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BATALLA DE BOQUERÓN

LA GUERRA DEL CHACO (1932-1935)

Autor: LUIS VERÓN

BATALLA DE BOQUERÓN
 
LA TOMA DE BOQUERÓN

Boquerón fue el tercer fortín paraguayo tomado por los bolivianos dentro del marco de represalias por la retorna
de la laguna Pitiantuta. Establecido como vanguardia, a 60 km al sudoeste de Cacique Ramón (Isla Po'i), y 143 km
de punta riel de Puerto Casado. Luego del primer ataque boliviano, en 1928, la guarnición aumentó en efectivos,
llegando a completar el de un escuadrón. En esa época se dio comienzo a la organización defensiva de la plaza
consistente en una zanja continua, trazada en la periferia del fuerte, pero sin cerrarse en reducto, sino abarcando
solamente el sector que da vista al gran cañadón, o sea, mirando al sur y suroeste.

El destacamento boliviano que debía tomar Boquerón salió del fortín Muñoz (actual General Díaz) bajo la
comandancia del teniente coronel Luis Emilio Aguirre. Estaba compuesto por un escuadrón del regimiento Lanza,
un batallón del Campos y otro del Campero.

Al amanecer del 31 de julio de 1932, los paraguayos notaron la presencia de fuerzas enemigas desde varias
direcciones. Eran alrededor del millar de hombres que avanzaban incontenibles, apoyados por artillería y una
escuadrilla aérea.

Durante dos horas la guarnición paraguaya de Boquerón resistió denodadamente, mientras las tropas bolivianas
acortaban cada vez más la distancia. En momentos en que iba a producirse el asalto, las fuerzas paraguayas
abandonaron Boquerón simulando una desordenada retirada hacia Isla Po'i.

Días antes del ataque, la oficialidad del fortín, al mando del teniente Eulalio Facetti, había concretado un
ingenioso plan de defensa del fortín, concebido durante a comandancia del teniente Heriberto Florentín: una
fortificación simulada, ubicada en un primer plano, y otra, también simulada, a orillas del bosque cañadón de por
medio, al norte del fortín, con excelente visión hacia el mismo, a manera de emboscada. Cuando se acercaron los
atacantes, los hombres de la guarnición del fortín se dirigieron a sus puestos de combate y desde allí se
dispusieron a recibir a los infatuados atacantes con un ala de fuego sorpresiva y fulminante que destruyo a la
columna, aniquilo a más de un centenar, abatiendo, inclusive, al propio jefe del destacamento, comandante
Aguirre.

Aprovechando el desconcierto inicial, los paraguayos escaparon y los bolivianos capturaron el fortín. Ante la
muerte del comandante Aguirre, tomo la jefatura de fortín el teniente coronel Manuel Marzana Oroza.
 
BOQUERÓN: PREPARATIVOS PARA EL ATAQUE

Para ejecutar la orden del Presidente Eusebio Ayala, el teniente coronel Estigarribia instaló su puesto comando en
Isla Po'i, convertido en Villa Militar, situado a 80 km de Punta Rieles y a 60 de Boquerón.

En pocos días, este fortín se convirtió en sitio de agrupación de reservistas. En sus alrededores se instalaron
campamentos militares, grandes talleres, depósitos de materiales, etc.

En una reunión con sus oficiales, el teniente coronel Estigarribia dio a conocer su estrategia, la que iba a sostener
a lo largo de los tres años de lucha: "Vamos a entrar en una guerra de comunicaciones, en la cual el ejercito que
logre dominar las comunicaciones del enemigo será el vencedor".

Para realizar el ataque al fortín Boquerón, todo el mes de agosto, las fuerzas paraguayas fueron concentrándose
en Villa Militar.

Para contrarrestar la que se consideraba cierta posibilidad de un ataque de gran envergadura, el general Carlos
Quintanilla, comandante boliviano en el Chaco, instaló en el fortín Saavedra la VII División de Infantería boliviana,
para respaldar a la VI División de Infantería de su ejército, además de proponer a su gobierno el ataque al fortín
Nanawa, al sur, y al fortín Rojas Silva, al este. El primero fue descartado y se llevó adelante el segundo,
capturando el fortín casi sin combatir, el 6 de septiembre.

