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La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los sistemas de salud deben proporcionar a

toda la población el acceso a servicios sanitarios necesarios, incluida la prevención, la promoción,


el tratamiento y la rehabilitación de calidad y garantizar que el uso de estos servicios no exponga
al usuario a dificultades financieras

En el sistema de salud en México se divide entre el sector público y el sector privado, dentro del
sector público se encuentran: Instituciones de seguridad social Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE),
Petróleos Mexicanos (PEMEX), Secretaría de la Defensa (SEDENA), Secretaría de Marina (SEMAR) y
otros] y las instituciones y programas que atienden a la población sin seguridad social [Secretaría
de Salud (SSa), Servicios Estatales de Salud (SESA), Programa IMSS-Oportunidades (IMSSO), Seguro
Popular (SP)]. El sector privado comprende: compañías aseguradoras y prestadores de servicios
que trabajan en farmacias, consultorios, clínicas y hospitales privados, incluyendo a los
prestadores de servicios de medicina alternativa.

La atención de salud en México se proporciona a través de un conglomerado de subsistemas


desarticulados entre sí. Cada subsistema ofrece diferentes niveles de atención, a precios distintos,
con diferentes resultados. Además de que esto dificulta la continuidad de la atención, también es
ineficiente, debido a los múltiples requerimientos que se requieren para mantenerse dentro del
sistema al transitar de un subsistema al otro. Esta configuración institucional del Sistema de Salud
no es adecuada tanto para los usuarios como para los contribuyentes

Nuestro país atraviesa por una transición epidemiológica; en la que se han modificado las
principales causas de enfermedad y muerte. Registrado una disminución de las defunciones
debidas a enfermedades transmisibles, y un aumento en la prevalencia y defunciones debidas a
enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), como la diabetes mellitus, las enfermedades
cardiovasculares y los tumores malignos; las cuales en su mayoría son prevenibles y controlables,
pero aún no son curables, generando múltiples gastos en las instituciones públicas de salud.

Esta transición demográfica, aunada al envejecimiento de la población, la emergencia de las


enfermedades crónicas y la comorbilidad y el aumento de las expectativas de los ciudadanos
exigen respuestas más equitativas e integrales de los sistemas de salud.

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