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OSCAR CHAMOSA BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Identidad, politica y nacién Hx edhasa CAPITULO 1 El folclore argentino, del positivismo al nacionalismo En 1910, al tiempo que el pafs celebraba el primer centenario de la Revolucién de Mayo, Ja alianza interprovincial de familias te- rratenientes comenzaba una lenta retirada del poder que habia usufructuado por cuarenta afios. Las décadas de dominio oligar- quico fueron, en su mayor parte, tiempos de fuerte crecimiento basados en un tacito pacto interregional que asignaba a la regién pampeana un perfil agricola-pastoril exportador mientras que la periferia del interior, Cuyo, el Noroeste, Chaco y el Noreste de- sarrollarian industrias primarias destinadas al mercado interno. El ocaso de la oligarquia fue acompafiado de un fuerte debate po- litico e ideolégico en el que se discutia el futuro del pais. Mien- tras que el radicalismo pugnaba por reformas institucionales, los socialistas por reformas laborales y los anarquistas por la revolu- cion, las elites del interior temblaban ante la perspectiva de que el cambio de régimen archivara el modelo proteccionista que los habia cobijado. En ese contexto, el resurgimiento del nacionalis- mo roméantico a nivel mundial impacto en el pais dandole cauce discursivo al malestar de la oligarquia. El Movimiento Folclérico Argentino anido en los resquicios de este giro ideoldégico de la elite, combinando y resignificando distintas tendencias prece- dentes. Entre ellas, el criollismo en el campo del espectaculo, la et- nografia positivista en el Ambito académico, el culto escolar a la patria y el clericalismo antiliberal.contenian elementos naciona- listas dispersos que eclosionaron en un discurso coherente alre- dedor de 1910 y, a su tiempo, alentaron el surgimiento de un fol- clore nacional. El trabajo de sintesis correspondié a los escritores 21 22 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) de la Generacién del Centenario con fuertes lazos con las elites del interior liderado por Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones y Manuel Galvez quienes articularon una critica global al liberalis- mo cosmopolita de la Generacién del Ochenta -obviando men- cionar el pragmatismo proteccionista que coexistia con el libre- cambismo-. El blanco favorito de la critica nacionalista fue la politica inmigratoria. De acuerdo a los tradicionalistas la inmi- gracién masiva habia corrompido la pureza del alma nacional trayendo consigo materialismo, avaricia, y socialismo al tiempo que habfa disuelto la nacionalidad en un archipiélago de cultu- ras fordneas. Como contrapartida, este grupo proponfa recupe- rar las culturas criollas del interior entre las cuales el alma na- cional se habria preservado intacta. Mientras que el problema econémico de fondo era el mantenimiento de la protecciédn de las oligarquias provinciales, el tradicionalismo que apoyaba a esas oligarquias planteaba principalmente cuestiones culturales y sociales, acusando a la migracion y el cosmopolitanismo como causas de la supuesta decadencia nacional. EI nacionalismo romdantico La disciplina folclérica, tal como fue adoptada en la Argentina, aparecia como una aliada natural del tradicionalismo derechis- ta. Esto se debe a que el folclore como drea de conocimiento se desarrollé en Europa durante el siglo XIX al calor de la lucha entre partidarios del antiguo régimen, por un lado, y la Ilustra- cidn francesa, el liberalismo burgués y el socialismo, por el otro. En esta disputa secular y transnacional, el folclore surgi como arma intelectual del sector conservador Ilevando por tanto una marca de nacimiento de caracter fuertemente reaccionaria here- dada del romanticismo aleman de fines del siglo XVIII. En aquel periodo, el redescubrimiento por parte de las elites alemanas del OSCAR CHAMOSA 23 mundo rural, la idealizacién del campesinado y de la cultura au- tdctona emergié como reaccién a los principios pretendidamen- te racionalistas y universalistas de la Ilustracién. Desde esos ori- genes, los sectores conservadores y clericales de otros paises europeos y luego de América Latina aprendieron a valorar la cul- tura rural como un bdlsamo contra los malestares producidos por la modernidad, incluyendo los desafios concretos a su mo- nopolio de poder lanzados por el secularismo y el socialismo. El punto de partida del romanticismo fue la definicion del concepto de “volk” o “pueblo auténtico” por el filésofo prusiano Johann von Herder. Segtin Herder, el pueblo aleman auténtico existia solo en las pequefias comunidades de campesinos, artesa- nos, lefiadores, mineros, y pescadores. Aunque los trabajadores manuales predominan en esta lista, la definicién de Herder no esta basada tanto en un criterio de clase sino de localizacién geo- grafica. Propietarios no absentistas, burgueses de pueblo y el bajo clero podian ser parte del volk si cumplian con un requisito fun- damental de mantener una relacion directa con Ja naturaleza y con las tradiciones ancestrales del pueblo aleman. En relacidén opuesta a ese pueblo auténtico se encontraban los pobladores de las ciudades sean ellos intelectuales, nobles absentistas, burgue- ses o trabajadores industriales y plebe urbana. Herder, asf como Fitche y von Savigny, crefan que en las tradiciones orales del pue- blo se conservaban los conocimientos, los valores y creencias de las antiguas tribus germanicas, el espiritu originario del pueblo aleman. Este alma colectiva conectaba a la nacién alemana mo- derna con sus antepasados pre-cristianos e incluso pre-romanos y nutria la identidad comun de una nacién que carecia atin de un estado unificado. En contraste con el humilde y austero pue- blo rural, los alemanes citadinos de Berlin, Hamburgo o Frankfurt -fatuos y avaros si ricos, anarquicos y pérfidos si po- bres— estaban mas interesados por las ideas francesas y en los placeres mundanos que la defensa de la patria. El nacionalismo 24 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) tomantico se erigid explicitamente como contrapeso a la moder- nidad cosmopolita y al racionalismo, conteniendo en forma em- brionaria casi todos los elementos del discurso fascista, inclusi- ve el componente antisemita. En el campo del folclore propiamente dicho, los hermanos Guillermo y Jacobo Grimm, famosos por su coleccién de cuentos infantiles, formaban parte de este proyecto cultural y politico y compartian los principios del nacionalismo romantico. Discipu- los dilectos del fildsofo y jurista von Savigny, los Grimm enfoca- ron su celo nacionalista recogiendo y publicando el folclore ale- man. Hacia 1830 los hermanos Grimm se habian ya convertido en celebridades gracias a su best-seller Kinder und Hausmarchen, (Cuentos hogarefios y de nifios). Con Caperucita roja, Blancanie- ves, La bella durmiente, Hédnsel y Gretel, entre otros, los hermanos Grimm sacaron el folclore del gabinete del anticuario y lo con- virtieron en una disciplina vibrante que atraia tanto a artistas e intelectuales como a padres y educadores. Coincidentemente, el romanticismo alemdn iba ganando fama internacional y con- virtiéndose en modelo para intelectuales de otros paises interesa- dos en liderar los procesos locales de formacién nacional. Siguiendo a los hermanos Grimm, el inglés Williams Thoms, inventor del término folk-lore, y el finlandés Julius Krohn le die- ton un mayor peso académico a la disciplina. Para la segunda mitad del siglo XIX, el folclore era considerado ya una ciencia, que siguiendo el modelo las ciencias naturales buscaba descubrir, clasificar y ordenar especimenes, en su caso especies tales como cuentos, danzas, creencias y practicas rituales. E] medio donde se desarrollaban estos fenédmenos era las “sociedades folk”, es decir pequefias comunidades donde todos sus miembros se conocian unos a otros, donde la creacién artistica era anonima, los cono- cimientos se transmitian principalmente en forma oral, y donde la vida diaria seguia siendo regulada por la tradicion y formas no- industriales de produccién. Los folcloristas cientificos estaban OSCAR CHAMOSA 25 pues interesados en las “supervivencias” culturales que se mante- nian vivas entre estos grupos aislados, de la misma forma que los paleontdlogos y gedlogos se interesaban por los restos dejados por las distintas etapas de la historia natural. Pero aunque en términos metodoldgicos el folclore de segun- da mitad del siglo XIX se alejé de sus origenes romanticos, el ger- men de las ideas reaccionarias subsistié por debajo de la metodo- logia cientifica. Observando el tipo de fendémeno que circunscribe el campo de investigacion folclérica se puede deducir que la tarea de la etnografia y el folclore se superponian. La diferencia estaba en el tipo de sociedad tradicional que una y otra disciplina elegia para su estudio. Mientras que la etnografia observaba las practi- cas y creencias de sociedades “salvajes” es decir habitantes de te- rritorio de colonizacién, especialmente no europeos, los folcloris- tas estudiaban fenédmenos similares pero entre comunidades ubicadas dentro del territorio nacional y racialmente indiferen- ciada de la poblacién en general. Esta tarea de recoleccion se dio en el contexto de la unificacién de esas distintas comunidades dentro de un estado unificado que efectivamente recortaba la au- tonomia econémica y politica de las comunidades locales. En esto, el folclore no hacia sino seguir los objetivos de las otras cien- cias positivas. De igual manera que los naturalistas inventariaban la flora y fauna “nacional”, los historiadores catalogaban los ar- chivos de la “historia patria” y los gedgrafos construian el mapa del territorio, los folcloristas salian al campo en busqueda de las tradiciones que acreditaban la antigiiedad de la nacién, aspecto fundamental del reclamo de soberanja. La tarea del folclore esta- ba pues enlazada a la construccidén del estado moderno y capita- lista pero siguiendo un concepto puramente romantico -y por tanto irracional- que asignaba a esas sociedades folk la categoria de “auténticamente nacional”. Los folcloristas positivistas no parecieron percatarse de lo in- congruente de esta posicién. En la segunda mitad del siglo XIX 26 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) en Europa y América, el proceso de formacion de los estados-na- ciones modernos, es decir capitalistas, se caracterizé por el es- fuerzo de las elites transnacionales por uniformizar el complejo cuadro de sociedades y economias locales