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Revista Voiecmed (evi op Uy Hos iT Aedel os ca toy Att Nt 5: MASOQUISMO-BULIMIA-AUTISMO. JEAN LAPLANCHE: Masoguismo » searfa an la neducclén generalitada; A, MARIONA: Un tema de la nifer; B. BRUSSET: oe in, Invoduccion; PJEAMET: Las conductas bulimicas, acomodaniento de tas sasrieiasiones narcisistas 7 objetales, V. GOLDSCHMIDT: Ideas de B- Brusset en: rpridopotologia y Metapsicotogia de [a adicién bulfnica”; B.ERUSSET: Conclusiones rapeateas sobre bultnia; &. BLEICHMAR: {lnvalidan 10s nuevos descubrimicnos ag rrminaciones pscogenciias del autizmo?; D. HOUZEL: Los enclaves antisticas ¥ Autism Sener entice, M,C. LAZNIK-PENOT: La sorprase de otro aterm; COEISSM AN, aoe stiis de una nifa cusista, H. GARBARINO: Yo-Ser y autismo, M. HERNANDEZ: PCOLAB. Travesia heca el espejo; LADAME: Le adolescenela entre sueto y accion (segunda part) 1N# 6: ANOREXIA-VIOLENCIA-HOLOCAUSTO. HELENE DEUTSCH: Anorésia nervosa HECTOR FIORINT. Comentarios; RODOLFO URRIBARRI: Comentarios; PHILIPPE TE AMMET. EI sbordaje psicocanclitca de les trastornos de les conductas alimentarias; RANA NORSA Y ANDREA SEGANTE: La anorexia y su organizacién relecionak: D. Pe BERT, Le bulimia yperversion o melancolia?; RUTH KAZEZ: Resumenes de Sraculoss MARCELO N. VINAR: Memoria y olvide. Un legado mortifero; MAREN TLRIKSEN, Inseripeiéntransgeneracional y raunatismo de la violencia politi: LUDWIG HABSLER: cerca dela transmisionrransgeneracional del srumatismo; TULUA S21LAGYL OL: Le segunda y tercera generacién de sobrevivientes del Holocausio Y she {condones ELSA CARTOLANO- ISIDORO GURMAN: La dinensin escénica det cena en la infancia; HUGO BIANCHI: Comentarios; MIGUEL RUBINSTEIN: Comencarios; M. DEL, PILAR YUFERA: Comentarios. ‘ltema del 87 soe plcss se complement con los aniclos see auismn de NS, de B Penick ‘7 Comedtatog ou NP 3 J. Barnes exe N15 como el esumen del bode R, Cab encl N° 3 del de 1. Barnes ent 2, ‘TEMAS PROXIMOS: DEPRESION - TRAUMA CONSTRUCCIONES - VERGUENZA PieraAulagnier IV Grupo - Paris ViAS DE ENTRADA EN LA PSICOSIS Sé por experiencia, y hace mucho tiempo, que soy estrictamente incapar de prever qué camino se me impondri en el curso de la eseritura de un texto, sea cual fuere la precisién del plan en mi mente al comienzo. De alli mi dificultad para decidir un titulo antes de terminar un texto, subiendo bien, y Uds. harén la experiencia, que espero sea soportable, de aque existe el riesgo de que el titulo sea poco fiel a la exposicién que presento. Cuando respondi a la invitacién de mis colegas de Bordeaux, y aprovecho para agradecerles y para decirles el placer que siento de estar ‘aqui, mi plan era claro, y ese plan era fielmente ilustrado por el titulo que propuse: “Vias de entrada en la psicosis™. En ese momento pensé lograr presentarles, y casi ditia presentarme ‘ami misma, una suerte de balance en relacién al punto en que me encuen- tro en mi comprensién de la problematica psicética 0, mejor dicho, de la problematica psiquica en la psicosis y, al-mismo tiempo, poner el énfasis fea mi capacidad de hacer un recuento de los obsiiculos que no he podido superar. Para hacerlo, tenia la intencién de dilucidar con Uds. cuales son las vias que, en el curso de la infancia debe recorrer el Yo para asegurar 2 su actividad de pensamiento puntos de referencia estables que puedan ponerlo al abrigo de ese modo de funcionamiento que amamos psicético. Es con esta intencién que comeneé a esetibir este texto y no he perdido esa intencién en el curso de la ruta, pero, quetiendo seguitla, me encontré en un camino que no pensaba tomar y que me ha SoU 8 Prera AULAGNIER afANET Ievado a un lugar al cual no pensaba deber volver: es decir, alas fuentes de ese trabajo de puesta en pensamiento por medio del eual un yo adviene ala escena psfquica. Lugar y fuentes que desde hace mucho tiempo detentan , eLrol de imén para mi propio pensamiento, y me pregunto a veces si mi pensamiento ha logtado renunciar a la ilusién de descubrir su origen y si no sera eso lo que persigo indefinidamente. Lugar que empero ctefa poder dejar de lado en el trabajo que les presento hoy. Error de juicio tanto mas sorprendente de mi parte ya que estoy bien situada para saber que, a mis ojos, cualquier anslisis posible de Ia psicosis pasa por el andlisis de las condiciones responsables de esa puesta en pensainiento pot el Yo, de su relacién consigo mismo y con el Yo del otro. Puesta en pensamiento que ese Yo del otro calificard de psiedtica cada vez que llega a proponerle una telacién que no forma parte de su pensable. Entiendo por ello proponerle al Yo del otto una telacién que no forma parte de los esquemas telacionales de los cuales dispone el Yo. Para mi no hay posibilidad de pensar la psicopatologfa sin, cen cierto sentido, volver a interrogarse acerca de esa actividad de pensar gracias a la cual un Yo existe. No necesito agregar que no existe ninguna psicopatologia que no concierna al Yo: hablar de tun fantasma o de un Ello neurético, psicético o perverso es es- trictamente un abuso del lenguaje. De lo que hablaremos en este caso es de la manera en que el Yo podré 0 no negociar su propia relacién, como Uds. veran, con Jo que es del registro del originario y con lo que es de registro de lo primatio. Sabiendo yo misma que tal es mi presupuesto en toda ex- ploracién tedrico-clinica, deberfa haber sabido también que otra vez trataria de encontrar una via de acceso a ese lugar de origen de la actividad de nuestro pensamiento con la esperanza de com- prender mejor la naturaleza de las diferentes capas geolégicas que componen ese Iugar de origen. Pero antes de proponer Ia discusién de algunos resultados de esta enésima exploracién de las fuentes, pensé que podria decirse del pensamiento humano que es una suerte de Nilo que fecunda el terreno humano, que hace humano a ese terreno, quisiera detenetme un instante con Uds., para que mi titulo tenga, no obstante, sentido, en las implicancias presentes en ese titulo. | ‘Ver en la psicosis un devenir posible del funcionaniiento del pensamiento, entiendo un devenir, es decit, rechazar considerarlo Ta consecuencia de un ya-ahi dado de entrada, sea bajo la forma nANET ‘ViAs DE ENTRADA EN LA Psicosis 9 de un Nombre forcluido o de un desequilibrio “constitucional” de las fuerzas que componen nuestro capital pulsional. Hablar de vias en plural es subrayar que la psicosis es el resultado de una setie de errores de recorrido y jamis de uno solo, es subrayar que la via que puede conducit alli jamais es lineal, sino que estd marcada, jalonada por una serie de efectos a postetiori que obliga al Yo a modificar su direccién cada vez, a elegir tal o tal otra ramificacién, a reorganizar su espacio y las vias que lo surcan a lo largo de todo ese tiempo que cubre el tétmino infancia. Hacer de la psicosis una consecuencia del trabajo de pensar que incumbe al Yo es situatlo de entrada en el registro relacional. La psicosis es, segiin mi opinién, la manifestacién més esclarecedora del cardeter especifico, insoslayable de todo trabajo de pensar: el Yo sélo puede pensar relaciones, le resulta imposible pensar fuera de un campo relacional. Que el objeto pensado sea él mismo, el Yo del otro, o el mundo, no cambia estrictamente nada. Esas “cosas” no pueden formar parte ni de lo pensable ni de lo investible por el Yo y, diria mds, ni tener un estatuto de existente psiquico a menos que el Yo pueda pensar Ia relacién presente entre él mismo como agente de Ia actividad de pensar y el obje- to, al cual sdlo puede captar desde el pensamiento, que es el representante psiquico que de él se forja. Lo propio del Yo es que todo existente sélo puede existi para él si a una tepresentacin de cosa se le puede aiiadir una reptesentacion de palabra, Esto es valido pata cualquier Yo, para cualquier actividad psiquica, sea en el registro de la neurosis, sea en el de la psicosis © en cualquier otto registro. Lo propio del pensamiento psicético es el confrontaros con tuna puesta en pensamiento del Yo acetca de si mismo y acerca del Yo del otro, que es la consecueneia de la puesta en forma de tun espacio relacional en el cual nuestro propio Yo no puede mo- ‘verse. El lugar donde el Yo del psicético sitia el Yo del otro cada vez que este tiltimo es soporte de investidura excluye a este segundo Yo del con- junto de las posiciones identificatotias presentes en su propio damero ‘dentificatoro. Para ocupat el lugar que se le asigna, ese Yo del otto (del otro... el Yo del otto aqui no es el gran Otro, hablo de otto Yo) el Yo del otro deberia descalificar, abandonar la totalidad de los 10 Presa AULAGNIER ANT referentes que le permiten organizar su propio espacio relacional de mane- ta no idéntica, eso no es posible, a aquella de los otros Yos, pero de manera tal que este espacio sea aceptable y cchabitable para estos titimos. Un tal sbandono pondrfa fin a la vida def Yo, que sélo puede ser soporte de investidura para si mismo si preserv4 la investidura de su puesta en pensamiento de la telacién presente entre él mismo y el Yo del objeto Fivestido. Peto una tal exigencia sélo puede ser satisfecha si el represen- tante psiquico que el Yo se forja del oto en tanto que soporte de investidurs, rno pone en peligro al representante psiquico que el Yo se forja de si nism, porque no hay posibilidad de investidura que no exija como prest puesto, una autoinvestidura de aquel que inviste. Es lo que deeia antes, Taando deeia que lo propio del Yo, de la actividad de pensar, es sélo poder pensar en relaciones. Pero decir que el pensamiento psicético es testimonio de la organizacién de un espacio relacional en el cual nuestro Yo no puede moverse, decir eso os silenciar la causa eventual de una tal rganizacién y, por lo tanto, la causa psiquica a la cual podzemos liger la psicosis, Fragilidad narcisista, negacién’ de Ja realidad, forclusién del Nombre del Padre, fracaso del trabajo de repata- cién do le fase depresiva, huida frente la prueba de la castracién, incapacidad de la madre de responder’ a las necesidades psiquicas del infans, tienen Uds. alli un muestrario de causalidades psiqul tas a las cuales las diferentes corrientes del pensamiento analitico adjudica ol advenimiento de una psicosis. Es indiscutible que 1a herida narcisista que inflige el tener aque tenunciar a ese Yo ideal que uno ereia ser, 0, a minima, devenir, due el abandono de un fantasma de fusién que os aseguraria 1a Gpropiacién ad eternum de un objeto conforme a vuestro deseo, que el horror de una castracidn que os excluiria del campo de lo Geseable, el fracaso de le funcién patema, es cietto que todos ‘esos encuentros eonfrontan al niffo con una setie de prucbas con- te las cuales las defensas de que dispone en el momento del encuentro,corren el riesgo de revelarse como ineficaces. Poner en evidencia la presencia mniversal de tales pruebas y de las consecuencias, de sus eventuales consecuencias sobre el funcionamiento pefquico, ha sido y sigue siendo totalmente esencial para nuestra comprene Fron de ese funcionamiento. Pero seria, a mis ojos, un error creer que ese hhecho nos autorizaria a ligar la psicosis a un acontecimiento psiquico fadvenido en un tal momento de la vida del lactante, olvidando que las consecuencias de ese acontecimiento, sea cual fuere, dependerdn de las WAIST ‘Vias DE ENTRADA EN LA ICOSIS u interpretaciones que le agregard aquel que lo ha suftido a lo largo de todo ese tiempo que definimos como infancia. ¥ volveré mis adelante sobre aquello que define ese término infancia desde una perspectiva analitica. Al ‘escribir eso pensaba en una expresién usada por Freud en su andlisis del trauma y del efecto de aprés coup con el cual explica que aquello que puede otorgar valor traumético a.un acontecimiento es en el aprés coup, el hhecho de que la hella de ese acontecimiento esté insrta en otro “contex- to significativo", es el término que emplea Freud: ¥ bien, yo dirfa que todo acontecimiento significative para la vida psiquica asi como su even- tual poder benéfico o traumético para el devenir del Yo, sélo podria com- prenderse si pudieramos, 1o cual es imposible, tener presentes en la mente Ia sucesidn de contextos significativos en los cuales el Yo lo ha inelufdo @ lo largo de todo ese tiempo que define el término infancia. ‘ies cierto entonces que es en el curso de la infancia que se define para cada uno su destino psiquico, también es cierto que no esti ett el poder del analista aislar, ni en el sujeto ni en el entomo familiar que fué cl suyo, una experiencia puntual que nos permitirfa decir: este es el moti- vo por