Al día siguiente, los 5.000 hombres del Primer Cuerpo de Ejército paraguayo, comenzó a marchar rumbo a
Boquerón por los dos caminos que convergían a aquel punto desde el este. Prisioneros tornados en escaramuzas
anteriores en un lugar denominado Huijay (rebautizado Puesto Carayá), el comando paraguayo sabia que el fortín
estaba ocupado por aproximadamente 1.200 hombres. Cinco mil paraguayos, consideró, eran más que suficientes
para arrollarlos en pocas horas.

En la Villa Militar, el teniente coronel Estigarribia disponía de 9.500 hombres.


 
LA DEFENSA BOLIVIANA DE BOQUERÓN
 
A la muerte del teniente coronel Luis Emilio Aguirre, había asumido el mando de la guarnición de Boquerón el
teniente coronel Manuel Marzana Oroza, un oficial sereno y modesto, Era uno de esos soldados para quienes
"una orden que se da es una orden que se cumple".

La consigna que tenían los defensores bolivianos de Boquerón estaba expresada en el radiograma del Estado
Mayor General Boliviano: "El Capitán General ordena y la Patria pide no abandonar Boquerón de ninguna manera,
prefiriendo morir en su defensa antes de dar el parte de retirada. Quebrantar la ofensiva paraguaya en este punto
será suficiente para desmoralizar al enemigo y sobre todo para dar un desmentido ante América de otra
propaganda paraguaya sobre la incapacidad de nuestras tropas".

La posición de Marzana, ante esta consigna fue: "Hijos, vamos hacer respetar el uniforme que vestimos. Ningún
soldado debe retirarse hasta haber quemado el último cartucho". Y así seria.

Desde que fue tomado el fortín, el teniente coronel Marzana, secundado por el mayor Germán Jordán y los
oficiales de su destacamento, organizaron la defensa de la plaza abriendo trincheras, despejando campos de tiro,
construyendo nidos de ametralladoras, colocando alambradas y destacando patrullas a los alrededores.

Las fuerzas de que disponía Marzana antes de iniciarse la batalla no era de 1.200 hombres como calculaba
Estigarribia, sino que estaba conformado por "un teniente coronel comandante de batallón, 1 mayor, 4 capitanes,
7 tenientes, 14 subtenientes, 2 médicos, 1 enfermero, 1 chofer, 320 soldados del regimiento Campos, 40 soldados
del regimiento 16 de Infantería, 24 soldados del regimiento Lanza y 30 de artillería, haciendo un total de 449
personas armadas de 350 fusiles, 13 ametralladoras pesadas, 27 ametralladoras livianas, 2 cañones Krupp con 130
granadas, un cañón Schneider, con 66 granadas y 2 ametralladoras antiaéreas con su dotación".

Otros autores, por su parte, sostienen que la cantidad de los defensores bolivianos de Boquerón ascendía a unos
800 hombres "si se tienen en cuenta los refuerzos que llegaron hasta el fortín durante los combates".

LA SITUACIÓN DE BOQUERÓN
 
La guarnición de Boquerón tenía como misión asegurar la defensa del sector central del dispositivo boliviano en el
Chaco meridional. Aseguraba también la defensa de cuatro puestos instalados en los alrededores: Ramírez, al
oeste; Lana y Cabo Castillo, al sudoeste; y Yucra, al sur, con 258 hombres del Regimiento de Infantería 16 Castillo,
57 del Regimiento de Caballería Lanza y 80 hombres de artillería y servicios (aquellos fortines, una vez caídos en
poder de los paraguayos, serán rebautizados como Teniente Fernando Velázquez, Teniente Luis Camperchioli,
Teniente Guillermo Arias y Capitán Oscar Rivas Ortellado, respectivamente).

Al sur del fortín se encontraban los fortines Arce, Alihuatá y Rojas Silva, sostenidos por un batallón del RI 14
Florida y una fracción del RC5 General Lanza. Los dos primeros, una vez en poder del Ejército paraguayo, serán
rebautizados con los nombres de Doctor Gaspar Rodríguez de Francia y Mayor Ruperto Zenteno,
respectivamente.