subordinados al esta- do central. Esta homogeneizacién implicaba la asimilacidn de las culturas locales a un supuesto estandar nacional -generalmente pautado por la sociedad y regién dominante-. Las Areas rurales, incluso las mas aisladas, se vieron sujetas a decisiones tomadas desde los centros financieros y politicos y generalmente privadas de sus recursos naturales. E] mercado nacional, en nombre de la eficiencia y ayudado por los nuevos medios de transporte, arrui- no a una gran parte de los pequefios productores locales convir- tiéndolos en mano de obra itinerante y emigrante. Paraddjicamente, al mismo tiempo que las comunidades lo- es perdian control sobre sus recursos naturales y mano de ra, folcloristas, artistas y escritores se apropiaban simbdlica- ente de dichas comunidades etiquetandolas como ultimo re- ucto de la verdadera nacionalidad. En realidad los folcloristas no acian sino replicar en el terreno intelectual la accién coloniza- dora interna del Estado y las corporaciones capitalistas. Haciendo que las tradiciones locales se transformen en mercaderia simb6- lica no solo en forma de antigiiedades curiosas sino como mani- festacién del espiritu ancestral de la nacionalidad. Michel De Certeau llamaba a esta disciplina, que a un tiempo celebraba y su- primfa las culturas rurales, “un culto castrante de lo popular”.? ‘omo sefiala el historiador aleman Uri Linke, los folcloristas ide- jzaron la vida rural sin preocuparse por los problemas de la po- breza y el aislamiento en que vivian los campesinos. Esta ideali- zacién del campesinado se hizo mas pronunciada a medida que el proletariado urbano se radicalizaba. Por tanto, el folklore, con su idealizacién nostalgica de la vida rural y de la estructura social preindustrial, era funcional al proceso de formacién del estado- nacién moderno. OSCAR CHAMOSA 27 A fines del siglo XIX, cuando los estados europeos estaban re- clutando millones de campesinos para el servicio militar obliga- torio, no deberfa sorprender que los grupos reaccionarios nacio- nalistas celebraran la masculinidad rural. El campesino varén, antes reprobado por su falta de civilidad, se convirtid en poseedor de una sabiduria natural, esencialmente conservadora y una pie- dad sencilla que ignoraba especulaciones abstractas y utopias mo- dernistas. Estos héroes anénimos del pueblo rural eran el con- traejemplo de los nobles refinados, y por tanto “afeminados”, de los revolucionarios radicalizados y de las minorias étnicas trans- nacionales, es decir de los judios. La aplicacién positiva de la ca- tegoria volk, no era sin embargo tan sencilla. Los estados europe- os eran resultado de historias complejisimas de consolidacién dindstica, que incluia comunidades de tradiciones, idioma y reli- gion muy diversos. Elegir cual de ellas era considerada puramen- te “francesa” o “belga” era una definicién principalmente politi- ca que reflejaba los intereses de los sectores que controlaban la produccién de conocimiento. El folclore, positivista o romantico, por tanto, no tenia mucho de ciencia antiséptica y objetiva y con ese bagaje ideolégico y metodoldgico arribara a la Argentina en el periodo de desarrollo agroexportador. Folclore y positivismo en la Argentina En la Argentina y América Latina los primeros estudios folcléri- cos también coincidieron con la formacidén del estado-nacién en un contexto de capitalismo dependiente y de predominio ideoldé- gico positivista. Si para los constructores de las naciones europeas la definicién de su volk respectivo presentaba no pocas dificulta- des de este lado del Atlantico la situacién era infinitamente mas complicada. Cada pais americano presentaba un complejo de so- ciedades superpuestas resultado de olas sucesivas de conquista, 28 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) lonizacion y apropiaciones territoriales. En el caso argentino la perposicién de comunidades ancestrales y de colonizacién re- ente era especialmente compleja. Por un lado existia una cons- laci6n de comunidades criollas distribuidas en el territorio de las antiguas “trece provincias”. El Norte, Cuyo, el litoral pam- peano y el Noreste constituian regiones con sus respectivas cul- Gate. En cada una de estas constelacio: predominaban lina) turales que remitian a pueblos origi: rios diferentes, a su vez interrelacionados con areas mas ampli: el mundo andino, el amazénico, el Mapuche. La influencia afri- cana se manifestaba en forma variable también de acuerdo a la predominancia de esclavitud rural, en general asociada con las estancias jesuiticas. Migraciones internas (desde Santiago del Estero a la regi6n pampeana y de las ex misiones guaraniticas al resto del litoral) mas la continua circulacién de paisanos debido a las aventuras militares y las relaciones comerciales tendieron, si no rr, al menos a interconectar los distintos nticle- os La apropiacion de territorio acometida por el gobier- no nacional entre 1865 y 1885 incorporé forzosamente una nue- va constelaci6n de comunidades tradicionales originarias. Entre ellas se encontraban grupos que habian resistido la conquista es- pafiola y argentina como los Mapuches y los distintos pueblos Chaquefios, mas otros alejados del contacto colonial como los Selknam. Otros pueblos originarios y criollos que ya habjan esta- do dominados por paises vecinos pasaron a quedar bajo dominio de Buenos Aires, este fue el caso de campesinos de la puna. El des- arrollo econédmico en las nuevas areas conquistadas también atrajo poblaciones criollas vecinas desde Chile, Paraguay y Brasil. Este cuadro quedo en proceso de mayor complejidad con la inmi- gracién europea masiva que afectd tanto al litoral pampeano como a los territorios conquistados. Todo esto hizo mas proble- matica la definicion de qué sociedad tradicional rural representa- ria a la auténtica nacion argentina. nm OSCAR CHAMOSA 29 La cuestidn sobre si criollos o europeos constituian el eje de la nacionalidad no se resolvid automaticamente. Los cientificos sociales mas prominentes de ese periodo imaginaban que “el ele- mento dinamico” de la poblacién habria de desplazar al débil. Es . A estos ultimos los consideraban natural- y mal equipados para el progreso, susceptibles a enfermedades y por tanto predestinados a la extincidn. La “de- saparicidn” de la raza mestiza fue hecha efectiva al menos en las estadisticas como aparece claramente expresado en el Censo Na- cional de 1895. El autor de la introduccién discute muy breve- mente la composicién étnica de la poblacién argentina conclu- yendo que: “La cuestién de raza tan sensible en los Estados Unidos no existe en la Republica Argentina, donde no tardara su poblacién en quedar unificada por completo formando una nueva y hermosa raza blanca, producto del contacto de todas las naciones europeas fecundadas en el suelo americano”.? éQué ocurrid entonces con la poblacién mestiza, nietos de aquellos individuos que los parrocos inscribian en los registros como “castas”, “pardo” o “triguefio”? Los censistas nos indican que: “En cuanto a los mestizos, resultado del comercio entre los blancos y los indios primitivos o sus descendientes, hay en todo el pais una cantidad muy pequefia de individuos que designados con el impropio nombre de chinos constituyen los Ultimos res- tos de una raza destinada a desaparecer” 3 Esa conclusién obviamente no se sustenta en el censo mis- mo sino en una teoria a priori sobre “blanqueamiento” que era compartida también por muchos positivistas latinoamericanos incluyendo a los argentinos José Ingenieros y Octavio Bunge. Este ultimo era autor de un tratado de psicologia social publica- do en 1904 donde enumera la pereza, la arrogancia y la tristeza como caracteristicas de la personalidad del mestizo latinoameri- cano, resultado del aporte de sangre inferior del indigena y del 30 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) africano (como siempre, los positivistas denominan los grupos humanos en masculino singular). Por el contrario, “el europeo”, de acuerdo a Bunge se caracteriza por “la diligencia, la democra- cia y la alegria”. Para los cientificos positivistas, el futuro de la Argentina estaba en una poblacién unida mas civica que cultu- ralmente. La poblacién criolla no tendria mas que una funcidén didac- tica en ese futuro que se imaginaba luminoso, como lo define José Ingenieros en un pasaje de su Sociologia argentina en que ce- lebra el resultado de la politica de inmigracién: “En el territorio argentino, emancipado hace un siglo por el pensamiento y la ac- cién de diez o veinte mil “euro-argentinos” vivira una raza com- puesta por veinte o cien millones de blancos familiarizados con el bafio y la lectura, simbolos de la civilizacién”.4 Escrito en el contexto del centenario, Ingenieros construye en este pasaje una memoria del futuro en la cual la poblacién mestiza parece haberse acabado misteriosamente en el perfodo colonial -no to- mando parte alguna en la independencia, sin duda obra de blancos-. De mestizos e indios no quedaria sino el valor testi- monial de sus tradiciones, ya mero entretenimiento. Como | expresa el mismo Ingenieros, los euro-argentinos: “En sus hora: de recreo leeran las leyendas de las extinguidas razas indigena: y las historias de izada raza colonial”.5 La idea de folclo: no podria que- dar mejor definida que en ese fragmento del “padre de la socio- logia argentina”. Claro que antes de que eso ocurriera habria que poner manos a la obra y recorrer el territorio libreta en mano re- gistrando los Ultimos ecos de esas razas en desaparicion. Este objetivo se complementaba con la necesidad de parte del estado nacional de consumar desde un punto de vista cientifico la ocupacién del territorio conquistado por las armas y la diplo- macia entre 1870 y 1890. Los investigadores del Instituto Geo- grafico Argentino, liderado por Estanislao Zeballos y Francisco P. OSCAR CHAMOSA 31 Moreno hicieron para el estado nacional ]o que Henry Stanley y Pierre de Brazza estaban haciendo en Africa para Europa, asegu- rando el control de Buenos Aires sobre el extenso territorio con- quistado en Patagonia, Pampas, Chaco, Misiones y Andes. Asi el Instituto Geografico en conjuncién con el ejército y la armada envid misiones de exploracién a los nuevos “territorios nacio- nales” en que se aunaban la inspeccién geografica, geoldgica, botanica, y etnografica. En este proceso, los “peritos” tenian la funcién de apropiar en nombre de la nacién cada aspecto del te- rritorio, observando, catalogando, analizando, exhibiendo los especimenes minerales, vegetales, animales y humanos que en- contraban a su paso. Muchos de esos exploradores también en- focaron parte de su trabajo en territorio de las antiguas provin- cias, especialmente en las zonas liminales con los territorios ocupados. El trabajo etnografico pionero en el Noroeste pertenecia mas al proyecto colonialista interno que la busqueda de un volk argentino. Es cierto que los exploradores protestaban que el pu- blico educado de Buenos Aires apenas tenia una idea vaga acer- ca del interior del pais. Por ejemplo, Eduardo Holmberg, comi- sionado en 1904 por el gobierno nacional para investigar el estado de la Gobernacién de los Andes, comenzaba su reporte quejandose del pésimo estado del conocimiento geografico de los portefios asi como de los prejuicios que él mismo oyé de boca de sus allegados con respecto no ya al nuevo Territorio Nacional de los Andes sino a las mismas provincias de Jujuy y Salta. Pero aqueilos que promovian la necesidad de informarse acerca de la vida y la cultura en las provincias del Norte no lo hacian con el dnimo de reivindicar y apreciar una poblacién marginada e incomprendida. Antes, lo hacian con el fin de sa- ciar el apetito colonial de poseer y controlar desde el plano del conocimiento las tierras, los recursos y los habitantes sometidos al dominio del estado nacional. 