen  unos  mismos 
sacrificios: en  los  momentos  en  que  se  divide 
un  pueblo  y  aparecen  mandando  los  jefes  de  la 
Sociedad  ya  no  hay  seguridad,  y  el  que  se cree 
más  apoyado  es  el  primero  que  se  sacrifica.
Estas  son  las  circunstancias  en  que  nos 
hallamos  y  es  necesario,  y  de  una  necesidad 
absoluta  de  que  mande  un  hombre  a 
Venezuela  ¿ Y  quien  debe  ser?  Naturalmente 
está  llamado  al  mando  supremo  del  Estado  el 
General  Bolívar, no  hay  una  circunstancia  en 
que  no  apoye  esta  verdad, pues  si  es  innegable 
este  principio unámonos compañero  y  amigo  con 
el  General  Bolívar  que  es  el  Jefe  que  más 
desea  esta  satisfacción  que  tantos  bienes  trae  a 
la  República.
            Yo  por  mi  parte  he  resuelto  en  mi 
corazón  no  militar  bajo  otras  banderas  que 
aquellas  que  manda  el  Jefe  Supremo,  pues  he 
conocido  mi  error,  y  el  sacrificio  que  iba  a 
hacer  de  la  República  por  un  motivo  que  no 
tenía  de  legal  que  los  resentimientos  de  mi 
corazón,  no  os  puedo  decir  más  para  animaros 
adoptar  el  partido  de  la  unidad  de  la  República 
pues  de  este  modo  participaremos  de  la  gloria
que  conseguirán  todos  los  que  contribuyen  a  la 
Libertad  general  de  la  República.
            Yo  hablo  con  libertad,  y  sólo  manifiesto  
los  sentimientos  de  mi  corazón,  créeme  tú  eres 
el  Segundo  de  la  República  y  cuando  el  General 
Bolívar  se  separe  de  estas  provincias  yo  debo 
hallarme  a  tu  lado,  y  todas  estas  circunstancias 
reunidas  me  hacen  hablar  con  franqueza.
            Cuando  fui  sorprendido  creí  haber  caído 
en  manos  de  mis  enemigos,  pero  cuanto  se 
engaña  el  corazón  del  hombre;  yo  herido 
tratado  con  toda  dignidad  de  mi  carácter y  una 
porción  de  amigos,  han  derramado  sobre  mi 
alma  la  confianza,  el  consuelo  y  la  esperanza 
todo  lo  que  encontré  en  Maturín,  son 
documentos  de  unidad  de  amistad,  y  de 
concordia,  no  te  engañes  créeme.  Piar”.  
Piar, no obstante, se mordía de resentimiento
contra el jefe de su guardia personal Francisco
Carmona, cumanés que para entonces contaba 21
años. Hijo de madre venezolana y de padre
español.  Lo había conocido en 1813 durante la
Expedición de Chacachacare organizada por Mariño
y estuvo a su lado durante la campaña de Guayana
donde también Carmona entablo amistad con el
General Cedeño, el mismo que en Aragua de
Maturín lo sedujo para lo que Piar siempre
consideró como traición y Bolívar como un acto
patriótico.  Carmona desde entonces  seguirá activo
al lado de su paisano el General Bermúdez  y
seguirá a Bolívar hasta Colombia donde muere
asesinado en la Ciénega de Santa Marta en 1853.

CAPITULO XVI / Piar preso en


Angostura
Prisionero y escoltado por un escuadrón de
carabineros, Piar es conducido a la Angostura del
Orinoco  adonde llega la noche del 3 de octubre y es
recluido en calidad de detenido – Debidamente
informado, el Libertador lo remite junto con un
expediente al jefe del Estado Mayor – Sometidos a
la autoridad del Libertador rebeldes de Cumaná
afectos a Mariño y Piar – Bolívar elogia
comportamiento del Comandante Francisco
Carmona y lo asciende a Coronel.
            El General Manuel Cedeño comisionó al
coronel Juan Francisco Sánchez para que con un
escuadrón de carabineros condujera a Piar hasta
Maturín y de allí al Cuartel General de Guayana
donde sería puesto a la orden del Libertador,
mientras él proseguía a entrevistarse con el
General  Rafael Guevara y otros disidentes en
Cumanacoa.
Piar es conducido a Guayana y llega a la plaza de
Angostura en la noche del 3 de octubre de 1817 y es
recluido en uno de los inmuebles, al norte de la
Plaza, que servía de despacho al Estado Mayor. 
Debidamente informado el Libertador, quien
permaneció en vela toda la noche, decide poner a
Piar en manos de Carlos Soublette, en calidad de
Fiscal y Juez con la siguiente documentación
adjunta:
Señor  General de Brigada Jefe de Estado Mayor
General, Carlos Soublette.
Señor General:
            El señor General  Piar, acusado de los
crímenes de insubordinado a la autoridad suprema,
de conspirador contra el orden y tranquilidad
pública, de sedicioso, y últimamente de desertor,
debe ser juzgado conforme a nuestras leyes.
            Como en virtud del artículo 4º  capítulo 3º
del reglamento de 29 de Mayo último corresponde
a US instruir el proceso, procederá US a ello a la
mayor  brevedad en clase de Juez  Fiscal, hasta
poner la causa en estado de ser juzgada por el
Consejo   de  Guerra que se nombrará
oportunamente para su decisión, con arreglo al
mismo capítulo 3º del citado reglamento.
            El Capitán ciudadano José  Ignacio Pulido
actuará en calidad de Secretario.
            Los trece adjuntos documentos impondrán a
US de la conducta y atentados del acusado.  US hará
de ellos en el proceso el uso que es debido.
            Dios guarde a US muchos años.
            Cuartel General en Angostura a 3 de Octubre
de 1817.- 7º .
                                                                                                                 
BOLÍVAR.

Número 1º
           
                                                                               
Guayana, y Julio 20 de 1817.- 7º.
            Mi amado General:
            En el instante que llegue a esta ciudad tuve la
fortuna de encontrarme con el señor Piar; este 
General, después de haberme hecho las más
sinceras demostraciones de amistad me habló de
este modo:
            “Yo he sido elevado a General en Jefe por mi
espada y por mi fortuna, pero soy mulato y no debo
gobernar en la República; no obstante, yo he
penetrado el gran misterio de la administración 
actual, y he jurado a mi honor restituirle la libertad
a tanto inocente que está derramando su sangre
por encadenarse más y más en una esclavitud
vergonzosa; me voy a Maturín, y al fin del mundo si
es necesario, a  ponerme a la cabeza de los que no
tienen otro apoyo que sus  propias fuerzas, estoy
seguro que haciendo razonar por todas partes la
justicia de mis sentimientos y la necesidad en que
nos ponen de tomar las armas cuatro mantuanos,
por la ambición de mandarlo todo, y de privarnos
de los derechos más santos y naturales, no quedará
un solo hombre que no se presente a defender tan
digna causa.  Mariño, cuyas ideas liberales son bien
conocidas me hará algunas reconvenciones, pero él
se unirá de muy buena fe,  por estar de acuerdo con
mis sentimientos.  Sánchez, ha llegado la  época de
que seamos libres, manténgase U.  como filósofo,
siendo indiferente a  tanto crimen, y  guarde U una
fiel correspondencia conmigo por medio de
Olivares; yo soy su amigo, y nuestra triste condición
nos liga de tal modo que debemos de ser uno en
ideas, y en sacrificios; en fin, ellos o nosotros sólo
debemos existir”.  De este modo concluye su
discurso esta serpiente de la República; mis
contestaciones no repugnaron sus principios, con el
objeto de sondear más y más aquel corazón
horroroso que quiere ver envuelta su patria en la
guerra más espantosa que conoce  la historia del
mundo.
            Mi General, V.E. me conoce y sabe cuánto ha
costado siempre a mi corazón hacer acusaciones
contra los hombres de la República; pero mi patria,
que es para mí lo más santo, me haría sacrificar  a
mi propio padre si él fuera enemigo de la causa
pública.
            En el momento que me separé de ese
monstruo, me dirigí al General Bermúdez y lo instruí
de todo; él en seguida me refirió lo que sabía sobre
el particular, y me dijo que ya había escrito a V.E. y
esperaba la contestación para obrar.
            El General Cedeño, a quien me manifesté
también, está indignado con hombre tan malo, y
me ha dicho que ha escrito a V.E. sobre lo mismo. 
V.E. esté seguro que el General Cedeño detesta al
señor Piar y desea se castiguen tantos crímenes, y
yo de mi parte recuerdo a V.E. los resultados que
hemos tenido siempre si un  ambicioso se pone a la
cabeza de una inmensidad de hombres que no
conocen la moral, ni el respeto que se debe a la
justicia y  a la sociedad; por desgracia la mayor
parte de los que componen los ejércitos de la
República han sido educados por los Bóves, los
Morales, etc. ¿Y éstos estarán conformes con el
orden y la civilización que debemos establecer?  Mi
amado General, no se engañe; V.E. ha estudiado
bien el corazón del hombre y conoce sus
tendencias, también conoce que hay un germen de
insurrección regado en toda  la República, y que si
se presenta una mano a darle impulso, la
consecuencia será perder aun la esperanza de la
libertad. V.E. siente bien todo lo que digo.
            Eche V.E. una mirada por todos los ejércitos
de la república, desde la otra parte del Orinoco
hasta la Provincia de Casanare, y contemple si debe
o no el General Piar repasar el Orinoco: examine el
sistema de desorganización que  quiere establecer y
contemple también si debe ser castigado con toda
la severidad que manda la justicia, la República y las
circunstancias.  Yo creo, mi buen General. que  V.E.
no puede dejar impune el crimen del señor Piar sin
hacerse responsable a Dios, a la República y a las
generaciones futuras.
            En fin, V.E. tiene demasiado juicio, luces y
justicia en su corazón, para no hacer lo que más 
convenga al bien general.
            En esta ciudad todos son sus amigos, así por
su persona como por ser el Jefe Supremo del
Estado.  El General Bermúdez, el General Cedeño
son demasiado justos en su  corazón, y no quieren
sino el orden y la justicia; los Comandantes  y
oficiales están animados de los sentimientos de sus
Generales: en fin, aquí todo es bueno.
            El Teniente Coronel Olivares ha
correspondido muy bien a la confianza que V.E.  ha
hecho siempre de él, y en esta ocasión ha sido muy
importante a la República.
            Todo lo que digo, como moralmente posible, 
puede ser un error, pero todo lo deposito en las
manos de V. E.  como en las de un amigo a quien he
franqueado mi corazón.
            Adiós, mi General, hasta que a la voz pueda
imponer más a V. E. de mis sentimientos.
            Tengo de V. E. el más alto respeto y
consideración, y soy de V. E. un eterno
amigo.                                                                                    
JUAN FRANCISCO SÁNCHEZ.
Número 2.                                                                                
Guayana, Julio 26 de 1817.-7º.
            Mi querido General:
            En este día he recibido sus oficios  relativos al
temperamento que debía tomarse contra las negras
ideas de Piar. Al momento mandé decirle con mi
Edecán Machado  tuviese la bondad de
dispensarme la ida a su casa por mis males, y que se
pasase a la mía para comunicarle asuntos
interesantes.  Su  respuesta fue la de que vendría en
el instante.  Cuando le aguardaba para recibirle,
recibí  un recado con su Edecán Mina, de que no
podía venir por hallarse indispuesto.
            Ciertamente, aquí conocí que él trataba de
burlarse, y en consecuencia le pasé oficio
manifestándole pasase donde V. E.  que así  lo
prevenía, y entregase los Dragones al señor General
Cedeño;  insertándole a éste igualmente otro oficio
para que los recogiese y fuese cumplida la orden de
U.  La contestación fue que estaba bien, y en el
momento trató de pasar bestias en varias canoas,
las cuales hice venir al puerto por medio de algunos
tiros de mosquete, como también diez de ellas que
ya estaban del otro lado.
            Esta operación me puso en el caso de
proceder con energía, abandonando toda
consideración,  y dispuse que 25 hombres, con un
buen oficial, escoltasen la persona de Piar en su
casa e intimarle por medio de mi Edecán prisión
orden de U. para remitírselo.
            Esto no tuvo efecto, porque cuando la tropa
llegó a mi casa fui informado que Piar no existía en
su posada  y que se ignoraba su destino, y así fue 
retirada a su cuartel.
            Con todo, para  que él no se ría de la
autoridad y sepa respetarla, he dado órdenes para
su aprehensión en todos los puntos por donde
pueda salir de esta ciudad;  he arrestado a Gabino y
su Edecán Mina y Melean, y sin duda lo será él
también y remitido, si, como creo, está oculto en
alguna casa.
            No tema U. nada, General.  La libertad de la
República es preferible al disimulo  pernicioso que 
pueda hacérsele hasta hombre perverso y los que
traten de imitarlo.  Justicia, y el orden sucederá a
ella con los que combatimos por el bien de nuestros
países y destrucción de los inicuos. Es siempre de U.
Su afectísimo invariable amigo,
Q.B.S.M.                                                                  
JOSÉ FRANCISCO BERMÚDEZ.
Número 3.
                                                                                   
Guayana, Julio 26 de 1817.-7º.
            Mi querido General y respetado Jefe:
            La de U. que acabo de recibir, del 23 del
presente, me ha llenado de la más completa
satisfacción, así  por haber dado una providencia
sabia sobre el General Piar, como que por ella nos
rendimos de males incalculables que nos iba a traer
la traslación de ese hombre a Maturín con las
intenciones e ideas maquiavélicas que llevaba tan
negra que sólo un hombre loco y enemigo de la
humanidad no más las hubiese intentado; está,
pues, cortado en su cuna, con sólo llamarle a ese
Cuartel general.
            Los individuos que estaban capaces de estos
acontecimientos ya están desvanecidos, conocen la
injusticia y desean el castigo; por esta parte no hay
que temer, principalmente cuando estamos
acompañados de hombres que distinguen el bien y
el mal, y conocen la ruina que quiere Piar elevar en
Venezuela para divertirse en la desgracia; está
notificado para su comparecencia ante U.; debe
hacerlo en este día, bien sea de voluntad o de
fuerza.
            Esto presenta el mejor aspecto, pues los
habitantes que han quedado en esta ciudad dan
muestras de estar contentos con nuestro Gobierno.
            Adiós mi querido General, cuente U. con la
verdadera amistad que le profesa su invariable
súbdito y amigo,
                                                                                                 
MANUEL CEDEÑO.

Número 4.
                                                       Copia.- Reservado.
Señor General Andrés Rojas, Señor General Pedro
Zaraza y  Señor General Tadeo Monagas.
            El señor General Piar, después de varios
debates injustos contra la suprema autoridad, a
quien todos los Jefes de la República prestamos la
más estricta obediencia, ha querido poner en
práctica un proyecto tan destructor que
inevitablemente nos envolvería en una guerra civil,
si no se atajase su curso.
            Tal es el de haber invitado, con objeto de
formarse un partido y disolver este precioso
ejército, a muchos oficiales y soldados pardos, para
que acaudillados por  él se separen  de la unión tan
íntima que liga a todos en la presente lucha, y de la
igualdad verdadera que disfrutan  aquellos en
nuestra sociedad; inspirándoles que los mantuanos
sólo tratan de su destrucción, y que a él como
pardo y no como criminal lo persiguen.
            Informado el General Cedeño y otros
oficiales, con quienes habló de este  pernicioso
suceso, lo participé al Jefe Supremo, quien en
consecuencia me previno impidiese su paso a esa
parte, le dijese fuera a verse con él en su Cuartel
General, y que en caso de negarse lo consignase,
bajo la conducta de un Coronel, a su presencia.
            Cuando yo esperaba que el General Piar
cumpliese con los deseos de la autoridad suprema, 
poniéndose en marcha a aquel destino, ha
cometido la deserción más escandalosa y
degradante, cuyo ejemplo, siendo el primero en
nuestra República, ha dado más  motivo de
sorpresa al pueblo que lo ha visto y a la tropa
confianza para que tal vez lo imiten.
            Como es posible que su marcha la haya
emprendido a esa ciudad, con el objeto de formarse
un ejército, no para combatir a los tiranos, sino para
sostenerle en su errado modo de pensar, encargó a
US., en nombre del Excmo. Señor  Jefe Supremo,
tome las medidas más activas para cortar los males
en que va a envolverse la República, si no se
cortasen en tiempo, aprehendiéndolo y
remitiéndolo, con el decoro que merece su empleo,
a dar cuenta de su conducta al Magistrado, cuya
justificación no será capaz de aplicarle un castigo sin
que preceda el competente juicio a que estamos
sujetos todos los militares.
            No pierda US.,  momentos en este negocio
acusándome recibo y comunicándome  el resultado
para noticia de S.E.
Dios guarde  a US muchos años.
Guayana, Julio 28 de 1817.-7º.                                
JOSÉ RANCISCO BERMÚDEZ.
Es copia.-Bermúdez.
Número 5.
Excmo. Señor  Jefe Supremo, Simón Bolívar.
            Excmo. Señor:
            Las adjuntas copias impondrán a V. E. de la
deserción cometida por el General Piar y de las
providencias tomadas por mí para cortar los males
que ella puede producir.
            Sus Edecanes, mujer y bestia han quedado
aquí en seguridad,  pues cuando observé estaban
pasando estas últimas, conocí que él no quería dar
cumplimiento a lo que le había prevenido de orden
de V. E. y entonces procedí  a  hacer repasar
aquellas e intimarle prisión por medio de mi Edecán
que no tubo efecto por haberse desaparecido.
            Hecho un inventario formal de la ropa y
muebles del General Piar, lo he hecho poner todo
en un fiel depósito, bajo la responsabilidad del
ciudadano Teniente Coronel Olivares, como
también la suma de 250 pesos fuertes, hasta la
resolución de V. E.
            Entre los papeles de su archivo se ha
encontrado el pasaporte que V. E. le concedió y el
despacho de su actual empleo.
            Dios guarde a V. E. muchos años.
            Guayana, Julio 29 de 1817.-7º.
                        Excmo. Señor.
                                                                                     
JOSÉ FRANCISCO BERMÚDEZ.
Número 6º.
Mi amado General:
Recibí la carta de V. E. fecha  1º del corriente y por
ella quedo instruido de sus intenciones;  ya he
hablado al General Cedeño de lo imposible que es
por ahora satisfacer la solicitud que hace de los dos
mil caballos, y él ha quedado convencido.
            Además V. E. me pide algunos detalles
relativos a la conducta de Piar; yo  diré lo que sé,
con la ingenuidad que me inspira el honor, mi patria
y V. E. El Ciudadano Calixto, Capitán del escuadrón 
de Honor  del General Cedeño, llamó  al Teniente 
Coronel José Manuel Torres, y le dije, que lo
impusiera de los disgustos que había entre los
Generales, pues le habían dicho que separaban del
ejército al General Piar, porque  era mulato, y
añadió otras razones análogas a este principio; en el
momento Torres  tocó la dificultad y desengañó  a
este oficial.  En seguida encontró el mismo Torres al
Coronel Hernández y con él le aconteció  lo mismo;
conociendo Torres  por estas dos declaraciones que
Piar  podía estar tramando  alguna revolución, dio
parte al general Bermúdez  y al General Cedeño, los
que al momento tomaron  todas las medidas que
demandaban  las circunstancias: en efecto el
resultado fue descubrir el gran mal.
            Piar había hablado a todos los Comandantes
de Caballería y a muchos oficiales subalternos, y
éstos no dejaron de ser sensibles a sus
insinuaciones, pero el General Cedeño  movió todos
los resortes de la amistad, de la confianza y de la
justicia, con lo que apagó  este incendio que nos
amenazaba.  El General Bermúdez  obró también 
con bastante actividad  y energía,  y la conducta
liberal que presenta está muy de acuerdo con las
circunstancias.
            Por lo que dejó  dicho, conocerá V. E.  que los
primeros avisos de la conspiración de Piar  se deben
a Torres, y además ha hecho frente a Piar, así en lo
relativo al gobierno que quería instalar, como en
todo lo demás: el General Bermúdez podrá también
informar a V.E.  respecto a Torres, pues él ha sido
testigo ocular de su conducta.
            La venida de V.E.  es muy interesante en este
punto, y  crea V.E. que su opinión es muy superior,
de modo que nada pueda hacerla vacilar.
            Cuando yo tenga el honor y la satisfacción de
verlo, entonces tocará V.E. más de cerca mi corazón
            Tengo de V.E. el más alto respeto y
consideración, y soy su más tierno amigo,
JUAN FRANCISCO SÁNCHEZ.
Número 7.                                                                      
Maturín, Agosto 5 de 1817.-7º.
Señor General José Francisco Bermúdez
            Es en mi poder el de US. y le digo que el
señor General Piar ha pasado para adentro a unirse
al señor General  Mariño.  Ellos están unidos.  El
aquí poco paró,  por que cuando llegó el suyo ya él
se había partido.
            Dios guarde a US. muchos años.
                                                                                                     
ANDRÉS ROJAS.
Número 8.
Señor General  José Francisco Bermúdez.
            Participo a  US.  cómo a mi llegada encontré
aquí al correo que mandé a Maturín con los pliegos
de US., que acaba de llegar;  el mismo  a quien  le
pregunté  que a quién había encontrado por el
camino, y me ha dicho, que encontró a seis
hombres y una mujer,  que me dice no conoció
persona ninguna de ellos; y por las señas que me
da, me presumo que será la mujer del General Piar;
que los encontró en el sitio de la Soledad,  todos a
pie y sólo la mujer iba a caballo en un macho rucio,
y una carga en otra bestia; y les preguntó de dónde
venían , y le dijeron que de Angostura.
            Yo quedo haciendo las más vivas diligencias
de solicitar por dónde haya sido  su paso, que si
llego a descubrir  quién ha sido el que la ha pasado,
viva US.  satisfecho que en la misma hora lo pondré 
en su tribunal.
            Le permito a US.  dos piezas de brin , las que
van  por el conducto del Comandante Guzmán.
            Dios guarde a US. muchos años.
            Cucasana, Agosto 15 de 1817.
                                                                                                                 
JOSÉ  LARA.

Número 9.
Excmo.  Señor Jefe Supremo  de la República.
            Excmo.  Señor:
            Por las dos adjuntas que tengo el honor de
remitir a V.E. del señor General Rojas y el
Comandante de Cucasana, quedará impuesto V.E. 
de su contenido,  y sucederán las órdenes  que V.E.
tenga a bien comunicar.
            El primero parece no satisface mis
intenciones en su estilo tan indiferente y limitado. 
El segundo se desentiende de los repetidos pasos
furtivos en su Departamento, en quien los prófugos
tienen  confianza en el descuido, o lo verifican con
alguna protección.
            Dios guarde a V.E . por muchos años.-
Angostura, 22 de Agosto de 1817.-7º
            Excmo. Señor.
                                                                                    JOSÉ
FRANCISCO  BERMÚDEZ.

Número 10.
Excmo. Señor Simón Bolívar, Jefe Supremo de la
República.
            Excmo. Señor:
            Tengo el honor de contestar el oficio de V.E.
de 30 del pasado.  En efecto, llegó aquí el General
Piar,  y aunque nada me descubrió directamente
con respecto a sus ideas revolucionarias, no dejó de
manifestar los principios de seducción con que
quiso atacar desde su llegada la inocencia de
algunos de los vecinos de esta ciudad.  Sin duda que
él  creyó    aprovecharse de la ignorancia de
muchos  que aun desconocen la moral  y quieren
fijar su existencia en la destrucción de sus
semejantes.  Él no pudo encontrar partido alguno y
el más incauto vio con más horror sus proyectos
enemigos del orden, de la tranquilidad y del bien
general.  En este estado, y mirando yo como
perjudicialísima la permanencia de Piar en esta
ciudad,  me vi obligado a prevenirle la desocupase
en el acto, como lo ejecutó dirigiéndose al General
Mariño. Yo estoy satisfecho en que este   Jefe no
puede convenir con sus  ideas, máxime cuando yo
he enviado con Piar al ciudadano Diego Alcalá,
sujeto de la mayor confianza de Mariño, que va
encargado de instruirle circunstancialmente de sus
proyectos y de cuanto trabajó aquel monstruo en
ponerlos en ejecución  en esta ciudad.
            Piar se presentó aquí diciendo que traía su
pasaporte para esta provincia, y que se había
adelantado de su equipaje que dejaba atrás,
publicando que sus servicios se habían vistos con
tanto desprecio que juraba no trabajar más en
defensa del sistema.
            Algunos oficiales de mi confianza se han
impuesto de la copia de la carta escrita por el
Ayudante general Sánchez y han visto con horror la
conducta de Piar, deseando todos generalmente se
castiguen los crímenes de un hombre tan ingrato a
su patria y a sus conciudadanos.
            El señor Smith será satisfecho de la cantidad
que reclama, con ganado, del que ha remitido el
señor General Zaraza, si se conforma en recibirlo.
            Dios guarde a V.E. muchos años.-Maturín,
Agosto 12 de 1817.-7º.
            Excmo. Señor.
                                                                                                               
ANDRÉS ROJAS.

Número 11
            Excmo. Señor Jefe de la República.
            Excmo. Señor:
            Al fin resolvió el General Mariño poner en
ejecución sus proyectos de hostilidad contra
Maturín.  El 17 del corriente se presentó  unido con
Piar a las orillas de la ciudad, con 200 hombres
armados; pero yo, que estaba ya enterado de que
aquel había llamado a Chaguaramas las tropas que
tenía sobre Cumanacoa, me había ya preparado con
las de mi mando.  Luego que fui informado de que
las fuerzas de Mariño se hallaban del otra lado del
río, me dirigí hacia él con algunos oficiales
montados; me propuso la entrada al pueblo a que
accedí, con tal de que sus tropas se mantuviesen
del otro lado.  Aquí me comunicó  de que su objeto
no era otro que el de llevar los auxilios que se le
habían negado.  Sus tropas empezaron a pasar
ínterin  yo estaba tratando con este Jefe, que
viendo mi resolución en que se hiciese fuego por
mis avanzadas a cuantos intentasen pasar a este
otro lado, le puse en la necesidad de que ordenase
a sus tropas, como lo ejecutó, el que se
mantuviesen sin obrar.  En este  estado, y deseando
evitar un rompimiento y una guerra civil que sin
duda iba a escandalizar a todo el universo, me
determiné a facilitarle tres damesanas de pólvora,
tres, resmas papel y una caja de guerra, ofreciendo
enviarle algunas reses de las que tenía el Estado.
            Hoy acabo de recibir parte de que ciento y
más reses que había contratado un extranjero en
esta ciudad, por cincuenta de pertrechos, y que
salían a embarcarse a San Juan, fueron sacadas de
Punceles, por una partida de carabineros enviados
por Piar o Mariño,  habiéndose llevado además
algunas mulas de particulares.
            Yo estoy satisfecho que dentro de quince
días volverán, y que no habiendo en esta ciudad
más que cuatro oficiales comprometidos conmigo,
iremos a ser víctima del General Mariño, o
tendremos que abandonar el pueblo.
            Todo lo comunico a V.E. para que en
consecuencia determine lo que tenga  por
conveniente.
            Dios guarde a V.E. muchos años.
            Maturín, Agosto 19 de1817.-7º.
            Excmo. Señor.                                                                            
ANDRÉS ROJAS.

Número 12.
Excmo. Señor Jefe Supremo de la República.
            Excmo. Señor:
            Acabo de saber por el Comandante Goitía
que dos individuos que llegaron de Cumanacoa le
informaron que después que Piar llegó allí con las
tropas, les hizo ver que él se había venido huyendo
de la Provincia de Guayana, porque V.E.  se había
proclamado  Rey, y que dirigiéndose la guerra
contra los Reyes, era preciso pelear contra V.E. : 
que las tropas de Piar juraron sacrificar la última
gota de sangre contra la Suprema autoridad.  En
consecuencia, reitero a V.E. sobre la venida de las
tropas que deben marchar a sostener el Gobierno y
a escarmentar los facciosos como Piar.  Ya tengo
manifestado a V.E.  que este mal en sus principios
puede cortarse y  que serían fatales los resultados si
tuviesen lugar las ideas de este monstruo.
            Que vuele el auxilio.  Piar se halla sin
pertrechos y en el estado más débil.  En caso más
apurado yo llamaría la señor General Monagas,
pero no se las órdenes que éste tenga, ni si se
presentará a auxiliarme.
            Dios guarde a V.E. muchos años.
            Maturín, Septiembre 14 de 1817.-7º.
                                                                                                                
ANDRÉS ROJAS.

Número 13.
Excmo. Señor Jefe Supremo de la República.
            Excmo. Señor:
            El 25 a las 8 de la noche llegué a esta ciudad,
donde el General Rojas  y el Teniente Coronel
Sánchez, a quien había destinado desde el Tigre,
con el objeto de hacerse capaz de todo, me
informaron encontrarse el General Piar en Aragua
con 100 infantes.  Yo entonces mandé el
Comandante Femayor viniese con 40 hombres
volando a marchar sobre Aragua.  Efectivamente, el
26 a las diez del día llegó, y sin detenerse un
instante, le mandé  marchar, y yo salí luego a
reunirme con él .  El 27 a las cuatro de la mañana
entré en Aragua, y sin detenerme en nada, me dirigí
a la casa donde se hallaba el General Piar; luego
empezamos a  hablar evitando todo escándalo,
pero nada de mis persuasiones bastaron para él
decidirse abiertamente a morir  antes que venir
conmigo,  y para ello ordenó al Comandante
Carmona, que mandaba el piquete de fusileros, que
se aprestasen  para batirse y que se pusiese a su
cabeza.  Yo entonces me dirigí a los fusileros y les
hice ver que éramos hermanos,  que defendíamos
unas mismas banderas, y que por consiguiente no
tenían que hacer un tiro, que confiasen en que yo
sólo iba a conciliarlos,  a unir los Jefes y que por
esta razón trataba de llevar al General Piar a
Maturín.
            Todas estas razones, y Carmona que se puso
a la cabeza,  los persuadió que no debían hacer
contra mí armas, hicieron que los fusileros no
hiciesen movimiento alguno;  a pesar de todo esto,
el obstinado hizo algunas tentativas al frente de  la
tropa, por lo que me fue  preciso valerme de la
fuerza y llevarlo como un reo, a montarlo a caballo. 
Después de haber tomado algunos oficiales de su
partido que había allí, salí para esta ciudad,
trayéndome 70 fusileros que eran los que mandaba
Carmona.
            Aquí he apresado  algunos partidarios de los
facciosos y quedo descubriendo los más que se
pueda para todos llevarlos por delante.  Si el
General Mariño viniese a Güiria, creo que no se nos
escapará, pues están ya puestos muchos lazos. 
Ayer he oficiado al General Guevara, que es el que
manda la fuerza de Cumanacoa, para que venga con
ella a Maturín; y le hago ver la necesidad que hay
de reunirnos y de conciliarnos a un mismo tiempo. 
            El General Piar va al cargo del Teniente
Coronel Sánchez, y los demás quedan presos hasta
mi partida, que será después que realice todo.
            En este pueblo he encontrado porción de
partidarios de los facciosos, que estoy asegurando;
y le prometo a V.E.  que mientras no expurgue esta
ciudad de los malvados que la inquietan no me
moveré de ella; yo estoy seguro de ello y V.E. quede
en la confianza de que la autoridad suprema será
respetada por estos pueblos y restablecida en todas
sus partes.
            Dios guarde a V.E. muchos años.
            Maturín, Septiembre 28 de 1817.-7º
            Excmo. señor.
                                                                                                       
MANUEL CEDEÑO.
            P. D.-Remito a V.E. copias de dos proclamas
que di a mi entrada y vuelta de Aragua.
            El mismo tres de octubre, el Libertador oficia
al General Manuel Cedeño elogiando el tino y
acierto en la acción de aprehensión de Manuel Piar
y asimismo el procedimiento en tal sentido del 
oficial Francisco Carmona a quien en recompensa
eleva a Coronel de caballería:
            Señor General:
            La conducta  del Teniente Coronel ciudadano
Francisco Carmona, Comandante de un piquete de
la fuerza con que se hallaba  Piar en  Aragua, que á
pesar de las órdenes de este faccioso se denegó á
hacer fuego sobre las tropas del mando de U. S.,
tomando el partido del Gobierno legítimo, es muy
laudable y digna de los sentimientos de un
venezolano que no aspira más que á la felicidad de
un país sin adherirse á los intereses privados y
personales de ningún faccioso. El Gobierno 
Supremo de Venezuela ha aprobado sus
procedimientos y lo eleva en recompensa de tan
señalado servicio al empleo de Coronel vivo y
efectivo de caballería, cuyo despacho se servirá U.
S. poner en sus manos, haciéndole entender que la
República tendrá siempre muy presentes á él, á los
oficiales que le acompañaron y á los virtuosos
soldados que le siguieron.
            También hará U. S. entender lo mismo á
todos los habitantes de la Provincia de Cumaná que
por seducción hayan seguido el partido de los
facciosos; pero que arrepentidos se presenten á U.
S. y contribuyan á evitar todo derramamiento de
sangre, abandonando á los Jefes de la facción y
procurando su captura.
            Las proclamas que U. S. ha dirigido á los
habitantes y tropas de Maturín, están llenas de
sentimientos patrióticos, juiciosos y propios de las
circunstancias y de las personas á quienes se habla.
Cuantas operaciones ha emprendido U. S. hasta el
28 en que escribe, están selladas por el tino y por el
acierto.  Dios guarde a U. S.  muchos años.  Simón
Bolívar”.                                                                      
También por la misma fecha oficia al General
Andrés Rojas comandante de la plaza de Maturín,
en los siguientes términos:
            “Señor General:
            Anoche entregó en esta plaza preso, el
Teniente Coronel Sánchez, al General Piar : Maturín
desde ahora y toda la Provincia de Cumaná quedan
libres de este faccioso. La aprehensión del General
Mariño y de los demás autores de la rebelión
asegurarán su tranquilidad. La patriótica, virtuosa
conducta que U. S. ha desenvuelto desde el origen
de los acontecimientos de Maturín, hasta la prisión
de Piar, han contribuido en gran parte á realizar las
justas intenciones del Gobierno de Venezuela. Este,
pues, reconoce en U. S. uno de sus mas fieles
servidores, y siempre tendrá presente las
cualidades de U. S. empleadas tan oportunamente
en su servicio.
            El Departamento de Maturín, aprenhendido
Mariño y el resto de facciosos, en que U .S. debe
empeñarse, va á gozar de la más perfecta
tranquilidad. El es un lugar muy digno de la
atención del Gobierno, que ya ha dado las órdenes
necesarias para que se abastezca de ganado y
caballos, y surta de carnes, como antes, á la
Provincia de Cumaná. También tendrá la dotación
suficiente de armas, municiones y artillería, á fin de
que sirva como antes de apoyo en cualquier revés.
            Comunico al señor General Cedeño muchos
artículos sobre la conducta que debe observar hasta
la conclusión de su comisión. Coadyuve U. S. como
hasta aquí, y el Gobierno verá cumplidos sus
deseos. Dios guarde á U. S. muchos
años.                                                                        Simón
Bolívar”.                             
            Oficios similares y en la misma fecha cursó el
Jefe Supremo a los Generales José Francisco
Bermúdez, Pedro Zaraza y José Tadeo Monagas,
subrayando que Piar será juzgado y castigado
conforme a las leyes y el General Mariño tendrá la
misma suerte y que para acabar de conjurar los
elementos de sedición y de guerra civil, ha decidido
la conveniencia de que el General Bermúdez pase a
Maturín para encargarse del mando  de la Provincia
de Cumaná.
            En función de conciliación y pacificación,
Cedeño, quien había salido con su escuadrón a
entrevistarse con los oficiales disidentes afectos a
Mariño y Piar,  logra que el General Guevara y
demás jefes que mandan las tropas de Cumanacoa
se sometan y marchen a Maturín para ponerse a las
órdenes de Bermúdez y así lo hace saber al
Libertador el 30 de septiembre, pero éste responde
que “no es suficiente que el General Guevara  y los
demás jefes que mandan las tropas de Cumanacoa
hayan obedecido la orden de V. S. de marchar a
Maturín.  Es necesario aprehender a Mariño. Sin
esto, veremos nacer nuevas diferencias y
pretensiones que destruirán lo que tanto nos ha
costado.  El General Mariño está en Günimita con
una partida para marchar sobre Güiria, y solo
cuando V. S.  pierda la esperanza de aprehenderlo,
se contentará en entrar en negociaciones con él y
admitirá que reconozca el Gobierno; pero antes es
necesario apurar todos los recursos y emplear todos
los medios que le dictan a V. S. su celo y su
prudencia para lograr su captura”.