el cual su hija es psicdtica, Lo propio de larelacién causa-efecto en la psique lo que caracteriza esa relacién en el registro psiquico- es que es el efecto y solo él, el que puede darn estatuto causal «un acontecimiento, Ahora bien, ese efecto ho esta fijado de una vez para siempre, el mismo es efecto de un encuentro que sera retomado, renegociado, reinterpretado por la experiencia que le siga. Seri en el cutso de ese largo y dificil trabajo de reinterpretacién de las experiencias vividas y de las huellas del pasado que una vivencia actual tiene el poder de removilizat, que el Yo va a trausformar su pasatlo ‘para hacer de él la fuente y la causa de su presente. Ese trabajo de transformacién deberi -o deberia- concluir en esa composicién relativamente estable gracias ala cual el Yo puede sustituir un tiempo pasado (y como tal, iremediablemente perdido, porque la ver- dadera pérdida es el tiempo, y esas partes de nosotros mismos que han estado alli, justo un instante antes o mucho tiempo antes ¥ que ya no estén en tanto tales) por un tiempo hablado, es decir, un tiempo historizado, gracias al cual ese mismo Yo puede preservar presente y viviente en st memoria Ia historia que se ha construido acerea de su propia infancia. Historia que protege del borramiento y de la desaparicién las imagenes de un Yo pasado en el cual debe poder aniclarse el presente, porque ningiin Yo fodti apne enantio manifests dem presen cfimero que no tiene otra funeién més que el inaprehensible pasaje de un ti .un tiempo futuro. panes eeeee eee IL 2 Pura AULAGNIER ANT Tiempo, Historia, Memoria, estuvieron en el centro de mi diserta- cién en el ltimo Congreso de Ménaco con el titulo de “Construir(se) un pasado”. Sélo volveré al tema pata recordar que, a mi modo de ver, el tiempo de la infancia recubre el tiempo necesario para que el Yo logre poner en forma y apropiarse de una version de su historia libidinal y telacional vivida con sus padres que le garantice que ni los padres ni nadie podré ya cuestionar el lugar que él ha venido, después de un largo camino, ‘ ocupar en su sistema de parentesco, ni la posicin de deseante, costes: ‘mente pagada, en la cual ha podido situarse al final de la infancia. Hace mucho tiempo, habia definido como “acontecimiento psiqui- co” cualquier experiencia afectiva que obligue al Yo a ocupar un nuevo casillero en su damero identificatotio y que mientras esté ealizando este cambio, lo obligue a conocer poco a poco aquellas posiciones que puede ‘ocupar en ese damero y aquellas a las cuales debe renunciat sea pot mposibles o por prohibidas. Pero todo movimiento identificatotio es siempre impuesto al Yo por la posicién que él piensa, con razén o no, debe ocupar para seguir siendo soporte del deseo del Yo del otro y para que este ultimo siga siendo a su vez, soporte de su propio deseo. ‘Toda historia relacional nos cuents la historia de las posiciones que el Yo sucesivamente ha ocupado para que una telacién de desco se preser- ‘ve entre él y el otro. A partir de un cierto momento el Yo va a desoubrir que existen posiciones en su damero identificatorio que sélo puede ocupar si estd dispuesto a abandonar ese primer lugar de deseado que él pensaba tan legitimo como asegurado, si estd dispuesto a corter el riesgo de situar en el futuro el eventual encuentro con otto deseante, otro deseante con el ue podria esta vez compartir un goce devenido legitimo. Pero para que esa remuncia y ese riesgo (porque diferir hacia el futuro un posible en- cuentro es correr el riesgo de que ese encuentro no se produzca nunca, siempre existe un riesgo en lo diferido porque nadie puede asegurarle al Yo que estaré alld para vivir ese tiempo futuro) sean aceptables, habré que asegurat a ese mismo Yo que los cimientos de su espacio identificatorio y de su espacio relacional no seran puestos en peligro, habré que asegurarle que aquello en que deviene tanto como aquello que le adviene no lo despo- see de aquel que ha sido y de aquello que ha tenido. Para poder evar esto a.cabo, el Yo debers transformar un cierto mimero de expetiencias afectivas, vividas y pasadas, en los fragmentos de una histotia relacional de la cual es el autor. Esos fragmentos, como las piezas de un rompecabezas se ubicardn en un conjunto que, una vez terminado, serd la representacién que se forja de si mismo como niffo, conjunto en el cual se encontrarin los representantes sucesivos de los objetos soportes de los deseos del Yo. DYANET ‘Vins DE ENTRADA EN LA FsICOSIS B YY reencuentto aqui en otro contexto una metéfora que me es familiar y a la cual he tecurtido a menudo: el rompecabezas. Ese conjunto consti tuird el nicleo central sobre el cual vendrén a adjuntarse las piezas que acompafiaran esa sucesién de cuadros que corren patejos con y que permi- ten ver al Yo y al otro su devenir. Ese Yo, por natutaleza, podria decir, esté condenado -el suyo, el mio- a un estado de cambio continuo. Pero la eleccién de las nuevas piezas no sélo dependerd del contomo de aquellas que componen el niicleo central del rompecabezas, sino que el micleo central también deberé ser lo suficientemente.sélido para soportar esos continuos agtegados. Cerrar el tiempo de Ia infancia supone que el Yo ha logtado apropiare de ese tiempo pasado, asegurarse que aceptar entrar en ‘un mundo y en un tiempo que le exigirdn una nueva organizacién de sus investiduras (exigencia que se acompaiiard, se entiende, easo contratio la rechazaria de entrada, de la promesa de que sélo ese cambio podré darle acceso a una posicién de deseante que ya no sea considerada prohibida); es necesario entonces, que esta exigencia, a pesar de esta promesa, corra pareja con la seguridad de que ese tiempo que deberd desde entonces conjugar como pasado no devenga por ello un tiempo perdido. Se le deberé asegurar al Yo que queda en posesién de un pasado de si mismo del cual su memoria le garentice la perennidad, sea cual fuere el devenir de ese pasado, incluso su borramiento de la memoria parental o de la memoria del Yo parental. En cuanto a lo infantil, diria que queda adujado y preservado en ese primer eonjunto, y como decfa, es ese conjunto el que decidira cuales piezas podrin ajustarse a su contomo y cuales no podrin. Pero todo lo que yo podria, o que un analista podria decir decir acerca de las condiciones {ue posibititan o no ese tiempo de conclusién de la infancia dependerd de las convicciones del analista con respecto a los factores qite han organiza- do ese espacio de la escena psiquica que ha permitido aun Yo advenit. Yo que slo adviene metabolizando en singular y en propio, quiero decir en ‘una materia propia (es una metifora, se entiende) esos “alimentos identificatotios” que, por naturaleza, le son extranjeros y que viene de otro lugar asi como él ha venido de otro lugar en lo que se tefiere al discurso. Le posicién del Yo es bien particular, se ubiea en un espacio psiquico preexistente e inmediatamente se encuentra enfrentado con fuer- zas pulsionales que tratarin de dominar al Yo para que sirva a sus propios _ objetivos, objetivos que siguen siendo, por otra parte, totalmente incognoscibles para el Yo. Otra patticularidad: es en el espacio psiquico de un otro Yo que, no sélo ha ocurtido la gestacién de ese Yo que adviene sino 14 ‘Piera AULAGNER) ANT ‘una gestacién que, de entrada, pretendia hacerlo nacer bajo la forma acaba- da de un Yo dotado de pensamiento, teniendo conocimiento de sus deseos, capaz de investir una relacién madre-hijo conforme a la anhelada por la madre. No es en su propio Ello que se encuentra el origen del Yo, no se puede, segiin mi opinidn, hablar de un Ello-Yo indiferenciado, pero yo diria que hay una primera indiferenciacién entre el Yo anticipado, Wevado en gestacién dentro de la psique del Yo maternal y el Yo que adviene. Indiferenciacién que durara un cierto tiempo en la psique matema, mien- tras que el Yo, desde su advenimiento sélo puede existir como diferencia do. Es en este encuentzo y por este encuentro que un Yo puede advenir. En “El Aptendiz de Historiador” escribia que desde su surgimicnto, el Yo tiene la intuicién de la existencia de un antes de si mismo, de un ya- ahi del objeto de sus deseos, asi como tiene periédicamente la intuicién, que se apresura a ahuyentar tanto como pueda, que esos objetos que s0s- tienen su deseo s6lo existen para esconder un objeto incognoscible, meta de un deseante igualmente incognoseible que se serviria de él. En una nota, en una de las notas encontradas después de la muerte de Freud, y pido disculpas por citar de memoria, no he tenido tiempo de ir 1 investiga, pero creo que Freud escribe esto: “el misticismo: la intuicién del Yo acerca de la existencia del Ello”. No garantizo que las palabras sean exactamente lo que yo digo pero estoy casi segura, es mas, estoy totalmente segura que la formala es muy concisa y que es eso lo que ella. dice. Ahora bien, ;qué es la experiencia del mistico sino la de su encuen- tro con el deseo de Dios y, a través de ello con la fuente omnipotente del deseo humano? Confrontado con la intuicién de la presencia en él mismo de un incognoscible, el Yo no tiene otro recurso que sustituirlo por un deseo que vendrfa de otto lugar. ¥ aqui abrité un paréntesis -no cteo que sea un parentésis, creo que esté bastante en el hilo de lo que acabo de decir~ para sefialar que en Freud hay una paradoja cayo peso y riqueza debe- ra meditse bien: por un lado la afirmacién (y citaré un pequefio pasaje del Compendio, que me parece tanto més importante por- que el Compendio fue escrito entre el "37 y:el.'38, es por lo tanto, un texto del fin del transcurso de esa biisqueda tedtica y clinica que fue Ia de Freud) de que aquello que podria lamarse el fombligo del deseo (como Freud hablaba del ombligo del sueiio), es decit, el Ello, es incognoscible (Ello que debe separarse de aquello que es del registro de Ia constitucién del inconciente formado -por lo reprimido porque ese puede conocerse... si la suerte nos sonrie) y por otra parte, lo que hard Freud y lo que aANT ‘Vins DE ENTRADA BX LA BICOSIS 15 ‘hardin todos los analistas después de él, es decir tratar de transformar a ‘ese Ello en cognoscible. Cuando Freud trata de llegar hasta el limite de lo que podria decirse para’ darle sentido, para transformarlo on cognoscible, yque pondra, que encontraré como hipétesis originaria? Veré alli la trans- cripcién de un primer deseo que habria acompaiiado nada menos que el pasaje del mundo mineral al mundo animal (lo que Freud esctibe sobre Ia pulsién de muerte) y verd alli las huellas de esa segunda figura del deseo que habrfa estado presente duratite el pasaje del mundo pulsional, del mundo de la horda al mundo cultural, al mundo social, ‘Ahora bien, yo diria que si ese incognoscible no podemos tomarlo simplemente como tal, si todo analista tiene Ia obligacién de tratar al ‘menos de construirse una hipétesis que le permita deducir, pensar lo que podria ser (ain sabiendo que hay un punto de interrogacién que subsistiré) Ia organizaci6n de ese crisol pulsional, de ese erisol que nos permite set y que es el Ello, es por el hecho de que tanto en el registro de la neurosis como en el de la psicosis, la relacidn del Yo con el deseo serd funcién de Ja relacidn que el Yo pueda establecer con su propio Ello. ‘Ahora bien, para pensar una relacién con un objeto que el Yo no puede conocer, este ultimo, el Yo va a sustituir a este excluido de su conccimiento por otro objeto, que es su obra, ¥ cuyos materiales toma prestados a los elementos de conocimien- to que puede adquitir acerea del deseo del Yo del otro. Freud, en el Compendio de Psicoanilisis nos recuerda que el conocimiento humano no puede descubrit el estado real de las cosas porque, dice, estamos obligados a traducit todas nuestras deducciones al lenguaje mismo de nuestra petcepeién, desventa- ja de la cual nos es imposible liberarnos jamés. Y termina ese pitrafo. escribiendo: “La realidad quedaré para _ siempre Incognoscible”. Y Freud continiia haciendo una analogia entre el procedimiento cientifieo y el procedimiento analitico, obliga~ do también él, el procedimiento analitico, a renunciar al conoci- miento del “estado teal” del Ello, pero procedimiento ca- paz de lenar ciertas lagunas ¢ inferir la existencia de procesos en si mismos incognoscibles, cito a Freud, “a partir de aquellos que el andlisis si puede conocer". Pero esta misma analogia, legitima pata estos dos procedi mientos, no se sostiene si uno se intertoga acotca de la relacién. del Yo con su mundo psiquico. Que la apatente solidez de ur 16 Piss AULAGNIER ANT ‘cuerpo sea la consecuencia de