32 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Con la divulgacién del resultado de las exploraciones en la prensa escrita y revistas graficas como Caras y Caretas o Fray Mocho, los exploradores buscaban revertir la falta de informa- cién sobre aquellas regiones distantes. Las notas tendian a estar centradas sobre el viajero/explorador como agente activo del co- nocimiento y a menudo infantilizaban a los pobladores provin- ciales, tanto a los campesinos como a las elites. Ejemplo de esta actitud son las notas qu@RobertoysPayrs escribio para La Nacion en 1899 y que luego compilé en su libro Por tierras del Inti yla serie de articulos que Carlos Correa Luna publicé en Caras y Caretas con el titulo de “Por el pais de los calchaquies”. Otros autores, como Joaquin V. Gonzalez en Mis montafias, Lafone Quevedo en Londres y Catamarca (1888), Adan Quiroga en Cal- chaqui (1897), Ambrosetti en Por el Valle Calchaqui (1898) y Holmberg en Viaje a la Gobernacion de los Andes (1900), buscan despertar interés en la cultura criolla, sin dejar de ser positivis- tas. En conjunto, estos autores contribuyeron a la exoticizacién de los criollos del Noroeste. También contribuyeron a crear la nocién de que las antiguas tradiciones argentinas estaban aun vivas en los aislados valles subandinos, nocidn romantica que no habia desaparecido durante el periodo positivista y que se poten- ciaria en los afios del Centenario. Entre los distintos factores que hacian que el Noroeste apare- ciera original y exdtico desde el punto de vista del ptiblico porte- fio ilustrado se destaca la asociacién de los valles preandinos con la civilizacién incaica. (La evidencia arqueoldégica mostraba que los valles habian albergado poblados sedentarios por al menos un milenio antes de la expansion incaica, pero para el publico en ge- neral, todo lo que fuera andino prehispanico era simplemente ca- talogado como incaico.) Ruinas de poblaciones, enterramientos, alfareria, y hasta metalurgia refinada afloraban aqui y alla atra- yendo a arquedlogos nacionales y extranjeros asi como a “hua- queros” o ladrones de tumbas, como Manuel Zavaleta, comisario OSCAR CHAMOSA 33 de Tafi del Valle, quien entre los afios 1880 y 1900 se apropid de miles de piezas unicas de la cultura Santamaria que luego vendid a los museos de Berlin y Chicago. Hacia principios del siglo XIX, los principales sitios arqueoldgicos como Tilcara, Quilmes, El Molino, Andalaga, Belén y Hualfin habian sido reconocidos y es- taban en proceso de estudio (y en muchos casos de destruccién irreparable). Pero la apropiacién museogrdafica del pasado preco- lombino y la curiosidad por algunas practicas del presente no ha- cian todavia a los pobladores actuales candidatos al titulo hono- rifico de pueblo argentino auténtico. Entre ellos se encontraban grupos cuya identidad y cultura se balanceaba entre la i e -tal era la situa- cién de los llamados uebradefios de Hu- mahuaca, los vallistos calchaquies y los fios-. Aun cuando muchos se _dedicaban al arreo de ganado, estos campesinos ” en el sentido dado al térmi- no en la regi6n pampeana 0 en los mismos Ilanos nortefios, sino pequefios pastores y agricultores. Muchos eran pequerios propie- tarios de sus tierras y manadas e incluso un puriado de comuni- dades, como Amaicha y Colalao del Valle en la porcién tucuma- na del Valle Calchaqui, conservaban precariamente un sistema de propiedad semicomunal. Es posible que a fines del siglo XIX estos pobladores hubieran ya asumido plenamente su identidad como “argentinos” pero al mismo tiempo vivian entre las ruinas materiales del pasado prehispanico y participaban en muchas de las practicas sociales, lingiifsticas y religiosas que los alineaba también con la cultura pan-andina. Su aislamiento geografico y autosuficiencia econémica era solo aparente, el esquema de re- clutamiento laboral de la zafra azucarera habia atrapado a miles de campesinos de todo el Noroeste (asi como a pueblos origina- tios del Chaco occidental) posibilitando la expansion de la in- dustria azucarera al tiempo que reducia la comunidades criollas aun ciclo de dependencia por endeudamiento. Eventualmente 34 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) los empresarios azucareros se interesaran profundamente en la cultura ancestral de sus trabajadores andinos y santiaguefios el momento, entre 1870 y 1910, estaban mas interesados ‘xplotarlos solo como mano de obra-. Estas mismas comunidades aparecian sin duda como poten- ciales fuentes de informacién a los ojos de los arquedlogos-etno- grafos que exploraban los yacimientos prehispanicos. Para estos proto-folcloristas las sociedades andinas tenfan mas valor por lo que podrian revelar como “supervivencias” que por lo que podri- an contribuir al futuro del pais. Por ejemplo, Roberto Payré veia en el culto de la Virgen del Valle en Catamarca una forma em- bozada del culto a la Pachamama, resabio de antiguos ritos agri- colas sin sentido actual.* Joaquin V. Gonzalez, por su parte, se- fiala que la fiesta del Nifio Alcalde -en la que el mayordomo de la cofradia era elegido como “Inca” de la ceremonia- era eviden- cia clara de la influencia cuzquefia en los valles altos riojanos. Apelando a audiencias mas entendidas, Juan B. Ambrosetti en- contraba similitudes entre la danza de los choyos, espiritus en- mascarados, durante la fiesta de Nuestra Sefiora del Rosario en el Valle Calchaqui y la danza Zuni de los katchinas. Adan Quiro- ga identificaba al “chiqui” numen calchaqui de las aves salvajes, como supervivencia de las figuras zoomorficas representadas en las urnas de la cultura Santa Maria. Otras ceremonias, creencias © practicas simples que se verificaban a lo largo de los valles sub- andinos, incluyendo los mingacos, la construccién de apachetas, las sefialadas, topamientos, y las coplas de carnaval representa- ban para los investigadores reliquias del pasado prehispanico y" servian principalmente para arrojar luz sobre los artefactos y si- tios encontrados en las excavaciones arqueolégicas. La utilidad presente de esas practicas, por otro lado, era dura- mente contestada por los expertos. Para los positivistas, las fies- tas comunales, sea patronales o de carnaval, habiendo perdido ya su sentido original y derivado en mera licencia para la borrache- OSCAR CHAMOSA 35 ray la desinhibicion sexual. Por ejemplo, la chaya riojana era para Joaquin V. Gonzalez: “Una supervivencia desarticulada de la reli- gién prehispanica que se desarrolla entre los ranchos de las ori- llas, entre la gente mds torpe que no tiene otra manera de mani- festar su alegria ni los pesares que la embriaguez”.”? Concluyendo “que el festival indio [...] hace renacer la barbarie de su tumba de tres siglos”.8 Payré se mostraba sorprendido por las orgias que decia haber presenciado en aldeas alejadas de Catamarca a pro- posito de la fiesta de la Virgen del Valle. En consecuencia de esas practicas no duda en describir a los catamarquefios como: “Su- persticiosos, violentos, vengativos, voraces amigos de la aloja, chi- cha y aguardiente, y amigos del baile”. Similarmente, al observar una fiesta campesina, Ambrosetti pontificaba: “El amor puro, bello privilegio de la gente civilizada, desaparece debajo de la es- cala social para ser reemplazado por el instinto animal”.’? Como hombres de progreso asociados con el estado moderno, Gonzalez y sus colegas veian en esas practicas supersticiones atavicas con- trarias a las reglas de comportamiento civilizado que no podian ser excusadas. Quedaba la esperanza de que el mismo progreso las borrara pronto, como suponia el autor de Mis montarias: “Pobre gente, déjenlos que sigan con sus ilusiones sin que sepan lo que esta por venir, se puede decir de ellos que son un pueblo conde- nado, caminando a su propia destruccién”. Este epitafio prematuro sintetiza la ambivalencia de los pri- meros folcloristas divididos entre el entusiasmo por haber en- contrado una cultura folk para estudiar y el disgusto por presen- ciar practicas que contradecian el grado de civilizacién que la Argentina supuestamente habfa alcanzado. Similar conflicto in- telectual generaba entre los intelectuales positivistas el recono- cer que el pasado prehispanico hab{a dejado una huella mas pro- funda de la que se esperaria en un pais de supuesta estirpe europea. Addn Quiroga se lamentaba: “Hasta hoy existe el indio de aquel tiempo, el indio inculto, en Tinogasta, Poman, Belén, y 36 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Santa Maria, y francamente a pesar del contacto frecuente con gente de la época, esos pobres representantes de la raza antigua, no pasan de ser unos infelices, sin dotes intelectuales de ningun género”.1? Gonzalez los encontraba en la misma ciudad de la Rioja “des- cendientes mas directos de los antiguos pobladores, raza interme- dia, degenerada, llena de las preocupaciones de la barbarie y de costumbres que parecen restos de una religion perdida”.'3 Se po- dria completar el catalogo de epitetos con citas de Ambrosetti, Bohman, Debenedetti, y otros pioneros de la exploracién arqueo- légica y etnografica que igualmente atribuian a los habitantes de los valles andinos y la puna una larga lista de defectos fisicos y morales incompatibles con