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EL DIAGNÓSTICO PSICOLÓGICO
Aspectos técnicos del diagnóstico en la escuela. Un enfoque preventivo.
Ana Bloj
Estos son algunos de los interrogantes que surgen en las clases que venimos desarrollando
en la Cátedra Psicología Educativa II. Nos propusimos buscar algunas respuestas desde una
perspectiva técnica, sin desconocer por ello los ejes teóricos en que éstos se surgen y se
referencian.
Para hablar del diagnóstico en la escuela es necesario tener presente que el mismo es
abarcado por aspectos éticos y prácticos; aspectos teórico epistemológicos y una
concepción respecto del lugar o función del psicólogo en la institución educativa o en su
relación con ella (tanto desde la clínica de los problemas de aprendizaje como desde una
perspectiva institucional y comunitaria).
El diagnóstico en la escuela puede realizarse en el marco del gabinete o fuera de él. Esta
diferencia se instala en función de los modos en que un psicólogo plantee su inserción
institucional. A los fines de una sistematización explicativa podemos situar:
Desde esta misma perspectiva habrá que definir sobre qué ejes se establece un diagnóstico
teniendo en cuenta en primer término que se trata de ayudar a quienes padecen una
determinada situación: docentes, padres, niño. No siempre tomaríamos “el caso” para
realizar un diagnóstico.
En función de estas dos grandes modalidades de inserción el legajo del alumno también
adquirirá estatutos y funciones completamente diferentes:
Entonces el psicólogo pasa formar parte del equipo de trabajo y los compromisos se
asumen desde una perspectiva institucional. En este sentido, será importante triangular las
relaciones, especialmente a la hora de las entrevistas y la toma de decisiones.
Sobre la base de demandas por chicos con dificultades específicas, el diagnóstico tendrá un
estatuto particular en función de la estrategia que nos propongamos organizar. Lo que nos
interesa es lo que el niño puede hacer solo, y, fundamentalmente, lo que el niño podría
hacer con ayuda. Lo que resulta a decidir en esta instancia será cuál sería la ayuda adecuada
para ese niño particular en ese contexto y momento particulares.
Desde esta perspectiva el diagnóstico se construye con los integrantes de la comunidad
educativa implicada en la problemática.
En mi experiencia personal, cuando el trabajo pudo ser compartido (con padres, maestros y
niños) fue posible avanzar en la resolución de los conflictos.
A tales efectos resulta relevante la elaboración de algún tipo de ficha a realizar con
docentes y directivos que contemple: datos relevantes, objetivos y estrategias comunes.
La elaboración conjunta de esta ficha permite discutir criterios, pautar acuerdos y situar la
problemáticas relevantes que evitan la dilución de la entrevistas en pormenores
generalmente ligados a aspectos resistenciales de padres, maestros y psicólogo.
En el caso de José, de 5to año, la madre y la maestra expresan preocupación porque el niño
es muy disperso, “poco rápido”. La madre relata que trabaja todo el día, habla
extremadamente rápido, como si estuviera apurada. La maestra dice que le preocupa José,
que lo ve muy “pesado”, que no termina el trabajo a tiempo. De la entrevista resulta que en
un contexto de tantas exigencias y apresuramientos lo que José intenta es defender su
tiempo personal, fuera de las extremas exigencias de su madre, haciendo extensivo esto a la
demanda de esa escuela particular. Señalo que en realidad José encontró un modo de no
seguir ese tren eligiendo otra alternativa, de algún modo hasta más saludable e interesante
para la vida.
José tenía buenas notas (6 o 7) y no había porqué exigirle más. Por otra parte, en función de
un nuevo reloj – cronómetro que acababan de regalarle y lo tenía muy entusiasmado, se le
propuso a José que tuviera en cuenta los tiempos para la realización del trabajo en clase,
pudiendo así, a través del juego, registrar la dimensión temporal, sin que fuera planteado
esto como un pedido de apresuramiento.