En el sector norte estaban los fortines Platanillos y Toledo, en poder de los bolivianos, sostenidos por el
Destacamento Peñaranda, formado por el R14 Loa, el R15 Campero y fracciones del RC5 Lanza, con un total de
unos 500 hombres.
El 8 de septiembre, aviones de exploración y centinelas de puestos avanzados dieron la voz de alarma a los
bolivianos de que los paraguayos se estaban acercando a Boquerón.
 
BOQUERÓN: LA GRAN BATALLA
 
Cinco mil hombres de las tres armas del Ejército paraguayo estaban listos para "hacer trizas de Boquerón",
defendido por solo unos 700 u 800 hombres. La realidad fue otra: Se necesitaron veinte días de constante asedio
para derrotar a los sitiados, que sucumbieron por la falta de elementos básicos para su sostenimiento: agua,
alimento y municiones.

El 6 de setiembre de 1932, el Teniente coronel José Félix Estigarribia impartió la orden general de operaciones N°
1, para el movimiento inicial de la campana que se iniciaba: "1- Situación general- Tropas enemigas desprendidas
de Boquerón se acercan a nuestra posición adelantada de Pozo Valencia, probablemente para atacar y
apoderarse de ella.

"2- El cuerpo de ejército marchara mañana 7, a las cuatro horas, para reforzar las tropas de ocupación de Pozo
Valencia e impedir que el enemigo se apodere de dicho puesto.

"El cuerpo de ejército marchará en dos escalones: Primer escalón: I División de Infantería (menos el regimiento
Corrales), con el regimiento Valois Rivarola de Caballería N° 1.

"3- Ejecución del movimiento: Itinerario N° 1: camino antiguo de Villa Militar a Boquerón. Itinerario N° 2: Recta
Villa Militar a Boquerón. Durante los descansos, tanto de día como de noche, las tropas dejarán libres los caminos
a fin de permitir la circulación de los vehículos de abastecimiento.

"4- Seguridad: a cargo de la división del primer escalón. De acuerdo a esta orden de operaciones, la primera
columna estará a cargo del comandante de la división, mayor Carlos J. Fernández, mientras que la otra, un
batallón del RI2 Ytororó, al mando del capitán Abdón Palacios.

En Villa Militar, como ya habíamos mencionado, estaban concentrados 9.500 hombres: La Primera División de
Infantería (I DIP), equipada con 24 cañones de 75 y 105 mm, 15 morteros Stokes-Brandt y 250 ametralladoras
ligeras y pesadas. En Casanillo estaban 196 hombres del RC2 "Coronel Toledo"; 40 del R12 "Ytororó". También
estaba concentrándose la II División de Infantería. La III Divisi6n de Infantería, en vías de formación. Se contaba
también con el RCI "Valois Rivarola", una escuadrilla de aviones de caza.

Volviendo a los aprestos para atacar Boquerón, luego de siete horas de marcha las fuerzas paraguayas alcanzaron
el primer objetivo: Pozo Valencia, también llamado Pozo Negro, en cuyas cercanías se tuvo una escaramuza de
poca importancia con los bolivianos. El grueso del ejército pernoctó en ese lugar. Al día siguiente se buscaría
llegar al fortín objetivo de las operaciones. La zona donde este se encontraba era totalmente árida. En el fortín
existía un pozo excavado por los paraguayos y otro por los bolivianos, además de la existencia, en los aledaños, de
una aguada.

Al día siguiente, la columna paraguaya reanudo la marcha penetrando en una zona peligrosa. Además, se
desconocía absolutamente la situación del enemigo y del terreno. No se habían hecho los vuelos de
reconocimiento para explorar las condiciones del terreno y la organización de la defensa del fortín.

Tampoco se habían hecho patrullajes previos que dieran suficiente información a los atacantes, como tampoco se
contaba con cartografía necesaria y apropiada, ni fue utilizado convenientemente el personal conocedor de la
zona. En algún momento, la aparición de la aviación enemiga puso en riesgo a los paraguayos, cobrándose
algunas víctimas.