CAPITULO XVII / Proceso contra Piar

Juramentado el Secretario José Ignacio Pulido -


Apertura del proceso con la declaración de los
primero seis  testigos Coronel Juan Francisco
Sánchez, Coronel Pedro Hernández, Teniente
coronel Juan José Olivares, Alférez José Peralta,
Capitán de navíos Antonio Díaz y Capitán Ramón
Machado.
            El General Carlos Soublette. General de
Brigada y Jefe del Estado Mayor, una vez recibido el
nombramiento como Juez Fiscal y el expediente
respectivo para la incoación del juicio contra el
General Piar, procedió al día siguiente  a citar y
juramentar al Secretario, lo cual dejó expresado en
la siguiente certificación:  “Certifico que en
cumplimiento de la orden que antecede del Excmo.
Señor Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República,
y va por cabeza para formar el proceso a Manuel
Piar, General en Jefe del Ejército, acusado de los
crímenes  de insubordinación  a la autoridad
suprema, de conspirador contra el orden y
tranquilidad pública, de sedicioso, y últimamente de
desertor, hice comparecer ante mí  al Capitán del
batallón de Cazadores de Honor, ciudadano José
Ignacio Pulido, a quien S.E. ha nombrado por
Secretario de esta causa, según consta de la misma
antecedente orden, y aceptó este empleo,
prometiendo bajo su palabra de honor guardar
secreto y obrar con fidelidad en cuanto se actúe; y
para que conste lo firmó conmigo en el Cuartel
General de la ciudad de Angostura, a 4 de Octubre
de 1817.-7º.                                                                                           
CARLOS SOUBLETTE.
  JOSÉ IGNACIO PULIDO.
Inmediatamente después, el Juez Fiscal y Secretario
abandonaron el Cuartel instalado en la casa de los
gobernadores de la colonia, y se dirigieron a la
residencia  del Libertador (Casa donde se reunión
después el Congreso de Angostura) para iniciar el
proceso.  El primero en comparecer fue el  Coronel
de Infantería, Juan Francisco Sánchez, primer
testigo en este proceso, a quien dicho señor Juez
Fiscal hizo poner la mano derecha sobre el puño de
su espada, y preguntando si bajo su palabra de
honor promete decir verdad a lo que se le
interrogase, dijo: “sí, prometo.”
            Preguntando su nombre y empleo: dijo se
llama Juan Francisco Sánchez y que es Coronel de
infantería.
            Preguntando, si conoce al señor General
Manuel Piar y saber donde se halla y por qué causa
se le procesa: dijo que conoce al señor General
Manuel Piar, por General en Jefe de ejército: que se
halla preso en una casa de las de la plaza de esta
ciudad, y que considera que se le procesa por haber
desertado de esta plaza quebrantando las  órdenes
del Jefe Supremo, y por haber querido establecer la
guerra civil, animando a los hombres de color
contra los blancos,  persuadiéndoles a que éstos
intentaban tiranizarlos.
            Preguntando, si reconoce por suyas las
firmas con que están  marcados los documentos
primero y sexto que obran a los folios dos y diez:
dijo que sí la reconoce y que es la misma firma de
que usa constantemente.
            Preguntando,  que progresos tuvieron los
proyectos de conspiración que se anuncian en estos
documentos por parte del General Piar; con quiénes
más trató sobre ellos, además del Capitán Calixto y
del señor Coronel Hernández que se citan en el
sexto documento;  si Piar los convidó  a la
conspiración, con qué prospecto, con qué
promesas; si la seducción trató de extenderla hasta
la tropa; de qué medios se valía y quiénes eran sus
agentes: dijo, que los proyectos de conspiración  del
General Piar no progresaron nada por no haber
encontrado apoyo, pero que sabe que después que
furtivamente pasó el Orinoco, a consecuencia de la
intimación que le hizo el señor General Bermúdez
de la orden del Jefe Supremo para que se le
presentase en el Cuartel General, se dirigió a la
ciudad de Maturín por el sitio de Cucasana; que en
aquella ciudad proclamó  los mismos principios de
subversión contra el orden social públicamente con
el mayor escándalo, según se lo ha manifestado el
señor General Rojas,  suscitando una guerra de
colores, que de allí se dirigió a reunirse al señor
General Mariño, como en efecto lo verificó; que
además del Capitán  Calixto y Coronel Hernández
sabe que el General Piar habló con el General
Cedeño y con el Teniente Coronel José Manuel
Olivares, convidándolos y persuadiéndolos a sus
inicuos designios, muy particularmente al primero,
para con quien puso en ejercicio todos los resortes
de la seducción; que también lo hizo con el
exponente en los términos que se lee en el primer
documento, folio dos, y que  cuando dio parte al
señor General Bermúdez de la sesión que acababa
de tener con el señor General Piar, le expresó  que
el Jefe haber recibido ya iguales informes de los
proyectos de Piar, que éste había hablado en
particular a todos los comandantes de caballería
que se hallaban en esta plaza y algunos subalternos;
que de todo había dado parte al Gobierno,
habiendo tomado todas las medidas
correspondientes en  el asunto, de acuerdo con el
General Cedeño; que lo mismo le dijo este Jefe a
quien también dio parte de dicha sesión, el cual le
añadió que había reunido en su casa a los Jefes
subalternos de su Brigada y les había hecho ver que
si el General Piar se ausentaba de esta Provincia era
a solicitud suya espontánea, como se evidenciaba
de la carta que dirigió al Jefe Supremo,  y que le
manifestó original, a virtud de la cual había
obtenido una licencia temporal del Gobierno, para
curarse, que no era perseguido y que los principios
que proclamaba eran injustos y perniciosos:
injustos, pues que el hombre por los fundamentos
liberales de la la República estaba en el goce de la
más perfecta igualdad;  y perniciosos, porque el
General Piar sólo aspiraba a subvertir el orden
social y a envolvernos en todos los horrores de la
guerra civil; que no sabe que promesas les hiciese,
ni con qué prospecto; que tampoco ha sabido si
trató  de extender su seducción hasta la tropa, ni de
qué medios pudiera valerse, ni si tenía agentes.
            Preguntando, si sabe si después que el
General Piar se reunió al General Mariño, ha
continuado propagando los mismos principios: dijo
que no sabe otra cosa sino lo que el General Rojas
le manifestó en conversación, a saber: que
habiendo estado un hermano de este General  en el
Cuartel General del General Mariño, oyó al General
Piar que le decía: “Santiago,  si tú no te pones a la
cabeza de los negros, estos pícaros se burlan de
nosotros.”
            Preguntando, qué hechos positivos ha
cometido el General Piar de desconocimiento a la
Autoridad Suprema de la República, y qué  ha 
sabido de los movimientos hostiles de Piar contra la
ciudad de Maturín, y de la guerra al Gobierno
legítimo que juraron sus tropas en Cumanacoa: dijo,
que el General Piar ha desconocido la Autoridad
Suprema por el hecho de reunirse con un General
disidente, como lo es el General Mariño; por haber
marchado en compañía de este mismo Jefe a atacar
a Maturín, porque el que manda en este
Departamento se negaba a auxiliarlos si no
reconocían la Autoridad Suprema, y es todo lo que
sabe sobre los movimientos hostiles del General
Piar contra esta plaza; y últimamente por haber
desobedecido las órdenes del Jefe Supremo que le
fueron comunicadas por el General Cedeño en el
pueblo de Aragua, Provincia de Cumaná, para que
viniera a presentársele, como se ve en el
documento número trece, en el que sin embargo de
que se encuentra la expresión de que el General
Piar ordenó al Comandante Carmona se  pusiese a
la cabeza de su infantería y que ésta se preparase
para batirse, sólo oyó  lo primero y no lo segundo,
pero sí observó que cuando el Comandante
Carmona se paseaba al frente de la infantería,  le
decía a ésta que no hiciese fuego; y que el mismo
General Piar le dijo en conversación al exponente
que como había de haber hecho fuego su infantería,
pues que en este caso se exponía a matarle por
estar  mezclado con los que lo aprehendieron; que
no sabe nada acerca del juramento de guerra que
en la pregunta se dice hizo su tropa en Cumanacoa.
            Preguntando, si tiene algo que añadir diga
todo lo que sepa: dijo que no tiene más que añadir
y que lo dicho es la verdad a cargo de la palabra de
honor que  tiene dada, en que se afirmó  y ratificó
leída que le fue esta declaración, y dijo ser de edad
de treinta y cinco años y lo firmó con dicho señor y
el presente Secretario.
                                                                 CARLOS
SOUBLETTE.
                                                                                        
JUAN FRANCISCO SÁNCHEZ.
                              Ante mí.
                                                                                             
J. Ignacio Pulido,- Secretario.

            Declaración del segundo testigo, Coronel 


Hernández.
            En dicho día, mes y año compareció ante  el
señor Juez Fiscal, y en la misma posada de S.E., el
señor Coronel de caballería, ciudadano Pedro
Hernández, segundo testigo en este proceso, a 
quien dicho señor Fiscal hizo poner la mano
derecha sobre el puño de su espada, y preguntando
si bajo su palabra de honor promete decir verdad
en lo que fuese interrogado: dijo “sí prometo”.
            Preguntando, su nombre y empleo, dijo se
llama Pedro Hernández y que es Coronel de
Caballería.
            Preguntando, si conoce al señor General
Manuel Piar y sabe dónde se halla y por qué causa
se le procesa, dijo que conoce al señor General
Manuel Piar por General en Jefe de ejército; que se
halla preso en una casa de las de la plaza de esta
ciudad, y que cree se  le  procesará por la
conspiración que intentó hacer contra el orden
público; y añade que cuando el señor General Piar
pasó de las Misiones para este lado en el mes de 
Julio, se hallaba el exponente en una comisión en el
puerto de Canaguapana; que cuando regresó  de la
comisión se encontró  con el señor General Piar en
el campo del Juncal, quien le dijo que había venido
huyendo de las Misiones porque le habían querido
asesinar, nombrando sólo entre los que tenían este
intento, al Presbítero ciudadano José Félix Blanco,
lo que sorprendió mucho al declarante.  Que al día
siguiente, habiendo vuelto a ver a dicho señor
General, le dijo aquel que no obedecía  las órdenes
del Jefe Supremo, y que era necesario que se
reuniesen todos los pardos y que matasen a todos
los blancos; que sólo por ser pardo era perseguido,
y que estaba ya resuelto a destruir a aquellos, y
convidaba e incitaba al exponente a que  abrazase
estas ideas y formase partido entre todos los de
esta clase, asegurándole con sólo la caballería que
estaba sitiando esta plaza y los Dragones que
estaban del otro lado del Caroni, eran suficientes
para realizar su proyecto; y diciéndole que los
pardos no valían nada entre los blancos, que
estaban sin mando y sin ningún influjo, porque
éstos querían tener todo el poder y solo
destruyéndolos serían felices y todas las ventajas
estarían de su parte.   Que quería el señor General
Piar con esta halagüeña perspectiva hacer que el
declarante entrase en su conspiración; pero él
guardó silencio, conociendo los males que envolvía
semejante intento.
            Preguntando.- Si  sabe el verdadero motivo 
porque el señor General Piar pasó de las Misiones
para este lado: dijo que auque el señor General Piar
no le dijo otro que él queda ya referido, supo el
exponente por el señor General Cedeño que había
tenido una licencia temporal para curarse,  cuyo
pasaporte vio, como también la carta que escribió al
Jefe Supremo pidiéndole esta licencia y a varios
Jefes que se encontraban en el Cuartel General para
que se empeñasen en el buen éxito de su solicitud.
            Preguntando.- Si sabe si el General Piar hizo a
algunos otros Jefes, oficiales y soldados del ejército
las mismas proposiciones que al declarante: dijo
que no sabe; pero que varios Jefes, oficiales y
soldados se dirigieron a él a inquirir la causa que
había tenido el General Piar para venir huyendo de
las Misiones, a que contestó el declarante que el
General Piar no había venido huyendo, y que él
había venido con licencia del Jefe Supremo; que a
ellos no les tocaba estar haciendo estas
averiguaciones, y les encargó que se abstuviesen de
hacerlas, y que no entrasen en ningún partido ni se
comprometiesen con nadie, pues que no debía
hacerse otra cosa que lo que el Jefe Supremo
mandase, porque en él residía el Gobierno legítimo
y además era el hombre que reunía los votos de
todos los ciudadanos de la República y merecía
concepto al extranjero.
            Preguntando.- Si sabe que el Jefe Supremo
ordenó al señor General Piar, por medio del señor
Comandante general de las tropas que se
encontraban en esta plaza, se presentase en su
Cuartel General en Casacoima, si esta orden le fue
intimada y cual fue la conducta del señor General
Piar a consecuencia de esta intimación: dijo que sí
supo que el Jefe Supremo había dado orden para
que el General Piar se presentase en el Cuartel
General de Casacoima, que también supo que esta
orden le fue comunicada al General Piar por el
General Bermúdez, y que a consecuencia de esta
intimación, el General Piar se fugó de la ciudad,
pasó el Orinoco y se dirigió a la ciudad de Maturín.
            Preguntando.- Si sabe cuál haya sido la
conducta del General Piar después de su llegada a
Maturín: dijo que la ignora.
            Preguntando.- Si tiene algo que añadir: dijo
que no tiene más que añadir y que todo lo dicho es
la verdad a cargo de la palabra de honor que tiene
dada, en que se firmó y ratificó leída que le fue esta
declaración, y dijo ser de edad de treinta y dos años
y lo firmó con el Juez Fiscal y el presente
Secretario.- Enmendado- aquel que-vale.
                                                  CARLOS SOUBLETTE.
                                                                                            
PEDRO HERNÁNDEZ.
            Ante mí.
                                                                                     J.
Ignacio Pulido, Secretario.
            Declaración del tercer testigo, Teniente
Coronel Olivares.
            En 5 de Octubre de 1817 compareció en la
posada de S.E. el Jefe Supremo, ante el señor Juez
Fiscal, como tercer testigo en esta causa, el señor
Teniente Coronel, ciudadano José Manuel Olivares,
a quien dicho señor hizo poner la mano derecha
sobre el puño de su espada, y preguntando si bajo
su palabra de honor promete decir verdad en lo que
se fuere interrogado: dijo, “sí prometo”.
            Preguntando.- Su nombre y empleo: dijo se
llama José Manuel Olivares y que es Teniente
Coronel de caballería.
            Preguntando.- Si conoce al señor General
Manuel Piar y sabe donde se halla y por qué  causa
se le procesa: dijo que conoce al señor General
Manuel Piar por General en Jefe del ejército: que se
halla preso en esta ciudad y que en su concepto
concibe se le procesará por haber desobedecido al
Jefe Supremo, y haber intentado una conspiración,
reuniendo a los pardos y morenos contra los
blancos; y además expone que cuando el General
Piar vino del otro lado de las Misiones el exponente
fue a encontrarle, por comisión del General Cedeño,
al sitio de Montecristo, en donde se avistó con él y
entonces el General Piar lo recibió diciéndole que
venía huyendo de las Misiones porque lo trataban
de sacrificar y que a no ser por un amigo que le
escribió del Cuartel General avisándole del peligro a
que se exponía si se dirigía al paso de Caruachi,
habría sido sacrificado; que el Jefe Supremo le había
dado su pasaporte a pedimento suyo; que se lo
habían dado con mucho gusto, porque él tenía el
delito de ser pardo, y que éstos no podían gobernar
a los blancos; que se iba a otro lado del Orinoco en
donde toda la gente era suya; que iba a formar un
ejército con el que acabaría con medio mundo, y
que nunca más obedecería a Bolívar, ni se pondría a
sus órdenes; que el exponente trató de disuadirlo
diciéndole que él estaba alucinando, que el ejército
todos lo querían, que todos eran sus amigos, y que
el primero y principal Jefe Supremo; que se viniese
con él a la posada del señor General Cedeño, que él
estaba seguro que hablando con el Jefe Supremo
todo se compondría, sin que fuese necesario su
pase al otro lado, lo que podría acarrear graves
males; que el General Piar aceptó el convite que le
hacía de pasar a la casa del General Cedeño, sin que
por eso desistiese, asegurando siempre que se iba
al otro lado, pues él jamás podría servir a las
órdenes del General Bolívar.  Que estando ya
alojado en la casa del General Cedeño, fue llamado
un día por el señor General Piar, quien le descubrió
entonces su proyecto de conspiración; que la
República no podría ser nunca feliz mientras
estuviese el General Bolívar a la cabeza, el que tenía
a su lado una porción de pícaros que no trataban
más que de imponer la ley, e iban a causarnos toda
especie de males, los que eran necesario evitar; que
siendo la clase de pardos más numerosa que la de
los blancos, debían reunirse y acabar con ellos,
especialmente con los mantuanos de Caracas;  que
él estaba seguro que con solo marchar con las
fuerzas  que sitiaban esta ciudad al otro lado del
Caroni disipaba las tropas del Cuartel General del
General Bolívar, porque todas se vendrían a su
partido, y que entonces se encontrarían este Jefe
solo y burlado, y el realizaría su proyecto acabando
con el Jefe Supremo y matando a todos los blancos;
que siendo él pardo (el General Piar habla),
habiendo hecho tantos servicios a la patria y dado
tantas pruebas de su valor y demás cualidades
militares él era el que habrá  ponerse a la cabeza de
las tropas y de la República,  que sólo sería feliz de
este modo, instándole a que se uniese a él en sus
proyectos y designios, que sería feliz, y que se
desengañase de que los pardos nunca tendrían
influjo ni representación mientras los blancos
gobernasen, empleando todos los medios
imaginables para persuadir al que declara de la
posibilidad en que se encontraba de realizar su
intento, y asegurándole que contaba con todas las
tropas, y en suma, le decía que si quería
convencerse más le escribiría al General Anzoátegui
y vería por su contestación si tenía fundamento
para hablar con esta seguridad; a lo que el
exponente le contestó que no le escribiese, porque
podía comprometer al mencionado General, y que
se dejase de aquello, que un movimiento semejante
al que proponía iba a arruinarnos para siempre;  y
que empeñado en sus deseos conciliatorios le
añadió  que todo podía remediarse; que si su
principal disgusto era porque había pícaros al lado
del Jefe Supremo, estaba seguro de que luego que
el General Piar le hablase los separaría de sí, con
otras observaciones semejantes que no producían
efecto alguno en el ánimo del mencionado General,
quien concluía diciéndole que si no encontraba aquí
todo el partido que se suponía,  iría a otra parte y
que haría la guerra como era debido a los
perturbadores.  Que desde entonces siguió
manifestando públicamente, en presencia de
oficiales y tropas, los mismos proyectos, no
obstante la súplica del declarante para que se
moderase,  haciéndole ver los perjuicios que nos
traía su conducta; pero que como viese que no se
contenía, tomó el partido el que expone de dirigirse
a todos los oficiales con quien tenia alguna amistad,
y manifestarles los enormes daños a que nos
exponíamos, si el General Piar encontraba
partidarios en un atentado como aquel, que
además de que nos  desacreditaría a los ojos de
todo el mundo debía  causar  nuestra ruina
innegablemente, y que sería la acción más negra de
ingratitud para con un hombre como el General
Bolívar, cuyos servicios, sacrificios y desinterés, eran
tan notorios,  y que sobre todo, era el único hombre
que podía salvarnos por su opinión, integridad y
conocimientos.
            Preguntando.- Qué progresos tuvieron los
proyectos de conspiración que quedan referidos,
con quiénes más trató sobre ellos el General Piar,
con qué prospecto, con qué promesas; si la
seducción quiso extenderla hasta la tropa, de qué
medios se valía y quiénes eran los agentes: dijo que
no tuvieron ningún progreso los proyectos de
conspiración del General Piar por no haber
encontrado apoyo alguno; que sabe que trató sobre
ellos con el Coronel Juan Francisco Sánchez y
considera que también lo haría con todos los
Comandantes de caballería y muchos subalternos,
pues con todos lo veía hablar,  y éste era el único
asunto de sus conversaciones en aquella época; que
no sabe que promesas hiciese, y que el proyecto no
podía ser otro que el que queda detallado en la
anterior pregunta; que seguramente intentaba
extender la seducción hasta la tropa,  pues que
aprovechaba  las ocasiones de más concurso para
manifestar sus principios con voz alta y con
escándalo, y que no sabe se valiese otros medios ni
si tenía agentes.
            Preguntando.-Qué sabe acerca de la licencia
que tuvo el General Piar: dijo que por haber visto
los documentos sabe que el General Piar escribió de
oficio y por carta particular al Jefe Supremo
pidiéndole  del modo más encarecido una licencia
para curarse y que al mismo  tiempo escribió a otros
varios Jefes  que se encontraban en el Cuartel
General, para que se interesasen en el buen
despacho de su solicitud, y que obtuvo una licencia
temporal.
            Preguntando.- Si sabe que el Jefe Supremo
ordenó al General Piar,  por medio del señor
Comandante  General de las tropas que se
encontraban en esta plaza, se presentase en su
Cuartel de Casacoima, si esta  orden le fue intimada
y cual fue la conducta del señor General Piar a
consecuencia de esta intimación: dijo que sí sabe
que el Jefe Supremo ordenó al señor General Piar,
por medio del señor General Bermúdez, se
presentase en su Cuartel General, que también sabe
esta orden le fue intimada a dicho General Piar por
el Capitán  Ramón Machado. Edecán del General
Bermúdez,  encontrándose presente el  declarante,
y que a consecuencia se ocultó el General Piar en
esta ciudad, en donde no pudo encontrarse, y luego
supo que había  pasado el Orinoco y dirigídose a
Maturín.
            Preguntando.- Si sabe cuál haya sido la
conducta del señor General Piar después de su
llegada a Maturín: dijo que sólo sabe que se  reunió
al General Mariño.
            Preguntando.- Si  reconoce por legítimas las
firmas con que están marcados los documentos
segundo, tercero, cuarto, quinto y décimotercio,
que obran en este proceso a los folios cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve y veinte: dijo que las
reconoce por legítimas, por ser de las que usan los
señores Generales Bermúdez y Cedeño.
            Preguntando .- Si tiene algo que añadir: dijo
que no tiene más que añadir, y que lo dicho es la
verdad a cargo de la palabra de honor que tiene
dada, en que se afirmó y ratificó leída que le fue
esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y
cinco años, y lo afirmó  con el Fiscal y el presente
Secretario.
            Entre renglones-lado del-vale.
                                                                                               
CARLOS SOUBLETTE.
                                               
                                              JOSÉ MANUEL OLIVARES.

Ante mí.
                                                                                       J.
Ignacio Pulido,
                                                                                              
                Secretario.
Declaración del cuarto testigo, Alférez  Peralta.         
            En dicho día, mes y año, compareció ante el
señor Juez Fiscal en su posada, como cuarto testigo
en este proceso el ciudadano José Peralta, Alférez
de caballería, a quien dicho señor hizo poner la
mano derecha sobre el puño de su espada y
preguntando si bajo su palabra de honor promete
decir verdad de lo que le fuere preguntado: dijo, “sí
prometo”.
            Preguntando.- Su nombre y empleo: dijo se
llama José Abad Peralta y que es Alférez de
caballería del Escuadrón de Honor.
            Preguntando.- Si conoce al señor General
Manuel Piar y sabe dónde se halla y por qué causa
se le procesa; dijo que conoce al señor General
Manuel Piar por General en Jefe del ejército; que se
halla preso en esta ciudad y que no sabe por qué
causa se le procesa.
            Preguntando.- Dónde se encontraba cuando
el General Piar vino a las Misiones y si no ha tenido
conocimiento de los acontecimientos del mes de
Julio; dijo que cuando el General Piar vino la última
vez a las Misiones estaba en el crucero de
Canaguapana con el Comandante Rodríguez y que
no ha tenido conocimiento de los acontecimientos
del mes de Julio.
            Preguntando.- Si marchó con las tropas que
fueron con el General Cedeño a Maturín en el mes
pasado de Septiembre y si se encontró en el pueblo
de Aragua en el día 27 del mismo, cuando se
aprehendió a dicho General Piar, diga todo lo
ocurrido en este día: dijo que sí fue a Maturín con
las tropas que marcharon con el General Cedeño,
que también se encontró en el pueblo de Aragua el
día 27  cuando se verificó la aprehensión del señor
General Piar.  Que habiendo marchado a Maturín al
pueblo de Aragua, en el piquete de caballería que
llevó el señor General Cedeño, llegaron a su destino
por la madrugada; que en el momento se dirigió el
General Cedeño a la casa del General Piar y fue
destinado el exponente con un piquete de
carabineros a observar los movimientos de un
cuerpo de infantería que estaba acuartelado, que
luego observó que el oficial Carmona, que mandaba
este cuerpo, se dirigía al cuartel, y que cuando el
declarante se disponía a impedirle se comunicase
con la tropa, llegó el Coronel Sánchez y tomándole
por el brazo se retiró en conversación; que poco
después salieron los Generales y se dirigieron al
Cuartel de infantería,  con cuyo motivo el
declarante se formó con su tropa; que este
movimiento dio ocasión al Comandante Carmona
para que dijese al General Cedeño que él los trataba
con desconfianza pues que les ponía avanzada, lo
que produjo contestaciones de una y otra parte,
terminando por imponer arresto el General Cedeño
al Comandante Carmona; que luego siguió un
debate entre el General Cedeño y el General Piar,
aquel  persuadiéndole a que le siguiese a Maturín
con arreglo a la orden del Jefe Supremo, y éste
negándose a seguirle, hasta el termino de decirle
que sí lo llevaría a Maturín, pero sería en punta de
una lanza; que el General Cedeño le dijo que él
había llevado tropas, no para traerle en la punta de
una lanza, sino para hacerle obedecer; que
entonces dirigiéndose a la infantería les dijo que no
había venido a hacerles la guerra, que todos eran
hermanos y que su comisión sólo se dirigía a
conducir al General Piar a la presencia del Jefe
Supremo; que el General Piar entonces le dijo que
no le sedujese su tropa,  amenazando con que
pasarían con su espada al primero que se moviese
sin su orden; a lo que el señor General Cedeño
repuso que él los defendería con la suya, y
volviéndose hacia el General Piar le dijo
terminantemente que era menester siguiese con él
a Maturín; y conociendo entonces el General Piar
que tanto el General Cedeño como los oficiales que
le acompañaban estaban resueltos a hacer
obedecer la orden del Jefe Supremo, mandó al
Comandante Carmona se pusiese  a la cabeza de la
infantería y tirando de su espada se dirigió también
a ella, a cuyo movimiento correspondió el Coronel
Sánchez tirando de su sable, sin que sepa el
exponente  si fuese porque  el General Piar lo
amenazase; que en este momento cercaron al
General Piar entre el General Cedeño y los demás
oficiales que lo acompañaban y lo desarmaron, y
que el Comandante Carmona desfiló con la
infantería y se apoyó a la caballería, quedando
desde entonces el General Piar arrestado.
            Preguntando.- Si el General Piar, después de
arrestado, no intentó fugarse: dijo que al instante
mismo de haber sido arrestado el General Piar vino
gente de caballería y salieron corriendo hacia el
monte varios oficiales a pie y a caballo, pero que no
sabe si fuese detrás del General Piar, y que desde
Maturín, o mejor dirá desde Aragua hasta esta
ciudad, en que el exponente le ha servido de
custodia, no ha intentado fugarse.
            Preguntando.- Qué personas se encuentran
en esta ciudad que hayan sido testigos del suceso
de Aragua: dijo que el Coronel Sánchez y todos los
individuos que componían la escolta;  y
habiéndosele requerido nombrase dos de ellos para
ser examinados, nombró a los cabos de caballería
Timoteo Díaz y José Claro Sixto.
            Preguntando.-Si tiene algo que  añadir: dijo
que no tiene más que añadir y que lo dicho es la
verdad a cargo de la palabra de honor que tiene
dada, en que se afirmó y ratificó, leída que le fue
esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y tres
años, y por no saber  firmar hizo la señal de la cruz y
lo firmó dicho señor Juez Fiscal con el presente
Secretario.
-Entre renglones-como cuarto testigo en este
proceso.- vale.
                                                                                              
      CARLOS SOUBLETTE. 
                                 +   Ante mí.
                                                                     J. Ignacio
Pulido,
                                                                                             
Secretario.

Declaración del quinto testigo, Capitán de navío


Antonio Díaz.

            En dicho día, mes y año, el dicho señor Juez


Fiscal, con asistencia de mí el Secretario, pasó
nuevamente a la posada del Escmo. Señor Jefe 
Supremo, donde compareció el señor Capitán de
navío Antonio Díaz , quinto testigo en este proceso,
a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner la mano
derecha sobre el puño de su espada, y preguntando
si bajo su palabra de honor promete decir verdad a
lo que se le interrogare: dijo “sí prometo”.
            Preguntando.- Su nombre y empleo: dijo se
llama Antonio Díaz y que es Capitán de navío de la
armada de la República.
            Preguntando.- Si conoce al señor General
Manuel Piar y sabe donde se halla y por qué causa
se le procesa: dijo que conoce al señor General
Manuel Piar, por General en Jefe de ejército; que
sabe se halla preso en una casa de las de esta
ciudad y que juzga se le procesa por haberse fugado
de esta Provincia a la de Cumaná, y por las voces
sediciosas que divulgó en Maturín desde que llegó,
a donde se encontraba el exponente, diciendo que
había huido de esta Provincia porque los
mantuanos trataban de asesinarlo, sólo porque era
de color.
            Preguntando.- Si el General Piar tuvo con el
exponente  alguna sesión particular, o si la tuvo con
algunos otros jefes de los que se encontraban en
Maturín, si las tuvo, qué  les propuso, con qué
promesas y cual era el plan para la ejecución  de sus
proyectos: dijo que cuando el General Piar llegó a
Maturín, el declarante fue a visitarlo, como lo
ejecutaron todos los demás jefes y oficiales que
había en aquella plaza, que luego se retiró a su
posada, en donde a poco rato recibió  un recado
por conducto de una persona que él no conoce, a
nombre del General Piar, para que fuese a hablar
con él; que a consecuencia pasó a casa del General
Rojas, en donde estaba alojado el mencionado
señor General Piar, quien luego que entró lo llevó a
la Secretaria y estando solos le dijo, que tenía que
tratarle asuntos de la mayor importancia, a lo que
creyó el que declara que sería alguna comisión del
Gobierno de que iba encargado, pero que en
seguida le preguntó si bajo la fe de la amistad se
comprometía con él a auxiliarle con sus fuerzas para
la ejecución de una empresa de que le iba a hablar;
que el exponente le contestó que él  estaba sin 
ningunas, a causa de la mucha avería que había
experimentado en el fuerte combate de Papagallos,
y que había mandado sus buques a Margarita a
repararse; entonces le dijo, que habiendo él tratado
en esta Provincia de que se estableciese un
Gobierno a fin de que no residiesen todas las
facultades en una sola persona, como residían en el
Jefe Supremo, había tratado de sacrificarlo los
mantuanos y él se había visto forzado a huir para
salvarse; que el llevaba el designio de  reunir en
aquella Provincia de Cumaná, con la opinión de que
gozaba entre sus habitantes, un grande ejército
para volver a repasar el Orinoco; que en  Provincia
de Guayana había dejado un gran partido y que 
estaba seguro de triunfar de los mantuanos, a
quienes era menester matar absolutamente,
porque sus miras no eran otras que las de destruir a
todo hombre de color; que destruido que fuese este
partido, él  establecería un Gobierno, ofreciéndole
al exponente el empleo de Almirante de la
República, cuyo título le dio por dos o tres veces en
la conferencia; a todo lo que el que declara le
contestó negativamente, diciéndole que él no
encontraba de manera alguna en semejante,
designios, que él había recibido órdenes del  Jefe
Supremo y del Almirante para venir a Guayana, y
que iba a obedecerlas; que entonces  el General
Piar le dijo que de ninguna manera viniese, porque
lo sacrificaban.  Que luego le preguntó dicho
General en qué había venido a Maturín, y sobre la
respuesta del que declara de haberlo verificado en
una lancha, le propuso fuese a apoderarse de una
flechera que estaba en Güiria, y tomase además
algunos otros buques amigos o enemigos que
encontrase en el Golfo o en los caños, pues desde
aquel momento reputaba por enemigo a todo
buque que tuviera comercio o relación con esta
Provincia, insistiendo siempre en el proyecto que
queda referido; que el declarante le reiteró
nuevamente su designio de cumplir las órdenes
para volver a esta Provincia, y se terminó esta
sesión; pero que al salir el General Piar para San 
Lorenzo a reunirse con el General Mariño, le dijo al
exponente que no saliese de Maturín, pues si venía
a esta Provincia sería sacrificado al momento; que
su nombre sólo  y su reputación eran su delito, y
que no sabe si tuvo conferencias o hizo
proposiciones a otros jefes u oficiales; pero que el
General Piar públicamente hacía manifestación de
estos principios, publicando  que los mantuanos
querían destruir a todos los hombres de color; que
era menester que  éstos se reuniesen para acabar
con aquellos, y que él  lo iba a hacer.
            Preguntando.- Si después que el General Piar
se reunió al General Mariño ha continuado
propagando los mismos principios subversivos, y
qué movimientos hostiles ha hecho Piar contra
Maturín y por qué causa: dijo que no sabe nada
sobre los particulares a que se contrae esta
pregunta.
            Preguntando.- Si tiene algo que añadir, dijo
que no tiene más que añadir y que lo dicho es la
verdad a cargo de la palabra  de honor que tiene
dada, en que se afirmó y ratificó, leída que le fue
esta declaración, y dijo ser  de  edad de treinta y
tres años y la firmó con el señor Fiscal y el presente
secretario.
            Entre renglones- Antonio Díaz- a donde se
encontraba el exponente- Vale. 
                                                                                                    
CARLOS SOUBLETTE.
                                             ANTONIO DIAZ.
                                                                 Ante mí.
                                                                                      J. 
Ignacio Pulido,
                                                                                            
Secretario.
           
             Declaración del sexto testigo, Capitán
Ramón Machado.
            En dicho día, mes y año, compareció  en la
posada del señor Juez Fiscal, como sexto testigo en
este proceso, el señor Capitán Ramón Machado, a
quien dicho señor hizo  poner la mano derecha
sobre el puño de su espada, y preguntando bajo su
palabra de honor si promete decir verdad en lo que
le fuere preguntado: dijo, “sí prometo”.
            Preguntando.-Su nombre y empleo: dijo se
llama Ramón Machado y que es Capitán de
infantería.
            Preguntando.- Si conoce al señor General
Manuel Piar, si sabe dónde se halla y por qué causa
se le procesa: dijo que conoce al  señor General
Manuel Piar: y que sabe se halla preso en una de las
casas de esta ciudad; y que considera se le procesa
por conspirador  y desertor.
            Preguntando.- Qué sabe sobre los proyectos
de conspiración del señor General Piar, y si tiene
noticia de la orden que el Jefe Supremo dio a dicho
General, por conducto del señor General Bermúdez,
para que se presentase en su Cuartel General de
Casacoima, si sabe si esta orden le fue comunicada,
y cuál fuese la conducta del General Piar a
consecuencia de esta comunicación: dijo que
hallándose en el cuarto de despacho de la casa del
señor General Bermúdez como su Edecán, llegó el
señor General Cedeño acompañado del
Comandante José Lara, Comandante que fue de
Cucasana, manifestándole que el General Piar había
prevenido a este último no franquease un sólo
hombre de aquel  Departamento al Excmo.  Señor
Jefe Supremo, y que por el contrario los reuniese
todos y  los tuviese listos para que él se pusiese a la
cabeza de ellos, pues  que estos mantuanos no
pretendían otra cosa que destruir a los pardos; que
a virtud de esta declaración el señor General
Bermúdez ofició al señor Jefe Supremo dándole
parte de este acontecimiento y pidiéndole 
mandase suspender el pasaporte concedido a Piar
para pasar al otro lado, por las fatales
consecuencias que produciría su proyecto; que el
señor  General Cedeño practicó igual conducta, y
que a virtud de estos avisos previno al señor
General Bermúdez  el Excmo. Señor Jefe Supremo
dijese al señor General Piar pasase a su Cuartel
General en Casacoima a hablar con él, y caso que se
denegase lo remitiese bajo la seguridad de dos
Coroneles; que al momento mandó al declarante el
señor General Bermúdez a la casa del General Piar,
a decirle que tuviese la bondad de pasar a su
posada a hablar con él asuntos interesantes; que
Piar contestó que iría al momento,  y que apenas el
que expone había dado esta respuesta al señor
General Bermúdez,-cuando llegó el Edecán del
General Piar, Teniente Coronel Juan Antonio Mina,
diciéndole de parte de aquel, que se hallaba
indispuesto, que por esto no pasaba a su casa y que
si algo tenía que tratarle lo hiciese por escrito; que
a  vista de esto se le pasó por el señor General
Bermúdez copia del oficio del Excmo. Señor Jefe
Supremo, el mismo que puso en manos del General
el que declara y recibió por respuesta que estaba
bien: que en este estado y observando el señor
General Bermúdez que lejos de cumplir el General
Piar con lo que se le prevenía estaba haciendo pasar
sus bestias al otro lado de la Soledad, dispuso hacer
volver éstas por varios tiros de fusil que se
dirigieron a las canoas, y ordenó al exponente
pasase a la Brigada del señor Coronel Briceño a
tomar veinte y cinco hombre que con un buen
oficial  custodiasen en su posada la persona del
General Piar, pero que habiendo solicitado en ella,
manifestaron que había salido en aquel momento;
que con este motivo la tropa se devolvió a su
cuartel y algunos oficiales fueron comisionados en
este día por los señores Generales Bermúdez y
Cedeño para aprehenderlo y no tuvo efecto por no
haber sido hallado: que en el momento fueron
expedidos oficiales por el General Bermúdez a los
Generales Zaraza, Monagas y Rojas, y Comandantes
de la Soledad y Cucasana, tanto para que
aprehendiesen al General Piar si llegase por
aquellos destinos, cuanto para que aplicasen toda la
actividad  y celo en impedir la propagación de las
negras ideas que se habían  empezado a observar.
            Preguntando.- Qué progreso tuvo esta
conspiración después de la declaración hecha al
General Bermúdez, cuál era su objeto, bajo  qué
principios la anunciaba el General Piar, si lo hacía
públicamente, si sabe a qué  Jefes u oficiales
subalternos se haya dirigido en particular bajo qué
promesas y con qué prospecto, si la seducción se
extendió hasta la tropa, de que medios se valía y
quienes eran sus agentes: dijo  que no sabe hubiese
progresado, porque considera que el conspirador
no encontró apoyo ni partidarios:  que el objeto
entiende no era otro que el de atacar al Gobierno y 
destruir el orden social proclamando el   principio
de que los blancos intentaban destruir a todos los
hombres de color; que era necesario que estos se
reuniesen, atacasen y matasen a todos aquellos,
principalmente a los mantuanos; que esto lo decía
públicamente y en presencia de oficiales y soldados;
sin embargo, que el exponente no se lo oyó decir;
que entiende que se dirigió a algunos Jefes según
ha oído decir, pero que sólo está cierto de que lo
hizo al Coronel Sánchez, que se lo manifestó al
exponente lleno de  una patriótica indignación
contra un hombre que sólo aspiraba a la ruina de la
República; que no sabe que promesas hiciese ni
cual fuese su plan; que tampoco sabe si la
seducción se extendió hasta la tropa,  ni de qué
medios pudiera valerse ni si tenía agentes.
            Preguntando.- Si sabe cuál haya sido la
conducta del General Piar después de su llegada a
Maturín: dijo que ha oído decir, y aun ha visto por la
correspondencia del señor General Rojas,  que
luego de que llegó a Maturín el señor General
continuó difundiendo las mismas máximas y luego
se reunió con el General Mariño y ha continuado
observando la misma conducta.
            Preguntando.- Si  reconoce por legítimas las
firmas que autorizan los documentos segundo,
tercero, cuarto, quinto, séptimo, noveno, décimo,
undécimo, duodécimo y décimotercio que obran los
folios 4,5,6,7,8,9,14,15,16,17,18,19 y 20 de este
proceso: dijo que las reconoce por legítimas, pues
es de las que usan los Generales Bermúdez, Cedeño
y Rojas.
            Preguntando.- Si tiene algo que añadir: dijo
que no tiene más que añadir, que lo que ha dicho es
la verdad, a cargo  de la palabra de honor que tiene
dada, en que se afirmó y ratificó leída que le fue
esta declaración, y dijo ser de edad de treinta y dos
años y lo firmó con el Juez Fiscal y el presente
Secretario.-Borrado-del Comandante- no vale.
                                   CARLOS SOUBLETTE.
                                                                                              