las aspiraciones progresistas del pais. La cultura de las comunidades criollas del Noroeste, tanto de los valles como de los llanos, constituia un material exdtico y en vias de extincién, digno de ser minado para el avance de la ciencia. Pero los folcloristas de fines del siglo XIX no parecian interesados en asociar esas sociedades tradicionales con el porvenir del pais. El criollismo, el culto del gaucho y los comienzos del folclore espectaculo Algo diferente fue la situacién del criollismo, que dentro del campo del entretenimiento adopté en forma rudimentaria ele- mentos del romanticismo nacionalista europeo. El criollismo fue un complejo cultural que, atravesando géneros diferentes, inclu- fa la poesia gauchesca, los folletines sobre gauchos perseguidos, el circo criollo, las comparsas de gauchos de carnaval y los cen- tros criollos. En rigor, el criollismo se desarrollé tempranamen- te como género literario con los “cielitos” de la independencia y se mantuvo como nicho limitado hasta su explosién en la déca- da de 1870 a partir del éxito del Martin Fierro. Como varios au- OSCAR CHAMOSA 37 tores han sefialado esta literatura inventé un gaucho imaginario, un tipo de “héroe cultural” funcional al proyecto de consolida- cion del estado-nacion. En tal sentido el criollismo se acercaria a una versién argentina del culto por lo rural-tradicional que el nacionalismo romantico promovia en Europa. Pero asi como el criollismo abarc6é diferentes formas de ex- presién también carecia de un discurso unificado. Hacia 1890, miembros de la elite letrada, tales como Martiniano Leguizamon y Rafael Obligado, se apropiaron de la tematica del criollismo, aunque no siempre del lenguaje gauchista, como un medio para encauzar el impulso romantico-nacionalista en un contexto he- geménicamente liberal. Pero junto a este criollismo erudito exis- tia otro que tenia mas de irreverencia vodevilesca que de vindi- cacion nativista. Los gauchos de carnaval con sus largas barbas de cotillon y lenguaje rocambol-gauchesco eran una suerte de parodia gentil a los gauchos épicos del Martin Fierro y Santos Vega. Las pantomimas gauchescas de los Podesta fueron en cier- ta medida una adaptacién escénica de los gauchos de carnaval, los que a su vez engrosaron su repertorio con los personajes me- morables del circo criollo (la comparsa Gli acriollati de 1902 pre- sentaba un cuadro completo de Cocoliches). Mas aun, la entro- nizacion a partir de los folletines de Eduardo Gutiérrez de un guapo malavenido como Juan Moreira al rango de héroe arque- tipico puede leerse como un caso de inversién carnavalesca, un guifio dado a las audiencias. Como indica Adolfo Prieto la au- diencia popular del circo criollo adopt a Juan Moreira como héroe propio mientras que endilgaban al sargento Chirino todos los abusos cometidos por el Estado. A bordo de los recientemen- te inaugurados ferrocarriles, el circo criollo impuso sus gauchos de vaudeville en las capitales provinciales, creando asi el primer entretenimiento masivo de alcance nacional. A pesar de su Angulo irreverente, el criollismo popular con- tenia elementos de nacionalismo cultural en estado embriona- 38 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) rio. Los autores gauchescos adornaron a sus héroes tragicos con un numero de virtudes morales y destrezas que pretendian defi- nir al hombre argentino. Como lo define el mismo Eduardo Gutiérrez: “Santos Vega cargaba con el terrible anatema de ser gaucho, como si en aquella raza sencilla e inteligente no se ha- llaran los caracteres mds nobles y los corazones mas intrépi- dos”. En el universo del criollismo popular, el archienemigo del gaucho no era directamente la ciudad o la modernidad, sino el juez de paz, representante local del estado y de los intereses pro- pietarios. Al mismo tiempo el criollismo establecia una divisoria moral entre criollos y gringos: mientras que los criollos destila- ban honestidad y valentia en sus trasgresiones, los inmigrantes aparecian avaros, falsos y cobardes -o risibles si pretendian asi- milarse-. Esta tendencia se fue acentuando en las primeras dé- cadas del siglo XX a medida que el circo criollo fue dejando lugar a los sainetes y éstos a los dramones gauchescos de pretensiones moralistas. Aqui el inmigrante mezquino y el portefio embuste- ro recibian su merecido mientras que el pobre peén criollo, tan leal a su patria como a su patron, terminaba en su querencia bu- célica, muy feliz con su china donosa. Este modelo de gaucho noble y trabajador se encumbré en la literatura erudita regiona- lista que tuvo su maximo exponente en el Don Segundo Sombra de Ricardo Gitiraldes publicado en 1926. Por mucho tiempo, estos gauchos literarios pasaron por representacién veraz del criollo rural. Los “centros cnollos” sufrieron una evolucién similar, pa- sando de la burla carnavalesca a la celebracion patridtica. Surgi- dos en la década de 1890, estos centros eran una forma de en- tretenimiento juvenil en los que empleados o estudiantes se reunian para ensayar el pericon, cantar estilos camperos e ini- ciarse en el dificil arte de la payada. Lehmann Nitsche los con- sideraba una expresién de la popularidad del personaje de Santos Vega y destacaba el caracter artificioso del dialecto utilizado en OSCAR CHAMOSA 39 esos centros. Prieto, por su parte, hace notar la presencia mayo- ritaria de apellidos extranjeros, especialmente italianos. De esto se deduce que los centros podrian haber servido como mecanis- mo de asimilacién a los jévenes de origen inmigrante nacidos 0 crecidos en el pais. Inicialmente las elites no parecieron involucrarse en los cen- tros criollos. En 1908, en una nota cubriendo una fiesta tradicio- nalista en Montevideo organizada por la asociacién dirigida por Elias Regules, Caras y Caretas se preguntaba porqué los “elemen- tos intelectuales y sociales mas calificados” de la Argentina no emulaban a sus pares uruguayos asociados en cultivar las tradi- ciones patrias.* Eventualmente el ejemplo de Regules se extende- rfa entre la elite bonaerense y a lo largo de la década del veinte centros criollos de elite comenzaron a reunirse en las casas quin- tas del gran Buenos Aires. En estas fiestas campestres, hombres y mujeres vestidos de gaucho y china, respectivamente, practicaban danzas criollas y cantaban estilos camperos. A pesar de la estatu- ra heroica asignada al gaucho en esa década, las comparsas de gauchos irreverentes no habian desaparecido del todo. En 1926, sin embargo, el escritor cordobés Julio Diaz Usandivaras se la- mentaba en su revista tradicionalista Nativa que en carnaval se vieran comparsas de gauchos, proponiendo que en cambio los centros criollos desfilaran junto con el ejército en las fechas pa- trias. Esto ocurriria finalmente cuando en la década de 1930 los centros criollos “de a pie”, dejaron lugar a los centros gauchescos que emergieron en cada pueblo de la llanura pampeana. En estos centros, estudiados por Marta Blacha y Hugo Ratier, entre otros, terratenientes y otros notables locales organizaban a sus peones y empleados en asociaciones de jinetes criollos que demostraban destrezas ecuestres tales como “domas” “yerras” y carreras de sor- tija, asi como destrezas artisticas. Asi mismo, como Usandivaras lo habia pedido, comenzaron a desfilar en vestimenta gauchesca a la par de las escuelas y la guarnicién militar local durante los 40 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) actos patrios. Este modelo surgido en Uruguay, se trasladé prime- ro a Buenos Aires y el resto de la “pampa gringa” para terminar extendiéndose a cada regién del pais. Los “fortines”, “asociaciones tradicionalistas”, o “centros crio- llo y/o gauchesco” afiadieron una dimensién asociativa que, en conjuncién con la academia, el arte y el entretenimiento, hizo del folclore criollista un movimiento cultural. Los centros gau- chescos, constitufan, y atin hoy lo hacen, organizaciones integra- das socialmente en que terratenientes y peones, mis el ocasional farmacéutico o dentista de pueblo, compartian una inquietud comin por la preservacién de las tradiciones. Este compromiso personal, tanto en ricos como en pobres, solo puede explicarse por la internalizacién de principios abstractos acerca de la nacio- nalidad y la tradicién. La integracién social, por otro lado, sirvid para reforzar la nocién, no menos inventada, que las relaciones entre patrones y peones se guiaban por principios paternalistas premodernos. Sin duda que la asociacin en los centros gauches- cos con el culto a la patria y al gaucho sirvieron para reforzar a nivel local el control social de las elites pueblerinas que dirigian esos centros, siguiendo un modelo que elites mas poderosas como la azucarera tucumana y la bodeguera mendocina intentaran a nivel regional e incluso nacional En un sentido mas amplioff€lJeriOllismiG) desde el poema épico a las pantomimas del circo, sirvid como un con una serie de virtudes que emanaban del alma na- cional. Pero este @auleholideal descansaba en una in amar cual el gaucho erraba libre sobre la pampa abierta, munido apenas de sus flete, matra, facén correspondiente, y gui- tarra en caso de ser payador. Este ideal del gaucho @@lattero difi- cilmente representaba la vida cotidiana de los habitantes de la campafia bonaerense, menos atin de las decenas de diferentes OSCAR CHAMOSA 41 comunidades criollas extendidas por todo el territorio. Esa falta de representatividad del criollismo es lo que las elites del interior intentaron subsanar al promover el reconocimiento de las cultu- ras criollas de sus provincias. La Generacion del Centenario y “la restauracion nacionalista” Cuando el positivismo y el liberalismo cosmopolita reinaban aun como discu:.:0 dominante entre las elites, un grupo de intelectua- les, la llamada Generacién del Centenario, comenz6 a agitar la idea de que las comunidades criollas del interior profundo consti- tuian el volk argentino, es decir el pueblo argentino auténtico, o como repetia por entonces: “el arquetipo de la nacionalidad”. este nuevo entramado discursivo las historias fantasticas contadi por los(paisanes de Santi. ‘0 0 los rituales arcanos de plebe riojana lectiva nacional. acia la cultura criolla constituyé una verdadera revolucién cultural considerando lo in- tricado que estaba el discurso liberal cosmopolita en la elite argen- tina. Este dramatico giro conceptual solo puede explicarse por las transformaciones politicas que se aceleraban a partir del Cente- nario y que se catalizaron con el ascenso del radicalismo y los su- cesos de