los limites de su visién, el Yo es capaz de ‘admititlo sin causatle mayores problemas, inversamente, cuando se trata de él mismo, en tanto que ser psiquico, no puede decirse a si mismo que Ja imagen que se reenvia setfa la consecuencia, sélo la consecuencia de los Mites de su visién psiquica, que él tal vez. sea otra cosa y que el espejo podria reflejar en lugar de su rostro, un conjunto de moléculas en eterno ‘movimiento, Tal imagen slo cabria en un film de ciencia ficcién y agrego que tal imagen sélo seria sostenible para mi mirada o la de Vds. porque sabriamos que se trata de un artefacto. Lo que es cierto para la imagen de si que le reenvia el espejo, lo es mis aiin para la representacién que se forje el Yo de si mismo en tanto sujeto psiquico. Sujeto que sélo puede ser captado a través del deseo que persigue o que trata de reprimir, cuya satisfaccién reivindica a grandes stitos, o que esconde, deseo que hace su gloria o que alimenta su vergtien- za y su culpabilidad. Una cosa le resulta imposible al Yo: ligar su deseo a ‘un otigen, a tna meta incognoscible, no ver alli mas que la manifestacién de fuerzas que ignora y que lo ignoran, lo cual reduciria al Yo a no ser mas que un titere al cual se le imponen tanto los gestos coma las réplicas; ahora bien, el Yo no es ni un titere, ni un simple engaiio, efecto de su desconocimiento, Es por ello que a esas “fuerzas ciegas”, el término es de Freud, que lo transformarian en un ciego por no ser perceptibles a su vista, el Yo suiperpondré aquello que ha podido conocer acerca de un primer deseo del cual ha sido objeto. El Ello, escribia Freud, ignora al Yo y sus intereses. El Yo puede ignorar todo menos ese otro Yo del cual necesita pata poder pensarse y para poder pensar, al hacerlo, su deseo. Un primer deseante mitico viene entonces a dar sentido al imposible origen de ‘una organizacién de lo viviente regida por leyes universales tan verdaderas para la célula del protozoatio como para las eélulas de nuestras neuronas. Origen que, a ese precio, deviene pensable porque se enuncia en términos de un deseo devenido, ditia, Yo-mérfico. Cada Yo va a recrear en una forma singular su historia del origen. Al comienzo esté el deseo de un Yo, peto si bien es asi como todo Yo comienza su historia, Ia presencia y las manifestaciones de ese deseo, lejos de enviatlo a lo universal, a una historia anénima, que tampoco tendria sentido, serén captadas y figuradas de entrada por y en la singularidad de una voz, de un cuerpo, de un seno, de un otro. Pero si se desea recordar que més alla de la forma que revista, el inico objeto al que apunta el deseo-del Yo es, sigue siendo y seguiré siendo el deseo de un otto Yo, o mas atin, que el tinico deseo de Yo es ser cl deseado del Yo del otro, se comprende que en tanto Ia madre o el padre aA ‘Vins DE ENTRADA EN LA PsICosis 7 sea el tinico deseante que pueda aseguraros que ocupdis ese lugar, la posibilidad de desear o de reconocerse como deseante queda sujeta a la presencia 0 ausencia del deseo parental. Mientras eso sea asi, Ia posicién de deseado no es separable de la de deseatite, lo cual quiere decir que el nifio continia imputéndole sélo al miembro de la pareja parental el poder de preservar en la imagen que el. Yo se teenvia a si mismo aquel de un deseado, condicidn necesaria para que el Yo pueda autoinvestirse, pueda deseat, amar, encontrar su apuesta narcisista en esa imagen de s{ mismo que piensa conforme a lo que es para si y a lo que es para el otro. Sélo si el Yo puede interiotizar en su memoria esa imagen de un Yo, de un Yo que en un momento ha sido objeto del deseo parental, sélo a ese precio puede sentirse seguro de que pase lo que pase, podrd encontrar su origen en el deseo de aquellos que lo han hecho nacer. Y es sélo a ese precio que ese mismo Yo podra aceptar ver y saber que el padre o Ia madre desea otros objetos y que él mismo no ha sido més que la realizacién de un deseo de hijo y no la realizacién de todos sus deseos; peto, sin embargo, es necesario que guarde la seguridad de que de ese deseo de hijo, él ha sido, efectivamente, la realizacién. A ese precio, podré, a su vez, ubicarse como deseante de un Yo futuro, deseante de un nuevo deseo o de un nuevo objeto de deseo que espera encontrar pero que reconoce no poseer aii. Esta espera sélo es posible ¢ investible si la imagen que él se ha construido de la infancia de su Yo esté ahi para aseguratle que ese lugar perdido, él Jo ha ocupado en un momento dado, para asegurarle que un infans era esperado por un deseante, sea cuales fueren por otra patte los eonflictos, las rentncias, que han jalonado el desarrollo postetior de su historia relacional, entiendo por ello la historia relacional entre los padres y su hijo. Pero estas reflexiones se refieren al trabajo de pensamiento que incumbe al Yo a pattir de su advenimiento a la escena ps{quica, trabajo resumido en una formula adelantada en otro contexto, pero que refleja bien lo que hoy es para mi en cierta forma lo esencial del punto que persigo, podria formularlas asi: Ia tarea del Yo es la de sustituir los efectos del Ello, los efectos de fuerzas pulsionales, como tales incognoscibles, por efecto de historia, y de una historia que el Yo conoce bien ya que ha sido guien la ha construido. Comprenderén, a partir de esta férmula por qué pude haberles dicho hace un rato que, en el campo del deseo, Ia rolacién presente entre dos Yoes depende de aquella que cada uno de ellos pueda ‘mantener por medio de este subterfugio que lo hace pasat por el Yo del otro, pero depende, no obstante, de Ia telacién que cada uno de los dos pueds mantener con su propio Ello. 18 Pura AULAGHIER ANT Pero tomar al Yo como punto de partida como he hecho hasta ahora equivale a elegir un momento de la vida ps{quica posterior a la puesta en actividad del aparato psiquico, posterior a toda esa primera fase de activi- dad que traté de captar con el término de proceso originario y de pietograma. Hay un antes del Yo, pero, como tratard de mostrarles y como Uds. sin duda saben, para que este antes tenga una continuacién deberd ser vivido de entrada por el Yo matemno en forma|de un Yo anticipado. Aqui los remito a todo lo que he escrito desde “La violencia de la Interpretacién” justamente sobre la funcién del Yo anticipado y sobre esa violencia nece- ‘saria por medio de la cual Ia madre interpretard en términos de sentimiento To que no es més que manifestacién de una actividad puramente pictogrifica del aparato psiquico. Decia entonces que para que haya un Yo, es necesa- flo que el Yo matemo impute a un Yo ain inexistente el deseo supuesto en Ja fuente de aquello que el cuerpo del Iactante le manifieste. Cuando el cuerpo del lactante muestra las consecuencias del conflicto que desgarra su mundo pulsional la mirada materna decodificard, o més bien, interpretard To que se ofrece a su vista como si se tratara de las consecuencias de un deseo que espera su presencia, su sonotidad, su pecho; su voz. Y si sus dones no alcanzan a calmar el sufrimiento del lactante, imputard le causa de ese fracaso sea al exceso del deseo infantil, sea a la incapacidad de su propio amor. Entre ella y el Ello del infans interpone un Yo gracias al ‘cual, y solo a ese precio puede pensar e investir su relacién con el nif. Sin ese Yo anticipado, ella no podria ni vivir ni investir, ni dar por existente la relacién que la liga a ese infans. Cuando habié del Yo anticipado, hay un corolario importante sobre el cual volveré, Es decir, que lo que la madre anticipa no es sélo un Yo forjado por su deseo sino que, lo que también anticipa conjuntamente en el mismo movimiento, es la anticipacién de una relacién madre-hijo y més precisamente la anticipacién de la ‘nica relacién que piensa posible y que puede investir entre su Yo y el Yo del infans, Yo que atin no esté alli pero ‘por medio del cual captaré al infans como un existente psiquico. Relacion Gue es la tinica que puede investir durante ese tiempo de espera, forma de felacién que el Yo del nifio, ella esté convencida, no podré menos que ‘hacer suya. Al hacerlo, ella anticipa su propio Yo en tanto portador de un deseo de hijo y en tanto conforme a la representacién de la madre que hhubiera quetido tener o que imagina haber tenido y luego perdido. Igual- mente, proyectard sobre el lactante por venir la imagen del lactante que hhubiera deseado ser, en otros términos, investiré la relacién fatura que piensa o espera tenet con ese lactante como una telacién que le permitiré evivir aquella vivida en su més remoto pasado, pero revivirla de una nfANET ‘Vins DS ENTRADA EN LA PSICOSIS » forma finalmente conforme al deseo que imputa a todo lactante y 2 toda madre, Sies cierto, como esetibe Froud a propésito del narcisismo, que los padres proyectan sobre el hijo los suefios narcisistas a !os cuales debieron renunciar, oon la esperanza de que el hijo los realizara, también es eierto que el suetio que alimenta la espera materna se tefiere también a la posibi- lidad de revivir en el presente un pasado sin sombra y sin conflicto, de realizar on forma inversa la experiencia de un momento de origen del deseo del cual esta vez podria guatdar el recuerdo. Momento de origen, expetiencia de una total conformidad entre dos deseantes, entre la oferta y Ja demanda, entre lo que se haria igualmente para uno y otro fuente de placer. Esperando que el nito realice en el futuro los anhelos nareisistas gue se han formado con tespecto a él. La madre espera del infans que le posibilite revivir en el presente, Iactante mediante, un momento de su propio pasado, momento que finalmente seria lo que uno hubiera querido que fuese, de acuerdo a una relacidn de deseo presente en los suefios y en la nostalgia de todo sujeto, ain cuando ningtin sujeto, estrictamente ningu- no, ha podido vivir una tal relacién ni el el presente ni en el pasado, Podria decirse que la imagen del Iactante que la madre se construye durante su espera, la calidad, la intensidad de la investidura de esa imagen serdn funcién (y es aqui que hubiera podido, pero no tendré tiempo para ello, ligar con la psicosis) de la imagen y de la investidura que ella habra ppodido o no preservar para la nifia que fue. El Yo anticipado (y ese es para mi un punto muy importante y también el punto al que queria llegar en lo {que concierne a la infancia) se compone de los elementos pertenecientes al ppasado de aquel que ejerce esa funcidn de anticipacién. El miembro de a pareja parental anticipa la posibilidad de un futuro del nifio que seria eonforme a aquel que él habia esperado sin duda, pero conjuntamente anticipa, y pata mi esto es igualmente importante para el destino de ese nifio, anticipa conjuntamente un presente que seria conforme al pasado que hnubiera deseado vivir. Si admitimos que por medio de esta anticipacion gue se opera de Yo a Yo, y desde siempre, elementos del pasado iran a formar patte del nicleo de ese Yo por venir, entrevemos la relacién patti cular que mantiene esta instancia, entiendo el Yo, con aquello del pasado que se transmitiré de sujeto a sujeto. ‘Huellas del pasado, cada vez modificadas por sus pasajes a través de los sucesivos eslabones en la cadena, pero pasado que impone a todo Yo tuna misma telacién de dependencia con el pasado de aquellos que lo han precedido y una misma relacién de anticipacién con el Yo de aquellos que Te seguirdn. Son estas dos condiciones igualmente indispensables para el 20 Pisra AULAGNIER JANET ‘Yo, porque el Yo no puede pensar su presente, y por lo tanto pensarse a si mismo si no puede preservar una relacidn de investidura con su tiempo pasado y con su tiempo futuro. Dos tiempos que sélo pueden aprehender proyectando un Yo que habria vivido el primero, el tiempo pasado, y un ‘Yo que viviré el segundo, el tiempo futuro. Ese Yo proyectado en el pasado no puede reducirse al propio Yo, quiero decir que el Yo no puede concebirse como tinico origen de sf mismo, y lo mismo se aplica a ese futuro que el Yo no puede reducir a la ridicula duracién de una vida. De alli la necesidad de poder anticipar un Yo futuro, de tomar entonces, una posicién parental. Resumité en estos términos los puntos esenciales de este esquema metapsicolégico que les propuse hoy. Si el objeto de la pulsién es intercambiable, siendo su tinico objetivo la satisfaccién, es decir, el encuentro de un objeto, sea cual fuerte, que se revelard fuente de un placer por siempre pre- sente, el objeto del Yo, a la inversa, es inmutable: es el deseo de otro Yo. Sea cual fuere Ia riqueza, el-caréeter heteréclito, la esfera de influencia de los objetos que el Yo