       RAMÓN MACHADO.
            Ante mí.
J.       Ignacio Pulido,
                                                                                              
Secretario.
CAPITULO XVIII / Proclama contra Piar
Tan pronto el Fiscal Juez inició el juicio contra el
General Manuel Piar, el Jefe Supremo lanzó una
Proclama a los pueblos de Venezuela restándole
valor y mérito a las acciones guerreras de Piar y
explicando los motivos que lo indujeron a ordenar
su aprehensión e incoar con denuncias y pruebas
testimoniales en sus manos, juicio condenatorio por
un delito que resquebrajaba la unidad del ejército, a
la misma sociedad y al Gobierno.
SIMÓN BOLÍVAR
Jefe Supremo de la República de Venezuela

A los pueblos de Venezuela


Ciudadanos. La más grande aflicción que puede
sobrevenir al ánimo de un magistrado, es aquélla
que lo obliga a emplear la Espada de la justicia
contra un ciudadano que fue benemérito de la
Patria.
Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más
atroz que ha podido cometer un hombre contra la
sociedad, el Gobierno y la Patria. El general Piar es
el autor execrable de este fatal delito. Colmado de
los honores supremos de la milicia, de la
consideración pública y de la confianza del
Gobierno nada quedaba a este ciudadano a que
aspirar sino a la gloria de titularse bienhechor de la
República. ¡ Con qué horror pues, no oiréis que este
hombre tan favorecido de la fortuna haya
pretendido sumergiros en el piélago espantoso de
la anarquía! Sí venezolanos, el general Piar ha
formado una conjuración destructora del sistema
de igualdad, libertad e independencia. Pero no os
admiréis de esta monstruosidad de parte de un
hombre cuya vida ha sido un tejido de
conspiraciones, crímenes y violencias. Nacido en un
país extraño, de una madre que tampoco es
venezolana y de un padre canario, ningún
sentimiento de amor ha podido recibir al nacer,
menos aún en el curso de su educación.        
Engreído el general Piar de pertenecer a una familia
noble de Tenerife, negaba desde sus primeros años,
¡¡¡ qué horrible escándalo!!! Negaba conocer el
infeliz seno que había llevado este aborto en sus
entrañas. Tan nefasto en su desnaturalizada
ingratitud ultrajaba a la misma madre de quien
había recibido la vida por solo motivo de no ser
aquella respetable mujer del color claro que él
había heredado de su padre. Quien no supo amar,
respetar y servir a los autores de sus días no podía
someterse al deber de ciudadano y menos aún al
más riguroso de todos, al militar.
Llevado por general Mariño a la costa de Guiria en
los años pasados fue destinado a Maturín bajo las
órdenes del comandante Bernardo Bermúdez, que
fue víctima de sus primeros ensayos de
conspiración. Apenas había llegado a Maturín
cuando sublevándose contra su inmediato jefe, lo
prendió e indefenso lo arrojó hacia la parte que
ocupaba el enemigo para que fuese indignamente
sacrificado por los crueles españoles. El desdichado
Bermúdez marcó con su muerte el primer fratricidio
del ambicioso Piar.
La inmortal ciudad de Maturín que parecía
destinada por la Providencia para ser la cuna del
heroísmo venezolano tuvo la gloria de vencer por
tres veces en otras tantas batallas las bandas
españolas de la Hoz y Monteverde. Los valerosos
maturineses conducidos por su indomable espíritu y
por un sentimiento irresistible de un patriotismo
divino, elevaron su nombre al más alto grado de
esplendor dejando al de su intruso jefe en el seno
de la oscuridad. La fama no fue injusta, pues supo
distinguir el mérito de los soldados y la ingratitud
del caudillo. Ni los rayos de la fortuna consiguieron
ilustrar su espíritu en la carrera de la victoria.
Maturín sepultó en sus llanuras tres ejércitos
españoles y Maturín quedó siempre expuesta a los
mismos peligros que la amenazan antes de sus
triunfos. Tan estúpido era el jefe que la dirigía en
sus operaciones militares.
El general Mariño, reconocido por jefe de la
expedición de Oriente fue a Maturín a inspeccionar
aquellas valientes tropas. El general Piar, entonces
ausente, había tramado antes de separarse un
motín contra su jefe, que se habría logrado sin
duda, si el virtuoso general Rojas no hubiese
cumplido con su deber a favor de la justicia y de la
subordinación militar. La insurrección de Piar no
tuvo efecto por la bella conducta del general Rojas.
En medio de las calamidades de la guerra el italiano
Bianchi se subleva contra las autoridades
constituidas y se roba las últimas reliquias de la
República. Logramos conducir a la isla de Margarita
a este infame pirata para hacernos justicia y
aprovechar los únicos restos de nuestra expirante
existencia. La fatalidad, entonces anexa a
Venezuela, quiso que se hallase el general Piar en
Margarita donde no tenía mando y a donde había
ido para salvar el fruto de sus depredaciones en
Barcelona, y más aún, para escapar de los peligros
de la guerra que él hace sólo por enriquecerse a
costa de la sangre de los infelices venezolanos. Una
vez que ha hecho su botín, el valor le falta y la
constancia le abandona. Díganlo los campos de
Angostura y San Félix, donde su presencia fue tan
nula como la del último tambor. El general Mariño y
yo, jefes de la República, no pudimos desembarcar
en Margarita porque el faccioso Piar se había
apoderado de la fuerza y nos obligó a ponernos a la
merced de un pirata más generoso y más sumiso
que él aunque iguales en la rapacidad. Por entonces
la Patria sufrió todos los reveses que son notorios
por la exclusiva traidora conducta de Piar.
De acuerdo con el general Rivas pensó en defender
a Cumaná y aunque aquél general debía mandar
por ser de mayor graduación, sólo logró dividir la
autoridad con Piar. Esta igualdad no convenía aún a
las miras ambiciosas de Piar, y desde luego conspiró
contra su jefe y colega Rivas. Este para evitar la
guerra civil y quizás su propio exterminio marchó a
Maturín, y Cumaná fué la victima de las pasiones de
Piar. Su desdichada población pereció como la
emigración de Caracas y Barcelona por obedecer a
Piar que la forzó a encerrarse en aquella indefensa
ciudad. ¡¡¡Vìctimas desdichadas allí sepultadas!!!
decid ¿ quién os puso bajo la cuchilla de Boves?
Perdido el territorio que inútilmente Piar había
pensado defender, se refugió en Guiria donde
mandaba el coronel Bideau, quien tenia la
autoridad suprema de aquel país por delegación del
general Mariño. Aun no había pisado aquella ciudad
cuando ya Piar intentaba destituir al jefe que la
mandaba. Sus defensores de acuerdo con Bideau,
se vieron obligados a expulsar a Piar para no ser
envueltos en disensiones domésticas a tiempo que
el enemigo la estrechaba por todas partes. El objeto
de Piar en aquel momento no era tanto defender a
Guiria, cuanto extraer los tesoros que había
arrancado al general Rivas y habían sido hasta
entonces religiosamente respetados como vasos
sagrados que pertenecían a las iglesias de Caracas.
Mas Piar tan avaro como sacrílego intentaba
convertir en su propio uso, objetos consagrados a la
Divinidad.
En la tercera época de la República, el general Piar a
quien yo había perdonado todos sus atentados
viene conmigo a Carúpano. Allí a la faz de todos los
extranjeros y nacionales dio el más escandaloso
ejemplo de su venalidad. El descaro en robar los
intereses de aquella ciudad, ha sido tan público que
nada se debe añadir para que sea manifiesto. La
división del general Mac Gregor después de haber
libertado a Barcelona se somete a sus órdenes
porque así lo exigía el orden de la milicia y porque
él se jactaba de ser el primer apoyo del Gobierno.
La batalla del Juncal, casi perdida por este general,
fue un terrible desengaño para aquellos alucinando
soldados que  creían tener en él un gran Capitán;
pero su impericia y su cobardía se manifestaron allí
de un modo incontestable. Ganada por el general
Mac Gregor y los otros subalternos que obraron
arbitrariamente, hallándose abandonados de su jefe
y sin esperanza de salvarse, ni aún siquiera se puso
a la cabeza del Ejército para perseguir los restos
fugitivos y el fruto de aquella victoria fue ninguno,
como todas las que la fortuna le ha proporcionado.

La conducta del general Piar en esta provincia, ha


correspondido al curso de su vida: el más feroz
despotismo ha sido su divisa. Mandar pasar por las
armas a los jefes y oficiales más estimables:
ponerlos en el afrentoso tormento de la soga;
destituirlos sin autoridad y sin juicio. En fin todos
los actos del poder absoluto de un tirano.
Ninguna orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas
las miraba con el más ultrajante desprecio. El se
había abrogado las facultades de la autoridad
suprema y no se había proclamado por soberano de
la República porque las fuerzas de su mando eran
todavía demasiado débiles y la fortuna no le había
sometido las ciudades de Guayana y Angostura.
En circunstancias tan urgentes yo vine al ejército
para poner un término a su desenfrenado
despotismo. El benemérito general Monagas, el
coronel Parejo, el teniente coronel Matos, el
teniente coronel Infante, subteniente Santarrita, el
cirujano Cervellon y el secretario Meleán sin contar
muchos otros que fueron ignominiosamente
infamados, pueden deponer si el régimen del
general Piar no es el de un sátrapa de Persia!
¡ Cuántos horrores no hizo sufrir el general Piar a
estos ilustres defensores de la República! A mi
presencia ha osado clavar un par de grillos, y sin
juicio formal ha condenado a servir de soldado raso
al subteniente Arias. Espantado de tan atroz
procedimiento quise salvar la inocencia, las leyes y
los derechos del ciudadano. Además hice entender
al general Piar que debía someterse a la autoridad
del Gobierno y no obrar arbitrariamente como lo
había hecho siempre. Este general furioso como un
frenético medita entonces la subversión del Estado
y la destrucción de sus hermanos. Para realizar tan
negro designio pretexta enfermedad, pide
encarecidamente un retiro temporal y toma un
pasaporte para las Colonias.
Calumniar al gobierno de pretender cambiar la
forma republicana en la tiránica; proclamar los
principios odiosos de la guerra de colores para
destruir así la igualdad que desde el día glorioso de
nuestra insurrección hasta este momento ha sido
base fundamental; instigar a la guerra civil; convidar
a la anarquía, aconsejar el asesinato, el robo y el
desorden, es en sustancia lo que ha hecho Piar
desde que obtuvo la licencia de retirarse del
ejército, que con tantas instancias había solicitado,
por que los medios estuvieran a su alcance.
Pruebas constantes e irrefragables de esta
conjuración son las deposiciones unánimes de
generales, comandantes, soldados, y paisanos
residentes en Angostura.
¿Qué pretende el general Piar a favor de los
hombres de color? ¿La igualdad? No: ellos la tienen
y la disfrutan en la más grande latitud que pueden
desear. El general Piar mismo, es una prueba
irrevocable de esta igualdad. Su mérito es bien
inferior a las recompensas que ha obtenido. Los
más de los oficiales de Venezuela han combatido
por la República más que Piar y sin embargo ellos
son subalternos, mientras que él está decorado del
último grado de milicia. Podríamos citar otros
muchos generales, coroneles, comandantes y jefes
de todas clases; pero no es justo mezclar los
hombres de tan beneméritos ciudadanos con el de
este monstruo.
El general Piar no desea la preponderancia de un
color que él aborrece y que siempre ha despreciado
como es constante por su conducta y documentos.
El general Piar ha tenido como un timbre la
genealogía de su padre y ha llegado su impudencia
hasta el punto de pretender no sólo ser noble, sino
aun descendiente de un príncipe de Portugal, (entre
sus papeles existe este documento).
La imparcialidad del gobierno de Venezuela ha sido
siempre tal, desde que se estableció la República,
que ningún ciudadano ha llegado a quejarse por
injusticia hecha al accidente de su cutis. Por el
contrario. ¿ Cuáles han sido los principios del
Congreso? ¿ Cuáles las leyes que ha publicado?
¿ Cuál la conducta de todos los magistrados de
Venezuela? Antes de la revolución, los blancos
tenían opción a todos los destinos de la monarquía,
lograban la eminente dignidad de ministros del rey,
y aun de grandes de España. Por el talento, los
méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos
degradados hasta la condición más humillante
estaban privados de todo. El estado santo del
sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los
españoles les habían cerrado hasta las puertas del
cielo. La revolución les ha concedido todos los
privilegios, todos los fueros, todas las ventajas.
¿ Quiénes son los actores de esta Revolución? ¿ No
son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun
los jefes militares al servicio del rey? ¿Qué
principios han proclamado estos caudillos de la
Revolución? Las actas del gobierno de la República
son monumentos eternos de justicia y liberalidad.
Qué ha reservado para sí la nobleza, el clero, la
milicia. ¡ Nada, nada, nada! Todo lo han renunciado
a favor de la humanidad, de la naturaleza, y de la
justicia, que clamaban por la restauración de los
sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo
lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido y en lugar
tenemos la igualdad absoluta hasta en las
costumbres domésticas. La libertad hasta de los
esclavos que antes formaban una propiedad de los
mismos ciudadanos. La independencia en el más
lato sentido de esta palabra sustituida a cuantas
dependencias antes nos encadenaban.
El general Piar con su insensata y abominable
conspiración sólo ha pretendido una guerra de
hermanos en que crueles asesinos degollasen al
inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano,
por la inevitable causa de haber nacido de un color
más o menos claro.
Venezolanos. ¿ No os horrorizáis del cuadro
sanguinario que os ofrece el nefando proyecto de
Piar? Calificar de un delito el accidente casual que
no se puede borrar ni evitar. El rostro según Piar es
un delito y lleva consigo el decreto de vida o de
muerte. Así ninguno sería inocente, pues que todos
tienen un color que no se puede arrancar para
substraerse de la mutua persecución.
Si jamás la guerra fratricida como lo desea Piar
llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz
región no sería más que un vasto sepulcro donde
irían a enterrarse  en todas partes la virtud, la
inocencia y el valor. El mundo horrorizado cargaría
de execraciones a esta sanguinaria nación donde el
furor sacrificaba a su saña todo lo que es sagrado
aun para los mismos salvajes, la humanidad y la
naturaleza.
Pero no, venezolanos, vosotros no sufriréis que las
últimas gotas de sangre que ha respetado el puñal
de los asesinos de España, sean derramadas por
vuestras propias manos. Vosotros sois incapaces de
servir de instrumento a los furores de Piar. Vosotros
lo conocéis, no ignoráis sus execrables designios, y
vosotros pues lo perseguiréis, no sólo como un
enemigo público sino como un verdugo de su
especie, sediento de su propia sangre.
El general Piar ha infringido las leyes, ha conspirado
contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha
resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha
huido como un cobarde; así pues él se ha puesto
fuera de la ley: su destrucción es un deber y su
destructor un bienhechor. Cuartel General de
Guayana, agosto 5 de 1817.                                          
                                                         Simón Bolívar.
          

CAPITULO XIX / Las acusaciones continúan


Secretario que tomó las declaraciones

La audiencia para la comparecencia del resto de los


testigos, se reanudó el día siete y fueron citados el
cabo primero Timoteo Díaz,  cabo primero José
Claro Sixto y coronel Juan Francisco Sánchez (por
segunda vez).
            Declaración del séptimo testigo, Timoteo
Díaz.
            En dicha ciudad, a 7 de Octubre de 1817, el
referido señor Jefe del Estado Mayor General Carlos
Soublette, hizo comparecer ante sí a Timoteo Díaz,
séptimo testigo en este proceso, a quien  el 
Secretario hizo levantar la mano derecha y
            Preguntando.- ¿Juráis a Dios y prometéis a la
República decir verdad en lo que os voy a
preguntar? Dijo “sí juro.”
            Preguntando.- Su  nombre, empleo, si conoce
al señor General Manuel y sabe dónde se halla : dijo
que se llama Timoteo Díaz: que es cabo primero de
la segunda compañía del Escuadrón de Honor: que
conoce al señor General Manuel Piar por General
en Jefe de ejercito y que se halla arrestado en esta
ciudad.
            Preguntando.- Sobre lo acontecido en el
pueblo de Aragua el día que el señor General
Cedeño, con un piquete de caballería, arrestó al
mencionado señor General Piar, diga todo lo que
sepa o haya visto: dijo que habiendo llegado al
pueblo de Aragua el declarante en el piquete que
llevó el señor General Cedeño, se formó junto con
los demás en la plaza y vio que dicho señor General
se dirigió a la casa en que estaba alojado el señor
General Piar; que desde su formación oía que
disputaban pero sin que percibiese de lo que
trataban, que cuando hubo ya amanecido salieron
el General Cedeño y los oficiales que lo
acompañaban, y el General Piar, y se dirigieron
hacia donde estaba un cuerpo de infantería que
éste tenía en aquella plaza; que entonces oyó  que
el General Cedeño se empeñaba en persuadir al
Genera Piar  a que lo acompañase a Maturín para
de allí seguir a presentarse al Jefe Supremo, pero
que el General Piar se negaba absolutamente y le
dijo que primero caería una estrella del cielo que ir
a Maturín; que como el General Cedeño había
avanzado con ocho carabineros hacia el cuartel de
la infantería, el Comandante de ella, ciudadano
Carmona, le dijo al General Cedeño que él los
trataba con desconfianza, tuvieron algunas otras
palabras, de que  resultó que el General Cedeño
enviase arrestado al Comandante Carmona a la
línea de su caballería; que el Coronel Sánchez se
separó conversando con él y que a poco momento
hicieron llamar al General Cedeño; que en este
momento; en que el General Piar quedó solo,
movió  su infantería y la situó entre dos casas; que
poco después el General Cedeño, el Coronel
Sánchez, el Comandante Carmona y los demás
oficiales que acompañaban al primero, volvieron a
donde estaba  el General Piar; que el General
Cedeño principió de nuevo a persuadir al General
Piar que lo siguiese; que la cuestión fue más
acalorada, y que el General Cedeño se declaró en
unos términos bien positivos que absolutamente
debía seguirlo, y que dirigiéndose a la infantería le
preguntó si ella pelearía con sus hermanos, que la
infantería contestó que no, y que entonces el
General Piar le dijo que le dejase quietas sus tropas,
pues que él no se metía con las suyas, y que 
habiendo amenazado a uno de pasarlo con su
espada, no sabe por qué , el General Cedeño le dijo
que él lo defendería; que luego el General Piar,
conociendo que el  General Cedeño estaba
determinado a llevarlo a Maturín, mandó al
Comandante Carmona que se pusiese a la cabeza de
la infantería y arrojando su capote en tierra corrió
hacia ella el mismo General Piar con la espada
desenvainada; que entonces el General Cedeño y
todos los demás oficiales lo cercaron y lo
desarmaron, y el Comandante Carmona con la
infantería desfiló a apoyarse con la línea de
caballería y que desde aquel momento quedó
arrestado el General Piar.
            Preguntando.- Si el General Piar después que
fue arrestado intentó fugarse: dijo que lo ignora,
pero que desde que se emprendió la marcha en 
Aragua en que el exponente ha venido de custodia
suya hasta esta ciudad, no ha notado que el General
Piar haya intentado el fugarse.
            Preguntando.- Si tiene más que añadir: dijo
que no tiene más que añadir y que lo dicho es la
verdad, a cargo del juramento hecho en que se
afirmó y ratificó, leída que le fue esta declaración, y
dijo ser de edad de treinta y cuatro años y por no
saber escribir hizo la señal de la cruz, y lo firmó
dicho señor y presente Secretario. Testado-con-no
vale.                                                                                            
CARLOS SOUBLETTE.  
                       + Ante  mí.                                                                     
J. Ignacio Pulido,                                                                                   
Secretario.
            Declaración del octavo testigo, José Claro
Sixto.
            En dicho día, mes y año, el mencionado
señor Juez Fiscal hizo comparecer ante sí a José
Claro Sixto, octavo testigo en este proceso, a quien
ante mí el presente Secretario hizo levantar la mano
derecha y:
            Preguntando.- ¿Juráis a Dios y prometéis a la
República decir verdad en lo que se os va a
preguntar? Dijo, “sí  juro”.
            Preguntando.- Su nombre y empleo, si
conoce al señor General Piar y sabe dónde se halla:
dijo que se llama José Claro Sixto, que es cabo
primero de la primera  compañía del escuadrón de
Caicara, que conoce al señor General Manuel Piar y
que sabe se halla preso en esta ciudad.
            Preguntando.-Sobre lo ocurrido en el pueblo
de Aragua el día que el señor General Cedeño, con
un piquete de caballería, arrestó al referido señor
General Piar, diga todo lo que  sepa o haya visto:
dijo que habiendo llegado al pueblo de Aragua al
amanecer, siendo el declarante uno de los que
componía el piquete que llevó el señor General
Cedeño, se formó junto con los demás en la plaza y
vio que el General Cedeño se fue a hablar con el
General Piar; que luego que estaba ya claro,
salieron de la casa los Generales y se dirigieron a
donde estaba la infantería; que entonces oyó que el
General Cedeño le decía al General Piar, que era
menester siguiese con él a Maturín; y que éste se
negaba a hacerlo, diciendo que esperaba que
viniese el General Mariño; que en esta cuestión
estuvieron hasta cosa de las ocho de la mañana, a
cuya hora observó el  declarante que el General Piar
desenvainando su espada, se unió a la infantería, y
mandó al Comandante Carmona se pusiese a la
cabeza de ella; que entonces el General Cedeño se
apoderó de la espada que el General  Piar  tenía en
sus manos, que el Comandante Carmona marchó
con su infantería a ponerse al costado de la
caballería y que el General Piar quedó desde aquel
momento arrestado.
            Preguntando.-Si el General Piar después que
fue arrestado intentó fugarse: dijo  que lo ignora,
pero que desde aquel día en que el declarante fue
nombrado para su custodia hasta su llegada a esta
ciudad, no ha observado que el General Piar
intentase fugarse.
            Preguntando.- Si tiene más que añadir: dijo
no tener más que añadir, y que lo dicho es la
verdad, a cargo del juramento hecho, en que 
afirmó y ratificó leída que le fue esta declaración, y
dijo ser de edad de treinta y nueve años, y por no
saber escribir hizo la señal de la cruz, y lo firmó el
mencionado señor Fiscal y el presente
Secretario.                                                                                              
CARLOS SOUBLETTE.
                                                               Ante mí.
                                                                                         J.
Ignacio Pulido
                                                                                              
            Secretario.
            Segunda declaración  del primer testigo,
Coronel Juan Francisco Sánchez.
            En dicho día, mes y año, el enunciado señor
Juez Fiscal, pasó con asistencia de mí, el secretario,
a la posada del señor Jefe Supremo, donde
compareció por segunda vez el señor Coronel de
infantería, ciudadano Juan Francisco Sánchez,
primer testigo de este proceso, a quien dicho señor
Fiscal hizo poner la mano derecha tendida sobre el
puño de su espada y
            Preguntando.-Si bajo la palabra de honor
promete decir verdad a lo que se le interrogare:
dijo: “si prometo”, y siéndolo por el contenido de la
presente cuarta en la declaración del ciudadano
José Peralta, cuarto testigo en este proceso: dijo
que observando el exponente que el General Piar se
negaba siempre a las instancias del General Cedeño,
para que viniese con él a Maturín, se acercó a ellos
y les dijo terminantemente que la orden del Jefe
Supremo debía cumplirse, y que el General Piar
debía marchar a presentársele como lo había
mostrado siempre con la mayor resolución a hacer
obedecer las órdenes, asió del brazo al General Piar,
diciéndole que sin remedio marcharía con él, que
entonces el exponente se dirigió al Comandante
Carmona, que estaba a la cabeza de la infantería, a
decirle que desfilase a apoyar la caballería, para 
cuya operación estaban de acuerdo, que el General
Piar al observar este movimiento dijo al declarante:
“quítate de ahí Sánchez”, avanzándose hacia él con
la espada desenvainada; que el declarante
desenvainó también su sable para ponerse en
defensa, lo que contuvo la acción de dicho General
Piar, y lo reconvino: “¿tú haces armas contra mí,
Sánchez?” lo que repitió por varias veces; que el
declarante le contestó: “¿y U. por qué desenvaina
su espada para mí, quiere que me deje asesinar
impunemente?”  Que entonces el General Cedeño y
los demás oficiales lo cercaron, lo desamaron y lo
llevaron hacia la casa de su alojamiento, casi por la
fuerza; que luego que llegaron, habiendo tenido el
General Cedeño que separarse para hacer respetar
sus disposiciones de uno que se oponía a ellas,
corrió el General Piar  con dirección al monte, pero
que varios oficiales que estaban allí lo siguieron, y el
Coronel Barreto lo alcanzó el primero y fue
restituido al mismo lugar;  que no tiene más que
añadir que lo que ha dicho es verdad a cargo de la
palabra de honor que tiene dada, en que se afirmó 
y ratificó, leída que le fue  esta declaración y dicho 
ser de edad de treinta y cinco años y  lo firmó con
dicho señor y el presente Secretario.
                                                                                             
CARLOS SOUBLETTE.
                                                        JUAN FRANCISCO
SANCHEZ.
                                                                 Ante mí,
                                                                              J.
Ignacio Pulido,
                                                                                             
Secretario.

CAPITULO XX / Comparece Piar ante el Fiscal

Para que lo defienda en el juicio que se le


sigue, Piar nombra al Teniente coronel
Fernando Galindo – El ocho de octubre
comparece  y es ampliamente interrogado –
Ante el defensor de Piar, debidamente
juramentado, los testigos ratifican sus
declaraciones – Requisan calabozo de Piar y le
confiscan siete onzas de oro y diecisiete pesos
en plata macuquina que fueron depositados en
la Hacienda Pública.
                       En la plaza de Angostura, a 8 de
Octubre de 1817, el General de Brigada Carlos
Soublette pasó con asistencia del Secretario
José Ignacio Pulido, a la casa donde se hallaba
preso el General Manuel Piar, para recibirle su
confesión.  Antes se le hizo saber que sería
sometido a un Consejo de Guerra, y que debía
en el acto elegir un oficial para que pudiera
defenderlo en la presente causa, y enterado
nombró al señor Ayudante general, Fernando
Galindo.
            Inmediatamente el Juez Fiscal pidió al
General Manuel Piar, levantase la mano
derecha, y  le preguntó: ¿Juráis  a Dios y
Prometéis a la República decir verdad sobre el
punto de que os voy a interrogar?  Al
responder que sí, comenzó a ser interrogado:
            Preguntado su nombre, edad, patria,
religión y empleo, dijo llamarse Manuel Piar;
de cuarenta años de edad; natural de la isla de
Curazao, de religión Católica, Apostólica,
Romana, y  General en Jefe del ejército.
            -Sabe la causa por la que se halla preso?
-Haber sido llamado por el Jefe Supremo, y no
haber concurrido  a este llamamiento, por el
temor que me habían hecho concebir las voces
que se difundían en mi perjuicio, y haber hecho
uso del pasaporte que se me había concedido.
            -Qué día salió de la villa de Upata,
cuándo llegó al Juncal, y cuándo pasó  el río
Orinoco?
-En aquellos días tenía la imaginación tan
sobrecargada que no puedo recordar las
fechas; pero considero saldría de la villa de
Upata en la primera semana del mes de Julio
del presente año, permanecería como ocho
días en el Juncal, otros tantos dentro de esta
ciudad después que fue ocupada por las armas
de la República, y verifiqué el paso del Orinoco
por los días 26, 27 ó 28 de dicho mes.
            -Por qué desde que llegó al Juncal no
hizo uso de su pasaporte?
-Porque necesitaba auxilio de bestias que debía
franquearme el General Cedeño, las cuales era
menester traer de los potreros, y porque
además el mismo General Cedeño, a instancias
mía, se había  encargado de pasar al Cuartel
General a solicitar del Jefe Supremo se
examinase en un Consejo de Guerra mi
conducta relativa al manejo de los intereses del
Estado que públicamente se decía me los había
apropiado.  Aguardaba las resultas;  cuando el
señor General Cedeño regresó  y me dio por
respuesta que no había tiempo para verificar el
Consejo que deseaba para sincerarme, ya la
plaza había sido evacuada por los españoles y
sólo traté de ausentarme haciendo uso del
permiso que tenía, y activé cuanto me fue
posible la consecución de las bestias que
necesitaba para mi viaje y el de los Dragones
que también se me había permitido llevar en
mi compañía.
            -Confiese cuál fue su conducta desde
que llegó al Juncal hasta que verificó el paso
del Orinoco?
-Mi conducta ha sido  la más pacífica, pues
apenas salí de mi casa, esperando que llegasen
las bestias y la contestación del asunto de que
se había encargado el señor General Cedeño, y
de que ya he hecho relación.
            Aquí el Juez Fiscal lo reconvino diciendo:
Cómo dice que su conducta mientras
permaneció en el Juncal y en esta ciudad  fue
una  conducta pacífica, cuando resulta de autos
que, tanto privadamente como en público,
convocaba y animaba a todos los hombres de
color a una conspiración para asesinar a todos
los hombres blancos que servían a la
República, y destruir el actual sistema de
gobierno, publicando que se le perseguía
porque era pardo, y  que el gran misterio de la
administración se dirigía a la destrucción de
esta clase?
-Niego la reconvención en la forma que se me
hace, pues la idea sola de asesinato me
horroriza  ¿quién, después de haber dado tan
repetidas pruebas en el ejercicio de la
autoridad, de cuánto le cuesta derramar la
sangre del criminal, sea capaz de concebir el
proyecto de destrucción contra toda una raza
de hombres? y aunque no niego que lastimado
de las injusticias que se me han hecho, de los
crímenes que se me imputan, entre otros el de
usurpador de los intereses públicos, y sofocado
con las relaciones que se me hacían de la
enemistad que me profesaban ya varios de mis
amigos, del asesinato que contra mi se
premeditaba, y de las especies indecentes con
que se manchaba mi reputación y mi honor,
prorrumpía, en presencia de los que venían a
verme, en quejas amargas, y exclamaba en
medio de la exaltación que naturalmente debía
producir todo esto en mi espíritu, que  no sabía
si ser pardo era la causa de que se me
calumniase y vilipendiase; pero es falso el que
convocase, ni en público ni en privado, a los
hombres de color, a la conspiración de que se
me acusa; a nadie he hecho
comprometimientos, de nadie he formado
apuntes, a nadie he visitado ni hablado más
que con los que han venido a verme, y sobre
todo, cómo podía proyectar conspiración y
solicitar partidarios un hombre que sólo
anhelaba por irse y que incesantemente se
fatigaba por la consecución de lo que se
necesitaba para mi viaje, y esto no obstante las
reiteradas súplicas de varios Jefes y oficiales
porque no me fuese, a quienes dije
constantemente que me iba, que no podía
permanecer en un país  donde se me había
tratado de ladrón, y que me iba en solicitud del
General Mariño ¿Acaso el General Mariño es
tenido por el Jefe de la facción de un color
contra otro? Sobre todo, es imposible que
pueda haber un solo hombre que en mi
presencia me sostenga que lo he convocado
para el aniquilamiento de los hombres blancos,
ni para la destrucción del actual gobierno, a
menos que sea un enemigo mío y que haya
jurado mi muerte.
            Vuelto a reconvenir.-¿cómo niega el
antecedente, cuando está justificado que ha
convidado a varios Jefes, haciendo algunos las
promesas más lisonjeras e interesándoles en
que reuniese a los de su partido para la
ejecución de la conspiración, persuadiéndoles
que contaba con todas las fuerzas y
protestándoles que no obedecería más a la
Suprema Autoridad, y que estaba resuelto a
llevar a efecto su proyecto?
-Es falso.  Me atengo a lo ya declarado; a nadie
he convidado, ni menos he hecho promesas de
ninguna especie, lo único que he dicho fue que
no serviría más en un Gobierno donde se me
ha tratado de ladrón.
            -A dónde se dirigió después que salió de
esta Provincia?
-A la ciudad de Maturín.
            -Cuál fue su conducta después que llegó
a Maturín?
-Desde el momento que llegué a Maturín y me
desmontó en la posada del señor General
Rojas, a donde con este motivo se había
reunido una porción de oficiales y vecinos del
pueblo, pasados los primeros cumplidos, les
dije en voz alta, y lo continué haciendo
mientras permanecí en aquel pueblo, sobre la
unión de todas las clases, diciéndoles que el
único modo de salvarnos era el que los
blancos, pardos, negros e indios se uniesen y
estrechasen cada vez más; que cuando se vio
en particular con sus amigos, y éstos  le
preguntaron sobre la causa de su viaje, les dije
que me iba de este país, huyendo de las
calumnias que contra mí se habían levantado,
atribuyéndoseme entre otras cosas, la
usurpación de intereses del Estado, y para
evitar que me sacrificasen como me habían 
hecho creer algunos, me quejé de estas
injusticias, pero privadamente, en
conversaciones particulares, con personas de
confianza y con mucho menos calor que
cuando estaba en esta Provincia, porque lejos
ya del peligro que se me había hecho temer, mi
imaginación se había despejado y se había
tranquilizado mi espíritu; tuve varios convites
en casa de estos mismos amigos, con los cuales
no hice más que regocijarme y dilatar mi
corazón, sin tratar asunto alguno que
perjudicase la tranquilidad pública. Esta ha sido
mi conducta en Maturín, sin que tuviese tratos
ocultos, ni menos se produjese con Jefes ni
subalternos en otros términos que   los de la
amistad y trato ordinario.  Sobre esto atestigua
todo el pueblo de Maturín, pudiéndose
examinar, sin perjuicio de la brevedad de la
causa, al Capitán de navío  Antonio Díaz  y al
Teniente Coronel  Pache, quienes, si son
oficiales de honor y no dudo declararán lo
mismo que dejo relatado.  Al otro día  de mi
llegada a aquella ciudad escribí  al señor 
General Mariño, manifestándosela y diciéndole
que por haber llegado muy fatigado no iba en
el momento a reunirme con él, pero que lo
verificaría muy pronto.  El General Mariño,
quien estaba en San Francisco, cuando recibió 
esta carta, envió al señor Coronel Izabal y otros
oficiales, y con ellos marché  a reunirse a aquel
Jefe.
            Reconvenido.- Cómo dice que su
conducta en Maturín ha sido tan regular,
cuando hay testigo que deponga que allí
continuó trabajando y con mayor ahínco por  la
ejecución de la conspiración y por hacerse de
partido,  convocando Jefes, haciendo ver los
muchos partidarios que dejaba en esta
Provincia, los muchos  con que contaba en
Cumaná y lo fácil que le era reunir allí un
ejército, en lo que iba a trabajar
inmediatamente, venir a este lado, reforzarse
con todos los partidarios que aquí lo 
aguardaban, atacar y destruir a todos los
blancos, especialmente a los mantuanos,
destruir también a todos los que los
sostuviesen, y establecer un Gobierno?
-Niego el cargo que se me hace.  Puede existir
en el mundo una cabeza que me juzgue capaz
de pensar en establecer un Gobierno con los
escombros a que quedaría reducida la
República?  Según el inicuo y sanguinario
proyecto que se me atribuye, no creo que
exista.  Lo que me es más sensible, es que
después de haber  servido fielmente a la
República, después de haber merecido bien de
la patria y haberle consagrado mis tareas, mi
vida y toda especie de sacrificios, me vea en el
día acusado y procesado por los proyectos 
más atroces y contrarios a los sentimientos de
mi corazón, hijos sólo de la más negra intriga. 
No niego, como tengo ya declarado, que al
calor de mis quejas haya dicho algunas
expresiones fuertes, nacidas de mi justo
sentimiento, pero éstas no han tenido ningún
objeto, ningún plan, han sido conversaciones
casuales y amistosas, desahogos de un hombre
altamente lastimado. Luego que llegué al
campo del General Mariño, cesaron estas
mismas quejas, y sólo pensé en arreglar y
organizar aquella Provincia, reunir tropas y
continuar haciendo la guerra a los enemigos de
la República.
            Vuelto a reconvenir.- Cómo dice  que
desde que se unió al General Mariño sólo trató
de arreglar y organizar la Provincia de Cumaná 
y de reunir tropas  para continuar la guerra
contra los enemigos de la República, cuando
resultas de correspondencia oficial lo que se ve
en el documento número doce, folio diez y
nueve?
-El cargo  que me le hace es falso y  ridículo, no
cabe en el sentido  común, y casi  no debía
habérsele dado entrada en este proceso; pero
esto mismo corrobora más la proposición que
acaba de asentar en la anterior pregunta, y es
que la más negra intriga se ha formado para
perderme, para manchar y oscurecer mis
distinguidos servicios a la República, y destruir
en el corazón de mis compatriotas hasta el
último sentimiento de la gratitud y del aprecio
que les he merecido; también presentaría, para
mejor convencer de que ha habido un designio
manifiesto de sacrificarme, lo que me ocurrió
en la ciudad de Maturín, una vez que pase a
ella en compañía del señor General Mariño, a
saber; que el señor  General Rojas, instigado
por tres o cuatro,  dijo al General Mariño, que
yo lo había convocado a él mismo para degollar
a los blancos y le citó por testigo a su propio
hermano, al Coronel Infante y a otros varios;
que el General Mariño procedió
inmediatamente por sí mismo a examinar  
estos  testigos y resultó ser todo  falso, lo que
unido al encargo que el General  Rojas hizo a
este Jefe de que no me dijese que él era el que
lo delataba, y al sentimiento que manifestó
después de esta delación, hizo conocer al
General Mariño que todo era una calumnia;
que esto reunido a la nueva invención que
ocasiona el último  cargo que se me ha hecho
cuya falsedad pueden comprobar todos los
individuos que existan en Cumanacoa,  y al
árbol genealógico que falsa y maliciosamente
se supuso encontrado entre mis papeles, debía
haber hecho  ver al Jefe Supremo
patentemente que había un tejido de
calumnias forjadas sólo para mi ruina sin que
yo pueda concebir cuál sea la causa que le haya
suscitado estos enemigos. Pido que se
examinen  escrupulosamente cuantos papeles
existen en mi archivo; que se recuerde mi
conducta, no sólo  en Venezuela sino en los
países extranjeros, y estoy seguro que lejos de
atribuírseme ideas revolucionarias, semejantes
a las que en el día se me imputan, acaso
resultaría más preocupado que muchos, lo que
aunque conoce no es una virtud, lo digo en
obsequio de la verdad; como también el que yo
no he variado en mis principios, y sólo la
malicia, la cavilosidad y la mala fe, han podido
dar el aspecto de una conspiración a las quejas
de un hombre y de un Jefe que se consideraba
ofendido, ultrajado y  deshonrado con la más
notoria injusticia. Si yo soy un conspirador 
¿cómo es que luego que quede mandando en
jefe en Cumanacoa, en donde reuní un cuerpo
de  quinientos hombres, no se ha visto una
proclama, un bando un oficio, una carta en que
yo aparezca como el jefe de una conspiración? 
Cuando por el contrario resultaría, si se
mandase una comisión a examinar mi
conducta, que lejos de buscar  partidarios en el
proyecto que se me acumula y de atraerme a
aquellos hombres que por su influjo, ideas
sediciosas y enemistad personal con la
autoridad suprema, podían serme útil
patrocinándolos y  tolerando sus excesos,
establecí una comisión militar, y al primero que
puse en sus manos para ser juzgado, fue al
Comandante  de Dragones ciudadano León
Prado, que por pardo y por las demás
cualidades que tiene y son notorias, era un jefe
aparente para la conjuración, y yo hubiera
tratado de ganármelo si estas hubieran sido
mis miras, pero que  a mi nunca me han
animado otras ideas que las que se dirigen al
bien de la Patria, a la conservación del orden y
a mantener la justicia. He sido hombre de bien,
y  moriré  hombre de bien, no obstante las
calumnias de mis enemigos.
            -Cómo fue a reunirse al General Mariño,
siendo un Jefe disidente, que no reconocía la
legítima autoridad constituida y reconocida
generalmente?
-Fui a reunirse al General Mariño, como tengo
declarado, pero no con el proyecto de
permanecer con él, sino con el designio de
conseguir un pasaporte de su mano para
trasladarme a una Colonia extrajera, a donde
no podía presentarme  sin un documento
semejante que me pusiese a cubierto de las
sospecha de deserción a causa de haber dejado
en esta ciudad el pasaporte que había
obtenido del Jefe Supremo. Luego que llegué a
Aragua, en presencia del Coronel Izabal, el
Capitán Villegas y otros varios oficiales, hice al
General Mariño mi solicitud, manifestándole
que me retiraba hasta que reinase la unión y la
buena armonía entre todos los Jefes y
Provincias del Estado, pues yo, que había
conocido ya que cualquier otra máxima que él
hubiese asentado era un error, sólo aspiraba a
la paz, a la buena armonía y mejor inteligencia 
entre todos los que combatían por la salvación
de la República; sobre la negativa del General
Mariño a darme pasaporte le pedí permiso
para retirarme a los montes de Punceles a
hacer una labranza y a aguardar allí  el día de la
reconciliación, pero que siendo extraordinario
el desorden en que se encontraba la costa de
Güiria, siendo frecuentes y sensibles las quejas
de nacionales y extranjeros de los robos e
insultos que recibían y experimentaban del
Jefe de aquel Departamento y sus  subalternos,
conocieron todos y yo más que nadie, que era
necesaria la presencia del mismo General
Mariño en Güiria para remediar tan graves
males, y me hice cargo de aquellas tropas
durante la ausencia del General Mariño, sólo
por evitar la total ruina de la Provincia de
Cumaná, y porque estaba cierto de reunir
tropas con que imponer algún  respeto a los
españoles que con fuerzas muy superiores
ocupaban la capital.
            -¿Cómo si su intención era sólo la de
abstenerse de todo servicio hasta que cesasen
las desavenencias, y si sólo tomó el mando de
las tropas del General Mariño por las razones
que indica, resulta  que usted, en unión de
dicho General Mariño, marchó contra Maturín
con  tropas armada y amenazas de guerra, por
la sola razón de que aquel Departamento era
fiel al Gobierno de la República?
-Cuando el General Mariño marchó hacia
Maturín, yo fui en su compañía y estuve en
todo este tiempo como un simple espectador,
pero que en honor a la verdad no puedo
menos que manifestar que las intenciones del
General Mariño eran sólo de obtener algún
auxilio de municiones, pues si su proyecto
hubiera sido de forzar a Maturín lo habría
ejecutado impunemente porque no había
tropas que se le opusiesen.
            -¿Cómo es cierto que la orden del Jefe
Supremo para que se presentase en el Cuartel
General de Casacoima, en Julio  del corriente
año, le fue comunicada y cómo también es
cierto que la desobedeció y desertó de esta
ciudad?
-Es cierto que me fue comunicada la orden del
mismo Jefe Supremo en Aragua por el General
Cedeño, como también es cierto que traté de
hacer armas contra este General y el piquete 
que lo escoltaba, también es cierto que me
resistí a seguir con el General Cedeño, pero
esta resistencia no nacía de un principio de
insubordinación, sino del temor  que me
inspiraba la proscripción publicada contra mi
en el manifiesto dado por el Jefe Supremo en la
ciudad de Guayana; si el General Cedeño me
hubiese manifestado un documento del Jefe
Supremo en que se me  asegurase la remisión
de las faltas que hubiera cometido, yo habría
venido voluntariamente, como un hombre que
ha reconocido sus errores y que sólo  deseaba
la paz, la unión y la buena armonía; pero a mi
me intima su presentación en esta ciudad y con
nada se me garantiza mi persona, quedo
expuesto a todo el furor que respira  el
manifiesto referido y temo ser sacrificado. Si
con algo se me hubiera garantizado mi
persona, yo no hubiera  vacilado un instante en
venir a esta plaza; yo no habría entregado las
tropas que el General Mariño me había
confiado, porque esta conducta habría
mancillado mi honor, pero habría puesto mi
persona en  manos del Jefe Supremo con   la
mayor confianza, pues si yo me había 
descarriado del verdadero camino yo lo habría
vuelto a encontrar y deseaba seguirle, pero de
un modo que conciliase mi seguridad personal;
mis tropas tenían las armas descargadas, y  si
yo hubiera querido hacer una resistencia
obstinada, tiempo sobrado tuve para hacerla,
mandando cargar, de manera que mi 
resistencia fue más de palabras que de hecho.
Jamás ha sido mi intención sembrar la guerra
civil.
            -Tiene algo más que añadir?
-No tengo más que añadir.  Lo dicho es la
verdad a cargo del juramento que tengo hecho.
Diligencia para evacuar las citas de la confesión
del acusado.
            Al día siguiente, 9 de octubre de 1817, el
Juez Fiscal, con asistencia del Secretario, pasó a
la posada del Jefe Supremo y en vista de la
confesión que antecede del General Manuel
Piar, por la que resultan citados en
comprobación de su conducta en Maturín el
Capitán de navío, Antonio Díaz, y el Teniente
Coronel Francisco Pildain a quien se nombra en
la confesión “Pache”, y mandó se evacuasen
estas citas a fin de que constaran en las
diligencia.
Declaración del noveno testigo, Teniente
Coronel Francisco Pildain.
            Inmediatamente compareció ante el
dicho señor Fiscal y el presente Secretario, el
Teniente Coronel ciudadano Francisco Pildain,
uno de los citados por el señor General Manuel
Piar en su confesión al folio 41, a quien dicho 
señor Fiscal hizo tender la mano derecha 
sobre el puño de su espada y
            Preguntando.- Si bajo su palabra de
honor promete decir verdad en lo que se le
interrogare: dijo “sí prometo.”
            Preguntando.- Su nombre y empleo:
dijo, que se llama Francisco Pildain y que es
Teniente Coronel de Infantería.
            Preguntando.- Si conoce al señor
General Manuel Piar, si sabe dónde se halla y
por qué causa se le procesa: dijo, que conoce al
señor General Manuel Piar, que sabe se halla
preso en esta ciudad y que considera se le
procesa por la conspiración que dicen intentó
en esta Provincia.
            Preguntando.- Si el declarante se
encontraba en Maturín cuando el señor
General Piar llegó a aquella ciudad después de
haberse fugado de esta Provincia, y cual fue la
conducta que observó allí dicho General: dijo,
que el declarante estaba en Maturín cuando
llegó el señor General Piar fugitivo de esta
Provincia, acompañado de un solo asistente;
que el declarante fue uno de los primeros que
estuvo a verle a causa de que estando de Jefe
ese día iba en  aquel momento a recibir
ordenes del General Rojas; que este General lo
presentó al General Piar, diciéndole; aquí tiene
U. al Teniente Coronel Pache, quien le dijo al
saludarlo que parecía un mantuano, lo que el
declarante extrañó  y le fue  desagradable; que
allí se reunieron varios oficiales y vecinos y que
se hizo una salva de artillería de cinco tiros de
cañón  promovida por el C. Cipriano López  que
se comprometió  a pagar la pólvora, diciendo
que se disparasen los tiros que aquel era su
General, el primer General que había conocido;
que sobre la conducta que  privadamente
observase el señor General Piar nada puede
decir porque no tuvo conocimiento de ella;
pero que en público, cuando se quejaba de lo
que le habían hecho en Guayana, decía
públicamente que los mantuanos lo habían 
querido sacrificar y lo habían mandado
asesinar, y que no sabía por  qué fuera esta
persecución después de todos sus servicios,
sino por aquel pellejo, decía tocándose las
manos, pero añadía que aquel pellejo les
costaría caro; que también decía que Maturín
en donde él había tenido las  primeras
victorias, no creían lo abandonasen; que él iba
a unirse al General Mariño, para que se hiciera
la división de las Provincias como estaban
anteriormente, y que los mantuanos
gobernasen en Occidente, que Mariño y él
gobernarían en Oriente.
            Y habiendo leído la cita que se hace del
declarante, dijo que no ha oído las expresiones
que General Piar confiesa divulgar a favor de la
unión en Maturín, que tampoco ha tenido con
él ni presenciado conversaciones privadas, ni
particulares, ni menos ha concurrido a convites
y que se refiere a lo que deja declarado.
            Preguntando.- Si tiene más que añadir:
dijo que no tiene más que añadir y que lo dicho
es la verdad a cargo de la palabra de honor que
tiene dada, en que se afirmó y ratificó leída
que le fue esa declaración,  y dijo ser de edad
de treinta y tres años, y lo firmó con el señor
Fiscal y el presente Secretario.    
            Segunda declaración del quinto testigo.
Capitán de navío Antonio
Díaz.                                                                             
                 En el mismo día, mes y año,
compareció ante el referido señor Fiscal y el
presente Secretario, el Capitán de navío 
ciudadano Antonio Díaz, uno de los citados por
el Señor General Piar en su confesión, al folio
41 , a quien dicho señor Juez Fiscal hizo poner 
la mano derecha sobre el puño de su espada, y
            Preguntando.- Si bajo su palabra de
honor promete decir verdad en lo que se le
interrogase; dijo, “sí prometo.”
            Y habiéndole leído la cita que se hace
del declarante: dijo, que es cierto que el señor 
General Piar, desde que llegó a Maturín, en
donde creyó encontrar un gran partido,
públicamente discurría y convidaba a que
todos  se reuniesen para la destrucción del
mantuanismo, y que sobre esto se refiere a lo
que tiene ya declarado; que el declarante no
ha estado en convites ni tiene noticia de otra
conferencia privada que la que el General Piar
tuvo con él, y que lo dicho es la verdad a cargo
de la palabra de honor que tiene dada, en que
se ratificó y afirmó, leída que le fue esta
declaración, y la firmó con el señor Fiscal y el
presente Secretario.
Diligencia de haber aceptado y jurado el oficial
defensor.
            En dicho día, mes y año, se presentó
ante el señor General de Brigada Carlos
Soublette, Jefe del Estado Mayor General y  el
presente Secretario, el señor Ayudante
general, Teniente Coronel Fernando Galindo,
en orden del oficio que dicho señor le pasó con
fecha del mismo día, participándole el
nombramiento que el señor General Manuel
Piar había hecho en él, para su defensor, cuyo
encargo dijo aceptaba; y habiendo puesto la
mano derecha tendida sobre el puño de su
espada promete bajo su palabra de honor
defender al expresado Manuel Piar con verdad,
arreglándose al espíritu de las ordenanzas del
ejército; y para que conste por diligencia lo
firmó con dicho señor y el presente Secretario.
            Ratificación de los testigos
            Inmediatamente el Juez Fiscal hizo
comparecer ante él, el Secretario y el oficial
defensor Fernando Galindo a todos los
testigos, a los cuales se les leyeron sus
declaraciones que obran en el proceso para
que dijeran si eran las mismas que había
hecho; si tenían que añadir o quitar; si
conocían la firma; si era de su mano propia y si
la ratificaban bajo la palabra de honor que
tenían dada. Todos, uno por uno,
individualmente, a excepción de del séptimo
testigo Timoteo Díaz, quien desertó, ratificaron
sus declaraciones sin enmienda  y reconocieron
sus firmas y la cruz con la que firmaron quienes
como José Claro Sixto no sabían leer ni
escribir..
El día 10, después de comparecer el último
testigo en la audiencia de ratificación, el Juez
Fiscal y el Secretario se trasladaron a la prisión
del General Manuel Piar para practicar un
registro y embargo del dinero que se
encontrase en su poder.  Se realizó un
escrupuloso registro de toda la prisión y el
oficial de la guardia, Capitán Juan José Conde,
al darlo a conocer al General Piar, con arreglo a
la orden que tenía, éste exhibió  siete onzas de
oro, diciendo ser todo lo que existía en su
poder, y habiéndose por el referido oficial de la
guardia procedido al registro nada más se
encontró.  Añadiendo el mencionado General
Piar que en poder del oficial de guardia
saliente, Teniente Pedro Morin, existe una
onza de su propiedad, que le dio en la mañana
para que  la cambiase, gratificase con un peso
al soldado que la había sacado del lugar donde
se le cayó  y le volviesen el resto.  Que si desde
el primer día de su prisión se le hubiese dicho
algo sobre el particular, habría presentado las
mismas ocho onzas que dijo traía  desde
Aragua.  Con lo que quedó cumplida la orden
del Jefe Supremo.
            Inmediatamente se presentó el Teniente
Morin ante el Juez Fiscal, exhibiendo diez y
siete pesos en plata macuquina, resto de la
onza que había cambiado, deducido el peso
con que se gratificó al soldado que la halló, y
ordenó el Juez que junto con las siete onzas de
oro se depositasen en la Hacienda Pública.
CAPITULO XXI / Careo y Confrontación de Piar