En el caso en que evaluemos preciso sostener una entrevista con los niños será necesario:
1. Evaluar el lugar en que la misma será realizada. En el caso de realizar una entrevista en
el sentido ortodoxo del término resultará conveniente realizarla en un lugar confiable para
el niño (puede ser la oficina del psicólogo o lugar que inspire privacidad), y contar con la
disposición del mismo para concurrir.
2. Hablarle del secreto profesional, enunciado ante el cual el niño suele responder con una
expresión de sorpresa y alivio particular. Sorpresa que probablemente tenga que ver con el
apoderamiento por parte de los adultos de los enunciados que los niños realizan,
minimizando o planteando como “gracioso” incluso lo que para un niño puede ser muy
serio.
5. También será importante situar el objetivo de estos encuentros: ver de qué modo lo
podemos ayudar a que pueda, y de qué modos podrá ayudarse él mismo.
Voy a transmitirles una síntesis del trabajo con una niña, vamos a llamarla Valeria, alumna
del 4to año de una escuela primaria, en la que se conjugan de un modo bastante interesante
la problemática familiar con la escolar. Ambas coadyuvan a profundizar un síntoma que
podría haberse prevenido de haber sido diagnosticado/ detectado a tiempo.
En lo que hace al aspecto familiar, los padres de la niña se habían separado cuando la
Valeria asistía a los primeros años de la EGB 1. Valeria queda “pegada” a su madre, que
vamos a llamar Juana en una relación que vulgarmente se llamaría “simbiótica”, sin poder
crecer. La niña queda retenida por la madre, que no logra elaborar la separación de su
marido. Así, Valeria duerme con su mamá, se chupa el dedo, habla como una niña más
pequeña, y... no avanza en sus aprendizajes. A su vez la madre, ante esta separación queda
desvalorizada, adquiriendo la niña por identidad este rasgo materno. En este contexto el
padre tiene escasa participación.
Las entrevistas con Valeria consistieron en plantearle su situación, y enunciarle entre otras,
la hipótesis de que ella no aprendía porque no quería crecer (aparecían innumeras
conductas propias de una niña más pequeña). Se la invitó a reflexionar sobre las
dificultades que esta resistencia le traía. Estas intervenciones se hicieron también
visibilizando en sus producciones graficas esto que ella misma expresaba.
Paralelamente, las entrevistas y los encuentros informales con la madre recorrían el mismo
camino. Juana venía a contarme sus avances, las situaciones en las que había podido
“soltar” a su hija.
Ahora bien, este trabajo (que en algún momento llegaría a su límite en relación a cuestiones
que escapaban a las posibilidades de intervención en la escuela) no resolvía uno de los
aspectos de la problemática, ya que la niña no había adquirido nociones mínimas para
continuar con sus aprendizajes. En tal circunstancia resultaba importante evitar la repitencia
de la niña para no contribuir al debilitamiento del yo que la conducía a una fusión aún más
importante con su madre, pero al mismo tiempo atender a sus posibilidades reales de
aprendizaje. En este sentido, la sugerencia del psicopedagogo fue realizar adaptaciones
curriculares, acordes a las posibilidades de la niña para continuar con sus aprendizajes. De
la aceptación institucional de esta estrategia, dependía la posibilidad de la niña de crecer en
relación a sus posibilidades, sin dejar de reconocer sus limitaciones.
En otro caso que me pareció importante compartir con Uds., el trabajo diagnóstico se
realizó, manteniendo también entrevistas con los padres y/o profesionales a cargo de los
niños realizando el diagnóstico con el niño en un escenario grupal.
En el caso de Víctor, de 6 años, nuevamente fueron las maestras quienes demandaron la
participación de la psicóloga. Víctor presentaba serias dificultades comprensivas. En el
legajo del alumno figuraba la misma preocupación por esta dificultad observada en el niño
desde el jardín de 3 años. Víctor había sido evaluado por un neurólogo, quien no había
detectado problemática alguna. Había realizado a lo largo de un año a un tratamiento
fonoaudiológico. Esta profesional determinó luego de un tiempo la necesidad de un
tratamiento psicológico que los padres no aceptaron realizar, dando por terminada la
cuestión. Así, llegó Víctor a 1er Año con los mismos problemas comprensivos. Decidí
realizar la aproximación diagnóstica el día del campamento escolar, que se realizaría en
pocos días.