Llegados a las cercanías del fortín Boquerón, en la noche del 8 de setiembre se realizo un "somero
reconocimiento" hacia el este del fortín. Pero la ubicación exacta del mismo era un misterio para los paraguayos.
El dispositivo del destacamento al llegar frente a Boquerón, según el plan de ataque elaborado, fue el siguiente:
Primer escalón: R14 "Curupayty", a la derecha del camino viejo, y el R12 "Ytororo", a la izquierda del mismo. Los
hombres del regimiento "Curupayty", que habían sido desalojados en el combate del 31 de julio, pidieron para sí
el honor de actuar en el centro de la línea, con el anhelo de ser los primeros en ingresar al reducto. Los batallones
de los citados regimientos estaban apoyados por el grupo de artillería "General Roa".

De entrada, nomas tuvieron lugar una serie de errores y omisiones que, luego, costarían muy caro a las fuerzas
atacantes. Como ejemplo, en el caso de la artillería, la falta de cartas se hizo sentir en forma más palpable
todavía. La premura del tiempo disponible antes del ataque y el desconocimiento del terreno crearon al comando
de la artillería un serio problema.

Como reserva, en el segundo escalón, estaban los regimientos "Corrales" y Z1 "General Aquino". El regimiento de
caballería "Coronel Toledo" tenía la misión de marchar hacia Yucra y conquistar este punto, para evitar la llegada
de refuerzos bolivianos.

El amanecer del 9 de setiembre anunciaba un día de calor sofocante. A las 5:30, el "cerrojo" humano formado por
las unidades paraguayas, a la señal de un primer tiro de artillería, empezó su sigiloso acercamiento al fortín. Uno
de los brazos lo hizo a través del tupido monte, mientras que el otro lo hizo a campo traviesa. Las fuerzas
bolivianas, que habían pasado la noche en vela, estaban a la espera de cualquier señal.

A las 7 en punto, un estridente "¡Viva el Paraguay!" hizo cundir la alarma dentro del fortín. Los atacados, "como
tocados por un botón eléctrico", empezaron a abrir sus bocas de fuego, derramando una oleada de plomo sobre
las fuerzas paraguayas, logrando paralizar a los atacantes.

Entre tanto, el comandante de la IV División boliviana, con asiento en Yucra, dispuso el envió de refuerzos, que
fueron atacados por los paraguayos, causando numerosas pérdidas, así como prisioneros, entre ellos el
comandante de dichas fuerzas. Los sobrevivientes huyeron desordenadamente hacia Yucra. Horas después otra
columna venida desde Yucra tuvo un nuevo enfrentamiento con los paraguayos, siendo nuevamente derrotados,
resultando muerto su comandante.

Luego de varios ataques frontales que causaron numerosas bajas a los paraguayos, llegaron en su avance hasta un
centenar de metros de las posiciones bolivianas, en algunos sectores, y a menos de cuarenta, en otros. El nutrido
fuego de la fusilería y de las ametralladoras bolivianas diezmo inmisericorde las filas paraguayas, imposibilitando
todo propósito de capturar el fortín. Sumado a esto, una serie de imprevisiones - fruto de la inexperiencia-
imposibilito a los paraguayos romper la formidable barrera de fuego de los bolivianos, muy bien parapetados en
sus fortificaciones. Si bien se tenían dos baterías, además de dos morteros en cada regimiento, fusiles
ametralladoras y ametralladoras pesadas, la participación deficiente de la artillería en apoyo de la infantería, fruto
del desconocimiento del terreno, fue uno de los factores en contra de los atacantes. Alarmado por el cariz que iba
tomando la Lucha, el comandante divisionario (Fernández), recurrió a la reserva para conjurar la situación. Fue en
este momento que una bala perdida puso fin a la vida de uno de los más brillantes comandantes de batallón del
regimiento Corrales, el capitán Oscar Rivas Ortellado. La fogosidad del ataque paraguayo dio la impresión de un
innegable triunfo sobre los bolivianos, que el recién nombrado comandante del mismo regimiento, Juan Rovira,
evacuado por heridas, informo, a su llegada a Villa Militar, de la victoria paraguaya, noticia inmediatamente
transmitida a Asunción, donde la población entusiasmada se volcó a las calles en medio de una algarabía
generalizada. Las estaciones radiales de Asunción y Buenos Aires propalaron la noticia y el ministro de Guerra y
Marina, doctor Víctor Rojas, telegrafió a Estigarribia diciéndole: "En nombre del Presidente de la República
presento felicitación a los valientes jefes, oficiales y soldados que han vengado el honor nacional en la retoma de
Boquerón, mostrándose herederos de los guerreros del 70. Felicito a ese comando por la inteligencia certera con
que ha dirigido las operaciones, haciéndose merecedor de la confianza en el depositada por el pueblo y
gobierno".
Pero la realidad era bien otra y para no desmoralizar al público, desde ese momento se le negó toda información
sobre la real situación del ejército paraguayo en Boquerón. Durante los siguientes veinte días de batalla, se le
darán escuetas informaciones sobre luchas aisladas y escaramuzas producidas "en los alrededores de Boquerón".