perseguiri a lo largo de sa existencia, todos esos objetos deben su brillo al poder que se les imputa de imantar sobte aquel que los posee el deseo del Yo del otro, y lo mismo se aplica a los emblemas identificatotios que el Yo persigue y codicia, emblemas gracias a los cuales el otro reco- noceré en aquel que los posee a aquel que desea. Diria que el deseo es el tinico objeto circulante entre los Yoes, el organizador de ese campo relacional y de ese campo identificatorio que cada Yo recorre y remodela a todo lo largo de su existencia. Si, como dice Freud, el Yo tiene la intuicién de la existencia del Ello, es que tiene la intuicién de un origen del deseo que ha precedido su advenimiento, que tiene la intuicién de un fuera del Yo y de un antes del Yo tan enigmatico como incognoscible, como ese vientre en el cual se ha desarrollado ese ser tan enigmético para nuestro pensamiento como es el embridn. En el lugar de esos dos sitios igualmente incognoscibles, el Yo ubica aquello que cree conocer y aquello que conoce en parte acerca de las motivaciones ocultas, secretas, del deseo de un otto Yo respecto de él. Mientras esto ocurte, se agregard entre él y el Ello otra escena, una nueva escena que a veces adquiere la forma de una alcoba y otras la forma de una arena sobre la cual se mueven esta ver personajes que puede nombrat, es con ellos que juege y comparte sus roles. Desde entonces sustituye al conflicto pulsional que ignora, un conflicto que opone los representantes psfquicos que se forja de si mismo y del Yo del otto. Entre esos represen- WAN'T ‘Vins DE ENTRADA BR LA EsICOSIS 2 tantes psiquicos de un Yo forjado por el deseo de un otto Yo, debe ‘otorgase un lugar patticular a esa imagen que anticipa un Yo por venir, al anticipar un hijo como objeto de deseo. Detengémonos un instante en el Iugar de ese primer hijo, del cual Freud nos dice que todo sujeto ha comenzado esperén- dolo de su propia madre -todo sujeto sea cual fuere su sexo-, antes de poder demandirselo en un tiempo ultetior 2! padre del sexo puesto. Si podemos ver en esta segunda demanda la mani- festacién de un deseo edipico, presente en un nifio que ha podi- do establecer una relacién entre la sexualidad y el nacimiento, entre el goce de un cuerpo y la procteacién de un nifio, Ia prime- ra demanda, esa demanda por la cual un primer hijo seria deman- dado por todo set humano a su propia madre, no se referitia sino a aquello que serfa por excelencia el objeto del deseo, de todo deseo. No sélo datselo sino aceptar que se lo dé, permitir que un ‘mismo objeto reemplace Ia imposible fusién por la unién de dos deseos gracias a un solo y mismo objeto que los colme. Lo que el nifio demanda en esta etapa, en esta etapa, diria, de nacimiento del Yo, es participar en Ia recreacién de un’ nuevo’ nifio que no es sino él mismo. Lo que espera es que Ia madte le reconozea el poder de hacerlo renacer bajo la forma de un nifio cuyos progeni- tores serfan sus dos deseos, el deseo materno y el deseo del Yo naciente. Esa primera exclusién del padre no me parece analizable en términos edipicos sino en téminos narcisisticos: ese nifio de- mandado ofreceria al Yo el més fiel espejo en el cual podria teflejarse. Lo que alli veria seria la imagen de sf mismo, pero de un sf mismo ‘engendrado por su propio deseo. Imagen tanto mas maravillosa cuanto que contatia con la seguridad de ajustarse al deseo matemo. Es en este tiempo remoto que se enrollaré en la psique Ia primera imagen de un nifio como objeto del propio deseo. La organizacién edipica que se instalaré poco a poco, el encuentro con el padre, el deseo y la Ley sustituirin ese hijo demandado a la madre por otto hijo demandado a uno de los padres como prueba de Ia posibilidad de ser el uno para el otro objeto de goce. Ese hijo, Vds. saben, deberd ser, a su vez, aban- donado. Si la represién ha podido jugar su rol, si la represién del deseo edipico ha podido operarse, ese deseo de hijo quedara en suspenso durante un tiempo. A menudo se constata en este regis- tro, en el registro del deseo de hijo, Ia instalacién de un tiempo de latencia que finaliza con Ia entrada del sujeto en una sexuali- 22 Pura AULAGNER aYANT dad adulta y vivida. A patti de ese momento, un hijo redeviene objeto de deseo, y si ese deseo puede ser investido por el descante, este tltimo se construird la imagen de ese Yo anticipado, supuestaniente conforme a la realizacién de sus deseos. Esta imagen responderd a las catacteristicas que he analiz do més arriba, pero el rodeo que hice para recordar Ia larga via seguida por el deseo de hijo permite comprender mejor la com- plejidad de la composicién de ese Yo anticipado, Ya no se trata del Yo de un hijo originario esperado de la madre o el: del hijo edipico que le sigue, pero hay, no obstante, una filiacién entre esos hijos forjados por nuestro deseo, y el tltimo portard las hmuellas de aquellos que lo han precedido. Cuando decia que, con- juntamente con el Yo anticipado, la madre anticipa-la relacién que ella piensa presente entze ella 'y el Yo de ese hijo por venir, agregaba que al hacerlo, anticipa una relacién lactante-madre que harfa de ambos un objeto totalmente conforme a lo que esperan. Tener un hijo de su propia madre, revivir el origen de su deseo plasmado en forma de un lactante, son demandas que, como Vds. vieron, no son separables en el momento de su surgimiento. Pero si la primera -tener un hijo de su madre, como més adelante, tenet un hijo del padre, o inversamente segiin el sexo- cae bajo el peso de lo prohibido, encontraremos huellas de la segunda, es decir, poder revivir el origen de una relacién de deseo que seria totalmente conforme al deseo de todo Yo, encontramos huella de esta segunda en ese deseo de hijo presente en Ia futura madre. Creer que es finalmente posible vivir una relacién sin con- flicto, creer que os posible compartir un amor sin sombra, eso forma parte de ‘un suefio al cual ningin ser humano renunciaré jamés. Suefio que subtiende la sexualidad peto que la precede y, Megada a este punto, podria haber tratado de mostrarles en qué aquello que esctibo acerca de ese deseo de hijo, acerca de la evolucién de esa relacién madre-hijo anticipada, en qué aquello que puede ser desviado, imposible, velado on esa telacién, pue- de hacer comprender lo que se juega en la psicosis y porque es alli, es en los sucesivos cambios, modificaciones del hijo como objeto de deseo, en ese camino, que se diseiian las vias de entra da en la psicosis. Pero. creo, que lo prohibido no sélo concierne a Jo que es del registro de la sexualidad, sino también debemos prohibimnos demandar demasiado a Ia escucha de aquellos tienen a bien escucharnos, ByANET ‘Vins De ENTRADA BX LA PSICOSIS 23 Discusic Paul Martino - Gracias otra vez a P, Aulagnier por haber tenido a bien venir a Bordeaux, nos ha dicho ayer que es su primer viaje a la provincia por un Hamado del grupo de analistas, del cual no sélo forma parte sino que ha ereado -con algunos oiros, sin embargo! (interviene P. ‘Aulagnier). Le agradezco a ese titulas y sobre todo por esta magnifica conferencia de la cual tenemos la primicia, porque sabemos que cada nueva conferencia es ocasién de innovaciones en Ia marcha de su pensa- mionto. Son las 11.30, tenemos tiempo, y estoy seguro que P.Aulagnicr estard encantada de tener preguntas y que Uds. estarin contentos de plan- tedrselas. P. Aulagnier - Si, estaria encantada de que hagan preguntas pero dicho esto, me doy cuenta lo dificil que puede ser pedirle a la gente que intervenge asf, después de una exposicién muy estructurada acerea de la cual uno se ha esforzado en reflexionar, es demasiado pedirle un ejercicio ‘mental del cual yo personalmente seria estrictamente incapaz si estuviera, en esa posicién. Entonces... quédense tranguilos, hagan las preguntas que quieran, no se sientan culpables si no las hacen y diganse a Uds. mismos que yo en el lugar de Uds., bubiera hecho otro tanto! Tal como les dije, lo que lamenté un poco, y no son vanas palabras, es no haber tenido quince dias entre el momento en que eseribi esto y el momento de venir. Me decia, cuando terminé este texto que, en definitiva lo que hubiera sido interesante y posible, hubiera sido mostrar Ia evolucién del nifio como objeto de un deseo, esa evolucién en la cual traté de sefialar la etapa entre cl primer hijo demandado a la madre y que, de hecho, es una suerte de ‘demanda loca de un renacimiento de la posibilidad de revivir una experien- cia de origen de un deseo y una experiencia de origen que setia totalmente ‘conforme al suefio que uno tiene de ella. Si de allf se pasa al hijo tal como Jo modelard el deseo edipico y al hijo tal como deberd revelarse, si la represién ha podido mantener su rol en la psique parental y tratamos de ‘ver mis de cerca las posibilidades de evolucién de esa sueesién de hijos, de Yoos anticipados como representaciones de un deseo de hijo, pienso que podriamos, a partir de alli, ver donde se designan las vias posibles, vias que eventualmente van a conducir al Yo y a su funcién de pensamicn- to hacia la psicosis. Lo que me parece lo més importante no es muy nuevo para mi (ya esté en mis textos anteriores) es ol hecho de que al Yo le resulta imposible pensar y, por Jo tanto investir, un pensamiento fuera del registro de lo relacional, porque el Yo sélo puede pensar relaciones, lo cual quiere decir que si una relacién, que si un soporte relacional deviene ® hoe 24 Prema AULAGNIER YAN ‘no pensable o no investible, es el Yo que se desmorona. Por otra parte, creo que en un texto promunciado en el Congreso de ‘Ménaco habia algo que me parece encaminado en ese sentido y que tam- bién me parece muy esclarecedor para tratar de comprender lo que pasa en la psicosis. Hablaba del “trauma del encuentro”, era una metéfora por supuesto, la puse entre comillas. Decia entonces que para mi hay una suerte de etapa de indiferenciacién entre el Yo anticipado y el Yo que adviene: esta ctapa de indiferenciacién es preservada durante un tiempo X por cl Yo materno pero que, a la inversa, es en el estado de separacién ‘entre el Yo que adviene y el Yo anticipado, que nace el Yo. En un texto que se llama “Fuentes Sométicas y Discursivas de ‘uestras representaciones de la Realidad” (publicado en n/A N® 2), traté de mostrar lo que podia ocurtir en caso de que la madre fuera incapaz de ver, aceptar, investir la separacién que poco a poco se tevelaré como presente entre el Yo del niiio, ese infans que ella anticipd y lo que le impondré, le manifestara el funcionamiento somético de ese cuerpo, de ese ser real, de ese recién nacido (nouveau-né), nuevo set, insistiendo en el {érmino nuevo, que ocupa un lugar en Ia escena de la tealidadl. Encararia la posibilidad de que el Yo materno fuera incapaz de erearse, de forjarse una representacién psiquica del Yo del infans que se preste a ese conjunto de ‘modificaciones necesarias pare que la separacién entre ese representante Psiquico y ese ser presente en la escena de la realidad sea reconocida 0, si Uds. preficren, para que la scparacién sea compatible con un teconoci- miento de la autonomia, de lo no repetido que presenta ese infans que esta abi. Si vamos por el Iado de a psicosis, hay otra cosa sobre la cual insistia en ese texto, es la relacidn particular que se hard presente, seguin ti opinién, entre Ia investidura de un deseo de hijo (o de una funcién ‘materna o patemna, es valido para ambas) y la relacién ineonciente que el ‘Yo guardard con ese momento, el mis remoto de su propio pasado en el cual él mismo ha nacido. Pienso que tendremos asi, en la exploracién de esa via, una posibilidad de comprender mejor dos cosas: la primera se tefiere al enraizamiento de un no-deseo de hijo (a menudo respetable) Pero creo que esto nos permitird comprender otra cosa; es Ia razén por la cual, en ciettos casos, la experiencia del embarazo puede representar efec- tivamente para la mujer una experiencia psiquicamente peligrosa en el caso cen que ella haya podido preservar una relacién mis o menos satisfactoria con la realidad pero a condicién de preservarse de una situacién que la obligara a vivir en forma invertida una relacién Madre-hijo. El peligro puede extremarse hasta cobrar la forma de la psicosis puerperal, pero independientemente de eso, puede provocar esa forma de depresién, YANET ‘Vins DE ENTRADA EN LA PsIcosis 25 descompensacién, pérdida de indicadores, presentes en algunas mujeres ~ gue, hasta el momento en que devinieron madres parecian haber desarro- Mado defensas efectivamente eficaces. Creo que se abren aqui una serie de ‘vias de exploracién que