Víctor entró rápidamente en relación con migo. No lograba integrarse a los juegos cuando
no comprendía la consigna. Propongo a él y a otros niños jugar a juegos como el veo veo,
ante los cuales Víctor no lograba comprender consigna alguna. Costaba pensar que se
tratase de una cuestión psicológica de tipo sintomática, ya que no aparecían hechos de la
historia personal significativos vinculados con la problemática en las entrevistas con los
padres. Por otra parte, Víctor presentaba una dificultad comprensiva importante en todas las
circunstancias, aún en las lúdicas, por fuera de la actividad escolar. Por otra parte se
presentaba como un niño afectuoso, poco inquieto pero con una actitud de esfuerzo por
aprender, lo cual evidenciaba que no se trataba precisamente de una falta de interés,
represión o desconexión.
La entrevista con la madre se realizó conjuntamente con la maestra del niño, con quien
expresamos nuestra preocupación por la situación de Víctor, y la necesidad de realizar un
nuevo diagnóstico neurológico para despejar posibles dificultades. Pese a la resistencia de
la madre y la negativa del padre, después de la primea baja nota en la libreta del hijo
realizan un nueva consulta, de la que resulta una problemática de tipo neurológico que
determinaba precisamente dificultades en el área comprensiva.
Estos recorridos suelen ser similares en casos de afasias no detectadas en algunas
circunstancias por los especialistas.
Fue necesario acompañar a la familia y a Víctor en este momento particular, mostrar que el
niño continuaba siendo querido, y que ahora existían más posibilidades de ayudarlo,
enseñándole lo que estaba a su alcance en ese momento y planteando un tratamiento
psicopedagógico que atendiera a su problema. También fue importante la firmeza con la
que nos sostuvimos a la hora de insistir en la realización de un nuevo diagnóstico
neurológico en la entrevista con los padres, ya que la historia escolar develaba que los
intentos anteriores de que la familia avanzara en las consultas a los profesionales indicados
habían quedado truncados.
Muchas veces puede resultar sumamente interesante compartir una clase en la que se
aborde una temática particular con el maestro. Personalmente no comparto la idea de que el
psicólogo debe ir a “observar” a los niños y/o al docente, sino que el análisis puede
realizarse a partir de una participación activa del mismo en la labor que ocupe a alumnos y
maestros. Así, evitamos también la cosificación del niño o del docente en relación con una
problemática particular.
6. Otros recursos técnicos a tener en cuenta son los recursos gráfico expresivos que el niño
pueda realizar. La batería de test, la indagación desde la perspectiva del método clínico de
Jean Piaget y el trabajo en espacios lúdicos individuales o grupales resultan recursos
interesantes para el abordaje diagnóstico.
Tanto en las entrevistas con los niños como en las entrevistas con padres o maestros es
necesario situar el punto de angustia. Se trata de preguntarle al docente qué le produce, qué
le hace sentir determinado niño o niña, ya que en eso hay que considerar la afectividad
implicada.
Otro aspecto crucial que suele descuidarse en la bibliografía sobre el tema es el modo en
que redactamos, decimos, informamos un diagnóstico. Para ello será necesario evaluar:
- A quién va dirigido.
- Para qué suponemos que nos piden el informe.
- Cómo puede interpretar o vivenciar la información que le brindamos (modo de
descifrar/decodificar la información según discurso de referencia)
- Objetivos del informe (según el contexto situacional).
En la mayoría de las circunstancias el diagnóstico puede resultar una intervención en sí
misma. No sólo por el contenido de lo que se informa, sino por el modo particular que
adquiere la enunciación.
Ya sea escrito u oral, se elaborará en función de los aspectos mencionados al inicio del
desarrollo: epistemológicos, teóricos, ideológicos y éticos.