Al final de aquel primer día de batalla, en filas paraguayas reinaban la confusión y el desconcierto, lo que fue
aprovechado por una compañía del R1 14 boliviano, al mando del capitán Tomas Manchego, para entrar en
Boquerón con refuerzos. También, entre los paraguayos, además de las balas bolivianas, un nuevo enemigo
empezaba a actuar: el terrible tormento de la sed.
Por otra parte, en Villa Militar, el comandante Estigarribia se vio obligado a reconocer que su confianza en una
rápida conquista del fortín a manos de los bolivianos era imposible. La táctica utilizada no dio los frutos
esperados.

Definitivamente, habría que cambiarla. ¿Hubo errores de cálculo en cuanto a la cantidad de bolivianos defensores
del reducto? Al no poder ser vencidos por las municiones de los fusiles, las ametralladoras y la artillería paraguaya
en ataques frontales con un alto costo en vidas humanas en el sector paraguayo, solo quedaba un camino: El 10
de setiembre, el comandante Estigarribia, en comunicación telefónica con el mayor Fernández, comandante de la
división atacante, convino en sitiar el fortín, cortando el "cordón umbilical" que unía a Boquerón con el fortín
Arce, vía de acceso de los refuerzos bolivianos, y lograr rendirla por medio del hambre, encerrándole en un férreo
circulo. La orden impartida fue la siguiente: "La división comenzará en el día, después de reorganizadas las
unidades, un sitio reglamentario".
 
EL ASEDIO A BOQUERÓN
 
La férrea resistencia opuesta por los bolivianos ante los intentos paraguayos de retomar el fortín en el primer día
de la batalla de Boquerón obligó al comando paraguayo a reformular su estrategia, decidiéndose a sitiar el
reducto, cortando todas sus comunicaciones y aprovisionamientos, logrando rendirlo luego de veinte largos y
sangrientos días. La batalla en si fue rica en enseñanzas para las fuerzas paraguayas.

Las fuerzas paraguayas estaban muy afectadas moralmente por el fracaso del primer día de batalla, por lo que la
operación de rodeo se llevo a cabo de una manera bastante irregular, llegando a completarse el cerco recién
después de tres días. Los regimientos "Corrales", "Ytororo " y un batallón del "General Aquino" fueron destinados
a cortar el camino Yucra-Boquerón, donde llegaron luego de un día de empeño y luego de sufrir los
inmisericordes embates de la sed. Solo disponían de una lata de 18 litros por compañía, que se había distribuido
en el momento de la reorganización, sin disponer, desde entonces, de ni una gota más.

El 13 de setiembre se había completado el cerco al tomar contacto una patrulla del "Corrales" con hombres del
destacamento Palacios, que habían hecho el envolvimiento por la derecha. Mientras tanto, las unidades del
centro y la artillería paraguaya atacaban sin descanso a los bolivianos de Boquerón.

Hacia el este del fortín el sistema de trincheras de los bolivianos tenía una pronunciada saliente, llamada Punta
Brava, y fuertemente atacada por los hombres del regimiento "Curupayty", consiguiendo en varias oportunidades
aproximarse bastante, aunque sin poder conquistarla.