En la ciudad de Angostura, el once de octubre


de 1817, el Juez Fiscal, en vista de quedar
concluidas las ratificaciones, mandó se
procediese al careo y confrontación del
acusado General Manuel Piar con los nueve
testigos que han declarado en esta causa, para
lo cual se citaron a todos para las once de la
mañana de ese día a la casa que sirve de
prisión.
            En dicho día, mes y año a las once de la
mañana, el señor General de Brigada, Fiscal en
esta causa, pasó con asistencia del Secretario, y
el oficial defensor, a la casa que sirve de prisión
al General Manuel Piar, teniendo citados para
una hora antes y para dicho lugar a todos los
testigos que declaran en este proceso, mandó
traer a su presencia al acusado General Manuel
Piar para practicar el careo y confrontación, y
habiéndole  hecho levantar la mano derecha y
            Preguntando.- ¿Juráis a Dios y prometéis
a la República decir verdad sobre el punto que
os voy a interrogar? Dijo, “sí juro”; y haciendo
entrar en el calabozo al segundo
testigo, Coronel Pedro  Hernández, por no
haber concurrido el primero a la citación, le
hizo dicho señor poner la mano derecha
tendida sobre el puño de su espada, y
            Preguntando si bajo su palabra de honor
promete a la República decir verdad en lo que
se le va a interrogar; dijo, “sí prometo”.
            Preguntando al acusado si conoce al
testigo que se le presenta; si sabe le  tenga
odio o mala voluntad, y si  le tiene por
sospechoso: dijo que conoce al testigo que se
le presenta; que es el ciudadano  Pedro
Hernández, Coronel de caballería; que no cree
le tenga odio, y que nunca le ha tenido por
sospechoso; y habiéndole leído en este estado
la declaración del segundo testigo, y
preguntando si se conforma con ella: dijo, que
no se conforma en lo que el testigo dice de
haberle convidado a la conspiración de que se
le acusa, para asesinar a todos los hombres
blancos; que este es un proyecto que jamás
habría podido entrar en su cabeza; que él sí se
ha quejado con el Coronel Hernández de las
injusticias que se le habían hecho;  de los
proyectos de asesinatos contra él  que le
habían hecho concebir; que también cree le 
diría que no serviría más en su Gobierno donde
se le había tratado de ladrón y que el testigo
puede haber entendido mal o padecido
equivocación en los propósitos de
conspiración, que no han existido ni aun en su
entendimiento.
            Preguntando el testigo si conoce al que
tiene presente y si es el mismo por quien ha
declarado, y qué  se le ofrece  decir a lo que el 
acusado reprueba en su declaración: dijo, que
conoce al que tiene presente, que  es el
General Manuel Piar, el mismo por quien ha
declarado; que los reparos que pone el
acusado en su declaración carecen de
fundamento,  pues  que ha pasado justamente
lo que tiene  dicho, sin que lo hubiera oído
quejarse entonces de que lo trataban de ladrón
como ahora expone; que de nuevo se afirma
en lo que tiene declarado, y de no quedar
conformes el testigo y acusado en esta
confrontación; lo firmaron con el fiscal y el
presente Secretario.            
      Inmediatamente en el mismo día, después
de haber salido el que quedaba confrontado,
hizo dicho señor comparecer al tercer
testigo, Teniente Coronel José Manuel
Olivares y habiéndole hecho poner la mano
derecha tendida sobre el puño de su espada y
            Preguntado si promete a la República
bajo su palabra  de honor, decir verdad en lo
que se interrogase: dijo “sí prometo”.
            Preguntado el acusado si conoce al
testigo que se le presenta, si sabe le tenga odio
o mala voluntad, si lo tiene por sospechoso:
dijo, que sí lo conoce, que es el ciudadano José
Manuel Olivares, Teniente Coronel de
caballería, que no sabe le tenga odio ni mala
voluntad y que no le tiene por sospechoso; y
habiéndole leído en este estado la declaración
del referido testigo, y preguntado si se
conforma con ella: dijo, que no niega que con
el testigo se ha quejado de las injusticias que se
le habían hecho, que le decía que se iba, que
aquí era perseguido y que no encontraba otra
causa para su persecución que la de ser pardo;
pero no se conforma en lo que dice en cuanto
a la conspiración para asesinar a los hombres
blancos, pues que sólo habiendo perdido el
juicio el acusado podía haberse producido de 
semejante manera, de lo que no conserva la
menor idea, pues que en aquella época tenía
su imaginación trastornada por el cúmulo de
injusticias que se le habían  hecho, atacando su
reputación y su honor; que ciertamente se
quejaba con sus amigos, como lo hizo con el
testigo que esta presente, pero que se examine
su archivo, como ya tiene dicho otra vez, a ver
si se encuentran listas, proyectos o
correspondencias que puedan tener relación
con el plan de conspiración y de asesinato de
que se le acusa.
            Preguntado el testigo si conoce al que
tiene presente y si es el mismo por quien ha
declarado y qué se le ofrece decir  a lo que el
acusado reprueba en su declaración: dijo, que
conoce al que tiene presente, que es el General
Manuel Piar, el mismo por quien ha declarado;
que en cuanto a lo que dice no se conforma
con su declaración, dice  que lo que dijo
entonces es lo que verdaderamente  pasó, en
que  de nuevo se afirma, y de no quedar
conformes el testigo y acusado en esta
confrontación lo firmaron con dicho señor y el
presente secretario
CAPITULO XXII / Cargos contra Piar
Soublette formuló cargos contra Piar
Jefe Supremo nombra Consejo de Guerra para
juzgar a Piar – Fiscal de la causa, General Carlos
Soublette, formula los cargos conforme al
proceso indagatorio llevado a efecto a través
de los testigos declarados en varias audiencias.
            Una vez sustanciado el proceso en el
lapso de dos días, el Jefe Supremo, de acuerdo
con los reglamentos militares, dispuso la
formación del Consejo de Guerra facultado
para juzgar al General en Jefe Manuel Piar por
los delitos de conspiración y deserción que se
le imputan y en oficio del 14 de octubre de
1817, así lo hace saber al Almirante Luis Brión,
a quien designa su Presidente:
            “Excelentísimo  señor:  Para juzgar al
Señor General Piar, acusado de diversos
delitos, debe reunirse un Consejo de Guerra
con arreglo a los reglamentos vigentes y
publicados en el ejército; y como en virtud de
ellos me corresponde el nombramiento de los
vocales que deben componerlo, hallándose ya
sustanciado el proceso, y en estado de llevarse
al Consejo para su decisión, tengo a bien
nombrar a V. E. Presidente de él, y a los
Señores Generales de Brigada Pedro León
Torres y José Anzoátegui, coroneles José Ucroz
y José María Carreño, y tenientes coroneles
José Tadeo Piñango y Francisco Conde,
vocales.  El Señor General Carlos Soublette
ejerce las funciones de Fiscal de la causa, y el
teniente coronel Fernando Galindo las de
defensor.  Luego que el Fiscal participe a V. E.
que puede reunirse el Consejo, lo convocará V.
E. señalando el lugar donde debe celebrarse la
sesión.  Dios guarde a V. E. muchos años. 
Simón Bolívar”.
            Verificada la sustanciación de la causa
con arreglo a las leyes militares vigentes, entre
ellas, el Decreto de Simón Bolívar, dictado en el
Cuartel de Puerto Cabello, seis de septiembre d
1813, en que se establece la “pena de muerte
contra los traidores a la patria y perturbadores
del orden y tranquilidad pública”, el Consejo de
Guerra, bajo la presidencia de Luis Brión, se
instaló a las diez de la mañana en la casa del
Almirantazgo para escuchar el siguiente escrito
acusatorio del Fiscal de la causa:
CARLOS  SOUBLETTE,
General de brigada de los ejércitos de la
República y Jefe del Estado Mayor General..
            Vista las declaraciones, cargos y
confrontaciones contra Manuel Piar, General
en Jefe del ejército, acusado de insubordinado
al Gobierno, de conspirador contra el orden
social y de desertor; encuentro de absoluta
necesidad detallar con alguna extensión mi
dictamen, y exponer lo que resulta del proceso.
            Se trata de examinar una causa de la
primera importancia y trascendencia. El reo es
un Jefe que ha obtenido el más eminente
grado en la honrosa carrera de las armas; y la
parte es la República. Ninguna fatiga debe
evitarse para investigar la verdad de los
crímenes que se le imputan; pues aunque ni mi
honor, ni mi deber permiten que transforme al
inocente en criminal, tampoco toleraré que no
satisfaga la vindicta pública.
            El primero y más esencial cargo que
resulta contra Manuel Piar, es el de haber
proyectado una conspiración para destruir el
actual Gobierno, y asesinar a los hombres
blancos que sirven a la República. Para este
proyecto ha convocado a los hombres de color,
los ha querido alucinar con la falsa idea de que
se hallaban reducidos al último grado de
abatimiento, ha intentado armarlos
presentándose él mismo como pardo, y no
obstante sus servicios, perseguido por sola esta
circunstancia; para animarlos les ha hecho una
falsa exposición de los medios que tenía para
realizar su designio. Esto resulta de las
deposiciones del primero, segundo y tercer
testigo, de lo que presenció el sexto, y del
contenido de los documentos Nos. 1º, 2º, 3º,
4º, 5º, y 6º, el reo en su confesión no ha
convenido en el cargo, pero no lo destruye; sus
alegatos son fútiles; en la confrontación con el
primer testigo, página 58, no se ha atrevido a
decir que sea falso; los testigos que declaran
son de los que la ley llama idóneos, están
abonados por el mismo reo, y su número es
más que suficiente, para producir plena
prueba. Está, pues, plenamente probado que
Manuel Piar ha proyectado y puesto en
ejecución una conspiración, cuyas
consecuencias habrían sido la ruina de la
República.
            En esta circunstancia se le intima la
orden del Jefe Supremo, para que se presente
en su Cuartel General, y sin embargo de la
franqueza con que fue concebida, pues que le
deja ir libremente, o en caso de resistencia se
le manda conducir por dos Coroneles, la
desobedece y se fuga, pasa el Orinoco, llega a
Maturín, continúa trabajando a favor de su
mismo inicuo proyecto; así lo depone el quinto
testigo y se lee en el décimo documento. El reo
ha confesado su desobediencia y se fuga, y la
declaran además los testigos primero,
segundo, tercero y sexto; pero constante en su
principio negativo no conviene en lo que
resulta de su conducta en Maturín.
            Permítaseme hacer algunas
observaciones que patenticen más lo justo de
la acusación. Piar, que se dice inocente en sus
respuestas, se confiesa incurrido en la
escandalosa falta de insubordinación y en el
feo crimen de desertor y da por motivo el
temor que le habían hecho concebir algunos de
que lo iban a sacrificar. En esta ocasión el reo
cae en una contradicción digna de notarse:
pocos días antes de su fuga había solicitado
que se le juzgase y dice le fue negado, y
cuando se le llama franca y libremente huye
con el espanto del delincuente a quien el
temor del justo castigo por su criminal
conducta en el mes de Julio, le hace ver como
un recurso para salvarse la deshonrosa acción
de desertarse, presentándonos el espectáculo
de un General en Jefe desertor, para escándalo
y ruina de la disciplina militar. Diré más, no
sólo deserta, sino que hostiliza al Gobierno,
pues no huye como un hombre que teme el
castigo de sus faltas, y busca el medio de
remediarlas, sino como un Jefe de rebelión.
Llega a Maturín y quiere allí encender la guerra
civil. Pasa al campo del disidente General
Mariño, se une a él y sigue rivalizando con el
Gobierno, pues aunque en su confesión, al
folio 43, dice que cuando se dirigió hacia el
General Mariño, fue sólo con el objeto de pedir
un pasaporte, él mismo se ha contradicho en la
propia confesión, a los folios 40 y 41, y muy
particularmente en las confrontaciones, al folio
58, en donde confiesa haber dicho que se iba a
reunir al General Mariño, que estaba seguro lo
trataría con más generosidad que la que aquí
había experimentado.
            Todavía resalta más contra el reo: en el
pueblo de Aragua ha resistido a mano armada
a las órdenes de la suprema autoridad. El lo
confiesa; así lo declaran los testigos
presenciales del hecho y así se lee en el
documento número 13. En esta ocasión dice
obró también, por temor; de manera que por
el temor al castigo de faltas que no existían,
según él, ha incurrido en los delitos de
insubordinado, desertor y rebelde, plena y
suficientemente comprobados; temor de un
Gobierno que hasta ahora sólo se le ha
acusado de indulgencia con los criminales, y
que no ha empleado su espada sino contra los
enemigos externos.
            El reo pretende disminuir la acusación y
justificar su inocencia con el alegato malicioso
de que lo acalorada que se encontraba su
imaginación en aquella época lo tenía casi en
estado de un loco, en cuya situación podía
verter expresiones fuertes que le arrancaba el
dolor de las injusticias que había
experimentado, pero sin proyecto ni objeto, y
presenta por testimonios sus papeles en donde
no se encontrará ni plano, ni listas, ni
correspondencia que den indicios de una
conspiración. Todo esto es de ningún valor. Las
deposiciones de los testigos y su firmeza en las
confrontaciones desvanecen todos los efugios
de que quiera valerse el reo para eludir los
cargos. ¿Y cuáles son estas injusticias de que
tanto declama sin contraerse a otra que la
imputación que dice se le hacía de haberse
apropiado los intereses públicos, como si el
Gobierno o la República debieran nunca ser
responsables de las calumnias que contra
Manuel Piar se levantasen?. La conciencia es el
testimonio mejor del hombre de bien. Además
de que ninguna prueba resulta de que entre
papeles del reo no existan planes, listas ni
correspondencias alusivas a la conspiración; él
no había seguramente formado ninguno por
cierto; en su furor sólo quiso encontrar quien
abrigase sus intentos; tumultuariamente se
habría arrojado sobre el Gobierno, habría
querido satisfacer su venganza; pero rotos ya
los lazos de la sociedad no habría podido
contener a sus cómplices, aún cuando lo
hubiese intentado, y él mismo se habría
ahogado en la sangre. Para bien de la
humanidad y para mayor gloria del pueblo
venezolano este horrible proyecto no tuvo
partidarios.
            Ni crea que un sentimiento de
filantropía era el móvil de Piar en esta
empresa; pues aún cuando él no lo hubiese
expresado en su confesión, demasiado notorio
es su carácter altivo y dominante, que no
admite superiores ni iguales; también es sabido
que nunca se ha reputado por pardo, de
manera que sólo en su frenesí se hubiera
declarado tal, porque lo creyó el único medio
de congregar a todos los de esta clase y de
hacerlos entrar en los intereses particulares de
él.
            En vano Piar ocurrirá a alegar sus
antiguos servicios a la República, como pruebas
de su presente y su futura conducta. Si sus
servicios fueron grandes en los combates,
fueron superiores sin duda las recompensas
que por ello recibió, no obstante que los
resultados no fueron siempre tan favorables
como debía esperarse. En vano alegará Piar su
fuerte adhesión al Jefe Supremo y su fidelidad
al Gobierno en los últimos períodos de esta
tercera época; cierto, nadie podrá negar una
gran parte de estos méritos, digo más, si
fuesen superiores a todos los que un
ciudadano puede contraer con su patria, si
fuesen superiores a los del más grande General
del mundo y a los de un primer bienhechor de
la humanidad; los crímenes d Piar son
incomparables mayores, respectivamente que
cuantos bienes puede hacer un mortal a sus
semejantes. No es un simple ambicioso, un
mero conspirador, un miserable desertor. Es el
genio del mal que escapado de la espantosa
mansión de los crímenes ha venido a vomitar
sobre la tierra no sólo la guerra, ni el veneno
de la discordia, ni la atroz desolación, sino la
más odiosa, la más nefanda de todas las
destrucciones. Piar ha querido armar la mano
del hijo contra el padre, la del hermano contra
el hermano y hasta la de la oveja contra su
pastor, contra los Ministros del Señor y padres
espirituales de los pueblos. Ningún sagrado
podía libertar la víctima. En medio del
exterminio general. ¿quién podría escapar de
una persecución doméstica, de una guerra
fratricida en que la vista y aún el objeto sólo
decidían de la culpabilidad o inculpabilidad de
los actores y en que la masa general de la
sociedad había de tomar una parte la funesta y
activa, para que los individuos lograsen la más
remota esperanza de salvar sus infelices e
inocentes días?. Piar, en fin, ha querido
emplear todas las armas de la sociedad, todos
los medios de destrucción para desgarrar el
seno demasiado afligido de nuestra idolatrada
patria.
            Resulta de todo que Manuel Piar ha
conspirado contra la sociedad y contra el
Gobierno, lo ha desobedecido, ha desertado y
hecho armas contra los subalternos del Jefe
Supremo. Por todo lo cual concluyo por la
República a que sea condenado a sufrir la pena
de ser ahorcado, señalada por las ordenanzas
del ejército en el artículo veintiseis, tratado
octavo, título décimo. Angostura, octubre 15
de 1817.                                                                                       
Carlos Soublette.