Desde una concepción dinámica y preventiva intentaremos que el diagnóstico haga hablar
al niño, a los padres, al docente por la vía de una interrogación que incluya la hipótesis
diagnóstica.
El aspecto humanizante que involucró las prácticas clínicas en nuestro país desde finales de
la década del 30 se ha ido diluyendo en muchos casos, pero se trata de una instancia que
aún consideramos relevante.
Será muy difícil llegar a una respuesta respecto de lo que a un niño o niña le pasa si no nos
involucramos en esa dimensión subjetiva, lúdica y de ficción tan particular y maravillosa
que tiene la infancia.
Así, por ejemplo, detalles como incluir el nombre propio del paciente por sobre la categoría
masificante de alumno, no resulta un aspecto de poca importancia. No incluir la categoría
de “menor” para mencionar a un sujeto en particular implica un reconocimiento de mismo
en un universo que lo incluya, evitando una terminología pregnada ideológicamente, que
implica aspectos penalizantes, que apuntan y/o refuerzan la marginalización.
Pero el aspecto fundamental, más que todos los elementos técnicos citados, es el del
posicionamiento que adquiramos para la realización de un diagnóstico. ¿Qué quiero decir
con esto? Que un buen diagnóstico se construye sobre la base de una interrelación subjetiva
que hace que nos comprometamos con ese niño, niña, padre, madre, maestra, directivo, en
su dimensión más humana, más subjetiva. Que tengamos en cuenta que hay un sujeto que
expresa un sufrimiento o una dificultad.
Para concluir, deseo rescatar una frase de José Bleger que a mi modo de ver despeja el
eterno dilema de la objetividad a la hora del diagnóstico: “Se logra una mayor objetividad
cuando se incluye la subjetividad”.
Otro niño: Pedrito. También 1er Año EGB, 6 años de edad. Pedrito presentaba una
problemática que hoy docentes, pediatras y neurólogos rápidamente darían en llamar:
ADD, el tan mentado síndrome disantencional.
Niño hiperactivo, con prácticamente nulo nivel de atención, se escapaba de la clase, corría
sin parar en los recreo, incapaz de centrarse en ningún juego, se pegoteaba con su cuerpo a
los adultos, faltaba el respecto sin reconocimiento de las normas mínimas institucionales,
no lograba respetar la espacialidad en el cuaderno. Por otra parte se presentaba como un
niño sumamente inteligente, que lograba hacer incluso cálculos orales en su idioma y en
italiano.
En este caso, a partir de contar con alguna información de tipo privada en relación a
aspectos de la historia parental se decidió realizar la primer entrevista con los padres sin los
maestros. De este modo surgieron elementos de esta historia que seguramente no hubiesen
podido ser expresados en otro contexto.
Hasta el momento, las entrevistas con los padres quedaban en la queja expresa por la
situación incontrolable por parte de los maestros de la situación del niño en el aula, y de los
padres por la situación del niño en el hogar. Queja respecto de la cual hacía algunos años
que no se lograba avanzar. Los maestros planteaban que se trataba de un ADD, los padres
negaban y ya.
En las primeras entrevistas con los padres se intenta dilucidar la participación de los hechos
de la historia en la problemática de Pedrito. En esta primera serie de entrevistas se dan
indicaciones específicas en relación a “ordenarle” al niño en la casa y en el aula pautas
mínimas como: espacios fijos en los que hacer la tarea en la casa, contar con una pieza para
el niño (en este caso era posible y no se había implementado), pautar tiempos para su
concentración (que fueran mínimos en principio y aumentados luego), dar tiempos de
descanso en la actividad escolar.
En ese tiempo, una de las maestras realiza una intervención realmente importante. Solicita
que a Pedrito se le deje de llamar así y pase a llamarse como el resto de los niños, por su
nombre: Pedro. De este modo, plantea que ya no se lo va a tratar como a un bebé ni como
hasta ese momento, como a la mascota de la escuela. Lugar en el que el niño quedaba
coagulado por ser Pedrito “el loquito”.