Cuando Marzana se dio cuenta de la táctica de rodeo desarrollada por los paraguayos, impartió ordenes
terminantes para que se ahorre munición con miras siempre a prolongar la resistencia hasta el último cartucho.
Desde que se completó el cerco, el ataque paraguayo y la consiguiente reacción boliviana tuvieron momentos
dramáticos. Por un lado la artillería paraguaya buscaba denodadamente destruir el fortín y, por el otro, los
bolivianos se defendían como podían, inclusive con el apoyo de la aviación que vomitaba sus bombas en filas
paraguayas. El regimiento "Corrales", que inicialmente tuvo un dramático debut, se convirtió, juntamente, con el
batallón de zapadores "General Aquino", luego de varias escaramuzas exitosas, en dueño y señor de la
retaguardia, obstaculizando todo intento boliviano de hacer llegar refuerzos y materiales a los sitiados.

Dentro del fortín, la escasa munición de los tres cañones de que disponían se había agotado al segundo día de
lucha. Las ametralladoras pesadas se trasladaban de un sector a otro para reforzar los puntos más amenazados.
Desde Muñoz, el comando boliviano buscaba afanosamente romper el cerco impuesto por los paraguayos y
restablecer las comunicaciones. La misión fue encomendada al destacamento de Enrique Peñaranda, que contaba
con 300 hombres 'del regimiento "Campero", 250 del "Loa" y un escuadrón de caballería al mando del mayor
Moscoso. Estos hombres debían lidiar con los 2.000 paraguayos del Corrales y un escuadrón del RZ1,
primeramente y, si lograban rebasar, con los hombres del "Ytororó", ubicado frente a Boquerón.

Obviamente, no pudo cumplir su misión. Los días siguientes, el destacamento Peñaranda reiteradamente trató de
romper el cerco paraguayo, pero otros tantos fracasos fueron el resultado. En su porfía, tuvo hasta el aporte de
un carro blindado, pero no pudo lograr su objetivo. Solo un puñado de hombres al mando del célebre capitán
Víctor Ustares logró burlar las posiciones paraguayas e introducirse en el fortín sitiado. Poco después, durante un
recorrido de patrullaje, enfrentado a una posición paraguaya, Ustares cayó fulminado. A la semana de iniciado el
asedio, los hombres de la I DI paraguaya empezaban a dar muestras de cansancio. Por suerte, la II DI se había
incorporado a la lucha, instalándose en el ala izquierda, peleando en dos frentes: presionando a los sitiados y
deteniendo a los que intentaban ingresar al fortín.

El 16 de setiembre llegó una nueva pléyade de jóvenes entusiastas: el R16 "Boquerón", integrado por cadetes de
la Escuela Militar, comandados por el mayor Arturo Bray, director de esa casa de estudios militares, apoyado por
una sección de artillería, además de los armamentos propios de la infantería: fusiles, ametralladoras y morteros.
Su entrada en acción seria hacia el norte del fortín sitiado.

Juntamente con las otros unidades (parte de los regimientos de infantería, zapadores y grupos de artillería:
"Curupayty", "2 de Mayo", "General Aquino", "General Roa", "Ytororo", "Coronel Toledo"), la totalidad de
hombres desplegados en la primera línea fue de unos 4.750.

El plan de Estigarribia, proyectaba en un primer momento el ataque por el R16 "Boquerón" y I División de
Infantería, de las posiciones establecidas entre el fortín mismo y la orilla meridional de la parte del bosque que lo
rodeaba. Este ataque debía estar apoyado por la II División de Infantería del teniente Coronel Gaudioso Núñez,
con 2.815 hombres, ubicada a la izquierda de la I División de Infantería y extendida por 1.500 metros a partir del
viejo camino Boquerón-Villa Militar.

En un segundo momento, la Primera División apoyada por el RI6 a la izquierda y la II División a su derecha, debía
atacar desde el norte hacia el sur de un lado y de otro del camino Boquerón-Yucra hasta el límite del bosque que
rodeaba al fortín. Toda esta maniobra debía estar apoyada por tres aviones de caza Wibault y tres Potez de
reconocimiento y de bombardeo.