CAPITULO XXIII / Defensa de Piar


Fernando Galindo presenta ante los miembros del
Consejo de Guerra un documento contentivo de la
defensa de S. E. señor General en Jefe del Ejército
Manuel Piar, acusado de los crímenes de
insubordinado a la Autoridad Suprema, de
conspirador contra el orden y la tranquilidad
pública y últimamente de desertor.
            En la misma audiencia del 15 de octubre
donde el Fiscal propuso sus cargos, el Teniente
coronel Fernando Galindo presentó ante los
miembros del Consejo de Guerra el siguiente
documento en descargo de las acusaciones hechas
contra su compañero de armas, S. E. el señor
General Manuel Piar:
            Excelentísimo señor Presidente y señores
Vocales del Consejo
Fernando Galindo, de la Orden de Liberadores,
Tenientes Coronel de Ejército y Ayudante del Estado
Mayor general, nombrado defensor por S. E. el
General el Jefe de Ejército Manuel Piar, acusado de
los crímenes de insubordinado a la Autoridad
Suprema, de conspirador contra el orden y
tranquilidad pública, de sedicioso y últimamente de
desertor, tiene el honor de exponer a favor de su
cliente, lo que sigue:
            Señores: El más solemne y delicado empeño
en que jamás se ha encontrado la República de
Venezuela, es el que hoy se presenta a nuestros
ojos. Un hijo primogénito de la victoria, el terror de
los españoles, una de las más sólidas columnas de
nuestra Patria, el General Piar, en fin, aparece ante
este respetable Consejo como el más criminal y
detestable de nosotros. Es el acusado de delitos que
hacen estremecer al más pacífico; él es considerado
como el más infame de los que componen el
Estado; y él es hasta ahora el blanco infeliz donde se
dirigen los tiros de sus cohermanos. La naturaleza,
la justicia, la razón, la gratitud, las leyes y el honor
mismo de la Nación, inspiran un debido respeto,
una tierna compasión y sentimientos generosos por
un ilustre desgraciado; y forzoso es que sea
examinada su causa con todo el pulso y acierto que
exigen la rectitud y la prudencia. La suerte de los
mortales es demasiado importante; y una
condenación violenta e injusta es el crimen más
horrendo contra la sociedad. Presentaré, pues, mis
razones en su obsequio, de buena fe y con candor, y
V. E. se servirá oírlas con el juicio e imparcialidad
que preside a los decretos de la Sabiduría.
            Más fácil es concebir el exterminio total del
país que poderse figurar la insubordinación del
General Piar. Comencemos por establecer las
diferencia que hay entre insubordinación y temor.
Aquélla es un acto escandaloso de
desobedecimiento y de resolución: este es un
miedo mezclado de confianza y de respeto mismo a
la Autoridad, que impele a cometer errores
involuntarios, en lo que obra más el carácter
personal del individuo, que sus principios o sistema.
Tal es el estado en que desgraciadamente se
encontraba aquél cuando recibió la intimación del
General Bermúdez, comunicada por su edecán
Machado, para marchar a presentarse al Supremo
Jefe al Cuartel General de Casacoima. Rodeando por
muchas partes de enemigos particulares, advertido
de que se le perseguía por los mismos que más le
habían apreciado; asestado por émulos o enemigos
secretos; instruido falsamente por  amigos suyos,
residentes en el Cuartel General, que se proyectaba
su sacrificio; y dotado de un carácter desconfiado,
al mismo tiempo que violento y tímido, se creyó
perdido, y se vio fuera de sí, cuando se le ordenó su
ida a Cascoima. ¿Es, pues, de extrañar que en tan
empeñado lance, él que no tiene una gran
serenidad de animo, no busque un asilo entre sus
mismos hermanos, entre los mismos defensores de
este suelo venezolano, ausentándose por algunos
días de escaparse de la cólera de la autoridad,
haciendo tal vez después sacrificios importantes
para acreditar su obediencia y su afección?. ¿Quién
osará censurar de insubordinado al Supremo Jefe
en el curso de su vida anterior?. ¿No es esta una
serie de acciones fieles y una continuación de
acontecimientos los más leales que acreditan una
subordinación ejemplar al primer Jefe de la
Nación?.
            Cuando los vencedores del Alacrán se
hallaban en una lamentable orfandad por la
sensible separación de su caro Jefe Supremo;
cuando el triunfador de Morales estaba más
protegido de la fortuna y más amado de sus
súbditos; y cuando todo parecía someterse a la
fuerza de su espada, de su dicha y de su opinión, no
se le veía mover los labios sino para proferir las
voces de amor, veneración y fidelidad al Supremo
Jefe Simón Bolívar. El logró inspirar este
sentimiento universal en su ejército; y más era el
dolor que le causaba el que este inmortal Jefe no
hubiese sido el héroe del Juncal, que la gloria que
podía tener de haber ganado la batalla. Sus
primeras medidas fueron mandarlo buscar con el
señor Intendente Zea; no ahorrar ningún trabajo;
no excusar ningún medio para conseguirlo; salvar
inconvenientes para procurarlo; y hacer surcar los
mares para encontrarlo y declarar públicamente
que la República no podía existir sin que viniese.
            En todo el resto de su campaña, en los llanos
y poblaciones de Barcelona, sobre las márgenes del
caudaloso Orinoco, frente a las baterías de esta
ciudad; en las abundantes misiones del Caroni y en
los victoriosos campos de San Félix, siempre este
valeroso y feliz General ha sido el más firme y
decidido apoyo de la autoridad. Hablen por él sus
proclamas y los papeles públicos, los actos
anteriores y las declaraciones terminantes que a la
faz de Jefes ilustres ha pronunciado y manifestado
con calor de Gobierno. Podría extenderme a favor
de mi cliente; pero la notoriedad de su conducta
pasada, nadie mejor puede justificarla que los
mismos Jefes que ahora deponen contra él. Con
franqueza declaro que es para mí un enigma
inconcebible que un hombre pueda ser fiel y traidor
a la vez, subordinado e inobediente, pacífico y
conspirador, sumiso a la autoridad constituida y
sedicioso. Este es el contraste que se observa de la
causa seguida contra el benemérito General Piar.
            ¿Cómo es que puede ser conspirador el que
más ha contribuido a sostener al Jefe que hoy por
fortuna nuestra nos rige? ¿Cómo será
insubordinado un General que ha sido el modelo de
la obediencia y del respeto al Gobierno? ¿Quién fue
sino mi defendido el que en la ausencia de la
autoridad suprema se rehusó vigorosamente y
despreció con una dignidad heroica las sugestiones
y las lisonjeras promesas que le brindaba el General
Mariño? ¿Cuándo estaba más convidado que
entonces a dividir con otro el poder, y dominar a su
antojo en Venezuela? ¿A quién de entre nosotros
son desconocidos los incentivos con que se le
halagaba? ¿Quién ignora el heroísmo incomparable,
el ejemplo sublime de constancia y la invencible
firmeza con que desde entonces se decidió contra
Mariño? Sus victorias, las circunstancias y los
acontecimientos del Jefe Supremo, todo le
favorecía, y aún parece que le colocaba en un gran
teatro donde se pudiese desplegar a su arbitrio los
crímenes de que se le acusan, dando al mundo todo
un ejemplo de ellos, cohonestado con el favor de la
fortuna.
            Hay hechos incontestables que están a favor
del General Manuel Piar y tan positivos que ninguno
los podrá dudar. Las mismas gacetas de los
españoles en Caracas son documentos irrefragables
que tiene él en su abono. Allí se ven consignados los
actos más irrevocables de subordinación, de
fidelidad y de adhesión al Jefe del Estado. Allí se ven
estampadas las órdenes más terminantes que hizo
circular a todos los que mandaban divisiones para
que no obedecieran a Mariño como un General
disidente, que desconocía la más legítima autoridad
de Venezuela. Allí se ve el fuego y la vehemencia
con que el General Piar se entusiasma e inflama a
favor del Jefe Supremo; y allí se ven los ejemplos
más admirables de consecuencia, respeto y amor al
Gobierno que tenemos. Sus contestaciones con el
General Arismendi comprueban también esta
verdad; y su correspondencia con los Generales
Zaraza, Freites y Rojas, solamente, es suficiente
para exculparlo de cualquiera falta.
            Si consideramos su conducta en la más
atrevida de las empresas militares de la Costa Firme
—la de la salvación de esta Provincia—creo que
ningún mortal podrá tildarse en lo mínimo, y que ni
aún soñando le ha faltado a la autoridad. Un solo
sentimiento era el que constantemente le agitaba—
la ausencia del Jefe Supremo y la incertidumbre de
su suerte. Ni se pasó un solo día sin que hiciese
recuerdos sensibles, y sin que con las lágrimas por
parte y el furor por la otra no se exaltase contra los
que creía autores de su adversidad.
            “Un solo voto”, decía frecuentemente, “un
solo voto no más debe haber en Venezuela. Bolívar,
Bolívar es el salvador de este país, y yo no me
tranquilizaré hasta no verle y hasta no acabar de
exterminar el último de sus enemigos. A él sólo
obedeceré, y me sacrificaré donde me mande con la
última obediencia y voluntad. Mientras me quede
un soldado, con él sólo haré la guerra al mundo
entero por sostener su autoridad”. Apelo para
testificar esta verdad a algunos miembros de los
que componen este respetable Consejo y a los
mismos Coroneles que declaran contra él,
Hernández, Sánchez y Olivares.
            Recordaré yo estos señores la Junta de
guerra celebrada en el Pueblito, y querría me
contestasen si jamás han presenciado una escena
en que la fidelidad, la subordinación, el decoro y el
afecto al Gobierno se hayan mostrado más
patentemente, que los que hizo en aquel día el Gral.
Piar. Así es que vuelvo a repetir a V. E. que más fácil
me es el concebir la disolución de la República, que
persuadirme de los crímenes que se acusan al
General. Sólo me extiendo a creer que la
vehemencia de sus pasiones, la impetuosidad de su
carácter, la indiscreción de algunos individuos, el
sentimiento de creerse ofendido y despreciado, el
mismo amor y una especie de celo porque creía que
el Supremo Jefe no lo distinguía según quería y
merecía; he aquí lo que le habrá hecho expresarse
de un modo que ni se acuerda, ni sabe lo que le ha
dicho. En una fibra tan irritable como la suya, y en
un hombre que desgraciadamente se trasporta y
enfurece hasta el término de perder el juicio, no es
de admirar nada de esto. Deploremos su carácter,
culpemos más bien a la naturaleza, y no a la
inteligencia del infeliz General Piar.
            ¿Puede ser conspirador el que deja el mando
de la primera y más brillante división que nunca ha
tenido Venezuela, para retirarse a la triste
población de Upata? ¿Pensaría en la destrucción del
Gobierno el que dejó las fuerzas de las manos,
prefiriendo su tranquilidad y la vida privada? ¿Por
qué se separó de aquellos que estaban habituados a
obedecerle ciegamente, y que lo adoraban y
temían? Tan difícil e incomprensible es esto como si
se quisiese hacer creer que el que premedita un
asesinato comienza por desprenderse de sus armas;
o el que quiere ganarse la voz popular se esconde
en el último rincón de la tierra.
            Si los hombres se considerasen siempre en
las mismas circunstancias que un acusado, ¡de qué
distinta manera se representarían sus delitos! La
conciencia de su inocencia no la puede tener sino el
que padece, y los que juzgan u oyen siempre
abultan o se preocupan. Los falsos rumores todo lo
exageran, y muchas veces acontece que a un
inocente se empeña el mundo injusto en hacerlo
criminal. Hay mucho de esto en la causa de mi
defendido. Si con serenidad y sangre fría
investigamos el origen del delito no encontraremos
sino resentimientos de amistad, expresiones de
ninguna importancia vertidas con enardecimiento e
indiscreción, quejas privadas con sus amigos para
desahogar su interior, raptos, en fin, de aquellos
que todos sabemos padece el General Piar.
Calumniado atrozmente por sus perseguidores,
hasta el extremo de asegurar que había robado
ochenta mil pesos, en alto grado adolorido,
ulcerado su corazón de una manera inexplicable, y
cansado de recibir avisos de que se intentaba
matarlo, este Jefe hoy tan desdichado, todo se
desconcertó, habló sin saber lo que decía como un
frenético o loco, cargó de imprecaciones a sus
enemigos, vomitó quejas terribles, y gritó
furiosamente contra los que sospechaban le
querían perder; pero sin depravada intención y sin
proyectos tan criminales como los que se le
atribuyen.
            ¿Dónde están esos planes de conspiración?
¿Dónde el número de los conspiradores? ¿Dónde
las proclamas para excitar al tumulto y a la
sedición? ¿Dónde los ejecutores de esta enorme
empresa? ¿Dónde los soldados a quienes habló
para la comisión del atentado? ¿Dónde, por último,
los preparativos para una tan colosal y destinada
maquinación? Regístrense como se han registrado
ya sus cofres y todo su archivo. Ni el más pequeño
papel se encontrará que condene al General Piar, ni
que siquiera dé indicio de los delitos que se le
atribuyen. No se verán, por el contrario, sino las
instrucciones y positivas órdenes que dejó al
General Freites, al partir a la reconquista de esta
Provincia, para que no obedeciese a otra autoridad
que la suprema, depositada en el General Simón
Bolívar. No se hallarán sino proclamas y
documentos auténticos y sinceros que no respiran
más que orden, subordinación y respeto al
Gobierno.
            Recuerden los Generales de la República el
discurso que el intrépido Piar hizo a la Junta de
aquellos, convocada por S. E. el Supremo Jefe frente
a esta plaza; en la que a pesar de no ser, de sentir
que está fuese atacada, por las infructuosas
tentativas que se habían hecho, hizo una pública
declaración al primer Jefe, asegurándose de su
obediencia y prometiéndole sagradamente, que
nada temiese de su ejército, donde ninguno osaría
vacilar, ni contradecir. En qué mejor ocasión pudo
ser sedicioso, conspirador e insubordinado, que
cuando Barcelona estaba por los enemigos, y los
Generales en choque, el ejército casi disuelto por la
escandalosa conducta de Mariño, y él más
victorioso que nunca por la gran batalla de San
Félix? Mas sus procedimientos en aquellas
circunstancias son inimitables y le harán
eternamente un honor que no de le podrá robar. El
fue el paño de lágrimas y el constante consuelo de
los miserables que pasaron el Orinoco.
            Declare el Teniente Coronel Olivares cuál fue
el objeto de su misión a Barcelona: tribute los
homenajes debidos a la verdad y no prive a la
inocencia de una manifestación que le puede
favorecer. Fue enviado para poner el ejército a las
órdenes del Supremo Jefe, asegurándole de la más
acrisolada obediencia y del último respeto a su
persona. Nadie ha estado más satisfecho de los
buenos procederes de Piar que el mismo General
Bolívar. Cuántas veces en conversaciones públicas y
privadas le hemos visto confirmar esta verdad: cuán
honoríficos para aquel y tiernos recíprocamente no
son los oficios de su correspondencia, y cuántas
ocasiones hemos visto al Primer Magistrado de la
República entusiasmarse con ternura al contemplar
la fidelidad y las proezas de Piar!
            Pero, señores, donde la maledicencia parece
que más se ha complacido en difamar a nuestro
triste acusado, es en el documento número 6, en
que el Crnl. Sánchez dice al Supremo Jefe que el
Gral. Piar había hablado a todos los Comandantes
de Caballería y a muchos oficiales subalternos, que
no dejaron de ser sensibles a sus insinuaciones. Ni
es cierto que este Jefe haya hablado a todos los
Comandantes ni ninguna declaración lo justifica; ni
al Sr. Sánchez le consta; ni menos puede
comprobarlo. ¿Y cómo es que también envuelve en
su fiera y maliciosa acusación a los inocentes jefes y
oficiales de la caballería, representándolos como
sensibles al crimen y a las sugestiones de Piar?
¿Cómo es que en el primer documento se atreve a
llamar serpiente y monstruo de la República al que
más ha contribuido a regenerarla, al libertador del
Oriente, al héroe de Maturín, al afortunado de los
Corocillos, al espanto de los españoles en
Cumanacoa, al que con su nombre y su audacia sola
fue triunfador en El Juncal, al que pulverizó en San
Félix las huestes arrogantes de Morillo, y al que
nunca ha sido vencido entre los Generales de
Venezuela? Tan sabida es la enemistad inconciliable
que Sánchez profesa al ser defendiendo, como que
el acontecimiento del pueblito de la Pastora es a
todos conocido, Sánchez desde allí juró ser el
perseguidor de Piar; y parece que los
acontecimientos, la revolución, su saña y su
sagacidad le han procurado el triunfo en esta lid. El
coronel Francisco Sánchez emprendió allí el repase
de nuestro ejército a Barcelona; y si la firme
resolución del General Piar y de otros jefes justos y
constantes, no poseeríamos tranquilidad hoy a
Guayana. Sánchez fue despedido, como es notorio,
del ejército del General Piar, y desde entonces le
juró venganza. El que conoce la ninguna elocuencia
ni la facilidad que éste posee, al ver la carta de
aquél no puede menos que espantarse, porque es
tan impropia la arenga de Piar, como exagerada es
la acusación de Sánchez.
            O el General Manuel Piar es el más loco de
los hombres, o él no ha intentado tal conspiración.
O él perdió el juicio en aquellos días, o no hizo más
que prorrumpir indiscretamente contra los que se
imaginaba le querían sacrificar. Nada apoya más
esta razón que la pretendida indignación contra los
mantuanos, que es el fundamento y origen de toda
esta causa. Esta es una clase de hombres que desde
el 19 de abril se extinguió junto con la tiranía, y a
nadie todavía en Venezuela le ha ocurrido un
pretexto semejante para revolucionar. El menos
que ninguno otro, podía apelar a un tan diabólico y
detestable medio: él cuyos principios han sido
siempre opuestos al desorden y a la anarquía, y que
constantemente ha dado pruebas irrefragables de
ello.
            Si mi defendido encerraba en su seno unos
planes tan alevosos y homicidas. ¿Por qué se
desprendió de su valiente escuadrón todo
compuesto de hombres que le idolatraban tanto, y
todo de gente de color? ¿Por qué no se opuso a
entregarlo? ¿Por qué no los invitó a esta horrorosa
ejecución, ni les dijo lo que a los testigos que tiene
en contra? ¡Por qué no se fue a tomar el mando de
su división? ¿Por qué no le escribió a sus oficiales
amigos? ¿Por qué no convidó al proyecto a sus
predilectos Generales Anzoátegui y Torres? ¿Cómo
no declaró sus ideas a su confidente, a su amigo y a
su querido Secretario Briceño? ¿Cómo no
comprometió, ni se valió de su edecán, el guapo
Comandante Mina? ¿Es tan necio mi cliente que
para una empresa superior a las de los Catilinas,
Deslines, Robespierres, ocurriese a la sencillez y
bondad del Coronel Hernández, al ningún genio
revolucionario del Teniente Coronel Olivares, y al
más diestro, y al más culto, y al más terrible de sus
enemigos, al Coronel Francisco Sánchez? Esta no es,
no ha sido ni puede ser jamás la conducta de un
conspirador; puede ser sí la de un furioso resentido,
con quien es preciso que haya indulgencia, y a
quien se debe reputar por loco cuando se trasporta
e irrita.
            ¿Y qué diremos al ver a este mismo Jefe
llegar a la ciudad de Maturín, y en la sala del
General Rojas decir: “Todas las clases diversas del
Estado deben ligarse estrechamente, y no formar
más que una gran familia que haga la guerra a los
españoles. Olvídense resentimientos pueriles y
seamos todos hermanos, todos libres, todos
republicanos”? ¿Qué me contestarán sus
adversarios cuando les diga que el primer paso que
dio Piar al hacerse cargo del mando del ejército del
General Mariño, fue establecer una Comisión
militar; contener los excesos de la tropa; castigar los
crímenes de los delincuentes, cortar todo abuso;
aterrar a los sediciosos y hacer juzgar y castigar al
Capitán León Prado, el más implacable de los
enemigos del Jefe Supremo; que es pardo; que
tenía estas dos recomendaciones y de quien tanto
se podía valer para obtener sus fines? Si en tan
corto tiempo logró mi defendido formar una
brillante y brava división compuesta de más de
quinientos hombres de ciento y pico que sólo le
dejó Mariño, ¿por qué no marchó sobre Maturín?
¿Por qué no proclamó sobre este apoyo los
principios de conspiración? y ¿por qué no siguió al
instante sobre esta Provincia donde dicen que tenía
o contaba con algún partido? Le vemos, por el
contrario, no contraerse sino a Cumaná, e
ignoramos que allí haya declamado o conspirado
contra la autoridad.
            El  acto de acogerse al General Mariño, de
quien siempre ha sido enemigo, prueba bien
claramente, que su espíritu no estaba todavía muy
tranquilo, ni su juicio muy en su lugar, para
refugiarse casa del que más le ha odiado siempre.
Piar sencillamente declara que su objeto era irse a
las Colonias a gozar de alguna tranquilidad; lo que
es bastante verosímil porque este su antiguo deseo,
y por esto fue que exigió el permiso temporal que
se le acordó. Tan moderada y diversa ha sido su
conducta posterior en la Provincia de Cumaná,
como que el mismo General Rojas, que antes había
negado los auxilios que le pidió el General Mariño
como Jefe que desconocía la suprema autoridad, le
envió a Piar voluntariamente pertrechos para el
ejército que estaba mandando; ¿ Y cómo se los
habría remitido si su conducta no hubiese sido
opuesta a lo que se quiere asegurar contra él? Si el
General Piar hubiese desconocido al Supremo Jefe;
si hubiese predicado el asesinato; convidado a la
anarquía y autorizado la rebelión, ¿es creíble que el
General Rojas le hubiese mandado pólvora para
hacer la guerra a sus hermanos e incendiar a
Venezuela?
            Yo voy a persuadir a V. E. señor Presidente, y
a U. S., señores Vocales, de que hay mucho estudio
y demasiada animosidad en algunas declaraciones
dadas contra el General acusado. Obsérvese
atentamente la deposición del Teniente Coronel
Olivares, y se verá como no contento con atacar tan
duramente a Piar adelanta el que le aseguró que
contaba con todas las tropas; y que si quería
convencerse más de cuanto le decía, le escribiera al
General Anzoátegui, y por su contestación vería si
tenía fundamento para hablar con esta seguridad. 
¿Puede caber esta idea en el más desconcertado
cerebro? Escribir al General Anzoátegui sobre
semejante materia; contar con él para un tal
proyecto; empañar en igual conspiración a un Jefe
tan enemigo del desorden y de la insurrección;
comunicar este plan y contar para realizarlo con
uno de los que por la naturaleza misma de la
empresa debía ser comprendido en la proscripción.
Al General de la GUARDIA DE HONOR del Gobierno,
y al que por todos motivos debía estar más en
contradicción con el asesinato de los blancos, y a
uno de los Jefes de más confianza  de la autoridad,
¿podría dirigirse Piar como instrumento de este
horror? Esto no se puede creer ni aún en delirio, y
es más ridículo que cierto. No menos lo es el cargo
de que se sacrificarían por sus designios; si podía
emprender cualquier trama satisfecho en su influjo
y su autoridad, ¿cómo ha sido tan ignorante y
sencillo para venirse solo y desprevenido al Juncal, y
no fue al Cuartel General a disponer de las fuerzas y
verificar sus intentos? ¿Por qué, si estaba seguro de
que el Gral. Anzoátegui y los cuerpos obedecerían
sus mandatos, se separa de las Misiones, se
desprende de su valiente escuadrón y se viene solo
a hablar para la conspiración a algunos de sus
enemigos? En todo esto debe haber un gran
misterio que yo no puedo penetrar.
            ¿Quién dudará que la falta del árbol
genealógico que se dice haber sido encontrado en
sus papeles, y en el que se le hace descender de los
príncipes de Portugal, es una invención forjada por
sus enemigos? ¿Todo esto no prueba
suficientemente que tiene muchos, secretos y
poderosos? Sería ensordecerse a los clamores de la
Justicia no conocer lo que digo.
            Yo creo que es tiempo, Excmo. Señor, de que
yo termine mi defensa. Quisiera extenderme más a
favor del acusado, pero me parece haber dicho
cuanto puedo; que la sabiduría y prudencia de los
dignos miembros de este tan augusto Consejo
conocerán mejor que el defensor las razones que
éste no haya podido alegar, y que más amparen al
defendido. El y yo nos tranquilizamos al ver que va a
ser juzgado por un Tribunal de Jefes rectos que no
serán insensibles a sus grandes y continuados
servicios, a su mérito, a sus padecimientos y a los
laureles que ha recogido en tantos gloriosos
campos, cuya ilustre memoria no se puede recordar
sin interesar la compasión. Contemple V. E. y U. SS.,
señores Ministros del Consejo, que éste es el mismo
General Piar que tantas veces ha dado la vida a la
República, que ha roto las cadenas de tantos
venezolanos y que ha libertado Provincias; que su
espada es más temible a los españoles que lo que
es la de Napoleón; y que a su presencia han
temblado todos los tiranos de Venezuela; que sus
trabajos y persecuciones serán un triunfo para
nuestros verdugos, y los complacerán más que diez
batallas; que la República parece que debe ser
generosa con uno de sus ínclitos hijos, pues la
clemencia bien aplicada es el mayor bien del
universo; que se considere su decaída salud, su
delicada naturaleza, sus sufrimientos, su edad, el
oprobio que ha padecido, su conocido
arrepentimiento y las aflicciones que ahogan su
alma; que se le dispense a su calor; que no se sea
tan fiero con un libertador de Venezuela, y que se
recuerde que se creyó dañado y se desahogó con
sus quejas, pero sin la intención de hacer
mal. Cuartel General de Angostura, octubre 15 de
1817.   Excmo. Señor.                                               F.
Galindo.                                       
                                        
CAPITULO XXIV / Condena del Consejo de Guerra
El 15 de octubre de 1817, previa convocatoria, se
reunieron un Almirante, dos Generales de Brigada,
dos Coroneles y dos Tenientes coroneles, miembros
del Consejo de Guerra designado por el Jefe
Supremo, para decidir en el juicio militar seguido al
General en Jefe Manuel Piar.
            La instalación del Consejo de Guerra tuvo
lugar en la casa del Almirante Luis Brión que hace
esquina entre las calles de la Iglesia (calle Bolívar) y
del Gobierno (calle Constitución) y sus miembros
acordaron hacer la votación por escrito y de manera
individual de la manera siguiente:
Voto del Teniente Coronel Francisco Conde.
            Hallándose el acusado convencido de los
crímenes de que se le acusa, lo condeno a ser
pasado por las armas, precediendo la degradación
con arreglo al artículo veintiseis, tratado octavo,
título décimo; en el que sin embargo la pena que se
detalla es la de ser ahorcado, me decido por la  que
le impongo por ser menos
vejatoria.                                                                                      
Voto del Teniente Coronel Judas Piñango.
            Resultando el acusado plenamente  convicto
de los crímenes que se le han juzgado, lo condeno a
ser pasado por las armas, precedida la deposición,
con arreglo al artículo veintiseis, tratado octavo,
título décimo de las
ordenanzas.                                                                        
                                  
Voto del señor Coronel José María Carreño.
            Hallando al acusado plenamente convencido
del delito  de conspirador, y confeso en los de
inobediencia, le condeno a ser pasado por las
armas, sin que preceda degradación, arreglándome
a los artículos séptimo y veintiseis de la ordenanza
general, tratado octavo, titulo
décimo.                                   
Voto del Coronel José de Ucros.
            Hallándose el acusado  plenamente
convencido del delito de conspirador y confeso en
los de inobediencia; le  condeno a ser pasado por
las armas, sin que preceda degradación,
arreglándome a los artículos séptimo y veintiseis de
la ordenanza general, tratado octavo, título
décimo.                                             
Voto  del señor General José Anzoátegui.
            Resultando de las declaraciones,
confrontaciones y careo, convencido Manuel Piar
de los delitos de sedicioso, conspirador y desertor,
por los cuales se le puso en Consejo de guerra, lo
condeno a ser pasado por las armas,
con * degradación, arreglado al artículo veintiseis,
tratado octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                                                                            
                        JOSÉ ANZOÁTEGUI.
Voto del General Pedro León Torres.
            Resultando de las declaraciones,
confrontaciones y careos, convencido Manuel Piar
de los delitos de sedicioso, conspirador y desertor
por los cuales se le puso en Consejo de guerra, lo
condeno a ser pasado por las armas, sin
degradación, arreglado al artículo veintiseis, tratado
octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                           
Voto del Almirante   Luis Brión.
            Hallándose plenamente convencido el
General Piar de los delitos de conspirador contra la
salud pública, desertor e inobediente a las órdenes
supremas, le condeno a ser pasado por las armas
sin degradación, con arreglo al artículo  veintiseis,
tratado octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                                                                            
                                                                                                              
Sentencia del Consejo.
            Visto el oficio del Excmo. Señor Jefe Supremo
de 3 del corriente, inserto por cabeza de este
proceso que ha sido firmado por el señor General
de Brigada Carlos Soublette a consecuencia de dicha
orden, contra el General en Jefe Manuel Piar
indiciado de los crímenes de insubordinado,
conspirador,  sedicioso y desertor  y hecho por
dicho señor relación  de todo lo actuado al Consejo
de guerra  de Oficiales Generales celebrado el día
15 de Octubre de 1817 en la casa del Excmo. Señor
Almirante Luis Brión, que lo presidió , siendo Jueces
de él los  señores Generales  de Brigada Pedro León
Torres y José Anzoátegui, Coroneles José Ucros y 
José María Carreño y Tenientes Coroneles Judas
Piñango y Francisco Conde, sin que compareciese
en el mencionado Tribunal el referido reo por no
haberlo estimado necesario  el Consejo; y oída la
defensa de su procurador, y todo bien examinado le
ha condenado y condena el Consejo a ser pasado
por las armas, arreglándose a la ley prescrita en el
artículo veintiseis, tratado octavo, título décimo de
las  ordenanzas generales.
           Plaza de Angostura, 15 de Octubre de 1817.-
7º.
            L. Brion , Presidente.- PEDRO LEON TORRES.-
JOSÉ ANZOÁTEGUI.- JOSÉ DE UCROS.- JOSÉ MARÍA
CARREÑO.- JUDAS PIÑANGO.- FRANCISCO CONDE.
            Inmediatamente pasó el General Carlos
Soublette, Juez Fiscal a la posada del Jefe Supremo
junto con el Secretario José Ignacio Pulido y entregó
en su mano todo el expediente relativo al proceso. 
El mismo día, el Jefe Supremo la confirmó en los
siguientes términos:                                                                             
            Cuartel General  de Angostura, Octubre 15
de 1817.-7º.
            Vista la sentencia pronunciada por el Consejo
de guerra de Oficiales Generales contra el General
Manuel Piar, por los enormes crímenes de
insubordinado, desertor, sedicioso y conspirador,
he venido en confirmarla sin  degradación.  Pásese
el señor Fiscal  para que la haga ejecutar, conforme
a ordenanza, a las cinco de la tarde  del día de
mañana.                                                                              
                                           BOLÍVAR.
            Yo, el infrascrito Secretario, certifico: que
hoy  16 de Octubre de 1817 ha devuelto el Excmo
señor Jefe Supremo  al señor General de Brigada
Carlos Soublette el proceso con la aprobación de la
sentencia, y para que conste lo pongo por 
diligencia que firmo igualmente.
                              CARLOS SOUBLETTE.
 
J. Ignacio Pulido,
                                                                                              
                 Secretario.
            En la Plaza de Angostura, a 16 de Octubre de
1817.- 7º.
            Yo, el Secretario, en virtud de la sentencia
dada por el Consejo de Oficiales Generales y
aprobada por el Excmo. Señor  Jefe Supremo, pasé
de orden del señor Fiscal a la prisión   donde se
halla Manuel Piar, reo  en este proceso, a efecto de
notificarla y habiéndole hecho poner de rodillas le
leí la sentencia de ser pasado por las armas; y para
que conste por diligencia lo firmo.
                                                                                                              
J. Ignacio Pulido,
                                                                                              
                                 Secretario.
            En la Plaza de Angostura, a 16 de Octubre de
1817.- 7º.
            Yo, el infrascrito Secretario, doy fe que en
virtud de la sentencia de ser pasado por las armas,
dada por el Consejo de guerra, S.E. el General
Manuel Piar y aprobada por S.E. el Jefe Supremo, se
le condujo en buena custodia dicho día  a la plaza
de esta ciudad, en donde se hallaba el señor
General Carlos Soublette, Juez Fiscal en este
proceso, y estaban formadas las tropas para la
ejecución de la sentencia, y habiéndose publicado el
bando por el señor Juez Fiscal, según  previenen las
ordenanzas, puesto el reo de rodillas delante de la
bandera y leída  por mí la sentencia en alta voz, se
pasó  por las armas a dicho señor General Manuel
Piar, en cumplimiento de ella, a las cinco de la tarde
del referido día; delante de cuyo cadáver desfilaron
en columna  las tropas que se hallaban presentes, y
llevaron luego a enterrar al cementerio de esta
ciudad donde queda enterrado; y para que conste
por diligencia lo firmó dicho señor con el presente
Secretario.

                                 CARLOS SOUBLETTE.


                                                    
                                                                                              
        J. Ignacio Pulido,
                                                                                                                 
Secretario.
* En el original está esta palabra  enmendada,
parece que se escribió primero  “sin”

CAPITULO XXV / Sentencia y ejecución de Piar

 Diálogo impaciente entre Piar y el oficial de guardia


Juan José Conde – Hincado recibe Piar la lectura de
la sentencia – Trastrabilla  inmerso en el abismo de
la pena - Confesión y oración – Cae con su vieja
esclavina de soldado desgarrada por la muerte.
            Ya hemos dicho que el mismo día 15 de
octubre, los miembros del Consejo de Guerra
presidido por el Almirante Luis Brión, curazoleño
igual que el procesado, acordaron por unanimidad
condenar al General Manuel Piar a la pena máxima 
por los crímenes  de inobediencia, sedición,
conspiración y deserción y habiendo trascendido la
noticia a los cuarteles, varios jefes y oficiales se
acercaron hasta el Libertador  para opinar la
inconveniencia de ejecutar esta sentencia
públicamente, por
riesgo que había de una conmoción en el pueblo y
ejército, seducidos en parte por  el pensamiento de
Piar.  Pero el Libertador declaró que prefería correr
el riesgo y cualquier otro antes que dar lugar a que
una secreta ejecución se atribuyera a venganza
suya, que la muerte de Piar era un sacrificio
necesario que se hacía a la justicia y a la seguridad
pública.  De manera que terminó confirmando la
sentencia, y señaló para la ejecución el día siguiente
a las 5 de la tarde y en presencia de todo el ejército.
            Pero a las cuatro de la tarde de ese día nada
sabía o se hacía el que no sabía el entonces Capitán
Juan José Conde, oficial de guardia y subalterno del
enjuiciado General Manuel Piar, quien le preguntó
al presentarse  a esa hora en su sitio de reclusión:
            -Capitán, qué ha sabido y opina  usted sobre
mi causa, saldré bien o mal?
            -Nada mi General puedo opinar de ella por
no estar instruido del proceso.
            -Ha recibido, usted, nuevas órdenes sobre la
seguridad de mi persona, pues me parece haber
oído reforzar la guardia.
            En efecto, así ocurrió, pero para no
inquietarlo, el Capitán Juan José Conde le contestó:
            -Es sólo el relevo de un cabo y dos soldados
que se hallan enfermos.
            Después de un breve mutismo.
            -Es insoportable el calor, hagamos una
sangría –inquirió Piar cambiando de tema y el
Capitán Conde se la preparó, la bebió y se acostó
luego a dormir hasta las cinco y media en que le
trajeron la comida.  Entonces el Capitán lo despertó
y cuando estaban en la mesa Piar le preguntó:
            -¿Ha sabido usted si el Consejo ha
terminado? 
            -No lo se porque nadie ha venido aquí.
            -¿Ni el Coronel Galindo?
            -Tampoco.
            -Estoy con un poco de cuidado.  Confío, sin
embargo,  en Brión y también en Torres y
Anzoátegui.  ¿No son ellos dos hechuras mías?  Su
tío de usted me merece un buen concepto.  Galindo
debe interesarse mucho en hacer valer su defensa;
le nombré mi defensor porque es mi enemigo. 
Usted sabe el motivo desde Upata.  Ha trabajado la
defensa a medida de mi deseo, y se empeñará con
el Jefe Supremo, que creo es su pariente para que
no se la desaíren.
            Piar casi nada comió, pues tomó solo tres
tazas de café.  Como a las ocho de la noche le
preguntó al Capitán si nada había sabido del
resultado del Consejo, y al contestarle “no señor,
nada se”, dijo:
            -¡Oh! Nada sabe usted, vaya, que es usted un
excelente oficial de guardia; prepare usted otra
sangría, que la hace perfectamente.
            El Capitán Conde la preparó y la tomaron
juntos.  Se acostó en la hamaca y quedó en un
profundo sueño sin despertar en toda la noche. 
Como a las 10 vino el Comandante Diego Ibarra con
la orden  que le comunicó al Capitán Conde y la
advertencia de que debía responder con su vida de
la seguridad del preso.

El Capitán le respondió:
            -Duerme tú, Diego, que yo vigilaré sobre los
dos y por los dos.
            A las seis de la mañana se levantó Piar, y al
sentirlo el Capitán paseándose entró a saludarlo y
Piar lo recibió:
            -Buenos días Capitán Conde, ¿y no hacemos
sangría?
            Mientras el Capitán la preparaba, Piar le
preguntó otra vez por el Coronel Galindo extrañado
no hubiera venido a instruirle de algo .  También
quiso saber si el Consejo había terminado el día
anterior y el Capitán le informó afirmativamente y
que pronto vendrían a notificarle la sentencia, pero
que ignoraba cuál fuese.
            -No creo que me fusilen, me expatriarán,
harán más, me proscribirán, en fin, bebamos la
sangría y sírvanos de refresco.
            El Capitán José Ignacio Pulido había llegado y
el Capitán Conde le dijo se quedara  en el zaguán
esperando que Piar terminara de consumir la
sangría. Luego entró  y tras el saludo de rigor le
manifestó que venía a instruirle de la sentencia por
hallarse enfermo el Fiscal.
            -¿Es buena o adversa?
            -No es muy buena
            -Y cómo he de recibirla?
            -Hincado
            -¿Hincado? –interrogó al tiempo que se
arrodillaba y el Capitán Conde le alargaba la mano,
notando que su cuerpo estaba prendido y
sobrecogido de una viva afectación.
            Al terminar la lectura de la sentencia, se
levantó apoyado de la mano del Capitán Conde, y
con una especie de frenesí comenzó a gritar por
toda la sala ¡Inocente! ¡Inocente! ¡Inocente!  Se
rasgó la camisa y arrojó la lente que usaba de
costumbre al cuello.  Al arrojarse en seguida a la
hamaca cayó en tierra.  El Capitán lo levantó y le
dijo acomodándolo en la hamaca:
            -Qué es eso, General! ¿ha olvidado usted
quién es?  El hombre ha nacido para morir sea cual
fuere el modo que la suerte le depare. 
Conformémonos pues.
            Piar cerró los ojos y quedó inmóvil como en
una especie de sopor.  Después de media hora se
levantó y me dijo:
            -Capitán Conde, no crea usted y aun
manifieste a todo el que se lo pregunte, que eso
que ha advertido usted en mi sea una debilidad.  No
es cobardía, es solo efecto de lo que ha debido
sufrir mi corazón al oír esa bárbara sentencia,
porque nunca creí que mis compañeros me
sentenciaran a muerte, tal vez por su error, y lo que
es más, ejecutarme en esta plaza que yo mismo he
contribuido tanto a libertarla ¿por qué no se me
asesina secretamente?...Pero en fin...ya todo se
acabó...Estoy resuelto a tragar la cicuta  Mándeme
a llamar a Jorge Melean.
            El Capitán quiso antes entregarle la lente que
había recogido del suelo, pero se negó a aceptarlo
diciendo:
            -Quédese con él, Capitán, pues siendo usted
medio ciego, podrá serle útil.
            Después de un corto paseo que dio por la
sala, le dijo al Capitán:
            -Yo no estoy degradado y supuesto que es
usted el oficial que ha de conducirme, ¿me
permitirá mande yo la escolta que ha de
ejecutarme?
            -No se si eso puede serme permitido.
            -Y ¿por qué no?  Solicítelo usted del Jefe
Supremo.
            Así lo hizo el Capitán Juan José Conde, pero
el General Anzoátegui y el Comandante Francisco
Conde le hicieron saber que no debía permitírselo.
            Al ponerlo en conocimiento de esto e
informarle que Jorge Melean no se hallaba en la
ciudad, Piar le fijó la vista como espantado, desde la
silla donde se hallaba sentado con la cabeza sobre
el brazo derecho apoyado en la mesa  donde
momentos antes habían colocado un Crucifijo de la
Catedral.
            Creyendo que ya era el momento oportuno,
el Capitán le preguntó si quería que le llamase algún
sacerdote?
            -Déjese usted de eso ahora.
            Luego se levantó y fijos los ojos en el
Crucifijo, exclamó:
            -Hombre salvador, esta tarde estaré contigo
en tu mansión.  Ella es la de los justos.  Allá no hay
intriga, no hay falsos amigos, no hay alevosos... A ti
los judíos te crucificaron , tú mismo sabes por qué, y
yo...y yo...por simplón voy a ser fusilado esta tarde. 
Tu redimiste al hombre, y yo liberté a este pueblo
¡Qué contraste!
            Y dirigiéndose al Capitán, le dijo:
            -Capitán Conde, yo habré sido, no lo dudo,
fuerte en reprender a mis subalternos; pero ¿cuál
es el que mande que no tenga sus actos de
arrebato?  Mas, en mi interior jamás he guardado
ningún rencor, mi corazón nunca ha sido malo como
los que me han vendido y condenado.  Yo los
perdono, y también pido perdón a usted por las
impertinencias que de mi haya sufrido.
            Traído el almuerzo, nada le apeteció.  Sólo de
cuando en cuando pedía sangría.  Como a las once y
media, tomando una esclavina que usaba, le dijo al
Capitán:
            -No tengo un grande uniforme que ponerme
para morir como Ney, pero me basta esta esclavina
–y poniéndosela, preguntó: ¿Qué le parece,
Capitán?
            -Déjese de eso por Dios, General.  Piense sólo
en su alma.
            -Dice usted bien Conde, que venga el
Provisor porque ese viejo me parece ser hombre de
los más racionales de su oficio.
            Vino pronto el Prelado, lo confesó y se retiró
meditando con la mano derecha en el pecho.  Piar,
entonces, le encargó al Capitán le avisase cuando
fuese la hora y éste a las cinco, le dijo:
            -Es la hora, General!
            Sin decir palabra, el General tomó el
Crucifijo, se hincó, rezó y lo besó.  El Provisor que
no se había ido lo acompañó hasta la puerta de la
calle donde volvió a hincarse, oró de nuevo, entregó
el Crucifijo y marchando sereno hacia la muerte
pronunció su última frase:
            -¿Con que no me permiten mandar la
escolta?
             Llegado al lugar indicado, al pie de la
bandera del Batallón de Honor, oyó de nuevo la
sentencia, pero esta vez con aire despreciativo,
hundida de costumbre la mano en el bolsillo,
moviendo el pie derecho y girando su mirada sobre
el paisaje humano.
            El Capitán Conde trataba de colocarle una
venda que arrebataba y lanzaba al suelo.  A la
tercera vez, el General Manuel Piar no insistió sino
que abrió su esclavina y el pelotón de fusileros pudo
disparar directo al pecho descubierto.
En la plaza de Angostura, a 16 de octubre de 1917.-
7º.-Yo el infrascrito Secretario, doy fe que en virtud
de la sentencia de ser pasado por las armas, dada
por el Consejo de Guerra, S. E. el Gral. Manuel Piar,
y aprobada por S. E. el Jefe Supremo, se le condujo
en buena custodia dicho día a la plaza de esta
ciudad, en donde se hallaba el señor general Carlos
Soublette, Juez Fiscal, de este proceso, y estaban
formadas las tropas para la ejecución de la
sentencia, y habiéndose publicado el bando por el
señor Juez Fiscal, según previenen las ordenanzas,
puesto el reo de rodillas delante de la bandera y
leídosele por mí la sentencia en alta voz, se pasó
por las armas a dicho señor General Manuel Piar, en
cumplimiento de ella, a las 5 de la tarde del referido
día; delante de cuyo cadáver desfilaron en columna
las tropas que se hallaban presentes, y llevaron
luego a enterrar al cementerio de esta ciudad
donde queda enterrado; y para que conste por
diligencia lo firmó dicho señor con el presente
Secretario .--- Carlos Soublette.—Ante mí, J. Ignacio
Pulido, Secretario.     
            Allí en la Plaza Mayor de Angostura sobre la
tierra húmeda y musgosa de la tarde quedó tendido
con todas sus cualidades y defectos el Héroe de
Chirica, tal como lo describió después su oficial de
guardia:   de regular estatura, ojos azules,
barbilampiño, tez  rosada, imaginación e ingenio
vivos.  Valiente y emprendedor, poco aplicado a la
disciplina militar.  Fuerte en sus opiniones, en las
que siempre quería prevalecer.  Los trasportes de
su genio le hacían frecuentemente reprender con
acrimonia, pero fácil luego en apaciguarse, llegando
a veces hasta pedir perdón al subalterno a quien
creyó ofender. Sincero, afable y cortés en sus
modales.  Solía entretenerse con algunas obras de
historia.  Era afortunado a la par que valiente y sólo
una vez fue derrotado.
            El  “cementerio de esta ciudad” a que se
refiere el acta de ejecución, era un sitio que más
que cementerio propiamente concebido, parecía un
corral cercado con “cardones de España”, muy
verdes y prolijamente enrevesados.  Por eso el
pueblo lo llamaba “Cementerio del cardonal”.         

CAPÍTULO XXVI PROCLAMA DEL LIBERTADOR


En una proclama al siguiente día de su fusilamiento,
Bolívar explica a los soldados de la Republica el
porqué de la muerte de Piar – Emprende
reorganización de los comandos del ejército –
Ratifica la orden de aprehensión contra Mariño – Se
prepara para marchar hacia el Centro donde fracasa
al final – Instituye el Consejo de Estado -  Mariño
asume una actitud recia y al Jefe Supremo no le
queda más alternativa que zanjar las diferencias y
aceptarlo de nuevo en el Gobierno de la República.