permitirfan tomar en cuenta lo que les acabo de roponer acerca del anélisis de la relacién del Yo con el deseo, y con aquello que él no puede conocer de su propio Ello. Pregunta: “Quisiera saber como precisa Vd, el Yo (Je). Es un concepto ese Yo (Je)?... Quieto decir en relacién a todas las otras instan- cias -habitualmente se habla de Ello, del Yo (Moi), del Superyo o del significant. P. Aulagniet: “Si se habla de significante, eso quiere decir que se habla un poco de fa teoria lacaniane porque es alli donde el significante tiene su lugar y si se habla un poquito de esa teoria también se habla de Yo (Je) porque lo que yo he definido como Yo (Je) guarda la marca del Jugar que Lacan otorgé en su metapsicologia al lenguaje y a esta instancia que lo habla y a través de Ja cual un lenguaje adviene a la escena psiquica, instancia que él mismo definié con ol término de Yo (Je). Digamos que aquello que separa al concepto de Yo (Je) del Yo (Moi) freudiano, es que para mi el Yo (Je) es una instancia estrictamente ligada, en fin, constituida por elementos de lenguaje, es eso lo que hace al Yo (Je). Igualmente disé que el lenguaje sélo puede provenir del exterior, no se puede crear un longoaje, ol lenguaje siempre esté ya alli. Bl Yo sélo puede ser, apropin- dose de esos primetos alimentos identifieatorios que solo fe puede dar el Yo del otro. Desde esta petspectiva no se puede, a mi entender, hablar de un Yo-Ello (Je-Ca) indiferenciado, mientras que Freud hablaba de un Yo- Ello (Moi-Ca) indiferenciado; en su lugar plantearia una indiferenciacién entre el Yo que adviene y el Yo anticipado que lo ha precedido. Genovieve Lombard - Me pregunto si una de las dificultades que ‘uno encuentra para diseutir un trabajo tan ajustado en el nivel de tejido de cada elemento conceptual no estara acentuado por el hecho de que justa- mente una de sus instancias fundamentals es el Yo (Je) y que, en lo que concieme al Yo (Je), cada uno de nosotros esté naturalmente con todo el sistema de sus identificaciones, pero también con una cierta manera de decir Yo (Je) que se hunde en Ia oscuridad de su historia y de su prehistoria y que tal vez sea lo més dificil discutir de “Yo" a “Yo” acerca de “Yo". Por ejemplo, escuchéndole decir que la madre trabaja sobre un Yo anticipado del hijo, comprendo lo que Vd. propone a nuestra reflexién pero no puedo impedirme pensar que ese Yo anticipado es, necesariamente ya, un bi; la ligadura del Yo a la alteridad, sea cuales fueren, los caminos 26 Pura AvLAGNIER DJANPT 4el pensamiento o las vivencias identificatotias, guarda un elemento que reflejindose sobre Yo cuando digo Yo, hace que tal vez no nos pronuncie- smos con respeto a a misma instancia cuando hablamos en estos términos de los elementos del aparato psiquico. ;Seré tal vez esto Io que nos sumer- se en una dificultad para Ia discusién atin cuando seguiremos con simpatia el proceso de su pensamiento? P. Aulagnier - Escuchen, cuando se trata de la teoria, siempre es diffeil entrar asi como asf en la discusién y no creo que ese sea un privilegio de la instancia que he definido como Yo (Je). Ahora, es gracio- so, cuando Ud. dijo “es un ti (toi), por un instante pensé “un techo” (un toil); y me dije: no es falso porque esta la idea de una protzccién en el techo! Pero encuentro que justamente, todo el problema reside on la indiferenciacién y Ia necesidad de aceptar Ia diferencia; cl Yo solo puede dlvenir td a partir del momento en que la madre es eapiz. de reconocer, de investir y de aceptar la separacién que se hard presente entre ese Yo que advendra a la escena psiquica del infans y ese Yo anticipado. Creo que lo propio del Yo anticipado es verdaderamente ser forjado en un primer tiempo por la ilusidn de un representante, de una imagen, de la representa- cién de un nifio, de un lactante, de un hijo mitico que serfa finalmente estrictamente conforme, no simplemente al deseo de la madre, sino que permitiria revivie finalmente una relacién: el pensamiento de una telacién que jamés nadie vivis. Aquello acerea de lo cual queria insistir, es acerca del hecho de que ese deseo de hijo tiene como soporte el hacer posible por un instante, que teactiva y hace ereer en la posibilidad de la realizacicn de ‘un sueiio, como tal, irealizable. Pero el pasaje del Yo al ti, en fin, a 1a alteridad, ya es algo un poco diferente, y uno Ia reencuentra, en lo que decia acerca de esa necesidad efectiva para el Yo de sustituir a la escena del Ello, elementos de conocimiento prestados del Yo del otro; porque hay que pensar que eso se resliza en un proceso de reciprocidad, el otro hace lo mismo con tespecto a Yo del primero, y ¢s alli donde efectivamente se ubjearin los parimetros: posible-imposible (siempre un poco eonflictivos, pero més 0 menos) de aquello que definimos como alteridad. Paul Martino - Quisiera decirle algo... Al escucharla alli, dirfa al vorla alli, me parece que se nos aclaran muchas cosas, pero justamente Ud. no ha hablado hoy explicitaments de esa nocién que haba tratado en ‘otro texto, otra conferencia, que es la potencialidad psicdtica, ahora bien, tuve la impresién de que, sin nombrarla, esa nocién estaba alli, evidente- mente presente permaneniemente y tengo la impresién general de que to- dos, efectivamente, cada uno de nosotros seriamos portadores de esa po- tencialidad. YANPT ‘Vias DE EXTRADA EN LA PsIcosIs 27 P. Aulagnicr -iHay tantas cosas de las que no he hablado hoy! Paul Martino - Era simplemente para precisar que, si entendi bien, no habria en esta teorizacién una sepatacién a prioti, manifiesta entre el nifio o el infans que devendré psicético y aquel que devendra banalmente neurstico. P. Aulagnier - Escuchen, creo que en este punto puede set cietta- mente que no me haya expresado para ser claramente entendida porque yo no diria que no hay sepatacién, diria lo que dije de manera més neta en el “Aprendiz de Historiador”, que existe una actividad de pensamiento que comienza en el alba de la vida, pero que no coincide con Ia puesta en actividad del aparato ps{quico y que hay un cierto eamino que eubre ese tiempo que definimos como infancia y que se cierra en ese momento. Para ser muy breve, dirfa que hay entonces tres destinos posibles: la ubicacién de defensas que permitird al sujeto tener una relacién no patoldgica con la realidad, una puesta en latencia de defensas que corren el riesgo en ciertas, situaciones de terminar en una neurosis clinica y, finalmente, sea la mani- festacién de una psicosis infantil 0 aquello que he definido como potencia- lidad psicdtica. Es ahi donde tomo posicién contra, por ejemplo, toda una tendencia de la Escuela anglo-sajona, absolutamente no eteo en la presen- cia en todo sujeto de un niicleo psicético, creo que Ia mayoria de los sujetos no tienen nicleo psicético, que lo han superado. Pienso que en la mayoria de los casos, estadisticamente hablando, el final de la infancia coincide con la posibilidad para el sujeto de renuneciar a ese tipo de defe sa, a defensas tomadas en préstamo del arsenal psicético. Creo el devenit psicdtico, a pesar de todo, relativamente, estadisticamente, mucho menos frecuente que el devenir no psicdtico. Pierre Geissman - A propésito de ese Yo y del lugar que Vd. le concede en su metapsicologia y que tuve un poco de dificultad en seguir, no se trata de Io que leo habitualmente, queria hacerle una pregunta: zeuindo Ud. habla de origen del Yo (todos estamos a la bisqueda de los origenes, esa debe ser una de las condiciones de la humanidad) Vd. nos ha explicado que para Vd. no existe un Ello-Yo indiferenciado? P. Aulagnier - Si, no hay Yo(e)-Ello indiferenciado sino un Yo(Mci)- Ello indiferenciado, es la expresién freudiana. Pierre Geissman ~ Entonees escribi Moi cuando escuché Je por una perversién natural, no hay Yo (Je)-Ello indiferenciado pero hay un Yo (Moi)-Ello indiferenciado al principio en la metapsicologia de Freud, alli hhabria tal vez deslizamiento pero que Vd. explica sin duda por las caracte- risticas que le adjudica al Yo (Je); pero entonces Vd. dice que hay una indiferenciacién Yo(e); Yo (Je)-matemo si he entendido bien? B Pura AULAGHER ayANET P. Aulagnier -Digo que hay una indiferenciacién para la madre entre el Yo (Je) anticipado, tal como esté en gestacién en Ia psique, en su sique y ese Yo que advendra sobre la escena psiquica del infans. Pierre Geissman - Entendido, pero lo que yo quezria saber es cuando ‘V4. dice que cl Yo nace en la separacisn entre ei Yo anticipado y el Yo del nifio, :no es esa una manera de decir que el Yo va a nacer de si mismo en ‘una separacin entre él mismo y un otro? P. Aulagnier - No, naceri en Ia diferencia que se revelaré y que seri asumida, entre la manera en que pueda percibirse él mismo y lo que siente como diferencia con la imagen que le envia de sf mismo el deseo materno, el Yo matemo. Pierre Geissman - Me parecia que de todos modos habia alli un problema... P. Aulagnier - St., sino hubieta mas que ese problema estaria encantadal Pierre Geissman - Hay otros: justamente he notado otto, trataré de obtener, no obstante algunas explicaciones en la medida de lo posible; es ‘euando Ud, trata Ia evolucién de! pensamiento como si cada vez el Yo tuviera una suerte de estrategia, cuando por ejemplo Vd. dice a propésito de la definicién de acontecimiento psiquico: se trataba de ocupar un nuevo espacio en el damero identificatotio, lo cual es una imagen suya, erco, y ‘que es muy intetesante y productiva, pero entonces, si abandono un casi- ero para ocupar otté, en el cual encontraré otro sujeto deseante, decia ‘Ua. hay como un riesgo de no encontrar a nadie. Es seguro, pero entonces no serd que ese Yo esti un poco reificado y, por otta parte, no esta caleado de las expetiencias amorasas del adulto que, en efecto, a menudo funciona como cuando la gente pasa de un easillero a otto, y es esto aplicable tal cual al pensamiento del nifio, ya que, a pesar de todo, el tema que Vd. anuncié era cl nacimiento del sujeto, el nacimiento de la psicosis. Entonces quiero aprovechar para volver a lo que dijo acerca de que piensa contrariamente, decfa Vd. a las Escuelas anglo-sajonas porque después de todo si Ud. hace del Yo. P. Aulagnier - De ciertas cortientes de la Escuela anglo-sajona Pierre Geissman - Podria decitse que si Vd. hace del Yo una entidad auténoma, se aproxima un poco al Yo (Moi) auténomo de los americanos, por ejemplo. P. Aulegnicr - No hago una instancia auténoma del Yo. Ligo, adju- dico una relacién particular al Yo con el lenguaje, dicho esto, no hago del ‘Yo una instancia auténoma ya que hasta he dicho que la relacién del Yo ‘con su propio deseo dependeré de la relacién que pueda o no mantener con WANT ‘ViAS DE ENTRADA EN LA PSICOSIS 2» su propio Ello. La idea de un Yo auténomo o de no sé qué esté tan lejos de mi pensamiento como puede estatlo. Pierre Geissman - Era lo que me pareeia, pero tal vez habria que precisarlo porque la manera en que se puede hablar del Yo puede prestarse confusién por una parte y por otta patte, si Ud. habla de los anglo- sajones, esto también es de los anglo-sajones. P. Aulagnier - No hace mucho fui a un Congreso de la LP.A. en Roma. Mi conferencia trataba acerca de “Trastomnos psicéticos de la per- sonalidad o psicosis”. Habia alli personas que estimo mucho: Rosenfeld, Searles y otros para los cuales hay efectivamente, es la tendencia kleiniana, niicleos psieéticos que persisten en el sujeto y que pueden reactivarse en tal o cual situacién. La idea de la parte psicctica y de la parte sana es una idea defendida por los grandes nombres de las corrientes anglo-sajonas y Kleinianas del pensamiento sobre la psicosis. Pierre Geissman - Pero en fin, ;no piensa Vd. verdaderamente que si existen defensas contra la psicosis, es que existe algo contra lo cual el individuo debe defenderse? P. Aulagnier - Yo creo que nos pasamos la vida y nos pasamos toda, nuestra vida defendiéndonos... Definiré por defensas al conjunto de los mecanismos al cual recurre el Yo con un objetivo muy preciso: presetvar su investidura -su investidura al otro, su investidura a la realidad- oponer- se a esos movimientos de desinvestidura que, si legaran al limite, llega- rian al borramiento, a la evaporacién (es un término de Orwell que me gusta mucho) sobre Ia escena de la realidad, de cualquier objeto soporte de investidura, y como el Yo s6lo puede pensarse en tétminos relacionales, terminaria en la imposibilidad del Yo de atoinvestirse. Se he hablado ‘mucho de la funsicn de para-excitacién sustentada pot el Yo (Moi) mater- no, retomando la tctminologia freudians, creo que la primera funcién de la