En la mañana del 17, los paraguayos, con ocho cañones de 105 mm, 14 de 75 mm y 20 morteros, y las
ametralladoras pesadas y livianas de los tres regimientos participantes, atacaron encarnizadamente el fortín,
siendo respondidos de igual manera por los sitiados desde sus posiciones avanzadas y sus formidables nidos de
ametralladora.

El regimiento "Boquerón", en un momento de confusión, ante el porfiado ataque de los bolivianos que los atacó
por sorpresa, se replegó permitiendo el rebase de algunas unidades bolivianas hasta las cercanías del fortín,
logrando entrar en el reducto sitiado, llevando víveres y municiones, aunque insuficientes, a los defensores
bolivianos del fortín. A raíz de estos sucesos, y mientras el R16 se reorganizaba, Carlos J. Fernández puso en
movimiento su reserva. Mientras tanto, el R14 "Curupayty" atacaba furibundamente tratando infructuosamente y
con fuertes pérdidas de conquistar el punto estratégico llamado Punta Brava.

Al día siguiente los paraguayos intentaron nuevos asaltos, pero sin lograr abatir a los bolivianos. En tanto, los
sitiados apenas tenían víveres para un día más y agua en cantidad insuficiente para abastecer a los defensores.

La aviación boliviana trataba de aprovisionar a los sitiados, pero con resultados insignificantes, pues muchos de
sus paquetes de víveres y municiones caían en filas paraguayas. En las noches, "soldados bolivianos se arrastraban
hacia donde habían visto caer a sus enemigas en el combate del día y se aprovisionaban de su munición,
caramañola de agua y sus víveres. Estos, muchas veces, estaban empapados en sangre, pero ello no era
impedimento para que se los consumiera ávidamente". Un pozo de agua fue destruido por la aviación paraguaya,
el otro estaba ubicado expuesto al fuego enemigo tal que solo era posible acercarse en horas de la noche,
mientras que en el tajamar varios cadáveres se pudrían.

En esas condiciones continuo el sitio. El 28 de setiembre, los bolivianos llevaban horas sin víveres y las reservas de
municiones estaban agotadas. Los sitiados apenas disponían de cinco cartuchos por hombre, o sea, diez minutos
de fuego. Esa noche, Marzana convocó a sus oficiales, quienes le rodearon en el estrecho agujero que les servía
de refugio. "Sus rostros mostraban la huella dejada por 19 días y 19 noches de constante tensión nerviosa y la
escasez de alimento y agua". Luego de unos minutos de cabildeo, se decidió pedir a los paraguayos "una
capitulación con honor o perder Boquerón en la punta de las bayonetas".
Los jefes bolivianos acordaron que al amanecer enviarían a dos parlamentarios para solicitar una entrevista con el
comando paraguayo para negociar la entrega del fortín, a cambio de que se les permitiese retirarse con sus
heridos hacia Yucra.
En tanto, las fuerzas paraguayas que asediaban al fortín Boquerón, heroicamente defendido por los combatientes
bolivianos desde hacía casi tres semanas, se estaban preparando para un ataque general y definitivo. Boquerón
tendría que caer a cualquier costo.

Desde Punta Brava, dos hombres salieron con bandera de parlamento, llevando el siguiente mensaje: "El
comandante del fortín Boquerón al comandante de las fuerzas paraguayas en el mismo sector. Señor: el oficial
portador de la presente nota, capitán Antonio Salinas, lleva la misión de entrevistarse con Ud. en representación
mía. Dios guarde a Ud. Teniente coronel Marzana".

En filas paraguayas, según un testigo, "aun faltaba un cuarto de hora para la hora 'H', cuando se escuchó un breve
tiroteo en el ala izquierda, seguido de un prolongado 'grito patriótico lo cual era indicio de algún acontecimiento
favorable. Después, nuevamente un profundo silencio, interrumpido, de vez en cuando, por un extraño cuchicheo
en nuestra fila, que no podíamos interpretar, hasta que el cabo Brígido Mongelós, del grupo de mando, exclamó
de repente: '¡Bandera Blanca, bandera Blanca mi teniente!'.