la Semana Trdagica, asi como las huelgas rurales de prin- cipios de los afios veinte. Paraddjicamente, el giro nacionalista de la elite conservadora fue al mismo tiempo una reacomodacién a modas transnacionales que, nuevamente, irradiaban desde Europa occidental, especialmente desde Francia y Espafia. En la concepcién politica de la nacién asi como en el lengua- je utilizado por la Generacién del Centenario se observa la in- fluencia del pensamiento reaccionario europeo de la segunda 42 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) mitad del siglo XIX. En la Europa “latina”, durante la era de pre- dominio positivista, autores como Hipdlito Taine y Marcelino Menéndez Pelayo habian mantenido vivo el clericalismo reaccio- nario, abogando por que Francia y Espafia recuperaran las raices cristianas y medievales de su nacionalidad. La idea de arquetipo nacional que articularon Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones y Manuel Galvez, aunaba el romanticismo aleman, el ultramonta- nismo de la derecha francesa y espafiola, con el psicologismo en boga en ese periodo. Los autores argentinos parecen haber senti- do la influencia de los antipositivistas latinoamericanos, espe- cialmente “el arielismo” de Rodé, pero el antiimperialismo de estos Ultimos es menos evidente en los autores del Centenario, que estaban menos preocupados por la influencia de Estados Unidos en las reptiblicas americanas que por la de los inmigran- tes en el seno de la poblacién argentina. En una serie de conferencias dadas en el teatro Odedn en 1913, Leopoldo Lugones se abrazo al criollismo literario con sus gauchos de ficcién para expresar una suerte de manifiesto ro- mantico-nacionalista argentino. En la versién de Lugones, el gaucho, en singular masculino, representaba el consorcio de suelo, la tradicién y la raza que definia lo propiamente argenti- no. Invocando a Fitche, Lugones enunciaba: “La patria es un ser viviente con un alma, y ese alma es su mejor parte”.1* Dicho es- piritu se manifestaba primordialmente en la voz del payador. Ricardo Rojas coincidia con dicho apotegma aunque lo expresa- ba de esta manera: “La emocién y el instinto identifican al nati- yo con su tierra siguiendo una ley universal de la geografia hu- mana”.”” Esta vision tradicionalista rompia con la nocién liberal de la “nacion civica”, en Ja cual la comunidad nacional se basa- ba en la adhesion a la Constitucién mas alla de los origenes ét- nicos de quienes adheria a ese contrato social (claro esta, siem- pre y cuando estos origenes étnicos diversos fueran Europeos y cristianos). Los intelectuales del Centenario desechaban la con- OSCAR CHAMOSA 43 cepcién contratualista, temiendo que a falta de un eje cultural la nacidén se desintegraria en un archipiélago de colectividades ex- tranjeras. Ellos creian que, si no ya los inmigrantes adultos, al menos los hijos de estos podrian ser incluidos en una “argenti- nidad” definida no solo por el culto a los préceres y los simbo- los patrios, con que la Generacién del Ochenta coincidia, sino también por la adopcién de la cultura rural criolla. En La restauracion nacionalista, publicado en 1909, Ricardo Rojas recurre a un vocabulario tomado prestado de la psicologia para justificar la adopcién de un curriculum tradicionalista en la educacién argentina. Rojas plantea que de la misma manera que los individuos crean su identidad personal al tomar conciencia del yo a través de las percepciones sensoriales y el ejercicio de la memoria las escuelas puiblicas deben orientarse a crear una iden- tidad colectiva a través del estudio de la geografia y la historia. Hasta la década de 1920, la cultura criolla estaba poco menos que ausente en las fiestas patrias. En las escuelas era tan comun en las fechas patrias que los alumnos bailaran un pericén como una escena de zarzuela 0 cantaran el coro de una opera italiana. En tales celebraciones, mas que musica o danza predominaban las alegorias —especie de puestas visuales en las que los alumnos lucian disfraces para representar ideas como “la libertad”, “la patria” y “el progreso”-. En estas alegorias la estética predomi- nante era la clasicista (gorros frigios, laureles, quitones jdnicos y cornucopias), iconografia también utilizada en los actos oficia- les, especialmente y, con gran profusion, en los actos del Cen- tenario. En el plan de Rojas, en cambio, la cultura tradicional criolla reemplazaria esas abstracciones como vehiculo educacio- nal haciendo estimular los sentidos a través de la musica criolla, y usando las leyendas, canciones épicas y dichos locales como fuente de conocimiento histérico. Este método crearia, de acuer- do a Rojas, una “cenestesia colectiva’, concepto que él define como “conciencia de una tradicidn continua y de un lenguaje 44 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO. (1920-1970) comun que define a la conciencia colectiva”. El mismo Rojas proporcioné en El pais de la selva una de esas lecturas juveniles que, siguiendo el modelo de Mis montarias, iniciaria a los nifios de Buenos Aires y la Pampa Gringa en los rudimentos de la Argentina profunda. : Mientras que para Lugones el avatar del alma nacional era el payador de las pampas, Ricardo Rojas imaginaba el esquivo espi- ritu nacional recluido en la cerrazén del monte santiaguenio. La eleccién no era arbitraria. Aunque nacido en Tucuman, Rojas pertenecia a una familia tradicional santiaguefia. De acuerdo a su propio relato, Rojas habia conocido en el ambiente familiar las historias acerca de los seres fantasticos del monte: la mula- nima, el runa-uturrunco, el duende, la Telesita. Estas mismas historias y otras aparecen en el Pais de la selva en formato de re- lato de viajero: un joven escritor se interna en el monte santia- guefio, reimaginado con el frondoso nombre de “selva”, visitan- do los pueblos de la antigua linea de frontera. Alli toma nota de creencias y practicas que se creerjan extintas en un pais civiliza- do. En uno de los capitulos el joven citadino tiene un encuentro fortuito con Zupay, el diablo en persona. El demonio local noes, de acuerdo al autor, ni el Zupay prehispanico ni el principe de las tinieblas del cristianismo, sino una mezcla de los dos. Como Lucifer en el viejo mundo, Zupay preside las salamancas, confi- riendo “las artes” a brujas, bailarines y guitarreros a cambio de sus almas. Al mismo tiempo, como demonio indigena, Zupay es en parte geniecillo travieso y en parte numen, custodio del monte y sus criaturas. En este ultimo rol es que un indignado Zupay introduce al joven viajero en el secreto de la desolacién dejada atrds por los consignatarios forestales, que en poco tiem- po convirtieron la selva en un paramo y a los paisanos en presa facil de conchabadores inescrupulosos. : Este inesperado giro ambientalista de Zupay introduce una cuota de realismo que contrabalancea la idealizacién del mundo OSCAR CHAMOSA 45 campesino que campea de la obra de Rojas; ademas sirve como metafora. El paisano santiaguefio, también mestizo como su dia- blo, vive en armonia con la naturaleza, produciendo lo poco que necesita con sus manos, recreando tradiciones llenas de encanto poético, y expresandose con simplicidad y musicalidad. El mate- rialismo desenfrenado asesté un golpe brutal sobre aquel mundo que parecia haber quedado suspendido en el tiempo, destruyendo su habitat, dispersando a su gente, y amenazando de muerte su cultura secular. La devastacidn que prdcticamente erradicé el quebracho colorado se cierne como una sombra sobre el resto del pais. El espiritu de la nacionalidad atin permanece alli, velando sobre los restos de un pais desvastado. Iluminado por Zupay, el joven intelectual debe volver a la selva urbana para luchar por sal- var lo que queda en pie y restaurar lo que se perdid. Como se ha argumentado, Rojas y la mayoria de los miem- bros del Centenario utilizaban su origen provinciano como capi- tal simbdlico que le permitiera diferenciarse en el mezquino am- biente intelectual de Buenos Aires. Pero su pertenencia a familias patricias, aunque venidas a menos, les aseguraba fluido contac- to con la colonia politica provinciana en Buenos Aires, con quie- nes se establecio una suerte de relacién simbidtica. Mientras que los diputados, senadores y ministros del interior le aseguraban contactos en ministerios, universidades y periddicos, los escrito- res profesionales como Rojas, Lugones y Galvez se convertian en sofisticados portavoces de ese grupo politico. El origen nortefio, como era el caso de Rojas, le aseguraba a los constructores de la nacién cultural la posesién de un bagaje de historias que acredi- taban la antigiiedad de nacion e indirectamente asegurar la pro- teccién del estado central a los intereses provinciales. En tal sentido, el Noroeste ofrecia a los defensores de la na- cién cultural varios estratos de narrativa que otras regiones del pais no poseian en igual cantidad y complejidad. Desde la con- quista, decenas de narrativas entretejidas a lo largo de cuatro si- 46 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) glos le daba a la historia nacional una profundidad cronoldgica que la equiparaba con los paises mas antiguos. Asi se sucedian la épica tragica de Juan Calchaqui, los enredos y aventuras del “falso inca” Bohorquez, los milagros de Francisco Solano, tinica nota hagiografica en un pais catdlico desprovisto de santos, y la miste- riosa desaparicién de la ciudad del Esteco, posiblemente por ac- cion divina. En la seccién historia patria, el Noroeste ofrecia un amplio catalogo de eventos épicos, desde el éxodo jujefio, las ba- tallas de Belgrano, el Congreso de Tucuman, la declaracién de la Independencia, la conferencia de Yatasto, y la defensa heroica de los “gauchos” de Giiemes. Durante las guerras civiles, el Noroeste contribuy6é en forma decisiva al triunfo del proyecto portefio: la Liga del Norte, el “martirio” de Lavalle, la penosa retirada de su séquito por la Quebrada de Humahuaca, y la famosa batalla de Pozo de Vargas, donde los santiaguefios de Antonino Taobada de- rrotaron a los riojanos de Felipe Varela impulsados por los aires de una antigua zamba. Con Alberdi, Avellaneda y Roca, Tucuman demostré no solo ser cuna de la independencia sino de tres de los cinco hombres claves en la organizacién nacional (siendo Sar- miento y Mitre los dos restantes). Finalmente estaba el folclore, historias de tiempo inmemorial transmitidas de boca en boca. Del resto del pais Cuyo y Cérdoba podian presentar sdlidos per- gaminos en cuanto a su lugar en la consolidacién del