Al día siguiente del fusilamiento, Simón Bolívar, Jefe


Supremo de la República de Venezuela, dirige una
Proclama a los soldados del ejército libertador,
expresando su dolor por la ejecución de que fue
objeto el General en Jefe Manuel Piar, por crímenes
de lesa patria, conspiración y deserción:

Soldados!
            Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón.
El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de
lesa patria, conspiración y deserción. Un tribunal
justo y legal ha pronunciado la sentencia contra
aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con
los favores de la fortuna, y por saciar su ambición,
pretendió sepultar la patria entre sus ruinas. El
general Piar, a la verdad, había hecho servicios
importantes a la República,  y aunque el curso de su
conducta había sido siempre el de un faccioso, sus
servicios fueron pródigamente recompensados por
el Gobierno de Venezuela.
            Nada quedaba que desear a un jefe que
había obtenido los grados más eminentes de la
milicia. La segunda autoridad de la República, que
se hallaba vacante de hecho, por la disidencia del
general Mariño iba a serle conferida antes de su
rebelión; pero este general, que sólo aspiraba al
mando supremo, formó el designio más atroz que
puede concebir una alma perversa. No sólo la
guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más
inhumano de sus propios compañeros y hermanos
se había propuesto Piar.
            Soldados! Vosotros lo sabéis. La igualdad, la
libertad, y la independencia son nuestra divisa. ¿La
humanidad no ha recobrado sus derechos por
nuestras leyes? Nuestras armas no han roto las
cadenas de los esclavos? La odiosa diferencia de
clases y colores no ha sido abolida para siempre?
Los bienes nacionales no se han mandado repartir
entre vosotros? La fortuna, el saber y la gloria no os
esperan? Vuestros méritos no son recompensados
con profusión, o por lo menos con justicia? Qué
quería, pues el general Piar para vosotros? No sois
iguales, libres, independientes, felices y honrados?
Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no.
El sepulcro de la República lo abría Piar con sus
propias manos, para enterrar en él la vida, los
bienes y los honores de los bravos defensores de la
libertad de Venezuela, de sus hijos, esposas y
padres.

            El cielo ha visto con horror este cruel


parricida. El cielo lo entregó a la vindicta de las
leyes. El cielo ha permitido que un hombre que
ofendía a la divinidad y al linaje humano no
profanase más tiempo la tierra que no debía sufrirlo
un momento después de su nefando crimen.

            Soldados! El cielo vela por nuestra salud, y el


Gobierno que es vuestro padre sólo se desvela por
vosotros. Vuestro jefe, que es vuestro compañero
de armas, y que siempre a vuestra cabeza ha
participado de vuestro peligros y miserias, como
también de vuestro triunfos, confía en vosotros.
Confiad pues, en él, seguros de que os ama más que
si fuera vuestro padre o vuestro hijo.  Cuartel
general en Angostura, octubre 17 de 1817.-            

            El Libertador envía esta Proclama a todos los


Jefes militares de Oriente y los Llanos al siguiente
día del fusilamiento de Piar.  Entonces suponía a
Mariño en Chacachacare o Güinimita y creía estar
seguro de su aprehensión en cualquier lugar de la
Provincia de Cumaná, una vez que el General José
Francisco Bermúdez se encargara como Gobernador
Comandante General de la Provincia y el Coronel
José Antonio Sucre, Jefe del Estado Mayor.  Ese
mismo día destina al General Pedro León Torres a
tomar el mando de toda la infantería de la División
que comanda el General Pedro Zaraza y él mismo
hace saber la decisión de Cedeño a favor del
Coronel Francisco Carmona para que se encargue
del mando de las fuerzas de Aragua de Maturín
reunidas con las acantonadas en Cumanacoa y las
que obraban en partidas de guerrillas,  “por la
conducta que ha manifestado desde el suceso de
Aragua”.   Una vez que Bermúdez  asumiera el
mando desde Maturín, Cedeño debía  restituirse a
Guayana para asumir la Gobernación de la provincia
y el General Andrés Rojas reconocer y prestar
obediencia al General Bermúdez.

            El  Libertador recomendó a Sucre antes de


marcharse aplicara en el caso de Mariño más la
política que la fuerza.  “Así pues encargo a Vd
infinito que mueva todos los resortes del corazón
humano, para someter al gobierno los disidentes
que el general Mariño ha extraviado”.  Sucre  llegó
por la noche del 17 de octubre a Maturín.  Nada
sabía de Mariño, pero pide una flechera al
Libertador para tratar de hacer contacto con él
pues “no dudo que se convendrá al orden no
teniendo otro arbitrio sino ese o el de ser un
guerrillero en los montes de Güiria, y aun en ellos se
dice que lo han atacado.  Será sensible que le
suceda un mal, o que pierda 300 hombres que
había reunido en Güinimita”.
            Bermúdez  viajó a Maturín a finales de
Octubre y desde Cumanacoa el 30 informa al
Gobierno que ya ha tomado el mando de la
División. Mariño reacciona y el 7 de noviembre
escribe oficialmente al Jefe Supremo, desde
Punceles, quejándose de tal decisión. El Libertador
le responde “V.E. sabe las causas extraordinarias
que han motivado una medida tan importante al
restablecimiento del orden y del legítimo Gobierno
en la provincia de Cumaná.  Son tan notorias, tan
crueles y lamentables las causas que han separado
de la República de Venezuela la parte de la
provincia que V. E. mandaba, que yo no podría
recordarla sin sentimientos dolorosos, que estoy
resuelto a calmar.
            El señor General Bermúdez está
legítimamente nombrado Gobernador Comandante
General de la provincia de Cumaná.  Este
nombramiento no puede ser revocado porque es
justo, porque es útil y porque es necesario.
            V E debe haber recibido la orden de venir a
mi cuartel general y V E confiesa haber resido esta
orden.  VE debe venir cerca del Gobierno a prestar
nuevo juramento de obediencia y fidelidad ya que
VE faltando a sus más sagradas obligaciones
estableció y juró un intruso Gobierno.
            Es indispensable que la autoridad suprema se
asegure de un modo solemne y legal de la fidelidad
de VE; de otro modo la República jamás podrá
contar con el ejemplo de la disidencia y así a VE
toca dar los más brillantes ejemplos de adhesión,
fidelidad y obediencia al Gobierno de a República.
            Yo ofrezco  a VE a nombre de la República un
olvido absoluto por su antigua disidencia de  la
autoridad suprema, con tal que vuestra excelencia
sometiéndose ciegamente a las disposiciones del
gobierno ejecute sin restricción alguna  sus órdenes
y ponga inmediatamente sus tropas  que
actualmente le obedecen a las órdenes del general
de División J. Francisco Bermúdez.  Si VE contra
toda probabilidad resistiese a dar cumplimiento a
esta disposición, VE no será más tenido como
ciudadano de Venezuela, y así como un enemigo
público.
            Siempre que VE esté determinado a
abandonar su patria y dejar el servicio de la
República, VE podrá por los medios regulares pedir
el permiso de hacerlo y el Gobierno no tendrá
inconveniente en conceder a VE esta gracia.  Dios
guarde a VE muchos años.  Simón Bolívar”.
            Bolívar pone en cuenta a Bermúdez de esta
carta y lo instruye: “si el señor General Mariño pone
a las órdenes de VS sus tropas como lo ordeno, y
marcha inmediatamente a este cuartel
reconociendo a la autoridad suprema, vuestra
señoría lo tratará con toda la distinción debida a su
grado.  Si se porta como un enemigo, VS lo tratará
como tal...”        
            Un día antes, Bolívar había decidido instituir
el Consejo de Estado para abdicar la autoridad
suprema y para que la República fuese gobernada
según las bases de la política moderna, cuyos
principios capitales son la división y el equilibrio de
los poderes.  Al efecto congregó en el palacio de
Gobierno en Angostura a los patriotas Brión, Zea,
Soublette, Anzoátegui,  Tomás Montilla
(Gobernador de la plaza) Peñalver, Antonio Díaz,
Conde, Olivares, Lecuna y otros y les manifestó el
estado de la República y que existiendo solo el
Poder Ejecutivo, era indispensable establecer el
Legislativo y el Judicial. Luego de un discurso
terminó nombrando los presidentes y miembros de
las secciones del consejo de Estado, por el orden
siguiente:
            Estado y Hacienda: Zea, Presidente;
Fernando Peñalver, José María Ossa y Vicente
Lecuna, vocales.
            Marina y Guerra: Brión, Presiente; Cedeño, T.
Montilla, Pedro Hernández y Francisco conde,
vocales.
            Interior y Justicia: Dr. Juan Martínez,
presidente; Luis Peraza, José España y Antonio José
Betancourt, vocales.
            El 20 de noviembre, Bolívar se ausenta de
Angostura para marchar con tres batallones sobre
San Diego de Cabrutica y de allí emprender ofensiva
contra Morillo que trata de fortificarse en Calabozo.
No quería hacerlo sin que antes llegara el  General
Manuel Cedeño a encargarse de la Gobernación.  
Cedeño recibe de palabra y por escrito, las
instrucciones relativas a Guayana y al Gobierno que
se le ha confiado.  Antes de viajar, el flamante
Gobernador le regala a Bolívar un bonito caballo
mosqueado y Bolívar aprovecha recomendarle a la
familia del Mayor Pedro Correa para que le pasen
seis rciones diariamente y una a su hermana la
ciudadana María de Jesús Silva.  Previene asimismo
al comandante del batallón de la plaza que no
reclute al joven Miguel Orta, pues es el único apoyo
de esa familia.
            El General Manuel Cedeño tras asumir el
mando de la Provincia, lanzó el 23 de noviembre de
1817 una Proclama a los habitantes de Guayana
jurando defenderla a todo trance “conservarla y
derramar la última gota de sangre, antes que
permitir que los bárbaros españoles vuelvan a
poner sus pies en este bello país que la República ha
declarado libre, y abrazado en su seno”.
            “Guayaneses!  Vosotros me conocéis:
vosotros me habéis acompañado cuando sólo era
seguido de un corto número de republicanos, que
sin recursos, sin armas, sin municiones, y sin apoyo,
buscaban conmigo el enemigo y su destrucción o la
muerte.  Entonces dueños los españoles de casi
toda la provincia y de las dos ciudades, parecía
temeraria nuestra empresa, pero la constancia, el
sufrimiento y el valor triunfaron, y los obstáculos
invencibles fueron superados por nosotros.  La
conservación de Guayana debe ser vuestra, así
como lo ha sido el exterminio de los tiranos.  Yo no
veo alrededor de mí sino compañeros de armas, a
quienes he conocido en el campo del honor, y a
quienes he visto distinguirse en multitud de
combates.  Yo cuento con vosotros, como con mis
mejores amigos.  Yo desempeñaré las funciones de
Jefe Magistrado y Padre de los fieles a la República. 
Guayaneses!  Estad tranquilos en vuestras casas,
continuad las funciones de la vida civil y doméstica,
como antes, y gozad de las ventajas que os
proporciona un Gobierno, justo, legal y moderado”.
            Cuatro días después, el 27 de noviembre, el
Gobernador Cedeño se extralimita en sus funciones
y decreta un indulto del que tiene noticias el
Libertador y desde San Diego envía un oficio al
Gobernador y Comandante de Guayana
manifestando su desagrado, desaprobando el tal
indulto que ordena recoger. Por oficio separado de
la misma fecha –3 de diciembre- dispone medidas
de detención y privación de comunicación contra el
Canónigo José Cortés de Madariaga en caso de que
acogiéndose al indulto se presente por algún puerto
del territorio libre.  Bolívar le atribuye “los
dolorosos males que nos agitaron los meses
pasados  y que vinieron a turbar el orden y a
trastornar el Gobierno establecido en la República”.
            En San Diego, Bolívar recibe la noticia del
descalabro de las tropas de Zaraza en La Hogaza
frente a las de Morillo y resuelve retornar a
Angostura, su centro de operaciones, para
continuar estructurando la campaña del centro.  El
11 de diciembre ya está en la ciudad y comisiona al
oficial del Estado Mayor General José Francisco
Sánchez para terminar de zanjar las diferencias con
el General Santiago Mariño, pero éste no será bien
recibido.  Bolívar proyecta marchar al Bajo Apure  a
reunirse con Páez para desde allí abrir operaciones
contra Morillo.  Bermúdez debe enviar 300
hombres para reforzar los Castillos de Guayana y él,
por su parte, venir con otros tantos para reforzar la
Plaza de Angostura por la vía de Soledad, toda vez
que Cedeño acompañará al Libertador en la
campaña.
            El General Bermúdez se trasladó tan pronto
como le fue posible y permaneció en Guayana hasta
el 14 de abril de 1818, para esa fecha la Campaña
del Centro emprendida por el Libertador había sido
un ruidoso fracaso y  desde Apure Bolívar retornó a
la Angostura para darle otro giro a la guerra.
Bermúdez, una vez cumplida su misión en
Angostura,  embarcó de regreso por el puerto de los
Castillos con destino a la Provincia de Cumaná.  Al
día siguiente llegó a Barrancas  y luego a Tabasca,
donde  se unió  al Cuerpo de Dragones que
custodiaban bestias que habían pasado el Orinoco y
así fue avanzando hasta el río el Tigre, luego
Maturín y Chaguaramal, organizando sobre la
marcha toda una División que se encontró con el
obstáculo de Mariño quien se hallaba en San
Francisco con 400 hombres en armas y les impedía
pasar hasta Cumanacoa.  Mensajes iban y
respuestas venían.  Mariño anunciaba “resistir con
la fuerza a la fuerza  si se daba un paso a
Cumanacoa, sin arreglar antes los embarazos que se
presentaban”.  Mariño invitaba a Bermúdez
ofreciendo su influencia para calmar la agitación de
dichas tropas y proponía tomar medios, para obrar
juntos contra el enemigo.  Bermúdez comisionó a
Sucre para que fuese directamente a transar con
Mariño las dificultades que hiciese posible su paso a
Cumaná que era su objeto.  Dice Sucre que “el 4 en
la tarde llegué a la avanzada de las tropas del señor
General Mariño, a dos leguas de este punto, en
donde fui detenido, y allí se me recibió por dicho
señor.  Para contestarme convocó una junta de
guerra, en la cual auque él manifestó buena fe y
obediencia al gobierno, los jefes que la componían
indicaron ideas faccionarias...” Al final hubo un
acuerdo, que el señor general Mariño marchase a
ocupar Cariaco, y dirigiese sus operaciones hacia la
costa por donde esperaría las órdenes que el  Jefe
Supremo le remitiese al señor Comandante
General, y que éste, con la División se moviese a
Cumaná, y entre tanto se diese parte al gobierno
para sus deliberaciones.
            Al final, Bolívar termina persuadido por
Bermúdez y Sucre de la necesidad de aceptar las
condiciones de Mariño que ya se estaba haciendo
fuerte de nuevo en Oriente.  Escribe y pide a
Bermúdez el 15 de junio de 1818,
que “considerando el modo útil y honroso de
terminar las diferencias que desgraciadamente han
existido en esa provincia, he resuelto que la división
de vuestra señoría  venga inmediatamente a formar
parte de un gran ejército  que, a las órdenes de
usted va a levantarse entre las provincias de
Barcelona y Caracas... Mientras tanto el general
Mariño  tomará el mando de esa provincia y
pondrá, según me ofrece, 2.000 hombres sobre las
armas”.
            De esta manera quedan zanjadas las
diferencias del Jefe Supremo con  el General
Santiago Mariño y de hecho incorporado de nuevo
con su grado de General en Jefe y de comandante
general del ejército de Oriente. Pero no se quedará
tranquilo.  Vendrá al Congreso de Angostura y
desde allí tramará un golpe de Estado contra
Francisco Antonio Zea para sustituirlo por Juan
Bautista Arismendi, mientras Bolívar se hallaba
luchando por la libertad de Nueva Granada.

CAPITULO XXIII / Defensa de Piar


Fernando Galindo presenta ante los miembros del
Consejo de Guerra un documento contentivo de la
defensa de S. E. señor General en Jefe del Ejército
Manuel Piar, acusado de los crímenes de
insubordinado a la Autoridad Suprema, de
conspirador contra el orden y la tranquilidad
pública y últimamente de desertor.
            En la misma audiencia del 15 de octubre
donde el Fiscal propuso sus cargos, el Teniente
coronel Fernando Galindo presentó ante los
miembros del Consejo de Guerra el siguiente
documento en descargo de las acusaciones hechas
contra su compañero de armas, S. E. el señor
General Manuel Piar:
            Excelentísimo señor Presidente y señores
Vocales del Consejo
Fernando Galindo, de la Orden de Liberadores,
Tenientes Coronel de Ejército y Ayudante del Estado
Mayor general, nombrado defensor por S. E. el
General el Jefe de Ejército Manuel Piar, acusado de
los crímenes de insubordinado a la Autoridad
Suprema, de conspirador contra el orden y
tranquilidad pública, de sedicioso y últimamente de
desertor, tiene el honor de exponer a favor de su
cliente, lo que sigue:
            Señores: El más solemne y delicado empeño
en que jamás se ha encontrado la República de
Venezuela, es el que hoy se presenta a nuestros
ojos. Un hijo primogénito de la victoria, el terror de
los españoles, una de las más sólidas columnas de
nuestra Patria, el General Piar, en fin, aparece ante
este respetable Consejo como el más criminal y
detestable de nosotros. Es el acusado de delitos que
hacen estremecer al más pacífico; él es considerado
como el más infame de los que componen el
Estado; y él es hasta ahora el blanco infeliz donde se
dirigen los tiros de sus cohermanos. La naturaleza,
la justicia, la razón, la gratitud, las leyes y el honor
mismo de la Nación, inspiran un debido respeto,
una tierna compasión y sentimientos generosos por
un ilustre desgraciado; y forzoso es que sea
examinada su causa con todo el pulso y acierto que
exigen la rectitud y la prudencia. La suerte de los
mortales es demasiado importante; y una
condenación violenta e injusta es el crimen más
horrendo contra la sociedad. Presentaré, pues, mis
razones en su obsequio, de buena fe y con candor, y
V. E. se servirá oírlas con el juicio e imparcialidad
que preside a los decretos de la Sabiduría.
            Más fácil es concebir el exterminio total del
país que poderse figurar la insubordinación del
General Piar. Comencemos por establecer las
diferencia que hay entre insubordinación y temor.
Aquélla es un acto escandaloso de
desobedecimiento y de resolución: este es un
miedo mezclado de confianza y de respeto mismo a
la Autoridad, que impele a cometer errores
involuntarios, en lo que obra más el carácter
personal del individuo, que sus principios o sistema.
Tal es el estado en que desgraciadamente se
encontraba aquél cuando recibió la intimación del
General Bermúdez, comunicada por su edecán
Machado, para marchar a presentarse al Supremo
Jefe al Cuartel General de Casacoima. Rodeando por
muchas partes de enemigos particulares, advertido
de que se le perseguía por los mismos que más le
habían apreciado; asestado por émulos o enemigos
secretos; instruido falsamente por  amigos suyos,
residentes en el Cuartel General, que se proyectaba
su sacrificio; y dotado de un carácter desconfiado,
al mismo tiempo que violento y tímido, se creyó
perdido, y se vio fuera de sí, cuando se le ordenó su
ida a Cascoima. ¿Es, pues, de extrañar que en tan
empeñado lance, él que no tiene una gran
serenidad de animo, no busque un asilo entre sus
mismos hermanos, entre los mismos defensores de
este suelo venezolano, ausentándose por algunos
días de escaparse de la cólera de la autoridad,
haciendo tal vez después sacrificios importantes
para acreditar su obediencia y su afección?. ¿Quién
osará censurar de insubordinado al Supremo Jefe
en el curso de su vida anterior?. ¿No es esta una
serie de acciones fieles y una continuación de
acontecimientos los más leales que acreditan una
subordinación ejemplar al primer Jefe de la
Nación?.
            Cuando los vencedores del Alacrán se
hallaban en una lamentable orfandad por la
sensible separación de su caro Jefe Supremo;
cuando el triunfador de Morales estaba más
protegido de la fortuna y más amado de sus
súbditos; y cuando todo parecía someterse a la
fuerza de su espada, de su dicha y de su opinión, no
se le veía mover los labios sino para proferir las
voces de amor, veneración y fidelidad al Supremo
Jefe Simón Bolívar. El logró inspirar este
sentimiento universal en su ejército; y más era el
dolor que le causaba el que este inmortal Jefe no
hubiese sido el héroe del Juncal, que la gloria que
podía tener de haber ganado la batalla. Sus
primeras medidas fueron mandarlo buscar con el
señor Intendente Zea; no ahorrar ningún trabajo;
no excusar ningún medio para conseguirlo; salvar
inconvenientes para procurarlo; y hacer surcar los
mares para encontrarlo y declarar públicamente
que la República no podía existir sin que viniese.
            En todo el resto de su campaña, en los llanos
y poblaciones de Barcelona, sobre las márgenes del
caudaloso Orinoco, frente a las baterías de esta
ciudad; en las abundantes misiones del Caroni y en
los victoriosos campos de San Félix, siempre este
valeroso y feliz General ha sido el más firme y
decidido apoyo de la autoridad. Hablen por él sus
proclamas y los papeles públicos, los actos
anteriores y las declaraciones terminantes que a la
faz de Jefes ilustres ha pronunciado y manifestado
con calor de Gobierno. Podría extenderme a favor
de mi cliente; pero la notoriedad de su conducta
pasada, nadie mejor puede justificarla que los
mismos Jefes que ahora deponen contra él. Con
franqueza declaro que es para mí un enigma
inconcebible que un hombre pueda ser fiel y traidor
a la vez, subordinado e inobediente, pacífico y
conspirador, sumiso a la autoridad constituida y
sedicioso. Este es el contraste que se observa de la
causa seguida contra el benemérito General Piar.
            ¿Cómo es que puede ser conspirador el que
más ha contribuido a sostener al Jefe que hoy por
fortuna nuestra nos rige? ¿Cómo será
insubordinado un General que ha sido el modelo de
la obediencia y del respeto al Gobierno? ¿Quién fue
sino mi defendido el que en la ausencia de la
autoridad suprema se rehusó vigorosamente y
despreció con una dignidad heroica las sugestiones
y las lisonjeras promesas que le brindaba el General
Mariño? ¿Cuándo estaba más convidado que
entonces a dividir con otro el poder, y dominar a su
antojo en Venezuela? ¿A quién de entre nosotros
son desconocidos los incentivos con que se le
halagaba? ¿Quién ignora el heroísmo incomparable,
el ejemplo sublime de constancia y la invencible
firmeza con que desde entonces se decidió contra
Mariño? Sus victorias, las circunstancias y los
acontecimientos del Jefe Supremo, todo le
favorecía, y aún parece que le colocaba en un gran
teatro donde se pudiese desplegar a su arbitrio los
crímenes de que se le acusan, dando al mundo todo
un ejemplo de ellos, cohonestado con el favor de la
fortuna.
            Hay hechos incontestables que están a favor
del General Manuel Piar y tan positivos que ninguno
los podrá dudar. Las mismas gacetas de los
españoles en Caracas son documentos irrefragables
que tiene él en su abono. Allí se ven consignados los
actos más irrevocables de subordinación, de
fidelidad y de adhesión al Jefe del Estado. Allí se ven
estampadas las órdenes más terminantes que hizo
circular a todos los que mandaban divisiones para
que no obedecieran a Mariño como un General
disidente, que desconocía la más legítima autoridad
de Venezuela. Allí se ve el fuego y la vehemencia
con que el General Piar se entusiasma e inflama a
favor del Jefe Supremo; y allí se ven los ejemplos
más admirables de consecuencia, respeto y amor al
Gobierno que tenemos. Sus contestaciones con el
General Arismendi comprueban también esta
verdad; y su correspondencia con los Generales
Zaraza, Freites y Rojas, solamente, es suficiente
para exculparlo de cualquiera falta.
            Si consideramos su conducta en la más
atrevida de las empresas militares de la Costa Firme
—la de la salvación de esta Provincia—creo que
ningún mortal podrá tildarse en lo mínimo, y que ni
aún soñando le ha faltado a la autoridad. Un solo
sentimiento era el que constantemente le agitaba—
la ausencia del Jefe Supremo y la incertidumbre de
su suerte. Ni se pasó un solo día sin que hiciese
recuerdos sensibles, y sin que con las lágrimas por
parte y el furor por la otra no se exaltase contra los
que creía autores de su adversidad.
            “Un solo voto”, decía frecuentemente, “un
solo voto no más debe haber en Venezuela. Bolívar,
Bolívar es el salvador de este país, y yo no me
tranquilizaré hasta no verle y hasta no acabar de
exterminar el último de sus enemigos. A él sólo
obedeceré, y me sacrificaré donde me mande con la
última obediencia y voluntad. Mientras me quede
un soldado, con él sólo haré la guerra al mundo
entero por sostener su autoridad”. Apelo para
testificar esta verdad a algunos miembros de los
que componen este respetable Consejo y a los
mismos Coroneles que declaran contra él,
Hernández, Sánchez y Olivares.
            Recordaré yo estos señores la Junta de
guerra celebrada en el Pueblito, y querría me
contestasen si jamás han presenciado una escena
en que la fidelidad, la subordinación, el decoro y el
afecto al Gobierno se hayan mostrado más
patentemente, que los que hizo en aquel día el Gral.
Piar. Así es que vuelvo a repetir a V. E. que más fácil
me es el concebir la disolución de la República, que
persuadirme de los crímenes que se acusan al
General. Sólo me extiendo a creer que la
vehemencia de sus pasiones, la impetuosidad de su
carácter, la indiscreción de algunos individuos, el
sentimiento de creerse ofendido y despreciado, el
mismo amor y una especie de celo porque creía que
el Supremo Jefe no lo distinguía según quería y
merecía; he aquí lo que le habrá hecho expresarse
de un modo que ni se acuerda, ni sabe lo que le ha
dicho. En una fibra tan irritable como la suya, y en
un hombre que desgraciadamente se trasporta y
enfurece hasta el término de perder el juicio, no es
de admirar nada de esto. Deploremos su carácter,
culpemos más bien a la naturaleza, y no a la
inteligencia del infeliz General Piar.
            ¿Puede ser conspirador el que deja el mando
de la primera y más brillante división que nunca ha
tenido Venezuela, para retirarse a la triste
población de Upata? ¿Pensaría en la destrucción del
Gobierno el que dejó las fuerzas de las manos,
prefiriendo su tranquilidad y la vida privada? ¿Por
qué se separó de aquellos que estaban habituados a
obedecerle ciegamente, y que lo adoraban y
temían? Tan difícil e incomprensible es esto como si
se quisiese hacer creer que el que premedita un
asesinato comienza por desprenderse de sus armas;
o el que quiere ganarse la voz popular se esconde
en el último rincón de la tierra.
            Si los hombres se considerasen siempre en
las mismas circunstancias que un acusado, ¡de qué
distinta manera se representarían sus delitos! La
conciencia de su inocencia no la puede tener sino el
que padece, y los que juzgan u oyen siempre
abultan o se preocupan. Los falsos rumores todo lo
exageran, y muchas veces acontece que a un
inocente se empeña el mundo injusto en hacerlo
criminal. Hay mucho de esto en la causa de mi
defendido. Si con serenidad y sangre fría
investigamos el origen del delito no encontraremos
sino resentimientos de amistad, expresiones de
ninguna importancia vertidas con enardecimiento e
indiscreción, quejas privadas con sus amigos para
desahogar su interior, raptos, en fin, de aquellos
que todos sabemos padece el General Piar.
Calumniado atrozmente por sus perseguidores,
hasta el extremo de asegurar que había robado
ochenta mil pesos, en alto grado adolorido,
ulcerado su corazón de una manera inexplicable, y
cansado de recibir avisos de que se intentaba
matarlo, este Jefe hoy tan desdichado, todo se
desconcertó, habló sin saber lo que decía como un
frenético o loco, cargó de imprecaciones a sus
enemigos, vomitó quejas terribles, y gritó
furiosamente contra los que sospechaban le
querían perder; pero sin depravada intención y sin
proyectos tan criminales como los que se le
atribuyen.
            ¿Dónde están esos planes de conspiración?
¿Dónde el número de los conspiradores? ¿Dónde
las proclamas para excitar al tumulto y a la
sedición? ¿Dónde los ejecutores de esta enorme
empresa? ¿Dónde los soldados a quienes habló
para la comisión del atentado? ¿Dónde, por último,
los preparativos para una tan colosal y destinada
maquinación? Regístrense como se han registrado
ya sus cofres y todo su archivo. Ni el más pequeño
papel se encontrará que condene al General Piar, ni
que siquiera dé indicio de los delitos que se le
atribuyen. No se verán, por el contrario, sino las
instrucciones y positivas órdenes que dejó al
General Freites, al partir a la reconquista de esta
Provincia, para que no obedeciese a otra autoridad
que la suprema, depositada en el General Simón
Bolívar. No se hallarán sino proclamas y
documentos auténticos y sinceros que no respiran
más que orden, subordinación y respeto al
Gobierno.
            Recuerden los Generales de la República el
discurso que el intrépido Piar hizo a la Junta de
aquellos, convocada por S. E. el Supremo Jefe frente
a esta plaza; en la que a pesar de no ser, de sentir
que está fuese atacada, por las infructuosas
tentativas que se habían hecho, hizo una pública
declaración al primer Jefe, asegurándose de su
obediencia y prometiéndole sagradamente, que
nada temiese de su ejército, donde ninguno osaría
vacilar, ni contradecir. En qué mejor ocasión pudo
ser sedicioso, conspirador e insubordinado, que
cuando Barcelona estaba por los enemigos, y los
Generales en choque, el ejército casi disuelto por la
escandalosa conducta de Mariño, y él más
victorioso que nunca por la gran batalla de San
Félix? Mas sus procedimientos en aquellas
circunstancias son inimitables y le harán
eternamente un honor que no de le podrá robar. El
fue el paño de lágrimas y el constante consuelo de
los miserables que pasaron el Orinoco.
            Declare el Teniente Coronel Olivares cuál fue
el objeto de su misión a Barcelona: tribute los
homenajes debidos a la verdad y no prive a la
inocencia de una manifestación que le puede
favorecer. Fue enviado para poner el ejército a las
órdenes del Supremo Jefe, asegurándole de la más
acrisolada obediencia y del último respeto a su
persona. Nadie ha estado más satisfecho de los
buenos procederes de Piar que el mismo General
Bolívar. Cuántas veces en conversaciones públicas y
privadas le hemos visto confirmar esta verdad: cuán
honoríficos para aquel y tiernos recíprocamente no
son los oficios de su correspondencia, y cuántas
ocasiones hemos visto al Primer Magistrado de la
República entusiasmarse con ternura al contemplar
la fidelidad y las proezas de Piar!
            Pero, señores, donde la maledicencia parece
que más se ha complacido en difamar a nuestro
triste acusado, es en el documento número 6, en
que el Crnl. Sánchez dice al Supremo Jefe que el
Gral. Piar había hablado a todos los Comandantes
de Caballería y a muchos oficiales subalternos, que
no dejaron de ser sensibles a sus insinuaciones. Ni
es cierto que este Jefe haya hablado a todos los
Comandantes ni ninguna declaración lo justifica; ni
al Sr. Sánchez le consta; ni menos puede
comprobarlo. ¿Y cómo es que también envuelve en
su fiera y maliciosa acusación a los inocentes jefes y
oficiales de la caballería, representándolos como
sensibles al crimen y a las sugestiones de Piar?
¿Cómo es que en el primer documento se atreve a
llamar serpiente y monstruo de la República al que
más ha contribuido a regenerarla, al libertador del
Oriente, al héroe de Maturín, al afortunado de los
Corocillos, al espanto de los españoles en
Cumanacoa, al que con su nombre y su audacia sola
fue triunfador en El Juncal, al que pulverizó en San
Félix las huestes arrogantes de Morillo, y al que
nunca ha sido vencido entre los Generales de
Venezuela? Tan sabida es la enemistad inconciliable
que Sánchez profesa al ser defendiendo, como que
el acontecimiento del pueblito de la Pastora es a
todos conocido, Sánchez desde allí juró ser el
perseguidor de Piar; y parece que los
acontecimientos, la revolución, su saña y su
sagacidad le han procurado el triunfo en esta lid. El
coronel Francisco Sánchez emprendió allí el repase
de nuestro ejército a Barcelona; y si la firme
resolución del General Piar y de otros jefes justos y
constantes, no poseeríamos tranquilidad hoy a
Guayana. Sánchez fue despedido, como es notorio,
del ejército del General Piar, y desde entonces le
juró venganza. El que conoce la ninguna elocuencia
ni la facilidad que éste posee, al ver la carta de
aquél no puede menos que espantarse, porque es
tan impropia la arenga de Piar, como exagerada es
la acusación de Sánchez.
            O el General Manuel Piar es el más loco de
los hombres, o él no ha intentado tal conspiración.
O él perdió el juicio en aquellos días, o no hizo más
que prorrumpir indiscretamente contra los que se
imaginaba le querían sacrificar. Nada apoya más
esta razón que la pretendida indignación contra los
mantuanos, que es el fundamento y origen de toda
esta causa. Esta es una clase de hombres que desde
el 19 de abril se extinguió junto con la tiranía, y a
nadie todavía en Venezuela le ha ocurrido un
pretexto semejante para revolucionar. El menos
que ninguno otro, podía apelar a un tan diabólico y
detestable medio: él cuyos principios han sido
siempre opuestos al desorden y a la anarquía, y que
constantemente ha dado pruebas irrefragables de
ello.
            Si mi defendido encerraba en su seno unos
planes tan alevosos y homicidas. ¿Por qué se
desprendió de su valiente escuadrón todo
compuesto de hombres que le idolatraban tanto, y
todo de gente de color? ¿Por qué no se opuso a
entregarlo? ¿Por qué no los invitó a esta horrorosa
ejecución, ni les dijo lo que a los testigos que tiene
en contra? ¡Por qué no se fue a tomar el mando de
su división? ¿Por qué no le escribió a sus oficiales
amigos? ¿Por qué no convidó al proyecto a sus
predilectos Generales Anzoátegui y Torres? ¿Cómo
no declaró sus ideas a su confidente, a su amigo y a
su querido Secretario Briceño? ¿Cómo no
comprometió, ni se valió de su edecán, el guapo
Comandante Mina? ¿Es tan necio mi cliente que
para una empresa superior a las de los Catilinas,
Deslines, Robespierres, ocurriese a la sencillez y
bondad del Coronel Hernández, al ningún genio
revolucionario del Teniente Coronel Olivares, y al
más diestro, y al más culto, y al más terrible de sus
enemigos, al Coronel Francisco Sánchez? Esta no es,
no ha sido ni puede ser jamás la conducta de un
conspirador; puede ser sí la de un furioso resentido,
con quien es preciso que haya indulgencia, y a
quien se debe reputar por loco cuando se trasporta
e irrita.
            ¿Y qué diremos al ver a este mismo Jefe
llegar a la ciudad de Maturín, y en la sala del
General Rojas decir: “Todas las clases diversas del
Estado deben ligarse estrechamente, y no formar
más que una gran familia que haga la guerra a los
españoles. Olvídense resentimientos pueriles y
seamos todos hermanos, todos libres, todos
republicanos”? ¿Qué me contestarán sus
adversarios cuando les diga que el primer paso que
dio Piar al hacerse cargo del mando del ejército del
General Mariño, fue establecer una Comisión
militar; contener los excesos de la tropa; castigar los
crímenes de los delincuentes, cortar todo abuso;
aterrar a los sediciosos y hacer juzgar y castigar al
Capitán León Prado, el más implacable de los
enemigos del Jefe Supremo; que es pardo; que
tenía estas dos recomendaciones y de quien tanto
se podía valer para obtener sus fines? Si en tan
corto tiempo logró mi defendido formar una
brillante y brava división compuesta de más de
quinientos hombres de ciento y pico que sólo le
dejó Mariño, ¿por qué no marchó sobre Maturín?
¿Por qué no proclamó sobre este apoyo los
principios de conspiración? y ¿por qué no siguió al
instante sobre esta Provincia donde dicen que tenía
o contaba con algún partido? Le vemos, por el
contrario, no contraerse sino a Cumaná, e
ignoramos que allí haya declamado o conspirado
contra la autoridad.
            El  acto de acogerse al General Mariño, de
quien siempre ha sido enemigo, prueba bien
claramente, que su espíritu no estaba todavía muy
tranquilo, ni su juicio muy en su lugar, para
refugiarse casa del que más le ha odiado siempre.
Piar sencillamente declara que su objeto era irse a
las Colonias a gozar de alguna tranquilidad; lo que
es bastante verosímil porque este su antiguo deseo,
y por esto fue que exigió el permiso temporal que
se le acordó. Tan moderada y diversa ha sido su
conducta posterior en la Provincia de Cumaná,
como que el mismo General Rojas, que antes había
negado los auxilios que le pidió el General Mariño
como Jefe que desconocía la suprema autoridad, le
envió a Piar voluntariamente pertrechos para el
ejército que estaba mandando; ¿ Y cómo se los
habría remitido si su conducta no hubiese sido
opuesta a lo que se quiere asegurar contra él? Si el
General Piar hubiese desconocido al Supremo Jefe;
si hubiese predicado el asesinato; convidado a la
anarquía y autorizado la rebelión, ¿es creíble que el
General Rojas le hubiese mandado pólvora para
hacer la guerra a sus hermanos e incendiar a
Venezuela?
            Yo voy a persuadir a V. E. señor Presidente, y
a U. S., señores Vocales, de que hay mucho estudio
y demasiada animosidad en algunas declaraciones
dadas contra el General acusado. Obsérvese
atentamente la deposición del Teniente Coronel
Olivares, y se verá como no contento con atacar tan
duramente a Piar adelanta el que le aseguró que
contaba con todas las tropas; y que si quería
convencerse más de cuanto le decía, le escribiera al
General Anzoátegui, y por su contestación vería si
tenía fundamento para hablar con esta seguridad. 
¿Puede caber esta idea en el más desconcertado
cerebro? Escribir al General Anzoátegui sobre
semejante materia; contar con él para un tal
proyecto; empañar en igual conspiración a un Jefe
tan enemigo del desorden y de la insurrección;
comunicar este plan y contar para realizarlo con
uno de los que por la naturaleza misma de la
empresa debía ser comprendido en la proscripción.
Al General de la GUARDIA DE HONOR del Gobierno,
y al que por todos motivos debía estar más en
contradicción con el asesinato de los blancos, y a
uno de los Jefes de más confianza  de la autoridad,
¿podría dirigirse Piar como instrumento de este
horror? Esto no se puede creer ni aún en delirio, y
es más ridículo que cierto. No menos lo es el cargo
de que se sacrificarían por sus designios; si podía
emprender cualquier trama satisfecho en su influjo
y su autoridad, ¿cómo ha sido tan ignorante y
sencillo para venirse solo y desprevenido al Juncal, y
no fue al Cuartel General a disponer de las fuerzas y
verificar sus intentos? ¿Por qué, si estaba seguro de
que el Gral. Anzoátegui y los cuerpos obedecerían
sus mandatos, se separa de las Misiones, se
desprende de su valiente escuadrón y se viene solo
a hablar para la conspiración a algunos de sus
enemigos? En todo esto debe haber un gran
misterio que yo no puedo penetrar.
            ¿Quién dudará que la falta del árbol
genealógico que se dice haber sido encontrado en
sus papeles, y en el que se le hace descender de los
príncipes de Portugal, es una invención forjada por
sus enemigos? ¿Todo esto no prueba
suficientemente que tiene muchos, secretos y
poderosos? Sería ensordecerse a los clamores de la
Justicia no conocer lo que digo.
            Yo creo que es tiempo, Excmo. Señor, de que
yo termine mi defensa. Quisiera extenderme más a
favor del acusado, pero me parece haber dicho
cuanto puedo; que la sabiduría y prudencia de los
dignos miembros de este tan augusto Consejo
conocerán mejor que el defensor las razones que
éste no haya podido alegar, y que más amparen al
defendido. El y yo nos tranquilizamos al ver que va a
ser juzgado por un Tribunal de Jefes rectos que no
serán insensibles a sus grandes y continuados
servicios, a su mérito, a sus padecimientos y a los
laureles que ha recogido en tantos gloriosos
campos, cuya ilustre memoria no se puede recordar
sin interesar la compasión. Contemple V. E. y U. SS.,
señores Ministros del Consejo, que éste es el mismo
General Piar que tantas veces ha dado la vida a la
República, que ha roto las cadenas de tantos
venezolanos y que ha libertado Provincias; que su
espada es más temible a los españoles que lo que
es la de Napoleón; y que a su presencia han
temblado todos los tiranos de Venezuela; que sus
trabajos y persecuciones serán un triunfo para
nuestros verdugos, y los complacerán más que diez
batallas; que la República parece que debe ser
generosa con uno de sus ínclitos hijos, pues la
clemencia bien aplicada es el mayor bien del
universo; que se considere su decaída salud, su
delicada naturaleza, sus sufrimientos, su edad, el
oprobio que ha padecido, su conocido
arrepentimiento y las aflicciones que ahogan su
alma; que se le dispense a su calor; que no se sea
tan fiero con un libertador de Venezuela, y que se
recuerde que se creyó dañado y se desahogó con
sus quejas, pero sin la intención de hacer
mal. Cuartel General de Angostura, octubre 15 de
1817.   Excmo. Señor.                                               F.
Galindo.                                       
                                        