"Automáticamente todas las miradas apuntaron hacia el sector señalado, en busca del signo de la rendición. La
tarea fue fácil, pues para ese instante una cortina de ropas blancas de todos los tamaños se había extendido de
punta a punta sobre la trinchera enemiga; camisas y pañuelos blancos atados en la punta de rusticas varillas
ondulaban pausadamente detrás de los parapetos. Era la rendición incondicional que ofrecían los bravos
defensores de Boquerón. Nuestra emoción fue tan grande que por algunos instantes nadie osó mover ni un dedo,
como si un poder mágico paralizara nuestras energías y nuestras voluntades. Además ¿por qué no decirlo?- un
poco de desconfianza o temor a lo que podría ser una trampa primaba en nuestro ánimo, hasta que un oficial, el
más decidido, se animó a gritarles: '¡Salgan de sus trincheras, sin armas!"'.

En el fortín nadie dio cumplimiento a la orden. Algunos momentos después, el mismo oficial trepando el parapeto
de su trinchera se dirigió hacia las filas enemigas, ordenando y urgiendo la salida con los brazos en alto de los
combatientes bolivianos. "Uno tras otro, los escuálidos pero heroicos defensores del reducto fueron saliendo por
la escalinata hacia un árbol designado como punto de reunión para los mismos.

EFECTOS DE LA BATALLA DE BOQUERÓN


 
Al enterarse de lo sucedido en Boquerón, el presidente Eusebio Ayala expresó: "Los oficiales y soldados bolivianos
que se batieron en Boquerón y son nuestros prisioneros... se comportaron con tal bravura y coraje, que merecen
todo nuestro respeto".

En el aspecto diplomático, mientras se desarrollaba la batalla de Boquerón, Bolivia aceptó las proposiciones de la
Comisión de Neutrales de cesación de hostilidades y sugirió la neutralización de dos Kilómetros alrededor de
Boquerón. Por su parte, el Gobierno paraguayo no acepto ninguna propuesta que no incluyera la devolución, por
parte de Bolivia, de los tres fortines capturados: Boquerón, Toledo y Corrales, y la desmilitarización de todo el
Chaco. Eran posiciones diametralmente opuestas y no hubo ningún acuerdo, pese a los esfuerzos de los neutrales.
En Bolivia, la caída de Boquerón afectó, más que nada, al gobierno del doctor Salamanca, que recibía furibundos
ataques de diversos sectores, en especial de la oposición, que exigía, entre otras cosas, su renuncia. Por otra
parte, se había dado demasiada importancia ante la opinión publica a la defensa del fortín asediado, de cuya
retención, afirmaban, dependía "casi la definición del conflicto".

La opinión pública empezó a pedir que se convocase al general Hans Kundt para encabezar el ejército, en la
situación en que se hallaba el país: una guerra internacional.

"Ni el general Kundt ni nadie remediaran la falta de efectivos, la deficiencia de armamentos y en general las
innumerables deficiencias orgánicas que caracterizan la actual situación", fue la respuesta de un alto jefe militar,
el general Carlos Quintanilla, comandante del Ejército en campaña.

Una de las consecuencias de la derrota boliviana en Boquerón fue la sustitución, del general Filiberto Osorio por
el general José L. Lanza, comandante hasta entonces de la III División de Infantería boliviana, en la jefatura
interina del Estado Mayor General. Osorio pasó a comandar el II Cuerpo de Ejército boliviano. La comandancia de
la III División paso a cargo del coronel Arturo Guillen y la de la IV División a cargo del general Oscar Mariaca
Pando.
Pero Boquerón probó que el enemigo al que se temía podía ser vencido y "desde allí ya no se hablaría de
defender al país a partir de las orillas del rio Paraguay. La unidad nacional saldrá consolidada". El Gobierno
decretó el 29 de setiembre el "Día de La Victoria". Esta victoria le valió al conductor del Ejército paraguayo su
ascenso al grado de coronel, así como de otros hocos oficiales. Por otra parte, se procedió a la formación de
nuevas unidades, como el II Cuerpo de Ejército; la IV División de Infantería, incorporada al I Cuerpo de Ejército, y
la I División de Caballería.

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