poder eu- ropeo en el territorio argentino, y en la lucha por la independen- cia, mientras que Corrientes, con su influencia guarani, podia competir en variedad y colorido de sus mitos y rituales. Pero el Noroeste no solo concentraba todos los elementos histéricos y culturales que se hallaban dispersos en las otras regiones sino que ademas podia demostrar que las tradiciones y el espiritu criollo se encontraba atin vivo por no haber sido afectada por el asenta- miento de millones de inmigrantes europeos. Ese acervo cultural hizo del Noroeste la mejor candidata a ti- tulo honorifico de cuna de la argentinidad, un tépico clave en la OSCAR CHAMOSA 47 visién romantica del estado nacion. Pero para obtener el titulo mas que buenos pergaminos necesitaba de una politica que la sustentara. Sin duda que Rojas, quizds el intelectual argentino mas influyente en la primera mitad del siglo XX, fue clave en esa valorizacién del Noroeste y su cultura criolla. Si Rojas logré tal grado de influencia se debe en parte a su indudable talento como a la resonancia que la ideologia tradicionalista obtuvo entre las elites regionales que buscaban de construir un contrapeso al cos- mopolitanismo urbano que dominaba en Buenos Aires y amena- zaba extenderse por las capitales del interior. Estas elites provin- ciales, especialmente las del Noroeste seran las que daran el impulso politico a las ideas de Rojas, promoviendo efectivamen- te el movimiento folcldrico. Las circunstancias histéricas también facilitaron las condi- ciones para que ello ocurriera. En las dos primeras décadas del siglo XX, el idealismo tradicionalista de la Generacién del Cen- tenario se posicioné frente al academicismo positivista como un discurso trasgresor ocultando la naturaleza esencialmente con- servadora de su matriz epistemolégica. Sin embargo, a partir de la semana tragica y durante todo el primer gobierno de Yrigoyen, el tradicionalismo trocé répidamente de trasgresor a reacciona- rio facilitando la transicién de las elites tradicionales del libera- lismo cosmopolita al nacionalismo conservador. Las tendencias liberales de la derecha se catalizaron en las organizaciones reac- cionarias como la Liga Patridtica, la Asociacion del Magisterio y la Liga del Trabajo. Dentro de estas elites un grupo de intelectua- les aglutinados alrededor de Jas revistas La Nueva Repuiblica, Crisol y Criterio radicalizaron ain mas el discurso tradicionalis- ta adoptando distintas variantes del fascismo clerical europeo (muy especialmente el integrismo francés y el falangismo espa- fiol) incluyendo una fuerte dosis de antisemitismo. Entre los ca- télicos nacionalistas de extrema derecha se contaban Julio y Rodolfo Irazusta, Federico y Carlos Ibarguren, Carlos Carulla, 48 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Gustavo A. Martinez Zuviria y Ernesto Palacio. También Galvez y, notablemente, Lugones, giraron en tal sentido identificandose con el autoritarismo integrista antisemita. Los nacionalistas ca- télicos acusaban a la generacidn liberal de sembrar las semillas de la autodestruccién nacional al haber adoptado el secularismo y estimulado la inmigracion irrestricta que abrié las puertas a anarquistas y judios. De esta crisis terminal el pais solo podria ser salvado por el ejército, la Iglesia, y un pequerio numero de ci- viles esclarecidos, la llamada aristocracia del espiritu, entre los cuales incluian solo a si mismos. En el contexto de su guerra abierta contra el Yrigoyenismo, las elites provinciales protegieron a esta minoria de vociferado- res cuasi-fascistas, pero algunos puntos clave separaban a la oli- garquia conservadora de los intelectuales de extrema derecha. El primero de ellos era que mientras los extremistas catdlicos sofia- ban con reemplazar la Constitucion de 1853 con un sistema cor- porativista, los conservadores desconfiaban de experimentos de esa indole prefiriendo la manipulacién electoral de vieja cufia. El revisionismo histérico, al que adherfan la mayoria de los extre- mistas catdlicos, era otra piedra de discordia. Los revisionistas reivindicaban a los caudillos del siglo XIX como ejemplos de la “democracia organica”, hispana, verdaderos continuadores de las supuestas “libertades locales” de los Habsburgos. Asi constru- yeron una galeria de patriotas y réprobos casi como reflexién in- versa a la impuesta por Mitre (con excepcidn de los recristiani- zados San Martin y Belgrano). El revisionismo no seducia a muchos miembros de la elite tradicional, quienes no sentfan la menor inclinacién por exonerar a Rosas y emponcharse detras de Facundo. Pero en el contexto de alta conflictividad sindical y por su oposicién comuin al gobierno popular de Yrigoyen, las di- ferentes tendencias de la derecha se aglutinaron en torno a una serie de slogans comunes. Los tradicionalistas del Centenario, las élites regionales, los reaccionarios de la Liga Patridtica y los OSCAR CHAMOSA 49 ultraderechistas catdlicos coincidian en su diagndstico apocalip- tico con respecto al pais y en acusar como responsable principal de ese supuesto colapso a Yrigoyen y sus seguidores. A partir de los afios treinta, y a pesar de ser solo un sector dentro de la dispersién de tendencias de la derecha argentina, el nacionalismo catélico se las ingenié para establecer los parame- tros de la discusion intelectual, ejerciendo una influencia deter- rninante en los discursos acerca de la nacionalidad. Parte de su poder de conviccién partia de un programa impreciso pero altiso- nante que, como sefiala David Rock, se definia mas por lo que se oponia que por lo que proponia. En la lista de los anatemas del nacionalismo pueden incluirse el comunismo, el partidismo, el secularismo, la inmigracion judia, la libertad sindical, el capita- lismo librecambista, el consumismo desenfrenado, la masoneria, el imperialismo econémico britanico y la cultura popular nortea- mericana. Ciertamente muchos argentinos crecidos a mediados del siglo XX adhirieron, si no a todos, a algunos de estos postu- lados, probando el ascendiente desproporcionado que el nacio- nalismo catélico ejercid mas alla de la cuota de poder real que sustento. Una de las areas donde el nacionalismo catdélico reacciona- rio y antisemita ejerciéd claramente esa influencia fue en el ori- gen y desarrollo del movimiento folclérico argentino. En esto los nacionalistas, una vez mas, no hacian sino seguir los modelos europeos del momento. En la Europa fascista, el folclore regresd violentamente a sus origenes romanticos ofreciendo una narra- tiva refundacional en la que las sociedades folk se convertian en el nticleo biocultual de la nacién. Partiendo de raices comunes, los folcloristas y los intelectuales de distintas raleas autoritarias (fascismo, falangismo, integrismo, nazismo) entendian la na- cién como un organismo intimamente ligado al suelo, el paisa- je, y las tradiciones ancestrales. Los tradicionalistas y nacionalis- tas catdlicos argentinos copiaron también este discurso, 50 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) caracterizando a la poblacién criolla rural y al volk argentino como los portadores de una sabiduria ancestral que contrastaba con el materialismo utilitario masénico, afeminado y judaizante que se habria apoderado de la elite liberal portefia. A pesar de su apoyo teérico, los intelectuales nacionalistas no se involucraron directamente en los aspectos practicos de la promocién del folclore criollo, y en su afan de imitar a la ultra- derecha europea cayeron en contradicciones lamativas. De algu- na manera, estos “nacionalistas” eran tan eurocéntricos como los liberales a los que criticaban, solo que elegian otra Europa con la que identificarse. Por otro lado, el hispanismo de los prin- cipales lideres nacionalistas era tan fuerte que limitaba toda po- sibilidad de adoptar el mesticismo como idea de naci6n, paso te- 6rico necesario para la vindicacién del criollo. Ciertamente muchos de los intelectuales y politicos que participaron en el movimiento folclérico inicial compartian los slogans del nacio- nalismo catélico de extrema derecha. Incluso algunos folcloris- tas aparecen mas hispanistas que mesticistas, creyendo junto a los nacionalistas y revisionistas que la auténtica cultura argenti- na era heredera de la Espafia de los Habsburgos. Pero que mu- chos de los folcloristas pioneros coincidieran con los nacionalis- tas catélicos no significa que el movimiento folcldrico estuviera subordinado ideoldégica o institucionalmente a esa. La Encuesta Nacional de Folclore 1921 Uno de los extremistas de derecha que tuvo un rol importante en el movimiento folclérico fue el pedagogo Juan P. Ramos. Como vocal del Consejo de Nacional de Educacién en 1921, Ramos di- sefié y llevé a cabo un ambicioso proyecto de relevamiento fol- cldérico conocido como la Encuesta Nacional de Folclore. La idea consistia en solicitar al personal de cada escuela rural depen- OSCAR CHAMOSA 51 diente del Consejo que indaguen sobre la cultura tradicional de las inmediaciones de la escuela. E] objeto de la encuesta era crear un archivo nacional de cultura popular que podria ser utilizado como material didactico, al tiempo que la mera ejecucién de la encuesta despertaria el interés de las comunidades locales en su propia cultura tradicional y estimularia su proteccidon. Para faci- litar y normalizar la tarea de los maestros, el Consejo proveeria un cuestionario impreso, acompafiado de un instructivo detalla- do. Los maestros tendrian un periodo de tres meses para comple- tar la tarea y deberian enviar los resultados a sus respectivos ins- pectores a fin de afio. Para diciembre de 1921, las oficinas del consejo se vieron inundadas con miles de carpetas llegadas de cada rincén del pais. Este proyecto folclérico, el primero de tal envergadura en el pais y en América Latina, nacié en el marco de la reaccion de- rechista dentro del sistema educativo. La encuesta se ajustaba al plan general del presidente del Consejo, Angel Gallardo, de estimular en las escuelas el amor a la patria como una forma de contener, en sus propias palabras: “la propaganda subversi- va que intenta corroer la unidad de la nacién”.® Durante el Congreso de Educacion celebrado en Parana en agosto de 1921, el delegado del Consejo Nacional propuso un plan de educa- cion nacionalista que reflejaba el lenguaje reaccionario de Ga- llardo. Uno de los puntos de dicho plan explicaba que: “Cons- tituyendo las creencias, costumbres y tradiciones populares el alma nativa de la argentinidad, sera obra eminentemente na- cionalista concurrir con patridtico empefio a la formacidn del folklore argentino auspiciado por el Honorable Consejo Na- cional de Educacién”. Julio Picarel, autor de ese proyecto, sin- tetiza perfectamente el principio romantico nacionalista afir- mando que recolectar esa informacién es una tarea patridtica, no meramente un trabajo de diletante interesado en curiosida- des antiguas. 