CAPITULO XXIV / Condena del Consejo de Guerra
El 15 de octubre de 1817, previa convocatoria, se
reunieron un Almirante, dos Generales de Brigada,
dos Coroneles y dos Tenientes coroneles, miembros
del Consejo de Guerra designado por el Jefe
Supremo, para decidir en el juicio militar seguido al
General en Jefe Manuel Piar.
            La instalación del Consejo de Guerra tuvo
lugar en la casa del Almirante Luis Brión que hace
esquina entre las calles de la Iglesia (calle Bolívar) y
del Gobierno (calle Constitución) y sus miembros
acordaron hacer la votación por escrito y de manera
individual de la manera siguiente:
Voto del Teniente Coronel Francisco Conde.
            Hallándose el acusado convencido de los
crímenes de que se le acusa, lo condeno a ser
pasado por las armas, precediendo la degradación
con arreglo al artículo veintiseis, tratado octavo,
título décimo; en el que sin embargo la pena que se
detalla es la de ser ahorcado, me decido por la  que
le impongo por ser menos
vejatoria.                                                                                      
Voto del Teniente Coronel Judas Piñango.
            Resultando el acusado plenamente  convicto
de los crímenes que se le han juzgado, lo condeno a
ser pasado por las armas, precedida la deposición,
con arreglo al artículo veintiseis, tratado octavo,
título décimo de las
ordenanzas.                                                                        
                                  
Voto del señor Coronel José María Carreño.
            Hallando al acusado plenamente convencido
del delito  de conspirador, y confeso en los de
inobediencia, le condeno a ser pasado por las
armas, sin que preceda degradación, arreglándome
a los artículos séptimo y veintiseis de la ordenanza
general, tratado octavo, titulo
décimo.                                   
Voto del Coronel José de Ucros.
            Hallándose el acusado  plenamente
convencido del delito de conspirador y confeso en
los de inobediencia; le  condeno a ser pasado por
las armas, sin que preceda degradación,
arreglándome a los artículos séptimo y veintiseis de
la ordenanza general, tratado octavo, título
décimo.                                             
Voto  del señor General José Anzoátegui.
            Resultando de las declaraciones,
confrontaciones y careo, convencido Manuel Piar
de los delitos de sedicioso, conspirador y desertor,
por los cuales se le puso en Consejo de guerra, lo
condeno a ser pasado por las armas,
con * degradación, arreglado al artículo veintiseis,
tratado octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                                                                            
                        JOSÉ ANZOÁTEGUI.
Voto del General Pedro León Torres.
            Resultando de las declaraciones,
confrontaciones y careos, convencido Manuel Piar
de los delitos de sedicioso, conspirador y desertor
por los cuales se le puso en Consejo de guerra, lo
condeno a ser pasado por las armas, sin
degradación, arreglado al artículo veintiseis, tratado
octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                           
Voto del Almirante   Luis Brión.
            Hallándose plenamente convencido el
General Piar de los delitos de conspirador contra la
salud pública, desertor e inobediente a las órdenes
supremas, le condeno a ser pasado por las armas
sin degradación, con arreglo al artículo  veintiseis,
tratado octavo, título décimo de las ordenanzas
generales.                                                                            
                                                                                                              
Sentencia del Consejo.
            Visto el oficio del Excmo. Señor Jefe Supremo
de 3 del corriente, inserto por cabeza de este
proceso que ha sido firmado por el señor General
de Brigada Carlos Soublette a consecuencia de dicha
orden, contra el General en Jefe Manuel Piar
indiciado de los crímenes de insubordinado,
conspirador,  sedicioso y desertor  y hecho por
dicho señor relación  de todo lo actuado al Consejo
de guerra  de Oficiales Generales celebrado el día
15 de Octubre de 1817 en la casa del Excmo. Señor
Almirante Luis Brión, que lo presidió , siendo Jueces
de él los  señores Generales  de Brigada Pedro León
Torres y José Anzoátegui, Coroneles José Ucros y 
José María Carreño y Tenientes Coroneles Judas
Piñango y Francisco Conde, sin que compareciese
en el mencionado Tribunal el referido reo por no
haberlo estimado necesario  el Consejo; y oída la
defensa de su procurador, y todo bien examinado le
ha condenado y condena el Consejo a ser pasado
por las armas, arreglándose a la ley prescrita en el
artículo veintiseis, tratado octavo, título décimo de
las  ordenanzas generales.
           Plaza de Angostura, 15 de Octubre de 1817.-
7º.
            L. Brion , Presidente.- PEDRO LEON TORRES.-
JOSÉ ANZOÁTEGUI.- JOSÉ DE UCROS.- JOSÉ MARÍA
CARREÑO.- JUDAS PIÑANGO.- FRANCISCO CONDE.
            Inmediatamente pasó el General Carlos
Soublette, Juez Fiscal a la posada del Jefe Supremo
junto con el Secretario José Ignacio Pulido y entregó
en su mano todo el expediente relativo al proceso. 
El mismo día, el Jefe Supremo la confirmó en los
siguientes términos:                                                                             
            Cuartel General  de Angostura, Octubre 15
de 1817.-7º.
            Vista la sentencia pronunciada por el Consejo
de guerra de Oficiales Generales contra el General
Manuel Piar, por los enormes crímenes de
insubordinado, desertor, sedicioso y conspirador,
he venido en confirmarla sin  degradación.  Pásese
el señor Fiscal  para que la haga ejecutar, conforme
a ordenanza, a las cinco de la tarde  del día de
mañana.                                                                              
                                           BOLÍVAR.
            Yo, el infrascrito Secretario, certifico: que
hoy  16 de Octubre de 1817 ha devuelto el Excmo
señor Jefe Supremo  al señor General de Brigada
Carlos Soublette el proceso con la aprobación de la
sentencia, y para que conste lo pongo por 
diligencia que firmo igualmente.
                              CARLOS SOUBLETTE.
 
J. Ignacio Pulido,
                                                                                              
                 Secretario.

            En la Plaza de Angostura, a 16 de Octubre de


1817.- 7º.
            Yo, el Secretario, en virtud de la sentencia
dada por el Consejo de Oficiales Generales y
aprobada por el Excmo. Señor  Jefe Supremo, pasé
de orden del señor Fiscal a la prisión   donde se
halla Manuel Piar, reo  en este proceso, a efecto de
notificarla y habiéndole hecho poner de rodillas le
leí la sentencia de ser pasado por las armas; y para
que conste por diligencia lo firmo.
                                                                                                              
J. Ignacio Pulido,
                                                                                              
                                 Secretario.
            En la Plaza de Angostura, a 16 de Octubre de
1817.- 7º.
            Yo, el infrascrito Secretario, doy fe que en
virtud de la sentencia de ser pasado por las armas,
dada por el Consejo de guerra, S.E. el General
Manuel Piar y aprobada por S.E. el Jefe Supremo, se
le condujo en buena custodia dicho día  a la plaza
de esta ciudad, en donde se hallaba el señor
General Carlos Soublette, Juez Fiscal en este
proceso, y estaban formadas las tropas para la
ejecución de la sentencia, y habiéndose publicado el
bando por el señor Juez Fiscal, según  previenen las
ordenanzas, puesto el reo de rodillas delante de la
bandera y leída  por mí la sentencia en alta voz, se
pasó  por las armas a dicho señor General Manuel
Piar, en cumplimiento de ella, a las cinco de la tarde
del referido día; delante de cuyo cadáver desfilaron
en columna  las tropas que se hallaban presentes, y
llevaron luego a enterrar al cementerio de esta
ciudad donde queda enterrado; y para que conste
por diligencia lo firmó dicho señor con el presente
Secretario.

                                 CARLOS SOUBLETTE.


                                                    
                                                                                              
        J. Ignacio Pulido,
                                                                                                                 
Secretario.

* En el original está esta palabra  enmendada,


parece que se escribió primero  “sin”

CAPITULO XXV / Sentencia y ejecución de Piar


 Diálogo impaciente entre Piar y el oficial de guardia
Juan José Conde – Hincado recibe Piar la lectura de
la sentencia – Trastrabilla  inmerso en el abismo de
la pena - Confesión y oración – Cae con su vieja
esclavina de soldado desgarrada por la muerte.
            Ya hemos dicho que el mismo día 15 de
octubre, los miembros del Consejo de Guerra
presidido por el Almirante Luis Brión, curazoleño
igual que el procesado, acordaron por unanimidad
condenar al General Manuel Piar a la pena máxima 
por los crímenes  de inobediencia, sedición,
conspiración y deserción y habiendo trascendido la
noticia a los cuarteles, varios jefes y oficiales se
acercaron hasta el Libertador  para opinar la
inconveniencia de ejecutar esta sentencia
públicamente, por
riesgo que había de una conmoción en el pueblo y
ejército, seducidos en parte por  el pensamiento de
Piar.  Pero el Libertador declaró que prefería correr
el riesgo y cualquier otro antes que dar lugar a que
una secreta ejecución se atribuyera a venganza
suya, que la muerte de Piar era un sacrificio
necesario que se hacía a la justicia y a la seguridad
pública.  De manera que terminó confirmando la
sentencia, y señaló para la ejecución el día siguiente
a las 5 de la tarde y en presencia de todo el ejército.
            Pero a las cuatro de la tarde de ese día nada
sabía o se hacía el que no sabía el entonces Capitán
Juan José Conde, oficial de guardia y subalterno del
enjuiciado General Manuel Piar, quien le preguntó
al presentarse  a esa hora en su sitio de reclusión:
            -Capitán, qué ha sabido y opina  usted sobre
mi causa, saldré bien o mal?
            -Nada mi General puedo opinar de ella por
no estar instruido del proceso.
            -Ha recibido, usted, nuevas órdenes sobre la
seguridad de mi persona, pues me parece haber
oído reforzar la guardia.
            En efecto, así ocurrió, pero para no
inquietarlo, el Capitán Juan José Conde le contestó:
            -Es sólo el relevo de un cabo y dos soldados
que se hallan enfermos.
            Después de un breve mutismo.
            -Es insoportable el calor, hagamos una
sangría –inquirió Piar cambiando de tema y el
Capitán Conde se la preparó, la bebió y se acostó
luego a dormir hasta las cinco y media en que le
trajeron la comida.  Entonces el Capitán lo despertó
y cuando estaban en la mesa Piar le preguntó:
            -¿Ha sabido usted si el Consejo ha
terminado? 
            -No lo se porque nadie ha venido aquí.
            -¿Ni el Coronel Galindo?
            -Tampoco.
            -Estoy con un poco de cuidado.  Confío, sin
embargo,  en Brión y también en Torres y
Anzoátegui.  ¿No son ellos dos hechuras mías?  Su
tío de usted me merece un buen concepto.  Galindo
debe interesarse mucho en hacer valer su defensa;
le nombré mi defensor porque es mi enemigo. 
Usted sabe el motivo desde Upata.  Ha trabajado la
defensa a medida de mi deseo, y se empeñará con
el Jefe Supremo, que creo es su pariente para que
no se la desaíren.
            Piar casi nada comió, pues tomó solo tres
tazas de café.  Como a las ocho de la noche le
preguntó al Capitán si nada había sabido del
resultado del Consejo, y al contestarle “no señor,
nada se”, dijo:
            -¡Oh! Nada sabe usted, vaya, que es usted un
excelente oficial de guardia; prepare usted otra
sangría, que la hace perfectamente.
            El Capitán Conde la preparó y la tomaron
juntos.  Se acostó en la hamaca y quedó en un
profundo sueño sin despertar en toda la noche. 
Como a las 10 vino el Comandante Diego Ibarra con
la orden  que le comunicó al Capitán Conde y la
advertencia de que debía responder con su vida de
la seguridad del preso.

El Capitán le respondió:
            -Duerme tú, Diego, que yo vigilaré sobre los
dos y por los dos.
            A las seis de la mañana se levantó Piar, y al
sentirlo el Capitán paseándose entró a saludarlo y
Piar lo recibió:
            -Buenos días Capitán Conde, ¿y no hacemos
sangría?
            Mientras el Capitán la preparaba, Piar le
preguntó otra vez por el Coronel Galindo extrañado
no hubiera venido a instruirle de algo .  También
quiso saber si el Consejo había terminado el día
anterior y el Capitán le informó afirmativamente y
que pronto vendrían a notificarle la sentencia, pero
que ignoraba cuál fuese.
            -No creo que me fusilen, me expatriarán,
harán más, me proscribirán, en fin, bebamos la
sangría y sírvanos de refresco.
            El Capitán José Ignacio Pulido había llegado y
el Capitán Conde le dijo se quedara  en el zaguán
esperando que Piar terminara de consumir la
sangría. Luego entró  y tras el saludo de rigor le
manifestó que venía a instruirle de la sentencia por
hallarse enfermo el Fiscal.
            -¿Es buena o adversa?
            -No es muy buena
            -Y cómo he de recibirla?
            -Hincado
            -¿Hincado? –interrogó al tiempo que se
arrodillaba y el Capitán Conde le alargaba la mano,
notando que su cuerpo estaba prendido y
sobrecogido de una viva afectación.
            Al terminar la lectura de la sentencia, se
levantó apoyado de la mano del Capitán Conde, y
con una especie de frenesí comenzó a gritar por
toda la sala ¡Inocente! ¡Inocente! ¡Inocente!  Se
rasgó la camisa y arrojó la lente que usaba de
costumbre al cuello.  Al arrojarse en seguida a la
hamaca cayó en tierra.  El Capitán lo levantó y le
dijo acomodándolo en la hamaca:
            -Qué es eso, General! ¿ha olvidado usted
quién es?  El hombre ha nacido para morir sea cual
fuere el modo que la suerte le depare. 
Conformémonos pues.
            Piar cerró los ojos y quedó inmóvil como en
una especie de sopor.  Después de media hora se
levantó y me dijo:
            -Capitán Conde, no crea usted y aun
manifieste a todo el que se lo pregunte, que eso
que ha advertido usted en mi sea una debilidad.  No
es cobardía, es solo efecto de lo que ha debido
sufrir mi corazón al oír esa bárbara sentencia,
porque nunca creí que mis compañeros me
sentenciaran a muerte, tal vez por su error, y lo que
es más, ejecutarme en esta plaza que yo mismo he
contribuido tanto a libertarla ¿por qué no se me
asesina secretamente?...Pero en fin...ya todo se
acabó...Estoy resuelto a tragar la cicuta  Mándeme
a llamar a Jorge Melean.
            El Capitán quiso antes entregarle la lente que
había recogido del suelo, pero se negó a aceptarlo
diciendo:
            -Quédese con él, Capitán, pues siendo usted
medio ciego, podrá serle útil.
            Después de un corto paseo que dio por la
sala, le dijo al Capitán:
            -Yo no estoy degradado y supuesto que es
usted el oficial que ha de conducirme, ¿me
permitirá mande yo la escolta que ha de
ejecutarme?
            -No se si eso puede serme permitido.
            -Y ¿por qué no?  Solicítelo usted del Jefe
Supremo.
            Así lo hizo el Capitán Juan José Conde, pero
el General Anzoátegui y el Comandante Francisco
Conde le hicieron saber que no debía permitírselo.
            Al ponerlo en conocimiento de esto e
informarle que Jorge Melean no se hallaba en la
ciudad, Piar le fijó la vista como espantado, desde la
silla donde se hallaba sentado con la cabeza sobre
el brazo derecho apoyado en la mesa  donde
momentos antes habían colocado un Crucifijo de la
Catedral.
            Creyendo que ya era el momento oportuno,
el Capitán le preguntó si quería que le llamase algún
sacerdote?
            -Déjese usted de eso ahora.
            Luego se levantó y fijos los ojos en el
Crucifijo, exclamó:
            -Hombre salvador, esta tarde estaré contigo
en tu mansión.  Ella es la de los justos.  Allá no hay
intriga, no hay falsos amigos, no hay alevosos... A ti
los judíos te crucificaron , tú mismo sabes por qué, y
yo...y yo...por simplón voy a ser fusilado esta tarde. 
Tu redimiste al hombre, y yo liberté a este pueblo
¡Qué contraste!
            Y dirigiéndose al Capitán, le dijo:
            -Capitán Conde, yo habré sido, no lo dudo,
fuerte en reprender a mis subalternos; pero ¿cuál
es el que mande que no tenga sus actos de
arrebato?  Mas, en mi interior jamás he guardado
ningún rencor, mi corazón nunca ha sido malo como
los que me han vendido y condenado.  Yo los
perdono, y también pido perdón a usted por las
impertinencias que de mi haya sufrido.
            Traído el almuerzo, nada le apeteció.  Sólo de
cuando en cuando pedía sangría.  Como a las once y
media, tomando una esclavina que usaba, le dijo al
Capitán:
            -No tengo un grande uniforme que ponerme
para morir como Ney, pero me basta esta esclavina
–y poniéndosela, preguntó: ¿Qué le parece,
Capitán?
            -Déjese de eso por Dios, General.  Piense sólo
en su alma.
            -Dice usted bien Conde, que venga el
Provisor porque ese viejo me parece ser hombre de
los más racionales de su oficio.
            Vino pronto el Prelado, lo confesó y se retiró
meditando con la mano derecha en el pecho.  Piar,
entonces, le encargó al Capitán le avisase cuando
fuese la hora y éste a las cinco, le dijo:
            -Es la hora, General!
            Sin decir palabra, el General tomó el
Crucifijo, se hincó, rezó y lo besó.  El Provisor que
no se había ido lo acompañó hasta la puerta de la
calle donde volvió a hincarse, oró de nuevo, entregó
el Crucifijo y marchando sereno hacia la muerte
pronunció su última frase:
            -¿Con que no me permiten mandar la
escolta?
             Llegado al lugar indicado, al pie de la
bandera del Batallón de Honor, oyó de nuevo la
sentencia, pero esta vez con aire despreciativo,
hundida de costumbre la mano en el bolsillo,
moviendo el pie derecho y girando su mirada sobre
el paisaje humano.
            El Capitán Conde trataba de colocarle una
venda que arrebataba y lanzaba al suelo.  A la
tercera vez, el General Manuel Piar no insistió sino
que abrió su esclavina y el pelotón de fusileros pudo
disparar directo al pecho descubierto.
En la plaza de Angostura, a 16 de octubre de 1917.-
7º.-Yo el infrascrito Secretario, doy fe que en virtud
de la sentencia de ser pasado por las armas, dada
por el Consejo de Guerra, S. E. el Gral. Manuel Piar,
y aprobada por S. E. el Jefe Supremo, se le condujo
en buena custodia dicho día a la plaza de esta
ciudad, en donde se hallaba el señor general Carlos
Soublette, Juez Fiscal, de este proceso, y estaban
formadas las tropas para la ejecución de la
sentencia, y habiéndose publicado el bando por el
señor Juez Fiscal, según previenen las ordenanzas,
puesto el reo de rodillas delante de la bandera y
leídosele por mí la sentencia en alta voz, se pasó
por las armas a dicho señor General Manuel Piar, en
cumplimiento de ella, a las 5 de la tarde del referido
día; delante de cuyo cadáver desfilaron en columna
las tropas que se hallaban presentes, y llevaron
luego a enterrar al cementerio de esta ciudad
donde queda enterrado; y para que conste por
diligencia lo firmó dicho señor con el presente
Secretario .--- Carlos Soublette.—Ante mí, J. Ignacio
Pulido, Secretario.     
            Allí en la Plaza Mayor de Angostura sobre la
tierra húmeda y musgosa de la tarde quedó tendido
con todas sus cualidades y defectos el Héroe de
Chirica, tal como lo describió después su oficial de
guardia:   de regular estatura, ojos azules,
barbilampiño, tez  rosada, imaginación e ingenio
vivos.  Valiente y emprendedor, poco aplicado a la
disciplina militar.  Fuerte en sus opiniones, en las
que siempre quería prevalecer.  Los trasportes de
su genio le hacían frecuentemente reprender con
acrimonia, pero fácil luego en apaciguarse, llegando
a veces hasta pedir perdón al subalterno a quien
creyó ofender. Sincero, afable y cortés en sus
modales.  Solía entretenerse con algunas obras de
historia.  Era afortunado a la par que valiente y sólo
una vez fue derrotado.
            El  “cementerio de esta ciudad” a que se
refiere el acta de ejecución, era un sitio que más
que cementerio propiamente concebido, parecía un
corral cercado con “cardones de España”, muy
verdes y prolijamente enrevesados.  Por eso el
pueblo lo llamaba “Cementerio del cardonal”.         
CAPÍTULO XXVI PROCLAMA DEL LIBERTADOR
EXPLICANDO LA MUERTE DE PIAR
En una proclama al siguiente día de su fusilamiento,
Bolívar explica a los soldados de la Republica el
porqué de la muerte de Piar – Emprende
reorganización de los comandos del ejército –
Ratifica la orden de aprehensión contra Mariño – Se
prepara para marchar hacia el Centro donde fracasa
al final – Instituye el Consejo de Estado -  Mariño
asume una actitud recia y al Jefe Supremo no le
queda más alternativa que zanjar las diferencias y
aceptarlo de nuevo en el Gobierno de la República.

Al día siguiente del fusilamiento, Simón Bolívar, Jefe


Supremo de la República de Venezuela, dirige una
Proclama a los soldados del ejército libertador,
expresando su dolor por la ejecución de que fue
objeto el General en Jefe Manuel Piar, por crímenes
de lesa patria, conspiración y deserción:
Soldados!
            Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón.
El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de
lesa patria, conspiración y deserción. Un tribunal
justo y legal ha pronunciado la sentencia contra
aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con
los favores de la fortuna, y por saciar su ambición,
pretendió sepultar la patria entre sus ruinas. El
general Piar, a la verdad, había hecho servicios
importantes a la República,  y aunque el curso de su
conducta había sido siempre el de un faccioso, sus
servicios fueron pródigamente recompensados por
el Gobierno de Venezuela.
            Nada quedaba que desear a un jefe que
había obtenido los grados más eminentes de la
milicia. La segunda autoridad de la República, que
se hallaba vacante de hecho, por la disidencia del
general Mariño iba a serle conferida antes de su
rebelión; pero este general, que sólo aspiraba al
mando supremo, formó el designio más atroz que
puede concebir una alma perversa. No sólo la
guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más
inhumano de sus propios compañeros y hermanos
se había propuesto Piar.
            Soldados! Vosotros lo sabéis. La igualdad, la
libertad, y la independencia son nuestra divisa. ¿La
humanidad no ha recobrado sus derechos por
nuestras leyes? Nuestras armas no han roto las
cadenas de los esclavos? La odiosa diferencia de
clases y colores no ha sido abolida para siempre?
Los bienes nacionales no se han mandado repartir
entre vosotros? La fortuna, el saber y la gloria no os
esperan? Vuestros méritos no son recompensados
con profusión, o por lo menos con justicia? Qué
quería, pues el general Piar para vosotros? No sois
iguales, libres, independientes, felices y honrados?
Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no.
El sepulcro de la República lo abría Piar con sus
propias manos, para enterrar en él la vida, los
bienes y los honores de los bravos defensores de la
libertad de Venezuela, de sus hijos, esposas y
padres.
            El cielo ha visto con horror este cruel
parricida. El cielo lo entregó a la vindicta de las
leyes. El cielo ha permitido que un hombre que
ofendía a la divinidad y al linaje humano no
profanase más tiempo la tierra que no debía sufrirlo
un momento después de su nefando crimen.
            Soldados! El cielo vela por nuestra salud, y el
Gobierno que es vuestro padre sólo se desvela por
vosotros. Vuestro jefe, que es vuestro compañero
de armas, y que siempre a vuestra cabeza ha
participado de vuestro peligros y miserias, como
también de vuestro triunfos, confía en vosotros.
Confiad pues, en él, seguros de que os ama más que
si fuera vuestro padre o vuestro hijo.  Cuartel
general en Angostura, octubre 17 de 1817.-            
            El Libertador envía esta Proclama a todos los
Jefes militares de Oriente y los Llanos al siguiente
día del fusilamiento de Piar.  Entonces suponía a
Mariño en Chacachacare o Güinimita y creía estar
seguro de su aprehensión en cualquier lugar de la
Provincia de Cumaná, una vez que el General José
Francisco Bermúdez se encargara como Gobernador
Comandante General de la Provincia y el Coronel
José Antonio Sucre, Jefe del Estado Mayor.  Ese
mismo día destina al General Pedro León Torres a
tomar el mando de toda la infantería de la División
que comanda el General Pedro Zaraza y él mismo
hace saber la decisión de Cedeño a favor del
Coronel Francisco Carmona para que se encargue
del mando de las fuerzas de Aragua de Maturín
reunidas con las acantonadas en Cumanacoa y las
que obraban en partidas de guerrillas,  “por la
conducta que ha manifestado desde el suceso de
Aragua”.   Una vez que Bermúdez  asumiera el
mando desde Maturín, Cedeño debía  restituirse a
Guayana para asumir la Gobernación de la provincia
y el General Andrés Rojas reconocer y prestar
obediencia al General Bermúdez.
            El  Libertador recomendó a Sucre antes de
marcharse aplicara en el caso de Mariño más la
política que la fuerza.  “Así pues encargo a Vd
infinito que mueva todos los resortes del corazón
humano, para someter al gobierno los disidentes
que el general Mariño ha extraviado”.  Sucre  llegó
por la noche del 17 de octubre a Maturín.  Nada
sabía de Mariño, pero pide una flechera al
Libertador para tratar de hacer contacto con él
pues “no dudo que se convendrá al orden no
teniendo otro arbitrio sino ese o el de ser un
guerrillero en los montes de Güiria, y aun en ellos se
dice que lo han atacado.  Será sensible que le
suceda un mal, o que pierda 300 hombres que
había reunido en Güinimita”.
            Bermúdez  viajó a Maturín a finales de
Octubre y desde Cumanacoa el 30 informa al
Gobierno que ya ha tomado el mando de la
División. Mariño reacciona y el 7 de noviembre
escribe oficialmente al Jefe Supremo, desde
Punceles, quejándose de tal decisión. El Libertador
le responde “V.E. sabe las causas extraordinarias
que han motivado una medida tan importante al
restablecimiento del orden y del legítimo Gobierno
en la provincia de Cumaná.  Son tan notorias, tan
crueles y lamentables las causas que han separado
de la República de Venezuela la parte de la
provincia que V. E. mandaba, que yo no podría
recordarla sin sentimientos dolorosos, que estoy
resuelto a calmar.
            El señor General Bermúdez está
legítimamente nombrado Gobernador Comandante
General de la provincia de Cumaná.  Este
nombramiento no puede ser revocado porque es
justo, porque es útil y porque es necesario.
            V E debe haber recibido la orden de venir a
mi cuartel general y V E confiesa haber resido esta
orden.  VE debe venir cerca del Gobierno a prestar
nuevo juramento de obediencia y fidelidad ya que
VE faltando a sus más sagradas obligaciones
estableció y juró un intruso Gobierno.
            Es indispensable que la autoridad suprema se
asegure de un modo solemne y legal de la fidelidad
de VE; de otro modo la República jamás podrá
contar con el ejemplo de la disidencia y así a VE
toca dar los más brillantes ejemplos de adhesión,
fidelidad y obediencia al Gobierno de a República.
            Yo ofrezco  a VE a nombre de la República un
olvido absoluto por su antigua disidencia de  la
autoridad suprema, con tal que vuestra excelencia
sometiéndose ciegamente a las disposiciones del
gobierno ejecute sin restricción alguna  sus órdenes
y ponga inmediatamente sus tropas  que
actualmente le obedecen a las órdenes del general
de División J. Francisco Bermúdez.  Si VE contra
toda probabilidad resistiese a dar cumplimiento a
esta disposición, VE no será más tenido como
ciudadano de Venezuela, y así como un enemigo
público.
            Siempre que VE esté determinado a
abandonar su patria y dejar el servicio de la
República, VE podrá por los medios regulares pedir
el permiso de hacerlo y el Gobierno no tendrá
inconveniente en conceder a VE esta gracia.  Dios
guarde a VE muchos años.  Simón Bolívar”.
            Bolívar pone en cuenta a Bermúdez de esta
carta y lo instruye: “si el señor General Mariño pone
a las órdenes de VS sus tropas como lo ordeno, y
marcha inmediatamente a este cuartel
reconociendo a la autoridad suprema, vuestra
señoría lo tratará con toda la distinción debida a su
grado.  Si se porta como un enemigo, VS lo tratará
como tal...”        
            Un día antes, Bolívar había decidido instituir
el Consejo de Estado para abdicar la autoridad
suprema y para que la República fuese gobernada
según las bases de la política moderna, cuyos
principios capitales son la división y el equilibrio de
los poderes.  Al efecto congregó en el palacio de
Gobierno en Angostura a los patriotas Brión, Zea,
Soublette, Anzoátegui,  Tomás Montilla
(Gobernador de la plaza) Peñalver, Antonio Díaz,
Conde, Olivares, Lecuna y otros y les manifestó el
estado de la República y que existiendo solo el
Poder Ejecutivo, era indispensable establecer el
Legislativo y el Judicial. Luego de un discurso
terminó nombrando los presidentes y miembros de
las secciones del consejo de Estado, por el orden
siguiente:
            Estado y Hacienda: Zea, Presidente;
Fernando Peñalver, José María Ossa y Vicente
Lecuna, vocales.
            Marina y Guerra: Brión, Presiente; Cedeño, T.
Montilla, Pedro Hernández y Francisco conde,
vocales.
            Interior y Justicia: Dr. Juan Martínez,
presidente; Luis Peraza, José España y Antonio José
Betancourt, vocales.
            El 20 de noviembre, Bolívar se ausenta de
Angostura para marchar con tres batallones sobre
San Diego de Cabrutica y de allí emprender ofensiva
contra Morillo que trata de fortificarse en Calabozo.
No quería hacerlo sin que antes llegara el  General
Manuel Cedeño a encargarse de la Gobernación.  
Cedeño recibe de palabra y por escrito, las
instrucciones relativas a Guayana y al Gobierno que
se le ha confiado.  Antes de viajar, el flamante
Gobernador le regala a Bolívar un bonito caballo
mosqueado y Bolívar aprovecha recomendarle a la
familia del Mayor Pedro Correa para que le pasen
seis rciones diariamente y una a su hermana la
ciudadana María de Jesús Silva.  Previene asimismo
al comandante del batallón de la plaza que no
reclute al joven Miguel Orta, pues es el único apoyo
de esa familia.
            El General Manuel Cedeño tras asumir el
mando de la Provincia, lanzó el 23 de noviembre de
1817 una Proclama a los habitantes de Guayana
jurando defenderla a todo trance “conservarla y
derramar la última gota de sangre, antes que
permitir que los bárbaros españoles vuelvan a
poner sus pies en este bello país que la República ha
declarado libre, y abrazado en su seno”.
            “Guayaneses!  Vosotros me conocéis:
vosotros me habéis acompañado cuando sólo era
seguido de un corto número de republicanos, que
sin recursos, sin armas, sin municiones, y sin apoyo,
buscaban conmigo el enemigo y su destrucción o la
muerte.  Entonces dueños los españoles de casi
toda la provincia y de las dos ciudades, parecía
temeraria nuestra empresa, pero la constancia, el
sufrimiento y el valor triunfaron, y los obstáculos
invencibles fueron superados por nosotros.  La
conservación de Guayana debe ser vuestra, así
como lo ha sido el exterminio de los tiranos.  Yo no
veo alrededor de mí sino compañeros de armas, a
quienes he conocido en el campo del honor, y a
quienes he visto distinguirse en multitud de
combates.  Yo cuento con vosotros, como con mis
mejores amigos.  Yo desempeñaré las funciones de
Jefe Magistrado y Padre de los fieles a la República. 
Guayaneses!  Estad tranquilos en vuestras casas,
continuad las funciones de la vida civil y doméstica,
como antes, y gozad de las ventajas que os
proporciona un Gobierno, justo, legal y moderado”.
            Cuatro días después, el 27 de noviembre, el
Gobernador Cedeño se extralimita en sus funciones
y decreta un indulto del que tiene noticias el
Libertador y desde San Diego envía un oficio al
Gobernador y Comandante de Guayana
manifestando su desagrado, desaprobando el tal
indulto que ordena recoger. Por oficio separado de
la misma fecha –3 de diciembre- dispone medidas
de detención y privación de comunicación contra el
Canónigo José Cortés de Madariaga en caso de que
acogiéndose al indulto se presente por algún puerto
del territorio libre.  Bolívar le atribuye “los
dolorosos males que nos agitaron los meses
pasados  y que vinieron a turbar el orden y a
trastornar el Gobierno establecido en la República”.
            En San Diego, Bolívar recibe la noticia del
descalabro de las tropas de Zaraza en La Hogaza
frente a las de Morillo y resuelve retornar a
Angostura, su centro de operaciones, para
continuar estructurando la campaña del centro.  El
11 de diciembre ya está en la ciudad y comisiona al
oficial del Estado Mayor General José Francisco
Sánchez para terminar de zanjar las diferencias con
el General Santiago Mariño, pero éste no será bien
recibido.  Bolívar proyecta marchar al Bajo Apure  a
reunirse con Páez para desde allí abrir operaciones
contra Morillo.  Bermúdez debe enviar 300
hombres para reforzar los Castillos de Guayana y él,
por su parte, venir con otros tantos para reforzar la
Plaza de Angostura por la vía de Soledad, toda vez
que Cedeño acompañará al Libertador en la
campaña.
            El General Bermúdez se trasladó tan pronto
como le fue posible y permaneció en Guayana hasta
el 14 de abril de 1818, para esa fecha la Campaña
del Centro emprendida por el Libertador había sido
un ruidoso fracaso y  desde Apure Bolívar retornó a
la Angostura para darle otro giro a la guerra.
Bermúdez, una vez cumplida su misión en
Angostura,  embarcó de regreso por el puerto de los
Castillos con destino a la Provincia de Cumaná.  Al
día siguiente llegó a Barrancas  y luego a Tabasca,
donde  se unió  al Cuerpo de Dragones que
custodiaban bestias que habían pasado el Orinoco y
así fue avanzando hasta el río el Tigre, luego
Maturín y Chaguaramal, organizando sobre la
marcha toda una División que se encontró con el
obstáculo de Mariño quien se hallaba en San
Francisco con 400 hombres en armas y les impedía
pasar hasta Cumanacoa.  Mensajes iban y
respuestas venían.  Mariño anunciaba “resistir con
la fuerza a la fuerza  si se daba un paso a
Cumanacoa, sin arreglar antes los embarazos que se
presentaban”.  Mariño invitaba a Bermúdez
ofreciendo su influencia para calmar la agitación de
dichas tropas y proponía tomar medios, para obrar
juntos contra el enemigo.  Bermúdez comisionó a
Sucre para que fuese directamente a transar con
Mariño las dificultades que hiciese posible su paso a
Cumaná que era su objeto.  Dice Sucre que “el 4 en
la tarde llegué a la avanzada de las tropas del señor
General Mariño, a dos leguas de este punto, en
donde fui detenido, y allí se me recibió por dicho
señor.  Para contestarme convocó una junta de
guerra, en la cual auque él manifestó buena fe y
obediencia al gobierno, los jefes que la componían
indicaron ideas faccionarias...” Al final hubo un
acuerdo, que el señor general Mariño marchase a
ocupar Cariaco, y dirigiese sus operaciones hacia la
costa por donde esperaría las órdenes que el  Jefe
Supremo le remitiese al señor Comandante
General, y que éste, con la División se moviese a
Cumaná, y entre tanto se diese parte al gobierno
para sus deliberaciones.
            Al final, Bolívar termina persuadido por
Bermúdez y Sucre de la necesidad de aceptar las
condiciones de Mariño que ya se estaba haciendo
fuerte de nuevo en Oriente.  Escribe y pide a
Bermúdez el 15 de junio de 1818,
que “considerando el modo útil y honroso de
terminar las diferencias que desgraciadamente han
existido en esa provincia, he resuelto que la división
de vuestra señoría  venga inmediatamente a formar
parte de un gran ejército  que, a las órdenes de
usted va a levantarse entre las provincias de
Barcelona y Caracas... Mientras tanto el general
Mariño  tomará el mando de esa provincia y
pondrá, según me ofrece, 2.000 hombres sobre las
armas”.
            De esta manera quedan zanjadas las
diferencias del Jefe Supremo con  el General
Santiago Mariño y de hecho incorporado de nuevo
con su grado de General en Jefe y de comandante
general del ejército de Oriente. Pero no se quedará
tranquilo.  Vendrá al Congreso de Angostura y
desde allí tramará un golpe de Estado contra
Francisco Antonio Zea para sustituirlo por Juan
Bautista Arismendi, mientras Bolívar se hallaba
luchando por la libertad de Nueva Granada.