Madre (se llega por otra parte a lo mismo) es la de actuar en tanto para- desinvestidura, es decir, oponerse a los movimientos de desinvestidura del objeto, del mundo humano que rodea al infans cada vez que una experien- cia es fuente de suftimiento, y contra eso continuatemos defendiéndonos desde el principio hasta el fin de nuestea existencia, desde el primer dia hasta el dltimo dia de nuestra muctte. Solo disé que entre las defensas a las cuales nos vemos obligados a tecurtir para defendemos en definitive, de la pulsién de muerte (es esta la desinvestidura, 1a verdadera desinvestidura es ir hasta el propio fin) hay defensas que son compatibles con una relacién con Ia realidad, que la hhacen compartible no idéntica o conforme, sino compartible, cohabitable con el Yo de los otros y que definen la neurosis; hay otras que desembo- 30 Pura AULAGNER JANET arin en esa telacién con la realidad que calificamos de psicética. Pero, otra vez, pienso que eso se decide durante el curso de la infancia y que ‘una gran parte de los seres humanos son capaces de superar esas defensas, de ya no necesitarlas, y que una vex superadas, se esté protegido de la dimensién psicética. Por otra parte, como recordaba Paul Martino, esté el concepto de potencialidad psicética, es decir, que también veiamos ca ciertos casos que esa posibilidad de protegerse, de no necesitar recurrir a defensas psicdticas, es valida sélo en tanto que el sujeto (es esto lo que amo la potencialidad psicética) no sea confrontado a un tipo de conflicio contra el cual sélo cuenta con ese tipo de defensas. Eso es lo que llamo la “potencialidad psicstica” que explica porqué en nuestra experiencia de analistas, y ms atin si se tiene una experiencia psiquidtrica, se sabe que hay casos en los que uno se ve frente @ alguien que presenta un momento de descompensacién psicética, pero que tno puede decir de todas maneras gue hasta alli tuvo una vida ni mas ni menos normal que cualquiera. LLP. Conchou - Queria hacerle una pregunta. Ud. hablaba hace un rato de Io que puede ser un representante psiquico. También hablé de lo que para Ud. es una transcripeién. Ahora bien, Ud. no habla de significante, {por qué? No cree que en esa suerte de acontecimiento traumatico para el psicético, hay también, si el sujeto no estd armado para defenderse de la psicosis que puede venir, zno hay justamente, simplemente algo de una falla a nivel mismo del significante? P, Aulagnier - Us. sabe Sr., me resulta dificil contestarle asi porque Ua. me pide nada menos que exponerle Io que puede separarme de la concepcién lacaniana del inconciente estructurado como un lenguaje. Creo que todo lo que podria decitle, es lo que dije hace un rato: decir que para mi, el Yo guarda esa relacién totalmente particular con el lenguaje, es reconocer la importancia de lo que podrfa ser la cadena significante, pero donde no quiero ir més lejos es cuando se quiete ver en la forclusién de un significante, sea el del Nombre del|Padre, una suerte de razén, una condicién necesaria y suficiente para lalentrada del sujeto en la psicosis, porque, y eso me haria ir demasiado lejos, le pido que se dé por satisfecho ‘con esta respuesta porque creo que en mi,concepeiéa del funeionamiento ‘psiquico el lugar que otorgo a la representacién de cosa, representacién que precede a la representacién de palabra, suponc también el lugar parti- cular que acuerdo a aquello que es del registro del afecto en su relacién a lo que ese efecto puede devenir en el espacio del Yo cuando se transforma en emocién. Es entonces en ese registro que tomo mis distancias 0 que no puedo seguir el pensamiento, la concepeidn Iacaniana, que he seguido durante mucho tiempo, acerea del funcionamiento de la psique, pero para ayANET ‘VikS DE ENTRADA EN LA BsICosIS 31 decirle mas acerca del tema, tendria que lanzarme a una discusién tedrica y sson la doce y cinco. Después de una tiltima pregunta planteada a P. Aulagnier, Ia dis- cusién termin6 con consideraciones generales acerca del futuro del psi- ‘coanillisis. P. Aulagnier concluy6 asf: “lo importante para el psicoand- lisis, es trabajara en él”. Resumen: P. Aulagnier resumia asi las implicancias presentes en cl titulo de su conferencia “Vias de entrada en la psicosis": “Ver en la psicosis un devenir posible del pensamiento, entiendo tun devenir, esto es rechazat el considerarla Ia consecuencia de un ya- abi, dado de entrada, sea bajo la forma de un Nombre forelufdo o de un. desequilibrio “constitucional™ de las fuerzas que componen nuestro capi- tal pulsional. Hablar de vias en plural, ¢s subrayar que la psicosis es el desenlace de una serie de errores de recortido y jams de uno sélo, es subrayar que a via que puede conducir a ella jamis es lineal sino que esté marcada, jalonada por una setie de efectos a posteriori que obligan al Yo a modifi- ‘car cada vez su direccion a clegir tal o tal otra tamificacién, a reorganizar su espacio y las vias que lo surcan a lo largo de todo ese tiempo que recubre el término infancia. Hacer de la psicosis una consecuencia del trabajo de pensamiento que incumbe el Yo, es situarlo de entrada en el registro relacional. La psicosis, segiin la ve, es la manifestacién mas esclarecedora del carécter ‘especifico, ineludible de todo trabajo de pensar: el Yo s6lo puede pensar telaciones, esté imposibilitado de pensar fuera de un campo relacional. Este trabajo fue publicado en Topique N? 49, mayo 1992. ‘Traduceidn: Judith Goldschmidt de Schevach Silvia Bleichmar Colegio de Estudios Avanzados en Psicoandlisis OS ATIPICOS - NINOS PSICOTICOS Conocemos las dificultades imperantes para‘el establecimiento de ciertas categorias diferenciad HUES i pslcoanaltee: Ello no es sblo else dela dfictlad para cnftetat los 1ces0s cambiantes que se desplicgan a lo largo de-la-constimcidn sim RRSP ao sno ds las dfveseesolclonoe mcapsoolSpeas que los analistas guardamos respecto a los ordenadores con los cuales pretende- ‘mos cercarla. ‘Sin embargo, parecetia que ain en este marco complejo y contradie- torio presente algunos acuerdos se producen, y esto no es contingente en el estado actual de nuestros conocimientos. Si la determinacién de un campo sobre el cual operar no aborda un iimero de fenémenos simplemente existentes de manera inmediata en “la tealidad™ dada, si ella se establece bajo un modo de diferenciacién del fenémeno en sus determinaciones y este como tal no es simplemente lo que se ve, lo que “salta a la vista™, en razén de que lo que salta a la vista forma ya parte del conjunto cuya clasificacion se ha determinado previa- mente, es promisorio que aun en este marco complejo y contradietotio presente en el cual los psicoanalistas no podemos ponemos de acuerdo sobre ciertos paradigmas centrales, la posibilidad de acotdar respecto a un universo minimo observable de cuenta de que nuestras discusiones pueden establecerse sobre un punto de contacto que las atticule. Tal es el caso de la polémica actual existente entre colegas de la escuela ameticana y algunos analistas de la escuela Kleiniana francesa, que hate ah dar doi See ea ico, dando cuenta 4 raves de ll dol intanion So Soa TUE Spine sae diferencias conceptuales. Por el contrario, pareceria que, en nuestro medio la denominacién ANT Nios artpicos - wiRos psicérices 141 ifo atipico” ha devenido un eufemismo para nominat lo que ottora fuera considerado como_psicusis_ infantil, o incluso para abarcar un con- junto de manifestasionts sinomles de del diagueation, sin que varie ‘sustancialmente la concepcién tedrica que a esta clasificacién subyace, ni Ja modalidad técnica de trabajo que pone en juego. Sin embargo, una discusién de importancia se ha establecido, y ella tiene implicancias no sélo clinicas sino extensas tespecto a la concepeién del psiquismo que poseen quienes alrededor de ella polemizan, y que aparecen explicitadas en sus intercambios. En su texto La experiencia de trabajo con nifios atipicos', Ema Furman’, analista americana del grupo de Cleveland, realiza una clara propuesta acerea del por qué de la toma de partido respecto a una clasifi- cacién nosol6gica tal, en el marco no sélo de una psicopatologia sino de ‘una propuesta clinica que la acompatia. Se trata, dice, de nifios que presentan trastomos de carictet cataténico obhipeastividad, preocupacTn par cbetor de Tiseinawion siscineclone Te psa de Fels ed Stallidos (Spliiter skills) ‘que denotan actividades precoces del yo pero no. integradas; los efectos son de apariencia falsa o inaproj yiada; haciéndose presents incluso estados de aiusin peimitiies 7 tie fla de sono Pulsional imprevisible, Y a propésito de esto sefiala: “Desde el comienzo, los analistas se han sentido intrigados, y en desacuetdo, a propésito de una comprensicn metapsicoldgica de estos trastornos, estimando dificil de limitarlos ‘y esta- blecer la relacién con las neurosis, por una parte, y eonYas psicosis del adulto, por otra”.* Dos son, en su observacién los ejes que aparecen alterados en este tipo de nifios: por un lado, un_déficit de la progresién habitual del desa. rrollo pulsional (coexistencia de todas Tas pulsiones pregenitales en prO= porcién casi igual). Por otra, y en el dominio del funcionamiento del ‘yo, un_menoscabo particular de las funciones de sintesis y de prueba ‘Haida, os como de la Sapactdal de desea eee miento secundaria” a iferencia de las psicosis de adultos, en las cuales segin Ema Furman (siguiendo la orientacién propuesta por Katan), la personalidad ‘tegtesiona después de haber alcanzado un funcionamiento maduro ya ‘menudo bueno, comprendida la prueba de realidad, en las llamadas peico- S 142 ‘Smvia Bueicumar’ n/AN®7 sis del nifio, o bien la personalidad se_detiene en su desarrollo, o se desarrolla siguiendo lineas desviantes desde el comienzo. Las tres razones para considerar a los nifios que presentan estos trastornos, y que llevan a la clasificacin de “atipicos” en esta corriente del psicoanilisis americano pueden ser ‘ena enforces en los siguien- tes rubros: yd a i ic diferente de la regresién. 2) La diferencia entre las qlucinaciones:de nifios pequefios y aque- Ilas que se producen en las psicosis de adultos (concebidas las primeras como el efecto de un estadio del desarrollo y del yo afectado por le jinmadurez de la prueba de realidad), 3) Los datos recogidos, por otra patte, dfieren de aquellos obteni- dos con adolescentes y adultos verdaderamente psicéticos, y llevan a to- ‘mat en consideracion otras factotes. El seguimiento post-terapéutico con algunos de ellos, confirma que no nos enfrentamos a una patologi ia psicética ni incluso prepsicotica en la mayorla de los casos. ‘Y Ia autora concluye: “Estas consideraciones nos incitaron a recha- zar el tétmino de psicosis, pero no nos permitieron, hasta ahora, definir tuna categoria diagnéstica diferente analiticamente delimitada. Adoptamos entonces el término descriptive de “atipico” 0 de “trastorno atipico™, significando literalmente no tipico, es decir diferente de otros trastornos de infancia bien conocidos. Esperamos que un estudio posterior conducira alo largo a una mejor comprension”.