52 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Los maestros rurales, mal pagos y trabajando en condiciones bochornosas, eran para el Estado nacional una suerte de gendar- meria educativa. Ademas de ensefiar a leer y escribir debian fre- nar el avance de las ideas subversivas e instar el amor a la patria. Mas complicado era el doble mensaje enviado desde las autorida- des. Por mucho tiempo se insté a los maestros a extirpar los ata- vismos, el vicio y la supersticién y ensefiar los valores civicos y morales de la civilizacién. Ahora se les estaba pidiendo que regis- traran los vestigios de esos “atavismos” que repentinamente ha- bian adquirido valor educativo. Sin duda, muchos de los maes- tros tomaron la tarea como una carga mas a su labor, un tramite burocratico mas que saldar. Pero muchos mas atin tomaron la tarea con entusiasmo y elevaron a sus superiores un registro de cultura tradicional de un valor inestimable. El cuestionario enviado por el Consejo refleja la intencién normativa de la encuesta. Juan P. Ramos organizé los fendme- nos folcldricos en una serie de categorfas generales: “creencias y costumbres”, “narraciones y refranes”, “arte”, y “conocimientos populares en las diversas ramas de la ciencia”.!? Cada categoria estaba dividida en subcategorfas, por ejemplo las creencias y cos- tumbres se dividian entre “creencias y practicas supersticiosas” y “costumbre tradicionales”. Cada una de estas subcategorias in- cluia una iteracién detallada de lo que se esperaba el maestro en- tendiera por cada uno de ellos. Asf las creencias y practicas su- persticiosas incluian creencias sobre fantasmas, duendes, brujeria, mitos, creencias relativas a fendmenos naturales, tareas rurales, plantas, animales, el juego, la muerte, mientras que las “costumbres tradicionales” incluia las “ceremonias con que se solemnizan acontecimientos tales como nacimientos, matrimo- nios, y muertes” y los juegos en general. Dichas categorias podi- an parecer claras y distintas para el pedagogo sentado en un es- critorio en Buenos Aires, pero para los maestros que debian observar e interrogar a los miembros de sus comunidades sin OSCAR CHAMOSA 53 duda que los limites tedricos se desdibujaban. Dénde entra, por ejemplo, “el velorio de angelito” ¢una “supersticién sobre la muerte” o una “practica tradicional”? La historia del “crespin” ées una creencia sobre animales 0 una leyenda? Y si una creen- cia local es consistente con la versién oficial de la Iglesia catdli- ca, équé debe hacer el maestro? ¢incluirla como supersticién? No es sorprendente entonces que el material recogido no haya sido posible de catalogar uniformemente como pretend{a el Consejo. Aun una instruccién detallada como la enviada por el Con- sejo no bastaba para evacuar las dudas que se les presentaban a los maestros en el campo. Ramos, posiblemente advertido de las superposiciones a que se prestaba su categorizacio6n envié un im- preso con ejemplos de cada uno de los fendmenos que se espe- raba encontrar. Sus ejemplos son largas citas eruditas tomadas de textos publicados en afios anteriores, especialmente de los trabajos de Ambrosetti. Esto supuestamente facilitaria la tarea pero también cred un precedente que algunos maestros despre- venidos siguieron al pie de la letra. En muchos casos los maes- tros citaron textualmente historias o poesias ya publicadas, a veces tomadas de los propios manuales enviados por el Consejo o de los textos de Ambrosetti. Un ejemplo de esto es la repeticién del poema “La Paraguaya” de Guido Spano que muchos maes- tros reportan como conocido entre los pobladores locales. Es di- ficil saber si los maestros lo copiaron del manual de lectura o si esta lectura influyéd en la folclorizacién de la pieza. Este tipo de problemas hizo que folcloristas académicos disputaran la validez del proyecto y desalentaran la publicacién de sus hallazgos. Limitaciones impuestas por el Consejo también sirvieron para disminuir la efectividad de la encuesta. Una de esas limi- taciones era la recomendacién dada a los maestros de entrevis- tar solo a los ancianos. Esto se basaba en el presupuesto de que los ancianos eran custodios de tradiciones que generaciones mas jévenes ya habrian abandonado. Asi se perdié una oportu- 54 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) nidad de indagar cémo las tradiciones del siglo XIX se transmi- tieron a las generaciones del XX, por ejemplo. Mas problemati- co era el mandato de no registrar aspectos folcléricos de colec- tividades extranjeras o recibir informaciédn de personas extranjeras. Siendo que el objetivo de la encuesta era encontrar “el alma nativa de la argentinidad” la prohibicion parece legiti- ma, pero iqué otra gran oportunidad perdida! La encuesta po- dria haber servido para indagar en la continuidad de tradiciones del pais de origen de los inmigrantes, y al mismo tiempo para comprobar la penetracién de la cultura local en esos mismos in- migrantes. En el caso de los miles de bolivianos asentados en la Gobernacién de los Andes o de paraguayos viviendo en los te- rritorios nacionales de Misiones y Formosa, su condicién civica no se correspondia con la continuidad cultural que existia a tra- vés de limites establecidos arbitrariamente apenas unas décadas atras. Considerando la concepcién corriente de folclore en las pri- meras décadas del siglo XX seria imposible que el Consejo tuvie- ra la visidn de indagar sobre los procesos de transculturacién. Esto también dio lugar a que algunos maestros establecidos en zonas de inmigracién simplemente se limitaran a reportar la falta de tradiciones en la jurisdiccién de su escuela. Un caso cu- rioso es el del expediente enviado por el maestro Teéfilo Augier, director de la Escuela Nacional n.° 40 de Tafi Viejo, sitio de los talleres de Ferrocarriles del Estado, a unos pocos kilémetros al norte de la capital tucumana. Augier escribe a su inspector la- mentandose de que a pesar de sus maestros haber recorrido el pueblo de arriba abajo no encontraron mucho material porque, en sus palabras: Este pueblo esta habitado casi exclusivamente por el ele- mento extranjero [...] Estos traen sus tradiciones mas costumbres y modalidades propias de su pais de origen y OSCAR CHAMOSA 55 son tenaces en conservarlas, adaptandose dificilmente a las modalidades del criollo, que esta representado por un escaso numero.?° Augier no solo se lamenta de la falta de asimilacién de los in- migrantes sino que también: “Las tradiciones usos, costumbres y modos de decir propio de estas regiones tienden a desapare- cer entre los nativos, fuertemente influenciados por el extran- jerismo”.?1 El maestro presentaba asi evidencia demostrando que los temores de los nacionalistas eran fundados, y que en el mismo corazon de la Argentina criolla, el alma de la nacionalidad se estaba corrompiendo por efecto de la inmigracién. Ciertamen- te la influencia extranjera en Taff Viejo se hacia sentir en el as- pecto cultural. Sin embargo, dos afios antes de la encuesta, uno de esos criollos empleados del ferrocarril, Gregorio Cha- vero, transferido desde Rio Negro, tenia un hijo de diez afios que luego contara en sus memorias el haber descubierto en Tafi Viejo el sonido de la zamba tucumana. En este pueblo de extranjeros, el nifio Héctor Roberto Chavero habria dado el primer paso hacia su conversién en Atahualpa Yupanqui. Apa- rentemente el director Augier no encontré ninguno de los per- sonajes que Yupanqui recuerda en sus memorias haberle inicia- do en el arte criollo. Pero a pesar de las numerosas lagunas y defectos, la Encuesta Nacional de Folclore de 1921 deberia considerase como uno de los tesoros del patrimonio cultural de la Nacién. Considérese por ejemplo los expedientes enviados por 435 maestros de Santiago del Estero, o los 395 de Catamarca. Descontando los maestros que respondieron a la encuesta en forma sumaria, esos legajos constituyen una instantanea de la cultura rural criollaen visperas de la llegada del disco y la radio y de la migracién masi- va a las ciudades. 56 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Pueblo por pueblo la encuesta registra los nombres de cientos de hombres y mujeres que, formando parte de pequefias comuni- dades, constituian transmisores de la memoria colectiva en for- ma de historias, cuentos, canciones, leyendas, adivinazas. Mu- chos, contando con arriba de setenta afios, habian nacido antes de Caseros y habian visto al pais transformarse dramaticamente, pero lo hicieron desde los lugares menos privilegiados por esa transformacion. La Encuesta no estaba disefiada para indagar en la ideologia ni la adscripcion politica de estos paisanos a los que se le creia puros, sencillos, incontaminados, ni atin en como se adaptaron ante al avance de la modernidad. Pero si lo estaba para revelar el mundo sobrenatural que definja la vida rural en con- traste con el urbano. Casi todas las creencias y practicas religio- sas populares de las distintas regiones eran conocidas a los folclo- ristas a principios de 1920. Pero la Encuesta pone esas historias en boca de personas reales que no intentan catalogarlas como ar- tefactos sino que las respetaban como reales. Con los datos de la encuesta podria trazarse un mapa con la ubicacién de salaman- cas en todo el Noroeste, de los sitios donde “la viuda” acechaba los desprevenidos jinetes nocturnos, o lugares donde la mulani- ma habia sido avistada recientemente y de los ingenios y fincas donde “el familiar” aterrorizaba a los peones y enriquecia a los te- rratenientes. La encuesta también deja ver que, como en todas las socieda- des locales premodernas del planeta, cada localidad del pais tenia especialistas no-sancionados en curar y en dafiar, o sea curande- ros y brujos. Pocos maestros olvidaron tomar nota de la existen- cia de estos personajes a quienes los pobladores respetaban y te- mian. En algunos casos se los identifica con nombre y apellido, pero en su mayoria los maestros prefieren silenciar la identidad de los curanderos y brujos, recordando que solo se trata de su- persticiones propias de la falta de civilizacin. Los curanderos au- naban la ciencia oculta de “curar de palabra” con la mas empiri- OSCAR