CAPITULO XXVII / Arrepentimiento del Libertador

En 1828, Bolívar  reflexiona y precisa su concepto


con relación al fusilamiento de Piar – Poco después
se arrepiente - Guzmán Blanco decreta traslado de
sus restos  al Panteón Nacional – No aparecen
despojos ni el archivo del Héroe de Chirica – El
Congreso de la República acuerda entonces
levantarle un cenotafio – Primeros monumentos a
su memoria.        
            Mientras se sucedía en Ocaña la Gran
Convención Nacional, Bolívar se hallaba en la ciudad
de Bucaramanga, entre marzo y junio de 1828 y allí
sostuvo con amigos y edecanes interesantes
conversaciones que fueron recogidas
cotidianamente en su Diario por el Coronel Luis
Peru de Lacroix. 
El 25 de mayo, Bolívar volvió a casa después de la
misa de la tarde en compañía de Peru de Lacroix y
el Comandante Wilson.  Comenzó entonces el
Libertador a hablarles de su expedición sobre la
provincia de Guayana en 1817.  De lo peligrosa y útil
que había sido.  Les habló como el único proyecto
que debía entonces adoptarse para formar una
base de operaciones, concentrar el mando, reunir
todos los medios de fuerza y ejecución por
dondequiera, establecer una unidad de acción sin lo
cual nada provechoso podía hacerse.  Hasta
entonces se habían realizado, a la verdad,  grandes
y heroicos esfuerzos por parte de los patriotas, pero
sin ninguno o con muy poco resultado y que lo que
él quería y trataba de lograr era uno de aquellos
grandes éxitos que fuerzan la opinión de todo el
país a favor del vencedor y contra el vencido, que
establecen un espíritu nacional, sin lo cual nada
estable puede crearse en política; que en aquella
época su nombre era ya conocido, su reputación se
hallaba establecida, pero no como él mismo lo
quería y como era necesario para llegar a dominarlo
todo y alcanzar a independizar todo el país, hacerlo
libre y constituirlo bajo el sistema central; que
grandes obstáculos se presentaron, ocasionados
por la rivalidad, la ambición y la enemistad
personal; que la muerte del General Piar fue
entonces de necesidad política y salvadora del país,
porque sin ella iba a empezar la guerra de los
hombres de color contra los blancos, el exterminio
de todos ellos y por consiguiente el triunfo de los
españoles; que el General Mariño merecía la
muerte como Piar, por motivo de su disidencia,
pero que su vida no presentaba los mismos peligros
y por esto mismo la política pudo ceder a los
sentimientos de humanidad y aun de amistad por
un antiguo amigo y compañero.  Las cosas han
mudado bien de aspecto –continuó diciendo el
Libertador- entonces la ejecución del General Piar,
que fue el 16 de octubre de 1817, fue suficiente
para destruir la sedición, fue un golpe maestro en
política, que desconcertó y aterró a todos los
rebeldes, desopinó a Mariño y a su congreso de
Cariaco, puso a todos bajo mi obediencia, aseguró
mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del
país, me permitió proyectar y efectuar la expedición
a la Nueva Granada y crear después la República de
Colombia.  Nunca ha habido una muerte más útil,
más política y, por otra parte, más merecida.  En el
día de la ejecución del jefe del partido que trabaja
para la destrucción de Colombia no tendría buenos
resultados ningunos; la demagogia es como la hidra
de la fábula: se corta una cabeza y nacen cien
cabezas; ni las guillotinas de Robespierre serían
suficientes para destruirla, por otra parte, mi
nombre no debe figurar en la historia colombiana
como el de Monteverde, de Boves, de Morales: que
digo: ello fueron los verdugos de los enemigos de su
Rey, y yo los sería de mis compatriotas.  Pero hoy,
repito, las cosas han cambiado: la muerte de un
criminal en 1817 fue suficiente para asegurar el
orden y la tranquilidad, y ahora en 1828 no
bastarían la muerte de muchos centenares.
Sin embargo, después del fracasado atentado
contra su persona la noche del  25 de septiembre
de ese mismo año como parte de una conspiración
dirigida por Santander para desplazarlo de la
Presidencia de Colombia, expresó arrepentimiento
por la muerte de Piar luego que el Consejo de
Estado indultó a Santander conmutando su pena de
muerte por el destierro.  Ya habían fusilado a
catorce de los comprometidos, entre ellos, el
General Padilla.  En carta enviada por el Libertador
al General Pedro Briceño Méndez, quien fue
Secretario de Piar, en la que le incluye la gaceta con
los resultados y condena de los conspiradores y
asesinos, le dice que “mi existencia ha quedado en
el aire con este indulto, y la de Colombia se ha
perdido para siempre.   Yo no he podido desoír el
dictamen del consejo con respecto a un enemigo
público, cuyo castigo se habría reputado por
venganza cruel.  Ya estoy arrepentido de la muerte
de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido
por la misma causa: en adelante no habrá más
justicia para castigar al más feroz asesino, porque la
ida de Santander es el perdón de las impunidades
más escandalosas.  Lo peor es que mañana le darán
el indulto y volverá a hacer la guerra a todos mis
amigos y a favorecer a todos mis enemigos.  Su
crimen se purificará en el crisol de la anarquía, pero
lo que más me atormenta todavía es el justo clamor
con que se quejarán los de la clase de Piar y de
Padilla.  Dirán con sobrada justicia que yo no he
sido débil sino a favor de ese infame blanco que no
tenía los servicios de aquellos famosos servidores
de la patria.  Esto me desespera, de manera que no
se que hacerme”.
El 11 de febrero de 1876, el Presidente de los
Estados Unidos de Venezuela, General Antonio
Guzmán Banco dictó el siguiente Decreto:  Artículo
Primero.-  Serán trasladados al Panteón Nacional de
acuerdo con lo preceptuado en el Decreto del 27 de
marzo de 1874, los restos de los próceres de la
Independencia y ciudadanos eminentes que a
continuación se expresan.  Próceres de la
Independencia Generales Francisco de Miranda,
Santiago Mariño, Antonio José de Sucre, José Félix
Rivas, Juan Bautista Arismendi, Manuel Piar, José
Antonio Páez, Luis Brión, Rafael Urdaneta, José
Francisco Bermúdez, Manuel Valdés, Pedro León
Torres, Lino Clemente, Juan José Flores, Gregorio
Mac Gregor, José Tadeo Monagas, Bartolomé
Salom, Jacinto Lara, José María Carreño y otros 98
Generales, 99 Coroneles, entre ellos, Asenciòn
Farreras y Ramón Contasti y 33 ciudadanos
eminentes, entre ellos, Juan Germán Roscio,
Fernando Peñalver y Mariano Talavera.
A fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por este
Decreto, se realizaron diligencias oficiales para dar
con los resto del General Manuel Piar.  Como el acta
que levantó el Fiscal Carlos Soublette el 16 de
octubre de 1817 cuando fue pasado por las armas
dice que sus restos fueron sepultados en el
Cementerio y el que existía para la época era el
conocido como “El Cardonal” se busco en esa zona.
En junio de 1980, el Ministerio de la Defensa
autorizó a un grupo de militares, dedicado a la
investigación histórica, para que hiciera
excavaciones en la zona del antiguo cementerio “El
Cardonal” en un intento por dar con los restos del
General Manuel Piar, guiados por la lectura de los
“Anales de Guayana”, de Tavera Acosta, según el
cual, el cadáver de Piar fue sepultado  en ese sitio
que ese tiempo servía a los menesterosos.  En ese
mismo lugar se enterraron al año siguiente a las
víctimas de la viruela y más tarde, 1855-1856, a las
del cólera morbus.
La señora Bernarda Calderón, octogenaria
entonces, dueña de los predios donde se realizaron
las excavaciones, informó que el bachiller Ernesto
Sifontes, observador hidrográfico del Orinoco,  solía
ir periódicamente al patio de su casa a colocar
flores sobre un cardón donde él presumía se podían
encontrar los restos del héroe de la Batalla de San
Félix.
Sifontes fue siempre un gran admirador de Piar y se
contaba entre los que en Guayana llaman
“piaristas” o sea, los que critican o consideran
injusta la muerte de Piar y resaltan sus
extraordinarios valores de guerrero y estratega.
El cronista de las Fuerza Armadas y director del
Museo Histórico, Teniente Raúl Oviedo Rojas,  fue
quien dirigió los trabajos de excavación realizados
por soldados de infantería de la División de Selva,
siguiendo las indicaciones  del médico y
antropólogo Eduardo Jahn Montauban, pero al final
nada hallaron en el lugar.          
El doctor José Eugenio Sánchez Negrón, Cronista de
Ciudad Bolívar, estaba casi convencido que los
restos de Piar no estaban en El Cardonal sino en la
Catedral. Se  apoyaba en lo que dice el médico
británico John Roberton en sus memorias,
publicadas en 1822 por la casa Black Young and
Young de Londres, con el nombre de Journal of an
Expedition 1.400 miles up the Orinoco and 300  up
the Arauca.  Roberton vino a Guayana en marzo de
1818, seis meses después del fusilamiento de Piar,
contratado en Londres por López Méndez, como
cirujano del ejército libertador.  En Angostura fue
nombrado por Bolívar, director general de los
hospitales de las provincias libres de Nueva
Granada.  En sus  memorias se lee textualmente “de
la insurrección y condena de Piar, que fue publicada
en todos los periódicos ingleses, no necesito decir
nada.  Lo único que podría añadir es lo relacionado
a su muerte”.  El médico relata los pormenores del
fusilamiento y concluye diciendo “poco después su
cuerpo fue llevado a una capilla a medio construir y
sepultado privadamente”.
En 1979 cuando la Catedral fue reconstruida y
restaurada, el Ministro Leopoldo Sucre Figarella,
ordenó se aprovecharan los trabajos para tratar de
verificar si en realidad se hallaban inhumados allí 
los restos de Piar.  No se encontraron, pero como lo
dijo el propio Sucre Figarella en el Congreso, el 25
de abril de 1996, ya en su condición de senador, “no
es necesario contar con los restos para hacerle los
honores en el Panteón Nacional.  Con que se
decrete su incorporación y se haga constar
colocando una placa alegórica, creo que se puede
satisfacer ese deseo guayanés como venezolano. 
Por eso, señores senadores, apoyo totalmente la
proposición del senador Apolinar Martínez”.
Apolinar Martínez propuso que el Congreso de la
República ejerciera la atribución que le concede el
Artículo 150, ordinal 9º, de la Constitución de la
República de Venezuela, para convalidar lo
dispuesto en el Decreto del 11 de febrero de 1876,
y hacer efectivo los honores del Panteón Nacional a
los Generales en Jefe José Félix Ribas y Manuel
Piar.  En tal virtud se colocarán sendas placas de
mármol con sus respectivos rostros o perfiles y
correspondientes leyendas en alto relieve.  La del
General Ribas dirá: “General en Jefe, José Félix
Ribas, 1755-1815.  El General Ribas, sobre quien la
adversidad no puede nada.  El héroe de Niquitao y
Los Horcones será desde hoy titulado El Vencedor
de los tiranos en La Victoria.  Simón Bolívar” y la del
General Piar: “General en Jefe Manuel Piar, 1774-
1817.  La victoria del General Piar en San Félix es el
más brillante suceso que hayan alcanzado nuestras
armas en Venezuela.  Simón Bolívar”.
Resuelto de esa forma el problema de los restos, se
pensó entonces en tratar de dar con los archivos
confiscados a Piar en Angostura, pues, según el
doctor Ricardo Pardo, son muy importantes y
posiblemente su hallazgo arroje luz sobre la
conspiración de los pardos contra los blancos a que
se refiere el informe oficial  “Misión Especial del
Agente Irvine”. Enviado por el Presidente Monroe,
de los Estados Unidos, Juan Bautista Irvine vino a 
reclamar  indemnización de dos goletas
norteamericanas atacadas por los patriotas.  Para
llegar a Guayana se embarcó en Margarita con el
Almirante Luis  Brión, quien le comentó que el
General Petión, Presidente de Haití, le había
causado graves daños a los patriotas porque estaba
financiando una revolución de Castas, es decir, la
insurrección de negros y pardos contra los blancos. 
Pardo suponía que  la desaparición de los archivos
de Piar se debió a que allí podían estar documentos
comprometedores de esta conspiración y como
Bolívar le debía favores a Petión, quien había
suministrado los recursos para la Expedición e Los
Cayos, ordenó colocarlos fuera de circulación, pero
con la indicación de que no fueran destruidos, por
el indeclinable respeto que él sentía por la historia.
Pardo suponía que esos Archivos estaban
enterrados en la misma casa donde estuvo preso
Piar y conforme a tal conjetura se practicó
inútilmente en 1975 una exploración y excavación
en dicho inmueble con los auxilios del Ministerio de
Relaciones Interiores y del Gobierno del Estado
Bolívar.
Piar ha sido reivindicado por la historia y su nombre
ha sido dado a ciudades, municipios, pueblos,
barrios, calles, parques, liceos, escuelas,
promociones como la de la Escuela Militar en 1953
e instituciones sobresalientes.  Tras los honores los
honores del Panteón Nacional decretado por
Guzmán Blanco, se le han venido erigiendo
monumentos.  El 11 de abril, aniversario de la
Batalla de Chirica le fue erigido el primero en
Guayana por decreto del entonces Presidente del
Estado Bolívar, Manuel González Gil. Correspondió
al poeta José Ignacio Potentini, el honor de 
pronunciar entonces el discurso inaugural.  El
monumento erigido en el puerto de San Félix,
consiste en una columna de cemento romano,
coronada en sus catorce metros con una busto del
héroe de Chirica, modelado por el escultor Rafael
de la Cova y vaciado en marmolina por el  Ricardo
Carera.
Un segundo monumento fue erigido por la Orinoco
Mining Company en el Centro Cívico de la Ciudad de
su nombre (Ciudad Piar), el 6 de abril de 1968.  Se
trata de un busto de bronce sobre un monumento
de mármol con un alma de 1,75 metros de altura,
obr del escultor Santiago Poletto Lomberti,
caraqueño, quien también modeló las estatuas del
Libertador Simón Bolívar y la del General Manuel
Piar en Willemstand, Curazao.  En esa ocasión el
doctor Luis Villalba Villalba, presidente de la
Sociedad Bolivariana de Venezuela,  dijo en el
discurso inaugural que “Al Libertador y a Piar los
hermanó la muerte; y la justicia histórica borró las
querellas y vela sus nombres como común
patrimonio de gloria”.
En octubre de 1979, una placa de mármol con letras
doradas, alusivas al fusilamiento de Piar, hizo
colocar la Dirección de Cultura del Estado Bolívar,
en el muro occidental de la Catedral que se coteja
fue el lugar de su ejecución.  El texto, redactado por
el historiador Manuel Alfredo Rodríguez, dice “El 16
de octubre de 1817, a las cinco de la tarde, fue
fusilado en este lugar el General en Jefe Manuel
Piar, vencedor de Maturín. El Juncal y San Félix -  La
victoria que ha obtenido el General Piar en San
Félix, es el más brillante suceso que hayan
alcanzado nuestras armas en Venezuela.  Simón
Bolívar.  Homenaje del Pueblo de Guayana-1979”.
El lugar fue visitado el 29 de marzo de 1990, por el
Premio Nóbel de Literatura, Gabriel García
Márquez, quien vino a verificar la descripción del
fusilamiento de Piar en su novela “El General en su
laberinto”.  Lo hizo acompañada de su esposa
Mercedes, María Di Mase, Cecilia Matos, el Capitán
de fragata Julio Peña Acevedo y Willian Riera.
CAPITULO XXVIII / Piar en la literatura
 Manuel Piar en la vena del poeta de Guayana   –  
La tragedia de Piar sobre las tablas.
 

Imágenes espiritualmente reconfortantes del poeta


de la misma tierra que sintió sus pasos de guerrero
desde el Caura hasta Angostura donde los excesos
apagaron su grito.  Estas imágenes del poeta de la
misma tierra se perciben con mayor fuerza a la hora
de reflexionar la Historia que las de aquellos
distanciados de lo telúrico como el Gabo que sólo
abrevó en la fuente de la noticia cuando describió
su fusilamiento en “El General y su laberinto”.
            No ocurre lo mismo con Mimina Rodríguez
en “Héroes y Espantapájaros” donde la imagen del
hombre inmortalizado en San Félix rebasa hasta
hacerse universal. Tampoco con Elías Inaty en su
“Carta al General Piar”, ni Iris Aristeguieta en “Las
Espinas del Cardonal” ni menos con René Silva en su
“Acusación” o Silfredo Martínez en “Nuestro 
Héroe”, quien guarda sus maldiciones en un cofre
secreto.
            “Héroes y Espantapájaros”, canto dramático
de Mimina Rodríguez Lezama, alcanza a Piar de
alguna manera, lo persigue en su destino y lo
retrata, aunque no como él propiamente, pues bien
puede ser él en Guayana, el Che en Bolivia o García
Lorca en Visnar de Granada. Lo importante, en todo
caso, es el hombre “el hombre conjugando ríos en
la memoria”. Piar es un mar de cosas en la memoria
que abruma, se encrespa, se derrama y se levanta.
            Mimina Rodríguez Lezama que es poeta
nacida en la tierra de la siembra, en la tierra del
granero de la guerra emancipadora, sabe por la
memoria atávica y telúrica, de aquel    hombre que
conoció el espantapájaros  y que vio pasar por su
vereda cargado de tristeza hacia designios aún no
comprendidos. Sabe también del día que cayó y se
hizo leyenda, del día que sobre el bermellón de su
corazón trizado anidaron los pájaros sin temor a los
espantajos y las enredaderas subieron airosas por
las jarcias de las balandras surtas y casi agónicas en
el puerto. De allí su narración con propiedad del
drama de esta plaza y de estas calles de su pueblo.
Llenas de casas solariegas en ruinas que lloran con
lágrimas de paraparos y música de Quena la muerte
de aquel hombre que llevaba en su guerrera un
arcoiris de amor.
Le conocí. Un día
le vi pasar
cargado de tristeza. Era
difícil comprender entonces
los designios.
¿En esta misma plaza?
¿En estas mismas calles?
¿En este mismo pueblo?
Aquí cayó,
aquí se hizo leyenda,
cubrí su corazón trizado
con nidos, enredaderas y
balandras.
Era delito pronunciar su
nombre.
Traía un arcoiris de amor
en la guerrera.
            Elías Inaty del extinto grupo Aureoguayanos
que tenía su Partenón en la misma Plaza donde
fusilaron al héroe de Chirica, nunca pudo pasar por
alto en su vida de poeta prestado a la medicina el
paredón del sacrificio que estaba frente a su
escuela ni la contrapartida de aquella batalla
abrileña que empezó en el Orinoco y terminó en la
confluencia del Coroni con airosos vuelos de pájaros
y relincho de bestias.
Esa tarde de abril
ríos, pájaros y bestias
sintieron el dulce pavor
cuando la valentía colérica
hizo temblar la tierra
de esa Mesa de Chirica
que nos dio muchas mesas vedadas.
General Piar
allí quedó hecha tu estatua
de agua, follaje y tierra
con todas las medidas del tiempo
Héroe de  San Félix
si el desacato libra,
salve General tu desacato
Él descarrío metódico y valiente
pasó a vigencia de Patria
porque tu patria no fue tu cuna
sino la libertad
y aunque tu épica parecía doméstica
iluminó la Venezuela de Carabobo
y la América de Ayacucho
Y brillaron en los brazos de tus soldados
“Los laureles de San Félix”
General,
la historia te busca todos los días
derogando las pasiones
Yo busco tu sepultura
para besar la tierra que te cubrió
porque allí quedó sembrado Piar
Y allí florece Piar
Y desde allí el polen de Piar
se esparce por la Patria
¿Dónde estuvo sustancialmente la razón?
 El imperativo irremisible
te apartó de una beata supeditación
para salvar la República
Tu corazón a caballo
latía al compás del combate
Era él huracán de un guerrero
con estrella fugaz
Fue breve tu otoño
de apenas cuarenta
pero renace en cada primavera
como un recuerdo herido
en el alma venezolana
Si todo terminó para ti,
todo comenzó para los que fuimos llegando
aplaudiendo tu gloria
General
desde tu jaula al paredón
yo escuché tu grito subterráneo:
Viva la Libertad!
            Iris Aristeguieta también es de la tierra que
sirvió de surco a la semilla guerrera de Piar. De allí
que cuando la simiente germina y florece como el
araguaney, ella se va a la montaña o al río y se
espiga buscando el aroma bermellón que brota por
cada espina de El Cardonal encrespado.
El Cardonal se encrespó
de angustia
y abortó la tierra
que sirvió de reposo
al guerrero
Y eran las cinco de la tarde y aullaba el viento
y el crepúsculo embravecido
arrojaba fuego sobre el río
empapado de amargura
Manuel Piar fustigó los minutos
de espera con fogosos recuerdos
Montó sobre el caballo
de sus tinieblas
hendió el silencio de la noche
con su grito de guerra
y revivió una a una
sus fieras victoriosas
escupiendo al final
(sin escrúpulos)
los postigos de sus hazañas heroicas
y no pudo detener el momento
las piedras lanzadas
por sus compañeros y amigos
esculpieron el muro de la ejecución
y la  luna caminante
perfilaban en el delirio
le hizo hervir en apasionada
sangre de cuarenta años
Y con esclavina azul
roída por el desprecio
de aquel dieciséis de octubre
salió el reo del claustro
para mirar de frente con espantosa parsimonia
la impoluta Catedral
convertida en su patíbulo
por decreto
Y eran las cinco de la tarde
cuando Ciudad Bolívar
encrespó su altivez
para esperar el cadáver del príncipe guerrero
águilas de infinitas latitudes
devuelto al bizarro Dios de la gloria
clavado en el Cardonal
con la cruz del martirio.
            René Silva Idrogo también es un poeta
prestado a la medicina que ausculta los latidos del
río cada agosto cuando trata de rebasar la Piedra
del Medio para ponerse a nivel de la Plaza en un
intento por lavar la sangre sedimentada en las
espinas del Cardonal.
Lento el amanecer y lento el día
-el guerrero escrutaba la memoria-
si ayer se combatió para la gloria
la gloria es ignominia si es la mía
Marcará mi final el nuevo día?
Insaciable avariento de la historia
todo peso de luz es sólo escoria
maña de ensañamiento e insania
Es gavilán que todo lo vigila
y asciende si destruye o aniquila
mi pobre oscura piel atormentada
Y si pudo en la guerra ser hermano
le exigió su envoltura de mantuano
el grito de mi sangre asesinada
 
            Silfredo Martínez nació con la piel salpicada
de arena y río como los otros y correteó sin cesar
tras el espectro de Piar por los senderos de la
Laguna del Porvenir donde sólo hallaba pájaros,
lagartos, y caminos perdidos entre follajes y piedras
que al final de la insistencia le confiaron lo que él
dice guardar en su cofre secreto.
Llegaron de sitios distintos
con un sueño por dentro
y se trajearon de azul fatal
para enfrentarse en la llanada de Chirica
el combate duró una lluvia
de piedras dulces.
Entonces, el héroe de la provincia
inmerecida
el hombre del signo perdido
se fue quedando sin alma y sin camisa
y a la usanza de un gitano
sólo contaba con un caballo y
un carro de fuego tirado por canes famélicos.
Sus enemigos vestidos de seda amarilla
destrozaron la última mueca de la defensa.

 Piar sobre las tablas


 La compañía Regional de Teatro de Guayana,  bajo
la dirección artística de José Simón Escalona y los
auspicios del Conac, Grupo Theja y Dirección de
Cultura del Gobierno Regional, debutó durante los
días 13, 14 y 15 de diciembre de 1991 en la Concha
Acústica, con la obra “Piar” de Javier Moreno.
            Javier Moreno, dramaturgo prácticamente
formado en el Grupo Teja, es autor de varios
dramas exitosos, entre ellos, Romeo y Julieta,
Muchinga, El Anillo de los Nibelungos, Comedia sin
título, Bolívar y La Virgen de Coromoto.
            Haber penetrado el drama de Bolívar, le
despejó el camino. Piar, el  Libertador de Guayana,
el estratega, el General invicto, es un personaje de
leyenda; que siempre estuvo enfrentado al designio
de la fatalidad y por el cual no puede menos que
sentirse empatía.
            Moreno siempre se sintió atraído por la
figura de Piar. De manera que cuando José Simón
Escalona le dijo que escribiera el drama, fue directo
a una documentación y bibliografía que con
anterioridad tenía precisados. Anales de Guayana,
La Guayana del Libertador, Caudillo de dos colores,
aunque pocos objetivos en el enfoque histórico, no
podían faltar. Abrevó en esas fuentes sin dejarse
sugestionar por la subjetividad de presuntos
bolivarianos o piaristas y luego su vena de
dramaturgo y poeta hizo lo que tuvimos la ocasión
de apreciar cuando la obra fue expuesta al público
bolivarense.
            El dramaturgo no agrega nada nuevo a lo ya
sabido sobre Piar.  No tiene ningún aporte histórico
o de crítica social nuevo. Simplemente  se limita
tratar a Piar dentro de  los patrones de una tragedia
clásica.  Lo favorece una empatía total con el
personaje, pero no se inclina ni por una posición ni
por otra con relación a bolivarianos y piaristas..
            Moreno estructuró la obra partiendo del
discurso que redactó el  Juez- fiscal Carlos Soublette
para enjuiciar Piar. Soublette acusa al héroe de
Chirica de haber levantado la voz del hermano
contra el hermano, la del hijo contra el padre y la de
la oveja contra su pastor. Lo que Moreno cuenta en
la obra es el cómo. Cómo Piar los persuade para
que se subleven.  Por supuesto, es una revisión del
pasado de Piar desde la posición límite de su
muerte. Cuando lo van a fusilar, él recuerda todo el
pasado. Va revisando lo que pasó realmente.  Hay
un elemento novedoso en la obra y es que quien lo
ayuda a trasladarse en el tiempo es la idea fija del
Río que se le aparece como un personaje que le
dice: “¡Tú no quieres estar aquí, vamos!” Y Piar
pregunta: “¿Para dónde?”. A lo que responde el Río:
“Para donde tú quieres estar”.
Entonces Piar viaja al pasado, al futuro, va al
presente y se consigue con que hay una especie de 
negación  de la figura de Piar y eso él no lo puede
entender. En ese momento de incertidumbre, sin
conocer aún la sentencia, empieza a desesperase
porque cada vez va analizando los hechos del
pasado, se va dando cuenta que lo van a condenar.
En ese punto el Río personificado en forma de
duende interviene para tranquilizarlo.
Surge otra escena donde vuelve a demostrar que lo
van a matar y exclama: “¡Quieren mi muerte!” Y el
Río lo reconforta haciéndole comprender que la
muerte puede ser perfectamente la ascensión a una
forma superior de vida.
En la obra se trabaja bajo el concepto clásico de la
tragedia porque no hay  buenos ni malos sino
circunstancias desfavorables que atropellan al
protagonista. Si el protagonista se equivoca o yerra
un poco, las consecuencias son desmedidas o
desproporcionadas.
La Obra Piar, dirigida por el propio Javier Moreno
bajo la supervisión de José Simón Escalona, fue
interpretada por 24 actores, todos bolivarenses,
distribuidos en 30 personajes. El acto inaugural tuvo
como escenario la Concha Acústica del Parque
“Leonardo Ruiz Pineda” durante los días 13, 14 y 15
de diciembre. La música compuesta especialmente
por Angel Chirinos, director de la Banda Dalla Costa,
fue en vivo y traduce sensiblemente la lucha
dialéctica entre el rebelde y la fatalidad.  El papel de
Piar fue encomendado al novel actor Armando
Ramírez, un joven bolivarense salido prácticamente
de la nada. Neptalí Hurtado  personificó al Río
Padre.

CAPITULO XXIX Oratorio y Creencias


El espíritu de Piar invocado por el maestro Luis
Morales Bance - Visiones y ruidos extraños en la
Casa que sirvió a Piar de capilla ardiente - Los
fantasmas de El Cardonal
-   El espectro que atormentaba al Libertador - El
caballo desbocado que cruza las pampas de Aragua
de Maturín
-   La taza de su último trago amargo.
Un día de jimio de 1994, el maestro Luis
Morales Bance, invocó en la Catedral de Ciudad
Bolívar, el espíritu del Héroe de Chirica, a través de
una composición musical, con texto de José Manuel
Peláez, que él llamó «Angostura, el oratorio de
Piar». Se valió para ello de la Cantata de Solistas de
Venezuela, el actor dramático Gustavo Rodríguez,
los Niños Cantores de Villa de Cura y la Coral Voces
de la Gran Sabana.
Un Oratorio que obedece al momento específico de
su muerte, montado en el escenario donde se
movió Piar antes de recibir la descarga de su
ejecución. De ninguna manera, como bien lo afirmó
su autor en esa oportunidad, se trata de una obra
histórica ni se pretende con ella hacer historia, sino
que busca que la gente se acerque al personaje, que
lo sienta e intente vivir lo que él seguramente
experimentó momentos antes de ser pasado por las
armas. También, se desea con ella hacer ver de
alguna forma a Piar corno el cordero de la
patria que debe ser ajusticiado para que la patria
sobreviva.
A través de la música y del texto, en fin, sus
autores intentan construir una imagen que los
anales de la guerra emancipadora quizás no han
podido revelar sobre Piar, la del hombre emocional
traducido en una especie de mártir de la historia.
Se escogió para hacer el papel protagónico al
actor Gustavo Rodríguez, no sólo por ser guayanés,
sino por sus valor histriónico y porque siendo
alumno de primaria de la Escuela Heres, que tenía
por sede el inmueble que sirvió de prisión al prócer,
era castigado en la misma celda como a cualquiera
de sus compañeros que cometieran alguna
travesura.
En torno a esa casa restaurada se tejieron
cuentos, consejas y visiones como sombras que
pasaban tarde de la noche, aldabonazos en puertas
y ventanas, ruidos de cadenas, relinchos de caballos
desbocados que pasaban por la cuadra, entre ellos
el enigmático caballo de tres patas.
La señora Bernarda Calderón, quien vivió ochenta
años en los predios de «El Cardonal» donde
presuntamente sepultaron los restos de Piar, me
contó durante una entrevista que aparte de las
flores que el bachiller Ernesto Sifontes colocaba
sobre un cardón del patio de su casa, dos liceístas
que estudiaban por las noches a la luz de un poste
cercano, dejaron de hacerlo porque «algo misterio-
so se percibía en su patio, ruidos, tambores y
últimamente la sombra rara de un militar». Contaba
que su marido extinto también veía sombras
extrañas, ¿y usted no ha visto ni sentido nada?, le
pregunté y dijo: «Yo también, mijito, he tenido mis
visiones, pero la gente de ahora se ríe, no cree en
esas cosas».
Comentaba 'doña Bernarda que muchas veces oyó
decir que el fantasma de Piar también de alguna
manera se le aparecía al Libertador y es posible que
esta leyenda haya llegado a los oídos de Gabriel
García Márquez que la tradujo de esta forma en su
novela histórica «El General en su laberinto».
En su novela, el novelista se imagina la ejecución
de Piar, puesta en la memoria de Bolívar, trece años
después, en el colombiano pueblo de Soledad, de
tránsito hacia la muerte.
hamaca y contempló por la ventana la plaza
solitaria y polvorienta, la iglesia de muros
descarnados, y un pleito de gallinazos por las
piltrafas de un perro muerto. La crudeza de los
primeros soles anunciaba un día sofocante.
-Vamos nos de aquí, volando -dijo el general. No
quiero oír los tiros de la ejecución.
José Palacios se estremeció. Había vivido ese
instante en otro lugar y en otro tiempo, y el general
estaba idéntico a entonces, descalzo en los ladrillos
crudos del piso, con los calzoncillos largos y el gorro
de dormir en la cabeza rapada. Era un antiguo
sueño repetido en la realidad».
Aragua de Maturín, donde acampó Piar la última
vez y donde fue aprehendido por los carabineros
del general Manuel Cedeño, también conserva
reliquias y cuenta lo que pueden ser fábulas o
verdades. La señora Paula Felipa Velásquez contaba
que en el momento de la aprehensión de Piar, doña
Rosa Cabello de Silva, la vecina de la casa donde
pernoctó, le llevó café bien caliente en una taza con
su respectivo platillo que aún se conserva en el
hogar de la familia Vásquez.
En ese mismo municipio que lleva el nombre del
prócer, todavía los vecinos sienten por las noches el
trote de la montura de Piar. Gente hay incluso que
la ha visto partir desde una Mata de Chica de_la
que ya no queda sino el tronco añoso en las
inmediaciones de la iglesia. El romancero del lugar,
Epiménides Mérida, canta en una de sus
composiciones lo que le contaba su
abuela: «Ella solía contar / que de la Chica salía / y
todo el pueblo decía / que era el caballo de Piar / Se
sentía al caminar / el ruido de las charnelas /
aullaba el perro Centinela / echado junto al fogón /
son cosas de las contiendas / que dejan esa
secuela /»viandante, sino también en Pozo Azul y
Manaroca y a esta creencia vuelve a dar pábulo el
mismo romancero: «Saliendo de Pozo Azul / con
rumbo a la Manaroca / en un caballo fantasma /
Piar sin cabeza galopa / Tambores negros / cascos
sonoros / llantos de perros / remotos coros / Nadie
lo ve ni lo toca / todos oyen su tropel / nadie le ha
oído la boca / Nadie lo ha visto volver / Sayonas
ni encapuchados / le entorpecen su camino / solos
los chaures desvelados / y ojos de aguaitacaminos /
Alma en pena que vigila / la paz de la noche
oscura / noche oscura que titila / con Piar, llama en
la llanura / Tambores negros / cascos sonoros /
llantos de perros / remotos coros / ». 

INDICE
Piar, guerrero de mar y tierra (Portada)
CAPITULO I / Natalicio de Manuel Piar
CAPITULO II / Piar de lleno en el combate
CAPITULO III / Piar y Ribas contra Bolívar
CAPITULO IV / Piar pierde su invicto
CAPITULO V / Tercera fase de la República
CAPITULO VI / Guayana en la mira de Piar
CAPITULO VII / Piar en Guayana
CAPITULO VIII / Piar frente Angostura
CAPITULO IX / Piar ocupa las Misiones
CAPITULO X / Dragones de Piar en acción
CAPITULO XI / Batalla de San Félix
CAPITULO XII / Bolívar se instala en Guayana
CAPITULO XIII / Piar versus Padre Blanco
CAPITULO XIV / Piar abandona a Bolívar
CAPITULO XV / Aprehensión de Piar
CAPITULO XVI / Piar preso en Angostura
CAPITULO XVII / Proceso contra Piar
CAPITULO XVIII / Proclama contra Piar
CAPITULO XIX / Las acusaciones continúan
CAPITULO XX / Comparece Piar ante el Fiscal
CAPITULO XXI / Careo y Confrontación de Piar
CAPITULO XXII / Cargos contra Piar
CAPITULO XXIII / Defensa de Piar
CAPITULO XXIV / Condena del Consejo de Guerra
CAPITULO XXV / Sentencia y ejecución de Piar
CAPITULO XXVI / Proclama de Bolívar sobre la
muerte de Piar.
CAPITULO XXVII / Arrepentimiento del Libertador
CAPITULO XXVIII / Piar en la literatura
CAPITULO XXIX Oratorio y Creencias

FUENTES  BIBLIOHEMEROGRAFICAS

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA VIDA


PUBLICA DEL LIBERTADOR José Félix Blanco y
Ramón Azpúrua. Volúmenes V y VI. Ediciones de la
Presidencia de la República. Caracas 1978 / CARTAS
DEL LIBERTADOR Volúmenes  I  y III. Líderes
Editores. Caracas / MEMORIAS DE O´LEARY Tomos
XV y XVI / ARCHIVO DE SUCRE / Fundación Vicente
Lecuna. Banco de Venezuela Tomo I. Caracas,
1973 / ANALES DE GUAYANA Bartolomé Tavera
Acosta. Ciudad Bolívar 1913   / DIARIO HISTORICO
DE VENEZUELA J. R. Mena Moreno. UCV Caracas
1969 / HISTORIA DE MARGARITA Francisco Javier
Yánez. Caracas 1948 / HISTORIA DE LA PROVINCIA
DE CUMANA Francisco Javier Yánez.  Caracas 1947 /
ESTUDIO BIOGRAFICO DE JOSE FRANCISCO
BERMÚDEZ José Mercedes Gómez.  Cumaná 1989 /
VOLUNTARIOS BRITÁNICOS E IRLANDESES EN LA
GESTA BOLIVARIANA Eric Lambert. Tomo I.  CVG.
Caracas 1981  /  DIARIO DE BUCARAMANGA  L. Peru
De La Croix. Ediciones Centauro. Caracas 1873 /
IMPRESOS DE ANGOSTURA Pedro Grases 1817-
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República.  Caracas 1969 / BOVES, EL UROGALLO
Francisco Herrera Luque. Caracas / LA GUAYANA
DEL LIBERTADOR Manuel Alfredo Rodríguez.
Ferrominera Orinoco  1982. / GACETA OFICIAL DE
GUAYANA No. 22. del 17 de mayo de 1876 /
MEMORIAS DEL GENERAL O´ LEARY Volumen 15.
Edición facsimilar del original de la primera edición,
Ministeio de la Defensa 1981./ MONAGAS Y SU
SABER TRADICIONAL Juan José Ramírez. Caracas,
1985 / ACTA DE LA SESIÓN DEL SENADO  Congreso
de Venezuela 25 de abril de l996 / HEROES Y
ESPANTAPÁJAROS Mimina Rodríguez Lezama. AEV,
1991 / REVISTA MOMENTO “Piar ser el libertador
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HISTORICO Fundación Boulton No 41. Mayo 1976 /
EL GENERAL EN SU LABERINTO Gabriel García
Márquez. Novela. Bogota 1989 / TRABAJOS
PERIODÍSTICOS DE AMERICO FENANDEZ:  “Al
Libertador y a Piar los hermanó la muerte”, reseña
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Nacional, 07.04.1968;  “Piar no se llamaba Manuel
Carlos sino Manuel María Francisco”  declaración
del restaurador, paleógrafo y traductor venezolano
Ricardo Pardo. El Nacional, 15.07.1975; “El origen
de Piar” entrevista al historiador Asdrúbal González.
El Nacional, 22.10.1979; “Buscan los restos del
General Piar” El Nacional, 15.06.1980;  “Piar muerto
y redivivo”, Correo del Caroní, 16.10.1991; “Manuel
Piar en la vena del poeta de Guayana”-Correo del
Caroni, 11.04.1992; “Piar: itinerario de una
muerte”  Correo del Caroní, 16.10.1994; “Natalicio
de Manuel Piar” Correo del Caroní, 27.04.1997.
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