* ue sicoanalistas franceses de orientacién kleiniana, se sostienen en la propuesta originaria de considerat estos trastornos de infancia en el rubro de las “psicosis infantiles”. “Apoyandose en trabajos de Bion, de Meltzer y de Tustin, y en los clasicos de la psiquiatria psicoanalitica francesa (Diatkine), sostienen que ‘es preciso definir a la “psicosis infantil como un estado patolégico en el ‘cual el necesario encaminamiento de [a estructura psicdtica, normal en él iio de menos de seis meses, hacia wna estructura neuritica,no-setealiza ino imperfectamente: es sncjonamiento de nifios se constata una prevalencia de estructuras de nivel psicdtico”. * rartiendo de fe que “la estructura psfedtica corresponde a la posicin esquizo-paranoide en el sentido de Melanie Klein”, consideran entonces que la psicosis es un estado “normal” en los primeros tiempos 4e la vida, que debe dar lugar a una evolucién neurética a partir de su tticulacién con la posicién depresiva. * El observable empirico pateceria ser'el mismo: Nifios atipicos y ifios psicéticos -para seguir ambas clasificaciones- presentan en la des ~ * # a/AN'7 Nios arincos - niROs FsicoTIcos 143 cripcién la misma patologia. La diferencia se establece, por el contrario, en funcién de dos concepciones diferentes de Ta constitueién psiquica y, a ‘partir de ello, en un posiclonamiento diverso-en Ta clinica. mibas-escuelas a 1dea, fe actualmente en la psicopatologia psicoanaitica infantil, que tiende a considerar la incidencia parental en la constitucién normal o patolégica. Para mientras que para los psicoanalistas americanos, la evolucién normal ha sido alterada por facto- ‘res externos (fundamentalmente traumaticos) que irrumpen en la constitu- cin psiquica y Ia desvian de su cauce natural, en los historiales desctiptos por los colegas franco-kleinianos, pot su parte, se pone de relieve la falla de la funcion materna en Ia instalacién de la psicosis, dejando entrever, por otra parte, en los relatos clinicos, traumatismos, ocupando este factor el mismo orden que aquellos a los cuales los americanos otorgan tanta importancia,” ‘Déficit de funcién materna, o exceso de traumatismo, en esta direc cin patecen it las teorizaciones enfrentadas de ambas escu bas escuelas respecto a Tmibas, por otf@ parle, sosteniendo sus presupuestos en dos pers- pectivas que se conectan en un punto y que pueden resumirse, de un modo ‘un tanto simple pero a efectos de ordenar, en lo siguiente: ‘Mientras que para "a gsouelgamesteana clo stables ol ule de realidad a partir de una maduracion que se altera, sea como efecto ‘de un deficit congénito, sea como producto de traumatismos que lo lesionan, wara la escuela inglesa el proceso de instalacién del principio de realidad es efecto del pasaje jicosis a la neurosis, determinado este por i i :i6p al movimiento iblan_a la pulsin, con su ‘Pero mis alli de las diferencias metapsicolégicas que indudablemen- te se plantean, la fina observacién de los analistas de ambas tendencias petmiten extraer nuevas conclusiones para dar un giro a Ia cuestién. ‘Alcances e impasses de la polémica planteada Tanto los analistas franceses como los amerieanos parecen, en esta polémica, attibuir importancia a los factores extemos en el desencadena- Injento de una entidad patolégica que perturba toda la evolucion del psiquismo infantil. Pareceriamos, en este caso, gstat lejos de un propuesta endogenista a ultranza, y , sin embargo, el acento mayor esta puesto, por ambos: sna idea de deiencidn (sea detencién del proceso “madurativo del yo", sea 144 Suma Busiconear JANET imposibilidad de abandono de las posiciones psicéticas normales de los primeros seis meses de la vida -lo cual seria, en ultima instancia, equiva- lente a una regresién desde Ia perspectiva que manejan). | ~ Y ello es efecto, en ambos casos, de que si bien se considerz ~ normal es coneebido, en lo fundamental, como endégenamente-determinado,y ~ puede ser en tiltima instancia favorecido o perturbado por factores.exter- . ‘Os, pero estos no cuentan sino como moderadores o catalizadores de procesos previamente definidos. 7 Ambos reconocen que la psicosis, o lo “atipico”, implica algtin Z modo de perturbacién de la constitucisn psiquica; ambos, més alld de sus diferencias, se reconocen en una perspectiva psicoanalitica que ponen el centro en los modos de ejercicio de la pulsion, de la angustia y de la vpn, i unto de divergencia central s¢ las concepeion yrasiran por relacidn a las relaciones entre lo pulsional - fo yoico, y por el concepto de “realidad” que esti en juego por gs modos con Tos cuales ambas escuelas conciben la in > erturbar los modos mediante los cuales el psiquismo tiende a ~ desartollarse normalment jnodalidad sintomal: angustias extremas, deficit cognitivo, alucinaciones, no son sino la expresidn de una detencién cn la instalacién defensiva como efecto de los traumatismos de los cuales se ha sido objeto. Esl Jn del yo, que no puede encontrar un modo de de- fensa frente a una sexualidad endogenamente constituida y atacante para la defensa, lo que se expresa en estos modos intrusivos-atacantes que fractu- 1. ran los proceso fuer iénel carécte tivo _innato en 1 SE Ne ainda scram ns fenton mates Tlie, \ vale decir ineapaz de metabolizar y devolver pulsién de vida alli donde originariamente hay pulsién de muerte- lo que propicia este funcionamien- to a dominancia psicética, obstaculizando toda la evolucién del aparato 4 pelguico hacia ta normalidad y dejdndolo fijado a los modos psicéticos : ptimitivos. ANT Nikos Atincos - Nios esicoricos 145 Una breve recortida por algunas cuestiones que plantea de Melanie Klein, puede permitimnos repensar algunos aspect: estamos en vias de desarrollar. ‘Sabemos que el caso fue intitulado “Neurosis obéesiva en una nia de 6 afios”, y reescrito a pattir de una conferencia dada por la autora en 1924 en Wairzburg; y, por supuesto, nadie consideraria hoy a Ema una nifia aquejada de una neurosis obsesiva. Los sintomas que presentaba no pueden ser considerados, en su mayoria, sintomas en el sentido estricto del término: insomnio, ansiedad, y. una serie de actividades compulsivas que, eu su mayoria, remitfan a formas no resueltas de autoerotismo prima- tio (chupeteo compilsivo del pulgar y masturbacién, realizada atin en presencia de extraiios). La relacién de Ema con la madre era exageradamente afectiva, con variaciones que iban de un apego extremo a Ia hostilidad manifiesta. La dominaba totalmente impidiéndole moverse y haciéndole reclamos cons- tantes que oscilaban entre el amor y el odio. Se la consideraba, pot otra parte, como “ineducable”, y llamaba Ia atencién, patticularmente, un de~ sarroilo sexual poco comin acompaiiado de una severa inhibicién para aprender La calidad de la angustia, la dificultad de aprendizaje, la coexisten- cia de pulsiones parciales y la genitalizacién precoz, todos atributos que en las desctipciones provistas por Ema Furman conducirian a un diagnos- tico de “nifio atipico”, sin que pot otra parte hubiera alucinaciones ni formas manifiestas de productividad psicdtica. Melanie Klein, clinica sagaz, dice en cierto momento de la presenta- cién del historial: “Quisiera dar al lector Ia impresidn de lo excepcional- mente grave de ese easo. Los sintomas sbsesivos, que ete Stas costs privaban a la nifia casi complemente del suefio, la depresidn y otros signos de enfermedad y el anormal desarrollo de su cardcter, eran slo un débil teflejo de la anormal, incontrolable y extrayagante vida instintiva subya- cente a ellos”.* Dijitos en patafos anterior qu los trastomnos que Erna presen: ba no. ig consi mo sintomas en el sentido psicoanalitico catrcto: no-etan desplazamlentas y"condonaciones, inconciente de una rehusada satistacelén pulsional. La presencia del titoottome manlfoaabe is mode eae Ts oabitncr a eae blecimiento del sepultamiento de los representantes pulsionales en el inconciente, lo cual dejaba ver, de modo privilegiado, la dificultad de instalacidn de la represién originaria. El sadismo, las compulsiones, el insomnio, no ponian sino en evi- 146 Suva Bumcancax nfA-NE7 dencia el fracaso de la capacidad ligadora del yo y, de la imposibilidad de cestablecer sublimaciones que dieran paso al proceso de conocimiento en sentido habitual, “Melanie Klein no duda, en este caso, de considerar que tales caracte- risticas son el efecto del monto de sadismo pulsional innato de la nifia, peto su fina observacién nos permite ir més alld de las conclusiones que la teoria que propone nos dejaria ver: Cuando Etha tenia entre 6 y 9 meses, la madre “advirtié el intenso placer experimentado por la nila cuando limpiaban su cuerpo, especial- mente los genitales y el ano. La hiperexcitabilidad en esa zona era eviden- te. La madre cuidé entonces de ella con mayor discrecién al lavar esas partes, siendo esto fécil de realizar cuanto mayor y més limpia se volvia la nifia”? “Pero ésta, que habia sentido Ia minuciosidad primaria como for~ ‘ma de seduccidn sintié la reserva de su madre como una frustracién. Los sentimientos de ser seducida, tras los cuales estaba el deseo de ser seduci- da, se repitieron constantemente en su vida”. ‘Podemos preguntamos, sin embargo, bajo qué condiciones una ma- dre “observa” la excitacién sexual de una nifia de 6 meses, sino es bajo ‘una mirada en Ia cual el bebé esté genitalizado sin reserva, io atravesada la mirada del adulto por el velo de la represidn y sometido a intrusiones sexualizantes que el otto ejerce, produciendo en un mismo movimiento el acto seductor y el rehusamiento a la significacién del mismo. En sus juegos Ema representaba una escena fascinante ante la cual tenia que permanecer pasivamente sometida: Un cura oftecia una represen tacién. Abria la canilla y su compatiera, una bailarina, bebfa de ella. Ala nifia, Hamada Cenicienia, se le permitia sélo mirar, y debia quedar com- pletamente inmévil. En este momento -dice Melanie Klein-, Ema tuvo una fuerte y subita etisis de enojo que mostrd los sentimientos de odio que acompaiiaban a sus fantasias y qué mal babia logrado dominar esos senti- mientos. Su relacién con la madte estaba totalmente deformada pot los mismos. Cada medida educacional, cada acto de disciplina, cada inevitable ffrustracién, era sentido por ella como una agresisn sédica por parte de su madre hecha tinicamente para humillatla y maltratatla.. Un analista entrenado, y que no se enceguezea hoy con una teorfa endogenista de la fantasia, no dejaré de ver tras Ia escena relatada los restos de una escena primatia realmente presenciada. Los “restos de lo visto y lo oido” caian sobre Ema, propiciando la repeticién de la escena {raumatica bajo un modo que no puede considerarse, en sentido estricto, Juego, sino escenificacién representacional de lo vivido. Ello se expresaba de miltiples otras maneras en el tratamiento de la niiia: Un nifio imagina- + nf/A-N®7 Nifios Atipicos - NINOS PsicOTICos 147 io compartia el dormitorio de sus padres y eta testigo de las relaciones sexuales entre ellos, si las interrumpia, era castigado y la madre se queja- ba de él con el padre. Si ella, como madre ponia al nifio en la cama, era solamente para desembarazarse de él y volver més pronto con el padre. El nifio era maltratado y atormentado incesantemente. Ema entonces se retiraba de la realidad: se rehusaba a levantarse, quedando tendida en el lecho durante horas, chupdndose el dedo y no mirando a quienes se le aceteaban. La realidad que rechazaba -digamos pot nuestra patte-, la realidad que impregnaba el conjunto de la realidad, era la realidad sexual del adulto que producia en ella hiperexcitaciones torturandola al revertir esta excita- cién bajo el modo del sadismo pulsional. Una teoria endégena del psiquismo no puede plantearse el monto de realidad que hay, en definitiva, en la constitucién misma del Tanti Ni [as consecuencias que ello tiene para todo el proceso de constitucién psi- ica ‘Unnifio aquejado de un sadismo constitucional excesivo, de un montante tintivo no domeriable, se confronta, en la teoria de Melanie Klein, a un adulto despojado de inconciente abocado a los cuidados autoconservativos, Si hay fijacién, ella es el efecto de la intrusion sexualizante que no permite: gue la pulsién encuenitre un destino en el inconciente y queda, por ‘enc al sujeto. Si hay detencidn del desarrollo, es porque el proce- inientos cualitativos de pasaje entre estructuras ‘encontrar modos de transcripcion para los representantes pulsionales otorgandoles destinos iié abran el camino de la sublimacién ‘Una perspectiva exé; fiscontinua de Ia constitucién psiquica puede abrir nuevas posiilidades para repens tanto los aportes como las impasses ‘que venimos exponiendo. .cebido el aparato psiquico como efecto de los modos de inter- vonelon sualizants-prodisiot de Insoneents- 7 sfiblizens dT Same jante, toda idea de continuo preformado se fractura y la normalidad no es sino al efecto de premisas de universalidad que estadisticamente marcan suiiinegeetiiaile Tos.“ * simbélicas y copnitivos, tal como Jo plantean Jos analistas de la escuela inglesa, no pueden ser concebidos al margen de los ‘modos defensivos que el aparato psiquico constituye en el proceso de fumanizacién que regula sus intercambios tanto infBX como intra-subjetivos. 