CHAMOSA 57 ca basada en el conocimiento de las propiedades curativas de la flora y fauna local. Este conocimiento empirico no era privativo de los curanderos, y los maestros pudieron recoger informacién sobre las medicinas locales de boca de personas comunes. Cualquiera interesado en reconstruir la historia de la medicina popular en la Argentina no deberia ignorar los legajos de la En- cuesta. Uno de los aspectos mas interesantes de la Encuesta es que a pesar de la diversidad regional esperable, muchos de los co- nocimientos tradicionales, asi como distintos ritmos y cancio- nes, aparecen dispersos sobre buena parte del territorio nacio- nal. La fabula del “zorro y el quirquincho” aparece desde el noroeste hasta el partido de San Martin en el gran Buenos Aires, mientras que la maestra Palmira Rivas describe chacare- ra, gato, cueca y zamba como danzas locales de Villa Dominico. Leyendas regionales como La Telesita, el kakuy y el Crespin eran conocidas a cientos de kilémetros de su zona de origen y milongas camperas de Gardel y Razzano se cantaban en los va- lles subandinos. La Encuesta muestra el resultado de comunicaciones cultu- rales entre las distintas regiones. Si bien hoy se tiende a pensar que la homogeneidad de las naciones modernas es resultado de politicas disefiadas a ese propdésito, muchos de los intercambios culturales interregionales que hicieron posible la unidad nacio- nal fueron mas bien espontaneos y a pequefia escala. Esos inter- cambios fueron posibilitados por la unificacién politica y comer- cial impulsada por las elites estatales. Pero esas mismas elites no tenfan medios para controlar todo lo que ocurria bajo su autori- dad nominal. En fogones y vivacs, grupos heterogéneos de solda- dos, vivanderas, pulperos volantes, arrieros, carreros, peones go- londrinas y zafreros de distintas provincias habran pasado horas relatando leyendas aprendidas en su infancia asi como las haza- fias de bandidos y caudillos, entreteniendo a los presentes con 58 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) cuentos de nunca acabar y cantando y bailando los distintos es- tilos de cada pago. Puede decirse que la Encuesta demuestra la existencia si no de un sustrato cultural comtn, al menos de con- tinuidades e interrelaciones entre las distintas regiones del pais que otorgaban cierta homogeneidad a la cultura criolla. Aun asi seria exagerado hablar de cultura pristina en 1921, de una forma u otra la modernidad periférica ya se habia fil- trado hasta en los rincones mas alejados del pais. El ferrocarril habia acelerado el traslado de personas, como la historia de Yupanqui demuestra, los mismos empleados ferroviarios y sus familias eran destinados a diferentes zonas del pais absorbien- do los distintos localismos y llevandolos de un sitio a otro. El ferrocarril también transportaba troupes del circo criollo po- pularizando a los héroes gauchescos mas alla del area pampea- na. Los mismos maestros habrian transportado elementos de la cultura popular nacional. Pero en 1921 los millones de argen- tinos que vivian dispersos en pequefias comunas rurales no ha- bian escuchado atin la voz de Gardel ni habian seguido por radio un partido de futbol o una pelea de box ni sabian lo que era una radionovela. Nombres, sonidos y ritmos que en la pré- xima década seran parte de la vida cotidiana y en gran medida definiran la identidad colectiva nacional eran atin desconoci- dos en el tiempo de la Encuesta. Sin embargo, en la comuna rural de Aimacha en el valle Calchaqui, que hoy ha recuperado su identidad como pueblo originario, el maestro Ramén Cano anoté dos milongas a cuyos autores él mismo reconocid: Gar- del y Razzano. Para beneplacito de los nacionalistas que disefiaron la En- cuesta Nacional de Folclore, ésta aporté una de las evidencias que buscaban. En todo el pais los viejos criollos atin podian ex- traer de su memoria recuerdos de las guerras civiles y la guerra del Paraguay. Entre esos recuerdos se encuentran cantares pa- tridticos, algunos posiblemente de la época de la independencia, OSCAR CHAMOSA 59 otros de la época mas cercana en que la Argentina casi entra en guerra con Chile, demostrando una suerte de patriotismo popu- lar extendido a lo largo del territorio. La revelacion de esta me- moria colectiva servia perfectamente los planes de los naciona- listas a cargo del Consejo, preocupados en demostrar cémo el sentimiento patridtico se preservaba en las comunidades rurales en estado puro mientras que en las ciudades se diluia. Esos contenidos podrian haber sido utilizados politicamente, pero poco se hizo con la Encuesta luego de su finalizacién. El Consejo decidid que no tenia personal para evaluar sus conteni- dos y le doné la coleccién completa al Instituto de Literatura Argentina de la Universidad de Buenos Aires que presidia Ricardo Rojas. Con muchos afios de retraso el Instituto ordené los ma- teriales, los estudid y catalogé. Pero la publicacién de extractos con fines pedagégicos no se realizé sino hasta fines de la década del treinta, y en forma muy limitada. Otros proyectos de inves- tigacion folclérica le seguiran, pero ninguno tendra el poder tes- timonial que el azar de las fechas y el alcance geografico le dio a la Encuesta de 1921. Desde los primeros trabajos etnograficos de Ambrosetti, Adan Quiroga y Lafone Quevedo a la Encuesta de 1921 el folclo- re argentino transité por el arco ideoldgico que va desde el posi- tivismo al nacionalismo romantico. El criollismo sirvis como precursor del movimiento folclérico creando la asociacién entre cultura rural y autenticidad nacional y construyendo a los paisa- nos criollos de la regién pampeana como “arquetipos de nacio- nalidad”. Al mismo tiempo, el trabajo de los primeros folcloris- tas y los exploradores ensefié a las clases ilustradas del pais los detalles de la vida cotidiana, de las costumbres y rituales de la Argentina que se extendia mas alla de la pampa. Fl conocimien- to limitado de la etnograffa rural hacia que toda la poblacién criolla fuera asociada al prototipo literario del gaucho pampea- no. En ese prototipo no habfa lugar para los “quichuistas” de 60 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) Santiago del Estero, los “vallistos” calchaquies, los “quebrade- fios” de Jujuy, los “coyas” de la gobernacién de los Andes, y un sinnumero de comunidades rurales criollas de norte a sur, donde el término gaucho aun era solo sinénimo de matrero y malen- tretenido. El trabajo de los folcloristas, aun influenciado por el positivismo y por una visién cuasi colonialista de la poblacién rural, comenz6 a construir un mapa de la cultura argentina cada vez mas complejo y detallado y a educar al ptiblico metropolita- no a apreciar esa diversidad. Luego de 1920, salvaguardar estas culturas rurales de su ex- tincién se convirtid en uno de los paradigmas del movimiento folclérico. Esta transformacién del positivismo al nacionalismo cultural fue posibilitado por escritores como Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones, entre otros. Dichos autores contaban con un alto grado de influencia politica, que utilizaron para avanzar su programa cultural de construir un contrapeso al supuesto cosmo- politanismo urbano que dominaba en Buenos Aires y amenazaba con extenderse por las capitales del interior. Ideologicamente este movimiento se sustentaba en el romanticismo nacionalista, lo que constitufa una de sus contradicciones mas notables: mientras que buscaba construir la nacionalidad en las raices profundas de la Argentina criolla, sus modelos eran principalmente Europeos. El nacionalismo y la reaccién antidemocratica y antisocialis- ta de principios de los afios veinte crearon las condiciones de surgimiento del folclore argentino como una entidad cultural multidimensional. La Encuesta Folclérica Nacional conducida por el Consejo Nacional de Educacién fue resultado de la im- pronta derechista dada a las instituciones educativas por los fun- cionarios radicales. Juan P. Ramos, el autor de la encuesta, even- tualmente se torné anti-yirigoyenista y se alisto en la Legién Civica, sucesora filo-fascista de la Liga Patridtica que colaboré con el golpe de Uriburu en 1930. Siempre dentro del campo de la derecha, otros sectores conservadores pero mas practicos y cir- OSCAR CHAMOSA 61 cunspectos que el nacionalismo fascistoide hara mucho mas por darle el empujon inicial al movimiento folclérico. Se trata de las elites provinciales del norte vinculadas a la industria azucarera que, como se analiza en el siguiente capitulo, pusieron un empe- fio de largo aliento por transformar su regién en el centro sim- bolico de la nacién a través de la promocién del folclore. Notas 1 Michel De Certau, Dominique Julia y Jacques Revel, “La belleza de lo muerto”, en Michel de Certeau, La cultura en plural, Buenos Aires, Nueva Vision, 1999. 2 Segundo Censo Nacional, V.1 p. xvii. 3 Idem. 4 José Ingenieros, Sociologia argentina, Madrid, D. Jorro, 1913, p. 457. 5 fdem. © Roberto J. Payré, En tierras del Inti, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1960, pp. 74-86. 7 Citado en Adan Quiroga, Folklore calchaqui, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1929, p. 563. 8 Joaquin V. Gonzalez, Mis montarias, p. 79. 9 R. J. Payré, op. cit., p. 53. 1 Juan B. Ambrosetti, Supersticiones y Leyendas, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1976, p. 157. 1 Citado en Adan Quiroga, op. cit., p. 563. 2 Jbid., p. 191. 13 Tbid., p. 563. 14 Eduardo Gutiérrez, Crénicas policiales: Santos Vega, Buenos Aires, El Bo- yero, 1951, p. 4. 18 Caras y Caretas, n.° 486, 22 de enero de 1908, s/p. 16 Leopoldo Lugones, El payador, Buenos Aires, Centurion, 1961, p. 15. 17 Ricardo Rojas, Eurindia: Ensayo de estética fundado en la experiencia histdri- ca de las culturas americanas, Buenos Aires, La Facultad, 1924, p. 169. 18 Angel Gallardo, “Proyecto de renovacién de votos profesionales”, en Mo- nitor de la Educacién Comtin, n.° 580, 30 de Abril de 1921, pp 55-56. 19 Juan P. Ramos y Pablo Cordoba, “Instrucciones a los maestros para el mejor cumplimiento de la resolucién adoptada por el Honorable Consejo sobre folklore argentino”, en Monitor de la Educacién Comtin, n.° 580, 30 de abril, 1921, p. 5. 62 BREVE HISTORIA DEL FOLCLORE ARGENTINO (1920-1970) 20 Teofilo Augier, director Escuela Nacional n.° 40, Tucuman, al Inspector de Escuelas Nacionales, Pueblo Obrero, Tucumén, noviembre 12, 1921. INALP Encuesta Nacional de Folclore, caja Tucumén, expediente 32. 21 fdem.

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