10. ¢ hace presente no sdlo como factor distuptivo ~ or los col sticanos- sing como 148 Siva Buscar njANET jotor desestabilizante -constituyente de los procesos simbélicos que po- nen_en marcha al _psiquismo e imponen sus_desestabilizaciones ‘Teestruchurantes, Concebir la implantacién de la sexualidad infantil como traumatica y efecto de la irrupcién del semejante en la constitucidn del aparato psiquico taunt propueste que Venlmossostaniendo desde hace aos para dar coenia| Par a seas noes aulemene el profits ae me “seduceon gone lizada” -para apelar a la categorizacién que Jean Laplanche ha propuesto ab como modo de implantacién de lo inconciente-, sino verdadera_intromisién de la sexualidad adulta sin metabolizacién ni habiendo sido atrav Ja tepresion que posibilita que los cui ‘masivamente al deseo sexual del otro. EL psiquismo infantil se estructura en un movimiento complejo de excitaciones y ligazones provenientes del semejante y destinados a una ida por fos precoces no queden librados efect jientos identificatori ligadores que tieneti:su ane en fas representaciones amoroso-narcisisticas capaces de paliar ls violencia implicada en la sexualizacién prisaria. De tal modo, una picois ofan smore un proceso “atpeo®, si_consideramos como Tos fracasos de un_movi fumanizacién que se saab bajo modos no Tineales a resignificaciones posibles, ‘Nose ata entonces ni. de una detencién en un prograita de desarro- | Mo preestahlecida ni. de una inhibicién de las evoluciones libidinales que dejvien al sjoto Ubnedo a la goiosis, ino de un modo particular particular de hhumanizacién en el cual ele: seen ae foal sexual _del_semejante, tabolizable, inligable, no abre condiciones de cesaria instalacion del prinelpio de realidad -en tanto realidad human, arrancada de la Tamediatez y dispuesia @ reencontrarse con lo autoconservativo por las vias de la simbolizacién productiva. Notas 1. Ema Furman, L'experience du travail avec des enfants atypiques, en Psychanalyse des psychoses de l'enfant, Journal de la psychanalyse de enfant, Paidos/Centurion, Paris, 1988. 2. Es de remarear que este grupo de analistas de Cleveland viene realizan- do, desde 1952, investigaciones respecto a estos pacientes, y estableciendo ANT isos artPicos - nifos psicéricos 149 modificaciones tanto en la técnica como en la conceptualizacién de su trabajo, Cuarenta afios de compromiso elinico e intento de cereamiento de tun tema tan complejo como el de las psicosis infantiles nos obligan a una lectura no sélo respetuosa sino atenta de las intervenciones que vienen realizando, y ello més alld de las diferencias conceptuales que indudable- ‘mente nos distancian. 3. Ibid. p. 15 4. Ibid. p17 5. Pierre Geisman, op. cit. p.7. 6. Ibid. p. 8. 7. Feliitas, una de las pacientes descriptas por Claudine y Pierre Geissman, habia tenido miiltiples hospitalizaciones y reiteradas operaciones por una aracnoiditis optoquiasmal durante el primer ao, entre el primero y el tercer afio de vida, habiendo sido internada en una institucién para defi- ientes mentales en la cual permanecié entre los 19 meses y los 8 aiios de vida, momento en el cual es acogida por una familia sustituta que la introduce en cl Hospital de Dia en el cual comienza su tratamiento analiti- €0 (Ver “Croissance dune pense”, en op.cit) 8. Melanie Klein, EI psicoandlisis de nifas, Buenos Aires, p. 64 9. Ibid, p. 65. reaparicién de lo vivido, el intento de evacuacién para evitar los proce- sos de desestructuracién; todos ellos presentes, mayormente, en trauma- ‘ismos violentos. El sujeto realiza un intento de recomponer la membra- na del yo y esta acci6n psiquica reviste caracteristicas similares a las de- presiones: el repliegue, la desconexién de todo aquello que lo rodea, la apatia. Todos estos rasgos se deben que la energia psiquica esta abo- cada casi por completo a contrainvestir lo que se ha efraccionado en el yo. De todos modos, es importante aclarar que no existe depresi6n en tse momento debido a que atin no hay conciencia de lo perdido. Pasa do algiin tiempo, el psiquismo se recompone con tuna organizacion dife- rente de Ia previa que puede ser una forma de organizacién superior © bien una forma neurética. ‘Ahora bien, también existen otros tipos de efectos del traumatismo que son los procesos de desmantelamiento psiquico. Estos presentan apariencia depresiva por la apatia y la falta de deseo de vivir, pero no son del mismo orden que los fendmenos postraumaticos clasicos. Estos pprocesos de desmantelamiento tuvieron su paradigma en lo que, auto- res como Bruno Bettelhicim o Primo Levi, describieron a propésito de los prisionezos de campos de concentracién a los cuales se denominaba en el interior del campo “los musulmanes“. Estas personas se caracteri- zaban por una disminucién de todo deseo de vida, por un abandono de toda biisqueda de supervivencia, de intercambio y de relacién consigo mismo y con el entomo. Se trata de sujecos que se abandonan perdien- do toda capacidad autoconservativa, es decir, que en ellos se destruyen ‘tanto los aspectos autoconservativos como los autopreservativos del yo. E] traumatismo siempre conmociona al psiguismo pero es preciso actarar que existen traumatismos como los provocados por las situacio- nes extremas y agregamos a ellas el abuso sexual en la infancia, debido ‘a que provocan que el psiquismo entre en riesgo as{ como entra en ries- go toda perspectiva futura individual] o compartida, Pensamos que alli se torna fundamental, para evitar la implosién del psiquismo y su devas- tacién concomitante, que la memoria pueda reconstruirse; nos referimos una memoria identitaria que restituya al sujeto la nocién de su propia existencia. | Calvit, % Bow seyval eu \a vinfamcioar | bat Capitulo 2 ABUSO SEXUAL Y SUBJETIVIDAD FEMENINA, Existen mitos y estereotipos que expresan ideas que conforman el imaginario social acerca de los hechos de violencia ejercidos contra las mujeres. Este imaginario, es producto de complejos procesos sociales aque bajo la forma de ideologias, resaltan determinados valores invisl lizando otros mientras sustentan distintas éricas que se promueven a si ‘mismas como las tinicas que revisten legitimidad. Este imaginario social actia sobre el imaginario personal transfor- mando la ideologfa que lo promueve en pensamientos y acciones inmu- tables, exchuyéndolas de todo cuestionamiento. Estas creencias se repro- ddacen por consenso social y perperian una eficacia simbdlica que ope- ra como la verdad misma. La consecuencia es que se minimizan o nie- gan los hechos de violencia considerindolos normales o habituales, s¢ desmienten experiencias de las mujeres y se desvia la responsabilidad de los agresores En el intento de negar esta realidad terrible que es el abuso de las fias, se montan varios mecanismos de negacién y silenciamiento. La con- secuencia es la descontextualizacién de las nifias y mujeres abusadas consideréndolas singularidades aisladas que deben permanecer en el se- cxeto y el silencio Silencio ejercido tanto por la sociedad como por las victimas, desmintiendo los mecanismos sociales de producci6n y repro- duccién de violencias cotidianas tales como el abuso sexual infantil La caracteristica central de la violencia y especialmente la violencia sistemética del abuso es que tiene un efecto arrasador sobre la subjetivi- dad. Luego, el hecho violento es en si mismo un hecho traumético que deja marcas fisicas y un profundo dolor psiquico. ‘Velazquez (2003) sefiala que en el trabajo clinico se evidencia que las personas traumatizadas por haber padecido abuso presentan los si- guientes sentimientos: + Sentimiento de desamparo: tomando como punto de partida que la necesidad de ser amado y protegido constituye una necesidad humana basica, cualquier situacién donde esto no se satisface resulta prototipica 50 Bettina Calvi para una situacién traumatica; queda, ademés, asociada al sentimiento de impotencia con su consecuente generacién de angustia. Una vez ins- talado el sentimiento de desamparo y, de no mediar la ayuda adecuada, se generan otros sentimientos tales como el miedo, la tristeza o el desa sosiego, + La sensacisn de estar en peligro permanente: la misma proviene del sentimiento de desvalimiento y esté vinculada con la magnitud del peli 10, sea real o imaginario. Resulta muy dificil integrar a la vida un he- cho para el que no se estaba preparada y que supera la eapacidad de to- lerancia debido'a su cardcter inesperado 0 desconocido, * Sentirse diferente de los demas: El recuerdo, la reactualizacién del ‘abuso padecido, actia de modo traumético haciendo sentir sus penosos efectos por largo tiempo y en diferentes aspectos de la vida. Las nifias y mujeres abusadas suelen creer que son las tinicas victimas. Esta creencia rovoca sentimientos de humillacién, desprecio, desesperanza y aisla- mento. ‘Todos estos sentimientos son provocados por el dolor y la impoten- cia frente a la imposibilidad de transformar lo pasado qué ha dejado sus ‘maxcas en el cuerpo, en el psiquismo y en la vida cotidiana. No obstante, Velézquez sostiene que para que el abuso quede ins- cripto en el psiquismo como un hecho traumético deben tenerse en cuenta una serie de factores: las coridiciones psicolégicas en que se en- cuentra un sujeto en el momento del abuso, la posibilidad de integrar «esas hechos a su personalidad conseiente y el poder de poner en funcio- nnamiento las defensas psiquicas que le permitan sobrellevar ese traumna. Cada persona resignificard el hecho traumatico de manera diferente, es decir, iré desprendiéndose del recuerdo penoso para transformarlo en un recuerdo susceptible de ser puesto en palabras. También se trata del pro- eso mediante el cual se desprende del padecimiento y del dolor asi co- ‘mo del sometimiento 2 los mandatos del agresor y a las situaciones im- puestas por el trauma. Nosotros agregariamos a esto que una cuestién fundamental a con- siderar la constituye el acto de la denuncia, es decis, cl quiebze del pac- ‘0 de silencio al que los abusadores someten a sus victimas. La denun- cia, ese pasaje de lo privado a lo paiblico, implica el primer acto de re- sistencia frente a la violencia del abusador. De la recepcién que esa de- runeia tenga, del lugar y la ayuda que se le brinde a la nia, dependeré Ja inscripcién restitutiva 0 no que este acto tenga en el psiquismo. Si el abuso es reconacido como un delito desde el discurso social y castigado con la pena que la ley estipule, entonces el procesamiento del mismo en el psiquismo de la victima, tendré otras posibilidades. Abuso sexual en la infancia 51 Recordemos que alguien que fue victima de abuso sexual infantil puede quedar entrampada en esta condicién toda la vida o puede inten- tar poner en marcha recursos psiquicos que le posibiliten otras opcio- nes. De no lograrlo, quedara capturada por la escena del abuso y los ‘trastornos consecuentes, incrementéndose asi el traumatismo padecido, que ird socavando su subjetividad. El trabajo analitico con quienes han Padecido este delito, deberd tender a que se realice la labor psiquica que permita alcanzar nuevas perspectivas desligando energias puestas en 1 hecho traumatico y priosizando hechos vitales que aporten significados nuevos a la vida, ayudéndoles a construir un porveniz, Es preciso aclarar que designamos como victima a la persona que fie atacada y forzada a tomar esta posicién. Aluditemos con el concepto “mecanismos de sobrevivencia” al proceso que implica los diversos mo- iments de elaboracién y rehabiliacién que realiza la mujer que fue vic- timizada, El fuerte impacto del abuso en quienes lo suften, requiere una sefor- rmulacién de la vida de esas personas y pone en marcha el “sobrevivir a Pesar de”, ademas de la nectsidad de inscribit ese padecimiento en 1 contexto més amplio de la propia vida. La elaboracién del tratamatismo sufrido, implica todo un proceso durante el cual la mujer deberd ir des. prendiéndose de aquella escena que captura su subjetividad: los hechos, Ja persona del agresor, sus mandatos, el miedo, la vergiienza, la humi, Uacién, el dolor, el odio, los deseos de venganza. Bsa terrible escena que no deja de repetirse en las victimas. Estos estados de desvalimiento que se producen en las victimas de abuso y otras violencias suelen denominarse “indefensién aprendida” Estos estados de indefensin no se deben a una cuestién de aprendizaje sino al efecto de la violencia cotidiana sobre la subjetividad. El efecto ‘Que provocan es justamente la desubjetivacién y consiste en un empo- brecimiento sinibGlico que puede ir acompatiado de trastornos psicomo- tores (justamente por el deterioro de las categorias temporo-espaciales ue produce el ataque al yo). También se produce un extraiiamiento en relacién a las propias percepciones que genera estados confusionales. ‘Los casos son historias, retratos psicolégicos y sociales, analizadores de una cultura determinada, Resultan, asi, clayes culturales. Permiten gue nos adentremos en la experiencia del siglo XXI que de este modo se Fecupera, se reconstruye, se relata. Los casos aqui trabajados no perte- Becen a un mismo grupo social, sin embargo, comparten una época, atravesamicntos y determinaciones como son los que provocan la perte. nencia a un mismo contexto histérico politico, En el afio 1986 en Argentina -recién salida de la dictadura militar~ se respiraban aires complejos. Junto a la inconmensurable alegria de vivir

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